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SOBRE LOS "ESTADOS TAPONES"

Lic. Alberto Umpiérrez

Es muy conocida la analogía que se hace entre Bélgica y Uruguay,


por ser "estados tapones" creados por el Imperio Británico,
casualmente ambos nacidos a la vida independiente en 1830.
Bélgica, entre Francia y Alemania, y Uruguay, entre Argentina y
Brasil.

Parece muy lógico el esquema geopolítico si uno mira la foto actual,


pero no tiene ninguna lógica si se mira la situación inicial. En efecto,
en 1830, Alemania aun no existía, y tampoco existía la República
Argentina. Estos dos poderosos Estados son el resultado de largos
y conflictivos procesos de unificación, que tienen su punto
culminante casi en el mismo momento, en torno a 1870. Entonces,
evidentemente, la intervención británica tuvo otras motivaciones en
uno y otro caso, tanto en la creación de los supuestos "estados
tapones", como en la creación de Alemania y Argentina.

Entonces tenemos cuatro situaciones bien diferentes, pero


análogas, que procuraré visualizar en forma breve.

1) BELGICA, es un desprendimiento de Holanda. Pero Holanda, en


1830, todavía era una de las más importantes potencias coloniales
de Europa. Había tenido varias guerras contra Inglaterra por
cuestiones coloniales y de navegación. En el siglo XVII, la dinastía
holandesa de Orange aspiró a ocupar el trono británico, lo cual dio
lugar a una guerra civil. Finalmente los ingleses optan por entronizar
a la Casa alemana de Hannover (un dato muy importante para
entender la unificación de Alemania). En 1780, Holanda es una de
las potencias que entra en guerra contra Inglaterra (junto con
Francia y España), apoyando de hecho el proceso de
independencia de los Estados Unidos de América. En 1806, los
ingleses invaden la Colonia holandesa del Cabo, en Sudáfrica,
porque les resulta muy importante ocupar los enclaves estratégicos
que controlan los pasos oceánicos (dato importante para entender
la unificación Argentina y la cuestión de las Malvinas). La guerra
contra los holandeses en Sudáfrica es una constante hasta las
grandes batallas de la guerra del Transvaal, a fines del siglo XIX.
Por estos motivos, Inglaterra tenía sobradas razones para destruir
la unidad de la metrópolis holandesa, procurando con ello debilitar
el control de sus colonias.

2) ALEMANIA, era un puzzle de pequeños Estados Principescos.


Durante la ocupación Napoleónica se formó una Confederación del
Rin; luego de su caída en Waterloo, 1815, formaron una
Confederación Germánica, y en 1834 se constituyó el Zollverein
(Unión Aduanera) con la predominancia del Reino de Prusia, todas
ellas uniones muy débiles e inestables. Pero veamos qué pasa en
Inglaterra: en 1837 es coronada la Reina Victoria, que es de
ascendencia alemana, de la Casa de Hannover que todavía
detentaba esa denominación; en 1840 se casa con su primo el
Príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, también alemán. Para
aquel entonces, Francia ya se había recuperado de la derrota militar
de 1815 y emprendía con fuerza un proceso de expansión industrial
y colonial bajo el reinado de Luis Felipe de Orleans. La revolución
de 1848 terminó abruptamente el reinado de Luis Felipe y determina
en poco tiempo la constitución del Segundo Imperio Francés bajo la
conducción de Napoleón III. Para Inglaterra las cosas se
complicaban otra vez en Europa, por eso, resultaba muy interesante
la perspectiva de la unificación alemana, y, procurando una alianza,
se concreta en 1858 el matrimonio de la hija mayor de la Reina
Victoria de Inglaterra, llamada también Victoria, con Federico de
Hohenzollern, hijo mayor del entonces Regente, futuro Rey de
Prusia y Kaiser de Alemania Guillermo I. Consecuentemente, Prusia
cuenta con el apoyo de Inglaterra en las guerras que van
consolidando la unificación alemana, contra Dinamarca (1864),
contra el Imperio Austro-Húngaro (1866) y finalmente contra el
Imperio Francés (1870). Esta última guerra es particularmente
humillante para Francia, pues los alemanes se dan el lujo de tener
prisionero al Emperador Napoleón III, ocupar París, anexar Alsacia
y Lorena, y proclamar en el Palacio de Versalles el nacimiento del
Reich Alemán y la coronación del Kaiser Guillermo I. A la muerte de
éste, en 1888, su hijo Federico se transforma en Kaiser, y su
esposa británica será Emperatriz consorte de Alemania, aunque
solo por 99 días, porque Federico sufría de un cáncer muy
avanzado que terminó rápidamente con su vida.

Esta alianza Anglo-Prusiana, por extraña que parezca actualmente,


luego de las dos guerras mundiales que enfrentaron a Inglaterra y
Alemania, no es otra cosa que la continuidad de la alianza que
derrotó a Napoleón Bonaparte en Waterloo: Wellington y Blücher.
Además, hay una sociedad financiera que solventa la alianza,
porque desde 1853 la Banca de los hermanos Rothschild, familia
natural de Frankfurt, Hesse, ya consolidados como principal
empresa financiera Londinense, también se establece como Banca
de la Corte de Prusia. Poco después, en 1866, se constituye una
sociedad bancaria de los Rothschild en Berlín, cuyo representante
será el Barón Gerson von Bleichroder, íntimo amigo del Canciller
Otto von Bismarck.

Entonces, resulta ser que Bélgica no nació para "suavizar" las


relaciones fronterizas entre Alemania y Francia, porque Alemania
no existía cuando nació Bélgica, con la ayuda de Inglaterra como
comadrona en el parto. La verdadera razón del nacimiento de
Bélgica, más allá de los sentimientos de identidad y diferenciación
de los propios belgas que es una condición sine qua non, es la
necesidad de debilitar el poderío naval de Holanda, su enemiga, y,
por tanto, los vínculos con sus colonias de ultramar.

Y resulta también, que la propia Alemania nació ayudada por


Inglaterra, para equilibrar el poderío de Francia en el continente
europeo, y frenar su tendencia a expandirse hacia el este.
Entonces, Alemania sí fue concebida como un "estado tapón" entre
Francia y Rusia.

Veamos ahora las analogías del proceso de unificación de la


República Argentina con el de Alemania, y el caso de Uruguay con
Bélgica.

Artigas y Lord Ponsomby

A fines de junio pasado, la Sra. Presidenta de la República


Argentina Cristina Fernández de Kirchner desencadenó un debate
muy interesante al decir que “Artigas quiso ser argentino” y días
más tarde subrayar el concepto agregando que “no quiso ser
uruguayo”. Bueno, era orgullosamente Oriental, que es lo mismo.
Pero viene muy bien la intervención desde la otra orilla para
clarificar las cosas. La única diferencia que hay entre la
Independencia de la Provincia Oriental, que proclamó y ejerció
Artigas desde el 13 de enero de 1815, y la Independencia de la
República Oriental reconocida por la Convención Preliminar de
Paz de 1828, es que la República no tiene la posibilidad de
confederarse con las demás Provincias, como lo hizo en el
Congreso de Oriente del 29 de junio de 1815 o en la Asamblea
de la Florida del 25 de agosto de 1825. La “elevación” de la
Provincia a la condición de Nación (soberanía absoluta), le
impone la obligación de equipararse con los demás Estados
soberanos del planeta. Al mismo nivel de la República Argentina y
de la República del Brasil, a pesar de las notorias diferencias de
poderío relativo. Esta soledad planetaria de la República Oriental
siempre fue un enorme desafío para el Pueblo Oriental, muy
costoso en relación a los recursos y a la población, pero asumido
con responsabilidad y determinación.

La separación nacional de la República Oriental no es lo que


quería Artigas, es cierto, pero no es menos cierto que la
palabra "argentino" nunca cruzó por su cabeza, porque en su
época esa palabra no se utilizaba más que para referirse a los
habitantes de Buenos Aires, y no aparece en ninguno de los
documentos Artiguistas. En su tiempo se hablaba de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, una idea que unos
visualizaban en formato monárquico, luego como República
unitaria, y otros como Confederación de Provincias soberanas.
La imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la configuración
constitucional de las Provincias Unidas fue lo que determinó
su fracaso y el abandono de esta denominación.

La "República Argentina" como proyecto político aparece


recién con la Asamblea Constituyente de 1825, es el proyecto
de Bernardino Rivadavia, el proyecto unitario, contra el cual se
construyó luego la "Confederación Argentina". Esta última
duró hasta el definitivo triunfo de Buenos Aires, de Bartolomé
Mitre, en la batalla de Pavón ocurrida el 18 de setiembre de
1861. Luego de esa batalla, el ejército porteño invade y ocupa
la totalidad de las Provincias Argentinas, derrocando a sus
antiguos gobernadores federales, con la única excepción de
Urquiza. En los 10 años siguientes la República Argentina de
Mitre y Sarmiento se consolida a través de la invasión del
Uruguay e imposición del General Venancio Flores como
Presidente, la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, y
la última guerra de exterminio contra los federales que habían
sobrevivido (Felipe Varela, Vicente Peñaloza, Ricardo López
Jordán, etc.). En 1880, después de conquistar la Patagonia y el
Chaco, el Gral. Julio Argentino Roca, con ayuda de Mitre y
Sarmiento, termina la obra iniciada por Bernardino Rivadavia,
con la capitalización de Buenos Aires y la construcción del
actual Puerto Madero, íntegramente financiado por capitales
ingleses.

Se dice que la República Oriental del Uruguay es un invento de


Lord Ponsomby, pero se omite decir que, en tal caso, la
Argentina también es un invento del mismo embajador inglés.
Cito textualmente el primer párrafo de la carta que el
Embajador Lord John Ponsomby le dirige al Canciller Vizconde
Dudley of Ward el 18 de enero de 1828: "Excmo. Señor: En mi
despacho separado, del 20 de Diciembre último, tuve el honor
de someter a V.E. el esbozo de un proyecto para formar un
sistema de federación entre los estados litorales del Plata y del
Paraná, para la seguridad de la libertad del comercio, desde la
boca del estuario hasta el Paraguay y la entrada del Bermejo en
el Paraná; todo a culminarse con la garantía de la Gran
Bretaña, como la piedra central y el poder conservador del
sistema."1

1 “La Misión Ponsomby”, Luis Alberto de Herrera, documento


transcripto en Revista Naval, Año III Nº 6, Marzo 1990, ISSN
0797-1222 Publicación del Club Naval, Montevideo, Uruguay,
pág. 46.

2 ibídem

En la época en que se produce la mediación de Ponsomby, cada


Provincia Argentina era un Estado independiente y el Gobernador
de Buenos Aires ejercía solamente la representación exterior, y,
transitoriamente, la jefatura de algunos componentes de los
ejércitos provinciales comprometidos en la guerra, en nombre de las
Provincias Unidas del Río de la Plata. Los ingleses temían que la
"anarquía" derivada de esta situación fuera una invitación para que
el Imperio del Brasil extendiera su influencia sobre toda la región y
sobre toda la costa americana del Océano Atlántico, por ese motivo
era tan importante para Inglaterra consolidar "un sistema de
federación" al occidente del río Paraná, era la única manera de
frenar al Brasil. Luego, la independencia de la Provincia Oriental
tenía más relación con quitársela al Brasil, que con quitársela a
la Argentina.

Sigo transcribiendo los siguientes párrafos de la misma carta de


Ponsomby a Dudley, desde el segundo en adelante: "En las
instrucciones que me dio el señor Canning se nota la resistencia a
atribuir la posesión permanente de la Banda Oriental al Brasil, y en
el muy reciente despacho de V.E., igual falta de voluntad se
demuestra por la manera cómo V.E. califica su aprobación del
convenio preliminar del señor García."2
Aquí Ponsomby se refiere a un Convenio negociado por el
embajador argentino en Rio de Janeiro Manuel José García en
1827, por el cual se entregaba la Banda Oriental al Brasil,
entendiendo el señor embajador García, según cuenta Bartolomé
Mitre, que "a sus ojos los Orientales no eran, ni serían jamás
argentinos"; ese Convenio derivó en el derrocamiento de Bernardino
Rivadavia y el nombramiento como Gobernador de Buenos Aires
del Coronel Manuel Dorrego, quien continuó la guerra con Brasil
hasta la firma de la Convención Preliminar el 27 de agosto de 1828.

Y sigue diciendo la carta de Ponsomby:

"Los archivos del Foreign Office ofrecen muy abundantes razones


para explicar esta falta de voluntad, motivada por los propósitos
confesados y por la política del ministerio del Brasil si (como parece
ser realmente el caso), los brasileños pueden hacer efectivos sus
propósitos y su política. Creen ellos que, una vez dueños
permanentes de la costa entera de Sud América, desde el
Amazonas hasta el Plata, y pudiendo establecer estaciones en la
costa africana, seriamente podrán perjudicar, si no contralorear, a
voluntad del gobierno imperial, el comercio de Inglaterra con la
India, la China y toda el Asia Oriental y el Pacífico. Imaginan que
esto podría hacerse aún con una marina bastante reducida, por
medio de cruceros, empleándolos en la captura de todos los
traficantes que se atrevieran a arriesgar viaje sin convoy y
haciendo, por tanto, demasiado costoso el comercio para
continuarlo con provecho.

"La falta de habilidad y de valor entre los imperiales, no ofrece


motivos de alarma, por lo que ellos solos tentasen contra los
derechos o intereses británicos, pero no nos faltan rivales,
envidiosos y enemigos bastantes, que ayudarían, si pudiesen, a
disminuir nuestro poder.

"Si a los brasileños se les consintiera incorporar la Banda Oriental y


el Río de la Plata a su Imperio, además de lo que ya poseen,
podrían, en cualquier tiempo, dar facilidades a Francia, de una
naturaleza formidable, para atacar con ventaja los intereses
marítimos de Inglaterra. Bien notoria es la prevención del actual
emperador del Brasil a Inglaterra; su abdicación de la corona
portuguesa le ha libertado, según él, sino en realidad en gran parte,
tal vez de la mayor parte, de la obligación de cultivar la amistad de
la Gran Bretaña, en el interés de su seguridad personal y de su
familia; las vinculaciones comerciales parecen bastante débiles,
sabiéndose muy bien que las ventajas del comercio pueden
asegurarse a una nación, a pesar de estar en guerra con su mejor
cliente; y S.M.I. puede creer que Francia podrá, con facilidad,
compensar todas las pérdidas que resultarían de una desavenencia
con Inglaterra.

"Si todo esto fuera cierto, sería conveniente despojar a una política
hostil (si tal haya) de su poder de hacer daño a Inglaterra y quitar a
Brasil los medios que, empleados en la forma que he supuesto,
podrían con dificultad ser destruidos aún por el poder marítimo de la
Gran Bretaña.

"Si el emperador buscara la ayuda de Francia y pudiera entregar a


ella todos los puertos de Sud América, la Francia, sin duda, podría
poner en el mayor peligro una inmensa parte de nuestro comercio,
por medio de una guerra marítima de depredaciones en esas
regiones. Los puertos principales del Brasil, son fáciles de defender.
El valor y la habilidad francesa los asegurarían y la distancia de su
base de recursos, en la que la Gran Bretaña tendría que operar,
aumentaría mucho las dificultades."3

3 Ibídem, pág. 46 y 47

Las consideraciones geopolíticas y estratégicas de Lord Ponsomby


son muy claras en sí mismas, pero ameritan una contextualización
histórica.

Antecedentes y consecuentes

En 1814 retorna a España el Rey Fernando VII, tras largo


confinamiento en Bayona junto con toda la familia real. Ese mismo
año son evacuadas las últimas tropas españolas de Montevideo,
con lo cual las Provincias del Río de la Plata quedaban de hecho
liberadas de la dominación peninsular. El Rey de España se niega a
negociar con las colonias y exige su sometimiento, razón por la cual
la guerra continúa. A fines de 1814 resuelve enviar una expedición
militar de más de 10.000 hombres para recuperar el Virreinato de
Nueva Granada (Venezuela y Colombia). Simultáneamente, desde
Buenos Aires, parte la misión diplomática integrada por Manuel
Belgrano, Bernardino Rivadavia y Manuel de Sarratea, para
negociar alguna solución con Madrid, o eventualmente buscar algún
candidato de la familia borbónica española para establecer una
monarquía constitucional rioplatense.
El 10 de enero de 1815, las fuerzas rebeldes de José Artigas
triunfan en la batalla de Guayabos contra el ejército “auxiliador” de
Buenos Aires, y el 13 del mismo mes se enarbola la bandera tricolor
en Arerunguá proclamándose y jurándose la independencia
Provincial, “absoluta y respectiva”. Poco después ocurre otro tanto
en las Provincias de Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Santa Fe y
Córdoba, constituyéndose la Liga de los Pueblos Libres en el
Congreso de Oriente, el 29 de junio.

El gobierno centralista Directorial de Buenos Aires, de tendencia


monarquista, teme que se generalice la rebelión popular en todas
las Provincias e incluso en la propia Capital.

Surge, pues, una evidente convergencia de intereses coyunturales


entre España, Portugal y Buenos Aires, todos interesados en
terminar con la Liga de los Pueblos Libres y con su Protector,
Artigas. Se negocia intensamente en las Cortes de Europa y en Rio
de Janeiro. Finalmente, en 1816 y 17 ocurren cuatro eventos
significativamente cercanos:

1º) El 9 de julio, el Congreso de las Provincias Unidas (sin aquellas


que formaron la Liga de los Pueblos Libres) declara la
Independencia, pero, sin perjuicio de ello, se habla de negociar
algún tipo de Protectorado bien fuera de Portugal o del Imperio
Británico.

2º) El 28 de agosto comienza la invasión Portuguesa de la Provincia


Oriental mediante la toma de la Fortaleza de Santa Teresa.

3º) El 5 de setiembre se produce el matrimonio simultáneo del Rey


Fernando VII y de su hermano Carlos María Isidoro, con sus
sobrinas María Isabel y María Francisca de Braganza,
respectivamente, ambas consortes son Princesas de Portugal, hijas
del Regente Juan VI y de su esposa española Carlota Joaquina de
Borbón.

4º) El 13 de mayo de 1817 se lleva a cabo otro matrimonio real,


esta vez del Príncipe heredero al trono de Portugal, hermano de las
Princesas antes mencionadas, Pedro de Alcántara de Braganza y
Borbón (el futuro Emperador de Brasil Pedro I), con la Princesa
María Leopoldina de Habsburgo, hija del Emperador de Austria,
Francisco I. Téngase presente que en aquel momento el Imperio
Austro-Húngaro era quien había orquestado la Restauración
Absolutista en Europa, tras la caída de Napoleón Bonaparte, a
través del Congreso de Viena.
No hay ningún documento que permita suponer alguna asociación
entre los cuatro eventos, o entre algunos de ellos, pero es
razonable suponer algún tipo de alianza hispano-portuguesa,
referida a las Provincias del Río de la Plata, avalada por el Imperio
Británico, por supuesto, y muy probablemente también por el
gobierno de Buenos Aires.

Artigas derrotado en 1820 se interna en Paraguay y la Provincia


Oriental, ocupada por los portugueses, resuelve en un Congreso de
notables su incorporación al Reino Unido de Portugal, Brasil y
Algarve con el nombre de Provincia Cisplatina Oriental,
conservando su autonomía respecto del Reino del Brasil (se había
transformado en Reino en virtud de la radicación de la familia real
portuguesa en Rio de Janeiro desde 1808).

En abril de 1821 la familia real portuguesa retorna a la metrópolis


para asumir allá sus funciones, pero Pedro, designado Regente del
Brasil, junto a Leopoldina, permanece en Río de Janeiro, debido a
que los cariocas no querían perder los privilegios derivados de la
condición de Reino. Apenas se fueron los Reyes de Portugal, llegó
al Brasil Georg Anton Ritter von Schäffer, médico austríaco
designado mayor de la Guardia, quien sería encargado de la
contratación y traslado de soldados y colonos, austríacos y
alemanes, para fortalecer la colonización del Brasil, especialmente
en las Provincias del Sur.

La proclamación de la independencia del Brasil, el 7 de setiembre


de 1822, estuvo precedida de alguna correspondencia de Pedro I
con el Primer Ministro y Canciller del Imperio Austríaco Príncipe
Klemens von Metternich, por la cual este compromete su apoyo a la
independencia del Brasil en tanto sirviera a la finalidad de afirmar el
poder monárquico contrarrevolucionario. El entusiasta apoyo de
María Leopoldina de Habsburgo a la independencia, le valió el
apodo de “la Paladina de la Independencia”.

Es así que a partir de 1823 comienza a llegar al Brasil una corriente


de inmigrantes alemanes que alcanzaría varios miles en 1830,
cuando llega el último embarque. Una parte importante de ellos
eran soldados profesionales.

Esto explica las palabras de Lord Ponsomby referidas al Emperador


del Brasil Pedro I: “su abdicación de la corona portuguesa le ha
libertado, según él, sino en realidad en gran parte, tal vez de la
mayor parte, de la obligación de cultivar la amistad de la Gran
Bretaña, en el interés de su seguridad personal y de su familia”. El
Brasil estaba cada vez más vinculado con el Imperio Austríaco, y
cada vez menos con Inglaterra, y esta situación resultaba muy
preocupante para los ingleses.

Quizá es esta preocupación del Imperio Británico la que motiva el


reconocimiento formal de las Provincias Unidas en 1823, que
habilita el otorgamiento de préstamos y la venta de armamentos.
Quizá es esta misma preocupación de los ingleses la que motiva al
Presidente Bernardino Rivadavia a apoyar la expedición libertadora
de la Provincia Oriental, que poco después comprometería a las
Provincias Unidas en una guerra de tres años contra el Imperio del
Brasil.

Aventurando alguna eventual hipótesis, cabe preguntarse si esta


preocupación de los británicos no tendría alguna relación con la
misteriosa muerte de la Emperatriz Leopoldina el 11 de diciembre
de 1826. Pese a lo cual, el Emperador se mantuvo firme en sus
propósitos imperialistas autonómicos respecto del Imperio Británico,
y también se mantuvo el apoyo al Brasil desde el Imperio Austríaco.

Pero a mediados de 1828 la presión económica de Inglaterra sobre


Brasil a los efectos de poner punto final a la guerra y a las
aspiraciones expansionistas del Imperio, desembocan en un
creciente descontento. En junio de ese año se produce la llamada
“revuelta de los mercenarios”, un amotinamiento de los soldados
alemanes de la Guardia Imperial, que es reprimido duramente por
tropas inglesas y francesas desembarcadas de las flotas que
“casualmente” en ese momento fondeaban en Rio de Janeiro. Es el
golpe final, la voluntad del Emperador cede al interés británico y
pone su firma aprobando la Convención Preliminar de Paz por la
cual se otorga la independencia a la Provincia Oriental. En estas
maniobras también influyeron mucho los portugueses que
pretendían restablecer el vínculo de subordinación con su antigua
colonia.

Claro que también hubo presión sobre el gobierno de Buenos Aires,


porque la idea de Gran Bretaña era provocar un empate y un
estancamiento de la situación militar, que forzara el acuerdo.

Así es pues, que el Imperio Británico logra fortalecer


progresivamente sus vínculos, tanto con la naciente Argentina,
como con el Imperio del Brasil, y también con la emergente
República Oriental del Uruguay. La guerra había servido solamente
para beneficiar al intermediario inglés.

Cada vez más aislado, desprestigiado y hostigado por una creciente


oposición liberal, el Emperador Pedro I, casi un rehén de los
cortesanos portugueses que lo rodean, resuelve abdicar a favor de
su hijo Pedro II, aun niño, el 7 de abril de 1831, formándose una
Regencia. Luego parte rumbo a Portugal, procurando recuperar sus
derechos al trono metropolitano.

En el Río de la Plata, luego de la independencia de la Provincia


Oriental, se consolidó definitivamente la preeminencia de la
Provincia de Buenos Aires sobre todas las demás, debido a su
condición portuaria y comercial prácticamente monopólica, sumada
al enorme desarrollo de la industria del saladero de carne, vinculada
a la tradicional ganadería extensiva. En la analogía propuesta al
principio, entre el proceso de unificación de Alemania y el de
Argentina, Buenos Aires deviene en una suerte de “Prusia”
Argentina. Nunca le faltó la vocación de serlo, pero desde 1830
queda notablemente fortalecida en ese rol.

Según dice la historiadora brasileña Lucia Bastos Pereira das


Neves, el 7 de abril de 1831 fue saludado como el momento en que
“comenzó nuestra existencia nacional”. Resulta muy interesante
esta afirmación, por cuanto ratifica la enorme interdependencia que
existe entre los Pueblos costeros del Atlántico Sur. A partir de esta
afirmación, apelando a ese esencial entramado histórico regional,
podríamos decir que la independencia de la República Oriental del
Uruguay implicó una Refundación Nacional de Brasil y también de
la Argentina.

Pero la historia es un proceso dialéctico interminable, cada aparente


final no es más que el principio de otra historia. Así es que en 1835,
como consecuencia del Artiguismo, de la guerra, de la
independencia Oriental y de la inmigración alemana traicionada por
el Emperador, surge con mucho ímpetu un movimiento
independentista en el Sur del Brasil: la Revolución Farroupilha, la
República Riograndense de Piratiní.

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