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Todos estaban dispuestos a compartir. El resultado del estudio de la Palabra de Dios llevó a los
nuevos creyentes a compartir sus vidas, recursos y dones a los demás. “Comían juntos, oraban juntos,
repartían sus bienes, alababan juntos” (2:44-46). El poder transformador de la Palabra de Dios lleva
al creyente a poner en práctica lo aprendido. La comunión entre hermanos es el resultado de creyentes
que conocen y aplican la Palabra de Dios en sus vidas de manera genuina e incondicional.
Todos testificaban de Cristo al mundo perdido. “Tenían el favor del pueblo, y el Señor añadía
cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (2:47). Muchos incrédulos quedaron impactados
por el nuevo estilo de vida, la nueva confianza en Cristo y la demostración de amor entre los
creyentes. El crecimiento espiritual y numérico de la iglesia se dio en un ambiente donde los
creyentes amaban a Dios y amaban a las personas.
Entonces, lo que nos ayuda a evaluar la madurez espiritual de una líder femenil es la clase de vida que
lleva. El ver en sí misma el resultado de tres experiencias bíblicas. La líder femenil que crece
espiritualmente se enfoca en la enseñanza bíblica. Esto le lleva a cultivar las relaciones
interpersonales, lo que produce un testimonio vivo para los no creyentes, de lo que Jesucristo está
haciendo en sus vidas. Cuando estas tres experiencias son una realidad en la iglesia crecemos
espiritualmente y el impacto al mundo es inevitable.