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STEWART, IAN - Historia de Las Matemáticas (En Los Últimos 10.000 Años) (OCR) (Por Ganz1912)
STEWART, IAN - Historia de Las Matemáticas (En Los Últimos 10.000 Años) (OCR) (Por Ganz1912)
H i s t o r i a de
h
LAS MATEMÁTICAS
f /• ~
E N LOS U L T I M O S 1 0 . 0 0 0 A N O S
Ian S tewart
Ian Stew art (1945) estudió
matemática en la Universidad
de Cambridge, doctorándose
en la Universidad de Warwick,
cuyo Instituto de Matemáticas
dirige. Miembro de la Royal
Society desde 2001, es autor
de cerca de dos centenares
de artículos profesionales y de
un buen número de celebrados
libros de divulgación.
g a n z l9 1 2
HISTORIA DE LAS
MATEMÁTICAS
EN LOS ÚLTIMOS
10.000 AÑOS
Drakontos
Director:
José Manuel Sánchez Ron
IAN S T E W A R T
HISTORIA DE LAS
BARCELONA
/ y
INDICE
Prefacio 8
2 La lógica de la forma 24
3 Notaciones y números 46
4 La atracción
de lo desconocido 60
5 Triángulos eternos 76
6 Curvas y coordenadas 90
13 La emergencia
de la simetría 184
15 Geometría de la lámina
elástica 212
de letra pequeña, y deja fuera casi todo lo que ha sucedido en los últimos
cien años.
Este libro es mucho más corto, lo que quiere decir que he tenido que seT selectivo,
especialmente en lo que se refiere a los siglos XX y xxi. Soy plenamente consciente
de todos los temas importantes que he tenido que omitir. No hay geometría
algebraica, ni teoría de cohomología, ni análisis de elementos finitos, ni ondeletes.
La lista de lo que falta es mucho más larga que la lista de lo que se ha incluido.
Mis elecciones se han guiado por lo que probablemente es la formación básica
de los lectores y por la concisión con que pueden explicarse las nuevas ideas.
La historia sigue aproximadamente un orden cronológico dentro de cada capítulo,
pero los capítulos están ordenados por temas. Esto es necesario para darle
tina coherencia narrativa, si lo pusiera todo en orden cronológico, la discusión
saltaría de forma aleatoria de un tema a otro, sin ningún sentido de dirección,
Esto podría estar más cerca de la historia real, pero haría el libro ilegible. Por eso,
cada nuevo capítulo empieza con una vuelta a) pasado, y luego toca algunos
de los hitos históricos por los que pasó la disciplina en su desarrollo. Los primeros
capítulos se detienen a mucha distancia en el pasado; los últimos capítulos recorren
a veces todo el camino hasta el presente,
He tratado de dar una idea de las matemáticas modernas, por lo que entiendo
cualquier cosa hecha en los últimos 100 años más o menos, seleccionando temas
de los que los lectores pueden haber oído hablar y relacionándolos con las tendencias
históricas generales. La omisión de un tema no implica que carezca de importancia,
pero creo que tiene más sentido dedicar algunas páginas a hablar de la demostración
de Andrew Wiles del Ultimo Teorema de Fermal — de lo que la mayoría de los lectores
han oído hablar-— que, por ejemplo, a la geometría no-conmutativa, de la que tan sólo
el fundamento ocuparía varios capítulos.
En definitiva, ésta es una historia, no la historia.Y es historia en el sentido
en que cuenta un relato sobre el pasado. No se dirige a historiadores profesionales,
no hace las finas distinciones que ellos creen necesarias, y a veces describe ideas
del pasado a través de los ojos del presente. Esto último es el pecado capital para
un historiador, porque hace que parezca que los antiguos estaban luchando por llegar
a nuestro modo de pensamiento actual. Pero creo que es defendible y esencial
si el objetivo principal es partir de lo que ahora sabemos y preguntar de dónde proceden
dichas ideas. Los griegos no estudiaron la elipse para hacer posible la teoría
de las órbitas planetarias de Kepler, ni Kepler formuló sus tres leyes del movimiento
planetario para que Newton las convirtiera en su ley de la gravedad. Sin embargo,
la historia de la ley de Newton se basa firmemente en el trabajo griego sobre la elipse
y el análisis de Kepler de los datos observacionales.
Un subtema del libro son los usos prácticos de las matemáticas. Aquí he ofrecido
una muestra muy ecléctica de aplicaciones, pasadas y presentes. Una vez más,
la omisión de un tema no indica que carezca de importancia.
Las matemáticas tienen una historia larga y gloriosa aunque algo olvidada,
y la influencia de la disciplina sobre el desarrollo de la cultura humana ha sido
inmensa. Si este libro transmite una minúscula parte de la historia, habrá alcanzado
lo que yo me propuse,
COVENTRY
Mayo de 2007
Fichas, cuentas y tablillas
t \ ftOdíMÚwJzO d e los usleros
Las matemáticas empezaron con los números.
y los n ú m e r o s s i g n e n s i e n d o f u n d a m e n t a l e s , i n c l u s o si la d is c ip l i n a
ya no se limita- a los cálcu lo s n u m é r i c o s . S o b r e la b a s e de los n ú m e r o s ,
las m a t e m á t i c a s h a n c o n s t r u i d o c o n c e p t o s m á s s o f i s t i c a d o s
y se h a n d e s a r r o l l a d o b a s t a c o n s t i t u i r un á r e a m u y a m p l i a y v a r i a d a
del p e n s a m i e n t o h u m a n o , q ue va m u c h o m á s allá de lo que
e n c o n t r a m o s en un típ ic o t e m a r i o e s c o la r . L a s m a t e m á t i c a s de hoy
t r a t a n m á s de e s t r u c t u r a s , p a u t a s y f o r m a s (pie de los p ro p io s
n ú m ero s . S u s m é t o d o s son m uy g e n e r a l e s , y a m e n u d o muy a b s t r a c t o s .
T i e n e n a p l i c a c i o n e s en la c ie n cia, la i n d u s t r i a , el c o m e r c i o . . . ,
i n c l u s o l a s a r t e s . L a s m a t e m á t i c a s son u n i v e r s a l e s y u b ic u a s.
El hueso
de Ishango,
con las pautas
de marcas
y los números
que pueden
representar
9 7
V
[14 ] H I S T O R I A t) K U S M A T U M A T IC A S
Marcas de cuenta
Estas marcas de arcilla no eran ni m ucho m enos los más antiguos ejemplos
de escritura numeral, pero todos los ejem plos anteriores son poco más que
rayas, «marcas de cuenta», que registran núm eros com o una serie de trazos,
tales com o | | | | | | | | | | | | \ para representar el núm ero 13. Las marcas
más viejas conocidas de este tipo — 29 muescas grabadas en un hueso de pata
de babuino— tienen unos 37.000 años. El hueso se encontró en una cueva
en las m ontañas I.ebombo, en la frontera entre Swazilandia y Sudáfrica,
por lo que la cueva se conoce com o la Cueva de la Frontera, y el hueso
es el hueso de Lebombo. A falta de una m áquina del tiem po, no hay modo
de estar seguros de lo que representan las marcas, pero podem os hacer
conjeturas informadas. Un mes lunar tiene 28 días, de m odo es posible
que las muescas estén relacionadas con las fases de la Luna.
Hay reliquias similares de la Europa antigua. Un hueso de lobo
encontrado en la antigua Checoslovaquia tiene 57 marcas dispuestas en once
grupos de cinco con dos sueltas, y tiene unos 30.000 años. Dos veces 28 es 56,
de m odo que esto podría ser un registro lunar de dos meses. Una vez más.
parece que no hay m odo de com probar esta sugerencia. Pero las marcas parecen
deliberadas, y debieron hacerse por alguna razón.
Otra antigua inscripción matemática, el hueso de Ishango en Zaire, tiene
25.000 años (estimaciones previas de 6.000-9.000 años fueron revisadas
en 1995). A prim era vista las marcas a lo largo del borde del hueso parecen
hechas casi al azar, pero quizá haya pautas ocultas. Una fila contiene
los núm eros prim os entre 10 y 20, a saber, I 1, 13, 17 y 19, cuya suma
es 60. Otra hilera contiene 9, 11, 19 y 21, que tam bién sum an 60 La tercera
F ECHAS, (' C Jí N T A S Y T A I I I J I . I . A K [15]
hilera recuerda un m étodo utilizado a veces para multiplicar dos núm eros
por duplicación y por división por dos repetida. Sin embargo, las pautas
aparentes pueden ser una sim ple coincidencia, y tam bién se ha sugerido
que el hueso de Ishango es un calendario lunar.
Las marcas de cuenta tienen la ventaja de que pueden irse añadiendo
de una en una, durante largos periodos, sin alterar o borrar marcas anteriores.
Se siguen utilizando hoy, a m enudo en grupos de cinco con el quinto trazo
cruzando diagonalm ente los cuatro anteriores.
La presencia de marcas de cuenta es profunda, y aún puede verse en los
numerales m odernos. Nuestros sím bolos 1, 2 ,3 se derivan, respectivamente,
de un solo trazo, dos trazos horizontales unidos por una línea inclinada,
y tres trazos horizontales unidos por una línea inclinada.
Se dice por ello que el sistema de num eración babilónico es de «base 60»,
o sexagesimal. Es decir, el valor de un sím bolo puede ser un núm ero, o 60 veces
dicho núm ero, o 60 veces 60 veces dicho núm ero,
dependiendo de la posición del símbolo. En esto es similar a nuestro familiar
sistema decimal, en el que el valor de un sím bolo se multiplica por 10,
o por 100, o por 1.000, dependiendo de su posición. En el núm ero 777,
por ejem plo, el prim er 7 significa «siete cientos», el segundo significa
«setenta» y el tercero significa «siete».
Para un babilonio, una serie de tres repeticiones del símbolo
para «7» tendría un significado diferente, aunque basado en un principio similar.
El prim er símbolo significaría 7 x 60 x 60, o 25.200; el segundo significaría
7 x 60 —420; el tercero significaría 7. Por lo tanto, el grupo de tres
significaría 25.200 + 420 + 7, que es 25.627 en nuestra notación. Aún
pueden encontrarse hoy reliquias de los núm eros babilonios de base 60.
Los 60 segundos en un m inuto, 60 m inutos en una hora y 360 grados
en un círculo com pleto se rem ontan a la antigua Babilonia.
Símbolos babilónicos
para los números 1-59
6VW 55^?
26-«W 36-4«Wf 464W auuo tT
v
w
7Xp 27 37
16
17 564W
8f 18 574^
vw
9* 19<w 29^ w 4941 58
10 30 404 504 5941
ro
*
FIC H A S. C U E N T A S Y T A H U IL L A S [17]
Los babilonios
Nosotros no sólo utilizamos diez sím bolos para representar núm eros
arbitrariam ente grandes: tam bién utilizamos los m ism os sím bolos para
representar núm eros arbitrariam ente pequeños. Para hacerlo em pleamos
la «coma decimal». Los dígitos a la izquierda de la com a representan núm eros
enteros; los que están a la derecha de la coma representan fracciones.
Fracciones especiales son los m últiplos de una décima, una centésima
y así sucesivamente. Pot lo tanto 25,47, pongam os por caso, significa
2 decenas + 5 unidades + 4 décimas + 7 centésimas.
Los babilonios conocían este truco y lo utilizaron con un efecto
extraordinario en sus observaciones astronómicas. Los estudiosos denotan
al equivalente babilónico de la coma decimal por un punto y com a (;),
pero ésta es una «com a sexagesimal» y los m últiplos a su derecha son
múltiplos de l/60, ('/60 x Vb0) - '/J600 y así sucesivamente. Como ejemplo,
la lista de núm eros 12,59;57,17 significa
12 x 60 + 59 4- ” /60 + i7/MOO
100
1 .000.000
Símbolos
I/2 , i / 4, I/8 , 1 /I6 , l / 3 2 y I /6 4 se obtenía por división por dos repetida. Estos numerales egipcios
símbolos utilizaban partes del jeroglífico «ojo de H orus» u «ojo de la cobra».
El sistema egipcio más conocido para las fracciones fue ideado durante
el Reino Medio (2200-1700 a.C.), Empieza con una notación para cualquier
fracción de la forma I /n , donde n es un entero positivo. El sím bolo <^2>
(el jeroglífico para la letra R) se escribe sobre los símbolos egipcios estándar
para n. Por ejemplo, '/,, se escribe f]] , Las demás fracciones se expresan
entonces añadiendo varias de estas «fracciones unidad». Por ejemplo,
V, - '/* + ■/,.
Es interesante que los egipcios no escribían Vs com o '/5 + l/s. Parece
que su regla era: utilizar fracciones unidad disunais. Había también notaciones
diferentes para algunas de las fracciones más simples, tales com o '/>. Vj y V4.
La notación egipcia para las fracciones era engorrosa y muy poco adecuada
para el cálculo. Les servía bastante bien en los registros oficiales, pero fue casi
com pletam ente ignorada por las culturas posteriores.
£1 número 5724
en jeroglíficos
egipcios
8 G 8
<?<?<? OH
[ 20 ] h i s t o r i a I)K h a s m a t e m á t i c a s
Fracciones
especiales
formadas cor
parles del ojo
de la cobra El ojo completo
Símbolos
especiales
para fracciones
especiales
Números y personas
Guste o no la aritmética, no se pueden negar los profundos efectos que han
tenido los núm eros en el desarrollo de la civilización humana. La evolución
de la cultura y la de las matemáticas han ido de la m ano durante los últimos
cuatro milenios. Sería difícil desenredar causa y efecto; yo dudaría
en argum entar que la innovación matemática impulsa el cambio cultural,
o que las necesidades culturales determ inan la dirección del progreso
matemático. Pero ambas afirmaciones contienen algo de verdad, porque
matemáticas y cultura evolucionan conjuntam ente.
Hay, no obstante, una diferencia significativa. Los cambios culturales
están m uy «en la superficie». Los nuevos tipos de vivienda, las nuevas formas
de transporte, incluso los nuevos m odos de organizar las burocracias
gubernam entales, son relativamente obvios para todo ciudadano. Las
matemáticas, sin embargo, tienen lugar fundam entalm ente entre bastidores.
Cuando los babilonios utilizaban sus observaciones astronómicas para predecir
eclipses solares, por ejemplo, el ciudadano m edio quedaba im presionado
por la precisión con que los sacerdotes predecían estos sucesos sorprendentes,
incluso si la mayoría de los sacerdotes tenían poca o ninguna idea
FICHAS. ('LENTAS V TABLILI.AS [21]
de los métodos empleados. Ellos sabían cóm o leer tablillas que listaban
datos de eclipses, pero lo que im portaba era cóm o utilizarlos. Cómo se habían
construido era un arte arcano, que quedaba para
los especialistas.
Algunos sacerdotes pueden haber tenido mía buena
C La evolución de
educación matemática — todos los escribas instruidos la cultura y la de las
la tenían, y los sacerdotes instruidos tom aban, en sus m atem áticas han
prim eros años, prácticamente las mismas lecciones que
los escribas— , pero una apreciación de las matemáticas
ido de la mano
no era realmente necesaria para disfrutar de los beneficios durante los últimos
que surgían de los nuevos descubrim ientos en la cuatro milenios. ^
disciplina. Así ha sido siempre y, sin duda, así seguirá
siendo. Los matemáticos apenas reciben crédito por
cambiar nuestro m undo. ¿Cuántas veces vemos todo tipo de milagros
m odernos atribuidos a los «com putadores», sin la más m ínim a apreciación
de que los com putadores sólo trabajan eficazmente si son program ados para
utilizar sofisticados «algoritm os» -—procedim ientos para resolver problem as—
y que la base de todos los algoritm os está en las matemáticas?
Las matemáticas más visibles son las relacionadas con la aritmética, pero
La invención de las calculadoras de bolsillo, las cajas registradoras que suman
cuánto hay que pagar, y los program as de pago de im puestos que nos hacen
las cuentas, están ocultando cada vez más a la aritm ética entre bastidores. Pese
a todo, la mayoría de nosotros somos conscientes de que la aritm ética está allí.
Dependemos p or com pleto de los núm eros, ya sea para seguir las obligaciones
legales, recaudar im puestos, com unicar instantáneam ente con el otro lado
del planeta, explorar la superficie de Marte o evaluar el últim o m edicam ento
maravilloso. Todas estas cosas se rem ontan a la antigua Babilonia y a los
escribas y maestros que descubrieron maneras eficaces de registrar núm eros
y calcular con ellos. Aquéllos utilizaban sus habilidades aritméticas con dos
fines principales: asuntos cotidianos y m undanos de los seres hum anos
ordinarios, tales com o la contabilidad y la m edida de tierras, y actividades
intelectuales com o predecir eclipses o registrar los m ovim ientos del planeta
Júpiter a través del cielo nocturno.
Hoy hacemos lo mismo. Utilizamos matemáticas sencillas, poco más
que aritmética, para centenares de tareas minúsculas: cuánto tratamiento
antiparásitos poner en el estanque de mi jardín, cuántos rollos de papel
de pared tenem os que com prar para empapelar el dorm itorio o si ahorrarem os
dinero yendo un poco más lejos en busca de gasolina más barata. Y nuestra
cultura utiliza matemáticas sofisticadas para la ciencia, la tecnología y, cada
vez más, también para el comercio. La invención de la notación num eral
y la aritmética figuran, junto a las del lenguaje y la escritura, com o unas
de las innovaciones que nos transform aron de m onos adiestrables en seres
hum anos genuinos.
[ 2 2 1 H i S T O i t l A I)E LAS M A T E M Á T I C A S
, -
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* *
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> 7 lc \
La lógica de la forma
Los primeros ^
p (X S 0 S € JÍV ^
/
En matemáticas hay dos tipos p r i n c i p a l e s
de r a z o n a m i e n t o : el si m b ó li c o y el v isual. K1 r a z o n a m i e n t o sim b ó lic o
t u v o su o r i g e n en la n o t a c i ó n n u m e r a l , y p r o n t o v e r e m o s c ó m o llevó
a la i n v e n c ió n del á l g e b r a , en cu y o s s í m b o l o s p u e d e n r e p r e s e n t a r s e
n ú m e r o s a b s t r a c t o s («la i n c ó g n i t a » ) a n t e s q ue c o n c r e t o s («7»),
A p a r t i r de la K d a d M e d i a las m a t e m á t i c a s se basaron, c a d a vez m á s
en el uso d e sím b o lo s, c o m o c o n f i r m a r á u n a o j e a d a a c u a l q u i e r libro
de t e x t o m o d e r n o d e m a t e m á t i c a s .
La fascinación de los matemáticos por las formas se rem onta a muy atrás.
Existen diagramas en Jas tablillas de arcilla babilónicas. Por ejemplo, la tablilla
catalogada comoYBC 7289 muestra un cuadrado y dos diagonales. Los lados
del cuadrado están marcados con num erales cuneiform es para 30. Sobre
una diagonal está marcado I ;2 4 ,5 1,10 y debajo de ella 42 ;2 5,35, que es su
producto por 30 y, por lo tanto, la longitud de dicha diagonal. De m odo que
1:24,S 1,10 es la longitud de la diagonal de un cuadrado más pequeño, con
lados unidad. El teorema de Pitágoras nos dice que esta diagonal es la raíz
cuadrada de 2, que escribim os f l . La aproxim ación l ;2 4 ,5 1,10 para J l
es muy buena.
El prim er uso sistemático de diagramas, junto con un uso limitado
de sím bolos y una fuerte dosis de lógica, se da en los escritos
geom étricos de Eudides de Alejandría. La obra de Euclides seguía
una tradición que se remontaba al m enos al culto pitagórico, que floreció
alrededor del 500 a.C., pero Euclides insistía en que cualquier enunciado
m atemático debe tener una dem ostración lógica antes de que pueda asumirse
com o verdadero. Por ello los escritos de Eudides com binan dos innovaciones
distintas: el uso de figuras y la estructura lógica de las demostraciones. Durante
siglos la palabra «geom etría» estuvo estrecham ente asociada con ambas.
En este capítulo vamos a seguir la historia de la geom etría desde Pitágoras,
pasando por Eudides y su precursor Eudoxo, hasta el periodo final de la Grecia
clásica y los sucesores de Eudides. Arquímedes y Apoíonio. Estos prim eros
geómetras prepararon el cam ino para todo el trabajo posterior sobre
pensam iento visual en matemáticas. También fijaron cánones de demostración
lógica que no fueron superados durante milenios.
Pitágoras
Hoy casi dam os por supuesto que las matemáticas ofrecen una clave
para las leyes subyacentes en la Naturaleza. La prim era reflexión sistemática
en esta línea de la que hay noticia procede de los pitagóricos, un culto más
bien místico que data aproxim adam ente del 600 a.C. al 400 a.C. Su fundador,
Pitágoras, n a d ó en Samos alrededor del 569 a.C. Cuándo y dónde m urió es
un m isterio, pero en el 460 a.C. el culto que él fundó fue atacado y destruido,
y sus lugares de reunión asaltados y quemados. En uno de ellos, la casa
El número diez de Milón de Crotona, fueron masacrados más de cincuenta pitagóricos.
forma un triángulo Muchos supervivientes huyeron aTebas en el Alto Egipto. Posiblemente
Pitágoras era uno de ellos, pero incluso esto es una conjetura pues, leyendas
aparte, no sabemos prácticamente nada sobre Pitágoras. Su nom bre es bien
conocido, básicamente debido a su famoso teorema sobre triángulos
« *
rectángulos, pero ni siquiera sabemos si Pitágoras lo dem ostró.
Sabemos m ucho más sobre la filosofía y las creencias de los pitagóricos.
• • •
Entendían que las matemáticas tratan con conceptos abstractos, no con
• • t • la realidad. Sin embargo, creían tam bién que estas abstracciones estaban
LA L Ó O [ ( A I) M I, A l1'O I! M A [ 27 ]
Funciona porque cualquier núm ero irracional puede ser aproxim ado por . a .
un núm ero racional. Cuanto m ejor es la aproxim ación, más com plicado
se hace dicho racional, y siem pre hay algún error. Pero haciendo el erTor
cada vez menor, hay una posibilidad de aproxim ar las propiedades
de los irracionales explotando propiedades análogas a las de los núm eros
racionales que los aproximan. H problem a está en establecer esta idea
de una forma que sea com patible con la aproxim ación griega a la geom etría
y la demostración. Esto resulta ser factible, pero complicado.
La teoría griega de los irracionales fue concebida por Eudoxo alrededor
del 370 a.C.Su idea consiste en representar cualquier m agnitud, racional
o irracional, com o la razón de dos longitudes; es decir, en térm inos de un par
de longitudes. Así, dos-tercios se representa por dos líneas, una de longitud
dos y otra de longitud tres (una razón 2:3). Análogamente, /2 se representa por
el par formado por la diagonal de un cuadrado unidad y su lado (una razón / 2 : 1).
Nótese que am bos pares de líneas pueden construirse geométricam ente.
El punto clave consiste en definir cuándo dos de estas razones son iguales.
¿Cuándo es a:b - c:J? A falta de un sistema de núm eros apropiado, los griegos
no podían hacerlo dividiendo una longitud por otra y com parando a b con
c + d. En su lugar, Eudoxo encontró un engorroso pero preciso m étodo de
comparación que podía realizarse dentro de las convenciones de la geom etría
griega. La idea consiste en tratar de com parar a y c form ando m últiplos enteros
ma y nc. Esto puede hacerse em palm ando m copias de a extrem o con extremo,
y lo mismo con n copias de b. Utilizamos los mismos dos m últiplos m y n para
com parar mb y nd. Si las razones a:b y c:d no son iguales, dice Eudoxo, entonces
podem os encontrar r a y n para exagerar la diferencia a tal extrem o que ma > nc
pero mb < nd. De hecho, podem os definir la igualdad de razones de esta manera.
Esta definición requiere acostumbrarse. Está hecha m uy cuidadosam ente
a medida de las limitadas operaciones perm itidas en la geom etría griega.
Sin em bargo funciona; perm itió a los geóm etras griegos tom ar teoremas
que podían ser dem ostrados fácilmente para razones racionales y extenderlos
a razones irracionales.
A m enudo utilizaban un m étodo llamado «exhaustion», que les perm itía
dem ostrar teoremas que nosotros dem ostraríam os actualmente utilizando
la idea de «límite» y el cálculo infinitesimal. De esta manera dem ostraron
que el área de un círculo es proporcional al cuadrado
de su radio. La dem ostración parte de un hecho más
simple, que se encuentra en Euclides: las áreas de dos
polígonos semejantes están en la m isma proporción
CLa teoría griega
que los cuadrados de los lados correspondientes.
de los irracionales fue
El círculo plantea nuevos problemas porque no concebida por Eudoxo
es un polígono. Por ello, los griegos consideraron alrededor del 370 a.C. J
[ 3 0 ] H I S T O I t 1 A I) K L A S M . U ' K M . Ü ' K ’ AS
dos secuencias de polígonos: una dentro del círculo, y ¡a otra fuera. Ambas
secuencias se acercan cada vez más al círculo, y la definición de Eudoxo
implica que la razón de las áreas de los polígonos aproxim antes es la misma
que la razón de las áreas de los círculos.
Euclides
El geómetra griego más conocido, aunque probablemente no el matemático más
original, es Euclides de Alejandría. Euclides fue un gran sintetizador, y su texto
de geometría, los Elementos, se convirtió en un éxito de ventas perenne. Euclides
escribió al m enos diez textos sobre matemáticas, pero sólo cinco de ellos
sobreviven; todos a través de copias posteriores, y diez sólo en parte. No tenemos
documentos originales de la antigua Grecia. Los cinco supervivientes eudidianos
son los Elementos, la División de figuras, los Datos, los Fenómenos y La Optica.
Los Elementos es la obra maestra geométrica de Euclides, y ofrece un
tratam iento definitivo de la geom etría de dos dim ensiones (el plano) y tres
dim ensiones (el espacio). La División de figuras y los Datos contienen varios
com plem entos y com entarios sobre geometría. Los Fenómenos están dirigidos
a los astrónom os, y tratan de la «geom etría esférica», la
geom etría de figuras dibujadas en la superficie de una esfera.
La Optica es también geom étrica, y podría considerarse m ejor
com o una incipiente investigación de la geometría de la
perspectiva: cóm o transform a el ojo hum ano una escena
tridimensional en una imagen bidimensional.
Quizá la mejor manera de pensar en la obra
de Euclides es com o un examen de la lógica de
las relaciones espaciales. Si una forma tiene ciertas
propiedades, éstas pueden implicar lógicamente
otras propiedades. Por ejem plo, si un triángulo tiene
los tres lados iguales — un «triángulo equilátero»— ,
entonces los tres ángulos deben ser iguales. Este tipo
de enunciado, que lista algunas hipótesis y luego
afirma sus consecuencias lógicas, se denom ina un «teorem a».
Este teorema concreto relaciona una propiedad de los lados
de un triángulo con una propiedad de sus ángulos. Un ejem plo
m enos intuitivo y más famoso es el teorema de Pilágoras.
Teorema Los Elementos se dividen en 13 libros, que se siguen unos a otros
de Pilágoras: en una secuencia lógica. Analizan la geom etría del plano y algunos aspectos
si el triángulo tiene
un ángulo recto,
de la geom etría del espacio. El punto culm inante es la dem ostración de que
enlances el ¿rea hay exactam ente cinco sólidos regulares: el tetraedro, el cubo, el octaedro,
del cuadrado el dodecaedro y el icosaedro. Las formas básicas permitidas en geom etría plana
más grande, A,
son líneas rectas y círculos, a veces en com binación; por ejem plo, un triángulo
es la misma
Que la de los oíros está form ado por tres líneas rectas. En geometría espacial encontram os
dos, B y C. junios también planos, cilindros y esferas.
LA 1,6 (¡ ir A I) I' L A l'OliMA [31]
tales com o «línea» o «círculo». Una definición típica es «un ángulo obtuso
es un ángulo mayor que un ángulo recto». La definición le proporcionaba
la terminología que necesitaba para enunciar sus hipótesis indemostradas, que
clasificaba en dos tipos: nociones comunes y postulados. Una típica noción com ún
es «cosas que son iguales a la misma cosa son iguales entre sí». Un postulado
típico es «todos los ángulos rectos son iguales entre sí».
Hoy día agrupam os am bos tipos y les llamamos axiomas. Los axiomas
de un sistema m atemático son las hipótesis subyacentes que hacemos sobre
el mismo. Consideram os los axiomas com o tas reglas del juego, e insistimos
en que se juegue de acuerdo con las reglas. Ya no preguntam os si las reglas son
«verdaderas», ya no pensam os que sólo pueda jugarse a un juego. Alguien que
quiera jugar a este juego concreto debe aceptar las reglas; si no lo hace, es libre
de jugar a un juego diferente, pero no será el juego determ inado por estas
reglas concretas.
En los días de Euclides, y durante los casi los 2.000 años siguientes,
los matemáticos no pensaban así ni m ucho menos. En general veían los axiomas
com o «verdades autoevidentes», tan obvias que nadie podía cuestionarlas
seriamente. Por ello Euclides hizo todo lo que pudo para hacer todos
sus axiomas obvios... y estuvo muy cerca de conseguirlo. Pero un axioma,
el «axioma de ¡as paralelas», es inusualm ente com plicado y poco intuitivo,
y m uchos trataron de deducirlo de hipótesis más sencillas. Más tarde veremos
a qué notables descubrim ientos llevó esto,
Paso a paso, a partir de estos com ienzos simples, los Elementos continúan
ofreciendo dem ostraciones de teorem as geom étricos cada vez más sofisticados.
Por ejemplo, la Proposición 5 del Libro I dem uestra que los ángulos en la base
de un triángulo isósceles (un triángulo con dos lados iguales) son iguales.
LA L í í f i l í ’A l)li LA KOIIMA [33]
¿Jerigonza?
El Libro V de los Elementos va en una dirección m uy diferente, y más bien
oscura, de la de los Libros LÍV. No parece geom etría convencional. De hecho,
a prim era vista se lee básicamente com o una jerigonza. ¿Qué tenemos
que hacer, por ejem plo, con la Proposición 1 del Libro V? Dice: si ciertas
magnitudes son equimúltiplos de otras magnitudes, entonces si cualquier múltiplo
de una Je las magnitudes lo es una de las otras, dicho múltiplo también lo será de todas.
El lenguaje (que he simplificado un poco) no ayuda, pero la demostración
adara lo que Euclides pretendía. El m atem ático inglés del siglo xtx Augustus de
Morgan explicaba la idea en lenguaje sim ple en su libro de texto de geometría;
«Diez pies y diez pulgadas son diez veces tanto com o un pie y una pulgada».
¿Qué quiere Euclides aquí? ¿Son trivialidades vestidas com o teoremas?
¿Son sinsemidos místicos? En absoluto. Este material puede
parecer oscuro, pero nos lleva a la parte más profunda
de los Elementos: las técnicas de Eudoxo para tratar razones £ ¿Son
irracionales. Hoy día los matemáticos prefieren trabajar con trivialidades
núm eros, y puesto que éstos son más familiares, interpretaré
a m enudo las ideas griegas en dicho lenguaje.
vestidas como
Euclides no podía evitar enfrentarse a las dificultades teoremas?
de los núm eros irracionales, porque el clímax de los Elementos En absoluto. ^
[ 34] H I S T O R I A I) K I. A S I I A T K M Á T I C A H
El valor de 7t ha sido calculado ahora con varios miles de m illones de cifras decijnajies1;y., C
utilizando m étodos más sofisticados.Tales cálculos son de interés por sus m étodos, .
para poner a prueba sistemas de com putación, y por pura curiosidad, pero el resultado
m ism o tiene poca im portancia. Las aplicaciones prácticas de 7t no requieren,
en generai, más de cinco o seis cifras. El récord actual es 51.539,600.000 cifras decimales,
calculadas porYasumasa Kanada y Daisuke Takahashi. Ellos realizaron dos cálculos
independientes utilizando dos m étodos diferentes, para, obtener 51.539.607,552 cifras
de ft. Los resultados coincidían en los prim eros 5 f .539.607.510 cifras, por lo que
redujeron la proclam ación de su récord a 51.539.600,000 cifras exactas.
Arquímedes
El más grande de los matemáticos antiguos fue Arquímedes. Hizo im portantes
contribuciones a la geometría, estuvo en la vanguardia de las aplicaciones
de las matemáticas al m undo natural y fue un ingeniero consumado. Pero
para los matemáticos, Arquímedes será siempre recordado por su obra sobre
círculos, esferas y cilindros, que ahora asociamos con el núm ero ti («pi»),
que es aproxim adam ente 3,141 59. Por supuesto, los griegos no trabajaban
directam ente con n: ellos lo veían geom étricam ente com o la razón entre
la circunferencia de un círculo y su diámetro.
Culturas anteriores habían advertido que la circunferencia de un circulo
es siempre el m ism o m últiplo de su diám etro, y sabían que este m últiplo era
aproximadamente 3 1/7, quizá un poco mayor. Los babilonios utilizaban 3
Pero Arquímedes fue m ucho más lejos; sus resultados iban acompañados de
demostraciones rigurosas, en el espíritu de Eudoxo. Hasta donde sabían
los griegos, la razón entre la circunferencia de un círculo y su diám etro podría
ser irracional. Ahora sabemos que realmente es así, pero la dem ostración tuvo
que esperar hasta 1770, cuando Johann Heinrich ideó una. (El valor que se da
a veces en la escuela, V/7, es conveniente aunque sólo aproximado.) Sea com o
fuere, puesto que Arquímedes no pudo dem ostrar que k es racional, tuvo que
suponer que podría no serlo.
Arquímedes de Siracusa
Z 8 7 - Z 1 Z & .C .
Tontillo de Arquímedes
,A L O G I C A DE LA FOl i MA [37]
I r ■;• ¡ ■N,:- s , 7- t
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Secciones cónicas
Pozo en Siena
Cómo midió
Eratóstenes
el lamaño
de la Tierra
.A ], ( M i I t ’ A I) K L A l-' O It M A [ 41 ]
* La elipse, una curva ovalada cerrada que se obtiene cuando el plano corta
sólo a una m itad del cono. Los círculos son elipses especiales.
• La hipérbola, una curva con dos ramas infinitas, que se obtiene cuando
el plano corta las dos mitades del cono.
Las secciones cónicas fueron estudiadas con detalle por Apolonio de Perga,
quien viajó desde Perga, en Asia Menor, a Alejandría para estudiar con Euclides,
Su obra maestra, las Secciones cónicas de aproxim adam ente el 230 a.C., contiene
487 teoremas. Eudides y Arquímedes habían estudiado algunas propiedades
de los conos, pero se necesitaría todo un libro para resum ir los teoremas de
Apolonio. Una idea im portante merece m ención aquí. Es la noción de los focos
de una elipse (o de una hipérbola). Los focos son dos puntos especiales
asociados con estos dos tipos de cónica. Entre sus principales propiedades
distinguim os una: la suma de las distancias de un pum o cualquiera de la elipse
a sus dos focos es constante (igual al diám etro mayor
de la elipse). Los focos de una hipérbola tienen ■ Los griegos
una propiedad similar, pero ahora tom am os la diferencia
de las dos longitudes.
sabían cómo trisecar
Los griegos sabían cóm o trisecar ángulos y cóm o ángulos y cómo
duplicar el cubo utilizando cónicas. Con la ayuda de otras duplicar el cubo
curvas especiales, especialmente la cuadratriz, tam bién
podían cuadrar el círculo.
utilizando cónicas...
Las matemáticas griegas aportaron dos ideas cruciales también podían
al desarrollo humano. La más obvia fue una com prensión cuadrar el círculo. J
42 I tu S K I K I A I HÍ LAS M A T E M Á T IC A S
I-I
siWbolos niAfaerCdes
Estamos tan acostumbrados ai s i s t e m a do n ú m e r o s
a c t u a l , con su u so d e los d iez d í g i t o s d e c i m a l e s 0, 1, 2, :i, 4, f>, 6, 7, 8 y í)
(en los p a ís e s d e O c c i d e n t e ) , q u e p u e d e p r o d u c i r s o r p r e s a el a d v e r t i r
q ue hay m o d o s c o m p l e t a m e n t e d i f e r e n t e s de e s c r i b i r n ú m e r o s .
I n c l u s o hoy, d i v e r s a s c u l t u r a s — la a r á b i g a , la c h in a , la c o r e a n a —
u s a n d i f e r e n t e s s í m b o lo s p a r a los diez d í g ito s, a u n q u e t o d a s e ll a s
c o m b i n a n e s t o s sí m b o lo s p a r a f o r m a r n ú m e r o s m a y o r e s u t i l i z a n d o
el m is m o m é t o d o « p o sie io n n l» { c e n t e n a s , d e c e n a s , u n i d a d e s ) .
Po ro las d i f e r e n c i a s e n n o t a c i ó n p u e d e n s e r m á s r a d i c a l e s q ue eso.
No hay n a d a e sp e c i a l en el n ú m e r o 10. R e s u l t a q u e es el n ú m e r o de
d e d o s d e las m a n o s e n el s e r l u im a n o , q u e s o n i d e a l e s p a r a c o n t a r ,
pe ro si en su l u g a r h u b i é r a m o s d e s a r r o l l a d o s i e t e (halos, o doce,
s i s t e m a s m uy s i m i l a r e s h u b i e s e n f u n c i o n a d o ig u al de bien, q u i z á
m e j o r e n a l g u n o s casos.
Numerales romanos
La mayoría de los occidentales conocen al m enos un sistema alternativo,
los núm eros rom anos, en el que, por ejem plo, el año 2007 se escribe MMV1I.
La mayoría de nosotros tam bién somos conscientes, al m enos si se nos lo
recuerda, de que em pleamos dos m étodos distintos para escribir núm eros
que no son enteros: fracciones com o V, y decimales 0,75. Pero otra notación
numeral, que encontram os en las calculadoras, es la notación «científica»
para números muy grandes o m uy pequeños, tales com o 5 x 10* para cinco mil
millones (que se suele presentar com o 5E9 en la pantalla de una calculadora)
o 5 x 10 * para cinco millonésimas.
Estos sistemas simbólicos se desarrollaron durante miles de años, y m uchos
sistemas alternativos florecieron en diversas culturas. Ya hem os encontrado
el sistema sexagesimal babilónico (que surgiría de m odo natural para cualquier
criatura que tuviera 60 dedos), y los más simples y más limitados símbolos
munerales egipcios, con su extraño tratamiento de las fracciones. Posteriormente,
sistemas de base 20 fueron utilizados en América Central por la civilización maya.
Sólo en tiempos relativamente recientes se decidió ¡a Humanidad por los métodos
actuales para escribir núm eros, y su uso llegó a establecerse por una mezcla
de tradición y conveniencia. Las matemáticas tratan de conceptos,
no de símbolos, pero una buena elección de sím bolos puede ser muy útil.
Numerales griegos
Empezamos la historia de los símbolos numerales con los griegos. La geometría
griega supuso una gran m ejora sobre la geom etría babilónica, pero no así
la aritmética griega, hasta donde podem os decir a partir de las fuentes
que nos han llegado. Los griegos dieron un gran paso atrás; no utilizaban
la notación posicional. En su lugar utilizaban simboios específicos para múltiplos
de 1 0 o 100. de m odo que, por ejem plo, el símbolo para 50 no guardaba
ninguna relación particular con los sím bolos para 5 o 500.
[48] H I S T O RI A ¡>k las m a t e m á t i c a s
EEI1 A A A A A A A rl 11 .
1 2 3 4 5 6 7 8 9
a I* Y 6 £ 5 C TI e
10 20 30 40 50 60 70 80 90
t K X \i V k O Tt P
p O T V * X V (ó T
Éstas son las letras griegas minúsculas, aum entadas por tres letras extra
derivadas del alfabeto fenicio: s (stigm a), p (copa). T (sampi).
Utilizar letras para representar núm eros podría haber producido ambigüedad,
de modo que se colocaba una línea horizontal endm a de los símbolos numerales.
Para escribir núm eros mayores que 999 el valor de un sím bolo podía
multiplicarse por 1.000 colocando un trazo delante del mismo.
Los diversos sistemas griegos eran razonables com o m étodo para registrar
los resultados de cálculos, pero no para realizar los propios cálculos.
(Im aginém onos intentando multiplicar cjpy por tuÁ5, por ejemplo.) Los cálculos
propiam ente dichos se llevaban a cabo probablem ente utilizando un ábaco,
quizá representado por guijarros en la arena, especialmente al principio.
X O T A (' I O X K s V N V M K H O S [ 4 9 ]
Los griegos escribían tas fracciones de varias maneras. Una de ellas consistía
en escribir el num erador, seguido por una prima, y luego el denom inador,
seguido p or una doble prima. A veces el denom inador se escribía dos veces.
Así 2i/„7 se escribiría
Matemáticos indios
Los 10 símbolos que se utilizan actualmente para denotar dígitos decimales
suelen conocerse com o num erales indoarábigos, porque tuvieron su origen
en la India y fueron asum idos y desarrollados por los árabes.
Los más antiguos numerales indios eran más parecidos al sistema egipcio.
Por ejemplo, los numerales Kharosthi, utilizados del 400 a.C. al 100 d.C.,
representaban los núm eros 1 a 8 com o
con un sím bolo especial para 10. Las prim eras huellas de lo que con el tiem po
llegaría a ser el m oderno sistema sim bólico aparecieron alrededor del 300 a.C ,
en los numerales Brahmi. Inscripciones budistas de la época incluyen
precursores de los posteriores sím bolos hindúes para 1, 4 y 6. Sin embargo,
el sistema Brahmi utilizaba símbolos diferentes para múltiplos de 10 o múltiplos
de 100, de m odo que era similar al sim bolism o de los núm eros griegos,
excepto que utilizaba sím bolos especiales en lugar de letras del alfabeto.
El sistema Brahmi no era un sistema posicional.Ya en el año ! 00 hay registros
del sistema Brahmi completo. Inscripciones en cuevas y en m onedas m uestran
que siguió en uso hasta el siglo iv.
Entre los siglos tv y vi el Im perio Gupia alcanzó el control de una gran parte
de la India, y los numerales Brahmi se transform aron en los num erales Gupta.
De éstos se transform aron en los num erales Nagari. La idea era la misma, pero
los sím bolos eran diferentes.
Numerales
Brahmi 1-9
1 2 3 4 5 6 7 8 9
+ b 4»
[50 ] htstohia ]>K las m atiím á t i c a s
El sistema hindú
El sistema hindú em pezó a difundirse en el m undo árabe antes de que
estuviera plenam ente desarrollado en su país de origen. El estudioso Severus
Sebokht escribe de su uso en Siria en el 662: «O m itiré toda discusión
de la ciencia de los indios ... de sus sutiles descubrim ientos en astronom ía ...
y de sus valiosos m étodos de cálculo ... Sólo quiero decir que su cálculo
se hace por m edio de nueve signos».
í ... Lilavati nunca En el 776 apareció en la corte del califa un viajero
procedente de la India y m ostró sus habilidades en el
podría casarse. m étodo de cálculo «siddhanta», además de trigonometría
Para consolarla, y astronomía. Parece que la base para los métodos
Bhaskara escribió computacionales era el Brahmasphutasiddhanta
de Brahmagupta, escrito en el 628; pero cualquiera
un libro de texto que fuera el libro, fue inm ediatam ente traducido al árabe.
de matemáticas Inicialmente los numerales hindúes eran utilizados
para ella. J principalm ente por estudiosos; los m étodos más antiguos
NOTACIONES Y NÚMKHOS [53]
L e o n a r d o os a veces
mientras yo era todavía un niño, y conocido por su apodo «Flbonaccl», que significa
pensando en la utilidad y la «hijo de Bonacclo, pero no hay registro de este nombre
conveniencia futura, deseó que yo permaneciera allí antes dei siglo xvw, y probablemente fue inventado
y recibiera instrucción en la escuela de contabilidad. Allí, entonces por Gutllaume Libri.
Una figura influyeme fue Leonardo de Pisa, tu y o libro Líber Atibad se publicó
en 1202. (La palabra italiana «ábaco» significa norm alm ente «cálculo»,
y no implica necesariamente el uso del ábaco, un térm ino latino.) En este
libro, Leonardo introdujo los sím bolos num erales indoarábigos en Europa.
El Líber Abbaci incluye, y p rom odona, otro artificio notacíonal que sigue
hoy en uso: la barra horizontal en una fracción, tal com o en «tres cuartos».
Los hindúes empleaban una notación similar, pero sin barra; parece que
la barra fue introducida por los árabes. Fibonacci la em pleó am pliam ente,
pero su uso difería del actual en algunos aspectos. Por ejem plo, él utilizaba
la misma barra com o parle de varias fracciones diferentes.
Puesto que las fracciones son m uy im portantes en nuestra historia, vale
la pena añadir algunos com entarios sobre la notación. En una fracción como-^ ,
el 4 «abajo» nos dice que dividamos la unidad en cuatro partes iguales, y el 3
«arriba» nos dice entonces que seleccionemos tres de dichas partes. De manera
más formal, 4 es el denominador y 3 es el numerador. Por conveniencia
tipográfica las fracciones se suelen escribir en una única linea en la forma 3 /4 ,
o a veces en la forma de com prom iso 3 /4 . La barra horizontal se transforma
entonces en una barra diagonal.
En general, no obstante, apenas utilizamos notación fraccionaria en el trabajo
práctico. Básicamente utilizamos «decimales», escribiendo Tt com o 3 , 141 59,
digamos, lo que no es exacto pero es sufidentem ente próxim o para la mayoría
de los cálculos. Históricam ente tenem os que dar un pequeño salto para llegar
a los decimales, pero aquí estamos siguiendo cadenas de ideas, no cronología,
de m odo que será m ucho más sencillo dar el salto. Por lo tanto, saltamos
N l ) T A (' [ íí X K S V X C M !■'. It O K 55]
Números naturales
Los matemáticos llaman números naturales al sistema de los núm eros enteros
positivos. Si incluimos también los núm eros negativos tenem os los enteros. Los
números racionales (o sim plem ente los «racionales») son las fracciones positivas
y negativas, los números reales (o sim plem ente los «reales») son los decimales
positivos y negativos, que se prolongan indefinidamente si es necesario.
Antiguas barras
4 7 de recuento chinas
1 5 6
[56] H I S T O R I A de ras m a t e m á t i c a s
ellos ordenaban las dos ecuaciones com o dos columnas de una tabla: una con los
núm eros 3 (rojo), 2 (negro), 4 (rojo), y la otra con 1 (rojo), S (rojo), 7 (rojo).
La «notación» ro jo /n eg ro no trataba realmente con núm eros negativos
sino con la operación de restar. Sin embargo, fijó el escenario para un concepto
de núm eros negativos, cheng fu shu. Ahora un núm ero negativo se representaba
utilizando la m ism a disposición de varas que la del correspondiente núm ero
positivo, pero colocando encim a otra vara en diagonal.
Para Diofanro todos los núm eros tenían que ser positivos, y por ello
rechazaba las soluciones negativas a las ecuaciones.
Los matemáticos hindúes encontraron que los núm eros
C En los comienzos negativos eran útiles para representar deudas en
los cálculos financieros; deber a alguien una suma
dci primer milenio de dinero era peor, desde el punto de vista financiero,
los chinos que no tener dinero, de m odo que una deuda debería
empicaban un ser claramente «m enos que cero». Si uno tiene tres libras
y paga 2. entonces le quedan 3 —2=1. Por la misma razón,
sistem a de «varas si debe 2 libras y gana 3, su valor neto es —2 + 3 = 1,
de recuento» en Bhaskara com enta que un problem a particular tenía dos
lugar de un abaco. J soluciones. 50 y - 5 , pero le ponía nervioso la segunda
n o t a c i o n e s v n r m Ki t o s [5 7 ]
solución, y decía que «no debe lomarse; ia gente no aprueba las soluciones
negativas».
Pese a estos recelos, los núm eros negativos fueron siendo aceptados
gradualmente. Su interpretación, en un cálculo real, requería cierto cuidado.
A veces no tenían sentido, a veces podían ser deudas, a veces podían significar
un m ovim iento descendente en lugar de uno ascendente. Pero al margen
de la interpretación, su aritm ética funcionaba perfectamente, y eran tan útiles
com o ayuda com putacional que hubiera sido estúpido no utilizarlos.
La aritmética perdura
Nuestro sistema numeral es tan familiar que tendemos a suponer que es
el único posible, o al m enos el único razonable. En realidad, evolucionó,
de forma laboriosa y con numerosas vías m uertas, durante miles de años.
Hay muchas alternativas; algunas fueron utilizadas por culturas anteriores,
com o los mayas. Notaciones diferentes para los numerales 0-9 se utilizan hoy
í ... la civilización
moderna se vendría
abajo rápidamente si
dejáramos de enseñar
aritm ética... J
El uso de símbolos en matíMuátieas va mucho más allá
de su a p a r i c i ó n cu n o t a c i o n e s p a r a n ú m e r o s , c o m o d e j a r á c la r o
u n a o j e a d a i n f o r m a l a c u a l q u i e r t e x t o de m a t e m á t i c a s . E l p r i m e r
paso i m p o r t a n t e h a c i a el r a z o n a m i e n t o s i m b ó li c o — f r e n t e a la m e r a
r e p r e s e n t a c i ó n s i m b ó li c a — se dio en el c o n t e x t o d e la so l u c ió n de
p r o b l e m a s . N u m e r o s o s t e x t o s a n t iguos, (pie se r e m o n t a n a la é p o ca
de la a n t i g u a B a b ilo n ia, p r e s e n t a n a s u s l e c t o r e s i n f o r m a c i ó n
sobre u n a c a n t i d a d d e s c o n o c i d a y luego p r e g u n t a n p or su valor.
U n a f ó r m u la e s t á n d a r {en el s e n t i d o l i t e r a r i o ) en las t a b l i l l a s
b a b il ó n i c a s dice: «Y o e n c o n t r é u n a p i e d r a p e ro n o la pesé». D e s p u é s
de a l g u n a i n f o r m a c i ó n a d ic io n a l — « c u a n d o yo a ñ a d í u n a s e g u n d a
piedra de la m i t a d de peso, el peso t o t a l e r a de 1ñjy/«»— al e s t u d i a n t e
se le pide c a l c u l a r el peso d e la p ied ra o rig in a l.
Algebra
Problemas de este tipo dieron lugar con el tiem po a lo que ahora llamamos
álgebra, en donde los núm eros se representan por letras. La cantidad
desconocida se denota tradicionalm ente por la letra x, las condiciones
que se aplican a x se enuncian com o fórmulas matemáticas, y al estudiante
se le enseñan m étodos estándar para extraer el valor de x a partir de dichas
fórmulas. Por ejem plo, el problem a babilónico anterior se escribiría com o
x + l/ 2x = 15, y aprenderíamos la form a de deducir que x = 10.
En el nivel escolar, el álgebra es una rama de las matemáticas
en la que números desconocidos se representan por letras, las operaciones
de la aritmética se representan por sím bolos y la tarea principal consiste
en deducir los valores de las cantidades desconocidas a partir de
las ecuaciones. Un problema típico en el álgebra de la escuela consiste
en encontrar un núm ero desconocido x dada la ecuación x1 + 2x = 120.
Esta «ecuación cuadrática» tiene una solución positiva, x = 10. Aquí
x1 + 2x = 101 + 2 x 10 = 100 4 20 = 120.También tiene una solución negativa,
x = -1 2 . En este caso x1 + 2x = ( - 1 2)1 + 2 x (- 1 2 ) = 144 —24 = 120.
Los antiguos habrían aceptado la solución f
positiva, pero no la negativa. Hoy adm itim os ■ ¿ C Ó l l l O S l l l 'g i Ó O l t i l f e b r i l ?
ambas, porque en m uchos problemas
los núm eros negativos tienen un significado razonable y corresponden
a respuestas físicamente factibles, y porque realm ente las matemáticas se hacen
más sencillas si se adm iten los núm eros negativos.
En matemáticas avanzadas, el uso de sím bolos para representar núm eros
es sólo un aspecto m inúsculo de la disciplina, el contexto en el que empezó.
El álgebra trata de las propiedades de expresiones simbólicas por sí mismas; trata
de estructura y forma, no sólo de números. Esta visión más general del álgebra
se desarrolló cuando los matemáticos empezaron a plantear preguntas generales
sobre álgebra de nivel escolar. En lugar de tratar de resolver ecuaciones concretas,
examinaron la estructura más profunda del propio proceso de solución.
[ 6 2 ] II I S T O li I A IJE I, A S M A T E M Á T I C A S
Una lablllla
cuneiforme
del periodo
Babilonio Antiguo
muestra
un problema
geométrico
algebraico
¿Cómo surgió e! álgebra? Lo que vino prim ero fueron tos problemas
y los métodos. Sólo más adelante fue inventada la notación simbólica,
lo que ahora consideram os que es la esencia del tema. Había m uchos sistemas
notacionales, pero finalmente uno de ellos elim inó a todos sus competidores.
El nom bre «álgebra» apareció en m edio de este proceso, y es de origen árabe.
(La inicial «al», el térm ino árabe para «el», lo delata.)
Ecuaciones
Lo que abora llamamos la «solución de ecuaciones», en la que hay que
encontrar una incógnita a partir de inform ación apropiada, es casi tan vieja
com o la aritmética. Hay evidencia indirecta de que tos babilonios ya resolvían
ecuaciones bastante complicadas en el 2000 a.C,, y evidencia directa
de soluciones de problemas más sencillos, en form a de tablillas cuneiformes,
que se rem onta hasta alrededor del 1700 a.C.
La porción que sobrevive de la Tablilla YBC 4652 del periodo babilónico
Antiguo (1800* 1600 a.C ), contiene once problemas para resolver; el texto de
la tablilla indica que originalm ente había 22 problemas. Una pregunta típica es;
, A ATKACCKIX l ) K 1, 0 lt lí S O X O ( 1 11 O [ 6 3 ]
«Encontré una piedra, pero no la pesé. Después pesé 6 veces su peso, añadí
2 gín y añadí un tercio de un séptimo multiplicado por 24. Lo pesé. El resultado
era 1 ma-na. ¿Cuál era el peso origina! de la piedra?».
Un peso de 1 mu-na son 60 gin.
En notación moderna, llamaríamos x al peso buscado en gin. Entonces la
pregunta nos dice que
(6x + 2) + i x x 24(6x + 2) = 60
ux + b = 0
con solución x = —b/ci. Pero en los tiem pos antiguos, sin el concepto
de núm eros negativos y sin manipulación simbólica, encontrar una solución
no era tan simple. Incluso hoy. m uchos estudiantes tendrían dificultades con
los problemas deYBC 4652.
Más interesantes son las ecuaciones cuadral teas,
en las que la incógnita puede aparecer tam bién elevada
í ... la tablilla
a la segunda potencia: al cuadrado. La formulación lo dice al lector lo
m oderna toma la forma que tiene que hacer,
ax1 + bx 4- c = 0 pero no por qué. J
y hay una fórmula estándar para encontrar x. El enfoque
babilónico se ejemplifica en un problem a en la Tablilla BM 13901:
«He sum ado siete veces el lado de mi cuadrado y once veces el área,
[obteniendo] 6; i 5».
(Aquí 6; i 5 es la forma simplificada de la notación sexagesimal babilónica, y
significa 6 más ! 5 /6 0 , o 6 1/, en notación m oderna.) La solución enunciada dice:
«Escribe 7 y 11. Multiplica 6; 15 por I ! [obteniendo] 1,8;45. Divide 7 por
la mitad, [obteniendo] 3:30 y 3;30. Multiplica, [obteniendo] 12; 15. Suma
[esto] a 1,8;45 [obteniendo] resultado 1.21. Esto es el cuadrado de 9. Resta
3;30, que multiplicaste, de 9. Resultado 5;30. El recíproco de 1 1 no puede
encontrarse. Pero ¿qué debo multiplicar por 1 ! para obtener 5;30? [La
respuesta es] 0;30, el lado del cuadrado es 0;30».
Nótese que la tablilla le dice al lector lo que tiene que hacer, pero no por
qué. Es una receta. Para poder escribirla alguien tiene que haber entendido
[ 6 4 ] N I S T O H I A II K L A S M A T U M Á T I I ’ AS
por qué funcionaba, pero una vez descubierta podía ser utilizada por cualquiera
que tuviera la formación adecuada. No sabemos si las escuelas de Babilonia
enseñaban m eram ente la receta o explicaban por qué funcionaba.
La receta tal com o está parece muy oscura, pero interpretarla es más fácil
de lo que cabría esperar. Los núm eros complicados ayudan realmente; aclaran
qué reglas se están utilizando. Para encontrarlas, sim plemente tenem os que ser
sistemáticos. En notación m oderna escribim os
a = 11, b = 7 .c = 6;IS = 6% .
Entonces la ecuación tom a la forma
ax2 + bx = c
con aquellos valores concretos para a, b, c.Tenemos que deducir x. La solución
babilónica nos dice:
- b + yjb1 - 4 a c
x = --------- ^-----------,
2ú
Está muy claro que los babilonios sabían que su procedim iento era general.
El ejem plo citado es dem asiado com plejo para que la solución sea especial,
diseñada para abordar este problem a solamente.
¿Qué pensaban los babilonios de su m étodo, y cóm o llegaron a él?Tuvo
que haber alguna idea relativamente sencilla tras un proceso tan complicado.
Parece plausible, aunque no hay prueba directa, que tuvieran una idea
geom étrica, «com pletar el cuadrado». Una versión algebraica de esto también
se enseña hoy. Podemos representar la pregunta, que por claridad decidimos
escribir en la forma xl 4 ax = b. com o una imagen:
+ _
X2 + ÚX b
Aquí el cuadrado y el prim er rectángulo tienen altura x; sus anchuras
son x y a. respectivamente. El rectángulo más pequeño tiene área b. La receta
babilónica divide efectivamente el prim er rectángulo en dos piezas.
E.Y ATI ) A C C I Ó N D E LO D E S C O N O C I D O [65]
X1 + 2(a/2 xx) = b
Para que la ecuación siga siendo válida, el m ism o cuadrado som breado
extra se añade tam bién al otro diagrama. Pero ahora reconocem os el diagrama
de la izquierda com o el cuadrado de lado (x + a /2 ), y la imagen geom étrica
es equivalente al enunciado algebraico
xJ + 2 (a/2 x x ) + = b + (a/2 ) 1.
(* + ^ ) i = b + ( \ y
x + a/2 = ñ + (a/2 ) 1
es plausible, y está apoyada indirectam ente por varios diagramas que aparecen
en tablillas de arcilla.
fll-jabr
La palabra «álgebra» procede del árabe al-jabr, un térm ino empleado por
M uham m ad ibn Musa al-Khwarizmi, que floreció alrededor del 820. Su obra
Al-Kitab úl-jbr vv’aJ-mugübíik (Libro de com pendio de cálculo por el m étodo
de com pletado y balanceado) explicaba m étodos generales para resolver
ecuaciones m anipulando cantidades desconocidas.
Al-Kliwarizmi utilizaba palabras, no símbolos, pero sus métodos son similares
a los que se enseñan hoy. Al-jabr significa «sum ar cantidades iguales a ambos
miembros de una ecuación», que es lo que hacemos cuando partimos de
x- 3= 5
y deducim os que
x = 8.
x+ 3 = 5
a la respuesta
x — 2.
ox* + bx1 + ex + d = 0
1.a sección tercera del Líber Abhari contiene un problem a cuyo origen parece estar
en Leonardo: «Un hom bre pone un pareja de conejos en un lugar rodeado por todos
lados de una pared, ¿Cuántos pares de conejos pueden crearse a partir de esta primera
pareja en un año si cada m es cada pareja engendra una nueva pareja, que se hace fértil
a partir del segundo mes?
Este problem a más bien extravagante lleva a una curiosa, y famosa, serie de números:
1 2 3 5 8 13 21 34 55
y así sucesivamente. Cada núniero és la sum a de los dos que le preceden. Esto se conoce
com o la Serie tle Fibonacci, y aparece repetidam ente en matemáticas y en el m undo natura!.
En particular, muchas flores tienen un núm ero de Fibonacci de pétalos. Esto no es una
coincidencia sino una consecuencia de la pauta de crecim iento de la planta y la geom etría
de los «pr im ordía» — minúsculos grujios de células en la punta del brote en crecim iento
que dan lugar a estructuras im portantes, pétalos incluidos.
Aunque la regla de crecim iento de Fibonacci para la población de conejos es poco
realista, reglas más generales de tipo similar (llamadas metidos de Leslíe) se utilizan hoy para
ciertos problemas en dinám ica de poblaciones, el estudio de cóm o cambian de tam año las
poblaciones animales conform e los animales crían y mueren.
ecuaciones cúbicas en m uchos tipos distintos, de m odo que, por ejemplo. xJ + 3x = 7 y x] —3x = 7
eran consideradas com pletam ente diferentes, y requerían m étodos diferentes para su solución.
Los griegos descubrieron cóm o utilizar secciones cónicas para resolver algunas ecuaciones
cúbicas. El álgebra m oderna dem uestra que si una cónica interseca a otra cónica, los puntos de
intersección están determ inados por una ecuación de tercer o cuarto grado (dependiendo de las
cónicas). Los griegos no lo sabían com o un hecho general, sino que explotaban sus consecuencias
en casos concretos, utilizando las cónicas com o un nuevo tipo de «instrum ento geom étrico».
Esta línea de ataque fue completada y codificada por el persa Omar Khayyam, más conocido
por su poema Rubaiyat. Alrededor de 1075 él clasificó las ecuaciones cúbicas en 14 tipos, y dem ostró
cóm o resolver cada tipo utilizando cónicas en su obra Sobre las demostraciones de los problemas de álgebra
y comparación. El tratado era un tour de forcé geom étrico, y depuró el problem a geom étrico casi
por completo. Un m atemático m oderno plantearía algunos reparos: algunos de los casos de Omar
no están com pletam ente resueltos porque él supone que existen ciertos puntos construidos
geom étricam ente cuando a veces no es así. Es decir, él supone que sus cónicas se cortan cuando
pueden no hacerlo. Pero estos son defectos menores.
Las soluciones geométricas de la cúbica estaban muy bien, pero ¿podían existir soluciones
algebraicas que incluyeran cosas tales com o raíces cúbicas pero nada más complicado?
Los matemáticos de la Italia del Renacimiento hicieron uno de los más trascendentales avances
en álgebra cuando descubrieron que la repuesta es «sí».
[ 6 8 ] M I S T O K 1A n K L A S MAT E MÁT [EAS
Ornar Kayyham
fue mas conocido
por su poesía
pero también
tue un matemático
notable
Símbolos algebraicos
Los matem áticos de la Italia del Renacimiento habían desarrollado m uchos
m étodos algebraicos pero su notación era todavía rudim entaria. Se necesitaron
ciem os de años para desarrollar el sim bolism o algebraico actual.
Girolamo Cardano
(también conocido como Hieronymus Cardanus, Jerónimo Cardano)
r150W tS'7
Su cubo x^: Ky
Resta - A
Igualdad —
5p: R m: 15
5m: R m: 15
Descartes escribía
5 + 4x + 6xx +1 I xJ 4 3 x \
s = Vzgf2
t= 2s
9
Sabiendo que s = 180 metros, por ejemplo, predecimos que
f es la raíz cuadrada de 360/10, es decir, la raíz cuadrada de 36.
Ij A A T H A C C I Ó N DE LO DESCONOCIDO [75]
(2x + 3y) - (x + y) = x + 2y
Trigonometría
La trigonom etría generó varias «funciones especiales»; reglas matemáticas
para calcular una m agnitud a partir de otra. Estas funciones llevan nom bres
com o «seno», «coseno» y «tangente». Las funciones trigonom étricas
resultaron ser de vital im portancia para el conjunto de las matemáticas,
y no sólo para m edir triángulos.
La trigonom etría es una de las técnicas matemáticas más am pliam ente
utilizadas: está implicada en todo lo que va de la topografía a la navegación
y a los sistemas de navegación GPS en los automóviles. Su uso en
ciencia y tecnología es tan com ún que norm alm ente pasa desapercibido,
com o corresponde a cualquier herram ienta universal. Desde el punto
de vista histórico estuvo íntim am ente asociada a los logaritmos, un m étodo
ingenioso para convertir multiplicaciones (que son difíciles) en sumas
(que son m ucho más simples). Las ideas principales surgieron aproximadamente
entre el 1400 y el 1600, aunque tuvieron una larga «prehistoria» y m uchos
embellecimientos posteriores. La notación todavía sigue hoy en plena evolución.
En este capítulo echaremos una ojeada a los temas básicos: las funciones
trigonom étricas, la función exponencial y los logaritmos.
También consideraremos algunas aplicaciones, antiguas
y modernas. Muchas de las aplicaciones más antiguas son
técnicas computacionales que en su mayoría se han í La humanidad
vuelto obsoletas ahora que los com putadores están debe mucho a estos
am pliam ente extendidos. Por ejem plo, difícilm ente
pioneros dedicados
alguien utiliza tablas de logaritm os para hacer sumas.
Nadie utiliza tablas en absoluto, pues los com putadores y obstinados. J
pueden calcular los valores de las funciones con gran
rapidez y alta precisión. Pero cuando los logaritmos fueron inventados,
eran las tablas numéricas las que los hacían útiles, especialmente en áreas
como la astronomía en donde eran necesarios largos y complicados
cálculos numéricos. Y los inventores tuvieron que pasar años — décadas—
de su vida haciendo las sumas. La hum anidad debe m ucho a estos
pioneros dedicados y obstinados.
[ 7 8 ] h i s ’i o m a d i *; l a s m a t e m á t i c a s
Trigonometría-Ideas básicas. t i
b (opuesto)
^ vi , -
a (adyacente)
Entonces:
El seno de theta es sen ti = b/c
El coseno de dieta es eos ti = a /c
La tangente de theta és tan 0 —b/a
Así definidos, los valores de estas tres funciones, para cualquier ángulo dado 8,
están determ inados p o r la geom etría del triángulo, (El m ism o ángulo puede aparecer
en triángulos de tamaños diferentes, pero la geom etría de los triángulos semejantes
implica que las razones establecidas son independientes del tam año.) Sin embargo,
una vez que estas funciones han sido calculadas y tabuladas, pueden ser utilizadas
para «reconstruir» el triángulo a partir del ángulo 8.
Las tres funciones están relacionadas por varias fórm ulas bellas. En particular, el Teorema
de Pitágoras implica que
sen; £ + eos2 ti — 1,
Triángulos
El problem a básico que aborda la trigonom etría es el cálculo de propiedades
de un triángulo — longitud de los lados, tam año de los ángulos—*
a partir de otras de dichas propiedades. Es m ucho más fácil describir
T H I Á N <¡ V I, O H !■; T V. K X o s [ 79 ]
Astronomía
Curiosamente, el trabajo inicial en trigonom etría era más com plicado que
la mayor parte de lo que se enseña hoy en las escuelas, debido una vez más a las
necesidades de la astronomía (y. más tarde, la navegación). El espacio natural con
el que trabajar no era el plano, sino la esfera. En efecto, el cielo parece el interior
[ 8 0 ] M I S T o II I A I) K L A S 1 I A T K M Á T I C A S
Ptolomeo
Con m ucho, el texto más im portante de trigonom etría de la Antigüedad fue
la Sintaxis matemática de Ptolom eo de Alejandría, que data de aproxim adam ente
el año 150. Es más conocido com o el Almagesto, un térm ino árabe que significa
«el más grande». Incluía tablas trigonom étricas, una vez
Cuadrilátero cíclico
y sus diagonales
más establecidas en térm inos de cuerdas, junto con
B
los m étodos utilizados para calcularlas, y un catálogo
de posiciones de estrellas en la esfera celeste.
Un aspecto esencial del m étodo computacional
era el teorem a de Ptolomeo: si ABCD es
un cuadrilátero cíclico (un cuadrilátero cuyos
vértices yacen en un círculo) entonces
AB x CD + BC x DA = AC x BD
sen — = Vi—co s0
2 2
Movimiento planetario
Un aspecto final digno de m ención del Almagesto es el tratam iento que hacía
de las órbitas de los planetas. Cualquiera que observe con regularidad
el cielo nocturno descubre rápidam ente que los planetas vagan en el fondo
de estrellas «fijas», y que sus trayectorias parecen bastante complicadas,
moviéndose a veces hacia atrás o viajando en lazos alargados.
Eudoxo, respondiendo a una petición de Platón, había encontrado un m odo
de representar estos movimientos complejos en térm inos de esferas que giraban
montadas sobre otras esferas. Esta idea fue simplificada por Apolonio e Hiparco,
que utilizaban epiciclos: círculos cuyos centros se mueven a lo largo de otros
círculos, y así sucesivamente. Ptolom eo refinó el sistema de epiciclos, que llegó
a proporcionar un m odelo muy aproxim ado de los m ovim ientos planetarios.
Debido al vinculo con la astronomía, casi toda la trigonom etría era esférica
hasta 1450. En particular, la topografía — hoy día una usuaria im portante
de trigonom etría— se realizaba utilizando m étodos em píricos, codificados
por los romanos. Pero a m ediados del siglo xv la trigonom etría plana em pezó
a independizarse, inicialmente en la Liga Hanseática alemana. La lig a
controlaba la mayor pane del comercio, y en consecuencia era rica e influyente.
Y necesitaba m ejorar los m étodos de navegación, junto con mejoras
en el calendario y en los usos prácticos de las observaciones astronómicas.
Una figura clave fue Johannes Müller, norm alm ente conocido com o
Regiomontano. Era un pupilo de George Peurbach, quien em pezó a trabajar
en una nueva versión corregida del Almagesto. En 1471, financiado por su patrón
Bernard Walther, calculó una nueva tabla de senos y una tabla de tangentes.
Otros matemáticos destacados de los siglos xv y xvi calcularon sus propias
tablas trigonom étricas, con frecuencia de una extraordinaria precisión. George
Joachim Rhaeticus calculó senos para un círculo de radio 10 15 — en la práctica,
tablas precisas hasta 15 cifras decimales, pero m ultiplicando todos los núm eros
por 1011 para obtener enteros—- para todos los m últiplos de un segundo
de arco. Enunció la ley de los senos para triángulos esféricos,
Logaritmos
El segundo tema de este capítulo es una de las funciones más im portantes
en matemáticas: el logaritm o, log x. Inicialmente, el logaritm o era im portante
porque satisface la ecuación
Para m ultiplicar dos núm eros x e y, se forman prim ero sus logaritmos,
se suman, y luego se encuentra el núm ero que tiene dicha suma como
logaritm o (su anti -logaritmo). Este núm ero es el producto xy. Una vez
que los matem áticos hubieran calculado tablas de logaritm os, éstas podían
ser utilizadas por cualquiera que com prendiera el método. Desde el siglo xvii
hasta m ediados del siglo xx, prácticamente todos los cálculos científicos,
especialmente los astronómicos, utilizaban logaritmos.
A partir de los años sesenta del siglo xx, las calculadoras y los computadores
electrónicos hicieron a los logaritm os obsoletos para fines de cálculo.
No obstante, el concepto siguió siendo vital para las matemáticas, porque
los logaritm os habían encontrado papeles fundamentales en muchas partes
de las matemáticas, incluidos el cálculo infinitesimal y el análisis complejo.
Muchos procesos físicos y biológicos incluyen un com portam iento logarítmico.
Hoy día nos acercamos a los logaritm os considerándolos com o el inverso
de las exponenciales. Utilizando «logaritm os de base 10», que son una elección
natural para la notación decimal, decim os que x es el logaritm o de y si y = 10".
Por ejemplo, puesto que 103 = 1.000, el logaritm o de 1.000 (en base 10) es 3.
La propiedad básica de los logaritm os se sigue de la ley exponencial
10“+ b — 10“ x I0 f
Sin embargo, para que los logaritm os sean útiles tenem os que ser capaces
de encontrar un x para cualquier y real posidvo. Siguiendo el ejemplo de
N ewton y otros autores de su periodo, la idea principal es que cualquier
potencia racional 10p/q puede definirse com o la raíz q-ésima de lOp. Puesto
que cualquier núm ero real x puede ser aproxim ado con precisión arbitraria
por un núm ero racional p/q. podem os aproximar 1Ox por 1Op/q, Ésta no es la
manera más eficaz de calcular el logaritm o, pero es la m anera más simple de
dem ostrar que existe.
Históricamente, el descubrim iento de los logaritm os fue m enos directo.
Empezó con John Napier, barón de M urchiston en Escocia. Él tuvo
un perm anente interés en los m étodos eficaces de cálculo, e inventó las varas
de Napier (o huesos de Napier), un conjunto de palos m arcados que podían
utilizarse para hacer multiplicaciones de forma rápida y fiable simulando
m étodos de papel y lápiz. Alrededor de 1594 em pezó a trabajar
en un m étodo más teórico, y sus escritos nos dicen que le llevó veinte
años perfeccionarlo y publicarlo. Parece probable que su punto de partida
fueran las «progresiones geom étricas», secuencias de núm eros en las que
cada térm ino se obtiene del precedente m ultiplicándolo por un núm ero fijo,
tales com o las potencias de 2
1 2 4 8 16 32 ...
o las potencias de 10
m ÍHllr-L.
, - -
" Trigonometría plana
Hay día la trigonom etría se desarrolla prim ero en el plano, donde la geom etría es más 1
simpie y los principios básicos son más fáciles de captar. (Es curioso cuan a m enudo nuevas
ideas matemáticas se desarrollan inirialmente en un contexto complicado, y las simplicidades
subyacentes em ergen m ucho después.) Existe una ley de los senos, y una ley
de los cosenos, para triángulos planos, y vale la pena hacer una pequeña digresión para
explicarlas. Considerem os un triángulo plano con ángulos A, B. C y lados a, b. c.
Ahora la ley de los senos toma la forma
a _ b _ ■ c
sen A sen B seo C
y la ley de los cosenos es
a1 = b3 + e3 - 2hc eos A,
con fórmulas similares que incluyen ios otros
ángulos. Podemos utilizar la ley de los cosenos
para encontrar los ángulos de un triángulo
a partir de sus lados.
Se había advertido hacía tiem po que sum ar los exponentes era equivalente
a multiplicar las potencias. Esto estaba bien si uno quería multiplicar dos
potencias de 2, digamos, o dos potencias enteras de 10. Pero había grandes huecos
entre estos núm eros, y las potencias de 2 o 10 no parecían servir de m ucho
cuando se trataba de problemas com o 57.681 x 29,443, pongam os por caso.
Logaritmos neperianos
Mientras el buen barón estaba tratando de llenar de algún m odo los huecos
en las progresiones geométricas, el médico del rey JacoboVI de Escocia. James
Craig, contó a Napier el descubrim iento que era de am plio uso en Dinamarca,
con el extraño nom bre de prosiaferesis. Éste se refería a cualquier proceso
que convertía productos en sumas. El m étodo principal en uso práctico se
basaba en una fórm ula descubierta porVieta:
x+ y x-y senx + sen y
s e n ------- eos ----- - = --------------- -
2 2 2
Naplog 10.000,000 = 0
Naplog 9.999.999 = I
Logaritmos de base 10
La siguiente mejora llegó cuando Henry Briggs, el prim er catedrático
saviliano de geom etría de la Universidad de Oxford, visitó a Napier.
Briggs sugirió reemplazar el concepto de Napier por uno más simple:
el logaritm o (en base 10), L = logn, x, que satisface la condición x — 10L,
Ahora
La idea creció com o una bola de nieve. John Speidell calculó logaritm os
de funciones trigonom étricas — tales com o log sen x— publicados com o
Nuevos Logaritmos en 1 6 19. F.I relojero suizo Jobst Bürgi publicó su propia
obra sobre logaritm os en 1610, y es m uy posible que tuviera la idea básica
en i 588, m ucho antes que Napier. Pero el desarrollo histórico de las
matemáticas depende de lo que la gente publica ■ — en el sentido original
de «hacer público»— , y las ideas que perm anecen en privado no tienen
influencia en nadie más. Por ello, el crédito, probablem ente con razón, tiene
que ir a esas personas que ponen sus ideas en prensa, o al m enos en cartas
de amplia circulación. (La excepción es la persona que pone las ideas de otros
en prensa sin darles el crédito debido. Esto es inaceptable.)
La letra «e»
Asociado con la versión de Napier de los logaritm os está uno de los núm eros
más im portantes en matemáticas, ahora denotado por la letra e. Su valor
es aproxim adam ente 2,7182. Aparece si tratamos de formar logaritm os
[ 8 8 ] H I S T O li 1 A I) ti L A S Al A T E Al Á T I C A S
partiendo de una serie geom étrica cuya razón com ún es ligeram ente mayor
que 1. Esto lleva a la expresión (1 + 1/n)", donde n es un entero muy grande;
y cuanto mayor se hace n, más se acerca la expresión a un núm ero especial,
que denotam os por e.
Esta fórmula sugiere que hay una base «natural» para los logaritmos,
que no es 10 ni 2, sino e. El logaritmo natural de x es un núm ero y que satisface
la condición x —ey. En las matemáticas actuales, el logaritm o natural se escribe
y = log x. A veces la base e se hace explícita com o y = logc x, pero esta
notación está restringida básicamente a las matemáticas escolares, porque
en ciencias y en matemáticas avanzadas los únicos logaritm os de importancia
son los logaritm os naturales. Los logaritm os en base 10 son mejores para
los cálculos en notación decimal, pero los logaritm os naturales son
fundamentales desde el punto de vista matemático.
La expresión e* se llama exponencial de x, y es uno de los conceptos
más im portantes en todas las matemáticas. El núm ero e es uno de esos extraños
núm eros especiales que aparecen en matemáticas y tienen una gran
trascendencia. El más familiar de tales núm eros es 7t, Estos dos son la punta
de un iceberg; hay m uchos otros. Presum iblem ente son también los núm eros
especiales más im portantes en las matemáticas actuales, porque afloran
p or todo el paisaje matemático.
Pierre Fermat
Las matemáticas griegas tienen huellas de tales conexiones, com o son
los vínculos entre el Teorema de Pitágoras y los núm eros irracionales o el uso
de Arquímedes de analogías mecánicas para encontrar el volum en de la esfera.
La verdadera extensión e influencia de tal fertilización cruzada se hizo
innegable en un corto periodo de tiem po en torno a 1630, Durante ese breve
periodo, dos de los más grandes m atem áticos del m undo descubrieron una
notable conexión entre álgebra y geometría. De hecho, ellos dem ostraron que
cada una de estas áreas puede convertirse en la otra utilizando «coordenadas».
Toda la obra de Euclides, y la obra de sus sucesores, puede reducirse a cálculos
algebraicos. Reciprocamente, todo en álgebra puede interpretarse en térm inos
de la geom etría de curvas y superficies.
Podría parecer que tales conexiones hacen superflua una de las dos áreas.
Si toda la geometría puede reemplazarse por álgebra, ¿por qué necesitamos
la geometría? La respuesta es que cada área tiene su punto de vista característico,
que en ocasiones puede ser muy penetrante y poderoso. A veces es m ejor
pensar geom étricam ente, y a veces es superior el pensam iento algebraico.
La prim era persona que describió las coordenadas fue Pierre Fermat.
Fermat es más conocido por su trabajo sobre teoría de núm eros, pero tam bién
estudió muchas otras áreas de las matemáticas, incluidas la probabilidad,
la geometría y las aplicaciones a la óptica. Alrededor de 1620, Fermat estaba
tratando de entender la geom etría de curvas, y em pezó por reconstruir,
a partir de la poca inform ación de que disponía, un libro perdido de Apolonio
llamado Sobre los loci en el plano. Hecho esto, Fermat se em barcó en sus propias
investigaciones, que escribió en 1629 pero no publicó hasta cincuenta Propiedad focal
de la elipse
años más tarde, com o Introducción a los loéis planos y sólidos.
Al hacerlo descubrió las ventajas de reform ular
conceptos geom étricos en térm inos
algebraicos.
Lotus, en plural loci, es hoy un térm ino
obsoleto, pero era com ún incluso en
1960, En castellano se traduce com o lugar
geométrico. Aparece cuando buscamos todos
los puntos en el plano o en el espacio que satisfacen
unas condiciones geométricas concretas. Por ejemplo.
[ 9 2 ] i l l S Í O It l A D E LAS MATEMÁTICAS
Descartes
La notación m oderna de coordenadas dio fruto en la obra de Descartes.
En la vida cotidiana estamos familiarizados con espacios de dos y tres
dim ensiones, y se necesita un gran esfuerzo de im aginación para contem plar
otras posibilidades. Nuestro sistema visual presenta a cada ojo el m undo
exterior com o una imagen bidim ensional — com o la imagen de una pantalla
de televisor— , Imágenes ligeramente diferentes procedentes de cada ojo
se com binan en el cerebro para dar una sensación de profundidad, gracias
a la cual percibim os el m undo circundante com o si tuviera tres dimensiones.
La clave para los espacios m ultídim ensionales es la idea de un sistema
de coordenadas, que fue introducido por Descartes en un apéndice,
La geometría, a su Discurso del método. Su idea es que la geom etría
del plano puede reinterpretarse en térm inos algebraicos. Su enfoque
Rene Descartes
1596—1650
rm o u n
esearles empezó a estudiar D E LA M E T H O D E
D matemáticas en 1616 como
alumno del científico holandés
Tour bien oo&iiitre&rtífoOfSCcreída*
|á rehc¿ dimksfcxsoct
r t ■i
L A DlOPTklQVE-
Isaac Seeckman. Dejó Holanda LESMETEOREi
para recorrer Europa y se unió al »T
LA C E O M E T R 1 L
ejército bávaro en 1619. Continuó
viajando entre 1620 y 1628.
y visitó Bohemia, Hungría,
Alemania. Holanda. Francia
e Italia. Conoció a Mersenne
en París en 1622,
y desde entonces mantuvo * Lm *i
correspondencia regular con D ctlsfjnnw kdH ah M * t * fc
t i » la c ■n v it,
él, lo que le puso en contacto J m 'Fritó.
con la mayoría de los eruditos
destacados del periodo.
En 1628 Descartes se estableció en Holanda, cuatro partes: Principios de conocimiento
y comenzó su primer libro, Le Monde ou Traité humano, Principios de las cosas materiales, El mundo
de la Lumiére, sobre la física de la luz. La publicación visible y La Tierra Era un intento de ofrecer
fue retrasada cuando Descartes se enteró del arresto un fundamento matemático unificado para todo
domiciliario de Galileo Galiiei y sintió miedo. El libro el universo (isleo, que reduela a mecánica todo lo que
se publicó, de forma incompleta, después de su muerte. hay en la naturaleza.
Sin embargo, él desarrolló sus ideas sobre
el pensamiento lógico en una obra Importante E n l(UÍ) D e s c a r t e s fue a Suecia para ser
publicada en 1637: Discours de ¡a Méróode. El libro tenía tutor de la reina Cristina. La reina era muy madrugadora
tres apéndices: La Dioptrique, Les Méféores y La mientras que Descartes se levantaba normalmente
Géomefne. a las once. Enseñar matemáticas a la reina a las cinco
cada mañana, en un clima fría, supuso una gran tensión
Su lihro m á s a m b i c i o s o , Principia para !a salud de Descartes. Al cabo de unos meses
Phllosophtaa, se publicó en 1644. Estaba dividido en murió de neumonía.
Por esto se dice que el piano es bidim ensional, m ientras que el espacio
es tridim ensional. El número de dimensiones viene dado por cuántos núm eros
necesitamos para especificar un punto.
En el espado tridim ensional, una única ecuación que incluye x, y y z
define norm alm ente una superficie. Por ejem plo, + yJ + zJ = l , afirma
que el punto (x, y, z) está siem pre a una distancia I del origen, lo que
implica que yace en la superficie de la esfera unidad cuyo centro es el origen.
Nótese que la palabra «dim ensión» no está definida aquí por sí misma.
No encontram os el núm ero de dim ensiones de un espado encontrando
algunas cosas llamadas dim ensiones y contándolas luego. En su lugar,
calculamos cuántos núm eros se necesitan para especificar una posición
en el espacio, y ése es el núm ero de dim ensiones.
Coordenadas cartesianas
La geom etría de coordenadas cartesianas revela una unidad algebraica tras
las secciones cónicas: curvas que los griegos habían construido com o
secciones de un cono doble. Desde el punto de vista algebraico resulta
que las secciones cónicas son las curvas más simples después de las lineas
rectas. Una línea recta corresponde a una ecuación lineal
t ' C’ H V A S V ( ’ ( ) ( ) H I) E X A 1) A s [95]
ux + by + c = 0 El folium
de Descartes
ax! + bxy + c y 1 + dx + ey +■ í = 0
x1 4- y3 —3axy = 0
N i c o l a u s I (1087—1759)
Ocupó la cátedra de matemáticas de Gatileo en Padua.
Escribió sobre geometría y ecuaciones diferenciales.
Más tarde enseñó lógica y derecho. Matemático dotado
aunque no muy productivo. Mantuvo correspondencia
con Leibniz, Euler y otros (sus logros principales están
diseminados entre 560 piezas de correspondencia).
Formuló la Paradoja de San Petersburgo en probabilidad.
Orificó el uso indiscriminado de series divergentes
por parte de Euler. Ayudó en la publicación del Ara
Conjectandi de Jakob Bemoulli. Apoyó a Leibniz
en su controversia con Newton.
Funciones
Una aplicación im pórtam e de las coordenadas en matemáticas
es un m étodo de representar funciones gráficamente.
Una función no es un núm ero sino una receta que parte
de un núm ero y calcula un núm ero asociado. La receta en cuestión
se suele enunciar com o una fórmula que asigna a cada núm ero x
(posiblemente en un intervalo limitado) otro núm ero f(x).
Por ejemplo, la función «raíz cuadrada» está definida por la regla
f(x) = fx . es decir, «tom ar la raíz cuadrada del núm ero dado».
Esta receta requiere que x sea positivo. Análogamente la función Gráfica
de una función t
«cuadrado» se define por f(x) = x1, y esta vez no hay restricciones sobre x.
Podemos representar una función geom étricam ente definiendo
la coordenada y, para un valor dado de x, por y = f(x). Esta ecuación
establece una relación entre las dos coordenadas, y por consiguiente
determ ina una curva. Esta curva se denom ina gráfico de la función f.
Gráficas
del cuadrado
y de la raíz
cuadrada
20 40 60 60 100
0
Meridiano
Cero
l'HVAS V C ( l ( l II D I Ñ A D A S [99]
Teoría de números
Hay algo absolutamente fascinante en los núm eros. Núm eros naturales puros,
sin adornos: 1. 2, 3. 4, 5. ¿Qué podría ser más simple? Pero ese exterior simple
encierra profundidades ocultas, y muchas de las preguntas más sorprendentes en
matemáticas se refieren a propiedades aparentem ente directas de los núm eros
naturales. El área se conoce com o teoría de números, y resulta difícil precisamente
porque sus ingredientes son muy básicos y simples. La misma simplicidad
de los núm eros naturales deja muy pocos «recovecos» para técnicas ingeniosas.
Las prim eras contribuciones serias a la teoría de núm eros — es decir, una
teoría completa con dem ostraciones, no sólo afirmaciones— se encuentran
en las obras de Euclides, donde las ideas están sutilm ente enmascaradas com o
geometría. La disciplina fue desarrollada com o una nueva área de las matemáticas
por el griego Diofanto, algunos de cuyos escritos se conservan en copias
posteriores. Recibió un gran im pulso en el siglo xvn por parte de Fermat,
y fue desarrollada por Leonhard Euler, Joseph-louis Lagrange y Cari Friedrich
Gauss com o una rama profunda y extensa de las matemáticas que afectaba
a muchas otras áreas, a veces aparentem ente inconexas. A finales del siglo XX
estas conexiones han sido utilizadas para responder a algunos — aunque no
todos— de los antiguos enigmas, incluida una conjetura m uy famosa hecha
por Fermat alrededor de 1650, conocida com o su «últim o teorema».
Durante la mayor parte de su historia, la teoría de núm eros ha tratado del
funcionam iento interno de las propias matemáticas, con pocas conexiones con
el m undo real. Si alguna vez hubo una rama del pensam iento m atem ático que
vivía confinada en torres de marfil, ésa era la teoría de núm eros, pero la llegada
del com putador digital lo ha cam biado todo. Los com putadores trabajan
con representaciones electrónicas de núm eros naturales, y los problemas
y oportunidades planteados por los com putadores llevan frecuentemente
a la teoría de números. Tras 2.500 años com o ejercido puram ente intelectual,
la teoría de núm eros ha tenido finalmente un im pacto en la vida cotidiana.
Primos
Cualquiera que contemple la multiplicación de núm eros naturales llega a advertir
una distinción fundamental. Muchos núm eros pueden ser «descompuestos»
en piezas más pequeñas, en el sentido de que los núm eros más grandes
aparecen al multiplicar las piezas. Por ejemplo, ) 0 es 2 x 5, y 12 es 3 X 4,
Algunos núm eros, sin embargo, no se descom ponen de esta manera. No hay
m odo de expresar 11 com o producto de dos núm eros naturales más pequeños;
lo mismo sucede con 2, 3, 5, 7 y m uchos otros.
De los núm eros que pueden expresarse com o producto de dos núm eros
más pequeños se dice que son compuestos. Los que no pueden expresarse así
[102] H I S T O II l A D E LAS MATEMÁTICAS
son primos. Según esta definición, el núm ero 1 debería considerarse prim o,
pero por buenas razones se coloca en una clase especial por sí mismo
y se llama una unidad. Por lo tanto, los prim eros prim os son los núm eros
2 3 5 7 11 13 17 19 23 29 31 37 41.
Como esta lista sugiere, no hay pauta obvia para los prim os (excepto que
todos salvo el prim ero son impares). De hecho, parecen ocurrir de manera
irregular y no hay una forma simple de predecir el siguiente núm ero en la lista.
Incluso así, no hay duda de que este núm ero está de algún m odo determinado:
basta con ensayar núm eros sucesivos hasta encontrar el siguiente primo.
A pesar, o quizá a causa, de su distribución irregular,
C Los primos los prim os son de vital im portancia para las matemáticas.
Forman los «bloques constituyentes» básicos para todos
forman los «bloques los núm eros, en el sentido de que núm eros mayores se
constituyentes» crean m ultiplicando núm eros más pequeños. La química
nos dice que cualquier molécula, por complicada que sea,
básicos para todos está formada por átomos: partículas «indivisibles»
los números. J de materia. Análogamente, las matemáticas nos dicen
que cualquier núm ero, por grande que pueda ser, está
form ado por prim os: núm eros «indivisibles». Por ello los prim os son los
átom os de la teoría de números.
Esta característica de los prim os es útil porque m uchas cuestiones
en matemáticas pueden resolverse para todos los núm eros naturales con tal
de que puedan resolverse para los prim os, y los prim os tienen propiedades
especiales que a veces hacen más fácil la solución de la cuestión. Este aspecto
dual de los prim os — im portante pero de mal com portam iento— excita
la curiosidad del matemático.
Euclides introdujo los prim os en el Libro VII de ios Elementos, y dio
dem ostraciones de tres propiedades clave. En term inología m oderna, éstas son:
( ) ) todo núm ero puede expresarse com o producto de primos; (2) dicha
expresión es única excepto en el orden en que aparecen los prim os, y (3) hay
infinitos prim os. Lo que Euclides estableció y dem ostró en realidad es
ligeramente diferente.
La Proposición 31 del Libro VII nos dice que cualquier núm ero com puesto
está «m edido por» algún prim o, es decir, es dividido exactamente por dicho
prim o. Por ejemplo, 30 es com puesto, y es exactamente divisible por
varios prim os, entre ellos 5; de hecho 30 = 6 x 5. Repitiendo este proceso
de «extraer» un divisor, o factor, prim o podem os descom poner cualquier
núm ero en un producto de prim os. Así, partiendo de 30 — 5 x 6, observamos
que 6 es tam bién com puesto, con 6 = 2 x 3. Ahora 30 — 2 x 3 x 5 , y los tres
factores son primos.
Si en su lugar hubiéram os partido de 30 = 10 x 3, entonces
descompondríamos 10 como 10 — 2 x 5, lo que lleva a 30 = 2 x 5 x 3. Aparecen
Puesto que los prim os son los átom os de la teoría de núm eros, podría parecer obvio
que siem pre aparezcan los m ism os átom os cuando se descom pone un núm ero en primos.
Después de todo, los átom os son las piezas indivisibles. Si se pudiera descom poner
un núm ero de dos formas distintas, ¿no implicaría ello dividir un átom o? Pero aquí
la analogía con la quím ica es algo equívoca.
Para ver que la unicidad de la factorización prima no es obvia, podem os trabajar
con un conjunto restringido de núm eros: 1 5 9 i 3 17 21 75 29, y así sucesivamente.
Estos son los núm eros que exceden en 1 á un m últiplo de 4. Los productos de tales
núm eros también tienen la misma propiedad, de m odo que podem os construir
tales núm eros m ultiplicando núm eros más pequeños del m ism o tipo. Definamos
un «cuasiprim o» com o cualquier núm ero en esta Lista que no es el producto de dos
núm eros más pequeños de la lista. Por ejemplo, 9 es cuasiprim o: los únicos núm eros
más pequeños en la lista son 1 y 5, y su producto no es 9. (Sigue siendo cierto que
9 = 3 x 3 , por supuesto, pero el núm ero 3 no está en la lista.)
Es obvio — y cierto— que todo núm ero en la lista es un producto de cuasiprimos.
Sin embargo, aunque estos cuasiprim os son los «átom os» del conjunto, sucede algo
bastante extraño. El núm ero 693 se descom pone en dos m aneras diferentes:
693 = 9 x 77 = 21 x 33, y los cuatro factores 9 ,2 1 , 13 y 77 son cuasiprimos.
Por lo tanto, la unicidad de la factorización falla para este tipo de núm ero,
los mismos tres prim os, pero multiplicados en un orden diferente, lo que por
supuesto no afecta al resultado. Puede parecer obvio que descompongamos como
descompongamos un número en primos, siempre obtenemos el mismo resultado
excepto en ei orden, pero esto resulta ser difícil de demostrar. De hecho,
enunciados similares en algunos sistemas de núm eros relacionados resultan
ser falsos, pero para núm eros naturales ordinarios el enunciado es verdadero.
La factorización prim a es única. Euclides dem uestra el hecho clave necesario
para establecer la unicidad en la Proposición 30 del Libro VII de los Elementos;
si un prim o divide al producto de dos núm eros, entonces debe dividir al
menos a alguno de dichos números. Una vez que conocemos la Proposición 30,
la unicidad de la factorización prim a es una consecuencia directa.
La proposición 20 del Libro IX afirma que: «Los núm eros prim os son más
que cualquier m ultitud asignada de núm eros prim os». En térm inos m odernos,
la lista de prim os es infinita. La demostración se da para un caso representativo:
supongam os que hay sólo tres núm eros prim os, a, b, y c. Multipliquémoslos
y sum em os ! al producto, para obtener abe + l . Este núm ero debe ser divisible
por algún prim o, pero este prim o no puede ser ninguno
de los tres originales; en efecto, éstos dividen a abe
exactamente, luego no pueden dividir también a abe + 1, t En términos
pues entonces dividirían a la diferencia, que es 1. modernos, la lista
Por consiguiente, hem os encontrado un nuevo prim o, de primos es
lo que contradice la hipótesis de que a, b, c son
todos los prim os que existen.
in fin ita.!
í.r
.r El mayor numera primo conocido.
K j ü t '. v ■ " -'C V - 1 E . í . - í l ’ Í.J
No hay mi prim o máximo, pero el mayor núm ero prim o conocido hasta septiembre
de 2006 es 253,482'6Í7 —1, que tiene 9.808.358 cifras decimales. Los números de la forma 2p— 1,
con p prim o, se llaman prim os de Mersenne, porque Mersenne conjeturó en su Cogítalo
Physica-Mathematica de 1644 que dichos núm eros son prim os para p = 2 , 3 , 5 , 7 , 13, 17,
19, 31, 67, 127 y 257, y com puestos para todos los dem ás núm eros naturales hasta 257.
Existen métodos especiales de alta velocidad para com probar si tales números son primos,
y ahora sabemos que Mersenne com etió cinco errores. Sus núm eros son compuestos
cuando p = 67 y 257, y hay tres prim os más con p = 6 1 ,8 9 , 107. Actualmente se conocen
44 prim os de Mersenne. Encontrar otros nuevos es una buena m anera de poner a prueba
nuevos supercom putadores, péro no tiene ninguna trascendencia práctica.
Aunque la dem ostración de Euclides utiliza tres prim os, la misma idea
funciona con una lista mayor. M ultipliquem os todos los prim os en la lista,
sum em os 1 y luego tom em os algún factor prim o del resultado: esto genera
siem pre un prim o que no está en la lista. Por consiguiente ninguna lista finita
de prim os puede ser completa.
Diofanto
Hemos m encionado a Diofanto de Alejandría en relación con la notación
algebraica, pero su mayor influencia se manifestó en la teoría de números.
Diofanto estudió cuestiones generales, antes que cuestiones numéricas
concretas, aunque sus respuestas eran núm eros concretos. Por ejemplo:
«encontrar tres núm eros tales que su suma, y la suma de dos cualesquiera de
ellos, es un cuadrado perfecto». Su respuesta es 4 1 ,8 0 y 320. Comprobación:
la suma de los tres es 441 — 2 1 2. Las sumas de los pares son 41 + 80 = t i 2;
41 + 320 = 19* y 80 + 320 = 202.
Una de las ecuaciones más conocidas resuelta por Diofanto es una curiosa
versión del Teorema de Pitágoras. Podemos enunciar el teorema de forma
algebraica: si un triángulo rectángulo tiene lados a, í>, c, siendo c el más largo,
entonces a 1 + b2 = c2. Hay algunos triángulos rectángulos especiales para
El triángulo
rectángulo 3-4-5 los que los lados son núm eros enteros. El más sim ple y más conocido es aquel
en que a, b,c son 3, 4, 5. respectivamente; aquí 3 2 + 4 1 — 9 + 16 = 51.
Otro ejemplo, el siguiente más simple, es 52 4- 122 — I 32.
De hecho, hay infinitas de estas tripletas pitagóricas. Diofanto
encontró todas las posibles soluciones en núm eros enteros de lo
que ahora escribim os com o la ecuación a2 + b1 —c1. Su receta
consiste en tom ar dos núm eros enteros cualesquiera y formar la
diferencia entre sus cuadrados, el doble de su producto y la suma
de sus cuadrados. Estos tres núm eros forman siem pre una tripleta
pitagórica, y todos estos triángulos aparecen de esta m anera con tal
de que adm itam os tam bién que los tres núm eros estén multiplicados
por una constante. Por ejem plo, si los núm eros son I y 2 obtenem os
el famoso triángulo 3-4-5. En particular, puesto que hay infinitas maneras
de escoger los dos núm eros, existen infinitas tripletas pitagóricas.
Incluso hoy, los-núm eros prim os siguen guardando secretos. Dos famosos problem as
no resueltos son la Conjetura de Goldbach y la Conjetura de los Primos Gemelos.
Christian Goldbach era un matemático aficionado que m antenía correspondencia regular
con Etiler, En una carta de 1742, él mostraba que todo núm ero entero mayor que 2 parecía
ser suma de tres prim os. Goldbach veía 1 com o un prim o, lo que ya no hacemos; como
consecuencia, ahora excluiríamos los núm eros 3 = 1 + 1 + 1 y + = 2 + 1 + 1 , Euler
propuso una conjetura más fuerte: que todo núm ero par mayor que 2 es suma de dos
primos. Por ejem plo, 4 = 2 + 2 ,6 = 3 + 3 ,8 — 5 + 3, 10 = 5 + 5 , y así sucesivamente.
Esta conjetura implica la de Goldbach, Euler confiaba en que su conjetura era cierta,
pero no p u d o encontrar una dem ostración y la conjetura sigue abierta. Experimentos con
com putador han dem ostrado que es cierta para todo núm ero par hasta 10 18. El resultado
más conocido fue obtenido por Chen Jing-Run en 1973 utilizando complicadas técnicas
tomadas del análisis. Él dem ostró que todo núm ero par suficientemente grande es suma
de dos prim os, o un prim o y un cuasiprim o (un producto de dos prim os).
La conjetura de los prim os gemelos es m ucho más antigua y se rem onta a Euclides.
Afirma que hay infinitos primos gemelos p y p + 2. Ejemplos de núm eros prim os son 5, 7
y 11, 13,Tampoco en este caso se conoce ninguna dem ostración o refutación. En 1966,
Chen dem ostró que hay infinitos prim os p, tales que p + 2 es o prim o o cuasiprimo.
Actualmente los mayores prim os gemelos conocidos son 2,003,663,613 x 2195,000 ± 1,
encontrados por EricVautier, Patrick McKibbon y Dm iiri Gribenko en 2007.
Fermat
Después de Diofanto la teoría de núm eros quedó estancada durante más de mil
años hasta que fue retom ada por Fermat, quien hizo m uchos descubrim ientos
importantes. Uno de sus teoremas más elegantes nos dice exactamente
cuándo un entero dado n es una suma de dos cuadrados perfectos: n = a1 + b2.
La solución es más simple cuando n es prim o. Fermat observó que hay tres
tipos básicos de primos:
Gauss
El siguiente gran avance en teoría de núm eros lo hizo Gauss, quien publicó
su obra maestra, Disquisiciones Arithmelicae (Investigaciones en Aritmética), en 1801.
Este libro llevó la teoría de núm eros al centro de la escena matemática. Desde
entonces la teoría de núm eros fue un com ponente nuclear de la corriente
principal matemática. Gauss se centró principalm ente en su propia y nueva
obra, pero tam bién estableció las bases de la teoría de núm eros y sistematizó
las ideas de sus predecesores.
El más im portante de estos cambios fundacionales fue una idea m uy
simple pero m uy poderosa: la aritmética modular. Gauss descubrió un nuevo
tipo de sistema de núm eros, análogo a los enteros pero que difiere en un
aspecto clave: un núm ero particular, conocido com o el módulo, se identifica
con el núm ero 0. Esta curiosa idea, ahora denom inada aritmética modular,
resultó ser fundamental para nuestra com prensión de las propiedades
de divisibilidad de los enteros ordinarios.
Esta es la idea de Gauss. Dado un entero m, se dice que a y b son congruentes
con el módulo m, denotado
a —b(m od m)
0 l 4 9 16 25 36 49 64 81 100
0 1 4 9 5 3 3 5 9 4 1
donde cada núm ero distinto de 0 aparece dos veces. Estos núm eros son
los residuos cuadróticos, m od 11.
La clave para esta pregunta está en examinar los núm eros primos. Si p y <j son
prim os, ¿cuándo es q un cuadrado (m od p)? Gauss descubrió que aunque no
hay una manera sim ple de responder a esta pregunta directamente, guarda una
notable relación con otra pregunta: ¿cuándo es p un cuadrado (m od q)? Por
ejemplo, la lista anterior muestra que q = 5 es un cuadrado m ódulo p = 1 l .
También es cierto que 11 es un cuadrado m ódulo 5, porque 11 = 1(m od5)
y I = t l. De m odo que aquí ambas preguntas tienen la misma respuesta.
Gauss dem ostró que esta «ley de reciprocidad» es válida para cualquier
par de prim os impares, salvo cuando am bos prim os son de la forma 4k — 1,
en cuyo caso las dos preguntas tienen siem pre respuestas opuestas. Es decir:
para dos prim os impares p y q cualesquiera
x? 1 + x t 2 + xr-1 + - - - + x i + x + I = 0.
Elididos había (lidio
Abora bien, una construcción la última palabra y no so
con regla y compás puede verse,
gracias a la geom etría de coordenadas,
podía construir ningún otro
com o una secuencia de ecuaciones polígono regular, (¡auss
cuadráticas. Si existe una construcción demostró tpie no era así.
Para que La teoría de números constituye la base de muchos códigos
de seguridad importantes utilizados en el comercio
nos sirve por internet. El más conocido de dichos códigos es
la teoría el críptosistema RSA (Ronald Rivest, Adi Shamir y Leonard
de núm eros Adelman), que tiene )a sorprendente característica de que
el método para encriptar mensajes puede hacerse público
sin revelar el procedimiento inverso para desencriptar et mensaje.
Supongamos que Alicia quiere enviar un mensaje secreto a Bob.
Antes de hacerlo, ambos se ponen de acuerdo en dos números
primos grandes p y q (que tengan al menos un centenar de dígitos)
y los multiplican para obtener M = pq. Pueden hacer público este
número si lo desean. Ellos calculan también K = (p - 1 ){q -1),
pero mantienen este número en secreto.
Ahora Alicia representa su mensaje como un número x en
el intervalo de 0 a M (o una serie de tales números si es un mensaje
largo). Para encriptar el mensaje ella escoge un número a, que no
tiene factores en común con K y calcula y = -x*(mod M). El número
a debe ser conocido para Bob, y también puede hacerse público.
Para desencriptar mensajes, Bob tiene que conocer un número b
tal que a b = 1 mod K. Este número (que existe y es único) se mantiene
en secreto. Para desencriptar y, Bob calcula
/■ (mod M ).
¿Por qué esto desencrlpta? Porque
yo= (x*)b = x°b = x 1 = x(mod M ),
utilizando una generalización del Pequeño Teorema de Fermat
debida a Euler.
Este método es práctico porque existen tests eficientes para
encontrar primos grandes. Sin embargo, no hay ningún método
conocido para encontrar eficientemente los factores primos
de un número grande. Por eso, decir públicamente cuál es el producto
pq no ayuda a encontrar p y q, y sin éstos, no se puede calcular
el valor de b necesario para desencriptar el mensaje.
de este tipo, se sigue (de m anera no totalmente trivial) que p - 1 debe ser
una potencia de 2.
Los casos griegos p = 3 y 5 satisfacen esta condición: aquí p — I = 2 y 4.
respectivamente. Pero no son los únicos primos semejantes. Por ejemplo
17 — 1 — 16 es una potencia de 2. Esto todavía no dem uestra que el 17-gono
se puede construir, pero ofrece un fuerte indicio, y Gauss consiguió encontrar
una reducción explícita de esta ecuación de grado 16 a una serie de cuadráticas.
El afirmó, pero no dem ostró, que una construcción es posible cuando p — 1
es una potencia de 2 (requiriendo todavía que p sea prim o), y que es imposible
para todos los demás primos. La demostración fue pronto completada por otros.
Estos prim os especiales se denom inan primos de Fermat, porque fueron
estudiados por Fermat. Éste observó que si p es un prim o y p —1 = 2k entonces k
debe ser tam bién una potencia de 2. Él anotó los prim eros prim os de Fermat:
I'ACTAS KN LOS XHiKIKIH [113]
2, 3, 5, 17, 257, 65.537. Conjeturó que los núm eros de esta forma son siempre
primos, pero esto era falso. Euler descubrió que cuando m = 5 hay un factor 641.
Se sigue de esto que deben existir también construcciones de regla
y compás para el 257-gono regular y el 65.537-gono regular. F. j. Richelot
construyó el 257-gono regular en 1832, y su trabajo es correcto. J. Kermes
pasó 10 años trabajando en el 65.537-gono, y com pletó su construcción
en 1894. Estudios recientes sugieren que contiene errores.
La teoría de núm eros em pezó a hacerse matem áticamente interesante con
la obra de Fermat, quien detectó m uchas de las pautas im portantes ocultas en
el extraño y enigm ático com portam iento de los núm eros naturales. Su enojosa
tendencia a no dar dem ostraciones fue corregida por Euler, Lagrange y algunas
figuras menores, con la única excepción de su «Ú ltim oTeorem a», pero el área
siguió consistiendo en teoremas aislados, con frecuencia profundos y difíciles,
pero no muy estrecham ente relacionados entre sí.
Todo eso cambió cuando Gauss entró en escena y concibió fundam entos
conceptuales generales para la teoría de núm eros, tales com o la aritmética
modular. Él relacionó tam bién la teoría de núm eros con la geom etría en su
trabajo sobre polígonos regulares. Desde ese m om ento, la teoría de núm eros
se hizo una parte principal del tapiz de las matemáticas.
Las intuiciones de Gauss llevaron al reconocim iento de nuevos tipos de
estructuras en matemáticas: nuevos sistemas de núm eros, tales com o los enteros
mod m, y nuevas operaciones, tales com o la composición de formas cuadráticas.
Visto en retrospectiva, la teoría de núm eros de finales del siglo xvin y principios
del xix llevó al álgebra abstracta de finales de tos siglos xtx y xx. Los matemáticos
empezaban a am pliar la gama de conceptos y estructuras que eran objetos de
estudio aceptables. Pese a su tema especializado, las Disquisitiones Matfiematkae
son un hito im portante en el desarrollo de la aproxim ación m oderna
al conjunto de las matemáticas. Esta es una de las razones por la que Gauss
es tan respetado por los matemádcos.
Hasta finales del siglo xx la teoría de núm eros siguió siendo una rama
de las matemáticas puras; interesante por sí misma, y por sus numerosas
aplicaciones dentro de las propias matemáticas, pero de poca importancia real
para el m undo exterior. Todo eso cambió con la invención de las comunicaciones
digitales a finales del siglo xx. Puesto que la com unicación dependía entonces
de los núm eros, apenas sorprende que la teoría de núm eros llegase a estar
en la vanguardia de tales áreas de aplicación.
Con frecuencia se necesita tiem po — a veces
ciemos de años— para que una buena idea
C Con frecuencia se necesita
matemática adquiera im portancia práctica, tiempo —a veces cientos de
pero finalmente la mayoría de los temas años— para que una buena
que los matem áticos encuentran im portantes
por sí mismos resultan ser valiosos también
idea matemática adquiera
en el m undo real. importancia práctica. J
El avance más importante (Mi la h i s t o r ia do las m a t o m á t i c a s
fuo ol c á l c u l o i n f i n i t e s i m a l . F u e i n v e n t a d o a l r e d e d o r d e HiSO
por I s a a c New t o n y GottlVied L e i b n i z d e fo rm a i n d e p e n d i e n t e .
L e ib n iz lo pu blic ó p rim e ro , poro New t o n — i n c i t a d o por a m i g o s
u l t r a p a t r i o t a s — r e c l a m ó la p r io r id a d y d e s c r i b i ó a L e i b n iz co m o
un plagiario. L a d i s p u t a a g ri ó l a s r e l a c i o n e s e n t r e los m a t e m á t i c o s
in g le se s y los de la E u r o p a c o n t i n e n t a l d u r a n t e un siglo,
y los in g le s e s f u e r o n los (pie m á s p e r d i c i ó n c on ello.
Cálculo Infinitesimal
¿Qué es el cálculo infinitesimal? Los m étodos de Newton y Leibniz son más
fáciles de entender si presentam os previam ente las ideas principales. El cálculo
infinitesimal es la matemática de las tasas de cambio instantáneas: ¿con qué
rapidez está cambiando una magnitud concreta en este preciso instante? Un ejemplo
físico: un tren se mueve por una vía: ¿con qué rapidez se mueve precisamente
ahora ? El cálculo infinitesimal tiene dos ramas principales. El cálculo diferencial
proporciona métodos para calcular tasas de cambio, y tiene muchas aplicaciones
geométricas, en particular encontrar tangentes a curvas. El cálculo integral hace
lo contrario: dada la tasa de cam bio de una magnitud, determ ina la propia
[ 1 1 6 ] H I N T O l ' t l A 1)E L A S M A T E M Á T I C A S
f(x + h) - f(x)
h ‘
Aproximaciones
geométricas Supongamos ahora que h se hace muy pequeño. Entonces la secante
a la derivada se aproxima a la tangente a la gráfica en x. De m odo que, en cierto sentido,
la pendiente requerida — la derivada de f en x— es el «límite» de esta
expresión cuando h se hace arbitrariam ente pequeño.
Ensayemos este cálculo con un ejemplo sencillo, f(x) = x1. En este caso
f gOOdx,
!■: T. S I S T K M A O E I, J I I ’ M I O [117]
es cualquier función f(x) cuya derivada es g (x). Por ejem plo, puesto que
la derivada de es g(x) = Ix, la integral de g(x) = 2x es . En símbolos
[ 2xdx = x1.
también jugaron con la idea de que la Tierra da vueltas alrededor del Sol. Pero
poco salió de esas especulaciones en aquella época.
Sin embargo, en la Europa del Renacimiento la actitud científica empezó
a arraigar, y una de las prim eras victimas fueron los dogm as religiosos.
En esa época la Iglesia católica rom ana ejercía un control sustancial sobre
la visión del universo de sus seguidores. No se trataba sólo de que la existencia
del universo, y su despliegue diario, fueran atribuidos al Dios cristiano.
Lo im portante era que se creyera que la naturaleza correspondía a una lectura
muy literal de la Biblia. Por consiguiente se veía la Tierra com o el centro de
todas las cosas, la base sólida alrededor de la cual giraban ios cielos. Y los seres
hum anos eran el pináculo de la creación, la razón de la existencia del universo.
Ninguna observación científica puede refutar la existencia de un creador
desconocido e invisible. Pero las observaciones pueden — y lo hicieron—
!•' I, K I S T E 5 I A DltL Al I M H I [119]
Copémico
Lo peor llegó en I 543, cuando el estudioso polaco Ni cholas Copérnico
publicó un libro sorprendente, original y algo herético: Sobre las revoluciones
de las esferas celestes. Como Ptolomeo, él utilizaba epiciclos para alcanzar
precisión. A diferencia de Ptolomeo, él colocaba al Sol en el centro, m ientras
todo lo demás, incluida la Tierra, pero excluida la Luna, giraba alrededor del
Sol. Sólo la Luna giraba alrededor de la Tierra.
La razón principal de Copém ico para esta propuesta radical era pragmática:
en lugar de los 7 7 epiciclos de Ptolom eo sólo necesitaba 34. Entre los epiciclos
ideados por Ptolomeo había m uchas repeticiones de un m ism o círculo:
círculos de tamaño y velocidad de rotación concretos aparecían asociados con
m uchos cuerpos distintos. Copérnico com prendió que si todos estos epiciclos
se transferían a la Tierra, sólo uno de ellos sería necesario. Ahora interpretam os
esto en térm inos del m ovim iento de los planetas con respecto a la Tierra.
Si suponem os erróneam ente que la Tierra está fija, com o parece estarlo para
un observador ingenuo, entonces el m ovim iento de la Tierra alrededor del Sol
se transfiere a todos los planetas com o un epiciclo adicional.
Otra ventaja de la teoría de Copérnico era que trataba a todos los planetas
exactamente de la misma manera. Ptolom eo necesitaba m ecanismos diferentes
para explicar los planetas internos y los planetas externos. Ahora, la única
diferencia era que los planetas internos estaban más cerca del Sol que la Tierra,
mientras que los planetas externos estaban más lejos. Todo tenía un sentido
perfecto. Pero en conjtm to fue rechazado, y por varias razones, no todas ellas
religiosas.
La teoría de Copérnico era complicada, poco familiar y su libro era
difícil de leer. Tycho Brahe, uno de los mejores observadores astronóm icos
de la época, encontró sutiles discrepancias entre la teoría heliocéntrica de
Copérnico y algunas observaciones, que tam bién discrepaban de la teoría
de Ptolomeo; y trató de encontrar un com prom iso mejor.
Kepler
Cuando Brahe m urió, sus papeles fueron heredados por Kepler, quien pasó
años analizando las observaciones en busca de pautas, Kepler era una especie
de místico, en la tradición pitagórica, y tendía a im poner pautas artificiales
en los datos observacionales. El más famoso de estos intentos abortados
por encontrar regularidades en los cielos fue su bella, pero com pletam ente
equivocada, explicación del espaciado de los planetas en térm inos de los
sólidos regulares. En su época, los planetas conocidos era seis: M ercurio. Venus,
la Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. Kepler se preguntó si sus distancias al Sol
[120] H I S TOI 1 I A II E LAS M ATEM ÁTICAS
Mercurio
O c ta e d ro
Venus
icosaedro
La Tierra
D o d e c a e d ro
Marte
T etraedro
Júpiter
Cubo
Saturno
Galileo
Otra figura im portante del periodo fue Galileo Galilei, quien descubrió
regularidades matemáticas en el m ovim iento de un péndulo y en los cuerpos
que caen. En 1589, com o profesor de matemáticas en la Universidad de Pisa,
realizó experim entos con cuerpos que caían rodando por un plano inclinado,
pero no publicó sus resultados. Fue en esta época cuando se dio cuenta
de la im portancia de los experim entos controlados en el estudio de los
fenómenos naturales, una idea que es ahora fundam ental para toda la ciencia.
Se dedicó a la astronom ía e hizo una serie de descubrim ientos fundamentales
que finalmente le llevaron a adoptar la teoría copernicana del Sol como
el centro del sistema solar. Esto le encam inó hacia una confrontación
con la Iglesia, y finalmente fue juzgado por herejía y puesto bajo arresto
domiciliario.
Durante los últimos años de su vida, con su salud en declive, escribió
los Discursos y Demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias, donde explicaba
su trabajo sobre el m ovim iento de cuerpos en planos inclinados. Estableció
que la distancia que recorre un cuerpo inicialmente en reposo que se mueve
con aceleración uniform e es proporcional al cuadrado del tiem po. Esta ley
es la base de su prim er descubrimiento de que un proyectil sigue una trayectoria
Galileo Galilei
1364-1642
parabólica. Junto con las leyes de Kepler del m ovim iento planetario,
dio nacim iento a una nueva disciplina: la mecánica, el estudio matemático
de cuerpos en movimiento.
Éste era el contexto astronóm ico y físico que llevó al cálculo infinitesimal.
A continuación, examinarem os el contexto matemático.
Leibniz
El prim er progreso real im portante fue obra de Gottfried W ilhelm Leibniz,
un abogado de profesión que dedicó buena parte de su vida a las matemáticas,
la lógica, la filosofía, la historia y m uchas ramas de la ciencia. Alrededor
de 1673 em pezó a trabajar en el problem a clásico de encontrar la tangente
a una curva, y advirtió que éste era en efecto el «problem a inverso»
al de encontrar áreas y volúmenes. El últim o se reducía a encontrar una curva
dadas sus tangentes; el prim er problem a era exactamente el inverso,
Leibniz utilizó esta relación para definir lo que, de hecho, eran integrales,
utilizando la abreviatura om n. Así, en sus m anuscritos encontram os fórmulas
tales como
om n x2 — y ,
de m odo que
dx" = nxn"'dx
que ahora escribim os com o
d
— x" = nxn l .
dx
Newton
El otro creador del cálculo infinitesimal fue Isaac Newton. Dos de sus amigos.
Barrow y Edmond Halley, llegaron a reconocer su extraordinaria
capacidad y le anim aron a publicar su trabajo. A Newton le disgustaba
ser criticado, y cuando en 1672 publicó sus ideas sobre la luz, su trabajo
provocó una torm enta de críticas, que reforzaron su renuencia a llevar sus
ideas a la imprenta. De todas formas, continuó publicando esporádicamente
y escribió dos libros. En privado continuó desarrollando sus ideas sobre
la gravedad, y en 1684 Halley trató de convencer a Newton para que publicara
su trabajo. Pero aparte de los recelos generales de N ewton por las críticas,
había un obstáculo técnico. Él se había visto obligado a m odelar los planetas
com o partículas puntuales, con masa no nula pero tam año nulo, lo que
le parecía poco realista e invitaba a la crítica. Quería reemplazar estos puntos
poco realistas por esferas sólidas, pero no podía dem ostrar que la atracción
gravitatoria de una esfera es la misma que la de una partícula puntual
de la misma masa.
En 1686 consiguió salvar esta dificultad, y los Principia vieron la luz del día
en 1687. Contenían más ideas nuevas. Las más im portantes eran las leyes
matemáticas del m ovimiento, que extendían la obra de Galileo,
y la gravedad, basada en las leyes encontradas por Kepler.
■ Los La ley del m ovim iento de Newton más im portante
(hay otras secundarias) afirma que la aceleración
vieron la luz de un cuerpo en m ovimiento, multiplicada por su masa,
en 16N7.J es igual a la fuerza que actúa sobre el cuerpo. Ahora bien,
Isaac Newton
1612-1727
d ¡x
di*
y = k (e * + e-'>
para k constante.
La integral definida
además de su propio peso, el peso del puente. Una vez más, esto
puede demostrarse utilizando el cálculo infinitesimal.
desaparece. Por ello, m antenía Newton, su resultado final era exacto. Introdujo
una nueva palabra, fluxión, para recoger la idea principal: la de una cantidad
«que fluye hacia» cero pero sin llegar realmente a ello.
En 1671 escribió un tratam iento más extenso, el Método de fluxiones y series
infinitas. El prim er libro sobre cálculo infinitesimal no se publicó hasta 1711;
el segundo apareció en 1736. Es evidente que en 1671 Newton poseía la mayor
parte de las ideas básicas del cálculo infinitesimal.
Los objetores a este procedim iento, en particular el obispo George
Berkeley en su libro de I 734, El analista, un discurso dirigido a un matemático
infiel, señaló que es ilógico dividir num erador y denom inador por o si más
tarde o se hace 0. En efecto, el procedim iento oculta el hecho de que la fracción
es en realidad 0 /0 que, com o es bien conocido, carece de sentido. Newton
respondió que él no estaba haciendo realm ente o igual a 0; él estaba calculando
[128] HIKTOH1A LUÍ L A S M A T E M Á T I C A S
im portante, para quedar en suspenso por unos pocos reparos lógicos. Berkeley
estaba indignado, y m antenía que el m étodo sólo parecía funcionar debido
a que varios errores se cancelaban m utuam ente. Tenía razón; pero no se
preguntó por qué siempre se cancelaban. Porque si fuera así, ¡no serían
realmente errores en absoluto!
Asociado con la diferenciación está el proceso inverso, la integración.
La integral de f(x), escrita J f(x)dx, es cualquier función que da f(x) cuando
es diferenciada. Geométricam ente representa el área bajo la gráfica
de la función f. La integral definida f(x)dx es el área bajo la gráfica entre
los valores x - a y x - f ) ,
Derivadas e integrales resolvían problemas que habían puesto a prueba
el ingenio de matemáticos anteriores. Velocidades, tangentes, máximos
y m ínim os podían encontrarse utilizando diferenciación. Longitudes,
áreas y volúmenes podían calcularse por integración. Pero había más.
Sorprendentemente, parecía que las pautas de la naturaleza estaban escritas
en el lenguaje del cálculo infinitesimal.
[1 3 0 ] n i s t o t i ! a D l; l a s m a t k m á t i c a s
La ecuación diferencial
La idea más im portante que em ergió del aluvión de trabajo sobre el cálculo
infinitesimal era la existencia, y la utilidad, de un nuevo tipo de ecuación:
la ecuación diferencial. Las ecuaciones algebraicas relacionan varias potencias
de un núm ero desconocido. Las ecuaciones diferenciales son m ucho más
grandes: relacionan varias derivadas de una función desconocida.
Las leyes de m ovim iento de Newton nos dicen que si y{t) es la altura de
una particula que se mueve bajo la acción de la gravedad cerca de la superficie
de la Tierra, entonces la segunda derivada es proporcional a la fuerza g que
actúa; en concreto,
te L S 1 S T te M A I) te L M LTX D O [ 131 ]
d2y
y = _ ). + »[ + b.
Ecuaciones diferenciales
Para empezar, los matem áticos se concentraron en encontrar fórmulas
explícitas para soluciones de tipos particulares de ecuaciones diferenciales
ordinarias. En cierto m odo esto fue desafortunado porque la atención se centró
en las escasas ecuaciones que podían resolverse por una fórmula de este tipo
antes que en ecuaciones que describían genuinam ente la naturaleza. Un buen
ejemplo es la ecuación diferencial para un péndulo, que toma la fórmula
------+ k“ sin 8 — O
d t1 í ... la atención se
para una constante adecuada k, donde t es el tiem po centró en las escasas
y 9 es el ángulo en que cuelga el péndulo, siendo ecuaciones que podían
9 = O la posición vertical hacia abajo. No hay
solución de esta ecuación en térm inos de fundones
resolverse por una
clásicas {polinómicas, exponenciales, logarítmicas, fórmula... J
trigonom étricas y demás). Existe tina solución
que utiliza «funciones elípticas», inventadas más de un siglo más tarde.
Sin embargo, si suponem os que el ángulo es pequeño, de modo
que consideramos un péndulo que hace «pequeñas osdlaciones», entonces
sen 8 es aproximadamente igual a 8, y cuanto más pequeño se hace $ m ejor
es esta aproximación. Así, la ecuación diferencial puede reemplazarse por
d !0
+ k2 8 - O
dt1
y ahora hay una fórmula para la solución, en general,
8 = A sin kt + B eos kt
Este enfoque tiene algunas ventajas: por ejem plo, podem os deducir
rápidam ente que el periodo del péndulo — el tiem po que tarda en completar
una oscilación— es 27t/k. El mayor inconveniente es que la solución falla
cuando é?se hace suficientemente grande (y aquí incluso 20° es «grande»
si buscamos una respuesta precisa). Hay tam bién una cuestión de rigor:
¿podemos asegurar que una solución exacta de una ecuación aproximada
da una solución aproximada de una ecuación exacta? Aquí la respuesta es «sí»,
pero esto no se dem ostró hasta alrededor de 1900,
La segunda ecuación puede resolverse explícitamente porque es lineal:
incluye sólo la prim era potencia de la incógnita 6 y de su derivada,
y los coeficientes son constantes. La función prototipo para todas las ecuaciones
diferenciales lineales es la exponencial y —e\ Ésta satisface la ecuación
Ordinarias y parciales
Hay dos tipos de ecuaciones diferenciales. Una ecuación diferencial ordinaria
(EDO) se refiere a una función desconocida y de una sola variable x,
y relaciona varias derivadas de y, tales com o dy/dx y d ^ / d x 1. Las ecuaciones
diferenciales descritas hasta ahora han sido ordinarias. M ucho más difícil,
pero fundam ental para la física matemática, es el concepto de ecuación
en derivadas parciales (EDP). Una ecuación semejante se refiere a una función
desconocida y de dos o más variables, tal com o y(x,t) donde x e y son coordenadas
espaciales y t es el tiempo. La EDP relaciona esta función con expresiones
en sus «derivadas parciales» con respecto a cada una de las variables. Se utiliza
una nueva notación para representar derivadas de unas variables con respecto
a otras m ientras las restantes se m antienen fijas. Así, dx/dl indica la tasa
de cam bio de f con respecto al tiem po, m ientras x e y se mantienen
constantes. Esto se denom ina una derivada parcial, de ahí el térm ino «ecuación
en derivadas parciales».
Euler introdujo las EDP en 1734 y d ’Alembert hizo algún trabajo sobre
ellas en 1743, pero estas prim eras investigaciones fueron aisladas y especiales.
El prim er gran avance llegó en 1746, cuando d ’Alembert volvió a un viejo
problema, la cuerda de violín vibrante. Johann Bernoulli había discutido
una versión «elem ento finito» de esta cuestión en 1727, considerando
la vibración de un núm ero finito de masas puntuales igualm ente espaciadas
1'AfTAS [ÍN LA X A T l' I! A I, E /, A [ 1 3 5 ]
a lo largo de una cuerda sin masa. D’Alembert trató una cuerda continua, de
densidad uniform e, aplicando los cálculos de Bernoulli a n masas y haciendo
luego tender n a infinito. Así, una cuerda continua se consideraba com o
infinitos segmentos infinitesimales de cuerda conectados.
Partiendo de los resultados de Bernoulli, que se basaban en la ley de
m ovim iento de Newton, y haciendo algunas simplificaciones (por ejemplo,
que el tam año de la vibración es pequeño), d ’Alembert se vio llevado a la EDP
Ecuación de ondas
Hoy llamamos ecuación de ondas a la EDP de d ’Alembert, e interpretam os
su solución com o una superposición de ondas colocadas de forma simétrica,
una moviéndose con velocidad a y otra con velocidad - a (es decir, viajando
en direcciones opuestas). Se ha convertido en una de las ecuaciones más
im portantes en física matemática, porque las ondas aparecen en muchas
circunstancias diferentes.
Euler examinó el artículo de d ’Alembert, e inmediatamente
trató de mejorarlo. En 17 S3 dem ostró que sin la condición Pf
de contorno la solución general es
Atracción gravitatoria
Otra aplicación im portante de las EDP apareció en la teoría de la atracción
gravitatoria, de otro m odo conocida com o teoría del potencial. El problem a
motivador fue la atracción gravitatoria de la Tierra, o de cualquier otro planeta.
Newton liabía m odelado los planetas com o esferas perfectas, pero su forma
verdadera está más cercana a un elipsoide. Y mientras la atracción gravitatoria
[1 3 8 ] H1STOIÍIA DK L A S M AT K M \ TICAS
Calor y temperatura
Los éxitos con el sonido y la gravitación anim aron a los matem áticos a dirigir
su atención hacia otros fenóm enos físicos. U no de los más im portantes
era el calor. A comienzos del siglo xtx la ciencia del flujo de calor se estaba
convirtiendo en un tema de gran interés práctico, principalm ente a causa
de las necesidades de la industria metalúrgica, pero también debido a un
creciente interés en la estructura del interior de la Tierra, y en particular en
la tem peratura en el interior del planeta. No hay ninguna form a directa de
m edir la tem peratura a mil kilómetros o más bajo la superficie de la Tierra,
de m odo que las únicas medidas disponibles eran indirectas y era esencial
entender cóm o fluía el calor a través de cuerpos de com posiciones diferentes.
En 1807 Joseph Fourier envió un artículo sobre el flujo de calor
a la Academia Francesa de Ciencias, pero los recensores lo rechazaron porque
no estaba suficientemente desarrollado. Para anim ar a Fourier a continuar
el trabajo, la Academia hizo del flujo de calor el tema de su gran prem io
de 18 12. El lema fue anunciado con m ucha antelación, y en 1811 Fourier
había revisado sus ideas, las presentó al prem io y lo ganó. Sin embargo,
su trabajo fue muy criticado por su falta de rigor lógico y la Academia se negó
a publicarlo com o una m em oria. Fourier, irritado por esta falta de apreciación,
escribió su propio libro, Théorie analytitjue du chúleur, publicado en 1822. Buena
parte del artículo de 1811 estaba incluido sin modificaciones, pero tam bién
había material extra. En 1824 Fourier se desquitó: fue nom brado secretario de
la Academia e inm ediatamente publicó su artículo de 1811 com o una memoria.
El prim er paso de Fourier consistió en derivar una EDP para el flujo de
calor. Con varías hipótesis simplificadoras: el cuerpo debe ser hom ogéneo
(tiene las mismas propiedades en todas partes) e isótropo (se com porta
de la misma manera en todas direcciones), y demás. Llegó a lo que ahora
llamamos la ecuación del calor, que describe cóm o cambia
con el tiem po la tem peratura en cualquier punto de un
cuerpo tridimensional. La ecuación del calor tiene una
i En 1824 Fourier
forma muy similar a la ecuación de Laplace y la ecuación se desquitó:
de ondas, pero la derivada parcial con respecto al tiem po fue nombrado
es de prim er orden, no de segundo. Este minúsculo cambio
secretario
de la Academia. J
supone una profunda diferencia para las matemáticas
de las EDP
Había ecuaciones similares para cuerpos en una y dos
dim ensiones (barras y láminas) obtenidas elim inando los térm inos en z
(para dos dim ensiones) y luego en y (para una). Fourier resolvió la ecuación
del calor para una barra (cuya longitud tom am os com o Jt), y cuyos límites
se m antienen a temperaturas fijas, suponiendo que en el instante t = 0
(condición inicial) la tem peratura de un punto x de la barra es de la forma
(una expresión sugerida por cálculos prelim inares) y dedujo que la temperatura
debía venir dada entonces por una expresión similar pero más complicada en la que
cada térm ino está multiplicado por una función exponencial apropiada. La analogía
con los armónicos en la ecuación de ondas es sorprendente. Pero allí cada «m odo»
dado por una pura función seno oscila indefinidam ente sin perder am plitud,
m ientras que aquí cada «m odo» sinusoidal de la distribución de temperatura decae
exponencialmente con el tiem po, y los m odos más altos decaen con mayor rapidez.
La razón física para la diferencia es que en la ecuación de ondas la energía se
conserva, de m odo que las vibraciones no pueden desaparecer. Pero en la ecuación
del calor la tem peratura se difunde a lo largo de la barra, y se pierde en los extremos
porque éstos se m antienen fríos.
El resultado del trabajo de Fourier es que cuandoquiera que desarrollamos la
distribución inicial de tem peratura en serie de Fourier ■—-una serie de funciones senos
y cosenos com o la anterior— , entonces podem os leer inm ediatam ente cóm o fluye
el calor a través del cuerpo conform e pasa el tiempo. Fourier consideraba obvio que
cualquier distribución inicial de tem peratura podría expresarse de esta forma, y es
aquí donde empezaban las dificultades; algunos de sus contem poráneos se habían
preocupado precisamente por esta cuestión durante algún tiempo, en relación con
las ondas, y se habían convencido de que era m ucho más difícil de lo que parecía.
El argum ento de Fourier para la existencia de un desarrollo en senos y cosenos
era complicado, confuso y m uy poco riguroso. Se paseó por todas las matemáticas
para deducir, finalmente, una sim ple expresión para los coeficientes bL, b¡. b}, ...
Si llamamos f(x) a la distribución inicial de tem peratura, su resultado era
K = \ |* f(u )s e n (n u )d u .
j* sen(mx)sen(nx) dx
es cero siem pre que m y n sean enteros distintos, pero no nulos; de hecho, es
igual a ft/2 cuando m = n. Si suponem os que í(x) tiene un desarrollo de Fourier,
multiplicamos ambos m iem bros por sen x e integramos, entonces todos los términos
excepto uno desaparecen, y el térm ino restante da la fórmula de Fourier para b„.
Dinámica de fluidos
N inguna discusión de las EDP de la física matemática estaría completa
sin m encionar la dinámica de fluidos. De hecho, ésta es un área de enorm e
im portancia práctica porque estas ecuaciones describen el flujo del agua alrededor
de los subm arinos, del aire alrededor de los aviones e incluso el flujo del aire
alrededor de los coches de Fórmula 1,
m
W Cómo funcionan las series de Fourier
Una función «discontinua» típica es la onda cuadrada S(x), que toma los valores 1
cuando - tt < x í 0 y -1 cuando 0 < x ^ «, y tiene periodo 27r. Aplicando la fórmula
de Fourier a la óndá cuadrada obtenemos la serie
velocidad del
viento y temperatura
del globo terrestre
computadas a partir
de una versión
ampliada de
las ecuaciones
de Navier-Stokes
-i. ¿t*
Los físicos se hacen matemáticos
Los Principia de Newton eran im presionantes, con su revelación de profundas
leyes matemáticas subyacentes a los fenóm enos naturales. Pero lo que
sucedió luego fue todavía más im presionante. Los matem áticos abordaron
toda la panoplia de la física: sonido, luz, calor, flujo de los fluidos, gravitación,
electricidad, magnetismo. En cada caso dieron con ecuaciones diferenciales
que describían ia física, a m enudo de forma muy precisa.
Las consecuencias a largo plazo han sido extraordinarias. Muchos
de los más im portantes avances tecnológicos, tales com o la radio, la televisión
y los aviones comerciales dependen, de muchas maneras,
la televisión y los
El tema es aún objeto de intensa actividad investigadora
y cada día surgen nuevas aplicaciones. Es justo decir
aviones comerciales que ia invención por parte de Newton de las ecuaciones
dependen de diferenciales, desarrolladas por sus sucesores en los
siglos xvm y xix, es en m uchos aspectos responsable
las matemáticas de la sociedad en que vivimos. Esto sólo alcanza a mostrar
de las ecuaciones lo que está sucediendo entre bastidores, si uno se molesta
diferenciales. J en mirar.
Para que nos Hay un vínculo directo entre la ecuación de ondas
y la radio y la televisión.
sirven la s Alrededor de 1830 Michaet Faraday realizó
e c u a c io n e s experimentos sobre electricidad y magnetismo,
d ife re n cia le s investigando la creación de un campo magnético
por una corriente eléctrica y de un campo eléctrico
por un imán en movimiento. Las dinamos y los motores eléctricos
actuales son descendientes directos de su aparato. En 1864 James
Clerk Maxwell reformuló las teorías de Faraday como ecuaciones
matemáticas para el electromagnetismo: las ecuaciones de M a x w e ll.
Son EDP que incluyen los campos eléctrico y magnético.
Una simple deducción a partir de las ecuaciones de Maxwell lleva
a la ecuación de ondas. Este cálculo muestra que la electricidad
y el magnetismo pueden viajar juntos como una onda, a la velocidad
de la luz. ¿Qué viaja a la velocidad de la luz? La luz. Por lo tanto,
la luz es una onda electromagnética. La ecuación no ponia
limitaciones a la frecuencia de la onda, y las ondas de luz ocupan
un rango de frecuencias relativamente pequeño, de modo que
los físicos dedujeron que debería haber ondas electromagnéticas
con otras frecuencias. Heinrich Hertz demostró la existencia física
de tales ondas, y Guglielmo Marconi las convirtió en un dispositivo
práctico: ia radio. La tecnología creció como una bola de nieve.
La televisión y el radar se basan también en ondas
electromagnéticas. También lo hacen la navegación por satélite GPS,
los teléfonos móviles y las comunicaciones por computador
«inalámbricas».
Ondas de radio
Los matemáticos distinguen v a ri o s t ip o s do n ú m e r o s
d i f e r e n t e s , c on p r o p i e d a d e s d i f e r e n t e s . Lo q u e r e a l m e n t e i m p o r t a
no son los n ú m e r o s i n d iv i d u a le s , s i n o el s i s t e m a al q u e p e r t e n e c e n :
la c o m p a ñ í a en la q u e e s t á n .
C u a t r o d e e s t o s s i s t e m a s d e n ú m e r o s son f a m i li a r e s : los
números naturales, 0, 1, '2, íl,...; enteros, q u e i n c lu y e n t a m b i é n
los
los n ú m e r o s n a t u r a l e s n e g a t i v o s ; los números racionales, c o m p u e s t o s
de f r a c c i o n e s p/q, d o n d e p y q son e n t e r o s y q es d i s t i n t o de cero;
y los números reales, q u e g e n e r a l m e n t e se p r e s e n t a n c o m o d e c i m a l e s
q ue «se p r o l o n g a n i n d e f i n i d a m e n t e » — c u a l q u i e r c o sa q u e e s t o
s i g n i f iq u e — y r e p r e s e n t a n t a n t o a los n ú m e r o s r a c i o n a l e s , con
c if r a s d e c i m a l e s q u e se r e p i t e n , c o m o a los n ú m e r o s i r r a c i o n a l e s
co m o / 3 , e y tc c u y a e x p a n s i ó n d e c i m a l no r e p i t e i n d e f i n i d a m e n t e
el m is m o b loque de d íg ito s.
Enteros
El nom bre «entero» sim plem ente significa «com pleto»; los otros nom bres dan
la impresión de que los sistemas en cuestión son cosas sensibles y razonables;
naturales, racionales y p or supuesto reales. Los nom bres reflejan, y animan,
una visión muy arraigada de que los núm eros son características del m undo
que nos rodea.
Mucha gente piensa que la única manera de hacer investigación matemática
consiste en inventar núm eros nuevos. Esta idea es casi siempre errónea;
muchas matemáticas no tratan con núm eros en absoluto, y en cualquier caso
el objetivo habitual es inventar nuevos teoremas, no nuevos números.
En ocasiones, sin embargo, inventar «núm eros nuevos» es necesario. Y una
de estas invenciones, un denom inado núm ero «im posible» o «im aginario»,
cambió por com pleto la faz de las matemáticas y aum entó enorm em ente
su potencia. Ese núm ero era la raíz cuadrada de m enos uno. Para los prim eros
matemáticos una descripción semejante parecía ridicula,
porque el cuadrado de cualquier núm ero es siempre
£ ...los números
positivo. Por lo tanto, los núm eros negativos no pueden
tener raíces cuadradas. negativos no
Pero supongam os que las tuvieran. ¿Qué sucedería? pueden tener
Los matemáticos necesitaron m ucho tiem po para apreciar raíces cuadradas.
que los núm eros son invenciones artificiales hechas por
seres humanos; invenciones muy eficaces para captar
Pero supongamos
m uchos aspectos de la naturaleza, por supuesto, pero (pie... y
que no eran más parte de la naturaleza que uno de los
triángulos de Euclides o una fórmula del cálculo infinitesimal. Desde un punto
de vista histórico vemos que los matem áticos empezaron a luchar con
esta pregunta filosófica cuando em pezaron a entender que los núm eros
«im aginarios» eran inevitables, útiles y de algún m odo estaban al m ism o nivel
que los más familiares núm eros reales.
[1 4 8 ] MISTOIMA PE LAS MATliMÁTK'AS
x = h + f T H + 3J l - f l T l .
Sin embargo, esta expresión no parecía tener un significado razonable,
porque -121 no tiene raíz cuadrada. Un Cardano intrigado escribió a Tartaglia
pidiéndole una aclaración, pero Tartaglia paso por alto el punto y, com o
era de esperar, su respuesta fue inútil.
Una respuesta, si así se le puede llamar, fue ofrecida por Rafael Bombelli en
su libro en tres volúm enes L’Algebra, im preso enVenecia en 1572 y en Bolonia
en 1579. A Bombelli le preocupaba que el Ars Magna de Cardano era bastante
oscura, y se propuso escribir algo más claro. Él operaba sobre la molesta raíz
cuadrada com o si fuera un núm ero ordinario, y advirtió que
(2 + - 2 + fT ñ
72 + h \ l \ = 2 + f Á .
72- f- T ñ = 2 - fA .
(2 + ñ ) + (2 - ñ ) - 4.
\¡2 rt La recta
de números reales
l i l 0i l1 2í 3/
-3 -2 -1
Luego introdujo otra recta, que formaba un ángulo recto con la prim era,
y colocó los imaginarios a lo largo de esta nueva recta.
Análisis complejo
Si los núm eros complejos hubieran sido útiles sólo para el álgebra, podrían
haber seguido siendo una curiosidad intelectual, de poco interés fuera
de las matemáticas puras. Pero a m edida que crecía el interés por el cálculo
infinitesimal, y éste adoptaba una forma más rigurosa com o análisis, la gente
em pezó a advertir que una fusión realm ente interesante del análisis real
con los núm eros com plejos -—el análisis complejo— ■era no sólo posible
sino deseable. En realidad, para m uchos problem as, esencial.
Este descubrimiento derivaba de los intentos iniciales de pensar en funciones
complejas. Las funciones más simples, tales com o el cuadrado o el cubo,
dependían sólo de manipulaciones algebraicas, de m odo que era fácil definir
estas funciones para núm eros complejos. Para elevar al cuadrado un núm ero
com plejo sim plem ente se le multiplica por sí m ismo, el m ism o proceso que
( ' A N T M ) A 1)13S I M P O S I B L E S [1 5 1 ]
1 _ A B
uxJ + bx 4- c x —r x —s
1 1/2 1/2
-----------— -------------- -I" -----------
X2 + 1 x+ i x —i
Este paso final no era plenam ente satisfactorio, porque pedía una
definición del logaritm o de un núm ero complejo. ¿Era posible dar sentido
a tal enunciado?
Bemouilli pensaba que lo era, y procedió a utilizar su nueva idea con un
excelente resultado. Leibniz también explotó ideas de este tipo, pero los detalles
matemáticos no eran simples. En 1712 ambos estaban discutiendo sobre un
aspecto muy básico de esta aproximación. Olvidemos los núm eros complejos;
[1 5 2 ] HISTORIA l)lí L A S MATKM Á T I C A S
¿qué era el logaritm o de un núm ero real negativo? Bernouilli pensaba que el
logaritmo de un núm ero real negativo debería ser real; Leibniz insistía en que
era complejo. Bernouilli tenía algo parecido a una demostración de su afirmación:
suponiendo el formalismo habitual del cálculo infinitesimal, la ecuación
d (—x) _ dx
-x x
log(-x) = log(x).
log(-x) = log(x) + c
de m odo que c = log (—1). Entonces Euler se em barcó en una serie de bellos
cálculos que daban una form a más explícita para c. En prim er lugar encontró
una m anera de m anipular varias fórmulas que incluían núm eros complejos,
suponiendo que se com portaban com o núm eros reales, y dedujo una relación
entre funciones trigonom étricas y la exponencial:
= eos 8 + i sen 0,
una fórmula que había sido anticipada en 1714 por Roger Cotes. Haciendo 8 = jt,
Euler obtuvo e! precioso resultado
e® = - I .
Hay más, sin embargo, y esto abre una caja de Pandora. Si hacemos $ — 2ji ,
entonces
eí,JI = 1.
A prim era vista esto no tiene sentido; parece im plicar que 2nin - 0
para todo n. Pero hay una m anera de interpretarlo que sí tiene sentido. Sobre
los núm eros complejos, la función logarítm ica es «mui tivaluad a». De hecho,
a menos que el núm ero complejo z sea cero, la función log z puede tom ar
infinitos valores distintos. (Cuando z — 0, el valor log 0 no está definido.)
Los matemáticos estaban acostumbrados a funciones que podían tom ar
varios valores distintos, siendo la raíz cuadrada el ejemplo más obvio: aquí,
incluso un núm ero real poseía dos raíces cuadradas distintas, una positiva
y la otra negativa. Pero ¿infinitos valores? Esto era muy extraño.
Augustin-Louis Cauchy
1789-1857
¿Teorema de Cauchy?
Lo que realmente provocó un revuelo fue el descubrim iento de que se podía
hacer cálculo infinitesimal — análisis— con funciones complejas, y que
la teoría resultante era elegante y útil. Tan útil, de hecho, que la base lógica
Dos caminos
de la idea dejó de ser una cuestión im portante. Cuando algo funciona,
distintos P y 0
de-1 a 1 en el y uno siente que lo necesita, deja generalm ente de preguntarse si tiene sentido.
plano complejo La introducción del análisis complejo parece haber sido una decisión
consciente de la com unidad matemática, una generalización tan
obvia y convincente que cualquier m atem ático con sensibilidad
querría ver lo que sucedía. En 1811 Gauss escribió una carta
a un amigo, el astrónom o Friedrich Bessel, en la que revelaba
su representación de los núm eros complejos corno puntos
en un plano; tam bién m encionaba algunos resultados más
profundos. Entre ellos hay un teorema básico del que cuelga
el conjunto del análisis complejo. Hoy le llamamos Teorema
de Cauchy, porque fue publicado por Cauchy, pero Gauss tuvo
la idea m ucho antes en sus escritos no publicados.
Este teorema concierne a las integrales definidas de funciones
complejas: es decir, expresiones
( ’ A N I ' I I» A n [-: S I M P O S I B L E S [ 155 ]
donde a y b son núm eros complejos. En análisis real esta expresión puede
ser evaluada encontrando una «antiderivada» F(z) de f(z), es decir, una función
F(z) tal que su derivada dF(z)/dz = f(z). Entonces la integral definida es igual
a F(b) - F(ti). En particular, su valor depende sólo de los puntos extremos ti y b,
no de cóm o se va de uno a otro.
El análisis complejo, decía Gauss, es diferente. Ahora el valor de la integral
puede depender del camino que toma la variable z cuando se mueve de o a b.
Puesto que los núm eros complejos forman un piano, su geom etría es más rica
que la de la recta real, y aquí es donde cuenta la riqueza extra.
Por ejemplo, supongam os que se íntegra f(z) = l /z de a = —l a b = 1.
Si el camino en cuestión es un semicírculo P situado por encima del eje real,
entonces la integral resulta ser —TCi. Pero si el camino es un semicírculo Q
por debajo del eje real, entonces la integral resulta ser Jti. Los dos valores
son diferentes, y la diferencia es 2jií ,
Esta diferencia, decía Gauss. ocurre porque la función 1/z tiene mal
com portamiento. Se hace infinita dentro de la región encerrada por los dos
caminos. Lo hace en i — 0, que aquí es el centro del círculo form ado por los
dos caminos. «Pero si esto no sucede ... yo afirm o», escribía Gauss a Bessel,
«que la integral tiene sólo un valor incluso si se toma sobre caminos diferentes
con tal de que [la función] no se haga infinita en el espacio encerrado por
los dos caminos. Éste es un teorema muy bello, cuya dem ostración daré en
una ocasión conveniente». Pero nunca lo hizo.
En su lugar, el teorema fue redescubierto y publicado por Augustin-Louis
Cauchy, el verdadero fundador del análisis complejo. Quizá Gauss haya tenido
la idea, pero las ideas son inútiles si nadie llega a verlas. Cauchy publicó
su trabajo. De hecho, Cauchy rara vez dejaba de publicar. Se dice que la regla,
todavía hoy en uso, según la cual la revista Comptes Remitís de l’Academie Franfaise
no acepta artículos de más de cuatro páginas, fue introducida explícitamente
para im pedir que Cauchy la llenase con su enorm e producción, Pero la
introducción de la regla sólo sirvió para que Cauchy escribiera m ontones
de artículos cortos. De su prolífica pluma salieron rápidam ente las principales
líneas del análisis complejo. Y es una teoría más simple, más elegante
y en m uchos aspectos más com pleta que el análisis real, de donde partió
la idea general.
Por ejemplo, en análisis real una función puede ser diferenciable, pero
su derivada puede no serlo. Puede ser diferenciable 23 veces, pero no 24.
Puede ser diferenciable tantas veces com o uno quiera, pero no poseer una
representación en serie de potencias. Ninguna de estas cosas desagradables
puede suceder en análisis complejo. Si una función es diferenciable,
entonces puede ser diferenciada tantas veces com o uno quiera; además,
tiene una representación en serie de potencias. La razón — íntim am ente
relacionada por el Teorema de Cauchy y probablem ente un hecho utilizado
por Gauss en su dem ostración desconocida— es que, para ser diferenciable,
[1 5 6 ] IflsroiilA DE LAS MATEMÁTICAS
indicios de que el concepto podía tener algún sentido, porque podía ser
utilizado para obtener resultados perfectamente válidos que en sí mismos
no implicaban tom ar la raíz cuadrada de un núm ero negativo.
Conform e siguieron aum entando los usos satisfactorios de esta cantidad
«imposible», los matemáticos em pezaron a aceptarla com o un artificio útil.
Su estatus siguió siendo incierto hasta que se entendió que hay una extensión
lógicamente consistente del sistema tradicional de los núm eros reales
en donde la raíz cuadrada de m enos uno es un nuevo tipo de cantidad;
aunque un tipo que obedece a todas las leyes estándar de la aritmética.
Desde el punto de vista geom étrico, los núm eros reales forman una recta
y los núm eros complejos forman un plano; la recta real es uno de los dos ejes
de este plano. Desde el punto de vista algebraico, los núm eros complejos son
sim plemente pares de núm eros reales con formulas especiales para sum ar
o multiplicar los pares.
Aceptados ahora com o cantidades razonables, los núm eros complejos
se difundieron rápidam ente por todas las matemáticas porque simplificaban
los cálculos al evitar la necesidad de considerar por separado núm eros
positivos y negativos. En este aspecto pueden considerarse análogos
a la invención anterior de los núm eros negativos, que evitaban la necesidad
de considerar la suma y la resta por separado. Hoy. los núm eros complejos,
y el cálculo infinitesimal con funciones complejas, se utilizan de forma
rutinaria com o una técnica indispensable en prácticam ente todas las ramas
de la ciencia, la ingeniería y las matemáticas.
Fundamentos firmes
Dando sonado ai oAxostAo
En 1800 matemáticos y Tísicos h a b í a n d e s a r r o l l a d o
el c álen lo i n f i n i t e s i m a l c o m o u n a h e r r a m i e n t a i n d i s p e n s a b l e
p a r a el e s t u d i o del m u n d o n a t u r a l , y los p r o b l e m a s q ue s u r g i e r o n
de e s t a relación llevaron a u n a r i q u e z a de n u e v o s c o n c e p t o s y m é t o d o s
— p or ejemplo, m a n e r a s d e r e s o l v e r e c u a c i o n e s d i f e r e n c i a l e s —
q u e lucieron del c álcu lo i n f in i t e s im a l u n a de las á r e a s de in v e s ti g a c i ó n
m á s rica s y m á s c a n d e n t e s e n el c o n j u n t o de las m a t e m á t i c a s .
L a b e lle z a y p o t e n c i a del c á l c u l o i n f i n i t e s i m a l se h a b í a n h e c h o
in n e g a b le s . Sin e m b a r g o , las c r í t i c a s del o b isp o B e r k e l e y a su b a s e
lógica s e g u í a n sin r e s p u e s t a , y a m e d i d a q u e la g e n t e e m p e z ó a
a b o r d a r t e m a s m á s s o f i s t i c a d o s , t o d o el edificio e m p e z ó a m o s t r a r s e
d e c i d i d a m e n t e t a m b a l e a n t e . El in icial u so d i s p l i c e n t e d e s e r i e s
i n f in ita s , sin c o n s i d e r a r su sig n ific ad o , p r o d u c í a a b s u r d o s t a n t o
c o m o b u e n a s ideas. L o s f u n d a m e n t o s del a n á l i s i s de F o u r i e r e r a n
inexistentes y diferentes m atem á tico s proclam aban dem ostraciones
de t e o r e m a s c o n t r a d i c t o r i o s . P a l a b r a s c o m o « i n f i n i t e s i m a l »
e r a n d i s c u t i d a s sin e s t a r d e f i n i d a s ; a b u n d a b a n las p a r a d o j a s lógicas;
i n c l u s o se c u e s t i o n a b a el s i g n i f ic a d o d e la p a l a b r a « f u n ció n » .
E v i d e n t e m e n t e e s t a s c i r c u n s t a n c i a s i n s a t i s f a c t o r i a s no p o d ían
co n tin u ar indefinidam ente.
Fourier
Antes de que se entrom etiera Fourier, los matem áticos eran felices creyendo
saber lo que era una función. Era una especie de proceso, f, que tomaba
un núm ero, x, y generaba otro núm ero, f(x).Qué núm eros x tienen sentido
depende de cuál es f. Si f(x) = i /x, por ejemplo, entonces x tiene que ser
diferente de cero. Si f(x) = fx , y estamos trabajando con núm eros reales,
entonces x debe ser positivo, Pero cuando se les pedía una definición,
los matemáticos solían ser algo vagos.
Ahora entendem os que la fuente de sus dificultades era que estaban
tratando de entender varios aspectos diferentes del concepto de función;
[1 6 0 ] h i s t o r i a de las m a t e m á t i c a s
no sólo que es una «regla» que asocia a un núm ero x otro núm ero f(x), sino
qué propiedades posee dicha regla: continuidad, diferenciabilidad, capacidad
de ser representada por algún tipo de fórm ula y demás.
En particular, no sabían m uy bien cóm o m anejar funciones «discontinuas»,
tales como
f(x) - 0 si x < 0, f{x) ~ 1 si x > 0.
la raíz cuadrada positiva com o uno de los valores, y la raíz cuadrada negativa
com o el otro. En el caso de los núm eros complejos no hay elecciones naturales
obvias, aunque puede hacerse algo para hacer la vida más fácil.
Funciones continuas
Ahora los matem áticos estaban cayendo en la cuenta de que aunque a veces
enunciaban definiciones del térm ino «función», tenían el hábito de suponer
propiedades extra que no se seguían de la definición. Por ejemplo, suponían
que cualquier fórm ula razonable, tal com o un polinom io, definía
autom áticam ente una función «continua». Pero nunca lo habían demostrado.
De hecho, no podían demostrarlo, porque no habían definido «continua».
Toda el área estaba plagada de vagas intuiciones, la mayoría de ellas erróneas.
La persona que hizo el prim er intento serio de ordenar este revoltijo fue
un sacerdote, filósofo y m atemático bohemio. Su nom bre era Bernhard Bolzano.
Él dio una base lógica a la mayoría de los conceptos básicos del cálculo
infinitesimal. Había una excepción im portante, y es que él daba por hecha
la existencia de los núm eros reales. Insistía en que los núm eros infinitesimales
y los núm eros infinitam ente grandes no existían, y que por ello no podían
utilizarse por m uy su gerentes que puedan ser. Y dio la prim era definición
efectiva de una función continua; f es continua si la diferencia f(x + a) - f(x)
puede hacerse tan pequeña com o queram os escogiendo a suficientemente
pequeño. Los autores anteriores solían decir cosas com o «si a es infinitesimal
entonces f(x + ü) —f(x) es infinitesimal». Pero para Bolzano, a era sólo
un núm ero com o cualquier otro. Para él, lo im portante era que cada vez que
se especifica cuán pequeño querem os que sea f(x + a) —í (x), debe
especificarse un valor adecuado para a. No era necesario que el m ism o valor
funcionara en todos los casos.
Así. por ejemplo, f(x) = 2x es continua, porque 2{x + u) - 2x — 2a. Si
querem os que 2a sea más pequeño que un núm ero específico, digamos l O'i0,
entonces tenem os que hacer a más pequeño que 10 l0/2 , Si ensayamos una
función más complicada, com o f(x) ~ x1, entonces los detalles exactos son
un poco complicados porque el a correcto depende de x tanto com o del tamaño
escogido 10-10, pero cualquier m atem ático com petente puede calcularlo
en pocos m inutos. Utilizando esta definición, Bolzano demostró — por prim era
vez— que una función polinóm ica es continua. Pero durante cincuenta años
nadie lo advirtió. Bolzano había publicado su trabajo en una revista que
los matem áticos apenas leían ni tenían acceso ella. En estos días de internet
es difícil darse cuenta de cuán pobres eran las com unicaciones hace tan sólo
50 años, y ya no digam os 180.
En 1821 Cauchy dijo prácticamente lo m ismo, pero utilizando
una term inología ligeramente confusa. Su definición de continuidad
de una función f era que f(x) y f(x+ü) difieren en una cantidad infinitesimal
cuando a es infinitesimal, lo que a prim era vista se parece a la vieja
Para La física matemática del siglo xtx llevó al descubrimiento de
varias ecuaciones diferencíales importantes. En ausencia
qué les de computadores de alta velocidad, capaces de encontrar
servía el soluciones numéricas, los matemáticos de la época
a n á lisis inventaron nuevas «funciones especiales» para resolver
estas ecuaciones. Estas funciones se siguen utilizando
hoy. Ün ejemplo es la ecuación de Bessel, obtenida por primera
vez por Daniel Bemouilli y generalizada por Bessel. Toma la forma
*a d í +xax + i x 2 ~ k2)y = 0’
y las funciones estándar, tales como exponenciales, senos,
cosenos y logaritmos, no proporcionan una solución.
Sin embargo, es posible utilizar el análisis para encontrar
soluciones en forma de series de potencias. Las series de
potencias determinan nuevas funciones, las funciones de Bessel.
El tipo más simple de función de Bessel se denota por J*(x)\ hay
varios más. Las series de potencias permiten el cálculo de Jk(x)
con cualquier precisión deseada.
Las funciones de Bessel aparecen de forma natural en muchos
problemas sobre círculos y cilindros, tales como la vibración de un
tambor circular, la propagación de ondas electromagnéticas en una
guía de ondas cilindrica, la conducción del calor en una barra
metálica cilindrica y la física de láseres.
Límites
Las ideas de Bolzano dieron im pulso a estas mejoras. Él hizo posible definir
el límite de una secuencia infinita de núm eros, y a partir de ello la suma
de una serie infinita. En particular, su formalismo implicaba que la suma
Qu - 1
3_
2
j _ _ ]_
a2 - 1 + ^ +
4 4
+5
a, = 1 + — + 1 + 1
2 4 8 8
De una secuencia que tiene un lím ite finito se dice que es convergente.
Una suma infinita se define com o el límite de la secuencia de sumas finitas
obtenida añadiendo cada vez más términos. Si dicho lím ite existe, la serie
es convergente. Derivadas e integrales son tan sólo limites de varios tipos.
Existen — es decir, tienen sentido matemático— con tal de que dichos limites
converjan. Los Límites, precisam ente com o m antenía Newton, tratan de a qué
se aproximan ciertas cantidades cuando otro núm ero se aproxima a infinito
o a 0. El núm ero no tiene que llegar a infinito o a 0.
Todo el cálculo infinitesimal descansaba ahora en un fundam ento sólido.
El inconveniente era que cuando se utilizaba un proceso de paso a límite, había
que asegurarse de que convergía. La m ejor forma de hacerlo era dem ostrar
teoremas cada vez más generales sobre qué tipo de funciones son continuas,
o diferenciables, o integrables, y qué secuencias o series convergen. Esto
es lo que el anáfisis procedió a hacer, y es la razón por la que ya no nos
preocupamos por las dificultades apuntadas por el obispo Berkeley. Es tam bién
la razón por la que ya no discutim os sobre series de Fourier: tenem os una idea
sólida de cuándo convergen, cuándo no lo hacen y, de hecho, en qué sentido
convergen. Existen variaciones sobre el tema básico, y para las series de Fourier
hay que elegir las correctas.
Series de potencias
Weierstrass se dio cuenta de que las mismas ideas funcionaban tanto
para núm eros complejos com o para núm eros reales.Todo núm ero com plejo
z = x 4 iy tiene un valor absoluto |z | = J~x2 4- y1, que por elTeorema
de Pitágoras es la distancia de 0 a z en el plano complejo. Si m edim os
el tam año de una expresión compleja utilizando su valor absoluto, entonces
los conceptos de límites, series y demás, para núm eros reales, tales com o los
form uló Bolzano, pueden ser transferidos inm ediatam ente al análisis complejo,
Weierstrass advirtió que un tipo particular de serie infinita parecía ser
especialmente útil. Se conoce com o una serie de potencias, y se parece
a un polinom io de grado infinito:
eí = i + z + — i1 + — zJ + — z+ + —— z5 + • ■■
2 6 24 120
I + p - + p-^ + p ^ + ••• = T~ . -
Aquí debem os tom ar s >1 para que la serie converja.
En 1848 Pafnucy Chehyshev hizo algún avance hacia una dem ostración, utilizando
una función compleja relacionada con la serie de Euler. más tarde denom inada la función
zeta £(t). FJ papel de esta función-fue aclarado por Riem ann.en su artículo de 1859 Sobre
los números primos menores que una cantidad dada. Él dem ostró que las propiedades estadísticas
dé los prim os están estrecham ente relacionadas con Los ceros de la función zeta, es decir,
las soluciones de ia ecuación £{t)=0.
En 1896 Jacques Hadamard y Charles de la Vailée Poussin utilizaron la función zeta
para dem ostrar el Teorema de los N úm eros Primos. El paso principal consiste en dem ostrar
que ^(t) es diferente de cero para todo i de la forma 1 + it. Cuanto más control podamos
obtener sobre la localización de los ceros de la función zeta, más aprendem os sobre
los primos. Riemann conjeturó que todos los ceros, distintos de algunos ceros obvios
en enteros negativos pares, yacen en la línea crítica z = + it.
En 1914 Hardy dem ostró que un núm ero infinito de ceros yacen sobre esta recta. Pruebas
extensas por com putador también apoyan la conjetura. Entre 2001 y 2005 el programa
ZetaGrid de Sebastian Wedeniwski verificó que los prim eros 100.000 millones de ceros
yacen sobre la línea crítica.
La Hipótesis de Riemamr era parte del Problema 8 en la famosa lista de Hilbert
de 23 grandes problemas matem áticos no resueltos, y es uno de los problemas dei milenio
propuestos para el prem io del Instituto Clay de Matemáticas.
era tan sólo una extensión mística del análisis real: era una disciplina razonable
por sí misma. De hecho, a veces era más sencillo trabajar en el dom inio
complejo y leer el resultado real al final.
Para Weierstrass todo esto era sólo un comienzo, la prim era fase de un vasto
programa. Pero lo que im portaba era obtener el fundam ento correcto. Si se
hacía, el material más sofisticado se seguiría inmediatam ente.
Weierstrass era inusualm ente lúcido, y podía ver su cam ino a través de una
complicada com binación de límites y derivadas e integrales sin confundirse.
También podía detectar las potenciales dificultades. Uno de sus teoremas más
sorprendentes dem uestra que existe una función f(x) de una variable real x,
que es continua en todo punto, pero no es diferenciable en ninguno. La gráfica
de f es una curva única y no quebrada, pero es una curva tan ondulada que
no tiene una tangente bien definida en ningún punto. Sus predecesores no
lo hubieran creído; sus contem poráneos se preguntaban para que servía.
Sus sucesores la desarrollaron en una d e las teorías m á s excitantes del siglo XX,
los fractales.
Pero sabremos más de esa historia más adelante.
50
[168] HISTORIA l)E RAS MATEMÁTICAS
Euler hizo algunas afirmaciones cosas com pletam ente estúpidas. Por ejemplo,
él em pezó por formar la serie de potencias
1 + x + x2 + x3 + x4 + • ■•
■ Incluso Euler hizo que sum a 1/ (1-x), lúzo x = -1 y dedujo que
algunas afirmaciones l — 1 + 1 — 1 + 1 — 1 + ■- ■— Vi ,
completamente
lo que no tiene sentido. La serie de potencias no
estúpidas. J| converge a m enos que x se encuentre estrictamente
entre —1 y 1, com o deja claro la teoría de Weierstrass.
Tomar en serio las críticas com o las que hizo el obispo Berkeley enriqueció
a la larga a las matemáticas, y las colocó sobre una base firme. Cuanto más
complicadas se hacían las teorías, más im portante era asegurarse de que
se estaba en terreno firme.
Hoy día, la mayoría de los usuarios de las matemáticas ignoran una vez
más tales sutilezas, con la seguridad de que han «sido ordenadas» y de que
algo que parece razonable es m uy probable que tenga una justificación
rigurosa. Tienen que estar agradecidos a Bolzano, Cauchy y Weierstrass por
esta confianza. Mientras, los matem áticos profesionales siguen desarrollando
conceptos rigurosos acerca de procesos infinitos. Hay incluso un m ovimiento
por reavivar el concepto de un infinitesimal, conocido com o análisis
no estándar, y es perfectamente riguroso y técnicam ente útil en algunos
problemas que de otro m odo resultan intratables. Evita las contradicciones
lógicas haciendo de los infinitesimales un nuevo tipo de núm ero, no un
núm ero real convencional. En espíritu está próxim o a la m anera en que
pensaba Cauchy. Sigue siendo una especialidad m inoritaria, pero observemos
este espacio.
I'TM IAIIKXTOM FIR5IKK [169]
Consumo mundial de petróleo 1900-2000: curva suave, ecuación logística; curva sinuosa, datos reales
Triángulos imposibles
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El cálculo infinitesimal so b a s a b a en p rin c ip io s
g e o m é tric o s, poro la g e o m e tr ía so r e d u c ía a c á lc u lo s sim b ó lic o s,
(pie luego so f o r m a l iz a r o n co m o a n á lis is . S in e m b a rg o , el pap el
del p e n s a m i e n t o v isu a l e n m a t e m á t i c a s t a m b i é n se e s ta lla
d e s a r r o lla n d o en u n a d ire c c ió n n u e v a e inicial m e n t e b a s t a n t e
c h o c a n te . D i n a u to m á s de íí.000 a ñ o s el n o m b re de E n e lid es b a h ía
sido s in ó n im o de g e o m e tr ía . S u s s u c e s o r e s d e s a r r o l l a r o n s u s ideas,
e s p e c ia lm e n te en su t r a b a j o so b re se c c io n e s c ó n ic as, poro no hicieron
c a m b io s r a d ic a le s en el p ropio c o n c e p to de g e o m e tr ía . E n e s e n c ia ,
se s u p o n ía q u e sólo p u e d e b a b o r u n a g e o m e tr ía , y q u e é s t a es u n a
d e sc rip c ió n m a t e m á t i c a e x a c t a de la v e r d a d e r a g e o m e tr ía del e sp a c io
físico. E a g e n te e n c o n t r a b a difícil c o n c e b ir s iq u ie ra una a l t e r n a t i v a .
E s t o no p odía d u r a r .
Geometría y arte
En lo que concernía a Europa, la geometría estuvo estancada entre los años 3 00
y 1600. La resurrecdón de la geometría com o un tema vivo llegó de la cuestión
de la perspectiva en el arte; cóm o plasmar de form a realista un m undo
tridim ensional en un lienzo bidimenstonal.
Los artistas del Renacimiento no sólo creaban cuadros.
í . la geometría Muchos se empleaban en hacer obras de ingeniería,
estuvo estancada ya fuera con fines pacíficos o guerreros. Su arte tenía
entre los años 300 un lado práctico, y la geom etría de la perspectiva
Proyectando
Esta idea no es muy práctica si se toma al pie de la letra, aunque algunos imagen.
v M 5 Alberto Ourero
artistas ast lo hacían, utilizando materiales translúcidos, o vidrio, en lugar
de un lienzo. A veces lo hacían com o un paso preliminar, y luego trasladaban
el esbozo resultante a un lienzo para el cuadro propiam ente dicho. Un enfoque
más práctico consiste en utilizar esta formulación conceptual para relacionar la
geometría de la escena tridimensional con la de la imagen tridimensional.
La geometría eudidiana ordinaria trata de características que permanecen
invariables bajo movimientos rígidos: longitudes, ángulos. Euclídes no
la formulaba así, pero su uso de «triángulos congruentes)» com o herram ienta
básica tiene el m ism o efecto. (Éstos son triángulos del m ism o tam año y forma,
pero en posiciones diferentes.) De m odo similar, la geom etría de la perspectiva
se reduce a las características que perm anecen invariables bajo proyección. Es
fácil ver que longitudes y ángulos no se com portan así. Podemos tapar la Luna
con nuestro pulgar, de m odo que las longitudes pueden cambiar. Los ángulos
no lo hacen mejor; cuando m iram os la esquina de un edificio, que forma
un ángulo recto, sólo parece realmente un ángulo recto si la vemos de frente.
¿Qué propiedades de las figuras geométricas se conservan bajo proyección?
Las más im portantes son tan simples que es fácil pasar por alto su importancia.
Los puntos siguen siendo pumos. Las líneas rectas siguen siendo rectas.
[174] H 1s T O R I A l) l i L A S Al A T K Al Á I' 1 { ' A S
La imagen de un punto situado sobre una línea recta está situada sobre la imagen
de dicha línea. Por consiguiente, si dos líneas se cortan en un punto,
sus imágenes se cortan en el punto correspondiente. Las «relaciones
de incidencia» de puntos y líneas se conservan bajo proyección.
Una característica im portante que no se conserva completamente es la relación
«paralela». Im aginémonos de pie en m edio de una carretera larga y estrecha
y m irem os al frente. Los dos lados de la carretera, que en la realidad
tridim ensional son paralelos — y por lo tanto nunca se encuentran—
no parecen paralelos. En su lugar convergen hacia un único punto
en el horizonte lejano. Se com portan así en un plano ideal infinito, no sólo en
una tierra ligeramente redondeada. De hecho, sólo se com portan exactamente
así en un plano. En una esfera habría un hueco minúsculo, demasiado pequeño
para verse, allí donde las líneas cruzan el horizonte. Y la cuestión general
de las líneas paralelas en una esfera es en cualquier caso complicada.
Esta propiedad de las líneas paralelas es muy útil en el dibujo
en perspectiva. Está detrás de la manera habitual de dibujar en perspectiva cajas
rectangulares, utilizando una línea de horizonte y dos «puntos de fuga»,
que están allí donde los bordes paralelos de la caja cruzan el horizonte
en perspectiva. El De Prospectiva Pingendi (1482-1487) de Piero della Francesca
desarrollaba los m étodos de Alberti com o técnicas prácticas para los artistas,
y los utilizó con gran efecto en sus pinturas espectaculares y muy realistas.
Los escritos de los pintores del Renacimiento resolvieron m uchos
problemas en la geom etría de la perspectiva, pero eran semiempíricos,
carentes del fundam ento lógico que Euclides había proporcionado a la
geom etría ordinaria. Estas cuestiones de fundam entos fueron
finalmente resueltas por Brook Taylor y Johann Heinrich en
el siglo xviu. Pero para entonces estaban sucediendo cosas
más excitantes en geometría.
Desargues
El prim er teorem a no trivial en geom etría proyectiva
fue descubierto por el ingeniero/arquitecto Girad
Desargues y publicado en 1648 en un libro de
Abraham Bosse. Desargues dem ostró el notable
teorema siguiente. Supongamos que los
triángulos ABC y A’B’C’ están «en perspectiva»,
lo que significa que las tres líneas AA, BB y CC
pasan por el m ism o punto. Entonces los tres
puntos P, Q y R en donde se cortan los lados
correspondientes de los dos triángulos yacen
en la misma linea. Este resultado se denom ina hasta hoy Teorema de Desargues.
Teorema No hace m ención a longitudes ni ángulos: trata puram ente sobre relaciones
de Desargues de incidencia entre líneas y puntos. Por lo tanto, es un teorem a proyectivo.
T II 1A N(¡ r M ) S n i l’ O N i H L K S [175]
Hay un truco que hace obvio el teorema: im aginém oslo com o un dibujo
de una figura tridim ensional en la que los dos triángulos yacen en dos planos.
Entonces la línea a lo largo de la cual se intersecan dichos planos es la línea
que contiene los tres puntos de Desargues P, Q y R, Con un poco de cuidado,
los teoremas pueden incluso demostrarse de esta m anera, construyendo una
figura tridim ensional adecuada cuya proyección se parece a los dos triángulos.
Podemos así utilizar m étodos euclidianos para dem ostrar teoremas
proyectivos.
Legendre
En 1794 Adrien-Marie Legendre descubrió otro enunciado equivalente,
la existencia de triángulos semejantes: triángulos que tienen los mismos ángulos
pero con lados de tamaños diferentes. Pero él, y la mayoría de los demás
matemáticos, querían algo aún inás intuitivo. De hecho, existía la sensación de
que el Q uinto Postulado era sencillamente superfluo, una consecuencia de los
[1 7 6 ] n i k t o h i a dk la s m a t k m á t k as
Sin utilizar el Q uinto Postulado, Saccheri dem ostró que los ángulos C y D
son iguales. Por lo tanto, quedaban dos posibilidades distintas:
Lambed
Un m atem ático alemán, Georg Klügel, leyó el libro de Saccheri y presentó
la opinión heterodoxa y bastante chocante de que la creencia en la verdad
del Q uinto Postulado era una cuestión de experiencia antes que de lógica.
Básicamente, lo que estaba diciendo era que hay algo en nuestra manera
de pensar acerca del espacio que nos hace creer en la existencia de líneas
paralelas del tipo concebido por Euclides.
En 1766, Lam bert, siguiendo la sugerencia de Klügel, se em barcó
en una investigación que era sim ilar a la de Saccheri, pero él partía
de un cuadrilátero con tres ángulos rectos. El ángulo restante debía ser
un ángulo recto (geom etría euclidiana), agudo u obtuso. Como Saccheri,
él pensaba q u e el caso del ángulo obtuso llevaba a una contradicción.
Más exactam ente, él decidió que llevaba a la geom etría esférica, donde
hacía tiem po que se sabía que los ángulos de un cuadrilátero sum aban
más de 360°, p o rq u e los ángulos de un triángulo sum an más de 180°.
Puesto que la esfera no es el plano, el caso o btuso está descartado.
Sin em bargo, él no afirmaba lo m ism o para el caso del ángulo agudo.
En su lugar, dem ostró algunos teorem as curiosos, de los que el más
sorprendente era una fórm ula para el área de un polígono de n lados.
Sumemos todos los ángulos, y restem os esta sum a de 2n-4 ángulos rectos:
el resultado es proporcional al área del polígono. Esta fórm ula recordaba
una fórm ula sim ilar de Lam bert para la geom etría esférica: sum em os
todos los ángulos, y restem os de esta sum a 2n-4 ángulos rectos: de nuevo
el resultado es proporcional al área del polígono. Hay una diferencia
m enor: la resta se realiza en el orden opuesto. Klügel se vio llevado
a una predicción notablem ente profética aunque oscura: la geom etría
del caso del ángulo agudo es la m ism a que la de una esfera con radio
imaginario.
Entonces escribió un artículo corto sobre funciones trigonom étricas
de ángulos imaginarios, donde obtenía algunas fórmulas bellas
y perfectamente consistentes. Ahora reconocem os estas funciones com o
las denom inadas funciones hiperbólicas, que pueden definirse sin utilizar
núm eros im aginarios y satisfacen todas las fórmulas de Lambert.
Evidentemente debía haber algo interesante tras esta curiosa y enigmática
sugerencia. Pero ¿qué?
El dilema de Gauss
Ahora los geómetras m ejor inform ados empezaban a tener una sensación
definida de que el Q uinto Postulado de Euclides no podía ser dem ostrado
a partir de los otros axiomas. El caso del ángulo agudo parecía demasiado
auto con sis ten te para llevar siem pre a una contradicción. Por otra parte,
una esfera de radio im aginario no era el tipo de objeto que podía proponerse
para justificar dicha creencia.
T H I Á N t i L' LOS I M l' llhl B L K S [179]
Geometría no eudidiana
La historia de la geom etría no eudidiana es
demasiado complicada para describir con todo
[1 8 0 ] H I S T O K I A DI-: |j A S M A T li M Á T I C A S
Un u n iv e rs o plano no tiene
curvatura. Las líneas que
divergen mantienen un
ángulo constante entre
ellas. Densidad = densidad
crítica
T l¡ I A N( HT L O S I M I ’ O S I II L !■; s [181
Estos dos modelos indican una profunda relación con ciertos grupos ( ... hay variasi-
de transformaciones del plano complejo; la geom etría hiperbólica
es la geom etría de sus invariantes, según el Programa de Erlangen de
alternativas
Félix Klein, Otra clase de transformaciones, llamadas transformaciones a la geometría
de Móbius, traen a juego tam bién la geom etría elíptica. de E uclides.!
La geometría del espacio
¿Qué pasa con la geom etría del espacio? Ahora estamos de acuerdo con Klügel,
y desdeñamos a Kant, Esta es una cuestión de experiencia, no algo que pueda
deducirse por el puro pensamiento. La relatividad general de Einstein nos
dice que el espacio (y el tiem po) puede estar curvado; la curvatura es el efecto
gravitatorio de la materia. La curvatura puede varíar de un lugar a otro,
dependiendo de cóm o está distribuida la materia. Por ello, «la» geom etría
del espacio no es realmente la cuestión. El espacio puede tener diferentes
geometrías en diferentes lugares. La geom etría de Euclides funciona
bien en escalas humanas, en el m undo hum ano, porque la curvatura
gravitatoria es tan pequeña que no la observamos en nuestra vida diaria.
Pero ahí fuera, en el mi iverso mayor, dom inan las geom etrías no euclidianas.
Para los antiguos y hasta bien entrado el siglo xix, las matemáticas
y el m undo real estaban desesperantem ente confundidos. Existía la creencia
general de que las matemáticas eran una representación de características
básicas e inevitables del m undo real, y que la verdad matemática era absoluta.
En ningún lugar estaba esta hipótesis más profundam ente arraigada que
en la geom etría clásica. Para prácticamente todos los que im portantes en este
asunto, el espacio era euclidiano. ¿Qué otra cosa podía ser?
Esta pregunta dejó de ser retórica cuando em pezaron a aparecer alternativas
lógicamente consistentes con la geom etría de Euclides. Se necesitó tiem po
para reconocer que eran lógicamente consistentes — tan consistentes, al menos,
com o la geometría de Euclides— e incluso más tiem po para com prender que
nuestro propio espacio físico podría no ser perfectamente euclidiano. Como
siempre, la culpa iba a ser del provincialismo hum ano: estábamos proyectando
nuestras experiencias limitadas a un m inúsculo rincón del universo sobre el
universo en conjunto. Nuestra im aginación parece estar sesgada a favor de un
modelo euclidiano, probablem ente porque en las pequeñas escalas de nuestra
experiencia es un m odelo excelente, y tam bién el más sencillo disponible.
Gracias a un pensam iento imaginativo y heterodoxo, a m enudo ferozmente
contestado p o r una mayoría m enos imaginativa, ahora se entiende — al menos
por parte de matemáticos y físicos— que hay m uchas alternativas a la
geometría de Euclides, y que la naturaleza del espacio físico es una cuestión de
observación, no de pensam iento puro. Hoy día distinguim os claramente entre
modelos matemáticos de la realidad y la propia realidad. En la práctica, buena
paTte de las matemáticas no guarda ninguna relación obvia con la realidad
— pero es útil, de todas formas.
La emergencia de la simetría
CoVo ñs) resolv/er
Alrededor de 1850 la s m a t e m á t i c a s s u f r ie r o n uno
de los c a m b io s m á s t r a s c e n d e n t a l e s de su h i s t o r ia , a u n q u e ello
no se hizo e n t o n c e s e v id e n te . A n te s de 1800, ios p r in c ip a le s o b je to s
de e s t u d io m a t e m á t i c o e r a n r e l a t i v a m e n t e c o n c r e to s : n ú m e r o s ,
tr iá n g u lo s , e s f e ra s . E l á lg e b r a u t il i z a b a f ó r m u la s p a ra r e p r e s e n t a r
m a n ip u la c io n e s con n ú m e r o s , p e ro las p ro p ia s f ó r m u la s se v e ía n
co m o r e p r e s e n t a c i o n e s s im b ó lic a s de p ro ce so s, n o c o m o c o s a s
en sí m is m a s . P o ro h a c ia 1900 f ó r m u la s y t r a n s f o r m a c i o n e s se v e ía n
co m o c o sas, n o c o m o p ro ce so s, y los o b je to s del á lg e b r a e r a n
m u c h o m á s a b s t r a c t o s y m á s g e n e r a le s . D e h e ch o , c a s i to d o v a lía
en lo c o n c e r n i e n te al á lg e b r a . I n c lu s o «leyes» b á s ic a s , t a l e s com o
la ley c o n m u t a t i v a de la m u ltip lic a c ió n , ab = ha, h a b ía n sido
a b a n d o n a d a s en a lg u n a s á r e a s i m p o r t a n t e s .
Teoría de grupos
Estos cambios llegaron fundamentalmente porque los matemáticos descubrieron
la «teoría de grupos», una rama del álgebra que surgió de intentos infructuosos
por resolver ecuaciones algebraicas, en especial la ecuación «quíntica»,
o de quinto grado. Pero m enos de 50 años después
de su descubrim iento, la teoría de grupos ya había
sido reconocida com o el marco correcto para estudiar
C Hoy, la teoría
el concepto de simetría. A medida que los nuevos métodos de grupos se
entraban en la conciencia colectiva, se hizo claro que la lia convertido en
simetría es una idea profunda y central, con innum erables
aplicaciones en las ciencias físicas y tam bién en las
una herramienta
biológicas. Hoy, la teoría de grupos se ha convertido indispensable... J
en una herramienta indispensable en todas las áreas
de las matemáticas y de la ciencia, y sus relaciones con la simetría se destacan
en la mayoría de los textos introductorios, Pero se necesitaron varias décadas
para llegar a este punto de vista. Alrededor de 1900 H enri Poincaré decía que
la teoría de grupos era efectivamente el conjunto de las matemáticas reducidas
a su esencia, lo que era algo exagerado, aunque mía exageración defendible.
El punto crucial en la evolución de la teoría de grupos fue la obra de un
joven matemático, Évariste Galois. Hubo una prehistoria larga y complicada:
las ideas de Galois no surgieron de la nada. Y hubo una post-historia igualm ente
complicada y a veces algo embarullada, mientras los matemáticos
experimentaban con el nuevo concepto y trataban de ver lo que era im portante
y lo que no lo era. Pero fue Galois, más que cualquier otro, quien entendió
claramente la necesidad de los grupos, estudió algunas de sus propiedades
fundamentales y m ostró su valor en las matemáticas. No es del todo
sorprendente que su obra pasara casi inadvertida durante su vida. Era demasiado
original, quizá, pero tam bién hay que decir que la personalidad de Galois
y su fuerte implicación en la política revolucionaria no ayudaron m ucho.
Fue una figura trágica, en una época de m uchas tragedias personales,
[ 1 8 6 ] M I S T O H I A DK LAS MATEMÁTICAS
y su vida fue una de las más dramáticas, y quizá románticas, entre las de los
matem áticos importantes.
Resolviendo ecuaciones
La historia de la teoría de grupos se rem onta al antiguo trabajo babilónico sobre
ecuaciones cuadráticas. Por lo que concierne a los babilonios, su m étodo
pretendía un uso práctico; era una técnica com putacional, y parece que ellos
no se hacían preguntas profundas sobre la misma. Si uno sabía cóm o encontrar
raíces cuadradas, y había dom inado la aritmética básica, podía resolver cuadráticas.
Hay algunos indicios, en las tablillas de arcilla que nos han llegado, de que
los babilonios tam bién pensaron en ecuaciones cúbicas, e incluso en algunas
ecuaciones cuárticas. Los griegos, y después de ellos los árabes, descubrieron
m étodos geom étricos para resolver ecuaciones cúbicas basados en secciones
cónicas. (Ahora sabemos que las tradicionales rectas y círculos euclidianos
no pueden resolver tales problem as exactamente. Se necesitaba algo más
sofisticado; y resultó que las cónicas servían para ello.) Una de las figuras
destacadas fue el persa Omar Khayyam, más conocido por su poem a Rubaiytn.
O m ar resolvió todos los tipos posibles de cúbicas m ediante m étodos
geom étricos sistemáticos. Pero, com o hem os visto, una solución algebraica
de las ecuaciones cúbicas y cuárticas tuvo que esperar hasta el Renacimiento,
con la obra de Del Ferro,Tartaglia, Fiore, Cardano y su pupilo Ferrari.
La pauta que parecía em erger de todo este trabajo era simple, incluso
si los detalles eran confusos. Se puede resolver cualquier cúbica utilizando
operaciones aritméticas, más raíces cuadradas y más raíces
x1 + px + q = (x - fl) (x - 5)
ü + b = -p ab = q
Por lo tanto, aunque no sabemos aún Las soluciones, sabemos su suma y su producto
sin m ucho esfuerzo. ..
¿Por qué es así? La sum a o + b es la misma que b + a; no cambia-cuando se perm utan
las soluciones. Lo m ism o sucede con ab — ba. Resulta así que toda función sim étrica .
de las soluciones puede expresarse en térm inos de los coeiicientes-p y t¡. Recíprocamente,
cualquier expresión en p y q es siem pre una función simétrica de a y b. En una visión
general, la conexión entre las soluciones y los coeficientes está determ inada por una
propiedad de simetría.
Las funciones asimétricas no se com portan de este modo. Un buen ejem plo ‘
es la diferencia Mitre las raíces. Cuando intercam biam os a y b, la diferencia a-b -se convierte
en b-ci, que no es ló mismo. Sin em bargo — y esto es crucial— no es m uy diferente:
sim plemente equivale a cam biar el signo de c-b. Por lo tanto, el cuadrado .
es com pletam ente simétrico: (u - b)1 = (b - a )3. Pero cualquier función com pletam ente
simétrica de las soluciones debe tener una expresión en los coeficientes. Tomemos la raíz
cuadrada y habremos expresado a - b en térm inos de los coeficientes sin utilizar nada
más esotérico que una raíz cuadrada. Ya conocem os <j + b: es igual a -p. Puesto que
tam bién conocem os a —b, la sum a de estos dos núm eros es 2ü y la diferencia es 2b.
Dividiendo por 2, obtenem os fórmulas para a y para b-
Lo que hem os hecho es dem ostrar que debe existir una fórm ula para las soluciones a y b
que no incluye nada más esotérico que una raíz cuadrada, basada en características
generales de las simetrías de expresiones algebraicas. Esto es im presionante: hemos
dem ostrado que el problem a posee una solución sin tener que m olestarnos en calcular
todos los detalles liosos que nos dicen cuál és. En cierto sentido, hem os descubierto por
qué los babilonios fueron capaces de encontrar un método. Esta pequeña historia arroja
nueva luz sobre la.palabra «emenden». Podemos entender la solución que da el m étodo
babilónico siguiendo los pasos y com probando la lógica. Pero ahora hemos com prendido
por qué tenía que haber jin m étodo semejante: no m ostrando una solución, sino
examinando propiedades generales de las presuntas soluciones. Aquí, la propiedad clave
resulta ser la simetría, '
Con algo más de trabajo, que lleva a una expresión explícita para (a —b)3, este m étodo
da una fórmula para las soluciones. Es equivalente a la fórm ula que aprendem os
en la escuela y al m étodo utilizado por los babilonios,
[188] HI S T ORI A í* K l , AK M A T E M Á T I C A S
se estaban buscando. Lo que importaba, decía ét, era cóm o se comportaban ciertas
expresiones algebraicas especiales formadas a partir de dichas soluciones cuando
las propias soluciones eran «perm utadas»: reordenadas. Él sabía que cualquier
expresión com pletam ente simétrica — una expresión que permaneciera
exactamente igual independientem ente de cóm o se intercambiaran las
s o lu c io n e s " podía expresarse en térm inos de los coeficientes de la ecuación,
haciéndola una cantidad «conocida». Más interesantes eran las expresiones
que sólo lomaban unos pocos valores diferentes cuando las soluciones
eran permutadas. Éstas parecían tener la clave para resolver la ecuación.
El sentido bien desarrollado que tenía Laplace de la forma y la belleza
le decía que ésta era una idea im portante. Si pudiera obtener algo similar
para las ecuaciones cúbica y cuártica, entonces podría descubrir cóm o resolver
la química.
Udlizando la misma idea básica encontró que funciones «parcialmente»
simétricas de las soluciones le perm itían reducir una ecuación cúbica
a una cuadrática. La cuadrática introducía una raíz cuadrada, y el proceso
de reducción podía ordenarse utilizando una raíz cúbica. Análogamente,
cualquier ecuación cuártica podía reducirse a una cúbica, a la que
él llamó la cúbica resolvente. Por lo tanto se podía resolver una cuártica
utilizando raíces cuadradas y cúbicas para tratar la cúbica resolvente
y raíces cuartas para relacionar la respuesta con las soluciones buscadas.
En am bos casos las respuestas eran idénticas a las fórmulas clásicas
del Renacimiento. Tenían que serlo, pues ésas eran las respuestas. Pero ahora
Lagrange sabía por qué ésas eran las respuestas y, m ejor aún, sabía por qué
había respuestas que encontrar.
Él debió sentirse muy excitado en esta etapa de su investigación. Pasando
a la quím ica, y aplicando las m ismas técnicas, uno espera obtener una cuártica
resolvente: trabajo hecho. Pero, seguram ente para su disgusto, él no obtuvo un
cuártica resolvente. Obtuvo una séxtica resolvente: una ecuación de sexto grado.
En lugar de hacer las cosas más sencillas, su m étodo hacía la química más
complicada.
¿Era esto un defecto del método? ¿Podría algo más ingenioso todavía
resolver ia quím ica? Parece que Lagrange lo creía. Escribió que confiaba
en que su nuevo punto de vista sería útil para cualquiera
■ Poro ahora que tratara de desarrollar una manera de resolver químicas.
Parece que no se le ocurrió que no pudiera existir tal
Lagrange sabía por m étodo; que su aproxim ación fallaba porque en general
(pió ésas oran las las quím icas no tienen soluciones en «radicales», que son
respuestas y, mejor expresiones que incluyen operaciones aritméticas y raíces
diversas, tales com o raíces quintas. Para complicar
aún, sabía por qué las cosas, algunas quím icas tienen tales soluciones:
por ejem plo, x5—2 = 0 tiene la solución x = 'fí. Pero éste
que encontrar. J es un caso bastante simple, y no realm ente típico.
LA H M L H tí U N C I A l ) K L A ¡S I M I-I T li í A [ 1 8 9 ]
Abel
Ahora sabemos que había un error técnico en la dem ostración de Ruffini,
pero las ideas principales eran válidas y la laguna podía llenarse. Él consiguió
algo: su libro llevó a una sensación vaga pero generalizada de que la quíntica
no es soluble por radicales. Casi nadie pensaba que Ruffini lo hubiera
dem ostrado, pero los matem áticos em pezaron a dudar de que pudiera
existir una solución. Por desgracia, el efecto principal de esta creencia fue
el de disuadir a todos de trabajar en el problema.
Una excepción fue Abel, un joven noruego con un talento precoz para
las matemáticas, que pensaba que había resuelto la quíntica cuando aún estaba
en la escuela. Con el tiem po descubrió un error, pero siguió intrigado
p or el problem a y siguió trabajando en él esporádicamente. En 1823
encontró una dem ostración de la im posibilidad de resolver la quíntica,
y esta dem ostración era totalmente correcta. Abel utilizó una estrategia
similar a la de Ruffini, pero su táctica era mejor. Al principio no conocía
la investigación de Ruffini; más tarde seguro que la conocía, pero afirmaba
que era incom pleta. Sin em bargo, él no m enciona ningún problema
específico con la dem ostración de Ruffini. Lo irónico es que un paso
en la dem ostración de Abel es exactamente lo que se necesita para llenar
la laguna de la de Ruffini.
Podemos hacernos una idea general de los m étodos de Abel sin entrar
en m uchos tecnicismos. El plantea el problem a distinguiendo dos tipos de
operaciones algebraicas. Supongamos que empezamos con varias cantidades;
pueden ser núm eros concretos o expresiones algebraicas con varias
incógnitas. A partir de ellas podem os construir m uchas otras cantidades.
La manera «fácil» de hacerlo es com binar las cantidades existentes
sumándolas, restándolas, multiplicándolas o dividiéndolas. Así, a partir
de una simple incógnita, x, podemos crear expresiones com o xl, 3x + 4 o 2x - i '
Desde el punto de vista algebraico todas estas expresiones están
en pie de igualdad con la propia x.
La segunda m anera de obtener nuevas cantidades a partir de las existentes
es utilizar radicales. Tomamos una de las m odificaciones «inocuas» de las
L A E M E lí G E X C I A D E L A S i M K T It i A [ 1 9 1 ]
Évariste Galois
1811-1832
de m odo que hay una torre radical que empieza con los coeficientes y recorre
todo el cam ino de subida hasta una solución.
El «prim er piso» de la torre — la expresión inocua en los coeficientes—
no varía cuando aplicamos las perm utaciones S y T. porque éstas perm utan
las soluciones, no los coeficientes. Por consiguiente, por el resultado prelim inar
de Abel, el segundo piso de la torre tampoco varía cuando aplicamos S y T,
porque se alcanza añadiendo una raíz p-ésima de algo que hay en el prim er piso,
para algún prim o p. Por el m ism o razonam iento, el tercer piso de la torre no
varía cuando aplicamos S y T. Lo m ism o sucede con el cuarto piso, el quinto
piso ... hasta el últim o piso.
Sin embargo, el últim o piso contiene una solución de la ecuación. ¿Podría
ser x,? Si lo es, entonces x, no debe variar cuando aplicamos S. Pero S aplicado
a x t da x¡, no X|, de m odo que no vale. Por razones similares, a veces
utilizando T, la solución definida por la torre tam poco puede ser x2, x3 x4ni x5.
Las cinco soluciones están excluidas de cualquier torre semejante; de m odo
que la hipotética torre no puede contener de hecho una solución.
No hay escape de esta trampa lógica. La química es insoluble porque
cualquier solución (por radicales) debe tener propiedades autocontradictorias,
y por consiguiente no puede existir.
Galois
La búsqueda no sólo de la quíntica, sino de todas las ecuaciones algebraicas,
fue ahora asumida por Evariste Galois, una de las figuras más trágicas en la
historia de las matemáticas. El propio Galois se propuso la tarea de determ inar
qué ecuaciones podían resolverse por radicales y cuáles no podían. Como varios
de sus predecesores, él com prendió que la clave para la solución algebraica de
ecuaciones estaba en cóm o se com portaban las soluciones cuando se
permutaban. El problem a estaba en la simetría.
Ruffiní y Abel habían com prendido que una expresión en las soluciones
no tenía necesariamente que ser simétrica o no serlo. Podía ser parcialmente
[194] h i HTon ia [>!<: l a h m a t e m á t i c a s
simétrica: invariable frente a unas perm utaciones pero no frente a otras. Galois
advirtió que las perm utaciones que determ inan alguna expresión en las raíces no
form an ninguna colección vieja. Tienen un rasgo característico simple. Si se toman
dos perm utaciones cualesquiera que determ inan la expresión, y se multiplican,
el resultado tam bién determ ina la perm utación. Él llamó grupo a un sistema tal
de permutaciones. Una vez que hem os com prendido que esto es cierto, es muy
fácil demostrarlo. El truco consiste en advertirlo y reconocer su importancia.
El resultado de las ideas de Galois es que la quím ica no puede resolverse
por radicales porque tiene el tipo equivocado de simetrías. El grupo de una ecuación
quím ica «general» consiste en todas las perm utaciones de las cinco soluciones. La
estructura algebraica de este grupo es incom patible con una solución por radicales.
Galois trabajó en otras áreas de las matemáticas, e hizo descubrim ientos
igualm ente profundos. En particular, generalizó la aritmética m odular para
clasificar lo que ahora llamamos campos de Galois. Estos son sistemas finitos
en los que pueden definirse las operaciones aritméticas de suma, resta,
multiplicación y división, y se aplican todas las leyes habituales. El tamaño
de un campo de Galois es siem pre una potencia de un prim o, y hay exactamente
un campo tal para cada potencia prima.
Jordán
El concepto de grupo apareció por prim era vez de una form a clara en la obra
de Galois, aunque con indicios anteriores en los volum inosos escritos de Ruffini
y en las elegantes investigaciones de Lagrange. Menos de una década después
de que las ideas de Galois estuvieran am pliam ente disponibles, gracias a Liouville,
las matemáticas estaban en posesión de una teoría de grupos bien desarrollada.
El principal arquitecto de esta teoría fue Camille Jordán, cuyo obra Traite
de Substitutions et des Équations Algébriques, de 667 páginas, fue publicada en 1870.
Jordán desarrolló toda la disciplina de una forma sistemática y global.
La implicación de Jordán en la teoría de grupos em pezó en 1887, cuando
él m ostró el vínculo profundo con la geom etría de una manera m uy explícita,
clasificando los tipos básicos de m ovim iento de un cuerpo rígido en el espacio
euclidiano.Y lo que es más im portante, hizo un intento m uy bueno por clasificar
cóm o estos m ovim ientos podían combinarse en grupos. Su m otivación principal
era la investigación cristalográfica de Auguste Bravais, quien inició el estudio
m atem ático de las simetrías cristalinas, especialmente la red de átom os subyacente.
Los artículos de Jordán generalizaban la obra de Bravais. Él anunció su clasificación
en 1887, y publicó los detalles en 1888-1889.
Técnicamente, Jordán trataba sólo con grupos cerrados, en los que el límite
de cualquier secuencia de m ovim ientos en el grupo es tam bién un m ovimiento
en el m ism o grupo. Éstos incluyen todos los grupos finitos, por razones triviales,
y también grupos com o «todas las rotaciones de un círculo en torno a su centro».
Un ejemplo típico de grupo no cerrado, no considerado por Jordán, podrían ser
«todas las rotaciones de un círculo en torno a su centro en m últiplos racionales
LA KMHIKiKNCIA lili LA S I M K T H 1 A [ 1 9 5 ]
de todos los grupos. Jordán dem ostró que el grupo alternante A„, que
com prende todas las perm utaciones de n sím bolos que cambian un núm ero
par de pares de símbolos, es simple siempre que n 3* S. Ésta es la razón
principal de teoría de grupos por la que la quíntica es insoluble por radicales.
Un nuevo desarrollo im portante fue la teoría de Jordán de las
«sustituciones lineales». Aquí las transform aciones que constituyen el grupo
no son permutaciones de un conjunto finito, sino cambios lineales en una lista
finita de variables. Por ejem plo, tres variables x, y, i podrían transformarse
en nuevas variables X.Y, Z por m edio de ecuaciones lineales
X = a¡x + a¿y + a 3z
Y = bpt + bxy + b3z
Z = C|X + c¡y + c3z,
donde las a, b y c son constantes. Para hacer el grupo finito, Jordán tomaba
norm alm ente dichas constantes com o elem entos de los enteros m ódulo
un prim o, o más generalm ente un cam po de Galois.
También en 1889, Jordán desarrolló su propia versión de la teoría de Galois
y la incluyó en el Traite. Demostró que una ecuación es soluble si y sólo si su
grupo es soluble, lo que significa que todos los com ponentes simples tienen
orden prim o. F.l aplicó la teoría de Galois a problemas geométricos.
Simetría
Los 4.000 años de búsqueda para resolver las ecuaciones quinticas habían
llegado a un parón abrupto cuando Ruffini, Abel y Galois dem ostraron
que no es posible una solución por radicales. Aunque era un resultado negativo,
tuvo una enorm e influencia en el desarrollo posterior de las matemáticas
y de la ciencia. Esto sucedió porque el m étodo introducido para dem ostrar
la imposibilidad resultó ser fundamental para la com prensión matemática de la
simetría, y la simetría resultó ser vital tanto en matemáticas com o en ciencia.
Los efectos fueron profundos. La teoría de grupos llevó a una visión más
abstracta del álgebra, y con ello a una visión más abstracta de las matemáticas.
Aunque muchos científicos «prácticos» eran inicialmente rehacios a moverse hacia
la abstracción, con el tiempo se hizo evidente que los métodos abstractos son con
frecuencia más potentes que los concretos, y la mayor parte de la oposición ha
desaparecido. La teoría de grupos también dejó claro que los resultados negativos
pueden seguir siendo importantes, y que una insistencia en la dem ostradón
puede a veces llevar a descubrim ientos trascendentales. Supongamos que
los matemáticos hubieran dado por hecho sin dem ostración que las químicas
no pueden resolverse, sim plem ente sobre la base plausible de que nadie podía
encontrar una solución. Entonces nadie hubiera inventado la teoría de grupos
para explicar por qué no pueden resolverse. Si los matem áticos hubieran
tomado el cam ino fácil, y hubieran supuesto que la solución es imposible,
las matemáticas y la ciencia habrían sido una pálida som bra de lo que son hoy.
Por eso es por lo que los matemáticos insisten en las demostraciones.
Hacia 1860 la te o r í a do los a m p o s de p e r m u t a c i o n e s
e s t a b a bien d e s a r r o lla d a . L a te o r í a de i n v a r i a n t e s — e x p re s io n e s
a lg e b r a ic a s (pie no c a m b ia n c u a n d o se r e a liz a n c ie r to s c a m b io s
de v a ria b le — h a b ía lla m a d o la a t e n c i ó n so b re d iv e r s o s c o n ju n t o s
i n f in ito s de t r a n s f o r m a c i o n e s , t a l e s c o m o el g ru p o p ro y e c tiv o
de t o d a s las p ro y e c c io n e s del e sp ac io . E n 1868 C a m ille J o r d á n
h a b ía e s t u d i a d o g ru p o s de m o v im ie n to s e n el e s p a c io t r id im e n s io n a l,
y las d o s c o r r i e n t e s e m p e z a r o n a f u s io n a rs e .
Conceptos sofisticados
Empezaba a em erger un nuevo tipo de álgebra en la que los objetos de estudio
no eran núm eros desconocidos sino conceptos más sofisticados:
permutaciones, transformaciones, matrices. Los procesos de ayer se habían
convertido en las cosas de hoy. Las tradicionales «reglas del álgebra» tuvieron
que ser modificadas con frecuencia para adaptarlas a las necesidades de estas
nuevas estructuras. Junto con los grupos, los matem áticos em pezaron a
estudiar estructuras llamadas «anillos», «cam pos» y «álgebras» diversas.
Un estímulo para esta nueva visión del álgebra procedía de las ecuaciones
en derivadas parciales, la mecánica y la geom etría: el desarrollo de los
grupos de Lie y las álgebras de Lie. Otra fuente de inspiración era la teoría
de números: aquí podían utilizarse «núm eros algebraicos» para resolver
ecuaciones diofánticas, entender Las leyes de reciprocidad e incluso atacar
el Último Teorema de Fermat. De hecho, la culm inación de tales esfuerzos fue
la dem ostración del Últim o Teorema de Fermat por Andrew Wiles en 1995.
Ue y Klein
En 1869 el matemático noruego Sophus Lie entabló amistad con el matemático
prusiano Félix Klein. Ambos tenían un interés com ún en la geom etría lineal,
un vástago de la geom etría proyectiva introducida por Julius Plücker. Lie
concibió una idea m uy original: debería haber para las ecuaciones
diferenciales algo análogo a la teoría de Galois de las ecuaciones algebraicas.
Una ecuación algebraica puede resolverse por radicales sólo sí tiene el tipo
correcto de simetrías; es decir, si tiene un grupo de Galois soluble.
Análogamente, sugería Lie, una ecuación diferencial puede resolverse por
métodos clásicos sólo cuando la ecuación queda inalterada por una familia
continua de transformaciones. Lie y Klein trabajaron en variaciones sobre esta
idea durante 1869-1870; este trabajo culm inó en 1872 en la caracterización
que trizo Klein de la geom etría com o los invariantes de un grupo, establecida
en su program a de Erlangen.
Este programa surgió de una nueva manera de pensar acerca de la geometría
euclidiana, en térm inos de sus simetrías. Jordán ya había señalado que
las simetrías del plano euclidiano son m ovim ientos rígidos de varios tipos:
traslaciones, que deslizan el plano en alguna dirección; rotaciones, que lo giran
alrededor de un punto fijo; reflexiones, que le dan la vuelta respecto a una
recta fija; y. ¡o que es m enos obvio, reflexiones con deslizamiento, que lo
Félix Klein
1849-1925
Kllling
El siguiente desarrollo realmente sustancial fue obra de Wilhelm Killing.
En 1888 Killing sentó las bases de una teoría de estructuras para álgebras
de Lie, y en parücular clasificó todas las álgebras de Lie simples, los bloques
constituyentes básicos de los que se com ponen todas las demás álgebras de Lie.
Killing partió de la estructura conocida de las álgebras de Lie más directas,
las álgebras de Lie lineales especiales sl(n) para n 3= 2. S empieza con todas las
matrices n x n con coeficientes complejos, y sea AB-BA el paréntesis de Lie
E L A L <¡ E II li A S E H A C E A D U L T A [203]
Grupos abstractos
En el program a de Erlangen de Klein es esencial que los grupos en cuestión
consistan en transformaciones; es decir, los elem entos del grupo «actúan
sobre» un espacio. Buena parte del trabajo anterior sobre grupos suponía esta
estructura. Pero la investigación posterior requería un elem ento de abstracción
extra: retener la propiedad de grupo pero desechar el espacio. Un grupo
consistía en entidades matemáticas que podían com binarse para dar entidades
similares, pero dichas entidades no tenían por qué ser transformaciones.
Los núm eros son un ejemplo. Dos núm eros (enteros, racionales, reales,
complejos) pueden ser sumados, y el resultado es un núm ero del mismo tipo.
Los núm eros forman un grupo bajo la operación de suma, pero los núm eros
no son transformaciones. Por ello, incluso si el papel de los grupos como
transform aciones había unificado la geometría, la hipótesis de un espacio
subyacente tenía que ser desechada para unificar la teoría de grupos.
Entre los prim eros en acercarse a dar este paso estaba Arthur Cayley, en tres
artículos de 1849 y 1854. En ellos Cayley decía que un grupo com prende
un conjunto de operadores, 1, a, b, c y así sucesivamente. El «com puesto» ah
de dos operadores cualesquiera debía ser otro operador; el operador especial 1
satisface la = a y a 1= a para todos los operadores a; finalmente, la ley
asociativa (ab)c = a (be) debía ser válida. Pero sus operadores seguían operando
sobre algo (un conjunto de variables). Además, él había om itido una propiedad
crucial: que todo a debe tener un inverso a’ tal que a ’a = aa' — 1. Así, Cayley
estuvo cerca de alcanzar el prem io, pero falló por poco.
En 1858 Richard Dedekind perm itió que los elem entos del grupo fueran
entidades arbitrarias, no sólo transform aciones u operadores, pero incluyó
la ley conmutativa ab = ba en su definición. Su idea estaba bien para lo que
el pretendía, la teoría de núm eros, pero excluía a la mayoría de los grupos
interesantes en la teoría de Galois, por no hablar del m undo matemático
más general. El concepto m oderno de un grupo abstracto fue introducido
p or Walther van Dyck en 1882-1883. Él incluía la existencia de un inverso,
pero rechazaba la necesidad de la ley conmutativa. Tratamientos puram ente
axiomáticos de los grupos fueron proporcionados poco después, por Edward
H untington y Eliakin Moore en 1902, y por Leonard Dickson en 1905,
Una vez separada la estructura abstracta de los grupos de cualquier
interpretación específica, la disciplina se desarrolló rápidamente. La investigación
inicial consistía básicamente en «coleccionar mariposas»: la gente estudiaba
E I, Á I, (i E H H A H E H A C E A 1) V L T A [ 2 0 5 ]
Teoría de números
Otra fuente im portante de nuevos conceptos algebraicos fue la teoría
de núm eros. Gauss inició el proceso cuando introdujo lo que ahora llamamos
enteros gaussianos. Estos son núm eros complejos a + bi, donde a y b son enteros.
Sumas y productos de tales núm eros tienen tam bién
la misma forma. Gauss descubrió que el concepto
de un núm ero prim o se generaliza a los enteros
C Gauss inició
gaussianos. Un entero gaussíano es primo si no puede el proceso cuando
expresarse com o un producto de otros enteros gaussianos introdujo lo que
de una manera no trivial. La factorización prim a para
ahora llamamos
enteros gaussianos es única. Algunos prim os ordinarios,
tales com o 3 y 7, siguen siendo prim os cuando los enteros gaussianos. J
consideramos com o enteros gaussianos, pero otros no:
por ejemplo 5 = (2 + i) (2 —i). Este hecho está íntim am ente relacionado
con el teorema de Fermat sobre núm eros prim os y sumas de dos cuadrados,
y los enteros gaussianos ilustran dicho teorema y sus afines.
Si dividimos un entero gaussiano por otro, el resultado no tiene por qué
ser un entero gaussiano, pero está cerca: es de la form a a + bi, donde a y b son
racionales. Estos son los números gaussianos. Con más generalidad, los teóricos
de núm eros descubrieron que algo similar es válido si tom am os cualquier
polinom io p(x) con coeficientes enteros y lnego consideram os todas
las combinaciones lineales a¡Xi + .. ,-f anxn de sus soluciones x„. Tomando
a, a„ racionales, obtenem os un sistema de núm eros complejos que es cerrado
bajo suma, resta, m ultiplicación y división; lo que significa que cuando
se aplican estas operaciones a un núm ero semejante, el resultado es un núm ero
del m ism o tipo. Este sistema constituye un campo de números algebraico. Si en su
lugar exigimos que a,....an sean enteros, el sistema es cerrado bajo suma, resta
y multiplicación, pero no bajo división: es un anillo de números algebraico.
La aphcación más ambiciosa de estos nuevos sistemas de núm eros fue
el Ultimo Teorema de Fermat: el enunciado de que «la ecuación de Fermat»
x" + y" = z" no tiene soluciones enteras cuando la potencia n es 3 o más.
Nadie pudo reconstruir la supuesta «notable dem ostración» de Fermat,
y parecía cada vez más dudoso que él hubiese poseído una. Pese a todo
se hicieron algunos progresos. Fermat encontró demostraciones para cubos
y potencias cuartas, Peter Lejeune-Dirichlet trabajó con potencias quintas
en 1828 y Henri Lebesgue encontró una dem ostración para las potencias
séptimas en 1840.
En 1847 Gabriel Lamé afirmó que tenía una dem ostración para todas
las potencias, pero Eduard Kummer señaló un error. Lamé había supuesto
Emmy Amalie Noether
1882-1935
hay algunas curiosas variaciones sobre este tema. Las excepciones son
26 grupos individuales, con indicios de algunas pautas com unes pero ninguna
estructura unificada. La prim era dem ostración de que la clasificación está
completa llegó gracias al trabajo com binado de cientos de matemáticos,
y su longitud total ocupaba unas 10.000 páginas. Además, algunas partes
cruciales de la dem ostración no fueron publicadas. Trabajo reciente por parte
de quienes siguen en esta área de investigación ha perm itido recalcular
la clasificación de una m anera más directa, una aproxim ación que se hace
posible una vez que se sabe la respuesta. Los resultados están apareciendo
com o una serie de libros de texto, que totalizan unas 2.000 páginas.
El más m isterioso de los grupos simples excepcionales, y el más grande,
es el monstruo. Su orden es
2« x 3M X 5’ x 7‘ x 112 x I3J x 17 x 19 X 23 x 29 x 31 x 41 x 47 x 59 x 71
que es igual a
8080 1 7 4 2 4 7 9 4 5 1 2875886459904961710757005754368000000000
Andrew Wiles había soñado de niño con dem ostrar el Últim o Teorema
de Fermat, pero cuando se convirtió en un profesional decidió que era tan sólo
un problema aislado; no resuelto, pero no realmente im portante. El trabajo de Ribet
le hizo cambiar de opinión. En 1993 él anunció una dem ostración de la conjetura
de Taniyama-Weil para una clase especial de curvas elípticas, suficientemente
general para dem ostrar el Últim o Teorema de Fermat. Pero cuando el artículo
fue enviado para publicación, apareció una seria laguna. Wiles estaba a punto
de abandonar cuando «de repente, de form a totalm ente inesperada, tuve esta
increíble revelación ... era indescriptiblem ente bella, era tan simple y elegante
que no podía creerlo». Con la ayuda de RichardTaylor, él revisó la demostración
y cubrió la laguna. Su artículo fue publicado en 1995.
Podemos estar seguros de que cualesquiera que fueran
las ideas que Fermat tenía en m ente cuando afirmó poseer
í Andrew W iles
una demostración de su Últim o Teorema, éstas debían había soñado de
ser muy diferentes de los m étodos utilizados por Wiles. niño con demostrar
/ __
¿Realmente tenía Fermat una dem ostración simple
e ingeniosa, o se estaba engañando? Es un enigm a que,
el Ultimo Teorema
a diferencia de su Último Teorema, nunca podrá resolverse. de Fermat. J
La matemática abstracta
El paso hacía una visión más abstracta de las matemáticas fue una consecuencia
natural de la creciente diversidad de su material. Cuando las matemáticas trataban
fundamentalmente de núm eros, los símbolos del álgebra eran sim plem ente
lugares donde colocar núm eros. Pero a medida que crecían las matemáticas,
los símbolos em pezaron a cobrar vida propia. El significado de los símbolos
se hizo m enos im portante que las reglas de acuerdo con las que podían
manipularse dichos símbolos. Ni siquiera las reglas eran sagradas: las leyes
tradicionales de la aritmética, tales com o la ley conmutativa, no siem pre eran
adecuadas en nuevos contextos.
No fue sólo el álgebra la que se hizo abstracta. El análisis y la geom etría se
centraron tam bién en cuestiones más generales, por razones similares. El cambio
principal en el punto de vista tuvo lugar desde m ediados del siglo xix a mediados
del xx. Después de ello se inició un periodo de consolidación, a m edida que los
matemáticos trataban de encontrar un com prom iso entre
las necesidades de form alism o abstracto, por un lado, y
aplicación a la ciencia, por otro. Abstracción y generalidad
í No fue sólo
van de la mano, aunque la abstracción tam bién puede el álgebra la que
oscurecer el significado de las matemáticas. Pero ahora ya se hizo abstracta. J
no se trata de si la abstracción es útil o necesaria: los
m étodos abstractos han m ostrado su valor al hacer posible resolver m uchos
problemas ancestrales tales com o el Últim o Teorema de Fermat. Y lo que ayer
parecía poco más que un juego formal, resulta ser mañana una herram ienta vital
para la ciencia o el comercio.
Geometría de la lámina elástica
Lo QslACdi-kCL-bivO \J€M\.Qj€,
d lO (OíA.OlA.'tí'tOO'tlv/O
Todos los ingredientes principales do la g e o m e tr í a
do E noli dos — r e o ta s , á n g u lo s , oiré tilos, c u a d r a d o s y d o m a s —
e s t á n r e la c io n a d o s con la medida. L o s s e g m e n t o s de r e c t a t ie n e n
lo n g itu d e s , los á n g u lo s t i e n e n u n t a m a ñ o d e fin id o y u n á n g u lo de 00°
d ifie re e s e n c i a l m e n t e de u n o de 89° o 91”, los c ír c u lo s e s t á n d e fin id o s
en t é r m in o s de s u s rad io s, los c u a d r a d o s t ie n e n la d o s de una lo n g itu d
d a d a. E l i n g r e d i e n t e o c u lto que c o n fo r m a t o d a la o b r a de L u d i d o s
es la lo n g itu d , u n a m a g n i t u d « m é t r ic a » q u e no c a m b ia
por m o v im ie n to s ríg id o s y q u e d e fin e el c o n c e p to e u e lid ia n o
e q u iv a le n te al m o v im ie n to , la c o n g ru e n c ia .
Medida
Cuando los matemáticos tropezaron por prim era vez con otros tipos
de geometría, también eran geometrías métricas. En geom etría no euclidiana,
longitudes y ángulos están bien definidos; sencillamente tienen propiedades
diferentes de las longitudes y los ángulos en el plano euelidiano. La llegada de
la geometría proyectiva cambió esto: las transformaciones proyectivas pueden
cambiar longitudes y pueden cambiar ángulos. La geom etría euclidiana
y los dos tipos principales de geometrías no euclidianas son rígidas. La geometría
proyectiva es más flexible, pero incluso aquí existen invariantes más sutiles,
y en la imagen de Klein lo que define una geom etría es un grupo
de transformaciones y los correspondientes invariantes.
Cuando el siglo xix se acercaba a su fin, los matemáticos em pezaron
a desarrollar un tipo de geom etría aún más flexible; tan flexible, de hecho,
que a m enudo es caracterizada com o la «geom etría de la lámina elástica».
Conocida más propiam ente com o topología, ésta es la geom etría de las formas
que pueden ser deformadas o distorsionadas de m aneras extraordinariam ente
complicadas. Las rectas pueden curvarse, contraerse o estirarse; los círculos
pueden aplastarse de m odo que se convierten en triángulos o cuadrados. Todo
lo que cuenta aquí es la continuidad.
Sigue habiendo un vestigio de pensam iento m étrico: «cerrado»
es un concepto métrico. Pero a principios del siglo xx, incluso este vestigio
había sido eliminado, y las transform aciones topológicas cobraron vida
propia. El estatus de la topología creció rápidam ente hasta ocupar el centro
de la escena en matemáticas, incluso si de entrada parecía m uy extraño
y prácticamente libre de contenido. Con transform aciones tan flexibles,
¿qué podía ser invariante? Resultó que la respuesta era «m ucho». Pero el tipo
de invariante que se em pezó a descubrir no se parecía a nada antes
considerado en geometría. Conectividad: ¿cuántas piezas tiene este objeto?
Agujeros: ¿es un bloque macizo o está atravesado por túneles? Nudos: ¿cómo
está entrelazado, y cóm o pueden deshacerse los nudos? Para un topólogo,
un donut y una taza de café son idénticos; sin embargo, am bos son diferentes
de una bola redonda. Un nudo as de guía es diferente de un nudo de rizo,
pero dem ostrarlo requería todo un nuevo tipo de m aquinaria, y durante
m ucho tiem po nadie pudo dem ostrar que los nudos existían siquiera.
[214] H i S ’i'd H I A I) K li A S M A T B M Á T I C A S
Demostración de Cauchy
'<v.TÍü
de la fórmula de Descartes-Euler
Eliminamos una cara y extendem os la superficie del sólido en. un plano. Esto reduce C en
1-, de m odo que tenem os que dem ostrar que la configuración plana resultante de caras,
líneas y puntos tiene C —A 4- V — 1. Para conseguirlo, convertirnos prim ero todas las caras
en triángulos dibujando diagonales. Cada nueva diagonal dejaV inalterado, pero aum enta
A y C en 1, de m odo que C -^A 4- V sigue valiendo lo m ism o que antes. Ahora empezamos
a borrar aristas, partiendo del exterior. Cada borrado reduce C y A en 1, de m odo que
C - A + V sigue una vez m ás sin Cambios. Cuando ya no hay más caras que borrar, nos -
quedam os con un «árbol» de aristas y vértices que no contiene lazos cerrados. Uno a uno,
borram os los vértices terminales, junto con la arista que los une. Ahora A y V decrecen en
1, y de nuevo C —A + V queda inalterado. Finalmente este proceso se para al llegar a un
vértice solitario. Ahora C = 0, A = 0 y V = ], de m odo que C - A + V - 1, com o se requería.
¿Es válida la fórmula para todos los poliedros? No del todo. Un poliedro
con la forma de un marco de fotos, con secciones cuadradas e ingletes, tiene
16 caras, 32 aristas y 16 vértices, de m odo que aquí C + V —A — 0. La razón
de la discrepancia resulta ser la presencia de un «agujero». De hecho, si un
poliedro tiene g agujeros, entonces
C + V - A = 2 -2 g .
con sus aristas y vértices. Todo lo que cuenta yace en la superficie. En segundo
lugar, los únicos agujeros que cambian la num erología son los que atraviesan
por com pleto el poliedro: túneles con dos extremos, por así decir, no agujeros
com o los que cavan los obreros en la carretera. En tercer lugar, tales agujeros
no están «en» la superficie, aunque están de algún m odo delim itados por ella.
Cuando com pram os un donut, tam bién com pram os su agujero, incluso si en
este caso también com pram os el interior macizo del donut.
Es más fácil definir lo que significa «sin agujeros». Un poliedro
no tiene agujeros si puede ser deform ado de forma continua, creando
caras y aristas curvas, de m odo que se convierta en (la superficie de)
una esfera. Para estas superficies, C + V —E es siem pre 2. Y también es válida
la recíproca: si C + V - E = 2, entonces el poliedro puede deformarse para
dar una esfera.
El poliedro del marco de fotos no tiene el aspecto de poder ser deform ado
para dar una esfera; ¿dónde podría ir el agujero? Para una dem ostración
rigurosa de la im posibilidad no necesitamos buscar más lejos que el hecho de
que para este poliedro C + V —E = 0. Esta relación es imposible para
superficies que puedan deform arse hasta dar esferas. Por ello, la num erología
de los poliedros nos dice propiedades im portantes de su geometría, y dichas
propiedades pueden ser invariantes topológicos, inalterados bajo
deformaciones.
Problema de
los puentes C
de Konigsberg
B
G R O M E Tl i l ' A D E L A L Á M I N A E L Á S 'I' I DA [217]
g - - ( C + V - A —2 )/2 .
La cinta de Mobiiis
1.a topología tiene, algunas sorpresas. La más conocida es la cinta de Móbius (o banda de
M óbius) que puede formarse tom ando una larga cinta de papel y uniendo los extremos
tras darles m edio giro. Sin este giro, obtenem os un cilindro. La diferencia entre estas dos
superficies se hace patente si tratamos de pintarlas. Podemos-pintar de rojo la superficie
exterior de un cilindro y de .azul la interior. Pero si em pezam os a pintar una cinta
de M óbius de rojo por un lado, y continuam os hasta que
ha sido cubierta toda la parte de la superficie .que está conectada con la región roja,
term inam os pos cubrir toda ¡a-cinta de pintura roja.
La superficie «interior» está conectada con la
«exterior», gracias al m edio giro.
Otra diferencia aparece si cortam os la cinta a lo largo
de ja línea central. £1 cilindro se divide en dos piezas;
la. d n ta de M óbius sigue estando conectada.
de una relación que debe darse si existe un trayecto. Pero es evidente que tienen
un aire similar. Visto con más profundidad — y esto paso inadvertido durante
más de un siglo— ambos son invariantes bajo transform aciones continuas.
Las posiciones de los vértices y aristas no im portan: lo que cuenta es cóm o se
conectan entre sí. Ambos problem as parecerían «el m ism o» si los diagramas
se dibujaran en una lámina elástica y la lámina fuera distorsionada. La única
manera de crear diferencias significativas sería cortar o rasgar la lámina,
o pegar unas partes a otras, pero estas operaciones destruyen la continuidad.
El germ en de una teoría fue evidente para Gauss, que de cuando
en cuando causaba un gran revuelo insistiendo en la necesidad de una teoría
de las «propiedades geométricas básicas» de los diagramas. También desarrolló
un nuevo invariante topológico, que ahora llamamos el índice o número de enlace,
en un trabajo sobre magnetismo. Este núm ero determ ina cóm o se enrolla
una curva cerrada alrededor de otra. Gauss dio una fórm ula para calcular
el núm ero de enlace a partir de expresiones analíticas para las curvas.
Un invariante similar, el número de giros de una cuTva cerrada con respecto
a un punto, estaba im plícito en una de sus dem ostraciones del Teorema
Fundamental del Álgebra.
La influencia más im portante de Gauss en el desarrollo de la topología
llegó a través de uno de sus estudiantes, Johann Listing, y su ayudante
Augustus Móbius. Listing estudió con Gauss en 1834, y su obra Vorsttidien zur
Topologie introdujo la palabra «topología». El propio Listing habría preferido
llamar a la disciplina «geom etría de posición», pero esta expresión ya había
sido propuesta por Karl von Staudt para dar a entender «geom etría
proyectiva», de m odo que Listing tuvo que encontrar otra palabra. Entre otras
cosas, Listing buscó generalizaciones de la fórm ula de Euler para poliedros.
Fue Móbius quien hizo explícito el papel de las transformaciones
continuas. Móbius no era el más productivo de los matemáticos, pero tendía
a pensar todo de manera m uy detallada y completa. En particular, advirtió
que las superficies no siem pre tienen dos caras distintas, y puso com o ejem plo
la famosa cinta de Móbius. Esta superficie fue descubierta independientem ente
por M óbius y Listing en 1858. Listing lo publicó en Der Census raumlicher
Complexe, y Móbius lo hizo en un artículo sobre superficies.
Durante m ucho tiem po las ideas de Euler sobre poliedros fueron algo
marginal en matemáticas, pero varios matemáticos destacados em pezaron
a vislumbrar una nueva aproxim ación a la geometría, a la que llamaron
«analysis situs»; el análisis de la posición. Lo que tenían en m ente era
una teoría cualitativa de la forma, por sí misma, para com plem entar la más
tradicional teoría cuantitativa de longitudes, ángulos, áreas y volúmenes. Esta
visión em pezó a ganar terreno cuando cuestiones de este tipo em ergieron
de las investigaciones tradicionales en las matemáticas de la corriente
principal. Un paso clave fue el descubrim iento de conexiones entre el análisis
complejo y la geom etría de superficies, y el innovador fue Riemann.
12 2 0 ] I I I S T I ) H I A I) K 1, A S -M A T !’, M A T I C A S
La esfera de Riemann
La forma obvia de pensar en una función compleja f es interpretarla como
una aplicación de un plano com plejo en otro. La fórmula básica w = f(z)
para una función semejante nos dice que tom em os cualquier núm ero
com plejo z, le apliquemos f y deduzcam os otro núm ero complejo w
asociado con z. Desde el punto de vista geom étrico, z pertenece al plano
com plejo y w pertenece a lo que es de hecho una segunda copia
del plano complejo, independiente de la prim era.
Sin embargo, este punto de vista no resulta ser el más útil, y la razón
está en las singularidades. Las funciones complejas suelen tener puntos
«interesantes» en los que el com portam iento norm al y cóm odo se hace
terriblem ente inadecuado. Por ejemplo, la función f(z) = l /z se com porta bien
para todo z excepto 0. Cuando z — 0, el valor de la función es 1/0, que no
tiene sentido com o un núm ero com plejo ordinario, pero con un esfuerzo
de im aginación puede considerarse com o «infinito» con el sím bolo
En concreto, si z se aproxima m ucho a 0, entonces 1/z se hace muy
grande. En este sentido, infinito no es un núm ero sino un térm ino
que describe un proceso num érico: «hacerse tan grande com o uno quiera».
Gauss ya había advertido que los infinitos de este tipo crean nuevos tipos
de com portam iento en la integración compleja. Ellos importaban.
Riemann encontró útil incluir * entre los núm eros complejos,
y encontró una bella forma geom étrica de hacerlo. Coloquem os una esfera
unidad de m odo que esté situada sobre el plano complejo. Ahora asociamos
pum os en el plano con puntos en la esfera por «proyección estereográfica».
Es decir, unim os con una recu el pum o en el plano con el Polo Norte
de la esfera, y vemos dónde dicha recta corta a la esfera.
Esta construcción se denom ina la esfera de Riemann. El nuevo «punto en
el infinito» es el Polo Norte de la esfera, el único punto que no corresponde
a un punto en el plano complejo. Sorprendentem ente, esta construcción encaja
maravillosamente en los cálculos estándar en análisis com plejo, y ahora
ecuaciones com o 1/ 0 = * tienen perfecto sentido.
Los pum os en los que una función compleja f
tom a el valor ^ se llaman polos, y resulta
que se puede aprender m ucho sobre f
si se sabe dónde están sus polos.
La esfera de Riemann solamente
no habría atraído la atención hacia las
l cuestiones topológicas en análisis
La estera de Riemann
y el plano complejo
GEOMETUÍ A DE LA L Á M I N A ELÁSTI CA [221]
más fácil de visualizar. El análisis com plejo encuentra que, urológicam ente,
toda superficie de Riemann es o una esfera, o un toro, o un toro con dos
agujeros, o un toro con tres agujeros, etc. El núm ero de agujeros g se conoce
com o el género de la superficie, y es el mismo g que aparece en la generalización
de la fórmula de Euler a las superficies.
Superficies orlenfaities
El género resultó ser im portante por varias cuestiones profundas en análisis
com plejo, que a su vez atrajeron la atención sobre la topología de superficies.
Resultó entonces que hay una segunda clase de superficies, que difieren
de ¡os toros g-agujereados pero están íntim am ente relacionadas con ellos.
La diferencia es que los toros g-agujereados son superficies «ori entables»,
lo que intuitivam ente significa que tienen dos caras distintas. Heredan
esta propiedad de! plano complejo, que tiene una «cara superior» y una «cara
inferior», porque las escaleras de caracol se unen de tina forma que conserva
esta distinción. Si en su lugar unim os dos «pisos» de la escalera poniendo
un piso del revés, las caras aparentem ente diferentes se em palm an.
t: H() M E T U í A I) E I: A L Á M I N A ELÁSTICA [223]
La posibilidad de este tipo de unión fue resaltada por prim era vez por La botella de Klein.
Móbius, cuya cinta de Móbius tiene una sola cara y un solo borde. Klein fue La aparente
auto-intersección
un paso más allá y pegó idealm ente un disco circular a lo largo del borde es un artificio de
de la cinta de M óbius para elim inar por com pleto el borde. La superficie su representación
resultante, bautizada jocosam ente com o boLella de Klein, tiene una única cara en el espacio
tridimensional
y ningún borde. Si tratamos de dibujarla dentro del espado
tridimensional norm al, tiene que atravesarse a sí misma.
Pero com o superficie abstracta por sí m isma (o com o
una superficie dentro de un espacio tetradim ensional)
esta auto intersección no se da.
El teorema sobre toros g-aguje rea dos puede
reformularse así; cualquier superficie orientable
(de extensión finita sin bordes)
es topoíógicam ente equivalente a una esfera
con g asas extra (donde g podría ser 0). Hay
una clasificación similar de las superficies
no orientables (de una cara): pueden
formarse a partir de una superficie llamada
el plano proyectivo añadiendo g asas. La botella
de Klein es un plano proyectivo con un asa.
La com binación de estos dos resultados se
llama Teorema de Clasificación de Superficies.
Nos da, salvo equivalencia topológica, todas las
superficies posibles (de extensión finita sin bordes).
Con la dem ostración de este teorema la topología de espacios
bidimensionales — superficies— podía considerarse «conocida». Eso
no significaba que cualquier cuestión posible sobre superficies pudiera
resolverse sin más esfuerzo, pero daba un punto de partida razonable
para considerar cuestiones más complicadas. El Teorema de Clasificación
de Superficies es una herram ienta m uy potente en topología bidimensional.
Cuando pensamos en topología suele ser útil suponer que el espado en
cuestión es todo lo que existe. No hay necesidad de «insertarlo» en un espacio
circundante. Actuando así se centra la atención en las propiedades intrínsecas
del espacio. Una imagen vivida es la de una m inúscula criatura que vive en,
digamos, una superficie topológica. ¿Cómo podría tal criatura, ignorante de
cualquier espacio circundante, descubrir en que superficie habita? ¿Cómo
podem os caracterizar intrínsecamente tales superficies?
En 1900 se entendió que una m anera de responder a tales preguntas
es considerar lazos cerrados en la superficie y cóm o pueden deform arse estos
lazos. Por ejemplo, en una esfera cualquier lazo cerrado puede ser deform ado
de forma continua hasta ser reducido, o «contraído», a un punto. Por ejemplo,
el círculo del ecuador puede ser desplazado poco a poco hacia el Polo Norte,
haciéndose cada vez más pequeño hasta que coincide con el propio Polo Norte.
[ 2 2 4 ] n i k t o ii i a ni-: l a s m a t e m á t i c a s
íLa esfera tiene más equitativa. Hamilton dem ostró que la Conjetura
cu n at a ni con atante
de Poincaré bidimensional puede demostrarse utilizando
el flujo de Ricci. Lo que sucede, básicamente, es que
positiva. J una superficie en la que todos los lazos se contraen
(1 K O 11 K T H 1 A 1) K : A Ij Á M I N A li L Á S T I C A [227 ]
se simplifica tanto cuando sigue el flujo de R ica que term ina com o una esfera
perfecta. Ham ilton sugirió tam bién generalizar esta aproxim ación a tres
dim ensiones e hizo progresos en esta dirección, pero tropezó con algunos
obstáculos difíciles.
Perelman
En 2002 Grigori Perelman causó sensación al colocar varios artículos
en los arXiv, una página web para investigación en física y matemáticas
que perm ite a los investigadores ofrecer acceso público a trabajos que no han
pasado la «revisión por los pares», y que con frecuencia están aún en curso.
(El objetivo de la página web es evitar las largas dem oras que se producen
m ientras los artículos están siendo som etidos a revisión para su publicación
oficial. A nteriorm ente este papel lo desempeñaban los «preprints» informales.)
Estos artículos trataban evidentemente del flujo de Ricci, pero quedaba claro
que si el trabajo era correcto implicaría la conjetura de geom etrización,
y con ello la de Poincaré.
La idea básica es la sugerida por Hamilton, Empezar con una variedad
tridim ensional arbitraria, equiparla con una noción de distancia para
que tenga sentido el flujo de Ricci, y dejar que la variedad siga el flujo
y se simplifique. La com plicación principal es que pueden aparecer
singularidades en donde la variedad se estrangula y deja de ser suave.
En las singularidades el m étodo propuesto deja de ser válido. La nueva idea
consiste en cortarla cerca de una singularidad semejante, tapar los agujeros
resultantes y dejar que el flujo continúe. Si la variedad consigue simplificarse
por completo cuando tan sólo ha aparecido un núm ero finito de singularidades,
cada pieza soportará precisam ente una de las ocho geometrías, y la inversión
de las operaciones de corte («cirugía») nos dice cóm o pegar de nuevo esas
piezas para reconstruir la variedad.
La Conjetura de Poincaré es famosa por otra razón: es uno de los ocho
Problemas Matemáticos del Milenio seleccionados por el Instituto Clay,
y com o tal, su solución — adecuadam ente verificada— conlleva un premio
de un m illón de dólares. Sin embargo, Perelman tenía sus propias razones
para no querer el prem io — de hecho, no buscaba ninguna recompensa salvo
la solución misma— y por consiguiente no tenia ninguna razón fuerte para
ampliar sus a veces crípticos artículos en los arXiv para dar algo más adecuado
para su publicación.
Por consiguiente, los expertos en el área desarrollaron sus propias versiones
de las ideas, tratando de llenar cualquier laguna aparente en el argum ento y,
en general, ordenar el trabajo para hacerlo aceptable com o una demostración
genuina. Se publicaron varios de estos intentos, y ahora una versión global
y definitiva de la demostración de Perelman ha sido aceptada por la comunidad
topológica. En 2006 se le concedió una medalla Fields por su trabajo en esta
área, que el rechazó. No todo el m undo ansia la fama universal.
(i H O M E T H í A l ) K L A LÁMINA KLÁSTICA [229]
La cuarta dimensión
El arte del escritor de ciencialicdón está en elim inar la incredulidad, y Wells
la consiguió inform ando a sus lectores de que «el profesor Simón Newcomb
estaba exponiendo esto ante la Sociedad Matemática de Nueva York hace
tan sólo un mes». Aquí Wells se estaba refiriendo probablem ente a un suceso
real; sabemos que aproxim adam ente en esas fechas, Newcomb, un astrónom o
prominente, dio una conferencia sobre el espacio tetradimesional. Su conferencia
reflejaba un cambio im portante en el pensam iento m atem ático y científico,
pues liberaba a estas disciplinas de la hipótesis tradicional de que el espacio
debe tener siempre tres dimensiones. Esto no implica que el viaje en el tiem po
sea posible, pero daba a Wells una excusa para hacer observaciones penetrantes
sobre la naturaleza hum ana actual llevando a su viajero en el tiem po
a un futuro perturbador.
La máquina del tiempo, publicada en 1895, sintonizaba con una obsesión
victoriana con la cuarta dim ensión, que invocaba una dim ensión adicional
e invisible del espacio com o un lugar donde residían fantasmas, espíritus
o incluso Dios. La cuarta dim ensión era defendida por
charlatanes, explotada por novelistas, objeto de especulación
para científicos y formalizada por matemáticos. En sólo unas
■ La cuarta
décadas, el espacio tetradim ensional no sólo era estándar dimensión
en matemáticas: también lo eran espacios con cualquier era defendida
núm ero de dim ensiones — cinco, diez, mil millones, incluso
infinito. Las técnicas y tópicos de la geometría multidimensional
por charlatanes,
eran utilizados rutinariam ente en todas las ramas de la ciencia, explotada
incluso en la biología y la economía. por novelistas... J
[ 2 3 2 ] H I K T O R I A lili l , AS M A T E M Á T I C A S
Los espacios de dim ensiones más altas siguen siendo casi desconocidos
fuera de la com unidad científica, pero muy pocas áreas del pensamiento
hum ano podrían funcionar ahora eficazmente sin estas técnicas, por remotas
que puedan parecer de los asuntos hum anos ordinarios. Los científicos que
tratan de unificar las dos grandes teorías del universo físico, la relatividad
y la mecánica cuántica, especulan con que el espacio puede tener realmente
nueve dim ensiones, o diez, en lugar de las tres que norm alm ente percibimos.
Recordando el revuelo causado por la geom etría no euclidiana, el espacio
de tres dim ensiones es visto cada vez más com o una posibilidad entre muchas,
en lugar del único tipo de espacio que es posible.
Estos cambios se han producido porque la interpretación que se da ahora
a térm inos com o «espacio» y «dim ensión» es más general: coincide
con los significados usuales del diccionario en los contextos familiares
de una pantalla de televisor o nuestros entornos norm ales, pero abre nuevas
posibilidades. Para los matemáticos, un espacio es una colección de objetos
junto con una noción de «distancia» entre dos cualesquiera de dichos
objetos. Siguiendo la idea de coordenadas de Descartes, podem os definir
la dim ensión de dicho espacio com o cuántos números se requieren
para especificar un objeto. Si com o objetos tom am os los puntos, y utilizamos
la noción usual de distancia en el plano o en el espacio, encontram os
que el plano tiene dos dim ensiones y el espacio tiene tres. Sin embargo,
otras colecciones de objetos pueden tener cuatro dim ensiones, o más,
dependiendo de cuáles sean los objetos.
Supongamos, por ejemplo, que los objetos son esferas en el espacio
tridim ensional. Se necesitan cuatro núm eros (x, y, z, r) para especificar
una esfera: tres coordenadas (x,y,z) para su centro, más el radio r. Por lo tanto,
el «espacio» de todas las esferas en el espacio ordinario tiene cuatro
dimensiones. Ejemplos com o éste m uestran que cuestiones matemáticas
naturales pueden llevar fácilmente a espacios de dim ensiones superiores.
En realidad, las matemáticas m odernas van más lejos. En abstracto,
el espacio de cuatro dim ensiones se define com o el conjunto de todas
las cuádruplas (xt, Xj, x^, x+) de núm eros. Más en general, el espacio de n
dim ensiones — para cualquier entero n— se define com o el conjunto de todas
las n-tuplas (x,, X j,..., xn) de núm eros. En cierto sentido, en eso consiste todo;
la noción intrigante y desconcertante de m uchas dim ensiones se reduce
a una trivialidad: largas listas de números.
Este punto de vista es ahora claro, pero históricam ente se necesitó
m ucho tiem po para quedar establecido. Los matem áticos discutían, a veces
con vehemencia, sobre el significado y la realidad de espacios de dimensiones
superiores. Se necesitó casi un siglo para que las ideas llegaran a ser
am pliam ente aceptadas. Pero las aplicaciones de tales espacios, y la imaginería
geom étrica que conllevaban, se m ostraron tan útiles que las cuestiones
matemáticas subyacentes dejaron de ser controvertidas.
El espacio trl- o letra-dimensional
Es irónico que la concepción actual de espacios
de dim ensiones superiores surgiera del álgebra,
y no de la geometría, com o consecuencia de
un intento fallido de desarrollar un sistema
de núm eros tridim ensional, análogo al sistema
bidimensional de los núm eros complejos.
La distinción entre dos y tres dim ensiones
se rem onta a los Elementos de Euclides.
La prim era parte del libro trata de la geom etría
del plano, un espacio de dos dimensiones.
La segunda parte trata de la geom etría sólida:
la geometría del espacio tridim ensional. Hasta
el siglo xix la palabra «dim ensión» se limitaba
a estos contextos familiares.
La geom etría griega era una formalización
amilton fue
de los sentidos hum anos de la vista y el tacto,
que perm iten a nuestros cerebros construir
[ tan precoz en matemáticas
que tue nombrado catedrático de Astronomía en
modelos internos de relaciones de posición el Trinity Coltege de Dublln a la edad de 21 años
en el m undo exterior. Estaba restringida por cuando aún era estudiante. Este nombramiento
le convertía en el astrónomo real de Irlanda, Hizo
las limitaciones de nuestros propios sentidos
numerosas contribuciones a las matemáticas, pero
y las del m undo en que vivimos. Los griegos aquella que él mtBmo consideraba más importante
pensaban que la geom etría describía el espacio áre la invención de Jos cuatemiones. Él nos dice
real en el que vivimos, y suponían que que °Los cuatemiones ... empezaron su vida,
plenamente formados, el 16 de octubre de 1B43.
el espacio físico tenía que ser euclidiano. La
cuando yo caminaba con Lady Hamilton hacia
pregunta matemática «¿puede existir un espacio Dublin, y llegamos al Puente Brougham. Es decir,
tetradimensional en un sentido conceptual?» yo sentí entonces que se cerraba el circuito
se confundía con la pregunta física «¿puede existir galvánico del pensamiento, y las chispas que
saltaron eran las ecuaciones fundamentales entre
un espacio real con cuatro dimensiones?». Y esa i, j, k; exactamente tales como las he utilizado
pregunta se confundía además con «¿puede desde entonces. Saqué, al momento, una libreta,
haber cuatro dim ensiones dentro de nuestro propio que aún existe, e hice un apunte de lo que, en
ese mismo Instante, sentí que era algo en lo que
espacio familiar?», para la que la respuesta
valdría ta pena trabajar al menos durante los diez
es «no». Por ello era una creencia general (o podrían ser quince! años siguientes. Sentí que
que el espacio tetradim ensional es imposible. en ese momento habla resuelto un problema,
La geometría em pezó a liberarse de este que habia aliviado una necesidad intelectual que
me perseguía desde hacía al menos quince años».
punto de vista restringido cuando tos algebristas
Hamilton grabó Inmediatamente la ecuación
del Renacimiento en Italia tropezaron sin querer P = p = fr2 = >¡k - 1
con una profunda ampliación del concepto en la manipostería del puente.
de núm ero, al aceptar la existencia de una raíz
cuadrada de m enos uno, Wallis, Wessel, Argand
y Gauss estudiaron cóm o interpretar los núm eros complejos resultantes com o
puntos en un plano, liberando a los núm eros de las ataduras unidimensionales
de la recta real. En 1837, el m atem ático irlandés William Rowan Hamilton
[234] H I S T O U l A Í)E L A S M A T E M Á T I C A S
(x, y) + (u. v) = (x + u, y + v)
ideas habían sido desarrolladas por conveniencia de uso antes que por elegancia
matemática. Sus notas fueron desarrolladas por Edwin W ilson, y ambos
publicaron un libro conjunto Análisis vectorial en 1901. Heaviside dio con
las mismas ideas generales en el prim er volumen de su Teoría electromagnética
en 1893 (los otros dos volúm enes aparecieron en 1899 y 1912).
Los diversos sistemas — cuaterniones de Hamilton, núm eros hlpercomplejos
de Grassmann y vectores de Gibbs— convergieron rápidam ente hacia la misma
descripción matemática de un vector: es una tripleta de núm eros (x, y, r).
Al cabo de 250 años, los matem áticos y físicos del m undo habían vuelto
a Descartes — pero ahora la notación de coordenadas era sólo parte
de la historia. Las tripletas no sólo representaban puntos: representaban
m agnitudes dirigidas. Eso suponía una enorm e diferencia— no para
el formalismo, sino para su interpretación, su significado físico.
Los matemáticos se preguntaban cuántos sistemas de números hipercomplejos
podría haber. Para ellos la pregunta no era «¿son útiles?», sino «¿son
interesantes?». Por eso. los matemáticos se centraron principalm ente en las
propiedades algebraicas de sistemas de números hipercomplejos, para cualquier n.
Había, de hecho, espacios n-dim ensionales, pero de entrada todo el m undo
pensaba algebraicamente y los aspectos geom étricos eran minimizados.
Geometría diferencial
Los geómetras respondieron a la invasión de su territorio por parte de los
algebristas reinterpretando geom étricam ente los núm eros hipercomplejos.
La figura clave en esto fue Riemann. El estaba trabajando para su «Habilitación»,
que le daría derecho a cobrar tasas de m atrícula a sus
estudiantes. Los candidatos a la Habilitación debían
■ Riemann estaba dar una lección especial sobre su propia investigación.
aterrorizado; le Siguiendo el procedim iento habitual, Gauss pidió
disgustaba hablar a Riemann que propusiera varios temas, entre los
en público y no que Gauss haría la elección final. Una de las propuestas
de Riemann fue «Sobre las hipótesis que yacen en los
había elaborado poi* fundam entos de la geom etría», y Gauss, que había estado
completo sus ideas. 4 pensando sobre la misma cuestión, eligió ese tema.
Riemann estaba aterrorizado; le disgustaba hablar
en público y no había elaborado por com pleto sus ideas. Pero lo que tenía en
m ente era explosivo; una geom etría de n dim ensiones, por lo que entendía
un sistema de n coordenadas (xlt Xi. ... ,x„), equipado con una noción
de distancia entre puntos próximos. Llamaba a tal espacio una variedad.
Esta propuesta ya era suficientemente radical, pero había otra característica
aún más radical: las variedades podían estar curvadas. Gauss había estado
estudiando la curvatura de superficies y había obtenido una bella fórmula
que representaba la curvatura intrínsecamente, es decir, en térm inos
de la superficie sola, no del espacio en el que está inmersa.
L A C U A lí T A I) I M K N S I Ó N [ 2 3 7 ]
Riemann había intentado desarrollar una fórm ula similar para la curvatura
de una variedad, generalizando la fórm ula de Gauss a n dim ensiones.
Esta fórmula sería también intrínseca a la variedad, no haría uso explícito
de ningún espacio continente. Los esfuerzos de Riemann por desarrollar
la noción de curvatura en un espacio de n dim ensiones le llevaron al borde
de un ataque de nervios. Lo que em peoraba las cosas era que al m ism o tiem po
estaba ayudando a Weber, el colega de Gauss, que estaba tratando de entender
la electricidad. Riemann siguió luchando, y el intercam bio entre fuerzas eléctrica
y magnética le llevó a un nuevo concepto de «fuerza» basado en la geometría.
Tuvo la misma intuición que décadas después llevó a Einstein a la relatividad
general: las fuerzas pueden ser reemplazadas por la curvatura del espacio.
En la mecánica tradicional los cuerpos viajan en línea recta a m enos que
sean desviados por una fuerza. En geom etrías curvas, las líneas rectas no tienen
por qué existir y las trayectorias son curvas. Si el espacio es curvo, lo que se
experim enta cuando se está obligado a desviarse de una línea recta se siente
com o una fuerza. Ahora Riemann tuvo la intuición que necesitaba para elaborar
su lección, que dio en 1854. Fue un triunfo importante. Las ideas se difundieron
rápidamente. Pronto los científicos estaban dando charlas de divulgación sobre
la nueva geometría. Entre ellos estaba H erm ann von Helmholtz, quien dio
charlas sobre seres que vivían en una esfera o alguna otra superficie curva.
Los aspectos técnicos de la geom etría de variedades de Riemann, ahora
llamada geom etría diferencial, fueron desarrollados por Eugenio Behrami,
Elwin Bruno Christoffel y la escuela italiana de Gregorio Ricci y Tulio Levi-
Civita. Más tarde, su trabajo iba a ser precisamente lo que Einstein necesitaba
para la relatividad general.
Álgebra m atricial
También los algebristas habían estado ocupados, desarrollando técnicas
computacionales para álgebras de n-variables — el sim bolism o formal del
espacio n-dimensional. Una de estas técnicas era el álgebra de matrices, tablas
rectangulares de núm eros, introducidas por Cayley en 1855. Este formalism o
surgía de manera natural de la idea de un cam bio de coordenadas. Se había
hecho un lugar com ún simplificar fórmulas algebraicas reem plazando
variables tales com o x e y por com binaciones lineales, por ejemplo
u = ax + by
v = ex + dy
_V. ,c i, . y .
[ 2 3 8 ] H J S T O K I A I> K I. A S M A T K M A T I f A S
Espacio «real»
¿Existen las dim ensiones superiores? La respuesta depende, por supuesto, de
lo que entendem os p or «existe», pero La gente no suele entender este tipo
de cosas, especialmente cuando despiertan sus em ociones. La cuestión pasó
a prim er plano en 1869. En un famoso discurso en la Asociación Británica,
más tarde reim preso com o Un ruego para el matemático, James Joseph
Sylvester señaló que la generalización es una m anera im portante de avanzar
en matemáticas. Lo que im porta, decía Sylvester, es lo que es concebible,
no lo que corresponde directam ente a La experiencia física. Añadía que
con algo de práctica es perfectamente posible visualizar cuatro dim ensiones,
de m odo que el espacio tetradim ensional es concebible.
Esto enfureció tanto al erudito shakespeariano Clement Ingleby que éste
invocó al gran filósofo Im m anuel Kant para dem ostrar que la tridimensional
es una propiedad esencial del espacio, eludiendo por com pleto la observación
de Sylvester. La naturaleza del espacio real es irrelevante para las cuestiones
matemáticas. De todas formas, durante algún tiem po la mayoría de
los matemáticos británicos se pusieron del lado de Ingleby. Pero algunos
matemáticos del continente no lo hicieron. Grassmann dijo: «Los teoremas
[ 2 4 0 ] H I S T O R I A I)K L A S MATEMÁTICAS
Espacios multi-dlmenslonales
Al final, Sylvester ganó el debate. Hoy día los matem áticos consideran que algo
«existe» si no es lógicam ente contradictorio. Puede contradecir la experiencia
física, pero eso es irrelevante para la existencia matemática. En este sentido,
los espacios m ultidim ensionales son tan reates com o los familiares espacios
de tres dim ensiones, porque es igual de fácil dar una definición formal.
Las matemáticas de los espacios m ultidim ensionales, tal com o ahora
se conciben, son puram ente algebraicas y basadas en generalizaciones
«obvias» de espacios de baja dim ensión. Por ejemplo, todo punto en el plano
(un espacio bidimensional) puede especificarse por sus dos coordenadas,
y todo punto en el espado tridim ensional puede especificarse por sus tres
coordenadas. Sólo hace falta un corto paso para definir un punto en el espacio
tetradim ensional com o un conjunto de cuatro coordenadas y, más en general,
para definir un punto en un espado n-dim ensional com o una lista de n
coordenadas. Entonces el propio espacio n-dim ensional (o n-espacio para
abreviar) es sim plemente el conjunto de todos esos puntos.
M anipulaciones algebraicas similares nos dan la distancia entre dos puntos
cualesquiera en el n-espacio, el ángulo entre dos rectas, y demás. A partir de
ello, es cuestión de imaginación: las formas geométricas más razonables en dos
o tres dim ensiones tienen análogas directas en n dim ensiones, y la manera de
encontrarlas consiste en describir las formas familiares utilizando el álgebra
de coordenadas y luego extender dicha descripción a n coordenadas.
Por ejemplo, un círculo en el plano, o una esfera en el 3 -espacio, consiste
en todos los puntos que se encuentran a una distancia fija (el radio) de
un punto escogido (el centro). El análogo obvio en el n-espacio es considerar
LA C l ' A K T A DIMENSIÓN [241]
Coordenadas generalizadas
Otro estím ulo para la geom etría m ultidim ensional fue la reformulación
que hizo Hamilton en 1835 de la mecánica en térm inos de «coordenadas
generalizadas», un desarrollo iniciado por Lagrange en su Mecánico analítico de
1788. Un sistema mecánico tiene tantas de estas coordenadas com o «grados
de libertad», es decir, maneras de cambiar su estado. De hecho, «núm ero de
grados de libertad» es sólo una manera disfrazada de decir «dim ensión».
Por ejemplo, se necesitan seis coordenadas generalizadas para especificar la
configuración de una bicicleta rudim entaria: una para especificar el ángulo de!
manillar con respecto al cuadro, una para cada una de las posiciones angulares
de las dos ruedas, otra para el eje de los pedales, dos más para las posiciones
rotacionales de tos propios pedales. Una bicicleta es, por supuesto, un objeto
tridim ensional, pero el espacio de las configuraciones posibles de la bicicleta
es seis-dimensional, que es una de las razones por las que aprender a ir en
bicicleta es difícil hasta que se coge el tranquillo. El cerebro tiene que construir
una representación interna de cóm o interaccionan estas seis variables — tiene
que aprender a navegar en la geom etría seis-dim ensional del es pació-bicicleta.
En el caso de una bicicleta en m ovim iento hay tam bién seis correspondientes
velocidades de las que ocuparse: la dinám ica es, en esencia, doce-dimensional.
Hacia 1920 esta concurrencia de física, matemáticas y mecánica había
triunfado, y el uso del lenguaje geom étrico para problem as de muchas
variables — geom etría m ultidim ensional— había dejado de sorprender,
excepto quizá a los filósofos. En i 950 el proceso había ido tan lejos que
la tendencia natural de los matem áticos era form ular todo en n dimensiones
desde el principio. Limitar las teorías a dos o tres dim ensiones parecía un
confinam iento anticuado y ridículo.
El lenguaje del espacio de dim ensiones superiores se difundió rápidamente
a todas las áreas de la ciencia, e incluso invadió disciplinas com o la economía
-A ( C A U T A IHAIKXKIÓN [243]
y la genética. Los virólogos actuales, por ejem plo, consideran los virus com o
«pum os» en un espacio de secuencias de ADN que fácilmente podría tener
varios centenares de dimensiones. Por esto entienden que los genomas
de dichos virus tienen una longitud de varios centenares de bases de ADN;
pero la imagen geom étrica va más allá de la m era metáfora; proporciona
un m odo eficaz de pensar el problema.
Nada de esto significa, no obstante, que exista el m undo de los espíritus,
que los fantasmas tengan ahora un hogar creíble, o que un día podamos
(com o en Planilandia de Edwin Abbot) recibir la visita de la Hiperesfera, una
criatura de la Cuarta Dim ensión, que se nos manifestaría com o una esfera cuyo
tam año cambiara m isteriosamente, capaz de contraerse
hasta un punto y desaparecer de nuestro universo. Sin
embargo, los físicos que trabajan actualmente en la teoría ■ Nuestro universo
de supercuerdas piensan que nuestro universo realmente realmente puede
puede tener diez dim ensiones, no cuatro. Ahora piensan tener diez
que nunca advertiremos las seis dim ensiones extra porque
están enrolladas de una form a dem asiado apretada para
dimensiones. J
que las podam os detectar.
La geometría m ultidim ensional es una de las áreas más espectaculares
en que las matemáticas parecen perder todo contacto con la realidad. Puesto
que el espado físico es tridimensional, ¿cómo pueden existir espacios de cuatro
o más dimensiones? E incluso si pueden definirse m atem áticamente, ¿cómo
pueden ser útiles?
El error aquí está en esperar que las matemáticas sean una traducción
literal y obvia de la realidad, observada de la forma más directa. Estamos
rodeados de objetos que pueden describirse m ejor por un gran núm ero
de variables, los «grados de libertad» de dichos objetos. Por ejem plo, para fijar
la posición de un esqueleto hum ano se requieren al m enos 100 variables. Desde
el pum o de vista matemático, la descripción natural de tales objetos es en
térm inos de espacios de alta dim ensión con una dim ensión para cada variable.
Los matemáticos necesitaron m ucho tiem po para formalizar tales
descripciones, y todavía más tiem po para convencer a todos los demás de
que eran útiles. Hoy día se han introducido tanto en el pensamiento
científico que su uso se ha convertido en un acto reflejo. Son algo estándar
en economía, biología, física, ingeniería, astronom ía...; la lista es interminable.
La ventaja de la geom etría de altas dim ensiones es que acude
a las capacidades visuales humanas para tratar problem as que inicialmente
no son nada visuales. Puesto que nuestros cerebros están adaptados
ai pensamiento visual, esta formulación puede llevar con frecuencia a intuiciones
insospechadas, no fácilmente obtenibles por otros métodos. A veces, conceptos
matemáticos que no tienen una conexión directa con el m undo real tienen
conexiones indirectas más profundas. Son esos vínculos ocultos los que hacen
tan útiles las matemáticas.
[ 2 4 4 ] H I H T O R i A I) E 1, A H M A T E M Á T I V A S
*
0 1
Mientras la superestructura do las m a t e m á t i c a s se ha cía
c a d a vez m á s g r a n d e , un p e q u e ñ o n ú m e r o de m a t e m á t i c o s e m p e z a r o n
a p r e g u n t a r s e si los c i m i e n t o s p o d ía n s o p o r t a r su peso, t ’n a se rie
do c ris is de f u n d a m e n t o s — en p a r t i c u l a r las c o n t r o v e r s i a s
so h re los c o n c e p t o s b á sic o s del c á l c u l o i n f i n i t e s i m a l y la c o n f u s i ó n
g e n e r a l s o b r e las s e r i e s d e F o u r i e r — h a b í a n d e j a d o c l a r o
(pie los c o n c e p t o s m a t e m á t i c o s d e b e n d e f i n i r s e con m u c h o c u i d a d o
v p r e c isió n para- e v i t a r e sco llo s lógicos. De lo c o n t r a r i o las t o r r e s
de d e d u c c ió n de la d i s c ip l i n a p o d r í a n c o l a p s a r f á c i l m e n t e
en c o n t r a d i c c i o n e s lógicas, d e b id o a a l g u n a v a g u e d a d o a m b i g ü e d a d
subyacentes.
Dedekind
En 1858, m ientras im partía un curso sobre la materia, Dedekind se preocupó
por la base del cálculo infinitesimal. No por su uso de los límites, sino por
el sistema de los núm eros reales. Publicó sus pensam ientos en I 872
com o Stetigkeit unJ Irracionales Zahlen, en donde señalaba
que propiedades aparentem ente obvias de los núm eros
reales nunca habían sido dem ostradas de una manera ■ Nadie había
rigurosa. Como ejem plo citaba la ecuación /2 /3 = /6 . probado realmente
«Obviamente» este hecho se deduce elevando al cuadrado (pie existieran los
ambos m iem bros de la ecuación — salvo que
la multiplicación de núm eros irracionales nunca había
números reales. J
sido realmente definida— . En su libro de 1888 Was Sind
und ivas Soilen die Zahlen? (¿Qué son los núm eros, y qué significan?),
puso de m anifiesto serias lagunas en los fundam entos lógicos del sistema
de los núm eros reales. Nadie había probado realmente que existieran
los núm eros reales.
También propuso una forma de llenar estas lagunas, utilizando lo que ahora
llamamos cortaduras de Dedekind. La idea consistía en partir de un sistema
de núm eros establecido, los núm eros racionales, y entonces «tirar de»
este sistema para obtener el sistema más rico de los núm eros reales.
Su aproximación consistía en partir de las propiedades requeridas
de los núm eros reales, encontrar alguna m anera de reformularlas únicam ente
en térm inos de núm eros racionales y luego invertir el procedim iento,
interpretando dichas características de los núm eros racionales com o
[2 4 8 ] HISTOLílA CE LAS MATEMÁTICAS
L x fí
Dedekind dem ostró que si, por razón del argum ento, suponem os
que existen los núm eros reales, entonces con cualquier núm ero real puede
asociarse una cortadura que satisface estas dos propiedades, form ando
el conjunto R de todos los racionales que son mayores que el núm ero real
y el conjunto L de todos los racionales que son m enores o iguales que dicho
núm ero real. (La condición final es necesaria para asociar una cortadura
con cualquier núm ero racional. No querem os dejarlos fuera.) Aquí «L» y «R»
pueden leerse com o «izquierda» y «derecha» en la imagen habitual de la recta
de núm eros reales.
Estos dos conjuntos L y R obedecen a algunas condiciones bastante
restrictivas. En prim er lugar, todo núm ero racional pertenece a exactamente
uno de ellos. En segundo lugar, todo núm ero en R es mayor que cualquier
núm ero en L. Finalmente, hay una condición técnica que se ocupa de los
propios núm eros racionales; L puede o no puede tener un m iem bro máximo,
pero R nunca tiene un m iem bro m ínim o. Llamamos una cortadura a cualquier
par de subconjuntos de los racionales con estas propiedades.
Con ingeniería inversa no necesitamos suponer que los núm eros reales
existen. En su lugar, podem os utilizar cortaduras para definir núm eros reales,
de m odo que un núm ero real es efectivamente una cortadura. Habitualmente
no es así com o pensamos en un núm ero real, pero Dedekind com prendió que
L A F O It M A D F L A L Ó O H ' A [249 ]
a los racionales. ¿Cómo sabemos que los núm eros racionales existen? Bien,
si suponem os que los enteros existen, esto es fácil: definim os un racional p /q
com o un par de enteros (p,q) y elaboramos las sumas
Luego definió los núm eros 1 ,2 y asi sucesivamente en térm inos de dichos
axiomas, esencialmente haciendo
I = s(0)
2 = 5(5( 0 ))
Conjuntos y clases
En los años ochenta del siglo xix Gottlob Frege trató de resolver esta cuestión
conceptual construyendo núm eros naturales a partir de objetos aún más
simples; a saber, conjuntos, o «clases» com o él les llamaba. Su punto de partida
era la asociación estándar de los núm eros con la actividad de contar. Según
Frege, «dos» es una propiedad de aquellos conjuntos — y sólo aquellos— para
los que se puede establecer una correspondencia uno-a-uno con un conjunto
estándar (a, b) que tiene m iem bros diferentes a y b. Por lo tanto
pueden hacerse corresponder con {a, b}, de m odo que todos «determ inan»
-—cualquier cosa que eso signifique-— el m ism o núm ero.
Por desgracia, utilizar una lista de conjuntos estándar com o núm eros parece
una petición de principio; es m uy parecido a confundir un sím bolo con lo que
representa. Pues ¿cómo podem os caracterizar «una propiedad de aquellos
conjuntos que pueden emparejarse uno a uno con el conjunto estándar»?
¿Qué es una «propiedad»? Frege tuvo una intuición maravillosa. Hay un
conjunto bien definido que está asociado con cualquier «propiedad», a saber,
el conjunto que consiste en todo lo que posee dicha propiedad. La propiedad
«prim o» está asociada con el conjunto de todos los núm eros primos;
la propiedad «isósceles» está asociada con el conjunto de todos los triángulos
isósceles, y así sucesivamente.
Por ello Frege propuso que el núm ero «dos» es el conjunto que com prende
todos los conjuntos para los que puede establecerse una correspondencia
uno-a-uno con el conjunto estándar (o,b). Más en general, un número
es el conjunto de todos los conjuntos para los que puede establecerse
La paradoja de Russell m m
Una versión mentís formal de la parado] a ‘propuesta por. Russell es la del barbero del pueblo,
que afeita a todos los que nu se afeitan a sí mismos. ¿Quién afeita al barbero? Si él no se.
afeita a sí mismo, entonces por definición es afeitado por el barbero del pueblo; jél mismo!
Si él se afeita a sí mismo, entonces,es afeitado por el barbero: que, una vez más, es él mismo.
Aparté de'varios «am años» — el barbero es una mujer, por ejem plo— , la única ■
conclusión posible es que no existe tal barbero. Russell reform uló esta paradoja
en térm inos de:conjuntos. Definimos un conjunto X que consiste en todos los conjuntos
que no son m iem bros de sí mismos. ¿Es X un m iem bro de si m ismo, o no lo es? Sí no
lo es, entonces p o r definición pertenece a X: él m ismo. Si lo es, un m iem bro de sí mismo,
entonces com o todos los m iem bros de X, no és un m iem bro de sí mismo. Esta vez no hay
salida; los conjuntos femeninos no son aún parte de la em presa matemática.
una correspondencia uno-a-uno con cualquier conjunto dado. Así, por ejemplo,
el núm ero 3 es el conjunto
{ ...{a, b,cj, {un gato, otro gato, otro gato más}, {X, Y, Z},...}
del dom inio de los conjuntos a cualesquiera que sean m iem bros de sí mismos.
Pero nunca se sintió realmente satisfecho con esta propuesta.
Russell, por su parte, trató de reparar la laguna que había en la construcción
de Frege de los núm eros naturales a partir de conjuntos. Su idea consistía en
restringir el tipo de propiedades que podían utilizarse para definir un conjunto.
Por supuesto, él tenía que encontrar una dem ostración de que este tipo
restringido de propiedad nunca llevaba a una paradoja. En colaboración con
Alfred North W hitehead, llegó a una complicada y técnica «teoría de tipos»
que conseguía ese objetivo. Escribieron su aproximación en los tres tomos de
Principia Mathematica, de 1910-1913. La definición del núm ero 2 en el prim er
volumen y el teorem a 1 + 1 = 2 se dem uestra el segundo. Sin embargo, los
Principia Mathematica no acabaron con el debate sobre los fundamentos. La propia
teoría de tipos era cuestionable. Se requería algo más simple y más intuitivo.
Cantor
Estos análisis del papel fundamental del acto de contar como base de los números
üevaron a uno de los más audaces descubrim ientos en todas las matemáticas:
la teoría de Cantor de los núm eros transfinitos: diferentes tamaños de infinito.
El infinito, con diferentes máscaras, parece inevitable en matemáticas.
No hay un núm ero natural m áxim o —-porque añadir uno siempre produce
un núm ero aún más grande— de m odo que hay infinitos núm eros naturales.
La geometría de Eudides tiene lugar en un plano infinito, y él demostró también
que hay infinitos núm eros prim os. En la carrera hacia el cálculo infinitesimal,
varias personas, entre ellas Arquímedes, encontraron útil considerar un área
o un volumen com o la suma de muchas rebanadas infinitamente delgadas. En los
primeros días del cálculo infinitesimal la misma imagen de áreas y volúmenes
fue utilizada con fines heurísticos, incluso si las demostraciones reales tomaban
una forma diferente. Estas apariciones del infinito podían parafrasearse
en términos finitos para evitar varias dificultades filosóficas. En lugar de decir
«hay infinitos núm eros naturales», por ejemplo, podem os decir «no hay
un núm ero natural máximo». En esenda, infinito se está considerando aquí
com o un proceso que puede prolongarse sin ningún límite concreto, pero
que no está completado realmente. Los filósofos llaman a este tipo de infinito
«infinito potencial». Por el contrario, el uso explícito de infinito com o objeto
matemático en sí mismo es el «infinito actual».
Los matemáticos anteriores a Cantor habían advertido que los infinitos
actuales tenían características paradójicas. En 1632 Galileo escribió sus Diálogos
sobre los dos sistemas máximos del mundo, en donde dos personajes de ficción,
el sagaz Salviati y el profano inteligente Sagredo, discuten las causas de las mareas
a partir de los puntos de vista geocéntrico y heliocéntrico. Toda m ención
de las mareas fue eliminada a requerim iento de las autoridades de la Iglesia,
lo que convertía el libro en un ejercicio hipotético que en cualquier caso
constituía un poderoso argumento a favor de la teoría heliocéntrica de Copérnico.
[ 2 5 4 ] II I S T O It t A [>E L A S MATEMÁTICAS
De paso, ios dos personajes discuten algunas de las paradojas del infinito.
Sagredo pregunta «¿hay más núm eros que cuadrados?» y señala que puesto
que la mayoría de los núm eros naturales no son cuadrados perfectos,
la respuesta debe ser «sí». Salviati responde que a todo núm ero se le puede
hacer corresponder su cuadrado:
1 2 3 4 5 6 7 ...
1 4 9 16 25 36 49 ...
Por consiguiente debe haber tantos núm eros naturales com o cuadrados,
de m odo que la respuesta es «no».
Cantor resolvió estas dificultades al reconocer que, en el diálogo,
el adverbio «m ás» se está utilizando de dos maneras diferentes. Sagredo está
señalando que ei conjunto de todos los cuadrados es un subconjunto propio
del conjunto de todos los núm eros naturales. La postura de Salviati es más
sutil: hay una correspondencia uno-a-uno entre el conjunto de los cuadrados y
el conjunto de todos los núm eros naturales. Los dos enunciados son diferentes,
y am bos pueden ser verdaderos sin llevar a ninguna contradicción.
Siguiendo esta línea de pensam iento, Cantor se vio llevado a la invención
de una «aritmética del infinito» que expücaba las paradojas anteriores mientras
introducía algunas nuevas. Cantor em pezó a pensar en conjuntos debido
a algunas cuestiones difíciles que se planteaban en análisis de Fourier, de modo
que las ideas estaban enraizadas en teorías matemáticas convencionales. Pero
las respuestas que descubrió eran tan extrañas que m uchos matemáticos
de la época las rechazaron de plano. Otros, no obstante, com prendieron
su valor, en especial David Hilbert, quien afirmó; «Nadie nos expulsará
del paraíso que ha creado Cantor».
Tamaño de conjuntos
El punto de partida de Cantor era el concepto ingenuo de un conjunto, que es
una colección de objetos, sus miembros. Una manera de especificar un conjunto
es hacer una lista de sus m iem bros, poniéndolos sim plem ente entre paréntesis.
Por ejemplo, el conjunto de todos los núm eros naturales entre 1 y 6 se escribe
{ 1, 2 , 3 , 4 , 5 . 6 }
Los dos conjuntos antes especificados son idénticos. La prim era notación
está limitada a conjuntos finitos, pero la segunda no. Así, los conjuntos
LA l'tlin u DK , A L Ó (■ i C A [255 ]
1 2 3 4 5 6 7
i i i i i i i
2 4 6 8 10 12 14
1 2 3 4 5 6 7
i i i i i i i
1 3 5 7 9 il 13
[2 5 6 ] H I S T O K I A I)E LAS MATEMÁTICAS
1 2 3 4 5 6 7
I I 4 i 4 4 4
0 - 1 2 - 2 3 -3
La aritm ética de los cardinales infinitos es tam bién extraña. Por ejemplo,
acabamos de ver que los conjuntos de núm eros naturales pares e impares
tienen cardinal N^. Puesto que estos conjuntos no tienen m iem bros en común,
el cardinal de su unión — el conjunto form ado al com binarlos— debería ser,
por analogía con los conjuntos finitos, N0 + No. Pero sabemos cuál es la unión:
son los núm eros naturales, con cardinal Nn. Por lo tanto
No + N0 = No.
Y así son las cosas, Pero una vez más, no hay contradicción: no podemos
dividir por No y deducir que 1 + 1 = 1, porque no es un núm ero natural
y la división no ha sido definida, y m ucho m enos se ha dem ostrado
que tenga sentido. De hecho, esta ecuación muestra que la división por N0
no siem pre tiene sentido. Pero lo aceptamos com o el precio del progreso.
Todo esto está m uy bien, pero parece com o si fuera sólo un sím bolo
fantasioso para el viejo 00 y no se aportara nada nuevo. ¿No tienen todos los
conjuntos infinitos cardinal N0? ¿No es cierto que todos los infinitos son iguales?
Un candidato para un cardinal infinito mayor que No — es decir,
un conjunto infinito que no puede ponerse en correspondencia uno-a-uno
con el conjunto de todos los núm eros naturales-—■es el conjunto de todos
los núm eros racionales, que norm alm ente se denota por Q. Después
de todo, hay infinitos núm eros racionales en el intervalo entre dos enteros
consecutivos, y el truco que utilizamos para los enteros ya no funciona.
Sin embargo, en 1873 Cantor dem ostró que tam bién 0 tiene cardinal No.
La correspondencia uno-a-uno establecida barajaba los núm eros casi por
completo, pero nadie había dicho que tuvieran que perm anecer en orden
num érico. Daba la im presión de que todo conjunto infinito tenía cardinal N„.
Ese m ism o año. no obstante, Cantor tuvo una idea trascendental. Demostró
que el conjunto IR de todos los núm eros reales no tiene cardinal N0, un
David Hilbert
1 8 6 2 -1 9 4 3
Contradicciones
Pero la tarea mayor de Las matemáticas fundacionales no era dem ostrar
que los conceptos matem áticos existen: era dem ostrar que Las matemáticas
son lógicam ente consistentes. En efecto, todos los matemáticos sabían
— en realidad, todos saben hoy— que podría Itaber una secuencia de pasos
lógicos, todos ellos perfectamente correctos, que llevaran a una conclusión
absurda. Quizá se podría dem ostrar que 2 + 2 = 5. o l = 0. por ejemplo.
O que 6 es prim o, o it = 3.
Podría parecer que una contradicción mínima tendría consecuencias limitadas.
En la vida cotidiana la gente suele operar cóm odam ente dentro de un marco
contradictorio: tan pronto uno afirma que, digamos, el calentam iento global
está destrozando el planeta com o, un m om ento después, que las líneas aéreas
de bajo coste son un gran invento. Pero en matemáticas las consecuencias
no están limitadas, y no se pueden evitar las contradicciones lógicas
ignorándolas. En matemáticas, una vez que algo está dem ostrado puede
utilizarse en otras demostraciones. Si se lia dem ostrado 0 = 1 , entonces
se siguen cosas m ucho más desagradables. Por ejem plo, que todos los números
son iguales. En efecto, si x es un núm ero cualquiera, partim os de 0 = l
y multiplicam os por x. Entonces 0 = x. Análogamente, si y es cualquier otro
núm ero, 0 = y. Luego x = y.
Peor aún, el m étodo estándar de «dem ostración por contradicción»
significa que cualquier cosa puede ser dem ostrada una vez que hemos
dem ostrado 0 = 1 . Para dem ostrar el Últim o Teorema de Fermat, por ejemplo,
argum entam os así:
i, A I’ O H I I A lili LA L O C H A [259]
Aparte de ser insatisfactorio, este m étodo tam bién dem uestra que el Último
Teorema de Fermat es falso:
Supongamos que el Último Teorema de Fermat es verdadero.
Entonces 0 = 1 .
Contradicción.
Luego el Último Teorema de Fermat es falso
Hilbert
El siguiente paso fundacional im portante fue dado por David Hilbert,
probablemente el m atem ático más destacado de su época. Hilbert tenía
la costum bre de trabajar en un área de las matemáticas durante unos diez años,
puliendo los problemas principales, y pasar luego a una nueva área. Hilbert
se convenció de que debía ser posible dem ostrar que las matemáticas nunca
pueden llevar a una contradicción lógica. También com prendió que la intuición
física no sería útil en este proyecto. Si las matemáticas son contradictorias,
debe ser posible dem ostrar que 0 = 1; en tal caso hay una interpretación física:
0 vacas = 1 vaca, de m odo que las vacas pueden desaparecer en un m ontón
de humo. Esto parece poco probable. Sin em bargo, no hay garantía de que
las matemáticas de los núm eros naturales encajen realm ente con la física
de las vacas, y es al m enos concebible que una vaca pudiera desaparecer
repentinamente. Hay un límite al núm ero de vacas en un universo finito, pero
no hay límite al tam año de los enteros matemáticos. Por lo tanto, la intuición
física podría ser engañosa, y debería ser ignorada.
Hilbert llegó a este punto de vista en su trabajo sobre la base axiomática
de la geometría de Euclides. Él descubrió fallos lógicos en el sistema de axiomas
de Euclides, y com prendió que estos fallos habían aparecido porque Euclides
había sido confundido por su imaginería visual. Puesto que él sabía que
una recta era un objeto largo y fino, un círculo era redondo y un punto
era una mota, supuso inadvertidamente ciertas propiedades de estos objetos,
sin establecerlas com o axiomas. Tras varios intentos, Hilbert presentó una
lista de 21 axiomas y discutió su papel en la geom etría euclidiana
en su Grundlagen der Geometrie (Fundam entos de Geometría) en 1899.
Hilbert sostenía que una deducción lógica debe ser válida
independientem ente de la interpretación que se le imponga. Todo lo basado en
una interpretación particular de los axiomas que falle en otras interpretaciones.
Kurt Gódel
1906-1978
Gddel
Había un lógico, sin embargo, que no quedó convencido por la propuesta
de Hilbert de dem ostrar que las matemáticas son lógicamente consistentes.
Su nom bre era Kurt Gódel, y sus reservas hacia el program a de Hilbert
cambiaron para siem pre nuestra visión de la verdad matemática.
Antes de Gódel, sim plemente se pensaba que ¡as matemáticas eran verdaderas
y eran el ejem plo m áxim o de verdad, porque la verdad de un enunciado
com o 2 + 2 = 4 pertenecía al dom inio del pensam iento puro, independiente
de nuestro m undo físico. Las verdades matemáticas no eran cosas que pudieran
ser refutadas por experim entos posteriores. En esto eran superiores
a las verdades físicas, tales com o la ley de la inversa del cuadrado de la gravedad
de Newton, que fue refutada por observaciones del movimiento del perilieüo de
M ercurio que apoyan !a nueva teoría gravitatoria sugerida por Einstein.
[ 2 6 2 ] H I S T O l{ I A I) E L A S M A T E M A T I C A S
una contradicción. Por el contrario. siT puede ser refutado, entonces T es falso,
de m odo que es falso afirmar que T no puede ser demostrado. Por consiguiente.
T puede ser dem ostrado, otra contradicción. Por ello, la hipótesis de que todo
teorema no puede ser ni dem ostrado ni refutado nos dice queT puede ser
dem ostrado si y sólo si no puede ser demostrado.
La teoría de probabilidades
Hoy día, la teoría de probabilidades es un área mayor de las matemáticas,
y su ala aplicada, la estadística, tiene un efecto im portante en nuestra vida
cotidiana, posiblem ente más im portante que cualquier otra área individual
de las matemáticas. La estadística es una de las principales técnicas
analíticas de la profesión médica. Ningún m edicam ento sale al mercado,
y ningún tratam iento se perm ite en un hospital, a m enos que los ensayos
clínicos hayan asegurado que es suficientemente seguro y que es efectivo.
La seguridad es aquí un concepto relativo: en casos de pacientes extremadamente
graves pueden utilizarse tratamientos cuya escasa probabilidad de éxito
no los hace aconsejables para enfermedades m enos dañinas.
La teoría de probabilidades quizá es tam bién el área de las matemáticas
peor entendida y peor utilizada. Pero utilizada adecuada e inteligentem ente,
contribuye de forma im portante al bienestar humano.
Juegos de probabilidad
Algunas cuestiones probabilisücas se rem ontan a la antigüedad. En la Edad
Medía encontram os estudios sobre las posibilidades de sacar núm eros diversos
ai lanzar dos dados. Para ver cóm o funciona esto, em pecem os con un dado.
Suponiendo que el dado no está cargado — lo que resulta ser un concepto
difícil de establecer-— cada uno de sus seis núm eros 1, 2, 3, 4, 5 y 6 debería
salir, «a la larga», con la misma frecuencia. A corto plazo, la igualdad
es imposible: por ejem plo, en la prim era tirada debe salir sólo uno de esos
números. Pero en una larga serie de lanzamientos, o «ensayos», esperamos
que cada núm ero salga aproxim adam ente una vez de cada seis; es decir, con
probabilidad V 6. Si esto no sucediera, el dado estaría con toda probabilidad
cargado o sesgado.
Un suceso de probabilidad 1 es «seguro», y uno con probabilidad 0
es imposible. Todas las probabilidades están entre 0 o I , y la probabilidad
[ 2 6 6 ] !¡ I S T O R 1 A 1)1:1 L A S MATEMÁTICAS
Combinaciones
Una definición operativa de la probabilidad de un suceso es la proporción
de ocasiones en que sucederá. Si lanzamos un dado, y las seis caras son
igualm ente probables, entonces la probabilidad de que salga una cara
concreta es V6. Mucho trabajo anterior sobre probabilidades se basaba
en calcular de cuántas maneras podía ocurrir un suceso y dividirlas por
el núm ero total de posibilidades.
Un problem a básico aquí es el de las combinaciones. Dado, digamos,
un m azo de seis cartas, ¿cuántos conjuntos diferentes de cuatro cartas
hay? Un m étodo consiste en hacer la lista de tales subconjuntos: si las cartas
son 1-6, entonces son
de m odo que hay 15. Pero este m étodo falla para núm eros grandes,
y se necesita algo más sistemático.
Imaginemos que escogemos los m iem bros del subconjunto, de uno en uno.
Podemos escoger el prim ero de seis maneras, el segundo de sólo cinco (puesto
que uno ya está descartado), el tercero de cuatro maneras, el cuarto de tres
¿C l' A X P H O H A lt L E E K ESO? [ 267 ]
QOGHD
entonces el resultado es el siguiente:
En la sexta fila vemos los núm eros 1 .6 , 15, 20. 15,
6, 1. Comparémoslo con la fórm ula
Teoría de la probabilidad
Los coeficientes binomiales se utilizaban con buen efecto en el prim er libro
sobre probabilidades: el Ars Conjectandi (Arte de conjeturar) escrito por Jakob
Bernouilli en 1713. El curioso titulo se explica en el libro: «Definimos el arte
de la conjetura, o arte estocástico, com o el arte de evaluar lo más exactamente
posible las probabilidades de las cosas, de m odo que en nuestros juicios
y acciones podam os siem pre basarnos en lo que se ha encontrado que es
lo mejor, lo más apropiado, lo más seguro, lo más aconsejado; éste es el único
objeto de la sabiduría dei filósofo y la prudencia del gobernante». Por eso,
una traducción más precisa podría ser El Arte de la Conjetura.
Bernouilli daba por supuesto que un núm ero cada vez mayor de ensayos
llevaba a estimaciones de la probabilidad cada vez mejores. «Supongamos que, sin
saberlo nosotros, hay ocultas en una urna 3.000 canicas blancas y 2.000 canicas
[ 2 6 8 ] H 1 S T O tí I A I) li I, A S M A T li M Á T 1C A S
negras, y para tratar de determ inar los núm eros de estas canicas sacamos
una canica detrás de otra (volviendo a m eter de nuevo la canica...)
y que observam os con qué frecuencia sacamos una canica blanca y con que
frecuencia sacamos una canica negra ... ¿Puede hacerse esto tan a m enudo
que se haga diez veces, cien veces, mil veces, etc., más probable ... que los
núm eros de canicas blancas y negras escogidas estén en la misma razón 3:2
que las canicas en la urna, y no una razón diferente?»
Aquí Bernouilli planteaba una pregunta fundamental, y también inventó
un ejem plo ilustrativo estándar, el de las bolas en urnas. Evidentemente creía
que una razón 3:2 era el resultado razonable, aunque también reconocía que
los experim entos reales sólo se aproximarían a esta razón. Pero creía que con
suficientes ensayos esta aproximación se haría cada vez mejor.
Aquí se plantea una dificultad que im pidió el avance de la disciplina
durante un tiempo. En un experim ento semejante es ciertam ente posible
que por puro azar todas las canicas sacadas fueran blancas. Por lo tanto,
no hay ninguna garantía férrea de que la razón deba tender siem pre a 3:2.
Lo más que podem os decir es que, con muy alta probabilidad, los núm eros
deberían acercarse a dicha razón. Pero ahora hay un peligro de lógica circular:
utilizamos razones observadas en ensayos para inferir probabilidades, pero
también utilizamos probabilidades para realizar la inferencia. ¿Cómo podem os
observar que la probabilidad de que todas las canicas sean blancas es muy
pequeña? Si lo hacemos con m ontones de ensayos, tenem os que hacer frente
a la posibilidad de que el resultado sea equívoco, por la misma razón; y parece
que la única salida es hacer aún más ensayos para m ostrar que este suceso
es altamente poco probable. Estamos atrapados en lo que se parece m ucho
a un regreso infinito.
Por fortuna, los prim eros investigadores en teoría de probabilidades
no perm itieron que esta dificultad lógica les detuviera. Com o en el caso
del cálculo infinitesimal, ellos «sabían» lo que querían hacer y cóm o
hacerlo. La justificación filosófica era m enos interesante que calcular
las respuestas.
El libro de Bernoulli contenía una riqueza de ideas y resultados
importantes. Uno, la Ley de los Grandes Núm eros, decía exactamente
en qué sentido las razones de largas observaciones en ensayos corresponden
a probabilidades. Básicamente dem uestra que la probabilidad de que la razón
no se aproxime m ucho a la probabilidad correcta tiende a cero cuando el núm ero
de ensayos aum enta sin límite.
Otro teorema básico puede verse en térm inos de lanzam ientos repetidos de
una m oneda sesgada, con una probabilidad p de salir cara y q = 1 —p de salir
cruz. Si la moneda se lanza dos veces, ¿cuál es la probabilidad de que salgan
exactamente 2, I o 0 caras? La respuesta de Bernouilli era p2, 2pq y q2. Estos son
los térm inos que aparecen en el desarrollo de (p + q)1 com o era p2 + 2pq + q1.
Del mismo m odo, si la m oneda se lanza tres veces, las probabilidades de 3, 2,
l o 0 caras son los térm inos sucesivos en (p + q)3 = p3 + 3p2q + 3q2p + q3.
Más en general, si la m oneda se lanza n veces, la probabilidad de sacar
exactamente m caras es igual a
De Moivre fue presum iblem ente el prim ero en hacer explícita esta
conexión, que iba a m ostrarse fundam ental para el desarrollo de la teoría
de probabilidades y de la estadística.
Definiendo la probabilidad
Un problema conceptual im portante en la teoría de probabilidades era definir
la probabilidad. Incluso los ejemplos simples — cuya respuesta era conocida
p or todos— presentaban dificultades lógicas. Si lanzamos una m oneda,
esperam os obtener «a la larga» núm eros iguales de caras y cruces,
y la probabilidad de cada una es 'A. Más exactamente, ésta es la probabilidad
si la m oneda es «lim pia». Una m oneda sesgada podría salir siem pre cara.
Pero ¿qué significa «limpia»? Presumiblemente, que caras y cruces
son igualm ente probables. Pero la expresión «igualm ente probables»
hace referencia a las probabilidades. La lógica parece circular. Para definir
la probabilidad necesitamos saber qué es la probabilidad.
La salida de este punto m uerto es una que se rem onta a Euclides, y fue
llevada a la perfección por los algebristas de finales del siglo xix y principios
del xx. Axiomatizar. Dejar de preocuparnos por lo que son las probabilidades.
Escribir las propiedades que querem os que posean las probabilidades
y considerar que son axiomas. Y deducir de ellos todo lo demás.
La pregunta era: ¿cuáles son los axiomas correctos? Cuando las
probabilidades se refieren a conjuntos de sucesos finitos, esta pregunta
tiene una respuesta relativamente fácil. Pero las aplicaciones de la teoría
de la relatividad implican con frecuencia elecciones entre conjuntos de
posibilidades potencialm ente infinitos. Si m edim os el ángulo entre dos
estrellas, pongam os por caso, ése puede ser en teoría cualquier núm ero real
entre 0Üy 180". Hay infinitos núm eros reales. Si lanzamos un dardo contra
una tabla, de tal manera que a la larga tenga la misma probabilidad de dar
en cada punto de la tabla, entonces la probabilidad de dar en una región
dada debería ser el área de dicha región dividida por el área total de la tabla.
Pero hay infinitos puntos en la tabla, e infinitas regiones.
Estas dificultades generaban todo tipo de problemas y todo tipo
de paradojas. Finalmente fueron resueltas por una idea nueva
procedente del análisis, el concepto de medida.
Los analistas que trabajaban en la teoría de la integración encontraron
necesario ir más allá de N ewton y definir nociones cada vez más
sofisticadas de lo que constituye una función «integrable» y lo que es
una integral. Tras una serie de intentos por parte de varios matemáticos,
H enri Lebesgue consiguió definir un tipo m uy general de integral, ahora
¿ C t ’ ÁN l’ l í O H A l i ! , H K S KSO? [271]
Datos estadísticos
El brazo aplicado de la teoría
de probabilidades es la estadística, que
utiliza las probabilidades para analizar
[ 2 7 2 ] IM S T O f t I A h l LAS MATEMÁTICAS
datos del m undo real. Surgió de la astronom ía del siglo xviii, cuando había
que tener en cuenta los errores observacionales. Empírica y teóricamente, tales
errores se distribuyen de acuerdo con la función error o distribución normal,
a veces llamada la curva de campana debido a su forma. Aquí el error se mide
en horizontal, con error cero en el centro, y la altura de la curva representa
la probabilidad de un error de tam año dado. Los errores pequeños son
bastante probables, m ientras que los grandes son muy improbables.
En 1835 Adolphe Quetelet defendió la utilización de la curva de campana
para m odelar datos sociales: nacim ientos, m uertes, divorcios, crímenes
y suicidios. Descubrió que aunque tales sucesos son im predecibles para
individuos, tienen pautas estadísticas cuando se observan para una población
entera. Personificó esta idea en térm inos del «hom bre m edio», un individuo
ficticio que era un prom edio en todos los aspectos. Para Quetelet, el hom bre
m edio no era sólo un concepto matem ático: era el objetivo de la justicia social.
A paTtir de 1880, aproxim adam ente, las ciencias sociales empezaron
a hacer un amplio uso de ideas estadísticas, en especial de la curva de campana,
com o sustituto de los experim entos. En 1865 Francis Galton hizo un estudio
de la herencia hum ana. ¿Cómo está relacionada la altura de un niño con
la de sus padres? ¿Qué pasa con el peso, o con la capacidad intelectual?
Él adoptó la curva de Quetelet, pero la veía com o un m étodo para separar
poblaciones distintas, no com o un imperativo moral. Si algunos datos
¿ (' VÁ X P H O It A 11 L K K S K S t> ? [ 2 7 3 ]
xn+) = x „ -------------
rw
Algoritmos
Las matemáticas han ayudado a las ciencias de la com putación,
pero a cambio las ciencias de la computación han sido motivo de nuevas
y fascinantes matemáticas. La noción de algoritmo
— un procedim iento sistemático para resolver
í No tenem os idea un problem a— es una de ellas. (El nom bre proviene
de si cualquier del algebrista árabe al-Khwarizmi.) Una pregunta
especialmente interesante es, ¿cómo depende
problema «razonable» el tiem po de ejecución de un algoritm o del tamaño
es no-P. J de los datos de entrada?
Por ejemplo, el algoritm o de Euclides para
encontrar el m áxim o com ún divisor de dos núm eros naturales m y n, con
m s n, es com o sigue:
Análisis numérico
Las matemáticas implican m ucho más que cálculos, pero los cálculos son
un acom pañam iento inevitable de investigaciones más conceptuales. Desde
los tiempos más prim itivos, los matemáticos han buscado ayudas mecánicas
para liberarse de la pesadez del cálculo y m ejorar la probabilidad de resultados
precisos. Los matemáticos del pasado habrían envidiado nuestro acceso
a los com putadores electrónicos y se habrían maravillado por su velocidad
y precisión.
MASCANDO NÚMEROS [283]
Las máquinas de calcular lian hecho por las matemáticas m ucho más
que actuar com o sirvientes. Su diseño y funcionam iento han planteado nuevas
preguntas teóricas a los matemáticos. Estas preguntas van desde justificar
métodos num éricos aproximados para resolver ecuaciones hasta cuestiones
profundas sobre los fundam entos de la com putación.
Cuando empieza el siglo xxi los matem áticos tienen acceso a software
potente, que hace posible no sólo realizar cálculos num éricos en
com putadores sino realizar tam bién cálculos algebraicos y analíticos. Estas
herram ientas han abierto nuevas áreas, han ayudado a resolver antiguos
problemas y han liberado tiem po para la reflexión conceptual. Como
resultado, las matemáticas se han enriquecido, y tam bién se han hecho
aplicables a problemas m ucho más prácticos. Euler tenía las herram ientas
conceptuales para estudiar el flujo de fluidos alrededor de objetos
de formas complicadas, e incluso si no se había inventado el avión,
había m uchos problemas interesantes sobre barcos en el agua. Pero él
no tenía ningún m étodo práctico para im plem entar dichas técnicas.
Un nuevo desarrollo, no m encionado hasta ahora, es el uso de
com putadores com o una ayuda para la demostración. Varios teoremas
importantes, dem ostrados en años recientes, se basan en cálculos rutinarios
pero en masa realizados por com putador. Se ha dicho que las dem ostraciones
asistidas por computador cambian la naturaleza fundamental de la demostración,
al elim inar el requisito de que la dem ostración pueda ser verificada por una
mente humana. Esta afirmación es discutible, pero incluso si fuera verdadera,
el resultado del cambio es hacer de las matemáticas una ayuda aún más
poderosa para el pensam iento humano.
Caos y complejidad
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A mediados del siglo x x las m aliM n átk ais e s t a b a n
e x p e r i m e n t a n d o u n a lase d e rá p i d o c r e c i m i e n t o , e s t i m u l a d a s
por la a m p l i a e x t e n s i ó n de s u s a p l i c a c i o n e s y por s u s n u e v o s
y p o t e n t e s m é t o d o s , l ' i i a h i s t o r i a g e n e r a l de la e ra m o d e r n a de las
m a t e m á t i c a s o c u p a r í a al m e n o s t a n t o e s p a c i o c o m o un t r a t a m i e n t o
de t o d o lo (pie llevó a e s t e periodo. Lo m á s (pie p o d e m o s c o n s e g u i r
s o n u n a s p o c as m u e s t r a s r e p r e s e n t a t i v a s p a r a d e m o s t r a r (pie
la o r i g in a li d a d y la c r e a t i v i d a d en m a t e m á t i c a s s i g u e n vivas y en
b u e n e s t a d o . L o o de e s t o s t e m a s , (pie a l c a n z ó p r o m i n e n c i a públic a
en los a ñ o s s e t e n t a y o c h e n t a , es la « t e o r í a del c aos», el n o m b r e q u e
d a n los m ed io s de c o m u n i c a c i ó n a la d i n á m i c a no lineal. E s t e 1 temía
se d e s a r r o l l ó d e fo rm a n a t u r a l a p a r t i r d e m o d e l o s t r a d i c i o n a l e s (pie
utilizan el cálculo infin itesim al. O t r o t e m a lo c o n s t i t u y e n los « s i s t e m a s
complejos» , q u e u t i l i z a n m a n e r a s m e n o s o r t o d o x a s de p e n s a r y e s t á n
e s t i m u l a n d o n u e v a s m a t e m á t i c a s t a n t o c o m o n u e v a c ie ncia.
Caos
Antes de los años sesenta del siglo xx la palabra «caos» sólo tenía un
significado: desorden informe. Pero desde entonces, descubrim ientos
fundamentales en ciencia y matemáticas le han dotado de un segundo
significado más sutil, un significado que com bina aspectos de desorden
con aspectos de forma. Los Principios matemáticos de la filosofía natural de Newton
habían reducido el «sistema del m undo» a ecuaciones diferenciales, y éstas
son deterministas. Es decir, una vez que se conoce el estado inicial del sistema,
su estado futuro en cualquier instante está determ inado unívocamente.
La visión de Newton es la de un universo mecánico que, una vez puesto
en marcha por la m ano del Creador, sigue un curso único e inevitable.
Es una visión que nos ha sido muy útil, gracias a la cual tenem os la radio,
la televisión, los teléfonos móviles, los aviones comerciales, los satélites
de comunicaciones, las fibras artificiales, los plásticos y los com putadores.
El crecim iento del determ inism o científico estuvo también acompañado
por una creencia vaga pero profundam ente arraigada en la «conservación
de la complejidad». Esta es la hipótesis de que causas simples deben producir
efectos simples, lo que implica que los efectos complejos deben tener causas
complejas. Esta creencia nos hace exam inar un objeto o sistema com plejo
y preguntar «de dónde procede la com plejidad». ¿De dónde, por ejemplo,
procede la complejidad de la vida, dado que debe haberse originado en
un planeta sin vida? Difícilmente se nos ocurre que la com plejidad podría
aparecer por sí misma, pero eso es lo que indican las últimas técnicas
matemáticas.
Dinámicas no lineales
A comienzos de los años sesenta el m atem ático norteam ericano Siephen
Smale abrió la era m oderna de la teoría de sistemas dinám icos buscando
una clasificación de los tipos de com portam iento. Inicialmente esperaba que
la respuesta consistiría en com binaciones de movimientos periódicos, pero
rápidamente com prendió que es posible un com portam iento m ucho más
complicado. En particular, él desarrolló el descubrim iento de Poincaré del
movimiento complejo en el sistema restringido de tres cuerpos, simplificando
la geometría para dar un sistema conocido com o la «herradura de Smale».
Demostró que el sistema herradura, aunque determ inista, tiene algunas
características aleatorias. Otros ejemplos de tales fenóm enos fueron
desarrollados por las escuelas de dinámica rusa y americana, con contribuciones
especialmente notables de Oleksandr Sharkovskn yVladim ir Arnoid, y empezó
a surgir una teoría general. El térm ino «caos» fue introducido por James Yorke
yTien-Yien Li en 19 7 S, en un breve artículo que simplificaba uno de los resultados
de la escuela rusa: el «teorema de Sharkovskii» de 1964, que describía una
curiosa pauta en las soluciones periódicas de un sistema dinámico discreto;
un sistema en el que el tiem po transcurre a saltos en lugar de ser continuo.
2 8 8 ] fl 1 S T U f¡ I A I) l‘j L A S MATUIÁTH'AS
Monstruos teóricos
Un segundo tema entra ahora en nuestra historia. Entre 1870 y 1930, un grupo variopinto
de matemáticos heterodoxos inventaron una serie de formas extrañas cuyo único propósito era
[ 2 9 0 ] H 1 S T O It I A I) lí I, A S H A T E M Á T 1 (’ A S
Etapas en
la construcción
de la curva de
Hilbert que llena
todo el espacio,
y de la altombra
de Sierpinskl
Los computadores
modernos pueden
calcular órbitas
complicadas
en el problema
de tres cuerpos
Complejidad
Del caos, nos volvemos a la complejidad. Muchos de los problemas a los que
se enfrenta hoy la ciencia son extraordinariam ente complicados. Para gestionar
c a o s v en m i» i, n j i i >a n [ 2 9 3 ]
Autómatas celulares
En un nuevo tipo de m odelo matem ático, conocido com o un autómata celular,
cosas tales com o árboles, aves y ardillas son representadas com o m inúsculos
cuadrados coloreados. Com piten con sus vecinos en un juego de ordenador
matemático. Las gráficas quizá no dicen m ucho, pero la simplicidad
es engañosa; estos juegos están en el filo de la ciencia m oderna.
Los autómatas celulares adquirieron prom inencia en los años cincuenta,
cuando John von Newmann estaba tratando de entender la capacidad de la vida
para replicarse. Stanislaw Ulam sugirió utilizar un sistema introducido por
el pionero del com putador Konrad Zuse en los años cuarenta. Imaginemos
un universo com puesto de una gran mafia de cuadrados, llamados celdas,
com o un tablero de ajedrez gigante. En cualquier m om ento, un cuadrado dado
puede existir en un estado. Este universo-tablero-de-ajedrez está equipado
con sus propias «leyes de la naturaleza», que describen cóm o debe cambiar
el estado de cada celda cuando el tiem po salta al próxim o instante. Es útil
representar estos estados m edíante colores. Entonces las reglas serían
[294] m I S T O it I A I) K L A S J U T K M ATI C AS
enunciados com o: «si una celda es roja y tiene dos celdas azules adyacentes,
debe convertirse en amarilla». Un sistema semejante se denom ina un autómata
celular; celular debido a la malla; autómata porque obedece ciegamente
cualesquiera reglas que haya en la lista.
PaTa m odelar la característica más fundamental de las criaturas vivas, Von
Newm ann creó una configuración de celdas que podía replicarse, hacer copias
de sí misma.Tenía 200.000 celdas y utilizaba 29 colores diferentes para llevar a
cabo una descripción codificada de sí misma. Esta descripción podía ser
copiada ciegam ente y utilizada com o un plano para construir otras
configuraciones del m ism o tipo. Von Newm ann no publicó su trabajo
hasta 1966, cuando Crick y Watson ya habían descubierto la estructura
del ADN y resultaba claro cóm o la vida realiza realmente su truco de replicadón.
Los autóm atas celulares fueron ignorados durante otros 30 años.
CAOS V C O M ]’ L K .1 I I* A I) [ 2 9 5 ]
se ha utilizado
repetidamente
desde su primer éxito,
en particular por
la sonda Génesis para
tomar muestras dei
viento solar, y la misión
SMARTONE de la ESA.
La técnica se aplica
en ia Tierra tanto como
en el espacio. En 1990
Celso Grebogi, Edward
Ott y James Yorke
publicaron un esquema
teórico general para
explotar el efecto
mariposa en ef control
de sistemas caóticos.
El método ha sido
utilizado para
sincronizar un banco de láseres; para controlar irregularidades
del latido cardiaco, abriendo la posibilidad de un marcapasos
inteligente; para controlar ondas eléctricas en el cerebro, lo que
podría ayudar a suprimir ataques epilépticos; y para suavizar el
movimiento de un fluido turbulento, lo que en et futuro podría hacer
a ios aviones más eficientes en el consumo del combustible.
para los que un estado inicial escogido aleatoriamente, o «sopa prim ordial»,
conduce a estructuras autorreplicantes más del 98 por 100 de las veces.
En este autómata, las entidades autorreplicantes son una certeza virtual.
Los sistemas com plejos apoyan la idea de que en un planeta sin vida y con
quím ica suficientemente compleja, la vida puede aparecer espontáneam ente
y organizarse en formas cada vez más complejas y sofisticadas. Lo que
queda por entender es qué tipo de reglas llevan a la em ergencia espontánea
de configuraciones en nuestro propio Universo; en resum en, qué tipo de leyes
físicas hacen que este prim er paso crucial hacia la vida sea no sólo posible,
sino inevitable.
Libros y artículos
Páginas web
abaco, 48, 54, 56, 58, 275 Método de los teoremas mecánicos, 38
Abbott, Edwin; Piandandia, 243 Sobre equilibrios en el plano, 36
Abel, Níels, 159, 190, 193, 197 Sobre la esfera y el cilindro, 36, 38
abstracta, álgebra, 113, 208 Sobre los cuerpos flotantes, 36
abstracta, matemática, 2 11 arte, geometría y, 172-174
abstractos, números, 11 Aryabliata, 50; Aryabahiya, 50
Academia Francesa de Ciencias, 139, 142 astrolabio, 98
Adam, Douglas: Guia de la galaxia de astronomía, 15, 50, 79-80, 286
Hitchhiker, 286 atracción gravitatoria, 137-138
ADN, 243, 296 atractores extraños, 288, 291
estructura de doble hélice del, 227 autómatas celulares, 293-297
Agnesi, Marie, 143 axiomas, 32, 175-176, 207
Alberti, Leone Bañista: Ddla Pintura, 172 para los números naturales, 249-25 1
Alemben, Jean leR ondd', 134-136, 177
álgebra, 61-62, 74; de Lie, 202, 203, Babbage, Charles, 275-276
207 babilónicas, matemáticas, 8, 63-64, 186
reglas del, 199 babilónicos, símbolos numerales, 15-17
álgebra lineal, 241 Barlow, William, 193
álgebra matricial, 237-239 barras de recuento chinas, 55
algebraicos, símbolos, 70-74 Barrow, Isaac, 123, 124, 130
algoritmos. 280-282 Barrow-Green, June, 287
no polinómicos deterministas, 282 Bassi, Laura, 143
análisis complejo, 150-151 Beeckman, Isaac, 93
análisis numérico, 128, 278,281, 282 Belbrimo, Edward, 294
283 Beltrami, Eugenio, 237
anillo de división, 207 Berkeley, George, obispo, 159, 165, 168
anillo de números algebraico, 205 El analista, un discurso dirigido a un
Antikitera, mecanismo de, 109 matemático infiel, 127, 128
Apolonio de Perga, 26, 40, 81 Bernoulli, Jakob I, 95, 96, 124, 130;
Secciones cónicas, 41,43 Ais Conjectandi, 267-268
Sobre los loci en el plano, 91 Bernoulli, Jakob n, 96
árabes, matemáticas, 8, 53, 72 Bernoulli. Johann 1, 96, 124, 126, 130,
Arbudmot, John, 268 134-135, 151, 161
Argand, Jean-Robert, 150,233 Bernoulli, Johann II, 96
Aristarco: Sobre las estrellas y las distancias al Sol Bernoulli, Johann III, 96
y la Luna, 79 Bernoulli, Nikolaus I, 96
aritmética, 21,57,58-59 Bernoulli, Daniel, 96. 163
aritmética griega, 47 Bessel, ecuación de, 163
aritmética modular, 107, 109 Bessel, Friedrich, 154, 179
Arnold, Vladimir, 287-288 Bessel, funciones de, 137
Arquímedes, 26, 32, 35-38, 41,44, 91, Bhaskara, 50
1I I , 253 Bijaganila, 51,52
Cuadratura de la parábola, 36 Lilawui, 51-52
El arenario, 36 Siddhanta Sirománi, 51, 52, 82
El método, 36 biología, 196, 214, 297
Medida del circulo, 36 Bolyai, Janos, 179
ÍNDK'K A 1, 1' A It LÓT I C O [301 ]
T itulo original:
Tamlng thb I nfin ite .T he Story of M athematics
Traducción castellana de
J avier G arcía Sanz
ISBN: 978-84-8432-369-3
Depósito legal: M. 37.826-2008
Impreso en España
2008. - BROSMAC, S. L., Polígono Industrial 1, Calle C, Móstoles (Madrid)
Hl gran matemático y científico tan Stewart nos ofrece en este lihro
una historia total de las m atem áticas desde los primeros sistemas
numéricos de la antigua Babilonia hasta los grandes problemas m ate
máticos aún no resueltos. Con la capacidad de divulgación y claridad
conceptual que le distingue, el profesor tan Stewart analiza y explica
cada paso dado por la matemática en el curso de la historia y nos cuenta
cómo afectó a la sociedad de su tiempo y cambió para siempre nuestra
vida diaria. F.n su recorrido por las figuras de los grandes matemáticos
de la historia, desde babilonios, griegos y egipcios hasta Fermat y Gódel.
pasando por Descartes y Newton, Ian Stewart desmitifica los conceptos
clave de las matemáticas, los teoremas y las ecuaciones sin recurrir a
formulaciones complicadas.
Drakpntos