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CURSO DE MEMBRESÍ

IGLESIA CURAUMA

“Mantengamos rme y sin uctuar la esperanza que profesamos, porque el es el que


prometió. Tengámonos en cuenta unos a otros, a n de estimularnos al amor y a las buenas
obras. No dejemos de congregarnos, como es la costumbre de algunos, sino animémonos
unos a otros; y con más razón ahora que vemos que aquel día se acerca.”
Hebreos 10.19-25
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CONTENIDO Y PROGRAM
Tema Página Fecha Dirige

Introducción - Conocer nuestras historias 4 12 mar. Diego Alegría

La Biblia 6 19 mar. Arturo Vera

Dios 11 26 mar. David Pacheco

El Hombre 16 9 abr. Daniel Zamora

El Pecado 20 16 abr. Diego Alegría

Cristo 23 23 abr. Joan Arredondo

El Espíritu 29 30 abr. David Pacheco

El Espíritu 33 7 may. Daniel Zamora

El Pacto 39 14 may. David Pacheco

T.U.L.I.P. 48 21 may. Eleazar Seguel

Gobierno 56 28 may. Diego Alegría

Adoración 60 4 jun. Arturo Vera

La predicación y los sacramentos 67 11 jun. David Pacheco

El Bautismo 71 18 jun. Eleazar Seguel

La Cena del Señor 75 25 jun. David Pacheco

La Oración 78 2 jul. Joan Arredondo

Anexo 1: Confesión de Fe de Westminster 81 9 jul. Eleazar Seguel

Anexo 2: Nuestro ADN plantador 90 16 jul. Arturo Vera

Anexo 3: Nuestro ADN bíblico 94 23 jul. David Pacheco

Anexo 4: Nuestro ADN evangelístico 100 30 jul. Diego Alegría

Entrevistas Ancianos 8 ago. David Pacheco

Recepción de miembros 15 ago. Arturo Vera

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¡Muy bienvenido al curso de preparación de miembros 2021!


1. Horario: Viernes (algunos jueves tal vez) 19:30 a 21:00 hrs.

2. Lugar: Via Zoom

3. Coordinador del curso: David Pacheco

4. Metodología del curso:

a) Al principio de cada clase, El alumno(a) tendrá que rmar que leyó y preparó los
apuntes correspondientes para poder participar en la clase (ya que de otra manera
no estará preparado para participar en la discusión).
b) En clases el profesor guiará una discusión de los apuntes, se comentarán y aclararán
dudas.
c) Presencia asidua en las clases (mínimo 75% asistencia)
d) Declaración de lectura de la “Confesión de Fe de Westminster”.

5. Material Básico:

a) Sagradas Escrituras versión Nueva Versión Internacional


b) Confesión de fe de Westminster1
c) Apuntes del curso2
d) Cinco Puntos - John Piper
e) Teología Concisa - J. I. Packer

6. Bibliografía adicional:

a) Buchanan, Colin. Una Defensa del Bautismo de Párvulos3


b) Donner, Theo. La soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre (Poiema)
c) Hyde, Daniel. Jesús ama a los niños pequeños (Reformed Fellowship)4
d) Packer, J. I. El conocimiento del Dios Santo (Vida) ç
e) El evangelismo y la soberanía de Dios (Faro de Gracia)
f) Williamson, G. I. La Confesión de fe de Westminster para clases de estudio (Poiema)

1 Disponible en formato digital

2 Rev. Juan Pablo Juica H. (Basado en los libros Presbytopia de Ken Golden y On Being Presbyterian de Sean Michael Lucas), Puerto Montt, 2019

3 Disponible en formato digital

4 Disponible en formato digital

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INTRODUCCIÓN
Cuando las personas visitan una iglesia vienen con algunas preguntas. ¿Qué es lo que creen
aquí sobre la Biblia? ¿En qué se diferencian de las demás iglesias? ¿Por qué debería llegar a
ser miembro de una Iglesia Presbiteriana? Estas son preguntas importantes. Y este pequeño
manual ha sido diseñado para responder a ese tipo de preguntas. Vivimos en un tiempo en
que el interés por la membresía a decaído bastante. Muchas personas están tranquilas con
ser «adherentes» o «asistentes regulares» porque así mantiene abiertas las opciones. Es
verdad que a veces puede demorar el encontrar la iglesia correcta, pero la búsqueda no
debería ser inde nida. El Cristianismo exige responsabilidades con una iglesia local y la
membresía es una expresión formal de la responsabilidad mutua. Es un privilegio y una
responsabilidad.

Para llegar a ser miembro de una Iglesia Reformada, la persona debe hacer una pública
profesión de fe y pedir ser recibido como miembro. Esto implica que la persona interesada
debe concordar con las enseñanzas esenciales de la Iglesia local, especialmente aquellas
que se re eren a las buenas nuevas de salvación por medio de la fe en Cristo Jesús.
También implica comprometerse con la iglesia local que encarna esas enseñanzas.

Con este pequeño manual queremos dar a conocer cuáles son las enseñanzas esenciales
de Iglesia Curauma. Así, la persona interesada en ser recibida como miembro, podrá
conocer en qué creemos los que adherimos a la tradición Reformada y por qué servimos a
Dios de la manera como lo hacemos.

El manual está dividido en tres partes:

I. Fundamentos Cristianos: Esto es lo que debes creer para poder llegar a hacer una
pública profesión de fe.
II. Características Reformadas: Esto se te enseñará como miembro de una Iglesia
Reformada.
III. Medios de Gracia: Se re ere al cómo vas a crecer como cristiano.

A lo largo de este manual nos vamos a referir a la Confesión de Fe de Westminster (CFW), al


Catecismo Mayor de Westminster (CM) y al Catecismo Menor de Westminster (CB), símbolos
y resúmenes doctrinales de la tradición Reformada. Estos resúmenes son el marco doctrinal
de Iglesia Curauma, pero por su misma naturaleza están bajo la Palabra de Dios. La Biblia es
nuestra máxima autoridad, no las Confesiones y Catecismos.

Con esto presente, comencemos a estudiar. Supliquemos que Dios nos muestre en Su
Palabra las verdades preciosas del Evangelio.

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PARTE 1
FUNDAMENTOS
CRISTIANO

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CAPÍTULO 1
LA BIBLI
LA PALABRA DE DIOS PARA EL SER HUMANO

La Revelación de Dios
Antes de poder hablar sobre los fundamentos de la Fe Cristiana, necesitamos discutir el
asunto de sus fuentes. ¿De dónde provienen? La respuesta es que ellas vienen de Dios por
medio de la revelación. Esto describe algo que a sido develado o revelado. La revelación
implica comunicación.

¿Dónde se revela Dios? Dios revela su existencia en dos lugares. Primero, Él habla en el
mundo natural. Esto es llamado revelación general. Piensa en lo inmenso del universo o en
la complejidad del cuerpo humano. No es muy razonable que tal complejidad provenga del
azar, al contrario, demuestra un diseñador. O piensa sobre la idea universal de un código
moral. La mayoría de las personas conocen la diferencia entre lo bueno y lo malo. Las
personas no necesitan que se les haya enseñado que matar o robar es algo malo. Pero la
cuestión es ¿por qué? ¿Por qué no necesitan ser enseñados? ¿Por qué el ser humano actúa
de forma moral mientras que los animales actúan por instinto? ¿De dónde proviene esta
moralidad? No sería posible si no existiera Dios.

Dios no solamente comunica su existencia a través del mundo natural. En su perfecta


sabiduría, Él también ha hablado en el mundo natural por medio de su palabra sobrenatural.
Esto es llamado revelación especial. Y esta forma de revelación se encuentra solamente en
un lugar: La Biblia.

La revelación especial da cuenta de la revelación general. Según el Salmo 19:1, «Los cielos
cuentan la gloria de Dios, el rmamento proclama la obra de sus manos». Esto explica por
qué el universo autoproclama la existencia de un creador. Y según Romanos 2:14-15, las
personas son criaturas morales porque la ley de Dios está «escrita en sus corazones».

Por tanto, Dios se revela claramente en la creación, y también, en la estructura humana. Él


se mani esta claramente, de hecho, la falla en responder apropiadamente a esta revelación
hace al ser humano merecedor del juicio de Dios. Según el apóstol Pablo:

Pues la ira de Dios se mani esta desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los
hombres que con injusticia detienen la verdad. Porque lo que de Dios se conoce es evidente
entre ellos pues Dios hizo que fuese evidente. Porque lo invisible de él —su eterno poder y
deidad— se deja ver desde la creación del mundo, siendo entendido en las cosas creadas
de modo que no tienen excusa
(Romanos 1:18-20).

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Nadie puede alegar inocencia. Las personas están inundadas con la revelación, por ello
quedan sin excusa. Elegir suprimir esta revelación no remueve la culpa. Nadie tiene excusa.
Pero afortunadamente, la revelación especial hace más que repetir la revelación de Dios
que la creación declara. También revela la misericordia de Dios. El apóstol Juan explica la
razón que lo llevó a escribir su evangelio en los siguientes términos: «Pero estas cosas han
sido escritas para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que
creyendo tengan vida en su nombre» (Juan 20:31). Esto se llama El Evangelio, lo más
importante que ha sido revelado (Ro. 1:16).

La Composición de la Escritura
La revelación especial no es solo un libro, son 66 libros. La Biblia está dividida en dos partes
generales: el Antiguo y el Nuevo Testamento. La primera parte describe al «Cristo
encubierto» (la preparación para Su venida), mientras que la segunda parte concierne al
«Cristo revelado» (Su venida y las implicaciones para el pueblo de Dios). Abajo sigue una
división básica según el contenido y el estilo literario.

1. Antiguo Testamento:
(a) El Pentateuco («cinco libros»): Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
Estos son la narrativa histórica del actuar de Dios desde el principio hasta la
peregrinación de Israel en el desierto. Ellos incluyen escritos legales y ceremoniales.

(b) Libros Históricos: Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas, Esdras,
Nehemías y Ester. Son narrativas históricas del actuar de Dios desde la conquista de
Canaán hasta el cautiverio de Israel desde su tierra.

(c) Escritos: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los cantares. Son una
colección de cantos y literatura de sabiduría que alaban a Dios y describen cómo
vivir en una relación con Él.

(d) Profetas: Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós,
Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías.
Son promesas, advertencias y profecías para el pueblo de Dios.

2. Nuevo Testamento:
(a) Evangelios/Hechos: Mateo, Marcos, Lucas, Juan y Hechos de los Apóstoles. Son
narrativas históricas sobre la vida de Jesucristo y de la Iglesia Primitiva.

(b) Epístolas: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2


Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito, Filemón, Hebreos, Santiago, 1 y 2 Pedro, 1, 2 y 3
Juan y Judas. Son cartas a las Iglesias que desarrollan las enseñanzas de Jesús y

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corrigen malas comprensiones.

(c) Apocalipsis: Este libro de imaginería profética utiliza imágenes previas del Antiguo y
Nuevo Testamento para declarar la victoria de Cristo sobre sus adversarios y cierra
todo el contenido de la Escritura.

Las Características de la Escritura


Conocer lo que hay en la Biblia levanta otras cuestiones. ¿El contenido es veraz? ¿La
información es útil? Aquí buscamos responder a esas preguntas discutiendo lo que la Biblia
dice de sí misma.

Comenzamos con el término inspiración. Esto signi ca que la Escritura es soplada por Dios
(2 Ti. 3:16). Es verdad que la Biblia fue escrita por hombres que vivieron en diferentes épocas
y lugares, pero también es cierto que Dios supervisó el proyecto. Esto signi ca que Dios es
el autor, aunque Él usó los talentos de muchos autores. Según el apóstol Pedro, «Y hay que
tener muy en cuenta, antes que nada, que ninguna profecía de la Escritura es de
interpretación privada, porque jamás fue traída la profecía por voluntad humana; al contrario,
los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 P. 1:20-21).
Esto signi ca que Dios no redujo a los escritores humanos a un mero mecanismo. Al
contrario, Él usó sus características únicas y sus contextos históricos de tal manera que sus
palabras corresponden a Sus palabras.

Pero esto levanta una segunda cuestión: ¿puede un libro inspirado contener errores? La
respuesta, por supuesto, es no. La Palabra inspirada de Dios no tiene errores (inerrante) y no
puede ser acusada de estar errada (infalible). El Salmo 119:160 dice, «La suma de tu palabra
es verdad; eternos son todos tus justos juicios». Aquí «verdad» es igual a inerrancia,
mientras que «permanecen para siempre» expresa infalibilidad. Esto signi ca que la Biblia
nunca erra y no puede ser acusada de falsedad.

Eso no signi ca que nuestras interpretaciones de la Biblia no puedan estar erradas. Por
ejemplo, Josué 10:13 dice que «El sol se detuvo y la luna se paró, hasta que el pueblo se
hubo vengado de sus enemigos». En el pasado, muchos leyeron esto y creían que el Sol
rotaba alrededor de la Tierra. Sin embargo, nosotros aprendemos de la ciencia (revelación
general) que el Sol no gira alrededor de la Tierra, al contrario, la Tierra gira alrededor del Sol.
Entonces, ¿por qué Josué 10:13 dice que el Sol se detuvo? La respuesta es que Josué 10:13
se escribió desde el punto de vista de la observación humana. Nosotros observamos al Sol
saliendo y poniéndose, pero en realidad es la Tierra la que está girando. Josué 10:13 no entra
en con icto con la inerrancia bíblica. Describe un milagro, pero no describe el milagro con
precisión cientí ca.

La Palabra de Dios no es solamente verdad, ella también es poderosa. Génesis 1 muestra


cómo Dios habló y trajo los cielos y la tierra a existencia. Si su palabra es capaz de crear

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todas las cosas de la nada, luego ciertamente es lo su cientemente poderosa para cambiar
nuestras vidas. «Porque la Palabra de Dios es viva y e caz», dice el autor de la carta a los
Hebreos, «y más penetrante que toda espada de dos los. Penetra hasta partir el alma y el
espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del
corazón» (He. 4:12). Aquí tenemos una imagen de la Palabra de Dios separando aquello que
es inseparable. Nos prueba, nos expone, nos cambia. Nunca vuelve a Dios vacía (Is. 55:11).

Entonces, si la Escritura es inspirada por Dios, desprovista de errores y lo su cientemente


poderosa para cambiar a los que la oyen, luego es una palabra bene ciosa. Pablo la
considera útil «para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción
en justicia, a n de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado para toda
buena obra» (2 Ti. 3:16-17). Si la Biblia es así de útil entonces nosotros debemos vivir
nuestras vidas según sus enseñanzas.

La Autoridad de la Escritura
Por causa de éstas características, la Biblia es una norma autoritativa. De hecho, es la norma
nal por la cual todas las demás normas son medidas. ¿Qué otras normas gobiernan
nuestras vidas? Bueno, primero, nosotros somos criaturas racionales. Dios nos dio la
habilidad de pensar. Además del uso común de la mente, esto incluye las disciplinas
matemáticas y losó cas. También somos criaturas de experiencia. Dios nos dio sentidos
para experimentar el mundo que nos rodea. La disciplina de la ciencia cae dentro de esta
categoría. Finalmente, somos criaturas de tradiciones. Dios nos dio situaciones en común y
comunidades que in uencian nuestras vidas. Esta norma se expresa por medio de
instituciones culturales, el gobierno y la religión.

Si bien estas son normas legítimas, no son normas infalibles. Nuestras mentes se limitan a lo
que podemos comprender, nuestros sentidos se limitan a lo que podemos descubrir y
nuestras tradiciones se limitan a aquello que comúnmente compartimos. Ellas deben ser
justi cadas por lo que dice la norma nal. El apóstol Juan expresa este principio en su
primera carta: «Amados, no crean a todo espíritu, sino prueben si los espíritus son de Dios.
Porque muchos falsos profetas han salido al mundo» (1 Juan 4:1). Si estos «espíritus» son
re exiones losó cas, teorías cientí cas o doctrinas religiosas, todas deben ser juzgadas por
la norma perfecta y nal de la revelación especial.

La Norma Completa y Final


Para que esta norma sea perfecta, requiere, que ella sea completa y nal. La colección
bíblica (canon) es una colección cerrada. Ni «nuevas revelaciones del espíritu» (e.g. nuevas
profecías), ni «tradiciones de hombres» deben ser añadidas a ella (CFW I.6).

La Biblia hace alusión al cierre del Canon. Con el uso de la expresión «sin añadir ni quitar
nada», Deuteronomio 12:32 sugiere el cierre del Pentateuco. Cuando Jesús les recuerda a
sus discípulos, «que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de

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Moisés, en los profetas y en los salmos», estaba describiendo las tres partes generales en
que se dividía el Antiguo Testamento (Lucas 24:44-45).

El Nuevo Testamento también sugiere el cierre del Canon. Aquí, es importante mencionar el
papel de los apóstoles. Jesús les dio a estos «enviados» autoridad única como sus
representantes o ciales. «Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a
mí, recibe al que me envió» (Mt. 10:40). Ellos a su vez mandaron a los futuros líderes de la
Iglesia a cuidar de aquello que les había sido con ado (1 Ti. 6:20) y a transmitirlo a la
siguiente generación (2 Ti. 2:2). Estos apóstoles y sus asociados, sirven como el fundamento
de la Iglesia (Ef. 2:20), porque la Iglesia es edi cada en la Palabra de Cristo (Ro. 10:17). Con el
fallecimiento de estos representantes o ciales, la revelación de Dios quedó completa.

También tenemos el testimonio que viene del último libro de la Biblia. El apóstol Juan, usa el
lenguaje de Deuteronomio 12 para concluir su Apocalipsis:

Yo advierto a todo el que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a
estas cosas, Dios le añadirá las plagas que están escritas en este libro; y si alguno quita de
las palabras del libro de esta profecía, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la
santa ciudad, de los cuales se ha escrito en este libro.
Apocalipsis 22:18-19

Algunos podrán argumentar que esta advertencia solo pertenece al libro de Apocalipsis. Sin
embargo, «este libro» es el último libro en el Canon por una buena razón. Toma imágenes
bíblica previas desde el Antiguo y Nuevo Testamento y las lleva a un nal. Por lo tanto, si no
podemos añadir ni quitar nada de este libro, concluimos que nada podemos añadir ni quitar
al resto de la Biblia.

Preguntas para revisión y discusión

1. ¿Cuál es la diferencia entre revelación general y revelación especial?


2. ¿Puede la revelación general contradecir a la revelación especial? ¿Qué papel le cabe a
la interpretación en la comprensión de cómo ellas se unen?
3. ¿Qué es inspiración?
4. ¿Qué es inerrancia e infalibilidad?
5. ¿Cómo la Palabra de Dios es poderosa?
6. ¿Cómo la Palabra de Dios es útil?
7. ¿Cuáles son alguna de las normas que gobiernan nuestra vida? ¿Cuál es la que juzga a
todas las demás?
8. ¿Qué es el Canon de la Escritura y por qué decimos que está cerrado? Explique usando
textos bíblicos.

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CAPÍTULO 2
DIO
QUIÉN ES ÉL
En nuestro estudio sobre fundamentos cristianos, comenzamos con Dios porque la Biblia
comienza con Dios. «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn. 1:1). En vez de
intentar probar la existencia de Dios, la Biblia simplemente la asume.

Los Atributos de Dios


Toda relación es construida en el conocimiento mutuo. Si tú quieres tener una relación con
el Dios vivo, entonces tienes que conocer alguna cosa sobre él. La Biblia describe a Dios en
diferentes formas. Se le adscriben diferentes cualidades o atributos. Existen muchos
atributos en Dios, nosotros nos enfocaremos en algunos que encontramos en CFW Capítulo
2:

Hay un solo Dios, vivo y verdadero, quien es in nito en su ser y perfección, un Espíritu purísimo,
invisible, sin cuerpo, partes o pasiones. Es inmutable, inmenso, eterno, incomprensible,
todopoderoso, sapientísimo, santísimo, totalmente libre y absolutísimo. Hace todas las cosas
según el consejo de su propia inmutable y justísima voluntad para su propia gloria. Es
amorosísimo, benigno, misericordioso, paciente, abundante en bondad y verdad. Perdona la
iniquidad, la transgresión y el pecado y es galardonador de aquellos que le buscan
diligentemente. Además, es justísimo y terrible en sus juicios, que detesta el pecado, y que de
ninguna manera declarará como inocente al culpable (CFW II.1).

«In nito en su ser y perfecciones» signi ca sin límites. «¿Alcanzarás tú las cosas profundas
de Dios? ¿Alcanzarás el propósito del Todopoderoso?» (Job 11:7). Esta es una pregunta
retórica. La respuesta es «¡claro que no!». Dios no está limitado por el espacio
(omnipresencia). «¿Acaso podrá alguien ocultarse en escondrijos para que yo no lo vea?,
dice el SEÑOR. ¿Acaso no lleno yo el cielo y la tierra?, dice el SEÑOR» (Jr. 23:24). Tampoco
Dios está limitado por el tiempo (eternidad). Moisés re exionó sobre esto en el Salmo 90:1-2:
«Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Antes que nacieran los
montes y formaras la tierra y el mundo, desde la eternidad hasta la eternidad, tú eres Dios».
In nitud, sin embargo, va más allá del espacio y tiempo. Dios es in nito en su conocimiento,
in nito en delidad e in nito en poder.

Nosotros no debemos pensar que Dios simplemente tiene más conocimiento, delidad y
poder que nosotros. No es un asunto de cantidad, sino de cualidad. Él es in nitamente
mayor que cualquier otra cosa en el universo. Él es el creador y nosotros somos meras
criaturas. Y el abismo entre los dos es más vasto de lo que jamás podríamos imaginar.
«Porque mis pensamientos no son sus pensamientos ni sus caminos son mis caminos, dice

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el SEÑOR. Como son más altos los cielos que la tierra, así mis caminos son más altos que
sus caminos, y mis pensamientos más altos que sus pensamientos» (Is. 55:8-9). El apóstol
Pablo lo pone de otra manera: «Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del
conocimiento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!
Porque: ¿Quién entendió la mente del Señor? ¿O quién llegó a ser su consejero?» (Ro.
11:33-34).

La Confesión de Fe llama a esta cualidad incomprensibilidad. Esto signi ca que Dios no


puede ser conocido exhaustivamente. Y lo que podemos conocer, Él lo hace conocido por
medio de la revelación especial. Deuteronomio 29:29 explica este importante principio: «Las
cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y
para nuestros hijos, para siempre, a n de que cumplamos todas las palabras de esta ley».
Como criaturas, no podemos conocer todo acerca de Dios. Aparte de su revelación, no
podemos conocer nada sobre Dios. Su revelación nos dice lo que necesitamos saber.

Si Dios es in nitamente poderoso, luego, tiene «el dominio soberano» o el control absoluto
sobre todas las cosas. Como lo hemos visto en Génesis 1:1, Dios es soberano en su creación.
Él creó todas las cosas «de la nada, por su poderosa palabra, en el espacio de seis días y
todas muy buenas» (CBW 9). Dios también es soberano en su providencia, «preserva y
gobierna a todas sus criaturas y todas las acciones de éstas» (CBW 11). Él tiene tal control de
la naturaleza que ni una avecilla cae a tierra sin su voluntad (Mt. 10:29). Además, él incorpora
las acciones de los hombres dentro de su plan soberano. Cuando José reveló su verdadera
identidad a sus hermanos que lo habían vendido como esclavo, ellos esperaban lo peor. En
lugar de eso, José les enseñó algo sobre la providencia de Dios:

Pero Dios me ha enviado delante de ustedes para preservarles posteridad en la tierra, y


para darles vida mediante una gran liberación. Así que no me enviaron ustedes acá, sino
Dios, que me ha puesto como protector del faraón, como señor de toda su casa y como
gobernador de toda la tierra de Egipto.... Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo
encaminó para bien, para hacer lo que vemos hoy: mantener con vida a un pueblo
numeroso
Genesís 45:7-8; 50:20

Aquí, la providencia de Dios se extiende a los hombres malvados, pero Dios no participa en
sus acciones malvadas. Si este fuera el caso, se violentaría otro de los atributos de Dios. Dios
es el “Santo de los santos”, lo que signi ca, que es perfecto y puro y que está apartado de su
creación.

El profeta Isaías fue testigo ocular de la santidad de Dios. Él vio a Dios sentado en su trono,
rodeado de ángeles que clamaban: «¡Santo, santo, santo es el SEÑOR de los Ejércitos! ¡Toda
la tierra está llena de su gloria!» ¿Cómo respondió el profeta a tal manifestación de gloria?
«¡Ay de mí, pues soy muerto! Porque siendo un hombre de labios impuros y habitando en
medio de un pueblo de labios impuros, mis ojos han visto al Rey, al SEÑOR de los

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Ejércitos» (Is. 6:3-5). Isaías reconoció su falta de santidad cuando fue confrontado por la
in nita santidad de Dios. ¡Tal encuentro representaba la muerte de la parte inferior!

La santidad de Dios es inseparable de su justicia. La Confesión de Fe declara: «justísimo y


terrible en sus juicios, que detesta el pecado, y que de ninguna manera declarará como
inocente al culpable» (CFW II.1). Ya que Dios es in nitamente justo, él demanda perfecta
obediencia a su ley. Aquí la escena se traslada desde el templo para la corte de justicia.
«Los cielos proclamarán su justicia» escribe Asaf, «porque Dios es el Juez» (Sl. 50:6). «Nube
y oscuridad hay alrededor de él; la justicia y el derecho son el fundamento de su trono»,
advierte otro escritor (Sl. 97:2). Tal Dios no puede ser tomado a la ligera. No hay espacio para
la desobediencia a sus mandamientos. Él debe castigar al culpable.

Un Dios santo y justo es difícilmente accesible. Isaías entendió eso de la manera más difícil.
Estas cualidades morales, sin embargo, no agotan sus atributos. Dios es también
«amorosísimo» –el mayor atributo comunicado al ser humano (ver 1 Co. 13). De hecho, Dios
no solamente ama, él es el mismo principio del amor (1 Jn. 4:8).

La Trinidad
Este último atributo levanta algunas preguntas. ¿Cómo Dios puede encarnar el amor si el
amor es relacional? ¿Cómo puede ser amor antes de crear objetos de amor? Bueno, hay
otro atributo que muestra el amor de Dios desde toda la eternidad. Nosotros le llamamos el
misterio de la Trinidad –un Dios en tres personas.

La Biblia habla de un solo Dios. Moisés dijo: «Escucha, Israel: el SEÑOR nuestro Dios, el
SEÑOR uno es» (Dt. 6:4), mientras que Jesús dijo: «Yo y el Padre uno somos» (Jn. 10:30). Y
este uno Dios también se revela en tres personas. Después que Jesús fue bautizado en el
río Jordán, el evangelista Marcos describe la interacción entre las tres personas de la
Trinidad con estas palabras:

Y en seguida, mientras subía del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu
descendía sobre él como paloma. Y vino una voz desde el cielo: “Tú eres mi Hijo amado; en
ti tengo complacencia.
Marco 1:10-11

Aquí, los participantes no son tres dioses separados (tri-teísmo), pues eso destruiría la
unicidad de Dios. Tampoco son tres apariciones del mismo Dios (modalismo), pues eso
destruiría sus personalidades únicas y esta historia no tendría sentido. En lugar de eso,
vemos a tres personas, que son todas un solo y único Dios, interactuando unas con las otras.
Solo porque no podemos captar totalmente en nuestras mentes esta verdad no quiere decir
que sea menos verdadera.

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Ya hemos visto como el Padre habló a Jesús en su bautismo. A través de los Evangelios,
Jesús conversaba con Él y le contó a otros sobre su relación. Mientras la divinidad del Padre
siempre ha sido aceptada, la divinidad del Hijo es otro asunto. Existen grupos hoy en día que
niegan la divinidad de Cristo, pero la Biblia no está con ellos. Las siguientes a rmaciones
sobre Jesús proveen su ciente testimonio para esta verdad. «En el principio ya existía el
Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios» (Jn. 1:1). «Toda la plenitud de la
divinidad habita en forma corporal en Cristo» (Cl. 2:9). «El Hijo es el resplandor de la gloria de
Dios, la el imagen de lo que él es» (He. 1:3). Identi cándose a sí mismo como auto
revelación de Dios, «Yo soy el que soy» (Ex. 3:14), Jesús hizo las siguientes declaraciones de
sí mismo: «Yo soy el pan de vida» (Jn. 6:48), «Yo soy la luz del mundo» (Jn. 8:12), «Yo soy la
resurrección y la vida» (Jn. 11:25), «Antes que Abraham existiese, yo soy» (Jn. 8:58).

El apóstol Juan, en particular, nos deja sin duda alguna sobre la divinidad de Jesús en el
Apocalipsis. Primero, él registra, «Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios—, el que es
y que era y que ha de venir, el Todopoderoso» (Ap. 1:8). Nota cómo el «Hijo del hombre» usó
el mismo lenguaje que el Señor Dios usa para describirse a sí mismo (e.g. «Soy el Alfa y la
Omega») con una excepción: Él también menciona que murió. Dios el Padre nunca murió,
pero su Hijo Jesucristo murió en la cruz y fue levantado de entre los muertos. ¿Qué signi ca
esto? Signi ca que Juan encontró a Jesús en su visión. Signi ca que Jesús es el Eterno, el
In nito. Él es Dios.

¿Por qué esto es tan importante? Importa mucho en el plan de la salvación, pero por ahora
sirve para un propósito especí co: el Hijo revela al Padre a su pueblo. Nosotros no
podríamos conocer a Dios y a su salvación si Jesús no hubiese venido. Él dijo mientras tanto
en Juan 14:6-7:

—Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me han conocido
a mí, también conocerán a mi Padre; y desde ahora lo conocen y lo han visto.

Por siglos las personas han deseado ver a Dios. Las incontables estatuas e imágenes que
llenan nuestros museos dan testimonio de esta verdad. Jesús, sin embargo, dio una
respuesta diferente para sus discípulos: «Si ustedes quieren ver a Dios, ¡lo están viendo
ahora!».

Entonces, el Padre es Dios y el Hijo es Dios. Todavía, aún queda una tercera persona en la
Trinidad. Ella es llamada el Espíritu Santo. Algunos grupos lo consideran nada más que una
fuerza, pero la Biblia no da soporte para semejante idea. Cuando el apóstol Pedro confrontó
a Ananías con respecto a su engaño, Pedro mencionó a esta persona de la Trinidad en
particular. Él dijo, «Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para mentir al Espíritu Santo y
sustraer del precio del campo? Reteniéndolo, ¿acaso no seguía siendo tuyo? Y una vez
vendido, ¿no estaba bajo tu autoridad? ¿Por qué propusiste en tu corazón hacer esto? No
has mentido a los hombres, sino a Dios. Entonces Ananías, oyendo estas palabras, cayó y
expiró. Y gran temor sobrevino a todos los que lo oían» (Hch. 5:3-4). Nota que Pedro

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especí camente se re ere al Espíritu como Dios. También nota que Pedro considera al
Espíritu como una persona. Solo a una persona se le puede mentir y solo una persona
puede ser entristecida (Ef. 4:30). El Espíritu es tan persona, como lo es el Padre y el Hijo.

Pero, ¿no es su ciente tener al Padre y al Hijo? ¿Por qué necesitamos al Espíritu?
Nuevamente, esto será discutido con más detalles, pero por ahora Él cumple un propósito
especí co: el Espíritu revela al Hijo a Su pueblo. Jesús dijo, «Pero cuando venga el
Consolador, el Espíritu de verdad que yo les enviaré de parte del Padre, el cual procede del
Padre, él dará testimonio de mí» (Jn. 15:26). Pablo le recordó a sus lectores que «nadie,
hablando por el Espíritu de Dios, dice: “Anatema sea Jesús”. Tampoco nadie puede decir:
“Jesús es el Señor”, sino por el Espíritu Santo» (1 Co. 12:3).

La Trinidad es esencial en la comprensión de quién es Dios. El problema es que muchos


Cristianos no saben qué hacer con ella. Muchos la consideran como un dogma intelectual
con pocos bene cios prácticos. Tal como lo veremos, la Trinidad no es una doctrina
irrelevante a ser admitida y luego ignorada. Al contrario, describe el amor de Dios desde la
eternidad, tres personas trabajando juntas para el bien del pueblo de Dios, demostrado en
el evangelio.

Preguntas para revisión y discusión

1. ¿Qué son los atributos de Dios?


2. ¿Qué signi ca que Dios sea in nito? Describa diferentes aspectos de este atributo.
3. ¿Qué signi ca para Dios ser incomprensible?
4. ¿Cómo se describe el dominio soberano de Dios? Provea ejemplos de la naturaleza y de
la historia.
5. ¿Qué signi ca para Dios ser el Santo de los santos? ¿Cómo este atributo afecta a
aquellos que no son santos?
6. ¿Qué signi ca para Dios ser el más justo? ¿Cuáles son las expectativas de Dios para
aquellos que deben guardar su ley?
7. ¿Qué signi ca para Dios ser el más amoroso? ¿Cuál es la expresión eterna de este
atributo?
8. ¿Qué es la Trinidad?
9. ¿Cómo se prueba la divinidad del Hijo? ¿Cuál es su papel?
10. ¿Cómo se prueba la divinidad del Espíritu y su personalidad? ¿Cuál es su papel?

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CAPÍTULO 3
EL HOM BR E
QUIÉN ERA
En el último capítulo, aprendimos que Dios tiene el dominio soberano en la creación.
Génesis 1 ofrece una profunda mirada a los días de la creación. Describe cómo Dios separó
la luz de las tinieblas, las aguas de arriba de la expansión de las aguas de debajo de la
expansión, y la tierra seca del mar. Describe a Dios poblando los cielos con criaturas
voladoras, el mar con criaturas marinas y la tierra con criaturas que se arrastran sobre la
tierra, con animales domésticos y con bestias salvajes. Pero lo que destaca en esa semana
vendría en el sexto día con la creación de una criatura sin igual.

La Imagen de Dios
¿Qué signi ca ser humano? En el nivel más básico, el hombre es una criatura; los seres
humanos fueron creados por Dios. Pero el ser humano es más que una criatura. La
humanidad no es una especie. El ser humano es el clímax de la creación de Dios. Los
animales fueron creados de la tierra (Gn. 1:24; 2:19), pero Dios formó al hombre del polvo de
la tierra y sopló en él aliento de vida (Gn. 2:7). Esto es diferente, incluso íntimo. Los animales
fueron hechos conforme a su especie (Gn. 1:11-12, 21, 24-25), pero el ser humano fue hecho a
imagen de Dios (Gn. 1:26).

¿Esto signi ca que somos como Dios? La respuesta es no. Jesucristo es llamado la imagen
de Dios invisible (Cl. 1:15). Pablo describe a Dios como uno que «habita en luz inaccesible, a
quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver» (1 Ti. 6:16).

Entonces, ¿cómo el ser humano puede ser llamado de imagen de Dios? La respuesta
simple es que la humanidad re eja aspectos de los atributos de Dios para la creación
inferior. Pero la imagen no debe ser reducida a una colección de cualidades intelectuales y
morales. En Génesis 5:1-3, el lenguaje de 1:26-27 es repetido, con una adición sorprendente:
el primer hombre engendró un hijo a su propia imagen. Ya que su imagen, es la imagen de
Dios, hace de él hijo de Dios (cf. Lucas 3:38). Esto ofrece una profunda perspectiva de la
naturaleza del ser humano. En vez de crearnos como una especie superior a la de los
animales, Dios nos hizo sus hijos. Nosotros fuimos creados conforme a Su tipo.

Con los privilegios vienen también las responsabilidades. Como un hijo de Dios, el ser
humano fue creado para conocer a su Padre celestial. En Génesis 2:16-17, se nos dice que el
Señor Dios le dio un mandamiento al hombre. Esto implica que una conversación tuvo lugar.
Dios es el sujeto y el hombre el objeto. El hombre recibió la Palabra de Dios directamente de
la boca de Dios.

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Pero eso no es todo. El ser humano fue creado para gobernar la creación inferior. El Salmo
47:2 llama al Señor «gran Rey sobre toda la tierra», y sin embargo, Dios le concedió al ser
humano tener «dominio» sobre las criaturas inferiores (Gn. 1:26). El ser humano fue
designado como un rey inferior que gobernaría en el lugar de Dios en la tierra. Así como
Dios llamó a la luz «día», a la oscuridad «noche», a la super cie seca «tierra», y a las aguas
«mares» (Gn. 1:5, 9, 10), el hombre le dio nombre a los animales (incluso le dio nombre a la
mujer) como un acto de señorío (Gn. 2:19, 23). Así como el Señor multiplicó a las criaturas
inferiores (Gn. 1:22), así también, el hombre fue comisionado a ser «fecundos y
multiplíquense. Llenen la tierra; sojúzguenla y tengan dominio sobre los peces del mar, las
aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra» (Gn. 1:28).

El hombre, sin embargo, tenía una tarea más. Fue creado para trabajar y proteger el santo
lugar de Dios. Ahora, la mayoría de nuestras traducciones dicen que «Tomó, pues, el SEÑOR
Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo guardara» (Gn. 2:15).
La palabra hebrea para «guardar», también signi ca, «custodiar». Esto es exactamente lo
que signi ca en Génesis 3:24, donde el Señor expulsó al hombre y lo reemplazó por
querubines y una espada incandescente «que se movía en toda dirección, para guardar el
camino al árbol de la vida» Los templos antiguos en el Antiguo Testamento también
contenían imágenes de querubines y de árboles (Ex. 25:18-20; 1 R. 6:28, 29, 32, 35), re ejando
el antiguo templo de Dios. Esto implica que el hombre tenía que custodiar algo y alejarse de
algo.

El Pacto de Obras
Al lado de estas responsabilidades, Dios le dio al portador de su imagen un objetivo. El
hombre fue creado para entrar en el reposo eterno de Dios, reposo simbolizado por el
Sabbat (Gn. 2:1-3; He. 4:4-11). Y este objetivo sería alcanzado por medio de un pacto. ¿Qué es
un pacto? En términos sencillos, es una relación contractual. El matrimonio es un ejemplo
de un pacto entre dos personas (Mal. 2:14). En el Antiguo Medio Oriente, los tratados
pactuales involucraban bendiciones por la obediencia y maldiciones por la desobediencia
(Dt. 28). Mientras que el concepto de pacto puede parecer poco familiar para muchos
cristianos, el contenido del pacto –dos en particular-, es esencial para el Cristianismo. Este
capítulo introduce el primero de esos dos pactos entre Dios y el hombre.

Dios hizo su primer pacto con Adán, el primer ser humano (Os. 6:7). Este ha sido llamado
pacto de obras. Al guardar este pacto, Adán tenía el potencial de ganar la vida eterna para sí
mismo y sus descendientes. Al lado de las responsabilidades que Dios le había dado al
portador de su imagen, Adán recibió una prueba. Esta prueba implicaba dos árboles: el
árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Dios le prohibió a Adán comer
del segundo árbol y resaltó su mandamiento con una terrible maldición: «...el día que comas
de él, ciertamente morirás» (Gn. 2:17). Esta maldición sugiere que lo opuesto también sería
verdad. Si Adán no comiese del árbol del conocimiento del bien y del mal ganaría el derecho
de comer del árbol de la vida, un signo y sello de la vida eterna (Gn. 3:22; Ap. 2:7). Esto

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involucraba más que la continuación del presente estado en el jardín. Sería la causa de la
transición desde la inocencia a la gloria. La humanidad hubiese entrado en su estado nal
donde todos los pensamiento y acciones serían orientados por un amor perfecto por Dios.

La prueba, sin embargo, no era tan sencilla; también incluiría un catalizador5. «Entonces la
serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo que el SEÑOR Dios había
hecho, dijo a la mujer: —¿De veras Dios les ha dicho: “No coman de ningún árbol del
jardín”?» (Gn. 3:1). Este texto levanta muchas preguntas acerca de la serpiente, pero lo más
importante es la fuerza que está por detrás de la serpiente. Apocalipsis 12:9 identi ca a la
«serpiente antigua» con los nombres Diablo (calumniador) y Satanás (enemigo). Jesús lo
llamó de «asesino desde el principio» y «padre de mentiras» (Jn. 8:44). Este es el agente de
la tentación que desa aría la lealtad de Adán al pacto. Por último desa aría al hombre a
decidir entre dos fuentes de revelación: la Palabra de Dios o la Palabra de la serpiente.

Lo que estaba en juego era nada menos que la relación entre Dios como creador y el
hombre como Su criatura. El hombre ya era el portador de la imagen de Dios. Adán ya había
recibido revelación especial de parte del Señor. Por tanto, comer de ese árbol implicaría el
deseo de obtener conocimiento más allá de la revelación de Dios, conocimiento secreto
que estaba fuera del alcance del ser humano. Por último, el hombre no se contentaría más
como criatura. Él se esforzaría para ser como Dios de una manera inapropiada.

Entonces, ¿qué sucedió en el pacto de obras? ¿Cómo Adán fue cali cado en esta prueba?
Génesis 3 registra la historia:

Entonces la serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo que el
SEÑOR Dios había hecho, dijo a la mujer: —¿De veras Dios les ha dicho: “No coman de
ningún árbol del jardín”? La mujer respondió a la serpiente: —Podemos comer del fruto de
los árboles del jardín. Pero del fruto del árbol que está en medio del jardín ha dicho Dios:
“No coman de él ni lo toquen, no sea que mueran”. Entonces la serpiente dijo a la mujer: —
Ciertamente no morirán. Es que Dios sabe que el día que coman de él, los ojos les serán
abiertos, y serán como Dios, conociendo el bien y el mal.
Genesís 3:1-5

Nota cómo la serpiente distorsionó la estructura de autoridad que Dios estableció para
tentar a la mujer. Ella fue creada para complementar al hombre y para ser su ayuda
adecuada (Gn. 2:20-25), ¡no para representar a la familia del pacto en transacciones con
serpientes que hablan! Nota cómo la serpiente sembró la duda (¿De veras Dios les ha
dicho...?) y, después, a rmó una total mentira (Ciertamente no morirán).

Claro que esto levanta una pregunta: ¿Dónde estaba Adán? Como se percibe más adelante,
¡él estuvo allí el tiempo todo!: «Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer,

5 Alguien que estimula el desarrollo de un proceso.

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que era atractivo a la vista y que era árbol codiciable para alcanzar sabiduría. Tomó, pues, de
su fruto y comió. Y también dio a su marido que estaba con ella, y él comió» (Gn. 3:6).
Notemos que Adán falló en todas las obligaciones. No cuidó del santuario de intrusos. No
cuidó a su mujer del intruso. Y lo peor, escuchó la voz de la serpiente en vez de oír la voz de
Dios. El falló en la prueba y quebrantó el pacto de obras. Algo estaba a punto de cambiar
entre Dios y el portador de su imagen y ese algo era el pecado.

Preguntas para revisión y discusión:

1. ¿Qué es la imagen de Dios? ¿Cuáles son algunas características de ser portador de la


imagen de Dios?
2. ¿Cuál era el objetivo de la humanidad? ¿Por cuáles medios este objetivo se alcanzaría?
3. ¿Qué es un pacto?
4. Describe el pacto de obras. ¿Qué involucraba? ¿Quiénes eran las dos partes? ¿Quién era
el catalizador? ¿Cuáles eran las bendiciones y las maldiciones?
5. ¿Por qué la serpiente se aproximó a la mujer?
6. ¿Adán tuvo éxito en cumplir los requisitos del pacto de obras? ¿Por qué sí o por qué no?

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CAPÍTULO 4
E L P EC A D
LO QUE EL HOMBRE HA HECHO
Adán estaba en grandes problemas. Se le había dado la tarea de guardar el jardín de los
apetitos de la serpiente. Se le dio la responsabilidad de pastorear a su mujer. Es más, se le
había dado la capacidad para guardar el Pacto de obras. Tristemente, falló en todas las
responsabilidades y fue expulsado del Jardín. Y lo peor de todo, su falla trajo consecuencias
para todos nosotros. El pecado, como puedes ver, entró en el mundo por medio de Adán.

¿Qué es el pecado? En resumen, pecado es una violación de la ley de Dios. Es no hacer lo


que deberías hacer o hacer lo que no deberías hacer (CBW p. 14). Y no es solamente una
infracción menor. 1 Juan 3:4 lo considera la esencia del desenfreno. Es un asalto a la justicia
de Dios. Fuimos creados para obedecer Su ley y, como Santiago nos recuerda, «Porque
cualquiera que guarda toda la ley pero ofende en un solo punto se ha hecho culpable de
todo» (Stg. 2:10). Dios no cali ca en una curva, es todo o nada. La mala noticia es que
guardar imperfectamente la ley es igual a pecado.

Y para aquellos que piensan que pueden guardar perfectamente la ley, el pecado implica
más que aquello que hacemos. Es lo que pensamos y cómo hablamos. Jesús expandió
nuestro pensamiento considerando la amargura como una forma de asesinado (Mt. 5:21-22)
y la lujuria como una forma de adulterio (Mt. 5:27-28).

Las consecuencias del pecado son bastante serias. Para Adán y Eva, los guió
inmediatamente a la culpa. Después de haber comido del fruto prohibido, sus ojos fueron
abiertos, pero ¿qué vieron? ¿Ellos experimentaros profundas y misteriosas verdades? No,
ellos descubrieron algo sobre sí mismos, algo que ellos antes no habían percibido: su
desnudez. El punto no es que ellos estaban desnudos, sino descubiertos. Se dieron cuenta
que ellos estaban desnudos delante de un Dios Santo y Justo.

¿Qué fue lo que ellos hicieron para arreglar el problema? Se confeccionaron vestimentas.
Cocieron hojas de higuera y se hicieron delantales (Gn. 3:7). Intentaron cubrir su culpa.

No tuvieron éxito. El Señor los encontró huyendo de miedo. Él le preguntó al hombre:


«¿Dónde estás tú?». ¿Cuál fue la respuesta de Adán? «Oí tu voz en el jardín y tuve miedo,
porque estaba desnudo y me escondí». Dios le respondió: «¿Quién te dijo que estabas
desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te mandé que no comieras?». Ahora, mira la
respuesta de Adán: «La mujer que me diste por compañera, ella me dio del árbol, y yo
comí». Y cuando Dios le preguntó a la mujer sobre sus acciones, ella las minimizó: «La
serpiente me engañó, y comí». ¿Te das cuenta del intercambio de culpas? El hombre culpó a
la mujer y la mujer culpó a la serpiente. Pero es peor que eso. ¡El hombre indirectamente

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culpó a Dios por darle la mujer! Aquí, la culpa lleva a recusar hacerse responsable. Y el fruto
de su falla fue alienación, escondiéndose de Dios y culpándose uno al otro.

Hubo más consecuencias para Adán y su mujer. El pecado lleva también al sufrimiento.
Ahora la mujer experimentaría los dolores de parto (Gn. 3:16). Incluso su mayor alegría
involucraría gran dolor. El hombre, por otro lado, experimentaría la maldición común. La
creación del Señor que fue descrita como «muy buena» (Gn. 1:31), ahora produciría cultivos
por medio de una ardua labor (Gn. 3:17-19). Con el sudor de su frente, el hombre batallaría a
través de espinas y cardos para proveer para su familia. El hombre fue creado para dominar
sobre la tierra, pero ahora la tierra no se sometería a su dominio.

¿Qué podría ser peor? ¿Y qué de la muerte? Por quebrantar el pacto, Adán se hizo acreedor
de la maldición del pacto. Hecho del polvo, retornaría al polvo (Gn. 3:19). Aunque Dios creó al
portador de su imagen para obtener la vida eterna, por causa del pecado obtuvo como
paga la muerte (Ro. 6:23).

Adán y su mujer enfrentaron terribles consecuencias por sus acciones, pero las
consecuencias también se extendieron a sus descendientes. El pecado de Adán afectó a
toda la humanidad. Afecta porque Adán era el representante federal de la raza humana. Un
ejemplo moderno es la conexión del presidente con su nación. Si el presidente declara la
guerra a una nación extranjera, todos los ciudadanos están en guerra contra esa nación
extranjera, pues el presidente los representa en estos asuntos. En el campo de batalla, los
soldados extranjeros no pueden hacer distinciones entre los que apoyan al presidente y los
que lo critican, todos serán considerados enemigos. En una manera similar, la raza humana
está conectada a Adán. Actuando en su lugar, Adán declaró la guerra a Dios al ponerse del
lado de la serpiente. Su fracaso en guardar el pacto es considerado como nuestro fracaso.
Esto es tan importante que Pablo repetidamente resalta este punto en Romanos capítulo 5:

• «Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado
entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos
pecaron» (v. 12).
• «Pues, si por la transgresión de un solo hombre murieron todos...» (v. 15).
• «El juicio que lleva a la condenación fue resultado de un solo pecado...» (v. 16).
• «Por tanto, así como una sola transgresión causó la condenación de todos...» (v. 18).
• «Porque así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos
pecadores...» (v. 19).

Nosotros no somos responsables por todos los pecados de Adán, solamente del primer
pecado. Ese pecado fue imputado a nosotros, fue incorporado en nuestra cuenta como
deuda. Es como si nosotros hubiéramos pecado junto con Adán. Es por eso que le llamamos
«pecado original».

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El pecado de Adán también nos hace corruptos. Corrompe nuestra naturaleza de tal manera
que ahora nosotros estamos inclinados al pecado. Job lo puso en estas palabras: «El
hombre, nacido de mujer, es corto de días y lleno de tensiones...¿Quién puede sacar lo
limpio de lo impuro? ¡Nadie!» (Job 14:1, 4). Después de Adán, no existe nadie que no peque,
«Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios» (Ro. 3:23).

Culpables y corruptos por el pecado, el legado de la humanidad es muerte. La muerte, sin


embargo, no es solamente muerte física. Es más que la separación del alma del cuerpo.
Debe ser entendida también como muerte espiritual. La manera de la muerte es una
a icción común para la humanidad. Hay muchas personas caminando sobre la tierra hoy
que están muertos en sus delitos y pecados (Ef. 2:1). A pesar de su habilidad para pensar y
actuar, ellos no tienen interés o inclinación hacia Dios.

Estas son malas noticias, pero se pone peor aún. La muerte, como ves, no es el destino nal.
Contrastando el temor a la muerte física con una mayor consecuencia, Jesús dijo a sus
discípulos:

Y les digo a ustedes, mis amigos: No teman a los que matan el cuerpo y después no tienen
nada peor que hacer. Pero yo les enseñaré a quién deben temer: Teman a aquel que,
después de haber dado muerte, tiene poder de echar en el in erno. Sí, les digo, a este
teman.
Lucas 12:4-5

El in erno es un lugar donde los pecadores experimentarán la ira de Dios, no por un tiempo,
sino por la eternidad (Mt. 25:46). Es descrito como un horno ardiente o como una extrema
oscuridad caracterizada por «lloro y crujir de dientes» (Mt. 13:50; 22:13). El Libro de
Apocalipsis describe a la serpiente, a sus secuaces y a «todos aquellos cuyos nombres no
se hallan escritos en el libro de la vida» siendo lanzados al lago de fuego donde «serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (Ap. 19:20; 20:10, 15).

Todo pecado merece este castigo. Es lo que hemos ganado por nuestros pensamientos,
actitudes y acciones. Estas son verdaderas malas noticias.

Preguntas para repaso y discusión:

1. ¿Qué es el pecado? ¿Qué involucra el pecado?


2. ¿Cuál es la implicación de las desnudez de Adán y Eva? ¿Qué hicieron ellos con ella?
3. ¿Cómo el pecado afectó las relaciones en el Jardín de Edén?
4. ¿En qué forma el pecado de Adán nos afecta? Discurra sobre el pecado de Adán.
5. Discurra sobre las otras consecuencias del pecado. Explique lo que es peor que la
muerte.

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CAPÍTULO 5
CRIST
LO QUE DIOS HA HECHO
El pecado dejó a la humanidad en un estado terrible. Bajo tales circunstancias, ¿cómo
podemos ser salvos del juicio venidero? La respuesta es que Dios puede salvarnos. Él lo
hace por medio del establecimiento de un nuevo Pacto.

El Pacto de Gracia
El pacto de gracia di ere del pacto de obras. Es la promesa de Dios de salvación para
aquellos que ponen su fe en el mediador del pacto. Jesucristo es llamado como «el
mediador entre Dios y los hombres» (1 Ti. 2:5) y «el que garantiza un pacto superior» (He.
7:22). No es un simple árbitro entre dos partes hostiles, sino un reconciliador que toma la
responsabilidad del pacto, incluso a costa de su propia vida.

Para realizar esto, el mediador del pacto tuvo que cumplir tres cosas. Primero, Aquel que
existía como Dios tuvo que asumir forma humana, llegando a ser el Dios-hombre. Esto se
llama encarnación. Segundo, tuvo que guardar perfectamente la Ley por el bien de su
pueblo. En esto, es considerado el segundo Adán. Finalmente, tuvo que ofrecer su propia
vida por los pecados de su pueblo. Haciendo esto, sirvió como un sacri cio sustitutivo.

Tenemos el primer destello de este pacto en Génesis 3:15. Después de haber expuesto el
pecado de nuestros primeros padres, el Señor pronunció la maldición sobre la serpiente: «Y
pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; esta te
herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón». Este texto ha sido llamado el proto evangelio,
porque es la primera (proto) vez que el evangelio fue anunciado antes de la venida de Cristo.
Aquí tenemos una vista previa de la lucha histórica entre las fuerzas del Señor y las fuerzas
de la serpiente que culminarán en la lucha entre Jesús y Satanás. La profecía encuentra su
cumplimiento nal en la cruz.

Allí, la cabeza de la serpiente sería herida ocasionándole una completa derrota. Allí, el talón
del Salvador sería herido por medio del sufrimiento y la muerte.

¿Cómo respondió Adán al proto evangelio? Él respondió en fe. Él llamó a su mujer «Eva»
que signi ca «la madre de todos los vivientes» (Gn. 3:20). Así como la muerte tiene un
signi cado físico y uno espiritual, la vida también lo tiene. Adán y Eva ya estaban vivos en el
sentido físico, pero creyendo en el proto evangelio, ellos se mostraron a sí mismos como
estando espiritualmente vivos y como siendo herederos de la promesa.

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Dios también respondió a la fe de Adán con un gesto de gracia. En el verso 21 se nos dice
que Dios hizo «vestidos de piel para Adán y para su mujer, y los vistió». Esto es importante
por tres razones. Primero, revela que el pecado debe ser cubierto para que el hombre tenga
una relación con Dios. Segundo, demuestra que por gracia, Dios reemplazó la cubierta
inadecuada que el hombre se había hecho (las hojas de higuera) con una cubierta que él
diseñó. Finalmente, demuestra que la cubierta superior que Dios proporcionó es costosa.
Las pieles de animales implica la muerte de una criatura. Alguien tuvo que morir para que el
hombre fuera reconciliado con Dios. Esto involucra un sacri cio: el pago por el pecado.

El Dios-hombre
El pacto de gracia requiere que el mediador asuma la naturaleza humana. En la
encarnación, la segunda persona de la Trinidad tomó para sí la naturaleza humana que
resultó en que Dios y el hombre llegaron a ser una persona: «En el principio ya existía el
Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios» (Jn. 1:1), pero en cierto punto en la
historia, «Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria,
la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn. 1:14).
Este «Dios-hombre» fue concebido por el poder del Espíritu Santo (Lc. 1:35) y nació de la
virgen María (Lc. 2:7). Creció, en sabiduría y estatura (Lc. 2:52). Él soportó y experimentó
hambre y sed (Mt. 4:2; Jn. 19:28), tristeza y cansancio (Jn. 11:35; 4:6). Experimentó la condición
humana con una notable excepción: habiendo sido tentado en todo aquello en que
nosotros somos tentados, no pecó (He. 4:15).

Las naturalezas divina y la humana en la persona de Jesús son necesarias para la salvación
porque ellas superan dos desafíos. El primer desafío concierne a la naturaleza in nita de
Dios. Si el hombre peca contra un Dios in nito, no puede hacer el pago debido a sus
limitaciones. El salmista reconoce este hecho. Él admite que «ninguno de ellos puede
redimir a su hermano ni pagar a Dios por su rescate. La redención de su vida es muy
costosa; se ha de abandonar para siempre el intento de vivir eternamente y jamás ver
corrupción» (Sl. 49:7-9). Ningún hombre puede hacer esto, pero el Dios-hombre puede.
Como Dios, Jesús puede alcanzar aquello que es imposible para el hombre. Él puede
ofrecer un sacri cio de valor in nito por los pecados de su pueblo.

Ahora, ser Dios no es su ciente. El hombre pecó contra Dios, por lo que se requiere que otro
hombre haga las cosas correctamente. Jesús tuvo que ser completamente humano para así
representar a su pueblo delante del Padre. Según Hebreos 2:17, «Por tanto, era preciso que
en todo fuese hecho semejante a sus hermanos a n de ser un sumo sacerdote
misericordioso y el en el servicio delante de Dios, para expiar los pecados del pueblo».
Para que Jesús pudiera representar a su pueblo y pudiera dar vuelta la ira del su Padre,
debía ser humano. Su sacri cio debía ser al mismo tiempo in nito y representativo.

El Segundo Adán

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Antes de que Jesús pudiera hacer la propiciación, debía realizar lo que su pueblo era
incapaz de conseguir. Él debía guardar la ley en lugar de ellos. Él debía ser el segundo Adán,
la cabeza federal o representativa de una nueva humanidad.

Ambos «Adanes» nacieron con una misión: obediencia perfecta a la ley. El primer Adán tenía
que guardar el pacto de obras para ganar la vida eterna para él y sus descendientes. Sin
embargo, falló. El segundo Adán, guardó el pacto de obras para que su pueblo pudiera
heredar la vida eterna. Para Jesús, el pacto de gracia fue esencialmente un pacto de obras.

Ambos «Adanes» experimentaron una prueba. Para el primer Adán, involucró la serpiente
en el jardín. Él falló la prueba al escoger la palabra de la serpiente en vez de la palabra de
Dios. El segundo Adán, sin embargo, se encontró con la serpiente en el desierto (Lc. 4.1-13).
Allí, en un estado de debilidad física más que el primer Adán, contrarrestó las palabras de la
serpiente con la palabra de Dios.

Pero las tentaciones no se terminaron en el desierto. Ellas continuaron durante todo su


ministerio. En la víspera de su muerte, en otro jardín, con la cruz acercándose y la ira de su
Padre amenazando, el segundo Adán clamó estas palabras a su Padre: «Padre, si quieres,
aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya» (Lc. 22:42).

¿Por qué era necesario que Jesús fuera el segundo Adán? El primer Adán era el
representante del pueblo, así que cuando pecó, todos nosotros pecamos. De la misma
forma, el segundo Adán representa a todo su pueblo, así que cuando obedeció
perfectamente la ley de Dios, su pueblo recibe el crédito. Pablo escribió: «Porque como por
la desobediencia de un solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también,
por la obediencia de uno muchos serán constituidos justos» (Ro. 5:19). Solo por medio de la
obra de Cristo, podemos ser declarados justos delante de Dios, quien es “justísimo y terrible
en sus juicios” (CFW II.1).

El Sacri cio Sustitutivo


Aunque Cristo guardó la ley en nuestro lugar, aún queda un problema por resolver: Su
pueblo es pecador. Alguna cosa aún debe ser hecha con respecto a sus pecados. En el
Antiguo Testamento, el pecado era cubierto a través de un sacri cio. Ya vimos como Dios
proveyó pieles de animales para cubrir el pecado de Adán y Eva. En Éxodo 12, el Señor les
dijo a los israelitas que sacri caran corderos sin defecto y que pintaran con su sangre los
dinteles y postes de las puertas de sus casas. Él mataría a los primogénitos de los egipcios,
pero libraría los primogénitos de los israelitas cuyas casas estuvieran cubiertas con sangre.
Aquí tenemos un ejemplo de sacri cio que desvió (propició) la ira de Dios. El sacri cio
proveía de un sustituto por los pecados de Israel. Después del Éxodo, el sacri cio sustitutivo
fue institucionalizado en el Libro de Levítico.

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Este sistema, sin embargo, no era un n en sí mismo. El autor de la carta a los Hebreos lo
explica como sigue:

Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros y no la forma misma de estas
realidades, nunca puede, por medio de los mismos sacri cios que se ofrecen
continuamente de año en año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera, ¿no
habrían dejado de ser ofrecidos? Porque los que ofrecen este culto, una vez puri cados, ya
no tendrían más conciencia de pecado. Sin embargo, cada año se hace memoria de los
pecados con estos sacri cios, porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no
puede quitar los pecados
Hebreos 10:1-4

Esto nos muestra que el sacri cio animal no era la solución nal. ¿Cómo podrían serlo? Ellos
carecen de valor in nito y de un verdadero carácter representativo. Al contrario, ellos
apuntan a algo más grande que ellos mismo, algo que resolvería el problema del pecado
de una vez y para siempre. En el Nuevo Testamento, el sacri cio nal vino en la persona y
obra de Cristo. Nuevamente, Hebreos dice:

Por lo tanto, entrando en el mundo, él dice: Sacri cio y ofrenda no quisiste, pero me
preparaste un cuerpo. Holocaustos y sacri cios por el pecado no te agradaron; entonces
dije: “¡Heme aquí para hacer, oh Dios, tu voluntad!” como en el rollo del libro está escrito de

Hebreos 10:5-7

¿Por qué Dios no aceptaba estos sacri cios? ¿Por qué le ordenó a Israel el no ofrecerlos?
Aunque estos sacri cios le recordaban a Israel la necesidad de cubrir sus pecados, ellos no
eran ofrecidos por su propia voluntad. ¡Los animales no escogían ser sacri cados! Jesús se
ofreció voluntariamente. Su voluntad estaba en armonía con la voluntad del Padre, así que
su sacri cio fue aceptable. Además, la misma naturaleza de aquellos sacri cios era
insu ciente, pues eran nitos y de animales. Por otro lado, Jesús hace desaparecer todos los
sacri cios previos del Antiguo Pacto de una vez por todas (He. 10:8-10).

Algunos pueden preguntarse si esto no es demasiado complicado. ¿Por qué la necesidad


de un sacri cio? Es necesario porque la justicia divina requiere perfecta obediencia a la ley.
Para demostrar esto, tenemos que preguntarnos: ¿Hay algo que Dios no puede hacer? A
primera vista, nosotros podrías responder «no» hasta que pensemos en sus atributos. Por
ejemplo, es imposible que Dios mienta (He. 6:18). Lo mismo se puede decir de su justicia. Así
como es imposible que el Dios de la verdad mienta, de la misma manera es imposible que
la justicia de Dios deje de castigar el pecado (Ex. 34:7).

Pero para que no nos olvidemos, el Señor es más que un Dios de justicia, es también un
Dios de misericordia. ¿Cómo puede demostrar misericordia sin negar su justicia?

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¡Proveyendo un sustituto! Su justicia demanda el derramamiento de sangre (He. 9:22),
mientras que en su misericordia ofrece a su propio Hijo como sacri cio (He. 2:17).

La Resurrección
Al comienzo la cruz no fue una buena noticia para los discípulos de Jesús. Para ellos
simbolizaba derrota. Sus sueños de ver a Israel resurgir bajo el estandarte de Cristo fueron
destrozados por su muerte. En el camino a Emaús, un par de ellos admitió, «Nosotros
esperábamos que él fuera el que habría de redimir a Israel» (Lc. 24:21). ¿Qué les hizo cambiar
de perspectiva? ¿Qué causó que ellos dejaran de esconderse y que con valentía
proclamaran el evangelio de la cruz? La respuesta es la resurrección.

Los discípulos estaban equivocados. La cruz era una buena nueva para los pecadores, pero
se requirió de otro evento para hacerla efectiva. Dios validó el sacri cio nal de Jesús al
levantarlo de la muerte. El apóstol Pablo escribió que Jesús «fue entregado por causa de
nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justi cación» (Ro. 4:25). Aquí vemos cómo
la cruci xión y la resurrección son inseparables. Jesús fue levantado de la muerte para que
nosotros pudiéramos estar en paz con Dios.

Al haber resucitado de la muerte también signi ca que Cristo conquistó la muerte; ella ha
perdido su poder sobre Su pueblo (1 Co. 15:55). La humanidad no fue creada para la muerte,
sino para vivir por siempre. Por haber sido levantado de la muerte, Jesús nos muestra que la
maldición de la muerte ha sido derrotada. Por tanto, su pueblo no tiene razón para temer.

Además, Pablo conecta la resurrección de Cristo con nuestra futura resurrección. En 1


Corintios 15:20-23, comienza por comparar a los dos Adán: muerte vino a través del primero,
pero resurrección resultó del segundo. Luego, muestra que la resurrección de Cristo fue los
primeros frutos (las primicias) de la cosecha de la resurrección. Ya que Jesús resucitó de la
muerte, sus discípulos también serán resucitados de la muerte. Los cristianos pueden tener
la seguridad de que recibirán cuerpos que nunca perecerán en cuanto glori can a Dios por
el resto de la eternidad.

Desde los días de Pablo, han habido personas que cuestionan la importancia de la
resurrección. Para tales, Pablo no les dio una respuesta suavizada:

y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es inútil; todavía están en sus pecados. En tal


caso, también los que han dormido en Cristo han perecido. ¡Si solo en esta vida hemos
tenido esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres!
1 Corintios 15:17-19

Estas son palabras duras para oídos escépticos. La llamada «resurrección espiritual» y otras
soluciones que niegan este componente físico de la salvación son rechazadas aquí. La

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resurrección de Cristo se levanta en el centro de la Fe Cristiana, una doctrina gozosamente


confesada por aquellos que comparten su victoria.

Preguntas para revisión y discusión:

1. ¿Qué es el pacto de gracia? ¿Qué es requerido de aquel que lo garantiza? ¿Dónde se


originó?
2. ¿Qué es la encarnación? ¿Por qué ella es necesaria para salvación?
3. ¿Cómo Cristo completó su papel como el segundo Adán? ¿Por qué esto es necesario
para la salvación?
4. Explique el papel de los sacri cios en el Antiguo Testamento. ¿Cómo es Cristo el
sacri cio sustitutivo nal? ¿Por qué su sacri cio es necesario para salvación?
5. ¿Qué realizó la resurrección?

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CAPÍTULO 6
EL ESPÍR IT
APLICANDO LO QUE DIOS HA HECHO
En el último capítulo aprendimos lo que Jesús ha hecho por nosotros. ¿Cómo, entonces,
nosotros recibimos los bene cios de su obra? Al nal de cuentas, nosotros estamos
separados de su obra por el espacio. Él está en el cielo, nosotros seguimos en la tierra.
También estamos separados de su obra por el tiempo. Él vivió en el siglo I, pero nosotros
vivimos en el siglo XXI. La respuesta es que Dios no está limitado por el espacio o por el
tiempo. Él envía al Espíritu Santo para aplicar la obra de salvación a nosotros.

A pesar del énfasis primario en Cristo, el Espíritu no cumple un papel pequeño en el


Cristianismo. Él estuvo involucrado en la obra de la Creación, moviéndose sobre la
super cie de las aguas (G. 1:2). Él estuvo involucrado en la realización de la redención,
cubriendo el vientre de la virgen, concibiendo la naturaleza humana de Cristo (Lc. 1:35),
empoderando a Jesús a través de todo Su ministerio (Mc. 1:10, 12) y efectuando Su
resurrección (Ro. 1:4; 1 P. 3:18). Él también aplica los bene cios de la redención al pueblo de
Dios. Él da nueva vida (Jn. 3:3-8). Su presencia sirve como una garantía para el pueblo de
Dios en lo que se re ere a la herencia futura (Ef. 1:13-14), mientras los capacita para producir
el fruto de la salvación (Gl. 5:22-23). Él es el dador de muchos dones y bendiciones.

En este capítulo miraremos a la justi cación, la primera de dos importantes bendiciones.

La justi cación implica un cambio de status. El Catecismo Menor en la pregunta 33 nos


provee una de las mejores de niciones jamás escritas de la justi cación:

Pregunta: ¿Qué es la justi cación?


Respuesta: La justi cación es un acto de la libre gracia de Dios, mediante la cual perdona
todos nuestros pecados, y nos acepta como justos ante sus ojos, solamente en virtud de la
justicia de Cristo que nos es imputada, y que recibimos solamente por fe.

El Catecismo Menor comienza describiendo la justi cación como un acto en vez de una
obra. Es un acto de una vez por todas, una acción externa, no un proceso interno. Pablo
menciona este punto en Romanos 5:1: «Justi cados, pues, por la fe tenemos paz para con
Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo». Aquí la acción de justi cación está en el
pasado, pero el resultado es un permanente estado de paz.

En seguida el Catecismo Menor describe a la justi cación como una remoción de la culpa
(perdona nuestros pecados). Esto signi ca que la acción de una vez y por todas es una
acción legal. Somos transportado al tribunal divino donde Dios se sienta como el Juez. Los
cargos son leídos y la sentencia está por dictarse. El primer pecado del primer Adán nos

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hace culpables, por lo que merecemos la condenación. Pero en vez de recibir la


condenación, la sentencia es pronunciada sobre alguien más en vez de nosotros. Nuestra
culpa es removida por el sacri cio único y nal del segundo Adán, Jesucristo (Ef. 1:7). Esto
tiene el efecto de limpiar la pizarra y dejarla en blanco.

La justi cación, sin embargo, es más que una declaración de perdón. El Catecismo Menor va
más allá para mostrar que también es una declaración de justicia (nos acepta como justos
ante sus ojos). Esto no se debe a nuestra propia justicia, sino «solamente en virtud de la
justicia de Cristo que nos es imputada». Es como si nosotros fuésemos los que guardamos
perfectamente la ley y nos ganamos su justicia. Pablo lo expresa de la siguiente manera: «Al
que obra, no se le considera el salario como gracia sino como obligación. Pero al que no
obra sino que cree en aquel que justi ca al impío, se considera su fe como justicia» (Ro.
4:4-5). El verso 4 los dice lo que ya sabemos: el trabajador merece su salario. El problema es
que la paga del pecado es muerte (Ro. 6:23). El verso 5, sin embargo, nos enseña algo
completamente diferente: la persona que no lo merece recibe el regalo en vez de la paga.
Esto signi ca que nosotros obtenemos el crédito por la obediencia de Cristo. ¡En vez de una
pizarra en blanco, nosotros tenemos ahora una pizarra llena de obediencia abonada a
nuestra cuenta!

Entonces, ¿cómo nosotros recibimos la pizarra llena de justicia? El Catecismo Menor


establece que la justi cación se recibe solamente por la fe. De ne la fe en Jesucristo como
«...una gracia salvadora, por la cual recibimos a Cristo y descansamos sólo en él para la
salvación, tal y como él nos es ofrecido en el evangelio» (Catecismo Menor, P. 86).

La fe es el instrumento (un canal para recibir la gracia de Dios, su inmerecido favor para los
pecadores). Efesios 2:8 nos enseña, «Porque por gracia son salvos por medio de la fe; y esto
no de ustedes pues es don de Dios». Esta es la razón por la que el Catecismo Menor llama a
la fe «una gracia salvadora». Algunas personas no concordarán con esta noción. La fe, ellos
dirán, es algo que nosotros hacemos. Esto es parcialmente cierto, ya que nadie puede creer
por otro. Pero en orden a ejercer nuestra fe, necesitamos de la ayuda de Dios. Dios no
proporciona la gracia y nosotros proporcionamos la fe; ¡Él proporciona todo!

La fe también es un cambio en la perspectiva. Es salir fuera de uno mismo y aceptar el


regalo de otro. Aquí el Catecismo Menor habla sobre recibir. Para recibir a Jesús tal como Él
es ofrecido en el evangelio, tienes que saber algo sobre él. Pablo pregunta, «¿Cómo, pues,
invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han
oído?» (Ro. 10:14). ¡Buena pregunta! Para creer en Jesucristo, tienes que conocer lo que la
Biblia dice sobre él.

La fe, sin embargo, es más que tener un somero conocimiento sobre Jesús. Recibir a Jesús
signi ca aceptar lo que la Biblia dice sobre él. Juan 1:12 dice: «Mas a cuantos lo recibieron, a
los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios». Cuando recibimos a
Jesús, llegamos a formar parte de la familia de Dios.

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Recibir es una actividad intelectual, incluso emocional, pero con ar es volitiva; involucra un
acto de la voluntad. El Catecismo Menor se re ere a esta actividad como descansar (no una
cura para la somnolencia), sino un estado de con anza. «La fe es la constancia de las cosas
que se esperan, la comprobación de los hechos que no se ven» (He. 11:1). Esto es el cómo
un centurión romano sintió. Cuando Jesús estuvo queriendo ir a su casa y sanar a su siervo,
el centurión dijo: «Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas
una sola palabra, y mi siervo quedará sano». ¿Cómo respondió Jesús a esta impresionante
declaración? «Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe» (Mt.
8:8, 10).

¿Por qué el Catecismo Menor insiste en que la justi cación se recibe solamente por la fe? La
razón es que no tiene nada que ver con obras «para que nadie se gloríe» (Ef. 2:9). Pablo dejó
esto muy claro en Gálatas 2:16: «pero sabiendo que ningún hombre es justi cado por las
obras de la ley sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en
Cristo Jesús, para que seamos justi cados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley.
Porque por las obras de la ley nadie será justi cado». ¿Cuán importante era esto para Pablo?
En tres ocasiones el contrasta fe y obras. ¡Es como si colocase en negrita, subrayase y
pusiera en cursiva su declaración! Era tan importante que usó el más severo lenguaje en el
Nuevo Testamento para aquellos que hacían depender a la justi cación de las obras. Él
rotuló tal enseñanza como un «evangelio diferente» e invocó maldiciones sobre sus
apoyadores (Gl. 1:6-9). Claramente, el evangelio no deja espacio para la contribución
humana.

¿Entonces esto signi ca que las obras no tienen importancia? Al contrario, las obras son
importantes; ellas proveen evidencia de la fe. Esta era la preocupación de Santiago quien
escribió que «fe sin obras es estéril» y «una persona se le declara justa por las obras, y no
sólo por la fe» (Stgo. 2:20, 24). Pero, ¿no contradice esto lo que Pablo escribió en Gálatas? No
en lo más mínimo, ya que Santiago tiene un enfoque diferente en su carta. Mientras Pablo
estaba combatiendo a aquellos que querían incluir a las obras como un condición para la
salvación, Santiago estaba reaccionando contra otros que decían tener fe, pero no tenían
nada que mostrar para comprobarlo. Santiago lo ilustró de la siguiente manera: «Si un
hermano o una hermana están desnudos y les falta la comida diaria, y alguno de ustedes
les dice: “Vayan en paz, caliéntense y sáciense” pero no les da lo necesario para el cuerpo,
¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma» (Stg. 2:15-17).
Santiago estaba preocupado con una fe intelectual que no se trasladaba a la acción. Él
defendía la necesidad de una fe viva, una fe que comienza en la mente, pero que encuentra
su camino al corazón; una fe que se demuestra en la vida cristiana.

Preguntas para repaso y discusión:

1. ¿Por qué la justi cación es llamada de un acto de la libre gracia de Dios?


2. ¿En base a qué la justi cación involucra el perdón de pecados? Explique el concepto de
imputación.

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3. Explique cómo la justi cación involucra una declaración de justicia.
4. Explique las partes de la fe salvadora.
5. ¿Cuál es la relación entre fe y obras?
6. ¿Por qué Pablo y Santiago tienen que decir cosas diferentes sobre la justi cación?

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CAPÍTULO 7
EL ESPÍR IT
APLICANDO LO QUE DIOS ESTÁ HACIENDO
En el capítulo anterior, fuimos introducidos a la obra del Espíritu Santo, especialmente en su
papel en la aplicación de los bene cios de la salvación. En la justi cación, Él nos une a Cristo
quien obtuvo una sentencia favorable para su pueblo. Ahora nos volcamos a la santi cación,
donde Él hace morada en nosotros y cambia al pueblo de Dios desde dentro.

La justi cación trata con las consecuencias legales del pecado removiendo la culpa del
pecador. ¿Pero qué sucede con a corrupción del pecado? Esa es la función única de la
santi cación. En vez de cambiar nuestro status, la santi cación involucra un cambio de la
condición. Es la obra del Espíritu en nosotros (Ro. 15:16).

Nuevamente el Catecismo Menor nos provee de una excelente de nición en la pregunta y


respuesta 35:

Pregunta: ¿Qué es la santi cación?


Respuesta: La santi cación es la obra de la libre gracia de Dios, por medio de la cual somos
renovados en la totalidad de nuestro ser según la imagen de Dios, y somos capacitados más y
más para morir al pecado y vivir para la justicia.

Nótese la diferencia entre estas dos bendiciones. La justi cación es un acto de la libre
gracia de Dios, pero la santi cación es una obra (un proceso interno y constante en la vida
del Cristiano).

Santi cación signi ca separación, el apartar para propósitos santos. Comienza en el inicio de
la vida cristiana (1 Co. 6:11; 2 Tes. 2:13) donde el pueblo de Dios es liberado del poder del
pecado (Ro. 6:6, 11).

Este es el sentido inicial. El Catecismo Menor, sin embargo, enfatiza el sentido progresivo
describiendo a la santi cación como un renovar según la imagen de Dios. Anteriormente
hemos aprendido que los atributos morales de Dios son comunicados al hombre, el
portador de su imagen. La caída del hombre en el pecado corrompió esta imagen dejándola
prácticamente irreconocible. Ahora en la santi cación, la imagen está siendo renovada (Tit.
3:5). Con todo, también hay un sentido en que está siendo progresivamente renovada. Pablo
exhorta a sus lectores a «pero renuévense en el espíritu de su mente y vístanse del nuevo
hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad» (Ef.
4:23-24). Aquí, los atributos morales de conocimiento, justicia y santidad están siendo
restaurados en la vida del cristiano quien está siendo conformado a la imagen del Hijo (Ro.
8:29).

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Renovación también implica remoción de la contaminación (somos capacitados más y más
para morir al pecado y vivir para la justicia). Aquellos que ya han sido liberados del pecado
(Ro. 6:7) se les ha dado el poder para resistir al pecado y para vivir vidas santas para Dios (Ro.
6:12-13). La santi cación revierte una de las maldiciones originales del pecado. Pablo
escribe, «Así que, amados, ya que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda impureza
de cuerpo y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios» (2 Co. 7:1). Esto nos
enseña algo más sobre la santi cación: Es una bendición en la que nosotros cooperamos.
Esto nos explica por qué no todos los cristianos crecen al mismo ritmo. El Espíritu Santo es
el santi cador, pero nosotros somos llamados a «caminar en el Espíritu» (Gl. 5:16) para no
a igir al Espíritu al no cooperar en nuestra santi cación (Ef. 4:30).

¿Esto signi ca que el cristiano puede alcanzar la santi cación completa (la perfección) en
esta vida? ¡De ninguna manera! La Biblia es clara en este asunto. «¿Quién podrá decir: “Yo he
limpiado mi corazón; limpio estoy de mi pecado”?» (Pv. 20:9). «Ciertamente no hay hombre
justo en la tierra que haga lo bueno y no peque» (Ec. 7:20). «Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros» (1 Jn. 1:8). La
santi cación nunca será perfecta en esta vida porque los cristianos experimentan «...los
remanentes del pecado que permanecen en cada parte de ellos...» y «...los perpetuos malos
deseos de la carne contra el espíritu» (CMW P. 78).

Con todo, el hecho de que «nadie es perfecto» nos debería a igir. ¡Fuimos creados para ser
perfectos! Y un día lo seremos. El pueblo de Dios será plenamente santi cado en la muerte
y especialmente cuando Cristo vuelva (1 Co. 15:42; Fil. 3:20-21; 1 Jn. 3:2). Hasta entonces,
debemos estar en guardia contra la tentación de justi car nuestro pecado o vivir
confortables con nuestras transgresiones.

La santi cación se expresa a sí misma en la vida del cristiano a través de la obediencia. El


pueblo de Dios responde a la gracia con una sincera gratitud (Sl. 130:3-4). Jesús lo expresó
con mayor franqueza: «Si me aman, guardarán mis mandamientos» (Jn. 14:15). ¿Qué
mandamientos? Dios no nos deja adivinando sobre los detalles. Su ley no solo nos dice a
quién debemos obedecer, sino qué debemos obedecer.

La Biblia revela tres usos de la ley. Primero, mantiene el orden en la sociedad. Ya que Dios
ha establecido toda forma de autoridad en la tierra, quien resiste a la autoridad termina
resistiendo a Dios (Ro. 13:1-2). Segundo, la ley es como un maestro, enseñando a las
personas que son pecadores y que necesitan un salvador (Ro. 3:19-20; 7:7-8). Tercero, le
enseña al cristiano a vivir una vida que expresa gratitud mediante la santi cación (Tit. 2:11-14).
Aunque la ley de gratitud se ve en varios lugares en la Biblia, está «resumidamente
comprendida» en los Diez Mandamientos (CBW 41). Este conjunto encontrado en Éxodo 20
y Deuteronomio 5 nos proporciona un resumen de la ley. Cada mandamiento puede ser
considerado en una forma positiva y negativa. Cada uno tiene un signi cado interno y otro
externo. Ya que el espacio nos limita para un estudio completo de los Diez Mandamientos,

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las preguntas a continuación y las referencias bíblicas están incluidas para una futura
re exión y estudio.

I. El Primer Mandamiento (A quién adoramos).


A. ¿Qué dice la Biblia sobre los ateos? (Sl. 14:1)
B. ¿Qué dice la Biblia sobre otros dioses y salvadores (Dt. 4:39; Sl. 96:5; Jn. 14:6; Hch.
4:12).
C. ¿Está bien amar algo tanto como a Dios? (Mt. 6:24).

II. El Segundo Mandamiento (Cómo adoramos).


A. ¿Es correcto adorar a Dios por medio de una imagen? (Ex. 20:4-6; Ro. 1:21-24).
B. ¿Todas las imágenes son contrarias a la ley? (1 R. 6:18; Nm. 21:8-9; pero cfr. 2 R. 18:4).
C. ¿Son apropiadas las imágenes de Cristo? (Cl. 1:15; 1 P. 1:8; 1 Jn. 3:2).

III. El Tercer Mandamiento (Reverencia).


A. ¿Qué describe el nombre de Dios? (1 Cr. 29:10-13)
B. ¿Cuáles son las consecuencias de usar el nombre de Dios en vano? (Ex. 20:7; Lv.
24:16).
C. ¿Cómo esto afecta la forma como tratamos la Palabra de Dios? (Sl. 138:2).

IV. El Cuarto Mandamiento (Entrar en el descanso del Señor)


A. ¿Por qué Dios descansó en el séptimo día? (Gn. 2:2-3; Is. 40:28; Sl. 99:1).
B. ¿Por qué Dios ordenó que su pueblo descansara en el séptimo día? Ex. 20:8-11; Dt.
5:15).
C. ¿Cuál es el signi cado del descanso del Señor para su pueblo? (He. 4:9-10).
D. ¿Cómo los cristianos deben observar el descanso? (Is. 58:13 con vs. 3-4; He. 10:21-25).
E. ¿Qué continúa y qué no continúa desde el «Sabbat» del Antiguo Testamento al «Día
del Señor» del Nuevo Testamento? (Lc. 23:56-24:1; Cl. 2:16-17; Hch. 20:7).

V. El Quinto Mandamiento (Autoridad).


A. ¿Cuál es la responsabilidad del cristiano en casa? (Ex. 20:12; Ef. 6:1-4).
B. ¿Cuál es la responsabilidad del cristiano en la Iglesia (He. 13:17).
C. ¿Cuál es la responsabilidad del cristiano en la sociedad (Ro. 13:1-2; 1 P. 2:13-17).

VI. El Sexto Mandamiento (Vida).


A. ¿Cuál es la base de este mandamiento? (Gn. 9:6).
B. ¿Qué es lo que especí camente se prohíbe en este mandamiento? (Ex. 20:13).
C. ¿Cuándo comienza la vida? (Lc. 1:41; Sl. 139:13-16).
D. ¿Este mandamiento solo se re ere a la violencia externa? (Mt. 5:21-22).

VII. El Séptimo Mandamiento (Pureza).


A. ¿Cuál es la base para este mandamiento? (Gn. 2:23-24; Ef. 5:25).
B. ¿Qué es lo que especí camente se prohíbe en este mandamiento? (Ex. 20:14).

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C. ¿Qué hay con las relaciones íntimas fuera del matrimonio? (Dt. 22:13-21).
D. ¿Qué hay con la homosexualidad? (Lv. 18:22; Ro. 1:26-27; 1 Co. 6:9).
E. ¿Qué hay con el divorcio? (Mal. 2:16; Mt. 19:3-9; 1 Co. 7:15).
F. ¿En este mandamiento solo existe una preocupación con la impureza externa? (Mt.
5:27-28).

VIII.El Octavo Mandamiento (Mayordomía).


A. ¿Cuál es la base para este mandamiento? (Sl. 50; Mt. 25:14-30).
B. ¿Qué se prohíbe especí camente en este mandamiento? (Ex. 20:15).
C. ¿Qué es lo opuesto a robar? (Ef. 4:28).

IX. El Noveno Mandamiento (Veracidad).


A. ¿Cuál es la base para este mandamiento? (Cl. 3:9-10; He. 6:18).
B. ¿Qué se prohíbe de manera especí ca en este mandamiento? (Ex. 20:16).
C. ¿Qué más es prohibido en este mandamiento? (Pv. 20:19).

X. El Décimo Mandamiento (Contentamiento).


A. ¿Qué es lo que se prohíbe especí camente en este mandamiento? (Ex. 20:17).
B. ¿Cómo este pecado nos lleva a otros pecados? (Gn. 4:1-8; Jos. 7:21).
C. ¿Qué es implícitamente animado en este mandamiento? (He. 13:5).

Preguntas para discusión y revisión:

1. ¿Por qué la santi cación es llamada de una obra de la libre gracia de Dios?
2. Explique cómo la santi cación involucra renovación.
3. ¿Qué papel cumple en pueblo de Dios en la santi cación?
4. ¿Puede el pueblo de Dios alcanzar la perfección en esta vida? ¿Por qué sí o por qué no
5. ¿Cuáles son los tres usos de la ley?
6. ¿Cómo el pueblo de Dios debe interpretar los Diez Mandamientos?

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PARTE 2
CARACTERÍSTICAS
REFORMADA

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INTRODUCCIÓN
El Cristianismo es de nido por sus enseñanzas fundamentales, pero involucra más que
enseñanzas fundamentales. Jesús les dijo a sus discípulos: «Por tanto, vayan y hagan
discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado» (Mt.
28:19-20a). Si vamos a aprender todas las cosas que él ha mandado, debemos aprender más
que fundamentos.

Aunque los fundamentos cristianos describen el ser de la Iglesia, las características


reformadas implican el bienestar de la Iglesia. Alguien puede discordar de estas enseñanzas
y seguir siendo un Cristiano.

El Presbiterianismo es la rama de lengua inglesa de la tradición Reformada derivada de la


Reforma Protestante. Es ejempli cada por hombres tales como John Knox en Escocia
(1514-1572), Charles Hodge en USA (1797-1878) y, especialmente, por los delegados a la
Asamblea de Westminster que se reunió en Londres en la Abadía de Westminster (1643-52).
Esta tradición busca reformar a la Iglesia más plenamente conforme a las enseñanzas de la
Biblia. Esta parte presenta cuatro características distintivas: El pacto, TULIP (doctrinas de la
gracia), gobierno y culto.

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CAPÍTULO 8
E L PAC T
LA HISTORIA Y LA PROMESA DE DIO
Cuando queremos hacer algún tipo de acto jurídico, tomamos algunas providencias, como,
por ejemplo, establecer un contrato para evitar ser perjudicados. Y de hecho es muy
arriesgado realizar cualquier acto jurídico sin el contrato correspondiente.

Dios también ha establecido una especie de contrato desde el inicio de su relación con el
ser humano. Este contrato es el Pacto o Alianza. Este Pacto es el medio por el cual Dios se
relaciona con sus criaturas. Fuera del Pacto no existe posibilidad de que alguien tenga una
relación con Dios. Es por eso que es necesario que conozcamos bien como funciona el
Pacto de Dios, ya que los términos de ese Pacto fueron establecidos por el propio Dios.
Conocer y guardar el Pacto es la garantía de tener una buena y correcta relación con Dios.
Entender el Pacto es vital para entender profundamente la Escritura y para entender la
manera como Dios organiza y dirige su plan para este mundo.

¿Pacto o Dispensaciones?
Algunas corrientes teológicas pre eren hablar de dispensaciones en vez de Pacto. La
diferencia básica entre el Dispensacionalismo y la Teología del Pacto está en que el
Dispensacionalismo es dualista en su visión, pues sugiere de parte de Dios un dominio
espiritual y otro material, el primero re riéndose a la Iglesia y el segundo a Israel.

Los pactos son indicadores escriturales explícitos de las iniciativas divinas, mientras que las
dispensaciones son imposiciones arbitrarias sobre el orden bíblico. Y como no es el designio
humano, sino la iniciativa divina la que estructura la Escritura, entonces, es el Pacto el que
estructura la Biblia.

De nición de Pacto
El Pacto es una especie de contrato que Dios estableció con el ser humano, especialmente
con su pueblo, en el cual, Él promete ser su Dios y bendecirles, pero en contrapartida, el
pueblo debe ser el a las estipulaciones establecidas por Dios.

El pacto es un acuerdo formal establecido entre dos partes. La diferencia básica entre el
Pacto y los contratos actuales está en el hecho de que por lo general los contratos se
establecen entre partes iguales, con derechos y obligaciones iguales, y las estipulaciones
son de nidas por el consentimiento de ambas partes. Sin embargo, en la Biblia y en el
Antiguo Medio Oriente, en los tratados entre soberanos y vasallos, no existía igualdad. El
soberano, vencedor en una guerra, obligaba a los vasallos a rmar un tratado de sumisión.
El soberano se obligaba a darle protección al vasallo, pero no había ningún tipo de

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negociación. Podemos decir, por lo tanto, que un contrato actual generalmente es bilateral;
el Pacto, se caracteriza por ser unilateral.

El Pacto es una especie de modus operandi de divino. Es la manera como Dios se relaciona
con el ser humano. No existe posibilidad de relacionarse con Dios fuera del Pacto. Desde el
principio, Dios estableció su Pacto con el hombre y hasta el nal Dios permanece el a las
estipulaciones del Pacto. Debemos ver todas las acciones de Dios en la historia como el
cumplimiento o renovación de su Pacto.

El Pacto es una alianza de sangre. Sin sangre no hay rati cación del Pacto. La necesidad de
la sangre signi ca que Dios lleva su Pacto hasta las últimas consecuencias. Palmer
Robertson de ne la alianza como un «pacto de sangre soberanamente administrado». Es un
pacto por causa del elemento de unión entre las partes representadas, que da la idea de
relación. La idea de la sangre se debe al hecho de que Dios lleva el pacto a sus últimas
consecuencias, pues la vida y la muerte son propuestas.

Esa idea es presentada en la expresión «hacer un pacto», que en hebreo el término pacto
(berith) signi ca cortar, pues los animales eran cortados en la ceremonia de establecimiento
de un pacto (cfr. Gn. 15). La sangre era derramada para garantizar el pacto, haciendo
inviolable el acuerdo.

¿Pacto o Pactos?
A pesar de que existan varios pactos a lo largo de la historia bíblica, técnicamente sólo
existe un Pacto. O sea, todos los pactos se uni can en uno. Detalles particulares de pueden
variar. Y tenemos que tener en mente que existe una progresión en la medida en que cada
nuevo pacto es rati cado, porque, como sabemos, la revelación es progresiva, pero todos
los pactos mani estan unidad estructural y temática.

La unidad estructural puede ser vista en el hecho de que cada vez que Dios iniciaba un
nuevo pacto con Abraham, Moisés o David, no borraba el anterior y comenzaba de nuevo,
sino llevaba su relación a un nivel superior, revelando nuevas cosas y dando una mejor
comprensión a esta relación entre Él y su pueblo escogido. La unidad temática se ve en el
hecho de la constante repetición de la frase «yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo».
Este es el «principio del Emanuel» que está presente en todas las administraciones del
Pacto. Jesús es la consumación de este principio y así como Jesús es indivisible, el Pacto
también es indivisible.

La Confesión de Fe de Westminster introduce el asunto del Pacto de la siguiente manera:

La distancia entre Dios y la criatura es tan grande, que aun cuando las criaturas racionales le
deben obediencia en cuanto Creador, no podrán tener disfrute de Él como bienaventuranza o

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galardón, a no ser por una condescendencia voluntaria por parte de Dios, habiéndole placido
a Él expresarla por medio de pacto.
El primer pacto hecho con el hombre fue un pacto de obras, en el que se prometía la vida a
Adán, y en éste a su posteridad, bajo la condición de una obediencia personal perfecta (CFW
VII.1-2).

Una distancia tan grande


No deberíamos esperar que sea fácil mantener a un mismo tiempo al Creador y la criatura a
la vista, ya que la distancia entre ellos es muy grande. Isaías escribió una vez que, en
comparación con Dios, todas las naciones son como una gota en un cubo o polvo en la
balanza (véase Isaías 40:13-17). Dios no es un hombre, recordó Job a sus amigos (Job 9:32,
33). Necesitamos sentir el asombro del salmista que dice: «¡Jehová, él es Dios!» (Salmo
100:2, 3). Él es el que está sentado en lo alto y nos mira (Sl. 113:5-6). Aunque fuimos hechos a
imagen de Dios, hay una gran diferencia entre Dios y nosotros, como lo subraya la Confesión
de Fe. Para ser claros, la Confesión no tiene aquí en cuenta las diferencias éticas, sino las
diferencias en el ser. No está discutiendo nuestra caída y la santidad de Dios, sino nuestra
pequeñez y la grandeza de Dios. Pero una vez dicho esto, podemos, de hecho, también usar
la lente del pecado para ver la gran distancia entre nosotros y Dios. El anciano Elí trató de
decirles a sus hijos esta verdad cuando abusaron de los israelitas que habían venido a
adorar al Señor: había una gran diferencia en pecar contra otro ser humano y pecar contra
Dios mismo («pero no quisieron escuchar», 1 S. 2:25). Como Elí y el salmista mencionaron,
todas las criaturas que son capaces de razonar deben a Dios su lealtad. La idea no es que
de alguna manera podamos ser provechosos para Dios en nuestro servicio; Él no es como
un terrateniente rico que necesita servidores que trabajen para obtener bene cios
personales (Job 22:2, 3). Dios no necesita de nosotros, y ese es precisamente el punto que
Pablo hace cuando habla con los paganos en Atenas (Hechos 17:24, 25). En el nivel más
básico, no estamos en posición de dar, y Dios como nuestro creador no tiene necesidad de
recibir (Job 35:7, 8). Es más cierto que debemos hacer todo lo que se nos ha ordenado, y
entonces, al igual que el siervo en la parábola de Jesús, debemos admitir que «solo hemos
hecho lo que era nuestro deber» (Lucas 17:10).

Un Pacto
Dios es inmensamente grande y le debemos nuestra obediencia. Pero el hecho es que
difícilmente podríamos tener una relación con Dios si Él no hubiera voluntariamente
condescendido a encontrarse con nosotros donde estamos. Dios mismo es la mayor
bendición y la mayor recompensa que cualquier persona podría tener, pero todo contacto
humano con Dios habría sido inútil si Dios no hubiera decidido libremente venir a nosotros y
establecer los términos en los que pudiéramos tener comunión con Él, un acuerdo que
llama pacto. La mayoría de los teólogos reformados se sienten cómodos llamando a esta
primera relación ordenada por Dios un «pacto». Pero teólogos notables como Juan Calvino
fueron más reacios en llamar a la declaración de términos de Dios a Adán un pacto, y John
Murray argumenta en contra de esta designación común, ya que la palabra «pacto» no se

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usa en Génesis 1-2 (pero véase Oseas 6:7). No obstante, no siempre necesitamos ver un
término empleado para saber que la realidad existe. Si ves a cuatro damas inglesas
tomando té, comiendo bollos y saboreando los chismes locales a las cuatro de la tarde, no
necesitas una etiqueta para saber qué está pasando: hay una esta del té. Sí, es posible que
hayas tropezado con una red internacional de espionaje o con un cártel de drogas
encubierto; pero si está familiarizado con las estas de té, debes ser capaz de detectar la
diferencia. Podríamos llamarlo el «principio de la esta del té» y se aplica fácilmente a los
pactos. Cada vez que uno ve un acuerdo soberano determinado y administrado entre Dios y
el hombre, con sanciones y promesas, tienes un pacto. Incluso si los miembros de la
asamblea no llamaron a su principio de interpretación el «el principio de la esta del té»
está claro que en Génesis 1-2 tenemos al menos esto: Dios establece los términos, el
hombre le debe obediencia. Si un pacto generalmente contiene sanciones y promesas, la
sanción en el pacto con Adán es obvia: la amenaza de la muerte (Génesis 2:17). Es probable
que también podamos ver la idea de que la delidad del hombre al pacto habría sido
bendecida con vida. Eso es parte del signi cado frecuentemente extraído del mandato de
Dios de que Adán y Eva fueran apartados del árbol de la vida después de caer en el pecado
(Génesis 3:22-24). Esta promesa requiere que conectemos los puntos, pero no es difícil
hacerlo y la imagen emergente tiene forma de pacto.

El Pacto de Gracia
En los primeros párrafos del capítulo 7 de la Confesión de Fe, leemos que el hombre tenía
solo un vínculo con Dios, forjado por el Creador mismo.

El párrafo 3 comienza recordándonos ese momento de suprema insensatez en que el


hombre rompió ese vínculo vivi cante y se hizo acreedor de la muerte. La humanidad ya no
era capaz de alcanzar la vida por ese primer pacto.

El primer pacto contenía un solo requisito, con la fuerte amenaza detrás. Pero a medida que
re exionamos sobre el pacto y las acciones de nuestros primeros padres, podemos ver que
la ley no dio vida. Y una vez que habían violado la ley de ese pacto, debemos estar de
acuerdo con el apóstol Pablo en que no podía dar vida (Gálatas 3:21). Por las «obras de la
ley», nadie podía «ser justi cado» delante de Dios (Romanos 3:2).

Inesperadamente, desde la perspectiva de los participantes humanos, y tal vez de los


observadores angélicos, «agradó a Dios hacer un segundo pacto», que los teólogos
comúnmente llaman «el pacto de gracia».

Es un pacto porque es otro vínculo establecido por Dios, esta vez con los pecadores. Es
misericordioso porque contiene una promesa gloriosa, completamente inmerecida. La
semilla de esa promesa se encuentra ya en Génesis 3:15, y crece en las Escrituras de los
profetas (por ejemplo, Isaías 42:6). A lo largo de la Ley y los Profetas escuchamos susurros
de su existencia, historias de una «justicia de Dios» que es «sin» una ley (Romanos 3:21). Y

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cuando comenzamos a leer el Nuevo Testamento, descubrimos que todo es verdad y que la
promesa llega a su plenitud. Allí leemos que lo que «la ley no podía hacer» Dios lo hizo «al
enviar a su propio Hijo en semejanza de carne pecaminosa», «condenando» al pecado que
una vez nos había condenado (Romanos 8: 3).

Entonces podemos tener con anza en este pacto de gracia, donde Dios «ofrece
gratuitamente a los pecadores la vida y la salvación» para deshacer nuestra muerte y
nuestro pecado. Donde el primer pacto es una expresión profunda de la voluntad de Dios
de tener comunión con meras criaturas, este segundo pacto es una demostración
asombrosa de la disposición de Dios para perdonar y tener comunión con aquellos que son
indignos.

Podemos tener con anza en este pacto porque en esta oferta misericordiosa Dios da a su
propio Hijo. Es en el Nuevo Testamento que vemos claramente que Cristo mismo es el
nuevo pacto; él es la promesa; él es el pacto y el vínculo de la gracia. No hay nada abstracto
o cticio en este evangelio. Es tan real como el Señor Jesucristo, el Hijo del hombre y el Hijo
de Dios.

Estas son buenas noticias; y se pone aún mejor, porque encontramos que si hay alguna
deuda, Jesús lo ha pagado todo. No hay nada que podamos hacer. Simplemente ponemos
toda nuestra fe en él, y «el que cree en él no perecerá, sino que tendrá vida eterna» (Juan
3:16). En este evangelio encontramos «una justicia» que se basa en la fe en Cristo (Romanos
10:6), ya que creemos en nuestros corazones que «Dios lo levantó de entre los muertos». Es
por esto que somos salvos (Romanos 10:9). Vivimos por fe (Gálatas 3:11), que es confesar que
realmente vivimos por el poder y la gracia de Cristo y no por nosotros mismos.

¿Qué evangelio podría ser más libre? ¿Y qué podría ser más completo, respondiendo a todas
nuestras necesidades e incluso a nuestras dudas? Por temor a que estas promesas nos
intimiden, la Confesión de Fe nos recuerda una promesa bíblica correspondiente. Dios nos
da a su Hijo y también promete dar «su Espíritu Santo» a todos aquellos que pertenecen a
su pueblo. Cuando Ezequiel registró la promesa de Dios de dar un «corazón nuevo» para los
pecadores desalmados, también le dijeron que hablara de «un nuevo Espíritu» que estaría
«dentro» de nosotros (Ezequiel 36:26). Es por este Espíritu que el Padre nos «atrae» a las
aguas de la salvación y nos enseña a venir a Cristo (Juan 6:44, 45).

¿Tu fe alguna vez vacila? Recuerda al Espíritu Santo, porque él también se promete en este
pacto que es todo por gracia. El Espíritu nos hará «dispuestos» a creer en un Salvador
cruci cado y «capaces de creer» en una tumba vacía; es él quien comienza nuestra
salvación. Y recuerda también que este regalo es para aquellos que están «ordenados para
la vida eterna» y nada menos. Porque en este segundo pacto, el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo nos han ofrecido una relación que nunca terminará.
¿Un Testamento?

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La Confesión se re ere a un pacto, pero vale la pena observar, como nota al pie, que
también se puede hablar de un «testamento». «Pacto» es el término usual que usan las
Escrituras, pero «el pacto de gracia se establece con frecuencia en las Escrituras con el
nombre de un testamento», o al menos así es en la traducción griega del Antiguo
Testamento. Es probablemente por esa razón que la palabra «testamento» se usa a veces
en la versión RVR de la Biblia (por ejemplo, Hebreos 9:15-17, Hebreos 7:22, Lucas 22:20 y 1
Corintios 11:25).

El término «testamento» evoca los temas bíblicos y el lenguaje bíblico. Nos recuerda que
grandes dones nos han sido legados. Evoca la idea de un «testador», en Jesucristo, y de
una «herencia eterna, con todas las cosas que le pertenecen». En cierto sentido, al hacer
este punto, los miembros de la asamblea de Westminster evitan contender sobre las
palabras, ya que todos sabemos que los argumentos sobre las palabras han sido más que
una industria casera en la iglesia cristiana. El evangelio se puede describir en el dialecto de
la teología del pacto, o en el lenguaje de una última voluntad o testamento.

No obstante, el cuarto párrafo de la Confesión de Fe también nos recuerda que, si bien hay
formas dominantes en las que la Palabra de Dios enseña la verdad cristiana, somos sabios al
usar toda la gama de expresiones bíblicas. Y los versos del medio de Hebreos 9, al menos,
parecen conectar la realidad del pacto con el concepto de «voluntad» o un «testamento».
En pocas palabras, estos versículos nos enseñan que la ley de Moisés estaba llena de
sangre y sacri cios a n de enseñar algo al pueblo de Dios: que alguien tenía que morir
antes de que la gran promesa pudiera «tener efecto» (Hebreos 9:15-17).

Y qué imagen tan poderosa es esta. El lenguaje de los pactos ha ayudado a muchos
cristianos a entender el Evangelio. Pero, para otros, la realidad del regalo de Dios solo puede
llegar a casa con el lenguaje de «última voluntad» o «testamento». Porque todos sabemos
quién debe morir antes de que una última voluntad o testamento pueda entrar en vigencia.
Es quien lo hizo. Y así es que el Hijo de Dios entregó su vida por nosotros para que
recibiéramos una herencia eterna.

Diferentes administraciones
La Confesión de Fe también nos recuerda que el pacto de la gracia fue «administrado» de
manera diferente «en el tiempo de la ley y en el tiempo del evangelio». El primer tiempo
está simbolizado por la ley grabada en piedras, que era «gloriosa», el otro está simbolizado
por la entrega del Espíritu, en «mayor gloria» (2 Co. 3:7, 9).

El «tiempo de la ley» fue un tiempo de «promesas, profecías, sacri cios, circuncisión, el


cordero pascual y otros tipos y ordenanzas». Ninguna de estas cosas era completa en sí
misma, cada una señalaba algo que sería mejor y que vendría después, como nos lo enseña
la carta a los Hebreos (Hebreos 8-10). Además, en el pasado distante hubo restricciones: las

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promesas, profecías y ceremonias, y el mensaje que comunicaron, se limitaron al «pueblo


de los judíos», y aquellos que se unirían a este pueblo.

La característica redentora de este tiempo de la ley fue que estos tipos y ordenanzas
apuntaban directamente a un Cristo venidero, el ungido de Dios, enviado para quitar el
hedor de nuestro pecado que había subido al cielo. La circuncisión, por ejemplo, siempre
tuvo un signi cado espiritual, como Pablo explica en Romanos y nuevamente en
Colosenses: simbolizaba la eliminación del cuerpo del pecado y servía como un sello de la
justicia por medio de la fe (Col 2:11, 12; 4:11). Representaba dolorosamente el perdón del
pecado y el don de la justicia de Cristo, tan central en el mensaje del evangelio. La comida
de la pascua, para tomar otro ejemplo, indirectamente les recordó a los creyentes que se
guarden de la vieja levadura del pecado que fermenta incluso en la iglesia misma. Pero lo
que más claramente predicó a todos los que vieron en ese tiempo fue a «Cristo nuestra
Pascua es sacri cada por nosotros» (1 Corintios 5: 7).

Cada una de las promesas incrustadas en estas ceremonias y sacri cios eran solo un «pre-
anuncio de que Cristo vendría», pero fueron usadas por el Espíritu Santo para comunicar el
gran evangelio de la gracia al pueblo de Dios de antaño. Realmente «fueron, por ese
tiempo, su cientes y e caces ... para instruir y edi car a los elegidos». Tal vez es por eso que
Abraham podría regocijarse de ver el día de Jesús (Juan 8:56). Es por eso que los eles en
las primeras épocas de la comunidad del pacto de Dios podían ver y «saludar» desde lejos
«las promesas de Dios» (Hebreos 11:13). Por supuesto, estos dones de Dios necesitaban «la
operación del Espíritu». Ellos requerían «fe en el Mesías prometido». Algunas personas, de
hecho, no tenían el don del Espíritu o la gracia de la fe. Para algunos fue simplemente
impresionante que el Mar Rojo se separara, y era bueno haber escapado de la esclavitud de
Egipto. Para algunos fue conveniente que la carne les llegara volando desde el cielo y que
el agua uyera desde las rocas. Pero para otros el rescate de Dios era una imagen de la
liberación de Dios a través de un Mesías venidero, como Pablo explica en los primeros
versículos de 1 Corintios 10. Para los eles, la alimentación de muchos miles en el desierto
era más que un picnic programado regularmente. Era un anticipo de un alimento espiritual y
de una bebida espiritual que les recordó la Roca Eterna, la Roca que es Cristo, como Pablo
explica en los siguientes versículos en 1 Corintios 10.

Solo aquellos que tenían fe en este Salvador que venía encontraron la «remisión completa»
de todos sus pecados; es por la acción de su Espíritu que cada creyente descubre la
«salvación eterna». Y todos los creyentes de hoy son los «hijos» espirituales de aquellos
creyentes de hace mucho tiempo; compartimos sus bendiciones (Gálatas 3:7-9, 14). Es cierto
que la administración de estas bendiciones fue «llamada el Antiguo Testamento». Pero
nunca olvidemos que siempre fue un buen testamento y lleno de gloria.

Según la ley, todo era una promesa o un tipo que hablaba o retrataba visiblemente lo que
estaba por venir. Pero «bajo el evangelio» encontramos al Cristo mismo, el Verbo hecho
carne, expuesto ante el mundo. Cristo, por supuesto, es la «sustancia» de todas las antiguas

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profecías y sacri cios y él es la sustancia del pacto de gracia. Él mismo es el evangelio, las
buenas nuevas que proclamamos. Pablo resume esto de manera memorable cuando nos
dice que todas las ordenanzas del Antiguo Testamento eran «una sombra de las cosas por
venir», pero la realidad que arrojaba la sombra al Antiguo Testamento, era siempre Cristo
(Col. 2:17).

Por lo tanto, en la era del evangelio, es apropiado enfocarse únicamente en el Cristo viviente
que está con nosotros. No celebramos los antiguos ritos que anunciaban que vendría
pronto. Aunque predicamos acerca de estos tipos y promesas del Antiguo Testamento, es
Cristo lo que vemos en «la predicación de la Palabra». Aunque tenemos «los sacramentos
del bautismo y la cena del Señor», bautizamos en el nombre de aquel que, con su Padre y
Espíritu, está con nosotros «todos los días, hasta el n del mundo» (Mateo 28:19, 20). Aunque
participamos de una comida espiritual de pan y vino, lo hacemos todo en memoria de Cristo
(1 Corintios 11:23-25).

Es cierto que estas simples ordenanzas del Nuevo Testamento son «menos numerosas»
que las del Antiguo Testamento. Es cierto que son «administradas con más simplicidad y
menos gloria externa». Después de todo, ni siquiera en las principales conferencias
cristianas las caras de los predicadores brillan al dar el evangelio como la cara de Moisés
brilló al dar la ley. Sin embargo, como explica el escritor de Hebreos en algunas de sus
palabras nales, lo que tenemos es mucho mejor. Sí, debe haber sido glorioso ver el Monte
Sinaí durante la entrega de la ley. Sin embargo, hemos venido «al Monte Sion, a la ciudad
del Dios vivo, a la Jerusalén celestial». Qué maravilloso debe haber sido adorar con
multitudes del pueblo de Dios en las grandes estas del Antiguo Testamento. Y sin
embargo, hemos venido «a la reunión de miríadas de ángeles, a la asamblea de los
primogénitos». Nuestros nombres pueden no pertenecer a familias antiguas que puedan
rastrear sus raíces hasta David, Abraham o Abel. Pero nuestros nombres «están inscritos en
los cielos». Y lo que tenemos hoy en el evangelio no es solo una esperanza futura. La Biblia
dice que hemos venido «a Dios el juez de todos, a los espíritus de los justos ya hechos
perfectos, a Jesús el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que
la de Abel» (Hebreos 12:22-24; véase Jeremías 31: 33, 34).

Así es que podemos confesar con sinceridad que en la era del Evangelio y en sus medios
de gracia, vemos que la bondad de Dios «se sostiene en mayor plenitud, evidencia y
e cacia espiritual» de lo que era antes. Todas las restricciones se levantan cuando
enseñamos «a todas las naciones, tanto judíos como gentiles», ya no discriminando a favor
de los que están «cerca» y contra aquellos que están «lejos» (Mateo 18:19, Efesios 2:15 -19).
Es por esa razón que los cristianos tienen tanto afecto por lo que se llama el Nuevo
Testamento o el nuevo pacto (Lucas 22:20), mientras que al mismo tiempo mantienen que
no hay «dos pactos de gracia que di eren en sustancia». Por el contrario, no hay más que
«un solo pacto» bajo varias formas y contextos de administración. Y la sustancia y la realidad
de ese único pacto de gracia es el Señor Jesucristo (Gálatas 3:14, 16; Hechos 15:11; Romanos
3:21-23, 30; Hebreos 13:8; Sal. 32:1 en comparación con Romanos 4:3, 6, 16, 17, 23, 24).

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Preguntas para discusión y revisión:

1. ¿Qué es el Pacto?
2. ¿Por qué es mejor hablar de Pacto que de Dispensaciones?
3. ¿Por qué a rmamos que el Pacto tiene una unidad estructural y temática? 4. ¿Hay alguna
diferencia entre hablar de Pacto o hablar de Testamento?
4. ¿En qué di eren las administraciones del Pacto bajo la ley y en el tiempo del evangelio?
5. ¿Quién es la esencia y la realidad del Pacto?

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CAPÍTULO 9
TULI
LAS DOCTRINAS DE LA GRACI
TULIP es un acrónimo inglés. Es una palabra hecha a partir de las primeras letras de otras
palabras. Ofrece una comprensión de la salvación desde el punto de vista de Dios,
mostrando el plan de salvación a través de los lentes de la Trinidad.

El acrónimo TULIP sostiene las siguientes doctrinas:

1. Total Depravity (Depravación Total o Inhabilidad Total).


2. Unconditional Election (Elección Incondicional).
3. Limited Atonement (Expiación Limitada o De nida).
4. Irresistible Grace (Gracia Irresistible o E caz).
5. Perseverance of the Saints (Perseverancia de los Santos).

Depravación Total
La depravación total nos lleva hacia la Caída, a la doctrina del pecado. Describe la totalidad
del pecado, cómo la corrupción ha penetrado en cada parte de la naturaleza humana. En
los días de Noé, signi caba que «toda tendencia de los pensamientos de su corazón era de
continuo solo al mal» (Gn. 6:5). Pero luego vino el Diluvio. La humanidad fue aniquilada y
Dios comenzó de nuevo con Noé. ¿Esto resolvió el problema? No mucho. Después del
Diluvio, Dios miró la condición del portador de su imagen y llegó a la siguiente conclusión:
«el instinto del corazón del hombre es malo desde su juventud» (Gn. 8:21). El Diluvio no
cambió la naturaleza humana. Noé era aún un descendiente de Adán. Él era mejor que el
resto de su generación, pero aún era un descendiente de aquel legado pecaminoso. Esto lo
comprobó al emborracharse y al acostarse desnudo (Gn. 9:21). Pablo lo resume bien con
estas palabras: «no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno» (Ro. 3:12).

La depravación total es lo su cientemente mala. Esta maldad, sin embargo, produce algo
aún más problemático. Lleva a la inhabilidad total. Hace al hombre incapaz de escoger a
Dios. En sus epístolas, Pablo se re ere a lo que es pecaminoso y no convertido en términos
de «carne» y «hombre natural». Él admite que «la intención de la carne es enemistad contra
Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios ni tampoco puede» (Ro. 8:7). Él reconoce que «el
hombre natural no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no
las puede comprender, porque se han de discernir espiritualmente» (1 Co. 2:14). Algo está
mal. El hombre natural no rechaza a Dios porque está privado de conocimiento. Rechaza a
Dios porque está depravado en su naturaleza. En nuestro estado natural es imposible creer
en Dios. Estas son malas noticias.

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Esto levanta otra pregunta: ¿Cómo Dios nos puede llamar a la fe si somos incapaces de
creer? ¿Él nos da libre albedrío? La respuesta es que el libre albedrío se re ere a elecciones
determinadas por nuestra naturaleza. Por ejemplo, podemos elegir ir a nadar determinados
en poder respirar bajo el agua, pero no tenemos el poder de respirar bajo el agua. Lo que es
natural para un pez es imposible para un ser humano. De una manera similar, no tenemos el
poder de elegir a Dios a menos que nuestra naturaleza sea cambiada. Incluso Dios está
sujeto a este principio. Él es el ser más libre del universo, pero sólo puede actuar en
conformidad con su naturaleza. Ya hemos aprendido que es imposible que Dios mienta (He.
6:18). Ya que hemos sido creados a imagen de Dios, existen cosas que son imposibles para
nosotros también. Debemos actuar de acuerdo con nuestra naturaleza.

Elección Incondicional
Si este es el caso, ¿cómo podemos ser salvos de nuestros pecados? No podemos a menos
que Dios tome la iniciativa. Pablo nos provee con aquello que ha venido a ser conocido
como «la cadena de oro de la salvación» en Romanos 8:29-30. La cadena comienza en la
mente de Dios: «a los que antes conoció, también los predestinó». Aquí, es importante
entender qué es lo que la Biblia quiere decir por «antes conoció» (presciencia). No es
conocimiento al desnudo o información intelectual, siempre involucra una relación. Dios le
dijo al profeta Jeremías: «Antes que yo te formara en el vientre, te conocí; y antes que
salieras de la matriz, te consagré y te di por profeta a las naciones» (Jer. 1:5). Aquí,
conocimiento está conectado con entrar en una relación. Dios no simplemente conoce
sobre nosotros, Él nos conoce íntimamente.

Conocimiento de antemano es solo el comienzo; lleva a la predestinación. La Biblia expresa


esta doctrina en dos formas: elección para la vida y reprobación para muerte. Primero Dios,
«Habiendo elegido desde toda la eternidad, por su mero beneplácito, a algunos para vida
eterna» (CBW P. 20). Pablo escribe: «Asimismo, nos escogió en él desde antes de la
fundación del mundo para que fuéramos santos y sin mancha delante de él. En amor nos
predestinó por medio de Jesucristo para adopción como hijos suyos, según el beneplácito
de su voluntad...» (Ef. 1:4-5). Aquí aprendemos un serie de cosas sobre la elección. Es eterna,
aconteciendo antes de la fundación del mundo. Es determinada, conforme a la perfecta
voluntad de Dios. Y, por último, pero no menos importante, es en amor. En amor, Dios
predestinó pecadores para que fuesen adoptados como sus hijos.

Aunque la doctrina de la elección es claramente enseñada en Efesios 1, su expresión plena


se encuentra en Romanos 9. Re exionando en la profecía que fue dada a Rebeca acerca de
sus gemelos, Pablo escribió:

y aunque todavía no habían nacido sus hijos ni habían hecho bien o mal —para que el
propósito de Dios dependiese de su elección, no de las obras sino del que llama—, a ella se
le dijo: “El mayor servirá al menor”, como está escrito: A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí
Romanos 9:11-13

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Nótese que la elección de Dios no tuvo nada que ver con las acciones de ellos. Ellos aún no
habían hecho el bien o el mal. No fue por causa de obras futuras, sino únicamente porque el
llamado que Dios hizo a Jacob fue para elección y el llamado a Esaú no lo fue. La fe viene
después de la elección; nadie puede creer en Jesucristo a menos que haya sido elegido
para creer (Hch. 13:48).

Alguien puede objetar que este arreglo no es justo. Pablo, sin embargo, se anticipa a esta
objeción y responde de la siguiente manera:

¿Qué, pues, diremos? ¿Acaso hay injusticia en Dios? ¡De ninguna manera! Porque dice a
Moisés: Tendré misericordia de quien tenga misericordia, y me compadeceré de quien me
compadezca. Por lo tanto, no depende del que quiere ni del que corre sino de Dios quien
tiene misericordia
Romanos 9:14-16

Nótese el énfasis en la misericordia y la compasión. En vez de implicar un estado de


inocencia, ¡esto sugiere un estado de pecado! Dios no está en obligación de salvar a nadie.
El hecho de que salve a algunos es un acto de misericordia y compasión.

Pero la consecuencia inevitable de todo esto es que Dios no salva a todos. Algunos son
pasados por alto y dejados en sus pecados. Esto es llamado reprobación, la segunda cara
de la predestinación. Sin duda es una enseñanza dura, pero es bíblica. Pablo se re ere a ella
en el mismo capítulo:

Porque la Escritura dice al faraón: Para esto mismo te levanté, para mostrar en ti mi poder y
para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra. De manera que de quien quiere,
tiene misericordia; pero a quien quiere, endurece.
Romanos 9:17-18

En este contexto, «endurecimiento» puede ser entendido como permitir que los pecadores
intensi quen su natural rebelión contra Dios.

Judas es aún más explícito: «Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los
cuales desde antiguo habían sido destinados para esta condenación. Ellos son hombres
impíos, que convierten la gracia de nuestro Dios en libertinaje, y niegan al único Soberano y
Señor nuestro, Jesucristo» (Jd. 4). Su juicio sigue el mismo patrón que el «profano Esaú» (He.
12:16). La dura verdad es que no todos los nombres han sido inscritos en el libro de la vida
desde antes de la fundación del mundo (Ap. 13:8). Solo los elegidos tienen sus nombres
registrados allí.

La elección incondicional es una enseñanza dura, pero nos ha sido dada para nuestro
bene cio. Primero, destruye el mito de la autonomía humana. El hombre natural cree que lo
está haciendo bien por sí mismo, pero Jesús dijo «separados de mí nada pueden hacer» (Jn.

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15:5). Debido a nuestra inhabilidad total no podemos escoger a Dios, pero Él sí puede
escogernos. Esto debería causar en nosotros humildad delante del Dios soberano, sabiendo
que no traemos nada a la mesa excepto nuestro pecado. Segundo, la doctrina de la
elección incondicional provee seguridad para el pueblo de Dios. Si la elección no se
fundamenta en la acción humana, entonces, no tenemos nada que temer. Aunque la fe
produce obras, el comportamiento pecaminoso compromete esas obras. Podríamos ir a
través de una semana sintiéndonos más como un pecador que como un santo. ¿Esto
signi ca que ya no somos más hijos de Dios? No si Dios nos escogió sin consideración a
nada de lo que podemos hacer. Habiéndonos escogido en la eternidad, no nos abandonará
en el tiempo y espacio.

Expiación Limitada o de nida


La presciencia y la predestinación suceden en la eternidad, pero sus consecuencias ocurren
en el tiempo y el espacio. La salvación es un acción Trinitaria. Como ya lo hemos visto, Dios
el Hijo entró en el tiempo y el espacio como el Dios-hombre para guardar la ley como el
segundo Adán y ofrecerse como sacri cio sustitutivo por los pecados de su pueblo. Ahora
vamos más a fondo. La doctrina de la expiación limitada sigue a la doctrina de la elección
incondicional. Enseña que el Hijo solo redime a aquellos que el Padre ha escogido. Jesús
enseñó esta maravillosa verdad en el Evangelio de Juan. En Juan 6:37, Jesús dijo: «todos los
que el Padre me da vendrán a mí; y al que a mí viene, no lo rechazo». Esto muestra que Dios
el Padre le ha dado a su Hijo un pueblo. En Juan 10:14-15, Jesús dijo, «Yo soy el buen pastor;
conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo lo
conozco a él, y doy mi vida por las ovejas». Esto desarrolla su declaración anterior. Habiendo
recibido del Padre un pueblo, ahora descubrimos que Jesús dará su vida por aquellos
llamados sus ovejas. Finalmente, en Juan 17:9, Jesús admite, «No ruego por el mundo, sino
por los que me has dado, porque son tuyos». Aquí Jesús hace un fuerte contraste. Él
distingue al resto del mundo de aquellos que el Padre le dio. Solo aquellos son sus ovejas.
Solo aquellos se bene ciarán con su sacri cio.

A pesar de este apoyo bíblico, la expiación limitada no es una enseñanza universalmente


aceptada. Y para ser justo, sus opositores parecen tener un fuerte argumento Bíblico. En uno
de los más famosos versículos de la Biblia, Jesús fue dado en sacri cio porque «Dios amó
de tal manera al mundo» (Jn. 3:16). Igualmente, Jesús declaró ser la propiciación por los
pecados de todo el mundo (1 Jn. 2:2). Es verdad que estos textos usan un lenguaje universal,
pero su signi cado preciso aún requiere interpretación. La Biblia algunas veces usa palabras
tal como «mundo» y «todas las personas» en un sentido restringido. Por ejemplo, Lucas nos
dice que un decreto vino de César Augusto para «levantar un censo de todo el mundo
habitado». A partir de la Historia, nosotros sabemos que Augusto no gobernó en cada
nación y en cada continente. Solo el mundo romano fue objeto de este censo. Igualmente,
Juan adopta este principio cuando registra el dicho de Jesús: «Y yo, cuando sea levantado
de la tierra, atraeré a todos a mí mismo» (Jn. 12:32). Sabemos que muchos de sus oyentes no
creyeron en él. Algunos terminaron cruci cándolo. Uno incluso lo traicionó. Entonces, o

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Jesús estaba equivocado sobre atraer a todos o él quiso decir otra cosa. En vez de referirse
a todos los seres humanos, probablemente se refería a toda clase de personas. Tanto
gentiles cuanto judíos serían atraídos a él.

¿Por qué es tan importante esta doctrina? Porque ella considera las consecuencias de la
muerte de Cristo y como ella se relaciona con su e cacia y nuestra seguridad. Algunas
iglesias enseñan que Jesús murió por todos y, por tanto, todos serán salvos. Esta
perspectiva es consistente, pero no es bíblica. La Escritura claramente enseña que algunas
personas pasarán el resto de la eternidad bajo la ira de Dios en el in erno (Mt. 10:28; Mc. 9:43;
Lc. 13:28). Otras iglesias enseñan que Jesús murió por todos, pero que solo los creyentes
serán salvos. Esto hace de la fe el factor decisivo en la salvación. Signi ca que Jesús
realmente no salvó a nadie, él solo proveyó la posibilidad de salvación para aquellos que
ejercen su libre albedrío y aceptan su oferta. La doctrina de la inhabilidad total nos recuerda
que la voluntad inclinada al pecado nunca podría aceptar esta oferta.

Expiación limitada, sin embargo, signi ca expiación de nida. Jesús proveyó más que la
posibilidad de salvación, él realmente salvó a su pueblo. En otra parte en el Nuevo
Testamento, Juan registra las palabras de una canción de alabanza a Cristo: «Porque tú
fuiste inmolado y con tu sangre has redimido para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y
nación» (Ap. 5:9). Aquí la redención está en el pasado; ya ocurrió en el tiempo y espacio. No
es una posibilidad que depende de la respuesta humana, pero una realidad basada en el
plan de salvación de Dios. Signi ca que nuestra esperanza depende únicamente en la obra
de Cristo en la historia, de hecho, es un pensamiento consolador.

Gracia Irresistible o e caz


Previamente aprendimos que Dios el Espíritu aplica la obra de Cristo a su pueblo. Ahora,
viendo todo el cuadro, vemos que el Padre ha escogido un pueblo, el Hijo ha provisto
salvación para ese pueblo y, ahora, el Espíritu, ¡llama a ese pueblo fuera de su somnolencia
espiritual y los despierta! «Y a los que predestinó, a estos también llamó» (Ro. 8:30). O como
Jesús mismo lo dijo: «Nadie puede venir a mí a menos que el Padre que me envió lo
traiga» (Jn. 6:44). Nadie puede resistir a su voluntad (Ro. 9:19).

Primero Dios emite un llamado general. Este toma la forma de la predicación del evangelio
a todas las personas. Como hemos visto, la doctrina de la depravación total evita que las
personas respondan por sí mismas. Las palabras entran por un oído y salen por el otro.
Jesús lo dijo: «porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos» (Mt. 22:14). Pero
en el proceso de predicación del evangelio a todas las personas, el Espíritu toma lo que ha
sido predicado y lo transforma en un llamado e caz en los elegidos. Ellos obtienen la
habilidad de responder y reciben vida. Cuando Pablo predicó el evangelio en el servicio de
oración en Filipos, muchos oyeron el mensaje y recibieron el llamado general. Una de esas
personas era una mujer llamada Lidia. Cuando ella oyó el evangelio, «cuyo corazón abrió el
Señor para que estuviera atenta a lo que Pablo decía» (Hch. 16:4). El llamado vino a ser

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e caz, la gracia irresistible (Ro. 9:19). Ella nació de nuevo «por medio de la palabra de Dios
que vive y permanece» (1 P. 1:23).

Hacia el nal de su ministerio, se aproximó a Jesús un in uyente líder religioso llamado


Nicodemo, que quería hablar con él en secreto. Jesús le dijo: «De cierto, de cierto te digo
que, a menos que nazca de nuevo, uno no puede ver el reino de Dios». Esto dejó a
Nicodemo confundido. «¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar
por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?». Jesús, entonces, clari ca su respuesta:
«De cierto, de cierto te digo que, a menos que nazca de agua y del Espíritu, uno no puede
entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es; y lo que ha nacido del
Espíritu, espíritu es» (Jn. 3:3-6). Con toda probabilidad, Jesús le estaba recordando a este
estudioso israelita acerca de la promesa de nueva vida a partir del Antiguo Testamento:

Entonces esparciré sobre ustedes agua pura y serán puri cados de todas sus impurezas.
Los puri caré de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo
dentro de ustedes. Quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne.
Pondré mi Espíritu dentro de ustedes y haré que anden según mis leyes, que guarden mis
decretos y que los pongan por obra
Ezequiel 36:25-27

La doctrina de la gracia irresistible signi ca que Dios garantiza nueva vida a los pecadores
incapaces de escoger a Dios. Aquellos a quienes el Padre escogió, el Hijo redime. Aquellos a
quienes el Hijo redime, el Espíritu los despierta y les da nueva vida. Aquellos que reciben las
bendiciones de la Trinidad ciertamente vendrán a la fe salvadora en Cristo Jesús.

La Perseverancia de los Santos


Este capítulo nos ha enseñando que la salvación es una acción Trinitaria: el Padre elige, el
Hijo redime y el Espíritu llama. Por tanto, se sigue que los recipientes de estas acciones no
puedan perder su salvación y que perseverarán hasta el nal.

La Biblia a rma esta lógica: «...y a los que justi có, a estos también glori có» (Ro. 8:30).
Nótese que el n de la cadena de la salvación de Pablo está en el pasado. Puedes
preguntar, «¿cómo es posible? Aún estamos en la tierra luchando con nuestro pecado».
Desde la perspectiva de Dios, es un trato hecho. Lo que Él comienza, lo termina, o en
palabras de Pablo: «el que en ustedes comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día
de Cristo Jesús» (Fil. 1:6). Nuestra glori cación coincidirá con el retorno de Cristo al nal de la
era.

Algunos luchan con esta enseñanza. Después de todo, existen textos que parecen enseñar
lo opuesto. Hebreos 6:4-6 es un caso concreto:

Porque es imposible que los que fueron una vez iluminados —que gustaron del don
celestial, que llegaron a ser participantes del Espíritu Santo, que también probaron la

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buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero— y después recayeron, sean otra
vez renovados para arrepentimiento puesto que cruci can de nuevo para sí mismos al Hijo
de Dios y lo exponen a vituperio.

Necesitamos tomar esto con seriedad. Esta es una real advertencia contra la apostasía, el
renunciar a la fe. Cada día hay personas que se alejan de Dios. Pero antes de que sigamos
con este pensamiento, necesitamos responder una sencilla pregunta: ¿eran realmente
salvos? El apóstol Juan tenía esto en mente cuando escribió:

Salieron de entre nosotros pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros
habrían permanecido con nosotros. Pero salieron para que fuera evidente que no todos
eran de nosotros
1 Juan. 2:19

El desafío es que no tenemos ninguna revelación divina en estas cosas. No todo miembro
de iglesia que se aleja de la fe está irrevocablemente perdido. Solo Dios conoce el corazón.
Entonces, cuando el llamado general es efectuado (cuando el evangelio es predicado a
todos) los elegidos vendrán. En algunas ocasiones se extraviarán por un tiempo. Piensa en
el apóstol Pedro que negó al Señor tres veces el en patio del Sumo Sacerdote (Lc. 22:52-62).
¿Fue imposible para él ser restaurado? De ninguna manera; el Señor mismo restauró a
Pedro. Él era una de sus ovejas. Nadie iba a arrebatar a Pedro de sus manos (Jn. 10:28).

Hay, entonces, personas en nuestras iglesias que parecen genuinos cristianos. Ellos hacen
su parte, dicen las palabras correctas, y caminan por el sendero, por lo menos durante algún
tiempo. Mientras permanecen en la iglesia, experimentan algunas de las bendiciones
durante algún tiempo, «probaron la buena palabra de Dios». Y, luego, algo sucede. Tal vez
ellos discordarán de alguien en la iglesia. Posiblemente el pecado que estaban ocultando
salió a la luz. Posiblemente ellos terminarán luchando o huyendo de la disciplina de la
iglesia y, luego, se habrán ido. Tal vez terminen en otra iglesia o solo renunciarán a la fe de
una vez por todas. Solo Dios conoce el corazón, pero Él le ha dado a la iglesia la
responsabilidad de advertir a los apóstatas acerca de las terribles consecuencias de
abandonar la fe: «Salieron de entre nosotros pero no eran de nosotros».

Entonces, perseverancia signi ca persistencia. Signi ca seguir hasta el n. Para Pablo,


signi caba correr la carrera y ganar la imperecedera corona de justicia (1 Co. 9:24). Pero no
es una carrera que corremos solos. Perseverancia también signi ca preservación. Signi ca
que Dios no solamente nos salva, él nos guarda. Pablo reconoció esta hermosa verdad: «No
quiero decir que ya lo haya alcanzado ni que haya llegado a la perfección, sino que prosigo
a ver si alcanzo aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús» (Fil. 3:12). Que
podamos hacerlo de la misma manera, Dios mediante.

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Preguntas para discusión y revisión:

1. ¿Qué signi ca depravación total? ¿Por qué el Diluvio no resolvió el problema?


2. ¿Qué signi ca inhabilidad total?
3. ¿De qué manera el hombre tiene libre albedrío?
4. ¿Qué está implicado en la presciencia?
5. Explique las dos partes de la predestinación. ¿Por qué algunas personas se sienten
ofendidas con esta doctrina?
6. ¿Qué es la expiación limitada y cómo ella sigue lógicamente a la elección incondicional?
7. ¿Por qué la expiación limitada es importante?
8. ¿Qué es la gracia irresistible y cómo ella sigue lógicamente a la expiación limitada?
9. ¿Cuál es la diferencia entre el llamado general y el e caz? ¿Qué sucede en el último?
10. ¿Qué es la perseverancia de los santos y cómo ella lógicamente uye del resto del
TULIP?

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CAPÍTULO 10
GOBIERNO
BÍBLICAMENTE EQUILIBRADO
Las Iglesias no son solamente la suma total de los creyentes y sus familias; ellas son
organizaciones con estructuras intencionales. No todos los miembros de una Iglesia tienen
el mismo rol en el todo de la estructura. Algunos enseñan, otros gobiernan sin enseñar, otros
incluso sirven sin gobernar. ¿El gobierno es bueno para la Iglesia? Dios cree que sí. Él desea
que los asuntos de la Iglesia sean tratados «decentemente y con orden» (1 Co. 14:40). La
Biblia se re ere al gobierno de la Iglesia, no en una forma detallada, pero es su ciente para
que el pueblo de Dios sepa cómo organizar Su Iglesia.

Fundamentos
Antes de considerar lo especí co, es importante entender los fundamentos del gobierno de
la Iglesia. Antes aprendimos que el ser humano fue creado para gobernar la creación menor.
Incluso después de la caída del hombre en pecado, Dios designó gobernantes para regir su
mundo. Esto también se aplica a Israel, Su pueblo escogido. Él designó a Moisés como el
dador de la ley, a Samuel como un juez y a David como un rey. Incluso después que la
nación fue conquistada y enviada al exilio, Dios hizo volver a su pueblo a la tierra de Canaán
bajo el liderazgo de Esdras el sacerdote y de Nehemías el gobernador.

El Israel del Antiguo Testamento no era un n en sí mismo. Era un reino que necesitaba
expandirse. En el Nuevo Testamento, el antiguo Israel fue ampliado para llegar a ser «el
Israel de Dios» (Gl. 6:16), una comunidad que incluye judíos y gentiles (Ef. 2:11-22). Esta
comunidad es llamada «la Iglesia de Jesucristo». Igual que el Israel del Antiguo Testamento,
la Iglesia es llamada nación santa (Ex. 19:6; 1 P. 2:9) y la manifestación visible del Reino de
Dios en la tierra (Ap. 1:4-6).

Todo reino necesita de un rey. Los gobernantes del Israel del Antiguo Testamento sirvieron
de tipos y sombras del último gobernante del pueblo de Dios. En Mateo 28:18, Jesús habló
estás palabras a su Iglesia: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra». Aquí
está un legislador mayor que Moisés, un juez mayor que Samuel y un Rey mayor que David.

Igual que su Padre, que gobierna a través de los portadores de su imagen, Jesús gobierna
por medio de los portadores de sus o cios. A sus sucesores inmediatos les dijo: «Yo, pues,
dispongo para ustedes un reino, como mi Padre lo dispuso para mí» (Lc. 22:29). ¿Cómo
debían ejercer esta autoridad? Jesús les dijo: «A ti te daré las llaves del reino de los cielos.
Todo lo que ates en la tierra habrá sido atado en el cielo, y lo que desates en la tierra habrá
sido desatado en los cielos» (Mt. 16:19; 18:18). Este es un lenguaje jurídico. Atar signi ca
cerrar, mientras que desatar implica abrir. Atar declara que algunos están afuera de la

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Iglesia por la incredulidad o por disciplina, mientras que desatar proclama que la persona ha
sido liberada del pecado y ha sido recibida en la Iglesia.

Nótese que Jesús no le dio este poder a cualquiera. Se lo dio a sus apóstoles. Pero estos
discípulos de élite no están más entre nosotros. Ellos sirvieron como el fundamento del
liderazgo al recibir y registrar la Palabra de Dios (Ef. 2:20). El liderazgo pasó desde ellos para
otros llamados presbíteros. En Hechos 20, Pablo instruyó a los presbíteros de Éfeso (v. 17)
para que gobernaran la Iglesia sobre la cual el Espíritu Santo los había puesto como obispos
(supervisores, v. 28). El o cio de presbítero continua gobernando la Iglesia hoy en día.

Gobierno Presbiteriano
Diferentes Iglesias tienen diferentes formas de gobierno. Algunas son jerárquicas con
categorías de o ciales dentro y fuera de la Iglesia local mientras otras resisten la in uencia
desde fuera. El primero es llamado Sistema Episcopal y el segundo es llamado Sistema
Congregacional. Ninguno expresa de la mejor forma el sistema de gobierno bíblico.

El Sistema Episcopal es de nido como la Iglesia gobernada por obispos. La palabra deriva
del griego episkopos que signi ca «obispo» o «supervisor». Es un sistema jerárquico que
tempranamente se enraizó en la historia de la Iglesia. En el tope se encuentra el arzobispo, o
en el caso del Catolicismo Romano, el papa. Aunque el sistema episcopal posee
características atractivas tal como un clara y de nida cadena de mando y un pedigrí
histórico interesante, carece de apoyo bíblico. La Escritura, verás, vincula al obispo
(episkopos) con el presbítero (presbyteros). Ya hemos visto que los presbíteros de Éfeso eran
considerados como supervisores/obispos de la Iglesia. En Tito capítulo 1, los designados
presbíteros (v. 5) eran llamados también a ser supervisores/obispos (v. 7). La tradición de la
Iglesia, a pesar de ser antigua y e ciente, debe ser siempre sometida a la autoridad máxima
de la revelación bíblica.

El Congregacionalismo o Independentismo es de nido como la Iglesia gobernada por la


congregación. Este es el sistema empleado en la mayoría de las iglesias evangélicas de
nuestros días. Aunque este sistema reconoce diferentes o cios en la Iglesia local, se resiste
a las jerarquías y generalmente no enfatiza la conexión con otras Iglesias. En tal sistema, las
conexiones inter-iglesias, a pesar de ser útiles, son opcionales. Rendir cuentas fuera de la
congregación es un asunto de preferencia.

Sin embargo, la Biblia presenta a la Iglesia como un cuerpo interconectado. Hechos 15:1-30
describe la reunión del Concilio de Jerusalén que fue convocado para resolver el asunto de
la herejía de los judaizantes (aquellos que querían imponer la Ley Mosaica como condición
para salvación). Este concilio incluyó delegados de las diferentes Iglesias. De hecho, Pablo,
Bernabé y otros fueron designados para ir al concilio en representación de las Iglesias de
Asia Menor. Cuando llegaron a Jerusalén, fueron recibidos por la Iglesia colectivamente (v.
2-4). Luego, el Concilio debatió el asunto (v. 7), llegó a un acuerdo (v. 19-21) e implementó su

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decisión por medio de una carta circular (v. 20-30). Este concilio se pronunció sobre un
asunto vital de doctrina que estaba afectando a toda la Iglesia. Si sólo hubiera sido una
reunión voluntaria, la herejía habría sido tolerada en algunas Iglesias o en algunas regiones.
Permitiendo, pero no demandando mayores asambleas tiene el potencial de comprometer
la rendición de cuentas más amplia de la Iglesia.

¿Cuál es la alternativa a estas formas inadecuadas de gobierno de la Iglesia? La respuesta


es el Presbiterianismo. Este es de nido como una Iglesia gobernada por presbíteros a nivel
local, regional y denominacional. Presbítero viene del griego presbyteros que signi ca
«anciano». En tiempos bíblicos, los ancianos tenían el respeto y la madurez para liderar a
sus familias y comunidades. Estos «ancianos» sirvieron como representantes del pueblo en
acuerdos del pacto (Ex. 24:9; 2 S. 5:3; 1 R. 8:1) y ejercieron autoridad sobre Israel (Dt. 19:12; Jos.
20:4). Sin embargo con el tiempo, este término llegó a ser más exible. Describe
gobernantes diferentes a los sacerdotes o escribas (Lc. 20:1), o una asamblea de
gobernantes que incluían sacerdotes y escribas (Hch. 4:8) o la tradición de los escribas (Mt.
15:2). Los presbíteros estaban presentes en la sinagoga (Lc. 7:3-5) y en las primeras
congregaciones de la Iglesia (Hch. 11:30; 14:23).

Con todas estas posibilidades, ¿cómo debemos interpretar esta palabra? La respuesta es
hallada en 1 Timoteo 5:17: «Los ancianos que dirigen bien sean tenidos por dignos de doble
honor, especialmente los que trabajan arduamente en la palabra y en la enseñanza». Aquí
vemos la exibilidad del término al abarcar dos grupos bajo el mismo título. El primer grupo
deben ser hombres que gobiernan bien su casa (1 Ti. 5:1) u o ciales que gobiernan bien la
iglesia (Ro. 12:8; 1 Co. 12:28). El segundo, sin embargo, son individualizados por una razón
especí ca: ellos trabajan en predicar y enseñar. El Nuevo Testamento usa diferentes títulos
para describir a este grupo. Como siervos de la Palabra, ellos son llamados ministros (Lc. 1:2;
Ef. 6:21), con respecto a la supervisión, son conocidos como obispos (Fil. 1:1; 1 Ti. 3:1), como
pastores del rebaño, son designados como pastores (Ef. 4:11; 1 P. 5:2), como instructores de la
Fe, son designados como maestros (1 Co. 12:28-29; Ef. 4:11) y, con respecto a su o cio, son
estimados como presbíteros (Hch. 20.17; Tit. 1:5-8; 1 P. 5:1). Como los ancianos del Nuevo
Testamento que sucedieron a sus homólogos del Antiguo Testamento, estos ministros de la
Palabra del Nuevo Testamento son los sucesores de los profetas, que proclamaron la
Palabra de Dios al pueblo (Is. 52:7; Ro. 10:15; Col. 1:25-28; 2 Ti. 4:2, 5) y los sacerdotes que
públicamente enseñaban la Palabra (Dt. 31:9-11; 2 Cr. 15:3; Ne. 8:1-9) y administraban los
sacramentos (Lv. 6:8-30; He. 9:1-10). Los ministros de la Palabra son separados como
o ciales en la Iglesia por sus dones y llamado.

El Presbiterianismo involucra más que los presbíteros locales. También se expresa por la
palabra presbyterion (presbiterio). Pablo escribió a Timoteo: «No descuides el don que está
en ti, que te ha sido dado por medio de profecía, con la imposición de las manos del concilio
de ancianos (lit. presbiterio)» (1 Ti. 4:14). Aquí el presbiterio reconoció los dones de Timoteo y
lo ordenó para que los usara. El Concilio de Jerusalén estuvo compuesto de apóstoles y
ancianos (Hch. 15:4). Esto signi ca que los presbíteros funcionan en varios niveles. Las

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Iglesias Presbiterianas están interconectadas desde el Consistorio/sesión (gobierno local)
pasando por el Presbiterio (gobierno regional) hasta la Asamblea General/Sínodo (gobierno
denominacional).

Existe un tercer o cio en el Gobierno Presbiteriano. La Biblia se re ere al o cio de diácono


(diakonós, una palabra que puede signi car también ministro o, más comúnmente, siervo)
que asiste a la Iglesia atendiendo a las necesidades temporales de las personas. Los
primeros diáconos asistieron a los apóstoles «sirviendo a las mesas», liberándolos para
enfocarse en el misterio de la palabra y la oración (Hch. 6:1-7). Posteriormente, los diáconos
también asistían a los presbíteros (1 Ti. 3:8-13), una práctica que continúa hasta el tiempo
presente. A través de estos o cios y sus interconexiones en varios niveles, el
Presbiterianismo proporciona un acercamiento bíblicamente equilibrado del gobierno de la
Iglesia.

Preguntas para revisión y discusión:

1. ¿Cuáles son los fundamentos en el Antiguo Testamento para el gobierno de la Iglesia y


cómo ellos hallan su cumplimiento en el Nuevo Testamento?
2. ¿Cómo Cristo gobierna su Iglesia?
3. ¿Qué es el sistema episcopal y cuáles son sus problemas?
4. ¿Qué es el sistema congregacional y cuáles son sus problemas?
5. ¿Qué es el presbiterianismo? ¿Cómo el Antiguo Testamento informa nuestra
comprensión de este sistema?
6. ¿De qué manera los ministros de la palabra y los ancianos gobernantes son
diferenciados en el Nuevo Testamento?
7. ¿Cuál es el origen y las responsabilidades de los diáconos?

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CAPÍTULO 11
ADORACIÓN
SE GÚ N LA E SCRI T UR

Se está desarrollando una guerra. No es una guerra en suelo extranjero, sino aquí en
nuestro país. No es una guerra en el sentido convencional, sino una guerra de adoración. En
un lado están los tradicionalistas con sus órganos, sus himnarios y su nostalgia. En el otro
lado, están los progresistas con sus pantallas, coros de alabanza y su emoción. Entonces,
¿quién está en lo correcto? Muy a menudo la respuesta depende de los sentimientos o de
los gustos de los participantes. Tales respuestas se enfocan en el adorador en vez de en
Dios, quien es el objeto de la adoración. La respuesta correcta, sin embargo, depende en
cómo Dios de ne la adoración.

El Principio Regulador
Las personas se aproximan al culto de manera diferente. Algunos creen que la tradición
debe gobernar lo que se hace en la adoración. Ellos podrían apelar al decreto de un
Concilio de la Iglesia o a la antigüedad de una liturgia en particular. Tal santa tradición tiene
raíces antiguas en la historia de la Iglesia. Un ejemplo digno de notar fue la decisión del
Séptimo Concilio Ecuménico (787 d.C.) que legalizó la veneración a las imágenes (de Cristo,
de María y de los santos). Aunque las Escrituras no autorizan el uso de tales imágenes, llegó
a ser parte de la tradición de la Iglesia. En orden a ser un estándar legitimado, la tradición se
debe conformar con el estándar nal de la revelación bíblica. Y cuando falla en hacerlo y es
elevada al mismo nivel que la Escritura, se transforma en una especie de idolatría. Las
Iglesias Presbiterianas no son inmunes a esta tendencia. Si la respuesta a un
cuestionamiento litúrgico es «siempre lo hemos hecho así», entonces hemos caído en una
forma de santa tradición.

La mayoría de las Iglesias protestantes no admitirían que practican una santa tradición; al
contrario, ellas podrán apelar a diferentes clases de principios. En lo que se re ere al culto,
podrían apelar a que todo aquello que no es prohibido es permitido. Esto es conocido como
el principio normativo del culto. A primera vista, parece ser un principio razonable. Acomoda
las altas formas de tradicionalismo y las más progresivas formas de adoración
contemporánea.

El principio normativo puede parecer razonable, pero ¿es realmente un principio bíblico? La
respuesta es no.

Dios no simplemente permite a su pueblo adorarlo en todas las maneras que no están
prohibidas; al contrario, él ordena que le adoremos según su Palabra. Debemos hacer todo

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lo que Dios nos manda hacer tanto por un mandamiento como por implicación. Esto es
conocido como el principio regulador del culto.

¿Por qué existe la necesidad de tal principio? Comienza con la distinción entre Dios y sus
criaturas. Pablo le pregunta a sus lectores de manera retórica: «¿Quién entendió la mente
del Señor? ¿O quién llegó a ser su consejero?» (Ro. 11:34). La respuesta es, claramente,
nadie. La razón para esta respuesta es que la criatura no puede conocer la mente de su
creador fuera de la revelación. Si este es el caso, ¿cómo la criatura puede adorar de manera
adecuada a su creador a parte de la revelación? La respuesta es que no puede.

También está la razón del porqué no debería. El hombre no es solamente una criatura,
también es un pecador. Eclesiastés 9:3 tiene una baja opinión de la inventiva humana: «...que
el corazón de los hijos del hombre está lleno de mal, que la locura está en su corazón
mientras dura su vida, y que después descienden al lugar de los muertos». Si nuestros
corazones son depravados, luego, ¿cómo podremos decidir adorar correctamente a Dios
por nosotros mismos? La respuesta es que no podemos y el resultado es la idolatría.
Considera como el Señor advierte a su pueblo en Deuteronomio 4:15-18:

Por tanto, tengan mucho cuidado de ustedes mismos, pues ninguna imagen vieron el día
que el SEÑOR les habló en Horeb de en medio del fuego. No sea que se corrompan y se
hagan imágenes, o semejanza de cualquier gura, sea en forma de hombre o de mujer, ni
en forma de cualquier animal que esté en la tierra, ni en forma de cualquier ave alada que
vuele en los cielos, ni en forma de cualquier animal que se desplace sobre la tierra, ni en
forma de cualquier pez que haya en las aguas debajo de la tierra.

Y, no obstante, este fue el camino que Israel eligió. Sea que involucre becerros de oro (Ex.
32:4; 1 R. 12:28) o una serpiente de bronce (2 R. 18:4), el pueblo de Dios actuó corruptamente
al adorar a Dios según su imaginación en vez de hacerlo según Su palabra. Y al hacerlo no
fueron mejores que los paganos, confundiendo al Creador con sus criaturas (Ro. 1:21-23).

Entonces, como criatura y como pecador, el hombre está discapacitado cuando viene a
adorar a Dios. El Señor, sin embargo, no deja estos asuntos a la suerte. En Deuteronomio
12:32, declara: «Tendrán cuidado de hacer todo lo que yo les mando; no añadirán a ello, ni
quitarán de ello». Al decir «todo» incluye la adoración. El versículo 31 especí camente
condena las prácticas cultuales de las naciones cananeas que Israel estaba por invadir y
desposeer.

Alguien se podría preguntar si esta rigidez continua en el Nuevo Testamento donde los
creyentes están bajo el nuevo (y más glorioso) pacto. Lo estamos, pero seguimos adorando
al mismo Dios santo. Como dice el autor a los Hebreos: «Así que, habiendo recibido un reino
que no puede ser sacudido, retengamos la gracia y, mediante ella sirvamos a Dios
agradándole con temor y reverencia. Porque nuestro Dios es fuego consumidor» (He.
12:28-29). Dios era fuego consumidor en el Antiguo Testamento. El contexto de Hebreos 12

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sugiere el Monte Sinaí, pero hay otro lugar donde Dios literalmente fue fuego consumidor.
En Levítico 10:1-4, los sacerdotes Nadab y Abihú ofrecieron fuego no autorizado delante del
Señor. Ellos no adoraron a Dios como Él lo había ordenado y la consecuencia fue la muerte
de los sacerdotes; fuego salió de delante del Señor y los consumió. Aunque se trata de un
juicio extraordinario, sigue demostrando la seriedad del culto.

Decir que el principio regulador está presente desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo
Testamento, no signi ca a rmar que no exista ninguna discontinuidad. Es también
importante reconocer las diferencias en la adoración introducidas con la venida de Cristo.
Como parte de su enseñanza histórica acerca de la adoración, Jesús le declaró a la mujer
samaritana:

Jesús le dijo:
—Créeme, mujer, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al
Padre. Ustedes adoran lo que no saben; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la
salvación procede de los judíos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a
tales que lo adoren. Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, lo adoren en
espíritu y en verdad.

Esta breve historia revela dos cosas. Primero, revela que los Samaritanos no adoraban a Dios
de manera apropiada. Ellos rehusaban seguir Su palabra que es la verdad (Jn. 17:17).
Segundo, es demostrado que Israel adoraba de manera adecuada, pero no adecuada en su
nalidad. Su templo de adoración encontró su cumplimiento en la persona y obra de
Jesucristo. Aquí «espíritu» es igual a cumplimiento.

¿Qué signi ca esto para nosotros? Signi ca que nuestra adoración debe ser sensible a los
tiempos bíblicos. El Espíritu describe el movimiento desde los tipos y sombras del Antiguo
Testamento hacia el Nuevo Testamento del cumplimiento en Cristo. Pablo advierte: «Por
tanto, nadie los juzgue en asuntos de comida o de bebida, o respecto a días de esta, lunas
nuevas o sábados. Todo ello es solo una sombra de lo porvenir, pero la realidad pertenece a
Cristo» (Cl. 2:16-17). Calendarios litúrgicos, ritual elaborado y énfasis en lugares sagrados
revelan tendencias del Antiguo Pacto. Por otro lado, la adoración del nuevo pacto enfatiza el
cumplimiento de los tipos y sombras.

El principio regulador también cumple otra función: protege la libertad de consciencia del
cristiano. Ya que Dios es el Señor de la conciencia, los cristianos están limitados a adorar a
Dios sólo en conformidad a Su palabra (CFW XX.2). Algunas iglesias introducen prácticas en
un intento de mejorar el culto al Señor. En los días de Pablo, esto tomó la forma de las
ceremonias del Antiguo Testamento y duros ejercicios de auto-negación. Aunque eran
prácticas bien intencionadas, el apóstol se re rió a ellas como «religiosidad» (Cl. 2:23). Hoy
formas de adoración no bíblicas son introducidas con las mejores intenciones. Los cristianos

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tienen el derecho de oponerse a tales prácticas apelando a las exigencias de la Escritura
sobre las doctrinas de los hombres.

¿Qué es lo que la Escritura exige? Exige elementos, cosas que deben ser realizadas en la
adoración. Estos incluyen la lectura pública de las Escrituras (Ne. 8:1-8; 1 Ti. 4:13), la
predicación (1 Ti. 4:13; 2 Ti. 4:2), los sacramentos del bautismo (Hch. 2:41; 1 Co. 1:17) y la Cena
del Señor (Hch. 2:42; 20:7; 1 Co. 11:20), oraciones públicas (Hch. 2:42; 1 Ti. 2:1-3), cantos
congregacionales (Ef. 5:19; Cl. 3:16), ofrendas (Sl. 96:8; 1 Co. 16:1-2), y votos ocasionales (Ro.
10:9-13; 1 Ti. 6:12).

Notemos que estas son categorías generales. Estos elementos pueden ser expresados en
una variedad de medios, lo que llamamos formas. Por ejemplo, la lectura pública de las
Escrituras involucra la opción de traducción. El bautismo puede ser expresado por medio de
la efusión, la aspersión o la inmersión dentro del agua. La Cena del Señor involucra usar pan
con o sin levadura y vino tinto o jugo de uvas. El canto congregacional puede incluir el uso
de himnarios o pantallas que contengan las letras de salmos, himnos o cánticos. Mientras
que la Biblia nos da cierta amplitud, no debemos pensar que cada forma es igualmente
apropiada. Las formas que escogemos pueden decir mucho acerca de las doctrinas que
creemos.

Existen también situaciones y factores que facilitan la adoración. Según la CFW I.6, estas
circunstancias «que deben arreglarse conforme a la luz de la naturaleza y de la prudencia
cristiana, pero guardando siempre las reglas generales de la Palabra que han de observarse
siempre». Esto puede incluir el tiempo y el lugar de adoración, el uso de dispositivos de
ampli cación y el acompañamiento musical con instrumentos. Ellos requieren el ejercicio de
la sabiduría bíblica.

El Principio Dialogal
¿Cómo todos estos elementos se reúnen? ¿Es simplemente un asunto de gusto personal?
Estas preguntas pueden ser respondidas introduciendo otro principio. Es un principio sutil,
uno que es sensible a la naturaleza de pacto de la adoración. Lo llamamos el principio
dialogal del culto porque resalta la conversación bíblica entre Dios hablando y su pueblo
respondiendo.

En el Antiguo Testamento, este patrón fue expresado en la dedicación del Templo (2 Cr. 5-7).
Aquí la adoración se mueve desde el llamado a la adoración (5:2-5) a la ofrenda por el
pecado que permite la entrada en la presencia de Dios (5:6-10). Luego, el servicio continúa
con un himno de alabanza (5:11-14), una oración de dedicación (6:12-42), la aceptación de
Dios del sacri cio y el llenado del Templo con su gloria (7:1-2) y adoración congregacional y
acción de gracias (7:3).

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Mientras algunos pueden notar que 2 Crónicas 5-7 es un ejemplo no repetible en la historia
de la redención, un patrón similar es encontrado en el Nuevo Testamento. Encontramos un
eco de 2 Crónicas en la adoración celestial de Apocalipsis 4-5. Aquí, la asamblea
participante (4:1-7) y el canto de un himno (4:8-11). Adoración, sin embargo, no puede
continuar sin sacri cio (5:1-5), por lo que una ofrenda por el pecado es hecha (5:6). Esto, no
es una ofrenda ordinaria, sino el Cordero que fue muerto – ¡el cumplimiento de todos los
sacri cios del Antiguo Testamento! ¿Cómo responden los presentes? Ellos cantan otro
himno (5:9-10).

Esto es importante porque Apocalipsis capítulo 4 y 5 sirven como un patrón para nuestra
adoración. Hebreos 12:18-28 contrasta la reunión en el Sinaí (otro encuentro dialogal entre
Dios y su pueblo) con la asistencia al culto corporativo. Los versículos 18-21 evocan el terror
del primer encuentro, mientras que los versículos 22-28 presentan el gozo (y la solemnidad)
natural del antiguo. Es digno notar que ambas reuniones tienen componentes celestiales. El
escritor de Hebreos nos informa que cuando nos reunimos para el culto corporativo,
venimos «al monte Sión y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial». Nuestra
venida no es en un sentido físico, pero estamos reunidos espiritualmente con «la reunión de
miríadas de ángeles, la asamblea de los primogénitos que están inscritos en los cielos, con
Dios el juez de todos, con los espíritus de los justos ya hechos perfectos». De hecho, por el
poder del Espíritu Santo entramos en la presencia de Dios el Padre por medio de Jesús «el
mediador de un nuevo pacto».

Esto nos debería llevar a re exionar en nuestra actitud hacia el culto corporativo. No es
meramente una reunión para sentirse bien que toma lugar en un espacio especí co. Al
contrario, ¡es un encuentro entre el cielo y la tierra! No es solamente una reunión de la
iglesia militante, luchando con el mundo, la carne y el diablo, sino que incluye a la iglesia
triunfante que ha vencido tales fuerzas malignas y está sentada en los lugares celestiales.
También habla acerca de la naturaleza de nuestro Dios, quien no solamente nos salvó, sino
que también está presente con nosotros en el culto corporativo. Si la adoración bíblica sigue
el patrón del diálogo, entonces nuestro culto también debe re ejar este principio.

Preguntas para revisión y discusión:

1. ¿Qué es la santa tradición y cómo ella afecta nuestra adoración?


2. ¿Qué es el principio normativo del culto?
3. ¿Qué es el principio regulador del culto? ¿Cuáles son algunas de las razones de este
principio?
4. ¿Qué son los elementos de la adoración bíblica?
5. ¿Qué son algunas formas de estos elementos?
6. ¿Qué son algunas circunstancias en el culto?
7. ¿Qué es el principio dialogal de adoración? Dé algunos ejemplos tanto del Antiguo como
del Nuevo Testamentos.

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PARTE 3
LOS MEDIOS
DE GRACI

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INTRODUCCIÓN
El Cristianismo no es una colección de individuos, sino la religión de una comunidad. El
nombre de esa comunidad es la Iglesia de Jesucristo. La Biblia expresa esta noción en
variadas formas que describen a la Iglesia. Es descrita como la «familia de Dios» (Ef. 2:19),
«nación santa» (1 P. 2:9), el «Israel de Dios» (Gl. 6:16), y la forma visible del «reino de
Dios» (Mt. 16:18-19; Ap. 1:4-6).

Si estos títulos enfatizan la importancia de la Iglesia como comunidad, luego deberíamos


esperar recibir la bendición de Dios cuando nos reunimos como su pueblo. Dios bendice a
su pueblo cada día en sus vidas, pero él los bendice de una forma única a través de los
medios que están únicamente a disposición de Su Iglesia. Estos medios son llamados
medios de gracia.

¿Por qué Dios obra a través de medios? ¿No puede realizar todas las cosas por sí mismo? Él
puede. Después de todo, Él creó el universo de la nada. Aún así, él escoge usar medios. Así
como él proporciona sanidad por medio de un médico, de manera ordinaria, provee los
bene cios de la salvación a través de medios de gracia: la Palabra, los sacramentos y la
oración.

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CAPÍTULO 12
LA PREDICACIÓN Y LOS
SA CR AM EN TO
LOS PRINCIPALES MEDIOS
La Predicación
Nosotros ya hemos aprendido que la fe proviene del Señor (Ef. 2:8). Pero al nal de Romanos
10, Pablo explica la manera como se recibe esta fe:

¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien
no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán sin que sean
enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio
de las cosas buenas! Pero no todos obedecieron el evangelio, porque Isaías dice: Señor,
¿quién ha creído a nuestro mensaje? Por esto, la fe es por el oír, y el oír por la palabra de
Cristo.
Romanos 10:14-17

Aquí Pablo presenta una serie de preguntas retóricas. Comienza estableciendo lo obvio, es
decir, que el llamado de Dios a la salvación requiere creer en el evangelio de salvación. Sin
embargo, no se detiene allí. Él sigue adelante para mostrar que creer en el evangelio se
origina en el oír el evangelio. ¿Pero es realmente necesario oír? Después de todo, Pablo
estaba escribiendo a una cultura oral del siglo I. Y, además, ¡el canon aún no estaba cerrado!
Hoy en día, hay su cientes Biblias disponibles para que las personas puedan creer al leer el
evangelio por sí mismas. Pero notemos que Pablo no vincula el oír con el leer. Él vincula el
oír con la predicación. Y tiene un tipo especí co de predicador en mente: Aquellos que han
sido enviados. No es su ciente tener la habilidad o la convicción para predicar; también se
debe tener la autoridad para predicar. Tal predicador no se escoge a sí mismo, al contrario,
debe haber sido escogido o enviado por Dios por medio de la Iglesia. Pablo fue
comisionado para ser un apóstol por el Cristo resucitado (Hch. 26:12-18), pero su discípulo
Timoteo fue ordenado por el Presbiterio para ser un evangelista (2 Ti. 4:5, 14). Al nal, todas
estas preguntas retóricas llevan a Pablo a una conclusión inevitable: la fe ordinariamente
viene a través de la predicación del evangelio. Por tanto, la predicación es el principal medio
de gracia para generar fe en el corazón de una persona y para fortalecerla en la fe (Ro.
16:25).

¿Qué es la predicación? Es una pregunta importante para Iglesias que consideran ofrecer
este medio de gracia a sus miembros. Es una pregunta que envuelve varios aspectos, pero
una sola respuesta. La predicación envuelve exposición pública, pero es más que simple
retórica. La predicación incluye la comunicación de hechos, pero es más que un discurso.

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La predicación se ocupa del cambio de actitudes, pero no es una charla motivacional. La
predicación envuelve todos estos aspectos, pero es más que la suma total de ellos.

Entonces, ¿qué es la predicación? Predicación es proclamación. Es anunciar a Cristo y todos


sus bene cios. Es una súplica urgente hacia los pecadores para que entiendan su
naturaleza, reciban el regalo de Dios de salvación y sean transformados por ese regalo. Para
aquel que predica (kerusso) es el heraldo (kerux): dos palabras griegas que están
relacionadas. Los heraldos proclaman mensajes reales. Romanos 10:15 se re ere a Isaías
52:7, un largo pasaje que se re ere a esta actividad: «Cuán bellos son sobre las montañas
los pies de los que traen buenas nuevas, los que anuncian la paz, los que traen buenas
nueva de gozo, los que publican la salvación, que dicen a Sión, “tu Dios reina”». Los
heraldos/predicadores necesitan proclamar el mensaje real desde la Biblia, explicando el
mensaje del Rey y aplicándolo a sus súbditos.

No todos aprecian esta comprensión de la predicación. Muchos quieren que el mensaje sea
correspondiente a otros mensajes que están acostumbrados a oír. Ellos quieren que la
predicación sea «relevante» de la forma como la cultura de ne relevancia. Pablo también
luchó con las malas comprensiones de su época. En su primera carta a los Corintios,
contrasta el tipo de predicación que el mundo desea con el tipo de predicación que Dios
exige:

Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos
a Cristo cruci cado: para los judíos tropezadero y para los gentiles locura. Pero para los
llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios.
Porque lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que
los hombres.
1 Corintios 1:22-25

Aquí, el apóstol divide el mundo en dos campos. A un lado, estaban los judíos, el pueblo al
que pertenecía Pablo, quienes esperaban que la predicación incluyera señales milagrosas y
una esperanza mundana de restauración del reino bajo el dominio del descendiente de
David. Al otro lado, estaban los gentiles del mundo greco-romano. Este grupo estaban
intoxicados con la sabiduría de su cultura que era extraña a la revelación bíblica. La cruz era
una piedra de tropiezo para ambos grupos. Signi caba ofensa para los judíos y locura para
los griegos.

Hoy en día los bandos tienen jugadores diferentes, pero motivos similares. Algunos ven la
religión en términos de victoria sobre sus enemigos políticos/culturales mientras que otros
encuentran que es irrelevante para sus preocupaciones diarias. La palabra de Dios, aunque
parezca débil y locura, sigue siendo el poder de Dios y la sabiduría de Dios. Los heraldos/
predicadores de Cristo continúan siendo el principal canal para el mundo moderno.

Los Sacramentos

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La predicación no es el único medio de gracia. Dios ha provisto ayudas visibles llamadas


sacramentos. Algunos cristianos han abandonado este término porque les recuerda algo
mágico y supersticioso. La palabra, sin embargo, viene del Latín que tradujo un término
griego del Nuevo Testamento: misterio. Pablo, hablando como ministro de la palabra,
escribió: «Que todo hombre nos considere como servidores de Cristo y mayordomos de los
misterios de Dios» (1 Co. 4:1). Aquí el misterio ciertamente involucra la administración del
evangelio. Aunque Pablo escribió de misterios en plural, esto puede incluir el evangelio en
todas sus formas, audible o visual.

El Catecismo Menor (p. 92) de ne un sacramento como: «Un sacramento es una práctica
sagrada instituida por Cristo; la cual, por medio de signos sensibles, representa a Cristo y a
los bene cios de la nueva alianza, y los con rma y aplica a los creyentes». Primero, se dice
que los sacramentos son una práctica sagrada. Esto signi ca que han sido separados de su
uso común para el uso especial determinado por Dios. Segundo, han sido instituidos por
Cristo. Mientras se puede decir que Cristo como la Palabra viva de Dios instituyó muchos
sacramentos en el Antiguo Testamento (e.g. circuncisión, el sistema sacri cial), él ha
instituido especí camente dos sacramentos en el Nuevo Testamento. Estos son el bautismo
y la Cena del Señor, que serán los asuntos que trataremos en los siguientes capítulos.

El Catecismo Menor llama a los sacramentos como «signos sensibles», no porque hagan
sentido, sino porque ellos son sensitivos. Dios no solo proveyó el evangelio por medio de la
predicación audible de su Palabra, sino que también por medio de otros medios sensitivos.
Él provee no solo para nuestra pecaminosidad, sino también para nuestra condición de
criaturas. Tales medios pueden ser vistos, olidos, tocados y probados, de tal manera que en
todos los sentidos ellos nos recuerden los bene cios espirituales que hemos recibido.

Además de ser sensitivos, los sacramentos son llamados de señales. Una señal representa.
Son imágenes que describen realidades. En este sentido ellos apelan a nuestros ojos. Pero
los sacramentos son más que señales, ellos también son sellos. Ellos con rman las
realidades que representan. Ellos nos aseguran la gracia de Dios en nosotros. Pablo nos
recuerda que «[Abraham] recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe
que tenía estando aún incircunciso para que fuera padre de todos los creyentes no
circuncidados» (Ro. 4:11).

Como señales y sellos, los sacramentos funcionan como medios de gracia. Esto es lo que el
Catecismo Menor quiere decir con la expresión «aplica». Hay una conexión espiritual entre
la forma que el sacramento toma y la realidad por detrás de él. Esto es llamado unión
sacramental. ¿Cuán cercana es la conexión entre el signo y la realidad? Esto será discutido
más adelante en nuestro estudio.

Finalmente, los sacramentos son para los creyentes. Para recibirlos se requiere de fe. El
Catecismo Menor (p. 91) explica por qué esto es importante:

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Los sacramentos vienen a ser medios e caces de salvación, no porque haya alguna virtud en
ellos, o en aquel que los administra; sino solamente por la bendición de Cristo, y la operación
de su Espíritu en aquellos que los reciben con fe.

Sin fe, el agua del bautismo solo remueve la suciedad del cuerpo (1 P. 3:21). Sin creer, el pan
y el vino de la comunión sólo ofrecen comida y bebida para la boca. Pero cuando estos
signos sensibles y estos sellos son recibidos por fe, vienen a conectarnos con las realidades
espirituales. Sólo entonces los sacramentos vienen a ser e caces medios de salvación.

Preguntas para revisión y discusión:

1. ¿Cómo llegan las persona ordinariamente a la salvación? ¿Cómo esto es explicado en


Romanos 10?
2. ¿Qué son algunas cosas que las personas toman equivocadamente como predicación?
3. ¿Qué cosa describe mejor a la predicación? Consecuentemente, ¿cuál es la función del
predicador?
4. ¿Cuáles son algunas de las preferencia mundanas para la predicación? ¿Cuál es la
repuesta de Pablo?
5. ¿Cuál es la diferencia entre signo y sello?
6. ¿Qué es la unión sacramental?
7. ¿Cómo los sacramentos vienen a ser e caces medios de salvación?

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CAPÍTULO 13
EL BA UT ISM
LA ENTRADA POR GRACI
A pesar de que algunas personas puedan creer que es complicada la comprensión
presbiteriana sobre el bautismo, en realidad, ella está fundamentada en la historia más
amplia de aquello que Dios está haciendo en el mundo por medio de su pueblo. La señal
del bautismo está enraizada en el propósito inmutable de Dios.

Desde el principio Dios ha redimido un pueblo para su posesión y gloria. A todos los que
Dios llama, desde el principio, les ha enfatizado de forma especial la relación de ellos como
creyentes profesos y sus familias. Así, la historia de la redención comenzó con Adán y su
familia, con Caín y Abel y sus familias y, especialmente, con Abraham y su familia.

Dios hizo un pacto con Abraham y prometió «yo seré tu Dios, y el Dios de tus
descendientes» (Gn. 17:7). Para sellar esa promesa, Dios le dio a Abraham una señal: la
circuncisión, que debía ser aplicada a Abraham y a todos los hombres de su casa. Esa señal
era una promesa, un identi cador comunitario que siempre les acompañaría como un
recuerdo de que Dios prometió ser el Dios de ellos. La circuncisión servía como rito de
iniciación en el cuerpo de aquellos que profesaban ser parte del pueblo de Dios. El
contenido de la promesa hecha por Dios a Abraham de ser «tu Dios, y el Dios de tus
descendientes» permaneció igual en todo el Antiguo Testamento. Cada padre debía instruir
a su familia acerca del signi cado de la circuncisión: la necesidad de tener un corazón
circuncidado por Dios, la necesidad de abrazar las promesas del pacto por la fe en el futuro
Redentor de los escogidos de Dios y de arrepentirse de los pecados (Dt. 10:16; 30:6).

En el Nuevo Testamento, Pedro deja claro que el contenido de la promesa de Dios no


cambió, Dios promete ser el Dios de los creyentes y de sus familias (Hch. 2:38-39). Lo que
cambió fue la forma y los objetos de la promesa de Dios: en el AT, la circuncisión era
aplicada a todos los hombres de la familia; en el NT, el bautismo fue aplicado a todos los
que profesaban la fe en el Redentor y a sus familias. Por ejemplo, en Hechos 16, Lidia y el
carcelero de Filipos, ambos jefes de familia, creyeron en Jesús y sus familias fueron
bautizadas. La razón del haber sido así es clara. La «lógica de pacto» del AT aún funciona en
el NT. Los hijos de los creyentes del NT son separados (santos) a los ojos de Dios, porque
los padres (jefes de familia) profesan la fe en Cristo (1 Co. 7:14). Por eso, es correcto aplicar a
los hijos de creyentes el bautismo, porque es el signo de que pertenecen al pueblo visible
de Dios. Ese signo sella la promesa de Dios a nuestros hijos, recordándoles de que están
separados del mundo y que pertenecen a Dios. Los presbiterianos confesamos que:

El Bautismo es un sacramento del Nuevo Testamento, instituido por Jesucristo, no para admitir
solemnemente en la iglesia visible a la persona bautizada, sino también para que sea para ella

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una señal y un sello del pacto de gracia, de su injerto en Cristo, de su regeneración, de la


remisión de sus pecados, y de su rendición a Dios por Jesucristo, para andar en novedad de
vida. Este sacramento, por institución propia de Cristo debe continuarse en su Iglesia hasta el
n del mundo (CFW XVIII, 1).

Además:

«No sólo han de ser bautizados los que de hecho profesan fe en Cristo y obediencia a él, sino
también los niños hijos de uno o de ambos padres creyentes» (CFW XVIII, 3).

Finalmente:

«El sacramento del bautismo ha de administrarse una sola vez a cada persona» (CFW XVIII, 7).

El modo del bautismo


Como estamos considerando el asunto del bautismo, también es necesario decir algunas
palabras sobre la forma de administrarlo.

Decimos de partida que el simple hecho que la Biblia apoye el bautismo de niños hijos de
creyentes, ya es un argumento bastante interesante a favor de la efusión o aspersión. La
idea de sumergir a un recién nacido dentro de un río no es muy aceptable a primera vista.
La circuncisión era una señal de puri cación. Una de las razones por las que se cortaba el
prepucio de los varones era por cuestiones higiénicas.

En la Biblia, ser incircunciso es equivalente a ser impuro o inmundo. El bautismo, que es el


signo que marca la entrada en la Iglesia cristiana, también tiene un signi cado de
puri cación, pues el agua derramada nos habla de puri cación.

La Biblia nos habla de dos tipos de bautismo. El bautismo con agua y el bautismo con el
Espíritu. Es natural que ambos tengan similitudes. El Nuevo Testamento dice que el Espíritu
descendió sobre las personas en Pentecostés (Hch. 2:1-4). El Antiguo Testamento conecta el
derramamiento del Espíritu con un derramamiento de agua: «Entonces esparciré sobre
ustedes agua pura y serán puri cados de todas sus impurezas. Los puri caré de todos sus
ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Quitaré de
su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré mi Espíritu dentro de
ustedes y haré que anden según mis leyes, que guarden mis decretos y que los pongan por
obra» (Ez. 36:25-27). Por lo tanto, en la Biblia, bautismo es derramamiento. ¿Si el Espíritu es
derramado sobre los creyentes, por qué el agua no podría derramarse también?

En el Antiguo Testamento las ceremonias de puri cación con agua eran por aspersión. En
Números 8:7 dice: «Así harás con ellos para puri carlos: Rocía sobre ellos el agua para la
puri cación; luego haz que pasen la navaja sobre todo su cuerpo y que laven sus vestiduras.

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Así serán puri cados». Existen descripciones minuciosas sobre cómo debía ser la ceremonia
de puri cación: «Una persona que esté pura tomará hisopo y lo mojará en el agua. Luego
rociará la tienda, todos los utensilios, a las personas presentes, y al que tocó un hueso, uno
que ha sido matado, un cadáver o una tumba» (Nm. 19:18). Cuando Juan el Bautista
comenzó a bautizar en el Jordán, llamó la atención de los estudiosos del Antiguo
Testamento. Las multitudes se dirigían al Jordán para ser bautizadas e incluso los religiosos
se sometían al bautismo de Juan. El propio Jesús fue bautizado. Mateo relata: «Y cuando
Jesús fue bautizado, en seguida subió del agua, y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio
al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venía sobre él» (Mt. 3:16). Ese versículo ha
dado pié para bastantes discusiones sobre la forma del bautismo al que Jesús se sometió.
Para nuestros hermanos defensores de la inmersión, no hay dudas de que Jesús fue
sumergido. Pero para sorpresa de muchos, el pasaje no dice nada sobre inmersión. El
argumento basado en la expresión «subió del agua» no agrega nada, porque una persona
puede salir del agua sin que haya estado, necesariamente, completamente sumergido en
ella. Bastaría tener los pies dentro del agua y ya la frase es válida. De igual modo, el
argumento de que la palabra bautismo signi ca «sumergir», no es determinante, porque
muchos léxicos nos indican que éste término también puede signi car «aspersión» (p. ej. Mr.
7:4; Lc. 11:38).

Sin embargo, lo que más impresiona en el bautismo de Juan es la decisión de los fariseos
de someterse a su bautismo (Mt. 3:7). Recordemos que se trataba de conocedores y
seguidores estrictos de la ley de Dios. Y todos los ritos de puri cación en el AT eran por
aspersión. Si ellos no cuestionaron el modo de bautismo administrado por Juan, ¿no será
que era por efusión o aspersión en vez de por inmersión?

Existen otros casos en que queda aún más evidente nuestro argumento. En Hechos 2 cerca
de 3.000 personas se convirtieron y fueron bautizados en Jerusalén (Hch. 2:41). Sería un
trabajo muy complicado bautizar por inmersión a esa gran cantidad de personas en un lugar
donde no existen ríos. Es bastante probable que los apóstoles administraran el bautismo por
aspersión o por efusión.

Otro caso es el bautismo de Pablo. Este se realizó dentro de una casa en Damasco (Hch.
9:18). Existe una clara alusión a que fue bautizado de pié. Otro caso es el del carcelero de
Filipos (Hch. 16). Este hombre se convirtió y fue bautizado junto con toda su familia durante
la noche (probablemente dentro de la prisión donde tampoco habían ríos).

Pedro compara el bautismo con la experiencia del diluvio (1 P. 3:20-21). Esas personas bajo
ninguna hipótesis fueron sumergidas. Y Pablo compara la experiencia de los israelitas en el
desierto cuando «fueron bautizados en la nube y en el mar» (1 Co. 10:2). La nube era la
presencia de Dios que guiaba y seguía a los hijos de Israel (Ex. 33:8-11), y el mar, era el Mar
Rojo, que ellos atravesaron con sus pies en tierra seca. No existe referencia alguna en esos
pasajes a la inmersión.

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Otro pasaje usado por nuestros hermanos que de enden la inmersión es Hechos 8:26-39. El
texto dice: «Y mandó parar el carro. Felipe y el eunuco descendieron ambos al agua, y él le
bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. Y el eunuco no le
vio más, pues seguía su camino gozoso» (vs. 38-39). Este pasaje no dice explícitamente que
Felipe sumergió al eunuco. Dice que fue bautizado dentro del río. Las expresiones
«descendieron ambos al agua» y «subieron del agua» no exigen un sumergir
necesariamente. Signi ca que Felipe usó el agua del río para bautizar al eunuco.

Como presbiterianos confesamos que:

«No es necesaria la inmersión de la persona en el agua; sin embargo se administra


correctamente el bautismo por la aspersión o efusión del agua sobre la persona»
(CFW XXVIII, 3).

Preguntas para revisión y discusión:

1. ¿Cuál es la base en el Antiguo Testamento del bautismo?


2. ¿Qué cosas representa el bautismo?
3. ¿Por qué el bautismo es el sacramento de la iniciación?
4. ¿Quién debe recibir el bautismo?
5. ¿Cómo debe ser administrado el bautismo?

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CAPÍTULO 14
LA CENA DEL SEÑO
LA SOLEMNE NUTRICIÓN ESPIRITUA
La mayoría de las personas que frecuentan una iglesia saben lo que es la Santa Cena, a
pesar de que a veces se le llame con otros nombres tales como: «el partir el pan»,
«comunión», «eucaristía». El nombre «Cena del Señor» proviene de 1 Corintios 11:20 y la
esencia de este sacramento es común a todos los cristianos:

La Cena del Señor es un sacramento por el cual, dando y recibiendo pan y vino según la
ordenanza de Cristo, se simboliza su muerte; y aquellos que dignamente lo reciben, no son
hechos de una manera corporal y carnal, sino por la fe, partícipes de su cuerpo y sangre, como
también de todos los bene cios consiguientes, lo cuál conduce a su nutrimiento espiritual y a
su crecimiento en la gracia (Catecismo Menor, P. 96).

Por lo general, la Cena involucra la administración de ella por parte de ministros ordenados,
a los cuales Cristo determinó que:

Cristo mandó que los ministros de la palabra, en la administración del sacramento de la Cena
del Señor, apartasen del uso común el pan y el vino por medio de las palabras de la institución,
acción de gracias y oración; tomando y rompiendo el pan, y dando a los comulgantes tanto el
pan como el vino. Los que los reciben, por la misma ordenanza toman y comen el pan y beben
el vino, recordando con gratitud que el cuerpo de Cristo fue partido y dado por ellos, así como
la sangre derramada para su bien (CM P. 169).

La CFW describe la Cena como un «sagrado misterio» (CFW XXIX, 8), ya que su e cacia es
difícil de entender:

Aunque los ignorantes y malvados reciban los elementos exteriores en este sacramento, con
todo, no reciben lo signi cado por ellos, sino que por acercarse indignamente son culpados del
cuerpo y de la sangre del Señor para su propia condenación. Entonces, todas las personas
ignorantes e impías como no son aptas para gozar de comunión con él, tampoco son dignas
de acercarse a la mesa del Señor, y mientras permanezcan en ese estado, no pueden, sin
cometer un gran pecado contra Cristo, participar de estos sagrados misterios, ni ser admitidos
a ellos (CFW XXIX, 8).

La participación indigna
Cuando abordamos el asunto de la Cena del Señor surge una pregunta importante: ¿Quién
debe y puede participar de la Cena? En 1 Corintios 11, Pablo establece los requisitos. El
apóstol dice que la Cena puede ser una reunión no para lo mejor, sino para lo peor según el

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comportamiento de las personas (1 Co. 11:7). En el caso de los corintios, las divisiones
internas los estaban llevando a una participación hipócrita de la Cena, por lo que ella se
tornaba una maldición (1 Co. 11:18). Tal era la irregularidad de la situación que Pablo escribe
que aquella ceremonia no podía ser llamada de Cena del Señor (1 Co. 11:20). Las
exageraciones eran claras en el momento de la ceremonia, cuando algunos comían en
exceso y otros se embriagaban (1 Co. 11:21). Acto seguido, Pablo restablece los elementos
fundamentales de la Cena. Él dice: «Porque yo recibí del Señor la enseñanza que también
les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan; y
habiendo dado gracias, lo partió y dijo: “Tomen, coman. Esto es mi cuerpo que por ustedes
es partido. Hagan esto en memoria de mí”. Asimismo, tomó también la copa después de
haber cenado, y dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre. Hagan esto todas las veces
que la beban en memoria de mí» (1 Co. 11:23-25). Por causa de la seriedad de la institución,
habiendo sido el propio Señor Jesucristo quien la instituyó, y por el signi cado de la
ceremonia, Pablo argumenta que: «De modo que cualquiera que coma este pan y beba
esta copa del Señor de manera indigna, será culpable del cuerpo y de la sangre del
Señor» (1 Co. 11:27). Por causa de eso, todos debían hacer un autoexamen antes de participar
de la Cena (1 Co. 11:28). No realizar ese autoexamen implicaría estar sujeto al juicio de Dios (1
Co. 11:29). Ese es el signi cado de la expresión «no discerniendo el cuerpo». La persona que
participa de la Cena debe entender su situación pecaminosa y la necesidad absoluta del
sacri cio de Jesús para su salvación, cosa que está simbolizada en los elementos de la
Cena. Participar de la Cena sin esos requisitos, es arriesgarse a caer en enfermedad y
muerte (1 Co. 11:30). Eso claramente excluye de la Cena a los incrédulos y a todos los que no
están sinceramente arrepentidos de sus faltas.

Partiendo de esa enseñanza de Pablo, la participación de los niños en la Cena también no


se justi ca. Debe ser entendido que en este pasaje, Pablo no está tratando el tema de los
niños, está hablando de los abusos que existían en la iglesia de Corinto. Sin embargo, si
a rma que es necesario el discernimiento, entonces, ese principio debe aplicarse a todos. Si
alguien argumenta que, siguiendo ese pensamiento tampoco podríamos bautizar a los
niños hijos de creyentes, respondemos que tenemos que recordar que para el bautismo no
hay exigencia de discernimiento. El niño sólo puede participar de la Cena a partir del
momento en que es capaz de hacer un autoanálisis y de entender la importancia del
sacri cio de Cristo. Además, podrá participar cuando comprenda la diferencia que existe
entre el pan y el vino usados en el día a día, y el pan y el vino utilizados en la Cena (debe
entender que en la Cena esos elementos simbolizan al cuerpo y la sangre de Jesús). El
argumento de que los niños participaban de la Pascua no permite que automáticamente
participen de la Cena. Para participar de la Pascua, no había exigencia de que ellas
entendiesen plenamente el signi cado de ella, como lo es en el caso de la Cena. Como
presbiterianos confesamos que:

Se requiere de aquellos que reciben el sacramento de la Cena del Señor, que, durante el
tiempo de la administración de él, con toda atención y santa reverencia esperen en Dios en
esta ordenanza, observando diligentemente las acciones y elementos sacramentales,

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discerniendo cuidadosamente el cuerpo del Señor, y meditando con ternura en su muerte y
sufrimientos, y se sientan estimulados al ejercicio vigoroso de sus gracias; en juzgarse a sí
mismos y entristecerse por su pecado, en tener una hambre y sed ardiente de Cristo,
alimentándose de él por la fe, recibiendo de su plenitud, con ando en sus méritos,
regocijándose en su amor, dando gracias por su favor, renovando su pacto con Dios y su amor
para todos los santos (Catecismo Mayor, P. 174).

Preguntas para revisión y discusión:

1. ¿Qué es la Cena del Señor?


2. ¿Cómo debemos tomar las palabras de Cristo en su institución, de manera literal o
gurativa?
3. ¿Quiénes pueden administrar legítimamente este Sacramento?
4. ¿Qué es la participación indigna?
5. ¿Qué debemos entender por “discernir el cuerpo”?

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CAPÍTULO 15
LA ORACIÓ
UNA CONVERSACIÓN DIARI
La oración no es la Palabra de Dios o los sacramentos. La oración es nuestra palabra,
nuestro hablar con Dios. Sin embargo, la oración es un medio de gracia. Es al mismo tiempo
un medio corporativo y privado de comunión con Dios.

La oración involucra presentar nuestros deseos delante de Dios. Jesús prometió a sus
discípulos: «De cierto, de cierto les digo que todo cuanto pidan al Padre en mi nombre, él se
lo dará» (Jn. 16:23). ¿Esto signi ca que Dios nos dará todo lo que le pidamos? ¡Eso haría de
Dios un genio de la lámpara mágica! No, Dios nos concede los deseos que están en
armonía con su buena y perfecta voluntad. Según el apóstol Juan, «Y esta es la con anza
que tenemos delante de él: que si pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye» (1 Jn.
5:14). ¿Cómo podemos conocer su voluntad? Lee la Biblia.

Algunos pueden preguntar cómo la oración es un medio de gracia. Es verdad que Dios es
completamente soberano, pero algunas veces él condesciende para perfeccionar su
voluntad por medio de la oración. Esta es la expectativa del salmista que escribió: «Oh
SEÑOR, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré ante ti y esperaré» (Sl. 5:3).
Pablo concordó con esto cuando escribió a los Colosenses: «Perseveren siempre en la
oración, vigilando en ella con acción de gracias. A la vez, oren también por nosotros a n de
que el Señor nos abra una puerta para la palabra para comunicar el misterio de Cristo, por lo
cual estoy aún preso» (Cl. 4:2-3). Pablo sabía que sus esfuerzos misioneros podría ser
asistidos por la oración.

No obstante, algunas personas tienen miedo de orar. Ellos escuchan a otros orar de bella
manera y se cohíben. Dios, sin embargo, no se importa con la belleza de palabras sino con
la humildad de corazón. Jesús criticó a los judíos hipócritas por buscar ser reconocidos por
sus oraciones (Mt. 6:5) y a los gentiles por sus repeticiones vacías y sin sentido (Mt. 6:7).

Conociendo nuestra debilidad, Jesús le enseñó a sus discípulos una oración especial, un
modelo para las oraciones individuales. La llamamos la Oración del Señor. Dice Mateo
6:9-13, Padre nuestro que estás en los cielos: Santi cado sea tu nombre, venga tu reino, sea
hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros
deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. [Porque tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos. Amén].

La oración puede ser divida de la siguiente manera:

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1. Hacia quién es dirigida (Padre nuestro que estás en los cielos). Dios quiere que nos
dirijamos a él no con temor, sino con seguridad, tal como un hijo habla con su padre. Los
cristianos somos sus hijos adoptados, que podemos clamar «¡Abba Padre!» (Ro. 8:15).
Esto apunta no solo a nuestra relación, sino que también a la intimidad. Aunque Dios
está en los cielos, él es un Padre que siempre está cercano a nosotros. Notemos que la
oración comienza con «Padre nuestro» y no con «Padre mío». En las primeras reuniones
de la Iglesia, las «oraciones» eran un elemento vital junto con la enseñanza apostólica, la
comunión y el «partimiento del pan» (Santa Cena) conforme nos dice Lucas en Hechos
2:42. Después la Iglesia oró por valentía y recibió una respuesta positiva (Hch. 4:23-31).
Los hijos de Dios nunca deben perder de vista a la iglesia cuando oran al Padre.
2. Adoración (Santi cado sea tu nombre). Este es el n principal del hombre (Catecismo
Menor, p. 1). El pueblo de Dios debe exaltar al Señor antes de presentarle sus peticiones.
El nombre de Dios describe la totalidad de su Ser: «Oh SEÑOR, Dios nuestro, ¡cuán
grande es tu nombre en toda la tierra!» (Sl. 8:1). Esta primera petición no solo nos
recuerda la necesidad que tenemos de adorar a Dios, pero también nos mueve a hacer
Su nombre conocido por toda la tierra. En las palabras de uno de los salmistas: «Dios
tenga misericordia de nosotros y nos bendiga. Haga resplandecer su rostro sobre
nosotros; para que sea reconocido en la tierra tu camino y en todas las naciones tu
salvación. ¡Los pueblos te alaben, oh Dios! ¡Todos los pueblos te alaben!» (Sl. 67:1-3).
3. Expansión (Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la
tierra). Jesús dijo: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis
servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos. Ahora, pues, mi reino
no es de aquí» (Jn. 18:36). Es una realidad futura, aunque la Iglesia sea una manifestación
presente de esa realidad (Mt. 16:18-19). Es un oración por la segunda venida de
Jesucristo, cuando todo pecado será removido, toda lágrima se secará y el pueblo de
Dios entrará en la gloria (Ap. 21:4). Al mismo tiempo, es un ruego por la expansión del
evangelio y el crecimiento de la iglesia hasta que ese día glorioso llegue. En un nivel
básico, es una oración por contentamiento, sabiendo que la voluntad de Dios es mejor
que la nuestra.
4. Provisión (El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy). Esta petición se enfoca en nuestra
diaria dependencia de Dios. Mateo 6:31-33 nos muestra como esto sigue a la petición
previa: «Por tanto, no se afanen diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿Qué beberemos?’ o
‘¿Con qué nos cubriremos?’. Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero el Padre
de ustedes que está en los cielos sabe que tienen necesidad de todas estas cosas. Más
bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán
añadidas». En la oración del Señor, «estas cosas» son simbolizadas con la imagen del
pan, alimento básico para la mayoría de las personas del mundo. En el Antiguo
Testamento Agur hijo de Jaqué registra un sentimiento similar: «...y no me des pobreza ni
riqueza. Solo dame mi pan cotidiano» (Pr. 30:8). Esta es una oración por aquello que es
básico, en vez de aquello que es glorioso. Esto último vendrá después.
5. Confesión (Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores). Esta petición se enfoca en la necesidad del perdón. ¿Qué mayor
deuda puede tener un ser humano que su pecado? ¿Cómo podrá pagarla? No puede,

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pero el perdón es gratis. El apóstol Juan nos recuerda que «Si confesamos nuestros
pecados, él es el y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad»
(1 Jn. 1:9). Aquí, justicia y misericordia se juntan en la obra de Cristo. Su obediencia hizo
posible que Dios justamente perdonara nuestros pecados. Esto debería animar al pueblo
de Dios a perdonarse los unos a los otros, pues ellos han sido perdonados primero.
6. Protección (Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal). Mientras que la
confesión lleva al arrepentimiento, el cambio puede ser difícil. Esta petición se re ere a
nuestra lucha continua; la tentación del mundo, de la carne y de Satanás. Jesús entendió
nuestro aprieto cuando oró: «No ruego que los quites del mundo sino que los guardes
del maligno» (Jn. 17:15). Nótese que él no oró para que se nos retirara del mundo. La
razón de esto es que Dios usa las circunstancias en el mundo, de la carne, y de Satanás
para probar nuestra fe y para puri car más y más a su pueblo. La liberación nal tendrá
lugar cuando el Reino de Dios venga en su plenitud. Entonces, vendrán nuestros cielos y
nueva tierra (Ap. 21:1), el pueblo de Dios será glori cado (1 Co. 15:52) y el Demonio recibirá
su castigo (Ap. 20:10).
7. Doxología (Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos. Amén). Este
es un reconocimiento de la Supremacía de Dios sobre todas las cosas. En hecho de que
nada en el universo puede frustrar sus planes puede dar a su pueblo la más grande
seguridad.

Preguntas para revisión y discusión:

1. ¿Qué implica orar?


2. ¿Cómo la oración es un medio de gracia?
3. ¿Por qué algunas personas son reacias a orar?
4. Resume brevemente la Oración del Señor, explicando cómo debe ser entendida cada
parte de ella.

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ANEXO 1:
CONFESION DE FE DE
WESTMINSTER.
LA REFORMA EN ESCOCIA Y LA ASAMBLEA DE
WESTMINSTER
La reforma de la iglesia llegó a Escocia por medio de Patrick Hamilton. Él era amigo
personal de Lutero y de Melanchton, y de ellos aprendió las doctrinas reformadas. Fue
también el primer mártir de la Reforma en aquella tierra. Su célebre oración a la hora de su
muerte inspiró a otros a seguir el camino de Dios antes que rendirse ante la espada de los
inicuos. La historia nos cuenta que al morir, siguiendo el ejemplo apostólico, oró así: «¿Hasta
cuando, oh Señor, las tinieblas cubrirán este reino? ¿Hasta cuándo permitirás esta tiranía de
los hombres? Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Macrie 1840, 18). Pero como la Reforma era
una causa de Dios, el martirio de Hamilton sólo fue un incidente en la historia eclesiástica.
Dios mismo levantó al obispo George Wishart quien continuó con el impulso reformador
mediante la enseñanza y diseminación de la Palabra de Dios. Su acción originó también su
martirio.

A medida que transcurría el tiempo, sin embargo, muchos sacerdotes católicos romanos se
iban convirtiendo a Cristo, saliendo de la ignorancia y corrupción en las que, por siglos, los
había tenido la Iglesia católica romana. Juan Knox fue uno de los que se convirtió bajo la
predicación y testimonio de Wishart. Desde entonces, Juan Knox, guiado por los designios
divinos, fue aquel varón de Dios que, cual apóstol neotestamentario, recorrió toda la patria
escocesa predicando el Evangelio del Reino. Con su estilo de predicación antagónica, cual
profeta bíblico, llamó tanto a los poderes terrenales como a la gente común a obedecer y a
regir sus vidas conforme a las enseñanzas de la Biblia.

Debido a su constante predicación de la Palabra de Dios nacieron grandes grupos de


cristianos cuya fe estaba fundada en la Palabra de Dios, quienes a su vez constituyeron la
base para dar nacimiento a la Iglesia Presbiteriana de Escocia en 1560. Dicha iglesia elaboró
su propia confesión de fe denominada La confesión de fe de los escoceses, la cual fue
reconocida por el Parlamento escocés en el año 1657.

El Rey Jacobo VI, bajo la in uencia de William Laud, Arzobispo de Canterbury, intentó
destruir la Reforma, para restaurar el gobierno y práctica romanista sobre la Iglesia de
Escocia. Sin embargo, la Iglesia de Escocia, junto con el pueblo creyente, resistió a su propio
Rey, y la Reforma se mantuvo rme por un tiempo. Cuando Jacobo VI ascendió al trono de
Inglaterra, aprovechó la prosperidad e in uencia inglesa para intentar nuevamente
restablecer el orden prelático sobre la Iglesia Presbiteriana de Escocia. Logró en parte que

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varios obispos católicos romanos volvieran a sus obispados, pero la gran mayoría de la
nobleza y del pueblo permaneció presbiteriano.

La batalla por libertad civil y espiritual, amenazada por Jacobo VI, apenas había comenzado.
En efecto, a su muerte le sucedió en el trono de Inglaterra Carlos I, quien tomó muy en serio
el maligno deseo de su padre: el de moldear la Iglesia Presbiteriana de Escocia al estilo
episcopal de la Iglesia de Inglaterra. Para tal efecto, el nuevo monarca contaba con el
consejo del veterano Arzobispo William Laud. El primer intento de Carlos I fue el de imponer
en la iglesia de Escocia el Libro de cánones y liturgia que había sido elaborado
principalmente por John Maxwell, un obispo escocés, y revisado por Laud. Este libro debía
leerse primero en la catedral de San Giles de Edimburgo y luego en todas las iglesias de
Escocia. Cuando esta orden debía comenzar a cumplirse, la respuesta de los creyentes de
Edimburgo fue la de un rechazo total. Acto seguido, hubo un creciente movimiento de
protesta, un gran número de valientes cristianos rmaron, el 28 de febrero de 1638, un
compromiso que lo denominaron «Pacto Nacional». Por este pacto se comprometían, bajo
juramento, a defender a la iglesia reformada de la supremacía del estado y del rey. Así los
guió Dios para salvaguardar la Iglesia Reformada, a n de que continuase fundamentada en
el Evangelio y no en las prácticas y doctrinas romanistas.

Al conocer la rmeza de los escoceses, Carlos I organizó un ejército y marchó hacia Escocia
con el ánimo de someterlos por la fuerza. Sin embargo, este acto no intimidó a un pueblo
que, como se ha dicho, «antes que rendirse, sabía muy bien como morir por lo que creían
ser la causa de la verdad sagrada y de la libertad» (Hetherington 1991, 104). Así, pues, los
que apoyaban el Pacto Nacional, organizaron también su ejército y marcharon hacia el sur, al
encuentro de las fuerzas de Carlos I. Dicho encuentro tuvo lugar en la ciudad de New
Castle, donde el ejército pactista obtuvo la victoria. Ello obligó a Carlos I a rmar la paz y
volver a Inglaterra para tratar de apaciguar al Parlamento e impedir una alianza con los
pactistas. Pero los pactistas marcharon sobre Inglaterra, donde el Rey Carlos I fue obligado
a mantener al victorioso ejército escocés, el mismo que fue amigablemente bienvenido por
el pueblo de Inglaterra y su Parlamento.

La presencia del ejército escocés dio fuerza a los patriotas ingleses, que ganaron la
iniciativa política que por mucho tiempo habían perdido. Pero al mismo tiempo, era una
fuente de preocupación para un rey debilitado política y militarmente. En este contexto, el
Parla- mento se empeñó en lograr las reformas religiosas junto con las libertades civiles,
comprometiéndose a defender la religión Reformada y también la persona del Rey, a
semejanza del Pacto Nacional de los cristianos escoceses. Este era un sentimiento que los
puritanos, del Parlamento inglés también compartían. Ambos estaban interesados en que la
Iglesia de Inglaterra adoptase el gobierno presbiteriano, el mismo Guía para la adoración, la
misma confesión de fe y un sólo catecismo. Este deseo lo habían manifestado en una carta
escrita en respuesta a las recomendaciones de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia
(Hetherington 1991, 94).

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Como era de esperar, el Rey Carlos I rechazó este deseo y más bien se propuso combatir y
destruir esta unidad de pensamiento e intercambio entre su Parlamento y la Asamblea de la
Iglesia de Escocia. Sin embargo, el Parlamento avanzaba en su búsqueda de la unidad y
reforma de la iglesia, como la base para asegurar sus libertades civiles. En realidad, ya en
1641, el Parlamento consideró que debería haber «un sínodo general» decían ellos, «de los
más importantes, piadosos, entendidos y juiciosos teólogos de esta isla, donde asistan
teólogos de otras partes del mundo que profesen la misma religión que nosotros, quienes
deben considerar todas las cosas necesarias para la paz y buen gobierno de la Iglesia, y que
presenten el resultado de esta consulta para que sea permitida y con rmada, y para que
reciba el sello de autoridad (Hetherington 1991, 96). Este mis- mo deseo también fue
expresado en 1643 en el tratado de Oxford, reunión a la que el Concilio escocés envió
delegados, y que Carlos I rechazó rotundamente. Fue debido a esta negativa sistemática del
Rey que el Parlamento inglés, el 12 de junio del mismo año, emitió «una ordenanza de la
cámara de los Lores y de los Comunes, para convocar una Asamblea de eruditos y piadosos
teólogos y otros, para ser consultados por el Parlamento, a n de resolver lo referente a la
liturgia y gobierno de la Iglesia de Inglaterra, y para la vindicación y puri cación de la
doctrina de dicha iglesia de las falsas calumnias e interpretaciones (Hetherington 1991, 97).
Esta es la ordenanza que convocó a la Asamblea de Westminster, la misma que formuló la
presente confesión de fe.

Paralelamente a todo lo ya logrado, era necesario un tratado de mutua defensa entre el


Parlamento y la Iglesia Presbiteriana de Escocia, para garantizar la puesta en marcha de la
Reforma. Fue así que, después de varias reuniones de discusión, Iglesia y Parlamento
acordaron rmar dicho tratado, cuya formulación fue producto de la pluma de Alexander
Henderson, un delegado de la Iglesia de Escocia. Después que la Asamblea General de la
Iglesia y la Convención de Estados de Escocia le dio su aprobación, fue aprobado también
por el Parlamento inglés y por la Asamblea de Westminster el 25 de Setiembre de 1643.
Dicho tratado se denominó “Liga Solemne y Pacto”, mediante el cual la Iglesia de Escocia
(representada en la Asamblea de Westminster) y el Parlamento inglés solemnemente se
comprometían a “la Reforma y defensa de la religión, el honor y felicidad del Rey, la paz y la
seguridad de los tres reinos: Escocia, Irlanda e Inglaterra” (Hetherington 1991, 129).

La Asamblea
El 1o de julio de 1643 la Asamblea se reunió en la capilla del Rey Enrique VIII. Sin embargo,
según comenta War eld, debido a la llegada de un otoño muy frío, el 12 de octubre de 1643
el lugar de reuniones fue transferido a una sala más cómoda, llamada «sala Jerusalén». Aquí
se llevó a cabo todo el trabajo de la Asamblea de teólogos (War eld 1991, 3). Para
seleccionar los miembros de la Asamblea se procedió de la siguiente manera: dos de cada
condado Inglés, uno de cada condado de Gales, dos de las Islas del Canal de la Mancha,
uno de cada universidad, y cuatro de Londres. En total se reunieron 121 teólogos (War eld
1991, 11-12). La Iglesia de Escocia envió 8 delega- dos: Robert Douglas, Alexander
Henderson, Robert Baillie, el conde de Cassilis y el Lord de Matiland (del partido puritano), y

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Samuel Rutherford, George Gillespie y Archibald Johnston of Wariston (del partido del viejo
orden eclesial) (War eld 1991, 30, nota 58; Hetherington 1991, 126).

El objetivo principal de la Asamblea


El objetivo principal de la Asamblea de Westminster era estructurar un sistema de gobierno
eclesiástico y adoración pública, que pudiera uni car los reinos de Inglaterra, Escocia e
Irlanda. El mismo Parlamento inglés declaró que la Asamblea tenía «poder y autoridad para,
de tiempo en tiempo durante este Parlamento, o hasta que hayan más órdenes de ambas
cámaras, conferenciar y tratar en su seno asuntos y temas referidos a la adoración, disciplina
y gobierno de la Iglesia de Inglaterra, o a la vindicación y puri cación de la doctrina de todas
las calumnias y doctrinas erróneas..., para hacer llegar sus opiniones y consejos sobre los
asuntos antes mencionadas en el más perfecto acuerdo con la Palabra de Dios...» (War eld
1991, 15).

El procedimiento de trabajo de la Asamblea


En primer lugar, la asamblea se puso de acuerdo sobre la elaboración de cuatro
documentos básicos: el Directorio de la adoración pública, la Ordenación y la forma del
gobierno eclesiástico y el Poder de las censuras eclesiásticas, que expresaban el espíritu de
lo formulado en la Liga Solemne y Pacto. Luego emprendió la tarea de formular dichos
documentos en el siguiente orden: La forma de gobierno eclesiástico, la Confesión de fe, los
Salmos métricos, y nalmente los catecismos mayor y menor. Para formular la Confesión de
fe se nombró un comité formado por: el Dr. Hoyle, el Dr. Gouge, los Lores Herle, Gataket,
Tuckney, Reynolds y Vines, más los delegados de la Iglesia de Escocia (Hetherington 1991,
281).

El comité inició su trabajo ordenando, sistemáticamente en 33 capítulos, las verdades


sagradas que Dios ha revelado al hombre. Dichos capítulos fueron, a su vez, divididos en
secciones. Además, el referido comité se dividió en subcomités para cada capítulo, a n de
tratar los temas con profundidad y precisión. Posteriormente cada subcomité pre- sentaba
sus trabajos al comité en pleno, y cada cambio que se proponía se aceptaba por decisión
unánime. Cuando se completaba un capítulo, se presentaba a toda la Asamblea, la misma
que lo sometía a un riguroso escrutinio en cada una de sus secciones, párrafos, oraciones y
palabras. La armonía y la seriedad prevalecieron en los debates de la Asamblea para la
aprobación de la Confesión de fe.

Los primeros capítulos de la Confesión de fe fueron presentados ante el Parlamento el


Miércoles 21 de setiembre de 1646 y el 9 octubre del mismo año ordenó la primera edición
de 500 copias para su propio uso (Curruthers 1995,12). El comité encargado presentó ante la
Asamblea de Westminster la primera versión completa de la Confesión un día jueves 26 de
noviembre de 1646. La Asamblea debatió todo el texto e introdujo algunos cambios. Luego,
el viernes 4 de diciembre del mismo año, la Asamblea aprobó todo el texto completo de la
Confesión acordando enviarlo a ambas cámaras, la de los Co- munes y la de los Lores

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(Curruthers 1991, 16). El 7 de diciembre del mismo año el texto completo de la Confesión fue
leído en la Cámara de los Comunes y resolvieron publicar una segunda edición, es decir, el
texto completo pero aún sin las citas bíblicas, con un tiraje de 600 copias para su uso
interno. Junto con esta resolución, dicha cámara solicitaba a la Asamblea de teólogos que
en el más breve plazo enviaran las citas bíblicas que sustentan el contenido de la Confesión,
pues dichas citas habían sido solicitadas por dicha cámara desde el 6 de octubre de 1646
(Curruthers 1991, 19). Sin más demora, el 6 de diciembre del mismo año, la Asamblea
nombró un comité para añadir las citas bíblicas a la Confesión. Dicho comité estuvo
integrado por el Sr. Wilson, el Sr. By eld y el Sr. Gower. El 5 de marzo de 1647 el comité
entregó a la Asamblea todas las citas bíblicas, las cuales fueron revisadas y el 15 de abril del
mismo año se dio por concluida la Confesión por parte de la Asamblea (Curruthers 1991, 19).
Inmediatamente, El 29 de abril de 1647 la Asamblea presentó ante el Parlamento el texto
completo de la Confesión incluyendo las citas bíblicas. En ese mismo día el Parlamento
ordenó la impresión de 600 copias de lo que sería la tercera edición de la Confesión, la
misma que fue publicada el 19 de mayo de 1647 y fue entregada al Parla- mento por manos
del Sr. By eld (Curruthers 1991, 23). Esta edición lleva como título, «The Humble Advice of
the Assembly of Divines now by the Authority of the Parliament Sitting at Westminster,
Concerning a CONFESION OF FAITH: with the Quotations and texts of SCRIPTURE Annexed.
Presented by them Lately to both Houses of Parliament» En ese mismo día el Parlamento
resolvió discutir la Confesión artículo por artículo, para lo cual, el 22 de marzo de 1648
ambas cámaras se reunieron para comparar sus opiniones acerca de la Confesión de fe. El
resultado fue un éxito, pues ambas cámaras, y también los señoríos, estuvieron de acuerdo
con la Confesión de fe elaborada por la Asamblea de Westminster. Luego manifestaron su
decisión de hacer pública la Confesión de fe para que, según dijeron, «este reino y todas las
Iglesias Reformadas del Cristianismo vean que el Parlamento de Inglaterra no di ere en
doctrina.»

Sin embargo, se sabe que no fue sino hasta el 20 de junio de 1648 que la Confesión fue
formalmente adoptada y hecha pública por el Parlamento con algunas alteraciones. Estas
no fueron alteraciones en el contenido, sino mas bien omisiones y añadiduras. Omitieron los
capítulos XXX y XXXI, e hicieron algunos cambios en los capítulos XX, XIII y XXIV. La
publicación autorizada por el Parlamento llevaba un nuevo título: “The Articles of Christian
Religion” (Hetherington 1991, 284). El Parlamento de 1660, siguiendo la tradición
parlamentaria anterior, rati có nuevamente la Confesión, excepto los capítulos XXX y XXXI
que tratan de las censuras eclesiásticas y de los sínodos y concilios (Beveridge 1993, 91-2).
Hacia el ano 1649 la Asamblea de Westminster había concluido el trabajo para el cual fue
llamada. Los siguientes documentos fueron producidos: La confesión de fe, la Forma de
gobierno presbiterial, El catecismo mayor y el menor, el Directorio de adoración pública y el
Salterio con 150 salmos. Luego continuó funcionando como Comisión para el examen y
ordenación de pastores, en esta capacidad se reunió hasta el año 1652. Fue que en este
año, el victorioso ejército de Oliverio Cromwell, después de haber derrotado al ejército del
Rey Carlos II, tomó el poder en Inglaterra, disolvió el Parlamento y también la Asamblea de
Westminster (Vos 1980, 45).

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La Iglesia de Escocia adopta la Confesión de fe


Siendo la Iglesia de Escocia la principal promotora de la unidad doctrinal de lo que hoy es el
Reino Unido, era de esperarse que, una vez elaborada la Confesión de fe, la adoptara como
suya. En efecto, antes de que el Parlamento inglés la aprobara, la Asamblea General de la
Iglesia de Escocia, el día 27 de agosto de 1647 pasó un acta adoptando y aprobando como
la Confesión de fe como su confesión fe, ordenando la impresión de 300 copias. Esta
constituye la cuarta edición de la Confesión, la cual, al juzgar por las fechas, tuvo que
haberse basado en la tercera edición autógrafa.

La Iglesia de Escocia aprobó la Confesión de fe de Westminster con dos importantes


reservas. La primera reserva se refería a no mención de las diferentes clases de o ciales y
asambleas dentro de la iglesia, con la recomendación de que ello de mencionarse
claramente en la guía respecto al gobierno de la Iglesia. La Asamblea de la Iglesia ex- presó
esta reserva en los siguientes términos: «Que la no mención en esta confesión de las
diversas clases de o ciales eclesiásticos y asambleas, no deberá ser perjudicial a la verdad
de Cristo y este particular, lo cual deberá ser expresado plenamente en la guía respecto al
gobierno eclesiástico» (1980, 26-30) Con esta reserva, además de hacer un llamado a la
Asamblea de Westminster a de nir bíblicamente la forma de gobierno eclesiástico, la Iglesia
de Escocia manifestaba su rme convicción de que la forma de gobierno presbiteriano que
ya habían adoptado, tenía sustento en las Sagradas Escrituras, por lo que no estaba
dispuesta a conceder en ese terreno. La segunda reserva se refería a la autoridad de las
iglesias organizadas para poder convocar sínodos. La Iglesia de Escocia reconocía el poder
del magistrado civil para convocar sínodos. Reconocía además que los o ciales de la iglesia
podían convocar sínodos de sí mismos y sin consultar con la iglesia. Pero en ambos casos
sólo podían darse en iglesias aún no constituidas, más no así en iglesias organizadas o
constituidas. Con esto la Iglesia de Escocia se prevenía de una irrestricta intervención del
Estado en los asuntos de fe y también se prevenía de una posible interpretación jerárquica
en el rol de los o ciales de la Iglesia. Así lo expresó la Asamblea de la Iglesia de Escocia:

«Que la Asamblea entiende que el segundo artículo del capítulo XXXI es aplicable sólo en las
iglesias no organizadas o constituidas en cuanto al gobierno, y que aunque en dichas iglesias,
un sínodo de pastores y de otras personas idóneas puede ser convocado y nominado por la
autoridad del magistrado, para consultar y tomar consejo en cuanto a asuntos religiosos; y que
aunque de igual modo los ministros de Cris- to, sin la delegación de sus iglesias, pueden de sí
mismos y en virtud de su o cio, reunirse sinódicamente en tales iglesias aún no constituidas; sin
embargo, ninguno de ambas cosas deberá hacerse en las iglesias constituidas y organizadas»
(Vos 1980, 46-37).

La Confesión de fe de Westminster fue también rati cada por el Parlamento de Escocia en


el año 1649 para ser luego rescindida por el Parlamento de 1661, y luego nuevamente
rati cada por el Parlamento de 1690 en el período denominado en la historia eclesiástica
escocesa “el establecimiento revolucionario” (Beveridge 1993, 91-92). Sin embargo, es

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menester mencionar que actualmente en Escocia, sólo dos iglesias de importante


implantación nacional, la Iglesia Libre de Escocia y la Iglesia Presbiteriana Libre de Escocia
son las más eles a las enseñanzas de la Confesión de fe de Westminster.

Estos documentos, constituyen, pues, una el exposición de las doctrinas fundamentales de


la Palabra de Dios. Por eso los creemos, los confesamos y los estudiamos como
subordinados a la Palabra de Dios, que es la única regla de nuestra fe y conducta. Esta
verdad fundamental de la Iglesia Universal está plenamente a rmada en la propia
Confesión de fe.

Capítulo 1 De Las Santas Escrituras


Capítulo 2 De Dios y De La Santísima Trinidad
Capítulo 3 Del Decreto Eterno De Dios
Capítulo 4 De La Creación
Capítulo 5 De La Providencia
Capítulo 6 De La Caída Del Hombre, Del Pecado Y Su Castigo
Capítulo 7 Del Pacto De Dios Con El Hombre
Capítulo 8 De Cristo, El Mediador
Capítulo 9 Del Libre Albedrío
Capítulo 10 Del Llamamiento E caz
Capítulo 11 De La Justi cación
Capítulo 12 De La Adopción
Capítulo 13 La Santi cación
Capítulo 14 De La Fe Salvadora
Capítulo 15 Del Arrepentimiento Para Vida
Capítulo 16 De Las Buenas Obras
Capítulo 17 De La Perseverancia De Los Santos
Capítulo 18 De La Seguridad De La Gracia Y De La Salvación
Capítulo 19 De La Ley De Dios
Capítulo 20 De La Libertad Cristiana Y De La Libertad De Conciencia
Capítulo 21 De La Adoración Religiosa Y Del Día De Reposo
Capítulo 22 De Los Juramentos Y De Los Votos Lícitos
Capítulo 23 Del Magistrado Civil
Capítulo 24 Del Matrimonio Y Del Divorcio
Capítulo 25 De La Iglesia
Capítulo 26 De La Comunión De Los Santos
Capítulo 27 De Los Sacramentos
Capítulo 28 Del Bautismo
Capítulo 29 De La Cena Del Señor
Capítulo 30 De La Disciplina Eclesiástica
Capítulo 31 De Los Sínodos Y Concilios
Capítulo 32 La Muerte Y La Resurrección
Capítulo 33 Del Juicio Final

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En el país donde vivo, supuestamente hay más de 40,000 iglesias. Sería fácil concluir que ya
hay su cientes, y que deberíamos empezar a desarrollar otras iniciativas que ayuden a
combatir la pobreza o la violencia, por ejemplo. Así, entonces, no deberíamos plantar
iglesias. 
Esta idea suena lógica, pero a veces no la ltramos por medio de la Biblia. De hecho, tal idea
genera una falsa dicotomía de que las iglesias son necesarias, y luego otras iniciativas que
se desarrollan después. Esto demuestra que no entendemos la relación entre el evangelio y
los resultados del evangelio. 
No entendemos la relación entre el evangelio y los resultados del evangelio. 
¿Entendemos el rol de las buenas obras en la iglesia?
En su libro Iglesia Centrada, Tim Keller dice:
“Uno de los dictados de Martín Lutero fue que somos salvos por fe únicamente, pero no por
una fe que permanece sola. Su punto radica en que la verdadera creencia evangélica
siempre y necesariamente lleva a las buenas obras, pero la salvación de ninguna manera se
alcanza a través de las buenas obras o por razón de ellas”.
Por lo tanto, si creemos que más iglesias plantadas impedirá que se realicen más buenas
obras, no estamos entendiendo el rol de las buenas obras en la vida de la iglesia. Y si
creemos que más obras sociales erradicarán en verdad la pobreza y la violencia, no
entendemos el rol del evangelio y la iglesia en la sociedad.
Cuando llevamos este entendimiento correcto a la plantación de iglesias, podemos ver lo
radicalmente diferente que es. Plantar una nueva iglesia es reunir una nueva comunidad de
discípulos de Jesús en un cierto barrio, quienes están viviendo la vida que Jesús viviría,
preocupados por las cosas de las que Jesús estaría preocupado. Simplemente, es una
comunidad que vive para la gloria de Dios y el bien de su ciudad. Por lo tanto, es importante
continuar la tarea de la plantación de iglesias.
Plantar una nueva iglesia es reunir una nueva comunidad de discípulos de Jesús en un
cierto barrio, quienes están viviendo la vida que Jesús viviría.
Aún con eso establecido, creo que hay otras muy buenas razones para plantar más iglesias
locales. Aquí hay cuatro de ellas:
1. Los apóstoles plantaron iglesias.
En un mundo lleno de injusticia, necesidades, corrupción y dolor, los apóstoles se dedicaron
a reunir comunidades locales de creyentes. Cuando recibieron la Gran Comisión, ellos
pudieron crear un montón de iniciativas sociales. Sin embargo, lo que hicieron fue plantar
iglesias.
Vemos un ejemplo de esto en Hechos 13-14, cuando Pablo es enviado con Silas a expandir
el evangelio a otros lugares. Ellos proclaman la Palabra, y en Hechos 14:21-23 leemos:
“Después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron
a Listra, a Iconio y a Antioquía, fortaleciendo los ánimos (las almas) de los discípulos,
exhortándolos a que perseveraran en la fe, y diciendo: ‘Es necesario que a través de muchas
tribulaciones entremos en el reino de Dios’. Después que les designaron ancianos en cada
iglesia, habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”.
El método por medio del cual los apóstoles llevaron a cabo la Gran Comisión, fue la
plantación de iglesias.

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2. Plantar iglesias está en el centro del plan de Dios.


La Iglesia es central en el plan redentor de Dios, y por tanto la iglesia local también. En
donde sea que haya una expresión de la iglesia, sabemos que Dios es agradado.
En 1 Pedro 2:9, leemos que la Iglesia es la nación santa, el pueblo adquirido que existe para
anunciar las virtudes de Cristo. Esto signi ca que a Dios le agrada cuando nuevas
comunidades locales son establecidas, ya que allí hay más personas y expresiones de esta
nación santa y pueblo adquirido.
Ese mismo pasaje dice que nosotros, los cristianos, estamos siendo edi cados como
piedras vivas para ofrecer sacri cios aceptables a Dios. Las iglesias locales existen para la
adoración del Señor.
3. Plantar iglesias ofrece claridad misional.
Un elemento que amenaza a toda iglesia, es la tentación de perder nuestro enfoque en la
misión de la iglesia en medio del crecimiento y la institucionalización. Un reto para los
pastores es mantener clara nuestra misión como iglesia ante nuestra congregación a pesar
de una infraestructura que esté creciendo.
Sin embargo, la plantación de iglesias hace difícil que perdamos nuestra misión. Una
plantación tiene la facilidad de ajustarse y cambiarse en base a la misión. No tiene otras
actividades que distraen de la misión, no tiene más infraestructura. En muchos casos, una
plantación no tiene presupuesto y dinero, sino solamente personas comprometidas a hacer
discípulos.
Las plantaciones muchas veces retan a otras iglesias en su sector a mantener también una
postura más misional. Muchas veces, al ver a una plantación alcanzar a no-creyentes con el
evangelio o servir las necesidades de la ciudad, otras iglesias ya establecidas también
quieren participar en esta tarea.
4. Plantar iglesias es una actividad local.
La plantación de iglesias lleva el evangelio y la comunidad de fe a un contexto en particular.
Especialmente, en América Latina, podemos hallar enormes diferencias entre comunidades
que están muy cercanas. Pueden aún haber diferencias de una calle a la otra.
Cada comunidad tiene un historial con sufrimiento, heridas, y celebraciones que impactan y
afectan la manera en que compartimos el evangelio. Cada ciudad tiene también ciertos
ídolos, desafíos, y obstáculos como también recursos, oportunidades, y ventajas. Todos
estos elementos son considerados por quienes están plantando una iglesia. Esto les
permite comunicar el evangelio de una manera relevante a su propia comunidad.
Esta realidad se relaciona con el comienzo de este artículo. Hay comunidades con mucha
pobreza, violencia, y corrupción. Si allí hay iglesias, la pregunta es:  ¿qué están haciendo al
respecto? Obviamente, la comunidad de discípulos debería ir creciendo en generosidad, en
protección al vulnerable, y en su propia honestidad e integridad. A medida que la iglesia
cumple con su misión y ve a más personas ser convertidas en discípulos de Jesús, el
resultado puede ser una transformación en su misma comunidad.
En conclusión, solo con la plantación de iglesias logramos cumplir nuestra misión de hacer
discípulos y también ver un cambio verdadero en nuestras ciudades. Creer que las iglesias
no impactan a la sociedad es darles excusas a los cristianos para no hacer lo que les
corresponde hacer.

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ANEXO 2
N U E S T R O A D N P L A N TA D O
IGLESIA CURAUMA

VIS IÓ N T EOLÓG IC A
EN QUÉ CREEMOS
Creemos que las personas en torno a la ciudades son claves para la cultura sobretodo en
un mundo globalizado, y que el centro de la aglomeración de las personas, es decir el lugar
donde viven y desarrollan su vida, es clave para cada área metropolitana.

Tenemos una carga profunda al darnos cuenta del hecho que aunque aquellos que viven en
las ciudades globales son desproporcionadamente importantes para el curso de la vida en
el mundo, queremos ser un movimiento de Cristianos ocupándose de llegar a ellos.

QUÉ QUEREMOS HACER


Queremos edi car un movimiento de plantación de nuevas iglesias y ministerios en el Gran
Valparaíso, donde no existía este tipo de movimiento, hoy en día tenemos a Evangelio 360.

Queremos levantar comunidades Cristianas en el Gran Valparaíso que alcancen el “punto de


quiebre” – la medida de la ciudad y la profundidad espiritual – incluyendo al 8-10% de la
población del centro urbano, logrando así cambiar la cultura global.

CÓMO QUEREMOS HACERLO


Queremos propagar un modelo de ministerio del evangelio que ha comenzado a orecer en
el Gran Valparaíso y aunque es necesario contextualizarlo en base a cada cultura y lugar,
que igualmente provea una mezcla única de equilibrio y un abanico de prácticas
ministeriales que efectivamente relacionen el evangelio con la cultura.

Así, queremos alcanzar estas metas a dos puntos:


1. Queremos completar este proceso invirtiendo y brindando los recursos de nuestro
ministerio a la comunidad Cristiana del Gran Valparaíso, en base a la cantidad y a la
calidad, y,
2. Queremos invertir en los modelos, en el liderazgo y en las conexiones globales del Gran
Valparaíso para tener un fuerte impacto similar en las comunidades Cristianas de las

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pequeñas ciudades de nuestro alrededor, por ser Valparaíso de las mas in uyentes de
nuestro entorno, y poder cambiar el curso de la cultura global.

QUEREMOS HACER ESTO CON


Queremos que esto sea un esfuerzo unido multicolor. En el Gran Valparaíso, queremos que
nuestro movimiento del Evangelio en el Centro de la Ciudad esté orientado hacia iglesias y
ministerios diversos, ya que la ciudad es diversa.

Queremos unir nuestras manos y no solo cruzar las barreras Sociales que nos diferencian,
sino también las denominacionales. Para ganar nuestras ciudades, tenemos que unirnos a
iglesias de diversas tradiciones, unidos por el evangelio.

Queremos oír aplicadamente y asociarnos en todo lugar en donde nos sea posible, con
líderes Cristianos de toda la ciudad y país en donde trabajemos. Creemos profundamente
en la necesidad de una contextualización sensible, no paternalista, en todo ambiente.

Queremos hallar formas nuevas e innovadoras para forjar conexiones transformadoras con
los líderes intelectuales y con los más oprimidos de nuestra ciudad, para poder encender la
pasión por Dios en cada designio del esfuerzo humano. Anhelamos trabajar junto a todos
aquellos que buscan el Señorío de Dios en cada vida con una esperanza inmutable en el
poder del Espíritu Santo para transformar individuos, comunidades y culturas.

NUESTRO MODELO
M I N ISTE RIA
Qué es el evangelio:
Dios mismo que ha venido a rescatarnos y a renovar la creación a través de la vida, muerte, y
resurrección de Jesucristo en el lugar donde estamos.

El primer aspecto del evangelio habla del medio de la salvación – la obra sustituyente de
Cristo y nuestra justi cación por la gracia y no por obras.
El segundo aspecto del evangelio tiene que ver con el propósito de la salvación – no para
ayudarnos a escaparnos del mundo sino para renovar la creación material en cielo nuevo y
tierra nueva.

Qué tenemos que hacer con el evangelio:


El evangelio proclamado, vivido y expresado contextualmente, sirve al bien común de la
ciudad y cambiará al mundo.

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EL EVANGELIO PROCLAMADO
(Esto está relacionado con lo que llamamos “la dinámica de la renovación del evangelio”.)
La motivación del evangelio de la gracia cambia vidas (en lugar de la santi cación por
obras). Cualquier otro tipo de enfoque sobre cómo cambiar de vida hará a que la persona se
amolde y reforme pero no la llevará a la transformación.

Elementos importantes: La adoración y la predicación centradas en Cristo; la oración


centrada en el reino; líderes que marquen el paso.

LA VIVENCIA DEL EVANGELIO


(Esto es lo que llamamos “el ministerio equilibrado por el evangelio” o “el ministerio
integrado”.)

Las iglesias centradas en el Evangelio se enfocan en el equilibrio de los cinco ministerios. La


mayoría de las iglesias se especializan en uno o dos de estos pero mantener el balance de
los cinco es crucial. Se estimulan mutuamente y juntos nos llevan a la renovación y a la
redención de ciudades enteras, no de individuos solamente.

Los Ministerios incluyen:


1. Evangelizar en una cultura pluralista y secular.
2. Profundizar los lazos comunitarios en una cultura efímera.
3. Integrar el arte, la fe y el trabajo, en una cultura fragmentada.
4. Haciendo justicia y mostrando compasión en una cultura polarizada.
5. Plantando iglesias con una mentalidad movilizadora.

CONTEXTUALMENTE
Todas las formas del Cristianismo en un cierto grado se contextualizan a la cultura. Si
contextualizamos el evangelio demasiado a una nueva cultura, perdemos el evangelio,
porque caemos en la idolatría de los ídolos de la nueva cultura. Si en vez, no
contextualizamos lo su ciente respecto a la nueva cultura, perdemos el evangelio, porque
caemos en la idolatría de la vieja cultura. Si contextualizamos en la manera justa, cambian
las vidas de las personas.

Servir al bien común de la sociedad

La ciudad marca el rumbo hacia donde se dirige la cultura. Las ciudades son claves para el
mundo y la cultura, y el centro de la ciudad es la clave de toda el área metropolitana. Es
necesario que los Cristianos estemos en todos los lugares en donde haya gente, pero el
lugar más estratégico para vivir y ministrar es en las grandes ciudades del mundo.

¿Cómo deben los cristianos relacionarse con la sociedad circundante?

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Lo que no deberían hacer:


• mantenerse distintos en valores pero separados de la cultura circundante,
• comprometerse con la cultura pero adoptar sus valores.

El evangelio de Jesucristo hace que los Cristianos sean distintivamente diferentes, pero
dentro de los recursos que nos distinguen, tenemos que servir a la ciudad sacri cadamente
por el bien común – por ejemplo: haciendo que esta sea un gran lugar para que todas las
personas vivan y orezcan. Esto nos permitirá tener la in uencia cultural que buscamos.

1. Teología del Evangelio.


• La gracia del Evangelio: motivación para vidas cambiadas (no santi cación por obras)
• 'La gracia restaura la naturaleza' para la justicia y el compromiso cultural

2. Renovación del Evangelio.


• Predicación y adoración centrada en Cristo
• La oración / espiritualidad centrada en el Reino

3. Ministerio equilibrado del evangelio.


• Evangelismo / iglesia misional
• Formación de la comunidad- Justicia social
• Integración de fe y trabajo

4. Evangelio en y la cultura. (contextualización)


• Vocaciones transformadores
• Arte

5. Evangelio en la ciudad. (Jeremías 29)


• Importancia de la ciudad
• Sirviendo / buscando el shalom de la ciudad

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ANEXO 3
NUESTRO ADN BÍBLIC
IGLESIA CURAUM

C O M P L E TA N D O E L M O D E L O
I. TEOLOGÍA DEL EVANGELIO
A. ¿cómo deberíamos leer el evangelio en la Biblia?)
1. Leyendo 'a lo largo' de toda la Biblia.
Leer la Biblia 'diacrónicamente' es leer a lo largo de su arco histórico y narrativo. Es para
discernir la trama básica de la Biblia como la historia de redención de Dios, así como los
temas de la Biblia (por ejemplo, pacto, monarquía, templo, torá, nueva creación) que
recorren cada etapa de la historia y parte del canon, culminando en Jesucristo. En esta
perspectiva, el evangelio aparece como creación, caída, redención, restauración. Muestra el
propósito de la salvación, es decir, una creación renovada. Al leer la Biblia de esta manera, el
evangelio es la historia del regreso de Dios al mundo para rescatar a un pueblo y gobernar y
restaurar su mundo quebrado.

2. Leyendo 'a través' de toda la Biblia.


Leer la Biblia "sincrónicamente" es leer sus declaraciones, convocatorias, promesas y
a rmaciones de verdad. Es discernir sus categorías de pensamiento (por ejemplo, teología,
cristología, escatología) y llegar a una comprensión coherente de lo que enseña
sumariamente. En esta perspectiva, el evangelio aparece como Dios, pecado, Cristo, fe.
Revela los medios de salvación, es decir, la obra sustitutiva de Cristo y nuestra
responsabilidad de abrazarla por la fe. Al leer la Biblia de esta manera, el evangelio es un
conjunto particular de verdades, transmitidas a nosotros por los apóstoles, que necesitan
ser creídas y propagadas.

B. ¿Cómo nos da forma esta lectura de la Biblia?


Si leemos la Biblia a lo largo de estos dos "ejes", vemos que el evangelio es: Dios mismo que
ha venido a rescatar y renovar este mundo a través de la obra de Jesús en nuestro nombre
(nosotros como instrumento). El primer eje discierne el propósito de la salvación: rescatar
y restaurar la creación; el segundo eje discierne los medios de salvación, a través de la
pura gracia de la obra sustitutiva de Cristo, recibida solo por la fe.

El evangélico tradicional más antiguo ha sido débil en la primera forma de leer, con menos
comprensión de la teología "bíblica" y el propósito último de la salvación. Como resultado,
fue más individualista, centrándose casi por completo en la conversión personal y el paso al

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cielo, es decir, en el evangelismo y el discipulado. Además, la predicación, aunque


expositiva, tendió a ser moralista. Expone principios bíblicos para la vida, pero no estaba tan
centrado en Cristo, mostrando cómo todos los temas bíblicos culminan en la obra de Cristo
y cómo toda la práctica cristiana tiene sus raíces en la fe en el evangelio. También en este
desequilibrio las iglesias dan poco o ningún énfasis a la importancia de la obra de justicia y
misericordia para los pobres, y a la producción cultural que glori ca a Dios en las artes, los
negocios, etc., que son formas de reparación de los tejidos del mundo, a la luz de la
renovación máxima de la creación.

Gran parte del nuevo evangelicalismo es débil en la segunda forma de leer, con menos
comprensión de la teología sistemática. Como resultado, hay poco énfasis en la sana
doctrina como base para el crecimiento espiritual. La salvación puede reducirse casi a
unirse y vivir una nueva forma de vida en comunidad. El evangelismo se reduce a una vida
ejemplar, invitando a otros a la misma. Irónicamente, esto puede ser muy legalista. En lugar
de llamar a las personas a la conversión individual a través de un mensaje de gracia, las
personas están llamadas a unirse al programa del reino de lo que Dios está haciendo para
liberar al mundo. El énfasis está puesto en el cristianismo como una forma de vida y pierde
un claro énfasis en nuestro estado libremente justi cado y adoptado en Cristo, aparte de las
obras. En este desequilibrio, las iglesias ponen menos énfasis en el evangelismo vigoroso y
la apologética, en la predicación expositiva, y en las marcas y la importancia de la
conversión / el nuevo nacimiento.

El primer desequilibrio a menudo mueve a las personas hacia un conservadurismo político


acrítico, ya que el mal absuelto en la cruz se ve en términos casi completamente
individualistas. El segundo desequilibrio a menudo se mueve hacia un liberalismo político
no crítico, ya que el mal derrotado en la cruz se ve casi por completo en términos
corporativos.
En general, esta forma de leer de dos ejes conduce a reconocer el evangelio como un
"tercer camino”.

C. ¿Cómo es el evangelio una ‘TerceraVía’?


Las religiones operan según el principio: "obedezco, por lo tanto, soy aceptado", pero el
principio del Evangelio es:

"Soy aceptado por medio de Cristo, por lo tanto, obedezco". Entonces el evangelio di ere de
irreligion y religión. Puedes buscar ser tu propio 'señor y salvador' al violar la ley de Dios,
pero puedes también hacerlo manteniendo la ley para ganar tu salvación. La irreligión y el
secularismo tienden a in ar la autoestima y autocrítica; la religión y el moralismo aplastan a
las personas bajo la culpa y los estándares éticos imposibles de mantener. El evangelio, sin
embargo, nos humilla y a rma al mismo tiempo, ya que, en Cristo, somos simul iustus et
peccator (justos y pecadores). Al mismo tiempo, somos más defectuosos y pecaminosos de
lo que nunca nos habíamos atrevido a creer, sin embargo, somos más amados y aceptados
de lo que jamás nos atrevimos a esperar. El secularismo tiende a hacer que las personas

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sean egoístas e individualistas. Religión y moralidad en general tiende a hacer que las
personas sean tribales y autojusti cadas hacia otros grupos (ya que su salvación, ellos
piensan ha sido ganada por sus logros.) Pero el evangelio de la gracia, centrado en un
hombre muriendo por nosotros elimina la autojusti cación y el egoísmo y convierte a sus
miembros hacia toda la ciudad, para servir al bien común de toda la ciudad y los pobres. Eso
nos mueve a servir a otros independientemente de sus méritos, así como Cristo nos sirvió. El
secularismo y la religión conforman a las personas a las normas de comportamiento a
través del miedo (de las consecuencias) y orgullo (un deseo de auto- engrandecimiento.) El
evangelio mueve a las personas a la santidad y al servicio agradecido y gozoso por la gracia
y por amor a la gloria de Dios, por lo que Dios es en sí mismo.

II. RENOVACIÓN DEL EVANGELIO.


A. Empoderando la adoración y la oración.
El evangelio cambia nuestra relación con Dios de una de hostilidad u obediencia servil a una
de intimidad y alegría. La dinámica central del evangelio, el ministerio centrado es por lo
tanto adoración y oración ferviente. En la adoración corporativa, el pueblo de Dios obtiene
una visión transformadora del valor y la belleza de Dios, y luego devuelve a Dios todo lo que
es de valor. En el centro de la adoración está el ministerio de la Palabra y los Sacramentos,
mediante el cual la comunidad se nutre a través de la sana doctrina. Su objetivo nal, sin
embargo, no es simplemente enseñar, sino para llevar a los oyentes a la adoración que
fortalece su ser interior para hacer la voluntad de Dios. La oración corporativa, centrada en
el reino, la oración que glori ca a Dios es la base de todos siguientes elementos del
ministerio centrados en el evangelio.

B. Predicación expositiva, centrada en Cristo.


La predicación debe ser expositiva; el principio formal es explicar el signi cado de la
Escritura. Es decir, el objetivo del autor humano del texto debe ser un punto básico del
sermón. La predicación también debe ser centrada en Cristo; su principio material es
mostrar cómo todos los temas bíblicos culminan en Cristo y su obra de salvación. Es decir,
el objetivo del autor divino de toda la Escritura, es llevarnos a la fe en Cristo, debería ser
siempre un punto básico del sermón. La predicación debe ser experiencial. Es decir, el
propósito no solo debe ser aclarar la verdad a la mente sino también real al corazón y por lo
tanto, pretenden cambiar tu vida.

III. MINISTERIO EQUILIBRADO DEL EVANGELIO.


A. E cacia evangelística (para edi car la comunidad del evangelio).
Porque el evangelio (a diferencia del moralismo religioso) produce personas que no
desdeñan a los que no están de acuerdo con ellos, tal iglesia puede llenarse con miembros
que se dirigen de manera encantadora a las esperanzas culturales actuales y aspiraciones
con Cristo y su obra salvadora. Tenemos una visión para una iglesia que ve conversiones de
personas altamente seculares y posmodernas, en lugar de llegar solo a conservadores y
personas de mentalidad tradicional. Por el atractivo de su comunidad y la humildad de su

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gente, una iglesia centrada en el evangelio descubrirá un número signi cativo de personas
en medio de ella quienes están explorando e intentando entender el cristianismo. Debe
darles la bienvenida en un centenar de formas pequeñas pero signi cativas. Hará poco para
hacerlos 'cómodos', pero hará todo lo posible para hacer que su mensaje sea comprensible.

B. Comunidad contracultural
Debido a que el evangelio elimina el miedo y el orgullo, la gente dentro de la iglesia
puede llevarse bien con gente de adentro y que nunca podría llevarse bien afuera.
Porque el evangelio nos señala un hombre que murió por sus enemigos, el evangelio crea
relaciones de servicio en lugar de egoísmo. El evangelio crea una comunidad humana
radicalmente distinta.

1. En cuanto al sexo
La iglesia evita tanto la idolatría del sexo y como el miedo de la sociedad tradicional. El sexo
no se entiende como un medio de realización individual sino como un medio de construir
comunidades. La iglesia es una comunidad que ama y se preocupa prácticamente por sus
miembros, que la castidad y soltería tienen sentido. Enseña a sus miembros a conformar su
ser corporal a la medida del evangelio, considerando la abstinencia fuera del matrimonio
heterosexual en delidad y gozo interior.

2. En cuanto a la familia
La iglesia a rma la bondad del matrimonio entre un hombre y una mujer, llamándolos a
servir a Dios al re ejar su amor de pacto en lealtad para toda la vida, y enseñando sus
caminos a sus hijos. Pero también a rma la bondad de servir a Cristo como solteros, ya sea
por un tiempo o una vida. La iglesia rodea a todas las personas que sufren de la Caída de
nuestra sexualidad humana con una comunidad compasiva y familia.

3. Con respecto al dinero


Los miembros de la iglesia participan en el intercambio económico radical unos con otros,
entonces 'no hay necesidad entre ellos'. También promueve una generosidad radical en
compromiso de tiempo, dinero, relaciones y espacio de vida con la justicia social y las
necesidades de los pobres, los inmigrantes y los débiles económica y físicamente.

4. Con respecto al poder


Está visiblemente comprometida con el poder compartido y la construcción de relaciones
entre razas, clases y generaciones que están alienadas fuera del Cuerpo de Cristo. La
evidencia práctica de esto es que nuestras iglesias locales recibirían cada vez mas y
abrazarán a personas de todas las razas y culturas. Cada iglesia debe ser al menos tan
culturalmente diversa como su comunidad geográ ca local, tanto en la congregación en
general como en su liderazgo.

C. Haciendo justicia

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1. La Restauración
Dios creó el alma y el cuerpo, y la resurrección de Jesús muestra que va a redimir lo
espiritual y lo material. Por lo tanto, a Dios no solo le preocupa la salvación de las almas,
sino también la eliminación de la pobreza, el hambre y la injusticia.

2. La Riqueza
El evangelio nos abre los ojos al hecho de que toda nuestra riqueza (incluso la riqueza por
la que hemos trabajado arduamente) es, en última instancia, un regalo inmerecido de
Dios. Por lo tanto, el hombre que generosamente no regala su riqueza a los demás no es
simplemente carente de compasión, sino que es injusto.

3. Debilidad
Cristo gana nuestra salvación perdiendo, logra poder a través de la debilidad y el servicio,
y llega a la riqueza a través de dar todo. Los que reciben su salvación no son los fuertes y
consumados, sino los que admiten que son débiles y perdidos. Por lo tanto, no podemos
mirar a los pobres y llamarlos insensiblemente para salir de su propia di cultad. ¡Jesús no
nos trató de esa manera! El evangelio reemplaza la superioridad hacia los pobres con
misericordia y compasión.

4. Justicia y Paz
Las iglesias cristianas deben trabajar por la justicia y la paz en sus vecindarios a través del
servicio, incluso cuando llaman a las personas a la conversión y al nuevo nacimiento.
Debemos trabajar por el bien común y mostrarles a nuestros vecinos que los amamos
sacri cialmente, ya sea que crean como nosotros o no. La indiferencia hacia los pobres y
desfavorecidos signi ca que no ha habido una verdadera comprensión de nuestra salvación
por pura gracia.

D. Integrar la fe y el trabajo.
1. Las buenas nuevas de la Biblia no son solo el perdón individual sino la renovación
de toda la creación.
Dios puso a la humanidad en el jardín para cultivar el mundo material para la gloria de Dios y
el orecimiento de la naturaleza y la comunidad humana. El Espíritu de Dios no solo
convierte a los individuos (Juan 16: 8) sino que también renueva y cultiva la faz de la tierra
(Gén 1: 2; Salmo 104: 30). Por lo tanto, los cristianos glori can a Dios no solo por el ministerio
de la Palabra, sino también cultivando la materia prima de la creación en sus vocaciones de
agricultura, arte, negocios, gobierno, erudición, todo para la gloria de Dios y el bien de los
demás.

2. Demasiados cristianos han aprendido a aislar sus creencias de fe de la forma en


que trabajan en su vocación.
El evangelio se ve como un medio de encontrar la paz individual y no como una "visión del
mundo", una interpretación integral de la realidad que afecta todo lo que hacemos. Pero
tenemos una visión para una iglesia que equipa a su gente para que piense en las

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implicaciones del Evangelio sobre cómo hacemos arte, negocios, gobierno, periodismo,
entretenimiento y erudición.

3. Tal iglesia no solo se dedicará a apoyar el compromiso de los cristianos con la


cultura, sino también a ayudarlos a trabajar con a) distinción, b) excelencia, y c)
responsabilidad en sus profesiones.
Desarrollar entornos empresariales humanos pero creativos y excelentes fuera de nuestra
comprensión del Evangelio puede ser parte del trabajo de restaurar la creación en el poder
del Espíritu. Llevar la alegría, la esperanza y la verdad cristianas a la encarnación en las artes
también es parte de este trabajo

E. Plantación de iglesias.
Las iglesias centradas en el Evangelio tendrán un sesgo hacia la plantación de iglesias. La
plantación de nuevas iglesias es la mejor manera de, a la vez, a) aumentar
exponencialmente el número de cristianos en una ciudad y b) renovar las iglesias existentes
que están allí. La plantación de iglesias signi ca reproducir iglesias con estos mismos
balances del evangelio.

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ANEXO 4
NUESTRO ADN
EVA NG EL ÍST IC
IGLESIA CURAUM

I. ELEVANGELIO Y LA CIUDAD.
Los historiadores señalan que hacia el año 300 D.C. las poblaciones urbanas del Imperio
Romano eran en gran medida cristianas, mientras que el campo era pagano. Esto también
fue cierto para el primer milenio D.C. en Europa: las ciudades eran cristianas, pero la amplia
población del campo era pagano, pero cuando las ciudades son cristianas, incluso si la
mayoría de las la población es pagana, la sociedad se dirige en una trayectoria cristiana.
¿Por qué? A medida que la ciudad va, así va la cultura. Las tendencias culturales tienden a
generarse en la ciudad y uyen hacia afuera al resto de la sociedad. Por lo tanto, las
personas que viven en los grandes centros culturales urbanos, que ocupan los puestos de
trabajo en las artes, negocios, academia, publicaciones, las profesiones de ayuda, y los
medios tienden a tener una impacto desproporcionado en cómo se hacen las cosas en una
cultura. No estamos hablando tanto sobre la "elite-elite -los ricos y famosos- élites de base".
No es tanto sobre los altos ejecutivos que dirigen y hacen que MTV sea lo que es, pero si
los creativos jóvenes y modernos que acaban de salir universidad que toman los trabajos en
todos los niveles de la organización. Los grupos de personas que viven en las ciudades
centrales en mayor número tienden a ver sus "valores" expresados en la cultura. No estamos
a rmando que todos los cristianos deben vivir en las ciudades. Sin embargo, los cristianos
deberían vivir en ciudades en al menos el mismo porcentaje que la población general, o
nosotros no deberíamos esperar ver a la sociedad in uenciada por nosotros. La mejor
manera para que los cristianos ganen y sirvan a nuestra sociedad es vivir en grandes
cantidades en las ciudades, sin despreciarlas, asimilarlas, o buscar control o utilizarla, pero si
amando las ciudades y buscar su paz.

II. EL EVANGELIO Y LA CULTURA


A. ¿Cómo debemos relacionarnos con la cultura que nos rodea? (El problema de la
contextualización)
1. Ser una contracultura.
Tenemos una visión para una iglesia que no solo da apoyo emocional a los cristianos, pero
modela la sociedad humana alternativa que Dios está creando. Para una descripción, mira a
continuación.

2. Por el bien común.

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No es su ciente para los cristianos formar solo una comunidad que 'Contrarresta' los valores
de la cultura dominante. Llamamos a la iglesia a ser una "contracultura" por el bien común.
Le pedimos que permanezca radicalmente distinta en sus creencias y prácticas de la
cultura que lo rodea aún, a partir de esa identidad distinta, para servir sacri cadamente a
sus vecinos e incluso sus enemigos, que trabajan por el orecimiento y la prosperidad de su
ciudad, y especialmente los pobres. Tal iglesia no ve el servicio de la iglesia como su
principal punto de conexión con los que están fuera de su comunidad. Por el contrario, se
encuentra con otros como su gente. Trabajar por la paz, la seguridad, la justicia y la
prosperidad de sus vecinos, amándolos en palabras y obra. Se encuentra con otros mientras
trabajan con excelencia distintiva en la cultura. En Jeremías 29: 7 los judíos exiliados de
Jerusalén en la ciudad pagana fueron llamados no solo a vivir en ella, sino amarla y trabajar
para su 'shalom', es decir económica, social y espiritualmente oreciente. Los cristianos
también son la ciudad de Dios 'en el exilio' (1 Pedro 1: 1; Santiago 1: 1), pero los ciudadanos de
la ciudad de Dios son siempre los mejores ciudadanos posibles de su ciudad terrenal. Ellos
caminan en los pasos de Aquel que dio su vida por sus oponentes. Se describe mejor como
una combinación creativa de ambos (Cristo contra la cultura) y (cultura transformadora de
Cristo), aunque no es tan negativo sobre el cambio social como el primero ni tan utópico
como el segundo.

B. ¿Cómo esta relación con la cultura da forma a nuestra práctica de ministerio?


El gran debate en la iglesia hoy se encuentra entre aquellos que simplemente quieren
confrontar la cultura y aquellos que quieren adaptarse a ella. Debemos admitir que cada
expresión del cristianismo está en cierto modo contextualizada a una cultura humana
particular. No existe una expresión universal, histórica del cristianismo. Pero ¿cómo
podemos evitar que nuestro cristianismo se vea tan afectado por nuestra cultura que
veamos comprometida verdades del evangelio? Negarse a contextualizar el ministerio a una
nueva cultura en absoluto no es una solución. Eso puede conducir a una distorsión igual de
grande, porque entonces podemos estar absolutizando adornos de una cultura anterior y,
por lo tanto, perder de vista las verdades básicas del Evangelio.

La respuesta es que no podemos 'contextualizar' el evangelio en abstracto. Si una iglesia


busca ser a la vez una contracultura comprometida para el bien común, no será conducida,
ni a retirada, ni asimilada. Si buscamos servicio, no poder, se nos dará mucha in uencia y
poder (junto con la oposición - 1 Pedro 2:12.) Pero si buscamos directamente el poder y el
control en la sociedad, lo perderemos incluso cuando nos consuma. Solo si los cristianos
entran en los negocios, el arte, los medios para servir a Dios y a la comunidad humana
evitarán ser asimilados en las idolatrías de riqueza, estatus y poder de la cultura. El
evangelio en sí tiene la clave para la contextualización apropiada. Si sobre contextualizamos
es porque necesitamos demasiado la aprobación de la cultura receptora, lo que delata la
falta de con anza del evangelio. Si subcontextualizamos es porque necesitamos demasiado
las trampas de nuestra propia cultura lo que revela una falta de humildad del Evangelio.

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CONCLUSIÓN
Hay muchas iglesias impulsadas por los buscadores que ayudan a muchas personas a
encontrar a Cristo. Hay muchas iglesias que buscan involucrar a la cultura a través del
activismo político. Hay un movimiento carismático de rápido crecimiento con énfasis en la
adoración gloriosa y apasionada. Hay muchas congregaciones con una gran preocupación
por el rigor doctrinal y la pureza y que trabajan arduamente para mantenerse separadas del
mundo. Hay muchas iglesias, generalmente urbanas, con un compromiso radical con los
pobres y marginados.

Sin embargo, no vemos su cientes iglesias que representen el equilibrio evangélico


integrador del evangelio que hemos esbozado aquí. Si bien hay una cantidad alentadora de
puntos brillantes en la iglesia por la gracia de Dios, no vemos un movimiento amplio aún de
este ministerio centrado en el evangelio. Y creemos que, aunque este ministerio centrado
en el evangelio es necesario en todas partes, solo este tipo de ministerio crecerá
efectivamente y marcará la diferencia en las ciudades centrales.

Este equilibrio produciría no solo una prédica sustancial teológica y personal sino también,
evangelismo dinámico y apologético, y crecimiento de la iglesia. Las iglesias enfatizarían el
arrepentimiento, la renovación personal y la santidad de la vida. Al mismo tiempo, y en las
mismas congregaciones, habría un gran énfasis en el compromiso cultural en el arte,
negocios, erudición, y gobierno, y en justicia para los pobres. Habría llamados para una
comunidad cristiana radical en la que todos los miembros compartan riqueza y recursos y
den cabida a los marginados. Estas prioridades se combinarían y se fortalecerían
mutuamente en cada iglesia local y en toda la ciudad.

Estos simplemente no se combinan en ningún movimiento a gran escala porque la base


teológica para ello no se está propagando en la educación y capacitación del ministerio.

¿Qué podría llevar a un movimiento creciente de iglesias centradas en el evangelio? La


respuesta nal es: Dios debe enviar un avivamiento en respuesta a la oración ferviente,
extraordinaria y predominante de su pueblo para su gloria. Pero creemos que también hay
penúltimos pasos a seguir.

1) Primero, debemos hacer una respuesta común a nuestro momento cultural. La iglesia
evangélica no está de acuerdo con la naturaleza de la verdad, nuestra relación con la
cultura, la mejor manera de leer la Biblia e incluso el contenido del evangelio. Sin
embargo, si podemos unirnos en torno a las respuestas comunes a estos problemas
como se establece en este documento, podemos avanzar.
2) Segundo, debemos propagar estos saldos en un curso de educación y entrenamiento
del ministerio. No hay un movimiento a gran escala porque pocos cursos de seminario,
por ejemplo, combinan muy bien los dos "ejes" hermenéuticos, y aún menos lo conectan
con un ministerio muy efectivo y práctico.

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3) Tercero, aunque muchas personas se bene ciarán de la capacitación ministerial


centrada en el evangelio, es solo si hacemos todo esto con una visión para y en el
contexto del ministerio en las grandes ciudades-centros urbanos de nuestro mundo.
Entonces nos convertiremos en una iglesia, "actuando de acuerdo con la verdad del
evangelio" (Gal 2:14) que cambiará nuestro mundo.

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