Está en la página 1de 4

LA TORTUGA Y LA LIEBRE

En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa y vanidosa, que no cesaba de pregonar
que ella era la más veloz y se burlaba de ello ante la lentitud de la tortuga.

- ¡Eh, tortuga, no corras tanto que nunca vas a llegar a tu meta! Decía la liebre riéndose de la
tortuga.

Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre:

- Estoy segura de poder ganarte una carrera.

- ¿A mí? Preguntó asombrada la liebre.

- Sí, sí, a ti, dijo la tortuga. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera.

La liebre, muy engreída, aceptó la apuesta.

Así que todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. El búho señaló los puntos de
partida y de llegada, y sin más preámbulos comenzó la carrera en medio de la incredulidad de los
asistentes.

Astuta y muy confiada en sí misma, la liebre dejó coger ventaja a la tortuga y se quedó haciendo
burla de ella. Luego, empezó a correr velozmente y sobrepasó a la tortuga que caminaba despacio,
pero sin parar. Sólo se detuvo a mitad del camino ante un prado verde y frondoso, donde se
dispuso a descansar antes de concluir la carrera. Allí se quedó dormida, mientras la tortuga siguió
caminando, paso tras paso, lentamente, pero sin detenerse.

Cuando la liebre se despertó, vio con pavor que la tortuga se encontraba a una corta distancia de
la meta. En un sobresalto, salió corriendo con todas sus fuerzas, pero ya era muy tarde: ¡la tortuga
había alcanzado la meta y ganado la carrera!

LA PRINCESA QUE BUSCABA ESPOSO

Cuentan que una bella princesa estaba buscando esposo.

Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos
regalos, joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial
criatura.

Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que amor y
perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:

-Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te
ofrezco mi sacrificio como prueba de amor… Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más
alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas… Esta es mi dote…La princesa,
conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:

-Tendrás tu oportunidad. Si pasas la prueba, me casaré contigo.


Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y
las noches heladas, sin pestañear y con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo
siguió firme en su empeño y sin desfallecer ni un solo momento.

De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la
cual, con un noble gesto y una sonrisa de complacencia, aprobaba la constancia de su enamorado.

Todo iba estupendamente, incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos de
la Boda Real. Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona fueron a animar al futuro
Monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una tan solo una hora
para que se cumpliera el plazo previsto… ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad
de la princesa, el joven se levantó y sin dar explicación ninguna, lentamente… se alejó del lugar.

Unas semanas después, mientras paseaba por un solitario camino, un muchacho de la comarca
llegó hasta él e inesperadamente, le preguntó:

-¿Qué te qué ocurrió?… Estabas a un paso de conseguir tu propósito… ¿Por qué perdiste esa
oportunidad?… ¿Por qué te retiraste si faltaba tan poco?…

Profundamente apenado y con lágrimas en los ojos, respondió en voz baja:

-No me ahorró ni un solo día de sufrimiento, ni siquiera una hora, ella… ella, no merecía mi amor.

La dignidad implica el reconocimiento y valoración de la condición humana y el respeto por sí


mismo y por el otro.

EL HOMBRE

Mientras su esposa estaba ausente, un importante hombre de negocios tuvo que permanecer en
casa cuidando a dos chicos suyos muy traviesos. Tenía importantes problemas que resolver, pero
los dos pequeños no lo dejaban en paz.

Buscó entonces una manera que los ocuparan intensamente por un buen rato de tiempo. Tomó de
una revista un mapa de geografía que representaba el mundo entero. Era un mapa muy
complicado por los distintos colores sobre los diversos estados.

Con la tijera cortó en pedazos pequeños todo el mapa y lo dio a sus dos chicos, desafiándolos a
recomponerlo todo como era. Pensaba que aquel rompecabezas los habría ocupado por algunas
horas.

Pero un cuarto de hora después, los dos chicos se presentaron al padre contentos con el
rompecabezas perfectamente recompuesto.

"Pero, ¿cómo hicieron para terminar en tan poco tiempo?" les preguntó el papá asombrado.

"Ha sido fácil" le contestaron. En la parte atrás había una figura de hombre. Nosotros nos hemos
dedicado a recomponer la figura del hombre y, del otro lado, el mundo entero se arregló sin
problemas".
“No tengo derecho a decir o hacer nada que disminuya a un hombre ante sí mismo. Lo que
importa no es lo que yo pienso de él, sino lo que él piensa de sí mismo, el conocimiento de sus
capacidades y el valor que se da a lo que hace.”

EL MAESTRO

Cerca de Tokio vivía un gran samurái ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar
de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.

Cierta tarde, un guerrero, conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allá. Era famoso
por utilizar la técnica de la provocación: esperaba a que su adversario hiciera el primer
movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos,
contraatacaba con velocidad fulminante. EI joven e impaciente guerrero jamás había perdido una
lucha. Conociendo la reputación del samurái, fue en su busca para derrotarlo y aumentar su fama.
Todos los estudiantes del samurái se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo acepto el
desafío. Juntos se dirigieron a la plaza de la ciudad donde el joven comenzó a insultar al anciano
maestro. Arrojo algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le grito todos los insultos
conocidos, ofendiendo incluso a sus antepasados. Durante horas hizo todo lo posible para
provocarle, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y
humillado, el impetuoso guerrero se retiró.

Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los
alumnos le preguntaron:

– ¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad?

– ¿Por qué no usaste tu espada aun sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte
cobarde delante de todos nosotros?

El maestro les pregunto:

– Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el
obsequio?

– A quien intento entregarlo respondió uno de los alumnos.

– Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos – dijo el maestro.

– Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.

“La dignidad es el respeto y valor que una persona tiene por sí misma y cuando se tiene, no puede
haber nada que lo vuelva despreciable a sus propios ojos.”
LAS MULETAS

Durante siete años no pude dar un paso. Día y noche caminaba con mis muletas... casi
arrastrándome por el lodo de los mil caminos de la tierra.

Fui al gran médico y le conté mi caso.

- « ¿Por qué llevas muletas?», me preguntó.

- - «Porque estoy tullido», le respondí.

- «No es extraño, me dijo el gran médico, prueba a caminar sin muletas. Son esos trastos los que te
impiden caminar. Deja esas muletas aunque tengas que caminar a cuatro patas». Y antes de que
pudiera reaccionar, el gran médico, riendo como un monstruo, arrancó las muletas de mis manos,
y las rompió en mis espaldas. Y sin dejar de reír las arrojó al fuego.

Ahora estoy curado. Camino con normalidad. Me curó una carcajada y una voz que me dijo que
tenía que romper mis muletas. Es verdad que tan sólo a veces, cuando veo en mi camino palos o
algo que se asemeje a mis muletas, camino peor durante unas horas. Pero estoy contento a pesar
de todo.

En ocasiones dudamos de nuestras capacidades y nos aferramos y personas o cosas que tal vez, no
nos dejen avanzar, por esto, es necesario que reconozcamos nuestro valor, nuestras capacidades y
talentos y confiar en ello.

También podría gustarte