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CRISIS DEL DERECHO CONSTITUCIONAL

Como se ha dicho, el Derecho Constitucional es la rama del


Derecho Público Interno que tiene por objeto la organización del Estado
y sus poderes, la declaración de los derechos y deberes individuales y
colectivos y las instituciones que los garantizan y radican en la
Constitución.

La crisis radica en mutación considerable en el curso de la vida de un


país, al no tomar en cuenta la Constitución y sus preceptos.

¿Cuándo se entra en crisis en el Derecho Constitucional?

La crisis tiene causas:

Económicas: por la perturbación que en esa esfera se produce


por guerras, altos o bajos salarios, la inflación entre otros
factores;
Laborales: por falta de trabajo y alto índice de paro forzoso;
Ministeriales: cuando renuncia un gabinete o alguno de sus
ministros y cuando se viola o se irrespeta la Constitución Nacional
área sagrada del Derecho Constitucional.
Decir que el constitucionalismo clásico ha entrado en crisis quiere
decir que las creencias básicas en que se sustentaba su funcionamiento
están en curso de perder vigencia, o lo han perdido ya. Significa que el
mundo contemporáneo está cambiando su repertorio de creencias, de
vigencias constitucionales; que la perspectiva es otra, y que el horizonte
se transforma. Algunos de los problemas de los que el
constitucionalismo clásico se hacía cargo, ya no son problemas, o son
desplazados por otros de importancia mayor. Ante todo, es fácil
reconocer en nuestro mundo que el liberalismo está en crisis.

La ideología liberal clásica ha recorrido ya su ciclo; hoy no es una


creencia básica en el ambiente social contemporáneo. En segundo
término, ha entrado en crisis la idea positivista de la legalidad. El
liberalismo formalista, había desvalorizado al estado, había arribado a la
idea de autolimitación; el encuadramiento del estado se lograba
formalmente por la sujeción a la ley, sin cuestión de contenido o de
finalidad desde un punto de vista axiológico. Todo giraba en torno de la
legalidad, de la regulación normativa. Todo ese normativismo legal ha
sufrido un impacto tremendo con las doctrinas vitales: la vuelta a la
realidad, a la vida, a lo social, nos han hecho mirar un poco a las
conductas y no solamente a las normas, no solo al deber ser sino
también al ser. Las proposiciones normativas pasan así a ocupar un
plano de segundo orden en la vida jurídica.

En la constitución entran hoy otros elementos: la realidad política, las


conductas, y también las valoraciones. La ley sola no basta. Y muchas
de las formulaciones normativas han sido desplazadas en la práctica. Así
por ejemplo, las delegaciones legislativas que se consideraron lesivas
del principio clásico de división de poderes, han acentuado su vigencia,
es una realidad. Por otra parte se da una tendencia universal a la
concentración de facultades mayores en el poder ejecutivo. La
legislación, axiológicamente, no es la primera ni la más importante de
las funciones estatales. La dirección política acentúa en el poder
ejecutivo la supremacía efectiva. Como poder de ejercicio continuo,
reúne también la administración del estado con el gobierno
específicamente político, y se torna en el órgano más fuerte. El
parlamento declina. Se han multiplicado las organizaciones sociales de
todo tipo y han crecido las sociedades intermedias. Los sindicatos se han
convertido en fuerzas temibles en ciertos momentos. Hay, pues, muchos
más actores en escena, no solo el hombre.

Los derechos individuales no se pretenden solo frente al estado, sino


frente a grupos sociales y sujetos pasivos de carácter colectivo que los
amenazan con tanto riesgo como aquél. La teoría abstencionista no
satisfizo las exigencias de la época. El juego de las libertades y la
supuesta armonía que se esperaba encumbraron al fuerte sobre el
débil. Sectores de población quedaron estancados en un nivel de vida
indigno de seres humanos. Al plantearse la cuestión social, hubo de
apelarse a contenidos de justicia que no podían ser indiferentes al
estado. El fin no había de ser ya tutelar los contactos de las libertades;
había algo positivo por hacer. De este modo, el constitucionalismo social
de la primera post-guerra – anticipado ya en México en 1917- marca
otros rumbos, en los que debe señalarse también el aporte del
corporativismo.

Una sacudida tremenda en el constitucionalismo clásico fueron los


totalitarismos contemporáneos. La aparición del nazismo alemán como
régimen opuesto al liberalismo ha señalado una de las experiencias más
trágicas del siglo XX. A su lado, el fascismo italiano, el bolchevismo
ruso, señalan realidades de agudo patetismo. Y no hablemos del
comunismo. ¿No se nos ocurre pensar en la impotencia de los moldes
clásicos para evitar tamañas contingencias?
La crisis del constitucionalismo clásico nos advierte de su
importancia. Su problema constitucional más agudo no está en redactar
constituciones técnicamente perfectas y axiológicamente valiosas; está
en asentar un orden que dé vigencia a las pautas de valor que se
quieren encargan en la realidad. No se trata, repitiendo una frase
célebre de Alberdi, de declarar derechos que nadie niega, sino de
constituir hechos que nadie practica.

Muchas de las tendencias constitucionales contemporáneas tienen su


origen en antecedentes que vienen de lejos, no son producto de una
improvisación. Aquí van a ver la centralización del poder que se ha
acentuado, a veces en poder central en detrimento de los poderes
provinciales y municipales, otras veces en el poder ejecutivo, en
detrimento del poder legislativo y del poder judicial. El crecimiento del
poder ejecutivo se da no solo en los regímenes presidencialistas como el
nuestro, donde se llega a hablar del hiperpresidencialismo ya como una
deformación patológica (enfermiza) del presidencialismo, sino también
en regímenes de tipo parlamentario, donde el brazo ejecutivo, por la
exigencias propias de la dinámica de la sociedad contemporánea
requiere respuestas prontas y urgentes, que no están en condiciones los
demás órganos del poder, de dar en el momento exacto, pero si tienen
que reservarse la posibilidad de controlar, anular o reemplazar; es decir,
de no perder la facultad propiamente indelegable que es la de sancionar
las normas. Liderazgo se da en países archidemocráticos, como en
países contrarios a la democracia, solo que en los países
archidemocráticos el liderazgo es fluido: la circulación de las elites
permite que vayan cambiando los líderes, el pueblo los reemplaza, los
elige, los sustituye, los puede incluso deponer por los mecanismos
constitucionales previstos (como el stigman en EE UU); el voto de
censura en los regímenes parlamentarios, el juicio político. Entre
nosotros, en cambio, en los regímenes de tipo personalistas o altamente
de alta concentración de poder, suele haber rupturas que requieren
expresiones de violencia (que no son obviamente de desear).

A veces las situación es tan grave, el estado de necesidad es tan


apremiante, que se sancionan las limitaciones anormales, pero que son
transitorias, cuando cesan las causas tienen que cesar los efectos,
cuando termina la situación de crisis que generó esa medida de carácter
excepcional tiene que volverse al régimen jurídico normal o habitual, es
decir, con menos restricciones a los derechos individuales. La burocracia
es también un fenómeno propio de la dinámica del estado
contemporáneo. En el siglo XIX muchos políticos y pensadores que
abrazaban la idea de la limitación del poder en términos muy estrictos,
como había sido predicado por quienes crearon la doctrina de la
separación de poderes y por lo tanto la limitación del poder para que
sólo el poder contenga al poder. Pero surgió un momento en el cual la
necesidad de intervenir se impuso frente a que cada vez eran mayores
las exigencias que la sociedad demandaba o dirigía al Estado, en el que
el estado dejaba de ser un Estado pasivo para activo, en el que el
Estado no se limitaba ya a garantizar los derechos sino a brindar ciertas
prestaciones concretas que se le podían requerir, porque aparecieron
normas que así la proclamaron y así lo consagraban .Ese Estado tuvo
que agrandarse, tuvo que dimensionarse de otra manera y en algunos
casos se sobredimensionó y obviamente la burocracia lo acompañó. Y
dentro de la burocracia surgió como género una especie –dentro de ese
género-la tecnoburocracia porque el avance de la tecnología llevó a que
también el Estado tuviera que contar con las novedades, con elementos,
con los instrumentos, con las herramientas que pudieran satisfacer de
una forma más adecuada los requerimientos que la sociedad le dirigía a
ese Estado. Y esto creó lo que despectivamente: El Estado
elefantiásico, un elefante.

Un Estado pesado, lento que se había traducido, a la postre, en


ineficiencia, y eso lo que en definitiva no beneficiaba sino que
perjudicaba a los administrados, es decir, a los propios ciudadanos que
tenían que gozar del beneficio y no del sacrificio de tener que aportar
más recursos para el sostenimiento de un Estado de mayores
dimensiones que en definitiva no prestaba equivalentes retribuciones a
quienes se sentían acreedores a recibir mejores beneficios. De modo
que entonces nada de esto es novedoso. La planificación surge de
mucho tiempo, lo que ocurre es que la planificación es distinta en un
estado democrático que un totalitario. La planificación democrática
requiere todo un proceso de elaboración con notas participativas muy
intensas en las cuales se escucha, se toma en cuenta, se atienden las
razones de muchos, y esto le vale incluso de encarar de otra manera las
viejas separaciones de poder, que ya no puede coincidir en forma tan
aritmética, tan geométricamente simétrica como en otra épocas el poder
ejecutivo, legislativo y judicial, y punto. ¡NO!

Hoy en día se hablan de distintas etapas en un ítem o un proceso que


va desde la previsión, la consulta, la planificación y después llega la
decisión que puede estar en uno o varios órganos, a posteriori de la
decisión se accede a la ejecución de esa decisión, luego viene el control
para verificar si la decisión ha sido ejecutado como corresponde.
Después del control viene la etapa de responsabilidad, es decir, el de
que recaiga sobre el responsable la sanción, si lo ha hecho mal, o la
reparación, si eso correspondiere, y en definitiva la responsabilidad es lo
que la ciudadanía persigue como una de las notas esenciales de la forma
republicana de gobierno, que incluye la voluntad popular, la separación
de poderes, la igualdad ante la ley, la periodicidad en los cargos
públicos, la publicidad de los actos estatales, la responsabilidad de los
gobernantes no solo de los funcionarios sino de todos cualesquiera sea
la categoría en el empleo público; hay autores que dicen que todo
empleo público va acompañado de una determinada responsabilidad
cuya dosis puede variar de acuerdo a una regla según la cual “a
mayores alturas hay mayores responsabilidades”. A mayor jerarquía,
tiene que haber mayores responsabilidades. Orden público, es un
concepto que fue cobrando una dimensión a medida que el estado y los
regímenes constitucionales se transformaban y por supuesto cuando las
transformaciones llegaban al nivel de una crisis propiamente dicha,
significa que hay ciertas partes del derecho que los interesados pueden
reemplazar por normas haciendo jugar la autonomía de su voluntad, por
ejemplo, el contrato es la ley para las partes, las partes acuerdan las
cláusulas que más les convienen, los términos y contenidos que resultan
del consenso del común acuerdo.

El Estado no puede estar ausente porque ciertos derechos implican


también ciertos deberes, tienen que ser ejercidos de manera tal que no
entren en conflicto con el ejercicio de otros derechos, o impliquen el
olvido de los deberes de solidaridad .En el derecho constitucional hay
que anotarse como dirían los romanos en “connubium”-la ventaja- pero
sabiendo que también hay que soportar el riesgo.

La participación es la nota propia de la evolución del


constitucionalismo, es sumamente importante porque hoy en día el
hombre se vale por lo que es, por lo que hace y es respetable en ambas
calidades, porque de esto no se puede escindir. El individualismo puro,
el individualismo egoísta creía que solo debía considerar la igualdad
legal, el hombre: somos todos iguales ante la ley, hombres y mujeres.
la igualdad puramente legal ,esta hoy complementada, por la llamada
igualdad de oportunidades, la posibilidad de tener más derecho de
acceso, la posibilidad de que haya una realidad de oportunidades a la
mano tangible que a veces no se ven pero que se pueden obtener con la
ayuda de toda la sociedad y también de planes para eso está la
planificación en el cual estado puede dar prioridad en sus recursos para
que, sobre todo, a través de la capacitación que es el gran capital del
futuro, la juventud pueda estar dotada de mejores herramientas para
afrontar la lucha por la vida.
LA TRANSFORMACIÓN DEL ESTADO: EL SURGIMIENTO DEL
“ESTADO DEMOCRÁTICO Y SOCIAL DE DERECHO”

El surgimiento del Estado democrático y social de derecho está


incorporado a muchas constituciones que se manejan con un sistema
capitalista, con un sistema liberal, con un sistema de democracia
constitucional clásico, pero que reconozcan esa faceta social de una
problemática, que ya sea a través de la seguridad social y de otras
formas de acudir, tiene predisposición y deber para tratar de equilibrar
las asimetrías y los desfasajes que se dan en esas grandes barbaries
que hay entre los que están tan altos en la escala de poder (que ni
siquiera miran hacia abajo) y los que están tan abajo (que ni siquiera
pueden mirar arriba) porque sus lomos están doblados trabajando y no
tienen tiempo libre para poderse ocupar de otras cosas. Alemania en su
constitución se proclama una democracia social, Francia también, Italia
se proclama una república social fundada en el trabajo votada por
unanimidad por los constituyentes. España en su constitución de la era
democrática que vive desde hace ya más de un cuarto de siglo se
proclama un estado democrático y social de derecho y han gobernado
partidos –social demócrata, social cristiano, liberales- bajo el reinado de
una constitución y una monarquía que respeta esa regla fundamental.
Lo mismo ocurre en muchos estados de América, de constitucionalismo
social y cierta dosis de intervención del estado. Y así también en otros
países del mundo que no tienen constitución codificada como Inglaterra,
donde solo una parte pequeñísima de las cláusulas constitucionales
están por escrito y el resto son convenciones constitucionales, los
liberales se incorporaron muchas normas de orden social.

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