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ESTUDIO DEL MÉTODO PROHIBIDO

::::::
Reflexiones sobre el buen uso del compinche
en el arte de la magia

Por Daniel Collado y Adrián Carratalá


Con la colaboración de Thinking Paradox
IV Jornadas Infantomágicas de Finestrat 2018 © 2017 Daniel Collado y Adrián Carratalá

ÍNDICE

1. DEFINICIÓN DE COMPINCHE

​Diferencias entre compinche y ayudante 2

2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL USO DEL COMPINCHE 2

3. ARGUMENTOS TÍPICOS DE LOS DETRACTORES DEL MÉTODO

​Y nuestros contra argumentos 4

4. ECONOMÍA VS. CLARIDAD 7

5. TIPOS DE COMPINCHE Y SUS APLICACIONES 9

6. RECOMENDACIONES Y BUENAS PRÁCTICAS 12

7. ESTRATEGIAS DE OCULTACIÓN DEL COMPINCHE 13

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1. DEFINICIÓN DE COMPINCHE
Diferencias entre compinche y ayudante

Un compinche es aquella persona que ​a ojos del público no forma parte del espectáculo y
ayuda conscientemente al mago sin que el resto de espectadores lo sepan para la
consecución de un efecto mágico.

Un compinche desempeña la misma función que un ayudante, la diferencia entre un


ayudante y un compinche reside precisamente en eso: en la percepción del público. Un
ayudante es percibido como parte del equipo del mago, mientras que el compinche no.

Un compinche puede ser un actor contratado para hacerse pasar por espectador, o incluso
puede ser el dependiente de una tienda que cuando el espectador va a comprar una baraja
le vende la que el mago le dio previamente. Sin embargo, una persona oculta en una base
escribiendo a tiempo real una predicción que se mostrará más tarde no es un compinche
sino un ayudante porque trabaja desde el otro lado de la “cuarta pared”.

2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL USO DEL COMPINCHE

Tras el salto de la magia a los teatros de la mano del padre de la magia moderna Robert
Houdin (1805-1871), parece ser que hubo un tiempo alrededor del siglo XVIII en que el uso
del compinche llegó a estar tan generalizado que el secreto se popularizó y pasó a ser
conocido por el público profano.

A partir de entonces comenzó toda una cruzada entre los magos para desmentir su uso y el
compinche pasó a convertirse en un método repudiado por la comunidad mágica. En las
últimas décadas sólo unos pocos magos han apostado por esta herramienta y ese ha sido
uno de los grandes problemas: como nadie lo ha estudiado en profundidad al estar
demasiado demonizado, no ha evolucionado. Está claro que si partimos de la base de que
está mal sin darle una oportunidad pues así se va a quedar para siempre.

Vamos a ver algunas referencias del uso del compinche en la historia de la magia:

IDÍGORAS, A.: «Aventuras de 51 magos y un fakir de cuenca». Madrid, Páginas Libros de


Magia, 1999.

Malini (1873-1942) en una ocasión entró en una sastrería de Washington y reconoció en la


etiqueta de un traje de gala el nombre de un político que tenía previsto asistir a una de sus
representaciones. A Malini se le iluminó la bombilla y convenció al sastre para que cosiera
una carta en el forro de la chaqueta convirtiéndolo así en su compinche. Imagina la cara de
pasmarote que se le puso al político cuando, durante la función, al descoser el traje que
estrenaba, apareció allí el naipe que él mismo había elegido.

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Otra travesura consistía en que Malini se compinchaba con los cocineros de un banquete
para que le dejaran hipnotizar a un pavo y camuflarlo de forma que pareciera ya cocinado.
Durante el primer plato, el mago guiaba la conversación hacia asuntos como el más allá o la
resurrección, hasta que llegaba el segundo. Cuando el anfitrión lo trinchaba, el pavo salía
de su siesta y echaba a correr entre los comensales, que huían despavoridos (nunca mejor
dicho).

MASKELYNE, J. N. y DEVANT, D.: «Nuestra Magia: el arte en la magia, la teoría de la


magia, la práctica de la magia». Ediciones Famulus, 2011.

«El principio de la confabulación posee poco mérito. Un efecto que dependa de este
principio es simplemente un trabajo arreglado de antemano, por medio del cual se engaña
al público, en lugar de tratarle honestamente. Nada puede ser más sencillo que emplear un
compinche, que pretende ser un espectador normal y ayuda al artista de algún modo
acordado previamente. Difícilmente podrá ser considerado como un principio genuinamente
mágico, ​aunque puede haber ocasiones en que su uso esté justificado​. Por regla general,
debería evitarse, ya que es un proceder indigno para un mago que valore su reputación».

CORINDA, T.: «13 escalones del mentalismo». Madrid, Páginas Libros de Magia, 1997.

«Este no es el lugar para discutir si se deben usar compinches o no. Sólo diré que recurro a
ellos bastante y enumeraré algunos detalles que resultan útiles. […] Los compinches se
pueden clasificar en dos grupos: los voluntarios y los que no tienen elección. Prefiero más
bien los segundos, pues actúan con naturalidad hasta el último momento».

En la década de los 90 David Copperfield volvió a poner de en boca de todos los magos el
uso del compinche gracias a la popularidad de sus especiales televisivos. Copperfield ha
hecho uso de la herramienta del compinche un numerosas ocasiones con fines muy
diversos (desde usos indirectos como: prestar un objeto trucado, presenciar el efecto desde
un ángulo “malo”, etc.; a usos más directos en los que el propio compinche ejecuta parte de
la manipulación por el mago), la diferencia es que desarrolló toda una serie de estrategias y
sutilezas para la ocultación del compinche marcando un hito en la historia del uso de este
método.

Actualmente el debate de los compinches vuelve a estar más de moda que nunca por culpa
de magos televisivos como Antonio Díaz y Dynamo que han hecho un uso abusivo y poco
cuidado de esta herramienta, lo que ha vuelto a despertar el revuelo y el rechazo de la
comunidad mágica. La historia del eterno debate.

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3. ARGUMENTOS TÍPICOS DE LOS DETRACTORES DEL MÉTODO


Y nuestros contra argumentos

«No es un método ético»

¿Por qué existen métodos que son "buenos" y otros que son "malos"?

De primeras diremos que una herramienta no es mala o buena porque sí, dependerá si
cumple bien su función o no, los métodos están diseñados para engañar al espectador, si
un método no engaña es malo, si engaña es bueno.

Si entramos dentro de la ética podemos comparar el compinche con un cuchillo, un cuchillo


no es bueno ni malo, lo malo sería que apuñalases a alguien con él, lo mismo ocurre con las
técnicas, las técnicas son malas cuando se hacen mal, cuando se ven o se intuyen... sea la
que sea. La finalidad del método es que la trampa no se vea, que engañe.

Se habla y se supone que existe un pacto tácito entre mago y espectador... yo no sé quién
redactó ese contrato, pero ni yo ni los espectadores conocemos su contenido porque es un
pacto que han inventado los magos ya que el espectador nunca se ha planteado ni le
importa la vida interna de la magia porque para ellos no existe y quieren que siga siendo
así, lo único que piden, y mira que piden poco... es que no pillen el "truco".

El único pacto que yo firmo con el espectador es que mediante secretos me comprometo a
intentar hacerle sentir como mínimo el asombro del imposible, ellos a cambio asumen y
aceptan que van a ser engañados... ¿Cómo? Nunca lo sabrán... porque de eso va la magia.

«Es un secreto ya conocido por el público»

Es cierto que el compinche es un método conocido y es más difícil engañar con este
método que con otro que sea desconocido para el público, cuando el espectador tire de
posibles soluciones conocidas dentro del mundo de la magia (compinche, barajas
ordenadas, hilos, espejos, imanes...) para resolver el efecto, si siente que se ha podido usar
alguno de ellos ya tendrá su respuesta, aunque no sea cierta.

Por eso es más difícil ocultar el uso del compinche que ocultar el uso de una cuenta
Emsley, ya que esta última es desconocida para el público y no pueden buscar algo que
para ellos no existe. Un método desconocido permite su uso directo, un método conocido
no.

Al espectador no le gusta el uso del compinche porque el uso que conocen es muy burdo,
solo conocen el uso directo del mismo, de igual forma que no le gusta el uso de una baraja
marcada para adivinar una carta o hacer levitar algo usando un hilo colgando del techo.
Ellos piden que se les engañe, pero que no insultemos su inteligencia usando métodos
demasiado obvios, que se vean, que se intuyan o con métodos descarados en los que
pensamos “eso cuela”.

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«Usar un compinche es insultar la inteligencia del espectador»

Vamos a usar un ejemplo de comparación entre dos métodos conocidos, la baraja ordenada
y el compinche.

El espectador sabe que el mago puede tener “las cartas colocadas” y sería insultante salir
con una baraja de cartas, dejarla encima de la mesa pedir que te digan una carta y que tú le
digas en la posición en la que está o que te digan un número y tú le digas que vas a colocar
una carta está en esa posición... Es demasiado obvio.

Entonces… ¿La genialidad de la Mnemónica de Tamariz y Luis García es insultante para


el espectador y no se debería usar por los mismos motivos que no se debería usar el
compinche?. No, siempre y cuando se combine con otros métodos que anulen la posibilidad
del método conocido, en el caso de la mnemónica pueden ser las mezclas falsas, cortes
falsos y no se haga un uso directo y burdo como los comentados anteriormente.

Pongamos un ejemplo de uso indirecto en el que externamente el método es incompatible e


ilógico con el efecto: un espectador nombra una carta, el espectador ve tu mano vacía y le
sacas su carta detrás de la oreja.

Tú tienes la baraja en Mnemónica, nombran una carta, mediante un salto dejas la carta en
top comprobando la carta de bottom, muestras la mano vacía para señalar algo, empalmas
y se la sacas detrás de la oreja.

En este caso el espectador no puede pensar “¡Ah claro… es porque la baraja está
ordenada!”, porque que esté ordenada es solo una parte del método.

«No conozco ningún efecto que no se pueda hacer sin compinche»

Este argumento también se usa mucho, pero tiene poco peso porque también se podría
usar para cualquier técnica, “no conozco ningún efecto que no se pueda hacer sin el salto”,
“no conozco ningún efecto que no se pueda hacer sin enfile”, etc.

«Usar un compinche es cómo hacer magia en ​playback​»

Escucho mucho decir que el uso del compinche es como usar playback, y esa comparación
es errónea. Una función grabada anteriormente y proyectada pretendiendo aparentar un
directo sería la definición correcta de magia en playback.

En los ases del abuelo de Copperfield (David Copperfield Grandpa's Aces) tenemos el
ejemplo perfecto de magia en ​playback:​ ​https://youtu.be/eyB6FMrgvOo

No he visto a nadie criticando a Copperfield por hacer este efecto con este método que
tanto se usa para argumentar en contra del compinche, sino todo lo contrario en su gran
mayoría. De hecho muchos magos desconocen el método que se emplea para cargar los
tres ases debajo del as de picas y como se lo “comen” les parece exquisito, pero en el

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momento en el que le dices que cuando el as sale de plano hay otro mago que las añade
secretamente entonces ya puede parecerle mal, solo en el momento que descubre el
secreto. Pero recordemos: el público nunca va a conocer el secreto.

«Si se usan compinches ya no es magia, es teatro»

Por supuesto, y los demás magos que no usan compinche lo que hacen son
demostraciones de poderes genuinos.

«El uso de compinche no es artístico»

Primero habría que definir que es “artístico”: el Arte, es entendido generalmente como
cualquier actividad o producto realizado con una finalidad estética y también comunicativa,
mediante la cual se expresan ideas, emociones o, en general, una visión del mundo, a
través de diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros, corporales y mixtos.

Dicho esto, la magia como arte presenta además una peculiaridad y es que posee una “vida
interna” y una “vida externa”. Resumido de una forma muy rápida:

● La ​“vida externa”​ es todo lo que se ve y se percibe en el acto mágico.


● La ​“vida interna”​ es todo lo que ocurre de forma secreta para lograr el acto mágico.

Por tanto la única parte de la magia que puede ser artística de cara al público es la vida
externa ya que es lo que la gente ve. La vida interna de hecho debe ser invisible a los ojos
del espectador, para él no existe. El método no tiene una finalidad artística tiene una
finalidad práctica. Estas dos partes de la magia son imprescindibles, pero saber cuál es la
función de cada una nos hace no perder tiempo pidiéndole peras al olmo.

A la vida interna le pido que engañe y que no se sienta, y a la externa que sea bella y
comunique. El espectador no se puede enterar de la trampa NUNCA, punto. No existen los
"¿y si...?", por lo que basar los argumentos en “¿Y si los espectadores se enterasen del
método?, se sentirían decepcionados” no tiene ningún sentido. Además el espectador casi
siempre se decepciona al conocer un método, independientemente del que sea.

Trabajar en la parte artística del método es para que la aprecien los magos, conocedores
del método y tú mismo, pero no para el público no conocedor.

Empeñarse en formar parte de todo el proceso manual del método no es más artístico que
no formar parte de él. Desde el renacimiento han existido los talleres de pintura y escultura
en los que los aprendices y ayudantes del pintor empezaban las obras que después eran
rematadas magistralmente y firmadas por el maestro. El museo del Prado está repleto de
ejemplos y no por ello dejamos de considerar a los pintores clásicos como artistas. Las
esculturas metálicas de varias toneladas que en ocasiones vemos expuestas ni siquiera
están hechas por sus autores sino por herreros y no por ello tienen menor valor artístico.
Los arquitectos no construyen los edificios con sus propias manos, y así un largo etcétera
de ejemplos en el resto de disciplinas artísticas. Se deduce por tanto que ​la labor del artista

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es más una cuestión intelectual, de intencionalidad comunicativa y de planificación de la


obra. Formar parte activa de todo el proceso manual no es imprescindible para producir
arte, de hecho esa concepción del arte manual es muy primitiva y está más cercana a la
artesanía. Por supuesto que no con ello quiero desmerecer a la artesanía en detrimento del
arte, pero hay que ser conscientes de que el trabajo “manual” no implica un mayor valor
artístico.

Vamos cerrar con una reflexión que tal vez nos ayude a aclarar la diferencia: ¿Qué es más
artístico: un cuadro hiperrealista de Antonio López en el que posiblemente haya tenido que
invertir gran cantidad de horas de trabajo minucioso para reproducir una mera copia de la
realidad, o un cuadro de Miró, que es naif y que posiblemente le haya llevado unas pocas
horas, pero reproduce una parte de su universo interior?. Cada uno que encuentre su
respuesta.

«¡Claro, así cualquiera!»

Si aceptamos que los métodos que debemos emplear son aquellos que no cualquiera
podría hacer, deberíamos olvidarnos de todos los efectos automáticos, de la baraja invisible,
del prestigio en plata, de las bolsas de cambio, de casi todos los artefactos electrónicos, de
barajas trucadas, y un largo etc., porque hay muchos efectos que los podría hacer
cualquiera con apenas unas horas de ensayo (desgraciadamente en ocasiones ni eso).

Por suerte o por desgracia un espectador no puede, o por lo menos no debe, sentir la
dificultad del método en la magia, es algo necesario para que se pueda vivir la sensación de
la magia. Si el espectador siente la dificultad al realizar un efecto significa que hay una
trampa que se está percibiendo, en ese momento la magia se esfuma y podrán valorar tu
habilidad, pero no habrá sensación de imposibilidad. Sólo cuando no se siente la sensación
de dificultad se puede vivir el imposible. Por tanto existen dos opciones: o bien que no nos
cueste realmente, o bien que no parezca que nos cuesta. Que cada mago elija su camino.

4. ECONOMÍA VS. CLARIDAD

Llevo un tiempo pensando por qué tiene que haber un equilibrio entre la claridad y la
economía. ¿Por qué debería perder claridad por no usar un método que tengo a mi
alcance?. Para mí lo que prima en un efecto de magia es que sea claro e imposible, si tengo
métodos que permitan que eso sea así ¿Por qué no usarlos?.

¿Podríamos hacer una invisible sin antiderrapante? Sí, hay versiones de ello, pero no son
tan claras como la invisible con antiderrapante. ¿Entonces, por qué no usarlo? Lo mismo
ocurre con muchos efectos en los que la claridad gana a cambio de que no sea
“impromptu”.

Un claro ejemplo es el efecto de las cajas nido de Tommy Wonder, la claridad es enorme
gracias a una inversión de método grande. Es un método complejo y que requiere una gran

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inversión, no es un efecto impromptu, es un efecto que requiere de mucha preparación y de


mucho material, pero la claridad del efecto lo vale.

Personalmente no encuentro ningún impedimento para usar todo lo que esté a mi alcance
para lograr el milagro más imposible y en las condiciones más claras.

El ejemplo de los viajes me parece apropiado:

¿Qué método de transporte es el correcto para llegar de un punto “A” a un punto “B”?

Vamos a partir de dos premisas:


1. Que todos somos millonarios (como alegoría de que los magos contamos con todos
los métodos a nuestro alcance).
2. Que el tiempo del viaje representa la claridad del efecto.

Para contestar a la pregunta de cuál sería el método de transporte correcto, lo primero que
hay que saber es la distancia que separa ambos puntos. Si estamos hablando de Madrid –
Moscú, la forma más rápida y directa es en avión, es cierto que el viaje se puede hacer en
coche sin problemas aunque tardaríamos más y sería más cansado o incluso se puede ir
andando.

¿Entonces siempre va a ser mejor ir en avión, porque es lo más rápido?. Pues depende la
distancia. Si tienes que ir a comprar el pan a dos calles de tu casa el método ideal para
llegar sería andando, aunque pudieras permitirte un helicóptero. Dependiendo de las
distancias y las condiciones habrá que seleccionar un vehículo u otro y esta es una elección
completamente personal: hay gente que quiere llegar rápido sin importar el precio ni el viaje
(avión), hay otras personas que quieren sacrificar algo de tiempo por la experiencia del viaje
(coche) y otros que el tiempo casi que le da igual siempre y cuando el camino le aporte una
enseñanza sobre sí mismos (andando).

Yo que elijo conscientemente la claridad por encima de todo, siempre escogeré el vehículo
que antes me lleve a mi destino en cada situación. No siempre iré andando, no siempre iré
en coche y no siempre iré en avión... Siempre iré lo más rápido posible y en caso de que
dos vehículos tarden exactamente lo mismo usaré el más económico ya que hacerlo de otra
forma sería derrochar recursos de una forma innecesaria.

El que elija ir siempre en coche no debería criticar o enfadarse porque el que elija el avión
para ir a Moscú llegue antes que él. Todos tenemos las mismas opciones sobre la mesa y
cada uno puede elegir la que prefiera respetando al resto y asumiendo las consecuencias
de su elección.

La postura que no comparto es la elección por comodidad, elegir siempre la opción cómoda
aunque tarde más, solo por el mero hecho que no querer mover las piernas. Hay varios
efectos que ganan en imposibilidad objetivamente con el uso de un compinche, y también
es cierto que mediante otras técnicas que puede llegar a algo parecido o crear la sensación

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de que todo fue muy limpio. Pero ​prefiero que el efecto sea limpio a que parezca que lo sea,
de igual forma que prefiero que me quieran a que parezca que me quieren.

Hablando de limpieza me viene una frase que mi madre me repitió muchas veces durante
mi infancia “No es más limpio el que más limpia sino el que menos ensucia.” Si lo que
hacemos es limpio no tendremos que recurrir a usar técnicas para limpiar todo aquello que
manchamos por el camino.

5. TIPOS DE COMPINCHE Y SUS APLICACIONES

Se pueden hacer diversas clasificaciones y todas son muy útiles para entender mejor el
concepto y las correctas aplicaciones del compinche:

Atendiendo al grado de implicación con el mago podríamos hablar básicamente de dos tipos
de compinche: el profesional y el inducido.

a) El ​compinche profesional es aquel que está contratado por el mago, y que o bien
es otro mago, o bien es un actor que conoce el método a la perfección y colabora de
un modo u otro para la consecución del efecto según lo ha diseñado el mago.

b) El ​compinche inducido ​o instantáneo es un espectador real que de pronto, sin


previo aviso, se ve involucrado en el método de un efecto haciéndole partícipe del
secreto y posiblemente estropeando su ilusión. Se le puede hacer consciente de la
trampa y su cometido en la misma a través de un mensaje proporcionado de forma
secreta en directo, o bien con preshow.

Parece que dentro de la comunidad mágica está mejor aceptado el uso de un compinche
inducido que el de un compinche profesional. Incluso Corinda en “Los 13 Escalones del
Mentalismo” comenta que prefiere los compinches inducidos porque «actúan con
naturalidad hasta el último momento». Claro, hasta el momento que les echas el jarro de
agua fría de la revelación del secreto. A mi me parece un planteamiento totalmente erróneo
porque: un compinche contratado sabe a lo que va y puede hacer mejor su trabajo para
ayudar a ocultar el método cumpliendo con toda la estrategia y la estructura planteada por
el mago para hacer el engaño creíble; sin embargo, un compinche inducido de pronto se
encuentra en una situación incómoda que no había previsto y para la que no estaba
preparado (incluso cuando no acaba de ser consciente de que forma parte de la trampa).
Por un lado la reacción del compinche inducido no suele ser la esperada para el efecto que
el público está percibiendo (aún cuando se esté dando una doble realidad para el
espectador-compinche inducido), y lo que es peor, le estamos arrebatando el derecho a “no
saber” y rompiendo su ilusión sin siquiera su consentimiento. Sería como entrar en el patio
de un colegio, elegir un niño al azar, acercarte a él y decirle al oído: “los reyes magos son
los padres, pero o se lo digas a nadie”. No es justo para el niño, y tampoco es justo para
nuestros espectadores.

No obstante, existen dos casos en los que podría ser lícito hacer uso del compinche
inducido:

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El primero lo explicaremos con un ejemplo clásico de mentalismo en el bar: el mago está


sentado en una mesa con amigos, toma una tarjeta en blanco, la dobla en 4 y pide a uno de
los asistentes que señalen a una persona cualquiera del local y le hagan señas para que se
acerque. Una vez en la mesa el mago explica al voluntario que si puede hacerle el favor de
tomar la tarjeta y un boli, marcharse fuera, escribir una palabra en la tarjeta y volver de
nuevo para devolver la tarjeta. El voluntario obedece y al cabo de un momento vuelve con la
tarjeta doblada en 4, la entrega al mago y se marcha. Ahora el mago sin siquiera mirar la
tarjeta es capaz de adivinar la palabra que hay escrita. El secreto consiste en que al mostrar
la tarjeta en blanco al principio, el mago añade secretamente una segunda tarjeta que
cuadra con la primera y las dobla como una. La tarjeta añadida contiene el siguiente
mensaje: «Ayúdame a gastarle una broma a mis amigos. Les estoy haciendo creer que
tengo poderes. Escribe la palabra “plátano” en la tarjeta en blanco, dóblala y tráemela de
vuelta. Guárdate esta tarjeta para que no la vean, será divertido. Gracias ;)». En este caso
el se está usando un compinche inducido elegido por los propios espectadores, pero no se
está haciendo daño a la magia ni al voluntario porque él ni siquiera sabe que eres mago y
piensa que sólo se trata de una broma entre amigos.

Otro caso en el que también se puede usar un compinche inducido de forma inocua es
entregándole antes del show un objeto que más tarde le pedirás prestado. Podemos recurrir
a esta estrategia cuando necesitamos hacer uso de un objeto prestado durante el show, que
no está trucado, pero que es imprescindible que alguien lleve uno encima y que además
cumpla con unas características concretas para el correcto desarrollo del efecto. Por
ejemplo en la rutina de levitación de corbata de Copperfield, es imprescindible que un
espectador le preste una corbata roja. Así que antes de empezar el show, cuando apenas
se han abierto las puertas del teatro y llegan los primeros espectadores, un ayudante se
acerca a uno de ellos con la corbata roja y le explica que durante el show va a ser necesaria
una corbata prestada y que si se puede poner esta como propia, le haría un gran favor al
mago por si acaso nadie trajera una. El espectador entenderá la petición y le parecerá
razonable porque no aparenta ocultar ninguna trampa, pensará simplemente que el mago
es muy previsor. Además el objeto, a pesar de estar preparado para el efecto (ya sea por el
material, el color, la longitud, etc.), es totalmente examinable y el espectador nunca podrá
sospechar nada.

Volviendo a las tipologías del compinche, otra clasificación muy interesante es la que
propone nuestro buen amigo David González acuñando dos términos que catalogan
perfectamente a los compinches en dos grandes bloques en función de su grado de
intervención en la obra: el compinche gimmick y el compinche fake.

a) El ​compinche gimmick es aquel que forma parte de la ​vida interna ​del efecto y no
tiene cara para el público, puede ser un espectador sentado entre los demás que
simplemente cambia un objeto por otro en un momento determinado, pero que
nunca llega a tener protagonismo para el resto del público, simplemente es invisible.

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b) El ​compinche fake​ por su parte forma parte de la ​vida externa​ del efecto, no tiene
porqué intervenir en el método, puede salir a ayudar al mago en escena donde está
a la vista de todos y aparenta ser lo que no es: un espectador.

Una vez entendido esto vamos a ver qué funciones pueden desempeñar cada uno de ellos.
¡Ojo! En este apartado no queremos decir que todos los usos expuestos sean correctos,
simplemente es una catalogación de posibilidades:

- Cambiar una información u objeto por otro: reemplazar el resultado de una suma,
cambiar una carta, sustituir una baraja mezclada por una ordenada, un objeto
prestado por uno trucado, etc.
- Manipular objetos con la habilidad y la destreza de un mago: localizar una carta por
mezclas y dejarla preparada, robar un objeto para un viaje, etc.
- Cubrir malos ángulos o limitaciones de distancia: un conocedor del método puede
estar situado en el ángulo malo del efecto, o a una distancia corta en la que el
método es apreciable, para que el resto del público crea que puede ser observado
desde todos los ángulos y distancias. Por ejemplo una levitación con hilos.
- Reaccionar con entusiasmo: actores que se camuflan entre el resto y que reaccionan
con energía para contagiar al resto del público. Sería algo así como un regidor. Si el
público aplaude y se ríe (aunque sea por contagio) tendrá la sensación de haberlo
pasado mejor.
- Aportar información o tomar decisiones acordadas con el mago: nombrar una
palabra una palabra, un número en una ruleta rusa o un cuadrado mágico, una carta
en una posición concreta, juegos de piedra, papel, tijera, etc.
- Simular sensaciones percibidas:​ en un PK touch, una sesión de hipnosis, etc.
- Prestar un objeto trucado o preparado: ​ej. un reloj controlado electrónicamente por el
mago, Himber ring, un móvil réplica de otro que está en posesión del mago, un
billete con un número de serie en concreto, etc.
- Examinar un objeto trucado proporcionado por el mago: ej. baraja con cartas
repetidas o tratadas, aro con llave magnética, etc.
- Confirmar falsos hechos: ej. proclamar como propia una papeleta fake en una rutina
de “uno por delante”, o en cualquier sistema de forzaje de papeletas.
- Pasar información de forma secreta al mago: ya sean códigos visuales por posturas
corporales, colores, etc.; como códigos verbales, sonoros (una tos o un carraspeo en
el momento preciso), o táctiles (toques estando el mago con los ojos vendados), etc.
- Partenaire que simula ser espectador/a: conoce a la perfección la coreografía de
movimientos y el manejo de los aparatos al participar como voluntario/a en una gran
ilusión y ejecuta su parte del método. Ej.: desaparición de coche, mujer serrada,
levitación, etc.
- Compinches gemelos:​ para una gran ilusión de teletransporte.
- Con fines cómicos:​ para provocar un gag, o una situación de comedia.

6. RECOMENDACIONES Y BUENAS PRÁCTICAS

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Tenemos que tener siempre presente que el compinche es una técnica muy delicada. Es un
arma de doble filo. Podemos conseguir claridad, limpieza e imposibilidad, pero si el público
descubre su uso, o incluso sólo si lo sospecha, todo tu trabajo va a perder su credibilidad, y
lo que es peor, no solo la tuya sino también la del resto de magos que esos espectadores
vean en el futuro. Es una gran responsabilidad ocultar esta “trampa" adecuadamente.

No obstante, en ocasiones hay espectáculos en los que el público sale convencido de que
se han usado compinches, aunque no se hayan usado en realidad. Por tanto la clave no
está tanto en el debate de si se debe o no usar compinche, sino en crear las condiciones
adecuadas para que al público no le quede más remedio que descartar la solución del
compinche por completo. Incluso cuando sí se esté usando compinche.

Sería algo similar a cuando ocultamos el hilo en una levitación: sabemos de antemano que
el público va a pensar en esa solución y por eso pasamos aros alrededor, hacemos que el
objeto levite dentro de una caja cerrada, etc.

A continuación te proponemos algunas condiciones a las que debería aspirar cualquier


mago que use compinche:

Pautas generales:

● No usar el compinche como único método o método directo.


● Siempre que sea posible haremos prevalecer el uso del compinche gimmick por
encima del compinche fake, ya que supone un uso más indirecto e indetectable.
● El compinche tiene que ser mago o conocedor porque ejecuta parte del método.
● Usar compinche sólo en efectos donde su uso sea completamente incomprensible e
ilógico.
● Usar al mismo compinche sólo una vez por show.
● Usar el compinche después de haber estudiado el efecto en profundidad, conocer
diversas soluciones y después de finalizar ese trabajo hacer una elección
consciente.
● No usar al compinche como atajo, por comodidad o para suplir tu ignorancia.
● El uso de compinche tiene que soportar la repetición, si un mismo espectador va a
ver dos veces el show, no debe intuir en esa segunda ni en una enésima repetición
la existencia de un compinche.

Pautas para el uso del compinche gimmick:

● El compinche gimmick no puede hacer de "voluntario".


● El compinche gimmick nunca tendrá el foco de atención durante el show.
● El compinche gimmick actuará siempre de forma anónima y desapercibida.
● Si al terminar del show no puedes salir con tu compinche gimmick del brazo sin que
nadie ni se cuestione que fue un compinche... no será un buen uso del compinche
gimmick.

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IV Jornadas Infantomágicas de Finestrat 2018 © 2017 Daniel Collado y Adrián Carratalá

Pautas para el uso del compinche fake

● El proceso de selección del compinche fake tiene que parecer completamente libre y
al azar.
● Hay que intentar que el compinche fake no tenga gran protagonismo aunque salga a
escena.
● El recomendable combinar la intervención del compinche fake junto con la
intervención de espectadores genuinos de forma simultánea para que el foco en
escena se diluya.

7. ESTRATEGIAS DE OCULTACIÓN DEL COMPINCHE

La clave principal para que un compinche pase desapercibido es que sea natural, y eso sólo
lo puede conseguir un profesional que sabe lo que hace. Para el caso de compinches fake
deberías contratar actores o modelos (en función de la dificultad de la tarea que les vayas a
encomendar). Las tarifas en muchas ocasiones para un servicio de un par de horas son
realmente baratas. Así que indudablemente es una buena inversión. Para compinches
gimmick en muchos casos podrás contar con amigos magos o familiares porque su
presencia no debe ser percibida.

Otro buen consejo es contratarlos en pareja para que simulen ser un par de amigos o
novios. Así cuando el compinche finalice su labor y baje del escenario podrá simular
comentar con su “compañero” todo lo que ha vivido. Al igual que haría un espectador
normal con su acompañante. El público verá esta actitud desenfadada y espontánea y será
más difícil que piensen que son compinches.

Los compinches deben estar instruidos para que cuando acabe el espectáculo se marchen
del teatro manteniendo su personaje, incluso comentando los efectos que han visto como
hará el resto del público al salir.

Kenton Knepper empleaba una sutileza muy convincente que consistía en equivocarse de
nombre al dirigirse al compinche cuando ya lo tenía en escena. Todo lo que parezca
accidental se aleja de la idea de preparación.

Y ahora te proponemos algunas ideas para que la elección de un compinche parezca casual
o azarosa:

● Tener un compinche para negarse a subir a escena y que este señale a otro
espectador que también es compinche. Esta es una situación que en ocasiones se
da de forma normal en algún espectáculo, así que al público le resultará familiar y
veraz. ¿Quién podría pensar que has contratado a un tipo para sólo para que se
niegue a salir?.

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IV Jornadas Infantomágicas de Finestrat 2018 © 2017 Daniel Collado y Adrián Carratalá

● El mago lanza un objeto a un espectador de primeras filas para que se ponga de pié
y sea él el que lo lance un par de veces más para elegir a otros 2 o 3 espectadores
que también se van poniendo de pié. Finalmente todos los espectadores que están
de pié suben a escena, incluido el primer espectador al que el mago lanzó el objeto
directamente y que evidentemente es su compinche.

● Lanzar varias pelotas hinchables gigantes al patio de butacas para que los
espectadores se las pasen entre ellos al ritmo de la música. Al pararse la música
todos aquellos que tengan las pelotas deberán subir al escenario. Lo que el público
no percibe es que al subir todos los voluntarios al escenario hay una pelota más que
antes (con su respectivo portador). Un compinche equipado con pelota habrá
esperado en el pasillo del teatro y se habrá incorporado al grupo de elegidos
aprovechando la confusión y el jolgorio de la situación.

● Una combinación de los dos anteriores consiste lanzar varias pelotas a la vez al
público, pero aprovechando la distracción del movimiento y el alboroto de la sala,
lanzar una de ellas directamente a un compinche de primeras filas, que la mantendrá
en su poder hasta que pare la música.

● El mago muestra varias cartas negras y una sola roja. Las mezcla, las lanza al
público y la persona a la que le haya caído la carta roja será la elegida. El mago
simplemente empalmará la carta roja antes de lanzarlas al público, y el compinche
tendrá una réplica de esa carta oculta para proclamarse como el elegido.

● Varios espectadores suben al escenario elegidos a dedo por el mago (entre ellos el
compinche), y un espectador elegido al azar los numera y los va descartando con un
dado hasta quedarse sólo con uno, el compinche. Se empleará un dado de forzaje al
que le falte el número que se le asigne al espectador compinche.

● Una mano inocente saca una bola de una urna en la que están todos los números de
butacas y el espectador elegido es compinche. El mago llevará empalmada una
cascarilla de bola en la que está escrito el número de butaca del compinche, y la
hará encajar en la bola elegida al azar por la mano inocente antes de mostrar el
número.

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