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Lectura bíblica: Hch. 26:19; Gá. 2:1-2a; Ro. 1:9a; 2:29; 2 Co. 3:6
Sin embargo, existe una gran diferencia entre el servicio que Pablo llevó a cabo
antes de haber sido salvo, y el servicio que rindió después. En primer lugar,
antes de ser salvo, Pablo servía sin ninguna visión. En segundo lugar, podemos
afirmar a ciencia cierta que Pablo, en lugar de servir de acuerdo con una visión,
servía conforme a la tradición y a la religión. En tercer lugar, él servía según el
conocimiento que tenía de las Escrituras, es decir, según la letra, los
mandamientos y los preceptos del Antiguo Testamento. En cuarto lugar, él
servía con la actitud de una persona que se justifica a sí misma; en otras
palabras, servía apoyándose en su propia justicia y méritos. En quinto lugar, él
servía con la plena convicción de hallarse en lo correcto. En sexto lugar, servía
lleno de entusiasmo; Pablo no servía de manera fría e indiferente, sino con un
gran fervor y con todo su corazón. En séptimo lugar, él tenía una meta y un
propósito bien definidos; así pues, servía decidido a cumplir tal propósito.
Quisiera hacer una pausa para hacer una pregunta: ¿En qué momento de
nuestra vida cristiana tenemos la experiencia de quedar ciegos e
imposibilitados? Tiene que haber un momento en nuestra vida cristiana en el
que nos demos cuenta de que estamos ciegos, que hemos perdido la vista, que
no sabemos hacia dónde ir y que, por ende, necesitamos que otros nos dirijan.
¡Somos bienaventurados si experimentamos esta clase de ceguera! ¡Bendita
ceguera! Si no hemos experimentado esto en nuestra vida cristiana y nunca
hemos quedado ciegos e impotentes, entonces, nuestro servicio a Dios es similar
al de Pablo antes de ser salvo. Quienes sirven de esta manera, asumen la actitud
de entenderlo todo claramente y siempre tienen la plena confianza de estar
haciendo lo correcto, y de saber cómo seguir adelante. En cambio, esta bendita
ceguera viene sobre aquellos que se han encontrado con la visión celestial.
Después de que esta ceguera nos haya sobrevenido, tendremos la unción y la
iluminación en nuestro interior. La visión interior aumentará y cambiará
radicalmente la manera en que servimos al Señor.
Primeramente vemos que, en lugar de servir sin visión alguna, Pablo servía
ahora conforme a la visión que recibió. Tanto en los asuntos más insignificantes,
como en los más decisivos, él servía conforme a esta visión. Por ejemplo, en
Gálatas 2:1-2a él relata su regreso a Jerusalén, el centro de la religión judía,
diciendo: “Pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé,
llevando también conmigo a Tito. Subí según una revelación”. El hecho de que
dicho viaje fuera originado por una revelación, nos muestra que el servicio de
Pablo era dirigido por una visión.
Sirvió espiritualmente
Sirvió en espíritu
Sirvió en fe
Sirvió fervientemente
Servir con entusiasmo no es servir con fervor. El que sirve a Dios fervientemente
no es entusiasta en sí mismo, sino que es ferviente, pues arde interiormente en
el Espíritu Santo.
LA VISION ES NECESARIA
Quisiera animarlos a que oren al Señor pidiéndole que les revele ciertas
visiones. Primero que nada, necesitamos la visión de Cristo. Todos necesitamos
ver a Cristo, no simplemente tener conocimiento acerca de El. Además,
necesitamos la visión de la iglesia, la visión del Cuerpo, la visión del yo y la
visión del mundo. Con respecto al yo, necesitamos una visión que lo ponga en
evidencia.