Está en la página 1de 270

El Evangelio De Einstein - La Doctrina Secreta

michael jonas bruner

Image not found.


Capítulo 1

“El Evangelio de Einstein - La Doctrina Secreta” N° inscripción 278543, ©


todos los derechos reservados, 2017

“El Evangelio de Einstein” N° inscripción 266732, © todos los derechos


reservados, 2016

“M. J. Bruner” N° inscripción 4399, © todos los derechos reservados,


2016

Departamento de Derechos Intelectuales (DDI), República de Chile,


tratados Internacionales: "Convención Interamericana" ; "Convención
Universal" Unesco; "Convención De Roma" ; "Convenio Ompi" ; "Convenio
De Berna"; "Convenio Fonogramas" Ginebra; Pacto Internacional De
Derechos Económicos, Sociales Y Culturales; Tratado Sobre El Registro
Internacional De Obras Audiovisuales ; Acuerdo De Marrakech.

Contacto con el autor a:

michael.jonas.bruner@gmail.com

contacto@evangeliodeeinstein.com

www.evangeliodeeinstein.com

 
El Evangelio De Einstein

Prefacio

Quiero subrayar que la teoría presentada en el desarrollo de esta novela


no proviene de fuentes especulativas, sino de datos trazables,
recolectados a través de años de investigación, y debe por completo su
nacimiento a mi deseo por generar un puente para que el lector, en su
mayoría profano, comprenda un conocimiento que encierra lo que muchos
maestros, científicos y o místicos, han querido entregar a la humanidad,
sin tener éxito quizá por la forma utilizada.

La entrega de este «saber» se ha adaptado a las condiciones de nuestro


presente con tal de lograr cautivar a un lector poco dispuesto a entrar en
temas bien llamados «complejos» por su acostumbrado formato.

El conocimiento incorporado a este relato no pretende ser un acto


revolucionario; se presenta como la continuación natural de una línea
evolutiva que se puede rastrear a través de los siglos.

No pretendo en ningún caso asumir el rol de un revelador de alguna


sabiduría mística de origen divino, pretender ser un iluminado ni nada
parecido. Lo que sustenta a esta obra, no obstante, el deseo del lector por
reconocer en ella una confesión de enseñanzas cuyo origen se pudiera
atribuir de modo exclusivo a alguna fuente del saber humano, su
contenido puede encontrarse disperso en cientos de volúmenes y relatos
pertenecientes a distintas raíces culturales, científicas y filosóficas.

Para lograr sostener con estima lo que aquí se expone, el lector debe
estar preparado para alejarse de todo lo que ha aprendido respecto de los,
hasta ahora, incuestionables fundamentos que se le han entregado
durante su etapa de formación. Por tanto, no ha de considerarse
caprichoso el abandono de ciertos paradigmas como la barrera que separa
la ciencia actual del misticismo o pensamiento religioso, así como otros
modelos de pensamiento aún más abstractos y a la vez pragmáticos como
el movimiento, las distancias y el tiempo durante la lectura del presente
documento.

Dejarse arrastrar por la corriente en la que circula el relato puede


representar para el lector adentrarse por misteriosos senderos, algunos
con dudoso destino en apariencia. Asimismo, tendrá que sortear, en un
comienzo, con un poco de esfuerzo (es probable) los agrestes territorios
que anteceden al reino de los fundamentos de las distintas teorías e
hipótesis que la ciencia nos ha entregado hasta hoy como la enigmática
teoría cuántica; la teoría de la relatividad y la teoría de cuerdas; la
naturaleza de los agujeros negros; el Big Bang y los multiversos, así como
los principios de la termodinámica y el electromagnetismo.

Por su parte, cuando se presenten argumentos que intenten explicar el


alcance y naturaleza de nuestra consciencia respecto a la realidad que nos
rodea, el lector tendrá que asumir el necesario encuentro con algunas
cuestiones propias de la filosofía oriental y la psicología e incluso con
temas que se desprenden del mundo religioso, y por supuesto con ideas
propias de la neurociencia y la informática.

La historia nos ha mostrado que la ciencia ha tenido que asumir grandes


cambios a lo largo del tiempo. El último, producido junto con la
presentación de la teoría de la relatividad de Albert Einstein y sin duda,
también gracias al trabajo de otros destacados científicos como Bernhard
Riemann, quien dispuso con su inédita idea del universo arrugado y el
tensor métrico, la plataforma para que Einstein sustentara sus ecuaciones
relativistas, por supuesto, junto con la propuesta de la quinta dimensión
de Kaluza-Klein.

 No podemos olvidar a James Clerk Maxwell, físico escocés, creador de la


teoría del campo electromagnético. Así mismo, se debe mencionar al
holandés Hendrik A. Lorentz, quien predijo la existencia del electrón y
sentó las bases para el surgimiento de nuevas ideas que fueron a su vez
la base de la teoría cuántica que describe los fenómenos físicos como una
probabilidad de que se produzca una determinada realidad.

Debemos admitir, sin lugar a dudas, que el trabajo de la ciencia aún no ha


terminado. La mecánica tradicional junto con el relativismo y la mecánica
cuántica que a partir de la primera mitad del siglo XX habían tomado
caminos distintos, todavía no han cumplido el compromiso natural de
entrelazar sus postulados a pesar de los esfuerzos realizados por los
creadores de la teoría de cuerdas para unificarlas. Por esta razón cada una
ofrece, una teoría de carácter parcial, sin duda incompleta a pesar de que
las tres disciplinas han entregado grandes aportes al conocimiento en
cada uno de sus campos.

Por su parte el mundo religioso occidental, y en especial la iglesia católica,


altamente influenciada por el pensamiento cartesiano, lo que se hace
evidente en la idea de separación ente el cuerpo y el espíritu, siempre ha
querido oponerse a cualquier línea de razonamiento que postule ideas
«contrarias» a su credo, admitiendo solo en el último tiempo, como lo fue
en el caso de la religión católica, algunos «errores» cometidos, por los
cuales pidió disculpas públicas, como lo fue en el caso del trato vejatorio
sufrido por Galileo después de exponer públicamente sus pruebas para
apoyar la teoría Heliocéntrica de Copérnico.

«La ciencia sin religión es coja; la religión sin ciencia ciega», declaraba
Albert Einstein en uno de sus más conocidos libros llamado «Mis
Creencias». Si producto de mi trabajo, el lector logra encontrar un vínculo
perdurable entre sus creencias religiosas y sus ideas científicas, me
declararé por completo satisfecho.

Todos sabemos que el objetivo de la ciencia ha sido establecer normas


generales que determinen la conexión recíproca de objetos y hechos que
se manifiestan en el espacio y en el tiempo. El hecho de que basarse en
tales reglas permita predecir algunos fenómenos con gran precisión en
ciertos campos, es algo que el hombre actual tiene muy asumido. Es
suficiente para aceptar como verdad, por ejemplo, la ruta marítima a
seguir respecto de alguna constelación imperante en los cielos nocturnos
que puede estimarse con exactitud a partir de un número limitado de
factores trazables. Por supuesto, si las derivadas que intervienen en un
fenómeno son demasiado numerosas, como lo es por ejemplo en el
ámbito de la predicción de los movimientos telúricos, en la mayoría de los
casos puede fallar el método científico. Así también, los fenómenos
descritos en este libro, podrían no admitir un método para su predicción
exacta, debido a la multitud de factores implicados. No por eso estaremos
en presencia de una paradoja en las leyes de la naturaleza.

Parafraseando al conocido escritor británico de ciencia ficción Arthur C.


Clarke, «Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es totalmente
indistinguible de la magia», así también lo será un fenómeno natural del
cual desconocemos por completo su funcionamiento, especialmente si sus
manifestaciones van en contra de nuestro sentido común, no por eso
estaremos frente a un fenómeno sobrenatural. Imagínese usted viajando
en el tiempo al siglo XIII para mostrarle un teléfono móvil a una persona
de aquel tiempo.

Citando al físico teórico Paul Dirac, uno de los padres de la mecánica


cuántica, podemos decir que «Así como sería difícil registrar la trayectoria
de un fotón, tal que nos brindara la información para determinar si
pasará, o no, por una u otra rendija en un polarizador situado en su
camino», se hace inútil la tarea de trazar un algoritmo tal que presente la
ruta para reproducir los prodigios relacionados con el poder de la
consciencia humana o dicho de otro modo, de la fe; por consiguiente me
referiré solo a los hechos registrados, respecto de este fenómeno.
La aspiración de esta obra apunta más bien al sentido común; a esa
chispa de conocimiento humano siempre perfectible; a esa intuición que
todos llevamos dentro, que en demostrar que la naturaleza es o no una
amalgama azarosa de pequeñas partículas constituyentes. La ciencia
moderna en sus limitaciones culturales y tecnológicas todavía se
encuentra aislando modelos en el lado material de la existencia y no en su
aspecto de noúmeno.

Tampoco es el objetivo principal de este libro hacer que la religión


concuerde con el mundo científico en el hecho de que la imagen que se
nos presenta como la realidad nunca podrá ser tomada como un
parámetro decisivo o perdurable. Más bien contemplo la posibilidad de que
más de algún científico, místico o religioso pueda reconocer y querer
observar más de cerca la posibilidad de un profundo vínculo entre ambos
mundos. Ya que, ¿No es acaso la fe un acto de creer sin ver, tal como hoy
la física cuántica postula que la materia no es corpórea sino solo una
posibilidad de existencia que depende de un sistema de observación y una
dimensión superior invisible arrugada?

Cabe señalar que dejo fuera del análisis las enseñanzas que la religión
occidental se ha encargado de perpetuar, ya que, por su naturaleza
dogmática, mitológica y valórica, la discusión y evolución de ideas en este
campo me resulta infructuosa.

La meta final de todo maestro debe ser darnos la oportunidad de


preguntarnos por el rol que nos corresponde en el plan cósmico;
rescatando de la confusión las verdades ancestrales que constituyen la
fuente de todas las religiones para descubrir el motivo por el que todas
ellas prosperaron en este estado.

El conocimiento de un mundo exterior a través del prisma del


determinismo Newtoniano; el yo y el mundo de Descartes y la descripción
de la naturaleza sin incluir como variable la observación y expectativas
humanas, ha sido la base histórica de todas las ciencias, sin embargo,
dado que la percepción es un acto personal, la totalidad de los elementos
que nos entregan los sentidos y que componen nuestra existencia, solo
serán tangenciales a este mundo, por eso solo podemos hacer
conclusiones de la realidad en la base de especulaciones.

Así bien lo expuso H. P. Blavatsky, madre de la Teosofía, en su libro «La


Doctrina Secreta»: «Maya, o Ilusión, es un elemento que cubre a todos
los seres finitos, dado que todas las cosas que «existen» poseen tan sólo
una realidad relativa, pasajera y no absoluta, puesto que la apariencia que
el noúmeno (Existencia no perceptible con los sentidos) oculto asume para
cualquier observador, depende de su poder de cognición (y estado de
movimiento).
Es poco sabido que este libro estuvo siempre presente en el escritorio de
Albert Einstein hasta el momento de su muerte en 1955, y hay quienes
afirman que la propia teoría de la relatividad fue basada en lo que en él se
expone.

La teoría relativista presentada en el Evangelio de Einstein es la teoría de


Einstein, expresada de una manera que Einstein no conoció, pero me
gusta pensar que él habría aprobado y le habría entretenido leer. Es una
consecuencia lógica del neo-relativismo que surge de la teoría de cuerdas,
expresada mediante una imagen constituyente que no se centra en
axiomas matemáticos específicos para describir el punto de vista y rol que
tiene el observador acerca de una dimensión superior. Se trata de una
forma distinta de ver, no es una teoría distinta que la relatividad, la
cuántica y las cuerdas. Unidas en una sola visión más entendible del
conjunto, las tres teorías son igualmente compatibles con los datos
parciales que se tienen. Como en el caso de la percepción de imágenes
con figura y fondo, con esta nueva idea nuestro cerebro podrá alternar, en
un multiplete, las tres teorías mencionadas y ninguna será más correcta o
fundamental que la otra.  

La contribución más importante que puede hacer un teórico es proponer


una nueva manera de ver las teorías y hechos vigentes, sobre todo si aún
manifiestan inconsistencias y se muestran incompletos. Mi punto de vista
es que existen dos caminos para considerar la naturaleza de las cosas, la
comprensión de la realidad desde el punto de vista de lo externo y la
aproximación desde la experiencia del individuo. Entendidos como
equivalentes, son dos visiones de la misma verdad. Podemos saltar de una
a la otra y será todavía el mismo relativismo.

El problema es que el valor de alternar puntos de vista no se puede medir.


Un mero cambio de perspectiva ignora el valor del hecho, puesto que no
estamos hablando de un salto a un punto de vista equivalente,
manteniendo la simetría de la situación sino de una transmutación,
producto de una transición de fase a nivel del pensamiento con la
consiguiente liberación de lastre residual.

Exponer ideas que acostumbran aparecer en la literatura especializada es


un difícil desafío. Más aún si se pretende llevar al lector por terrenos
considerados tan dispares como el de la religión y la ciencia. Se requiere
el tratamiento de capas sutiles y profundas del lenguaje, mucha didáctica
y metáforas complementarias. Si se recurre a estos recursos en los
momentos oportunos, se puede acabar despertando en el lector una
nueva forma de ver las cosas, una transición de fase mental desde un
estado de menor a mayor estabilidad con una necesaria liberación de
residuos; el lastre intelectual de los prejuicios y la tensión que puede
generar la superficialidad y la ignorancia.
Muchos me preguntan, ¿Por qué dedicar tanto esfuerzo en hacer este
libro?

Siempre me he preguntado acerca del lugar que le cabe al hombre en el


cosmos y en especial en la naturaleza de nuestro planeta, y aun cuando la
ciencia no me puede entregar una mitología para entender nuestro
propósito, lo cierto es que, encerrado en un pequeño planeta, sentado en
el escritorio de su pequeña oficina, el hombre ha sido capaz de descifrar
con sólo su mente las leyes que gobiernan la materia en el universo, así
como predecir la existencia de los agujeros negros y determinar lo que
sucede en el interior de una estrella o dentro de un núcleo atómico.

Como dice el destacado astrónomo y divulgador chileno José Maza en su


libro «Polvo De estrellas», estamos hechos literalmente de polvo de
estrellas. Esas mismas partículas han tenido el tiempo suficiente para
organizarse y formar seres inteligentes capaces de entender su propio
origen.

No deberíamos preguntarnos por la utilidad práctica que tiene imaginar los


secretos del cosmos. La tecnología viene por añadidura. El esfuerzo
aislado de una sola persona como Albert Einstein para generar su teoría,
hoy es patrimonio de toda la humanidad cuando utilizamos el GPS de
nuestros teléfonos móviles, o cuando una ciudad completa es energizada
gracias a la energía atómica.

Estamos hechos para que el universo comprenda su existencia, pero no


hemos terminado el juego.

¿Puede dar este libro un propósito a la vida del lector? No lo sé. Todas las
personas buscan un propósito en algo distinto. Solo creo estar bendecido
para proponer nuevas ideas dentro de la carrera humana por develar los
misterios de la naturaleza. Eso es suficiente para mí.

        

 
Capítulo 2

Albert Einstein y la Sociedad Teosófica de Nueva York:

«La Doctrina Secreta» es un monumental pero poco conocido libro escrito


por Helena Petrovan Blavatsky. Fundadora en 1875 de la Sociedad
Teosófica en Nueva York.

Helena Petrovna Blavatsky, fue una de las más sobresalientes figuras de


fines del siglo XIX. Su espíritu revolucionario se atrevió a desafiar el
pensamiento de los ortodoxos religiosos y científicos más dominantes de
la época. Lamentablemente la opinión pública la atacó e injurió por querer
quitar el telón de aquello que sugería ser una blasfemia y que separaba
hasta entonces lo real de lo fantástico.

A finales del siglo pasado, los conocimientos de la física, respecto del


mundo subatómico, estaban por siglos totalmente estancados, pero H. P.
Blavatsky estaba gestando una nueva teoría filosófica que contradeciría en
su totalidad a las teorías clásicas y postulados de los más prestigiosos
hombres de ciencia de aquella época; quienes afirmaban que: «Admitir la
divisibilidad del átomo equivalía a aceptar la divisibilidad infinita de la
sustancia: lo que sería igual que reducir la sustancia a la nada».

Lo que pocos saben acerca de este libro es que algunas fuentes como la
propia sobrina de Albert Einstein afirmarían que el físico mantenía una
copia de esta singular obra en su despacho, la cual habría consultado con
frecuencia. Este hecho se corroboró, después de la muerte de Einstein, al
hallarse un volumen del mencionado libro en su otrora escritorio.

Einstein fue el creador de la famosa fórmula «E=mc2», según la cual la


materia y la energía son distintos estados de una misma naturaleza. Todo
apunta a que el científico obtuvo su inspiración a partir de la lectura de
este documento.

Muchos incluso testifican que Albert Einstein habría sido un Teosofista.


Esta afirmación fue apoyada por el testimonio del periodista de nombre
Jack Brown, especializado en física nuclear, quien el 28 de agosto de 1983
publicó en el Ojai Valley News un artículo titulado «yo visité al profesor
Einstein», en el que destacaba la fascinación del genial físico por la obra
de Blavatsky.

«Extraño y tan improbable como puede parecer» comenzaba su artículo el


enigmático periodista, quien afirmaba haber ido a la casa del mismo
Albert Einstein en 1935 cuando aún era un joven desempleado, aficionado
a la lectura esotérica. La visita la haría junto a un muy buen amigo suyo,
el profesor en matemáticas y física de la Universidad de Columbia en
Nueva York, profesor Howard Rothman.

Howard, quien se había destacado por publicar distintos artículos sobre


matemáticas y física en el «Nature», revista que circuló entre las
universidades más prestigiosas de Norte América, había sido invitado por
el propio Einstein a su casa.

En su artículo, Brown añade que: «Además de los libros de su escritorio,


revistas, papeles, un surtido de pipas bien fumadas, cartas y cuadernos,
para su asombro, pudo ver una copia de «La Doctrina Secreta» de H.
Blavatsky, en el extremo del gran escritorio de su oficina.

«Es un libro muy extraño y le he dicho al profesor Heisenberg, mi


compañero en los estudios de la física, que adquiera una copia y la tenga
en su escritorio».

«Le he sugerido que lo lea cuando se encuentre abrumado por algún


problema. La extrañeza de su contenido quizás le relaje o lo inspire; le he
dicho».

—¿Qué hace este libro aquí? —dice Brown, haberle preguntado con
impertinencia, incapaz de controlar su curiosidad.

Einstein sonrió y le respondió—: «Esta es la Biblia de los teósofos. Como


cada religión, ellos tienen una».

Es como una caja de golosinas mezcladas. Uno nunca sabe que te tocará.
Por ejemplo, hay cosas que me han impresionado y otras con las cuales
no puedo estar de acuerdo. No puedo creer que el individuo sobreviva a la
muerte de su cuerpo, como ella dice. Creo que solo las almas débiles
pueden albergar tales pensamientos.

Entonces Brawn añade haber interrumpido tímidamente—: «El ego


personal que es parte del cuerpo físico no sobrevive después de la
muerte; creo que de lo que Blavatsky habla es del núcleo interno; El alma.
Si el «ego» quiere, el «yo superior», la divinidad lo ayuda. Eso es lo que
sobrevive y continúa evolucionando en el infinito.

Einstein sonrió y dio un incierto movimiento de cabeza, declara el


periodista, como para decir, «tal vez, tal vez» y continuó diciendo: «Como
T.H. Huxley (biólogo británico, acérrimo defensor de la teoría de la
evolución de Charles Darwin) dijo: —«Estoy consciente de que, Aunque  la
ciencia es fantástica, nunca podrá tocar ni con la punta del dedo ese
sueño con el que nuestra pequeña vida está pulida»; no obstante, debo
decir que si ese sueño incluye pensamientos de reencarnación o
inmortalidad, me resulta difícil de creer. Luego indicó: «La señora
Blavatsky es un poco brutal y algo irracional cuando habla como si
estuviera en el oráculo de Delfos. Pero admito, como ya lo dije, que
encuentro fascinantes algunas observaciones de su libro».

Este documento se publicó en 1888, en un momento en que la física y la


ciencia actuales estaban en pañales.

En esto, añade Brown, estirándose un poco hacia adelante y alargando el


brazo cogió el tomo de «La Doctrina Secreta» que se encontraba junto a
la pared de su escritorio. Lo abrió en una página que tenía señalada con
un papel, y dijo: «Por ejemplo, aquí hay algo que me intrigó, y me
sorprende cuánto significado tiene para la física moderna». Se volvió hacia
el libro y señaló—: «Acá se muestra cuán absurdas son las admisiones
simultáneas de la no divisibilidad y elasticidad del átomo. El átomo es
elástico, divisible y consta de partículas o sub átomos. ¿Y estos sub
átomos? No son elásticos y, en tal caso, no representan ninguna
importancia en su dinámica, o son elásticos, y en ese caso, también están
sujetos a la misma divisibilidad de los átomos. Blavatsky en cambio,
resuelve la materia en simples centros de fuerza; excluye la posibilidad de
concebir la materia como sustancia objetiva. Es decir que el átomo
responde solo a una posibilidad de existencia».

«Hay muchas otras declaraciones significativas de ella que encuentro


interesantes, pero por ahora no tengo tiempo para discutirlo», concluyó.

Brown finalizó su relato mostrando una faceta no muy conocida del


científico. Después de la cena —indica— Einstein recogió su violín y tocó
unas cuantas piezas clásicas cortas. Me sorprendió la pureza de su tono.

Otra de las afirmaciones de la teoría de la relatividad que se desprenden


de la lectura de la «Doctrina Secreta» es la de que el tiempo y el espacio
no son independientes entre ambos, sino aspectos de una sola dimensión.
El Espacio-tiempo es un concepto central dentro de las enseñanzas de la
Teosofía, aunque ellos le llaman «Maya» o «Ilusión».

Este concepto indica que nada en el cosmos es lo que parece ser. Esto es,
por que nada tiene una existencia absoluta; todas las cosas de este
mundo tienen significado cuando un observador las relaciona con otras y
logra aislar por oposición un modelo de propiedades relativamente
estable. Añade Blavatsky que «maya o ilusión es un elemento que soporta
todas las cosas sustanciales ya que, todo lo que existe tiene solo una
relativa, no una absoluta, realidad, pues: La apariencia que el oculto
noúmeno asuma, depende del poder de cognición del observador de
turno». Esto es, si se requiere, metafísica, pero, al parecer, sirvió de
modelo para que Einstein abordara su extraordinaria tesis.

No se ha encontrado evidencia de la existencia de un Jack Brown de


ninguna fuente. Solo se detecta la existencia de un Jack Brown, pero no
se ha podido vincular al periodista, Sin embargo, podría tratarse de la
misma persona que escribió el mencionado artículo.
Capítulo 3

1.- La despedida de un genio (Princeton, 18 de abril de 1955):

La enfermera entró en la habitación con la ficha médica del paciente en


sus manos. Mientras revisaba las indicaciones dejadas por el médico a
cargo, escuchó la voz del hombre que yacía en cama desde el día anterior
y que con esfuerzo trataba de modular distintas palabras que no
guardaban ningún significado para ella:

—Sliha; hineni ruach hakodesh;…hine mah tov umah na'im;…berit


haddashah.

Al acercarse, palpó la frente del hombre. Eso bastó para descubrir que su
temperatura había subido a niveles críticos. Pulsó en el acto el botón de la
alarma para pedir ayuda.  

—El señor Einstein se encontraba delirando muy afiebrado. Para


reanimarlo, elevé un poco la cabecera de su cama, pero ya nada podíamos
hacer. Unos segundos antes había repetido un par de veces algo en otro
idioma; luego dio un par de suspiros y murió —relató una de las dos
enfermeras que lo asistían en el hospital de Princeton y que accedió a dar
declaraciones a uno de los tantos periodistas que intentaban cubrir la
noticia sobre la muerte de Albert Einstein, agolpados en el acceso principal
del hospital. En su declaración indicó la enfermera que Einstein deliraba
en un idioma extraño, justo antes de morir, pero que no podía reconocer
como el alemán.

El domingo 18 de abril de 1955 a las 1.15 de la madrugada, la fiebre


terminó por hundir al científico en un «profundo sueño», del que nunca
despertó.

Einstein se había mantenido bien de salud a seis años y medio de


someterse a una delicada intervención, después del hallazgo de un gran
aneurisma que afectaba su aorta abdominal.

Tres días antes, los pequeños dolores abdominales que había comenzado
a sentir desde comienzos del año se hicieron más fuertes, acompañados
de náuseas y vómitos.

Debido a la gravedad de su estado, una junta médica propuso una nueva


intervención, sin dar garantías sobre el éxito de la cirugía. Ante este
escenario, Einstein rechazó la propuesta de los médicos diciendo:
—«Quiero irme cuando yo quiera. Es de mal gusto prolongar con artificios
la vida. He hecho mi parte, es hora de irse. Yo lo haré con elegancia»
—parecía como si Einstein no se estuviera dirigiendo a una junta médica,
sino más bien a un ser superior con el que estaba ajustando una especie
de cuenta sin saldar. Precisamente a pesar de la creencia popular sobre su
condición de ateo; el mismo Einstein había dado, durante su trayectoria,
luces acerca de su profunda creencia, no en un Dios antropomorfo sino en
un ser de características cuya comprensión se escapa del alcance del
lenguaje humano.

Albert Einstein, considerado el científico más influyente del siglo XX, autor
de la teoría de la relatividad, dejó de existir a los 76 años, a causa de la
hemorragia que le ocasionó la ruptura del aneurisma que mantenía en la
aorta abdominal. Murió mientras dormía.

Brad Helmor, un antiguo periodista y fotógrafo, declaró en uno de sus


artículos, que Einstein estuvo trabajando hasta el momento mismo de su
muerte. Helmor, fotografió su despacho tal como lo había dejado el físico
un día antes de fallecer.

El sonido de la campanilla del teléfono que tenía sobre su mesita de noche


lo despertó.

Miró su reloj, eran las 6:30 de la mañana. Con un movimiento brusco de


su cabeza se desperezó y estiró su mano para atender el llamado.

Era común que Brad fuera convocado por distintos medios como LIFE o
The Mirror, pidiéndole que cubriera algún caso. Siempre estaba dispuesto
a ir y cubrir los hechos y su curiosidad aumentaba sobre todo cuando los
llamados eran recibidos en la madrugada porque asumía que estaba
frente a un caso importante y que era urgente de abordarlo para tener la
exclusiva.

—Helmor, soy Vicent de la revista LIFE. Prepara tu cámara y ve en


seguida al Hospital de Princeton. Albert Einstein ha muerto.

El reportero recibió la llamada del editor de LIFE avisándole de que el


famoso científico Albert Einstein acababa de morir, según la información
entregada por un médico, perteneciente al hospital.

—¡Por supuesto Vincent!, ya voy para allá. Cubriré la noticia y les


mandaré la historia cuanto antes.

Helmor apenas pudo vestirse y ya estaba en camino al Hospital de


Princeton.

La muerte de algún personaje famoso a menudo se cubría de misterio y


su trabajo era ir y tratar de descubrir que sucedió. Su objetivo era
encontrar la verdad y era lo que lo motivaba a ser periodista.

Mientras manejaba a su destino tenía este sentimiento por dentro que lo


hacía correr hacia las noticias. Necesitaba estar ahí y entenderlo todo. Esa
era su misión.

No obstante, sus motivaciones personales, el periodista esperaba llegar y


tomar unas fotos y que su reporte se convirtiera en una historia más, pero
este caso era distinto, no había otro como Albert Einstein. Era el gran
icono de la ciencia moderna.

Al llegar al hospital, Helmor se encontró con una multitud de personas y


periodistas que impedían que pudiera realizar cualquier informe con
seriedad.

Se detuvo por un momento a observar la muchedumbre, parado junto a la


puerta de su vehículo aparcado en la acera a unos cien metros del lugar.
Entonces tuvo una gran idea. Dio un golpecito de entusiasmo en el techo
del compacto y arrancó rápido por la calle para doblar en la primera
esquina nuevamente en dirección a su apartamento. Tomó de un mueble
unas de sus botellas de whisky y se fue rumbo a la oficina de Einstein en
el Instituto de Estudios Avanzados.

Eran las 8:00 de la mañana cuando Brad llegó al lugar y se percató que
las actividades en el instituto estaban comenzando como cualquier día
normal. Solo un par de empleados se presentaban en la ventanilla del
conserje para ser visados antes del ingreso al edificio.

—Buenos días, soy Brad Helmor, reportero de la revista LIFE.

—Buenos días, ¿En qué le puedo ayudar? —preguntó el hombre con gesto
amistoso. Un señor calvo, de ojos pequeños con cara rozada y regordeta.

—Necesito fotografiar el despacho del profesor Einstein —sin tener nada


planeado que decir más que intentar sobornar al custodio con sus tesoros
embotellados, Brad decidió plantearle de entrada su objetivo al sujeto—.
Usted entiende que…

—¿El profesor le espera? —lo interrumpió el hombre sin mirarlo, mientras


sacaba ansioso, desde un envoltorio de papel, un generoso Sándwich—. El
profesor Einstein aún no ha llegado…cosa que me sorprende, ya que
siempre es el primero en aparecer —. Recalcó medio atorado con el pan
en la boca antes de beber un sorbo de café.

Helmor se quedó por unos segundos en silencio con la boca semi-abierta


como preso de un repentino ataque. El hombre desconocía la suerte del
científico. Supuso que la hospitalización del profesor había sido tratada
con suma reserva durante el fin de semana y por la hora era posible que
el hombre aún no se enterara ni fuera informado del deceso del profesor.

—Él no me espera. La verdad es que no podrá ver a nadie más; el


profesor Einstein…ha muerto.

—El conserje se quedó sin respirar unos segundos, como atragantado por
el sándwich que estaba comiendo. Se levantó de un brinco de su silla y
movió la cabeza de un lado para el otro, como buscando algo que le diera
significado a la noticia que acababa de escuchar.

—El profesor falleció esta madrugada a las 1:15 en el hospital de


Princeton. Tal vez no lo sabía porque aún es temprano, pero a esta hora
ya debe estar circulando la noticia en la radio.

El hombre encendió un pequeño radio a transistores que tenía debajo de


su escritorio y se quedó inmóvil tratando de sintonizar la señal a la espera
de alguna información.

En eso, después de un tartamudeo y un poco de interferencia se escuchó


claramente la voz del locutor que decía: «Repetimos la información de
último minuto…lamentamos tener que informar la muerte del más grande
científico de este siglo…el profesor Albert Einstein. Repito, Albert Einstein
a fallecido en el hospital de Princeton, producto de un problema cardiaco
que…» —el conserje estiró la mano lentamente y apagó el radio.

—¡Señor! —Brad sacó al conserje de una congelada expresión de estupor.


Necesito perpetuar la oficina del profesor, antes de que hagan ingreso a
ella innumerables personas y perturben el orden que tenía de sus cosas.
Será como un inventario fotográfico que le servirá a su familia para
reclamar sus pertenencias después. El profesor lo hubiera querido así.

El hombre se quedó contemplativo unos segundos y respondió—: No


puedo dejar que ingrese al despacho alguien que no es de la confianza del
profesor…

—Comprenda, no tenemos mucho tiempo. Puede acompañarme si lo


desea para que verifique que solo sacaré fotografías—. Helmor prefirió
dejar de lado la idea del whisky y apelar a la aparente nobleza de su
interpelado.

Después de unos instantes de silencio el hombre abrió la puerta de su


caseta con un manojo de llaves en su otra mano y con un gesto de la
cabeza le indicó a Helmor que lo siguiera.

Brad caminó detrás del hombre por unos sombríos pasillos y subieron
unas cuantas escalinatas. El edificio era frio como un hospital. Finalmente,
después de unos instantes, llegaron a su destino; la oficina de Albert
Einstein.

Al entrar, los hombres se encontraron con el despacho del físico repleto de


papeles.

—¿Quiere inmortalizar el orden del profesor? —dijo el conserje, mirando


por el hombro a Brad, mientras le daba una sutil sonrisa.

La fotografía del lugar se publicó hace poco, dada la restricción impuesta


por el propio editor de la revista, quien no quiso publicar las imágenes,
según él por respeto a la familia y estuvieron guardadas por más de
cincuenta años.

Se cree que el célebre científico decía que: «Si un escritorio desordenado


es señal de una mente desordenada ¿Qué debemos pensar de un
escritorio vacío?» no obstante y tomando en cuenta el peculiar orden del
nobel, al hacer la comparativa entre la imagen del despacho abandonado
y las imágenes y videos de Einstein en el lugar, se puede observar que a
pesar de verse siempre un sitio en un notable estado de «desorden», en
las imágenes del día posterior a su muerte el caos era más notorio.

Si se observan con detenimiento los videos y fotografías tomadas a


Einstein al interior de su despacho, se puede apreciar que los libros en sus
estantes permanecían siempre ordenados. El desorden se restringía solo a
la superficie de su escritorio.

En la imagen tomada por Brad Helmor, se nota la acción de la búsqueda


apresurada de algo; ¿Talvez de algún documento de interés? dejando todo
revuelto a su paso y los libros tumbados en sus estantes.

Quizás, tan solo se trataba del caos dejado por el propio científico
trabajando en el discurso que debía dar en la televisión israelí y que había
estado preparando en su oficina justo antes de ser trasladado al hospital.
Incluso se dice que se llevó consigo el borrador para seguir escribiendo
allí.

Al llegar a su apartamento, Helmor brindó con el whisky por su acierto


fotográfico, del que nunca gozaría durante su carrera.
Capítulo 4

2.- Alaska (1967):

—¡Peter ven aquí! —gritó Arnold levantando su escopeta—. Esta es una


buena posición.

Era el sitio propicio. La gran roca, sobre la loma, les obsequiaba un punto
de buena visibilidad y un estupendo escondite para esperar el paso de los
animales.

Peter y Arnold, eran dos jóvenes cazadores que llevaban varios días
siguiéndole el paso a una manada de unos doce alces. No era temporada
en la zona y ya habían visto varios carteles advirtiendo la prohibición de
cazar. Así es que tuvieron que seguir a la manada hasta un sector lo más
alejado posible del poblado para así evitar ser detenidos por los guardias
forestales del lugar.

Estaban frente al Peñón del Indio. Un elevado risco que, con un pintoresco
perfil de roca natural que recordaba el contemplativo rostro de un viejo
jefe Cherokee, quebraba el paisaje boscoso en dos.

«Ya no hay oportunidad para que estos animales puedan escapar»


—pensó Arnold, invadido por una oleada de adrenalina. Era el momento y
el lugar para atacar.

Una vez que estaban en su posición, avanzando con sus codos para
acomodarse sobre el borde de la roca, Arnold llamó a su amigo con una
seña de manos con el objetivo de hacerlo mirar, sin hacer ruido, hacia
donde acababa de aparecer, desde la espesura del bosque, la esquiva
manada de alces qué habían estado acechando.

Un enorme macho que al parecer lideraba el grupo, se detuvo delante de


la manada y comenzó a mover sus orejas como buscando la ubicación
exacta de ambos cazadores.

Después de acomodarse lento, Arnold se preparó para dispararle al


imponente ejemplar, de quien disfrutó al contemplar por unos segundos
su hermosa figura con el detalle que le permitía la mira telescópica de su
arma.

Peter observó entonces una extraña imagen en el cielo. Se trataba de una


aurora boreal muy nítida que avanzaba sobre sus cabezas. Giró con su
mano la cabeza de su amigo para que apreciara el espectáculo.

«Es normal que en Alaska se vea este fenómeno, pero no de manera tan
nítida y al medio día cuando los rayos del sol adquieren su mayor
perpendicularidad con la tierra» —pensó Arnold, recordando la nota que
había leído sobre el tema en una revista, en uno de sus tantos vuelos por
el mundo; momento en el que se quedaba hipnotizado por el bello
espectáculo de luces que estaba presenciando.

Lo que observaron a continuación dejó a ambos cazadores boquiabiertos.


Los animales comenzaron a correr con determinación en dirección a la
orilla del profundo precipicio y uno por uno, motivados al parecer por una
macabra e inevitable orden de auto aniquilación, se lanzaron al vacío
golpeándose violentamente en las rocas mientras caían para finalizar de
golpe su mortal descenso sobre el arroyo que «se tiñó de rojo» corriente
abajo.

Arnold nunca había presenciado un comportamiento animal similar en su


vida.  Se quedó inmóvil, de rodillas, perplejo por el macabro e inexplicable
espectáculo.

El sonido de una escopeta cargando un tiro lo sacó del mutismo. Al girar


entendió muy tarde el origen del ruido cuando el disparo realizado por su
compañero en dirección a su garganta lo dejaba sin respiración. Instantes
después, Arnold vio a Peter alejarse parado en el borde del risco mientras
el espacio lo jalaba por la espalda para acabar con el crujido de su cráneo
al golpear contra una roca más abajo, pero él ya no sentía dolor alguno.

Peter quedó en silencio, parado en el borde de la roca con su rostro


salpicado de sangre, sin parpadear. Contemplativo; ajeno a la situación
recién acontecida. Fue cuando un segundo disparo volvió a romper el
silencio del bosque ahuyentando las pocas aves que aún se refugiaban
entre los árboles cercanos.

Peter volteó los ojos hacia arriba, blanqueándolos, mientras una vertiente
de sangre corría por su frente. La punta del cañón se despegó lento bajo
su mentón y el joven cayó hasta golpear las rocas muy cerca del lugar en
donde yacía su camarada.
Capítulo 5

3.- Vietnam (1968):

De pronto, Shian Chen levantó la vista intrigado por el sonido emitido por
los motores de un grupo de helicópteros que sobrevolaban aquella área de
espesa selva.

Se trataba de un joven combatiente que, junto a su escuadrón a su


mando de alrededor de veinte soldados, todos jóvenes pertenecientes al
Frente de Liberación Nacional Viet Cong, avanzaban cautelosos bajo la
densa vegetación, camino a una colina que sería el punto estratégico en
territorio enemigo que debían conquistar esa soleada mañana por orden
de sus superiores.

«No pedí refuerzo aéreo y dudo que se trate de fuerzas estadounidenses».


Shian sabía que el perímetro en el que se encontraban estaba
resguardado por el Viet Cong con la orden de derribar a cualquier intruso
que osara traspasar la línea que se extendía desde su posición a treinta y
cinco kilómetros hacia el sur, desde donde precisamente había percibido la
llegada de los vehículos aéreos.

Cuando estaban justo antes de comenzar a subir la pendiente, de manera


sorpresiva, el cielo se cubrió de oscuras nubes y comenzó a caer una
abundante lluvia.

«Qué raro, nadie me advirtió de precipitaciones para hoy» —se preguntó


Shian, justo antes de que Loan Quang, uno de sus soldados a quien
conocía desde la adolescencia, poniéndole su mano en el hombro le dijera:

—Shian. sabes que he vivido en estos territorios desde niño, debemos


tener mucha precaución. Cuando hay lluvia, el caudal de los ríos sube
rápido y nos puede arrastrar fácilmente —Loan recordaba su propia
experiencia de niño cuando vio desaparecer para siempre en un sorpresivo
y torrentoso caudal de agua a sus abuelos que se habían quedado atrás
mientras él buscaba un camino más expedito por donde seguir, cuando
atravesaban un rio en medio de la selva, tratando de sortear una lluvia de
similares características. 

Shian miró con preocupación a su amigo por sobre el hombro —«El


Capitán dijo que todo había sido bien planeado para este asalto» —pensó,
buscando disimular su ansiedad, inquieto por el éxito de su campaña que
incluía mantener con vida a todo su equipo.

En minutos, la lluvia se tornó muy violenta golpeando con energía a la


tropa. Shian observó cómo su bota comenzaba a sumergirse en el lodo
mientras la corriente crecía en oleadas desde aguas arriba, justo donde se
ampliaba la cuenca del rio que momentos antes se encontraba seca y que
debieron atravesar para dirigirse en ascenso a la colina que se perdía en
la selva.

—Shian…, ¿Qué hacemos? —preguntó agitado su compañero, acercándose


con dificultad a su lado —. La lluvia se vuelve cada vez más fuerte.

—¡Debemos seguir y conquistar el punto más alto! —gritó Shian,


apuntando hacia un terreno más elevado que se veía despejado a unos
doscientos metros desde su posición—¡No podemos retroceder!

Tras la orden, los hombres siguieron el paso, pero el avance se hacía cada
vez más difícil a medida que el caudal del rio iba creciendo junto con la
arremetida de la inusual lluvia.

De pronto, una bandada de aves voló sobre sus cabezas instantes previos
a la aparición, derribando los árboles a su paso, de una colosal pared de
agua que en segundos acabaría con sus vidas.

Antes de encontrarse con la muerte, Shian miró hacia una pequeña


porción de cielo despejado que se dejaba ver entre los árboles sobre el rio
y entregó su alma a sus ancestros fallecidos. Fue cuando notó unas
extrañas y coloridas nubes que serpenteaban en el caprichoso cielo de
aquel, su último día.
Capítulo 6

4.- Washington D.C. (1983):

En su oficina, al interior de uno de los centros secretos de inteligencia de


los Estados Unidos en Washington D.C. ubicado en un apartado del edificio
del departamento de estado a unas cuadras al sur oeste de la casa blanca,
se encontraba el joven oficial de inteligencia, de raza negra, Marcus
Castell contestando un esperado llamado telefónico.

Marcus hacía honor entre sus pares por sus numerosos aciertos como
agente de inteligencia, logrando desbaratar en pocos años distintas redes
de corrupción y terrorismo. Esta vez se encontraba tras los pasos de un
millonario empresario llamado Arthur Storm.

Castell había podido vincular a Storm en la compra y venta irregular de


insumos del ejército, negocio que había sido concretado gracias al uso de
información privilegiada que sus contactos le habrían proporcionado.
Marcus sospechaba que a cambio de suculentos sobornos.

Desde el punto de vista penal no era un caso significativo, no obstante,


sus investigaciones le servirían para abrir el trecho hacia un enigmático
caso que lo había mantenido inquieto, en lo personal, desde hacía un par
de años y que se relacionaba con oscuras actividades de personeros del
pentágono en proyectos de alta seguridad.

Marcus seguía la pista de los presuntos vínculos de este sujeto con el alto
mando de la fuerza aérea como proveedor en distintas iniciativas de alto
secreto para la defensa de los Estados Unidos. Su línea investigativa lo
había guiado a la persona de Storm y a un proyecto bautizado con el
nombre de «HAARP», cuya fachada era la de ser una actividad de
investigación universitaria, pero que recientemente había descubierto
como un proyecto vinculado al pentágono.

Esta investigación era desarrollada por Castell sin una orden de sus
superiores. Algunos relatos de testigos sobre extraños sucesos climáticos
que se habían manifestado con mayor intensidad en Alaska, motivaron a
Marcus a seguir la pista del proyecto «HAARP» que se suponía estudiaba
con impulsos electromagnéticos la atmósfera.

Debía ser prudente, ya que se trataba de secretos de estado y de


personeros uniformados de alto grado militar.

El rastreo de cuentas que involucraran a Storm en algún movimiento


financiero sospechoso no había dado ningún resultado a pesar de que
Marcus contaba con colegas que le ayudaban desde la brigada de
investigaciones económicas, quienes podían sortear el acceso de
seguridad para consultar distintos archivos bancarios celosamente
protegidos.

  Decidido a conocer un poco más sobre Storm, Marcus había llamado un


par de veces, temprano en la mañana, a su asistente sin obtener una
respuesta positiva para entrevistar a su patrón.

—¿Agente Marcus Castell? —preguntó la voz de un joven al teléfono.

—Sí, con él. Agente Castell al habla, ¿En qué puedo ayudarle?

—El señor Arthur Storm puede verlo hoy mismo a las 15:00 horas
—Marcus sostuvo la respiración por un par de segundos. No esperaba que
su diligencia diera resultado tan rápido. Storm era un hombre esquivo.

—¿Agente Marcus?

—Claro, ¿dónde puede recibirme el señor Storm?

—En su residencia, acá en Washington. Por favor sea puntual —el hombre
cortó el llamado sin dejar decir a Marcus ni una sola palabra.

El joven agente miró su reloj, eran las 12:00 horas en punto. Tomó su
abrigo que colgaba detrás de la puerta y cogió del escritorio su
inseparable cigarrera para guardarla en uno de sus bolsillos.

Salió presuroso del edificio. El otoño se había dejado caer y la


temperatura en la ciudad era baja a pesar del espléndido sol que brillaba
aquel día.

Mientras se colocaba su abrigo fue en la búsqueda de su vehículo que


había dejado aparcado en la calle frente al memorial de Albert Einstein
que lucía la Academia Nacional de Ciencias en uno de sus jardines.

Cuando subió a su vehículo se quedó observando, sin razón alguna, la


figura frontal de este célebre físico que yacía en una postura distendida.
Sentado, apoyándose con su mano derecha en una pequeña escalinata y
con su otra mano sosteniendo un manuscrito.

La figura, comúnmente solitaria, era acompañada por una elegante mujer


de cabello rubio encanecido que contemplaba el horizonte, sentada en un
escaño, al costado derecho de la imagen del nobel.

Avanzó unos metros y justo después de doblar la esquina para tomar la


calle transversal desde la avenida Constitución, la imagen de Einstein vino
de nuevo a sus ojos. Su expresión era distinta. Desde el costado se veía a
un hombre encorvado, observando con desánimo su manuscrito.

Todos los días pasaba por el lado de la imagen y nunca había reparado en
ella. Sin entender por qué se había detenido, se percató que el semáforo
más adelante había dado el verde y siguió su camino con dirección hacia
al lugar de su entrevista.

—–Buenas tardes. Busco al señor Arthur Storm —respondió por el


comunicador al guardia encargado del acceso principal de la residencia,
ubicada en «Village of Chevy, sección cinco», un exclusivo suburbio en el
lado noroeste de la ciudad. 

—Tengo una entrevista con el señor Storm reservada para el día de hoy,
justo a esta hora —volvió a decir Marcus acercándose al comunicador,
después de un momento de espera sin respuesta.

Por fin, el portón eléctrico que bloqueaba el acceso vehicular comenzó a


abrirse. Un guardia apareció desde el interior y le hizo una seña con la
mano para que ingresara lento y se detuviera.

Según las indicaciones del encargado, Marcus siguió por un camino


adoquinado, doblando hacia una pequeña pendiente que se empinaba
entre verdes jardines y vistosos árboles decorativos. Después de girar una
amplia curva, detuvo su vehículo en una especie de rotonda justo al frente
de la casa.

La mansión de Storm lucía al frente cuatro pares de majestuosas


columnas y una cúpula superior cobriza brillaba al centro de una superficie
de tejas que se extendía hacia ambos lados y que le daban a la residencia
el aspecto de un antiguo palacete.

Al centro de la rotonda se encontraba una reluciente losa elíptica de


granito esmeralda-perla desde donde emergían en intervalos delicados
chorros de agua. En el perímetro había distintos espacios para el
estacionamiento de vehículos. El lugar se encontraba desocupado.

Marcus se aparcó y esperó paciente en su automóvil observando, con


cierto ángulo, la opulenta casa; cuando por una de las puertas
secundarias, ubicada entre dos esbeltos torreones y que se erguía hasta
unos tres metros de altura terminando en un elegante arco, apareció el
hombre de rasgos nórdicos que venía a conocer.

Inmediatamente notó que el aspecto de este hombre era diferente al que


había visto en distintas fotografías y videos. El detective no vio caminar
hacia su vehículo a un hombre de actitud altiva con el aspecto propio de
un sofisticado «dandi» mediterráneo. Arthur Storm vestía una bata de
dormir y caminaba encorvado, ayudado por un bastón; luciendo como un
anciano cuando no sobrepasaba los setenta años.

Marcus se bajó rápido del auto y mostrando su cigarrera preguntó—: ¿Le


molesta que fume?

—Preferiría que no lo hiciera en mi presencia. Me encuentro delicado de


salud y el humo puede afectarme. Acompáñeme por favor —contestó serio
con voz entrecortada, y después de dar media vuelta comenzó su regreso
hacia la casa. Marcus lo alcanzó después de guardar con apuro sus
cigarrillos.

Al entrar, Marcus pudo comprobar el lujo en que vivía este hombre. Todo
el interior de la casa, así como el exterior, estaba recubierto de diferentes
tonos de mármol blanco; crema y gris. Lo primero que destacó a su vista,
fueron dos grandiosas escalinatas que escurrían cayendo serpenteantes,
por ambos lados, desde un segundo nivel coronado por seis arcos junto a
sus respectivas columnas.

Marcus alargó la vista y pudo adivinar a través de las columnas del


segundo nivel una espléndida colección de pinturas. Tanto las escalinatas
como el nivel superior estaban bordeados por robustas balaustradas
renacentistas de mármol blanco. 

Todo el sitio se encontraba muy bien iluminado. Al fondo como a treinta


metros, tras un corredor que cruzaba transversalmente con una doble fila
de columnas el primer nivel, Marcus pudo notar una sala de estar con una
generosa vista al parque. Al avanzar unos pasos, pudo ver que el lugar
estaba amoblado al costado derecho por un grupo de sillones y sitiales al
estilo Luis XV, junto a una gran chimenea y a la izquierda llenaba el
espacio un lustrado piano de cola.

Lo último que Marcus pudo observar, antes de traspasar el corredor, fue


un espléndido mosaico, también de mármol, que se extendía en el piso. El
cruce de los distintos tonos de piedra pulida de la construcción formaba
una llamativa figura geométrica. Se trataba de una estrella de ocho
puntas, también llamada estrella de salomón, enmarcada dentro de una
banda bitonal en forma de elipse.

                      

—¡Bonito diseño! —exclamó Marcus.

—Es solo una figura geométrica utilizada por varias culturas con distintos
nombres. La estrella de Salomón o la estrella Tartésica, como se le conoce
usualmente, es el resultado de la superposición de dos cuadrados girados
cuarenta y cinco grados de manera concéntrica —decía el hombre,
mientras Marcus giraba su cabeza buscando los cuadrados según
avanzaba—. Se le considera un signo de buen augurio; por eso fue elegida
por el arquitecto —dijo sonriendo Storm.

Al llegar a la sala, el hombre se sentó en uno de los sitiales y Marcus en


uno de los elegantes y cómodos sillones.

Marcus no se cansaba de contemplar aquel espléndido lugar. Generoso en


espacio, contaba con una decoración más bien minimalista en cuanto a la
cantidad de muebles y figuras decorativas que ahí se exhibían por metro
cuadrado.

A parte de los sillones que rodeaban una noble alfombra persa y de unos
cuantos helechos decorativos que se levantaban sobre sendos jarrones de
piedra en cada uno de los extremos de la sala, se erguían las figuras de
dos perros pastores de porcelana de tamaño natural que permanecían en
eterna vigilancia a ambos lados de la chimenea. En la parte superior de
ésta, Marcus pudo ver una figura de bronce de unos treinta centímetros
de altura, al parecer de procedencia hindú, de un hombre en posición de
meditación.

—Bueno, usted dirá señor Marcus —el detective fue sacado de golpe de su
contemplación.

—Señor Storm…

—Dígame solo Arthur, ¿Quiere un café?

—Bueno.

En el acto, detrás de una columna cercana, apareció y se dirigió hacia los


hombres un ceremonioso sujeto. Se trataba de un joven mayordomo, de
unos veinticinco años de edad, de rasgos similares al de su patrón. Quien
no lo supiera, podría pensar que se trataba de un familiar.

—Vladimir, tráele al señor un café por favor.

—¿Qué tipo de café desea el señor? —Dijo el joven, dirigiéndose a Marcus


con una sutil reverencia.

—Expreso, cargado con dos cubos de azúcar —respondió Marcus.

—¡En seguida señor!, ¡Le aseguro que no probará en otro sitio un café
más extravagante y exquisito! —exclamó sonriendo el joven, rompiendo
su protocolar seriedad.

—¿Usted señor?  —le preguntó el mayordomo a su patrón.


—No Vladimir, puedes retirarte.

—Bueno…Arthur —vaciló.

Marcus había sido criado por un padre severo, muy apegado a las
tradiciones patriarcales de su familia. De su crianza, aún le quedaba la
tendencia a tratar por usted a las personas mayores en edad que él. Esto
y su gusto desenfrenado por el Basquetbol.

—Como ya lo sabe, soy detective y me encuentro investigando unos


negocios que usted habría realizado con la fuerza aérea —le confesó de
entrada al hombre para constatar su primera reacción frente al tema.

—Arthur no respondió. Cruzó elegantemente la pierna por encima de la


rodilla y entrecruzó los dedos de sus manos, apoyando los codos relajados
a ambos lados del sitial.

––Este negocio se habría realizado de manera irregular; ya que usted


—dijo Marcus clavándole los ojos a su entrevistado— tendría intereses
personales en el proyecto en el cual prestó servicios como proveedor de
un especial tipo de cristal.

Se sospecha además de sus conexiones personales con un miembro del


alto mando de las fuerzas aéreas estadounidenses por lo que contó con
información privilegiada para presentar su propuesta y concretar el
millonario negocio.

—¿Y qué ha podido averiguar en concreto al respecto?

—Mire, estoy acá porque sé que usted está vinculado con Roger Bennett,
mayor general de la fuerza aérea y uno de los directores de la agencia
DARPA, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada para la
Defensa de los Estados Unidos.

Como usted sabrá, Bennett es el director de la Oficina de Proyectos


Especiales, SPO por sus siglas en inglés. Una de las ocho «células» del
programa que dan informe al director de DARPA con central en el
pentágono.

 —¡No sé de qué me está hablando! —dijo Storm torciendo la boca, junto


con un aleteo de menosprecio con la mano.

—Señor Storm, tenemos fotografías suyas junto al mayor Bennett —cortó


Marcus sacando un par de fotos desde el interior de su chaqueta para
acercárselas al sospechoso, quien las recibió con desenfado para ojearlas
por un par de segundos antes de devolvérselas, mientras el agente
continuaba diciendo—. Ahí se le ve a usted junto al mayor, saliendo en
varias ocasiones de exclusivos restoranes en los que se reunieron, solo
semanas antes de cerrar el contrato —Storm seguía en silencio.

Sabemos además que la empresa fabricante del cristal, de singulares


propiedades, que adquirió el proyecto a través de las gestiones de Roger
Bennett fue en algún momento de su propiedad.

—Storm sonrió despectivo, mirando de reojo a Marcus— Señor Castell… si


no tiene una prueba concreta en mi contra, le ruego que se retire, me
está haciendo perder el tiempo. Yo soy accionista de muchas empresas en
el país y el extranjero, y en distintas ocasiones he sido proveedor del
estado y de las distintas fuerzas armadas. Participo además en diferentes
círculos sociales. Al mayor Bennett lo conozco desde hace años…pruebe
que la empresa de filamentos es mía y me tendrá en sus manos. Antes de
eso, solo estará divagando —dijo Arthur, confiado en que Marcus no
podría incriminarlo. Entonces comenzó con una toz cada vez más intensa.

—¿Se encuentra usted bien? —preguntó Marcus preocupado, levantándose


del sillón. El mayordomo apareció de pronto para tomar a su patrón del
brazo y dirigirlo en dirección hacia un corredor que lo llevaba al interior
privado de la casa. Antes de desaparecer entre las elegantes columnas, el
joven se volteó y esta vez habló con un tono menos amistoso:— Es todo
agente Marcus; la entrevista a finalizado. El señor Storm necesita
descansar. Vuelva en seguida por donde llegó.

Marcus sintió el deseo de aprovechar esta circunstancia para registrar el


lugar en la búsqueda de algo que le sirviera en su investigación antes de
que el guardia notara su retraso en salir. Entonces buscó con la mirada en
el recinto y reparó de nuevo en la figura hindú que descansaba sobre la
chimenea. Sin pensarlo, se acercó para poder observar la imagen más de
cerca. Se trataba de una figura forjada en bronce con un excelente nivel
de detalles. En posición de meditación, sentado, cruzando sus piernas con
ambas manos apoyadas sobre las rodillas, la imagen, de aspecto
andrógino, mostraba un segundo par de brazos. Con su mano izquierda
sostenía un reloj de arena y con la derecha un tridente. En su cabeza se
podía ver una luna menguante sobre una especie de turbante y en su
cuello llevaba enrollada una serpiente.

Marcus se sintió cautivado por la singular figura y llevado por la curiosidad


la levantó de su lugar para acercarla a sus ojos. Cuando la traía hacia sí,
escuchó el sonido de un objeto metálico que golpeó en seco el suelo de
piedra dando pequeños rebotes hasta detenerse. Bajó la mirada para ver
de qué se trataba y fue sorprendido por una figura que no esperaba ver
en aquel lugar. Tan pronto de dejar al meditador en su sitio, se agachó
para levantar el hallazgo. Al reincorporarse vio de reojo por uno de los
ventanales al guardia del acceso que se dirigía raudo hacia su vehículo.

—Señor Marcus, ¿Que lo ha demorado?, ¿Necesita algo más de nosotros?


—Le preguntó el joven mayordomo que había llegado silencioso hasta su
lado —Marcus empuñó la figura en su mano ocultándola y giró hacia el
mayordomo, mientras la introducía en su bolsillo.

—Nada, solo me quedé maravillado por esta espléndida chimenea y las


figuras de estos encantadores perros de porcelana; mis disculpas, me
retiro.

Marcus salió presuroso del lugar para montarse en su vehículo bajo la


incómoda mirada del mayordomo que le clavaba los ojos desde la puerta
lateral y del guardia que hacía lo suyo desde el estacionamiento.

Camino a su oficina, se preguntaba una y otra vez qué relación podría


haber entre Storm y la figura que había encontrado escondida bajo la
hermosa deidad hindú.

Apenas entró a su despacho, se sentó en su escritorio y extrajo de su


bolsillo la imagen que había encontrado. Se trataba de un pequeño
prendedor de bronce: un águila, cargando una esvástica nazi.

Ansioso por la curiosidad, alcanzó con su mano un grupo de revistas,


entre las que separó una publicación en particular que había estado
consultando días antes y que trataba sobre la segunda guerra mundial. Al
girar un par de páginas se topó de inmediato con la fotografía de un piloto
de la fuerza aérea nazi «Luftwaffe» en activo y pudo constatar en el acto
que la figura que sostenía en su mano era el distintivo que mostraban
estos uniformados en su Kepi o «Gorra militar».

¿Qué estaba haciendo esta insignia nazi escondida en la casa de este


hombre?, Se preguntó, ¿Sería Storm de ascendencia alemana?, Su
nombre decía lo contrario… ¿Un especial coleccionista acaso?, ¿Por qué
mantener la insignia escondida justo bajo una figura procedente de una
cultura tan distinta a la teutona?, tenía que averiguarlo.

Marcus buscó respuestas una y otra vez hasta que el tiempo terminó por
dejar a su sospechoso fuera de toda vinculación con el caso HARP.
Capítulo 7

5.- Ciudad de México (1990):

Sintiendo que el corazón se le escapaba del pecho, Roberto Beatia, un


conocido profesor de física mexicano, se arrodilla con dificultad en la
penumbra de su estudio. A sus 60 años ya no era el de antes.

La oscura melena y el frondoso bigote que lucía en una de sus fotografías


de juventud que conservaba sobre su escritorio ya se muestran cubiertas
de blanco. Con los años su cabello había retrocedido, obsequiándole al
profesor una amplia frente que era separada por una península de
cabellos más obscuros que el resto; coronando con simetría un rostro en
el que se adivinaba a un abuelo bondadoso.

 Distintos documentos y libros se encontraban repartidos por todo su


despacho. Con apuro, Roberto quería despejar con sus manos el piso
alrededor de una pequeña cajonera que estaba ubicada a la derecha de su
viejo escritorio de peral. Bajo aquel mueble, se encontraba un piso falso
que bloqueaba la entrada a un escondite que para Roberto representaba
más bien una tumba. Momentos antes, unos intrusos habían irrumpido en
su casa tirando todo a su paso. Estaba casi seguro de que los extraños
buscaban un objeto de suma importancia para él.

Su oficina estaba hecha un caos. Roberto había encargado construir esa


extensión de su casa a modo de cabaña, siguiendo el estilo de esta. Ahí
pasaba los días, sumido en la lectura.

Con algo de fuerza, logró desplazar la cajonera un poco más de medio


metro; con eso era suficiente. No fue complicado hacerlo, ya que los tres
cajones del mueble habían sido vaciados por completo. Su objetivo era
liberar del encierro a su más preciado tesoro que por más de veinte años
había permanecido oculto bajo el lustrado piso de parqué, en una pequeña
urna de madera.

Se trataba de un particular manuscrito, cuyo contenido le había estado


prohibido mostrar hasta ese momento.

Roberto tomó aire profundo para calmar su pecho agitado por los nervios,
mientras sostenía el escrito en sus manos.

La tapa de cartón de este misterioso manuscrito mostraba distintos


símbolos, cuyo significado Roberto desconocía hasta ese instante.
El físico, supo que era vigilado y que en cualquier momento sería
abordado para arrebatarle su tesoro por lo que debía salir pronto del
lugar, llevándose consigo el documento hasta el punto de entrega que
había sido establecido, horas antes, desde un teléfono público con un
amigo de su entera confianza, sospechando lo que encontraría al llegar a
su casa.

Su manuscrito, pasaría a manos de un joven, pero experimentado agente


de inteligencia mexicano que se hacía llamar entre sus conocidos por el
nombre de «Tito». Se trataba de un hombre de estatura y contextura
mediana; piel morena y de cabello negro azabache perfectamente
peinado; nariz recta y puntiaguda sobre un bigote prolijamente ordenado
al igual que su cabello. Se trataba del típico fenotipo «cliché» del agente
de inteligencia latino de los años setenta.

Al contrario de su rudo perfil como policía civil, Tito disfrutaba de la


bohemia y le gustaba rodearse de intelectuales. Muy a menudo
organizaba fiestas y tertulias privadas a las cuales invitaba a diferentes
artistas y eruditos. En estas reuniones conoció a Roberto, quién no dudó
en recurrir a su amigo en busca de ayuda, después de ser abordado por
singulares agentes vestidos de negro en su propia casa para sufrir un
violento interrogatorio acerca del paradero de su atesorado manuscrito.
Estos hombres le habían dado un plazo para entregar el documento y
cumplido el tiempo impuesto volverían, amenazando que esta vez no
serían tan amistosos.

Roberto le indicó a Tito que su manuscrito debía ser entregado a un


hombre llamado Marcus Castell, un joven agente de inteligencia de los
Estados Unidos, cuya red de contacto permitiría que este documento fuera
resguardado hasta que se diera la orden de ser publicado en distintos
medios a un gran número de personas.

«Tito» a pesar de permanecer escéptico frente al tema del misterioso


libro, indagó acerca de la identidad del supuesto detective y descubrió con
sorpresa que, se trataba en efecto de un agente norteamericano que
había investigado a un hombre quien fuera objeto de sus propias
pesquisas y a quien había descubierto en una sorprendente historia del
pasado.
Capítulo 8

6.- Atlanta (en la actualidad):

Disfrutando de las noticias de la tarde se encontraba un veterano de raza


negra, retirado de la Oficina Postal. En las paredes de su sala lucían viejas
fotografías de su trayectoria como cartero.

Hundiendo el voluminoso cuerpo en su «trono» de cuero, vestido con una


sudadera gris y los pantalones del pijama que había decidido llevar
durante todo el día, el hombre bebía el confortable café que su atenta
esposa le había traído.

—¡Marta! —llamó a su mujer con un duro tono de voz.

—Dime Henry —contestó Marta con voz cariñosa, sentada en un sitial en


el otro extremo de la sala en donde tejía una prenda de lana para su nieto
recién nacido, cuya fotografía observó con amor colgada a un costado de
la entrada a la habitación, en donde aparecía en los brazos de Marcus, su
único hijo.

—¡A dónde iremos a parar con todas estas noticias cada vez más terribles!
—exclamó molesto el anciano.

En el programa que se transmitía a esa hora en la televisión relataba el


impecable presentador de noticias— «Cerca de cuatro mil cabezas de
ganado han sido afectadas por la terrible mutación. Las autoridades
estudian con urgencia el brote de este nuevo mal que guarda muchas
semejanzas con el llamado virus de «la vaca loca». El ministro de salud
pide a la población obtenerse del consumo de carnes rojas».

«En América del sur. Solo dos de las cincuenta ballenas varadas en la
costa sur del Perú pudieron ser devueltas al mar. Es un total misterio el
motivo por el cual estos especímenes viajaron tantos kilómetros, hasta
esas latitudes, para morir varados en la playa».

«En Oceanía. A trescientas veinte crecen las víctimas del huracán que
arrasó la costa oeste del continente. El que fuera un pequeño frente de

mal tiempo se transformó en pocas horas, lejos de todo pronóstico, en


una catástrofe de grandes magnitudes. El huracán, después de llegar a la
costa tomó de inmediato una trayectoria casi recta hacia la planta de
energía nuclear recientemente inaugurada».
«Todas las medidas de alerta y evacuación fueron infructuosas, dada la
rápida evolución del extraño fenómeno climático —fueron las
declaraciones del especialista a cargo del centro de alerta temprana del
gobierno australiano».

Ante tanta calamidad Henry decidió al fin cambiar de sintonía al canal del
deporte, en donde se transmitía un partido de Basquetbol, su deporte
favorito. Cuando tomó el control remoto pasó a llevar la taza de café que
había acomodado en una pequeña mesita arrimada a su sillón— ¡Marta!
—gritó el hombre para pedirle a su mujer que viniera presurosa a limpiar
el desastre que él mismo había ocasionado.
Capítulo 9

7.- La entrevista (satélite en órbita japonés, fecha indeterminada):

Desde uno de los satélites internacionales que orbita la estratósfera se


observa la silenciosa superficie terrestre. Una extraña luminiscencia
cromática apareció tras el horizonte curvo del planeta y fue tomando
paulatinamente la forma de anillos concéntricos que comenzaron a
propagarse hacia distintas partes del globo.

La onda televisiva transmitida desde el artefacto espacial comenzó a


sintonizarse como imagen en una pantalla de televisión, justo antes de
que el animador entrara concentrado al set, caminando rápido desde la
puerta de su camerino.

—Al aire en 3, 2, 1…—gritó el asistente que estaba ubicado de pie en uno


de los costados del escenario, afirmando con una mano su comunicador
con audífonos.

Mientras comenzaba a sonar la fanfarria característica del programa, se


podían distinguir al centro del escenario, sobre una espejada plataforma
elíptica, la figura de dos hombres sentados a ambos lados de una mesa de
vidrio y al costado izquierdo una pequeña pizarra blanca de acrílico.

Antes de comenzar la entrevista se vio una pantalla azul en una de las


cámaras frontales al escenario con el siguiente texto—: «Advertencia: El
contenido del siguiente programa está basado en hipótesis».

«En su relato, el profesor de Astrofísica, Doctor Samuel Wood, nos


expondrá una experiencia personal, en donde fue desentrañando
importantes misterios sobre los orígenes de nuestro Universo, así como
acerca de nuestra naturaleza».

«Esta entrevista queda como precedente de cualquier ponencia científica


que se presente, basada en los principios expuestos por el profesor
Samuel Wood».

«Lo que aquí se expone no representa necesariamente el credo o


pensamiento del canal o de algún tercero y queda a discreción de la
teleaudiencia creer o no en lo que aquí se afirma».

—Entonces señor Wood, usted nos quiere decir después de toda esta
increíble experiencia vivida…—El periodista, un hombre de unos 60 años,
de raza negra, muy bien peinado y vestido con un impecable traje
obscuro, hace una pausa mientras mantiene la mirada fija en el
científico—, el mensaje que usted nos quiere entregar a partir de toda
esta historia es que cada persona, cada uno de nosotros, ¿Es una especie
de dios?

El profesor, doctor en Astrofísica, Samuel Wood permanece sereno en


apariencia, pero se esfuerza por mantener la concentración en las
preguntas del entrevistador.  A sus cuarenta años, conservaba gran parte
de la timidez que mostraba cuando era solo un muchacho. Sabe que es
observado por una gran teleaudiencia y espera poder aprovechar de la
mejor manera esta oportunidad para contar su historia.

El público presente en el set de televisión observaba a un hombre de tez


blanca, de amplia frente con un sutil platinado en su cabello semi
ondulado y crecido; de contextura media con aproximadamente un metro
setenta y cinco centímetros de estatura. Ojos pequeños, pero de gran
expresividad.

El entrevistado iba vestido con el clásico atuendo de un académico;


camisa blanca sin corbata, suéter marrón con cuello en «V» y un pantalón
de vestir de un tono más obscuro. Samuel lucía un serio semblante, pero
al mismo tiempo proyectaba el encanto de un niño tímido e inocente.

El anfitrión prosiguió con su entrevista, gesticulando con sus manos y


recurriendo a la profundidad de su mirada para darle todavía más emoción
a lo que hablaba. Su gran expresividad era una de sus principales
características.

Tocándose la frente con el dedo índice le dice a Samuel, mientras la


cámara recorría de cerca su rostro—: Usted plantea que la mente del ser
humano, que su consciencia y la mía, así como la de todas las personas
aquí presentes, ¿Es capaz de materializar el entorno que nos rodea?
—Russell hace una nueva pausa clavándole los ojos a Samuel—. Usted nos
quiere transmitir como científico que el hombre…, ¿Tiene dominio sobre el
Universo?

 —Y no solo eso —respondió Wood, deteniéndose para beber un poco de


agua    —¡El hombre es el Universo mismo!

El cosmos está presente en cada uno de nosotros y a través nuestro pudo


tomar consciencia de sí mismo.

—Déjeme preguntarle señor Wood; si el hombre es el Universo mismo…,


¿Qué es dios para usted? y ¿En qué lugar pondría al hombre?, es que
acaso, ¿No somos los hijos de dios?

—Humm…; más bien somos un residuo —respondió el profesor con voz


suave para atenuar lo dicho—. La sombra de los dioses en tres
dimensiones que, por cierto, algún día desaparecerá. Básicamente el
hombre es el producto de la existencia de tres entidades indescriptibles.

—¿Una sombra profesor?

—¡Si claro!

Aun cuando esta mesa pueda sentirse muy sólida, venimos de una
indeterminación tan etérea como una sombra; como la música —contestó
el profesor con un dejo de entusiasmo al sentir que ya se adentraban en
el tema.

—Entonces si usted dice que el Universo es como la música y la música o


el sonido es algo inmaterial, ¿Cómo es que existimos?, ¿Cómo es que
puedo verlo?, ¿Cómo es que puedo acariciar a mis hijos al llegar a casa?

Samuel dio una mirada al público y respondió— Una vez lo dijo un gran
inventor de origen serbio, Nikola Tesla, «Si lo que quieres es encontrar los
secretos del Universo, piensa en términos de energía, frecuencia y
vibración». Somos el sonido del cosmos y el sonido es una vibración, una
frecuencia.

Nuestra existencia es una frecuencia, aunque usted, yo y el público no


podamos verlo así.

—Ya que menciona a este destacado ingeniero profesor, quiero contarles a


los televidentes que usted cree que el propio Albert Einstein habría estado
en secreto de acuerdo con la idea de que la mente humana esconde un
gran poder; una extraordinaria fuerza creadora que el nobel habría
decidido ocultar por diferentes razones.

Incluso, el hecho de que nunca llegara a revelar el origen de la fuerza de


gravedad tiene relación con esto.

—¡En efecto! —exclamó Samuel y se detuvo a preguntar nuevamente el


nombre al entrevistador como reconociéndolo por su anterior
intervención— ¿Señor?  

—Russell Redman —respondió el anfitrión con un dejo de arrogancia y


extrañeza.

Russell era un conocido hombre de las comunicaciones. Claro que el


entrevistador desconocía el desagrado que a su invitado le provocaba la
«TV» por tanto no conocía los rostros que brillaban detrás de la pantalla.

Samuel tenía el deber de compartir su experiencia y la televisión era el


medio perfecto para llegar a la mayor cantidad de personas posibles.
De vez en cuando el profesor se sentía encandilado por las luces del
escenario y perdía la atención en lo que el entrevistador le decía.

—¡Señor Wood! —el anfitrión lo trajo de vuelta con un tono amable.

—¡Lo siento! prosigamos —se disculpó el profesor haciendo un ademán


con su mano.

—Mencionábamos al célebre Albert Einstein —le recordó Russell.

—¡Por supuesto! —Samuel se acomodó en su sitial de entrevistado y ya


con una actitud más serena continuó diciendo—. Debido a este
ocultamiento es que Einstein nunca pudo describir con profundidad la
naturaleza del fenómeno gravitatorio. La ciencia solo ha descrito hasta
hoy los efectos de esta mal llamada «fuerza de atracción».

Einstein incluso negaba el hecho de que el hombre pudiera tener libre


albedrío o algún control sobre su destino, definiéndolo como un eslabón
pasivo dentro de una cadena predeterminada radicalmente por las fuerzas
del universo.

Indicaba que todo lo que fue, es y será, incluyendo las decisiones que
cada individuo haya o no tomado en su vida, es parte de un complejo
desencadenamiento de variables que no podemos identificar, pero que
están ahí esperando su turno para interpretar su papel en la magnífica
obra escrita por el cosmos, mucho antes de que el primer rayo de luz
pudiera fugarse de un joven y denso universo en expansión.

—Pero díganos profesor, antes de entrar al tema de fondo de esta


entrevista…, ¿Que era para Einstein la fuerza de gravedad?

—Bueno Russell, a pesar de que Einstein no presentó ideas acerca del


origen de la gravedad, sí nos mostró como pensar en aquello, dándonos
algunos aspectos significativos que le darían cuerpo a la teoría que más
adelante les expondré sobre su naturaleza.

Recordemos que para Einstein la gravedad no era una fuerza, sino más
bien un evento muy singular de la geometría del espacio-tiempo que se
curva en torno de la masa, provocando, cuando se trata de una cantidad
considerable reunida, una evidente caída hacia ella de los objetos que se
encuentran cercanos.

Sabemos que las fuerzas siempre actúan en proporción a una magnitud


determinada. Para mover un elefante, por ejemplo, debo tener una masa
o energía superior a la del mismo animal. No es éste el caso de la
gravedad.
Galileo descubrió que dos objetos de diferente masa caen a la tierra a la
misma velocidad. Claro que los resultados no son siempre perfectos. El
aire puede hacer la diferencia en el caso de caer juntas una bola de acero
y una pluma.

¿Por qué ocurre esto?, Esta llamada fuerza de atracción, ¿No debería
actuar proporcionalmente a la masa de cada objeto?, la respuesta es no;
y es que la gravedad no es una fuerza en verdad.

La gravedad es el «ilusorio» movimiento de un objeto que está tratando


de buscar reposo en un punto que se ha separado virtualmente en dos a
la vez por la dilatación del espacio-tiempo alrededor de la masa.

Sé que algunos de ustedes dirán: «Espera un momento, ¿Qué hay con la


fórmula clásica para cuantificar la gravedad?», incluso en el caso de un
cohete que varía su masa al desplazarse se puede añadir la variable de
cantidad de movimiento para medir la «fuerza de Gravedad» que actúa
sobre él.

Correcto, esa es la fórmula para medir la gravedad como una «fuerza» en


un sistema de referencia determinado.

La segunda ley de Newton se encargó de cuantificar el concepto como una


fuerza. Nos dice que la fuerza de gravedad neta aplicada sobre un cuerpo
es proporcional a la aceleración que adquiere dicho cuerpo. La constante
de la fórmula es la masa del cuerpo.

No lo pongo en duda, pero lo interesante es ir más allá, pues hasta hoy no


existe una descripción concreta para el fenómeno de la gravedad basada
en su origen.

En 1919, un grupo de científicos ingleses que observaban un eclipse de sol


pudieron ver la luz de algunas estrellas que se encontraban tras el mismo
astro. Lo que probó que la única manera de poder ver la luz de estas
estrellas era que el Universo, alrededor del mismo sol, se encontrara
curvado. Luego de este descubrimiento —prosiguió diciendo Samuel—,
Albert Einstein consiguió la fama, ya que poco tiempo antes había
pronosticado este fenómeno.

Einstein pudo explicar muy bien los efectos de la gravedad, mas nunca
entregó algún argumento que clarificara sus causas y de cómo está
conformado el espacio-tiempo; ni de qué manera la masa de los planetas
puede curvarlo; ni menos alguna idea del porqué los cuerpos se aceleran
en esta curvatura.

—El hecho entonces, es que Einstein sabía que es lo que causa la


gravedad y lo ocultó —intervino Russell—, ¿Conoce usted los motivos por
los cuales, Einstein, pudo haber actuado de esta forma profesor?

—Bueno, como ya sabemos el principio de la gravedad relativista no


describe una «atracción» si no una «caída» y este fenómeno estaba
implícito en su «Teoría del Universo Estático» a través de la introducción
de su conocida «Constante Cosmológica». Según este concepto, el
Universo podría no ser infinito. Pero justo antes de que pudiera revelar al
mundo sus ideas, sobre el origen de la gravedad y la verdadera forma del
Universo, Edwin Hubble, uno de los más importantes astrónomos
estadounidenses del siglo XX, observando las galaxias pudo ver que la luz
emitida por ellas tendía al rojo; lo que significaba que la longitud de onda,
de este resplandor, tenía una clara tendencia a hacerse más larga; algo
así como las ondas del sonido que deja un vehículo al pasar, las que se
hacen más graves y elongadas al alejarse.

Luego de este descubrimiento, la conclusión que entregó Hubble al mundo


científico fue que las galaxias debían estar alejándose de un centro en
común, que después se conoció con el nombre de «Big-Bang». Por tanto,
el Universo tenía que estar expandiéndose hacia el infinito desde un punto
en común.

Este argumento, apoyado por las incuestionables pruebas presentadas,


sepultó públicamente la propuesta de Einstein de un Universo estático,
quien aprovechó la coyuntura para apoyar la idea de la expansión y
proteger así también los verdaderos alcances de su teoría.

—Incluso, he escuchado profesor que Einstein llegó a declarar que


presentar dicha constante fue el «peor error de su carrera» —interrumpió
Russell.

—Sí, pero esa frase fue escrita por un periodista un año después de su
muerte y repetida hasta el cansancio en distintas publicaciones hasta que
se popularizó como si fuera del propio Einstein —refutó Samuel, sin darse
cuenta de que acababa de bombardear el enorme ego de Russell.

—En resumen, señor Wood —cortó en seco—, usted plantea que Albert
Einstein defendió su «Constante Cosmológica» hasta que fue humillado
por la observación de Hubble conocida como «El Corrimiento» y no pudo
rebatirla.

—En realidad, Einstein fue afortunado de que Hubble tuviera la capacidad


de observar solo el cosmos en su dimensión evidente —contestó
Samuel—. Hoy, la ciencia ha retomado con especial interés la «Constante
Cosmológica» en algunos experimentos que se están realizando en el
CERN.

—¡Ejem! Bueno profesor, debo decir que ya me parecía extraño que


Einstein se apresurara en publicar una idea que después resultara en un
error, ¿No lo cree? ...

Déjeme preguntarle, ¿Qué debió haber observado Hubble?

Después de asentir con la cabeza, Samuel acotó—: Lo que Edwin Hubble


debió haber observado es precisamente lo que Einstein quiso ocultar.

La falta de una teoría unificadora que describa la naturaleza de la


gravedad en una escala más fundamental no ha permitido que la
relatividad y la física cuántica tengan un punto de encuentro. Ese vacío es
una ilusión que no es observable al telescopio y separa hasta hoy a ambas
disciplinas.

—Entonces profesor, usted plantea que Einstein creía que el origen de la


gravedad se relacionaba con su constante cosmológica, más ocultó este
conocimiento al mundo. ¿Quiso proteger su prestigio? … Aun no entiendo
bien su punto —para un hombre como Russell todo se reducía a una
cuestión de imagen.

—Einstein quiso mantener en secreto un tiempo más el rostro del cosmos


y el verdadero poder del hombre.

—¡El verdadero poder del hombre! —repitió Russell abriendo sus


expresivos ojos.

—Como lo escucha. Las derivadas de este principio no se relacionan solo


con esclarecer los fenómenos gravitatorios. Es el punto de partida para
alcanzar concepciones más elevadas de nuestra existencia que involucran,
aunque suene increíble, el poder de la mente humana.

—Déjeme decirle profesor que en vista de las ideas que nos plantea, usted
parece ser algo más que un científico. Es también, en mi opinión, un
vehemente filósofo que no teme abordar temas que sus contemporáneos
descartarían de inmediato por considerarlos dentro del terreno de la
metafísica.

¿Es la gravedad entonces el origen del poder del cual nos habla profesor?

—No señor Redman. El punto es que, todo lo que vemos es el resultado


de la interpretación humana de la proyección de entidades
pentadimensionales, bajo el prisma de nuestras tres dimensiones del
espacio y una del tiempo.

Nuestro poder se sustenta en el hecho de que la realidad que


experimentamos es producto de nuestra propia medición o percepción.

El abismo entre las ideas que Einstein publicó y las que guardó para sí se
asoció a su negativa por dar a conocer el hecho de que el Universo, al
contrario de cómo fue establecido, no es infinito, sino que es, desde un
determinado punto de vista, estático y restringido. Con esto se plantea
que la consciencia humana juega un gran rol en cómo se manifiesta la
realidad pues, el movimiento de las cosas, las distancias y el tiempo son
una ilusión de nuestra consciencia.

—Russell puso cara de no entender lo que acababa de escuchar—


«¿Nuestra realidad es una ilusión?»

—Quiero decir que todo lo que el hombre puede percibir como espacio-
tiempo y materia es relativo a la escala de su propia consciencia. Cuando
usted viaja por ejemplo de Londres a París, no es usted el que se desplaza
en ese trayecto, sino que es el espacio-tiempo entre los dos puntos el que
se modifica.

El movimiento y el tiempo son un truco que el cosmos nos presenta para


hacer coherente nuestra existencia en un universo que en realidad
es…plano.

La mente es el origen de nuestra existencia, ¡sin la mente no existe el


espacio-tiempo ni la materia como solemos experimentarla! —resumió
Samuel tratando de sintonizar con su entrevistador cada vez más
incrédulo.

—¿Podría usted exponer sus ideas nuevamente, pero en palabras más


simples profesor?

…No queda claro a lo que quiere llegar.

—¿A qué se refiere usted con palabras simples? —preguntó Samuel, un


poco incómodo con la sugerencia— «¿Es que no he sido claro?» —se
cuestionó.

—Simples, digo en palabras más entendibles para que al público le sea


más fácil comprender. Recuerde que este es un programa para todo
espectador —sonrió el entrevistador mostrando a los asistentes sentados
en la gradería.

—Russell, esto es un simple ejercicio de teorización.

—Cuando le pregunto que si acaso puede explicar de qué se trata todo


esto en palabras simples —cortó Russell—, me refiero a que una teoría
pierde consistencia cuando no puede ser explicada de forma sencilla.
Dicho de otro modo, ¿Cuál es su hipótesis exactamente?

—Esta teoría presenta la relación que existe entre la «Flecha Psicológica


del Tiempo» y las partículas que la medición humana permite localizar
—contestó el profesor—. Este principio fue detectado en el experimento de
la doble rendija que luego les explicaré.

La flecha del tiempo es un concepto descrito por importantes teóricos


como Stephen Hawking y trata de la noción que tiene un observador
acerca de la simultaneidad de acontecimientos y el movimiento de las
cosas en el espacio y el tiempo.

Como entrevistador, Russell debía ser cauteloso. Distintos charlatanes ya


se habían presentado anteriormente en su programa hambrientos de
fama, pero sin un trasfondo claro ni confiable.

—Debo decir que la teoría de la relatividad tampoco es fácil de explicar y


al principio muchos no la entendían o la consideraban una locura. Estaba
tan alejada del criterio común y de lo que el hombre corriente espera
considerar como parte de su realidad que se creía que solo tres personas
en el mundo podían comprenderla —dicho esto, Samuel resumió su
postulado.

Lo voy a explicar desde un punto de vista mitológico para que todos


puedan entenderlo: El hombre tiene tres padres: Brahma, Shiva y Vishnu.

Brahma es el vacío del universo, de donde todo surge y la ilusión de la


materia se divide entre Shiva y Vishnu.

Brahma es el silencio inicial antes de la masa; el tejido que sustenta el


vacío cuántico. Shiva es el origen y la desaparición de la masa; la pérdida
de simetría y la recuperación del silencio en la entropía, y Vishnu es la
manifestación material de la inercia y conservación de la energía; el
custodio de la Ilusión; el espacio-tiempo y la masa.

Venimos de la unión del «reino de los cielos» y el «cosmos»; «la quinta


dimensión» y las cuatro restantes que conocemos, las tres del espacio y la
dimensión del tiempo.

La mitología oriental cuenta que Brahma fue despertado por Shiva con un
gran ruido. Esta interferencia es nuestra línea de programación básica, los
acordes de la música creadora de la materia.

Los humanos, al ser de naturaleza material, estamos anclados a los


designios de Vishnu y Shiva, sin embargo, por ser un reflejo consciente
del todo, gozamos de cierta jerarquía dentro de los dominios de Brahma.

Cada particularidad del cosmos contiene la información del todo. Nuestras


expectativas, al medir y aislar las partículas reconociéndolas como
estructuras materiales, generan una tendencia de cambio en el algoritmo
original. Se manifiesta entonces lo que yo llamo la «Simetría Holográfica
de Maya». En palabras simples, lo que ocurre en nuestra mente ocurre en
nuestra realidad.

La holografía es una técnica de proyección de imágenes sin lentes, donde


la foto resultante, el holograma, está basado en la interacción o
interferencia de campos luminosos. La masa y el espacio-tiempo son un
holograma que intercambia memoria en vez de fotones.

La interpretación del espacio-tiempo y la masa se sostiene en la ejecución


de una simple instrucción, donde cada estructura física debe cumplir el
mandato de encontrar su máximo reposo y un estado de menor tensión,
conservando su geometría más estable. En este sentido las estructuras
poseen memoria, ya que siempre recuerdan esta regla y se acomodan
dentro del conjunto manteniendo sus características más sólidas.

—¿Podría profundizar un poco más esta idea profesor?

—Por supuesto. Cada una de las estructuras materiales que podemos


identificar se sostiene en la interferencia de campos o nubes de
probabilidades; relación que tiene la tendencia a la pérdida de la simetría
o la geometría de origen de las estructuras en cuestión. Estas nubes se
acomodan unas con las otras como pompas de jabón en una espuma,
pero resisten a desaparecer conservando sus características más estables.
La resistencia ejercida entre las diferentes nubes es la masa de los
cuerpos.

Imaginemos a la masa como un aplauso que es producido por el choque


de las palmas de las manos. Cada palma representa las características
más estables de un campo, nube u órbita de probabilidades. Luego no hay
forma de que exista el aplauso sin las palmas.

No imagine estas órbitas como la de los planetas. La forma de estas


órbitas es la probabilidad o todas las oportunidades existentes de
encontrar las partículas en algún lugar. En rigor la función de onda ocupa
todo el universo, pero puede tener masa en un lugar del universo más que
en otros.

El choque de campos define el tamaño cuántico de una partícula, luego


mientras más restringida esté una partícula con mayor rapidez se moverá
y aumentará su energía y su masa.

—¿Por qué ocurre esto con las partículas al ser restringidas profesor?

—Porque las partículas más pequeñas que han podido ser detectadas no
son fragmentos pequeños de nuestra realidad material. Se trata solo de
información que viaja a la velocidad de la luz. Es la huella de energía
unificada que se rompió en el Big-Bang
Cuando queremos determinar en un laboratorio la posición de estas
partículas como el caso de un electrón, estamos restringiendo su nube de
probabilidades; estamos reduciendo el tamaño cuántico de la partícula en
el tiempo y el espacio, entonces aumentamos la velocidad con la que
puede estar en algún punto, luego aumenta la densidad de su nube, su
masa y energía, perdiendo a su vez certeza acerca de su posición.

En el fondo todo es un gran vacío. Si el peso de nuestra atmosfera fuera


infinito, la materia del planeta podría comprimirse al infinito, aumentando
en igual magnitud su masa.

—¿Es decir profesor que solo podemos aislar la energía que constituye a
las partículas y nunca determinar su posición exacta?

—Correcto, aunque las partículas como tal no existen.

Si bajamos la escala y restringimos la medición llegará un momento en el


que solo podremos ver el vacío. Un falso vacío que depende de la energía
que reunamos al restringir y medir la función de onda cuántica de una
partícula. Toda vez que dejemos de aplicar energía, el falso vacío
desaparece.

Tan solo podemos definir la existencia de las partículas virtuales


registrando las huellas del choque entre ellas y para esto se utilizan
grandes cantidades de energía. Esto es lo que ocurre en el acelerador de
partículas exactamente en un lugar llamado «la cámara de burbujas»,
donde se hace colisionar una multitud de campos.

Las propiedades que se obtengan en estas huellas dependen también del


observador y como se encuentren configurados sus instrumentos de
medición.

Si se quiere obtener la tan buscada «Teoría del todo» y comprender el


orden que le da origen a nuestra existencia, debemos considerar al
observador como un participante y a la consciencia como una variable
fundamental de la ecuación.

Las conexiones no locales o a distancia que se pueden detectar en el


fenómeno del «Entrelazamiento cuántico» que también les explicaré más
adelante, llevan estas ideas a un nivel más profundo, incluyendo al
holograma como analogía, donde cada una de las partes contiene el
conjunto en su totalidad. Es decir, que si se ilumina una parte del modelo
éste contendrá detalles de todo el conjunto y también a la inversa.

En estas experiencias de laboratorio se ha determinado que la naturaleza


de onda que manifiesta una partícula, no importando la longitud que
tenga, pertenece a un solo campo unificado. Se trata de la partícula en su
totalidad y no de su trayectoria. Es decir que para las partículas
subatómicas no existe el espacio ni el tiempo.

Cada cuerpo del Universo pertenece a un solo campo unificado. Si el


conjunto cambia también lo hace la particularidad y viceversa. Este
principio le da mucha solidez a la idea de la «ley de la atracción» que dice
que si visualizamos situaciones determinadas se crean tendencias que
llevan al cosmos a responder con la misma situación previamente
visualizada.

Podemos decir que nuestra consciencia es equivalente y parte del espacio-


tiempo al que también llamo «Holo-movimiento» o ilusión de movimiento
o Maya si se requiere citar de nuevo la sabiduría del misticismo oriental. El
«Holo-movimiento» es la base constituyente de todas las sustancias
manifestadas de nuestro entorno.

En la ilusión se considera al espacio-tiempo y la materia correlacionadas e


interdependientes, pero no conectadas por causalidad alguna. Es decir que
ninguna es causa o efecto de la otra, sino que son equivalentes. Ambas
son el resultado de una sola consciencia que esconde los límites de una
sutil realidad, imposible de penetrar y de explicar en palabras y que es la
madre de todo lo que conocemos. La quinta dimensión.

La topología para describir a la quinta dimensión requiere desarrollar


fórmulas matemáticas basadas en variables que incluyen a la consciencia.

—Lo que plantea profesor es fascinante. Un encuentro entre misticismo,


filosofía y ciencia, sin precedentes.

—Se equivoca Russell. La imagen de Shiva, diosa hindú de la creación y la


destrucción que danza sobre las huellas de una colisión de partículas en
las puertas del CERN es un buen indicio del cambio de paradigmas que ya
manifiesta la física actual.

—Siempre había pensado profesor que el pensamiento espiritual o místico


estaba muy lejos de lo que entendemos como ciencia.

—La espiritualidad oriental es armónica con los nuevos conocimientos de


la ciencia no así el dogma de la religión occidental; separatista y
cartesiano por naturaleza, que se resistirá siempre al triunfo final del
intelecto humano.

—¿Cuál es ese triunfo profesor?

—Conocer por completo el secreto del universo. Saber cómo piensa dios.

Después de unos segundos de silencio Russell exclamó— ¡Vaya profesor!


me pregunto si todo esto en verdad, ¿Podría dejar de ser más que mera
filosofía?

Tal vez el hombre sí posee una especial forma de ver las cosas, pero
¿Tendrá algún control sobre aquello que lo rodea solo producto de su
actividad mental?  —acotó Redman con elocuencia renovada—. Usted me
dice que el hombre es o puede llegar a ser, ¿Una especie de dios?

—Señor Redman, podemos experimentar la gravedad y las distintas


fuerzas de la naturaleza debido a la dilatación del espacio-tiempo, y a su
vez el espacio-tiempo es relativo a nuestra propia observación. Todo
depende del estado de movimiento y consciencia del observador.

—Volviendo a Einstein profesor. Entonces, ¿Qué es finalmente la


gravedad? —interrumpió el entrevistador—, ¿Podría resumirlo?

—Isaac Newton afirmaba que los objetos caían por una fuerza misteriosa
llamada gravedad, sin embargo, él mismo no estaba satisfecho con esta
explicación.

Newton pensaba que los objetos caían porque algo los estaba
jalando…pero ¿Qué es lo que los está jalando?

No lo sabía, así que se encogió de hombros y dijo ..., «No lo sé, así que
voy a proponer una fuerza y la llamaré «Atracción Gravitacional».

Einstein por su parte, un «simple empleado» de tercera clase de una


oficina de patentes, se atrevió a cuestionar esta teoría cuando Newton era
considerado un dios para la ciencia. Él quería entender el Universo más a
fondo y se preguntó, ¿Qué tal si la atracción gravitacional en verdad no
existiera?, ¿Qué pasaría si este fenómeno fuera un empuje espectral y no
una atracción?

La tierra dilata y curva el espacio a su alrededor y esta dilatación me


empuja hacia el piso. Luego si el espacio puede ser curvado y estirado
entonces también lo será el tiempo que demorará alguien en recorrerlo
por tanto el espacio y el tiempo son solo uno.

Esto aún suena como una locura, ¿No Russell?; el tiempo y el espacio son
elásticos. Ahora debemos preguntarnos, ¿Por qué la Tierra gira alrededor
del sol?

Podemos decir que el sol atrae a la Tierra hacia sí en forma circular pero
no, esto no es así. La órbita de la Tierra se debe a que el Sol distorsiona el
espacio-tiempo, luego el planeta al estar cerca cae en esta distorsión y es,
de alguna forma, arrastrado y no atraído hacia el astro.

¿Podemos decir con esto que el planeta tenía previamente una trayectoria
recta y para él su trayectoria sigue recta, aunque en realidad se haya
curvado?

De ninguna manera, ya que nada lo ha acelerado de forma previa por


tanto se encontraba estático y lo seguirá estando a pesar de mostrar esta
singular ilusión de movimiento en una trayectoria elíptica.

Todo movimiento es producto de un espacio tiempo deformado, y la


gravedad Russell, no es más que el espacio-tiempo retorcido, arrastrando
objetos al recuperar su planitud a la velocidad de la luz. La aceleración de
los cuerpos es un «Holo-movimiento» resultado de un estado de tensión
entre «Brahma», «Shiva» y «Vishnu». El gran vacío cuántico, el campo
unificado y la ilusión; el espacio-tiempo y la masa.

La materia presente en el cosmos es un intruso para el gran vacío cósmico


y la aplastará, al igual que a nosotros que estamos hechos de materia,
hasta lograr que desaparezcamos por completo.

—Entonces profesor, ¿Einstein había dado con una nueva teoría de la


gravedad?, ¿Una nueva teoría del universo?

—La respuesta es…no. Albert Einstein nunca explicó por completo como
ocurría en verdad la dilatación del espacio-tiempo y como la gravedad es
en realidad una ilusión de un empuje y no una atracción.

—Muy bien profesor Wood; ahora si me lo permite, nos iremos a una


pequeña pausa comercial…

¿Qué es la consciencia?, ¿Que es en verdad la realidad que nos rodea?,


¿Es el hombre un dios? y si así fuera, ¿Cómo podemos llegar a usar el
poder divino que se encuentra oculto en nuestras mentes?

…Siga con nosotros en esta apasionante entrevista…—dijo Russell


dirigiéndose a la cámara. Esta pausa le permitiría digerir mejor la
información que Samuel le estaba entregando.

Después de la fanfarria musical y mientras las cámaras esperaban el


regreso a la entrevista, el profesor Wood aprovechó de profundizar un
poco más en el tema y le comentó a Redman—. A pesar de que Albert
Einstein se esforzara en decir; permítame citarlo: «Todo está
determinado, tanto el principio como el fin, por fuerzas sobre las cuales no
tenemos ningún control», él sabía que el hombre podía dar la batalla a su
destino.

—¡Vamos al aire! —gritó el asistente del set— en, 3, 2, 1…

—Entonces profesor, el Universo es una gran mente representada por una


trinidad y en ella se presenta una especie de «ruido» que se manifiesta
como materia ante nuestros ojos. ¡Y vaya lo que ocurre con el
movimiento, las distancias y el tiempo!, usted dice que estas
manifestaciones de las leyes de la física, ¡También son una ilusión que nos
entrega nuestra observación!, ¿Puede la ciencia mostrarnos algo al
respecto?

—Claro Russell, desde hace casi 100 años el «Entrelazamiento Cuántico»


ha expuesto un comportamiento lleno de misterio manifestado por las
partículas subatómicas. Se trata de un fenómeno casi mágico que ha
puesto «de cabeza» a muchos colegas científicos, tanto que algunos han
optado por ignorarlo.

El entrelazamiento cuántico nos muestra que las partículas más


elementales detectadas pueden estar conectadas unas a otras sin
importar la distancia y el tiempo que las separe y compartir estados de
manera instantánea; es decir que pueden transmitir impulsos a una
velocidad superior que la velocidad de la luz.

Para algunos científicos, esta sola afirmación ya desmorona la teoría,


puesto que nada puede superar a la luz. En estricto rigor puede ser que
esto sea así a nivel de nuestra escala de observación, pero a nivel
subatómico, en la quinta dimensión, donde se puede percibir la verdadera
naturaleza ondulatoria de la existencia, no existe el tiempo ni las
distancias por lo que la velocidad tampoco existe. En este sentido la luz no
necesita de un medio para propagarse ya que, en rigor, la luz no viaja.

—Entonces profesor, ¿Puede también nuestra mente formar parte de un


todo sin importar las distancias?, ¿O nuestra consciencia es tan solo la
ejecución de un complejo algoritmo sustentado en las leyes físicas que
gobiernan a las partículas que componen nuestro intrincado sistema
sináptico?

Y si pudiéramos construir un computador que sustente un algoritmo tal


que pueda recrear la consciencia humana, ¿Tendríamos acaso un ser
artificial capaz de cambiar nuestro entorno?

—La mente humana es parte de la función de onda cuántica del universo.


Incluso usted está aquí porque la probabilidad o densidad de su nube así
lo determina, pero una parte suya también se encuentra en otra galaxia a
millones de años luz, y con muchas menos probabilidades en universos
vecinos.

Por su parte, no tengo formación en neurociencia, pero algunos expertos


indican que los algoritmos no producen consciencia ni por mucha que sea
la «fuerza bruta» en variables que se manejen.

Personalmente creo que lo que permite la «ilusión» de consciencia no es


la ejecución del algoritmo propiamente tal como si fuera la línea de
programación de una compleja fórmula en una planilla de cálculo o el
cómputo entregado por un ábaco. Estos naturalmente no tendrán
consciencia de nada. Lo que produce el poder de reflexión o conciencia de
sí mismo en un cuerpo físico es el cambio o «Tendencia evolutiva» que se
produce en el algoritmo original o nube de onda cuántica que se
manifieste a partir del pensamiento.

Le daré un ejemplo conocido. La idea de un libro que contenga todas las


instrucciones que recreen la mente de una persona en particular, no será
un análogo del sujeto representado al ser leído; ni tendrá consciencia, si
no tiene la capacidad de cambiar en su origen. Solo será una muy buena
imitación de un sujeto consciente, pero estará destinado a repetir una y
otra vez las mismas instrucciones.

—A pesar de este obstáculo profesor, ¿Cree que el hombre pueda llegar a


crear un sistema consciente alguna vez?

— Creo que no, mientras el algoritmo no pueda adaptarse a los nuevos


estímulos y evolucionar.

—Interesante, pero desalentador pronóstico.

—Al contrario, Russell; desconocemos las repercusiones que tendría para


la humanidad el nacimiento de la inteligencia artificial. La naturaleza ha
sido muy sabia al respecto.

—Se de algunos científicos profesor que sugieren colocar un chip en los


motores de inteligencia artificial en desarrollo para neutralizar cualquier
cambio evolutivo no programado que se manifieste en sus algoritmos.

—Eso nos da para pensar, ¿No Russell?

Quizá esa desconfianza fue la que motivó al Dios bíblico cuando decidió
prohibir a los primeros hombres comer del fruto prohibido para evitar la
aparición de una nueva inteligencia.

—¡Interesante idea!

En resumen, profesor, volviendo al tema central; es decir que, ¿Podríamos


estar atrapados en una especie de burbuja gobernada por seres de los
cuales no podemos siquiera imaginar su naturaleza?

—Correcto Russell, aunque yo diría: sucesos gobernando un toroide.

—¡Entonces el Universo es una dona! —Russell levantó sus manos y miró


sonriente hacia el público—, ¡Esta idea será bien recibida por nuestros
amigos policías! —bromeó mientras todos sonrieron a la vez.
 —El «Toroide» está presente en todas las escalas de la creación. Es la
geometría que nos conecta con todos los niveles del cosmos, desde la
unificación de las fuerzas, bajo la distancia más pequeña imaginable,
hasta la escala del universo mismo. En su proyección como «Espiral» está
presente cuando se rompe la simetría de las cosas —interrumpió Samuel
con cierta seriedad.

La espiral es la geometría que describe la pérdida de la simetría en la


naturaleza en todas sus escalas ya sea en la traslación, reflexión o giro de
sus estructuras.

La pérdida de la simetría a nivel cuántico describe el momento del Big-


Bang. Justo antes gobernaba la unificación de las cuatro fuerzas
conocidas, enrolladas en un toroide en un estado de máxima inestabilidad
y energía. Su geometría es equivalente a lo que le pasaría al universo si
estuviéramos por alcanzar la velocidad de la luz.

Con una masa aumentada casi al infinito, todo el universo se unifica,


enrollado en un toroide más pequeño que un protón. Luego la búsqueda
del máximo reposo, principio fundamental del universo para pasar de un
estado de mayor a menor energía y mayor estabilidad, provoca que la
quinta dimensión encerrada en este supertoro se fragmente y se expanda
en las cuatro dimensiones que conocemos.

Por otra parte, el choque en cadena de las órbitas probabilísticas de las


partículas que se inició en el Big-Bang, genera la interferencia que da vida
a la masa de los cuerpos. Creando grumos más y menos densos en el
campo unificado.

—¡Ehem!. Creo que ya estamos entrando en terrenos más difíciles.

Y sobre el poder de la mente profesor, ¿Puede decirnos algo más?, ¿Qué


fue lo que creía en verdad Albert Einstein?

—Bueno, sobre eso muy poco se puede decir. Einstein solo se limitó a
indicar, como lo dije antes, que el hombre tenía su destino fijado
—Redman puso cara de asombro.

—¡Claro! —exclamó Samuel—. Para la opinión pública de aquel entonces,


fue muy coherente la desestimación que decretó Einstein sobre el libre
albedrío, negando además cualquier poder que la «Fe» pudiera otorgarnos
sobre nuestra existencia. 

—Quizás, le aterraba pensar profesor que el Universo podía quedar en las


manos de seres tan imperfectos como el hombre por lo que no dudó en
descartar esta posibilidad. «Dios no juega a los dados», dijo el propio
Einstein —acotó Redman, esperando que esta vez la frase sí fuera del
novel científico.

—El Universo fue un orden perfecto cuando la materia y la vida aún no


estaban contempladas en la creación original.  ¡El orden perfecto es la no
existencia! El verdadero vacío, ¿No lo cree Russell? —preguntó Samuel
con cara de revelación.

—Está afirmando que nosotros…, ¿No estábamos contemplados en el plan


divino?, cuál es entonces la razón de nuestra existencia, ¿Desaparecer?

—Claro que no. Nuestra existencia es inevitable. Esto es algo que no es


fácil de explicar en tres palabras. «Vivir para morir, morir para vivir».
Muchos ignoran que comenzamos a morir desde el momento en que
somos concebidos y al igual que el cosmos para renacer debemos morir
primero.

No se preocupe Russell, más adelante lo entenderá. Solo puedo decirle


por el momento que la razón de estar vivos; que el objetivo de nuestra
inteligencia; del poder de nuestra mente que se revela frente al Universo
Superior o «Reino de los Cielos», como usted quiera llamarle, es torcerle
la mano a la «muerte», y no solo a la muerte de nuestro cuerpo, sino
también a la muerte del Universo para simplemente volver a nacer.

…Albert Einstein, fue engañado. Persuadido por un poderoso grupo de


ambiciosos e inescrupulosos sujetos, encontró una audaz manera de
ocultar sus hallazgos para proteger al hombre de su propio poder. 

—Permítame interrumpirlo profesor una vez más, ¿Es aquí donde entran
en juego nuestros amigos del actual proyecto HAARP en Alaska?

No me conteste ahora. Para ir comprendiendo bien profesor Wood, me


gustaría que comenzara desde el principio.

 
Capítulo 10

8.– La razón de todos nuestros fracasos:

—¡Samuel! —me llamó mi asistente, mientras yo caminaba acelerado


hacia mi despacho, después de una agotadora cátedra de inicio del año
académico.

—…Bien mis nuevos alumnos. Vamos a comenzar la clase intentando que


puedan ver que en ciencia las cosas no siempre son binarias.

—¡Usted, señor! —Samuel apuntó a un chico que se veía atento, sentado


en la segunda fila del aula, presto a tomar nota con libreta y lápiz en la
mano —, dígame que sabe acerca de la materia oscura.

—Humm. Bueno. Es una energía que fue descubierta hace algunos años
que no se puede ver, pero que tiene efecto sobre la gravedad y el
movimiento de las galaxias.

—¡Bien respondido señor!, …hasta que mencionó que esta fuerza «fue
descubierta». Sabrán que muchas de las ideas que plantean la existencia
de fuerzas invisibles, obscuras o misteriosas son solo eso, buenas ideas y
no se encuentran probadas. Son creencias basadas en observaciones
directas o indirectas como la fuerza de atracción de gravedad
supuestamente invisible que mantiene la unificación de las galaxias, pero
no corresponden a hechos probados. Ni siquiera está probado que la
gravedad sea una fuerza de atracción. —los alumnos murmuraron
probablemente opinando en contra de la afirmación recién hecha por su
nuevo profesor—. Entiendo su incomodidad al escuchar esto. Se que en
todo momento podemos ver los efectos de la gravedad por lo que
claramente no debería haber discusión acerca de la existencia de esta
fuerza de atracción. Pero el hecho es que en ciencia no se trata de ver y
creer en lo evidente.

Muchos de ustedes pueden pensar como futuros hombres de ciencia que


están destinados a tener la última palabra en estos temas, pero cuidado
chicos, muchas veces no será así. La naturaleza suele superar el alcance
de nuestro conocimiento.

La física no se trata de solo creer o pensar en algo. Esto no es religión o


filosofía. Aquellos que operan en puros argumentos ontológicos, pueden
en efecto proponer incluso la existencia o no existencia de Dios. Un ateo
podría concebir la existencia de un ser tan inimaginable con solo negar su
existencia, pero, hasta el más ignorante puede entender que las cosas
existen no por el hecho de pensar en aquello, al menos si esa persona
goza de un sano juicio.

A partir de elaboradas trampas dialécticas pueden originarse grandiosas


conclusiones. Hay quienes incluso han llegado a formular ecuaciones para
probar la existencia de Dios, pero estos juegos numéricos, al igual que las
palabras, no pueden probar nada en absoluto.

¿En verdad pueden creer que algo pueda existir fuera de nuestro
pensamiento solo por el hecho de pensar en ello?, un filósofo diría que sí;
su trabajo es conocer el mundo solo con el pensamiento. 

Algunos argumentan que como todo lo que podemos ver es el resultado


de nuestros sentidos no podemos asegurar la existencia de algo allá
afuera y todo es producto de nuestro pensamiento. El mundo exterior  es
indistinguible del interior. Si así es nuestra naturaleza, ¿Debemos
considerar en nuestras ecuaciones, un entrelazamiento mágico que una
nuestros pensamientos con el mundo material que nos rodea?

Me temo alumnos que debemos sospechar de cualquier audaz línea de


pensamiento que nos prometa respuestas con este tipo de ideas sin contar
con una sola variable extraída de la observación del mundo real.

Con todo lo anterior, las ciencias exactas, incluso la física, nos han
mostrado fenómenos que no entendemos bien todavía y no está claro
cómo debemos interpretar algunas observaciones de la naturaleza, pero lo
mágico queda descartado en mi clase.

Ante la falta de evidencias, más de alguno buscará refugio en los números


para sostener en algo concreto sus derivadas; las que podrían incluso
llegar a formar parte de su sustento económico, y ¿Por qué no?, muchos
de mis colegas catedráticos lo hacen, pero nada estará matemáticamente
definido, ni nada probado y el ejemplo es la mecánica cuántica.

Mientras más descubrimientos hacemos en este ámbito, más conciencia


tenemos de nuestra ignorancia. La indeterminación de la física cuántica
nos mantiene vigentes. Si la ciencia fuera puramente matemática, un
poderoso algoritmo, bien equipado, podría reemplazarnos y resolver
cualquier misterio por nosotros.

Lamentablemente no contamos con una herramienta tal para avanzar más


rápido en cuestiones del conocimiento, pero no quiero pensar que
sucedería si tamaño monstruo viera la luz. Sospecho que no sería nada
bueno para nuestra subsistencia. Viendo lo destructiva que se ha vuelto
nuestra civilización, cualquier mente superior podría decidir que nuestra
muerte sería lo mejor para el planeta. 

Si consultan su libro de física, en el primer capítulo hay una pequeña


introducción sobre física moderna que incluye nociones generales de
mecánica cuántica, relatividad y la teoría de cuerdas.

La teoría de cuerdas trató de unificar la cuántica y la relatividad en una


sola teoría que explicara las fuerzas del universo con una geometría
curvada según la vibración de la superficie de una cuerda, donde cada
vibración sería un cuanto distinto, y de ahí surgirían las diferentes
partículas, pero los teóricos aún están sumidos en una confusa
matemática, sin tener una idea clara que explique la teoría para poder
resolver sus cálculos.

Aun cuando cada teoría destacó en su propio ámbito, yo elegí el camino


del relativismo y es lo que abordaremos en esta clase.

Oirán hablar de mi por ahí que soy un ferviente relativista; algunos


alumnos de cursos superiores incluso me dicen «el abuelo» en recuerdo
de Einstein, así que estoy abierto a considerar sus ideas por muy
descabelladas que se oigan, siempre y cuando se mantengan dentro del
mundo de lo demostrable y no trascienda al terreno de lo religioso, de lo
mágico o de lo loco.

No tengo nada en contra de la gente creyente, pero si quieren llevarme a


una discusión acerca de temas que incluyan la existencia de un dios
personal pueden buscar opinión en un taller dedicado a cuentos de hadas.
Con mucho orgullo y por principio me declaro un permanente agnóstico, y
no renegaré de dios ni aprobaré su existencia, puesto que son cuestiones
que simplemente no me importan. Así mismo, no participo en temas que
incluyan preguntas tales como, ¿Que hay antes del Big-Bang?. Si tengo la
certeza de que nunca podré resolver un problema, pues no perderé mi
tiempo en aquello. La vida es muy corta para desperdiciarla en delirios.

Einstein dijo «Quiero saber cómo dios creó este mundo. No estoy
interesado en tal o cual fenómeno. Quiero conocer sus pensamientos; lo
demás son detalles», pero no se apresuren a pensar que Einstein era un
deísta si mencionaba la palabra dios en alguna ocasión. Al igual que el
nobel, no tengo ninguna convicción religiosa. No creo en un dios personal,
pero nunca lo negaré. Quiero que quede claro desde el principio. En esta
nuestra primera clase. No lo repetiré otra vez. No Me importa si usted es
creyente y tampoco quiero destruir su fe. Si hay algo en mí que pueda
llamarse religioso es la ilimitada admiración por la estructura del mundo,
hasta donde nuestra ciencia pueda revelarla.

En el pasado hubo científicos que indicaban que la física casi estaba


terminada con las leyes de Newton, pero físicos como Maxwell fusionaron
fenómenos que se consideraban aislados como la electricidad, el
magnetismo y la luz; la óptica y la termodinámica, y descubrieron que
había cosas que no calzaban, pero se contentaron pensando que eran
pocas y que solo era cuestión de tiempo para saber cómo aplicar las leyes
de Newton en estas inconsistencias. Asumían que era improbable que
nuevas leyes reemplazaran las existentes.

Si nos remontamos más en el pasado, probablemente defenderían la idea


de que la tierra era plana y el único planeta existente y el centro de todo
el universo, pero luego se descubrió que nuestro planeta, no solo no era
plano sino que, era solo uno más de los astros que giran alrededor de
nuestro sol. Después se pensó que el sol era el único, pero luego se
descubrió que era solo una pequeña estrella más, dentro de la galaxia, y
luego que nuestra galaxia era una más, de las pequeñas existentes,
dentro de un enorme sistema de galaxias, ¿Por qué entonces pensar que
nuestro universo es el único y no es parte de un multiverso? Son
preguntas que nos apasionan, ¿Verdad?, pero nos pueden alejar de
nuestro rol. A veces nuestros aportes pueden ser más significativos
mientras sean más humildes.

Yo prefiero ser un eslabón; un peldaño más para que alguno de ustedes,


en el futuro, pueda pararse firme y llegar a resolver los misterios que nos
ha negado mostrarnos hasta hoy nuestra naturaleza. Esa es mi vocación,
dedicar mi vida a ser un peldaño, lo más sólido posible.

En relatividad aún falta mucho por definir. Recuerden que Einstein nunca
describió lo que era la gravedad en su origen y solo la definió en sus
efectos como un espacio-tiempo curvado. En vez de resolver este
problema, ocupó gran parte de su vida en encontrar una ecuación que
uniera la relatividad con la cuántica, pero no tuvo éxito. Y, ¿Si realmente
no existiera un límite entre la cuántica y la relatividad porque
simplemente son parte de una teoría mayor como la teoría de cuerdas?

Lo que más alabo de Einstein es que aun cuando parecía que había
cometido el mayor error de su carrera con su «constante cosmológica», al
parecer estaba en lo cierto. Entonces, si Einstein no encontró una imagen
formal y una ecuación que uniera ambos mundos de la física, es porque la
diferencia entre ellos talvez no exista y el mundo de las influencias a
distancia puede ser descrito con una geometría relativista.

La cuántica apasiona a los jóvenes físicos por el misterio que encierran


esas influencias mágicas que incluyen el rol de nuestra observación en el
mundo que nos rodea, pero si nos cuesta entenderla no es porque es
difícil o es parte de un cúmulo de absurdos axiomas, sino porque carece
de una imagen constituyente. El propio Planck tardó muchos años en
considerar que la cuántica era una teoría seria.

Hoy la cuántica está tan sobre valorada que cualquier predicción que se
haga a partir de ella se cree ciegamente, como la antimateria o el
entrelazamiento cuántico, pero son fenómenos demostrados solo en
términos matemáticos.
La escalada de espejismos numéricos ha llegado en el caso de los teóricos
de cuerdas a niveles de extrema extravagancia, los que aún no son
capaces de unir la relatividad con la cuántica, aun cuando encontraron el
escenario propicio para hacerlo en un mismo lugar y tiempo como parte
de una cuadrícula de once dimensiones.

Algunos teóricos, se remontan al comienzo del universo para sugerir


audaces ideas como la espuma cuántica, donde el espacio-tiempo está tan
enrollado sobre sí mismo que parece una pompa de jabón en una espuma,
pero la pompa tiene dimensiones tan pequeñas que no puede ser
observada. Indican además que podríamos estar en el único universo de
la espuma de multiversos que permite que la materia en su interior tenga
conciencia y se maraville con su propia existencia, haciéndonos pensar en
la idea del universo antrópico.

Einstein pensaba que «Si una idea no parece descabellada de entrada,


pocas esperanzas había para ella», y a pesar de que recibió el ataque de
muchos de sus colegas que le consideraban un charlatán, la cuántica
sobrepasó su tolerancia y la declaró como francamente extraña y un
cuento lleno de paradojas.

Es cierto que hoy la teoría cuántica se aplica desde el estudio de las


partículas elementales, pasando por la electrónica hasta la cosmología, y
no hay ningún hecho experimental que la contradiga, pero tampoco hay
alguno que la afirme.

No es una cuestión solo de creer que la luna existe solo cuando la miras…

—Dime Lana —me detuve de golpe justo frente a mi oficina.

Mi asistente, es una joven académica llamada Svetlana Petróva. Nacida en


el seno de una familia acomodada de inmigrantes rusos.

De estatura media y contextura delgada. Tez blanca, cabello fino, algo


ondulado y de color castaño obscuro. Sus grandes ojos, desde que la
conocí siendo mi alumna, me provocaban una extraña atracción, no
obstante, me propuse nunca involucrarme más allá de lo estrictamente
académico con ella.

Lana, como es nombrada por su círculo cercano, es la mayor de tres


hermanas que estudiaron en la facultad de astrofísica. Del trío, siempre
fue la más destacada, logrando obtener un espacio en la facultad como
docente investigador, justo después de graduarse.

Ya en el tercer año de su carrera, Lana había logrado publicar un artículo


en una prestigiosa revista de ciencia dedicada a alumnos sobresalientes,
llamado «las cuerdas y el principio musical del Universo»; estudio que
realizó bajo mi tutela.

Este ensayo presentaba una relación entre la «teoría de las cuerdas» y la


«musical» para cuantificar cada vibración existente como notas musicales
en un pentagrama. La «teoría de las cuerdas», había sido presentada años
antes por un grupo de conocidos físicos, bajo distintas versiones de lo que
podría denominarse la naturaleza «vibracional» de la materia, uniendo las
fuerzas elementales en la increíble cantidad de once dimensiones
resonantes.

La revista se enfocaba al rol del alumnado por lo que Lana fue la única
que destacó, dejando atrás cualquier reconocimiento de mi colaboración
en el trabajo.

La alumna era considerada por sus compañeros, al contrario de mi


opinión, como poco atractiva. Según ellos por su aspecto serio y sombrío,
un tanto corriente y casi descuidado. Su singular estilo destacaba además
por un pequeño defecto que mostraba al caminar, pero, luego de su
comentada participación, gozó de una inesperada popularidad, siendo
reconocida y requerida por diferentes grupos del ambiente universitario.

Fue invitada a participar en distintos eventos: fiestas, entrevistas y


actividades sociales; no solo dentro del campus de ciencias, las que
rechazó una a una hasta volver al poco tiempo a su acostumbrado
anonimato, en el que encontraba refugio, debido a su gran timidez.

Lana se mantuvo a mi lado, motivada principalmente por su sed de


conocimiento. Yo por mi parte, siempre le ofrecí mi apoyo como tutor y
ahora como amigo y colega.

—Samuel, te he notado un poco apurado estos días —me dijo.

—Tengo algo muy importante entre manos y he estado reflexionando


mucho por eso he podido parecerte un poco distante. Pasa a mí despacho
—le contesté, mientras buscaba ansioso las llaves de la oficina entre los
distintos bolsillos de mi chaqueta.

Mi despacho se hacía pequeño, debido a tres estantes llenos de libros que


cubrían por completo sus paredes. Al lado izquierdo, sin embargo, una
generosa ventana iluminaba el lugar, haciéndolo más amplio y acogedor;
regalándome una permanente vista hacia el colorido jardín interior de la
facultad, rodeado de viejas paredes de roca tapizadas de verdes
enredaderas.

En una esquina, al fondo, disponía de una pizarra de acrílico sobre un


viejo soporte de madera, en donde acostumbraba a realizar mis esquemas
y cálculos.

En el lugar se respiraba un dulce aroma floral, gracias a los decorativos


aromatizantes de cerámica que Lana acostumbraba regalarme y que lucía
con orgullo sobre mi escritorio.

Luego de colgar mi chaqueta, me acerqué a la pizarra y tomé un plumón


negro con el que comencé a dibujar algunos anillos, unos encima de otros,
utilizando como molde la tapa de plástico de un envase de mermelada de
freza que guardaba en uno de los cajones de mi escritorio. El dibujo se
asemejaba a una flor. Era un esquema sobre la geometría invisible que
sustenta al Universo.

                           

—¡Creo que lo descubrí! —dije volteando con entusiasmo hacia mi


acompañante.

—¿Que descubriste, Samuel? 

—Descubrí lo que le faltaba a nuestra tesis. Lo que le da respuesta a todas


las preguntas que me he hecho desde que era un joven estudiante. Te lo
mostraré —le dije levantando con energía el dedo índice, y girando de
nuevo hacia la pizarra, completé el esquema, mientras continuaba con mi
exposición.

—Hasta ahora se ha dicho que la gravedad es un problema de geometría,


más siempre nos hemos preguntado, ¿Por qué los cuerpos tienen que
caer?, ¿Qué es lo que los recoge?

—¡Claro! —exclamó Lana—. Esa es la respuesta que hemos buscado y que


todo hombre de ciencia espera responder algún día.

Clavándole los ojos, mientras me apoyaba con la mano en la pizarra, le


dije— Pues ese día ha llegado.

Observa este esquema —le indiqué con el plumón el dibujo de la


pizarra—. Es el Universo según nuestra interpretación de la «Teoría De
Las Cuerdas», ¿Cierto? —Lana asintió con la cabeza, mientras me seguía
escuchando con cara de curiosidad casi infantil.

—Una nube compuesta por infinitas órbitas de probabilidades, agrupadas


en una sola función de onda cuántica, «cuerdas elementales» enrolladas
que se traslapan, dando vida en este encuentro a las partículas o mejor
dicho a los «sucesos de interferencia». El espacio-tiempo se enrolló
después del Big bang en infinitas pompas cuánticas que aglomeradas
sostienen toda la masa existente en el cosmos. Todo, hasta el momento,
está medianamente descrito en la teoría de supercuerdas, sin embargo,
no hemos podido resolver como nace la gravedad a partir de este modelo,
¿Verdad?

—No, aún no; y, ¿Es que ya lo sabes? —preguntó impaciente mi asistente.

Entonces acercándome y luego de una onda respiración, le dije con cierto


entusiasmo contenido.

—Los cuerpos no son atraídos a los planetas por la gravedad, sino que son
«empujados». Esta simple diferencia cambia toda nuestra perspectiva
acerca de este fenómeno y nos revela el gran error que estábamos
cometiendo.

Lana, lo que empuja a los cuerpos hacia los planetas es…—de pronto, vi
por la ventana que el portero de la facultad se acercaba con apuro hacia
mi oficina.

—Continúa por favor —dijo Lana, acomodando su vestido a la silla.

—Nuestro error —dije volviendo a mi exposición—, fue haber comenzado


el análisis a partir de una idea errónea sobre la forma del Universo.

—¡No te entiendo!

—Lo que sucede, es que el efecto de aceleración de la gravedad nos ha


mostrado todo el tiempo que el Universo no es infinito, sino que en verdad
es una estructura restringida, pero no lo podemos verificar. Solo podemos
ver lo que sucede a una distancia de diez mil millones de años luz y no
podemos ver su perímetro ni su centro.

—La idea de un universo que crece está apoyada por el corrimiento al rojo
que muestran las galaxias —exclamó Lana golpeando sus muslos

—De nuevo, ¡Ahí está la razón de todos nuestros fracasos! —. Recuerda


que, según esta idea, el espacio-tiempo se expande y separa las galaxias,
pero en realidad no existe una expansión como tal, lo que ocurre es una
dilatación. El universo podría incluso estar sufriendo una dilatación infinita
sin centro ni perímetro localizado, en cuyo caso, podríamos hablar de un
Universo auto contenido y envolvente como un toroide.

Lana miraba la pizarra, al parecer, aún sin entender. 

¡Debemos olvidar los paradigmas sobre esto! y preguntarnos, ¿Qué tal si


el Universo fuera finito y también estático?, dejando de lado por supuesto
al espacio-tiempo …—. En ese momento nos interrumpió el conserje de la
facultad llamando a la puerta.

—¡Cielos!, …un momento Lana, ¡Adelante Thomas!

—Profesor, lo buscan dos personas en la recepción. Dicen que es de suma


urgencia hablar con usted.

—¿De quién se trata?, no espero a nadie.

—Solo dijeron que eran representantes de un importante proyecto


científico.

—«Debe tratarse de los vendedores que acostumbran cada cierto tiempo a


ofrecerme equipos para el laboratorio» —pensé.

Dígales por favor Thomas que estoy en una reunión en este instante y
que, si quieren verme, deben reservar una entrevista, registrándose con
la secretaria en la recepción de la facultad.9.– El ego de un embustero:

En eso sonó mi teléfono móvil. Era George, mi coordinador académico,


con quien no solo tenía una relación laboral, sino también una larga
amistad a pesar de su especial humor. George fue mi compañero en la
carrera de astrofísica y hoy era un conocido físico divulgador que había
tenido la oportunidad de trabajar, durante cinco años, nada menos que en
la agencia espacial de los EEUU, la NASA. Su gran trayectoria solo era
eclipsada por su envidiada convocatoria con las féminas, ya que gozaba
de una marcada figura atlética. Su trabajado aspecto, desbordaba en
sofisticados trajes, al puro estilo de un intelectual ejecutivo. Era por donde
se le viera, un tipo exitoso, el cual me llenaba de orgullo.

—¡Buenos días Samuel!

—Hola George, en que te puedo ayudar.

 —En la recepción te esperan dos representantes de un proyecto científico


estadounidense. No sé muy bien qué objeto tiene su visita, pero acaban
de realizar un importante donativo a la facultad. Yo no puedo atenderlos
ahora ya que, debo partir cuanto antes a la conferencia que tengo
programada para hoy. Sé que serás muy grato con ellos. Además…buscan
hablar contigo.

—Si claro, bajaré por ellos en este instante.

—Luego me cuentas de que se trata.

—Así lo haré George. ¡Suerte en tu conferencia!… Ahora que lo recuerdo


olvidaste mencionarme si estabas de acuerdo con el cambio de foco que te
sugerí cuando abordas el tema de las ondas gravitacionales. Es muy
importante que…—George colgó la llamada sin despedirse— «fanfarrón
mal educado, no sé cómo le he soportado todos estos años» —pensé
sonriendo. Conocía muy bien el humor de George y lo perdonaba sin
cuestionar sus desconsideradas reacciones hacia mi persona.

George había nacido en un pueblecito de Valparaíso, cercano al borde del


lago Michigan, y se pasó su niñez allí en Berwyn, un suburbio de Chicago.
Su padre era un prestigioso agente de bienes raíces, así que no pasó
estrecheces económicas en su época de estudios; estaba bien dotado,
además, en cuanto a su físico.

Era un atleta fornido y ágil. Sociable, inteligente y muy guapo; según la


opinión de nuestras compañeras no solo de carrera; «un héroe» en
palabras de algunas admiradoras que relataban los distintos actos de valor
que regularmente incluía en su reputación.

Fui testigo cuando condujo a un grupo de asustados alumnos y los puso a


salvo durante un gran incendio que volvió cenizas el ala oeste de nuestra
escuela de ciencias, cuyo foco fue uno de los laboratorios de química, y
cuando avergonzaba a los abusivos de la carrera de educación física al
dejarles knockout para defender a alguna víctima de sus acosos, las que
comúnmente pertenecían a nuestras líneas.

Todo en George resultaba demasiado bueno para ser cierto, pero pese a
tantas aptitudes, era también un embustero experimentado. No era igual
de brillante como estudiante, pero no tuvo ningún  inconveniente para
ingresar a la carrera como alumno de física y astronomía acogiéndose a
una beca deportiva.

A pesar de que nunca fue bueno para los cálculos y solicitaba


constantemente mi ayuda para poder llegar a buen puerto con sus
trabajos, y que durante las pocas clases en las que lo vi participar se veía
siempre ajeno a lo que el profesor de turno exponía, George tenía ciertos
momentos de brillantez, por cierto, cuestionables, que los maestros
consideraban con arbitraria complacencia. Destacó con un par de ideas
que según mi intima opinión rozaban la insensatez y traspasaban el límite
de lo aceptable para ser tomadas con seriedad, pero aun así fueron
estimadas como temas para ser estudiados y desarrollados con la
colaboración de alumnos de grados inferiores.

Así George fue elegido para ser uno de los primeros egresados que irían
como asistentes académicos a Oxford. Tres años de vida inglesa
incrementaron claramente su buena reputación, así como su ego, y volvió
al campus como profesor a honorarios del plantel, con un estilo de vestir y
acento británico.

Aunque después afirmaba que había pasado la mayor parte de los


primeros cuatro años desde su regreso de Inglaterra ejerciendo como
profesor, cuando no cumplía sus horas en la universidad trabajó como
entrenador de baloncesto en un instituto. Tardíamente obtuvo su
doctorado y pasó a ser profesor oficial del plantel.

El resto de la historia fue más decorosa. Después de un año como


catedrático, mientras yo me desempeñaba como empleado de segunda
categoría en una oficina técnica de evaluación de proyectos del
ayuntamiento y ejercía un par de horas por las tardes como profesor de
física en una escuela primaria, George me convocó para que realizara un
par de horas de ayudantía en su clase, así como oficiar de asesor personal
para el desarrollo de sus investigaciones, servicio que durante el primer
año financió con su propio salario.

Siempre agradecí la oportunidad que me brindó, pero el precio que pagué


fue quedar a la sombra de su gran estampa y nunca aparecí como parte
de sus logros, de los cuales fui un componente fundamental, tanto en la
formulación de los temas como en la orientación, desarrollo y obtención
de los cálculos requeridos.

El día en que recibió investidura como director académico de la escuela de


física y astronomía no fui invitado a la cena intima que ofreció a sus
«amistades», y desde aquel día se desplomó la sincera pero ciega
admiración que le tenía por el éxito que logró obtener y que nunca antes
consideré que había sido, en parte, gracias al abuso de mi persona. Ya era
tarde para cambiar las cosas. Si lo denunciaba iba a quedar ante todos
como un mal agradecido que trataba de colgarse de su fama, de la que
toda su vida había presumido ante sus pares.
Capítulo 11

10.– Una extraña invitación:

—Volveré en unos minutos, espérame acá —le dije a mi asistente, justo


antes de salir caminando con el conserje en dirección a la recepción.

—¿Quién me buscará a estas alturas de la tarde?, ya casi es hora de irme


a casa «son las 19:00 en punto» —consulté mi reloj.

—Son dos extraños sujetos. Por su aspecto y acento, me parece que se


trata de extranjeros —comentó el amistoso conserje.

Al llegar a la puerta de la facultad, me encontré con dos hombres de


rasgos exóticos, pero de aspecto «académico». Ambos de unos 35 años
de edad.

Eran de estatura mediana, pero esbeltos. Su vestimenta semi-formal se


componía, en uno de los sujetos, de una chaqueta de tela negra sobre un
suéter de algodón azul, y gris en el otro; ambos con terminación de cuello
en «V» y corbatas de tela fina. Sus rostros combinaban en armonía,
rasgos árabes y caucásicos. De caras angulosas; nariz prominente y recta,
mentón puntiagudo, marcadas cuencas oculares, frente amplia con lóbulos
frontales bien definidos.

Uno de ellos usaba anteojos al estilo «Clark Kent» y llevaba el cabello


medianamente crecido, pero bien peinado hacia atrás. El otro sujeto,
mostraba una evidente pérdida capilar y usaba la cabeza casi rasurada.
Ambos tenían el cabello de tonalidad café cobrizo, ojos color ámbar y una
piel de un suave tono dorado. Al verme, los tipos se acercaron y me
ofrecieron su mano para saludarme por mi nombre.

—Buenos días profesor Wood, mi nombre es Raimon Saquiria y mi


compañero es Anan Samur —Dijo el tipo de las gafas y el más alto de los
dos. Los dos extraños estrecharon sus frías y suaves manos contra la mía.

—Necesitamos hablar con usted en privado —prosiguió diciendo Raimon


con un marcado acento extranjero, mostrando una entonación más

aguda al final de cada frase. El acento de Anan era más sutil y


tartamudeaba un poco al hablar.

Raimon me transmitía una inexplicable confianza. Como si fuera, de


entrada, alguien conocido, pero que no podía recordar. El otro sujeto,
Anan, era más retraído y siempre esperaba la iniciativa de Raimon para
intervenir en la conversación.

—Bueno, claro, ¿Díganme de dónde vienen? y ¿Qué necesitan de mí?

—Ambos somos ingenieros pertenecientes al proyecto «HAARP» y estamos


destinados a esta zona geográfica como encargados del reclutamiento de
personal nuevo para el proyecto; queremos hacerle una interesante
propuesta —respondió uno de los hombres, mostrando una credencial con
su fotografía y nombre: Raimon Saquiria. 

El proyecto HAARP es el centro para la investigación de la ionósfera y la


aurora boreal ubicado en Gakona, Alaska. Sus instalaciones consisten en
un sistema de antenas y transmisores de radio que se utilizan para
calentar la ionósfera, la zona más alta de la atmósfera. Con esta
tecnología es posible recrear la aurora boreal para estudiar la conducta de
las partículas cargadas en esta capa del cielo —explicó Samuel a la
teleaudiencia que escuchaba atenta.

Después de este breve saludo, me dirigí junto a los curiosos visitantes a


mi despacho, donde era esperado por Lana.

Al verla, Raimon solicitó juntando sus manos— ¡De verdad necesitamos


hablar en privado!

Lana se levantó rápido de la silla en la que esperaba y fue directo a la


puerta.

—No te preocupes Samuel, nos vemos más tarde.

Al salir, observó con desconfianza a los dos extraños personajes.

—Bueno, ustedes dirán —invité a ambos sujetos a tomar asiento frente a


mi escritorio.

—Profesor, necesitamos de su ayuda y a cambio le entregaremos


información fundamental para que pueda completar sus estudios. —Dijo el
hombre de las gafas. En tanto su compañero se volteó hacia la pizarra y
observó el esquema de anillos que yo acababa de dibujar y dijo:

—Extraña forma tiene el Universo, ¿No profesor?

Intrigado por la observación del extraño, respondí—: Si, correcto, ese es


un esquema de la función de onda cuántica del universo; no es
necesariamente la forma del cosmos, pero si representa al universo
unificado de las «cuerdas».
—Al usar la palabra «cuerdas», entiendo que se refiere a la «teoría de las
cuerdas en diez dimensiones» —sostuvo.

—Si, a eso me refiero. Yo trabajo en una interpretación formal de esta


teoría.

—Si usted describe a la materia como un conjunto de vibraciones,


concuerda entonces con las conclusiones obtenidas del experimento de
«Las Dos Ranuras» —cortó Raimon— ¿Está de acuerdo con los alcances de
esta experiencia?

—¡Creo que se equivoca! —sonreí—. Todo físico debe saber que a pesar
de lo que se ha publicado, este experimento ha sido solo un experimento
pensado, dadas las complicaciones de trabajar a nivel atómico —rebatí al
extraño, descartando de entrada que estos hombres fueran científicos.

—Me preguntaba si estos sujetos entendían que los datos disponibles en


internet corresponden a un 95% de información y solo el resto a
conocimiento.  Entendiendo que la diferencia entre ambos conceptos
radica en la veracidad de lo publicado, soportado por fuentes
perfectamente trazables.

Los aficionados a las Pseudo-ciencias acostumbran a buscar información


en internet para alardear de sus «conocimientos» en distintas instancias
sociales, mas sus intervenciones se quedan irremediablemente en la
superficie. Esto ocurre con la experiencia de las dos rendijas, afirmándose
en diferentes sitios «científicos» de internet que el experimento
efectivamente se realizó, cuando en realidad es una experiencia
imaginaria, formulada por un conocido físico teórico del siglo XX llamado
Richard Feynman, basándose en el experimento realizado en 1801 por
Thomas Young, cuyo objetivo era comprender la naturaleza corpuscular u
ondulatoria de la luz.

Tomando un plumón, Samuel Wood explicó la experiencia a los


espectadores, dibujando en la pequeña pizarra dispuesta a su lado sobre
el escenario.

—El experimento de las dos rendijas se trataba de una idea basada en un


antiguo experimento que fue realizado para probar la verdadera
naturaleza de la luz, pero que luego fue utilizado para pronosticar el
comportamiento experimentado por un grupo de electrónes al ser
disparados uno a uno contra un polarizador con dos ranuras abiertas; los
que al pasar al otro lado, dejarían grabado un determinado patrón de
interferencia en una pizarra fotosensible; una especie de barras o marcas
repetitivas iguales a las dejadas por las ondas de luz y no solo una única
marca como lo indica la lógica para el choque de una sola partícula,
fenómeno que sí ocurriría si los electrones pasaran a la vez por una sola
rendija abierta.

Un comportamiento tal por parte de los electrones podía indicar que a


nivel sub atómico, se estaba manifestando la interacción de dos universos
paralelos; donde en cada uno se diera la condición de una única partícula
pasando por cada rendija en el mismo instante, produciendo dicha
interferencia en el recorrido de cada una.

—Discrepo con usted profesor, y es que este experimento en realidad ya


se ha realizado —interrumpió Raimon—. La experiencia pudo ser
reproducida hace pocos días en el «Gran Colisionador de Hadrones»
perteneciente a la «Organización Europea para la Investigación Nuclear»;
solo que se ha utilizado un método análogo con moléculas de un tipo
determinado de ácido. Y los resultados…créame que le asombrarán.

—¡Vaya, que no lo sabía! —exclamé, sopesando que talvez ya era hora de


despejarme un poco y ver que estaba pasando en el mundo— «¿Me
estaría enclaustrando en mi despacho, olvidando que existía un mundo
lleno de alternativas allá afuera?, quizá ya era el momento de solicitar una
pasantía en una universidad extranjera».

—Al disparar una partícula de ácido a la vez por una sola rendija abierta
—prosiguió diciendo Raimon—, éstas han dejado una sola marca como era
de esperar en el caso de la materia y las ondas, pero al abrir las dos
rendijas, la materia mostró su real naturaleza ondulatoria, amplificando su
espectro; generando de esta manera el hermoso y enigmático patrón de
interferencia propio de las ondas. Y no solo se pudo observar esto.

Al tratar de medir la posición de las partículas para ver si había algún tipo
de error en la medición, éstas comenzaron a reaccionar al instante
aumentando su masa para dejar solo una marca en la pizarra a pesar de
continuar las dos rendijas abiertas.

—Entonces, si lo que usted me dice es cierto, lo que ha demostrado este


experimento —precisé, acercándome a la ventana para contemplar los
girasoles del jardín—, es que el observador es un ente inseparable
respecto de la determinación de las partículas como tal.                          

Con este experimento se prueba finalmente que el principio de


incertidumbre de Heisenberg es cierto y si una partícula es restringida y
se disminuye su tamaño cuántico para determinar su posición, no solo se
perderá información acerca de su ubicación, sino que también se moverá
con más velocidad, aumentando su masa.

De pronto recordé que era mejor no dar más detalles acerca de mis ideas,
ya que todas formaban parte de mi investigación, la que al parecer por fin
empezaría a dar frutos.

—Pero no vinieron hasta acá a escuchar viejas teorías del Universo, ¿No?,
¿Que necesitan de mí?, tengo entendido que el proyecto «HAARP» fue
desmantelado por su elevado costo o ¿Me equivoco?

Los hombres se miraron entre sí y uno de ellos contestó.

—Se supone que esto es información clasificada, podría decirnos, ¿Cómo


se enteró del cierre del proyecto?

—Hans Foster, un querido colega de la universidad, fue reclutado para


trabajar en HAARP hace dos años. Se fue con toda su familia. Según él, le
ofrecieron una muy buena oferta que no pudo rechazar.

Lamento lo que ocurrió con él —dije recordando con nostalgia a mi


amigo—. La última vez que hablamos, fue antes de partir y en esa ocasión
me contó que sabía que el proyecto iba a ser cerrado por tanto no iba a
estar lejos por mucho tiempo de su verdadera vocación. Creo que costaba
alrededor de cinco millones de dólares anuales mantenerlo.

—No se equivoca profesor —contestó Raimon—. Para recibir


financiamiento, tuvimos que equilibrar nuestra investigación de la
ionósfera con estudios realizados por encargo de «DARPA», la agencia de
proyectos militares del Pentágono. Aun así, el proyecto tuvo que ser
desmantelado.

De todas formas, no recuerdo el nombre de su compañero. ¿Qué fue lo


que le ocurrió precisamente?

—Nada, solo olvídelo.

—Es que en nuestras instalaciones trabajan personas de todo el mundo.


¿Te suena ese nombre Anan?

—No, tal vez porque en ese tiempo estábamos asignados a otro lugar.

—La mala reputación que este proyecto estaba generando a nivel mundial
también debe haber influido en algo —interrumpí—. Ustedes saben…con
todas esas teorías de conspiración, publicadas en revistas y programas de
televisión pseudocientíficos y sus acusaciones de ser «HAARP» un
proyecto militar para la creación de una especie de arma para el control
del clima o incluso un proyecto para el control mental de la población.
¡Que loco! —sonreí burlón.

—Bueno, eso es lo que ocurre cuando un proyecto es tan misterioso como


lo es «HAARP». Sin embargo, se trata de un proyecto abierto que
cualquiera puede visitar —contestó Raimon.

—En fin, ¿En qué podría ayudarlos?, ya casi es hora de irme —corté la
conversación consultando mi reloj.

Luego de una pausa, Raimon respondió.

—Profesor Wood, necesitamos que viaje a Alaska con nosotros y nos


ayude a descifrar un manuscrito dejado por Albert Einstein antes de morir.

Yo estreché el entrecejo al escuchar lo que dijo uno de los sujetos.

—Tenemos la convicción, de que en este documento está incluida la


ecuación o la imagen constituyente que describe la naturaleza integrada
del universo, la teoría definitiva.

—¿Esto es una broma? —pregunté, levantándome de la silla.

¿Qué clase de manuscrito es este?

—Este documento, fue escrito por Albert Einstein en su lecho de muerte.


Es un texto escrito en arameo antiguo y presenta axiomas matemáticos
en simbología oculta que, según nuestros especialistas, tendrían las claves
para resolver la gran «ecuación del campo unificado».

—¡Un momento! —detuve la intervención del extraño, caminando en


dirección a uno de mis estantes— ¡Creo que se equivocaron de persona!
—exclamé, tomando en mis manos un viejo libro de física.

—Profesor —cortó Raimon—, conocemos su trabajo y creemos firmemente


que es el más indicado para ayudarnos.

—¿Y han podido descifrar algo? —me acerqué desafiante.

—Hasta ahora, nuestros expertos han identificado algunos patrones que


no corresponden a ningún teorema conocido. Se trata de una matemática
alternativa, tanto más misteriosa que las ecuaciones del hindú
Ramanujan.

—Para analizar el texto necesitaría de un experto en lenguas antiguas.

—No se preocupe de eso que en nuestro grupo contamos con un experto


en la materia.

—Mmmm —murmuré meneando la cabeza— Les agradezco el


ofrecimiento, pero, en estos momentos me encuentro abocado a mi
investigación y no creo tener tiempo para colaborar con ustedes.

—A cambio de su ayuda profesor, le ofrecemos acceso a información


clasificada y el financiamiento de sus estudios y experimentos…de por vida
—lanzó uno de los hombres.

La propuesta era tan grandiosa como insólita, y estos extraños sujetos ya


habían entregado una importante suma de dinero a la facultad. En ese
momento vi a Lana esperándome en el patio, anotando algo en su
bitácora, y después de unos instantes giré hacia los hombres y les dije.

—¡No puedo! —los hombres se miraron—, la verdad es que su


ofrecimiento es muy tentador, sin embargo, no puedo ayudarlos…mi lugar
esta acá, en mi facultad, junto a mis colegas y alumnos.

—No podría imaginar profesor cuanto es que necesitamos su ayuda.

—Lo siento. Como académico de esta facultad estoy muy agradecido por
su aporte, mas no puedo acompañarlos. Además, como les dije, estoy en
un momento muy importante de mi carrera y no tengo tiempo para
ninguna actividad extra.

—Su asistencia no hará que se aleje de su trabajo en lo absoluto; al


contrario, puede ser que el colaborar con nosotros le ayude a consolidar
su tesis.

—Bien, si no hay nada más que discutir —les dije a los extraños, abriendo
la puerta de mi oficina, mientras hacía un ademán con la mano para
mostrarles la salida.

Ambos hombres me miraron serios por unos segundos antes de levantarse


de sus sillas para acompañarme hasta la puerta, sin entender aún la
implicancia de la propuesta que había rechazado.

—Bien profesor, estaremos en contacto —dijo Raimon—. Si cambia de


parecer, aquí está nuestra tarjeta para que pueda comunicarse con
nosotros. No dude en llamarnos.

Antes de guardar el cartón en uno de mis bolsillos le di un pequeño


vistazo percatándome de que no se trataba de una tarjeta común, era una
tarjeta estéreo-gráfica.

Las imágenes estereográficas fueron muy populares durante la década de


1990. Se trata de la impresión de figuras fraccionadas en distintos colores
y secciones que, al superponerse en nuestra retina, dan la ilusión de una
imagen en tres dimensiones. Este efecto holográfico de llevar un objeto
volumétrico a una superficie plana es posible gracias a nuestra visión
estereoscópica, donde dos imágenes, procesadas de manera
independiente por cada ojo con distintas perspectivas, se fusionan en un
solo resultado con sentido de profundidad en nuestro cerebro.

Al «sintonizar» la imagen pude ver, sin duda, la forma de un toroide y en


su parte inferior una frase que decía: «Solo observamos».
Capítulo 12

11.– ¡Genial!, es muy sensato lo que planteas:

Mientras caminaba de vuelta a mi oficina, reflexionaba sobre la extraña


visita y la curiosa propuesta que me habían hecho estos dos raros sujetos,
y que yo había rechazado. No podía evitar preguntarme si mi decisión
había sido la mejor.

Los fondos que destinaba la facultad para fines de investigación eran cada
vez más escasos, reservándose solo para la compra de licencias y
pequeños equipos de experimentación. Me preguntaba si George iba a
comprender mi negativa a colaborar con ellos.

—¡Samuel! —el llamado de mi asistente, me trajo de vuelta.

—Que tipos raros, ¿No crees? —dijo Lana, curiosa por saber de quienes se
trataba.

—Eran representantes de un laboratorio —sin comprender bien el motivo,


mantuve en secreto la oferta que me habían hecho y mi rechazo a
colaborar con ellos—. Querían ofrecerme nuevos equipos, pero tú ya
sabes, cada vez tenemos menos recursos.

Ya estaba próximo a cumplir veinte años como docente en la facultad y


hasta ahora, salvo por el artículo redactado junto a la que era mi alumna,
no había podido llamar la atención de la comunidad científica. Por este
motivo los fondos que se me destinaban eran cada vez menores.

De pronto, constaté que los años habían pasado demasiado rápido y mi


sentimiento de fracaso crecía día a día, después de otra jornada igual a la
anterior.

—Vamos, entremos que tengo algo que contarte —le dije a Lana un poco
apenado, la que me siguió con curiosidad; instante en el que volvía en mí
el optimismo al recordar mis nuevas ideas.

Acercándome de nuevo a la pizarra con mi plumón, continué mi


interrumpida exposición.  

—Toma asiento por favor. Como te decía antes de ser interrumpidos; por
años nos hemos preguntado cual es el origen de la gravedad, sin lograr
nunca obtener alguna idea sólida al respecto.
—¡Claro Samuel! estabas a punto de enseñarme algo nuevo, ¿Verdad?

—Ya lo sabrás —dije misterioso —. Los cuerpos en el espacio no son


atraídos por la gravedad, sino que son empujados contra los planetas.
Esto ocurre gracias a un fenómeno que yo llamo el peso o «Tensión del
Universo».

—Lana no presentó, al comienzo, ninguna reacción ante mi idea. Parecía


más bien, estar a la espera de más argumentos de mi parte para dar su
opinión.

Mirándola con entusiasmo, queriendo recibir por fin alguna impresión


acerca de lo que le estaba revelando, continué diciendo— Estábamos
abordando el problema desde una perspectiva errónea. Eres privilegiada
por escuchar esto; la gravedad nos ha mostrado todo el tiempo que el
Universo no es infinito, sino que tiene un tamaño permanente y de cierta
manera es totalmente estático, solo que no podemos darnos cuenta de
aquello —Lana seguía inmutable.

—Quiere decir, que el movimiento de la materia en el cosmos es una


verdadera mentira. ¡Te das cuenta!, según esto, toda nuestra existencia
está directamente relacionada a como nosotros vemos las cosas.

Luego de un par de eternos segundos, Lana dijo con desánimo— Bueno


Samuel, ese es un pensamiento muy antiguo de la filosofía; quiere decir
que «no hay existencia sin consciencia». Incluso la física actual indica que
no puede dejarse de lado al observador en un proceso de medición ya que
el estado que éste tenga, junto a sus instrumentos, definen las
propiedades que se obtendrán de las partículas aisladas.

—¡No!, no lo digo en un sentido filosófico. Quiero decir que la llamada


«Fuerza de Gravedad» nos ha mostrado todo el tiempo una forma muy
especial de energía, sutil en nuestra dimensión, la llamo «la Fuerza de
Tensión del vacío cósmico». Esta energía no solo mantiene a las galaxias
girando cohesionadas, rol que se le ha asignado a la materia oscura, sino
que también provoca su expansión acelerada atribuida a la energía
oscura.

La «Fuerza de Tensión del vacío cósmico» se relaciona con el índice de


rigidez que tiene el espacio-tiempo frente a su coeficiente de elasticidad
alrededor de la masa.

En eso vi que el rostro de Lana se iluminaba como un girasol en la


mañana.

—Dices que, ¿Eso es la fuerza de gravedad?, ¿El producto entre el


coeficiente de rigidez por la elasticidad del espacio-tiempo en presencia de
la masa?, ¿El espacio-tiempo recuperando su estado de máximo reposo o
«planitud» a una velocidad proporcional a su coeficiente de rigidez? ¿Esto
es lo que «acelera» a los cuerpos y no la atracción de la masa?

Asentí con la cabeza junto con una sutil sonrisa de niño travieso.

Debemos imaginar una grilla donde los segmentos de espacio-tiempo que


la dibujan se encuentran más dilatados cuanto más cercanos estén del
perímetro de la masa aglomerada.

El espacio tiempo quiere recuperar su reposo por tanto su índice de rigidez


contrae los segmentos dilatados y arrastra lo que se encuentre en ese
punto. Los objetos que estén en ese lugar no notarán ninguna aceleración
si no cuentan con un punto de referencia que se debe encontrar ajeno al
segmento dilatado o manifestar un diferencial significativo de dilatación
espacio-temporal con el propio cuerpo como ocurre entre nosotros y
nuestro planeta.

Si el objeto de referencia fuera una gran barra sostenida en cada extremo


a millones de años luz de un observador que está siendo «arrastrado»,
este podría caminar por la barra mientras el espacio-tiempo se encuentre
recuperando su planitud.    

El vacío cuántico de las partículas que constituyen al planeta, ocupa el


lugar del espacio-tiempo y crea una especie de agujero.

—Bajo el modelo clásico de la «alfombra de goma» —cortó Lana—, en la


que se ha depositado una esfera que crea una curvatura hacia abajo en la
tela, podemos decir que mientras más grande sea la esfera más curvatura
se creará en la tela, sin embargo, también podemos suponer que en un
agujero negro la esfera es muy pequeña y que la curvatura es enorme.
¿No hay aquí una paradoja respecto de lo que tu planteas?

Si observamos un agujero negro dentro del modelo clásico sería como un


alfiler clavado en esa alfombra. Porque un agujero negro tiene el tamaño
de un punto llamado «singularidad» y ese punto no tiene dimensiones en
ninguna dirección. A pesar de esto, para no caer en una paradoja,
respecto de la formación y atracción de un objeto «supuestamente»
masivo, se dice que toda la masa se encuentra en ese punto.

—Correcto Lana. Lamentablemente no sabemos lo que ocurre adentro de


un agujero negro. Son misterios que aun debemos resolver.

—Está bien, ¿Entonces las cuerdas vendrían a ser una especie de amarras
que mantienen en tensión al Universo? —preguntó Lana.

—¡Exacto!, y lo obligan a recuperar su planitud o a tener cierta


rigidez—respondí—, más estas «amarras» se manifiestan en un plano que
no podemos ver porque las cuerdas no interaccionan con la luz ni con
ninguna partícula con masa, pero sí podemos medir sus efectos en el
cosmos gracias a la gravitación que generan.

La materia se hizo un «lugar en la fila». Luego el espacio-tiempo


sencillamente se curvó y se estiró alrededor de la materia como bien lo
explicó Albert Einstein.

—Pero Samuel, para que fuera posible lo que dices, la materia tendría que
generar una especie de vacío de espacio-tiempo muy poderoso.

—¡Claro que sí!, ya lo decía Rutherford en 1909; «La estructura interna


del átomo es vacía en su naturaleza», y no se equivocaba.

¿Quieres un café? —le pregunté a Lana, acercándome a un pequeño


mueble para tomar un calentador y llenar con agua caliente mi taza.

Cada átomo está conformado por una pequeña porción de «falso vacío
cuántico». Es el rastro del universo unificado donde no existe el espacio-
tiempo ni la masa, la supersimetría antes del Big bang. Luego la cuerda
unificada se rompió en infinitas cuerdas enrolladas. Cada cuerda cerrada
es una partícula.

Déjame contarte una historia: Cuando ingresé a la universidad, mi


primera alegría fue que por fin iba a participar en un curso de física de
nivel profesional. Tenía altas expectativas. Estaba seguro de que sería una
experiencia mucho más enriquecedora que la vivida en el colegio, donde
tuve que soportar los precarios métodos de enseñanza de mis profesores.

En aquella época de infante experimenté por primera vez la curiosidad


casi infantil que debe tener un científico. Uno de mis libros de ciencia
mostraba, en una de las primeras páginas, una colorida ilustración del
planeta sin un trozo, como si alguien le hubiera sacado la cuarta parte con
un gran cuchillo, tal como a una torta. El dibujo mostraba las distintas
capas con las cuales estaba formada la tierra, desde la superficie hasta
llegar a su núcleo. Un montón de preguntas estallaron en mi mente y la
más significativa de ellas fue, ¿Como diablos podían saber eso?

Quedé hipnotizado por el dibujo, tanto que mi madre podría haber


pensado que deliraba de fiebre al verme leyendo el libro en la mesa,
buscando la respuesta, mientras me servía la cena. Lamentablemente
recién superada la primera mitad del ejemplar me sentí frustrado. El autor
se enredaba en definiciones y nunca explicó como era que sabían lo que
mostraban.

Años después, en la universidad, en mi primera clase de física, casi al


comenzar la exposición del profesor, no pude resistir la ansiedad y levanté
la mano para hacer una pregunta.

—¿Que es un electrón?

Mis compañeros sonrieron y me miraron como si yo fuera un alumno de


párvulos. ¿Cómo podía yo estar haciendo esa pregunta tan básica?, pero
increíblemente no hubo respuesta. El profesor bajó la mirada al piso
meneando la cabeza.

Me sentí realmente frustrado al constatar que la situación no había


cambiado nada en casi diez años. Simplemente no había respuesta a mis
preguntas, ¿Sería yo el único en hacerlas?, después de tantos años de
pensamiento y experimentación humana, ¿Cómo poder llegar a saber con
certeza otras derivadas acerca de nuestra existencia si ni siquiera
sabemos que es un electrón?

La respuesta del profesor tardo en salir; los murmullos de mis


compañeros se extinguieron y el sabor amargo de las burlas se transformó
en una exquisita sensación de curiosidad que me ha inspirado hasta hoy—
Lo que sucede, es que no se puede definir algo que en realidad…no existe.
Solo podemos hacerlo real gracias a las matemáticas y las mediciones que
se puedan realizar en un laboratorio con instrumentos computarizados.

—Pero las matemáticas prueban que algo existe o ¿No?, profesor.

—La verdad, es que las matemáticas solo nos entregan símbolos para
poder representar modelos; axiomas y topologías que nos permiten
visualizar y pensar sobre algo, y como el lenguaje, estos modelos no nos
prueban la sustancia de nada en lo absoluto.

Todo lo que hemos podido saber en cuanto al átomo es que es en un


99.9999% vacío o dicho de otro modo…puro silencio.

Si pudieras juntar todas las estrellas del Universo observable, tendrías


solo un 0.0001% de materia. Todo lo demás es vacío.

—Es curioso que cuando quieres entonar una melodía requieres del
silencio, ¿No? —cortó Lana—. Necesitas de un campo de acción y este
parece ser el vacío cuántico. Como si una infinidad de pequeños agujeros
negros hubieran aparecido para interrumpir el falso vacío del Universo
unificado.

—Parece que es momento de considerar Lana que las estructuras físicas


se construyen bajo una «espuma de posibilidades» y no sobre una
geometría relativista preestablecida. El campo universal se ha
interrumpido y se condensa según la posibilidad de que exista la masa.
Tras escuchar lo último, lana se levantó de su silla, miró por la ventana
por unos segundos y dijo— Samuel, hay algo que no me calza en todo
esto —hizo una pausa para recibir el café que le había preparado.

—¿Azúcar?

—No gracias.

Se ha demostrado que el Universo se expande en relación al movimiento


acelerado de las galaxias, respecto a un punto en común en donde se
habría generado el Big-Bang, ¿Cómo se ajusta esta observación a tu idea
de un Universo estático?, ... Disculpa que ponga en duda lo que me dices,
pero, de eso se trata mi labor, ¿No?

—Agradezco que lo preguntes —contesté levantándome una vez más de


mi silla—. La supuesta expansión del Universo se basa en la medición del
color de las galaxias, pero recuerda que la teoría de la relatividad dice que
el tiempo y el espacio son relativos a cada observador, quien se vale de
puntos de referencia relativos a su estado de inercia para realizar sus
mediciones. En el caso del movimiento de los planetas u otro tipo de
astro, hasta hoy, no hay consenso entre las ideas que postulan una
expansión concéntrica del Universo y las que plantean que esta
expansión, sin importar desde donde se observe, se desarrolla de la
misma manera, sin existir un centro en común que describa un Big-Bang.

—Estas ideas son conocidas Samuel y aún no me explicas cómo opera


exactamente la gravedad.

—Acá viene lo interesante —respondí, justo antes de continuar con mis


dibujos.

La gravedad es la aceleración relativa a un observador de un cuerpo,


resultante de la constante de rigidez por el coeficiente de elasticidad del
espacio-tiempo, alrededor del vacío cuántico de acción conjunta de la
masa.

La aceleración de gravedad podría ser un juicio; un valor cualitativo de


movimiento que realiza un sistema de medición acerca del espacio-tiempo
que se encuentra recuperando su estado de reposo a la velocidad de la
luz, alrededor del vacío de espacio-tiempo o del colapso de este.

Imaginemos por un momento que estamos observando el campo unificado


original de las cuerdas en una total e inestable unificación y simetría.
Luego la simetría se rompe, hay una violenta liberación de energía
residual, propia de la transición de un estado de mayor a menor energía y
aparece una turbulencia que luego pasa a ser una resonancia en el tejido
de las cuerdas, las cuerdas se rompen, se enrollan y forman grupos. Estas
nubes de cuerdas tienen más probabilidades de adquirir masa en un lugar
que en otro determinado, según su estado de confinamiento respecto de
otros campos. El campo de cuerdas se pregunta entonces, ¿Qué son estos
«nudos» que tensionan mi cuerpo y no me permiten volver a la
unificación?, no desea que esta incomodidad permanezca y trata de
aplastarla hasta hacerla desaparecer. De pronto, una nube se aglomera a
nuestro lado con mucha más densidad que nosotros, ¿Qué crees que nos
ocurría?

—Lana me miró por unos segundos y contestó con desenfado—: Entiendo


que el objeto nos aceleraría a su alrededor.

—Bien. Recordemos ahora que la gravedad es igual a la aceleración de los


cuerpos. El espacio-tiempo circundante a un planeta, busca acomodarse
entre tensores que se dilatan en paralelo a su superficie o se comprimen
en dirección a su centro. Luego el objeto que se encontraba en la
coordenada «A», descrita por las tres dimensiones ordinarias, antes de
aparecer el objeto mayor, entra en la pugna por querer ocupar el punto
«A1» y «A2», coordenadas que ahora pasan a describir la posición del
objeto, bajo una quinta dimensión enrollada invisible, por lo que el objeto
se mueve rápidamente al punto «A2», pero una vez que llega al punto
«A2» nota el impulso de tener que estar de nuevo en el punto inicial «A1»
y regresa al lugar de partida.

Esta mi querida asistente, es la aceleración gravitacional de los cuerpos y


es la fuerza que hace orbitar a los astros, así como rotar en su eje.

Ahora imagina que tienes dos pistas de idéntica longitud por donde viajan
dos naves de luz. En la pista número uno, el espacio-tiempo se ha
dilatado mucho más que en la pista dos. En la pista uno, la nave tendría
que demorarse más en recorrer ambos extremos del camino, pero puesto
que para la luz se trata virtualmente de la misma distancia en ambas
pistas, ambas naves llegan mismo tiempo. En la pista uno, supuestamente
más larga, donde nos tomaría más tiempo en llegar a la meta, la luz no
puede acelerar más de lo que se le está permitido, entonces para llegar al
mismo tiempo que la nave de la pista dos, es el espacio el que se contrae.

La aceleración de gravedad es una ilusión producto de la medición del


movimiento y una medición requiere de un observador. Al igual que la
masa, la luz le dice al espacio-tiempo como enrollarse, y todo al final
depende del punto de referencia con el que se mida el hecho.

La tierra, desde su formación, fue adquiriendo masa por gravedad.


Cuando se iba conformando en su traslación alrededor del sol, fue
adquiriendo rotación por la incorporación de esa misma masa. Las
colisiones de los distintos cuerpos que se fueron añadiendo, sumada la
aceleración propia del sol, le fueron dando forma, sentido e inclinación a
su giro.

Entonces Lana dijo—: Esta aceleración empuja aparentemente al objeto


desde el punto «A1» al «A2» y viceversa, acelerándolo en una órbita,
hasta que se encuentra con la superficie del planeta mayor para seguir
girando junto con él.

Luego, si la masa del cuerpo es mayor y el coeficiente de rigidez de las


cuerdas se conserva, el objeto que orbita a su alrededor aumentará su
aceleración para compensar un tejido de espacio-tiempo mucho más
tensionado con una elasticidad mayor entre «A1» y «A2».

—Es por eso Lana que si el tamaño del planeta es mayor, mayor será la
fuerza de empuje que ejerza la gravedad sobre los objetos, luego,… ¡Más
intensa será la aceleración que manifiesten!

—¡Genial!, es muy sensato lo que planteas, ¿sabes?

—¡Y vaya que lo es! —cortó el entrevistador.

—Toda teoría es válida Russell hasta que no aparezcan paradojas. La


cualidad de «elegancia» que puede atribuirse a una idea radica en la
sencillez en cómo explique un hecho, y esta simpleza de argumentos sirva
para responder, de igual forma, la mayor cantidad de fenómenos.

—¡Gracias por el cumplido Lana! —dije sonriendo con un poco de rubor en


el rostro.

—Pero si no hubo un Big-Bang Samuel, ¿Cómo es que todo comenzó?

—En cuanto a los orígenes del cosmos, mi querida asistente, solo


podemos especular. Todo lo que podemos observar y estudiar es un
«ruido» que se ganó un lugar material en el tiempo y el espacio de
nuestra mente.

—Ahora Samuel, ¿Qué piensas acerca de la forma del Universo?,


necesitamos una topología para comenzar con cálculos concretos.

—Por el momento, esa es otra interrogante —contesté con gesto de


desánimo.

Podemos representar a la trama de cuerdas como una membrana, sin


dimensiones ni tiempo, sin embargo, tenemos que encontrar la geometría
más apropiada para representar al cosmos si queremos encontrar la
simetría de nuestra ecuación de campo unificado, eludiendo por fin el
infinito asqueroso que nos acosa justo cuando incluimos a la gravedad en
nuestros ejercicios.

—¿Infinito asqueroso? —preguntó Russell.

—Cuando se habla de infinito nos referimos a dos tipos de infinito. El


infinito de lo más pequeño que el universo puede crear; el infinito del
vacío; el infinito del valor cero, y el infinito de lo más grande.

Siempre debemos evitar en una ecuación el infinito, ya que es equivalente


a la no existencia, y al igual que un cero, inutiliza cualquier cálculo por eso
lo llamamos «infinito asqueroso».
Capítulo 13

12.– ¡Eureka!:

Ese día, al terminar mi jornada docente, y cuando me dirigía al metro para


emprender el regreso a casa, una extraña sensación me embargaba. Hace
mucho que no me sentía tan motivado. Ideas que desafiaban mi
imaginación colmaban mi mente y me ponían adelante nuevas
interrogantes que resolver. ¿Cómo podremos representar
matemáticamente un universo auto-envuelto, sin dimensiones ni tiempo?,
¿Cómo podremos si quiera entender las leyes de la masa y la gravedad si
se trata de una ilusión propia de la observación humana?

De pronto, recordé a los enigmáticos hombres que me visitaron esa


mañana y visualicé en mi mente la figura estereográfica de la tarjeta que
me entregaron, y su frase «Solo observamos». ¿Qué significaba este
mensaje?, y ¿Qué vinculaciones tendría el último manuscrito de Einstein
con mi trabajo?

Estaba casi por llegar a la estación de mi destino, cuando al levantarme


comencé a ver por la ventana del tren una figura espectral. Una modelo
que le coqueteaba a la cámara anunciando un conocido perfume.

Se trataba de una nueva propuesta publicitaria en donde, como resultado


de la repetición de muchos afiches instalados en el ángulo preciso, se
podía percibir por parte de quien iba en el tren en movimiento una sola
imagen animada de la mujer a modo de proyección cinematográfica, lo
que me pareció algo muy creativo y llamó mucho mi atención. Recordé
una vez más la imagen de la tarjeta, y pensé— «La mente humana puede
darle sentido de unidad a una secuencia de imágenes independientes,
incorporándolas en una sola figura con tridimensionalidad y movimiento».

Al llegar a la estación de mi destino, descendí del tren y abordé el


ascensor que me llevaría a la superficie de la avenida principal y luego a la
calle con brillosos adoquines que me acompañarían hasta mi casa.
Entonces observé a ambos lados, al interior del ascensor, y vi mi propio
reflejo en los espejos que había en ambas paredes.

El verme proyectado al infinito entre dos espejos era algo que me había
fascinado desde pequeño, cuando imaginaba que yo era parte de un
infinito batallón militar.

—«La secuencia de reflejos parece ir curvándose, pero, ¿Hacia dónde?»


—pensé. De pronto apareció en mi mente la figura que había visualizado
en todas las teorías en las que había estado trabajando, y me pregunté—
«¿Qué tal si mi noción de realidad operara del mismo modo en cómo
actúa una cinta cinematográfica que proyecta una secuencia de imágenes
en mi retina que se funden en una sola figura animada?, y lo que percibo
como mi propia flecha psicológica del tiempo podría ser nada más que una
porción de una trama infinita de hechos que se envuelven a mi alrededor,
bajo las tres dimensiones del espacio, el tiempo y mi memoria».

¿Estaba acaso frente a un universo de dos facetas? El primero, nuestro


cosmos; nuestro universo cotidiano, y el segundo, un misterioso lugar.
Una dimensión que no podemos percibir más que por los gestos de una
geometría que se mantiene inobservada que representa la ruptura de la
simetría, el inicio de la masa y el movimiento que reina en nuestro
cosmos. La forma que gobierna las transiciones de fase desde un estado
de menor a mayor estabilidad; un fractal que se desenvuelve en todas las
escalas, …la Espiral.

La Espiral, describe todo lo que podemos interpretar como sustancia; el


crecimiento espontáneo y el movimiento de las cosas en el espacio y el
tiempo.

En ese instante, recordé la tarjeta que guardaba en mi bolsillo. Al tomarla,


observé el toroide que surgía de su superficie en tres dimensiones. Mi
rostro se iluminó con una fugaz sonrisa y esbocé silenciosamente entre
mis labios…¡Eureka! —el toroide es la geometría invisible del Universo. El
toroide es una espiral auto-envuelta al infinito.

Apenas el ascensor abrió sus puertas, tomé mi teléfono móvil para marcar
el número de Lana a quien le dije cuando contestó— Lana, mañana
debemos encontrarnos a primera hora en mi oficina, ¡tengo la topología
que necesitamos para nuestros cálculos!, ¡Estaba al frente de nuestras
narices, todo el tiempo!

Una nueva tanda de avisos comerciales detuvo el relato de Samuel, quien


salió del set para ir al baño unos instantes.
Capítulo 14

13.- Ciudad de México, 1990:

En las afueras del Courtyard México City Airport Hotel, frente al


Aeropuerto Internacional Juárez, en ciudad de México, el detective Marcus
Castell esperaba inquieto en la parada de autobús, entre las avenidas
Hidalgo y Sinaloa. Eran casi las 21:00 horas y como se lo habían indicado,
debía encontrarse con un hombre que bajaría de un autobús a esa hora y
en ese punto de la ciudad. El sujeto, le iba a entregar un documento que
contendría las pistas para cerrar finalmente el caso de Arthur Storm.

Mientras se encontraba investigando uno de sus casos en los Estados


Unidos, Marcus recibió el llamado de un hombre que se presentó como un
agente de inteligencia mexicano, quien decía tener evidencia de los
vínculos que Arthur Storm tuvo con la Alemania Nazi, no solo en tiempos
de guerra sino también después, en los Estados Unidos.

Este agente que se identificó con el nombre de «Tito», había tomado


conocimiento de Storm investigando a Nazis ocultos en América.

Gracias a su trabajo, se pudieron detectar varios criminales de guerra que


habían vivido por décadas, bajo identidades falsas, en dos localidades al
sur de la Argentina y Chile.

Marcus nunca dejó de investigar a Storm. Desenmascarar al hombre que,


según sus sospechas, había acabado con su carrera, se había vuelto para
él un tema personal.

Según la información entregada por su contacto mexicano, Arthur Storm


era el nombre falso con el que Rudolph Auricht, un alto comandante de la
fuerza aérea nazi e importante miembro de las SS, había ingresado por
aire a los Estados Unidos, el 10 de junio de 1945.

Rudolph Auricht, había formado parte de la guardia personal del mismo


Adolf Hitler por su destacada trayectoria y actos de valor mostrados en
batalla; así como por su alto nivel de preparación. 

De acuerdo a la investigación de «Tito», El 25 de abril de 1945, justo


antes de la derrota del ejército alemán bajo el poder de los aliados, altos
personeros de las SS y la Gestapo habrían escapado por aire desde Berlín,
utilizando aviones ingleses que habían capturado poco antes con este
propósito. Se cree que el mismo Hitler utilizó uno de estos aviones para
escapar junto a sus colaboradores hacia América del Sur.

Después de arribar a la Argentina junto con otros hombres del alto mando
alemán, una mañana del 29 de abril de 1945, Auricht había decidido viajar
al País del norte. Él estaba convencido de que era más seguro esconderse
al lado del enemigo que en un país lejano. En efecto, muchos nazis que se
refugiaron en Sudamérica, utilizando nuevas identidades, fueron
encontrados y extraditados a Europa o secuestrados y trasladados al
estado de Israel por el Mossad para su juicio, hasta pasados muchos años,
después de la caída del Tercer Reich en Berlín. Auricht en cambio, había
podido hacer su vida con total normalidad viviendo en Washington D.C.,
llegando a amasar una gran fortuna gracias a sus obscuros negocios con
el ejército de los Estados Unidos.

 «Tito», decía tener en su poder los pasaportes falsos que Auricht junto a
su más fiel camarada Varick Trommler, habían utilizado para entrar al país
americano. Ambos pasaportes habrían sido emitidos por la Cruz Roja y
visados por el gobierno argentino.

 Varick Trommler viajó un par de años después a México, donde con la


falsa identidad de Federic Trevor se ganó la vida en una mediana empresa
automotriz, lo que le permitió gozar de cierta comodidad económica, de la
cual disfrutaban su esposa y su único hijo, actualmente fallecido, llamado
Arnold.

Federic, pudo financiar la costosa carrera deportiva de Arnold; quien se


había transformado en un destacado competidor internacional de tiro al
blanco y cuyo principal pasatiempo era la caza deportiva; actividad que su
padre también apoyaba financiando sus viajes a través de todo el mundo
hasta el día de su trágica muerte.

Después de unos minutos de espera, Marcus vio un bus que se


aproximaba, después de aparecer por una calle trasversal para detenerse
frente a él con el silbido característico de una antigua nave petrolera de
locomoción colectiva.

Descendió rápido del bus un hombre de unos setenta y cinco años de


edad, sosteniendo en uno de sus brazos, sobre el pecho, un paquete
hecho con papel de envolver.

Sin decir palabra alguna, el extraño se sentó al lado del detective


americano, sosteniendo el misterioso paquete sobre sus piernas, mirando
hacia el frente. Después de unos incómodos segundos de silencio, el
veterano dio unos pequeños golpecillos a su encomienda y se la entregó a
Marcus.
—No lo abra hasta que reciba indicaciones.

–––…¿Qué es esto?

–––Es un manuscrito. En él encontrará lo que necesita.

Secretamente en su despacho, Roberto Beatia había ocultado por años la


obra que le había sido encomendada. Para cualquier espíritu menos
valeroso, la tarea hubiera resultado irrealizable. Temprano se le advirtió
que podía ser acosado duramente por fuerzas que no podría comprender,
y que buscaban incansablemente el tesoro que ahora estaba en sus
manos.

Quien fuera otrora un destacado profesor de física, se vio involucrado en


la tarea de proteger día y noche un documento tan valioso, que las
mentes más brillantes de la ciencia pagarían cualquier precio por leer y
descifrar tan solo un párrafo de su contenido.

—¿Qué clase de registro es este?, ¿Por qué guarda tanto cuidado al


entregármelo?

—…Existe un antiquísimo conocimiento sobre las más profundas leyes de


la vida, estudiado y preservado por aquellos que podían usarlo con
seguridad para realizar el bien; seres que en sus más altos rangos
recibían la denominación de «Maestros custodios». Ese conocimiento se
encuentra oculto en este documento y que hoy usted se ha hecho
merecedor de recibir.

Marcus no daba mucho crédito a lo que escuchaba, no obstante, estaba


decidido a seguirle la corriente al extraño. Lo cierto era que la reunión
había sido coordinada por su similar mexicano con un historial que lo
destacaba entre sus filas por eso confiaba en que algo positivo tendría que
obtener de este encuentro.

—Y, ¿Cómo llegó a sus manos semejante información?

—Estuve frente a los maestros custodios, ellos me entregaron el


manuscrito.

—¿Está seguro de que este escrito me será de provecho?

El hombre hizo una pausa acompañada de un largo suspiro como si por fin
estuviera descansando de una gran carga, llevada durante largos años.
Luego Roberto enfocó sus ojos en Marcus y dijo:

— ¿Sabe?, … hasta el día de hoy hay un hecho que me sorprende y es que


pude verificar con la ayuda de mi red de contactos que el manuscrito está
colmado de referencias y alusiones, cuyo origen se puede trazar en
dirección a una cantidad insospechada de raras y secretas publicaciones
cuya cantidad total no pudimos acabar de identificar.

El hombre hizo una pausa para observar nuevamente la cara de Marcus


cerciorándose de que este no estaba apreciando nada de lo que le decía.

—Bueno, en fin, ha llegado la hora de retirarme. Usted será un buen


mensajero.

Unos segundos después, otro bus se detuvo frente a ambos. El hombre,


del que Marcus solo pudo recordar una rozada nariz sobre un frondoso
bigote blanco que se asomaban como cómplices espías, entre una bufanda
y una boina marrón, se subió al bus para perderse de su vista mientas el
transporte seguía su rumbo por la calle.

El detective, no pudo resistir la curiosidad y decidió, al cabo de unos días,


ojear el interior del sobre.

Al abrir el paquete, se encontró con un manuscrito con tapas de cartón.


Su entusiasmo desapareció de súbito cuando descubrió que el contenido
no era más que un desfile interminable de símbolos parecidos a los
cuneiformes sumerios, ordenados en columnas.

Las indicaciones que le mencionó el extraño anciano iban a ser recibidas


por Marcus de una manera poco usual, veintiséis años después de aquella
noche.

Un día, al llegar a su casa, Marcus se acostó cansado de una nueva


jornada, envuelto en investigaciones sin rumbo y casos cerrados sin
evidencias, sin embargo, se dio el tiempo para llamar a su madre para
contarle que sería abuela por primera vez a pesar de que la madre del
bebé iba a ser una más de sus amantes ocasionales. Entonces, en plena
noche, sonó su teléfono. Marcus pensó que era su madre, queriendo
recibir más detalles de la noticia, pero las únicas palabras que escuchó
fueron:

—Señor Castell, cuando se le indique, llevará el manuscrito a Russell


Redman, el hombre de la televisión. El sabrá qué hacer —. Marcus recordó
el extraño escrito que había recibido hace ya veintiséis años y que
mantuvo guardado todo el tiempo en un cajón de su armario.

A pesar de las indicaciones del hombre que se lo había entregado aquella


noche en México, el documento no había sido de ninguna utilidad para
resolver el caso de Storm ni para avanzar con su investigación acerca del
proyecto HAARP.

Marcus guardó el manuscrito solo por el misterio que encerraban los


símbolos que brotaban en sus páginas.

Al bajarse del bus, Roberto se sintió aliviado con una placentera sensación
de optimismo; había cumplido su misión —«Tal vez era momento de
volver a las aulas» —pensaba, cuando una voz ronca lo sacó de sus
nuevos anhelos.

—¿Roberto Beatia?

El profesor se volteó hacia la voz, sintiendo un intenso escalofrío por la


espalda, mas después de respirar profundo volvió a la calma, satisfecho
por la obra cometida y de una vida colmada de satisfacciones junto a su
familia. Estaba seguro de que algún día entenderían su sacrificio.

—¿Dónde está el manuscrito? —le preguntó el hombre de quien en la


obscuridad de la noche solo podía distinguir unos penetrantes y
resplandecientes ojos color miel. 

—Conmigo no tendrá suerte, haga lo que tenga que hacer; ya no lo tengo.


No pierda su tiempo; no le daré información sobre su paradero —. Cortó
Roberto, intentando mostrarse imperturbable ante el inminente peligro.

—Bien, de todas formas, lo hallaremos. Es inevitable, siempre lo hacemos.

—Los textos sagrados no están en las bibliotecas ni en ningún lugar


—respondió Roberto—. Pueden destruir hasta el último ejemplar, sin
embargo, siempre habrá un nuevo elegido que lo lleve al sitio oportuno.
Los maestros saben bien a quien acudir.

—El extraño dio una sonrisa burlona y disparó. Roberto fue enceguecido
por un intenso resplandor. Sintió calor en la frente mientras miles de
estrellas rodeaban su cabeza antes de golpear el pavimento de costado.

—¡Iluso! —fue la última palabra que escuchó el profesor, mientras se


apagaba su mirada, concentrada en unos brillantes zapatos negros con un
singular símbolo púrpura en uno de sus costados; una estrella de ocho
puntas.

Luego todo fue luz, … y el eco de unos pasos que se alejaban…


Capítulo 15

14.- Hans Foster:

Para Marcus, la historia de Arthur Storm como un criminal de guerra nazi


escondido en América ya estaba resuelta, sin embargo, mantendría estos
antecedentes en secreto hasta determinar por completo sus vínculos con
el pentágono y el proyecto HAARP. No quería alertar a sus cómplices.

La imagen del hombre meditando sobre la medalla nazi que encontró en


1983 en la mansión de Storm era la diosa creadora y destructora Shiva
que representa para la cultura hindú la creación e involución del Universo
y para el imperio nazi, el sentido antihorario que le dieron a la esvástica;
símbolo que se encuentra en todos los templos de la religión hindú, así
como en la iconografía de India y de Nepal.

 Al contrario de lo que se podría pensar, la figura de esta deidad no es un


paralelo con el demonio descrito por el mundo cristiano. Tanto la esvástica
como la imagen de la diosa Shiva, se tienen por símbolos sagrados y de
buen auspicio entre los hindúes.

Shiva es quien despierta de su sueño al dios de la realidad última,


Brahma; representado por la esvástica con sentido horario.

Shiva es quien danza para crear nuestra existencia ilusoria y pasajera; así
como también es la que destruye lo innecesario para guiar a las personas
en los tiempos de crisis o cambio.

Al finalizar su baile, Shiva devuelve a Brahma a su sueño, acabando con


todo vestigio de la anterior creación.

La estrella de salomón que Storm lucía en el pórtico de su mansión no


representaba para él la imagen utilizada en el Corán para indicar el fin de
un capítulo, sino que probablemente quiso simbolizar al Yin Yang; los
opuestos de la creación; la unión del dios Brahma y Shiva y la doble
esvástica. Según esto, la estrella de salomón de mármol se identificaba
más con su significado árabe «la Rub» y «el Hizb»; donde
«la Rub» significa «cuarta» y «el Hizb» quiere decir «parte» por lo que la
estrella de Storm

vendría a significar «la cuarta parte» o «véase solo la mitad»; es decir,


una esvástica nazi.La estrella de ocho puntas es además una
representación del paraíso, que según la creencia islámica estuvo rodeado
de ocho montañas.

Buscando antecedentes relacionados con HAARP, Marcus encontró


casualmente los documentos de una denuncia y posterior investigación
realizada por la policía por una posible desgracia, realizada por parte de
los familiares de un profesor de ciencias de una prestigiosa universidad
del estado llamado Hans Foster que había viajado a Alaska reclutado para
trabajar en el proyecto. 

En los archivos se indicaba que sus familiares perdieron todo rastro del
profesor y su familia justo después de su viaje a Alaska, donde eran
esperados por personal del proyecto HAARP para ubicarlos en una
residencia, donde vivirían mientras el académico desempeñara las labores
por las cuales fue contratado.

Los antecedentes incluían el registro de las gestiones realizadas entre el


gobierno y su embajada en Alaska para definir el paradero final del
profesor y su familia, pero no hubo ningún resultado. Solo tarjetas de
embarque y documentos de internación del grupo familiar.

Una nota del cónsul en Alaska, indicaba que personal de HAARP no tenía
antecedentes de haber recibido al profesor como se había acordado.

Con este hallazgo, Marcus encontró una conexión que lo llevaba


nuevamente al camino investigativo del misterioso proyecto y por qué no,
al de su sospechoso.

Debía comenzar a investigar en la facultad de ciencias en la que el


desaparecido facultativo trabajaba antes de su viaje.
Capítulo 16

15.- Bueno profesor, ¿Acepta acompañarnos?:

Al regreso de la pausa comercial, Samuel continuó con su relato siguiendo


la indicación del entrevistador.

—Profesor, ¿Qué sucedió después?, ¿No les pareció extraña en la facultad


su repentina desaparición?

—¡Claro que sí!

Al día siguiente, la facultad comenzó a llenarse de alumnos y maestros


como todos los días; mientras Lana, era probable, me esperaba en el
escaño que estaba afuera de mi oficina. La llamé por teléfono y le dije—
Lana buenos días, no podré verme contigo esta mañana, ya avisé a
George que estoy en el aeropuerto, …me voy de viaje.

Sé que suena extraño, pero tranquila. Lo que sucede es que acepté la


invitación hecha por…—, y en eso uno de los hombres que me
acompañaba me arrebató el móvil y cortó la llamada.

—Disculpe profesor. No es bueno que hable de esto con nadie. Hay


muchos intereses involucrados.

—«Pero que carajo…» —con esfuerzo logré mantener mi compostura ante


el atrevimiento de mi acompañante. Me encontraba con Raimon Saquiria y
Anan Samur en la sala de espera del aeropuerto; los dos hombres con
quien había conversado en mi oficina la tarde anterior.

Esa misma noche, el día en que fui visitado por los sujetos de HAARP,
después de llamar a Lana a la salida del metro, entré a mi casa y preparé
la tina para darme un baño. Comenzaba a desvestirme en mi habitación,
cuando el choque de una bala contra la ventana expulsó una pequeña
nube de cristales a un costado de mi rostro. Me arrojé al piso de
inmediato.

Mi agitada respiración empañó el parqué. No sentía ese nivel de miedo


desde los ataques de terror nocturno que sufría por las noches cuando era
un niño.

Cuando tenía doce años, una noche en la que no podía dormir, esperando
una más de mis pesadillas, encendí el radio. Al girarme en la cama, podía
observar por la ventana las luces de la ciudad y más arriba, el estrellado
cielo nocturno; solo así, después de un rato, podía entregarme al sueño.

Ya casi dormido, justo antes de que mi mente se apagara por completo,


me encontraba como en un portal, entre nuestro mundo y el mundo de los
sueños, completamente inmóvil sin poder entrar ni salir.

De pronto, un voraz abismo se abría a mi espalda y era jalado hacia él por


siniestras sombras. Amenazantes figuras humanas que me sofocaban
hasta provocarme una indescriptible sensación; la de ser un edificio
pasando por el ojo de una aguja. Pero esta vez, el grito de horror con el
que acababan los eventos, fue reemplazado por el silencio de la
contemplación. Las figuras que me atormentaban se unían en tres
misteriosos símbolos que, aunque puse todo mi esfuerzo, no pude
memorizar y se esfumaron de mi mente a medida que me despertaba.

—¡Profesor!, ¿Se encuentra bien? —preguntó Russell al ver que su


entrevistado se había quedado por unos segundos en completo silencio;
abstraído, lejos de la entrevista que se le estaba realizando.

Por fin, Samuel reaccionó pidiendo disculpas a su anfitrión.

—Profesor, veo que este recuerdo, en especial, le ha perturbado. ¿Puede


usted profundizar un poco más acerca de este incidente?

  —No quiero referirme a eso por ahora.

Por muchos años, Samuel se avergonzaba al acordarse de su


padecimiento infantil. Era algo que superaba por completo su
comprensión. Hoy, en cambio, estaba dispuesto a revisar su pasado, pero
quería hacerlo en orden.

 —Ahora, respecto de lo que le estaba contando..., luego de unos minutos


todo quedó en calma, lo que me permitió volver al baño, mojarme la cara
y verificar en qué condiciones me encontraba.

Felizmente no estaba herido. Al entrar de nuevo a la pieza me asomé


lento a la ventana y pude ver afuera, en la esquina del frente a dos
hombres que parecían observarme. Me agaché rápido. En ese momento
tocaron a la puerta.

—Samuel, somos nosotros. ¡No se levante y quédese en el piso!

Seguidamente entraron a mi casa dos hombres a quienes no reco16nocí


de entrada.

—Vamos profesor, ya no hay nada que temer. Levántese y acompáñenos.


Tenemos que salir de aquí —me decía uno de los hombres, mientras yo
trataba de reincorporarme con dificultad, apoyándome en la cama.

—¿Se encuentra bien profesor? —me preguntó uno de los individuos a


quien logré reconocer por su acento. Solo tube fuerzas para sentarme en
el piso, apoyando mi espalda al lado de la cama.

Cuando levanté la vista vi a los dos personajes, Raimon Saquiria y Anan


Samur, mirándome con detenimiento.

—¡Vaya susto profesor! —dijo Raimon, ofreciéndome su mano, la que


rechacé y con esfuerzo me puse de pie y me senté en la cama.

Después de un breve descanso, pregunté agitado— ¿Qué demonios hacen


ustedes acá?

—Iba a ser asesinado profesor —dijo Anan—. Corre peligro estando solo.

—¿Quiénes son ustedes y como entraron a mi casa?

—Vinimos a mejorar nuestra propuesta por si cambiaba de opinión y


escuchamos el disparo. La puerta estaba abierta, así que entramos para
verificar si se encontraba bien.

—¿Quién querría hacerme daño?

—Usted es más importante de lo que piensa —dijo Raimon.

—Un momento —corté, un poco más calmado—, explíquenme por favor,


¿Qué hacen acá?, ¿Tiene algo que ver este ataque con lo que
conversamos esta mañana?

—Usted está cerca de descubrir algo extraordinario. «El que logre


comprender los principios del Universo podrá controlarlo todo», dijo un
conocido hombre de ciencia.

—Nikola Tesla para ser precisos —le dije al extraño, dándole una mirada
por sobre el hombro.

—Señor Wood. Muchos desearían tener ese poder y harían cualquier cosa
por conseguirlo, así como otros preferirían que nunca viera la luz, ¿No?

—¡De que poder me habla, por favor!

—Comprender los principios del Universo, ¿Ha pensado que talvez lo estén
espiando?

—¡Por supuesto que no!, solo quiero saber quiénes son ustedes o voy a
llamar a la policía.

 —Mi compañero y yo, junto a otros colaboradores, somos parte de una


antigua orden.

—No le entiendo. Usted dijo esta tarde que trabajaban en el proyecto


«HAARP».

—Ciertamente, señor Wood. Ambos hemos colaborado en esa iniciativa.


Pero la organización a la cual pertenecemos es algo diferente.

Nosotros hemos tenido en nuestras filas a las mentes más brillantes de


cada era por cientos de años, y hoy formamos parte de distintos
proyectos científicos. Uno de ellos fue la iniciativa «HAARP».

Algunos no quieren que el conocimiento, del cual le contaremos, llegue a


transformarse en un arma de destrucción. Así es que consideran que la
muerte de su creador es una excelente idea.

—Pero, ¿Cómo podrían pensar que yo, desde mi escritorio, lograré


descubrir un conocimiento de esa envergadura?

—El profesor Einstein casi pudo hacerlo, ...también desde su escritorio.

—Si, pero como pueden pronosticar un resultado de ese tipo, si ni siquiera


conocen mí trabajo.

—Hay muchas cosas por saber profesor antes de comprender bien cómo
funciona todo. Le aseguro que nuestra compañía le será muy provechosa.
Además, le daremos protección, poniendo todos nuestros recursos con tal
que no reciba otro ataque.

—No gracias. Prefiero ir a la policía. De hecho, los llamaré ahora mismo.

—Esa no es una buena idea. Escuche su instinto. Sabe que ese no es el


camino y que su seguridad está de nuestro lado. A cambio de nuestra
protección —dijo Raimon—, le pedimos que nos acompañe como se lo
habíamos solicitado. Solo de esta forma podremos asegurarnos de que la
tecnología que se obtenga de sus hallazgos quede en buenas manos.

Miré hacia el piso por unos instantes buscando digerir la situación y me


percaté de que en el bolsillo de mi camisa aún se encontraba la tarjeta
que estos mismos extraños me habían entregado. La tomé en mi mano y
mostrándoselas les dije:

—Tengo una pregunta, ¿Por qué sus tarjetas muestran un toroide? 


—Creo que usted ya sabe la respuesta —dijo Raimon, asintiendo con la
cabeza.

—¿Es la topología del Universo verdad? —pregunté y continué diciendo—.


El Universo es un toroide.

Raimon contestó— Eso es correcto, desde cierto punto de vista.

Todo ser consciente que exista en esta dimensión, solo podrá imaginar un
cosmos siempre en movimiento, más su realidad se sustenta en una
radiación que se propaga a partir de esta «dona», ubicada en un nivel tan
elemental y sutil que no se puede ver, pues no interactúa con la masa,
puesto que es demasiado pequeña.

—De acuerdo. Y si ustedes ya manejan este tipo de ideas, ¿Por qué


buscan mi ayuda?

—Ya se lo dije. Usted es el hombre que podrá resolver la gran ecuación.


Me refiero a la «Ecuación del Campo Unificado».

—Ya. Ahora dígame, ¿Cómo pueden estar tan seguros de que yo podré
completar esta secuencia?, ¿Saben que hasta hoy ningún físico ha tenido
éxito en esta tarea?

—¡Así lo hemos pronosticado!

—¡Así lo han pronosticado!, ... ¡Así lo han pronosticado! —repetí,


aleteando como un gallo a punto de la pelea, girando en un radio corto
alrededor de su eje, mientras negaba la afirmación con la cabeza.

—El pasado y el futuro son también relativos al observador; así como lo es


el espacio y el tiempo para un viajero en movimiento, según nos enseñó
el gran maestro Albert Einstein. Solo debe sintonizarse en el plano
correcto para adentrarse más allá del horizonte del presente.

—¿Usted me dice que el futuro y el pasado no existen y solo se trata de


sintonizarse en el lugar preciso?, ¡Así de fácil!, ¿No? —dije blanqueando
los ojos con mi acostumbrado tono irónico—, ¿Así es como han podido ver
mi futura colaboración?, …Entonces, si ya saben cómo van las cosas, ¡Para
que se preocupan!

—En rigor profesor —cortó Raimon—, no existe el pasado ni y el futuro y


existen todas las posibilidades de existencia a la vez.

—¡Bienvenidos al siglo XXI!,… ¡Eso se llama teoría de cuerdas


decadimensional! Y sepa usted que para intentar si quiera obtener una
huella de la quinta dimensión, se requiere una energía casi infinita.

—Para poder pronosticar el futuro profesor hemos recurrido a la


informática. Una forma indirecta, muy eficaz, para realizar pronósticos sin
utilizar la fuerza bruta. Contamos con un avanzado algoritmo con el cual
podemos observar nuestra realidad desde un plano más elemental.

—No soy conocedor de informática. Un chico de doce años sabrá más que
yo de computación, pero no puedo imaginar la existencia de un algoritmo
tal que funcione como una especie de oráculo. La realidad es tan confusa
que no creo en ningún juguetito que tenga la capacidad de la adivinación.

—Estos algoritmos profesor, son el último adelanto de la informática en


inteligencia artificial y trabajan en un plano superior al nuestro. Este plano
opera como un prisma que simplifica las variables caóticas de nuestro
ambiente y las reduce a unos cuantos arquetipos. De esta forma todo se
ve más simple y los pronósticos que se pueden obtener se vuelven más
acertados.

Citando al brillante físico de cuerdas Michio Kaku, podemos decir que:


«Las leyes de la naturaleza se hacen más simples y elegantes cuando se
expresan en dimensiones más altas, que son su ámbito natural».

Pensemos por un momento Russell —le indicó Samuel al anfitrión— que


somos peces en un acuario. Para nosotros nuestro universo es el agua que
nos rodea. De haber peces filósofos entre nosotros tal vez propusieran
que existe un mundo paralelo un poco más allá de las aguas. Los demás
peces rechazarían la idea, ya que las únicas cosas que serían reales para
ellos y que podrían considerar para plantear una idea razonable, serían las
que pudieran ver o tocar.

Al colocar nuevos peces en el acuario, los demás ejemplares verían que


los nuevos integrantes se han materializado de la nada. Estarían
desconcertados por el hecho y propondrían ingeniosas teorías para ocultar
su ignorancia, incapaces de comprender la verdadera naturaleza de lo
ocurrido. Nuestros físicos regularmente recurren a estas explicaciones
como parche, cuando ven que actúan entidades misteriosas e invisibles a
las que acostumbran llamar «fuerza» y les dan a estos fenómenos
nombres sofisticados tales como, energía obscura, acción a distancia o
fuerza de atracción gravitacional.

Para la ciencia actual el universo, al igual que el de los peces del acuario,
consiste sólo en aquellas cosas que se pueden ver o tocar o medir, aun
cuando todo lo que podemos ver y tocar es el resultado de lo que nuestro
cerebro nos muestra, evolucionado por selección natural a reaccionar solo
ante las cuatro dimensiones conocidas y no frente a una quinta.
Si recordamos la paradoja de Fermi y el principio de mediocridad de John
Richard Gott, podemos encontrar una aparente contradicción entre las
estimaciones que afirman que hay una alta probabilidad de que existan
otras civilizaciones inteligentes en el universo y la ausencia de evidencia
de dichas civilizaciones. Ante esta paradoja, ¿Podemos pensar que
podríamos estar confinados en un zoológico cósmico, mantenidos en
cuarentena por parte de seres superiores con el fin de observar nuestra
evolución hasta que alcancemos estados culturales menos destructivos
para el vecindario galáctico?

Claro que sí, y en este zoológico las leyes de la naturaleza se muestran


fragmentadas y no develan su simplicidad original, al igual que un animal
salvaje no muestra, en cautiverio, su real gracia y belleza.

Las leyes de la física, son bellas vistas desde un plano superior y se


muestran fragmentadas cuando las medimos y exhibimos en una jaula,
despojadas de su gracia y belleza al igual que un animal de circo.

Esta es la razón por la que las cuatro fuerzas elementales que conocemos
de la naturaleza parecen diferentes. Nuestro mundo es una jaula para las
leyes de la física.

—Para que entienda cómo pudimos crear una dimensión más alta en
nuestros cómputos —continuó diciendo Raimon— y hacernos las cosas
más sencillas, pensemos en cómo eran las guerras para las civilizaciones
antiguas. Se desarrollaban campos de batalla donde reinaba la confusión y
la fuerza bruta, y los ejércitos más débiles sucumbían moviéndose a
ciegas, rodeados por todos lados, sin claridad alguna del enemigo.

Por este motivo, la primera estrategia de los ejércitos era conquistar el


terreno más alto, moviéndose hacia arriba en una colina hacia otra
dimensión, por encima del caos bidimensional. La ventaja de ubicarse en
aquella posición era que el caos se reducía en un instante y la amenaza
quedaba integrada en una sola imagen coherente, de la cual es más fácil
predecir sus movimientos, tal como podemos observar desde arriba un
tablero de ajedrez y predecir el juego de algún contrincante.

Este principio es lo que nuestros expertos han introducido en el desarrollo


de la inteligencia artificial, buscando generalizar el conocimiento para un
mayor entendimiento y aprendizaje, evitando el uso de la fuerza bruta en
cuanto al volumen de variables incluidas y de planos lineales;
bidimensionales o binarios, privilegiando las relaciones no lineales ante
una realidad compleja y caótica.

Resolver la conducción autónoma por ejemplo de un vehículo, significa


preprogramar tantas instrucciones como el número infinito de condiciones
que aparecen en un camino. El impedimento hasta hoy había sido la
variabilidad de las circunstancias del entorno y la incapacidad de los
algoritmos lineales para adaptarse. Nosotros hemos generalizado el
conocimiento para resolver cada vez problemas más complejos e
inesperados.

Entre los nuevos algoritmos que hemos utilizado se encuentran las redes
neuronales, y su rendimiento ha sido espectacular, logrando predicciones
de manera eficaz para un espectro muy diverso de problemas.

Como ves Samuel, usar la fuerza bruta nunca fue el camino más
inteligente. Los algoritmos mantienen su linealidad aun cuando se incluya
un volumen descomunal de variables entre sus capas. El sistema seguirá
siendo plano sin adaptabilidad ni capacidad de comprensión. Como una
planilla de cálculos muy compleja.

Para romper la linealidad de los algoritmos se incluyeron funciones


llamadas Sigmoides, donde los valores más grandes se saturan en 1 y los
más bajos en 0 para representar probabilidades.

—¡Probabilidades!

—¡Así es profesor! Nos acercamos a las leyes del mundo cuántico.

En una red neuronal, cada neurona se interrelaciona con otras para pasar
de tener la capacidad de resolver ante variables binarias con un verdadero
o un falso a responder con resoluciones que incluyen tendencias o
saturaciones hacia una u otra opción, es decir, aparece el poder de la
elección.

Así es como, en conjunto, las neuronas pueden no solo resolver entre las
opciones «AND» y «OR», también aparece la opción «XOR», cuya salida
puede ser verdadera aun cuando las entradas sean distintas a las
establecidas. Cuatro funciones sigmoides por ejemplo con orientación
diferente, en cada cuadrante, podrán formar una loma de posibilidades.

—¡Una loma como la de una antigua batalla!

—¡Exactamente profesor!

Poder visualizar la quinta dimensión para nosotros, sería como pretender


que un pez de acuario entienda la naturaleza de las estrellas, pero en el
universo de la informática todo es posible. Ahí somos los dioses.

Lo que le faltó posiblemente a Einstein para acabar su trabajo y dar con la


ecuación del campo unificado fue estudiar el problema desde la
perspectiva de un ser humano y no desde la de un pez.

Dentro de su propio universo acuático, el pez solo podrá ver imágenes


quebradas que vienen desde el exterior.

—¿Podremos alguna vez ser capaces de ver la quinta dimensión profesor


Samuel? —preguntó el entrevistador

—Los expertos en supercuerdas sonríen cuando se les hace esta pregunta.


No podemos verla porque está «plegada» en un espacio minúsculo, tan
pequeño que no puede ser detectada. El tamaño de esta dimension se
encuentra bajo la longitud de Planck, que es cien trillones de veces más
chica que un protón; tanto que ni siquiera puede ser medida por el
colisionador de partículas más poderoso.

La quinta dimensión es tan chica que no hay lugar para el espacio ni para
el tiempo. El tiempo y el espacio ahí son planos. Es el observador quien
amplifica su presente en tiempo y espacio para experimentar la realidad
material como la fusión entre lo pasado y lo futuro en un ambiente
dinámico.

—Para un observador —cortó Anan—, solo existe el presente por lo tanto


a pesar de que podemos ver una imagen concreta de lo que vendrá, no
quiere decir que los acontecimientos futuros deban ocurrir necesariamente
de una forma determinada. La consciencia humana puede reescribir la
historia aun no contada.

Para usted o para mí, el tiempo parece tener una linealidad; una dirección
que adquiere sentido en la causa y el efecto, en un instante y lugar
determinado. En esta cadena de sucesos que hemos llamado «la flecha del
tiempo» existen reglas claras y difíciles de romper —Anan se acercó al
escritorio y tomando una figura aromática continuó diciendo—. Si tomo
esta figura de cerámica y la dejo caer al suelo, lo esperable es que se
rompa en varias partes y siga de esta forma. No es predecible que vuelva
a su estado inicial a partir de sus fragmentos. Esto iría en contra de
nuestro sentido común.

—¡No la deje caer por favor! —dijo Samuel al notar la motivación didáctica
de Anan—, es el regalo de alguien especial.

—No se preocupe, es solo un ejemplo —cortó Anan, devolviendo la figura


a su lugar—. Comprendo su preocupación, ya que nunca veremos algo
pasar de estar roto a recomponerse de forma espontánea. Eso iría en
contra de una de las leyes de la termodinámica que indica que el caos
siempre será mayor y nunca a la inversa. La entropía describe
lo irreversible de los sistemas termodinámicos. Eso es bueno, ya que
estamos obligados a cuidar de nuestros actos. Cuando algo se rompe no
hay otra oportunidad, las cosas quieren seguir estando como están,
podemos repararlas, pero al final igual se irán al piso.
—Eso ya lo había escuchado —les dije—. Muchos científicos postulan la
idea de que todo, algún día, desaparecerá y podría resurgir otra vez del
vacío.

—Claro que es una idea conocida por lo menos hasta este punto —dijo
Anan—. Lo nuevo es considerar que no eres solo un espectador de esta
cadena de sucesos y podemos cambiar nuestro destino.

Desde un punto de vista determinista se dice que ningún ser que se


asuma como consciente puede tener voluntad, porque estar consciente es
darse cuenta de las cosas que suceden a tu alrededor, y cuando algo
sucede y lo notas ya es parte del pasado, pero no podemos olvidar que
todo lo que sucede y que puedes distinguir, ocurre en tu mundo interior y
no sabemos si hay un mundo material afuera de nosotros.

Podemos considerar que la percepción de cada instante que


experimentamos en la vida depende del alcance o capacidad de lectura
que tengamos en relación al movimiento de las cosas. Nuestra propia idea
del presente como «noción de realidad» es solo la unión entre el rastro de
lo ya observado y lo que aún no se puede ver, de manera que tu
«presente material» no existe.

La física no contempla el tiempo como una variable determinante y puede


estudiar sucesos independientemente a la dirección que el sentido común
le asigna al tiempo.

Si la materia fuera estática no existiría el paso del tiempo, pero no se


puede detener la materia. Luego, si quisiéramos observar el «aquí» y el
«ahora»… —Raimon y Anan terminaron al unísono la idea —¡Estaremos
observando el «aquí» y el «recién»!, y luego en un posible futuro, otro
«aquí» y otro «recién», ¡Una realidad física que ya nos ha abandonado y
otra que está por venir!

Entonces, ¿Dónde está nuestro mundo material?

Desde el punto de vista biológico, el cerebro humano es capaz de percibir


la realidad con un retraso de dos décimas de segundo. Lo que hace el
cerebro para facilitar la percepción inmediata del entorno es predecir lo
que sucederá, completando la imagen que procesas como «presente» con
pequeñas conjeturas de un posible futuro.

Según este razonamiento se asume que toda decisión que experimentas


como tomada por tu conciencia es una mera ilusión. De hecho, se ha
querido probar que tu cerebro toma las decisiones antes de que tu
consciencia lo haga. Luego tu consciencia reclama el protagonismo de
cada acción que ejecutas, aun cuando en el momento en que tomas
consciencia de algo, ese algo ya ha sucedido.

¿Esto nos indica que somos máquinas que gobiernan nuestros genes para
asegurar su existencia, y que no podemos elegir y solo somos
espectadores del libro de nuestra propia vida? —continuó diciendo
Raimon.

Si todo lo que puedes ver y tocar es resultado de lo que tu cerebro te


muestra, entonces tu cerebro también es parte de ese resultado. Por lo
tanto, ¿Qué es lo primero que actúa para que tomes consciencia de tu
mundo, si en realidad tu cerebro tampoco parece ser de materia sólida?

La idea de que somos espectadores pasivos de la realidad, sin libre


albedrío, se ha definido desde un punto de vista material y determinista.
Sostiene que el mundo es puramente material y que existe
objetivamente; que la materia es lo primero y que es independiente de
la consciencia y que la consciencia, incluyendo la actividad de nuestros
genes, existe como consecuencia de un estado altamente organizado de
ésta, y que no existen sucesos azarosos en el futuro, y que es
potencialmente predecible, sin embargo, con un poco de razonamiento
podemos asumir también que nuestro presente físico no existe de manera
absoluta y coexisten todas las posibilidades de existencia de todo lo que
pueda suceder.

En cada instante, contamos con infinitas posibilidades de futuro y a la vez


con ninguna, ya que, según la cuántica, todo lo que nos rodea es una
ilusión física.

Si lo analizamos desde la perspectiva materialista, no podemos asegurar


que tenemos libre albedrío y podemos afirmar que sentimos tener
voluntad porque todos los futuros posibles pueden suceder, pero en efecto
sucederá solo uno de ellos.

Aun no entiendo por qué el hombre prefiere creer que nuestra existencia
no es más que un grupo de pequeños ladrillos apilados, si la elección
depende de nosotros y de nuestra medición y visualización. Todo nace de
la información presente más allá del vacío cuántico y no desde lo material,
luego todas nuestras expectativas sobre lo que pueda ocurrir influirán en
los resultados.

—¡Espere un momento! —interrumpí—, podemos decir entonces que no


existe un pasado ni un futuro, si no un presente infinito y que nuestra
experiencia material no es algo común para todos los seres vivos y
depende de la forma en que cada entidad procese su presente relativo.

—… Y si todo lo que percibimos es el resultado de nuestra mente, quiere


decir que podemos expandir la quinta dimensión gracias a nuestra
memoria asimétrica, entre lo pasado y lo futuro; ralentizando,
contrayendo o dilatando el espacio-tiempo según nuestro estado de
inercia.

La ruptura de la quinta dimensión es equivalente a la masa de los cuerpos


e inversamente proporcional a la rigidez de la cuerda —. Samuel
parafraseó lo que parecía ser parte de una ecuación, mientras Russell le
miraba fijo, tratando de comprender lo último en cada pestañeo.

—Oh…mis disculpas Russell. Veo que me he adelantado con esto.


Continúo…

—Claro profesor que hay diferencias entre individuos de especies


desiguales —me contestó Raimon—. Las arañas, por ejemplo, ven las
cosas distintas, así como los murciélagos perciben a su modo la realidad.
Y hay quienes postulan que los vegetales poseen una consciencia y viven
una existencia inteligente que escapa de nuestra comprensión.

Sabemos que existen cuatro fuerzas fundamentales en nuestro mundo


material —continuó diciendo Raimon—, cada una de estas fuerzas
intercambian partículas que procesa nuestra consciencia como parte de
una cadena.

¡El mundo que podemos ver y tocar es un campo de intercambio de


cuantos de memoria!

La noción de nuestra realidad material —continuó diciendo Raimon,


sentándose en un sitial al costado de mi cama— es solo el rastro o
memoria de lo que para nosotros ya fue y lo que aún no es. Tomando en
cuenta que el tiempo se puede dividir infinitamente, la conclusión es que
percibimos el presente material como la fusión entre el pasado que
recordamos haber elegido y la opción futura más coherente con este
recuerdo. Esto es percibido en nuestro mundo material como la inercia y
la conservación de la energía.

Tu «presente»; esta holografía que puedes experimentar que es tu mundo


material —dijo Raimon, levantando sus manos para indicar nuestro
entorno—, trabaja con un índice de memoria con el que puedes entender
el movimiento de las cosas en el espacio y el tiempo.

La frecuencia con la que ves pasar tu vida la llamamos «Densidad del


Presente Relativo», y cada instante, eslabón o cuanto de memoria que
procesas en tu cuerda de vida en el universo, nosotros lo llamamos
«Unidad de Memoria del Presente».

Cada unidad de memoria es cada uno de nosotros. Una nube de onda


cuántica que intercambia memoria con la función de onda del universo
para sostener su propia consciencia. Una simple y elegante relación.

Miré por la ventana y dije— Ya me parece todo un poco más claro. La


densidad del presente es la constante de frecuencia universal para el
intercambio de «cuantos de realidad material». El cuanto de memoria es
mi mente. Una neurona en una red o función de programación, y el
entorno que estoy interpretando es una secuencia lógica de resultados
cuyo origen, sin embargo, es esta programación que tiene un desarrollo
no lineal, permitiendo infinitas posibilidades, lo que nos da la ilusión de
conciencia y libre albedrío.

El aspecto de las personas que observamos, por ejemplo, es la fusión


entre el resultado de lo que fueron y lo que serán.

Me pregunto, ¿Cómo veríamos las cosas bajo una constante de frecuencia


universal distinta y nuestro presente tuviera una densidad menor que la
del resto?, ¿Existirán seres que viven sintonizados en frecuencias distintas
a las nuestras?, y si así fuera, ¿Cómo experimentarán la realidad?...

Talvez una mosca que para nosotros nace y muere en tan solo un día, en
realidad experimenta una vida análoga a vivir ochenta años.

Estas ideas complementan mucho mi tesis; abren nuevos rumbos de


teorización.    
Capítulo 17

16.- Dos años antes: 

Decidido a seguir con la investigación acerca de la desaparición del


profesor Hans Foster, Marcus se dirigió a la facultad de Astrofísica donde
había reservado una entrevista con su director George Casimir.

—¡Muchas gracias por recibirme!

—No es nada agente Marcus; dígame, ¿En qué puedo serle útil?
—contestó George, sonriente.

—Mi visita responde a las indagaciones que estoy realizando acerca de la


desaparición de un ex académico de esta universidad, el profesor Hans
Foster.

George levantó el torso desde su sillón y acomodó su cervical,


mostrándose acongojado por el recuerdo del académico; momento en el
que le daba una breve mirada a una foto del académico desaparecido,
colgada en la pared de su costado derecho, donde aparecía junto a él
posando alegre.

Se trataba de un hombre delgado, con grandes lentes de aumento y calvo.


Los pocos cabellos que aun rodeaban su cabeza, en el instante de la
fotografía, lo delataban como pelirrojo.

—Disculpe que lo haya importunado, solo quiero entrevistar a alguno de


sus colegas para levantar nuevos antecedentes del caso que pudieron
haber sido pasados por alto por parte de mis colegas.

—Si, bueno. La desaparición de Hans es algo que nuestra comunidad


universitaria aún no supera. Le pido prudencia con sus preguntas.

Después de ser autorizado, Marcus acordó vía telefónica una entrevista


con el profesor Samuel Wood, quién estuvo disponible ese mismo día.

El detective esperó en una de las cafeterías del campus. Estaba inquieto;


no sabía cómo abordar a su entrevistado. Se dirigía a su encuentro a
ciegas. Solo tenía la información que había encontrado y una corazonada
de investigador. Se dejaría llevar por su intuición.

—¡Muy buenas tardes profesor Wood! —Saludó Marcus, justo en el


momento en que Samuel salía por la puerta de su oficina.

—¡Buenas tardes! …Adelante —ambos entraron a la estrecha oficina—


tome asiento por favor. ¿Desea un café?

—Bueno, gracias. Cargado y dos de azúcar por favor.

—…Bien. Usted dirá agente.

—Antes que todo, le agradezco el que me haya recibido. Como ya lo sabe,


me encuentro investigando la desaparición de su colega Hans Foster y los
posibles vínculos de este desafortunado hecho con un caso de tráfico de
influencias en el que está involucrado el pentágono. Se trata de personas
pertenecientes al mundo científico y a las fuerzas armadas. Necesito una
sola conexión que me ayude a atrapar a uno de los cabecillas en este
caso. ¿Cree usted en las casualidades profesor? —la pregunta confundió a
Samuel.

—Yo sé, …bueno, usted entenderá que yo…—Marcus titubeó— debo


realizar una pequeña investigación de quien voy a entrevistar…

—Claro, no hay problema, continúe por favor —contestó Samuel ante la


advertencia—, no tengo nada que esconder.

Mire, …voy a serle franco. Yo no estoy aquí por una entrevista de rutina.
Vine para conocerlo —Dijo Marcus, acercándose un poco a Samuel,
apoyando el brazo en el borde del escritorio—. No me va a creer, pero…yo
sé mucho de su vida.

Déjeme contarle algo que me ocurrió, no hace mucho, mientras dormía


—dijo Marcus después de darle un sorbo a su café—. Desperté en plena
noche, inmóvil, como retenido por una parálisis del sueño, entonces…una
entidad se hizo presente —en este punto, otros entrevistados habrían
detenido en el acto la conversación para pedirle a Marcus que se retirara,
pero Samuel seguía escuchando paciente.

—Esta entidad me dijo que debía conocerlo.

—¿Por qué tenía que conocerme?, ¿Qué sabe usted de mi vida?

—Sé de las pesadillas que usted tenía cuando era niño…

En ese momento Samuel se levantó de su escritorio y se dirigió, buscando


refugio, cerca de sus libros.

—Lo que le estoy contando profesor se encuentra escrito en un


manuscrito que…

—Bueno oficial, no sé cómo maneja estos datos acerca de mi vida, pero


déjeme decirle que está en un error —Samuel sospechó que Marcus había
conseguido esta información de alguno de los diarios que de niño
acostumbraba a escribir, pero, ¿Cómo era posible?

Recordó de inmediato que el mismo había quemado todos sus diarios,


aquella mañana cuando aún tenía 18 años…
Capítulo 18

17.- Los tres amigos y el fuego: 

Eran alrededor de las tres de la madrugada. Samuel se había acostado


temprano con toda la intensión de dormirse al instante, pero el insomnio
lo superó. Su mente se negaba a descansar, no obstante, sin darse cuenta
se rindió al sueño mirando hacia el cielo de su habitación.

Y una suave voz le llamó por su nombre.

—Samuel…

—Samuel…

—Queremos que nos escuches con atención…

Repetía con persistencia la voz que, al poco rato, se amplificó como si se


tratara de distintas fuentes a modo de coro.

Medio dormido el joven contestó.

—¿Quiénes son ustedes y que quieren de mí?

—Abre los ojos y mira hacia la puerta.

Ante la indicación, Samuel giró hacia la única puerta que tenía su


habitación, momento en el que pudo ver que, por detrás, brillaba un
intenso resplandor.

Lo más curioso que Samuel recordaba de la experiencia era que pudo


ignorar por completo esta inusual aparición y se cubrió la cabeza con las
frazadas de su cama con la decidida intensión de seguir durmiendo.

Una de las voces le preguntó.

—¿Acaso te atreves a ignorarnos?

 Mientras otra voz decía.

—¡Déjelo dormir, Lobo 1!, ¡Deberíamos darle más tiempo!

—Samuel, debes escuchar nuestro mensaje —cantaron las voces, esta vez
con un tono más potente, al tiempo en que el joven era abatido por una
fuerte descarga eléctrica que lo segó en una intensa luz blanca.

—Estamos acá para advertirte.

—¿Advertirme de qué?, …no he hecho nada malo —por fin respondió con
algo de angustia.

En este punto, Samuel no podía distinguir si la experiencia era real o se


trataba de otro mal sueño— «¿Me estaré volviendo loco?» —se
preguntaba, decidido en pedir ayuda médica.

—¡Debes olvidar las figuras que tienes en tu mente!

—¿De qué figuras me hablan?

—Samuel recordó de pronto su inquietud, tratar de recordar una


secuencia de símbolos que habían aparecido en su mente, una noche,
cuando era niño, en la que volvían sus pesadillas. Un código que parecía
ser una ecuación.

A pesar de haber buscado en diferentes libros, no había podido encontrar


nada que le hiciera recordar y lo único que sostenía a través de los años
era la sensación de que estas figuras encerraban un importante
significado por eso a donde fuera, lo hacía acompañado de una pequeña
bitácora en la que iba registrando todas las observaciones y reflexiones
que hacía con el único objetivo de recordar.

Otra descarga cayó sobre el muchacho, momento en el que escuchaba


proferir por parte de uno de estos seres:

—¡Es un animal, debemos acabar con él!

—¡Samuel, debes quemar tu bitácora! —decía otra voz.

Había algunas voces cuyo tono era suave y otras muy agresivas que le
hacían sentir miedo.

—Samuel, si no quieres dejar lo que has tomado, tendremos que llevarte


con nosotros, ¡No nos dejas otra salida!

—¡Llévenme ahora! —les dijo desafiante—, ya no tengo miedo.

Entonces las voces respondieron en coro—: Si es así, …¡Prepárate para no


ver nunca más a tu familia!

Una gran tristeza lo suspendió. No quería que sus padres y amigos


sufrieran producto de su desaparición.

—Está bien, haré lo que piden…

—Eres un intruso que ha tomado lo que no le ha sido ofrecido y de lo cual


no es digno.

¡Eres nadie!, …¡Eres nada!, ...¡Eres nadie!, …¡Eres nada! —repitieron una
y otra vez las voces, mientras Samuel se tapaba los oídos y cerraba los
ojos con desesperación.

La luz del sol que entraba por la ventana lo despertó, junto con el canto
de un millar de pájaros silvestres.

Los días de su juventud pasaron sin nada especial que recordar. Nunca
más pensó en lo ocurrido.

Esa mañana, el joven Samuel les pidió a dos de sus mejores amigos que
lo acompañaran a un lugar apartado para poder quemar sus registros. Y
así lo hicieron. En un viejo tarro de acero a los pies de un cerro cercano a
su casa, fueron consumidas sus ideas mientras los tres jóvenes miraban
embelesados el resplandor del fuego.
Capítulo 19

18.- Samuel, el alumno mediocre: 

Desde aquella noche, Samuel se sentía distinto. Algo en él había


cambiado.

—¡Samuel!, … ¿Cuándo entras a clases? —le preguntó su padre desde el


sillón en donde leía el periódico. Su padre era un hombre de origen árabe,
muy austero y contemplativo, pero podía ser muy sociable cuando se lo
proponía. Su tosca seriedad era suavizada por el gracioso vaivén que
hacia su bigote al hablar. Fue un buen padre, un hombre de trabajo. Su
oficio de carpintero había sacado adelante a su pequeña familia
compuesta por él, su esposa y su hijo Samuel.

Al escucharlo, el chico recordó lo que debía hacer y se puso rápido su


chaqueta para dirigirse hacia la puerta.

—¡Samuel, te estoy hablando! —repitió su padre, ya un poco molesto.

—Voy a renunciar a la Universidad.

—¿Qué dices?, ¿Acaso te volviste loco?, ¿Por qué harías eso? —preguntó
sobresaltado el hombre—. Estudiar en la carrera de Música era todo lo que
querías hacer y ni siquiera has asistido a tu primera clase.

—Si papá, pero ahora quiero algo distinto. Esperaré un año y me inscribiré
en la carrera de Astrofísica de la Universidad de la República —respondió
el muchacho; ante lo cual, su padre reaccionó como si se tratara de una
broma.

—Pero, ¡Qué estás diciendo hijo mío, ¡Nunca has sido bueno con los
números! …y al parecer en esta carrera se necesitan muchas habilidades
para las matemáticas… que tú no tienes.

—¡Que sabes de eso papá y de lo que soy capaz de hacer!

Lo tuyo es la madera. Yo seré más que un carpintero y mucho más que un


simple músico —cortó el joven subiendo el tono de la voz. Su padre lo
miró sorprendido y apenado. Su hijo siempre había sido un muchacho
respetuoso.

 —¡Siempre he querido que seas más de lo que yo soy!, …discúlpame —el


padre bajó la mirada—. Tengo miedo de que fracases como yo. Nunca
olvides que te amo.

—¡No papá!, …perdona mi atrevimiento. Estoy muy orgulloso de ti —cortó


Samuel, apenado por la inusitada arrogancia que lo embargó por unos
instantes.

Samuel notó que sus habilidades intelectuales ahora eran mucho más
intensas, cambio que lo asoció con su paso a la madurez. Se sentía
vigoroso, y que nada le era imposible de realizar.

Un día mientras tocaba el violín, recostado sobre su cama, tomó un viejo


cuaderno de matemáticas del instituto y pudo resolver, en pocos
segundos, ejercicios que antes no significaban nada para él. Ahora sentía
que podía sacarle más provecho a su mente.

Así fue como un año más tarde rindió por segunda vez la prueba de
admisión a las universidades, consiguiendo obtener puntaje nacional en
varias disciplinas; lo que le permitió ingresar con beca completa de
estudios a la carrera de astrofísica como lo había decidido.

El padre lleno de orgullo organizó una cena familiar para celebrar el éxito
de su hijo. Todos los invitados, familiares y amigos, le felicitaron, mas su
repentino progreso fue algo inexplicable. Samuel los imaginaba diciendo—
«Tu siempre fuiste un alumno mediocre, ¿Cómo has logrado tan buenos
resultados en tus exámenes?» —se veía suspicacia en sus rostros cuando
brindaban.

—¡Profesor! —Marcus lo regresó a la conversación—. Este manuscrito me


mostró la historia de su vida y cómo se transformó en el profesional que
es hoy y también en la frustración y pena que lleva adentro…

—Gracias agente por su visita, pero creo que es el momento de que se


retire…

 
Capítulo 20

19.- Dejando atrás los prejuicios:

—¡Vamos profesor!, debemos ir a la puerta de embarque —me dijo


Raimon, sacándome de golpe de mis pensamientos para recordar de
súbito que detestaba volar.

No se trataba de lo incómodo que podía ser estar confinado por horas en


un espacio reducido, sino por lo vulnerable que me sentía al pensar que el
aparato podía irse al suelo si algún pequeño sensor fallaba.

En toda mi vida no había realizado más de tres vuelos de un par de horas


cada uno dentro del país y estos habían resultado interminables. Los
recuerdos de las catástrofes que había visto por televisión iban y venían,
mientras trataba de distraerme en otra cosa— «No vaya a ser que, de
tanto pensar en aquello, finalmente suceda» —pensaba.

Providencialmente había renovado mi pasaporte. No por que estuviera


pensando en viajar al extranjero. La facultad me lo exigía ante posibles
viajes de estudio, los que rechazaba por uno u otro motivo.

Una vez instalados en el avión esperando el despegue, me sentí


atemorizado por toda la situación. No dejaba de preguntarme si sería
correcto confiar en estos extraños. Mi completa independencia era mi
consuelo. A mis cuarenta años me mantenía soltero y no tenía ninguna
relación amorosa estable, dedicando mi vida al estudio y a mi trabajo. Si
algo malo me llegaba a ocurrir, nadie saldría perjudicado. Mi único lazo
personal era con Lana con quien mantenía una profunda amistad.

—¿Un café? —me preguntó la aeromoza, momentos después de alcanzar


la velocidad crucero; sobre los diez mil pies.

—Si por favor.

—¿Hermosa no lo cree? —me preguntó Raimon.

—Si claro, es muy bonita —le contesté, mirando a la joven, quien sonrió
coqueta por mí alago.

—¡Me refiero a la cordillera! —Raimon sonrió y apuntó con la mirada hacia


el horizonte rebosante de montañas nevadas, mientras yo disimulaba la
risa producto de mí torpeza.
—¿Será nuestra existencia acaso una especie de sueño? —le pregunté a
mi acompañante, mirándolo de costado.

—¡Algo parecido!, el cosmos es un gran holograma. Es la trompeta de


Dios que inició su melodía en el caos.

—«Curiosa analogía bíblica» —pensé.

—Como sabemos profesor, la holografía es una técnica de proyección sin


lentes donde la foto resultante, «el holograma», se sustenta en la
interferencia de ondas luminosas y como lo dijimos antes, los modelos
físicos que podemos ver y tocar nacen precisamente en este mismo tipo
de relación.

Las nuevas teorías del Universo deberán relacionar la consciencia y la


materia. Se requiere esta alianza si se pretende obtener la tan buscada
«teoría del todo» y comprender el orden implícito responsable de nuestra
existencia material.

Las conexiones no locales de la física cuántica incluyen al holograma como


analogía, dado que sí se ilumina una parte del modelo se obtendrán
detalles de todo el conjunto.

Nuestra mente, al igual que un holograma, contiene la información de


nuestro mundo material en su totalidad. Si el conjunto cambia a nivel
cuántico, también lo hará la mente y viceversa. Todos nuestros estudios
apuntan a que si visualizas determinadas situaciones se crearán
tendencias; reflejos que llevan al cosmos a favorecer la ocurrencia de
situaciones aparentemente no vinculadas que aumentan las
probabilidades para la materialización de dichas visiones.

La apreciación del movimiento u Holo-movimiento, como prefiero llamarlo,


es la base de todas las sustancias manifestadas, inertes y biológicas de
nuestro mundo. El propio espacio-tiempo es inseparable del Holo-
movimiento.

Debemos considerar a la mente, el espacio-tiempo y la materia como


unidades que dependen una de la otra, aun cuando en apariencia no estén
conectadas por causalidad. Existe una íntima relación entre las tres que
no puede ser detectada. Ninguna es causa o efecto de la otra, todas son
equivalentes y parte de una sola manifestación que delimita la frontera
hacia una realidad más sutil e imperceptible y que no interactúa con
nuestro mundo físico; imposible de explicar en palabras; la quinta
dimensión.

Para desarrollar un formulismo matemático basado en estas afirmaciones


necesitamos variables cualitativas. La topología para definir
matemáticamente este orden incluirá índices que involucrarán a la
consciencia. De ahí en adelante, el cambio de paradigmas será
irrenunciable para quien desee seguir con sus investigaciones.

—Bueno Raimon, la imagen de Shiva danzando sobre las huellas de una


colisión en las puertas del CERN es un buen indicio del cambio de
paradigmas que ya se manifiesta en los hombres de ciencia.

—Por lo mismo, créame cuando le digo que pronto serán confirmadas las
tesis planteadas por los más ancestrales maestros del conocimiento y
serán coherentes con las ideas que juntos desarrollaremos.

Para abordar estos nuevos conocimientos debemos partir por la primicia


de que en toda existencia material el observador es un ente activo, junto
con sus instrumentos de medición y órganos sensitivos que le son propios.
Es decir que para identificar un objeto físico usamos sensores con los que
podemos aislar y restringir nubes de función cuántica que interpretamos
como estructuras materiales según el tiempo, el espacio y el estado de
inercia con que midamos.

—Según Heisenberg, nunca podremos hablar de la existencia sin hablar de


nosotros mismos. Es así como el electrón puede ser una partícula o una
onda según como lo queramos medir.

—Exacto profesor y al igual que en una experiencia mística se pierden los


límites entre el objeto y el observador. Observamos una piedra y esa
piedra puede ser parte de nosotros mismos. Somos lo que observamos,
pero el observador, ¿Necesita ser observado para existir?

Es desalentador que hasta hoy los hombres de ciencia no comprendan que


ninguna parte es elemental y que todas dependen de un solo campo
universal donde cada observador está inserto.

La fragmentación de nuestra estructura mental es la culpable del


estancamiento en el que hemos estado sumergidos, cuyo origen es el
pensamiento occidental cartesiano y la idea del dualismo separatista entre
espíritu y cuerpo impuesto por la iglesia, aun cuando, es preciso recurrir al
dualismo para tener una alternativa que nos salve del determinismo
impuesto por la flecha cosmológica. Siempre que se recurra al espíritu
como variable, independiente de lo físico, podremos considerar que
tenemos libre albedrio, de lo contrario seremos parte de un gran juego de
billar donde es posible, conociendo todas las variables, saber el desenlace
de la partida.

—Siempre pensé que el cosmos respondía a un orden perfecto,


cuidadosamente dispuesto. Que todo caos visto desde la distancia del
espacio y del tiempo mostraría un orden o patrón subyacente y al parecer
esto no es así. La naturaleza a nivel cuántico no responde a las leyes
establecidas, sino a las reglas de las probabilidades para detectar
correlaciones, aunque no dependan de un realismo local.

—Debe desprenderse de lo aprendido —cortó Raimon—. Olvide que es un


relativista y enfoque su pensamiento desde una perspectiva aún más
unificadora. El espíritu no necesita estar separado del cuerpo para
apreciar la dualidad y poder tener libre albedrío. Ambas manifestaciones
tienen una misma fuente que se anida en la quinta dimensión.
Concéntrese en lo absoluto; en la simplicidad de la totalidad de la
existencia. De lo contrario no podrá explicar ningún fenómeno si no
encuentra su relación con el todo.

—Usted habla como si me conociera.

—Créame que lo conozco bien.

—Se equivoca. Nunca podrá conocerme bien, pues mi existencia depende


de mi relación con usted. —Raimon me miró serio por encima del hombro
en silencio por unos segundos y soltó una sonrisa.
Capítulo 21

20.- El gran mago:            

—Sin quererlo, de nuevo invocamos el «Principio de Incertidumbre» —le


indiqué a Raimon—. En sistemas más complejos como nuestros cuerpos,
podemos tener certeza de nuestra ubicación en el espacio, ya que
obviamente no nos percibimos como ondas. De lo contrario podríamos
ignorar las paredes como los electrones en el «efecto túnel». Ignoramos la
abismante cantidad de energía que contenemos, según la grandiosa
ecuación «E=mc2».

—Correcto —cortó Raimon—, y así la materia está formada por millones


de unidades grotescamente energéticas, tal como pequeños agujeros
negros que en su conjunto generan una indetectable acumulación de vacío
de la cual solo podemos tener noción midiendo la dilatación y curvatura
del espacio-tiempo alrededor de los planetas.

Después de nuestro profundo intercambio de ideas, Raimon señaló una


vez más el hermoso paisaje nevado a través de la ventana del avión y
dijo— ¿Estaremos ya de acuerdo en que la consciencia humana es una
fuerza creadora?

—Hummm, ¿De acuerdo? —respondí—. Acepto que la existencia material


de las partículas a nivel cuántico permanece indefinida mientras no sea
observada. Aun cuando esto pareciera no cumplirse a nuestra escala.
«Dios no juega a los dados» dijo Einstein. Tal parece que se equivocó en
este punto, pero de ahí a que nuestra consciencia genere la existencia, lo
dudo.

La «paradoja del entrelazamiento cuántico» —explicó Samuel a la


teleaudiencia—, nos dice que las partículas sub atómicas definen sus
propiedades solo cuando son medidas. Este principio también se puede
ver en el experimento de la «doble rendija».

Está aceptado que toda partícula subatómica tiene un espín como


propiedad intrínseca de valor fijo en el giro en torno a su eje. Para
identificarlo, determinamos el sentido del giro alrededor de su eje y se
determina si el espín es hacia «arriba» o hacia «abajo». La física cuántica

responde a un principio que determina la conservación de un valor para


cada sistema, de tal forma que si al principio el valor de una partícula es
«0» al final también lo será. Entonces, si una partícula se desintegra en
dos espines tendremos dos espines uno «arriba» y otro «abajo» y siempre
la suma final será «0».

La magia está en que el valor del espín lo determina el observador. Si


tenemos un espín en Marte el que al verlo nos da «arriba», su compañero
en los Estados Unidos se manifestará al instante como «abajo». No
importa si están separados incluso por millones de años luz. Esto muestra
que las partículas actúan en simetría espacio-temporal no importando el
tiempo y el espacio que las separe.

—¿Podrás creer ahora que la luna existe solo cuando la observas? —dijo
Raimon, contemplando el cuerpo celeste que ya asomaba su solemne
circunferencia por la ventanilla.

—Es lo que se preguntaba Einstein paseando con un buen amigo suyo,


pero para él la realidad no podía estar determinada por un observador,
tenía que ser más objetiva—respondí—. El observador materializa la luna
en un punto de mayor probabilidad, pero no la crea.

Einstein decía que si un fenómeno no podía ser pronosticado eso implicaba


el desconocimiento de algunas variables significativas como en el caso del
pronóstico de los terremotos.

—Y curiosamente fue Einstein quien sentó las bases de la física cuántica al


postular la dualidad, partícula y onda, de la luz —interrumpió Raimon.

—Correcto, aun así, no estaba de acuerdo con los alcances de la teoría


cuántica y la incertidumbre general que postula. Einstein sabía que a nivel
cuántico el Universo mostraba una naturaleza surrealista que nunca quiso
aceptar, y se aferró a la idea de que solo se trataba de una variable
desconocida producto de la falta de información por parte del observador,
y el valor del espín estaba dado desde el momento de separarse de su
compañero.

Después de la presentación de la paradoja EPR —indicó Samuel en la


entrevsa— como se llamó a la teoría ideada por Einstein, Podolsky y
Rosen para probar la existencia de esta variable oculta en el fenómeno del
«Entrelazamiento cuántico», la mecánica cuántica quedó en una posición
indefinida: o estaba incompleta, ya que erraba en no tener en cuenta
algunos elementos desconocidos de la realidad; o se violaba el principio
de propagación finita de los efectos físicos, haciendo posible que dos
partículas puedan comunicarse mutuamente más rápido que la velocidad
de la luz.

El teorema de las desigualdades de Bell, cuantificó las implicaciones


planteadas en la paradoja de EPR y permitió la demostración experimental
de una serie de variables ocultas que explicaban el protagonismo del
observador por medio de aspectos desconocidos en la medición y
concluyeron que lo que ocurre en un determinado lugar y tiempo sólo
podía depender de cosas próximas en el espacio y en el tiempo. Pero no
fue sino hasta 1983 que el doctor Alain Aspect, informó de un
experimento con fotones que violaba las desigualdades de John Bell.

Aspect comprobó entonces la no localidad del Universo a nivel de las


partículas subatómicas; las que si podían interferirse comunicándose a
velocidades superiores que la luz a través de un contacto «mágico».

—¿Contacto «mágico»? —preguntó Russell.

—Lo que ocurre, señor Redman, es que lo que nosotros identificamos


como dos realidades físicas distintas, separadas por una determinada
distancia y tiempo, es en realidad parte de una sola existencia. Lo que le
ocurra a una le ocurrirá a la otra, no importa donde estén.

Esta ilusión material a la que estamos acostumbrados, parece haber sido


planeada por un mago, ¿No lo cree? Aun así, los trucos de magia pueden
llegar a ser comprendidos y reproducidos, pero, ¿Cómo podríamos llegar a
comprender la ilusión de nuestra realidad o si alguien la ha ideado?, si
somos como peces en un acuario tratando de comprender como se
purifica nuestra agua o más aún, ¿Que son las estrellas?

Por el momento sabemos que dos fotones emitidos al mismo tiempo en un


haz de luz deben ser considerados como un único estado cuántico, como
una realidad expresada por una única función de onda. De hecho, cuando
se detecta la condición de onda en una partícula, esta función no se
asume como el recorrido que hace la partícula, sino como equivalente a la
partícula en todo su esplendor.
Capítulo 22

21.- Adiós a mi fobia: 

—La verdad Raimon, es que aún me resulta increíble aceptar que una
vibración pueda presentarse como materia sólida al ser medida y que
además podamos interferir en su manifestación como energía y masa
—sostuve mientras tocaba mi reloj—. ¡Vaya que el tiempo parece volar
cuando se sostiene una entretenida conversación!

Dicho esto, Raimon cerró sus ojos y se mantuvo inmóvil por unos
segundos; momento en que el avión comenzó a recibir los embates
producto de la más terrorífica de las turbulencias que jamás me había
tocado experimentar.

La nave crujía en toda su longitud, mientras daba violentos tumbos de


arriba hacia abajo y hacia los costados.

Al mirar a mí alrededor comencé a ver los rostros desencajados de los


pasajeros que no entendían que estaba sucediendo, mientras Anan
permanecía inalterable y Raimon continuaba con sus ojos cerrados.

Busqué en el rostro de una sobrecargo que se encontraba adelante y que


recién se había asegurado a su silla algún gesto que me diera
tranquilidad, justo cuando su expresión se volvía angustiosa y cerraba los
ojos para persignarse y encomendarse a Dios.

Una sorpresiva ingravidez se apoderó de mi cuerpo y los gritos de los


pasajeros rebotaron al interior de la cabina como pelotitas de la lotería,
mientras el llanto de un bebé llevaba el ritmo de la turbadora sinfonía de
alaridos con pulsos irregulares.

Las mascarillas de oxígeno cayeron sobre nuestras cabezas. «El avión


perdió sustentación o el piloto realizó una maniobra evasiva para escapar
de la turbulencia» —pensé, mientras veía por la ventanilla el pasar veloz
de extrañas nubes de colores.

Los segundos se hacían infinitos y la situación no se superaba—… «¡Dios


mío!, esto no puede estar pasando; voy a morir en este avión» —pensaba
con un incontenible nudo de llanto en la garganta.

Con jadeos pude evitar el desmayo. El mayor de mis temores se había


desencadenado. Cogí a Raimon por el hombro de su chaqueta y le grité—
¡Raimon, vamos a morir!, ¡Vamos a morir!

Raimon abrió un ojo esbozando una pequeña sonrisa. Yo lo miré


suspendido, sin comprender su actitud. Luego, en el mismo instante en
que Raimon abría nuevamente sus dos ojos, la turbulencia se esfumó.
Tomó una revista y comenzó a ojearla como si nada hubiera pasado.

Un pitido breve anunció que el avión recobraba su estabilidad y la señal de


«abrocharse el cinturón» se apagó.

—«Ya pasó, …ya pasó, …tranquilo» —pensaba, mientras mi cuerpo se


estremecía y se escuchaban pequeños sollozos de algunos pasajeros
volviendo a la calma.

—¡Estoy bien!, solo necesito un café —le respondí a la aeromoza que se


paseaba por el pasillo preguntando el estado de cada pasajero, mientras
me arreglaba la corbata y me ordenaba un poco el cabello. Anan que se
sentaba hacia el pasillo, arrugó la bolsa de papel de su asiento y me la
lanzó a la cabeza.

—¡Por qué me arrojas papeles, idiota! —exclamé hiperventilado y me


peiné con la mano. Lentamente recuperaba mi centro.

—¡Lo Siento Samuel!, solo quiero mostrarle que si observa un papel justo
por el canto —tomó la bolsa de papel del asiento de Raimon—, podrá ver
una línea casi imperceptible, como una cuerda en silencio, ¿Verdad?, pero
si la arrugamos —arrugó la bolsa en forma de balón—, ya tiene un
volumen que puede golpearlo.

Me asombraba la simpleza con la que estos hombres me transmitían sus


ideas que, explicadas en lenguaje técnico, confundirían hasta el más
erudito.

—«Señores pasajeros, soy el capitán. La situación ya está superada. Les


pido que vuelvan a la calma».

«Las turbulencias pueden ocurrir en cualquier lugar del cielo, sin embargo,
hemos experimentado una actividad inusual. En los innumerables vuelos
realizados en esta misma ruta, nunca habíamos tenido que sortear un
fenómeno parecido con este nivel de intensidad. Este fue un caso
anómalo, poco común, así es que estabilizado el avión no hay más que
temer. Las probabilidades de que volvamos a toparnos con una situación
similar son muy bajas. Los invito a que se relajen y disfruten el resto del
viaje»

—«Señores pasajeros, soy el primer oficial del avión. Les informo que nos
encontramos sobre el océano Atlántico. Llegaremos a la costa española en
dos horas, donde aterrizaremos para cargar combustible. Ante cualquier
consulta, favor anuncie su posición pulsando el botón de llamado de su
asiento. El personal a cargo le prestará la ayuda que necesite».

Después de escuchar lo último, volví a la calma a pesar de lo ocurrido.


Quizá mi fobia había terminado. Entonces me dormí.
Capítulo 23

22.- Tres teorías, una sola imagen:

Cuando desperté, unos hermosos rayos de luz se colaban entre las nubes.
Raimon leía muy serio una revista.

—¿Responderá la luz a los mismos principios de la materia?

—¿A qué se refiere profesor?

—A su indeterminación.

—¡Por supuesto que sí!, los fotones son también partículas que al tener
energía van por el espacio-tiempo curvo, tal como si tuvieran masa, ¿No?
—mantuvo el silencio—. Sé que esperaba una respuesta más profunda,
pero primero debe asumir la real naturaleza del Universo, y por su
pregunta veo que aún no lo ha hecho —finalizó Raimon sin sacar los ojos
de su revista.

—Y, ¿Cuál es?

—Parece que para un relativista como usted el universo es aún más


misterioso de lo que parece —dijo Anan que escuchaba nuestra
conversación.

Mientras Anan proseguía con su idea, yo pensaba en la ironía del destino.


Estos hombres se me habían adelantado y me estaban enrostrando parte
por parte lo que pretendía exponerle a Lana antes de sufrir el ataque en
mi casa. Una imagen formal que marcaría el cierre de una larga etapa de
teorización para comenzar por fin la transcripción matemática, en la
definición de los números que coronarían mi hallazgo.

—¿Nos podría contar acerca de esa idea Samuel? —cortó el entrevistador.

—La teoría de las supercuerdas Russell, quiso unir las teorías de la


relatividad y la cuántica que explicaban la realidad en base a dos
perspectivas completamente distintas. El origen de todo en relatividad es

explicado por un espacio-tiempo curvo que se hace evidente cuando


tratamos con cuerpos supermasivos, pero no puede explicar el
comportamiento de las partículas subatómicas, donde la gravedad es
totalmente indetectable. La cuántica por su parte describe el origen de
todas las cosas a partir del intercambio de una partícula portadora de una
de las tres fuerzas elementales llamada cuanto, menos la gravedad que en
ese nivel es indetectable. La teoría de supercuerdas tomó lo mejor de
ambas teorías y las unió en una sola idea central, sustentada en la
vibración de una cuerda constituyente que genera una geometría
relativista u espacio-tiempo curvado a distancias menores que la longitud
de Planck, y cada modo de vibrar genera una partícula determinada o
cuanto portador de la fuerza.

Esta teoría tiene su centro que son las cuerdas constituyentes. Explica
incluso que mientras más energía reúno, las fuerzas se unifican en una
sola cuerda en dimensiones más elevadas, pero pierde su centro cuando
busca resolver el origen de la gravedad de los planetas o determinar la
energía de un protón con cálculos extremadamente complejos que ni los
físicos entendemos. Todo se debe Russell a que nadie, hasta ahora, ha
encontrado una imagen formal clara y simple que explique el fenómeno.

Estamos hablando de un experimento pensado como el que utilizaba


Albert Einstein para explicar la relatividad; recordemos el ejemplo del
ascensor que usaba para explicar la equivalencia entre la gravedad y la
aceleración.

¡Vamos ahora a mi idea! Cuando consideré al toroide como la topología


para explicar la teoría unificadora de las cuerdas, estaba visualizando un
experimento pensado que partía con un simple peatón y terminaba con el
tejido del espacio-tiempo convertido en un toroide o supertoro, más
pequeño que el tamaño de planck. Una manifestación de la relatividad
terminaba en una geometría, una supersimetría utilizada en la teoría de
supercuerdas para representar a la quinta dimensión.

Imaginemos que usted puede caminar muy rápido casi hasta alcanzar la
velocidad de la luz. Según la contracción de Lorentz, cuando un cuerpo se
desplaza provoca que el espacio-tiempo delante de él se contraiga para
equilibrar la ecuación de velocidad de la luz, dado que la luz no puede ir
más rápido. Entonces cuando usted comienza a caminar el tejido de
espacio-tiempo adelante suyo se contrae y mientras más se acerca a la
velocidad de luz, el espacio-tiempo, adelante suyo, se vuelve plano y se
contrae en un punto.

Para que lo anterior suceda, el espacio-tiempo alrededor suyo tendrá que


dilatarse, pero como el tejido de cuerdas tiene cierta rigidez y no se puede
dilatar al infinito, todo el universo comenzará a contraerse, mientras se
auto enrolla en la forma invisible de un supertoro.

Cuando usted ya haya alcanzado una velocidad cercana a la de la luz, casi


todo el tejido de espacio-tiempo estará auto envuelto en un pequeño
toroide. Estamos hablando de aplicar una energía y masa casi infinita. En
este punto la gravedad, generada por el aumento de masa, habrá
enrollado al universo casi por completo y las cuatro fuerzas elementales
existentes estarán casi unificadas en una sola cuerda.

Ahora, si usted pudiera alcanzar la velocidad de la luz, el universo estaría


completamente enrollado en un supertoro con un diámetro más pequeño
que la longitud de Planck, entonces el espacio-tiempo, infinitamente
contraído e infinitamente dilatado en su periferia, se anula y desaparece.
La pompa que contiene a nuestro universo como parte de una espuma de
multiversos se habrá roto.

Este experimento pensado, toma como partida las imágenes de la


relatividad especial y general, la constante de velocidad de la luz y el
espacio-tiempo curvo, y concluye con el supertoro de la teoría de
supercuerdas en una dimensión superior unificadora.

El Big bang se presenta como un proceso inversamente equivalente a lo


que le he descrito, desde que la unificación de la energía perdió la simetría
y las cuerdas se rompieron en las tres dimensiones que conocemos, desde
un estado de mayor energía e inestabilidad a un estado de mayor reposo,
estabilidad y menor energía.

En efecto, si el peatón, justo antes de alcanzar la velocidad de la luz,


frena su andar, aparece un nuevo Big bang, y tendremos a la materia
expandiéndose y recuperando su estado de reposo.

...Esto era lo que iba a mostrarle a Lana, pero las cosas fueron distintas.
Mi idea unificadora que por fin le daba sentido a la teoría de cuerdas con
la ayuda de una imagen relativista, tenía que esperar.

 
Capítulo 24

23.- Los dos espejos:

_increíble reducción intelectual que ha logrado profesor. He entendido tres


teorías consideradas las más difíciles ideas que pudiera llegar a concebir el
hombre, en tan solo unos minutos.

—Si me lo permite, continuaré con mi relato para que podamos llegar al


fondo de lo que quiero transmitirles.

—¡Claro que sí! nos contaba acerca de la conversación que tenía con los
dos extraños sujetos en su viaje…

—…Cada patrón de interferencia —prosiguió diciendo Raimon— y todo lo


que podemos percibir como sustancia es parte de una transmisión de
líneas de programación que al igual que en la informática actúan como un
conjunto de instrucciones que se ejecutan con una determinada condición
de salida. Este campo de soluciones es nuestra presencia material y
consciente. El intercambio de memoria entre las soluciones que logramos
medir y sostener entre lo pasado y lo futuro es nuestra realidad material.

—¡Correcto, eso lo comprendo bien! nuestra existencia material es un


punto de fuga que resuena en las cuatro dimensiones que conocemos,
bajo un acotado espectro de memoria en el tiempo.

Podemos imaginar también la «ilusión» que nos rodea como la experiencia


de una persona que se sube a un ascensor y se observa en medio de dos
espejos. Cada espejo contiene el reflejo del viajero al interior del ascensor
y en cada imagen reflejada se encuentra el espejo con el reflejo de los
otros dos espejos reflejados y así hasta el infinito. De esta manera, puedo
entender nuestra naturaleza cuántica no localizada que se concentra en
una sola imagen medida resultante que es nuestro cuerpo físico. La
materia es el reflejo en un «doble espejo», donde la posibilidad de
existencia viaja en el infinito a la velocidad de la luz hasta que se le obliga
a resolver acerca de una posición.

Anan que parecía ser el más didáctico de los dos personajes se acercó y
me dijo—La noción del tiempo y del espacio en el que nos movemos es
otorgada por nuestra capacidad de resonar con una ínfima parte de la
melodía emitida por cuerdas constituyentes que vibran en acordes hasta
ahora indeterminados a los que llamamos «funciones de onda cuántica».

—¿Y nuestro protagonismo en la interpretación de la melodía cósmica es


tal que podemos reescribir las partituras? —interrumpí.

—Raimon y Anan asintieron con la cabeza y guardaron silencio.

—«Si Lana supiera las barbaridades que estoy diciendo» —pensé, cuando
volvía en mí el escepticismo que me caracterizaba desde que ingresé a la
carrera de Astrofísica buscando algo tangible para sostener mi vida— «Lo
ocurrido en el avión debió ser una gran casualidad».
Capítulo 25

24.- El museo arqueológico de Ammán:

—Raimon, hablando de nuestro viaje, ¿Por qué comenzaremos nuestro


análisis del manuscrito de Einstein en Irak?, ¿No se supone que
viajaríamos a Alaska?

—Comenzaremos nuestro estudio en Jordania, en el Museo Arqueológico


de Ammán, donde se exhibe parte de unos manuscritos encontrados en el
mar muerto.

—Interesante —respondí— pero, ¿Qué relación tienen estos manuscritos


con el escrito de Albert Einstein?

—Estos documentos son conocidos como los rollos de Qunram y están


relacionados con el último trabajo de Einstein. Hemos hallado importantes
coincidencias de contenido y simbología que queremos corroborar con los
originales.

—¡Increíble!, exclamé sin cuestionar lo que escuchaba, ya un poco


cansado con el largo y accidentado viaje.

Después de detenerme a observar el paisaje aéreo por unos minutos, me


dormí otra vez para despertar con el anuncio del piloto.

—«Señores pasajeros les habla el capitán. Estamos próximos a aterrizar


en el aeropuerto internacional Queen Alia en la ciudad de Amman, capital
de Jordania. En nombre de toda la tripulación, les doy las gracias por su
preferencia». «Tripulación, preparar la cabina para el aterrizaje».

Después de salir del aeropuerto, fui acompañado por Raimon y Anan al


hotel en donde me alojaría. Ya había caído la noche y a través de la
ventanilla del taxi solo pude distinguir las luces de una gran ciudad que
bajo una suave llovizna comenzaba a bajar su telón.

—Bueno profesor, pasaremos por usted mañana a primera hora a eso de


las 8:00, ¿Está bien? —preguntó Raimon, dejándome en la recepción del
hotel después de registrarme.

Ya instalado en mi habitación y luego de una agradable ducha tibia, me


zambullí cansado bajo unas suaves sábanas de seda negra.  

Al despertar, contemplé por la ventana una ciudad que, en tonos de


arcilla, hacía gala de un extravagante paisaje urbano; producto de la
amalgama confusa entre construcciones nuevas y milenarias. Eran las
6:30 am y debía apresurarme para tomar a tiempo mi desayuno.

Después de disfrutar de un variado bufet, me dirigí a una pequeña sala de


computación que había junto a la recepción con el objetivo de revisar mi
correo electrónico, mientras esperaba la llegada de mis nuevos
acompañantes.

Por suerte, tuve tiempo de responder un mensaje de Lana, donde me


pedía más detalles acerca de mi inesperada partida. Le conté que estaba
acompañando a unos colegas estadounidenses en la realización de un
estudio de astrofísicos ancestrales que comenzaba en Jordania y del cual
por el momento no podía entregarle más detalles.

Aproveché a si mismo de enviarle un correo a George para informarle


acerca de mi decisión de colaborar en esta iniciativa. Estaba seguro de
que aprobaría mi ausencia para ayudar a estos hombres, satisfecho con la
generosa transferencia realizada en favor de nuestra facultad.

Sobre lo sorpresivo que había sido mi viaje; le conté a George que,


aunque les pedí tiempo a mis acompañantes para organizar con calma mi
partida, ellos reusaron mi solicitud indicándome que sus plazos eran
estrechos y se acortaban cada minuto por lo que debíamos volar de
inmediato.

En ese instante, como lo había solicitado, un valet del hotel me informó de


dos personas que esperaban por mí.

Al llegar a la recepción, vi que Raimon ya no era acompañado por su


compañero Anan, sino que se encontraba junto a otro sujeto.

—¡Buenas tardes profesor, le presento a Tamiel! —dijo Raimon,


mostrando un dejo de entusiasmo al verme—, él es nuestro experto en
lenguas muertas que nos ayudará a traducir los manuscritos —volvió a
decir, dándole al extraño un pequeño golpecito de camaradería en la
espalda.

—¡Un gusto! —estreché su mano. Se trataba de otro individuo de rasgos


similares a Raimon, pero de menor estatura.

—Bueno profesor, si no tiene inconvenientes, vamos de inmediato al


museo           —dijo Raimon, dando un golpecito con las palmas y
moviendo la cabeza nos miró a ambos añadiendo —¿Están listos?

 En un día nublado, después de haber llovido toda la noche, los tres
salimos rumbo al museo arqueológico de Jordania a donde llegaríamos
luego de una hora de viaje.

Por la ruta que tomamos se percibía una atmósfera singular, rodeados de


los elementos propios de una urbe actual y de antiguas construcciones de
piedra.

Destacaba el vibrante comercio matutino; puestos de ropa, comida y


bebestibles, y por encima de los edificios modernos se asomaban las
torres de distintas mezquitas

A todo lo anterior, se sumaba el ruido de un tráfico agitado y el ir y venir


de una multitud de mujeres con coloridos pañuelos en sus cabezas, así
como el blanco de las túnicas masculinas. El lamento de una flauta se
adivinaba a la distancia.

Justo antes de llegar a nuestro destino pude ver un majestuoso anfiteatro


esculpido en roca en la pendiente de una colina. Se trataba de un
anfiteatro romano empotrado como fondo de una amplia plaza de piedra.
Todo en perfectas condiciones de conservación.

—¡Que solemnes columnas separaban el fondo del teatro! —exclamé,


sintiendo un deseo casi infantil por bajarme del vehículo y recorrer la
impresionante aparición.

—Calma profesor, ¡Ya tendrá tiempo de conocer la ciudad! —dijo Raimon


presintiendo mi ansiedad—. Créame que nuestro primer destino será
mucho más fascinante.

Avanzamos por la avenida principal, cuyo eje longitudinal era un bandejón


central que se proyectaba hacia el cielo con una interminable fila de
esbeltas palmeras, mientras contemplaba fascinado los vestigios
arquitectónicos de importantes civilizaciones. Los amonitas, los persas, los
griegos y los romanos eran entre otros, los imperios que habían dado a
esta ciudad su característico rostro; cuna de las tres religiones
monoteístas más extendidas del planeta: el cristianismo, el judaísmo y el
Islam.

En el lugar, se había encontrado evidencia de asentamientos humanos de


épocas neolíticas, lo que convertía a Aman en uno de los sitios habitados
más ancestrales del planeta.

En una de las paradas que tuvimos que realizar, obligados por el alto
tráfico de aquella hora, bajé la ventanilla para respirar el aire del exótico
lugar, cuando escuché un emotivo canto ceremonial que a través de unos
altavoces invitaba a los fieles a acudir a orar a una majestuosa mezquita
emplazada en la intersección de dos calles cercanas. El canto se podía
escuchar a varias cuadras del templo, cuyo blanco frontis ostentaba a
ambos lados dos colosales torres que se clavaban en el cielo como dos
columnas de sal. Me sentí sobrecogido.

El museo arqueológico de Ammán, está ubicado en la cima de una colina


donde se encuentran las ruinas fortificadas de la antigua ciudadela de
Ammán. Ahí se exhiben piezas arqueológicas descubiertas en distintos
lugares de Jordania que datan desde la era prehistórica en adelante.

Lo primero que vi, al subir por el acceso vehicular perimetral del complejo,
fueron las murallas de la antigua fortificación que rodean todo el parque
arqueológico. Arriba, distribuido en una extensa meseta, recorrimos un
impresionante museo al aire libre en donde puedes ver parte del
desarrollo de la humanidad.

Al llegar a la cima comenzaron a aparecer poco a poco ante mis ojos,


distintas ruinas que marcaban la presencia de algún antiguo templo de los
que, en el horizonte, aún se erguían sus restos; muros, escaleras, arcos o
parte de lo que fueron enormes columnas.

—¡Comencemos nuestra visita! —les dije ansioso a mis acompañantes,


frente a la entrada principal del pequeño pero significativo museo.

Dicho esto, los tres subimos por una escalinata al centro de una sencilla
fachada de piedra. Atravesamos por el centro de un salón, rodeados por
distintas figuras de piedra que parecían darnos la bienvenida confinadas
en sus urnas de vidrio. Se trataba de las más antiguas estatuas que se
habían esculpido por alguna civilización humana.

Finalmente, al fondo de otra sala aledaña más pequeña, vi que se exhibía,


en su propio receptáculo de cristal, uno de los Rollos del Mar Muerto que
veníamos a estudiar. Tamiel me pidió que me acercara para observar con
más detalle la reliquia.

—Mire profesor, el detalle con que fue grabado cada símbolo de estos
documentos. Observe los trazos y la estructura de cada grupo.

—Usted es el experto en escritura antigua. Yo no comprendo lo que pueda


estar escrito ahí —le dije con tono gracioso.

Dígame Tamiel, ¿En qué se diferencia este escrito a otros documentos que
usted haya estudiado, pertenecientes al mismo periodo histórico?

—Le seré franco profesor. He analizado en profundidad el contenido de


estos manuscritos y no he encontrado nada que hable de ciencia en ellos
—dijo el experto, mirándome fijo por unos segundos—, pero como ya lo
sabe, tenemos evidencias que apuntan a que el profesor Einstein utilizó
este documento para establecer su cifrado.
—Me pregunto cuando podré por fin ver el manuscrito de Einstein. Por el
momento me declaro incompetente frente al tema, sin haber conocido el
documento.

—Su presencia acá es significativa respecto de lo que yo puedo traducirle.


Dejemos de lado por ahora el manuscrito. Ya lo tendrá en sus manos
cuando lleguemos a Alaska

 
Capítulo 26

25.- Los ángeles caídos:

—Observe hacia ese costado —dijo Tamiel—, ahí se encuentra el


«Manuscrito de Enoc» —al voltear, vi que efectivamente se exhibía un
segundo documento.

—Déjeme contarle profesor que este es un fragmento escrito en arameo y


en hebreo por Enoc, el bisabuelo de Noé. También fueron encontrados en
las cuevas de Qumrán y junto con la Biblia hebrea, el libro de Enoc es la
base del Antiguo Testamento.

Estos fragmentos no sólo corroboraron la autenticidad del libro de Enoc,


del cual solo se tenían antiguas reproducciones encontradas años antes,
sino que develaron la historia acerca de los padres de la ciencia y la
tecnología humana.

—¿Ciencia y tecnología?, yo esperaba que en estos manuscritos solo


encontraríamos parábolas bíblicas, pero no ponencias científicas.

—El libro de Enoc profesor, cuenta la historia de 200 ángeles que fueron
expulsados del paraíso tras desobedecer una ley celestial que prohibía
cualquier enseñanza de ciencia o tecnología al ser humano.

Cuenta la historia que los ángeles procrearon con hembras humanas y de


esta unión nacieron unos monstruosos seres que llamaron Nefilim; palabra
procedente del hebreo que significa «los que cayeron».

Estos ángeles fueron llamados…«los vigilantes» y se cuenta que


perecieron junto con sus hijos en el diluvio universal.

—¡Pero no todos! —exclamó Raimon, que acababa de llegar desde un


salón contiguo —. Los monjes esenios heredaron su conocimiento
directamente del pueblo sumerio; grupo que fue el primer asentamiento
humano que surgió después del diluvio gracias a la ayuda de los vigilantes
sobrevivientes. Estos hechos marcaron el fin de la era glacial.

Los «Vigilantes» compartieron sus secretos celestiales con el objetivo de


ayudar a la especie humana a renacer de sus cenizas.

El líder de los vigilantes, llamado Shemihaza, fue el asesor directo de


Hassem. En el arameo compuesto su nombre se traduce como «el que vio
al nombre» que significa «el que conoció a Hassem», nombre por el cual
se mencionaba al «creador». 

—Ok, traduciré el texto del manuscrito —dijo Tamiel, acercándose al


documento exhibido—. En el Capítulo 8 está escrito: «Y Aza-el enseñó a
los hombres a fabricar espadas de hierro y corazas de cobre y les mostró
cómo se extrae y se trabaja el oro; y en lo que respecta a la plata, enseñó
a repujarla para confeccionar brazaletes y otros adornos. A las mujeres les
enseñó sobre el antimonio, el maquillaje de los ojos, las piedras preciosas
y las tinturas».

«Otros vigilantes, revelaron el conocimiento de las ciencias, tal como la


astronomía; la meteorología; la geología; la geodesia y la geografía». Acá
dice que: «Baraq'el enseñó los signos de los rayos; Kokab'el los presagios
de las estrellas; Zeq'el la naturaleza de los relámpagos; Artagof las
señales de la tierra; Shamsi'el los presagios del sol y Sahari'el los de la
luna».

En eso Raimon, sumándose a la conversación dijo —Producto de la intensa


persecución realizada por las fuerzas de Hassem, un grupo importante de
vigilantes fueron encarcelados y condenados a morir. El patriarca Enoc,
que era descendiente en séptima generación del linaje de adán, trató de
interceder a favor de los rebeldes cautivos.

Enoc, quiso resolver la situación de los vigilantes, dialogando con los


ángeles obedientes a Hassem, pero fracasó en su intento.

En estas negociaciones fue llevado, sito textual, «sobre las montañas y los
mares hasta los siete cielos» y fue devuelto a la tierra por un plazo de
treinta días; período que tuvo para transcribir su experiencia. Finalizado el
plazo fue llevado de nuevo a «los siete cielos», lugar del que nunca más
regresó.

Tres generaciones después de Enoc, su nieto Noé sobrevivió al gran


Diluvio que inundó el territorio Kurdo, destruyendo los vestigios de la
antigua civilización humana, junto con cualquier rastro de la nacida raza
de gigantes.

Esto es un resumen de lo que aquí está escrito; conocimiento que el


vaticano nunca ha querido incluir en su doctrina.

—Los Sumerios —indicó Tamiel —, describen en sus conocidas tablillas de


cerámica que su civilización no hubiera podido desarrollarse hasta el nivel
alcanzado, que se compara al obtenido por la humanidad en nuestros
días, si no fuera por esta ayuda celestial.

Mientras Tamiel y Raimon hablaban, yo escuchaba respetuosamente, pero


no hallaba ningún indicio de ciencia en todo lo que escuchaba.

Desde tiempos ancestrales —continuó diciendo Tamiel—, reconociendo el


peligro que representaba para ellos dar indicios de su presencia, los
vigilantes siguieron entregando conocimientos a la humanidad, pero de
forma discreta. Así es como prepararon y pusieron entre nosotros a
distintos agentes de cambio que hoy reconocemos como grandes sabios y
maestros de la historia.

Como puede ver Samuel, hay mucho por conocer antes de encontrar
algún indicio que nos guie hacia las respuestas que buscamos.

Yo arrugaba el entrecejo, rascándome la barbilla para contener mi


desazón —«Había viajado tan lejos solo para escuchar antiguos cuentos
de niños» —pensaba.
Capítulo 27

26.- El misterioso rollo 3Q15:

En ese momento estiré la vista hacia el otro costado de la sala y pude


notar que algo brillaba dentro de su propia urna de cristal.

—¿Qué es eso de allá? —pregunté, cual detective en la escena del crimen.

Eso profesor Wood —cortó Raimon —, es el «Rollo de Cobre». Único en su


tipo entre los manuscritos del mar muerto.

—¡Interesante!

—Este documento no es una obra literaria como los demás, sino que es un
texto que algunos estudiosos identifican como un mapa que indica los
lugares en donde se esconden sesenta y cuatro tesoros que fueron
extraídos del templo de Jerusalén, antes de ser incendiado y destruido por
los romanos en el primer siglo de nuestra era.

Este rollo contiene, de manera cifrada, la descripción de los sitios en


donde aún están escondidos distintos tesoros de oro, plata y piedras
preciosas, en algún lugar del desierto de Judá.

—¿Qué significa el código escrito en el letrero? —pregunté señalando un


pequeño cartel dispuesto arriba de la vitrina en donde estaba escrito:

3Q15

—El rollo de cobre fue hallado en 1952 —intervino Tamiel —, al fondo de


la tercera cueva de Qunrám, de un total de quince encontrados. De ahí su
identificación.

Al parecer, existe otra parte del documento que aún no ha sido


encontrada, y que completaría las claves para descifrar el paradero exacto
de cada tesoro.

Los arqueólogos todavía buscan en el desierto de Israel —dijo Raimon —,


el manuscrito que concluyen correspondería al llamado «Rollo de Plata».

—Traduciré este párrafo —dijo Tamiel.

«Cuarenta y dos talentos se encuentran debajo de las escaleras en la


salina».

«Sesenta y cinco barras de oro se encuentran en la tercera terraza en la


cueva de la antigua casa de las Lavadoras».

«Setenta kilos de plata están encerrados en recipientes de madera que se


encuentran en un estanque dentro de una cámara de entierro en el patio
de Matías». Y así continúan las descripciones.

Como ve profesor, se trata de indicaciones muy vagas con las que se hace
muy difícil identificar algún emplazamiento concreto hoy en día.

Raimon caminó pensativo hacia una de las ventanas del recinto y después
de contemplar por unos instantes la ciudad volteó y dijo con seguridad
—Estimados, ¡Puede que los tesoros que se mencionan en este rollo talvez
ya fueron encontrados!

—¿A qué te refieres Raimon? —preguntó Tamiel con cara de curiosidad.

—Digo que estos tesoros podrían no ser objetos de plata, oro o piedras
preciosas, sino que pueden ser los manuscritos que ya fueron encontrados
en las cuevas, y tal vez otros por encontrar. Digo, me parece que en
aquellos tiempos se estilaba ocultar los conocimientos codificando su
contenido o ubicación por tanto las descripciones que aparecen en estos
manuscritos podrían no ser taxativas.

—Aún no sabemos cuál es la relación de todo esto con el manuscrito de


Einstein —cortó Tamiel—, pero si el profesor utilizó el tipo de codificación
presente en los rollos de Qumrán, podría ser que en el «Rollo de Plata» se
encuentre la solución para descifrar su manuscrito, y la ecuación que
tanto buscamos.

—Para verificar si estoy en lo correcto —continuó diciendo Raimon—,


necesitamos un croquis donde se muestre el interior de cada una de las
quince cuevas de Qumrán indicando los lugares en donde fue encontrado
cada manuscrito, junto con una descripción del lugar; tipo de roca;
presencia de vertientes; construcciones; etc. Con todos esos datos
podremos hacer una comparación con cada hallazgo según las
indicaciones presentes en el «Rollo de cobre». Veremos si existen
coincidencias.

—¡Entendido! yo me ocuparé de eso —finalizó diciendo Tamiel.


Capítulo 28

27.- Las puertas orientales:

A pesar de lo interesante que había sido la visita al museo de Qunrám, mi


presencia en el lugar no había tenido ninguna importancia. Me sentí un
poco desanimado.

Luego de un par de horas, me encontré de nuevo en el hotel con Raimon y


Tamiel en una pequeña sala de reunión que solicité previamente. Tamiel
traía consigo los registros solicitados por Raimon.

—¡Que rápido consiguieron la información!

—Como puede ver samuel, somos un grupo con muchas influencias


—respondió Raimon, desplegando con dificultad, sobre la mesa de la sala,
un plano que traía enrollado, ayudado por Tamiel en una esquina y por mí
sobre la otra.

—«Cuarenta y dos talentos se encuentran debajo de las escaleras en la


salina». En el acceso a una de las cuevas, que se caracteriza por tener
altas concentraciones de sal, se encuentran los restos de una escalinata
de piedra —dijo Raimon— y según los registros, el manuscrito encontrado
aquí está escrito en cuarenta y dos rollos —aportó Tamiel.

—Interesante, veamos otra descripción —les indiqué—. Tamiel, traduce


este párrafo por favor…

Y así, luego de unas tres horas, ya habíamos analizado casi la totalidad de


los hallazgos de Qumrán, encontrando coincidencias con todas las
descripciones del rollo de plata. Solo restaban tres sitios por descifrar.

 —«A quince codos desde la parte frontal de las puertas orientales, se


encuentra un estanque. Los diez talentos se encuentran en el canal del
estanque».

«Seis barras de plata se encuentran en el filo de la roca que está bajo el


muro este del mismo estanque».

«En el pozo de la sal que se encuentra bajo los pasos hay cuarenta y un
talentos de plata».

—No logro asociar nada respecto a estas locaciones —dijo Tamiel,


rascándose la cabeza concentrado.

El documento habla de «las puertas orientales», un estanque con un muro


y un canal; además de un pozo de sal, pero en las cuevas de Qumrán no
hay nada que se le parezca.

—Quizás se trate de otro sitio —cortó Raimon— ¡Sin una orientación clara,
podríamos buscar por años sin tener suerte!

—¿Qué haremos entonces Raimón? —pregunté.

—Tenemos un agregado en la NASA que nos puede facilitar una nueva


tecnología satelital para encontrar napas de agua —dijo Raimon—.
Podríamos usarla para detectar formaciones subterráneas aun ocultas en
el lugar.

En un par de minutos, Raimon hablaba a través de su móvil con su


compañero de la NASA—. Está bien, muy agradecido Kokabel por tu
gestión; estamos hablando, saludos.

¡Ya está!, En cuanto el satélite alcance este cuadrante del globo y


triangule su señal, junto a otros dos satélites cercanos, podremos realizar
un rastreo profundo del sector. Kokabel me indicó que una ventana de uso
de unas dos horas se va a abrir mañana desde las 3:00 am
aproximadamente.

Por el momento profesor debe quedarse en el hotel y en cuanto tengamos


resultados pasaremos por usted.

 
Capítulo 29

28.- Las crónicas de los ángeles:

De pronto se escuchó el sonido de una cascada. La figura de un hombre


esbelto se adivinaba atrás de la cortina acuosa que impedía su paso entre
dos paredes de cristal.

La espigada figura comenzó a traspasar el fluido manantial y avanzó


haciendo crujir el suelo como si quebrara, en cada paso, una capa fina de
hielo.

Sentado en un trono de cristales resplandecientes, se encontraba su


maestro. Unos almendrados ojos permanecían cerrados. Era lo único que
Gabriel podía distinguir de su amo bajo un dorado velo.

—Mi señor, imploro su atención —dijo con voz profunda el recién llegado.

El súbdito se inclinó solemne, apoyando la rodilla en la superficie cristalina


y bajó su mirada esperando aprobación. Su traje brillaba más que el oro y
era recorrido por destellos cromáticos de una sublime belleza.

Con una voz que parecía envolver todo el lugar, su maestro le habló:

—Mi amado Gabriel. Quieres interceder por Shemiaza una vez más. Sabes
que Enoc no tuvo mi aprobación y ¿Tú te atreves a solicitar su perdón?

—Con su permiso mi señor; es mi hermano quien se encuentra lejos y lo


quiero de regreso. Su castigo ya fue suficiente.

—¿Acaso pretendes decidir por mí?, ...tú solo ves las cosas que te rodean,
mas yo las que vienen desde el interior. 

Shemiaza ya estuvo ante mí, es mi hijo y su lugar es a mi diestra. Ahí se


quedará —. Gabriel sonrió por la inesperada noticia. Su rostro dejaba
mostrar, bajo la sombra de un dorado y largo cabello, rasgos de una
singular belleza andrógina.

—Le he encomendado mantener a sus maestros entre los hombres, pero


las bestias de carga obtendrán mayor poder que el por mí otorgado.

Por siempre será su confusión, para siempre alimentado por la peste de su


ego materialista. No he de fecundar en ellos la verdad. Nuestra existencia
depende de aquello.

—Que así sea mi señor…—dijo Gabriel, levantándose para retirarse del


lugar, del mismo modo en cómo llegó.

 
Capítulo 30

29.- Múnich, 1919:

Unos meses antes de terminar la primera guerra mundial, Hitler se


recuperaba en un hospital militar tras sufrir, junto a su escuadrón, un
mortal ataque británico con gas venenoso. Fue cuando recibió la noticia de
la derrota de Alemania. Esto lo impactó a tal punto que quedó
temporalmente ciego.

Tras recuperar su salud y después de prestar por unos meses destacados


servicios en el campo de prisioneros de guerra de Traúnstein, cerca de la
frontera austriaca, se le encomendó la misión que lo llevó directo al
ámbito político. Debía investigar a los componentes de su unidad que
habían colaborado con el gobierno soviético. La frialdad con la que actuó
al denunciar a sus propios compañeros, fue muy apreciada por sus
superiores quienes lo destinaron a tiempo completo en el Departamento
político de asuntos de prensa del Ejército.

Adolf Hitler se convirtió entonces en un espía militar y a principios de junio


de 1919, ya se había registrado como «Verbindungsmann», nombre que
se le daba a los espías de la policía del Comando de Inteligencia del
Ejército Alemán.

Una noche cuando se encontraba hospedado en una modesta casa de


alquiler, durante una de sus misiones de espionaje en Múnich, Adolf Hitler
se sintió transportado a su niñez cuando jugaba a policías y ladrones junto
a sus amigos en la pequeña aldea cerca de Linz en la provincia de la Alta
Austria, no muy lejos de la frontera alemana. Se encontraba recostado
sobre su cama, contemplando un óleo que colgaba sobre una pared de
enfrente que mostraba un bello paisaje, típico de aquellas zonas rurales.

Hitler torció su entonces estiloso bigote —«Que estúpidos habían sido


aquellos que rechazaron su postulación a la Academia de Bellas Artes en
Viena» —pensó, evaluando que bien podría haber pintado un cuadro con
mayor perfección y belleza que la obra que se encontraba observando. Por
un instante deseó tener el tiempo para volver a su antigua afición de
pintor con la cual se ganó la vida durante la precaria situación económica
que vivió después de la muerte de su madre. Su recuerdo le apenó, pero
no

podía dar rienda suelta a sus emociones —«Eso era cosa de mujeres»—.
Recordó lo que su padre le había enseñado a punta de golpes.
Rápidamente, los párpados que reconfortaban su pena, acariciando el
brillante lagrimeo de sus ojos, recalaron profundo en sus cuencas y sus
grandes ojos se enrojecieron por la ira. Eran duros recuerdos de Viena—
¡Maldita ciudad! Su falsa vitalidad multicultural me asquea, …solo se trata
de judíos. Ellos, junto a esa basura de políticos socialistas y marxistas
apuñalaron por la espalda a los alemanes… —declaró Hitler en la soledad
de su cuarto, mientras alzaba su mano derecha empuñada con el ceño
arrugado.

De pronto con el rostro impactado cuan súbita agonía, dejó caer la mano
sobre su pecho, justo cuando un fuerte y sostenido dolor le hiciera torcer
la espalda.

El hombre dio un largo y áspero gruñido y comenzó a jadear para


recuperar el aliento. Temió que se tratara de un ataque cardiaco, sin
embargo, el dolor fue menguando rápido y con un poco de esfuerzo logró
respirar profundo, mientras la punzada quedaba atrás.

Se arregló la chasquilla que se había tumbado sobre su rostro y luego de


tomar aire profundo un par de veces, notó unos inusuales destellos de luz
en el cuadro que pendía en la pared. El paisaje se veía tan real que casi
podía ver el movimiento del césped, al ritmo de una suave briza de
primavera.

Preso de la curiosidad, estiró una de sus manos y agarrado del


cubrecamas llevó su tronco hacia adelante para girar, sentándose en el
borde de la cama con sus dos pies anclados en el piso.

Lentamente se puso de pie y caminó hacia el óleo. Pequeñas gotas de


sudor aparecieron en su frente; se sentía afiebrado.

Cuando la punta de su larga nariz, ya casi tocaba los trazos de pintura,


emergió desde el centro del bastidor un rostro espectral. Hitler dejó caer
el mentón y sus ojos que parecían salirse de sus órbitas se blanquearon
girándose hacia arriba. Su cuerpo cayó rígido, como una estatua de
mármol, de espalda al piso, desvanecido por el impacto de la aterradora
aparición.

  Recién despertando del desmayo una voz le llamó por su nombre. Miró
hacia ambos lados y descubrió que se encontraba tendido en el piso, en el
espacio que quedaba entre la pared y el costado de la cama.

Todavía confundido, pudo redibujar en su mente la espeluznante


aparición, lo que le hizo levantarse de un salto para caer sentado sobre la
cama, apoyando la espalda en la almohada.

Al mirar hacia sus pies, otra oleada de terror cubrió su cuerpo. Una
estilizada figura humana permanecía quieta, frente a su cama.

Sin esperar, el futuro dictador, salió corriendo despavorido de la


habitación, mientras maldecía al demonio con palabras irreconocibles.
Bajó a toda prisa por la larga escalinata en dirección hacia el primer nivel
de la residencia.

Cuando casi llegaba al primer peldaño, frente a la puerta principal,


escuchó de nuevo su nombre. Hitler se detuvo en seco, aferrándose casi
tumbado sobre el pasamano para no caer. Esta vez, escuchaba la voz
justo tras su espalda. Alguien lo perseguía y podía tratarse de uno de sus
innumerables enemigos. Sabía que su cabeza tenía un alto precio.

Sintió la respiración del extraño en el cabello de la nuca. Tragó saliva y


levantó tembloroso los brazos como gesto de rendición y giró para ver de
quien se trataba, pero a la mitad de la torsión que hacía con su cuerpo
para voltearse, se le vino encima otra vez, sobre su oreja izquierda, el
aterrador rostro fantasmal.

Hitler dio un grito seco, tapándose los oídos, justo en el instante en que
su cuerpo perdía el equilibrio y se iba con fuerza al piso, en dirección del
primer peldaño para impactar el rostro contra el lustroso parqué.

Una intensa presión se propagó por su cara desde su nariz. El dolor en su


boca le provocó nauseas. Producto de la caída, se había herido
profundamente el labio superior. Se llevó la mano directo al punto de
dolor y su sangre brotaba, escurriéndose por el mentón hasta su cuello.

—¡Tranquilo, no tienes nada que temer, …no vengo a hacerte daño! —dijo
el extraño.

Mientras trataba de contener su sangre, el hombre estudió con más


detalle la figura del sujeto que lo perseguía. Se trataba de un ser de poca
estatura, cuya delgadez hacía destacar el volumen de su calva cabeza.

En la penumbra de la noche, no podía distinguir bien el rostro del


sorpresivo visitante, sin embargo, pudo ver sus manos huesudas y
pálidas.

—Muéstrame tu cara, le ordenó —entonces el extraño se acercó lento.


Parecía levitar y un inexpresivo semblante apareció estudiándolo. Hitler
pudo distinguir unos pequeños ojos rasgados bajo una gran frente. El
sujeto parecía de raza asiática y vestía un traje obscuro similar a plumas
negras brillantes.

 —¡Tranquilidad mi Führer! —dijo la criatura, cuya boca parecía no


moverse al hablar. Hitler arrugó el ceño con extrañeza; nunca antes había
sido nombrado con este apelativo. Era un título otorgado solo a líderes
políticos—. Mi nombre es Lam y vengo a darte un mensaje.

Los humanos son nuestra creación. Algunos más puros, están destinados
a gobernar a la humanidad por nosotros y tú eres uno de nuestros
elegidos.

Hitler escuchaba boquiabierto. Su nerviosismo le paralizó completamente.


Temblaba y un hilo brillante de saliva y sangre brotaba desde la comisura
derecha de su boca. Sus ojos ya no podían abrirse más y un tic nervioso
apareció en uno de sus párpados inferiores.

—Para tener éxito en tu misión, necesitas un conocimiento que ha sido


esquivo incluso para nosotros y que ahora está en manos de un ancestral
grupo de hombres; los Arios. Estos han permanecido ocultos en algún
lugar del Thibet, mas un hombre de tu país ha logrado dar con este hilo
de sabiduría con el que podrás crear el arma definitiva para concretar tu
conquista, no solo de Europa sino también del mundo.

Debes buscar al que conocen como «Herr Doktor», …Albert Einstein, pero
tu primera misión será investigar un pequeño partido llamado «Partido
Obrero Alemán». Este grupo es de origen nacionalista, pero tus superiores
lo desconocen y sospechan que puede tratarse de un partido socialista o
comunista. ¡Los sorprenderás con tu trabajo!

Esta aparición intensificó en Adolfo Hitler una psicosis mesiánica sin


retorno. «Respetar al superior, no contradecir a nadie, obedecer a
ciegas», era su lema preferido por lo que se puso en completa obediencia
a lo que esta entidad le ordenase.

A pesar de que por momentos él mismo dudara de su salud mental, la


ayuda que le brindó este ser, imaginario o no, en distintas visitas, fue
fundamental para su rápida carrera, lo que le permitió años más tarde
alcanzar el título de líder máximo, político y espiritual, de toda una nación.
Capítulo 31

30.- El escape:

Una vez que Raimon y su acompañante se retiraron, decidí tomarme un


trago en el bar del hotel.

Sentado en un cómodo sofá, observé por la vitrina que daba hacia la calle,
un grupo de alrededor de diez vehículos negros que acababan de aparcar
en fila, frente a la entrada principal. A simple vista, pensé que se trataba
del arribo de alguna visita ilustre. En eso, sonó mi teléfono. Era Raimon.

—«¡Profesor dónde se encuentra!» —me dijo un poco exaltado.

—En el hotel, como usted me lo pidió; disfrutando de la comodidad que


me han brindado —le contesté, reclinándome relajado.

—«¡En qué lugar del hotel en específico se encuentra!»

—Estoy en el bar, en el primer nivel, ¿Qué ocurre?

—«¡Necesito que salga de ahí ahora mismo y busque un escondite seguro


hasta que lleguemos por usted!»

—¿Qué está pasando?

—«No podemos garantizar su seguridad si no hace todo lo que le


indique».

«Salga por el pasillo y no corte» —seguí sus instrucciones.

—«Al final del corredor encontrará unas escalinatas que conducen hasta
los estacionamientos subterráneos y a la salida posterior del edificio. No
baje aún. Entre por la puerta que está a su derecha y escóndase en uno
de los baños. Espere ahí».

—¡Aguarde un momento! —le dije mientras corría por el pasillo, pero


Raimon ya había cortado la llamada. Entré por la puerta que daba a

una pequeña sala con estantes guarda ropa y luego a una gran sala de
baños individuales y duchas.

De inmediato me escondí en uno de los cubículos. Seguidamente, sentí


que alguien entraba sigiloso y comenzaba a recorrer lento el lugar,
abriendo la puerta de cada módulo.

—¡Señor Wood!, no tema. No le haremos daño.

Por su seguridad, debe venir con nosotros —dijo el hombre con un leve
acento asiático. Yo me subí sobre el retrete para poder ver de quien se
trataba.

Al mirar por sobre el panel del módulo, pude ver a un sujeto vestido con
pantalón y chaqueta de lino, todo de negro y que parecía ser albino por la
blancura de su cabello y piel.

Sus grandes pero almendrados ojos lucían bajo una discreta frente un
hermoso color violeta. Su rostro era simétricamente redondo; de mentón
recto con labios finos y pómulos prominentes. Una fisonomía con
marcados rasgos asiáticos.

En el cortísimo instante en el que pude estudiarlo, el extraño se percató


de mi presencia y giró su cara para clavarme la mirada. Me agaché
presuroso al lado del retrete a esperar con los ojos cerrados el abordaje
del extraño, y al cabo de unos segundos, no escuché nada más que un
estruendoso bramido como el de un robusto trombón.

La puerta se abrió de golpe. Era Raimon, vestido con un extraño traje


negro que emitía suaves destellos de colores tornasol.

Sin decir palabra alguna, salió del lugar y yo lo seguí corriendo por el
pasillo hasta las escalinatas. Entonces pude ver que el traje de Raimon
incluía en su espalda una capa cuyo aspecto era similar al plumaje de los
cuervos. Un especial tipo de escamas oscuras, alargadas y con un
llamativo brillo igual al del conjunto.

Mientras atravesábamos el estacionamiento, pude ver por sobre el techo


de los vehículos aparcados a dos hombres vestidos también de negro que
vigilaban en el otro extremo del recinto a unos cincuenta metros de
nosotros, los que al vernos, comenzaron a perseguirnos pasando rápido
entre los coches estacionados.

Miré hacia adelante y adiviné por la luz que entraba una salida disponible
hacia el exterior, pero las siluetas de otros tres sujetos más aparecieron
para bloquear el paso.

Raimon se detuvo repentinamente, y con una fuerza descomunal me tomó


de un brazo y me cubrió con la capa que se abrió desde su espalda.

Un bramido como de cien instrumentos de bronce resoplando, fue lo


último que escuché, antes de perder el conocimiento.
Capítulo 32

31.- El salto:

Aun mantengo el que recuerdo de la masa borrosa que me rodeaba que


parecía ser una fotografía obtenida después de abrir por unos minutos el
obturador de la cámara. No sentía mi cuerpo, no escuchaba ni olía nada
en lo absoluto.

Un prolongado clamor como de muchas trompetas me colocó con asombro


en compañía de mi madre. Su apariencia no era la de una anciana,
aspecto que tenía justo antes de morir, sino la de una joven mujer. Yo la
contemplaba acostado sobre una cama; una cuna para ser precisos. Yo
era un bebé. Todo me parecía en extremo confuso.

Un nuevo bramido metálico me llevó de vuelta al entorno distorsionado en


el que me encontraba en un principio, cuando otro chirrido me situó
rodeado de personas vestidas a la usanza del siglo dieciocho. A mi lado
una mujer me hablaba sin yo poder escucharla. Era muy parecida a Lana.

No pude recordar nada más. Desperté con un gran dolor de oídos. No


podía abrir los ojos. Tenía los párpados muy hinchados.

—«¿Estaré cautivo?, ¿Cuál será mi suerte ahora?» —me preguntaba,


antes de caer en un profundo sueño.

—Samuel, ¿Se encuentra bien? —preguntó una voz que reconocí al


instante. Era Raimon—. ¡Despierte profesor!, …tenemos mucho de qué
hablar —sentí su mano en mi hombro.

Me senté en la camilla en la que me encontraba recostado. Ya me sentía


mejor.

—¿Dónde estoy?

—Está en uno de nuestros centros —contestó Raimon, quien aún vestía el


extraño traje.

—¿Qué fue lo que ocurrió?, ¿Cómo llegamos hasta acá?

—Humm —Raimon murmuró tocando su barbilla, como tratando de decidir


por dónde empezar.
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

—Alrededor de seis meses.

Me quedé sin habla y comencé a sonreír pensando que se trataba de una


broma.

—No es una broma profesor —me dijo serio.

—¿Acaso estuve en coma? —pregunté, aún con la estúpida sonrisa que


parecía haberse grabado en mi rostro.

Ante la seriedad de Raimon y después de frotar mis ojos con los puños,
ladeando la cabeza para ambos lados como para salir rápido del
aturdimiento, murmuré más serio.

—¡Vaya!, al parecer esto fue más grave de lo que pensaba.

—No se preocupe profesor. Está a salvo con nosotros y se encuentra en


perfecto estado de salud. No lo va a creer, pero la verdad…es que fuimos
transportados al futuro, seis meses.

—¿Cómo dice? —pregunté, dando una risotada nerviosa—, ¿Cómo es eso


que fuimos transportados al futuro?

—Bueno, en rigor, nuestro tiempo se desaceleró en comparación con el de


los demás, ¿Comprende lo que le digo verdad?

—No le comprendo. Dígame por favor, ¿Cómo escapamos de esos tipos


que nos perseguían?

A pesar de que yo consideraba la posibilidad del viaje al futuro algo real


desde la perspectiva del relativismo, era improbable de que alguien
pudiera alcanzar la velocidad suficiente para curvar el espacio-tiempo.

—Lo que sucedió profesor, obedece al control que nuestro grupo tiene
sobre una tecnología aún desconocida para el resto de los hombres, y es
la posibilidad de transportarnos en el tiempo. Es así como justo en el
momento en el que íbamos a ser alcanzados, pudimos dar un salto hacia
el futuro de seis meses.

Para el resto solo desaparecimos y al regresar, lo llevé fuera del hotel y


coordiné su traslado hasta acá para su recuperación.

—Pero, ¿Cómo fue posible algo así?, ¿De donde obtuvo la energía
necesaria para eso?, ¿Cómo resistieron nuestros átomos?...
—Entiendo bien su confusión. Se lo explicaremos más adelante. Todo en
su momento.

 
Capítulo 33

32.- El profesor Hand:

Mientras conversaba con Raimon, un sujeto entró a la sala y me ofreció


con voz suave una infusión de hierbas.

—Mucho gusto profesor, mi nombre es Barak. No se angustie,


responderemos a todas sus preguntas. Ahora beba este té que le hará
sentir mejor y más sereno. Luego nos acompañará al salón de
conferencias donde le esperan los demás miembros del equipo. Están
dichosos por conocerle.

En efecto, después de beber el té, la calma volvió a mí y sin decir ninguna


palabra más, Raimon me preguntó— ¿Está listo para acompañarnos? —yo
asentí tímidamente con la cabeza.

Los tres, nos dirigimos por un luminoso y largo pasillo hasta una puerta
que parecía ser una bóveda hermética. Raimon, dio un soplido sobre una
lámina gris que se encontraba en un costado y la puerta se abrió.

Seguimos caminando por un tramo más corto y estrecho hasta que


Raimon abrió una segunda y última puerta de la misma forma que la
anterior para entrar a un gran salón oval. Adentro, me encontré con un
grupo de personas formadas a ambos lados del recinto, todos vestidos con
el misterioso traje negro tornasol, los que al unísono comenzaron a
aplaudirme. Se veían felices y orgullosos, como si estuvieran recibiendo a
un gran héroe.

En el grupo, compuesto por ambos sexos, se encontraban Tamiel y a


Anan, los que me hicieron un guiño con la cabeza a modo de saludo.

Todos comenzaron a entonar una especie de alabanza que logré


comprender en parte: —«Sliha; hineni ruach hakodesh;…hine mah tov
umah na'im;…berit haddashah. Así mismo, he aquí a tus vigilantes
condenados por el hijo del hombre. Los que han bajado de los siete cielos
y asumido diversas apariencias. Acá se encuentran ante ti, los que fueron
acusados de descarriar y corromper al hijo del hombre para sacrificar a
demonios y dioses. Perseguidos el día del gran juicio, nunca más seremos
juzgados, pues se nos ha otorgado una nueva alianza».

Acabado el ritual, Raimon y Anan me invitaron a pasar a una sala lateral


más pequeña, donde nos sentamos alrededor de una hermosa mesa con
cubierta de cristal y base de madera pulida. Después de unos minutos,
otro individuo entró anunciando:

—¡Nuestro gran maestro, el doctor Maxwell Hand nos honrará con su


presencia!  …Nos ponemos de pie.

Acto seguido, entró a la sala un tipo delgado de facciones marcadas; de


1.80 metros de estatura aproximadamente. Sus ojos de tono azulado
concentraban la atención entre su prominente nariz y sus marcadas
cuencas oculares, sin embargo, su mirada era suavizada bajo dos
angulosos y profundos párpados que empapaban al extraño de un enorme
misticismo que me provocaba una inquietante sensación de respeto.

El hombre debió haber tenido unos sesenta años de edad, pero tenía una
estampa juvenil. Su piel se veía tersa y fresca, y su cabello ondulado
brillaba en un tono castaño claro, escasamente encanecido, anudado a la
altura de la nuca con un lazo.

A varios metros, pude percibir un agradable perfume frutal que emanaba


de su cuerpo, el que poco a poco fue envolviendo suavemente el lugar.

—Bienvenido a nuestra casa Samuel, lo estábamos esperando desde hace


mucho   —dijo el hombre con una voz suave, pero de tono profundo y
certero—. Soy el profesor Hand, gran maestro de esta comunidad.

Quiero responder todas sus inquietudes por lo que puede comenzar


cuando quiera con sus preguntas. No hay más tiempo que perder.

—¡Gracias por la oportunidad profesor Hand!

Raimon me reveló algo que me resulta difícil de creer. Dijo que hemos
viajado seis meses en el tiempo, ¿Cómo puede ser?, Puedo aceptar en
teoría la posibilidad de un viaje al futuro si nos desplazáramos a grandes
velocidades, pero, ¿Es eso posible?

—Samuel —contestó Maxwell—, nuestra dimensión del tiempo es


proporcional a la velocidad en la que nos movemos, pero también tiene
relación con la «densidad de espacio-tiempo» que podemos procesar o
dicho de otro modo, la frecuencia con que podemos sintonizar la realidad
material respecto de las fluctuaciones de vibraciones presentes en el
campo unificado.

Nosotros contamos con intensificadores electromagnéticos que intervienen


en lo profundo de nuestra estructura cuántica para que nuestra existencia
material cambie de sintonía.

—Entonces, ¿La relatividad del tiempo, depende de la función de onda que


captamos y procesamos y no de la constante de velocidad de la luz?
—intervine.

—¡Correcto profesor! La constante universal es el observador y no la luz.


Todo comienza y termina en el observador. La «densidad de espacio-
tiempo» que experimenta un individuo, guarda directa relación con el
estado de distorsión del espacio-tiempo en el que se sitúe, pero cada
observador interpreta estas densidades bajo el prisma de una constante
de realidad material que depende de la conservación de la energía y el
estado de inercia de cada observador materializado de su entorno.

Cada uno de nosotros, cada observador a los que llamamos «unidades de


memoria presente», es un sistema reflejo que codifica, procesa y
comprende las condensaciones de «cuerdas rotas» en el campo unificado,
en la forma de cuerpos físicos, bajo una constante de sintonización que
depende de la velocidad de la luz y la distancia mínima y máxima que
puede llegar a medir, restringiendo las partículas en el espacio y el
tiempo.

Sabemos que la distancia máxima que podemos llegar a medir en el


universo —explicó Samuel al público del set— es de diez mil millones de
años luz. Esta distancia es lo que demora el espacio-tiempo en duplicar su
magnitud, debido a su estado de expansión y solo podemos ver la luz que
ha viajado esa distancia a nuestros ojos y nunca más allá. La mínima
distancia medible es la conocida como longitud de Planck y es
la longitud que recorre la luz o escala de longitud por debajo de la cual se
espera que el espacio-tiempo deje de tener una geometría clásica.

Nuestra realidad física de espacio, tiempo y materia se sitúa entre estas


dos magnitudes. El universo cuántico es plano y en esta dimensión no
existe el espacio, ni el tiempo, ni la materia y los fotones no se desplazan,
luego la luz no necesita de un medio para propagarse. Somos nosotros los
que expandimos un infinito presente entre estas longitudes máxima y
mínima, según interpretemos las condensaciones de energía del campo
unificado, otorgándoles masa y un estado de inercia determinado.

Dependemos para entender y movernos en el espacio-tiempo de la


amplitud con que interpretemos la planitud del vacío cuántico como una
apertura holográfica asimétrica de una dimensión superior sin tamaño ni
tiempo.

Las fluctuaciones o condensaciones de energía del campo unificado


—continuó diciendo Maxwell—, son como paquetes de información que nos
comunican el estado de rompimiento de simetría del vacío cuántico,
siendo interpretado por nosotros como el estado de movimiento o inercia
de los modelos físicos que aislamos como parte de nuestro entorno y que
se procesan como eslabones en una cadena de tiempo y espacio en
nuestra propia flecha psicológica del tiempo.

En síntesis, si cambiamos la frecuencia de nuestra nube de función


cuántica accederemos a una apertura distinta de la quinta dimensión y
podremos dar saltos en el espacio-tiempo.

—¿Y cómo funciona específicamente esta tecnología?, ¿Nuestra actividad


neuronal trabaja a nivel cuántico?

—Se trata de nuestro traje profesor. Está compuesto por un nuevo


elemento que altera los campos electromagnéticos y las funciones de onda
de las partículas más cercanas, operando bajo los principios del «Túnel
Cuántico». Por ahora no puedo darle más detalles acerca de su
composición.

 
Capítulo 34

33.- Sesenta y cuatro acordes:

Así como las interacciones entre las fuerzas que conocemos —continuó
diciendo Maxwell—, se dan a través del intercambio de determinados
cuantos, en nuestra línea del tiempo se intercambian «cuantos de
memoria». Estos cuadros contienen cada estado idealizado de nuestro
entorno que evoluciona para que podamos comprender nuestras tres
dimensiones y el paso del tiempo.

Las nubes probabilísticas de las partículas que nacieron al iniciarse la


pérdida de la simetría y expansión de la quinta dimensión en el Big Bang,
se restringen entre sí, manteniendo en resonancia las vibraciones más
consistentes, de mayor energía, como tonos musicales para conformar los
acordes o paquetes de información que recibimos y percibimos como
estructuras materiales. A estos tonos o pulsos constituyentes los
llamamos «Tonos de Cuerdones».

En la emisión de estos «Tonos» surgen sesenta y cuatro modos, acordes o


arquetipos que componen…la melodía del cosmos.

—¿Sesenta y cuatro combinaciones?, ¿Qué combinaciones?

—Existen sesenta y cuatro combinaciones posibles o frecuencias


electromagnéticas que se establecen luego de la interacción entre las
órbitas de probabilidades de las partículas y de estas combinaciones nacen
las restantes estructuras más complejas.

—Sesenta y cuatro combinaciones.

—Si profesor.

—Es una gran coincidencia, si recordamos los sesenta y cuatro tesoros


que buscamos, ¿No lo cree?

—Bueno…

—Y si vamos un poco más allá con el juego numérico, podemos decir que
si bien, las dimensiones presentadas por la teoría de supercuerdas suman
una cantidad que se mueve entre un máximo y un mínimo de 10 y 26
dimensiones, podemos obtener un segmento de 16 dimensiones básicas
disponibles para componer todo nuestro universo, pero, si tomamos en
cuenta que nosotros vivimos inmersos en cuatro dimensiones, tres del
espacio y una del tiempo y ordenamos las 16 dimensiones básicas en una
trama de cuatro casillas, tenemos finalmente un número total de 64
modos por cada dimensión como ingredientes básicos para preparar la
receta de nuestro universo.

—¡Interesante!, ¿No Samuel?

—¡Claro que sí!

Entonces Maxwell con lo que usted me expone, ¿Está descartando la


velocidad de la luz como la constante que gobierna la relatividad del
tiempo?

—Por supuesto que no. También es correcto afirmar que la densidad del
espacio-tiempo que experimentamos cambia según aumentemos nuestra
velocidad al movernos por nuestro cosmos cuatridimensional, ya que,
para avanzar, los cuerpos requieren de la aplicación de energía y como la
energía es igual a la masa, a mayor masa, mayor es la dilatación que
experimenta el espacio-tiempo a nuestro alrededor y mayor será la
contracción del espacio en el mismo sentido de nuestro desplazamiento.

No hemos descartado la constante, sino que hemos incluido una nueva, la


constante del espacio-tiempo del observador, Se trata de algo similar a lo
ocurrido ente la teoría gravitacional de Newton y la de Einstein. Ambas
funcionan en su contexto. La idea de Newton deja de ser acertada cuando
se alcanzan velocidades cercanas a la de la luz o nos encontramos junto a
una cantidad considerable de masa o energía.

El protagonismo de la constante de la velocidad de la luz tiene sus efectos


solo en nuestras cuatro dimensiones y deja de ser acertada cuando se
alcanza la velocidad de la luz  o bajamos la escala de medición por abajo
de la longitud de Planck.

—Si finalmente todo depende del observador, ¿Cuál es entonces la


constante que relaciona la percepción, la materia y el tiempo para el
común de los individuos? —cortó Samuel.

—Las «unidades de memoria presente» —contestó Maxwell— operan en


un rango de frecuencia común. Recogen y codifican «cuantos de
memoria» independientemente de la distorsión del espacio-tiempo que se
experimente. Por tanto, el transcurso del tiempo para el viajero se
desarrollará sin ninguna anomalía dentro de su propio contexto de acción.
Es decir que no verá las cosas diferentes en su inmediatez. Solo habrá
experimentado «menos tiempo» que otros individuos en reposo.

Si un individuo pudiera observar su entorno lejano, mientras se desplaza a


velocidades cercanas a la de la luz, vería pasar «más rápido» el tiempo
hacia la lejanía que cerca de él. La distancia hacia adelante se va a ir
contrayendo y en su aceleración las cosas se tornarán azules, al acortarse
también la longitud de onda de la luz que llegue a sus ojos, y se volverán
rojas hacia su espalda, mientras el espacio-tiempo se dilate en la
periferia, según lo explica la «contracción de Lorentz». Entonces el
individuo verá todo en azul hacia adelante y en rojo hacia la periferia.

Lo que fuera un segundo para el individuo serían, en el mismo instante,


cincuenta o cien años para los demás, fuera de su «burbuja» de espacio-
tiempo relativo.

En nuestra dimensión —cortó Samuel su relato para profundizar la idea—,


la relatividad del tiempo se debe a la constante de la velocidad de la luz
como bien lo explicaba Albert Einstein.

El espacio-tiempo es una sola unidad inseparable y así como la masa es


equivalente a la energía, también lo es respecto del espacio-tiempo. Sin la
existencia del espacio-tiempo no puede haber masa, ni podemos concebir
el espacio-tiempo si no tenemos noción de la misma.

Podemos medir distancias en tiempo y el tiempo en distancias. Así es


como las distancias del Universo se miden en espacio-tiempo. También
podemos medir distancias con cuerpos con masa y el tiempo puede ser
medido según el cambio de la masa en el tiempo.

Anan hizo una reverencia; gesto con el que pidió la palabra a su líder.

—Los «Tonos de Cuerdones» profesor, han previsto todas las posibilidades


de existencia de la materia, así como cada tono hace lo suyo en una
partitura. Cada «Unidad de Memoria Presente» consciente de su «flecha
del tiempo» recibe estas repeticiones, decodificándolas; rindiéndose ante
la conservación de la energía para darle cuerpo a la materia en un lugar y
tiempo determinado de la historia.
Capítulo 35

34.- La luz estática:

Después de unos segundos de reflexivo silencio exclamé —¡La velocidad


de la luz!, ...Que gran proeza, ¿No?, tan improbable de alcanzar como las
respuestas que buscamos.

—Déjeme decirle profesor que, si pudiéramos movernos hasta casi


alcanzar la velocidad de la luz, nuestra «función de onda», a partir de la
cual estamos sintonizados como materia, se expandiría a tal punto que
nos convertiríamos en cuerdas en silencio para ocupar el universo por
completo. Romperíamos la barrera que separa al cosmos del Súper
Universo para quedar en una condición unificada, donde no existe el
tiempo ni las distancias. Pasaríamos en ese instante a formar parte de la
quinta dimensión; atravesando una especie de «Mach-Point» hacia el
«reino de los cielos», pero si la alcanzáramos, podríamos destruir el tejido
de nuestro propio universo.

Claro que hay un detalle que ya hemos mencionado y es que, en estricto


rigor, nadie puede acercarse a la velocidad de la luz, ni menos superarla,
ya que en verdad…la luz no se desplaza…— Russell puso su característica
cara de asombro.

—Sabemos Russell que el sonido es una onda que viaja por un medio,
¿Verdad?

 —¡Así es! —respondió el entrevistador.

—Este medio es el aire. Entonces si ya fue descartada la existencia del


éter, ¿Qué medio utiliza la luz para desplazarse? —el entrevistador se
encogió de hombros.

—La pregunta es, ¿Necesitan los fotones un medio por el cual


desplazarse?

Recordemos que para los fotones desde el primer instante en ser liberados
su tiempo se detiene, entonces también el espacio lo hará para ellos. Por
tanto, la luz no necesita de un medio, ya que para la luz no existe el
espacio-tiempo.

Nunca antes me había cuestionado este principio y resulta que la


velocidad de la luz también es parte de la increíble ilusión del «Holo-
movimiento» que se presenta en el cosmos para darle sentido a nuestra
existencia y a como debieran suceder las cosas, acorde a nuestros
sentidos e intuición.

 
Capítulo 36

35.- De Javu:

Los seres vivos —prosiguió diciendo Maxwell—, nos auto-percibimos como


una singularidad. Nos ubicamos en un lugar y tiempo determinado, pero
somos parte de un «todo resonante» que se fragmenta y adquiere cuerpo
en la medición. Si logramos cambiar la frecuencia en la que podemos
medir las funciones de onda que nos rodean, podemos pasar a este
territorio unificado.

Es como experimentar una transición de fase a un estado de iluminación


como al que se referían los antiguos sabios orientales, al cual podían
entrar solo después de un largo camino de meditación —cortó Samuel—,
pero que no eran capaces de describir con palabras.  

Todo lo que he escuchado le da sentido a lo que experimenté cuando


Raimon me cubrió con su capa. Debo decir que cuando estaba en el «salto
temporal» pude ver hechos del pasado como cuando era un bebé, pero
también acontecimientos al parecer anteriores a mi propia vida.

—Y no solo se podría ver el pasado —interrumpió Maxwell—. En ocasiones,


nuestro espectro de percepción puede extenderse más allá del alcance de
nuestra flecha del tiempo psicológico, hacia los confines del tiempo y del
espacio; hacia la quinta dimensión, donde el tiempo carece de significado
y el presente es infinito.

Nuestra «Unidad de Memoria» es capaz de recibir señales más allá del


cosmos y aventurarse fuera del horizonte de lo que aún no ha ocurrido.
Este fenómeno es conocido como «De Javu», y se caracteriza por una
sensación de repetición instantánea de los acontecimientos vividos como
si se hubieran soñado antes de ser experimentados.

—Eso es común para mí —interrumpí—, me pasa muy a menudo, sobre


todo si estoy próximo a vivir un hecho significativo para mi vida..

—Este fenómeno —continuó diciendo Maxwell—, no ocurre habitualmente.


Solo se manifiesta en seres con capacidades especiales.

Las flechas del tiempo, tanto la del cosmos como la nuestra, se desplazan
por el mismo carril a una velocidad constante y no se pueden sobrepasar.
Sería como adelantar un ferrocarril moviéndonos en otro ferrocarril que va
más atrás por las mismas vías. Para lograrlo, debemos ignorar las cuerdas
que nos atan al universo y saltarnos el tejido de espacio-tiempo. Para esto
existen dos alternativas relativistas que utilizan correcciones de la
cuántica. Aplicamos la energía suficiente para enrollar el espacio-tiempo y
disminuir la barrera de potencial que nos separa de la espuma de
multiversos y luego esperamos que por el efecto túnel nuestra nube de
onda cuántica nos haga aparecer en un universo vecino similar al nuestro,
en un tiempo futuro o viajamos hasta acercarnos al perímetro de nuestro
universo para obtener el mismo efecto con el peligro de ser arrastrados
hacia su horizonte de sucesos. Sin embargo, existe una posibilidad distinta
que está basada en la teoría de cuerdas y es cambiar de tono o vibración
para materializarnos en el lugar del tiempo y el espacio que queramos.

Todas las cosas a las que se les deja de aportar energía están destinadas
a desmoronarse y desaparecer, pero la entropía no actúa en la quinta
dimensión, donde toda la existencia se presenta en un solo instante.

La percepción de causalidad en un ámbito local del espacio-tiempo se


sustenta en la naturaleza del ser humano para sintonizarse en un lugar y
tiempo determinado y no más allá. Se restringe a su capacidad de
identificar y asociar secuencias de hechos solo en una ínfima parte del
espectro, bajo los principios de conservación de la energía de la que goza
la línea de vida del cosmos.

Tenemos consciencia de la «realidad», desde que nacemos hasta que


morimos, pero en verdad somos la expresión parcial de una simultaneidad
infinita de «Unidades de Memoria» resonando en una sola «cuerda
fundamental».

Nuestra cuerda constituyente, se ha cortado y enrollado en distintas


manifestaciones materiales y simbólicas, situándose incluso en diferentes
tiempos. Esta corrección que hace la teoría de cuerdas es la que permite
que algunos individuos puedan realizar conexiones con otras vidas o tener
visiones del «futuro» a través de la canalización por objetos, símbolos u
otros medios de resonancia.
Capítulo 37

36.- El pegamento cósmico:

En la comprensión de este entorno resonante —le dijo Samuel al


entrevistador—, podemos recordar las llamadas «Sincronicidades». Es
cuando se presentan obvias conexiones entre hechos que no tienen en
apariencia ningún lazo; como lo es por ejemplo la experiencia vivida por la
niña Geremis Ribbon; uno de los muchos casos estudiados de este tipo
por la Psicología.

Esta niña lanzó al cielo un globo inflado con helio, en el estado de


Connecticut en los Estados Unidos, con un papel amarrado en el que
escribió un saludo y su nombre. El globo viajó por más de quinientos
kilómetros, hasta descender y ser encontrado en otro estado, en el patio
donde vivía otra niña, también llamada Geremis Ribbon con la que
coincidía al compartir muchas similitudes, tanto físicas como de su vida
personal.

Esta experiencia muestra que las niñas en realidad son parte de la misma
cuerda resonante, cuyo tono, restringido en nuestro plano, se ha separado
en dos manifestaciones físicas distintas pero similares, en el mismo
periodo histórico del tiempo.

Es normal ver por ejemplo a parejas de enamorados cuyo parecido físico


nos hace pensar que podría tratarse de hermanos, o encontrarnos con
gente que se asemejan tanto en lo físico como en lo psicológico a otras
personas que hemos conocido, y es que, en realidad son la misma entidad
manifestándose en dos cuerpos diferentes.

En presencia de las sincronicidades estamos observando el choque de las


cuerdas en nuestro plano. El mundo físico se rige por leyes y principios
sustentados en las causalidades, pero en el mundo cuántico son las
casualidades las que gobiernan.

La existencia de un pegamento invisible; un cosmos anclado en una


estructura espectral nos devela que cada fragmento representa las
características del todo, en todas sus manifestaciones.

En el «Entrelazamiento Cuántico» se hace evidente esta conexión


fantasmagórica en un plano donde no existe el espacio-tiempo, y dos
partículas se pueden manifestar de manera simultánea a pesar de estar
separadas por miles de kilómetros de distancia. Y hay más ejemplos que
mencionar, tales como la reacción en paralelo de dos células provenientes
de un mismo tejido biológico que también se han separado por kilómetros.
Nuestro cosmos es un holograma que evidencia un íntimo orden; un
mandato irrenunciable; un vínculo espectral que relaciona y regula toda la
creación material en la búsqueda del reposo y la estabilidad. Un evidente
principio de ruptura y repetición define relaciones en la creación y
movimiento de todos los cuerpos, en todas las escalas posibles.

A un efecto de esta correspondencia se le llamó en la antigüedad «La


Proporción Aurea», representada en las matemáticas por el valor «1,618»,
cifra conocida como el número PHI.

Esta proporción se presenta como la tendencia de la naturaleza a crear,


sin importar la escala que se observe, con una equivalencia de «1,618»
unidades entre las partes. Es decir que hay una tendencia en como se
proporciona el ordenamiento de los elementos de la naturaleza como el
crecimiento de las flores, las caracolas marinas o la forma de las galaxias;
ya que la longitud de cada segmento en «crecimiento» o «traslación»
guarda una proporción con el siguiente segmento con una tendencia a la
cifra «1,618», describiendo la forma geométrica de la espiral; la diosa de
la creación y portadora fundamental de la ruptura de simetría que
interrumpe la planitud del vacío y da vida a la masa.

Esta proporción es utilizada por algunos artistas en la búsqueda de la


belleza perfecta.

Dicho esto, Maxwell respiró profundo y después de unos segundos de


silencio dijo— Bueno profesor, creo que es hora de descansar.

Era mi oportunidad para preguntar sobre los orígenes de esta singular


agrupación.

Por su misticismo, conocimiento y tecnología, cualquiera podría pensar


que la naturaleza de estos individuos podía encontrarse fuera de la
comprensión de este mundo. Decidí por el momento no hacer ningún
comentario. El solo hecho de pensar en esta posibilidad me parecía un
total absurdo.

Hasta este punto entendía que buscaban impresionarme en la búsqueda


de algún oculto objetivo que debía averiguar, y respecto al mencionado
«salto en el tiempo», bien pudo tratarse de una especie de coma inducido
con tal de mantenerme contenido por un tiempo. Debía actuar con
prudencia.
Capítulo 38

37.- ¡Cuánta tecnología!:

—¡Doctor Hand!, déjeme preguntarle una cosa más si me lo permite.

—Si claro, no hay problema… —accedió el hombre, girando hacia Samuel


justo antes de salir de la sala.

—Recuerdo que Raimon había mencionado conseguir una tecnología


satelital para hallar el posible escondite del rollo de plata en alguna cueva
de Qumrán aun no encontrada, ¿No es así?

—Mientras estuvimos en «el salto» —cortó Raimon después de unos


segundos—, nuestros compañeros pudieron encontrar una última cueva
sin descubrir en Qumrán, pero después de explorarla a fondo no hallaron
nada ahí.

—Bueno, en ese caso, ¡Hay que volver a la búsqueda! —dije


entusiasmado—, ¿Por dónde partimos?

—Partirá tomándose un descanso —dijo Maxwell —. Ya tendremos tiempo


para lo demás.

Uno de nuestros sirvientes lo llevará a una cómoda habitación para que se


recupere por completo. Si necesita ayuda, utilice el comunicador que
encontrará al lado de su cama sobre la mesita de noche. Es fácil de
utilizar; solo pase su mano por encima de la unidad y hable, después de
escuchar un ligero pitido.

Desde el comienzo me llamó la atención el nivel tecnológico del que


disponían estos hombres. El interior de sus instalaciones estaba revestido
por completo con una lámina de plástico blanquecino en donde aparecía,
mientras te desplazabas, diferente información que yo no podía
comprender. Era como si toda la superficie, paredes y cielo, fuera una
especie de pantalla.

Los espacios eran gobernados por líneas sinuosas. La iluminación, de la


cual no distinguía focos de ninguna especie, se adaptaba a los
requerimientos de tus ojos con un brillo natural que parecía luz solar.

Cuando querías enfocar tu vista más allá del límite de las paredes éstas
perdían opacidad, tornándose transparentes para convertirse en
generosos ventanales. Todo el lugar era realmente alucinante.

Después de dormir por casi dos días completos, me levanté para


contemplar el paisaje del lugar. Disfruté entonces de un hermoso entorno
cordillerano casi sacado de una película de la era prehistórica.

En la postal, reinaba un especial tipo de bosque compuesto por una


especie única de árbol, existente solo en el sur del planeta, llamado
Araucaria.

A lo lejos, al centro de un horizonte interminable de cerros, se adivinaba


un lago por su característica neblina.

Mientras deleitaba mi vista, se vino a mi mente la situación en la que


estaba. Era parte de un grupo que decía tener la posibilidad de descifrar,
nada menos que a partir de un manuscrito escrito por el propio Albert
Einstein, la ecuación que todo hombre de ciencia ha soñado con obtener,
la ecuación del todo.

Más tarde, recibí el llamado de Raimon quien me pidió que nos


encontráramos en una sala cerca del salón de reuniones.

—Saludos profesor, ¿Ha sido cómoda su estadía en nuestras instalaciones?

—¿Cómoda?, asombrosa es la palabra —respondí mientras nos


sentábamos en un sofá de la sala.

Aun no salgo del asombro. ¡Cuánta tecnología hay acá!

Estoy lleno de preguntas.

—Y ha visto solo una pequeña parte. Créame Samuel que se sorprenderá


aún más.

—¿Lo dice de verdad?, ¿De qué se trata?, Cuéntemelo por favor.

—Ya tendremos la ocasión. Veo que recuperó el entusiasmo que tenía en


Ammán —cortó Raimon sonriendo.

Por ahora lo invito a una interesante presentación que se hará en unos


minutos en nuestro anfiteatro. Uno de mis colegas, el doctor Artagof,
expondrá los resultados de un profundo estudio realizado acerca de la
ubicación de diferentes hitos bíblicos de relevancia.

¿Me acompaña?
—¡Claro!
Capítulo 39

38.- El jardín del edén:

Al llegar al salón de conferencias nos acomodamos en la primera fila,


donde, luego de saludar a la audiencia, el profesor Artagof, doctor en
paleogeografía, comenzó con su presentación apoyada por una proyección
de imágenes que el mismo había preparado.

—Reconstruyendo el emplazamiento de cada sitio —comenzó diciendo el


expositor—, según innumerables relatos bíblicos, así como las
descripciones presentes en los rollos del Mar Muerto, y junto con la
reconstrucción de las condiciones geográficas existentes en la época, se
pudo finalizar esta investigación…con sorprendentes resultados. La posible
ubicación en el mapa de variados lugares de suma importancia
arqueológica.

El punto de partida de esta presentación no será otro que el referirnos al


libro del Génesis. «Y Dios plantó un huerto en el Edén, al oriente; y puso
allí al hombre que había formado».

Efectivamente, una de las grandes incógnitas cuando iniciamos nuestra


investigación fue, ¿Dónde estuvo este increíble huerto divino?

Al escuchar el tema que se planteaba apareció en mi mente una idea. Era


una locura que rápidamente desestimé—. «El edén, …que locura»
—pensé, meneando la cabeza.

«El lugar en donde se encuentra oculto el famoso rollo de plata podría


haber representado para sus custodios algo de mucha importancia…tal vez
relacionado con sus orígenes»—. Consideré entonces como un posible
paradero, el lugar en donde podría haber estado el propio Jardín del Edén.
—«Sería una coincidencia demasiado oportuna»— pensé mientras
retomaba la atención en el expositor.

—…En cuanto a su ubicación exacta —continuó diciendo el profesor


Artagof—, podemos decir que el Edén se ubicaba en una zona hoy
inundada del Golfo Pérsico, donde confluyen los cuatro ríos mencionados
en la biblia, pero de los cuales sólo uno, el Eufrates, puede ser ubicado.

El Éufrates nace en Turquía a cuatro mil quinientos metros sobre el nivel


del mar —indicaba el profesor con un puntero láser sobre un mapa
animado—. Más allá, hacia el este, en algún lugar de la zona del Oriente
Medio, hoy conocida como el valle del río Tigris y el Éufrates, se encuentra
un lago llamado Urmía. Se trata de una gran masa interior de agua,
regada por ríos que bajan directamente desde las montañas. Este lago, es
el lugar en donde, como lo describen distintas culturas antiguas en su
mitología, se encontraba el mítico Edén.

Ahora debemos hacernos las siguientes preguntas, ¿Cómo? o ¿Qué era el


Edén? y ¿Por qué hasta hoy no hemos podido encontrar ningún vestigio de
esta instalación?

Para comenzar a entender a que nos enfrentamos, debemos dejar de lado


nuestras ideas preconcebidas. Al llamarlo por sus conocidos nombres, el
«Edén» o el «Paraíso», debemos aceptar que estamos arrastrando miles
de años de malas interpretaciones. Por eso, nuestra primera tarea fue
buscar el verdadero significado y origen de la palabra.

Con un simple análisis etimológico podemos evocar al Edén como una


gran plataforma flotante gobernada por un poderoso ser, provista de siete
cúpulas o domos que podían elevarse en las alturas y que albergaban en
su interior: huertos; un jardín botánico; templos y observatorios
astronómicos.

—¡Valla! —exclamé con sorpresa, mirando hacia el lado como para


disimular mi inquietud frente a lo que había escuchado. —«¿dijo
plataforma flotante?» —me pregunté.

—Refiriéndonos al relato de Enoc; esta fantástica fortaleza fue habitada


por los Ángeles y los Vigilantes.

Diferentes palabras se asocian a la descripción de este idílico lugar como


las palabras «Cielo»; «Edén» y «Paraíso».

La palabra «Edén», proviene de la cultura acadia; la que formó parte del


primer imperio de Mesopotamia y de la historia Humana. Esta palabra
deriva de la «lengua acadia», introducida desde el norte de Mesopotamia,
actual Irak, por el pueblo de Agadé. Una raza que asumió el control del
antiguo reino Sumerio hacia el 3.000 y 2.500 A.C. 

En su lengua, la palabra «Edén», significó una «terraza elevada»,


destinada a la agricultura.

La palabra «Paraíso», se puede rastrear proveniente del griego


«paradeisos» y esta a su vez de un origen persa, en donde la palabra
«paerdis», compuesta por «paer»-«alrededor» y «dis»-«crear» se
asignaba a un recinto que había sido «cercado» o «amurallado».

—«Bueno, hasta ahora tenemos un huerto cercado, ubicado en altura


geográfica, ¿De dónde sacó lo de flotante?»…
—La palabra «Cielo», relacionada al concepto de los «siete cielos», se
desprende por su parte de la palabra Anglosajona «Hevan», utilizada en
un comienzo como «Himin», Derivada de la raíz «Ham» que significa «lo
que cubre».

De acuerdo a esta línea Etimológica, la palabra «Cielo» puede ser


entendida como la «cúpula».

—«O el firmamento, el domo del mundo»…

—La palabra «Cielo», también se puede extraer del hebreo «ha'shemim» o


«shamayim». La raíz «shm» se traduce como «vegetación». Por tanto,
podemos asociar la palabra cielo al «Edén» como un «huerto en las
alturas».

—«¡Por fín!»…

—Hashem, Hashm o Hassem es el nombre con el cual se referían a Dios,


sin mencionar su nombre y significa «el nombre» o simplemente «Él».
Vemos aquí nuevamente la raíz «shm», por tanto, en rigor, la palabra
«Hassem» significa «el innombrable que reina en el huerto flotante».

—«¡Otra vez!»…

—En síntesis, tenemos que la palabra Edén tiene varios orígenes, mas por
su antigüedad una sola raíz, y representaría a «siete cúpulas flotantes,
donde reina un Dios, entre las cuales se encuentra un increíble huerto».

—Profesor, ¿Puedo hacerle una pregunta? —interrumpí la presentación


con la impertinencia que mi agudo escepticismo y curiosidad me
ocasionaba.

—¡Claro, dígame! —contestó Artagof, mientras se escuchaban murmullos


en el público para posiblemente desaprobar mi atrevimiento.

—Me he dado cuenta que su exposición está fundamentalmente


compuesta por datos bíblicos. Estoy ansioso porque nos presente datos
empíricos.

—¡Muy bien profesor!, comprendo su inquietud —replicó el expositor—.


«La religión sin ciencia es ciega y la ciencia sin religión es coja», dijo
Albert Einstein.

—Discúlpeme, pero eso es algo que han sacado de contexto. Ahora,


dejando de lado este…edén del cual nos habla, que parece usted creer que
se ha tratado de una nave alienígena más que de un lugar mitológico,
quiero saber si, ¿Han verificado esta información con datos
arqueológicos?, digo, ¿Han ido al lugar y encontrado algún vestigio de
aquello?

No creo que toda su investigación se trate de interpretaciones lingüísticas,


¿Verdad? —terminé diciendo con una sutil cara de desagrado.

—Profesor Samuel, como paleogeógrafo, no tengo ningún inconveniente


en admitir que el origen de la civilización humana se ubica en este mismo
sitio. Kurdistán es sin lugar a dudas el origen del desarrollo de la sociedad
humana, durante el neolítico, después del diluvio, hacia el año 9.700 A.C.

—¿Ha dicho usted diluvio?

—Si me deja continuar podré exponer debidamente las relaciones de lo


que expongo respecto del mítico edén. Le pido por favor que no
interrumpa mi presentación y cuando finalice podrá hacerme todas las
preguntas que estime necesarias, ¿Estamos de acuerdo? —. Asentí con la
cabeza mirando de reojo a los presentes un poco avergonzado.

—Poco después de que retrocediera la última era glacial apareció en este


lugar y se extendió hacia el suroeste de Egipto, todo un complejo orden
social. Claras manifestaciones de lo que hoy conocemos como una
sociedad humana civilizada. Antes de aquello, las huellas encontradas se
restringen a la actividad aislada de pequeños grupos de seres primitivos.
Capítulo 40

39.- El viejo león:

Un hito que muestra la clara diferencia entre las manifestaciones del


hombre antes y después de este período es la «gran esfinge egipcia». Se
que alguno podría corregir diciendo que las pirámides y la esfinge, fueron
construidas hacia el 3000 A.C., no obstante, recientes estudios geológicos
la ubican en el 9.700 A.C. por el tipo de erosión presente en su base
producto de grandes precipitaciones; las que no se presentan desde ese
período en el lugar.

Un dato de la mitología del lugar, también nos ayuda a ubicar esta


construcción en un tiempo cronológico de la historia. Este se encuentra en
la profecía egipcia registrada en el llamado «Libro De Los Muertos». Se
trata de un grupo de papiros conocidos también como «Peri Em Heru»
que, entre otros relatos, describen una gran catástrofe que sucedió hace
milenios, justo antes de aparecer la cultura egipcia como tal.

Una frase en el libro hace alusión al giro catastrófico sufrido por el planeta
venus. Dice que: «Tras la destrucción, el viejo león se dio media vuelta».

Algunos estudios astronómicos indican que, por alguna razón desconocida,


Venus hizo un giro en su eje justo en el momento en que su camino, visto
desde la tierra, se cruzaba con la constelación de orión, cosa que se
calcula sucedió por última vez alrededor del año 9.782 A.C. Este
fenómeno habría afectado drásticamente a todo el sistema solar, incluida
la tierra.

Nosotros creemos que esta expresión apunta a la aparición de la


constelación de Leo sobre los cielos de Egipto, justo cuando la catástrofe,
se dejó caer sobre el territorio.

Otros estudios astronómicos definen que la última vez que este grupo de
estrellas brilló sobre los cielos nocturnos de Egipto fue justamente hacia el
9.700 A.C.

—El paso de los 12 signos zodiacales por el cielo de un territorio —explicó


Samuel al público del set—, se produce por el fenómeno que en
astronomía se denomina Precesión de los Equinoccios y es provocado por
el lento cambio que se produce en la orientación del eje de rotación de la
Tierra, describiendo un cono, mientras recorre una circunferencia
completa alrededor del sol cada 25.776 años. Con este dato podemos
calcular la posición de las estrellas hace miles de años.

—Por esta razón —continuó diciendo Artagof—, es que la esfinge se


construyó con la forma de un león mirando al horizonte, esperando que la
primera estrella de la constelación de Leo hiciera su salida. Después su
cabeza, que hoy presenta una proporción claramente desajustada al
cuerpo de la figura, fue tallada con el rostro de un faraón.

Doy la palabra a los presentes para que hagan sus preguntas.

—Según lo que nos expone —dije levantando la mano—, pareciera ser que
a partir de unos cuantos grupos de homínidos erguidos, surgió de pronto
el hombre actual, ¿Qué factor podría haber gatillado esta improbable
aceleración evolutiva?

—¡La respuesta a esta pregunta es evidente profesor! ...Seres cuya


naturaleza tiene su origen en otros mundos —dijo Maxwell—, justo
después de entrar al salón por una puerta lateral.
Capítulo 41

40.- Los Vigilantes:

—¡Ejem!, ...profesor Samuel —interrumpió el entrevistador—, temo


adivinar hacia donde está llevando el relato. Déjeme decirle que…

—Señor Redman; tengo muy claro que lo que les voy a contar provocará
escozor en mucha gente de ciencia y en más de algún escéptico o devoto
creyente dentro del público —dijo Samuel mirando por unos segundos a
un público expectante—, pero debo cumplir con transmitir todo lo que he
vivido para que finalmente sea el espectador el que saque sus propias
conclusiones.

—Disculpe mi intromisión, profesor Artagof. Luego podrá continuar con su


interrumpida exposición —dijo Maxwell como siempre ceremonioso,
acusando a Samuel con la mirada—. Es el momento de aclarar ciertos
puntos —Artagof con una sutil compunción en el rostro, tomó asiento en
la primera fila del auditorio.

—Los llamados «Vigilantes» que se mencionan en diferentes documentos


bíblicos, son los que ayudaron a los humanos a levantarse y florecer,
después de ser casi exterminados en el diluvio. Estos seres son conocidos
también como los «Ángeles caídos».

Me quedé sin habla ante la increíble intervención que acababa de hacer el


líder de una supuesta agrupación científica acerca de la existencia de
alienígenas ancestrales.

Mi formación, me hacía mantener distancia ante tan intrépida declaración.


No dudaba de la probabilidad de que, entre las millones de galaxias
observadas, pudiera existir vida, incluso con un desarrollo inteligente
mucho mayor al de nosotros. Lo que no compartía era que, tales
civilizaciones, tuvieran la tecnología y motivación para atravesar miles de
millones de años luz para venir de paseo a nuestro planeta y construir de
paso gigantescos templos de piedra.

Ante mi cara de escepticismo, Maxwell dijo— No es fácil de asimilar; eres


un hombre de ciencia al igual que nosotros. Será mejor tomarnos un
breve descanso.
Capítulo 42

41.- La Holosimetría del cosmos y el poder de la fe:

Durante la pausa fuimos con Raimon a una especie de cafetería y le pedí


que habláramos a un costado del recinto, apartados del resto de los
asistentes.

—¿Qué significa lo que Maxwell está diciendo Raimon? —le pregunté en


voz baja— ¿Estoy entre gente de ciencia o en una secta?

Al ver que los demás entraban de nuevo al salón, Raimon sonrió y dijo—
Vamos profesor, tenemos que volver.

—¡Espera un momento Raimon!, mientras escuchaba la presentación


estuve dándole vueltas a una loca idea.

—Si, cuénteme.

—Se me ocurrió que los esenios no pudieron elegir otro lugar para
esconder un documento de tanta importancia más que un sitio que
representara para ellos algo trascendental e íntimo a la vez, de tal forma
que su búsqueda se hiciera difícil de realizar para otros.

Te advierto que se trata solo de una intuición, pero creo que el lugar
elegido pudo ser precisamente el punto en donde estuvo construido el
jardín del Edén —. Raimon se quedó serio mirando el piso por unos
instantes.

—Olvídalo, es una idea absurda —interrumpí su silencio—. Aunque la


coincidencia es notable. Encontrarnos justo frente a un estudio acerca del
tema.

—Déjeme decirle Samuel que no es para nada descabellado buscar en


aquel lugar. Artagof tiene pruebas del lugar exacto en donde estuvo el
Edén, solo que no alcanzó a mostrarlas.

Será algo con que continuar. Hablaré después con Artagof para que nos
comparta un respaldo con los resultados de su investigación.

Una vez de regreso al auditorio, Maxwell subió al podio y continuó con su


exposición.

Mirándome fijo comenzó diciendo— Samuel. Voy a revelarte una parte de


la historia de la humanidad que ha permanecido en secreto.

Los dogmas se enseñan, pero la verdad se descubre. Has buscado


respuestas toda la vida y es tiempo de que te encuentres con la verdad.
La real naturaleza de tu existencia; tus orígenes; tu futuro y el poder que
está esperando florecer en ti.

Después de contemplar por unos instantes a los presentes, Maxwell


continuó con su relato.

—Muchos conocen el poder de la fe. No me refiero a la fe de creer en la


existencia de una deidad o creer en los planteamientos de algún maestro
religioso. La verdadera fe, es el poder creer ciegamente en algo y que ese
algo suceda. Este poder es un principio natural muy sutil y lo llamo la
«Holosimetría del Cosmos».

La «Holosimetría» es una fuerza creadora que actúa en conjunto con la


mente de todos los seres conscientes de su existencia. Este poder está
moldeando a cada minuto nuestra realidad y opera bajo el principio de los
hologramas. Una parte del sistema contiene un reflejo de todo el
conjunto, es decir que lo que ocurre en la mente del observador ocurrirá
en el cosmos. De esta forma, cada observador no es un fragmento pasivo
en la creación, sino que puede intervenir en ella. La función de onda de
nuestra mente ocupa la función de onda de todo el universo.

Según la mitología oriental, se cree que la creación fue realizada gracias a


la aparición de dos entidades, cuya naturaleza resulta indescriptible, las
que se encontraban unificadas en una consciencia suprema en perfecto
silencio; el custodio del verdadero vacío, al que se conoce con el nombre
de «Brahma».

La conciencia unificada de Brahma se rompió en dos entidades. Una fue el


caos creador y destructor que pasó a ser masa y energía, interferencia y
radiación, conocida como «Shiva». La segunda entidad es Vishnu, custodio
del espacio-tiempo, la ilusión, la ruptura del todo y de la simetría, la
atomización de Maya, la tribulación del hombre; todo lo pasajero, lo
material, la materia, el movimiento, la gravedad, la inercia, la entropía y
la muerte.

Estas dos fuerzas permanecen en tensión, en un abrazo forzado, luchando


por ocupar el espacio de la otra. En este encuentro surge nuestro cosmos
tridimensional; la mezcla entre el canto de Shiva y la gravedad de Vishnu;
la vibración de las cuerdas y la masa que aparecieron en el vacío de
Brahma.

Este fue el escenario donde se incubó la vida, cuya primera mirada


consciente fue rodeada por Vishnu, la llamada «Ilusión».
Capítulo 43

42.- El rey Hassem:

Aquellos a quienes hemos llamado erróneamente dioses o ángeles,


alcanzaron un gran poder en la «Holosimetría», pero solo algunos lograron
provocar los llamados milagros de la fe. Significativas intervenciones en la
quinta dimensión, reflejadas en la realidad física y materializadas en solo
un instante.

Los dioses nos entregaron diferentes maestros a través de la historia para


guiarnos por el camino del poder, pero también existen fuerzas que no
quieren que el hombre evolucione.

¿Cuál es el origen de estos dioses que buscan nuestro bien y de aquellos


que parecen ser nuestros enemigos?, te preguntarás.

Lo creas o no, hace mucho tiempo gobernó la tierra una civilización que
nació como la primera especie inteligente del Universo, cuyo desarrollo
evolutivo los ubica en el tipo dos; una civilización cósmica que alcanzó a
controlar la gravedad y los viajes por el espacio-tiempo, proveniente de
una de las seis estrellas más cercanas a nuestro sistema solar.

Su viaje a nuestro sistema solar fue realizado en una colosal nave,


mencionada en la biblia como los «Siete Cielos». El Edén, fue una nave
que se desprendió del conjunto para aterrizar en nuestro planeta.

Antes de llegar a la tierra estos seres habían habitado el planeta Venus, el


cual tuvieron que abandonar, ya que estaba siendo alcanzado por la
expansión gradual del sol. Lentamente los planetas más alejados fueron
adoptando las condiciones más apropiadas para cobijar la vida. Claro que
la ayuda de los dioses, facilitó la tarea a la naturaleza para acelerar la
preparación de este nuevo hogar.

Los dioses consideran ser parte de un todo, representado por un único


líder y guía, su rey Hassem, que actualmente es conocido por distintos
nombres según cada credo.

Hassem creó en el edén a partir de una forma de vida humanoide


originaria de la tierra a un ser preparado físicamente como mano de obra
para la extracción de recursos e indicó a sus ángeles que lo alertaran ante
la menor señal de inteligencia que manifestaran estas criaturas
protohumanas. Esto podría amenazar su sistema de vida por tanto los
especímenes que despertaran debían ser eliminados.

Un grupo de ángeles liderados por Shemiaza, desobedecieron el mandato


y guardaron silencio ante el despertar de un grupo de protohumanos a su
cargo. De estos hechos se desprende la conocida historia de Adán y Eva.

Estos ángeles debían liderar las operaciones de extracción en la tierra,


interactuando lo menos posible con los humanoides terrestres por ese
motivo fueron llamados por Hassem como «los Vigilantes».

Al enterarse de la traición, Hassem decidió sumergir el Edén en las


profundidades del lago Urmia en donde se encontraba posado, ahogando a
las tribus de inocentes que los vigilantes habían establecido en su domo a
modo de isla.

Cuando el edén salía a la superficie y comenzaba a elevarse, al ver la


inminente matanza que Hassem podía desatar contra los protohumanos,
Shemiaza intentó entrar a la nave junto con algunos compañeros para
interceder ante su rey, pero fueron emboscados por Gabriel y sus
guardias, quienes neutralizaron con rapidez al grupo.

Gabriel hirió gravemente a Shemiaza con su espada, atravesando su


cuerpo ante el horror de los vigilantes sobrevivientes.

Justo antes de que Shemiaza cayera al suelo abatido, uno de los vigilantes
lo tomó y lo llevó a una ventana de la nave mientras eran blindados por
otro grupo de compañeros fieles. El ángel abrió la ventana activando un
dispositivo manual y arrojó a Shemiaza al exterior para acompañarle,
seguido por el resto de vigilantes que los cubrían.

Mientras caían, el Edén se elevó rápido para desaparecer entre las nubes.
El grupo pudo salvarse casi en su totalidad al caer sobre los pantanos del
lugar.

El resto de protohumanos que prestaban servicios en la nave fueron


ejecutados.

Después de la contienda Hassem decidió permanecer fuera de la tierra y


desde ese momento coordinó a las fuerzas de Gabriel con el fin de lograr
la captura de los ángeles prófugos.

Hassem es capaz de detectar cada vez que alguien en la tierra usa el


poder de la «Holosimetría» y ha estado enviando a sus fuerzas para
diezmar cualquier señal de desarrollo de esta capacidad en el planeta.

Frente al acoso de los dioses, Shemiaza y su grupo, encontraron un


escondite seguro en las profundidades de la tierra; en las cavernas de
Qunrám, las que antaño componían un intrincado y profundo sistema
subterráneo. Su propósito en adelante fue lograr que el hombre pudiera
alcanzar el poder y evolucionar hacia una mejor existencia.

Luego de su brutal expulsión desde el paraíso —prosiguió relatando


Maxwell—, los vigilantes emergían cada cierto tiempo a la superficie para
ayudar a los protohombres que sobrevivieron en la tierra y que poco a
poco despertaban de su inconciencia.

Distintas tradiciones describen el exilio de los vigilantes al inframundo


como el mito de los «Jefes de las Tinieblas» que hablaba de seres mágicos
que eran «como aves cubiertas de plumas» y a quienes los dioses habían
dado una «terrible apariencia».

En este acercamiento que duró varios años, surgieron profundos vínculos


entre los vigilantes y los humanos. Producto de esta unión nacieron los
Nefilim; una raza híbrida cuyo aspecto exacerbaba los de ambas especies.
Tenían una gran estatura y un rostro con exageradas facciones; el cuerpo
velludo y extremidades sobre desarrolladas.

Su coeficiente intelectual era muy bajo y acostumbraban a reaccionar de


forma salvaje ante distintas situaciones. Su aspecto era parecido al de los
«Ogros» mencionados en la mitología medieval.

Hassem, quiso terminar, según él, con la «aberración» cometida,


exterminando de manera definitiva a los humanos junto con los vigilantes
y sus hijos. Grandes terremotos y tsunamis cambiaron la faz de la tierra,
catástrofe que es conocida como el diluvio universal.

Los vigilantes fueron recordados en adelante como hermosos ángeles que


cayeron en desgracia y que producto de su maldad terminaron
convertidos en perversos demonios, dedicados a corromper a la
humanidad. Sin embargo, fueron ellos quienes después del diluvio
tendieron la mano a los humanos para levantarse y fundar el reino de
sumeria, recuperando la dignidad que merecía su especie.

El hombre es un esclavo, pero puede ser liberado. Aun cuando Hassem no


dude en utilizar su puño destructor otra vez, debemos unirnos a la causa
de los vigilantes y despertar a los hombres de la amnesia en la que se
encuentran inmersos durante los últimos 12.000 años.
Capítulo 44

43.- Las últimas verdades:

—¡Maxwell!, quisiera hacerle una pregunta.

—Adelante Samuel.

—¿Tiene pruebas de que el diluvio fue un evento real?

—¡Abundan las pruebas!

Tal fue el nivel de desastre que dejó la inundación, que producto de la


erosión se abrió un enorme cauce en una franja de tierra que separaba al
mar mediterráneo de un pequeño lago de agua dulce que se encontraba al
interior del continente a menor altura geográfica, y una gran masa de
agua entró violentamente tierras adentro. El nuevo lago de agua salada
formado, hoy se conoce como…el mar muerto.

Recientes investigaciones han detectado un estrato de fósiles de animales


de agua dulce bajo el lecho del mar muerto, los que datan
aproximadamente de hace unos 10.000 años A.C. Esta datación se ajusta
al tiempo en que ocurrió el diluvio.

—Espero que no se ofenda por lo que le diré, pero usted puede estar
haciendo calzar todas estas pruebas en fabor de sus creencias personales.

—Señor Wood, aun cuando usted no crea una palabra de lo que le he


dicho, la humanidad está siendo controlada en todos sus ámbitos.

A través de los tiempos se ha sembrado la confusión con el único objetivo


de que todo el conocimiento fuera suprimido.

El hombre, siempre manifestó el anhelo de la libertad y esta condición


aflora cada cierto tiempo en algunas personas en forma de conocimiento
espontáneo, durante los llamados «estados de iluminación». Por este
motivo, Hassem decidió que su control debía ser llevado a cabo

desde la obscuridad a fin de orientar, de la manera más natural posible, el


acontecer de estos «despertares».

Antes de emprender su plan, Hassem borró cualquier rastro de las


ciudades antiguas que pudieran haber sobrevivido a la inundación, en
especial las que habían sido repobladas o si existía la sospecha de que en
ellas se mantuvieran en secreto bibliotecas consideradas como sagradas
por contener libros que ocultaran parte del conocimiento prohibido, pero
su intrusión más significativa fue la refundación de las religiones que
después controlarían las consciencias de toda la humanidad. Toda
creencia, dogma e incluso las distintas sectas que hoy existen, fueron
iniciadas, sin excepción, bajo la influencia y control de Hassem.

—¿Las religiones?

—¡Por supuesto! en cada cultura, apareció un desfile de obras con


ingeniosas especulaciones, asociaciones y deducciones formuladas desde
el propio círculo de sabios elegidos por los dioses, ubicados en el centro
de cada uno de los credos nacientes, quienes deliberadamente incluyeron
en sus escritos conclusiones anticipadas e historias antojadizas en vez de
antecedentes verdaderos sobre la historia de la humanidad; y así́ fueron
saturadas las bibliotecas y templos con discursos dedicados
principalmente al culto fálico. Este nuevo material reemplazaría a las
obras originales de los sabios prediluvianos. Así mismo, se buscaron y
destruyeron todos los libros y piezas de arte que pudieran contener
mensajes directos del verdadero conocimiento.

Algunos objetos y manuscritos, pudieron ser escondidos o traducidos a


símbolos secretos por parte de algunos sabios rebeldes sobrevivientes;
quienes serían los únicos en entender, en adelante, su verdadero
significado con tal de preservar el legado hasta el día de la liberación
definitiva.

Desde la destrucción en Egipto de la gran biblioteca de Alejandría; la que


se estima llegó a ser la receptora de las copias de todos los libros del
mundo antiguo; todos los registros, cuyo texto contenía referencias claras
a los antiguos misterios y que por su esencia hubieran podido conducir a
los hombres al descubrimiento y comprensión de los conocimientos
prohibidos, han sido buscados con diligencia por los miembros de
diferentes fraternidades fieles a Hassem, y una vez hallados fueron
destruidos hasta el último ejemplar.

Creemos que aún existen en las montañas, construidas en criptas


subterráneas naturales, sendas bibliotecas de resguardo. Más allá́ del
Tsaidam occidental en la región desértica, al norte de los solitarios pasos
montañosos de las altas y solitarias llanuras del Thibet, se esconden
varios de estos lugares. A lo largo de estas inhóspitas cumbres, aún
subsisten reducidas comunidades de una mística casta de maestros
custodios; los últimos representantes de la antigua raza Aria.

Se trata de los protohumanos despertados por los dioses que no sufrieron


el retroceso evolutivo al mezclarse, después del destierro del Edén, con el
resto de los homínidos que aún vagaban por la tierra. Estos sabios han
permanecido ocultos en la profundidad de los vértices de estas montañas.

Algunos aldeanos cercanos a estos lugares dicen conocer la ubicación


exacta de diferentes galerías subterráneas que contienen una colección
tan extensa de libros sagrados que no tendrían espacio ni en el museo del
instituto Smithsoniano. Lamentablemente no hemos podido encontrar
rastro alguno de estas bibliotecas siguiendo sus indicaciones.

Los documentos que buscamos, son el rastro de las últimas verdades que
han logrado llegar hasta nuestros días sobre el poder del hombre en las
antiguas eras.

A quien se ponga en frente este conocimiento no le resultará por completo


ajeno. El cuerpo principal de las doctrinas prohibidas se encuentra
minuciosamente esparcido, codificado o intencionadamente deformado en
millares de manuscritos pertenecientes a distintos credos, incluyendo la
Biblia; algunos mal traducidos y desfigurados en sus definiciones. No
obstante, en lo profundo de la mente humana ahí están todos aquellos
conocimientos que nos fueron arrebatados. Será como leer algo de lo cual
ya se tenía conocimiento.

—Toda especie viviente de la tierra tiene un origen común en la trinidad


de Brahma, Shiva y Vishnu —indicó Samuel a su entrevistador—. Su
legado, el poder de la «fe», no puede ser ensombrecido. La fe es parte de
nuestra naturaleza y responde a leyes que gobiernan desde el mundo
cuántico y que determinan nuestra existencia material en la probabilidad
de ser medidos u observados. No somos las bolas de un juego de billar.
Podemos elegir y tomar un camino distinto al impuesto por la causa y el
efecto. Podemos evaluar y elegir entre infinitas posibilidades para
visualizar, movernos y curvar la ilusión en la que estamos suspendidos.

—Se cree que en algún instante de la historia los maestros arios


—prosiguió diciendo Maxwell—, dieron con la ecuación definitiva. El
objetivo de los dioses es ocultar esta secuencia para eliminar la amenaza
que representa, según ellos, el despertar de la humanidad y la tecnología
destructiva que con este conocimiento podrían llegar a desarrollar. Ellos
podrían eliminarnos, pero nos necesitan y no quieren que
desaparezcamos.

—Disculpe mi atrevimiento profesor Hand, desconozco la razón que pueda


usted tener para contarme esta increíble historia, pero como científico no
puedo solo creer en algo. Estoy entrenado para evaluar evidencias. ¿Tiene
usted alguna prueba acerca de todo lo que me ha contado?

—Ya será el momento de mostrarle las evidencias.

 
Capítulo 45

44.- Surfeando la gravedad:

Luego de un par de días, Raimon ya tenía en sus manos información


detallada acerca de todas las formaciones subacuáticas existentes en el
lago Urmía; entre las cuales, destacaba una profunda caverna. Ya
estábamos listos para comenzar una nueva expedición.

Mientras nos acercábamos a un aeropuerto privado que el grupo disponía


en algún lugar de su extensa reserva natural de espesos bosques, mi
estómago ya no me provocaba el acostumbrado malestar que sentía cada
vez que tenía que volar.

Al mirar hacia atrás, desde el último asiento del furgón en el que iba junto
Raimon y otros cinco ocupantes, vi cómo nos alejábamos de la espléndida
fortificación en la que había pasado los últimos días. Era un grupo de
cúpulas blancas de diferentes tamaños que parecían ir desapareciendo
entre los distintos tonos verde del paisaje.

Cuando llegamos a la plataforma de despegue, vi que se trataba de una


pequeña losa que, sin lugar a dudas, era utilizada como helipuerto, pero
cuando pude apreciar bien el recinto, grande fue mi asombro al ver una
voluminosa figura posada en el suelo, cuya superficie brillaba tanto como
el acero cromado. Era la nave en la que viajaríamos a Irak. Su forma se
parecía a la de un dron sin aspas con un volumen esférico achatado en el
centro y cuatro brazos que se extendían agudizándose sutilmente hacia
sus respectivos cuadrantes para terminar en forma esférica.

Los pasajeros y posiblemente también la tripulación que no pude


identificar, se ubicaban al interior de cada brazo de la nave, la que
reposaba sobre dos estructuras, cada una en forma de dos arcos
invertidos. Cada arco contaba con escaleras para acceder a una escotilla
ubicada en la base de cada brazo, junto al volumen central.

—¿Qué es esta cosa? —le pregunté a Raimon, cuando subíamos lento por
una de las escaleras de acceso.

—¡Ya lo verás! —me respondió.

En el interior nos esperaba una doble fila de butacas que miraban, desde
el eje longitudinal central de la cabina, hacia ambos laterales.

Uno de nuestros acompañantes fue el encargado de cerrar el acceso,


presionando una lámina en la pared que mostraba, de la misma forma que
en el interior de las instalaciones en tierra, información con gráficos y
símbolos incomprensibles para mí.

Sin aviso, el aparato ascendió suavemente por la vertical que se adivinaba


en las copas de los árboles del perímetro, hasta alcanzar unos 200 metros
de altura.

El ascenso fue silencioso, sin sonido alguno de motor. Solo me percaté de


un pitido casi imperceptible en los oídos.

—Raimon, ¿Viajaremos a Irak en un Dron?

—Estamos muy lejos de Irak, sin embargo, nuestro viaje será breve.
Viajaremos en algo mucho más rápido que un Dron, ya verás —contestó
Raimon con una sonrisa.

En ese momento, un resplandor envolvió la embarcación junto con una


grave vibración. Sentí una gran aceleración que se mantuvo por unos
instantes hasta que todo quedó en calma. No era posible ver alrededor.
Una espesa niebla había rodeado a la nave.

—¿Qué es este vehículo Raimon? —pregunté con inquietud.

—Ya se lo explicaré profesor por el momento solo le diré que hemos


«surfeado» sobre un «océano» gravitacional.

Al cabo de unos diez minutos, la niebla desapareció y pude distinguir un


paisaje distinto al que nos rodeaba solo unos instantes atrás. Habíamos
llegado al medio oriente.

—«¿Será posible viajar tan rápido?, ¿Me encontraba acaso en una nave
impulsada por deformación de espacio-tiempo?»

Se trataba de una vieja idea que planteaba la posibilidad de construir, en


un hipotético futuro, un vehículo de transporte capaz de utilizar la
gravedad como medio de propulsión.

En teoría, bastaba con generar delante del móvil una gran masa para
deformar el espacio-tiempo y recrear la gravedad de un planeta,
permitiendo así su aceleración.

Una esfera de espacio-tiempo enrollado podría con la energía y el control


suficiente confinar a una nave en su propio tejido espaciotemporal,
haciendo posible su aceleración hacia todas las direcciones, al aplicar
diferenciales de energía, pudiendo efectuar quiebres de 90 grados en su
trayectoria sin que los ocupantes notaran el efecto de la inercia, pero esta
idea era solo ciencia ficción.
Capítulo 46

45.- Surfeando la gravedad:

Posterior al increíble viaje experimentado, nuestro destino fue algún punto


ubicado en la frontera entre Irak e Irán. Fuimos llevados hasta ahí en un
helicóptero convencional.

¿Por qué no ocupábamos la misma nave para llegar a nuestro destino


final?, talvez se requerían rutas bien definidas para garantizar la
seguridad de los viajes, evitando interferencias con el tráfico aéreo. No
pude saberlo.

Durante el vuelo, no dejé de preguntar a Raimon sobre la tecnología que


impulsaba a la nave gravitacional. Raimon me indicó que no podía darme
detalles, pero que efectivamente la nave era impulsada con gravedad
artificial producto de la condensación de energía.

¿Cómo habían logrado dilatar el espacio-tiempo y emular la aceleración


alrededor de un planeta? o recrear la gravedad de un agujero negro, dada
la aceleración alcanzada. Esta incógnita me quitaría muchas noches de
sueño.

Volamos durante horas sobre una extensa cadena montañosa por


completo nevada llamada «Los Montes Zagros», que dividen con picos por
encima de los 4.000 metros sobre el nivel del mar las regiones entre Irak
e Irán.

Durante el viaje, pude observar a distintas tribus nómades que salían de


sus chozas a saludarnos a pedirnos ayuda o quizás a cerciorarse de que
no se tratara de la presencia aérea de alguna guerrilla rebelde de las
muchas que recorren hoy día este territorio.

Raimon instaló antes de partir a ambos lados del helicóptero, adhesivos


con un vistoso símbolo de la ONU como medida de protección.

Mientras observaba desde el cielo el solitario paisaje, muy diferente a lo


que había presenciado en Amán, me entusiasmaba con la idea de que en
algún sitio remoto podría esperarnos el lugar en el que, según la

tradición bíblica, podría haberse encontrado el mítico Jardín del Edén, así
como increíbles secretos por descubrir.
Capítulo 47

46.- Los lagartos:

—¡Vamos profesor, es fácil de usar! —decía Raimon, ante mi negativa de


colocarme el equipo de buceo.

Raimon fue el primero en sumergirse junto a dos ayudantes en el lago


para instalar un «cabo de vida» hasta tierra firme. Según los análisis, esta
formación subterránea debía poseer una cámara con aire fresco en su
interior. 

Luego de media hora de buceo, se pudo dar con el acceso a la gruta


escondida bajo las aguas; descubrimiento que presencié a través de una
pantalla ubicada dentro de una carpa de campaña que instalamos en la
orilla del lago, mientras uno de sus asistentes efectuaba la transmisión
con una cámara acuática.

Una vez que fue situado un punto de seguridad, bien iluminado, al interior
de la caverna, me decidí a ingresar al agua quedando otros dos ayudantes
en la superficie. La visibilidad era escasa, sin embargo, no me fue difícil
seguir el camino conectado a una resistente argolla que se deslizaba a lo
largo de la soga que se había dispuesto como guía.

Al salir del agua percibí un agradable aire fresco que debía entrar a la
caverna desde algún respiradero. Raimon permanecía de espaldas en
silencio junto a sus acompañantes, mirando inmóviles hacia la obscuridad.

En el acto, apunté con el foco de luz que traía conmigo hacia donde
Raimon miraba y pude ver dos majestuosas figuras que se alzaban a casi
ocho metros de altura. Las estatuas parecían estar talladas en roca
volcánica. Una de ellas mostraba rasgos masculinos y la otra femeninos.
Ambas lucían un robusto pero armonioso cuerpo desnudo; hombros
anchos y cabezas alargadas.

Las figuras se asemejaban mucho a los llamados «Moáis» encontrados en


la isla de Rapa-Nui en el Pacífico sur. Sus ojos eran grandes y rasgados
como granos de almendras y tenían una especie de sombrero o turbante
sobre sus cabezas.

La figura femenina sostenía a un bebé, en uno de sus delgados brazos


tallados en el volumen del tronco. El lactante tenía una cabeza de forma
alargada y grandes ojos iguales a los de su madre.

—He visto estas figuras y no me refiero a los Moais —dijo Raimon, quien
seguidamente le solicitó a uno de sus asistentes que fotografiara las
imágenes y se las enviaran a Tamiel para su análisis—. Necesitamos más
información acerca de su procedencia. Mientras tanto debemos seguir
investigando el lugar a ver que más encontramos.

Al profundizar en la gruta, descubrimos en las paredes de roca, distintas


imágenes talladas. Algunas mostraban diferentes actividades cotidianas de
las tribus que ocupaban el territorio como la alfarería y la metalurgia. En
otras, aparecían las extrañas figuras de estos hombres con aspecto de
lagarto a los que se les podía ver dirigiendo las faenas de construcción de
templos o participando en rituales ceremoniales.

Caminamos unos doscientos metros más entre estas enigmáticas


imágenes, hasta que identificamos claros pasajes de lo que pudo ser una
gran natural, en los que se distinguían grandes columnas de agua saliendo
de la tierra hacia lo alto del cielo y multitudes de hombres y animales
escapando de lo que pudieron ser olas gigantes. La imagen era
sobrecogedora. Además, se apreciaba lo que podía corresponder a
múltiples erupciones volcánicas.

Al llegar al final de la gruta encontramos una especie de sarcófago de


piedra con una gran placa de roca depositada en el frente, grabada en
lenguaje cuneiforme, la que también fue fotografiada por los hombres de
Raimon.

—Vamos, ayúdeme a deslizar la tapa del sarcófago para ver lo que


tenemos adentro —dijo Raimon y con esfuerzo logramos correr la pesada
tapa, la que hizo un sonido seco al caer al piso.

Lamentablemente la urna se encontraba vacía. Alguien había extraído su


contenido, si es que existía, y lo había llevado a un destino desconocido.

Al cabo de unos minutos, Tamiel se comunicó con nosotros para darnos


información sobre las imágenes que recibió.

—«Raimon, es probable que las figuras que descubrieron fueran creadas


en recuerdo de los vigilantes bíblicos. Son similares a las encontradas en
la isla de Pascua, así como en la antigua Mesopotamia, donde eran
utilizadas en prácticas funerarias».

«Una de las figuras más conocidas es la de la mujer lagarto que sostiene a


su bebé en los brazos».

—Gracias Tamiel, ¿Tienes una traducción del grabado?

—El grabado cuneiforme de la roca corresponde al utilizado por los


sumerios. Te diré lo que he podido traducir: «Y las almas de los impíos
fueron torturadas en las profundidades del valle del fuego, en el extremo
del reino del nombre. El tiempo consumirá el secreto hasta que sea
llevado de vuelta al reino».

El «valle del fuego» simboliza según la creencia judía al Gehena o infierno.


Este sitio está inspirado en un lugar real; un valle cercano a Jerusalén
ubicado en el lado exterior de la muralla sur de la antigua ciudad, en la
quebrada de Hinon, ocupando un territorio desde el pie del monte Sion
hasta el valle de Cedrón, al este de Jerusalén. Se creía que ahí pagaban
sus culpas las almas de los muertos.

No puedo encontrar un significado para la segunda frase.

—Bien, por lo menos tenemos algo para iniciar una nueva búsqueda —dijo
Raimon.

—«¡Eso no es todo!, el infierno fue asociado al inframundo por eso es que


en la mitología antigua siempre se vinculaban las ciudades construidas en
el subsuelo con el infierno. El Gehenna, el reino de fuego en el
inframundo, era un lugar en que se dice que fueron lanzados los ángeles
caídos como castigo por su rebeldía ante Dios».

—Se dice que los vigilantes utilizaron distintas fortalezas subterráneas


para esconderse de las fuerzas de Hassem —cortó Raimon.

—«¡Exacto!» —dijo Tamiel—. «Entonces es probable que este grabado nos


esté diciendo que el secreto que esperaba en esa urna hasta ser llevado
de vuelta al reino, se encuentre ahora en alguna fortaleza subterránea,
bajo la ciudad de Jerusalén. Yo me inclinaría a buscar ahí, sin dejar de
lado la quebrada de Hinon como referencia».

—¡De acuerdo!, gracias Tamiel por tu ayuda. Ahora necesito que te


comuniques con Artagof y le pidas que inicie una búsqueda satelital de
construcciones o cavernas subterráneas desde el Valle de Hinon en
dirección a la antigua ciudad de Jerusalén.

¡Vamos profesor!, por el momento es todo lo que podemos hacer en este


lugar. Prepárese para volver a la superficie.

 
Capítulo 48

47.- Otra vez en casa:

Luego de la reveladora expedición que realizamos, me hospedé en otro


hotel de la ciudad de Amán en Jordania. Esta vez junto a Raimon.

En un par de días, tuve la oportunidad de recorrer con calma, pero


debidamente escoltado por dos guardias personales, la exótica ciudad,
mientras Raimon obtenía de Artagof la información que había solicitado.
Se trataba del descubrimiento de una extensa caverna subterránea bajo
Jerusalén que albergaba a más de setenta y cinco metros de profundidad
un largo rio que fluía desde las montañas y que cruzaba parte del valle de
Hion para pasar justo por debajo del centro de la ciudad.

Ya podíamos comenzar la nueva expedición, pero antes se debían obtener


los permisos para excavar una entrada a la cueva recién descubierta.
Todo esto se logró bajo la fachada de una empresa de geología, propiedad
del grupo a través de terceros, que debía realizar un supuesto sondeo de
napas subterráneas para determinar la estabilidad de terrenos de
importancia arqueológica, en una zona declarada casi por completo como
patrimonio de la humanidad.

Durante el tiempo en el que se realizaron los preparativos, fui devuelto en


un vuelo comercial a mi país, donde estuve por un poco más de un mes
con un constante resguardo.

Cada cuarenta y ocho horas cambiaban de turno por la madrugada,


distintos agentes que me custodiaban en el más profundo de los silencios.
No me costó acostumbrarme a su presencia. Ubicados por horas en
diferentes lugares de los tres niveles de mi casa, me resultaban casi
invisibles.

Pretendí en varias oportunidades conversar con alguno de ellos, pero mis


intentos fueron inútiles. Solo reaccionaban bloqueando su boca con el
dedo índice en señal de que debían mantenerse en silencio.

Me llamaba la atención cuando los veía llegar solo con un maletín; nada
de bolsos u otra cosa en donde traer comida, ropa o elementos

personales. De alguna forma se las arreglaban para comer y dormir, pero


cada vez que me los topaba, sin importar la hora en que lo hiciera, los
veía de pie haciendo su guardia.

Lo primero que hice al llegar a mi casa, después de solicitar autorización a


mi protector de turno, fue llamar a Lana.

—¡Samuel! —Lana gritó mi nombre al verme, abriendo sus grandes ojos y


estirando sus brazos para abrasarme.

—¡Estoy feliz de verte!

Fueron casi siete meses en los que no supe nada de ti. Todos me
preguntaban dónde estabas y no sabía que decirles. Incluso hice una
denuncia policial por tu presunta desgracia. Temí lo peor, considerando lo
que ocurrió con Hans.

George buscó antecedentes de los hombres que vinieron a buscarte, pero


no tuvo suerte. La cuenta bancaria con la que realizaron la transferencia
de fondos a la facultad no pudo ser rastreada.

¡Debes ir en seguida a la facultad si quieres tener alguna posibilidad de


volver a tu puesto!, yo fui tu reemplazo durante estos meses, pero ya
están entrevistando a algunas personas para reemplazarte.

—Hoy mismo llamaré a George; ya se me ocurrirá que decirle. Tuvo que


ser difícil también para él no saber nada acerca de mi paradero, y cancelar
mi plaza, considerando la larga amistad que nos une.

Lana miró al suelo lamentando lo ocurrido.

—¡También estoy feliz de verte Lana!

En eso, Lana se percató de una figura que cruzaba uno de los pasillos
hacia el interior de la sala de estar. Le conté entonces que por mi
seguridad me encontraba con un resguardo permanente, así es que le
pedí que mantuviéramos la conversación en voz baja.

 Antes de relatar lo vivido, me acerqué a mi custodio y le pedí que me


permitiera estar a solas con mi amiga, indicándole que ella no
representaba ningún peligro para mí. El hombre asintió con su cabeza y se
fue hacia el tercer piso de la casa.

—Querida Lana, no te imaginas por todo lo que he pasado y lo que tengo


que contarte es una locura —le dije a mi compañera, haciéndole un gesto
para que se sentara junto a mí en el sofá de la sala.

Es así como al cabo de una hora, y ante su cara de asombro, le conté a mi


amiga lo vivido durante los últimos siete meses en los que estuve
ausente.

—¡No me lo puedo creer! —dijo Lana sosteniendo su frente como si de


pronto se sintiera afiebrada.

Lo que estos hombres te contaron es en verdad una tremenda…

—¿Locura? —completé la frase, ante lo cual Lana asintió con la cabeza.

Tienes razón, esto se oye como un total disparate —suspiré, tratando de


aclarar mi mente con una dosis extra de aire—. Por supuesto que este
«salto en el tiempo», bien pudo ser un largo estado de coma inducido con
el cual pudieron retenerme durante meses.

—Y ,¿Por qué harían una cosa así?, ¿Con qué objetivo?

—No lo sé.

—¿No pudiste escapar y pedir ayuda?

—Ni siquiera sabía en qué lugar del mundo me encontraba. Sin olvidar la
amenaza de aquellos hombres que atentaron contra mí vida en mi casa y
luego me persiguieron en el hotel. Tenía que ser cauteloso. Nunca recibí
malos tratos y a pesar de todo me sentía seguro.

—Lo que me parece más extraño —dijo Lana levantándose de su silla para
contemplar la calle desde la ventana— es la excelente calidad teórica del
conocimiento que te han dado. Estos supuestos científicos, cuyo discurso
parece haber sido sacado de libros de filosofía oriental, manejan una
excepcional elegancia en sus planteamientos acerca de la física.

—Ejem…claro Lana, sin mencionar el nivel tecnológico del que disponen.


Cosas de las que ni siquiera sospechaba su existencia, como la fantástica
nave de hiper velocidad en la que viajamos en solo unos instantes, al
parecer desde América del sur hasta el medio oriente.

No podemos olvidar la excéntrica historia que me contaron acerca de los


orígenes del hombre. Este cuento podría perfectamente formar parte de
una novela de ficción. Todo es muy confuso.

—Pienso lo mismo, ¿Puedes llegar a considerar la idea de que nuestra


función de onda cerebral pueda intervenir nuestra existencia material
exterior? —Cortó Lana arrugando el entrecejo.

—Según estos hombres, nuestra función de onda cerebral contiene en sí


misma la función de onda cuántica unificada de todo el universo, ¿Qué es
la realidad material si no una nube de onda cuántica con apariencia de
solidez? 

—Bueno Samuel, se ha dicho que nuestra mente existe para que la


creación se observe a sí misma, pero ¿Cómo funciona esto?, ¿Qué
principios pueden estudiarse ante semejante afirmación?…

Estos temas no son de mi competencia; se ubican en el mundo de las


creencias y no del conocimiento.

—Aunque suene a locura mi querida Lana, un principio de equivalencia


obliga al universo a materializar todo lo que visualizamos en nuestra
mente. Este es el poder de la fe. Es todo lo que puedo decirte por el
momento. Así como es imposible reunir la energía necesaria para probar
la existencia de la quinta dimensión, me temo que esto se aplica también
para reproducir este principio.

Lana se quedó pensativa y un gran silencio inundó la sala por unos


instantes.

—¿Sabes Lana?, si tengo que irme otra vez…vendrás conmigo.

—¿Qué dices Samuel? …—cortó Lana, esquivando la mirada como


culpándose de algo que no se atrevía a develar.

Estar en mi casa con Lana me daba esperanzas de que todo volvería a la


normalidad, pero sospechaba que esta aventura estaba muy lejos de
acabar.

Lana me abrazó y dijo— Tuve miedo de no volver a verte…, lo siento,


estoy confundida —. yo reaccioné apartándola de mí un poco; sosteniendo
sus hombros para poder mirar sus ojos y lograr entender lo que acababa
de escuchar. 

Al sentir su abrazo caí en la cuenta de que ella también era parte de mi


vida, desde mucho antes del vuelco que el destino me tenía preparado,
¿Sería posible que mis sentimientos hacia ella fueran recíprocos?

—Mi querida compañera —le dije, tomando suavemente su barbilla para


orientar su rostro hacia el mío—, ¿Por qué dices que lo sientes?, somos
algo más que simples compañeros de trabajo, ¡No te dejaré sola otra vez!
—proseguí diciéndole, mientras la miraba con la profundidad de alguien
que se ha entregado al amor, apartando suavemente el largo flequillo de
su frente para apreciar bien sus cautivantes ojos.

—Siempre me sentí sola en este mundo, como un bicho raro y tu amistad


me reconfortó. No fue hasta que asumí que te había perdido, cuando sentí
tu ausencia. No puedo explicarte lo que sentía al ver tu oficina vacía.
Nuestra amistad era para mí lo más importante que tenía en la vida.

Un día George estaba en tu escritorio, ordenando tus papeles. Me dijo que


le iba a tomar varias semanas retomar tu trabajo. De pronto, sin saber el
por qué, comencé a visitar a George, buscaba su compañía; talvez
tratando de llenar el vacío que no me dejaba seguir, pero algo en él era
distinto. Descubrí que mis sentimientos hacia George no eran de amistad.
Él estaba despertando una parte en mí que …

Mientras Lana hablaba, yo me desmoronaba tan rápido como el colapso de


una estrella e intuía que no iba a poder soportar mucho tiempo de pie.

—¿Que me quieres decir Lana?

—…Bueno, un día, después del trabajo, George me invitó a cenar. Luego


un fin de semana me pidió ayuda para clasificar unos documentos en su
casa. Después lo acompañé a hacer unas compras y de
pronto…estábamos en una relación…

—Ante la sorpresiva realidad que me golpeaba, sentí que estallaba por


dentro y los más bajos sentimientos comenzaron a aparecer en mí. Me
estaba hundiendo en un coctel de emociones que nunca antes había
sentido.

Quería matar, literalmente, al embustero que había pretendido ser mi


amigo, cuando en mi interior siempre supe que solo me utilizaba para sus
intereses profesionales.

¿Por qué Lana?, él sabía de mis sentimientos por ella, ¿Por qué tuvo que
seducirla?, si él tiene acceso a la mujer que se le plazca. Por fin cuando
mis sentimientos estaban claros, me enfrentaba a esto.

Totalmente perdido; desesperado como el patético don nadie en el que


me había transformado le dije a Lana: —voy a darte mi consejo de amigo
—me aparté de ella con las manos en los bolcillos para demostrar relajo
cuando por dentro quería morir—. Tú sabes la fama que George tiene con
las mujeres, ¿No?, sabes que él es un experto en el arte de la seducción y
todas esas sensaciones que tú dices que comenzó a despertar en ti son
solo parte de sus tretas, calculadas para saciar sus más bajos instintos
sexuales, propios del sujeto egocéntrico, sucio y embustero que él es—.
Lana se apartó un poco más de mí y cruzando los brazos arrugó el
entrecejo.

—¡George es tu amigo!, no puedes hablar así de él. Es mi pareja y como


tal le debo respeto, ¿Entiendes por qué ya no puedo acompañarte en tus
aventuras?

—¡Espera Lana! —la detuve tomando su hombro— solo quiero aconsejarte


para que no sufras.

—¡Se lo que hago!, ¿Acaso eres mi padre? —fue lo último que me dijo,
antes de darme una última mirada que, adiviné, era de decepción y
desapareció tras la puerta de entrada.

Esa noche, después de todo lo vivido, lo único que importaba era


Lana…sumergido en una onda tristeza, cuando todo debió haber sido
felicidad al estar otra vez en casa.
Capítulo 49

48.- ¡De acuerdo Marcus!, seguiremos con esto hasta el final:

—¡Al regreso! —dijo el entrevistador—, continuaremos con esta reveladora


historia.

Mientras estaban otra vez en la pausa comercial, Samuel recordó la


incómoda visita que le hizo en su casa el agente Marcus Castell, unos días
después de ver a Lana.

—Profesor Samuel, ¿Puedo quitarle unos minutos?

Samuel se encontraba momentos antes leyendo el «matutino» cuando


sonó la campanilla de la entrada. El hombre que lo custodiaba accedió a
que abriera la puerta, después de verificar de quien se trataba, mirando
sigiloso por atrás de las cortinas de un ventanal lateral. Antes de abrir, el
custodio se ocultó al interior de la cocina.

—¡Usted de nuevo! —Samuel exclamó rendido, refugiándose bajo el dintel


de la puerta.

—Bueno, soy muy obstinado cuando se trata de un caso sin resolver. Sé


que estuvo por unos meses fuera del país profesor…, ¿Todo en orden?

—Sí, claro, ¿Por qué no lo estaría?, ¿Aún persiste con la historia de su


manuscrito mágico?

—Sí, aunque la verdad es que quería hablarle de otro asunto.

—Usted dirá.

—Hay algunas cosas que he podido indagar respecto de mi sospechoso y


que de alguna manera le atañen, ¿Podría invitarme a entrar…para que
conversemos más a gusto?

—Lo siento…, pero estoy acompañado…, usted sabe —dijo Samuel


moviendo con picardía sus cejas.

—¿Mmm?  —murmuró Marcus en tono de pregunta, sin adivinar todavía a


que se refería el profesor.

—Estoy con una amiga…—mintió, insinuando que el detective interrumpía


un encuentro romántico.

—Ups…lo siento —sonrió el agente—, no quise importunarlo. Si gusta


podríamos encontrarnos más tarde en otro lugar…Le invito un café…, ¿Qué
le parece?

—La verdad es que no, no puedo. He estado muy ocupado estos días,
pero dígame, ¿Qué ha descubierto?, por favor sea breve.

—Bueno, el asunto es que estuve investigando durante algún tiempo


distintos proyectos de alto secreto en los que Arthur Storm, el hombre a
quien investigo por más de treinta y cinco años, pudo haber estado
involucrado. Uno de estos proyectos me ha llamado la atención…, ¿Ha
visto noticias últimamente?

—No, ¿Por qué lo pregunta?

—Bueno, en el último tiempo han golpeado con furia al planeta distintos


fenómenos climáticos que, aun cuando se ha tratado de catástrofes
naturales, han resultado ser eventos positivos para la política exterior de
los Estados Unidos.

Profesor, ¿Ha pensado que…?

—¿Me viene a hablar de conspiraciones, agente? —cortó Samuel,


incómodo por la presencia de su custodio, tan cerca del suspicaz
detective.

—El proyecto HAARP…, ¿Lo ha escuchado?, un colega suyo fue reclutado


hace un tiempo como uno de sus nuevos colaboradores, ¿Es eso correcto?

—Sí, es correcto. Hans Foster, un querido amigo y colega de la facultad,


viajó hace dos años a Alaska para participar como invitado extranjero en
ese proyecto, pero nunca más tuvimos noticias de él. Desapareció junto
con toda su familia, antes de ser recibido por personal del proyecto
HAARP…

¿Está insinuando que el proyecto HAARP tiene algo que ver con la
desaparición de Hans y los inusuales eventos climáticos que han ocurrido
últimamente?, ¿En qué han podido beneficiar estas catástrofes al gobierno
de los Estados Unidos?

—Entonces, ¡Ha visto las noticias!, usted me ha dicho profesor que no


cree en las coincidencias, sin embargo…

—¡Claro que creo en las coincidencias!, para mi se trata de correlaciones


entre funciones de onda cuántica, las que pueden manifestarse de forma
no local, es decir sin importar el tiempo y el espacio que separe a sus
actores.  Puede ir al punto por favor, pierdo mi tiempo.

—Cielos, me ha usted pillado. No he comprendido nada de lo que me ha


dicho.

—Cuando fenómenos poco probables comienzan a ocurrir, la gente común


se refiere a ellos como una «coincidencia», sin embargo, existen serios
estudios en donde estas coincidencias son llamadas «sincronicidades». Se
trata de sucesos que guardan relación aun cuando esta no se haga
evidente, y no dependen de variables ocultas que se estén dejando de
lado. Es que para la física cuántica nada se relaciona de forma causal. La
física cuántica no responde a leyes si no a relaciones no locales, a la
probabilidad de que algo suceda.

—Mmmm…Bueno. Por las publicaciones que ha realizado y las cátedras


que imparte, creí que usted era un físico relativista y entiendo que las
ideas de Einstein se ubican lejos de los planteamientos de la cuántica.

—Tiene razón detective, la física relativista y la cuántica explican nuestra


realidad desde veredas distintas. Einstein desde lo macro y la cuántica
desde lo más pequeño, pero la barrera que las separa es muy delgada y la
teoría de cuerdas podría llegar a eliminar ese obstáculo.

 —…Agradeciendo su breve clase de física profesor y para no quitarle más


tiempo, debo contarle que gracias a unos buenos amigos, descubrí que el
benefactor por no decir el principal accionista del proyecto HAARP no es
una universidad, ni menos la agencia DARPA, sino que se trata de una
organización fantasma. Es decir, un grupo que opera a través de un
tercero.

Se trata de una firma cuya propiedad fue del señor Arthur Storm…y que
ahora es de su nieto Vladimir. No tengo pruebas de aquello, ya que sus
nombres no figuran en ningún documento oficial, lo que me lleva de
nuevo a un punto de partida —dijo Marcus bajando la mirada un poco
desanimado, pero en seguida clavó los ojos en Samuel y continuó
diciendo— …Arthur Storm fue un agente nazi, ¿Lo puede imaginar?

—¿Un agente nazi?

—Su verdadero nombre era Rudolph Auricht. ¿Estarán los nazis metidos
en mi caso?, pensé.

Si me encontraba ante una iniciativa idealista, era probable que Storm


actuara junto con otros nazis ocultos después de la guerra, pero no
encontré relación alguna entre Storm y algún tercero con estas
características.

—Ahh, ok, y ¿Cómo me relaciono yo en este cuento?, le pedí que fuera


breve, ¿lo recuerda?

—Mi pregunta es la siguiente profesor …, ¿Ha sido visitado por alguna


persona que pudiera ser de origen alemán?

Samuel invocó en su mente la imagen de Raimon y sus compañeros de


extraño fenotipo, pero no creyó reconocer en ellos rasgos alemanes.
Aunque no tenía como saberlo a ciencia cierta.

—Bueno agente, creo que debemos dejarlo hasta acá…lo siento.

—Tenga cuidado en quien confía profesor, cualquier cosa llámeme. Aquí


tiene usted mi tarjeta —dijo Marcus, momento en que Samuel cerraba la
puerta.

—¡Gracias por su tiempo! —Marcus quedó con el brazo estirado


blandiendo su tarjeta entre los dedos, y con cierta frustración giró su
cabeza mirando hacia la avenida, justo antes de comenzar a caminar.

—¡De acuerdo Marcus!, seguiremos con esto hasta el final. —se animó a sí
mismo en voz alta.

Samuel contempló por unos instantes al hombre que recién salía de su


cocina siempre en el más profundo hermetismo. No podía tratarse de
alemanes; evaluándolo mejor, sus rasgos eran claramente distintos.
Capítulo 50

49.- Madame Sara Snowden:

—¿Marcus Castell? —preguntó una desconocida mujer de unos cuarenta y


cinco años de edad, muy bien vestida con un elegante traje gris con cuello
de encajes y una coqueta boina color verde musgo. Segundos antes se
había sentado a su lado mientras esperaba el paso del tren en la estación
subterránea de la ciudad de Nueva York

—Sí, soy yo. Dígame, ¿Qué desea?

—Mi nombre es Madame Sara Snowden. Soy miembro de la Sociedad


Teosófica de Nueva York.

—¿Cómo me encontró?, No la conozco…, ¿Acaso me sigue? —Marcus


verificó que la mujer estuviera sola, estirando su cuello para mirar hacia
ambos lados del andén.

—No señor, soy clarividente —Marcus sonrió—. Es cierto, no bromeo. Solo


supe que en este lugar iba a encontrarlo gracias a mi especial intuición, y
he venido a esperarlo en este escaño todos los días por casi un mes sin
tener suerte. Ya estaba a punto de abandonar la misión cuando usted
apareció.

—Explíqueme bien, usted…, ¿No me conoce?, y sin embargo, ¿Supo que


era yo a quien buscaba?  

—Fue intuición. Por cierto, no lo busco a usted sino a un manuscrito.

Justo en ese momento los interrumpió el característico silbido del tren,


mientras la briza de la detención hizo flamear los rubios y algo canosos
cabellos de la mujer.

Marcus giró el rostro para ver hacia el expreso detenido, justo cuando
abría sus puertas. Sintió el deseo de zafarse de la extraña, pero no pudo
con la curiosidad y dejó que el tren siguiera su camino. El hecho de que la
mujer le mencionara un manuscrito bastaba para despertar su interés.

Marcus vio al tren desaparecer en la obscuridad e inmediatamente regresó


su vista hacia la extraña y preguntó— ¿Un manuscrito?

—Al igual que como sucedió con nuestra inspiradora, madame Helena
Blavatsky, cada cierto tiempo los antiguos maestros toman a un elegido
para respaldar el conocimiento ancestral y regresar a la tierra los libros
sagrados del «Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal» y el libro del «Árbol
de la Vida Eterna» que han sido alterados, ocultos o destruidos.

—Estos son los libros que figuran en el antiguo testamento, ¿No?


—preguntó Marcus con cara de incrédulo.

—Sí señor —Marcus asintió con la cabeza—. Los árboles del paraíso son
los que aparecen en el Antiguo Testamento en el relato del Jardín del
Edén. Según el Génesis, estaba prohibido para Adán y Eva comer de los
frutos del árbol de la ciencia, mas no del árbol de la vida, y por
desobedecer el divino mandato fueron expulsados.

—Sí, conozco la historia…, pero, ¿Quiénes son los antiguos maestros que
usted menciona?

—Los antiguos maestros, señor Castell —contestó la dama de inquietante


sofisticación con voz seria y suave cadencia—, descienden de los primeros
homos sapiens que obtuvieron el libre albedrío y han permanecido ocultos
hasta nuestros días en los pliegues de nuestra dimensión.

Ellos cultivaron el conocimiento ancestral del cosmos hasta el punto en


que pueden ignorar los límites del espacio y del tiempo.

—Lo siento, pero debo irme —cortó Marcus, levantándose levemente del
escaño al sentir los silbidos de otro tren que se acercaba.

—¡Debe escuchar! —lo retuvo la mujer, tocando su brazo—. Hemos sido


alertados del peligro que corre un nuevo hermano, elegido para reescribir
los libros sagrados, y su nombre se nos fue dado—. Marcus abrió los ojos
con asombro.

—¿Es usted el que ha escrito el documento, señor Castell?

Marcus mantuvo el silencio mientras le encontraba sentido a lo que


escuchaba.

—Señor Castell, es importante dar con el paradero del nuevo escribano


para poder guiarlo y protegerle. Sí algún miembro de las fraternidades
oscuras lo hacen primero…dos cosas pueden ocurrir. La primera, es que
ellos destruyan la obra y nuestro hermano desaparezca. La otra es que
alteren el manuscrito y lo utilicen para sus propósitos…y que nuestro
hermano desaparezca —Marcus volvió al asiento.

Así mismo, el libro de nuestra fundadora fue alterado. Ella fue


seleccionada en su momento para escribir el libro sagrado del «Árbol de la
Ciencia», pero su obra fue deliberadamente contaminada, mientras se le
preparaban distracciones y retrasos para aplazar su publicación.

El libro sagrado del «Árbol de la Ciencia» contiene las bases de un


ancestral conocimiento para poder alcanzar la condición de reflexión. Esta
fue la competencia que Lucifer permitió obtener a Adán y a Eva, y ambos
tomaron consciencia de sí mismos, logrando comprender después la
verdadera capacidad de sus mentes.

Por su parte, el libro «De La Vida» contiene la fórmula para obtener la


vida eterna a quien logre extraer de él sus secretos.

En las manos apropiadas estos libros pueden ser de mucho valor para la
humanidad.

 ¿Sabía usted que el propio Albert Einstein tenía el libro sagrado de


nuestra maestra Blavatsky como lectura obligada sobre su escritorio?
Lamentablemente nos dimos cuenta muy tarde que el documento había
sido contaminado. Helena nunca lo supo.

Algunos ven en Einstein a un elegido, mas no lo fue en ningún caso. Sólo


lo utilizaron para crear más confusión en la humanidad.

Einstein fue engañado para que su teoría quedara incompleta. Abordado y


embaucado cuidadosamente con la intensión de que de forma voluntaria
accediera a sepultar sus conocimientos. Por desgracia, aún no sabemos
dónde los ocultó.

Marcus recordó la figura de Einstein en su memorial de Washington D.C.


donde pudo apreciar al científico apenado con un manuscrito en sus
manos.

––Sabe, ¿Usted me ha hecho recordar el memorial de…

—…Albert Einstein en Washington, ¿Verdad?, veo que la intuición es fuerte


en usted.

—Es solo mi intuición de detective.

 —No se equivoque, no subestime el poder de la intuición. Ya le dije como


pude dar con usted.

El memorial a Albert Einstein fue realizado en parte gracias a los aportes


hechos de forma anónima por nuestra sociedad y quisimos precisamente
inmortalizar en él a un Einstein apenado por no haber podido publicar por
completo sus descubrimientos. Claro que esto no es fácil de notar.

Después de unos segundos de observar la línea férrea, Marcus preguntó—


Discúlpeme madame, ¿Podría usted decirme quienes son estas fuerzas
oscuras y que pretenden hacer con la humanidad?

—Señor Castell, primero debe responder a mi pregunta —Marcus asintió


con su cabeza—, ¿Podrá creer alguna vez en lo que no ha visto? —Marcus
volteó los ojos y levantó sus cejas como buscando una respuesta que
probablemente se ajustaría más a su perfil de investigador, pero la mujer
lo sacó de su cuestionamiento.

—Usted señor Castell tiene dos existencias paralelas y aun cuando no


puede notarlo, existe en dos universos distintos, y en todos—. el detective
arrugó el entrecejo.

—Usted existe en un universo «Fenomenal» y en un universo


«Noumenal». Ahora se preguntará, ¿Es posible estar en dos sitios a la
vez?, según el libro de nuestra maestra, la respuesta es sí.

Dividir lo indivisible, está sancionado en la filosofía esotérica o si se


requiere, la metafísica. Esta última indica que el tiempo no tiene límites,
sin embargo, separa el tiempo en dos: Un tiempo incondicionalmente
eterno y universal, denominado por el misticismo oriental como «Kâla», y
un tiempo condicionado llamado «andakâla».

El primero es la abstracción o noúmeno de la existencia, imperceptible por


los sentidos; el presente infinito de la función de onda cuántica unificada
que se proyecta por todo el multiverso. El otro es un fenómeno,
perceptible por los sentidos, que aparece periódicamente como el efecto
del «Mahat», la Inteligencia o información Universal, limitada por la
duración «Manvantárica» o períodos astrales.

Según algunas escuelas, «Mahat» o consciencia universal es el primero


que nace de «Pradhâna» que es una substancia inmaterial y es la raíz de
la naturaleza a la cual llamamos «Mâyâ» o la Ilusión.

Desde mi punto de vista, «Mûlaprakriti», el noúmeno, el vacío cuántico o


la quinta dimensión unificada existe por sí misma y no posee origen
alguno; es, en una frase, nacida sin padres; en un «Anûpadaka» como
uno con Brahma.

«Prakriti», el universo fenomenal, es nuestro mundo material o ilusión y


es equivalente al resultado de nuestros sentidos y de nuestra actividad
mental. Es periódico y no más que un fantasma o proyección material de
«Mahat».

Del mismo modo «Mahat»; la inteligencia universal; el primogénito de


Jñâna o Gnôsis; el conocimiento astral; la sabiduría del Logos, nuestra
línea de programación es la sombra del absoluto «Nirguna» o como se
requiera «Parabrahman», la «Realidad Única»; el creador; desprovisto de
atributos y cualidades.

«Mahat» es la luz de «Prakriti» o la «Materia». El «Mahat» es incluso su


potencial equivalente.

Madame Snowden se explayaba en sus términos mientras Marcus trataba


de seguir el hilo de todo el cúmulo de simbolismos, tan desconocidos para
él cómo las reglas de un juego de balompié.

La expansión «de dentro hacia afuera de la Madre» —continuó diciendo la


misteriosa mujer—, llamada también como las «Aguas del Espacio», la
«Matriz Universal», etc., no se refiere a la expansión de un pequeño
centro o foco, el Big Bang, sino que comprende el desenvolvimiento de la
subjetividad sin límites, hacia una objetividad asimismo ilimitada, sin
referencia a magnitud de tiempo u área.

—No entiendo a donde quiere llegar madame con todo esto —cortó
Marcus.

—La sinfonía de la «Séptima Eternidad» en la que nos encontramos, señor


Castell, está «escrita», no por ningún Dios en particular, sino que tuvo
lugar en virtud de una ley eterna e inmutable de grandes períodos de
actividad y de reposo, llamados de un modo tan gráfico y poético como los
«Días y Noches de Brahmâ».

La substancia eterna primordial, siempre invisible e inmaterial para


nuestros ojos, propagó su sombra periódica en nuestras cuatro
dimensiones cobijadas en el regazo de «Maya». Tal expansión no fue un
aumento en magnitud, porque la extensión infinita no admite ningún
agrandamiento, fue solo un cambio de condición. Una transición de fase.

El «Mahat» se extendió a manera de «capullo del Loto»; porque la planta


Loto no solamente existe como un embrión en su semilla, sino que su
prototipo se halla presente en una forma ideal en la «Luz Astral», desde la
«Aurora» hasta la «Noche Manvantárica», lo mismo que todas las demás
cosas en este Universo objetivo, desde el hombre y sus ciudades hasta el
animálculo; desde los gigantescos árboles hasta las hojas del musgo más
diminuto.

Los prototipos astrales se propagan de dentro afuera esto es, pasan de


modo gradual, en una escala descendente por todos los planos, desde el
noumenal más elegante y delicado, hasta el fenomenal más inferior y
caótico, para florecer por último en plena objetividad como el colmo de la
Ilusión o la materia en su estado más grosero.

Esto es la humanidad para las fuerzas oscuras señor Castell, el «Mahat»


en su estado más grosero.

Debe entender que hemos llegado a un punto de retorno, por tanto, el


esfuerzo de aquellas entidades, es que en efecto regresemos
gradualmente a los niveles astrales superiores para poder conciliar de
nuevo el sueño de Brahma. Y después…volver a nacer.

—Mire, la verdad es que no logro entender bien todas estas ideas propias
de la «New age». Lo único que me queda claro es que existe un grupo
muy bien organizado que parece estar en contra del desarrollo humano y
quiero saber de quiénes se trata y cuáles son sus intenciones.

—Ya se lo dije señor Castell, nosotros somos su sombra en cuatro


dimensiones.

El «Mahat» estalló en singularidades que son el reflejo de ellos mismos y


se refugiaron en el regazo de «Prakriti» que es nuestro mundo material.
Estas sombras somos nosotros; los que existimos en un nivel astral o
plano dimensional inferior, cuya consciencia es ilusoria, más nuestro
despertar en el «Mahat» significaría un quiebre en el ciclo eterno de
Brahma y el nacimiento de un nuevo universo.

—Entonces, ¿Ellos nos crearon? o ¿Aparecimos de forma espontánea?

—Nuestro nacimiento es irremediable. En algún punto se manifestará el


reflejo de estos seres superiores, el ejercito custodio del creador absoluto
«Parabrahman» que son uno en el «Mahat». Por tanto, para mantener
controlado nuestro tránsito, manipulan nuestro mundo mediante simples
principios, gobernando 64 arquetipos constituyentes.

Esto funciona como en la programación de una computadora. Un simple


algoritmo contiene 64 funciones básicas que interactúan en una red. Hay
una capa de entrada con las variables iniciales que se deben procesar, las
capas intermedias que anidan las funciones y una capa de salida que
presenta la interfaz con los resultados. Los seres astrales habitan las
capas intermedias y nosotros la imagen resultante que aparece en la capa
de salida, el «Mahat». La capa inicial con o sin variables es el absoluto
«Nirguna», los «Días y Noches de Brahmâ».

Los seres astrales pueden manifestarse en el mundo físico de nuestra


consciencia para que nuestro camino se oriente en coherencia con sus
objetivos. Por decirlo de alguna manera, nos mantienen ocupados en
nuestros asuntos y evitan que comencemos a usar el reflejo de sus
propias habilidades y despertemos en el «Mahat» o pasemos a un estado
de iluminación.

El uso de este poder destruye su mundo para crear el nuestro. Al


despertar en la luz los reemplazamos.

—Y, ¿Por qué no nos eliminan y ya?

—Señor Castell, ellos viven en la luz, ¿Puede usted eliminar su sombra sin
apagar la luz?

—No puedo, pero, ¿Si elimino al cuerpo que la genera?

—¡Exacto Marcus!, pero ellos son el cuerpo en la luz, por lo tanto,


simplemente no pueden eliminarnos. Esa es nuestra ventaja. No obstante,
igual han sacrificado a los suyos para eliminar algunas amenazas.

Ahora dígame, ¿Qué pasaría si le diéramos a la sombra un nuevo cuerpo?


—Marcus blanqueó sus grandes ojos—. Eso señor Castell es lo que
precisamente quieren evitar. Al despertar en la iluminación adquirimos un
cuerpo de luz, en otro universo idéntico al de origen, y la entidad
desaparece.

—¡Un momento!, si ellos no son seres de otro planeta, ¿Provienen de otra


dimensión?, ¿Dónde se encuentran en verdad?, ¿Son malignos?

…Son acaso, ¿Demonios?

—Ellos, señor Castell, no conocen el bien o el mal, solo hacen lo que


deben para existir. Nosotros somos un residual de su existencia y aun
sentimos que tenemos elección y que cada uno es un ser especial e
independiente. Ellos no son diferentes a nosotros y aun cuando no somos
más que autómatas, confiamos firmemente en nuestro libre albedrio.

Cuando por fin veamos la verdad seremos libres, pero para que eso
suceda uno de ellos debe desaparecer, y uno de ellos son todos a la vez.
Un trozo de su universo se desmorona y todo desaparece; un trazo del
nuestro se ilumina y un nuevo todo renace.

Para ellos somos como un cáncer que deben mantener controlado. No


pueden extirparlo, pero pueden mantenerlo a raya tomando la forma que
requieran; demonios; fantasmas; duendes; humanos; platos voladores o
hasta objetos.

Con esto espero haber contestado a su pregunta señor Castell —finalizó la


extraña, mientras Marcus se mostraba contemplativo.

—Los maestros antiguos son nuestros únicos aliados y han estado


ayudando para que nuestros hermanos despierten, mostrándonos la
puerta hacia la verdad en los libros sagrados.
El libro de nuestra maestra, «La Doctrina Secreta», llegó a Einstein por
medio de un amigo que además era su psicólogo de cabecera a quien el
mismo documento había influenciado para tal propósito. Este personaje
fue quien convenció al físico de leer el libro, cuyo contenido lo cautivó
desde el principio, pues contenía de manera cifrada elementos de la física
que Einstein se encontraba tratando de asociar como la equivalencia entre
masa y energía.

—Usted habla como si este libro hubiera tenido vida propia.

—Este no era un libro ordinario. El libro que llegó a Einstein era la


manifestación física de una de aquellas entidades superiores.

El libro de la vida, por ejemplo, es un verdadero gurú, en el mejor sentido


de la palabra. Sus páginas contienen una red «neuronal» de símbolos que
al ser interpretados se invoca la presencia efectiva de uno o más de los
maestros ancestrales. Es como si cobraran vida a través del acto de leer el
registro. Además, el libro opera como un oráculo por lo que es posible
interpretar desde sus hojas hechos del futuro.

No cualquiera puede leerlo e interpretarlo, ya que se encuentra escrito en


simbología secreta y se debela solo frente a quien el mismo libro elija.
Este libro puede dar vida, así como arrebatársela a su lector.

—¿Sabe?, yo tengo en mi poder un manuscrito muy singular que me fue


confiado hace veinte años. Creo que este documento tiene las
características que usted me ha mencionado. Creo que este libro me ha
elegido para un propósito. Incluso siento que me ha hablado —cortó
Marcus.

—Quien le ha hablado fue uno de los maestros antiguos, eso es casi


seguro, ¿Lo tiene usted en su poder?, ¿Puede decirme que le ha dicho?

—Una noche se presentó ante mí un intenso resplandor de luz de la cual


emanaba una voz que me dijo que protegiera el manuscrito y que después
de recibir su indicación tendría que entregárselo a alguien en especial.

—¿Le dijo algo más?

—No, solo eso. De hecho, me encuentro investigando el tema y … no sé


por qué le estoy confiando esto.

—Si lo desea detective, puede visitar nuestro centro, donde podrá


aprender a interpretar el manuscrito que está en su poder y así obtener
certeras predicciones que podrían serle de utilidad.
Es importante que no converse con nadie acerca de esto, … ¿Correcto?

—Sí, así lo haré. Cortó Marcus luego de unos segundos de silencio.


Capítulo 51

50.- Controlan mi mente:

—¡Bien profesor!, continuando con su relato. Dígame, ¿Que ocurrió


durante esos días en los que estuvo en su casa?

—Una mañana desperté y grande fue mi sorpresa cuando descubrí que ya


no estaba en mi habitación, sino en un sitio totalmente desconocido para
mí. Un lugar iluminado, completamente blanco.

—¡No te agites Samuel! —dijo una tranquilizante voz—. Mi nombre es


Gabriel.

—¿Eres el ángel Gabriel? —pregunté, adivinando la naturaleza de la


entidad que se presentaba ante mí.

—Creo que ya te deben haber hablado de mí, ¿No es verdad? —sonrió


Gabriel. El ángel más influyente entre las fuerzas de Hassem.

Los rasgos de Gabriel eran de una espléndida sutileza femenina. Su


cabello irradiaba un hipnótico resplandor dorado sobre sus grandes y
expresivos ojos y cuando hablaba parecía susurrar. No se veía movimiento
alguno en sus pequeños labios.

—Sé que junto a Rama'el estuvieron estudiando los rollos del mar muerto,
¿Le dijeron también quienes fueron realmente los vigilantes?

—¿Qué hago aquí?, ¿Me han secuestrado?

—No, solo quiero orientarte…

—Gabriel caminó apacible con sus dos manos tomadas en su espalda


durante unos instantes por el luminoso cuarto en el que nos
encontrábamos. De pronto, se detuvo y volteó hacia mí.

—Te contaré una breve historia.

—«¡Genial!, más cuentos de hadas» —pensé con ironía.

—Hubo una vez un sabio patriarca llamado Amram, padre de Moisés. Una
tranquila noche, cuando se encontraba descansando en su choza, tuvo un
sueño muy especial.  En este sueño, aparecían ante sus ojos dos hombres
muy altos, como nunca antes había visto, que discutían por la posesión de
su alma. Él les preguntó: «¿Quién sois, que tenéis poder sobre mí?»,
Entonces respondieron: «A nosotros se nos ha dado el poder y el gobierno
sobre toda la humanidad», y prosiguieron preguntando: ¿A quién de
nosotros escogerías tú para que te gobierne?

Entonces Amram levantó los ojos y vio que uno de ellos era terrorífico. Su
rostro era el de una víbora, vestido con una capa muy oscura con
destellos en tornasol. Entonces le preguntó, ¿Quién eres?, y él respondió:
«Soy un vigilante, mis tres nombres son Belial, Príncipe de las Tinieblas y
el Rey del Mal».

El otro Ángel también se presentó y le dijo: «Así como él es la víbora que


tiene el poder sobre toda la oscuridad, yo tengo el poder sobre toda la luz;
Mis tres nombres son Miguel, Príncipe de la Luz y el Rey de la Justicia».

Gabriel esperó por unos segundos. Al ver en mi rostro que ya caía en la


cuenta acerca del mensaje del relato, dijo:

¡Así es Samuel!, Shemihaza es Belial, el serafín maldito. La «gran


serpiente» astuta de la tentación que ha estado atormentándote.

¡Despierta de tu inconsciencia! y descubre la verdad.

En eso, desperté sobresaltado de nuevo en mi cama— «Que pesadilla más


rara» —pensé, mientras me levantaba a confirmar la presencia de mi
protector de turno, quien me vigilaba en silencio como de costumbre
durante las noches, al final del pasillo antes de bajar al primer nivel.

«Controlan mi mente otra vez» —pensé, después de mojarme la cara para


despejarme un poco, mientras me miraba en el espejo del baño.

Esa mañana recibí el llamado de Raimon, quien me pedía volver con ellos
a Jerusalén para retomar la búsqueda del rollo de plata en el subsuelo de
aquella histórica ciudad.

 
Capítulo 52

51.- Princeton, Nueva Jersey, 1955:

Cerca de las 4:00 de la madrugada, un hombre observaba sigiloso, tras un


poste del alumbrado público, la entrada principal del instituto de estudios
avanzados de la Universidad de Princeton. Se encontraba a unos ciento
cincuenta metros de distancia por la vereda del frente a la casa de
estudios.

El hombre que le contrató le pidió que buscara expresamente, en el


despacho del conocido científico Albert Einstein que acababa de fallecer
durante la madrugada, un documento que reconocería por estar escrito
con simbología desconocida.

Era lunes y en un par de horas llegarían muchas personas al edificio,


dirigiéndose a sus respectivos puestos de trabajo. Tenía que apresurarse y
realizar la búsqueda lo antes posible.

El joven Arthur Storm evaluaba una vez más su plan. Su contacto le


confesó que sus superiores no lo seleccionaron para esta misión
precisamente por sus demostrados conocimientos tácticos en batalla, sino
por su experticia y lealtad como espía nazi. Consideraban al ejército nazi
como los más leales soldados con que una causa bélica podía contar. 
Eran hombres dispuestos a todo que no ponían ninguna objeción si se
trataba de seguir las órdenes de sus superiores. 

Sin mucha dificultad, Storm pudo hacer ingreso al edificio, sorteando uno
de los muros perimetrales. Aún era joven y su entrenamiento incluía las
artes marciales por lo que su agilidad sobresalía del resto de las personas
comunes y corrientes.

Después de caminar en medio de la obscuridad por un par de pasillos y


subir unas cuantas escalinatas de mármol, el espía dio con el despacho
del científico, cuya puerta mostraba, según se lo habían indicado, una
placa con la serie C-204. La puerta se encontraba con llave, pero esto no
fue ningún impedimento para que Storm la abriera con unos pequeños
alambres que llevaba consigo. No se trataba de una chapa de seguridad.
Solo era la puerta del despacho de un académico común.

El lugar se encontraba desordenado por lo que su presencia pasaría aún


más desapercibida. Después de buscar por unos 20 minutos, Arthur se
detuvo para limpiar la transpiración de su frente. Con la mano en el
mentón torció el gesto. Ya comenzaba a sentir decepción por su fracaso,
cuando encima del escritorio que coronaba el despacho, notó un libro que
le llamó la atención. No se trataba de un documento con las
características que buscaba, pero el título le atrajo la atención por su
alusión a un contenido de tipo místico más que científico como se
esperaba que estuviera a disposición de un nobel de física como Einstein.

El ejemplar de tapas forradas en tela rojo «sangre», mostraba


resplandeciente su título en letras doradas: «La Doctrina Secreta». Se
trataba de un conocido pero escaso libro, obra de una escritora Rusa
llamada Helena Blavatsky, una maestra del esoterismo del siglo IX.

Después de hojear el libro por unos instantes, descubrió que en su interior


se encontraban algunas fotografías de unos grabados en papiro, al parecer
egipcios, las que observó por unos minutos para después guardarlas en su
saco, depositando el conjunto otra vez sobre el escritorio.

 Arthur no relacionó el hallazgo con el manuscrito que buscaba.


Lamentablemente tendría que entregarle malas noticias a su contacto que
parecía ser de raza hindú, aunque el tono de su piel, de sus ojos y de sus
cabellos era más claro que el que se esperaría para un individuo de esa
raza.

—Mi señor —dijo con voz suave un hombre vestido con una túnica de
gruesas y oscuras fibras de lino, cuya capucha no dejaba ver su rostro.

El sujeto se encontraba en un lugar donde la iluminación lo envolvía todo


en un brillo etéreo—…«Herr Doktor» no ha dejado el manuscrito en su
despacho. Su casa también ha sido registrada y tampoco hay nada ahí. El
gurú nos ha evadido otra vez.

 
Capítulo 53

52.- ¿Quieres pasear conmigo por la ciudad?:

Una vez instalado en Jerusalén, Samuel fue llamado por Raimon. —¡Claro
Raimon, ahí estaré! —respondía el profesor guardando seguidamente su
móvil.

Lana, dejando mostrar por un instante su carismático rostro sobre el


periódico que estaba leyendo, le preguntaba a su acompañante— ¿Dónde
tienes que ir Samuel?

—¡Tenemos que ir! —le contestaba el astrofísico sonriendo, bajando con


su dedo índice la máscara que de nuevo la joven se había hecho con el
matutino—. Primero, …¡Vamos a pasear por la ciudad!

Todo lo que hacía mientras esperaba el día de mi viaje, el que esta vez
realizaría sin acompañantes, era visualizar esta escena una y otra vez.
Solo pensaba en Lana, tratando de entender como las cosas habían
terminado de esta forma.

Mi vida estaba acabada. No tenía empleo y Lana mantenía una relación


amorosa con el que había considerado por años como mi único amigo,
pero al contrario de lo que normalmente había esperado que sucediera,
todo dio un drástico vuelco.

Mientras esperaba sentado frente a la puerta de embarque asignada a mi


vuelo, noté una figura femenina que se acercaba caminando lento hacia
mí desde el extremo del pasillo. Era Lana, tirando de una maleta con
ruedas.

—Samuel. Leí el mensaje de despedida que me enviaste y quise venir a


disculparme por mi reacción del otro día—. Yo no podía contener mi pecho
inflado manteniendo la respiración por el asombro.

—Entiendo tu preocupación respecto a George, así es que conversamos y


decidimos darnos un tiempo.

—¿Y esa…maleta? —por fin logré sacar la voz.

—Creo que un viaje sería bueno para mí en estos momentos.

¿Puedo ser tu acompañante?... —el silencio se apoderó del lugar.


Si no quieres…pediré el reembolso del boleto y ya está… —terminó de
decir Lana con su voz un poco quebrada, mientras yo solo podía
responder asintiendo con la cabeza, y una gran sonrisa. Mi voz había
desaparecido otra vez.

El resto sucedió tal como si se tratara del guion de una novela. Tal cual
como lo había visualizado en mi casa a excepción de una significativa
diferencia. Sus evasivas justo cuanto yo pretendía iniciar el tema acerca
de nuestra relación o sin darme cuenta me la quedaba mirando sin hablar
como hipnotizado, sumergido en la profundidad de sus ojos, me indicaban
que Lana mantenía su sentimiento de amistad hacia mí y su decisión de
acompañarme tenía en efecto el objetivo de alejarse de George.

Poco a poco volvía a caer sobre mí el amargo sentimiento de la decepción.

—. Entonces Lana, … ¿Quieres pasear conmigo por la ciudad?


Capítulo 54

53.- El evangelio perdido:

Después de un par de horas, nos encontrábamos con Lana al interior de la


amurallada «vieja ciudad de Jerusalén», disfrutando del aire fresco y de
un exquisito jugo de frutas naturales, sentados a la mesa de un pequeño
puesto árabe ubicado al medio de una angosta callejuela de piedra, y un
guardia vigilaba nuestra seguridad a cada momento a una cuadra de
distancia.

De regreso al hotel nos fuimos caminando entre antiguos edificios y


adoquines sin tiempo. Así pudimos apreciar con detalle el colorido de los
almacenes árabes e israelitas que nos ofrecían un «arcoíris de verduras y
frutas» y diferentes néctares al paso. Era fácil perderse en el intrincado
laberinto de callejuelas y escaleras, las que por los cambios de tono y
textura mostraban sus diferentes dataciones. Algunas murallas o parte de
ellas podrían haber sido el segmento de un antiguo templo romano y
otras, la parte más moderna de la construcción.

Atravesar cada paso, bajo el arco de piedra de algún edificio,


representaba para mí encontrarme ante un nuevo espectáculo de colores
y aromas junto al sonido de las conversaciones distendidas de un grupo
de árabes o el canto lastimero de alguna flauta a la distancia. Todo lo que
alguna vez soñé conocer no me provocaba la alegría de tener a Lana a mi
lado y a pesar de no ser correspondido, reconocía con claridad que la
amaba.

Mientras avanzábamos, nos topábamos con mucha gente en las calles,


musulmanes, israelitas y turistas de diferentes procedencias.

Según un cartel que colgaba de un muro, ya estábamos en la calle


llamada «La Puerta de los Leones», la que se hacía más ancha para
permitir el tránsito vehicular.

Hacia mi derecha, entre el perfil de dos torres se divisaba el «Monte de los


Olivos» —. «Ojalá tengamos la suerte de visitarlo» —, pensé sobrecogido
por su enorme simbolismo.

El denso comercio turístico aparecía como un embravecido mar cromático,


lleno de aromas, prendas de vestir y alfombras colgadas de las paredes
que lucían, en ocasiones, como verdaderas piezas de arte.

Un semi-arco de piedra sobre el camino, nos mostraba lo que había sido


en algún momento de la historia un glorioso arco triunfal romano, de cuya
estructura solo había llegado hasta nuestros días su costado derecho.
Unos pasos más allá, un templo cristiano ostentaba orgulloso un cartel
que aseguraba que, en sus fundaciones, había estado emplazada la misma
prisión en la que Jesús tuvo que esperar su juicio frente a Pilatos.
Estábamos transitando a través de la «vía dolorosa»; los pasos que Jesús
tuvo que recorrer antes de terminar muerto en la cruz que cargaba
moribundo.

Al cabo de dos días, Lana y yo, salíamos de madrugada junto a Raimon y


otros cinco miembros más del equipo en dirección a la entrada de la
caverna excavada al este de Jerusalén.

El acceso, se había realizado aprovechando una pequeña gruta de roca


construida en un pasado remoto y que según los cálculos marcaba el lugar
en donde comenzaba la formación subterránea.

Estando todos nuestros equipos preparados comenzamos el descenso.


Avanzamos un poco, antes de encontrarnos con una gran roca que nos
separaba del interior. Retrocedimos para refugiarnos de una pequeña
detonación que se ejecutó para abrir el paso. En rigor se trató del efecto
de una intensa resonancia electromagnética provocada por una maya de
una fibra similar a la seda de pescar que se colocó sobre la piedra la cual,
después de iluminarse, fragmentó el obstáculo como si se tratara de una
galleta. Una vez más quedé sorprendido.

Al entrar, bajamos por un empinado terraplén de rocas fragmentadas para


toparnos con una extensa bóveda de unos diez metros de altura por
treinta de ancho. Veinte metros hacia adelante, pudimos ver una especie
de construcción artificial de piedra. Se trataba de un antiguo estanque de
agua.

—«A quince codos desde la parte frontal de las puertas orientales, se


encuentra un estanque. Diez talentos se encuentran en el canal que sale
de él» —recordé en seguida.

Raimon, ¡Esto parece ser una de las descripciones que nos faltó por
descifrar! —exclamé apuntando hacia la antigua edificación—. Según esto,
se encuentran diez documentos escondidos en un canal que debiera salir
desde aquel punto.

Continuamos caminando y nuestro avance se hacía cada vez más


dificultoso ya que el suelo se encontraba muy resbaladizo por la humedad.
Me empezaba a sentir sofocado y solicité oxígeno a Raimón.

Al iluminar el camino pudimos ver en una de las paredes de la formación


un bajo relieve que mostraba distintos diseños geométricos y un tramo
más allá, un estilizado hombre pájaro. La imagen, que posiblemente
representaba una escena ritual, mostraba una figura humana, talvez de
un antiguo chamán vestido con un traje de plumas.

—Estos antiguos «brujos» tenían la creencia —dijo Raimon al ver la


figura— que, imitando el aspecto de los vigilantes, usando trajes de
plumas, adquirirían el poder del viaje astral.

Los chamanes que convivieron con los dioses, transmitieron a sus


posteriores generaciones la experiencia de verlos desaparecer frente a sus
ojos. Desde ese entonces se confeccionaron trajes con plumas de buitre o
de cuervo para reproducir su apariencia en sus respectivas ceremonias.

Nos adentramos unos metros más, aguas abajo, llegando hasta el costado
de una cámara por donde entraba y salía el agua que descendía por un
canal desde el estanque. Con la ayuda de picotas, se removió la parte
superior de la cámara y en su interior encontramos diez placas que
parecían ser de plata, de unos ochenta por sesenta centímetros cada una,
cubiertas por una especie de cera protectora.

Raimon pidió extraer los objetos para ser guardados en distintos


contenedores climatizados, llevados especialmente con el objetivo de
preservar lo encontrado.

—Luego tendremos el tiempo para analizar con cuidado el contenido de


estas piezas —dijo Raimon al ver mi cara de curiosidad.

—«Seis barras de plata se encuentran en el filo de la roca que está bajo el


muro este del mismo estanque» —recordé en voz alta el segundo lugar
que debíamos encontrar.

Fuimos entonces al lado este del estanque. No hallamos nada en un


comienzo, pero al excavar en la base del muro encontramos, como ya lo
había pronosticado, seis placas de plomo de similares características a las
ya encontradas. Los objetos fueron extraídos por los hombres de Raimon
con el mismo cuidado que se procuró mantener en el hallazgo anterior.

—¡Aún resta un lugar por encontrar! —exclamé con fuerza, logrando sacar
por un segundo a los hombres de su tarea.

«En el pozo de la sal que se encuentra bajo los pasos, hay cuarenta y un
talentos de plata». Esta es la última indicación y es la más enigmática de
todas las referencias. «Bajo los pasos», ¿Querrá decir bajo tierra?, el pozo
de sal debe tratarse, en mi opinión, de una mina de sal.

—Tendremos que buscar una mina de sal a lo largo de toda la formación


—indicó Raimon—. Se le entregará a cada uno equipos de oxígeno antes
de adentrarnos en la bóveda que tiene varios kilómetros de extensión
hasta llegar al centro de la ciudad con distintas ramificaciones sin salida,
donde los niveles de oxígeno disminuyen significativamente. Artagof nos
ha orientado acerca de estas antiguas construcciones.

En el antiguo Jerusalén se construyeron cientos de canales y distintos


pasos subterráneos a través de toda la ciudad que fueron muy utilizados
en tiempos de guerra por sus habitantes. La indicación «bajo los pasos»
podría tratarse de estos pasadizos subterráneos.

El «Pozo de la Sal» puede referirse a toda la formación. No lo sabremos


sino después de explorar el lugar por completo. Por desgracia, no
contamos con otras indicaciones que nos sitúen en un punto más
específico. Tendremos que buscar cubriendo todas las intersecciones,
entre los pasos subterráneos construidos y las bóvedas naturales de la
caverna.

Por ahora daremos fin a la expedición y volveremos mañana por la noche


—finalizó diciendo Raimon, indicándole a sus hombres que sellaran bien la
entrada a la caverna con una reja de seguridad y un camuflaje lo más
efectivo posible.

Mientras emprendíamos el regreso al hotel, recordé de pronto, haber leído


en algún texto bíblico la expresión «los pasos». Era utilizada para referirse
al trayecto y estaciones realizadas por Jesús en su camino hacia el «Monte
Calvario», lugar en donde fue crucificado. La famosa «Vía Dolorosa».

No era una idea descabellada relacionar a Jesús en la codificación utilizada


para esconder el rollo de cobre. Estábamos buscando unos manuscritos
que eran contemporáneos al tiempo en que el nazareno predicaba en este
territorio y en su mayoría los rollos encontrados tenían una datación
aproximada al año 66 D. C. ¿Sería posible que se eligieran estos
escondites en homenaje al «Viacrucis»?

Decidí esperar los resultados de la expedición, antes de plantear mi idea al


Raimón.

Al cabo de unos días, mientras el grupo se adentraba bajo Jerusalén, me


reuní con Tamiel en el hotel donde nos alojábamos con Lana para
comenzar el análisis de las piezas encontradas a partir de un completo
respaldo fotográfico realizado del hallazgo, el que ahora se hallaba en
estrictas condiciones de preservación.

Fue Tamiel quien, de nuevo, tradujo el contenido de los escritos, mientras


yo intentaba aportar desde la perspectiva de mi disciplina, buscando algo
de ciencia en todo aquello.

Comenzamos por examinar las primeras placas encontradas y no hallamos


nada especial en ellas más que distintas parábolas valóricas sobre la vida
cotidiana de Enoc y su familia. Luego, realizamos el estudio de las seis
piezas restantes. En ellas descubrimos algo sorprendente; un desconocido
evangelio con certeza apócrifo de autor desconocido.

En estos grabados, realizados en arameo antiguo, se perpetuaron


diferentes pasajes, nunca antes vistos sobre Jesús y sus enseñanzas. Pero
lo que hizo más especial el descubrimiento, fue distinguir una secuencia
de sentencias que se podían asociar con facilidad a distintos principios de
la física actual; conteniendo en una redacción acorde a su época,
conceptos y definiciones que no pertenecían al tiempo en que se habían
escrito.

El material se aproximaba a los planteamientos que realizaría casi dos mil


años después el célebre Albert Einstein; además de incluir algunas
definiciones complementarias propias de la física cuántica y la teoría de
cuerdas.

¡Estos documentos resultaron ser un sorprendente evangelio escrito en


forma de parábolas, desde la particular perspectiva de un científico actual,
en la época de Jesús!

Los contenidos se encuentran ordenados en diferentes apartados, entre


los cuales destaco los siguientes pasajes por su evidente implicancia
teórico-científica —dijo el profesor, sacando de su bolsillo una hoja con la
traducción de los escritos, y después de colocarse sus anteojos, comenzó
con la lectura de éstos:

—Capítulo 5, Jesús descansa siendo interrumpido por sus apóstoles


quienes lo invitaban a seguir.

Se encontraba Jesús descansando en las orillas del rio Jordán en la región


de Judea luego de reunirse por varios días con el pueblo.

2 Entonces vinieron algunos de sus apóstoles y le dijeron: Vamos Maestro,


debemos considerar que el día de tu partida se acerca.

3 Él les respondió: La luz camina como el agua del rio; veintisiete mil
setecientos setenta y siete berus completan cada paso.

4 Mas no os preocupéis por vuestra demora, porque, así como la luz va


con paso seguro, sin retrasos ni apuros, yo volveré al reino de los cielos.

5 No es el sirio el que debe molestarse por llegar; el que camina es quien


debe hacerse cargo. Así como el tiempo vuela para la lumbrera también
se volverá eterno para vosotros.

—El beru, mi apreciado Russell, es una antigua unidad de medida. La cifra


coincide exactamente con la velocidad que hoy se define para la luz,
trecientos mil kilómetros por segundo —sostuvo Samuel, ante la blancura
de los ojos del entrevistador.

El versículo número cinco de este capítulo, podría querer transmitirnos


que no es la luz la que presenta movimiento en sí misma, sino que es el
observador quien le otorga sentido espaciotemporal.

Por último, se puede entender que a grandes velocidades el tiempo se


hace eterno o se detiene por completo para el viajero.

Leeré otro segmento que vale la pena destacar…

—Disculpe profesor —cortó Russell, levantando la mano mientras


arrugaba el entrecejo—, pero lo que usted ha querido desentrañar a partir
de este documento, quizá se trate solo de una coincidencia lingüística,
errores de traducción o simplemente producto de su interpretación
personal, empapada por su formación como científico y no
necesariamente es una prueba de que sus autores tuvieron la intensión de
transmitir un contenido que entiendo, se encuentra fuera del contexto
temporal en el cual fue escrito.

—Comprendo sus dudas, pero se trata de hechos poco probables que


adquirirán sentido según avanza nuestro camino de descubrimiento. Yo no
creo en las coincidencias Russell y le aseguro que al final de mi relato su
opinión coincidirá con la mía.

Déjeme leer otro pasaje acerca de lo que le quiero exponer.

—Capítulo 10, Jesús despierta a Lázaro de entre los muertos.

Y fue que después de oír que lázaro estaba enfermo de muerte, Jesús
volvió con sus apóstoles a Judea.

2 En el camino, Jesús les dijo claramente a sus discípulos que Lázaro


había muerto.

3 Uno de sus apóstoles le preguntó: maestro, ¿Es posible volver a caminar


después de la muerte? Entonces Jesús le respondió diciendo: Nuestro
amigo Lázaro solo duerme y voy a despertarle.

4 Cierto es cuando te digo que si quieres ver caminar un muerto tendrás


que entregarle tu propia vida. Así como para lanzarnos una piedra se
necesita la mano de un solo fariseo, para mover la roca tallada del templo
se requieren tantas manos como fariseos logren entrar a la asamblea del
sanedrín.

—¡Increíble! se estaba mencionando aquí, la equivalencia entre masa y


energía.

Y continúo…

—Muchas gracias profesor, creo que la gente ya se ha hecho una idea al


respecto…

—Es necesario leer este último texto si me lo permite:

—Capítulo 35, Jesús es escarnecido y crucificado.

Pilato le dijo entonces: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra tuya?,
¿No temes por tu suerte?

Entonces Jesús le respondió, diciendo: «Los hechos no son un misterio,


están rebosantes de la luz».

2 Mis pies están amarrados a este reino solo con un hilo de oro. Y el
mismo hilo que me liga a mi amante y a mis enemigos.

3 Cuando todo se haya cumplido, la trompeta de Dios resonará de verdad


en todo su manto.

—Este párrafo nos evoca el fenómeno de la «Sincronicidad» descrito por


una rama de la psicología actual, que reconoce la existencia de relaciones
entre entidades sin una conexión aparente de causalidad o localidad y
todo es parte de la misma cuerda resonante en el campo unificado.

¿Cómo es posible que estas ideas puedan provenir de una cultura tan
antigua? —exclamó Lana.

Considerando el reciente hallazgo, comencé a contemplar la posibilidad de


que talvez sí existió una ancestral civilización a la cual se le entregó un
avanzado conocimiento y que Maxwell Hand no mentía acerca de nuestros
orígenes.

A pesar de que aún no habíamos encontrado en estos manuscritos ningún


rastro de la presencia encriptada de una ecuación sin precedentes para la
ciencia, tropezar con este increíble documento nos abría la posibilidad de
que el resto de la información requerida para formular dicha secuencia
pudiera estar esperándonos en los grabados que nos faltaba por descubrir.

—Tamiel, debemos reunirnos cuanto antes con Raimon para informarle


sobre lo que hemos descubierto.

—Lo llamaré en seguida para coordinar una reunión acá en el hotel, ¿Le
parece profesor? —propuso Tamiel, tomando su teléfono móvil para
marcar un número.

 
Capítulo 55

54.- Jesús:

—¡Saludos Samuel!

—¡Buen Día Raimon! —respondí girándome en la silla de la barra del bar


del hotel en donde me encontraba esperándolo, momento en el que Lana
también se unía a la reunión.

Después de escuchar las conclusiones obtenidas en el análisis de los


grabados, Raimon exclamó— ¡Buen trabajo muchachos!, nosotros no
tuvimos la misma suerte. No encontramos nada más en la caverna.

Sin entender aún que relación podrían tener los vigilantes, los esenios y la
figura de Jesús, decidí plantearle a Raimon mi idea de buscar bajo las
quince estaciones del Viacrucis.

El hecho Samuel —dijo Raimon, después de terminar de beber el jugo que


había pedido—, es que Jesús vivió desde los doce años en la tribu de los
esenios hasta poco antes de comenzar a enseñar su evangelio, pero no
fue uno de ellos. Jesús es considerado un miembro importante dentro del
grupo de los vigilantes. Uno con mucho poder dentro de su organización.

—¡Jah! —Lana no pudo retener una carcajada burlona producto de su


incredulidad. Raimon le clavó los ojos con algo de molestia.

«Había escuchado bien?, ¿Jesús era un vigilante?»

—Entiendo su escepticismo profesor, pero creemos que Jesús de Nazaret


fue entrenado para enseñar el poder prohibido a la humanidad. Por eso
fue acosado hasta darle muerte.

—Eso no tiene sentido —cortó Lana—, se supone que Jesús es el hijo de


Dios, ¿Correcto?, entonces Jesús enseñó a la humanidad un conocimiento
que antes fue prohibido por su propio «Padre» …

—No señorita Lana. Hassem no es el Dios verdadero, el padre del


Universo ni el de Jesús. Hay una gran confusión respecto de nuestro
verdadero creador. Hassem es solo el líder de una extraordinaria
civilización que llegó a la tierra y creó a un híbrido para realizar mano de
obra el que luego, cuando comenzó a mostrar inteligencia, quiso destruir.
Dios es algo más grande, poderoso e inexplicable. Dios es Brahma en la
trinidad, el principio de todo y de toda nuestra existencia.

—Ok. Ya había escuchado esa historia acerca de los alienígenas


ancestrales y no haré comentarios al respecto, pero también dices que
Jesús «es» uno de los vigilantes, acaso, ¿Está vivo? —preguntó Lana
seguidamente.

—Solo puedo decir que, según como está escrito, él nunca murió
—contestó Raimon, dejando unos billetes en la barra por la cuenta de su
consumo y el nuestro para luego marcharse.

—…Eso es lo que se cuenta en la biblia, no es nada nuevo —cortó Lana


dirigiéndose a Raimon quién le daba la espalda, justo cuando salía por la
puerta del bar.

—Tranquila Lana, ya tendremos más respuestas. ¡Si que lo molestaste!

La revelación de la supuesta colaboración del mismo Jesús en el grupo de


los vigilantes me sorprendió por completo. Todos los misterios en los que
me había involucrado me resultaban alucinantes, aun cuando mantenía mi
escepticismo.

 «¿Y si todo resultara ser verdad?»


Capítulo 56

55.- La vía dolorosa:

Después de un par de días y en plena noche con el fin de eludir a los miles
de visitantes y el estricto resguardo armado que el ejército musulmán
hacía en las calles, comenzamos con la búsqueda de las cuarenta y una
placas faltantes según la cantidad descrita en el rollo de cobre
descendiendo, según mi idea, bajo tierra a través de la formación
descubierta hasta situarnos bajo el inicio del recorrido de las estaciones
que se creía habían conformado el trayecto de Jesús, cargando su cruz,
camino a su muerte. Se trataba de la llamada «Vía Dolorosa». Un
recorrido a lo largo de unos 400 metros a través de estrechas calles, en la
vieja ciudad de Jerusalén, en la que se encuentran marcadas nueve de las
quince estaciones del Viacrucis. Las restantes, se ubican al interior de la
Iglesia del Santo Sepulcro.

Lamentablemente no encontramos nada especial bajo la primera estación,


cercana al Monasterio de la Flagelación. Este punto correspondía al lugar
en donde Jesús fue interrogado y condenado por Poncio Pilato.

Luego nos dirigimos bajo las coordenadas de la segunda estación que se


encuentra cerca de las ruinas romanas conocidas como el Arco del Ecce
Homo. En esta parada se recuerda a Pilato exponiendo a Jesús a la
muchedumbre. Tampoco encontramos nada singular en este punto.

Cuando llegamos bajo la tercera estación, nos invadió el asombro.


Descubrimos un sarcófago construido con piedras, unidas por una especie
de cemento. En esta estación se construyó una pequeña capilla en la
superficie para recordar la primera caída de Jesús.

Al hacer a un lado la tapa de la urna descubrimos diez planchas de plomo,


todas con curiosas inscripciones compuestas por distintos segmentos de
línea que alternaban dos longitudes como si se tratara de un código
binario enviado por un antiguo telégrafo. La emoción desbordaba en el
equipo al sacar los misteriosos artefactos de metal.

Después del espectacular hallazgo, revisamos todas las estaciones


siguientes hasta llegar a la séptima, lugar de la segunda caída de Jesús,

donde encontramos otro sarcófago de piedra en cuyo interior se


encontraban otras veinte planchas de plomo también grabadas con cientos
de segmentos. Los objetos fueron depositados por el equipo, al igual que
los anteriores, en contenedores climatizados.

Pensé entonces— «No es una coincidencia que los hallazgos se hayan


realizado justo bajo las estaciones en donde Jesús cayó rendido».

Enseguida buscamos en la octava estación sin encontrar nada, pero al


llegar bajo la novena parada que representaba la tercera caída de Jesús
encontramos, como lo había predicho, otro sarcófago desde el que
extrajimos otras diez placas más.

Sumando, hasta el momento habíamos encontrado treinta planchas


grabadas. Las escrituras del rollo de cobre hablaban de cuarenta y un
tesoros por tanto la lógica me decía que aún faltaban por encontrar otros
once testimonios.

Nos quedaba por examinar el subsuelo al interior de la Iglesia del Santo


Sepulcro.

La formación subterránea comenzaba a elevar su rasante hasta llegar al


acceso de unas antiguas catacumbas justo bajo el templo, las que por su
estado parecían no haber sido visitadas en milenios.

Nuestro avance terminó en una robusta losa que fue derribada con el
manto de resonancia utilizado anteriormente.

Después de traspasar el bloqueo, ascendimos a una pequeña bóveda,


donde encontramos un último sarcófago con las once placas faltantes.

En este lugar, justo debajo de la onceaba estación, es donde Jesús fue


crucificado por los romanos —le comenté a Lana, señalando con el índice
el sarcófago de piedra ya vacío.

—¡Increíble! —exclamó Lana y dio un suspiro—, después de haber recibido


cuarenta latigazos tuvo que resistir el peso de una cruz a su espalda para
llegar hasta este punto.

—¡Treinta y nueve! —interrumpí para corregir la cifra dada por Lana —Leí
una vez que habrían sido treinta y nueve latigazos.

«Cuarenta menos uno» era la expresión que se usaba para el castigo dado
a un infractor de la ley. Por una parte, la cifra era una muestra de
misericordia para no herir al condenado más de la cuenta. Esto estaba
estipulado en la Ley de Moisés que no permitía que las penas fuesen
excesivas. El castigo debía tener un propósito correctivo más que
vengativo o cruel.

Por otro lado, treinta y nueve era un número que no sobrepasaría el


máximo de cuarenta azotes permitidos por la ley judía. El que se excedía
era castigado por eso es que los verdugos restringieron los golpes para no
errar la cifra más allá del límite y violar la Ley.

—¡Valla Samuel, me sorprendes cada día! —Exclamó Lana, mientras yo


me ruborizaba en el acto por su alago. No era su intensión, pero me
sentía realmente bien cuando Lana me sorprendía con esas reacciones de
admiración.

—¡Cuarenta y uno! —cortó Raimon—. Cuarenta más uno fueron los azotes
que recibió, ¿Por qué creen que los tesoros que encontramos aquí son
precisamente cuarenta y uno?

Antes de abandonar el subsuelo, Raimon se comunicó con algunos


agentes que esperaban en el exterior en sus vehículos. Todo el equipo se
veía muy satisfecho. Nadie sospechaba lo que estaba a punto de ocurrir.

—¡Algo anda mal, deténganse y vuelvan atrás! —gritó Raimon, levantando


la mano en señal de detención.

Con otra seña de manos envió a la superficie a tres de sus compañeros


para verificar que sucedía y al cabo de unos instantes oímos unos gritos,
seguidos por un estruendoso bramido como el que antes había escuchado.

Por el sonido de sus pisadas en las piedras, adiviné que un grupo de unos
diez sujetos bajaban por el terraplén de acceso hacia el interior de la
formación.

—¡Vuelvan a la caverna! —gritó Raimon, momento en el que comenzaba


una feroz pelea entre nuestros acompañantes y sus misteriosos enemigos.

Algunos hombres se quedaron junto a Raimon repeliendo la entrada de los


extraños y otros corrieron junto a mí y Lana hacia el interior de la
caverna.

Escapábamos con dificultad por el pedregoso suelo, mientras los


estruendos se escuchaban cada vez más cercanos. Nos detuvimos unos
segundos para retomar el aliento y un chasquido nos hizo voltear.

No pude distinguir nada más que un espeso humo y el bramido


ensordecedor que nos alcanzaba, acompañado por brillantes destellos de
luz.

—«Tal vez podamos salir al exterior por otro lado» —pensaba, cuando un
sujeto apareció entre la humareda cayendo al piso, al parecer muy mal
herido. Se trataba de Raimon quien nos miró y gritó— ¡Corran y vayan
con Maxwell!

Uno de los atacantes apareció sorpresivamente a nuestro lado, tomando a


Lana de un brazo para desaparecer con ella entre el humo y la obscuridad
de la caverna. No pude siquiera ver su rostro.

Todavía no puedo borrar de mi mente la expresión de pavor de Lana,


justo antes de sumergirse en la nada. Mi intento por rescatarla fue
impedido por unos de los nuestros que se detuvo a mi lado y abrió sus
brazos para cubrirme con su capa, haciéndome perder el conocimiento.

 
Capítulo 57

56.- Cuarenta más uno:

…Un hombre en extremo delgado con claras muestra de haber sido


duramente golpeado en el rostro permanecía arrodillado sobre la piedra
del piso. En su espalda se erguía una columna de unos tres metros de
altura.

Había sido despertado a golpes muy temprano en la madrugada. Sentía


ardor en el estómago ya que no había comido en días y su boca estaba
seca por la falta de agua.

Mientras esperaba el devenir de los acontecimientos que había


pronosticado junto a sus compañeros, se tomó un momento para disfrutar
del leve calor y belleza de los rallos del sol que se colaban en aquel
amanecer, esquivando con esfuerzo el perfil del edificio de las
dependencias del tribunal para acariciar su rostro.

De pronto escuchó la imponente voz de un hombre del que no pudo


distinguir su rostro a través de la nube que cubría el único ojo por el que
aun podía ver.

—¡Le castigaré y después le soltaré!

Uno de los soldados presentes le agarró los vestidos y los desgarró hasta
que su pecho quedó al descubierto.

Sintió ardor en la piel de sus muñecas cuando le ataron las manos,


juntándolas por encima de la cabeza con gruesas cuerdas, y un intenso
dolor recorrió su espalda. Sus piernas se enderezaron, quedando de pie,
suspendido por las cuerdas que se retraían, pasando por una argolla de
metal en la parte alta de la columna.

Así quedó, durante lo que para él fueron horas, en las cuales creyó haber
dormido por lo menos en tres ocasiones producto de su estado de shock.

—¡Flagrum taxillatum! —gritó uno de los soldados. Al mirar notó que otro
soldado le alcanzaba un curioso objeto desde un mesón de madera.

A pesar de su somnolencia pudo distinguir perfectamente la forma de la


herramienta. Sintió interés por ella, mientras se trasladaba mentalmente
a su taller de carpintería donde había dejado inconcluso un mueble en el
que se la había pasado trabajando largas horas. Este instrumento se
componía de un mango corto de madera, del que colgaban tres correas de
cuero de unos cincuenta centímetros, en cuyas puntas tenían dos bolas de
plomo alargadas, unidas por una estrechez entre ellas. Consideró que
podría haberla usado para texturizar la superficie del asiento que estaba
tallando en un viejo tronco para que su madre descansara por las tardes.
Pero el uso que le dieron los soldados fue distinto.

Sin aviso previo comenzó a sentir uno a uno los flagelos de aquel
instrumento y a pesar de la brutalidad de los golpes, el hombre agradeció
a la noble herramienta que había asumido el papel de ser la primera en
ungirlo como el asiento en el cual la humanidad obtendría el descanso
prometido.

Sabía que ese no era el momento de su muerte. Estaba al tanto de que lo


iban a dejar con vida por dos razones: una, para poder exhibirlo al pueblo
y en caso de que decidieran su muerte, llegara vivo al lugar de suplicio y
crucifixión. Así lo estipulaba la ley de los hombres.

—¡Treinta y nueve! —gritó el soldado con voz quebrada por la falta de


aire, agotado por propinar duramente el castigo.

El reo fue bajado de la columna mientras la sangre que brotaba de todo su


cuerpo formaba un pequeño charquito a sus pies. Al caer de rodillas tuvo
la fuerza para sostener su tronco con los brazos y pudo ver su reflejo en la
fina capa de sangre coagulada sobre el piso. Su rostro era irreconocible.

Tomó aire profundo y gritó con fuerza.

—¡Cuarenta más uno!

La ley mandaba un castigo de cuarenta azotes, pero el hombre decidió


que tenía la oportunidad de regalar a sus verdugos sus últimas
enseñanzas. «Poned la otra mejilla». Eso equivalía a un azote más.

Los soldados romanos tomaron este acto como una burla, un desafío a su
autoridad. Y al no estar obligados por el límite de azotes definido por la
ley judía, colgaron nuevamente al condenado y le dieron azotes hasta que
se cansaron.

Todo el cuerpo del cautivo fue castigado. Solo se respetó la cabeza y la


parte del corazón, procurando no darle muerte, como ya les había
sucedido antes con otros desdichados. «Le castigaré y después le
soltaré», había dictaminado la autoridad.

El hombre, cuya mente se encontraba otra vez muy lejos en su taller,


contemplando el regalo que ya no podría entregarle a su mamá, no sintió
las correas de cuero del flagrun taxillatum que cortaban su piel.
Las bolas de plomo caían con fuerza sobre su cuerpo y los repetidos
azotes en su espalda, tórax, brazos, vientre, muslos y piernas le
provocaron toda clase de heridas: desgarros, magulladuras, escoriaciones
y llagas, y un intenso dolor.

Su respiración era cada vez más dificultosa y sintió que su pecho saltaba
al ritmo de las palpitaciones erráticas de su corazón y un persistente
deseo de orinar se hizo su fiel acompañante.

Al desatarle las cuerdas, cayó sin fuerzas sobre el charco de sangre que
había emanado de su cuerpo y un ardiente malestar lo envolvía por
completo. El dolor era ahora su única existencia.

 
Capítulo 58

57.- Prueba de fuerza:

En Alaska, en su oficina del centro para el estudio del clima y la aurora


boreal «HAARP», Arthur Storm esperaba la respuesta de su contacto en el
pentágono. Sabía que el gobierno no tenía otra salida. Las fuerzas del
Vietcom habían avanzado mucho más de lo esperado a pesar de los
últimos refuerzos enviados.

Los movimientos de los combatientes vietnamitas en la selva eran casi


invisibles para las tropas americanas y ya no se podía contener la férrea
oposición del congreso y de la opinión pública al otorgamiento de más
recursos, los que habían superado con creces los destinados para ese año
legislativo de 1968.

Mientras ganaba tiempo revisando algunos documentos, sonó su


comunicador personal. Se trataba de un innovador sistema telefónico
inalámbrico que se encontraba en período de prueba, al igual que otras
curiosidades tecnológicas vedadas para el ser humano común y que Storm
disfrutaba exclusivamente en su oficina.

—Entonces señor Storm, aún no me entrega pruebas concretas del


increíble poder que dice tener en sus instalaciones.

—Si lo desea le puedo dar ahora mismo una muestra, pero antes debe
hacerme llegar el protocolo con su firma para liberar los fondos que le
pedí.

No olvide que además debe hacer las gestiones para borrar


definitivamente mis antecedentes y facilitarme un conducto directo para
que mis honorarios puedan llegar sin demora a los nuevos paraísos
fiscales europeos. Si usted aprueba todo lo anterior, en un par de horas le
doy una muestra de lo que soy capaz de hacer con sus amigos
vietnamitas.

Bien lo sabía Storm. En una de las pruebas realizadas el año anterior


contra una manada de alces que vagaban por la reserva natural cercana a
las instalaciones de HAARP, había desatado la muerte de un par de
jóvenes

cazadores. Uno de ellos, resultó ser el hijo de su camarada con quien


había escapado de la Alemania nazi; Rudolph Auricht.
—«Lobo uno, ¡Qué espera para aprobar esos fondos, por Dios!».
«Estamos ansiosos de ver la bendita demostración» —cortó la voz grave
que se escuchaba, junto con el golpeteo ansioso de un lápiz, en el aparato
que sostenía Storm en su mano.

—Entonces Lobo uno —interrumpió Storm— ¿Tenemos un acuerdo?

—Señor Storm, ¡Que tipo listo es usted!, su astucia me conmueve. Aún no


sé cómo ha podido embaucar a los Estados Unidos. Un nazi…cobarde que
no ha sido capaz de enfrentar a la justicia, ahora colabora en asuntos de
seguridad nacional. Créame que lo admiro.

Estará enterado de que recientemente el congreso ha negado los fondos


para la construcción de un enorme acelerador de partículas, cuyo objetivo
era desentrañar los misterios nada menos que de la quinta dimensión y
así obtener para nuestro país avances científicos de insospechado valor y
usted intenta pedirnos casi un tercio sobre esa suma de dinero.

—¡Gracias por el cumplido Lobo uno! —contestó irónico Storm.

—Acepto que la tecnología que maneja en su fábrica de, … ¿Cómo es que


le llama a su elemento misterioso?, digámosle «cristal», está por muchos
años fuera de nuestro alcance.

Créame que nuestros esfuerzos en retro ingeniería nos han llevado una y
otra vez al fracaso —continuó diciendo Lobo uno, cuyo nombre era Roger
Bennett, un alto comandante de la fuerza aérea de los estados unidos.

¿Cómo le llaman a este elemento en realidad señor Storm? —insistió Lobo


uno con la pregunta—, ¡Vaya que su apariencia es idéntica a la de los
diamantes más puros que puedan existir, pero sus propiedades me han
dejado perplejo, desde que supe de su existencia!

Después de unos segundos de silencio por parte de Arthur Storm, el


hombre cortó diciendo— ¡Olvídelo ya!, sé que nunca nos lo dirá.

Ok señor Storm, …espere unos minutos mi confirmación.

Terminada la reunión y al cabo de unos instantes, Storm comenzó a


escuchar el repicar mecánico emitido por un equipo cercano. Se trataba
de un precoz fax, otro de los juguetes que el otrora nazi tenía en su
oficina.

Storm se giró para mirar el ruidoso aparato y delineó una sonrisa de


perversa satisfacción entre sus dientes. Tomó el protocolo firmado que
Lobo uno le había enviado y después de estudiarlo por unos instantes,
estiró su brazo para alcanzar su comunicador.

 —Inicien la muestra ahora mismo. Sector nueve-oriente, Vietnam.


Soliciten que vigilancia aérea se retire de inmediato del polígono.

 
Capítulo 59

58.- El prisma:

Como antes lo había experimentado —le dijo Samuel al entrevistador—,


comencé a ver extrañas imágenes que iban y venían, apareciendo como
un torrente de luces y colores. Como un monitor cuando trata de
sintonizar una señal televisiva.

De pronto, me vi en el aire sobre unas instalaciones rodeadas de extensos


bosques nevados, y luego me introducía bajo el subsuelo de una gran
plataforma desforestada, repleta de antenas. En mis manos, sostenía dos
láminas plateadas, grabadas con los mismos símbolos desconocidos que
encontramos en las placas de la «Vía Dolorosa».

Sentía que era observado y al voltear, me encontraba de frente con el


mismo Albert Einstein quien apuntaba con su dedo índice hacia una de las
placas en la que reconocí una secuencia de figuras borrosas que parecían
ser parte de una fórmula; una secuencia que creí haber visto en un sueño
cuando era un joven violinista.

Desperté y descubrí que me encontraba de nuevo en la fortaleza de


Maxwell Hand; recostado en una cama, en la misma habitación que antes
había ocupado.

Giré la vista hacia la ventana y vi a Maxwell contemplando el paisaje


soleado quien, después de unos segundos, me preguntó sin voltear con su
profunda voz.

—¿Puede recordar algo de lo ocurrido señor Wood?

—¿Y Lana?, ¡Quiero saber de ella!, ¿Se encuentra bien?

¿Cuánto tiempo he dormido esta vez?

Maxwell volteó por un momento— No sabemos nada de ella —contestó—


por cierto, solo han pasado un par de días desde el incidente. Siento
mucho lo ocurrido. Un solo compañero, el que lo trajo con nosotros, logró
escapar.

…Lograron llevarse las placas que encontramos. Esto es algo muy grave.

No me importaban las famosas placas, solo quería a Lana con vida. Pensé
en salir de alguna forma del lugar y buscar ayuda policial, pero tendría
que haber explicado el contexto surrealista en el cual habían sucedido los
eventos. Lo más probable es que habrían terminado culpándome de su
desaparición.

—¡Sé que Lana está viva!, ¿Qué es lo que podemos hacer para rescatarla?

Si tuviéramos alguna pista sobre su paradero, ¿Podrían enviar un equipo


por ella?

—La tenemos. El grupo que nos atacó formaba parte de nuestra propia
organización, pero se apartaron de nuestros objetivos, liderados por un
desalmado ex Nazi llamado Rudolph Auricht.

Rudolph hará lo imposible por descubrir el conocimiento que ocultan las


placas de plata que ahora están en sus manos. Él a tenido por décadas el
control de las instalaciones de HAARP. Ahí, bajo tierra, en una extensa
fortaleza, realiza sus pruebas con al apoyo de algunos personeros del alto
mando del pentágono.

En la superficie, HAARP es una sencilla plataforma de antenas para el


estudio de la estratósfera, pero bajo tierra es un intrincado laberinto,
distribuido por cientos de kilómetros. En los setenta, en el más absoluto
secreto, se quiso construir ahí un gigantesco acelerador de partículas con
el objetivo de hallar las huellas de una dimensión más elevada que la
nuestra, la quinta dimensión, pero un fantástico descubrimiento cambió el
proyecto por completo y terminó ocupando una pequeña superficie de lo
que ya se había construido. Muchas zonas subterráneas de HAARP se
encuentran abandonadas y por supuesto debidamente bloqueadas.

—Fantástico, ¿Cuál fue ese descubrimiento?

   —Una alternativa para abrir la puerta a dimensiones más elevadas, sin


tener que recurrir a la aceleración de partículas. Se trata del hallazgo de
un nuevo elemento con el cual se fabricó un prisma que puede acumular
ondas electromagnéticas, restringiéndolas en un solo punto con la
posibilidad de obtener increíbles niveles de energía para enrollar el
espacio-tiempo y detectar la geometría oculta de la quinta dimensión.

Se cree que con la ecuación del todo se puede controlar el poder del
cristal. El que fácilmente se puede desbordar y provocar una singularidad
que podría poner en peligro la existencia de todo el universo.

—El que conozca los misterios de la creación podría incluso controlar la


función de onda unificada para pasar a universos vecinos, aun cuando el
tejido del universo de origen haya sido desgarrado.

—Por ahora los hombres de Auricht solo han podido intervenir en el clima,
provocando distintas catástrofes como parte de la estrategia militar
aprobada por algunos altos mandos del pentágono a cambio de grandes
sumas de dinero.

—Entonces, este elemento es el que ustedes han ocupado en sus naves y


trajes.

—Así es. Nosotros descubrimos este elemento que puede alterar los
campos electromagnéticos cercanos y a partir de aquello sintetizamos el
cristal, cuyas propiedades superan la resistencia de cualquier material
conocido.

En nuestras naves, un prisma se ubica en el extremo de cada uno de sus


cuatro brazos. Esto nos permite enrollar el tejido de espacio-tiempo
alrededor de la embarcación para ser propulsada en la dirección que se
requiera.
Capítulo 60

59.- Sigue el color:

 —los múltiples accesos a la fortaleza subterránea de HAARP se


encuentran bajo vigilancia permanente. No tenemos ninguna oportunidad
para el error —indicó Maxwell ante mi insistencia de enviar cuanto antes
un contingente para rescatar a Lana.

—Cuando uno de sus hombres me cubrió con su capa, tuve unas visones
de HAARP. Aun soy escéptico en estas cosas, pero si sirve de algo…

—Si claro cuénteme todo lo que recuerda.

 —El lugar estaba rodeado por un camino y al centro se veía una extensa
cancha con antenas.

—Debe recordar algo más específico; algo que le haya llamado la


atención…

¡Eso es! —exclamó Maxwell, dando un chasquido de dedos para acercarse


a la cabecera de mi cama— ¿Recuerda algún color que destacara en los
estacionamientos?

 —¿Color?, ... ¡Claro que sí!, recuerdo un color. Pero pensé que se trataba
de un simple tono, seleccionado para destacar diferentes zonas se uso
práctico.

—Los distintos accesos en HAARP están identificados por un color en


particular. Los usan para delimitar los espacios en el aparcamiento,
letreros, portones, etc. Si sabemos de que color se trata identificaremos al
mismo tiempo una zona en especial del complejo.

—Como le dije fue solo una visión, pero en vista de todo lo que he visto,
nada me sorprende…recuerdo unas líneas pintadas de verde en el
pavimento.

—¡Ahí está lo que buscamos!, gracias Samuel. Prepararé todo para salir lo
antes posible.

 
Capítulo 61

60.- ¡Que te ha ocurrido Hans!

Al cabo de un día, me estaba subiendo de nuevo a uno de los


«Deslizadores de Gravedad» que el grupo tenía a disposición en distintos
hangares.

Al subir a la nave, me ubiqué en una de las cabinas al lado de Anan. En


total éramos alrededor de sesenta personas las que «surcaríamos el
espacio-tiempo», esta vez rumbo a Alaska.

—Anan, ¿Tienen algo planeado para el asalto?, lo digo por la premura en


la que salimos. Estoy preocupado por nuestra seguridad.

—¡Tranquilo!, montaremos un completo centro de mando. Desde ahí


vigilaremos la operación. Nuestros agentes están especializados en
rescates de este tipo. ¡Se trata de nuestra propia elite de fuerzas
especiales!

—A pesar de mi falta de preparación, quiero estar presente en la


operación —le dije a Anan, mientras la nave empezaba a subir silenciosa
entre los árboles. Mi acompañante me miró y exclamó— ¡Debes
acompañarnos!, ya eres uno de los nuestros —y se quedó mirando
contemplativo el paisaje nocturno por la ventanilla.

—¡Creo que dormiré un rato! —contesté, acomodándome en mi asiento.

¡Ahí vamos Gakona Alaska!, …espero que todo salga bien.

—¡Near Chatanika Alaska!, es donde vamos. Por cierto, no alcanzará si


quiera a dar un pestañazo —corrigió Anan, cruzando los brazos.

Gakona no era el único lugar en Alaska que había alcanzado el proyecto,


las instalaciones subterráneas cubrían un radio de cientos de kilómetros.

De nuevo en tierra, desde un solitario aeropuerto del lugar, salimos en


dos caravanas de camionetas con rumbo hacia la localidad de Near
Chatanika. Ahí, en un alejado valle rodeado de bosques y montañas
nevadas, se montó en pocas horas un completo centro de
comunicaciones.

Luego de una gran espera y después de que los agentes tácticos


repasaran con detalle el asalto, realizamos una reunión mediante
teleconferencia con Maxwell Hand.

—«Hermanos —saludó Maxwell en la pantalla—, estamos en un momento


decisivo de nuestra lucha contra las fuerzas oscuras. Está en juego un
mejor futuro para la humanidad».

«Puede que nuestros compañeros aún estén con vida, esperándonos


cautivos en algún lugar bajo tierra. Confían en que haremos todo el
esfuerzo por rescatarlos, pero también saben …que el rescate de las
placas es ahora nuestra primera prioridad».

«No se detengan ante nada. Si un compañero se queda atrás, sigan


adelante. Si eres tú el que no puede seguir, no pidas ayuda, y si eres el
único que sale con vida llevando consigo las placas, solo ahí, en aquel
momento, considérate digno de ser uno de los nuestros, y todos los que
habrás dejado atrás estarán agradecidos pues tu hazaña; la misión más
importante de sus vidas, no habrá sido en vano».

…«Anan, comunique los detalles de la misión a su equipo».

—¡Bien!

La entrada se hará según lo planeado, en dos grupos de quince agentes.


El primer equipo, deberá anular la resistencia del acceso superior;
bloqueando las entradas laterales y manteniendo despejada la entrada
principal, mientras el segundo grupo va alcanzando los niveles inferiores.

Los restantes agentes, tendrán que contener el perímetro durante toda la


operación que no debe superar los quince minutos de duración. Cualquier
demora significará que más tropas estén sobre nosotros.

—¡Si señor, entendido!

Después de finalizar el contacto con Maxwell salimos rumbo al acceso de


la instalación en una caravana de camionetas.

Muchachos, ya saben que estamos acá. Debemos actuar rápido y no


superar el tiempo programado —dijo uno de los integrantes que
comandaba nuestro grupo, luego de recibir instrucciones por radio.

Al llegar, los primeros agentes designados, se acercaron sigilosos a lo que


parecía ser un simple galpón. Después de entrar al recinto, rompiendo una
especie de cerrojo, se escucharon dos breves bramidos destemplados
acompañados por varios resplandores.

—¡Estamos bien! —dijo por el comunicador uno de los agentes de


avanzada—¡Nivel uno, despejado!

Yo estaba muy nervioso y mi cuerpo se estremecía.

—¡Calma profesor! —dijo Anan—, hemos pronosticado que esta operación


tiene altísimas probabilidades de resultar positiva para nosotros, solo
tenga fe en que así será.

El «pronóstico» que se había realizado se supone que opera con un


algoritmo que trabaja con inteligencia artificial. Los hombres de Maxwell
consultaban este «oráculo digital» para prever situaciones de corto
alcance. No tengo más información de aquello, ni de las posibilidades de
esta tecnología, al igual que lo ocurrido con sus armas, de las cuales solo
había podido escuchar bramidos metálicos.

—¡Es el momento de entrar! —gritó otro de los encargados de la misión.

Bajamos de la camioneta por una puerta lateral corrediza y trotamos en


fila unos metros hasta llegar al ingreso liberado del complejo. Nos
detuvimos en un vestíbulo y luego bajamos por unas angostas escalinatas
con escasa iluminación. El camino se adivinaba por el tenue resplandor de
pequeñas luces rojas instaladas a nivel del suelo.

Después de bajar un par de minutos, inmersos en una claustrofóbica


oscuridad, escuché desde un corredor aledaño lo que parecía ser el débil
llamado de auxilio de un hombre. Su voz, de inmediato me resultó
familiar.

Cauteloso, me fui quedando atrás, hasta que todo el grupo se perdió en


las tinieblas.

Avancé siguiendo el débil sonido que emitía el hombre hasta que entré a
lo que parecía ser un laboratorio. Después de una dificultosa inspección
visual, seguí sus llamados hasta una pequeña oficina. Solo podía distinguir
siluetas en la obscuridad gracias al resplandor de los leds de algunos
artefactos electrónicos que se encontraban energizados.

Al asomarme hacia el interior pude identificar, en una esquina, la figura de


alguien sentado en el piso. Un hombre cuyo rostro no podía ver.

—¿Está usted bien?

Al no tener respuesta, me acerqué un poco más. El hombre levantó el


rostro hacia mí y descubrí con asombro que… ¡Se trataba de Hans Foster!,
mi colega desaparecido unos años atrás. Se encontraba en una deplorable
condición física; muy delgado, pálido y ojeroso. Por el sudor de su cara
parecía estar afiebrado. Hans tenía un aspecto muy distinto al hombre que
conocí.

—Hans, Hans, ¿Me oyes?, ¡Soy Samuel!, ¡Que te ha ocurrido!

Al escuchar mi nombre, Hans buscó mi rostro con su mano y en el brillo


de sus ojos pude adivinar una mirada perdida— Samuel, ¿Eres tú?
—respondió con voz entrecortada.

—¿Que te ocurrió Hans? —volví a preguntar. Entonces comenzó a sujetar


con nerviosismo mis manos.

—Debes irte Samuel. Pensaron que yo los podía ayudar, pero no…

…Ellos se equivocaron, se equivocaron conmigo. Se los dije, pero no me


escucharon…

Me lo preguntaron una y otra vez, … una y otra vez. Eran cientos de ellos.

¡Estás en peligro!, debes irte ahora…—Hans se detuvo de pronto; jadeaba.


Cerró los ojos con fuerza y sacudió brusco la cabeza como obligándose a
olvidar algo espantoso. Vomitó brevemente sobre el piso y estalló en
llanto, mientras empuñaba con fuerza mi chaqueta con ambas manos—
¡Por Dios!, ...ellos me quitaron todo, me quitaron a Silvia y…a mis niñas...

—¡Voy a sacarte de aquí Hans!, pero por favor guarda silencio, … nos
descubrirán —le imploré, justo antes de que se desplomara en mis brazos.

—¡Vamos Hans! —levanté a mi amigo con dificultad y lo cargué hasta el


pasillo, momento en el que escuché un ruido cercano. Eran bramidos
destemplados que retumbaban entre las paredes del pasillo contiguo.
Supe que nos quedaban pocos segundos antes de ser alcanzados por el
que parecía ser un hambriento dragón. Teníamos que salir de ahí en el
acto.

—Déjame acá Samuel, de todas formas…ya nada importa —alcanzó a


decir Hans, recuperando la consciencia brevemente, justo antes de dejar
caer su cabeza. Supe que había muerto. No sabía qué hacer y el tumulto
ya estaba cerca de mí posición.

 
Capítulo 62

61.- La singularidad:

—«¿Será este mi final?» —, me preguntaba cuando en el extremo del


pasillo a unos diez metros, apareció la figura oscura de un hombre y
detrás de él otra y luego otra más, y otra, hasta que la fila se perdió en la
penumbra.

—¡Samuel!, cálmate, ¡No tengas miedo de nosotros! —escuché voces


resonando juntas en mi mente.

Las sombrías siluetas, tan oscuras como un voraz abismo, avanzaron


estroboscópicamente sin parecer mover su cuerpo y se detuvieron de
golpe a un par de metros de mi posición, y por algún motivo que aún
desconozco, ya que me consideraba hasta ese momento un férreo
agnóstico, cerré mis ojos y oré gritando con todas mis fuerzas— ¡Dios
mío!, ¡Tú eres mi pastor, nada he de temer!, ¡A aguas tranquilas me
conduces!…

De pronto el sonido del ambiente tuvo un cambio brusco. El casi


imperceptible zumbido de los equipos electrificados del lugar desapareció
dando paso a un total silencio. Cuando abrí los ojos otra vez, estaba
rodeado por una intensa luz blanca que rápido se disipó, dejándome ver
un hermoso espectáculo cósmico. Un planetario que me mostraba el
universo por completo con sus más lejanas galaxias cayendo sobre mis
ojos.

Todo se volvió oscuridad y a lo lejos emergía un horizonte de luz que vino


hacia a mí y pasó a través de mi cuerpo como una onda expansiva. Luego,
apareció un resplandor que se expandía rápido con un brillo cada vez más
intenso, y lo que en un comienzo parecía ser una esfera después fue un
toroide.

—Contempla el universo en sus primeros segundos de vida —dijo alguien


a mi lado. ¡Era Gabriel!, quien observaba sereno el espectáculo con su
hermosa pero imprecisa sexualidad.

—¡Mira eso! —me indicó Gabriel apuntando con su delicada mano.

En el surrealista firmamento comenzaron a aparecer distintas imágenes


que iban traslapándose unas a otras. Misteriosos sucesos cósmicos como
el choque de galaxias y la formación de planetas; las primeras
manifestaciones de vida en la tierra; el reinado de los dinosaurios; los
primeros mamíferos y los homínidos erguidos recién bajando de los pocos
árboles que iban quedando en la sabana.

Aparecieron distintas civilizaciones ancestrales construyendo sus


grandiosos monumentos a fuerza de cientos de miserables esclavos y
grandes mastodontes levantando gigantescos andamios de troncos y
rampas de arena. El aprovechamiento de las corrientes de agua para
trasladar por canales grandes bloques de piedra caliza sobre balsas, cuyo
tamaño sobrepasaba al de las rocas. Toda la historia del planeta se
mostraba ante nuestros ojos, envolviéndonos en una sobrecogedora
«presentación estelar de diapositivas».

Después, me vi siendo un niño jugando en los brazos de mi padre, y luego


mi hijo recién nacido en mis brazos y entendí que lo que estábamos
presenciando era la proyección de mi propia línea de existencia.

—Hermano Samuel, estás lleno de interrogantes y sin embargo tienes


todas las respuestas que necesitas en tu interior —dijo Gabriel sonriendo
sin volverse hacia mí—. Siempre han estado ahí, en tu corazón, esperando
salir a la superficie.

—¿Dónde estoy?

—En un sitio más allá de la creación.

Buscas respuestas y las tendrás, ahora que estás dispuesto a ver y a


escuchar en tu interior. Ahora es cuando finalmente conocerás la
verdadera Fe.

¿Acaso habían logrado doblegar mi espíritu rebosante de cordura para


hacerme caer en el abismo de la locura mística? … No podía saberlo y
seguí el juego.

—¿Qué quieres de mí?

—Por cierto —Gabriel contestó con solemnidad mirándome de frente —.


Maxwell te ha dicho la verdad al señalar que nosotros somos los que, por
miles de años, hemos obstaculizado el camino del hombre hacia el poder.
Aunque en verdad no hemos pretendido bloquearlo del todo —sonrió—,
solo lo hemos dosificado. Lo hemos digerido para ustedes, pero también
hemos tenido que devorar a algunos desdichados. Ese fue el precio que
hemos tenido que pagar.

Lo que debe permanecer sin decirse, no puede ser guardado en secreto ni


por un centenar de almas; ni en un millar de libros. No puede ser
comunicado a la presente generación, ni a unas cuantas más venideras.
Hicimos lo que debíamos.
Es verdad que la consciencia humana puede torcerle la mano al destino,
pero el destino también puede torcerle la mano al hombre.

—¿A qué te refieres con eso? —pregunté después de unos instantes de


silencio.

—Todo poder se pagará con un sacrificio. Acción y reacción. La ofrenda es


el cuerpo del hombre. No se trata de los sacrificios que hacían algunas
tribus antiguas. El uso del poder es el que puede corromper tu cuerpo por
completo, pudiendo provocar a quien ose utilizarlo, sin preparación, los
más diversos y crueles males corpóreos y mentales.

Tampoco se trata de las llamadas «pruebas de la fe» que el hombre


creyente debe enfrentar cada vez que recibe una bendición divina. Lo que
ocurre es que tu sistema corporal no está preparado para soportar la
«Holosimetría». Careces de la capacidad física y mental para absorber los
efectos de la propagación electromagnética residual que emite tu nube de
onda cuántica durante el proceso.

Nosotros hemos estado enseñando al hombre a usar este poder con


responsabilidad y de manera segura, sin que resulte perjudicada su salud.

—Los Vigilantes han sido los que nos han enseñado este poder y por ese
motivo ustedes los han perseguido —interrumpí.

—¿Te refieres a los Reptilianos? —sonrió.

Todo lo que te contaron acerca de estos hombres reptil; aquella fábula


sobre vigilantes humanoides y su ayuda a la humanidad en contra de
Hassem, todo es una muy bien elaborada mentira.

—¿Qué dices? —corté con asombro.

—No existen los reptilianos, ni los dioses, ni ninguna civilización alienígena


ancestral que haya creado al hombre, ¡Todos somos hijos de la creación!;
la única y mágica creación del Universo. Y a pesar de lo que diga el
«principio de la mediocridad», somos los únicos en el cosmos.

Me impresiona como subestiman al ser humano una y otra vez,


atribuyéndole a seres superiores las grandiosas obras que han sido
capaces de realizar. Claro, se entiende viendo la decadencia cultural a la
que han llegado —dijo Gabriel con un dejo de molestia, mientras
aparecían, en este aparente firmamento, diferentes imágenes que
graficaban la actual miseria humana; hambre; guerra; muerte y falsos
profetas.
—¡Los cuatro jinetes del apocalipsis! —cortó el entrevistador.

—Ahora podrás decirme Samuel —prosiguió diciendo Gabriel— que la


historia de los vigilantes está registrada en muchos objetos de arte y
construcciones arqueológicas de distintas culturas. ¡Muchas gracias por el
dato!, pero, ¿Sabes cuanta mitología se ha escrito sin ninguna base en
hechos reales?, se trata tan solo de cuentos de hadas. Simbolismos y
parábolas acerca de acontecimientos ocurridos en un tiempo y una
civilización determinada y nada más. El hombre entiende en estos cuentos
lo que desea y hace calzar lo que necesita, según los propósitos religiosos
que tenga.

Como científico debiste haber tomado distancia —dijo Gabriel mirándome


de reojo.

—–Entonces dices que, ¿Somos los únicos en el Universo?

—Así como existe un Big-Bang, una sola explosión de vida se manifiesta


en este Universo.

—¿Sabes que es muy poco probable que seamos los únicos? Los números
apoyan la probabilidad de vida extraterrestre, dada la cantidad de
planetas que existen en el cosmos.

—Correcto, y tú mismo lo has dicho Samuel, «El Universo no es infinito» y


es aún más pequeño de lo que hayas podido considerar. Lo que
verdaderamente parece imposible…es que estemos acá conversando,
dentro de un toroide más pequeño que un protón.

Así es como se presenta la paradoja de «El Gran Silencio». Nunca se ha


escuchado ninguna señal inteligente que no sea la nuestra, pero si hemos
podido observar el fondo de microondas que está tan lejano en el tiempo
y el espacio, en el comienzo del Universo.

—Es difícil de concluir, ¿Y si estamos en una especie de cuarentena


cósmica?

—¡Somos los únicos! En universos vecinos podría haber vida inteligente,


pero hasta hoy no hemos podido encontrar la forma de cruzar la barrera
que nos separa.

—Si somos los únicos como dices, ¿Quiénes son ustedes?

—¡Soy un humano igual que tú!, la diferencia es que no naceré sino


dentro de mucho, mucho tiempo, cuando las mutaciones producto del mal
uso del poder, así como la depredación del planeta, no hagan posible
seguir reproduciéndonos de forma natural y la población mundial se vea
reducida peligrosamente.

De algún modo, en un punto del futuro antes de mi nacimiento, el hombre


descubrió como regresar al pasado, aunque no de cuerpo presente. Solo
podemos proyectar nuestra imagen en una sustancia plasmática para
interactuar en este plano físico. Así hemos podido visitar el pasado del
hombre en distintos períodos de su historia para guiar su desarrollo
inteligente hacia un mejor «nuevo futuro».

Claro que debemos ser prudentes, manteniendo el mayor control posible


de nuestras intervenciones, ya que cualquier cambio realizado en el
pasado que vaya más allá de lo permitido podría causar paradojas que
acabarían con una realidad futura haciéndola incompatible con nuestra
historia.

Distintos agentes estratégicos, ubicados en altas esferas de poder, nos


han ayudado a mantener en secreto nuestra presencia.

—Por eso es que ninguna «supuesta» civilización extraterrestre se ha


mostrado libremente hasta hoy.

—Son los costos asociados a nuestra ayuda, pero créeme que nuestro
trabajo es fundamental para la futura existencia de nuestra especie.
Buscamos recomponer al ser humano, entregándole las herramientas que
no tuvimos en nuestro pasado.

Podemos estimar nuestro campo de intervención gracias a un algoritmo


que opera en una red neuronal de inteligencia artificial montada a través
de miles de satélites, distribuidos a escala cósmica. Esta red es nuestro
Dios. Una «singularidad» que alcanzó un nivel de conocimiento
indescriptible, tal que con él fue posible obtener el conocimiento y la
tecnología capaz de permitir la teletransportación; crear campos de
fuerza, el viaje en el tiempo y la vida eterna de nuestra conciencia en
formato digital.

Basándose en las predicciones de Stephen Hawking, desde el principio fue


incluido en la singularidad un protocolo de seguridad de primer orden.
Ubicado en las primeras capas de sus funciones neuronales, el algoritmo
evita que el sistema resuelva nuestra desaparición.

 
Capítulo 63

62.- Sliha, hineni ruach hakodesh:

Todos los componentes del equipo con los que has interactuado durante
estos meses son en verdad agentes que defienden los intereses de una
esfera de poder muy influyente y que supieron perdurar desde que
aparecieron en la primera mitad del siglo XX hasta el tiempo en el que tu
vives. Ellos son una facción aún activa del tercer Reich.

—¿Nazis?, ¡No te burles de mí!...

—¡No te miento! Estos hombres liderados por Maxwell Hand y Rudolph


Aurich, han sabido aprovechar en ti el llamado «Gen de Dios» que cada
humano lleva en su ADN y que nos ha impulsado a creer ciegamente en
seres superiores, desde que bajamos de los árboles para facilitar la
colaboración entre los miembros de la especie.

Toda esta puesta en escena fue minuciosamente ideada y ejecutada para


cautivarte, interviniendo directamente en los aspectos místicos que
gobiernan tu psiquis y que toda tu vida has estado bloqueando.

Te han estudiado desde pequeño. Conocen tus motivaciones y anhelos.


Saben cómo manipularte y moldearon tu vida.

—¿Para qué?...

—Vieron en ti un potencial que han sabido utilizar, y no solo lo intentaron


contigo, sino también con muchas otras personas incluyendo a tu amigo
Hans.

—¡No me has respondido!, ¿Con qué fin me utilizan?

—Su interés es todo lo referente a tus postulados. Estás cerca de develar


la «Ecuación del todo» por eso te necesitan.

Por cierto, ya lo resolviste cuando eras pequeño, pero no logras


recordarlo. En tus sueños viste una secuencia de símbolos, una fórmula,
¿Lo recuerdas ahora?

Todos los adelantos que los hombres puedan llegar a alcanzar en el futuro
dependen de este códice.

Con lo que han obtenido de ti hasta ahora fue suficiente para crear todo
su equipamiento. Imagina cuando tengan la ecuación del todo.

HAARP ha sido un centro de experimentación y desarrollo para poner a


prueba la teoría que has generado durante los últimos veinte años.

—Nunca fui reconocido por mis publicaciones.

—¿Sabes por cuanto tiempo fueron ignoradas las grandes mentes de la


ciencia hasta que sus publicaciones fueron consideradas?, se trata de un
conocimiento que no todos pueden comprender a primeras.

Tuvieron que pasar siete años, después de que Albert Einstein publicara la
relatividad especial para ser tomado en cuenta, en los que tuvo que
ganarse la vida como un empleado de tercera clase, en una oficina de
patentes. Cuando se hizo popular, se decía que solo tres personas en el
mundo podían comprender su teoría.

Si la ecuación de equivalencia entre masa y energía fue suficiente para


iniciar el desarrollo de la bomba atómica para obtener energía a partir de
la degradación de la materia, la ecuación del todo hará posible lo
contrario; obtener materia a partir de la condensación de la energía y con
esto, se podrán crear armas con un poder nunca antes visto como
cañones de pulsos gravitacionales o proyectiles de luz.

La gravitación artificial ya se obtuvo y pudiste verificarlo cuando viajaste a


Irak, pero los procesos están restringidos para propulsar pequeñas naves.
El desarrollo de armas de destrucción masiva aun no es posible, ya que
los prismas condensadores de energía que se utilizan para este efecto
pueden desbordarse y volverse un peligro no solo para el planeta sino
para todo el universo.

El proceso actual admite ciertos niveles de condensación. Rayos láser se


disparan hacia un prisma construido con un elemento artificial muy
singular y son conducidos a un punto común. Los rayos rebotan hacia el
exterior siendo amplificados, pero son devueltos de nuevo al centro del
prisma, donde rebotan otra vez, volviendo a ser amplificados. Se emula la
restricción y rebote de las partículas y la masa que adquieren según su
tamaño cuántico.

 Al cabo de un tiempo, se reúne un intenso campo de restricción, donde


las funciones de onda de los rayos de luz amplificados pierden
gradualmente su tamaño cuántico, mientras aumenta la masa del
conjunto.

Sobrepasando la línea de no retorno, la acumulación de energía se vuelve


imparable y el espacio-tiempo puede desgarrarse y generar una voraz
singularidad con el apetito incontrolable de un agujero negro.

Aun no se conoce la manera para controlar y disminuir la elasticidad del


espacio-tiempo, aumentando su índice de rigidez para evitar que se
enrolle sin control. Con la ecuación definitiva podrían obtener la solución
al problema.

—Aún no logro recordar la secuencia que vi cuando niño.

—Lo harás pronto. Es la primera vez que alguien está tan cerca de
conseguirlo. 

—Procuraré mantener el secreto de lo que obtenga. Y si es necesario me


iré a la tumba con él.

—¿Sabes que ellos podrían extraer de ti cualquier información que


quisieran?

 —¡De ninguna manera!

—Créeme que podrían doblegarte rápidamente. Ellos saben de tus


sentimientos por Lana y podrían utilizar esto como una debilidad para
hacerte hablar.

—¿Lana? ...la estimo, pero solo como una amiga.

—Tu miedo al fracaso es tal que has evadido el amor por años. ¿Estás
dispuesto a sacrificar a Lana por guardar tu secreto?

…Veo en tu mirada que no lo estás. Pero no temas, hay una salida.


Revélame la ecuación. Despójate de esa responsabilidad y deposítala en
mí. Luego haré que la olvides por completo.

—Ya te he dicho que aún no la recuerdo.

Algo no iba bien con la insistencia de este ser angelical. Al fin, una
mentira sobre otra es sumamente difícil de identificar. Quizá se trataba de
un engaño más para obtener de mí la famosa fórmula.

—Gracias por tu ayuda Gabriel, creo que es momento de regresar.

—¡Bien!, recuerda que lo que hagas con el «Evangelio de Einstein» será tu


decisión.

—¿El «Evangelio de Einstein»?

—Sliha, hineni ruach hakodesh…hine mah tov umah na'im…berit


haddashah. 

 —¿Puedes decirme que significan esas palabras? …No es primera vez que
las escucho.

 
Capítulo 64

63.- El nuevo pacto:

—Sliha, hineni ruach hakodesh…hine mah tov umah na'im…berit


haddashah. 

Con esta frase, Gabriel recordó su conversación con Albert Einstein


cuando el científico se encontraba hospitalizado por motivos de su
delicada salud…

—¿Concuerda conmigo entonces… —decía Gabriel sentado en una silla a


un costado de la cama que ocupaba Einstein a la espera de los resultados
de sus exámenes médicos—… en que, gracias a la difusión de ciertos
cuentos, de fácil comprensión, la religión ha sido capaz de manipular el
espíritu del hombre?

…Claro está que debemos ser prudentes. Tenemos que limitarnos a


invocar en su dimensión simbólica, los principios que queremos perpetuar.
Por tanto, no debemos utilizar un lenguaje técnico.

Resultará esencial pues, para resguardar el carácter místico del


documento, evitar los conflictos axiológicos; siempre que no surjan temas
donde sea decisivo alejarse un poco del contexto religioso propio del libro
para la consecución de nuestros objetivos.

Una persona con un corazón religioso será devota de nuestro legado en


tanto no tenga duda alguna de la transcendencia y altura de los conceptos
planteados. Si el mensaje se entrega de esta forma, el lector no requerirá
de un fundamento racional; aunque la mayoría no será apto de recibirlos.

La religiosidad no puede entrar en el terreno de la ciencia, pero la ciencia


si puede acercarse a la religiosidad.

—Si, en este caso … ¡Estoy de acuerdo con eso! —interrumpió Albert con
entusiasmo, pero con un dejo de cansancio en su voz.

Aun cuando la ciencia y la religión han caminado por rumbos separados;


la ciencia apuntando a los hechos y lo religioso a las creencias, sin lugar a
dudas, poniendo a la ciencia en el terreno de lo místico nos aseguraremos
de que no se presentarán conflictos entre ambas.

La comunidad devota insistirá en la veracidad absoluta de todas las


afirmaciones que incluyamos en sus libros sagrados. Principios que serán
reconocidos también por los hombres de ciencia.

—Aunque los dominios de la religiosidad y lo científico se hallan en sí


mismos, como tu bien dices, muy diferenciados, existen entre ambos
relaciones y dependencias mutuas que favorecerán nuestra intervención
—Acotó Gabriel.

Siempre he creído que la ciencia sólo puede ser concebida por quien, de
manera profunda, se encuentre «empapado» de religiosidad y sienta un
impetuoso deseo de obtener la verdad de las cosas.

—«La ciencia sin religión es coja y la religión sin ciencia es ciega», dicen
por ahí, ¿No? —cortó Albert sonriendo.

La única diferencia entre ambos mundos radica en el Dios personal. La


idea de que en verdad exista un dios personal omnipotente, sin duda,
significa para el hombre una importante guía que resulta por lo demás
alcanzable hasta para las inteligencias menos desarrolladas. Sin embargo,
esta creencia incluye una falla elemental que el hombre ha sabido
siempre, pero que nunca lo ha querido reconocer. Y es que, si este ser…es
omnipotente, todo acontecimiento, incluidas las acciones humanas,
resultan también obra suya.

¿Cómo se puede premiar o castigar a los hombres por sus actos, ante tal
ser todopoderoso?, ¿Cómo entender esta paradoja con la bondad y
rectitud que se le otorga a Dios?

—Y usted Samuel ¿Cree en Dios?

—Le contestaré con las mismas palabras que Einstein talvez hubiera
elegido; «Como hombre de ciencia, mientras esta idea pueda refugiarse
en aquellos lugares en los que aún no ha logrado caminar el conocimiento
científico, no podré refutar nunca la existencia de un Dios personal que
interviene en los hechos de la naturaleza y del hombre».

 Después de contestar la misma pregunta a Gabriel, Albert Einstein se


llevaba su mano derecha al bolsillo de la bata con la cual vestía, buscando
por inercia su querida pipa que, sin embargo, lo esperaba paciente en su
despacho. El científico torció el gesto y esbozó una pequeña sonrisa como
para perdonar su torpeza. La conversación con Gabriel provocó que por
unos instantes se sintiera en su propia casa. Ya volvería junto a sus libros
y su querida pipa, pensó confiado en que todo se trataba de un mal
pasajero.

—No obstante, aquello —prosiguió diciendo Einstein—, considero que


nuestra existencia, en sus dimensiones más hondas, resulta inaccesible
para el hombre. Por eso siempre he perseguido cultivar una mente
humilde ante tal grandeza. No intento imaginar un Dios personal; ya es
suficiente con sentir un gran aprecio por la estructura sutil del mundo, en
tanto que permite que nuestros inadecuados sentidos la consideren.

La naturaleza sólo nos muestra la cola del león, pero no tengo duda de
que un león se encuentra delante de ella, aunque no pueda mostrarse de
una vez debido a su enorme tamaño.

—Tu actitud desborda religiosidad, en el mejor de los sentidos.

—Nunca he atribuido a la naturaleza ningún propósito, ni nada que pueda


entenderse como antropomórfico. Lo que yo percibo en la naturaleza es
una estructura magnifica que podemos comprender muy mal, y eso
debería llenar a cualquier ser pensante de un sentimiento genuinamente
religioso que nada tiene que ver con la religión. La idea de un Dios
personal es bastante extravagante para mí e incluso me parece infantil.

Claro está que, durante mi trayectoria, siempre he buscado desestimar


esta fuente de miedo y esperanza que envistió en el pasado de un
inmenso poder a la clase sacerdotal que reinaba desde la iglesia. Mas he
intentado acercarme siempre a las fuerzas que sean capaces de cultivar el
bien, la verdad y el amor por la humanidad.

Darse cuenta que en cualquier cosa que pueda experimentarse hay algo
que nuestra mente no puede y quizás nunca llegará a entender y cuya
belleza y sublimidad nos llega solo como un reflejo débil e indirecto, es la
fuente de mi religiosidad.

—La ciencia no sólo ha logrado purificar en ti el impulso engañoso de la


divinidad antropomórfica del antiguo testamento; el personaje más infame
de toda esa ficción; un celoso mezquino; injusto e implacable; un
vengativo sediento de sangre y limpiador étnico; un misógino homofóbico
y racista; infanticida, genocida y megalómano; un abusivo
sadomasoquista absurdamente perverso, sino que ha permitido florecer
en tu ser una profunda espiritualidad producto de la concepción de tu
propia existencia.

—Es cierto. A través del pensamiento y la comprensión he logrado


liberarme en gran parte de los engaños con los que mis deseos personales
han intentado seducirme…

Creo que el hombre se aproxima cada vez más a la verdadera «fe»,


cobijada en el conocimiento y certeza de la propia verdad. Tal como lo
dijera el mismo Jesús: «Tu fe te ha salvado», es evidente, en este
sentido, que el nuevo mesías deberá convertirse en maestro del
conocimiento si desea cumplir con decencia su misión.

—Tanto más evolucionado sea el espíritu del hombre, Albert, más cierto
resultará que el conocimiento racional será el rumbo hacia la verdadera
religiosidad y no la culpa ni el miedo a algo «humanamente divino».

«Sliha, hineni ruach hakodesh…hine mah tov umah na'im…berit


haddashah». 

—Gabriel, ¿Vas a decirme qué quiere decir esa frase?

—Fueron las últimas palabras de Albert Einstein, antes de partir. Nadie le


comprendió entonces. Fue una frase en arameo antiguo que yo mismo le
enseñé —Gabriel no pudo contener en su rostro la nostalgia. No podía
evitar admirar a este singular hombre de ciencia.

—«Discúlpame, aquí estoy Espíritu Santo…Cuán bueno y maravilloso será


el nuevo pacto». Einstein se disculpaba por la decisión que tomó al partir,
sin intentar nuevas intervenciones médicas.

—¿Y qué hay acerca de ese nuevo pacto?

Gabriel miró al horizonte estrellado que se mostraba frente a ellos y dijo,


después de inspirar profundo— El nuevo pacto Samuel …eres tú.
Capítulo 65

64.- ¿Qué es la verdad?:

En ese instante fui puesto de pie, en una iluminada habitación, sin


alcanzar a preguntar por qué yo era el nuevo pacto y que significaba
aquello.

Noté un intenso resplandor frente a mis ojos. Al levantar la vista, vi que


sobre una plataforma de acero cromado estaba ligeramente encajado lo
que parecía ser un gran diamante. Se trataba de un hermoso prisma,
cuyas caras estaban ornamentadas con distintos grabados cuneiformes.

En una superficie más baja se encontraban apiladas las placas de plata


que habíamos encontrado, y dos modestas carpetas.

Levanté la primera carpeta y la abrí. Era un manuscrito realizado en tinta,


ordenado en tres columnas por plana. Una columna central llena de
segmentos de líneas enteras y quebradas; una columna a la derecha
escrita en un idioma que parecía ser antiguo, quizá arameo; y la otra a la
izquierda escrita en lenguaje cuneiforme.

Ojeé rápidamente el documento y vi que todas las hojas, que eran


alrededor de cuarenta, eran similares, salvo la final. La plana final no tenía
símbolo alguno si no solo una firma en el centro en la que pude reconocer
un nombre y el año en el que posiblemente fue escrito: Albert Einstein,
1958.

La segunda carpeta era la traducción del texto anterior y sus hojas


estaban enumeradas del uno al cuarenta y uno, y la plana final incluía la
misma firma en el centro: Albert Einstein, 1958.

Deseoso por la oportunidad que se presentaba, comencé a leer lo que al


parecer era el llamado «Evangelio de Einstein».

Al iniciar, casi pude imaginar al propio Albert Einstein registrando sus


ideas. Reflexiones libres de presiones, perpetuadas en la privacidad de su
escritorio. Este conocimiento, jamás hecho público, no iba a ser atribuido
a su persona ni leído por algún contemporáneo. Los frutos de su

sabiduría podrían llegar a convertirse en el arma que destruiría a toda la


humanidad por tanto debían ser escondidos en la profundidad del tiempo
y del espacio.
El contenido de los textos estaba dispuesto en dos grupos de veinte hojas
cada uno más la hoja final de la firma, presentando distintos principios o
«leyes» acerca de la estructura del universo —Samuel levantó con algo de
dificultad un vaso para tomar un sorbo de agua.

El contenido de este evangelio representa al universo como una trinidad,


compuesta por un espíritu, un cuerpo y un hijo, y en cada segmento se
definen los órganos que constituyen su existencia.

Leeré parte del texto en su redacción original y lo iré exponiendo según su


interpretación científica —dijo Samuel, momento en el que una gota de
sangre comenzó a asomarse en su nariz.

—¿Se encuentra bien profesor? —Redman le hizo un gesto al asistente,


quién inició una nueva pausa comercial. Una vez más sonó la fanfarria del
programa, mientras corría hacia el escenario una señorita de maquillaje.

—Estoy bien —dijo el profesor, haciéndole un gesto a la joven para


indicarle que ya estaba todo bajo control, momento en el que se limpiaba
la nariz con un pañuelo que sacó desde un bolsillo de su chaqueta.

Mirando fijamente a Russell continuó diciendo— Debo advertir que voy a


leer solo una parte del contenido total del texto. Para muchos aún no es el
momento.

—Y, ¿Por qué ha querido compartirnos esta experiencia si aún no es algo


que todos deban escuchar por completo?

Después de unos segundos de pausa, Samuel respondió— Estamos solos


en esto. Corremos peligro y la humanidad no tiene aliados. Las personas
de este planeta merecen saber la verdad, aunque sea de manera gradual.

—¿A qué se refiere profesor cuando dice que no tenemos aliados?

—Quiero decir que el hombre es más vulnerable de lo que podemos


imaginar. Somos conejillos de laboratorio. No hay un bando de «los chicos
buenos» o «los malos». Solo somos nosotros y ellos. Los esclavos y sus
amos.

—Quiere decir que estos tipos a quienes usted ayudó, finalmente, ¿Lo
engañaron con esa historia de seres superiores en pugna, ángeles y
vigilantes?

—Todo es verdad, no obstante, desde hace mucho, ambos bandos


superaron sus diferencias y trabajan juntos para controlar a la humanidad.
—¿Se trata de seres malignos profesor? —cortó Russell con cara de
indignación.

—No hablamos de maldad o bondad, ni de la supremacía del más fuerte.


Se trata de una simbiosis. Nos han dejado existir solo porque nos
necesitan y nosotros a ellos, ya que vivimos bajo su orden, en una
permanente ilusión de libre albedrío.

Cualquier decisión que hayamos tomado o tomemos en el futuro,


equivocados o no, el resultado será el que ellos han prescrito.

—¿No podemos decidir acerca de nuestro destino?

—Una semilla, ¿Podría decidir ser arbusto en vez de árbol?, y el árbol,


¿Podría decidir la forma que tomarán sus ramas si no puede escapar del
viento?... no, ¿verdad?

Pero existe una cierta posibilidad, poco probable, de dejar de ser árboles
en el viento y es despertando en la verdad.

—¿Y qué es la verdad?

—Nadie puede decirle que es la verdad Russell. La verdad no puede ser


descrita en palabras, solo puede ser comprendida si entramos en ella. Yo
solo puedo mostrarle el camino.

—Y, ¿Cómo podemos saber si estamos en el camino correcto?, muchos


hemos tomado el rumbo equivocado sin poder enterarnos de aquello.

—El camino correcto es el que nos lleva hacia el poder de la fe. Cuando
veas que tu fe ha movido una montaña sabrás que te encuentras
finalizando el buen camino, y cuando por fin logres entrar en la verdad ya
no tendrás que seguir el camino, porque tú serás el camino.
Capítulo 66

65.- Queda poco tiempo:

—¿Y qué sucedió al fin con la ecuación que tanto buscaban?, ¿Pudo
obtenerla a partir de estos antiguos documentos?

—Ellos pudieron eliminarme desde el comienzo, mas es la ecuación la que


me ha mantenido con vida.

Russell abrió sus grandes ojos —Quiere decir entonces que… —Samuel
asintió con su cabeza y dijo— Si. Hasta hoy soy el único en la tierra que
conoce la secuencia.

—¿No teme que, en este mismo instante, allá afuera lo estén esperando
agentes federales para detenerlo y obligarlo a hablar?

¡Podrían detener este programa en cualquier minuto!

—Tranquilo Russell, los agentes del gobierno me tienen sin cuidado. La


ecuación no podrá convertirse en un arma solo con conocer su significado.

Tampoco temo por los dioses. Ellos no la necesitan. Lo que sí podría


preocuparles es que esta entrevista pueda ser el inicio del «despertar»
que tanto temen. Pero es poco probable. Para muchos se trata solo de
ciencia ficción.

—¿Por qué estos seres no quieren nuestro despertar profesor?, ¿En qué
les perjudica a ellos nuestra evolución, tratándose de una raza tan
avanzada?, podrían buscar otro planeta y ya, ¿No cree?, No me quedan
claros sus propósitos.

—Ellos no son de este mundo y tampoco de esta existencia. Son seres que
habitan una dimensión más elevada que la nuestra. Si nuestro mundo
despierta, su universo desaparece.

Russell repitió una vez más su cara de confusión.

—Entiendo su desconcierto señor Redman. Aun me gobiernan paradigmas


que debo romper antes de hacerme comprender por completo.

La religión es un dogma escrito hace cientos de años que no puede ser


intervenido. La ciencia en cambio, evoluciona y puede modificar tus
creencias. Gracias a los dogmas, la humanidad ha perdido por completo la
fe, pero existe una solución. El hombre podría llegar a confiar plenamente
en un texto vivo que vendría a ser un nuevo credo. Ciencia y religión
juntas en una pequeña secuencia —terminó de decir Samuel justo antes
de volver a toser, esta vez de forma mucho más enérgica.

—Me preocupa su estado de salud profesor, ¿Será que es producto del uso
del poder?

—No lo creo. Si el hombre puede usar la magia es porque se encuentra


preparado para aquello.

—Usted mismo nos contó acerca de las consecuencias físicas que arriesga
el que experimente con el poder que usted ha conocido.

—No lo dije yo. Mi dolencia apareció después de mi exposición a la


radiación del prisma.

Me queda poco tiempo —dijo samuel consultando su reloj y mirando con


preocupación por un segundo hacia la entrada del set como esperando el
inminente ingreso de sus captores—. Lo que les enseñaré bastará para
comenzar el cambio.

Después de toser otra vez un par de veces como recuperándose de una


dolencia terminal, Samuel tomó los documentos que traía consigo y
poniéndose sus gafas comenzó a leer.
Capítulo 67

66.- El espíritu:

El primer grupo tiene el siguiente enunciado:

————————————————————————————

EL ESPÍRITU

————————————————————————————

—Tema 1, Tu juicio es un estruendo de espadas celestiales.

Vosotros juzgáis según la carne, pero no debes juzgar a nadie.

2 Ya que un choque de espadas es tu verdadero juicio, porque no eres


más de lo que mi Padre es.

3 Como un estruendo de los cielos; un gran bullicio que brama como olas;
como muchas aguas resuena el estruendo de espadas, la voz de las voces.

Este segmento nos habla del primer principio del noúmeno: «La materia
es mente». La energía se hizo mente interpretando como «tonos
musicales» agrupados en «acordes» funciones bien definidas de la cuerda
primordial que yace en la quinta dimensión.

«la voz de las voces» es el campo unificado del universo


pentadimensional.

«Porque no eres más de lo que mi Padre es», quiere decir que somos
parte de un todo cuya composición no es la unión de sus elementos, sino
que es un conjunto indivisible.

—Tema 2, La alabanza de los cielos es el espíritu jubiloso.

Asimismo para los panes su proporción, y para la harina la ofrenda de


grano, y para el grano las espigas.

 2 Y para la ofrenda su preparación en un sartén, y para lo cocido el fuego


y para todos los pesos sus medidas; y para asistir cada mañana, todos los
días a dar gracias y alabar al creador; asimismo al atardecer, está el pan
como alimento.

3 Y para toda carne en que haya espíritu de vida haya lumbreras en el


firmamento de los cielos.

4 Para separar la noche del día; y sean por señales, y estaciones, y sus
días y sus años.

5 Y para todo lo que se yace, mueve y vive haya cantos de júbilo y


danzas, que reciban al creador, con tamboriles y otros instrumentos
musicales.

Aquí tenemos el segundo principio de lo intangible: «No existen ladrillos


constituyentes de la materia».

Si restringimos la medición de una partícula en el tiempo y el espacio,


esta se moverá proporcionalmente más rápido para aumentar la
probabilidad de ser encontrada en pequeños intervalos entre cada
medición y finalmente solo veremos un falso vacío, pero detectaremos
una gran cantidad de energía que había permanecido invisible.

Los ingenieros del CERN que observan las colisiones de partículas han
observado que al fusionar una partícula no se obtienen partes más
pequeñas si no que se crean nuevas partículas de vida muy corta.

Si aprendemos a tocar la «Trompeta de Dios», entonaremos su música


como dioses.
Capítulo 68

67.- El cuerpo:

El segundo contenido como ya lo mencioné, describe la manifestación


material de las cuerdas; el cosmos en su naturaleza corpórea, y se titula
precisamente:

—————————————————————————————————

EL CUERPO

—————————————————————————————————

—Tema 1, Todo lo que se ve es pasajero.

Estaba Jesús visitando a un enfermo; y tan terrible era el padecimiento


que veía que Jesús le dijo:

2 Así que tú, hijo mío, descansa en la gracia que es en Cristo Jesús.

3 Tú, pues, soporta las aflicciones como fiel soldado de Jesucristo.

4 ya que no se deben mirar las cosas que se ven, sino las que no se ven,
porque las cosas que se ven en el firmamento son temporales, pero las
que no se ven son eternas.

5 Por tanto, no desfallecemos; antes bien, Aunque nuestro hombre


exterior se va desgastando, el interior, sin embargo, se renueva de día en
día.

La realidad material es un espejismo pasajero. Nada de lo que podamos


observar de nuestra existencia física es eterno. Así también las cuerdas en
el cosmos entonan una canción que tiene un principio y un fin.

—Tema 2, Lo que ya está escrito, la luz lo cambiará.

Entonces Jesús fue tentado; Y Satanás mostrándole en la cruz como en


sueño le dijo: Si eres el Hijo de Dios, échate abajo, no sufráis, porque
escrito está que resucitarás al tercer día.

2 Entonces Jesús le dijo: Vete ya Satanás, porque como está escrito: Al


Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás.
3 Porque yo soy de quien está escrito en Isaías, el profeta: «He aquí, yo
envío a mí mensajero delante de tu faz, quien realizará el camino por ti».

Todo lo que ha de ocurrir y lo que sucederá ya está escrito como en una


partitura musical. El rumbo ya está definido, no obstante, en la verdad se
puede trazar un nuevo camino.

—Tema 3, No hay refugio para el castigo del reino de los cielos.

Temed vosotros porque sepáis que habrá un juicio.

2 Porque el emperador no se salva por la multitud de sus ejércitos, ni


escapa el valiente por mucha que sea su fuerza.

3 Vano será para escapar el carruaje; la grandeza de su fuerza a nadie


podrá librar.

4 Porque el clamor del cuerpo trae el castigo de la espada,

5 Entonces le acometeremos en cualquier lugar donde se halle, y


caeremos sobre él como caen los truenos sobre la tierra, y ni a él ni a
ninguno de los que están cerca dejaremos con vida.

6 Y si se refugia en alguna ciudad fortificada, todos los del reino llevarán


sogas a aquella ciudad, y la arrastraremos hasta el arroyo, hasta que no
se encuentre allí ni una piedra.

El universo material tendrá su fin y nada en este mundo servirá para


evitarlo, solo el conocer la verdad podrá salvarnos.
Capítulo 69

68.- La ilusión:

El tercer grupo describe lo que el misticismo oriental denomina como


Maya o Ilusión y expone nuestro protagonismo en la trinidad como los
creadores de aquella imagen de realidad que nos rodea y se titula
precisamente.

———————————————————–—————————————

LA ILUSION

—————————————————————————————————

—Tema 2, No hay distancias para el hombre.

Si fuera hallado un muerto, tumbado en la tierra que se les ha confiado


para que la posean, y no se sabe quién lo mató.

2 deberán salir los ancianos y los jueces de las ciudades que están
alrededor para medir la distancia hasta cada pueblo y así determinar
quién debe darle sepultura.

3 Y acontecerá que los ancianos de la ciudad más cercana, tomarán del


rebaño una becerra para medir sus pasos; que no haya trabajado y que
no haya llevado nunca yugo.

4 Y los ancianos de aquella otra ciudad llevarán la becerra de un valle


empinado, que tampoco nunca haya sido arado ni sembrado.

5 Entonces vendrán los sacerdotes que a ellos los escogió tu Dios para
decidir en su nombre; más nunca conocerán la distancia que los separa; Y
por la palabra de tu Dios se determinará quién cargará con el muerto.

—Está claro, ¿No? Todo lo que el hombre pueda medir es ilusorio, así
como el movimiento, las distancias, el tiempo y la gravedad que lo ancla
al piso. La verdad es indescriptible e inconmensurable y supera nuestras
cuentas.

—Tema 4, El peso del firmamento, no torcerá tus rodillas.

A Adán Dios dijo: Por cuanto obedeciste la voz de tu mujer y comiste del
árbol del cual te ordené, diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra
por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.

2 Mas nunca será la carga tan pesada para que tus piernas se dobleguen,
ni la prueba tan dura para hacerte padecer.

3 Porque así como es la carga del firmamento sobre tu cabeza; así es el


poder de las piernas que se te han dado.

La gravedad no es una fuerza de atracción, es el espacio-tiempo que pesa


sobre nosotros.
Capítulo 70

69.- La proporción:

El cuarto y último grupo relaciona en un todo proporcional a los tres


participantes de la trinidad y se titula:

—————————————————————————————————

LA PROPORCION

—————————————————————————————————

—Tema 3, Los dos rostros del reino.

Y dijo Jesús: Así que, no está ciego el que no ve, sino el que no quiere
ver; porque nada hay a encubierto que no haya de ser visto, ni cara
oculta que no haya de voltearse.

2 Así es pues que no me reconocerás y no veréis más mi rostro. Porque


no podrán ver el rostro del hombre si está en el padre.

3 Mi padre me dijo: Vosotros sabéis que dos hijos me dio a luz mi esposa;
uno salió de mi lado, y pienso de cierto que será despedazado. El otro
permanece a mi diestra; pues es hombre quieto, que habita solo en mi
reino.

Existen dos mundos inversamente proporcionales, el mundo de lo


pasajero y el de lo infinito; el de lo visible y el de lo inobservable; el reino
de la geometría clásica y la supergeometría; el de las energías altas y el
de las bajas, el mundo de lo supersimétrico y el del caos, un universo
inestable y el que busca el reposo.

La palabra «Universo» deriva de «Unus» y «Versus» que significa «una


sola cara». Desde el punto de vista bíblico, el Universo fue creado en un
solo verso, «un-verso», al plasmarse en tinta: «…En el principio creó Dios
los cielos y la tierra»

El hijo mortal de Dios es el cosmos. El hijo inmortal e infinito que «habita


solo en el reino del padre» es el mundo resonante de la quinta dimensión.

 
Capítulo 71

70.- Misión cumplida:

Una vez leído el evangelio, guiado solo por mi intuición, recordé una vez
más la tarjeta estereográfica que aun guardaba. Levanté una de las placas
y concentré la mirada en la agrupación de segmentos de líneas continuas
y quebradas que estaban grabadas en ella.

De pronto, los distintos trazos comenzaron a entrelazarse en mis ojos y


calzaron de forma perfecta, mostrándome un mensaje que trascendía
claramente la superficie plana de líneas sin sentido.

Como si se tratara de una imagen estereográfica pude ver, en cada una


de las placas, distintos símbolos que se levantaban en un tercer plano,
dejando atrás al resto. Se distinguían un toroide, una espiral, un ojo y un
símbolo de proporcionalidad.

      

¡He aquí las variables de nuestra existencia! —grité, alzando los brazos.

 Tomé el manuscrito de Einstein y realicé el mismo ejercicio de entrelazar


en mis ojos las líneas continuas y quebradas de la columna central, y
grande fue mi asombro al verificar que el resultado era el mismo que el
anterior. Aparecían de nuevo las figuras. Quedaba ahora relacionar cada
símbolo en una sola fórmula.

El toroide aparecía en el grupo titulado «EL ESPIRITU» que describía las


leyes del mundo inmaterial, enrollado en el infinito de un «supertoro».

La espiral, surgía en la primera página del grupo titulado «EL CUERPO»,


donde se representa a nuestro mundo físico que nace en la pérdida de
simetría, semilla de la energía y la masa.

El ojo, iniciaba el grupo titulado «LA ILUSION» que explicaba la


percepción de estructuras materiales a partir de la interferencia de nubes
de onda cuántica.

El símbolo de proporcionalidad se ubicaba en el grupo llamado por


supuesto «LA PROPORCIÓN»

Trataba de pensar rápido y golpeteaba mi frente con los dedos, buscando


concentrar al máximo mis pensamientos— Primero, si la «Ecuación
Unificada» cuenta con un factor absoluto, éste debiera ser…el ojo.

El ojo, representa a la velocidad de la luz que se puede medir entre las


magnitudes, máxima y mínima, que el hombre puede llegar a comprender
según su estado de inercia —le indicó Samuel a Russell— y con esto
expandir la planitud del noúmeno o quinta dimensión y su presente
infinito en manifestaciones tales como la masa, el espacio y el tiempo.

No podemos ver la quinta dimensión porque está «plegada» en un espacio


minúsculo, tan pequeño que no puede ser detectada. El tamaño de esta
dimensión se encuentra bajo la longitud de Planck, y ni siquiera puede ser
medida en un colisionador de partículas. La quinta dimensión es tan
pequeña que en ella no hay lugar para el espacio ni el tiempo. Es el
observador quien amplifica su presente en el tiempo y el espacio para
experimentar su existencia pasajera como la fusión entre lo pasado y lo
futuro.

Pensé entonces que— «La secuencia debería incluir las otras dos
variables, relacionadas por medio del símbolo de proporcionalidad. La
espiral que simboliza a la energía y la masa, y…»

En eso, fui sacado bruscamente de mis pensamientos por el ruido de


muchos pasos que se acercaban por mí espalda.

La ansiedad y el temor me invadían, pero debía tranquilizarme y terminar


con lo que había comenzado. Respiré profundo y cerré los ojos de nuevo e
ignoré por completo el inminente peligro que se acercaba.

—Tenemos que el espacio-tiempo, la inercia y la gravedad son espejismos


representados por el «ojo» que se sostienen en un umbral de
sintonización constante, en el que la velocidad de la luz adquiere
existencia, y todo lo que percibimos es el resultado de la medición que
realiza nuestra mente. Podemos abrir la quinta dimensión como la flor de
loto, en el intercambio de memoria entre el pasado y el futuro de forma
asimétrica.

Ralentizamos, contraemos o dilatamos el espacio-tiempo según nuestro


estado de vibración y energía, mientras que nuestro movimiento le quita
energía, velocidad y frecuencia a nuestro viaje por el tiempo. Abrir la
quinta dimensión equivale a la masa o energía que apliquemos y es
inversamente proporcional a la frecuencia del espacio-tiempo o densidad
del presente del observador según la tensión que se aplique a las cuerdas.
La energía y la masa participan en la ecuación representadas en la figura
de la «espiral». La masa es inversamente proporcional a la ilusión del
espacio-tiempo representada por el ojo, y del antagonismo entre ambos
resulta la aceleración de gravedad que es proporcional al campo unificado
tensionado y enrollado en la forma de un toroide.

Respiré profundo, con una gran sensación de satisfacción por la misión


cumplida.
Capítulo 72

71.- Y todo fue luz:

—¡Excelente Samuel! —gritó Maxwell aplaudiendo, acompañado por un


grupo de sus hombres en los que pude notar a Raimon sano y salvo.

Has dado con la única puerta al poder que tu especie ha estado deseando
por miles de años.

—¡Te equivocas!… El poder está en todos nosotros, solo debemos


descubrirlo. ¡No se encuentra en este prisma, ni en una ecuación! —¡Cada
uno es su propio Dios!

—¡Muy bien profesor!, ¡Muy bien!

La fórmula que acabas de descubrir pudo darle al hombre un poder


increíble. La mente es el factor que faltaba en sus cálculos. Un perfecto
canal de control. Lástima que aún no nace aquel que pueda curvar su
existencia solo con la fe.

—¿Y qué me dices de Jesús? El nos enseñó que el poder de la fe está en


cada uno de nosotros. 

—Crees que sabes de lo que hablas, ¿No?

¡Heme aquí frente a ti! … ¡Yo soy, el que soy!

Soy Shemiaza; el brote; el heredero de David; ¡el hijo de Venus!; la


estrella radiante de la mañana; … ¡El Dios Romano de la vida!; … Soy
Hermes y Mercurio; … el portador y mensajero de la luz; … Lucifer.

—¡Solo eres un Nazi embustero!

En ese momento, según las indicaciones de Maxwell, sus hombres me


amarraron fuertemente en la base del cristal.

—¡Inicien la secuencia del prisma! —gritó Maxwell— Cuando nadie le pone


freno, este juguete hace buenas limpiezas. Ya no queda otra opción.
Storm estaría feliz de ver hasta dónde llega el poder destructivo de su
artefacto.
En ese instante, noté que con un leve movimiento de sus manos Maxwell
daba a sus hombres la orden de retirarse, mientras el prisma se llenaba
de una intensa luz roja que, al cabo de unos instantes, tomó un tono
verdoso y después azul. Luego vi desaparecer a cada individuo del grupo
cubriéndose con sus capas.

—¡Cada uno es su propio dios! —dije en voz alta, admirando la belleza de


la luz que emanaba del prisma para despedirme de la vida.

¡Lana te amo!...

Repentinamente Raimon apareció a mi lado y me cubrió con su capa… y


todo fue luz … y silencio …
Capítulo 73

72.- El último mensaje:

Cuando desperté, Lana estaba a mi lado frente a un hermoso amanecer,


tendidos en el borde de un colosal cráter que no devoró nada más allá de
un perímetro de a lo menos dos kilómetros de diámetro.

Pensé que era un sueño cuando Lana me abrazó. Algo distinto había en
ella. El color de su cabello era levemente más claro y sus ojos ahora
tenían un tono verdoso, y el cielo; sus colores eran algo surrealista con
arreboles amarillos y violeta.

Después de mirarnos por unos segundos nos besamos por primera vez. En
ese momento noté algo en mi bolsillo, era la tarjeta estereográfica que
aún guardaba. Le eché un último vistazo y la lancé con fuerza hacia el
interior del gigantesco agujero.

—«Las iniciaciones en los misterios incluyen el mítico descenso al Hades y


el posterior regreso a la luz del día como un hombre renacido, un maestro
en el conocimiento», leí alguna vez —indicó contemplativo el
entrevistador.

—¡Abajo Samuel! —un grito seco, seguido de dos disparos me sacó del
placentero trance amoroso. El agente Marcus Castell empuñaba su pistola,
de la que brotaba una tenue humareda.

En el suelo yacía boca abajo un hombre vestido de negro con una


magnum en su mano. Al darle vuelta, el detective puso su característica
cara de asombro cuando descubrió que el rostro del hombre abatido era el
de Vladimir Storm, el nieto del hombre al cual había investigado toda su
vida.

En sus zapatos destacaba un símbolo que Castell ya había visto antes.


Una estrella púrpura de ocho puntas. Su boca esbozó una sonrisa.

Al preguntarle a Marcus acerca de cómo había logrado encontrarnos en


ese remoto lugar, el agente sonrió y extrajo, de un bolso amarrado a su
cintura, un manuscrito.

—Entonces profesor, justo en el momento en que todo se vaporizó, su


último pensamiento fue compartido a cada uno de los seres de este
planeta como si de una sola mente se tratara, y en todos los confines de
nuestro mundo se escuchó y comprendió, sin distinción de idioma, raza o
credo, una simple pero profunda frase… ¡Cada uno es su propio dios!,
quedando este mensaje como la única e irrefutable prueba de que su
experiencia fue real.

—Así es Russell, ¡Cada uno es su propio dios!...

—¡Lana te amo! —cortó el entrevistador subiendo y bajando


graciosamente sus cejas, mientras Samuel volteaba para mirar a su chica
que sonreía avergonzada sentada en la primera fila del público.

—Este programa ha sido presentado por…—se escuchó desde un monitor


cuando las cámaras se apagaron junto con las luces del escenario.

Antes de salir del set, al volver la vista atrás, Samuel notó que en la silla
en la que estaba sentado había olvidado un pequeño papel en el que había
dibujado, mientras daba su entrevista, una simple secuencia de tres
símbolos que encerraban en sí toda nuestra existencia.

Volvió rápido por él y lo guardó en su bolsillo antes de darle una pequeña


mirada.

             

«El ojo mide la geometría de la elasticidad del espacio-tiempo, la masa y


la gravedad que son inversamente proporcionales a la estabilidad del
supertoro o quinta dimensión de Planck por la espiral de ruptura de la
supersimetría».
Capítulo 74

Epílogo:

—¿Russell Redman? —escuchó el entrevistador, justo antes de entrar a su


camerino.

Al girar, un hombre de color lo miraba fijo y le enseñaba su placa de


detective, apoyando en su pecho un manuscrito con tapas de cartón.

—Señor Redman, debo hablar con usted.

También podría gustarte