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Atenas, finales del siglo II
Argumentación en positivo
En definitiva, pese a su escasa extensión, nos
encontramos con una reflexión que aborda los
aspectos nucleares de la fe cristiana, expuestos de
un modo al mismo tiempo profundo y ameno, debido
al uso de abundantes recursos literarios como el
diálogo, las preguntas o las imágenes metafóricas.
Ante la imposibilidad de tomar en consideración toda
la obra, reproduzco, a continuación, uno de los
fragmentos más conocidos y sugerentes en el que
aparecen, con toda claridad, tanto las convicciones
básicas de su autor, como ese estilo dialéctico que,
en mi modesta opinión, también nosotros
deberíamos adoptar:
“Los cristianos no se distinguen de los demás
hombres ni por su tierra, ni por su lengua, ni por sus
costumbres. En efecto, en lugar alguno establecen
ciudades exclusivas suyas, ni usan lengua alguna
extraña, ni viven un género de vida singular. La
doctrina que les es propia no ha sido hallada gracias
a la inteligencia y especulación de hombres
curiosos, ni hacen profesión, como algunos hacen,
de seguir una determinada opinión humana, sino
que, habitando en las ciudades griegas o bárbaras,
según a cada uno le cupo en suerte, y siguiendo los
usos de cada región en lo que se refiere al vestido y
a la comida y a las demás cosas de la vida, se
muestran viviendo un tenor de vida admirable y, por
confesión de todos, extraordinario. Habitan en sus
propias patrias, pero como extranjeros; participan en
todo como los ciudadanos, pero lo soportan todo
como extranjeros; toda tierra extraña les es patria, y
toda patria les es extraña.
¿Qué significa para los cristianos estar en un
mundo laico? Nuestro contexto
El fenómeno del pluralismo
Revitalización religiosa
Trabajar por el Reino en medio de la sociedad
Vivir en un mundo laico en los términos descritos en
este aparatado no impide, en modo alguno, a los
cristianos dar testimonio de su fe o trabajar por la
extensión del los valores del Reino en el medio de la
sociedad (y en alianza con cualquier persona de
buena voluntad), pero sí que les obliga a hacerlo de
otra manera: más libre, y sin contar con el apoyo de
las instituciones públicas, salvo cuando sea
conveniente para ambas partes colaborar en la
persecución de algún objetivo del bien común.
Respuestas creyentes al desafío de la laicidad:
evitar los pretextos
4.1. La táctica del avestruz no es buena.
Para empezar me parece oportuno señalar que,
como recomendaba el filósofo Spinoza, ante las
situaciones que nos desconciertan: “Ni reír, ni llorar,
ni detestar, sino comprender”. Por lo tanto lo primero
es analizar con realismo lo que está sucediendo,
para buscar después caminos de futuro. Y el desafío
del cambio nos sitúa ante una disyuntiva que el
teólogo evangélico alemán Jürgen Moltman formuló
hace años con toda claridad. El cristianismo se
encuentra entre dos peligros: puede optar por
mantener la identidad en unas formas culturalmente
superadas y entonces dejará de ser relevante para
nuestros contemporáneos o puede intentar
renovarse para mantener la relevancia en el nuevo
contexto cultural y entonces correrá el riesgo de
perder su identidad por su deseo de “ponerse a la
moda”. Si bien es cierto que la realidad enseña la
verdad del aforismo “renovarse o morir”, no es
menos cierto que ciertas adaptaciones pueden
traicionar la esencia del mensaje cristiano.
Por su parte el famoso sociólogo de la religión Peter
Berger señalaba en uno de sus trabajos que al
cristianismo occidental, ante el avance de las
transformaciones que hemos mencionado, se le
presentaban cuatro alternativas que presento en una
interpretación libre:
La primera consistía en adoptar una actitud
de reconquista y defender a capa y espada el
regreso algunos aspectos de la cristiandad y la
posición de preeminencia que en ella mantenían
las Iglesias. Las batallas numantinas que
algunas conferencias episcopales mantienen
con los gobiernos en materia de financiación del
clero, enseñanza religiosa, tratamiento fiscal de
las obras eclesiales o legislación sobre
cuestiones morales, recuerda este
planteamiento que, sin embargo, parece
abocado al fracaso: ni las sociedades
democráticas modernas desean la tutela de la
Iglesia, ni, por otra parte, parecen muy
evangélicas las estrategias de la confrontación,
el privilegio y la imposición. Hoy la regulación
legítima de la vida pública pasa por acatar los
procedimientos democráticos.
La segunda estrategia eclesial posible consiste
en separarse de la dinámica social y asumir la
reclusión en ungueto. A este respecto, la
sectarización de un grupo religioso no depende
sobre todo del reducido número de sus
miembros, sino de la tendencia a eliminar los
lazos sociales y culturales con le conjunto de la
sociedad creando un mundo propio. Un
colectivo numeroso puede refugiarse en una
subcultura autista y ser sectario y otro de
número reducido ser permeable hacia el entorno
del que forma parte y dialogante con sus
distintos componentes. Tampoco me parece con
futuro la estrategia de invernadero tan
frecuentemente adoptada por autoridades
eclesiales que se rodean de grupos
manifiestamente conservadores que sólo ven en
el mundo degradación y retroceso. La actitud de
Jesús no consistió en separarse de su pueblo
para crear un “grupo de los puros” sino en
mezclarse con todos para difundir su mensaje y
realizar acciones liberadoras generadoras de
encuentro.
Necesidad de mezclarse
5. Conclusión
Con gran acierto, y en plena sintonía con el espíritu
que hemos descubierto en la Carta a Diogneto, el
papa Pablo VI señalaba poco después del concilio
Vaticano II que:
“La Buena Nueva debe ser proclamada, en primer
lugar, mediante el testimonio. Supongamos un
cristiano o un grupo de cristianos que, dentro de la
comunidad humana donde viven, manifiesten su
capacidad de comprensión y de aceptación, su
comunidad de vida y de destino con los demás, su
solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto
existe de noble y bueno. Supongamos además que
irradian de manera sencilla y espontánea su fe en
los valores que van más allá de los valores
corrientes, y su esperanza en algo que no se ve, ni
osarían soñar. A través de este testimonio sin
palabras, estos cristianos hacen plantearse a
quienes contemplan su vida interrogantes
irresistibles. ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de
esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira?
¿Por qué están con nosotros?”