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Introducción

Los suelos son diferentes debido a la cantidad y tipo de material que contengan.
La fertilidad de un suelo es una condición importante para el desarrollo óptimo de una
planta. Podemos agruparlos en: suelos fértiles y suelos no fértiles.
Los suelos fértiles son los más buscados por el hombre, pues son muy productivos.
Poseen una capa de humus o tierra vegetal buena para el desarrollo de la agricultura
principalmente. El humus se forma de la descomposición de materias orgánicas,
sobre todo de las hojas y raíces de las plantas que mueren.
Los suelos no fértiles son aquellos cuyas capas de humus es pobre o presenta
problemas para el desarrollo de la agricultura. El hombre para poder aprovecharlos
utiliza abonos, sistemas de irrigación o drenajes según el obstáculo que presente.

❑ El Suelo
El suelo está compuesto por minerales, materia orgánica, diminutos organismos
vegetales y animales, aire y agua. Es una capa delgada que se ha formado muy
lentamente, a través de los siglos, con la desintegración de las rocas superficiales por
la acción del agua, los cambios de temperatura y el viento. Los plantas y animales
que crecen y mueren dentro y sobre el suelo son descompuestos por los
microorganismos, transformados en materia orgánica y mezclados con el suelo.
• Los minerales provienen de la roca madre, que se deshace lentamente.
También pueden ser aportados por el viento y el agua, que los arrastran desde
otras zonas erosionadas.
• La materia orgánica es el producto de la descomposición de vegetales y
animales muertos. Puede almacenar gran cantidad de agua y es rica en
minerales.
• Los microorganismos o pequeños organismos son de dos tipos: los que
despedazan la materia orgánica (insectos y lombrices) y los que la
descomponen liberando los nutrientes (hongos, bacterias). Viven dentro del
suelo y, además de intervenir para que la materia orgánica sea nuevamente
utilizada por las plantas, ayudan a pulverizar las rocas. Lombrices e insectos
forman poros que permiten la aireación, el almacenaje del agua y el
crecimiento de las raíces.
• Agua y aire ocupan los poros, espacios entre las partículas de suelo que se
producen por las irregularidades de su forma y tamaño. La distribución y
tamaño de los poros es importante. Una excesiva cantidad de poros pequeños
origina suelos compactos, pesados, húmedos y un pobre crecimiento de las
raíces. Demasiados poros grandes forman suelos sueltos que se secan
rápidamente. Cuando más pequeño es el poro, más difícil es para la planta
absorber agua de él.
Los organismos del suelo y las plantas necesitan agua para vivir. Las plantas
la utilizan para mantener sus tejidos, transportar nutrientes y realizar la
respiración y nutrición. El agua del suelo es absorbida por las raíces y utilizada
en el proceso de fotosíntesis. La disolución de minerales y materia orgánica en
el agua facilita que sean captados por las plantas.
Cuando el agua del suelo escasea, se detiene el crecimiento de las plantas,
que llegan a marchitarse y morir. Un exceso de agua desplaza el aire del suelo.
Este es importante porque aporta oxígeno para la respiración de las raíces.
Además, es la fuente del nitrógeno que transforman las bacterias, haciéndolo
aprovechable por las plantas.
En el suelo se multiplican miles de formas de vida, la mayoría invisibles para nuestros
ojos. Una hectárea de tierra fértil puede contener más de 300 millones de pequeños
invertebrados: insectos, arañas, lombrices y otros animales diminutos. La tierra que
cabe en una cuchara puede encerrar un millón de bacterias, además de cientos de
miles de células de levaduras y pequeños hongos.
Todas las sustancias que forman el suelo son importantes por sí mismas, pero lo
fundamental es el equilibrio adecuado entre los diferentes constituyentes.
La materia orgánica y los microorganismos aportan y liberan los nutrientes y unen las
partículas minerales entre sí. De esta manera, crean las condiciones para que las
plantas respiren, absorban agua y nutrientes y desarrollen sus raíces. Lombrices,
bacterias y hongos también producen humus, que es una forma estable de materia
orgánica. El humus retiene agua y nutrientes y ayuda a prevenir la erosión.
En resumen, el manejo sostenible del suelo debe estimular la actividad de los
microorganismos, manteniendo o aportando una cantidad adecuada de materia
orgánica.
❑ Formación del Suelo
La formación del suelo es un proceso muy lento: se precisan cientos de años para
que el suelo alcance el espesor mínimo necesario para la mayoría de los cultivos.

Al principio, los cambios de temperatura y el agua comienzan a romper las rocas: el


calor del sol las agrieta, el agua se filtra entre las grietas y con el frío de la noche se
congela. Sabemos que el hielo ocupa más lugar que el agua, y esto hace que las
rocas reciban más presión y se quiebren. Poco a poco se pulverizan y son arrastradas
por las lluvias y el viento. Cuando la superficie es en pendiente, este sedimento se
deposita en las zonas bajas.
Luego aparecen las pequeñas plantas y musgos que crecen metiendo sus raíces
entre las grietas. Cuando mueren y se pudren incorporan al suelo materia orgánica
que es algo ácida y ayuda a corroer las piedras.
Se multiplican los pequeños organismos (lombrices, insectos, hongos, bacterias) que
despedazan y transforman la vegetación y los animales que mueren, recuperando
minerales que enriquecen el suelo. Este suelo, así enriquecido, tiene mejor estructura
y mayor porosidad. Permite que crezcan plantas más grandes, que producen sombra
y dan protección y alimento a una variedad mayor aún de plantas y animales.
❑ Características de los suelos para producir comida
Es uno de los factores clave para que los cultivos tengan calidad y las cosechas no
sean infecundas.
A grandes rasgos todo suelo destinado a producir hortalizas como puede ser una
huerta o invernadero deberá: ser profundo y mullido, fácil de trabajar, tener buen
drenaje, retener nutrientes y ser rico en minerales.
Las propiedades físicas y químicas del suelo, unidas a los factores climáticos,
determinan los vegetales y animales que pueden desarrollarse y la forma en que se
debe cultivar la tierra.

• ESPACIOSO Y AIREADO. Se necesita profundidad porque cuanto más


profundo sea el suelo más espacio tendrán las raíces para extenderse. Así, los
cultivos podrán crecer más. Piedras, rocas u otros elementos no deben estar
en el suelo para no dificultar el crecimiento. Es muy importante también aportar
materia orgánica para conseguir un terreno esponjoso y oxigenado.

• BUENA CAPACIDAD PARA CONSERVAR EL AGUA. Encontrar el equilibro


perfecto para el agua es otro punto fundamental. Hay que evitar suelos
arenosos muy secos y aquellos que no retengan el agua. Si el suelo está
demasiado tiempo sin agua se pueden pudrir las raíces.

• RICO EN NUTRIENTES. Son los suelos arcillosos los que mejor retienen los
nutrientes. Una forma de aumentar estas sustancias es aportando estiércol,
compost o turba. En cuanto a los nutrientes minerales indispensables
destacan: nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, azufre, magnesio, hierro, zinc,
manganeso, boro, cobreo, cloro y molibdeno.

• VALORES DEL PH. Tiene que estar entre el 5,5 y el 8. El 80% de los suelos
alcanza ese pH por lo que lo más probable que solo tengas que preocuparte
de comprobarlo.

❑ Suelo Agrícola
Decimos suelo agrícola aquellos con buena estructura y con una baja compactación
que permite un funcionamiento equilibrado. Con buenos niveles de materia orgánica,
que propicia y facilita una mejor reserva de nutrientes, incrementa la capacidad de
intercambio catiónico, aporta energía para la actividad de los microorganismos,
aumenta la capacidad calorífica y reduce las oscilaciones térmicas.
❑ Un Suelo con Buena Salud
Una buena salud del suelo va a tener una marcada influencia en el crecimiento de las
raíces y por lo tanto también en la parte aérea de la planta. Proporcionará una mejor
alimentación del cultivo y además una barrera natural frente a impactos extremos de
eventos ambientales como la temperatura, el exceso de lluvia o incluso la escasez de
agua. También la salud del suelo puede ayudarnos a proteger la calidad de las aguas
en los ecosistemas agrarios reduciendo el impacto de factores como la escorrentía
(cuando el agua de lluvia por pendiente arrastra suelo) y la lixiviación (cuando se
infiltran los nutrientes). Suelos bien manejados nos pueden ayudar a reducir el riesgo
de que los productos fitosanitarios o fertilizantes puedan alcanzar las aguas
superficiales o profundas debido a la erosión, a la escorrentía y en general el
desplazamiento de sustancias solubles o dispersables. En términos de degradación
de suelos, podríamos decir que la escorrentía es el principal factor, y es aquí donde
deberíamos trabajar más intensamente. La buena noticia es que esta erosión
producida por la escorrentía se puede reducir en un 75% mediante la implementación
de buenas prácticas en la gestión de suelos.
Es importante mencionar el papel que juega también la biodiversidad en el suelo.
Un aspecto que pocas veces destacamos, y que también debemos de cuidar, El
suelo y su biodiversidad porque en el suelo hay más organismos de los que podamos
imaginar. Billones de microbios descomponen el material vegetal, reciclan nutrientes
y lo hacen disponibles para las plantas. Aunque también es importante saber que hay
muchos otros organismos que pueden afectar a las plantas como insectos, moluscos,
nematodos que tienen actividad parásita sobre las mismas. Sin duda, promoviendo la
biodiversidad de los suelos tendremos un mayor rango de organismos que
mantendrán un equilibrio entre ellos.
Los suelos sanos son el fundamento del sistema alimentario. Nuestros suelos son la
base de la agricultura y el medio en el que crecen casi todas las plantas destinadas a
la producción de alimentos. Los suelos sanos producen cultivos sanos que alimentan
a las personas y a los animales. De hecho, la calidad de los suelos está directamente
relacionada con la calidad y la cantidad de alimentos.
Los suelos proporcionan los nutrientes esenciales, el agua, el oxígeno y el sostén
para las raíces que nuestras plantas destinadas a la producción de alimentos
necesitan para crecer y florecer. Además, cumplen una función de amortiguación al
proteger las delicadas raíces de las plantas de las fluctuaciones de temperatura.
o Un suelo sano es un suelo vivo
Un suelo sano es un ecosistema vivo y dinámico, lleno de organismos microscópicos
y de mayor tamaño que cumplen muchas funciones vitales, entre ellas transformar la
materia inerte y en descomposición, así como los minerales, en nutrientes para las
plantas (ciclo de los elementos nutritivos); controlar las enfermedades de las plantas,
los insectos y malas hierbas; mejorar la estructura de los suelos con efectos positivos
para la capacidad de retención de agua y nutrientes de los suelos y, por último,
mejorar la producción de cultivos. Además, los suelos sanos contribuyen a mitigar el
cambio climático al mantener o aumentar su contenido de carbono.
¿Por qué la materia orgánica de los suelos es tan importante?
La materia orgánica de los suelos –el producto de descomposición biológica in situ–
afecta a las propiedades químicas y físicas y a la salud general de los suelos. Su
composición y tasa de degradación afecta a la estructura y porosidad de los suelos,
la tasa de infiltración de agua y la capacidad de retención de humedad de estos, la
diversidad y actividad biológica de los organismos terrícolas, y la disponibilidad de
nutrientes de las plantas.
El intercambio de nutrientes entre materia orgánica, agua y suelos es esencial para
la fertilidad de estos últimos y ha de mantenerse con miras a una producción
sostenible. Cuando se explotan los suelos sin restablecer la materia orgánica y el
contenido de nutrientes, el ciclo de elementos nutritivos se rompe, la fertilidad del
suelo disminuye y el equilibrio del agroecosistema se destruye.
Los suelos son un aliado crucial de la seguridad alimentaria y la nutrición
La disponibilidad de alimentos depende de los suelos: no se pueden producir
alimentos y piensos nutritivos y de buena calidad si nuestros suelos no son suelos
sanos y vivos. Durante los últimos 50 años, los avances en materia de tecnología
agrícola y el aumento de la demanda provocado por el crecimiento de la población
han ejercido una creciente presión sobre los suelos. En muchos países, la producción
agrícola intensiva ha ocasionado un agotamiento de los suelos que ha puesto en
peligro la capacidad productiva de los mismos y la posibilidad de satisfacer las
necesidades de las generaciones futuras.
El mantenimiento de unos suelos sanos supone la gestión de la sostenibilidad de la
tierra
Con una población mundial que según las previsiones superará los 9 000 millones de
habitantes en 2050, y el agravante de la competencia por la tierra y el agua y el
impacto del cambio climático, nuestra seguridad alimentaria actual y futura depende
de nuestra capacidad de aumentar los rendimientos y la calidad de los alimentos
utilizando los suelos ya dedicados a la producción actualmente.
Los sistemas de gestión holística de la producción, que promueven y refuerzan la
salud de los agroecosistemas social, ecológica y económicamente sostenibles, son
necesarios para proteger nuestros suelos y mantener elevadas capacidades
productivas.
Los agricultores desempeñan un papel primordial a este respecto. Numerosos y
diversos enfoques agrícolas promueven la gestión sostenible de los suelos con la
finalidad de mejorar la productividad, por ejemplo, la agroecología, la agricultura de
conservación, la agricultura orgánica, el cultivo sin labranza y la agroforestería.
Una mejor comprensión de las relaciones entre el período útil de los suelos y la
función de los ecosistemas y el impacto de las intervenciones humanas permitirán
reducir los efectos negativos y aprovechar de manera más eficaz los beneficios de la
actividad biológica de los suelos con miras a una agricultura más sostenible y
productiva.

Preparación del Suelo:


En primer lugar, debemos picar todas las malezas y restos de cultivos anteriores. Esta
tarea se puede realizar en forma manual, con la azada, si el sitio es de pequeñas
dimensiones o bien mediante el empleo de un motocultivador si la superficie es de
mayores dimensiones. Debemos hacerlo con un contenido de humedad en el suelo
cercano a la capacidad de campo (que este un poco húmedo) para lograr mayor
eficiencia en la eliminación de las malezas, sus raíces y órganos subterráneos de
propagación.
Airear y Mullir:
Esta actividad puede hacerse empleando la pala, azada o el moto-cultivador. Para
iniciarla el suelo no debe estar muy seco ya que dificulta el laboreo y deja terrones de
suelo apelmazados y por otro lado pulverizará otros bloques. Mientras que si la
humedad es excesiva y el suelo contiene arcilla generará la compactación del mismo.
La técnica de remover el suelo sin invertirlo es la más aconsejada, empleando la pala
de punta pues es más respetuosa de la biodiversidad que habita el suelo, ya que
mantiene la estructura y la micro flora y fauna del mismo.
El suelo se debe ver como un ser vivo el cual se encuentra dormido y, al prepararlo,
estamos estimulando que despierte a través de los microorganismos, insectos, etc.
que viven en su interior, los que van a descomponer la materia orgánica y van a liberar
sustancias nutritivas que serán asimiladas por las plantas para que éstas puedan
crecer y desarrollarse.
La profundidad de preparación del suelo va a variar dependiendo del cultivo que se
va a sembrar.
Esta labor produce beneficios en el suelo que van a favorecer el crecimiento de las
plantas, entre ellos:
o Permite el ingreso de aire al interior del suelo lo que va a estimular el desarrollo
de los microorganismos encargados de desintegrar la materia orgánica en
sustancias de fácil asimilación por las raíces.
o Permite el movimiento del agua a través del suelo y junto con ella se van a
desplazar los nutrientes hacia la zona donde se encuentran las raíces para su
absorción.
o Favorece el desarrollo uniforme de las raíces y con ellas el crecimiento de las
plantas.
o Al remover el suelo se incorpora los restos de los cultivos anteriores, es decir
los restos de raíces, tallos, hojas, etc. al ser enterrados en el suelo se van a
descomponer por acción de los microorganismos y con ello se van a liberar los
nutrientes para ser absorbidos por el nuevo cultivo.
o Durante la preparación del suelo se acostumbra realizar el abonado o la
incorporación de materia orgánica a través del voleo, es decir, de esparcir
uniformemente en todo el campo el abono y luego mezclar con la tierra
haciendo uso de un rastrillo.
Para realizar la siembra o el trasplante se requiere que el suelo esté suelto (como
polvo) para que las raíces puedan penetrar con facilidad la tierra húmeda y así puedan
soportar esta labor.
Nivelado
Consiste en dejar la tierra llana para la siembra y uno de los aspectos relevantes es
eliminar los terrones o conglomerados de tierra compactada que se forman debido a
labrar la tierra fuera del punto adecuado de humedad y con la tierra seca. La zona de
cultivo debe quedar llana y la tierra con una textura suave y con el granulado de la
tierra fino.
Abonado del Terreno
La fertilización de la tierra es esencial y consiste en incorporar materia orgánica
suficiente para la nutrición de las plantas. También se pueden utilizar fertilizantes
químicos comerciales. Los fertilizantes orgánicos son de origen animal o vegetal,
entre ellos los estiércoles (de vacas, caballos, conejos, gallinas, etc.), cama de pollos,
el humus de lombriz, compost, mantillo, etc. Los abonos químicos son sustancias de
origen mineral que proceden en su mayoría de yacimiento minerales. Los abonos
orgánicos son de acción más lenta, ya que el nitrógeno se libera más despacio porque
se produce por descomposición bacteriana, por el contrario, son beneficiosos para
mullir la tierra (enmiendas), sobre todo el compost.
En el caso del estiércol, su asimilación por la planta no se iniciará hasta trascurridos
varios meses desde su incorporación, por lo tanto, se debe agregar al suelo con
suficiente anticipación al cultivo. Para abonar el suelo se recomienda hacer un
análisis químico previo a fin de incorporar la cantidad de abonos que proporcionaran
los nutrientes que extraerá el cultivo a implantar.
El mejor abono es el compost y es aconsejable tener una compostera propia. De estos
elementos algunos son más necesarios que otros, y por lo tanto se requieren en
mayor cantidad y frecuencia. Debemos tener en cuenta además que hay factores
importantes que debemos conocer, como por ejemplo el tipo de suelo en el que
cultivamos, así como las necesidades de las plantas durante su desarrollo para poder
aportar los minerales en su correcta medida y no tener problemas posteriormente por
excesos o carencias.
Se dan varias circunstancias que pueden afectar a la correcta absorción de los
minerales por parte de la planta, como puede ser el momento en el que se encuentra
la propia planta dentro de su ciclo de vida, la textura que presenta la tierra, la humedad
que retiene, el pH, la actividad bacteriana de la tierra, etc.
Las plantas absorben el carbono principalmente por el Co2 (Dióxido de carbono) Las
plantas absorben el hidrógeno principalmente por el H2o (Agua)
Las plantas absorben el oxigeno principalmente por el H2O (Agua) o por O2
(Oxigeno).
Las plantas absorben el Nitrógeno principalmente por el NO4+ (Amonio) o por NO3-
(Nitrato).
Las plantas absorben el Fósforo principalmente por H2PO4 (fosfato diacido) o por
HPO4-2( Fosfato ácido).
Las plantas absorben el Potasio principalmente por el K+ (ion de potasio).
Las plantas absorben el Calcio principalmente por Ca2+ (ion de calcio).
Las plantas absorben el Magnesio principalmente por Mg2+ (ion de magenesio).
Las plantas absorben el Azufre principalmente por SO4 2- (Sulfato).
Las plantas absorben el Hierro principalmente por Fe2+= Ion de fierro o Ion ferroso
Fe3+= Ion de fierro (III) o Ion férrico.
Las plantas absorben el Manganeso principalmente por Mg2+ (ion de manganeso)
Las plantas absorben el Boro principalmente por H3BO3 (Acido Borico).
Las plantas absorben el Zinc principalmente por Zn2+ (ion de zinc).
Las plantas absorben el Cobre principalmente por el Cu2+ (ion de cobre).
Las plantas absorben el Cloro principalmente por el Cl+ (ion de cloro).
Las plantas absorben el Sodio principalmente por el Na+

❑ PH del Suelo
El pH del suelo aporta una información de suma importancia ya que las plantas tan
solo pueden absorber los minerales disueltos en el agua, mientras que la variación
del pH modifica el grado de solubilidad de los minerales.
Por ejemplo, el aluminio y el manganeso son más solubles en el agua edáfica a un
pH bajo, y cuando tal hecho ocurre, pueden ser absorbidos por las raíces, siendo
tóxicos a ciertas concentraciones.
Por el contrario, determinadas sales minerales que son esenciales para el desarrollo
de las plantas, tal como el fosfato de calcio, son menos solubles a un pH alto, lo que
tien
o resultado que bajo tales condiciones sean menos disponibles con vistas a ser
absorbidos y nutrir las plantas.
En la práctica, resulta infrecuente encontrar suelos con pH inferiores a 3,5 o
superiores a 10. Los valores del pH se reducen a medida que la concentración de los
iones de hidrógeno incrementa, variando entre un rango de 0 a 14. Los valores por
debajo 7.0 son ácidos, valores superiores a 7.0 son alcalinos y/o básicos, mientras
que los que rondan 7.0 son denominados neutrales. El pH del suelo es generalmente
considerado adecuado en agricultura si se encuentra entre 6 y 7.
Y los suelos se clasifican según el PH y es necesario conocerlo aproximadamente
para saber que plantas se adaptan a esa acidez o alcalinidad.
❑ El Suelo Panameño
Panamá posee una importante longitud de costas, que comprenden 2,988.3
kilómetros, de los cuales 1,700.6 corresponden al litoral Pacífico y 1,287.7 al Caribe.
Este último, por su proximidad a las montañas, se caracteriza por la diversidad de
ambientes: franjas angostas de manglares y playas separadas por acantilados,
estuarios y litoral arenoso, pantanoso o rocoso, así como pastos marinos y arrecifes
coralinos.

En el litoral del Pacífico, en cambio es menos heterogénea con manglares, playas de


arena y fango, estuarios, formaciones ígneas y colonias de corales. Los sistemas
fluviales conforman estuarios asociados a bancos de arena submarina y sistemas de
manglares.
En el territorio nacional predominan los suelos de tipo latosoles (tendencia ácida y
baja fertilidad), en menos proporción se encuentran los azonales (alta fertilidad).
En algunas regiones de Panamá encontramos suelos fértiles como los de Volcán,
Cerro Punta y Boquete.
Otras regiones poseen suelos no fértiles que son habilitados con nutrientes y abonos
que los hacen aptos para la agricultura. Ejemplos: los de Colón, la Chorrera y
santiago.
❑ Uso de Nuestros Suelos
Suelos de origen volcánicos: se localizan en las tierras altas de la provincia de
Chiriquí. Son propios para el desarrollo de la agricultura y el cultivo de buenos pastos
para la ganadería.
Suelos aluviales: se forman del arrastre de los ríos. Se localizan en las tierras bajas y
cercanas a los ríos. Son buenos para la agricultura.
Suelo arcillo o rojo: es pobre para el cultivo, pero se puede utilizar en pastos para el
ganado. Este suelo se usa como material básico para la fabricación de bloques,
ladrillos y tejas de arcillas, los cuales son muy solicitados para la construcción de
viviendas y edificios.
También sirven para confeccionar objetos de cerámicas de arcilla como los potes,
tinajas, jarrones y otros adornos decorativos.
Los estudios más completos sobre los suelos en Panamá se realizaron en la década
del 60, principalmente en lo relativo a la capacidad agrológica y el uso.
La clasificación universal sobre la capacidad agrológica de los suelos establece ocho
categorías o clases (I al VIII), en base a las limitaciones que presentan para su uso,
como son, la profundidad, topografía, fertilidad, riesgos a la erosión y las
inundaciones, pedregosidad y salinidad, entre otras.
Los suelos tipo I corresponden a los de mayor capacidad, en tanto los de tipo VIII,
representan los suelos con mayores limitaciones, debido a una o más características
adversas que presentan.

❑ Definición de las Clases de Capacidad de Uso


▫ Clase I Arable: Los terrenos de esta clase son aptos para los cultivos anuales.
Pueden utilizarse además para la producción de cultivos permanentes,
ganadería, actividades forestales y protección. Es la clase ideal, tiene muy
pocas o ninguna limitación que puedan restringir su uso.

▫ Clase II Arable: Estos terrenos son aptos para la producción de cultivos


anuales. Las tierras de esta clase presentan algunas limitaciones que solas o
combinadas reducen la posibilidad de elección de cultivos, o incrementan los
costos de producción debido a la necesidad de usar prácticas de manejo o de
conservación de suelos. Pueden utilizarse además en actividades indicadas en
la clase anterior. Requieren de una conservación moderada.

▫ Clase III Arable: Las tierras de esta clase son aptas para la producción de
cultivos anuales. Pueden utilizarse además en las mismas actividades
indicadas en la clase anterior. Los terrenos de esta clase presentan
limitaciones severas que, restringen la selección de cultivos o incrementan
sustancialmente los costos de producción. Requiere conservación especial.

▫ Clase IV Arable: Estas tierras son aptas para la producción de cultivos


permanentes o semipermanentes. Los cultivos anuales sólo se pueden
desarrollar en forma ocasional y con prácticas muy intensas de manejo y
conservación de suelos, esto debido a las muy severas limitaciones que
presentan estos suelos para ser usados en este tipo de cultivos de corto
período vegetativo. También se permite utilizar los terrenos de esta clase en
ganadería, producción forestal y protección. Requiere un manejo muy
cuidadoso.

▫ Clase V No Arable: Esta clase es apta para la actividad ganadera, también se


permite la actividad del manejo del bosque natural cuando hay. Las tierras de
esta clase presentan limitaciones y riesgo de erosión de modo tal que los
cultivos anuales o permanentes no son aptos en ésta.

▫ Clase VI No Arable: Los terrenos de esta clase son aptos para la actividad
forestal (plantaciones forestales). También se pueden establecer plantaciones
de cultivos permanentes arbóreos tales como los frutales, aunque estos últimos
requieren prácticas intensivas de manejo y conservación de suelos (terrazas
individuales, canales de desviación, etc.) Son aptos para pastos. Otras
actividades permitidas en esta clase son el manejo del bosque natural y la
protección. Presentan limitaciones severas.
▫ Clase VII No Arable: Esta clase es apta para el manejo del bosque natural,
además de protección. Las limitaciones son tan severas que ni siquiera las
plantaciones forestales son recomendables en los terrenos de esta clase.
Cuando existe bosque en estos terrenos se deben proteger para provocar el
reingreso de la cobertura forestal mediante la regeneración natural, En algunos
casos y no como regla general es posible establecer plantaciones forestales
con relativo éxito y también pastos.

▫ Clase VIII No Arable: Las tierras de esta clase presentan limitaciones tan
severas que no son aptas para ninguna actividad económica directa del uso
del suelo, de modo tal que sólo se pueden dedicar para la protección de los
recursos naturales (suelos, bosques, agua, fauna, paisaje).
Al unir las coberturas de Zonas de Vida, Pendientes y Capacidad Agrológica y se
identifican cinco (5) categorías en que clasificadas las tierras del área:

1. Agrícola

2. Agrícola y Ganadero

3. Ganadería

4. Bosques y Cultivos Forestales

5. Protección

1. Agrícola: Las tierras que presentan un potencial agrícola, en primera instancia se


clasifican agrológicamente dentro de las Clases II y III de la clasificación del Servicio
de Suelos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos de América
(Informe OEA, 1978) y del mapa del Dr. Reinmar Tejeira.

2. Agrícola y Ganadería:
Comprenden a distinta clases agrícolas II – III y IV. Estos últimos se localizan en
franjas hacia San José del General, La Pintada, Sonadora, Tambo, Cirí de Los Sotos
– La Encantada, Cirí Grande y El Cacao.
Presentan un manejo cuidadoso debido a los peligros de la erosión. En consecuencia
la ganadería a desarrollar debe caracterizarse por su baja intensidad y los cultivos
serán permanentes y anuales.

3. Ganadería: Corresponde esta actividad a los suelos de Clase V, incluyen un


potencial para cultivos permanentes que pueden producir una cobertura similar a los
bosques. Los suelos de clase V que si bien presentan riesgo de erosión, son
apropiados principalmente para pastos y bosques. Son escasos en el área de estudio
ya que sólo se localizan en pequeños sectores: en el extremo Sur de La Pintada, en
La Encantada, Pajonal y en el Litoral Caribe.

4. Bosques y Cultivos Forestales: Son tierras con limitaciones muy severas cuyo uso
primordial sería el de bosques y tierras de reserva, aunque en ellos se puede
desarrollar una ganadería no intensiva.
Corresponden principalmente a la clase VI y VII (II-III-IV-V) los de mayor desarrollo,
están al interior de la región desde el Norte hasta el Centro y del Este al Oeste. Se
localizan principalmente en los corregimientos de El Cacao, Chiguirí Arriba, Cirí
Grande, Río Indio, Gobea, El Harino y Coclé del Norte.

5. Protección: Corresponden a un potencial de áreas silvestres protegidas o a


proteger, necesarias para la educación ambiental, el ecoturismo, la investigación
científica y el paisajismo. Las limitaciones que presentan excluyen todo uso
agropecuario e incluso para la producción de plantas comerciales. Ocupan áreas que
se localizan en Salud, Toabré y en los distritos de La Pintada y Penonomé.

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