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Los Inka creían que el cóndor era inmortal.

Según cuenta el mito, cuando el animal siente que


comienza a envejecer y que sus fuerzas se le acaban, se posa en el pico más alto y saliente de
las montañas, repliega las alas, recoge las patas y se deja caer a pique contra el fondo de las
quebradas, donde termina su reinado. Esta muerte es simbólica, ya que con este acto el
cóndor vuelve al nido, a las montañas, desde donde renace hacia una un nuevo ciclo, una
nueva vida. El cóndor simbolizaba la fuerza, la inteligencia y el enaltecimiento o exaltación. Era
un animal respetado por todos aquellos que vivían en los Andes, ya que no sólo traía buenos y
malos presagios, sino que también era el responsable de que el sol saliera cada mañana, pues
con su energía era capaz de tomar el astro y elevarlo sobre las montañas iniciando el ciclo
vital.

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