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Revista de:
Centro de Estudios
Regionales, Cafeteros y
Empresariales -Crece-,
Instituto de Estudios
Regionales de la Universidad
de Antioquia -Iner-
Observatorio del Caribe
Colombiano
RegionEs
Editada por:
Centro de Estudios Regionales, Cafeteros y
Empresariales –CRECE–;
Instituto de Estudios Regionales –Iner–
Universidad de Antioquia;
Observatorio del Caribe Colombiano
Directores
Mauricio Perfetti del Corral
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Weildler Antonio Guerra Curvelo
Comité Editorial
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Editor
Jesús María Álvarez Gaviria
Instituto de Estudios Regionales –Iner–
Universidad de Antioquia, Medellín - Colombia
e-mail: jesusm@iner.udea.edu.co
Periodicidad
Semestral
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Asesoría en diseño e imagen
Verónica Salazar Uribe Los artículos pueden ser reproducidos
con fines estrictamente académicos o
divulgativos, citando la fuente
Contenido
Revista RegionEs
Medellín
2/Primer Semestre/2004
ISSN 1692-939X
pp. 232
Editorial 5
Artículos de investigación
Los condicionantes del espacio/tiempo
en la orientación de las respuestas civiles
a la guerra en Colombia
Clara Inés García 10
Identidades nacionales y regionales
en contextos migratorios diferentes
Inmigrantes bolivianos en dos
ciudades argentinas
Sergio Caggiano 35
Una visión regional de la competitividad
colombiana
Oscar Alberto Ortiz Gonález
y Bernardo Andrés Taborda Figueroa 71
Transferencias intersectoriales de capital
en las regiones colombianas, 1980-1996
Aarón Eduardo Espinosa y Ericka María Duncan 95
Conflicto y territorio: visos de un caleidoscopio
Elsa Blair 115
Ensayos
Sostenibilidad y capital social:
una visión de largo plazo
César Vallejo Mejía 139
Los estudios socioespaciales: hacia una
agenda de investigación transdisciplinaria
Carlo Emilio Piazzini Suárez 151
Debates
Culturas, territorios y Mercosur
Alejandro Grimson 175
Seguridad democrática versus
planes de desarrollo
Pablo Emilio Angarita Cañas 180
Información institucional
Centro de Estudios Regionales Cafeteros
y Empresariales –Crece– 197
Instituto de Estudios Regionales –Iner– 205
Observatorio del Caribe Colombiano 222
Información para los colaboradores 228
Los estudios socioespaciales: Carlo Emilio Piazzini Suárez*
hacia una agenda de
investigación transdisciplinaria 1
Resumen
En este ensayo se plantea la pertinencia y potencial que tiene un acercamiento renovado al espa-
cio y las espacialidades para el desarrollo del pensamiento transdisciplinario en las ciencias socia-
les. Se expone en primer lugar lo que serían las condiciones filosóficas y epistemológicas de emer-
gencia de una apuesta por el conocimiento de lo espacial, al mismo nivel de lo social y lo tempo-
ral, como dimensiones fundamentales de la existencia humana. En segunda instancia se plantean
una serie de temas centrales para el desarrollo de una agenda de estudios socioespaciales con el
doble propósito de indicar algunas de las principales problemáticas a las que éstos se ven aboca-
dos a la vez que hacer visible la intensidad de los procesos contemporáneos de re-conceptualiza-
ción de las categorías de análisis socioespacial. Por último, se enuncian una serie de retos que
harían parte de la agenda latinoamericana de estudios socioespaciales.
1 Este texto se basa en los planteamientos académicos del proyecto de creación de la Maestría en Estudios
Socioespaciales del Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia.
* El autor es investigador del Instituto de Estudios regionales, Iner de la Universidad de Antioquia., Ciudad Univer-
sitaria. Oficina 243. Dirección electrónica: cepiazzini@epm.net.co
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Piazzini. Los estudios socioespaciales: hacia una agenda de investigación transdisciplinaria
cial” (sensu Jameson, 1991: 154) han emer- las ciencias sociales. Ello desde luego no
gido múltiples agendas y programas de in- quiere decir que con anterioridad al giro es-
vestigación que convocan diversos saberes pacial, el espacio haya ocupado un lugar se-
hacia la constitución de lo que podría de- cundario en la vida social, sino que la supe-
nominarse las teorías socioespaciales, un ditación a la historia y al tiempo, como re-
proceso que se encuentra en plena marcha. cursos fundamentales de ordenamiento y
explicación de los fenómenos sociales y hu-
Una tarea fundamental en esta dirección es
manos, opacó y acaso enmascaró ideológi-
construir una ontología del espacio que,
camente la importancia que el control políti-
partiendo de situar lo que históricamente
co del espacio podía tener para el estableci-
ha sido su tratamiento en la filosofía y las
miento de las formas de poder que han pre-
ciencias, trate de suministrar argumentos a
dominado en la modernidad.
favor de una recomposición del lugar del
espacio frente a otras categorías fundamen- De hecho, la primacía del tiempo sobre el
tales como tiempo y sociedad, y con ello, espacio fue decisiva para la constitución de
logre sustentar y delimitar epistemológica- un modelo geopolítico y de una política de
mente lo que sería el ámbito temático de la interpretación (White, 1992: 75) de los
una teoría socioespacial. saberes de la modernidad. Y yendo hacia
atrás puede decirse que el concepto, tal
Espacio y sociedad como se configuró desde el siglo XVIII, se
Dado que el “giro espacial” se ha operado irguió, no sin cambios, sobre la herencia de
en el contexto de intensos debates sobre antiguas oposiciones entre alma y cuerpo,
la validez e incluso sobre las finalidades espíritu y materia propias del pensamiento
políticas de los sistemas de pensamiento griego clásico y judeocristiano. Así, en los
que aspiran a la universalidad es difícil cuan- sistemas filosóficos modernos, y notable-
do no imposible hallar consenso acerca de mente a partir de Hegel (1837/1985), la al-
una ontología del espacio que pudiera ope- teridad relativa a la simultaneidad espacial
rar a la manera de un paradigma (sensu Kuhn, de los lugares geográficos fue domesticada
1992). recurriendo a un modelo de tiempo históri-
co de carácter evolutivo, conforme al cual
No obstante, por principio se ha privilegiado las sociedades occidentales ocupan el lu-
el tratamiento del tiempo respecto del espa- gar del presente y el futuro, mientras que
cio en el pensamiento occidental, por lo me- las sociedades no occidentales se han ubi-
nos desde Kant hasta Heidegger (Foucault, cado en un pasado protohistórico o pre-
1967; Soja, 1994; Harvey, 1989; Pardo, 1992). histórico. Esta lógica, subyacente a los es-
Esta percepción habría determinado la dis- quemas de progreso y luego de desarrollo
tribución epistemológica de lo espacial en las y modernización, erigió como modelo las
ciencias modernas, al igual que el tipo de tra- características económicas, políticas y cul-
tamiento que el espacio y las espacialidades turales de los centros metropolitanos,
han recibido específicamente por parte de mientras que paralelamente exigía a los lu-
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Piazzini. Los estudios socioespaciales: hacia una agenda de investigación transdisciplinaria
tión heurística de manejo de las escalas mos un espacio, que pensamos en el espa-
dentro de un sistema taxonómico de dife- cio y a los cuales el espacio pre-ocupa.
renciación territorial, o a una figura retóri- Entre la creciente “muchedumbre de co-
ca que aprovecha metáforas con referen- sas”: objetos, útiles, máquinas y construc-
tes espaciales para dar forma a narrativas tos estéticos, las prácticas sociales y las
geográficas, históricas, políticas, antropo- técnicas de espacialización producen nue-
lógicas y sociológicas (Agnew, 1994:261). vas espacialidades; es decir, determinadas
formas de disposición, distribución, distan-
De forma paralela y, en cierto modo, subsi-
ciamiento y relación entre los entes en el
diaria de la fractura entre espacio objetivo
espacio (paisajes, territorios, lugares, cuer-
y subjetivo, el tratamiento de los conteni-
pos y artefactos).
dos sociales tangibles en el espacio; es de-
cir, de las materialidades, ha sido bien el de Tal definición, que hemos adaptado de Par-
una mirada mecánica, interesada por las do (1992: 16), parte necesariamente de tras-
sustancias, las mercancías y las funciones cender la oposición ya mencionada entre
o el de una mirada espiritual interesada por espacio objetivo y subjetivo. No hay lugar
la manera en que lo social se derrama so- para un subjetivismo o idealismo en la me-
bre los cuerpos, los objetos, las cosas y sus dida en que se reconoce que el espacio,
relaciones, como soportes y acaso expre- como exterioridad, como extrañamiento,
siones de la cultura (Cf. Debray, 1997: 159, afecta la existencia, incluyendo el pensa-
Dagognet, 2000: 14). La escisión entre lo miento, y no hay lugar para un objetivismo
animado y lo inanimado, entre lo humano en la medida en que el espacio no es de
y lo no humano ha dificultado el pensa- ninguna manera un receptáculo que puede
miento sobre el lugar que ocupan las ma- ser vaciado de sus contenidos sin que pier-
terialidades en las relaciones sociales (La- da su condición de existencia: el espacio es
tour, 1992). Y pese a que las materialidades en la medida en que se habita, usa y signi-
pueden ser consideradas, aún desde una fica.
ontología mecánica del espacio, como par-
La idea del espacio como producto y a su
te constituyente del mismo, los estudios de
vez productor de lo social ha sido desarro-
la cultura material y de la técnica, han sido
llada en extenso por Henri Lefebvre (1991),
escasamente integrados a los estudios del
quien ha señalado la existencia de una re-
espacio y la geografía (Santos, 2000: 27).
lación trialéctica en el proceso de produc-
De cara a estas dificultades, se ha plantea- ción del espacio: entre prácticas espacia-
do la necesidad de constituir un “pensa- les, espacios representados y espacios de
miento del afuera” (Deleuze y Guattari, representación. Su planteamiento fue reto-
1994: 381), de las “formas de la exteriori- mado posteriormente por Soja para referir-
dad” (Pardo, 1992), que parta de conside- se al espacio percibido (físico), el espacio
rar que nuestra existencia es forzosamente concebido (pensado) y el espacio vivido (re-
espacial, que somos cuerpos que ocupa- presentado) (Soja, 1996: 76). Estas teorías
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Piazzini. Los estudios socioespaciales: hacia una agenda de investigación transdisciplinaria
mente el tiempo y el espacio [...] Cómo tra- ra material, paisaje y cartografía. Dicho pro-
ducir en categorías analíticas esa mezcla ceso de reelaboración se hace visible a pro-
que hace que el espacio sea también el pósito de debates contemporáneos que
tiempo y viceversa?” (Santos, 2000: 44). Una son centrales al desarrollo y la aplicación
posibilidad está en tratar las categorías de de las teorías socioespaciales, algunos de
espacio y tiempo según parámetros com- los cuales serán abordados a continuación.
parables, lo cual puede lograrse mediante
una “empirización” del segundo, cuyo arrai- (Des)territorialidades y
go en el principio de sucesión y no de si- (No)lugares
multaneidad (como ocurre con el espacio) Recientemente, conceptos como territorio
lo hace sin lugar a dudas más abstracto. Tal y lugar han sido puestos en duda en cuan-
empirización del tiempo sería posible al to se les ha asociado a concepciones de-
aproximarse a la materialidad de las técni- masiado estáticas y excluyentes como para
cas como “dato constitutivo del espacio y avanzar en la comprensión de las espacia-
el tiempo operacional y del espacio y el lidades porosas, yuxtapuestas y móviles que
tiempo percibidos” (Santos, 2000: 48). se le endosan a los procesos de globaliza-
Es precisamente el estudio de las técnicas ción. En su lugar se han implementado con-
el que permite efectuar una evaluación crí- ceptos abiertamente críticos como “no-lu-
tica de postulados recientes acerca de una gar” y “desterritorialización”.
supuesta compresión del tiempo y el espa- El primero de ellos señala la emergencia de
cio en la globalización (Harvey, 1989; Cas- realidades espaciales que no corresponden
tells, 1999), en la medida en que devela al “lugar antropológico” en donde “la iden-
cómo, a la par que se han desarrollado tec- tidad, las relaciones y la historia de los que
nologías que reducen las diferencias espa- lo habitan se inscriben en el espacio”, sino
ciales y temporales (p.e. transportes y re- a “espacios de la circulación, de la distri-
des de información), dichas diferencias co- bución y de la comunicación, donde ni la
existen con tecnologías que introducen identidad, ni la relación, ni la historia se
nuevas espaciotemporalidades, no necesa- dejan captar” (Augé, 1996: 98).
riamente reductoras de las diferencias (p.e.
tecnologías de la luz eléctrica y el cinema) Por su parte con el concepto de desterrito-
(May y Thrift, 2001). rialidad señala que: “Las relaciones ‘globa-
les’ son conexiones sociales en las cuales
Ahora bien, una aproximación crítica ten- la localización territorial, las distancias te-
diente a la reubicación de lo espacial res- rritoriales y las fronteras territoriales no tie-
pecto de lo social y lo temporal, cuyas lí- nen una influencia determinante. En el es-
neas generales hemos expuesto hasta aquí, pacio global ‘el lugar’ no está territorialmen-
repercute en la reelaboración de nociones te fijado, la distancia territorial es cubierta
y conceptos sensibles a la concepción del en un no-tiempo efectivo y las fronteras
espacio, tales como lugar, territorio, cultu- territoriales no presentan un impedimento
particular” (Scholte citado en Amin, 2002: moderna, más que rechazar esta comple-
386). jidad, reduciéndola a dramas singulares
de una resistencia de lo territorial o de
Estas ideas –que no dejan de tener un cier- una desterritorialización imparable.
to tono apocalíptico en la medida en que Aquí es importante anotar que las nocio-
anticipan la muerte de la geografía, las dis- nes fundadoras del territorio se relacionan
tancias y los límites espaciales por efecto con la idea de un espacio geográfico referi-
de los flujos y las velocidades de circula- do al dominio y la soberanía del Estado (tal
ción de las transacciones económicas, tec- como lo planteó Friederich Ratzel a propó-
nológicas e informáticas– han desatado un sito de la geografía política). De su enun-
intenso proceso de debate y reconceptua- ciado clásico, el concepto de territorio si-
lización. Así por ejemplo, se ha planteado gue guardando una dimensión política: “el
que el lugar, cualquiera que sea su tempo- territorio es fundamentalmente un espacio
ralidad, sería “un lugar abierto, poroso, hí- definido y delimitado por y a partir de rela-
brido cuya especificidad se deriva, no de ciones de poder” (Souza, 1995), dado que
algunas raíces míticas internas, ni de una “las practicas territoriales [...] forman parte
historia de relativo aislamiento – que aho- de la propia naturaleza del poder. Son un
ra sería interrumpida por la globalización–, signo de éste [...] No hay poder sin territo-
sino precisamente de la absoluta particu- rio” (Ortega, 2000: 530). No obstante, a
laridad de las mixturas e influencias que se tono con la reelaboración conceptual que
encuentran allí (Massey citado por Amin en los últimos años se ha hecho de las ca-
2002: 392). Se trata de un lugar en el que tegorías analíticas con las cuales se piensa
confluyen y se yuxtaponen de manera par- la dimensión socioespacial, el concepto de
ticular nuevas y viejas espaciotemporalida- territorio ha trascendido: 1) las escalas es-
des, redes de prácticas espaciales y memo- paciales del Estado-nación, 2) el ejercicio
rializaciones diferentes, lo cual no sería pri- de la territorialidad como función exclusiva
vativo de la era global (Amin, 2002: 392). de éste, 3) la cuestión de lo espacial referi-
Así mismo Tuathail (1998) ha planteado que, da exclusivamente al soporte físico de la so-
beranía del Estado y 4) el poder como el
Territorio y territorialidad no son onto-
logías discretas, son construcciones so- control efectuado por las instituciones del
ciales entretejidas con capacidades tec- Estado.
nológicas, máquinas de transporte, logís-
ticas militares, instituciones sociales, Las territorialidades, esto es, las formas y
autoridades políticas y redes económi- grados de apropiación, dominio y control
cas. Las sociedades humanas producen, del espacio, sea este vivido, percibido o
reproducen y también destruyen territo- concebido, se despliegan también en el
rios y territorialidades. Nuestra tarea es
ámbito de lo internacional y lo infraesta-
teorizar críticamente las territorialidades
polimorfas producidas por lo social, lo tal, siendo ejercidas tanto por agentes in-
económico, lo político y la maquinaria dividuales como colectivos, por organiza-
tecnológica de nuestra condición pos- ciones transnacionales, empresas, esta-
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Piazzini. Los estudios socioespaciales: hacia una agenda de investigación transdisciplinaria
dos, regiones o comunidades locales repensar estas categorías, que una consta-
(Montañez, 2000: 20; Correa, 1994: 252). tación de que las realidades espaciales a
De otra parte, lo que se territorializa no es las cuales se quiere aludir con estos con-
sólo el espacio físico o geográfico en sen- ceptos hayan poseído históricamente o
tido tradicional, sino también los objetos, posean actualmente esas mismas caracte-
los cuerpos, las técnicas, las mercancías, rísticas. En otras palabras, a la par que se
las redes de intercambio económico e in- ha venido observando el intenso proceso
formación. Por último, las formas de ejer- de cambio de las geografías del mundo du-
cicio de poder que se relacionan con los rante las últimas décadas, nos hemos per-
procesos de territorialización, trascienden catado que la forma en que se venían pen-
la consideración tradicional del poder sando las territorialidades y los lugares era
como dependiente de la esfera de las de- demasiado estática y aislada como para
cisiones estatales, reconociéndose el pa- comprender los procesos espaciales con-
pel activo de la dinámica política intraes- temporáneos, y aun aquellos que antece-
tatal (p.e. regiones y localidades) al igual dieron la época actual.
que últimamente, los movimientos socia-
les y las ONG que trascienden las fronte- Procesos de re-escalamiento
ras estatales poniendo en contacto reali- El problema de un conocimiento geográfi-
dades locales con causas globales. co y en general espacial, cuyas categorías
A su vez, la conceptualización del lugar ha de análisis tradicionalmente han dado más
transitado desde una idea del mismo como importancia a sus características intrínse-
espacio dado, escenario autocontenido y cas que a las relaciones entre categorías,
en cierta medida aislado, hacia la de un lo- se pone de manifiesto en reflexiones críti-
cus que se constituye mediante prácticas cas acerca del manejo de las escalas espa-
localizadas que ponen en contacto, de for- ciales. Tradicionalmente, el territorio ha sido
ma singular, redes de relaciones sociales de dividido de acuerdo con una serie de uni-
amplitud local y extra-local. No obstante, dades de adscripción espacial, configuran-
sigue guardando la idea del espacio singu- do jerarquías concéntricas o verticales, cuya
lar por excelencia, en donde buena parte expresión más conocida es la de entidades
de las relaciones se construyen cara a cara territoriales con valor geopolítico que van
de manera cotidiana. de lo global, pasando por lo internacional,
lo nacional y lo regional, para llegar a lo lo-
Estas reconceptualizaciones indican que las cal, y que se han considerado durante bas-
consideraciones sobre procesos de “des- tante tiempo las unidades de existencia
territorialización” y emergencia de los “no- social e integración territorial por naturale-
lugares”, se han hecho sobre la base de una za (Brenner, 2001; Swyngedouw, 2004: 15).
crítica a conceptos estáticos, esencialistas
y autocontenidos de lugar y territorio, lo- La cuestión escalar ha sido manejada de for-
grando con ello señalar más la urgencia de ma implícita y confusa en las ciencias so-
ciales (Agnew, 1994; Brenner, 2001; Amin, La relevancia política del tema se deriva del
2002; Howitt, 2003), predominando el uso hecho de que la redefinición de la jerarquía
heurístico de los principios de medida y ni- de las relaciones entre entidades territoria-
vel, pero sin mayor atención al principio les (reescalamiento/rescaling), incluso de la
relacional que les es inherente. Sin embar- creación o supresión de entidades (salto
go, éste tiene la suficiente importancia, tan- escalar/scalar jump), se relaciona con cam-
to a nivel teórico como político para plan- bios en la geometría del poder mediante la
tear que: extensión de los espacios de dominio y
no hay solo entidades de amplia escala control por parte de algunos, a costa de la
(globales o nacionales) que contienen disminución de los espacios correspondien-
entidades de escala más reducida, sino tes a otros (Swyngedouw, 2004: 19).
que las entidades de amplia escala son
al mismo tiempo contenidas al interior En este sentido, es probable que más que
de las entidades de escala reducida. Si un debilitamiento de los territorios y los lu-
se piensa la escala como medida, esta gares, de lo que se trata en la época con-
observación puede ser cuando menos temporánea es de una recomposición de
paradójica, aún [sic] sin sentido. Pero es
claro que hay un nexo dialéctico ineludi-
las estructuras jerárquicas conforme a las
ble, por ejemplo entre la cultura nacio- cuales son definidas las relaciones y ten-
nal y los valores individuales. Estos últi- siones entre los diferentes espacios de po-
mos claramente contienen, responden, der. Tal posibilidad requiere el desarrollo de
encierran y son construidos por la pri- investigaciones expresamente dirigidas a
mera. De forma similar si se piensa la
escala como nivel, la mutua incorpora-
comprender la forma en que se han estruc-
ción que caracteriza lo que Swyngedouw turado históricamente dichas jerarquías, lo
(1992, 1997) ha denominado ‘glocaliza- cual pasa necesariamente por estudiar la
ción’ es completamente incomprensible. manera en que unidades territoriales tradi-
Cualquier localidad (espacio a escala lo- cionalmente consideradas como fijas y pi-
cal) está constituida no solo por cosas
que están directamente manifestadas al ramidalmente dispuestas (Estado, región,
interior de la localidad, sino además por localidad), fueron construidas y desplega-
relaciones transescalares (Howitt, 2003). das para ordenar los espacios coloniales,
En esta perspectiva se plantea la idea de estatales y nacionales, que de alguna ma-
las configuraciones escalares (scalar confi- nera prefiguraron las tendencias de la pro-
gurations) como “el resultado de procesos blemática geopolítica actual (p.e. Mac Leod
socio-espaciales que regulan y ordenan re- y Goodwin, 1999; Agnew, 1994).
laciones sociales de poder. Como cons- Esta tarea requiere preguntarse por la inte-
trucción geográfica, las escalas llegan a ser racción entre lo político y lo cultural en
escenarios en torno de los cuales las co- medio del debate sobre el espacio (Mars-
reografías de poder socio-espacial son ton, 2004), para estudiar la forma en que el
ejercidas y representadas” (Swyngedouw, Estado es entendido como una realidad
2004: 4). concreta, espacialmente abarcable, por
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Piazzini. Los estudios socioespaciales: hacia una agenda de investigación transdisciplinaria
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Piazzini. Los estudios socioespaciales: hacia una agenda de investigación transdisciplinaria
la prehistoria del concepto geográfico” que El paisaje es el producto de una forma mo-
deviene en una narrativa de la “apariencia” derna de mirar, que es también una rela-
como expresión de la singularidad geográ- ción de poder; se trata de una mirada des-
fica (Ortega, 2000: 349). Como forma de re- ligada de la imagen, de un alma y un pensa-
presentación pictórica, el paisaje emerge en miento desplegados desde fuera del espa-
el contexto de invención de la perspectiva, cio, que adoptan un ángulo único y privile-
lo que supone la invención de un ángulo giado desde el cual se controla las relacio-
de apreciación, fuera de la imagen misma, nes entre los contenidos de la naturaleza y
desde el cual se puede observar cómoda- la sociedad; una mirada que es, por exce-
mente el cuadro de una naturaleza espa- lencia, la del ciudadano o propietario de tie-
cialmente organizada en tres dimensiones rra masculino, que aprecia la naturaleza con
(Cosgrove citado en Thomas, 2001: 168; romanticismo o mide la extensión y el con-
Duncan, 1994: 41). Estas mismas caracte- tenido de sus dominios. En estos términos,
rísticas imperaron en la conceptualización la invención del paisaje corresponde con
del paisaje, cuando en el curso de los si- el surgimiento de una forma de mirar la na-
glos XIX y XX se constituyó en objeto cen- turaleza como extensión susceptible de
tral de la geografía. El paisaje, en tanto que posesión, una naturaleza que es también
apariencia, expresa una síntesis de aspec- femenina y en tal sentido objeto pasivo del
tos naturales y sociales, históricos y cultu- placer visual androcéntrico.
rales que hacen un determinado espacio di-
Como una manera de trascender esta ten-
ferente de los demás y, en consecuencia,
sión entre el lugar de la representación y el
se ofrece como una narrativa sumamente
lugar que se representa, se ha propuesto
eficiente para soportar la idea del espíritu
un concepto del paisaje que involucra al
de los pueblos y las naciones.
observador mismo, de tal manera que no
Críticas recientes han planteado que el pai- sea un paisaje representado desde afuera,
saje “como un registro acumulado de conti- sino un “paisaje social” vivido por sus ha-
nuidad y tradición, que nos permite el acce- bitantes:
so a un pasado auténtico, es fundamental- Una red de lugares relacionados que se
mente ideológico” (Thomas, 2001: 166). El manifiesta gradualmente a través de
paisaje es un artefacto y una condición de prácticas habituales e interacciones, a
posibilidad; es a la vez espacio representa- través del acercamiento y afinidad que
la gente ha establecido con algunos si-
do y reproducción de sentidos y normas cul-
tios, y a través de eventos importantes,
turalmente estructurados: “El paisaje no tie- fiestas, calamidades y sorpresas que han
ne ninguna relación con lo puro, con una atraído su atención hacia ciertos puntos,
naturaleza naturalizada, sino que está com- ocasionando que sean recordados e in-
puesto de infinidad de pliegues que se han corporados en relatos (Thomas, 2001:
173).
ido construyendo y se siguen construyendo
y que han realizado la infinidad de variacio- La aprehensión de tal “paisaje social” exige
nes paisajísticas” (Castrillón, 2000: xiv). el despliegue de una mirada situada al in-
terior del paisaje mismo. Pero además, en cluso de prácticas sociales (rituales, gestos,
el caso de un observador proveniente de relatos orales, pinturas corporales) que en
otro contexto sociocultural u otra tempo- diferentes contextos históricos y cultura-
ralidad, supone un ejercicio de acercamien- les pueden corresponder a esquemas de
to a la alteridad, lo cual constituye un pro- ordenamiento espacial de la vida social
blema más amplio que involucra todo es- (Woodward y Lewis, 1998).
fuerzo por imaginar las narrativas del “Otro”
No obstante esta diferencia, es posible con-
reconociendo la distancia espacio-tempo- siderar, desde los planteamientos de una
ral del observador. Así como el antropólo- cartografía crítica, que el mapa (como re-
go trata de conciliar las perspectivas etic o presentación mental, artefacto o actuación
“experiencia distante” (el punto de vista del que ordena el espacio), tampoco es una re-
científico) y emic o “experiencia próxima” (el presentación directa del espacio como ex-
punto de vista del nativo) (Geertz ,1994: 74), terioridad. Los mapas deben ser abordados
o el historiador se debate entre “explicar” y como una construcción social del mundo,
“comprender” las acciones de los sujetos como artefactos que son a la vez estructu-
en el tiempo (Ricoeur, 1998: 220), el pensa- rados y estructurantes de las realidades
dor de las espacialidades sociales trata de espaciales, incluyendo notablemente las
trascender la oposición entre concepcio- intencionalidades políticas (Woodward y
nes del espacio alternas y propias. Lewis, 1998, Harley citado por Capdevila,
La tentativa por acceder a las representa- 2002). Así por ejemplo, un análisis crítico
ciones que del espacio posee “el Otro” (si- de la cartografía debería tomar en conside-
tuado en temporalidades y espacialidades ración tres aspectos: “(1) el contexto del
diferentes al ángulo de visión de la propia cartógrafo, donde cabe tener en cuenta
cultura y la propia sociedad) ha sido em- toda la cadena de producción del mapa con
prendida a menudo adoptando el concep- sus diferentes actores, técnicas y herra-
to de mapa mental o cognitivo, lo que ha mientas, la intención del autor y la manera
dado pie al desarrollo de las denominadas cómo la desarrolla, la intención del promo-
cartografías sociales (Paulston y Liebman, tor y su influencia sobre el mapa, el efecto
1994). En estricto sentido es preciso dife- del mercado al cual va dirigido, etc.; (2) el
renciar entre las cartografías como “repre- contexto de otros mapas, considerando el
sentaciones gráficas que facilitan un enten- estudio comparativo de características to-
dimiento espacial de las cosas, conceptos, pográficas lineales, de la toponimia y de la
condiciones, procesos o eventos en el mun- cartobibliografía relacionada, y (3) el con-
do humano” (Harley citado en Woodward y texto social, dado que el mapa es una ma-
Lewis, 1998) y corresponden fundamental- nifestación cultural producida en un lugar y
mente a los mapas como artefactos que un periodo concretos, donde se da un or-
hacen parte de la cultura material del mun- den social determinado” (Capdevila, 2002).
do occidental y a una serie más amplia de En lo que se refiere estrictamente a la car-
otros artefactos, imágenes mentales e in- tografía occidental, es bien sabido que el
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Piazzini. Los estudios socioespaciales: hacia una agenda de investigación transdisciplinaria
ejercicio cartográfico ha incorporado sus Ello ha generado una tensión con repercu-
desarrollos técnicos más importantes de la siones importantes entre los críticos de la
mano de proyectos políticos, económicos narrativa espacial como mimesis y los exper-
y militares que buscan anexar o defender tos en SIG. Y ha llevado por ejemplo a que
determinados territorios y sus recursos, los primeros se desentiendan del manejo
desde las primitivas cartas de navegación técnico de las herramientas y los segundos
hasta las sofisticadas imágenes satelitales prescindan de una interlocución absoluta-
y coberturas georreferenciadas que alimen- mente necesaria para calcular las repercu-
tan los Sistemas de Información Geográfi- siones sociales de su aplicación. No obstan-
ca –SIG–. También es claro que los mapas te, es preciso reconocer que los SIG repre-
constituyen un instrumento sumamente útil sentan una tecnología social que puede es-
para la constitución de relatos de sobera- tar influenciada por las políticas institucio-
nía o propiedad, en los cuales resulta es- nales y al mismo tiempo influir en su redi-
tratégico hacer visible, enfatizar u ocultar reccionamiento, e igualmente que el empleo
ciertos contenidos, relaciones o delimita- de estos sistemas de información a menudo
ciones espaciales, conformando así una conlleva a la producción de entidades abs-
gramática de poder. De acuerdo con Harley tractas (p.e. ecosistemas, zonas de riesgo)
(citado en Albet, 2003), el agente humano que no obstante adquieren materialidad por
que ocupa el lugar central del mapa, es intermedio de las acciones institucionales,
aquel que orquesta el diseño gráfico del científicas y sociales (Schurmann, 2002: 79).
mismo y es quien ejerce el poder. En este sentido se plantea la necesidad de
abordar de manera integrada las reflexiones
Pero a la par que se desarrolla un pensa- acerca de cómo es posible y qué repercu-
miento crítico de las narrativas del espacio siones de toda índole puede tener el ejerci-
y específicamente de la cartografía se asis- cio de representar espacialidades y el trata-
te en realidad a un despliegue tecnológico miento técnico del tema.
impresionante en la materia, que se sopor-
Como ha sido señalado anteriormente, los
ta en planteamientos más o menos radica-
retos que las narrativas del espacio plan-
les del mapa como representación miméti-
tean respecto a la superación de la repre-
ca del espacio. Así en los Sistemas de In-
sentación del mundo como mimesis no son
formación Geográfica –SIG– impera la con-
exclusivos del tema espacial (Cf. Rorty,
sideración de que las representaciones ge-
1995). No obstante, la afectación que las
neradas mediante la manipulación digital de
espacialidades mismas producen en nues-
aerofotografías, imágenes de satélite y co-
tras representaciones del espacio consti-
berturas georreferenciadas reflejan un vín-
tuye un problema central para el desarrollo
culo directo entre los espacios físicos y los
de los estudios socioespaciales.
procesos geográficos, a tal punto que se as-
pira a predecir escenarios futuros median- Partiendo de la certeza de la identificación
te modelos de simulación (Schurmann, de las representaciones de espacio y tiem-
2002: 74). po como dispositivos políticos; es decir, del
advertimiento del conocimiento del espa- nocimiento) o del lugar que se representa
cio y el tiempo como elementos estrecha- (p.e., los espacios de la alteridad en la an-
mente articulados con la estructuración de tropología, y el “campo” en la arqueología
estrategias geopolíticas y cronopolíticas y la geografía), lo cual reproduce y agencia
(Fabian, 1983), es necesario examinar for- proyectos políticos hegemónicos de “do-
mas nuevas o alternativas de conexión en- mesticación” de la alteridad.
tre los lugares de enunciación y los lugares
Por ello, al plantear un pensamiento social
de los que se deriva o a los que es aplicado
del espacio, que reconozca su propia situa-
el conocimiento sobre el espacio.
ción respecto de las cartografías del pen-
Si bien es cierto que en las ciencias socia- samiento y las geopolíticas del conocimien-
les el tratamiento de lo espacial ha estado to, también se está efectuando una apues-
en buena parte reducido al empleo de me- ta por la reconfiguración de las fronteras
táforas (Soja, 1994; Agnew, 1994: 261), y que disciplinarias, por la emergencia de un pen-
en tal sentido es deseable que lo espacial samiento transdiciplinario en donde diver-
ocupe un lugar más explícito y equilibrado sos saberes sean convocados a propósito
en relación con lo social y lo temporal, es de problemas de investigación específicos.
necesario conceder que dicha recurrencia Igualmente, se trata de avanzar hacia la pro-
a la terminología espacial es un indicio acer- ducción de “conocimiento situado” (Mig-
ca de la existencia de estrechas relaciones nolo, 1996: 119); es decir, hacia interpreta-
entre los lugares de enunciación y lo que ciones y producciones del espacio que sean
ha sido llamado, sin mucho rigor “cartogra- pertinentes para construir autonomía en el
fías del pensamiento”. contexto de la globalización.
Quizá la referencia a “territorios”, “campos”
Retos en la agenda
y “fronteras” disciplinares sea una metáfo-
ra que vale la pena tomar en serio en cuan- latinoamericana
to existe una geopolítica del conocimiento Al desarrollo de una agenda de estudios
conforme a la cual determinadas discipli- socioespaciales, se ofrece el abordaje de
nas deben aplicarse al conocimiento de rea- aspectos sensibles de la vida cotidiana de
lidades situadas en las cercanías (historia, los actores sociales, como son por ejem-
sociología y psicología) y en las periferias plo las adscripciones territoriales, los sen-
(antropología, arqueología) de los contex- tidos de lugar, las formas de habitar, las ten-
tos espaciotemporales desde donde se siones por la ocupación del espacio y el uso
observa y se dice acerca de lo social (las de los recursos naturales, las relaciones con
universidades, institutos de investigación y los objetos, los cuerpos y las tecnologías,
entidades oficiales). Así mismo, la autori- pero igualmente el tratamiento de asuntos
dad académica de lo que se dice depende más abstractos, como los procesos de es-
a menudo de su lugar de enunciación (cen- pacialización del poder, las relaciones en-
tros metropolitanos de producción de co- tre memoria y territorio, el ordenamiento
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