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La Sra. Southerland envió entonces una carta al presidente guatemalteco de aquella época,
General Jorge Ubico, sugiriendo que se adoptara a la Monja Blanca como flor de la patria.
Tras recibir la carta y consultar con un grupo de botánicos y expertos, Ubico dio su visto
bueno y emitió un decreto el 11 de febrero de 1934 declarando a la que entonces se conocía
erróneamente como Lycaste Skinneri variedad alba como flor nacional de nuestro país, y es
por eso que el Día de la Monja Blanca se celebra en dicha fecha.
La historia de la Monja Blanca empieza antes de la conquista. Aunque existen muy pocos
registros mayas acerca de las orquídeas, de acuerdo con el botánico guatemalteco Fredy
Archila, la planta fue utilizada por los mayas asociada a rituales de fertilidad durante varios
siglos. Los q’eqchi’es, que habitaban en las Verapaces, la llamaban Sak Ijix, que significa
“Mujer Blanca”. Una de sus leyendas cuenta que una hermosa princesa fue convertida en
esta flor y que a eso se debe su gran belleza.
Tras la llegada de los españoles, fue bautizada Monja Blanca, debido a que en el centro de
la flor, los estambres y pistilos están fusionados y forman una columna que se asemeja a
una monja que está rezando.