Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Saramago, en su libro Ensayo sobre la Ceguera, decía que “somos ciegos que pueden ver
pero que no miran”; es bueno agregar que somos ciegos que ven pero no sienten, que oyen
pero no escuchan…
Transitamos por la vida tan ocupados en nuestro camino, protegidos por nuestra burbuja,
que nos vamos quedando ciegos ante otras realidades, los demás se convierten en “el otro”.
Poco a poco dejamos de lado esa empatía que es tan necesaria en estos días; una palabra
que quizás muchos conocen, pero pocos viven o entienden. Si ponemos atención a nuestro
entorno, lo que podemos encontrar en la interacción humana es mucho más valioso y
enriquecedor.
Seguro muchas veces que aunque no tengamos problemas de visión y nuestros ojos estén
bien abiertos, no vemos cosas comunes que nos rodean. La mente procesa las imágenes
que llegan a través de nuestros ojos, pero nuestro cerebro descarta lo que es importante o
no (para nosotros); él no lo sabe, él reacciona según lo que le enseñamos, crea patrones de
las cosas que ignoramos adrede y luego las hace automáticamente.
Es tanto la ceguera, que no vemos lo que hay propio de cada ser humano. Escondemos
todo lo “malo”, nos cegamos a nosotros mismos con mentiras; señalamos al otro, como si
ese otro fuera el monstruo. Y la realidad es que todos somos monstruos, cada defecto
podría ser una virtud; simplemente habría que saber reconocer y aceptar.
Los monstruos, están ligados a la mitología y a la ficción, y existen por una sola razón:
tenerles miedo. Son seres impropios del orden natural, abominables y aterradores; sin
embargo, ¿qué es lo que los hace ser monstruos? ¿su apariencia? ¿su actuar?, ¿como
sabemos que es realmente un monstruo? ¿es bueno o malo? ¿no es el ser humano más
monstruo que humano?... Son cuestiones que nos hacemos, y que a la vez nos hacen
pensar que no vemos más allá de nosotros mismos y que negamos tener un monstruo
dentro; estamos cegados.