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Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia
Vol. 4 • Nos. 8 y 9 • 2003 • Págs. 175-202
La historia de la medicina
en la formació n
del profesional en medicina:
tres casos histó ricos destacados1
Por Néstor Miranda Canal2
Resumen
Este artículo plantea la importancia pedagógica de la Historia de
la Medicina en la formación de los nuevos médicos, en tanto
recurso didáctico y de inducción de valores ético-políticos, como
también en la generación de actitudes críticas en el proceso de
aprehensión de nuevos conocimientos y destrezas, especialmente
en la actuales condiciones de la llamada Sociedad del
Conocimiento y de las Tecnologías de la Comunicación y la
Información. Para ello recurre a tres ejemplos históricos de
producción y transmisión de medicina de tradición occidental
(Hipócrates en la Grecia Clásica, Laennec a finales del siglo XVIII
y comienzos del XIX, en Francia, y el profesor Tubiana en el
marco de la actual Unión Europea), en los cuales la
1
Este texto tiene su origen en una breve ponencia presentada en el Congreso Institucional de
Investigación de la Universidad El Bosque, del año 2004. Por la experiencia docente e
investigativa del autor se centra en la historia de la medicina, pero las reflexiones aquí contenidas
son extensibles a la historia de otras áreas de las ciencias de la salud y, más ampliamente, a la
historia de las ciencias y las tecnologías. En el mundo de hoy la relación entre ciencia y
tecnología es estrechísima y compleja, lo cual se expresa en el concepto de tecnociencia.
2
Profesor investigador del Seminario de historia de las Ciencias de la Escuela Colombiana de
Medicina y la División de humanidades de la Universidad El Bosque.
mirandanestor@unbosque.edu.co
1
Historia de la Medicina -y en general el sentido histórico-
potencia la capacidad de ejercicio profesional, la actividad de la
enseñanza médica y la posibilidad de transformar
positivamente la misma medicina, en sentido amplio.
Palabras clave
Abstract
Key words
1
politics of science, medical ethics, Western Medical Tradition,
1
modern medicine, objects of history of medicine, University El
Bosque, Philosophy and History of Sciences and Medicine
Seminar, hipocratic medicine, Laennec, anatomoclinical medicine,
Tubiana, public health, biomedicine and technomedicine.
1
El proceso del conocimiento en los jóvenes en trance de formación
profesional es un proceso de construcción –como lo ha sido el del
conocimiento científico y técnico a lo largo de la historia-, no
exento de errores y de retrocesos, de vacilaciones y de
recomposiciones por parte de los implicados en dicho proceso, y,
muy especialmen- te, por parte de los estudiantes, pues son éstos
los encargados en última instancia de dar las puntadas finales en
la tarea de construir su propio conocimiento –así como ha
sucedido también en el caso de los grandes científicos del
pasado y del presente-. Pero este proceso constructivo es al
mismo tiempo –como en el caso de la ciencia en la historia- un
proceso social que compromete a colecti- vos o comunidades que
incluyen a todos los individuos implicados (en el caso de las
universidades a docentes, estudiantes, directivos, personal
administrativo, etc.) y cuya puesta en acción e interacción
requiere redes de apoyos no-humanos (espacios físicos, dotación
tecnológica, ayudas didácticas, etc.). Para que el proceso sea exito-
so se hace indispensable, entonces, el compromiso individual, la
capacidad de los actores para inscribirse (para “negociar” diría
un sociólogo de la ciencia) en el nivel de los colectivos implicados
y la voluntad institucional para propiciar y facilitar la interacción
de individuos y colectivos, mediante la movilización de todo tipo
de recursos físicos y financieros. Todo esto lo sugiere, lo ilustra y
lo comprueba el estudio histórico-social de las ciencias y la
tecnolo- gía en sus versiones más actuales, e incluso en algunas
que se creen ya superadas, lo que hace que ese estudio
contribuya a generar aptitudes y actitudes conscientes y positivas
frente al conocimiento. Adicionalmente, la comprensión
histórica de la formación de las disciplinas, las teorías, los
conceptos, los procesos experimentales, etc., es decir toda la
“ciencia en acción”3 –rodeada de sociedad, cultura y política-,
facilita la asimilación de la ‘nueva’ ciencia que pretenden
transmitir los currículos, posibilitando que esa asimila- ción se
cumpla en condiciones de un distanciamiento crítico que tiene
en cuenta la relatividad histórica de la ciencia de todos los
tiempos y la influencia que en ella tienen los distintos factores
3
Expresión utilizada en el título de uno de los libros más sugestivos de la actual sociología de la
ciencia, el de Latour, Bruno (1992) Ciencia en acción. Cómo seguir a los científicos e
1
ingenieros a través de la sociedad, Barcelona: Editorial Labor, 278 pp.
1
sociales que la han hecho posible. Esta sería, a grandes rasgos,
la contribución de la historia de la ciencia en el terreno de la
didáctica.
1
4
Véase Huard, P. et Imbault-Huart, M.-J. (1980).
1
segmentación, que desafortunadamente suele estar cargada de
prejuicios (especialmente dentro del grueso de médicos universi-
tarios), es la que divide a la medicina de tradición occidental5 del
enorme grupo de las etnomedicinas, medicinas tradicionales,
primitivas, populares, paralelas, dulces, etc., etc., y hasta de las
antimedicinas. Pero si se mira solamente al primero de estos
dos segmentos –importante por su difusión planetaria, sus
logros efectivos y el respaldo de los Estados-, o sea a la medicina
de tradición occidental, que suele identificarse, no sin
fundamento, como la medicina científica, se pueden encontrar
múltiples objetos o sectores de estudio y de trabajo con los
estudiantes, que han sido tratados por separado o en muy
sugestivas combinaciones por los historiadores y sociólogos de
la medicina.6
5
Esta denominación es la que se usa para referirse a la llamada medicina científica, académica o
universitaria, en el actual proyecto de un Biographical Dictionary of the History of Medecine
en 5 volúmenes, que prepara la Greenwood Press de Londres, bajo la dirección de William y
Helen Bynum y en el cual colabora el autor de este texto.
1
6
Estos objetos o sectores de estudio pueden ser abordados en el plano internacional, latinoamericano,
nacional, etc.
1
lo menos hasta hace poco tiempo- con universidades, escuelas de
medicina, asociaciones de profesionales médicos, centros de
investigación biomédica y otras estructuras. Aquí también
podrían citarse como objeto de estudio el de las disciplinas y las
especiali- dades médicas, que presentan fundaciones y
transformaciones muy interesantes vinculadas a
descubrimientos científicos, desarrollos técnicos, teorías
filosóficas y morales y, en general a la percepción cultural de “lo
humano”, a sus etapas de desarrollo y a las variaciones que se
dan en el tiempo y el espacio.
7
El estudio histórico de las epidemias ha suministrado elementos para la comprensión –y hasta para el
manejo- de enfermedades infecciosas como la gripe aviar y otras patologías surgidas
recientemente en China, Corea, el Sudeste asiático, etc., que se “riegan como la pólvora” dadas
1
las condiciones actuales de un mundo globalizado y de alta movilidad de capitales, bienes y
servicios y, en especial, personas.
1
y, más modernamente, por las políticas de salud. Sin entrar en
detalles, en este campo de las enfermedades ha sido
especialmente interesante el acercamiento a su estudio histórico
desde lo que se llama el constructivismo social, que muestra
cómo los conceptos y saberes relativos a diversas
enfermedades o síndromes incluyen
-además de sus aspectos médicos y técnicos-, elementos sociales,
culturales y políticos, e incluso, son atravesados por intereses de
diversa índole.8
8
Esta es la perspectiva que se utiliza en Obregón, Diana (2002) Batallas contra la lepra: Estado,
medicina y ciencia en Colombia, Medellín: Banco de la República / EAFIT, 436 pp. Su autora
fue profesora del Seminario de Filosofía e Historia de las Ciencias de la Universidad El Bosque y
el libro fue galardonado con el Premio Nacional en Ciencias Sociales y Humanas de la
“Fundación Alejandro Ángel Escobar”, en el 2001. También es esta la perspectiva que utiliza
Mónica García, profesora actual de ese mismo Seminario, en su Tesis de Maestría en Historia en
1
la Universidad Nacional, sobre las “fiebres del Magdalena”. Para el concepto véase Arrizabalaga,
Jon (1992).
1
nista de la ciencia y la técnica, de origen mecanicista y positivista
–con fuerte impacto en la medicina de tradición occidental- que tiene
su correspondencia en un cierto desprecio por la información y el
saber históricos. Sobre la base de esta visión y de este
desprecio se piensa que lo último, cronológicamente, es lo
superior y lo ‘verdadero’ en el plano lógico y epistemológico, o,
en término de Canguilhem, se identifica la théorie du jour con la
théorie de toujours9.
9
Cit. En Huard, P. et Imbault-Huart, J.-M (1980), p. 633. La expresión francesa original – debida a
Georges Canguilhem- conlleva un juego de palabras e indica que se asimila lo que la ciencia sabe
(o cree saber) en un momento dado, es decir ‘lo del día’ (du jour), a la verdad consolidada y
definitiva, para siempre (de toujours). Canguilhem, recientemente fallecido, fue médico,
epistemólogo e historiador de la ciencia y la medicina. Los estudiantes de V Semestre de Medicina
de la UB/ECM todavía leen en su Seminario de Filosofía e Historia de la Ciencia y la Medicina
un breve texto de su autoría extraído de su tesis de grado en medicina. Véase Canguilhem,
Georges (1981) Lo normal y lo patológico, México: Siglo XXI, pp. 11-23. [Las traducciones
1
del francés, incluidas las de las obras de Laennec, son de NMC].
1
Las grandes figuras de la medicina de tradición occidental de todas
la épocas -que no son más que la punta del iceberg de la
comunidades de médicos y no-médicos que han construido, en
condiciones socia- les, culturales y políticas concretas, el saber y el
saber hacer de una profesión que ha acompañado la tortuosa
historia de Occidente- han reconocido el pasado como una
dimensión real que pesa en el presente y cuyo conocimiento no es
anodino o decorativo, sino que constituye una necesidad. En la
experiencia docente del Seminario de Filosofía e Historia de las
Ciencias (SFHC) de la UB/ECM se puede constatar cómo este re-
conocimiento abarca toda la historia de esa medicina,
potenciando importantes momentos de esa misma historia, como
se ejemplifica en este texto con tres figuras que corres- ponden a
tres momentos de cambio muy notables: Hipócrates de Cos
(momento fundacional), René-Théofile-Hyacinthe Laennec
(nacimiento de la “medicina propiamente moderna”, según el
histo- riador Charles Lichtenhaeler) y el profesor Maurice
Tubiana (paso del siglo XX al XXI). Este rápido recorrido busca
reafirmar el interés
-puede decirse “práctico” (con miras a ser más convincente)-, que
la historia de la medicina tiene en la formación de las nuevas
genera- ciones de médicos, y con mayor razón en las condiciones
de la actual sociedad del conocimiento, la biotecnología y la
biomedicina o tecnomedicina.
Hipócrates
10
Existe una excelente edición española, técnica y erudita, de Editorial Gredos, realizada por
helenistas especialistas en la medicina hipocrática, disponible en la biblioteca de la UB/ECM:
(1986) Tratados hipocráticos, Madrid: Editorial Gredos, 7 vols. Para este texto se ha utilizado
Hipócrates (1997) Juramento hipocrático, Tratados médicos, Barcelona: Planeta DeAgostini,
1
343 pp. Los escritos reproducidos en esta edición son prácticamente un facsímil de la edición de
Gredos.
1
por un poco más de medio centenar de escritos debidos a muy
diversos autores, siendo uno de ellos el Hipócrates histórico,
de cuya autoría sólo serían dos o tres de esos escritos. Los
escritos del Corpus hippocraticum tratan sobre diferentes temáticas
que han sido organizadas –en una típica acción de anacronismo-
teniendo como referencia las ciencias básicas y clínicas y los
saberes especializados que hoy hacen parte de la medicina
universitaria: escritos anatomo-fisiológicos, de patología
general y especial, quirúrgicos, pediátricos, obstétricos, etc.11
Allí están contenidos los fundamentos ontológicos (el cuerpo
humano en tanto entidad natural inscrita en la Naturaleza
general o Physis, funcionando con procesos inmanentes),
epistemológicos (combinación de los sentidos y la razón en el
conocimiento y reconocimiento de la enfermedad y del
enfermo) y éticos de la medicina que hoy se reconoce como
científica y que se enseña en las universidades y que aquí se ha
identificado como de tradición occidental. La medici- na hipocrática
–al igual que otras construcciones sociales constitu- tivas del logos
atribuido a los griegos y a Occidente- se fue confor- mando en las
condiciones del surgimiento de la institución de la polis
(ciudad-Estado), fundamento de la democracia griega, su
práctica y sus ideales, en donde la discusión abierta entre
ciudadanos situados a igual distancia de la ley jugó un papel
de primer orden (Vernant, J.-P., 1992).
11
Esta perspectiva puede apreciarse en una de las mejores interpretaciones de esa medicina en lengua
española, la de Laín Entralgo, Pedro (1982) La medicina hipocrática, Madrid: Alianza
Editorial, pp. 37-39.
1
12
“Sectas” llamaba Galeno (131-201) a las escuelas médicas. El mismo término fue usado por
Laennec.
1
Así escribía el autor del escrito titulado Sobre la medicina antigua:
“La medicina hace tiempo que tiene todo lo que necesita para ser
un arte [subrayado NMC], y ha descubierto un punto de partida y
un método con el que se han conseguido a través de los años
muchos y valiosos descubrimientos. Y los demás se irán
consiguiendo en el futuro, si el que está capacitado y conoce lo ya
descubierto parte de ahí en su investigación. Pero el que, rechazando
y despreciando todo eso, intenta investigar con otro método y otros
esquemas, aunque asegure que ha descubierto algo está
equivocado y se engaña a sí mismo, ya que esto es imposible.
Intentaré [1ª. Persona, que alude más a un autor individual que a
una escuela] demostrar por qué forzosamente es así explicando y
demostrando qué es este arte”. (Hipócrates, 1997: 40-41).
1
El segundo elemento está constituido por la identificación de
la medicina como un “arte” (una tékhné, en la transliteración
del griego), es decir un saber eminentemente operativo, para
resolver los problemas de la enfermedad humana, y que, como
cualquier arte o cualquier técnica, podía enseñarse, es decir,
transmitirse a través del discurso oral y de la práctica sobre el
cuerpo humano, en la cual se combinaba el uso de los sentidos
(observación metó- dica) con el razonamiento (organización
lógica de los datos sensoriales) para el diagnóstico, la terapéutica
y, sobre todo, para el pronóstico. Para transmitir esta técnica
curativa (tékhné iatriké, en la transliteración) existían dos centros
especialmente importan- tes, uno en Cnido (polis griega situada
en la región de Caria, en el sudeste del Asia Menor) y otro en la
isla de Cos (isla de las Espo- radas, situada en frente a la punta
sudeste del Asia Menor y de la región de Halicarnaso), de
donde era originario el Hipócrates histórico y en donde enseñó
su “arte” en una especie de “escuela” de medicina. Se dice que
allí reunió la primera colección de textos médicos, que darían
como resultado el famoso Corpus. Habría existido una tercera
escuela en Crotona, en la Magna Grecia (Italia), bastante anterior
a la misma medicina hipocrática (Bourgey, 1971). La medicina
occidental nace, pues, consciente de su pasado histó- rico y segura
de la posibilidad y la necesidad de ser transmitida a las nuevas
generaciones mediante la enseñanza teórica y práctica, de
manera mas o menos sistemática. Consciente, igualmente, de
que los médicos constituyen un grupo profesional específico
(demiurgois, servidores del pueblo) que se forma como tal en
un proceso de aprendizaje y entrenamiento, en el cual no
puede ni debe hacerse tabla rasa del pasado.
Laennec
1
R.T.H., 1804).13 Corría el año de 1804, Laennec tenía 23 años y
la medicina francesa, sustentada en las reformas impulsadas por
los revolucionarios de 1789 y 1794 y por Napoleón a partir de
1795, convertían a París en “la Meca de los estudiantes venidos
de todos los rincones del planeta” (Ackerknecht, 1986: 64)14.
Para su tesis, leyó los escritos hipocráticos en griego 15,
confrontándolos con los de otros médicos de la antigüedad,
como Galeno y Celso. Como epígrafe a su trabajo de grado
coloca la cita del escrito hipocrático Medicina Antigua,
reproducida atrás cuando se habló de la medicina hipocrática.
13
Disponible en la Biblioteca Luis Ángel Arango (Sección de libros antiguos). Entre los
examinadores de Laennec se encontraba Jean-Nicolas Corvisart (1755-1821), primer médico de
Napoleón y creador del método semiológico de la percusión a partir de la traducción al francés,
plena de notas aclaratorias, que hizo del Inventum Novum (percusión) del médico austriaco
Leopold von Auenbrugger (1722-1809). La vuelta a la medicina hipocrática marcó una tendencia
renovadora en la medicina francesa y europea de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo
XIX.
14
El «cerebro del mundo» llamó a esta ciudad, en 1884, el primer historiador de la medicina en
Colombia, el médico Pedro María Ibáñez (Memoria para la historia de la medicina en Santa
Fe de Bogotá, Bogotá: Imprenta de Vapor de Zalamea Hnos.), quien fue, además, cronista de la
capital colombiana.
15
La primera edición “integral” y crítica del Corpus, en francés, la realizó el médico y filólogo
Émile Littré, entre 1839 y 1861, que interesa “sobre todo a los helenistas, los filólogos y los
historiadores. Se asiste entonces a la emergencia de la historia de la medicina, cuya génesis se
encuentra en la ruptura de la medicina moderna con la tradición hipocrática y galénica (lo que ha
permitido a la medicina antigua entrar en la historia); en la adopción de los principios generales
de la investigación científica y de la medicina experimental que los historiadores de la medicina,
hacia 1850, han tomado prestados de los fisiólogos y de los médicos contemporáneos.” (Huard,
P. et Imbault-Huart, J.-M., 1980 : 605). Littré fue autor, además, del famoso diccionario “Littré”
de la lengua francesa. Según algunos, Laennec aspiraba a ser el traductor del Corpus del griego
al francés, pero su dedicación total a la medicina hospitalaria le impidió cumplir este deseo. En
revancha legó a los médicos de tradición occidental uno de sus íconos, el estetoscopio.
1
segundo apartado, el más largo, lo dedica a la “exposición de
la doctrina de Hipócrates relativa a la medicina”, en donde
hace la distinción entre signos “de primer orden” y signos “de
segundo orden”, se refiere a las enfermedades epidémicas,
separando las “locales” de las generales”, y trata extensamente el
asunto de las fiebres16. El último apartado se dedica a la utilidad
de la doctrina de Hipócrates para la “medicina práctica”, es
decir para la de la época de Laennec, ilustrada
paradigmáticamente con su trabajo diario en los hospitales de
Beaujon, de la Salpetrière, de la Charité y, en especial, en el
Necker (en donde consolidó el método de la auscultación y el
instrumento para su aplicación, el estetoscopio).
16
Hasta muy entrado el siglo XIX las fiebres constituían un complejo y variado “árbol” integrado por
diferentes especies de un mismo género. Este asunto copó la literatura médica internacional –y
nacional- y sólo se aclararía con los trabajos termométricos del clínico alemán K. A. Wunderlich
1
(1815-1878) y otros.
1
básicamente anatomoclínica, que encontraba al fin el camino
de la ciencia.17 Por eso le interesaba la relación entre la doctrina
hipocrática y esa “medicina práctica”, la del trabajo al lado del
paciente en los hospitales de París, que fueron su casa, desde sus
tiempos de estudiante, y también su tumba, pues al parecer se
autoinoculó accidentalmente la tuberculosis con un instrumento
de disección. Y ahí estaban el pasado y la historia
interactuando con el presente y, claro, en la perspectiva del
futuro.
17
Michel Foucault ha analizado este proceso global, del cual Laennec constituyó un fuerte eslabón,
que condujo a la creación de la clínica moderna, vale decir una nueva actitud intelectual en el
trabajo con el paciente acompañada de la espacialización de la enfermedad en el cuerpo humano,
combinación de semiología y anatomía patológica. Véase Foucault, Michel (1980).
18
Todavía no estaba claramente establecida la diferencia entre síntomas (lo que el paciente
experimenta) y signos (datos objetivos que para el médico tienen una significación diagnóstica).
19
Desde la semiología del siglo XX, los de “primer orden” podrían ser los signos y los de “segundo
orden” los síntomas.
20
Esta diferenciación y valoración será retomada por Laennec en su obra cumbre, De l’aus-
cultation médiate, como veremos más adelante. Pero en su tesis de grado afirma: “La mejor
manera de estudiar las obras de Hipócrates sobre el pronóstico, consiste, me parece, en seguir
exactamente las enfermedades a la cabecera de los pacientes, en recolectar día a día los
fenómenos que ellas presentan y en escribir en seguida al margen las senten- cias de Hipócrates
relativas a estos fenómenos” (Laennec, 1804: 37). La lectura de los textos hipocráticos no era,
pues, un asunto de “anticuario” o de conmemoración.
2
pues, que Laennec, desde el punto de vista de la terapéutica, se
ubica en los síntomas “de segundo orden” (en los ‘desarreglos’
y dolores que experimentan y expresan los pacientes, comunes
a distintas enfermedades), porque en la medicina se trata de
aliviar, disminuir o anular el sufrimiento, aunque lo que Laennec
transfor- maría revolucionariamente sería el diagnóstico
(basándose en los signos “de primer orden”, obtenidos
mediante la auscultación, además de anamnesia, la
observación y la percusión). Curar, lo que se dice curar –y para
lo cual el diagnóstico tenía obvia impor- tancia-, era todavía una
utopía, de donde el escepticismo o nihilismo terapéutico que
caracterizó a la medicina del siglo XIX y parte del XX, y
especialmente a la medicina anatomoclínica. Pero, de nuevo, en el
diagnóstico ‘laennecquiano’ los síntomas serían desplazados por
los signos como lo demuestra y lo ilustra en su obra sobre la
auscultación. A partir de esa obra –y otras, claro está- el
diagnóstico ya se podrá hacer con una alta dosis de certeza en
vida del enfermo. Una terapéutica contundente sólo se
alcanzaría con la teoría de los agentes etiológicos (Pasteur y
Koch) y la bacteriología y, espe- cialmente, con los antibióticos y
las sulfamidas en el siglo XX, además de la cirugía basada en la
anestesia, la hemostasia y la asepsia/antisepsia.
21
Varios miembros de su familia, antes y después de él, fueron médicos, entre ellos su padre y
1
su tío Guillermo, su mentor y a quien dedica la tesis de grado.
22
Los tratados hipocráticos llamados Epidemias reúnen casos, constituyendo algo así como lo que
hoy se llamarían historias clínicas.
19
sistemático de un nuevo instrumento de exploración clínica
“inventado” por su autor, que todavía hoy en día sigue siendo un
ícono de la medicina: el estetoscopio 23. Un largo prefacio de 38
páginas describe el método anatomoclínico, combinación sistemá-
tica de anatomía patológica y semiología, en la cual ocupa un
lugar privilegiado la auscultación debida al mismo Laennec,
pero inspirada en los textos hipocráticos24. Allí reafirma la idea ya
aludi- da, de origen hipocrático, sobre las ventajas para el alivio
del pa- ciente de los síntomas comunes a varias enfermedades,
o “de segundo orden”, frente a los “signos propios de la
enfermedad” (específica, particular) o “síntomas de primer
orden”, a pesar de que estos últimos son más fáciles de
describir. Pero lo que sí pre- senta, definitivamente, una gran
dificultad es la explicación del origen y desarrollo de la
enfermedad y sus variaciones en espe- cies: “Es mucho más fácil
–afirma- describir los tubérculos e indicar sus síntomas, que
definir la tisis pulmonar de los patologistas, y buscar establecer
divisiones de acuerdo con sus causas”. Rechaza la “fisiología”, en
el sentido de especulación sobre la patogenia25, y la búsqueda de
las causas26, al paso que reafirma su visión locali- zacionista y
claramente anatómica de la enfermedad:
23
Lo llama también, repetidamente, “el cilindro”. En efecto, su primera versión oficial, cuyo
representación gráfica aparece en De l’auscultation (Plancha 1), consiste en un cilindro de
madera con rebordes de cobre, de unos 30 cms. de longitud.
24
En la Introduction reconoce el origen hipocrático de la auscultación: “Algunos médicos han
ensayado, en estos casos, aplicar la oreja sobre la región precordial. Las palpitaciones del corazón,
apreciadas de esta forma a la vez por el sentido del oído y del tacto [palpación y percusión], se
hacen mucho más sensibles. (...) La primera idea ha podido ser tomada de un pasaje de
Hipócrates que yo tendré la ocasión de examinar en otra parte; ella es simple, además de que
debe ser muy antigua: sin embargo yo no sé que alguien haya extraído todas las consecuencias de
ella;...” (Laennec, R.T.H., 1819: 6). Laennec no alcanzó a cumplir la promesa de examinar la idea
hipocrática a que alude, pues murió 7 años después, a la edad de 45 años, sin presenciar el triunfo
de su aparato y de su obra. Lo que sí alcanzó a realizar fue una segunda edición de obra
totalmente renovada, “casi un libro nuevo”, ya enfermo de tuberculosis, en la que respondía a sus
detractores, en 1826. Véase Laín Entralgo, Pedro (1961).
25
La fisiología “moderna”, en tanto explicación fisico-química de las funciones empezaría su
camino en serio con los trabajos de Francois Magendie (1783-1855) y, especialmente, Claude
Bernard (1813-1878) y los fisiólogos alemanes (Ernst Brücke, Emile du Bois Reymond, Carl
Ludwig, Hermann Helmholtz, etc.).
26
Para la etiología habría que esperar a los trabajos de Louis Pasteur (1822-1895) y Robert Koch
1
(1843-1910).
19
“La alteración de los órganos es, sin comparación, lo más de fijo,
lo más positivo y lo menos variable en las enfermedades locales;
es de la naturaleza y de la extensión de estas alteraciones que
depende siempre el peligro o la curabilidad de las enfermedades:
es, en consecuencia, lo que las debe caracterizar o especificar. El
desarreglo de las funciones que acompaña estas alteraciones es, por el
contrario, extremadamente variable. (...) La anatomía patológica es la
antorcha más segura que puede guiar al médico ...” (Laennec,
R.T.H., 1819: XX-XXI).
1
el alumno encargado de la observación. Yo releo este proceso verbal
en presencia de todos los que han asistido a la apertura, y si hay
necesidad de hacer alguna corrección [diagnóstica o de otra clase]
la hago sobre el terreno, después de haber pedido las opiniones.”
(Laennec, 1819: XXVIII-XXIX).
1
percibir un ruido como de aceite hirviendo. En otro texto se habla
de ruidos como de cuero frotado, y así sucesivamente. En
concreto, Louis Bourgey ha establecido que:
27
Así son llamados las médicos de que han recorrido todas las instancias de la profesión, empezando
por el hospital y llegando a la dirección de la educación médica y las políticas de salud, siendo
reconocidos como una especie de “sabios” al estilo de la Antigüedad. Sobra decir que esta
dignidad, que la atribuye el juego social y político, suele ser también objeto de negociaciones,
manipulaciones, etc. y el término mismo (“mandarín”) indica su ubicación en las altas esferas del
poder (al lado del “emperador”). El autor de este texto ‘descubrió’ al Profesor Tubiana a través
de una serie de artículos sobre la situación de la investigación en cáncer, que comenzó a
publicarse en la edición internacional del periódico Le Monde (No. 1785, 29 janvier 1983),
1
cuando dirigía el Centro Anticanceroso de Villejuif.
1
que conecta con Laennec, y entrenado como médico hospitalario
especializado en los Estados Unidos por los años de la
Segunda Guerra Mundial, Tubiana ha ocupado todos los cargos
que usual- mente ocupan los “mandarines”, desde el internado
hospitalario hasta las más altas ‘dignidades’ académicas y
gubernamentales en los sistemas de salud y de educación de
Francia y de Europa. Especialista en oncología, ha dirigido a
nivel de Europa la dura lucha antitabaco desde su cargo de
Presidente del Comité de Expertos sobre el Cáncer de la Unión
Europea, que compromete los inmensos intereses de las
compañías productoras y distribui- doras, y ha sido el animador
de un grupo de carácter “oficioso” (no-oficial), llamado de los
“Cinco Sabios”, encargado de señalar derroteros en asuntos de
medicina y, sobre todo, “de reformar la política de salud
pública” (Tubiana, 1995: 8).
1
génesis, convicción que lo acompañó desde su primera
juventud:
1
“Existen excelentes historias de la medicina. Me inspiro en ellas, pero
mi propósito es diferente: yo he querido trazar una reflexión sobre la
medicina contemporánea siguiendo las etapas del razonamiento
médico, y por tanto a partir de estudios históricos pero esquematizan-
do en él los hechos con el propósito de extraer el sentido. (...)
Tratar de desenredar esta madeja [la historia de la medicina, sobre
todo después del Renacimiento] es una tarea delicada. ¿Por qué he
tratado yo de engancharme en ella? Talvez en razón de la
evolución de mi carrera, que partiendo de la biofísica me condujo
a la investigación experimental y clínica y después, terminadas mis
funciones hospitalo- universitarias, a la prevención del cáncer, a la
lucha contra el tabaquis- mo y a la salud pública. [...] Si vuelvo
sobre este sueño adolescente [el propósito de escribir la historia del
surgimiento del espíritu científi- co], es porque en el fondo esta idea
nunca me ha abandonado: pienso que siempre es necesario
remontarse a las fuentes para comprender nuestra época.”
(Tubiana, 1995: 12, 26-28).
1
instante, en el curso de la primera infancia, el hombre comprende
el sentido de su
2
destino, el rechazo de lo inevitable domina su vida psíquica, que
permanece escondida en lo más profundo del inconsciente. Sólo se
requiere una inquietud en relación con su salud para que esta
angustia vuelva a aparecer. Platón en el Gorgias hace decir a
Sócrates: ‘¿Existe para el hombre un bien más precioso que la
salud?’ La respuesta es evidentemente nó, lo que explica el lugar de
la medicina en todas las civilizaciones” (Tubiana, 1995: 10).
“El médico de finales del siglo XX no puede dejar de lado [faire l’écono-
mie, ahorrarse] una alianza con las ciencias humanas y sociales. Éstas
le serán tan necesarias como lo fueron la anatomía a finales del
siglo XVIII, la biología en el siglo XIX, la biología molecular y la
epidemiolo- gía en el siglo XX. Desafortunadamente esta
convergencia de la medicina con las ciencias humanas, siendo
necesaria, no es suficiente, pues debe acompañarse de una voluntad
política. [...] La historia de la medicina enseña que la acción
pragmática precede a menudo a la comprensión” (Tubiana, 1995:
662-663).
2
Muchas ideas, precisiones y generalizaciones sustentadas, en
torno a la medicina de ayer y de hoy, así como de la presencia del
pasado en el presente y la importancia de la historia de la
medicina se encuentran en Los caminos de Esculapio. Haciendo
una síntesis forzada de algunas de esta ideas se pueden citar
las siguientes afirmaciones de Tubiana:
A manera de conclusión
2
Pero vale la pena
2
señalar que la medicina de hoy es una realidad demasiado
comprensiva y omnipresente, de la que se esperan muchas
cosas, hasta la eterna juventud y la derrota de la muerte. Como lo
planteó Michel Foucault, desde el siglo XIX esta medicina no
tiene, prácti- camente, exterioridad, está en todas partes y en
todos los momen- tos de la vida de los seres humanos, así parezca
alejarse el ideal de “salud para todos”, o precisamente por esto.
Lo cierto es que a la medicina todo le pertenece, todo le
compete: es el proceso que Foucault llamó de la “medicalización
indefinida” (Foucault, 1977). Así que, dentro del gran abanico
que todo lo abarca, que es la medicina actual, las posibilidades
de la historia de la medicina también parecen inagotables.
28
Cueto, Marcos. El pasado de la medicina: la historia y el oficio. Entrevista con Roy Porter,
2
2002. Material suministrado por el autor de la entrevista.
2
También esta perspectiva, además de las ya señaladas y
sugeridas, es de interés para la formación de los nuevos
médicos que se quieren preparar y que enfrentarán retos
inéditos debidos a los enormes y rápidos cambios en la
tecnología y el conocimiento médicos, en medio de la llamada
globalización, en donde el merca- do y sus beneficiarios
imponen sus leyes, también en el terreno del enfrentamiento de
la enfermedad, la promoción y conservación de la salud, y en la
misma práctica de la medicina. Colombia deberá inscribirse en
esos cambios o sufrirlos, según la vía que se adopte, y en ese país
trabajarán los nuevos médicos. Por ahora se trata de un país que
aún no ha resuelto los problemas fundamen- tales para generar
un desarrollo económico, social y humano, incluido el acceso a
unos mínimos niveles de salud para el conjunto de la población,
acorde con los logros de la ciencia y la tecnología, de la
biomedicina y la tecnomedicina. Para entender todo esto y
tratar de variar la situación en un sentido positivo, ahí a la
mano está la disciplina de la historia apoyada en las
metodologías y los esquemas interpretativos que brindan las
llamadas ciencias humanas y sociales.
2
BIBLIOGRAFÍA
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