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El documento es un recuerdo de la infancia de Teresa Amelia Gamarra Rico en Guaratarito, Venezuela. Describe a sus padres, Tomás Gamarra Rodríguez y Pastora Rico de Gamarra, quienes fundaron el hogar familiar en Guaratarito en 1930. También describe las actividades familiares como desgranar maíz y frijoles por la noche y las escenas del paisaje llanero que presenció en su niñez.
Descripción original:
Título original
Villa de Todos los Santos de Calabozo, Tierra de Dios
El documento es un recuerdo de la infancia de Teresa Amelia Gamarra Rico en Guaratarito, Venezuela. Describe a sus padres, Tomás Gamarra Rodríguez y Pastora Rico de Gamarra, quienes fundaron el hogar familiar en Guaratarito en 1930. También describe las actividades familiares como desgranar maíz y frijoles por la noche y las escenas del paisaje llanero que presenció en su niñez.
El documento es un recuerdo de la infancia de Teresa Amelia Gamarra Rico en Guaratarito, Venezuela. Describe a sus padres, Tomás Gamarra Rodríguez y Pastora Rico de Gamarra, quienes fundaron el hogar familiar en Guaratarito en 1930. También describe las actividades familiares como desgranar maíz y frijoles por la noche y las escenas del paisaje llanero que presenció en su niñez.
Todopoderoso por haberme permitido estar aquí para decirles estas palabras que he guardado dentro de mí, las que dedico a la memoria de mis amados padres y a ustedes, el hermoso linaje que el Señor me ha concedido. El humilde trabajo representado en este bello mural fue lo que mi mente grabó en aquellos tiempos de mi infancia. En estos vastos lugares, mis padres eligieron el punto para fundar el hogar de la familia Gamarra Rico. Decidieron llamarle Guaratarito haciendo honor al árbol más llamativo del lugar, un guarataro. La familia estaba compuesta por Don Tomás Gamarra Rodríguez, caballero oriundo de Camatagua, Estado Aragua, descendiente de las islas Canarias, España, y de su esposa Doña Pastora Rico de Gamarra, nativa de Villa de Todos los Santos de Calabozo, Estado Guárico. Fue por el año de 1.930, cuando mi ser comienza a llenarse de los aconteceres del llano; aun mi corazón late y puede manifestar y testimoniar en estos momentos aquello que fue la gran felicidad de mi niñez. Yo, Teresa Amelia, vi sol y luna brillar sobre las arboledas, su luz penetrar el patio de la casa grande, donde su florecido jardín cuidado de manos de mi madre lucía siempre esplendoroso: clavellinas rojas, resedad, jazmines y copo de nieve la preferida de papá. En este mismo lugar. Noche de luna clara, la familia reunida, compartía un solo entretenimiento: desgranar y escoger el maíz y los frijoles cosechados en el conuco. Los niños acostados en cueros de ganado, oyendo relatos y cuentos de los mayores: Las mil y una noches, el viaje del hombre a la luna... Así también contemplé aquellos mediodías que se abrazan con las tardes y las noches, lánguidas y sombrías, repletas de soledad y silencio que nos ofrece el llano. En tiempo de lluvias vi llegar la oscuridad de la noche con rigurosas tormentas acompañadas de relámpagos y truenos ensordecedores que laceran los recónditos espacios del alma, el viento levantarse con furia azotando las montañas, así como también oía el canto triste de las aves nocturnas, el gallo anunciando las horas, el mugido del toro, el relinchar de las bestias, los rodeos de ganado rumiando el pasto en el paradero...