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El arte de mandar

¿Se imaginan que todos fuésemos desnudos? ¿Molaría, no? Pues yo creo que no
sería una buena idea, fijense. Porque, ¿saben lo que pasa ría? Que no sabríamos quién
manda. He comprobado que los que mandan necesitan rodearse de accesorios que les
confieren autoridad; sin ellos se sienten indefensos, incapaces de dar una orden. Y les
voy a contar cuáles son estos accesorios.
Por ejemplo: imagina que estás en una cama de hospital, con ese camisón
humillante que te dan, y se acerca alguien con una bata blanca y te dice que le enseñes
el culo. Pues te das la vuelta y se lo enseñas. Luego, cuando llegan las visitas te
preguntan:
–¿Qué te han hecho?
–Pues ha venido un tío y me ha mirado el culo.
–¿Pero era el médico?
Ah, pues no sé, llevaba una bata blanca... Y es que en un hospital, una persona
con bata blanca es alguien.
Otro ejemplo: una gorra. Ves a un tío con gorra y le obedeces. Y si no, ¿a qué se
debe que cuando aparece un tío con gorra aparques el coche donde a él le da la gana? ¡No
lo puedes evitar! Y si ya lleva pito... Porque no quiere que te pongas a hacer flexiones,
que si no... Es que un buen pito da autoridad. Por supuesto, estamos hablando de un
silbato. Debe de ser algo del subconsciente, porque es oír un pito y ponerte nervioso. Si
vas conduciendo y oyes el pito de un guardia te da como un calambrazo. Te pones tieso
en el asiento, coges bien el volante, tocas el cambio de marchas, miras por el espejo
retrovisor y pones cara de bueno, mientras piensas: «Que no me diga nada, que no me
diga nada...».
Si una gorra y un pito dan autoridad, una banderita es el santo que manda más que
Dios. Cuando ves a un tío en la carretera agitando la banderita, paras, te tiras al arcén, o a
un barranco, lo que te diga: «Venga, deprisa, al barranco, al barranco». Y te tiras.
Sí, la bandera manda mucho. Sin embargo, tiene un hermano pequeño que le salió
respondón: el pañuelo. Pañuelo manda más que bandera. Si tienes una urgencia y sacas un
pañuelo, ya puede mover el otro la banderita, ya, que si no se aparta, el que va al barranco
es él.
¿Y qué me dicen del poder de las linternas? La luz en la oscuridad. En el cine
viene un señor que no conoces de nada con una linterna e inmediata mente le sigues. Te
sienta donde le da la gana a él, si le da por escalar el Everest, allá que te vas. ¿Saben? A
menudo he tenido la tentación de llevarme una linterna al cine y montar un caos... Y
levantárme una pasta... ¡Lo que manda el tío, encima de que no ha pagado entrada, le das
propina!
En esto de imponerse, hablar de temas que no conoce nadie da muchísima
autoridad. Si en una reunión te pones a contar que los mercados mundiales de renta fija
están en deflación... enseguida habrá alguien que dirá que eres una autoridad en la
materia. Y si eres extranjero más. Si en la tele sale un canadiense de la Universidad de
Toronto y dice:
–Meteoritos caen en Tierra pronto.
Te acojonas. Sin embargo, si lo dice un español:
–Hay peligro de que caigan meteoritos en la Tierra...
Tú contestas:
–Ya será menos, ya pasará al lado de Júpiter. Otra cosa que da mucha autoridad es
la altura. Cuando alguien quiere que le hagan caso lo que hace es subirse a una tarima. En
una despedida de soltero se sube encima de la mesa. La altura es poder. Y si no, ¿por qué
últimamente hay tanta gente que va por la ciudad con un cuatro por cuatro? ¿Dónde están
las montañas? ¿Dónde están los ríos? En las ciudades no hay. Lo hacen por la altura, y la
verdad es que les funciona, porque se han convertido en los dueños de las calles, invaden
sin pudor tu carril sabiendo que no les vas a decir nada; la situación, si te pones a discutir
con el conductor de un cuatro por cuatro, es muy ridícula: «¡Baja... baja si tienes
cojones!».
Llevar un palo en la mano también da autoridad. Cuando vamos de excursión, el
que va primero siempre lleva un palo, también lo llevan los cabreros para que las cabras
sepan quién es el pastor. La versión pija del palo es la batuta. Tiene gracia que el único tío
que no toca instrumento alguno sea el que manda sobre todos los demás. Esto lo
aprendimos de Moisés. ¡Un pueblo entero lo siguió durante cuarenta años por el desierto!
¡Con un palo! Esto sí que es mandar. Como se entere Aznar...
En fin, después de este repaso por las pequeñas cosas que nos dan autoridad, me
voy a permitir dar un pequeño consejo al presidente Aznar: José Mari, si de verdad
quieres seguir siendo presidente de este país, en las próximas elecciones preséntate con
una bata blanca, una bandera, una gorra, un pito, un pañuelo y una linterna. Te montas en
un cuatro por cuatro y te subes a una tribuna electoral. Allí, con acento extranjero, largas
tu mensaje político. Y si a pesar de eso no te hacen caso, vuelve a los orígenes: el palo.

Texto procedente de El Club de la Comedia, Madrid, Globo Media, 2002.

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