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Gottfried Leibniz
Introducción
La naturaleza física del fenómeno acústico es de capital importancia para el músico, que
necesita toda la información posible para poder cumplir competentemente su función, ya sea en
labores de creación o de interpretación. Desde la elaboración tímbrica asociada a la orquestación
hasta los ajustes sutiles de la afinación al tocar en conjunto o en solitario, una correcta comprensión
del fenómeno físico-armónico es imprescindible para el adecuado desempeño del músico.
En las siguientes líneas, se pretende ofrecer una explicación clara y breve, pero
suficientemente rigurosa para que el lector disponga de las herramientas conceptuales necesarias
para captar las ideas esenciales, así como para profundizar posteriormente según las necesidades de
cada situación particular. Además, se expondrán algunas aplicaciones de las nociones tratadas, a
modo de ilustración.
Las características del sonido percibido quedan determinadas por la forma concreta de las
variaciones de presión. En particular, si la presión varía de forma periódica, es decir, se repite
exactamente igual a intervalos fijos de tiempo (este intervalo de tiempo recibe el nombre de
“periodo”), entonces el sonido percibido tiene una altura o tono determinado, que se caracteriza
mediante su frecuencia, es decir, el número de veces que se repite la variación en cada segundo (que
se mide en Hertzios) o, equivalentemente, el inverso del tiempo entre repeticiones de la variación
(el inverso del periodo). Por ejemplo, si reconocemos un sonido como la nota “La” habitual de
afinación, podemos deducir que la presión en el aire está sufriendo variaciones periódicas 442 veces
en cada segundo (442 Hertzios) o, equivalentemente, que las variaciones se repiten cada 1/442
segundos, es decir, cada 2,26 milésimas de segundo aproximadamente.
Por otra parte, sabemos que es posible distinguir entre diferentes personas o instrumentos
que estén generando la misma nota. En este caso, las variaciones de presión en el aire se repiten el
mismo número de veces por segundo, pero la diferencia surge porque la forma del propio patrón de
repetición es distinta en cada caso. Esta cualidad del sonido, que nos permite reconocer las voces o
instrumentos, recibe el nombre de “timbre”1. Veamos algunos ejemplos:
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En la práctica, el sonido de los instrumentos musicales presenta varias fases temporales diferenciadas a lo largo de su
duración. La fase inicial, denominada “ataque”, es relevante para el reconocimiento de los diferentes instrumentos,
pero es menos adecuada para la descripción del fenómeno físico-armónico. Por esta razón, la exposición se centrará
en la fase estable del sonido, llamada habitualmente “sostenimiento”.
Figura 2:
Ejemplos de sonidos con la misma frecuencia, pero diferente timbre
Se puede apreciar que, aunque los intervalos de repetición son los mismos (por tanto, la
altura del sonido sería la misma en todos los casos), las formas de las ondas son diferentes. En
particular, se aprecia que la forma de variación más suave (carece de picos o transiciones abruptas)
corresponde al sonido del diapasón, cuyo timbre sabemos que se caracteriza por ser muy pobre.
La noción básica para comenzar a construir una comprensión cabal del fenómeno físico-
armónico es la idea de que un armónico es un tipo de sonido que se caracteriza por tener el timbre
más pobre posible (muy parecido al sonido del diapasón), que se corresponde con una forma de
variación sinusoidal de la onda sonora, es decir, cuya variación sigue la función trigonométrica
“seno”.
El otro elemento clave que necesitamos nos lo proporciona el descubrimiento, por parte de
Jean-Baptiste Fourier, de que cualquier forma de variación periódica puede descomponerse en una
suma de sinusoidales, es decir, puede descomponerse en la suma de otras formas que varían de la
forma más sencilla posible, siguiendo la función trigonométrica “seno”.
Veamos con más detenimiento esta idea. Imaginemos un sonido cuya forma de variación es
la “onda cuadrada”, que se muestra en la siguiente figura:
Lo que nos dice el Teorema de Fourier es que es posible descomponer esta forma de
variación como la suma de formas sinusoidales o, a la inversa, sintetizar esta onda cuadrada
sumando formas sinusoidales, de manera que cada nueva adición nos aproxima más a la forma
cuadrada final deseada, como muestra la figura 52:
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En principio, se necesitan infinitos armónicos para poder reconstruir con total precisión la onda cuadrada. En la
práctica, el sistema auditivo no percibe los sonidos cuyas frecuencias superen los 20000 Hertzios, por lo que
podemos prescindir de los armónicos por encima de 20000 Hertzios.
Figura 5:
Síntesis de una onda cuadrada mediante sus armónicos
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En realidad, las ondas sonoras no suelen ser exactamente periódicas, por lo que las frecuencias de los armónicos se
desvían ligeramente de los múltiplos enteros de la frecuencia fundamental, y pasan a denominarse “parciales”. El
análisis del presente trabajo asume implícitamente un cierto grado de idealización (la periodicidad exacta de las
ondas sonoras) que facilita su comprensión sin afectar la esencia de los conceptos presentados.
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Recordemos que el sonido de un diapasón es muy parecido a un armónico, puesto que la forma de variación de su onda
sonora correspondiente es muy semejante a una sinusoidal.
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El conjunto de armónicos forma una serie de intervalos respecto a la frecuencia fundamental conocida como “serie
armónica” (ver figura 6).
calculado previamente con las fórmulas de Fourier.
¿Cómo es posible que varios sonidos simultáneos se lleguen a percibir como uno solo? ¿Qué
condiciones son necesarias para que esto suceda?
Si repasamos lo expuesto hasta ahora, podemos encontrar la clave: para que los armónicos
se fundan en un solo sonido, es necesario que sus frecuencias sean múltiplos enteros de la
frecuencia del sonido que queremos sintetizar. Como consecuencia de esta condición, la suma de los
armónicos será una onda sonora periódica, cuya frecuencia será la del máximo común divisor de las
frecuencias de los armónicos (que es justamente la frecuencia del sonido buscado), y será percibida
como un solo sonido, cuyo timbre quedará determinado por las intensidades relativas de los
armónicos.
De hecho, nuestro sistema auditivo tiene una notable capacidad7 para aislar los armónicos
que forman un sonido, si se presta la suficiente atención. La figura 6 muestra los armónicos
constituyentes del segundo “Do” más grave del piano, es decir, su serie armónica. Cada número
representa el multiplicador de la frecuencia fundamental (el número “2” corresponde al doble de la
frecuencia fundamental, el número “3” al triple, y así sucesivamente), mientras que la nota que
aparece encima indica a qué nota corresponde cada armónico:
Figura 6: Serie de armónicos del segundo "Do" más grave del piano
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Este proceso de síntesis heredaría del diapasón la limitación de que el sonido se amortiguaría desde el principio, pero
esto no afecta al potencial para reconstruir cualquier timbre.
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La membrana basilar, en el oído interno, actúa como un analizador de frecuencias, gracias a que varía en masa y
rigidez a lo largo de toda su longitud, por lo que su frecuencia de resonancia es diferente en cada punto.
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Una expectativa razonable es la identificación de los cinco primeros armónicos.
grave, y así disponer de una referencia sonora reciente.
Esta práctica es el fundamento del llamado “canto difónico”, que aparentemente produce dos
sonidos simultáneos, aunque, en realidad, se trata de un solo sonido en el que la variación
controlada de su timbre pone en evidencia la aparición o eliminación de armónicos, que se perciben
como una línea melódica independiente.
También podemos aplicar lo expuesto a adquirir una nueva perspectiva sobre la afinación
“justa” de acordes en instrumentos de afinación variable, como los de cuerda frotada.
Si pretendemos que tres instrumentos afinen un acorde perfecto mayor, los intervalos
buscados son una tercera mayor y una quinta justa respecto a la nota más grave (llamada la nota
fundamental del acorde). Comenzando por la tercera mayor, sabemos que, si está bien afinada (la
relación de frecuencias entre la nota aguda y la nota grave de una tercera mayor en la afinación justa
es de 5/4), el sonido conjunto con la nota fundamental será más “limpio”, es decir, más estable. Si
subimos o bajamos ligeramente el tono de dicha nota, el sonido resultante se vuelve más “sucio” y
percibimos fricciones.
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Además, el sonido que añadimos como tercera mayor también tiene sus armónicos. Concretamente, su cuarto armónico
coincide con el quinto armónico de la fundamental.
pieza corresponde a la evolución de un timbre cambiante.
Para variar el timbre, el medio más obvio es utilizar instrumentos diferentes en cada
presentación sucesiva del tema principal, o combinarlos por parejas, tocando a unísono o a distancia
de octava (esta técnica para enriquecer la tímbrica es empleada con mucha frecuencia por los
principales compositores en la historia de la música). Ravel va un paso más allá, realizando
combinaciones de tres o más instrumentos, tocando en paralelo a distancias de cuarta, quinta, o
sexta (ver figura 7) con el objetivo de generar nuevos timbres, correspondientes a instrumentos
virtuales que, en realidad, no existen.
El lector atento puede haber observado, después de examinar la figura 7, que los armónicos
combinados de todos los sonidos que aparecen en la partitura no forman una serie armónica pura, es
decir, no todos los armónicos tienen frecuencias que sean múltiplos de la frecuencia de la nota más
grave. En efecto, la línea melódica fundamental, representada por los clarinetes, comienza con un
“Si bemol”10, que es doblado por uno de los oboes y por el flautín, a distancia de octava. En
cambio, el corno inglés y una de las flautas tocan “Mi” (a distancia de octava), mientras que el otro
oboe y la otra flauta tocan “Sol” (a distancia de octava).
En este caso, el éxito de Ravel en la generación de un nuevo timbre es posible gracias a que
los armónicos que no se pueden integrar en la serie armónica de la línea melódica fundamental van
a sonar menos (la línea fundamental aparece en cuatro de las ocho voces, mientras que las otras
líneas van sólo duplicadas), y serán percibidos como “colores” sonoros secundarios, es decir, como
un enriquecimiento tímbrico del sonido de la línea principal. Por tanto, en este fragmento no se
distingue una serie de acordes en segunda inversión, sino una única línea melódica de timbre
“áspero”11.
Por otra parte, este ejemplo pone de manifiesto la necesidad de comprender el fenómeno
físico-armónico, tanto para el compositor, que debe tenerlo en cuenta en su búsqueda de nuevos
colores tímbricos, como por el director de orquesta (intérprete), que debe ser capaz de distinguir si
10
En este párrafo, las notas mencionadas se refieren a sonidos reales, no a los sonidos escritos, es decir, se han tenido en
cuenta los instrumentos transpositores (clarinete y corno inglés).
11
Como se indica en el siguiente párrafo, es necesario que el director de orquesta comprenda que este fragmento no debe
sonar como una sucesión de acordes, y que establezca un balance sonoro apropiado para tal fin.
el objetivo del compositor es crear armonías o enriquecimientos tímbricos, y trasladar esa intención
a un balance sonoro adecuado entre las líneas melódicas.
Conclusión
• Los armónicos son sonidos caracterizados por su timbre, el más pobre posible,
correspondiente a la variación sinusoidal de su forma de onda.
• Cualquier sonido particular de altura determinada puede descomponerse en una suma de
armónicos, cuyas frecuencias serán múltiplos enteros de la frecuencia de dicho sonido.
• A la inversa, un conjunto de sonidos armónicos se fundirá en un único sonido si se cumple
la condición de que las frecuencias de los armónicos son múltiplos enteros de una frecuencia
común, que determinará la altura del sonido sintetizado.
• El timbre de un sonido queda determinado por las intensidades relativas de sus armónicos: la
característica cualitativa del timbre queda así reducida a una relación estrictamente
numérica.
• La comprensión del fenómeno físico-armónico proporciona una nueva perspectiva sobre el
hecho sonoro que permite explicar nuevas técnicas, como el canto difónico, así como
enriquecer el entendimiento de otras situaciones conocidas previamente.
Bibliografía