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MATEO GOLDSTEIN nació en 1908, en la pequeña población de Villa Clara, Entre

Ríos, en la Republica Argentina. Fue hijo de esa inmigración que llegó a fines del
siglo XIX a América en busca de una paz y una oportunidad de trabajo que el Viejo
continente no ofrecía. Cursó estudios primarios en su pueblo y luego los secundarios
fuera de su casa, en Paraná. De allí se mudó a Buenos Aires y estudió abogacía,
carrera que se convirtió, a lo largo de los años, en una pasión paralela a la de la
defensa de los derechos de los judíos en el mundo entero, y de la construcción de su
propia nación en tierra de Israel.

Ejerció la judicatura en la provincia de San Juan y luego el periodismo. Se incorporó a la actividad


política militando en las filas de la UCR hasta que el advenimiento del nazismo en Alemania definieron
su compromiso con la causa sionista. A partir del terremoto que asoló la provincia en 1944 se muda con
su familia a Buenos Aires, ciudad en la que se instalará hasta 1960, en que decide con su esposa, Rosa
Goldsman, su alyah a Israel. Fallece prematuramente, a la edad de 54 años, en 1962, en el curso de una
breve visita a la Argentina.

Su actividad sionista absorbió gran parte de sus energías y su tiempo. Participó activamente en el
desarrollo de la colectividad judía local y latinoamericana. Presidió la Federación Sionista Argentina, fue
miembro destacado de la DAIA, el Consejo Central Sionista y de la Confederación Latinoamericana de
Sionistas Generales, agrupación política a la que perteneció durante los años de su madurez. Fue
delegado al XXIII Congreso Sionista en Jerusalem y estrechó vínculos con destacadas personalidades del
mundo, incluidos Chaim Weizmann, David Ben Gurion, Nahum Goldman, Haba Hilel Silver, Josef
Schprinzak, Israel Goldstein, Emmanuel Neumann, entre otros.

En 1947 escribe su obra más recordada, el Derecho Hebreo a través de la Biblia y el Talmud, que edita el
sello Atalaya en 1948. Es un trabajo minucioso de recopilación de información sobre los orígenes de las
instituciones jurídicas hebreas desde sus inicios y hasta la etapa en que el autor hace la investigación.
Hace un relato sumamente documentado de las fuentes del derecho hebreo y de las controversias
surgidas en torno de sus instituciones. No vacila en involucrarse en debates propios de su tiempo en
torno a la mayor o menor verosimilitud de los personajes bíblicos y de sus sucesores en la diáspora.
Recopila toda la información disponible sobre las instituciones del derecho civil, penal, laboral y
procesal, así como de los aspectos religiosos, morales y éticos que le dieron sustento. Bordeando
cuidadosamente los aspectos ortodoxos de la interpretación de esos temas, hace hincapié, como
corresponde a una obra de la dramática posguerra, a la exaltación de los valores más calificados de la
tradición milenaria de los judíos.

En 1951, y como continuación natural de su trabajo en el libro anterior, Atalaya publica su libro El
camino hacia Israel, vida y obra del Dr. Theodor Herzl, el primer estadista judío de la diáspora. Hace una
investigación exhaustiva de la vida del fundador del sionismo político, con la premisa de marcar en el
regreso a Jerusalem la desembocadura natural de la historia de los judíos después de dos mil años de
exilio forzado.

En 1952, y por efecto de su primer viaje para participar en el Congreso Sionista, publica Israel que yo vi,
su libro polémico, de alto voltaje emocional y político, en el que describe los aciertos y los errores que se
podían vislumbrar en los primeros años del Estado de Israel.

Esta producción bibliográfica no completa su paso por el activismo judío. Miles de conferencias,
artículos periodísticos, discursos programáticos, debates en convenciones nacionales e internacionales,
amplían su aporte a la construcción de su ideal comunitario.
Su última década lo encontró dedicado a escribir sobre el otro tema que le apasionaba, el Derecho. Fue
autor, junto con Fernando Morduchowicz, del libro El Divorcio en el Derecho Argentino,
inmediatamente después que se promulgara la Ley 14.394, en 1955. Luego participó como redactor
permanente en la Enciclopedia Jurídica Omeba en la que escribió cientos de páginas sobre lo más
diversos temas de su especialidad, y, como es natural los artículos dedicados al Derecho y el de Derecho
Hebreo. Con el jurista Ossorio y Florit publican un Código Civil anotado memorable tantos años después
de su publicación, publicado también por el sello Omeba.

Esta incorporación del Derecho Hebreo en la Web se propone enmendar una falta en la bibliografía
jurídica de habla hispana. En Internet se siguen publicando avisos ofreciendo este libro, en su edición
original, a un precio solo válido para coleccionistas, pero inalcanzable para estudiantes, investigadores y
curiosos.

Para las generaciones posteriores a la suya, especialmente los que se encuentren ligados a la vida
comunitaria judía, repara un vacío de información sobre los fundadores de la cultura y el sentimiento
sionista de la primera mitad del siglo XX.

LEÓN GOLDSTEIN
INTRODUCCIÓN

El pueblo hebreo acaba de pasar por el horror de la guerra y de los


campos de concentración, luego de haber soportado una guerra no
declarada, aunque mortal, por parte de las fuerzas regresivas del mundo.
Por millones se cuentan las víctimas inocentes del más terrible
martirologio, señalado por elementos que no han superado la edad de las
cavernas, y que han pretendido erigir un nuevo dios sobre el trono de aquel
que vanamente pretendieron suplantar. Mas, seis millones de muertos sin
sepultura no parecen haber conquistado para la grey israelita la paz
relativa de que están gozando los demás oponentes de la barbarie, y día a
día la sensibilidad humana se estremece ante los torpes azotes que una de
las potencias políticas más vastas de la tierra, asesta inexorablemente
sobre los niños, las mujeres y los hombres de la estirpe del rey David.
Potencia que por cruel paradoja, invoca durante los días y las noches, el
testimonio de la Biblia y pretende ser, también por sangrienta
contradicción, la raza más apegada a los Libros Santos y a los Diez
Mandamientos del Sinaí. Y mientras esto ocurre en un rincón lejano del
globo, pequeño en su extensión territorial, pero grandioso en la perspectiva
histó-rica y en la visión del futuro, la humanidad sigue buscando un
derrotero. Hombres y naciones se congregan en asambleas internacionales,
buscando la palabra fraterna y el gesto amigo, en un deseo común —
aunque sea expresado en setenta lenguas distintas—
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INTRODUCCIÓN

de asegurar para siempre jamás el predominio de la bondad y de la


j u st i c i a, l a be n di c i ó n ha s t a a ho r a i na l c a n za bl e de l a pa z .
¿Y, quiénes sino los hijos de Israel están más ansiosos de que la
humanidad alcance al fin tales objetivos superiores? ¿Quiénes
están más penetrados de los ideales de la confraternidad y de co-
munidad entre los hombres y los pueblos, sino aquellos que, al decir de
Henry Barbusse, en una memorable carta a Israel Zangwil, “son hoy
los únicos que no serían capaces de sacrificar a Jesús?...”
Ni ngún te sti moni o más eloc uente y más fiel de estos se nti-
mientos que han primado por siglos y aun priman entre los judíos, que
el que nos ofrece el texto y el comentario de la Biblia y la obra insuperada
de los doctores rabínicos. La Biblia, que se sigue leyendo en todas
las lenguas de la tierra y se respeta como un monumento granítico
que desafía las edades, pero que es mil veces sacrificada en el
pensamiento y en la acción; la Biblia, faro de luz que se proyecta
sobre l a noc he de l a hi st ori a y ano c on su Dec ál og o si gue
enseñando al hombre su sendero; la Biblia, en fin, q ue seguirá
brillando como una estrella cuando todos los enemigos del hombre, y
de Israel, duerman para siempre cubiertos por el polvo del olvido.
Para que aquell os j udíos que viven alejados de la prí stina
f ue nt e c onozc an l as be ll e zas y l as ri que zas de l Vi e j o Te st a-
ment o, en todo c uant o c ompete a la vida, el honor y los bienes
de l a s pe rs ona s: n ac i on al e s, e x t ranj e ro s y e sc l av os, e n l o s
tiempos en que existía el Estado Hebreo en la tierra de los Hebreos;
para los gentiles que aman la Biblia y han saboreado el idioma
inmortal de los Profetas, y para los judíos que se hayan distan-
ciado de la letra y del espíritu de los creadores de ese inmenso
inundo moral, religioso, ético y jurídico que es la Ley de Moisés y
el Talmud; para los que creen para siempre cegadas las fuentes de
la creación judaica, en el terreno de la pura especulación filo-

INTRODUCCIÓN
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sófica y el genio jurídico de Israel, y aun para los que se ufanan de su


parentesco con el "pueblo del Libro" y ponen piedras en el camino de la
re st aurac i ón de E re t z Israel , e sta si nopsi s de De recho hebreo
pretende ser una ofrenda. Ni más ni menos que una ofrenda en el altar de
los ideales de superación que inspiraron al gran Legislador del Sinaí y
a sus continuadores, a los Profetas y a los sabios talmudistas, a los
humil des rabí s de l a Pale stina y del exil io que han laborado,
amorosamente y con la mirada puesta en el Dios Unico, el monumento
grandilocuente, ¡el más grande que pueblo alguno sobre la tierra ha podido
levantar, en medio de la guerra, del martirio y de las calamidades!

No tenemos la pretensión vana y estulta de realizar un trabajo


exhaustivo en una materia que servirá de cantera de la que podrán
extraerse preciosos mármoles por los siglos de los siglos. Nuestra
humilde intención es la de exhibir ante los ojos de propios y extraños
cuanto ha elaborado el espíritu judío durante su vida nacional y en el
doloroso transcurso de sus cautiverios. Hemos efectuado, necesariamente
un trabajo de síntesis, eliminando reglas y leyes que se explican a la
luz de la antigüedad clásica, pero que hoy aparecen como desusadas o
sencillamente ingenuas.
Es sabido que un estudio meditado y analítico tan sólo del profuso
tesoro del Talmud aria bastante para llenar bibliotecas enteras,
tarea superior a la capacidad del autor de ésta sinopsis, cuyo afán se
concreta a revelar y compendiar, al mismo tiempo que a echar
líneas comparativas con otras legislaciones.
En la hora de prueba que vive la humanidad y cuando todo
hace presumir que el sangriento martirologio de los hijos de Sión se
halla a punto de acabar —sobre las tumbas de seis millones de sus
hermanos caídos inermes ante la notoria insensibilidad del mundo
civilizado— creemos honesta y sinceramente realizar un aporte a la
obra de esclarecimiento que otros escritores, filósofos e historiadores
han emprendido, con más luces y mayor autoridad.
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INTRODUCCIÓN

Si logramos provocar una inquietud hacia todo aquello que el


genio judío ha creado a lo largo de los siglos, entre los lectores
cultos y ecuánimes de habla hispana, nos daremos por satisfechos
con hartura y felices en nuestro empeño.
Habríamos podido acudir a la minucia y al detalle de las infi-
nitas normas preceptivas de la conducta que para el individuo y
para la- nación han ideado los legisladores y los rabinos, durante las
centurias de la vida del Pueblo Hebreo en el solar de sus ante-
pasados, complementada cada ley, cada decreto, por inacabables
discusiones de los comentadores, pero hemos preferido ir concre-
tamente a la institución jurídica y legal, aquella que tuvo vigencia en
la vida real del israelita y no en la abstracción teológica o filosófica.
Sabios y exégetas han escrito monumentales libros y efectua-
ron tarea de gigantes en- el propósito de evidenciar cuánto de
grande fuera creado por la mente hebrea y cuál ha sido la in-
fluencia de esa creación sobre la cultura de los pueblos ; pero el
comentario emanado de fuente judía permanece ajeno a la com-
prensión de numerosos gentiles y judíos por la razón de la lengua en
que fuera expresado. Tala-nudistas y rabinos de todos los tiempos
han dejado una obra impresionante y maciza sobre las leyes y el
Derecho hebreo —bíblico y postbíblico o talmúdico—, pero la
lengua hebrea, fuera de los límites geográficos de la Palestina, no
ha dejado de ser urca lengua de “élite”, de modo que toda la
producción sobre tan edificantes tenias queda restringida para algunos
círculos privilegiados.
El afán de aproximar a las masas intelectuales y cultas hacia
las fuentes primeras e ina g otables de la civilización del hombre, y
el deseo de que gentiles y judíos adviertan la trascendencia per-
manente de la influencia bíblica, han sido finales que han guiado
nuestros pasos en la empresa.
Es indudable que en los últimos tiempos se abre paso la ten-
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INTRODUCCIÓN

dencia de retornar a lo grande y noble que el pasado histórico nos


depara, y buena prueba de ello lo tenemos en la serie de libros de
todo formato y calidad que han surgido a la luz pública. Incluso en
la lengua de Cervantes va se cuenta con numerosas publicaciones —
originales o de traducción— sobre temas bíblicos y talmúdicos, pero
la mayoría de ellas o son excesivamente especializadas o carecen de
un sentido de organicidad, cuyos escollos hemos procurado salvar con
nuestro “Derecho Hebreo”.
De todos modos no presumimos de originales, ya que la tarea
es más de compilación que de invención, si bien descartamos la
benevolencia con que será recibida nuestra obra, por el trabajo que
importa unir y consolidar lo fragmentario, buscando una línea de
unidad en medio del océano de la producción bíblico-talmúdica.

M. G.
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ADVERTENCIA

Para la mejor orientación del lector, cabe señalar que las citas
bíblicas contenidas en éste Tratado han sido obtenidas de "La Santa
Biblia – Antiguo y Nuevo Testamento", correspondiente a la
antigua versión de Casiodoro de Reina (1569), revisada por
Cipriano de Valera (1602) y cotejada posteriormente con diversas
traducciones y con los textos hebreo y griego, editada por la
Sociedad Bíblica Americana.
El autor ha respetado el idioma y numeración de los capítulos y
versículos, atendiendo a la circunstancia de tratarse de una de las
más difundidas versiones de la Biblia.
En cuanto a las citas talmúdicas, se ha tenido en cuenta, espe-
cialmente, la monumental obra en siete tomos, del rabino doctor
Israel Michael Rabinowicz, editada en París, en el siglo pasado, la
que ha servido de guía y orientación a todos los tratadistas
contemporáneos.
Las voces hebreas y fonética se han adaptado a la versión
sefardita que representa el lenguaje popular y literario de la
moderna cultura de Palestina.
CAPÍTULO PRIMERO

LA BIBLIA

SUMARIO: 1. Significación de la Biblia. — 2. Juicio de Enrique Heine. —


3. Renán y sus “Estudios de Historia Religiosa”. — 4. Carlyle y Donoso
Cortés y la Biblia. — 5. Crítica de Salomón Reinach. —
6. Influencia de la Biblia en el desarrollo ele la civilización. — 7. Sup u e s t a
i n s p i r a c i ó n d i v i n a d e l a B i b l i a . — 8 . I n f l u e n c i a d e l a Biblia en
el campo jurídico. — 9. La Ley oral y la Ley escrita.

1. — SIGNIFICACIÓN DE LA BIBLIA — Casi treinta y cinco si­


glos de la cultura humana ha inspirado ese monumento imperece­
dero representado por la Biblia. Treinta y cinco siglos que han visto
erigirse, crecer, fructificar y desaparecer imperios. Monumento es
éste de la cultura del hombre que ha asistido al surgimiento de so­
ciedades y naciones, a la creación de filosofías las más arriesgadas y
audaces y al inevitable choque de ideas e ideologías, permaneciendo
inmutable como la eternidad misma.
La Biblia ha vencido lo efímero y pasajero, y en la perennidad de
sus normas sigue constitu y endo un faro que arroja luz sobre el caos
en que se debate la humanidad, siempre ansiosa tras los afanes de su
mejoramiento, en lucha con aquellos que pretenden hundirla en la
oscuridad y en la barbarie.
Siglos después de haber cristalizado el Derecho en formas
escritas, y de realizarse la codificación de todas las reglas de la
actividad individual y social, la Biblia1 —conjunto de preceptos

1 En e fe c t o , l a Bi b l i a c ons t i t u y e u na c ol e c c i ón d e l i b r os , q u e r e c o-
nocen distintos autores y épocas. Autor: UsuarioEl Antiguo Testamento, solamente, com-
prende los siguientes libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio
( c i nc o l i b r os q u e for ma n e l Pe n t a te uc o ). Jo s ué , J ue c e s , R u t h , I S a mu e l , II
S a m u e l , I Re ye s , I I R e ye s , I C r ó n ic a s , I I C r ó n i c as , E s d r as , N e h e mí a s ,
Esther, Job, S al mos, Proverbios, Eclesias tés, Cantar de los Cantares, Is aías,
Jeremías. Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás,
Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Haggeo, Zacarías y Malaquías.
Se consideran apócrifos —porque no figuran en el canon bíblico— los
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MATEO GOLDSTEIN

normativos escritos, de glosas y de hermenéutica a cargo de los


grandes exegetas— constituye un modelo de justicia, de moral re­
ligiosa y de ética que asombra y admira por la claridad, precisión y
pureza con que todo se ha previsto y organizado en un rincón
pequeño y humilde de la tierra, destinado a un reducido pueblo de
agricultores y de pastores, y también para los demás pueblos de
aquella antigüedad, pues que la ley del Sinaí si bien era regalo
para los habitantes de la Judea, involucraba a los demás que
habitaban la tierra.

2. — J UICIO DE E NRIQUE HEINE . — Con cuán sobrada razón ha


podido exclamar el doloroso poeta judeo­alemán, Enrique Heine: "¡La
Biblia! ¡Qué libro! Grande y ancho como el mundo, con su base en
los abismos de la creación y elevándose hacia arriba dentro de los
azules secretos del cielo. Salida del sol y puesta del sol. promesa y
cumplimiento, nacimiento y muerte, el drama entero de la
humanidad está contenido en éste libro. Los judíos pueden rá­
pidamente consolarse por la pérdida de Jerusalén y del Templo y
del Arca del Pacto y de todas las joyas coronadas del rey Salomón.
Semejantes pérdidas nada son comparadas con la Biblia, ¡el impe­
recedero tesoro que han salvado!"

3. — RENAN Y SUS “ESTUDIOS DE HISTORIA RELIGIOSA”. —


Ernesto Renan, el grande y grave investigador del origen y espí­ritu de las
religiones, exponente el más el evado de la cultura de Francia,
en sus E studi os de Hi st oria Reli gi osa, se expide en éstos
términos: “Si abarcamos en su conjunto el desenvolvimiento del
espíritu hebreo, nos impresiona el elevado carácter de perfección
absoluta que da a sus obras el derecho de ser consideradas como
clásicas en el mismo sentido que las producciones de Grecia, de
Roma y de los pueblos latinos. Sólo Israel, entre todos los

s i gu i e nt e s li br os : M ac abe o s, Jud it, To bías , B ar uj, E pís tol a de Je re mías y


S abid ur ía de Be n S ir aj. El c ano n bíblico se e st abl e ci ó e n e l sigl o II d e l a era
cristiana.
Las inv estigaciones y descubrimientos arqueológicos de los últimos ciento
cincuenta años, han contribuido eficaz y de cididame nte a acla rar las formas de
vida individual y social, la psicología y las leyes que regían a los pueblos de la
antigüedad clásica, entre ellos a los hebreos. "Han sido sacadas a la luz —dice
FREDERIC KENYON— civilizaciones enteras, antes desconocidas —la sumeria, la asiria, la
micenceana, la creta, la hitita, la maya—, les que contribuyen con nuev os
capítulos a la historia y el arte, tanto que nuestros conocimientos sobre países
como Grecia y Palestina, que repres e nta n la s c una s d e nue st ra civ il iza ci ón...
A ni ngu na otr a c at eg orí a d e conocimientos es esto más aplicable que a la que
trata de los libros de la Biblia."
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DERECHO HEBREO

pueblos del Oriente, ha tenido el privilegio de escribir para el mundo


entero. Es, ciertamente, una admirable poesía la de los Vedas, y, no
obstante, esa recopilación de los primeros cantos de la raza a que
pertenecemos, no reemplazará jamás, en la expresión de nuestros
sentimientos religiosos, a los Salinos, obra de una raza tan
diferente de la nuestra. Las literaturas de Oriente no pueden, en
general, ser leídas y apreciadas, más que por sabios: la literatura
hebraica, al contrario, es la Biblia, el libro por excelencia, la lec­
tura universal; millones de hombres no conocen otra poesía. Es
preciso averiguar, sin duda, en este sorprendente destino, la parte
debida a las revoluciones religiosas que, desde el siglo XVI, sobre
todo, han hecho considerar los libros hebreos como la fuente de
toda revelación; pero se puede afirmar que si esos libros no ence­
rraran algo de profundamente universal, jamás hubieran alcanzado tal
fortuna. La proporción, la medida, el gusto, fueron en Oriente
privilegio exclusivo del pueblo hebreo. Israel tuvo, como Grecia, el
don de hacer destacar perfectamente su idea, de expresarla en un
cuadro reducido y acabado; por ello llegó a dar al pensamiento y a
los sentimientos una forma general y aceptable para todo el género
humano."

4. — C ARL YL E Y DO N OS O C OR T ÉS Y LA B I BL IA . —
T om á s Carlyle, poderoso espíritu anglosajón, dijo que la Biblia
"es el úni co l i br o en el cua l, durant e mill ar es de añ os, el
espírit u humano ha encontrado luz y acento y la respuesta a los
más profundos anhelos de su corazón".
Donoso Cortés, uno de los espíritus preclaros de la España
del siglo pasado, al ser incorporado a la Real Academia, encontró
para tema de su discurso "un asunto subidísimo —son sus propias
palabras— que cautivando vuestra atención, me fuerce a apartar de
mi vuestros ojos, para ponerlos en su grande majestad y en su
sublime alteza".
"Hay un libro —dijo— tesoro de un pueblo que es hoy fábula y
ludibrio de la tierra, y que fue en tiempos pasados estrella del
Oriente, a donde han ido a beber su divina inspiración todos los
grandes poetas de las regiones occidentales del mundo, y en el cual
han aprendido el secreto de levantar los corazones y de arrebatar las
almas con sobrehumanas y misteriosas armonías. Ese libro es la
Biblia, el libro por excelencia. En él aprendió Petrarca a modular sus
gemidos; en él vio Dante sus terríficas visiones; de aquella fragua
encendida sacó el poeta de Sorrento los espléndidos resplandores
de sus cantos. Sin él, Milton no hubiera sorprendido a la mujer en
su primera flaqueza, al hombre en su primera culpa, a Luzbel en su
primera conquista, a Dios en su primer ceño, ni
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MATEO GOLDSTEIN

hubiera podido decir a las gentes la tragedia del paraíso, ni cantar


con canto de dolor la malaventura y triste hado del humano linaje. Y
para hablar de nuestra España, ¿quién enseñó al maestro Fray Luis
de León a ser sencillamente sublime? ¿De quién aprendió Herrera
su entonación alta, imperiosa y robusta? ¿Quién inspiraba a Rioja
aquellas lúgubres manifestaciones, llenas de pompa y majestad y
henchidas de tristeza, que dejaba caer sobre los campos marchitos
y sobre los mustios collados y sobre las ruinas de los imperios
como un paño de luto? ¿En cuál escuela aprendió Calderón a
remontarse a las eternas moradas sobre las plumas de los vientos?
¿Quién puso delante de los ojos de nuestros grandes escritores
místicos los oscuros abismos del corazón humano? ¿Quién puso en
sus labios aquellas santas armonías, y aquella vigorosa elocuencia, y
aquellas tremendas imprecaciones, y aquellas fatídicas amenazas, y
aquellos arranques sublimes, y aquellos suavísimos acentos de
encendida caridad y de castísimo amor, con que unas veces ponían
espanto en la conciencia de los pecadores y otras levantaban hasta el
arrobamiento las limpias almas de los justos? Suprimid la Biblia con
la imaginación y habréis suprimido la bella, la grande literatura
española, o la habréis despojado de sus más espléndidos atavíos, de
sus soberbias pompas y de sus santas magnificencias"2.

5. — CRITICA DE S ALOMÓN R EINACH . — Salomón Reinach,


que est á l ejos de en t on ar l oa s a l a s cr ea ci on es del gen i o ju­
rídi co y m oral de l os h ebreos, y más bi en se a fana en en con­
trar equivocaciones en la Biblia, afirma, sin embargo, que “sien­
do el Antiguo Testamento obra de gran número de autores que
vi vi eron en épocas di stintas, y que han utilizado docum entos
más antiguos, es pueril tratar de formar juicio total de la colec­
ción, de ensalzarla o de rebajarla. Cualquier lector imparcial con­
vendrá en que la historia de José es encantadora, en que el libro
de Job encierra pasajes sublimes, en que los profetas y los Salmos
contienen algunas de las páginas más hermosas con que puede hon­
rarse el genio humano. Que haya en el resto mucha exageración
oriental, trivialidades, hojarasca, que los relatos carezcan de preci­
sión y de lógica, que lo maravilloso sea alternativamente absurdo y
grotesco, tampoco cabe ponerlo en duda. Pero si se compara la
Biblia con cualquier recopilación análoga de libros sagrados—in­
dos, persas, árabes— se reconocerá que es ele lectura más fácil,
más instructiva, menos inficionada de misticismo y de fraseología
vana, menos tiranizada por las preocupaciones rituales, en tina pa­

2 DONOSO CORTÉS: Discurso académico sobre la Biblia, páginas 41-43.


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DERECHO HEBREO

labra, más humana y más laica. Puede decirse que todas las grandes
ideas de la civilización moderna están contenidas en germen en ellas
y contar, con la historia en la mano, de cuanto le es deudora la
civilización moderna. La sociedad anglosajona, la que ha procedido
de la Revolución francesa en la Europa Occidental, son hijas de la
Biblia. Salvador y Darmësteter han podido sostener, sin paradoja,
que las dos ideas predominantes de nuestro tiempo: la de la unidad
de fuerzas y del progreso indefinido —no solamente del bienestar,
sino de la bondad y de la justicia— eran ya familiares a los profetas
de Israel, en las formas, aun sin el carácter laico, de la unidad
divina y de la esperanza mesiánica. Si el estudio de la historia,
sobre todo después del triunfo del cristianismo, no muestra sino con
exceso las calamidades y los trastornos producidos en el mundo por
el exclusivismo religioso, por ese fanatismo que griegos y romanos
no conocieron y que el cristianismo ha heredado de la Biblia judía,
hay que poner como compensación los sentimientos de la dignidad
humana, de la solidaridad, de la caridad, de la igualdad de los
hombres ante Dios que el Antiguo Testamento ha transmitido al
Nuevo y que ambos contribuyen a extender todavía. Este libro por
excelencia ha hecho mucho mal y mucho bien, pero habría que
condenar toda la civilización de los países cristianos, es decir,
mantener un propósito absurdo, para negar que la parte buena
predomina. La Biblia, y no la filosofía un tanto altanera de los
griegos, ha sido la primera educadora de Europa, la que ha
dispuesto para impregnarse de helenismo a partir del Renacimiento,
y la que, abriéndole perspectivas más amplias, la ha puesto poco a
poco en disposición de prescindir de ella"

6. — INFLUENCIA DE LA BIBLIA EN EL DESARROLLO DE LA


CIVILIZACIÓN. — "Es una de las curiosidades de la civilización —ha dicho
un ilustre sabio inglés—, que aceptemos dirigirnos para nuestras hu­
manidades a literaturas que se hallan moralmente en el polo opuesto a
nosotros, literaturas en las cuales el tono más eleva do es
frecuentemente una apoteosis de los sentidos, que degradan la
divinidad, no sólo al nivel humano, sino al nivel más bajo de
humanidad... Sería bueno, ciertamente, que nuestra juventud,
durante el periodo de su formación, viese presentarse, bajo
vestiduras tan brillantes como las de la literatura griega —en poemas
que Píndaro no puede superar, con una elocuencia tan grande como
la de Demóstenes, o en una prosa igual a la de Platón—, a un
pueblo dominado por una pasión extremada de la justicia, un pueblo
al cual sus ideas de pureza, de bien infinito, de orden universal, y su cer­

3 S. REINACH: Orfeo — Historia General de las Religiones, página 163.


22 MATEO GOLDSTEIN

tidumbre de la declinación inevitable de todo mal, arrastraron a un


entusiasmo poético tan ardiente, a una dicción tan musical como
la de Safo cantando el amor, o la de Esquilo al tronar sus notas
profundas sobre el destino.
"Las leyes de naciones soberbias y orgullosas han sido sepul­
tadas por ellas. En medio de la ruina general se ven, con admira­
ción y pasmo, en un rincón de Asia, en un clima poco fértil y entre
bosques y m ontañas, doce tribus sin fuerza y sin opulencia, y
muchas veces sin libertad y aun sin patria, libertarse del naufragio
de los siglos y de los imperios. Minos, Sesostris, Licurgo, Numa,
Solón y Zaleuco dejaron de ser respetados y obedecidos, pero la
legislación de Moisés sobrevive a la de todos los pueblos de la
tierra."
7 . —S U P U E S T A I N S P I R A C I Ó N D I V I N A D E L A B I B L I A . —
Y a s i mi sm o ha podi do decirse, con pl ena justi cia, que
ninguna de las grandes obras de un género parecido al de la
Bi blia, como por ejemplo, la Edda escandinava, el Zend­Avesta
persa, los Veda de la India, o las máximas de Confucio, pueden
compararse remotamente con las Sagradas Escrituras Hebreas. Y
no es que pretendamos enrolarnos en la secular concepción de la ley
como revelación divina. La Biblia no es obra de un hombre, ni de
una generación o de varias. Es fruto, incuestionable, de muchos
sabios y de numerosas generaciones de israelitas que, a través de los
siglos, hicieron el milagro de cristalizar en normas y preceptos las
corrientes culturales de la época. Moisés ha sido el codificador y a
veces el legislador, en cuanto que formuló la norma; en todo
caso, el máximo legislador. Pero, evidentemente, no es el único.
Antes de él, y después que él, se realizó la tarea magna y
trascendental, y otros siguieron sus huellas y la llegaron a mejorar.
Para la mentalidad primitiva, justo es que un hombre, vocero
dilecto y directo de Jehová, apareciera como el único legislador.
Pero la historia y los relatos transmitidos por la tradición nos di­
cen de otras grandes figuras que, en el terreno del Derecho, de la
Moral y de la Ética, contribuyeron a afirmar y consolidar el con­
junto que conocemos bajo el nombre de legislación de la Biblia o
legislación mosaica.
Por lo demás ésta misma tendencia piadosa de asignar la ley a
un soplo divino, la encontramos en todos los pueblos primigenios.
Para los babilonios, Shamash es el inspirador del código de Ham­
murabi. Entre los cretenses se aseguraba que Minos recibió las
leyes de Zeus; las que, según la tradición, Licurgo dispuso para
los espartanos eran llamadas leyes de Apolo (Platón, Minos, 319­
23 DERECHO HEBREO

320 B; Leyes, 1632 D); Numa legisló para los romanos, inspirado
por la ninfa Egeria 4.
El rey babil ónico Hammurabí pretendía haber recibido la
inspiración divina "del Dios solar Shamash, que desempeña aquí
igual papel que el Dios bíblico del Sinaí. Las leyes de Hammurabí
ofrecen con las leyes mosaicas analogías que no puede explicar la
casualidad. Ahora bien, el Código es seis siglos anterior a la fecha
asignada por la tradición al mosaico; por tanto, si éste último hu­
bi era sido di cta do por Di os a Moi sés, Di os ha bría pl agiado a
Hammurabí. Esta conclusión pareció con justa razón inadmisible
al más universal de los sabios alemanes, el emperador Guillermo II:
en carta famosa 'dirigida a un almirante resolvió que Dios había
inspirado sucesivamente a varias eminencias: Hammurabí, Moisés,
Carlomagno, Lutero y su abuelo Guillermo I. Esta opinión no dejó
de prevalecer entre los cortesanos".

8. — INFLUENCIA DE LA BIBLIA EN EL CAMPO JURÍIDICO. ­ Y si


grande e inconmensurable ha sido la influencia de Israel y la
Biblia 5 sobre los pueblos de Oriente y Occidente en el terreno de la
religión monoteísta, de la moral y de la ética, no lo ha sido menos
en el campo jurídico. No se trata de una expresión de egolatría.
Solo, disperso y perseguido, Israel ha creado y crea perse­
verantemente, a través de las edades.
No es absolutamente cierto que Israel haya dado sólo la nota
teológica en el concierto de la civilización, como pretende Renán,
sino que también está caracterizado por la nota jurídica y aun la

4 DIONISIO DE HALICARNASO, tomo II, página 60 y siguientes.


5 "Resulta imposible apreciar exactamente cuánto deben a la Biblia
innumerables escritores, en lo que respecta a determinados puntos de vista,
fraseología o inspiración. Su influencia sobre la literatura de muchos países
d e l mu nd o e s i nc on me n s u r a b l e e i na p r e c i a b l e . El n omb r e d e C A E D M O N
(700 d. de J. C.), repres enta el c omie nzo de la literatura anglosajona, y se le
recu erda e sp ecial ment e p or sus p aráfrasi s de d ete rmi nad os p asaje s de las
Escrituras. La literatura inglesa y la norteamericana deben incalculables
benefi ci os a la li ter atura bí blic a... Los es crit os d e S HA K E SP EA R E abu nda n e n
a l us i one s bí bl i ca s , c omo t a mbi é n l os d e W OR D SW O R T H , S T E V EN S O N y
CARLYLE. T E N N Y S O N y B R O WI N G me nc i ona n c e nt e na r es d e r e fere nc i a s d i-
r e c t a s a l a Bi b l i a , c omo t a mb i é n l o ha c e M A C A U LA Y e n s u s e ns a y os . La s
ob r a s d e M I L T O N fu e r on c omp u e s t a s s ob r e t e ma s b í b l i c a s . C O L E R I D G E y
D I CK ENS , R USK I N y E M ER S ON , L ON GFE LLOW y W HI TMA N es tán ev id ent e me nte
s a t u r a d os d e l os c onc e p t os d e l a s Sa g r a d a s Es c r i t u r a s ... D A N T E , V Í C T O R
H U G O . G OETHE y muchos otros, después de serv irse literalmente de los
escrit os s a g r a d os , t e s t i fi c a n u ná ni me me nt e e l he c h o d e l a s u p r e ma c í a d e
l a Bi b l i a d e s d e e l p u nt o d e v i s t a l i t er a r i o, y d e s u i nc omp a r a b l e p od e r d e
i n s p i r a c i ó n p a r a l a m e nt e h u m a n a . . . " . C . W . T U R N E R : E l L ib r o De s c o n o -
cido, páginas 45 y 46.
MATEO GOLDSTEIN

política. "Israel es posterior a la India, a la Caldea, a la Persia y


al Egipto. Cuando empezó a actuar en el comercio y en la guerra, la
era verdaderamente arcaica había pasado. Israel no compartió por eso
las primeras torturas de .la civilización; ni puede entrar en el pro­
rrateo de las glorias primeras... No importa. La misión de Israel
en lo que al Derecho se refiere, vinculase hondamente con la de Roma
en la historia universal. Si Roma tuyo a su cargo la organización
del Derecho, la misión de Israel fue preparar los caminos de la
justicia. Roma organizó el Derecho de los ricos. Israel soñó un
estado de justicia sin ricos ni pobres" 6.

9. — LA LEY ORAL Y LA LEY ESCRITA. — La ley oral constituyó


una corriente jurídica en plena y constante formación que habría
de ser codificada en el Talmud, muchísimo tiempo desp ués de Moi­
sés. Durante la vida nacional y estatal de los judíos no faltaron
ni creadores ni exégetas de las normas jurídicas y unos y otros
se cuentan por centenares en el exilio. Tampoco es dable afirmar
que el Derecho entre los judíos constituyera un mero plagio de la
India, Babilonia o Egipto. Existen instituciones de absoluta ori­
ginalidad, como el régimen de la propiedad, el año del jubileo, el
año sabático, que son de creación típicamente judía.
En estos comentarios no nos proponernos emular a aquellos que han
entonado las más ardientes y solemnes canciones en honor de los
principios religiosos, morales y éticos sobre que descansa la Biblia.
Sólo interesa, a nuestro modesto cometido, exaltar la parte
legislativa en cuanto atañe al Derecho civil, criminal y procesal,
conviniendo con Angel Ossorio y Gallardo, quién, al prologar la muy
completa edición española de Moisés, como legislador y
moralista, de Pastoret, proclama su utilidad para "el público estu­
dioso, que encontrará en la legislación de Moisés, no sólo muchas
cosas que aprender, sino muchas cosas de que asombrarse".

6 A. CAPDEVILA: El Oriente Jurídico, páginas 167-168 y 183.


CAPÍTULO II

MOISÉS, EL LEGISLADOR

SUMARIO: 1. La existencia de Moisés. — 2. Diversas opiniones antiguas. —


3 . F r e ud y "M o is és y l a r el igió n mo no te ís t a". — 4 . M o is é s c o mo
s ac e r d o te e gipc io . — 5 . M o is é s l e gisl ad o r. — 6 . L a f ue r z a d e l a
palabra. — 7. Moisés, corno ideal. — 8. Moisés, padre de la ley.

1. —LA EXISTENCIA DE M OISÉS . — Hemos dicho, repitiendo en


este particular una opinión reiterada a través de los siglos y
afirmada en el testimonio de los más famosos historiadores y co­
mentaristas bíblicos, que la Biblia no puede atribuirse a un hombre
en particular, ni es fruto de una sola época. Pero es lo cierto que a
partir del siglo y antes de Jesucristo, los cinco primeros libros fue­
ron atribuidos, por los israelitas, a Moisés. La Iglesia cristiana se
ha adherido al mismo juicio y caracterizados cronistas contempo­
ráneos sostienen, con acopio de datos, la exactitud de tal
aseveración, sin perjuicio de que en el Pentateuco se refiera la
muerte de Moisés y la sustitución de la jefatura en favor de Josué.
Otros autores niegan a Moisés no sólo la paternidad de los
cinco primeros libros, sino que hasta llegan a negar su propia exis­
tencia histórica. Otros, por último, sin entrar a discutir la perso­
nalidad real de Moisés, le atribuyen los más diversos orígenes, y
las más variados caracteres personales.

2. — DIVERSAS OPINIONES ANTIGUAS. — Filón, en su Vida de


Moisés, atestigua que fue caldeo. Sus abuelos, forzados por el ham­
bre y la necesidad que se habían aposentado en Babilonia, se diri­
gieron a Egipto, donde creció, se educó y se había de convertir,
con los años, en el séptimo Jefe de Israel. Conforme al texto bí­
bl i co, fuer on su a buel o y su padr e, respect i vam ente, Coath y
Amram1.

1 Números, capitulo XXVI, versículos 58 y 59.


MATEO GOLDSTEIN

Según el griego Estrabón, fue Moisés un sacerdote egipcio


que "fatigado y resentido de las adoraciones que sus conciudadanos
rendían a los animales, se propuso mudar la religión de su patria,
queriendo establecer que no existía otro Dios que el universo o la
masa general de los seres".
Justino 2 a firma que Moi sés fue hijo de José, y que "a los
muchos dones con que le favoreció la naturaleza, juntaba el talento
maravilloso, que había heredado de su padre, de adivinar los sue­
ños y de hacer prodigios, poseyendo al mismo tiempo una gran
instrucción en la ciencia de conocer a los hombres v de penetrar
los secretos de los dioses. Que habiendo sido arrojado de Egipto,
robó los vasos sagrados; y que siendo perseguido por los egipcios,
fueron éstos castigados por una tempestad terrible"3.
Manethon, citado por Flavio Josefo — y en cierto modo conteste
con la teoría de Tácito acerca de la verdadera personalidad de
Moisés—, se refiere a "un vil populacho, devorado por la lepra y
otras enfermedades vergonzosas, que viéndose condenado a trabajar
continuamente a las orillas del Nilo, abrir canteras y a otros tra­
bajos penosos, se estableció finalmente en la ciudad de Abaris, que
se hallaba entonces desierta, aunque en otro tiempo había sido ha­
bitada por pastores; que apenas entraron en esa morada, cuando
animados del espíritu de rebelión se levantaron y eligieron por su
Jefe, para que los dirigiese, a Osarsif, sacerdote de Heliópolis, a
quien juraron una eterna obediencia, y que éste sacerdote les dio
un culto nuevo, mudándose al mismo tiempo que la religión, su
antiguo nombre en el de Moisés".
Los historiadores romanos, de primera fila, corno Plinio y
Apuleyo sitúan a Moisés entre los más ilustres magos. "Si coteja­
mos —dice Pastoret—, con la Escritura las relaciones fabulosas de
Estrabón, Diódoro de Sicilia, Plinio, Apuleyo, Manethon y
Justino, no podremos menos de reconocer algún fondo de verdad
sobre la cual han sido fabricados todos sus errores. Nos es
representado Moisés como un hombre que se retira
voluntariamente de la corte de Faraón; ignoramos la causa de esta
separación, pero el hecho es indudable, como que se refiere a él en
Libros santos4 . Se retira a la tierra de Gessen, en donde desfallecían
bajo el oprobio y la miseria los descendientes de Jacob, y les sirve
allí de apoyo y de defensa. Los ve fatigados y próximos a perecer a
los terribles golpes de un egipcio; pero él los venga y da satisfacción
con la muerte del agresor. Se propone después, aunque en vano,

2 JUSTINO: Libro XXXVI, capítulo II, páginas 348 y 349.


3 PASTORET: Moisés como legislador y moralista, página 29 y siguientes.
4 Hechos de los Apóstoles, capítulo VII, versículo 22; San Pablo ad Hebreos,
capítulo XI, versículo 24 y siguientes; Éxodo, capítulo II, versículo 11.
DERECHO HEBREO

reconciliar a dos israelitas que disputaban entre sí, y no sólo se


desprecia su mediación, sirio que se le acusa del homicidio que
había hecho anteriormente5 , y se da parte de todo a Faraón. El
castigo de Moisés estaba ya preparado, y hubiera sido
inevitable, a no haber abandonado el país en que habitaba y
huido a la tierra de Madian, donde poco tiempo después se casó
con la hija de Jethro, pontífice de un culto idólatra".
La Biblia refiere en extensos relatos toda la evolución poste­
rior. Hasta la muerte del héroe, a las puertas de la tierra prome­
tida. ¿ Esta es la historia verídica? ¿Recibió Moisés las Tablas de la
Ley, o las elaboró según los dictados de Jehová, o con su poderosa
imaginación comprendió que debía rodear de leyenda v misterio
todo lo que a la Ley se refería, y por propia inspiración creó las
bases de la maravillosa legislación que conocemos como la legislación
mosaica?

3. — FREUD Y “MOISÉS Y LA RELIGIÓN MONOTEÍSTA”. — La


disparidad de raciocinios y de criterios, acerca del más grande
legislador hebreo, no termina con las referencias de l os hist o­
ria dor es y exeget as del Ori ent e, de Gr ecia y de Rom a. Aut o­
res modernos siguen investigando y escrutando las estrellas para
dar con el quid. Y no sólo se empeñan en ésta obra los católicos, y
los cristianos en general. También los israelitas.
Sigmud Freud escribió, hace pocos años, una obra que pretendió
ser revolucionaria, intitulada Moisés y la religión monoteísta, y
después de hurgar en la historia, en la arqueología y en otras
ciencias clásicas, pretende aplicar el psicoanálisis nada menos que a
Moisés. Y Moisés sale de la pluma de Freud como un egipcio. Y
no es esto todo, sino, que a estar a las conclusiones freudianos, hubo
más de un Moisés, hubo dos: uno egipcio, y otro judío... Culminando sus
elucubraciones, afirma el glorioso creador del psicoanálisis: "Con
esto he llegado al final de mi trabajo, en el que sólo me proponía
interpolar la figura de un Moisés egipcio en sus relaciones con la
historia judía. Expondré brevemente nuestras conclusiones: a las
conocidas duplicidades de la historia judía —dos pueblos: dos
reinos, en los que esta Nación se descompone; dos nombres de
Dios, en las fuentes originales de la Biblia— añadiremos una nueva
duplicidad: dos fundadores de religiones, el primero desplazado por el
otro y más tarde, sin embargo, vuelve a aparecer venciendo al
impostor; dos fundadores de religiones, conocidos ambos con el
mismo nombre de Moisés, y cuyas persona­

5 Éxodo, capítulo II, versículo 12 y siguientes.


MATEO GOLDSTEIN

lidades deben separarse. Estas duplicidades son consecuencia


necesaria de la primera: una parte del pueblo ha pasado por un
período que tiene el valor de un traumatismo, mientras que la otra
parte se ha salvado de él. Sobre estas cuestiones habría mucho que
discutir, esclarecer y considerar, y sólo entonces se apreciaría el
interés de nuestro estudio puramente histórico."

4. — MOISÉS COMO SACERDOTE EGIPCIO. — Pero digamos, en


honor de la verdad, que no estamos en presencia de una novedad
extraordinaria. Sigmund Freud, al afirmar el origen egipcio de
Moisés, no hace más que hacerse eco de otros juicios coincidentes.
E. Schure, en una monumental obra (Los grandes iniciados), re­
firiéndose al legislador ­ judaico, dice: "Moisés, iniciado egipcio y
sacerdote de Osiris, Fue incontestablemente el organizador del
monoteísmo. Por él, ese principio hasta allí oculto bajo el triple
velo de los misterios, salió del fondo del templo para entrar en el
círculus de la historia. Moisés tuvo la audacia de hacer del más
alto principio de la iniciación el dogma único de una religión
nacional y la prudencia de no revelar sus consecuencias más que
a un pequeño número de sus iniciados, imponiéndolo a la masa por
temor. En esto, el profeta del Sinaí tuvo evidentemente intuiciones
lejanas que sobrepasaban con mucho los destinos de su pueblo. La
religión universal de la humanidad; he ahí la verdadera misión de
Israel, que pocos judíos han comprendido, fuera de sus más
grandes profetas. Esa misión, para cumplirse, suponía la
sumersión del pueblo que la representaba. La nación judía ha sido
dispersada, aniquilada, mientras la idea de Moisés y de los profetas
ha vivido y se ha ensanchado. Desarrollada, transfigurada por el
cristianismo, reavivada por el Islam, aunque de un modo inferior,
ella debía imponerse al Occidente bárbaro, reaccionar sobre el
Asia misma. En adelante la humanidad, por mucho que haga, por
mucho que se agite contra sí misma, girará alrededor de esa ideal
central como la nebulosa alrededor del sol que la organiza. He ahí
la obra formidable de Moisés."
Véase ahora cómo Moisés concibió y redactó el Sepher Be-
reshit, su Libro de principios (Génesis), según la elaboración del
sabi o Eduardo Shure: “Moisés se casó con Séphora, la hija de
Jethro, y vivió muchos años al lado del sabio de Madián. Gracias a las
tradiciones etíopes y caldeas que encontró en su templo pudo com­
pletar y dominar todo cuanto había aprendido en los santuarios
egipcios, extender su mirada sobre los más antiguos ciclos de la
humanidad y sumergirla por inducción en los horizontes lejanos
del porvenir. En casa de Jethro Fue donde encontró los libros de
DERECHO HEBREO

cosmogonía citados en el Génesis: Las guerras de Jehovah y Las


generaciones de Adam, y se abismó en aquel estudio.
"Para la obra que meditaba era preciso estar bien preparado.
Ant es de él, Rama, Krisna, Herm es, Zor oastro, Po­Hi habían
creado religiones para los pueblos; Moisés quiso crear un pueblo
para la religión eterna. Para ese provecto tan atrevido, tan nuevo,
tan colosal, se precisaba una base poderosa. Por este motivo Moi­
sés escribió su Sefer Bereshit, su Libro de los principios, síntesis
concentrada de la ciencia pasada y esquema de la ciencia futura,
clave de los misterios, antorcha de los iniciados, punto de asamblea
de toda la nación... Una religión no se constituye sin un iniciador.
Los Jueces, los Profetas, toda la historia de Israel, prueban que
existió Moisés; Jesús mismo no se concibe sin él. El Génesis con­
tiene la esencia de la tradición mosaica y cualesquiera sean las trans­
formaciones que haya sufrido, la memorable momia debe contener,
bajo el polvo de los siglos y los vendajes de los sacerdotes, la idea
madre, el pensamiento vivo, el testamento del profeta de Israel."
Y más adelante, dice: "Israel gravita alrededor de Moisés tan
seguramente, tan fatalmente, como la tierra gira alrededor del sol.
Pero dicho esto, otra cosa es el saber cuáles fueron las ideas ma­
dres del Génesis, lo que Moisés ha querido legar a la posteridad en
aquel testamento secreto del Sefer Bereshit. El problema sólo puede
ser resuelto desde el punto de vista esotérico y se plantea de éste
nodo: en su cualidad de iniciado egipcio, la intelectualidad de Moisés
debía hallarse a la altura de la ciencia egipcia que admitía, como la
nuestra, la inmutabilidad de las leyes del universo, el desarrollo de
los mundos por evolución gradual, y que tenía, además, sobre el
alma y la naturaleza invisible, nociones extensas, precisas, razonadas. Si
tal Fue la ciencia de Moisés — ¿Y cómo no la hubiera tenido el
sacerdote de Osiris?— ¿Cómo conciliarlo con las ideas infantiles del
Génesis sobre la creación del mundo y sobre el origen del hombre?
Esta historia de la creación que tomada al pie de la letra hace
sonreír a cualquier estudiante de nuestros días, ¿no ocultará un
profundo sentido simbólico y no habrá alguna clave para
descifrarla? ¿Cuál es aquel sentido? ¿Dónde encontrar esta clave?
Esta clave se encuentra: 1, en la síntesis egipcia; 2 4 , en la de
todas las religiones del antiguo ciclo; 39 , en la síntesis de la
doctrina de los iniciados tal como resulta de la comparación de
la enseñanza esotérica desde la India védica hasta los iniciados cris­
tianos de los primeros siglos" 6.

6 E. SCHURE: Obra citada, página 224 y siguientes.


U n s a b i o fr a nc é s , F A B R E D ’O L I V E T , a u t or d e u n i nt e r e s a nt e t r a t a d o
intitulado Vers dorés de Pythagore, es señalado como el verdadero restau-
MATEO GOLDSTEIN

5. — MOISÉS, LEGISLADOR. —; ¡Cuán distinta es la opinión de


Salom ón Reinach, sobre el asunto!: "La exist encia de Moi sés
—afirma en Orfeo —Historia General de las Religiones— Mosé
(quizás la palabra egipcia mesú, niño) no está demostrada por los
libros bíblicos que equivocadamente se le atribuyen, no tenernos
tampoco razones para negarla. Es, y sigue siendo, simplemente du­
dosa. Ninguna religión es obra exclusiva de un hombre; pero no
puede casi concebirse el florecimiento de una religión sin el ascen­
diente de una voluntad poderosa, de un genio como Moisés, San
Pablo, Mahoma. Moisés ha podido ser un adorador de Jehová, que
ha hecho triunfar, durante cierto tiempo, el culto de su Dios entre
las tribus sometidas a su influencia; ha podido ser un hombre de
Estado que ha agrupado tribus y las ha enardecido con su entu­
siasmo. En cuanto a los pormenores de su historia, son míticos. La
leyenda del niño abandonado a las aguas se encuentra desde Ger­
mania hasta el Japón, pasando por Babilonia."
Para el marqués de Pastoret —ilustre académico francés a
quien debemos una de las más completas obras acerca de Moisés,
como legislador y moralista—, no cabe un ápice de duda sobre la
existencia real del legislador por excelencia, de los hebreos. Refi­
riéndose a las leyes sobre el amor al prójimo, el trato manso hacia
el esclavo, la igualdad de todos los habitantes, etcétera, dice: "Tal
Fue la conducta admirable con que los discípulos de Moisés inter­
pretaron y extendieron los preceptos de este gran hombre; se les
ve animados, como él, de aquel espíritu de humanidad que reina en
todas las leves que hemos referido en favor de los miserables, y
que fueron obra de aquel legislador, a quien se ha calumniado tan­
to, tachándole, atrevidamente, de duro, intolerable y fanático. Es
verdad que Moisés Fue, por su naturaleza, de un carácter "infle­
xible, severo, ardiente e impetuoso; pero ¿Acaso sin ese ardor e
inflexibilidad de genio hubiera podido sujetar a un populacho in­
dócil? Más propio para vencer dificultades que para prevenirlas,
jamás intentó sujetarle a su voluntad, sino valiéndose de la inter­
vención del Ser Supremo, aunque no por esto pudo evitar el que
se excitasen continuamente murmuraciones contra él. Vemos unas
veces que los israelitas quieren apedrearle; otras, que se quejan y
le echan en cara que no los ha libertado del yugo de los egipcios
sino para tiranizarlos; y, otras, finalmente, que claman contra él
diciéndole que ya conocen que han sido por mucho tiempo enga­
ñados y seducidos por sus artificios cuando se alababa de ser inspira­

rador d e la cos mog oní a de M oisé s ; probabl emente t oda la c onstru cci ón
de E. SCHURE se basa en las conclusiones de FABRE D’OLIVET.
DERECHO HEBREO

rado por el mismo Dios 7 . Pero no confundamos al hombre y al


ciudadano con el legislador; no le atribuyamos las faltas que han
podido cometer los sucesores de su dignidad y de su poder... No
hay duda que dio algunas veces órdenes bastantes rigurosas, pero
sus leyes fueron, en su mayor parte, llenas de humanidad y dul­
zura; y si no, juzgue, cualquiera, por las que hemos expuesto arri­
ba, si pudi er on ser frut o de un tiran o insensi bl e, ign orante y
feroz¨ 8.
J. M. Friedrich, citado por E. Weinfeld, sostiene que los Diez
Mandamientos son una obra de pedagogía nacional que no ha sido
superada nunca. Estas diez cortas frases se han grabado en la me­
moria de la humanidad más profundamente que ningunas otras que
boca mortal haya pronunciado jamás. En un tono como aquel del
imperativo categórico, se creó en el monte Sinaí una religión. "En
la única hora aquella, cuando Moisés trajo al pueblo de Israel los
Diez Mandamientos y los leyó. La historia contuvo la respiración.
Era una hora sublime a la cual queda deudora la humanidad para
siempre."
"El espíritu genial de Moisés —afirma Weinfeld— elevó las
experiencias de las civilizadas naciones vecinas a una religión y a
una legislación basada en la ética. La discusión sobre la realidad
histórica de Moisés es tan fútil como aquella sobre la de Homero.
Las obras divinas obligan a ver un espíritu creador detrás de ellas.
La transformación del monoteísmo de la tribu de Abraham en las
concepciones religiosas que fundamentan los enormes adelantos so­
ciológicos de Moisés, y luego en la suprema ética de los profetas,
es un proceso milenario donde naturalmente tiene su parte el des­
arrollo espiritual del pueblo" 9.

6. — LA FUERZA DE LA PALABRA. — Para Donoso Cortés, autor


de la más extraordinaria oda a la Biblia, nuestro héroe es nada
menos que lo que surge de éstas palabras de exaltación: "Cuéntase
de muchos que han ganado el señorío de las gentes y asentado su
dominación en las naciones por la fuerza del hierro; de ninguno
se cuenta, sino de Moisés, que haya fundado señorío incontrastable
con sólo la fuerza de la palabra. Ciro, Alejandro, Mahoma, lleva­
ron por el mundo la desolación y la muerte, y no fueron grandes
sino porque fueron homicidas. Moisés aparta su rostro lleno de
horror de las batallas sangrientas y entra en el seno de Abraham

7 F I L Ó N , t or no I I ; V id a d e M o is é s , l i b r o I ; J O S E F O , A n t ig u o J ud . , l i bro
IV, capítulo I.
8 PASTORET: Obra citada, página 309.
9 E. W EINFELD: Judaísmo, página 39.
MATEO GOLDSTEIN

vestido de blancas vestiduras y bañado de pacíficos resplandores.


Los fundadores de imperios y de principados, de que están llenas
las historias, abrieron y echaron los cimientos de su poder ayudados
de fortísimos ejércitos y de fantásticas muchedumbres. Moisés está
solo en desiertos, y con esos seiscientos mil rebeldes, derribados en
tierra por su voluntad soberana, se compone un grande imperio y
un vastísimo principado. Todos los filósofos y todos los legislado­
res han sido hijos, por su inteligencia, de otros legisladores y de
más antiguos filósofos. Licurgo es el representante de la cultura
intelectual de los pueblos jonios; Numa Pompilio representa la ci­
vilización etrusca; Platón desciende de Pitágoras, de los sacerdotes
del Oriente. Sólo Moisés está sin antecesores. Los babilonios, los
asirios, los egipcios y los griegos estaban oprimidos por reyes; y él
funda una república. Los templos levantados en la tierra estaban
llenos de ídolos; él da la traza de un magnífico santuario, que es
el palacio silencioso y desierto de un Dios tremendo e invisible.
Los hombres estaban sujetos unos a otros; Moisés declara que su
pueblo sólo está sujeto a Dios. Su Dios gobierna a las familias por
el ministerio de la paternidad; las tribus por el ministerio de ancia­
nos ; las cosas sagradas, por el ministerio de los sacerdotes ; los
ejércitos, por el ministerio de sus capitanes, y la república toda,
por su omnipotente palabra, que los ángeles del cielo ponen en el ­
oído de Moisés, en las humeantes cimas de los montes que, turbán­
dose con la presencia del que los puso allí, tiemblan en sus anchí­
simos fundamentos y se coronan de rayos."

7. — M OISÉS COM O ID EAL . - Un ilustre escritor y


pensador hebreo contemporáneo, Ajad Haam, desecha todas las
dudas y controversias que ha provocado la existencia de Moisés, y
afirma que cuando lee la Hagadá de Pascua y el espíritu de Moisés ben
Amram —héroe de héroes, plantado como una columna de luz en el
umbral de nuestra historia— flota delante de él y le eleva al mundo
supra-terrestre, se siente tentado a declarar que no le interesan en
absoluto las preguntas y dudas que los sabios de 'las naciones del
mundo le echan en cara: si verdaderamente Moisés ha existido o
no, porque: "Ese Moisés, el hombre antiguo cuya existencia e
idiosincrasia ustedes tratan de aclarar, no interesa sino a los
eruditos como ustedes ; pero nosotros tenemos otro Moisés, cu y a
imagen vive en el corazón de nuestro pueblo, generación tras
generación, y cuya influencia sobre nuestra existencia nacional no
se ha interrumpido desde la más remota antigüedad hasta hoy. La
realidad histórica de ese Moisés no depende en absoluto de las
investigaciones de ustedes; pues aun cuando lograsen demostrar
en forma incontrovertible que el hombre Moisés no ha existido nunca, o
que no ha sido tal como nos lo imaginarnos, no quitará ésto lo más
DERECHO HEBREO

mínimo a la realidad histórica del Moisés ideal, del que guió


nuestros pasos, no sólo cuarenta años en el desierto de Sinaí,
sino miles de años en todos los desiertos que hemos recorrido
desde los días de Egipto hasta hoy." "Y así como la existencia de
este Moisés no despierta en mí la menor duda, también su
idiosincrasia es clara para mí, y no puede ser modificada por
ningún hallazgo arqueológico. Yo digo pues: este ideal fue creado
conforme al espíritu de nuestro pueblo, y el creador lo hizo a su
propia imagen. Rasgos como esos, en los que el espíritu del
pueblo concreta sus aspiraciones más íntimas, vánse tejiendo
solos, inconscientemente, y sin propósito deliberado."

8. — M OISÉS EL PADRE DE LA LEY . — Y he aquí como ve a


Moisés, padre de la Ley, un rabino francés, Nathan Netter:
"...Desde que su nombre es pronunciado, nos parece que el gran
legislador se yergue delante de nosotros, llevando en sus brazos
las Diez Tablas de la Ley, el orgullo de su vida. Creernos estar
bajo el hechizo de su imagen tan impresionante en la aureola de su
gloria. Su mirada enérgica, plena del fuego sagrado que reflejaba su
alma, nos penetra, como si quisiera renovar para nosotros esta
recomendación suprema en la que él había puesto todo su corazón:
Israel,yo te he confiado un tesoro precioso, ¡oh! no abandones
jamás mi ley."
"Hasta la frontera de la tierra prometida, Moisés había acom­
pañado a su pueblo, auxiliado por su hermano Aarón, el más bri­
llante representante del pontificado de Israel. Es preciso destacar
que la constitución del Estado judío tuvo sentido desde el principio
de no centralizar o más bien de no acumular los poderes, sino de
separar lo que es temporal de lo que es espiritual. ¿No era esto
una indicación para el porvenir? No se podría desconocerlo, puesto
que la ley del Eterno es perfecta y no envejece jamás.
"Moisés se nos apareció como el gran jefe, consciente de su
responsabilidad. Todas las corrientes de su alma, las empleó para
borrar los rastros de la esclavitud de ayer y hacer de Israel un
pueblo libre, inflamado por todo lo que es noble, por todo lo que
es bueno"10.
Dejemos a los historiadores y a los sabios exégetas bíblicos la
tarea, nada banal, de escudriñar en el misterio de la historia, en
la larga noche de los tiempos, la realidad de Moisés. Su realidad
corporal e histórica. Pensemos con el texto de la Escritura11, que

10 N. NETTER: A travers i'antiquité juive, páginas 36-39.


11 Éxodo, capítulo II, versículos 1-10.
MATEO GOLDSTEIN

fue Moisés un hijo de la tribu de Leví, recogido por la hija del


Faraón en los juncos del Nilo; o con Manethon, el sacerdote egip­
cio a quién se debe el mayor acopio de datos acerca del período
faraónico, de que Moisés fuera un sacerdote de Osiris; o un ini­
ciado egipcio, a estar a la tesis de Estrabón, seguida tan de cerca
por Eduardo Shure y por Sigmund Freud, poco importa sino lo
que ha dejado como legado. Legado que los siglos respetarán y
reverenciarán como el más formidable mensaje de las alturas, como
la más poderosa exaltación del hombre hacia la Divinidad. Y mien­
tras exista un solo hijo de Abraham, Isaac y Jacob, sobre la tierra,
eternamente seguirá escuchando aquella voz que, explicando el mi­
lagro de la revelación, al populacho despavorido, dijera, que en la
cima del Sinaí recogió el mensaje celestial. ¿Qué decía ese men­
saje?: Dirás a los hijos de Israel Eterno, que el Dios de Abraham,
el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros, para
retiraros del país de servidumbre.
CAPÍTULO III

LAS P ART ES CON ST IT UT IVAS DE L A BI BLI A

SU M ARI O: A) L A L E Y E SC R I TA : 1 . El Antiguo Te s ta me nto . — 2 . Div is io ne s o


par tes del Antiguo Tes tame nto. — 3. El Libro del De utero no mio. —
4. Los Prof etas. — 5. Los L ibros de Samuel. — 6. Los dos Libros de
Re yes. — 7. Prof etas pr imeros y prof e tas po s teriores. — 8 . Los
Hag ió gr af o s . — 9 . L ibr o s d e v al or l ite r ar io y f il o sóf ic o. — B ) L A
L E Y O R A L : L A M I S H N Á Y E L T A L M U D : 1 0 . L a t r ad i c i ó n o r a l . — 1 1 .
C o n t e n i d o d e l T al mu d . — 1 2 . L a L e y or a l n o d e s a p a r e c e . 1 3
M is h n á y T al mud : L a G ue mar á. — 1 4 . V al o r pe r ma ne n t e d el
T al mud . — 1 5 . C óm o f ue c o mp u e s to e l T al mud . — 1 6 . Do c tr in a y
jur is pr ud e nc i a t al múd ic as . — 1 7 . E l T al mud c o mo v e r d ad e r a
enciclopedia jurídica. — 18. Enseñanza moderna del Talmud.

A) LA LEY ESCRITA

1. — EL ANTIGUO TESTAMENTO . — El inmenso caudal de co-


nocimientos, normas y preceptos contenidos en la Biblia, ha sido
sistematizado en divisiones o partes, para su mejor comprensión, y
ellas responden a un orden histórico y cronológico. Procuraremos
sintetizar el contenido de cada tina de esas divisiones.
"El Antiguo Testamento o Biblia (del griego biblos, libro)
hebraica es la colección de los libros religiosos del antiguo Israel.
Es en la Iglesia Cristiana que se le ha llamado Antiguo Testamento o
Anciana Alianza (el latín testamentum corresponde al griego
diatheke que significa alianza). El Antiguo Testamento es el libro de
la antiguo alianza que Dios había concluido con Israel, el pueblo
elegido. El Nuevo Testamento es el libro de la nueva alianza que
Dios ha hecho con la humanidad pecadora por intermedio de Jesu-
cristo.
"El Antiguo Testamento está escrito en dos lenguas semíticas
diferentes pero emparentadas: el hebreo y el arameo. Los frag-
mentos arameos son, por otra parte, poco numerosos; he aquí la
lista: Esdras, IV, 8 - VI, 18 y VII, 12-16; Daniel, II, 4b - VII, 28;
Génesis, XXXI, 47; Jeremías, X, 11. El hebreo, en algunos libros,
presenta diferencias dialectales.
MATEO GOLDSTEIN

"Se ha dado el nombre griego de kanon (canon), que signi-


fica regla, a la colección de los libros del Antiguo Testamento en
los que la autoridad religiosa es una norma en materia de fe. Son
los Cristianos los que más antiguamente (los Padres del siglo iv)
han agregado a la palabra canon la idea de una colección de li-
bros divinos. En cuanto a los Judíos, que han precedido a la co-
lección de los libros del Antiguo Testamento, atribuyeron una más
alta autoridad religiosa a los escritos de la Biblia hebraica, pero
ésta autoridad era muy desigual según que se tratase de la Ley,
de los Profetas o de los otros documentos rabínicos.
"La razón primera y fundamental de la formación del canon
del Antiguo Testamento ha sido la necesidad religiosa, que ha im-
pulsado a los hombres piadosos de Israel a coleccionar las palabras
de los profetas y a reunir los escritos compuestos por los otros he-
breos, para producir el alimento espiritual del pueblo elegido. Otros
motivos han contribuido a lo realizado del mismo designio, en par-
ticular la imperiosa obligación de poner por escrito las leyes y el
derecho consuetudinario, y el deseo de conservar el recuerdo del
pasado, los anales de la nación y de la realeza."

2. — DIVISIONES O PARTES DEL ANTIGUO TESTAMENTO. — "El


primer libro que, según el Antiguo Testamento, ha sido recopilado,
lo fue en vida misma del autor: es la colección de discursos del
profeta Jeremías, quién, en el año 604 antes de Jesucristo dictó
una parte de sus discursos a su discípulo Baruch 1 ; este manuscrito
habiendo sido quemado, Jeremías, en 603, hizo un nuevo dictado
de su libro, al cuál agregó numerosos pasajes2.
"Más tarde, en el siglo y, apareció la gran obra, a la vez his-
tórica y legislativa, que comprende los seis primeros libros del
Antiguo Testamento y al cuál se ha dado el nombre de Exateuco;
la redacción definitiva de esta recopilación de leyes y de hechos ha
tenido lugar hacia el año 444. En la misma época se comenzó a
reunir los cantos religiosos o salmos.
“En el período posterior al exilio de los judíos a Babilonia, se
pusieron a retocar y a reunir los libros históricos del Antiguo Tes-
tamento que llevan los nombres de Jueces, Samuel y Reyes. La co-
lección de los Profetas debe acrecentarse al mismo tiempo, de ma-
nera que en el siglo y antes de Jesucristo, la Biblia hebraica se
componía de la Ley (los cinco primeros libros), de los escritos his-
tóricos que van desde Josué hasta el segundo libro de los Reyes,

1 Je re mí as , c a p í t u l o X X X VI , v e r s í cu l o 1 y s i g u i e nt e s .
2 Jeremías, capítulo XXXVI, versículo 32.
DERECHO HEBREO

de una recopilación de los discursos de los profetas y de un grupo


de salmos.
"Esta colección, tal corno se hallaba formada en el siglo V, se ha
acrecentado poco a poco, sin que sea posible determinar el mo-
mento preciso de sus agregados sucesivos. Al siglo II, es decir, en
la época en que terminó la traducción griega de la Biblia hebraica,
conocida bajo el nombre de versión de los Septantes, el canon del
Antiguo Testamento existía bajo la forma que tiene en el presente,
conteniendo el mismo número de escritos de los que se halla actual-
mente compuesto" 3.
En síntesis, conforme a la precedente exposición de Edouard
Montet —ilustre profesor de ciencias orientales en la Universidad
de Génova—, que no difiere de otras versiones comúnmente admi-
tidas, cabe distinguir en la Biblia tres partes fundamentales, o tron-
cos: Tora (Ley), Neviim (Profetas) y Ketuvim (Hagiógrafos).
Comprende la Tora cinco libros 4 , intitulados: Beréshit (Gé-
nesis), Shemot (Éxodo), Vayicrá (Levítico), Bamidbar (Números)
y Devarim (Deuteronomio).
El libro Beréshit (Génesis) está dedicado a la creación del
mundo, al pecado capital, a los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob,
al diluvio universal, a los viajes de José hacia el Egipto y la resi-
dencia de sus familiares en aquel país, etcétera.
El libro Shemot (Éxodo) constituye una continuación de la
historia narrativa, y relata la vida de Israel en la esclavitud, la apa-
3 E. M ONET: Histoire de la Bible, París, 1924.
Cab e a clarar que la opi nión p rec ed ente es de fu ente y c onc epci ón ne-
t a me nt e cr i s ti a na . El Ex ate uc o e s c omp l e t a me nte d e s c onocid o p or l os j u-
d í os , q u e nu nca ha n a d mit i d o la e xi s t e nc i a d e ot r os l i br os q u e l os c i nc o
d e l Pe nt a te uc o . R e c i é n e n l os ú l ti mos t i e mp os a l gú n e xé ge t a b í b l i c o, d e
ori ge n j ud ío, ha i nsi nua d o l a p re s enci a d el Ex ate uc o, si bi en s u j ui ci o ha
merecido una reacción casi unánime entre los comentadores e historiadores
judíos.
4 " Los c inc o lib r os p ri me r os o v olú me ne s (r oll os) han sid o lla mad os
p or l os g ri eg os Pe nte Te uc h e , d e d ond e Pe nta te uc o ; s on e n r e al i da d i ns e-
p a r a b l e s d e l li b r o d e Jos u é , l o c u a l ha c e q u e l os mod e r nos ha b l a n d e l
Hex ate uc o (hex , s ei s , y te uc he, v olú me ne s) c omo pr imer a s ec c ión d el A nti -
guo Testamento.
" La a t r i b u ci ón d e l os ci nc o p r i me r os l i b r os a l mi s mo M oi s é s , a u n
cuando en ellos se hable de su muert e, ha sido admitida por los israelitas
d e sd e e l sig lo V ant es d e Je su cr is t o y const a nt e me nte a fi r ma da por l a Si -
na g og a . La I g l e s i a c r i s t i a na ha h e c h o ot r o t a nt o y l a c a t ó l i c a ma nt i e ne
también esta opinión, admitiendo siempre que Moisés ha podido aprovechar
doc umentos a nt eriores y a un e mpl ear se cre tar ios. Desd e el siglo X VII , l os
s a bi os for mal e s ha n r e chaz ad o e st e modo d e v e r ; el or atori a no fra ncé s
R I CA R D O S I M ON , i nj us ta me nt e ma lt ra ta do p or B O S SU E T , fue u no de l os
p ri meros e n dar ra zone s para d es ec harl o, au n cu and o él mis mo no s e
atrev iera a ir tan lejos.". — S. R EINACH: Obra citada, páginas 161-162.
MATEO GOLDSTEIN

rición y la obra de Moisés, la liberación de la servidumbre en


Egipto, amén de una muy elevada y minuciosa legislación civil y
ética de las fiestas, de los sacrificios, y del servicio de Dios. Los
tres últimos libros, Vayicrá (Levítico), Bamidbar (Números) y
Devarim (Deuteronomio) 5 , abarcan casi toda la creación bíblica
del pueblo judío, la que ha de caracterizarlo con el correr de los
siglos entre los demás pueblos de la tierra.
En efecto, según dice un autor, al primitivismo jurídico y legal
de los primeros libros del Pentateuco se sustitu y ó el más vasto y
completo sistema de leyes y preceptos acerca de la casi totalidad de
las relaciones de convivencia entre los hebreos, y entre éstos con
relación a los extranjeros. "Todas las innumerables prescripciones
rituales están recogidas en estos tres libros para formar la base re-
ligiosa, civil —ya sea social como individual— y moral del pueblo.
Sin estas prescripciones no podemos prever en qué punto de la ci-
vilización se encontraría la humanidad. Son ellas las que han dado a
los hombres su sentido humano, abatiendo las barbaries que im-
peraban en el mundo de aquel entonces; ellas son las que han pre-
parado el camino a nuestros profetas, y a ese otro reformador ju-
dío, que, saliendo de nuestra religión, dio lugar a la creación de
otra cuyo contenido, en realidad, está basado en los conceptos fun-
damentales de la religión de Israel" 6.

3. — EL LIBRO DEL DEUTERONOMIO. — Los exégetas de la Biblia


dedi ca n un l ugar espe ci a l y pr i vi l egi a do a l l i br o qui n t o de

5 " El q u i nt o li b r o d el P e nt at e u c o ll ev a e l nomb r e d e De ute ro no mio ,


q u e si g ni fi ca e n gr i eg o la se gund a L e y o l a r ec apitul ac i ó n d e l a L e y.
Cont iene e las últimas órdenes de Moisés a los hebreos antes del paso del
Jordán y el r elat o d e l os p ostr er os tie mp os de su v id a. El d es cubri mie nt o d e
est e l i br o (o d e u na p ar te d e él) e n el T e mpl o, fu e el pri ncip i o d e la s
r e for ma s r e al i za d as e n t i e mp o de Jos í a s ( 6 8 2 a . J. C.) . Es t e r e y ,
i lu mi nad o p or el nuev o texto. Extirpó las religiones e xtranje ras y destruyó
todos los altare s y l u ga r e s d e cu l t o p ar a c onse rv a r s ól o el s a nt ua ri o d e
Je r u s al é n (I I , Reyes, Cáp. XXII). El De uterono mio ha sufrido muchas
intercalaciones después del Destierro, en interés de la casta sacerdotal." — S.
REINACH: Obra citada, página 178, 52.

"Dura nt e la ac tuaci ón del pr ofet a Jere mía s, di fu ndi óse la noticia e n


I s r a e l d e q u e e l Gr a n Sa c e r d ot e Hi l q u i a — g a na d o a l a c a u s a d e l p r o fe -
t i s mo— , ha b í a e nc ont r a d o e n e l T e mp l o d e J e r u s a l é n e l Li b r o d e l a Le y
d e Je h ov á . El r e y s e hi z o l e e r e l l i b r o y s e a p a s i on ó t a nt o d e é s t e , q u e
or de nó su l ec tu ra al pu e bl o y t er mi nó p or pr omu lga rl o c omo l ey d e la na-
ción. Este libro extraordinario, síntesis de toda la legislación de Moisés, no
e r a ot r o q u e e l De u t e r onomi o. De é l ha d i c ho R E NA N q u e e s u no d e l o s
e ns ayos más a tr ev id os que s e hiciero n p ar a gar antiz ar al débil . " — S. R EI-
NACH: Obras y página citadas.

6 ALCANZI : El judaísmo, religión de amor, página 201.


DERECHO HEBREO

Moisés, comúnmente llamado Deuteronomio. "El Libro del Deute-


ronomio ocupa puesto aparte en el canon inspirado. Las líneas con
que da principio bastan para probarlo: "Estas son las palabras que
habló Moisés a todo Israel de esta parte del Jordán en el desierto,
en el llano delante del mar Bermejo, entre Parán, y Thopel, y La-
bán, y Haseroth, y Dizabab." Esto en cuando al lugar en el cual el
legislador dispensó el contenido de ese maravilloso libro. El pueblo
había llegado a la orilla oriental del Jordán, y estaba ya por entrar
en la Tierra de Promisión. Sus peregrinaciones por el desierto
estaban por terminar, según leemos en el versículo tercero, en el
cuál el tiempo estaba tan distintamente señalado, como la posi-
ción geográfica está en el verso primero. Y Fue, que a los cuarenta
años, en el mes undécimo, al primero del mes, Moisés habló a los hijos de
Israel conforme a todas las cosas que Jehová le había mandado acerca de
ellos...
"Y si bien el título griego del Deuteronomio significa segunda
promulgación de la ley, para suscitar la idea de que pueda ser una
simple recopilación de los anteriores, podemos estar seguros —dice
un autor— de que no es así, y sería un grave error creer que es
así. Este Libro tiene un sitio propio y especial. Su alcance y objeto
son distintos, a los de los libros anteriores. El anciano legislador, el
fiel, amado y honrado siervo del Señor estaba a punto de despe-
dirse de la congregación. Iba a entrar en el cielo, y ellos estaban a
punto de atravesar el Jordán; por esto, sus recomendaciones finales
son solemnes y conmovedoras en alto grado. Pasa revista a la
totalidad de su historia en el desierto, y esto de una manera pa-
tética e impresionante. Da recuento de las escenas y circunstancias
de los cuarenta años de su vida en el desierto, y esto de una ma-
nera y con un estilo calculado para tocar los más íntimos resortes
del corazón" 7.

7 C.H .M .: E s t ud io s s o br e el li b r o d el De ute r o no mio , p á g i na 6 y s i -


guientes.

G USTA VO L E B ON —autor de un inter esantísi mo ap orte a la his toria de la


c iv il iz a ci ón á ra be — d e s ta c a e l v al or d e l a Bi bli a c on r e fer enc ia a l a s d os
g ra nd e s r el igi one s , qu e tie ne n ori ge n c omú n, e n l a ob ra d e M oi s és . His t o-
r i a nd o l a ob r a d e M a h oma , d i c e : " Qu i s o é l u na r e l i g i ón s e nc i l l í s i ma , a l
a lc anc e de su pu eb l o; y su p o ha lla rla , t oma ndo l o qu e l e conv e nía d e los
cult os entonce s exis te nt es . Lej os d e pr op oner se c rea r u no nuev o, anu nc ió
q ue ta n s ól o qu erí a c onti nu ar l a obr a d e l os pr ofe ta s b íbl icos , de qui e ne s
a d mi t i ó l a s r e v el a c i one s c omo d e l t od o a u t é nt i ca s d e s d e Ab r a ha m ha s t a
Je s ú s . A s í e s qu e e l j ud aí s mo, e l c ri s t ia ni s mo y el i s la mi smo s on e n r e a -
l i d a d t r e s r a ma s d e u n mi s mo t r onc o , u ni d a s p or e s t r e c h o p a r e nt e s c o .”
En e fec t o: el Corá n, l ibr o sagr ad o d el i sla mi s mo, p rocl a ma es cu et a me nt e :
A n te s d e l C o r án e x is tí a e l l ibr o d e M o is és , d ad o par a s e r e l guí a d e l o s
h o mbre s y l a pr ue ba d e l a bo nd ad d e Dios . Ahora bi e n, el Cor án c onfir ma
en lengua árabe al otro, a fin de que los malos sean adv ertidos, y a fin de
MATEO GOLDSTEIN

4. — L OS PROFETAS . — La segunda parte de la Biblia está


constituida por una colección de libros dedicados a los profetas
de Israel, y de ahí su denominación de Neviim. Su contenido es de
un valor trascendental para aquilatar la esencia del judaísmo,
por intermedio de los pregoneros de la ley o Tora. El profetismo
Fue entre los hebreos lo que el ministerio evangélico es entre los
cristianos, afirma M. Nicolás 8 . "El profeta hebreo (Navi) no es
solamente un exaltado, un curandero, un adivino que hace
encontrar las cosas perdidas 9 ; trabaja en favor de la causa de
Jehová, del monoteísmo intransigente, contra la idolatría que en
ocasiones defienden los reyes; se hace intérprete de la conciencia del
pueblo en lo que tiene de más puro y elevado" 10.
Los Neviim o Profetas, se subdividen, a su vez en: Neviim
Rishonim (Profetas primeros o mayores) y Neviim Ajaronim (Pro-
fetas posteriores). Los primeros comprenden a los libros de Josué,
Jueces, Samuel (dos libros) y Reyes (dos libros).
El Libro de Josué relata las luchas épicas libradas por los he-
breos para la conquista de la Tierra Prometida, gracias a la jefa-
tura de Josué, a quién Moisés designó su sucesor. Josué divide el
territorio asignando una jurisdicción a cada una de las doce tribus
en que se hallaba fraccionado Israel; las contiendas internas crean
una irreconciliable enemistad entre las tribus, y han de surgir los
salvadores, los Shoftim o Jueces, quienes bregarán por asegurar la
unidad nacional e imponer las bases de la independencia integral
del pueblo, frente a los demás que poblaban la tierra.
“Con el nombre de Era de los Jueces —dice Rodolfo Kittelse
desi gna gen era lm ent e t odo el per í odo c om pr en di do en tr e la

que l os bu enos se pa n feli ce s nuev as ... "Di os ha e sta ble cid o para v os otr os
una religi ón qu e rec ome nd ó a Noé; est a religión es la qu e se te rev ela, ¡ oh
Mahoma! , e s la religión que ha bía mos re come nda do a Abr aha m, a Moi sé s, a
Jesús, diciéndoles: Observad esta religión, no os dividáis en sectas (LXII)." —
G. LE Bon: La Civilización de los Árabes, páginas 49 y 50.
8 An. Test., tomo I, página 339.
9 I Samuel, Capítulo IX, versículo 9.
10 "Sin duda, hubo entre los profetas muchos charlatanes, como aque-
l l os a ul l ad or e s q u e de s c e ndí a n de l os l ug ar e s al t os a c omp aña d os d e mu-
cha s gente s, e sc olta dos por músi c os que t oc aba n difere nt es i nstr umentos (I
S a mue l , c a pi t ul o 1 0 , v e r sí c ul o 5) ; p e r o ba s t a ha b er a bi e rt o a Is aías , a
Jeremí as o a Ezequiel para conv encerse de que el profeta judío Fue otra cosa
q u e u n d e r v i c he . La a nt i g ü e d a d p ag a na no nos ha d e j a d o na d a má s
e l oc u e nt e q u e s u i nv oc a ci ón a l a j us t i ci a , a la i gu a ld a d, a l a p ur e za
mor a l . Son menos profetas que apóstoles, y puede decirse que su apostolado
dura todavía, tanto han fructificado las ideas que lanzaron al mundo."

"En la rege neración religiosa d e Europa —e scribía J. D A R MES TET ER —, el


profetis mo es t odav ía una de las fuerzas del porv enir.". — S. R ENA CH : Obra
citada, página 179.
DERECHO HEBREO

muerte de Josué y el comienzo del reinado de Saúl. No se sabe


cómo se llamaban en esa edad remota los protagonistas y jefes de
aquel período heroico. Los redactores posteriores de la Biblia les
aplican el nombre de Jueces y se los imaginan como individuos
que tuvieron en sus manos por algún tiempo la dirección del pue-
blo entero. Mas la imagen de los jueces como gobernantes de todo el
pueblo, que dominan todos los días de su vida, cual precursores
teocráticos de los reyes, no es menos extraño al espíritu de aquella
época que esa otra imagen, ligada a la primera, de que habría exis-
tido una hilera ininterrumpida de Jueces que comienza con Otho-
niel y Aod y termina con Elon y Samuel.
"En realidad, los héroes de la época de l os Jueces fueron
jefes del pueblo únicamente durante las persecusiones y agresiones.
El peligro los convertía en héroes, forjaba su voluntad y los colo-
caba a la cabeza de su tribu. Como en aquél período cada tribu
seguía su camino propio y se preocupaba poco de la suerte de las
demás, los Jueces eran pequeños reyes locales comunes, jefes de
tribu que reunían el ejército de ésta y salían contra el enemigo que
penetraba en el país para la guerra o el despojo. Sólo raramente,
cuando el peligro era muy grande o cuando la tribu lograba des-
pertar el sentimiento de unidad y de parentesco en las demás tri-
bus, su llamado encontraba eco en éstas, y "el pueblo entero" salía a
guerrear por sus intereses comunes."
5. — L OS LIBROS DE S AMUEL . — Terminado el período de
los héroes individuales y del despedazamiento tribal, Israel se
encamina hacia la monarquía. Los episodios contenidos en éste
período están incluidos en los Libros de Samuel. En ellos se relata la vida
de Samuel, los comienzos de la monarquía con Saúl, la vida de
Saúl, el reino de David hasta los últimos años de su vida.

6. — LOS DOS LIBROS DE REYES . — Los dos libros de Reyes, o


Malajim, registran minuciosamente todos los hechos y sucesos de
la vida hebrea a partir del reinado de Salomón, incluyendo el dra-
mático episodio de la creación de dos reinos en Eretz Israel (el de
Judá, en el sur, y el de Israel, en el norte), hasta la destrucción
de Samaria. Luego la destrucción del Templo de Jerusalén y la de-
portación de los israelitas hacia Babilonia , en el año 586 antes de
Jesucristo.
7. — PROFETAS PRIMEROS Y PROFETAS POSTERIORES — Neviim
Ajaronim abarca los libros de los profetas máximos de Israel,
Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los doce profetas posteriores o me-
MATEO GOLDSTEIN

nores, así llamados por el número reducido de sus profecías 1 1


E l pri m er o, Isaí a s, que pr edi có en el r ein o de Judá duran t e
la caída de Samaria en poder de los asirios, ha sido considerado
el más grande de todos y como el símbolo de la fecunda época del
profetismo. Clamó contra la avidez del rico, contra la iniquidad
del juez, contra la vanidad del culto. Predijo la ruina de los con-
quistadores y auguró una edad feliz y próspera en que el lobo iba
a vivir con el cordero, el león y el carnero pacerían juntos y un
niño les serviría de pastor. Aquel que otrora se dirigía a su pueblo,
diciendo: ¡Oh! ¡Gente pecadora, pueblo cargado de maldad, gene-
ración de malignos, hijos de depravados! Dejaron a Jehová, pro-
vocaron la ira al Santo de Israel, tornáronse atrás 12 , habría de
decir: Y acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será con-
firmado el monte de la casa de Jehová por cabeza de los montes,
y será ensalzado sobre los collados y correrán a él todas las gen-
tes... Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid y subamos al

1 1 " El p r of e t i s m o e s u n f e n ó me no p a r t i c u l a r d e I s r a e l ; t od o s l o s
p u e b l os a nt i gu os t uv i e r on p r ofe t a s , e s d e c i r , homb r e s q ue ha b l a r on e n
nombr e d e Dios o d e p ote nc ias sobre na turale s . El profe ta es algo muy dis-
tint o d el sac erd ot e, per sonaj e si n gra n originalida d, mi nis tr o d e un ritual
establecido cuyo poder actúa por sí mismo, sin que la persona del sacerdote
cuente nada para ello. El profeta es el hombre poseído de Dios, por me dio
d e l c u a l l a v ol u nt a d d e Di os s e r e v e l a a l os ho mb r e s . P e r o e n l o s o t r os
puebl os , y e n I srael mi s mo en los p erí od os anti guos, el profet a —v id ente ,
a div i no, br uj o, hi p noti za d or — osc ila e ntr e el c ha rla tá n, e l loc o y el i ns pi-
rado. Lo que ha ce algo úni co del profetis mo judí o es q ue se ha c onv ertid o
e n a r ma t od op od er osa , no d e charl at a ne s y l oc os , si no d e i nspi ra d os , e n
quienes la raz ón y la conciencia d e la hu manidad moderna encontraron su
primera expre sión v ic tori os a y dura dera . La obra de es tos p rofeta s nos ha
q u e da d o e n u n c e nt e nar d e p á gi nas d e l a Bi b li a y e n t re s r el ig i one s ." — J.
DARMESTETER, Los profetas de Israel, páginas 16-17.
El a u t or d e u na a fa ma d a His to r ia d e l Pue bl o Jud ío , S I M ÓN D U B N O W
afir ma que en " su for ma pr imi tiv a ha si do el profe tis mo un fenóme no q ue
conocier on mu chos pue blos d el Ori ente , a la par d e Isr ael ; s ólo en su ap o-
g e o má xi mo s e c onv i er t e e n u n p r odu c t o e sp ir i tu al e xc lu siv o d e l p u e bl o
hebreo".
" La p a l a b r a n av i ( p r ofe t a ) — a g r e g a — e n e l s e nt i d o d e a n u nc i a d or ,
v ident e, s e e ncu entra en div er sas for mas e n t oda s la s l eng uas se míti cas ,
empeza ndo c on la asiría y terminando c on la arábiga. Con é ste término se
d e s i g na a homb r e s a q u i e ne s l a fe p op u l a r a t r i b u í a u n p od e r e s p i r i t u al
milagroso, la capacidad de predecir el porv enir, de adiv inar lo desconocido, y
e n r el ac ión con e ll o pred ic ar, da r i ndi ca ci one s e n l os mome nt os de c on-
moción popular o de alteraciones políticas. Esta capacidad estaba ligada en el
profeta c on cierto grado de e xaltación religiosa. La exaltac ión, unida en
momentos de crisis nacionales con un é xtasis patriótico, conv ertíase enton-
c e s en ar ma p ode rosa d e ag it ac ión p olí ti ca . Y a quí , e n é s te pu nto, re si d e la
lí nea d e s ep ara ci ón e nt re l os p rofet a s d e pr i me ra y seg und a ca te g oría ,
entre los simples adivinos y los hombres públicos clarividentes"

12 Isaías, capitulo I, versículo 4.


DERECHO HEBREO

monte de Jehová, a la casa de Dios de Jacob; y nos enseñará en sus


caminos, y caminaremos par sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de
Jerusalén la palabra de Jehová... Y juzgará entre las gentes, y reprenderá
a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas
en hoces: no alzará espada gente contra gente, ni se ensayarán más para
la guerra 13.
"Jeremías — escribe Darmesteter— pasa generalmente por ser
el profeta de las jeremiadas; debe esta fama a una pequeña colec-
ción de elegías sobre la caída de Jerusalén, colección que no es
suya. En sus cuarenta años de profetismo predicó, laboró, pero
lloró poco." Pero, habiendo sido Jeremías el primer profeta-sa-
cerdote, "en él, como en Isaías, predomina el profeta, es decir, el
reformador de la vida m oral, de la vida social, de la vida po-
lítica" 14.
Ezequiel Fue llamado el profeta del destierro, porque, sacerdote
como Jeremías, vió caer la fortaleza nacional y Fue desterrado a
Babilonia. Desde su ostracismo entonó maravillosos cantos de espe-
ranza y renovó la fe de su pueblo en días mejores 15.
Los profetas menores no tienen una inspiración menos
vivificante que los tres citados. La voz de Amós, de Oseas, de
Jonás, no es menos fervorosa en la anunciación de las graves
calamidades que esperan a los que se apartan de la ley para seguir
senderos tortuosos. Porque sabido he vuestras muchas rebeliones, y
vuestros grandes pecados: que afligen al justo y reciben cohecho, y a
los pobres en la puerta hacen perder su causa... Antes corra el juicio
como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo... A cuchillo morirán
todos los pecadores de mi pueblo, que dicen: No se acercará, ni nos
alcanzará el mal16.
13 Isaías, capítulo II, versículos 2-4.
14 "Con Jer e mías , en e fe ct o, el pr ofe tis mo ad quier e conci e ncia d e la
i mp osi bi lid ad ra di ca l d e re ali zar e n el p re s ent e l as re for mas q ue p odrí an
s a lv a r a la na ci ón; r e nu nci a a l a na c i ón p r e s e nt e qu e c or re v ol u nt a ri a e
inev itab le me nte a su ruina y no pi ensa si no e n pr epar ar la naci ón fu tura
que saldrá de sus ruina s. Jere mías era sac erdote —es el pri mer profeta-sa-
cerdote.". — J. DARMESTETER: Obra citada, página 54.
1 5 " Ez eq ui el pa sa p or se r el má s osc ur o d e l os pr ofet as . A me nud o, e n
e fe ct o, ll ev a a s us l í mit e s má xi mos los pr oce di mi e nt os d el si mb oli s mo q ue
u t il iz a ba n l os a ntig u os p r ofe ta s . En e l e s p e ct á cu l o d e l mund o c a pr i c hoso
y fantástico que el arte y la civ ilización de Caldea pres entaban a su
alrededor, absorbió numerosas imágenes complicadas y extrañas; es el ante-
p a sa do d e la Cá bal a y el pr imer o qu e ll enó. p ara p as arl a a Da nie l, Enoc ,
Ju a n d e Pa t mos y a ta ntos otr os, l a copa hu me a nt e de l A poc ali p si s. P er o
b aj o l os s í mb ol os os cu ros y pe nos os , su pe nsa mi e nt o se d es e nv u elv e c on
una cl arida d y una lógi ca qu e no pr es enta ningú n otro profe ta.". — J.
DARMESTETER: Obra citada, páginas 74-75.

16 De nu nci ad o a nt e el r ey Jer oboam, p or qu e Amós pr ocur aba , v ana-


MATEO GOLDSTEIN

No es éste el lugar para extenderse en la glosa acerca de los


profetas. Bástenos brindar una somera reseña y que los apasiona-
dos por la verdad, que en boca de los profetas adquiría las tona-
lidades del trueno, se sumerjan en aquella pristina fuente bíblica.

8. — L OS H AGIÓGRAFOS. — Aquí llegamos a la tercera


parte de la Biblia, esto es, a los Ketuvim o Hagiógrafos. Su
contenido es múltiple y variado. Unos son meramente narrativos,
como los extensos Libros de las Crónicas, no exentas de importantes
aportes a nuestro estudio. Josafat, rey de Judá, puso en la tierra
jueces en todas las ciudades fuertes de Judá, por todos los
lugares... Y dijo a los jueces: Mirad lo que haceis: porque no
juzgais en lugar de hombre, sino en lugar de Jehová, el cual está
con vosotros en el negocio del juicio... Sea pues con vosotros el
temor de Jehová; guardar y haced: porque en Jehová vuestro Dios
no hay iniquidad, ni acepción de personas, ni recibir cohecho 17.

9. — LIBROS DE VALOR LITERARIO Y FILOSÓFICO. — Otros libros


son de carácter filosófico, moral y religioso. El Libro de los Sal-
mos, atribuido íntegramente a David, lo cual ha sido desmentido
por la crítica moderna, es un conjunto de ciento cincuenta compo-
siciones que —al decir de Reinach—, “han ejercido inmenso influjo
sobre las civilizaciones y el pensamiento de la Europa cristiana”.
El Libro de las Lamentaciones se relaciona, a título exclusivo, con
la caída de Jerusalén, en el año 586 antes de Jesucristo, y es de
carácter místico. El Libro de los Proverbios, debido a la colabora-
ción sucesiva de varios autores, está pletórico de bellas sentencias
morales y filosóficas, que han merecido la atención de todas las
civilizaciones. Los Libros de Job, El Cantar de los Cantares, Ruth,
Eclesiastés, Esther, tienen más valor literario y lírico que jurídico.
Por ello nos limitamos a enunciarlos, como parte integrante de los
Ketuvim 1 8 . Pero antes de cerrar éste capítulo, para dar una idea

mente , atraer la atención de las gent es sobre las ace chanza s y peligros de
e ntr eg ar se a la v olu pt uosi da d d el p od er y d e la s riq ue za s , Amós fu e a mo-
ne s t a d o a s í : V e te a J ud á, a g a n ar t u p a n pr o p ag a nd o pr o f ecías . Y e l p r o-
fe t a r e p l i c ó: Y o n o s oy pr o f e ta ni h ijo d e pr o f e ta; s ó l o s o y u n p as to r que
s e n utr e d e s ic o mo r o ; pe r o Je hov á me h a to mad o a mi d e j u n to a mis ov e -
j a s y me h a d i c h o : V e a pr o f e tiz ar a mi p ue bl o d e Is r ae l . P ue s c u a n d o e l
S e ñ o r l o o r d e n a , e s n e c e s ar io q ue e l pr o f e t a h a bl e , a pe s a r d e q u ié n l e
c ie rr a l a boc a: Cu and o el leó n r uge, ¿ quié n no te mbl ar á? C uand o el E ter no
h abla, ¿quié n no prof etiz ar á? — Amós, capí tul o VI I, v er sícul o 10 y sigui en-
tes; capítulo IV, versículo 8.

17 II, Crónicas, capítulo XIX, versículos 5-7.


1 8 “ U na c u e s t i ón p r e l i mi na r — d i c e R ENA N — d omi na t od os l os p r o-
ble ma s re lativ os al pue bl o d e Isr ael : ¿ Cómo fu er on r eda c ta dos los d oc u-
DERECHO HEBREO

completa de las partes que componen el Libro de los Libros, damos a


continuación un cuadro completo:
I.- TORA (Pentateuco): 1o, Beréshit (Génesis); 2º, Shemot
(Éxodo); 3 º , Vayicrá (Levítico); 4 o , Bamidbar (Nú-
meros); 5o, Devarim (Deuteronomio).
II.-NEVIM (Profetas): a) Rishonim (Mayores, o Primeros):
1 o , Yehoshúa (Josué); 2 o , Shoftim (Jueces); 3º , Samuel
(Samuel); 4o , Malajim (Reyes). b) Ajaronim (Menores, o
Posteriores): 1 o , Yeshaya (Isaías); 2o,Yirmiyá (Jeremías);
3º , Yejezkel (Ezequiel); 4o, Hoshea (Oseas); 5 º , Yoel (Joél);
6 o , Amos (Amós); 7o , Obadiyá (Abdías); 8o , Yoná (Jonás);
9º , Mija (Miqueas); 10º, Najum (Nahúm); 11º, Jabacuc
(Habacuc); 12º, Tzefaniyá (Jofonías); 13º, Jagay (Aggeo); 14º,
Zejariyá (Zacarías); 15º, Malaji (Malaquías).
III. -KET uvi M (Hagiógrafos): 1 o , Te hili m (Salmos); 2o ,
Mishlé (Proverbios); 3 º , Yob (Job) ; 4 o , Shir Hashirim
(El Cantar de los Cantares) ; 5 o , Rut (Ruth); 64 , Ejá
(Lamentaciones); 7 o , Cohelet (Eclesiastés); 84 , Ester
(Esther) ; 9 º , Daniel (Daniel) ; 10 º , Ezra (Ezra); 11º ,
Nejemiyá (Nehemías); 12º , Divré Hayamim (Crónicas).

B) LA LEY OR AL: LA M ISHN A Y EL T AL MUD


10. – L A T R A DI C I Ó N OR A L . - La l ey m osai ca, que la fe judía
hace remontar hasta el propio Dios, debía servir de regla a la vida

me nt os qu e si rv e n d e ba s e a l a hi s t or ia de l os heb r e os , y s ob r e t od o l a s
cinc o part es má s a ntigu as de sus anale s qu e s e a costu mbr a a reu nir b ajo el
nombre de Pentateuco?

" U na hip ót esi s pr es e nt ad a e n e l si gl o úl ti mo c omo u na atr ev id a p a-


r a d oj a , y s e g ú n l a c u a l e l P e nt a t e u c o s e ha b r í a for ma d o p or l a r e u ni ón
de fragment os hist óricos d e proced encia div ersa. es ahora ad optada por to-
d os l os crí ti cos ilu s tra d os de Al e ma ni a . La di st inci ón e nt re el fond o y l a
forma, distinción tan esencial en las iiteraturas primitiv as, lo es sobre todo
e n l a li t e r a t u ra he b r a i ca , p u e s ni ngu na ha s u fri d o t a nt os r e t oq u e s . Se
p u e d e a fi r ma r , p or e j e mp l o, q u e e nc ont r a mos e n l os l i b r os d e l Éx od o y de
los Números informes completamente auténticos y contemporáneos sobra el
estado y los actos de los israelitas en el desierto y la península del Sinaí. ¿ Es
p r eci s o a fir ma r qu e l os li br os de l Éxod o y d e l os Nú me ros, t al c omo los
p os ee mos , d at an d e a qu ella é p oc a? No, c ie rt a me nte . La r e da cc ión de -
fi ni t i v a d e l os l i b r os q u e c o nt i e n e n l a hi s t or i a a nt i g u a d e I s r a e l p r ob a -
b le me nt e no re mont a má s all á d el s é pti mo si gl o a nte s d e nu es tr a era ; al
l a d o de l os fr ag me nt os a nt ig u os c ons e rv a d os ca s i t e xt ua lme nt e , p u e de n
encontrarse fragme ntos más modernos y a l os cuale s de ben aplicarse prin-
c i p i os d e cr í ti c a e nt e ra me nt e di fe re nt e s ." - R ENA N, E s tud io s de His tor ia
Religiosa, páginas 65 y 66.
MATEO GOLDSTEIN

israelita en todas sus manifestaciones públicas y privadas. Pero


esa ley, por más que haya sido redactada en forma de un verdadero
código, estaba lejos de satisfacer todas las necesidades de la prác-
tica; ella presentaba puntos oscuros y contradicciones y ofrecía,
sobre todo, lagunas; disipar y resolver los primeros, llenar las otras,
era obra que incumbía a la tradición oral.
Pastoret, refiriéndose al extraordinario respeto y devoción
que las Sagradas Escrituras imponen a los israelitas para con
los textos de la ley, apunta: "A cada paso se recomienda la obser-
vancia de la ley en la Escritura (especialmente en el Levítico, ca-
pí tul o XVIII, ver sí cul os 4 y 5, y en el Deuteronomio, ca pítulo
XXVI, versículo 16), no solamente de la ley escrita, sino de la ley
oral; porque es tradición constante entre los rabinos, que además
de los preceptos que se conservan en el Pentateuco, recibió
Moisés, de boca del mismo Dios, los de la ley oral, cuando estuvo
en el Monte Sinaí por espacio de cuarenta días; los cuales no dejó
escritos aquel legislador, sino que, habiéndoselos comunicado a
Eleazar, Fineés y a Josué, pasaron desde éstos a los jueces de
Israel y al Sanedrín. de quienes se transmitieron a los primeros
profetas, a los segundos y a los individuos del Gran Consejo, esta-
blecido por Esdras después de la cautividad de Babilonia, para res-
tituir a su antiguo esplendor la legislación de Moisés y restablecer el
culto y gobierno de los hebreos" 19.

11. — CONTENIDOS DEL TALMUD. — Pero lo que Moisés no dejó


escrito —lo que al decir de la tradición más respetable Fue reve-
lado por Jehová a su emisario y que éste legó personal y directa-
mente a sus más allegados, para que les sirviera como normas en
la inmensa y dura tarea de conducir al pueblo— con el fluir de
los siglos y de los años convirtióse en un cuerpo, o en una serie de
cuerpos codificados, bajo el nombre genérico de Talmud y en la
posteridad habría de convertirse en parte constitutiva de la misma
civilización judía. Harta razón le asiste al prologuista de la edición
española de El Talmud, de I. Guinzburg, para afirmar: “De todo
existe en el Talmud, porque nada de lo que ha producido el pueblo
judío por espacio de un milenio ha sido excluido de él. En el mismo
Talmud se dice: Busca en él, porque todo está encerrado allí. Y es natural
que cont en i én dol o t odo, en ci err e tam bi én a lguna r esa ca. Sin
embargo, el espíritu ético y la nobleza humana forman su base
fundamental, la quintaesencia de su contenido, como lo reconocerá
cualquiera que lo estudie sin prejuicios, sin odio, objetivamente, con
comprensión para las dolorosas peripecias que ha soportado el pue-

19 M. PASTORET: Obra citada, página 333.


DERECHO HEBREO

blo perseguido que lo ha producido. Y a esto debiera agregarse un


estudio comparativo entre el Talmud y las grandes obras escolás-
ticas y teológicas de otros pueblos, paganos y cristianos, de aquella
época, más o menos análogas al Talmud, y entonces sería posible
juzgar si el espíritu creador judío ha sido más elevado y más noble
que el de los pueblos circundantes que lo han subyugado" 20.
12. — L A L EY O RA L NO DESA P A R EC E . — A estar a las afirma-
ciones de Iser Guinzburg, muchísimo tiempo antes de que fuese
escrita la legislación que conocemos con el nombre de Ley de Moi-
sés, poseían ya los judíos una ley oral a la que amoldaban su vida
social. Esto significa que "entre los hebreos existía una Ley oral
mucho antes de que fuese escrita la Ley de Moisés y que esta Ley
oral sirvió de base a la Ley escrita. Confiando en la Ley oral, en
la tradición, el redactor de la Ley escrita omitió numerosos deta-
lles, que eran entonces voz corriente en el pueblo" 21.
Pero surgida la Ley escrita, la Ley oral no desaparece. Sub-
siste para confirmar a la primera, para combatirla o para contro-
vertirla a veces. Pero ya no constituye el fenómeno normal en la
vida de toda sociedad humana: que la Ley escrita se afirma, como
necesario antecedente, en la Ley oral. Ambas sobreviven y del con-
flicto entre la legislación escrita y la oral, ha de aparecer, en la
vida de Israel, una nueva Ley oral paralela y simultánea a la Biblia,
nacida con posterioridad a la Tora.
13. — M I S H N Á Y T A L M U D . — He a quí l o que en justicia ha
podido llamarse el segundo período, el período de la Mishná 22 y del
Talmud, que forma el complemento necesario, parte intocable del todo
que está constituido por la legislación de Moisés, o legislación bíblica.

20 J. MENDELSON: Introducción, páginas 14 y 15.


21 I. GUINZBURG: El Talmud, página 34 y siguientes.
22 El se nti do t éc nic o d e la palab ra Mis h ná e stá da do por l a acep ci ón
g ra ma ti cal de l v oc ab lo hebr e o: R ed obla mi e nt o, A cr ec e nt a mi e nt o, A mp lia-
ción; d e sh ana. redoblar . Uno d e los más c élebres re copilad ores de las s en-
tencias de los doc tores d el Talmud, llama do Rabí Ju dá el Sa nto, ha creado
l a má s v a s t a c ol e c c i ón d e fa l l os y op i ni one s q u e c ons t i t u y e u na a mp l i a -
ción, el Deuter onomio del código bíblico; así como el Deut eronomio es una
ampliación y una recapitulación de tod o el Pentateuc o. Se d a, entonces , el
nombr e de Mis h ná a la rec opil aci ón, col ec ción de Judá el Sant o, c omo así
t a mb i é n a c a d a p a s a j e d e é s t a r e c op i l a c i ón , e n e l p l u r a l mis h n a jo t. En
los tiempos de la Gue mará se daba el nombre de Mishná tamb ién a las reco-
pilaciones de otros doctores, que llevan al presente el nombre de beraita.

Se g ú n l a Gu e ma r á , e xi s t e n e nt r e 6 00 y 7 0 0 s ed ar im, o d iv is i one s d e
mishnaiot.
MATEO GOLDSTEIN

"Mientras el pueblo siguió viviendo en Palestina, alrededor


del Templo, mientras la palabra viva y potente de sus sacerdotes
seguía recordándole sus deberes, nadie sintió la necesidad de reunir
esta Torá sche beal pé (Ley oral) en un único libro que sirviese
como explicación y apéndice de la Biblia. Mas cuando, destruido
el Templo, los judíos fueron dispersados por todos los rincones de
la tierra y muchos se radicaron en lugares lejanos, carentes de
sacerdotes, en los que podrían olvidar sus tradiciones, surgió la
necesidad de reunir la Ley oral en un libro único. Así surgió la
Mishná, colecciones de fallos, doctrinas e interpretaciones que tie-
nen como base la Biblia y que han de dar lugar al nacimiento de la
Guemará" 23.
Emmanuel Deutsch señala con magníficas palabras: "El acon-
tecimiento más importante de la historia del pueblo judío durante
los cuatro siglos que siguen a la caída de Jerusalén, es la compo-
sición del Talmud, es decir, de la Mishná y la Guemará, comentario
de la Mishná. En realidad esa composición abarca un período más
largo, pues representa un trabajo ininterrumpido de ocho siglos
—desde Ezra hasta la clausura del Talmud de Babilonia—,
trabajo en el cual han colaborado casi todas las fuerzas vivas del
judaísmo y toda su actividad religiosa.
"El Talmud es la obra que corporiza la ley civil y canónica
del pueblo judío, formando una especie de suplemento al Penta-
teuco, un suplemento tal como 1.000 años de vida a una nación,
para producirse. No es meramente un tosco tratado, sino que in-
voca a la imaginación, a los sentimientos y a todo aquello que hay
de más noble y más puro. Entre las asperezas de la ley que esparce
el pasaje del Talmud, crecen las azules flores del romance, de la
parábola, del gnomo de la zaga; sus elementos están tomados del
cielo y de la tierra, pero principalmente y más afectuosamente del
corazón humano y de las Escrituras, puesto que cada versículo,
cada palabra de éstas últimas, convirtióse en lo que era, en un do-
rado clavo del cual pendía un vistoso tapiz. La ley fundamental
en el Talmud, ley de toda economía social y humana, era la abso-
luta igualdad de los hombres. Señalábase que el hombre fue creado

23 Segú n e l rab ino D R . R A BI NOWI CZ , la pala bra G ue mar á te ní a pri miti-


v amente el s entid o de c omple mento, de ga mar, conclui r. Des pués d e la re-
dacc ión d e la M ish ná, los d oc tor es ha n agre gad o c ome ntari os o se nt encias
nuev as a pr op ósi to d e cad a Mish ná. Es el c onju nt o de e st os comentari os y
e l e e s t a s s e nt e nc i a s q u e c i r c u nd a a l a M is h n á c omo u n g l os a r i o, q u e s e
denomina G ue mar á. Como ésta M ish ná se c onv irtió con el tie mpo e n obj eto
p r i nci pa l d e e s tu d i o, y c omo e l la c ont e nía t od a s l a s s e nt e nc i a s y l a s no-
ciones tradicionales, se formó un v erbo gamar, estudiar; un adjetiv o gamar, u
hombre instruido, y se emplea también el sustantivo quemará en el sentido de
tradición, por oposición a sebará, raciocinio, razonamiento.
DERECHO HEBREO

solo, a fin de que no dijera uno al otro: Soy el anterior o del


mejor linaje."

14. — V ALOR PERMANENTE DEL T ALMUD — J. N. Bialik, con-


siderado el poeta nacional por excelencia del pueblo hebreo, ha
exaltado el valor pasado, presente y futuro de la Mishná, afir-
mando : "El primer libro que, después de las Sagradas Escrituras, se
conservó en su original hebreo y perduró en manos del pueblo
judío desde su codificación hasta el presente, es la Mishná. La
Ley oral, alma y esencia de la Ley escrita, se halla atesorada y
subsiste dentro de la Mishná. La Mishná es el reflejo fiel y pluri-
facial de todo el régimen de vida v de las fases de la cultura que
han imperado en Israel por espacio de muchos siglos después de
la clausura de las Sagradas Escrituras, y cuando el pueblo estaba
aun radicado en su tierra. Al lado del micra (texto bíblico), que
es la mina de oro puro para el antiguo idioma hebreo, sírvenos la
Mishná como cantero de hondura inacabable para el mismo idioma
hebreo en su nueva faz, conforme ésta se nos ha revelado en los
últimos tiempos de su existencia, cuando aun no se había desarrai-
gado por completo de la vida cotidiana y no había cesado aun de
ser el idioma hablado por el pueblo. Durante muchos siglos se
extraerán todavía de esa cantera piedras y hormigón para el edi-
ficio de nuestra lengua y para su restauración total, oral y escrita,
ya que el lenguaje de la Mishná, dado su fondo, se acerca mucho
más al modo de pensar y de expresarse de un contemporáneo que
el lenguaje del micrá."

15— C ÓMO FUE COMPUESTO EL TALMUD. — A semejanza de


la Biblia, el Talmud no constituye una sola obra, compuesta por un
solo autor y que trata de un solo asunto, sino que es una recopila-
ción de muchas obras, escritas por numerosas personas y se ocupa de
múltiples asuntos 24 . Todos sus autores han vivido en muy di-

24 Tal mud sig nifi ca ense ñanza , e stu dio. Esta pal abra de sig na el c on-
j u nt o d e mis h n ajo t y d e l a Gu e ma r á qu e s e r e la c i ona n, p or q u e e s t e c on-
junt o forma el es tudi o c omple to d e las ley es is raeli tas . Se ha v isto qu e la
G ue mar a es l a c ompila ci ón de los c ome ntari os y se nt encias que env uelv e n
la Bibl ia c omo u n glosari o y que son d ebi dos a los a mor aim. Lueg o, se tie-
ne n d os c ompila cione s de e sta na tural eza : primera me nt e se ha re dac tad o la
colección de c ome ntarios y se ntencias de los a moraim d e Palestina y de
Jeru sal én. Esta c ole cci ón, r euni da con la Mis h ná c onsti tuye el Tal mud Je -
r us al mi, o Tal mu d / d e Je ru sal é n. Má s ta rd e s e ha re da c tad o l a c ol e cci ón
d e c ome nta ri os y se nte ncia s de l os a mora im d e Babi loni a ; la s egu nda c o-
l e c c i ó n r e u ni d a c on l a M is h n á , c on s t i t u y e e l T al m u d B a b l i, T a l mu d d e
Babilonia.

Los a mo r ai m o a mo r aí t as e r a n l os i nt é r p r e t e s . El T al mud Je r us al mi
MATEO GOLDSTEIN

versas épocas, en distintos ambientes, bajo la influencia de muy


variadas formas de organizaciones políticas y civiles. Su idioma es
distinto, según la época y el lugar donde vivieron sus anotadores.
Fuera de las cuestiones directamente relacionadas con la Ley, con-
tiene también el Talmud tina sección de leyendas o hagadás que
nada tienen que ver con la legislación propiamente dicha.
Ahora bien, a fin de evitar cualquier equívoco, es necesario
decir que el Talmud, como síntesis y expresión de la Ley oral, en
contraposición de la Ley escrita, ha evolucionado en el concepto.
Una vez que Fue creada la Ley escrita subsistió una Ley oral, di-
ferente a la que aludimos como coetánea de la Ley de Moisés: la
Ley oral nueva, verdadera base del Talmud vivió y fructificó si-
multánea y paralelamente con la Ley escrita, esto es, con la Torá. Y
se constituyó y robusteció gracias a la obra perseverante de los
doctores de la Sinagoga y de las escuelas que surgieron de inter-
pretación del texto escrito.

16. — DO CT R I NA Y J U R I SP R U D E N CI A T A LM Ú DI CA S. — En ma-
teria jurídica surge así un caudal inagotable de opiniones, de nor-
mas, de consejos que han de complementar maravillosamente la
denominada legislación mosaica, adaptándola a los tiempos y a cir-
cunstancias que el primer legislador no pudo soñar siquiera. Desde
este punto de vista, se le puede considerar, al Talmud, como un
registro de procesos verbales donde son consignados todos los de-
bates de las diferentes academias judías, tanto de Palestina como
de Babilonia, cuando se trató de establecer en las cuestiones de
orden ritual, jurídico o social, los principios fundamentales, las
normas 25.
fu e ob r a d e b i d a a R a b í Y oj a ná n b a r Na p a h, j e fe d e l a c é l e b r e a c a d e mi a de
Tiberí ade s , e n el a ño 2 30 ; su obra Fue c ontinu ada y t er mina da por l os
amoraitas, sus discípulos, atribuyéndose a uno de ellos, Gamaliel ben Judá, el
mérito de haberlo terminado.
Prod ucid a lo qu e se d enomina claus ura del Tal mud Jer us al mi, come nz ó
l a c ompil a ci ón d el otr o Ta l mu d , el Ta l mu d de l De s t ie r r o, lla ma d o Talmud
B abli, el que fue i nic iad o p or Ra bí As hi, j efe d e la Aca de mia de aur a, en
367 . El Tal mud B abli es muc ho más ri c o y v asto que el Talmud Jer us al mi,
por cuya razón ha tenido mayor trascendencia y difusión.
2 5 U na div i si ón s inópt ic a d el Tal mud —q ue d eb e mos a u na e sp e cial
gentileza del profe sor ingeniero P A BLO L I NK — facilitará el conocimient o de los
numerosos libros en que se halla clasificada la enciclopedia talmúdica.

DIVISIÓN SINÓPTICA DEL TALMUD

SEDARIM (Tratados) MASEJOT (Secciones)


I Z ERAIM (Semillas) Berajot Bendiciones
Peá Rincón
Demai Dudoso
DERECHO HEBREO

Nathan Netter, autor de un magnífico libro intitulado Israel et


son Talmud a travers l'histoire, bajo el epígrafe de: El Derecho del
Talmud, dice: “Al lado del problema ritual, tan característico para la
comunidad judía, está también el del Derecho que se es-

SEDARIM (Tratados) MASEJOT (Secciones)


Kilayim Mezclas
Shev iit Año sabático
Terumot Contribuciones
Maaserot Diezmos
Maaser Sheni Segundo diezmo
Jalá Pan
Orlá Prepucio
Bicurim Primicias
I I MOED (Fiestas) Shabat Sábado
Eruv in Mezclas
Pesajim Pascua
Shecalim Moneda
Yomá Día del Perdón
Sucá Tabernáculo
Betzá Huevo
Rosh Hashaná Año Nuevo
Taanit Ayuno
Meguilá Rollo
Moed Catán Fiestas menores
Jaguigá Ofrendas

Ill NASHIM (Mujeres) Yebamót Viudas


Ketubót Contratos matrimoniales
Nedarim Votos
Nazir Abstinencia
Sota Adúltera
Guitin Divorcios
Kidushin Casamientos

IV NEZIKIN (Daños) Babá Camá 1er. tomo


Babá Metziá Tomo intermedio
Babá Batrá Ultimo tomo
Sanedrín Sinedrio
Macót Penas
Shav uót Semanas
Eduyót Testimonios
Av odá Zará Idolatría
Av ot Padres
Horayot Decisiones

V CODASHIM Zebajim sacrificios


(Consagraciones) Menajot Ofrendas
Julia Profanos
Bejorot Primogenitura
Arajin in Valores
Temurá Cambio
Keritot Exterminio
MATEO GOLDSTEIN

fuerza en resolver. Debe recordarse que, hasta los tiempos moder-


nos, los colegios rabínicos han sido instituidos a la manera del
Sanedrín de la Biblia para ejercer una jurisdicción en Israel. Ha
debido dejar de existir el día en que el Estado ha comenzado a
inmiscuirse en la vida interna de nuestras comunidades y ha des-
ligado al Rabinato de todo mandato jurídico, principalmente en
materia penal. Volúmenes íntegros han sido elaborados para fijar
el Derecho judío a todas las formas y todas las manifestaciones.
El uno encara la formación de los tribunales para todo género de
procedimiento, sea de orden civil, penal o nacional (el Tratado
Sanedrín). Otros buscan solucionar los diversos problemas que se
asientan en la vida social para restituir la justicia, cualesquiera
que sean los conflictos que puedan sobrevenir y turbar las relacio-
nes entre los hombres... Y cosa particularmente notable, cuando
se piensa que no hace medio siglo que el derecho del divorcio ha
sido incorporado a la legislación francesa de una manera definitiva
(por iniciativa del judío Naquet, en 1884), después de haber sido,
ora incorporado, ora suprimido, un tratado especial es consagrado a
este derecho por el Talmud. En caso de disolución del matrimonio
por el tribunal civil, el acta de divorcio —formulada según el
Talmud y el Shulján Aruj— permanece aún indispensable en nues-
tros días, para la consagración religiosa de un nuevo matrimonio.
El Talmud es entonces, en materia jurídica, un pozo inagotable
para todo legislador y puede ser considerado como la fuente vi-
viente de donde el Derecho moderno, después de una evolución, ha
puesto su substancia, la más noble y la más preciosa" 26.

SEDARIM (Tratados) MASEJOt (Secciones)


Meliá Delito
Tamid Sacrificio diario
Midot Medidas
Kinim Nidos
V I T OHARO T Kelim Utensilios
(Purificaciones) Ohalot Carpas
Negaim Plagas
Para Vaca
Toharot Purificaciones
Micvaot Baños
Nidá Menstruación
Majshirin Instrumentos
Zabim Purificación sexual
Tebul Yom Inmersión diaria
Yadayim Manos
Uctzin Tallos

26 “Mientras los Evangelistas y los Padres de la Iglesia se hallaban ocupados en


la fundación y organización de una religión nueva, se esforzaban los leales en
salv a gua rd ar y f ort i fic ar l a re ligi ó n v i eja , a qu e-
DERECHO HEBREO

17. — EL TALMUD COMO VERDADERA ENCICLOPEDIA JURÍDICA. —


Circunstancias históricas que sobrevinieron a la destrucción del
Estado judío, por obra y gracia del Imperio Romano, hicieron me-
ditar a los jefes y conductores de la grey israelita sobre la nece-
sidad de anotar la Ley oral, a fin de que no se debilitara en la
memoria del pueblo. Esta tarea incumbió a una de las figuras más
luminosas de la época: Rabí Judá el Príncipe, muy popular bajo
los nombres de Rabí y Rabeinu Hacadosh. Así se compuso la
Mishná, en la que se incluyeron todas las leyes posibles, no sólo
aquellas que tenían validez en aquel momento, sino también las
que no tenían valor práctico alguno, pues sólo eran aplicadas en
Palestina. Fue aquella una especie de grandiosa enciclopedia de
leyes, antiguas y nuevas 27.
"... Y así com o los sabi os primitivos ahondaban y sofistica-
ban las palabras de la Torá, y añadían montañas de leyes a cada
letra, a cada punto de aquella, así los sabios ulteriores profundi-
zaron y sutilizaron el texto de la Mishná para deducir de él nue-
vas leyes, nuevas ocurrencias. La consecuencia de todas estas argu-
cias y sofismas, de esa admirable gimnasia intelectual, está repre-
sentada por la parte del Talmud conocida con el nombre de Gue-

l l a d e l a c u a l l a nu ev a ha b í a s u r gi d o e n p a r t e . El j u d a í s mo s e r e t i r ó d e l a
c ont i e nd a p or l a c o nv e r s i ón d e l mu nd o. Se g ú n e l c on c e p t o d e M A I M Ó-
NI D E S, el Cristianis mo y, más tarde , el Islamis mo, eran medi os de arrancar
al mundo d el paga nis mo, ha sta qu e, a la hora de Di os, sigu iera la conv er-
sión a la verdadera.
"Per o aunq ue el j udaí smo, e n part e por nec esi dad y en par te deli be-
r a d a me nt e , d e j ó d e s e r mi s i one r o p a r a l os ot r os , no c e s ó e n ni ng ú n mo-
me nt o de s er su pr opi o mi sione ro. De spu és d e que hubie ra n des apar eci do
e l T e mpl o y la p at ria , p er mane ci ó inta c t o el me nsaj e d e l ey , d e p r ofe cía , de
sabiduría. Se sentía que este mensaje debía ser atesorado por un estudio
p r ofu ndi za d o y p or su e st ri ct a apl ic ac ión a la v i da . La s ta re a s c oti di anas
debían de santificarse por las ocupaciones más nobles de los instantes espi-
r itu al es : el hog ar , el tra ba j o, a sí como l a si na goga y la es cue la , ha brí an de
impregnarse de un ideal fundamental corno la viviente Ley de Dios. Santificar
la vida, tal es la meta de la vida. Liberales y conserv adore s aceptan e s t e
p ri ncip io. Es e s te a l a v ez e l pri nci pi o de l ta lmud is mo y el p ri nc ipi o del
judaísmo en todas las edades, incluyendo la presente...
" ...Lo q u e el j u dí o e s , l o q u e s e rá , s e l o de b e e n gr a n med id a al Ta l-
mud, o, mejor dicho, al espíritu que lo ha produ cido. Mientra s haya judíos y
e xis ta el ju daí s mo, c ons erv a rá e l Ta lmud su v al or hi st ór ico, pu e s él ha
modelad o nuestra v ida y nuestro carácter. P odéis negarle al Talmud su v al o r
p e r ma n e n t e , p e r o n o p o d r é i s n e g a r l e s u i n fl u e n c i a p e r ma n e nt e . Y este
hec ho, de suyo muy g rande , no al canza a ag ot ar la i mp ort a ncia his tór i c a
d el T a l mu d . " — I SR A E L A B R A HA M S , V al o r e s Pe r ma n e n te s e n e l Ju -
daísmo.

27 GUINZBURG, obra citada, página 122 y siguientes


MATEO GOLDSTEIN

mara, la que sólo constituye, en el fondo, un comentario de la Mishná" 28.

1 8. — ENS EÑANZA DEL TAL MU D. — “Es t i emp o d e


hacer entrar el Talmud en el patrimonio común de la humanidad
—ha dicho con notable acierto el profesor Paul Couchod—. La Uni-
versidad de Cambridge y nuestra Escuela de Altos Estudios (en
Francia) han instituido cátedras de literatura talmúdica. Ellas han
abierto una vía que será seguida. De más en más se reconocerá
que la inmensa literatura talmúdica debe ser conservada, cultivada,
comentada, al lado de la literatura hebraica antigua, de la griega,
de la latina, de la sánscrita, de la arania, de la china. Ella es un
gran fragmento del espíritu humano.
"Sin duda, a primera vista, aun a la segunda, ella descon-
cierta nuestros hábitos intelectuales. Nuestra rutina espiritual des-
orienta. Ernesto Renán, flor del genio greco-latino, buen conocedor
de la literatura hebraica clásica, no ha podido ponerse jamás seria-
mente a leer el Talmud. A los primeros ensayos de lectura, el Tal-
mud da generalmente una especie de náusea. Se le ha comparado
generalmente a la alta mar. No se puede navegar sino después de
haber vencido el mareo del mar. Pero en seguida... En seguida,
yo creo que no se lo puede dejar más, no más que lo que el marino
deja el mar. Se descubren cielos nuevos, paisajes movidos, ilimi-
tados, un clima desconocido.
"¿A qué compararía yo entonces el Talmud? Es el intermi-
nable proceso verbal de un interminable concilio. Es el disco re-
gistrador de todas las voces que se han contado en un pueblo. Es
un depósito revuelto de stocks espirituales. Es una feria viviente
de las ideas. Es la sala de esgrima de la inteligencia.
"En este vasto catálogo de muestras cada uno encuentra con
que enriquecerse: el sabio, el historiador, el lingüista, el sociólogo, el
político, el poeta hacen su cosecha. Será necesario que las Fa-
cultades de Derecho pongan un día en su programa este asombroso
Derecho talmúdico, menos ordenado que el Derecho romano, pero
sobre muchos puntos más moderno, más humano" 29.

28 La Mish ná está div idida en seis Sedarim o Trata dos ; cad a Seder se
divide en Masectas o Secciones; cada Sección o M ascota se div ide, a su v ez,
e n Pe r akim o Ca pí tul os . El pri mer tra ta d o e s e l d e Zer aim ( Pla nta ci one s) ,
un libro; el segundo es el de Moed (Fiestas), dos libros; el t ercero, N ash im
( Muj er es ) , tr es li br os ; el c uar t o Ne zikin ( Da ños) , c ua tr o li br os ; el qu int o,
C o d as him ( Cons a g r ac i one s) , ci nc o li b r os , y el s e xt o, Toh ar o t ( P ur i fi c a ci o-
nes), seis libros.
2 9 G A B R I E L E M O Y S E : L e Tal mud d e B abyl o ne . P r e fa c i o d e l D R . P A U L
COUCHOD.
CAPÍTULO IV

ORGANIZACIÓN DE LA JUSTICIA

S UM ARI O: 1 . F unc ió n de mo c r átic a de l a jus ticia. — 2 . Tr ibuna les ord inar ios
y especiales. Compe te ncia y jurisdicc ió n. — 3. Los tres s anedrines
de Jer us alé n. — 4 . Div ers id ad y co nf usió n de f unc io nes. — 5. La
d ignid ad d e l a magis tr at ur a. — 6 . Ca r g o h o nor íf ic o y gr at uit o . —
7 . Jue c e s c o n tít ul o y jue c e s s in tít ul o . — 8 . De c o ro de bid o a l a
j u s t i c i a . — 9 . L í n e a d e c o n d u c t a d e l ma g i s t r a d o . — 1 0 . E l S a -
ne dr ín, tr ibunal del pue blo. — 1 1. Nor mas inv ar iables a o brar .—
1 2 . E l Tal mud r e f ir ma y a mpl ia l a nor ma bíbl ic a. — 1 3 . Pr e c e p-
to s tal múd ic o s so bre l a f unc ió n d e l jue z. — 1 4 . Par al elo e ntr e l a
legislació n hebre a y l a pagana. — 15. Dulcif ic ació n de l as pe nas.
— 16. Naboth y la resistencia al déspota.

1 . — F UNCIÓN DEMOCRÁTICA DE LA JUSTICIA. — Si, como


afirma Mayer, en su tratado sobre las instituciones judiciales de
Europa, "se podría definir, hasta cierto punto, la forma de un go-
bierno por el solo conocimiento de las leyes que rigen la adminis-
tración de su justicia", no es menos cierto que una buena legisla-
ción judicial en manos ineptas e inexpertas no pasa de ser letra
muerta, red tupida de normas y preceptos que el intérprete judi-
cial y el litigante se afanan en violar, para hacer escarnio de los
elevados principios y de las prescripciones más sanas. Por esto,
no se concibe una buena justicia sin jueces ecuánimes y sabios,
quienes, a la vez que conocen la ley y cuanto a ella se refiere,
están dotados de la suficiente responsabilidad de su inmensa fun-
ción regulatoria de la vida social.
“Así como hace del sacerdocio una verdadera magistratura, el
Pentateuco hace de los deberes del magistrado un verdadero sacer-
docio. Sin aventurar nada acerca de la bondad o sobre la insufi-
ciencia de los medios a los cuales ella ha recurrido, se puede decir
que ninguna legislación antigua, ni moderna, ha acordado más ho-
nor y más amplitud a la facultad de juzgar, que la legislación
mosaica; no ha colocado más hondamente la libertad dentro de la
MATEO GOLDSTEIN

justicia; ninguna ha tenido más corazón para dar cuna a buenos


juicios. En Egipto, la primera casta solamente interpretaba la ley, de
la que ella solamente tenía conocimiento; en Roma, la clase patricia
tuvo largo tiempo en sus atribuciones todo cuanto atañe a la
justicia. En Israel, ésta fue desde el origen de pertenencia de todos
los conciudadanos.
La Biblia y el Talmud están llenos de reglas y consejos para la
buena justicia, que levanta la misión honorable de ésta hasta una
consagración de verdadero privilegio en el concepto de los
conciudadanos y en la perspectiva histórica.
Más adelante evidenciaremos el alto concepto y la dignidad con
que los legisladores e intérpretes procuraron rodear a la magistra-
tura. Pero previamente digamos de qué modo se hallaba organizada al
justicia entre los israelitas.

2. —TRIBUNALES ORDINARIOS Y ESPECIALES. COMPETENCIA Y


JURISDICCIÓN. — Para la interpretación y aplicación de la Ley mo-
saica fueron creados, en la Palestina antigua, tres clases de tribu-
nales, que analizaremos sucesivamente.

a) Tribunal ordinario. — Estaba integrado por tres miembros


designados, dos por los litigantes, uno por cada parte. Y el tercero
elegido por ambos. El tribunal ordinario tenía jurisdicción sobre
asuntos civiles de poca monta, delitos leves y atentados a las cos-
tumbres, pudiendo aplicar penas corporales y pecuniarias de rela-
tiva importancia.
El mismo tribunal entendía en una serie de cuestiones que pa-
recen corresponder, con mayor propiedad, al derecho sagrado: precio
de los diezmos, estimación de las cosas consagradas y otras del
mismo género; hacía prestar juramentos y tenía la fa cultad de
aplicar penas pecuniarias y corporales (látigo)2.
Las puertas de las ciudades y las orillas de los caminos era el
lugar ordinario de su sede. Cada pleitista hablaba por sí solo, o por
intermedio de un defensor oficioso (Baal Rib, maestro del proceso).
El voto de dos jueces decidía la causa; si no había mayoría —por-
que un juez se negaba a dictaminar, alegando que carecía de opi-
nión sobre el motivo de la litis— se llamaba un sustituto y si éste se
mantenía en idéntica posición, se llamaba a otro, y otros, hasta
lograr la mayoría que hiciese posible el veredicto final.
En presencia de multitud de casos que excedían la capacidad de
interpretaci ón del tribunal ordinario, los doct or es resol vi er on

1 J. SALVADOR: Instituciones de Moisés, tomo II, páginas 46 y 47.


2 Mishná, tomo IV, Sanedrín, capítulo I.
DERECHO HEBREO

que, cuando los jueces ordinarios se encontraban frente a una cues-


tión muy ardua, debían someterla a consulta del consejo de la
ciudad, o de la ciudad vecina; si ello no era suficiente, debían llevar
la cuestión al pequeño consejo de Jerusalén, o al gran consejo de
dicha ciudad.
Entonces el gran consejo de Jerusalén juzgaba el asunto de
acuerdo con la tradición, si existían precedentes, o bien se resolvía
por votos. La mayoría hacía la sentencia, que tenía fuerza de le y
para todo el país 3.
b) Pequeño Consejo de Ancianos de la Ciudad. — Si el tribunal
ordinario de los hebreos puede asimilarse a la justicia de paz
moderna, el Pequeño Consejo de Ancianos de la Ciudad es análogo, en
su esencia, a la justicia de primera instancia, con funciones de
apelación de las sentencias del tribunal ordinario. Tenía función
interpretativa de la Ley y competencia para entender en todos los
casos de aplicación de la última pena.
Al Consejo de Ancianos de la Ciudad le eran sometidas todas
cuestiones que entrañaban la muerte real o civil de las personas.
La jurisprudencia rabínica fijó su número en veintitrés jueces, de
los cuales once debían pertenecer a distintas profesiones, a fin de
poder opinar con conocimiento en los asuntos que estuvieran espe-
cializados. Conforme a una Ley talmúdica 4 , cada población que
tuviera más de ciento veinte familias debía constituir su propio
Consejo de Ancianos.
c) Gran Sanedrín o Gran Consejo de la Nación. —Estaba revestido
de l a supr em a a ut or i da d judi ci a l , an á l oga a l a de l a s cort es
supremas de justicia de hoy. A más de la función interpretativa de
la ley civil, moral y penal, gozaba de autoridad legislativa. Decidía
los conflictos que pudieran plantearse entre los demás tribunales. El
Sanedrín se componía de veintitrés sabios Esto ocupaban asientos
en una m esa sem i cir cular, con el pr esiden t e en el lugar má s
destacado. Tres hileras de sabios más jóvenes se ubicaban al lado,
cada cual ocupando su sitio y conforme a su jerarquía, con el criterio
de que, en el caso de que para dirimir una cuestión no se lograse la
mayoría necesaria en el Gran Consejo, hubiese en el acto jueces
hasta completar el número de setenta y uno. Si el veredicto del
Sa n e dr i n c on s i s t í a en d e c l a r a r i n oc en t e a l r e o, el fa l l o s e
pronunciaba en el mismo día; si resultaba condenado, la sentencia
se post er ga ba par a el si gui ent e día , a fin de que l os ju ec es

3 Guemará de Babilonia, Tratado de Sanedrín, capitulo X, fol. 88.


4 Sanedrin, tomo IV.
MATEO GOLDSTEIN

pudieran reflexionar y obtener nuevas pruebas. Para la absolución


bastaba la simple mayoría de votos; para la condena era necesario
una mayoría de dos.

3. — L OS TRES SANEDRIN ES D E J ERUSALÉN. - El Sanedrín


de Jerusalén se componía de setenta y un miembros, siendo la
autoridad suprema en materia de legislación y de jurisdicción. En
Jerusalén se distinguieron tres sanedrines sucesivos y simultáneos: el
primero, compuesto de veintitrés jueces, reclutados de entre los
sanedrines de provincia; el segundo, con igual número de integran-
tes, se reclutaba del primero, y el tercero, de setenta y un miembros,
se elegía del segundo.

4. — DIVERSIDAD Y CONFUCIÓN DE FUNCIONES. — A través de


la legislación mosaica, con la existencia de los tres organismos ju-
diciales a que nos hemos referido, cuya competencia no se hallaba
bien definida, pues los tribunales tenían simultáneamente funcio-
nes judiciales, legislativas y aun políticas, se llega a la conclusión
de que necesariamente debía existir una cierta confusión de fun-
ciones. Pero ello debe atribuirse a la circunstancia de que los he-
breos antiguos, en vez de considerar a la justicia como una órbita de
actividades emanada de la legislación, fundamentaban toda la vida
social en la acción judicial: juzgar, gobernar o administrar signi-
ficaba para los israelitas mantener entre los ciudadanos las rela-
ciones generales que la ley fundamental había establecido. J. Sal-
vador, analizando ésta situación, se pregunta: "¿No había en esto un
gran fondo de verdad? Quién no ha experimentado las contra-
dicciones que ofrecen la mayoría de las legislaciones modernas, donde
la regla que el orden judicial declara de una equidad absoluta, se
vuelve objeto de un conflicto, y no es más reconocida tal en un
orden diferente; donde la acción que el orden judicial amenaza con
todo su rigor, conduce frecuentemente en otro orden a los honores y
a las recompensas."

5. — LA DIGNIDAD DE LA MAGISTRATURA. — Debe señalarse es-


pecialmente que para la ley hebraica, en la época bíblica y aun más,
en las postbíblica y talmúdica, la función del magistrado judicial
gozaba de una suprema dignidad. El ejercicio de la judicatura re-
quería una vasta cultura no sólo en los conocimientos legislativos,
jurídicos y de usos y costumbres tradicionales, sino en las más
variadas materias que eran sometidas a los tribunales. Careciéndose
de auxiliares de la justicia, peritos en ciencias, el juez no podía
ignorar el Pentateuco y la Mishná, así como la jurisprudencia de
los doctores célebres, y tampoco era admisible la falta de informa-
DERECHO HEBREO

ción en materia de medicina. astronomía, geografía, ciencias físicas y


matemáticas, filosofía, etcétera.

6. — CARGO HONORÍFICO Y GRATUITO. — Otra característica in-


teresante, y que afirma lo dicho acerca de la elevada misión de la
magistratura hebrea —ya se trate de la justicia ordinaria o del tri-
bunal de alzada— es que ningún juez percibía emolumento alguno; su
función era de una alta jerarquía social y la desempeñaba sin
hacer abandono de sus habituales ocupaciones, a las que retornaba
cuando finalizaba su mandato. Dos días a la semana debían con-
currir a la sede del tribunal p ara escuchar a los litigantes y dirimir
sus conflictos, y los demás días se consagraban a sus tareas priva-
das, de las que solamente eran sustraídos en caso de extrema ne-
cesidad, y cuando se presentaba la ocasión de juzgar. Esta situa-
ci ón , en ti em pos que l a humani dad a un ya cí a post ra da en la
barbarie y el atraso, asignó un papel preponderante a la justicia
israelita, entre la de los demás pueblos de la tierra.

7. — JUECES CON TÍTULO Y JUECES SIN TÍTULO. — La máxima


garantía de equidad y conocimiento estaba dada por el derecho de
hacer pasible de indemnización al afectado por un simple error ju-
dicial, siempre que se trataba de un juez sin título 5.
Conforme a una regla del Talmud, el tribunal establecido en
cada ciudad o villa, debía estar integrado por hombres sabios, mo-
destos y populares, elegidos de entre sus conciudadanos 6.
Como garantía de equidad, el Talmud establece que en los tri-
bunales debía haber por lo menos dos jueces que hablasen lenguas
extranjeras, y uno que fuere capaz de comprenderlas.

8. — DECORO DEBIDO A LA JUSTICIA. — Delante de los jueces


—establece la legislación rabínica— se permanece de pie, en prueba de
respeto; en ciertos casos se podía hacer sentar a ambos conten-
dientes; pero estaba terminantemente prohibido hacerlo con una de
las partes y no con la otra (Tratado Shavuót).

5 Quie ne s c are cí a n d el títul o h abilitante no p odí an c ond e nar a mue rte,


sino a u na pe na pe cuni aria. El título asig na ba al ca ndid a do la d enomi-
nación d e r abí y Pt autoridad de juzgar en los proc esos . Para obtenerlo era
preciso reunir d etermi nadas condiciones p ersonales de morali dad y sa ber. El
titular no estaba expuesto a indemnizar por error judicial.
Desde la destrucción del Templo de Jerusalén. fueron muy escasos los
títulos que se conferían, siendo frecuente que las tareas de la justicia estu-
v i era n a ca rg o d e magi s tra d os si n t it ul o, e n s u ge ner ali da d, l os d oc t or es
ilustres de la época.
6 Tratado Sanedrín, fol. 88.
MATEO GOLDSTEIN

En los procesos en que fueran partes un sabio y un ignorante,


se debía hacer sentar al sabio para honrar a la ciencia; después
debía invitarse al ignorante a imitarlo, para demostrar que ante la
justicia todos los hombres son iguales.
9. — LÍNEA DE CONDUCTA DEL MAGISTRADO. — El juez no debe
temer, por amor propio, cambiar de opinión, si su conciencia se lo
dicta (Tratado Shavuót). Si el juez cree en la culpabilidad de las
partes sin lograr la obtención de la prueba, antes que hacer recaer
sobre los testigos la responsabilidad de una sentencia errónea, debe
rehusarse a dar su veredicto, excusándose de intervenir en la causa. El
juez que ha recibido algún favor, de una de las partes, debe excusarse
de intervenir en la causa, alegando que teme ser parcial.
El Tratado Sanedrín establece que los jueces no deben temer
una sentencia que se ajuste a su conciencia. Cuando uno de los
litigantes es violento y vengativo —se dice en el mismo Talmud—
los jueces no deben excusarse de dictar sentencia, una vez que han
tomado participación, porque está dicho: No tendréis temor de
ninguno, porque el juicio es de Dios 7.
10. — EL SANEDRÍN, TRIBUNAL DE PUEBLO. — Los componentes
del Sanedrín eran todos elegidos por sufragio universal, exte-
riorizándose de este modo el profundo sentido democrático y re-
publicano de las instituciones hebreas. Los habitantes de cada
localidad designaban a sus jueces en elección directa, de entre los
vecinos más sabios, moderados y populares, sin hacer distinción de su
posición social, política y económica.
11. — NORMAS INVARIABLES AL OBRAR. — La Biblia y el Talmud
están pletóricos de invocaciones a los principios de la justicia y de
exaltación de la misión de los magistrados. Algunos ejemplos pon-
drán en evidencia el profundo respeto y la función superior asignada
a los principios rectores de la conducta social e individual de los
judíos.
No hagas agravio en el juicio; no tendrás respecto al po-
bre, ni honrarás la cara del grande, con justicia juzgarás a tu
prójimo 8.
No hagas agravio en juicio; en medida de tierra, ni en
peso, ni en otra medida 9.

7 Deuteronomio, capitulo 17; Sanedrin, fol. 4.


8 Levítico, capitulo 19, versículo 15.
9 Levítico, capitulo 19, versículo 35.
DERECHO HEBREO

Y entonces mandé a vuestros jueces diciendo: Oíd, entre


vuestros hermanos y juzgad justamente entre el hombre y su
hermano, y el que es extranjero 10.
Y, ¿que gente grande hay que tenga estatutos y derechos
justos, como es toda ley que yo pongo hoy delante de vos-
otros? 11

Jueces y alcaldes te pondrás en todas tus ciudades que


Jehová tu Dios te dará en tus tribus, los cuales juzgarán al
pueblo con justo juicio 12.
No debe el juez mostrarse benevolente con uno y duro
con otro, ni invitar a una de las partes a sentarse y a la otra
dejarla en pie, porque cuando el juez procede con parcialidad
con una parte la contraria se siente impotente y se confunde 13
No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni
tomes soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios y
pervierte las palabras de los justos 14.
La justicia, la justicia seguirás, porque vivas y heredes la
tierra que Jehová tu Dios le da 15.
Y los jueces inquirirán bien... 16
17
No torcerás el derecho del peregrino y del huérfano .

18
No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica .

Maldito el que torciere el derecho, del extranjero del huér-


fano, de la viuda. Y dirá todo el pueblo: Amén 19.
En el camino de la justicia está la vida 20.
La justicia engrandece la nación. Mas el pecado es afrenta
de las naciones 21.

10 Deuteronomio, capítulo 1, versículo 16.


11 Deuteronomio, capítulo 3, versículo 8.
12 Deuteronomio, capítulo 16, versículo 18.
13 Deuteronomio, capítulo 16, versículo 19.
14 Deuteronomio, capítulo 16, versículo 19.
15 Deuteronomio, capítulo 16, versículo 20.
16 Deuteronomio, capítulo 19, versículo 12.
17 Deuteronomio, capítulo 23, versículo 17.
18 Deuteronomio, capítulo 24, versículo 13.
19 Deuteronomio, capítulo 27, versículo 20.
20 Proverbios, capitulo 12, versículo 28.
21 Proverbios, capítulo 15, versículo 34.
MATEO GOLDSTEIN

Mejor es lo poco con justicia, que la muchedumbre de frutos


sin derecho 22.

Peso y balanzas justas son de Jehová: Obra suya son to-


das las pesas de la bolsa 23.
Hacer justicia y juicio es a Jehová más agradable que sa-
crificios 24.

12. — EL TALMUD REAFIRMA Y AMPLÍA LA NORMA BÍBLICA. —


Los preceptos y normas del Antiguo Testamento fueron ampliados y
depurados por los doctores del Talmud y de la Mishná. La justicia
siguió siendo, a través de los siglos, el eje de toda la cultura hebrea.
El respeto por las normas y el respeto y la dignidad de que
fueron rodeadas las funciones de los encargados de discernir justi-
cia, siguieron siendo característica esencial de la civilización de
Israel, en ruda y franca contradicción con las demás culturas con-
temporáneas que se especializaron en acomodar el derecho a las
necesidades inmediatas, fugaces y perecederas. ¡Cuánta distancia, en
efecto, entre los preceptos de los códigos del Oriente o de Roma, con
los de la legislación de Moisés y de su posteridad, enderezados de
una manera rigurosa —so pena de las más grandes calamidades en
vida y en la muerte— para quienes se apartasen del fiel cum-
plimiento de la Ley!
13. — PRECEPTOS TALMÚDICOS SOBRE LA FUNCIÓN DEL JUEZ. —
A continuación transcribimos algunos de los preceptos contenidos
en la legislación talmúdica y que aun hoy siguen siendo honrados y
venerados por los descendientes de los grandes directores morales y
espirituales de la grey israelita.

Un buen juez es un colaborador de Dios 25.


El juez debe ser sabio, equitativo, piadoso, modesto; debe
unir la firmeza del carácter a la bondad del alma; debe ser de
edad madura y padre de familia 26.
No juzgues nunca solo, que solo Dios es juez único. No

22 Proverbios. capítulo 16, versículo 8.


23 Proverbios, capítulo 16, versículo 11.
24 Proverbios, capítulo 21, versículo 3.
25 Shabót, 10a.
26 Sanedrin, 32a.
DERECHO HEBREO

digas a los jueces que están contigo: Adoptad mi opinión, pues


ellos deben juzgar por su conciencia y no por la tuya 27.
La justicia, la verdad y la paz van siempre unidas; no
forman más que una sola y misma cosa; donde reina la justi-
cia, reina también la paz; y donde hay paz, hay justicia 28.
Quien derrama sangre humana, disminuye a Dios mismo 29.
Los funcionarios (judiciales) deben ser absolutamente des-
interesados30.
Los miembros del Gran Sanedrin de setenta y un miem-
bros con asiento en Jerusalén, deben ser distinguidos por su
ciencia, no deben ser ni muy viejos ni muy jóvenes, tener un
exterior imponente, conocer las lenguas extranjeras para ha-
blar a los acusados sin intérprete; la filosofía. Deben saber
demostrar el pro y el contra a fin de frustrar los artificios del
acusado 31.
No se debe esperar el domingo para la ejecución (de un
condenado a muerte) porque el condenado debe ser ejecutado
desde el momento que se ha pronunciado la sentencia, a fin de
que no sufra la espera de la muerte durante veinticuatro
horas 32.

Después de la destrucción del Templo de Jerusalén, los


jueces israelitas que habían podido sentarse en el Sanedrin, no
tenían derecho a condenar a muerte33.

14. — PARALELO ENTRE LA LEGISLACIÓN HEBREA Y LA PAGANA.


— Nos llevaría muy lejos un paralelo entre la legislación hebrea y
la de las demás pueblos contemporáneos, pese a que muchas nor-
mas escritas de la conducta humana aparecen en sospechosa coinci-
dencia de imitación y de plagio. Pero ello no obstante, cabe reco-
nocer, desde un punto de vista netamente objetivo, que entre las
leyes paganas y las hebreas media una enorme distancia, que está

27 Avot, IV, 10.


28 Avot, I, 18.
29 Génesis Rabá, 34.
30 Avot, 2.
31 Sanedrin, 17.
32 S anedrin, 35 . No se juzga un as unto c apital la vís per a de l sábado ,
p or q u e l a c o nd e n a s e r á p r onu nc i a d a e l d ía s áb ad o , d ía e n que l as e je c u -
ciones están prohibidas (Sanedrin, 35).
33 Sanedrin, 42.
MATEO GOLDSTEIN

señalada por los principios de moral y de ética de que se encuentra


hondamente impregnada la ley hebrea, bíblica y postbíblica 34.
15. — D ULCIFICACIÓN DE LAS PENAS. — Desde luego, la legis-
lación hebrea tiene una fácil caracterización relacionada con la
dulcificación de las penas, al punto de que algunas transgresiones
eran castigadas con la pena capital por la ley pagana y merecían
toda clase de indulgencia por parte de la hebrea. La abolición de
la pena capital, entre los descendientes de Abraham, se realizó en
un proceso paulatino que acabó en tiempo de los doctores del Tal-
mud en su virtual supresión. En este sentido, cabe a los continua-
dores de la ley mosaica la gloria incuestionable de figurar entre los
primeros abolicionistas de la tierra.
La ley talmúdica requería que después de pronunciada una
sentencia capital sea aun permitido buscar pruebas y argumentos en
favor del reo; las leyes paganas no admiten alternativa alguna

34 "La imp urez a por e xc ele nci a —dic e S ALOM Ó N R EI NA CH , re firiéndose a


los Persas—, es la que mancilla los elementos sagrados: el fuego, la tierra o el
agua. Quemar, sumergir o enterrar cadáv eres es una abominación, hay que
exponerlos al aire libre, como lo hacen todav ía en sus torres del silencio los
parsi s o güe bros de Bomb ay, e st os fiel es últi mos del maz deís mo. P ero el
número de las impurezas qu e pue de el hombre comet er, es infi nito, y el ritual
de las purificaciones del Av esta tan complicado, que se pregunta uno si es
posible que jamás una sociedad activa haya podido acomodarse a ellas.
Muchas modi ficaciones consiste n en penite ncias: d os mil disciplinazos por
u na ofe ns a i nv ol u nt ar i a a l a p ur e za , d i e z mil p or a s es i na to d e u n b i z c o.
Esta s flag ela cione s podían ev itars e media nt e mult as pag ad as al te sor o de
los templos, conforme a tarifa. Otros castigos obligan a hacer buenas obras o
a la destrucción de s eres impur os. "Hará mil ha ces d e bares man, matará mil
serpi ente s, matará mil s ap os y d os mil ranas ; mata rá mil hor migas la drona s
de granos y dos mil de la otra esp ecie. Hay p or otra part e, pecados q u e no
p u ed e n e xp iar s e p or el ar re pe nti mi e nt o y la c onfes ión, s in p e rjuic i o d e la
p e na t e mp ora l qu e e l ar r ep e nt i mi e nt o no l og r a ha c e r p erd ona r " (ORFEO:
Historia General de las Religiones, páginas 69 y '70).

¡Ingenuas expresiones de una legislación-niña! El Derecho, la Moral y la


Religión, hace n un extraño a masijo que nos prese nta a a quel pueblo de
Zoroastro, entr egado a la magia de l os primeros días terres tres, intuye ndo
s ola ment e l o q ue hab ía de t oma r for ma s y c onsi s te ncia c on e l t ra nsc ur so
d e l os si gl os . T oda l a v i da del homb re consa gra da a di sc er ni r e nt re l a pu-
reza y la impureza, todo ello iluminado por el culto principal de los Persas,
que era el fuego. "Cada templo contiene una cámara del fuego, a resguardo d e
l a l u z d e l d í a , d o nd e a r d e u na l l a ma e t e r na q u e na d i e d e b e t oc a r ni
s i q u i e r a ma nc ha r c on e l a l i e nt o" ( S . R EI N A c H : ob r a c i t a da , p á g i na 7 0 ) . —
¡Con cuánta raz ón ha podid o exclamar el ge nio trav ieso d e Voltaire, quie n
conoció la " Biblia" de l os Persa s a trav és de la traducción de Anquetil: " No s e
puede leer dos páginas del abominable mamotreto atribuído a Zoroastro, sin
tener pie dad de la naturaleza huma na. Nostradamus y el médic o de las
orinas, son personas sensatas en comparación de aquel energúmeno"!
DERECHO HEBREO

después de encontrarse firme una sentencia de muerte. La Biblia y


el Talmud prohíben enfáticamente el préstamo a usura; la legis-
lación pagana lo tolera y aun regla. Las normas bíblicas sobre el
diezmo, el descanso sabático, la beneficencia con el pobre, la viuda y
el huérfano; el trato al extranjero, contrastan notablemente con las
escuetas referencias, o la absoluta neutralidad, de las leyes paganas.
Las disposiciones minuciosas sobre los derechos de los obreros y
artesanos ; las normas sobre obligaciones civiles y fianzas ; las garantías
sobre falsificación y adulteración de los actos privados; la
obligación de los jueces de fundar sus sentencias y asentarlas por
escrito, a fin de evitar alteraciones maliciosas; las leyes de protec-
ción a los desamparados, etcétera, carecen de similares en todo el
Derecho antiguo y hablan a las claras de las preocupaciones mora-
les, éticas y religiosas que se encuentran en la ley israelita.
La Escritura decía: Tú no pondrás en la talega (bolsa) dos
clases de piedras para pesar, una grande y una chica. Y no habrá en
tu casa dos clases de EPHAS, una grande y una chica. Pero harás
piedras para pesar perfectas y justas 35 . Se podría hallar en estas
palabras mosaicas únicamente la prohibición de engañar a alguien
con una pesa falsa o una falsa medida, lo cual sería la repetición
del pasaje del Levítico, capítulo XIX, versículos 35 y 36. Pero el
Talmud declara que se transgrede una ley mosaica, si se conserva
una falsa pesa o una falsa medida, aun cuando no se haga ningún
uso de ella.

16. — N ABOTH Y LA RESISTENCIA AL DÉSPOTA . — Existe un


episodio en la Biblia, que traduce el respeto absoluto que hacia la
Ley demostraba el pueblo y la primera protesta que surge del
fondo de la historia contra la tiranía del príncipe. Constituye al
propio tiempo un signo del sentido de la dignidad de Israel, pueblo
que jamás se sometió, durante la existencia del Estado nacional, a
la arbitrariedad del déspota.
Hallamos este episodio en el Libro I de Reyes (cap. 21, vers. 1 y
sigui entes). La dinastía de Amri gobernó a Palestina entre los
años 885 a 842 antes de Jesucristo. Uno de sus exponentes fue el
rey Ajab, hijo del fundador de la dinastía, quien contrajo matri-
monio con Jezabel, hija del rey de Fenicia. Su reinado fue próspero y
libró victoriosas batallas para el engrandecimiento del país. Pero la
ci r cun st an ci a de que Aja b dedi ca se má s ti em po a la pol ít i ca
exterior que a la del orden interno, y su casamiento con una extran-
jera —cuyos reyes eran prepotentes y despóticos— le alejó paula-
tinamente de las normas morales y éticas que caracterizaban a sus

35 Deuteronomio, capitulo 25, versículos 13 y 15.


MATEO GOLDSTEIN

predecesores en el trono. Su padre, el rey Amri, cuando fundó la


ciudad de Shomron, compró la tierra necesaria para el ejido, de
manos de su propietario. Pero con Ajab, su hijo, educado por el
ejemplo de los monarcas paganos, ocurrió algo distinto. En las ve-
cindades del palacio real florecía y fructificaba una viña de pro-
piedad de un simple ciudadano. El rey pretendía a toda costa, aun-
que en vano, que la viña le fuera vendida. El ciudadano, cuyo
nombre fue Naboth, se limitó a decir: "Guárdeme Jehová de que
yo te dé a ti la heredad de mis padres", según dice el versículo. El
rey insistió en tono airado, pero Naboth repitió su negativa, argu-
yendo que no quería desprenderse de la heredad de sus padres.
Ajab, no veía la solución, hasta que su esposa le increpó: "¿Eres tu
ahora rey sobre Israel?" Y le sugirió una terrible idea: de acusar al
ciudadano de haber denostado a Dios y al rey... Y Naboth fue
apedreado. Entonces, el rey se apropió de su viña. Por fin,
Jezabel pudo decir triunfante: "¡Ya puedes hacerte cargo de esa
viña que no te la quiso dar por dinero!..." Ajab se dirigió a la
viña y entonces surgió ante él un personaje extraño que no existe
en ninguna historia, excepto en la judía: el navi, el profeta Elías,
quién le increpó: "¿Cómo, mataste y vienes a heredar?" Y entonces,
según el relato bíblico, hizo Jehová que en el mismo lugar en que
los perros lamieron la sangre de Naboth, los perros lamieran la sangre
del soberbio Ajab...
He aquí como entre los israelitas ciudadano alguno podía pasar
por sobre el derecho del prójimo, ni aunque fuere el príncipe o el
rey.
CAPÍTULO V

LAS LEY ES CRI MI N AL ES

S UM A R I O : A) C O N S IDE RAC IÓ N G E N E RAL DE L A L E Y PE N AL : 1 . Pr e te n-


d id o r i go r d e l a L e y h e br e a . — 2 . L a s a n c ió n pe n a l te r r e n a. —
3. Horror hacia el vicio y el delito. — 4. La igualdad ante la ley.
— B ) E L C O N C E P T O D E L D E L I T O Y D E L A PE N A: 5 . L a s u a v i -
z a c ió n d e l o s c as ti go s — 6 . C o nc e s ió n d e M o is é s a l e l e y d e l a
c os tumbr e . — 7. L a ve nganz a c o mo f und a me nto d e l a s anc ión. —
C) EL SISTEMA DE LAS PENAS: 8. Clasificación de las penas.
— 9 . Apl ic ac ió n d e l a pe n a d e mue r te . — 1 0 . L a L e y de l Tal ión
e n l a L e y mo s aic a y e n e l C ó d igo d e Ha mmu r a bi. — 1 1 . L a L e y
babiló nic a y s u co nf ro ntació n co n la Le y he bre a. — 1 2. Anal ogías
d e l a B ibl i a y e l C ó d igo d e H a mmu r a bi. — 1 3 . Dis po s ic io ne s y
no r ma s d e l pr o c e d imie n to pe n al . — 1 4 . Pr i me r o s i n te n to s a bo l i-
c io n is t a s d e l a úl t i ma pe n a . — 1 5 . Po s i c ió n t al mú d ic a f r e n t e a
las penas severas. — 16. Derecho de vida y muerte sobre los hijos.
— 17. Elementos configurativos del delito.

A. — CONSIDERACIÓN GENERAL DE LA LEY PENAL

1. — PRETENDIDO RIGOR DE LA LEY HEBREA. — Un conocido


comentador de la legislación mosaica deplora el hecho de que "la
mayor parte de los escritores han fijado particularmente su aten-
ción y aplicado todos sus cuidados a la investigación de las leyes
sobre el matrimonio, sobre las sucesiones, ceremonias religiosas,
etcétera, y no ha habido ninguno que haya examinado, ni tratado
con alguna extensión, de su jurisprudencia criminal" 1.
"Generalmente —dice Isaac R. Algazi— existe una tendencia a
creer que la legislación penal de los judíos era francamente rigu-
rosa. Algunos, y no nos referimos solamente a los antisemitas, han
ido hasta el extremo de tacharla de bárbara, principalmente debido a
la Ley del Talión... No ha habido en la antigüeda d, podem os
asegurarlo, pueblo alguno más respetuoso de la vida y libertad del

1 PAStOREt: obra citada, página 227.


MATEO GOLDSTEIN

semejante, aun del criminal, que el pueblo hebreo. En épocas en


que la vida del individuo era tan poco estimada, en que reyes prín-
cipes y señores tenían sobre sus súbditos el derecho discrecional
de vida y muerte, sin que nadie pudiera tener la osadía de pedirles
cuenta de sus actos, existía entre los judíos un conjunto tal de
garantías de justicia hacia los convictas de algún delito, que con
toda razón podemos enorgullecernos de haber sido nuestros ante-
pasados sus creadores" 2.

2. — LA SANCIÓN PENAL TERRENA . — Por lo pronto cabe des-


tacar que las penas y castigos no se remitían a una hipotética
segunda vida o una vida ultraterrena. Moisés comprendió cabalmente
que el ser humano, positivo y realista, debe conocer las penas a que l e
conduce una mala acción en éste mundo3 . Y así mismo las re-
compensas y beneficios para los que se condujeran bien. El que
cumpla todas estas obligaciones —les decía— tendrá ricas y sober-
bias casas y una posteridad numerosa; sus acciones serán benditas,
sus enemigos huirán de su presencia y caerán a la fuerza de sus
golpes; se hará dueño de todos sus bienes, se enriquecerá con sus
despojos. Y si los israelitas observan los mandamientos de Dios,
serán los primeros de todos los pueblos en gloria y en poder; pero si
se hacen sordos a la voz del Señor, su posteridad será maldita, y
ellos lo serán también en todas sus acciones.
En el Deuteronomio (capítulo XXIII, versículo 1 y
siguientes), Moisés habla así a su pueblo : Y será que, si oyeras
diligente la voz de Jehová tu Dios, para guardar, para poner por obra
todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu
Dios te pondrá alto sobre todas las gentes de la tierra.. Y vendrán
sobre ti todas estas bendiciones y te alcanzarán, cuando oyeres la
voz de Jehová tu Dios...
Pero, en cambio, si Israel desoyere la recta voz de Jehová, en el
cumplimiento severo y honrado de los Diez
Mandamientos,...vendrán sobre ti todas estas maldiciones y te
al canzarán... Mal dit o se rás tú e n l a ci udad y en el campo...
Maldito el fruto de tu vientre, y el fruto de tu tierra, y la cría de
tus vacas, y los rebaños de tus ovejas... Y Jehová enviará contra ti la
maldición, quebranto y asombro en todo cuanto pusieres mano e

2 El Judaísmo, Religión de Amor, páginas 362 y 363.


3 " En u na na c i ón l i b r e , l a l e y pu e d e mos t r a r s e s e v er a s in d e j a r d e
ser humana. El modo de aplicación, sobre todo, hace su bondad, su justicia; ¿ y
quién no pre feri rá a las l eye s suav e s inter pret ada s p or jue ces es clav os y
sospe chosos de ignorancia y de malda d, las leyes rigurosa s en manos de
hombres ecuánimes?
“ Es t e p e ns a mi e nt o, d e a t e mp e ra r la s ev e ri d ad d e l os p ri nc ip i os p or la
d i fi c u l t a d d e s u a p l i c a c i ón, e s e l a l ma d e l l a j u r i s p ru d e nc i a he b r e a .” —
J. SA LVA DO R : His to ir e d e s I ns ti t u t io ns d e M o is e , e t d u Pe upl e He br e u.
DERECHO HEBREO

hicieres, hasta que seas destruido y perezcas presto a causa de la


maldad de tus obras, por las cuales me habrás dejado... Y serás
por pasmo, por ejemplo y por fábula, a todos los pueblos de la tierra...

3. — HORROR HACIA EL VICIO Y EL DELITO. — Y en este tono, el


vocero de Jehová infundió a los súbditos del Dios de Israel el horror
por el vicio y el delito y el amor hacia la práctica del bien, de la
justicia y de la verdad. En aquellos tiempos de alba de la huma-
nidad, nada más fuerte e indisoluble, para atar al hombre con los
dictados de las alturas, que vincular todos sus actos con el premio y
la recompensa. No otra Fue la intención de los códigos de los
demás pueblos contemporáneos. Pero la profunda distancia radica
en que Moisés no prometía otra vida que la terrena, ni otro castigo
ni recompensa que la que el israelita podía lograr durante sus días de
"este mundo".

4 — LA IGU ALD AD AN T E LA L EY . — Una de las más


interesantes y transcendentales características de la ley penal
hebrea, es la absoluta igualdad que establece para los culpables de
hechos delictuosos, sin tomar en cuenta para nada sus condiciones
sociales, políticas o religiosas.
Esta es la base de uno de los pilares del régimen republicano
que los autores revelan en las instituciones de Israel.
"La igualdad de todos los ciudadanos, la aplicación de la ley a
todos los funcionarios, la obligación general de reparar toda in-
fracción, hacen juzgar que ningún hebreo estaba exento de la pena
correccional. La unanimidad de los doctores confirman esta ver-
dad, si ha habido necesidad de confirmarla. Ni los jefes militares,
ni los senadores, ni el gran pontífice, ni el rey escapaban al rigor
de estos principios. Pero el hombre, cualquiera haya sido su estado,
que había sufrido el castigo impuesto, retornaba a la consideración
primitiva de sus conciudadanos" 4.

B. — EL CONCEPTO DEL DELITO Y DE LA PENA 5

4. — LA SUAVIZACIÓN DE LOS CASTIGOS — La legislación de


Moisés y la postmosaica se caracterizan por una paulatina suavi-
zación de las penas en general, para toda clase de delitos, si bien

4 Sanedrin, capítulo VII; MAIMÓNIDES, Acta Regum, capitulo III. J. SALVADOR: obra
citada.
5 T od o el pr oc edi mie nt o cri mina l d e Moi sé s, d es cansa s obr e e sta s r e-
glas: publicidad de los debates, libertad dejada al acusado para su defensa y
garantía contra el peligro del falso testimonio. — J. S ALVADOR: obra citada.
MATEO GOLDSTEIN

se persevera en el máximo rigor con que son castigadas dos clases


de infracciones : las que se cometen para con la Divinidad y las
que atentan a la moral y buenas costumbres. Una legislación que
se atribuye al mismo Jehová, quién la habría infundido a Moisés
para que éste la transmitiera a los elegidos de Israel, debía reprimir
con la mayor severidad aquellas transgresiones que se consideraban
como verdaderamente monstruosas y que se traducen en adorar a
divinidades extranjeras y desoír las normas de relación para con el
eje de toda la teología hebrea: el Dios único. Y después de ellas, Fue
la máxima preocupación del legislador velar, celosamente, por la
vida de relación interhumana, entre los miembros de la sociedad
cuyas bases se echaban. Y para moralizarla, nada más lógico ni
conducente que idear medidas extremas contra aquellos que osaran
violar los preceptos de la familia, del hogar, del ente social.

5. — CONSECIÓN DE MOISÉS A LA LEY DE LA COSTUMBRE. - En


muchos casos, el legislador no hace más que reconocer algunas cos-
tumbres ya existentes, pero procura hacerlas evolucionar y adap-
tarlas a una comunidad más civilizada. Hay que trasladarse,
respectivamente, a los tiempos que corrían hace más de treinta
siglos para llegar a la conclusión de que ciertas instituciones no
podían ser desterradas en veinticuatro horas, o por decreto, así se
invocase la suprema autoridad de Jehová. Resabios de barbarie que
no eran particulares del pueblo hebreo, y que perduraron por de-
cenas de centurias entre los pueblos paganos y aun cristianos, me-
recieron la atención del legislador bíblico, si bien trató por todos
los medios de despojar a las costumbres de sus características,
dándoles, si no un nuevo contenido, una nueva forma. Y esto ocu-
rrió en materia civil, como en materia criminal.
Pero es indudable que una compulsa honesta de los textos nos
demuestra hasta qué punto llegaron las previsiones para que el
juez pudiera discernir entre castigar y perdonar y para que el acu-
sado pudiera ejercitarse, libre y ampliamente en su defensa.

6. —LA VENGANZA COMO FUNDAMENTO DE LA


SANCIÓN- Louis-Germain Lévy, en su conocida obra La familia
dans l'antiquité Israélite, atribuye la primera sanción hebrea contra
el delito al sentimiento de venganza. "El Derecho penal hebreo
—dice—, como el de todos los pueblos primitivos, ha salido de la
ven ga n z a que obl i ga a l os m i em br os del cl a n a r epa r a r l a s
v i o l a c i on e s c o m e t i d a s o s u f r i d a s p o r c u a l q u i e r a d e s u s
miembros." "La venganza —dijo Albert Dubois en su Histoire du Droit
criminel des peuples modernes— es la primera manifestación de la
conciencia del Derecho. La venganza personal era un derecho, la
venganza de la sangre un deber. La una era la reparación de un daño
DERECHO HEBREO

hecho a sí mismo; la otra, la expiación sagrada de la lesión hecha a


otro, de una lesión que n o puede vengar má s que el que la ha bía
sufrido... En la infancia de las sociedades, la renuncia a la
venganza hubiera sido una suerte de suicidio para el individuo y la
familia."
La sangre no puede ser lavada más que por la sangre 6 . Nin-
gún rescate por la vida de un asesino 7 . Esta es la vendetta. La sangre
grita venganza mientras no está recubierta de polvo 8, es decir, enterrada.
El alma no tiene reposo, ella grita contra los que tienen el deber de
asegurarle los caminos supremos... La venganza se ejerce: 1 º ,
contra el asesino; 2 º , contra el violador; 3º , contra el adúltero; 4º,
contra el ladrón 9.
" A la venganza primitiva que es el instinto de la destrucción
ciega, que no conoce límites, sucede la Ley del Talión, la cuál es
un ensayo de adaptación adecuada del castigo al crimen. Por medio
del Talión se preocuparon de restablecer el equilibrio momentánea-
mente roto por un mal igual a un mal inflingido: Yo los he tratado
como ellos me han tratado —grita Sansón 10 —. El que derrama la
sangre, etcétera 11. Ojo por ojo 12.
La pena no comprende solamente al culpable, sino también a su
familia, hombres y cosas 13 . Parece que la venganza se ejercía
hasta la cuarta generación 14 . Pero a medida que el sentimiento mo-
ral se afina, la ley se hace más justa y no castiga más que al cul-
pable 1 5 . Primitivamente la venganza era ejercida por todos los
miembros del clan 16 . Consecutivamente ella incumbe solo al goel-
ha-dam, el vengador de la sangre, el agnado más próximo 17 . La
jerarquía de los vengadores se encuentra indicada en el Levítico,

6 É x o d o , c a p í t u l o I X , v e r s í c u l o s 5 y 6 ; N ú me r o s , c a p í t u l o X X X V , v e r
sículo 8.
7 Números, capítulo XXXV, versículos 17 y 18.
8 Génesis, capítulo IV, versículo 10.
9 II Samuel, capítulo V, versículo 6.
10 Jueces, capítulo XV, versículo 11.
11 Génesis, capítulo IX, versículo 6.
1 2 Éx odo , ca p ít ul o X XI , v er sí c ul os 24 y 2 5 ; L ev ítico , ca p itu l o X X I V,
v e rs íc ul os 19 y 2 0 ; De uter o no mio , ca pi tul o XIX, v er sí cul os 18 y 1 9 ; N úme -
ros, capítulo XXV, v ersículo 1 y siguientes; Samuel, capítulo II, versículo 23;
capítulo III, versículo 7; Éxodo, capítulo XXII, versículo 5.
1 3 Jo s ué , c a p í t u l o VI I , v e r sí c u l os 2 4 y 2 5 ; I I S a mue l , c a p i tu l o I I I ,
versículos 28 y 29.
1 4 É x o d o . c a p í t u l o X X X I V , v e r s í c u l o 7 ; G é ne s is , c a p í t u l o X V , v e r -
sículo 16; Éxodo, capítulo II, versículo 5; Números. capítulo XIV, versículo 18.
1 5 D e u t e r o n o mi o , c a p í t u l o X X I V , v e r s í c u l o 1 6 ; Je r e mí a s , c a p í t u lo
XXXI, versículos 28 y 29.
16 Génesis, capítulo IV, versículo 14.
17 Números, capítulo XXV, versículo 9.
MATEO GOLDSTEIN

capítulo XXV , versículo 49, y Números, capítulo XXVII , versícu-


lo 8. A falta del hijo es el hermano, el tío paterno, el sobrino. El
vengador no es más que el ejecutor de la sentencia del tribunal 18 . Si
hay una muerte involuntaria, el tribunal sustrajo al culpable a la
venganza y le asignó una villa de refugio 19.
" A la expiación sangrante sucedió el rescate, la composición.
El culpable redime la injuria mediante una dádiva. Aceptando el
rescate, el individuo lesionado ha renunciado a la venganza. Todo
miembro de una familia israelita no es solamente un goel que venga
su muerte en caso de homicidio, sino también un goel que sostiene
su causa 20 , en todas las circunstancias en que es necesario. El goel
es el más próximo agnado y heredero 21 . Es el tutor natural de sus
allegados. Es curador en lo criminal y en lo civil 22 . Todo israelita,
dice el Talmud, tiene necesariamente un goel; solo el guer, el pro-
sélito, no lo tiene" 23.
Gabriel Tarde, al referirse a las similitudes que se revelan
cuando se realiza una investigación en el espíritu del Derecho cri-
minal de todos los pueblos, expresa: "Gustosos empezamos por
reconocer una analogía de las más universales, de las más impor-
tantes: la idea del Derecho, por diferente que sea su contenido, es
formalmente la misma en todo el país y en toda raza, no porque sea
innata, sino porque se deriva necesariamente de instintos naturales
hereditariamente legados al hombre por sus antepasados humanos o
prehumanos y reflejados por el medio social. De tal suerte, que si,
lo que es imposible, la idea del Derecho desapareciese hoy de la
humanidad, renacería fatalmente mañana".
Constituiría, sin embargo, un error grave atribuir a la idea de
la defensa, o mejor dicho, al instinto reflejo de la defensa, la raíz
biológica de las ideas del derecho, de la justicia, en forma exclu-
siva, descartando todo otro sentimiento. Es verdad que en el origen
la norma penal se fundaba en el instinto de la defensa o de la
venganza, pero no podríamos atribuirle todo el fundamento de la
ley penal sin admitir al propio tiempo que otros sentimientos han
influido: la solidaridad del grupo o del clan; la reacción ante el
hecho que provoca una intranquilidad general colectiva; y hasta,

1 8 N ú m e r o s , c a p í t u l o X X V , v e r s í c u l o 1 2 ; D e u t e r o n o m i o , c a p í t u lo
XIX, versículo 12.
19 Números, capítulo XXXV, versículo 24 y siguientes.
20 Salmos, capítulo CXIX. versículo 154.
21 Levítico, capítulo XXV, versículos 48 y 49.
22 Levítico, capí tulo 2 5, v ers ícul os 4 7 y 4 9; N úmer os, ca pítul o V, v er-
sículos 6 y 8.
23 Babá Camá, 109a.
DERECHO HEBREO

para decirlo con la teoría de Tarde, el sentimiento de la simpatía:


"condición primera e indispensable de todo grupo social, por la
comunicación contagiosa de las emociones, de los deseos y de las
ideas".
No le falta, entonces, razón al filósofo francés cuando con-
creta su pensamiento diciendo: "Según lo expuesto, la reacción
defensiva contra el acto criminal se bifurca en dos formas muy
distintas y de extensión desigual: la una, moral, indignada y a la
vez compasiva; la otra, vengativa, odiosa, implacable; una y otra
tienen como rasgo común una tendencia verdadera o simulada
hacia el Talión".
Pero un sólo concepto simplista hace calificar a la justicia pri-
mitiva de los pueblos del Oriente, especialmente los de origen semita,
como exclusivamente fundados en la defensa y en la venganza. La
Ley del Talión no obedece solamente a los instintos y a las reaccio-
nes bárbaras del individuo o del conglomerado social. Ni se aplicó
jamás con tal criterio, si bien el legislador —judío o musulmán—
se preocupa extraordinariamente de ir eliminando el Talión y des-
pojarle cada vez más de los resabios de la idea de venganza.

C. — EL SISTEMA DE LAS PENAS

7 . — C L A S I F I C A C I Ó N D E L A S P E N A S . — E n t é r m i n os
generales, las penas pueden clasificarse en aflictivas y pecuniarias,
si bien nose autorizaba en ningún caso su acumulación por un mismo
delito. La Ley de Moisés admite la pena de muerte, castigando con
ella no sólo el homicidio intencional sino también algunos delitos
contra la moral y contra la religión imperante. Las penas se fundan,
merced a la evolución de las costumbres, no en un primitivo deseo de
venganza contra el culpable24, sino, en primer lugar, para librar a la

24 El concep to v aria fundamentalmente en el Der echo roma no, donde


se consideraba el delito como una fuente de obligación civil, distinguiéndose
d os c a t e g or í a s d e d e l i t os : l o Los d e l ito s pr iv ad o s, c ons i s t ía n e n he c hos
i l í c i t os q u e c a u s a ba n u n d a ño a l a p r op i e d a d o a l a p e r s ona d e l os p a r -
t ic ula re s , pe r o si n a fec ta r el or de n pú bli c o. 29 Los del ito s públ ic os, e ra n
los que ata cab an dire cta o indire cta me nt e al or de n pú blic o, o a l a organi-
z a ci ón p olí ti ca , o a la s eg uri da d d el Es t ad o. En el pr i me r ca s o, el da mni-
fi c a d o ej e rc í a l a v e ng a nz a e n l a p er s ona de l cu l pa b le , s i e nd o s u s ti t ui da
posteriormente esta v enganza por una indemnización pecuniaria; en el caso
de l os d elit os púbi ic os e xistí a u na acc ión d e per se cuci ón cri mina l c on di s-
posi ci ones e sp ecial es , a nte u na i nst ancia e spe cial . (Ver E. P ETIT : Tr atado
Elemental de Derecho Romano, páginas 450-452, no 445.)
Como se advierte, no existe en este Derecho el menor asomo ni atisbo de
una tendencia regeneradora ni preventiva de la delincuencia, la que ha de
MATEO GOLDSTEIN

sociedad de los elementos dañinos y, en segundo término, como


una prevención contra los futuros delincuentes. Por eso la pena de
muerte era aplicada con extremo cuidado, ya que la condena hacía
irreparable el daño, en caso de tratarse de un inocente. Y por eso
ha podido decir un glosador autorizado, no judío, al referirse a la
oportunidad en que los jueces debían decidir sobre la aplicación
de la condena: "... jamás se olvidaban los jueces de que aquel
miserable (el reo) era uno de sus semejantes y podía ser inocente.
Esta idea admirable les animaba especialmente cuando tenían que
dictaminar si el reo debía o no perder la vida; jamás se alabará de-
masiado la sabiduría y prudencia de los magistrados hebreos en
aquel momento formidable; estaban penetrados de aquella gran
máxima, inspirada por la razón y la naturaleza, de que la sociedad
no debe permitir que por causas ligeras se arranquen de su seno
los ciudadanos que la componen y de los cuales es protectora" 25.
Pero si bien la costumbre y la propia ley bíblica demuestran
que la pena de muerte era aceptada entre los judíos, con las limi-
taciones a que nos hemos referido, existen elocuentes demostracio-
nes de que el homicidio aunque fuese legal era considerado con re-
pugnancia. El episodio del Génesis, acerca del sacrificio de Isaac,
es de una grandiosidad sencillamente maravillosa. El patriarca
Abraham hablase ido a morar a la tierra de los Filisteos. Y acon-
teció después de estas cosas —dice la Biblia—, que tentó Dios a Abraham... Y
dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de
Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te
diré... Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó
consigo dos mozos suyos, y a Isaac su hijo: y cortó leña para el holocausto, y
levantóse, y Fue al lugar que Dios le dijo... Al tercer día alzó Abraham
los ojos, y vió el lugar de lejos... Entonces dijo Abraham a sus mozos:
Esperaos aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí, y
adoraremos y volveremos a vosotros... Y como llegaron al lugar que Dios
le había dicho, edificó allí Abraham un alfar, y compuso la leña, y ató a
Isaac su hijo, y púsole en el altar la leña... Y extendió Abraham su mano, y tomó
el cuchillo, para degollar a su hijo... Entonces el ángel de Jehová le dió
voces del cielo... Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas
nada; que ya conozco que temes a Dios, pues que no me rehusaste tu hijo, tu
26
único..."

surgir c on las esc uela s pe nale s del si glo XI X, mer ced a la p enetra ción del
cristianismo, como hijo legitimo del judaísmo, en el campo del Derecho.
25 PASTORET: obra citada, página 234 y siguientes.
26 Génesis, capitulo XXII, versículo 1 y siguientes.
DERECHO HEBREO

¿Qué significado cabe asignarle a este pasaje? A nuestro jui-


cio, el único de que Jehová era contrario a todo acto de derrama-
miento de sangre, aunque fuere en su propio homenaje. Y es por
eso que la pena última, sancionada en la Biblia, no habría dejado
de ser una sanción simbólica, aun antes de que Moisés haya tratado
de eliminarla en lo posible, y aun antes de que los talmudistas la
vituperasen, como lo hicieron.

8. — L A T EN D E N C I A H U M A N I T A R I A . — " Si se com para la


l egislación mosaica con la de otras naciones contemporáneas, incluso
con la ulterior legislación griega y romana, es fácil demostrar que
la primera es muy superior en cuanto a sentimientos humanitarios.
Al mismo tiempo debe agregarse, sin embargo, que la legislación
mosaica en lo tocante a las penalidades dista mucho de nuestros
conceptos modernos. Ella es primitiva, pues era la legislación del
pueblo judío cuando este se encontraba todavía en un nivel de cul-
tura relativamente inferior, en un estado más o menos primitivo.
"Mas, con el desenvolvimiento ulterior del pueblo judío, par-
ticularmente en la época del Segundo Templo, prodújose un cam-
bio fundamental, en el sentido de un progreso, en los conceptos
del pueblo acerca del crimen y el castigo. Además del severo sen-
timiento de justicia y equidad, de la igualdad de pobres y ricos ante
la ley, desarrolló, también, fuertemente el sentimiento genuina-
mente humano de la compasión. La vieja Ley del Talión ( ojo por
ojo, diente por diente) , hacía tiempo que se interpretaba en el
sentido de fijar un valor pecuniario por el ojo o por el diente. De
manera que, al advenimiento del Nazareno con sus doctrinas hu-
manitarias, este lo encontró todo hecho ya. Ni un sólo pensamiento, ni
una sola expresión, casi, se encuentra en su Sermón de la Montaña
que no pueda ser hallado en los escritos judíos" 27.

9. — APLICACIÓN DE LA PENA DE MUERTE EN LA EDAD


TALMÚDICA. — En la época del Talmud, la última pena casi no se
aplicaba. Los comentaristas, a fuerza de buscar atenuantes para
evitar la pena capital, llegaron a suprimirla, siendo digno de
mencionar que según una sentencia talmúdica, un tribunal que
hubiese pronunciado una condena a muerte, habría sido un
organismo criminal. Es verdad que la pena de muerte, com o
institución legal, no Fue suprimida, pues esto sería ni más ni
menos que transgredir la ley mosaica, pero "los talmudistas se
ingeniaron en formular para testigos y jueces requisitos tan
complicados, que en la práctica resultaba imposible toda condena a
muerte" 28.

27 I. GUINZBURG: obra citada, páginas 142 y siguientes.


28 "Los doctores de la ley han tomado las disposiciones más minu-
MATEO GOLDSTEIN

10 — LA LEY DEL TALIÓN EN LA LEY MOSAICA Y EN EL CÓDIGO


DEL HAMMURABÍ. — Se ha pretendido, por los comentadores de
segunda mano, y por los enemigos seculares de Israel, que la Ley del
Talión era prueba de barbarie inexcusable, de una crueldad sin límites.
¿Qué era esta Ley del Talión? Se refería únicamente a la violencia fí-
sica que tenía por resultado la pérdida de un miembro, si esa lesión
había sido premeditada. En tal caso la víctima tenía derecho a exigir
la misma pena para el autor. Sin embargo, la víctima podía exigir
una indemnización pecuniaria en su reemplazo, y era el juez quien fijaba
la indemnización. Esto es todo. No se menciona la aplicación de
la Ley del Talión para la pérdida de la vida. El descubrimiento del
Código de Hammurabí, fundador del imperio babilónico en el
siglo XX antes de Jesucristo, reveló que la legislación mosaica
está íntimamente emparentada con la babilónica y el Código de
Hammurabí instituye la Ley del Talión, en forma expresa. Veamos:
"Si alguien le destruye un ojo a un hombre de estado libre, se le
destruirá un ojo. Si le hubiese destruido el ojo o el hueso a un
esclavo, tendrá que reembolsarle al dueño la mitad del valor del
esclavo. Si alguien rompe los dientes a una persona de categoría
igual, se le romperán los dientes. Y si le hubiere roto los dientes a
un liberado, se le pagará un tercio de mina de plata."
"La legislación hebrea —anota Weinfeld— no admite estas
grandes diferencias entre libres y esclavos y no trata a estos últi-
mos como una simple propiedad... Si se comparan las leyes de
Hammurabí con las de Moisés, salta a la vista la enorme diferencia
en concepción y en espíritu entre el legislador babilónico, precursor
de Moisés, y el inspirador de la Biblia... Con los materiales de
las legislaciones babilónica y egipcia, Moisés creó una obra total-
mente nueva" 29.

11 — LA LEY BABILÓNICA Y SU CONFRONTACIÓN CON LA LEY


H EBREA. — El descubrimiento del Código de Hammurabí, en 1902,
reveló que la legislación judía está íntimamente emparentada con
la babilónica. Muchos textos son parecidos hasta en su redacción,
lo que demuestra que se trataba de reglas usuales en aquella época.
Pero también los estudios de la egiptología han revelado ciertas
raíces de la Biblia, especialmente el Libro de los Muertos egipcio,

ciosas, a v eces las más inesperadas, para ev itar la condena a muerte. Estos
son, sin duda, los primeros que han abogado por esta causa cuando nosotros
la creemos moderna. En comparación con nuestro Código no se dan cuenta
de la distancia. Que no se olv ide que estas disposiciones estuvieron en vigor
hace más de dos mil años, bastante antes de la era cristiana" —dice N. NET-
TER en Israel et son Talmud a travers de l'histoire.
29 E. WEINFELD: Obra citada, página 37 y siguientes.
DERECHO HEBREO

que data de dieciséis siglos antes de la era cristiana. En este libro


hay un pasaje que recuerda vivamente el Decálogo. El difunto le
dice al dios Osiris:
No he matado.
No he robado.
No he cometido adulterio. No
he mentido, etcétera.
El valor del Decálogo no radica en la comprensión de que no
se debe matar, robar, etcétera, sino en su formulación ética y en su
desligación de las supersticiones egipcias y babilónicas.

12. — ANALOGÍA DE LA BIBLIA Y EL CÓDIGO DE HAMMURABÍ. —


"Cuando Hammurabí, rey de Babilonia, derrotó a Rim-Sin, rey de
Larsa, y se apoderó de las antiguas ciudades sumerias, Ur inclu-
sive, ordenó una nueva recopilación de las leves con el propósito
de unificar los pueblos del norte y los del sur. Naturalmente, pro-
curó hacer el menor número posible de cambios, para evitar, así,
trastornos entre los pueblos que trataba de unir; pero hubo pro-
bablemente algunos agregados legislativos de origen semítico. Ese
Código sumerio-babilónico se ha conservado prácticamente intacto.
La estela de ocho pies de alto sobre la cual está grabado se erigía en
el patio del templo de Marduk, en Babilonia, donde cualquiera podía
consultarla para enterarse de cuáles eran sus derechos legales. El
Código es interesante por lo que nos revela de la vida cotidiana en
Babilonia en la época de Abraham y por sus semejanzas con la la
legislación hebrea. La ley 282 establece las responsabilidades y
los privilegios de las diversas clases sociales y presenta una serie de
casos que empiezan con estas palabras: Si un hombre..." 30.
Veamos algunas de las leyes del citado Código, que en la obra de
G. A. Barton Archeology, están concordadas con diversos ver-
sículos de la Biblia.
Art. 1 º Si un hombre acusare a otro de querer matarle
por medio de hechizos y no probare su acusación, será casti-
gado con la muerte 31.
Art. 3 º Si en una causa un hombre atestiguara en falso o
acusare a otro hombre sin probar su acusación, si la causa
fuere una causa importante, aquel hombre será castigado con la
muerte 32.
3 0 A LB ER T E DWA R D B A I L EY : La Vi da C o tid iana e n los Tie mpo s B íblicos ,
páginas 23-25.
3 1 Con f. É x o d o , c a p í t u l o X X I I , v e r s í c u l o 1 8 ; De u te r o no mio , c a p í t u lo
XVIII, versículos 10-12.
32 Conf. Deuteronomio, capitulo XIX, versículos 16-19.
MATEO GOLDSTEIN

Art. 8 º Si un hombre robare un buey o una oveja, o un


asno, o un puerco, o una cabra, ya sea a un dios, o a un pa-
lacio, pagará treinta veces el valor de su hurto. Si fuere pobre,
pagará diez veces. Si el ladrón no tuviere cómo pagar, será
castigado con la muerte 33
Art. 14. Si un hombre robare el hijo de otro hombre y
aquel fuere menor de edad, será castigado con la muerte 34
Art. 117. Si un hombre endeudado vendiere a su mujer, a
su hijo o a su hija, o estos fueren entregados en calidad de
siervos, durante tres años deberán trabajar en la casa de su
comprador o amo interino; en el cuarto año saldrán libres 35
Art. 206. Si un hombre golpeare a otro y le hiriere en
una riña, jurará: No lo golpeé de propósito y pagará el mé-
dico 36.
Art. 215. Si un médico operare a un hombre gravemente
herido con una lanceta de bronce, y salvare la vida de éste
hombre o si operase con una lanceta de bronce una catarata y
salvare el ojo del hombre, recibirá diez siclos de plata.
Art. 218. Si destruyere el ojo del hombre, será castigado
con la amputación de la mano.

De la transcripción que hacemos surge la honda diferencia que


existe entre el Código babilónico y la Lev hebrea. Razón le asiste
de sobra al doctor A. Capdevila para afirmar: "Por lo que se re-
fiere al Código de Hammurabí, nada hallaremos en él de paradi-
síaco. Bien parece dictado al día siguiente de una victoria cruel,
para mal sojuzgados enemigos." La Ley hebrea, en cambio, eviden-
cia un alto sentido de .solidaridad humana, de fraternidad, comen-
zando porque desconoce toda diferencia entre seres libres y escla-
vos y n o trata a est os com o un objet o de apr opiaci ón. Por l o
demás, los preceptos de carácter procesal, dictados para evitar el
error judicial y la injusticia, provocan aun hoy la admiración del
hombre culto y del magistrado.

13. — DISPOSICIONES Y NORMAS DEL PROCEDIMIENTO PENAL. —


Nunca se admitía como prueba plena la declaración de un sólo tes-
tigo, siendo requeridos dos o más y no podían serlo sino las per-
sonas altamente calificadas y no sospechosas de parcialidad. Asom-

33 Conf. Éxodo, capítulo XXII, versículos 1-4.


34 Conf. Éxodo, capítulo XXI, versículo 16.
35 Conf. Éxodo, capítulo XXI, versiculos 2-11.
36 Conf. Éxodo, capítulo XXI, versiculos 18 y 19.
DERECHO HEBREO

bra la minuciosidad, en los interrogatorios y en las declaraciones


de los acusados. Buena parte de los jueces de instrucción y fiscales
de la actualidad podrían aprender bastante, y mejorarse, si siguie-
ran al pie de la letra las severas lecciones de moral y humanismo
contenidas en la Ley de Moisés. Los jueces no debían armar lazos e
infundir terror al acusado a fin de extraerle la confesión de un
delito, costumbre indecorosa y cruel que se ha introducido, para
nuestra desgracia, en la mayor parte de las naciones modernas.
Ningún ciudadano debía sufrir ni salir por fiador de la falta
de otro, ni aun el padre por la de sus hijos. El Deuteronomio pro-
hibe que se haga morir al padre por el delito de sus hijos, ni a
estos por el delito de su padre, sino que cada uno perezca por su
pecado. La mujer no era admitida como testigo, como tampoco los
esclavos y los extranjeros.
Tampoco era aceptable el testimonio de los vendedores de los
frutos del séptimo año, fundándose en que "aquellos a quienes la
avaricia servía de estímulo para la violación de la ley, daban motivó
a sospechar, según el dicho de un comentador de la Mishná, que
podrían fácilmente ser seducidos y prestarse por dinero a un testi-
monio falso". No podría ser testigo el reo de un delito cuya pena
era de azotes o de exclusión de la ciudadanía, mientras no era res-
tituido en sus derechos perdidos. El falso testigo era objeto de una
suerte de pena del Talión, y así dice el Éxodo: Ojo por ojo, diente
por diente, mano por mano, pie por pie, herida por herida.
No existía, en cambio, inconvenientes legales para que el mis-
mo juez sea testigo del hecho, ni que el testigo fuera después el eje-
cutor de la voluntad de la ley.

14. — P RIMEROS INTENTOS ABOLICIONISTAS DE LA ÚLTIMA


PENA. — Si Moisés procuró atenuar la barbarie de los castigos y
las penas, eliminando en lo posible la pena capital, fueron los doc-
tores de la Sinagoga, creadores y comentadores del Talmud, quie-
nes realizaron esfuerzos supremos a fin de convertir ésta muerte
legal en nada más que un recuerdo. "La parte del Talmud que
trata de la pena capital, consagra en realidad —como veremos más
adelante—, la abolición de la pena de muerte. Esta pena es reem-
plazada por la reclusión a perpetuidad (sin trabajos forzados) para
los asesinos; en cuanto a los otros criminales, el Talmud la suprime
casi totalmente. Se tendía generalmente a evitar la pena capital y
asimismo a absolver a los acusados; también, el más grande doctor
en Israel, rabí Akiba, y su colega rabí Trifón, dicen: Si nosotros
Fue se mos mie mbros de l Sane drí n, j amás nadie hubi e re sido
condenado, y la Mishná dice: El Sanedrín que condena a muerte
una vez en cada siete años es un Sanedrín sanguinario; el rabí Eliezer
MATEO GOLDSTEIN

dijo: Una vez en setenta años. Se ve en este tratado, a cada página,


que todos los doctores, sin excepción, eran unánimes en emplear
todos los medios posibles para llegar a la absolución; este hecho
explica el pasaje del Nuevo Testamento, donde se dice que los hom-
bres querían llevar a una mujer culpable ante el tribunal; Jesús
dijo: El que se sienta sin pecado que le arroje la primera piedra, y
la mujer Fue liberada. Esta palabra de Jesús no podría servir se-
riamente de norma a los gendarmes obligados a buscar culpables; es
la tendencia general de los judíos que les indica a libertar a la
mujer, para evitar la aplicación de la pena de muerte" 37.
Nunca se encomiará demasiado las previsiones de la ley judaica
con relación a la suprema majestad de la justicia. Testimonios del
Tratado Sanedrin (fol.17) refieren hasta los más íntimos pen-
samientos del célebre juez Rab cuando se encaminaba hacia el sitial
de su investidura. Cuando un cortejo de honor, formado por sus
discípulos y por el pueblo le seguía por las calles, el gran magis-
trado solía recitar las palabras de Job: "Si subiere su altivez hasta el
cielo; Y su cabeza tocare en las nubes; Con su estiércol perecerá para
siempre..."
Y si ensanchamos el círculo y vamos de la imposición de la
justicia civil hacia la criminal, y del simple castigo pecuniario al
castigo corporal y a la última pena; ¡cuán grande surge la ley tal-
múdica y cuán enorme es la piedad y el respeto por la vida del
hombre!
En efecto, baste recordar que según el Tratado Sanedrín los
padres no podían testimoniar en favor ni en contra de sus hijos
(fol. 9). Si sobre cien testigos se descubriese un solo testimonio
irregular, era suficiente para absolver al acusado, puesto que se
debe buscar todos los motivos para evitar la pena de muerte (fol. 9).
Si los testigos son parientes entre sí, deben ser rechazados. Los
herederos del acusado, y sus parientes, no son admitidos como tes-
tigos. Tienen solamente calidad para pronunciar la última pena
los jueces de tres categorías: 1 º ) de la familia del sacerdote (co-
º º
hanim); 2 ) los levitas y 3 ) los de un nacimiento tal que la hija de
esos jueces pueda casarse con un cohen (Tratado Sanedrín, fol. 32).
Los ancianos y los que no tienen hijos no pueden ser jueces en los
asuntos que merezcan pena capital: se creía que sus corazones no
eran asequibles a la misericordia (fol. 36).
Antes de ser sometidos al suplicio, se servía a los condenados
incienso en una copa de vino para impedir que sintieran su des-
dicha (fol. 43).

37 Dr. I. J. M. RABINOWICZ: Prefacio a la Legislation Crimminel du Talmud.


DERECHO HEBREO

Las mujeres caritativas de Jerusalén verificaban colectas para


procurar este brebaje a los condenados; si no podían obtener re-
cursos, era la comunidad la encargada de suministrar el vino y el
incienso (fol. 43). Después de pronunciada la pena capital, los
jueces debían ayunar todo el día, en señal de duelo (fol. 61).
Mientras la ley romana, verbigracia, obligaba a colgar prime-
ramente al condenado a esta pena y luego matarle, la ley hebrea
impone que primero se ultime al condenado y luego se le someta a
la horca, ahorrándole sufrimientos (fol. 46).

15. — POSICIÓN TALMÚDICA FRENTE A LAS PENAS SEVERAS. —


Análoga tendencia se advierte en el Talmud, con respecto a la apli-
cación de otras penas severas y degradantes. Siempre siguiendo el
documentado estudio del rabino francés doctor I. M. Rabinowicz,
comprobamos que las tendencias abolicionistas de la doctrina de
los doctores se van exteriorizando en otras instituciones del Dere-
cho criminal. En efecto, la legislación de Moisés reconoce la pena
del látigo. Pero los rabinos proclaman que si el condenado, después
de ser atado, logra fugarse, éste debe ser absuelto. Porque con el
acto cobarde y vergonzoso de la fuga, está por demás castigado.
Por otra parte, si el instrumento con que se azota al delincuente,
llega a destrozarse, al primer golpe, corresponde absolver al con-
denado 38 . Los delitos que según la Biblia eran pasibles de la última
pena, lo fueron también de acuerdo a la ley rabínica, pero ésta
procuró notoriamente reducir la aplicación de la pena de muerte, sin
alterar el texto bíblico. Pero tres categorías de crímenes, castiga-
dos rigurosamente por la ley mosaica, dejaron de serlo durante la
era talmúdica: la de los falsos testigos, desmentidos por pruebas
irrefutables: el derecho de provocar la muerte, por parte del pro-
genitor, del hijo perverso y rebelde, y el castigo que podía
infligirse a toda una ciudad o comarca incursa en el delito del
paganismo 39.

16. — DERECHO DE VIDA Y MUERTE SOBRE LOS HIJOS. — Con


respecto al derecho de vida y muerte sobre los hijos, existente antes y
después de Moisés, éste introdujo una innovación según la cual el
padr e solam ent e podía a pli car di ch o ca sti go pr evi o con senti-
miento de la madre y aunque en ciertos casos mediare este consen-
timiento, no podía aplicarse la última pena sin llevar al culpable
ante el tribunal 40 . Pero esta ley mosaica desapareció por virtud de la
obra de los rabinos. Y por fin, en lo que concierne a las ciudades

38 Macót, fol. 23.


39 Deuteronomio, capítulo III versículos 3 y 4.
40 Deuteronomio, capítulo XXI, versículo 18 y siguientes.
MATEO GOLDSTEIN

culpables de paganismo, según los anales de la época talmúdica, no


se llegó a aplicar jamás.
La pena prescripta por el Deuteronomio (capítulo XXV, ver-
sículo 1 2 ): Tu cortarás la mano de la mujer, Fue prácticamente
abolida por la ley rabínica y reemplazada por una pena pecunia-
ria 4 1 , la tan cuesti onada pena del Tali ón, del o jo por ojo, Fu e
sustituida por la condena pecuniaria de los daños e intereses 42.

17. — ELEMENTOS CONFIGURATIVOS DEL DELITO — En cuanto a


las normas procesales, instituidas por todos los Códigos de la
tierra, la Biblia establecía las reglas que suelen ser comunes a to-
das las legislaciones: que el crimen sea debidamente comprobado;
que existan testigos oculares y que éstos reúnan determinadas con-
diciones de honestidad e imparcialidad; que el delito haya sido co-
metido; que el culpable haya sabido conscientemente que cometía
un hecho punido por la ley. Pero la ley rabínica va más allá, en la
garantía de los derechos del acusado, innovando profundamente en
la materia. La ley rabínica exige que al culpable se le haya hecho
una advertencia previa por parte de los testigos, y no es suficiente la
advertencia al acusado de que va a cometer un crimen, sino que
deben advertirle de que su crimen es castigado con la muerte; y
aun deben advertirle qué género de muerte puede corresponderle...
Esta norma constituye la más poderosa expresión de los inten-
tos abolicionistas de la última pena. Los talmudistas bregaban por
la reclusión a perpetuidad del que, según la ley bíblica, habría de
ser condenado a la pena capital, pero sin trabajos forzados, ya que
esta pena significaba, en el fondo, una muerte física y moral inter-
minable, más cruel que la súbita de la ejecución. La ley rabínica
sólo tendía a restar un motivo de peligrosidad para el ambiente
social, preanunciando así las modernas escuelas del Derecho posi-
tivo que poco nuevo han inventado al respecto.

41 Tratado Babá Camá, fol. 28.


4 2 Tr at ad o B ab á C a má. fol . 8 5 . Se e xp r e s a e n l a G ue mar á: "Pr e gu n ta:
— La le y mos ai ca di ce : O jo p or o jo, ¿ c ómo s e ha c onmu ta d o la p e na e n l a de
p ag o (i nd e mni za ci ón)? — Res pues ta: — Es tá e s cri t o: No to ma ré is d e ningú n
modo resc ate del mat ador (N ú meros, c apitul o XX XV, v ersí cu lo 31) : r e s u l t a
q u e s e p u e d e ha c e r p a g ar l a s he r i da s . — Pr e gu nt a: No s e p u e d e concluir de
este pasaje, que aprendemos, solamente el principio del non bis idem, que no s e
puede c ond enar al pago d e quien ha sido ya c onde nado a mu e r t e . —
Pr e gu n t a: — Ha y ot r o p a s a j e ( De u t e r onomi o, c a p í t u l o X X V, v e r s í c u l o 2 )
q u e nos e ns e ña e l p r i nc i p i o d e l non bis i n id e m. — Ot r o c o me ntar is ta
e xpl ic a a sí la su sti tu ci ón d el o jo p or o jo, die nte por die nte: Se lee en una
beraita de la escuela de Hezekiah: no s e pued e t omar a la letra ojo por ojo
porque haciendo estallar el ojo d el culpable, se pue de ocasi onar s u mu e r t e ;
l a p e na , e nt onc es , s e rí a má s fu er t e , q u e el c ri me n. ( T ra ta d o Babá Camá,
Perek VII).
CAPÍ TUL O V I

EL D ER EC HO PR O C ES A L P EN AL EN L A B IB LI A
Y EN EL TALMUD

S UM A RIO : 1 . L a i nd ag a ci ón del a cu s a d o. — 2 . C ul tur a e il us tr ac ió n d e l os


jueces. — 3. G ar antías e n los inte rrog at orios de los inc ul pad os.
—4 . E x a me n d e lo s te s tigo s . — 5 . M a y orí a d e l as op i ni one s
p a r a s e nte n c i a. — 6 . De l i to te n t ad o y d e l ito c o ns u ma d o . — 7 .
De l ito i ns tigad o . Es tad o d e ne c es id ad. — 8 . Conc au s a e n el
h o mic id io. — 1 0 . Ac u mul ac ió n d e d e l ito s y d e pe n as . — 1 1 .
Re ite r ac ió n d e c o nd e n as . — 1 2 . C o nd e n a c ió n a l a úl ti ma p e na .
— 1 3 . I n h a bil idades para ser testigos y jueces. — 14. Garantías
de imparcialidad de los jueces. — 15. Castigo y expiación.

1 . — L A INDAGACIÓN DEL ACUSADO . —COMO ya se ha dicho,


los elementos básicos del Derecho procesal en la legislación mo­
saica y en el Talmud no difieren mucho de los de las demás legis­
laciones antiguas y modernas. Cuando algún individuo era sospe­
chado y acusado de haber cometido un delito, se le sometía a pri­
sión, con el propósito de asegurar que no escaparía a las sanciones,
pero no a título de castigo o venganza. La detención se prolongaba
hasta el momento de la sentencia.
Inmediatamente se procedía a efectuar las indagaciones y averiguaciones
para det erminar el deli t o y sus ci r cun stan cia s. Con forme l o
establece la Biblia 1 , el testimonio de un solo testigo era insuficiente
para con denar, requiri én dose dos o tr es, según la ca usa. No
podían ser testigos, conforme al mismo texto: los usureros; los que
vendían los frutos del séptimo año; los jugadores; las mujeres; los
esclavos; los que adiestraban las palomas al robo y los animales al
combate; los impúberes; los fatuos; los ciegos; los sordos; los
impíos; los infames; los extranjeros; los parientes 2 . Verificada

1 N ú me r os , c a pí tu l o 3 5 , v e r sí c ul o 3 0 ; De ute ro no mio , c ap í tu lo X VI I .
versículo 6.
2 Levítico, capítulo V, v ersículo 1; Éxodo, ca pítulo XXIII , v ersí culo 1;
Deuteronomio, capítulo XIX, versículo 19; capítulo XVII, versículo 6.
MATEO GOLDSTEIN

la indagación del hecho con todas las garantías que la ley prescribía,
se procedía a interrogar al culpable.
La confesión del reo no era bastante para condenarle; por el
contrario, su declaración de culpabilidad constituía una atenuante.

2. — CULTURA E ILUSTRACIÓN DE LOS JUECES . — Para verifi­


car las indagaciones y formar el proceso, los miembros del tribunal
debían poseer todas las ciencias de la época, figurando la medicina, la
anatomía, la astronomía, las matemáticas, la sociología y las ciencias
agronómicas tenidas en alto concepto; de ahí que los jueces no
requiriesen en ningún caso el asesoramiento de peritos.
Conforme a los preceptos bíblicos y talmúdicos, en el proceso
penal se empleaban todos los medios para llegar al esclarecimiento
de la verdad, procurando siempre la absolución antes que la con­
dena. El condenado mismo, conducido al lugar del suplicio o de la
ejecución, podía decir que quería producir un argumento en su de­
fensa y en tal caso se le conducía de nuevo a la prisión y de allí al
tribunal, facilitándole la prueba argüída. La historia narra nu­
merosos casos en que el condenado era llevado y traído, sucesiva­
mente, hasta acreditar su inocencia.
Las sentencias debían ser fundadas y los jueces estaban obli­
gados a dar los motivos de su pronunciamiento, por la condena o la
absolución.
Numerosas y verdaderamente sabias disposiciones de carácter
procesal se encuentran en el Talmud, que muchos derechos modernos
deberían emular y adoptar.

3. — GARANTÍAS EN LOS INTERROGATORIOS DE LOS INCULPADOS.


—. El Talmud es minucioso y preciso al establecer las normas a las
que debían ajustarse los interrogatorios. Algunos preceptos son
sencillamente asombrosos, para la época, ya que denunciaban una
extraordinaria perspicacia judicial y una no menos admirable intui­
ción psicológica. El descubrimiento de la verdad debía emprenderse
no por medios violentos y drásticos, sino persuasivos, tratando
siempre de poner de manifiesto lo auténtico antes que lo imagina­
rio. Una Mishná del Tratado Sanedrín 3 lleva hasta el límite esta
meticulosidad que en el fondo no es sino un profundo anhelo de
llegar al esclarecimiento de la verdad, sin lesionar para nada los
sentimientos de la dignidad humana.

4. — EXAMEN DE LOS TESTIGOS. —Veamos. Una Mishná admite


dos géneros de examen de los testigos: el primero se denomina

3 Tratado Sanedrín, fol. 3.


DERECHO HEBREO

jakirot, indagaciones que se relacionan a las circunstancias del


tiempo y del lugar; todas las otras preguntas son llamadas bedicót,
pesquisas. Hay siete jakirot, que son: la pregunta acerca de la fecha
precisa año del septenario, mes del ídem, semana, día y hora; y
lugar, que han presenciado los testigos el crimen. Las bedicot son:
las preguntas acerca del conocimiento personal que los testigos tie­
nen de la víctima, y si han advertido al victimario; si se trata de un
individuo perteneciente al culto pagano, debían decir a qué divini­
dad honraba el culpable, y en qué consistía este culto. Si un testigo
no sabía responder a las preguntas denominadas jakirot, su testi­
monio era nulo, puesto que ignorando en qué día o en qué lugar
tuvo realización el acto, no puede ser desmentido por una coartada
(alibí). Pero si un testigo, o aun los dos, no sabían responder a
las preguntas denominadas bedicot, su testimonio es válido. Si so­
bre alguna pregunta cualquiera los testigos se contradecían, el tes­
timonio es nulo. Si un testigo dice que la acción ha tenido lugar el
décimo día del mes y el otro dice que el trigésimo, el testimonio es
válido, porque es posible que uno de los dos no sabe si el mes
precedente tenía treinta o veintinueve días; pero si uno dice que la
acción ha tenido lugar el quinto, el testimonio es nulo, porque hay
una diferencia de diez días. Si un testigo dice que la acción ha
tenido lugar a las diez horas 4 y el otro dice que a las tres horas, el
testimonio es válido, porque se puede equivocar en un hora; pero si
uno dice a las tres horas y el otro que a las cinco horas, el testi­
monio es nulo. Si uno de los testigos afirma que el hecho se pro­
dujo a las cinco horas y el otro que a las once, el testimonio es
nulo, porque no se puede confundir la hora en que el sol se halla al
oeste con la hora en que el sol se encuentra al este.
Prosigue la Mishná diciendo que si después de haber inte­
rrogado al primer testigo, se hace entrar al segundo y se le dirigen
las mismas preguntas; si sus respuestas están concordes con las del
primero, el tribunal se pone a deliberar comenzando con los argu­
mentos favorables al acusado. Si uno de los testigos dice: Tengo
un argumento favorable al acusado, no se le escucha; con mayor
razón —dice Raschi—, si dice que tiene un argumento desfavora­
ble al acusado. Si uno de los discípulos quiere decir alguna cosa en
contra del acusado, no se le escucha, porque no se cuenta entre los
jueces. Pero si uno de los discípulos dice que tiene un argumento
favorable al acusado, se le da un lugar entre los jueces, donde per­

4 Se c ont a b a n l a s hora s c omo l os a nt ig u os r oma nos , d e l a ma ña na a


l a t ar d e , y d e sp u é s , d e l a t ar d e a la ma ña na , d e mod o q u e e l me d i odí a s e ,
c u mp l í a a l e s s e i s h or a s d e l a ma ña na , u na hor a d e s p u é s d e me d i o día
eran siete horas desde la mañana, etcétera.
MATEO GOLDSTEIN

manece todo el día, y si su argumento es admisible, se le acepta. Si


el propio acusado quiere decir alguna cosa en su favor, se le escucha,
siempre que su argumento sea admisible. Si al fin de la deli­
beración se debe absolver, se absuelve inmediatamente; pero si el
tribunal cree de su deber condenar, es necesario posponer la sen­
tencia hasta el día siguiente; entre tanto, los jueces forman peque­
ños grupos que discuten entre ellos fuera del tribunal, en sus do­
micilios o en la calle; comen poco, no beben vino durante todo el
día, y meditan toda la noche sobre el proceso. Al día siguiente
vuelven a la casa de la justicia; si conservan sus opiniones, dicen
cada uno: Yo he absuelto ayer o he condenado ayer y mantengo
mi opinión. El que condenó la víspera puede cambiar de opinión
para absolver al día siguiente; pero si ha absuelto la víspera no
puede condenar. Si los jueces se equivocan en algún punto, los
escribas que han escrito la víspera sus opiniones y sus motivos, se
las recuerdan. Si al fin se encuentran motivos para absolver, se
absuelve al acusado; si no, se pasa a votar.

5. — M AYORÍA DE LAS OPINIONES PARA SENTENCIAR— Si de


veintitrés jueces ha y doce que absuelven y once que condenan, el
acusado es absuelto por mayoría de un voto. Si doce condenan y
once a bsuelven, no pueden condenar con mayoría de un vot o;
entonces se agregan otros jueces. Es necesario, igualmente, agre­
gar otros jueces si hay doce que condenan, doce que absuelven y
uno que no se puede decidir, y también si veintidós absuelven o
condenan y el último dice que no sabe que opinión adoptar, porque la
causa le parece dudosa, ya que este juez no se cuenta, y no se
puede adoptar una sentencia en un juicio capital, con menos de
veinticuatro jueces. ¿Cuántos jueces cabe agregar? Se necesita
agregar primeramente dos jueces. Si con la ayuda de los dos jueces se
obtiene mayoría de un voto para absolverlo o mayoría de dos
votos para condenar, se da la sentencia. Si de los dos jueces adjuntos
uno condena y el otro absuelve, de manera que no hay aun mayoría
suficiente, es necesario agregar todavía dos jueces más, y así
sucesivamente. Se puede llegar así hasta el número de setenta y un
jueces. Si hay entonces treinta y seis que absuelven y treinta y cinco
que condenan, se absuelve al acusado. Si hay treinta y seis que
condenan y treinta y cinco que absuelven, los jueces discuten entre
ellos la cuestión, hasta que uno de los que condenan cambia de
opinión para votar por la absolución.
El juez no debe decir más tarde que él ha votado por la abso­
lución pero que estaba en minoría, porque está escrito: Tu no serás
murmurador, entre tu pueblo, y está escrito también: El murmura-
DERECHO HEBREO

5
dor es el que revela secretos . El mismo Tratado Sanedrín establece que
las causas que acarrean la pena de muerte (entre ellas, el ho­
micidio), no pueden ser juzgadas sino por un tribunal de veintitrés
personas; análogo tribunal debe entender y condenar al animal que
haya matado a un hombre 6 . Para absolver a un hombre, es sufi­
ciente la mayoría de un solo voto; para condenarle, se requiere una
mayoría de diez votos. El Talmud dispone, además, que en las cau­
sas que pueden terminar con la imposición de la pena capital, la
discusión entre los jueces, antes de pronunciarse, debe comenzar
por el argumento más favorable al acusado; a diferencia de las
causas civiles, en que el debate puede iniciarse con el argumento
favorable o el desfavorable. En estos últimos si hay error en el
juicio éste queda de hecho anulado; en los crímenes que puedan
finalizar en la ejecución del culpable. Solamente se anula el proceso, si
hay error cuando el reo es condenado y no hay anulación, si el reo
es absuelto. Asimismo, en los crímenes, si bien los jueces pueden
cambiar de opinión antes de dictar sentencia, si su primera
opini ón era a fa vor de la a bsoluci ón, n o pueden m odi fi car el
dictamen.
El gran comentarista del Talmud —Raschi— aclara el alcance
de estas prescripciones siempre favorables a la absolución, diciendo:
"Se obliga al juez a conservar su opinión durante todo el tiempo
de la discusión en la esperanza de que él encontrará quizá buenos
argumentos para la absolución, pero si en el momento de votar este
juez dice que él ha hecho una buena búsqueda y que ve bien que
está equivocado y es preciso condenar, él puede votar por la con­
dena" 7.
En el Tratado Sanedrín, consagrado casi íntegramente a la
justicia, se afirma también que mientras en las causas por dinero
comienza el proceso durante las horas diurnas y pueda terminarse
en la noche, en los asuntos donde se juega la pena capital, se co­
mienza y se finaliza el proceso, necesariamente, durante el curso
del día, si bien la condena será pronunciada recién al día siguiente,
en la esperanza de que aun podrá hallarse algún argumento en favor
de la inocencia del procesado.
La Mishná dispone que los miembros del Sanedrín deben to­

5 Levítico, capítulo XIX; Proverbios, capítulo XI. versículo 13.


6 L e v ític o , c a p í t ul o X X , v e r s í c ul o 1 6 ; É x o d o, c a pi t u l o X X I , v e r s í c ulos
28-32.
7 El Cód i g o Ha mmu r a b i d i s p one , 5 . — Si u n j u e z d i c t a r e u na r e s o-
lución, tomare una decisión, otorgare un v eredicto sellado y luego rev ocare
su juicio. será perseguid o por haber modi ficado su juicio y p agará doce v e-
c e s el mont o d e l o r ec la ma d o e n el pl ei to y pú bl ic a me nte se rá e xp ul sa do de
su asiento en el tribunal y no se sentará más entre los jueces.
MATEO GOLDSTEIN

mar asiento en bancos que hacen un semicírculo, a fin de que ellos puedan
verse el uno al otro y ver, también, a las partes y a los testigos. Dos escribas
tienen delante suyo, quienes anotan las opiniones y los fundamentos de los
que votan por la condena y por la absolución. Y a diferencia de los juicios
civiles donde primero toma la palabra el más grande de los jueces, para
continuar los segundos, en los juicios donde puede aplicarse la pena capital,
es el más pequeño o insignificante de los jueces, por la razón —dice
Raschique si el más grande comienza por apoyar la condena, los demás no
le sigan por respeto a su sabiduría.

6. — DELITO TENTANDO Y DELITO CONSUMADO. - En una beraita


contenida en el Tratado Sanedrín, se dice, que si una persona quiere
asesinar a otra, o cometer uno de los adulterios que la Escritura castiga de
muerte o de caret, se puede dar muerte al culpable para impedir que cometa
el crimen. Si el crimen ya ha sido consumado, no se puede matar al
culpable (sin proceso). Aun antes de la perpetración del adulterio no se
puede matar al culpable, si se puede impedir el crimen sin matarlo.
La Guemará comenta diciendo que, en principio, ninguna ley autoriza
a un hombre a cometer un crimen para evitar que cometa otro. Se hace una
excepción con el adulterio, no a causa de la gravedad del crimen, sino para
salvar el honor de la mujer. Otros doctores agregan que no solamente se
trata de salvar el honor y la dignidad de la mujer, sino también para salvar su
vida, porque una mujer a la que se quiere violar es capaz de hacerse matar
antes de incurrir en tamaño delito.

Otra beraitá dice: "Si un individuo quiere matar a una persona, y


otro persiguiéndolo puede impedir hiriéndolo, pero sin matarlo, y lo ha
muerto, es condenado a muerte." La Guemará aclara que se trata de un caso
en que un individuo corre detrás de otro para matarlo, y quiebra en su
carrera los objetos del perseguido o los de un tercero, no está obligado a
pagar el daño, porque es condenado a ser muerto por todos los que le
encuentran. Si el que es perseguido rompe en su huida los objetos
pertenecientes al perseguidor, no está obligado a pagarlos; pero si estos
objetos son de otra persona, debe pagarlos porque se salva a expensas de
otro. Si el que corre tras el perseguidor para impedirle de cometer un
crimen, rompe corriendo, sea los objetos del perseguidor, sea los del
perseguido, no está obligado a pagar el daño, porque de lo contrario nadie
querría salvar a nadie del peligro de ser muerto. Para los otros crímenes no
se puede matar al que quiere cometerlos, para impedir que los cometa.
DERECHO HEBREO

7. — D ELITO INSTIGADO. ESTADO DE NECESIDAD. — Si se orde­


na a una persona —prosigue la Mishná— cometer un crimen con
amenaza de matarla si no lo hace, ella debe dejarse matar y no
provocar una muerte; porque si es permitido transgredir una ley
cuando se está obligado con amenaza de muerte, es para salvarse la
vida, porque la Escritura quiere economizar la vida de un hombre.
Pero si se trata de cometer una muerte, habrá de todas maneras una
pérdida de vida de un hombre; entonces es mejor perder la propia
vida sin cometer un crimen, que perder la vida de un prójimo
cometiendo un crimen.
Otra beraitá contenida en el mismo Tratado del Talmud, ex­
presa: "Si se ve a alguien que se ahoga, o es atacado por las bestias
o por asaltantes, existe obligación de salvarlo, porque está escrito:
No te pondrás contra la sangre de tu prójimo...8
Una curiosa regla se encuentra en otra beraitá, del mismo Tra-
tado9 : Si dos individuos golpean a un hombre con diez palos, sea
que lo hagan al mismo tiempo, sea que lo golpeen uno después del
otro, ellos no son condenados a muerte. Rabí Judá, hijo de Be­
tera, dice: Si lo han golpeado uno detrás del otro, el último es
condenado a muerte, porque es él quién ha acelerado la muerte del
individuo.

8. — C ONCAUSA EN EL HOMICIDIO — Una Mishná contempla


el caso de un individuo que ha dado golpes a otro y se ha juzgado
dichos golpes como mortales; después la víctima ha mejorado, y
se cree que habrá de sanar; por último su estado se agrava y fa­
llece. En este caso el culpable es condenado a muerte. Algunos
doctores opinan en contra: sostienen que la víctima experimentó
una mejoría, lo que acreditó que sus heridas no fueron mortales: en
consecuencia, el culpable debe ser absuelto. Otros se oponen alegando
que el culpable debe ser condenado a muerte.
9 . — I DENTIFICACIÓN DEL DELINCUENTE. — Una Mishná del
Tratado Sanedrín expresa que: si un asesino es confundido con
otras personas, se les debe absolver a todos; rabí Judá sostiene que
deben ser apresados y encerrados todos. Si diversos condenados,
cada uno por otro género de muerte, son confundidos entre ellos, se
les aplica el género de muerte menos doloroso. Si un condenado a ser
lapidado se confunde con otro condenado a ser quemado, rabí Simón
recomienda que sean lapidados los dos; los otros doctores afirman
q u e a m bos d e be n s e r q u e m a d os , p or q u e , p or e l c on t r a r i o,

8 Levítico, capítulo XIX, versículo 16.


9 Tratado Sanedrin, fol. 78.
MATEO GOLDSTEIN

la muerte por quemadura es menos grave que la muerte por lapi­


dación. Rabí Simón replica diciendo que si la muerte por quema­
dura (hoguera) es menos grave que la de lapidación, la Biblia no
la habría prescripto para la mujer casada, hija de un cohen, que
comete un adulterio. Pero los oponentes, a su vez, contestan: si
la muerte por lapidación no era la más grave, la Biblia no la habría
prescripto para el que rinde culto a las divinidades paganas. Si un
condenado a ser decapitado se confunde con un condenado a ser
estrangulado, rabí Simón dice que ambos serán decapitados; los
otros doctores dicen que ambos deben ser estrangulados, porque el
estrangulamiento es menos penoso que el otro género de muerte.
La Guemará 10 aclara las palabras de rabí Judá y de sus adver­
sarios, expresando que deben ser corregidas en el sentido de la be-
raitá, donde se dice que si dos personas se encuentran reunidas, y
si una de ellas ha muerto a un individuo con una flecha, ellas son
absueltas, puesto que se ignora cuál de ellas ha cometido el crimen;
la culpabilidad se considera dudosa.
He aquí una demostración acerca del espíritu de magnanimi­
dad que precedía la Ley talmúdica análoga, en este sentido, a la
misma Lev de Moisés: en todos los casos se tendía a la absolución,
aun a riesgo de que un delito quedare impune. Esto era preferible, a
los ojos del legislador, a la condena de un inocente, o en todo
caso, a la del culpable, cuya pena última en nada remediaría el
crimen ya cometido ; por el contrario, la sociedad en vez de contar
con un solo elemento menos (la víctima), experimentaría la ausen­
cia de dos : la de éste y la del victimario.

10. — A CUMULACIÓN DE DELITOS Y DE PENAS. — El Tratado


Sanedrin 11 establece las normas que debían ser aplicadas ante de­
litos acumulados. Si n individuo —dice— ha cometido dos críme­
nes, de los cuales cada uno es castigado con un género de muerte
diferente, se les aplica el más grave de los dos. Si ha cometido un
acto que merece doblemente la muerte, ejemplo: el adulterio con la
suegra, que es casada, para cuyo delito existe la condena a la ho­
guera y la condena a ser estrangulado, como para el adulterio con
una mujer casada, en éste caso se aplica al culpable el género de
muerte más grave de los dos. Un célebre comentarista, rabí Joseph,
dice que si el acto es criminal por dos causas, es necesario averi­
guar cuál de las causas es más antigua: ejemplo: si la mujer era
la suegra del culpable antes de ser casada, se le castiga con el
gé­nero de muerte prescripto para el adulterio con una suegra; si era

10 Guemará, fol. 10.


11 Tratado Sanedrin, fol. 81.
DERECHO HEBREO

casada antes de ser suegra, se le aplica el género de muerte para


adulterio con una mujer casada.
11. — R EITERACIÓN DE CONDENAS — Según otra Mishná, si
un individuo ha sido condenado a la pena del látigo, por dos veces
consecutivas, se le encarcela en una prisión donde se le da para co­
mer cebada, hasta que su vientre estalla.
Según la Guemará y conforme a una antigua beraitá, si un
un individuo ha cometido un crimen para el cual la ley prescribe la
pena del látigo, si es la primera o la segunda vez se le aplica la
pena del látigo; si es la tercera vez, se le condena a la prisión, a
que se refiere la beraitá anterior (hasta que estalle ingiriendo
cebada).

12 . — C ONDENACIÓN A LA ÚLTIMA PENA . — Para pronunciar


la pena de muerte, se dice en el Tratado de Sanedrín", es nece­
sario, como se ha dicho, que el crimen haya tenido lugar; que haya
habido testigos; que los testigos hayan podido advertir al acusado de
la pena en que incurre cometiendo el crimen y que le hayan pre­
venido del género de muerte a que se expone.
Si el criminal es persona instruida —se dice en el mismo
Tratado 1 3 — conoce la ley y se le puede condenar sin que haya
sido prevenido por los testigos.
No se podía juzgar un asunto capital la víspera del sábado,
porque la condena no podía pronunciarse el mismo día y el sábado
se hallaban prohibidas las ejecuciones 14 . Si los testigos no se ven
entre ellos durante la perpetración del crimen, la pena de muerte
no puede ser pronunciada15 . Los funcionarios judiciales deben ser
absolutamente desinteresados 16 . Estaban afectadas de incapacidad
judicial, para ser jueces, las siguientes personas: las que juegan a
los cubos ; las que prestan a usura; las que hacen apuestas de robar
pa l om a s; l a s que c om er ci a n con l os fr ut os d el a ñ o sépt i m o
(shvitá )17.

13. — I NHABILIDADES PARA SER TESTIGO O JUECES — En el


orden del parentesco, el Talmud establecía las siguientes inhabilida­
des para testificar y para juzgar: el hermano del padre; el hermano de
la m adre; el marido de la h ermana; el marido de l a hermana

12 Tratado Sanedrín, fol. 8.


13 Tratado Sanedrín, fol. 13.
14 Tratado Sanedrín, fol. 25.
15 Tratado Macót, fol. 6.
16 Tratado Avót, Per. 2.
17 Levítico, capítulo XXV, versículos 4 -6.
MATEO GOLDSTEIN

del padre; el marido de la hermana de la madre; el marido de la


madre (en caso de segundas nupcias); el padre de la esposa; el
marido de la hermana de la mujer.
A fin de asegurar la exactitud del dicho de los testigos, una
Mishná prescribía interesantes normas que se han transmitido a di­
versas legislaciones y que aún hoy imperan en el Derecho procesal. Se
hacía entrar a los testigos en una habitación apartada; se les hacía
comprender la gravedad de un falso testimonio. Luego se hacía
quedar a cada testigo, individualmente, y se le interrogaba.
Después se hacía venir a otro testigo, examinándole de la misma
manera. Si los dos o más testigos están acordes en todo, los jueces
comenzaban a deliberar.
En el Tratado Shevuót 18 se lee: "La Escritura habla de los
testigos culpables de haber prestado falso juramento sobre un he­
cho que no han presenciado19 . Esto se aplica a los individuos ca­
paces de testimoniar, pero no a las mujeres, a los parientes, a los
afectados de inhabilidad judicial y a todos los que no pueden testi ­
ficar."

14. — GARANTÍAS DE IMPARCIALIDAD DE LOS JUECES. — El pro­


pósito de asegurar la imparcialidad de los jueces, en todos los fue­
ros, promovió la institución del recurso de las recusaciones, en
Israel. Uno de los pleitistas declara que él quiere ser juzgado por
tal persona —dice la jurisprudencia—; el otro pleitista, por tal otra
persona. A estos dos jueces se agrega un tercero. Pero cada parte
tiene el derecho de recusar a la persona elegida por su contendiente, lo
cual es proveído de inmediato, no solo por haber sido fundada la
recusación en motivos de parentesco, de amistad o de toda otra
razón válida. Dos personas que son enemigas entre sí no deben
ocupar los sitiales de la justicia, en el temor de que resulte
solamente una oposición fundada sobre su enemistad personal.
"Que los jueces se cuiden sobre todo de fundarse, sobre lo que está
escrito, de que Dios estará con vosotros en el juicio, para ahorrarse
todos los cuidados necesarios al descubrimiento de la verdad. Es ne­
cesario juzgar según las cosas sensibles; observar, desde luego los
dos pleitistas como hombres malvados, que buscan de sorprenderos
con falsos argumentos ; y durante los debates, ver en ellos hombres
íntegros que se han sometido con confianza a las decisiones de la
justicia" 20.
18 Tratado Shevuót, fol. 30.
19 Levítico, capítulo V, versículo 1.
20 Mishná, capítulo VIII, Sanedrin; Maimónides, capitulo XXIII.
DERECHO HEBREO

15. — CASTIGO Y EXPLACIÓN . — Una Mishná del Tratado Ma-


cót, establece que todos los que han cometido crímenes que entra­
ñan la pena de caret (exterminación), si han sufrido la pena del
látigo, Dios los absolverá de la pena del caret, porque cuando el
culpable ha recibido la afrenta del látigo, ha expiado su crimen y
en lo venidero se ha tornado nuestro hermano 21 ; esta es la opinión
de rabí Hananiah, hijo de Gamaliel. Este comentarista agrega, aún:
"Si el que comete un solo crimen puede perder su vida, con mayor
razón, el que realiza una sola buena acción ganará su vida." El
rabí Simón dice: "El que se abstiene de cometer un crimen será
recompensado como si hubiera hecho una buena acción." El rabí
Simón, hijo de rabí, dice: "La sangre es un alimento repugnante,
con mayor razón el que se abstiene de tomar la propiedad del prójimo,

2 1 La G ue mar á a mp l í a e s t e p a s a j e d e c l ar a nd o q u e ra b í Siml a i d i j o
e n u no d e s u s s e r mone s " Hay 6 1 3 pr e s cr i p ci one s , d e la s cu a le s 3 6 5 s on
p r ohib ici ones y 2 48 s on ma nd a mie nt os . Como me di os mnemot é cnic os , el
ll a ma l os 36 5 d ía s d el a ño s ola r y l os 2 48 de l cu er p o hu mano. Ra bi Ha m-
nou na d a u n me di o mne mot é c ni c o p ar a el nú mer o t ot al de 6 1 3 ( se s a b e
que las letra s d el alfab eto hebr eo, como las l etras griegas , r epresentan nú-
mer os) ; la pala bra Tor á, la l ey, e stá compu es ta d e cuatr o l etra s: tav, 40 0:
vav, 6; reisch, 200; héi, 5; total, 611; suprimiendo del número total de rabi
Si ml a i l os d i e z ma nd a mi e nt os : Y o s o y t u D io s , T ú no te n d r ás o tr o Dio s ,
q u e for ma n l a b as e d e t oda l a l ey , qu e da n e xac t a me nte 61 1 . P r os ig u e e l
mis mo rabi y dice (fol . 24) : Dav id reduj o el nú mer o de la s p resc ripc ione s a
11 solamente, porque dijo: Jehová, ¿quié n h abitará tu tabernác ulo? ¿Quién
residirá en el monte de tu santidad?

1º El que anda en integridad;


2º El que ejerce la justicia y la beneficencia;
3º El que dice la verdad tal como está en su corazón;
4º El que no murmura con su lengua;
5º El que no causa daño al prójimo;
6º El que no acoge oprobio contra su prójimo;
7º El que no menosprecia las gentes que Io merecen;
8º El que honra a los que reverencian a Dios;
10º El que no presta su dinero a usura;
11º El que no toma presentes de las partes que el juzga, para hacer daño a un
inocente.
Los que obs erv an e sta s once p res crip ci ones no ser án ja más p ertur ba-
dos (Salmos, capítulo XV, versículos 1 a 5).
El profeta Isaías ha reducido aun más el número de los mandamientos,
limitá nd ol os a sei s (Is aías, c apítu lo XX XIII , v e rsíc ulos 15-1 6) : 1o El que
camina en justicia;
29 El que aborrece la ganancia de violencias;
39 El que habla con rectitud;
49 El que sacude sus manos para no recibir cohecho;
59 El que tapa sus oídos para no oír palabras de sangre;
69 El que cierra los ojos para no ver el mal.
Este, dice el profeta, h abitar á en las alturas; fortalezas de rocas serán su
lugar de acogimiento; se le dará su pan, y sus aguas serán ciertas.
MATEO GOLDSTEIN

y mujeres prohibidas, que excitan una pasión tan violenta, serán


recompensados por sí y para sus hijos y para los hijos de los
hijos hasta el fin de las generaciones." Y el rabí Hanina, hijo de
Akashia, dice: "Dios ha querido acordar recompensas a los
israelitas, es por ello que les ha dado muchos mandamientos."

El pr ofe ta Mi quea s ha v eni do y re dujo au n má s las pr es crip ci ones , li-


mitándolas a tres:
1º Solamente hacer lo que es justo;
2º Amar misericordia;
3v Humillarse para andar con su Dios.
El p r o fe t a I s a í a s l l e g ó a r e d u c i r a u n má s e l nú me r o d e l o s ma nd a -
mientos, llegando a convertirlos en solo dos:
1º Observar la justicia;
2º Hacer beneficencia (Isaías, capítulo XLVI, versículo 1.
Ha ba cu c los r edu j o a u no s ol o: El jus to v iv irá p or s u f idelid ad (c api-
tul o I I , v er sí cul o 4 ) , e s d ec ir , p er ma nec ie nd o fi el a su s p rinc ipi os y a su s
palabras.
CAPÍTULO VII

C LA SI F IC AC IÓ N D E LO S D EL I TO S

SU M ARI O: 1. Pl an a s e guir s e . — I . DEL ITO S C O N TRA L A DIV IN IDAD: 2 . De -


l itos co mpr e nd id os . — 3 . L a bl asf e mia y l a id ol atr ía. — 4 . Elimi-
nac ió n paul atin a d e l a aplic ac ió n de l a pe na d e mue r te. — 5 . Dis -
c r imi n ac io ne s e n l o s d el ito s c o ntr a l a D iv inid ad . — 6 . L a bl a sf e -
mi a y el del ito d e s ed ic ió n. — 7. Ino bs er v anc ia d e l as f ies tas . —
II. DE L ITO S Q U E E L HO M B RE C O M E TE C O N TR A S U S S E M E JAN -
TE S : 8 . De l ito s d e lo s h ijo s c o ntr a s us p ad r e s . — 9 . De l h omic i-
d io y d e má s d e l i to s q ue t ie ne n r e l a c ió n c o n é l . — 1 0 . E l d e l ito
d e le s io ne s . — 1 1 . O tr o s d el ito s c o ntr a l a v id a. — I I I . DE L I TO S
C O N T RA L A HO N E S TI DA D: 1 2 . E l d e l ito d e ad ul te r io . — 1 3 . L a
prueba de las "aguas amargas". — 14. De la fornicación. — 15. Se-
d u c c ió n , v i o l a c i ó n , r a p t o . — I V . D E L I T O S C O N T R A L A P R O P I E -
DAD: 16 . El robo. — 1 7. El h ur to. — 18 . F alsed ad e n l as pes as y
me d i d a s . — 1 9 . L a u s u r a . — V. DE L IT O S C O N TR A E L HO N O R:
20. La defensa del honor. — 21. Falso testimonio. — 22. Falsa ac u-
sación. — 23. La calumnia.

1 . — P LAN A SEGUIRSE . — El marqués de Pastoret, en su co-


nocida obra Moisés, como legislador y moralista, ensaya una inte-
resante clasificación de los delitos, conforme a la Ley mosaica, que
adaptaremos para nuestro estudio.
Siguiendo el orden indicado, distinguiremos los siguientes:

I. DELITOS CONTRA LA DIVINIDAD

2. — D ELITOS COMPRENDIDOS. — Son los tres mencionados


en el Decálogo:
1º No adorar a Dios exclusivamente y con preferencia a todas
las cosas;
2º Toar su santo nombre en vano; y
3º Violar el sábado.
Dentro de estos tres delitos deben encuadrarse los siguientes:
MATEO GOLDSTEIN

idolatría 1 ; credulidad en los falsos profetas 2 ; credulidad en los


sueños y adivinos3 ; la mentira 4 ; la hipocresía 5 ; el sacrilegio6 ; la
apostasía 7 ; la blasfemia; el perjurio; la inobservancia de las fiestas
y el olvido de los socorros y respeto debido a los ministros del altar8.
"La idolatría —según J. Salvador— para la Ley penal hebrea
es un simple delito material, cuando un hombre se ocupa en par-
ticular de alguna cosa: si llega a encerrar en su casa una imagen a
la cual dirige sus oraciones; si trabaja con sus propias manos
para confeccionar una de sus imágenes; si erige estatuas ; si sigue
las costumbres de las naciones extranjeras e idólatras; si se entrega a
la adivinación; a la hechicería, a interrogar a los muertos: una pena
correccional hace justicia contra todas estas infracciones 9 . En fin,
la idolatría era considerada como un crimen de lesa ley, de
subversión de la constitución, de alzamiento contra Jehová, cuando
un individuo ha hecho sacrificios públicos a los ídolos, a expensa
del Dios de la patria; cuando por designio premeditado un hombre
concita al pueblo a seguir a los dioses extranjeros, a los dioses
nuevos, desconocidos para sus padres. Entonces la ley despliega
todo su rigor, que se extiende sobre la blasfemia pública, sobre la
violación pública del Sábado…"
También la Biblia incluía entre las leyes sobre delitos contra la
Divinidad, las siguientes: 1º, Adorar a divinidades extranjeras 10;
2º, Deber de derribar estatuas y entregarlas al fuego 11;

1 De uter o no mio , ca pít ul o VI , v e rs íc ul o 1 4 ; Lev ítico, c apí tu lo X IX , v e r-


sículos 4, 8 y 31.
2 Éxod o, ca pí tul o X XI II , v er sí cu lo 24 ; Le ví ti co , c ap ít ul o X IX , v er-
sículo 12.
3 Pr o v e r bio s d e S al o mó n, c a p i t u l o VI , v e r s í c u l os 1 2 y 1 5 ; L e v ít ic o ,
capítulo XIX, versículo 31.
4 L e v í t i c o , c a p í t u l o X X I I , v e r s í c u l o s 2 , 3 y 1 0 ; N ú me r o s , c a p i t u l o
XVIII, versículo 7.
5 Levítico, capítulo XXIV, versículos 11, 14, 16 y 22.
6 L ev ítico , c apí tu lo V, v e rs íc ul os 4 -6 ; De utero no mio , c apí tul o VI , v e r-
sículo 13; capitulo X, versículo 20; Éxodo, capítulo XXIII, versículo 13.
7 L e v í ti c o , c a p í t u l o X VI , v e r s í c u l os 6 y 7 ; N ú me r o s , c a p í t u l o X I X ,
v ersícul o 7 ; ca pítul o IX , v ersí culos 1 3, 6 y 12 ; ca pítul o X V, v ersí culo 35 ;
É x o d o , c a p i t u l o X I I , v e r s í c u l o 1 9 ; c a p í t u l o X X X I , v e r s í c u l o 1 5 ; c a p í t u lo
XXXV, versículos 2 y 3.
8 De u t e r o n o mio , c a p í t u l o X I I , v e r s í c u l o 1 9 ; c a p í t u l o X I V, v e r s í c u l os
22 y 29.
9 Deuteronomio, capítulo XI, versículo 9 y siguientes.
10 Éxodo, capítulo XX, v ersículo 3 y siguientes; De utero no mi o, capítulo
IV, v ersículos 16-19; capítulo X. v ersículos 12-20; Levítico, capítulo XIX,
versículo 4; Josué, capítulo XXIV, versículo 14.
1 1 É x o d o , c a p í t u l o X X I I I , v e r s í c u l o 2 4 ; c a p í t u l o X X X I V, v e r s í c u los
13-14; Deuteronomio, capítulo VII, versículos 5-25.
DERECHO HEBREO

3º, Amenaza con total exterminio a los que desobedeciesen esta vo-
luntad12.
3. — LA BLASFEMIA Y LA IDOLATRÍA . — El Dios hebreo era el
Jefe del Estado Judío, el rey del pueblo, y cuando alguien inten-
taba seducir a un individuo o a toda una colectividad para adorar a
otro Dios, o para incurrir en idolatría, eso importaba en realidad un
delito contra el Estado.
Con este criterio la ley bíblica era inexorable con aquellos in-
dividuos y aun comunidades, que adorasen divinidades paganas o
descuidasen los numerosos preceptos para el cumplimiento de los
deberes del culto. Aquellos que incurriesen en transgresión de las
normas no podían esperar ni blandura, ni tolerancia de parte de la
sociedad que al reprimir tales crímenes de lesa majestad divina, no
hacía más que salvaguardar su propia existencia, eliminando a los
gérmenes malignos de su seno. No en vano los tres primeros
preceptos del Decálogo, proclaman de una manera que no deja lugar
a dudas, la obligación de adorar a Dios exclusivamente y con preferencia a
todas las demás cosas; no tomar su santo nombre en vano, y no violar el
Sábado. "Desde que el Señor eligió por pueblo suyo a los
descendientes de Abraham y contrajo con ellos aquella alianza
solemne, declaró que El sólo tenía derecho a su adoración y a sus
obsequios, prohibiéndoles que se los tributasen a las divinidades
de otras naciones y que conservasen su imagen esculpida en piedra
o madera bajo la forma de un hombre, de una mujer, de un astro, de
un reptil, de un pez, de un cuadrúpedo o de un pájaro ; y les ordenó
al mismo tiempo que derribasen los altares de todas las divinidades
extranjeras, que destruyesen y rompiesen sus esta-tizas y las
entregasen al fuego, que no se aprovechasen bajo ningún pretexto
del oro o la plata de que habían sido hechas ni de ninguna de las
demás cosas en que habían servido al ídolo, que no fabricasen dioses
con esos metales, y que si a El se le erigía algún altar de piedra,
debía ser ésta sin labrar y sin que la hubiese tocado el cincel ni
ningún otro instrumento, porque esto hubiera sido mancharle. Y por
último, amenaza con un total exterminio a todos aquellos que se
atrevan a desobedecer su voluntad soberana" 13.
El Talmud no abolió la última pena para los crímenes que se
cometen contra la divinidad, pero a base de interpretaciones que
en muchos casos llegan a ser enteramente capciosas, introdujo di-

1 2 É x o d o , c a p i t u l o X X I I , v e r s í c u l o 2 0 ; De u te r o no mio , c a p i t u l o I V,
versículos 3, 4, 24 y 25.

13 PASTORET: Obra citada, páginas 258 y 259.


MATEO GOLDSTEIN

ferenciaciones que si no eliminaron todos los delitos de ésta índole, al


menos hicieron más difícil llegar hasta la ejecución del reo.
Bástenos dar un ejemplo para aseverar lo dicho. De acuerdo a
la ley bíblica 14 , aquel a quien se probaba haber cometido una
blasfemia, era castigado de muerte, sin establecer distinción acerca
de su calidad de israelita, extranjero o prosélito. La Ley rabínica
introdujo una variante que hacía casi inexistente el mencionado
delito: según la Mishná, el que blasfema no es condenado a muerte,
sino cuando ha pronunciado el nombre de Dios.
En otro pasaje la Mishná establece nuevas discriminaciones,
tendientes siempre a la abolición de la última pena. "El que rinde
culto a las divinidades paganas —se dice— es condenado a muerte,
sea que les rinda el culto que sus adictos les rinden ordinariamente,
sea que sacrifique un animal en su honor, sea que le ofrezca la
ktoret (perfume) o el neseh (libación de vino) o que se posterne,
etcétera. Es prohibido jurar o hacer un voto en el nombre de estas
divinidades, pero no se es condenado, por ello, a muerte."

4. — ELIMINACIÓN PAULATINA DE LA APLICACIÓN DE LA PENA DE


MUERTE. — El Talmud es minucioso en la investigación de los
delitos, fundado en el propósito de sus redactores de eliminar hasta
el máximo los casos de una ejecución. Por eso resultan extrema-
das las consignas que se encuentran en él para llegar a la com-
pr oba ci ón pl ena de ha berse com eti do un crim en contra la Di-
vinidad.

5. — DISCRIMINACIÓN EN LOS DELITOS CONTRA LA DIVINIDAD. —


La Mishná (fol. 67) expresa al respecto: "El seductor que afirma de
que existe una divinidad en tal lugar, que come, bebe, hace tal
bien o tal maleficio, es condenado a muerte. Ha y una diferencia
entre el seductor y los demás culpables de un crimen: ellos deben ser
advertidos por los testigos, los cuales no se ocultan para asistir al
crimen sin conocimiento del culpable; el seductor hace excepción:
se le ponen testigos a escondida y no hay necesidad de advertirlo.
He aquí como un testigo debe conducirse frente a un seductor: Si
él se dirige a dos personas para seducirlas (tentarlas), esta s dos
personas han de ser los testigos del delito. Pero si se dirige a una
sola persona, esta persona ha de decirl e: Yo conoz co a otra s
personas que querrán seguirte, es preciso que les hables. Si el
seductor es tan sagaz como para no querer exponerse a hablar a
varias personas, aquella a quién se dirigió al comienzo debe procurar

1 4 L ev ític o, c a pí t ul o X XI I , v er sí c ul os 2 , 3 y 1 0 ; N úme r o s, cap í t ulo


XVIII, versículo 7.
DERECHO HEBREO

conducirlo hacia el lugar donde los testigos deben encontrarse


escondidos. Entonces la persona debe decirle: Repíteme lo que me
has dicho antes a propósito de la Divinidad. Si el culpable lo repite,
la persona en cuestión ha de buscar de apartarlo del mal camino,
diciéndole: ¿Cómo quieres que abandonemos nuestro Dios, que está
en el cielo, para seguir a divinidades que no son más que barro y
piedra? Si el seductor se arrepiente y cambia de parecer, se l e
absuelve. Pero si insiste, diciendo que es absolutamente necesario
adoptar la divinidad pagana, los testigos que se hallan escondidos en
el lugar y que oyen sus palabras, están forzados a conducirlo ante
el tribunal."

6. — LA BLASFEMIA Y EL DELITO DE SEDICIÓN. LA HECHICERIA. —


La blasfemia configuraba un verdadero delito que se castigaba con
la pena más severa; no existía discriminación, a este respecto,
entre el extranjero, el prosélito o el ciudadano15 . Pero —según
señala Pastoret— "como el Legislador quería que en caso de duda se
estuviese más por la inocencia que por el delito del acusado, no se
imponía aquella pena sino cuando expresa y distintamente se
había blasfemado el nombre de Dios; y así, el que no había
pronunciado este nombre augusto, se libertaba del castigo de la
ley" 16.
Es interesante destacar que tanto la Ley hebrea como la asiria
comprendían en un mismo delito la blasfemia y la sedición (mal-
decir al príncipe, dice el Éxodo, cap. XXII, vers. 28); de est e
modo se asimilan el crimen de lesa divinidad al de lesa majestad.
La explicaci ón es dada por A. Rossenvasser, al señalar que la
"blasfemia y la sedición son considerados como delitos parejos por
los antiguos y también por los hombres de la Edad Moderna, se-
guramente porque la realeza era estimada sagrada o de origen
divino. Con el relato del incidente de Naboth 17 puede apreciarse
cómo ambos delitos se confunden en uno solo en el lenguaje popular y
judicial, pues allí se emplea la expresión blasfemar a Dios y al
rey para referirse al delito de lesa majestad".
Los pueblos del Oriente fueron todos afectos a las artes de la
magia. En la India las encontramos, profundamente impregnadas
de la religión estática: el brahman poseía las extrañas virtudes de
los conjuros y de las maldiciones; sabía de las cosas ultraterrenas y
poseía ciertos poderes esotéricos. La casta sacerdotal egipcia era
toda ella poseedora a título único y exclusivo de toda la ciencia

15 Levítico, capí tulo X XI V, v ersí cul os 11 , 14 y 16 .


1 3 M is h n á , d e S a n e d r í n, t om o I V, c a p í t u l o VI I . 17
1 Reyes, capitulo XXI, versículo 1 y siguientes.
MATEO GOLDSTEIN

infusa, una expresión de fuerzas que estaban más allá del bien y
del mal. ¿Y qué decir de Babilonia? La magia negra imperaba om-
nipotente en una sociedad depravada y entregada a los placeres que
al espíritu puro y casto agobian. Chichot, citado por Capdevila en
su libro "Ciencia de la Mitología", considera dos formas religiosas
en la Caldea: la oficial y la popular, caracterizada ésta última por el
predominio de la hechicería. En todo caso, esta magia puede
afectar a su vez dos formas: la del rito que procura algún bien
(lluvia, paz, buenas cosechas), o la del conjuro que tiende a pro-
ducir algún dañe, desde un mal de amores hasta la muerte. Esta
última es la llamada magia negra y engendra sin duda la industria
de la perversidad. El oficio de la bruja se vuelve muy pronto prós-
pero, y cien filtros y brebajes enloquecedores son puestos en el
mercado de los odios...
En Babilonia hay así hechiceros "oficiales" y "privados": los
primeros son respetados y llenan la función de altos dirigentes
del pueblo. Sólo a los aficionados, se les condena a la última pena.
Israel, en cambio, desconoce toda clase de hechicerías. La
Biblia condena, enérgicamente, la brujería y la adivinación. Y sin
reparo ni atenuante, el Éxodo dispone: A la hechicera no dejarás
vira. (Cáp. 22. V. 18). La consigna es breve y clara y constituye
desde luego, el primer intento en la historia de eliminar la funesta
influencia de tendencias arraigadas en la infancia de la humanidad,
que se tradujeron en intolerancia y odio, en hoguera y en sangre.
La ley asiria —análoga en apariencia a la bíblica, en cuanto
reprime la magia maléfica—, y cuyos alcances acabamos de explicar,
expr esa, en cam bi o: Si un h om br e o una m ujer hi ci er en pr e-
paraciones mágicas y fueren encontradas en sus manos y el cargo
de la prueba fuere en su contra, ese hombre o esa mujer sufrirá
l a m uert e. El Códi go de Ha mm ura bí , expr esa : Si a lgun o a cu-
sare a otro de hechicería y no pudiere probar su cargo, el acusado
de hechicería irá al río y se meterá en él; si el río lo venciere, el
acusador tomará para si la casa del acusado. Si el río lo declarase
limpio y fuere absuelto, el acusador sufrirá la pena de muerte. El
que se metió en el río tomará para sí la casa del acusador... He
aquí como la ley babilónica pretendió castigar con recursos mágicos, a
los que practicaban la magia negra.

7. — INOBSERVANCIA DE LAS FIESTAS. VIOLACIÓN DEL SÁBADO.


— No era menos rigurosa la ley en lo referente a la observancia
de las fiestas religiosas: el Levítico y Números contienen severas
imposiciones contra los que no ayunasen el Día del Perdón; el
Éxodo condena al que no respeta las ceremonias y privaciones
de la Pa scua. La fa lt a de obser van cia del Sá ba do con st it uía
DERECHO HEBREO
el más grave de los delitos contra la divinidad y la ley, cuya in-
fracción se pagaba con la vida. Es preciso conocer la trascendencia
que el individuo israelita asignaba a sus festividades y en especial a
la del Sábado, para justificar la dureza con que toda transgresión
era castigada 18.
Muchos y muy numerosas acepciones del Sábado, encontramos en
la literatura y en la filosofía de los hebreos. En verdad, no se trata de
una festividad cualquiera, ni un día de mero descanso hebdomadario,
análogo al domingo de los cristianos, o la viernes de los musulmanes. El
Sábado hebreo es algo más, sin que por ello deje de adjudicarse
también la función de un día en la semana en que el Creador y la
criatura reposan, física y espiritualmente. La mayoría de los
investigadores del origen del sábado se han puesto de acuerdo en
que siendo entre griegos y latinos el día de Saturno, el primer día
de la semana, consagrado a dicho luminoso planeta —que había
estimulado la imaginación religiosa del hombre antiguo— el
sábado constituye una reminiscencia de aquel día de fiesta y de
descanso. Pero ¡Qué distinto es el Sábado judío de la celebración
ruidosa, báquica, desenfrenada, con que griegos y romanos celebraban
su descanso general hebdomadario! Ni el ayuno, ni los desenfrenados
bailes, ni los excesos sensuales caracterizan su celebración, sino el
descanso del trabajo, dice Hermann Cohen, refiriéndose a la
Significación del Sábado.
Al principio habrá sido una pausa en el trabajo, para el pa-

18 " De sde l os tie mp os bíbli cos más r emot os - dic e A BRA HAM MENES-ea
destaca particularmente el día sábado. Ninguna festiv idad más apropiada rara
regular la v ida s oci al y cultur al que el sába do, día de re pos o normal en la
se mana de sie te días . De ahí q ue no sea una ca sualid ad qu e el cri s tianismo,
que renunció, de un modo general, a los preceptos judaicos, haya
c ons e r v a d o. s i bi e n e n for ma mod i fi c a d a , ju s t a me nt e e l dí a s á b a d o. De
esta ma nera el s ába do s e ha c onv er tid o en p art e int egrante de todo e l mo-
derno mu nd o civ iliza do. Hoy ape na s p od emos imag inar nos una v ida civ ili-
z a d a s i n u n d í a d e r e p os o nor ma l , s e a e l s á b a d o o e l d o mi ng o... C on e l
tie mp o, l os motiv os social es y naci onal es fu sionár onse ar móni ca me nte . El
sábado s e hizo si multánea ment e símb olo d e la libertad social y de la libertad
naci onal. Con el a ndar d el tie mp o el s ába do fue ad quirie nd o cada v ez ma y or
s i g ni fi c a c i ón e n l a v i d a j u d í a . El l u g a r d e l T e m p l o y d e l os h ol o caus tos
v inieron a ocuparl o, a parti r de la ca utiv idad d e Babil oni a, la s si nagogas y las
oraciones. En las reuniones religiosas de los sábados se leían s i ste má t i ca me nt e ,
a d e má s d e l a s p r e c e s ha bi tu al e s , ca p ít ul os d el Pe nta teu co y de l os
Pro feta s. Hoy dí a, e n la ép oca de l a i mp re nta , d e la pr e ns a y de la
educación popular generalizada, ape nas si p odemos i maginarnos la
for mid abl e infl ue ncia e duc ativ a y cultur al que ta les l ect ura s sist e máti cas
debían de ejercer sobre el desarrollo intelectual de las grandes capas popu-
lares judías. Durante toda la semana el judío se nutria espiritualmente del
sába do. Y no será una hip érb ol e, segur amente , si afir ma mos que si n el sá-
bado la supervivencia judía en la diáspora apenas podría haber sido posible."
MATEO GOLDSTEIN

trono como para el obrero, el criado, el siervo y la bestia. Pero en el


correr de los tiempos, el "sábado se convirtió en el fundamento de
la profecía, y fue grabado en los Diez Mandamientos como el
imperativo moral y social más elevado. Recordad el día sábado para
santificarlo..., así lo ordena el libro del Éxodo a las clases
afortunadas. Y el autor del Deuteronomio, de una tendencia social
evidente —tal vez el mismo profeta Jeremías— ya nos brinda toda
la explicación social del sábado: Para que tu esclavo y tu sierva
descansen igual que tú... Tu mismo has sido un esclavo en
Egipto (recuerda el autor de los Diez Mandamientos), y por ello
habrás de dejar en libertad a tu esclavo un día por semana y
transformarlo en un hombre espiritual... Durante seis días trabajó
el Todopoderoso cuando creó el inundo, y al séptimo día
descansó, así nos explica el autor del libro del Éxodo —un tanto
más ingenuo— la base filosófica natural del sábado. En la
actualidad entendemos muy bien que los esclavos y las siervas
descansaban durante el sábado no porque Dios haya descansado,
sino por el contrario: "el Dios de la misericordia y de la venganza"
vió como los oprimidos descansan durante el sábado, y eligió
también El este día sagrado del sábado como su gran día... El ideal
del profeta, el gran sábado, la redención de la humanidad, no se ha
realizado, porque la extraordinaria historia judía ha sido truncada
en el período de su mayor brillo, en la época de la aparición del
cristianismo. El sábado salió al destierro, al galut, conjuntamente
con el pueblo de Israel; allí se despojó de su manto revolucionario
y comenzó a brillar en su santidad espiritual..." Así define el
sábado, un socialista judío, Najman Sirkin. El ortodoxo también
tiene una explicación del sábado hebreo, como la tiene el liberal y el
librepensador... ¿Cómo sorprenderse, entonces, de que la violación
de la santidad del sábado haya sido penada como un verdadero
crimen, el más monstruoso?
II. — DELITOS QUE EL HOMBRE COMETE CONTRA SUS SEMEJANTES

8. — DELITOS DE LOS HIJOS CONTRA SUS PADRES. — En primer


término se debe tomar en consideración los delitos que el padre co-
mete contra su hijo y de éste para con sus padres. "El legislador
de los hebreos —apunta Pastoret— imitado en esto por el de Persia
y l os de los griegos, creyendo, sin duda, que jamás podría haber
h om br e t a n bá r ba r o q u e c om e t i e s e e l c r i m e n h or r i bl e d e l
parricidio, no le señaló ninguna pena 19 . Pero la ley establecía se-

1 9 S e g ú n T . S A L V A D O R ( H i s t o i re d e s I n s t i t u t i o n s d e M o i s e ) , e l p a r r i c i -
dio no ha sido previsto por la ley israelita, aunque el Egipto tenia una ley
DERECHO HEBREO

Veras penas para los hijos que maltratasen, de palabra o de hecho a su


padre o madre. Y el que hiriese a su padre o madre, morirá; igualmente el
que maldijese a su padre o a su madre, morirá20; el hijo que matrataba a
su padre debia perder la vida sofocado. El Código de Hammunabi (195)
establecía: El que hiere a su padre, le será cortada la mano.
El Deuteronomio21 establece: Cuando alguno tuviere hijo contumaz y
rebelde, que no obedeciere a la voz de su padre no ala voz de su madre, y
habiéndolo castigado, no les obedeciere, entonces tomarlo han su padre y
su madre y lo sacaran a los ancianos de su ciudad, y ala puerta del lugar
suyo; y entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearan con
piedras y morirá.
Las hijas se hallaran exentas de esta pena, por considerar que moisés
solamente se refirió a los sexos masculinos. Ya hemos dicho que moisés
procuro atenuar el castigo y ordeno que este debía llevarse a ejecución
solamente con el consentimiento de la madre, y estando ambos padres
contestes podían perdonar al hijo y llevarlo ante los jueces.
Los intérpretes de la ley han insistido en que el derecho de vida y
muerte asignados por la Biblia a favor del padre sobre su hijo pervertido,
no fue ejercitado nunca de una manera absoluta; por lo menos en tiempos
de moisés y aun con posterioridad22.

que ordenaba desgarrar los miembros de los cuerpos y extenderlos sobre espinas; luego,
quemarlos. Probablemente, esta laguna obedece a la razón que nos da PASTORET.
El infanticidio, permitido y hasta aconsejado entre los pueblos de la antigua
Grecia, por razones eugenésicas, no aparece citado tampoco en el Pentateuco. La ley
egipcia contra el infanticidio consiste en atar, durante tres días y sus noches, al
culpable, junto al cadáver. Pero si bien la Biblia no se refiera expresamente al
infanticidio, disposiciones particulares y preceptos de la ley rabínica podían aplicarse a
este crimen, entre los hebreos lo mismo que con referencia al aborto, que se
consideraba un crimen cuando era voluntario y carecía de otra causa que la de evitar la
multiplicación de la especie. Además, el hombre que osase robar un niño para venderlo
como esclavo, estaba expuesto a la pena de muerte.
20 Éxodo, capítulo XXI, versículos 15-17; Levítico, capítulo XX, versículo 9.
21 Deuteronomio, capítulo XXI, versículo 18, 19 y 21.
22 El niño perverso y rebelde que es castigado según la Biblia (Deuteronomio,
capítulo XXI, versículo 18-21), debe ser mayor, y, por otra parte no debe ser un hombre
hecho y completamente desarrollado físicamente. No puede caer, entonces, dentro de la
ley bíblica a partir de la aparición de rasgos de mayoridad física. Esta ley no se aplica a
la (Tratado Sanedrín, fol. 68)
Pero en una beraita, del mismo Tratado (fol.71) se lee que la ley bíblica
concerniente al niño perverso y rebelde no fue jamás aplicada, ni lo será. De la misma
manera, se dice en que otra beraita, que nunca fue aplicada
MATEO GOLDSTEIN

Pero del hecho de que la facultad legal de vida y muerte so-


bre los hijos no haya sido ejercido nunca entre los hebreos, o en
muy contados casos, no significa que la Ley no lo autorizase; al
menos nos da una idea de las atribuciones supremas que le asig-
naba al jefe de la familia, quien era simultáneamente caudillo, juez y
sacerdote. La amplitud de sus derechos sobre los integrantes del
hogar, y sobre el patrimonio, eran absolutos y exclusivos, tan sólo
morigerados por influencia de la moral y de la costumbre.
Esta amplitud de potestades no ha sido, por cierto, una carac-
terística de Israel. Según el testimonio de eminentes historiadores y
jurisconsultos, citados por Fustel de Coulange en la Ciudad An-
tigua, en Roma, Grecia y en la India la autoridad paterna era
igualmente absoluta. "El derecho de justicia, que el jefe de la fami-
lia ejercía en su casa, era completo y sin apelación. Podía condenar a
muerte como el magistrado en la ciudad; ninguna autoridad tenía
derecho a modificar sus decisiones". "El marido, dice Catón el
Viejo, es juez de su mujer; su poder no tiene límites; puede lo que
quiere. Si ella ha cometido una falta, la castiga; si ha bebido vino,
la condena; si ha tenido comercio con otro hombre, la mata". El
derecho era el mismo respecto a los hijos. Valerio Máximo cita a un
tal Atilio, que mató a su hija, culpable de impudicia, y todos
conocen el caso de aquel padre que condenó a muerte a su hijo,
cómplice de Catilina.
“Los hechos de esta naturaleza son numerosos en la historia
romana. Sería forjarse una idea falsa creer que el padre tuviese
derecho absoluto de matar a su mujer y a sus hijos. Era su juez.
Si los condenaba a muerte sólo era en virtud de su derecho de
ejercer la justicia. Como el padre de la familia sólo estaba some-
tido al juicio de la ciudad, la mujer y el hijo no podían tener otro
juez que él. En la intimidad de la familia era el único magistrado”.
En los comienzos ocurrió lo mismo en Israel. Pero al adveni-
miento de Moisés el derecho absoluto de vida y muerte se trans-
formó en condicionado; paulatinamente se debilitó, hasta esfumar-

la ley bíbli ca qu e or de na la d estr uc ción de toda una ciud ad p or el cri me n d e


p a ga ni s mo (De ute ro no mio , c a pí t ul o X II I , v er s í cu l os 1 4 -17 ) . En a mb os
casos, explica la Guemará, se trata de simples ejercicios literarios.

" Se adv i er te — di ce R A BI NO WI C Z, c ome nt and o es t os p re c ep tos d e u na


crueldad inaudita , aunque jamás se haya dad o cu mplimie nto a las pe nas—l a
d i fe re ncia d e l as c ost u mbr e s y d e l a c iv ili za ci ón t al mú di ca . No s e c om-
prendía en es ta é poca qu e los p adr es haga n lapi dar u n hij o aunqu e fuera
p e rv er ti do; no se c omp re ndía qu e u na ci ud ad e nt er a p ud ie s e c onv er tir se al
pagani s mo, y que se llega se a d es truir toda u na ciud ad . La l ey d el hijo
rebelde y de la ciudad seducida se han v uelto ininteligibles y en v erdaderos
anacronismos."
DERECHO HEBREO

se en una leyenda. Por eso sostienen los doctores rabínicos que el


derecho de muerte impuesto al hijo no se aplicó jamás.

9. — DEL HOMICIDIO Y DEMÁS DELITOS QUE TIENEN RELACIÓN


CON EL . — La Biblia, en numerosos pasajes castiga el homicidio con
la pena capital. Pero a fin de llegar a la sentencia condenatoria,
establece una serie de preceptos que rodean el proceso de toda
suerte de garantías. Por lo pronto, el homicidio debía ser probado
con no menos de dos testigos 23 . Los parientes de la víctima se ha-
llaban autorizadas, en determinadas condiciones, para vengarla,
produciendo la muerte del culpable24.
La Biblia y el Talmud reconocían otra clase de homicidio: el
que se realizaba sin intención, el homicidio involuntario. Según la
Biblia, el homicidio involuntario no era nunca castigado con la
muerte; el culpable podía refugiarse en alguna ciudad de asilo o
huir. El Libro Números 25 , el Deuteronomio26 y Josué 27 estatuían la
creación de ciudades donde podían asilarse los culpables de ho-
micidio involuntario, sean israelitas o extranjeros. Seis ciudades de
la Palestina gozaban de esta condición: Beser, Ramoth, Gaulón,
Cades, Sichem y Cariatharbide o Hebrón, y se hallaban unidas entre sí
por buenas vías de comunicación a fin de que los fugitivos pu-
dieran acogerse rápidamente al derecho de asilo.
Si el refugiado había cometido el delito mediando odio o re-
sentimiento con la víctima, el derecho de asilo se desvanecía, pues
podía ser requerido por los parientes y ser objeto de la venganza de
éstos. En las ciudades de asilo, los refugiados debían permanecer
hasta la muerte del Sumo Sacerdote, pues no se les permitía volver
antes a su residencia28.
En caso de solicitar la presencia del reo para ser juzgado en
lugar donde cometió el delito, se le conducía fuertemente custo-
diado y resultando de la sentencia que el homicidio fue involun-
tario, le retornaban inmediatamente a la ciudad de asilo29.
A través de la legislación mosaica hallamos varias especies de
homicidio involuntario: el que mató sin armar ninguna acechanza

2 3 N úme r o s , ca p ít ul o X X X V, v e r sí c ul o 3 0 ; Gé ne s is, c a p ít ulo I X , v e r-


s í c u l o 6 ; É x od o , c a p í tu l o X X I v e r s í cu l o 1 2 ; L e v ític o , c a p í tu l o X X I V, v e r-
sículos 17 y 21.
2 4 N ú me r o s , c a p í t u l o X X X V , v e r s í c u l os 1 6 y 2 1 ; De u te r o no mio , c a-
pítulo XIX, versículo 11; Éxodo, capítulo XXI, versículo 14.
25 Números, capítulo XXXV, versículos 11 y 15.
26 Deuteronomio, capítulo XIX, versículo 4 y siguientes.
27 Josué, capítulo XX, versículos 3 y 9.
28 Números, capítulo XXXV, versículos 24 y 25.
29 Números, capítulo XXXV, versículos 24 y 25.
MATEO GOLDSTEIN

(por desgracia, error o mera casualidad) 30 ; el que ha sido moti-


vado por una de aquellas casualidades que no pueden de ninguna
manera prevenirse y, por ende, sin culpa; el que parece ser efecto
de una casualidad, pero que realmente lo fue con intención, como si
alguno tirase una piedra a un paraje público donde hubiese mucha
gente y la dirigiese precisamente hacia el lugar donde se hallaba
aquel a quien quería eliminar, aunque esto no pueda probarse. En los
dos primeros casos, el culpable gozaba del derecho de asilo; el
último no gozaba de este privilegio y podía encontrar el castigo en
manos de cualquier pariente de la víctima.
Los talmudistas eximían de la última pena a los responsables
del homicidio por imprudencia. Así lo disponía el Tratado Sanedrín
(fol. 78), complementado por el Tratado Macót, que prescribía
(fol. 7): "Los homicidas por imprudencia, si no son liberados son
internados en las ciudades de asilo". El mismo Tratado (fol. 7)
prescribe: "Está escrito que si un individuo ha muerto a otro sin
saber, él se va a las ciudades de asilo. Un pagano o el esclavo de
un pagano, que haya matado a un judío, por descuido, va también a
las ciudades de asilo; un judío va a las ciudades de asilo, si ha
muerto por descuido a un pagano o un esclavo pagano (igual que si
hubi ese muert o a un judí o)" (fol. 8). Asimi sm o di spon e la
Mishná (fol. 78): "Si un individuo tiene la intención de matar a
un pa gan o (en t i empo de guerra ) y h a m uer t o a un judí o, es al
suelto."
El ya citado Tratado Macót establece los casos en que el cul-
pable de un homicidio por imprudencia tiene derecho a ser inter-
nado en las ciudades de asilo : el que ha muerto a un individuo por
descuido (imprudencia) ; si hizo descender objetos pesados o instru-
mentos cortantes, que han escapado de sus manos, cayendo sobre
un individuo y le produjeron la muerte: o bien, si el autor ha des-
cendido por una escalera y ha caído sobre una persona ocasionán-
dele la muerte, en ambos casos es condenado a la internación. Pero
si el causante subió objetos pesados o cortantes que se le han esca-
pado de la mano cayendo sobre un individuo y matándole; o si
subiendo sobre una escalera cae sobre un individuo y lo mata, no
es condenado a la internación. Regla general: Si es descendiendo
una escalera que el causante de la muerte la ha provocado, hay
internación; si ello ocurre, ascendiendo la escalera, no hay condena.
Asimismo, la Mishná establece que el hijo que ha muerto a su
padre por imprudencia o si éste último ha causado la muerte del
hijo, en análogas circunstancias, ambos son condenados a la inter-

30 Éxodo, capítulo XXI, versículo 13; Números, capítulo XXXV, versículo 22.
DERECHO HEBREO

nación. Toda persona que ha causado la muerte de un israelita por


descuido, así como todo israelita que ha muerto a una persona, sea o
no israelita, van a las ciudades de asilo.
El Talmud reconoce otra clase de homicidios, que no son pu-
nibles: son los homicidios por legítima defensa. Así el Sanedrin
(fol. 72) esta blece que se tiene el derecho de matar al que s e
introduce al domicilio con efracción, salvo cuando se tiene la cer-
tidumbre de que el intruso no lleva la intención de matar. Si el
ladrón se introdujo por una puerta abierta, no se le puede dar
muerte sin advertírselo y sin que haya convencimiento de que se
apresta a matar. Si un hombre atacado mata a su agresor, mien-
tras puede evitarlo, merece la pena de muerte, sentencia el Sa-
nedrín (fol. 57).
De este modo se legisla una de las figuras más importantes del
Derecho penal, la que se refiere a la conservación de la vida propia y
de la ajena, evidenciando hasta donde llegó la previsión del le-
gislador en salvaguardar la p ersona humana y su absoluta integri-
dad, basado en el precepto de los Diez Mandamientos, que dice: No
matarás.

10. — EL DELITO DE LESIONES .— Así como la legislación mo-


saica se preocupó, minuciosamente, de reprimir en toda forma la
supresión de la vida humana, sea de israelita, pagano o esclavo,
así también existen normas precisas y severas para castigar a aque-
llos que atentan contra la integridad de la persona, ya sea que ame-
nacen su vida o que le infieran daño en su salud y en sus atributos.
El Éxodo 31 establece: "Además, si algunos riñeren, y alguno
hiriere a su prójimo con piedra o con el puño, y no muriese, pero
ca yer e en cama;... Si se l evantare y anduvi er e fuera sobr e su
báculo, entonces será el que le hirió absuelto; solamente le satisfará lo
que estuvo parado y hará que le curen."
Como se advierte, en caso de sobrevivir el golpeado o lesio-
nado, a los golpes recibidos, la pena se reducía a una indemnización
por daños y perjuicios, al pago de los gastos de curación y al de la
ganancia dejada de percibir. Si un señor hiere a su esclavo,
dándole de golpes, será reo de muerte, dice el Éxodo 32 , pero si
sobrevive, debe dejarlo en libertad33 , igual que si por efectos de
golpes asestados le priva de un diente o de un ojo.
Respecto del delito de lesiones, la Mishná dispone: “Si un
individuo ha dado golpes a otro, y se ha juzgado estos golpes mor-

31 Éxodo, capítulo XXI, versículos 18 y 19.


32 Éxodo, capítulo XXI, versículo 20.
33 Éxodo, capítulo XXI, versículo 21.
MATEO GOLDSTEIN

tales; pero la víctima mejora, se juzga entonces que se halla cura-


da; pero, al fin su estado se ha agravado y la víctima de los golpes
fallece; en este caso el culpable es condenado a muerte." "Si un
individuo ha querido golpear a un hombre en una parte de su orga-
nismo donde el golpe no habría sido mortal, pero el golpe ha alcan-
zado el corazón, donde era mortal, el culpable no es condenado a
muerte ... Si él ha tenido la intención de golpear sobre el corazón,
donde el golpe habría sido mortal, pero el golpe se ha desviado
hacia un costado donde el golpe no es mortal, aunque la víctima
haya muerto, el culpable no es condenado a muerte... Si ha que-
rido golpear a un niño a quien el golpe habría muerto, pero el golpe
ha alcanzado a una persona adulta para quien no era mortal, aun-
que el adulto haya muerto, el culpable no es condenado a muerte...
Pero si ha querido golpear sobre una parte del cuerpo donde el
golpe habría sido mortal, y el golpe ha alcanzado el corazón, donde
es igualmente mortal, el culpable es condenado a muerte. Lo mismo si
ha querido golpear a una persona adulta para quien el golpe
hubiera sido mortal y si ha alcanzado a un niño que ha muerto
por efectos del golpe, el culpable es condenado a muerte."
Como regla general, los talmudistas han reiterado el concepto de
la indemnización pecuniaria, para el delito de lesiones, si bien le
han dado una máxima elasticidad. En el Tratado Babá Camá (8 o
Per ek), se l ee: "Si un in di vi duo l esi on a a una per son a, será
condenado a cinco pagos (indemnizaciones), es decir, además del
denominado nezek, el daño que él debe reparar, es condenado a
cuatro pagos más, que son: tzar, el pago por el dolo; ripui, el
pago por lo que es necesario para la curación; el shebet, por el
impedim ent o de tra ba jar, y por fin, el boshet, por la a frenta.
¿Cómo se estima el daño? Supongamos que el individuo ha hecho
perder el ojo a la persona o le ha roto una pierna: se estima el
valor que la víctima tendría sin la herida, si ella hubiera sido ven-
dida como esclavo por su trabajo, y el que tiene al presente; el cul-
pable pagará la diferencia. ¿Cómo se estima el dolor? Se estima lo
que un hombre como la víctima querría tomar para soportar tantos
sufrimientos. Hace falta también que el culpa ble dé lo que es
necesario para curar a la víctima. Si aparecen llagas en la parte
enferma, es necesario examinar si ellas son la consecuencia de la
herida y el culpable debe darle todo lo que haga falta para curar-
las; si ellas se cierran y vuelven a abrirse, el culpable está siempre
obligado a hacerlas curar. Pero si la herida se ha curado completa-
mente, el culpable no está obligado a ocuparse de su tratamiento.
¿Cómo se estima el impedimento para el trabajo? Supongamos que el
culpable ha cortado a la víctima la mano o el pie. Como ya ha
pagado el daño, es decir, el valor de la mano o del pie que se estima
DERECHO HEBREO

de la manera antedicha, no se le puede condenar a pagar por se-


gunda vez el valor de lo que la víctima tendría para ganar traba-
jando con la mano o con el pie; pero pagará lo que la víctima,
teniendo la mano o el pie cortado, habría podido ganar si no hu-
biera estado enferma o inválida como consecuencia de la herida.
En fin, es necesario pagar por la afrenta, donde el valor varía se-
gún la honorabilidad o la posi ci ón social del culpabl e y de la
víctima."
El mismo Tratado del Babá Camá dice (fol. 92): "El que hiere a
otro no obtiene su perdón, pagando lo que los jueces le obligan a
pagar; es necesario que él ruegue al herido que le perdone. El
herido, a su vez, está obligado a perdonar, de otro modo él es cruel y
sin corazón, porque Abraham, muy ofendido por Abimelech, le ha
perdonado34 . Si un individuo dice a otro: Reviéntame el ojo y el
otro lo hace, es condenado a los pagos; cuando el mismo herido le
ha indicado hacerlo, agregando expresamente que renuncia a los
pagos, el culpable es absuelto. Si un individuo dice al otro:
Desgarra mis vestidos, rompe mi cántaro, y si el otro lo hace, el
que lo hace, el es deudor del daño, pero si la víctima le ha dicho, al
hacerlo, que renuncia a las indemnizaciones, el culpable es absuelto.
Si un individuo induce a otro de herir a un tercero o de causarle
un daño, el que lo hace es condenado a los pagos."
Aquí creemos interesante destacar que el Talmud ordenaba a
aquel que causaba un daño o una ofensa en la persona de otro, de
pedirle perdón, y ordena, asimismo, al que ha perdido una pierna,
un brazo, etcétera, por acción de otro, a perdonarle, si el culpable
pide su perdón 35.
11. — O TROS DELITOS CONTRA LA VIDA. — La legislación mosai-
ca castigaba con la última pena el infanticidio, que constituía un
doble delito contra la vida: 1o, puesto que se suprimía una exis-

34 Génesis, capítulo XX. versículo 17.

3 5 El Cód ig o d e Hammur abi c onti e ne algu nas pr es cr ip ci one s a c er ca de


e s t a c l a s e d e d e l i t os , q u e g u a r d a n a na l og í a c o n l a s d e l a l e y i s r a e l i t a ;
a mba s l egi sl ac iones ap li ca ba n la Ley de Tal ión. Vea mos : 19 6) Si u n hombre
libre e cha re a per der el ojo d e u n hij o de hombr e li bre , su frirá la p ér d i d a
d e l oj o; 19 7 ) Si r ompi er e el mi e mbr o d e un homb r e l i br e , sufr i rá la r ot u r a
d e s u mi e mb r o ; 1 9 8 ) y 1 9 9 ) s e r e fi e r e n a l a l e s i ó n d e l oj o o d e l mi e mb r o
d e u n e s c l a v o; 2 0 0 ) Si u n h omb r e l i b r e s a c a r e ( hi c i e r e s a l t a r ) e l d i e nt e d e
u n homb r e d e s u mi s ma c o nd i c i ón ( r a ng o) , s e l e s a c a r á s u d i e nt e ; 2 0 1 )
Le g i s l a s o b r e i g u a l l e s i ón i nfe r i d a a u n e s c l a v o. La l e s i ón o he r i d a e n l a
m e j i l l a e s c a s t i g a d a c o n mu l t a ; 2 0 6 ) S i u n h o mb r e l i b r e hi r i e r e a ot r o
h o m b r e l i b r e e n r i ña j u r a r á : N o l o h e h e r i d o a s a b ie n d a s , y p a g a r a l a
a t enci ón méd ic a ; 20 9) Si u n homb re li br e hir ie re a u na hi ja d e un hombre
l ibre y con ell o l a hi ci ese abor tar , pag ará di ez sicl os de plata
MATEO GOLDSTEIN

tencia humana; 2 º , por lo que dicha vida podía llegar a significar


en el futuro, dentro del orden social. Según Josefo (Libro 29),
igual represión merecía el aborto voluntario, verdadero atentado
contra el Creced y multiplicaos que Dios había dicho, sobre cuya
interpretación estaba asentada toda la familia israelita. Y asimismo
se castigaba severamente la supresión deliberada del parto con mi-
ras a destruir una vida en gestación, si bien se toleraba la opera-
ción cesárea cuando peligraba la vida de la madre que engendró
un monstruo.
Para el autor de una lesión a una mujer grávida, que pudiera
ocasionar su muerte, la Biblia establecía como sanción la pérdida
de la vida; pero si los golpes o lesiones no hubiesen ocasionado la
muerte de la mujer embarazada, sino un parto prematuro, en tal
caso el marido de la mujer podía reclamar una indemnización del
culpable, fijada por árbitros.
Para la Ley israelita no solo el hombre era pasible de la pena
por la comisión de un delito contra la vida del prójimo. También lo
eran los irracionales. Los animales estaban sujetos a la pena del
homicidio, de igual manera que los seres humanos. Así el buey que
quitaba la vida a una persona, debía ser apedreado y muerto, y no
podía comerse de su carne 36 ; si se probaba que el dueño no lo en-
cerró, sabiéndolo capaz de hacer daño, pese a haber sido prevenido, se
le imputaba a éste el homicidio y era pasible de la última pena 37.

III. DELITOS CONTRA LA HONESTIDAD

12 . — E L DELITO DEL ADULTERIO . — Ningún sentimiento ha


estado más arraigado en la vida judía, que el de la castidad y de la
honestidad en el hogar. Estas dos columnas de la familia judía

p or e l a b or t o; 2 1 0 ) P e r o s i l a mu j e r mu r i e r e , s u hi j a ( l a d e l a u t or d e l a
lesión) sufrirá la pena de muerte.
36 Éxodo, capítulo XXI, versículos 28 y 31.
37 Éxodo, capítulo XXI. versículos 28 y 29.
Es i nte re s ant e b us ca r la s i ndu da bl es anal ogí a s qu e e xi st en e ntr e l a
Ley bíblica y la de otras legislaciones contemporáneas. El Derecho criminal
á r a b e e s t á b a s a d o e n e l C ód i g o d e M oi s é s , t e ni e n d o a mb os c o mo b a s e ,
aunque con div ersos alcances, la Ley del Talión, que constituye el principio
fu nd a me ntal d e t odos l os c ódig os pri mitiv os. Enc ontr a mos r e su mi d o tod o
e l Der e c ho c ri mi nal d e l os mu s ul ma ne s e n a lg u nos p re c ep t os d el Corá n
que transcribimos textualmente a continuación.
El derec ho de castigar p ertenecía al ofendid o, en primer tér mino, ejer-
c i t á nd os e e n e l c u l p a b l e o e n l a fa mi l ia ; s i no p od í a v e ng a r se e l c r i me n en
e l p a d r e , s e v e ng a b a e n e l hi j o o e n e l ni e t o. A c a u s a d e l a s v e ng a nz a s
interminables y crueles, se sustituyó con una compensación pecuniaria, pa-
gada a l os parie nt es d e l a v íc tima : d e es te mod o, del Tali ón o de la c om-
DERECHO HEBREO

aun hoy explican la perduración del individuo hebreo a través de


las vicisitudes que ha debido experimentar. La moral en el hogar y
las nobles y puras relaciones entre los cónyuges dentro del ma-
trimonio, ha merecido la preocupación minuciosa del legislador pri-
mero y de los comentaristas después. Admitiendo el divorcio como
un remedio heroico, la Ley mosaica ha pretendido que la convivencia
entre los esposos sea un ejemplo de elevada moral privada, que debía
sobreponerse a todas las tribulaciones y a las más anormales condiciones
de la existencia de Israel.
En consecuencia, los delitos contra la honestidad merecían el

p e ns a c i ón no ha p a s a d o ni e v ol u c i ona d o a ú n el De r e c ho c r i mi na l d e l os
árabes.
"Cu and o e jerz áis r epr esalia s , ha ced que sea n par eci das a l as ofe nsa s
que ha béi s re cibi do, p ero si pr eferís r eci birla s c on p acie nc i a, e st o apr ov e-
chará más a los que las hayan sufrido con paciencia. (XVI, 12T)."
" ¡ Oh, c re y e nt es ! La p ena d el Ta li ón os e st á pr es cr it a pa ra una mu erte,
hombr e libr e por hombre lib re , es clav o p or e scl av o y muj er p or muj er . A q uél
a q uié n ha hec ho una r e mi si ón de e s ta p e na su her ma no, de b e s er tr at ad o
c on hu ma ni da d. y él a su v ez d e be c u mpl ir ge ner os a me nte c on el que le ha
hecho aquella remisión. (II, 173)."
" Es e s t o u na a t e nu a c i ón p or p a r t e d e v u e s t r o Se ñor , y u n fa v or d e su
mis eric ordi a; pe ro cualq uiera qu e d es pué s v uelv a a c ome ter u n cri me n
parecido, será castigado con un suplicio doloroso. (II, 174) ."
" El q u e ma t e a u n homb r e , s i n qu e é s t e hay a ma ta d o u n homb r e , o
s e mb r a d o el d es or d e n en el p aí s , s er á t eni d o p or ma ta d or d e l gé ne r o hu -
mano; y e l que hay a d ev uelt o la v ida a un hombre , será c onsi dera do como si
hubiese devuelto la vida a todo el género humano. (V, 35) ."
" R e s p e c t o a u n l a d r ón y a u na l a d r ona , l e s c or t a r é i s l a s ma nos e n
r e t r i b u c i ón d e l a s ob r a s d e s u s ma n os , y c o mo u n c a s t i g o q u e p r oc e d e de
Dios. (V, 42)."
" Los c ome nt a d or e s —d i c e L E Bon— ha n a rr e gl ad o e l d e ta ll e d e t od o l o
c onc er ni ent e al pr ec io d e la sa ng re ; y e n c a so d e mue rt e v olu nt ari a , la
p e na e s d e mu e r t e . s i e l he r e d e r o d e l d i fu nt o no a c e p t a e l p r e c i o d é l a
sangre.
" En c a s o d e mu e r t e i nv olu nt a r i a , e l pr e c i o d e l a s a ngr e e s d e c i e n
camell os , y no pue de re hus ars e; el pr eci o de la s heri das ca mbia , seg ún l a
gravedad de estas.
De b en e l p re ci o de la sa ng re t odos l os par ie nte s de l ma ta d or, o t od os
l os i nd iv idu os de su fa mili a; y si e l ma ta d or no e s de s cub ie rt o, lo s atisface
la comu nidad a que pert enec e. Estas r eglas de muestra n la estr echa
s ol i da ri d ad q u e d e be e xi s ti r e ntr e l os ár a b e s d e l a mi s ma fa mi li a o d e l a
misma asociación.

"La muerte y las heridas son, según el Corán, c omo en la may or parte de
antiguas legislaciones, la única clase de crímenes que dan lugar a un resc a t e.
El la dr ón, p or e je mpl o, pi er d e, por pr i me ra v e z, l a ma no d er e cha , y e l p i e
i z qu i er d o, l a s e gu nda ; la cá r c el y l a mu ti la c i ón o l a hor c a s on la s p e na s
q u e a me naz a n a l os ba nd id os ; t od o a d úl t er o ha d e s e r a pe d re a d o, bien que
no puede condenársele, si no cuando cuatro testigos oculares afirma n e l
c i e l i t o, y e l mi s mo a c u s a d o l o c onfi e s a ; y l a i nfr a c c i ón d e be b e r v ino tiene
por c ast igo, o siqui era se cas tigaba antes , c on 40 la tigaz os ." — G. Le BoN: La
Civilización de los Árabes, página 200.
MATEO GOLDSTEIN

máximo castigo que no cejaba ni ante la pena de muerte, ya que,


como hemos dicho, nada estaba por encima de los sagrados atribu-
tos del hogar.
No cometerás adulterio, se lee en el Éxodo38 . No codiciarás la
mujer de tu prójimo 39 , está repetido en otro Libro 40 , son otros
tantos preceptos que demuestran la rigidez de la ley frente a quienes
vulneraban las bases morales de la familia israelita. Y preceptos como
estos los encontramos en abundancia dentro de la Biblia, cuya trans-
gresión acarreaba generalmente la muerte legal de ambos adúlteros.
Si bien la pena era invariablemente la misma, no siempre se la eje-
cutaba de la misma manera. Si el delito era cometido por una mujer
ya prometida en matrimonio, se la condenaba a la lapidación 41; si era
hija de un sacerdote, se le aplicaba la muerte por medio del fuego42.
Competía la acción por adulterio solamente al marido, primer
agraviado y responsable supremo de la dignidad de su hogar ; tam-
bién podía ser iniciada por el magistrado del lugar en caso de que el
marido haya permanecido ausente, o cuando por cualquier cir-
cunstancia se hallaba impedido de ocurrir ante los jueces.

13. — LA PRUEBA DE LAS “AGUAS AMARGAS”. — En caso de no


existir testimonio de la infidelidad de la mujer, el ingenio del le-
gislador, unido al primitivismo de la época, ideó un sistema de in-
vestigación denominado de las aguas amargas. Esta prueba reves-
tía un carácter religioso, y por carecer de todo antecedente en la
legislación. Nos eximimos de explicarla, dada su absoluta inge-
nuidad.
Pero para dar una idea de la gravedad que se asignaba al adul-
terio entre los israelitas, basta decir que todo el sistema procesal
penal, tan celoso de los derechos de la defensa y del testimonio, se
desvanecía cuando se trataba de acreditar el adulterio: no se pre-
cisaba más que un testigo ocular, y se admitía la relación de los
esclavos, de los sirvientes y de otras personas que la ley inhabili-
taba legalmente para aseverar un hecho cualquiera.
Además de la pena corporal, el adúltero era privado de sus
bienes y de todos los derechos pecuniarios que le aseguraba el
matrimonio, en beneficio del cónyuge inocente.
En esta materia, como en otras que tienden a asegurar la pu-
reza de las relaciones en el orden familiar, la ley había establecido

38 Éxodo. capítulo XX, versículo 14.


39 Éxodo. capítulo XX, versículo 17.
40 Deuteronomio. capítulo V. versículo 21.
41 Deuteronomio, capítulo XXII. versículo 24.
42 Levítico, capítulo XXI, versículo 9.
DERECHO HEBREO

como norma que los esposos no estuviesen manchados con aquellos


mismos delitos de que acusaban a sus esposas.
"Si es verdad —dice Pastoret, comentando la prueba de las
aguas amargas— que en muchos casos no tenía lugar la-prueba de
que estamos hablando, lo es también que muchas veces se usaba
en vano de aquella ceremonia. Según la opinión de la Guemará,
no tenían virtud las aguas, ni producían efecto en la mujer, sino
cuando el marido se hallaba inocente. Esto es, cuando él no había
incurrido en el mismo delito de que acusaba a su mujer, idea cier-
tamente moral, que producía dos beneficios: el de contener a los
maridos en su vida privada, y el de que éstos fuesen más circuns-
pectos en acusar a sus mujeres, pues, inspirándoles este temor sa-
ludable, se favorecía, así en el marido como en la mujer, aquella
fidelidad que es tan necesaria para la dicha del matrimonio" 43.
Este delito que las leves modernas castigan con harta suavi-
dad, pese a la honda trascendencia que tiene para la armonía con-
yugal y para todo el orden social —v que se ha transformado en
un delito de acción privada, el que sólo puede ser denunciado por
el cón y uge ofendido, quien puede perdonarlo— constituía uno de
los más graves de la legislación mosaica. Y tanto que era de los
pocos en los cuales se aplicaba la pena capital, sin perjuicio de las
sanciones de carácter pecuniario.

14. — D E LA FORNICACIÓN . — La Biblia ha adoptado las más


severas medidas punitivas para evitar la disolución del hogar y de
la familia, eliminando todos los motivos de infidelidad entre los
cón yuges. La misma enfática declaración de los Mandamientos:
No codiciarás la mujer del prójimo, se hace con respecto al delito
contra la honestidad que nos ocupa. No fornicarás, he aquí la má-
xima prohibición, cuya transgresión es sancionada con la pena de
muerte. El ayuntamiento carnal, fuera del matrimonio, era un de-
lito imputable solamente a la mujer, cuya conducta debía estar a
cubierto de toda suspicacia, y nadie más que el esposo se hallaba
obligado a custodiarla. Es interesante recordar, a este respecto, la
historia de Tamar. Hastiada de las postergaciones múltiples a que
se veía expuesto su matrimonio con Sela, tomó la firme decisión
de sorprender a Judá y obtener pruebas de su devoción; sabe que
éste debe ir con el mayoral de su rebaño a un lugar inmediato, a
celebrar con los demás pastores la fiesta de la esquila, e inme-
diatamente se despoja de sus vestiduras femeninas, se adorna como
una mujer de vida airada, se cubre el rostro con un velo y se ubica
en el camino que debía recorrer Judá, para provocar sus instintos.

43 PASTORET: Obra citada, pág. 282.


MATEO GOLDSTEIN

Judá descubre a una mujer desnuda, se acerca a ella y le denuncia


su deseo. Tamar accede y al poco tiempo aparecen las primeras
señales de su gravidez. Llegó esto a noticias de Judá, quien monta
en cólera e ignorando el incesto cometido con Tamar, la condena a
44
morir entre las llamas .
La Biblia refiere que los israelitas se abandonaban a la for-
nicación con las moabitas y medianitas, y la Mishná abunda en
ejemplos de la inflamada cólera de Dios por estos actos inmorales.
Pero ello no obstante, como ya hemos dicho, sólo la mujer era cas-
tigada por este delito. Si un judío pecaba con una idólatra, ésta
era condenada a muerte, y aquél a la pena de azotes. Si se abusaba
de una esclava —dice el Levítico 45 — , los dos cómplices eran azo-
tados con varas, pero no había condena a muerte de la mujer, pues
no era mujer libre.

15. — S EDUCCIÓN, VIOLACIÓN , RAPTO. — Así como en la for-


nicación sólo era castigada la mujer —a veces con la pena capital—
en el delito de seducción, solamente se castigaba al seductor. El
culpable de este delito contra la honestidad podía contraer matri-
monio con la seducida, si no había sido aun prometida, siempre
que el progenitor de ésta lo consintiese, si bien se obligaba a no
repudiarla 46. Si el padre de la víctima se oponía al matrimonio, el
seductor debía indemnizar mediante la entrega de una dote 47 y
además una multa por el daño moral. Dicha multa era graduada
según la posición social y económica de la doncella.
Ahora bien, si la víctima estaba comprometida ya en matri-
monio, al tiempo de la seducción, la pena era más severa, pues en
este caso se imponía a los reos la lapidación48.

44 Génesis, capítulo XXXVIII, versículos 12 y 24.


45 Levítico, capitulo XIX, versículos 20-22.
4 6 É xod o, ca p ít ul o X XI I , v er s í cu l o 1 6 ; De ute r o no mio , c a pí t ulo X X I I ,
versículos 28 y 29.
47 Éxodo. capítulo XXII, versículo 17.

4 8 De u te r o no mio , c a p í t u l o X X I I , v e r s í c u l os 2 3 y 2 7 . — La l e y b a b i -
lóni ca tie ne algu nas analogí as c on la l ey he brea . Los artí cul os 55 y 56 de
l a l ey a sir la di s pone n: " AR T . 55 . Si a lgu no for za s e o de s honr ar e a l a hij a
d e u n ho mb r e , u na v i r g e n q u e v iv e e n l a c a s a d e s u p a d r e y c u y a ma no
no ha s i d o p e d i d a a s u p a d r e . ..ha y a s i d o e n l a c i u d a d o e n e l c a mp o o de
noche en la calle o e n el gra ner o o en u na fi es ta de la ciuda d, el p adr e de
la v irgen tomará a la mujer del estuprad or y la entregará para ser pr os-
tituid a. El p adr e dará su hija al est upra dor como es posa . Si el est upra dor
no t u v i e r e mu j e r , d a r á a l p a d r e u n t e r c i o e n p l a t a d e l p r e c i o d e l a u na
v irg e n y el e s tu pra d or s e ca sa rá c on ell a ; no l a de s pe di rá . Si al p adr e no
a g ra d ar e ( d ár s e la p or e s p osa ) , r e ci b ir á el ter c io p or l a v i rge n e n p la t a , y
d ar á su hij a a qu ie n qui si er e ." "A Rt . 5 6. Si u na muj er s e ent re gar e a u n
hombre, el hombre jurará que ella se le entregó, y su mujer no será tocada.
DERECHO HEBREO

La legislación talmúdica castigaba pecuniariamente la seduc-


ción, siendo de destacar que el Derecho romano no sancionaba tal
atentado, sino cuando revestía, además, los caracteres de estupro o
de rapto.
El Tratado Babá Camá (Perek III ) está dedicado a los delitos
de seducción y rapto. El que seduce una virgen es condenado a tres
pagos (indemnizaciones): por la afrenta, por los daños que ella ha
sufrido con el acto carnal (pegara) y la multa de cincuenta si-

El s edu ct or dar á el tercio, el pre ci o de una v irgen e n plata , y el padre tr a-


tará a su hija como quisiere."
Ca b e r e c or d ar qu e s eg ú n u na l ey d e Sol ón, ent r e l os g ri egos e l q u e
r a p t a s e u na mu j e r l i b r e y l a s e d u j e s e , d e b í a p a g a r u na mu l t a d e c i e n
d r a c ma s ; e n c a s o d e s e d u c c i ón s ol a me nt e , l a mu l t a s e r e d u c í a a l a d é -
cima parte.
El Cód i g o d e Ha mmu ra b i ca s ti ga b a c on l a ú lt i ma p e na el a d ul t e ri o
c on mu je r ca s ad a, si end o e s ta p e na a pl ic abl e a amb os cu lpa bl e s. Pe r o la
l e y b a bi l óni ca ad mi t e e l p er d ón d el ma ri d o ofe nd i d o p ar a con l a muj e r y
d el r ey c on el a ma nt e d e ell a ... La l ey b ab il ónic a y l a a si ria nos p er mi te n
c ompr e nd er mej or el al ca nce d e l a l ey hebr e a. La moz a v irge n d es p osa da
es la mujer soltera prometida en matrimonio que vive en. la casa de su padre.
El C ód i g o d e H a m mu r a bi e nu nc i a e l c a s o a s í : " Si a l g u no f or z a s e a u na
muj er pr ometi da q ue v iv e e n ca sa de su p ad re y no ha c onoc id o v ar ón, y
d u r mi e r e e n su s e no y fue s e s or pr e ndi d o, e s e hombr e mor ir á y l a muj er
e s t a rá e xe nt a d e p e na ." La l ey a si ri a c ont e mpl a e l c a s o a sí: " A R T . 1 2 . Si
u na muj er ca s ad a p as ar e por l a c all e y al gu no la t oma re y le d ij er e: De ja
que me e c h e c o n tigo , s i e l l a no c ons i nt i e r e y s e d e fe nd i e r e e né r g i c a me nte
per o él la forzar e y yacier e c on ell a, s ea que fuer e s orpr endido sobre la
mujer ca sad a s ea qu e t es tigos decl arar en contr a él c omo ha biendo yaci do
c o n l a m u j e r , e s e h o m b r e m o r i r á y l a mu j e r e s t a r á e x e n t a d e p e n a ."
" AR T . 1 3 . Si u na muje r c as ad a s ali er e d e su ca sa y fu e se a l a ca s a d e al-
g uno, y é st e y ac ie re c on e lla sa bi e nd o q ue e s muj er c as ad a, é s t e hombr e y
ésta muj er morirá n." "A RT. 14 . Si algu no yaci ere c on muj er c asada , sea d e l
b ur de l de t e mpl o, s ea e n l a c all e , sa bi end o q ue el la e s muj er c as ad a, el
hombr e que hubi ere yaci do con ella s erá tra tad o c omo el mar ido dij ere q u e
t ra ta rá a s u muj er . Si el q ue ya ci ó c on l a muj er l o hu bie r e he c ho si n
s a be r q ue l a muj er e ra c as ad a , es ta rá e xent o de p e na ; el mar id o cu lp ará a
s u muj er y la tra ta rá como q ui si er e." "AR t . 1 5 . Si alg uno sor pr endi er e a
ot r o c on su muj e r y hu b ie r e c ont r a e l a dú l t er o ac u s ac i ón y pr u e ba , el
hom b r e y l a mu j e r mor i r á n ; no ha b r á c u l p a p or t a l mu e r t e ( a ná l og o a l
jure coesus est de la ley de las Doce Tablas). Si el adúltero fuere tomado y
traído delante del rey o de los jueces y hubiere acusaci ón y prueba contra
é l , si el ma rid o i mpu si e se a su mu je r la mue rt e , t a mb ié n da rá mue rt e al
homb r e ; p e r o s i mu t i l a s e la na r i z a s u mu j e r , ha r á e u nu co a l homb r e y
se le mutilará también todo el rostr o; y si dejare libre de pena a la mujer,
tambié n al homb re dej ará ir libre ." " ART . 16 . Si algu no s e ec hare con mu jer
casada indu cido por sus e ngañosas palabra s, no sufrirá cast igo; el ma r i d o
i nfl i ng i r á a s u mu j e r e l c a s t i g o q u e q u i s i e r e . P e r o s i a g a r r a r e a l a mujer
y yaciere con ella p or fuerza y se trajere acusa ción y prueba contra él,
sufrirá el castigo que se imponga a la mujer." — A. ROSSENVASSER: Obra
citada, página 156 (notas) y siguientes.
MATEO GOLDSTEIN

clos (escudos) impuestos por la Ley bíblica 49 ; el que la viola, paga


otro por el dolor. ¿Qué diferencia existe entre el que viola a la vir-
gen y el que la seduce?, se pregunta la Mishná. Las diferencias
son en forma expresa:
1ºEl que la vi ola paga por el dol or, y el seductor no paga
por el dolor (pero paga por la afrenta y por los daños y la
multa bíblica).
2 o El violador paga la multa bíblica de inmediato al padre de
la víctima, cuando él la desposará; el seductor paga esta
multa cuando no la desposa.
3o El violador está obligado a desposar a la víctima (si el
padre y la hija lo consienten, y no puede divorciarse ja-
más de ella); el seductor que ha desposado a la doncella, la
puede divorciar.
Atento a lo prescripto por la Mishná. la suma a pagar por la
afrenta varía según la posición social del hombre y de la mujer
que ha sido seducida o violada. Se estimaba la indemnización
pecuniaria en la misma forma que se avaluaban los daños materiales:
en éste caso se estima lo que la hija habría perdido de su valor si
se la vendiese como esclava. La multa bíblica permanece invaria-
ble, y es la misma para todas las personas, va que los talmudistas no
alteraron lo que la Biblia ha dispuesto al respecto.
La misma Mishná establece una regla muy original al respecto. Si
alguien se acusa a sí mismo de haber seducido una joven, o de
haber violado alguna, está obligado a pagar la indemnización por
la afrenta y por los daños, o el valor de lo que él ha violado, pero
no la multa impuesta por la Biblia en el caso de que la seducción o
la violación ha sido comprobada por otras personas. En todos los
casos el pago fijado por la ley era un castigo y excedía en valor al
daño causado, no siendo imponible a quien se acusaba a sí mismo.
El mismo Tratado Babá Camá, a que nos referimos ya, en su
capítulo IV, establece q ue si una joven ha sido violada antes de su
segunda mayoría, todo lo que el culpable del delito está obligado a
abonar, por los diversos conceptos expresados, pertenece en pro-
piedad a su progenitor. Si éste ha muerto después de la condena
del culpable, la indemnización pecuniaria corresponde a los herma-
nos de la víctima como herederos de su padre. Si el padre ha muerto
antes de la condena del culpable, la indemnización pertenece a la
propia víctima; si la joven ha llegado a la segunda mayoría lla-

4 9 É xod o, ca p ít ul o X XI I , v er s í cu l o 1 6 ; De ute r o no mio , c a pí t ulo X X I I ,


versículo 29.
DERECHO HEBREO

mada bagrut, antes de la condena del acusado, el dinero le corres-


ponde exclusivamente a ella y no a su progenitor 50.
Antes de la aparición de Moisés, los crímenes contra la ho-
nestidad eran seriamente reprimidos. El rapto 51 , la seducción y la
violación fueron, a través de la toda la era histórica del judaísmo,
los que mayormente incidían sobre los vínculos del matrimonio y la
sociedad no reparaba en sacrificios y esfuerzos para eliminar
todo motivo de perturbación; si bien, no siempre se logró mora-
lizar, puesto que los malos hábitos de los pueblos vecinos servían
de pésima enseñanza a la grey israelita.
De todos los crímenes que se consideraban monstruosos y que
concitaban el furor de la sociedad, en los tiempos prebíblicos y
después de la presencia de Moisés, el incesto era el más repudiado y
perseguido. Moisés no hizo sino reconocer la actitud de profunda
repugnancia de sus hermanos, al proscribir con la pena de muer-

5 0 La l e y a n t i g u a s e fu nd a b a e n u n s e nt i mi e nt o d e v e ng a nz a y e n
represalia: por la comisión de ciertos delitos, estaba autorizada una suerte de
pena del Talión, si bien se incurría en la monstruosidad de hacer pasible del
castigo a un inoce nte . P or eje m p lo, la Ley asiria, reprimía brutalmente e l
d el it o el e s ed uc ci ón. ¿ De qu é mod o? " Si alg uno for za se — se d ic e en l a ley,
ART 55— y deshonrare a la hija de un hombre, una v irgen que v iv e en l a
c a s a d e s u p a d r e , y c u y a ma no no ha s i d o p e d i d a a s u p a d r e ... ha y a s i d o
e n l a ci u d a d o e n c a mp o a b i er t o o d e noc he e n l a c a l l e o en e l gr anero o
en una fies ta de la ciuda d, el padre de la v irgen tomará a la mujer d e l
e s tu pr ad or y la e nt re gar á p ara s er pr osti tu id a. El pa dr e da rá su hij a al
estuprador como esposa. Si el estuprador no tuviere mujer, dará al padre u n
t e rci o e n pl at a de l pr ec io d e una v i rge n y el e st up ra d or s e ca sa rá c on ell a :
no la d e sp ed irá . Si al p adr e no agr ad ar e ( dár s ela c omo es pos a) , re cibirá el
tercio por la virgen en plata, y dará su hija a quien quisiere."

En otra parte enc ontra mos : " Si una mujer s e entregare a u n hombr e, e l
hombr e jur ar á q ue e lla s e le e ntr eg ó y su muj er no s erá t oca da . El s e-
d u c t or d ar á el te rc io, e l p r e ci o d e u na v i rg e n e n p la t a , y e l p a d r e t ra t ar á a
su hija como quisiere" (ART. 56).
5 1 " El Códi g o d e Hammur abí y e l d e la Al ianz a c a s t i g a n p or e l i gu al el
robo de per sona s. No es forzoso inferir de ello que la ley reciente deriv a de la
más v ieja. El r ob o d e per sonas libr es es un fe nómeno d elic tu os o na t ura l en
s oci e da de s qu e hac e n de l os es cl av os una pa rt e fundame nta l de su
estructura y e xistencia, y la s ociedad i sraelita había p erdi do, c on el se-
dentarismo y la adopción del régimen de v ida de las ciudades cananeas, los
v iejos principios igualitarios y el fu erte e spíritu indiv idualista de la época
del nomadis mo." — A. Rose nv asser: F und ame ntació n his tóric a del Código de la
Alianza, páginas 145-146.

El Cód ig o d e Hammur abi c onti e ne a lgu nos p re c ep t os a nál o g os al d el


É xo do ( ca p ít ul o X XI , v er s í cu l o 7 6 ) , q ue s a nci ona a a q ue ll os q u e r ob ar e n
una per s ona y la v endi ere n. Dic e la Ley b abil óni ca : " El que r obar e el hij o ( a
u n me n or ) d e u n hom b r e l i b r e , m or i r á ( 1 4 ) . El q u e s i n t e ne r u n c r é dito
de grano o de dinero contra otro t omar e a él o a persona d e s u familia c om o
p r e nd a , p or c a d a p e r s ona p r e nd a d a p a g a r á u n te r c io d e mi na d e plata
(114)".
MATEO GOLDSTEIN

te esta expresión aberrante del instinto desenfrenado. El ayunta-


miento entre padres e hijos, hermanos y hermanas, tíos y sobrinas,
suegros y nueras y entre los cuñados, está severamente penado por
numerosas prescripciones bíblicas 52.
"Si un individuo —dice Rabinowicz— tenía la intención de
rendir culto a las divinidades paganas, no era permitido matarle
para impedir la comisión de este crimen; pero si un hombre que-
ría violar una persona y cometer un incesto, se podía matarle para
impedir que lo hiciere."
No menos rigurosas eran las sanciones contra aquellos que se
entregaban a los horribles vicios de la sodomía y del homosexua-
lismo. La Biblia está llena de ejemplos de represiones que apare-
cen como bárbaras, si no se supiera cuál era la finalidad del legis-
lador en aquellos tiempos primitivos en que los frenos de la moral y
de la educación aun no aparecían debidamente ajustados. La
pena de muerte era poco frecuente y se la rodeaba de ceremonias
que tendían a crear en las gentes un horror invencible por la co-
misión de delitos que debilitaban física y moralmente a toda la
sociedad.
Pastoret dice a este respecto: "Había Dios mandado muchas
veces que se exterminase y se arrojase del pueblo a los israelitas y
extranjeros que se abandonasen a pasiones tan infames 53 , y nos dió
una prueba de su cólera en aquella lluvia de fuego que envi ó
contra las ciudades que se entregaron a unos excesos tan abomina-
bles. Cuando la noticia de este castigo no hubiese llegado hasta
nosotros con autoridad suficiente, ¿qué gracias no deberíamos dar a
los que nos han conservado y publicado su relación? Ninguna
cosa más digna de la justicia eterna que aniquilar y borrar, digá-
moslo así, de la tierra un vicio que destruye los imperios desde sus
fundamentos, que degrada los seres, debilita la población, envilece
los afectos más tiernos, y ofende no sólo a los sentimientos de la
naturaleza, sino también a todos los principios de la sociedad, de
las costumbres y de la virtud."
IV. DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD

16. — E L R O BO . — Los delit os contra la propiedad eran


reprimidos, en la Biblia y en el Talmud, con penas pecuniarias 54. Nunca

5 2 Lev ítico, c ap ít ul o X VII I, v er sí cul os 16 y 18 ; ca pi tul o X X, v e rs íc ulo


11 y siguientes; Deuteronomio, capítulo XXVII, versículos 20, 22 y 23.
5 3 É x o do , c a p í tu l o X X I I , v e r sí c u l o 1 9 ; L ev ític o , c a p í t u l o X VI I I , v e r-
sículo 21 y siguientes; Deuteronomio, capítulo XXVII, versículo 21.
5 4 La l ey e n g e ne ral — ap unta J. SA LVA DOR — par e ce i nc li nad a a a lgu-
na indulgencia hacia el ladrón, porque presume que la miseria lo ha empu-
DERECHO HEBREO

con castigos corporales, cualquiera fuere el valor de lo robado, ni


las circunstancias; a menos que el robo se hubiere consumado con
violencia en las personas, en cuyo caso podía llegar a ser castigado
con la pena última. Si el ladrón conservaba aun en su poder el
objeto robado, debía restituirlo a su dueño y abonarle, además, el
doble de su valor, a título de indemnización. Si va se hubiese des-
prendido del cuerpo del delito, la pena era del doble, triple o cuá-
druple de su valor; en caso de tratarse de animales de labranza o
domésticos, la pena era de cinco bueyes por cada buey robado, y
de cuatro ovejas por cada una de las que habían sido objeto del
delito 55 . Si el culpable carecía de dinero para oblar la pena, ésta
Fe hacía efectiva sobre sus bienes muebles, si los poseía; en su de-
fecto, siendo propietario de inmuebles, se vendía públicamente el
mejor de ellos 56 . En el caso de que tampoco poseyera inmuebles,
podía ser vendido él mismo como esclavo.
El robo nocturno, con escalamiento o con fractura, autorizaba al
dueño de la finca, donde había penetrado, a matarle impúne-
mente 57 ; pero no podía herirle ni matarle, si el delito se cometía de
día y sin peligro para la vida del domiciliario58 . Refiere Josefo 58 a,
que, según un decreto de Herodes, todos aquellos que forzasen
paredes para entrar a robar en las casas, fueren vendidos como
esclavos, no a los israelitas, sino a los pueblos extranjeros 59.

jado a esta mala acción y que el pueblo debe reprochars e de haber dejado a
u no d e s u s he r ma nos s i n r e c u r s os . He a q uí p or qu e Sa lomón d i j o: N o
t ie ne n e n po c o al l ad r ó n, c u a n d o h ur t a r e ; P ar a s a c i a r s u al ma t e n ie nd o
h ambre (Prover bios, capí tulo VI , v er sícul o 30) . Herode s qui so modifi car a l e y
e n e s te pu nt o y e st ab le ci ó qu e el l ad rón qu e hu bi es e hor ad ad o u n tabique,
sería v endido c omo esclav o a l as naciones e xtranjeras . Esta ley draconia na
promov i ó v iol entas ré plica s de par te d e l os sú bdit os , que t emían los abusos.
"Nuestros leyes son suficientes —arguyeron—; ellas hacen pagar el cuádruplo
al culpable, o lo ponen en servidumbre; pero esta servidumbre de l os menos
es e n el i nt eri or d el Es tad o, y ella ter mi na d e de rec ho al fin d e l os si et e
a ños, mi entr as q ue a d ep ort aci ón hac ia a s na ci one s e xt ra nj e ra s , e ntr a ña
u na e s cl av i t ud p e rp e t ua ." — JOSEF O, Antiq. Jud . , li b . X VI , capítulo I.

55 Éxodo, capítulo XXII, versículos 1-4.


56 II Reyes, capítulo XII, versículos 2-4.
57 Éxodo, capitulo XXII, versículo 2.
58 Éxodo, capítulo XXII, versículo 3.
58a JOSEFO: Antiq. Jud., libro XVI, capítulo I.
5 9 Los at e nie ns es c as tig ab a n c on la mu er te e l r ob o diu rno, c ua nd o s e
t r a ta b a de má s d e ci ncu e nt a d r ac ma s ; el r ob o noct u rno; e l q u e s e c ometía
en los ba ños públi cos; en los gimna sios, au n cua nd o a suma fuer e
extrema dame nte redu cida. Esparta consideraba el rob o des d e un punto d e
v i s t a mu y p e c uli a r : l o p er d onab a y a b s olv í a , cu a nd o hu bie r e si d o he c ho
s a g az me nt e , c on ha bi li d ad . La Le y r oma na di s p onía qu e el la d r ón fu e re
golpeado con varas y reducido a la esclavitud.
MATEO GOLDSTEIN

La Ley talmúdica no introdujo grandes transformaciones en


materia de delitos contra la propiedad. El concepto de la indemni-
zación, corno pena impuesta a los autores de robo, hurto, subsiste a
través de los tiempos, si bien se va sutilizando tanto el concepto
como la discriminación, por obra y gracia de los doctores de la
Sinagoga.
El Tratado Babá Camá (Perek I) establece: "La multa del
doble impuesta al ladrón es más frecuentemente pronunciada que
la multa del cuádruplo o del quíntuplo. Porque el ladrón paga el
doble por todo lo robado, sea un animal, sea un objeto inanimado,
mientras que la otra multa no se aplica más que cuando ha robado
un buey o un cordero, puesto que está escrito: Si alguien roba un buey
o un cordero y lo mata o lo vende, él pagará cinco bueyes por el buey y cuatro
corderos por el cordero". El que roba a un ladrón no está obligado a
pagar el doble; lo mismo el que mata el animal robado por un
ladrón, o el que lo vende, no está obligado a pagar el cuádruplo o el
quíntuplo."
El mismo Tratado talmúdico dispone que si un individuo roba
madera y con ella fabrica keilim (objetos); quien roba lana y de ella
fabrica sus vestidos; debe restituir solamente —a título de pena
pecuniaria— el valor de la madera o de la lana. Si ha robado una
Taca en estado de preñez y la vaca ha dado a luz; o si bien, si roba
una oveja cargada de su lana, solamente deberá pagar por la vaca o
por la oveja y no por sus frutos, presentes o futuros. Si ha ro-
bado una vaca y la vaca ha entrado en la preñez, hallándose en
su corral, dando su fruto, o bien ha robado una oveja esquilada, y
haya crecido la lana durante el término de su posesión, y él apro-
vecha de la nueva esquila, pagará solamente el valor de una vaca
preñada o de una oveja esquilada. Regla general: todos los apro-
piadores de los bienes ajenos resarcen solamente de acuerdo al
valor que el animal o el objeto producto del robo, tenían en el
momento de la comisión del delito.
Afirma la Guemará, que rabí Simón, hijo de Eliezer, estableció
la regla general según la cual si el objeto robado ha mejorado en
posesión del ladrón, él puede guardar el objeto, resarciendo
solamente el valor que éste tenía en el momento del robo; porque,
según dice la Guemará, la ley acuerda beneficios a los malhechores
para ayudarlos a reparar el daño causado. Pero si el objeto se ha
deteriorado, en su poder, por ejemplo, si el animal ha enfla-
quecido, el ladrón puede restituirlo en las condiciones en que se
encuentra.
También establece la Mishná que si un individuo ha robado

60 Éxodo, capitulo XXI, versículo 1.


DERECHO HEBREO

un animal o esclavos que han venido a él, debe pagar solamente el


valor que tenían en el momento del robo. Asimismo, si una persona
reconoce sus objetos y sus libros en casa de otro, y se sabe por el
comentario público que éstos han sido robados, aquel en cuya casa
se encuentran y que afirma haberlos comprado, los devolverá y se
hará reembolsar el importe de lo que dice haberle costado, lo cual
asegurará bajo juramento.
Conviene destacar que la Biblia y el Talmud dedican especial
detenimiento a toda suerte de apropiación dolosa de los animales,
especialmente los de labranza, ya que la agricultura y las tareas
conexas era la más vasta y generalizada ocupación de los habitantes
de Eretz Israel. Resulta así lógico que en desmedro de otras
formas del delito contra la propiedad, se haya legislado ampliamente
sobre todo cuanto concierne a la vida rural y cultura de los
campos 61.
17 . — E L H URTO . — La legislación hebrea distinguía
nítidamente entre el robo y el hurto. El robo implicaba siempre
fuerza, violencia e intimidación. El hurto excluía estos caracteres
y solamente se refería a un apoderamiento de un bien ajeno, con
propósito de hacerse dueño de éste, pero eliminando la violencia,
física y moral.
El hurto, para la Ley bíblica y posteriormente para la talmú-
dica, era más o menos criminal, según la calidad de la cosa hurtada y
las circunstancias personales del dueño. Si se trataba de un bien
mueble o de dinero dado en depósito, debía restituirse el doble por
el depositario infiel, en caso de probarse que había sido cómplice
del hurto 62 . Pero no estaba obligado sino a devolver el objeto hur-
tado o su precio, cuando el delito se había cometido merced a su
negligencia o descuido 63 , siendo inculpable del todo, cuando no se
le podía imputar culpa o descuido 64 . Si el autor del hurto fuere
conocido, era condenado a pagar el doble 65 y si no podía ser des-
cubierto, el depositario debía presentarse delante de los jueces y

6 1 . El C ód igo d e Ha mmur abi (8 ), e s t a b l e c e : " Si un homb r e li b r e hu r-


t a r e b u e y u ov e j a , a s n o o c e r d o, y l a p r op i e d a d d e l o hu r t a d o fu e r e d e
Dios o del Palacio, pagará treinta por uno; si fuere de un particular pagará el
décu plo. Si el la drón no tuv ier e con qu é pagar su frirá la muert e. Como s e
adv ierte , exi st e si milit ud con la Ley isr aelit a, en cua nt o a l a comp ensa ción
pecu niari a, si bi en re sulta a t oda s lu ce s ab surd a la cond ena a la última pena
del desdichado ladrón que carece de dinero para pagar..."

62 Éxodo, capítulo XXII, versículo 9.


63 Éxodo, capítulo XXII, versículo 12.
64 Éxodo, capítulo XXII, versículos 11-13.
65 Éxodo, capítulo XXII, versículo 7.
MATEO GOLDSTEIN

prestar juramento de no haber tenido ninguna participación en el


hurto66.
El Talmud, en los libros destinados a estudiar la institución
civil del depósito, establece una serie minuciosa de reglas sobre la
responsabilidad del depositario, determinando su categoría ante la
ley y las sanciones de orden civil y pecuniario a que se hallaba so-
metido. Cabe consignar que en la legislación hebrea el depósito de
cosas muebles, inmuebles y semovientes, asumía grandes propor-
ciones entre la población, siendo muy rigurosos en el cumplimiento de
los deberes que impone el honor, se custodiaba especialmente la
honestidad de las personas en cuyas manos se entregaba el cuidado
de un bien ajeno.

18. — F ALSEDAD EN LAS PESAS Y MEDIDAS. — Es ciertamente


admirable la previsión del legislador hebreo en materia del cuidado
de la fe y del honor. La Biblia se halla impregnada de éste espí-
ritu, y se arbitran recaudos muy severos para evitar el engaño y la
malversación. El Deuteronomio 67 afirma enfáticamente: No tendrás
en- tu bolsa pesa grande y pesa chica; Pesas cumplidas y justas
tendrás; epha68 cabal y justa tendrás; para que tus días sean
prolongados sobre la tierra que Jehová tu Dios te da 69 ; Porque
abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que hace esto, cualquiera que
hace agravio 70.
Y en ese magnífico manual de humanidad y de ética que lo
constituyen las sentencias de Salomón, se afirma sentenciosamen-
te: El peso falso es abominación a Jehová; mas la pesa cabal le
agrada 7 1 . Más v ale poc o con todo el de rec ho que una grue sa
ganancia ilegítima 72 . Muchos han pecado para evitar la pobreza.
El que busca la riqueza no mira el derecho. Como una clavija se
fija entre las junturas de una piedra, así el pecado está como apre-
tado entre las compras y las ventas, se lee en Ben Sirach 73.
El Talmud ensanchó las bases de la moral que indican el ca-
mino recto y el apartamiento del pecado y el delito. Cuando com-
parezcas ante Dios, Él te preguntará ante todo si has sido honrado
en tus negocios 74. Y el Tratado Babá Metziá (60 b) establece:

66 Éxodo, capítulo XXII versículos 8 y 9.


67 Deuteronomio, capítulo XXV, versículo 13.
68 Medida de volumen de uso en Palestina antigua.
69 Deuteronomio. capítulo XXV, versículo 15.
70 Deuteronomio, capitulo XXV, versículo 16.
71 Proverbios, capítulo XI, versículo 1.
72 Proverbios, capítulo XVI, versículo 8.
73 Ben Sirach, capítulo XXVI, versículos 1-2.
74 Shabát, capítulo XXXI, a.
DERECHO HEBREO

Está prohibido a los mercaderes maquillar y disfrazar al ganado; a


los carniceros, dar una buena apariencia a sus carnes; a los tra-
peros, hacer pasar sus trajes viejos por nuevos. Y el Tratado Babá
Batrá (90 b) puntualiza: Está prohibido acaparar los productos co-
mestibles, como el trigo, el vino, el aceite y todo lo que sirve para la
alimentación.
La Ley talmúdica, al recomendar que se usen pesas justas y
no se trate de engañar, extrema el concepto, pues afirma que no
deben poseerse falsas medidas, aunque no se utilicen, pues la ten-
tación puede ser más fuerte que el buen deseo y que al fin, se apele al
engaño. No conocemos ninguna otra legislación de la tierra que haya
sido más minuciosa, no sólo en castigar la debilidad, sino en
precaverse del pecado.
19. — L A USURA. — Pese a la calumnia tradicional de los ene-
migos ciegos de Israel. que hacen un pilar formidable en la impu-
tación de la usura, la legislación mosaica la castiga y reprime, al
tiempo en que otras legislaciones —contemporáneas o posteriores—
no sólo la autorizan sino que la reglamentan. No le impondrás
usura..., dice el Éxodo 75 . "¿Por qué se llama neshej (usura)?, se
pregunta el Raschi. Porque se parece a la mordedura de una víbora.
(Neshej, en hebreo, es sinónimo de mordedura.) Una víbora da
un mordisco que casi no se siente, y de pronto se produce una
hinchazón que sube a la cabeza. Lo mismo ocurre con la usura. En
un principio no se la siente, pero poco a poco los intereses crecen y
absorben al deudor un montón de dinero..."
En efecto, la Biblia asimila la usura a un verdadero robo y
así el Levítico 76 y el Deuteronomio 77 prohíben en forma expresa se
pr e st en gr a n os, di n er o, e t c ét er a , c on i n t er e s e s 7 8 . E l É x od o
75 Éxodo, capítulo XXII, versículo 25.
76 Levítico, capítulo XXV, versículos 36 y 37.
77 Deuteronomio, capitulo XXIII, versículos 19 y 20.
78 Cierto es que la Ley mosaica limita esta prohibición solamente a los
israeli tas , dej and o e n li bert ad al pue blo par a qu e efec tú e pr és ta mos a
i nt e ré s a l e xtr a nj e r o. P er o no d e b e t omar s e e l t e xt o l i te r al me nt e . P or
e x tranjeros se ente ndía, ent onc es, s olame nte a los pueblos c ondenad os a ser
extermi nados por Jehov a, como l os het eos , los amorreos, los jebuseos , los
for es ee s, l os hev eos, los gerg es eos y l os ca nane os , p ero no los de más que
vivían en paz con Israel y especialmente aquellos que le habían prestado acogimient o
y hospitalidad en horas aciagas . Para todos est os, la usura se c onsid era ba
un cri me n, igual qu e si s e tra tas e d e los pr opi os hijos d e Je hov á. "Los
casuistas —re cuerda PASTOR ET ( Obra citada , pág. 2 95) — más cé lebr es de
los heb re os si enta n c omo un principi o s egur o el qu e si u n judío no puede
engañar a otro sin pecar, debe este pecado ser mucho mayor si aquel a quien se engaña
es de otra nación y de distinto culto; entonces
MATEO GOLDSTEIN

encarga a los que proporcionan dinero a interés a los pobres, no


sean rigurosos con ellos 79. Y el Talmud está lleno de sentencias al
respecto. En el caso de préstamo a interés, el crédito es nulo; están
considerados como cómplices el escribano que hace el acta y el fia-
dor 80 . Si das dinero prestado no impondrás usura, porque los usu-
reros son como derramadores de sangre 81 . Es igual pecado tomar
usura de un judío como de un no judío 82 . Los usureros no pueden
ser testigos ante la justicia 83 . El usurero es parecido al criminal; ni
uno ni otro pueden reparar el mal que han hecho 84 . El usurero no
sólo no aprovechará ni disfrutará de su ganancia, sino que perderá lo
suyo y lo que no es suyo; sus bienes desaparecerán como por
encanto, sin esperanza de volver a recuperarlos 85.
La Biblia, en el Deuteronomio 86 , dice: Si a tu prójimo haces
un préstamo, no entrarás en su casa para apoderarte de la prenda,
esperarás afuera y él mismo te traerá la prenda. No oprimirás al
mercenario pobre e indigente; que él sea uno de tus hermanos o
uno de los extranjeros que viven en tu país; le darás la paga de su
jornada antes de la puesta del sol, porque si es pobre, ansía re-
cibirla. De lo contrario llamarás al Eterno en contra tuya y come-
terás un pecado.
Es verdad que la dispersión después de las sucesivas caídas del
Estado nacional en poder de los imperialismos extranjeros, forzó a
los judí os a hacerse financistas y efectuar préstamos a interés,
incluso a los reyes y a los señores. Pero sus condiciones de vida
justifican plenamente tales actividades que, por cierto, no estaban en
su temperamento. "Fue en parte causa, y en parte resultado, del
caráct er de extraños de l os judí os, el que a pesar de ser ciu-
dadanos de los países en que vivían, se les sometiera a leves de
excepción o al mero capricho de los soberanos; no disfrutaban de
esa protección que se debe por las leyes ordinarias a los ciudadanos
ordinarios de los países en que viven. A menudo eran mirados, por
ejemplo, en Alemania, en Francia, en Inglaterra, como propiedad
personal del rey, siendo a la vez perceptores del impuesto real y
víctimas de su pago. Fueron reducidos por la fuerza a esta situa-

- d ic e n e ll os — l l eg ó e l e s c á nda l o a c ua nt o p ue d e ll eg a r y e s p r ofa nad o e l


santo nombre de Dios."
79 Éxodo, capítulo XXII, versículo 25.
8 0 Bab á M et zi á, 7 2. 31
8 1 Ba bá Me tz iá, 70 a .
82 Babá Metziá, 70 a.
83 Sanedrín, 5 a.
84 Babá Camá, 94 b.
85 Vayicrá, R., 83.
86 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículos 10-15.
DERECHO HEBREO

ción porque no se encontraban sometidos a la ley eclesiástica que


prohibía el préstamo a interés. Alguien debía encargarse de él por
necesidad económica en tiempos en que el dinero a crédito era abso-
lutamente necesario para las construcciones, para las guerras y
para la pródiga extravagancia de las cortes. Los judíos, siendo ex-
traños fueron obligados a ello, pero en todas partes se les odió por
haberse hecho cargo de esa función. La capacidad financiera sólo
les llegó por una práctica prolongada; no fue natural en los judíos,
los cuales en otras condiciones habían probado ampliamente su
aptitud de artesanos, por no decir nada de la agricultura que había
sido en los tiempos bíblicos, como en la época de Josefo, su prin-
cipal ocupación" 87.

87 S. REINACH: Obra citada, página 90 y siguientes.


La Ed a d M e d i a ma r c a u na e t a p a d e c i s i v a e n l a v i da d e l as c omu ni -
dades judías de Europa . La p ersecu ción y el martirio e n algunos paíse s s e
t r a d u c í a e n c ons t a nt e s mi g r a c i one s a t r a v é s d e l c o nt i ne nt e , b u s c a n d o
sie mpr e u n clima mor al fav ora ble o menos horr or os o; fre cu ent e me nte una
e s t a nci a d e si gl os e n el s e no d e al gu na c ol e c tiv i d a d na c i ona l t ol e ra nt e y
ma nsa , s e conv ert ía baj o l a infl ue nci a d e fac t or es div e rs os a unqu e a ma-
y or ía d e la s v ec e s de r aíz p olít ic a , en u na et ap a de ma ta nz a s r e nov ad as .
P e r o a ll í d ond e l os i sr a el it a s e nc ontr a ba n u n as il o má s o me nos hos p i ta -
l a ri o, no t a r da b a n e n c onv er t ir s e e n ne rv i o y mot or d e a v i d a c ul tu ra l y
financiera.
" Mi e ntr a s aqu el los q ue l os r od ea ba n s e ar ra st ra ba n e n la s t ini ebl a s de
una densa ignora ncia —dice W . E. H. LECKY— ; mientras casi toda Europa se
explayaba en milagros de birlibirloque y mentidas reliquias; mientras el
intelecto de a Cristiandad, esclavizado por supersticiones sin cuento, s e
había hundid o e n un le tal e nt orp eci mie nt o, qu e ac ab ó con tod o a mor a l a
i nv e s tiga ci ón y a t oda b ús qu ed a d e la v er da d , los ju dí os t odav í a s egu ía n l a
s e nd a d e l c onoc i mi e nt o, a c u mu l a b a n s a b i d u r í a y e s t i mu l ab a n e l p r o g r e s o
c o n la mis m a c o n s t a n c i a i nd e c l i na b l e q u e ma ni fe s t a r o n e n s u f e . Er a n l o s
mé d i c os má s háb il e s , l os fi na nci s t as má s c a pa c e s , y fi gu r aba n entre los más
profundos filósofos."
La forma d e v ida a que s e hallaban condenad os en los ghe t tos, donde
a p e na s s i er a n t ol er a d os p or l os pr í nci p e s y l os r ey e zu e l os q u e p la ga b a n
e l v i e j o mu nd o , a s í c o mo l a i nv e t e r a d a p r o s c r i p c i ón d e a d q u i r i r b i e ne s
inmuebles , les obligó a c onv ertirse en ca mbista s y en financ ieros. " En una
época —dic e Lea n M EL CH ET T — en que Europa estaba div idida en diminut os
principados, a capacidad para la cooperación internacional, que los judíos
poseían na turalmente, era , por supue sto, una gran v entaja en el intercamb i o
y e l c ome r ci o. M u c hos r e y es y p rí nc i pe s e s t a bl e ci e r on ghe t t os y e s ti -
mular on a los judí os a radi car se p or raz ones pura mente e c onómic os . Aquí
debe hacerse notar, entre paréntesis, que tuv o lugar una curiosa inv ersión.
E n e l s i s t e ma l e g a l j u d í o e s t a b a p r o hi b i d o c ob r a r i n t e r é s a l os j u d í os .
P e r o s e p e r mi tí a c obr a r i nt er é s a l os no j ud í os , qu e e ra n, c l ar o e s t á , pa -
ganos en a época en que se hizo a ley.

“ Es t a d i s p os i c i ón e r a n e c e s a r i a , p u e s t o q u e n o p od é i s ne g oc i a r c o n
aquellos que c obran i nterés . si v os otros , p or v uestra parte , no cobráis inte-
rés algu no. P or es o la pr ohibi ción s e re fería s olament e a las transacci one s
e nt r e j u d í os . Es t a p r ohi b i c i ó n ha b í a p a s a d o, c on l a s e ns e ña nz a s d e l os
Apóstoles, a la fe cristiana. La Ley canónica prohibía cobrar rédito, o, como
MATEO GOLDSTEIN

Una Mishná, del Tratado Babá Metziá (Perek V), pregunta:


¿Qué es la usura (que es prohibida por la Ley mosaica) y qué es
interés (que no es prohibido más que por la Ley rabínica)? Y
responde: "La usura (o el interés) prohibido por la Ley mosaica,
es la de los préstamos; por ejemplo, si se presta a una persona un
sela (que equivale a cuatro denarios), para que devuelva más tarde
cinco denarios, o si se presta dos celas (medida) de trigo a una per-
sona para que devuelva tres." El interés, prohibido solamente por
la Ley rabínica es el de las compras de los frutos (o de otros obje-
tos). Y a título de ejemplificación, decía la Mishná: "El acreedor
no debe habitar gratuitamente la propiedad de su deudor y no debe
alquilarla a menor precio que un locatario cualquiera, porque ello
importa una usura."
Se lee en diversos pasajes que los usureros, llamados bandidos,
pueden ser obligados a devolver la usura que han aprovechado. Es
interesante destacar, para evidenciar el concepto que merecían al
legislador los usureros, que generalmente se les llama gazlanim,
ladrones, bandidos, asesinos. Los talmudistas tenían la usura en
grande horror y la consideraban como un escándalo 88.
Glosando las disposiciones bíblicas y talmúdicas sobre est e
tópi co, el ra bin o doct or Ra binowi cz, en su Int roducción a la
Legislación Civil del Talmud, expresa: “Moisés tenía en vista una
sociedad de agricultores, donde el dinero no constituía la base de
la riqueza; no era productivo; no podía servir más que para procurar-

se l o califi cab a, usur a, per o, natur almente , e st o no se apli c aba a a p obl a-


ción judía, que no estaba sujeta a a Ley canónica.
" Ba j o e l a p r e mi o d e a p e r s e c u c i ón y d e a i nt e ns a d i fi c u l t a d p a r a a
ma nu t e nc i ón d e a v i d a , e l p r é s t a mo d e d i ne r o y a s op e r a c i one s b a n c ari a s
s e c onv irt ie ron e n u n a sp e ct o de a v id a e c onómic a ju dí a d e i mp ortancia
creciente . Esto sirv ió, como es de sup oner, para acrec entar a impopularidad
de los judíos, pero un hombre que se ahoga se agarra a una paja. Es t a p a j a ,
d e u n mod o mi l a g r os o t a n c ons t a nt e e n l os a na l e s d e I s r a e l , s e
t r a ns for mó e n u na v ig a d e r eg ul a r t a ma ño y si rv i ó d e ba s e a nu es t ra
estructura financi era. La ev olución de este sist ema en el siste ma bancario d e
e s t e p a í s ( I ng l a t e r r a ) r e c i b i ó e l a p oy o a r d i e nt e y s i nc e r o d e mu c ho s
hombres buenos y caritativ os, incluso los cuáqueros y esas columnas de la
sociedad que han cread o, y hoy sostienen, la City de Londre s." — Lord MEL-
CHETT: Tu prójimo, páginas 77 y 78.

88 " Si da s di ner o pre sta do no i mpondrá s u sura , p orqu e los usur er os


s on c om o d e r r a ma d or e s d e s a ng r e " ( Tr a t ad o B ab á M e tz i á, 7 0 a ) . " El u s u -
rero no sólo no aprov echará ni disfrutará de su ganancia, sino que perderá lo
suyo y lo que no e s suyo; su s bie ne s des apar ec erá n como por enca nt o, sin
esperanza de v olv er a recuperarlos" (Vayicrá, 83). "Es igual pecado tomar
u su ra d e u n j ud ío c omo d e u n no j udí o" (Tr atad o B abá M e tz iá, 7 0 a) . " Los
u s u r e r o no p u e d e n s e r t e s t i g os " ( Tr a t ad o Sa ne d r í n, 5 a ) . " El u s u r e r o e s
parecido al criminal; ni uno ni otr o pueden reparar el mal que han hecho"
(Tratado Babá Camá, 94 b).
DERECHO HEBREO

se los medios diarios de subsistencia y manutención; la verdadera


riqueza estaba en los campos productivos, que, por sus productos
renovados todos los años, aseguraban el bienestar de sus propieta-
rios. Si se prestaba dinero, no era para realizar un comercio cual-
quiera: se trataba de gente pobre que lo prestaba en un momento
de apuro, para satisfacer necesidades urgentes, para tener con qué
comer y con qué vestirse. El acreedor nada perdía, si tomaba el
dinero que nada le producía para facilitarlo al pobre que tenía una
necesidad urgente en ese momento y que, siendo propietario de un
terreno productivo, se hallaba en condiciones de restituirlo más
tarde. En esta situación, Moisés ordenó a los ricos de prestar di-
nero a los pobres y prohibió a los acreedores de tomar ningún inte-
rés. Esta prohibición bíblica se aplicó, a lo que parece, únicamente
al acreedor y al deudor, al cual la ley prohibía de dar en usura.
Los doctores del Talmud han aplicado la prohibición no solamente
al acreedor y al deudor, sino también al escribiente del acta en la
cual el deudor se obligaba a dar la usura, a los testigos que sus-
cribían el acta y al fiador que garantizaba el pago. Estos individuos -
dice el Talmud— transgreden cinco prohibiciones."
Contemporáneamente, la ley pagana ha permitido la usura. Un
calificado talmudista, rabí Saphira, puede decir con razón: "Los
tribunales paganos obligan al deudor a pagar al acreedor la usura, a
la cual se ha comprometido al hacer el préstamo. Los tribunales
judíos, por el contrario, obligan al acreedor a devolver la usura
que ha tomado."
Como se advierte, la pena contra la usura era la devolución
del interés usurario aprovechado, sin esfuerzo alguno y por mera
especulación, por los gazlanim, ladrones, bandidos, según la
calificación rabínica.
El préstamo a interés no fue característica hebrea, en los tiempos
bíblicos y en la dispersión.
Existían, en la India, dos clases de prestamistas: con garantía y
sin garantía. Los prestamistas con garantía percibían el 1 y 4%
mensual, o sea un 15% anual. Los prestamistas sin garantía per-
ci bían el 2% m ensual a l os brahmanes, y un 4 y hasta un 5%
también mensual, a las demás castas. La de los zudras, la más hu-
milde, llegó a pagar hasta un 60% anual, en concepto de interés
por el préstamo de dinero.
No fue más liberal, en cuanto al monto de los intereses, el
derecho egipcio. En efecto, según el testimonio de Eugene Re-
villout 89 , las reglas aplicables eran las siguientes: "Supongamos un
préstamo de tres medidas de trigo pagadero después de un año.

89 Los Orígenes del Derecho Romano.


MATEO GOLDSTEIN

Ahora bien, como el interés legal por este año era un tercio, es de-
cir, una medida de trigo, el notario, al redactar el acta, inscribía un
capital de cuatro medidas de trigo, reembolsables en un año de
término. Si el deudor no entregaba estas cuatro medidas en el tér-
mino prescripto, estaba resuelto, en el acta mismo, que a título de
pena se acrecentaba el capital desde el mes siguiente en dos me-
didas, que es lo que los griegos llaman hemiolión o mitad del todo.
De tal suerte que el deudor moroso, al término de un año, sin que
fuera necesario estipular ningún interés en el contrato, por el solo
hecho de dejar correr el plazo sin desobligarse, debía el doble de lo
que había recibido y pagaba desde entonces interés sobre el doble.
Ello no obstante, según una ley de Bocoris, los intereses debían
cesar no bien la deuda alcanzaba al doble de la primitiva obligación."
Roma llegó en esta materia a extremos muy deplorables que
culminaron con verdaderas sediciones de las víctimas de éste co-
mercio.
A estar al testimonio del profesor de Derecho romano en la
Universidad de Poitiers, Eugene Petit, en "Roma, durante los tres
primeros siglos, ninguna ley regula esta tasa —la del interés— que
queda abandonada al arbitrio de los acreedores. La moneda tosca y
rara se presta a una tasa elevada, y, muy pronto, la usura agobia y
arruina a los plebeyos." Con la redacción de la Ley de las Doce
Tablas se fija la tasa máxima del interés: éste fue el unciarium
fenus, que, a estar a la opinión del citado autor, era de un ocho y
tercio por ciento. Recién una ley Genucia, del año 412, prohibi ó
el préstamo a interés, pero siendo que la práctica era más pode-
rosa que la norma, la usura reapareció en forma ciertamente irre-
primible. En los tiempos de Cicerón, se comenzó a contar los inte-
reses por meses, mencionándose operaciones del tino por ciento al
mes, o doce por ciento al año; va dicho, que sin perjuicio de tasas
extralegales que sobrepasaban en mucho la llamada legítima usura.
V. DELITOS CONTRA HONOR

20. — LA DEFENSA DEL HONOR. — La Biblia y la Ley rabínica


se demuestran extremadamente celosas en la revelación y represión
de una serie de delitos que el Derecho moderno agrupa genérica-
mente bajo el título de: Delitos contra el honor 89a. La base de toda
convivencia social y de la tranquilidad que deben presidirla, está

8 9 a Ca b e a c l a r a r q u e c u a nd o nos r e fe r i mos a l os d e l i t os c ont r a e l


honor , e n a l e gi sl a ci ón he b ra i ca , d e s c ar t a mos el c onc e p to s u p e r fi c ia l y
supe rflu o que c onfigura e st os de lit os en l os c ódig os mod ernos . Para Isra el
e l honor er a alg o más qu e e s e se nti mi ent o d e v a ni da d heri da q ue c ar ac te -
riza a los pueblos actuales: era algo tan elevado e importante como a vida
DERECHO HEBREO

constituida por el respeto que los individuos deben guardarse entre sí


y mediando la falsa imputación, la calumnia, la injuria y el falso
testimonio, no es posible que la vida de relación se desenvuelva en
un marco de paz y de armonía. Así lo entendió el gran legislador
Moisés al instituir una serie de preceptos que determinan cómo
debe conducirse el individuo para asegurar la paz social, reprimiendo
severamente toda tentativa de introducir al germen de la sospecha,
de la discordia y del odio entre los diversos componentes del
conglomerado. Por su parte, los talmudistas se ocuparon minucio-
samente de interpretar aquellas normas, ajustándolas a la evolu-
ción natural de los tiempos y a las diversas circunstancias por las
que atravesara, en su largo martirologio, el pueblo de Israel.
La creación de leyes y la institución de tribunales de honor,
tendientes a aplicar e interpretar los preceptos, es característica
que aun hoy preside la vida de las comunidades, ya que no existe
una congregación, por pequeña que sea, donde no funcione, activa y
permanentemente, un bét din, o tribunal de honor, para juzgar las
diferencias y solventar los conflictos.
Y una de las formas más difundidas, en la época bíblica, de
salvaguardar el honor de las personas y ponerlas a cubierto de la
suspicacia y la maledicencia, estaba constituida por la serie infinita de
precauciones que se adoptaban para castigar la mala fe y el tes-
timonio falso.
Analizaremos las diversas figuras de este capítulo, regladas
mis ma , el pat rimonio mora l del indiv iduo y de la s ocied ad , expu es tos a a
maledicencia, la calumnia y la falsedad.
T a n ci er t o e s ell o qu e e ntr e l os is ra eli ta s no s e c onoci er on c i ert os r e-
c ur s os ta n a ma no par a /ar ar e l honor cua ndo ha sid o ul tra ja do p or u na
injuria: como el duelo, el código del honor, etcétera.
! Cu á n d i s t i n t o e s e s t e c on c e p t o d e l ho no r , d e a q u e l ot r o, q u e u n
g r a n nov el i s ta es p a ñol , d on B EN I T O P ÉR EZ G A L D ÓS , nos d a e n u na d e s u s
nov el as! En El Abuelo, d el c it ad o au t or , de pa rt e n de noc he , a l pi e de u na
c r u z d e p i e d r a q u e ha c e má s s ol i t a r i a l a p l a z a , e l c o nd e d e A l b r i t , q u e
a c a b a d e s e n t i r d e s g a r r a r s e e n s u a l ma l o q u e e r a s u r a z ón d e v i v i r , y
d on Pí o, un p obr e ma e st ro d e e sc ue la , afre nta d o por l as i nfid el id ad e s de su
consorte. Han decidido suicidarse. Haba el conde:
— Y o qui er o q ue me dig as , gr an fil ós ofo: ¿ qu é pi ens as t ú d el honor?
Don Pío, lleno de confusiones, contesta:
— El hon or , p u e s e l h on or . .. Y o e nt e nd í a q u e e l hon or e r a a l g o a s í
cor no as c onde coraci ones . Se di ce ta mbi én " honore s fúneb res" , "el honor
nacional", "el campo del honor"... En fin, no sé lo que es.
El c ond e : — Ha bl o d e l honor d e l a s fa mil ia s , la p ur e za d e as r a za s , e l
l u s tr e d e l os nomb r e s ... Y o he ll e ga d o a c r e er e st a noc he , y t e l o d ig o con
toda franqueza, que si del honor pudiéramos hacer cosa material, sería muy
bueno para abonar las tierras.
Don P í o : — Y c r i a r a he r mo s a l e c hu g a y e l r i c o t oma t e . P a r a s e mi -
lleros he oído que no hay nada como la gallinaza y a palomina...
MATEO GOLDSTEIN

por la Biblia y ampliadas por los comentarios y tratadistas del


Talmud.
21. — FALSO TESTIMONIO. — No hablarás contra tu
prójimo falso testimonio, proclámase en el Éxodo 90 . Y el
Deuteronomio 91 repite con igual autoridad: No dirás falso
testimonio contra tu prójimo. La Ley del Talión, cuya aplicación
en la práctica ha sido y sigue siendo objeto de profundos
antagonismos en el debate, hallaba justiciera lógica, al ser
reservada para los testigos falsos. El falso testigo, declarado y
reconocido por tal por los jueces y sacerdotes, será tratado como él
quiso que lo fuese su hermano, y así dará ojo por ojo, diente por
diente, pie por pie y mano por mano 92 . El testigo falso no quedará
sin castigo93 . No andarás chismeando en tus pueblos 94 . Por
último, el Éxodo 95 expresa: No admitirás falso rumor. No te
concertarás con el impío para ser testigo falso.
La Biblia, al tratar del falso testimonio, solamente se refiere a
las personas legalmente capaces de testimoniar, pero no a las
excluidas: mujeres, parientes de la víctima o del acusado, a los
afectados de incapacidad y a todos los inhabilitados por ley para ser
testigos 96.
Al establecer los delitos que deben ser pasibles de la última
pena, han querido los talmudistas que nadie fuera condenado sin
haber sido advertido anticipadamente de la pena en que incurría
—y aun del género de muerte que habría de recibir—. Esta norma
fue eliminada para los falsos testigos. El falso testimonio de indi-
viduos que han querido hacer condenar al prójimo, a la última
pena, no requiere la advertencia previa; aunque nadie les hubiera
advertido de no deponer el falso testimonio, la última pena era
inevitable. La lógica de esta exclusión es incuestionable: nadie sabía
por anticipado que la deposición que iba a darse, era falsa.
En el Tratado Macót (fol. 2), se detallan los casos en que los
testigos convencidos de engaño, por una coartada, sufren la pena
que querían inflingir al falsamente acusado. Un cohen 97 no debe
desposar a una divorciada ni a una mujer que ha efectuado la
ceremonia del descalzamiento 98 ; si la desposa, los hijos que nacerán

90 Éxodo, capítulo XX, versículo 16.


91 Deuteronomio, capítulo V, versículo 20.
92 Deuteronomio, capítulo XIX, versículos 16, 18, 19 y 21.
93 Proverbios, capítulo XIX, versículos 5 y 9.
94 Levítico, capítulo XIX, versículo 16.
95 Éxodo, capítulo XXIII, versículo 1.
96 Tratado Shevuót, fol. 30.
97 Miembro de una familia sacerdotal.
98 Deuteronomio. capítulo XXV, versículo 9.
Esta ceremonia estaba vinculada con el matrimonio por levirato: el
DERECHO HEBREO

no serán aptos para reemplazar al padre en las funciones del sa-


cerdocio. Si entonces los falsos testigos han depuesto contra un
cohen —nacido de tal unión, para hacerlo inhábil para la función
sacerdotal— no se les infligirá la misma pena, se decir, que no se
los hace inaptos para el cargo, si ellos fueron cohanim; pero se les
aplica la pena del látigo por su falso testimonio.
Si los falsos testigos han hecho una deposición contra alguno
para hacerlo condenar a la internación en las ciudades de asilo 99 y
ellos son desmentidos por una coartada, no serán condenados a la
internación, sino a la pena del látigo.
El mismo Tratado dispone que los testigos que han depuesto de
que un hombre ha dado a su mujer una carta de divorcio y por
consiguiente, el marido debe pagarle la ketubá 100 a su vez, el marido
alega no haber dado nunca una carta de divorcio y que no debe la
ketubá, los testigos son luego desmentidos, por una coartada, éstos
deberán ser condenados a pagar al marido el valor de la ketubá, esto
es, el pago de lo que ellos querían hacerle oblar al cónyuge
inocente. Pero se toma en consideración que aun sin el testimonio,
el marido habría podido ser obligado a dar a su mujer una carta de
divorcio, o bien los herederos del marido deberán pagar la ketubá, si
éste llegase a morir. Por consiguiente, no se condena a los falsos
testigos a pagar el valor íntegro de la ketubá; pero se estima lo
que esta ketubá vale para un comprador que quisiera arriesgar su
dinero para adquirir la ketubá, cuyo valor es dudoso, porque si la
mujer enviuda o se divorcia, ella tiene derecho a la ketubá; y si muere,
el marido la hereda.
Otra parte de la Mishná establece que si los falsos testigos son
desmentidos por una coartada (alibi), no son condenados a muerte,
sino cuando la condena del acusado ha sido pronunciada antes que
ellos hayan sido desmentidos 101.

he r ma no de l d i fu nt o er a r e qu e ri d o p or l a v iu d a , e n pr e s e nc i a d e l os ma-
gistrados, a nte quienes a mujer explicaba que había perdid o a su marid o,
s i n q u e q u e d a s e ni ng ú n fr u t o d e s u ma t r i moni o p a r a qu e p r op a g a s e s u
nombr e en Isra el. Diri gie nd o lueg o l a pal abra a su c uña do le e xhort aba a
c a sar s e c on e lla , y l os ju ec e s le for mu la ba n la mi s ma s ú pli ca . Si el
i nte rp ela d o s e neg ab a si st e má ti ca me nt e a el l o, l a v i ud a l e qui ta ba e l
c al za d o, en señal de infamación, y le escupía en la cara de modo que todo el
mundo v iese la señal. Desde entonces la v iuda quedaba en libertad de casarse
con q ui en qui si er a , a cu yo fin s e l e otorga ba u na au tori za ción p or e s cri t o.
La ceremonia recibía el nombre del descalzamiento.
99 Números, capítulo XXXV, versículo 6.
100 Tratado de Ketubá, Contrato matrimonial de los hebreos.
101 La Ley babilónica castigaba sev eramente el falso testimonio, siendo
digno d e se ñalar se as a nal ogías qu e exi ste n entre a Ley i sra e lita y el Código
de Hammur abí, en esta materia. En efecto, en el Códi go mencionado
encontramos preceptos como estos: 3) Si alguno testimoniare en juicio y
MATEO GOLDSTEIN

22. — FALSA ACUSACIÓN. — El delito de falso testimonio,


previsto en la Biblia, no se limita en forma exclusiva a las
imputaciones falsas que se dicen contra una persona o personas, en
juicio; se extienden también a otros delitos contra el honor,
asimilables a la calumnia y a la injuria de los Códigos modernos.
El Deuteronomio, en su capítulo XXII , establece varios géneros de
falsas acusaciones, que son severamente reprimidas. La falsa
acusación de un marido que deseare deshacerse de su mujer,
imputándole no haber llegado pura al matrimonio; en este caso
los padres de la mujer debían presentarla ante los jueces, exponer
la informalidad del cónyuge acusador y exhibir la vestidura
conyugal en prueba de la inocencia de la acusada. Los jueces,
como castigo al mal esposo, tomarán al hombre y lo castigarán
(vers. 18); Y le han de penar en cien piezas de plata, los cuales
darán al padre de la moza, por cuanto esparció mala fama sobre
virgen de Israel: y la ha de tener por mujer, y no podrá despedirla
en todos sus días (vers. 19).
Pero si la acusación era verídica, se arrojaba a la mujer de la
casa de su padre, y se la condenaba a la lapidación 102.
El Talmud contiene una serie de prescripciones que tienden a
defender el h onor y el recat o del individuo. El Tratado Babá
Camá dispone: “Si un individuo ha ofendido a un hombre que se

no p r ob ar e s u t e s ti moni o, si el c a s o fu e r e d e v id a o mue r te , é s t e t e s tig o


sufrirá la pena d e mu erte; 4) Si su t estimonio fuere sobre granos o diner o,
sufrirá la pena que corresponda en el proceso.
Anál ogamente , el Código de Hammur abí c ontie ne ot ras dis posi ci ones
tendie nt es a r epri mir , d e modo s ev ero, l a fe v i olada . Por ej emplo: Cua nd o
alguno diere a otr o pata , or o o cualquier otra cosa a guard ar, mostrará lo
q u e d i e r e a t e s t i g os y r e d a c t a r á u n c on t r a t o y l o d a r á a g u a r d a r ( 1 2 2 ) .
Cu a nd o alg uno di er e a gua rd ar si n t es ti gos ni c ontra t o, y dond e fu er e d e-
p os i t a d o s e l o ne g a r e n, e l c a s o no d a r á d e r e c ho a a c c i ón ( 1 2 3 ) . Cu a nd o
alguno diere plata, oro o cualquier otra cosa a guardar en presencia de
testi g os y e l q u e r e c i b i ó e l d e p ó s i t o l o ne g a r e , é s t e ho mb r e s e r á l l a ma d o
a cuenta s y paga rá el doble de l o qu e hu bier e negad o ( 124) . Cua nd o algu no
diere u na c osa de su pr opi eda d a guard ar, y en el lu gar d e l dep ósi to, s ea
por fra ctur a, se a p or es cala mie nt o, la cosa fuer e r oba da con otra s d e pr o-
piedad del depositario, el depositario que hubiere sido negligente restituirá al
propietario todo lo que hubiere perdido del depósito. El dueño de la cosa
inv estigará sobre lo sustraído y lo retomará d el ladrón (125). Cuando algu no
alegare falsament e haber sufrido latrocini o y presentare las aserciones fals as
ant e s u P uer ta, a nte Di os s erá pr es ent ad o p or su Pu erta p ara e sta b l e c e r
q u e no ha s u fr i d o l a t r oc i ni o y pa g a r á e l d obl e d e l o q u e hu b i er e
recla ma do a su Pu erta (1 26) . " En el Código d e Hammur abí se estat uye s obre
otros casos de fe v iolada en el cumplimiento de contratos determinados que
tenían vigencia en Babilona pero no en Palestina." — A. ROSSENVASSER: Fundamentación
Histórica del Código de la Alianza, página 127.
102 Deuteronomio, capítulo XXII, versículo 20 y siguientes.
DERECHO HEBREO

hallaba desnudo, o a un ciego o a un hombre que dormía, él debe


pagar por la afrenta. Si es la persona que dormía, la que ha ofen-
dido a otra, es absuelta. Si un hombre ha caído de un techo y ha
caído herido de modo de causar un daño y una afrenta, él debe
pagar el daño, pero no la afrenta, porque no se paga por la afrenta
sino cuando se ha tenido la intención de ofender."
23. —L A CALUMNIA . — Una legislación tan celosa del honor
del prójimo y severa con aquellos que delinquen al afectar la ho-
norabilidad ajena, no podía menos que extremar los recursos para
combatir la calumnia y la injuria. No calumnies a tu prójimo, ni
digas mal de él en público ni en secreto, proclama el Levítico 103 , El
Eclesiastés 104 expresa: Un golpe dado con un palo hace una
herida; pero un golpe de lengua rompe los huesos. Muchos hom-
bres han muerto al filo de la espada, pero aun es mayor el número
de los que han perdido la vida por la espada de la palabra. El
Éxodo 105 , por su parte, recomienda a los jueces que no den oídos
jamás a los discursos del impostor, ni protejan al impío, porque
está pronto a deponer falsamente en su favor, ni se envilezcan pa-
trocinando el delito y sofocando las pruebas de la inocencia.

Seis cosas aborrece Jehová,


Y aun siete abomina su alma:
Los ojos altivos, la lengua mentirosa,
las manos derramadoras de
sangre inocente,
El corazón que maquina pensamientos inicuos,
Los pies presurosos para correr al mal,
El testigo falso que habla mentiras,
Y el que enciende rencillas entre los hermanos 106

103 Levítico, capítulo XIX, versículo 7.


104 Eclesiastés, capitulo V, versículos 1 y 2.
105 Éxodo, capitulo XXIII, versículos 1-7.
106 Proverbios, capitulo VI, versículos 16-19.
CAPÍTULO VIII

DE LAS DIVERSAS CLASES DE PENAS

S U M A R I O : 1 . Cará c te r, de la s s an cio ne s . — 2 . L a pe na de mue rte . — 3 . E l


suplicio del fuego. — 4. La lapidación. — 5. Decapitación. —
6 . "C a re t " o e xte rm i n a c i ó n . — 7 . L á ti g o s o a z o te s . — 8 . E s tr a n -
g u l a m i e n t o : a s f i x i a . — 9 . L a p e n a d e p ri s i ó n . — 1 0 . L a i n t e r n a -
ción: ciudades de asilo. — 11. La pena pecuniaria. — 12. El je-
rem: anatema. — 13. La pena del Talión.

1. — CARÁCTER DE LAS SANCIONES — Para los diversos delitos


castigados por la ley eran numerosas y muy variadas las penas
establecidas en la Biblia. Un juicio crítico moderno, habituado a
las corrientes criminalistas que combaten la aplicación de la pena
como una venganza, pública o privada, contra el delincuente ; o su-
perando ésta etapa, para llegar a las escuelas positivistas que ven
en el que delinque a un elemento a quien debe segregarse como un
peligro para la comunidad, y aun aquellas tendencias que se espe-
cializan en curar al delincuente como a un ente enfermo, un inadap-
tado social, al que la sociedad debe regenerar para restituirlo a su
seno, como elemento constructivo, un análisis tal de las penas insti-
tuidas por la legislación mosaica, no nos conduciría, sin duda, a
resultados edificantes. Pero si se juzga a la luz de aquellos tiempos
primitivos, en que las pasiones debían ser reprimidas con la vio-
lencia y donde el temor a Dios venía unido a las más graves ame-
nazas de calamidades y desgracias; en aquellos días aurorales de la
civilización era preciso organizar un sistema de penalidades y
castigos que frenaran los impulsos y condujeran a la sociedad dentro
de carriles de hierro. Y aun así, comparativamente, los castigos
legales contra los transgresores del precepto bíblico eran mucho
más suaves y más humanos que los atroces sufrimientos inferidos
por las leyes de otras naciones contemporáneas.
“No ha habido en la antigüedad —afirma I. S. Algazi— pue-
blo alguno más respetuoso de la vida y libertad del semejante, aun
136 MATEO GOLDSTEIN

del criminal, que el pueblo hebreo. En épocas en que la vida del


individuo era tan poco estimada, en que reyes, príncipes y señores
tenían sobre sus súbditos el derecho discrecional de vida y muerte,
sin que nadie pudiera tener la osadía de pedirles cuentas de sus
actos, existía entre los judíos un conjunto tal de garantías de jus-
ticia hacia los convictos de algún delito, que con toda razón pode-
mos enorgullecernos de haber sido nuestros antepasados sus crea-
dores."

2 . — L A PENA DE MUERTE . — En la Introducción a la parte


del Derecho criminal hemos formulado ya observaciones de carácter
general acerca de la existencia legal y de la aplicación de la pena
de muerte entre los hebreos.
Según hemos dicho, la Biblia admite y prescribe la pena de
muerte para ciertos delitos de un grado tal de gravedad, que ponen en
peligro la estabilidad del orden social y la vida de los individuos.
Antes de Moisés, se admitía la última condena para algunos
crímenes; Moisés no pudo sustraerse a dicha institución que, por
otra parte, figuraba en la práctica y en las leyes de todos los países
contemporáneos. Pero así como hiciera con otras instituciones
procuró reglar de tal manera la aplicación del último castigo, y
discriminó de modo tan sutil los requisitos para que un crimen sea
pasible de la pena de muerte, así como las normas procesales que
debían observarse, que prácticamente los casos de aplicación se hi-
cieron muy escasos, y ello ocurría después de cumplirse una serie de
formalidades judiciales muy complejas.
No sólo el homicidio intencional era castigado por la Biblia
con la pena de muerte, sino también los delitos contra la divinidad y
algunos de los más graves atentados contra la moral y las buenas
costumbres.
La Ley rabínica no suprimió, por cierto, la pena de muerte.
Ello habría importado un alzamiento contra la legislación que Moisés
había creado, por inspiración divina. Pero los talmudistas —afirma
Guinzburg— se ingeniaron en formular para testigos y jueces
requisitos tan complicados, que en la práctica resultaba imposible
toda condena a muerte.
Según lo hemos destacado, la parte del Talmud que trata de la
pena de muerte, consagra, en realidad, la abolición de la pena
capital. Esta es reemplazada por la reclusión a perpetuidad, sin
trabajos forzados, para los homicidas. En cuanto a los otros críme-
nes que la Biblia castiga con la última pena, el Talmud caSi con-
cluye por suprimirla. Vale la pena considerar que tres crímenes que
para la Biblia asumían el carácter de monstruosos, se convirtieron
en la época talmúdica en verdaderos anacronismos. Ellos eran: el
DERECHO HEBREO 137

derecho del progenitor a dar muerte a su hijo perverso y rebelde,


la destrucción violenta de una comunidad por el crimen de paga-
nismo y la pena de muerte para los testigos desmentidos por coar-
tada (alibi).
Ahora bien, la última pena se aplicaba de diversas maneras, en
atención a la naturaleza del delito y a sus circunstancias particu-
lares. A ello se debe que entre los modos de ejecución de la pena
de muerte en la legislación mosaica existan diversas formas, de
entre las cuales destacaremos las más habituales, formulando sus
características esenciales y tratando de evidenciar, en cada caso,
cuál ha sido la tendencia de los talmudistas en el sentido de elimi-
nar toda crueldad inútil, y hasta de abolir del todo la institución.
3. — EL SUPLICIO DEL FUEGO. — Este castigo, que adquiría la
jerarquía de una pena legal, se halla ordenado por el Levítico, que
en el capítulo XX , versículo 14, dispone ésta pena para el incestuo-
so, que después de haber desposado a la hija, intenta desposar a
la madre; en este caso, los tres culpables debían ser entregados a
las llamas. En el capítulo XXI , versículo 9, se establece la misma
penalidad para la hija del sacerdote cohen que se abandona a la
fornicación. Según el Génesis 1 , ésta pena era la que mayormente se
aplicaba al adulterio, considerado entre los crímenes monstruosos y
según el Libro de Josu1 la, se hacía posible del castigo a los ladrones
sacrílegos. El Deuteronomio aclara que la pena del fuego se
imponía, asimismo, a las ciudades que se entregaban a la idolatría 2 .
En cuanto a esta última condena, afirman los exégetas de la
Biblia, que jamás se aplicó la hoguera a toda una comunidad, si
bien los historiadores romanos se complacen en recordar el caso de
Sodoma y Gomorra, ciudades que habrían sido incendiadas por
Jehová, en castigo de sus prácticas.
A estar al testimonio de algunos doctores de la Sinagoga, la
muerte por la hoguera tenía por objeto "grabar en el es p íritu del
pueblo el horror hacia el crimen cometido", considerándosela de
todas maneras, una ejecución "excepcional y extraordinaria".
El Talmud si bien no ha suprimido ninguna de las penalidades
establecidas por la Ley mosaica, se muestra afanoso de introducir
normas que hagan cada vez más difícil, y aun imposible, la aplica-
ción de la última pena por medio de la hoguera.
Existen, no obstante, minuciosas descripciones talmúdicas, acerca
de éste género de ejecución. La Mishná (fol. 52), determina

1 Genesis, capítulo XIX, versículo 13. la


1ª Josué, capítulo VII, versículos 13-15.
2 Deuteronomio, capítulo XIII, versículo 15.
138 MATEO GOLDSTEIN

que el que es condenado a ser quemado, es enterrado en la tierra


blanda, hasta las rodillas, a fin de que no le sea dable moverse.
Luego se le envuelve el cuello con un paño duro, que está a su vez
envuelto en una tela más blanda, para no herir el cuello; acto se-
guido dos personas tiran, la una de una de las puntas del paño
duro, y la otra, de la otra punta, a fin de que el condenado se vea
forzado a abrir la boca. Hecho esto, se vierte en la boca del des-
dichado plomo derretido, que le hará quemar las entrañas, hasta
producirle la muerte.
Este método, que podía haberse sustituido simplemente con la
hoguera que quemase todo el cuerpo, se empleaba —a estar al tes-
timonio de los rabinos— para ahorrarle sufrimientos al condenado.
Una Mishná, en otro pasaje (fol. 75) determina a los delin-
cuentes que han de ser condenados a la hoguera; ellos son la hija de
un sacerdote (cohen), desposada o prometida en nupcias, que
comete adulterio ; el que lo comete con la madre de su esposa; con
su hija; con la hija de su hija; con la hija de su hijo; con la hija de
su esposa; con la hija de la hija o de los hijos de su esposa; en fin,
el que lo comete, sea con su nuera, sea con la madre de su nuera
o la madre de su suegro.
Refiriéndose a la muerte por la hoguera, como a otros casti-
gos infligidos por la ley contra los crímenes monstruosos, dice el
doctor Rabinowicz en el Prefacio de su Legislación Criminal del
Talmud: "En cuanto al modo de ejecución, Moisés introdujo una
reforma considerable. Todo el mundo quería participar en esta
guerra de la sociedad contra el monstruo que la amenazaba: no se
podía contener a la multitud; todo el mundo aportaba su piedra al
edificio. Pero dijo Moisés: Que nadie lo toque (al condenado)
antes de los testigos, es decir, antes de que éstos estén convencidos de
que el crimen ha tenido lugar realmente; de lo contrario, un
alboroto popular, que puede propagarse a propósito de nada, sería a
menudo funesto para los inocentes 3 . Los talmudistas han cambiado
completamente el modo de ejecución, y de un ataque popular,
ciego, furioso, han hecho una ejecución judicial, reglada y rodeada
de todas las precauciones establecidas por el deseo de cuidar la vida
del acosado y de disminuir sus sufrimientos, si la muerte era
inevitable."
4 . — L A L A P I D A C I Ó N . — Er a e l me d i o má s f r ec u en t e p ar a la
ejecución de los condenados a la última pena, al punto de que
cuando la ley disponía la pena de muerte sin especificar el género, se
aplicaba la lapidación. Sin embargo, Pastoret no comparte este

3 Deuteronomio, capítulo XVII, versículos 6 y 7.


DERECHO HEBREO 139

último criterio, afirmando que "la severidad de esta pena hace su


opinión inverosímil". Y agrega: "Este suplicio era ya conocido
antes de Moisés, porque se sabe que los israelitas a quienes con-
ducía, fatigados por los males que padecían, y atribuyéndole la
causa de ellos, quisieron apedrearle" 4.
La Biblia ordena la aplicación de esta pena para los delitos
de adulterio, blasfemia, incesto, violación de la santidad del Sá-
bado, cultos a dioses paganos, y, en términos generales, para todas las
transgresiones graves al culto y a la religión de Jehová. El Levítico 5
expresa: Cualquier varón, de los hijos de Israel, o de los extranjeros que
peregrinan en Israel, que diere de su simiente a Moloch, de seguro
morirá: el pueblo de la tierra, lo apedreará con piedras; Y cualquiera que
se echare con la mujer de su padre, la desnudez de su padre descubrió:
ambos han de ser muertos; su sangre será sobre ellos6; Saca el
blasfemo fuera del real, y todos los que le oyeron pongan sus manos sobre
la cabeza de él, y apedréelo toda la congregación 7 ; Y el que blasfemare
el nombre de Jehová ha de ser muerto: toda la congregación lo
apedreará 8. Y en el Deuteronomio 9 se impone la misma muerte a
aquellos que rinden tributo a dioses extranjeros, en desmedro del
Dios de Israel. Moisés, extremando la severidad de este castigo,
impuso la pena de lapidación incluso para los animales, condenando
a ser apedreado al buey que quitase la vida a una persona 1 0 . Si se
tratase de un animal que hubiere tenido hábito de atropellar a la
gente, y el dueño hubiere sido advertido para que lo encerrase, el
animal que causó la muerte a una persona, será apedreado y muerto y
también el propietario. Si la víctima fuere siervo o sierva, el dueño
del animal pagará una multa pecuniaria al amo de la víctima y el
buey será apedreado.
El castigo de la lapidación, que no tiene parangón con ninguno
de los que imponen las leyes modernas, tuvo amplia difusión, pues se
le consideraba como altamente infamante entre los israelitas, a
través de todas las épocas.
Según el testimonio digno de todo crédito del doctor Rabinowicz,
"la lapidación era la ejecución popular y primitiva, infligida al que
había cometido un crimen indignando a todo el mundo, que atacó
las instituciones fundamentales de la sociedad, que había cometido

4 Josefo, Antiq. Jud., libro 3.


5 Levítico, capítulo XX, versículo 2.
6 Levítico, capitulo XX, versículo 11.
7 Levítico, capítulo XXIV, versículo 14.
8 Levítico, capítulo XXIV, versículo 16.
9 Deuteronomio, capítulo XIII, versículo 10.
10 Exodo, capítulo XXI, versículos 28, 31 y 32.
140 MATEO GOLDSTEIN

un acto escandaloso. El pueblo, enfurecido, no acordaba a nadie el


derecho de atacar sólo al enemigo común; todos querían tener su
parte en la venganza de la sociedad, todos querían contribuir a
esta acción patriótica de librar a la sociedad de un monstruo que
la amenazaba".
Los talmudistas, en este caso, como en todos aquellos que
traían aparejada una muerte violenta del acusado de un crimen
monstruoso, procuraron reglamentar la ejecución, restándole los
resabios de barbarie y de furor colectivo, que los caracterizara du-
rante la edad bíblica. El Tratado Sanedrín prevé que cuando el
acusado es condenado a ser lapidado, se le conduce al lugar desti-
nado a tal efecto. Este lugar se encuentra lejos del asiento del tri-
bunal. Un hombre se coloca en la puerta del tribunal, portando un
pequeño banderín en una mano. Otro hombre, montado a caballo,
se coloca a una distancia tal que pueda ver el banderín agitado.
Si alguien del tribunal dice haber hallado un argumento favorable
al acusado, el que se encuentra en la puerta agita el banderín y el
jinete corre hasta el sitio de la ejecución para ordenar su sus-
pensión.
Si el propio condenado afirma haber hallado un argumento en
su defensa, se le lleva ante el tribunal para examinar la prueba;
esta tentativa se repite hasta cuatro o cinco veces, siempre que el
acusado aduzca algún argumento razonable. Una Mishná expresa
que si el condenado, después que ha sido conducido ante el tribu-
nal, ha presentado una prueba favorable y es absuelto, se le pone
en libertad de inmediato; si no, se le vuelve a conducir hasta el
lugar del suplicio. Un funcionario le precede, proclamando: Un tal,
hijo de tal, va al suplicio por haber cometido tal crimen; tales y
tales son los testigos. Si alguien conoce un argumento en su favor,
que venga a expresarlo.
Cuando el condenado llega a una cierta distancia del lugar de
suplicio, se le invita a confesar el crimen, indicándole que tam-
bién el supliciado confeso tendrá su parte en el olám habá (vida
futura).
El lugar donde se ha de efectuar la lapidación tiene una altura
del doble de la estatura de un hombre común. Uno de los testigos
arroja al condenado a tierra de manera que éste cae de espaldas; si
cayere sobre el corazón, se le vuelve, dice Raschi, porque esta
posición es menos humillante para el condenado. Si ha muerto a
consecuencia de la caída, se le deja en paz, sin otra ceremonia; si
no ha muerto, el otro testigo le arroja una gran piedra sobre el
lado del corazón; si aun no hubiera muerto, todos los presentes le
rematan a pedradas. Este procedimiento se halla previsto en el
versículo 7, capítulo XVII, del Deuteronomio: La mano de los testi-
141 DERECHO HEBREO

gos será la primera sobre él para hacerlo morir, luego la mano de todo
el pueblo.
Repitiendo y ampliando el texto bíblico, la Mishná detalla
cuáles son los castigados de muerte que deben ser sometidos a la
lapidación, y dice: "El que comete un adulterio con su madre, con la
mujer de su padre, con la mujer de su hijo, con un hombre, con un
animal; una mujer que seduce un animal para que abuse de ella;
el que blasfema, el que rinde culto a las divinidades paganas; el que
entrega sus hijos a Moloch: el que atendiere a encantadores o
adivinos, para prostituirse tras de ellos 1 1 ; el que p r o f a n a e l
d í a S á b a d o , e l q u e m a l d i c e a s u p a d r e o a s u madre
(abusando del nombre de Dios, agrega Raschi); el que comete un
adulterio con una joven prometida que es una naarah; el que por
seducción determina a un individuo o a toda una ciudad a rendir
culto a las divinidades paganas; el hechicero; el niño sorer o morer
(perverso y rebelde) 12 ; el que comete adulterio con la mujer del
padre; se aplica igualmente al caso en que la mujer no era más que
prometida al padre y aun después que éste último hubiese - muerto.
El crimen del adulterio con la mujer del hijo permanece el mismo,
cuando ella no hubiere sido prometida del hijo y aun después de la
muerte de éste."
La Mishná (fol. 54) se pregunta: "¿Por qué el animal con el
que un hombre o una mujer ha ahusado, es lapidado? El animal
es inocente, pero ha sido la causa de un crimen; o bien, no se le
puede dejar vivo, porque viéndolo pasar por la calle, se dirá: He
ahí el animal que ha deshonrado a tal individuo y que ha sido la causa
de su condena."
5. — DECAPITACIÓN. — Este modo de ejecución no es
particular de las leves hebreas, pues lo han efectuado todos los
países del Oriente y se practicó en el Occidente, hasta nuestros días.
Lo único que varía es el instrumento cortante que, siendo entre los
israelitas un gran cuchillo, un sable o un hacha especial, conforme
lo establece el Tratado Sanedrín (tomo IV , capítulo VII ), entre otros
pueblos varía desde la falange oriental, hasta la muy moderna
guillotina. La Biblia trae numerosos episodios de ejecuciones
efectuadas por decapitación, pena que se consideraba como
expresión de vergüenza para crímenes terribles.
Pero a diferencia de las nenas de la hoguera y de la lapida-
ción, la decapitación restaba toda participación popular, toda ayuda
de la muchedumbre. Era un castigo judicial, inferido para todos

11 Levítico, capítulo XX, versículo 6.


12 Deuteronomio, capítulo XXI, versículo 18.
142 MATEO GOLDESTEIN

aquellos crímenes que no merecían las dos graves penas antes


citadas.
Por su parte, la Ley rabínica sólo condenaba a la decapitación a
los culpables de asesinato. La afirmación de ciertos autores en el
sentido de que se sometió a decapitación a los habitantes de ciudades
culpables de paganismo, está desmentida por el texto de la
Guemará, que afirma: "La condena de toda una ciudad, por cri-
men de paganismo, no ha tenido lugar jamás y no será jamás pro-
nunciada."
Leemos en el Tratado Sanedrín, que al que se condena a tener el
cuello cortado (degollado, decapitado), se le ejecuta por la espada
como el malcut (el gobierno pagano) lo hace. Rabí Judá reclamó
de este sistema de ejecución, por conceptuarlo como extre-
madamente humillante para el condenado; este talmudista pretendía
que se coloque la cabeza del condenado sobre un bloque, para cor-
tarla. Pero los otros doctores hallaban, al contrario, que el método
sugerido por rabí Judá haría la muerte aun más humillante.
Siguiendo el criterio de repetir lo aseverado por la Biblia, sin
perjuicio de aclaraciones y ampliaciones, el Talmud establece, con
toda precisión, cuáles son los crímenes que merecen la aplicación
del suplicio del sable, o de la decapitación. En este sentido, dice la
Mishná: "He aquí los que son condenados a tener el cuello cor-
tado: El asesino y los habitantes de la villa culpable de paganismo 13
Un individuo que ha asesinado a alguno con una piedra o con un
instrumento de hierro o que lo ha mantenido debajo del agua o en el
fuego, de manera que no pudo salir, es condenado a muerte, pero si
poniéndolo en el agua o en el fuego, el otro ha podido salir, el
culpable no es pasible de muerte. Si ha excitado a un perro o a
una serpiente en contra de alguien, no es condenado a muerte. Si
teniendo la serpiente, le hace morder a alguno, rabí Judá dice que el
autor de este hecho es condenado a muerte, pero los otros doctores
dicen que no."

6. — “C ARET ” O EXTERMINACIÓN . — El rabino Isaac S. Algazi


formula una advertencia que debe tenerse en cuenta cuando se
estudia la Biblia en relación con el sistema penal imperante en Ju-
dea. "No siempre, cuando la Biblia habla de muerte, debemos en-
tender por ella la pena capital; muchas veces la muerte que se
establece para algunos delitos no es real, física, sino civil y política."
En efecto, la pena capital por medio del caret o exterminación
estaba prescrita para ciertas transgresiones que afectan la moral del
matrimonio, ciertas leyes ceremoniales de la religión, etcétera.

13 Deuteronomio, capítulo XIII, versículo 16.


DERECHO HEBREO 143

El Exodo 14 amenaza con esta sanción al que ha comido pan


con levadura durante los siete días de la festividad de Pesaj. El
Levítico formula igual amenaza del caret, al que haya comido carne
proveniente de los sacrificios 15 . Números 16 impone la misma con-
dena al que no haya celebrado la Pascua no hallándose en viaje. El
Levítico 17 extiende la pena al que haya dejado de observar reglas
imprescindibles de higiene sexual.
Como se advierte, se entiende por caret, o exterminación, más
que un castigo legal, judicial, una pena aplicada por Dios mismo,
que no se confiaba a la justicia de los hombres.
Según el Talmud, constituía un caret, una pena de extermina-
ción infligida por el cielo a los individuos que cometen ciertos crí-
menes, que podían consistir en la muerte prematura del culpable
sin dejar descendientes.
En prueba de que la legislación mosaica y talmúdica en ningún
caso admitía una acumulación de penas, la Mishná determina que el
que ha cometido crímenes que merezcan la pena de caret, ha-
biendo ya sufrido la pena del látigo o de los azotes, Dios lo absol-
verá de la pena de caret, porque el culpable ha recibido la afrenta
del látigo, ha expiado ya su crimen y en adelante ha vuelto a ser
hermano nuestro.

7. — EL LÁTIGO O AZOTES. — Entre los pueblos de la antigüe-


dad, los azotes con diversos instrumentos constituían el castigo más
frecuente, especialmente para los delitos más leves, que no mere-
cieran la última pena. Moisés reglamentó el castigo, limitando el
número de los azotes, a cuarenta por vez. Según Pastoret, se con-
taban en la Biblia hasta ciento sesenta y ocho delitos que debían
purgarse con los azotes. Según una afirmación de Rabinowicz, un
talmudista ha encontrado que hay doscientos cuarenta y ocho pre-
ceptos y trescientos sesenta y cinco prohibiciones bíblicas, cuya vio-
lación da motivo para la pena del látigo. "Pero la transgresión de
una ley —afirma el erudito rabino— puede tener lugar de dos ma-
neras: se transgrede una ley por un acto, haciendo lo que no se
debería hacer; se puede también transgredir una ley por una omi-
sión: no haciendo lo que se debería hacer. En la Biblia no se en-
cuentra ninguna distinción entre estas dos clases de transgresiones.
Pero la Ley rabínica castiga sólo las transgresiones por actos, y
ella suprime así las transgresiones contra los doscientos cuarenta y

14 Éxodo, capítulo XII, versículo 15.


15 Levítico, capítulo VII versículo 20.
16 Números, capítulo IX, versículo 13. 17.
Levítico, capítulo XX, versículo 18.
144 MATEO GOLDSTEIN

ocho preceptos y las prohibiciones en que la transgresión no ha


sido hecha por algún acto. De esta manera, la Ley rabínica ha su-
primido de la legislación penal más de la mitad de los crímenes que
debían ser castigados con la pena del látigo.
El Talmud se ocupa minuciosamente de este género de castigo. En
el Tratado Macót se determina que "son condenados a la pena del
látigo: el que comete un adulterio con su hermana, con la hermana
de su padre, la hermana de su madre, la mujer de su hermano (viuda
o divorciada), la mujer del hermano de su padre, la mujer que se
halla en el período menstrual; un gran sacerdote que toma como
esposa a una viuda, a una divorciada o el que practica la ceremonia
del descalzamiento 18 ; un israelita que toma como esposa a una
bastarda, o una mujer israelita que toma como esposo a un
bastando; un individuo impuro que ingiere comidas sagradas o que
penetra en un templo; el que come la grasa prohibida de los ani-
males o bebe su sangre; el que ingiere los restos de los sacrificios 19 o
los restos de los sacrificios llamados pigul 20 , o de la carne sagrada
vuelta impura 21 ; el que ofrece sacrificios fuera del templo; el que
come pan con levadura durante la fiesta de Pascua; el que come o
el que trabaja durante el día del Gran Perdón (Yom Kipur): el que
hace para su uso una composición como la del aceite de unción
sagrado 22 o como el del perfume sagrado 23 ; el que se o los restos
de los sacrificios llamados pigul 2 0 , o de la carne saanimal nebelá
(muerto de su muerte natural) o trefá (destrozado por un animal
carnívoro o sacrificado sin cumplir preceptos talmúdicos); el que
come reptiles prohibidos; el que come frutos de la tierra antes de
haber destinado su parte al cohen y al levita 25 ; el que come el
diezmo del levita donde no se ha dado su parte al cohen: al que
come el diezmo de las cosas sagradas antes de haberlas cosechado".
La Mishná dispone la prohibición de arrancarse los cabellos y de
inferirse heridas a consecuencia del sentimiento de pesar que se
exterioriza ante un muerto querido, reeditando así la prescripción
bíblica del Levítico"; igualmente es sometido al látigo quien

18 Deuteronomio, capitulo XXV, versículo 9.


19 Éxodo, capítulo XXIX, versículo 34.
20 Levítico, capitulo VII, versículo 18; capítulo XIX, versículo 7.
21 Levítico, capítulo VIL versículo 19.
22 Éxodo, capítulo XXX, versículo 32.
23 Éxodo, capitulo XXX, versículo 37.
24 Éxodo, capítulo XXX, versículo 32.
25 Los levitas constituían una de las clases al cuidado del templo.
20 Deuteronomio, capítulo IV, versículo 1.
DERECHO HEBREO 145
se afeita el rostro enteramente y se arranca las patillas de cierta
manera 27.
El profundo respecto ofrendado por la legislación hebrea hacia
la integridad física, se trasunta en numerosas disposiciones que
tienden, todas, a su salvaguardia. Así, se prohíbe severamente toda
suerte de incisiones y tatuajes en el cuerpo, bajo pena de azo-
tes, repitiendo el Talmud la prohibición bíblica del Levítico 28.
El castigo es reglado de tal manera, en todos los casos en que
procede, que se procura evitarle consecuencias ulteriores al conde-
nado. Ya hemos dicho que Moisés realizó un decidido avance al
limitar a cuarenta el número de los golpes de látigo, ya que no
pudo hacer desaparecer totalmente este muy antiguo modo de admi-
nistrar justicia. El Deuteronomio 29 se detiene en forma minuciosa
sobre este castigo legal y determina: Cuando hubiera pleito entre
algunos y vinieron a juicio y los juzgaren, y absolvieren al justo y
condenaren al inicuo; será que, si el delincuente mereciese ser azo-
tado, entonces el juez lo hará echar en tierra, y harále azotar de-
lante de sí, según su delito, por cuenta: harále dar cuarenta azotes, no
más; no sea que, si lo hiriere con muchos azotes a más de éstos, se
envilezca tu hermano delante de sus ojos.
Como se advierte, la pena debía suministrarse en presencia y
con intervención personal del juez, requiriéndose, expresamente,
que el número de azotes no excediera el de cuarenta. La lógica de
las disposiciones es irrefutable y evidencia la garantía establecida
por la ley para evitar el sufrimiento inútil y la lesión orgánica que
p
udiera agravar la pena.
La Mishná dispone, comentando el precepto del Deuteronomio:
"El que es condenado a la pena del látigo recibe cuarenta menos
uno, es decir, treinta y nueve; rabí Judá dice cuarenta 3 0 . Es ne-
cesario examinar de inmediato la constitución y el estado de salud
del ajusticiado, para saber si podrá soportar ese número de gol-
pes; pero los expertos deben fijar siempre un número que pueda
dividirse en tres partes iguales. Verbigracia: Si ellos creen que el
culpable podrá soportar el número reglamentario de azotes, de
treinta y nueve (según la opinión de rabí judá) y, después de
habérsele dado algunos se advierte que hubo una equivocación y el
condenado no podrá soportar el número íntegro de treinta y
nueve golpes, éste es absuelto. Si se ha juzgado originariamente
que el culpable no podrá soportar más de dieciocho golpes, y des-

27 Levítico, capítulo XIX, versículo 27.


28 Levítico, capítulo XIX, versículo 28.
29 Deuteronomio, capítulo XXV, versículos 1-3.
30 Deuteronomio, capítulo XXV, versículo 3.
146 MATEO GOLDSTEIN

pués de propinárselos se advierte que podría soportar todos los


treinta y nueve, es igualmente absuelto después de haber recibido
dieciocho."
El principio contenido en la mayoría de las legislaciones cri-
minales, de estar siempre a favor del reo, está nítidamente anun-
ciado en la Ley mosaica, mejorada y perfeccionada por la rabínica.
Leemos en la Mishná: "Si un hombre ha cometido un crimen
por el cual es condenado dos veces a la pena del látigo, debe reci-
bir, en ese caso, setenta y ocho golpes, por haber transgredido dos
veces. Si los expertos lo examinan a los efectos de los dos castigos a
la vez, el culpable recibe el número de golpes que éstos han fijado
y es absuelto. Pero si ellos no lo han examinado más que para un
sólo castigo, el culpable recibe el número fijado para la primera
transgresión, y después de su curación, recibirá todavía los golpes
por la segunda transgresión."
En todos los preceptos se advierte el propósito de suministrar
la pena en forma tal que no exceda la justicia del castigo y no
afecte la integridad física y orgánica del condenado.
En otra parte, la Mishná explica, en forma detallada, la ma-
nera de ejecutar la pena del látigo. Según ésta, la pena se aplicaba
así: se ataban las dos manos del culpable a una columna. El jazán
(servidor de la comunidad; moderno verdugo, aunque de distinta
jerarquía) asía la vestimenta del condenado, con miras a desgarrarlo y
de descubrir el pecho; detrás del culpable existía una enorme
piedra. El jazán se colocaba de pie cerca del culpable, ostentando
en una mano un cinturón de piel de carnero doblado en cuatro; a
éste cinturón se hallaban cosidas dos tiras de piel de asno. El mango
(la extremidad) del cinturón era del largo de un tofá (su di-
mensión estaba calculada para no exceder el volumen de la espalda
del condenado). Se dividía el número de golpes fijado previamente
por los expertos, en tres partes, para dar al culpable un tercio por
delante y dos tercios por detrás. El culpable no se encontraba du-
rante el suplicio, ni de pie, ni acostado, sino inclinado. El jazán
castigaba con una sola mano y con todo su vigor. El heraldo leía
el pasaje: Si tu no observas y si tu no ejecutas los preceptos de
ésta ley... Dios te golpeará... 3 1 ; después, recomenzaba y decía:-
y vosotros observareis las palabras de ésta alianza... 32 ; para re-
tornar a la letanía: ...y El es misericordioso, El perdona el Pe-
cado... 33; y recomenzaba... (Si el castigo no había terminado aún).
Si el culpable resultaba muerto a consecuencia de los golpes,

31 Deuteronomio, capitulo XXVIII, versículos 58 y 59.


32 Deuteronomio, capitulo XXIX, versículo 9.
33 Salmos, capítulo LXXVIII, versículo 38.
DERECHO HEBREO 147

el jazán que lo ha golpeado, no tenía responsabilidad alguna; pero si


el jazán había agregado un solo azote a los que estaban prefi-
jados, y el culpable resultaba muerto, el jazán era condenado a la
internación en una ciudad de refugio.
El Talmud exterioriza la tendencia habitual de la Ley rabínica
orientada hacia la supresión de la pena violenta. En efecto, vemos
preceptos como éstos, que demuestran en forma palmaria el pro-
pósito de abolir los castigos corporales, entre ellos el del látigo.
"Si el culpable, después de ser atado a la columna, llega a librarse de
sus ligaduras y se fuga, es absuelto, puesto que la fuga es bastante
afrenta para él. Si el látigo se ha destrozado al primer golpe, el
culpable es igualmente absuelto" 34.
8. — ESTRANGULAMIENTO, ASFIXIA. — Cuando la Ley bíblica
establecía la pena de muerte para determinados delitos monstruosos,
sin especificar la forma en que debía llevarse a cabo la ejecución, se
acudía al estrangulamiento. Esta forma de eliminación legal del
condenado a la última pena, se basaba, según los tratadistas en el
principio stam mita: el castigo de muerte en que el género no es
indicado, ni puede ser otro que el estrangulamiento. ¿Por qué? No
hay otro motivo, dicen los doctores, que el que se encuentra en el
Talmud: que el estrangulamiento hace sufrir menos a la víctima
que el sable. Y la verdad de esta afirmación ha sido confirmada
por la fisiología moderna.
La Mishná (fol. 84) especifica los casos de ejecución por
estrangulamiento, y dice que es condenado a ésta pena: el que
golpea a su padre o a su madre: el que roba (Secuestra) a una
persona; el anciano que produce o agita para un alzamiento contra
una decisión del Gran Sanedrín de Jerusalén (desacato) 3 5 ; el
falso profeta; el que profetiza en nombre de una divinidad pa-
gana; el que comete adulterio con una mujer casada; los falsos tes-
tigos que han depuesto que la hija de un cohen ha cometido adul-

34 Tratado Macót, fol. 23.


La pe na de l látigo , infa ma nte y c rue l , no h a sido aú n e x ti rpada de
las leyes y usos de algunos países, no sólo en el Oriente sino también en
Occidente . Se realiza e n la misma forma que en a antigüedad, es decir, e n
u n l u g a r p ú b l i c o y e n p r e s e n c i a d e a m u c h e d u m b r e q u e a s i s t e c l a m orosa
a un espectáculo ciertamente denigrante para la dignidad humana. De n tro
d e l ré g ime n p e na l colo n ia li st a d e G r an B re t añ a se a cu d e co n lamentable
frecuencia a esta pena, y en los últimos tiempos hemos sabido de la
aplicación del suplicio del látigo impuesto a Jóvenes israelitas habitantes de
Eretz Israel, que se alzaron contra el despotismo de a potencia mandataria.
35 Deuteronomio, capítulo XVII, versículo 12.
148 MATEO GOLDSTEIN

terio y han sido desmentidos por una coartada (alibi) el que co-
mete adulterio con la hija de un cohen, siendo esta casada.
El suplicio de la sofocación o de la asfixia, se hallaba muy
extendido entre los hebreos, aplicándose a todos aquellos casos en
que la pena de muerte no establecía el género de ejecución, "cuya
razón tomaba su origen de la misma humanidad, pues los judíos
estaban penetrados de la máxima 36, de que cuando un reo debía
perder la vida, pero que el legislador no había determinado el gé-
nero de suplicio, se debía escoger el menos cruel y afrentoso" 37.
Según la Mishná, el que es condenado a la pena de ser aho-
gado (o asfixiado) es hundido en un muladar hasta las rodillas,
para impedirle todo movimiento; luego se le envuelve el cuello con
paño duro, el que a su vez se halla recubierto de un paño blando,
para no herirle, y luego dos personas tiran, una de cada punta del
paño, hasta que el condenado muere por asfixia.
Se lee en una beraitá 38, que si por un obstáculo cualquiera no se
puede ejecutar al condenado por el género de muerte prescrito para
su crimen, se puede matarle de cualquier modo.
Este precepto se halla siempre condicionado al principio co-
mún de la legislación criminal hebraica, del menor sufrimiento y
del ahorro del sufrimiento inútil al reo. En el Tratado Sanedrín 39
se dice en forma por demás categórica y edificante: "Dios ha di-
cho: Amarás a tu semejante como a ti mismo; así, pues, como cada
uno de nosotros fuera condenado a muerte, preferiría el fin más
rápido y menos doloroso, de igual manera tenemos que tratar a los
demás. Cuando un hombre tenga que sufrir la lapidación, dispon-
gamos todo para que no sienta sino el primer golpe; y así para
todos los otros suplicios."

9 — LA PENA DE PRISIÓN — De acuerdo con las opiniones


más respetables, la prisión asumía entre los hebreos dos funciones
bien distintas : 1°, se utilizaba para asegurar al delincuente, para
que no se fugase y pudiera ser juzgado oportunamente; 2°, se
empleaba como verdadera penalidad, asimilable a la reclusión per-
petua del Derecho moderno. Esta pena se aplicaba especialmente a
los reincidentes, cualesquiera haya sido la naturaleza de su delito.
En efecto, el individuo que había sido sometido repetidas veces a
la pena de los azotes e incurría en una nueva transgresión, era en-
cerrado en un estrecho calabozo, manteniéndosele solamente a pan

36 MAIMÓNIDES, Sanedrin, capítulo XIV.


37 PASTORET: Obra citada, página 244.
38 Guemará, fol. 53.
39 Tratado Sanedrin, capitulo VII, 2.
DERECHO HEBREO 149

y agua, hasta la consunción. La Biblia ofrece numerosos ejemplos


de la doble función que se le asignaba a la prisión. El Génesis 40 re-
fiere el encierro a que se sometió a José, mientras sus hermanos se
encargaban de traer a Benjamín de Egipto. El Levítico 4 1 se
refiere a la prisión del blasfemo, y el Libro de Jeremías42 y Reyes43
hacen mención de la cárcel de los profetas Jeremías y Miqueas; en
todos estos casos nos hallamos en presencia de la cárcel o prisión,
cuya única misión era la de asegurar a los acusados de un delito
real o supuesto.
Pero también hallamos en el texto bíblico ejemplos de la pri-
sión como penalidad, que llegaba a extremos lamentables, bastán-
donos referirnos a los casos que se mencionan en Génesis 44 ;
Jueces 4 5 y Génesis 4 6 . Es interesante destacar, referente a la
misma pena de la prisión, que existían numerosas formas de
encierro y aun cárceles destinadas a diferentes delincuentes.
Así los levitas y los cohanim tenían una cárcel distinta a la de la
plebe; también existían prisiones que no restringían totalmente la
libertad del reo, esto es, que les aseguraba un régimen de semi-
libertad. Otras existían para los acusados por delitos monstruosos;
otras, para las que habían incurrido en sim p les infracciones de menor
cuantía, o por faltas sin trascendencia.
La Ley rabínica, en este aspecto, como en todas las formas
brutales de la penalidad, procuró introducir normas humanitarias,
reduciendo al mínimo el número de los delitos que exigían la res-
tricción de la libertad del individuo. Puede afirmarse, en términos
generales, que la prisión, con alguna muy rara excepción, dejó de
ser una pena para convertirse simplemente en un medio de segu-
ridad. La excepción estaba constituida por el caso en que la pena
de muerte se convirtió en la de reclusión perpetua, sin trabajos
forzados.
Una Mishná 47 disponía que si un individuo ha sido condenado
dos veces a la pena del fuego (hoguera), se le pone en prisión y se
le da de comer cebada, hasta que su vientre estalla. He aquí una
prueba de que para la Ley talmúdica, igual que para la bíblica, la
prisión era un: castigo que se aplicaba preferentemente a los rein-
cidentes. Idéntica pena se aplica, conforme a la Mishná, para el

40 Génesis, capítulo XLII, versículos 16, 18, 19 y 25.


41 Levítico, capítulo XXIV, versículo 12.
42 Jeremías, capítulo XXXII, versículo 2.
43 I, Reyes, capítulo XXII, versículo 27.
44 Génesis, capítulo XXXIX, versículo 20.
45 Jueces, capítulo XVI, versículos 5 y 21.
46 Génesis, capítulo XL, versículo 3.
47 Tratado Sanedrín. Tomo IV, capítulo IX.
150 MATEO GOLDSTEIN

individuo que ha asesinado a una persona sin que existan testigos


que lo hayan presenciado: en ese caso se pone al acusado en una
prisión donde se le alimenta con pan y agua de miseria, según dice el
texto.
10. — LA INTERNACIÓN, CIUDADES DE ASILO. — Al efectuar el
análisis de los diversos delitos contra la vida, legislados en la Bi-
blia y el Talmud, bajo el título de Delitos que el hombre comete
contra sus semejantes, hemos esclarecido el concepto de la internación
y de las ciudades de asilo, interesante creación legal que salvaba de
la atroz venganza de los parientes de la víctima, al desdichado que
había incurrido en un homicidio por imprudencia o descuido.
"Luego que llegaba el homicida involuntario a una de las ciu-
dades de asilo —refiere Pastoret— se presentaba a los magistrados
que la gobernaban, a quienes refería lo que le había pasado y las
pruebas de su inocencia, sobre cuya relación se le recibía y se le
señalaba una habitación dentro de la ciudad. Si los parientes del
difunto, deseosos de vengar la muerte, venían a perseguirle, se cui-
daba de que no ca y ese entre sus manos; pero podían matarle, im-
punemente, hallándole fuera de la ciudad."
Dentro de la ciudad de asilo, el homicida involuntario no estaba
sometido a ninguna restricción, al punto de que incluso podía
participar de la dignidad que la ciudad ofrecía a sus propios ciu-
dadanos 47a.

47a Debe señalarse que la institución de as ciudades de refugio para la


purgación de determinados crímenes, exentos de dolo, constituye el más fiel
antecedente del derecho de asilo, que ha sido incorporado a ley in-
te rnacional mode rna. Este derecho, que traduce un alto espíritu de soli-
daridad y a defensa más encomiable de a libertad de pensamiento, exte-
riorizado muchas veces en la acción revolucionara contra as demasías de un
sistema, encuentra su justificación en as normas del jus maturate, que tuvo
en Israel amplia base de existencia.
Si bien originariamente las ciudades de refugio sirvieron para salva-
guardar la vida del desdichado que cometió un delito y se halaba expuesto a
a venganza de los parientes de a víctima, se hizo extensivo a los delin-
cuentes políticos, a los inadaptados en ciertos regímenes, que buscaban y
encontraban "un lugar bajo el sol", donde quedaran cubie rtos de la ace-
chanza y el odio de sus adversarios.
Otros pueblos de a antigüedad también conocieron este beneficio, si
bien en vez de ciudades de refugio, lo limitaron a ciertos lugares sagrados,
donde ni a mano de a justicia podía alcanzarlos.
Pe ro e s de todos modos s in tom á ti co que al tra za r lo s line a mie n to s
del Estado hebreo, Jehová haya hablado a su siervo Josué en estos términos:
"Señaláos las ciudades de refugio, de las cuales yo os hablé por Moisés; para
que se acoja allí el homicida que matar e a alguno por yerro y no a sa-
biendas; que os sean por acogimiento del cercano del muerto. Y el que se
DERECHO HEBREO 151

11 . — L A PENA CUNI ARI A . — Constituyó uno de los más


audaces avances de la legislación penal. Ya hemos dicho de qué
modo las graves prescripciones de la Ley del Talión se convirtie-
ron, a través de las interpretaciones y de la Ley rabínica, en sim-
ples penas pecuniarias, graduables, según la naturaleza del delito y
la condición del delincuente y de la víctima. El Derecho hebreo, que
eliminó toda diferenciación entre ricos y pobres o entre miserables
y encumbrados, cuando de aplicar una recta justicia se trataba,
estableció, con férrea lógica, la composición que correspondía según la
clase de daños y conforme a la condición de las partes.
La multa, como pena pecuniaria, se aplicaba a las diversas for-
mas de atentados contra la propiedad; en el delito de lesiones y en
otros que traían aparejados daños materiales. El Exodo 48 nos da
ejemplos elocuentes de la función de ésta pena resarcitoria y
compensatoria, que ha pasado a todas las legislaciones modernas. Y
el Talmud, en varios de sus tratados, establece una numerosa y
variada jurisprudencia al respecto.

12 — E L JEREM : ANATEMA . — Este castigo es mencionado


repetidas veces y con distinto criterio, por la legislación mosaica,
pero adquiere su carácter de pena accesoria, a partir de la época
talmúdica. Constituía una especie de capitis deminutio máxima de
los romanos, o de muerte civil del reo, según la cual se excluía, de
una manera radical, al individuo del seno de la sociedad en que
actuaba. La excomunión adoptada por la Iglesia Católica para sus
prosélitos incursos en alguna transgresión a sus leyes fundamenta-
les, no es otra cosa que el jerem o excomulgación de los judíos,
ordenada por la Biblia. La excomulgación o jerem se aplicaba, ordi-
nariamente, a los israelitas que habían afectado alguna de las bases de
la religión. La Mishná señala, al res p ecto, treinta y seis casos en
los que podía imponerse el jerem. El Génesis 49 lo im p one para el
que no hubiere practicado la circuncisión. El Éxodo 50 lo aplica

acogiere a alguna de aquellas ciudades, presentaráse a la puerta de la ciu-


dad, y dirá sus causas, oyéndole los ancianos de aquella ciudad; y ellos lo
re c ibirán consigo dentro de la ciudad. y le darán lugar que habite con ellos. Y
c u an d o e l c er can o d e l mu e r to l e s ig u ie r e , n o en tr e g ar án e n su man o e l
h o mic id a, p o r c u an to h ir ió a su pr ó j i mo pa r ye rro , ni tu vo con é l an te s
enemistad. Y quedará en aquella ciudad hasta que parezca en juicio delante d el
ayun tamien to, has ta la muer te del gran sacerdo te que f uere en aquel
tiempo; entonces el homicida tornará y vendrá a su ciudad y a su casa y a la
ciudad de donde huyó." — Josué, capítulo XX, versículo 2 y siguientes.
48 Éxodo, capítulo XXI, versículo 30 y siguientes; capítulo XXII, versículo 1 y
siguientes.
49 Génesis, capítulo XVII, versículo 14.
50 Éxodo, capítulo XII, versículo 15.
MATEO GOLDSTEIN 152

al que ha dejado de comer el pan ácimo en los siete días de Pascua. El


mismo libro 51, para el que hubiere fabricado y se hubiere aplicado
un ungüento destinado a las ceremonias religiosas; o fabricado un
perfume destinado al culto. El Levítico 52 , para los que no realizaban
las ofrendas ordenadas en honor de Jehová. El Números 53 , para
aquel que pudiendo hacerlo, no celebró la Pascua en la forma
ritual. El excomulgado era radiado de todos los lugares que
frecuentaba, incluso del templo. Ningún ciudadano podía acercársele,
so pena de sufrir la misma condenación que aquél.
Cada habitante de Judea podía imponerle un jerem al prójimo, y
aun a sí mismo, por castigo de algún pecado capital, aplicándose esta
tremenda pena a los animales que habían cometido un crimen.
Como hemos señalado, el jerem tiene diversas acepciones en la
Biblia, de las que Algazi ha efectuado la siguiente clasificación:
Abominación: Deuteronomio (Cáp. VII, v. 26).
Anatema: Levítico (Cáp. XXVII, v. 29); Jueces (Cáp. V, v. 23).
Aniquilamiento: Josué (Cáp. vil, v. 13); Miqueas (Cáp. VII,
ver. 2.).
Confiscación: Esdras (Cáp. x, v. 8).
Cosa consagrada: Levítico (Cáp. XXVII, v. 28); Números
(Cáp. XVIII, v. 14).
Destrucción: Zacarías (Cáp. XIV, v. 11).
Cosa prohibida: Deuteronomio (Cáp. XIII, v. 17).
Excomunión: Esdras (Cáp. X, v. 8).
Exterminio: Josué (Cáp. VI, v. 17); Malaquías (Cáp.III, v. 9;
Cáp. IV, v. 1).
Sacrificio: Ezequiel (Cáp. XIV, v. 7 y sigts.).

Además de los enumerados, el mismo autor destaca que hay


tres clases especiales de jerem que se practicaban en el Templo:

a) Jaramé Cohanim, es decir : todo lo que era consagrado


p ara lo s s ac erdo te s no pod ía s er c a mb iado ni p er-
mutado 54
b) Jaramé Gavoa, es decir : todo cuanto era donado al Templo
no podía cambiar de destino 55
c) Jayavé mitot Bet-Din, es decir : los condenados a la pena

51 Éxodo, capítulo XXX, versículo 33.


52 Levítico, capítulo VII, versículo 1 y siguientes.
53 Números, capítulo IX, versículo 13.
54 Levítico, capítulo XXVII, versículo 28.
55 Talmud, Arajím, 29 a.
DERECHO HEBREO 153

capital 56 ; si esta condena era motivada por un crimen de lesa


majestad divina, no podía ser permutada bajo ningún pretexto, y
el criminal debía ser ejecutado.
En la época talmúdica, el jerem adquirió caracteres fijos y
fue sometido a una serie de reglas preestablecidas. El tribunal dic-
taba sentencia; el anatema podía ser pronunciado en veinticuatro
casos diferentes, existiendo una verdadera graduación, según la
naturaleza del delito y la persona o entidad que resultaba damnifi-
cada; desde una simple nezifá (reproche) se podía llegar al verda-
dero jerem que constituía una maldición eterna para el desdichado
que resultaba excomulgado.
Pero a causa de los excesos en que se incurrió, el jerem fue
perdiendo toda fuerza, particularmente en la diáspora, hasta con-
fundirse con las cosas del pasado histórico 57.
13 . — L A PENA DEL T ALIÓN . —Ya hemos señalado con cuanto
desconocimiento y saña deliberada se intenta exhibir la pretendida
barbarie del Derecho bíblico, basándose en la famosa Ley del
Talión. Personas ilustradas han incurrido en el error de admitir,
como verdad inconcusa, que el principio del ojo por ojo, diente por
diente, informó todo el espíritu de la legislación hebrea y esto sin
intentar una exégesis inteligente de los textos y sin buscar la ver-
dadera interpretación de dichos preceptos, que encontramos en có-
digos sancionados muchos siglos antes que apareciera la figura de
Moisés; verbigracia, en el llamado Código de Hammurabí.
Por eso cuadra a los espíritus honrados ubicar debidamente
las leyes, en la época y en la sociedad de donde surgieron y sobre
todo, corresponde esclarecer la verdad y buscarla allí donde preci-
samente radica, no en la simple intención proclive o en la letra
muerta.
"La pena del Talión —expresa J. Salvador en su obra Histoire
des Institutions de Moise et du Peuple Hébreu— es un principio

56 Levítico, capítulo XXVII, versículo 29; Tos. Arojím, 84.

57 El rabino ALGAZI analiza detalladamente las distintas acepciones


de esta pena que llegó a límites sencillamente inauditos; alguno
excomulga d o s h a b r í a n p re fe r i d o a m u e rte a n te s d e s e r o b j e to d e u n
j e r e m. H e aquí algunos casos en que se aplicaba a excomunión: por
ultrajar a un doctor (religioso), aun después de su muerte; por violar una
prescripción rabínica o un mandamiento bíblico; por negarse a comparecer
ante el tribunal después de tres intimaciones; por inobservancia de los
segundos días de fiesta; por pronunciar en vano el nombre de Dios; por
impedir a otros israelitas le práctica de un rito religioso; por comer carne
prohibida (trefá); por entregarse a prácticas inmorales. La excomunión, en
todos los casos, debía ser precedida por una advertencia repetida tres veces
consecutivas.
154 M ATEO G OLDSTEIN

más que una ley. Como ley, ella no puede, no quiere, en general,
ser ejecutada; y yo digo que ella no quiere, porque la igualdad per-
fecta, que es de su esencia, de exigir entre el castigo y el daño, es
también imposible de producir, porque sería inútil y funesto. ¿Cómo
hacer a un hombre una fractura, una herida, una contusión aná-
loga desde todo punto al que ha causado a otro? ¿Y qué beneficio
para la república que ha perdido un ojo, una pierna o un brazo en la
persona de uno de sus ciudadanos, de privárselos a un segundo
ciudadano?
"Entonces las compensaciones pecuniarias fueron imaginadas
para suplir a lo que había de inejecutable en la ley. Moisés, al
mismo tiempo que consagraba el principio del Talión, lo modifica
en la práctica. Se ha visto una prohibición especial, de tolerar una
reparación cualquiera de la parte del homicida voluntario: él admite
entonces que podría ser aceptada en toda otra circunstancia, y
prueba que ésta pena, usada muy anteriormente a él, fué desde sus
orígenes acompañada de transacciones pecuniarias que se habían
extendido hasta el homicidio.
"El precepto del Exodo 58 ha sido interpretado por todos los
doctores hebreos como el reconocimiento de los jueces del derecho
de transformar en multas proporcionadas al delito, la pena del Ta-
lión. Si alguien te corta una mano —dice Judá Halevi— nosotros no
entendemos que la mano le sea cortada. ¿Qué bien resultaría de ello para
ti? Lo mismo es necesario hacerte notar cuán contrario sería a la
justicia y a la sana razón, de devolver fractura por fractura, herida por
herida. ¿Qué medida tendríamos para medir exactamente, para fijar el
más o el menos? Arrancaremos un ojo al que no posee más que uno,
como al que tiene ambos ojos; y tendremos al primero ciego,
mientras que el otro no sería más que tuerto?"
Ahora bien; veamos; ¿Qué es la así llamada Ley del Talión?
¿Cuándo y cómo fué aplicada? Desde luego, la encontramos en
Deuteronomio 5 9 y se refiere a la pena de que serán pasibles los
testigos falsos. Y refiriéndose a éstos, dice uno de los preceptos
bíblicos: Haréis a él como él pensó hacer a su hermano; y quitarás el
mal de en medio de ti. Y más adelante: Y no perdonará tu ojo, vida
por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.
¿Cabe una pena más justa que ésta para quien, satisfaciendo
bajos instintos u obscura ven g anza, intenta hacer víctima de sus
pasiones al prójimo, acusándole falsamente, o diciendo falsamente
58 Éxodo. Capítulo XXI, versículo 9.
59 Deuteronomio, capítulo XIX, versículo 19 y siguientes.
DERECHO HEBREO 155

en contra suya? Aun admitiendo que alguna vez se haya cumplido el


severo principio: Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente —lo
cual es negado sistemáticamente a través de los siglos— ¿acaso es
excesivo castigo el de imponer a quien quiso hacérselo a un
congénere suyo?
Hammurabí proclamaba urbi et orbe: Si alguien le destruye un
ojo a un hombre libre (!), se le destruirá un ojo. Si se le hubiere
destruido el ojo o el hueso a un esclavo, tendrá que reembolsarle al
dueño la mitad del valor del esclavo. Si alguien rompe los dientes a una
persona de categoría igual (!), se le romperán los dientes. Y si le
hubiera roto los dientes a un liberado, se le pagará un tercio de mina de
plata.
Partiendo de la base ética impuesta por la Ley de Moisés de
que para la ley y para un recto sentido de la justicia, no se deben
establecer diferencias entre hombres libres y esclavos, u hombres de
tal o cual categoría, la Lev persa que contiene los preceptos del
Talión, antes de pasar a la Biblia, establece una escala rígida
irracional, inhumana: ojo por ojo, diente por diente...
La Lev bíblica solamente se endereza a castigar a aquel que
ha querido hacer sufrir un castigo igual a su prójimo. Ni más ni
menos.
Pero debemos dejar bien señalado que la pena del Talión so-
lamente se a p licaba a un determinado género de delincuentes y que
además, dejaba al arbitrio de la víctima el cobro en especie o la
indemnización pecuniaria. De este modo, la venganza privada, resa-
bio de tiempos primitivos que pasó a casi todas las legislaciones
penales de la época y sobrevivió a los siglos, se atenuó transfor-
mándose en una simple pena pecuniaria. En el delito de lesiones,
con el transcurso del tiempo, la pena del Talión se convirtió en una
verdadera tabla de valores económicos, desterrando el carácter cruel e
inhumano que pudo tener en los comienzos de su implantación.
Según dicha tabla, si un israelita diese a otro un golpe con un puño
cerrado, pa g ará un sido: si le diese un bofetón, pagará doscientos
dracmas: si fuese con la mano de revés, cuatrocientas, y la misma
suma si le tirase violentamente de las orejas o del cabello; si le
escupiese la cara o le arrancase de la ropa 60.

60 El doctor ABRAHAM ROSENVASSER, citando a MORGENSTERN, en


erudito e studio sobre la aplicación de la Ley de l Talión, señala: "La Ley del
Ta l ión e s tá e xp re sada e n e l Cód igo de la A li an za po r un a fó rmu la gené -
rica, sin aplicación a un caso particular de terminado: Ojo por ojo, mano
por mano..., e tcé te ra. Esta ley, si así puede llamarse , parece habe r sido
corriente en el antiguo Israel como una especie de máxima legal o axioma
para expresar e l principal fundame nto de justicia e ntre los individuos."
Tiene su origen "en as condiciones de a vida nomádica primitiva de los
156 MATEO GOLDSTEIN

La penalidad era fijada por el juez, siendo evidente, a través de los


textos bíblicos que en ningún caso la pena del Talión funcionaba
para la pérdida de la vida, sino de la de un miembro, o un daño
físico. Confróntese, al respecto, el Éxodo 61 y Números 62.
La Guemará se formula algunas preguntas, interpretando los
preceptos de la Biblia. Veamos: Pregunta: —La Ley mosaica dice:
ojo por ojo, diente por diente; ¿cómo se ha conmutada esta pena
en la de pago (indemnización)? Respuesta: —Está escrito: No to-
maréis de ningún modo rescate del matador 63; resulta que se puede
hacer pagar las heridas. — Pregunta: — ¿No se p uede concluir de
éste pasaje, que aprendemos solamente el principio del non bis in
ídem; que no se puede condenar al pago a quien ya ha sido con-
denado a muerte? Respuesta: —Hay un pasaje 64 que nos enseña el
principio del non bis in ídem.
En la Mishná (fol. 84) se lee lo siguiente: Abayé da otra res-
puesta: —Se lee en una beraitá, de la escuela de Ezequias: No se
puede tomar al pie de la letra ojo por ojo, porque haciendo estallar
el ojo del culpable, se puede ocasionar su muerte; la pena seria
entonces más fuerte que el crimen.
Hay otra referencia más en la Biblia que induce en error. Se
trata del versículo 23, del capítulo XXI , del Éxodo, que dice: Mas si
hubiere muerto, entonces pagarás vida por vida. Y los subsiguien-

semitas y particularmente en conexión con a institución de la venganza de


sangre. Todavía es hoy —casi e nterame nte e n a teoría más que e n la
práctica— un principio definido de a Justicia de los beduinos..." "Es
incuestionable que en el antiguo I srael... e l principio ha de habe r sobre-
vivido en forma axiomática como residuo de un estadio más primitivo de
civilización nomádica —sólo en parte caduca— con aplicaciones diversas a
cue s tione s y si tuac io ne s le ga le s ." Y a g re ga : "a i nc lus ión de la Le y de l
Talión en el Código de la Alanza mediante una fórmula genérica debe con-
siderarse una glosa o inserción editorial. a Ley del Talión está mitigada en
el Código de a Alianza porque de su aplicación se excluyen los casos de
homicidio y lesiones por imprudencia. Para el homicidio por imprudencia
acuerda el derecho de asilo y a composición. Las lesiones por imprudencia
están incluidas en las disposiciones sobre riña y similares, cuya solución
pecuniaria está reglada. En la legislación de Hammurabí. La aplicación de
Las leyes del Talión da lugar al desarrollo de una larga casuística que
comprende sucesivamente al hombre libre, al mushkinu y al esclavo, para
disponer unas veces la sanción lisa y lana del Talión, otras a forma más leve
de la composición. En muchos casos a Ley del Talión funciona e n forma
disminuida, por vía de homología... La Ley de las Doce Tabas p r e v e í a e l
T a l i ó n s i n o s e p a c t a b a l a c o m p o s i c i ó n ( S i m e m b r u m r u p s i t ni cum eo pacit,
talio est. Tabla VIII, 2-4). — Obra citada, páginas 137-139.

61 Éxodo, capítulo XXI, versículo 30.


62 Números, capítulo XXXV, versículo 31 y siguientes.
63 Deuteronomio, capítulo XIX, versículo 10.
64 Deuteronomio, capítulo XXV, versículo 2.
DERECHO HEBREO 157

tes dicen: Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por
pie; Quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.
Aben Ezra relata una célebre disputa rabínica respecto a estos
preceptos, y uno de los litigantes, el famoso Gaon Saadia, llega a
la conclusión de que es imposible tomar estos versículos en su
sentido literal, y que hay que admitir la decisión talmúdica. Y pre-
gunta el Gaon: ¿Cómo se podría aplicar el Talión a un ciego que
hubiere cegado de un ojo a un vidente? ¿Cómo producir una he-
rida que no sea más peligrosa que la que fue hecha?
Si tornamos en cuenta el recto sentido de la proporcionalidad
entre el delito y la pena, que rige toda la legislación bíblica y tal-
múdica, no podemos menos que admitir la inaplicabilidad, en la
práctica, de la p ena del Talión, ya que nadie podía calcular la re-
lación exacta, aritmética, entre la causa y el efecto, entre el castigo y
el delito.
CAPÍTULO IX

LA LEGISLACION CIVIL

S U M A R I O : 1 . L a Le y pe n al y la Le y c iv il : su i n flue nc ia . — 2 . "Alb ace a de l


O rie n te ". — 3 . L a doc tri na mos ai ca . — 4 . Los p ro fe tas : homb re s
del espíritu. — 5. Tende ncias exageradas. — 6. El Derecho natu-
ral y el Derecho de gentes. — 7. Leyes de la naturaleza y leyes de
Dios. — 8. Ré gime n de la democracia republicana. — 9. El De re-
cho natural en Roma.

1. — LA LEY PENAL Y LA LEY CIVIL; SU INFLUENCIA. — Si


grande es la importancia de las leyes criminales en Israel, a través de
la Biblia y el Talmud; si su influjo ha sido considerable, no solo en su
época, en los demás pueblos del Oriente y aun se sigue experimentando
en Códigos modernos, no es menos trascendental la acción e
influencia de la Ley civil hebrea, que, luego de impregnar el mundo
semibárbaro en el que fue creada, pasó a Roma y de allí al orbe
contemporáneo y moderno.

2. — "ALBACEA DEL ORIENTE..." — Arturo Capdevila ha pro-


fundizado el análisis del Oriente jurídico y así dice de los israeli-
tas, luego de estudiar el destino de Babilonia, Egipto, la India:
"...Pero cada una de estas naciones de Dios tuvo su hora. Cuando
Alejandro llega a la India, la India ha pasado. Ya está profunda-
mente dormida. Se cubrirá la tierra de despojos suyos, pero no de
vida suya. Su espíritu no será dado en herencia. Está dormido y
tal vez no despertará ya nunca. Entre tanto, Roma ha nacido, y el
mundo ha abierto rutas en la dirección de Occidente. Con Roma
comienzan cuando menos diez mil años de civilización latina...
Vichnu no ensayará disparar su arco por encima de las montañas;
sabe de antemano que su brazo está cansado, que su flecha aun
ardiente se apagará en los aires muchos antes de llevar a Roma su
mensaje de luz. El sol de Ormuz, después de alumbrar un día de
siglos, se acuesta postrado del lado del Tíber, y así tampoco es la
160 MATEO GOLDSTEIN

hora de Persia. ¿Qué pueblo será entonces el albacea del Oriente?


¿Cuál entre todos, el sacerdote del nuevo templo? Los fenicios
—esos correos del Mediterráneo— ya llevaron todas las tablillas.
De un modo o de otro, ¿Qué hicieron sus naves? También pasaron.
¿Y el Egipto? El Egipto tenía una gran palabra que decir, pero se la
dijo a sí mismo. La Esfinge no habla. Las pirámides no tienen
morador. El Egipto habló con su propia conciencia; pero andaba no
lejos, Israel. Es posible que haya oído aquellas palabras divinas...
"Ya se adivina lo que queremos decir. Quedaba un solo pueblo
en el Oriente capaz de dispersión mensajera: Israel. Harto sabía
de cautiverios y de destierros. En ellos, había conocido lo bueno
y lo malo del Oriente. El monoteísmo había sido su clave para no
confundirse con lo podrido de tantos degenerados cultos obscenos.
Por la virtud de tal higiene, este pueblo, sólo él, tenía sobrado
aliento para pulular por toda la anchura del Imperio romano.
Como quien abre la piedra del destino, siquiera fuese echándola
abajo. Roma cayó sobre el israelita, acabó con su ciudad y
destruyó su templo. Al expulsarlo para siempre de su propia co-
marca, le abría de hecho las puertas de Roma. Entonces Israel entró
en Roma. Era el mensajero del Oriente, el portador de la inextin-
guible antorcha, el pueblo elegido" 1.
3. — LA DOCTRINA MOSAICA. — No obstante el escaso respeto que
la capital del mundo de entonces tenía por los israelitas, la doctrina
mosaica —y también la cristiana— penetró profundamente en todas
las clases, especialmente entre las elevadas de la sociedad de Roma.
Su filosofía, su moral, y hasta sus instituciones jurídicas, se im-
pregnaron del espíritu de Moisés y no fueron suficientes las ten-
tativas de los emperadores y los esfuerzos de los chauvinistas, para
desterrarlo del corazón de los ciudadanos.
No debemos olvidar que, pese a toda suerte de restricciones,
algunos prominentes cristianos —San Pablo, entre ellos— y nume-
rosos judíos, llegaron a ostentar las condiciones de ciudadanos y
caballeros de rango.
Roma no pudo escapar a la penetración espiritual de Israel, y
una verdadera ola de humanismo había de envolver, tarde o tem-
prano, las duras prescripciones y las rigideces de toda la organi-
zación jurídica del Imperio. Las Doce Tablas se humanizaron al
contacto con las Tablas de la Ley mosaica. Y aquel pequeño pue-
blo del Oriente, vencido y humillado por la hueste romana, se ha-

1 A. CAPDEVILA: El Oriente Jurídico, página 187.


DERECHO HEBREO 161

bría de convertir, con el transcurso del tiempo, en vencedor de la


barbarie que lo había hollado ...2
4. — LOS PROFETAS: HOMBRES DEL ESPIRITU. — "Hace diecinue-
ve siglos, el más noble espíritu de Roma, ante la abyección de sus
dioses y sacerdotes, lanzó el grito de la inteligencia indignada: Y la
piedad no consiste en exhibirse continuamente, la frente velada, ante
una piedra, y en acercarse a todos los altares, ni en prosternarse y
tender las manos abiertas hacia los santuarios e inundar los altares
con la sangre de los cuadrúpedos, sino en contemplar el Universo
con un alma serena... Y ocho siglos antes que Lucrecio, el Dios
del pastor Amós exclamaba: ¡Odio vuestras solemnidades, vuestros
holocaustos me son abominación; harto estoy de vuestras ofrendas
de carneros y de sebo de animales gruesos; quitad de mi la multitud
de vuestros cantares, que no escucharé las salmodias de vuestros
instrumentos. Antes corre el juicio como las aguas y la justicia como
impetuoso arroyo! 3
Por doquier donde cayó la simiente de Israel, el derecho y la
moral han recogido su óptima cosecha. Mayor o menor, la influencia
de la Lev de Moisés y la de los doctores del Talmud, se torna
incuestionable, y buen favor le han hecho los maestros de la judeo-
fobia de todos los tiempos al destacar nítidamente las hondas raíces
que han echado 4.
2 "Propagandista incansable (RENÁN, His toire du Peuple d'Isr ael, li-
bro X, capítulo IV) y habilísimo además en el arte de ganarse exenciones, el
judío quedándose al margen de los deberes romanos, empleaba todo su
tiempo en el proselitismo; un cierto género de proselitismo dirigido no tanto a
captarse adeptos como a restárselos a Roma. ¿Qué hacer contra ese judío?
No e ra de fensa válida inve ntar fábulas absurdas contra él; fábulas y
patrañas que no le alejaban sino que antes bien atraíanle a atención de as
gentes, de tal manera que no cesaba de crecer un mundo alucionado –
mujeres, jóvenes, viejos, de toda procedencia y condición— en torno de los
israelitas." — A. CAPDEVILA: El Cesar contra el hombre, página 73.

3 J. DARMESTETER: Los profetas de Israel, páginas 90-91.


4 "El hombre más grande en I srae l, e l más pe rfecto en a escala de los
valores e spirituales, es e l profe ta. Profeta es el hombre del espíritu y de la
acción; el hombre cuyo ideal se agita y se actúa en el mundo de los
homb re s; que v ive no pa ra los aco modam ie n tos o pa ra as re nun ci as , ni
para morir, sino para luchar, sufrir, trabajar por un ideal, por el que tam-
bién se puede morir. En este sentido, también Jesús fue un profeta; tam-
b ié n Ma z zi n i fue un p ro fe ta . P ro fe ta e s e l h omb re que tie ne a voca ción
del ideal' que nació para destruir y para demoler, pero también para edi-
ficar y para plantar..."

...En ese hombre repercute n los dolores y las ale grías, las caídas,
las conversiones, las tragedias y las penas de los demás hombres; en su
alma e stá todo e l unive rso, por su boca habla Dios. El profe ta e s e l que
habla y obra en nombre del espíritu santo, que le dio una misión que ha
162 MATEO GOLDSTEIN

Allí donde los judíos fueron tolerados, o allí donde vivieron


plácidamente por siglos, sirvieron de mensajeros e intérpretes. El
mundo occidental de entonces se bañó en las aguas lustrales del
Viejo y del Nuevo Testamento, y por grandes que fueren los es-
fuerzos interesados en despojar a la humanidad contemporánea de
su judaización, es indudable que la semilla perdura y perdurará en el
corazón de los pueblos que no han olvidado a Dios. "Las ideas del
judaísmo han penetrado profundamente hasta la médula, hasta la
fina expresión vital de elevados y humildes, de pobres y ricos, de
pensadores e incultos, de sabios e ignorantes, de religiosos e
incrédulos" 5
5. — TENDENCIAS EXAGERADAS. — Pero no debemos incurrir
en el exceso de judíos y gentiles, que pretenden hallar las huellas
del judaísmo en cuantas instituciones civiles conoce el mundo civi-
lizado. En un justo medio está la verdad de la influencia judaico-
cristiana.
Caen en la exageración quienes identifican normas y preceptos de
las legislaciones occidentales con aquellas de la Ley bíblica, ba-
sándose en la similitud de una letra, de una voz hebrea. "Coke es
más divertido que convincente cuando hace remontar a la costum-
bre del profeta Samuel el hábito de enviar jueces en jiras periódi-
cas; cuando hace derivar la sección 25 de la Carta Magna, sobre
pesas y medidas, de la influencia del vigésimo quinto capítulo del
Deuteronomio; o cuando hace derivar la conducta para con los re-
fugiados políticos, de lo establecido en el Deuteronomio sobre el
trato de los esclavos fugitivos, o cuando relaciona el número de los
jurados con la predilección bíblica del número doce, o la livery of
seisin con las formalidades tradicionales del Libro de Ruth. Blak-
stone, de acuerdo con él, hace remontar la law of deodans a lo que la
Biblia dice del buey que ha hecho correr sangre. Se comprueban allí,
en efecto, ciertas semejanzas, pero no es serio suponer que toda
semejanza esté basada en la imitación" 6.
de ser la de todos los hombres, pues es a obra máxima en la que se con-
cre ta a piedad divina: anunciar a buena nueva a los mansos, ve ndar a los
hombres cuyo corazón sangra, proclamar la libertad de los esclavos, abrir
as cárceles a los presos, consolar a todos aquellos que acusan pena ( Is aí as.
XLI ). Esta imitatio De i, e ste modo de ser san to s, porque Dios e s santo, esta
vocación moral no es propia solamente de algunos elegidos: ha de ser a meta
y la acción de todos en esta tierra; a senda de los hombres, por la senda de
Dios." — DANTE LATTES, Obra citada.
5 C BRUNNER: Di Juden un der Judenhass.
6 Livery of seisin, es un término legal que se aplica a la tradición ma-
terial de la propiedad: para una casa, dando a llave de a puerta; para un
terreno, entregando una rama o un poco de tierra. Estos simbolismos, sin
DERECHO HEBREO 163

"Quien estudia el Derecho comparado puede aprender mucho


del etimologista. Se encuentran frecuentemente parentescos autén-
ticos entre palabras que no tienen a veces más que una letra co-
mún, mientras se puede muchas veces establecer la independencia
entre palabras que tienen sonido y sentido análogos. Ocurre lo
mismo con las instituciones legales. Las apariencias jamás condu-
cirían a hacer admitir que el sistema del jury en Inglaterra es un
pariente muy cercano de la Inquisición de España. Por otra parte,
nadie ha tratado seriamente de explicar las semejanzas notorias
entre la Ley sálica y el Código de Hammurabí, por una teoría de
imitación. Se produjeron, naturalmente, en la historia de la civi-
lización occidental, múltiples tentativas para copiar las leyes de
Israel. Como en el caso del Código de Alfredo, en el Estado teo-
crático de Calvino y en la Inglaterra y en la América puritanas.
Quizá sea exagerado afirmar que estas tentativas no han dado re-
sultado alguno. En lo que concierne al rey Alfredo, tal vez el ensayo
haya sido más aparente que real. Es posible que su larga cita de
los Diez Mandamientos y del Libro de la Alianza en el Éxodo, con su
curiosa sustitución de cristiano a hebreo y del Cristo a Dios, no
tenga otro sentido que el de una sabia glosa o de una exhortación
moral. Ciertamente las Legos Barbarorum, redactadas bajo la
influencia de misioneros, surgen frecuentemente de la Biblia. Las
leyes anglosajonas citan los cinco libros de Moisés, Reyes, Job,
los Salinos y los Proverbios, sin contar los Apócrifos y el Nuevo
Testamento" 7.
Pero sí es útil combatir las tendencias extremas en la materia,
tanto a los que niegan todo aporte judío, como a los que se colocan
en una posición antagónica. Es evidente que el interés manifestado
por la Biblia acerca del extranjero, del huérfano, de la viuda y del
desamparado; sus preceptos humanitarios que no excluyen ni a
las bestias ni a los siervos; sus blanduras para los esclavos y el
afán notorio por eliminar paulatinamente esta institución infamante;
el trato dado al artesano y al trabajador en general; el respeto por el
honor y la dignidad propios y ajenos; la institución del descanso
hebdomadario con obligatoriedad legal y religiosa; el régimen de
la propiedad, con carácter precario ya que la tierra no pertenece a
nadie, sino al propio Dios; las leyes preventivas de la salud

duda, están inspirados en el formalismo del Derecho romano. Law of deodans


significa, en el Derecho inglés, literalmente "lo que se debe dar a Dios": un
inmueble que haya estado en ocasión de la muerte de un ser humero en su
posesión era dado a Dios en ofrenda expiatoria, es decir, adquirido por la
Corona para ser consagrando a algún uso piadoso.
NATHAN I SAACS: La inf luencia del Judaísmo en el Derecho de
Occidente, páginas 371-372.
164 MATEO GOLDSTEIN

y la institución de nosocomios para determinadas enfermedades que


aun hoy acosan al hombre (leprosarios, por ejemplo); las reglas
sobre higiene, armonía y estabilidad del matrimonio; el divorcio
legal y religioso; la prohibición de toda suerte de hechicerías y bru-
jerías; el descanso de la tierra después de siete años de labor con-
secutiva; el jubileo de las obligaciones personales y económicas,
todas estas instituciones legisladas minuciosamente en la Ley bíblica
y rabínica, han pasado, aunque parcialmente, a las leyes de los
pueblos donde Israel asentara su planta de peregrino 8.

8 "Pa ra e l mun do mode rno , e l c ampo de l de be r é tico de be ría e s ta r


separado y diferenciado del campo de as manifestaciones de a vida aso-
ciada; a religión será una cuestión particular, el ideal una cosa demasiado
rígida y demasiado austera, para descender en a vida de los pueblos, en as
relaciones entre las clases y en aquellas internacionales. La iglesia sería la
guardiana de las cosas celestes; lo demás, como cosa terrestre, no ne-
cesitara escuchar la voz que viene del cielo. Ahora bien, el ideal hebreo,
que sie mp re tie nde a con c reta rse , y que no tie ne va lo r m ás que cua ndo
a c t ú a , a b a rc a t o d o s l o s a s p e c t o s d e a v i d a ; q u i e re p l a s m a r a v i d a e n
todos sus aspectos. No se queda en el "Libro", se le lleva a las plazas, ante el
pueblo, al palacio de los reyes, dentro del recinto del templo, sobre as
mu ralla s a rmada s de so ldados , de ntro de l c í rculo de los a m igo s y de la
misma nación, como a los lejanos pueblos extranjeros, a los hombres de
h oy y a la pos te rid ad de ma ña na ; trab ajo y co nqu is ta m ás di f íc ile s que
aquellos de descender en el alma de pocos elegidos, o en una sola esfera de
la actividad humana...

“...La primera historia hebrea es a historia del esfuerzo que realiza


este ideal moral para penetrar en la vida de un pueblo que tiene que llegar a
ser el pueblo del espíritu. Sus caudillos espirituales no son los sacerdotes que
guardan as formas concretas de a fe, sino los profetas, que construye n a
nacionalidad espiritual y a religión unive rsal, que hacen de a fe una causa
de inquietud y de deseo de a acción perfecta, en a vida, en a sociedad, en el
mundo...
“...Moisés no es el capitán o el conquistador, sino el redentor y e l
maestro; no exaspera a conciencia nacional de Israel para sacar de ella a
soldados, sino para crear la materia y el objeto de actuación de la idea, para
formar adalides de a voluntad de concretar lo divino en el mundo...

“...La idea del Dios único, transportada a la vida social, se traduce


mosaicamente en el principio activo de la igualdad de todos los hombres
ante esta potencia suprema, y es a base inmutable sobre a que se alza
toda a legislación bíblica. El hombre no puede se r esclavizado por otro
hombre; sólo es esclavo del ideal; ni puede un pueblo ser esclavo de otro. El
alma ha de ser libre. Dios es vengador de a libertad individual y de la
n ac io na l . Es e l l ibe rtado r que sa có a I srael de E g ip to , a l os f i l is te os de
Caftor, a los sirios de Khir. Hay un día en a semana en el que a igualdad
moral entre as almas de los hombres se restablece en absoluto; en el que el
hombre debe sentirse libre y noble, único señor de su espíritu, ante el
principio de a vida; en el que no haya brazo que trabaje, en el que
haya solo espíritu que contemple. Hay un año, cada siete años, en el que a
igualdad social llega a ser restaurada en su sentido más completo: es el año
de a liberación de los siervos, de a remisión de las deudas, del re-
DERECHO HEBREO 165

6. — EL DERECHO NATURAL Y EL DERECHO DE GENTES. — Está


fuera de duda que las primeras bases de lo que se conoce bajo el
nombre de Derecho natural y Derecho de gentes existió entre los
los hebreos, fué una creación suya. La Ley hebrea se refiere a él
bajo el título de los siete Mandamientos para los descendientes de
Noé, explicándose que los gentiles que los adoptaran para su exis-
tencia, tendrían parte en el mundo futuro, olam abá.
El Talmud de Babilonia establece a este respecto la verdadera
concepción hebrea del Derecho natural: "Siete Mandamientos im-
puestos a los descendientes de Noé (es decir, a toda la raza hu-
mana), concernientes a la justicia de hombre a hombre, a la inter-
dicción de la idolatría, de la blasfemia, del incesto, del asesinato,
del robo y de comer carne cortada de animales vivos" 9.
Los Padres de la Iglesia Cristiana adoptaron estos manda-
mientos y los transmitieron a Roma; y de allí a todos los pueblos
de fe cristiana. Los impedimentos establecidos para el matrimonio,
por razones de parentesco, pasaron de la Ley bíblica a la Ley ca-
nónica; luego a los Códigos civiles del viejo mundo, del mismo
modo que algunas penas, por transgresión a las normas religiosas
(excomunión), se hicieron propias de la Iglesia Católica.

7. — LEYES DE LA NATURALEZA Y LEYES DE DIOS — La afir-


mación de un jus naturale et de gentium, aplicable por igual a judíos y
gentiles, pasó, a través de los doctores de la Iglesia de Pablo, al
Derecho moderno y habría de culminar con las famosas obras de Gro-
cio y de Christian von Wolf, al servir de base fundamental para
el Derecho internacional público y privado. En Inglaterra habría
de servir de piedra liminar para el surgimiento y desarrollo del
llamado derecho de la equidad. En América sería utilizado como
fundamento para las declaraciones de los Derechos de la mayoría
de las constituciones políticas, que invocan las leyes de la Natura-
leza y del Dios de la Naturaleza.
Y es en las normas principales d: éste jus naturale et de gentium
de los hebreos que se basan principios inconmovibles del Derecho
político y civil moderno: la igualdad de todos los hombres ante la
ley: En el juicio no tendréis en cuenta las personas, escucharéis solamente
a los grandes y a los pequeños; el concepto de la ley como

poso de a tierra, e n la que todo parece que debe espiritualizarse, hasta as


cosas (Deuteronomio, XV). Hay un año cada cuarenta y nueve años en e l
q u e s e d e s t ru y e to d a d e s i g u a l d a d e c o n ó m i c a ; e s e l a ñ o e n e l q u e s e
proclama a libertad de todos los habitantes, y en el que cada cual vuelve a
s u p r o p i e d a d y a s u f a m i l i a ( L e v í ti c o , X X V , J e r e m í as , X X X I V , 8 ) . " —
DANTE LATTES: Apología del Hebraísmo.
9 Sanedrín, fol. 57.
166 MATEO GOLDSTEIN

medio de proteger a los individuos contra la tiranía del Estado, y el


reconocimiento de la posición de la Iglesia o de las Iglesias en el
Estado.
8. — RÉGIMEN DE LA DEMOCRACIA REPUBLICANA. — ¡Dígase si
todo el sistema republicano representativo de gobierno y el régi-
men democrático, como forma de vida del individuo, no están
impregnados del espíritu judaico y si todo cuanto se conoce y
practica, en el sentido de liberar al hombre de la esclavitud en
todas sus formas, no está basado en estos siete Mandamientos para los
descendientes de Noé, y el pasaje transcripto del Talmud!..

9. — E L DERECHO NATURAL EN R OMA . — Veamos algo, al


pasar, respecto al concepto del Derecho natural entre los romanos,
quienes han copiado y adoptado mucho de la Ley judaica. Según el
Derecho romano, "el Derecho privado se subdivide en Derecho
natural, Derecho de gentes y Derecho civil (jus naturale, jus
gentium y jus civile). a) La noción del jus naturale es formulada
la primera vez por Cicerón, quien la toma de la filosofía de los
estoicos. Más tarde es desenvuelta por los jurisconsultos del
Imperio. Para ellos es un conjunto de principios emanadas de la
voluntad divina, apropiados a la misma naturaleza del hombre e
inmutables, porque son perfectamente conformes con la idea de lo
justo; b) Los romanos, desde un principio, consideraron como
contrario el jus gentium del jus civile. En un sentido restringido
el Derecho de gentes comprende las instituciones del Derecho
romano de las que pueden participar los extranjeros, lo mismo que
los ciudadanos. Pero en la acepción extensa, y la más usada, es el
conjunto de reglas aplicadas en todos los pueblos sin distinción de
nacionalidad. El Derecho de gentes se aproxima de este modo al
Derecho natural, pues en las instituciones que no han sido
enteramente aceptadas por todos, porque están conformes con la
razón común, los textos hacen frecuentemente sinónimo el jus
gentium del jus naturale; c) El jus civile, por oposición al jus
gentium y al jus naturale, comprende las reglas de derecho
especiales de cada pueblo, de cada Estado. De este modo se separa
del Derecho común, que es el Derecho de gentes y forma la singularidad
de cada legislación. Especialmente, los jurisconsultos entienden por
jus civile las instituciones propias de los ciudadanos romanos, de
los cuales no participan los extranjeros: jus proprium civium romanorum.
"A medida que la civilización de un pueblo se desarrolla y
que sus relaciones se extienden a las naciones vecinas, el Derecho
civil se ensancha y se funde poco a poco con el Derecho de gentes.
De este modo, en Roma, las instituciones que estaban desde luego
DERECHO HEBREO 167

reservadas a los ciudadanos fueron por consecuencia aplicadas a los


extranjeros y pasaron del jus civile al jus gentium" 10
La clasificación románica del Derecho privado no disiente
fundamentalmente del concepto que hemos atribuido al judaísmo.
En efecto: lejos de haber bebido su doctrina del jus naturale en
los estoicos, Cicerón debe haberla encontrado en fuentes judías o
cristianas. Y así es que Tertuliano habla de la Ley natural entre
los patriarcas; Eusebio cita opiniones midráshicas sobre las leyes
observadas por Abraham; Jerónimo la radica en Isaías e insiste en
el hecho de que Adán, Eva, Caín y Faraón tenían conciencia de
contravenir esta Ley natural; y Ambrosio discurre sobre la Ley
natural premosaica que refleja Romanos y hace una clasificación de
la Ley natural que sugiere la discriminación judía entre hombre y
Dios, hombre y hombre.

10 E. PETIT: Tratado Elemental de Derecho Romano, pág. 21 y sigtes.


CAPÍTULO X

LEYES RELATIVAS A LAS PERSONAS

SUMARIO: 1. Clasificación que formula PASToRET. — 2. El padre absoluto y


omnipotente. — 3. El comercio de los hijos. — 4. Mayoría de edad e n
e l homb re y la mu je r. — 5 . La au to ridad de l pad re , se gún la Le y
ta lmúd ic a . — 6 . A quié n pe rte ne cí a l a do te . — 7 . La e duc ación. —
8. El amor a la ciencia entre los hebreos. — 9. La enseña n z a
g r a t u i t a y o b l i g a t o r i a . — 1 0 . O b l i g a c i o n e s p a r a c o n l o s padres.

1. — CLASIFICACIÓN QUE FORMULA P ASTORET . — En su difun-


dido Tratada sobre la legislación mosaica, Pastoret clasifica el estu-
dio de las leyes civiles en dos grandes ramas: a) Leyes civiles per-
sonales: derechos y obligaciones de los padres y de los hijos, de
los señores y de los esclavos, de los extranjeros, de los libertos,
etcétera; b) Leyes civiles reales: actos comunes y ordinarios de
la vida: matrimonio, sucesiones, préstamos, compraventa, etcétera.
Seguiremos el mismo orden por conceptuarlo didácticamente
recomendable, y comenzaremos por las leyes relativas a las personas.

2 . — E L PADRE ABSOLUTO Y OMNIPOTENTE . — El padre israe-


lita, antes de la aparición de la Ley mosaica, era al mismo tiempo
magistrado, sacerdote y señor de vida y hacienda de sus hijos. Su
poder era absoluto y omnipotente. Se consideraba como un delegado
de Dios mismo que le había conferido sus poderes excepcionales sobre
el hijo engendrado.
Moisés respetó la autoridad paterna, pero le puso coto, mediante
la institución de leyes y de jueces. Si bien los padres conservaron el
derecho de traficar con sus hijos —como una imposición de aquellas
costumbres primitivas— el derecho de vida y muerte fué compartido con
la magistratura (el Senado) y con la propia cónyuge. En otra parte de
éste trabajo nos hemos referido a la progresista ley dictada por Moisés
para el caso del hijo rebelde y
170 MATEO GOLDSTEIN

perverso : al comienzo, el padre podía condenarle a muerte, sin


miramientos y sin consultas. El gran legislador, haciendo una
concesión a normas invulnerables de humanidad, dispuso, primero,
que para ajusticiar a un hijo el padre debía obtener el
consentimiento de la madre; posteriormente, ni aun estando ambos
de acuerdo podían eliminar al infante, sino llevarle ante los
tribunales de la ciudad.
La Biblia autoriza, como decimos, la venta de los hijos,
particularmente de las mujeres, aunque con restricciones. Primera:
la hija no podía ser vendida dos veces; segunda: la hija no podía ser
vendida a los parientes en grado prohibido 1.
En el Derecho antiguo la autoridad paterna era
incuestionable y absoluta; Israel no se diferenció, en efecto, de otros
pueblos, si bien merced a la obra del legislador y de los
comentaristas, paulatinamente fuese limitando las omnímodas
facultades del jefe de la familia.
Refiriéndose a la familia grecorromana, expresa Fustel de
Coulange: "La familia no ha recibido sus leyes de la ciudad. Si
fuera ésta la que hubiese establecido el Derecho privado, probable es
que lo hubiera hecho muy diferente de cómo lo hemos visto.
Hubiese regulado, según otros principios, el derecho de propiedad y
el derecho de sucesión, pues no tenía interés en que la tierra fuera
inalienable y el patrimonio indivisible. La ley que permite al padre
vender y aun matar al hijo, ley que encontramos en Grecia como
en Roma, no la ha concebido la ciudad... El Derecho privado es
anterior a la ciudad. Cuando ella empezó a escribir sus leyes
encontró ya establecido este Derecho, vivo, arraigado en las
costumbres, fuerte con la adhesión universal. Lo aceptó, no
pudiendo hacer otra cosa, y sólo a la larga se atrevió a modificarlo.
El Derecho antiguo —concluye— no es obra de un legislador: al
contrario, se ha impuesto al legislador. Es en la familia donde ha nacido.
Surgió espontáneamente y ya formado de los antiguos principios
que la constituían. Se ha derivado de las creencias religiosas que estaban
universalmente admitidas en la primitiva edad de estos pueblos y
que ejercían su imperio sobre las inteligencias y sobre las
voluntades."
Esta es la situación que encontró Moisés cuando se propuso
legislar sobre la autoridad del padre en el seno de la familia. Nor-
mas antiquísimas autorizaban un régimen despótico y brutal que
si no se cumplía en la práctica, gracias a los frenos e inhibiciones
morales, no por eso constituía menos un peligro de discresionalis-

1 A B A R B A N E L : C o me n tar io so b r e e l Pen tate u c o ; S E L D E N O : De Ju re Na-


turale et ele gentium, libro VI, capítulo VII.
DERECHO HEBREO 171

mo y barbarie. Su misión fué la de amoldar, dentro de los canones


ancestrales, un sistema de frenos y de contrapesos, para hacer res-
petar las normas sin vulnerar el derecho de la personalidad humana.
Idéntica misión le cupo, y fué ampliada generosamente por los
doctores talmúdicos, respecto de la condición de la mujer judía,
relegada por tradiciones de oscuro origen a un mero
entretenimiento y juguete de las pasiones violentas del hombre.
3. — EL COMERCIO DE LOS Hijos. — ¿En qué casos un padre
podía efectuar la venta de sus hijos? No siempre, ya que la ley
establecía restricciones. Solamente en el caso de una suprema
pobreza, cuando se carecía de bienes muebles o inmuebles, y aun de
vestidos y de alimentos. Pero los comentadores aseguran que ésta
dolorosa empresa obligaba al desventurado padre a rescatar a sus
hijos con los primeros bienes que recibiese. ¿Podían ambos padres
disponer de la libertad de sus hijos? Según la Mishná, este derecho
sólo era conferido al padre y nunca a la madre 2 . Pero la venta de
la hija solamente se hallaba autorizada hasta que ésta contara con
la edad de doce años, es decir, antes que ésta tuviera noción de su
propio yo. Según la Mishná 3 , la venta era absolutamente nula si la
niña tenía doce años y un día.

4. — MAYORÍA DE EDAD EN EL HOMBRE Y LA MUJER. — Seis


meses después que la hija cumplía doce años, la autoridad paterna
desaparecía totalmente, pasando a la tutela del marido, quien,
además, se hacía cargo de los bienes que adquiría su esposa, por
cualquier concepto. Antes de esa época el padre no tenía sino el
usufructo, no pudiendo hacerse propietario de los bienes y haberes
de la hija, sino por muerte de ésta 4.
“En cuanto a los varones —dice León de Módena 5 —, su

2 Uxor, adult. suspect, tomo III, capítulo III.


3 Mishná, tomo III, capítulo III.
4 La Joven que tenía doce años y un día, era considerada mayor de
e dad y se la re cono cí a co n e l nomb re de p u e l l a. U n a mu je r e ra l lam ada
párvula, según los rabinos hasta los doce años y un día, Si a esta edad ma-
nifestaba señas naturales, se le comenzaba a llamar puella o virguncula;
pe ro si no evide nciaba continuaba sie ndo párvula hasta los ve inte años
cumplidos. Si a esta última edad no evidenciaba las señas naturales, sino
más bien de esterilidad, se le llamaba sterilis; pero si tampoco daba pruebas
de esterilidad, seguía siendo párvula hasta los treinta y cinco años; a esta
edad, si no exteriorizaba signos naturales, se la condenaba irremisiblemente, a
la esterilidad declarada.

Estas distinciones asumen importancia en lo que respecta al régimen del


matrimonio y del divorcio, así como por su influencia sobre el régimen
económico de a mujer hebrea.
5 LEÓN DE MÓDENA, parte IV, capítulo X.
172 MATEO GOLDSTEIN

mayoría de edad comenzaba a los trece años, en cuyo tiempo


podían ya contraer por sí y adquirían cierto carácter de libertad
a los ojos de la religión y de la ley, cuyos preceptos debían respetar
y obedecer exactamente."
Al cumplir los trece años de edad, el niño israelita es some-
tido a la ceremonia del Bar Mitzvá, o de la iniciación, conceptuán-
dose que desde entonces es dueño y señor de sus actos y de ellos
debe responder ante Dios, "...adherido a la obligación moral, es
decir, desde este momento, el niño que inicia su vida de hombre
ingresa moralmente en la comunidad de Israel y debe observar to-
das las obligaciones, al igual que todo hebreo" 6. De esta ceremonia
estaban eximidas las mujeres.

5. — LA AUTORIDAD DEL PADRE, SEGÚN LA LEY TALMÚDICA. —


El Talmud es minucioso y detallado acerca de la autoridad del
padre, jefe y sacerdote de la familia, sobre sus hijos.
El Tratado Kidushin (fol. 29) establece como una
recapitulación de los deberes de los padres para con sus hijos y
para consigo mismos. Y dice: Todos los deberes que son
necesarios cumplir para con un hijo (según la interpretación de la
Guemará) incumben al padre y no a la madre. Todos los deberes
que es necesario cumplir para con los padres incumben a los
hijos y a las hijas. La Guemará aclara: Se lee en una beraitá 7 lo
siguiente: Los deberes que un padre debe cumplir con respecto a
un hijo, son: la circuncisión, el rescate (si es un primogénito el
padre debe cumplir una ceremonia simbólica rescatándole de manos de
un cohen, mediante la entrega de cinco siclos de plata); debe
instruirle en la Torá; darle un oficio y casarlo. Si el padre no
puede suministrarle la instrucción, debe hacerlo por otro. Si el
padre no ha cumplido con éstas obligaciones, el hijo está obligado
a instruirse, cuando adquiere conciencia de sí mismo.
El Talmud es harto minucioso y detallista en materia de ins-
trucción, tanto para los niños, como para los jóvenes y los adultos.
Oportunamente, volveremos sobre el punto.
Ahora bien, prosiguiendo nuestro estudio, cabe decir que las
obligaciones y derechos del jefe de la familia, para con las hijas
mujeres, eran muy amplios. Una Mishná dispone que la hija está
siempre bajo la potestad del padre (si no ha alcanzado la segunda

6 I. S. ALCAZI: El Judaísmo, Religión de Amor, página 232.


7 Beraitá: Esta palabra indica una colección de sentencias de doctores
predecesores o contemporáneos del redactor de a Mishná, que, en lugar de
ser insertadas en ésta Mishná, han sido excluidas por su redactor, pero
recopiladas por otros redactores que han hecho compilaciones diversas bajo el
nombre de beraitot.
DERECHO HEBREO 173

mayoría, llamada bagrut 8 ) hasta que entra en la jupá —dosel


nupcial; esta variante fué introducida por los Tosefots—. Si el
padre ha entregado su hija (comprometida) al que el marido ha
enviado para recibirla (a fin de conducirla a la jupá), ella queda
desde ese momento bajo la potestad del marido. Pero si el padre
ha ido él mismo con su hija (los padres de la novia o sus
parientes o amigos) o ha enviado a otras personas para que
acompañen a su hija hasta encontrarse con las que el novio ha
enviado para recibirla, la hija permanece todavía bajo la potestad
del padre; lo que no ocurre cuando la hija ha pasado de manos de
las personas a quienes el padre ha enviado como delegados, a las
de los que el marido envió para recibirla. En este caso, la mujer
ha pasado a la potestad del marido.
6. — A QUIÉN LE PARTENCIA LA DOTE. — Otra Mishná (fol. 46)
establece que el padre tiene el derecho de casar a su hija (antes
de la segunda mayoría). Si la desposa mediante dinero, este di-
nero le pertenece; si la desposa mediante una acta escrita, esta
acta va a parar a manos del padre. Es también éste quien recibe
la carta de divorcio, si ella es repudiada. Lo que la hija (menor
de edad) obtiene en concepto de ganancias personales, corresponde
al padre; sin embargo, si la hija ha heredado bienes de su madre, el
usufructo de esos bienes no corresponde al padre, mientras viva la
hija. Si ella se casa, su marido tiene derecho preferente al padre al
usufructo de esos bienes, pero el progenitor le debe manutención
y está obligado a rescatarla si es raptada por el enemigo y darle
sepultura, si muere.
Una Mishná (fol. 49) dispone, a su vez, que el padre no pue-
de ser obligado a alimentar a su hija (siendo este pobre). Igual
criterio regía para los hijos varones. Un célebre comentario de
rabí Asher dice que, si los niños son todavía muy pequeños, para
ayudarse a sí mismos, todos los doctores estaban de acuerdo en que
se puede forzar al padre a alimentarlos, aunque él mismo sea pobre.
¿Cuáles eran los alcances de la autoridad paterna, en el dere-
cho familiar de la India, Grecia y Roma?
Conforme al Código de Maná, “la mujer, durante la infancia,
depende de su padre; durante la juventud, de su marido; muerto el
marido, de sus hijos; si no tiene hijos, de los próximos parien-

8 B a g ru t : M a d u re z ; i n d i c a l a s e g u n d a m a y o r í a d e l a j o v e n q u e a
vuelve totalmente emancipada de la tutela de su padre. Se reconocía esta
madurez en algunos signos físicos y cambios sobrevenidos en el organismo.
L a b ag ru t e ra l a m ayo ría de e dad tr ad icio n al, a n te rio r a la é poca
ta lmúd ica; pero a Ley rabínica ha establecido para as niñas y las jóvenes
una mayoría civil, a mayoría de edad de las transacciones en la vida civil,
que se fijaba en los veinte años cumplidos.
174 MATEO GOLDSTEIN

tes de su marido, pues una mujer nunca debe gobernarse a su


voluntad" (V, 147 y 148).
Según el griego Demóstenes, la mujer soltera pertenece al pa-
dre; muerto éste, a sus hermanos y agnados; casada, está bajo la
tutela de su marido; muerto éste, continúa bajo la tutela de los
agnados del cónyuge premuerto, es decir, de sus hijos ; si los tiene, o
de los parientes más próximos. El marido, en Grecia, tenía tal
autoridad sobre la mujer que incluso podía designarle un tutor y
aun escogerle un marido segundo para el caso de su fallecimiento.
En Roma, la mujer se hallaba sometido a la servidumbre de
la manus, que material y espiritualmente la convertía en un mero
objeto bajo la indiscutible autoridad del marido. La soltera está
supeditada al padre, quién era un verdadero amo y propietario a
título absoluto.
La condición del hijo, en los tres países a que aludimos, no
variaba gran cosa.
"Según los principios antiguos —anota Fustel de Coulange—, el
hogar es indivisible y la propiedad igual que él; los hermanos no se
separan a la muerte del padre; menos aún pueden separarse de él en
vida. En el rigor del Derecho primitivo, los hijos permanecen
ligados al hogar del padre y, por consecuencia, sometidos a su
autoridad; mientras él vive, ellos son menores." En Roma estas
normas fueron tan severas que, en vida del padre, el hijo casado no
podía alimentar su propio hogar. A estar al testimonio de Plutarco
(Solón, 13 y 23), cuando Gayo dice de la autoridad paterna: Jus
proprium est civium Romanorum, es preciso entender que en
tiempo de Gayo el Derecho romano sólo reconocía ésta autoridad en
el ciudadano romano; esto no quiere decir que anteriormente no
hubiese existido en otra parte ni que no se hubiese reconocido por el
derecho de otras ciudades... En el Derecho ateniense anterior a
Solón, el padre podía vender a sus hijos.
Los códigos griegos y romanos fijaban los siguientes derechos
constitutivos del poder paternal: 1) El padre es el jefe supremo
de la religión doméstica. En esta función estaba investido de una
serie de derechos y privilegios que no reconocían ninguna
autoridad mayor que la suya: ni la de la le y , ni la de los
pontífices: a) Derecho de reconocer al hijo cuando nace; b)
Derecho de repudiar a la mujer, sea por esterilidad o por adulterio;
c) Derecho de casar a la hija y al hijo; d) Derecho de emanciparlos
y de adoptarlos; e) Derecho de designar al morir tutor a la mujer
y a los hijos. 2) Derecho absoluto de dominio y de usufructo sobre
el patrimonio familiar, con exclusión de la mujer y de los hijos.
Estos últimos nada poseían, no podían adquirir nada, ni era suyo el goce
DERECHO HEBREO 175

de su propio trabajo. 3) Inhabilidad absoluta de la mujer y de los


hijos para actuar en justicia, por sí o por intereses a ellos con-
fiados.
He aquí el cuadro de los derechos que en Grecia y Roma re-
presentaban el poder paternal, absoluto, indeclinable e
insustituible.
¡Con toda la rigidez de la Ley bíblica, jamás entre los
israelitas, el jefe de la familia llegó a asumir mayor suma de potestades!

7. — LA EDUCACIÓN. — Si podía haber divergencias acerca de


las obligaciones de los padres con los hijos en cuanto a su
manutención y cuidados en general, no se admitían respecto a la
educación que el padre, o la madre, o la colectividad, debían
proporcionar al joven y al adolescente judíos.
La Biblia y el Talmud exaltan el valor de la ciencia y de
la cultura, imponiéndola a todos los israelitas por igual, sin
distinción de su posición social ni económica. Pero son
especialmente los doctores de la Sinagoga quienes, en innúmeras
reglas procuran eliminar todo brote de ignorancia, aun a costa de
los mayores sacrificios. Así se explica que entre los israelitas de
entonces se hayan difundido los principios de la ciencia y de la
civilización en general, anticipándose en muchos siglos al
aprendizaje de los tiempos de oro de la cultura humana.

8. — EL AMOR A LA CIENCIA ENTRE LOS HEBREOS. — "En el


Talmud, el amor a la ciencia ocupa un lugar preponderante. El res-
peto por los sabios fué elevado a un grado que nos es desconocido.
Estos doctores de la ley eran de una modestia tal que rehusaban el
título de sabio, para no aceptar más que el de discípulo de sabio.
Se lee en el Evangelio de San Mateo 9 que los Fariseos gustaban
de hacerse llamar rabí (maestro); lo que leemos en el Talmud
contraría este hecho. Es necesario recordar que (casi todas las
sentencias morales de los doctores recorrían las calles de
Jerusalén», como lo ha dicho el historiador Graetz, con respecto al
célebre Sermón de la Montaña 10. Este amor por la ciencia ha
persistido entre los israelitas de todos los tiempos y de todos los
países. Tampoco ha habido jamás, como en la Iglesia Católica,
antinomia entre la ciencia y la religión"11
A fin de evidenciar la trascendencia que Israel asignaba a la
enseñanza del niño y del joven, transcribiremos algunas reglas

9 San Mateo, capítulo XXIII versículo 7.


10 San Mateo, capítulo V, versículos 5-7.
11 G. MoYsE: Le Talmud de Babylone, página 47.
176 MATEO GOLDSTEIN

extraídas de los textos talmúdicos, cuyas citas podrían resultar


interminables.
En el Tratado Horayót hallamos las siguientes: "Se tiene el
deber de rescatar de la cautividad (corno consecuencia de la guerra
o de la piratería) al maestro de filosofía antes que al padre, a no
ser que el padre pueda instruir a sus hijos." "El sabio es
superior al rey, porque el sabio no puede ser reemplazado, mien-
tras que el rey puede serlo." "Si el bastardo es un sabio y si el
gran sacerdote es un ignorante, el sabio bastardo es superior al
gran sacerdote ignorante."
En el Tratado Avót hallamos: "Es bueno poseer la ciencia y
tener al mismo tiempo un oficio; así se olvida de pensar en el
mal." "Has los preparativos para adquirir la ciencia, porque ella
no te vendrá por herencia." "¿Quién es sabio? El que aprende de
toda persona." "No hagas de la ciencia una corona para glorifi-
carte, ni una herramienta para ganarte la vida" 12.
Conforme al testimonio de los doctores rabínicos, los niños
ingresaban a la escuela elemental a los seis o siete años, según
disponía el Tratado Babá Batrá.
Si la comuna era muy pobre para construir una escuela, la
sinagoga era destinada a tal objeto 13 ; perezca el santuario, pero que
los niños concurran a la escuela, se ordena en el Tratado Shabat (fol.
119).
Una sentencia talmúdica, establece que el espíritu de los niños
que frecuentan las escuelas, es el más firme sostén de la sociedad.
En otra encontramos reflejada una muy añeja modalidad
israelita: los adultos se reúnen a la tarde, los sábados y los días
festivos, en las casas comunales, y en las academias, para estudiar la
Torá. ¿Cómo no había de extremarse el celo con respecto a los
niños?

9 — L A E N S E Ñ A N Z A G R A T U I T A Y O B L I G A T O R I A — Ex istía
l a costumbre de proporcionar la enseñanza a título gratuito; el pago

12 Esto fué llevado a la práctica por los doctores: Miel, que fué jefe
del Sanedrín de Palestina, hendía árboles para vivir; rabí Janina comía una
medida de algarrobas por semana; Karna juez de Palestina, acarreaba agua
p a ra v i v i r y s e h a c í a re e m pl a z a r c u a n d o d e b í a o c u p a r u n a s i e n to e n e l
tribunal; rabí Eliezer el Grande, renombrado por su vasta sabiduría, empu-
ñaba el arado a los 22 años; rabí Eleazar Hisna, el Perfecto, astrónomo y
matemático, vestía con una extrema pobreza, igual que Oshua, e l sabio
jefe del Sanedrín; rabí Josué, levita, metafísico, naturalista, astrónomo,
era herrero; rabí José, de Sefores, era curtidor; rabí Meir, legislador célebre,
poeta, era copista; rabí Akiba, jefe de escuela y mártir, comenzó por cuidar el
ganado y hender árboles; rabí Joseph era guardabosque.

13 Tratado Meguilá, 27 a.
DERECHO HEBREO 177

era prohibido: "La ley nos ha sido dada gratuitamente; el que la


enseña no debe aceptar ningún estipendio" 14 . Los maestros pobres,
que carecían de otro oficio, podían ser resarcidos por la vigilancia
que ejercían, no por la enseñanza impartida. Los profesores de la
enseñanza superior no eran nunca retribuidos.
Los doctores de la Ley ordenaban que se debía entrar en la
escuela con el mismo recogimiento que debía guardarse en el
templo 15. Desde los 10 a los 15 años, los niños israelitas debían
aprender e interpretar las leves civiles, comerciales y penales.
Una característica digna de encomio: la Ley autorizaba
expresamente el libre arbitrio en la interpretación de la Ley y la libre
discusión entre el maestro y el alumno. El alumno —se dice en una
sentencia— tiene el derecho de discutir con el profesor; éste debe
promover la discusión de la Ley.
No existían diferencias, en cuanto a educación y enseñanza,
entre los niños y las niñas. Ambos debían saber todo cuanto atañe a
las ciencias y artes; la mujer estaba eximida de conocer sólo
algunas formalidades religiosas. Y la obligación de impartir ins-
trucción a los hijos, era pareja: del padre y de la madre15.
De acuerdo a una ordenanza talmúdica 17 , toda ciudad o villa
estaba en la obligación de mantener dos escuelas públicas, al me-
nos, so pena de excomulgación.
10. — OBLIGACIONES PARA CON LOS PADRES. — En cuanto a las
obligaciones y deberes de los hijos para con sus padres, la norma
está dada por el quinto Mandamiento: Honra a tu padre y a tu
madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Eterno, tu
Dios te da. La Ley bíblica es aleccionadora: primero sugiere,
luego ordena y más tarde castiga severa e inexorablemente a los
infractores. Ya hemos visto, en la parte dedicada a la Ley penal,
de qué modo se castiga el crimen de la ofensa y de la injuria al
padre o a la madre. El mal hijo, el hijo desobediente, el que levanta
su mano sobre el padre o la madre, estaban condenados a la peor de
las muertes: la de la lapidación.
Analizando el quinto Mandamiento, dice Algazi: "...honrar
al padre y a la madre significa reconocer el derecho inalienable
que ellos tienen sobre nosotros por ser ellos los que nos han dado la
vida". He aquí la primera de las normas de perfección moral,
legadas por el Pentateuco, que ha pasado a todas las legislaciones de
los pueblos civilizados.

14 Nedarín, 37 a.
15 Tratado Bavli Meguilá, 26 b.
16 Tratado Berajót, 17 a.
17 Tratado Shabót, 119 b; Tratado Babá Batrá, 21 a.
CAPÍTULO XI

LEYES ACERCA DE LA ESCLAVITUD

S U M A RI O : 1 . E x t e n s i ó n d e l a e s c l a v i t u d . — 2 . L a e s c l a v i t u d e n E g i p t o .
— 3 . Bab ilo nia y los e scla vos . — 4 . J us ti fi cac ió n de la
e sc lav i tud . — 5. La esclavitud en. Roma. — 6. La esclavitud
romana y el rég i m e n p a t r i m o n i a l . — 7 . L a e s c l a v i t u d e n t r e
l o s h e b r e o s . — 8 . Mo isé s sua vi za la cond ic ió n de los s iervo s . —
9 . La ve n ta de personas libres. — 10. Liberación de los esclavos. —
11. El esclavo que se re si s tí a a l a l ibe ra ción . — 12 . O tros m odos
de e ma nc ipación. — 13. Preceptos de la Biblia sobre el trato a los
esclavos. —14. La Ley talmúdica referente a la esclavitud. — 15.
Adquisición de los esclavos paganos.

1 . — E XTENSIÓN DE LA ESCLAVITUD — Es indudable que el


pueblo hebreo no pudo sustraerse a las costumbres y hábitos de la
época. La esclavitud era una institución legal, permitida y
prohijada por las leyes de todas las naciones, alcanzando límites
de inaudita crueldad en algunas comarcas del Oriente, excepción de
la India, de la que dice Arriano: "Lo más notable es que en la
India no hay un solo esclavo, todos son libres, en lo cual se parecen a
los espartanos, salvo que los espartanos tienen a los ilotas para las
ocupaciones serviles y por ésta razón no emplean a otros esclavos,
mientras que los indos no los tienen de ningún especie 1-2, a

1 ARRIANO: La Historia de la India.

2 El historiador CESAR CANTÓ ratifica este concepto, al decir: "A


las tres primeras castas —brahmanes, chatrias y vasxias, todas libres-- sigue
la de los zudras que no están re ge nerados como los miembros de as otras
castas; que no se casan fuera de a suya y que no conocen los Vedas, cuya sola
lectura les haría pasible de a muerte." Y agrega: "El mayor grado a que
pueden aspirar es el de los servidores de un brahman, de un guerrero o de
un comerciante, lo cual les da a esperanza de pasar a una casta superior
después de su muerte (metempsicosis). Están, pues, sometidos a una esclavitud
que se diferencia de la establecida entre los griegos en que no pueden ser
empleados en servicios impuros, en que gozan del derecho de herencia y en
que no son propiedad ni mercancía, como lo fueron los esclavos de a antigüedad,
y los negros, recientemente."
180 MATEO GOLDSTEIN

excepción de este pueblo, todos los demás de la antigüedad cono-


cían y practicaban la esclavitud en vasta escala."

2. — L A ESCLAVITUD EN E GIPTO . — El antiguo Egipto recono-


ce un miembro más de su familia: al esclavo. La esclavitud es
mansa, suave, mitigada por algo parecido a la caridad. El alma
debe acreditar ante el tribunal de Osiris la bondad con el esclavo.
Por su lado, Herodoto nos refiere que en las bocas del Nilo había
un templo, el cual servía de asilo a todo siervo prófugo que en él
se refugiara. Dándose por siervo del dios, podía estar seguro de
no ser rescatado. Por lo demás, era un refugio internacional. Los
criados del raptor de Elena se asilaron precisamente allí.
Cierto es que la mansedumbre de la esclavitud en el país del
Nilo fué una cuestión circunstancial. El cambio de las dinastías
traía también una modificación en el trato con los humildes. De
no haber ocurrido así, de continuar a través de los siglos el amable
trato de algunos faraones para con los descendientes de Abraham
—a quienes José había elevado con milagrosas fórmulas en el
Egipto— la presencia de Moisés y de todo el Pueblo Hebreo en la
historia, habría pasado desapercibida...
Razón tiene entonces el doctor Capdevila para aseverar: "Los
últimos tiempos de la estada del pueblo de Israel en Egipto
entristecen. En efecto, esos egipcios nativos, que sufrían exilio
en la propia patria, eran empleados en toda suerte de trabajos
rudos. Ellos cocían el ladrillo, ellos amasaban el barro, ellos
acarreaban los grandes bloques pétreos, ellos eran los albañiles que
edificaban templos al enemigo, ellos eran los chandales del pueblo de
Anión" 3.

3 A. CAPDEVILA: El Oriente Jurídico, páginas 171-172.

Refiriéndose a la obra de los esclavos judíos en el Egipto faraónico,


dice BAI LEY: "Los esclavos hacían toda clase de tarea (Éxodo, capítulo I ,
ve rsículos 13 y 14), pero se me nciona particularmente a fabricación de
ladrillos (Éxodo, capítulo V, versículos 6-19); y se afirma especificadamente
que construyeron las dos ciudades del delta Phitom y Ramsés (Éxodo, ca-
pítulo I, versículo 11) . Afortunadamente poseemos imágenes y registros
contemporáneos que nos pe rmite n imaginar los procesos de a construc-
ción. SI los templos mismos estaban construidos con piedras, los edificios
adyacentes que servían para el almacenamiento de las rentas del templo y
de los productos de a tierra eran de ladrillo, así como también as casas de los
sacerdotes construidas dentro del recinto limitado por el muro exterior y
como el muro mismo. De modo que haba trabajo suficie nte como para
ocupar a miles de esclavos." "La fabricación de ladrillos era la menos penosa
entre las tareas de los esclavos. Cuando Moisés fué a inspeccionar as
canteras de piedra caliza de Turra o as canteras de piedra arenisca de Gebel,
Silsileh o las de granito de Asuán, encontró allí a sus hebreos (JOSEFO:
Contra Apion, I, 26, citando a Mane thon). Entonces empezó a comprender lo
que significaba la esclavitud. Allí el brazo humano realizaba
DERECHO HEBREO 181

3. — BABILONIA Y LOS ESCLAVOS. — En Babilonia nos encon-


tramos con una vasta institución esclavista, en la que el primer
usufructuario es el Estado. Los esclavos no son solamente los
vencidos en la guerra; también los hay en la paz. Toda la legisla-
lación babilónica respira un terrible individualismo. El padre ejerce
una potestad atroz sobre sus hijos; el propietario de la tierra, sobre
el inmueble y sobre el labrador; el sacerdote sobre el feligrés; la
mujer era una esclava del esposo.
¿Qué sufrimientos no estarían reservados para los esclavos?
Persia apenas si constituye un oasis en aquel ardiente desierto del
Oriente, donde la esclavitud sumía en la miseria y el oprobio a
buena parte de la población. La Biblia y los comentadores hacen
gran elogio del espíritu de tolerancia que asistió al pueblo del Zend
Avesta. Ciro se convierte algunas veces en verdadero y auténtico
protector del pueblo de Israel, y Darío completa el ciclo de los
mecenas para la dolorida grey hebrea. Herodoto llega a afirmar,
con extrema justicia, que las leyes persas se aplican a la utilidad y
provecho del bien común, sin consentir en que éste sea pervertido
por los particulares.

4. — JUSTIFICACIÓN DE LA ESCLAVITUD. — Grecia y Roma ad-


mitieron y estimularon la existencia de clases sociales: las capas
inferiores eran esclavas, cuya finalidad varió, pero en esencia se
trataba de una sola y misma institución. Mientras en Atenas el
esclavo era el preceptor del hijo del ciudadano, en Roma era un

todo el trabajo que hace hoy la máquina; y los bloques de piedra cortados
por los esclavos sudorosos y gemebundos excedían en peso todo lo que se
manipula hoy día. Moisés los vio, bajo el sol abrasador, en una cavidad ele
a roca, cuyos contornos aparecían indecisos en la luz reverberante, bajo el
temible látigo de piel de hipopótamo que amenazaba a los que estaban a
punto de desmayarse o morir; los vio cortar un bloque de mil toneladas,
colocar rodillos por debajo y, con largas sogas, de las cuales tiraban miles de
hombres y palancas para facilitar el avance de a mole, arrastrara por un
camino de piedra hasta el muelle y colocarla e n una e norme barcaza capaz
de transportara. Luego vio otro grupo de esclavos que iniciaban el viaje de
750 millas hasta Tanis, a pesada barcaza remolcada por las tripulaciones de
unos doce botes y timoneada por otros botes amarrados a la p opa.. En el
lugar de destino, el desembarco, y, lo más milagroso de todo, a colocación
ve rtical de l enorme bloque sobre su base , lo cual re quería grandes dotes
intelectuales y un dominio absoluto de los principios de ingeniería. Nunca se
podrá saber cuántos miles de esclavos perecieron por insolación, fatiga,
malos tratos, o murieron aplastados bajo bloques de piedra imposibles de
manejar. Cuando contemplarnos el coloso de mil toneladas tendido de
espaldas en el Mamesseum de Tebas, pensamos en la maravilla de una
incomparable mano de obra; Moisés lo vio como símbolo de tortura y de
muerte." — BAILEY: La vida cotidiana en los tiempos bíblicos, pág. 85.
182 MATEO GOLDSTEIN

engranaje poderoso en la máquina del Imperio. Filósofos griegos se


afanan en demostrar que la esclavitud es la forma natural del
esclavo y que se nace esclavo, como se nace ciego o cojo.
Según Aristóteles, la esclavitud es natural y legítima 4 . Platón
admite la necesidad de la esclavitud dentro de la sociedad existente,
si bien no la propugna en su república ideal. Los filósofos y
juristas romanos incurren en el mismo pecado: Séneca, en
admirable epístola, recomendaba a los amos tener consideraciones
con los esclavos, pero no repudia la institución; Cicerón, en cambio,
la acepta como un hecho inseparable de las necesidades de la vida.
Cabe reconocer, en honor de la verdad, que en todos los
tiempos y en todos los países hubo abolicionistas, pero es lo real que
la esclavitud subsistió y fué admitida legalmente hasta bien
pronunciado el siglo XIX.

5. — L A ESCLAVITUD EN R OMA . — En Roma los jurisconsul-


tos distinguen dos clases o divisiones de las personas; la primera,
que es la más vasta, comprende los esclavos y las personas 5 . La
segunda se aplica a las personas consideradas en la familia: las
unas son: alieni juris, o sometidas a la autoridad de un jefe; las
otras son: sui jurís, que carecen de dependencia con otra persona.
De acuerdo con la Ley romana, se podía nacer esclavo o llegar
a serlo por alguna causa posterior al nacimiento. Los hijos de
mujer esclava nacían esclavos; si la madre concibe libre y alumbra
esclava, el hijo nace libre. La teoría era la de que el hijo toma la
condición de la madre en el momento de nacer. Posteriormente se
admitió que el hijo era libre, si en cualquier momento la madre ha
sido libre, durante la vida intrauterina.
La esclavitud se enfocaba desde dos ángulos distintos: 1ª, Con-

4 ARISTÓTELES: Política, libro I, capítulos I, III, IV y V.


Pero no hace falta remontarnos hasta los filósofos griegos y romanos
para halar apologistas del régimen de la esclavitud. Exaltando as bellezas de
este sistema entre los pueblos del Oriente, GUSTAVO LE BON apunta que "la
situación de los esclavos en Oriente es muy preferible a la de los criados
en Europa. Allí -dice- el esclavo forma parte de a familia, lle ga a ve ce s a
c asa rse con un a h ij a de su a mo , y has ta pue de de se mpeñ a r los más altos
empleos. En Oriente la esclavitud no tiene ningún sentido degradante ,
justificándose lo que se ha dicho, de que un esclavo está más cerca de a
posición de su amo, que los criados en nuestros países."
No es nuestro propósito justificar la actitud que los europeos asumen
fre nte a los domésticos o criados, pe ro es de todo punto de vista
horripilante que un sociólogo moderno, hijo de a civilización grecolatina y
que se pretende civilizado, en pleno siglo XX aun se atreva a entonar loas
hacia una institución felizmente aventada para siempre, por muy "suave,
natural, útil y fecunda", que le resulta a G. LE BON.
5 GAYO, I, 9.
DERECHO HEBREO 183

forme al jus gentium (Derecho de gentes): son los esclavos por


cautividad; o los que no habiendo sido tomados como botín de
guerra, pertenecían a algún país extranjero. 2 ª , Conforme al jus
civile (Derecho civil); como penalidad para ciertos transgresores de
las leyes civiles. Bajo el Imperio, eran causas de esclavitud: a)
La condenación a las minas o a las bestias feroces, o bien el
internamiento en una escuela de gladiadores (servi poenoe); b) Por
un senado consulto, suprimido por Justiniano, Claudio condenó a
la esclavitud a la mujer libre que ejercitaba un comercio con el
esclavo de otro; c) Cuando un hombre libre se hacía vender como
esclavo por un cómplice, repartía el precio con él, y después re-
clamaba su libertad inalienable; para castigar esta maniobra, se
denegó el derecho del rescate de la libertad; d) Para reprimir la
ingratitud del esclavo manumitido para con su amo, Cómodo
estableció que sobre la demanda del patrono, el liberado ingrato
podía ser retornado a la esclavitud.
Con el auxilio de los jurisconsultos romanos, estableceremos, en
términos generales y con miras de un análisis comparativo, cuál era la
condición del esclavo en la sociedad latina.
Desde luego, la institución reconocía un amo, dominus, cuya
potestad sobre el esclavo es absoluta, con poder de vida y muerte,
extensivo a los bienes del esclavo. El dueño podía castigar, matar,
vender y abandonar al esclavo. Si bien es cierto que con la
evolución de los tiempos y el mejoramiento paulatino de las
costumbres, la ley y el magistrado lograron introducir normas de
humanidad en el trato del dominus con el siervo. Esta atenuación
del rigor se acentúa especialmente bajo Justiniano.

6. — LA ESCLAVITUD ROMANA Y EL RÉGIMEN PATRIMONIAL. —


En cuanto al régimen de los bienes, todo lo que el esclavo
adquiría, pertenecía, en derecho, a su amo. El esclavo carecía de
todo título para adquirir la propiedad. Un paso importante fué dado
al autorizar al esclavo a tener su peculio propio, con el que incluso
podía dedicarse al comercio y mejorar su situación económica;
pero el amo que le había constituido dicho peculio, podía
quitárselo a capricho, dejándole en la más absoluta miseria.
En el orden social, el esclavo romano no se elevaba sobre la
categoría de las cosas, clasificado entre las res mancipi; dentro del
jus naturale no se distinguía de los demás romanos, con la gran
diferencia de que carecía de todo derecho político; no podía
casarse civilmente: ni realizar actos jurídicos de ninguna naturaleza;
ni obligarse por contrato; ni obrar en juicio, por sí ni por otro.
Con cuánta razón puede exclamar un autor, al referirse a la
condición inferior del esclavo romano: “¡Qué diferencia entre el bár-
184 MATEO GOLDSTEIN

baro habituado a los más rudos trabajos y el esclavo griego, con la


inteligencia cultivada, cuyo señor era el preceptor de sus
hijos!" 6
7. — LA ESCLAVITUD ENTRE LOS HEBREOS. — “La esclavitud,
maldición y germen de degeneración moral en los pueblos más
civilizados, es en el grado inferior de cultura en que se encuentran
los antiguos israelitas, no sólo un mal necesario, sino una
institución benéfica y humana, que ni perjudica al desarrollo
moral del señor, ni degrada al esclavo, ni es una condición
desgraciada para éste, cuya vida y bienestar, como germen de
riqueza, obliga al dueño a proceder con prudencia y energía varoniles" 7.
Toda la legislación hebrea, ya sea la bíblica, ya sea la
talmúdica, está inspirada en lo que dijera Moisés: Y por encima de
todo recordad, que habéis sido extranjeros en Egipto... 8 Y quien
dice extranjero en aquella antigüedad, dice esclavo, y quien dice
esclavo sabe del amargo pan de los siervos, de las pirámides, de los
monumentos elevados a los dioses ajenos y de las masacres impunes
contra las masas inermes y desamparadas. ¿Cómo había de ser
Israel, bárbaro y cruel con esa clase humilde de la gleba, carne de
cañón, que estaba constituida por los esclavos? ¿Cómo no había de
exigir la Biblia que se fuere tolerante y manso con la mansa grey
de los servidores, seres de carne y huesos, seres anímicos y sufrientes, que
6 "a domin ic a po te s tas, a p atr ia po te s tas y a manus son tres nom-
bres de una misma iniquidad prolongada por larguísimos siglos en Roma.
S umá ndo lo todo , odio a l a l ib re m an i fe s ta ció n de a pe rso na l idad e n e l
hombre, en el niño, en a mujer. Basta la verificación institucional de este
hecho para descubrir por qué Roma no tuvo artistas ni oradores en ningún
orden de ideas... El esclavo era una cosa. Servile capu t nullum jus habe t.
Quod attine t ad jus civile, servi pro nullis haben tur. Así hablaban Paulo y
Ulpiano en pleno esplendor imperial. El esclavo no tiene familia. El contu-
bernio en que se une no alcanza a formar un vínculo propiamente humano.
De esclavos nacen esclavos, no hombres. Carece de patrimonio aunque puede
a c re ce nta r e l de su amo . S i fug a se co nsi de ra que se h a robado a sí
propio. No deja sucesión, salvo la herencia de su esclavitud, la justicia no le
oye; las vías de los procedimientos se cierran a su paso. Herido, violado, a
l e y l o d e s a m p a ra : e l e s c l a v o n o e s n a d i e . El a m o, e n to d o c a s o
re c l a m ará justicia, si le convie ne , como cuando le hurtan una cosa o le
mutilan un animal. Aun como servo sine domine, el primero que pasa lo
hará suyo. El esclavo carece de la más eleme ntal existe ncia jurídica, si
bien, como ya insinuamos, a ley se a acuerda momentáneamente (ex
persona domíni), capacitándolo para adquirir ya un derecho de propiedad,
ya uno c ré d i to e n be ne fic io de su se ñor, cuy a volu ntad dice se que
re p re se n ta : argucia perfectamente romana." — A. CAPDEVILA, El César
contra el hombre, páginas 57 y 58.

7 G. ONCKEN, Historia Universal. Tomo VII, página 248.


8 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículos 18 y 22.
DERECHO HEBREO 185

no tenían sobre sí otro pecado que el de ser víctimas de un estado


social atrasado? En medio de aquellos días primitivos y oscuros,
Israel ofrece el primer ejemplo de dignidad humana, en su trato
con los esclavos. Habrá una misma ley, una misma justicia —dijo
Moisés— un mismo derecho para vosotros y para el extranjero
que vive entre vosotros; él será igual a vosotros ante Dios... Lo
amaréis como vosotros mismos, porque sabéis los temores que
experimenta el corazón del extranjero, ya que vosotros los habéis
sido en Egipto... Recuerda que has sido esclavo en Egipto, que
has sido oprimido, que tus desgracias te hicieron derramar lágrima. . . 9
8. — MOISÉS SUAVIZA LA CONDICIÓN DE LOS SIERVOS. — Moisés
encontró, a su llegada a Israel, el régimen que existía por doquier
de la esclavitud, y haciendo una concesión a los tiempos, procuró
reglamentar la servidumbre, hasta convertirla en una institución de
pupilaje y se preocupó de aumentar hasta el infinito los casos de
manumisión de los esclavos.
"Con dificultad —afirma Pastoret— podrá encontrarse otro
pueblo donde las leyes manifestasen más vigilancia sobre los
esclavos."
Desde luego se suprimió de raíz la esclavitud por deudas, una
de las causales más comunes en el Derecho romano, y que
subsistió durante centurias después de la caída del Imperio.
Por tres modos distintos se constituyó la esclavitud entre los
hebreos: 1ª, Por venta que el individuo hacía de su propia
persona 10, en caso de suprema indigencia, un año será el término para
redimírse; 2 º , Por venta que el padre hacía de sus hijos; 3 ª , Por
condena de los magistrados: el ladrón que no tuviere bienes ni
recursos para resarcir al damnificado, será vendido por su hurto 11 ;
el que fuere vendido como siervo, siendo israelita, permanecía en la
esclavitud durante seis años y al séptimo recuperaba su libertad 12,
precepto que es repetido en el Deuteronomio 13
Cabe destacar que al condenarse a un ladrón a la esclavitud,

9. La condición del esclavo entre los hebreos de a época clásica era tan
suave, en relación con a servidumbre de otros pueblos, anteriores, con-
temporáneos y posteriores, que un historiador al efectuar un análisis de
los cuidados que a ley y as costumbres prodigaban para con los siervos,
intitula elocuentemente el capítulo respectivo con estas palabras: "Los ser-
vidores, impropiamen te llamados e sclavo s." — J. SALVADOR: Obra citada,
página 411 y siguientes.
10 Levítico, capítulo XXV, versículo 39.
11 Éxodo, capítulo XXII, versículo 3.
12 Éxodo, capítulo XXI, versículo 2.
13 Deuteronomio, capítulo XV, versículo 12.
186 MATEO GOLDSTEIN

los magistrados lo hacían siervo de otro israelita, a fin de que


estuviese amparado por la ley que le daba la libertad al séptimo año.

9. — LA VENTA DE PERSONAS LIBRES - Según hemos dicho,


la legislación hebrea no ha reconocido, en ningún momento, la
esclavitud por deudas. La Ley asiria y el Código de Babilonia, por
el contrario, legalizaban la servidumbre por estos conceptos, y
encontramos en el Código de Hammurabí disposiciones como éstas:
"Si un hombre libre por una obligación vencida vendiere a su
mujer o a su hija o los diere en prenda, durante tres años
permanecerán en la casa de su comprador o acreedor prendario;
en el cuarto año obtendrán su libertad (117)". Y en otro precepto
se dice: "Si por alguna obligación vencida alguno vendiere por plata
a su sierva que le ha dado hijos, el propietario de la esclava
devolverá el dinero que el comerciante ha pagado y redimirá a su
esclava."
Pero si está fuera de todo debate el hecho de que Israel no
admitió la esclavitud, con carácter perpetuo, por obligaciones
contraídas, continúa siendo objeto de investigaciones históricas la
circunstancia de si reconocía la venta de personas libres. La Ley
asiria admitía ésta transacción para los individuos que no
pertenecían a determinada clase social y el adquirente no sólo
recibía todos los derechos inherentes a la compraventa común, sino
que aun podía proceder a la venta del ser libre esclavizado, hacia
el extranjero.
En Grecia encontramos una liberalidad análoga. A estar al
testimonio de Plutarco, las leves de Solón autorizaban la venta, por
parte del progenitor, de la hija que había sido seducida, y asimismo, la
de los recién nacidos. Existen innumerables casos registrados por los
anales de la historia helénica, de la venta de metecos y libertos que
habían incurrido en alguna infracción a las leyes de la ciudadanía.
Roma, por su parte, autorizaba ampliamente a los padres para
vender a sus hijos, adquiriendo dicho acto jurídico los caracteres
de permanencia y de perpetuidad. Conforme lo refiere Wenger,
en Galia, Tracia y Frigia, el tráfico de los niños era un buen
negocio. Los expósitos eran criados para la esclavitud. En los gran-
des mercados de varias provincias, junto a los esclavos, personas
libres se ofrecían en venta o solicitaban comprador para sus hijos.

10. – L IBERACIÓN DE LOS ESCLAVOS - La liberación de los


esclavos se hacía conforme a la Ley bíblica, de varias maneras: 1º ,
Por la manumisión y por la muerte del amo, si éste fuera gentil o
prosélito; si el señor era hebreo, no se adquiría la libertad por
DERECHO HEBREO 187

fallecimiento del amo, sino en el caso en que éste no dejara


sucesión; 2 º , Si el esclavo era hebreo adquiría automáticamente la
libertad al séptimo año, en virtud de lo prescrito en el Éxodo y en
el Deuteronomio; la libertad se adquiría sin mediar rescate alguno. Si
el esclavo israelita estuviese sometido a un amo extranjero o
prosélito, podrá ser rescatado por un hermano suyo, o un pariente,
mediante compensación en dinero 14 ; la compensación se hacía de
acuerdo con el salario que había merecido su trabajo, en relación
con el tiempo que le quedaba hasta el año en que debía recobrar la
libertad 15.
El Deuteronomio regla la forma en que debía producirse la
liberación de un esclavo hebreo, cualquiera haya sido el motivo
de esta liberación, y dice: Y cuanto lo despidieres libre de ti, no lo
enviarás vacío; le abastecerás liberalmente de tus ovejas, de tu era
y de tu lagar; le darás de aquello en que Jehová te hubiere
bendecido 16 . Si el siervo había entrado en la esclavitud siendo
célibe, salía de ella en la misma condición; si había entrado casado,
debía salir con su mujer e hijos 17 Pero si el siervo hubiere
desposado mujer que el señor le había proporcionado y ella
tuviese hijos, ésta y los hijos quedarán con el amo y el esclavo saldrá
solo 18.

11. — EL ESCLAVO QUE SE RESISTÍA A LA LIBERACIÓN. — El


Exodo19 contiene preceptos que han dado lugar a innumerables
interpretaciones. Ellas se refieren al siervo que habiendo llegado al
término para gozar del año sabático (el séptimo de la esclavitud),
dijere: Yo amo a mi señor, a mi mujer, y a mis hijos, no saldré libre. En
tal caso, su amo le hará llegar a los jueces, y hará llegar a la puerta o
al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo
para siempre. ¿Qué significado tiene esta ceremonia? Unos no ven
en ello sino un castigo, y la justa infamia de un hombre tan
cobarde que renuncia al beneficio de su libertad; otros creen que se
practicaba para manifestar la obediencia absoluta a que se
sujetaba, y la obligación de no pasar el umbral de la puerta de su
señor sin permiso y sin consentimiento de éste; y otros,
finalmente, miran aquella ceremonia como un símbolo de lo mucho
que tendrá que sufrir bajo la dominación de un poseedor tiránico.
Sea lo que fuere, los hijos no adquirían por aquella ceremonia el

14 Levítico, capítulo XXV, versículo 48.


15 Levítico, capítulo XXV, versículos 50 y 53.
16 Deuteronomio, capítulo XV, versículos 13 y 14.
17 Éxodo, capitulo XXI, versículo 3.
18 Éxodo, capítulo XXI, versículo 4.
19 Éxodo, capítulo XXI, versículos 5 y 6.
188 MATEO GOLDSTEIN

derecho de servidumbre sino en el caso en que el esclavo fuese


extranjero, porque entonces tenían los hijos el derecho de sucesión,
sobre ellos y toda la familia 20.
Rabí Salomón Isaki, más conocido como Raschi —cuya fama
como comentador y glosador de la Biblia ha vencido los siglos—
glosa así el versículo 6 º , del capítulo XXI , del Éxodo: "Porque
corresponde horadar la oreja y no otro miembro cualquiera del
cuerpo? Porque esta oreja que oyó decir desde el Sinaí: Siervos
míos son los hijos de Israel, y su dueño fue y se agenció un amo,
merece que sea horadada."
Ahí creemos hallar el verdadero sentido del versículo bíblico : se
trata de exhibir ante los demás hombres —de ahí la horadación de la
oreja del esclavo en la puerta del amo— el atentado a la dignidad
humana que está implicado en renunciar a una libertad ofrecida y
brindada, habituado como se está a la cadena de la esclavitud...
El sentido filosófico de la ceremonia es harto elocuente para
demostrarnos hasta dónde el pueblo hebreo ha repudiado la
esclavitud y cuáles fueron sus esfuerzos para libertarse y liberar
de ella a su prójimo.

12. — O TROS MODOS DE EMANCIPACIÓN . — A más de los


indicados, la Biblia prescribía otros modos de acabar la esclavitud;
verbigracia: mediante rescate por dinero, directamente de manos
del esclavo o de un tercero; cuando el esclavo hubiese sido castigado
cruelmente por el amo 21 ; si una esclava se prostituía y el amo no la
castigaba de una manera suficiente 22 , los magistrados podían
disponer su manumisión, en la esperanza de que retornase al buen
sendero.
La esclavitud hacía perder, en Israel, la condición de la
ciudadanía, la que se podía recobrar, aun dentro de la
servidumbre, por una acción gloriosa en favor de la ciudad o de la nación.

13. — PRECEPTOS DE LA BIBLIA SOBRE EL TRATO A


L O S E S C L A V O S . — La Biblia se encuentra pletórica de alusiones al
buen trato que el señor hebreo debía brindar a sus esclavos, fueran o
no de su credo. El Levítico 2 3 recomienda no tratar como siervo al
hermano empobrecido que se viere precisado a restringir su
libertad; que se le tratase en tal caso solamente como criado o como

20 PASTORET: Moisés como legislador y moralista, página 149.


21 Éxodo, capitulo XXI, versículos 26 y 27.
22 MAIMÓNIDES, capitulo IX.
23 Levítico, capítulo XXV, versículos 39-41.
DERECHO HEBREO 189

extranjero, hasta el día en que recuperase la libertad; y que una


vez cumplido el jubileo, retornase al seno de los suyos y a la
posesión de sus padres se restituirá.
El Deuteronomio 24 recomienda no ser duro con aquél que
habiendo sido esclavo volvió a la libertad, y en el capítulo 23 asegura
amparo al esclavo que huyese de su amo y se refugiase... More
contigo, en medio de ti, en el lugar que escogiere en alguna de tus
ciudades, donde bien le estuviere: no le harás fuerza (v. 16.).
El Código de Hammurabí (115) contiene algunas
disposiciones referentes a los daños causados a los esclavos. ¡Pero
cuán distintas son a las del Éxodo! 25 En efecto, el libro bíblico
expresa: Si alguno hiriere a su siervo con palo, y muriere bajo su
mano, será castigado; más si durare por un día o dos, no será
castigado, porque su dinero es. En mismo capítulo (v. 26) del
mismo libro, leemos: Y cuando alguno hiriere el ojo de su siervo, o
el ojo de su sierva, y lo entuertare, darále libertad por razón de
su ojo. Y el versículo 27 dispone: Y si sacare el diente de su
siervo, o el diente de su sierva, por su diente le dejará ir libre.
La Lev babilónica no llega nunca a tales conclusiones, puesto
que en ninguna oportunidad olvida la diferencia que existe entre el
señor y el esclavo, entre el hombre libre y el siervo. En efecto,
leemos en el Código de Hammurabí que si un hombre libre tuviere a
su favor un crédito por grano o moneda contra otro hombre y
tomare una persona en prenda y la persona prendada muriese de
muerte natural en casa del acreedor, el caso no será punible. En
otra disposición (116) se afirma que si la persona dada en prenda
muriere en casa del acreedor prendario por golpes o malos tratos, el
dueño de la prenda llamará al comprador (acreedor prendario) a
cuentas: si se tratare de un hombre libre se dará muerte al hijo del
acreedor; y si se tratare de un esclavo, el acreedor pagará un tercio
de mina de plata y perderá el préstamo.
En todos los demás casos la muerte de un esclavo daba solo
lugar a una acción por indemnización a favor del dueño del siervo.
"Las disposiciones del Código de la Alianza sobre el trato a los
esclavos —apunta A. Rosenvasser— no encuentran su paralelo en
los artículos 115 y 116 del Código de Hammurabí, porque éstos se
refieren sólo a los esclavos por deudas y la Ley hebrea dispone
para el que cayó en la servidumbre por otros títulos. Que el
Código hebreo, al ordenar la libertad del siervo maltratado, no legisla
para el esclavo por deudas, resulta de su omisión de toda referencia
a la calidad de hebreo o hebrea del esclavizado y también del

24 Deuteronomio, capítulo XV, versículo 18.


25 Éxodo, capítulo XXI, versículos 20 y 21.
190 MATEO GOLDSTEIN

hecho que las reglas sobre el particular están incluidas entre los
casos por lesiones en generales, así como de la equiparación de la
mujer con la del hombre esclavizado.
"Obsérvese además —agrega— que la Ley hebrea, consecuente
con su espíritu casuístico, contempla solamente el caso particular del
exceso en el castigo cuando se ha empleado vara o bastón.
"El Código de Hammurabí, como el Código Hittita, sólo
legisla sobre lesiones o muerte infligidas a los esclavos comunes, en
cuanto esos actos importan un daño para el propietario causado
por un tercero (artículos 199, 213, 214, 217, 223, 231 del Código
de Hammurabí que incluyen los casos determinados por fallas en las
operaciones quirúrgicas y en la construcción de casas: artículos 2 º ,
4 º , 5 º , 8 º , 12, 14, 16 y 18 del Código Hittita). Nada prevé sobre las
relaciones de trato entre el dueño y su esclavo" 26.

14. — LA LEY TALMÚDICA REFERENTE A LA


ESCLAVITUD. — En el Talmud se mitigó aun más la condición de
los esclavos, llevándola a la situación de una verdadera tutela
ejercida sobre personas débiles y desamparadas.
La esclavitud de un hebreo fue totalmente suprimida,
afirmando los rabinos que había desaparecido después del exilio
de las diez tribus. En cuanto al esclavo pagano, dijo el Talmud: a)
El que compra un esclavo, se compra un amo; porque él no debe
comer un pan delicado y dar al esclavo un pan rústico; él no
debe beber vino viejo y dar a su esclavo vino nuevo; él no debe
acostarse sobre almohadones de plumas y dejar a su esclavo
acostarse sobre paja; b) El esclavo pagano de un amo judío puede
casarse con una esclava y divorciarse de ella como un pagano
libre; c) El esclavo pagano puede poseer (lo que obtiene por su
trabajo, por donaciones, etcétera); d) El esclavo pagano de un amo
judío debe adaptarse a las costumbres de su amo, pero no se debe
forzarle a sufrir la circuncisión; e) Los doctores del Talmud se
opusieron a que los esclavos se vendan en los mercados públicos,
como las bestias, como hacían los romanos y todos los pueblos
paganos; f) El Talmud dispuso que el amo judío que daba
muerte a un esclavo debía sufrir la misma pena; g) Los doctores
del Talmud tenían, por lo demás, una repugnancia tal a la
esclavitud, que decretaron la liberación de los esclavos en las
circunstancias siguientes: A) Si el amo ha hecho perder al esclavo
un órgano o miembro, cualquiera, o si le ha hecho una llaga
incurable o una lesión de la misma naturaleza, como la pérdida de
la vista; B) Si un judío había vendido su esclavo a un pagano, la Ley
rabínica le obli-

26 A. ROSENVASSER: Obra citada, páginas 141-146.


DERECHO HEBREO 191

gaba a rescatarlo y darle la libertad, aun cuando hubiere sido


obligado a pagar diez veces o cien veces su valor para obtener el
rescate; C) Si un judío vende su esclavo pagano al extranjero, la
Ley rabínica le obliga a rescatarlo y darle la libertad; D) Si un
individuo es mitad esclavo y mitad libre, se le tiene por libre,
según la Ley rabínica; E) Si un individuo renuncia a sus derechos
sobre un objeto cualquiera de su patrimonio, de modo que el objeto
no tiene dueño (hefker), el primer llegado puede tomarlo para
restituirlo a su legítimo propietario. Pero si declara a su esclavo
pagano como sin dueño (hefker), éste se torna libre y nadie puede
tomarlo; F) La Guemará dispone que si un esclavo extranjero hace
la inmersión (bautismo) para ingresar al judaísmo, se torna
libre; G) Si un judío empeña a su esclavo para dar garantía sobre su
persona, no puede venderlo, ni entregarlo al acreedor, pero puede
manumitirlo para hacerlo libre, pese al perjuicio que ocasione al
acreedor; H) Si un enfermo ha legado en su testamento todos
sus bienes a favor de un esclavo y se sana posteriormente, puede
reclamar se los restituya, pero el esclavo obtiene su libertad; I) Si
un esclavo pagano de un israelita fuese hecho prisionero por los
paganos, si es rescatado de su prisión, se torna libre; J) Si el
amo muere sin herederos, sus esclavos se tornan libres; K) Si un
esclavo desposó una mujer libre con el consentimiento del amo, se
torna libre; L) Si una persona ofrenda sus esclavos al tesoro
sagrado, los administradores del Templo los venden y los
compradores deben darles la libertad; LL) En fin, la nación entera
está penetrada de la idea que era una excelente acción darle la
libertad a los esclavos.
El Tratado Moéd Catán disponía (fol. 9): Es prohibido vender
un esclavo pagano a un pagano; si una persona lo ha hecho a pesar
de la prohibición, ha perdido todo derecho sobre el esclavo, el cuál se
torna libre.
La Guemará (fol. 62) establece: Samuel dice: Si un individuo
renuncia a sus derechos sobre un esclavo, éste se torna libre_ Esta
es una de las leyes rabínicas que favorece la emancipación de los
esclavos paganos.
En el Tratado Guitín, comentado por la Guemará,
encontramos (fol. 8): Se pregunta a rabí Jiya, hijo de Aba: —Si un
judío (habitante de Palestina) vende un esclavo pagano a un hombre
que habita en Siria, debe ser condenado o no a restituirle su
libertad, como si lo hubiese vendido al extranjero (jutz laaretz)?
Rabí Jiya responde: —Si lo vende a un habitante de Aco, debe
hacerlo libre; con más razón si lo vende a Siria, que es más lejos
de Jerusalén que Aco.
Según la Ley rabínica, se castigaba al habitante de Palestina
192 MATEO GOLDSTEIN

que vendía su esclavo al extranjero, corno Samuel dice que se


castiga al habitante de Babilonia que vende a su esclavo a un
residente fuera de Babilonia , porque no se le debe alejar de su
país natal. Raschi alecciona deque no se debe hacerlo salir de
Palestina, de la Tierra Santa.
El ya mencionado Tratado Guitín dice en una Mishná (folio
43): Si un individuo vende su esclavo a un pagano, o a un
hombre que lo va a conducir al extranjero (jutz laaretz) el esclavo
llega a ser libre. (Se ha prohibido vender los esclavos a los
paganos que los tratan muy mal; también se ha prohibido venderlos
a un habitante de un país extranjero que los obligará a salir de
Palestina, su tierra natal.)

15. — ADQUISICIÓN DE LOS ESCLAVOS PAGANOS — Una Mishná


del mismo Tratado (fol. 22) establece que se hace la adquisición
de un esclavo pagano por una de las tres maneras (por las que se
adquiere un campo), a saber: por dinero, por un acto escrito o
por la hazacá, la toma de posesión. El esclavo puede adquirir la
libertad por dinero o por una acta de manumisión; puede adquirir la
libertad por dinero que él mismo paga, o cuando lo hicieran
otras personas por él; puede también adquirirla por una acta de
manumisión que el amo pone en sus manos. Esta es la opinión de
rabí Meyer; los otros doctores disienten, afirmando que puede
adquirir su libertad por el dinero que él entrega de sus propias
manos a su amo o por un acto que otras personas realizan por
él. Si se rescata por el dinero, es necesario que el dinero
pertenezca a otras personas, ya que de ordinario el esclavo carece
de dinero, puesto que trabaja para su amo.
CAPÍTULO XII

LOS PAGANOS SEGÚN EL TALMUD

S UMA RI O: 1 . Co nce pto ge ne ra l . — 2 . Lo s pa ga nos de l pu n to de v is ta de


su sa lud e te rna y de su d ig ni dad mo ra l . — 3 . Lo s pa ga nos a nte
l a L e y t a l m ú d i c a . — 4 . L o s p a g a n o s c o n r e l a c i ó n a l c u l to . — 5 .
E l comercio con los paganos. — 6. La condición de los extranjeros.
—7 . Si tu ac ión de l e x tra n je ro e n lo s pue blos a n ti guos . — 8 . El
Der e c h o p r i v a d o h u m a n o e n l o s p u e b l o s d e l O r i e n t e . — 9 . L a
Ley de Moisés y los extranjeros. — 10. El mensaje de
J e r e m í a s . — 11. Cómo trataban Esparta y Roma al extranje ro. —
12. Quiénes eran extranjeros en Eretz Israel.

1. — CONCEPTO GENERAL. — "Se sabe que hay en el Talmud


—dice el doctor I. Rabinowicz en su Introducción a La
Legislation Civile du Talmud— pasajes admirables concernientes a
los paganos, pasajes que no dejan nada que desear para los
principios de tolerancia perfecta, de la estima y aun de la caridad
en los que un judío debe compenetrarse hacia las honestas gentes de
otros cultos que el suyo 1 . Pero se encuentran pasajes que los
enemigos de los judíos incriminan frecuentemente y que publican
y comentan de mil maneras, para calumniar al judaísmo."

1 "Las palabras más dulces de la Le y mosaica son para los pobres;


los cuidados más afectuosos son para el que nada posee de los bienes de
este mundo, contra aquellos que mucho tiene n; para e l extranje ro, cuya
alma se hace presente al pueblo redimido de su esclavitud, pues bien puede
conocerla, por haber sufrido as mismas nostalgias y las mismas penas...

"El extranjero, el huérfano, a viuda, los seres más queridos para el


espíritu hebreo, los desheredados, los solitarios, se colocan al lado de los
que son los proletarios de la fe, los levitas, que nada debían poseer, porque a
idea te nía que se r su tormento. Ante esta constante preocupación en favor
del que nada tiene, no se puede hablar de las inversiones de valores
producidas por otras corrientes más tardías del pensamiento, religiosas o
sociales. La propiedad de las cosas no es de los hombres, sino de Dios: los
hombres no son, sobre la tierra, más que inquilinos o advenedizos; son fo-
r a s te ro s e n s u p a t ri a , e n e l c a m p o q u e c o m p ra ro n , i g u a l q u e c u a l q u i e r
otro que viniese de lejos." — DANTE LATTES: Obra citada.
194 MATEO GOLDSTEIN

A fin de probar la sinrazón de los ataques y el elevado sentido


de moral y dignidad que las leyes talmúdicas aplican para la
conducta que debe observarse con los paganos, el citado autor
enfoca el tema desde cuatro puntos de vista diferentes.
2. — LOS PAGANOS DEL PUNTO DE VISTA DE SU SALUD ETERNA Y
SU DIGNIDAD MORAL. — Según una Mishná, los paganos tendrán, como
los judíos, su parte en el mundo futuro. En efecto, se lee en una
beraitá (fol. 105) del Tratado Sanedrín lo siguiente: El profeta
pagano Balaam, dice la Mishná, es uno de esos que por sus
crímenes han perdido su parte en la vida futura. Resulta de esta
Mishná que los no judíos tienen, como los judíos, su parte en el
paraíso, puesto que Balaam habría entrado, si no hubiera perdido
su parte por sus grandes crímenes. Esta es la opinión de rabí Josué
que dice en una beraitá: "Está escrito: Los malvados retornarán al
sepulcro, todas las naciones que olvidaron a Dios 2 . De ahí resulta que
los no judíos que no olvidan a Dios, entrarán en el paraíso."
Es sabido que la Ley bíblica, así como la talmúdica, es
rigurosa para con los célibes, porque no procrean. Si un pagano
tiene dos hijos antes de entrar a convertirse al judaísmo, aunque
estos hijos continúen paganos, los doctores opinan que no está
obligado a volver a casarse, porque ya ha cumplido con el
precepto de la procreación; puesto que tiene dos hijos. No está
obligado a casarse —dice Isaías 3 — porque Dios no ha creado el
mundo para que esté desierto, sino para que se pueble.

3. — LOS PAGANOS ANTE LA LEY TALMÚDICA. — La


m e j o r prueba de que los tribunales rabínicos juzgaban a los
paganos de la antigüedad con profunda misericordia y equidad, es
que ellos se presentaban espontánea y voluntariamente ante los
magistrados judíos en los procesos o causas que tenían con los
hebreos. La Ley talmúdica eliminó muchas restricciones de Biblia,
llegando a admitir que los paganos podían prestar declaración, como
testigos, ante los tribunales judíos. Se llegó aún más lejos: los
tribunales judíos admitieron con plena fuerza legal, el juramento de
los paganos en nombre de su Dios o de su religión. Los
Tosafistas fueron más lejos aún al admitir el juramento de los
cristianos en nombre de la Trinidad ante la magistratura de Israel.
Numerosos son los pasajes del Talmud que nos traen la
evidencia sobre el trato amplio y tolerante que se brindó a los
paganos en tierra de los hebreos.
2 Salmos, capitulo IX, versículo 17.
3 Isaias, capítulo XLV, versículo 18.
DERECHO HEBREO 195

En el Tratado Nedarím una Mishná establece: Rabí Meyer y


rabí Judá dicen que si un pagano hace un voto (heder) de donar
alguna cosa al tesoro sagrado o para las necesidades del Templo, se
le acepta (para emplearlo según el deseo del pagano).
Otra Mishná del mismo Tratado (fol. 78) establece que si un
individuo tenía la intención de matar un pagano (en tiempo de
guerra) y da muerte a un judío, es absuelto.
La interpretación de la Guemará es la siguiente: Que sola-
mente en tiempo de guerra se podía matar, impunemente, a un
pagano, dada su calidad de enemigo. En el Tratado Macót se refiere
que un judío fué condenado a muerte por haber matado a un guer
toshab 4.
En el Tratado Macót (fol. 7) hallamos: Está escrito, que si
un individuo ha matado a otro sin saber, él está destinado a las
villas de refugio. Esto no se aplica —dice Rabá— al que se excusa,
diciendo que ha querido matar a un pagano (en tiempo de guerra) y
ha matado a un judío (sin quererlo). Otra beraitá, del mismo
Tratado, contiene una Mishná (fol. 8) que dice: Un pagano o el
esclavo pagano va a las villas de refugio, si ha muerto a un judío
por descuido; un judío va a las villas de refugio, si ha matado por
descuido a un pagano o a un esclavo pagano (como si hubiese
matado a un judío).

4. — LOS PAGANOS CON RELACIÓN AL CULTO. —


H e m o s v i s t o que los paganos que ofrecían un obsequio al tesoro
sagrado, o una donación al Templo, no podía ser despreciado y se
les aceptaba la expresión de su deseo. Del mismo modo si un
pagano ofrecía un candelabro al Templo, debía serle aceptado.
Durante mucho tiempo los sacerdotes aceptaron las ofrendas y
sacrificios que los paganos hicieron en honor de Jehová. Aun
después de la destrucción del Templo, podían los paganos levantar
un altar en un país de la diáspora y rendir ofrendas al Dios de los
hebreos. Por fin, los paganos podían verificar la ceremonia de la
circuncisión de los niños judíos y erigir la sucá5, según los mandamientos
de Dios.

4 G u e r to s h ab : P ro s é l i to n o n a tu ra l i z a d o , o p r o s é l i to d e l a p u e r ta,
como se los llamaba en Palestina.
5 Durante las fie stas de sucót, o de las Cabañas, que comienzan e l 15
de Tishri (a fines de setiembre), todo israelita debía erigirse una sucá
(cabaña), e n a que debía morar sie te días, a fin de que —según lo
establece el Levítico (capítulo XXIII, versículos 42 y 43) — sep an vuestro s
descendientes que en cabañas hice morar a los hijos de Israel al sacarlos de
la de la tierr a de Egip to. Es ta fe stividad y e l uso de la suc á no ha sido
interrumpida a través de a dispersión del pueblo judío y aun en a actualidad
es dable observar este pintoresco y evocador rito.
196 MATEO GOLDSTEIN

5. — EL COMERCIO DE LOS PAGANOS. — Conforme a las reglas


bíblicas, estaba prohibido prestar a un pagano con usura o infli-
girle daño alguno. La Ley talmúdica es más severa al prohibir que se
haga víctima de cualquier engaño al individuo que pertenece a otro
credo, aunque merced al engaño no experimente ningún daño
material.
Numerosos preceptos talmúdicos amparan y defienden a los
paganos, evidenciando una moral y una ética desconocida para
aquellos tiempos primitivos, en que imperaba la barbarie y la
intolerancia.
Una Mishná del Tratado Avodá Zará (fol. 2) establece que
tres días antes de las grandes fiestas de los paganos, se debe evitar
el hacer comercio de ninguna índole con ellos. La Guemará
interpreta este pasaje alegando que se debe evitar toda transacción
con los paganos durante las grandes festividades, puesto que ellos
deben estar absorbidos en la preparación de las fiestas; en
consecuencia, Serían fácilmente víctimas de algún engaño.
Otra Mishná establece (fol. 19) que no se debe hacer adornos
para los ídolos y que no se debe ceder inmuebles para los templos
de esos ídolos. La razón es bien simple: la prohibición bíblica de
adorar a los ídolos, sean propios o extraños, se complementa con
las disposiciones de la Mishná. Deliberadamente, algunos enemigos
de Israel pretenden explotar estas afirmaciones talmúdicas, afir-
mando que la ley prohibía vender o tratar con ningún pagano.
Una Mishná del mismo Tratado Avodá Zará prohíbe alquilar a
los paganos casas en Palestina y menos aún, en los campos. Pero
otra (fol. 21) restringe tal prohibición solamente a Palestina, auto-
rizando la locación y compraventa de casas y campos fuera del
país. La Guemará explica estas limitaciones del comercio con los
paganos fundándose en razones de seguridad para la población he-
brea: "Se trata de paganos de la peor especie, los que son capaces
de cometer todos los crímenes, asesinatos, robos, asaltos y también
los vicios denigrantes que repugnan a la conciencia moral." La
idolatría, para el juicio de los israelitas, traía condicionada una
profunda degradación de los sentimientos, y la Mishná se refiere en
este caso no a los paganos en general, sino a los idólatras.
Una confirmación de esto la hallamos en otra Mishná (fol. 22),
donde se advierte que no se debe dejar con los paganos un animal,
porque podrían cometer un vicio afrentoso; una mujer no debe
quedar sola con ellos; ni aun un hombre debe quedarse solo con
ellos, porque podrían asesinarlo.

6. — LA CONDICIÓN DE LOS EXTRANJEROS. — Hemos sostenido


que entre los hebreos se formularon las bases del Derecho natural
DERECHO HEBREO 197

y del Derecho de gentes, que los romanos heredaron y fueron des-


arrolladas en todo su esplendor durante la Edad Media. Y está
fuera de toda duda que como esencia de ese Derecho natural entre
los hebreos, basado en la Biblia y comentarios del Talmud, el
pueblo de Israel elaboró toda su doctrina acerca del trato que
debía otorgarse al extranjero.
Y un estudio detenido acerca de las reglas de conducta para
con el hombre que provenía de otras naciones y se asentaba en
Judea, echará por tierra las teorías injustamente difundidas sobre
una supuesta e innata hostilidad del hebreo para con el guer, el
extraño.

7. — SITUACIÓN DEL EXTRANJERO EN LOS PUEBLOS ANTIGUOS.


— Digamos previo a todo, que la situación del extranjero en el
mundo antiguo distaba mucho de ser envidiable. "Las relaciones
entre los pueblos antiguos eran muy precarias, sobre todo las
relaciones pacíficas. En general, el concepto que se tenía de la
coexistencia de los pueblos no era humanitario sino estrictamente
nacionalista, de aislamiento, de hostilidad recíproca. Esa hostilidad
se ha atemperado hasta dar lugar a la posibilidad de contactos,
cuando los individuos de distintos pueblos han tenido, en ciertos
aspectos de la vida, una comunidad o convivencia, sea por actos de
guerra o por relaciones de otro orden" 6.
Si se trata de pueblos de naturaleza bélica, la aludida
convivencia se ha radicado en el régimen de la esclavitud, que fué
una sustitución de la pena de muerte para el vencido. Pero el
esclavo apenas si asumía la calidad de un ente; no se le
consideraba propiamente una persona. Entre las naciones no
afectas a la guerra y que desarrollaron una actividad pacífica, dentro del
comercio y las migraciones, surgió el problema del extranjero, ya
sea por razón de la presencia de los extraños que venían a
comerciar o de las comunidades que emigraban. Los países donde
se hallaban unos y otros vieron surgir la necesidad de hacer leyes
especiales para estos elementos foráneos. "Nació así la necesidad —
afirma Vicio— de considerar que la legislación, aun consistiendo en
la voluntad absoluta de un déspota o de un monarca, no debía
hacerse simplemente para el pueblo que detentaba el gobierno sino
también para aquellos que les estaban subordinados por anexiones o
migraciones consentidas... Esa legislación, por más severa que
fuese con respecto al extranjero, aunque le concediese un
mínimum insignificante de derechos, implicaba el reconocimiento de su
personalidad, el reconocimiento de que el hombre tiene derechos como tal,
de que hay

6 C. Vico: Derecho Internacional Privado, tomo I, página 11 y sigts.


198 MATEO GOLDSTEIN

un Derecho natural. Implicaba reconocer también que el Derecho


no es solamente para el pueblo que domina sino para todos los
individuos que en cualquier forma pueden llegar a entrar en
relaciones con ese pueblo" 7.

8. —EL DERECHO PRIVADO HUMANO EN LOS PUEBLOS


DE O R I E N T E . — Veamos cuál era ese Derecho privado
humano, ese Derecho natural de los pueblos antiguos, aplicable
a los extranjeros; de allí surgirá el paralelo con el trato dado por los
israelitas.
Las leyes de Manú son claras y precisas: "El rey —dice una de
ellas— ha de considerar como enemigo a todo príncipe vecino y a
los aliados de éste..."
El Egipto 8 da buena muestra de su cruel actitud hacia el
extranjero a través del ignominioso trato dado a los israelitas. ¡Cuán
distinto ha sido el trato y la condición del extranjero, en el seno
del pueblo de Israel!
Al estudiar la influencia del judaísmo en el Derecho de
Occidente, un erudito catedrático de la Universidad de Harvard,
afirma: "El profundo interés que la Ley judía manifiesta acerca
del extranjero, del infortunado, de la viuda y del huérfano, sus
medidas humanitarias que se extienden hasta el buey que prensa
el grano y al ave madre, su solicitud para con el trabajador en los
viñedos, para con el asalariado que espera lo que se le debe, con el
deudor pobre, todo esto ha inspirado, ayudado y estimulado a los
reformadores, aun en los casos en que las leyes que proponían —se
refiere a los legisladores británicos y americanos— no copiaban
ninguna de las frases de la Biblia."

7 C. VICO: Obra citada, página Di.


8 "H o m b re s ta n ta l e n to s o s c o m o l o e ra n l o s h e b re os — a fi rm a
B AI L Y— no podían conformarse con trabajos manuales. Sabemos por el
Éxodo (capitulo V, versículo 14), que los capataces de los hebreos eran a su
vez hijos de Israel; y ante la demanda creciente de trabajadores
especializados, los esclavos debían de haber llegado a la condición de profesionales.

"Moisés vio a sus conciudadanos entregados a decorar obeliscos con


maravillosos jeroglíficos; a esculpir los relieves con que se adornaban los
frisos de las paredes, los pilares y arquitrabes de los templos; a incrustar
las puertas de cobre con una aleación de pata y oro (electro); a fabricar l os
m i l y u n o b je t o s i nd i s p e ns ab le s pa ra e l ri tua l de l cu lto y e l se rv icio
m a te r i a l d e l os d i o s e s . . . E s t a v i d a d e s u fr i m i e n t o s e n E g i p to d e j ó u n a
marca indeleble en los hebreos. Aunque es probable que tan sólo una de as
tribus fué sometida a la esclavitud, el recuerdo de las penurias, unido a la
religión de Jehová que esta tribu adoptó en el desierto, fué transmitido por el
celo de los misioneros a todas las tribus de Palestina, y los profetas los
transformaron en un lema de justicia social: Y te acordarás que fuiste siervo
en la tierra de Egip to (Deuteronomio, capitulo V, versículo 15; capítu l o X V ,
v e r s í c u l o 1 6 ; c a p í t u l o X V I , v e r s í c u l o 1 8 ; c a p í t u l o X V I I I , v e r sículo 22)." —
La Vida Cotidiana en los Tiempos Bíblicos, página 89.
DERECHO HEBREO 199

"El extranjero que viva entre nosotros será como un


indigente y lo amarás como a ti mismo; la Ley antigua está llena
de la moral más pura cuando se refiere a la conducta del hombre
en sus relaciones con su prójimo." Así sintetiza Abbe Migné, en su
Dictionnaire des Religions, la legislación bíblica sobre el trato de
Israel para con el extranjero, y finaliza: "Así, pues, nada más
noble, más humano, más caritativo que los preceptos de la Ley
mosaica que hemos citado abreviadamente." Y Celedonio Nin y
Silva, en su Historia de la Religión de Israel, apunta: "Con respecto a los
extranjeros de paso en Israel, los hebreos les profesaban
sentimientos de benevolencia, considerando con todos los antiguos
pueblos orientales en aquellas épocas en que no estaba organizado
el hospedaje de los extranjeros, que la hospitalidad era la gran
virtud, el más elemental deber del hombre piadoso."

9. — L A L E Y E S D E M O I S É S Y L O S E X T R A N J E R O S . — En
efecto, Moisés dijo: Habrá una misma ley, una misma justicia, un
mismo derecho para vosotros y para el extranjero que viva entre
vosotros; él será igual a vosotros ante Dios.
Por el camino de la tolerancia, aun con quienes profesaban
ideas antagónicas y para con los idólatras o paganos, el pueblo de
Israel llegó a elaborar una verdadera doctrina de amor y de
convivencia amistosa para con el guer, el extranjero. Los justos
de todos los pueblos participan de las felicidades eternas,
proclamó el Talmud 9 ; El no judío que sigue la Ley de Dios vale
tanto como el Gran Sacerdote, se lee en el Tratado Babá Camá; Si
un hombre piadoso ve un ídolo, debe decir: Alabado sea el Eterno,
nuestro Señor, que trata con suavidad a los que violan su voluntad,
se dice en otros tratados talmúdicos; el Isaías, el grande y noble
profeta, proclamó: Porque mi casa será llamada la Casa de la
Oración para todos los pueblos 10 ; y el Éxodo declara: Dios no
desprecia a ningún hombre; a todos los recibe con benevolencia;
todos son considerados como hijos. Qué otra Ley civil o religiosa de
la época se muestra más tolerante y brilla con más fulgor en aquella
noche de los tiempos en que el hostes, extranjero, era sinónimo de
enemigo!
En el Deuteronomio hallamos preceptos como estos: Los
diezmos del tercer año serán repartidos entre el levita, el
extranjero pobre, la viuda y el huérfano. Cuando recojáis las
cosechas, dejad un ángulo del campo sin Pasar la hoz y no espiguéis;
ella será para el pobre y el extranjero 11.

9 Tratado Sanedrin, 105 a.


10 Isaías, capítulo LXVI, versículo 20.
11 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículos 19 y siguientes.
200 MATEO GOLDSTEIN

Rabí Salomón Isaki (Raschi), glosador de la Biblia y del Tal-


mud, comentando un precepto bíblico acerca del trato que debe
darse al extranjero, dice: "Y no angustiarás al extranjero... 12 N o
angustiarás ni irritarás con palabras al extranjero, porque
extranjero fuisteis también. Si lo angustiaras de palabras, él podrá
angustiarte a su vez, replicándote: "Tu también desciendes de
extranjeros. El defecto que tienes tú, no se lo enrostres a otro."
El Tratado de Jaguigá expresa: "Rish Lakesh dice: Si un
individuo hace un daño a un extranjero, es como si hiciera un daño a
Dios." A su vez, el Tratado Shecalím (Perek I) formula esta
discriminación: "Las monedas destinadas a solventar los sacrifi-
cios obligatorias del Templo de Jerusalén, deben ser dadas por los
judíos y no por los paganos, así como todos los sacrificios
obligatorios en los casos determinados por la ley (porque los
paganos no son sometidos a estas leyes), pero todos los sacrificios
que los judíos ofrecen voluntariamente, pueden ser ofrecidos por
los paganos igual que por los judíos" 13.

10. — EL MENSAJE DE JEREMÍAS. — En las célebres cartas enviarlas


por el profeta Jeremías, a los israelitas exilados en Babilonia,
aquél les decía: "Construid casas y habitadlas; plantad viñas y
recoged sus frutos. Casaos, casad vuestros hijos y vuestras hijas.
Sobre todo haced votos por la paz de la ciudad en la cual habéis sido
transportados; porque vuestro reposo está unido al suyo" 14.
Quien sabe hablar así a sus desdichados hermanos en el des-
tierro, ¿Cómo no había de recomendar mansedumbre y amor para
con el exilado de otros pueblos en el seno de Israel?

11. — CÓMO TRATABAN ESPARTA Y ROMA AL EXTRANJERO. —


Recuérdese que en Esparta los extranjeros recibían, después de un
corto plazo, la orden de abandonar el país. Atenas ordenaba que
los extranjeros eligiesen de entre los ciudadanos un patrono que
respondiese de su conducta, y además mandaba pagar un tributo
12 Exodo, capítulo XXIII, versículo 9.
13 E n e l T ra tado Yad ayim ( Pe re k I V) e n con tramo s u na M ish n á q ue
dice: Jehudá, un Ammonita, pregunta a los doctores si se le va aplicar el
ve rsículo: No entrará Ammon ita n i Mo ab ita en la congreg ación de Jehová
(Deuteronomio, capítulo XXIII, versículo 3). Rabí Joseph respondió que este
versículo no tiene razón de después de tantas revoluciones politices que se
han realizado después de la época mosaica; y los doctores han aprobado
esta idea de rabí Joseph.
14 En e l Tratado Uc tz in (Pe rek III ) leemos: "Rabí Simón, hijo de
Adapta, dice: La más grande bendición que Dios ha prome tido a los Isr aeli-
tas, es la paz con todo el mundo."
DERECHO HEBREO 201

al tesoro público por cada extranjero y por sus hijos. Además, los
extranjeros eran víctimas cotidianas de tratos ignominiosos e in-
sultos de la plebe.
En verdad, entre los hebreos el extranjero sólo por excep-
ción llegaba a gozar de los derechos de la ciudadanía. Pero, según
veremos, esa excepción era frecuente y muy numerosos los excep-
tuados. ¿Qué sucedió en Roma, en cambio?
Si el ciudadano gozaba de los derechos públicos, del jus
suflfragii (electoral), del jus honorarum (de ser elegido para la
función pública o religiosa) y en el orden privado de los derechos
del connubium (contraer matrimonio) y del cornmercium (ejercer
el comercio), el extranjero estaba totalmente desprovisto de ellos. Su
único amparo legal consistía en los preceptos del Jus gentium y
se le reconocía con el mote despectivo de hostes, enemigo. Una
profunda transformación debió operarse en la conciencia del
pueblo más imperialista de la antigüedad, para que poco a poco y
en base de concesiones que respondían a exigencias económicas y
políticas, el no ciudadano o extranjero fuera asimilado,
paulatinamente, a la condición del ciudadano de Roma.

12. — QUIÉNES ERAN EXTRANJEROS EN ERETZ ISRAEL. —Vea-


mos en síntesis, a quién se denominaba extranjero en Eretz Israel, y
cuáles fueron sus derechos y deberes.
La palabra guer indica igualmente en el Pentateuco al extran-
jero asociado al pueblo hebreo, y el que no es más que habitante,
toshab, o regnícola. A los primeros se les conocía como extranjeros
de justicia, y a los segundos, extranjeros de domicilio o de resi-
dencia. El simple transeúnte o forastero era llamado nocri.
Al extranjero de justicia puede asimilársele perfectamente a la
condición actual de extranjero naturalizado. El adoptaba, sin res-
tricciones, toda la legislación estatal, debiendo someterse a
algunas restricciones, por ejemplo: 1°, Como vivía entre los
hebreos que le abonaban su trabajo, no debía comer pan (jametz)
durante la fiesta de Pascua 15 ; 2 º , No debía blasfemar el Dios de
Israel 16 ; 3º, No debía ofrecer a Moloch sacrificios humanos.
El extranjero de justicia o prosélito debía declarar sus inten-
ciones de asociarse al pueblo de Israel, delante de tres jueces, al
menos, quienes le preguntaban si no está impulsado por ningún
temor, si se encuentra en plena lucidez y tranquilidad de
conciencia; luego se le explicaba, por los mismos magistrados, las
privaciones, los deberes numerosos y pesados que la condición de Israel

15 Éxodo, capítulo XII, versículo 18.


16 Levitico, capítulo XXIV, versículo 16.
202 MATEO GOLDSTEIN

lita imponía a sus correligionarios, y si persistía, se recibía en la


comunidad con las palabras siguientes: El prosélito (guer) será
semejante a nosotros delante de Jehová, prescribió Moisés. Los
doctores rabínicos repetían esta misma ceremonia17.
La circuncisión era indispensable para todos aquellos que no
eran naturales de un pueblo en donde se practicaba, como sucedía
entre los egipcios, los etíopes y los ismaelitas; observándose aún
con éstos la ceremonia de derramar algunas gotas de sangre para
afianzar más y más la alianza que se hacía con Dios18.
El bautismo del prosélito constituía una ceremonia religiosa
que consistía en una inmersión en una corriente de agua, y por
último, el extranjero asociado a Israel, debía ofrecer un
sacrificio19 de un cuadrúpedo en holocausto, tórtolas o pichones.
En el mundo antiguo, la condición de la ciudadanía se hallaba
ligada, de un modo indisoluble, a la práctica del culto. La religión
imponía, de una manera u otra, la extensión de los derechos civiles v
políticos de las personas. En consecuencia, quién no practicaba el
culto oficial se hallaba excluido, de facto y de jure, de la
ciudadanía e asumía la calidad poco deseable de extranjero. De
este modo. Esparta y Roma eran irreductibles con respecto al ha-
bitante que no asistía a los banquetes públicos, cuya celebración
era capital en el ejercicio del culto oficial. "Cada ciudad —afirma
Fustel de Coulange— exigía que todos sus miembros tomasen parte
en las fiestas de su culto." En consecuencia, aquél que no era
ciudadano, y por ende asumía la calificación de extranjero, se
hallaba fuera de la esfera de acción y del amparo de los dioses. Estos
lo rechazaban de tal modo que la presencia de un extranjero en
un templo —o en una ceremonia cualquiera del culto— constituía
un sacrilegio. ¿Cuál era la dimensión de la orfandad en que vivían los
extranjeros? Desde luego, carecían de los derechos electorales; no
podían ser propietarios; ni casarse; mi tener hijos legítimos; ni
ejercer el comercio; ni celebrar contratos; ni heredar o transmitir
sus bienes por herencia. Carecían de toda garantía de seguridad
sobre su vida, la de los suyos, y el patrimonio. En cierto sentido,
"El esclavo era mejor tratado que él: pues el esclavo, miembro de
una familia cuyo culto compartía, estaba unido a la ciudad por
mediación de su amo y los dioses lo protegían. Por eso la religión

17 Levitico, capítulo XI X, versículo 34; Talmud Bavli, capítulo VIII ,


De Levirorum Offictis.
18 Guemará de Babil., capítulo I V; Selde no, de Jur. Natur. e Gent.,
!lino II, capítulo II.
1 9 G é n e s i s , c a p i t u l o X V I I , v e r s í c u l o 1 0 ; É x o d o , c a p í t u l o XI I , v e r -
sículo 48.
DERECHO HEBREO 203

romana decía que la tumba del esclavo era sagrada y que no le


era la de extranjero", concluye Fustel de Coulange.
No sucedió, como se ha visto, igual cosa en Israel. El extran-
jero no participaba del culto oficial, y ello le privaba de los atri-
butos políticos y electorales de la ciudadanía. Pero los derechos
privados eran absolutamente suyos, y tanto la Biblia como el Tal-
mud extreman el celo para que el peregrino y el extranjero no
experimenten ningún detrimento en sus derechos naturales. La
reiterada consigna de Porque extranjeros fuisteis, en Egipto..., no
dejaba de repetirse en numerosos pasajes de la ley, y los
comentadores se afanaron por inculcarla y encarnarla en el
espíritu del pueblo.
CAPÍTULO XIII

EL DERECHO DEL TRABAJO

SUMARIO: 1. Fuentes y orígenes de la legislación del trabajo. — 2. El ma-


qu i ni smo i ndus tria l y la cue s tió n soc ia l . — 3 . Jo rn ada m áx ima
para los niños. — 4. El nuevo Derecho. — 5. Primeros ensayos de
Legislación obrera. — 6. Dignificación del trabajo en Eretz Israel. —
7 . L o s s a b i o s y e l t r a b a j o h o n r a d o . — 8 . N a t u r a l e z a d e l c o n tra to
de traba jo . — 9 . El De re c ho ob re ro e n la Biblia . — 10 . La jornada
de trabajo. Descanso hebdomadario. — 11. Reposo en las
f e s t i v i d a d e s re l i g i o s a s . — 1 2 . L o s e s c l a v o s p a g a n o s ( E b e d
K e n a an i). — 13. Los esclavos israelitas (Ebed-ivr i). — 14. Los arte-
sanos (umanim). — 15. Los jornaleros (poalim). — 16. Accidentes del
trabajo. — 17. Situaciones especiales. — 18. Privilegios en beneficio
del trabajador.

1. — FUENTES Y ORÍGENES DE LA LEGISLACIÓN DEL TRABAJO.—

Es indudable que en las civilizaciones antiguas no puede hablarse


ciertamente de Derecho obrero del trabajo en un sentido que recién
alcanza forma y contenido a raíz de la aparición del capitalismo y
del industrialismo en la historia económica del mundo. Ni siquiera
es factible referirse a una rama diferenciada del Derecho, con
normas propias, códigos, leyes y tratados. Esta moderna disciplina
científica no data de más de una centuria y tiende a afianzarse cada
día más, porque también cada día más surge el factor trabajo como
imprescindible para el progreso humano, y los pueblos, así como los
gobiernos se ven forzados a reconocer la existencia de una vasta
clase proletaria con derechos específicos y una organización
totalmente nueva. La legislación del trabajo, en forma científica, es
un fenómeno absolutamente nuevo en la historia y ni por asomo han
podido imaginar, hace tres mil años, que el trabajo tiene sus
privilegios legales, como el capital gozó de primacía por propia
gravitación e influencia.
Es verdad que desde tiempos muy lejanos se fueron adoptando
normas y disposiciones tendientes a salvaguardar la vida y la
integridad del factor obrero, y que en cierto modo constituyen
206 MATEO GOLDSTEIN

verdaderos anticipos de la novísima rama jurídica denominada


Derecho del trabajo, pero es un hecho históricamente comprobado,
el de que este Derecho surge con vigor auténtico recién hacia fines
del siglo XVIII, en que aparece la gran industria y simultánea y
consecutivamente la agrupación de los trabajadores. Desde
entonces, el fenómeno de la corporación medieval, con sus
beneficios y sus lacras, cede lugar a nuevas formas de organización y
de trabajo que pronuncian los grandes movimientos proletarios que
caracterizan al siglo del maquinismo.

2. — EL MAQUINISMO INDUSTRIAL Y LA CUESTIÓN SOCIAL. —


La creación de la máquina, como instrumento y como sustituto del
obrero, provocó, entre otros síntomas, la aparición de una gran
población trabajadora en las ciudades, una inmediata evasión de los
trabajos de los campos, la concurrencia natural entre los
productores, la utilización por primera vez en la historia de la
mujer y el niño en las fábricas, el aumento de las jornadas y la
reducción de los salarios, así como el acrecentamiento de diversos
factores que se conocen bajo el nombre genérico de la cuestión social.
Como consecuencia de todo ello, surgieron, en los países más
industrializados, leyes de protección y de asistencia, destinadas a
contrarrestar la amenaza candente de las multitudes trabajadoras
que, en un momento cualquiera, podían desencadenar conflictos ca-
paces de hacer tambalear las bases mismas del Estado y de la
sociedad.

3. — JORNADA MAXIMA PARA LOS NIÑOS. — Pero es sólo en las


postrimerías del siglo XVIII, y merced a la presión de irrefrenables
impulsos y de sangrientos episodios, que el Derecho del trabajo se
va afirmando para concretarse en leyes y reglamentos. La reduc-
ción de las jornadas agotadoras y el mejoramiento de los salarios
no se logró sino después de esfuerzos fantásticos entre el Estado,
representante de la clase capitalista y el exponente de la clase
proletaria. Júzguese que la ley reglamentaria del trabajo de los
niños, en Inglaterra —a los que se fijaba una jornada máxima de
doce horas (!)— recién fue sancionada en 1802; y la ley
reglamentaria del trabajo de los niños, en Francia --por la cual se
prohibía el de los menores de 8 años (!)— data de 1841.

4. — E L NUEVO DERECHO . - La verdad es que después de


la primera guerra mundial (1914-1919), recién aparece lo que se
ha llamado con justicia el nuevo derecho, y es a partir de
entonces que puede hablarse con justicia de la existencial real de un
Código del trabajo, que sigue aun sometido a las contingencias de los go-
DERECHO HEBREO 207

biernos y es desconocido por ciertos regímenes de acuerdo con las


conveniencias políticas circunstanciales.
Y si esto ha ocurrido y aun ocurre en medio de la civilización
siglo XX, ¿Qué decir de los tiempos remotos del Oriente, donde el
trabajo era cumplido casi exclusivamente por la servidumbre y
era tenido en desmedro y como un deshonor por los ciudadanos
de los diversos países?
En efecto: trabajador y esclavo fueron sinónimos, por
muchos siglos, entre los pueblos de la antigüedad clásica;
Oriente, Grecia y Roma no conocieron otra clase de proletariado
que el que surge de la desigualdad social y civil. "La recíproca
necesidad que el pobre tiene del rico y el rico del pobre creó a los
servidores —afirma juiciosamente un autor—. Pero en esta
especie del régimen patriarcal, servidores o esclavos, son lo
mismo. Concíbese, en efecto, que el principio de un servicio libre
y voluntario, pudiendo cesar a capricho del servidor, no puede
acordarse con un estado social en que la familia vive aislada. Es
necesario, pues, que el servidor venga a ser, por cualquier medio,
miembro y parte integrante de esta familia."
De ahí surgió, pues, el nuevo miembro de la familia, griega y
romana: el esclavo, quién debía ingresar en ella como un ele-
mento más, semejándose esta incorporación como una verdadera
adopción. El esclavo entraba a formar parte de la familia, y se
convertía en un engranaje más de aquella sociedad fuertemente
impregnada de idolatría. Por cierto que el esclavo no entraba a
compartir los honores ni los derechos de los miembros agnados o
cognados. El pater no tenía el más mínimo interés de hacer
partícipe de sus condiciones de ciudadanía a esa pobre humanidad
que se acogía a los manes familiares para gozar de un lecho...
El miembro adoptivo se habría de convertir en una bestia de carga,
en un factor económico, que tan pronto se traducía en preceptor
y ejemplo para el hijo del espartano, o en humilde siervo de los
caprichos de la familia romana. Es este el origen del
proletariado, mitad esclavo, mitad servidor; aunque más esclavo
que servidor. No podía tener bienes, ni mujer, ni hijos, ni
sepultura propia... Y era una sombra más en aquella organización
social prototípica de la explotación del hombre por el señor.
Si establecemos líneas paralelas, entre las legislaciones del
Oriente, Grecia y Roma, con la del pueblo de Israel, y analizamos
las normas que se dictaron allá hace treinta siglos, en defensa del
trabajador, surge evidente que éste último pueblo se lleva la palma
del respeto a la dignidad y de la elevada moral que debe presidir
la vida de relación entre las criaturas de Dios, sean
correligionarios y connacionales, o extranjeros idólatras.
208 MATEO GOLDSTEIN

Ningún código de la época consigna la más insignificante


referencia a la clase trabajadora, a pesar de que en aquellas
sociedades primitivas, estos factores de la economía y del
progreso, llegaron a abundar. Tareas agrarias, colosales obras
públicas y el comercio de la navegación, ya vasto y múltiple,
comprometían la acción de grandes masas laboriosas, pero ningún
legislador y ningún filósofo se preocuparon de sentar reglas no
sólo para aliviar la suerte de los trabajadores dada su calidad de
seres humanos, sino con el criterio de alargar sus años de labor merced a
un trato medianamente altruista.

5. — PRIMEROS ENSAYOS DE LA LEGISLACIÓN OBRERA. - Sin em-


bargo, la Biblia contiene atisbos de la moderna legislación del
trabajo. En la forma fragmentaria, inorgánica, que los tiempos
justifican, y basado tal vez en sentimientos de piedad y equidad
más que en las razones dignificantes de los días presentes,
encontramos en el Pentateuco, como en la Ley rabínica,
innumerables reglas destinadas a la custodia del trabajo y del trabajador.
"El proletariado, como clase —afirma Guinzburg— es un
producto de los tiempos modernos, del capitalismo. Y como el
capitalismo no estaba desarrollado a la sazón en Palestina, casi
no existían allí proletarios. La industria se encontraba en embrión;
de la gran industria ni cabe hablar. En el estado económico de la
sociedad de entonces ella no hacía falta; cada patrón producía por
lo general lo que necesitaba para sí, para su familia y sus allega-
dos. La única excepción la constituían los productos rurales, pues
ya entonces existían terratenientes en mayor y menor escala. En
lo que concierne a otras industrias, cada cual producía para su uso
particular y no para la venta. Ni siquiera el artesano producía para
el mercado. Trabajaba por encargo. El zapatero fabricaba un par
de zapatos cuando se lo encargaban; lo mismo hacía el sastre con el
saco, pero no elaboraban zapatos o sacos para la venta. Los
artesanos mismos eran los dueños y contaban con muy pocos
obreros (poalim); sólo utilizaban aprendices."
Pero ello no significa que el obrero, en el sentido técnico de la
palabra, no haya gozado de protección legal y jurídica. Al igual que
todos los demás elementos débiles y desamparados de la sociedad,
que requerían especiales cuidados de amparo y protección, el obrero
estaba rodeado de una serie de garantías y seguridades que resultan
francamente inverosímiles en aquellos tiempos.

6. — DIGNIFICACIÓN DEL TRABAJO EN ERETZ ISRAEL. - Desde


luego cabe destacar que el trabajo en general estaba rodeado de
toda clase de consideración, por parte del pueblo. Entre otras vir-
DERECHO HEBREO 209

tudes cardinales, el trabajo fue objeto de exaltación, del mismo


modo que la inercia y la ociosidad merecían el repudio más
enconado. La máxima de Maimónides no constituye sino una
síntesis del juicio que las masas tenían del trabajo productivo,
creador. "En primer lugar —decía el sabio comentarista bíblico— el
joven plantará una viña o hará cualquier comercio para asegurar
con el trabajo sus medios de existencia; en segundo lugar, edificará
su casa, y después podrá casarse."
Vale la pena dar a conocer algunas de las más famosas
máximas de la Biblia, para destacar el alto concepto que se tenía
en aquellos días primigenios de la función creadora del trabajo.
El Eterno tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para
que lo cultivara y guardase 1 ; El que cultiva su tierra estará harto
de pan; el que persigue cosas vanas está desprovisto de
entendimient 2 ; El que descuida su trabajo es hermano del que
destruye. Y el Talmud está lleno de referencias al hombre laborioso y
satisfecho consigo mismo, en contraposición al ocioso. Sólo siente
satisfacción el que goza del fruto de su propio trabajo; no así el
que se agarra como parásito a sus hijos, y con más razón aún, a
extra-íos 3 ; Ama el trabajo y huye de los honores 4 ; No hay
hombre más despreciable que el perezos 5 ; Quien quiere comer,
debe trabajar 6 ; Sólo goza del descanso del sábado el que ha
trabajado la víspera del sábado 7 ; Antes que mendigar, haz del
sábado un día de trabajo 8.

7. — LOS SABIOS Y EL TRABAJO HONRADO. — Y para tener una


idea central de la trascendencia que la función del trabajo asumía
para el pueblo de Israel, baste recordar que la más alta dignidad
civil, la del magistrado judicial, se entregaba a hombres humildes y
trabajadores, quienes no percibían retribución alguna por su ele-
vado ministerio, y muchas veces vivían en la más absoluta
estrechez, por dedicarse en cuerpo y alma a la distribución de la justicia.
Entonces no resulta extraño que la ley se dedicase a asegurarle
condiciones de equidad y de humanidad a los trabajadores de la
época, para evitar que nadie se aproveche del esfuerzo ajeno y

1 Génesis, capítulo IL versículo 15.


2 Proverbios, capítulo XII, versículo 11.
3 Avót R. Natán, capítulo XXXI.
4 Avót, capitulo I, versículo 10.
5 Yalcút, 127.
6 Génesis Rabá, capítulo II.
7 Avodá Zará, 3 a.
8 Pesajim, 118 a.
210 MATEO GOLDSTEIN

lograr que toda la comunidad social sea una inmensa colmena po-
liforme, donde no hubieren zánganos...

8. — NATURALEZA DEL CONTRATO DE TRABAJO. — Ahora bien,


siendo que el Derecho obrero no constituía una rama especializada y
diferenciada, entre los hebreos, ya sea durante la edad bíblica
como en la posbíblica, justo es que participase del carácter de un
contrato de Derecho civil, siendo asimilable a la locación de
servicios de nuestros tiempos, con las características propias de
la época.
Por ello, situaremos este contrato en nuestro estudio de las
leyes civiles, procurando destacar los caracteres peculiares que le
asignara la legislación mosaica y con miras a poner de manifiesto
que más de treinta siglos atrás ya existían en un pequeño país de
la tierra, leyes dedicadas a proteger el trabajo y al trabajador;
leyes que la humanidad contemporánea no ha logrado sin derramar
mares de sangre y no sin cruentas revoluciones sociales.
La historia de las revoluciones en Roma se conoce como una
antigua reyerta entre patricios y plebeyos. Los plebeyos no llegaron
a ser sino el verdadero proletariado romano; exentos de todo
atributo de ciudadanía, sin derecho de matrimonio sacro, sin
derecho a poseer bienes, sin amparo ni refugio en la magistratura
judicial, ni en el Senado, los plebeyos se vieron obligados a
levantamientos que caracterizan las primeras luchas sociales de la
historia. Se lee en Dionisio de Halicarnaso: "La plebe salió de
Roma retirándose al monte Sacro; los patricios se quedaron solos
con sus clientes en la ciudad... La plebe descontenta se negó a
alistarse; los patricios tomaron las armas con sus clientes e hicieron la
guerra."
Debieron acudir a movimientos sangrientos para que con el
correr de los años, la soberbia clase aristocrática les reconociera
con derecho a la integridad y al honor. Jamás se llegó a asignarle
leyes especiales de protección, dada su condición de instrumentos
del trabajo fecundo.

9. — EL DERECHO OBRERO EN LA BIBLIA. — Por regla general,


las relaciones entre el patrón y el obrero eran análogas, sino
iguales a las que existían entre dos personas social y
legalmente iguales. El artesano —único obrero conocido de
entonces— era un hombre libre e independiente, que con el
tiempo podía llegar a ser patrón. Existían convenios escritos y
verbales que reglaban admirablemente todos los conflictos entre
obreros y patrones.
Se ha dicho que los poalim, jornaleros, eran los obreros
económicamente más débiles de aquella sociedad y por ello la ley
les rodeó del máximum de garantías.
DERECHO HEBREO 211

10. — LA JORNADA DE TRABAJO. DESCANSO HEBDOMADARIO. —


La jornada de trabajo se contaba de sol a sol, exceptuándose los
sábados y días de fiesta marcados por el ritual. El salario no podía
pagarse en especie, sino en metálico y nunca más tarde del mo-
mento en que el jornalero abandonaba la tarea diaria.
Desde luego, la Ley bíblica es inexorable en el cuidado del
reposo del sábado. No sólo para el señor, sino para el siervo y la
bestia. La institución del sábado, del punto de vista religioso y
ético, pasó a las legislaciones que tuvieron un contacto con la de
Israel. "Ya el mundo pagano experimentó nuestro sólido influjo.
Tomemos, por ejemplo, el caso del sábado. Una costumbre, bastante
rara para aquella época, de un reposo hebdomadario. Según la
tradición es el sábado un regalo que Dios ha conferido a su pueblo
elegido. Pero, al propio tiempo, es también un signo que caracteriza a
la nación judaica, ya que durante muchísimo tiempo fueron los
judíos el único pueblo que practicó esta extraña costumbre de un
día de descanso por semana. Esto no fue del agrado del mundo
pagano. Ya en el siglo II, el satírico Juvenal se mofa de los ro-
manos que remedan la costumbre judía de dar cumplimiento al
sábado. Otro escritor romano se queja de los raros orientales que
pierden casi dos meses por año en reposar los sábados. Y el
empedrador Adriano optó por prohibir a los judíos el cumplimiento
del sábado.
"Era va en pleno exilio, setenta años después de la
destrucción de Jerusalén y poco después del frustrado
levantamiento de Bar Cojba. Nos sentíamos absolutamente
impotentes para imponer nuestro punto de vista; mas, por la
influencia pacífica y el ejemplo, el principio judío de un día de
asueto se impuso. Hay quienes lo celebran un día antes del
sábado, otros lo hacen un día después, pero es un día de descanso para
todos.
" También el sábado inglés, que va penetrando cada vez más en
la vida moderna, no es, originariamente, otra cosa que una
modificación de la costumbre judaica de extender la santidad a
los días vulgares, al paralizar los trabajos a partir del viernes por
la tarde" 9.
El filósofo Hermann Cohen dedica todo un libro para exaltar la
significación del descanso sabático, no como índice de religiosidad,
sino por conceptuar que este día se hallaba consagrado para la clase
trabajadora de Israel. "Que el sábado haya sido destinado exclusivamente
al bienestar de la clase trabajadora, es un concepto que se refiere
solamente a sus comienzos; pero el beneficio de esta

9 M. SENDEREY: Raschi y el Mundo no Judío, editado por el


C o m i t é de Homenaje a Raschi, Buenos Aires.
212 MATEO GOLDSTEIN

institución no tardó en repercutir en la clase acomodada. Es un


principio válido para cualquier época; una opresión económica,
ejercida sobre una o más clases, produce inestabilidad material y
mediocridad moral en todo el pueblo.
"Así sucedió que el sábado, originariamente nombre genérico
de todas aquellas instituciones sociales que favorecían a los pobres,
pudo ser convertido en ideal ético para todo el pueblo. Los
profetas, que en su vida y en sus vicisitudes políticas, en sus
pensamientos íntimos y en sus manifestaciones públicas, denotan
una admirable inseparabilidad entre su conciencia política y su
conciencia moral; estos profetas que no retroceden ante ninguna
estrecha limitación nacional en su lucha por la idea de la igualdad
de los hombres, son ellos quienes al mismo tiempo que pregonan
la reconciliación de los pueblos y anuncian la época del Mesías,
claman por la santificación del sábado. Aquel profeta que con osada
energía —índice de la lucidez de su pensamiento moral— rechaza
las más veneradas formas del culto nacional, suprime la
distinción entre paganos e israelitas y hace un llamado a los
hermanos de todos los pueblos, el segundo Isaías, ¿Habría
exteriorizado su entusiasmo por la fiesta sabática tan solo porque
en el sábado había descansado Jehová? Y si esto fuera posible, a
pesar de su impugnación del dogmatismo, ¿En ninguna de sus
expresiones encontraríamos la confirmación de que fuera ése el
contenido de la idea del sábado? Dichoso aquel que haga esto,
dichoso el hombre que recuerde el sábado y lo celebre y no lo
profane, preservando su mano de toda maldad.
"Esta comparación nos hace evidente que para el profeta,
enviado en auxilio de los pobres y desdichados, toda la doctrina ética
se encierra en el sábado, instituido en beneficio de los pobres y
desdichados" 10.
El Exodo 11 , el Levítico 12 y el Deuteronomio 13 contienen se-
veras órdenes para el cuidado y santificación del sábado, así como
graves admoniciones que culminan con la última pena para los
transgresores. Pero no debemos entender que estas citas bíblicas
solamente tienen un contenido religioso y de subordinación a la
Divinidad de Israel; algunos textos son harto precisos y
categóricos para llegar a la conclusión de que se está
verdaderamente en presencia de la institución del descanso
hebdomadario, creado por

10 HERMAN COHEN: El Sábado, su significado histórico y cultural.


11 Éxodo, capítulo XXXI , ve rsículos 13-17; capítulo XXXI V,
ve rsículos 21 y 22; capítulo XXXV, versículos 1 y 2.
12 Leví tico, capítulo XI X, ve rsículos 3 y 30; capítulo XXIII, ve rsículo
3; capítulo XXV, versículo 2.
13 Deuteronomio, capítulo V, versículos 12-15.
DERECHO HEBREO 213
primera vez en la historia para beneficio de las masas
trabajadoras.
En efecto, el Deuteronomio, en sus preceptos citados, dice:
Seis días trabajarás y harás toda tu obra 14 ; Mas el séptimo es
reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu
hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún
animal tuyo, ni tu peregrino que está dentro de tus puertas:
porque descanse tu siervo y tu sierva como tú 15.
Y para una más cabal comprensión del verdadero anticipo de
la legislación hebraica, con relación a los tiempos, en materia del
descanso y protección del obrero, es interesante recordar que
recién en el Tratado de Versalles (1919) se insertó una cláusula
de alcances internacionales, que recomienda a los países
contratantes como norma para guiar la política de la Sociedad de
las Naciones, la adopción de un descanso hebdomadario de
veinticuatro horas como mínimo que, siempre que ello sea posible,
deberá comprender el domingo. Otro de los principios
"aconsejados" es el de la supresión del trabajo de los niños y la
adopción de la jornada de ocho horas... ¡Tres mil años antes, en
esa enciclopedia de la cultura que significa el Pentateuco, se
imponían leyes protectoras del trabajo, cuya trasgresión podía ser
punida hasta con la última pena!

11. — REPOSO EN LAS FESTIVIDADES RELIGIOSAS. — Pero no so-


lamente se imponía un descanso semanal a todo el mundo; también
en las fiestas principales de Israel, el descanso era forzoso y
obligatorio. Así el Levítico 16 dispone que el primer día de la fiesta
de Pascua ninguna obra servil haréis, y en el séptimo día ninguna
obra servil haréis 17.

14 Deuteronomio, capítulo V. versículo 13.


15 Deuteronomio, capítulo V, versículo 14.
16 Levítico, capítulo XXIII, versículo 7.
17 Es interesante destacar que en su famoso folleto El Estado Judío,
e d i ta d o e n e l a ño 1 8 9 6 , e l c re a d o r d e l m o v i m i e n to d e re s ta u ra c i ó n d e l
Estado hebreo en Palestina, doctor T EODORO H ERZL proyectó como una de las
bases fundamentales de a nueva organización estadual, a jornada obrera de
siete horas. En efecto, se lee en el mencionado folleto —que ha adquirido
categoría de una nueva promulgación de los Diez Mandamientos— lo
siguiente: "¡La jornada normal de siete horas!... Esto no quiere decir
que diariamente tan sólo durante siete horas se haya de talar árboles, cavar a
tierra, acarrear piedras, en suma, realizar los diferentes trabajos. No. Se
trabajará catorce horas. Pero as cuadrillas serán relevadas cada tres horas
y media, la organización será, completamente militar, con cargos, ascensos
y pensiones. Explicaremos dónde se han de sacar las pensiones.

"U n hom bre s an o pue de p roduc i r m uc hís imo e n traba jo inte ns ivo por
espacio de tres horas y media. Después de otras tre s horas y media
dedicadas al descanso, a su familia y a la ampliación de sus conocimientos,
214 MATEO GOLDSTEIN

Otras reglas existen en la Biblia que anuncian el trato brin-


dado a los trabajadores de la época. El Levítico 18 ordena no
oprimir al prójimo, ni robarle. El Deuteronomio 19 dispone: No
hagas agravio al jornalero pobre y menesteroso, así de tus hermanos
como de tus extranjeros que están en tu tierra, en tus ciudades. El
versículo siguiente es más concreto: En su día le darás su jornal y
no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre y con él sustenta
su vida; porque no clame contra ti a Jehová y sea en ti pecado.
El Libro de los Proverbios se halla pletórico de invocaciones a la
bondad y a la honradez para con el hombre de trabajo y el
pobre; asimismo, el texto es rico en bellas enseñanzas sobre la
dignificación de la vida a través del trabajo. El que recoge en el
estío es hombre entendido; el que duerme en el tiempo de la siega
es hombre afrentoso (Cáp. X, v. 5); No ames el sueño, porque no te
empobrezcas; abre tus ojos y te hartarás de pan (Cáp. XX , v. 13);
El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará y
no será oído (Cáp. XXI , v. 13); El deseo del perezoso le mata,
porque sus manos no quieren trabajar (Cáp. XXI , v. 25); Dice el
perezoso: El león está fuera; En mitad de la calle seré muerto (Cáp. XXII,
y. 13); El que oprime al pobre para aumentarse él, y que da al rico,
ciertamente será pobre (Cáp. II , v. 16); No robes al pobre, porque
es pobre, ni quebrantes en la puerta al afligido: Porque Jehová
juzgará la causa de ellos, y despojará el alma de aquellos que los
despojaren (Cáp. XXI , vs. 22-23); No acuses al siervo ante su señor,
porque no te maldiga, y peques (Cáp. XXX, v. 10).
El Eclesiastés está, asimismo, impregnado de un espíritu de
justicia y de moral, para el siervo y el pobre: Si violencias de po-

está de nuevo perfectamente dispuesto para el trabajo. Tales trabajadores


pueden hacer lo imposible.
"¡La jornada de siete horas! Es ella a que hace posible la jornada de
catorce horas; más no cabe en el día...
"Ahora bien: el que trabaja más de siete horas recibe una sobrepaga en
dinero por las horas extraordinarias. Puesto que todas sus necesidades son
satisfechas, y los miembros de su familia incapaces de trabajar, atendidos
por las instituciones de beneficencia centralizadas, que han sido
trasplantadas al nuevo país, puede el obrero ahorrar algo. Queremos
estimular el instinto del ahorro ya existe nte en nuestras gente s, porque
facilita la ascensión del individuo a posiciones superiores y porque de esta
manera creamos un enorme fondo de reserva para empréstitos futuros.
"El exceso sobre a jornada de siete horas no debe ser mayor de tres
horas y solamente será permitido previo examen médico. Porque nuestras gentes
estarán deseosas de conseguir trabajo en as nuevas condiciones de vida, y
entonces el mundo verá lo productivo, lo laborioso que es nuestro pueblo."
18 Levítico, capítulo XIX, versículo 13.
19 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículo 14.
DERECHO HEBREO 215

bres, y extorsión de derecho y de justicia viéres en la provincia,


no te maravilles de ésta licencia; porque alto está mirando sobre
alto, y uno más alto está sobre ellos (Cáp. V, v. 8); Además el pro-
vecho de la tierra es para todos: el rey mismo está sujeto a los
campos (Cáp. v, v. 9); Dulce es el sueño del trabajador, ora coma
mucho o poco, mas al rico no lo deja dormir la hartura (Cáp. V,
v. 12); He aquí pues el bien que yo he visto: Que lo bueno es comer y
beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga
debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; por-
que esta es su parte (Cáp. V, v. 18); El que al viento mira, no
sembrará; y el que mira a las nubes, no segará (Cáp. XI , v. 4);
Por la mañana siembra tu simiente, y a la tarde no dejes reposar
tu mano; porque tu no sabes cuál es lo mejor, si esto o lo otro, o
si ambas a dos cosas son- buenas (Cáp. XI, v. 6).
Un cuerpo de doctrina y leyes que contiene, en esencia, las
expresiones de la más alta dignidad humana, el espíritu de
misericordia y el conocimiento de la raíz psicológica del ser, no
podía admitir que la esclavitud, en cualquiera de sus formas, y por
ende, la más amplia masa de trabajadores, estuviera en la
condición inferior en que el Egipto, Grecia o Roma los trataba. La
Lev israelita, en cuanto al Derecho del trabajo y de los
trabajadores se refiere, puede ubicarse legítimamente entre los más
elevados exponentes de equidad y justicia, con relación a las demás
naciones contemporáneas. Tanto la Ley bíblica como la posbíblica o
talmúdica reconocían dos formas distintas de esclavitud; y nos
referimos a la esclavitud para hablar del Derecho obrero entre los
israelitas, puesto que fueron los esclavos quienes constituían la
masa mayoritaria entre los proletarios de la época. Las dos formas
de la esclavitud a que nos referimos, son las siguientes: a) el
esclavo no judío (ebed-canaani) y el esclavo judío (ebed-ivri).

12. — LOS ESCLAVOS PAGANOS (EBED- CANAANI ). - Según he-


mos dicho, Moisés no suprimió la esclavitud, institución útil que
estaba universalizada en el mundo antiguo, si bien trató de aliviar
la situación del siervo en toda forma. Los comentaristas y exégetas
de la Biblia primero, y los talmudistas después, dieron pasos
audaces en el sentido de aliviar aun más a los esclavos, siendo
notorios sus esfuerzos de dotarles de toda clase de garantías y de
seguridades. "Los talmudistas —afirma Guinzburg— no pudieron
suprimir del todo la esclavitud. Pero eso sí, hicieron todo lo que
estaba a su alcance para imposibilitarla, para convertirla en algo
que rindiese cada vez menos. Sin combatir la esclavitud teóricamente, la
obstaculizaron grandemente en la práctica... El gran principio del
Talmud es que al comprar un esclavo sólo se adquiría su trabajo,
216 MATEO GOLDSTEIN

mas no su cuerpo. No había que hacerlo trabajar rudamente, había


que darle de comer y de beber de todo lo que comiese o bebiese el
amo; no había que injuriarle ni pegarle; había que escuchar sus
quejas y hablar con él afablemente... El esclavo anciano debía
ser respetado y quién lo golpease hasta causarle la muerte, era
pasible de la pena de homicidio. Ya se ha dicho que existía una
verdadera pena del Talión para los amos crueles y duros, que
ocasionaban un daño en la integridad física de su esclavo."

13. — LOS ESCLAVOS ISRAELITAS (EBED-IVRI). — Su condición era


mucho más aliviada que la del esclavo pagano. Desde luego, la
servidumbre era temporaria y cualquier familiar tenía el deber le-
gal de rescatarlo, antes de los seis años de esclavitud, en cuya época se
liberaba automáticamente. El amo estaba obligado a procurarle los
trabajos menos penosos y a considerarle, en todo momento,
como a un igual. La Biblia era estricta en preservar de la
servidumbre a los israelitas, puesto que Jehová ha dicho: Ellos (los
israelitas) son mis siervos y no siervos de siervos. Frente a la reli-
gión tenían las mismas obligaciones y privilegios que cualquier
hombre libre. Maimónides, en su Tratado sobre la esclavitud,
establece que los trabajos sucios e indecentes que un hombre
libre puede desarrollar, deben ser eliminados para los esclavos. El
que se había vendido como siervo —argüía— se sentía
humillado y caído, por lo que no se podía dejarle hacer trabajos
que le recordasen su condición. Si el esclavo judío tenía mujer e
hijos, el amo debía proporcionarles los medios para una subsistencia
decorosa.
"Todo esto, al parecer, no les bastó todavía a los talmudistas y
con un solo rasgo suprimieron del todo la esclavitud judía. El
modo como lo hicieron, sin contradecir la Torá, es muy
característico e instructivo. La Torá dispone que el siervo judío
debe recuperar la libertad en el año del Jubileo. De esto
infirieron los talmudistas que sólo podía haber siervos judíos
mientras hubiese años de jubileo, pero ahora (es decir, en la época
talmúdica, después de la ruina del Templo) que el jubileo había
sido suprimido, la esclavitud judía debía quedar abolida también
de hecho. Si la esclavitud judía persistiese también cuando el
jubileo va no existía, eso significaría que el siervo judío habría
perdido un privilegio, lo cual no era admisible" 20.

20 I. GUINZBURG: El Talmud, páginas 134 y 135.


Un escritor revolucionario moderno. HENRY THOMAS, en una vívida descripción de
algunas formas de a esclavitud obrera, expresa: “Cuando Colón por
prime ra ve z vino a Amé rica, se inte resaba por tre s cosas: conseguir oro,
b a u t i z a r a l m a s y v e n d e r c u e r p o s p a r a a e s c l a v i t u d . L o s e s p a ñ oles que
vinieron después de él trataron de esclavizar a todos los indige-
DERECHO HEBREO 217

14. — LOS ARTESANOS (UMANIM). — El artesano en nada se


diferenciaba del trabajador libre de hoy, ya que contrataba su
trabajo sin imposición de nadie y lo abandonaba cuando no le
convenía o estaba mal retribuido. Era un semejante del patrón, y
él mismo un probable futuro patrón. Hombre hábil en los oficios
manuales, gozaba de jerarquía en la escala de los trabajadores
hebreos, sobre todo cuando frecuentemente se trataba de persona
versada en las ciencias judías: el artesano, por la naturaleza de sus
tareas y el tiempo de que solía disponer, era lector asiduo y gozaba
de conocimientos generales que le colocaban en un lugar de
privilegio dentro de la comunidad. Se recuerdan afamados
sabios y magistrados cuya ocupación habitual no pasaba de ser
simples zapateros, sastres o ebanistas. Las relaciones entre el
artesano y el patrono se regían por un contrato verbal o escrito,
cuyo incumplimiento, por cualquiera de las partes, era motivo de
demanda ante la justicia que resolvía los conflictos planteados. El
artesano podía llegar a su vez a ser patrono, cuando para él
mismo contrataba a otros artesanos, destinados a complementar
las tareas que a él se le habían encomendado.

nas. Pero los indígenas no fueron bastante fuertes y productivos. Por eso,
como dice V A N L O O N : «Un sacerdote, de nobles sentimientos (el padre as
Casas) sugirió que se trajeran negros de África para reemplaz ar a los
indígenas. De esta manera vinieron los negros en calidad de esclavos desde
los primeros tiempos de la conquista. Después, en el año 1620, los Padres
Pere g ri nos de l os b la nco s dese mba rca ro n en P ly mou th (Massach u sse ts ) ,
y los Padres Pe regrinos de los ne gros desembarcaron en Jamestown
(Virginia)». Lo cierto es que la abolición de la esclavitud de los negros, en
América, obedeció a factores económicos: la esclavitud no constituía un
buen n e g o c i o . . . A s í , a l m e n o s n o s e n t e r a m o s , d e u n d i s c u r s o d e
B e n j a m í n Franklin, quie n dijo al re specto: «a mano de obra de l esclavo
no puede se r aquí nunca tan barata como la mano de obra de l trabajador
de I nglaterra. Cualquiera puede comprobarlo. Contemos en primer lugar el
capital invertido e n a compra del e sclavo, la inseguridad o el rie sgo de su
vida, su ve s tido y su al ime n to , los g as tos e n caso de e n fe rme dad y la
pé rd ida de tiempo, las pé rdidas por negligencia del trabajo (a negligencia
es natural e n u n ho mb re que no traba ja po r su p rop ia cue n ta y cu idado ) ,
l os gastos de un capataz que cuide el trabajo y los latrocinios de tiempo
en tiempo (casi todo esclavo, por naturaleza de su esclavitud, es un
ladrón), y comparemos el total con el salario de un obrero de las fábricas de
hierro o d e a s m i n a s d e c a rb ó n d e I n g l a te r r a . De e s ta m a n e ra s e v e rá ,
q u e a mano de obra es mucho más barata de lo que resulta aquí el
trabajo del negro»".—(Hombres y dioses en la Historia de la raza humana, página
347.)
Gran Bretaña abolió a esclavitud en 1833; Méjico, en 1827; Francia,
en 1848; Portugal, en 1858. En 1863, el zar Alejandro II de Rusia decretó a
libertad de los siervos. Y en los Estados Unidos de América, a abolición se
logró después de sacrificios cruentos y derramamiento de sangre fraterna.
¡Tres mil quinientos años antes, a Biblia de los hebreos ordenaba la
liberación de los siervos en la época del Jubileo!
218 MATEO GOLDSTEIN

Si quisiéramos encuadrar las relaciones jurídicas entre patrono


y artesano, en la legislación mosaica, en alguna institución
moderna, cabría decir que sus funciones comparten los caracteres
de la locación de servicios y la locación de obra, siendo más
parecida a ésta última, tan difundida en el mundo moderno.
Un historiador describe las condiciones de la vida de Israel,
bajo la monarquía y nos da la pauta, a través del cuadro sencillo y
pastoril que dibuja, de las circunstancias en que se deslizaba la
existencia de los trabajadores. "La tierra estaba intensamente
cultivada. En las llanuras y valles, el labrador, con trabajo y
sudor incesantes, araba y cuidaba la tierra y sembraba y
cosechaba su trigo y su cebada; conducía las gavillas en un carro a
un ara libremente expuesta al viento, donde trillaba y aventaba;
guardaba el grano por moler antes de convertirlo en harina y en
pan, mientras la paja cortada servía de forraje a su ganado. Una
yunta de bueyes —o si era rico el hombre, tantas yuntas como
podía—, a veces un par de borricos, tiraban del arado y pisoteaban
con sus cascos las espigas amontonadas. Estas bestias eran también
empleadas como animales de tiro. Donde se disponía de pastos y
agua abundantes, se criaban rebaños y ovejas y cabras. En las
colinas, con sus terrazas bien dispuestas, la viña, el olivo y la
higuera eran cultivados. Era feliz el hombre que pudiera "sentarse
bajo su viña y bajo su higuera". Los terrenos rodeados de acequias
para la irrigación estaban cubiertos de huertos de frutas y verduras.
"En las aldeas la vida era sencilla. La labor doméstica bas-
taba para las necesidades ordinarias. Las mujeres ayudaban a los
hombres en la época de la cosecha, y a menudo atendían los
rebaños. La esposa del labrador, y también las mujeres de las
aldeas pequeñas, tenía mucho que hacer. Preparar la comida,
buscar agua, llevar manojos de astillas para el fuego, y en el tiempo
libre hilar, tejer y coser; la mujer hacía la ropa para la casa y
aumentaba la renta familiar trabajando en hermosas telas que
tenían fácil venta. Los hombres construían sus sencillas viviendas
de ladrillos cocidos al sol, sobre cimientos de arcilla, y
modelaban los muebles de madera, como mesas, sillas y camas;
cortaban también las correas para sus sandalias y preparaban las
pellejas para contener agua o vino.
"En las aldeas mayores y las ciudades había gran demanda de
artesanos especializados. Los oficios eran hereditarios en ciertas
familias. Los artífices se formaban en gremios y ocupaban barrios
determinados; había una calle de panaderos en Jerusalén, y un
camino conducía al campo de los bataneros en las afueras. El
alfarero producía jarras, vasijas, platos, lámparas de arcilla; tal
vez su mercancía careciese de la terminación artística (le los objetos
DERECHO HEBREO 219

importados, como podían adquirirlos solamente los muy ricos, pero


aprendía e imitaba con rapidez. Los herreros y artífices del metal
producían los artefactos para la labranza, espadas y lanzas y
puntas de flechas para el soldado, y las herramientas de la vida
cotidiana. Plateros y orfebres trabajaban las imágenes para los
altares idólatras, públicos y privados, y los anillos y sellos con
piedras preciosas en que se grababan figuras o caracteres
escritos. Las pretensiosas mansiones de los ricos, para no hablar
de templos y palacios reales, construidas en piedra esculpida a
mano, daban empleo a arquitectos que hacían los planos, albañiles,
picapedreros; las maderas y paneles eran ejecutados por carpinteros
y tallistas. El tejido y bordado de telas, colgaduras y alfombras
habían llegado a un alto nivel de desarrollo, aunque los modelos
eran de origen extranjero; también lo era el arte de teñir.
"En suma, la vida en las grandes ciudades, particularmente en
las capitales, era plena y rica. Los magnates tenían sus casas
invernales y sus villas veraniegas, en las cuales se les servían los
mejores manjares y los vinos más fuertes, que consumían
reclinados en camas de damasco. Los jóvenes de la aristocracia
eran entretenidos por cantores y cantoras, y ellos mismo tañían
instrumentos musicales... Había riqueza en el país, pero estaba
desigualmente distribuida. Según se ampliaba el comercio y se
acumulaba el capital, se extinguían gradualmente las pequeñas
fortunas, y la tierra se concentraba en manos de unos pocos. El
labrador empobrecido se veía cada vez más enredado en las manos
del rico acreedor. Si no podía atender sus obligaciones, perdía sus
bienes de garantía, o se veía obligado a ir, o a enviar sus hijos, a la
esclavitud. La esclavitud no era por cierto la institución
fundamental que privaba por doquier: el esclavo israelita era en
general tratado con bondad. Pero había un creciente número de
trabajadores que se entregaban por períodos breves o extensos; y
había también los menos afortunados, que vivían precariamente" 21.
Como se advierte, la existencia del trabajador sólo se denuncia
en los campos o en las grandes ciudades, donde la vida industrial
hace sus primeros intentos. Y es en las grandes ciudades donde surge
lo que hoy conocemos bajo el nombre de cuestión social. En
general, el obrero en cierto modo es el patrono de mañana, que,
circunstancialmente, se ve constreñido a alquilar su trabajo.

15. — L OS JORNALEROS ( POALIM ). — Por último, hallamos


en Israel una cuarta y última categoría de obreros, comprendidos entre

21 M A X I . M A R G O L I S y A . M A R X : H is tor ia d e l Pueblo Judí o, pá gina 83 y


siguientes.
220 MATEO GOLDSTEIN

los obreros libres, es decir, los que comprometían su aptitud física


sin coacción de ninguna naturaleza22. Principal característica de su
actividad fue la de que trabajaban por día, por semana, o por
período; es decir, eran obreros temporarios, no permanentes. Se
utilizaban particularmente en las tareas de la agricultura, en
especial durante las épocas de la siembra y la siega.
Siendo un factor económico sumamente débil —ya que su
actividad se realizaba durante etapas muy breves— la Ley se ocu-
pó de brindarle el máximo de seguridades, en cuanto a la tarea
como a los salarios. La facultad legal de demandar
indemnizaciones por daños al culpable del incumplimiento de un
contrato de trabajo —que regía en el sistema del artesanato—
desaparecía en el de los poalim; éstos podían abandonar el
trabajo cuando quisieran, sin estar obligados a indemnizar al
patrono por los daños que pudieron ocasionarle. Si el obrero
dejaba su labor, a poco de comenzarla, tenía derecho al cobro
proporcional del jornal convenido; el patrono de ninguna manera
podía obligarle a proseguir las actividades, ni a reducir su salario.
La Biblia prohibía expresamente la retención de los jornales,
por una sola noche, prescribiendo que el salario debía ser abonado
en ocasión de darse fin a la tarea.

16. — ACCIDENTES DEL TRABAJO. — El Talmud, si bien no in-


cluía leyes especiales de protección del obrero a jornal, está lleno
de sentencias que lo amparan, incluso para el caso de accidentes del
trabajo. Estos se regían por los principios generales sobre la
indemnización por daños: todo aquello de que uno es responsable,
debe pagarlo en caso de accidente. Esta era la regla común
aplicable al jornalero que con motivo del trabajo experimentaba un
daño en el cuerpo o en la salud. La indemnización se extendía al
caso de haberse producido el accidente en circunstancias en que el
obrero se dirigía al trabajo, o para percibir su salario. A este
respecto, la Ley rabínica, que constituye un extraordinario
anticipo de las modernas legislaciones y códigos sobre accidentes
del trabajo, establecía: Si el patrono estaba hachando leña en su
propio patio y el jornalero acudió para exigirle su salario, y una astilla
ha saltado dañándolo, el patrono es responsable. Este no puede
alegar que el jornalero había penetrado en una jurisdicción ajena,
sin permiso, ya que el obrero tiene derecho de exigir su salario.
Ahora bien, en caso de ser indemnizaban un accidente del tra-

22 Los obreros, en general, gozaban, según as reglas talmúdicas, del


derecho de huelga. En efecto, a Ley lo legitimaba, previa consulta con ase-
sores especializados.
DERECHO HEBREO 221

bajo, el patrono estaba obligado a pagar cinco indemnizaciones a


la vez : 1) Nezek: por el daño permanente que le ha ocasionado, si
es que le ha roto una pierna, una mano, u otro órgano. En tal
caso debe pagarse el importe del miembro dañado. 2) Tzaar: debe
pagarle los dolores y sufrimientos ocasionados por el accidente.
3) Ripui: debe pagarle la asistencia médica y los medicamentos.
4) Shevet: debe abonarle, asimismo, la incapacidad temporaria para
el trabajo. 5) Boshet: debe abonarle por el daño moral
ocasionado. En caso de fallecimiento del obrero a causa de un
accidente del trabajo, a más de las indemnizaciones pecuniarias
que eran debidas a sus herederos, el patrono era pasible de la pena
por homicidio involuntario.

17. — S ITUACIONES ESPECIALES — El Tratado Babá Metziá


(VII Perek) establece que si una persona contrata obreros y les
ordena venir muy temprano o irse muy tarde del trabajo, él no
puede obligarlos a venir más temprano o a abandonar el trabajo
más tarde (después de la puesta del sol), si los usos del país no
lo autorizan. Si los usos del país ordenan que al jornalero se le
proporcione de comer y se le debe dar una buena alimentación, el
patrono debe proporcionársela. En todos estos casos, afirma la
Mishná, es necesario seguir los usos del país. Se trata aquí de tra-
bajo extra que en caso de ser admitido por los usos del lugar,
gozaba de un sobreprecio.
Otra Mishná establece: He aquí los obreros que pueden comer
según la Ley mosaica 2 3 los frutos de la tierra que trabajan: el
que trabaja en los frutos adheridos al suelo, cuando se está al fin
de la cosecha; el que trabaja en los frutos separados del suelo,
cuando aun no se ha llegado al fin de la cosecha. Pero es necesario
—aclara la Ley talmúdica— que estos jornaleros trabajen en las
cosas que provienen de la tierra. Y agrega: He aquí los obreros
que no tienen derecho de comer los frutos: el que trabaja en los
frutos adheridos a la tierra, cuando la cosecha no se ha
terminado, es decir, cuando los frutos aun no están en sazón; el
que trabaja en los frutos separados de la tierra, después de la
cosecha, es decir, después que los trabajos del campo han
terminado, y en fin, el que trabaja en las cosas que no provienen
de la tierra. Por ejemplo, dice Raschi, el obrero ocupado en ordeñar
las vacas o en hacer queso.
El mis mo Tratado talmúdico ( V I Perek) prescribe: Si un
individuo contrata dos obreros, y si uno engaña al otro, el obrero
que ha sido engañado no puede reclamar nada, como, por ejemplo,

23 Deuteronomio, capitulo XXIII, versículos 24 y 25.


222 MATEO GOLDSTEIN

si el obrero ha sido comisionado por el patrono para contratar otro u


otros obreros y el patrono le facultó para pagar a cuatro zuzes por
día y él lo ha hecho solo a tres zuzes; en este caso los obreros
enganchados no podían quejarse, pues ellos fueron libremente con-
tratados por tres zuzes al día. Si un individuo contrata un burrero o
un carrero para que le transporten instrumentos de música para un
casamiento o para un entierro, o bien si contrata un obrero para
trabajar en el lino o en otro trabajo, en que la no realización del
transporte puede ocasionar pérdidas y si los transportadores no
quieren realizar el trabajo contratado, puede el patrono tomar a
otros sustitutos a cargo de los remisos. Si una persona contrata
obreros y éstos se niegan a trabajar (después de haber comenzado el
trabajo, de suerte que el patrono está obligado a buscar un
reemplazante para que termine la labor), el obrero deberá sufrir
el inconveniente y no tendrá la ventaja (es decir, si el
reemplazante es mejor retribuido que él, él soportará la
diferencia; si el reemplazante es peor retribuido, es el patrono y
no él quien gozará de la diferencia).
Dispone, asimismo, la Mishná (fol. 76): Si el patrono es quien
despide al obrero durante su trabajo, es el patrono quien sufrirá
el inconveniente y no tendrá la ventaja (es decir, si el
reemplazante es mejor retribuido, la diferencia será por cuenta
del patrono; si es más económico, es el obrero y no el patrono
quien se beneficiará de la diferencia), porque el obrero puede
reclamar el salario íntegro, con exclusión de la parte que le corresponde a
su reemplazante. Todos cuantos modifican las condiciones
pactadas (sin estar asistidos de derecho alguno), sufren los
inconvenientes pero no los beneficios que surgieran. Raschi da
un ejemplo: Si un tintorero ha teñido de negro la lana que debió
teñir en rojo, él sufre el inconveniente, porque si los gastos son mayores
que la compensación del trabajo, será el obrero el que soportará el
excedente; él no se beneficiará, porque si los beneficios exceden
los gastos, él no podrá hacerse rembolsar.
Todos los que no son fieles a su palabra, sufren el
inconveniente y no gozan de las ventajas. Esta es la regla general
dictada por la equidad.
Otras sentencias talmúdicas nos dan la pauta del respeto y
consideración que dentro de la legislación hebrea se asignaba al
trabajador. El patrono está obligado —se lee en el Tratado Babá:
Camá (33 a) — a tomar todas las medidas para evitar los
accidentes. El patrono está obligado —dice a su vez el Babá
Metziá (118 a) — a pagar el trabajo en efectivo.
En el Tratado Metziá encontramos preceptos como el siguiente:
El obrero puede abandonar el trabajo aun en mitad de la jor-
DERECHO HEBREO 223

nada, salvo indemnización que deberá al patrono por los daños que
su actitud haya podido ocasionarle.
Otra Mishná, del mismo Tratado, establece que la mujer y
los hijos del obrero pobre pueden tomar en el campo, donde
trabaja el jefe de la familia, lo que se ha dejado —según la
prescripción bíblica— para que lo recogieran los pobres.
Si el trabajo que el patrono ha encomendado a los asalaria-
dos, no ha podido llevarse a cabo por un accidente imprevisto, el
patrono está obligado a indemnizar a los obreros (Tratado Babá
Metziá) .
Otra regla rabínica dispone que cuando se recarga a un mozo
de cordel con un peso excesivo, el patrono está obligado a
indemnizarle cualquier daño en la salud que le causare. Pero,
agrega la Ley, si el mozo de cordel ha aceptado el trabajo para
realizar él solo una tarea que debe ser cumplida por dos
personas, él es el único responsable de su temeridad.
Los trabajadores a domicilio —expresa el Talmud— son
responsables de la mercadería que se les ha confiado hasta el
momento en que previenen al locador de que el trabajo ha sido
finalizando y se encuentra a su disposición (Babá Metziá) .
Otra prescripción talmúdica autoriza a despedir a los obreros
sin indemnización si causan un mal irreparable al patrono (Babá
Metziá).

18. — PRIVILEGIOS EN BENEFICIO DEL TRABAJADOR. — La le-


gislación hebraica estableció una verdadera jerarquía a favor del
trabajador, rodeándole de privilegios que no se otorgaban a
ninguno otro elemento social. Algunos pocos ejemplos pondrán de
manifiesto lo que acabamos de aseverar.
Según el Deuteronomio, el acreedor que tenía alguna prenda
para asegurarse el cumplimiento de la obligación por parte del deu-
dor, no podía penetrar en la casa de éste, para apoderarse de la
prenda. Fuera estarás —dice el precepto—y el hombre a quien pres-
taste, te sacará afuera la prenda 24 . La Mishná agregó otra garantía
para los acreedores pobres, estableciendo que el acreedor no
podrá apoderarse de la prenda del deudor sin la venia del tribunal.
En el caso de tratarse de un obrero que reclama su salario,
establece el Tratado Babá Metziá, que sí puede entrar el acreedor a
la casa del deudor para tomar una prenda.
Sábese que todas las obligaciones civiles estaban sometidas,
según la Ley hebrea a la prescripción —es decir, a su extinción,
por el mero transcurso del tiempo— en el año de la shmitá, es de-

24 Deuteronomio, capitulo XXIV, versículo 11.


224 MATEO GOLDSTEIN

cir, al cabo de siete años. La única excepción a la regla era el


salario de los obreros, según lo establece el Talmtud25.
Y antes de cerrar este capítulo sobre la condición del obrero
en el Derecho hebreo histórico, y la santificación del trabajo, es
conveniente mencionar la importancia que a ambos factores de
cultura y progreso se les asigna en la tarea reconstructiva de
Eretz Israel. Sobre una población de setecientas mil almas, la
Federación General de Obreros Judíos en Palestina cuenta
actualmente con 180.000 adherentes. La Histadrut, que así se
denomina la nombrada Federación, fue fundada en el año 1920,
en Haifa, con algunos millares de obreros, y en poco más de
veinte años llegó a constituir algo así como la columna vertebral
de toda la actividad de la colectividad hebrea, pudiendo afirmarse
que constituye una federación de uniones de trabajadores modelo
para todos los países de la tierra. Además de abarcar numerosas
trade unions, entre las cuales se destacan por su capacidad y
volumen la de los trabajadores de agro y de la construcción, la
Histadrut posee numerosas cooperativas, bancos, colonias,
fondos para obreros enfermos y desocupados, un teatro
ambulante, una organización juvenil y una importante asociación
deportiva. Y su mayor preocupación, en el terreno espiritual y
cultural se concentra en la tarea de acercamiento entre el
proletariado judío y las escasas masas trabajadoras de la población
árabe.
La magnitud que adquiere el movimiento obrerista en Pales-
tina, en un cuarto de siglo apenas, demuestra hasta la evidencia
que el trabajo y el trabajador constituyeron y siguen constituyen-
do para el pueblo de Israel el nervio más noble y poderoso, y el
factor inapreciable de su asombrosa vitalidad.

25 Tratado Shevuót, fol. 48.


CAPÍTULO XIV

LA CONDICIÓN DE LA MUJER
SUMARIO: 1. Situación legal y moral de la mujer hebrea. — 2. La menor de
edad. — La muje r casada. — 4. Ré gimen de los bienes. — 5. De-
recho hereditario de la mujer. — 6. Disposiciones diversas. —
7 . La muje r l ib re : viud a . — 8 . El "le v ira to ". — 9 . L a mu jer l ib re :
divorciada.

1. — SITUACIÓN LEGAL Y MORAL DE LA MUJER


HEBREA. — Es interesante considerar la situación legal y moral de la mu-
jer hebrea, en aquellos tiempos remotos de la historia, en que la
mujer fuera un simple instrumento del apetito sexual o de la pro-
creación entre los pueblos del Oriente. El grado de cultura y el
nivel de la ética de una comunidad, es fácil apreciarlos en rela-
ción al trato que confieren a la mujer, madre, hija o esposa, y es
entre los descendientes de Israel, en la antigüedad clásica, donde
mayormente puede estudiarse este importante capítulo de toda
civilización.
A través de las disposiciones y preceptos que analizaremos,
podremos comprobar que aun a falta de leyes precisas, la mujer
fué —y lo sigue siendo— en el pueblo hebreo, motivo de cuida-
dos, atenciones y honores que en la práctica la colocaban en nivel
igual al que ocupa el hombre 1.

1 "La mujer hebrea era una criatura benéfica y nobilísima. Poseedores


los hebreos de la tradición bíblica y sabedores del fin para que la mujer fue,
creada, la levantaron hasta sí, amándola como a una compañera suya, y aun
la pusieron a una mayor altura que al hombre, por ser a mujer el templo en
donde había de habitar el Redentor de todo el género humano. No fué, a la
verdad, el matrimonio entre la gente hebrea un sacramento, como lo había
sido antes en el paraíso, y como había de serlo más adelante, cua ndo e l
a nu nc iado mun do vi n ie se e n l a p le n i tud de lo s tie mpos ; fué , sin embargo,
una institución grandemente religiosa y sagrada, al revés de lo que era en
las naciones gentílicas. Las bodas se celebraban al compás de las oraciones
que preanunciaban los deudos de los esposos para atraer
226 MATEO GOLDSTEIN

"La mayoría de los pueblos de la antigüedad —dice Louis-


Germain Lévy— consideraban a la mujer como inferior al
hombre. Tres razones explicaban, aparentemente, esta
inferioridad: 1º La mujer es más débil que el hombre; es entonces
menos apta para sostener la lucha del clan y de la tribu que se
hallan siempre en pie de guerra. De allí viene, por ejemplo, que se
mata los machos y se deja subsistir a la mujeres 2 . 2 º La
naturaleza; de las relaciones sexuales entraña un debilitamiento
del hombre, porque la pérdida del semen viril importa depresión
y le arrebata una parte de sus energías en la concurrencia vital.
3 º Las relaciones con la mujer comunican una impureza que las
hace impropias para las funciones del culto. En el momento de la
proclamación del Decálogo, Moisés dijo al pueblo: Estad apercibidos
para el tercer día; no llegueis a mujer 3 . Se entiende que bajo el
imperio de semejantes concepciones la mujer israelita no haya sido
colocada sobre un pie de igualdad con el hombre, aunque ella haya
gozado de la dicha de una gran libertad" 4.
Desde luego, según el Génesis, la mujer primitiva formaba parte
de la herencia del esposo. El marido podía repudiarla con
facilidad. "En términos generales —dice Emmanuel Weill—, los
vínculos del matrimonio eran muy flojos. El nacimiento de un hijo
era saludado con una alegría que no se exteriorizaba para una

sobre la nueva familia las bendiciones de l cie lo; con estas solemnidades y
co n e s tos ri tos se ce le b ra ro n l as bodas de Re be ca c on I sa ac , de Ru th con
BOOZ y de Sara con Tobías. — DONOSO CORTÉS: Discurso académico sobre
la Biblia, páginas 63 y 64.
2 Números, capítulo XXXI, versículo 7; Deuteronomio, capítulo XX,
'versículo 13.
3 E x o d o , c a p i t u l o X I X , v e r s í c u l o 1 5 ; L e v í tic o , c a p í t u l o X V , v e r -
sículos 16 y 18.
4 Lours G. LÉVY: Etudes sur l'Histoire des Institutions Primitives.

Al referirse a las diversas etapas que ha debido librar a civilización


para otorgar a la mujer un lugar igualitario y decoroso al lado del hombre,
H E R B E R T S P E N C E R , e n su co noci da ob ra La Justicia, d i ce : "El co nju n to de
as tribus no civilizadas no respe ta los de rechos de a muje r mucho más
que los de los animales... Los fidjianos negaban a la mujer el primero de
los derechos, pues podían matarla y comérsela cuando te nían por
conveniente; lo mismo sucedía entre los fueguinos y los australianos más
salvajes, que sacrificaban las muje res vie jas para atender a su
alimentación, y entre les numerosos pueblos que enviaban a la viuda a
unirse con su marido en el otro mu ndo ... Co nc re tándo nos a lo s arios que
h a n po blad o a Europa, vemos a las mujeres ocupar una posición
absolutamente subordinada, excepto en los casos en que, como refiere
Tácito, adquirían una posición mejor, tomando parte en los pe ligros de a
gue rra... Los ge rmanos primitivos compraban sus mujeres, y el marido
tenía derecho de vender y a ú n de m a ta r la suy a . L a soc ie dad te utó nica
p r im i ti va , lo mi smo que la r o m a n a , m a n t e n í a a l a m u j e r e n u n e s t a d o d e
p e rp e tu a tu te l a , c o n c e p tuándola así incapaz de un derecho de propiedad distinto.
Igual estado
DERECHO HEBREO 227

hija 5 ; sólo el primogénito varón era consagrado a Dios 6 ; la mujer


no era admitida a desempeñar las funciones sacerdotales; la
impureza del parto es más larga para un hijo de sexo femenino,
que del masculino 7 ; mientras que el hombre de veinte a sesenta
años era estimado en un valor de cincuenta ciclos de plata, la
mujer no valía más que treinta 8 ; el marido es el poseedor 9 ; el señor
y el amo, adon 10 ; la mujer se dirige a su esposo llamándole nevi
amo 11 ; la mujer sigue la condición del marido 12 ; el marido puede
anular los votos de su mujer 1 3 ; el padre, el de su hija; en el
matrimonio, en la repudiación, es el marido la parte activa, mien-
tras la mujer es sujeto" 14.
Aparentemente la razón se halla en parte de Josefo, quien
sentenció 15 que las mujeres no pueden testimoniar, a causa de la
ligereza y de la temeridad de su sexo...
Si bien la Biblia no prohibió el testimonio de la mujer, en
forma expresa, el Talmud si lo hizo16. Ello no obstante, el propio
Deuteronomio admite en algunos casos el testimonio de la mujer 17.
Si juzgaremos la condición de la mujer hebrea solamente a
través de las restricciones y prohibiciones que acabamos de
mencionar, es obvio que las conclusiones serían desoladoras. Pero
no sólo la costumbre y la moral imperante, sino los mismos
textos, en algunos pasajes de la Biblia, se encargan de desvanecer
este cuadro pesimista.

de cosa s e xis tía e n la I ng la terra p rim i tiva : los homb re s comp raba n sus
esposas sin consultarlas a propósito del caso."
Frente a este cuadro, donde las sombras se manifiestan en atroz he-
gemonía, ¡Cuán grande surge el derecho y la costumbre de los hebreos que,
hace veinticinco o treinta siglos, instituyera reglas de respeto y dignidad
para la muje r, y la exaltara a una altura que no tiene precedentes en el
mundo de entonces, ni en el que le siguiera muchas generaciones después!
5 G é n e s i s , c a p í t u l o X X X V , v e r s í c u l o 1 7 ; S a m u e l I, c a p í t u l o I , v e r -
sículo 11.
6 Exodo, capítulo XIII, versículos 12 y 15.
7 Levítico, capitulo XII, versículos 2 y 6.
8 Levítico, capítulo XXVII, versículo 3 y siguientes.9
Exodo, capítulo III, versículos 21 y 22; Samuel II, capítulo XI ,
versículo 26.
10 Genésis, capitulo XVIII, versículo 12.
11 Génesis, capítulo III, versículo 16; capitulo XVIII, versículo 12.
1 2 L e v í tic o , c a p í tu l o X XI , v e rs í c u l o s 1 - 3 ; E z e q u ie l , c a p í tul o XLI V ,
versículo 25.
13 Números, capitulo XXX, versículo 4 y siguientes.
14 E M MA N U EL W ELL : La Femme Juive — Sa Condition Legale d'apres la
Bible et le Talmud.
15 JOSEFO: Antiq., IV, VII, 15.
16 Shevuót, 30 a.
17 Deuteronomio, capitulo XXI, versículo 20; capitulo 22, versículo 15.
228 MATEO GOLDSTEIN

El Génesis 1 8 establece, desde luego, que el hombre y la mujer


son iguales y fueron criados a imagen de Dios. Antes de concluir
el matrimonio concertado, el padre está obligado a recabar el
consentimiento de su hija 1 9 . La mujer casada disponía de su
tienda y de sus aposentos privados 20 . Las niñas y las mujeres se
mezclan en la sociedad de los hombres 21 , pueden hacer valer sus
derechos22, son objeto del cuidado de padres, hermanos y esposo23;
tienen un vivo sentimiento de su dignidad 24.
"Ella tiene —dice Lévy— profundamente impreso en el co-
razón el sentimiento de sus deberes. Viuda, ella es devota de la
memoria de su marido, se ocupa de conservar el nombre del
difunto en su patrimonio 25 . Si el difunto no ha dejado posteridad,
ella espera que el leviro o el goel la despose, a fin de salvar el
nombre de su primer marido."
Con mucha frecuencia, era la mujer quien daba el nombre al
hijo 26 ; puede adoptar hijos, debe ser respetada en sus creencias
religiosas 27 ; para la condena del hijo rebelde y perverso debe dar
su consentimiento 28 v a la desaparición del jefe de la familia, ella
toma la dirección de la familia 29.
Si la mujer se vende como sierva 30 , tendrá mejor suerte que la
de una esclava cualquiera 31.
La violación de una mujer prometida en matrimonio —cual-
quiera sea su edad y jerarquía— se castiga con la última pena 32 .
Por fin, la mujer es llamada a entrar solemnemente en la alianza
de Jehová 33.

18 Génesis, capitulo I, versículo 27.


19 Génesis, capítulo XXIV, versículos 57 y 58.
20 Génesis, capitulo XXIV, versículo 67.
21 Exacto, capítulo XXI, versículo 22; Deuteronomio, capitulo XXV,
versículo 11.
22 Números, capítulo XXVII, versículos 1 y 7.
23 Génesis, capítulo XVI, versículos 4, 6 y 10.
24 Génesis, capítulo XXXI, versículo 15.
25 II Samuel, capítulo XIV, versículo 7.
26 Génesis, capítulo IV, versículo 25.
27 I Reyes, capítulo XI, versículo 8.
28 Deuteronomio, capítulo XXI, versículo 20.
29 Jueces, capítulo XVII , ve rsículo 1 y siguientes; Ru th, capítulo I ,
versículo 6 y siguientes; II Reyes, capítulo VIII, versículos 2 y 6.
30 Levítico, capítulo XXV, versículo 39.
31 E xo do , capí tulo XXI , ve rs ícu los 7 y 11 ; G én e sis, c ap í tulo X XX .
Ve rsículos 10 y 16; Exodo. Capítulo XXXI , ve rsículos 3 y 4; Salmos,
capítulo XLV. Versículo 9 y siguientes.
32 Deute ronomio, capitulo XXII , ve rsículos 25, 27-29; Exodo, capítulo
XXII, versículos 16 y 17; Números, capítulo XXX, versículos 4 y 10.
33 Deuteronomio, capítulo XXIX, versículo 11.
DERECHO HEBREO 229

Todas estas garantías en defensa de la dignidad y de los


bienes morales y patrimoniales de la mujer no habrían sido
suficientes para elevarla en el seno del conglomerado social, de no
mediar el derecho de la costumbre y la obra altamente
civilizadora de los doctores del Talmud; estos modificaron el
texto frío de la Ley mosaica y enaltecieron las funciones de la
mujer, colocándola sobre un verdadero pedestal.
En efecto, paulatinamente se le fué reconociendo una
jerarquía en los negocios públicos, en el orden social y en la
familia que prima facie no gozaba dentro de los cánones de la
Ley mosaica. En las asambleas públicas, por ejemplo, la mujer
llegó a tomar una participación análoga a la de los hombres. Y
según aseveran los historiadores, en el momento de la adopción
general de las leyes, la mujer tenía su rango. El legislador la
incluyó expresamente en la alianza pública y después del retorno
de Babilonia, ellas prestaban, al igual que los representantes del
sexo viril, el juramento de adhesión al pacto.
Conforme a los principios mosaicos, aquella de entre las
mujeres que se caracterizaba por su ilustración e inteligencia
superior, no estaba excluida ni aun de la función pública. Cabe
recordar que el Antiguo Testamento designa a cuatro mujeres que
llegaron a la categoría de profetisas: Miriam (hermana de
Moisés), Débora, Ulda y Uohadías 34.

34 Entre las denominadas mujeres fuertes de a Biblia, Débora es con-


s ide rada l a má s re p re se nta ti va y f amos a . "Hab ía u na p ro fe tis a l lamada
Débora, que en aquel tiempo juzgaba a Israel. La condición de las mujeres
en las tribus patriarcales no era la que fué más adelante cuando la vida
del harén, a partir de Salomón, hubo relajado las costumbres. Una supuesta
hermana de Moisés, llamada Miriam, tuvo una importancia, cuando a salida
de Egipto, cuyo alcance no podemos apreciar por el estado actual de los
textos. Había mujeres que disponían de sí mismas, mandaban en sus
bienes, elegían marido y verificaban todos los actos de la existencia viril,
sin excluir el profetismo y la poesía. Los relatos sobre La vida de las tribus
antes del islamismo mencionan la varias Déboras, que juntaban las
funciones de jefe y de poeta. Los rasgos relativos a éstas heroínas formaban
parte esencial del ciclo épico de a nación...

"La inspirada de Israel estaba a veces debajo de una palmera que se


l l amab a la pa lme ra de Dé bora —e n tre Ra ma y Be te l e n la tribu de Ben -
jamín—, y los israelitas la iban a buscar para que les diese a conocer los
juicios de Dios. La profetisa, como todos los patriotas, era devota fanática
del culto de Jehová y trataba de crímenes todas las innovaciones
religiosas, todas las debilidades del pueblo por el culto de Canaán. Débora se
propuso libertar a su pueblo, y en nombre de Jehová envió a un tal Baraq la
orden de juntar a los neftalistas y zabulonistas e n Kades, para dirigirse
luego al Tabor. Ella llevó consigo a los hombres de Efraím y Benjamín, y a
l o s m a n a s e í ta s c i s j o rd á n i c o s . . . " — E . R E N Á N : H is to r i a d e l P u e b l o d e
Israel, páginas 157-159.
230 MATEO GOLDSTEIN

Si bien, según se ha dicho, el acceso a las funciones del culto le


estaba poco menos que vedado —pero por razones que no atañen a
ningún prejuicio acerca de su pretendida inferioridad— no es
menos cierto que en los tiempos del Segundo Templo, se revela la
presencia de la mujer en muchas de las formas de adoración
previstas por la Ley religiosa.
Es indudable que la tendencia de eliminarlas de la práctica
oficial del culto —observada a través de la acción del sacerdocio—
tuvo por principal objetivo, sobre todo al regreso del cautiverio
babilónico, el de purificar el culto de las prácticas adoptadas o
introducidas por el paganismo, pero con el correr de los años esta
tendencia fué reemplazada por el acceso de las mujeres a las
costumbres y normas de la adoración. No solamente se les
permitió hacerse partícipes, de manera muy encumbrada, en la mesa
de Pascua, sino que se llegó a exigirles ofrenda de pecado y
transgresión 35.
La honda revolución en las costumbres, que introdujo Esdras,
impuso que en las asambleas en que se diera lectura a la Ley, las
mujeres estuvieran presentes v adorasen de igual modo que los
hombres 36.
Según la Mishná 3 7 , la mujer está eximida en principio de toda
práctica religiosa que debe cumplirse en día u hora fijo; de poner
las filacterias, de usar el talit, de escuchar el shofar en la fiesta
de Rosh Hashaná y de beber en una tienda durante la fiesta de
Sucot 3 8 . Le está absolutamente prohibido integrar un minian o
asamblea religiosa 39 Pero ello no fué óbice para que la mujer, en el
orden civil y penal, se hállase en igualdad de condiciones le-

35 Números. capítulo V, versículo 6.


Según la Mishná (fol. 59), he aquí los trabajos que la mujer debe
hace r por e l marido: Ella debe mole r, cocinar e l pan, blanquear la ropa,
hacer la comida, dar el pecho a los infantes, hacer el lecho del marido y
c a rda r y te je r l a la na . Si e l la tie ne u na sie rva a su di spos ic ió n , no e s tá
ob li gad a a mo le r la ha rin a ni a coc i na r e l pa n , ni b la nque a r l a rop a . S i
ella tiene dos siervas (domésticas), no está obligada a hacer la comida, ni
dar el pecho a su hijo. Si tiene tres, no tiene necesidad de hacer el lecho
para el marido ni de trabajar la lana. Si tiene cuatro, no tiene necesidad
de hacer nada. Pero rabí Eliezer dijo: Cuando ella tuviere cuatro siervas a
su disposición, el marido puede exigir que ella trabaje la lana, porque la
ociosidad ocasiona malos pensamientos. Rabí Simón, hijo de Gamaliel, dijo:
Si e l marido ha he cho un voto de que su muje r no hará ningún trabajo, él
está obligado a repudiarla y de darle una ketubá, porque la ociosidad puede
tener por efecto la alienación mental.

36 Nehemías, capítulo XII, versículo 43; Esdras, capítulo X, versículo 1.


37 Tratado Kidushin, I, 7.
38 Tratado Beraját, 20 a y b.
39 Tratado Berajót, 21 b.
DERECHO HEBREO 231

gales respecto del hombre. Esta igualdad está reconocida y


amparada, según el criterio de los doctores rabínicos, por diversas
disposiciones de la Biblia y el Talmud 40.
Ahora bien, el respeto y la consideración guardados hacia el
sexo débil, están firmemente asentados en preceptos bíblicos y
talmúdicos 41.
Son numerosas y muy elocuentes las p ruebas que existen, en la
Biblia y el Talmud, sobre la jerarquía que se asignaba a la mujer.
Las máximas rabínicas siguen inspirando aun hoy a los
descendientes de Israel. Que el hombre no se guíe en la elección
de una compañera por consideraciones de interés material, sino por
consideraciones de orden moral; la verdadera fortuna de un esposo
está en la posesión de una mujer virtuosa 42.
El hombre muere por su mujer, la mujer por su marido; la
desaparición de uno de ellos es sentida por el que queda, romo no lo
es Por ningún otro 43.
Si tu apartas a una mujer con uno mano, aproxímala con la
otra 44 . Fueron las mujeres las que sostuvieron a los hombres
durante la esclavitud en Egipto y durante las grandes calamidades que
azotaron a Israel45.
Sube un escalón para elegir un amigo y baja un escalón para
elegir mujer 46.
Al que ama a su mujer como a sí mismo, y al que la respeta
más que a sí mismo, al que conduce a sus hijos por el camino de la
rectitud y al que los casa cuando están en edad ser casados, a éste la
Escritura le aplica las palabras siguientes: conocerás la felicidad en tu
hogar 47.

4 0 E x o d o , c a p í t u l o X XI , v e rs í c u l o 1 ; T r atad o B a b á C a m á , 1 5 a ; N ú -
meros, capítulo V, versículos 6 y 7.
41 Génesis, capítulo II, versículo 24; Exodo, capítulo XX, versículo 12;
L e v í tic o , c a p í tu l o XI X , v e rs í c u l o 3 ; M is h n á S a n e d r í n , VI I , 7 ; S al mo s ,
c ap itulo CXXVIII, versículo 3.
42 Tratado Kidushin, 70 a.
Ve lando por a moral y las bue nas costumbres y conforme a lo pre -
ceptuado por el Deu teronomio (capítulo XXIII , ve rsículo 17) que prohibía
l a p ro s ti tu ció n de la mu je r he bre a , si un a e sposa se e n tre gab a púb li ca-
mente a una vida escandalosa, sin oposición del marido —que podía ejerces
contra ella una acción de repudio — los magistrados debían Intervenir.
También las viudas podían ser citadas ante el tribunal por el agnado más
próximo del marido, o de oficio, por los magistrados, quienes las hacían
pasibles de severas condenaciones.
43 Babé Metziá, 59 a.
44 Tratado Sanedrín, 107 b.
45 Sotá, 11 b.
46 Yebamót. 63.
47 Yebamót, 62 b.
232 MATEO GOLDSTEIN

El progreso y el futuro de un pueblo dependen de la mujer 48 . Si tu


mujer es de poca estatura, inclínate hacia ella para con-
sultarla 49.
El Tratado Horayót (fol. 10 y 13) expresa: Cuando un hombre
y una mujer son llevados al cautiverio, existe el deber de rescatar
primeramente a la mujer. La madre —dice una beraitá— debe ser
rescatada antes que uno mismo, antes que el profesor de filosofía,
antes que el padre.
Para que los hijos vivan —afirma el Tratado Calá— y sean
felices, es necesario hacer limosna y vivir en buena armonía con la
mujer.
Hay que amar a la mujer como a sí mismo y honrarla más
que a sí mismo 50.
En el Derej Eretz Sotá (fol. 10) encontramos: Hay quienes
toman una esposa por su belleza o por su dote, o por alcanzar
honores; otros, en fin, buscan una mujer virtuosa para el amor a
Dios. Los primeros tendrán malos hijos. Los que buscan la
grandeza terminarán por ser abatidos. Los que se casan por amor
a Dios tendrán hijos que salvarán a Israel.
En el de Zebajim se dice: Cada hombre debe vestirse según
sus medios; debe honrar a su mujer y a sus hijos excediendo para
ellos sus propios medios.
El que tiene la desgracia de perder su mujer —se lee en el
Sanedrín (fol. 22) — es como los que han visto la destrucción del
Templo (de Jerusalén), porque la Escritura representa la muerte
de la mujer de Ezequiel como símbolo de la destrucción del
Templo 51.
En el Tratado Sanedrín (fol. 22) se dice que todas las cosas
pueden ser reemplazadas, menos la mujer de la juventud (la
primera mujer, la que se ha desposado siendo joven). Rabí Judá
decía a su hijo: no se está completamente satisfecho sino con la
primera mujer. Y rabí Eliezer decía: El altar mismo vierte
lágrimas sobre el que repudia a su mujer 52.
El que mira a una mujer con intención impura, ha ya, por así
decirlo, cometido adulterio (Tratado Calá).
La palabra hebrea que significa matrimonio, está formada de la
palabra santificar; esto es —interpreta una Mishná— para hacer
comprender al marido que debe defender a su mujer, hacerla res-

48 Midrash Rabá, 17.


49 Babá Metziá, 14 b
50 Tratado Sanedrín, fol. 76.
51 Ezequiel, capitulo XXIV, versículo 18.
52 Tratado Guitín, fol. 90.
DERECHO HEBREO 233

petar, para que ella se torne sagrada para todos los demás
hombres (Zebajim).
Según un precepto del Tratado Shevuot, la mujer se hallaba
legalmente autorizada para dirigir un comercio y realizar toda clase
de transacciones, por cuenta propia y sin ingerencia del marido.
A la edad de doce años —dispuso el Tratado Berajót— el voto de
una niña es válido; el de niño sólo lo era a partir de los trece años
cumplidos.
En la segunda mayoridad de la mujer (20 años), el padre
perdía toda autoridad sobre la hija. El afán de casar a los hijos
llegaba a tal extremo que, según una lección del Tratado Pesajim
(fol. 13, recto), en Jerusalén se ha dicho: Si tu hija cumple su
segunda mayoridad (20 años), liberta a tu esclavo (si es preciso) y
dáselo como marido.
Conforme a lo prescrito en el Tratado Babá Metziá. no era
preciso acta alguna escrita para asegurar a la mujer y a los hijos
huérfanos el derecho a los alimentos sobre los bienes de la
sucesión del cónyuge; tampoco era necesario exhibir un acta
escrita para pagar la viudedad sobre los bienes de la sucesión.
Dando culminación a la serie de normas que se relacionan con el
trato brindado a la mujer, según el Talmud, existía una
disposición según la cual cuando el parto no podía consumarse, era
preciso elegir entre el por nacer y la madre, siendo ésta la
preferida. Pero en el caso en que la mayor parte del cuerpo o bien
la cabeza del niño han aparecido ya, no existía derecho para
intervenir, ya que la ley prohibía matar a una persona para salvar a otra.
En las ejecuciones capitales se ahorraba a la mujer la
vergüenza de la horca, infligida a continuación de la pena de
lapidación; el hombre iba desnudo al suplido; la mujer permanecía
vestida: la ignominia de su muerte debía dejar intacto el pudor
inseparable de su sexo.
Para marcar el contraste con las demás legislaciones y cos-
tumbres del Oriente, acerca del trato dispensado a la mujer, baste
decir que según la Ley romana, después de haber formado parte
integrante del patrimonio del padre, la mujer pasaba al del
marido, quien sobre ésta tenía derecho de vida y muerte. En
Esparta eran ciudadanas que todo lo ofrendaban, incluso al hijo de
su sangre, en sacrificio por la patria. Atenas las pretendía
frívolas y huecas, objeto del placer y de la carne. Mahoma las
declara inferiores a los hombres, a quienes autoriza a castigarlas y
golpearlas. Pero si la ley no era generosa en el sentido de
favorecer legalmente al ser más débil, en la colmena social, la
costumbre y la doctrina fueron las más grandes salvaguardias
de la mujer hebrea.
234 MATEO GOLDSTEIN

"La relación entre el marido y la mujer en el antiguo Israel —


sostiene Oncken— queda definida por el hecho de que la mujer es
un bien o una propiedad del hombre, como se desprende de los Diez
Mandamientos, donde se cita a la mujer del prójimo después de la
casa y después del esclavo 53 , y no por cierto un bien que de su
propia y libre voluntad se ha entregado a su dueño, sino que ha
sido comprado por dinero o valor equivalente. La compra de la
mujer aparece justificada, porque el precio pagado por ella
(Mohar) representaba la consiguiente indemnización a la familia
de la novia por la pérdida que sufre en su caudal de fuerza para el
trabajo con el traspaso de la joven a la familia de la novia." Y
agrega, luego, el afamado historiador: "Sería una suposición
errónea la de que la antigua mujer israelita, siendo propiedad del
marido, se encontrara privada de todo derecho y protección. No
sólo la protegen las costumbres de su pueblo, sino, ante todo, la
propia familia, y muy especialmente sus hermanos."
En efecto, a pesar de la exigüidad de las leyes, en aquella
época, el derecho consuetudinario extendió un amplio manto de
protección sobre la mujer célibe, casada, divorciada o viuda. Y
con la evolución de las ideas y de las costumbres, en ciertos casos, la
mujer quedaba legal y prácticamente equiparada al hombre.

2. — LA MENOR DE EDAD. — "En ausencia del padre —dice


Emmanuel Weill— la madre y los hermanos asumen el derecho de
casar a la menor. En este caso, el matrimonio sólo tiene una validez
relativa 54 . Cuando le parezca bien, al llegar a la edad núbil, ella
podrá anular el matrimonio, declarando delante de testigos que
rehusa el marido que se le ha dado. A este acto se llamó miun 55.
"El Talmud reconoció a la menor de edad la ventaja de que, al
fallecer el esposo, no volverá a la tutela del padre, teniendo todos
los derechos, todas las ventajas de la mayor de edad. El Talmud
condenaba el matrimonio de la menor, pero los doctores decían:
Autorizamos el matrimonio de menores porque cada día aumentan
nuestras tribulaciones y nuestra situación se vuelve más precaria.
Un padre debe tener con qué dotar a su hija hoy día; el riesgo de
no tenerlo mañana y si el no se apresura en conseguirlo, crea el
peligro de que la hija podrá ser para siempre abandonada."
Conforme a la organización de la familia, la hija está siempre
bajo la potestad del padre 56 , si no ha alcanzado la segunda mayo-

53 Exodo, capitulo XX, versículo 17.


54 Kidushín, 41 a; Ebén Haézer, 34, 14.
55 Tratado Yebamót, 107 b y 108 a.
56 Conforme a la Ley mosaica, el padre gozaba de la extraordinaria
facultad de vender a su hija, en caso de extrema miseria. Los talmudistas
DERECHO HEBREO 235

ría 57 llamada bagrut, hasta que ésta penetra bajo el dosel nupcial
(jupá). Si el padre ha entregado a la hija (comprometida en
matrimonio), a aquel a quien el marido ha enviado para recibirla
a fin de conducirla a la jupá, desde éste momento la hija pasa a la
potestad del esposo. Pero si el padre (dice la Mishná) ha ido él
mismo con su hija, o si ha enviado los más allegados de la novia
(parientes o amigos) para que acompañen a su hija menor, para
encontrarse con aquellas personas a quienes el novio ha enviado
para recibirla —y el encuentro aun no se ha producido— la hija
continúa bajo la potestad del padre.
Durante la minoridad de la hija, si el padre la desposa por
dinero, el dinero pertenece al progenitor; si la desposa mediante un
acta, el acta le pertenece. Es también el padre quien recibe la carta
de divorcio, si la hija es repudiada en el matrimonio. Las
utilidades que la menor obtenga con su trabajo, pertenecen al
padre; sin embargo, si la hija ha heredado bienes de su madre, el
usufructo de esos bienes corresponde a la heredera, durante su
vida. Si la hija se casa, su cónyuge tiene mayor derecho al
usufructo de esos bienes, quien está obligado a mantenerla y a
rescatarla en caso de caer en cautividad.
Conforme a un comentario talmúdico, el padre no puede
ser obligado a alimentar a su hija menor, si es pobre de
solemnidad 58.
Conforme a los comentaristas y sentenciadores del Talmud, la
facultad mosaica de que estaba investida la autoridad paterna.
respecto a la hija menor —de entregarla a un señor—, en caso de
suma necesidad, le fué quitada por la Ley talmúdica: los doctores
declararon que el pasaje bíblico en cuestión no era aplicable más
que antes del exilio de las diez tribus. De acuerdo a la Lev bíblica, la
potestad del padre se extendía hasta el derecho de casarla, sin su
consentimiento, en caso de haber sido seducida, agregando que “si
el padre de la hija no quiere dársela por mujer” (al seductor),

le arrebataron ese derecho que hoy aparece como sencillamente monstruoso.


Asimismo el Talmud autorizó a la hija seducida para resistirse al casamiento
con su seductor (Ketubót, 39).
5 7 L a B i b l i a n a d a e s ta b l e ce a c e rc a d e l a e d a d d e l a s p e rs o n a s . E l
Talmud y los comentaristas lo han establecido de una manera permanente, en
base, casi siempre, de las características físicas del individuo. Así la
primera mayoría de una mujer, se estableció en los 12 años; la segunda, en
los 20; la primera mayoría de los varones se fijó en 13 años y la segunda en
los 20.
58 Un cé le b re c ome nta rio de l rabino A S C H E R di ce que , s i los n i ños
son todavía muy pequeños —para ayudarse a si mismos— todos los doctores
están de acuerdo en que se puede obligar al padre a alimentarlos, aunque sea
pobre de solemnidad.
236 MATEO GOLDSTEIN

éste deberá darle una ketubá, y no la desposará. El Talmud agrega


que la menor seducida puede rehusarse al casamiento, aunque el
padre lo deseare. El Talmud, asimismo, declara válido el casa-
miento de una hija menor hecho por su padre, sin el consentimiento
de la hija, pero simultáneamente le prohíbe concluir un
matrimonio antes que los futuros esposos se hayan visto y se
hayan conocido.
Ahora bien, cuando la hija alcanza la primera mayoridad (naa-
rut) puede casarse sin intervención del padre, y el fruto de su
trabajo le pertenece. Con la llegada de la segunda mayoridad
(bagrut) cesa sobre ella, soltera, divorciada o viuda, toda potestad
paterna 59.
Conforme a la Ley rabínica, si una hija menor hereda a su
madre, su padre no sólo no obtiene el usufructo de los bienes here-
dados, sino que debe conservar intactos los bienes que quedan bajo
su custodia. La Ley bíblica que inhibe a la hija de reclamar la
herencia dejada por su progenitor, cuando existen hijos varones,
ha sido enmendada por la talmúdica, que acuerda a las hijas el
derecho de recibir alimentos provenientes de dichos bienes hasta el
momento de contraer nupcias, reservándoles también una décima
parte de dichos bienes para lograr una dote.
La obligación de asegurar una dote a la hija era irrecusable, y
ésta debía hallarse en relación con la posición social y la dignidad
de la hija y de su padre. "La costumbre de dotar a las hijas —
dice Weill— ha existido probablemente siempre entre los judíos. La
Mishná y el Talmud, que llegaron a ser una ley ineluctable para el
padre de familia, no han dado más motivo que la consideración de
que, siendo la mujer judía incapaz de heredar, llegaría difícil-
mente a contraer matrimonio, si no aportaba una dote a su esposo
60
. Podemos inferir justamente que la costumbre de dotar a las hijas
era una necesidad y ha debido ser practicada antes como después de
la promulgación de la Ley mosaica" 61

59 Por una sentencia del célebre juez Rab (Aba Area), en el siglo II
después de Jesucristo, se prohibió al padre casar a la hija menor de edad
sin su consentimiento.
60 Ketubót, 52 b.

61 "Después de la muerte del jefe, los hijos varones heredan; las


hijas, en su reemplazo. Entre otros motivos que determinaron al legislador a
hace r dar la do te para e l marido, existía el de evitar una confusión in-
extrincable en la época jubilarla, si los bienes inmobiliarios hubieran sido
otorgados a las mujeres. Es por esto que sobre la disposición de los
anciano s d e l a t r i b u d e J o s é , s e d e c r e t ó q u e t o d a h i j a h e r e d e r a d e u n a
p r o piedad —y no los hijos en general, como dice la Vulgata—, sería
obligada a casarse con un hombre de su tribu, y no con su pariente más
próximo, como ha dicho Montesquieu, a fin de que las he rencias no fuesen
transportadas de una tribu a la otra." — J. SALVADOR: Obra citada, tomo II.
DERECHO HEBREO 237

Y era tan rígido el concepto, que, según el Talmud, la dote


era un deber legal, una obligación sagrada 62 . El mínimo de dote
eran cinco zuzes; si el padre es pobre, debía acudirse a la
caridad pública. Si el padre ha muerto, deben proveer la dote los
herederos 63 . El derecho de la menor a ser dotada privaba sobre
todos los derechos hereditarios, aun de los hijos varones.

3. — L A MUJER CASADA . — La legislación mosaica contiene


solamente cuatro leyes que amparan a la mujer casada. En primer
término, el Exodo dispone que el marido debe a su mujer
manutención y deber conyugal. Esta ley ha sido precedida por
costumbres muy antiguas, evidentemente anteriores a Moisés, que
mandaban asegurar la manutención de la esclava y de la
concubina, queriendo asignarles los mismos derechos que a una
verdadera esposa. Una segunda ley castiga al marido que calumnia
a su mujer 64 . Otra prohibe al cónyuge masculino tomar una
segunda mujer sin el consentimiento de la primera. Por último,
una ley prohibe al padre infligir castigos a sus hijos, sin el
consentimiento de la madre 65.
Fuera de estas menciones expresas sólo encontramos en la
Biblia referencias incidentales acerca de la mujer. Pero el Talmud ha
sido más amplio y explícito, procurando en todos los casos
asegurarle una posición honorable dentro del núcleo social. Según
la Ley bíblica, el matrimonio hebreo requiere tres cosas del esposo, a
favor de la mujer: alimentos, vestidos convenientes a la posición
social de la mujer y la amistad conyugal. La jurisprudencia
talmúdica fué más amplia y extiende a diez las obligaciones que
se le imponen: el sustento, los vestidos, la amistad conyugal, un
aporte matrimonial, los recursos de la medicina para el caso de
enfermedades, los honores de la sepultura, el rescate desde que la
mujer ha caído en cautividad, la manutención a expensas de los
bienes de la sucesión, hasta que la viuda haya recuperado su dote, e
iguales ventajas para los hijos del extinto hasta su respectivo
casamiento; en fin, los derechos generales sobre los hijos 66.
Conforme a la opinión de los doctores, las ocupaciones pura-
mente domésticas de las mujeres hebreas se limitaban a siete:
amansar y cocer el pan, lavar, cocinar, preparar la cama,
trabajar la lana y alimentar los hijos.
La legislación talmúdica estableció la regla general, que se

62 Ke tu bó t, V I , 6 .
63 Ketubót, 68 a y b.
64 Deuteronomio, capítulo XXII, versículo 14 y siguientes.
65 Deuteronomio, capítulo XXI, versículos 18 y 20.
66 Mishná, De Dotted Litterisque Matrimonialibus.
238 MATEO GOLDSTEIN

se aplicaba para regir todas las situaciones probables de la mujer


casada, de que la mujer asciende con el marido, pero que ella
desciende con él. Esto significa que la sociedad debe acudir en
auxilio de aquella mujer que ha contraído nupcias con un
elemento disoluto, displicente o pródigo, cuya conducta jamás
habría de empañar la virtud de su cónyuge 67.
Entre otras normas de amparo, el Talmud estableció que si
un individuo ofrenda todos sus bienes al tesoro sagrado, deberá
excluir de la ofrenda las vestimentas y efectos personales de la
mujer y los hijos. Asimismo se estableció que el marido no puede
obligar a su mujer a abandonar una vivienda confortable para
substituirla con una de ambiente insalubre.
Si una mujer tenía quejas de su cónyuge —establece una
Mishná— podía obtener el divorcio, en contra de la voluntad del
esposo, aunque en determinadas circunstancias.
Si el marido no ha cumplido sus obligaciones matrimoniales, se
le castiga imponiéndole una pena pecuniaria. Si aquel pretende, sin
motivo, suspender la manutención y vestimenta de su cónyuge, la
damnificada puede obtener una carta de divorcio; igual derecho
conserva cuando el esposo, sin motivo alguno, quiere privarla de la
frecuentación del hogar de sus padres o de sus relaciones.
Después del casamiento, si el marido exterioriza alguna
enfermedad repugnante o un vicio indigno para la condición
humana; si la maltrata de hecho o de palabra, si es haragán o
dilapidador, la desdichada podía reclamar se le concede una
carta de divorcio.
Pero cabe aclarar que además del divorcio, en Israel existió un
proceso análogo al actual de la separación de cuerpos y bienes: en
caso de que el marido disipase inútilmente los bienes de la mujer,
sin necesidad de apartarse de éste, la mujer estaba legalmente
autorizada para guardarse el usufructo de sus bienes o el pro-
ducto de su trabajo. Era la separación de bienes, y en cuanto a la
de cuerpos, los doctores del Talmud jamás la aceptaron sin mediar el
divorcio formal.

67 Las mujeres israelitas estaban autorizadas a salir a la calle con


cabeza y el rostro descubierto; esto constituía un grave pecado en los
países paganos (T ratado S ane drín). Ninguna muje r judía estaba obligada a
seguir manteniendo vínculos conyugales con un bígamo, pudiendo obten e r
e l d ivo rc io , e n ta l c aso , se gún l a Le y tal múd ica (K e tu b ó t, fo l. 64 a). Si en
u na k e tu b á se d ice : T u ser ás mi e sp o s a s ag r ad a, a g re ga ndo a co nd ición
de que la muje r no reclamará ni e l cumplimiento de las obligaciones
conyugales, ni manutención, el casamiento es válido, pero las condiciones
son nulas, por contrarias a la Ley mosaica (Exodo, capítulo XXI , versículo
10). Tratado Babá Metzíá: Rabí Jehudá comentando la ley, dice que la
supresión de la manutención es válida, pero no la otra condición.
DERECHO HEBREO 239

4. — R ÉGIMEN DE LOS BIENES . — De acuerdo a una regla de


la Mishná, los bienes heredados por la mujer casada antes del
matrimonio y que consiguiera después, le pertenecían y podía
disponer de ellos, en donación, venta, permuta, etcétera. Ahora
bien, si ha heredado después de casarse, existían divergencias
entre las escuelas clásicas de interpretación: la célebre escuela
Shamai la autorizaba a disponer libremente de los bienes heredados;
la escuela no menos célebre de Hilel, le negaba este derecho. No
obstante, llegaba a sostener que la venta ya operada, era válida 68.
Siempre de acuerdo con el Talmud, si la mujer ha heredado
una suma de dinero, adquirirá con ella una heredad y el esposo
gozará del usufructo. Si ha heredado frutos ya cosechados,
adquirirá igualmente una heredad y el marido tendrá el usufructo.
Si la herencia consiste de frutos aun no cosechados, rabí Meyer,
famoso talmudista, opinaba que debía hacerse la estimación de la
tierra cultivada sin los frutos y otra estimación con los productos; la
mujer adquirirá una propiedad raíz con el remanente, o saldo
diferencial y el cónyuge tendrá el usufructo.
Si la herencia se compone de esclavos o viñas —y estas
últimas son viejas —se las hará vender para comprar tierras y
el marido tendrá el usufructo de éstas.
La Mishná dispone que si alguien da a su mujer una escritura
conteniendo estas palabras: Yo no tendré derecho sobre tus bienes, el
marido puede reclamar, no obstante, las rentas mientras la cónyuge
vive y los heredará cuando aquella fallezca. Pero si la mujer ha
vendido o donado los bienes, la venta o donación es válida so-
lamente cuando existe una renuncia expresa del marido de todo
derecho acerca del patrimonio de la esposa. Pero si el marido ha
escrito: Yo no tendré derecho sobre tus bienes, ni sobre tus rentas, él
no puede reclamar las rentas en vida de la esposa; si ella muere, él es
el heredero.
La legislación talmúdica distingue dos categorías de bienes de la
mujer: l º Los bienes melog 69 , similares a los modernos bienes
propios de la cónyuge, que ingresan a la comunidad: el marido
tiene sobre éstos el usufructo y la propiedad pertenece a la mujer; 2º
Los bienes tzon barzel tienen analogía con los bienes dotales, y
subsisten bajo el régimen dotal: el marido debe restituirlos a la
mujer a todo evento.
Las deudas contraídas por la mujer, antes del matrimonio y

68 L a e xpl ic aci ón que d a a Gue ma rá , a e sta op in ió n de l a e scue la


Hilel, es: Si a mujer le pertenece al marido, ¿Cómo no le han de pertenecer sus
bienes?
69 Melog: Proviene del verbo moleg, escaldar. Se lama así a los bienes
en que el capital pertenece a la mujer y el usufructo al marido.
240 MATEO GOLDSTEIN

que continúan impagas antes del casamiento, permanecen


momentáneamente pendientes para los acreedores, si la obligación no
consta en un documento escrito; si esta prueba escrita existe, los
acreedores deberán ser satisfechos inmediatamente de los bienes
propios de la mujer y no con los de su marido 70.
Si no media contrato escrito, recién podrán ser reclamadas
el día en que la mujer, por muerte del esposo o por divorcio,
recobre su libertad patrimonial. Si la mujer muere antes, las
deudas quedan irremisiblemente perdidas.
En términos generales, según el régimen instituido por las
leyes rabínicas, la mujer casada no puede pretender otros bienes
que aquellos sobre los que conserva y mantiene la posesión y que
hubiese adquirido por cualquier título gratuito u oneroso. De otro
modo, solamente se consideraba como suyos y como formando parte
de la sociedad conyugal, a los aportados al matrimonio.
Respecto a estos últimos, ni la mujer ni el marido podían
disponer de ellos, según lo prescribía el Talmud 71 . La mujer no
podía, tampoco, enajenar ningún bien de pertenencia del esposo.

5. — DERECHO HEREDITARIO DE LA MUJER. — Veamos, a gran-


des rasgos, el Derecho hereditario hebreo, en relación con ambos
cónyuges.
Desde luego, el esposo es el único heredero de los bienes de
su mujer 72 . Esta regla no se encuentra sino de un modo implícito
en el texto mosaico 7 3 . "El Talmud extrae dicha regla 7 4 , entre
otros, de un pasaje relativo a las hijas de Salphaad 7 5 . La
respuesta de Moisés fué que todas las hijas de Salphaad y en
general todas las de Israel, munidas de un patrimonio, evitarán
contraer enlace fuera de sus tribus respectivas, de manera que los
bienes de una tribu no pudieran ser alienadas para el provecho de
otra. Este pasaje sirvió al Talmud para concluir que el marido
hereda a su mujer."
"Esta conclusión fué adoptada durante mucho tiempo por los
tribunales judíos. Es hacia el siglo II que los rabinos cambiaron de
criterio pensando que un derecho parecido no podía ser acordado
siempre, de acuerdo con el sentimiento de una rigurosa moral. Los
abusos eran inevitables. Cuando un hombre desposaba una mujer más
vieja que éste, o enferma, pero rica, careciendo ésta

70 Babá Batrá, 139 a.


71 Yebamót. 65 b.
72 Mishná, Babá Batrá, VIII 1.
73 E. WEILL: Obra citada.
74 Tratado Babá Batrá, 112 a y b.
75 Números, capítulo XXXVI, versículo 1 y siguientes.
DERECHO HEBREO 241

de familia, ¿es justo, es admisible que a la muerte de esta mujer


su marido que probablemente ha buscado este titulo en previsión
de este evento fatal o del bien que le vendrá?, ¿es justo que
después de una unión que no ha perdurado, éste hombre goce de
una herencia de la que los herederos naturales de la mujer hayan
sido excluidos? Y suponiendo que ningún cálculo interesado haya
presidido este matrimonio, sin faltar a la más simple equidad, ¿es
justo que después de algunos meses de matrimonio, por ejemplo, este
marido sea investido de todos los derechos que anteriormente
habían pertenecido a la familia misma de la mujer difunta? Es sin
duda a la zaga de estas consideraciones y para evitar una aplicación
poco equitativa de la Ley primitiva sobre esta materia, que se ha
decidido introducir esta nueva disposición, aplicable, por otra
parte, a los bienes del marido, como a los de la mujer 7 6 , que en el
caso de que uno de los esposos muriese antes del primer año del
matrimonio concluido y que no hubiesen hijos de esta unión, sus
bienes fueran inmediatamente retornados a sus familias respectivas."
Ahora bien, la calidad de heredero forzoso que se asignaba al
marido, respecto de la cónyuge premuerta, no era exacta con
referencia a la mujer. En principio y conforme una orientación
casi invariable de la jurisprudencia mosaico-rabínica, la mujer no
hereda a su esposo.
Pero el principio no se mantuvo rígido, gracias a la
interpretación cada vez más liberal de la regla contenida en el
pasaje del Números 7 7 va mencionado. Los doctores del Talmud
fueron creando las habituales sutilezas para no transgredir el texto
bíblico y, sin embargo, para evitar los inconvenientes de una
norma que les resultaba ciertamente injusta. De ahí que el
Talmud llegó a autorizar a la mujer para heredar a su cónyuge,
por testamento, pudiendo ésta recibir casi toda herencia en forma
de legados 78 ; siempre que no se la instituyera como legataria
universal, es decir, de la totalidad de los bienes del marido 79. Pero si
en un testamento escrito, el marido la declaraba como legataria
universal, como no era dable torcer la voluntad del causante, de
hecho la mujer se convertía en heredera universal 80.
Ahora bien, siempre de acuerdo a la jurisprudencia rabínica, la
mujer que aceptaba a titulo de donación la fortuna íntegra de su
esposo, asumía al mismo tiempo la responsabilidad de todas las

76 Ebén Haézer, LIII, 3.


77 Números, capítulo XXXVI, versículo 1 y siguientes.
78 Tratado Babá Batrá, 132 a.
79 Tratado Babá Batrá, 131 b.
80 Ebén Haézer, LVII, 8.
242 MATEO GOLDSTEIN

deudas que este hubiere contraído antes de efectuar la donación 81,


renunciando la mujer a sus propios créditos sobre los bienes
donados, incluso a sus aportes conyugales y a la dote. Si el
marido tenía deudas tan importantes que hubieran insumido la
totalidad de los bienes donados a su mujer, ésta debía afrontar las
obligaciones sin reservas de ninguna naturaleza. La hipoteca que se
constituía al contraer matrimonio sobre los bienes dotales de la
mujer, pasaría a gravitar, en ese caso, sobre los bienes adquiridos
por el esposo, con posterioridad a la donación.

6. — DISPOSICIONES DIVERSAS. — En los tiempos talmúdicos


los nombres de familia eran poco conocidos; las hijas llevaban
siempre el nombre de la madre y conforme a un precepto del Tra-
tado Julín, cuando la madre es más conocida que el padre, los
hijos, varones y mujeres, agregaban al prenombre el de su madre
y no el de su padre.
A fin de evidenciar la severidad de la norma, el Tratado Babá
Camá reitera la prohibición, al marido, contenida en el
Deuteronomio 82, de calumniar a su esposa, bajo pena de grave sanción.
Cabe recordar que, en prenda de confianza, el Tratado Babá
Metziá autorizó a los depositarios (guardianes) para confiar el
depósito a una mujer.
Atento lo dispuesto por Ley bíblica, la mujer casada no
podía hacer juramento de valor sin el consentimiento del esposo 83 .
Todo juramento o voto que hiciera —obligándose, en este último
caso, a afligir el alma— será válido, si el marido lo confirma, te-
niendo éste la facultad de darlo por inexistente.
7. — L A MUJER LIBRE : VIUDA . — La mujer hebrea, viuda o
divorciada (que tenía una ketubá), era restituida a la plenitud de sus
derechos. Particularmente era favorable, desde el punto de vista
legal, la situación de la viuda, que si no gozaba del derecho
hereditario con respecto al cónyuge premuerto, estaba amparada
por disposiciones diversas que le aseguraban contra toda
contingencia. Desde luego, estaba asistida del derecho de la
manutención a expensas del haber sucesorio del marido, hasta el
momento de contraer nuevas nupcias. Conforme a una Mishná,
si la viuda que tiene derecho a reclamar alimentos a costa de la
sucesión del cónyuge, dijere a los herederos: Yo no quiero moverme
de la casa de mi marido, los herederos no pueden decirle: Ve a la casa de
tus

81 Tratado Babá Batrá, 132 a.


82 Deuteronomio, capítulo XXII, versículos 18 y 19.
83 Números, capítulo XXX, versículo 4 y siguientes.
DERECHO HEBREO 243

padres con tu familia y nosotros te alimentaremos allá, pues la Ley


obligaba a los herederos a cuidar, alimentar, mantener a la viuda,
dándole un lugar honorable de residencia conforme a su rango;
pero si ésta, voluntariamente, manifestaba su deseo de volver al lado
de los suyos, alegando que no quiere permanecer en su antiguo
domicilio pues es joven y anhela reiniciar otra vida, los herederos
deben prestarle alimentos en la forma legal.
Respecto del nuevo casamiento de la viuda, el Talmud dispuso
que no podía celebrarse antes de haberse cumplido un trimestre
desde el fallecimiento del esposo; si ésta hubiere quedado con
embarazo, del primer marido, la prohibición regía hasta pasada la
época de la lactancia del por nacer concebido 84.
La Ley hebraica reconocía otro caso de viudedad, que no
correspondía precisamente a la de la mujer cuyo esposo había muer.
to. En una viudedad que se producía en vida del cónyuge, por causa
de un viaje largo de éste, o de una participación en una empresa
bélica, en el extranjero. En tal caso, la aguná —que así se llamaba
la mujer— se hallaba poco menos que dejada de la mano de
Dios... y de los hombres. No podía volver a casarse, ni se hallaba
formalmente casada ; aunque a la larga, merced a alguna noticia de
que el esposo había muerto en la cautividad o en la línea de batalla, se
convertía en una verdadera viuda.
La Biblia se refiere a la aguná en un solo pasaje 8 5 , y los
doctores talmúdicos se afanaron por remediar la situación de ésta
viuda singular que, al decir de Louis Germain Lévy, "tenía la
posición real de una viuda, sin tener su posición jurídica".

8. — EL LEVIRATO. — La Ley israelita instituyó una especie de


matrimonio forzoso para la viuda, denominado el levirato, el cual
consistía en el deber moral que tenía un hermano de casarse con la
viuda de otro hermano, fallecido sin dejar sucesión. El
primogénito de este matrimonio llevaba el nombre del extinto y le
sucedía en todos los bienes y títulos 86.
Trátase de una institución originaria del Oriente, que
adoptaron los hebreos con anterioridad a la presencia de Moisés, y
que arranca desde los tiempos de Jacob, uno de cuyos hijos falleció.

84 La ley rodeaba de garantías a la viuda, asegurándole una subsis-


tencia honrada, conforme a sus posibilidades y a las circunstancias en que se
h a de se nvue l to su e xis te nc ia , e n v ida del cón yu ge p remue rto . A sí , e l
Talmud establece que no se atiende a la mayoría de edad de los huérfanos
para restituir su dote a la viuda; si la dote no se restituye, la viuda tiene
derecho a alimentarse de los bienes de los huérfanos.
85 Libro de Ruth, capitulo I, versículo 13.
86 Deuteronomio, capitulo XXV, versículos 5 y 6.
244 MATEO GOLDSTEIN

En tales circunstancias, su hermano fué obligado por Jacob a con-


traer nupcias con Thamar, la nuera viuda 87.
Se hallaban obligados al levirato los hermanos consanguíneos
solamente, a quienes, en virtud del casamiento, pasaban todos los
bienes del causante, incluso la dote. Si el difunto había dejado
varias esposas, era suficiente casarse con una de ellas o rehusarla
públicamente, y si no había más que una viuda y los hermanos eran
varios, quedaban estos libres de la obligación con el casamiento de
uno solo o la repulsa de uno solo. Si la viuda era rechazada por el
cuñado, quedaba ésta en absoluta libertad de casarse con quien ella
quisiere. En caso de que el cuñado, o todos ellos, si fuesen
varios, se negasen a casarse con la viuda, éstos quedaban conde-
nados a una especie de infamia pública.
"El levirato o leviración se conoció en la India, en Grecia anti-
gua, en Abisinia, entre los afganes, entre los mogoles, etcétera.
Existen hondas divergencias acerca de la raíz de esta costumbre
que ha desaparecido incluso entre los hebreos, después de la
dispersión. Los sabios investigadores de los orígenes de la
familia humana, no se ponen de acuerdo. Para Mac Lenan y
Morgan, el levirato no es sino una supervivencia de la poliandria
fraternal. Starcke opina "...si se puede atribuir así los hijos a un
muerto... es porque la paternidad reposa no sobre el hecho
material de la generación, sino sobre la relación de propiedad
entre el presunto padre y el hijo. Así se explica la posibilidad del
levirato ". "Se trataba de saber —afirma Louis Germain Lévy—
quién debía ser propietario del hijo, en virtud de la autoridad
doméstica." Autores hay que lo explican en base de un pretendido
culto de los muertos que atribuyen a Israel, en la antigüedad
clásica. Pastoret afirma lo siguiente: "Por más que la obligación del
hermano a casarse con la viuda parezca contener alguna dureza,
no se puede negar que la idea de la leviración fué admirable,
moral y política, pues por este medio se aumentaba la población,
se conservaban las sucesiones en las familias, la viuda desgraciada
no perdía para siempre la esperanza de gustar las dulzuras de la
maternidad, la amistad fraterna enjugaba las lágrimas del amor
conyugal. y el infeliz esposo no llevaba consigo al sepulcro el
desconsuelo de que se enterraba con él, su posteridad y su nombre."
Louis German Lévy comparte el criterio de Sumner Maine
acerca de los fundamentos de la leviración. El autor citado asevera
que "el levirato es una ficción legal de paternidad, una adopción
póstuma destinada a perpetuar el nombre del hermano fallecido y
a asegurar la continuidad de la familia por medio de la conser-

87 Génesís, capítulo XXXVIII, versículos 6, 8 y 9.


DERECHO HEBREO 245

vación de los patrimonios. Se impone el levirato al hermano del


d ifun to : 1 º Po rque e s el má s p róx imo agnado ; 2 º Por su af i-
nidad de sangre con el difunto; 3 º Porque la viuda se considera
propiedad del marido difunto, una prolongación de sí mismo".
Creemos que es lógica e histórica ésta explicación y aunque
resulte a todas luces incompatible con los principios de la moral
moderna, es obvio que ella encuadra en el marco de las
instituciones antiguas del Oriente, y no se contradice con las
elevadas normas de vida familiar que encontramos en la Ley mosaica.
Según se ha dicho precedentemente, el levirato era un deber,
más que una obligación. En defecto del hermano extinto, otros pa-
rientes debían desposar a la viuda, quien, por su parte, tampoco
estaba obligada al levirato. Cuando más estaba forzada a aguardar
al leviro durante un tiempo preestablecido, y si se la repudiaba, o
si ella no aceptaba el sustituto, quedaba en libertad plena de
casarse con quien ella quisiera. Mientras tanto, la viuda en
expectativa del leviro no podía mantener relaciones amorosas con
otro hombre, so pena de ser castigada por adulterio 88.
Para J. Salvador, la función del levirato consistía en "obtener
un vástago que suceda en todos los bienes del difunto, que lleve
su nombre y que sea considerado como de pertenencia suya. Este
deber sagrado de la fraternidad se remonta a los siglos más
antiguos; el hermano del difunto podía negarse al levirato, pero
este ultraje a su memoria lo sometía a una ceremonia humillante.
La viuda quedaba enteramente libre, en este caso, de casarse con
quien quisiera 89.
Refiriéndose a la ceremonia de la leviración, dice Pastoret:
"En el acto de la leviración se ve que la viuda adquiría la libertad de
casarse con cualquiera otro, siempre que hubiese sido repelida por
el hermano del difunto, para lo cual se juntaban los triunviros,
delante de los cuales se explicaba la viuda, diciendo: Que había
perdido a su, marido, sin que le quedase ningún fruto del matrimonio
para que se propagase su nombre en Israel. Dirigiendo después la
palabra a su cuñado le exhortaba a que se casase con ella, y los
jueces le hacían la misma súplica; pero si él lo resistía
constantemente, entonces era cuando la viuda le quitaba el
calzado y le escupía la cara de modo que todo el mundo viese la
serial. Practicado esto así, se le concedía a la mujer la libertad de
casarse con cualquiera otro israelita, a cuyo fin se le entregaba un
acta o documento formal por donde constase, el cual se extendía
en presencia de dos testigos, y podían ser las mujeres, las esclavas y los

88 Génesis, capítulo XXXVIII, versículo 24.


89 Deuteronomio, capítulo XXV, versículos 5 y 6; Mishná, tomo VIII,
246 MATEO GOLDSTEIN

de menor edad, aunque ordinariamente no podían serlo en otras


circunstancias y se habilitaban en esta ocasión porque se decía que
aquí no había otro objeto que el de divulgar lo que había pasado en el
juicio de la leviración."
A fin de concluir estas consideraciones acerca del levirato,
cabe decir que dentro de este sistema, el primer nacido del matri-
monio de la viuda con el hermano del extinto marido, era seña-
lado como hijo del fallecido y le sucedía en todos sus bienes. Si
posteriormente nacían otros hijos, ellos pertenecían al segundo
esposo y le correspondía su herencia propia 90 . De ahí se concluye
que el fin de ésta singular institución tenía por objeto esencial
dar un sucesor al difunto; de modo que el hermano habría, hasta
cierto punto, satisfecho el deber que se le había impuesto, en el
caso de que un defecto de amor recíproco hubiera determinado su
separación con su cuñada después de haberla hecho madre.

9. — LA MUJER LIBRE: DIVORCIADA. — Conforme hemos dicho,


la situación de la mujer divorciada y la de la viuda, eran análo-
gas, cuando ésta última había obtenido una carta de divorcio 91
Entonces volvía a la plenitud de sus derechos civiles. En los tiem-
pos de la aparición de la legislación mosaica y siendo que el di-
vorcio no se basaba únicamente en la causal de adulterio, la mujer
divorciada dejó de ser objeto del menosprecio a que antes se
hallaba sometida. El Talmud mejoró aun más su situación, impo-
niendo al marido la obligación de contribuir al sostén de su ex
consorte, cuando ella carecía de bienes y de rentas.
Por lo pronto, la divorciada como la viuda, no podían con-
traer nuevas nupcias antes de transcurrir tres meses de la muerte
del cónyuge o de su separación 9 2 . Conforme a un texto de la
misma Mishná, si una mujer dice: Yo he sido casada, pero estoy
divorciada, ella debe ser creída según el principio: La boca que
ata puede desatar. Pero si hay testigos de que aun está casada y
ella sostiene que es divorciada, no debe ser creída. Si los testigos
han venido solamente después que ella contrajo matrimonio, ella
puede permanecer al lado de su marido.
Una característica sencillamente trascendental de la legislación
mosaica prohibía al hombre divorciado tomar nuevamente a su mu-
jer, si ella se había casado con otro, v se volvió libre por viudez o
divorcio. "La explicación de ésta prohibición debe hallarse —dice

90 Deuteronomio, capítulo XXV, versículo 6; Mishná, tomo III.


91 La carta de divorcio es obligatoria e ntre los israelitas. Los paga-
nos, por el contrario, no requerían otra formalidad, que el abandono.
92 Sheviyit, Perek X, fol. 41.
DERECHO HEBREO 247

Rabinowicz— en que el contacto intermedio de la divorciada con


otro hombre, la ha vuelto impura para el primer marido (toshab), lo
cual constituye una abominación ante Dios, y no debes llenar de
pecados el país que Dios te ha dado 93 . ¿Por qué impura? Porque en
esa época, la única causal de divorcio era el adulterio."
La Biblia no conoce el divorcio propiamente dicho, institución
que ha de aparecer muy posteriormente. Pero legisla acerca de otra
institución que en esencia tiene por finalidad la separación de cuer-
pos y de bienes; es la repudiación. Oportunamente analizaremos
esta forma de divorcio, limitándonos por ahora a señalar los
efectos legales de la repudiación sobre la mujer.
La mujer repudiada vuelve al seno de los suyos, si bien puede
volver a casarse, sin consentimiento de los padres, tres meses des-
pués de la separación 94 . Si vuelve a la casa de su padre, éste tiene la
obligación de alimentarla.
El Talmud instituye un divorcio formal, escrito y ceremonioso. Se
regla minuciosamente las situaciones de ambos cónyuges, y los
hijos menores son preferentemente confiados a la madre, viéndose.
el padre obligado a subvenir sus necesidades 95 . Hasta que el niño
llega a la edad de seis años, si es varón, permanece bajo la tutela
del padre; si es mujer, su educación y guarda queda confiada a la
madre, debiendo el padre pagar las expensas 96.
Según el Código de Caro, después del divorcio el padre
conserva el derecho de tener a sus hijos mayores de seis años;
pero si es la madre quién los tiene a su lado, el padre puede
rehusarse a suministrarles alimentos. Si bien los menores de seis
años quedan al cuidado de la madre, este derecho no era absoluto,
pues el Tribunal podía confiarlos a su progenitor, teniendo en
cuenta la condición de aptitud que uno u otro de los cónyuges
demostrase con su conducta, para hacerse cargo o conservar la
tenencia de los hijos.
Los esposos divorciados pueden volver a reunirse, salvo: 1º Que el
divorcio haya sido pronunciado por inconducta notoria de la
madre; 2 º Que haya sido provocado por esterilidad de la mujer; 3o
Que la mujer haya contraído segundas nupcias.
La mujer repudiada o divorciada tenía facultad para llevarse
consigo todos los bienes que aportó al matrimonio, incluso la dote,
y los acrecidos durante el matrimonio.
Según Pastoret, los "bienes particulares que la esposa llevaba

93 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículos 1 y 4.


9 4 L e v í ti c o , c a p í t u l o X X I I , v e r s í c u l o 1 3 ; J u e c e s , c a p í t u l o X I X , v e r -
sículo 2; Números. Capítulo XXX, versículos 10 y 17.
95 Tratado Ketubót, 65 b: Ebén Haézer, LXXXII, 7.
96 Tratado Ketubót, 102 b.
248 MATEO GOLDSTEIN

al matrimonio, ya fuesen esclavos, piedras preciosas, muebles o


inmuebles, se referían todos en el contrato matrimonial y se
consideraban como un peculio suyo propio; pero los bienes
conocidos con el nombre de nedunia, no eran mirados como bienes
dotales de la mujer, sino como parafernales. Si habían sido
estimados al tiempo de celebrarse el contrato y obligándose el
marido a responder de ellos en todo acontecimiento, entonces su
aumento o disminución eran en pro o en contra del marido, siendo éste
únicamente responsable de aquella cantidad en que se consideraron al
principio, de donde vino a los bienes de esta naturaleza la
denominación de bona pecoris f ferrei, que traia su origen de una
costumbre antigua de los hebreos, cual era la de que solian
entregarse por tiempo señalado cierto número de cabezas de ganado
lanar o de otra especie, cuyo usufructo pertenecía a los pastores,
que debían siempre responder del principal que se los había
confiado. Los demás bienes que llevaba la esposa o que adquiría
durante el matrimonio, ya fuese por donación o por herencia,
como ni entraban en poder del marido ni gozaba de ellos, ni le
imponían ninguna obligación y por lo mismo se les llamaba bona
depilationis 97. La dote que el marido debía llevar al matrimonio,
denominada cetubá, entraba a formar parte de la comunidad,
celebrado que fuera el matrimonio. ¿Cuáles de todos estos bienes
podía llevarse la mujer, en caso de repudiación o divorcio? Es
indudable que le correspondían los suyos propio y los parafernales
y asimismo los de la cetubá. Ahora bien, si el repudio se producía en
el espacio de tiempo que mediaba entre la promesa de esponsales y
la celebración del matrimonio, los bienes recuperados por la mujer
pertenecían a su padre; pero si ello ocurría después de la
celebración del acto, los bienes le correspondían, en forma exclusiva, a
la repudiada o divorciada."

97 Pastoret: Obra citada, páginas 209 y 210.


CAPÍTULO XV

EL MATRIMONIO

SUMARIO: 1. Consideraciones generales. — 2. Diversos tipos de matrimonio.—


3. a) Promesa de matr imonio (shidujim). — 4. b) El noviazgo
( k id u sh in ) . — 5 . c ) E l m a t ri m o n i o p r o p i am e n te d ic h o ( n i s u i m ) . 6.
Condiciones de validez del matrimonio. — 7. Casamientos mixto s .
— 8 . Imp e d i me n to s m a tr i mo n i al e s . — 9 . Imp e d ime n to s ap l i c ables
a todos los israelitas. — 10. Impedimentos temporarios.

1. — CONSIDERACIONES GENERALES. — La fórmula del Creced


y Multiplicáos fue el eje de toda la legislación civil de Israel. El
Génesis consagra, en diversos capítulos, la necesidad de poblar el
país que Jehová eligiera para su pueblo. Moisés no hizo más que
interpretar los deseos del Altísimo, y la costumbre hizo el resto.
M. Mielziner, escritor sagrado, autor de The Jewish Law of
Marriage and Divorce, estima: "1º El matrimonio hebreo es una
institución divina que tiene por objeto la felicidad; 2 º que el
hombre y la mujer forman el complemento necesario el uno del
otro; 3º que ellos no son más que un solo todo; 4 º que la mujer no
es esclava del hombre, sino su igual en dignidad; 5 º que el
matrimonio no puede romperse."
Esta es la moral de la Biblia y se afirma en disposiciones
como ésta: Cuando tomare alguna mujer nueva, no saldrá a la
guerra, ni en ninguna cosa se le ocupara; libre estará en su casa
por un año, para alegrar a la mujer que tomó 1 . Mujer fuerte,
¿quién la hallará? Porque su estima sobrepuja largamente a la de
las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado, y
no tendrá necesidad de despojo. Darale ella bien y no mal, todos los
días de su vida. Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la
mujer que teme a Jehová, esa será alabada. Dadle el fruto de sus
manos y alábenle en las puertas sus hechos 2.
1 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículo 5.
2 Proverbios, capítulo XXXI, versículos 10, 11, 12, 30 y 31.
250 MATEO GOLDSTEIN

Los talmudistas miran como a un homicida a todo aquel que


no se ocupa o desea eficazmente su posteridad y aun añaden que
éste, al tiempo que aparta al espíritu santo del pueblo de Israel,
ultraja la perfección del hombre y la majestad divina. Los rabinos
señalaron la edad de dieciocho años para la celebración del matri-
monio y el que pasaba los veinte sin haberlo contraído, era culpable a
los ojos de la ley. La falta de descendencia era conceptuada como un
crimen y autorizaba hasta la disolución del matrimonio, por este-
rilidad.
"El objeto del matrimonio (hebreo) —afirma Albert E. Bai-
ley— era procrear hijos. La bendición con que sus parientes des-
pidieron a Rebeca fue: Oh, crezcas en mil y mil generaciones 3 .
Dame hijos, de otra manera yo me muero, decía Raquel a su
esposo 4 . Para combatir la esterilidad se recurría a la magia y a
los afrodisiacos 5 . Como último recurso, una esposa podía tener
hijos por procuración; es decir, dar a su esposo una esclava como
hizo Raquel y luego, en el momento del parto sostener a la madre
sobre sus rodillas y hasta donde pudiera, sufrir con ella 6 . En éste
caso el niño se consideró como hijo de Raquel.
"Esta confusión de esposas y concubinas hubiera dado por
resultado una serie de desórdenes y disputas acerca de los derechos
de los hijos, si las leves y las costumbres no hubiesen resuelto el
problema con toda claridad. Abraham y sus descendientes inme-
diatos procedieron de acuerdo a las leyes sumerio-babilónicas, y
quizás también al código hórreo. Estas establecen que todos los
hijos, cualesquiera sea su madre, son legítimos y tienen igual de-
recho a la propiedad. Decía el Código de Hammurabí (170): "Si la
esposa de un hombre le ha dado hijos, y su sierva también le ha
dado hijos, y si durante su vida el padre ha llamado a los hijos de la
sierva mis hijos y los ha contado entre los hijos de su esposa, después
de la muerte del padre los hijos de la esposa y los hijos de la
sierva tendrán igual derecho a participar de los bienes de la casa
paterna" 7.
Gustavo Le Bon, que en páginas apasionadas intenta destacar la
belleza de la moral y de la ética contenidas en el Corán y en los
comentadores de la ley musulmana, explica así la institución del
matrimonio entre los árabes: "El Corán autoriza a los musulmanes
para tomar cuatro esposas legítimas, sin contar un número inde-
3 Génesis, capítulo XXIV, versículo 60.
4 Génesis, capítulo XXX, versículo 1.
5 Génesis, capítulo XXX, versículos 14-18.
6 Génesis, capítulo XXX, versículo 3.
7 ALBERT E. BAILEY: La vid a cotidiana en los tiempos biblicos, pá-
gina 44.
DERECHO HEBREO 251
terminado de esclavas; pero los hijos de éstas son tan legítimos
como los de aquellas.
"El marido puede —prosigue— anular a su antojo los
casamientos; pero tiene la obligación de pensionar debidamente a
la mujer repudiada.
"Con semejantes facilidades p ara el matrimonio, y la
costumbre que hombres y mujeres siguen de casarse muy jóvenes,
se comprende que las costumbres sean mucho más severas que en
Europa, y que no sólo ocurra únicamente de vez en cuando que uno
galantee a la mujer de otro, sino que esto, que tan natural
parece en Europa, parezca allí monstruoso. Como lo manifiesta
atinadamente (!) el Doctor Isamert No puede decirse que en sus
familias haya tan frecuentemente disensiones como en las nuestras
a causa de mala conducta o de la infidelidad, las cuales quizá son más
desmoralizadoras que la misma poligamia...
"El celibato, que es tan frecuente en Occidente, y que según
las estadísticas, tiende todavía a serlo más, es muy mal visto entre
los árabes: pues ellos a la edad de veinte años, y ellas a la de
dieciocho, se casan por regla general" 8.
Por otra parte, a diferencia de la costumbre occidental, entre
los árabes es el hombre quién lleva una dote a la mujer. Para cons-
tituir dicha dote el novio v el padre de su futura esposa suelen rea-
lizar prolongadas negociaciones. Terminadas éstas, el futuro esposo
se presenta a la casa del futuro suegro, a quien encuentra rodeado
de amigos, de testigos v de un escribiente. Entonces se pronuncia
una fórmula sacramental y el escribiente levanta un acta. Dentro
del criterio leal, el matrimonio queda consumado. En
consecuencia, de acuerdo con las leves del Islam, el casamiento es
un pacto de índole privada sin sanción religiosa ni formalidad civil
alguna.
"El celibato —afirma Algazi— es absolutamente prohibido
para los dos sexos en el judaísmo, porque es considerado como
contrario a la naturaleza. No se permite nombrar un jefe religioso
en una comunidad si no es casado, porque allí donde hay
inquietud sexual no puede haber tranquilidad espiritual. Por otra
parte, el celibato que en sí representa la negación a perpetuar la
especie, contraviene la indicado por Dios cuando expresa: Creced
y multiplicaos" 9.
Numerosos preceptos y máximas del Talmud afirman y con-

8 G U S T A V O L E B O U : L a c iv il iz ac ió n d e l o s á r abe s , p ág i na 212 . — Ev i-
dentemente, el autor ha olvidado que la esposa musulmana es siempre un
bien adquirido por compra, bajo ciertas formalidades y su única misión,
s e g ú n a re l i g i ó n y l a n o r m a j u r í d i c a , e s a d e p ro c re a r y e n t re te n e r a l
cónyuge masculino.
9 ALCAZI: Obra citada, página 250.
252 MATEO GOLDSTEIN

solidan las normas bíblicas acerca de la necesidad de lograr el estado


de casado. El que ama a su mujer como a sí mismo, y el que la respeta más
que a sí mismo, el que conduce a sus hijos por el camino de la rectitud y
el que los casa cuando están en edad de ser casados, a éste la Escritura le
aplica las palabras siguientes: conocerás la felicidad en tu hogar10; El
hombre que no tiene mujer no es más que medio hombre11; La majestad
de Dios se cierne sobre el matrimonio unido 12 ; Apresúrate cuando se
trata de elegir mujer 13 ; El hombre soltero no es hombre. Permanecer
soltero es cometer un crimen14; El que se casa por la dote o por la
herencia de su mujer no tendrá felicidad con su mujer ni con sus hijos 15;
Quien ama a su esposa como a su cuerpo, y la honra más que a su cuerpo,
tendrá asegurada la felicidad del hogar 16.
Tanto la Biblia como el Talmud no admiten otro matrimonio,
que el civil. Mientras los otros pueblos del Oriente reconocían
exclusivamente la validez del matrimonio, previo el acto de la co-
habitación, la Ley civil hebrea se la reconoce antes de la convi-
vencia, mediante un acto legal.

2. — DIVERSOS TIPOS DE MATRIMONIO. — En la historia y evo-


lución del pueblo de Israel, encontramos varios tipos de matrimo-
nio, que la Biblia reconoce y admite:
1o ) Matrimonio por captura: Tratase de un matrimonio real-
mente excepcional, del cual se ocupa la Biblia en diversas
disposiciones 17 . Tratabas en todos los casos de mujeres cautivas
tomadas como botín de guerra.
2o ) Matrimonio "sábico": Este tipo también es excepcional.
En el mismo, la mujer habita cerca de los suyos, y el hijo es criado en
el clan de la madre 18 Los otros dos tipos de matrimonio son los
comunes y legales; nos referimos a ellos con la extensión que se
merecen.
3º ) Matrimonio polígamo: Cuando Moisés llegó al seno de su
pueblo no pudo sino reconocer la pluralidad de mujeres, o po-
10 Yebamót, 62 b.
11 Yebamót, 63.
12 Sotá, 17 a.
13 Yebamót, 63 a.
14 Yebamót, 63 a.
15 Tratado Babá Metziá, 59 a.
16 Yebamót. 62 b.
1 7 D e u te r o n o mio , c a p í tu l o X X , v e rs í c u l o 1 4 ; c a p i tu l o X XI , v e rs í c u los
10 a 14; Jueces, capítulo V, versículo 30; capítulo XXI, versículo 17 y
siguientes.
18 Jueces, capítulo VII , versículo 31; capítulo I X, ve rsículo 16; ca-
pítulo XIV, versículos 5 a 9.
DERECHO HEBREO 253

ligamia, limitándose a restringirla hasta donde se pudo, al propio


tiempo que tendió a asegurar la tranquilidad espiritual y económica
de las varias esposas y de los descendientes. La Biblia atestigua que
el régimen de la poligamia existió desde muy antiguo y denuncia
hechos como el de Lamech19, para remontarlos al Génesis.
Cuando una esposa resultaba estéril, no existía impedimento
alguno para que el marido conviviese públicamente con una cria-
da 20 : Sara, esposa de Abraham, ante la evidencia de que no podía
dejarle un hijo, no vaciló en ofrecerle a una de sus esclavas, Agar,
de la que habría de nacer Ismael 21 . Raquel, esposa de Jacob, hizo
otro tanto, entregándole dos siervas de las cuales habían de nacer
dos hijos 22 . David tuvo ocho mujeres, según la Escritura. Y Salo-
món, según la misma tradición, dividió su tiempo y su reinado
entre setecientas esposas y trescientas siervas concubinas 23.

1 9 N i e to d e I ra d , y n i e to é s te d e A d á n , q u e tu v o a l m i s m o t i e m p o a
Ada, madre de Jubel y de Jabal y a Zilla, madre de Tubalcaín (Génesis,
capítulo IV, versículo 18 y siguientes).
20 El a rtícu lo 146 de l C ód ig o d e H ammu r ab í d ispo ní a que e n caso de
esterilidad de a esposa, el hombre puede divorciarse o tomar otra muje r, de
co nd ic ión infe rio r que no debe se r pue sta e n un p ie de igu ald ad con la
primera; o a esposa misma podía ofrece r a su esposo una concubina
elegida entre sus propias esclavas. Según el Génesis (capítulo XXX,
v e r s í c u l o 3 ) , S a r a s e r e s o l vi ó p o r e s t o ú l t i m o , y l o m i s m o h i z o R a q u e l .
Dispone asimismo el nombrado Código: "Si ella —la esposa— ha dado una
s ie rva a s u e sposo y é s ta h a pa rido u n h ijo , y lue go é s ta sie rva ha que -
r i d o i g u a l a r s e a s u a m a , p o r q u e l e h a d a d o u n h i j o , s u a m a n o h a b r á de
venderla por dinero, pero a mantendrá en servidumbre y la considerará como a
una de sus esclavas."

21 Génesis, capítulo XVI, versículos 2. 3 y 15.


22 Génesis, capítulo XXX, versículo 1 y siguientes.
23 I Reyes, capítulo XI, versículo 3; Cantaras, capítulo VI, versículo 8.

"En todos los estados orientales —anota A. E. BAI LEY— la importan-


cia del harán de un rey era índice de su poderío y gloria. David comenzó su
vida matrimonial con una esposa, Mical, hija de Saúl. En a época en que
fue rey de Judá en Hebrón, había ya desposado seis mujeres, mientras que
o tra s e sposa s y c on cubi nas , cu yo número e xac to no h a que dado re -
gistrado, fue ron agregadas a as ante riores durante el reinado sobre Je-
r u s a l é n ( I I S a m u e l , c a p í t u l o I I , v e r s í c u l o s 2 a 5 ; c a p í t u l o V , v e r s í c u los
13 a 16). Pero Salomón relegó a su padre al nivel de simple aficionado. L a
e s p o s a d e s u j u v e n t u d f u e u n a h i j a d e H i r á m d e T i r o ( I R e y e s , c a p í tulo
XI, versículo 1). En el cuarto año de su reinado, hizo un tratado con
Shishak, faraón de Egipto, y recibió por e sposa a una hija de éste , para
se l la r e l p ac to ( I R e ye s, c apí tulo I II , ve rs ícu lo 1 ) , m ie n tra s que , po r su
pa rte , e l f a raón se apode raba de a ciud ad de Ge ze r y a ofre cí a a S a lomón
como regalo de boda (I Reyes, capítulo IX, versículos 16 y 17). Salomón sintió
tanto pacer por e sta distinción de que lo hacía obje to uno de los monarcas
más grandes de la tierra, que construyó un amplio palacio para su esposa y
los sirvie ntes de ésta, junto al suyo, en los nuevos terre nos reales (I Reyes,
capítulo VII, versículo 8). Cada vez que Salomón firmó
–¿Cuál era entonces la situación legal de las esposas y de las
que fueron tenidas por concubinas? Según Pastoret, todas "eran
legítimas, por más que algunos hayan pensado, bien que sin
fundamento, que una sola gozaba de este privilegio, y que las
demás, reducidas a la clase de meras concubinas, no tenían ningún
vínculo conyugal. En muchas circunstancias no hay duda que
sucedía así, como cuando entre las esclavas se elegía una segunda o
una tercera esposa, la cual mantenía siempre una especie de
subordinación y seguía desempeñando los negocios domésticos.
También es cierto que a su unión no precedía ni acompañaba
ninguna solemnidad, y que las esposas de esta naturaleza no
recibían ninguna cosa por vía de dote de sus maridos; pero no
por eso dejaban de ser legítimas".
Es cierto que los rabinos redujeron a cuatro el número de las
esposas que podía, legalmente, tomar cada individuo, pero
paulatinamente fue desapareciendo el hábito, hasta extinguirse. A
estar a la opinión del autor últimamente citado, la época en que
para los israelitas desapareció la poligamia debe situarse al fin
de siglo IV de la era cristiana, cuya extinción se debe atribuir a
una ley de Teodosio que prohibió a los israelitas casarse según sus
ritos y de tener más de una esposa.
Lo auténtico parece ser que la pluralidad de esposas
desapareció en forma definitiva a fines del siglo X, merced a un
rescripto del rabino Gerson, de Metz, quien prohibió la poligamia
a los judíos de Occidente.
Pero debe decirse, en honor de la verdad, que la poligamia
era un régimen matrimonial escasamente difundido, en todos los
tiempos, por la sencilla razón de que sólo la gente adinerada podía
participar de él; a los pobres les resultaba suficiente una sola
esposa... En efecto, conforme al texto bíblico 2 4 , aquel que
tomare otra esposa no disminuirá su alimento, ni su vestido, ni el
débito conyugal. Por otra parte, la poligamia subsistió con la
monogamia según se prueba con diversos textos bíblicos: Lamech25;
Caín26; Lot 27.

tratado comercial con algún rey extranjero, parece haberlo sellado con un
matrimonio, de tal modo que en su harén estuvieron representados todos
los tipos de mujeres y todas as nacionalidades. El informe oficial arroja un
total de 700 muje res y 300 concubinas ( I Reyes, capítulo XI , ve rsículo 3 ) .
— A L B E R T E . B AI L E Y : L a v i d a c o tid i an a e n lo s tie mp o s b í b l ic o s , p a gina
171.
24 Éxodo, capitulo XXI, versículo 10.
25 Génesis, capítulo IV, versículo 19.
26 Génesis, capítulo VI, versículo 18.
27 Génesis, capítulo XIX, versículo 16.
"Una Mishná del Tratado Sanedrín (fol. 21) autoriza al rey a casarse
DERECHO HEBREO 255

Un Sanedrín de París declaró, que desde los primeros tiempos


de su dispersión, los israelitas esparcidos por el Occidente, com-
penetrados de la necesidad de poner sus usos en armonía con las
leyes civiles de los Estados en los que se han establecido, han
renunciado generalmente a la poligamia, que consideran como una
simple facultad dependiente de ellos mismos. El Sínodo convocado
en Worms, y presidido por el rabino Gersón, pronunció anatema
contra todo israelita que desposara más de una mujer 28.
4º ) Matrimonio monogámico: "La monogamia —dice Star-
ke— es el resultado de la exigencia de la mujer de ser la primera
en la casa del marido, de suerte que las otras mujeres no llegan a
ser amas y sean inferiores a ella en honor y autoridad. La esposa
que en la familia es de la misma condición que el esposo, no admite
hallarse subalterna en la casa" 29.
A más de las otras razones que se conjuraron para que la
monogamia imperase en Israel, las razones dadas por Starke
influyeron para que la gran masa ciudadana contrajera
matrimonio con una sola mujer.
Para el matrimonio la Biblia no contiene un término especial ni
disposición alguna acerca de las formalidades y solemnidades que
debían cumplirse; estos se hallaban regidos por usos y costumbres
muy antiguos.
En cambio, el Talmud contiene una rica fraseología para las
diversas etapas del matrimonio y numerosos preceptos que rigen
todas las fases de la ceremonia que, como se ha dicho, carecía de
todo significado religioso, siendo eminentemente civil.
Vale la pena señalar que el Talmud tiene varias tratados
especiales, cuyos nombres y contenidos, son como sigue: Kidushin
(noviazgo y matrimonio); Ketubót (contrato matrimonial, dote,
etcétera); Guitín (divorcio); Yebamót (viudedad, levirato y
prohibiciones matrimoniales); Sotá (mujer sospechada de infidelidad).
En términos generales y a estar a las normas contenidas en la
Ley bíblica, el matrimonio tenía por fin la procreación y la multi-

hasta con veinticuatro mujeres. Un comentarista afamado — rabí Jehudá-


explica que el rey puede tener ésta ventaja siempre que no sean mujeres
capaces de corrompe rle. Rabí Simón, por el contrario, dice que no debe
desposar a muchas mujeres, aunque sean virtuosas; en cuanto a las mu-
jeres malvadas, no debe tomar ni una sola.
E s ta M í sh n á c o m p l e m e n ta e l p re ce p to b í b l i c o ( D e u te r o n o m io , c a p í -
t u l o X VI I , v e r s í c u l o 1 7 ) , q u e o r d e n a a l s o b e r a n o : N i a u m e n ta rá p ar a s i
mujeres, porque su corazón no se desvíe...
2 8 L EÓ N D E M Ó D EN A : D e g li r i ti h e br aic i, p a r te I V , c a p i tu l o H ;
S E L D E N O Decisiones del Sanedrín de París, libro I, parte XI, capítulo IX.
29 STARKE: La famille dans les differents societes.
256 MATEO GOLDSTEIN

plicacion de la especie30. “ La Ley no conoce –afirma Josefo– mas de una


sola unión, la unión natural con la mujer, solamente si ella debe tener por
fin la procreación. Posteriormente se agreo a esta obligacion de procrearse
la de la asistencia mutua entre ambos cónyuges31. El matrimonio asumía un
carácter privado, siendo absolutmante verbal hasta el primer exilio, en que
se regalmento la forma escrita.
El Talmud recnoce tres modos de enlace matrimoniales, Kesef: el
marido envía, en presencia de dos testogos, una pieza monetaria (la dote) a
la mujer; Shtar: una convención escrita; Bia: La cohabitación carnal. Los
doctores reprimieron energicamente el primero y el último de los
procedimientos, por ser contrarios a la moral.
Tenía el matrimonio hebreo –y sigue conservándolas aún- tres frases
sucesivas que la ley rabinica prescribe en forma detallada y minuiciosa 32.

3. a) PROMESA DE MATRIMONIO (SHADUSHIM). – Acto puramente


civil, sin ingerencia de la ley ni de la religión. Los futuros cónyugues se
comprometían moralmente y de honor, siendo análogos a los noviazgos de
hoy. Su sinónimo gramatical es del esponsales. Los prometidos son
legamelmente casados. La novia es denominada esposa, el novio es llamado
yerno33. La mujer era reputada

30 Génesis, capitulo I, versiculo 28.


31 Génesis, capitulo II, versiculo 24; oseas, capitulo III, versiculo 3, Malaquías,
capitulo II, verisiculo 14 y 16.
32 El código de Manú adminte ocho clases de matrimonios: 1º El de Brahma,
cuando un padre adereza y viste a su hija y la entrega a un hombre sabio y viruoso.
(Debe entregarla – afirma Capdevila -, es decir desligarla e su hogar y de su culto para
que entre en el hogar y el culto del marido.) 2º El de los dioses, cuando aquello ocurre en
el acto de celebrarse un ceremonia religosa y se enmarida la hija con el celebrante.
3º El de los rixis, cuando el padre entrega a su hija, confome a la ley, depues de haaber
recibido el noviom un toro y una vaca. ( No obstante, ni el toro ni la vaca importaran
una recompnesa, sino que ambos serán sacrificados en una fiesta religiosa.) 4º El de los
pradjapatis, primero seres del mundo, padres delas criaturas, cuando el padre honra al
yerno con la entrega de su hija, diciendo: “Cumplid ambos con vuestro deber”. 5º el de
asuras, cuando previamente el novio ha hecho regalos a la doncella y sus padres. 6º El
de los grandharvas, músicos de los paraisos de Indra, cuando las nupcias se celebran
por puro amor, en virtud solamente del mutuo consentimiento. 7º El de los Raksasas,
genios malévolos, demonios, en caso de que mediara estupro, rapto o violencia a mano
armada. 8º El de los pizachas, vampiros, cuando el novio posee a la mujer.
A.Capdevila: El Oriente Jurídico, pág. 33
33 Génesis, capitulo XIX, versiculo 12.
DERECHO HEBREO 257

como esposa auténtica y su infidelidad se calificaba de adulterio,


siendo merecedora de la última pena 34 La promesa de matrimonio no
puede ser violada ni deshecha, a no ser por la muerte de uno de
los cónyuges, o por una repudiación. El lapso que mediaba entre los
esponsales y el verdadero casamiento podía ser hasta de un año
para una virgen y de solo un mes para una viuda 35 . Durante este
intervalo, la mujer (arusá) era la esposa legítima del otro esposo,
desde todos los puntos de vista.
Después de los esponsales, se conocía una segunda fase del
matrimonio.
4. — b) EL NOVIAZGO (KIDUSHIN). — Constituía el acto más
importante del matrimonio y se llevaba a cabo delante de las
familias de ambos contrayentes, reunidas, en presencia de testigos,
amigos y extraños, con intervención de la religión y de la ley 36 .
Cumplida la ceremonia, el matrimonio quedaba perfecto desde el
doble punto de vista, legal y religioso 37.
Pero aun falta una tercera etapa para que el matrimonio se
considere concluido.

5. — C) EL MATRIMONIO PROPIAMENTE DICHO (NISUIM)


—.
Se basa en la convención escrita, a la que nos hemos referido como
última fase de la evolución del Derecho matrimonial en Israel.
Dicha convención era redactada antes de toda ceremonia y su
fórmula era más o menos la siguiente: "El día... del mes... del
año de..., según nuestro modo de contar, Salomón, hijo de David,
dijo a Raquel, hija de Simeón, que es virgen: Ruégote que

34 Deuteronomio, capítulo XXII, versículo 23 y siguientes.


35 Ketubót, 57 a.
36 Kidushin, 65, a.
37 a palabra kidushín significa casamiento. Proviene de kadosh, santo,
santificar. El matrimonio es considerado entre los judíos como un acto de
santidad, la Guemará dice que se da este nombre al matrimonio para
indicar que el marido defiende a su mujer ante todo el mundo como una
cosa sagrada, es decir, que a mujer se vuelve sagrada para todos los
hombres, que deben respetarla. Mientras que a Biblia no tiene más que una
expresión profana para designar el matrimonio, como el verbo laka, tomar
una mujer, como también as palabras atinas y griegas adoptadas por a
I glesia que designan el acto del casamiento y que no tiene n nada la de
sagrado; e l Talmud solo llama al matrimonio kidushí, de ahí, me K ayesh, el
que esposa una mujer; me kodeshe t, la esposa; todas estas palabras vienen
de kadosh, santificar la fórmula rabínica que el novio debe pronunciar
dirigiéndose a la novia para cumplir el acto del matrimonio es: H ar e at me
k u d e sh e t l i, s i n a cua l e l m a tri mon io e s nulo , si g ni f i ca : T e quiero
san tif icad a p ara mi. Sin esta fórmula, aun en a actualidad, el matrimonio
judío es nulo.
MATEO GOLDSTEIN 258

seas mi esposa según la Ley de Moisés y de Israel; y yo, con la


voluntad de Dios, estaré lleno de atenciones y cuidados para
contigo; yo te honraré, te mantendré, proveeré a tu alimento y a tu
vestido, según costumbre de los maridos hebreos que honran, man-
tienen y visten a sus mujeres como conviene. Te doy, en precio de tu
virginidad, 200 zuzin, que hacen los veinticinco dineros de plata que
te están señalados por la ley. Además del alimento, del vestido y de
lo demás necesario, te prometo el deber conyugal conforme al uso
de todos los pueblos del universo...; y Raquel consiente en ser
esposa de Salomón, quien de su libre voluntad añade a la dote la
cantidad de... Los bienes que la mujer lleva al matrimonio se
han estimado... y el marido confiesa y reconoce haberlos recibido
y ofrece conservarlos en su poder, custodiándolos como fiel depositario de
todos ellos; lo que declara en los términos siguientes: recibo bajo mi
custodia, y me constituyo responsable de todos los bienes dotales o
no dotales que mi esposa ha traído al matrimonio, como asimismo
de los que pueda adquirir más adelante, ya sean aumento de la
dote o de cualquier otra calidad. Obligo no sólo en mi nombre,
sino también en el de mis herederos y sucesores, todo lo más
precioso que yo tengo, lo que poseo y pueda adquirir, ya sean
bienes muebles o inmuebles, a la seguridad. Así de la dote y demás
bienes traídos al matrimonio, como de los que se adquieran
después, de cualquier clase o calidad que sean. para que mi esposa
pueda haberlos, así durante mi vida como después de mi muerte, a
cuya seguridad hipoteco todos los míos, hasta la ropa que tengo
sobre mis hombros; a todo lo cual me obligo y prometo cumplir, no
tanto por la formalidad de este contrato, aunque de él me hubiesen
de resultar muchas ventajas, a las cuales renuncio, cuanto por la
fuerza y efecto ordinario de todos los contratos de matrimonio que
están en uso entre los israelitas, conforme a la tradición y a los
preceptos de nuestros rabinos de piadosa memoria. Por todo lo
cual, y para que este acta sea firme y valedero entre nosotros, lo
firmamos en el mismo mes y año que se ha citado arriba."
El contrato matrimonial, cuyo texto acabamos de dar y que aún se
acostumbra suscribir entre los israelitas, es denominado ketubá y
el término es dado por la Mishná y el Talmud para designar el
acto que encierra el conjunto de las estipulaciones y de las
promesas hechas por el marido a su mujer en ocasión del
matrimonio 39.

38 A estar a la interpretación del doctor J. M. RABINOWICz, la


p a l abra ketubá proviene de katob, escrito. Esta palabra indica las
obligaciones del marido hacia su mujer para el caso de divorcio o viudedad, es
DERECHO HEBREO 259

Según se desprende de su contexto, eran nueve las


obligaciones estipuladas, y consisten en:
1º ) Promesa del marido de honrar a su mujer, de
alimentarla y generalmente de subvenir a todas sus necesidades,
según sus facultades y sus medios; además si caía en cautiverio,
debía pagar su rescate;
2º ) Atribución por el marido a su mujer de una viudedad
que es la dote que el marido constituye a favor de su cónyuge, sobre
sus propios bienes, para el caso de fallecimiento, asignándole un
valor determinado: según los rabinos, era condición indispensable
para la validez del matrimonio 39;
3º ) Promesa del marido de cumplir el deber conyugal 40 ;
4º) Evaluación de la dote y de los aportes de la mujer;
5º) Atribución del marido a la mujer de un suplemento del
bien de viudedad 41;
6º ) Hipoteca constituida por el marido sobre todos sus
bienes, presentes y futuros, a favor de la mujer, para afianzar los
que aquella haya aportado, incluso su dote; esta hipoteca era
válida para antes como para después de la muerte del esposo;
7º ) Promesa del marido de dejar a los hijos varones la
herencia exclusiva del derecho de viudedad de la madre, sin
perjuicio de los derechos que ellos puedan tener concurrentemente
con los hijos de otro tálamo, a la sucesión paterna;
8º ) Estipulación de que después de la muerte del marido, si
dejaba hijas les será provista su alimentación y sostén sobre la
sucesión del padre, mientras permanezcan célibes o hasta que
lleguen a la mayor edad (doce años y seis meses cumplidos);
9º ) Derecho para la viuda de continuar habitando el
domicilio conyugal, donde se le proveerá su sostén hasta la
oportunidad en que ella reclama su derecho de viudedad 42.
decir, los derechos de a mujer, divorciada o viuda, de reclamar a suma
legal de 200 o de 100 denares. La palabra ke tubá se aplica por extensión l
compromiso mismo, aun cuando el marido no hubiera escrito nada.
39 Ketubót, 107 b.
40 Éxodo, capítulo XXI, versículo 10.
41 Ketubót, 1/2.
42 Refiriéndose a la condición de la mujer en el Oriente, y
especialmente entre los árabes, dentro de los preceptos del Corán, dice un
autor mode rno: "La situación le gal de a muje r casada, tal como se hala
establ e c i d a e n e l C o rá n y s u s c o m e n ta d o re s , s u p e ra e n v e n t a j a s a l a de
a mujer europea, pues no sólo recibe dote, sino que conserva la posesión de
sus bienes personales, sin estar de ningún modo obligada a contribuir a
l o s g a s to s d e a c a s a ; y s i a re p u d i a n , h a d e re c i b i r l o n e c e s a r i o p a ra
subsistir; y si enviuda, vive a costa de la sucesión durante un año, y recibe
en herencia una parte de los bienes del difunto."
Ahora bien, si comparamos ésta condición con los deberes que surgen
260 MATEO GOLDSTEIN

6. — CONDICIONES DE VALIDEZ DEL MATRIMONIO. — Conforme


a los textos de la Ley bíblica y del Talmud, eran exigibles las
siguientes condiciones para la validez del matrimonio:
1o ) La edad requerida. La Biblia en este punto, como en to-
dos cuantos se refieren a la edad de las personas, guarda un
silencio absoluto. El Talmud no es categórico en cuanto a la edad
para casarse y son interesantes las discrepancias de los rabinos,
sobre este punto, ya que mientras algunos propiciaban la edad más
tierna, otros combatían la tendencia de contraer nupcias a edad
muy temprana. Según el Talmud 43 , la edad conveniente para
casarse es la de dieciocho años. Pero el matrimonio se juzgó válido
desde la pubertad: 13 años para los varones y 12 años y medio
para las mujeres 44.
2º ) Consentimiento de los tutores. — Desde luego, era
necesario el consentimiento de las personas que tenían el derecho
de potestad; en primer lugar, del padre; en su ausencia, de la
madre y de los hermanos.
3º ) Consentimiento de los contrayentes. — Si bien el padre
tenía facultad para entregar a la hija en matrimonio, el
consentimiento de ésta era indispensable y aun el conocimiento
personal entre los contrayentes. La hija podía incluso rebelarse
contra la autoridad paterna, si el esposo que se le discernía no
era de su agrado. Si la mujer alcanza la primera mayoridad
(llamada naarut) ella puede casarse y lo que ella gana con su
trabajo, le pertenece, afirma el Talmud. Si ella alcanza la
mayoridad completa (bagrut) no necesita el consentimiento del
padre, y es libre para contraer matrimonio.
Carentes de capacidad para discernir, los dementes y los
idiotas no podían contraer matrimonio. A las tres condiciones de
validez del matrimonio, Emmanuel Weill agrega una cuarta: La
obligación de la hija heredera de casarse en su tribu paterna.
Conforme a una regla bíblica, el error sobre la persona no
anula el matrimonio; no así, cuando el matrimonio se ha contraído
entre personas que están legalmente impedidas para casarse".

para el marido judío, del contrato matrimonial que acabamos de transcri-


bir, se llega fácilmente a la conclusión de que existen profundas diferencias
entre a concepción jurídica y moral de l legislador hebreo y las del Islam.
Para los creyentes en Mahoma, a mujer no dejará nunca de ser una
cosa comprada, bajo alguna garantía le gal; para los de a fe mosaica, la
mujer es quien, a cambio de pocas y fundamentales obligaciones, goza de
las más amplias seguridades morales y económicas.
43 Avot, 5-21.
44 Nidá, 44.
45 Génesis, capítulo XXIX, versículos 20 y siguientes.
DERECHO HEBREO 261
Los allegados de los novios se ocupaban del pedido en
matrimonio y de las negociaciones preliminares. Según
testimonios de la Biblia, entre las familias israelitas, el aporte de
una dote al matrimonio era indispensable. Si el padre era pobre,
la comunidad debía proveerla. En caso de fallecimiento del padre,
antes del matrimonio de la hija, los herederos estaban obligados a
proporcionar la dote, que debía ser deducida del acervo
hereditario antes de toda otra carga 46.
7. — CASAMIENTOS MIXTOS. — En términos generales, los
matrimonios con extranjeros estaban prohibidos por la legislación
mosaica. Según Pastoret, la prohibición fue una "idea que inspiró la
religión a la política". El Génesis 47 admite, sin embargo, una
excepción a la regla, pero con la condición expresa de que el
extranjero adopte la Ley de Moisés y se circuncide 48. El Exodo
46 Ketubót, 68 a.
H e a q u í c ó m o s e e fe c tú a e l c a s a m i e n to e n t re l o s m u s u l m a n e s , d e
acuerdo con prácticas tradicionales que no han sido modificadas hasta hoy,
pues que no es miste rio el de que los pueblos orientales conse rvan, sin
evolución, sus usos y costumbres, como si allí el progreso se hubiere de-
te n ido . G USTAVO L E BON rel a ta : "Cua ndo u n jove n qu ie re re nu nci a r a l a
v ida de so l te ro , e n com ie nda a u na mu je r de e dad que va ya a ve r e n as
familias as muchachas casaderas; y en virtud de a descripción que ésta l e
h a c e d e a s c u a l i d a d e s f í s i c a s y m o ra l e s d e l a s q u e h a v i s to , e l i g e y
encomienda a la misma persona que haga a demanda. a futura tan solo es
consultada por e l bie n parecer; pe ro como no ha de ver al solicitante hasta
que esté casada carece de motivos para rechazarlo. Entonces el pretendiente
entra en relaciones con el padre, a fin de estipular el dote que e n t r e g a r á . . .
a n o v a n o p a s a a l p o d e r d e s u m a r i d o h a s t a a l c a b o d e algunos días,
después de varias fiestas, que se procura se an lo más bril l a n te s p o s i bl e ;
c u b i e r ta c o n u n v e l o , a j o v e n v a p ri m e ro a l b a ñ o , c o n d ucida
procesionalmente, entre gran concurso de amigos y de músicos; al salir del
baño, regresa a la casa paterna, donde tiene lugar un festín; tan sólo al día
siguiente, a envían a casa de su marido, bien velada, y con un numeroso
acompañamiento, precedido de músicos, de bailarines, luchadores y bufones. a
casa está adornada e iluminada para recibirla, y cuando todo el
acompañamiento se ha marchado, entonces el marido puede quitar el v e l o
a s u e s p o s a y v e ra p o r p ri m e ra v e z ." — G . L E B O N : L a c iv il iz ac ió n de los
árabes, página 189.
47 Génesis, capítulo XXXIV, versículo 14 y siguientes.
48 a circuncisión, impuesta como un deber religioso impostergable e
i n e l u d i b l e p a ra l o s j u d í o s , l o f u e y l o e s e n e l m i s m o g r a d o p a r a l o s
árabes. G USTAVO L E B ON , refiriéndose a ésta obligación entre los creyentes en
Mahoma, dice: "El nacimiento de los hijos da lugar a algunos regocijos entre
los árabes, bien que sin salir del hogar doméstico. Pero a circuncisió n , que
se p rac ti ca e n todo s los n i ños va ro ne s , se ce le bra po r e l co ntrario con
regocijos públicos. Verificase generalmente entre a edad de seis y siete años.
El chico que debe sufrirla es paseado con gran pompa por a ciudad, cubierto
de rico traje, el rostro tapado con un velo, montado en
262 MATEO GOLDSTEIN

nos dice que queriendo Dios renovar las condiciones del pacto con el
pueblo de Israel 4 9 , prohíbe a los hebreos el casamiento con
extranjeras, por exponerse a inclinar insensiblemente a los hijos a
ciertos excesos. La prohibición se renovó en el Deuteronomio 50 y
en Libro de Josué 51.
Esdras, conocedor de que muchos judíos habían tomado mu-
jeres extranjeras e idólatras, reunió al pueblo en una asamblea
general y obligó a los maridos a que las despidiesen. "¿Cuál era la
causa de esta diatriba contra las mujeres extranjeras? Sin duda, las
dos deportaciones a Babilonia y la dispersión general habían
causado la ruptura de muchos hogares. La afluencia a Jerusalén,
después de la restauración, trajo a las mujeres de las naciones
vecinas que parecían haber enajenado las afecciones de judíos
respetables, y abundaban las demandas de divorcio. El profeta
Malaquías dice a este respecto que el favor de Dios había sido suplan-
tado"52.
La prohibición de la ley de casarse con extranjeras parece no
haber ido más lejos que con respecto a las mujeres provenientes de aquellos
pueblos que descendían de Canaán. La razón de ello radica en que dicha
tierra había sido prometida a los hijos de Isaac y Jacob, a quienes Jehová
ordenó: No te inclinará a sus dioses, ni

un caballo magníficamente enjaezado y escoltado por niños opulentamente


vestidos. El barbero, encargado de a circuncisión, se coloca al frente del
cortejo, con los músicos; cerrando la marcha, varias mujeres que dan voces
particulares en señal de alegría. Asi se encaminan a la me zquita, la cual
con motivo de aquel suceso está iluminada; y de aquí se regresa a la casa
paterna, donde se sirve un festín, con frecuencia seguido de una re-
presentación teatral. Generalmente, el barbero procede a la circuncisión
después de la comida; y mientras opera, la música toca los platillos para
a h o g a r l o s l a m e n t o s d e l p a c i e n t e . . . " — G . L E B o n : O b r a c i t a d a , p á g i nas
188 y 189.

Según a creencia mosaica, a circuncisión significa el pacto celebrado


e n t re e l D i o s d e I s r a e l y s u p u e b l o . "Y a d e s d e l o s ti e m p os d e A b ra h a m —
afirma ALGAZI— Dios basa su pacto con Israel en a circuncisión. Desde
este momento el rito se convie rte e n símbolo, hasta que los profe tas, en su
moralización del espíritu humano, llegan a expresarse así: Circuncidad
vuestros corazones. Con esta expresión, a circuncisión adquiere todo un
se n tido si mbóli co . O cho d ías de spué s de su n ac im ie nto, todo ni ño bie n
constituido debe ser circuncidado." a razón de esta práctica, según los
comentarios más autorizados, a más de un sentido religioso es de alta fina-
lidad higiénica, ya que, conforme al juicio de eminentes celebridades
médicas contemporáneas, la existencia del prepucio predispone a varias
formas de hábitos viciosos y es nido de diversas exteriorizaciones patológicas.

49 Éxodo, capítulo XXXIV, versículo 16.


50 Deuteronomio, capitulo VII, versículos 3 y 4.
51 Libro de Josué, capítulo XXIII, versículos 12 y 13.
52 MARÍ A WELLES CLAPP: El An tiguo T estamen to y la Mujer.
( M a l a quias, capítulo II, versículos 11, 14 y 16).
DERECHO HEBREO 263

los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del
todo y quebrantarás enteramente sus estatuas 53. La seguridad de
que las mujeres introducirían desarmonía en la vida institucional y
religiosa de Israel, impulsó a los profetas para ratificar la pro-
hibición bíblica, en medio de imprecaciones y amenazas. El mayor
temor lo constituía, la circunstancia de que los hijos de dichas mu-
jeres hablaban la lengua de la madre y ninguno de ellos podía hablar
la lengua hebrea 54.
Una ratificación de que la prohibición de los casamientos mixtos
se refería especialmente a las mujeres cananeas, la encontramos
en la comprobación de que el famoso rey Salomón casó con una
egipcia; la célebre Ruth era del país de Moab 55 . Moisés mismo
contrajo matrimonio con una extranjera, Séfora, hija de Jethro, del
país de los madianitas. Sansón casó con una filistea 56.
Según Emmanuel Weill, y no obstante los episodios señalados, la
prohibición de los casamientos mixtos no sólo alcanzaba a las
mujeres provenientes de Canaán, sino a los siguientes pueblos:
Heteos, Gergeseos, Amorreos, Persas, Heveos, jebuseos, "para
impedir que los hebreos cayesen en sus supersticiones y costum-
bres inmundas" 57 La prohibición se extendió también respecto de los
Moabitas58, los Amonitas59, los Idumeos y los Egipcios 60.
Cabe destacar que la prohibición se refería a las mujeres y no
regía para los hombres, siendo ello confirmado por las normas
establecidas en la Biblia para el casamiento con cautivas 61 .
Pastoret, refiriéndose a éste pasaje de la Biblia, afirma: "Pero es
necesario advertir que este matrimonio ni era irrevocable, ni le
acompañaban otras muchas circunstancias que tenían los demás; y
así, añade la Vulgata, que si en adelante dejase de amar a la
esclava, deberá enviarla libre, sin que pueda venderla ni servirse de
su poder para oprimirla, a causa de la humillación en que ha estado."
Los rabinos ofrecen una interpretación del texto bíblico, que
contradice lo expresado por Pastoret. Según ellos, los judíos
tenían el derecho de usar de las cautivas una sola vez; pero si pasa-
ban de aquí, contraían en el hecho mismo la obligación de casarse
53 Éxodo, capítulo XXII, versículos 24 y siguientes.
54 Libro de Nehemías, capítulo XII, versículo 24.
55 Libro de Ruth, capítulo I, versículo 4.
56 Jueces, capítulo XIV, versículo 3.
5 7 É x o d o , c a p í t u l o X XI I I , v e rs í c u l o s 2 8 y 3 3 ; c a p í tu l o X X X I V , v e r-
sículo 15 y siguientes; Deuteronomio, capítulo VII, versículo 1 y siguientes.
58 Números, capítulo XXV, versículo 1.
59 Deuteronomio, capítulo XXII, versículo 3.
60 Deuteronomio, capítulo XXII, versículos 7 y 8.
61 Deuteronomio, capítulo XXI, versículos 11-13.
264 MATEO GOLDSTEIN

con ellas, pero cumpliendo todos los preceptos de la Ley bíblica y


rabínica.
Louis-Germain Lévy destaca cuánta delicadeza se desprende
de los versículos de la Biblia, al referirse a la mujer cautiva. En
efecto, el Deuteronomio expresa: Cuando salieres a la guerra contra
tus enemigos, y Jehová tu Dios los entregare en tu mano, y
tomares de ellos cautivos; Y vieres entre los cautivos alguna mujer
hermosa, y la codiciares, y la tomares para ti por mujer; La
meterás en tu casa; Y ella raerá su cabeza y cortará sus uñas; Y se
quitará el vestido de su cautiverio, y quedaráse en tu casa; y
llorará a su padre y a su madre el tiempo de un mes: y después
entrarás a ella, y tú serás su marido, y ella tu mujer; Y será, si no
te agradare, que la has de dejar en su libertad; y no la venderás por
dinero, ni mercaderías con ella, por cuanto la afligiste 62.
En muchos pasajes de la Biblia se menciona la existencia, en
Israel, de casamientos mixtos; también hace referencia a ésta clase
de uniones conyugales que, por razones políticas, fueron desbara-
tadas por virtud de la prédica de los conductores del pueblo y espe-
cialmente de los profetas. Unos y otros temían la influencia de
mujeres de otros credos sobre la vida de relación y en la educa-
ción de los hijos. Y ya se sabe cuán grande ha sido la influencia de
la mujer israelíta en ésta materia.
Recuérdase que al regreso de Babilonia no faltaron dirigentes
espirituales de Israel que anatematizaron los casamientos con mu-
jeres extranjeras e incluso llegaron a la crueldad de exigir las se-
paraciones.
En aras del Dios monoteísta, del Unico, muchas veces en la
historia se han consumado actos que a través de los siglos se nos
presentan con todas las características de la crueldad; pero en los
días de la formación nacional de un pueblo, éstos sacrificios se
hacen necesarios y hasta justificables en prenda de un ideal su-
perior. Cabe agregar que en todos los casos, las mujeres extranje-
ras, forzadas a abandonar el hogar formado, fueron atendidas de
modo que no cayesen en la miseria o fueren pasto de la concupis-
cencia.
Pero la prohibición de los casamientos mixtos, en el seno del
pueblo de Israel no se ha esfumado en los tiempos bíblicos. Aun
hoy subsiste con incalculable vigor, en casi todas las comunidades
israelitas que pueblan la tierra. ¿Cuál es su lógica? ¿Qué argumentos
se hacen gravitar?
Isaac R. Algazi, autor moderno, al referirse al tema de los ca-
samientos mixtos, dice: "Estos casamientos están prohibidas por la
62 Deuteronomio, capítulo XXI, versículos 10 a 14.
DERECHO HEBREO 265

religión. Esta prohibición no es de ninguna manera motivada por


razones de fanatismo y sectarismo religioso, sino, en primer lugar,
por razones de convivencia social. El legislador tuvo primeramente
en cuenta las divergencias debidas a la diferencia de cuna, de edu-
cación y de mentalidad; en segundo lugar, las graves consecuencias
que la incompatibilidad en el matrimonio acarrearía para la edu-
cación de los hijos.
"Los casamientos mixtos —agrega— resultado de una asimi-
lación mal digerida, han adquirido en estos países proporciones.
alarmantes y conviene estar precavido al respecto; no por medio de
la coerción, porque no creemos en su eficiencia, sino mediante la
lógica y la comprensión, a fin de que nuestras juventudes sean
orientadas por sí mismas en la vida que tendrán que seguir por su
bien y por la felicidad de su vida" 63
La restricción sobrevivió a los siglos, y aun en los tiempos
presentes se mira con reproche a quienes sortean la prescripción
bíblica para buscar esposa o esposo fuera de la sociedad israelita.
Entendemos que esta perduración obedece a factores políticos y
nacionalistas con miras a conservar los lazos de unión entre los
miembros de una comunidad que viven en extranjeras tierras y
aspiran a restablecerse en su tierra ancestral, con las formas de
un ente nacional. Ello no obstante, los casamientos mixtos se hacen
de más en más frecuentes, con justa alarma de rabinos y dirigentes
espirituales de Israel; ellos ven en estos casamientos la forma más
factible para el mal de la asimilación y consiguiente desaparición de
individuos y de comunidades que pertenecen a la vieja casa de David.

8. — IMPEDIMENTOS MATRIMONIALES. — Louis-Germain Lévy,


clasifica en tres grupos los impedimentos fijados por la Ley
bíblica y el Talmud para la concertación del matrimonio entre los
hebreos. El primero de los grupos se refiere a todos los israelitas; el
segundo, abarca a ciertas categorías solamente y el tercero involucra
a los impedimentos de carácter temporario.
Antes de entrar al estudio de estos tres grupos de impedimentos
o prohibiciones, cabe dejar sentado que para la legislación hebrea
no existían las restricciones de otras naciones contemporáneas suyas,
fundadas en la desigualdad social o política, para que los hombres
de Israel pudieran contraer matrimonio. El sentido democrático e
igualitario que imperaba en el país y el espíritu de solidaridad
social, que se sobreponía a las diferencias meramente circunstanciales entre
los individuos, se tradujo también en cuanto
63 I. R. ALGAzI: Obra citada, páginas 252 y 253.
266 MATEO GOLDSTEIN

al inveterado propósito de borrar los separatismos internos


eliminando toda jerarquización entre los elementos del
conglomerado humano.
El connubium, que fue entre los romanos atributo inherente a
la condición de ciudadano, no rigió en Israel. En efecto, es ne-
cesario mencionar, al referirnos a las leves de Roma, que en el
Derecho antiguo se hallaban privados del connubium (facultad legal
para contraer justoe nuptice) los esclavos, los latinos y los
peregrinos. Recién bajo Justiniano, y en el deseo de extender los
goces de la ciudadanía, bajo el impulso del factor imperialista, la
prohibición del matrimonio legal se restringió a los esclavos y a los
bárbaros; y va se sabe que por bárbaros conocían los romanos a todos
los pueblos que no pertenecían a la hegemonía de la metrópoli.
Pero no era esto todo. Si el matrimonio entre personas que care-
cían del derecho de la ciudadanía fue imposible, también lo fue
entre habitantes de la misma ciudad; desde los orígenes mismos
de Roma el matrimonio entre patricios y plebeyos está expresa-
mente vedado. La Ley de las XII Tablas estableció una prohibición
absoluta, la que habría de desaparecer con la llamada Ley Canuleia
en el año 308 de la era cristiana. Mucho tiempo después subsistió la
Prohibición del matrimonio entre ingenuos y manumitidos; esta
prohibición fue derogada por las leyes Julia y Papia Popæ.
Por lo demás en Roma existieron ciertos impedimentos, fun-
dados en razón de parentesco consanguíneo y afín, que son
semejantes a los de la Ley hebrea.

9. — IMPEDIMENTOS APLICABLES A TODOS LOS ISRAELITAS.-


a) Incesto: Como hemos dicho al tratar de éste delito, fue el in-
cesto uno de los verdaderamente monstruosos que la Ley mosaica
castigó con la última pena. El concomito con aquellos que llevan la
propia sangre, constituyó para Israel un delito imperdonable e in-
justificable y se mostró particularmente severo —excediendo el
rigor de las le yes en vigencia en los demás países— para los trans-
gresores. "La idea del tabú, común a todos los pueblos primitivos, ha
dejado muchas huellas en la Biblia", afirma Teodoro Reinach. Y
recogiendo esta hipótesis, Louis-Germain Lévy, mencionando la
prohibición del incesto, afirma que se está en presencia de un caso
particular de tabú. "La gran preocupación del legislador hebreo
—afirma— es la de evitar que Israel caiga en el libertinaje pa-
gano. Las relaciones sexuales entre próximos serían destructivas
del afecto respetuoso que debe existir entre los parientes y de la
fuente misma de la pureza de las costumbres familiares."
La Biblia, interpretando el mensaje celestial de Jehová a Moi-
sés, se torna iracunda contra el incestuoso. Y le cortaré de entre
DERECHO HEBREO 267

su pueblo, afirma el Dios implacable, al que se echare con la mujer de


su padre o con su nuera, y cualquiera que tomare a su hermana, hija
de su padre o hija de su madre, etcétera, sobre ellos será su
sangre64.
En consecuencia, los impedimentos fundados en el incesto se
extendían a los matrimonios entre padres e hijos, hermanos y
hermanas, tíos y sobrinas, suegros y nueras, y entre los cuñados.
La Ley musulmana, copiada de la Biblia, establece diversos
im p edimentos para el matrimonio, fundados en los lazos de la
sangre. Así, leemos en el Corán las prohibiciones siguientes: "Os
está prohibido casaros con vuestras madres, con vuestras hijas,
con vuestras hermanas, con vuestras hermanas de leche, con las
madres de vuestras mujeres, con vuestras pupilas y con hijas de
mujeres que han cohabitado con vosotros. Tampoco debéis casaros
con las hijas de los hijos, que vosotros habéis engendrado, ni con
las hermanas."
Los matrimonios por afinidad o por alianza, se encuentran
asimismo reprimidos por la Ley mosaica: así es ilícito el del hijastro
con la madrastra; de la hijastra con el padrastro; del yerno con su
suegra; el de la tía con el marido de su sobrina; el del sobrino con
la mujer de su tío; con la hermana, hija o nieta de su esposa; con la
viuda de su hermano, a no ser en el caso del levirato 65.
64 Levítico, capítulo XX, versículos 11. 12, 13, 17, 19 y 20.
65 Levítico, capitulo XVII. Versículo 6 y siguientes.
M I E L Z I N E R — T h e J e wi s h L a w o f M a r r i a g e a n d D i v o r c e — , c i t a d o p o r
L O U I S - G E R M A I N L E V Y , h a e l a b o ra d o u n a t a b l a d e a s p ro h i b i c i o n e s m a t ri -
moniales por causa de incesto, que damos aquí:
Prohibiciones bíblicas: Extensiones talmúdicas:

A. CONSANGUINIDAD
a) En línea ascendente
1. La madre a abuela paterna y materna.
b) En línea descendente
2. La hija a nieta del hijo o de a hija.
3. La nieta (hija del hijo o de
la hija)
c) En línea colateral
4. La hermana o media hermana a hermana del abuelo.
5. Le hermana del padre a hermana de a abuela.
6. La hermana de a madre

B. A F I N I D A D
a) Por el hecho de su propio matrimonio
8. La hija de a mujer La abuela de a mujer.
7. La madre de la mujer La suegra, madre de a mujer, no
9. L a nieta de a mujer es estrictamente interdicta.
10 . La he rm ana de a mu je r (m ie ntras
vive a mujer divorciada)
MATEO GOLDSTEIN 268

b) Eunucos. Conforme al Deuteronomio66, no entraban en la


congregación de Jehová el que fuere quebrado ni el castrado. Si
bien el derecho de matrimonio no se hallaba condicionado al
atributo de la ciudadanía, en Israel, es indudable que si la
finalidad esencial del matrimonio era el de la procreación, el que
carecía de los órganos naturales, estaba impedido de contraer
matrimonio. Además de la inhabilidad física, cabe creer que el
envilecimiento a que estaban condenados estos elementos estériles
de la comunidad —ya sea por nacimiento o por crueldad de los
hombres—no podían constituir pilares de una familia. En
consecuencia, los afectados por vicios o defectos físicos que
conspiran contra la reproducción de la especie, están comprendidos
entre los impedidos para el matrimonio. El Talmud Yebamot (t.
75) repite la prohibición del Deuteronomio.
c) Adulterio. Una norma inspirada en los más elevados prin-
cipios de la moral, prohibía al matrimonio de la mujer divorciada o
repudiada con el individuo sospechado de haber cometido adul-
terio. La prohibición está contenida en los Tratados Sotá (25) y
Yebamot (24 b), y obedece al propósito de reprimir con severo
castigo a aquel que aparece ante los ojos de la opinión pública como
raptor del honor y de la dignidad de un hogar. Análogo
impedimento existe para el que ha servido como testigo de un
adulterio, el cual bien ha podido testimoniar en falso para lograr la
convivencia con la mujer cuyo presunto adulterio dice haber presenciado.
Respecto al adulterio de la mujer casada, el Código de Manú
contiene la pintoresca norma siguiente: "Se reputará adúltera a
toda mujer que haya estado sola con un hombre el tiempo que basta
para cocer un huevo."
d) Fallecimiento presunto. Por análogas razones de morali-
dad, la Ley rabínica prohibía el matrimonio entre la presunta viuda y
aquel que haya atestiguado haber visto o constarle de cualquier
modo el fallecimiento del cónyuge ausente o desaparecido 67.
e) Bastardos. La condición legal y social de los bastardos era por
demás desdichada. Conforme al texto bíblico 68, no entrará bas-

b) Por el hecho del matrimonio de un pariente


11. a mujer del padre (madrastra) La madrastra del padre o de la
12. La mujer del hermano del padre madre.
13. La mujer del hijo La mujer del hermano de a madre;
14. La mujer del hermano (salvo La mujer del hermano uterino del
en caso de levirato) padre.
La mujer del nieto o biznieto.
66 Deuteronomio, capitulo XXII, versículo 1 y siguientes.
67 Yebamot, 25 a.
G3 Deuteronomio, capítulo XXIII, versículo 2.
DERECHO HEBREO 269

tardo en la congregación de Jehová: ni aun en la décima genera-


ción. Esta situación de verdaderos expatriados en su propia tierra
limitó al extremo los derechos civiles del hijo ilegítimo; y, por su-
puesto, el matrimonio con un bastardo o una bastarda estaba pro-
hibido legalmente 69.
La infracción implicaba no sólo la nulidad de derecho del
matrimonio, sino que imponía a los intervinientes la pena de azotes70.
Pastoret justifica esta prohibición, diciendo: "El rigor y la
severidad con que se trataba a los miserables hijos de un
comercio infame, pues se consideraban excluíos de la asamblea del
Señor hasta la décima generación, puede justificarse muy bien, si es
que una sanción divina tiene necesidad de defensa. Un celo santo
por las costumbres, un grande horror al vicio. Los perjuicios
políticos que trae consigo la prostitución, cuyos estragos son tan
espantosos en las naciones modernas que han tenido la debilidad
de mirar como necesario el abismo de corrupción en que están
anegadas; todas estas consideraciones pudieron contribuir a inspirar
la idea de extender el castigo de los delitos hasta a los mismos
hijos de los delincuentes."
Ahora bien; si los bastardos no podían casarse con una o un
israelita, la ley lo autorizaba para con una esclava o una prosélita.
En el primer caso, incluso los hijos del matrimonio podían llegar a
ser legítimos, al recobrar la libertad su madre, si se considera que el
Derecho mosaico hace que el hijo siga la condición de la madre 71.
Roma distinguió, además de la forma civil y religiosa del
matrimonio, otras que sin dejar de ser lícitas, se constituían al margen
de las formas regulares. Así tenemos el concubinatus, unión de
orden inferior entre un ciudadano romano y una mujer poco
honrada, indigna de formar una familia regular: los hijos
provenientes de este matrimonio eran cognados de la madre y de
los parientes maternos. Además del concubinato, los romanos
conocieron el matrimonio sine connubio, que se podía concertar
entre un ciudadano y una peregrina o una latina, o entre dos
peregrinos. Esta unión era perfectamente lícita, si bien los efectos
no tenían analogía con los de la justæ nuptiæ.
Por último, Roma legalizó el contubernio, o sea el matrimonio
entre esclavos, o entre una esclava y un ciudadano. También en
este caso, el hijo seguía la condición de la madre, sin parentesco
civil con el padre.
69 Deuteronomio, capítulo XXIII, versículo 2; Yebamot, 25a, 49 a.
70 Mishná, de Uxor adult., suspect., Tomo II, capítulo IV.
71 a ley era extremadamente severa con el mamzer, bastardo. Este
término sólo se encuentra dos veces en la Biblia: en el Deuteronomio (ca-
270 MATEO GOLDSTEIN

f) Los "netinim". Eran consagrados al servicio del Templo,


aquellos a quienes Jehová había elegido 72 para servir en el minis-
terio del tabernáculo 73.
El Sumo Sacerdote no podía casarse con una viuda, por la ra-
zón —dice un comentador—de que la viuda no es pura
enteramente, y por la frecuencia con que lleva su pensamiento al
primer marido. Tampoco con una mujer repudiada, porque se
presumía —dice Pastoret— que el hombre que repudiaba a su
mujer no lo hacía temerariamente o por malicia, sino por haber
descubierto en ella alguna cosa contraria a su honor; ni con aquella a
quien había repudiado el leviro, ni con las mujeres impuras. Los
sacerdotes estaban obligados a tomar por esposa una virgen entre
las hijas de Israel, y, según el testimonio de Seldeno, impúber, si se
trataba del Sumo Sacerdote 74.
En consecuencia, varias son las clases de mujeres que son in-
terdictas para la casta sacerdotal de Israel: a) La zoná, mujer de
malas costumbres, o libertina; b) la mujer repudiada 75 ; c) la esclava
o la manumitida 76.
10. — IMPEDIMENTOS TEMPORARIOS. — Algunos impedimentos
para contraer matrimonio asumían el carácter de meramente tem-
porarios; desaparecido el obstáculo que lo imposibilitaba, el
matrimonio podía concertarse libremente.
Así, por ejemplo, una viuda no podía contraer matrimonio
antes de los tres meses del fallecimiento del cónyuge masculino. El
mismo inconveniente existía para la mujer divorciada, que no
pítulo XXIII, versículo 2) y en Libro de Zacarías (capítulo IX, versículo 6); en
ambos casos se lo asimila al hijo n ac ido de la pros tituc ión; manch ado de
vergüenza. El Talmud califica al mamze r como al niño nacido de una unión
incestuosa o adulterina (Tratado Yebamót, 49 a). Pero debe aclararse que el
bastardo solamente se hallaba castigado de exclusión en lo que concierne al
matrimonio; en todos los derechos civiles y políticos estaba asimilado a los
demás habitantes del país.
72 Números, capítulo III, versículo 9; capítulo VIII, versículo 19.
73 "Las interdicciones reactivas al bastardo y al netin se exte ndían a
todos los israelitas. Se consideraba como un mal casamiento (desigual,
morganático) la unión de un israelita, de la asamble a de Jehová, con un
ind iv iduo que de bía su e xis te nc ia al pe cado . Co n más razón de bía mo s-
trarse severo para este sector consagrado del pueblo santo que era a case
sacerdotal y debía rodearse el matrimonio de los pastores de prohibiciones
au n más e s tre c ha s . " — L . G. L É VY : L a F amille d an s l' an tiq u i té Isr aél ite ,
página 191.
74 Levítico, capítulo XXI, versículos 13-15.
75 Levitico, capítulo XXI, versículo 7.
76 Yebamót, 61 a.
DERECHO HEBREO 271

podía volver a casarse antes de haberse cumplido tres meses a partir


de la época en que recibía la carta de repudiación.
Una viuda o una divorciada, en estado grávido, no podían
contraer matrimonio antes del alumbramiento; si la mujer
amamanta, el nuevo matrimonio no podía celebrarse antes de
transcurridos doce meses después del nacimiento de la criatura,
esto es, hasta operarse el destete 77.
En caso de fallecimiento de un pariente cercano, no podía
celebrarse un casamiento antes del lapso de treinta días. Un viudo no
puede volver a casarse, sino después de haber pasado tres fiestas
solemnes desde la desaparición de su esposa. Los sábados y días
festivos, está prohibido a los judíos contraer enlace 78.

77 Yebamót, 41 y 42; Código Rabínico Yoré Dea, 392-1/2.


78 Talmud Betsá, 36/7.
CAPÍTULO XVI

DISOLUCION DEL MATRIMONIO

S UMARIO : 1. Causas de disolución del vínculo matrimonial. — 2. Disolución


p o r m u e r te d e u n o d e l o s c ó n y u g e s . — 3 . D i s o l u c i ó n f o r z o s a o
impu es ta. — 4. D iso lu ción volun tar ia. — 5. a) L a r e pu d iac ió n. —6.
b ) É l d iv o r c io . — 7 . La E s c u e l a d e H il e l y l a E s c u e l a d e S h amai.
— 8. El divorcio en los díversos T ratados y Códigos. — 9. El Código
rabínico de Caro.

1. — CAUSAS DE LA DISOLUCIÓN DEL VÍNCULO MATRIMONIAL. —


Pueden fijarse en tres las causas principales para la disolución del
matrimonio hebreo: 1) Disolución por muerte de uno de los cón-
yuges; 2) Disolución forzosa; 3) Disolución voluntaria: a) direc-
tamente, por repudiación de la mujer; b) indirectamente, por
adulterio.
2. — DISOLUCIÓN POR PENA DE MUERTE DE UNO DE LOS
CÓNYUGES. —
Al tratar la condición legal de la mujer, según los textos bíblico y
talmúdico, hemos señalado la situación de la cónyuge supérstite,
distinguiendo entre la que tenía descendencia del cónyuge fallecido, y
la que no tenía hijos de aquél. En el primer caso la mujer no
estaba sometida al levirato; era la sustituta del marido en la
dirección y administración de la casa. Podía volver a contraer
nuevas nupcias con quien quisiera, sin impedimento alguno, ni
estaba sometida a la potestad de nadie. Todo voto de viuda... con que
ligare su alma, será firme, establece el Libro de Números 1 , dando a
entender con ello que la viuda con descendencia recobraba la plenitud
de su libertad. "La viuda que primitivamente era parte de los bie-
nes sucesorios —apunta Levi— terminó por ser liberada de toda
tutela, volviéndose sui juris."
La viuda no hereda a su marido, pero goza del usufructo de

1 Números, capítulo XXX, versículo 10.


274 MATEO GOLDSTEIN

sus bienes hasta contraer nuevas nupcias. Conserva los bienes que
ha aportado al matrimonio 2 y los que el marido le ha donado.
Atendiendo a las prescripciones de la Ley mosaica, su situación es
más bien holgada y confortable 3 . La Biblia no le impone limita-
ción de tiempo para casarse nuevamente, pero el Talmud consagró
un lapso de tres meses, desde el fallecimiento del marido, a fin de
descartar el riesgo de la confusión de paternidad 4 . En cuanto a la
viuda sin hijos, condenada al levirato, hemos descrito detallada-
mente su situación en el capítulo respectivo y no insistiremos.
Según la Ley romana, a la muerte de la esposa el marido podía
casarse inmediatamente; en cambio, la viuda debía guardar luto
durante diez meses, al menos, y no volver a casarse durante este
lapso, a fin de evitar la confusión de sangre. La violación de esta
regla traía aparejada la infamia para el segundo esposo, para los
descendientes que teniendo autoridad no se habían opuesto al casa-
miento, y para la mujer.

3. — DISOLUCIÓN FORZOSA O IMPUESTA. — Se producía de ple-


no derecho en los casos de flagrante violación de una norma legal
que prohibía el matrimonio. En primer término se trataba de alguno
de los casos de incesto, a que ya nos referimos. También era
extensivo a las ocasionadas por cohabitación imposible. Esta última
causal no está determinada por la Biblia, pero los doctores la han
incorporado al Talmud, siendo numerosas las posibilidades de di-
solución matrimonial a favor de la mujer. De este modo se recti-
ficó la facultad casi ilimitada del marido, para la repudiación de la
mujer.
En los comienzos, éste derecho otorgado a la mujer para dis-
tanciarse de su cónyuge estuvo expuesto a ciertos excesos. Según
testimonios veraces de la época, podía la esposa solicitar la
separación del marido cuando éste padecía la lepra, exhalaba de la
boca o de la nariz un olor fétido, padecía de alguna anomalía en el
rostro o tuviese un vicio repugnante. Pero el abuso llamó a la
reflexión a los doctores, y estos limitaron el derecho de la
mujer a los casos en que el marido se hallase afectado de males
contagiosos, entre los cuales ocupaba el primer lugar la tremenda
enfermedad de la lepra 5.

2 Génesis, capítulo XVI, versículo 3; capítulo XXX, versículo 4.


3 Éxodo, capítulo XXII , versículos 22 y 24; Deu teronomio, capitulo
XIV, versículo 29; capítulo XVI , versículos 11 y 14; capítulo XXIV, ver-
sículos 17, 19 y 21; capítulo XXVI, versículo 12.
4 Yebamot, 42 a.
5 Míshná, de Dote Lttteris que matrim., capitulo VII, 10.
DERECHO HEBREO 275

Al respecto hallamos en el Tratado de Ketubót 6 esta norma: Si


el marido tiene enfermedades, se le obliga a repudiar a la mujer. Y
los doctores deciden que un individuo atacado de lepra debe ser
constreñido a repudiar a su mujer.
La cohabitación imposible, que imponía obligatoriamente el
divorcio, se refiere a los casos siguientes:
1º Un descendiente de la clase sacerdotal (cohanim) ha con-
traído matrimonio con una mujer señalada por el rumor público
como divorciada, siendo éste rumor comprobado y anterior al
matrimonio. El descendiente del cohen estaba obligado a repudiar
a la mujer;
2º La mujer divorciada por causa de adulterio, recibió la
prohibición de su ex esposo de casarse con el cómplice de su infi-
delidad; si lo hace, el divorcio se impone con caracteres forzosos;
3º Todo matrimonio en el que se revelaba alguna prohibi-
ción de la Biblia, debía ser disuelto por el divorcio;
4º El compromiso matrimonial con una mujer determinada,
con la que, según los impedimentos de la Biblia, no se podía con-
traer enlace, debe ser disuelto por divorcio;
5º Todo individuo de la clase sacerdotal debe repudiar a la
mujer que no haya llegado en grado de pureza al tálamo nupcial;
6º Todo matrimonio con una mujer que espera el leviro debe ser
deshecho.
La Ley romana reconocía una forma especial de disolución
forzosa del matrimonio, que no se advirtió en la legislación
mosaica: consistía en la pérdida del connubium a consecuencia de
la reducción a la esclavitud de alguno de los cónyuges. Mas, si
los esposos fueron cautivos simultáneamente y no se suspendió por
ello la convivencia, el matrimonio proseguía sin interrupción, y los
descendientes se consideraban legítimos.

4. — D ISOLUCIÓN VOLUNTARIA . — La legislación hebrea cono-


ció dos formas de disolución voluntaria del matrimonio: a) La re-
pudiación, que se afirma en la Biblia; b) El divorcio, al que dio
vida el Talmud.
5. —a) L A REPUTACIÓN . — Casi todo el Oriente conoció esta
forma de destrucción del vínculo conyugal. Leemos en el Código de
Hammurabi: "Si una mujer ha menospreciado a su marido y le ha
dicho: No quiero ser tuya, será examinada en secreto acerca del
prejuicio de que sea víctima, y si es buena ama de casa, sin tacha
y si su marido sale y la descuida mucho, esta mujer no es
6 Tratado de Ketubót 77a y 77b.
276 MATEO GOLDSTEIN

culpable, puede tomar su ajuar e irse a casa de su padre." Pero en


caso de que esto fuese solamente una argucia de la mujer, con el
propósito de deshacerse del marido, la misma Ley babilónica
preveía que ésta debía ser sumida en la esclavitud, y aun muerta, si
el crimen iba unido al adulterio.
El cristianismo, a pesar de haber bebido en las fuentes del
Viejo Testamento, y de repetir muchas de sus famosas normas de
moral y de ética, jamás admitió ni la repudiación ni el divorcio.
En éste aspecto se aparta en forma radical y definitiva de la Ley
hebraica. El capítulo 19 de San Mateo, al expresar que lo que Dios
juntó que no aparte el hombre, sienta la base de una inconciliable
disidencia con la Ley de Moisés, si bien el Derecho canónico tuvo
que ceder a las imposiciones de la vida y en ciertos países católicos se
impuso el divorcio con el correr de los siglos.
Numerosos autores se han preguntado, de dónde logró el cris-
tianismo este concepto de la indisolubilidad del matrimonio, ya que el
Oriente todo v la propia Roma admitieron, aunque en diversas
etapas. La repudiación v el divorcio. La explicación ha sido dada
por un autor judío, el profesor Blau, quién sostiene. y no le fal-
tan argumentos, de que Cristo y los Apóstoles aprendieron su doc-
trina de una secta de pastores judíos. Según dicho historiador v
exégeta, una corriente contraria a la ruptura del matrimonio ha-
bría hecho cauce entre cierto sector de la población antes del adve-
nimiento de Jesucristo; pero la tendencia sólo pudo extenderse entre
los cristianos, ya que la doctrina, la ley y la enseñanza judías nunca
fueron influenciadas por ésta.
Roma conoció la repudiación, antes que apareciera el divorcio
legalmente afianzado. A pesar de la aseveración de Cicerón de que el
divorcio estaba permitido por la Ley de las XII Tablas, es in-
dudable que la institución no está en consonancia con la severidad
de las costumbres primitivas. Los historiadores romanos sitúan
hacia el siglo VI de la edad cristiana los primeros casos de divorcio
legal. Con anterioridad, sólo existía la repudiación de la mujer por el
esposo. Estando ésta sometida a la manus del marido, solamente éste
podía repudiar en el matrimonio, por causas graves. "Fue so-
lamente en los matrimonios sin manus (por cierto, muy raros) —
afirma E. Petit— donde en ésta materia tenían los dos esposos los
derechos iguales; así que, en efecto, en los primeros siglos apenas
hubo divorcios. Pero, hacia el fin de la República, y sobre todo bajo
el Imperio, habiéndose relajado extraordinariamente las cos-
tumbres, y siendo más rara la manus, podía la mujer con mayor
frecuencia provocar el divorcio hasta el extremo que antiguamente
DERECHO HEBREO 277

los historiadores y los poetas se pusieron de acuerdo para criticar la


facilidad con que se rompían los matrimonios" 7.
Es lo cierto que en Roma existía la repudiación por la voluntad
de uno de los esposos, aunque fuera sin causa. La mujer tuvo este
derecho lo mismo que el marido, excepto la mujer manumitida que
se casaba con el amo 8.
Pero debe establecerse que tanto en Roma como en Grecia, y
entre los hebreos, la primera y más importante causa para la diso-
lución del matrimonio, fue la esterilidad. Siendo que el fin primor-
dial del matrimonio fue el de la procreación, para que la familia y
sus manes no desaparecieran, las parejas que se hallaban inha-
bilitadas para procrear, debían disolverse; o por lo menos, existía
un motívo legal para ello. Fustel de Coulanges, cita a este respecto el
testimonio muy respetable de Herodoto, quién refiere el caso de dos
reyes de Esparta que se vieron obligados a repudiar sus mujeres
porque eran estériles; y en cuanto a Roma, recuerda la difundida
historia que consigna Aulio Gelio acerca de Carviglio Ruga,
hombre de ilustre prosapia, que se separó de su esposa porque no
le daba hijos. Entre los indos, la religión de Manú disponía que
se repudiase a la mujer al cabo de ocho años de esterilidad, y se la
reemplazase por otra. La misma ley, análoga en este sentido al
Libro del Deuteronomio 9 , ordenaba a la viuda el casamiento con el
pariente más próximo del esposo muerto. Esta institución es la que se
conoce bajo el nombre de levirato o leviración.
La Biblia aporta el más vivo testimonio de que Israel conoció el
divorcio —o una institución muy semejante— aun antes de la
aparición de Moisés. El versículo 14 del capítulo XXI del Gé-
nesis nos da noticia acerca del primer caso de divorcio en la
historia hebrea: el patriarca Abraham, esposo de Agar, quien fue
madre de Ismael, se levantó muy de mañana —según el texto bí-
blico— y tomó pan, y un odre de agua, y diólo a Agar, poniéndolo sobre
su hombro, y entrególe al muchacho (Ismael) y despidióla. Y ella partió
y andaba errante por el desierto de Beer-Seba.
En el Deuteronomio 10 hallamos estos preceptos: Cuando alguno
tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en
ella alguna cosa torpe, le escribirá carta de repudio y se la entregará en
su mano y despedirála de su, casa. Y salida de su casa, podrá ir y
casarse con otro hombre. Y si la aborreciese aqueste último, y le
escribiese carta de repudio, y se la entregare en su mano, y la despidiere
de su casa, etcétera.

7 E. Petit: Obra citada, páginas 119 y 120.


8 L. II, pr. D., de divort., XXIV, 2.
9 Deuteronomio, capitulo XXIV.
lO Deuteronomio, capítulo XXIV, versículo 1 y siguientes.
278 MATEO GOLDSTEIN

"Pero, ¿Qué disgusto es el que la mujer debe inspirar al marido


para que se autorice el divorcio?", se pregunta Pastoret; y
responde: "¿Bastará pretextar cualquiera, sin estar obligado a de-
clararlo ni justificarlo? El legislador no señala, ciertamente,
ninguna causa de las que deben motivar el repudio ; pero la
Escritura manifiesta que debe ser alguna cosa fea y vergonzosa:
propter aliquam feditatem. Mas, ¿ cómo debemos entender esta acción fea
y vergonzosa? Aquí es donde los comentadores abren un campo di-
latado a sus conjeturas, y los casuistas hebreos a sus interpreta-
ciones. Hacia el fin de la República de los Judíos, se levantaron dos
famosas Escuelas, cuyos jefes eran Shamai e Hilel, defendiendo
en éste punto sentencias opuestas y contradictorias. El primero li-
mitaba el repudio al solo caso en que la esposa hiciere alguna
acción deshonesta, turpitudo rei, como si se presentase al público
con la cabeza o con los brazos desnudos, o si llevase puesta la ropa
de una manera indecente. El segundo establece como suficiente
motivo para el divorcio todo lo que sea desagradable al marido en
las acciones de su mujer, en su carácter o en su constitución fí-
sica, extendiéndose aun al caso en que la mujer no condimentase
los alimentos a gusto del marido" 11
Según la Escuela de Hilel, el repudio podia estar originado no
solamente por causa de adulterio, sino por otras causas, en cuyo caso
el marido no estaba obligado a dar los motivos de su actitud. O
puede dar un motivo que resulta fútil, como el de que no ha
condimentado bien la comida, reservándose el auténtico. Rabi
Akiba llevaba la tesis a sus últimos extremos, afirmando que in-
cluso puede el marido afirmar el repudio en la circunstancia de
haber encontrado una mujer más bella. Es evidente que la Escuela
de Hilel no admitía, ni mucho menos, que la repudiación pudiera
fundarse en una mala comida y que rabi Akiba no aceptaba tam-
poco que por haber encontrado una mujer más bella que la pro-
pia, el divorcio estaba justificado... Pero la Escuela nombrada y
el ilustre talmudista estaban de acuerdo en que el marido tenía el
derecho de divorciarse sin estar obligado a dar la razón de su
conducta, ni exteriorizar una causa plausible. Pero conforme a la
explicación de la Mishná 1 2 , era bastante que el marido diera a su
mujer una carta de divorcio, para que el divorcio quedara perfecto,
aunque no se expresara el motivo: él no está forzado de volverla
a tomar y ella podía casarse con quien quisiera. Del mismo modo,
la mujer no debía dar motivos fundados ni plausibles para resistirse
a proseguir la vida en común, alegando que le re-

11 PASTORET: Obra citada, página 202.


12 Guitin, fol. 90.
DERECHO HEBREO 279

sulta insoportable, simplemente. Y si transcurrido un año, no hay


posibilidad de reconciliación, el marido estaba obligado a entre-
garle una carta de divorcio.
En cambio, según la otra Escuela, la de Shamaï, el divorcio no
era posible sino por causa de adulterio —lo cual significaba
mantener con violencia un hogar desquiciado, cuando no se podía
invocar —por el marido o la mujer— una infidelidad conyugal.
Por lo demás, contrariamente a la Escuela de Shamaï, si el
marido ha dado una carta de divorcio a su mujer, sin mediar causa
de infidelidad, él estaba obligado a retomarla.
Desde luego cabe aclarar que la Biblia no se refiere al divor-
cio, en el concepto talmúdico de la institución. La Biblia no habla
de divorcio. Para la Biblia no existe más que repudiación, etapa
previa a la separación en los términos que el Talmud determina y
según se transfirió a la mayoría de las legislaciones modernas.
En general, el Oriente no conoció otro tipo de disolución
matrimonial que la repudiación. El esposo era el amo, y algunas
veces, el Dios mismo, y éste, por su santa e indiscutible autoridad,
podía apartar de si a la mujer y a los hijos.
La repudiación constituye un acto unilateral, en el cual no
interviene otra voluntad que la del esposo. Los pasajes del Génesis y
del Deuteronomio, que hemos citado, son típicas expresiones de esa
voluntad marital. "Aquí el marido es el único juez, la justicia no
interviene" —afirma un comentador.
Y para repudiar a una de sus mujeres, o a la única esposa,
era bastante que hallase en ésta alguna cosa torpe, desagradable ante sus
ojos —o sencillamente porque ha descubierto una mujer más
agraciada que la suya— y la sentencia era dictada por el marido
per se, sin necesidad de dar cuenta a nadie.
La serie de las repudiaciones se había hecho tan numerosa,
que amenazaba la estabilidad de la familia v la propia superviven-
cia de la nación. Los abusos eran frecuentes e hicieron meditar a
los conductores de la grey acerca del peligro imperante. Hubo
necesidad de inventar la carta de repudio, a que se refiere el Deu-
teronomio, que ya de por sí constituía una dilación y un
inconveniente, ocurriendo muchas veces que la reconciliación venía
antes de cumplirse con la formalidad de la carta. "Por fortuna —
dice León de Módena— está sujeto el divorcio a tantas
formalidades y dilaciones, que antes que el libelo de repudio se
haya escrito y presentado a la mujer, tiene el marido tiempo
suficiente para arrepentirse y reconciliarse con ella..."
Pero, así como la Biblia en los preceptos más arriba citados
establecía un trámite excesivamente sumario para la repudiación, no
dejó de prever dos situaciones en que la repudiación se hacía
280 MATEO GODLSTEIN

imposible para el marido. Y estas son las que están contenidas en el


Deuteronomio 13 , que se refiere al cónyuge que haya esparcido mala
fama acerca de su mujer, y el que está contenido en el mismo
Libro 14 , que se relaciona con la obligación de contraer matrimonio
con la victima de la violación. En ambos casos, el derecho a
repudiar a la mujer estaba suprimido radicalmente, y salvo la
oposición de ésta a seguir viviendo con el marido —en el caso de las
imputaciones calumniosas, o a casarse con el violador— la repudia-
ción se hallaba prohibida.
Los paganos antiguos no conocían, ni exigían acta de divorcio.
Era suficiente que el marido despidiese a su mujer, o la arrojase
simplemente de su hogar, para que la separación estuviera
consumada. Entre los chinos, el esposo se limitaba a devolver la
mujer al hogar paterno, y cuando más escribía una atenta misiva
a sus padres, para excusarse y explicar los motivos de la
repudiación. Pero esa carta carecía de valor legal, pues el divorcio
estaba concluido y perfeccionado con la sola actitud del cónyuge.
Entre los romanos antiguos, tampoco se usaba ningún documento
escrito; el padre tenía la facultad de arrebatar su hija de la
potestad del yerno y casarla con otro; este solo acto constituía
un divorcio legal.
En la antigüedad clásica, a ningún pueblo se le ocurrió que
fuere preciso redactar un documento especial, para el matrimonio
como para el divorcio o la repudiación. El arte de escribir aun era
un misterio entre la gente del pueblo, y sólo algunos privilegiados
representantes de las clases aristocráticas podían acudir a este
instrumento. Y así como el matrimonio se hacía válido por el sólo
acto de la cohabitación, así también el divorcio se hacía perfecto
con el solo acto de arrojar de sí a la mujer repudiada.
La condición de la mujer repudiada no era del todo penosa.
La Biblia autoriza al marido para que, en cualquier momento —y
siempre que la esposa no se hubiese casado con otro— pudiera
volver a ella; pero si la mujer ha contraído nuevas nupcias y luego
se divorcia, o su segundo marido fallece, no podrá el primero
volver a tomarla para que sea su mujer, después que fue manci-
llada; porque es abominación delante de Jehová 1 5 . Ahora bien,
respondiendo al formalismo de la época, el repudio, como modo de
disolución del matrimonio, sólo se consideraba perfecto una vez
que la mujer había recibido, en propia mano, la carta de
repudiación. Si ello no ocurría de éste modo, y la carta no pudo ser
13 Deuteronomio, capítulo XXII, versículo 13 y siguientes.
14 Deuteronomio, capitulo XXII, versículo 28 y siguientes.
15 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículo 4.
DERECHO HEBREO 281

entregada por ausencia de la mujer, o por hallarse entregada al


sueño, la repudiación era ineficaz, salvo que el marido manifestase,
en presencia de testigos, que era su propósito repudiarla y que
acreditase de una manera fehaciente que la mujer había tenido co-
nocimiento previo de ello.
Es indudable que el libelo de repudiación constituyó un avance
en las costumbres del pueblo y una limitación a la precipitación de
los maridos. Al respecto afirma E. Weill: "Conviene destacar que
la obligación de poner el documento escrito en manos de la mujer
le procuró la doble ventaja de hacerle obtener la prueba de su
liberación, de la facultad conquistada por ella de volver a casarse
y también de garantizarla contra una repudiación precipitada. En
efecto, bajo el régimen primitivo del divorcio verbal, ¿qué hacía
falta para que una mujer fuera arrojada de su hogar? Un arrebato
de cólera, un acceso de mal humor de su marido. No es lo mismo
con la obligación de escribir el divorcio, es decir, de cumplir las
diversas formalidades exigidas para la redacción y envío del acta
de repudiación : búsqueda de t u l escriba competente, constitución de
un tribunal, testigos, etcétera; tantas dificultades ante las cuales el
marido retrocederá tal vez, o por lo menos, le darán el tiempo de la
reflexión que le conducirá a menudo a volver sobre una determinación
muy prematura."
Los rabinos trataron de complicar hasta lo inverosímil los re-
quisitos: por lo pronto establecieron como condición indispensable
para la repudiación la manifestación expresa de la voluntad del
marido; esta se debía exteriorizar por medio de un documento
escrito; el documento debía contener la mención de la fecha, lugar,
nombre de las dos partes y de sus antecesores inmediatos; el ma-
rido debía decir que abandonaba a su mujer, que la repudiaba
libremente y de su voluntad, y que le daba la libertad de poder
casarse con cualquiera otro. El documento debía ir a parar a ma-
nos de la destinataria, en testimonio de la separación, conforme a
la Ley de Moisés y de Israel.
Ahora bien, dentro del sistema de la repudiación bíblica, ¿cuáles
eran los efectos pecuniarios de la separación? La Biblia nada dice
al respecto, pero algunos autores sostienen que la mujer
repudiada tenía derecho a una viudedad —que el marido asegura a
su mujer para el caso de fallecimiento— y que ésta obligación se
hallaba estipulada desde la concertación del matrimonio. "Lo que
resulta de los términos de la Biblia es que, por la repudiación, el
marido pierde definitivamente la suma que había donado al padre
de la hija a título de precio de compra, o que debía remitirle si no lo
había hecho aún. Si la repudiación tenía lugar por falta de vir-
282 MATEO GOLDSTEIN

ginidad, parece, a contrario sensu del texto del Deuteronomio 16 ,


que el marido tenía derecho de obtener la restitución del precio
de compra o de no pagarlo sino había sido aun liberado de ésta
deuda" 17.
Pero si en principio la repudiación constituía una facultad
privativa del hombre, esto es, del marido, no se puede afirmar que
asuma características de absoluta. En efecto, también la mujer, en
ciertos casos, puede usar de ella. Y estos casos se encuentran expre-
samente indicados por la ley 18.
El Talmud es pródigo en la misión de aniquilar el absolutismo
del hombre y enumera numerosos casos en que la mujer puede
lograr que se obligue al otro cónyuge a enviarle carta de repudia-
ción 19.
En ciertos casos, también indicados por la ley, pierde el ma-
rído el derecho de repudiación. Cuando alguno hallare moza virgen,
que no fuere desposada y la tomare y se echare con ella, y fueren
hallados; Entonces el hombre que se echó con ella dará al padre de
la moza cincuenta piedras de plata, por cuanto la humilló: no la
podrá despedir en todos sus días 20 . Igual cosa ocurre cuando
alguien difamare a la propia mujer, alegando no haber llegado
honesta al matrimonio y se descubriese la calumnia 21.
La mujer repudiada vuelve a la casa paterna 22, pero no está

16 Deuteronomio, capítulo XXII, versículos 13 a 19.


17 RENÉE LÉVY: Le divorce juif", página 35.
1 8 J u e c e s , c a p í tu l o XI X , v e r s í c u l o 2 ; D e u te r o n o mio . C a p í tu l o X XI ,
ve rsículo 14; capitulo XXII , ve rsículos 13 y 19; Éxodo, capitulo XXI , ver-
sículos 7 y 11.
19 Ketubót 64a y Código Ebén Haézer, 154.
El profesor BLAU —a quien hemos citado precedentemente— trae un
caso extraordinariamente interesante que fue revelado al ser descubierto
un contrato matrimonial judío escrito en un papiro, llamado de Assouan,
proveniente de una colonia rusa de Egipto, cuya data es de cuatrocientos
cuarenta años antes de a edad cristiana. Dicho documento constituye, sin
duda alguna, el más antiguo de los escritos no bíblicos que se poseen, y
afirma el derecho de la mujer a repudiar al cónyuge masculino. Según la
op inió n de l auto r me nc ionado —c itado po r RENÉE LEVY— e l pap i ro d ice
e xpre sa me n te : 1 º Que los e sposo s pue de n e xi gi r e l d ivo rc io s i p rue ban el
uno hacia el otro una aversión, que no era necesario precisar; 2º Que e l
p re cio de co mp ra se pe rdí a pa ra e l que repud iaba ; e l homb re que re pudia
a mujer, pierde definitivamente el precio pagado, y viceversa, la mujer que
repudia al hombre debe restituirle el precio. — R. LEVY: Obra citada, página
37 y siguientes.

20 Deuteronomio, capítulo XXI, versículos 28 y 29.


21 Deuteronomio, capítulo XXI, versículos 13 a 19; Ketubót, 39 b.
2 2 L e v í tic o , c a p í tu l o X XI I , v e r s í c u l o 1 3 ; J u e c e s . C a p í tu l o XI X , v e r-
siculo 2.
DERECHO HEBREO 283

obligada a ello 23 Puede contraer nuevas nupcias, sin requerir el


consentimiento paterno 24 , apenas han transcurrido tres meses de la
separación 25.
Fue necesario todo un proceso de evolución de los hábitos, y la
acción perseverante y civilizadora de los doctores rabinicos, para que
el procedimiento cruel y primitivo de la repudiación condujera a la
institución que traduce un alto grado de cultura y de civilización:
el divorcio.

6. — b) D IVORCIO . — Según la Ley hebrea, para el divorcio,


excepto en el caso de adulterio, era necesario el consentimiento de
ambos cón yuges. He aquí la diferencia substancial que advertimos: el
repudio era producto de un acto de deliberación del marido; el
divorcio exige que ambos esposos se hallen de acuerdo. Uno de los
casos más típicos de divorcio es el que se producía cuando ambos
esposos eran estériles. Si después de diez años de matrimonio no
habían tenido hijos, siendo imposible determinar quién, de los dos
cónyuges era culpable, la ley los autorizaba para separarse. Si la
mujer volvía a casarse y en el segundo matrimonio tampoco que-
daba grávida, el segundo esposo podía repudiarla y ésta ya no estaría
habilitada para casarse más.
Debe hacerse una distinción respecto a la esterilidad como
causa de disolución del matrimonio y ella debe basarse en el caso
de que la mujer fuere la culpable, o el esposo.
En el primer caso, el cónyuge masculino estaba autorizado por la
ley para escribir una carta de divorcio; va se trate de una enfer-
medad que le imposibilite para la procreación, que haya tenido
antes del casamiento, o adquirido con posterioridad. Pero si bien la
ley autorizaba la repudiación, los doctores rabinicos se afanaron
para restringir ésta facultad marital, por razones de humanidad
con respecto a una mujer que quedaba abandonada y expuesta a
todas las contingencias. Si no se atrevieron a prohibir la repu-
diación en éstos casos, al menos lograron limitarla. Los doctores
siguieron la sabia directiva de Maimónides: "No está prohibido, al
esposo, darle la repudiación y librarse de la obligación de cuidar a su
mujer. Pero las buenas costumbres condenan a los que aprovechan
de ésta disposición de la ley."
Ahora bien, en el caso de tratarse de impotencia del marido, la
mujer estaba autorizada para hacerse repudiar. La cohabitación
durante una decena de años, acreditándose que el causante de la

23 Números, capítulo XXX, versículo 10.


24 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículo 3.
25 Yebamót, IV, 10.
284 MATEO GOLDSTEIN

esterilidad del matrimonio era el marido, autorizaba a la esposa a


demandar su separación y si la esterilidad del primero era evi-
dente, aun no hacía falta esperar diez años para obtener el divorcio.
En realidad la ley no establece de qué modo podía precisarse la
incapacidad del cónyuge, pero los rabinos de Argelia, en una
sentencia que data del año 1860, han ratificado la norma afirman-i
do que la mujer debe ser creída en su declaración (acerca de la
condición estéril del esposo), por las dos razones siguientes: Por-
que la mujer, en su condición humilde y sumisa, no posee la auda-
cia suficiente para mentir impunemente en el propio rostro de su
esposo; 2 º Porque en el caso de denegación del divorcio, pierde su
ketubá.
Debe aclararse que el divorcio en las condiciones que acaba-
mos de explicar no era forzoso para la mujer, sino facultativo.
Existía otro motivo de divorcio, o por lo menos, de otorga-
miento de una carta de divorcio, reconocido por los autores: cuando
el marido marchaba a la guerra, acostumbraba a dejar a su
mujer un documento escrito, del cual podía hacer uso si el marido
moría en acción o era tomado prisionero por más de tres meses.
En los tiempos primitivos, el divorcio reconocía una sola causal
verdadera: el adulterio y la desdichada que fue victima del
mismo, caía en el desconcertó de los habitantes y era tildada como
mala mujer. La introducción de nuevas causales debilitó el efecto
deplorable, y el divorcio fue reconocido como un medio moral de
evitar que las incompatibilidades entre los cónyuges convirtiesen a la
institución básica de la familia en una fuente de inmoralidades y
desgracias. "La moral y la religión —afirma Louis-Germain
Lévy— predican la indisolubilidad del matrimonio hebreo 26 Pero el
legislador está obligado a tener en cuenta las contingencias, a
plegarse a las posibilidades de la naturaleza humana, de tolerar lo
menos bien para evitar lo peor. El no se opondrá entonces a la
ruptura de los lazos matrimoniales."
El motivo más trascendental para el divorcio, en la legislación
rabínica, es el adulterio. Siendo que la familia israelita se hallaba
esencialmente basada sobre el pudor de la mujer, era su inconducta la
que daba lugar, en primer término, a la separación de cuerpos y de
bienes. El Éxodo 27 afirma sentenciosamente: No cometerás
adulterio; el Deuteronomio 28 es aun más explícito en el precepto; el
Génesis 29 da aun la pauta de la exclusividad de la mujer para

26 Génesis, capítulo I, versículo 24; Guitin, 90 b.


27 Éxodo, capítulo XX, versículo 14.
28Deu teronomio, capítulo V, ve rsículos 18 y 21.
29 Génesis, capítulo XXXIX, versículo 9.
DERECHO HEBREO 285

su esposo. La Biblia es estricta e implacable con los que violan el


sagrario del hogar. El hombre no es adúltero por infidelidad a la
mujer, según el concepto bíblico; pero ésta se torna adúltera desde
que convive con un hombre que no es su marido. Esta regla se ori-
gina en la circunstancia indiscutible de que la primera sociedad
hebrea admitió la poligamia.
El hombre no comete adulterio más que si convive con una
mujer casada 30 ; o con una prometida de otro, que para la lev se
asimilaba totalmente a una verdadera casada 31 . Si la mujer es esclava
israelita, existe igualmente adulterio 32 , pero el castigo no es de
muerte, sino simplemente de azotes, para ambos culpables. La viu-
da que se halla en obligación de esperar el levirato, comete adulterio
si tiene contacto con algún hombre 33.
Según se ha dicho, el adulterio era penado con el castigo de
muerte 3 4 . Razón tuvo Flavio Josefo para puntualizar: "Moisés
prohibió absolutamente el adulterio pensando que sería dichoso que
los hombres tengan ideas sanas tocante al matrimonio y que exis-
tiera el interés de las ciudades y de las familias, que los hijos
fuesen legítimos" 35.
Para la Ley bíblica no había adulterio si se probaba que la
mujer lo había consentido. Tampoco había adulterio si el hombre
ignoraba que la mujer era casada 36.
Para probar el delito de adulterio se exigían dos requisitos: 1°
Existencia de flagrante delito. 2° Declaración de dos testigos. Sin
la prueba de ambos requisitos, la mujer era llamada sofá,
sospechosa de infidelidad, pero no se la consideraba plenamente
adúltera. Con la evolución de las costumbres el adulterio no
importó otra pena que el divorcio 37.
Si para la Lev mosaica no existía más causal para la sepa-
ración que la del adulterio, y el marido fue, en principio, el único
que podía ampararse en la repudiación, el sistema se modificó pro-
fundamente durante la vigencia de la Ley talmúdica. Como
surgieran numerosas causas de divorcio, y la mujer podía
invocarlas para separarse de su marido, porque éste la maltrataba, o
porque
30 Levítico, capítulo XVIII, versículo 20; capítulo XX, versículo 10,
Deuteronomio, capítulo XXII, versículo 22.
31 Deuteronomio, capítulo XXII, versículos 23 y 27.
32 Levítico, capítulo XIX, versículo 20.
33 Génesis, capítulo XXXVII. Versículo 24.
34 Levítico, capitulo XX, versículo 10; Deuteronomio, capitulo XXII,
versículos 22 y 24.
35 FLAVIO JOSEFO: Antiq. III, XII, I.
36 Génesis, capítulo XX, versículos 14 y 15.
37 Libro de Jeremías, capítulo III, versículo 8.
286 MATEO GOLDSTEIN

era pródigo y perezoso, o porque no daba cabal cumplimiento a


las obligaciones con y ugales, o, en fin, porque la vida le resultara
insoportable a su lado, es comprensible que la mujer divorciada ya
no estuviera expuesta al menosprecio común de la época bíblica.
Pero debemos establecer una diferenciación entre el adulterio
como causal de divorcio en la Biblia, y en la Ley talmúdica. Mien-
tras que en los tiempos bíblicos el marido podía perdonar a la
infiel, el adulterio es, según el Talmud, una causa obligatoria de
divorcio. La Ley talmúdica se torna rígida cuando hay una
transgresión de las prohibiciones establecidas en la Escritura, e
impone el divorcio forzoso en ciertos casos especificados.
En este sentido las dos Escuelas célebres, de Shamaï y de
Hilel, que son antagónicas fundamentalmente en ciertos tópicos, se
concilian cuando se trata de romper un matrimonio prohibido.

7. — LA ESCUELA DE HILEL Y LA ESCUELA DE


S H A M A Ï . — Pero antes de referirnos a las normas evolucionadas
que trae el Talmud acerca del divorcio, y a la evolución
experimentada por el derecho de la mujer de reclamar la
separación, cabe retornar otra vez brevemente a la existencia de la3
dos Escuelas judías que más o menos en el siglo primero de la era
cristiana elucidaron brillantemente el tema, y señalaron dos corrientes,
a veces diametralmente opuestas, en la materia. Nos referimos a las
llamadas Escuela de Hilel y Escuela de Shamaï.
Esta controversia —anota un autor— constituye el aconteci-
miento jurídico más importante posterior a la legislación bíblica y
valioso precedente en varios siglos de la constitución definitiva de
la legislación judía de la Mishná y del Talmud.
La Escuela de Shamaï era de principios morales rígidos y por
ende no admitía otra causal de divorcio que el adulterio 3 3 La
Escuela de Hilel, por el contrario, sancionaba las costumbres muy
antiguas de la época y autorizaba el divorcio en casos extremada-
mente numerosos, aun por motivos fútiles. Estas opiniones contra-
dictorias se basaban en distintas interpretaciones de los textos bi-
blicos. Mientras la Escuela de Shamaï interpretaba la letra en for-
ma ortodoxa, sin buscar ni pretender la búsqueda de la entraña de la
ley, la Escuela de Hilel adoptaba un criterio amplio y generoso.
Para dar un ejemplo de las posturas asumidas por cada una de
esas Escuelas, citaremos algunos casos jurisprudenciales. La Escuela
de Shamaï admitía una repudiación fundada en una carta de
divorcio antigua, según la cual, dado el tiempo transcurrido entre la
redacción y la entrega de la carta en manos de la cónyuge, pudo
38 Tratado Guitin, IX, 10.
DERECHO HEBREO 287

haber habido una reconciliación entre los cónyuges; la Escuela de


Hilel, prohibía el divorcio por éste medio. Si la mujer divorciada
ha pasado la noche bajo el mismo techo que el marido, éste no tiene
necesidad de otorgarle una nueva carta de divorcio, según la Es-
cuela de Shamaï; la Escuela de Hilel sostiene, en cambio, la nece-
sidad de un nuevo libelo. La razón de ésta divergencia de opinio-
nes, radica en esto: Shamaï que no autoriza otro motivo de divorcio
que el del adulterio, no prevé una reconciliación entre los
cónyuges; Hilel, por el contrario, estimula esta reconciliación y por
ende requiere un nuevo libelo de divorcio, cuando acaecen las
circunstancias preanotadas.
Elieser ben Hyrcanos, discípulo y continuador de la Escuela
de Shamai, enseñaba que el marido tenía la obligación de hacer su-
frir a la mujer la prueba de las aguas amargas; Josué, represen-
tante de la tendencia de Hilel, decía que dicha prueba era una mera
facultad del marido. El Talmud explica axial la controversia: "Elie-
ser defiende el punto de vista de la Escuela de Shamai, según la
cual no se puede repudiar a la mujer más que por adulterio. Si el
marido ha señalado que ella se ha vuelto culpable de acciones
deshonestas, no puede despedirla, porque no está convencido de
adulterio; pero no puede conservarla a su lado porque ha descu-
bierto en ella acciones deshonestas; es por ello que la prueba de las
aguas amargas es necesaria."
En otro caso, Elieser permitió al marido que quiere repudiar a
su mujer, prohibirle que se case con un hombre determinado, lo
que todos los demás sabios proscriben; es evidente que la prohi-
bición tendía a impedir que la repudiada contrajese matrimonio con
el cómplice de su adulterio. La Escuela de Hilel, que admite la
disolución del matrimonio por otras causas, se oponía a ésta inter-
dicción.
Como las precedentes, existen numerosas y muy notables con-
troversias entre ambas Escuelas, que si tienen importancia del punto
de vista teórico, no son menos trascendentales desde el eminen-
temente práctico y jurisprudencial.

8. — EL DIVORCIO EN LOS DIVERSOS TRATADOS Y CÓDIGOS. —


En el Tratado Ketubót 39 encontramos la siguiente norma : "Si la
mujer ha enviudado o si ha sido repudiada (y ella reclama la ketubá
—acta de matrimonio); dice que ha sido casada en primeras nup-
cias y el marido arguye que lo fue en décimas; si tiene testigos que
la han visto salir del hogar de su padre y dirigirse al del marido,
con la himuná (especie de velo que era el signo de las primeras nup-

39 Tratado Ketubót, Perek II.


288 MATEO GOLDSTEIN

ciar) y los cabellos sobre las espaldas (otro signo de las primeras
nupcias), tiene derecho a una ketubá de doscientas zuzes." De lo
cual resulta que la prueba de testigos, acerca de la veracidad de la
afirmación de la mujer sobre sus primeras nupcias, era suficiente;
sin los testigos se habría creído al marido, no a la mujer. La con-
clusión de la Mishná es de que las primeras nupcias se presumen;
los matrimonios por segunda o tercera vez, son muy raros, según
un comentario. De suerte que la probabilidad se atribuye a la
mujer.
Otra Mishná, del mismo Tratado, establece: "Si una mujer
dice: Yo he sido casada, pero estoy divorciada, debe creérsele se-
gún el principio: La boca que liga puede desligar. Pero si existen
testigos de que es casada y si ella dice que está divorciada, no se le
cree. Si los testigos testimonian solamente después que ella ha
contraído matrimonio, ella puede permanecer con su marido."
Para interpretar la máxima que el Talmud contiene: La boca
que liga puede desligar, el profesor G. Boissonade, comparando los
Derechos hebreo, romano y francés, dice: "La aplicación que se ha
hecho por la Mishná podría ser admitida hoy. El poseedor de un
campo reconoce que el campo perteneció en otro tiempo al padre
de su oponente; él se liga: pero si afirma haberlo comprado del
propietario, él se desliga. Por su confesión, da una prueba de su
sinceridad, porque él podría no decir nada y su oponente, sin duda,
no podría suministrar prueba contra él; entonces cuando él alega en
seguida un hecho que le es favorable, debe ser creído. Pero si el
adversario tenía pruebas de su derecho, como no tendría entonces
ninguna necesidad de la confesión del poseedor, no temería la
alegación de una compra no probada. Nosotros no decidiríamos de
otro modo en la actualidad."
El mismo Tratado talmúdico establece 40 que si la hija se en-
cuentra en la primera mayoridad y es repudiada, será el padre
quien debe recibir la carta de repudiación. La razón de este pre-
cepto es conocida: la hija se encuentra bajo la potestad del padre,
mientras no ha llegado a la denominada segunda mayoridad
(bagrut).
Una Mishná contenida en el Perek VII, del mismo Tratado,
dispone que si un marido ha hecho un voto (neder) de no dar a
su mujer la manutención, si el voto no se extiende a más de treinta
días, él puede hacerle dar la manutención por otra persona; pero si
el voto alcanza a más de treinta días, tiene la obligación de darle
carta de divorcio y la ketubá.
Rabi Judá, uno de los más acreditados comentadores, dice al

40 Mishná, fol. 46.


DERECHO HEBREO 289

respecto: "Si el marido no es un cohen (quien puede por consi-


guiente volver a tomar a su mujer, antes de haberse divorciado de
ella), puede retener su mujer si el voto alcanza a un mes; pero
está obligado a darle carta de divorcio con la ketubá, si el voto
alcanza a dos meses. Sin embargo, si el marido es un cohen (que
no puede volver a tomar su mujer después de haberse divorciado
de ella), se le permite retener su mujer, aunque el voto alcance a
dos meses; pero está obligado a divorciarse de ella, si el voto se
extiende a tres meses."
La misma Mishná dispone que si se formula un voto de im-
pedir a su mujer que consuma cualquier alimento, no está obligado a
darle carta de divorcio y ketubá.
Un glosador del Talmud, Rabi Josef dice que si se trata de
individuos pobres, el marido no está obligado a divorciarse de su
mujer, más que si el voto alcanza a un tiempo indefinido; si se
trata de personas ricas, el marido está obligado a darle carta de
divorcio si el voto es por treinta días.
Los pasajes indicados ponen de relieve el desvelo de los doctores
para que las mujeres casadas no experimentaran privaciones de
ninguna naturaleza. La religión y la ley hacían sagrados los votos,
pero no eran menos sagrados, ante ellas, los derechos que
imponía el matrimonio y la consideración que el Talmud brindaba
a la mujer. Esta conciliación entre la norma divina y la legal, entre
la religiosa y la civil, surgió después de muchas polémicas entre los
talmudistas y a fuerza de velar celosamente, con minucias de la
casuística, por la igualdad y el equilibrio entre los integrantes del
hogar.
La Guemará, interpretando los pasajes de la Mishná que
acabamos de mencionar, se apresura en confirmar que es evidente
de que un voto no puede liberar de ninguna obligación, ni de
algún deber. Luego, el marido tiene la obligación de dar a su
mujer el sustento; por consiguiente, si él dice: "Yo he hecho un
voto de no dar a mi mujer", ese voto es nulo y no avenido. Igual
cosa ocurre si la mujer hace un voto de no dar al marido el
producto de su trabajo, el voto es nulo, porque ella está obligada a
dárselo.
Una Mishná del mismo Tratado de Ketubót 41 establece que si el
marido ha hecho un voto (neder) que su mujer no irá a la casa de
su padre, el marido ha hecho un voto de no permanecer con ella,
de abandonarla, si va a la casa de su padre, habitando el padre en
la misma ciudad, el marido retendrá a su mujer, si el voto no ha
sido hecho por mayor duración que de un mes; pero estará obligado
a repudiarla y darle la ketubá, si ha hecho el voto por dos
41 Tratado Ketubót, Perek VII, fol. 71.
290 MATEO GOLDSTEIN

meses. Si el padre de la esposa reside en otra ciudad, el marido la


conservará, si el voto no alcanza más que el tiempo para una sola
fiesta; pero será obligado a repudiarla y a darle su ketubá, si ha
hecho el voto por el tiempo de tres fiestas (se trata de las tres
fiestas máximas del calendario hebreo: Pascua. Pentecostés y la
fiesta de los Tabernáculos). Si ha hecho un voto de impedir a su
mujer la visita a las casas de duelo o a los casamientos, él está
obligado a repudiarla y darle la ketubá; pero si existe un motivo
para este impedimento, está en su derecho. Si él ha puesto (en
su voto) la condición de que la mujer hiciera cosas inconvenientes,
está obligado a repudiarla y a darle su ketubá.
La Guemará hace el siguiente comentario respecto del pasaje
trascripto: "¿Por qué no puede impedir que su mujer concurra a las
casas de duelo? Si ella no va a ninguna parte, nadie irá a su casa
tampoco. Rabí Kanana dice: Si el marido ha hecho un voto de que
su mujer no pida prestado ni preste nada a sus vecinos, él está
obligado a repudiarla y darle su ketubá, porque le hará una mala
reputación en el vecindario. Si es la mujer quien ha hecho voto de
no pedir prestado, ni de prestar nada a sus vecinos, o de no
ocuparse de los vestidos de sus hijos, el marido puede repu-
diarla sin darle la ketubá, porque ella ha hecho a su marido una
mala reputación."
Según se advierte, el legislador demuestra un extraordinario
empeño en asegurar la armonía de la vida conyugal, dentro de la
mayor comunidad social. El espíritu de solidaridad entre los diver-
sos elementos del conglomerado se opondría al egoísmo de una
mujer o de un hombre, que pretendieran sustraerse a los
compromisos cotidianos, pequeños o grandes, que la vida de relación
impone. En consecuencia, no puede la soberanía de un heder
(voto) ser tan absoluta como para restringir los deberes que el
individuo tiene para con la sociedad, así se trate de pedir algo
prestado a un vecino, o de prestarle algo que llegase a necesitar.
El Talmud se muestra extremadamente minucioso en las dis-
criminaciones. Admite algunos casos de repudiación o divorcio. En
los cuales no corresponde darle a la mujer una ketubá. En el
mismo capítulo del Tratado que estamos siguiendo, se encuentra
éste precepto: "He aquí las que se puede repudiar sin dar la
ketubá: las que transgreden la Ley de Moisés o las costumbres
judías. ¿De qué Leves mosaicas se trata? Si la mujer da a su marido
alimentos prohibidos, si le engaña acerca de la época de la
menstruación (en cuyo lapso estaba prohibido todo contacto
sexual), si no cumple con el deber que se relaciona con las ofrendas 42, si
hace votos y
42 Números, capitulo XV, versículo 20.
DERECHO HEBREO 291

no los cumple. ¿Cuáles son las costumbres judías de que se trata? Si


la mujer camina con la cabeza descubierta por la calle, si ella
adopta en la calle una manera inconveniente, si habla o se conduce
mal con los jóvenes." Aba Saúl agrega: "Si maldice a los padres
de su marido en su presencia"; Rabi Trifón sugiere: "Si
pronuncia palabras obscenas." En todos estos casos el marido
gozaba del derecho de divorciar a su mujer, sin indemnizaciones de
ninguna especie. Pero los doctores rabínicos hicieron que estos
casos se ajustaran a numerosos atenuantes, de modo que en la
realidad los divorcios siempre estaban acompañados de la ketubá; de
este modo se amparaba a la mujer y se obstaculizaba al marido
para que en sus arrebatos de furor no repudiase a la esposa.
Otra regla interesante se encuentra contenida en la misma
Mishná: "Si un hombre ha desposado a una mujer con la condi-
ción de que ella no tenga defectos (enfermedades) y el marido
descubre que sí los tiene, el matrimonio es nulo. Pero si la ha des-
posado sin esa condición, y el marido descubre que tiene defectos,
puede repudiarla sin darle la ketubá." Los defectos son los que
están enumerados en la Biblia, a propósito de los cohanim..
En el Levítico" hallamos la enumeración de los defectos a
que se refiere el Talmud: Son: varón ciego, o cojo, o falto, o so-
brado, o varón en el cual hubiere quebradura de pie, o rotura de
mano. O corcovado, o lagañoso, o que tuviere nube en el ojo, o
que tenga sarna o empeine, o compasión relajado.
La regla no es igual para la mujer: "Si el marido tiene de-
fectos (enfermedades), no está obligado a repudiar a su mujer."
Rabí Simón, hijo de Gamaliel, dice: "Si éstos defectos son graves,
se debe obligarle a repudiar a su mujer." "Y a darle la ketubá",
agrega Rabí Asher.
El comentario de la Guemará hace distinciones: Cuando los
defectos (enfermedades) son anteriores al matrimonio, la mujer
está obligada a soportarlos, pues se presume que ella los conocía;
pero no puede admitirse igual lógica cuando los defectos son sobre-
vinientes. Por otra parte, al mencionar los defectos graves, que
según algunos glosadores imponen la obligación del repudio, no se
debe tomar en cuenta si son anteriores o sobrevivientes; ya que la
mujer bien pudo creer con antelación que podría soportarlos.
¿Cuáles son, a juicio de Rabí Simón, estos defectos graves? La
pérdida de ambos ojos, o de una mano o de una pierna.
En el Perek VII del Tratado de Ketubót se efectúa una enu-
meración de los casos en que se debe obligar a los maridos a re-
pudiar sus mujeres, y a darle la ketubá, dicen los Tosafistas: si el
43 Levítico, capítulo XXI, versículos 18 y 20.
292 MATEO GOLDSTEIN

marido es leproso, si tiene un tumor (la Guemará dice que se debe


tratar de un tumor pútrido de las fosas nasales), si trabaja en
ocupaciones que despiden un hedor infecto; no importa que sean
ocupaciones nuevas o de fecha anterior al matrimonio; porque la
mujer puede decir que ella había creído que podría soportarlos,
pero ella no lo puede. Esta es la opinión de Rabí Meyer. Pero los
otros doctores dicen: "Si la mujer tenía conocimiento de estos de-
fectos antes del matrimonio, está obligada a soportarlos, excepto la
lepra, porque el coito es nocivo al marido leproso." Un caso se
había presentado en el que la mujer tenía un marido que trabajaba
en ocupaciones infectas, el marido ha muerto (sin hijo) y su her-
mano trabajaba en las mismas ocupaciones (quería desposar a la
viuda a causa del levirato), pero los doctores sentenciaron que la
mujer tiene el derecho de decir que ella ha podido soportar al ma-
rido, pero no podrá soportar al hermano de su marido difunto.
Pastoret, comentando estas reglas talmúdicas, expresa: "Aun-
que es verdad que no se concedió expresamente a las judías el de-
recho de repudiar a sus maridos, se las autorizó, no obstante, para
que pudiesen pedir la separación en algunos casos." Y agrega que
"los rabinos auspiciaban la separación en ciertos casos en los que el
marido tenía el oficio de zurrador, fundidor minero y de cual-
quiera otra cuya profesión traía consigo un olor desagradable; y
esto sin consideración a que el matrimonio hubiese sido celebrado
en un tiempo en que ya el marido tenía aquel oficio, porque en este
caso bastaba decir que había creído poder vencer aquel obstáculo,
pero que la experiencia le había dado a conocer que todos sus
esfuerzos habían sido inútiles; y por lo mismo, apenas hubo pre-
cepto que se eludiese con más facilidad que éste" 44.
Cabe aclarar que en todos los casos de defectos (enfermeda-
des) mencionados por la Mishná, no se obligó al marido a efectuar el
repudio de su mujer, sino cuando ella lo requería; si la mujer
quería permanecer al lado de su cónyuge, por razones de cariño o
de humanitaria consideración, podía quedarse con él. La única
excepción a la regla que acabamos de enunciar era la lepra, por
tratarse de enfermedad sumamente contagiosa, y porque el comercio
sexual era dañino incluso para el enfermo.
En el Perek IX del mismo Tratado de Ketubót encontramos
una norma que expresa: "Si la mujer divorciada confiesa que su
marido le ha pagado una parte de su ketubá y el marido dice que le
ha pagado íntegramente, la mujer deberá prestar juramento para
hacerse pagar el resto. Si hay un testigo único que testimonia en el
sentido de que la ketubá fue pagada íntegramente, la mujer
44 PASTORET: Obra citada, página 206.
DERECHO HEBREO 293

prestará juramento de que no ha sido pagada. Si el marido ha


vendido sus bienes, la mujer no puede hacerse pagar con el pro-
ducido de los terrenos vendidos sin antes haber prestado juramento
de que ella no ha sido pagada. Si el marido se encuentra en el
extranjero y la mujer divorciada pretende hacerse pagar en su
ausencia, también debe prestar juramento."
Otra Mishná complementa esta situación: "Si la mujer reclama
la ketubá en caso de muerte del esposo, a los herederos, ellos
pueden imponerle la obligación del juramento; si ella no reclama la
ketubá, los herederos no pueden exigirle juramento."
Los pasajes precedentes demuestran el valor de prueba asig-
nado al juramento en la legislación civil hebraica. Siendo que
habitualmente se exigía la prueba de por lo menos dos testigos, para
justificar un acto civil cualquiera, en los casos precitados era su-
ficiente el testimonio de un sólo testigo; en otros casos, era sufi-
ciente la prueba moral y religiosa del juramento de la mujer.
En el mismo capitulo del Tratado de Ketubót hallamos: "Si la
mujer presenta su carta de divorcio (guet) y no presenta el contrato
de matrimonio (ketubá), ella puede hacerse pagar la ketubá." En el
fol. 89 se lee: "Una mujer presenta la ketubá sin la carta de
divorcio; el marido dice que ella había presentado anteriormente la
carta de divorcio sin la ketubá, diciendo que la había perdido ; y los
jueces habían destruído la carta de divorcio, haciéndole pagar la
ketubá y no dándole un recibo, para que ella no pueda reclamar de
nuevo la ketubá después de su muerte, presentándose como
viuda y volviendo a encontrar la ketubá que dijo haber perdido;
pero él ha perdido el recibo. La mujer dice al contrario que ella
no ha reclamado nunca, que jamás ha dado recibo, que nadie ha
destrozado su carta de divorcio, pero que ella la ha perdido. En
este caso la mujer no puede hacerse pagar la ketubá."
Las disposiciones talmúdicas transcriptas no tienen otra fina-
lidad que la de evitar el fraude que podía cometer la mujer al re-
clamar el pago de la ketubá sin exhibir la carta de divorcio, merced a
la presentación de una simple constancia, o recibo, de ésta última. A
todo evento, el marido se hallaba obligado a admitir la presunción
de que, a su muerte, la mujer no reclamaría nuevamente, pre-
sentando la ketubá que dijo haber extraviado.
Otra Mishná dispone al respecto : "Un hombre que ha escrito
una ketubá a su mujer, la ha repudiado, dándole una carta de di-
vorcio, de suerte que la mujer tiene en su mano una carta de divor-
cio y una ketubá, después él se ha vuelto a casar con la misma
mujer, escribiéndole una segunda ketubá después del segundo ma-
trimonio, pero la ha repudiado nuevamente. La mujer presenta
entonces dos cartas de divorcio y dos ketubá. En este caso ella
294 MATEO GOLDSTEIN

puede hacerse pagar a la vez dos ketubá. Si una mujer presenta


dos ketubá y una sola carta de divorcio de fecha posterior a la de
las dos ketubá, o bien presenta dos cartas de divorcio y una sola
ketubá, no puede hacerse pagar más que una sola ketubá; puesto
que el que volvió a casarse con su mujer repudiada, no se
compromete a darle una segunda ketubá."
Según el comentario de la Gucmará, la mujer que presenta
una sola carta de divorcio y dos ketubá de fechas diferentes, pero
anteriores a la carta de divorcio, se hará pagar una sola ketubá;
pero puede hacer valer la ketubá más antigua, en ciertos casos en
que ocurría alguna transacción económica en el lapso que separaba
ambas ketubá. Algunos doctores afirman, por el contrario, que
cuando dos actas de fecha diferente son idénticas entre ellos. la
segunda anula la primera. A no ser, agregan, que la segunda con-
tenga alguna disposición diferente, por ejemplo, si se le ha agre-
gado un dato: que en la segunda ketubá se hubiera fijado una suma
mayor que en la primera. En este caso, quedaría librado al
arbitrio de la mujer, cuál de las ketubá desea invocar.
El mismo Tratado, en el capítulo XI, dispone: "Un individuo ha
desposado una mujer y se comprometió a sustentar durante
cinco años la hija que ella tiene de su primer marido; si este hom-
bre la repudia y ella se casa con otro que se compromete i g ual-
mente a sustentar la misma hija durante cinco años, el segando
marido debe sustentarla v el primero debe dar a la hija el valor de
la manutención. Si la hija se casa, su esposo le dará el alimento v
los dos maridos de su madre le darán cada uno el valor de la
manutención. Si los maridos de la madre han muerto, sus propias
hijas no podrán reclamar su alimento sino de los bienes que per-
manecen libres y no de los vendidos, porque ellas no son here-
deras; mientras que la hija en cuestión que reclama en virtud de
un compromiso, es considerada como un acreedor y puede tomar
también bienes vendidos con posterioridad al compromiso." Los
hombres previsores escribían en el compromiso expresamente: "yo
me comprometo a alimentar tu hija durante cinco años cuanto tu
estés conmigo". Esta cláusula liberaba al marido de toda obliga-
ción hacia una hija extraña inmediatamente que él repudiaba a
su mujer o que él moría.
El Talmud asimila, en varias oportunidades, la carta de divor-
cio, el acta de manumisión de los esclavos. Los doctores se en-
cuentran en discrepancia al explicar el motivo de la analogía, apa-
rentemente inexplicable. El doctor Israel-Michel Rabinowicz cree
encontrar la lógica de esta comparación en la circunstancia de que
todos los actos civiles que conciernen a dos personas, como la venta,
etcétera, requieren el consentimiento de las dos personas inter-
DERECHO HEBREO 295

vinientes. La carta de divorcio que concierne también a dos perso-


nas no requiere más que el consentimiento de una: el marido, igual
que el acta de manumisión de esclavos, que solamente necesita la
expresión de voluntad del amo.
En el Tratado Guitín se lee: "Si un individuo trae del extran-
jero una carta de divorcio para una mujer, o un acta de manumi-
sión para un esclavo, él debe decir: Esta carta o esta acta ha sido
escrita en mi presencia y los testigos la han firmado también en
mi presencia; si no puede decirlo, se deben legalizar las firmas."
Este es uno de los casos en que las actas de manumisión de los
esclavos son asimiladas a las cartas de divorcio. Es evidente que
la analogía entre ambos documentos puede hallarse, sin necesidad de
grandes indagaciones ni exégesis, en que uno y otro tienen por
objeto decretar la libertad sui juris: en el caso del esclavo, al sier-
vo; en el de la mujer casada, su facultad de casarse con cualquiera
otro.
La Guemará analiza el pasaje transcripto y expresa que hay
tres casos en los cuales las actas de manumisión de los esclavos son
asimiladas a las cartas de divorcio ; un caso es el mencionado por la
Mishná. El otro caso es el que establece de que las actas firmadas
por testigos paganos (cuti), carecen de valor, excepto las cartas de
divorcio y las actas de manumisión de esclavos. Agrega el mismo
comentario: "Si una carta de divorcio tiene dos firmas, en que la
primera es de un testigo pagano, y la segunda, de un israelita, se
aceptan las dos firmas, porque se puede suponer que el pagano
era un haber (alfabeto); de otro modo no habría puesto la firma
antes de la del israelita." Conforme a la opinión de un glosador,
según la Le y mosaica, los paganos son capaces de testimoniar
como los judíos. No se aceptaba el testimonio de los co-
rrompidos; pero los que inspiraban confianza podían testimoniar y
se aceptaba su testimonio como el de los judíos.
El último caso de similitud entre las cartas de divorcio y las
actas de manumisión, era el siguiente: todas las actas que hubieran
sido hechas en los tribunales paganos, aunque fueran firmadas por
paganos, eran válidas, excepto las cartas de divorcio y las actas
de manumisión de esclavos.
La explicación está dada por la Mishná, al afirmar que
solamente los tribunales hebreos podían juzgar las instituciones
regladas por la Ley mosaica y los usos de Israel.
La Mishná (fol. 10) del mismo Tratado de Guitín, proclama
que las actas firmadas por testigos paganos no tienen valor, ex-
cepto las cartas de divorcio y las actas de manumisión. La Guemará
interpreta el texto talmúdico aclarando que si uno de los testigos, al
menos, es israelita, las actas son válidas. Posteriormente se acep-
296 MATEO GOLDSTEIN

tó que son válidas aunque los dos testigos sean paganos, siempre
que no fuesen iletrados.
"Si un individuo dice a otro —se expresa en la Mishná—: en-
trega esta carta de divorcio a mi mujer, o si él le dice: entrega esta
acta de manumisión a mi esclavo, él puede arrepentirse, mientras
el escrito no ha sido recibido por la mujer o por el esclavo"; esta es
la opinión de Rabi Meyer. Los otros doctores dicen que puede
arrepentirse y retomar la carta de divorcio, pero no el acta de ma-
numisión. Porque se puede hacer una adquisición (o un acto
venltajoso) para cualquiera, en ausencia suya; se supone que el
ausente lo consiente por anticipado. Luego, el acta de
manumisión es evidentemente ventajosa para el esclavo; no se
puede decir que el esclavo pierde el derecho de ser alimentado a
expensas del amo, porque él puede rehusar el alimento; por
consiguiente, la manumisión no puede ser sino ventajosa para el
esclavo, y cuando éste ha tomado el acta para sí, se ha tornado
inmediatamente libre. Pero la carta de divorcio —agrega el
Talmud— por el contrario, es un acto desventajoso para la mujer,
porque ella pierde (entre otras cosas) el derecho a la manutención.
Luego, si se hace un acto desventajoso para un individuo, en ausencia
suya (o sin su permiso), el acto es nulo, porque no se puede
suponer que el individuo lo ha consentido de antemano, por
consiguiente, la mujer no se considera divorciada porque un
individuo ha tomado para ella la carta de divorcio, y el marido puede
retomarla.
Como se desprende del pasaje citado, los doctores fueron
sumamente cuidadosos en la discriminación de los casos : en el
de los esclavos, se demuestran celosos en favorecer, en toda
oportunidad, la liberación de los siervos ; en el caso del divorcio,
se detienen a meditar acerca de las consecuencias probables del
acto y se deciden en el sentido de que el marido puede arrepentirse
antes que la carta de divorcio llegue a manos de su esposa.
En el Tratado de Guitín (fol. 13) se lee sobre el mismo mo-
tivo : "Si un individuo dice a los circunstantes : dad esta carta de
divorcio a mi mujer, o si dice: dad esta acta de manumisión a mi
esclavo, y muere antes de que los circunstantes hayan tomado estos
escritos, ellos no pueden tomarlos para dárselos a la mujer o al
esclavo (porque la mujer no ha sido divorciada en vida del ma-
rido y el esclavo no ha sido manumítido en vida del amo y ni uno ni
otro pueden serlo después de su muerte)."
Mediante las referencias anteriores, hemos historiado la evo-
lución del divorcio judío a través de la Ley y del comentario tal-
múdico. Después del período bíblico, fuera de los innumerables
casos de jurisprudencia y la tarea de los glosadores, no hallamos
mayores innovaciones en materia de separación. La tendencia de
DERECHO HEBREO 297

facilitar cada vez más la ruptura del vínculo matrimonial, cuando a


la armónica convivencia se oponen razones fundamentales de salud
y de moralidad, y el celo puesto de manifiesto por parte de los
rabinos en el sentido de reprimir los divorcios por desavenencias
momentáneas, caracterizan una larga etapa de siglos. Recién en el
siglo mi de la era cristiana hallamos una novedad consistente en
una resolución de vastos alcances, adoptada por el Sínodo de
Worms, a iniciativa del Rabino Gersón, a quien se ha llamado con
entera justicia la luz del exilio. La resolución de la asamblea de
rabinos convocada en Worms, y que solamente es aplicable al ju-
daísmo de Occidente, único que estuvo representado, prohibió al
marido divorciar a la mujer sin su consentimiento. Esta norma es
respetada fielmente por los israelitas de origen ruso, polaco, inglés,
etcétera, y constituye el paso más avanzado de legislación, que mu-
chos siglos después habría de ser injertada en los códigos de los
países cristianos.
Después del Sínodo de Worms, la legislación judía sobre el
divorcio no tiene otras fuentes que la Biblia, el Talmud y el Có-
digo rabínico de Caro.

9. — EL CÓDIGO RABÍNITO DE CARO. — Rabi José Caro (oMarán)


figura entre los más altos exponentes judíos de la corriente del
pensamiento del Sefard. "Hasta la Edad Media —dice Algazi— no
parece haberse hecho en ninguna parte mención de azhkenazím y
sefardím. En éste período de la historia el pensamiento judaico
se vio dividido en dos campos: por una parte, el rabinato del sur de
Francia y Alemania con Raschi, los Tosafistas, Rabenu Gersón,
Meir de Rotenburg, etcétera, que se consagraron únicamente a la
exégesis de la Biblia, la Mishná y el Talmud; y por otra parte, el
rabinato de España, que junto con la exégesis se dedicó a cultivar
la filosofía, la gramática, etcétera. Eran como dos cuerpos
distintos, formados bajo condiciones de vida diametralmente
opuestas: el primero vivía en la persecución y bajo el feudalismo
que apenas le toleraba, vivía bajo el terror de expulsiones
intermitentes que paulatinamente transplantaron ese sector del
judaísmo hacia Prusia, Polonia, Rumania, Rusia, Galitzia, etcétera;
fue bajo la influencia rígida de esos países que se forjó el
pensamiento escolástico y dogmático de sus producciones y sus
obras. El segundo grupo vivía en España, en ambientes y condi-
ciones extremadamente favorables que le permiten desempeñar un
papel descollante en todas las actividades culturales."
Estas corrientes diferenciadas en la interpretación de la Biblia y
del Talmud, hallaron grandes figuras que encabezaban cada ten-
dencia y lentamente se fueron formando dos ritos judíos, si bien
298 MATEO GOLDSTEIN

basados en las Escrituras, distintos en la interpretación y aplica-


ción de las normas: el Minhag Ashkenaz y el Minhag Sefard, siendo
el primero establecido por los rabinos Simja de Vitri y Moisés
Iserles, y el segundo por Rab Amram Gaón y Rabí José Caro.
Dentro de la segunda corriente José Caro dictó un verdadero
Código sobre el matrimonio y el divorcio, que goza aún de amplia
privanza y constituye una de las fuentes de la exégesis bíblica y
talmúdica. La última reglamentación del divorcio judío se exten-
dió por toda la diáspora y en los días actuales toda duda, toda
ambigüedad acerca del ritual y de los efectos del divorcio entre los
hebreos encuentra su más amplia satisfacción en el Código rabí-
nico de Caro. El Código de Caro, que se conoce bajo la denomina-
ción de Tratado Ebén Haézer, contiene cinco partes, que a su vez
constituyen verdaderos tratados: Ijot (las uniones) ; Kidushin (del
matrimonio) ; Ketubót (de la dote, de los contratos matrimoniales) ;
Guitín (del divorcio) y Yibuim (del levirato).
En el estudio que efectuamos acerca de la disolución del ma-
trimonio judío, hemos citado las más trascendentales normas e in-
terpretaciones contenidas en las cinco partes del Tratado Ebén
Haézer. Cabe agregar que en la actualidad —o para ser más pre-
cisos, hasta el estallido de la última gran conflagración— en nu-
merosos países de Europa, las leyes acerca del matrimonio y del
divorcio entre los hebreos fueron toleradas por las legislaciones
del lugar de radicación. Esto ocurrió en aquellos Estados donde
imperaba el matrimonio religioso. Merced al paulatino laicismo del
Derecho, también fue desapareciendo la verdadera
extraterritorialidad de la Ley religiosa israelita. El matrimonio
laico se aplicó a los nacionales de cada país, gentiles o judíos : en éste
sentido las legislaciones latinas y anglosajonas no efectúan
discriminaciones. Los países balcánicos conservaron sus leves religiosas
y, por ende, autorizaron a los judíos para que efectúen sus
casamientos y separaciones de acuerdo al llamado more judaico.
De acuerdo con el trato que brindan los países del Viejo
Mundo, en la materia que tratamos, Renée Lévy hace una clasifi-
cación de los Estados europeos en tres grupos diferentes, que aun
subsisten en cierto modo después de la guerra. Primer grupo: la
mayoría no reconoce ninguna autoridad a la Ley judía y sus ha-
bitantes están sometidos a una Ley única, sin distinción de confe-
siones religiosas. Segundo grupo: los países que someten los liti-
gios de los pobladores israelitas a una Ley especial, diferente de
la que rige a los nacionales. Tercer grupo: los países donde aun
siguen rigiéndose el matrimonio y el divorcio israelitas por la Ley
judía.
En consecuencia, en aquellas naciones donde existe una Ley
DERECHO HEBREO 299

única de carácter civil, el divorcio israelita —conforme a la


doctrina de los rabinos— solamente es consumado si se practica
de acuerdo con la Ley civil del país.
En los Estados que no admiten el divorcio, la norma es la de
que el fallo disolutivo del tribunal judío solamente tiene alcances
limitados al fuero religioso y moral o de conciencia.
CAPÍTULO XVII

EL DERECHO DE LA ADOPCIÓN EN ISRAEL

S UMARIO : 1. La adopción entre los israelitas. — 2. Legitimidad de la adopción. —


3. Régimen legal de la adopción.

1. — LA ADOPCIÓN ENTRE LOS ISRAELITAS. — La legislación


mosaica estaba inspirada en la fórmula divina del Creced y Mul-
tiplicaos. El fin esencial del matrimonio era la procreación, siendo
suficiente que uno de los cónyuges, o ambos, resultaron estériles,
después de una experiencia de una decena de años, para que se
justificara la repudiación. El hombre no tenía la obligación legal de
contraer matrimonio, pero si de engendrar hijos, se deriva de la
Ley rabínica; si lograba éste propósito, podía decirse que había
cumplido su papel en el seno de la sociedad.
Por ello es comprensible, que entre los israelitas se conociera la
adopción, cuyo efecto es establecer entre dos personas relaciones análogas
a las que crea la consanguinidad. Pero la adopción entre los hijos de
Israel difiere fundamentalmente de la que conocieron y practicaron
otros pueblos.
La mayoría de los pueblos antiguos conocieron esta
institución que pasó a las legislaciones modernas, si bien variando
paulatinamente su carácter. En su origen la adopción se fundaba
casi exclusivamente en motivos religiosos. La necesidad de
perpetuar la familia, y con ella sus manes, hacía indispensable
acudir a una ficción cuando en el seno de la misma no existían
sucesores auténticos que conservaran la continuidad del ritual consagrado.
El levirato que conocieron los indos y los hebreos, en el fondo
no constituye sino una expresión del anhelo supremo, palpitante en el
fondo de los espíritus de aquellos pueblos hondamente religiosos,
de no interrumpir el culto. "Al que la naturaleza no ha concedido
hijos —dice Manú— puede adoptar uno para que no cesen las
ceremonias fúnebres"1.

1 Leyex, IX, 10.


302 MATEO GOLDSTEIN

2. — L EGITI MI DAD DE LA ADOPCI ÓN . — Fustel de


Coulange menciona el alegato de un orador griego en cierto
proceso en que se disputaba la legitimidad de la adopción. Y con
tal motivo, el abogado explicaba los fundamentos de la adopción en
Grecia: "Menecles no quiso morir sin hijos; deseaba dejar detrás
de si a alguien para que lo enterrase y le tributase después las
ceremonias del culto fúnebre... Si anuláis mi adopción—
afirmaba dirigiéndose al tribunal ateniense— haréis que Menecles
haya muerto sin dejar hijo tras de sí, y, en consecuencia, nadie
celebrará los sacrificios en su honor, nadie le ofrecerá las comidas
fúnebres, y, en fin, quedará sin culto."
El mismo fundamento de la adopción se encuentra en la India,
en Egipto y en Roma. Cicerón explica los móviles de la institución
en Roma, y dice: "¿Cuál es el derecho que regula la adopción?
¿No es preciso que el adoptante se encuentra en edad de no tener
hijos y que antes de adoptar haya procurado tenerlos? Adoptar es
pedir a la religión y a la ley lo que no se ha podido obtener de la
naturaleza."
De esta referencia surge que una condición sine qua non de
la adopción era la de que el adoptante no haya engendrado ningún
hijo y que por razones de edad, o de salud, descarte toda posibi-
lidad para el futuro. Esta norma se contradice con numerosos tes-
timonios de la historia romana en que un mismo jefe de familia
tiene hijos legítimos y otros por adopción, pero es evidente que la
ley y la doctrina repudiaban esta práctica y la sancionaban de
nulidad.
Según la relación de Fustel de Coulange, el niño que ingre-
saba a la familia del adoptante, al entrar al nuevo hogar adoptaba
implícitamente los nuevos manes y se obligaba a reverenciar a los
Penates, al par que rompía todo vínculo con los suyos propios. "El
hombre —dice— venía a ser tan completamente ajeno a su antigua
familia que si llegaba a morir, su padre natural no tenía el derecho
de encargarse de sus funerales y de presidir su entierro. El hijo
adoptado ya no podía reingresar en su antigua familia, la ley sólo
se lo permitía cuando habiendo tenido un hijo, lo dejaba en su lugar a
la familia adoptante. Se creía que, aseguraba de este modo la
perpetuidad de la familia, podía salir de ella. Pero en este caso
rompía todo lazo con su propio hijo" 2.
Mas con la evolución de los tiempos y de las costumbres, la
adopción sufrió también una transformación al ir perdiendo su
carácter religioso, para convertirse en un resorte de la familia ci-
vil. El sentimiento de aristocracia del ciudadano encontró en esta

2 F. DE Coulange: Ciudad antigua, página 84.


DERECHO HEBREO 303

institución una expresión de poderío y majestad. Se convirtió en


un medio para asegurar la supervivencia de la familia en una época
en que cada ciudadano tenía su papel político en el Estado. "No
pudiendo continuar más que por los hijos varones nacidos ex justis
nuptiis, la familia civil estaba expuesta a extinguirse a toda prisa,
sea por la esterilidad de las uniones o bien por la descendencia
femenina y entonces la adopción se imponía como una necesidad.
Más tarde se modificó este carácter con la constitución primitiva
de la familia, y bajo Justiniano la adopción perdió la mayor parte
de su utilidad" 3.
Esto significa, en esencia, que la adopción en Roma no tenía
más finalidad que continuar la línea de la aristocracia y del privi-
legio de los ciudadanos. Para perfeccionar la adopción eran indis-
pensables la ingerencia de la curia y del príncipe: esto es, de la
Iglesia y del Estado.

3. — EL RÉGIMEN DE ADOPCIÓN HEBREA. — Como dijimos al


comienzo, entre los hebreos la institución difería en forma absoluta.
Desde luego, podía realizarla el padre o la madre, indistintamente.
La adopción no se cumplía con extraños, sino con parientes; o
esclavos que eran considerados como formando parte de la
familia4.
La mujer estéril adoptaba los hijos de la sierva que ella había
conducido hasta el tálamo de su marido 5. El jefe de la familia, con el
deseo de favorecerlos, en la sucesión, adoptaba como hijos a los
hijos de sus nietos. El acto de la adopción se cumplía mediante una
ceremonia en la que se tomaba al niño colocándolo sobre las
rodillas del adoptante 6 . La mujer cumplía la ceremonia apretando al
niño contra su pecho 7 . También atestigua la Biblia que se
formalizaba la adopción echando un manto sobre la persona
adoptada 8 .
Como se advierte a través de la versión bíblica, la adopción
entre los israelitas tenía más bien un carácter civil y político, con
la mira de corregir las fallas de la naturaleza. La institución estaba
impregnada de un alto sentido humanitario desde que solamente
comprendía a los parientes del adoptante, particularmente aquellos

3 E. PETIT: Obra citada, página 123.


4 Libro de Esther, capítulo II, versículo 7; Libro de Ruth, capítulo IV,
versículo 16.
5 Génesis, capítulo XVI, versículos 1 y 2; capítulo XXX, versícu-
los 1 y 3.
6 Génesis, capítulo XXX, versículo 3; capítulo XLVIII , versículo 12;
capítulo L, versículo 23.
7 Libro de Ruth, capitule IV, versículos 16 y 17.
8 1 Reyes, capítulo XIX, versículos 19 a 21.
304 MATEO GOLDSTEIN

que carecían de padre y madre o se hallaban expuestos a las con-


tingencias de la vida. Aun en los tiempos presentes y en aquellos
Estados que admiten la adopción, las familias israelitas pudientes
practican dicha institución, fundada en altos sentimientos de con-
fraternidad con los miembros de una misma grey.
CAPÍTULO XVIII

ADQUISICIÓN DE BIENES

Sumario: 1. Formalidades de los contratos. Testigos. — 2. Incapacidad para


ser testigo. — 3. Modos de adquisición de los bienes. — 4.
Requisitos para la transferencia de bienes. — 5. Condiciones de la
compr a v e n t a . — 6 . L e s i ó n e n e l p r e c i o . — 7 . L o c a c i ó n y v e n t a .
— 8 . E l c on tr at o d e c o mp r av e n ta y e l J u b il e o . — 9 . E l d ere ch o de
propiedad en Roma y en Israel. — 10. El Año Sab ático. — 11.
Vicios y nulidades en la venta. — 12. Otros medios de adquisición.

1. — FORMALIDADES DE LOS CONTRATOS. TESTIGOS. — "Los ju-


díos no conocieron por espacio de mucho tiempo ni notarios, ni
registros, ni contratos, a lo menos con las formalidades que se hi-
cieron después; y así, cuando dos ciudadanos querían convenir
mutuamente en alguna cosa, declaraban su voluntad en presencia
de testigos, en un paraje público, y la convención hecha de éste
modo era irrevocable" 1.
Pero no obstante la ausencia de formalidades externas —en las
que eran tan pródigas las leyes romanas—, es evidente que con la
evolución de las costumbres y la creciente complicación de las
transacciones, entre los hebreos se comenzaron a usar
instrumentos para afirmar la voluntad de los contratantes y fijarlas
de modo que no estuvieran las obligaciones supeditadas al simple
auxilio de la memoria, propia o de terceros. Así, poco a poco, se
fue llegando a la formalización de los contratos escritos, que para
ciertas instituciones asumieron los caracteres de elementos
indispensables; algo más que simples medios de prueba2. El caso de la ke-

1 PASTORET: Obra citada, página 157.


2 ALBERT EDWARD BRAILEY, autor de l inte resante libro Daily L if e in
Bib le T imes, cuya primera ve rsión española data de l año 1947, describe los
usos y costumbres del pueblo hebreo en los tiempos del patriarca Abraham. Y
re firiéndose a los hábitos de re gistrar e n forma escrita todos los actos
jurídicos y transacciones comerciales, observados allá, a unos mil
se tecientos o mil ochocientos años antes de Cristo, expresa: "El arte de
escribir, tal como se practicaba entre los sumerios (primitivos habitantes de
la Mesopotámia), estaba destinado a propagarse por todas las regiones
306 MATEO GOLDSTEIN

tubá, contrato de matrimonio, es típico y demuestra cómo se esta-


bilizaron las normas al extremo de que el contrato fue elemento
esencial e irreemplazable de la comunidad matrimonial.
Si atendemos al testimonio de la Vulgata, debemos concluir
que al instituirse el uso de las convenciones escritas, se comenzó
bíblicas. Se convirtió en el instrumento de todos los negocios y llegó a ser el
lenguaje del Estado. Por eso, la correspondencia oficial entre los reyes de la
Palestina cananea y los faraones de Egipto, en el siglo XIV antes de
Jesucristo (tabletas del Tell-el-Amarna), fue escrita no en jeroglíficos, sis-
tema del pueblo soberano, sino en escritura cuneiforme, sistema del pueblo
subyugado. El examen de este arte resulta interesante.
A u nq u e no p u e de d e c i rs e q u e l o s ha b i ta n te s d e U r ( c i u d a d d e na -
cimiento del patriarca Abraham; Génesis, capítulo XI, versículo 31; capi,
tubo XV, versículo 7) fueran cultos, muchos de ellos, sin embargo, sabían
escribir. Esto se explica si se considera que a le y exigía un documento
escrito por cada intercambio comercial. "Estenógrafos" y contadores eran
muy solicitados y el aprendizaje de su profesión exigía tanto tiempo y
habilidad como la que requiere hoy el dominio del inglés. Todo se escribía
sobre arcilla, con un palillo triangular. Estos caracteres se laman cunei-
formes (del latín: cuneas, cuña) porque todas las marcas de jadas por el
e s ti le te e n l a a rci l la tie ne n f o rm a de cu ñ a. Lo s su me rios pud ie ro n o no
h ab e r in ve n tado e l si s te ma , lo c ie rto e s que lo in trodu je ro n e n Me sopo-
tamia, donde sufrió la evolución habitual, del signo figurativo a la sílaba.
Cómo los modernos han llegado a descifrar este sistema, ha sido narrado
muchas veces, pero nunca con tanto detalle y amenidad como en el libro
del doctor CHIERA: They, Wrote on Clay.

"Visitemos a un escriba profesional y observemos el procedimiento de la


escritura. Imaginemos que Nahor, que ha quedado en Ur, encargado de una
rama del comercio de ganado, cuando Terah (el suegro de Abraham) y
Abraham, trasladaron lo más importante del negocio a Harán (implicado en
el Génesis, capítulo XI, versículos 27-31), está por enviar río arriba un lote de
mil asnos comprados a un mercader hebreo, recién llegado de Arabia.
Inmediatamente se dirige al lugar en que se encuentran los escribas, es
decir, a las puertas de a ciudad. Elige uno que tenga fama de ser prolijo y
exacto, y le explica el carácter del documento que necesita. El escriba saca de
su cubo un trozo de arcilla del tamaño requerido. Esta arcilla ha sido
preparada por él mismo o por un obrero especializado; es arcilla de cie rta
calidad, libre de impure zas, amasada hasta e l grado necesario de
consistencia y que tiene la forma de una rebanada de pan de trigo. Mien-
tras sostiene la arcilla con su mano izquierda, el escriba apoya su punzón
triangular sobre la superficie blanda, volteando el palillo desde a posición
vertical a la horizontal u oblicua, hasta que ambos lados ele a tableta estén
casi totalmente cubiertos. Ahora, Nahor tiene que firmar. Para esto saca del
c abe zón de su tú ni ca u na c i n ta e n cu ya pu n ta se ha la u n pe queñ o
cilindro de ágata que tiene una pulgada de espesor y un octavo de pulgada d e
d i á m e tro . E l c i l i n d ro e s t á c u b i e r to d e f i g u ra s ta l a d a s e n a p i e d ra
(in taglio). Haciendo rodar el cilindro por a parte infe rior de La tableta,
donde se le ha reservado un espacio, deja en la arcilla un relieve rectangular
del dibujo. No es, por cierto, e l nombre de Nahor, pero si una divisa que
ha adoptado para servirle de sello y que todos sus agentes comerciales son
capaces de reconocer. Además el escriba atestigua por medio de nue-
DERECHO HEBREO 307

a requerir de los intervinientes en un contrato, no solamente el


texto de las obligaciones recíprocas, sino también su firma y rú-
brica, así como la de los testigos 3 . De este modo se creó una obli-
gación que aún hoy se desconoce en ciertos pueblos del Asia: la
de que los testigos no solamente figurasen en el acta, sino que la
firmen y rubriquen en prueba de asistencia.
Según los historiadores de la época, a las formalidades de los
contratos se agregó, con el curso de los años, la obligación de
obtener copias para destinarlas a cada uno de los contratantes; la
razón es sencilla: no podía confiarse a uno de ellos el documento,
a riesgo de que lo extraviase o simplemente lo negara cuando llega la
oportunidad de exigir el cumplimiento de lo pactado.
De este modo —atento a lo indicado por Calmet, en una fa-
mosa disertación intitulada Sobre la forma y materia de los libros
antiguos y sobre los diversos modos de escribir— se hizo obliga-
torio obtener una copia simple del contrato, sin firmas, ni sellos, la
que quedaba abierta; es decir, no sometida a las prescripciones
sobre el cierre de los contratos, en las diferentes formas en que se
lo hacía. De acuerdo a una manifestación de un historiador, du-
rante su época, era hábito hacer dos contratos, estrictamente iguales
entre sí, sellando uno y dejando abierto el otro. La copia era
v o s c a ra c te re s c u n e i fo rm e s q u e e s é s ta a f i rm a d e N a h o r d e U r . I g u a l -
mente fijan su sello los testigos si son necesarios. El escriba toma ahora
un nuevo pedazo de arcilla, lo aplana para darle el espesor de una costra
de papel y lo arrolla muy ajustado alrededor de a carta, cuidando de sacar
toda la arcilla que sobra y redondeando las aristas de modo que esta nueva
tableta sea la exacta reproducción de a que lleva dentro. Esto es literal-
me n te e l sob re de la c a rta . Es te o ri g in al docu me n to y a no pue de se r re -
visado o vio lado po r ningú n entreme tido ..." — A . E. B R A I L E Y : Ob ra c i tada,
páginas 19 y 20.

3 Una Mishná talmúdica (fol. 167) determina: se puede escribir


u n a c a rt a d e d i v o rc i o y p o n e r a fi rm a d e l o s te s t i g o s , y d á rs e l a a l
m a r i d o e n a u s e n c i a d e s u m u j e r ; s e p u e de e s c r i b i r e l re ci b o d e a k e tu b á
y poner la firma de los testigos y dársela a la muje r e n ause ncia de l ma-
rido. Pero es necesario conocer al hombre y a la mujer. Es el marido quien
paga al escribiente. Se puede escribir un acta de préstamo y poner a
firma de los testigos y dársela al deudor e n ausencia de l acreedor, pe ro
no se debe hacerlo para el acreedor en ausencia del deudor. Es el deudor
qu ie n pa ga a l e sc ribie n te . Se pue de e sc ribir un a c ta de ve n ta y po ne r la
fi rma de lo s te s ti gos y dá rse la al ve nde dor e n au se nc ia de l co mp rado r,
pe ro no se debe hace r p a ra e l comp rado r e n ause ncia de l de udor. Es e l
comprador quien paga al escribiente . Las actas de esponsales o de casa-
miento que encierran compromisos pecuniarios no deben ser escritas más
que cuando el hombre y la mujer consienten. Es el novio o el esposo,
quien paga al escribiente. No se puede escribir el acta de arrendamiento
sin que el arrendatario y el propietario lo consientan. Es el arrendatario
quien paga al escribiente. No se puede escribir as actas concernientes a
un proceso sin que los pleitistas consientan; ambas pagan al escribiente.
308 MATEO GOLDSTEIN

destinada a ser enterrada en un vaso de material que la resguardase


de los deterioros del tiempo.
La fecha de los contratos se relacionaba con el año del rei-
nado de aquél a quien le tocaba en suerte gobernar el país; ello
ocurría durante el imperio de los reyes. Posteriormente se hacía
alusión a la presencia de los reyes extranjeros que sojuzgaban la
nación hebrea y a la de la fundación del mundo.
El Talmud contiene numerosas disposiciones acerca de las for-
malidades que debían llevarse a cabo para asegurar la validez de
los contratos. Asimismo se legislaba en forma amplia sobre la insti-
tución de los testigos, tanto en materia penal como en la civil.
Una Mishná, contenida en el Tratado Babá Batrá 4 establece:
"En un acta simple, los testigos firman en el cuerpo de la escri-
tura, al pie del acta; en un acta plegada y cosida, sobre el dorso 5 . Si
las firmas de los testigos se encuentran sobre el dorso de un acta
simple, o bien si una acta plegada y cosida lleva las firmas de los
testigos en el cuerpo de la escritura, en los dos casos esa acta es
nula. Rabi Hanina, hijo de Gamaliel, dice: "Si el acta plegada y
cosida tiene las firmas de los testigos en el cuerpo de la escritura,
es válida, porque se puede descoser y desplegar para hacer un
acta simple. Raban Simón, hijo de Gamaliel, dice: Todo depende
del uso del país (en el cual los judíos habitan). Un acta simple
debe ser firmada por dos testigos; y un acta plegada y cosida
debe ser firmada por tres testigos; si el primero no tiene más que
una firma, es nulo; si el segundo no tiene más que dos firmas, es
nulo6.

4 Tratado Babá Batrá, Perek X, fol. 160.


5 Se gún e l docto r RABI NOWI CZ , e n cie rtos l ug a re s de Jude a , e xis tía
l a costumbre de hacer actas plegadas de la siguiente manera: se escribía
una línea o dos, dejándose en blanco un espacio igual; se plegaba en
seguida el espacio sobre a parte escrita que la cubría exactamente, se cosía
ambas partes juntas, constituyendo el primer pliego. Después se escribía
todavía una líne a o dos, y se de jaba un espacio igual, plegándose en se-
guida el espacio sobre a parte escrita, se cosía ambas partes juntas, que
constituían el segundo pliego, y así sucesivamente. Los testigos firmaban
fuera, de modo que no se podía leer sus firmas sin descoser el acta; pero
para leer e l acta, e ra necesario descose rlo, descosiendo el acta y
desplegándola, se veían las partes escritas separadas las unas de las otras
por un espacio de igual extensión.

6 Como e s sab ido , pa ra l a le y i s rae l i ta , e l te s timo n io ún i co no e ra


válido, especialmente para los hechos del derecho criminal. GABRIEL TARDE,
en su importante libro De las transformaciones del Derecho, expresa a este
respecto: "Habrá quizá quien crea que la regla testis unus, testis nullus,
universalmente seguida en la Edad Media europea y conservada hasta nues-
tros días en algunas legislaciones particulares de los Estados Unidos, tiene su
fundamento en a naturaleza humana, y que su universalidad relativa
DERECHO HEBREO 309

Si bien los pueblos de la antigüedad clásica conocieron algunas


de las formas modernas de los contratos, está fuera de discusión
que sólo en Roma alcanzaron la verdadera categoría de tales. "La
regla antigua —dice E. Petit— que domina aún en la época clá-
sica, y que subsiste aun en tiempos de Justiniano, es que el acuerdo
de voluntades, el simple pacto, no basta para crear una obligación
civil. El Derecho civil no reconoce este efecto más que a
convenciones acompañadas de ciertas formalidades, cuya ventaja
es dar más fuerza y más certidumbre al consentimiento de las
partes, y disminuir los pleitos, encerrando en límites precisos la
manifestación de voluntad. Consistían, bien en palabras solemnes que
debían emplear las partes para formular su acuerdo, bien en
menciones escritas; bien, por último, en la remisión de una cosa,
hecha por una de las partes a la otra. Estas formalidades,
llevadas a cabo, venían a ser la causa por la que el Derecho civil
sancionaba una o varias obligaciones... Cada una de las
convenciones así sancionadas por el Derecho civil formaba un
contrato y estaba designada por un nombre especial. Los
contratos en Derecho romano son, pues: unas convenciones que
están destinadas a producir obligaciones y que han sido sancionadas
y nombradas por el Derecho civil." Cuatro clases de contratos se
conocieron en Roma, desde fines de la República, conforme a las
distintas modalidades que debían acompañar a la convención: Verbis
litteris, re y solo consensu.
Sin esta precisión, el Derecho hebreo reconoció, antes que
Roma, las mismas clases de contratos, y es evidente que muchas de
las formalidades y solemnidades de que estaban rodeados, pasaron a
la legislación románica y de allí a todas las de Occidente.

2. — INCAPACIDAD PARA SER TESTIGO. — Una Mishná del Tra-


tado Sanedrín determina quiénes están legalmente incapacitados
para ser testigos ; ellos son : los que juegan a los dados, los que
prestan a usura, los que hacen apuestas mediante cierto juego de
niños, los que hacen comercio con los frutos del año de la shmitá 7.
Según la opinión de rabí Judá, todos estos no son afectados
explique de este modo. Pero si hacemos caso de M. VIOLET (histoire du
Droit Fr ancais) , esta re gla, que exige dos testigos, se funda e n su origen
cobre este pasaje del Evangelio de San Juan: In lege ves tr á scr ip tu m e s t
quod dorum hominum testimonium verum est. De ese texto evangélico, la
prescripción hebraica se ha extendido por ambos mundos. Probablemente.
n o h ace f al ta i n ve sti ga r e n o tra p a rte , s i no e n e s ta co s tumb re jud ía ; la
explicación de la costumbre árabe, que exige también dos testigos, con esta
modificación, sin embargo: dos testigos hombres, o bien un hombre y dos
mujeres." — G. TARDE: Obra citada, páginas 55 y 53.
7 Levítico, capítulo XXV, versículos 4 a 6.
310 MATEO GOLDSTEIN

por incapacidad judicial sino cuando no tienen otra ocupación, por-


que, dice Rashi, no teniendo oficio ni ocupación seria, no conocen
las leyes, ni el comercio de los hombres entre sí, y no son reli-
giosos; pero si tienen un oficio honesto, pueden ser jueces y
testigos.
Pero los demás doctores niegan fundamento a la
discriminación efectuada por rabí Judá, afirmando que aun cuando
tuvieren oficio u ocupación útil, los individuos señalados por la
ley están legalmente incapacitados para ser jueces o testigos.
Se lee en una beraitá, acerca de los jugadores: Son incapaces de
ser jueces ni testigos, pero si se arrepienten, es decir, si des-
trozan los instrumentos del juego y se deciden a no jugar más,
ni aun por simple entretenimiento, o distracción, se les devuelve
la capacidad plena. Análoga suerte tienen los que prestan a usura, si
deshacen los actos en que se han comprometido y se proponen,
solemnemente, a no repetir el abuso. Lo mismo en cuanto a los que
realizan apuestas o trafican con los frutos del séptimo año.
Otra beraitá fulmina de incapacidad legal para ser testigos, a
los que se apoderan con violencia de lo que pertenece a otro, y los
que fuerzan a otro a vender sus objetos. Estas incapacidades están
sancionadas expresamente por la Ley bíblica, y la Lev talmúdica
se limita a repetir la prescripción. Otra beraitá extiende la
incapacidad para testimoniar, a los pastores que arrean sus ga-
nados, haciéndolos pastar en un campo que no les pertenece, y a
los peajeros (los que perciben los derechos de peaje, o de pasada).
La Guemará explica, en cuanto a estos últimos, que no se les
considera gente deshonesta, sino que son personas encargadas de
percibir impuesto o tasa fijado por el Estado, a cargo de los
particulares; pero cuando se ha notado que extorsionan cobrando
más tasa que la que el gobierno ha establecido, se les declara
incapaces de testimoniar.
Un precepto talmúdico inspirado en las reglas religiosas de la
Biblia, impide prestar testimonio al que se alimenta de carne
prohibida, como la del cerdo. La Guemará aclara que la
prohibición sólo existe cuando el infractor de la Ley religiosa la
comete en público; no así cuando se alimenta de cerdo en
forma que no puede trascender.
El mismo Tratado Sanedrín (fol. 27) establece que el testigo
convicto de haber incurrido en falsedad, por una coartada (alibi),
se torna incapaz de testimoniar desde el momento en que ha de-
puesto; si con posterioridad ha prestado otros testimonios, aun
antes de ser convencido de falsedad, sus declaraciones están viciadas
de nulidad.
DERECHO HEBREO 311

3. — MODO DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES. — La legislación


de Israel no difiere en ciertos aspectos de los usos y costumbres
de la mayoría de los países que le eran contemporáneos, en cuanto
se refiere a las transacciones en general. La inexistencia de otro
patrón que el dinero para estimar el valor adquisitivo de los bie-
nes, hacía que en todos los países el modo de validar y
perfeccionar una transacción cualquiera, fuera mediante la
entrega de dinero, el que carecía de todo cuño y se entregaba al
peso. Los israelitas de los tiempos primitivos, y aun bíblicos, que
carecían de toda noción del contrato verbal o escrito, como del
acta de la comprobación de una actividad jurídica, se limitaban
a hacer intervenir el dinero como único requisito, y por cierto
el más natural.
Mientras el vendedor de una cosa mueble o inmueble, por
ejemplo, no había efectuado el pago, la venta no tenía ni siquiera
principios de ejecución. Y si el pago no se producía, la operación
carecía de todo valor y trascendencia. Pero, en cambio, verificado el
pago, la venta se tornaba irrevocable.
Israel-Michel Rabinowicz compara en su primitivismo éste
trámite, con el del matrimonio, que se tenía por cumplido entre
los pueblos paganos, por el sólo acto material de la cohabitación, Y
tan simple y rudimentario proceso, adoptado, incluso entre los
israelitas, para la adquisición de los bienes, se prolongó hasta los
tiempos bíblicos. Moisés no hizo otra cosa, en éste respecto, que
seguir la orientación de las costumbres y los usos, que venían de la
más remota antigüedad.
Debe decirse que el precio no sólo se atribuía a los bienes
propiamente dichos, pues la Escritura está llena de ejemplos en
los que se perfecciona el propio matrimonio por la entrega de
dinero que se efectuaba por el peso de las monedas, antes que por
un valor convencional como en nuestros tiempos.
El Génesis 8 , al relatar la historia de como José fue enviado
por sus hermanos a buscar a Benjamín, hizo poner dentro de los
costales el dinero del trigo que había adquirido, y como éstos se
admirasen de encontrar su mismo dinero, lo reembolsaron después,
cuando fueron a Egipto por segunda vez, llamándole la atención a
José de que el peso estaba igual.
El mismo Libro refiere la ceremonia de compra de un lugar
para sepultar a su esposa Sara, por parte del patriarca Abraham. El
propietario de la heredad donde Abraham había resuelto ocultar los
restos de su esposa, recibió del adquirente cuatrocientos si-

8 Génesis, capítulo XLIII, versículo 21.


312 MATEO GOLDSTEIN

clos de plata, de buena ley entre mercaderes, y pesó Abraham el


dinero que dijo, según destaca el precepto 9.
Cuando Jeremías compró un fundo de su pariente
Hanameel10, pesó en una balanza el precio de la compra.
Como surge del propio texto bíblico, la condición sine qua
non era la entrega del precio, en forma de moneda de la época, que se
pesaba en presencia del pueblo congregado en ciertos lugares
determinados, siendo los circunstantes quienes hacían el papel de
testigos y aun de notario público.
Conforme a testimonios extraídos de la Biblia, la forma más
común para formalizar relaciones de orden jurídico, transacciones,
era el de que los intervinientes se estrechasen públicamente las
manos, en señal de consentimiento. En efecto, recién en el Libro
de Tobías 11 encontramos los primeros rastros de un contrato escrito,
de acuerdo a los caracteres modernos, formalizando un contrato
matrimonial y una deuda de dinero, si bien la referencia a instru-
mentos escritos se remonta al Deuteronomio 12 , cuando se manda al
marido que repudia a su mujer, escribirle una carta de repudio.
En cambio, Egipto ya conocía la forma escrita de los contra-
tos. Pueblo formalista y minucioso "contribuyó —según sostiene
un autor— con la Caldea a fijar el moderno carácter documental
del Derecho. Sin que haya resquicio a duda, de allí deriva el acto
escrito, de allí ha sido copiada la forma instrumental: los notarios
han nacido en Egipto" 13.
El Egipto fue, en efecto, entre los pueblos de la antigüedad
clásica, el primero en desenvolver importantes instituciones
jurídicas, dándoles una forma que las aproxima a las que aun
rigen hoy en el mundo. Conforme a las más modernas
investigaciones, para la compraventa no se conformaban solamente
con la entrega del precio, sino que era indispensable formalizar un
contrato por escrito, con la intervención de testigos y aun de un
funcionario, que no era otra cosa que el moderno escribano o
notario público. Igualmente se había instituido un verdadero
Registro de la Propiedad, bajo el nombre de graphion, donde se
inscribían los contratos.
Capdevila transcribe un instrumento de la época, donde se lee:
"El año... Ni mis hijos, ni mis hermanos, ni hombre alguno del
mundo podrán venir a inquietarte a propósito de lo que aquí hemos
convenido. En caso de que viniese a turbarte, yo mismo procuraré

9 Génesis. Capítulo XXII versículo 16.


10 Libro de Jeremías, capítulo XXXI, versículo 9 y siguientes.
11 Libro de Tobías. Capítulo VI, versículo 16; capítulo IX, versículo 3.
12 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículo 1.
13 A. CAPDEVILA: El Oriente Jurídico, página 111.
DERECHO HEBREO 313

su condena a tu favor en cualquiera de los tribunales del mundo,


como también mis hijos y mis hermanos que me representaren. Y
esto hasta un monto cualquiera de plata o trigo o de cualesquiera
otra cosa que le agrade a tu corazón. Y esto para siempre jamás."
¿No es esto lo que en el moderno Derecho se conoce bajo el nombre
de garantía de evicción, en la compraventa?
Babilonia fue, como Egipto, tierra fecunda en creaciones del
Derecho. Conforme al testimonio de von Ihering, sus habitantes
conocieron y practicaron el mutuo, el comodato, la sociedad, la
compraventa, la locación, la prenda y el anticresis. El contrato
escrito con la firma de testigos y la presencia del escribano, son
evidentemente pruebas de una evolución jurídica que asombra para la
época. Pero en cuanto al detalle, a la minucia, al formalismo del
Derecho llevado hasta límites inverosímiles, Roma se lleva la palma
sobre todos los demás pueblos.
A estar al testimonio de sus historiadores, desde los tiempos
primitivos, cada jefe de familia tenía cuidado de anotar día por
día, sino hora por hora, cuanto llevaba realizado. Sus obligaciones y
créditos eran registrados minuciosamente en una especie de libro
borrador, cuyos números, al cabo de cierto tiempo eran pasados a
un registro, denominado Codex. A un lado estaban escritos los
ingresos: acceptum; de otro lado, los egresos: expensum. Para crear
una obligación, el acreedor inscribía en su codex el nombre del
deudor, que consentía en ella, con la mención de la cantidad
otorgada en préstamo. Este es el origen de cierto tipo de contrato
que en el Derecho romano reconoce el nombre de litteris 14.
Frente a las tentativas y realizaciones de pueblos hondamente
impregnados de materialismo, las simples y puras fórmulas hebreas
aparecen como expresión de la infancia del mundo. El apretón de
mano —forma de algunas maneras de pactar— es elocuente de-
mostración de que la confianza reciproca y la fe en fuerzas
religiosas superiores, dominaba, por entero, el panorama jurídico
de Israel.
A medida que evolucionaban las costumbres y la vida se hacía
más compleja, era natural que las transacciones se hicieran más
enmarañadas y que la ley viniera a proteger a los intervinientes
en todo negocio jurídico.
Así puede verse cómo de los contratos sencillos y casi
diríamos patriarcales, cumplidos invariablemente en presencia de
numerosas personas, o del pueblo en general, habría de buscar una
relación con los usos y costumbres de las demás naciones con las
que Israel tomaba contacto. Y así el Derecho se va perfeccionando,
14 E. PETIT: Obra citada, página 353.
314 MATEO GOLDSTEIN

asimilando normas extrañas y adaptándolas a las modalidades


propias.
Un doctor rabínico de la época pudo explicar de este modo
las transformaciones que se fueron operando: "Según la Ley mo-
saica, se podía tornar la venta válida por el pago. Pero, de resultas
de la extensión de las transacciones, esta ley presentaba
inconvenientes. Las compras se han vuelto frecuentes y considerables; los
compradores pagan las mercaderías pagadas, adquiridas por el
comprador y permaneciendo entre tanto al cuidado del vendedor,
están expuestas a grandes peligros. El vendedor no tiene ningún
interés en ponerlas al abrigo del fuego, del robo y de todo género
de accidentes. Para remediar estos inconvenientes, la Ley
rabínica ha establecido que se tornará la venta válida no sólo
pagando la mercadería, sino también haciendo el acto de simple
meshicá, la acción de atraer la mercadería hacia si o de desplazarla."
Debe agregarse que en la época talmúdica, bajo el régimen de
la meshicá (toma de posesión), se podían hacer ventas a crédito
v se las hacía irrevocables por la meshicá, cuando el comprador
carecía de dinero para efectuar el pago total de inmediato, lo cual
era legalmente imposible bajo la Ley mosaica.
Para los inmuebles se crearon otros medios de perfeccionar
la transacción y se agregaron requisitos para la validez del acto,
que eran desconocidos en la legislación y en el uso bíblico.
En términos generales, los hebreos admitieron muchos modos
de adquisición análogos a los de la Ley romana, con cuya
jurisprudencia suelen tener notables concomitancias y coincidencias.
El dominio sobre las aguas del mar y de los ríos; la ocupación; el
régimen de las cosas sin dueño y los objetos perdidos; el
dominio público y privado; la traslación del dominio de los bienes
raíces; el ejercicio de ciertas acciones en defensa de los derechos
de propiedad y posesión de los bienes; el empleo de las acciones
redhibibitoria y de evicción y saneamiento; ciertos interdictos,
etcétera, aparecen como copia servil en leyes y senadoconsultos
romanos, quienes las tomaron directamente o a través de algunas
fuentes intermedias, de las leyes mosaicas. La irradiación del
Derecho judaico por el mundo occidental, a través del romano, explica
que en los pueblos modernos se adviertan rastros de viejos
preceptos y mandamientos de Israel.

4. — REQUISITOS PARA LA TRANSFERENCIA DE


BIENES. – No obstante las formas primitivas y simples que
utilizaban los hebreos, aun en la época bíblica, para la transferencia
de los bienes, paulatinamente se fueron complicando los
procedimientos y a cierta altura de la evolución de su Derecho, la regla
de perfeccionar el
DERECHO HEBREO 315

contrato mediante la entrega del precio fue modificada. Ya no


era suficiente éste requisito, sino que para evitar dificultades
originadas por la práctica, se incorporaron otros requisitos. De
este modo, las traslaciones de la propiedad exigían tres elementos
indispensables para su validez: el precio, representado por el dinero,
que se pesaba; la escritura de contrato y la toma de posesión. De
este modo la transferencia del dominio se fue aproximando a la
que en los tiempos de perfeccionamiento del Derecho romano se
practicaba en Roma. Se efectuaba una discriminación respecto de
los bienes muebles e inmuebles: para los primeros, que podían
transferirse por venta, cambio o donación, el cumplimiento de los
tres recaudos a que nos hemos referido, no era indispensable. En
efecto, sólo se debían cumplir los dos esenciales, del precio y de la
realización de un acto de dominio que podía ser la tradición, la
aprehensión del objeto por parte del adquirente o su desplazamiento
del lugar donde lo tenía el vendedor.
Asimismo era bastante que el comprador dispusiera del bien
para el consumo o el uso, con el consentimiento del otro
contratante. Mientras no se operaba la expresión de la posesión,
en alguna de las formas, aunque más no fuere, simbólica, la venta
no se hallaba terminada y el comprador podía arrepentirse,
reclamando la devolución del precio pagado. Si en vez de una
venta se trataba de una permuta, era necesaria la toma de posesión
— o tradición— reciprocas y simultáneas, para que el contrato se
diese por finiquitado. En cuanto a la donación, no se requerían otras
formalidades que para la venta, de modo que el donante no estaba
obligado mientras el donatario no se hallaba en posesión de la cosa.
De acuerdo con las normas talmúdicas, para el perfecciona-
miento de la venta de las cosas muebles, era indispensable cumplir
con la formalidad básica de la meshicá.
Esta formalidad consiste en el acto de atraer hacia sí el objeto de
la venta, es decir, aprehenderlo, asirlo, desplazarlo del lugar
donde se encuentra 15 No existe diferencia esencial entre los actos
simbólicos y meramente formalistas que se empleaban entre los
romanos para dar la noción gráfica de la transferencia de la po-
sesión.
Pero, a más de la meshicá era necesario, en la época de la
Ley rabínica, cumplir con otras formalidades. Entre ellas, la de-
nominada kinyán, que designa el acto por el cual se hace
verdaderamente válida la adquisición, por medio de la compra o la
donación. Esta palabra indica el acto siguiente: Cuando se vende o
se hace donación de un objeto o cosa mueble, dicha venta o dona-
15 Etimológicamente proviene del verbo mashok, que significa "sacar".
316 MATEO GOLDSTEIN

ción no logra validez sino por medio de los tres modos de


adquisición establecidos por el Talmud: la meshicá, la mesirá, o
el levantamiento del objeto de la transacción. Si dos individuos
permutan entre sí dos objetos, era suficiente que uno de ellos
efectuara la adquisición del objeto por uno de los tres
procedimientos aludidos, para que el otro obtuviese el objeto del
cambio. Si ninguno de los tres medios de adquisición, a que nos
hemos referido, era aplicable, por cuanto el objeto de la venta o
donación se hallaba lejos, la adquisición se hacía substituyéndose
el objeto de la permuta por otro que uno de los contratantes
tenía a mano. En la venta, era necesario acudir a la meshicá:
habiendo el comprador recibido el objeto del vendedor, el
adquirente se volvía propietario del objeto vendido.
En los tiempos bíblicos 1 6 , se establece otro trámite para la
transferencia del dominio de los bienes muebles: Había ya de largo
tiempo esta costumbre en Israel —se lee en dicho pasaje — en la
redención o contrato, que para la confirmación de cualquier nego-
cio, el uno se quitaba el zapato y lo daba a su compañero: y éste
era el testimonio de Israel. En la época talmúdica se utilizaba, en
lugar del zapato, un paño y posteriormente un pañuelo de mano.
Se daba entonces el nombre de kinyán al acto de tomar el paño o el
pañuelo de mano, para validar una venta o una transacción cual-
quiera, o para firmar un compromiso verbal a fin de hacerlo
irrevocable. En esencia todos estos actos simbólicos reemplazaban
al contrato escrito, que no es otra cosa que una prueba del
contrato y no el contrato o parte integrante del mismo.
La compraventa de inmuebles entre los hebreos de la era
talmúdica, estaba rodeada de más solemnidades. Conforme lo
dispuesto en el Tratado Kidushín (fol. 26), se hace la adquisición
de los inmuebles por uno de los tres medios siguientes: el dinero, el
acta escrita o venta, y la tradición; si alguno de estos elementos
faltaba, la venta se tenía por no cumplida. Si la compraventa recaía
sobre un mueble y un inmueble, a la vez, se podía hacer la
adquisición del primero con el segundo, empleando para éste último
uno de los tres medios indicados. Por otra parte, de acuerdo con
la misma Mishná, aunque no se difiera juramento para un
procedimiento que concierna a un inmueble, si un pleitista es
obligado a prestar juramento por un mueble, se le puede forzar,
al mismo tiempo a prestarlo por el inmueble.
La Guemará admite la opinión de que, si se compra un mueble
y un inmueble al mismo tiempo, se puede validar la adquisición del
primero adquiriendo el inmueble, aunque el mueble no se en-
16 Libro de Ruth, capítulo IV, versículo 7.
DERECHO HEBREO 317

cuentre en el otro, a titulo de adherido; pero es necesario que el


vendedor diga al comprador: Has la adquisición del inmueble para
adquirir al mismo tiempo el mueble 17.
La Guemará se pregunta: "Si Rubén vende a Simón un in-
mueble y hace la donación de un inmueble, ¿Simón puede adquirir el
último por la adquisición del primero?", y responde: "Se lee en una
beraitá que raban Gamaliel ha arrendado un inmueble a rabí Josué
y le ha hecho donación del décimo de sus frutos del campo, y rabí
Josué ha adquirido la donación por la adquisición del inmueble
arrendado." El mismo comentario pregunta: "¿Si Rubén dice a
Simón: Has la adquisición del campo para que ese campo sea
adquirido por ti y para que al mismo tiempo tales muebles sean
adquiridos por Lévy, ¿puede admitirse o no que los muebles sean
adquiridos por Lévy?" Y da la respuesta: "Se lee en la beraitá
que se acaba de citar que raban Gamaliel ha arrendado un
inmueble, para que el décimo de sus frutos fuese adquirido por los
pobres; en consecuencia, la pregunta puede ser contestada en forma
negativa."
En el Tratado Babá Metziá (Perek IV) se lee: "Cuando se
compra un mueble por dinero, la compra se hace válida si el
comprador realiza el acta de la meshicá sobre el mueble. Si un
individuo da a otro denares de oro a cambio de denares de plata,
la meshicá hecha sobre el oro torna válida la venta, pero no la
meshicá hecha sobre los denares de plata (porque en éste caso es
el oro el que se considera como mercancía). En general, en el cambio
o permuta de monedas, las piezas que son menos corrientes son
consideradas como la mercancía. Así en el cambio de monedas de
cuero con las de plata, la meshicá de las piezas de cuero vuelve
válido el cambio y no las de plata. Si se cambian monedas malas -
que no son aceptadas en el comercio— con buenas, la meshicá de
las malas hace válido el cambio, pero no el de las buenas. Si se
cambia una pieza de moneda que ya tiene sus figuras (o sus
leyendas), con una pieza que no las tiene aún, la meshicá de la
última pieza hace válido el cambio, y no de la primera. En fin, si
se compran muebles con plata, la meshicá de la mercancía hace la
venta válida, pero no el de la plata. Si se hace un cambio de la
mercadería (se trata de los muebles) con otra, la meshicá hecha
sobre una de esas mercaderías hace válido el cambio."
Agrega la misma Mishná: "Si el comprador ha hecho la
meshicá sobre la mercadería, aunque no haya entregado todavía
la plata, la venta es válida. Si el vendedor ha tocado la plata, pero
el comprador no ha hecho la meshicá sobre la mercadería (si se

17 Tratado Kidushín, fol. 27.


318 MATEO GOLDSTEIN

trata de un mueble), la venta no es válida y ambos pueden


retractarse, pero el tribunal inflige al que se retracta una
reprobación pública, diciendo que aquel que ha castigado a la
generación del diluvio y la generación de la confusión de las
lenguas 18 castigará al que no mantiene su palabra. Rabí Simón
sostiene que en el último caso, el vendedor que ha recibido la
plata puede todavía retractarse, pero el comprador no puede
retractarse y reclamar su plata si ya la ha dado, aunque no se haya
hecho todavía el acta de la meshicá."
Aclarando el alcance del pasaje de la Mishná, que se refiere al
acta escrita, la Guemará expresa que si bien se puede validar la
venta de un inmueble mediante el pago del precio en dinero, esta
ley se refiere a un país donde no existe el uso de hacer actas
escritas para la venta. En aquellas regiones donde sí se exige este
requisito, la venta no se perfecciona más que cumplida esta
formalidad. Sin embargo, si las partes han convenido de que se
validará la transacción por entrega del dinero, la venta es válida
cumpliéndose tal condición.
Un intérprete del citado pasaje de la Mishná, aduce que cuando
la Mishná dice que se puede validar la adquisición de un inmueble
por el acta escrita, habla de un acta de donación; pero si se trata
de una venta, el inmueble no es adquirido si no se ha entregado
dinero.
Las divergencias acerca de la necesidad del acta escrita para
hacer válida una operación de compraventa, según la Ley
talmúdica, son numerosas e importantes, dejando ancho margen a
los doctores y a los exégetas para sus interpretaciones.
El pasaje del Tratado Kidushin, que hemos citado en primer
término, fue desarrollado en la jurisprudencia, a través de los más
autorizados doctores. La Guemará registra una notable cuestión
planteada por rabí Hamnuná en contra de la opinión de Samuel,
quien niega validez al acta o contrato escrito, ateniéndose a que la
única condición que debe cumplirse en la compraventa, es la del
dinero.
Al respecto, encontramos en la Guemará: "Cuestión de rabí
Hamnuná contra Samuel: Si un individuo escribe en un acta: "Mi
campo te ha sido vendido, o mi campo te ha sido donado", la venta
o la donación es válida. Resulta que el acta de venta es suficiente,
por sí sola, para la adquisición." Respuesta: Rabi Hamnuná
responde: Se trata de la venta de un campo que es muy malo;
en ese caso se supone que el vendedor consintió en validar la venta
antes de recibir el dinero. Rabí Asher responde que si se
18 Génesis, capítulo XI, versículo 7.
DERECHO HEBREO 319

trata de una donación, solamente se escribe en el acta la expresión


"vendido" para que el donatario adquiera los derechos de un com-
prador 19.
En la venta de los predios rurales, el Talmud introdujo una
interesante novedad que no ha pasado a ninguna de las legislacio-
nes inspiradas en la Ley hebrea. Ello no obstante, se trata de una
modalidad de éste contrato, digna de ser recordada.
Antes de adquirir un campo, el comprador se hallaba obligado a
asegurarse de que el vecino de la propiedad renunciaba al derecho de
prioridad en la compra.
Esto ocurría solamente en el caso de venta a título oneroso,
pues si se trataba de un bien heredado o recibido por donación,
desaparecía el derecho a que nos referimos. Igual situación se
producía si se reivindicaba un terreno por parte de quien había
sido su anterior poseedor; en éste caso, como en los anteriores, se
desvanecía el derecho de prioridad; igualmente, si se compraba un
campo afectado de un gravamen; o, cuando el vecino pagano
vendía a un israelita, y en fin, cuando el inmueble era puesto en
subasta para pagar una tasa o impuesto fiscal debido al gobierno
pagano. Tampoco regía el derecho de prioridad cuando se trataba de
suministrar alimentos a los huérfanos, a la viuda y pagar los
gastos de entierro.
¿En qué consistió, entonces, el mentado derecho? En la fa-
cultad de un colindante de adquirir un bien inmueble anexo al
suyo, con preferencia a un tercero y siempre que se ajustara a las
condiciones de la venta. Otro requisito exigía el Talmud y era de

19 Tratado Kidushin.
L a Gu e mar á a dop ta la opi n ió n de que , si se comp ra u n i nmue ble y
un mueble, se puede validar a adquisición del último adquiriendo el pri-
mero, aunque el mueble no se encuentre en el inmueble; pero es necesario
que el vendedor diga al comprador: Has la adquisición del inmueble para
adquirir al mismo tiempo el mueble.
Pregun ta: Si R ubé n vende a Simón un inmueble y hace a donación d e
u n m u e b l e , ¿ S i m ó n p u e de a d q u i r i r e l ú l t i m o p o r l a a d q u i s i c i ó n d e l
primero?
Respuesta: Se lee en una beraitá que rabí Gamaliel ha arrendado un
inmueble a rabí Josué , y lo ha hecho donación del décimo de sus frutos
del campo, y rabí Josué ha adquirido a donación por a adquisición del
inmueble que él ha arrendado.
Pregunta: Si Rubén dice a Simón: Has la adquisición del campo para
que ese campo sea adquirido por ti y para que al mismo tiempo tales mue-
bles sean adquiridos por Levy, ¿Puede admitirse o no que los muebles son
adquiridos por Levy?
Respuesta: Se lee en la beraitá, que se acaba de citar, que rabí
Gamaliel ha arrendado un inmueble a rabí Akiba, para que el diezmo le sea
adquirido para los pobres.
320 MATEO GOLDSTEIN

que ambos campos, el del vecino y el contiguo, pudieran ser tra-


bajados, prolongando los surcos.
Ahora bien, la ley establecía algunas discriminaciones en la
materia. Por ejemplo, si se tiene a elegir como vecino entre un
pariente y a un sabio; entre dos compradores, a un instruido y a
un ignorante, podía optarse sin que por ello se violara el derecho
de prioridad, al sabio, en el primer caso, y al hombre instruido, en el
segundo.
¿Cuál ha sido la finalidad de estas prescripciones legales? No
podía ser otra que la de evitar —hasta donde fuere posible— el
fraccionamiento de los predios, y una contribución a mantener las
relaciones de buena vecindad entre los habitantes del agro.
En Grecia y Roma cada campo, así como cada casa de
residencia, debía estar separado claramente del campo o del
dominio del vecino. A estas separaciones se las conoce bajo el
nombre de términos, y en lugar de asegurarse formas de
convivencia y de cooperación, entre los habitantes de los predios
contiguos, los griegos y romanos llevaron hasta la exageración la
noción de los términos, o límites. El vecino, arando, se acercaba
nunca demasiado al vecino, "pues entonces —como dice Ovidio—,
el dios que se sentía tocado por el arado o el almocabre,
exclamaba: ¡Detente; éste es mi campo; he ahí el tuyo!" Y Platón
concreta duramente este concepto, cuando dice: "Nuestra primera
ley debe ser ésta: Que nadie toque el mojón que separa su campo
del vecino, porque debe permanecer inmóvil. Que a nadie se le
ocurra arrancar la pequeña piedra que se ha jurado conservar en su
sitio."
¡He aquí el sentido brutal, absoluto e inhumano del derecho de
la propiedad y de las reglas de comunidad social, que algunos
autores intentan presentar como ejemplo de los primeros signos de
comunismo en la historia!..

5. — CONDICIONES DE LA COMPRA. - Con esa minuciosidad que


resulta admirable —propia del Derecho talmúdico—cuando se
ocupa de una institución cualquiera, los doctores rabínicos han
establecido diversas situaciones relacionadas con el contrato de
compraventa, a las que vamos a referirnos. Se trata de sutiles
discriminaciones acerca de la clasificación de las cosas, en
principales y accesorias, que el Derecho romano ha llevado hasta
sus últimos extremos.
E l T r a ta d o B a b á B a t r á ( P e r e k I V ) , d i c e e n u n a M is h n á
(fol. 61), al respecto: Si se ha dicho que se vende una bait (una
casa): la Guemará dice que en la época talmúdica, en ciertos países,
la palabra bait solamente se atribuía a un ambiente, una ha-
DERECHO HEBREO 321

bitación en la cual se habitaba (se comía o se dormía); las piezas


anexas si estaban comprendidas, la pieza lateral llamada jatzia no
estaba comprendida, aunque ella esté en comunicación con el bait;
en la venta del bait no está comprendida ni aun la pieza que hay
dentro, en el interior, aunque se abra hacia el bait; ni el techo si tenía
una balaústrada de diez tefaim de alto.
Otra Mishná del mismo Tratado (fol. 64) establece que si se
vende un edificio, la cisterna no está comprendida, aunque haya
estado escrito en el acta que se vende el edificio con toda su
profundidad y altura; el vendedor está obligado a adquirir también
el derecho de pasar por el edificio a su cisterna; ésta es la opinión
de rabí Akiba. Los otros doctores afirman que no tiene necesidad
de comprar este derecho. Rabí Akiba está de acuerdo con los otros
doctores en que el vendedor no tiene necesidad de comprar el paso,
si se ha escrito en el acta que vende el edificio, excepción hecha
de la cisterna. Si un individuo vende la cisterna, conservando el
edificio, rabí Akiba dice que el comprador no tiene necesidad de
adquirir el derecho de pasar por el edificio; los otros doctores
opinan que si debe adquirirlo; si no lo compra, estará obligado a
pasar por otro camino menos cómodo.
En otra Mishná leemos: "Si un individuo vende una casa,
están comprendidas en la venta las cosas fijas que se encuentran
en ella (puertas, ventanas, la parte de la muela del molino que es
fija, etcétera) pero no aquellas que se transportan (la llave, el
horno, etcétera). Si el vendedor ha dicho que vende todo lo que
hay dentro, todas estas cosas se hallan comprendidas."
S i u n in d ivi d u o v e n d e u n h a tz e r 2 0 — d i c e o tr a M i s h n a
(fol. 67) — están comprendidas en la venta las casas, las cisternas, y
las bodegas que allí se encuentran, pero no las cosas
transportables. Si el vendedor ha dicho que vende el hatzer con
todo lo que está en su interior, todas estas cosas se consideran
comprendidas en la venta; pero, aun en éste caso, no se hallan
comprendidas las casas de baños y los lagares.
Si un individuo vende un lagar, quedan comprendidas en esta
venta todas las cosas fijas que alli se encuentran, pero no las que
son transportables; si ha dicho que vende todo lo que se halla den-
tro, todas estas cosas son vendidas también. Igualmente si vende
una casa de baños.
Una Mishná contenida en el mismo Tratado (fol. 68)
determina: "Si un individuo vende una villa, ha comprendido-
en la venta las casas, los pozos, las cavernas, las casas de baños,
los palomares, los lagares, los jardines (destinados al paseo, o los cam-

20 Hatzer significa la casa con todas sus piezas y patios.


322 MATEO GOLDSTEIN

pos que rodean la villa) ; pero no las cosas movibles. Si ha dicho


que vende la villa con todo lo que allí se encuentra, quedan com-
prendidas aun las bestias y los esclavos. Si un individuo vende un
campo, ha comprendido en la venta las piedras necesarias al campo
(después de la siega se dejan las gavillas para secarlas, poniéndoles
piedras encima para que el viento no se las lleve), los rodrigones
de las viñas, las espigas no cortadas, etcétera."
En fin, una Mishná (fol. 71) dice: "Si un individuo vende un
campo, aunque haya dicho que lo ha vendido con todo lo que allí
se encuentra, no ha comprendido en ésta venta la cisterna, ni el
lagar, ni el palomar, ya sean vacíos o llenos. El vendedor está
entonces obligado a comprar el derecho de pasar por el campo para
llegar hasta la cisterna, el lagar, el palomar. Esta es la opinión de
rabi Akiba; los otros doctores disienten afirmando que no tiene
necesidad de comprar el paso, si escribe en el acta que vende el
campo, con excepción de la cisterna, etcétera. Si un individuo
vende su cisterna, el lagar o el palomar, reservándose el campo,
rabi Akiba dice que el comprador no tiene necesidad de adquirir el
derecho de pasar por el campo; los otros doctores disienten afir-
mando que sí debe adquirirlo, porque si no lo compra, estará
obligado a pasar por otro camino menos cómodo. Todas las
cosas antes mencionadas —termina la Mishná— que no están
comprendidas en la venta del campo, están involucradas en la
donación (si el individuo dice que ha hecho donación de su campo
a otro). Si los hermanos se dividen entre ellos los campos de la
herencia, el que obtiene el campo tiene todo lo que en él se
encuentra. Si un individuo ha adquirido por el acto de la toma de
posesión el campo de un extranjero muerto sin herederos,
adquiere todo lo que se encuentra en el."
La Guemará, comentando este pasaje, pregunta por qué el
Talmud ha establecido una diferenciación entre la venta y la do-
nación. La respuesta es la siguiente: El que compra puede pedir lo
que quiere; si no ha pedido que se inscriba en el acta las cosas que
se encuentran en el campo, es porque no ha querido adquirirlas.
Pero el que recibe una donación no puede reclamar que se
inscriban todos los detalles en el acta: el que ha efectuado la do-
nación debe ser preciso.
El Talmud es minucioso y detallado en la exposición de los
innúmeros casos que la vida comercial plantea y todos ellos son
resueltos de una manera uniforme, si bien la Guemará llega en
sus interpretaciones, muchas veces casuísticas, a muy diversos re-
sultados.
Pero siendo que la norma es general y uniforme, nos limita-
remos a reproducir algunos de los casos más usuales en la vida
DERECHO HEBREO 323

diaria. Si un individuo vende un navío 21 , dice la Mishná (fol. 73),


están comprendidos en la venta el mástil, las velas, y todo lo que
es necesario para la marcha; pero no lo están los esclavos que lo
conducen, ni el equipaje. Si el vendedor dice que vende el navío
con todo lo que allí se encuentra, todas estas cosas quedan com-
prendidas en la transacción. Si un individuo vende un asno —se lee en
otra Mishná— sus arneses no están comprendidos en la venta.
Algunos doctores opinan que los arneses son cosas accesorias y por
consiguiente sí están comprendidos; pero otros afirman que todo
depende de la manera en que el vendedor se ha expresado. Otra
Mishná (fol. 81) dispone que si un individuo compra dos árboles
en el campo de otro, no ha adquirido la tierra que rodea ambos
árboles. Rabí Meyer opina que sí la ha adquirido. Si las ramas de
los árboles comprados se extienden mucho, el propietario del campo
no tiene derecho a cortarlos; los que brotan del tronco pertenecen
al comprador de los árboles; los que brotan de las raíces
pertenecen al propietario del campo; si los árboles se secan, el
comprador no tiene derecho de plantar otros en su lugar. Si el
comprador ha adquirido tres árboles, ha adquirido el terreno que
le es necesario; si las ramas se extienden más allá de este terreno, el
propietario del campo puede exigir que se corten las que excedan
el terreno adquirido por el comprador. Las ramas que brotan del
terreno o de las raíces pertenecen al comprador; si los árboles se
secan, el comprador tiene el derecho de plantar otros en su
lugar.

6. — L ESIÓN EN EL PRECIO . — Una ley, que pasó al Derecho


romano, establecía que el precio en la compraventa debe ser serio
(verum); esto significa que no debe ser insignificante con rela-
ción a la cosa vendida, o cuando el vendedor no tenía intención de
exigir el precio estipulado. Según una regla de Ulpiano, en tal
caso se trata de un precio simulado y la operación se considera,
nula. En otro caso el precio podía ser verum, pero muy por de-
bajo del real que el objeto vendido merecía. La venta quedaba
válida, hasta que algunos rescriptos conocidos bajo el reinado de
Diocleciano y Maximiliano establecieron que el vendedor podía
pedir la rescisión de la venta, cuando el precio era inferior a la
mitad del valor de la cosa en el momento del contrato; es lo que
los comentaristas han denominado lesión de ultramitad. El com-
prador podía evitar la rescisión de la venta, si aumentaba el pago
hasta un justo precio.
Cabe agregar que la lesión de ultramitad se aplicó en Roma

21 Tratado Babá Batrá, Perek V.


324 MATEO GOLDSTEIN

a la venta de bienes inmuebles, no existiendo rastro alguno que


denuncie su vigencia para las cosas muebles.
El Talmud fue el previsor legislador de la lesión de ultramitad en
el Derecho hebreo. En efecto, el Tratado Babá Matziá dispone a
este respecto que si el precio de la mercadería asciende a un sola que
vale veinticuatro maot, se puede reclamar si existe error de cuatro
maot, que constituyen la sexta parte del precio de la mercancía.
¿Qué término se acordó para estas reclamaciones? El tiempo
necesario para mostrar la mercadería a un mercader que la
conozca (un experto), o a un pariente.
La Guemará explica el texto expresando que para los casos
de error sobre el precio, si la diferencia era de un sexto, ello no
permitía anular la venta, pero el afectado podía reclamar
indemnizaciones compensatorias. Si la diferencia excedía ese sexto,
quedaba abierto el camino, para vendedor y comprador, de
declarar nula la operación. Comentaristas de la época afirmaban
—y la jurisprudencia los confirma— que existía fraude orá,
cuando la diferencia era tal que no autorizaba anular la venta,
pero daba derecho a reclamar la indemnización y autorizaba a la
parte lesionada a reclamar la indemnización y a pedir la nulidad
de la operación.
Autoriza la Mishná al comprador, como al vendedor, la
reclamación, si se encuentran lesionados por error en el precio. Las
disposiciones acerca de las diferencias en el precio no eran
exclusivas de los comerciantes profesionales, sino que eran
aplicables también a aquellas personas que ocasionalmente
compraban o vendían. La parte afectada podía tomar dos caminos:
reclamar la nulidad de la operación o los daños causados.
Ampliando los casos de aplicación de la Ley talmúdica, se dice
en la Mishná 22 , que las disposiciones concernientes al error sobre
el precio en las compras no son aplicables a los esclavos, a los
inmuebles, ni a las cosas sagradas. Las multas pecuniarias del doble
o del cuádruple, o del quíntuplo, no son aplicables a todas estas
cosas. Hay casos en que un guardián sin salario debe prestar
juramento de que el depósito no se ha perdido por su culpa, y donde
el guardián por salario debe pagar por la pérdida del depósito
determinada por un accidente raro; pero el primero no está
obligado a prestar este juramento, ni el último a pagar, si se trata
de una de estas cosas. Rabí Judá dice que el comprador de un
Pentateuco, de una vaca, o de una perla, no pueden reclamar si
ha pagado muy caro; pero los otros doctores rechazan esta opinión.
La lógica de estas conclusiones de la Guemará estriba en que

22 Tratado Babá Metziá, fol. 56.


DERECHO HEBREO 325

hay ciertas cosas cuyo precio carece de una medida de relación y


están supeditados a las necesidades o las inclinaciones de la gente.
Es el caso de un individuo que adquiere, en el campo de batalla
un caballo o un arma y jamás podrá reclamar diferencia de precio,
puesto que la adquisición estaba sometida a circunstancias excep-
cionales, dependiendo de la obtención de ciertos elementos (el ca-
ballo o el arma, en tiempo de guerra), la salvación de la vida del
comprador.
Pero la ley establecía otra excepción: en el Tratado Ketubót
(Perek XI ) hallamos que si un tribunal ha hecho vender alguna
cosa, y se halla que hay error en una sexta parte de su valor, la
venta es nula. Pero los exégetas han modificado el sentido de la
Mishná, afirmando que en el caso explicado la venta es válida,
porque, ¿De qué serviría hacer vender por un tribunal? Si se ha
vendido en subasta pública —arguyen con lógica muy moderna—
la venta es válida aun cuando hay error de la mitad (Rabí Simón,
hijo de Gamalíel). Contiene el Talmud numerosas disposiciones
sobre diversas fases de la compraventa.

7. — LOCA CIÓN Y VENTA. — El Tra tado Babá Metziá


( Pe rek V ) expresa: "Cuando se arrienda alguna cosa, se puede
aumentar el alquiler, si no se paga por adelantado; pero no se
puede aumentar el precio de la venta si se paga por adelantado; por
ejemplo: está permitido alquilar una propiedad a un individuo,
diciéndole: si tu pagas por el año adelantado, tu no darás más que
diez selaim (un sela tiene cuatro denares), si pagas todos los
meses, darás por el año doce selaim. Pero está prohibido vender un
campo a un individuo, diciéndole: si pagas por adelantado, no darás
más que mil zuzes, pero si pagas después de la cosecha, darás mil
doscientos zuzes."
La Guemará ha interpretado la diferencia que establece la
Mishná, entre el arriendo y la venta, diciendo que cuando se
arrienda una cosa por determinado término es por este término
solamente que existe la obligación de abonar el precio. Por con-
siguiente, si el locatario paga a fin de cada mes, no se puede
afirmar que el propietario es su acreedor porque espera hasta fin
del mes, ya que no puede exigir el pago antes del último día del
mes; si el locatario da diez selaim por año, es decir, un sela por
mes, da el justo precio y no hay usura. El precio es entonces de
doce selaim; solamente el propietario reduce el precio, si el
locatario recibe el pago por adelantado. No ocurre lo mismo en
la venta. El comprador debe pagar de inmediato el precio convenido;
si el vendedor espera el pago, él es acreedor del comprador y si se
hace por la demora doscientos zuzes de más, entonces hay usura.
326 Mateo Goldstein

En consecuencia, lo que se halla prohibido en la Ley talmúdica es


ejercer la usura, que en cambio, según algunos doctores, se hallaba
autorizada solamente en el caso de que ambos contratantes
hubieran previsto que el precio no se pagaría de inmediato 23.
A propósito, encontramos en el mismo Tratado, la situación
planteada: Un individuo vende su campo a otro que le da una parte
del precio convenido; si el vendedor le ha dicho: Tu puedes
abonar el resto cuando quieras, y entonces el campo te pertenecerá.
En este caso, el vendedor incurre en un acto prohibido. Si un
individuo presta dinero a otro sobre su campo, y le dice: Si tu no
me pagas la deuda en tres años a partir de la fecha, el campo me
pertenecerá, en ese caso el campo pertenece al acreedor, si el
deudor no paga.
En el caso planteado por la Mishná, del vendedor, el Raschi
sostiene que si el vendedor come entre tanto —durante el tiempo
en que el com p rador no paga el saldo— los productos del campo,
objeto de la transacción, el vendedor habrá incurrido en usura si el
comprador le hubiera entregado el saldo del precio, de suerte que
el campo habría sido adquirido a partir de esa oportunidad. Si es
el comprador quien come los productos del campo entre tanto, es él
quien incurrirá en la usura en caso de no aportar el resto del precio,
de manera que el campo permanecerá en poder del vendedor que le
restituirá la suma recibida.
Según un comentarista de la Guemará, es el vendedor quien
está autorizado para aprovechar los frutos del campo, en el caso
en que lo hubiera vendido sin recibir la totalidad del precio; el
comprador no puede aprovecharlos, puesto que cometería usura
desde que sólo anticipó una parte del precio.
El mismo Tratado 2 4 plantea un caso interesante. Un individuo
vende sus olivares a otro que los adquiere para cortarlos y
aprovechar la madera; el comprador ha tardado en cortarlos y en el
intervalo ellos producen aceite; en este caso, afirma la Ley tal-
múdica, el aceite pertenece al comprador. Pero si se ha convenido

23 U n bu rgué s , ac re e dor de u n pa is ano , no pue de a ce pta r de


co mp rarle a bajo precio a su deudor vino, ace ite , queso, e tcéte ra, ni aun
en tie mpo de ca re s tía , po rque e l bu rgué s toma rí a de é s te modo un inte ré s
p ro hib ido po r a le y . Pe ro si e l pa isa no pose e los p roduc tos y los ve nde
más barato para abonar al contado su deuda, la operación con el burgués
es válida (T ratado Bab á Metz iá). Como los paganos prestaban y re cibían
e n p ré s ta mo a i n te ré s , a f i n de no p roh ib i r u n p ré s ta mo e n tre i s rae l i ta y
pagano, se permitía a los primeros regar sus vinculaciones con los paganos,
en materia de préstamos, según a ley pagana (Tratado Babá Metziá).

24 Tratado Babá Metziá, Perek VIII.


DERECHO HEBREO 327

previamente que el corte se haría de inmediato y el comprador de-


mora esta tarea, el aceite corresponderá al vendedor.

8. — EL CONTRATO D COMPRAVENTA Y EL JUBILEO. - Si bien


entre los hebreos se encuentran numerosas modalidades del con-
trato de compraventa que se conocen entre los demás pueblos del
Oriente, con las diversidades propias de cada ambiente, y si en
Roma hallamos similitudes en las formas jurídicas que nos hacen
pensar en un origen común, o al menos en un parentesco
indudable, existen algunas instituciones que Israel inventó y
desarrolló con un sentido absoluto de originalidad. En las
compraventas, especialmente de inmuebles, encontramos algunas
de estas particularidades que, por desgracia, no fueron introducidas
en los países que con aquel tuvieron contacto. El sentido
crudamente individualista del Derecho romano, la propiedad que
gozaba de los caracteres de irrevocable y absoluta; el derecho de
posesión que excluía toda ingerencia pública o privada; la
autoridad soberana del p ropietario de hacer y deshacer y aun de
destruir su propio bien, no condicen por cierto con las normas de
solidaridad y de fraternidad que se encuentran en la legislación hebrea.
En efecto, conforme a las definiciones de los autores antiguos
(Gayo y Ulpiano), la propiedad para los romanos gozaba de los
tres beneficios que se sintetizaban en las palabras: usus (facultad
de servirse de la cosa y de aprovecharse de los servicios que pueda
rendir además de sus frutos); fructus (derecho de recoger todos
sus frutos) y abusus (poder de consumir la cosa, de disponer
de ella de una manera definitiva, destruyéndola o enajenándola).
Este carácter absoluto, éste poder casi ilimitado que no respetaba
ni siquiera las causas de utilidad pública, pasó de Roma a la
mayoría de los códigos que en ella se inspiraron ; sólo poco a poco,
paulatinamente, el absolutismo del derecho de propietario fue
cediendo a las necesidades de la comunidad, y costó una lucha de
siglos para que la humanidad contemporánea admita que existen
otros intereses, superiores aún a los del individuo, que imponen
restricciones y cortapisas a su derecho, en prenda de la colectividad.
Digamos, en honor a la verdad histórica, que no solamente
Roma fue individualista hasta el límite. El Oriente también lo era.
Lo fue la India, Egipto y Babilonia. Y basta hojear el terrible
Código de Hammurabí, para llegar a la conclusión de que aquel
pueblo emprendedor y creador —cuyos contactos con Israel fueron
frecuentes y fecundos— da la pauta del individualismo convertido
en principio y fin de toda la actividad del hombre.
Pero en aquel cuadro del mundo antiguo, había de surgir un
329 MATEO GOLDSTEIN

factor nuevo: un espíritu y un temperamento nacional que


proclamaban la consigna francamente revolucionaria de que la
tierra no es de nadie, sino de Dios. En ningún otro Código que en la
Biblia, encontramos nada más insólito y nada más original. El
individualismo brutal de la época y el egoísmo llevado hasta sus
últimos extremos, cedían su lugar a una nueva doctrina, aportada
por un pequeño pueblo de pastores que, bajo la dirección de su
máximo legislador, habría de dirigirse desde Canaán, a través del
Egipto, hacia Eretz Israel.
El Levítico 25 dice así: "Y Jehová habló a Moisés en el Monte de
Sinaí, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando
hubiereis entrado en la tierra que yo os doy, la tierra hará sábado a
Jehová. Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu
viña. Y cogerás sus frutos; el séptimo año la tierra tendrá sábado
de holganza, sábado a Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás
tu viña. Después de siete veces años —continúa la ley— que com-
ponen el número de cuarenta y nueve, el décimo día del séptimo
mes, tiempo en que se debe celebrar la fiesta de la expiación, se
tocará una bocina en toda la tierra de Israel, en señal de que debe
santificarse aquel año, que es el del Jubileo. Se restituirá la libertad a
todos los que la hayan enajenado, y cada uno de vosotros volverá a
entrar en sus antiguas posesiones y será restituido a su primera
familia. No sembraréis ni segaréis en aquel año, sino que habéis
de comer de lo primero que se os presente 2 6 La tierra no será
vendida para siempre, porque no pertenece a ninguno sino a Mí, y
vosotros no sois sino unos extranjeros a quienes yo se la doy en
arrendamiento 27.
"De este modo —explica un comentarista— el orden, la paz, la
beneficencia y una especie de igualdad entre todos los ciudadanos
caracterizaban el Año de Jubileo, que fue, sin duda, una de las
instituciones más admirables de Moisés, y que debía, por su
naturaleza, o más bien, por la naturaleza del corazón humano, ser
poco durable" 28.
Conforme a las reglas del Levítico, las ventas practicadas entre
los hebreos no asumían el carácter de irrevocabilidad con que se
caracterizan en otras legislaciones. En esencia constituían simples
cesiones del goce y usufructo de la cosa vendida, cuya resolución
se hallaba, inexorablemente, sometida al Año del Jubileo. De ahí
que para los inmuebles, se tuviera en cuenta que la proximidad del
25 Levítico, capítulo XXV, versículo 1 y siguientes.
26 Levítico, capítulo XXV, versículos 8 a 13.
27 Levítico, capítulo XXV, versículo 23.
28 PASTORET: Obra citada, página 164.
DERECHO HEBREO 329

Jubileo influía de modo decisivo sobre el precio. En efecto, expresa


el Levítico29: Conforme al número de los años después del Jubileo
comprarás de tu prójimo; conforme al número de los años de los
frutos te venderá él a ti... Conforme a la multitud de los años
aumentará el precio y conforme a la disminución de los años
disminuirás el precio porque según el número de los rendimientos te
ha de vender él.
Si un judío llegaba a la pobreza extrema que le obligaba a
enajenar su herencia, su pariente más cercano la podía rescatar
para él. Si el pariente no se interesaba, no estaba afectado: el Año
del Jubileo tendría la herencia, junto con los frutos. Si se vendía
una casa situada dentro de los muros de la ciudad, existía un año
para el retracto; pero si no se rescataba en ese término, había que
esperar el Jubileo. Si la casa se hallaba extramuros, podía ser
vendida como cualquier otra posesión, y si no era remitida dentro
del año, gozaba del beneficio del Jubileo.
Es obvio que, bajo un régimen similar, debían necesariamente
desarrollarse los sentimientos de solidaridad social y de equidad,
de que dan muestra patente las reglas contenidas en la Biblia y en
el comentario de los doctores del Talmud. Y efectivamente, si
hay algún pueblo en la actualidad que goza del derecho de asignarse
la paternidad de los primeros síntomas de socialismo sobre el haz
de la tierra, no hay dudas de que este pueblo es Israel.
¡Cuán distinta era la concepción de la propiedad entre los pue-
blos antiguos! Desde luego existen motivos para afirmar que en
Grecia y en Roma antiguas, la venta de la propiedad raíz estaba
prohibida, bajo severas penalidades. A estar al testimonio de
Aristóteles, en Esparta la venta era punto menos que ilícita e
imposible. Solón, muy posterior a los legisladores de los tiempos
primitivos, si bien no prohibía la enajenación, castigaba al vendedor
con la pérdida de la ciudadanía. Según Fustel de Coulange, en cuanto
a Roma, si bien no existen reglas escritas análogas a las helénicas,
resulta claro que recién en la Ley de las Doce Tablas se comenzó a
tolerar la venta de la propiedad... En ambos casos las
dificultades impuestas para la transferencia obedecen a un mismo hecho:
la religión doméstica; la religión se oponía a que la familia se
desprendiese del lugar donde habitaban los Manes y los Penates.

9. — EL DERECHO DE PROPIEDAD EN ROMA Y EN ISRAEL. — En


una reciente obra, intitulada El César contra el hombre, el doctor
A. Capdevila define, admirablemente, a nuestro juicio, las carac-

29 Levítico, capitulo XXV, versículos 15 y 16.


330 MATEO GOLDSTEIN

terísticas del derecho inmobiliario entre los romanos. "Plena in re


potestas... Así llegó a definirse en las Institutos el derecho de
propiedad sobre los bienes raíces; derechos absoluto, exclusivo y
excluyente, que iba desde el uso hasta el abuso, sin otras
restricciones al arbitrio privado que las de un buen reglamento
vecinal —así, la constitución de servidumbres— ni otras
atenuaciones de orden público que las de una muy tolerante
administración fiscal...", "cualesquiera hayan sido los ideales
jurídicos de la vieja época, los tiempos históricos del Derecho
romano no inducen a duda ni error."
"Propiedad romana quiere decir resueltamente el mundo
para Roma. El trabajo, que tanto dignifica al hombre cuando to-
dos los hombres trabajan, fue siempre en Roma instrumento de
humillación y de oprobio bajo el sistema inicuo de la propiedad
del hombre sobre el hombre. Para que bogase en el Tíber la nave
del lujo asiático fue menester que el Tíber arrastrase mucho sudor
y muchas lágrimas en su cauce." Y siguiendo al mismo autor,
encontramos: "Propiedad romana significa abiertamente privilegio
romano, el cual se fundamenta en el derecho de ciudadanía que la
casta dominante se adjudicó por si sola. De ahí que en Roma pro-
piedad y posesión no se confundan, ni prive ésta sobre aquélla.
Fué voz genuina de des p otismo la que concretó ésta fórmula: La
posesión es un hecho. Sólo la propiedad es un derecho. Pero
mostremos todo el cuadro. Tres requisitos exigía la propiedad
quiritaria, a saber: propietario romano; cosa romana; modo
romano. Reglas inconmovibles del dominio ex jure quiritium. La
primera condición era entre todas esencial, y consta que no se
modificó el principio con las franquicias que el jus commerci,
emergente de tratados no siempre cumplidos, otorgó a los
habitantes latinos. Para tener el derecho de propiedad había
que ser ciudadano de Roma."
El cuadro trazado, es inconfundible. El privilegio y la casta
dominaron toda la vida civil, pública y privada de Roma. Con ra-
zón puede decir von Ihering, que llama al Derecho romano ópimo
fruto, que la "unión política de las razas de Roma semeja una,
pirámíde. Su base está formada por trescientas gentes, reducién-
dose en gradaciones sucesivas produce treinta curias, después tres
tribus; en la cúspide el poder personal del rey."
"Tales leyes —dice Fustel de Coulange— no pueden sorpren-
dernos. Fundad la propiedad en el derecho del trabajo, y el hombre
podrá librarse de ella. Fundadla en la religión, y ya no podrá; un
lazo más fuerte que la voluntad humana le une a la tierra. Además,
éste campo donde está la tumba, donde viven los antepasados divi-
DERECHO HEBREO 331

nos, donde la familia debe por siempre realizar un culto, no es la


propiedad de un solo hombre, sino de una familia. No es el indivi-
duo viviente en la actualidad quien ha establecido su derecho sobre la
tierra, sino el dios doméstico. El individuo sólo la tiene en de-
pósito; pertenece a los que han muerto y a los que han de nacer.
Forma un cuerpo con ésta familia, y no puede separarse de ella.
Desligar una de otra es alterar un culto y ofender a una religión.
Entre los indos, la propiedad, fundada también en el culto, era asi-
mismo inalienable."
Israel es la antítesis; el derecho de la propiedad es transitorio,
revocable. Nadie es dueño por la eternidad, y la tierra, base
principal de toda la riqueza, es de Dios, quién la ha entregado en
usufructo a los hombres.
La colonización Palestina moderna, se funda en un principio
tomado de la Biblia, el que se opone categóricamente al concepto
del Derecho romano sobre la propiedad. La idea romana es que la
propiedad individual es absoluta y perpetua. A esto, los sionistas
oponen un extraordinario principio que se lee en el Levítico: La tierra no
será vendida a perpetuidad porque la tierra es mía, dice el Eterno.
"El movimiento sionista, al emprender la edificación del Ho-
gar Nacional Judío (en Palestina), mal haría en no aprovechar
las elecciones elocuentes de la historia, procurando desde un
principio un fundamento sano y sólido para su obra con el
establecimiento de la propiedad nacional del suelo come adquiere
para la colonización rural y urbana de las masas israelitas. A fin de
cumplir tal finalidad quedó establecido de un modo inconmovible
que toda parcela de tierra adquirida por el Keren Kayémet jamás
podrá ser enajenada, quedando en propiedad eterna del pueblo
judío, representado en este caso por tal institución.
"La propiedad nacional del suelo adquirido por el Keren Ka
yémet resulta para el movimiento constructivo del sionismo en
Eretz Israel un poderoso instrumento para la realización del ideal
genuinamente judío de justicia social. Tiende a formar sobre el
suelo de la antigua patria reconstruida una clase numerosa de cam-
pesinos, que jamás podrán ser despojados de la parcela de tierra
fecundada por su trabajo, conservando con ello su independencia
económica, fuente de innumerables beneficios, que concurre tam-
bién a evitar el latifundio, la especulación con la tierra y el apro-
vechamiento exclusivo por parte del ocupante de la valoración de la
misma, consecuencia del progreso general del país.
"Todos estos beneficios fluyen directamente de las condicio-
332 MATEO HEBREO

nes en que el Keren Kayémet cede sus tierras a aquellos que han de
establecerse en ellas y labrarlas" 30.
10. — E L AÑO SABÁTICO . — Otra institución original de los
hebreos y similar, en cierto sentido, a la del Jubileo, es la del Ano
Sabático, que se cumplía de siete en siete años.
Durante el Año Sabático (o pequeño Jubileo), no se podía ha-
cer comercio de los frutos, o al menos el vendedor debía invertir el
producido en su propia subsistencia y las ventas solamente eran
toleradas en Palestina. El Levítico 31 prescribe la absoluta
prohibición de sembrar la tierra y podar las viñas, de modo que el
propietario del suelo, su familia, sus bestias y los allegados
debían alimentarse de lo que la tierra producía por sí misma y sin
ningún cultivo. Si se plantase alguna cosa por error, durante el
Año Sabático, la Ley rabínica imponía que se arrancase, sin
aprovecharlo y aun en el caso de q ue la tierra produjere por sí
misma, los rabinos llegaron a prohibir el consumo de los frutos
por la razón de que era dar motivo para plantar y sembrar
ocultamente, so pretexto de que se trataba de lo que de suyo se
naciese, al decir de la Escritura.
La rigidez de la ley sufrió muchas atenuaciones y con el
correr de los tiempos se autorizó el cultivo en el Año Sabático
cuando los hebreos debían responder a alguna obligación impuesta
por un conquistador.
Durante este lapso anual, se remitían las deudas que los
israelitas tenían entre sí 32 Pastoret se pregunta si ésta remisión
era perpetua y definitiva, respondiendo que a su juicio, no lo
era. "Digan lo que quieran —afirma-- muchos intérpretes, a mi se
me presenta como una cosa muy difícil el de que la deuda
quedase absolutamente extinguida; y creo que si esto hubiese sucedido así,
30 W. NIJENSOHN: Keren Kayémet Leisrael, páginas 46 y 47.
El Keren Kayé me t Le isr ael (Fondo Agrario Israelita) fue constituido en
1907 e inscriptos sus estatutos en Londres, como sociedad anónima sin
acciones, siendo uno de sus obje tivos —sin duda, el esencial— la redención
por compra de la tierra de Palestina de manos de sus poseedores árab e s .
Esta institución financiera básica del movimiento sionista se ha
p o p u l a ri z a d o e x t ra o rd i n a r i a m e n te e n t re l a s m a s a s j u d í a s d e l m u n d o
ente ro y en la actualidad tiene como habe r a mayoría de las tie rras del
país en condiciones de cultivo, y otras que merced a grandes esfuerzos y
he ro icos sa c rifi c ios ha co loc ado e n u n n ive l de p rodu c ti v idad . E l Ke re n
K ayé me t re a l iza ade má s u na amp l ia ac ción de re fo re stac ió n y de e xperi -
me n t ac ión d e n u e vo s c u l ti vo s que han g a nad o p ar a l a e co no m ía
pa le s ti nense grandes e infecundos desiertos y zonas anegadas.

31 Levítico, capitulo XXV, versículos 4 y 5.


32 Deuteronomio, capitulo XV, versículos 1 y 2.
DERECHO HEBREO 333

apenas se hubiere encontrado quien hubiese querido ser acreedor, a


p e s a r d e lo mu c h o q u e s e h a b ía r e c o me n d a d o e l p u n to d e
favorecer a los pobres. El consejo de que ninguno se detuviese
por la proximidad del año séptimo, recae sobre que los deudores
estaban dispensados de pagar hasta el octavo año lo que tomaban
entonces prestado, y esto sin duda era muy conforme a la equidad y
justicia, puesto que se les prohibía en aquel año el sembrar y
cultivar la tierra, y que se hallaban privados de los recursos de su
trabajo y del producto de sus posesiones; pero extinguirse la deuda
enteramente es tanto menos creíble cuanto que la ley que permitió
a los judíos el derecho de retracto sobre los bienes inmuebles cuando
se vendían en perjuicio y en fraude de su acreedor, le prohibió en el
oro, en la plata y en los demás muebles sobre que ordinariamente
podía recaer el empréstito 33 . De este modo, el hombre de mala fe
hubiera podido enajenar la cosa que se le había prestado, sin que el
prestamista, por una parte hubiese podido reclamar la enajenación, y
sintiendo, por otra parte, el perjuicio de no tener acción para que, a lo
menos, se le restituyese su valor."
Pero cualquiera haya sido el alcance, con respecto a los deudo-
res, del Año Sabático, ya se liberasen de una manera definitiva de
sus obligaciones; ya se operase una prórroga hasta el octavo año,
es evidente que nos hallamos en presencia de una regla sin
precedentes, beneficiosa para el pobre que debía acudir al préstamo y
que al no devolver lo prestado dentro del término se vería reducido
a la esclavitud, suya y la de sus hijos.

11. — VICIOS Y NULIDADES EN LA VENTA. — Los doctores


talmúdicos fueron sumamente cuidadosos en salvaguardar la buena
fe en los negocios y combatir los fraudes. En materia de compra-
venta existen interesantes disposiciones al respecto. En el Tratado
Babá Metziá hallamos preceptos como estos: Así como está pro-
hibido engañar a nadie en las compras, así también está prohibido
engañar a nadie de palabra o desengañarlo; por ejemplo, está pro-
hibido pedir a alguien el precio de un objeto (para hacerle creer
que se va a comprar), cuando no se quiere comprarlo. Un comen-
tarista afirma que engañar o desengañar a alguno, con palabras es
peor que el fraude en dinero; porque la prohibición está acom-
pañada, en la Escritura, de las palabras Tú creerás en tu Dios.
Otro agrega que el daño que se infiere en dinero puede repararse;
pero no el que se hace con las palabras engañosas...
En el mismo cauce, de evitar el fraude y la mala fe en las
33 MAIMÓNIDES, sobre el capítulo II de la Mishná de Angulo.
334 MATEO GOLDSTEIN

transacciones, el Tratado Babá Metziá establece: Cuando se vende a


alguien los productos de un campo, no debe mezclarse con los de
otro campo, aunque los unos y los otros sean nuevos. Con mayor
razón si se venden productos viejos, no deben mezclarse con
nuevos. Cuando se vende vino de cierto tipo se puede mezclar con
vino de otro tipo si el producto mezclado se conserva mejor. Si
un individuo ha mezclado su vino con agua, no debe venderlo en la
tienda (a los particulares) sin advertirles que el vino es
mezclado; pero no debe venderlo de ningún modo a los
mercaderes, aun advirtiéndoles de la mezcla, porque estos
engañarán a los compradores, dándoselo por vino puro. En los
lugares donde se usa ponerle agua al vino, puede hacerse, porque
nadie será engañado. El traficante puede vender los productos de
diversos campos mezclados entre sí, y el vino de diversos lagares,
porque todo el mundo prevé de que él no vende sino productos de
diversos campos, puesto que se sabe que sus mercancías son todas
adquiridas entre diferentes cultivadores. Pero él no debe engañar a los
compradores, haciéndoles creer que sus mercancías vienen de tal
campo, cuando mezcla los productos de éste con los de otro.
Una Mishná contenida en el mismo Tratado (fol. 92)
expresa: "Un individuo vende semillas a otro, el comprador las ha
sembrado, pero no han brotado (si se ha encontrado, dicen los
Tosafistas, que las semillas no eran buenas para el campo, pero
eran buenas para comer); en este caso el vendedor no es
responsable (porque puede decir: Yo te las he vendido, pero no
para semilla, sino como frutos alimenticios); aun cuando haya
vendido semillas de lino que se emplean de ordinario para la
simiente, pero que se emplean también como alimento. Rabí
Simón, hijo de Gamaliel, dice: Si se ha vendido las semillas que
no se pueden comer, es responsable, debe devolver el dinero al
comprador, si esas semillas no son buenas para simiente."
Según la Guemará, si se encuentra que el buey que un indi-
viduo ha vendido era una mitad, de manera que el comprador no
puede conservarlo para los trabajos del campo, y está obligado a
darle muerte para aprovechar su carne, según algunos doctores, la
venta es nula. Otros sostienen que es irrevocable, porque el ven-
dedor puede decir al comprador: Yo te lo he vendido por la carne.
Otra Mishná del mismo Tratado (fol. 97) establece que si
un individuo vende a otro una determinada cantidad de vino, que
se vuelve vinagre, el vendedor no es responsable, pero si ha sabido
(el vendedor) que su vino siempre se vuelve agrio, el comprador
puede anular la venta 34.

34 Si el tribunal ha hecho vender alguna cosa, y se encuentra que


DERECHO HEBREO 335

La previsión rabínica llegaba a extremos increíbles. En el


Talmud encontramos preceptos como éstos: “Es prohibido
hermosear a las bestias, a los vestidos viejos y todos los objetos
destinados a la venta, con la intención de disimular sus vicios o su
vejez. La venta de una bestia es nula, cuando el animal se
encuentra enfermo; el vendedor está obligado a restituir al
comprador, la suma que éste haya pagado.”
En otro pasaje hallamos la prohibición de vender como cuero de
animal debilitado (por su ancianidad), el de un animal muerto por
enfermedad, cuya calidad es inferior.
Para destruir los efectos de un acta de venta o de donación,
lograda mediante intimidación, la Ley rabínica autoriza a
confeccionar una nueva acta en presencia de un solo testigo que
sirve inmediatamente para dejar sin efecto la anterior.
La regla general acerca de la nulidad de las operaciones de
compraventa era que el error y el engaño invalidan la venta;
cuando el comprador ha pagado el precio, aun puede arrepentirse. El
vendedor que se ha equivocado en el precio, puede siempre reclamar
la nulidad del acto.
Cabe decir que estas normas regían especialmente en el
comercio al detalle, si bien en numerosas ocasiones se aplicaban a
toda clase de comercio y aun a las relaciones de la vida civil.
Como se puede advertir a través de los ejemplos traídos a
colación, los casos de nulidades en la venta, cuando el objeto de la
misma era una condición del contrato, y a la inversa, la
irrevocabilidad del acto cuando no se había establecido un
destino específico para la cosa adquirida, son similares a las
ventas que hallamos en el Derecho romano y en las legislaciones que
se inspiraron en esa fuente, y aun en los códigos modernos.
Evidentemente la previsión del legislador rabínico tiene un alcance
que resulta insólito para la época, pero que no ha variado, pese a los
siglos que han transcurrido, en lo esencial.
Esto no significa, ni con mucho, que los hebreos hayan sido
los inventores exclusivos, en ésta como en otras materias del De-
recho. Antes que Israel, la India conoció la compraventa y sus di-
versas modalidades. "Menos sutil que el Derecho romano, el De-
recho hindú es terminante respecto de la compraventa. No hace
distinción entre contratos y obligaciones. No advertimos ningún

hay e rror e n una sexta parte de su valor, la venta es nula. Rabí Simón,
hijo de Gamaliel, dijo que la venta es válida, porque de otro modo ¿De qué
serviría hacer vender por el tribunal? Si se ha vendido en subasta pública, la
ve nta e s vá lida , au n cua ndo hay e rro r de la mitad (T ra tado K e tu b ó t, Perek
XI).
336 MATEO GOLDSTEIN

sofisma legal. Para que haya venta es necesario que intervenga el


dueño de la cosa, por sí o por persona autorizada. La cosa ajena
no puede ser vendida. El que vende una cosa de otro, con dolo y
mala fe, es reputado ladrón. Tanto extrema la regla Manú que el
vendedor de una cosa le exige que presente al comprador su título
de propiedad; lo que tiende a evitar que el simple usufructuario
enajene, un fundo, por ejemplo, en virtud de un puro usufructo" 35.
Conforme lo hemos señalado, el Egipto conoció todas, o la
mayoría de las obligaciones y contratos que aun hoy subsisten. En
los tiempos evolucionados del Egipto, las ventas de los bienes
debían hacerse necesariamente por escrito; el instrumento
respectivo, debía ser extendido por ante un notario y en
presencia de nada menos que ocho testigos. Luego se anotaba la
transacción en un registro público denominado graphion. Los
egipcios no conocían la traditio, hebrea o romana. Babilonia no
desconoció tampoco los contratos más comunes. El Código de
Hammurabí tan pronto se refiere al ojo por ojo, como a los
contratos de locación, de mutuo, de compraventa. Se usó la
escritura para eternizar los actos jurídicos. La compraventa se
realizaba por medio de un acta en la que se consignaba el
objeto y el precio, cuya entrega debía hacerse en el momento.
Roma perfeccionó la ciencia jurídica y echó las bases para el
Derecho moderno y contemporáneo. La compraventa asumió la
jerarquía de la más importante institución, con todas las
condiciones y modalidades que hallamos en Israel, y otras
creadas exclusivamente por el genio romano.
Pero es indudable que las reglas morales, prohibitivas de todo
engaño o dolo, y las nulidades fulminadas por la ley contra quien
obrare en fraude contra el prójimo, ya sea coterráneo como
extranjero, judío o pagano, contenidas en la Ley hebrea, no
tienen precedentes en el mundo antiguo.

12. — OTROS MODOS DE ADQUISICIÓN. — Sería un craso error


suponer que entre los hebreos no se conocieron otros medios de
adquisición de los bienes que por medio de la compraventa, la do-
nación, el cambio, etcétera. En algunos aspectos la Ley hebrea
tiene similitud extraordinaria con la romana, en cuanto a la
adquisición de los bienes, muebles o inmuebles.
Como se sabe, la Ley romana reconocía dos categorías
distintas para la adquisición de los bienes: 1º Adquisición del
Derecho natural; 2º Adquisición del Derecho civil.
35 A CAPDEVILA: Obra citada, página 76.
DERECHO HEBREO 337

Entre los primeros se encontraba la ocupación que según los


jurisconsultos consistía en el derecho de apropiarse de una cosa
que no pertenece a nadie; por lo que se le denominó modo
originario de adquirir. Y en la época clásica podía adquirirse por
este medio: los animales salvajes, la caza y la pesca, y así, el
primero que llegaba podía apropiarse de dichos bienes y hacerse
propietario, al decir de Gayo. Igualmente asumían la calidad de res
nullius (cosas sin dueño), susceptibles de ocupación, los bienes de los
enemigos y de los pueblos con los que Roma no había
formalizado pacto de amistad o de alianza (Gayo, Pomponio).
Asimismo tenían la calidad de res nullius las piedras preciosas, las
perlas, el coral, etcétera, y aun las islas que se forman en el fondo del
mar, y que todavía no pertenecen a nadie, y los tesoros: dinero u
objetos preciosos escondidos desde antigua data, cuyo dueño
nadie conoce 36.
El Derecho romano conocía también otros modos de adquisi-
ción de los bienes, según el Derecho natural. Entre estos modos, el
más difundido, fue el de la tradición, fundado en el principio de
que no basta para transmitir la propiedad de una cosa la voluntad de
una sola de las partes contratantes, sino que se requiere, además,
la tradición de la cosa, o sea la transmisión de la posesión.
Mientras que en la ocupación sólo interviene una persona, en la
tradición se advierte la presencia de dos: el tradens, que se des-
prende de la posesión, y el accipiens, que la acepta, y por ese modo se
hace verdadero propietario.
Se admitía también la adquisición por la accesión: cuando al-
guna cosa accesoria está unida o incorporada a una cosa principal, y
por consiguiente el propietario de la cosa principal, es propietario
del conjunto; por la especificación: cuando un obrero o un artista
hace un objeto nuevo (species novœ) con una materia que
transforma, como, por ejemplo, una estatua con un bloque de már-
mol, una alhaja con un lingote de metal precioso, el vino con las
uvas. Si la materia le pertenece, el nuevo objeto también será suyo;
36 Re fi rié ndose a l a a dqui sic ió n de los b ie ne s e n e l I sl am , di ce L E
Bon: "El Corán entra en pocos detalles acerca del derecho de propiedad;
pero los comentadores han dispuesto perfectamente todo lo a ello concer-
niente. Los árabes han respetado siempre mucho este derecho, hasta tra-
tá ndose de lo s pue blos a qu ine s ve ncí an ; de modo que l a tie rra que le s
quitaban con la conquista, se la devolvían mediante un tributo, que raras
veces excedía del quinto de la cosecha.
"La ocup ac ión ind iv idu al f und ad a en el tr ab ajo, constituía para los
árabes un derecho a la propiedad; pues, según ellos, descuajar y desmontar
un campo equivale a vivificar a tierra muerta, crear un valor, y por con-
s i g u i e n te , a d q u i r i r u n d e r e ch o a l a p ro p i e d a d ." — L E B O N : O b r a c i t a d a ,
página 200.
338 MATEO GOLDSTEIN

si la materia es del propietario, el objeto lo será igualmente. Si la


materia es de un tercero, sin su consentimiento, cabría distinguir si
el objeto podía volver a tomar su forma antigua, no había cambio de
propietario; si el objeto no podía volver a su primer estado, se
consideraba una cosa nueva y careciendo de dueño, pertenecía al
primer ocupante.
En cuanto a los modos de adquirir según el Derecho civil, los
romanos conocieron la mancipatio que consistía en una venta
ficticia; la in jure cessio, que a diferencia de la anterior, requería
la presencia de un magistrado y tenía por objeto transmitir
inmediatamente al adquirente la propiedad de la cosa; la
usucapion, que consistía en la adquisición de la propiedad por una
posesión suficientemente prolongada y reuniendo determinadas
condiciones: el justo título y la buena fe, y, por último, la
prescripción (Proescriptio longi temporis), por la que el que
poseía desde largo tiempo una cosa adquirida de buena fe y con
justo título podía mantenerse en la posesión de ella y defenderse
contra la acción reivindicatoria. Era un medio de defensa de la
posesión, más que un modo de adquisición, y bajo Justiniano
adquirió la categoría de una verdadera usucapion, fusionándose con
ésta37.
El Derecho hebreo contiene muchas de las instituciones, en
cuanto al modo de adquirir los bienes, que encontramos en la le-
gislación romana. El mar y los ríos eran comunes entre ellos, y la
pesca o la caza se permitían a toda persona, con exclusión de las
tierras de pertenencia de los particulares, cuyo consentimiento debía
recabarse. Conforme a una Mishná, existió el derecho de ocupación,
y así toda heredad que carecía de dueño, era susceptible de
apropiación por el primero que pusiese su pie en ella. Igual suerte
corrían los objetos perdidos, cuyo dueño fuese desconocido.
En cuanto a estos últimos, el Talmud contiene una prolija y
muy vasta legislación, que demuestra hasta dónde se preocupó el
legislador hebreo para hacer respetar el derecho del propietario de
un objeto extraviado.

37 La mayor parte de los come ntadores del Corán desconocen el de-


recho de a prescripción; por éste motivo, a reivindicación no tiene límites.
Pero el rito malekito admite a prescripción por diez años entre ausentes, y por
cuarenta, entre presentes.
CAPÍTULO XIX

LEGISLACION SOBRE OBJETOS PERDIDOS

S U M A RIO : 1. Trascendencia de esta legislación. — 2. Los objetos perdidos y el


Talmud. — 3. Publicaciones necesarias. — 4. Legislación sobre los
objetos encontrados.

1. —TRASCENDENCIA DE ESTA LEGISLACIÓN. — Resulta


verdaderamente asombroso que la legislación talmúdica asigne un
lugar tan destacado a una materia, como la que vamos a tratar, que
en la apariencia carece de mayor valor social. La mayoría de los
códigos modernos asigna una pequeña extensión al tópico de los
objetos perdidos, restándole mayor trascendencia dentro de su
estructura general. Pero si consideramos que tanto la Ley bíblica
como la talmúdica se afanan en evitar todo daño al prójimo, pero
más aún están apoyadas en los mandamientos de hacer la caridad y
en el deber de proporcionar al prójimo todo el recurso y el
medio que llegase a necesitar, el asombro se trueca en
convencimiento y en admiración. Mientras las leyes y códigos de
todos los países antiguos o modernos tienden a prevenir o reparar el
mal, la legislación hebrea consigna normales legales encaminadas a
hacer el bien. De ahí se explica que en materia de objetos sin
dueño y objetos perdidos, la legislación de Israel sea amplia,
generosa y profusa. Pero, repetimos, que no se trata aquí de un
concepto restringido de las cosas: en medio de preceptos
aparentemente ingenuos, la Ley israelita se supera en el deseo de
hacer una verdad de la solidaridad entre los integrantes del
complejo social y para con los pueblos e individuos extranjeros.
No olvidemos que según el mandamiento de Moisés, debía
hacerse el bien a los enemigos y ofrecerles todos los recursos de que
tuvieren necesidad.
El Éxodo 1 dice: Si encontrares el buey de tu enemigo o su

1 Éxodo, capitulo XXIII, versículo 4.


340 MATEO GOLDSTEIN

asno extraviado, vuelve a llevárselo. Y el versículo que sigue,


agrega: Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su
carga, ¿le dejarás entonces desamparado? Sin falta ayudarás con él
a levantarlo. El Deuteronomio refuerza las normas transcriptas:
No verás el buey de tu hermano, o su cordero, perdidos: y te
retirarás de ellos: precisamente los volverás a tu hermano. Y si tu
hermano no fuere tu vecino, o no le conocieres, los recogerás en tu
casa y estarán contigo hasta que tu hermano los busque y se los
devolverás. Y así harás de su asno, así harás también de su
vestido y lo mismo harás con toda cosa perdida de tu hermano que
se le perdiere, y tú la hallares: no podrás retraerte de ello 2.
¿Qué otra ley o código ofrece más hermoso ejemplo de
solidaridad fraterna, al par que espíritu de misericordia y amor
hacia la bestia extraviada o el objeto perdido? "Los paganos del
Asia no conocían —afirma Israel-Michel Rabinowicz— estas leyes;
no solamente las de la época bíblica, pero tampoco admitían las de
la época talmúdica. He aquí las pruebas: "1 º Se lee en una beraitá:
Al comienzo (antes de la pérdida de la independencia nacional), el
que había hallado un objeto, lo publicaba en Jerusalén durante tres
fiestas sucesivas (durante las fiestas se venía en peregrinación de
todo el país), para que el que lo había perdido pudiese venir a
reclamarlo. Después de la destrucción del templo, se satisfacía con
hacerlo publicar en las sinagogas y en las escuelas públicas. Más
tarde, no se pudieron hacer estas publicaciones, porque se temían
las pretensiones de los paganos, que querían apropiarse de las cosas
encontradas para dárselas al rey. Es evidente que, para que el rey
pudiera reclamar las cosas encontradas, era necesario que la Ley
pagana declarase al que las había perdido, como desistido de todo
derecho sobre ellas.
"2 º Un pagano que había visto a un judío hallar una bolsa, le
dijo que podía hacer con ella lo que quisiera, porque, agregó,
nosotros no somos persas que se apropian de las cosas halladas para
dárselas al rey. Este pagano no había pensado en el propietario de la
bolsa que la había perdido" 3.
Existen otras pruebas de que los países paganos no imponían la
obligación de devolver los objetos perdidos, ni menos la de buscar a
su propietario, por ningún método de publicidad, cuando se
desconocía a quien podían pertenecer.

2. — LOS OBJETOS PERDIDOS Y EL TALMUD. — Pero si la Biblia


es imperativa en la materia, el Talmud complementa de manera

2 Deuteronomio, capítulo XXII, versiculos 1 a 4.


3 I.-M. RABINOWICz: Leg. Civ. du Talmud, Introd. Traité Babá Metziá.
DERECHO HEBREO 341

minuciosa todo cuanto compete a los bienes perdidos. En numerosos


preceptos encontramos una vasta legislacion figna de todo encomio.
Veamos: el Tratado Babá Metziá (fol.2) expresa que si dos
individuos tienenun vestido, el uno dice al otro: “Yo lo he encontrado”; el
otro dice: “ Es mío, porque lo he comprado”, y el otro dice: “Es a mi a
quien pertenece”. En este caso ellos se ditribuiran el vestido, prestando
cada uno juramento de que el vestido le pertenece por entero y el otro
reclama la mitad, el primero tomará ¾ partes, prestando juramento deuq
que su parte en el vesdi es menor de ¼ , y el otro tomara ¼ , prestando
juramento de que su parte no es menor a ¼. Dos individous suben sobre un
animal – prosigue la Mishná – o bienuno sube sobre el animal y otro lo
guia; el uno dice que el animal le pertenece, y el otro dice que es a él a
quien pertenece el animal. En este caso ellos se parten el animal, prestando
cada uno el juramento de que su parte en el animal no es menor que la
mitad. Si ambos individuos confiesan que han hallado los dos objetos en
litigio (el vestido y el animal) o bien, si testigos lo afirman, los individuos
se partirán el objeto entre ellos, sin necesidad de juramento.
La Guemará acalara el sentido de la regla precendete: si se trata de
unvestido, como la partición le despoja de todo valor, se procede a venderlo
y los litigantes se distribuiran el producto de la operación. En el caso del
animal, si no se trataba de un animal comestible, devía acudirse al mismo
procedimiento.
Otra Mishná del mismo Tratado dispone: “ Un individuo monta sobre
un animal y ve un objeto q no tiene dueño, enconteces dice al otro, dámelo,
el otro lo toma y dice que es él quien lo adquirido. En este caso el el peatón
quien lo ha adquirido. Pero tan pronto como el peatón ha entregado el
objeto al que encuentra sobre el animal y si no es sino mas tarde que él dice
que ha recogido el objeto para si, su palabra carece de valor. Esto es, el
objeto pertenece a quien lo tiene en su poder.
“Si un individuo ve un objeto que no pertenece a nadie y se arroja
sobre él para que ésta acción se considere como un acto de toma de
posesión, pero otro vienen y lo coge, en este caso, el objeto pertenece a
quien lo ha cogido”4.
He aquí la base de la ocupación por medio del acto de aprehensión,
recnocidio por la Ley hebraica y la romana.
Dice la misma ley: “Un objeto inanimado que carece de amo,
342
MATEO GOLDSTEIN

o un ciervo herido o pajarito que no puede volar todavia se encuentra en el


campo de un individuo; éste, viendo a otras personas que corren para
apropiarse de estos objetos, les previene diciendo que es su campo es quien
los ha adquirido. En este caso unviervo que puede correr o de pajaros que
pueden volar, el campo no puede adquirirlos y pertenecen a quienes los
hayan atrapado.”
La explicación de éste pasaje radica en el principio de la accesiòn, de
lo secundari, el objeto, a lo principal: el campo, si se trata de objetos
moviles, el propietario del campo solamente podría alegar propiedad sobre
ellos, si los ha podido atrapar y encerrar.
Respondiende a la regla casi invariable impuesta por la potestad paterna y
la marital, expresa la Mishná, que lo que un esclavo canaanita, hombre o
mujer encuentra, pertenece al amo; lo que una mujer casada encuentra,
pertence al marido. Pero si se trata de un mayor de edad, varón o mujer, el
objeto le corresponde; lo que el domestico hebreo, varón o mujer,
encuentra, corresponde al doméstico; lo que una mujer divorciada
encuentra, aun antes de haber recibido la ketubá, le pertenece.
Ahora bien, simpre de acuerdo al Tratado Babá Metziá (Perek I), si
un individuo ha encontrado un acta comprobando que tal debe una suma de
dinero a tal otro, si el deudor empañaba en dicha acta sus inmuebles, el
individou que la ha encontrado no debe restituirla, porque el acreedor
podría dirigirse al tribunal para hacerse pagar la deuda; si no hay prenda de
inmuebles en el acta, puede devolverla, porque el acreedor no podrá
obtener que el tribunal le haga pagar la deuda; esta es la opinión de rabí
Meyer; los otros doctores dicen que en el dos casos, no se debe restuituir el
acta, porque el acreedor podría hacerse pagar la deuda.
La Geuemará hace una interpretación del texto, afirmando que si se
trade de un caso en que el deudor ha reconocido que no ha pagado la deuda,
sino tiene grantía de inmueble, el acreedor no podrá obtener más de lo que
el deudor posee, y no lo ha hayado vendido, no puede entonces, devolver el
acta. Pero si en el acta figura la garantia de los inmuebles que el deudor
haya vendido con fecha posterior a la de la deuda inscripata en el acta. O si
hay temor de que el acta haya sido antidatada; es por esta razón que no se
peude devolerla al acreedor.
He aquí un caso de alto interes social, vinculado con la materia que
estudiamos: si un individuo ha encontrado cartas de di-
DERECHO HEBREO 343

vorcio, cartas de liberación de esclavos, testamentos, dnaciones entre vivos


o cartas de pago, no debe devolverlos al que quiera prevalerse de ellos,
porque es posible que estas actas estaban preparadas para ser remitidas,
pero se ha cambiado de opinión antes de hacerlo.
La Mishná5 enuncia diversos casos en que la devolución de objetos
hallados es imperativa. Asi vemos que si se encuetran cartas de estimación
(actas que comprobaban que el tribunal ha adjudicado una parte de las
tierras del deudor al acreedor despues de la estimación de su valor), o cartas
de manutención (actas en las que el individuo se obliga a manter a la hija
de su mujer), o actas de descalzamiento (comprobando que una viuda ha
practicado la ceremonia impuesta por el Deuteronomio, capitulo xxv,
versiculo 9, ante el leviro que se niega a desposarla), o actas de repulsa
(una huerfana menos, que ha sido casada con el consentimiento de su
madre o por sus hermanos, puede anilar el casamiento por una simple
repulsa, sin necesidad de un acta de divorcio. Pero es necesario que ella
pronuncia esta repulsa delante del tribunal, que le da un acta comprobando
esta repulsa, y ella presentará esta acta si desea volver a casarse).
Asimismo, la Mishná imponia la obligación de devolver , si se
encuentran las actas de berourin (eran actas trazadas en el tribunal, en las
que se registraban los argumentos de los litigantes y sis concluciones, para
evitar que posteriormente pudieran retractarse), o un acta cualquiera hecha
por un tribunal. Si un individuo ha encontrado unacta en una caja, o si ha
encontrado un rollo o un manojo de algunas actas, debe devolverlas (se
llamaba manojo de actas, cuando habia al menos tres atadas juntas), porque
en este caso –apunta Raschi– es fácil conocer al que las ha perdido, porque
éste podrá inciar un simán, índice, como eral caja, o cómo las actas están
unidas, para probar que las ha perdido.
Un talmudista, rabí Simón, hijo de Gamaliel, dice.” Si las tres actas
son de un solo deudor que ha prestado dinero de tres acreedores, se deve
devolverlas al deudor, porque es evidentemente éste que las ha perdido
despues de haber pagado las deudas y recuperado las actas. Si esas tres
actas son de un solo acreedor que ha prestado dinero a tres duedores, es a
éste a quien hay que devolverlas, porque es quien las ha perdido. Si un
individuo encuentra entre sus papeles unacta, y no recuerda si es el
acreedor o el deudor quien se lo haya entregao, la guardará para siempre. Si
un individuo encuentra entre sis papeles el recido de su deudor, el debe
conformarse con lo que esta escrito en el recibo.”

5 Tratado Babá Metziá, Perek I.


344
MATEO GOLDSTEIN

3. —PUBLICACIONES NECESARIAS. — La Ley hebrea ha establecido


un procedimiento eficaz para que losobjetos perdidos pudieran llegar a
poder de quien los habia extraviado. Para ello, la persona que habia
encontrado un objeto sin dueño, debe hacer público su hallazgo. El que
pueda porporcionar un singo (simán) del objeto, para acreditar que es él
quien lo ha perdido, debe hacer conocer el signo que caracteriza a la cosa
perdida, y entonces la recupera sin más trámite. Si nadie ha reclamdo la
cosa como suya o nadie ha sabido explicar el simán, aquel que la ha
econtrado esta autorizado para guardársela.
Por consiguiente, si se ha encontrado una cosas que , por si
naturaleza, no puede presntar ningún indice particular, como una pieza de
moneda, se consideró inútil publicar el hallazgo y el que ha halldo, podía
guardársela.
La Mishná es muy explicita en el aenumeración de las osas sin dueño
que pueden guardarse, y auellas que se deben publicar para que su dueño
pueda recuperarlas.
El tratado Babá Metzía (Perek X), efectúa la enumeración a que nos
hemos referido, y dice: ”He aquí las metzíot (cosas encontradas) que se
pueden guardar: Se puede guardar las metziót siguientes: productos del
campo (trigo, frutos, etcetera, dispersados); piezas de monedas dispersadas,
haces de trigo en una plaza pública, racimos de higos secos, panes de
panadería, pescados atados, trozos de carne, lana esquilada que proviene de
los propietarios de los carneros (en opcosición a la que proviene de lso
obreros, que pueden reconocerla y presentar un simán); lenguas de púrpura
(cardadas y alargadas como una lengua); objetos que no presenten simán en
unas ruinas o en un viejo muro; objetros que se encuentran en un muro
nuevo (que no es una ruina (que no es una ruina), del lado de la calle;
objetos que se encuentran en una casa que sirve de albergue a mucha gente,
objetos (que no presentan simán) en un comercio o en un lugar público, no
pudiendo saber quién los ha perdido.”
Estos objetos son los únicos que, a juicio de rabí Meyer, puede ser
guardados por quien los ha encontrado. Rabí Judá opina que todas las cosas
encontradas y que presentan un rasgo extraordinario, deben ser publicadas.
Cabe destacar que, conforme a las tendencias de los doctores del
Talmud, aquel que encuentra un objeto perdido está obligado a emplear
todo los medios posibles, sin reparar a su dueño. Sólo se le dispensa de
tales obligaciones si se sabe que el propietario ha renunciado
voluntariamente a su posesión, y ha abandonado la cosa
DERECHO HEBREO 345

con el objeto de que cualquiera puede apropiarse de ella. Esta renuncia a la


posesión de la cosa fue denominada Yush; si el propietario de la cosa se ha
apercibido de su pérdida, y renuncia a buscarla, el que la ha hallado puede
hacerse dueño de la misma, sin necesidad de la publicaciones.
El mismo Tratado, en otra Mishná, establece cuales son las metziót,
cosa encontradas que si deben ser publicadas. Ellas son: un vaso vacío o
conteniendo frutas o los productos del campo (porque un vaso presenta
siempre un simán); una bolsa vacia o conteniendo encerrada piezas de
monedas (porque una bolsa presenta siempre algún simán); tres piesas de
monedas, colocadas una encima de la otra, gavillas en un lugar privado,
panes cocidos cerca de un particular, lana esquilada, proveniente de un
obrero, cántaros de vino o aciete, un vestido, porque siempre presentan
algún siman6.
La Mishná plantea la pregunta de la duración de las publicaciones que
debían efectuarse. Según la opinión de rabí Meyer, las publicaciones deben
continuar hasta que los vecinos se hayan enterado, rabí Judá dice que las
publicaciones deben prolongarse durante tres fiestas y siete días más,
despúes de la tercera, para que el peregrino que viene a Jerusalén para la
fiesta y que escucha la publicación, tenga tres días para retornar a hacia su
lugar donde verá si ha perdido alguna cosa, y tres días despúes para
regresar a Jerulsan; y todavía un día para publicar a su turno que ha perdido
tal objeto, dando un simán.
El concepto de vecinos, a que se refiere rabí Meyer, son los que
permanencen en la vencindad del lugar donde el objeto se ha encontrado.

4. — LEGISLACIONES SOBRE LOS OBJETOS ENCONTRADOS. — El


Talmud contiene numerosas situaciones relacionadas con oabjetos o bienes
encontrados. Traeremos aqui solamente aquellos que por su valor intrínseco
(el de los objetos) asumen un interés económico.
El que encutra un animal –se lee en el Perek II del Tratado Babá
Metziá- debe guardarlo hasta el día fijado por la leey, en el que debe
devolverlo al propietario. Si es un animal que exige gastos de manutención,
pero que puede ganar lo que consume, se le hará trabajar y se le
proporcionará manutención. Si es un objeto o un animal que no porta
gastos de munutención, será vendido para entregar el importe al
propietario, cuando venga a reclamarlo. Si se ha encontrado un vestido, se
lo debe cepillar una vez

6 Deuteronimio, capitulo xxvii, versiculo 3.


346 MATEO GOLDSTEIN

en treninta días; se entiende para que le dé el aire, pero npara la


convivencia de quien lo tiene, o para hacer ostentación. Si se ha
encontrado vasos de plata o de cuero, debe hacerse el uso que sea útil para
el objeto (el vaso se conserva menos –dice Raschi- si permanece largo
tiempo escondido en la tierra), pero se debe abusar al punto de disminuir el
valor por el manoseo.
En otros pasajes se lee: “Si se encuentra unasno o una vaca que pstan
en el camino, no se los debe considerar como objetos perdidos ni es
necesario preocuparse de devolverlos a su dueño, (se debe suponer que éste
los ha dejado donde se encuentran). Si se encuentra un asno con sus arneses
invertidos, o una vaca que corre en las viñas, es necesario considerarlos
objetos perdidos que deven ser devueltos a sus propietarios. Si se aprisiona
la vaca y ella se escapa, es necesario aprisionarla otra vez; si se escapa de
nuevo, se la aprisionará por tercera vez, y asi hasta cuatro o cinco veces. Si
un individuo que se ocupa de recoger un objeto perdido por otro, es
distraido por este motivo de sus ocupaciones, lo que le hace perder un sela,
que habría ganado, sino se hubiera distraido, no puede exigir la propiedad
del objeto perdido, que le entregue el sela; pero ñeste le pagará por su
ocupación, como se paga a un obrero. Si el individuo no se satisface con
este salario y prefiere ganar un sela íntegro continuando sus propios
trabajos, tiene el derecho de fijar sus condiciones; es decir, puede decir en
presencia de los jueces: “Yo no quiero emprender el salvataje de este objeto
mas que acondición de que su propietario me reembolsará el sela que yo
puedo ganar con mi trabajo.” Pero si no hay jueces en ese lugar, tiene
derecho de preferir sus propios trabajos, y no está obligado de perder su
dinero abandonando su trabajo para ocuparse del objeto de otro individuo.”
Otra Mishná establece: “Si un individuo encuentra una vada fuera de
su establo, está olbligado a devolverla a su propietario. Si un individuo ve a
un hombre o a un animal caido, sobre su carga, esta obligado de ayudarlo
en la descarga o en la carga. Si ya ha ayudado a ese hombre o al animal a
descargar o a cargar repetidas veces, está siempre obligado a hacerlo cuatro
o cinco veces más, si fuere necesario. Si éste hombre dice al individuo:
Puesto que la ley te obliga a ocuparse de la descarga, hazlo, si quieres solo,
yo quiero descansar, el individuo no esta obligado a hacerlo. Pero si éste
hombre es viejo o enfermo, el otro está obligado a emprender solo la tarea.
La ley lo obliga a ayudar a su prójimo a descargar la carga, pero no lo
obliga (sin hacerse paga) a cargar. Rabí Simón dice que la ley obliga
también a cargar (sin hacerse de pagar); rabí José, el Galileo, dice: “No se
está obligado a ayudar a
DERECHO HEBREO 347

un prójimo que ha comedito la falta de cargar al animal con unpeso


demasiado grande.”
Aquí la Ley talmúdica exterioriza sentimintos de solidaridad y de
misericordia, dignos de toda alabanza. La obligación de ayudar al caido –
sea hombre o bestia- que algunos cristófilos pretenden adjudicar, a título
de primicia y exclusividad, a los crenyentes de Jesús y su jefe, fue
legalmente sancionada siglos antes de la aparición de Jesús y sus
discipulos.
Preceptos y mandamientos que aparecen minúsculos y exótios en una
lesgislación civil moderna, tienen amplia lógica si se los ubica en los
Derechos hebreos. Es verdad que muchos preceptos y mandamientos
asumen actualmente un carácter moral o simplemente religioso, pero siendo
que lo puramente moral y lo religioso carecen actualmente de sanción, han
dejado de constituir tambien una obligación.
De este modo, el Derecho moderno se ha venido haciendo cada vez
mas descarnado, deshumanizado y pretende conducir al hombre según las
normas inmutables del universo celeste o de la máquina. ¡Craso error y
grave olvido de la misión fundamental que frecuentemente hace olvidar aun
aquel minimum de ética que constituye el Derecho, según la definición de
un moderno filósofo!
¡Cuánto no podrán aprender, el legislador y el juez de la actualidad, si
de vez en cuando, en vez de acudir a las monumentales jurisprudencias y a
las doctrinas sabihondas, practicaran una inmersión en las profundas aguas
que, ininterrumpidamente, manan de la Biblia y el Talmud!
CAPÍTULO XX

EL CONTRATO DE DEPÓSITO

SUMA RI O: 1 . Imp o r tan c ia d e l c on tr ato d e de p ó si to . — 2 . D if eren c ia c o n e l


Derecho romano. — 3. El depósito en el Código de Hammurabí. —4.
El depósito en la Ley talmúdica.

1. — IMPORTANCIA DEL CONTRATO DEL DEPÓSITO. — El Exo-


do 1 caracteriza el contrato de depósito, en el texto bíblico, dicien-
do: Cuando alguno diere a su prójimo plata o alhajas a guardar, y
fuere hurtado de la casa de aquel hombre, si el ladrón se hallare,
pagará el doble. El siguiente versículo establece: Si el ladrón no se
hallare, entonces el dueño de la casa será presentado a los jueces, para
ver si ha metido su mano en la hacienda del prójimo. Por último,
en el versículo subsiguiente, se dispone: Sobre todo negocio de
fraude, sobre buey, sobre asno, sobre oveja, sobre vestido, sobre
toda cosa perdida, cuando uno dijere: Esto es mío, la causa de
ambos vendrá delante de los jueces; y el que los jueces conde-
naren, pagará el doble al prójimo. Los versículos que siguen (10,
11, 12, 13, 14 y 15) especifican diversas situaciones, todas relacio-
nadas con la fe violada en la apropiación indebida de bienes ajenos.
En todos los casos existe el deber de presentarse, en última instan-
cia, ante Dios mismo, quién debía juzgar en definitiva. Cuando el
ladrón no ha sido hallado, el depositario debe prestar juramento
de inocencia. A. Rosenvasser procura establecer el paralelismo de la
Ley hebrea, en ésta materia, con la Ley babilónica. "Las dispo-
siciones de ambas leyes coinciden en la exigencia de presentarse
ante Dios para los casos de sospecha sobre la fe guardada en que
faltase prueba, y en la restitución del doble como sanción de la fe
violada. Las cuestiones mismas y las soluciones pertinentes son
distintas... La Ley de Hammurabi' exige para el depósito de alha-

1 Éxodo, capitulo XXII, versículo 7.


350 MATEO GOLDSTEIN

jas o metales nobles la solemnidad del contrato escrito en presen-


cia de testigos y niega acción a quien no hubiese cumplido la for-
malidad legal (artículos 122 y 123)." En la Ley hebrea, conforme
al precepto bíblico, el depósito negado por no estar asentado en
contrato escrito y haberse formalizado en presencia de testigos, el
caso sólo es resuelto por la pruebas ante Dios.
Como se advierte, la legislación mosaica es escueta y deja
mucho margen para la disquisición y la casuística. El Talmud ha
sido más extenso y concreto; el depósito se halla tratado amplia-
mente en un libro especial, intitulado Tratado Babá Metziá.
El Tratado Babá Metziá se halla consagrado casi íntegramente
a las cosas encontradas, a las que el Derecho hebreo en general
asigna un lugar de preferencia, sin duda, por las vinculaciones que
presenta la materia con las normas de una moral sana y edificante.
Todo cuanto atañe a la confianza entre los individuos, al respeto
del derecho del prójimo, al vínculo de solidaridad que debe estre-
charse entre los elementos del conglomerado social y aun a los
sentimientos de cordialidad y misericordia, con el hombre y con la
bestia, han encontrado amparo en éste Tratado, según hemos
visto a través del análisis de numerosos pasajes. Pero el Babá
Metziá no está consagrado exclusivamente al tema a que acabamos
de referirnos; hay otros que también se basan en preceptos de
moralidad individual y colectiva, los cuales están representados por
otros capítulos del Babá Metziá. Uno de ellos, es el que atañe al
depósito, contrato que las modernas legislaciones no han recogido
con la amplitud que lo enfocara el Derecho hebreo.
El contrato de depósito, es de un extraordinario desarrollo
entre los israelitas de la época bíblica y de la talmúdica, por lo que
los glosadores se han preocupado de encarar sus más sutiles aspec-
tos, tendiendo siempre a salvaguardar los derechos de aquel que
confía sus bienes en manos extrañas, por razones múltiples, y que
goza de la facultad de que esas manos extrañas cuiden la cosa de-
positada con el máximo de desvelo; a veces mayor que aquel que
pudo poner el propietario en la conservación de su bien.
La Ley talmúdica reconocía cuatro clases de depositarios o
guardianes, según el respectivo grado de su responsabilidad y se-
gún si eran gratuitos u onerosos.

2. — DIFERENCIAS CON EL DERECHO ROMANO. — En esta última


característica, la onerosidad, el depósito entre los hebreos se
diferenció fundamentalmente del depósito que conocieron los ro-
manos. En efecto, conforme a la opinión de los historiadores y
jurisconsultos, en Roma, el depósito, aun antes de que fuese incor-
DERECHO HEBREO 351

porado a los contratos consensuales, fue esencialmente gratuito; si


existe un salario de por medio, el depósito se convierte en loca-
ción o en contrato innominado (Ulpiano). Por esta razón principal
no hallamos analogías entre ambas instituciones: la hebrea y la
romana.
En Roma, el depósito fue un contrato por el cual una per-
sona, el depositante, entrega una cosa a otra persona, el depositario,
que se obliga gratuitamente a guardarla y devolverla al primer
requerimiento 2.
El problema se reducía a asegurar la buena fe del depositario,
en el sentido de la restitución de la cosa confiada a su custodia.
Se cumplía una verdadera ficción jurídica (a las cuales el Derecho
romano estaba tan habituado), por la cual el depositante hacia
transferencia del bien a favor del guardián o depositario; mediante
un pacto anexo, el depositario se comprometía a devolver la cosa a
su anterior propietario, cuando aquél lo requiriese.

3. — EL DEPÓSITO EN EL CÓDIGO DE HAMMURABÍ. — El Orien-


te conoció el depósito, que en algunas legislaciones adquirió cate-
goría y carácter de precepto divino. Por ejemplo, en la India. "El
depósito —asevera el doctor A. Capdevila— es una carga de un
carácter particularmente religioso. Depositar un objeto en casa ajena
equivale a ponerlo en custodia del pater familias, y por su inter-
medio en custodia de los manes domésticos. El objeto no puede ni
debe perderse. ¿No está un dios —el dios del hogar— para velar
por él? Este es el origen de la severidad con que aun ahora se
legisla el depósito. Por eso, porque está de por medio un dios, el
depósito no se prescribe. Porque está de por medio un dios, los
hombres no pueden variar las circunstancias propias del depósito; de
tal manera que conforme a la entrega se hará la devolución:
secretamente, si aquella fue secreta, públicamente si aquella lo fue.
Por eso, porque medio un dios, que vive y actúa en lo eterno, in-
mutable, no puede reemplazarse el objeto dado en depósito, ni aun
tratándose de cosas fungibles.
"Por lo demás, la devolución se hará al mismo depositante,
estando vedado hacerlo a sus presuntos herederos, si aquél no ha
muerto aún. Sólo se exime el depositario en virtud de caso for-
tuito: incendio, robo, terremoto. Se estima que el caso fortuito
depende de los dioses, no de los hombres. En nuestra hipótesis el
mismo dios es quien rompe el compromiso, y él sabrá por qué lo
rompe.

2 Depositu m, q ue designa a la ve z el contrato y a cosa depositada.


viene de ponere, según Ulpiano.
352 MATEO GOLDSTEIN
"Diremos a mayor abundamiento, que Manú acepta las orda-
lías en los casos de litigios por causa de depósito. Lo cual plena-
mente comprueba el carácter divino que le acabamos de atribuir" 3.
El Código de Hammurabí contiene algunas disposiciones re-
lacionadas con el depósito, tal como se le conoció en la legislación
hebrea y en la romana. Conforme a la opinión de A. Rosenvasser, el
capítulo XXI , versículos 7 a 9, que "legisla sobre los casos de fe
violada en la posesión o apropiación indebida de cosas y animales,
encuentra su paralelo próximo en los artículos 122 y 126 del Có-
digo de Hammurabí, y más lejano en los artículos 106, 107 y 120 del
mismo código..."
Los preceptos directamente relacionados con el depósito, en la
Ley babilónica, son los siguientes:
106. Cuando un agente recibiere dinero de un comerciante y
negare el hecho, el comerciante probará a su comisionista delante
de Dios y testigos el recibo del dinero, y el comisionista pagará al
comerciante el triple del dinero recibido.
107. Cuando un comerciante diere comisión a un agente y el
agente hubiere devuelto al comerciante todo lo que recibió, y el
comerciante negare lo recibido, el agente llamará a su comitente
ante Dios y testigos, y el comitente, por haber negado lo que re-
cibió, pagará al agente seis veces lo recibido.
129. Cuando alguno guardare su grano en la casa de otro y
hubiere una pérdida en el granero, o el propietario de la casa
abriere el granero y tomare el grano o negare que el grano está
almacenado en su casa, el propietario del grano establecerá su grano
en presencia de Dios, y el propietario de la casa doblará el grano
que recibió v lo restituirá al propietario del grano.
Ahora bien, en cuanto a los artículos del Código de Hammu-
rabí, correlativos de los versículos 10 a 15 del Éxodo, sobre la res-
ponsabilidad por la pérdida de ganados, en los casos en que hubie-
ren sido entregados en depósito, en préstamo o en locación, el
código nombrado dispone:
262. Si alguno un buey o una oveja hubiere dado a guardar a
su prójimo...
263. Si dejare perder el buey o la oveja que le fue confiada,
restituirá al propietario buey por buey y oveja por oveja.
256. Si el rebaño fuera víctima de una epidemia o fuere presa
de un león, el pastor establecerá su inocencia ante Dios, y la
pérdida del ganado será a cargo del propietario.
244. Si alguno hubiere tomado en alquiler buey o asno, y un

3 A. CAPDEVILA: El Oriente Jurídico, página 78.


DERECHO HEBREO 353

león lo matare en campo abierto, cargará con la pérdida el pro-


pietario.
245. Si alguno hubiere tomado en alquiler un buey y causare
su muerte por negligencia o abuso, restituirá al propietario buey
por buey.
246. Si alguno tomare en alquiler un buey y lo pernique-
brare o le cortase el tendón del testuz, restituirá al propietario
buey por buey. Etcétera...
Como se ve, la Ley hammurábica establece el precio del ani-
mal y los casos en que no corresponde indemnizar por la pérdida;
asimismo fija una escala de valores, cuando el animal ha perdido
algún órgano. La Ley hebrea va más allá: establece una distinción
en los casos en que el locatario es responsable, y cuando lo es el
propietario del animal que haya locado su trabajo juntamente con
el de la bestia.
Acabamos de bosquejar el sistema del depósito en el Oriente y
en Roma. Veamos la institución dentro del Derecho hebreo.

4. — EL DEPÓSITO EN LA LEY TALMÚDICA. — La Ley talmú-


dica reconocía cuatro clases de depositarios o guardianes, que se
caracterizaban por la suma de responsabilidad que asumían legal-
mente: el shomer hinam, que guarda un depósito sin salario algu-
no; tiene el mínimum de responsabilidad por la custodia v sola-
mente debe pagar si el depósito ha sido robado o se ha perdido
por un accidente raro (según los términos de la ley), o sin que se
le pueda acusar de negligencia; el shomer sajar, que guarda el de-
pósito por salario; el sajar que alquila un objeto y debe custodiarlo
hasta su restitución al propietario; el shoel, el que presta un
objeto y asume la máxima responsabilidad por su cuidado. El se-
gundo y el tercer tipo de depositarios, son indudablemente más
responsables que el primero: deben pagar, por ende, el valor del
objeto, tanto en el caso de haber sido robado o si se ha perdido
en un accidente raro; pero son liberados si el depósito se ha per-
dido por un accidente que no se pudo prever ni evitar (ones). En
cuanto al último, está obligado legalmente a pagar el valor del
objeto, aun en el caso del ones; en cambio, queda liberado en el
caso de haber tomado en calidad de préstamo un animal para que
trabaje en el campo y la bestia, débil o enferma, ha muerto como
consecuencia del trabajo, sin que se pueda acusar al guardador de
haberlo hecho exceder en su resistencia.
Los cuatro depositarios, o guardianes, a quienes acabamos de
referirnos, tienen entre sí un rasgo común: que si pretenden que la
pérdida del depósito ha tenido lugar de una manera que los exi-
354 MATEO GOLDSTEIN

me de responsabilidad, deben prestar un juramento en el sentido de


que el daño no ha tenido lugar de otra manera; por ejemplo, si el
guardián sin salario pretende que el depósito ha sido robado, o se ha
perdido en un accidente raro —en cuyo caso él es liberado—debe
prestar juramento de que no ha sido robado ni se ha perdido por
negligencia; si el guardián por salario pretende que el depósito se ha
perdido por un ones —en cuyo caso él es liberado— debe prestar
juramento de que no ha sido robado ni se ha perdido en un
accidente raro, que se haya podido evitar, en cuyo caso habría sido
responsable.
El Tratado Babá Metziá 4 comienza diciendo: "Si un individuo
da a otro en depósito un animal u objetos inanimados, y éste
depósito ha sido robado o se ha perdido por un accidente raro de la
casa del guardián, sabido es, que en este caso el guardador sin
salario no tenía que prestar juramento que el robo o pérdida han
sobrevenido sin que haya falta de su parte; si el guardián no quería
prestar juramento de pagar al propietario el valor del depósito, y si
se hallaba al ladrón, que es condenado, según el caso, a la multa
del doble o del cuádruple o del quíntuple (si el ladrón ha muerto o
vendido el animal robado, paga el cuádruple o el quíntuple), en
este caso es al guardián a quien el ladrón paga la multa. Si, por el
contrario, el guardián ha prestado juramento para ser eximido
hacia el propietario del depósito, el ladrón paga la multa al
propietario."
Otra Mishná del mismo Tratado dispone: "Un individuo ha
arrendado una vaca y la ha prestado en seguida a otro individuo; la
vaca ha muerto de muerte natural en poder del que la ha prestado;
esto constituye propiamente un ones, un accidente que no se puede
evitar. En este caso el guardián (sajar), quien ha arrendado la vaca,
prestará juramento que la vaca ha muerto de su muerte natural y
será eximido con respecto al propietario; y el que la ha prestado,
pagará su valor al arrendatario del animal."
La Mishná plantea diversas posibilidades y resuelve los casos: "Si
un individuo dice, dirigiéndose a la vez a dos personas: Yo he
arrebatado a uno de vosotros cien zuzes, pero no sé a quién; o
bien, si dice: El padre de uno de vosotros me ha remitido en
depósito cien zuzes, y no sé el padre de quién me los ha remitido; en
ambos casos, el individuo dará a cada uno de estas personas cien
zuzes, porque ha hecho espontáneamente la confesión."
"Dos individuos han dado dinero en depósito a un guardián; el
uno le ha dado cien zuzes, y el otro doscientos. En este caso, el
4 Tratado Babá. Metzíá. Perek II.
DERECHO HEBREO 355

guardián dará a cada uno de ellos cien zuzes y se guardará el resto


para sí, a menos que se llegue más tarde a saber, a quién perte-
necen."
Dice otra Mishná (fol. 38): "Si un individuo ha puesto en
depósito frutos o productos del campo en poder de un guardián,
aunque estos objetos se averíen, no debe tocarlos (para venderlos
antes de que estén perdidos). Rabí Simón, hijo de Gamaliel, dice: El
guardián los vende delante del tribunal, porque presta un servicio
al propietario, como si le hubiera devuelto un objeto perdido,
puesto que éste depósito terminará por corromperse completamente
si no es vendido."
La opinión del comentarista es acertada. Sus opositores sos-
tenían —por reducción al absurdo del problema— que siendo muy
grande el afecto del propietario, por su cosa, preferiría verla re_
ducida a una pequeña parte, y no los productos que podria adquirir
con el dinero que el guardián le entrega por concepto de la
venta.
Prosigue la Mishná: "Si un individuo da a otro en depósito
frutos o productos del campo (y el guardián los ha mezclado con
sus propios productos), no devolverá al propietario la cantidad
que ha recibido, porque los productos del campo sufren, con el
tiempo, pérdidas; suprimirá, entonces, de cada producto, la pér-
dida que sufrió según su naturaleza."
Con esa minuciosidad en el detalle y en la estadística propia
del Talmud, a que ya nos hemos referido, la ley establece la pro-
porción exacta que el guardián deberá devolver al propietario,
calculando la merma que debía sufrir el producto conforme a su
naturaleza. No cuadra al carácter de ésta obra seguir la enumera-
ción, por lo que proseguiremos con otras disposiciones de la Ley
talmúdica acerca del depósito.
Una Mishná dispone: "Un individuo ha dado en depósito un
tonel, sin precisar el lugar en el cual el guardián deberá colocarlo; el
guardián lo toma y lo desplaza y el tonel se quiebra. Si el tonel se
ha quebrado en manos del guardián, está obligado a pagar el
daño, si ha desplazado el tonel para su propio uso; pero será exi-
mido, si lo ha desplazado para mejor guardarlo, o para mejor
conservarlo. Pero si el tonel se ha quebrado después que ha sido
colocado en su lugar, el guardián es eximido, aun cuando el des-
plazamiento haya tenido lugar por un fin personal. Si el propie-
tario del tonel ha necesitado el lugar en el cual el guardián debía
ponerlo, y éste lo ha desplazado y el tonel se ha quebrado, el guar-
dián debe siempre el daño, si lo ha desplazado para su propio
uso, su propia comodidad, aunque el tonel no se hubiera que-
brado sino después que ha estado en su lugar."
356 MATEO GOLDSTEIN

El doctor Rabinowicz, haciendo un comentario a éste pasaje del


Talmud, expresa: "Nuestra Mishná dice que si el guardián ha des-
plazado el tonel para su propio uso, y el tonel se ha quebrado en
sus manos, debe pagar el daño; porque haciendo uso de un objeto
que no le pertenece, es considerado como un hombre que presta un
objeto de otro, y el hombre que presta un objeto debe pagar el
daño, si el objeto se quiebra en su casa por un accidente. Pero si
el tonel no se quiebra, sino después que ha sido colocado en su
lugar, el guardián está eximido, aunque después lo haya despla-
zado, para su propio uso; porque habiendo colocado el tonel en su
lugar, ha, por así decirlo, restituido el objeto a su propietario; no
es más responsable del accidente que sufre el objeto después de su
restitución, no es más que un guardián sin salario que no es res-
ponsable de un accidente raro. Pero, ¿Puede desligar su respon-
sabilidad si no ha advertido al propietario de la restitución del
objeto, para que éste lo vigile? (Por que nuestro guardián, poniendo
el tonel en su lugar, no ha advertido al propietario). El lo puede,
según rabí Ismael, y nuestra Mishná adopta la opinión de éste
doctor, porque libera al guardián que ha colocado el tonel en su
lugar. Porque se lee en una beraitá: Un individuo que roba un car-
nero del rebaño, o una sela (una pieza de moneda del valor de
cuatro denares) de la bolsa, debe enviar el objeto robado al lugar
donde estaba (no es necesario que él advierta al propietario de la
restitución); esta es la opinión del rabí Ismael. Rabí Akiba dice que
está obligado a advertir al propietario de esta restitución" 5.
Una Mishná (fol. 42) del mismo Tratado, expresa: "Un in-
dividuo ha dado a otro dinero en depósito; el guardián lo envuelve
en su manto para llevarlo sobre sus espaldas, o bien lo entrega a
su hijo menor, que deja en la casa, sin guardarlo de una manera
suficiente. En este caso, el guardián es responsable de la pérdida
del dinero; porque no lo ha guardado como los guardianes lo ha-
cen de ordinario. Si lo ha guardado como acostumbran hacerlo los
guardianes, es liberado."
Respecto a las responsabilidades y abusos de los depositarios,
las dos escuelas clásicas del Talmud, han elaborado vastas y muy
contradictorias doctrinas. La Escuela de Shamaï dice que el guar-
dián que ha puesto su mano sobre el depósito, es decir, ha abusado
de éste, debe ser castigado, sea que el depósito ha disminuído de
valor, sea que haya aumentado. Si, por ejemplo, el depósito valía
cuatro zuzes cuando el guardián ha puesto la mano sobre él y si
no valía más que un zuze cuando lo ha consumido, pagará cuatro
5 I.-M. RABI NOwI oz: Legisl. Civ. du T hal?nud, Nouveau Commentaire du
T. B. Metzia, página 201.
DERECHO HEBREO 357

zuzes; porque un bribón debe pagar por el objeto arrebatado con-


forme al valor que tenía al tiempo de su apoderamiento. Si el de-
pósito valía un zuze en el momento en que el guardián ha puesto
la mano sobre él, pero si el valor ha subido a cuatro zuzes antes
de que haya sido consumido por el guardián, éste pagará cuatro
zuzes.
La Escuela de Hilel dice que el guardián pagará el valor que
el depósito tenía en el momento en que fue apropiado. Rabí Akiba
disiente con ambas escuelas; opina que el guardián depositario
infiel deberá pagar el valor al momento de la reclamación.
Por fin, la Mishná establece algunas discriminaciones. Si el
guardián ha querido poner la mano sobre el depósito (es decir,
según Raschi, que haya dicho en presencia de testigos, que lo va
hacer), es condenado según la Escuela Shamaï, como si ya hubiera
consumado el acto; según la Escuela de Hilel, no es condenado si
no ha consumado el acto.
Si el guardián recibe en depósito un tonel de vino, habiendo
tomado una medida de su contenido, y en seguida el tonel se ha
roto, por un accidente, no pagará sino la dosis que ha aprovechado,
no siendo responsable por el accidente. Pero si ha levantado el to-
nel para tomar una medida de vino y el tonel se ha quebrado más
tarde por un accidente, es responsable del accidente, y pagará por el
depósito íntegro.
C A P Í T U L O X X I

CONTRATOS DE LOCACIÓN

SUMARIO: 1. Locación de servicios y locación mixta. — 2. Locación de cosas.


3. Arrendamiento de campos. — 4. La propiedad horizontal en el
T almud. — 5. La loc ación en Roma. — 6. La enf iteusis y el f ondo
agrario israelita.

1. — LOCACIÓN DE SERVICIOS Y LOCACIÓN MIXTA. — Israel co-


noció la locación como la mayoría de los contratos que a través del
Derecho romano pasaron a las legislaciones modernas y contem-
poráneas. Y está fuera de discusión de que en la legislación mo-
saica, igual que en el Talmud, se conocieron varias formas de la
locación tanto de cosas como de personas. En cuanto a ésta última,
baste decir que la casi totalidad de las disposiciones que hemos
agrupado bajo la denominación de Derecho del Trabajo, estaban
involucradas en la locación de personas, aunque existen preceptos
que nos recuerdan el moderno contrato de locación de obra.
En cuanto a la legislación mosaica y postmosaica, relacionada
con los trabajadores de Israel, nos remitimos al capítulo respectivo.
Trataremos aquí solamente de complementar lo ya dicho preceden-
temente con algunos preceptos talmúdicos.
Dice el Tratado Babá Metziá 1 : "Todos los obreros (umanim) que
reciben los materiales para confeccionar un objeto, tienen en el
cuidado de esos materiales la responsabilidad de un guardián por
salario, de modo que si por un accidente raro estos materiales se
pierden o si han sido robados al obrero, debe pagar su valor. Pero
todos esos individuos, si han finalizado el trabajo y han dicho al
patrono que puede venir a recibir la obra terminada (ellos no la
retienen en prenda del salario) y les paga en seguida, no tienen más
que la responsabilidad de un guardián sin salario; no son res-
ponsables por la pérdida o el robo, si el accidente es raro y si éste no
se produjo por una negligencia culpable."

1 Tratado Babá Metziá, Perek VI.


360 MATEO GOLDSTEIN

El mismo Tratado 2 en una Mishná expresa que si el obrero


trabaja en la recolección de higos, no debe comer uvas; si tra-
baja en la recolección de uvas no debe comer higos; pero puede
comer el género de frutas en el que trabaja, absteniéndose en el
lugar donde ellas sean menos buenas, para comer más, cuando lle-
gue al lugar donde son mejores.
El asno puede comer de la carga que transporta.
U n a M is h n d ( f o l. 9 2 ) d i s p o n e : " E l o b r e r o p u e d e c o me r
hasta el valor de un denar. Rabí Eliezer Heisma dice que el valor
de lo que come no puede exceder el monto de su salario. Los otros
doctores lo autorizan; solamente se puede dar al obrero el consejo
de no comer en exceso, porque no se le arrendará en el futuro."
Más adelante agrega la misma Mishná (fol. 93) que el obrero
puede vender al patrono el derecho de comer, fijando la suma que
el patrono le dará para que no coma los frutos en los que trabaja;
puede hacer trato para sí mismo, para sus hijos mayores (con el
consentimiento de éstos), para sus esclavos mayores (también con
el consentimiento de éstos) y para su esposa; porque estos indi-
viduos tienen inteligencia (pueden entonces vender su derecho).
Pero el obrero no puede hacer este trato para sus hijos menores,
para sus esclavos menores, y para su animal (porque estos seres
no tienen inteligencia para vender su derecho). Cuando se plan-
taba un árbol, estaba prohibido comer sus frutos hasta el cuarto
año, a menos que no se los haya arrancado. Por consiguiente, los
obreros que trabajan en estos árboles no deben comer los frutos;
pero si el propietario de estos árboles no ha hecho saber a sus
obreros que estos árboles no tienen aún cuatro años de existencia,
está obligado a arrancar sus frutos, para que ellos los puedan co-
mer. (Si la cosecha ha terminado y los frutos se hallan maduros
para el consumo, no se les debía comer antes de pagar el diezmo)3.

2 Tratado Babá Metzia, Perek VII, fol. 91.

3 La Biblia manda pagar a todos los israelitas los diezmo s y las pri-
mic ias. Esta obligación se convirtió e n un ve rdade ro tributo fiscal y con-
s i s tí a e n l a e n t re g a d e l a d é c i m a p a r te d e l o s f ru to s o d e l o s a n i m a l e s .
Un décimo del diezmo (el rediezmo) era destinado para sostén de los sacer-
dotes, y algunas necesidades del culto. Los levitas gozaban del diezmo de
todos lo s b ie ne s y f ru tos de l os h abi tan te s ; se gu ra me n te po rque a l e fe c-
tuarse la distribución de las tie rras, los hijos de la tribu de Levi fueron
de sp rov is tos de toda pa rce l a s o p re te xto de que D io s d e b í a se r su ún ic a
herencia y la porción que les correspondía ( Deu teronomio, capítulo X, ve r-
sículo 9; capitulo XVIII, versículos 1 y 2). Por tal motivo, se les compensó
con los diezmos y las primicias. Estas se hallaban destinadas a los sacerdo-
tes y al Sumo Pontífice y se oblaban tres veces al año: en Pascua, por las
espigas (Levítico, capitulo XXIII. versículo 10); en Pentecostés, por los nue-
vos panes (Leví tico, capitulo XXIII , versículo 15) y en a Fie s ta de los T a-
bernáculos, por los nuevos frutos (Números, capítulo XVIII, versículo 13).
MATEO GOLDSTEIN 361

Si se halla que los frutos ya se encuentran en este estado, el pa-


trono tiene necesidad de los obreros para hacer algún trabajo (por
ejemplo, para tapar los toneles de vino, etcétera), estos no deben
comer; pero si el patrono no les ha advertido (en el caso en que los
obreros podían tener dudas en saber si los frutos en los que tra-
bajan son maduros o no para el diezmo), él debe darles el diezmo
para que ellos puedan comer. Los guardianes de los frutos pueden
comerlos, porque esta es la ley del país, aunque la Ley bíblica no
hable de este particular. La Ley rabínica acordaba a los obreros
más derechos que los que debían gozar según la Biblia.
El Talmud se muestra minucioso en regular las relaciones entre
aquél que se emplea al servicio de otro y le suministra su trabajo, y
él que lo usufructúa. También se ocupa de una forma singular y
mixta de la locación: la del locatario que alquila su trabajo físico
y lo complementa mediante el aporte de un animal de tiro o de
carga. Admite el caso del préstamo o locación del obrero y el
préstamo o locación de un animal de tiro, por ejemplo: una vaca o
un asno.
La Mishná contenida en el Perek VIII del Tratado Babá
Metziá distingue a este respecto el caso en que un individuo ha to-
mado en préstamo una vaca y ha prestado o tomó en locación al pro-
pietario de la vaca (es decir, el propietario ha contratado su trabajo
personal y el de su vaca). Si ha tomado en préstamo al animal mien-
tras el propietario de este trabajaba y el animal ha muerto, el locador
del trabajo del hombre no debe pagar nada en concepto de indem-
nización por la pérdida, en virtud de lo dispuesto por el Éxodo 4 .
Pero si ha tomado en préstamo la vaca, cuando el propietario no
estaba todavía contratado a su servicio y la vaca ha muerto, debe
pagar el valor de la vaca, porque está escrito: Si el propietario no
está, pagará 5.
La Guemará explica este pasaje aduciendo que cuando el
propietario tiene bajo su cuidado permanente al animal, no es
responsable el locador por lo que pudiera ocurrirle a la bestia de
trabajo; pero si el propietario no está a su lado, el que ha
tomado en préstamo el animal, es responsable como guardián o
depositario.
Otra Mishná contenida en el mismo Tratado talmúdico,
establece que si un individuo tomó prestada una vaca por media
jornada y la arrienda por la otra mitad, o la toma en préstamo
por un día y la arrienda por el próximo, o bien toma en préstamo
una vaca y arrienda otra y la vaca o ambas mueren, el
demandante dice: La vaca muerta era prestada, o bien dice que la vaca ha

4 Éxodo, capítulo XXII, versículo 14


5 Éxodo, capítulo XXII, versículo 15
362 MATEO GOLDSTEIN

muerto mientras se hallaba en préstamo (por consiguiente, el de-


mandado debe pagar el valor de la vaca; porque el que presta un
objeto es responsable aun de un accidente inevitable); y el deman-
dado dice: Que él no sabe si el otro dice la verdad o no; en ese
caso el demandado debe pagar. Si el demandado dice: la vaca
muerta está alquilada, o bien afirma que la vaca ha muerto durante
la prestación de su trabajo (el que alquila un objeto no es res-
ponsable de un accidente inevitable) y si el demandante alega que
no sabe si el otro dice la verdad o no, el demandado es absuelto.
Si el demandante arguye que la vaca muerta era prestada, y si el
demandado dice que la vaca muerta se hallaba en calidad de prés-
tamo; éste prestará juramento de que afirma la verdad (y será
liberado). Si el demandante y el demandado tienen sus dudas, se
partirán entre ellos el valor de la vaca muerta (es decir, que el
demandado pagará la mitad).

2. — L OCACIÓN DE COSAS . — El Talmud contiene algunos ca-


pítulos relacionados con la locación de cosas que hace pensar en
que dicha institución había alcanzado una gran difusión entre los
israelitas y ciertos aspectos ofrecen una extraordinaria similitud
con ciertas normas vigente en la actualidad. Así el Tratado Babá
Metziá 6 trae una Mishná que dice que si un individuo alquila una
casa a otro, a razón de tanto por mes, sin establecer el plazo de
la locación, no puede desalojarlo en invierno, sin haberle advertido
treinta días antes del comienzo de dicha estación. (Según la opi-
nión de rabí Asher, aunque procure desalojarlo en el verano, el
propietario de la casa también debía advertírselo con treinta días
de anticipación). En las grandes ciudades no se puede desalojar a
los locatarios ni en invierno, ni en verano sin notificarlos con
doce meses de anticipación. (La razón es lógica: la población de
las grandes ciudades era compacta v evidentemente faltaban sufi-
cientes habitaciones.) Prosigue la Mishná diciendo que si se trata
de un comercio, sea en las pequeñas poblaciones, sea en las grandes
ciudades, el locador debe advertir al locatario con doce meses de
anticipación. (La circunstancia de tratarse de una locación para un
comercio imponía mayor tolerancia, tanto en las ciudades como en
las localidades pequeñas.)
Un afamado comentarista —rabí Simón, hijo de Gamaliel—
era más liberal en su criterio, opinando que tratándose de un co-
merciante, de un panadero o de un tintorero, la advertencia —no
existiendo plazo de locación— debía producirse con no menos de

6 Tratado Babá Metea, Perek VIII.


DERECHO HEBREO 363

tres años de anticipación, ya que estos tres gremios acostumbraban


hacer sus ventas a crédito, demorando el cobro.
Se lee en una beraitá una interesantísima jurisprudencia, se-
gún la cual, del mismo modo que el locador debía anticipar al lo-
catario su deseo de que le restituyese la casa, el locatario debía
hacer idéntica advertencia al propietario, para que aquel buscase
un nuevo inquilino.
La Guemará trae muy expresivas demostraciones acerca del
espíritu de previsión de la época, en cuanto se refiere a la locación
de las cosas. Si la casa del patrono —se dice— se ha averiado por
un accidente imprevisto, puede desalojar al locatario para habitarla
él mismo. Raschi comenta ésta jurisprudencia y dice: "El pro-
pietario puede decir al locatario: Yo no te he advertido porque
no sabia que mi casa se iba a averiar; tu sostienes que no encuen-
tras casa para arrendar, no habiendo sido advertido, pero yo tam-
p
oco puedo encontrar casa para arrendar, no habiendo podido sa-
ber, por anticipado, que mi hogar sería destruido."
Siguiendo el comentario de la Guemará, se advierte que si el
propietario ha vendido la casa locada, o si la ha donado, o si la
ha dejado a su heredero, nadie puede desalojar al inquilino, sin
que haya sido advertido de antemano y dentro de los plazos legales.
Si el propietario ha destinado la casa para un hijo que contrajo
matrimonio, es preciso ver, si ha podido prever el cambio de estado
de su hijo, y advertir al locatario: pero si no podía preverlo, el
locatario está obligado a abandonar la casa, porque el propietario
puede decirle: tú no tienes rutas derechos que yo mismo. (Yo no
te he advertido porque no he previsto el matrimonio de mi hijo;
tu pretendes que no encuentras casa para arrendar: yo no la en-
cuentro tampoco, no habiendo podido prever que mi hijo iba a ca-
sarse y si permaneces en la casa alquilada, estaré forzado a dar la
mía a mi hijo y no hallaré casa para mí.) Conforme a un texto
del Tratado Babá Batrá (fol. 144), el uso de la época consistía
en que si el primogénito se casaba en la casa de su padre, la casa
pasaba a ser de pertenencia del hijo.
Una Mishná del Tratado Babá Metziá 7 establece que si un
individuo arrienda una casa a un locatario, debe hacer las puertas,
la cerradura, la llave y todo lo que no puede ser hecho por un
obrero (umen), un hombre del oficio; pero el locatario está obli-
gado a hacer él mismo lo que puede ser hecho por una persona
cualquiera (que no es del oficio).
Con referencia a la locación, encontramos la siguiente dispo-
7 Tratado Baba Metziá, Perek VIII.
364 MATEO GOLDSTEIN

sición : "Si un individuo alquila una casa por un año, el mes aña-
dido (algunos años tienen trece meses en lugar de doce, según el
calendario israelita 8 ), pertenece al locatario (es decir, no debe el
alquiler). Si él ha arrendado a tanto por mes, el mes añadido per-
tenece al propietario de la casa (el locatario debe abonarlo)." Otra
Mishná determina: "Un individuo arrienda una casa a otro por
cierto espacio de tiempo y la casa se derrumba antes del término; en
este caso el propietario está obligado a edificar una casa para que
el locatario la habite hasta el fin del término. Si la casa era
pequeña, no la hará más grande; si era grande no la hará más
pequeña; si no tenía más que una habitación no harás dos; si tenía
dos habitaciones, no hará una sola. La casa que edificará no tendrá
menos aberturas ni más aberturas que la anterior, a menos que el
locatario y el propietario consientan en los cambios a introducir."
A través de las transcripciones que acabamos de hacer, se con-
firma la opinión, ya expresada, de que la locación de casas
para la vivienda —o para el comercio— había llegado entre los
israelitas, durante la época talmúdica, a un alto grado de evo-
lución 9.
Se advierte, además, el muy moderno y complejo problema de
la escasez de viviendas en las grandes ciudades, que a través de la
historia ha ido agudizándose, superándose y provocando nuevas
normas de legislación. Es obvio que si no se tratase de un régimen
incluido en el Derecho hebreo de hace muchos siglos, algunas de

8 El calendario israelita es el resultado de una larga evolución histó-


rica y son muy contradictorias las opiniones acerca del que se usara en los
tie mpo s p rim iti vos , au nque l os h is to riado re s co i nc ide n e n a f i rma r que
inveteradamente los israelitas se guiaban, para contar el tiempo, por los
movimie ntos de la luna y en algunos signos agrícolas. Como especial ca-
racterística, cabe destacar que el año hebreo contiene seis tipos distintos de
días: 353, 354, 355, 383, 384 y 385 días, respectivamente. Según el calendario
que aun hoy usan los israelitas, el año normal consta de 354 días,
divididos en doce meses, con 29 y 30 días, agregándose a veces un día al
mes de Jeshvan; o un día menos, que se quita al mes de Kislev, para im-
pedir que el año nuevo (Fiestas de Rosh Hashaná o Iom Kipur), se celebren
e n d ías v ie rnes o dom i ngo . E n cada c ic lo de 19 a ños , ha y s ie te añ o s b i-
s ie s to s; e n e l a ño b is ie s to se a g re ga al me s de Ada r u n d ía , y al a ño u n
mes denominado Vendar, de 29 días.

9 En los Libros de los Jueces y de Samuel se comprueba que los he-


breos hicieron abandono paulatino de sus tiendas cambiándolas por casas
de material. Este cambio no se había completado aun en los días de Saúl
(Crónicas, capítulo V, versículo 10) y ni siquiera en los días de Salomón.
En algunas ocasiones, como conquista de guerra, los israelitas se apodera-
ban de ciudades enemigas, entregándolas para vivienda de los connacionales
(Jueces, capítulo I, versículo 29); otras, reconstruían una ciudad arrasada,
la levantaban conforme a los cánones de los cananeos y la habitaban (Jueces,
capítulo XVIII, versículos 27 y 28).
DERECHO HEBREO 365

las previsiones que hemos referido, parecerán colocarnos en pre-


sencia de algún código de edificación de nuestros días.

3. — ARRENDAMIENTOS DE CAMPOS. — Hemos dicho repetidas


veces que la más difundida actividad en Israel se reflejó en la vida
agrícola del país 10 . Así se explica que tanto la Biblia como el Tal-
mud se hayan ocupado, con especial interés, de reglar las tareas
campestres, en sus múltiples aspectos, velando por la prosperidad y
el bienestar de quienes con su esfuerzo contribuían a la riqueza
general de la nación, desde el surco de la finca rural.
Pero la inevitable desigualdad económica de los individuos
hizo que mientras el número de los propietarios de heredades rús-
ticas fuera escaso, el de los trabajadores —arrendatarios u obre-
ros— sumara una multitud. De ahí que el legislador y los comen-
taristas se desvelaran por asegurar a los verdaderos factores de la
gran riqueza asentada en la campiña, una buena y justa retribu-
ción y la garantía de que no serían despojados del producto de su
trabajo fecundo.
Un mito muy común, difundido por el sectarismo antisemita, y
admitido sin discriminaciones por muchos israelitas, consiste en
negarles a los hijos de Israel aptitudes y amor por la tierra.
Ha contribuido sin duda a fortificar esta "leyenda negra" la
circunstancia de que, fuera de la tierra de sus antepasados y a
través de sus numerosos exilios, los israelitas no han tenido oca-
sión de dedicarse, al menos en grandes masas, a la agricultura. La
10 "Los he b reos hab ía n dado u n paso tras ce nde n ta l. Hab ía n ab an-
do nado la v ida e rrante y e stab an ap re nd ie ndo a de pe nde r c ada ve z más
de la agricultura. Pero ¿Quién había de enseñarles la técnica? Por mucho
que hubiesen capturado algunas aldeas con los campos adyacentes, y hu-
b ie se n ma tado a l os homb res , e so no los co nve rtí a au tom á ti came n te en
agricultores. Algunas de las mujeres sobrevivientes que trabajaban regu-
larmente en los campos prestaron su colaboración enseñando algunas cosas a
las mujeres hebreas y contándoles muchas más... La transformación de
Israel incluyó también el cambio de puntos de vista acerca de a propiedad y
de la organización social. En el desierto, la tribu poseía en común todos los
dones de Dios; el aire, el sol, el agua o la hierba no tenían propietario
privado. Cuando los israelitas se volvieron sedentarios fue preciso que cada
f a mi l ia cu l ti vara u na p o rc ión d e te rm i nada d e l a t ie r r a p e r te ne c ie n te a l
clan; y si bien al principio, sin duda alguna, la tierra fue asignada por un
co nse jo de je fe s de fa milia , y só lo po r tie mpo de te rm inado y de acue rdo
al número de miembros de a familia, a medida que pasó el tiempo la ocu-
pa ció n te nd ió a ide n ti fi ca rse co n la p rop iedad . S i lo s can a ne os po se ían
tie rras, ¿Por qué no habían de poseerlas también los hebreos? Los cana-
neos tenían espíritu comercial; compraban y vendían por dinero. ¿Por qué
no habían de vender los hebreos su grano, manteca y rebaños a los habi-
tantes de las ciudades y asegurarse una reserva para los años malos?" —
A. E. BAILEY: La vida cotidiana en los tiempos bíblicos, página 123.
366 MATEO GOLDSTEIN

resistencia de las clases gobernantes y la presión del ambiente, se


confabularon para que el hebreo viviese de ocupaciones manuales o
del comercio, ya que la venta y el arrendamiento de tierras para el
cultivo estaban vedados a estos eternos peregrinos, evidentemente
con el propósito de impedir que echaran raíces muy hondas...
Hasta el siglo XIX hubo naciones del viejo mundo que prohi-
bían la enajenación de tierras a los pobladores israelitas, de modo
que por razones muy explicables la vocación de éstos por las tie-
rras rurales, fue haciéndose cada vez más débil, aunque jamás se
haya esfumado del todo.
Prueba de la importancia trascendental asignada por los israe-
litas a la vida del agro, lo constituye la existencia de muy inten-
sivas colonizaciones realizadas en los escasos puntos del planeta,
donde se les proporcionó la oportunidad de ejercitarse en estas
actividades y la economía de algunos países agrícolas de Europa
(Rusia, Polonia, Rumania) ha encontrado un buen puntal en las
comunidades rurales israelitas 11.
No menos poderosa ha sido la acción de estos antiguos colonos
del Oriente en los modernos países americanos, como Brasil, Ar-
gentina, Méjico, Canadá y Estados Unidos de América, donde vas-
tas extensiones del suelo nacional cuentan con la fecunda presencia
de millares de familias israelitas 12.
Y por último, cabe mencionar el ejemplo que brinda Palestina,
1 1 G ra c i a s a u n c u a n ti o s o a p o rte e n d i n e ro d e l B a ró n M a u r i c e d e
Hirsch, varias repúblicas sudamericanas cuentan en a actualidad con un
extraordinario aporte de colonias israelitas. En Brasil y en a Argentina —
particularmente en éste último país—, el litoral y a pampa poseen muy
prolíficas regiones entre gadas al trabajo afanoso de millares de familias
israelitas que constituyeron en su época verdaderas avanzadas de la civi-
lización y que siguen gozando de un lugar de privilegio en la agricultura
nacional, la obra de la I.C.A. (sigla de a empresa colonizadora instituida
co n e l fa ntá s tico le gado de l Ba ró n Mau rice de H i rsc h) , es se nc il la me nte
colosal y muchas veces los gobernantes han mencionado con palabra alta-
me n te e lo g iosa y jus tic ie ra l a ac ció n Jud ía e n l a v ida de a a g ricu l tu ra
nacional.

12 El experimento agrario de los israelitas e n la tie rra de sus ante-


pasados constituye una auténtica revelación para la técnica más evolucio-
nada. Desde el extinto líder socialista belga, Vandervelde, hasta el técnico
del Ministerio de Agricultura de los Estados Unidos, Mr. Lowde rmilk, pa-
sando por el diplomático soviético Maisky, y la última comisión investiga-
do ra nombrada po r la UN —cu antas pe rsona lid ade s ha n pa sado po r Pa -
lestina y apreciado la obra que realizaron en escasos veinticinco años los
pioneros del movimiento jalu tziano— no han tenido palabras para elogiar la
extraordinaria magnitud de la empresa que ya se ha realizado allí. Eso sin
contar con la inclemencia del suelo pedregoso y abandonado por siglos, la
escasez de agua de riego natural y pese al sabotaje sistemático que se ha
venido cumpliendo por la administración local, en desmedro de los más
hermosos planes de trabajo.
DERECHO HEBREO 367

donde cerca de trescientas colonias florecientes, creadas e impul-


sadas por mano de obra y cerebro exclusivamente israelita, han
echado las bases de una robusta economía nacional que es ejemplo
para todos los pueblos laboriosos de la tierra.
Y un cotejo de la esencia de todas las festividades israelitas,
celebradas pomposamente en Palestina, durante la existencia del
Estado soberano y transplantadas a la diáspora, donde aun se si-
guen respetando por las comunidades, demostrará hasta la eviden-
cia cuán grande ha sido y siguió siendo el apego de los creyentes
en Jehová por el trabajo inherente a la tierra. En efecto, la ma-
yoría de las grandes fiestas constituyen una remembranza de los
ciclos de la agricultura, en sus distintas ramas, que en Eretz Israel
se rodeaban de verdaderas solemnidades populares, mezclándose lo
religioso con lo poético, lo místico con lo puramente humano.
Con cuánto razón ha podido decir Benjamín Disraeli, el orgu-
lloso hijo del Imperio Británico, en cuya corona engarzó la estrella
resplandeciente de la India: "Las viñas de Israel han dejado de
existir, pero la Ley eterna todavía prescribe a los hijos de Israel la
celebración de la vendimia. ¡Una raza que persiste en celebrar su
vendimia, aunque no tenga fruto alguno que recoger, recuperará
sus viñas!"
El Talmud se muestra muy generoso para con el trabajador
de la tierra, pero no tolera que el campo se abandone y que el co-
lono o arrendatario procuren aprovecharse de una cosecha, en des-
medro del vigor del suelo productivo. Un equilibrio armonioso entre
los intereses del arrendador y del arrendatario, o del patrono y
del locador, o del obrero, y una permanente preocupación para que
la tierra produzca los mejores frutos, se conjuraron para que los
textos legales que rigieron en la era talmúdica constituyan un mo-
delo de perfección y de admirable sentido común.
Pero antes de entrar en materia recordemos la admirable insti-
tución bíblica del año sabático (que se cumplía de siete en siete
años), según los preceptos del Éxodo 13 y Levítico 14 y que, como
hemos dicho, en esencia tendía a liberar al suelo por el término de
doce meses, de toda actividad. ¿Cuál habría sido la mira del legis-
lador, sino anticiparse al científico moderno que ordena un des-
canso para la tierra, después de un determinado número de años
de actividad?; descanso que le hará reponerse de un ciclo prolon-
gado de labores y recobrar las energías agotadas tras largo es-
fuerzo. Las ciencias agronómicas modernas no pueden sino aplau-
dir con entusiasmo justiciero esta sabia prescripción de Moisés,

13 Éxodo, capítulo XXIII, versículos 10 y 11.


14 Levítico, capítulo XXV, versículos 4 y 7.
368 MATEO GOLDSTEIN

enderezada a evitar el agotamiento de los suelos merced a una


explotación irracional.
Veamos ahora lo que dice el Talmud, respecto al contrato de
arrendamiento de tierras. En el Tratado Babá Metziá 15 encontra-
mos: "Si un individuo toma un campo en arrendamiento, hará to-
dos los trabajos que los colonos deben hacer según el uso del país.
Si el uso quiere que se corten las espigas, el arrendatario las cor-
tará; si el uso quiere que se las arranque, las arrancará. Si el uso
quiere que se labre la tierra después de la siega, lo hará. La parte
que el arrendatario debe tomar en el trigo, la tomará también en
el rastrojo y la paja. La parte que toma en el vino la tomará
también en los racimos y los rodrigones (sostenes de las parras o
c e p a s ) . L o s r o d r ig o n e s s o n a c a r g o d e l p r op ie ta r io y d e l
colono."
Otra Mishná, del mismo Tratado, expresa que si un individuo
toma un campo en arrendamiento, el cual tiene riego de una ver-
tiente, o un campo en el cual se encuentra un árbol, el arrendatario
no puede cercenar lo que debe al propietario, aunque la vertiente
haya desaparecido o el árbol se haya secado. Pero si ha dicho que
quiere tomar en arriendo un campo que tenga su riego de una
vertiente o un campo en el cual se encuentre un árbol, puede de-
ducir de lo que debe al propietario el valor del daño que para él
tiene la desaparición de la vertiente o del árbol.
He aquí una disposición altamente moralizadora. La Mishná
(fol. 104) del Tratado citado, establece: "Si el arrendatario no
cultiva el campo, debe pagar al propietario lo que el campo habría
producido si se hubiera cultivado. Porque está escrito en el arren-
damiento: Si yo dejo el campo sin cultivo, pagaré las mejoras
(consistentes en los frutos que se habría podido obtener)."
La tendencia de la época se traducía en el propósito de apro-
vechar la tierra y gozar de sus bendiciones: aquel que, habiéndola
tomado para cultivarla, la abandonaba o sólo la cultivaba parcial-
mente, era pasible de las indemnizaciones por el perjuicio que había
ocasionado al propietario de la heredad.
Si el arrendatario, se lee en otra Mishná del mismo Tratado,
rehusa cercar el campo, diciendo al propietario: Tu no tendrás nin-
gún perjuicio, puesto que te entrego la parte convenida de los pro-
ductos del campo, el propietario puede forzarle al cercamiento;
porque puede decirle: Tu puedes irte un día y dejara: el calmo
lleno de malas hierbas. Si el campo, que el arrendatario ha tomado
para cultivar, produce muy pocos frutos, siempre que se pueda
obtener una pila, el arrendatario está obligado a cultivarlo. Rabí

15 T ratado Babá Metziá, Perek IX.


DERECHO HEBREO 369

Judá dice que el arrendatario está obligado a hacerlo, si el campo


da los productos suficientes para la semilla del año siguiente."
En otra Mishná se dice que si los frutos del campo son des-
truidos por la langosta, o son quemados, o destruidos por una ca-
lamidad pública, el arrendatario puede descontar al propietario
una suma proporcional a la parte que ha sufrido; si la pérdida no
ha sido causada por una calamidad pública (si ella no era inevi-
table), el colono no puede cercenar nada de la suma que adeuda al
propietario.
El doctor Israel-Michel Rabinowicz, comentando este pasaje,
opina, que a su juicio, en todos los casos en que la pérdida de los
frutos no había podido ser evitada, el arrendatario quedaba libre
de obligaciones. Porque, explica él, las ha tomado evidentemente
bajo la condición tácita de que la cosecha no será destruida por
una causa independiente de su voluntad. Es de todo modo contraria
al espíritu talmúdico y a todas las leyes rabínicas hacer al colono
responsable de una desgracia que no ha podido evitar.
Continúa el Talmud: "El arrendatario que se obliga a entregar
al propietario cierta cantidad de productos del campo por año, le
dará sobre los productos de campo que él cultiva, aunque esos
productos hayan sido quemados, etcétera. Si los productos de ese
campo son mejores que los de otros, está obligado a dar al pro-
pietario de esos productos y no puede decirle que los cambiará por
otros."
El propietario que toma un campo —dice otra Mishná
(fol. 109) del mismo Tratado— por siete años, puede el primer
año sembrar lino y cortar los sicomoros en el mismo año, porque el
lino no agota la tierra por más de siete años y los sicomoros
vuelven a brotar en siete años con el mismo vigor que tenían. Pero si
lo ha tomado por menos de siete años, no puede sembrar lino, ni
cortar sicomoros.
El precepto es de cuidado y conservación de la tierra madre. Se
pretende evitar —al igual que con el año sabático— la extenuación
de la tierra; bastamente ilustrados sobre los problemas de la
fecundidad del suelo, los israelitas se preocuparon de asegurar una
perpetua productividad. Esto sólo podía lograrse aplicando a la
legislación los conocimientos que entonces se tenían acerca de la
agronomía, de tan vastas proyecciones en la actualidad.
Refiriéndose a los plazos de locación y pago de precio de los
campos dedicados a la agricultura, establece el Talmud 1 6 : "Un
arrendatario que toma un campo a razón de setecientos zuzes, el
septenario (shvuá), el año séptimo de la shmitá queda incluído;
16 Tratado Babá Metziá, Perek IX.
370 MATEO GOLDSTEIN

pero si dice que pagara setecientos zuzes por siete años sin refe-
rirse a la shmitá, ésta no queda incluida, puesto que el año de la
shmitá no se cuenta por un año de cultivo."
El obrero que trabaja por día, dice la Mishná, debe ser pa-
gado la tarde que lo sigue, y el patrono tiene tiempo de pagar toda la
noche hasta el mediodía del día siguiente. El obrero contratado por
algunas horas puede ser pagado toda la noche y todo el día;
cuando es contratado por semana, por mes, por año, por una shvuá
(septenario de años), si termina su trabajo durante el día será
pagado en este día antes de ponerse el sol; si termina su trabajo
durante la noche, el patrono tiene tiempo de pagarle toda esa noche y
en todo el día que le sigue antes de ponerse el sol. Las disposi-
ciones precedentes demuestran la preocupación del legislador en
el sentido de no retener los salarios de los elementos humildes de la
sociedad: los obreros del campo. La ley es imperativa en este
sentido y se anticipa en muchos siglos a modernos códigos que ase-
guran al trabajador la percepción de sus jornales en el lugar donde
trabaja y sin demora alguna. El Talmud repite lo que en tono
enfático proclama, a este respecto, el Deuteronomio: En su día le
darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y
con él sustenta su vida.
Si —afirma Raschi— no se ha pagado el salario al obrero du-
rante el tiempo indicado en la Mishná, se transgrede una prohi-
bición bíblica. Si hay discusión entre el obrero y el patrono du-
rante el tiempo indicado, agrega, el obrero puede hacerse pagar el
salario, prestando juramento de que dice la verdad; más tarde está
obligado a apoyar su reclamación con pruebas.

4. —LA PROPIEDAD HORIZONTAL EN EL TALMUD. — A


tr avé s de diversos pasajes del Talmud, se llega a la conclusión de
que los hebreos conocieron la propiedad horizontal, institución que
algunas legislaciones modernas reconocen y que se va
introduciendo, no sin dificultades, en las leyes actuales. He ahí
otro sistema de derecho que la cultura moderna debe a los
israelitas y que ya mereció la atención del legislador en la antigüedad.
En el Tratado Babá Metziá 1 7 encontramos una Mishná que
confirma nuestro juicio. Dice la Mishná: "Dos individuos tienen
una casa, en la cual el piso inferior es de uno y el superior del
otro; la casa se ha derrumbado y no se reconoce por los escom-
bros, si provienen del piso inferior o superior. En este caso, dice
la Ley talmúdica, los escombros son distribuidos entre los dos in-
17 Tratado Babá Metziá, Perek X.
DERECHO HEBREO 371

dividuos. Si hay piedras quebradas, y otras quedaron intactas, se


puede algunas veces reconocer después la causa y el modo del
derrumbe, si son la del piso superior o del piso inferior; se hará,
entonces, la distribución en consecuencia. Si uno de los individuos
reconoce una parte de sus piedras (que están intactas), las toma, y
ellas le son contadas."
Otra Mishná dispone, refiriéndose a un caso de locación: "Un
individuo ha locado el piso superior de una casa; el techo se ha
derrumbado: el propietario deberá reconstruir el techo para el lo-
catario, pero no quiere hacerlo. En este caso el locatario se muda
al piso inferior, donde permanece hasta que el propietario efectúe la
reconstrucción del techo. Rabí José dice que en este caso el pro-
pietario dará la armadura del techo y el locatario proporcionará la
mezcla."
Leemos otra Mishná: "Dos individuos poseen una casa de dos
pisos, en la que el inferior pertenece a uno y el superior al otro; la
casa se ha derrumbado. El propietario del piso superior dice al
otro: Reconstruye tú el piso inferior y yo reedificaré el superior;
el otro no quiere hacerlo. En este caso el propietario del piso
superior puede reconstruir el piso inferior y esperar, hasta que el
otro le haya reembolsado los gastos, antes de reconstruir el piso
superior. Rabí Judá no aprueba esta idea; porque el propietario
del piso superior, antes de reconstruir, habrá permanecido en el
piso inferior que pertenece a aquél para quien el habrá anticipado el
dinero necesario para reedificar su piso inferior; será entonces un
acreedor de ésta y permanecerá gratuitamente en su casa, lo que
semejará una usura.
Por consiguiente, es mejor para el propietario del piso supe-
rior reconstruir los dos pisos y luego irse al piso inferior (de-
jando el superior vacío) hasta que el otro le reembolse sus gastos
por el piso inferior.
5. — L A L O C A CI Ó N E N R O M A . — Para finalizar el capitulo
relativo a la locación, digamos que Roma conoció el arrendamiento,
igual que Israel, y lo utilizó especialmente para regir las tareas ru-
rales. El que se obligaba a suministrar a otro el goce temporal de
una cosa, o a ejecutar por él cierto trabajo, era el locator; el que
debía el precio de alquiler, era el conductor, también llamado colo-
nus, granjero de una propiedad rural. El colonus constituía una
capa social y económica vasta y caracterizada y gozaba de ciertos
privilegios que la sociedad romana le asignó para instarlo a per-
manecer en la tierra. En este sentido, el colonus romano era aná-
logo, en sus derechos y garantías, al arrendatario rural del Derecho
hebraico.
372 MATEO GOLDSTEIN

Asimismo hallamos en el Imperio dos subclases de locación


de persona o locatio operarum: la locatio operarum, propiamente
dicha y la locatio operis. En el primer caso, el locador presta un
servicio determinado al conductor mediante una retribución en di-
nero, denominada tuerces; en el segundo caso, el que presta los ser-
vicios recibe de la otra parte tradición de una cosa sobre la que
tiene que realizar su trabajo. Estamos, así, en presencia de la lo-
cación de obra, que ya hemos encontrado en la Ley talmúdica.
En el Derecho romano no existía una verdadera diferenciación
entre el arrendamiento y la compraventa; por lo menos, se advierte
entre ambos contratos una gran analogía. Esta analogía se refiere a
los elementos esenciales de cada uno de estos contratos, especial-
mente en cuanto al consentimiento de las partes, la cosa objeto de la
transacción y el precio. Justiniano que dió los últimos toques a la
estructura jurídica de Roma, no introdujo innovaciones que ca-
racterizan a la locación y a la compraventa. Tan es así que las
Institutas no contienen disposiciones específicas del primero de
estos contratos.
Más bien, por el contrario, el legislador se preocupó de se-
ñalar que el "arrendamiento se asemeja mucho a la venta y se rige
por las mismas reglas de Derecho... Hay tal afinidad entre la
venta y el arrendamiento —se lee en el capítulo XXIV de las Insti-
tutas de Justiniano— entre la venta y el arrendamiento, que en
ciertos casos se duda si el contrato es una venta o un arrenda-
miento".

6. — LA ENFITEUSIS Y EL FONDO AGRARIO ISRAELITA. — Exis-


tió en Poma otra institución para cuando, en vez de tratarse de
una persona que entrega una cosa de su propiedad a otra, en arren-
damiento, era el municipio quien concedía a perpetuidad el disfrute
de un terreno a una persona, mediante una renta anual. Posterior-
mente, fue autorizado el mismo contrato entre los particulares
(durante el Bajo Imperio, bajo el emperador Zenón).
Se trataba de un contrato especial, que participaba de los ca-
racteres de la locación y de la venta: era la enfiteusis. La enfiteusis
obligaba al propietario del fundo a procurar al arrendatario el goce
y frutos de la cosa arrendada. El arrendatario (enfiteusis) se
hallaba obligado a pagar la renta, llamada pensio o canon, adqui-
riendo sobre la cosa un verdadero derecho real.
La enfiteusis tiene una sugestiva y renovada aplicación en la
actual colonización hebrea de Palestina. El Keren Kayémet Le-
israel (Fondo Agrario Israelita) entrega las tierras que adquiere
de los árabes para el trabajo exclusivo de los pobladores israelitas,
DERECHO HEBREO 373

conservando la propiedad del suelo para todo el Pueblo judío a per-


petuidad. "Del pueblo provienen los medios del Keren Kayémet
—dice un autor— y al pueblo le entrega todo el suelo que rescata."
"Una vez realizados los trabajos de mejoramiento necesarios
para poner las tierras en condiciones de ser labradas, el Keren Ka-
yémet las entrega para su cultivo a los miles de postulantes que
llegan al país para formar en él su hogar y contribuir con su tra-
bajo a la reconstrucción de la patria judía en Eretz Israel. Las
tierras son dadas a los ocupantes en enfiteusis, o sea, en arrenda-
miento por períodos variables, no mayores de cuarenta y nueve
años, bajo ciertas y determinadas condiciones y con derecho de
transmisión hereditaria y aun transaccional.
"Los ocupantes reciben el derecho de cultivar el suelo así
obtenido, construir sobre él los edificios necesarios e introducir las
mejoras y cambios que consideren conveniente, gozando del pro-
ducto íntegro de su trabajo y de la valorización que éste da a sus
predios. En cambio, se obligan a: 1 º ) Abonar al Keren Kayémet el
2% del valor de la parcela recibida si se trata de terrenos ru-
rales, el 3% cuando son suburbanos y el 4% si son urbanos;
2º ) Observar el descanso sabático y guardar las fiestas judías sobre
la tierra arrendada; 3 º ) Establecerse y cultivar el suelo arrendado,
utilizando únicamente mano de obra judía en el trabajo; 4º )
Recabar el consentimiento del Keren Kayémet cuando se trate de
transmitir a otro ocupante los derechos inherentes al arrenda-
miento... La intervención del Keren Kayémet en toda transac-
ción que se haga para transmitir los derechos inherentes al arrenda-
miento, asegura el cumplimiento de los principios arriba indicados ;
evita la acumulación posible de tierras del Keren Kayémet en una
sola mano, o sea, el latifundio, ya que dicha institución no le cede a
nadie más tierra de la que puede serle necesaria p ara obtener de su
cultivo un pasable bienestar económico; y da al Keren Kayémet la
posibilidad de revaluar los predios, reservando para sí parte de la
valorización que se deba no a las mejoras introducidas —que
corres p onden, por justicia, al que las ha realizado con su trabajo y
otros medios—, sino al progreso general del país. Con estos in-
gresos han de formarse con el tiempo los medios que permitan al
Keren Kayémet un desenvolvimiento gradualmente más acelerado
de sus actividades redentoras del suelo eretzisraelita.
"Por otra parte, la reevaluación periódica y la intervención di-
recta y obligatoria del Keren Kayémet en toda transacción rela-
cionada con las tierras de su propiedad, han de evitar, en lo hu-
manamente posible, la especulación con las mismas" 18.

18 WOLF NIJENSOHN: Obra citada, paginas 47 a 49.


374 MATEO GOLDSTEIN

De este modo, la antigua institución de la enfiteusis, que Roma


aplicó para las tierras que los emperadores o los latifundistas (en el
Bajo Imperio) entregaban en arrendamiento a perpetuidad, o a
largos plazos, a los colonos, para que se convirtieran en una renta
poderosa, fue aprovechada por Israel para afirmar el precepto
bíblico de la inenajenabilidad perpetua del suelo, y es hoy base
económica principal de la restauración del Estado hebreo en la tierra
de sus antepasados.
CAPÍTULO XXII

DE LAS FIANZAS

SUMARIO: 1. Garan tí as o torgadas. — 2. Régimen legal de la f ianza. — 3.


La f ian z a e n o tr as le g isl ac io n e s. — 4 . D e l o s e mb ar g o s y v en tas
judiciales.

1. — GARANTÍAS ORTOGADAS. — Israel conoció la importancia


y extensión de la fianza como medio para estimular el préstamo
y ayudar al necesitado. La Biblia hace mención de la prenda, en
diversos pasajes, si bien procura atenuar las consecuencias de la
inejecución de la obligación afianzada. El mismo espíritu de soli-
daridad y de misericordia que inspira todas las obligaciones de la
ley, asiste al legislador cuando se refiere a las garantías. El
Éxodo 1 dispone: Si tomares en prenda el vestido de tu prójimo,
a. puestas del sol se lo devolverás. Y el versículo siguiente
explica: Porque sólo aquello es su cubierta, es aquel el vestido
para cubrir sus carnes, en el que ha de dormir: y será que cuando
él a mi clamare, yo entonces le oiré, porque soy misericordioso.
El precepto tiende a asegurar al menesteroso el goce y uso de
sus elementos más indispensables. El mismo criterio asiste al
legislador cuando en el Deuteronomio 2 dispone: No tomarás en
prenda la muela del molino, ni la de abajo ni la de arriba; porque sería
prendar la vida.
El respeto por la dignidad del hombre y el cuidado puesto en
evidencia para no privarle de lo imprescindible, dictaron normas
como las que transcribimos.
Las leyes modernas de protección a los deudores promulgados
como una gran conquista de los tiempos y con miras a no privar
a ningún ser humano de aquellas cosas sin las que no puede con-
vivir en el seno de la sociedad (alimentos, lecho, útiles de trabajo),
evidentemente se hallan inspiradas en los preceptos mosaicos. En

1 Éxodo, capítulo XXII, versículo 26.


2 Deuteronomio, capitulo XXIV, versículo 6.
MATEO GOLDSTEIN

el mismo Libro 3 encontramos preceptos que complementan admi-


rablemente el derecho de los pobres. Cuando dieres a tu prójimo
alguna cosa emprestada, no entrarás en su casa para tomarle pren-
da... Fueras estarás y el hombre a quien prestaste, te sacará
afuera la prenda... Y si fuese hombre pobre, no duermas con su
prenda ... Precisamente le devolverás la prenda cuando el sol se
ponga, para que duerma en su ropa y te bendiga.
Recuérdase que la única excepción a la prohibición de entrar
en la casa del deudor para tomarle una prenda, era a favor del
obrero, quien, siendo acreedor por salario, podía introducirse en la
casa de su patrono, deudor, para recoger una prenda.
Solamente la defensa de los derechos del trabajador hebreo
—para quien la ley instituyera singulares privilegios— podía su-
perar la garantía otorgada por la legislación a aquel que hubiere
tomado prestado y diese fianza o el acreedor la reclamara.

2. — R ÉGIMEN DE LA CONFIANZA . — El régimen de la fianza


legal gozó de amplia primacía en Israel y la encontramos en la
institución del rescate, en la manumisión de los siervos y en el
matrimonio. En esta última institución recordaráse que el marido
constituía una hipoteca, a favor de la mujer, sobre los bienes que
ésta aportaba al matrimonio; garantía que subsistía hasta que el
esposo le concedía el divorcio, o hasta el fallecimiento de éste. En
cambio hallamos disposiciones que prohíben la fianza en ciertas si-
tuaciones. Con el propósito de evitar que alguien sufra desmedro,
físico o material, por las culpas de otro, el Deuteronomio prescri-
be 4 , y esto se halla confirmado en el Libro de los Reyes 5 , que
ningún ciudadano —ni aun los padres por los delitos de sus
hijos— debía sufrir ni salir por fiador de la falta del otro.
El Talmud no podía permanecer en silencio frente a una insti-
tución que se había difundido considerablemente entre los israeli-
tas de los tiempos bíblicos. En efecto, en el Tratado Babá Metziá
(Perek IX) hallamos un pasaje que establece que el acreedor no
puede apoderarse de las prendas del deudor, sin la licencia del tri-
bunal. No podrá entrar en la casa del deudor para tomar una
prenda, porque está escrito: No entrarás en su casa (la del deudor)
para tomar una prenda; pero quedarás afuera y el deudor te traerá
la prenda afuera 6 . Y la Mishná agrega: "Si el acreedor tiene dos
prendas, restituirá al deudor la que llegare a necesitar y guardará

3 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículos 10 a 13.


4 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículo 16.
5 Libro de los Reyes, capítulo XIV, versículo 6.
6 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículos 10 y 11.
DERECHO HEBREO 377

la otra. Devolverá la almohada a la noche y el arado de día. Si el


deudor ha muerto, el acreedor no está obligado a devolver las pren-
das a sus herederos. Rabí Simón, hijo de Gamaliel, dijo: Aun
cuando el deudor no haya muerto, el acreedor no está obligado a
devolverle en el momento en que tuviera necesidad de ella, antes
del plazo de 30 días; pasado este plazo podrá hacerla vender por el
tribunal."
La Guemará interpreta este pasaje, planteando la pregunta:
Según la Mishná el acreedor no puede apropiarse de la prenda sin el
permiso del tribunal; ¿Resulta de allí, que el tribunal sí puede
hacerlo? Y la respuesta es la siguiente: El tribunal puede apode-
rarse de la prenda del deudor fuera de su casa, pero no puede
entrar en la casa con este propósito.
El doctor Rabinowicz hace una acotación a los textos citados, y
dice: "La Ley mosaica prohíbe al acreedor entrar en la casa del
deudor para tomar una prenda. La Ley rabínica va más lejos: el
acreedor, dice ella, no puede apropiarse nada, ni aun en la calle; en
tanto que la casa del deudor es sagrada aun para la justicia que no
tiene el poder de penetrar en ella. ¡Qué bella Ley rabínica! ¡Qué
respeto de los rabinos por la intimidad del hogar de los particulares!
Lo que da más valor a esta Ley rabínica, es que en su época los
acreedores, prestando su dinero sin interés, eran verdaderos
benefactores de los deudores; las deudas eran entonces doblemente
sagradas por deber y por reconocimiento, pero la casa del deudor era
más sagrada todavía."
Glosando un pasaje del Éxodo 7 que se refiere al empleado
del tribunal, que aparentemente podía entrar en la casa del deudor
para tomar una prenda, la Guemará expresa que si esto es exacto, el
empleado del tribunal no podrá tomar del deudor las cosas que él
necesita para vivir. Es preciso dejarle la cama (para comer, dice la
Guemará, pues en esa época los israelitas comían como los ro-
manos), la cama para dormir y todo lo necesario para los niños
(si la cama no se hallaba antes destinada al uso de la mujer o de
los niños) 8 . Una beraitá disponía que se debía dejar al deudor dos
camas, una para comer y la otra para dormir, en atención al doble
uso que de ellas se hacía. Y agrega que es necesario confeccionar
una lista para entregar al deudor de los objetos que debían quedar
necesariamente en su poder, que son todos aquellos que se deben

7 Éxodo, capitulo XXII, versículo 15.


8 Porque no se podía tomar los objetos destinados a la mujer del
deudor o de los niños, puesto que aun en el caso de que un individuo
ofreciera al tesoro sagrado todo lo que poseía, no se podía tomar los vestidos
de su mujer, ni los de sus niños, ni los objetos nuevos comprados para su
mujer o los niños.
378 MATEO GOLDSTEIN

dejar sin tomar, cuando alguien cede todo su patrimonio al tesoro


sagrado 9 , a saber: alimentos para treinta días; vestidos para doce
meses (es decir, se dejaba al que había hecho el voto a favor del
tesoro sagrado, dinero necesario para subsistir durante treinta días,
vestirse durante doce meses, etcétera); una cama; un colchón;
sandalias; y si era obrero, se le dejaban los instrumentos de tra-
bajo10.
Estas garantías tendientes a no despojar al deudor de los ele-
mentos más indispensables para la vida, al menos hasta que pudiera
rehacer su patrimonio, se extienden a otros elementos débiles y
desamparados de la sociedad. En efecto, una Mishná 11 dispone:
"No es permitido tomar una prenda de una viuda, sea ella pobre o
rica, porque está escrito: tu no tomarás para prenda la ropa de la
viuda 12 . Los doctores rabínicos se dividieron en la interpretación de
esta regla: mientras algunos sostienen que sí puede tomarse
prenda de la viuda rica, no puede alcanzar ésta exigencia con res-
pecto a la que carece de bienes. Otros sostienen que el texto bíblico
es claro y no admite más que una interpretación de carácter ge-
neral."
Otro pasaje talmúdico, haciendo referencia a la prohibición
bíblica 13 , tomar en prenda la muela del molino ni la de abajo ni la de
arriba, establece que aquel que la da en prenda, comete una
trasgresión, porque sería prendar la vida, según el elocuente texto
mosaico; pero, agrega, que no solamente se prohíbe prendar una
muela, sino también está prohibido tomar por prenda un instru-
mento cualquiera que sirve para preparar los alimentos, porque,
según la expresión de la Escritura, se prendará así la vida de su
prójimo.
La Guemará trae el caso de un individuo que ha tomado el
cuchillo de matarife de su deudor por prenda. Este se presentó
delante de Abayé, que le dijo: Vete a devolver el cuchillo, porque es
un instrumento que sirve para preparar los alimentos, después tú
requerirás al demandado delante del tribunal por la deuda que
reclamas.
Según hemos dicho, de acuerdo con la legislación hebrea, los
préstamos gratuitos eran los únicos permitidos y legales 14 , por lo
cual se estableció que en los préstamos a interés transgredían la

9 Levítico, capítulo XXVII, versículo 28.


10 Tratado Erakim, fol. 23.
11 Tratado Baba Metzia, Perek IX.
12 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículo 17.
13 Deuteronomio, capítulo XXIV, versículo 6.
14 Tratado Babá Metziá.
DERECHO HEBREO 5
prohibición bíblica: el acreedor, el deudor, el fiador y los tes-
tigos 15.
En otras leyes se establecieron las diferencias: Los tribunales
paganos obligan al deudor a pagar al acreedor el interés que éste
se ha comprometido a pagar; los tribunales judíos, por el contra-
rio, obligan al acreedor a devolver al deudor el interés que le haya
tomado 16.
Conforme a la Ley pagana, el acreedor podía perseguir di-
rectamente al fiador, para cobrarse su acreencia; y el garante, a
su vez, podía reembolsarse del fiado.
La Ley israelita, talmúdica, autoriza al acreedor a reclamar
primeramente al deudor y subsidiariamente al fiador.
El marqués de Pastoret, refiriéndose a la institución del año
sabático, en el que conforme a los textos bíblicos y talmúdicos, se
producía de pleno derecho la remisión de las deudas, se plantea
este problema: "Si la remisión de la deuda hubiese sido indispen-
sable en el año sabático, ¿por qué se empleaba tan frecuentemente
la fianza judicial? ¿Por qué se exigía el que ésta precediese o
acompañase al empréstito, y se hallaba prohibido el que se otorgase
posteriormente? En efecto: en este último caso, la caución era nu-
la, y por el contrario, los registros en donde constaba el empréstito
eran firmes y valederos, aunque estuviesen con fecha posterior a la
caución 1 7 . La fórmula del acta era de este tenor: A vosotros,
N. y N., jueces del lugar de N., os entrego esto, para que pueda
yo repetir el dinero que se me debe cuando lo tenga por conve-
niente; lo cual firmaban los jueces con los testigos. a no ser que
lo hiciesen solamente los primeros, pues podían practicarlo bajo las
dos calidades. El que recibía alguna cosa de muchos sujetos, debía
dar a cada uno su caución o fianza judicial; pero si eran muchos
los que recibían de uno solo, en este caso bastaba una por todos.
La fecha debía ponerse en el mismo instante en que se hacía el
empréstito, a pesar de que, como hemos dicho, debía preceder la
caución porque los testigos tenían necesidad de deponer de ella en
el acta, y no podía verificarse esto si antes no se había practicado.
Si la cosa dada en fianza no era bastante, para cubrir toda la can-
tidad, se suplía hipotecando una casa o cualquiera otra posesión
inmueble (Mishná y Bartenorá); pero si era suficiente y la deuda
no había sido satisfecha, no obstante haber llegado al término pres-
cripto, el acreedor no tenía facultad de entrar en casa del deudor y
apoderarse por sí mismo, de la prenda o alhaja ofrecida en fianza,
15 Tratado Babá Metzia.
16 Tratado Babá Metziá.
17 Mishná, tomo 1, de Septimo anno, capítulo X.
380 MATEO GOLDSTEIN

sino que debía esperar en el umbral de la puerta a que éste se la


entregaseis18.
Conforme a la opinión de este autor, la remisión del séptimo
año, no extinguía la deuda, sino que la prorrogaba, quedando en
consecuencia la garantía, en suspenso, durante el año de la shmitá.

8. — LA FIANZA EN OTRAS LEGISLACIONES. — "El Oriente co-


noció las instituciones de la prenda, la fianza y la hipoteca.
Así, en la India, existieron dos clases de fiadores: los fiadores de
pago y los fiadores de comparencia. Los primeros y sus sucesores
estaban obligados al pago íntegro de las deudas, en caso de insol-
vencia del deudor principal. La ley plantea en esta forma un caso de
excepción: pero, ¿En qué caso puede ocurrir que muerta una
persona que se había ofrecido como fiador, pero no para el pago de
una deuda, y cuya intención era bien conocida, el acreedor reclame
la deuda al heredero? Si el fiador ha recibido dinero del deudor, y
posee bastantes bienes para pagar, el hijo de aquel que ha recibido
el dinero, debe pagar la deuda a expensas de los bienes que haya de
heredar; tal es la regla" 19 . "El Egipto conoció todas las formas
contractuales, desde las más simples hasta las más complicadas",
afirma A. Capdevila. Y no le falta razón: entre los pueblos de la
antigüedad clásica, el de los faraones, es quien mayor impulso dió a
las relaciones jurídicas y a las instituciones del derecho que hoy
conocemos.
Babilonia se muestra rica en materia de contratos y el Código
Hammurabí, que encierra todo cuanto aquel país creó, nos habla de
la prenda y la hipoteca.
El derecho real de hipoteca tuvo amplia repercusión en Roma,
quien practicó aun antes de la prenda, el pignus, que tomó los ca-
racteres de un verdadero contrato, y así fue incluido entre los con-
tratos sancionados por el Derecho civil. Constituyó así una evolu-
ción, ya que el deudor no debía hacerle tradición de la cosa, al
acreedor: pues éste no tiene más que la posesión, pudiendo retener el
objeto hasta el cumplimiento de la obligación del deudor. El pro-
pietario seguía siendo propietario aunque momentáneamente perdía el
uso y la posesión de la cosa.
La hipoteca en Roma experimentó diversas y muy profundas
modificaciones, hasta convertirse en un derecho real, accesorio, con las
facultades conocidas asignadas al acreedor.
Roma tuvo una vasta legislación relacionada con la fianza, Ile-

18 Deuteronomio, capitulo XXIV, versículo 10. — PASTORET: Obra ci-


tada, páginas 167 y 168.
19 A. CAPDEVILA: Obra citada, página 78.
DERECHO HEBREO 381

gando a desenvolver esta materia con lujo de detalles. Pero la fianza


tenía una naturaleza distinta de la que conociera Israel. En
efecto, para el Derecho romano la mayor utilidad de la fianza per-
sonal se concentraba en las cauciones que la ley imponía a los liti-
gantes sin razón que antes de intentar un pleito estaban obligados a
asegurar al contrario sobre las resultas de un fallo adverso al de-
mandante. Estas cauciones regían en los casos en que las partes
actuaban por sí mismas o cuando lo hacían por un procurador.

4. — DE LOS EMBARGOS Y VENTAS JUDICIALES. — La Biblia


contiene diversas reglas tendientes a defender a los deudores de la
excesiva rigurosidad de los acreedores. Estas reglas, que la ley y
el comentario rabínico han mejorado y ampliado, pasaron a las le-
gislaciones modernas, a través del Derecho romano y se conservan
en las legislaciones como expresión de un sentido humanitario y
de alta solidaridad humana.
Ya se han mencionado las prohibiciones para que el acreedor
no pueda apoderarse, por sí, de los bienes de su deudor, ya sea en
calidad de garantía o prenda, ya sea para convertirse en titular del
dominio. Asimismo, hemos mencionado las garantías acerca de la
inviolabilidad del domicilio del deudor, debiendo el acreedor espe-
rar en las afueras del hogar del obligado, a que éste le entregue
voluntariamente la prenda.
El Talmud contiene algunas prescripciones expresas sobre los
embargos de bienes, cuya finalidad es la de secuestrar los objetos
para su ulterior venta en subasta pública.
Al respecto encontramos en el Talmud 20 : "Cuando el tribunal
realiza el embarro de los inmuebles de un deudor para pagar su
deuda, y ha estimado el valor de los mismos, es necesario hacer
conocer la estimación y el acto de la venta judicial por publicacio-
nes repetidas, para que todos cuantos quieran puedan verlos y esti-
marlos a su turno, y para que el tribunal los adjudique al fin, al
mejor postor. Las estimaciones (y las publicaciones) para los in-
muebles de pertenencia de los menores o huérfanos, deben prolon-
garse por treinta días (y es lo mismo, cuando se trata de los
inmuebles de un deudor cualquiera, expresan los Tosafistas). Las
estimaciones (y las publicaciones) deben prolongarse durante se-
senta días, cuando se vende un inmueble que pertenece al tesoro
sagrado. Las publicaciones deben efectuarse de mañana y por la
tarde."
La Guemará interpreta el pasaje anterior diciendo que las pu-

20 Tratado Erakim, fol. 21.


382 MATEO GOLDSTEIN

blicaciones deben hacerse por la mañana y por la tarde, con el objeto de


que como los obreros se dirigen a sus tareas diarias en las primeras
horas del día, y para efectuar una revisación y estimación del
inmueble puesto a la venta , se debe facilitar la tarea de los interesados
en las horas en que los obreros se hallan libres y desocupados.
Las publicaciones por la tarde obedecen, según el mismo co-
mentario, a la circunstancia de que al regreso de los obreros que
trabajan en el campo, puede requerirse sus servicios para examinar y
asesorarse acerca de los inmuebles rurales.
Otra Mishná, del mismo Tratado (fol. 23) establece que si un
individuo ha hecho un voto que se denomina erakim 21 , y si no paga
al tesoro sagrado lo que debe según la promesa, se puede hacerle
embargo de bienes. Si éste individuo carece de recursos, de resultas
del embargo, se le da dinero para alimentarse durante treinta
días, y para vestirse durante doce meses. Se le proporciona también
dinero para que adquiera una cama con los accesorios, sandalias y
filacterias, pero no hay obligación de proporcionarle dinero a su
mujer ni a sus hijos. Si el individuo es un obrero, que tiene
diversos géneros de instrumentos para su trabajo, se le debe dejar
dos de cada género; por ejemplo, si es carpintero, se le deja dos
hachas y dos sierras. Rabí Eleazar agrega: Si es cultivador, se le
deja un par de bueyes; si es burrero, se le deja su asno. Si el
obrero tiene muchos instrumentos de un género y un solo instru-
mento de otro, por ejemplo, si tiene tres hachas y una sierra, no
hay obligación de comprarle otra sierra vendiendo el hacha, y se le
dejan ambas hachas y una sierra.
Existen numerosas e interesantes reglas talmúdicas sobre el
procedimiento para el embargo y la ejecución de bienes. Según el
Tratado Babá Metziá 22 , por las deudas inscriptas en acta, se puede
embargar un inmueble, pero no por las deudas no inscriptas. Estas
se consideraban simples obligaciones naturales, cuyo cumplimiento
daba por cancelada la prestación, pero las que no eran legalmente
exigibles.
Después de obtener la autorización para perseguir al deudor, el
acreedor no podía emplearla sino después de noventa días de la
sentencia.
Tratándose de bienes raíces, que habían sido objeto del embargo,
el tribunal formulaba la estimación del bien afectado; pero hasta
cumplido el período de doce meses posterior a la estimación, el
deudor estaba facultado para anularla pagando la deuda.
Algunos doctores opinan que el derecho del deudor para anu-

21 Levítico, capítulo XXVII, versículo 1 y siguientes.


22 Tratado Babá Metziá, Perek I.
DERECHO HEBREO 383

lar la estimación judicial y rescatar el inmueble, era ilimitado en el


tiempo23.
En los embargos por deudas contraídas, la obligación del tri-
bunal de efectuar publicaciones repetidas era severamente puntua-
lizada, a fin de que el bien embargado fuera realmente adjudicado al
mejor ofertante.

23 Tratado Babá Metziá.


CAPÍTULO XXIII

LEYES SOBRE LOS DAÑOS

SUMARIO: 1. La solid aridad, base de la legislación hebrea. — 2. Normas ge-


nerales para la determinación de la responsabilidad por los daños. —
3. Daños causados por animales. — 4. Categorías de los objetos que
pueden causar daño. — 5. Estimación del valor de los daños.-6.
Daño causado con los dien tes. — 7. Daño causado por el homb r e .
— 8 . D añ o c au s ad o p o r u n p o z o d e s c u b ie r to . — 9 . D añ o s
c ausados por el Juego. — 10. Daños cau sados por sal te amien to y
robo. — 11. Daños c au sad os por lesiones. — 12. O tros daños
indemnizables. — 13. El daño en el Derecho romano.

1. — LA SOLIDARIDAD, BASE DE LA LEGISLACIÓN HEBREA. — Una


de las bases más amplias de la legislación hebrea, es el principio de
la solidaridad entre los habitantes del país, sea de los israelitas
entre si, sea del israelita con el pagano o con el extranjero. Esta
solidaridad se halla repetida en la Biblia, a través de numerosos
preceptos y en el Talmud, que ensancha el campo de la convivencia y
convierte a todo Israel en una sociedad fraterna y cordial, donde
nadie está autorizado para causar mal a nadie y todos se obligan,
legalmente, a eliminar cualquier motivo de discordia y hostilidad.
Razón tiene Algazi, cuando afirma: "Cuando nuestra ley nos
ordena amar al prójimo, se refiere a todos los hombres en general,
con los que tenemos que ser solidarios en todos los sucesos de la
vida, tomar parte en sus dolores y en sus derrotas y regocijarnos en
sus alegrías y triunfos" 1.
El principio de solidaridad comienza en el seno de la familia. El
Decálogo preceptúa: Honra a tu padre y a tu madre, y reco-
mienda más adelante la ley que los padres no ejerzan violencia so-
bre sus hijos. Luego viene el amor entre hermanos, que no deben
permitir la caída del prójimo, ni su servidumbre y están obligados

1 ALGAZI: Obra citada, página 343.


386 MATEO GOLDSTEIN

a rescatarle aun antes del sexto año; el levirato, que constituye la


quintaesencia del amor y la veneración fraterna. Más tarde halla-
mos normas admirables sobre el modo de conducirse con los ami-
gos y las reglas que deben presidir toda relación humana, aunque
se trate de entes sometidos a una categoría social ínfima, o con los
idólatras y paganos. Amarás al prójimo como a ti mismo, dice el
Levítico, y con ello sienta una base fundamental de la solidaridad
que se deben los hombres entre sí, por el solo hecho de ser criaturas
de Dios. Mientras para la mayoría de los pueblos de la anti-
güedad, los demás pueblos eran enemigos, y se calificó de bárbaros a
aquellos que no compartían la adoración del mismo dios, fue el
pueblo hebreo el único que invitó a todos los hombres —sin dis-
tinción alguna— a que se unieran en el amor a Dios 2 . Por eso es
altamente expresiva la lección dada a un prosélito, por el célebre
Hilel, lección que se ha venido repitiendo a través de los siglos, sin
que desgraciadamente nadie la haya aplicado con respecto a los her-
manos de raza del ilustre doctor. Cuando un prosélito preguntó al
maestro que había surgido más de medio siglo antes de Jesucristo,
qué es el judaísmo, Hilel le respondió: No hagas a los otros lo que
no quieres que te hagan a ti; el resto no es más que el comentario...
Los doctores rabínicos fueron categóricos en la afirmación de
las normas de solidaridad, y así encontramos máximas como ésta: El
que quiere llegar a la perfección de un J ASID , que observe las
leyes de N EZIKIN , que se basan sobre principios de solidaridad
(Rabí Judá).
Y es sobre estas bases que la Ley mosaica y la talmúdica edi-
ficaron todo el sistema del resarcimiento de los daños, cuya impor-
tancia está demostrada por la circunstancia de que todo un tratado
talmúdico (Babá Batrá) se halla consagrado a esta materia: para
los israelitas el resarcimiento de los daños causados por el hombre o
por sus bienes, asumía una importancia sencillamente trascen-
dental.
La proyección y dimensiones que se dió a este tema tiene, ade-
más, otra explicación: todo cuanto se refiere a daños, ocasionados
por la intromisión de los animales en los campos de cultivo, tenía
un interés particular para los hebreos, atenta su calidad de pueblo
rural y agrícola. La defensa del derecho de propiedad y la aspira-
ción común de no perturbar el desarrollo de las plantas, de los
árboles y de la simiente en las campiñas, indujeron al legislador
para sancionar leyes y preceptos muy variados, tendientes a su de-
fensa contra todo abuso.

2 Libro de Isaías, capítulo II, versículo 3.


DERECHO HEBREO 387

2. — NORMAS GENERALES PARA LA DETERMINACIÓN DE LA


RESPONSABILIDAD POR LOS DAÑOS. — Cabe decir que los preceptos acer-
ca de la materia se cuentan entre los más antiguos de la Biblia y si
estos fueron conocidos por los demás países del Oriente antiguo,
ellos no los fundamentaron sobre principios de solidaridad, como
los hebreos, sino en la conveniencia de garantizar a la persona hu-
mana y la propiedad de todo accidente. El Éxodo 3 establece, ver-
bigracia: Y si alguno abriere hoyo y no lo cubriere o cavase cisterna y
no la cubriere y cayere allí buey o asno... el dueño de la cisterna
pagará el dinero, resarciendo a su dueño... Y si el buey de alguno
hiriere al buey de su prójimo y el buey muriese, entonces venderá el
buey vivo, y partirá el dinero de él, y también partirán el muerto... Más
si es notorio que el buey era acorneador de ayer y de antes de ayer, y
su dueño no lo hubiese guardado, pagará buey por buey, y muerto
será el suyo.
Ninguna otra legislación se detuvo más tiempo, y con mayor
amplitud, en prever los más sutiles matices del daño.
La Biblia estableció la norma general de que cada persona se
halla obligada a vigilar sus bestias y todos los objetos que le per-
tenecen, a fin de que no causen daño a los demás. En consecuencia el
propietario es responsable de los daños causados por los objetos de
su propiedad, y se le castiga obligándole a indemnizar el perjuicio,
por no haber vigilado sus objetos o sus bestias.
Por consiguiente, era la falta de vigilancia la causal de la con-
dena; la mala fe no se tomaba en cuenta. Así, por ejemplo, el que
había incendiado voluntariamente una casa o un campo, no era
tratado con más rigor que el que por descuido había dejado caer el
fuego de su bujía y hubiera causado involuntariamente un daño.
Los casos en que se castigaba por la falta de vigilancia, con-
denando al autor a pagar el daño, estaban divididos en cuatro cate-
gorías, según la Mishná. Pero no se atendía, en ningún caso, a la
intención perversa del responsable; solamente se tomaba en cuenta el
daño, presumiendo que siempre había sido casual. Para los casos de
daños causados por el fuego, no se tomaba en consideración otro
elemento que de la falta de vigilancia. Así también se regían las
situaciones creadas por las bestias que ocasionaban un daño o por
otros objetos que dañaban.
Las prescripciones bíblicas, como la mayoría de las leyes he-
breas, fueron mejoradas por la Ley talmúdica.
Veamos algunas disposiciones relacionadas con la materia que
nos interesa, en la Sagrada Escritura. Dice el Éxodo 4: Si alguno

3 Éxodo, capitulo XXI, versículo 33.


4 Éxodo, capítulo XXII, versículo 5.
388 MATEO GOLDSTEIN

hiciere pacer campo o viña y metiere su bestia y comiere la tierra


de otro, de lo mejor de su tierra y de lo mejor de su viña, pagará.
Aquí se advierte la regla general: el que causa un daño, directa-
mente por sus actos o por los de sus objetos u animales, está obli-
gado a la indemnización del daño.
El versículo siguiente dice: Cuando rompiere un fuego y ha-
llare espinas y fuere quemado montón, o haza, o campo, el que
encendió el fuego pagará lo quemado.
Según hemos dicho anteriormente, no se tomaba en cuenta
otro factor que la falta de vigilancia. Si bien se distinguieron, en la
época talmúdica algunos matices de la vigilancia que debía ejercerse
para medir el grado de culpabilidad. Si un individuo entra con
una bujía en una cámara repleta de cosas inflamables, su falta de
atención o de vigilancia son muchos mayores que la del individuo
que se encuentra en el campo y deja caer una chispa que provoca un
incendio.
En el capítulo precedente del mismo libro de la Biblia 5 halla-
mos un mandamiento relacionado con el buey que causa daño. Si
un buey corneare hombre o mujer, y de resultas muriere, el buey
será apedreado y no se comerá su carne; mas el dueño del buey
será absuelto. Esto se aplicaba así cuando no había antecedentes; es
decir, cuando se ignoraba que la bestia tenía inclinación por hacer
daño con sus cuernos. Pero la responsabilidad de su propietario se
tornaba grave y aun fatal, si el buey era acorneador desde ayer y
antes de ayer, y a su dueño le fue hecho requerimiento y no la hu-
biere guardado, y matare hombre o mujer; en este caso, el buey será
apedreado, y también morirá su dueño.
La lógica es de hierro: si el propietario conocía de antemano
la particularidad dañina del animal y había sido advertido y, sin
embargo, no había encerrado a la bestia, era culpable de asesinato. Y
siguiendo las normas del Derecho criminal, establece el Éxodo 6 :
Haya acorneado hijo o haya acorneado hija, conforme a este juicio
se hará con él... Si el buey acorneare siervo o sierva, pagará
treinta siclos de plata su señor y el buey será apedreado.
Prosigue la Escritura enumerando los daños y se refiere a aquel
que ha abierto un pozo y no lo cubriere, cayendo en él buey o asno: el
dueño de la cisterna o pozo, pagará el dinero, resarciendo a su
dueño (del buey o asno). Y luego viene el precepto que ya hemos
citado: Y si el buey de alguno hiriere al buey de su prójimo, y éste
muriere, entonces venderán el buey vivo, y partirán el dinero de él

5 Éxodo, capítulo XXI, versículos 28 y 29.


6 Éxodo, capítulo XXI, versículos 31 y 32.
DERECHO HEBREO 389

y también partirán el muerto 7 . ¿Y si el animal vivo valía menos


que el muerto? La ley no hace distinciones: en ningún caso, no me-
diando falta de vigilancia, el responsable debe pagar más que lo que
vale el objeto causante del daño. Siempre, bien entendido, que no
se tengan antecedentes sobre los malos instintos del animal, y el
dueño haya sido advertido.
El Talmud es más extenso respecto de la naturaleza, categorías
y sanción de los daños en general. Por de pronto, según hemos dicho,
la Mishná reconoce cuatro categorías: El buey (que causa daño con
sus cuernos); los hoyos o pozos sin cubrir; los dientes (los daños
que un animal causa comiendo en el campo del prójimo); el fuego.

3. — DAÑOS CAUSADOS POR ANIMALES 8. — Según el doctor Ra-


binowicz, los daños causados por los animales pueden ser
considerados de dos maneras desde el punto de vista de la
culpabilidad de sus propietarios, que tenían el deber de
vigilarlos. Mientras el animal está domesticado, su propietario debe
cuidarlo solamente para que no cause daño, siguiendo su instinto
natural; por ejemplo, debe impedirle entrar en el campo de otro,
donde causaría daños para satisfacer sus necesidad de comer (lo
que el Talmud denomina daños causados por los dientes), o
pisando el trigo (lo que el Talmud denomina daños causados por
las patas). Si el animal, después de haber sido domesticado ha
cambiado de hábitos, por ejemplo, si un buey se ha vuelto salvaje y
golpea con sus cuernos por maldad, el propietario debe, no
solamente tratar de impedir los daños que el buey puede causar
por su instinto natural, sino, también, pensar en los que puede hacer
por maldad. De ahí

7 Éxodo, capítulo XXI, versículo 35.


8 U na M ish n á de l T r atad o B ab á C a má (Pe rek V ) e xp re sa que lo que la
escritura dice del buey, se refiere a todos los animales. Así cuando un
animal cualquie ra cae de ntro de un pozo, es ne cesario pagar e l daño. Si
u n l a d ró n h a r o b a d o u n a n i m a l c u a l q u i e ra , d e be p a g a r e l d o b l e . S i u n
individuo ha encontrado un animal cualquiera perdido, debe cumplir los
deberes prescriptos para devolver las cosas perdidas (Deuteronomio, capí-
tulo XXII , ve rsículo 1). Si un animal cualquie ra sucumbe bajo la carga, e s
p re ci so ve ni r e n su a yuda (É xodo, cap í tulo XXI I I , ve rsí cu lo 5 ) . El pa saje
No pondrás bozal al buey cuando trillare (Deuteronomio, capitulo XXV,
versículo 4) se aplica a todos los animales. El pasaje No ararás con buey y
c o n a s n o j u n t a m e n te ( D e u t e r o n o m i o , c a p i t u l o X X I I , v e r s í c u l o 1 0 ) s e
aplica también a todos los animales, porque no se debía juntar un animal
de una especie dife rente ni para la reproducción, ni para e l trabajo. En
fin, el pasaje Ninguna obra harás tú, ni tu buey, ni tu asno (Deuteronomio,
capitulo V, versículo 14) se refiere igualmente a todos los animales. ¿Por
qué, entonces, la Biblia haba solamente del buey y del asno? Es que estos
animales eran los más comunes.
390 MATEO GOLDSTEIN

surgen dos categorías de daños causados por los animales. Cate-


gorías de daños causados por el instinto de los animales. El que
es culpable de no haber impedido a sus animales de causar un daño
comiendo o pisando con las patas los objetos de otro, debe pagar el
daño íntegro, conforme a la Ley bíblica. Aquí el Talmud admite dos
restricciones, a saber: si el animal ha causado un daño semejante
en un lugar público o en un lugar cualquiera accesible a todo el
mundo, el propietario es absuelto; porque no se le puede exigir el
encierro de sus bestias para impedirles de ir a pasearse en un
lugar donde tiene derecho, como todo el mundo, de conducir o de
dejar sus animales domesticados en plena libertad. Esta restricción
parece, por lo demás, indicada en la Biblia con bastante claridad,
puesto que la Escritura emplea las palabras bisdé ajer (en el campo
de otro), lo que quiere decir, que el propietario no es condenado
a l p ag o , má s q u e si e l a n i ma l h a en tr ado en l a f i n c a d e l d e -
mandante.
Pero el Talmud admite todavía otra restricción, que está evi-
dentemente motivada por el uso, uso que no ha sido admitido, por
lo demás, por todos los doctores. Según este uso, no se condenaba
al pago del daño íntegro, más que si el animal había destrozado
directamente el objeto con sus patas. Pero si el animal ha pisado
sobre las tzerourot, y las astillas han saltado para ir a destrozar un
objeto más o menos distante, el propietario no pagará más que la
mitad del daño porque había allá una circunstancia atenuante para
el propietario, que puede decir, que ha vigilado bien a su animal
para que no destroce los objetos que puedan encontrarse bajo sus
patas, pero que no ha pensado en los objetos apartados.
Las famosas Institutas de Justiniano contienen preceptos muy
concretos relacionados con el daño causado por los cuadrúpedos.
En efecto, el Título IX del citado código, expresa: "Respecto de
los animales irracionales, si por lascivia, por fogosidad o por fero-
cidad han hecho daño, la Ley de las Doce Tablas estableció una
acción noxal para éste caso: por consiguiente, según ésta ley, estos
animales podrán ser dados en noxa por sus dueños y así se librarán
de la condena: por ejemplo, si un caballo ha coceado o un toro
ha corneado a alguien. Pero esta acción sólo tiene lugar cuando
este daño ha sido causado por excepción, y no siguiendo lo que
acostumbran estos animales, pites si son de naturaleza fieros, no
hay acción." Vale la pena consignar que por la misma ley, si se
trataba de animales que fugaban del cuidado de su dueño y cau-
saban un daño, como los causantes del estrago carecían de racio-
cinio, no cabía acción alguna, ni contra éstos, ni contra sus dueños.
Como es sabido, las acciones noxales se utilizaban, en Roma,
DERECHO HEBREO 391

para sancionar los delitos de los esclavos, tales como el hurto, el


robo, el daño, la injuria, etcétera, y procedían cuando el propietario
del siervo o del animal eran condenados en juicio: en este caso el
propietario podía optar por pagar el daño o hacer abandono del
esclavo, o del animal en favor del damnificado.

4. — CATEGORÍAS DE LOS OBJETOS QUE PUEDEN CAUSAR DAÑO.


— El Tratado Babá Camá, en la Mishná (fol. 2), determina que
los objetos que causan daños (nezikin, según el texto), se dividen
en cuatro categorías, cuyos principales representantes son: el buey, el
hoyo (pozo, fosa); la mabé; el fuego. El buey tiene alguna cosa
que no se encuentra en la mabé, lo mismo que se encuentra alguna
cosa en la última, que no se halla en la primera. Estos dos (el buey y
la mabé tienen alguna cosa que no se encuentra en el fuego,
porque ellos son seres vivientes y el fuego no lo es. Los tres (el
buey, la mabé y el fuego) tienen alguna cosa que no se encuentra
en la fosa (hoyo, pozo), porque según su naturaleza, los primeros
van a buscar el objeto que destruyen y la fosa no va a buscar el
objeto. Pero todos los cuatro tienen algo de común entre ellos y
es su naturaleza de causar daños, que su propietario está obligado a
vigilarlos, y que, si causan daños, su propietario debe pagarlos
con las mejores de sus tierras (si quiere pagar con tierra, en vez
de hacerlo con dinero). Recordaráse que según el Talmud, las tie-
rras se dividían en tres clases o categorías, según su calidad. Una
Mishná sentencia que es obligatorio abonar con tierra de la pri-
mera clase.
Un pasaje de la Mishná, contenido en el Tratado Macót (Pe-
rek I), establece la regla general: Yo soy responsable del daño cau-
sado por todas las cosas que debo vigilar. Si yo he contribuido un
poco al daño, debo pagar como si yo solo hubiera producido el daño.
Hay obligación de pagar el daño, cuando los bienes dañados no
son sagrados (tratándose de bienes pertenecientes al tesoro sagra-
do, o al templo, no había obligación de indemnizar). Se debe pagar
el daño causado a los bienes de los bené berít, hijos de la alianza,
que aceptan las leyes del país 9, si la cosa ha causado daño a un

9 " S e p e n s a b a — d i c e R A BI NO WI C Z — q u e l o s e s c l a v o s y l o s p a g a n o s
extranjeros que no reconocían las leyes civiles de los judíos, debían inspirar
menos confianza que los judíos que reconocían estas leyes. El que, por
ejemplo, creía que la Ley judía condena injustamente al demandado por el
da ño cau sado po r su bue y , e s ta rá má s d ispue s to a de pone r u n falso
testimonio para salvar al demandado de una condena que él creía injusta
También el cé lebre comentarista rabí Ashe r dice que para e l buey de un
pagano, que ha muerto al de un judío, el pagano no puede ser condenado a
pagar más que sobre el testimonio de los bené berít, que viven bajo las
392 MATEO GOLDSTEIN

propietario conocido. Se debe obligar a pagar el daño en cualquier


lugar que haya tenido lugar, con excepción de los daños demanda-
dos, por ejemplo, dice Raschi, si el buey del demandante ha entrado
en lo del demandado, o ha sido herido por el buey del propietario
del lugar, éste no está obligado de pagar el daño, porque él puede
decir al demandante: Tu no habrías debido dejar entrar al buey a
mi casa. Es lo mismo en un sitio común al demandado y al de-
mandante. Se está entonces obligado a pagar el daño con la tierra
de la primera clase (si el demandante no se satisface con el dinero o
con el mobiliario).

5. — ESTIMACIÓN DE LOS DAÑOS. — ¿Cómo se estimaba el valor


de los daños? El Talmud establece que se avalúa en dinero. Se paga
con un terreno del valor del daño. La condenación al pago de las
multas no puede hacerse sino por intermedio de los jueces
diplomados, sabios que han recibido sus diplomas. Los testigos
deben ser hombres libres y de los bené berít, hijos de la alianza, es
decir, los que viven bajo nuestras leyes civiles 10 . No hay
diferencias si los litigantes son hombres o mujeres. El demandante y
el demandado participan a menudo los dos en el pago.
La Guemará explica el sentido de la Mishná: ¿Qué se entiende al
decir que es necesario estimar el valor en dinero? Según rabí
Judá, la Ley talmúdica quiere decir que si un vaca se ha enredado
en un vestido que ha desgarrado, quebrándose una pata, es nece-
sario que se estime el valor de cada uno de estos daños y si uno
de ellos es más grande que el otro, se pagará la diferencia.
La Mishná dice que se paga por un terreno; esto se aplica al
caso en que el demandado ha muerto, porque el demandante carece
de facultad para apropiarse del mobiliario de la herencia.
leyes israelitas. Rabí dice que un judío puede deponer contra un judío en
fa vo r de u n pa ga no de la nte de un tribu na l pa ga no co mpue s to de jue ce s
c o m p e te n te s ; p e ro n o d e be h a c e rl o d e l a n te d e u n t ri b u n a l p a g a n o c om -
p u e s to d e j u e c e s i n c o m p e te n te s . E s to e xp l i c a p o r q u é a M is h n á h a b l a
precisamente a propósito del daño causado por animales, y por qué designa a
los judíos por un nombre que no se encuentra en otra parte en la Míshná. Es
que los paganos no admitían pago por los daños causados por animales; es
porque su testimonio es sospechoso en este caso y no en otros casos."

1 0 S e l e e e n e l T r a tad o M ac ó t u n a b e r ai tá q u e d i c e : S i u n j u d í o i n -
fiere a un pagano o a un esclavo un agravio que entraña la pena de inter-
nación en las villas de refugio o la pena del fuego, será condenado a sufrir
estas penas como si hubiera causado un daño a un israelita. Se lee en el
Tratado Guitin que es necesario alimentar a los paganos pobres como a los
judíos pobres. Este espíritu igualitario privaba en todas las situaciones de la
vida de Israel, de modo que no debe sorprender el precepto de a Mishná
cuando hace extensivo el derecho de indemnización por los daños causados
hacia los paganos que se hacían prosélitos del judaísmo.
DERECHO HEBREO 393

En otra Mishná, del mismo Tratado, se señala que hay cinco


tamín, animales considerados como inofensivos: es decir, que hay
cinco casos de daños en los cuales el animal haciéndolo por primera
vez es considerado como inofensivo, porque no tiene el hábito de
hacerlo y su propietario no paga más que la mitad del daño. Una
behamá, animal doméstico, no es considerado como habituado na-
turalmente a herir (por maldad) con los cuernos o empujando con
su cuerpo, o mordiendo para hacer mal, o acostándose sobre alguna
cosa para dañarla, o apretando (por maldad) alguna cosa con su;
patas. Hay cinco clases de muadín (plural de mitad), animales ha-
bituados o destinados a hacer daño; es decir, que hay cinco cate-
gorías de daños en los cuales el ser que los causa es considerado
muad; ellos son:

1º ) El diente del animal, cuando come lo que conviene a su


naturaleza;
2º ) La pata del animal, cuando quiebra alguna cosa caminan-
do sin tener la intención de romperla con maldad;
3º ) El buey que es un muad, habituado a hacer daño con los
cuernos, por maldad o de las cuatro otras maneras, ya
mencionadas, los que hechos por la primera vez hacen con-
siderar al buey como tam (inofensivo);
4º ) El buey que causa un daño por maldad con los cuernos o
de las cuatro maneras antes mencionadas, por la primera
vez en un lugar que pertenece al damnificado: porque si ha
entrado en la casa del perjudicado, aunque haya sido un tam
(inofensivo), su propietario debe pagar el daño íntegro,
co p io si fuera un animal mitad (animal mal acostumbrado o
destinado a hacer daño);
5º ) El hombre que causa un daño, él mismo, debe siempre
pagar el daño íntegro, como si fuese un muad.

La misma Mishná agrega que el lobo, el león, el oso, el tigre, el


bardeles (animal feroz que se llamaba en árabe altzaba), y la
serpiente son considerados como muadín, animales habituados a
causar daño. Rabí Eleazar dice que ellos son domesticables y no
son considerados muadín (cuando hacen el mal por primera vez);
pero la serpiente es siempre un muad.
Explicando las características del daño ocasionado por un ani-
mal inofensivo que hace daño con maldad, por la primera vez y
un animal habituado a hacer daño, la Mishná distingue: en el pri-
mer caso se paga solamente la mitad del daño y la indemnización
procede del cuerpo mismo del animal culpable (el demandado da
su animal en pago, u otra cosa que tiene un valor análogo, o me-
394 MATEO GOLDSTEIN

nor, si la mitad del daño no vale lo que el animal, pero nunca debe
pagar nada de su peculio); en el segundo caso, se paga el daño
íntegro, aun cuando exceda el valor del animal y si el demandado
se libera con tierras, debe entregar las de la primera clase.
En el Tratado Babá Canui 1 1 la Mishná (fol. 17) efectúa
una discriminación relacionada con los daños causados con las pa-
tas del animal. ¿En qué casos, se pregunta, debe el propietario
pagar el daño íntegro, ocasionado con las patas del animal? Y res-
ponde: "Es cuando el animal rompe alguna cosa con las patas ca-
minando naturalmente, sin maldad; pero si la pisotea con las patas
por maldad, el caso se rige igual que el daño causado por los cuer-
nos, y el propietario no paga más que la mitad del daño."
En otra Mishná encontramos legislado el caso de un animal
inofensivo, cuyos dientes han provocado un daño por causa del
hábito de buscarse los alimentos que convienen a su naturaleza.
Pero si en vez de comer, como es natural, productos del campo y
hierbas, el animal come cosas insólitas, por ejemplo, si roe un ves-
tido, un objeto cualquiera que no es su alimento habitual, no se
paga más que la mitad del daño, porque ésta es una acción insólita
y entra en la categoría de los daños causados con los cuernos. Se
paga el daño causado por los dientes del animal, si ha comido en
los dominios del demandante, pero si ha comido en la calle, el pro-
pietario es absuelto. Todo depende —dice la Mishná— del lugar
donde ha comido; así, cuando el animal come en un lugar público, el
demandado no paga lo que vale el provecho que haya obtenido; si
come al costado del lugar público, el demandado paga el valor del
daño (Raschi opina que debe pagar solamente la mitad del daño,
como en la categoría de los cuernos). Si ha comido a la puerta de
un comercio, se paga el valor del daño.

6. — DAÑO CAUSADO CON LOS DIENTES. — Según la Guemará,


una beraitá dispone que el diente del animal es un mead, habituado a
comer lo que conviene al animal. Así, criando un animal entra en
el patio del demandante, donde come lo que le conviene, o bebe lo
que le conviene, el propietario del animal paga el daño íntegro; si un
carnívoro entra en el patio del demandante y mata una bestia y la
come, el demandado paga el daño íntegro. Si el animal entra en
casa del demandante y come lo que no es de su hábito, pero que
puede comer cuando está muy hambriento, por ejemplo, si una
vaca come cebada, si un perro bebe aceite, etcétera, el propietario
paga el daño íntegro.

11 Tratado Babá Camá, Perek I.


DERECHO HEBREO 395

El Código de Hammurabí contiene prescripciones análogas a la


Biblia, en ésta materia, si bien establece una discriminación que la
Ley hebrea no ha aceptado jamás: entre el hombre libre y el
esclavo.
Respecto a los daños causados por animales, el nombrado Có-
digo dice:
250. Si un buey al pasar por la calle acorneare a hombre y de
resultas muriere, este caso no será punible.
251. Si el buey tuviese el hábito de acornear y fuese adver-
tido su dueño sobre su vicio de acornear, y él no le hubiese cor-
tado los cuernos, ni asegurado, y ese buey acorneare al hijo de un
hombre libre ocasionándole la muerte, pagará una media mina de
plata.
252. Si fuere el caso del esclavo de un hombre, pagará un
tercio de mina de plata.
"Las disposiciones del Código de la Alianza —afirma A. Ro-
senvasser— sobre el buey acorneador tienen una sorprendente se-
mejanza con las del Código de Hammurabí, en cuanto ambos dis-
tinguen el caso del buey que acornea ocasionalmente del que es ha-
bitualmente acorneador. Sin embargo, la legislación hebrea tiene
modalidades propias manifiestas. En primer término, su fuerte es-
píritu ceremonial: el buey será apedreado y no se comerá su carne,
sea o no responsable el dueño. En segundo término, si el dueño
fuere culpable la pena es la de muerte, salvo que los parientes del
muerto le impusieren rescate y él lo aceptare. Es el único caso de
composición por causa de muerte expresamente admitida por la
ley... También son originales las reglas del Éxodo 12 sobre la res-
ponsabilidad del que abre un hoyo o cisterna por el buey o asno que
cayese allí y sobre daño del buey acorneador al de su prójimo, re-
glas que evidentemente forman un todo orgánico con las anteriores
sobre la muerte de las personas por el buey acorneador, pero para
las que no hay paralelos en los otros códigos" 13.

7. — DAÑO CAUSADO POR EL HOMBRE. — Refiriéndose al caso


del hombre, dice la Mishná: "El hombre es siempre un muad (acos-
tumbrado a hacer daño), que causa daño voluntaria o involun-
tariamente, despierto o dormido, es considerado como un limad, un
ser que causa habitualmente daño, si no pone precaución. Si ha
vuelto ciego a un individuo, aun haciéndolo involuntariamente, si
ha roto alguna cosa, paga el daño íntegro" 14. La Guemará aclara

12 Éxodo, capítulo XXL versículos 33-36.


13 A. ROSENVASSER: Obra citada, páginas 147 y 148.
14 Tratado Babá Camá, Perek II.
396 MATEO GOLDSTEIN

que en el caso el culpable paga el daño, pero no está obligado a las


cuatro condenaciones que la ley imponía, en pago de la herida.
Rabá dice: Si un individuo, encontrándose parado o acostado, tenía
sobre él, sin saberlo, una piedra, que ha hecho caer al levantarse, y
si esta piedra ha caído y causado un daño, está obligado a pagar el
daño; si la piedra en su caída ha herido a alguno, paga el daño, pero
no los otros cuatro pagos de la herida. Lo mismo ocurría, si él
sabía que tenía la piedra sobre él, pero lo ha olvidado antes de
levantarse. Si un individuo arroja una piedra a una pequeña dis-
tancia y si la piedra ha caído más lejos que lo que él quería, donde
ha causado un daño, o herido a alguien, él paga el daño pero no
los cuatro pagos de la herida.
El mismo comentarista plantea otras hipótesis. "Si un hombre
ha arrojado de un techo un objeto y otro la ha quebrado con un
bastón antes de que cayese al suelo, el otro es absuelto, porque el
objeto no se habría quebrado sin su intervención, por efecto de la
caída. Si un individuo ha arrojado del techo el objeto de otro,
mientras que él tenía en el suelo una almohada blanda que habría
podido amortiguar el golpe y salvar el objeto, pero antes que el
objeto haya caído otro hubiere levantado la almohada, o él mismo
la hubiere levantado, es absuelto, porque cuando arrojó el objeto,
la almohada estaba ahí y levantándola no constituyó más que la
causa indirecta del mal.
El mismo Tratado de Babá Camá regla con minuciosidad otros
aspectos del daño en perjuicio de los terceros. En el Perek III, una
Mishná expresa: "Si un individuo pone su cántaro o su tonel en la
plaza pública y un transeúnte tropieza y lo rompe, éste es absuelto;
si el transeúnte se ha lastimado al tropezar, el otro debe pagar el
daño." La lógica de este pasaje es simple y no requiere explica-
ciones.
Veamos otro caso: si un cántaro conteniendo agua se rompe en
la calle y un transeúnte resbala en el agua o contra los frag-
mentos del cántaro, el que lo ha colocado debe pagar el daño. Rabí
Judá dice que debe pagar, si ha habido intención, si no es absuelto.
La Guemará registra una seria controversia entre los docto-
res: para unos, hay acción directa por parte de quien, imprudente-
mente, colocó en la calle el cántaro, motivo del accidente: en con-
secuencia debe pagar el daño; para otros, no hay más que una acción
indirecta, es la tierra la que produjo la caída y siendo la acción in-
directa la del individuo que produjo el derrame del líquido, colo-
cando allí el cántaro, es absuelto.
Otra Mishná prescribe (fol. 30) que si un individuo vierte
agua en un lugar accesible al público, la que causa daño a alguno,
DERECHO HEBREO 397

debe pagar el daño. Si un individuo esconde en un lugar accesible


al público espinas, vidrios, que causan daños, o si hace su seto de
espinas, o si su seto se ha dado vuelta en un lugar accesible al
público, causando con ello daño a los transeúntes, debe pagar estos
daños.
Si un individuo —dice otra Mishná— ha puesto su rastrojo y
su paja en un lugar que pertenece al público, para quemarlo y un
transeúnte ha recibido un daño, debe pagar este daño; además, todo el
mundo tiene el derecho de apropiarse de ello. Rabí Simón, hijo de
Gamaliel, aclara el alcance de este pasaje, diciendo: Todos los que
colocan objetos nocivos en un lugar accesible al público sufren éstas
dos consecuencias: primeramente están obligados a pagar los daños
que ocasionan y en seguida todo el mundo tiene el derecho de
tomar posesión de estos objetos. Si un individuo encuentra basura
en un lugar accesible al público, la desplaza, y un transeúnte recibe
un daño, el individuo debe pagarlo.
Dos alfareros caminan el uno detrás del otro; el primero tro-
pieza y cae, el segundo choca contra el primero; en este caso, el
primero debe pagar los daños del segundo 15.
La explicación está dada por rabí Iojanan. Según él, el que
tropieza y resbala debe pagar los daños, como si lo hiciera volun-
tariamente, porque debía haber llamado la atención del segundo,
antes que aquel se le aproximara demasiado.
La Mishná plantea otra situación: Un individuo camina por la
calle con un cántaro y encuentra a otro que lleva una viga; el
cántaro se quiebra chocando contra la viga ; en este caso el que lle-
vaba la viga no está obligado a pagar el daño del cántaro, porque
tenía derecho de caminar por la calle, como el otro. Si el hombre
de la viga camina el primero y el otro va detrás de él, y el cántaro
se rompe, el hombre de la viga es absuelto (fol. 32). Si él se de-
tiene, es condenado a pagar el daño; pero si después de detenerse,
advierte al hombre del cántaro para que también se detenga, es
absuelto. Si el hombre del cántaro camina el primero y el hombre
de la viga camina detrás, y el cántaro se rompe chocando contra la
viga, el daño debe ser pagado; si el hombre del cántaro se ha dete-
nido, el otro es absuelto, pero si después de haberse detenido, el
hombre del cántaro pide al otro que también se detenga, el otro
debe pagar el daño.
Dos individuos están en la calle, el uno corre y el otro camina
con paso ordinario, o bien corren ambos; si se causan daños el uno al
otro, ambos son absueltos.
La Guemará interpreta el caso afirmando que si uno de los

15 Mishná del Tratado Babá Camá, Perek III.


398 MATEO GOLDSTEIN

individuos corre y el otro lleva su paso habitual, y se lastiman


ambos, los dos son absueltos únicamente si el que viene corriendo
lo hace el viernes por la tarde, en vísperas del sábado; de lo con-
trario, deberá pagar éste los daños del otro.
Aclarando el alcance de la disposición del Éxodo 16, que ex-
presa: Y si el buey de alguno hiriere al buey de su prójimo, y éste
muriese, entonces venderán al buey vivo, y partirán el dinero de él, y
también partirán el muerto, dice el Talmud 17 que dicho pasaje se
refiere a un buey de un valor de, por ejemplo, doscientos zuzes que
ha muerto a otro buey de un valor igual y cuyo cadáver vale
cincuenta zuzes; en este caso el demandante y el demandado se par-
tirán por partes iguales el valor del buey vivo y el del muerto.

8. —DAÑO CAUSADO POR UN POZO DESCUBIERTO. — Por último


—y para concluir esta referencia a los numerosos casos de daños
que registra el Talmud— llegamos a los que son causados por un
foso (pozo, hoyo).
El Tratado Babá Camá 18 dice: Si un individuo cava un pozo en
su dominio privado y la abertura del pozo se encuentra en el
dominio público o bien cava en un dominio público y deja su aber-
tura en el dominio privado de otro individuo, es condenado a pagar
el daño de los hombres y de las cosas que caen en el pozo. Raschi
dice aquí que se trata de un caso en el cual el propietario del domi-
nio en el cual se encuentra la abertura del pozo, permite a todo
el mundo caminar. Si el demandante no tiene el derecho de entrar
en este dominio, ni de dejar sus objetos, el demandado puede de-
cirle: ¿Qué haces tú en mi domicilio? El comentarista Asher dice
que si la abertura del pozo se encuentra en el dominio privado de
otro individuo, el que ha cavado el pozo, no paga más que por los
daños sufridos por este individuo.
Interpretando lo preceptuado en el Éxodo 19 , que expresa : Y si
alguno abriese hoyo, o cavare cisterna, y no la cubriere, y cayere allí
buey o asno... el dueño de la cisterna pagará el dinero, resarciendo
a su dueño, y lo que fue muerto será suyo, el Talmud aclara que el
pago del daño corresponde si la cisterna (o el pozo) tiene una
determinada profundidad en una medida bíblica; si no la tuviere
es liberado el que ha cavado el hoyo; pero es condenado a pagar
el daño si el animal se hiriere. Se trata de un pozo de tan escasa
profundidad que ningún animal puede morir, por caerse

16 Éxodo, capítulo XXI, versículo 35.


17 Tratado Babá Cama, Perek III.
18 Tratado Babá Camá, Perek V.
19 Éxodo, capítulo XXII, versículos 33 y 34.
DERECHO HEBREO 399

dentro; si se ha muerto por otras razones, el que ha cavado el


pozo es absuelto.

9. — DAÑOS CAUSADOS POR EL FUEGO. — En las legislaciones


orientales no se legisla expresamente sobre esta clase de daños. El
Código de Hammurabí, que se considera uno de los más avanzados
para la época —y el único que puede llamarse propiamente código—
no contiene disposiciones a su respecto, si bien se hacían regir las
situaciones creadas por afinidad con otros daños producidos por
elementos desencadenados por el hombre. En la Ley hittita, en cam-
bio, existen normas precisas: "Si alguno pusiese fuego a breñal y lo
dejare y el fuego prendiere en viñedo y quemare viñedos o
huerto de granados, manzanos o perales, por cada árbol dará seis
siclos de plata y repondrá la plantación (105). — Si alguno pusiere
fuego a su campo y lo dejare prender en sembrado de otro y pu-
siere en llamas el campo, el que prendió el fuego tomará para sí
el campo quemado y dará un buen campo al dueño del otro (106)."
El doctor A. Rosenvasser, analizando las analogías que exis-
ten entre las normas de la Biblia y las de la Ley hittita, expresa:
"Los casos de responsabilidad causados por el fuego que ha pasado
de un campo al del vecino han sido tratados en forma similar por el
legislador hebreo y el hittita, pero hay caracteres específicamente
distintos que impiden se considere la existencia de una derivación.
" El Código de la Alianza —prosigue— contempla las siguientes
situaciones: 1º) la de un fuego que, encendido para limpiar las
malezas de un campo en vías de producción o un viñedo, prende y
consume el campo o viñedo igual del vecino; 2 º ) la de un incendio
en un campo sin propósitos de limpieza o desbroce que, por haber
prendido un montón de espinas, pasa al campo del vecino y consume
allí el trigo cosechado o en pie. La responsabilidad en la primera
de las situaciones es evidentemente mayor y se fija en "lo mejor
de la viña o del campo" del autor; en la segunda, sólo se debe pagar
el daño del incendio.
"La Ley hittita parte de un supuesto inverso. El fuego que ha
consumido el huerto del vecino ha partido de un breñal o montón
de espinas; y el fuego que ha consumido el campo de cereal ha salido
del campo sembrado del vecino."
La Biblia contempla el daño causado por incendio en dos pa-
sajes del Éxodo. Según uno de ellos, Cuando rompiere un fuego y
hallare espinas, y fuere quemado montón, o haza, o campo, el que
encendió el fuego pagará lo quemado 20; la segunda prescripción

20 Éxodo, capitulo XXII, versículos 6 y 5.


400 MATEO GOLDSTEIN

dice: Si alguno hiciere pasar fuego por campo o viña, y el fuego se


extendiere y pasare al campo de otro, de lo mejor de su tierra y de
lo mejor de su viña, pagará. El Talmud es más extenso y preciso
al respecto.
Dice el Tratado Babá Camá 21 que si un individuo entrega el
fuego al cuidado de un sordomudo, de un loco o de un menor, y
el fuego causa un daño, él es absuelto por el tribunal de los hom-
bres, pero será condenado por la justicia del cielo. Si lo pone al
cuidado de un hombre que goza de sus facultades intelectuales, éste
hombre es responsable y el que debe pagar el daño. Si un individuo
transporta primeramente el fuego y otro viene en seguida a traer
leña para encender, es el segundo el responsable; si es el primero
quien acarreó la leña y el segundo el fuego, es todavía el segundo el
responsable. Si es un tercer individuo quien ha encendido la leña, es
éste el responsable, y no los dos primeros; si es un viento extra-
ordinario, quien ha encendido la leña, los dos individuos son
absueltos.
La Guemará interpreta la última parte del pasaje, diciendo: Si
es un viento extraordinario que la ha encendido, los dos individuos
son absueltos. Se lee en una beraitá, agrega la misma Mishná: Si el
fuego ha sido elevado por un individuo y por un viento extra-
ordinario y su acción ha podido ser suficiente sin la intervención
del viento, es condenado a pagar el daño; pero si su acción ha sido
insuficiente para encender el fuego sin intervención del viento, es
absuelto.
Interpretando el precepto contenido en el Éxodo 22 , que dice:
Cuando rompiere un fuego, y hallare espinas y fuere quemado mon-
tón, o haza, o campo, el que encendió el fuego pagará lo quemado,
dice la Mishná: Si un individuo enciende un fuego que quema la
leña o daña las piedras o la tierra, debe pagar.
En el mismo Tratado del Talmud hallamos otros preceptos
relacionados con los daños causados por el fuego. Evidentemente el
exégeta ha pretendido abarcar todas las posibilidades en que la
persona humana o su propiedad resulta víctima del voraz elemento.
Nos satisfaremos con reproducir algunas de las reglas que trae el
Babá Camá. Dice la Mishná: Si un individuo enciende un fuego
en su casa, y el fuego pasa al dominio de otro y causa un daño,
¿Qué espacio, o sobre qué obstáculos debe atravesar, para que el
individuo no sea responsable de este estrago? Algunos doctores
afirman que el fuego debe atravesar la mitad del espacio que es ne-
cesario para obtener una determinada medida de trigo; en caso de

21 Tratado Babá Camá, Perek VI.


22 Éxodo, capítulo XXI, versículo 6.
DERECHO HEBREO 401

que el fuego hubiere llegado hasta dicha distancia, el responsable


es absuelto. Otros doctores opinan, que la distancia debe ser mayor o
menor; rabí Simón dice que no es posible establecer reglas ge-
nerales; todo depende de la naturaleza del incendio y de las cir-
cunstancias. La Mishná abunda en ejemplos. Veamos: si una chispa
salta de la fragua v causa daños, el herrero es responsable y debe
pa g ar. Si un camello cargado de estopa pasa por la calle y la
estopa p enetra en un comercio, se incendia al contacto de la
candela del comerciante y destruye la casa, el propietario debe pa-
gar el daño. Si el comerciante ha colocado su candela fuera del
negocio, es el comerciante quien paga el daño.
Como se advierte, las conclusiones de la Ley talmúdica son
análogas a las del moderno Derecho relacionadas con la responsa-
bilidad por culpa o imprudencia. El principio universal de que es
res p onsable y debe indemnizar el daño, aquel que lo ha producido,
por su acción o inacción, como por su negligencia, abona todas las
doctrinas y códigos de nuestros días. Y esta responsabilidad que
se denomina directa se hace extensiva a los objetos o bienes a cuyo
cuidado se encuentra el responsable del daño; o de las personas
que se hallan a su servicio. Tenemos aquí la responsabilidad refleja o
indirecta.
Es evidente que las normas del Derecho hebraico se propagaron a
través de los países contemporáneos y del Derecho romano fueron
a inspirar la mayoría, sino todos los códigos de la tierra.

10. — DAÑOS CAUSADOS POR SALTEAMIENTO Y ROBO. — Cuando


nos referimos a las leves criminales en la legislación hebrea, diji-
mos que los delitos contra la propiedad no eran reprimidos sino
con penas pecuniarias, nunca con castigos corporales, cualquiera
fuera el valor de lo robado, ni las circunstancias; a menos que el
robo se hubiera consumado con violencia en las personas, en cuyo
caso podía llegar a ser castigado con la última pena. Esto ocurría
así en la Lev bíblica.
La Lev talmúdica no introdujo grandes transformaciones en
materia de delitos contra la propiedad. El concepto de la indemni-
zación, como pena impuesta a los autores de robo, hurto, subsiste a
través de los tiempos, si bien se va sutilizando el concepto y la
discriminación por obra y gracia de los doctores talmúdicos.
"Las leyes sobre el robo, el salteamiento y las heridas, consti-
tuyen en las legislaciones modernas —dice Rabinowicz 23— una

23 I .-M. R A B I N O W I C Z : In troducción a los pr incip ios generale s del T ratado


Babá Camá.
402 MATEO GOLDSTEIN

parte importante del Código penal; pero si se quiere dar este nombre
a la parte de nuestro Tratado que concierne a estas leyes, es
necesario convenir que el Código penal talmúdico, se caracteriza
por la ausencia casi completa de toda pena." En efecto, tanto en la
Biblia como en el Talmud, la violación de los derechos de pro-
piedad se ajusta al concepto general que entonces existiera acerca de
las garantías de la propiedad. Ya hemos dicho que para el Derecho
hebreo la propiedad —y la posesión— no eran sino temporarias,
efímeras, exentas del absolutismo y el rigor del Derecho
romano 24 El derecho de propiedad era un derecho que caducaba de
tiempo en tiempo, y el dominio de los bienes se retrotraía a sus
anteriores poseedores.
De este modo se explica que la ley fuera débil y extraordina-
riamente blanda con el amigo de lo ajeno, con el salteador, aunque
fuere el salteador de caminos 25.

24 Y no solamente en Roma la propiedad tenía un carácte r de abso-


lutismo que nos resulta sencillamente increíble; Grecia alimentaba análo-
gos principios. De sde luego, además de los hebreos, otros pueblos de la
antigüedad tampoco le asignaban caracteres de perpetuidad y exclusivismo a
la propiedad privada. "No es, e n e fecto, problema fácil, e n e l orige n de las
sociedades —afirma FUSTEL DE COULANGE— el saber si puede el individuo
apropiarse del suelo y establecer tan recio lazo entre su ser y una parte de la
tierra, que puede decir: Esta tierra es mía; ésta tierra es como una parte de
mi. Los tártaros conciben el derecho de propiedad cuando se trata de los
rebaños, y no lo comprende n cuando se trata del suelo. Entre los antiguos
germanos, según ciertos autores, la tierra no pertenecía a nadie; la tribu
asignaba todos los años a cada uno de sus miembros un lote para cultivar y
cambaba e l lote al siguie nte año. El ge rmano era propie tario de la cosecha,
pero no de a tierra. Todavía ocurre lo mismo en una parte de la raza
semítica y entre algunos pueblos esclavos... Parece ser que entre los griegos
la concepción del derecho de propiedad ha seguido una marcha
co mple tame n te opue s ta a l a que pa re ce n atu ra l . No se ha ap li cado a la
cosecha primero, y al suelo después. Se ha seguido el orden inverso... Tres
cosas hay que, desde la más remota edad, se encuentran fundadas y sóli-
damente establecidas en estas sociedades griegas e italianas: la religión do-
méstica, la familia, el derecho de propiedad; tres cosas que, en su origen,
han tenido una relación manifiesta y que parecen haber sido inseparables."—
FUSTEL DE COULANGE: La Ciudad Antigua, páginas 90 y 91.

25 "En matera de hurto la similitud que puede descubrirse entre las


reglas de los diversos códigos está lejos de demostrar una derivación del
C ó d ig o d e l a A l i an z a d e l a s o t r a s l e y e s . S i p o r u n a p a r t e l a i m p o s i c i ó n
de una pena pecuniaria privada en materia de hurto de ganado es carac-
terística de las legislaciones primitivas, por la otra hay que reconocer que la
Le y he b re a re sue l ve los caso s co n c rite ri o p ropio e n co rre spo nde nci a
innegable con el estadio de su sistema social y económico... El Código de
Hammurabí establece sanciones distintas, según el hurto fuese de ganado
del Palacio o de un particular. En caso de imposibilidad de pagar la pena, el
ladrón ha de sufrir la muerte. No hace distinción entre bueyes y ovejas para
graduar la pena." — A. ROSENVASSER: Obra citada, página 148.
DERECHO HEBREO 403

Este último delincuente, que operaba arrebatando por la vio-


lencia la propiedad de su prójimo, gozaba de garantías que nos re-
sultan inauditas frente a los mismos transgresores de las leyes en los
códigos antiguos y modernos. Desde luego, no hallamos en la Ley
mosaica pena alguna de carácter específico para el salteador; a no
ser la muy débil sanción que consiste en obligar al infractor a res-
tituir lo robado a su legítimo dueño. Ninguna otra condena esta-
tuye el legislador bíblico para este espécimen del gremio de ene-
migos de la propiedad.
"Parece —dice Rabinowicz— que la Ley mosaica ha visto en la
obligación impuesta del salteador de restituir lo que ha tomado una
represión suficiente y una advertencia capaz de hacer reflexionar
a éste desdichado y de impedirle de volver a realizar tantos
esfuerzos para arrebatar a los otros sus bienes, esfuerzos que se
tornarían inútiles por la justicia. Es necesario convenir, que, si
por una parte, la ausencia completa de pena concerniente al saltea-
miento, denota tal vez un estado primitivo de la legislación, la in-
fancia del arte, ... la infancia de la legislación judía es, por el
contrario, una infancia amable, encantadora, que no piensa sino en
dulcificar las penas morales de los desgraciados pecadores y en fa-
cilitarles los medios de retornar al buen camino, que, segura de sí
misma, no creía del todo que este pobre salteador, de ordinario más
desgraciado que culpable, pudiese amenazar o turbar a la sociedad
judía, basada sobre el fundamento indestructible de la moral eterna
de Moisés, infancia que no conoció la venganza, que en todas las
ramas del Código mosaico, criminal, correccional, civil. etcétera, no
busca más que introducir atenuantes, esta infancia de la legisla-
ción, en fin, que en la parte del Código de que nos ocupamos, no
tiene más que una preocupación, de atenuar la posición del pobre
culpable y de protegerle contra los rigores de la ley..."
Esta concepción social, de que el delincuente sólo es un pro-
ducto de la desigualdad imperante, que obliga al necesitado a apro-
piarse del bien ajeno para satisfacer una imperiosa exigencia de
la vida, y que en todo caso constituye un ludibrio para la comuni-
dad en cuyo seno radican estas desigualdades e injusticias, explica
suficientemente la lenidad del castigo impuesto al salteador y al
ladrón ; lenidad que nace y se origina en la legislación de Moisés y
se hace más amplia, si es posible, en la Ley talmúdica.
El principio general contenido en la Biblia se traduce en estos
términos: la obligación legal impuesta al ladrón o al salteador, de
devolver al propietario lo que le ha tomado injustamente. Todo
cuanto el Talmud ha edificado sobre tal base tiene una sola direc-
ción: la de atenuar la posición del desdichado trasgresor, con la
404 MATEO GOLDSTEIN

mira de retornarle al buen camino que en un momento de premura o


debilidad ha abandonado. Si comparamos las normas del Derecho
hebreo con las draconianas de otras legislaciones de aquella época, y
aun modernas, necesariamente llegaremos a la conclusión de que las
otras leyes en vez de buscar la causa, el origen del mal y de facilitar
el camino de la regeneración, se inspiran invariablemente en el
propósito de rodear del máximum de garantías a un derecho de la
propiedad absoluto, total, sin ninguna preocupación por aquellos a
quienes la vida ha despojado de todo bien material...
En la parte de ésta obra dedicada a las leves criminales, he-
mos reproducido algunas citas talmúdicas relacionadas con los de-
litos de robo, hurto. Nos limitaremos aquí a traer algunos pasajes
vinculados con los daños provenientes de estos delitos.
La Ley mosaica pretendía que el salteador devolviera el objeto,
él mismo, en las condiciones en que se hallaba. Una Mishná dice que
si un individuo ha empleado en su edificio una viga arrebatada a
otro, no se le obliga a demoler la casa para devolver la viga, sino
que debe pagar su valor; es un favor que se acordaba a los sal-
teadores, para estimular los arrepentimientos. La Ley talmúdica no
obliga al salteador a pagar los daños-intereses; por ejemplo, si se
ha apropiado de un buey, de quien el propietario tenía necesidad
para el trabajo, el salteador devolverá el buey, pero no indemni-
zará al propietario del daño que le ha ocasionado, privándole de
su elemento de trabajo. Pero si el animal ha engordado durante
su permanencia en la tenencia del ladrón, el propietario debe res-
tituir a éste último los gastos y cuidados que prestó al buey para el
engorde.
Una Mishná 2 6 dispone que si un salteador arrebata a una
persona un objeto del valor de una perutá (pequeña fracción de
moneda), después presta falso juramento de que no la adeuda
nada, en fin, incurre en el pecado de que su juramento es falso;
en este caso está obligado de ir a llevarle el dinero a la persona,
aun cuando para hacerlo debiera hacer un largo viaje; de otro
modo —apunta Rashi— no obtendrá el perdón por su fechoría. No
la entregará al hijo de la persona, ni a su enviado, pero puede darla
al delegado del tribunal (es —dice Raschi— una ley de favor. Ley
rabínica para estimular los arrepentimientos, que dispensa al
salteador de hacer un viaje, y le permite devolver el dinero al tri-
bunal de su lugar).
Si la persona a quien le ha arrebatado el objeto —dice la
Mishná-- ha muerto, él lo devolverá a los herederos. Se acaba de
decir que el salteador debe hacer un viaje para devolver a la per-

26 Tratado Baba Camá, Perek TX.


DERECHO HEBREO 405

sona misma el capital y al mismo tiempo la quinta parte del capi-


tal, que debe agregar por el falso juramento prestado. Si el sal-
teador ha pagado el capital, pero aun no ha pagado la quinta parte, o
bien si el propietario ha renunciado al capital, pero no ha re-
nunciado a la quinta parte, o bien si el propietario ha renunciado al
capital y a la quinta parte, a excepción de una parte del capital,
parte que vale menos de una perutá, el salteador no está obligado a
hacer el viaje para devolver al propietario, lo que aun le debe. Si
el salteador ha pagado la quinta parte, pero si no ha pagado aun
el capital, o bien si el propietario ha renunciado a la quinta parte,
pero no ha renunciado al capital, o bien todavía, si el propietario
ha renunciado al capital y a la quinta parte, a excepción de una
parte del capital, parte que tiene el valor de una perutá, el salteador
está obligado a hacer el viaje para devolver al propietario lo que le
debe todavía. Si el salteador que debería pagar el capital y agregar
la quinta parte por el falso juramento prestado, paga el capital y
presta de nuevo un falso juramento de que ha pagado la quinta
parte, y que en fin ha confesado que el segundo juramento era
igualmente falso, se considera esta quinta parte como un capital y
debe pagarlo agregando el quinto de esta quinta parte ; por ejemplo,
si el primer capital era de dieciséis zuzes y el primer quinto de
cuatro zuzes, estos cuatro zuzes son considerados como un capital
y él agregará todavía un zuze. (Evidentemente se incurre en un
error aritmético: en vez de la quinta parte sobre diez y seis, se trata
de una cuarta parte.) Si el salteador paga los cuatro zuzes y presta
un tercer juramento falso de que ha pagado el zuze, el zuze es
considerado como un capital y el salteador está obligado a pagar el
zuze y agregar la quinta parte de un zuze; y así sucesivamente
hasta que la quinta parte, que se debería considerar como un capital,
desciende a un valor menor que una perutá.
Otra Mishná 2 7 dice que si un individuo se ha apropiado de
cualquier objeto, el que ha donado antes de morir a sus hijos para
que lo consuman, o se los ha dejado intacto, los hijos no son con-
denados al pago. Si el objeto no es de los que están destinados a
ser consumidos, sino que constituye un capital durable, como un
inmueble, los hijos son condenados al pago.
La Guemará interpreta estas reglas del siguiente modo: Al-
gunos doctores sostienen que se está en presencia de otras tantas
de las leves de favor instituidas por el Talmud y tendientes a esti-
mular el arrepentimiento. Se trata del caso en que los hijos han
consumido el objeto apropiado por su antecesor, después que el
propietario ha renunciado al mismo. Pero otros doctores sos-

27 Tratado Baba Camá, Perek X, fol. 111.


406 MATEO GOLDSTEIN

tienen que la conclusión de la Mishná no es exacta, pues, conforme a


los principios generales, sea que el propietario haya renunciado o
no, los herederos deben el valor del objeto si éste ha sido con-
sumido. En cuanto a los bienes inmuebles, la solución es clara:
los hijos deben restituirlos y si los han vendido, adeudan a su legí-
timo propietario la totalidad del precio obtenido.
Otra Mishná establece: Un individuo se ha apropiado por la
fuerza de un terreno perteneciente a una persona; otros se lo han
arrebatado al salteador. Si son hombres que lo han tomado como
invasores del país, el salteador puede decir al propietario: "Toma tu
terreno, si puedes". Pero si estos hombres lo han arrebatado con
propósito de robo, el salteador está obligado a dar al propietario
otro terreno.
La Guemará extrae esta conclusión de la Mishná que, si un
individuo, viendo que los enemigos buscan terrenos para apoderarse
de ellos , les muestra uno del cual se apropian, debe pagar como si se
lo hubiera apropiado él mismo. Se puede también admitir que la
Mishná quiere enseñarnos que, si los paganos obligan a un indi-
viduo a mostrarle sus terrenos de los que quieren apoderarse v
éste le muestra el de otro, éste individuo está obligado a pagar el
valor de dicho terreno 28.
Una Mishná del mismo Talmud establece: "Si un individuo ha
arrebatado a otro un terreno y éste terreno ha sido inundado
inmediatamente por un río, el salteador es absuelto, porque puede
decir al propietario: "recobra tu terreno".
La Guemará señala, al respecto, que según una beraitá, la opi-
nión de rabí Eleazar es que el salteador debe entregar otro terreno
en su reemplazo; los otros doctores dicen que puede responder al
propietario según los términos de la Mishná.
Para concluir lo relacionado con el salteador, digamos que una
Ley talmúdica admite una especie de prescripción en su favor. Si
el salteamiento ha tenido ejecución de tal modo elegido, que el pro-
pietario ya ha renunciado al objeto apropiado, o si el objeto ha
sido modificado de tal manera que no podrá jamás recobrar su
estado primitivo y el propietario viene a reclamar del salteador su
objeto, éste no está obligado, según algunos doctores, de devolver
el mismo objeto, pero sí el valor que el objeto tenía en el momento
de apoderarse de él, y guardará el objeto cono una propiedad
adquirida. Esta prescripción no depende del tiempo transcurrido
después del momento del apoderamiento, sino ha sido establecida
por el cambio permanente que el objeto ha experimentado.

28 I.-M. RABINOWICZ: Babá Camá, página 491.


DERECHO HEBREO 407

La condición del ladrón no era más rigurosa que la del sal-


teador. La Ley bíblica establece que el ladrón pagará el doble de
lo que ha robado; si ha robado un buey, y lo ha muerto o vendido,
pagará el doble o el triple 2 9 . La Ley talmúdica fue menos severa
aún: llegó a eximir de toda compensación el robo de las cosas sa-
gradas y de las cosas consagradas al culto. Se consideraba más
importante —y digno de cuidado— el objeto de propiedad privada,
que el de los templos.
La Ley procesal creada por los doctores rabínicos hizo muy
difícil sino improbable el castigo del robo, cuando el delito se ba-
saba en la confesión del propio autor: era preciso que dos testigos lo
corroborasen. Posteriormente estableció que la confesión espontánea
del ladrón, por la cual se obliga a devolver el objeto robado, lo libera
de la multa.
El delito previsto en el Éxodo, respecto del ladrón que ha
muerto o vendido al animal robado, fue de tal modo atenuada por
los doctores rabínicos, que resultó sencillamente no punible en la
práctica.
A los mandamientos sobre el robo, que hemos consignado al
tratar de ésta figura delictuosa en la parte dedicada a las leyes
criminales, agregaremos algunos pasajes talmúdicos. Referente a la
prueba del robo, encontramos una Mishná 3 0 , que dice: Si hay dos
testigos que afirman que un individuo ha robado un cordero o un
buey, y los mismos testigos u otros deponen que ha matado el
animal o lo ha vendido, el ladrón paga la multa del cuádruple o
del quíntuplo. Si el ladrón lo ha vendido el sábado (día en que
estaban prohibidas las transacciones) o bien, lo ha vendido para
el culto pagano, o si ha muerto al animal el día de Kipur (Fiesta
del Perdón, la más solemne del calendario hebreo), o si ha robado
el animal a su padre o si lo ha muerto o vendido antes de la muerte
del padre, o si ha robado y muerto al animal y lo ofreció en se-
guida al tesoro sagrado, en ambos casos está obligado a pagar el
cuádruple o el quíntuplo. Si ha robado el animal y lo ha muerto
para un uso médico o para entregarlo a los perros, o bien si ha
muerto al animal y el animal resulto ser trefá (cuya carne se halla
prohibida: se trata de animales afectados de enfermedades segura y
rápidamente mortales), o bien si el ladrón ha matado el animal
robado en el templo (lo cual se hallaba prohibido), en estos casos el
ladrón paga la multa del cuádruple o quíntuplo.
Otra Mishná del mismo Tratado dispone: Si dos testigos han
depuesto que un individuo ha robado un cordero o un buey los ha

29 Éxodo, capitulo XXII, versículo 1.


30 Tratado Babá Camá, Perek VII.
408 MATEO GOLDSTEIN

muerto o vendido y los testigos han sido desmentidos por un alibí


(coartada), deben pagar éstos todo lo que han querido hacer pagar
al individuo acusándolo falsamente. Si dos testigos han depuesto
que un individuo ha robado un cordero o un buey y si otros dos
testigos han depuesto que el mismo individuo ha muerto o vendido
éste animal, y todos los testigos han sido desmentidos por un alibí,
los primeros testigos pagan el doble y los últimos el tríple. Si los
últimos testigos han sido desmentidos por un alibí, y no los pri-
meros, el acusado paga el doble y los últimos testigos pagan el
triple. Si uno solo de los últimos testigos es desmentido por un
alibí, el último testimonio es anulado (pero el primero permanece
válido). Si uno solo de los primeros testigos es desmentido por un
alibí, los dos testimonios son anulados, porque si el acusado no ha
robado, no hay multa por haber vendido o muerto un animal que
no proviene de robo 31.
Una Mishná del mismo Tratado talmúdico dispone que si hay
dos testigos de que un individuo ha robado un cordero o un buey y
no hay más que uno que testimonia la acción de haber vendido o
muerto el animal, el paga la multa del doble por el robo, pero no
paga la segunda multa por haber vendido o muerto el animal; en
consecuencia, no está obligado a pagar cuatro corderos o cinco
bueyes. Si ha robado y muerto el animal el día sábado, o bien si
lo ha muerto como sacrificio en aras de una divinidad pagana,
paga la multa del doble por el robo, pero no paga la segunda multa
por haber muerto el animal, porque esta acción entraña para él la
pena de muerte, y se admite el principio non bis in idem. Si ha ro-
bado a su padre y si su padre ha muerto inmediatamente y ha ven-
dido el animal después de la muerte del padre, el ladrón paga la
multa del doble, pero no paga la segunda multa. Según el comen-
tario de la Guemará, la Ley talmúdica establece que si la acción
de haber vendido o muerto el animal no es conocida sino por con-
fesión del propio ladrón, se halla liberado de la segunda multa, la
31 Conforme a las reglas procesales del Derecho hebreo, si un testi-
monio es contradicho por dos testigos, el testimonio es nulo, pero los que lo
han producido no son castigados como falsos testigos, porque existe la
duda en saber quiénes son los que han dicho la verdad y quiénes han fal-
tado a ella. Si el testimonio es desmentido por un alibi (coartada), el testi-
mo n io e s nu lo, y lo s que lo h a n p roduc ido so n co nde nados como fa lsos
testigos a soportar la pena que ellos hubieran querido infligir al acusado
Los testigos desmentidos por un alibi, no son castigados por sus falsos tes
timonios e n los casos siguiente s: a) Si el acusado no ha sido conde nad(
aún; b) Si el testimonio era anulado por una causa cualquiera antes dril
desmentido; porque entonces el acusado no podía ser condenado, o si estaba
condenado antes que el testimonio fue anulado, la condena se volvería nula
y no sobrevendría.
DERECHO HEBREO 409

que castigaba la venta o muerte de un animal robado, porque no


es condenado a pagar una multa de resultas de su propia confesión. Si
después que el ladrón ha hecho esta confesión, aparecen testigos que
corroboran el hecho que ha confesado, paga la multa.
Los romanos del tiempo de Justiniano distinguían —según
hemos visto oportunamente— dos especies de robo: manifiesto y
no manifiesto, considerándose manifiesto al que los griegos llaman
en flagrante delito, y era extensivo no sólo al que había sido apre-
hendido en el hecho, sino también al que lo era en el paraje del
robo; o en el caso en que el ladrón era sorprendido mientras lle-
vaba encima el producto del delito, antes de ocultarlo. En el último
caso, cuando ya se había desprendido del objeto apropiado se decía
que el robo era no manifiesto. La pena del robo manifiesto, fue, de
acuerdo con la Instituta de Justiniano, del cuádruplo, fuere
libre o esclavo el autor; la del robo no manifiesto, era sólo del
duplo.
La Ley romana admitía una serie de sutilezas ignoradas por el
Derecho de los pueblos del Oriente. Por ejemplo, el que tomaba una
cosa en préstamo y la utilizaba para un uso distinto de aquél para el
que fue facilitado por el dueño, incurría en robo si lo hacía sabiendo
que el propietario no lo consentiría; si conocía la intención del
propietario en el sentido de que no le molestaba el uso diverso
asignado a la cosa prestada, no incurría en delito. Según otra regla
de Justiniano, si el que toma a préstamo cree usar de la cosa contra
la voluntad del propietario, mientras que el propietario no se oponía
íntimamente a ello, no había robo...

11. – D AÑOS CAUSADOS POR LESIONES . — En la parte dedicada


a las leyes criminales hemos efectuado un análisis de las prescrip-
ciones bíblicas y talmúdicas referentes a los daños causados en el
organismo humano a consecuencia de heridas o golpes recibidos.
Este delito ha sido castigado en la legislación bíblica con la triste-
mente famosa pena del Talión: ojo por ojo, diente por diente...
Pero, según hemos explicado en el lugar precitado, la pena del
Talión no se aplicó literalmente, constituyendo más bien una norma en
el sentido de buscar el equivalente económico del daño, ya que el
hecho de infligir otro al culpable, no resolvía el problema de la
justicia y la analogía entre el perjuicio y la punición.
Pero fue la Ley talmúdica la que había de sustituir, de un
modo que no deja lugar a dudas, la discutible legislación taliónica,
por un sistema compensatorio: la condenación económica del cul-
pable de un daño. Sin apartarse de la Ley mosaica, los doctores
instituyeron todo un régimen de penalidades con base económica.
410 MATEO GOLDSTEIN

A los elementos indemnizables que prescribe la Biblia 32 , esto es, el


tratamiento o la asistencia médica, hacia el herido (por cuenta del
imputado) y la pérdida del trabajo, el Talmud agregó otros
elementos: el dolor causado y la afrenta moral experimentada por la
víctima. No solamente en el caso en que se trataba de un israelita,
sino aun de un esclavo, ya sea israelita o pagano.
De este modo, la Ley talmúdica instituyó cinco tipos de in-
demnizaciones por las heridas sufridas : 1 º Nezek, daño propia-
mente dicho; 2° Tzaar, el dolor sufrido; 3 º Shevet, el impedi-
mento del trabajo durante la enfermedad; 4 º Ripui, expensas
médicas, y, 5º Boshét, la afrenta recibida.
Los doctores rabínicos explican la evolución señalada de las
penas para las heridas y lesiones, que la Biblia castiga con la pena
del Talión y el Talmud mediante un régimen de compensaciones.
Expresa la Guemará al respecto: La Ley mosaica dice: ojo por
ojo; diente por diente; ¿Cómo se ha conmutado la pena, en la de
pago? Y la respuesta es la siguiente: Está escrito: Y no tomaréis
precio por la vida del homicida 33 ; de allí resulta que se puede ha-
cer pagar las lesiones. Otro exégeta, Abayé, explica de distinta ma-
nera la sustitución ojo por ojo: que haciendo estallar el ojo del
culpable, se puede ocasionar su muerte, y la pena sería entonces
más fuerte que el crimen.
Efectuando una enumeración de los diversos casos de lesiones
inferidas y de las penas aplicables, dice la Mishná 34 Se ha visto
que si un individuo hiere a otro puede ser condenado a cinco in-
demnizaciones. Los daños causados a alguno por un hombre, son,
en efecto, más graves que los causados por su buey, puesto que por
una herida hecha por el hombre mismo, está condenado a cinco
indemnizaciones o pagos: nezek, tzaar, ripui, shevét, boshét, y si la
herida es inferida por el hombre a una mujer grávida que ha
abortado, se le condena a p agar el valor del feto, mientras que por
las heridas causadas por un buey, no se paga más que el nezek
(daño propiamente dicho), y si el buey ha causado un aborto, no se
paga por el feto. Si un individuo —prosigue la Mishná— ha
golpeado a su padre o a su madre, sin causarles una haburá (pér-
dida de sangre, o hinchazón, o mutilación incurable), puede ser
condenado a las cinco indemnizaciones o pagos (si les ha causado
una haburá, es condenado a muerte; por consiguiente no podrá ser
condenado a indemnización a causa del principio non bis in idem). Lo
mismo, si un individuo hace una haburá a otro, el día del Kipur

32 Éxodo, capítulo XXI, versículo 19.


33 Números, capítulo XXXV, versículo 31.
34 Tratado Babá Camá, fol. 87.
DERECHO HEBREO 411

(Día del Perdón), es condenado a los cinco pagos, como si lo hace


en un día hábil, pero no es condenado a muerte. Si un individuo
ha hecho una haburá a un esclavo judío (quien no es sino un
esclavo temporario, hasta el séptimo año), es condenado a los cinco
pagos, sólo si la víctima es su propio esclavo, no paga el shevét
(por el tiempo que no trabaja) ya que es en su propio perjuicio. Si
un individuo ha herido a un esclavo pagano, es condenado a los
cinco pagos; rabí Judá sostiene que en este caso solamente corres-
ponde pagar cuatro indemnizaciones, exceptuando la afrenta. El
sordomudo, el loco y el menor, son gentes con las cuales no es
conveniente tener querella; si son lesionados debe pagarse; si ellos
hieren, son absueltos. Si un hombre lesiona a su padre o madre,
en el día sábado, haciéndoles una haburá, no paga nada, pues es
condenado a muerte. Si un individuo hiere a su esclavo pagano, no
es condenado al pago de ninguna indemnización.
Algunos doctores afirman que, en el último caso, el amo está
obligado a dar a su esclavo los recursos para la curación. Por regla
talmúdica, si el amo hace perder a su esclavo un ojo, un diente o
un órgano, el esclavo se torna libre.

12. — OTROS DAÑOS INDEMNIZABLES. — El Tratado Babá Ca-


má 35 consigna otras clases de daños que deben ser indemnizados
por el responsable. Veamos: si un individuo entrega un objeto a un
obrero para que lo componga, y éste lo echa a perder, debe pagar el
daño. Si entrega una caja o un cofre al carpintero para com-
ponerlo y éste lo echa a perder, debe pagar el daño. Si un arqui-
tecto derriba el muro y si quiebra las piedras, o si las daña, debe
pagar. Si el arquitecto derriba el muro en un sitio, y las piedras
caen y se quiebran en otro lugar, es absuelto; pero si la caída se ha
producido como consecuencia de su acción de golpear el muro, debe
pagar el daño.
Otra Mishná establece que si un individuo ha entregado
lana a un tintorero para teñirla y la lana fue quemada en el cal-
dero, el obrero debe pagar el valor de la lana. Si la lana fue te-
ñida, pero si el obrero ha empleado malos colorantes, como ha
echado a perder voluntariamente la obra, no debe percibir nada;
se le reembolsará solamente los gastos que haya efectuado, sin ha-
cer perder nada al propietario de la lana. Si un individuo entrega a
un tintorero su lana para ser teñida en rojo, y éste la tiñe en
negro, o bien el individuo pretende el color negro y el obrero la
tiñe de rojo, según algunos doctores el obrero debe pagar al pro-
35 Tratado Baba Camá, Perek IX.
412 MATEO GOLDSTEIN

pietario el valor de la lana; según otros, el obrero no gana nada


por su trabajo, pero debe ser reembolsado de los gastos que haya
hecho, sin pérdida alguna para el propietario de la lana.

13. — EL DAÑO EN EL DERECHO ROMANO. — La misma evolución


que experimentaran las penas para los enemigos de la propiedad,
en Israel, sufrió en Roma. La Ley de las XII Tablas castigó con la
pena de muerte el hurto, que reunía ciertas características:
llamado hurto manifiesto, es decir, cuando el ladrón era en-
contrado in fraganti. Igualmente se aplicaba tan grave sanción al
ladrón que era sorprendido en la noche, y aun de día, si trataba de
defenderse con armas. No tratándose del hurto manifiesto, la san-
ción consistió en una condena pecuniaria del duplo, análogamente a
la legislación hebrea. Con la evolución de las costumbres, incluso el
hurto manifiesto fue conmutado por una condena pecuniaria. En una
fecha incierta el pretor instituyó una multa del cuádruple, y a partir
de entonces, la accion furti, que sanciona la obligación de pagar
una multa, se hizo del duplo, para el hurto no manifiesto, y del
cuádruple, cuando el robo es manifiesto.
"La cantidad que debe ser duplicada o cuadruplicada, para
formar el importe de la condena, representa el interés que tenía
el demandante en no ser robado 36 Este interés no puede ser infe-
rior a la estimación del objeto robado, en el momento del hurto.
Pero puede ser superior, pues al valor intrínseco de la cosa se unen a
menudo a otros elementos, así cuando es un esclavo instituido
heredero, quien ha hurtado, hay que tener en cuenta el valor de la
sucesión. Por otra parte, si la cosa hurtada adquiere una plusvalía,
hay que estimar el interés del demandante según el valor más alto
que haya alcanzado después del robo."37.
El Derecho romano reconocía otra clase de daños, además del
proveniente del hurto. Cuando una persona causa sin derecho un
daño a otro, en su propiedad, surge una obligación de repararlo a
cargo del culpable. Si bien la Ley de las mi Tablas se refería a

36 ULPIANO: L. XXVII, pr., D., de furt., XLVII, 2.


37 E. PETIT: Obra citada, página 455.
La Le y justiniana aclara el concepto de l mayor valor que la co sa h a
tenido en el año, diciendo que estas palabras significan que si se ha muerto a
u n e s c l a v o d e a l g u i e n , q u e s e e n c o n t ra b a c o j o o c i e g o e n e l m o m e n to de
ser ultimado, pero que había tenido en aquel año a integridad de sus
miembros y merecido un precio considerable, estará forzado el matador a
abonar, no su valor actual, sino el más elevado que alcanzó en ese año.
En consecuencia —acara la misma ley— no sólo se estaba obligado al
resarcimiento del daño causado, sino a mucho más, ya que a la mera
indemnización por la muerte causada se sumaba al perjuicio material oca-
sionado por la pérdida.
DERECHO HEBREO 413

ciertos hechos de daño ilícito, fue recién con la Aquilia que se fun-
damentó el sistema de una manera completa y dió lugar a una de
las más perfectas instituciones del Derecho. La ley Aquilia preveía
varias clases de delitos que dan lugar a indemnizaciones: 1º 9 ) El
que ha matado al esclavo ajeno, o un animal vivo en rebaño, per-
teneciente a otro, debe pagar el valor más elevado que haya alcan-
zado el esclavo o el animal, durante el año anterior al delito; 2º ) Se
refiere a cualquier clase de daño causado a una persona por lesión o
destrucción de un bien suyo. El que ha causado una herida, no
mortal a un esclavo, o a un animal vivo en rebaño, o que ha matado o
herido cualquier otro animal, o que ha roto, quemado, destruido o dañado
de cualquier manera una cosa inanimada, está obligado a pagar el
precio más elevado que el esclavo, el animal o la cosa, haya tenido
en los últimos treinta días anteriores al delito.
CAPÍTULO XXIV

DE LA S S U C E S I O N E S

SUMARIO: 1. Nociones generales. — 2. El derecho del primogénito. — 3. De


l as s u c e s i o n e s " ab in te s t a to " . — 4 . E l d e r e c h o s u c e s o r i o e n tr e
ascendientes y cónyuges. — 5. Disposición de los bienes por testa-
mento.

1. — NOCIONES GENERALES. — El Derecho hebreo asigna una


gran importancia a la transmisión de bienes por vía de la sucesión.
La norma general es la de conservar el patrimonio dentro de la
familia, afirmando preferencia a la línea masculina. Sobre esta
base se edificó un sistema que no tiene parangón en los países
contemporáneos de Israel, por la precisión de las reglas, la minu-
ciosidad en la previsión y la amplitud de criterio. Según Louis
German Lévy, "El derecho de sucesión entre los hebreos se funda
sobre la organización social. En los orígenes el padre dispone de
sus bienes a su gusto; más tarde el legislador restringe ésta libertad
ilimitada. Primitivamente, sólo los varones heredan, con exclusión
de las hijas; con el progreso de las costumbres, las hijas son tam-
bién admitidas a una parte de la sucesión. Todos los hijos heredan
tanto los que son nacidos de concubinas como los otros. El derecho
de sucesión tiene lugar por vía de filiación agnática" 1.
La familia antigua en la India, Grecia o Roma atendía casi
exclusivamente al parentesco por agnación: el vínculo de la sangre y
del nacimiento sólo es una conquista de la evolución jurídica y de
las costumbres. En aquellos tiempos en que la religión jugaba un
papel preponderante, se tenía en cuenta, a los fines del parentesco
y de la sucesión, los lazos civiles fundados en la comunidad del
culto. Según la definición de Plutarco, eran hermanos dos hombres
que tienen el deber de hacer los mismos sacrificios, reconocer los
mismos dioses y compartir la misma tumba.

1 L. G. Lévy: La famille dans l'antiquité d'Israel.


416 MATEO GOLDSTEIN

En la India se descubre nítidamente el principio: el jefe de la


familia ofrecía dos veces por mes la comida fúnebre; presenta una
torta a los Manes de su padre, otra a su abuelo paterno, una ter-
cera a su bisabuelo paterno, aunque jamás lo hace con los ascen-
dientes por la vía materna. Esto significa que el parentesco y el
derecho de sucesión no se ligaba nunca con las mujeres de la fa-
milia. Cuando dos personas realizaban separadamente la comida
fúnebre, y ascendiendo por la línea de sus antepasados hasta el sexto
grado se llega a un miembro del clan que es común a las dos per-
sonas, se arriba a la conclusión de que ambas son parientes entre sí.
El mismo sistema imperaba en Grecia y en Roma. El paren-
tesco, en ambos países, se basaba al principio en los lazos del culto
doméstico, con exclusión de las mujeres. "El hijo —dice Fustel
de Coulange— lo recibía todo del padre. No se podía, por otra
parte, pertenecer a dos familias, invocar a dos hogares; el hijo no
tenía pues otra religión ni otra familia que la del padre. ¿Cómo
tener una familia materna? Su madre misma, el día en que se rea-
lizaron los ritos sagrados del matrimonio, renunció de un modo
absoluto a su familia propia: desde entonces había ofrecido la co-
mida fúnebre a los antepasados del esposo, corno si se hubiera tro-
cado en su hija, y ya no se la había ofrecido a sus propios ante-
pasados, porque ya no se le consideraba descendiente de ellos. No
había conservado lazo religioso ni lazo legal con la familia en que
había nacido. Todavía más: su hijo nada de común tenía con esa
familia."
Dentro de éste régimen, el hijo ado p tivo tenía el mismo dere-
cho y los mismos deberes, que los legítimos. Dos hermanos con-
sanguíneos (cognados) eran agnados entre sí, pero dos hermanos
uterinos no lo eran, si no practicaban un culto doméstico común.
Por su parte, el eminente romanista Ortolán afirma que la
"familia romana, aun en el orden privado, no es una familia na-
tural: es una creación del Derecho civil, de Derecho de ciudad...
El vínculo de familia no es el vínculo de la sangre; el vínculo pro-
ducido por el matrimonio y por la generación es un vínculo de
Derecho civil, esto es, un vínculo de poder. La familia romana no
se hallaba fundada principalmente sobre el matrimonio, sino sobre
el Poder". Y agrega: "La idea de poder, sobre la cual se hallaba
fundada la familia romana, está tomada en el sentido más absoluto y
más despótico. Uno solo, el jefe de ella, es el señor, el propietario de
todos los demás y de todo el patrimonio. La propiedad concentrada
en cada familia se halla a su libre y entera disposición: personas y
bienes todo es suyo."
De este modo se explica que el parentesco por agnación, entre
DERECHO HEBREO 417

los romanos, haya disputado largo tiempo su hegemonía, en todos


los terrenos, a la familia consanguínea o por cognación.
Siendo el jefe de la familia romana, con todos los atributos de
absolutismo que hemos referido, el padre o sea el varón, se explica
perfectamente que en materia de sucesiones la mujer fuere
relegada durante mucho tiempo. Así leemos en las Institutas de
Justiniano (Título II): "La Ley de las Doce Tablas tenía un de-
recho de tal modo riguroso, tal preferencia en favor de la descen-
dencia de los varones y tal exclusión contra los que se hallan uni-
dos por los vínculos del sexo femenino, que no concedía ni aún
entre la madre y el hijo o la hija, el derecho de venir a la sucesión
uno de otro. Estas personas sólo eran llamadas por los pretores
en su clase de cognación, por medio de la posesión de bienes unde
cognati." Recién en los tiempos del emperador Claudio, se difirió a
una madre la herencia de su hijo y, posteriormente, en tiempo de
Adriano, se estableció por el senadoconsulto Tertuliano el derecho
hereditario en favor de la madre de un modo definitivo. de-
clarándose que la madre ingenua que tuviese tres hijos, o la manu-
mitida que tuviese cuatro, fuese admitida a los bienes de sus hijos o
de sus hijas muertas ab intestato, aun cuando ella se hallase bajo la
patria potestad.
Para efectuar una síntesis, cabe establecer que la familia agná-
tica romana estaba integrada así: P Los que se hallaban bajo la
autoridad paterna, o la MANUS del jefe de familia, entre ellos y con
relación al jefe. (La agnación existe entre el padre y los hijos o
las hijas nacidos de su matrimonio legítimo, o introducidos por
adopción. Si los hijos se casan y tienen descendencia, estos descen-
dientes son agnados entre el padre y los hijos o las hijas nacidos
de su matrimonio legítimo, o introducidos por adopción. Si los hijos
se casan y tienen descendencia, estos descendientes son agnados entre
sí v al mismo tiempo son agnados de su padre y de su abuelo
paterno. Los hijos no lo son de su madre, a menos que ésta sea in
manus); 2 o Los que hayan estado bajo la autoridad paterna y que
los estarían aún si viviese. (Cuando muere el jefe. los descen-
dientes ya agnados entre sí, siguen siéndolo.) ; 3 º Los que nunca
estuvieron bajo la autoridad paterna, pero que lo hubiesen estado
de haber vivido. (Si el jefe ha muerto al casarse sus hijos, estos
hijos serán agnados entre sí.)
"Sin duda, llegó un tiempo —dice Fustel de Coulange—lo mismo
para la India que para Grecia y Roma, en que el parentesco por el
culto no fue el único admitido. A medida que esta antigua religión
se debilitaba, la voz de la sangre fue hablando más alto, y el pa-
rentesco por el nacimiento se admitió en derecho. Los romanos
418 MATEO GOLDSTEIN

llamaron cognitio a esta clase de parentesco, que era absolutamente


independiente de las reglas de la religión doméstica. Cuando se lee a
los jurisconsultos, desde Cicerón hasta Justiniano, se ven los dos
sistemas de parentesco rivalizar entre sí y disputarse el dominio
del Derecho. Pero en los tiempos de las Doce Tablas, únicamente
el parentesco de agnación se conocía, y él sólo daba derecho a la
herencia."
La evolución fue similar entre los israelitas. La familia por
agnación, incluyendo al adoptado en el seno de la misma y sin
vínculo de sangre alguno, se va modificando primero con la apa-
rición de Moisés y su legislación; posteriormente, los talmudistas y
los comentaristas de la ley introdujeron mayor liberalidad, hasta
que el principio de la cognación se impone, sin que por esto haya
habido un cambio en el texto de la Escritura.
Veamos de qué manera se fue operando el proceso. En un
pasaje del Pentateuco 2 se dice: Las hijas de Salphaad... llega-
ron;... Y presentáronse delante de Moisés y delante del sacerdote
Eleazar y delante de los príncipes, y de toda la congregación, a la
puerta del tabernáculo del testimonio, y dijeron:... Nuestro
padre murió en el desierto, el cual no estuvo en la junta que se
reunió contra Jehová, en la compañía de Cré: sino que en su pecado
murió, y no tuvo hijos... ¿Por qué será quitado el nombre de
nuestro padre de entre su familia, por no haber tenido hijo? Danos
heredad entre los hermanos de nuestro padre. Jehová replicó enton-
ces y dijo a Moisés que ellas tienen razón: ... has de darles pose-
sión de heredad entre los hermanos de su padre y traspasarás la
heredad de su padre a ellas. Y agregó Jehová, formulando la regla
de la herencia bíblica: Y a los hijos de Israel hablarás, diciendo:
Cuando alguno muriere sin hijos, traspasareis su herencia a su
hijo... Y si no tuviere hija, daréis su herencia a sus hermanos;...
Y si no tuviese hermanos, daréis su herencia a los hermanos de
su padre... Y si su padre no tuviere hermanos, daréis su herencia
a su pariente más cercano de su linaje, el cual la poseerá...
Los versículos que se acaban de transcribir y alguna otra re-
ferencia incidental, como la que se relaciona con el primogénito, a
quien se entregarán dos partes de la herencia 3 , es todo cuanto con-
tiene la Biblia acerca de las sucesiones. Y de dichos preceptos re-
sulta, sin lugar a dudas, la vocación hereditaria, a título exclusivo,
de los hijos varones. Pero las mujeres fueron dotadas del mismo
derecho en ausencia de los varones, según el episodio de Salphaad a
que se refiere el Libro de Números. La petición elevada por las

2 Números, capítulo XXVII, versículo 1 y siguientes.


3 Deuteronomio, capítulo XXI, versículo 17.
DERECHO HEBREO 419

hijas del difunto, para que no sea quitado el nombre de su padre de


entre su familia, por no haber tenido hijo, demuestra que hasta
entonces las hijas carecían de derecho hereditario. Moisés intro-
dujo una norma sencillamente revolucionaria, norma que no habría
sido admitida en la ley o en la costumbre premosaica.
Pero no es esto solo. La obra del legislador bíblico fue más lejos.
Según la Escritura, si el difunto no tenía hijos, la herencia era
atribuida a las hijas; si no quedaban hijas, la herencia pertenecía a los
hermanos del difunto; si no había hermanos, debía atribuírsela a los
hermanos del padre, esto es, a los hijos del extinto.
¿Podía heredar la hermana, en caso de no haber hijo o hija, o
hermano, o tío? Según la Ley bíblica, no, pero aquí la Ley
rabínica introdujo una novedad sensacional: también podía
heredar la hermana del difunto, en caso de no existir ningún otro
heredero 4.

4 "La re g la p ara e l cu l to e s que se tra nsmi ta de va ró n en va ró n; la


regla para a herencia, que siga el culto. La hija no es apta para continuar la
religión paterna, pues se casa, y al casarse renuncia al culto del padre para
adoptar el del e sposo; no posee, pues, ningún titulo a la he rejía. Si un
padre deja sus bienes a la hija, a propiedad se separaría del culto, lo que es
inadmisible.
La hija ni siquiera podría cumplir el primer deber del heredero, que e s
co n tinu a r a se rie de las com ida s fú ne bres , pue sto que e s la los a n te -
pasados de su marido a quienes ofrece los sacrificios. La religión le prohíbe,
pues, heredar a su padre." — F. DE COULANGE: Obra citada, página 108.
La norma es la misma en la I ndia, como en Grecia y Roma. "Tras la
muerte del padre —dice el Código de Menú— que los hermanos se repartan
el patrimonio."
Pero el legislador recomienda a los herederos proporcionar una dote a
la hermana que no hereda.
E n t re l o s á ra b e s a s i tu a c i ó n e ra d i s t i n ta . S e g ú n e l C o rá n ( I V , 8 ) , los
hombres deben obtener una parte de los bienes dejados por sus padres,
madres y parientes. "Dios os ordena, en el reparto de vuestros bienes entre
vuestros hijos, que deis al varón la parte de dos hijas; si no hay más que
hijas, y en el caso de ser más de dos, han de obtener las dos terceras partes de
l o que e l p ad re de ja ; y si sól o ha y u na , re c ib i rá a m i tad. E l pad re y l a
madre del difunto obtendrá el sexto de lo que éste deje, si hubiere
dejado un vástago; y si no hubiese ninguno, y sus ascendientes heredasen, a
madre debe obtener un tercio; si hay hermanos, a madre heredará un se xto
de l re ma ne n te , s a ti s fe cha s las de uda s y e n tre gado s lo s le gado s . " (IV, 13).
"_ara vosotros, hombres, la mitad de lo que dejan vuestras esposas, si éstas
no tuvieran hijos; si los tuvieran, obtendrán el cuarto, después de los le gados
que hubie ren he cho, y del pago de sus deudas." (I V, 13). "Vuestras
esposas obtendrán e l cuarto de lo que dejaréis después de los legados que
habréis hecho, y pagadas las deudas, si no tenéis hijos; y si las tuvie rais,
le s corresponde rá e l octavo de la sucesión, de spués de los legados que
habréis hecho, y pagadas las deudas." (IV, 14). "Si un hombre hereda de un
pariente lejano, o de una parienta lejana, y tiene un hermano o una
he rmana, debe dar a cada uno e l sexto de la sucesión. Si son muchos
concurren por el tercio de a sucesión, pagados los legados y las deudas." (IV,
15). "Ellos te consultarán, y tú diles; Dios os instruye acerca
420 MATEO GOLDSTEIN

Para la Ley bíblica, el padre del difunto, ni el abuelo paterno,


heredan. En un pasaje del Libro Números 5 advertimos que si al-
guien moría sin dejar descendencia, los bienes debían pasar a los
hermanos del difunto. Aquí también la Ley rabínica vino a recti-
ficar una injusticia. El Tratado Babá Batrá 6 determina la regla
general a que debe ajustarse el derecho hereditario: si un individuo
tiene la prioridad sobre otro, sus hijos y sus nietos (hasta cien
generaciones) tienen también la prioridad sobre el otro. En con-
secuencia, si los hijos han muerto, la herencia pasa a los nietos; si no
hay descendientes, la herencia corresponde a los ascendientes,
remontándose hasta los patriarcas, si fuere necesario.
En el análisis que haremos sobre la institución de la primo-
genitura, evidenciaremos asimismo, la evolución del privilegio del
primer nacido que, en la premosaica se asemejaba extraordinaria-
mente al de las legislaciones paganas en sus caracteres absolutos y
que primero por obra y gracia del legislador bíblico y luego por
influencia del Derecho talmúdico convirtióse en una simple prefe-
rencia hereditaria.
En cuanto a la libertad para disponer de los bienes por acto de
última voluntad, es natural que también haya experimentado las
variaciones a que estuvieron sujetos todos los derechos en la legisla-
ción hebrea. La Ley de la Biblia ordenaba la disponibilidad de los
inmuebles en forma temporaria; para la disposición de los bienes
raíces debía encuadrarse en las leyes sobre las sucesiones. "Moisés
quiso que las familias caídas en la miseria y obligadas de vender
sus bienes pudieran levantarse recobrando de nuevo sus campos;
entonces estableció la ley según la cual nadie podía vender su campo
para siempre, mas el vendedor o sus herederos podían recobrar el
campo en el año de su Jubileo. Nadie podía desheredar sus hijos, ni
acordar por testamento a uno de sus hijos los derechos que la ley
sobre las sucesiones acordaba a otro hijo. La Escritura dice
expresamente que el padre no puede acordar al hijo cadete las dos

de los parientes lejanos, si un hombre muere sin hijos; y si éste tiene una
hermana, ésta obtendrá la mitad de lo que deje. También él será su here-
de ro , s i e l la no de j a h ijo a lgu no . Si h a y dos he rma na s , ob te nd rá n é s ta s
dos tercios de lo que el hombre ha y a dejado; y si deja hermanos y herma-
nas, el hijo tendrá la parte de dos hijas." (IV, 175).
Como se advierte, el derecho religioso musulmán admite la sucesión de la
mujer, como madre, hermana, hija, etcétera; en éste sentido cabe recon o c e r
q u e c o n s t i tu y e u n a n ti c i p o a l d e re c h o s u c e s o r i o d e l a é p o c a q u e advino
después de una prolongada evolución.
5 Números, capitulo XXVII, versículo 9.
6 Tratado Babá Batrá, Perek VIII.
DERECHO HEBREO 421

primeras partes que son debidas al primogénito 7 y el Talmud


extrae la conclusión muy justa de que la Ley bíblica prohíbe, con,
mayor razón, desheredar a los hijos, o privar a uno de los hijos
de su parte en la sucesión" 8.
La libertad de testar no era, pues, admitida por la Escritura.
En todo caso, se podía disponer de los bienes muebles, pero no de
los inmuebles. La Ley rabínica derogó la prohibición, autorizando
ampliamente a las personas para disponer de todo su patrimonio
por testamento.
Por último, conforme a la Ley bíblica, el marido hereda a la
mujer; el Talmud a través de una serie sutil de disquisiciones,
autoriza a la mujer para heredar en determinadas formas, a su
cónyuge premuerto.
El testamento traduce una honda evolución en el Derecho su-
cesorio antiguo. En efecto, siendo que el derecho a la herencia pro-
venía del culto doméstico y que la propiedad se vinculaba funda-
mentalmente con el culto, es obvio que la facultad de transmitir los
bienes, por muerte del titular, no debía estar supeditada a la vo-
luntad sino a la ley. Lo que hace que el hijo herede no es la vo-
luntad personal del padre. El padre no necesita hacer testamento: el
hijo hereda con pleno derecho, ipso jure heres existit, est heres
necessarius, según el Digesto 9. "El derecho de testar —anota F. de
Coulange— es decir, de disponer de los bienes tras la muerte, para
transferirlos a otro que no fuera el heredero natural, estaba en
oposición con las creencias religiosas, que eran el fundamento del
Derecho de propiedad y del Derecho de sucesión. Siendo la pro-
piedad inherente al culto, y siendo éste hereditario, ¿Se podía pensar
en el testamento?"
Y lo que era cierto para Grecia y Roma, también lo fue entre
los indos. Si la India no prohibió el testamento, como Grecia o la
Roma primitiva, fue sencillamente porque lo desconocía. En Roma
se autorizó esta forma de transmisión de los bienes sólo con pos-
teridad a la Ley de las Doce Tablas.
Pero la libertad de testar nunca fue amplia, ya que las forma-
lidades complicadas lo hicieron poco menos que impracticable.

2. — EL DERECHO DEL PRIMOGÉNITO. — Israel admitió, como la


India, el principio de la primogenitura; algunos autores asimilan la
institución al mayorazgo. Sin embargo, como veremos en el curso
del capítulo, la primogenitura solamente se vincula con el de-

7 Deuteronomio, capitulo XXI, versículos 16 y 17.


8 I.-M. RABiNOwicz: Legis. Civ. du Thalmud, Tratado Babá Batra.
9 Digesto, L. XXXVIII, tít. XVI, 14.
422 MATEO GOLDSTEIN

recho hereditario. En la vida del individuo el primogénito en nada


se distinguía y carece de todo privilegio que no sea extensivo a los
demás hijos 10.
¿Pero el primogénito del Derecho hebreo, era similar al pri-
mer nacido en la familia hindú? "El hermano mayor —en el De-
recho indo —a la muerte del padre, se torna sui juris, continúa
la persona de aquél, con todos sus derechos en toda la plenitud de
sus atribuciones, con lo que queremos decir, desde luego, que la
prole cae bajo su potestad, sin más excepción que la que emerge
de mala conducta notoria. De modo que, si el primogénito del ejem-
plo propuesto es hombre de bien, y nadie se encarga de probar lo
contrario, está facultado para ampararse en los principios de la
ley, negando a los demás causahabientes la participación de la he-
rencia. El, en cambio, debe mantener a la familia en el rango en
que su causante la mantuvo."
"Para hallar el porqué de la primogenitura tenemos que re-
cordar cuán arraigado estaba en la India el culto de los antepasa-
dos. A ellos se les adeudan las oblaciones fúnebres y no es cosa
que éstas cesen por la muerte del deudor. Es una deuda larga de
pagar; una obligación renovada por varias generaciones. Mejor
dicho, es una obligación perpetua; porque extinguida para con un
antepasado, no lo está para con los otros. Siempre, así, hará falta
un hijo: un hijo que asegure en lo futuro el perenne oficio de los
muertos. Calcúlese, entonces, con qué regocijo es saludado en los
lares paternos, el hijo bien venido, el hijo del deber, como le llaman
los sabios. ¿Qué mucho, en tal virtud, que sean para el salvador
todas las prerrogativas?" 11.
La religión sentó las bases de la muy antigua institución, re-
velada entre algunos pueblos del Oriente, de donde habría de trans-
fundirse al Occidente, de la primogenitura. "El primogénito —de-

10 El mayo razg o admitido aú n po r cie rtas le gis la cio ne s mode rn as ,


consiste en el derecho conferido al hijo mayor de heredar los bienes de su
padre, en forma exclusiva. Se distinguen dos clases de mayorazgo: de agna-
c ió n ar tif ic i al o ar tif ic io s a: e l co nju n to de b ie ne s vi ncu lados , p id ié ndose
en su fundación varonía, con la circunstancia de que extinguida la línea de
varón en varón, recaigan en el varón de la hembra más próxima, o cuya
descende ncia ve nga por menos hembras; de agn ac ión rigurosa: Aquel en
que la su ce sión se ve ri fica pre ci same n te de va ró n a va rón , po r lí ne a de
agnados. Aun hay otros tipos: de masculinidad: aquel en que suceden so-
lamente los varones, sean agnados o cognados. Regular: aquel en cuya su-
cesión son prefe ridos los varones a las hembras, y el mayor al menor en
cada línea; saltu ar io: aque l en que no se atie nde a grados ni a líneas de
parentesco, sino a buscar un sucesor que posea las cualidades o requisitos
se ñalados en la fundación. — Dicc. Nac. de la Lengua Español a, por don
RAMóN JOAQUÍN DOMÍNGUEZ (Madrid, 1866).

11 A. CAPDEVILA: Obra citada, página 79.


DERECHO HEBREO 423

cían los primitivos arios— ha sido engendrado para el cumplimiento


del deber respecto a los antepasados ; los otros han nacido del
amor."
En consecuencia, el primogénito tenía la obligación de conti-
nuar la tradición religiosa, de presidir el culto doméstico y de ofre-
cer las comidas fúnebres; de estos deberes surgió el derecho de
su herencia.
El Código de Manú establecía que el primogénito toma pose-
sión del patrimonio entero y los demás hermanos viven bajo su
autoridad, como vivían bajo la de su padre. Y la misma Ley india
agrega: "Que el primogénito sienta por sus hermanos menores el
amor de un padre por sus hijos y que éstos, a su vez, le respeten
como a un padre."
De manera pues que el primer nacido asumía la función casi
integral de su antepasado, no sólo en el orden religioso, sino en el
civil y también en el afectivo.
Pero debe decirse que los pueblos que admitían la primogeni-
tura a los fines sucesorios, lo hacían con exclusión de los demás
hijos y parientes: el primogénito heredaba todo.
¿Es esta la situación jurídica y legal del primer nacido, según la
Ley mosaica? El análisis se impone para afirmar que no. Si bien en
la era prebíblica y hasta la aparición de Moisés, el primogénito
gozaba de algunos derechos de los que se excluía a sus hermanos, el
legislador, enderezado a eliminar de la legislación todo principio de
desigualdad o todo privilegio basado en el nacimiento, procuró
restringir también los atributos de la primogenitura que pasaron a
ser de simple carácter sucesorio. Esta tendencia se encuentra ya en
el Pentateuco; en efecto, el Deuteronomio se refiere al primo-
génito, en el capitulo I. donde se dice: Cuando un hombre tuviere
dos mujeres, la una amada y la otra aborrecida, y la amada y la
aborrecida le parieron hijos, y el hijo primogénito fuere de la
aborrecida;... Será que, el día que hiciere heredar a sus hijos lo
que tuviere, no podrá dar el derecho de primogenitura a los hijos
de la amada en preferencia al hijo de la aborrecida, que es el pri-
mogénito;... Mas el hijo de la aborrecida reconocerá por primo-
génito, para darle dos tantos de todo lo que hallare que tiene; por-
que aquel es el principio de su fuerza, el derecho de la primogeni-
tura es suyo 12
¿De dónde proviene esta diferenciación en el seno de la fami-
lia? Evidentemente es anterior a Moisés. Fue copiada de los países
paganos que establecieron para el primer nacido privilegios extra-
ordinarios, originados sin duda en principios religiosos y de casta.

12 Deuteronomio, capitulo XXI, versículos 15-17.


424 MATEO GOLDSTEIN

Esaú, hijo de Isaac, seguramente perdió en el trueque con su her-


mano Jacob algo más que el consabido plato de lentejas... La
primogenitura admitida en la Biblia significaba durante la época
premosaica, un sinnúmero de ventajas y privilegios... Según la
Ley premosaica, todo jefe de familia tenía el derecho de ejercer
las funciones sacerdotales y después de su muerte era el hijo pri-
mer nacido quien le reemplazaba en ese derecho; pero carecía de
él en vida del padre; tomaba el sacerdocio en la sucesión de su
padre. Moisés acordó primeramente el privilegio del sacerdocio a
los primeros nacidos en vida de sus padres. Esto resulta del pasa-
je: Porque mío es todo primogénito en los hijos de Israel, así de
hombres como de animales; desde el día que yo herí todo primo-
génito en la tierra de Egipto, los santifiqué para mi. La soberanía
absoluta que el padre ejerció sobre la familia, en los tiempos pre-
bíblicos, pasó al primogénito. Pero promulgada la Ley mosaica, el
primogénito dejó de tener atributos sobre los hermanos menores,
puesto que el padre mismo no lo tuvo ya sobre los mayores. Mu-
chos siglos después de Moisés hallamos que el primogénito tenía
el derecho de suceder al padre en ciertas dignidades 13 . Pero mer-
ced a la modificación introducida por el gran legislador, poco a
poco y paulatinamente, el derecho de la primogenitura se convirtió
en el simple privilegio de heredar el doble en la sucesión del padre.
"Por otra parte —afirma el doctor Rabinowicz— nos encon-
tramos con que los antiguos hebreos, la nación democrática por
excelencia, la nación que jamás ha reconocido castas (porque los
sacerdotes y los levitas no gozaban de ningún Derecho civil o po-
lítico especial), que jamás ha ligado ningún privilegio civil o polí-
tico al azar del nacimiento, estos hebreos, digo, han rehusado con
mucha frecuencia los privilegios del primogénito, aunque estos pri-
vilegios hayan sido reconocidos por todas las naciones de la tierra y
consagrados por la tradición de siglos" 14.
Lo que ya fue restringido por la Ley mosaica, sufrió nuevos
limitaciones en la Ley talmúdica: mientras la Biblia reconoció

13 II Crónicas, capitulo XXI, versículo 3.


14 Pese a que la legislación mosaica, y posteriormente, la talmúdica,
establecieron como norma invariable —destaca un autor— a igualdad de
derechos hereditarios para todos los sucesores de una sola línea, la Biblia
nos demuestra que Abraham designó a Isaac en calidad de heredero único
(Génesis, capitulo XXV, versículo 5). Es probable que tal situación se base
en alguna Ley babilónica. Esto surge de un precepto del Código de Hammu-
rabí que autoriza al padre a ceder, en vida, a cualquiera de sus hijos, una
parte de su patrimonio, o a dejársela por testamento (Art. 171 a). Los bie-
nes cedidos eran la única herencia del hijo; el resto pasaba a poder de los
demás herederos.
DERECHO HEBREO 425

al primer nacido el derecho de tomar dos partes de la sucesión pa-


terna, el Talmud redujo este privilegio sólo a los bienes que el di-
funto tenía en su posesión antes del fallecimiento. Todo lo que
surgió con posterioridad, debía ser distribuido entre todos los her-
manos por partes iguales. Así, por ejemplo: si un deudor del padre
hacía cancelación de la deuda después del fallecimiento del acree-
dor, el importe ingresado debía ser repartido en forma igualitaria.
Si el abuelo falleció después que el padre y deja bienes hacia los
cuales los nietos tienen vocación hereditaria, o si el padre ha dejado
viñas y estas producen vinos, etcétera, la partición se hacía en igual
forma. En cuanto a los bienes dejados por la madre, conforme a la
Ley rabínica, el primogénito hereda en la misma forma que los
demás hermanos.

3. — DE LAS SUCESIONES AB INTESTATO. — Ya


h e m o s mencionado las reglas sentadas por el texto bíblico para
las sucesiones. Diversos preceptos del Libro de Números 15
establecen el orden hereditario, según el cual el derecho
pertenecía, en primer lugar, a los hijos varones; en su defecto, a
las hijas; a falta de éstas, a los hermanos del difunto; y si estos
hubiesen muerto o no, hubiesen existido, a los tíos paternos. En
caso de que no quedara ninguno de estos parientes, eran llamados a
la herencia los parientes más cercanos de su linaje, para decirlo con
las propias palabras de la Biblia.
Conforme a la opinión de los historiadores, estas normas no
existían antes de la llegada de Moisés. En efecto, atento a un pa-
saje de la Escritura 16 , Sara, esposa de Abraham, aconsejó a éste
que repudiase a su otra mujer, Agar, para que el hijo de ésta,
Ismael, no heredase y los bienes pasaran a Isaac, a quien Abraham
dió cuanto tenía (versículo 5). En otro pasaje bíblico 17 advertimos
que Israel, padre de José, díjole antes de morir: Y yo te he dado a
ti una parte sobre tus hermanos, la cual tomé yo de mano del
Amorreho con mi espada y mi arco. Esto significa que Israel le
benefició con respecto a los demás herederos.
Establece asimismo la Ley bíblica el derecho de la primoge-
nitura, según el cual corresponde asignar al primer nacido una
porción doble en todo lo que posee (el difunto), por la razón de
que es el primogénito y le corresponde el derecho de mayoría 18.
Pero, según ya lo hemos señalado, este privilegio no corres-

15 Números, capítulo XXVII, versículos 8 a 11.


16 Génesis, capítulo XXI, versículo 10.
17 Génesis, capítulo XLVIII, versículo 22.
18 Deuteronomio, capítulo XXI, versículos 15 a 17.
426 MATEO GOLDSTEIN

pondió al primogénito en la herencia de la madre, y Moisés innovó


estableciendo que sólo debía corresponderle el doble de la herencia
paterna, en los bienes que poseyese el antecesor, antes de su falle-
cimiento; no los que ingresaren con posterioridad. De modo que
cuando los bienes del padre pasaban al abuelo, el primogénito no
tenía derecho de reclamar, por fallecimiento de éste, aquellos be-
neficios o aumentos que podría tener si la herencia hubiera pasado
directamente de su padre a él.
Conforme a los mismos textos y a los usos para lograr las
ventajas de la primogenitura, no era bastante el hecho de ser hijo
mayor de todos los que quedaban al fallecimiento del progenitor,
sino que era indispensable ser el primero de los nacidos del matri-
monio; el hijo póstumo perdía irremisiblemente este derecho. Las
mujeres carecían del privilegio de la primogenitura, pero cuando
eran llamadas a heredar, se dividía la herencia entre ellas en partes
iguales.
Si eran excluidas por los hermanos, gozaban del derecho de
ser alimentadas de los bienes paternos y de la dote en caso de tener
que casarse. (Les correspondía, en tal concepto, con carácter de
preferencia, la décima parte de los bienes dejados por el padre.)
Cuando los hijos con vocación hereditaria eran todos mayores de
edad, poseían la herencia en comunidad; pero si unos eran mayores y
otros menores, se hacía la partición y se les adjudicaba la cuota
correspondiente. Según Seldeno 1 9 , los eunucos y hermafroditas
gozaban de derecho a la herencia, pero se les asignaba una parte
más pequeña que a los demás herederos; las bastardos heredaban
en calidad de hijos legítimos, siempre que la madre no hubiere sido
idólatra ni esclava. Los hijos naturales obtenían una parte de la
herencia, igual que si fueran legítimos.
"Cuando los hijos varones eran llamados a la sucesión con
exclusión de las hembras, no sólo sucedían ellos sino que pasaba
la herencia a todos sus descendientes, del mismo modo que cuando
sucedían las hijas con exclusión de sus hermanos; porque es regla
general y constante que aquel que es preferido en una sucesión,
transmite a sus herederos y descendientes aquel mismo derecho que
se radicó en él, excluyendo siempre a todos los demás que no te-
nían derecho a la herencia sino en defecto del primero. No obstante,
si una madre, después de haber tenido un hijo, su heredero natural,
sobrevive a éste que muere sin sucesión, la herencia de la madre
después de su fallecimiento no va a los parientes de parte del
padre, sino a los parientes de parte del padre de la madre; pero si el
hijo sobreviviese a la madre, aunque sea por corto tiempo,

19 SELDENO :De Sucesión, capitulo III.


DERECHO HEBREO 427

entonces de cualquiera edad que sea, sucede él y transmite después la


herencia a sus herederos. Los bienes de la madre o son dotales y
parafernales; estos pertenecen a todos los hijos varones, de cual-
quier matrimonio que sean, a diferencia de los primeros, que tocan y
son propios de los hijos varones de aquel marido que dió la
dote" 20.
En cuanto a los ascendientes y colaterales, el principio general
era de que se les llamaba a la herencia solamente a falta de des-
cendientes. Si no quedaba ninguno de éstos, los bienes pertenecían
al padre del difunto; si éste había muerto, pasaban al abuelo pa-
terno. Si el padre moría primero y después fallecía el hijo sin
dejar descendencia, sucedían los colaterales. El padre sucedía en
los bienes adventicios del hijo, en caso de sobrevivirle, puesto que
si aquel moría antes, sucedían todos los parientes paternos por de-
recho propio o por representación.
La sucesión colateral en Grecia y Roma se regía por los mis-
mos principios. Según la Ley helénica, si un hombre moría sin
dejar hijos, debía heredarlo su hermano, siempre que fuere con-
sanguíneo; en su defecto, cabía el derecho sucesorio al hijo del
hermano, pues la sucesión pasa siempre a los varones y a sus des-
cendientes. Esta era también la regla en la India, según la Ley
de Manú.
Según las Doce Tablas, si un hombre moría sin dejar here-
dero inmediato, la sucesión correspondía al agnado más próximo.
El antiguo Derecho romano prescribía que el sobrino heredaba del
patruus es decir, del hermano del padre, y no del avunculus, es
decir, del hermano de la madre. Pero siempre se concedía prefe-
rencia a la posteridad masculina, con exclusión del parentesco ori-
ginado en las mujeres.
Gabriel Tarde, contestando la teoría acerca de que el ré-
gimen sucesorio consagrado por los antiguos usos de la huma-
nidad, habría sido en todas partes el mismo, atravesando asimismo
por fases invariables, destaca ciertas características que en efecto
demuestran similitud entre las legislaciones de pueblos muy distan-
tes entre sí. "Bien veo que —dice—, en general, las hijas son ex-
cluidas de él (del régimen sucesorio), así como los ascendientes
—y que quien pueda concilie con el matriarcado la primera de estas
dos conclusiones— pero veo también el Derecho naciente, en di-
versos pueblos, vacilar entre la sucesión colateral y la sucesión di-
recta. Cuando un hombre muere, no sabe bien de cierto si será su
hermano o su hijo quien lo suceda. Y ¿Cómo sale de esta perple-

20 PASTORET: Obra citada, páginas 216 y 217.


428 MATEO GOLDSTEIN

jidad? ¿Ocurre siempre que el derecho del descendiente sea pre-


ferido por fin al del hermano? No. En Arabia, entre los aztecas,
es el colateral quien triunfa."
"En nuestros días aún —dice Viollet 2 1 — en Turquía, como
antes en Kiev, el sultán tiene por sucesor no a su hijo, sino a su
hermano o a su tío. El río de la evolución tiene, pues, sus deltas,
sus bifurcaciones fortuitas."
La réplica de Tarde 2 2 a la teoría de la unidad de origen, a la
que acaba de referirse, se halla confirmada por hechos históricos.
Frecuentemente, al revés de lo que se observa generalmente, las
mujeres son excluidas de la sucesión, después de haber sido admi-
tidas. Los kabilas de Argelia ; en el siglo último, abolieron el dere-
cho de sucesión de las mujeres, establecidas por el Corán, volviendo
así —dice Darestem— "A la antigua costumbre que no da a la
mujer más que los alimentos".
¿Cómo explicar, sin embargo, ciertas reglas rígidas, ciertas
formas comunes de establecer el derecho sucesorio entre los pue-
blos antiguos? Creemos que la explicación más aceptable es la de
que en el mundo antiguo el sentido de la organización solidaria del
clan estaba muy arraigado y a medida que se hacía más frecuente
el contacto de los pueblos entre sí, la imitación y a veces el plagio,
hicieron el resto. De este modo triunfa la teoría de adaptación que el
sociólogo francés desarrolló magistralmente.

4. — EL DERECHO SUCESOR ENTRE ASCENDIENTES Y


CONYUGES. — Según hemos visto, al estudiar el régimen de la leviración
—interesante institución que hallamos ya en la India— el leviro, esto
es, el hermano del difunto que contrae nupcias con su cuñada,
hereda todos los bienes del extinto.
El derecho sucesorio del cónyuge sobreviviente estaba asegu-

21 VIOLLEt: Histoire des Institutions Pol.


22 G. TARDE: Obra citada, página 160 y siguientes.
La regla general de la Ley de las Doce Tablas era de que la herencia de
los intestados pertenece en primer término a los herederos suyos (heredes fueran
aqu e l lo s que a l a mue rte d e l au to r d e la s u ce sió n se h a lab a n bajo su
potestad, como e l hijo, la hija, e l nie to o la nie ta habidos de un hijo; el
biznieto o la biznieta habidos de un nieto, que él mismo había sido de un
hijo, e tcéte ra). La here ncia se les disce rnía de ple no de recho, aun sin
sabe rlo. Cuando existía un hijo o una hija —se lee en a I nstituta de
Justiniano— con un nieto o una nieta habidos de otro hijo, son llamados
juntamente a la herencia del abuelo, y el más próximo en grado no excluye al
más remoto.
Si no existían ningún he redero suyo, ni ninguno de los llamados por
e l p re to r o por l a con s ti tu ció n a la c la se de he re de ros su yos , se gú n las
Doce Tabas, la herencia correspondía al agnado más próximo.
DERECHO HEBREO 429

rado por la ley: el marido sucedía a la mujer y transmitía a sus


herederos esta sucesión juntamente con los demás bienes de su pa-
trimonio. Pero la mujer no sucedió al marido premuerto sino des-
pués de una larga elaboración promovida por los doctores rabíni-
cos y condicionada a ciertas circunstancias. Más, la mujer podía
siempre obtener todo el patrimonio por vía de donación.
En el Tratado Ketubót 2 3 encontramos algunas normas rela-
cionadas con el derecho sucesorio de los cónyuges.
Si un hombre casado con dos mujeres ha muerto, y las dos
mujeres reclaman sus ketubá, la primera pasa antes de la segunda,
lo mismo los herederos de la primera pasan antes de los herederos
de la segunda. Si él ha desposado una mujer que ha muerto cuando
él vivía, y después que él ha casado con otra que lo sobrevivió, la
segunda mujer y sus herederos pasan antes de los herederos de la
primera mujer.
La Guemará explica esto: De ahí resulta que la ketubá benin
dikerin (es la ketubá de los hijos varones), no se paga de los bie-
nes vendidos por el padre, los hijos que la reclaman de la parte de
su madre no son considerados como acreedores de su padre; ellos
son simplemente herederos, y no pueden tomar más que los bienes
que permanecen libres, y no los bienes que su padre ha vendido o
pignorado; porque si la ketubá benin dikeriu era considerada como
una deuda, y la mujer a la cual se la ha dado como la acreedora
de su marido, la primera mujer del difunto sería la acreedora de
su marido. Como su crédito es de fecha anterior a la de la segunda
mujer, ella tendría el derecho de hacerse pagar de los bienes hipo-
tecados a la segunda mujer, cuyo crédito es de una fecha posterior.
En otros términos, serían los hijos de la primera mujer quienes
pasarán con la segunda mujer o sus herederos. Luego la Mishná dice
lo contrario, es la segunda mujer sus herederos que pasan antes
de los herederos de la primera mujer, porque la segunda mujer que
ha sobrevivido a su marido y tiene, por consiguiente, derecho a
reclamar la ketubá ordinaria de doscientos zuzes, es un verdadero
acreedor; mientras que la primera mujer que murió en vida del
marido, no es considerada como acreedora del marido.
En el mismo lugar encontramos otras hipótesis y sus corres-
pondientes soluciones: Un individuo ha muerto y ha dejado un de-
pósito o una deuda a recibir de alguno: esta deuda o este depósito
es reclamado por los acreedores, por la viuda para su ketubá, y
por un acreedor del difunto. ¿A quién debe dársele? Rabí Triphon
dice que se debe darlo al más desdichado. Rabí Akiba dice que la

23 Tratado Ketubót, Perek X.


430 MATEO GOLDSTEIN

piedad no debe prevalecer sobre la justicia; se le dará, entonces, a


los herederos cuyo derecho es incuestionable, mientras que la viuda y
el acreedor tienen necesidad de prestar juramento para establecer
su derecho. Si en lugar de un depósito o de una deuda a recibir,
el difunto ha dejado productos cosechados, permanecerán en las
manos de quienes se ha apoderado de ellos el primero. Porque —
dice Raschi— si el heredero se ha apoderado, la viuda ni el
acreedor no pueden hacerse pagar del mobiliario; si la viuda o el
acreedor se han apoderado, ellos tienen el derecho de guardarlo,
según rabí Triphon. Si la viuda o el acreedor se han apoderado de
estos productos, cuyo valor excede la suma que cada uno reclama,
¿A quién debe darse el excedente? Rabí Triphon dice que se le
dará al más desdichado, y rabí Akiba dice que se les dé a los he-
rederos. ¿Quién es el más desdichado, a que se refiere rabí Tri-
phon? Es aquel cuyos derechos son de fecha más reciente, porque él
no podrá hacerse pagar con los bienes que el difunto ha vendido
antes de esa fecha.
Un hombre ha desposado dos mujeres, que han muerto ambas en
vida del marido, y éste ha muerto después de ellas, y cada uno de
los hijos reclama la ketubá (la ketubá benin dikerin) de su madre;
si no hay en la herencia más que el valor exacto para pagar las
dos ketubá, su reclamación no es admitida, y todos los hijos
parten entre ellos la herencia por partes iguales. Pero si después de
haber pagado las dos ketubá, resta todavía el valor de un denar a ser
dividido entre todos los hermanos por partes iguales, cada uno de los
hijos puede reclamar la ketubá de su madre. Si en el primer caso en
que la herencia no abarca más que el valor de las dos ketubá, el
hijo de la mujer que tenía la más considerable, para conservar su
derecho a reclamar la ketubá de su madre, dice que el estima el
valor del terreno de la herencia a un valor más considerable, de
manera que después de haber pagado las dos ketubá, restaría
todavía un denar a partirse entre los hermanos por partes
iguales, su pretensión no es admitida, y es necesario estimar la he-
rencia en el tribunal por hombres desinteresados. Si los bienes de
la herencia de su padre no alcanzan más que el valor de las dos
ketubá, pero si espera otra herencia, por ejemplo, la del abuelo,
que morirá después de su hijo, y en que los bienes serán divididos
por partes iguales entre los nietos, ésta herencia a venir no da
derecho a la ketubá benin dikerin, como la que ya existe.
Un hombre ha desposado tres mujeres, en que la una tenía
una ketubá de cien zuzes, la otra de doscientos zuzes, y la tercera
de trescientos; él ha muerto, no habiendo dejado más que cien
zuzes. En ese caso todas las mujeres se parten las cien zuzes en
partes iguales.
DERECHO HEBREO 431

Raschi agrega que si se trata de un caso en que las tres ketubá


son del mismo día; de otro modo, la que es primera en orden de
fecha, pasará antes que las otras.
Si el difunto ha dejado doscientos zuzes, la que tenía una ke-
tubá de cien zuzes toma cincuenta, y las otras dos toman cada una
setenta y cinco; si hay trescientos, la que tiene una ketubá de
cien, toma cincuenta; la que tiene una ketubá de doscientos, toma
cien, y la última toma ciento cincuenta.
Es igual que tres socios en un comercio, donde cada uno —dice
Raschi— toma su parte del provecho o de la pérdida, según la can-
tidad de dinero que ha puesto en el comercio.
Conforme al testimonio de la Biblia, el Estado se convertía en
sucesor de los bienes de algunas personas que habían incurrido en
crímenes de Estado o de lesa majestad. Los bienes de los pro-
sélitos (de justicia), que morían sin descendencia, pertenecían al
primero que de ellos se apropiase. Los bienes de una extranjera o
de un idólatra se hallaban en la misma situación. La modificación
en el orden sucesorio y la desheredación estaban prohibidas estric-
tamente.
El Talmud amplió los preceptos sobre el derecho a suceder
acordado por la Escritura, y modificó, en espíritu, ya que no en la
letra, algunos de los aspectos que no se avenían con la evolución
natural de las costumbres y la doctrina de los doctores de la ley.
En el Tratado Babá Batrá 24 hallamos una Mishná (fol. 108)
que establece cuatro categorías de parientes, desde el punto de vista
hereditario, los que son:
1º C ATEGORÍA : Los parientes de un individuo que lo heredan y
quien los hereda también, si mueren antes de él; ellos son: los
hijos del padre que lo heredan, y el que a su vez los hereda, si ellos
mueren con anterioridad (no dejando hijos). Los hermanos de un
solo padre se heredan entre sí (si el padre ha muerto y ellos no
dejan hijos).
2º C ATEGORÍA : Los parientes de un individuo que lo hereda, si
ha muerto, pero cuyo individuo no los hereda; ellos son: el hijo de
la madre que la hereda, pero ella no lo hereda (porque son los
parientes paternos quienes son sus herederos) ; el marido hereda a
su mujer, pero ella no lo hereda ; el hijo de la hermana de un
individuo lo hereda (porque la hermana hereda al hermano, y los
hijos heredan los derechos de la madre), pero él no hereda al hijo
de su hermana (porque su hermana no hereda a su hijo).
3º C ATEGORÍA : Los parientes de un individuo que no lo here-

24 Tratado Babá Batrá, Perek VIII.


432 MATEO GOLDSTEIN

dan, pero el individuo sí hereda; ellos son: la madre tocante a su


hijo; ella no lo hereda, pero el hijo sí la hereda; la esposa tocante
al marido; ella no la hereda, pero él la hereda; el hermano de la
madre de un individuo; él no hereda a su sobrino, pero su sobrino sí
lo hereda.
4 º C ATEGORÍA : Los parientes de un individuo que no es here-
dado, y donde los otros tampoco heredan del individuo; ellos son: los
hermanos de una sola madre 25.
2 5 E n e l D e re c h o ro m a n o , p a ra e l c o n o c i m i e n to d e l a s u c e s i ó n ab
in te s ta to c a be d is tingu ir dos pe ríodos , e l de la Le y de as Doce Taba s y el
del Derecho pretoriano. Según las reglas de la Ley de las Doce Tabas, cabe
establecer tres órde nes de he rederos, que son: 19 Los sui heredes, los
descendientes legítimos, o adoptivos, colocados bajo la potestad directa del
causante, las mujeres in manu y los póstumos suyos. (Suceden todos sin
distinción de grado, y cuando el difunto deja un hijo y dos nietos nacidos
de otro hijo premuerto, los nietos no son excluidos por el hijo, pues
suceden e n sustitución de su padre .) 2o Agn ados: son los he rede ros que
s u c e de n e n c a s o d e n o e x i s ti r h e r e d e s s u i , e n c u y o c a s o d e be c o n c u r r i r
e l a g n a d o m á s p ró x i m o . ( S i h a y u n h e rm a n o y d o s s o b ri n o s n a c i d o s d e
otro hermano premuerto, el hermano sólo recoge la sucesión, pues los dos
sobrinos no pueden ocupar el lugar de su padre; si hay varios agnados en e l
m is mo g rado co ncu rre n y se hace a di s tribuc ió n pe r c ap ita. ) 3 9 G entiles:
en caso de inexistencia de herederos suyos y de agnados, la ley llamaba a
los gentiles, con análogos derechos.

E l D e re c h o p re to ri a n o i n t rod u j o o t ra s n o r m a s , p a ra l e l a s e n c i e r to
modo a la Ley de las Doce Tablas, pero más amplias y generosas que éstas. L a
te nde nc ia de in co rpo ra r a los cogn ad o s ( h e re d e ro s d e sa ng re ) , d e b i l itando
a preeminencia de la agnación, encuentra su mejor exteriorización en el
sistema del Derecho pretoriano. Este sistema se basa en el régimen
conocido bajo el nombre de la bonorum possessiones, y consiste en la suce-
s ió n p re to ri ana de l co nju n to de l p a tri mon io de l d i fu n to , El p re to r te n ía a
facultad de conceder el título de poseedor de a sucesión, aun fuera de todo
litigio, a quien se lo pidiera apoyándose sobre un testamento regular, o
probando que era el heredero más próximo ab in testato. Al comienzo la
bonorum possessiones confirmaba el Derecho civil, favoreciendo el éxito del
heredero y le permitía, cuando le era concedida, ponerse en posesión de los
bienes hereditarios, por medio de un edicto especial, llamado quorum bo-
norum, asegurándose de ésta manera, el papel más fácil de demandado. Más
tarde y en ausencia de herederos, el pretor concede a los cognados a bo-
norum possessio, completando de ésta manera el Derecho civil e impidiendo
q u e l a s u c e s i ón q u e d a se v a c a n te . E n f i n , a l p ri n c i p i o d e l I m pe r i o l l e gó
hasta corregir el Derecho civil, dando la bonorum possessio en presencia de
herederos a personas a las cuales la ley no reconocía ningún derecho. —
Conf. E. PETIT: Obra citada, página 609 y siguientes.

En la India no se conoció el testamento; en consecuencia la sucesión


obedecía solamente a las reglas civiles. Sólo los varones heredaban, pero
no en pro p orciones iguales. Corno es sabido, el primogénito además de una
parte igual a los demás herederos, tenía a su favor una reserva legal, igual al
vigésimo; el que le seguía en el orden de edad era dueño de una reserva del
cuadragésimo, y así sucesivamente. Las hijas no heredaban propiamente,
pero tenían derecho a una parte de los bienes de sus hermanos; era
DERECHO HEBREO 433

Interpretando la Mishná que acabamos de transcribir, dice el


Rashbam: Los parientes que, según la Mishná, heredan, no here-
dan sino en el caso de que no hay parientes más próximos que
ellos; ejemplo: el hermano hereda a su hermano muerto, si éste
último no ha dejado descendencia. La Mishná dice que la madre
no hereda a su hijo, ni los parientes del lado materno; si no hay
parientes más próximos del lado paterno y si la madre es también
pariente del lado paterno, ella puede heredar al hijo. Verbigracia:
Rubén ha casado con Sara, hija de su hermano Asher (sobrina
del cónyuge); de este matrimonio nació Naphtali, que ha fallecido
sin dejar hijos; la herencia de Naphtali pasa entonces a Rubén; si
Rubén ha fallecido, pasa a los hijos de Rubén, si Rubén no tiene
hijos, pasa a su hermano Asher, si Asher ha muerto y no ha dejado
más que a su única hija Sara, esta Sara heredará a su hijo.
Otra Mishná, del mismo Tratado, establece el orden de su-
cesión ab intestato. Dice la Mishná: Si un hombre muere sin de-
jar hijo, dareis su herencia a la hija; si no ha dejado hija, la daréis a
sus hermanos; si no hay hermanos, la daréis a los hermanos de su
padre 26 . La hija no hereda, si hay hijo; por ejemplo: si Jacob
muere y deja dos hijos: Rubén y la hija Dina, Rubén hereda solo; si
Rubén muere, sus bienes pasarán a los hijos o nietos de Rubén; si
Jacob no ha dejado hijos, sus bienes pasarán a Dina y Esaú, el
hermano de Jacob no hereda; si Dina muere, la herencia pasa a
los hijos y nietos de Dína; si Jacob no ha dejado hijos, la he-
rencia pasará a Esaú, su hermano; e Ismael, padre de Jacob, no
heredará; si Esaú muere, la herencia de Jacob pasará a los hijos y
nietos de Esaú, e Isinael no heredará. R EGLA GENERAL : si un in-
dividuo tiene la prioridad sobre otro, sus hijos y sus nietos (hasta

norma que cada hermano heredero le otorgase, a título de donación y como


dote, una cuarta parte de los bienes obtenidos en la sucesión. Se trata en
todo caso de hermanas solteras, pues las casadas no tenían acceso al pa-
trimonio de su difunto padre. La esposa contaba con su peculio propio y
todo cuanto había obtenido, por donación del cónyuge premuerto, o de sus
parientes consanguíneos.
Debe aclararse que de acuerdo al Derecho indo, según la casta a que
perteneciesen los herederos, tal había de ser a proporción en la distribu-
c i ó n d e l o s b i e n e s . S u d e re c h o s u c e s o r i o s e h a l l a b a p ro f u n d a m e n te i m -
pregnado de la desigualdad de categorías y de clases sociales que regía toda la
vida social.
En e l viejo Egipto —a estar a la opinión de DARESTE— "los hijos su-
cedían a sus padres, sin distinción de sexo, y, en general, por iguales pro-
porciones, salvo una mejora en favor del mayor. Pero esa me jora es real-
me nte una indemnización. Responde a que e l hijo mayor e stá encargado
de representar la sucesión en tanto que permanece indivisa, y de hacer la
partición entre todos los derechohabientes".
26 Números. Capitulo XXVII, versículos 8 y 10.
434 MATEO GOLDSTEIN

la centésima generación) tienen también la prioridad sobre el otro.


Si Rubén muere, su padre Jacob tiene la prioridad sobre sus hijos
(excepto —dice Rashbam— los hijos o los nietos de Rubén, quie-
nes tienen la prioridad sobre Jacob).
Otra Mishná (fol. 122) establece: La hija que no tiene her-
mano, tiene el mismo derecho que el hijo sobre la herencia de su
padre o sobre la de su madre; el hijo primogénito toma dos partes
en los bienes de su padre, pero no toma más que una en los de
su madre. Cuando el padre dejaba bienes a sus herederos, podía
llegarse a la situación que las hijas pueden reclamar su manuten-
ción de los bienes paternos 27 ; pero si la madre dejaba bienes, sus
hijas no podían esperar nada, habiendo quedado un hijo.
Ya hemos explicado, precedentemente, el pasaje talmúdico a
que nos referimos: previa la evolución jurídica promovida por los
doctores rabínicos, las mujeres llegaron a heredar, en ausencia de
los hijos varones, ya se trate de los bienes paternos como de los
maternos. El primogénito sólo tenía dos partes sobre los del padre,
siempre que se trate de bienes que estaban bajo la posesión del
difunto, a la fecha de su fallecimiento; no de los acrecidos, ni de
los intereses; con respecto a los bienes heredados de la madre, el
primogénito sólo tenía una parte, igual que los demás hermanos.
Las hijas, habiendo hermanos varones, podían reclamar alimentos y
la dote; en cuanto a ésta última, le correspondía un décimo del total
de la herencia.
Una Mishná dispone que si un individuo dice: Mi primer na-
cido no tomará dos partes o, bien, si dice: Tal de mis hijos no
heredará con sus hermanos, éstas palabras son nulas, porque son
contrarias a la ley escrita en el Pentateuco. Si un enfermo, sin-
tiéndose morir, ha hecho verbalmente la partición de sus bienes
entre sus hijos, acordando a uno más que al otro, o si entrega a
su primogénito la misma parte que a los otros hermanos, estas pa-
labras son válidas (porque se puede donar, dice el Raschbam 28, los
bienes a quien se quiere); pero si ha dicho que los da como heren-
cia, sus palabras son nulas. Si hace un acta poniendo al comienzo, o
en el medio, o al fin, la palabra mataná (donación), entonces su
distribución es válida.
La explicación de los preceptos de la Mishná está dada en la
invariabilidad de las disposiciones de la ley, por medio de la vo-
luntad de los individuos. La prohibición de modificar el orden de
los sucesores, era rigurosa. Ya se dejase dicho o se anotare en tes-

27 Tratado Ketubót.
28 R A S CH BA M , uno de los tres ilustres nietos del célebre Raschi, co-
mentarista de la Biblia; siendo los otros dos: Ribam y Rabenu Tarn.
DERECHO HEBREO 435

tamento, cualquier disposición de los bienes que no fuere a favor


de los herederos forzosos, era insanablemente nula. Pero "aunque
es verdad —dice Pastoret— que la institución de heredero en una
persona extraña, habiendo por otra parte herederos legítimos, se
hallaba prohibida por la ley, es igualmente cierto que al padre y a
cualquier otro le era permitida la donación, por cuyo medio era
muy fácil eludir la lev, enajenando los bienes, que en sustancia
venía a ser lo mismo que desheredar a quien tenía derecho legítimo a
la sucesión; bien que si el padre donase a uno de sus hijos, su
donación no producía otro efecto que darle la propiedad de la parte
que le correspondía, quedando constituido en el mismo hecho cura-
dor o administrador de las porciones de sus hermanos" 29.
Pero los abusos que se cometen contra la ley no significan
que la ley sea mala o injusta; es lo cierto que la Ley talmúdica, y
en cierto modo la Ley bíblica, procuraron asegurar que la vo-
luntad del individuo no despojare a quien tenía legítimo derecho
para mejorar la suerte de un igual mediante la entrega de una cuota
mayor en el haber hereditario. Una Mishná (fol. 130) expresa: Si
un enfermo, que tiene una hija y un hijo, dice: Tal individuo
heredará mis bienes; o si un enfermo, que tiene un hijo, dice:
Mi hija heredará mis bienes, sus palabras son nulas (a menos que
le dé los bienes a título de mataná, donación), porque hace una
disposición contraria a la ley escrita en el Pentateuco. Porque —
dice rabí Iojanán: Si el enfermo dice de un individuo que tiene
una parte en la herencia que éste individuo herede todos mis
bienes (con exclusión de todos los coherederos), sus palabras son
válidas; pero si ha dicho del individuo que no tiene ninguna parte
en la herencia, sus palabras son nulas.
Como se advierte, la Ley talmúdica sigue, en sus líneas gene-
rales, las reglas del Pentateuco, prohibiendo toda disposición de
voluntad que sea contraria a la Ley mosaica. La desheredación
está absolutamente prohibida, cualquiera sea el móvil o el motivo, y
todo aquello que signifique despojar a un heredero, es contrario a la
ley; si bien gozando de plena libertad para disponer del patrimonio,
el autor de la sucesión puede dejar, por donación, los bienes a
quien le plazca. Pero respecto de las donaciones que se hacían por
causa o recelo de muerte —hallándose enfermo de cuidado el jefe
de la familia— eran nulas, si comprendían la totalidad de los
bienes. Pero eran válidas, si el donante se reservaba alguna parte de
sus bienes, porque se presumía, en este caso, que no había perdido la
esperanza de recobrar la salud 30.

29 PASTORET: Obra citada, página 222.


30 En Roma, conforme al mandato de a Ley de as Doce Tabas, la
436 MATEO GOLDSTEIN

Ahora bien, el Talmud establece las normas que debían se-


guirse cuando un individuo pretendía asignarle a otro la calidad
de heredero per se, afirmando que tal o cual era su hijo, su her-
mano, etcétera. Dice la Mishná (fol. 134) al respecto: Si un indi-
viduo afirma: Tal hombre es mi hijo, es creído; si dice: Tal hombre
es mi hermano, no es creído, pero le dará una parte de su
herencia. Por ejemplo: Rubén y Simón son dos hermanos, que
heredan de Jacob tres campos; viene Lévy, que dice también ser hijo de
Jacob. Rubén dice que es, en efecto, su hermano, pero Simón lo
niega; en este caso Rubén no es creído para obligar a dar a Levy
la mitad de un campo, pero Rubén le dará la mitad del campo que ha
tomado por su parte y que pertenece a Levy. Si Levy muere
después de haber tomado la mitad del campo, esta mitad será recuperada
por Rubén. Si Levy adquiere otros bienes y muere en seguida, lo
hereda, porque Levy mismo ha declarado que es su hermano.
Otra Mishná prescribe: Si un individuo ha hecho de su campo
donación a uno de sus hijos, bajo la condición que tendrá el usu-
fructo hasta la muerte, puede cosechar los frutos y dárselos a quien
mejor le parezca; si ha dejado al morir frutos cosechados, estos
pertenecen a todos los herederos. Si un individuo deja al morir
hijos grandes y pequeños, estos pueden decir que no quieren que
los grandes se mantengan como ellos, de la caja común, porque la
manutención de los grandes es más costosa que la de los pequeños.
Los grandes, a su vez, pueden decir que no quieren que los pe-

voluntad del jefe de la familia era absoluta, con facultad de vida y muerta
sobre los hijos. Pe ro a fin de disminuir la potestad pate rna, se instituyo la
obligación del testador, cuando éste te nía hijos bajo su autoridad, ue
expresar en su testamento, de una manera clara y precisa, su voluntad de
desheredarlos. En caso contrario y en a hipótesis de que el padre dispu-
s ie ra po r te s tame n to de sus b ie ne s e n f avor de te rce ro s , s i n me n cio na r a
los hijos, el acto se consideraba insanablemente nulo.
En efecto, el Titulo XII de las Institutas de Justiniano, dispone bajo el
acápite De la desheredación de los hijos, que es preciso que el que tiene un
hijo bajo su potestad, tenga cuidado de instituirlo heredero o desheredarlo
nominalmente, porque si lo ha pasado en silencio, el testamento será nulo, y
de tal modo nulo, que si el hijo muriese antes de su padre, nadie podrá ser
heredero en virtud de este testamento. Y respondiendo a las líneas
formalistas y sacramentales, que caracterizan el Derecho romano, al
referirse a la forma en que debe hacerse la desheredación o institución del
heredero, dice el Código romano: "A desheredación se hace nominalmente
cuando se dice: Que mi hijo Ticio sea desheredado, o simplemente: Que mi
hijo sea desheredado", sin necesidad de agregar el nombre, siempre que no
hubiese otro hijo.
La misma ley establecía la obligación de instituir o desheredar expre-
samente a los hijos póstumos.
DERECHOS HEBREOS 437

queños se sustenten con ellos de la caja común, porque la manu-


tención de los pequeños es más costosa que la de los grandes. Si
los grandes contrajeron matrimonio a expensas de la herencia co-
mún, los pequeños se casarán también a costa de la caja común.
Si los grandes han contraído matrimonio antes de la muerte del
padre, los pequeños no pueden decir: nosotros tomaremos de la
caja común para casarnos el equivalente de lo que nuestro padre
os ha dado a vosotros; porque lo que el padre ha dado a uno de
sus hijos, no se toma en cuenta para la herencia. Es igual cuando el
padre no ha dejado hijos, sino hijas. Si ha dejado hijas grandes y
pequeñas, las pequeñas pueden rehusar a las grandes vestirse a
costa de la caja común y las grandes pueden rehusar a las peque-
ñas alimentarse de la caja común; se hará entonces la partición y
cada una vivirá de su parte. Si las grandes se han casado a expen-
sas de la herencia común, las pequeñas contraerán matrimonio tam-
bién a costa de la caja común; si las grandes se han casado antes
de la muerte del padre, las pequeñas no pueden decir: tomaremos de
la caja común para casarnos el equivalente de lo que nuestro
padre os ha dado. Se ve entonces que en el caso en que las hijas
son herederas (cuando no hay hijos), es semejante al caso en que
son los hijos los que heredan. Pero, sin embargo, existe una di-
ferencia: Si son hijos los que heredan, estos están obligados a dar la
manutención a las hijas, en virtud de la cláusula de la ketubá,
donde el marido ha escrito a su mujer: Las hijas que tendrás de
mí, serán alimentadas de mis bienes... Pero si las hijas son he-
rederas, esta cláusula de la ketubá no es aplicable.
La Ley talmúdica se esmera, según se ha visto, en establecer
un necesario equilibrio en la familia. Cuando todos los herederos
son mayores de edad, no existe inconveniente jurídico ni práctico
en que los bienes dejados por el autor de la sucesión se conserven,
indefinidamente, en forma de masa indivisa. Los problemas sobre-
vienen cuando hay mayores de edad y pequeños, ya se trate de
varones solos o de mujeres solas; en estos casos se autoriza a
cualquiera de ellos a reclamar la partición, para evitar abusos o
desconfianzas entre los hermanos. Cuando quedaban herederos ma-
yores y menores, los mayores ejercían la administración de los bie-
nes; para eludir los inconvenientes que pueden surgir de la admi-
nistración de bienes ajenos, la ley se preocupó de disponer la
partición de inmediato; así cada heredero, mayor o menor, podía
gozar y usar de su parte alícuota.
Según una Mishná del Tratado Babá Batrá 31 , si un individuo
deja al morir hijos e hijas, y ha dejado muchos bienes, o bienes

31 T r atado Bab á Be tr á, Perek I X.


438 MATEO GOLDSTEIN

suficientes, los hijos lo heredan y las hijas se nutrirán de esos


bienes (en virtud de la cláusula de la ketubá); si ha dejado
pocos bienes o bienes insuficientes, las hijas se nutrirán de esos
bienes, y no los hijos, aun cuando estuvieran obligados a mendigar
su pan.
Para aclarar el alcance de la Mishná, la Guemará explicó que al
referirse a bienes suficientes se quiere decir bienes para mante-
nerse durante doce meses; cuando se dicen muchos bienes, se debe
entender que los bienes deben ser suficientes para mantener a los
hijos y a las hijas hasta la segunda mayoría de éstas. Entiéndese
por pocos bienes los que no son suficientes para la manutención
durante este plazo.
Otra Mishná establece: Si un individuo ha dejado al morir
hijos grandes y pequeños, si los grandes han mejorado los bienes
de la herencia, las mejoras pertenecen a todos los herederos, por
igual, a los pequeños como a los grandes; si los grandes han di-
cho: He aquí lo que nuestro padre nos ha dejado, nosotros hemos
trabajado por nuestra cuenta, los beneficios de los trabajos les per-
tenecen. De igual modo, si la viuda (que es heredera, dice la Gue-
mará; ejemplo: Rubén ha desposado la hija de su hermano Si-
món: Simón ha muerto dejando varias hijas; Rubén ha muerto
sin dejar hijos; la viuda y sus hermanos heredan entonces a Ru-
bén), si la viuda, decimos, ha mejorado los bienes de la herencia,
las mejoras pertenecen a todos los herederos, a ella y a sus her-
manas. Pero si la viuda ha dicho: He aquí lo que mi marido me ha
dejado, yo voy a trabajar por mi cuenta, los beneficios del
trabajo le pertenecen.
El caso planteado corresponde al de aquellos herederos (ma-
yores) que no han efectuado trabajos personales, ni invertido su
dinero, sino que han efectuado mejoras en los bienes con dinero
de la herencia; en consecuencia, las mejoras corresponden a todos
por igual. Si las hubieran realizado con su trabajo personal y con
dinero propio (aunque forme parte de la herencia), es obvio que
las mejoras les pertenecen a ellos solos. La situación de la viuda
es análoga.
Prosigue la Mishná señalando que si uno de los hermanos
herederos que viven en común, no habiéndose hecho la partición de
bienes, ha sido tomado para el servicio del rey, los beneficios o las
pérdidas (según el Talmud Jerusalmi), son distribuidos entre los
hermanos. Si uno de estos hermanos se ha atraído (por su falta,
dice la Guemará) una enfermedad, sus hermanos no están obliga-
dos de contribuir a los gastos de su tratamiento. La Guemará hace
una interesante discriminación al respecto: Si uno de los hermanos
DERECHO HEBREO 439

que gozan de la comunidad de la herencia (pro-indivisión) ha sido


nombrado recaudador o guerrero y si este nombramiento no se debe a
su capacidad personal, sino a la costumbre de nombrar uno de los
miembros de determinadas familias, todos los hermanos se dividen
los beneficios ; pero si el nombramiento es debido a la capacidad
personal del designado, los beneficios le pertenecen solamente a él.
En cuanto a la enfermedad contraída por un hermano cuyo
tratamiento no es pagado de los bienes de la herencia, se trata,
según la Guemará, de una dolencia adquirida por culpa o falta
del paciente; de otro modo, los gastos de curación provenían de los
bienes comunes.
Una Mishná (fol. 146) del Tratado ya citado, dispone: Si
un enfermo da a un extranjero todos sus bienes con excepción de
un pequeño campo (si no ha dicho —agrega el Raschbam— que
lo ha hecho porque va a morir), la donación es válida. Pero si ha
dado todo sin dejar nada para sí, se puede anular la donación;
porque él puede decir: Yo he donado todos mis bienes porque
creí que iba a morir; puesto que yo he donado todo sin dejar
liada para mí.
La Guemará interpreta este pasaje como que en cada caso de-
ben apreciarse las circunstancias para determinar la validez de una
disposición total de los bienes. Refiriéndose a los requisitos para
la validez de las donaciones, ya se trate de un enfermo o de un
individuo plenamente sano, el Talmud registra contradictorias opi-
niones de los doctores. Según rabí Eleazar, el donatario no puede
adquirir los inmuebles sino por los medios ordinarios, es decir,
por dinero (precio, por el acta escrita o por la toma de posesión
hazaká) y los muebles no se adquieren sino por la meshiká. Los
otros doctores sostienen que en la distribución efectuada por un
enfermo al donatario no tiene necesidad de estos medios, debiendo
respetarse en todos los casos, la voluntad del donante.
El Talmud plantea numerosas situaciones hereditarias que son
resueltas de acuerdo con los principios generales y las opiniones
dominantes. La ejemplificación acompaña generalmente el caso
traído, a fin de orientar e ilustrar a la opinión de los encargados
de distribuir justicia. Así, por ejemplo, una Mishná (fol. 157)
establece: Una casa se ha derrumbado sobre Rubén y sobre su
p
adre Jacob o sobre su hermano Simón, que no tenía hijos y de
quien Rubén debía ser heredero. Jacob o Simón ha dejado bienes;
Rubén ha dejado deudas a pagar a un acreedor o una viuda que
reclama la ketubá. Los herederos de Jacob dicen que Rubén ha
muerto antes de su padre, en consecuencia él no ha heredado nada y
el acreedor de Rubén o su viuda carecen de derecho alguno sobre
440 MATEO GOLDSTEIN

los bienes de Jacob. El acreedor o la viuda dice que Jacob ha


muerto antes de Rubén, quien ha heredado a su padre. La Escuela de
Shamaï sostiene que en este caso se divide la herencia entre el
acreedor o la viuda de Rubén y los herederos de Jacob. La Escuela
de Hilel opina, contrariamente, afirmando que los bienes perte-
necen a los herederos de Jacob, cuyos derechos son ciertos, porque
ellos heredan a Jacob o a Rubén; mientras que los derechos del
acreedor o de la viuda son inciertos, puesto que ellos no tienen
valor más que si Jacob hubiera muerto el primero.
Otro caso traído por la Mishná (fol. 158) dispone: Una casa se
ha derrumbado sobre un hombre y sobre su mujer que no han
dejado hijos, pero la mujer ha dejado bienes y el derecho sobre
una ketubá. Los herederos del marido (sus hermanos) dicen: La
mujer ha muerto antes que el marido haya heredado los bienes
de ésta, por consiguiente, ellos heredan de su hermano los bienes
de su mujer. Los herederos de la mujer (su padre, etcétera) di-
cen: El marido ha muerto antes de la mujer que ha adquirido el
derecho a la ketubá y a sus bienes, por consiguiente, ellos heredan
de la mujer sus bienes y el derecho a la ketubá. La Escuela de
Shamai dice que todo debe ser dividido por partes iguales entre
los herederos del marido y los de la mujer. La Escuela de Hilel
sostiene que los bienes de la mujer deben ser considerados como
pertenecientes a los que los han poseído; la ketubá pertenece a los
herederos del marido, es decir, que los herederos de la mujer no
pueden reclamarlos, ni pueden probar que la mujer era viuda; los
bienes melog de la mujer pertenecen a los herederos de ésta.
La Guemará aclara el sentido del precepto. Los bienes per-
tenecen a aquel que los ha poseído, significa, a los herederos del
marido, que podían disponer de ellos y venderlos, a la muerte del
cónyuge masculino.
Otra Mishná plantea el siguiente caso: Una casa se ha de-
rrumbado sobre un hombre y sobre su madre; la madre no tiene
hijo; y ella tiene bienes. El heredero de la madre (su hermano)
dice: El hijo ha muerto antes que la madre, en consecuencia, no la
hereda. Por esto yo debo heredar los bienes de la mujer que era
mi hermana. El heredero del hijo (si había un hermano del padre,
por ejemplo) dice: La madre ha muerto antes del hijo, el que ha
heredado de ella. Por consiguiente, yo heredo de mi hermano los
bienes de su madre. En este caso, las Escuelas de Shamaï y de Hilel
se pusieron de acuerdo en que los bienes debían dividirse entre el
heredero de la madre y los del hijo.
Una Mishná del mismo Tratado talmúdico 32 trae este caso:

32 Tratado Babá Batrá, Perek X.


DERECHO HEBREO 441

Dos hermanos han heredado de su padre una casa de baños o una


prensa; uno de los hermanos es pobre y el otro es rico. Si estos
objetos son para alquilar, ambos se parten los beneficios; pero si
no hay interesado, o el padre los ha construido para su propio
uso, el hermano rico puede hacer uso de la casa de baños para su
familia y para sus numerosos domésticos, y si su hermano se queja
de que él solo haga uso de la herencia común, él puede decirle:
Compra esclavo y has uso corno yo de la casa de baños, o compra
olivos y has uso como y o de la prensa; no es culpa mía que tu no
tengas medios para hacer uso de la herencia como yo.

5. —DISPOSICIÓN DE LOS BIENES POR TESTAMENTO.


— S e g ú n la Ley bíblica, los hebreos no podían disponer de sus
bienes, muebles o inmuebles, en forma ilimitada y perpetua. Ya
sabemos que todos los contratos, verbales y escritos, sobre
transacciones, asumían un carácter meramente temporario,
supeditados a un plazo determinado y fatal en que los compromisos
se deshacían y los bienes objeto de los mismos, se retrotraían al
propietario originario. En materia de sucesiones ningún acto tenía
validez absoluta si no se ajustaba a las leyes en vigor.
En consecuencia para los hebreos primitivos la libertad de
disponer de los bienes para después de la muerte del titular, era
desconocida. A lo sumo cabía disponer de los bienes muebles, ya
que ninguna disposición legal lo prohibía; en términos generales,
para los israelitas los objetos muebles carecían de valor de im-
portancia. Esto no ocurría con los inmuebles. La razón de esta di-
ferencia radica en que dado el carácter de pueblo agricultor que
asumió el de Israel, toda la riqueza patrimonial y las más impor-
tantes transacciones radicaban en la tierra, de la que se extraía el
fruto placentero.
De manera que en la época bíblica la disponibilidad de la pro-
piedad raíz post mortem era poco menos que ignorada, sino prohi-
bida por la ley en vigor. Debió sobrevenir una profunda transfor-
mación social en la vida de los hebreos para que cambiase la
mentalidad y la orientación jurídica en general. Un elemento nue-
vo, poderoso e inevitable sobrevino para cambiar totalmente el pa-
norama y este elemento, fue la caída de Jerusalén en manos del
invasor y la consiguiente dispersión de las tribus.
Habiendo desaparecido el factor territorial, habrían de esfu-
marse también numerosas instituciones que si tenían justificación
de vida en la organización estatal o nacional, carecían de toda ra-
zón en la diáspora. Y así, algunas modalidades del Derecho hebreo
desaparecieron; algunas hasta el día presente y otras probablemente
hasta la hora del retorno.
442 MATEO GOLDSTEIN

Si existía un motivo poderoso para inmovilizar la propiedad


inmueble en el seno de la tribu, con miras a asegurar la estabilidad
económica y política, éste motivo se desvaneció cuando los israe-
litas abandonaron la tierra que Dios les había señalado y el rigor
del precepto bíblico hubo de ceder su lugar a nuevas normas y
leves acomodadas a las perspectivas también nuevas de Israel. Así
nos hallamos con que la prohibición de disponer por testamento,
que estaba implícita en la Ley bíblica, fue reemplazada en el con-
cepto del Talmud y de los doctores rabínicos por una amplia li-
bertad de disponer como cada persona entendía. La Ley rabínica,
posterior a la dispersión había suprimido el Jubileo y, en conse-
cuencia, las transacciones sobre bienes raíces se hicieron irrevo-
cables.
Y merced a esta orientación se podía comprometer los bienes
raíces para después de la muerte sin restricciones, e incluso para
destinarlos a los extranjeros; la prohibición de desheredar convir-
tióse en un simple recuerdo del pasado; la igualdad hereditaria
en tre los parientes del mismo grado se transformó en un mito...
Los doctores rabínicos censuraban al padre que había desheredado al
hijo, pero no por eso desconocían la validez del testamento en que
aquel despojo era consumado. Y es justamente la Ley rabínica la
que, con el correr del tiempo, asignó a la práctica testamentaria
el carácter sagrado e inviolable que aun hoy conserva entre los
pueblos.
El Talmud es generoso en la previsión de normas para ase-
gurar la más amplia libertad de testar. De este modo introdujo
una auténtica moralización en la amplia disposición de los bienes
patrimoniales; ya no era necesario acudir a simulaciones ni a dis-
frazar los actos jurídicos, para dejar a quien se quisiera el fruto
del trabajo.
La Ley talmúdica involucra el testamento dentro de las suce-
siones, de manera que numerosos preceptos se aplican a la heren-
cia ab intestato y a la testamentaria. Pero existen algunas dispo-
siciones especialmente relacionadas con los testamentos, que me-
recen ser analizadas.
El Tratado Babá Batrá trae una Mishná que dice: Si un indi-
viduo ha muerto y se encuentra un testamento suyo, este docu-
mento no tiene ningún valor, y no da ningún derecho a la persona
que ha sido designada como beneficiaria. Pero si el causante sin-
tiéndose enfermo ha dicho a la persona: Cuanto tú recibas de mi
este documento, los bienes que están designados serán adquiridos
por ti, que la persona sea heredera o no, los bienes son adquiridos
por ella.
DERECHO HEBREO 443

La Guemará analiza el pasaje talmúdico y dice: Se lee en una


beraitá: ¿Qué es una diatheké, testamento? Es un acta en la cual
está escrita la fórmula da thehe laméka velihajoth, esto permanece
irrevocable después de mi muerte (es decir, que las palabras del
testamento son irrevocables y válidas por ellas mismas, sin haber
necesidad de ningún medio para validarlas).
Una Mishná (fol. 136) del y a citado libro expresa: Si un
hombre que goza de buena salud quiere hacer de sus bienes una
donación a sus hijos, con la condición de que ellos no tendrán el
usufructo sino después de su muerte, es necesario que escriba: "A
partir de hoy y después de mi muerte"; esto quiere decir, que el
capital les pertenece desde hoy, pero que no tendrán el usufructo
sino después de la muerte (si no escribe "a partir de hoy" escri-
biendo solamente: "Yo os hago donación de los bienes para que
ellos os pertenezcan después de mi muerte", la donación es nula,
porque no se puede —dice el Raschbam— hacer una donación para
después de la muerte); esta es la opinión de rabí Judá. Rabí José
dice que no es necesario escribir a partir de hoy 33 . Si un individuo
hace donación de sus bienes a su hijo, para que posea de inmediato el
capital y el usufructo después de la muerte de su padre, el padre
no puede venderlos, porque los bienes pertenecen al hijo (que es
propietario del capital); el hijo no puede venderlos porque están en
tenencia del padre (quien tiene el usufructo). Si el padre los ha
vendido, la venta es válida hasta su muerte; si el hijo los ha
vendido, el comprador no tiene derecho sobre los bienes sino des-
pués de la muerte del padre.
La Guemará trae la opinión de los doctores, refiriéndose a
los derechos que corresponden al hijo, que tiene el capital de los
bienes y los ha vendido en vida de su padre (quien tiene el usu-
fructo), y si el hijo ha muerto inmediatamente antes del padre, la
venta es nula, porque el hijo no ha poseído nunca los bienes, por
haber fallecido antes del progenitor; en vida de éste, teniendo el
usufructo, es el verdadero propietario. Otros doctores afirman
que la venta que de los bienes donados haya hecho el hijo, en vida
del padre, es válida, después de la muerte del padre, no admi-
tiendo de que se deba considerar al padre (quien tiene el usufructo)
como el verdadero propietario, como si tuviera el capital; es el
hijo, el verdadero propietario, aun en vida del padre.
Otra Mishná dispone: Si un individuo ha hecho donación de

33 La lógica de rabí José es ésta: Cuando se escribe la fecha del acta (o


testamento), se comprende que es para que la donación comience a partir
de hoy. Por lo que no corresponde hacer discriminaciones sobre si éste dato
figura o no en el testamento.
444 MATEO GOLDSTEIN

su campo a uno de sus hijos con la condición de que él tendrá el


usufructo hasta su muerte, él puede cosechar los frutos y donarlos a
quien le parezca; si ha dejado al morir frutos cosechados, estos
pertenecen a los herederos.
La Guemará interpreta que, según el pasaje talmúdico, si el
padre ha dejado productos no segados o frutos no cosechados,
estos pertenecen al hijo que ha recibido la donación y no a los
otros hijos.
A fin de determinar la naturaleza de un acto, si se trata de
un testamento o de una donación entre vivos, una Mishná esta-
blece cuál es la norma discriminatoria: Se presenta un acta en la
cual se encuentra que Rubén ha hecho donación de todos sus bie-
nes a Simón; en esta acta no se encuentra ni la fórmula de un
testamento, ni la de una donación entre vivos. Rubén dice que
estaba enfermo cuando ha hecho esta donación y que la hizo para
el caso de muerte, sin reservarse nada; por consiguiente, estando
sano, puede anular la donación. Simón dice, al contrario, que Ru-
bén no se hallaba del todo enfermo cuando hizo la donación y que,
por consiguiente, no puede anularla. En este caso. Rubén debe pro-
bar que estuvo enfermo; esta es la opinión de rabí Meyer. Los
otros doctores arguyen: es el que reclama alguna cosa, quien debe
apoyar el reclamo con pruebas.

6 . — E L T E S T A M E N T O E N R O M A . — U n a v e z q u e lo s
j u r i s consultos romanos admitieron el testamento, fundado en las
dis p osiciones de las Doce Tablas, lo rodearon de una serie de
formalidades y reglas. Desde luego, la libertad de testar se limitaba
a una parte de los bienes, no al patrimonio íntegro. El jefe de la
familia podía disponer en forma tal que no afectase el derecho de
los herederos naturales. El resto de sus bienes pasaba a los heredes
sui, y si ellos no existían, el testador designaba a un ciudadano
para que recogiese la familia después de su muerte, sometiendo
esta elección a la aprobación de los pontífices y de las curias. En
defecto de ésta designación, la Ley de las Doce Tablas atribuía
la familia a los agnados y a los gentiles del difunto.
De acuerdo con las reglas de las Doce Tablas los herederos ab
intestato sólo podía obtener la sucesión no habiendo herederos
testamentarios.
En cuanto a la forma, Roma reconoció dos tipos distintos de
testamentos: 1º El testamento calatis comitiis, en tiempos de paz, y
2 º El testamento in procinctu, en tiempos de guerra. En el primer
caso, el testamento se solemnizaba en presencia de los pontífices,
delante de los comicios, por curias especialmente convocadas
DERECHO HEBREO 445

a este efecto; en el segundo, el acto se formalizaba delante del


ejército equipado y bajo las armas.
Los inconvenientes emanados de éstas formas harto complejas,
fueron eludidos con la institución del testamento per œs et libram,
consistente en la mancipación de los bienes patrimoniales de fa-
milia a favor de un amigo, encargándole la ejecución de las libe-
ralidades que destinaba a otras personas; posteriormente se cono-
ció el denominado testamento per œs et libran perfeccionado que
eliminó los inconvenientes del anterior, comprendiendo dos opera-
ciones distintas: a) La mancipatio; el antiguo familia, emptor (la
persona a quién se dejaba el patrimonio con encargo de distribuir-
lo) manifestaba el propósito de adquirirlo en compra, no para
guardarlo sino a titulo de depósito y para prestarse a la confec-
ción del testamento; b) La nuncupatio, o declaración que hace el
testador, teniendo en la mano las tablillas, que contienen el nombre
del heredero y el conjunto de sus disposiciones testamentarias.
Pero no fue ésta la última forma testamentaria que conociera
Roma. Durante el Derecho pretoriano se simplificaron las forma-
lidades testamentarias y de la fusión de las reglas del Derecho pre-
toriano, y de la Ley civil surgió un nuevo tipo de testamento : el
testamento tripertitum: habiendo escrito el testador de antemano su
testamento sobre tablillas, reúne siete testigos, les presenta las
tablillas, cerradas en parte, si quiere guardar el secreto de sus dis-
posiciones; cada testigo, lo mismo que el testador, pone su sub-
scriptio debajo del testamento, cerrándose después las tablillas y
poniendo cada testigo su sello y escrjbiendo su nombre cerca del
sello. Esto debía cumplirse todo en un acto, uno contextu 34.
¿Quiénes gozaban en Roma de la capacidad de dejar una su-
cesión testamentaria? En principio, sólo los ciudadanos romanos,
estando excluídos los peregrinos, los latinos junionos, los dedicti-
cios, los esclavos, las mujeres ingenuas sui juris, los hijos de fa-
milia, las mujeres in manu, los impúberos (porque carecen de jui-
cio), los locos (porque carecen de razón), los pródigos a quienes
se les haya quitado la administración de sus bienes, los ciegos, los
sordomudos y los cautivos mientras dura su cautividad.

34 E. PETIT: Obra citada, página 520 y siguientes.


CAPÍTULO XXV

DE LOS JURAMENTOS

S U M A RI O : 1 . Imp o r tan c i a c o n c e d id a al j u r ame n to . — 2 . M o d o d e p r e s tar s e


e l j u r a m e n to . — 3 . C a s o s e n q u e d e b í a p r e s t ar s e j u r a m e n to . — 4.
Importancia asignada al juramento.

1. —IMPORTANCIA CONCEDIDA AL JURAMENTO. — Una legis-


lación que se funda sobre la ética y la moral; que procura afirmar la
regla de la justicia por sobre todas las cosas; que fomenta y
estimula los sentimientos de la solidaridad entre los individuos,
sean o no del mismo credo, o del mismo país, debía asignarle real
trascendencia a los votos y a los juramentos.
El juramento es una prueba exclusivamente moral, prueba por sí
sola, sin auxiliares y presupone la existencia de una confianza
colectiva sobre la veracidad y el honor de los individuos. Mien-
tras existió el temor a Dios y la sujeción a las voces interiores
de la conciencia, el juramento pudo adquirir caracteres de una
verdadera prueba. Y es por esto que, a medida que los vínculos
religiosos se fueron haciendo cada día más débiles, la humanidad
fue abandonando también el respeto por los juramentos; ya que
incluso es admisible adulterar o alterar la verdad, ante el tribu-
nal, afirmando lo que es falso y falseando lo que es verdadero...
La Ley talmúdica asigna especial importancia al juramento.
En efecto, conforme a una norma del Tratado Shevuót (fol. 38),
se establece: El tribunal obliga al demandado a prestar juramento, si
éste ha reconocido adeudar una parte de lo que su adversario
reclama. A los fines de la validez del juramento, agrega el mismo
texto, la reclamación debe tener al menos un valor de dos maot
(piezas de moneda de plata), y el que debe declarar el valor de
por lo menos una perutá (la más pequeña unidad de moneda de
cuero). Si el demandante reclama una cosa y la confesión del
demandado versa sobre otra, el demandado no está obligado a pres-
448 MATEO GOLDSTEIN

tar juramento. Verbigracia: Si el demandante reclama dinero co-


rrespondiente a dos maot, y el demandado confiesa adeudar dinero
correspondiente a una perutá de cuero, no debe prestar juramento.
Si el demandante reclama el dinero correspondiente a dos maot y
una perutá y el demandado reconoce adeudar solamente una pe-
rutá, éste último debe prestar juramento, de que no adeuda las
maot. Pero si el demandante reclama cien zuzes y el demandado
declara no adeudar nada, éste queda liberado sin juramento; ahora, si
el demandado confiesa no adeudar más que cincuenta zuzes debe
prestar juramento de que no debe más. Si el demandante dice: Tu
debías a mi padre cien zuzes y si el deudor manifiesta que no le
debía más que cincuenta, queda liberado sin juramento puesto que
es considerado como un hombre, que habiendo hallado lo que alguien
había perdido, lo devuelve, ya que pudo haber negado todo, y el
demandado, voluntariamente, le reconoció cincuenta zuzes.
Prosigue la Mishná: Si un individuo dice a otro: tu me debes
cien zuzes; si el otro dice (delante de testigos) que sí, y si más
tarde el demandante le reclama el pago, pero si el demandado alega
haberlo pagado, es liberado; si el dice, al contrario, que nunca le
adeudó nada, es condenado al pago (puesto que ha dicho en pre-
sencia de testigos que debía dinero). Si el demandante dice: Tu
me debes cien zuzes y el otro dice que sí; si posteriormente el de-
mandante dice: tú me los pagarás en presencia de testigos, y más
tarde le reclama el pago, afirmando el demandado que ya los pagó,
es condenado puesto que debía pagar delante de los testigos.
La Ley rabínica niega la obligación de prestar juramento para
la reclamación de un sordomudo (que era considerado como un
incapaz de hecho), de un loco o de un menor. No podía obligarse al
menor a prestar juramento; pero se prestaba juramento por un
menor y por las cosas sagradas.

2. — MODO DE PRESTARSE EL JURAMENTO. — ¿Cómo debía for-


mularse el juramento a que se refiere la ley? Según algunos doc-
tores, la fórmula debía estar inspirada en el precepto de la Escrj-
tura: Y te juramentaré por Jehová, Dios de los cielos y Dios de la
tierra 1 . Otros doctores afirman que es necesario pronunciar el
nombre único y especial de Dios (es decir, Jehová), en contradic-
ción con aquellos que admiten ser suficiente dar alguno de los so-
brenombres del Altísimo. Para ciertos doctores es indispensable, asi-
mismo, que el que jura debe tener en su mano una cosa sagrada: el
Pentateuco, o los tefilín (filacterias), por ejemplo, llegándose
1 Génesis, capítulo XXIV, versículo 3.
DERECHO HEBREO 449

a sostener que el acto es nulo si simultáneamente con pronunciar


el sagrado nombre no se tiene en la mano la cosa sagrada.
Una prescripción mishnaica establece que no es indispensable
prestar juramento en la lengua del país; puede hacerse en aquella
que comprende el que lo presta. No existió uniformidad en cuanto a
la exigencia requerida por algunos doctores, de que el que jura
debe permanecer de pie; es lo cierto que en esta materia se admitió
que el del juramento puede permanece sentado, si se trataba de
thalmidéi ¡ajamim, discípulos de maestros (título honorífico asimi-
lable al de discípulo que figura en el Nuevo Testamento). En este
caso, el discípulo se hallaba eximido de tener una Biblia en la
mano; era suficiente que tuviera las filacterias 2.
¿Cuál fue la sanción para el trasgresor, para aquel que prestaba
un falso juramento? Lo prescribe el Exodo 3 , cuando dice: No
tomarás en vano el nombre de Jehová, tu Dios; porque no dará por
inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. Esto implicaba
un pecado imperdonable, y el que lo cometiera, será castigado no
solo él, sino también su familia y aun el país entero; el trasgresor
será inmediatamente castigado. Pero no solamente incurre en
pecado, según las Leyes bíblica y talmúdica, aquél que en vano
invoca el nombre de Dios, sino también el que abusa de los jura-
mentos, prestándolos cuando se pueden evitar.

3. — CASOS EN QUE DEBÍA PRESTARSE JURAMENTO. — La Gue-


mará, comentando un pasaje talmúdico, formula esta pregunta:
¿Qué diferencia existe entre un juramento bíblico y un juramento
talmúdico? Y responde: Si el demandado es obligado a prestar
juramento según la Ley mosaica, él no puede decir al demandante:
presta juramento que tú dices la verdad y yo te pagaré; pero si es
un juramento impuesto por los talmudistas, el demandado puede
decir al demandante: presta juramento y yo te pagaré. Según otra
interpretación, en el primer caso, si el demandado no quiere jurar,
se le toma los bienes para pagar la deuda. Si es solamente un ju-
ramento rabínico, y el demandado no quiere prestarlo, no se puede
forzarle de ésta manera a pagar la deuda.
El Talmud establece una serie de discriminaciones acerca de
2 D i c e u n a M is h n á d e l T r ata d o S an e d r í n : S i u n i n d i v i d uo e s tá o b l i -
gado a prestar juramento en la forma prescripta por la ley, y si el otro le
dice que se conte ntará con un simple jurame nto sobre su cabeza, puede ,
s e g ú n a l g u n o s d o c to re s , re tr a c ta rs e y e x ig i r u n j u r a m e n to e n l a fo rm a
prescripta; según otros doctores, no puede retractarse. El juramento sobre la
propia cabeza consistía en los términos siguientes: Que me muera, si no es
verdad.
3 Éxodo, capitulo XX, versículo 7.
450 MATEO GOLDSTEIN

aquellas personas o para ciertas cosas, que no se toma en cuenta el


juramento. Una Mishná del Tratado Shevuót dispone: No se
presta juramento para los esclavos, ni para las actas, ni para los
inmuebles, ni para las cosas sagradas. Para todas estas cosas, si son
objeto de un robo, el ladrón no paga la multa prescripta, ni el
doble, ni el cuádruple o el quíntuplo 4. Para todas estas cosas, el que
las guarda sin salario, no presta juramento y el que las guarda por
salario, no está obligado a pagar. Rabí Simón dice a propósito de
esto: si se trata de cosas sagradas, que el que las ha ofrecido está
obligado a reemplazarlas, si ellas desaparecen, no debe prestar jura-
mento por ellas. Por ejemplo: un individuo ha hecho voto de ofre-
cer un sacrificio, luego ha designado un animal para cumplir su
voto, y entrega este animal a un guardián (depositario); si el ani-
mal se ha perdido, el guardián prestará juramento de que ha
cumplido sus funciones y no ha podido impedir esta pérdida, aun-
que el animal estaba asignado al templo; entonces el hombre que lo
ha ofrecido estará obligado a reemplazarlo. Rabí Meyer dice: Hay
cosas que están unidas a la tierra y que no son consideradas como
inmuebles. Ejemplo: si un hombre dice a otro que le ha
entregado diez viñas completas y el otro dice que no había más
que cinco, debe prestar juramento. Los otros doctores no están
acordes con rabí Meyer, sosteniendo que todo lo que está unido a la
tierra es considerado inmueble. No se presta juramento más que
si la reclamación es precisada por, medio de la medida, el peso o el
nombre; por ejemplo: si un hombre dice a otro que le ha
entregado una casa llena de objetos, o una bolsa de dinero, y si el
otro dice que no había antes en la casa o en la bolsa más de lo que
hay ahora, es liberado sin juramento; pero si el demandante afir-
ma que la casa estaba llena hasta el techo, y el otro replica que
solamente hasta la altura de la ventana, debe éste prestar juramento.
Cabe dejar aclarado para el mejor entendimiento de la Mishná que
acabamos de transcribir, que los esclavos eran asimilados a los
inmuebles; no se prestaba juramento sobre las actas, porque care-
cen de valor por sí mismas, sirviendo solamente de pruebas de que
tal cosa pertenecía a tal persona.
Prosiguiendo con el análisis de la aplicación de los juramentos
a los diversos actos de la vida civil, una Mishná prescribe: Un
hombre ha prestado a otro dinero sobre una prenda; la prenda se ha
perdido. El acreedor dice, entonces, que ha prestado un sela
(moneda que valía cuatro denares) y que la prenda no valía más
que un siclo (un siclo valía dos denares); el deudor dice que la

4 Éxodo, capítulo XXII, versículo 11.


DERECHO HEBREO 451

garantía valía un sela y que por consiguiente él no adeuda nada; en


este caso, no hay juramento. Pero si el acreedor dice que ha prestado
un sela y que la prenda no valía más que un siclo, y si el deudor
alega que la prenda valía tres denares, de modo que él no adeuda
más que un denar, hay juramento. Si el acreedor sostiene que ha
efectuado un préstamo de un sela y la prenda valía dos, y si el
acreedor dice que no valía más que uno, y que, por consiguiente,
no debe nada al deudor, no hay juramento. Pero si el deudor dice
que ha tomado en préstamo un sela y que la prenda valía dos, y si
el acreedor dice que no valía más que cinco denares, y que, por
consiguiente, no debe al deudor más que un denar, hay juramento.
¿Quién presta el juramento? El que ha tomado la prenda; porque si
el otro prestaba el juramento, es de temer que éste no exhiba de
inmediato la prenda para convencer a su adversario de falsedad y
hacerle afectar de incapacidad judicial; lo que podría ser inme-
recido, agrega el Rashi, porque habría podido equivocarse en la
apreciación del verdadero valor de la prenda.
La Ley talmúdica destaca que todos los juramentos impuestos
por la Biblia se admiten para que los demandados puedan ampa-
rarse en ellos para no pagar; pero la Ley bíblica no ha previsto
las situaciones que faciliten a los demandantes el cobro de lo que
se les debe. Estos se hallaban desamparados en el reclamo de lo
que legítimamente tienen derecho. A fin de enmendar esta injus-
ticia, el Talmud establece varios casos por los que se habilita a los
acreedores para hacerse pagar de sus deudores, cuando no existen
otros medios de prueba que el juramento. En este sentido, una
Mishná del Tratado Shevuót establece los casos del obrero que
trabaja por salario, aquél que ha tomado lo que le pertenece, el
herido, aquel cuyo adversario es sospechado de prestar un falso
juramento, el comerciante, etcétera. Veamos.
1º ) El obrero que trabaja por salario: Este dice a aquél que le
ha encargado el trabajo; págame mi tarea; el otro dice: ya te la he
pagado, y el obrero afirma que no; en este caso, es el obrero quien
debe prestar juramento para hacerse pagar. Rabí Judá dice: En
este caso, el obrero no puede hacerse pagar prestando juramento.
Sólo si el que ha encomendado el trabajo declara que no ha pagado
más que una parte de lo que adeuda, de manera que, según la Ley
bíblica, debería prestar juramento para ser liberado; en este caso,
los doctores han diferido el juramento al obrero, quien lo presta
para hacerse pagar. Ejemplo: El obrero reclama cincuenta
denares y el demandado dice que ha pagado un denar de oro que
equivale a veinticinco denares de plata, y no quiere pagar por
consiguiente más que veinticinco denares; según la Ley
452 MATEO GOLDSTEIN

biblica, el demandante declarando que adeuda sólo una parte de la


obligación, debería prestar juramento para no pagar el resto, pero
los doctores lo han diferido al obrero, quien lo prestará para ha-
cerse pagar todo.
2º ) Aquél a quién le han arrebatado lo que le pertenece: Por
ejemplo: existen testigos de que un hombre ha entrado al domicilio de
su deudor para hacer embargo sin autorización; el deudor dice: tu
has tomado mis efectos, y el otro alega que no ha tomado nada; es
el propietario quien presta juramento que le ha quitado sus
efectos para hacerse pagar. Rabí Judá afirma que, como en el
caso del obrero, el no puede hacerse pagar prestando juramento,
mas que si su adversario confesó deber una parte de lo reclamado.
Por ejemplo: si el propietario reclama dos efectos y el deudor
confiesa haber tomado uno solo; en este caso el demandado de-
berá, según la Ley bíblica, prestar juramento para no pagar más
que un efecto; pero los doctores han diferido este juramento al
propietario, al cual se le han quitado los efectos.
3º ) El herido: Hay testigos de que un hombre estaba bien de
salud cuando entró en una casa y salió herido; éste hombre dice al
otro: eres tú quien me ha herido, y el otro lo niega; es el herido (el
agraviado) quien presta juramento para hacerse pagar las
heridas.
4º ) Aquél cuyo adversario es sospechado de prestar un falso
juramento: Sea que el que debe prestar juramento haya estado
convencido de prestar un falso juramento, sea que está afectado
de incapacidad judicial, como los jugadores, los prestamistas a usura,
etcétera. Si una de estas personas tiene un proceso en el cual debía
prestar juramento para ser absuelta, se difiere el juramento a la parte
adversaria, quien lo prestará para hacerse pagar.
5º ) El comerciante sobre sus libros: Se trata de un caso en
que el parroquiano de una tienda dice al comerciante: entrega a mi
hijo dos medidas de queso, o entrega a mis obreros por un sela
piezas de moneda de cuero; el comerciante dice que lo ha
entregado, y le reclama al cliente el pago de la mercancía, los hijos o
los obreros dicen que no han recibido nada y le reclaman, a su vez,
la entrega de las mercaderías. En este caso, el comerciante presta
juramento afirmativo de la venta, a fin de efectuar el cobro y los
obreros deben jurar no haber recibido nada para hacerse pagar el
salario que debían obtener en especie.
Un hombre dice al tendero: dame frutas por un denar; éste
último le entrega la mercancía, después le reclama el pago; pero el
comprador responde: Yo te he pagado pero has guardado la mo-
neda en tu bolsa. En este caso, el comprador presta juramento de
DERECHO HEBREO 453

que ha pagado el donar, y queda liberado. (Raschi opina que en


este caso se trata del juramento rabínico, pues la Ley talmúdica le
dispensa del juramento.) Si por el contrario el hombre ha dado el
denar y reclama la mercancía, y si el tendero afirma que se la
entregó y el comprador la transportó a su casa, es el tendero quien
debe prestar juramento, y queda liberado.
Un hombre dice a un cambista: Dáme maot por un denar;
entrega los maot y reclama el denar; el cambista alega que ha en-
tregado el denar y que el otro lo ha puesto en su bolsa; en éste
caso el hombre prestará juramento de que ha entregado la moneda
del trueque, y queda liberado. Si ha entregado el denar y reclama
los maot y el cambista alega que se los ha dado y los ha puesto
en la bolsa, el cambista prestará juramento que los ha dado, para
ser liberado.
Tratándose de la mujer divorciada, que reconoce haber reci-
bido del esposo una parte de la ketubá, afirmando el marido que la
ha pagado íntegramente, la mujer prestará juramento para hacerse
pagar el resto. Si existe un testigo único que declara que la ketubá
ha sido pagada íntegramente, la mujer deberá prestar juramento
de que no ha recibido el total. Si el marido ha vendido sus
bienes, la mujer no puede hacerse pagar de los terrenos vendidos,
sino después de haber jurado que no ha sido desinteresada. Si es
viuda, y quiere hacerse pagar de los bienes de los huérfanos, debe
prestar juramento; asimismo si el marido se ha divorciado con
ella en el extranjero, y quiere hacerse pagar, por tanto, en su
ausencia.
La misma Mishná dispone que en el caso en que la mujer es
viuda, y pretende hacerse pagar de los bienes de los huérfanos, los
herederos que reclaman su parte en la sucesión no pueden hacerse
pagar sino después de prestar juramento diciendo que su padre
nunca les habló de esa deuda, ni ha dejado nada escrito al respecto.
Ampliando la enunciación de los casos en que debe prestarse
juramento sobre reclamaciones dudosas, una Mishná del Tratado
Shevuót establece que se hallan en esta situación: Los socios, los
colonos arrendatarios, los epitropin (epítropes), los intendentes, la
mujer que dirige el comercio de la casa, el hijo que dirige el co-
mercio por sí o por los demás hermanos, después del fallecimiento
del padre.
Si uno de estos individuos interroga a su oponente —en la
situación creada con motivo del manejo de los bienes—: ¿ Que es lo
que tú reclamas?, y si el otro responde: No tengo ninguna re-
clamación determinada, pero quiero que prestes juramento de ha-
454 MATEO GOLDSTEIN

ber manejado escrupulosamente el comercio sin buscar provecho a


mis expensas, el administrador debe prestar juramento.
Conforme a una regla bíblica 5 , el acreedor perdía el derecho de
reclamar su deuda al fin del año de la shmitá. Si el acreedor ha
obtenido del tribunal el derecho de exigir de su deudor un ju-
ramento, pierde igualmente el derecho después del año de la
shmitá.
A través de las citas talmúdicas, se llega a la conclusión de
que en Israel el juramento no se hallaba sometido a fórmulas sa-
cramentales, si bien en algunos casos la ley imponía los términos
en que debía prestarse.
En materia criminal, conforme a una regla del Tratado Sa-
nedrín, cuando se dice ante el tribunal sí, sí, o no, no, esto equivale a
un juramento.
Caracterizando la importancia que se asignaba a ésta forma de
obligarse, en Derecho, leemos en el Tratado Shevuót, que antes
de la prestación de juramento debe advertirse al litigante ilustrado (o
sabio) que no se le hace prestar juramento según el sentido que
éste pueda atribuir a las palabras, sino según la Ley divina y la
justicia 6.

4. — IMPORTANCIA ASIGNADA AL JURAMENTO. — De acuerdo


con la trascripción de las normas precedentes, el juramento cons-
tituyó una institución en la legislación de Moisés, y en la postmo-
saica, comparable a los verdaderos contratos formales. A veces
servía de elemento probatorio de las obligaciones, suplantando a
todos los demás medios. La confianza recíproca entre los indivi-
duos, la seguridad de que todo el mundo se ajusta a la prohibición
de malversar la fe en la palabra del prójimo y la profunda ligazón
existente entre la Ley civil y la Ley religiosa, hicieron que el ju-
ramento adquiriese una caracterización que no obtuvo en ningún
Derecho antiguo, ni moderno.
Los romanos conocieron también esta forma jurídica, ajustada a
los sentimientos religiosos de la gente: en efecto, se podía jurar
por Dios, por el honor, por los hijos, por principios sagrados,
etcétera, y la convención del juramento se hacía extensiva a toda
especie de derechos, ya se trate de obligación o de derecho real:
incluso era aplicable a cuestiones de estado (Ulpiano). Se distin-

5 Deuteronomio, capitulo XV, versículo 2.


6 Se gú n a Le y f ra n ce sa , e xis te u na fó rmul a : Ju ro de c ir l a v e r d ad ,
nada más que la verdad; esta fórmula —apunta G. MOYSE— es menos fuerte
que la talmúdica, para el que debe eliminar toda restricción mental; al
testimoniar.
DERECHO HEBREO 455

guieron así en Roma, dos formas de afirmar solemnemente un


derecho o un simple hecho: el juramento necesario y el juramento
voluntario. Este último, que nos interesa mayormente, era diferido
libremente por una de las partes a la otra, aun sin contar con la
presencia del magistrado o del juez. "Dos personas pueden con-
venir que se remitirán al juramento de una de ellas, cuando entre
las mismas hay duda sobre la existencia de un derecho. Cuando el
juramento ha sido prestado por una de las partes o cuando la otra le
hace dejación, el pretor los obliga a respetar su convención. Sí es,
pues, el acreedor quien ha prestado juramento y afirmado so-
lemnemente en su provecho la existencia del crédito, el pretor le
da una acción in factum. El juez de ésta acción debe examinar
únicamente si el acreedor ha prestado juramento y si está probado el
hecho, condena al deudor. Si al contrario, es el deudor quien ha
jurado no deber nada, el pretor niega toda acción al acreedor, o si
hay duda sobre el juramento, da al deudor una excepción jusju-
randi. Cuando ésta excepción es justificada por el juez, y cuando
está probado que el deudor ha prestado el juramento, debe ser
absuelto" 7.
Pero ni Israel ni Roma pueden adjudicarse la paternidad exclu-
siva sobre el juramento, como forma probatoria del Derecho o como
contrato. Razón tiene un autor cuando afirma, refiriéndose a la In-
dia: "A semejanza de la Roma primitiva, la India no parece aceptar
más que la prueba testimonial en la generalidad de los pleitos. Hay
al respecto graves motivos religiosos que lo exigen: la palabra es
santa, es nuestra misma alma, lleva en sí nuestro aliento, nuestra
propia vida. Ahora bien, lo que con palabras se hizo —y todo es
obra de la palabra— con palabras ha de probarse. La palabra es
Dios mismo hablando por nosotros. Dios, por lo tanto, es el mejor
testigo..." Y refiriéndose el mismo autor al falso testimonio en
aquel evolucionado país del Oriente, agrega: "Nada repugna
tanto al espíritu indú como la profanación de la palabra. De ahí
que al testigo falso, aunque sea un brahman, se le destierra. En
todo proceso donde se prueba que ha habido falso testimonio, se
ha de declarar nulo todo lo actuado" 8 . ¿Cómo habría de extrañar,
entonces, que en la India se haya asignado gran categoría al ju-
ramento?
Algunos autores derivan la prueba del juramento de la paula-
tina abolición del duelo o combate judicial. "Del duelo judicial
—dice Tarde— el más insensato, el más sangriento y el menos
fácilmente vulgarizable de todas las ordalías, se ha pasado ordina-

7 E. PETIT: Obra citada, página 422.


8 A. CAPDEVILA: Obra citada, páginas 74 y 75.
456 MATEO GOLDSTEIN

riamente a la prueba por el agua y por el fuego, más dulces de lo


que parecen y susceptibles de superchería; pero al fin, lo que ha
prevalecido, es el juramento, que puede considerarse como una for-
ma "dulcificada y simplificada", según dice muy bien M. Dareste,
de los juicios de Dios.
"Allí donde no existe rastro alguno del duelo judicial ni de
ninguna otra ordalía, por mucho que la historia se remonte, por
ejemplo, entre los musulmanes, el juramento es la prueba ca-
pital."
El Código de Manú, en efecto, autorizaba la prueba por tes-
tigos, y si es necesario por el juramento de las partes. En algunos
pueblos, el duelo judicial sobrevivió y se mantuvo simultáneamente
con el juramento judicial; en otros, el juramento sustituyó, desde
los orígenes, al pintoresco y bárbaro combate instituido por la ley
para justificar el derecho. Cabe aclarar que de todos modos, el
juramento judicial se aplicó mayormente al derecho criminal; su
adaptación a las formas civiles ha sido el producto de un largo y
dificultoso proceso.
Los códigos modernos incluyen el juramento entre los medios de
prueba supletoria; esto es, sobre cuestiones cuyo monto no es
individualizable.
Pero está fuera de toda duda que en la edad contemporánea
razones diversas han incidido para restarle al juramento el valor
solemne, muchas veces, incuestionable, de que se hallaba investido
en los pueblos antiguos, particularmente entre los hebreos.
CAPÍTULO XXVI

REG LA MENTACIONES ESPECIALES

S U M A RI O : 1 . E l in te r é s so c ial y l a s o l id ar i d ad . — 2 . R e g lame n tac io n e s d e


carácter especial. — 3. Algunas leyes sobre policía e higiene.

1. — EL INTERÉS SOCIAL Y LA SOLIDARIDAD. — Hemos dicho


repetidas veces que para la legislación de Israel el interés de la co-
lectividad, el interés social, se sobreponía casi siempre al interés
individual. Los derechos, particularmente aquellos que atañen a la
propiedad y a la posesión de los bienes, nunca fueron absolutos y
distaban de ser irrevocables. Esta restricción a los derechos del
individuo o de la familia en aras del bienestar del conglomerado
social, tiene su origen indudable en diversos principios cardinales
para la conducta del habitante de Judea.
El primero de estos principios es el de la solidaridad
exteriorizada a través de innumerables preceptos bíblicos y
afirmados por no menos profusos comentarios rabínicos que
llevaron a un punto de exaltación difícil de superar. El principio
de la solidaridad, práctica y legalmente desconocido para los
pueblos paganos de la antigüedad, gozó de amplia privanza entre
los descendientes del patriarca Abraham y aun hoy sigue
inspirando las manifestaciones de la vida individual y colectiva de este
pueblo.
"Cuando nuestra Ley —dice Algazi— nos ordena amar al pró-
jimo, se refiere a todos los hombres en general, con los que tene-
mos que ser solidarios en todos los sucesos de la vida, tomar parte
d e s u s d o lo r e s y d e r r o ta s , y r e g o c i j a r n o s e n s u s a l e g r ía s y
triunfos" 1.
Y en efecto, si cotejamos las reglas bíblicas y talmúdicas, ne-
cesariamente llegamos a la conclusión de que el mandamiento de la
solidaridad prima sobre toda otra consideración. Las normas acer-

1 ALGAZI: Obra citada, página 343.


458 MATEO GOLDSTEIN

ca de la familia, fundamentada sobre el amor y la armonía: entre


padres e hijos: entre los hermanos y entre los demás integrantes
de la primera célula social; las que se relacionan con la identidad e
igualdad de los miembros de la comunidad conyugal, que están
unidos por el amor y el respeto recíproco; la exaltación de los
vínculos de la amistad, llevada hasta la cumbre de los afectos hu-
manos; el trato hacia el esclavo y el proletario y asimismo hacia el
extranjero, y aun al pagano, son otros tantos peldaños de la
misma escala de superación de sentimientos y de pasiones nobles.
La fórmula del Amarás al Prójimo como a ti mismo, consa-
grada en el beatifico y transfundida a toda la legislación mosaica y
postmosaica, constituye la más alta expresión de la solidaridad
humana, la que no fue, como pretenden los comentadores de se-
gunda mano, restrictiva hacia la grey israelita, sino que fue amplia y
comprensiva de todos los seres de la creación.
Y este principio de solidaridad, entre los propios y para con
todos los hombres de la tierra, unido al concepto liberal y generoso
que de la propiedad en general poseían los hebreos, explica que
la Biblia y el Talmud contengan una serie de disposiciones que si
propiamente no corresponden al Derecho civil y administrativo
modernos y sí a los códigos de policía e higiene de la población,
tuvieron fuerza de ley para los hijos de Moisés, y asumieron tanta
jerar q uía como cualquier institución criminal o civil de aquellos
tiempos.
Al lado y paralelamente de preciosas leyes sobre la propiedad v
la posesión, de restricciones y límites al dominio, de los diversos
modos de adquisición de los bienes, etcétera, el Tratado Babá Batrá
contiene numerosas referencias al principio de solidaridad entre
los hombres. La forma de la convivencia entre los vecinos; el modo
cómo se deben construir las habitaciones para no violar el sagrario
del ho g ar del prójimo; la eliminación de molestias e incomodida-
des p ara el transeúnte o el habitante próximo; la armonización del
propio derecho con el derecho del semejante, y aun del individuo
económicamente débil o socialmente desamparado, merecieron una
vasta legislación precursora de las más modernas exteriorizaciones
del humanismo social.
Cúmplenos destacar que en ninguno de los códigos de la época,
y aun muy posteriores, hallamos un conjunto de preceptos de tan
honda raíz humanitaria y de tan vastas y promisorias proyecciones.

2. — REGLAMENTACIONES DE CARÁCTER ESPECIAL. —


Co n c e p tuamos un tanto temerario aludir a la existencia de un Derecho
DERECHO HEBREO 459

administrativo propiamente dicho, basado en las leyes de la Biblia o


en el comentario talmúdico. Nos referimos a lo que con el trans-
curso del tiempo se ha convertido en una rama diferenciada del
Derecho que atañe al régimen jurídico de la Administración pú-
blica, abarcando todas las relaciones que existen entre el Estado y
los particulares.
En este sentido sería difícil hallar precedentes en la legislación
mosaica o rabínica, pues que el concepto del Estado ha variado y
evolucionado de modo inconmensurable y si bien hallamos algunas
normas que hoy figuran en los códigos administrativos, es obvio
decir que son aisladas y no obedecen a una verdadera disciplina
científica.
Pero, según se verá en el curso del capítulo, el concepto de la
propiedad privada, limitada y supeditada siempre a reglas de soli-
daridad entre los componentes de la nación, estaba sujeta a una serie de
vallas, de restricciones, que hoy hallamos regidas por el Derecho
administrativo. Y estas restricciones obedecen en general a motivos
de interés privado, pero igualmente hallamos las que están some-
tidas al interés público, que también era intuido, si no conocido en
aquellos albores de la civilización.
La convivencia de los ciudadanos y el deseo de mantener in-
cólume el derecho del prójimo, fueron motivos suficientes para que la
costumbre y la Ley hebreas crearan una serie de reglamentaciones de
los derechos individuales, por razones de higiene, de seguridad, de
moralidad, etcétera, que resultan ciertamente admirables si con-
sideramos que estuvieron en vigencia hace veinte o treinta siglos.
Es verdad que la técnica usada por los doctores talmúdicos está
lejos de encuadrarse en los lineamientos de una moderna compagi-
nación de reglas; que hay vacíos, como sobran las normas, dificul-
tando una consulta rápida y una cita inmediata, pero si considera-
mos que todo esto data de muchas centurias, a través de las cuales
las transformaciones de los usos y costumbres produjeron la dero-
gación de algunos principios para sustituirlos con otros —o simple-
mente el desuso—, si consideramos que en aquellos días primitivos la
moral y la ética experimentaban profundos cambios, según fueran
las condiciones históricas del pueblo de Israel, es evidente que la
superioridad de las prescripciones, con relación a las leyes paganas,
no necesita encomio.

3. — A L G U N A S L E Y E S S O B R E P O L I C Í A E H I G I E N E . —
Cuando la Biblia se refiere a la sanción por los daños que una
persona ocasiona a otra, ya sea en su persona como en sus bienes; ya lo
hiciera directamente o por intermedio de sus esclavos o asalariados, o por
460 MATEO GOLDSTEIN

las cosas de que se sirve, nos da las reglas sobre policía e higiene.
En efecto, las disposiciones del Libro del Éxodo 2 evidencian la
preocupación del legislador en asegurar la armónica convivencia entre
los ciudadanos, so pena de caer bajo las sanciones pecuniarias esta-
blecidas. Pero la Ley rabínica es mucho más amplia y concreta, en
éstos particulares. El Tratado de Babá Batrá, a que acabamos de
referirnos, constituye un verdadero código de la materia. Procura-
remos dar a continuación las disposiciones más interesantes, algunas
de las cuales, aun en la actualidad, rigen en los pueblos que han
bebido en las fuentes hebraicas o en las románicas.
Una Mishná 3 establece: No se debe excavar un pozo, una fosa,
etcétera, cerca del pozo de otro individuo (porque —dice Raschi—
se debilita así las paredes del pozo del otro), a menos que se haga a
una distancia no menor de tres tefaim, o que no se embadurne de
cal las paredes de la fosa que se excava. Lo que resta de los olivos
prensados en el lagar, la basura, la sal, la cal, las piedras, no pueden
ser colocadas cerca del muro de otro individuo, a menos que sea a
la distancia de tres tefaim, o que el muro de ladrillos no esté pin-
tado con cal. Las semillas y la orina no puede ser llevadas cerca
del muro de otro individuo; es necesario alejarlas lo menos a tres
tefaim; es preci s o alejar la muela del molino a una distancia de
tres tefaim de la muela inferior, lo que hace cuatro de la muela
superior. Es necesario también alejar del muro de otro individuo el
horno a una distancia de tres tefaim, de su borde inferior, lo que hace
cuatro del borde superior.
Con el mismo criterio, otra Mishná (fol. 52) del mismo Tra-
tado, dice: No se puede poner un horno en la casa (porque puede
causar un incendio), a menos que haya entre el horno y el techo
una distancia de cuatro cenas. Si se quiere poner el horno en el piso
superior, es necesario que el techo encima del horno esté cubierto
de una capa de tres tefaim de espesor. Si es un pequeño hornillo
que se coloca en el piso superior, es suficiente que el techo esté cu-
bierto de una capa de un tefá. Aunque se haya observado todas estas
medidas de seguridad, si se ha causado un incendio, se debe pagar
el daño.
No se debe abrir un comercio de panadería o de tintorería, ni
un establo sobre el granero de otro individuo; la vecindad del co-
mercio de panadería o de tintorería no causa daño al vino, pero un
establo es nocivo (a causa del olor); por consiguiente, es necesario
alejar el establo del vino de su vecino.

2 Éxodo, capitulo XXI, versículos 33-35; capitulo XXII, versículos 5, 8 y


siguientes.
3 Tratado Babá Batrá, Perek X, fol. 17.
DERECHO HEBREO 461

La Ley rabínica es tan previsora que cercenando en cierto modo


los derechos personales, entre ellos los más elementales e inalie-
nables, como el de trabajar y comerciar, prevé, sin embargo, las
molestias que pueden derivarse de la instalación de determinado
comercio e industria y establece normas para que estos no afecten
los derechos y la comodidad del prójimo. En el mismo Tratado de
Babá Batrá encontramos esta regla: Si un individuo quiere abrir
una tienda en el patio, el vecino puede oponerse, diciendo: Yo no
podré dormir por el ruido de los que entrarán en tu tienda v los
que saldrán. Pero puede confeccionar sus objetos para venderlos
en la calle, v el vecino no puede impedirlo y decir que no puede
dormir por el ruido del martillo o por el de la muela o por el de
los niños.
Otra Mishná dispone: Si un individuo tiene un muro a la
distancia de cuatro anas del de su vecino, y si el muro se derrum-
ba, no puede levantar otro muro para reemplazar al que se ha
derrumbado sin permiso del vecino, a menos que deje entre los dos
muros paralelos un espacio de cuatro anas, para que se pueda tran-
sitar entre ellos; porque el vecino tiene necesidad de un espacio
alrededor de su muro, donde todos puedan ir y venir. Si un indi-
viduo quiere levantar un muro cerca de la ventana de su vecino, y
si el muro debe ser más alto que las ventanas, es necesario le-
vantarlo hasta cuatro anas encima de las ventanas; si debe ser
bajo, es preciso bajarlo hasta cuatro anas debajo, para que no pueda
ver a través de las ventanas lo que pasa en la casa del vecino. Si el
muro debe estar enfrente de las ventanas (y construido de
manera, dice la Guemará, que nadie pueda ponerse encima del
muro para mirar a través de las ventanas), debe alejarse a la dis-
tancia de cuatro anas, para no impedir la entrada de luz en las
ventanas.
Leemos en otra Mishná: "Si un individuo quiere colocar una
escalera sobre el muro que separa su patio del de su vecino, y si el
vecino tiene cerca de allí un palomar, debe alejar su escalera del
palomar a una distancia de cuatro anas, para que la marta (ani-
mal que gusta de los pichones) no pueda subir sobre la escalera y
matar las palomas. Si se quiere construir un muro cerca de la
canaleta que se halla sobre el muro del vecino, es necesario ale-
jarse a la distancia de cuatro anas para que el vecino tenga un
espacio libre para colocar una escalera, cuando quiera subir sobre el
muro para destapar la canaleta del desagüe."
Un palomar debe ser alejado de la ciudad a una distancia de
cincuenta anas para que las palomas no coman en los campos de
los otros. No se debe colocar un palomar cerca de la propia casa,
462 MATEO GOLDSTEIN

si no se posee de todos los costados del palomar un espacio de cin-


cuenta anas 4.
Las reglas que están contenidas actualmente en las leyes y
ordenanzas de los municipios, siguiendo principios de seguridad e
higiene de las poblaciones, formaban también parte de la Ley
civil. Esto puede atribuirse a dos motivos: uno, a la falta de una
técnica jurídica, que producía una verdadera confusión entre la
materia de fondo, y lo que debe ser objeto de reglamentaciones
dentro de la competencia del gobierno municipal o local; segundo,
bien puede explicarse en el deseo del legislador de asegurar, me-
diante la incorporación de dichos preceptos a la ley fundamental, el
cumplimiento estricto de las medidas establecidas. De todas ma-
neras, resulta digno de elogio que se hayan adoptado normas moder-
nísimas de la Ley municipal, que, si hoy no asombran, concitan la
admiración si reflexionamos en su antigüedad de siglos.
Para regir la plantación de árboles y las siembras en general,
en aquel país eminentemente agrícola, el Talmud, en el Tratado ya
citado, establece varias disposiciones que pasamos a transcribir.
Los árboles deben estar alejados de la población a una dis-
tancia de veinticinco anas, porque —dice la Guemará— es bueno
que haya un espacio libre delante de la villa; el algarrobo y el
sicómoro deben ser alejados cincuenta anas, porque —dice Raschi—
tienen ramas numerosas.
Dícese más adelante No se debe plantar un árbol cerca del
campo del vecino, a menos de dejar una distancia de cuatro aras
(por q ue él tendrá necesidad de labrar con el arado alrededor del
árbol, y no se debe hacer entrar el arado en el campo del vecino).
Esto se aplica a las viñas, así como a cualquier árbol. Si hay un
seto que separa ambos campos, cada vecino puede plantar árboles
hasta el seto. Si las raíces de un árbol se extienden en el campo
del vecino, éste puede cortarlas hasta la profundidad de tres tefaim,
para que no obstruyan el arado. Si quiere cavar en su campo un
pozo o una fosa, puede cortar las raíces más profundamente y
guardar la madera.
Una Mishná (fol. 27) establece: Si un árbol se inclina hacia el
campo del vecino, el dueño puede cortar de sus ramas todo lo que
obstaculice la marcha de sus bueyes y lo que impida labrar el
campo; si es un algarrobo o un sicómoro, el dueño del campo puede

4 Establecimientos insalubres: las tumbas se rán alejadas de las villas a


cincuenta anas. (Ana: medida longitudinal muy usual.)
Igual regla para los cadáveres de animales.
Las curtiembres no deben establecerse en lugares donde el viento pueda
llevar los malos olores a la ciudad. (Tratado Babá Batrá.)
DERECHO HEBREO 463

cortar en línea recta todo lo que se encuentra encima de su campo; si


es un campo que se riega con agua de fuente, se puede cortar
todos los árboles en línea recta que se encuentran encima de su
campo (porque la sombra —dice Raschi— es nociva a esta clase de
campos) .
Para afirmar el principio de la solidaridad, la Ley talmúdica
establece una serie de normas de convivencia que aun hoy son
dignas de tomarse en consideración. Ellas tienden, en efecto, a ga-
rantizar la inviolabilidad del hogar y el respeto al derecho del ve-
cino, sin cuya seguridad no es dable lograr una armónica sociedad.
No debe sorprender que la regla del Derecho civil acerca de las
restricciones del dominio y de la propiedad, se encuentre confun-
dida en el texto talmúdico con preceptos de moral y de ética o
con normas meramente policiales o higiénicas; lo importante surge
de que desde más de dos mil años (y quizás aun más) se haya
pensado en determinar, con toda la precisión posible, donde termina el
derecho de un individuo —dentro del complejo social— y donde
comienza el del otro.
La Mishná siguiente (fol. 59) del Tratado Babá Batrá, esta-
blece: No hay derecho de abrir una ventana en el patio del vecino,
aunque se tuviera parte en el patio. Si un individuo ha comprado
una casa que se abre a un patio, no hay derecho de hacer otra
puerta para que ella se abra también en otro patio, aun cuando
tuviera parte en este patio. — (Fol. 60): Si dos individuos tienen
sus casas en un patio que les pertenece a los dos, no deben abrir
en este patio ni una puerta enfrente de la puerta del vecino, ni
una ventana enfrente de la ventana del vecino. Si la ventana es
pequeña, no se la puede agrandar sin permiso del vecino: si no
hay más que una ventana, no Se debe abrir otra. Pero si el vecino
habita del otro lado de la calle, se puede abrir una puerta enfrente
de la del vecino, o una ventana en frente de la del vecino, se puede
también agrandarla y hacer dos en vez de una.
Según la Guemará, la explicación del pasaje talmúdico es sim-
ple: las prohibiciones de la naturaleza a que se refiere el texto
transcripto, obedecen al propósito de que nadie pueda observar lo
que pasa en la casa del vecino.
Según los comentaristas, las casas de los israelitas tenían las
características distintivas de que no se edificaban —en cuanto a las
puertas y ventanas se refiere— unas enfrente de las otras.
Una Mishná dispone que no se debe excavar fosas subterrá-
neas en la calle. Rabí Eleazar afirma que sí, siempre que un ca-
rruaje cargado con piedras pueda atravesarlas sin hundirse. El
dueño de una casa —prosigue la Mishná— no debe dejar los sa-
464 MATEO GOLDSTEIN

líentes de sus muros extenderse hasta la calle, porque podrían cau-


sar un daño a los transeúntes que pasan por la calle; pero puede
hacerlo si ha elevado el muro al límite de su dominio, pero en el
interior, de modo que las salientes no se extiendan más allá de su
propiedad. Si un individuo compra una casa cuyos muros tienen
salientes, puede dejarlos (no está obligado a eliminarlos).
La Guemará comenta este pasaje, trayendo a colación un caso
de jurisprudencia: la casa de rabí Amé tenía salientes en un ca-
llejón sin salida; la de otro individuo tenía su casa con salientes
hacia la calle. Los que pasaban por la calle pretendían que el se-
gundo eliminase los salientes. Se presentó el individuo delante de
Amé, quien le dijo: Tú vas a cortar los salientes. El individuo le
replicó: Pero, ¿Tú no tienes salientes? Rabí Amé respondió: Mis
salientes salen a un callejón; los habitantes del callejón me lo per-
miten; pero los tuyos salen a la calle, ¿Quién puede permitirlos?
La misma Guemará aporta otro caso de jurisprudencia: Rabí
Janai tenía un árbol, cuyas ramas salían hacia la calle: otro
individuo tenía también un árbol cuyas ramas se extendían ha-
cia la calle. Los transeúntes pretendían que el individuo cortase
las ramas. Este se presentó delante de rabí Janai, quien le dijo:
Vete y regresa mañana. A la tarde, rabí Janai hizo cortar las ramas
de su árbol. Al día siguiente, el individuo volvió, y rabí Janai le
dijo: Vete a cortar las ramas. El individuo le pregunta: Señor
(mar), ¿No tienes tú también ramas? El rabí le contesta: Ve a ver; si
las mías están cortadas, tu cortarás las tuyas, sino, no.
Siempre inspirado en el mismo principio de la solidaridad, el
Talmud encara diversas situaciones donde aparece el conflicto entre el
derecho de uno y el del prójimo. Vale la pena consignar algunos de
los casos que plantea y resuelve el mismo Tratado Babá Batrá.
En una Mishná (Perek I) se dice: Dos casas pertenecientes
cada una a dos individuos diferentes, se hallan abiertas a un patio
común; si ambos dueños que están asociados entre sí para el uso
del patio quieren separarlo en dos patios y levantar entre ellos un
muro de separación, edificarán este muro en el medio, de manera
que si se divide el espesor en dos mitades, una mitad se hallará en
la parte de uno de los socios y otra mitad en la del otro. Si no
se han puesto de acuerdo entre sí sobre los materiales a emplearse
para levantar el muro, el que quiere seguir el uso del país puede
obligar al otro a conformarse, sea que se construyan estos muros
de ordinario con piedras no trabajadas (guevil), sea que se hagan
en piedras talladas (gazit), en medio ladrillos, es decir, ladrillos
que no tienen más que un tefá y medio espesor (frefisin), o en la-
drillos que tienen un espesor mínimo de tres tefaim (levénim). Si
DERECHO HEBREO 465

se construye de acuerdo a la primera técnica, se le debe dotar de


un espesor de seis tefaim, tres por cada comunero; si se lo hace
de acuerdo al segundo sistema, debe dotársele de un espesor de
cinco tefaim, dos y medio para cada socio; si se opta por el tercer
procedimiento, el espesor del muro debe ser de cuatro tefaim, dos
por cada socio, y en el último de los procedimientos, el espesor
debe ser de tres tefaim, uno y medio para cada socio. Como cada
socio debe suministrar la mitad de los materiales del muro y la
mitad del lugar en que será emplazado, si el muro se derrumba, su
lugar y sus piedras deben ser divididos en partes iguales entre los
socios. Es lo mismo en el caso de un jardín, común a dos indivi-
duos, que quieren dividirlo: en el país donde existe el uso y la
costumbre de separar los jardines, unos de otros, por un seto, cada
socio puede obligar al otro a ceder la mitad del lugar y de los ma-
teriales necesarios para hacer el seto.
La Mishná establece la diferencia que existe entre los casos
anotados y aquel en que se trata de un campo que los condóminos
pretenden dividir. De ordinario, no existe en el uso la práctica de
separar los campos por un seto; pero si uno de los copropietarios
quiere erigirlo, puede obligar al otro a hacerlo, y hacer un signo
para que se sepa que es él solo quien ha hecho la separación; así, si
el seto llega a derrumbarse, se sabrá que el espacio y los ma-
teriales le pertenecen en forma exclusiva. Si ambos condóminos
desean efectuar la separación, deben hacer la mitad sobre el terreno
de uno y mitad sobre el del otro, v cada uno debe proveer la mitad
de los materiales; ellos hacen entonces señalamientos cada uno de
su lado (para que se conozca que ambos han contribuido a la cons-
trucción); si entonces el muro se derrumba, el lugar ocupado por
éste y las piedras se distribuyen entre los dos socios.
Un comentario de la Guemará establece, respecto a esta ma-
teria, que existe un principio según el cual un comunero no podía
obligar al otro a hacer la partición de un objeto común, si el objeto
debía perder su valor debido a la división; por ejemplo, si el
objeto consiste en un vestido, un animal, etcétera. Si se trata de
un patio, uno de los comuneros no puede obligar al otro a hacer la
partición, sino en el caso en que el patio tenga una extensión de por
lo menos ocho aras, para que a cada uno le queden cuatro, al
menos.
Otra Mishná (fol. 4) del mismo Tratado, ejemplifica: Si Rubén
ha comprado los campos situados a los tres costados del campo de
Simón, v si ha construido un seto en los tres límites para separar
sus campos de los de su vecino, éste no se halla obligado a
contribuir a los gastos. (Según Raschi, esta exoneración obedece
466 MATEO GOLDSTEIN

a la circunstancia de que no aprovechará mucho, puesto que siem-


pre queda abierto el cuarto límite.) Un comentarista apunta: Si
Simón ha resuelto de inmediato construir el seto en el cuarto límite,
debe contribuir a los gastos de levantamiento de la separación de
los otros tres límites.
Si el muro de un patio (que separa la parte de pertenencia de
un individuo, de la del otro) —prosigue la Mishná— se ha de-
rrumbado, se puede obligar al copropietario a reedificarlo hasta la
altura de cuatro anas (porque —según Raschi— un muro de esta
altura pone al vecino a cubierto de las miradas del prójimo). Si
el muro es reconstruido a expensas de uno solo de los vecinos, y
el otro no ha querido contribuir, el muro entra en la propiedad
exclusiva de quien lo ha costeado. Si uno de los vecinos, que re-
construyó el muro derrumbado, lo ha elevado a más de cuatro anas,
el otro vecino no queda obligado a pagar la mitad de los gastos
que se hayan hecho para levantar la construcción por encima de la
altura reglamentaria.
Es evidente que el Derecho hebreo conoció la institución del
condominio tal como aparece en el Derecho romano. Varias per-
sonas podían poseer en común un objeto cualquiera, teniendo cada
una de ellas derecho de propiedad con todos los atributos inheren-
tes, si bien no podían disponer en forma exclusiva y excluyente,
mientras se mantuviese la indivisión.
El Talmud contempla numerosos casos de copropiedad, o co-
posesión, procurando resolver los conflictos que aparecen de ordi-
nario, evidenciando la tendencia de aconsejar la partición y divi-
sión de los bienes comunes, cada vez que fuere posible hacerlo.
Una Mishná del Tratado Babá Batrá dispone que si un patio
pertenece a varios individuos que tienen sus casas allí, estos pue-
den obligarse entre sí a ceder una parte para contribuir a la cons-
trucción de la casilla del portero (especie de portería o conserjería que,
según el Rashi, tenían las casas judías para habitación del
guardián o cuidador de la puerta, la cual impedía mirar o entrar a
los transeúntes, al patio, sin permiso). Aquellas casas que carecían
de esta casilla no obligaban a los condóminos del patio a contribuir
para su construcción. Asimismo se podía obligar a los habitantes
de una villa o ciudad, a contribuir a la construcción de
fortificaciones. La misma Mishná dispone que para que el habi-
tante de una villa se encuentre afectado por la obligación de con-
tribuir a la construcción de fortificaciones, al menos debe habitar
el lugar durante doce meses consecutivos. Ahora bien, si una per-
sona adquiere una casa en la villa o ciudad, es considerado de in-
467 DERECHO HEBREO

mediato como habitante de la misma, y afectado a las obligaciones


inherentes.
Sin la pretensión de haber realizado un estudio exhaustivo,
hemos tratado de señalar algunas de las más interesantes prescrip-
ciones de la Ley hebrea, relacionadas con el principio de la solida-
ridad, que están basadas por una parte en restricciones al derecho
del dominio, y por otra, en reglas de policía, higiene y seguridad.
CAPÍTULO XXVII

D E L A PRESCRIPCION

S U M A RI O : 1 . N o c io n e s d e c ar ác te r g e n e r al . — 2 . L a p r e s c r ip c ió n e n tr e l o s
h eb re o s. — 3. P r e scr ip c ió n d e l a " k e tu b á" . — 4 . Pr e scr ip c ió n d e los
inmuebles.

1. — NOCIONES DE CARÁCTER GENERAL. — La prescripción, como


modo adquisitivo de los bienes o extintivo de las obligaciones, si
bien existió en la mayoría de los pueblos antiguos, no tenía aná-
logas características. Es probable que el fenómeno obedezca a la
razón expresada por Gabriel Tarde, quien, citando a M. Violett,
que asegura de que "la duración requerida para que la posesión se
transforme en prescripción, es mucho más corta entre los pueblos
jóvenes que en las naciones avanzadas en civilización", afirma que
los plazos de la prescripción se prolongan a medida que una
nación se civiliza. "Entre los germanos, antes de la introducción
de las ideas romanas entre ellos, era de un año; más tarde apare-
cieron las prescripciones de diez años, veinte, treinta y cuarenta; y
éstas últimas son las que acaban de triunfar. ¿Por qué así? No
quiero investigar todas las causas, pero ¿No es evidente que una de
las principales, es el progreso en el arte de escribir, y del hábito de
escribir en el curso del desenvolvimiento civilizador? Entre los
primitivos, que son iletrados, no se podía combatir una posesión
reciente más que mediante la prueba verbal de una posesión más
antigua, y la naturaleza de ésta prueba consiste en ser rápidamente
cada vez menos probatoria y más peligrosa de año en año. Pero
cuando la prueba escrita de una propiedad puede producirse, la
seguridad y la garantía de la verdad que ofrece, subsisten casi lo
mismo durante muchos años. La invención o la importación y la
propagación del arte de escribir tienen, pues, una acción indirecta
muy fuerte en esta evolución histórica de la prescripción en mu-
chos países diferentes."
470 MATEO GOLDSTEIN

Adolfo Posada, autor español que vertió de su texto original la


difundida obra del filósofo francés, critica las conclusiones de
Tarde, si bien admite que la observación de éste "está muy en su
lugar", agregando que "no es completamente admisible que, en ge-
neral, los inventos produzcan el efecto de prolongar los términos
de la prescripción. Más bien parece que después de llegar a un má-
ximo de tiempo del término aludido, la civilización, es decir, la
facilidad de las comunicaciones, el vivir más deprisa, todo lo cual
hace que el verdadero propietario de la cosa pueda enterarse de
que otro la posee más pronto y con menos trabajo, determina la
tendencia a rebajar el tiempo de la prescripción, lo mismo de mue-
bles que de inmuebles. Después de todo, estas razones que acon-
sejan rebajar el plazo, según que la civilización progresa, son las
mismas que pueden tenerse al distinguir el término de prescrip-
ción entre presentes y entre ausentes" 1.
La verdad histórica, entre los hebreos justamente, concede la
razón a Tarde. En efecto; la prescripción bíblica del año sabático,
por la que las deudas se extinguían de siete en siete años, experi-
mentó una lenta pero segura evolución merced a las necesidades
de la vida de relación. Así se comenzó por atenuar el principio esta-
bleciendo que estaban exentas de la prescripción sabática las mer-
cancías adquiridas a crédito, los salarios de los trabajadores y las
condenas aplicadas por los tribunales.
Posteriormente, y por obra y gracia de los rabinos, principal-
mente de Hilel el Anciano, se descubrió un recurso para evitar la
prescripción de las deudas, y consistió en remitir el título del cré-
dito al tribunal, antes de que se cumpliera el septenario; a cambio
del título originario, el tribunal concedía al acreedor un título ju-
dicial imprescriptible (prozbul). Con ello se llegó a sustraer cual-
quier crédito de la prescripción instituida por la Biblia.
En el Derecho musulmán la prescripción recién fue conocida
en el rito malekito, pues el Corán no dice una palabra a su res-
pecto y estableciendo una regla que posteriormente habría de tra-
ducirse en los dos términos de prescripción, entre presentes y
ausentes, determinó que la prescripción era de diez años entre fo-
rasteros y de cuarenta años entre parientes.
El Derecho romano, partiendo de la usucapion (adquisición de
la propiedad por una posesión suficientemente prolongada y reu-
niendo las cualidades del justo título y la buena fe), evolucionó
paulatinamente hacia la prœscriptio longi temporis, que estuvo con-
dicionada a los mismos requisitos de la usucapion (el derecho al
uso); pero la prœscriptio longi temporis se aplicó originariamente

1 A. POSADA, Nota a la obra: Las transformaciones del Derecho, pág. 159.


DERECHO HEBREO 471

como una simple defensa, como una excepción dada al poseedor


contra quien acciona el propietario de la cosa. Solamente después
de un prolongado proceso la prescripción romana adquirió las ca-
racterísticas con que se la conoce en las leyes modernas y que se
bifurca en dos acciones respectivas: como medio de adquirir el do-
minio por la posesión y como recurso de extinción de las obliga-
ciones por el transcurso del tiempo. Palta agregar que en el De-
recho romano la prescripción fue de diez años entre presentes y
de veinte entre ausentes, mediando justo título y buena fe, am-
pliándose a treinta años cuando faltaba éste último requisito.
En las Institutas de Justiniano se dispone (Título VI ) que las
rosas muebles se adquieren por el uso de tres años y los inmuebles
por la posesión de largo tiempo; es decir, de diez años entre pre-
sentes y veinte entre ausentes. Esta regla no se aplicaba a las cosas
robadas u ocupadas por medios violentos, ni a la posesión de un
hombre libre durante un número cualquiera de años, de una cosa
sagrada o de un esclavo fugitivo, ni a las cosas del fisco.
Veamos la naturaleza y caracteres de la prescripción entre los
hebreos.
2. — LA PRESCRIPCIÓN ENTRE LOS HEBREOS. — Según las leyes
de la Biblia, ampliadas y perfeccionadas por los talmudistas, los
derechos de propiedad y de posesión, en Israel, no eran irrevoca-
bles. La sanción de los años del Jubileo (cada cuarenta y nueve
cumplidos) y del sabático (cada siete años) establecía un régi-
men de retroactividad de los derechos adquiridos, retornando los
bienes o las personas —si de éstas se trataba— a su condición
anterior. Pero además de este sistema, hallamos en la legislación
hebraica otro modo de extinción de los derechos, el que habría de
pasar a la casi totalidad de las legislaciones modernas. Nos refe-
rimos a la prescripción, denominada hazacá, que se regía por
numerosos preceptos de la ley. El fundamento filosófico de la
hazacá no difiere, en cierto sentido, del que se le asignara en el
Derecho romano y en las legislaciones modernas; la incuria, el
abandono de los intereses, por parte de los titulares del dominio,
durante un cierto tiempo, les hacía perder esos derechos y en
oposición los radicaba en quienes habían tomado posesión y
ejercido determinados actos a títulos de dueño, durante un lapso
prefijado.
Los tratados talmúdicos contienen numerosas prescripciones
acerca de la hazacá, que ponen de manifiesto el anticipo con res-
pecto a los tiempos, que Israel introdujo en el Derecho.
Citaremos algunas de las más importantes reglas acerca de la
prescripción, reglada por el texto talmúdico.
472 MATEO GOLDSTEIN

En el Tratado Sheviit 2 encontramos las siguientes reglas para


ser ajustadas a ciertas normas de contratar:
Las deudas registradas o no en un acta, se prescriben en el
séptimo año, llamado sheviit, año de la shmitá. No hay prescrip-
ción para las mercaderías compradas al tendero a crédito; sin em-
bargo, si el tendero ha consentido considerarlo como un préstamo
(milvá), hay prescripción en el año de la shmitá. No hay prescrip-
ción para el salario de los obreros, a menos que el obrero no haya
consentido considerarlo como un préstamo.
No hay prescripción para las multas establecidas por Moi-
sés, ni para las obligaciones impuestas por los tribunales.
No hay prescripción para un préstamo con garantía, si el
acreedor ha entregado sus actas de préstamo al tribunal, la deuda
no se prescribe en el año de la shmitá. Y lo mismo ocurre si el
acreedor ha realizado un acto denominado prozbul. (Es una de las
leyes establecidas por Hilel el Anciano. Cuando Hilel hubo visto
que no era posible prestar dinero por temor a la prescripción del
año de shmitá, introdujo el uso del prozbul). He aquí lo que se
escribe en el acta denominado prozbul: El acreedor escribe: "Yo te
perdono a ti, Fulano de Tal, Juez de tal derecho, todos mis prés-
tamos, para que yo pueda hacérmelos pagar cuando yo quiera", y
los jueces o los testigos ponían sus firmas al pie. Si el prozbul es
antidatado, es válido; si es postdatado, pierde su valor. Es lo con-
trario en los actos de préstamo; si ellos son antedatados, pierden
su valor; si son postdatados, son válidos. Si un deudor toma pres-
tado dinero a cinco acreedores, cada uno de ellos debe tener un
prozbul para él. Si un acreedor presta a cinco deudores, es sufi-
ciente un solo prozbul para todos los cinco préstamos.
No se escribe un prozbul más que si el deudor posee un in-
mueble 3.

2 Tratado Sheviít, Perek X, Ley sobre el Año Sabático.

3 Prozbul: palabra compuesta de los términos griegos, pros, deante, en


presencia de, y boulé, senado, asamblea deliberativa. Moisés ha prohibido
a lo s ac re e dore s a re cla mar su s de ud as a l fin de l año de la sh mi tá
(Deuteronomio, capítulo XV, versículo 2). Pero a la época de Hilel, se llegó a
la conclusión de que esta ley hacía daño al crédito. Hilel estableció entonces
que los acreedores concurriesen antes de la shmitá delante del senado o del
tribunal para remitirlos sus créditos, a fin de que ellos hicieran pagar sus
deudas en su nombre y no en nombre de los acreedores. El tribunal devolvía
por lo demás las actas a los acreedores, dándoles un escrito llamado
prozbul, que comprobaba a remisión de las deudas al tribunal. Si el
acreedor se presentaba después del año de la shmitá con este prozbul, e r a
c o m o s i é l re ca m a b a l a d e uda e n e l n o m b re d e l t ri b u n a l , a l q u e é l h abía
re mitido a deuda ante s de la sh mi tá. En to nce s , l a Le y b íbl ic a no poda
aplicarse más que a un individuo que reclamaba en su propio nombre,
porque Moisés quera que hubiera prescripción en a shmitá; pero a
DERECHO HEBREO 473

Si un deudor viene a pagar su deuda al fin del año de la shmitá,


el acreedor debe recordarle que hay prescripción; pero si el
deudor dice que él quiere pagar, pese a la prescripción, el acreedor
puede aceptarle.
Si el deudor paga su deuda a pesar de la prescripción del año
de la shmitá, los sabios están contentos de él (se conduce noble-
mente).
Si un individuo presta dinero de un prosélito, cuyos hijos se
han convertido junto con éste, no está obligado a pagar la deuda
de sus hijos (si el acreedor ha muerto después del año de la shmitá,
porque los hijos, vueltos judíos, deben observar la Ley mosaica
de la prescripción de la shmitá, aun para las deudas de su padre);
sin embargo, si el deudor paga la deuda a los hijos del prosélito
(a pesar de la prescripción), los sabios están contentos con él, porque
"se porta noblemente".

3. — PRESCRIPCIÓN DE LA KETUBÁ. — La Ley rabínica establece


un régimen especial de prescripción para la ketubá. En el Tratado
del mismo nombre 4 se lee: Mientras que la viuda permanece en su
familia (y los herederos le dan el sustento, agrega Raschi), no
hay prescripción para la ketubá; si ella permanece en la casa del
marido, hay prescripción a los veinticinco años, porque en ese largo
lapso, ella ha aprovechado de los herederos o hecho aprovechar a
sus amigos y vecinos, tanto como la ketubá vale. Es así, como
rabí 3 Meyer lo ha dicho en nombre de rabí Simón, hijo de
Gamaliel. Los otros doctores dicen lo contrario: mientras ella
permanece en la casa de su marido no hay prescripción para la
ketubá, porque —dice Raschi— no se puede concluir de su largo
silencio que ella haya renunciado, puesto que el silencio se explica
por los cuidados que ella ha podido tener hacia los herederos que
la han tratado bien. Pero si ella está en su familia, hay prescripción al
término de veinticinco años, porque se puede concluir de su largo
silencio que ella ha renunciado.
Si ella ha muerto, hay prescripción para sus herederos al tér-
mino de veinticinco años; estos herederos deben, entonces —dice
Raschi— protestar antes de este término para no perder su derecho a
la ketubá.
4. — P R E S C R I P C I Ó N D E L O S I N M U E B L E S . — P ar a l a
pr es cr ip ción de las cosas inmuebles, la Ley talmúdica ha establecido
plazos

prescripción no se aplicaba a las deudas registradas e n los archivos del


tribunal.
4 Tratado Ketubót, Perek XII, fol. 104.
474 MATEO GOLDSTEIN

breves, y la adquisición por este conducto del derecho de propie-


dad, se basa fundamentalmente, en los trabajos que haya efec-
tuado sobre el bien prescripto, aquel que tiene la posesión del mis-
mo. La norma general vigente era la de que si un individuo reclama
el inmueble que le ha pertenecido antes y que otro posee en el
presente, alegando éste último que lo ha comprado, pero ha extra-
viado el acta de venta, si el poseedor prueba que ha tenido la po-
sesión durante tres años consecutivos, sin reclamo de nadie, puede
conservar el inmueble. Una Mishná del Tratado Babá Batrá
(fol. 28) define y clasifica:
La hazacá (posesión) de las casas, de los pozos, de las fosas, de
las cavernas, de los palomares, de las casas de baños, de los lagares,
de los campos surcados por ríos, de los esclavos y de todo lo que
produce frutos constantemente, es de tres años cumplidos día por
día. La hazacá del campo regado por las lluvias (que no da frutos
—agrega Raschi— más que una vez al año) es igualmente de tres
años, pero no de tres años íntegros; es suficiente que el
demandante lo haya cultivado durante los tres últimos meses del
primer año y durante el segundo año íntegro, y durante los tres
primeros meses del tercer año, en total, dieciocho meses. Esta es la
opinión de rabí Ismael: rabí Akiba opina que es suficiente que el
demandante lo haya tenido bajo su posesión un mes de los
primeros años, el segundo año integro y un mes del tercer año, en
total catorce meses. Rabí Ismael dice: Los dieciocho meses de que
yo he hablado son necesarios para un campo de cultivo (en que
todos los frutos —agrega Raschi— se recogen en la misma
época). Pero cuando se trata de un campo cubierto de árboles (en
que los productos —dice Raschi— se recogen en épocas diferentes,
como los racimos de uva, los olivos y los higos), si el demandante
ha recogido el vino, los olivos y los higos, estas tres recolecciones se
cuentan por tres años.
A los fines de la aplicación de la prescripción, la Ley rabí-
nica dividió a la Palestina en tres partes o zonas. Si entonces
propietario de un campo se encuentra, por ejemplo, en Judea, y
si otro toma posesión del campo que se encuentra en Galilea, y
dice que lo ha comprado, apoyándose en los tres años de la pose-
sión como una hazacá, o bien si el propietario se encuentra en Ga-
lilea, y si otro toma posesión del campo que se encuentra en Judea, la
hazacá carece de todo valor, como si el propietario se encontrase en
un país extranjero durante los tres años de la hazacá; porque la
hazacá no tiene valor sino en el caso en que el propietario se halle
en el mismo país en que se encuentra el inmueble.
Ahora bien, la hazacá (prescripción adquisitiva) no funciona-
DERECHO HEBREO 475

ba de una manera arbitraria; se hallaba sujeta a requisitos sin los


cuales la prescripción no se producía. ¿Cuáles eran estos requisitos?
El Talmud los determina. En efecto, la Mishná contenida en el
Tratado Babá Batrá (fol. 41) establece que la hazacá de un in-
mueble carece de toda validez. si el poseedor no ha dicho en qué
concepto o por qué título Posee el inmueble: por ejemplo, si un
individuo dice a otro: ¿Qué haces en mi dominio?, y si el otro res-
ponde: Yo he poseído el tiempo legal de la hozará, porque tu me
lo has vendido o donado, o porque tu padre me lo ha vendido o
donado, la hazacá tiene valor legal, porque ella serviría de prueba
de que el poseedor lo ha comprado o recibido en donación, puesto
que de otro modo el antiguo propietario no lo habría dejado en su
posesión sin oposición. Pero si el demandado responde: Yo lo he
poseído durante el tiempo legal de la hazacá porque nadie me ha
hecho oposición, la hazacá carece de validez y el propietario re-
toma su propiedad. Si el demandado responde: Yo lo he poseído
durante el tiempo legal de la hazacá porque lo he heredado de mi
padre, la hazacá es válida, y no está obligado a denunciar en qué
derecho o título se fundó su padre para la posesión (puesto que
los hijos pueden ignorar los negocios de sus padres).
Con el propósito evidente de impedir los abusos y de garan-
tizar la propiedad raíz, la Ley rabínica estatuye sobre ciertos ca-
sos en que algunas personas se encuentran especialmente habili-
tadas para alegar la prescripción, incurriendo en dolo y fraude. De
no haberse establecido cortapisas a las pretensiones malsanas de
algunos individuos, no sólo el régimen de la propiedad, se hallaría
supeditado a la buena fe de las personas, sino que ningún propie-
tario se hallaría a cubierto de las malas inclinaciones. Por eso el
Talmud establece algunas garantías de incuestionable autoridad le-
gal y jurídica, destinadas a aquellos casos en que es fácil hacer
incurrir en la desconfianza y el error acerca de la titularidad del
Derecho. Veamos: Una Mishná del Tratado Babá Batrá establece:
Los obreros que trabajan en el campo, los socios, los arrendata-
rios rurales y los tutores no pueden invocar la hazacá como prueba
de que han comprado el campo que cultivan. El marido no puede
invocar la hazacá como prueba de que ha comprado el campo de
su mujer, que él cultiva, ni la mujer puede invocar la hazacá como
prueba para el campo de su marido, ni el padre para los bienes de
su hijo, ni el hijo con respecto a los de su padre. Y agrega la
Mishná: Se ha hablado hasta ahora (en este Perek) de una hazacd
que exige una cierta duración (de ordinario, tres años). Esta se
aplica solamente al caso en que un individuo es una mahazik (posee-
dor del inmueble e invoca la hazacá como prueba de que ha adqui-
476 MATEO GOLDSTEIN

rido el inmueble legítimamente, ya hace tiempo). Pero si el indi-


viduo no es un mohazik (no es poseedor) y quiere adquirir al
presente por la hazacá, la toma de posesión, esta hazacá no exige
duración alguna. Así, en todos los casos en los que se quiere hacer
la adquisición de un inmueble por la hazacá, la toma de posesión
(es decir, en el caso que se quiere adquirir sin compraventa; por-
que si existe venta, se ha hecho de ordinario la adquisición me-
diante el pago del precio), por ejemplo, si se recibe un inmueble
en donación, o si los hermanos se dividen la herencia, o alguno
quiere adquirir los bienes de un extranjero que ha fallecido sin de-
jar herederos, estos bienes pertenecen al primer llegado, en todos
estos casos, se puede hacer la adquisición definitiva, inmediata-
mente que se ha hecho un acto de posesión, por ejemplo, si se ha
hecho confeccionar las puertas de la casa, o se ha levantado un
muro, o se ha hecho una abertura.
Establecidos los casos en que los tenedores precarios de los
bienes inmuebles ajenos no pueden invocar la hazacá, la Ley tal-
múdica prescribe las sanciones de que serán pasibles aquellos que
promueven o facilitan una tentativa de apropiación indebida, de
una usurpación.
En el Perek II del Tratado Babá Batrá (fol. 56), una Mishná
determina: Si dos testigos han depuesto que tal individuo ha po-
seído el campo del otro durante los tres años de la hazacá y si
estos testigos son desmentidos por una alibí (coartada), deben pa-
gar al propietario todo el valor del campo que han querido hacer
arrebatar. Si hay tres grupos de testigos, cada uno por un año de la
hazacá, y si ellos son desmentidos por un alibí, cada grupo pagará
un tercio del valor del campo. Si hay tres hermanos y uno
depone su testimonio por un año, otro depone por los tres años,
se cuentan como tres grupos separados, y su testimonio es admi-
tido. Si son todos desmentidos por un alibi, los tres grupos se con-
sideran como uno, en el sentido de que no pagan sino un tercio
cada uno del valor del campo.
El Talmud reconoce y regla otras formas de la hazacá, con
referencia a bienes de otra naturaleza, como los de uso, y otras.
Una Mishná, contenida en el mismo Tratado, dispone : He
aquí las cosas para las cuales se puede invocar la hazacá de uso, y
he aquí aquellas para las que no se puede invocar: Si un individuo
ha colocado durante tres años su bestia en el patio de otro, o si ha
tenido durante tres años su horno, su molino, o llevó sus gallinas al
patio de otro, o si puso sus desperdicios, no puede invocar la
hazacá de uso (porque todas estas cosas —dice Raschbam— son
cosas que se pueden llevar a cada instante; el propietario del patio
DERECHO HEBREO 477

puede decir, entonces: Yo lo he permitido hasta el presente, pero


no lo permitiré más). Pero si el individuo ha hecho en el patio del
otro un seto, de separación para su bestia o para su horno o su
molino, o si introdujo sus gallinas en la casa del otro, o si ha hecho
en el patio del otro una excavación de tres tefaim para sus desper-
dicios, puede invocar la hazacá de uso, y decir a su vecino: Tu me has
vendido o acordado el derecho de hacer este uso, si no me lo
hubieras vendido o donado, no me habrías dejado este uso durante
tres años sin hacer oposición.
Dentro de la misma norma, prosigue la Mishná (fol. 59): No
hay derecho de abrir una ventana en el patio del vecino, aunque se
tuviera en ese patio una parte o un derecho. Si un individuo ha
comprado una casa que se abre hacia el patio, carece de derecho para
hacer otra puerta para que se abra hacia el patio, aunque tuviera
una parte en ese patio.
El precepto que antecede se relaciona con las restricciones y
límites al dominio, que ya hemos tratado in extenso. Nos remiti-
mos a las disposiciones allí mencionadas y analizadas.
OBSERVACIONES FINALES

Hemos procurado dar a conocer, especialmente destinado al


público de habla hispana —gentil y judío—, lo que ha creado Israel,
en normas jurídicas de gran influencia en el Derecho, durante su
existencia histórica en el territorio nacional y en sus numerosos
exilios.
Tenemos la impresión de haber brindado una concepción orgá-
nica del Derecho hebreo, específico y diferenciado, fundado en la
Biblia y en el Talmud, a través de una larga trayectoria y de una
laboriosa obra efectuada por el legislador y el comentarista, seña-
lando las proyecciones logradas y la influencia ejercida por la
civilización de los israelitas en contacto con las demás civilizaciones
contemporáneas y posteriores.
La dispersión, que arranca desde la destrucción del Segundo
Templo, en el año 70 de la edad cristiana, que aun se prolonga,
ha paralizado la tarea fecunda de la invención jurídica, ya que la
pérdida de la independencia nacional cegó la fuente primitiva y
forzó a Israel para adaptarse a las legislaciones vigentes en cada
sitio de su esporádica radicación en la diáspora. Ello no ha sido,
sin embargo, un inconveniente, para que la Ley de la Sagrada
Escritura, a través de la permanente influencia judía en el seno
de los pueblos que le acogieron, haya seguido ejercitándose inva-
riablemente, como una sombra bienhechora que atenúa el rigor de
las leyes gentiles y aplaca el egoísmo social crudamente mate-
rialista.
El retorno de grandes masas hacia el solar de Palestina, mer-
ced a la histórica Declaración Balfour, después de casi dos mil
años de éxodo, ha contribuido a revivir las viejas fuentes del De-
recho y se están gestando nuevas formas para la legislación mo-
saica: odres nuevos para el añejo licor bíblico...
El nuevo Derecho hebreo será motivo de trabajos especiales
que comprometen la responsabilidad del autor de éste Tratado, y
sin duda, exigirán grandes esfuerzos, dado su distanciamiento ma-
terial de las renovadas creaciones del espíritu hebreo en la Nueva
Palestina.
480 MATEO GOLDSTEIN

Pero es evidente que Israel crea y seguirá creando sobre las


bases eternas, con evidente desprecio de la maldad y de la perse-
cución que le acosan, no obstante haberse esfumado como una le-
yenda trágica la de la Inquisición y de los autos de fe, en el
medioevo, empequeñecida por la asombrosa aventura de muerte del
nazi fascismo.
Incúrrase en error cuando se afirma que nada original ha
creado el pueblo de la Biblia, sino que ha adoptado y adaptado
normas y preceptos contenidos en otras legislaciones de la época. Si
en términos generales esto fuera exacto, no lo sería menos que
instituciones como las del Jubileo, del Año Sabático, las normas
para la defensa del débil, la santificación del trabajo y la dignifi-
cación del trabajador, etcétera, no tienen parangón con ninguna de
las legislaciones antiguas y aun siguen constituyendo fanales lumi-
nosos en la marcha vacilante de la humanidad de hoy.
Y por encima de las normas escritas, de la obra de los exé-
getas y glosadores, el Derecho hebreo se halla impregnado de un
ansia inextinguible de elevación del espíritu sobre la materia. Esto
no lo puede negar nadie que sienta el gozo de acercarse a la verdad.
Rudolf von Ihering, el famoso jurisconsulto, que por naci-
miento y por cultura ha pertenecido a ese pueblo que se eternizará
tristemente en la historia como el máximo exterminador de Israel,
no puede menos que analizar en su difundida obra La lucha por el
Derecho, el tan discutido personaje de Shakespeare, Shylok, a
quien muchos intérpretes superficiales o judeofobos embozados han
pretendido identificar con el espíritu judío. Von Ihering, mencio-
nando al mercader de Venecia, dice: "Es el espíritu de venganza y
el odio los que impulsan a Shylok a pedir al tribunal la autori-
zación de cortar su libra de carne de las entrañas de Antonio; pero
las palabras que el poeta pone en sus labios son tan verdad en ellos
como en cualesquiera otros; es el lenguaje que el sentimiento del
derecho lesionado hablará siempre; es la potencia de esa persua-
sión inquebrantable de que el derecho debe ser siempre derecho ;
es el entusiasmo apasionado de un hombre que tiene conciencia de
que no lucha sólo por su persona, sino también por una idea.

"La libra de carne que yo reclamo,


—le hace decir Shakespeare—,
La he pagado largamente, es mía y yo la quiero;
¿Que es vuestra justicia si me la negáis? El
derecho de Venecia no tendrá fuerza alguna.
Esa es la ley que yo represento.
Yo me apoyo en mí título.
DERECHO HEBREO 481

"El poeta, en estas cuatro palabras yo represento la ley, ha de-


terminado la verdadera relación del derecho desde el punto de vista
objetivo y subjetivo, y la significación de la lucha para su defensa,
mejor que pudiera hacerlo cualquier filósofo. Esas palabras cam-
bian por completo la pretensión de Shylok en un problema tal, en
que el objeto en cuestión es el mismo derecho de Venecia. ¡Qué
actitud más vigorosa no toma éste hombre en su debilidad cuando
pronuncia esas palabras! No es el judío que reclama su libra de
carne, sino que es la misma Ley veneciana quien llega hasta la
barra de la justicia, porque su derecho y el derecho de Venecia
son uno mismo: si, pues, él sucumbe al fin bajo el peso de la sen-
tencia del juez que desconoce su derecho por una burla extraña; si
lo vemos herido por el dolor más amargo, cubierto por el ridículo y
completamente abatido alejarse vacilante, podemos entonces afir-
marnos en ese sentimiento de que el derecho de Venecia está hu-
millado en su persona, que no es el judío Shylok quien se aleja
consternado, sino un hombre que representa al desgraciado judío
de la Edad Media, ese paria de la sociedad que en vano grita:
Justicia! Esta opresión del derecho de que él es víctima, no es
todavía el lado más trágico ni más conmovedor de su suerte; lo
que hay de más horrible es que ese hombre, que ese infeliz judío
de la Edad Media cree en el derecho, puede decirse, lo mismo que
un cristiano. Su fe es tan inquebrantable y firme corno una roca;
nada le conmueve; el juez mismo la alimenta hasta el momento en
que se resuelve la catástrofe v es aplastado como por un rayo;
entonces contempla su error y ve que sólo es un mísero judío de la
Edad Media, a quién se niega la justicia engañándole."
La “sed de justicia” de Israel, que se advierte en cada etapa
de su existencia, ha de hallar nuevas expresiones y después de haber
señalado, aunque escuetamente, la honda influencia que en lo
jurídico caracteriza la historia de éste pueblo de más de treinta
siglos, sólo nos resta consignar el deseo fervoroso de que en un
mañana próximo, cuando la nación judía habite, por derecho y de
hecho, la tierra de sus antepasados, siga creando nuevas formas de
vida, encuadradas en los moldes de la Moral y de la Ética que los
siglos no han vencido y que tienen sabor de eternidad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
DE AUTORES CITADOS

Se dan especialmente referencias bibliográficas de algunos de los autores


citados en esta obra –judíos y gentiles – cuyos trabajos y estudios han sido
utilizados y que en la misma se citan, por haberse consagrado en forma
total o incidental a las ciencias judaicas, procurando así completar u orien-
tar la información del lector:

ABRAHAMS, Israel (1858- Exponentes del espíritu Hebreo.


1925), nacido en Gran Bretaña,
donde transcurrió toda su vida. AJAD HAAM, pseudónimo de
Hombre de letras, escritor cele- Asher Guizburg, cuyo significado
brado y maestro de una generación es “uno del pueblo”. Escritor y
de hebreos. Originariamente, en ensayista de alto vuelo, n. en Ru-
sus años de adolescencia, formo sia, en 1856 y m. en Palestina
en las filas de la más aguda orto- (1927) donde precedió durante una
doxia religiosa y se convirtió ya veintena de años todo el movi-
maduro en líder del “judaísmo miento espiritual de la comunidad
reformista y liberal”. Autor de hebrea. En los comienzos de la
Jewish Life in the Middle Ages, acción sionista se opuso a la ten-
Festival Studies y numerosas co- dencia política y terrorista del Dr.
laboraciones periodísticas. Coad- Herzl, preconizando la creación de
yuvó a la fundación del instituto un centro espiritual en Erétz Is-
Jewish Historical Society of En- rael; posteriormente cambió de
gland”. punto de vista. Su vasta obra se
halla íntegramente en hebreo –
ABRAVANEL, Isaac (1437- idioma que poseyó maravillosa-
1509) mente –, habiendo sido traducidos
Oriundo de Portugal donde lle- algunos trabajos al español, por la
gó a ocupar destacas posiciones Editorial Israel. Su más importante
públicas con el Rey Alfonso V; el obra es: Al Parashát Derashim.
edicto de expulsión de los judíos
hirió su dignidad y abandonó el AKIBA, Ben Joseph (mas co-
país para refugiarse, sucesivamen- nocido como Rabí Akiba) (50-137
te, en Nápoles, CORFO y Venecia. de lá E.C.) sabio, rabí y exégeta de
Talmudista, exégeta de los Libros la Torá, fue uno de los más impor-
Sagrados y cabalista, Abravanel es tantes expositores e interpretes de
autor de importantes libros en los la Ley, ejerciendo una influencia
considerable del judaísmo. La corre pareja con su profunda eru-
historia y la leyenda le rodean de dición en las ciencias judaicas a
contornos extraordinarios convir- las que diera nuevo impulso.
tiéndole enana de las figuras más Criando y educado en Rusia, se
populares de la vida nacional de traslado en 1924 a Palestina donde
Israel. en el curdo de una década alumbro
Su famosa academia de Sisera poderosamente el movimiento
constituyó una luz permanente renacentista de Israel. Es autor,
para el exilio y sus discípulos se entre otras numerosas y profusas
contaban por decenas de miles. obras, de las siguientes: El Libro
Habiéndose pronunciado co- de la Agadá (Leyendas del Talmud
ntra el imperio romano, fue apre- y del Midrash) y de poemas que se
sado y desollado vivo a una avan- han universalizado, como En la
zada edad. Su heroica muerte ciudad de la matanza. Son clásicas
contribuyó a afirmar su gloriosa sus traducciones al hebreo, de El
existencia e inmortalizarlo en la Quijote de la Mancha y algunas
mente de su pueblo. obras de Shakespeare.

ALGAZI, Isaac, rabino y tal- BRUNNER, Constantín, filó-


mudista contemporáneo, radicado sofo judeo-alemán, n. 1886 y m.
en Montevideo y dirigente espiri- en 1937, después de dejar una
tual de la comunidad israelita maciza obra cultural tendiente a
sefardí. Escritor y ensayista cola- combatir los dogmas y los prejui-
bora en las más importantes publi- cios racistas. Siendo un factor
caciones hebreas en español, del importante en la cultura europea,
continente. Autor de un volumino- se consagro a revelar clínicamente
so tratado: El Judaísmo, religión los males que aquejaban a esa
de amor (1945), que mereció la civilización roída en sus entra-
más franca acogida de la crítica. ñas… sus teorías filosófico-
Es originario de Esmirna, pero sociales lograron muchos adeptos
habita en el Uruguay desde hace y perseguidos por la ola materia-
décadas. lista y sensual que amenazaba la
integridad de Europa, ya septua-
BAILEY, Albert Edgard, eru- genario, Brunner buscó asilo entre
dito investigador contemporáneo, los círculos de su afinidad, en
de la historia y de la geografía del Polonia y Rumania. Falleció a los
Oriente, especialmente de Palesti- 71 años dejando numerosas obras,
na. Dictó una cátedra durante dos entre ellas: La teoría acerca de los
lustros en la Universidad de Bos- hombres espirituales y del pueblo
ton, consagrada al estudio del arte (1908), Spinoza contra Kant y la
religioso. Entre sus más difundi- verdad espiritual (1909), El odio a
das obras se cuentan: History of los judíos y los judíos (1917), que
the Hebrew Commonwealth y La le atrajeron resistencia entre pro-
vida cotidiana en los tiempos pios y extraños.
bíblicos, vertida al español por G.
Parpagnoli, en 1943. CARO, José (1488-1575), n.
en España y m. en Palestina. Autor
BIALIK, Jaim Najman (1873- de profusos y muy importantes
1934), considerado el “poeta na- comentarios bíblicos y talmúdicos.
cional de pueblo hebreo” y uno de Compilo numerosas sentencias de
los mas altos valores de la lírica la jurisprudencia civil y religiosa
contemporánea. Su inspiración hebrea. Que con el transcurso de
los años adquirió una categoría de talización del pensamiento y del
una verdadera codificación talmú- espíritu judío para mejor servir los
dica. Sus exégesis y comentarios intereses de la humanidad. En
se han impuesto particularmente 1946 fue publicada en español una
en el sector sefardí del judaísmo. obra suya conteniendo dos impor-
Su obra máxima es el Shuljan tantes trabajos: Enrique Heine y el
Aruj, código máximo del hebraís- Judaísmo y Significación del Sá-
mo aun en los días que corren. bado.
CAPDEVILA, Arturo, n. en
Córdoba (República Argentina) en COHEN, Israel, es uno de los
1889, ejerciendo en su ciudad más completos y veraces historia-
natal la cátedra y el periodismo. dores del movimiento de restaura-
Trasladado a Buenos Aires, su ción el Estado judío en Eretz Is-
inspirado estro poético y su pluma rael, a partir de la presencia del
fecunda de escritor le depararon Dr. T Herzl. Secretario durante
un sitio privilegiado dentro de la muchos años del movimiento sio-
cultura americana. Aficionado al nista mundial, siguió de cerca y
estudio de las ciencias jurídicas y paso a paso la trayectoria de quie-
sociales ha producido obras perdu- nes levantaron la bandera de la
rables de ilustración y esclareci- restauración judía en el solar de
miento de tópicos históricos del sus antepasados, Su Historia del
Oriente. Su devoción por las cusas Movimiento Sionista, escrita en
nobles de la humanidad le han ingles, fue vertida al español bajo
inducido a ponerse de lado del el patrocinio de la F.S.A (1947) y
pueblo de Israel y del sionismo. constituye el mas documentado
Entre sus obras de escritor y cate- estudio sobre la materia.
drático merecen señalarse El
Oriente Jurídico, El Cesar contra DONOSO CORTÉS, Juan
el hombre y Advenimiento. A. (1809-1853). Prominente hombre
Capdevila es miembro de número de estado y político español que
de las Academias Nacional de la figuro en las filas del partido mo-
Historia y Argentina de Letras, derado dentro del cual dirigió una
perteneciendo, además, a presti- fracción llamada “noecatolicimo”.
giosas entidades de cultura del Sus convicciones monárquico-
continente. religiosas y aun absolutistas no
fueron obstáculo para que se con-
COHEN, Hermann, (1842- sagrase a los estudios sociales,
1900), filosofo judeo-alemán que políticos e históricos, en los que
enseño filosofía en la Universidad se destacó por sus ideales de
de Marburgo, ejerciendo poderosa humanismo y de alta espirituali-
influencia en la cultura germana y dad. Orador de fusté, embajador,
en la hispánica, a través de ilustres literario y académico, don Juan
discípulos y continuadores. Sus Donoso Cortés, autor entre otras
conocimientos de las ciencias obras de Memorias sobre las situa-
judaicas le colocan entre los expo- ción actual de la Monarquía y
sitores mas elevados de los propa- Ensayo sobre el catolicismo, el
gadores del espiritualismo hebreo, liberalismo y el socialismo, ha
su obra fundamental La religión dejado una admirable oda sobre la
de la razón a través de las fuentes Biblia que aún se recuerda como
judías, publicada después de su una de las más apasionadas exalta-
muerte, se juzga como uno de los ciones por el Viejo Testamento y
más grandes aportes hacia la revi- por el Pueblo que lo produjo.
sobre los Padres de la Iglesia
DARMESTETER, James Cristiana, si bien fue muy efímera
(1849-1894) constituye una bri- y leve en la tradición de las ideas
llante expresión del pensamiento del judaísmo. La tendencia de
judío del siglo XIX . Licenciado en Filón fue reeditada posteriormente
ciencias y letras, doctor en dere- (en los siglos IX y X ) por medio de
cho, profesor y aún director de las traducciones hebreas de los gran-
Escuelas de Altos Estudios y des filósofos griegos: Aristóteles,
miembro del Colegio de Francia; Platón, con escaso resultado. Es
emisario de la cultura francesa por autor de numerosas obras científi-
el mundo y animador de infecundo cas. Ignorase la fecha de su muer-
movimiento intelectual, dedicó, te.
sin embargo, su talento y su erudi-
ción a escribir sesudos ensayos GUINZBURG, Iser, afamado
sobre tópicos judíos, entre los publicista judío contemporáneo,
cuales se ha difundido uno acerca radicado en Nueva Cork, que de-
de Los profetas de Israel. Para dica gran parte de su profusa obra
explicar la fe y esperanza de Dar- al estudio y esclarecimiento de los
mesteter acerca de la influencia complejos asuntos relacionados
bienhechora que ejerce el espíritu con las ciencias talmúdicas. Es
judío sobre la cultura de la huma- autor de una interesante historia
nidad, baste mencionar que su de los orígenes del cristianismo y
ensayo intitulado, en el original una historia biográfica de los
Les Prophetes d’Israel finaliza poetas y filósofos judíos de la
con esta frase: La religión del Edad Media, pero su obra más
siglo XX se encuentra en esas dos conocida es El Talmud, escrita en
exclamaciones: nacerá de la fu- “idish” y traducida al español por
sión del profetismo y de la cien- S. Reinach.
cia.
HEINE, Enrique (1797-1856),
DUBNOW, Simón, escritor e uno de los valores más altos de la
historiador judío nació en Rusia lírica alemana y a la vez del más
(1860) y muerto por los nazis. Su odiado y perseguido por sus com-
obra máxima consiste en una mo- patriotas. Su vena poética fue tan
numental historia del pueblo judío poderosa como su ingenio y su
vertida parcialmente al español sátira. Judío converso, jamás se
por S. Resnik. A pesar de no convenció de la posibilidad de
haber militado en el sionismo, modificar el espíritu y cambiar de
Dubnow procuro señalar la super- creencia como se cambia un tra-
vivencia del carácter nacional je… su vocación por los temas
hebreo a través de los diversos judíos se tradujo en maravillosas
exilios, su ideología fue adoptar parábolas como su Princesa Sába-
por el partido popular judío y do y algunos de sus más cerebra-
otros organismos democráticos. dos “lieder”, amen de sus conoci-
dos El Rabí de Bacharach y las
FILON nació hacia el año 30 Lamentaciones, de temas judíos.
antes de J.C., celebre filósofo de
origen judío, cuya obra es señala- HERZI, Theodor (1860-1904),
da como el primer intento de creador y animador sionista políti-
aproximación entre el pensamiento co, cuyas bases expuso en su cele-
y la filosofía griega y la Biblia. Su bre folleto El Estado Judío, que
acción ejerció singular influencia apareció en 1897. Oriundo de
Budapest, logró singular fama Sagradas Escrituras sobre toda
como escritor y dramaturgo, pero creación jurídica de Europa u
su mayor merito consiste en haber América del Norte, discriminando
traído una nueva esperanza, seña- sabiamente acerca de los verdade-
lándoles el camino a su rehabilita- ros transplantes y las mixtifica-
ción como nación judía en el suelo ciones de autores judíos y genti-
de sus antepasados. Es autor de les.
numerosas obras de teatro y de
una interesante novela de alcances JOSEFO, Claudius (según el
sionistas: Vieja y Nueva Sión. nombre romano), n. 37 y m. 95 o
105 de la era cristiana. Fue uno de
HIRSCH, Barón Maurice de los lideres de la nación judía en su
(1831-1896), n. en Munich y m. en lucha por la independencia libra
Hungría. Filántropo judío de fama contra el imperio romano (66-71),
mundial, dueño de una inmensa pero su reconciliación con Vespa-
fortuna lograda como director siano y su actuación frente a Tito
ingeniero de grandes empresas durante el sitio de Jerusalén arro-
ferroviarias en Europa. Adepto del jaron sobre su persona la sombra
judaísmo y poseedor de bellos de la traición a su pueblo. Volun-
sentimientos de solidaridad para tariamente o involuntariamente,
con sus hermanos de raza, cumplió fue Josefa un servidor de Roma,
una muy vasta acción altruista historiador, apologista el judaísmo
promoviendo grandes planes de y asimismo de Roma, fue también
colonización Israel en la América un brillante narrador de los acon-
del Sur. tecimientos en los que le tocara
La obra que en la Argentina se actuar y así tenemos su obra His-
caracteriza bajo la sigla de toria de la guerra de los Judíos,
“I.C.A” ha contribuido poderosa- que Tito apreciaba extraordina-
mente al desarrollo agropecuario riamente; Antigüedades Judaicas
del país que cuenta con unas 30 (vente volúmenes). Vida militar y
mil judíos dedicados ala agricultu- política (de carácter autobiográfi-
ra en las zonas de Litoral y del co), escritas todas en griego,
Chaco. idioma que dominó a la perfec-
Su esposa, Clara de Hirsch ción, según San Jerónimo, fue
(1933-1899) prosiguió, después de Josefo “el Tito Livio de la Gre-
la muerte del Barón, con la obra cia”
generosa que aquél había promo-
vido y alentado en vida. JUDA, Halevy, n. en España a
fines del siglo XI y m. en 1140. Es
ISAACS, Nathan, profesor de uno de los más insignes poetas
derecho comercial en el Graduarte hebreos y un valor lírico universal
School of Studies de la Universi- de altos quilates. Muchos de sus
dad de Harvard. Investigador de poemas están incorporados al
las huellas de Israel en la cultura y ritual religioso hebreo y otros
especialmente en el derecho de sirven como canon de la poesía
occidente, cuyas tesis consiste en romántica española. Fue, además,
afirmar que Israel jamás ha cesa- filósofo y pensador.
do de aportar sus contribuciones
al fondo común de las ideas jurí- KITTEL, Rudolph (1853-
dicas de occidente. Reacciono 1929), n. y m. en Alemania. Profe-
contra la tendencia filojudía de sor de teología de Breslau y hasta
atribuir exagerada influencia a la su fallecimiento, catedrático de la
de Leipzig, en la exégesis del Universitaires de France), en el que se
Viejo Testamento. Entre sus más estudian todas las fases del problema,
valiosas y difundidas obras se a la luz de las legislaciones europeas.
cuentan: Biblia Hebraica e Histo-
ria del Pueblo Judío, además de LATTES, Dante, n. en Italia en
comentarios a los libros de Jueces, 1876. En 1896, en plena adolescencia,
Samuel, Crónicas, Isaías y Sal- fue designado colaborador y después
mos, que constituyen vastas y editor del periódico de Trieste Il Co-
minuciosas monografías sobre la rriere Israelítico, de circulación profu-
Biblia en relación con los factores sa en todo el país. Con Alfonso Pacifi-
geográficos, arqueológicos y mo- ci fundó en Florencia (1916) el perió-
rales que influyeron sobre el des- dico Israel, que trasuntaba un ardiente
envolvimiento del “Pueblo del sionismo y que realizó una verdadera
Libro”. obra de renacimiento en el seno del
judaísmo itálico. Grande conocedor y
LEON, de Módena (1571- cultor de la lengua profética, enseñó el
1648) n. en Venecia, llegando a hebreo moderno en el Instituto de
conquistar extraordinariamente Lengua Eslava y Orientales de Roma,
lustre por sus cualidades de orador gozando de amplia privanza en los más
y poeta de alto vuelto. Su gran caracterizados círculos intelectuales
cultura hebrea le permitió verter a del país. Las discriminaciones raciales
dicha lengua, en armonioso verso, le obligaron a suspender su obra pri-
algunas obras clásicas de la cultu- mero y a abandonar el suelo natal,
ra europea. Produjo un interesante después. Actualmente se encuentra
libreo acerca de Las ceremonias y radicado en Tel Aviv (Palestina),
costumbres que se observan entre donde prosigue su acción de esclare-
los judíos, cuyas apreciaciones cimiento y de educación espiritual de
aún se leen con provecho en nues- las masas.
tros días.
LINK, Pablo, n. en Sahy (Che-
LEVY, Louis-Gérmain, n, en coeslovaqui) en 1903. Es ingeniero de
París en 1870. Gran Rabino de la Leeds (Inglaterra). Radicado en la
comunidad Israelita, introdujo en Argentina hace mas de 20 años, dicta
Francia las ideas del judaísmo cátedra de la Escuela Industrial de la
“reformista” llegando a fundar la Nación “Otto Krause” y ha adquirido
Sinagoga Liberal de Paris. Es nombre entre los técnicos de su espe-
autor de numerosos ensayos y cialidad, lo cual no es óbice para que
comentarios sobre diversas fases además de una veintena de libros sobre
de la ética y de la moral religiosa tópicos de su profesión, haya escrito
de su pueblo: La Familla dans varios acerca de temas de judíos: entre
l’antique israélite, Maimonides, otros: Evolución del Judaísmo (1934),
Des ailles a la terre y Une theolo- Bases del Judaísmo (1948) y autor de
gie rationelle et laïque. una voluminosas Enciclopedia Judía,
cuyos originales, por especial gentileza
LEVY, Rende, abogado en el tri- del Ing. Link, hemos tenido a mano.
bunal de Métz doctor en derecho Dicha Enciclopedia es la primera en su
nacido en Francia, donde goza de género que aparecerá en idioma espa-
amplio prestigio por su consagración a ñol y se encuentra en prensa.
las ciencias jurídico-sociales. Es autor
de un importante tratado intitulado: Le MONET, Eduardo Luís, orientalis-
divorcé juif et les conflicts des lois ta contemporáneo, n. en 1856. Estudio
qu’il peut engendrer (Edic. Le Presse en su ciudad natal (Lyon, Francia) y
luego en las Universidades de Ginebra, dres (1898) y siguió las huellas de su
Heidelberg y Paris, donde se graduó. padre, incorporándose desde muy
Es profesor decano de la Facultad de joven a la lucha parlamentarias en la
Teología Protestante de Ginebra, Cámara de los Lores. Su devoción
donde dicta cátedra de lenguas semíti- hacia su pueblo de origen racial y
cas. Es autor de obras que constituyen étnico data de 1933, como reacción y
un interesante aporte a la ciencia histó- protesta a la barbarie del hitlerismo y
rica y filosófica. Es autor de: Le Livre desde ese entonces el brillante líder
du Prophete Joël (1870), La legnde du político conservador ha luchado y
Christianisme a Lyon (1880), Historie lucha por la realización en todos sus
du Peuple d’Israel y Essei sur les términos del documento llamado
origines des partis pharisien a sadu- “Declaración Balfour”. En 1944 ingre-
céén (1883), así como varios tratados só a la “Agencia Judía Mundial” y una
filosóficos y de una gramática hebrea. de las mas prestigiosas figuras del
judaísmo ingles. Es autor de un intere-
MOYSE, Gabrielle, escritor y pu- sante libro intitulado: Thy Neighbor,
blicista judeo-francés contemporáneo, vertido al español bajo el nombre de
cuyas obras significan aportes valiosos Tu Próximo, en ocasión de una visita a
a la historia y al derecho hebreo, a la Argentina, el que constituye una
través de los textos bíblicos y talmúdi- ardiente afirmación del nacimiento
cos. Es autor de: Le Sanedrín (Cos- judío.
tumbres israelitas); Héroines bibliques,
Espoirs et souvenirs (poemas), Vers le MENES, Abraham, publicista e
Bien (Tópicos educacionales) y Le historiador judío contemporáneo, n. en
Talmud de Babylone (Paris 1926), en Grodno (Polonia), 1897, siendo autor
el que estudia instituciones civiles y de numerosas y enjundiosas obras
criminales del Talmud. sobre sociología, economía e historia
del pueblo de Israel. Autor de una obra
MENDELSHON, José, n. en fundamental acerca del Pentateuco en
Ucrania (Rusia) 1891.Llegó a la Ar- relación con la política general y eco-
gentina en 1912, dedicandose a la nómica del sionismo en Palestina.
docencia hebrea en una escuela del Emigró a Paris en 1933 y se le de-
I.C.A., en Moisés Ville, centro de una signo colaborador permanente de la
importante colonia judéo argentina. Enciclopedia Judía; en 1940 vióse
Desde 1917 desempeña la jefatura de obligado a emigrar hacia Nueva York,
redacción del importante matutino Di donde prosigue su erudita obra en la
Idische Zeitugn,y a partir del año 1942 nombrada Enciclopedia, al par que
ejerce la dirección del Seminario colabora en la importante prensa israe-
Hebreo, una de las mas importantes de lita de los Estados Unidos.
Sud América. Periodista y publicista
de nota tienen una abundante produc- NETTER, Charles (1826-1887), n.
ción bibliográfica, de la que merecen en Francia y m. en Jaffa, durante una
destacarse: Antología de ensayos de sus numerosas visitas a la primera
escritos durante un cuarto de siglo, colonia judía de la nueva Palestina.
Raschi, y Cincuenta años de Coloniza- Fue propulsor y alma mater de los
ción, escrito en conmemoración del ensayos de colonización que precedie-
cincuentenario de la colonización del ron al movimiento sionista. En una
Barón Hirsch. etapa primaria del proceso de restaura-
ción de Eretz Israel y cuando la gran
MELCHETT, Henry Lord (hijo de mayoría de los judíos poderosos de
Sir Alfred Mortiz Mond, ilustre indus- Europa se entregaba a los aparentes
trial y estadista británico). N. en Lon- encantos de la “asimilación”, Netter se
ilusionó con el ideal del “retorno” y denominado “judaísmo reformista”
consagró muchos esfuerzos para revi- siendo obra de consulta su tratado
vir el viejo solar de Israel. intitulado Jewish Law of Marriage and
Divorce, así como su Selection from
NIJENSHON, Wolf, n. en Rusia the Book of Salmes, Legal Maxim from
(1893), es uno de los propulsores más the Talmud y Rabbinical Law of Here-
eficaces del sionismo entre los israeli- ditary Succession.
tas de la Argentina. Escritor y propa-
gandista de los ideales del renacimien- MAIMONIDES, Moisés ben Mai-
to hebreo, es autor de numerosos mon, conocido asimismo con el acró-
trabajos sobre los fondos financieros nimo de RAMBAM (1135-1206), filóso-
del movimiento (Keren Kayémet Leis- fo médico, enciclopedista, llena un
rael), de un folleto intitulado: Vida y siglo con su extraordinaria figura.
Obra de Teodoro Herzl y de una obra Llevó el racionalismo judío a su más
en dos tomos: Historia del Sionismo. alta expresión. En su célebre Comenta-
rio de la Mishná, logra formular las
PASTORET, Claudio Manuel José más precisas interpretaciones de las
Pedro (Conde y luego Marqués de) sentencias talmúdicas, procurando
(1975-1840), estadista y político fran- simplificar las discusiones y sentar
cés, consejero en el Tribunal de Subsi- reglas sintéticas que sirvieran para la
dios, individuo de la Academia de más acabada exégesis. A través de sus
Inscripciones y Procurador Sindico del macizas obras – Misné Torá, Yad
Departamento de Sena. Prestigiosa Jazaká y Guía para los Extraviados-
figura de la “Restauración” estuvo ejerció una extraordinaria influencia, a
expuesto a las vicisitudes de la revolu- través de las edades, sobre el pensa-
ción (1791-1792) y el destierro. El rey miento judío.
triunfante le colmó de honores y de
privilegios, más prefirió retirarse a la REINACH, Salomón (1866-1932),
vida privada, donde se dedicó a escri- n. en Francia y logró gran fama por sus
bir obras tan fundamentales como trabajos de historia y arqueología. En
Moisés, como legislador y moralista su difundida obra Orfeo – Historia de
(1788), traducida por primera vez al las religiones, realiza un erudito para-
español en 1789; De las leyes penales lelo entre las ideas filosófico-religiosas
e Historia de la Legislación, obra de la antigüedad. Con sus hermanos
monumental de once tomos. José y Teodoro constituyen una her-
mosa trilogía en el progreso de las
MIELZINER, Mosés (1828-1903), ciencias históricas y religiosas.
n. en Alemania y m. en Nueva York,
representa el tipo de religioso y educa- RASCHI, Rabi Salomón Baar
dor judío para quien la vida constituye Isaac (1040-1105), n. y m. en Troyés,
un sacerdocio permanente. Educador donde dirigió una famosa Academia de
en el más elevado sentido de la pala- Ciencias Judías. Autor de celebres
bra, Mielziner es prototipo de predica- comentarios bíblicos y talmúdicos. A
dor y misionero, cuyo pensamiento y mas de exegeta profuso fue filósofo de
cultura han estado siempre al servicio alto vuelo y su nombre es sinonimia de
de los grandes ideales de la humani- sabiduría entre los hebreos. Con moti-
dad. Sus grandes sermones en Copen- vo del centenario de su nacimiento, un
hague, siguen siendo famosos por su comité especial dio a conocer en la
sabiduría y ética profunda, habiendo Argentina una voluminosa recopila-
merecido la más amplia publicidad. ción de extractos de su obra.
En la Unión se le consideraba como
uno de lo más prominentes valores del
ROSENVASSER, Abraham, abo- consulta como: La médecine du Tal-
gado y profesor de historia contempo- mud, La role de Jésu et des aportes, La
ránea. N, en Carlos Casares, Colonia religión nationale des anciennes
Mauricio (Buenos Aires) y después de hebréux, etcétera. En los últimos años
graduarse desempeño diversas cátedras emprendió la obra de traducir al fran-
de historia de las civilizaciones anti- cés los trabajos mas importantes de
guas, cuya docencia completó con la Maimónides.
publicación de las obras siguientes:
Historia de la Civilización Antigua, SENDEREY, Moisés, nacido en
Historia de Egipto y Oriente e Historia Mogilow (Rusia) en 1891, radicase, en
de la Histografía, Escritura, escribas y la Republica Argentina desde tempra-
literatura en el Antiguo Egipto, Textos na edad y se incorporó al movimiento
literarios en el Antiguo Egipto- Los cultural israelita, destacándose en las
textos dramáticos, Atenas y su orienta- tareas del periodismo y la publicidad,
lismo, Fundamentación histórica del en “idish”, hebreo y español, colabora
Código de la Alianza y Torneos y en forma permanente en la prensa
acertijos en el Antiguo Egipto. Ade- israelita.
más es vasta y valiosa su obra dispersa
en publicaciones y revistas especiali- SALVADOR, Joseph (1796-
zadas. 1873), n. en Francia, escribió impor-
tantes tratados de historia clásica y se
RENAN, José Ernesto (1823- especializo en estudios judaicos. Entre
1892) orientalista, filósofo e historia- otros libros es autor de Las Institucio-
dor francés. Realizó una expedición nes de Moisés, donde expone los fun-
científica a Siria (1856) y otra a Egipto damentos racionales de la legislación
(1856), donde extrajo un material mosaica; Jesucristo y su doctrina y
extraordinario para sus obras funda- Paros, Roma y Jerusalén, en los que
mentales acerca de temas históricos y expone las bases de una religión uni-
filosóficos. Profesor de hebreo en el versal fundada sobre un judaísmo
Colegio de Francia, fue elegido para renovado.
formar en la Academia Francesa y en
las de Ciencias Morales y Políticas. Su WEILL, Emmanuel, rabino francés
obra legada es vasta y maciza: La vida y uno de los hombres de mayor cultura
de Jesús, Historia de los orígenes del bíblico-talmúdica, de su tiempo. Rabi-
Cristianismo, Historia general del no de Versalles (1856), veinte años
sistema Comparador de las lenguas mas tarde paso a ocupar el cargo de
Semíticas, El libro de Job, El Eclesias- asistente del Gran Rabino de Paris. Es
tés y su monumental Historia del autor de una interesante y documenta-
Pueblo de Israel en tres volúmenes. da obra intitulada: La femme juive
selon la Bible et le Talmud (Paris
RABINOWICZ, Israel Michael, n. 1881) y Judah Maccabé suivi de Rabbi
en Rusia 1818 y m. en Londres 1893. Akiba.
Talmudista y escritor, estudió filosofía
y medicina en Breslau, trasladándose a
Paris (1854) donde llego a gozar de
una amplia hegemonía espiritual sobre
los israelitas de Francia. Su obra cum-
bre se halla señalada por la Legislation
Civile du Talmud (5 vol., Paris 1873-
1880) completada por la Legislation
Crimmienel du Talmud (1876). Es
autor, ademas, de valiosas obras de

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