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Efecto retorno sobre la psicosis

ordinaria    [1]

Por Jacques–Alain Miller

Desearía, en primer lugar, felicitar a Marie–Hélène Brousse por


haber organizado este seminario anglófono en París. Estoy verdaderamente sorprendido de ver aquí
a casi cien personas de diferentes países. Deseaba que se retomara este seminario anglófono. Hubo
hace ya unos años una serie en París, luego lo interrumpimos. Con eso me preocupaba, le pedí a
Marie–Hélène Brousse de relanzarlo. Es una ocasión importante para mí constatar que la audiencia
del Campo freudiano en los países anglófonos, lejos de haber disminuido, aumentó en número y en
importancia desde hace diez años. El Campo freudiano no está, a mi parecer, suficientemente
representado en el mundo anglófono, algo que tenemos la intención de cambiar. El Campo
freudiano desea promoverse con vigor en el mundo anglosajón –en Gran Bretaña, en los Estados
Unidos, en Australia– y en otros países donde el inglés es esencial para transmitir la enseñanza de
Lacan y nuestra acción.

Como título de este seminario elegí: "Psicosis ordinaria". Aunque esta no sea una categoría de
Lacan, es, me parece, una categoría lacaniana. Es una creación que concibo como extraída de lo que
nosotros llamamos "la última enseñanza de Lacan", que es en sí misma con un efecto retorno del
desarrollo pragmático de su enseñanza a lo largo de treinta años de seminario. Tengo la intención
de darles, en esta exposición informal sobre el concepto de psicosis ordinaria, un mayor eco del uso
práctico que hacemos de este término desde hace muchos años con mis colegas, entre los cuales
muchos han contribuido a darle un sentido más preciso.
Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria   [1]
Por Jacques–Alain Miller

Desearía, en primer lugar, felicitar a Marie–Hélène Brousse por


haber organizado este seminario anglófono en París. Estoy verdaderamente sorprendido de ver aquí
a casi cien personas de diferentes países. Deseaba que se retomara este seminario anglófono. Hubo
hace ya unos años una serie en París, luego lo interrumpimos. Con eso me preocupaba, le pedí a
Marie–Hélène Brousse de relanzarlo. Es una ocasión importante para mí constatar que la audiencia
del Campo freudiano en los países anglófonos, lejos de haber disminuido, aumentó en número y en
importancia desde hace diez años. El Campo freudiano no está, a mi parecer, suficientemente
representado en el mundo anglófono, algo que tenemos la intención de cambiar. El Campo
freudiano desea promoverse con vigor en el mundo anglosajón –en Gran Bretaña, en los Estados
Unidos, en Australia– y en otros países donde el inglés es esencial para transmitir la enseñanza de
Lacan y nuestra acción.

Como título de este seminario elegí: "Psicosis ordinaria". Aunque esta no sea una categoría de
Lacan, es, me parece, una categoría lacaniana. Es una creación que concibo como extraída de lo que
nosotros llamamos "la última enseñanza de Lacan", que es en sí misma con un efecto retorno del
desarrollo pragmático de su enseñanza a lo largo de treinta años de seminario. Tengo la intención
de darles, en esta exposición informal sobre el concepto de psicosis ordinaria, un mayor eco del uso
práctico que hacemos de este término desde hace muchos años con mis colegas, entre los cuales
muchos han contribuido a darle un sentido más preciso.

América dividida

Freud se planteó la famosa pregunta: "¿Qué quiere una mujer?". Él se la planteó en tanto que
hombre. Quizá en tanto que mujer también. A pesar de tener atrás treinta años de enseñanza de
Lacan, nosotros no tenemos la respuesta. Sin embargo, la hemos buscado. No se trata por lo tanto
de una cuestión de discriminación.

Tengo otra pregunta que me ha perturbado durante años: "¿Qué quieren los norteamericanos?"
¡Tengo la respuesta! Una respuesta parcial. Quieren a Slavoj Žižek. Quieren al Lacan de Slavoj
Žižek. Lo prefieren por sobre el Lacan del Campo freudiano. Quizá, por el momento.

La pregunta es la siguiente. ¿Ellos quieren conceptos bien definidos? ¿Quieren un espacio para
discutir? ¿Un espacio de disputa?, lo que es el caso con los conceptos de psicoanálisis. Otto
Kernberg, por ejemplo, decía estar muy perturbado por el hecho de que no podía atrapar la
definición exacta de los conceptos lacanianos. "Cambian todo el tiempo", decía. Pueden imaginarse
bien al querido Otto –que lee francés– buscando y queriendo encontrar en Lacan la definición del
Nombre del Padre, del significante… y no encontrar una, sino una pluralidad de definiciones. Él
encuentra definiciones contradictorias y se encuentra siempre perdido en la enseñanza de Lacan.
Quizá sea porque Otto es de descendencia alemana. Los prusianos, se sabe, quieren significaciones
muy rígidas, pero a decir verdad, esto también incluye al espíritu norteamericano. Recuerdo que
Kernberg, mientras yo daba una conferencia en Nueva York en 1985 –la única que di en la IPA–,
cuando terminé, en una de las preguntas que me planteó me decía: "Pero, el cincuenta por ciento de
la vida psíquica son los afectos". ¿Cómo hacía él para medir el cincuenta por ciento de la vida
psíquica? Sin embargo, ¡era Otto Kernberg! Él quería definiciones precisas. Y es, en parte, lo que los
americanos quieren: un saber bien definido, utilizable, con números.

Por otra parte, tengo la sensación de que los americanos reclaman un espacio para transmitir sus
opiniones, para poder decir: "Tú piensas así, yo pienso de otra manera. Yo tengo mi propia idea", sin
por eso faltarle el respeto al prestigio y al saber. Es una forma muy democrática de cuestionar el
saber del Otro.
Tengo la impresión de que el alma americana, o el espíritu americano, si me lo permiten, se
encuentra desgarrado entre, por un lado, un deseo por la extrema precisión y los números y, por el
otro, el deseo de ser capaz de expresar el propio pensamiento y de seguir las propias ideas.

La psicosis ordinaria definida a posteriori

La psicosis ordinaria se sitúa más bien sobre esta segunda vertiente. Es la razón por la cual elegí
para renovar este seminario, porque la psicosis ordinaria no tiene una definición rígida. Todo el
mundo es bienvenido para dar su impresión y su definición de la psicosis ordinaria. Yo inventé un
concepto con la psicosis ordinaria. Inventé una palabra, una expresión, un significante, dando un
esbozo de definición para atraer los diferentes sentidos, los diferentes reflejos de sentidos alrededor
de ese significante. No di un saber–hacer sobre la utilización de ese significante. Hice la apuesta de
que ese significante podía provocar un eco en el clínico, en el profesional. Quería que tomara
amplitud y ver hasta dónde podía llegar esta expresión.

Estaba inspirado por lo que Lacan había hecho con el pase. Saben que él llamaba al verdadero fin de
análisis "El pase". Pero no dio más que una definición esbozada, porque no quería que la gente lo
imitara. Si ustedes dicen que pueden reconocer el fin del análisis cuando el sujeto hace esto o
aquello o dice esto o aquello, todo el mundo va a hacerlo inmediatamente. Es el caso de la
Universidad. Si tienen necesidad de una nota, deben decir las cosas de una cierta manera y en un
cierto estilo. Y entonces la gente se conforma con eso y vive un mundo de sombras, una "Ciudad de
fantasmas", como en el artículo de Jean–Louis Gault. Debo confesarles que la Universidad es una
ciudad de fantasmas con gente que imita lo que son supuestos ser. Lacan dio solo un esbozo de
definición del pase y propuso que se experimente para ver, una vez definido el momento, lo que
surgía, aquello a lo que la gente contribuiría. Quisiera hacer algo de ese tipo con la psicosis
ordinaria. Y creo que eso atrajo el sentido en potencia. Mucha gente se acercó luego para decir: "¡Yo
conozco un caso de psicosis ordinaria!" Si nos vemos tentados de darle una definición, es pues una
definición a posteriori.

La clínica binaria y el tercero excluido

Ahora puedo reflexionar sobre la razón por la cual había sentido en su momento la necesidad, la
urgencia y la utilidad de inventar ese sintagma, psicosis ordinaria. Diría que para esquivar la rigidez
de una clínica binaria, neurosis o psicosis.

N/P

Saben que cada significante es fundamentalmente definido, en la teoría de Roman Jackobson –que
es una teoría antigua en la actualidad–, por su posición en relación a otro significante o a una falta
de significante. La idea de Jackobson es una definición binaria del significante. Durante años noté
que teníamos esencialmente una clínica binaria, neurosis o psicosis. Un "o bien o bien" absoluto.
Teníamos también la perversión, pero ella no pesaba de la misma forma en la balanza, por la
sencilla razón de que las verdaderas perversiones no se analizan verdaderamente y, por lo tanto,
aquellos que entran en análisis son sujetos que presentan rasgos de perversión. La perversión es un
término discutible que desbandó al movimiento gay. Es una categoría que tiende a ser abandonada.

Así, nuestra clínica tenía un carácter esencialmente binario. Resultado: durante años veíamos a los
clínicos, a los analistas, a los psicoterapeutas, preguntarse si su paciente era neurótico o psicótico.
Cuando ustedes recibían a esos analistas en control, podían verlos retomar, año tras año, ese
paciente x, y si le hubiesen preguntado: "¿Ya decidió si es neurótico o psicótico?", ellos habrían
dicho: "No, no lo he decidido por el momento". Y eso continuó así durante años. Claramente, no era
una manera satisfactoria de considerar las cosas.
Era claramente una dificultad en los casos de histeria. Cuando en la histeria no hay una
identificación narcisista al propio cuerpo "suficientemente buena" –ese "suficientemente buena" es
un término winnicottiano que me gusta mucho–, porque en la histeria tienen a menudo algunas
marcas de alguna ausencia del cuerpo, entonces podían preguntarse si este abandono llegaba hasta
el punto de no concernir ya a la histeria sino a la psicosis. Veían así gente que intentaba, durante
años decidir de qué lado estaba su paciente. O bien, cuando tienen sujetos que testimonian de un
vacío que experimentan en sí mismos, pueden preguntarse si ese vacío es también histérico. ¿Es el
sujeto barrado que reenvía a la nada en la neurosis? ¿O es el vacío psicótico, el agujero psicótico?
Aunque, año tras año, a pesar de la diferenciación supuestamente absoluta entre la neurosis y la
psicosis, sobre la base de la forclusión del Nombre del Padre –verdadero credo lacaniano: yo te
bautizo neurótico si hay Nombre del Padre, yo te bautizo psicótico si no lo hay–, ciertos casos tenían
el aspecto de estar entre los dos. Y esta frontera terminó, a lo largo del tiempo –en el control y en la
práctica–, por ensancharse. ¡Un ensanchamiento creciente como el que ustedes encuentran
alrededor de su cintura!

N/P

Entonces, había algo que no iba bien porque, si era una neurosis, no era una psicosis, y si era una
psicosis, no era una neurosis.

La psicosis ordinaria era una forma de introducir el tercero excluido por la construcción binaria,
uniéndose al mismo tiempo a la posición del lado derecho binario.

N/_P

Era una manera de decir, por ejemplo, que si tuvieron durante años razones para dudar de la
neurosis del sujeto, pueden apostar a que se trata más bien de un psicótico ordinario. Cuando se
trata de la neurosis, ¡Ustedes lo deben saber! La contribución de ese concepto permitía decir que la
neurosis no es un fondo de pantalla (wallpaper).

La neurosis es una estructura muy precisa. Si no reconocen la estructura muy precisa del paciente,
pueden apostar o deben intentar apostar a que es una psicosis disimulada, una psicosis velada.

No es, pues, seguro que la psicosis ordinaria sea una categoría objetiva. Se tienen que preguntar si
es una categoría de la cosa–en–sí. ¿Pueden decir que la psicosis ordinaria existe objetivamente en la
clínica? No es seguro. La psicosis ordinaria interesa al saber de ustedes, a la posibilidad que tienen
de conocer algo del paciente. Ustedes dicen: "psicosis ordinaria", cuando no reconocen signos
evidentes de neurosis, y así son conducidos a decir que es una psicosis disimulada, una psicosis
velada. Una psicosis difícil de reconocer tal cual, pero que deduzco de pequeños índices variados. Se
trata más de una categoría epistémica que objetiva. Esta última concierne a nuestra manera de
conocerla.

La construcción lacaniana de la psicosis en los Escritos

1. El mundo imaginario movedizo

Es su texto clásico sobre la psicosis, "La cuestión preliminar…" [2], de los Escritos, de todos modos,
Lacan debuta con las neurosis. Él piensa la psicosis en la perspectiva de la neurosis. Hace derivar la
estructura de la psicosis de la de la neurosis, como una derivación fundamental de la neurosis o de
la normalidad. Hay una conexión entre neurosis y normalidad: el complejo de Edipo. En Lacan –y
en Freud igualmente–, el complejo de Edipo –que Lacan traduce como metáfora paterna– es tanto
el fundamento de la realidad común como de la neurosis. El complejo de Edipo es el lazo entre
normalidad y neurosis. Podemos decir que la neurosis es la normalidad. Una persona
supuestamente normal es un neurótico que no sufre de su neurosis o que no sufre demasiado de su
neurosis, o más todavía, que no cura su neurosis por el análisis, que cura su neurosis viviendo. ¡Es
menos interesante! Es más interesante curar la neurosis por el análisis, pero la gente no siempre
piensa así y sigue viviendo. Y entonces, me siento como el doctor Knock, en la famosa obra de teatro
francesa de principio de siglo que decidía que todo el mundo estaba enfermo sin saberlo.

¿Cuál es la base común entre neurosis y psicosis desde el punto de vista de Lacan? ¿Cuál es el inicio
de la vida psíquica? El inicio de la vida psíquica en el Lacan clásico es lo que llama lo imaginario. Es
el Lacan clásico. Esto se puede poner en tela de juicio porque está la incidencia del lenguaje. En
efecto, desde el inicio el sujeto está inmerso en el lenguaje. Pero en su texto clásico sobre la psicosis,
como en casi todos sus textos de los Escritos –a excepción de los últimos–, Lacan construyó la
dimensión fundamental de sujeto como perteneciendo a la dimensión imaginaria. Es, pues, el
nacimiento supuesto común, que sea un futuro neurótico, un futuro normal, un futuro perverso, un
futuro psicótico, depende de cómo habite, podríamos decir, el estadio del espejo.

El estadio del espejo es la primera estructura del mundo primario del sujeto, lo que indica que es un
mundo muy inestable. El mundo estructurado por el estadio del espejo es un mundo de
transitivismo. Transitivismo quiere decir que no saben si ustedes o el otro que lo ha hecho. Es
cuando un niño le da un golpe al compañero y dice: "Él me pegó". Tienen ahí una confusión. "¿Soy
yo o es él?" Este es un buen ejemplo para entender que se trata de un mundo de arenas movedizas.
Es un mundo inestable, sin consistencia. Es un mundo de sombras. En el primer seminario de
Lacan, esa es la forma en que describe el mundo primario o, más bien, la manera en que se
construye. Digo "construye" porque hay que comenzar por hacer abstracción del lenguaje que está
presente desde el inicio. Es a partir de ahí que se estructura la psicosis. Es también para él el mundo
de la madre. Es supuestamente un mundo cuya fuerza pulsional es la del Deseo de la Madre, el
deseo desordenado de la madre con respecto al niño–sujeto. De una cierta manera, esto equivale a
decir que la locura es el mundo primario. Es un mundo de locura.

2. El orden simbólico

El orden simbólico viene en un segundo tiempo de esta construcción. Es a nivel simbólico que se
debe insistir sobre la palabra "orden". Estaríamos tentados de decir "el orden imaginario", "el orden
real", pero es inexacto. En efecto, esto quiere decir que el orden viene al mundo imaginario con lo
simbólico. La estructura lacaniana introduce lo simbólico –el lenguaje, la metáfora paterna– como
la potencia que impone el orden, que impone la jerarquía, la estructura, la constancia, que estabiliza
el mundo imaginario movedizo. Lacan condensa esta potencia ordenatriz de lo simbólico, con el
Nombre del Padre –utilizo la P mayúscula para representar la palabra francesa "Père"– que es un
elemento más. Es un plus (+) que tiene como consecuencia un menos (–), un goce en menos. El
goce imaginario, que vuelve posible el mundo imaginario, es expulsado, sustraído. Y encuentran, en
todo el texto de Lacan, la idea según la cual el goce es evacuado por lo simbólico. Lacan utiliza esta
expresión de diferentes maneras. Podemos hablar de extracción, de sustracción, pero es siempre la
misma idea. Cuando se introduce el elemento ordenador del Nombre del Padre, se obtiene una
sustracción a nivel de la libido, del goce y las pulsiones. En términos del falo tenemos el falo
imaginario completo Φ de un lado, y del otro el menos–phi –φ que quiere decir "castración", la
palabra freudiana para esta extracción de goce.

+NP Φ

–J (–φ)

A partir de ese momento, como bien saben, Lacan construye la psicosis como una falta del Nombre
del Padre, P0 y la falta de ese falo castrado que escribe Φ0. Tenemos dos agujeros correlativos al
esquema I –debemos escribirlo así, con tres flechas– a nivel del goce, que es de hecho un
"demasiado".
Si el goce imaginario que está "en demasiado" continúa existiendo, entonces el Nombre del Padre
no es operatorio. Esto quiere decir que menos phi no es operatorio. De hecho, es menos–phi cero.
No voy a explicar de nuevo esta construcción de la psicosis en Lacan, pero lo que introduce al
mismo tiempo, mientras que lee el caso Schreber, es la idea de la metáfora delirante. No tiene la
metáfora paterna normal en el caso Schreber pero, en un momento preciso, se nos revela el hecho
de que no está unido al significante del Nombre del Padre, desencadenando su psicosis
extraordinaria. Luego de un primer tiempo de perplejidad del mundo –un mundo que antes estaba
estabilizado, había llegado a obtener una posición muy elevada como magistrado, su mundo tenía su
orden, pero cuando fue solicitado a responder desde el punto de vista del Nombre del Padre, no
alcanzó y se desencadenó entonces su psicosis extraordinaria– observamos una suerte de mundo
ordenado que se reorganiza a sí mismo. Schreber logró armar progresivamente un mundo vivible.
Lacan dice que él no tiene una metáfora paterna, sino más bien una metáfora delirante.

De todos modos, un delirio es simbólico. Un delirio es un cuento simbólico. Un delirio es también


capaz de ordenar el mundo. Pregúntense si lo que ordena nuestro mundo no es, en gran parte,
delirante. Si lo trasladan al saber científico, esas historias de Dios–todo–poderoso, de padre, madre,
etc., los conducen a decir que es un delirio. No diría esto –no osaría–, pero la gente del siglo XVIII
osaban en decir que, en efecto, en parte es un delirio. El Campo freudiano es un delirio, no tiene una
existencia bien delimitada. Es algo para unas miles de personas en el mundo que hablan del Campo
freudiano, pero eso no tiene existencia precisa a decir verdad. Cuando leen a propósito de
Mohammed –Dios no permita que yo diga lo que sea contra Mohammed– que se fue solo, que
llevaba un mensaje divino y que escribía, ese discurso ordenó a un millón de personas en el mundo.
Era un delirio divino. En efecto, la hipótesis según la cual un delirio puede ordenar el mundo no es
completamente tirada de los pelos.

Schreber tenía un delirio privado, él no pudo lograr hacer de su delirio un delirio para todos en la
Prusia de finales del siglo XIX. Lo tuvo que privatizar. Montó una empresa delirante para él solo.
Entonces, pueden tener un orden simbólico delirante.

Del nombre propio al predicado Debo decir que un su última enseñanza, Lacan está
próximo a decir que todo el orden simbólico es un delirio, incluida su propia construcción del orden
simbólico. La vida no tiene ningún sentido. Producir sentido es ya delirante. Es una convicción
profundamente inculcada en Lacan. En la práctica, cuando comprenden lo que el paciente dice,
están capturados por su delirio, por su manera de producir sentido. El trabajo de ustedes, en tanto
que clínicos, no es comprender lo que el paciente dice. De esa manera, ustedes no participan de su
delirio. El trabajo de ustedes es captar la manera particular, insólita de dar sentido a las cosas, de
dar sentido a la repetición de la vida.

Esto introduce un cambio de estatuto para el Nombre del Padre. En los textos clásicos de Lacan, se
utiliza el Nombre del Padre en tanto que nombre propio. Cuando preguntamos: "El sujeto, ¿tiene
Nombre del Padre o no tiene Nombre del Padre?", utilizamos lógicamente el Nombre del Padre en
tanto que nombre propio, el nombre propio de un elemento particular que se llama el Nombre del
Padre. Siguiendo la idea del orden simbólico delirante, podemos decir que el Nombre del Padre no
es más que un nombre propio sino un predicado definido en la lógica simbólica.

NP(x)

Un elemento tal que funciona como Nombre del Padre para el sujeto. Este elemento es el principio
que ordena su mundo. Eso no es el Nombre del Padre, pero tiene la cualidad, la propiedad. Es
igualmente muy útil cuando pensamos el hecho de que Schreber llevó una vida aparentemente
normal durante cincuenta años. Su psicosis se desencadenó recién cuando tenía cincuenta y un
años, durante lo que se llama en medicina el climaterio de la vida masculina. La idea nos ayuda a
comprender cómo podía funcionar su mundo. ¿Qué habría pasado si Schreber hubiese venido al
análisis antes del desencadenamiento de su psicosis? No había todavía psicoanálisis en esa época,
pero imagínense si él hubiera sido tratado por Freud. Quizá antes de los cincuenta y un años ustedes
podrían ya haber observado particularidades en la construcción de su mundo que les habría hecho
decir que era un psicótico ordinario. Freud no conocía la psicosis ordinaria –es evidente que él
conocía muchas otras cosas mucho más importantes–, pero quizá lo que nosotros llamamos psicosis
ordinaria es una psicosis que no se manifiesta hasta su desencadenamiento. Es, por ejemplo, una de
las maneras de captar el concepto sobre el cual ustedes debatieron.

Entonces, la cuestión se centra sobre el Nombre del Padre en tanto que predicado. Eso quiere decir
que es un sustituto sustituido. El Nombre del Padre se sustituye él mismo al Deseo de la Madre,
impone su orden al Deseo de la Madre. Y lo que llamamos el predicado del Nombre del Padre es un
elemento que es una suerte de make–believe del Nombre del Padre, un compensatory make–
believe (un hacer creer compensatorio) del Nombre del Padre, una CMB en la psicosis. ¡Vamos a
creer –make–believe– que estamos haciendo un estudio altamente científico! ¡Y deberíamos decir
que tenemos la intención de observar y de hacer una lista completa de todas las formas posibles
de CBM en la psicosis! De hecho, es más difícil que eso. Es más difícil que este tipo de bromas.

"Un desorden […] en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto." [3]

¿Qué intentamos captar hablando de la psicosis ordinaria? Es decir, cuando la psicosis no va de


suyo, cuando no tiene el aspecto de ser una neurosis, cuando no tiene la firma de la neurosis ni la
estabilidad ni la consistencia ni la repetición de la neurosis. Una neurosis es algo estable, una
formación estable. Cuando ustedes no comprueban –es también una prueba para el clínico– que
tienen los elementos bien definidos, bien recortados de la neurosis, la repetición constante y regular
de lo mismo–, y cuando no tienen claros fenómenos de psicosis extraordinaria, entonces llegan a
decir que es una psicosis, aunque no sea manifiesta sino, por el contrario, disimulada.

Deben entonces darse a la búsqueda de pequeños índices. Es una clínica muy delicada. A menudo es
una cuestión de intensidad. Una cuestión de más o menos. Eso los orienta hacia lo que Lacan llama
"un desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto". [4] Es la
frase sobre la cual insisto desde hace años en mis cursos y en las discusiones con mis colegas, en la
página 224 del tomo II de los Escritos. En la excelente edición anglófona de Bruce Fink, en la página
466, está traducido por "a disturbance". Esa es una muy buena traducción de desorden. Él no pone
trastorno, que habría sido un término del DSM, sino "disturbance": "a disturbance that accuredat
the inmost junctureof the subject's sens of life".[5] Y bien, es eso lo que buscamos en la psicosis
ordinaria. Ese desorden en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto. "Sens of
life" se traduce por "sentimiento de la vida" o "cómo viven ustedes su propia vida". Es muy difícil de
analizar ese término. Los psiquiatras intentaron delinear ese "sentimiento de la vida". Ellos hablan
de síntesis, de sentimiento general del sujeto, de "estar en el mundo".

El desorden se sitúa en la manera en que sienten el mundo que los rodea, en la manera en la que
sienten su cuerpo y en la manera de referirse a sus propias ideas. Pero, ¿qué hay de ese desorden,
dado que los neuróticos también lo sienten? Un sujeto histérico siente ese desorden en relación a su
cuerpo, un sujeto obsesivo siente ese desorden en relación a sus ideas. ¿Qué es entonces ese
desorden que llega a "la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto?" Es algo muy
difícil de formular.

Una triple externalidad

Voy a intentar organizar ese desorden en el sentimiento de la vida en relación a una triple
externalidad: una externalidad social, una externalidad corporal y una externalidad subjetiva.

Los indicios hay que localizarlos en los tres registros.

1. Una externalidad social

En lo que concierne a una externalidad social, en lo que concierne a la externalidad social en la


psicosis ordinaria, la cuestión es la siguiente: ¿cuál es la identificación del sujeto con una función
social, con una profesión, con su lugar bajo el sol, como se dice en inglés? El índice más claro se
encuentra en la relación negativa que el sujeto tiene con su identificación social. Cuando tienen que
admitir que el sujeto es incapaz de conquistar su lugar bajo el sol, asumir su función social. Cuando
observan un desamparo misterioso, una impotencia en relación a esta función. Cuando el sujeto no
se ajusta, no en el sentido de la rebeldía histérica, o la manera autónoma de la obsesión, sino cuando
hay una suerte de fosa que constituye misteriosamente una barrera invisible. Cuando observan lo
que llamo un desenganche, una desconexión. Ven a veces sujetos que van de una desconexión social
a otra, desconectarse del mundo de los negocios, desconectarse de la familia, etc. Ese es un trayecto
frecuente en los esquizofrénicos.

Dije esquizofrenia. Esa puede ser la realidad del sujeto, aunque pueda parecer una psicosis
ordinaria, porque no va de suyo. Pero la psicosis ordinaria es, entonces, desde el punto de vista de
ustedes. Una vez que dijeron que es una psicosis ordinaria, traten de clasificarla de un modo
psiquiátrico. No deben decir simplemente que es una psicosis ordinaria, deben ir más lejos y
encontrar la clínica psiquiátrica y psicoanalítica clásica. Si no hacen eso –y ese es el peligro del
concepto de psicosis ordinaria– es lo que se llama un "asilo de la ignorancia". Eso se transforma en
un refugio para no saber. Si hablamos de psicosis ordinaria, ¿de qué psicosis hablamos?

Pudimos, por ejemplo, constatar esto en el último coloquio de las Secciones Clínicas francófonas [el
círculo UFORCA, la conversación sobre situaciones subjetivas de desinserción social en la Maison
de la Mutualité el 28 y 29 de junio de 2008] cuando, en el caso de una psicosis ordinaria, un colega
–un psicoanalista y psiquiatra– dijo: "es una paranoia sensitiva, en el sentido de Kretschmer". Se
trataba de una psicosis ordinaria porque no era manifiesta, pero una vez que ustedes dicen que es
una psicosis ordinaria, eso quiere decir que es una psicosis. Y si es una psicosis, entonces puede ser
trasladada a las categorías nosológicas clásicas. Tuve la impresión de que mi colega tenía razón, que
en ese caso se trataba de una paranoia sensitiva de Kretschmer. El término de psicosis ordinaria no
debe darnos el permiso de ignorar la clínica. Es como una invitación a pasarse de ella.

Esto por la identificación social negativa, pero deben también percatarse de cómo se viven las
identificaciones sociales positivas en la psicosis ordinaria. Es decir, cuando los sujetos invisten
demasiado su trabajo, su posición social, cuando tienen una identificación demasiado intensa en su
posición social. Pueden ver entonces, y se ve a menudo, psicóticos ordinarios cuya pérdida del
trabajo desencadena la psicosis porque su trabajo quería decir más que un trabajo o una manera de
vivir. Tener ese trabajo era su Nombre del Padre. Lacan dice que en nuestros días el Nombre–del–
Padre es el hecho de ser nombrado, de ser asignado a una función, de ser nombrado para. El
Nombre del Padre hoy es acceder a una posición social. Constatamos, en efecto, que ser miembro de
una organización, de una administración, de un club, puede ser el único principio del mundo de un
psicótico ordinario. Por ejemplo, hoy tener trabajo tiene un valor simbólico extremo. Las personas
están dispuestas a llenarse de trabajos mal pagos solo para tener el valor simbólico de estar en el
trabajo. Los gobiernos son suficientemente inteligentes para entender esto claramente y para
ofrecerles trabajos miserablemente remunerados. El gobierno francés quiere en este caso extenderlo
a los psicólogos y a los psicoterapeutas. Es de esto de lo que hablamos en estos días. Ellos quieren
crear una nueva profesión de psicoterapeutas que estaría peor pagada que la kinesioterapia.

Esto por la externalidad social, con la vertiente positiva y negativa de la identificación social.

2. Una externalidad corporal

La segunda externalidad concierne al Otro corporal, al cuerpo como Otro para el sujeto, partiendo
del principio de que "no se es un cuerpo, sino que se tiene un cuerpo", como dice Lacan. En la
histeria tienen la experiencia de extranjeridad del cuerpo, el cuerpo hace a su antojo. En el cuerpo
macho también tienen al menos una parte del cuerpo que hace igualmente a su antojo: el pene, es
bien conocido.

En la psicosis ordinaria debe haber algo de más, un desajuste. El desorden más íntimo es esta
brecha en la que el cuerpo se descompone y donde el sujeto es llevado a inventarse lazos artificiales
para reapropiarse de su cuerpo, para "ceñirse" a su propio cuerpo. Para decirlo en términos de la
mecánica, tiene necesidad de una prensa para unirse a su propio cuerpo.

La dificultad reside en el hecho de que todos esos medios artificiales que parecían anormales hace
años, hoy son banalizados. Hoy los piercings están de moda. Los tatuajes también. La moda está
claramente inspirada en la psicosis ordinaria. Ciertos usos de los tatuajes son un criterio de la
psicosis ordinaria cuando perciben que para el sujeto es una manera de ligarse a su propio cuerpo.
Este elemento suplementario oficia de Nombre del Padre. Un tatuaje puede ser un Nombre del
Padre en la relación que tiene el sujeto con su cuerpo. ¿Cómo lo comparamos con la histeria? No
podemos hablar de otro modo que en términos de tonalidad –no tiene el mismo tono– y en
términos de exceso, eso excede las posibilidades de la histeria. La histeria está obligada por los
límites de la neurosis, está limitada por el menos phi. A pesar de la rebelión y el desasosiego, la
histeria está siempre sometida a la obligación, mientras que se siente el infinito en la falla presente
en la relación del psicótico ordinario a su cuerpo.

3. Una externalidad subjetiva

No voy a discutir la vida sexual. Luego de la realidad social –el Otro social– y el Otro corporal, les
hablaré del Otro subjetivo. Lo más habitual es localizar en esa experiencia el vacío, la vacuidad, la
vaguedad en el psicótico ordinario. Pueden encontrarlo en diversos casos de neurosis, pero en la
psicosis ordinaria busquen un indicio de vacío o vaguedad de una naturaleza no dialéctica. Hay una
fijación espacial de este indicio.

Quisiera también desarrollar la relación a las ideas, pero lo dejaré para la próxima vez.

También deben investigar sobre la fijación de la identificación con el objeto a como desecho. La


identificación no es simbólica, sino bien real, porque sobrepasa la metáfora. El sujeto puede
transformarse en un desecho, descuidarse al punto más extremo. Digo que es una identificación real
porque el sujeto va en la dirección de realizar ese desecho en su persona. Finalmente, puede
defenderse de eso con un extremo manierismo. Podemos tener entonces los dos extremos. Puedo
referirme acá a la exposición de Pierre–Gilles Guéguen [1] sobre Genet. Recuerdan que Pierre–Gilles
Guéguen habló de la identificación no dialéctica de Genet al desecho. Introduciría igualmente una
referencia a la exposición de Jean Louis Gault [7] concerniente al partenaire de su sujeto. Él dice que
el verdadero partenaire de la vida de ese sujeto no era, de hecho, una persona, sino más bien el
lenguaje mismo, y pueden ver en ese sujeto un eco especial de la palabra del Otro. En la neurosis,
encuentran también eso, pero en el caso de Jean–Louis Gault tienen algo así como un estigma
producido por cada enunciado de esos otros. Y, en efecto, es algo así como una relación
fundamental, no a una persona, sino al lenguaje.

Podría ya referirme al caso de Julia Richards que van a escuchar este viernes: "Un dialecto
capitalista en el caso de una psicosis ordinaria" [8]. Es un caso donde el sujeto se presenta con una
demanda de "encontrar el diez por ciento que le falta siempre para estar sano de nuevo". Ya en esta
manera de presentarse pueden ver de entrada que él tiene el sentimiento de no estar sano. Él dice
eso en un primer tiempo, luego se le pregunta con una precisión kernbergiana, ¡Kernberg sabe que
los afectos representan el cincuenta por ciento! Y bien, ¡este sujeto sabe que tiene necesidad de un
diez por ciento más! De hecho, ¡supongo que es americano! Él nos da una precisión con números.
En esta primera frase con la que se presenta pueden ver su delirio. El diez por ciento de delirio. "¡Me
falta el diez por ciento!" Hay algo que no marcha y él le atribuye un número. "Me falta el diez por
ciento de castración". [Risas] No es divertido, pero en las conferencias clínicas la gente se ríe mucho
de cosas que no son divertidas. Este sujeto dice también: "¿Por qué habría un Dios bondadoso? Soy
afortunado, esto explica esta mortaja funesta, esta paranoia… no debería quejarme tanto",
conectado a la referencia a Dios. Es también una pequeña clave, una "mortaja funesta" –esto puede
ser dicho por un neurótico romántico–, pero clínicamente, eso se inclina más bien hacia la psicosis.
Cuando dice más adelante que "el centro no se sostiene más, todo se divide, es científico", todos esos
laberintos de frases parecen tener la misma ausencia en su centro. Julia Richards agrega que "su
punto de identificación más sólido, aunque imaginario, está construido con cada fragmento de
identificación paterna a su disposición". Esto es completamente característico de la psicosis
ordinaria, las identificaciones que son construidas como un popurrí. Pregunté cómo traducir
popurrí en inglés antes de la exposición. No conocía esta traducción: "Flotsam and jetsam". Me
gusta mucho. ¡Mr. Flotsam and Dr. Jetsam!

Las consecuencias teóricas de la psicosis ordinaria

Tengo la impresión de que las consecuencias teóricas de la psicosis ordinaria van en direcciones
opuestas.

Una dirección nos conduce hacia una afinación del concepto de neurosis. Como ya lo he dicho, la
neurosis es una estructura particular, no es un fondo de pantalla (wallpaper). Ustedes necesitan
ciertos criterios para decir "es una neurosis": una relación al Nombre del Padre –no un Nombre del
Padre–; deben encontrar algunas pruebas de la existencia del menos phi –φ, de la relación a la
castración, a la impotencia y a la imposibilidad; tiene que haber –para utilizar los términos
freudianos de la segunda tópica– una diferenciación tajante entre el yo y el ello, entre los
significantes y las pulsiones; un superyó claramente trazado. Si no hay todo esto y otros signos,
entonces eso no es una neurosis, es otra cosa.

En una dirección somos conducidos a afinar el concepto de neurosis, pero por otra parte, y es la
consecuencia opuesta, somos conducidos hacia una generalización del concepto de psicosis. Lacan
sigue esta dirección. Esta generalización de la psicosis significa que no hay un verdadero Nombre
del Padre. Este no existe. El Nombre del Padre es un predicado. Es siempre un elemento específico
entre otros que, para un sujeto específico, funciona como un Nombre del Padre. Entonces, si dicen
esto borran la diferencia de la neurosis y la psicosis. Es una perspectiva que acuerda con "todo el
mundo está loco", con "todo el mundo delira a su modo". Lacan lo escribió en 1978. Comenté esta
frase en las últimas lecciones de mi curso de este año: "Todo el mundo está loco, es decir, delirante".
Ese no es un único punto de vista, pero en un cierto nivel de la clínica es así. Ustedes no pueden
funcionar como psicoanalistas si no son concientes que lo que saben, que el mundo de ustedes es
delirante –fantasmático, podemos decir– pero, justamente, fantasmático quiere decir delirante. Ser
analista es saber que el propio mundo, el propio fantasma, la propia manera de dar sentido, es
delirante. Es la razón por la cual intentan abandonarlo, para poder percibir el delirio propio del
paciente, su manera de dar sentido.
Bien, soy conciente de haber sido sensato durante una hora y media. Entonces, ¡tengan cuidado con
lo que digo!

Preguntas del público

Roger Litten: –Seguí con gran interés lo que usted dijo, particularmente su advertencia sobre "dar
sentido". Hay, sin embargo, algo que no hace sentido para mí. Hay casi una contradicción entre dos
ejes que usted siguió. Comenzando con la clínica binaria inicial –la distinción entre neurosis y
psicosis– y con la emergencia, podemos decir, de la noción de psicosis ordinaria, para llegar a la
ampliación o al oscurecimiento de la distinción entre neurosis y psicosis, pero enseguida, del otro
lado, pone mucho cuidado en resituar el concepto de psicosis ordinaria en la clínica psiquiátrica y
binaria.

Jacques–Alain Miller: –Lo hice así. Dije Neurosis/Psicosis con el espesamiento de la frontera.

N/P

Y luego hice esto…

N/_P

…Retorno a la psicosis.

Roger Litten: –Entonces, de una cierta manera, poco importa el espesamiento de esa frontera, eso
debe volver a situarse del lado de la psicosis. Perdóneme por oscurecer lo que usted esclareció. Pero,
entonces, la tendencia casi opuesta es aceptar la modificación del concepto de neurosis, en tanto
esta se volvería una estructura muy específica. Usted dice de una forma divertida que la neurosis no
es un fondo de pantalla (wallpaper). La psicosis es el fondo de pantalla (wallpaper), la neurosis casi
dio lugar a una modificación específica del Nombre del Padre contra la posibilidad de la emergencia
de la psicosis. Tenemos casi simultáneamente la distinción de la clínica binaria y el oscurecimiento
de esta distinción. Me pregunta si hay algo ahí en lo que me pierdo.

Jacques–Alain Miller: –En la neurosis el Nombre del Padre está en su lugar. El Nombre del Padre
tiene su lugar bajo el sol y el sol es una representación del Nombre del Padre. Se supone que en la
psicosis, cuando se la detecta, y cuando se la construye a la manera lacaniana clásica, tenemos un
agujero en ese lugar. Es una diferencia clara.

El Nombre del Padre está ahí (en la columna de la izquierda). El Nombre del Padre no está ahí (en la
columna del medio). En la psicosis ordinaria no tienen el Nombre del Padre, pero hay algo ahí, un
aparato suplementario.

Podemos decir entonces, y bien, es una tercera estructura. En efecto, a la izquierda, hay algo, y ahí, a
la derecha, no lo tienen. En la psicosis ordinaria tienen algo que se ajusta más o menos. En realidad
es la misma estructura. Al fin de cuentas, en la psicosis, si no es una catatonía completa, tienen
siempre algo que hace posible para el sujeto salirse o continuar viviendo. En cierta manera, el
verdadero Nombre del Padre no vale más que eso, simplemente, es un make–believe que conviene
más.

Ahora bien, logro tener una clínica binaria, una clínica ternaria, y una clínica unitaria, ¡todo en uno!
¡Como la Santa trinidad!

No todas las psicosis toman la forma de una psicosis desencadenada, explotada. Hay psicóticos que
van a vivir toda su vida de psicóticos tan calmadamente como en la psicosis ordinaria. Ustedes
tienen psicosis durmientes, como tienen espías durmientes, que no se despertarán jamás. Hay una
diferencia entre las psicosis que pueden desencadenarse y aquellas que no. La psicosis es un vasto
continente, un continente inmenso. Observen la diferencia entre un buen paranoico, agudo y
enérgico, que se construye verdaderamente un mundo para él y para los otros, y el esquizofrénico
que no puede salir de su cama. Nosotros llamamos a todo eso psicosis.

Cuando se trata de una paranoia, el make–believe Nombre del Padre es mejor que el de ustedes, es
más sólido. Suponemos que cuando reciben a un paranoico en su consultorio, no lo van a clasificar
como un psicótico ordinario, porque percibirán la psicosis. Pero, hay algunas, como el tipo
paranoia–sensitiva que mencioné antes, que no son claras desde el inicio. Fue recién luego de tres
años de análisis que la analista percibió que algo no andaba, que el sujeto construía cada día su
paranoia. Están también las esquizofrenias socialmente desconectadas, mientras que los
paranoicos, socialmente, están totalmente conectados. Ciertas grandes organizaciones están
dirigidas frecuentemente por potentes psicóticos cuya identificación es súper social. El campo de las
psicosis es por lo tanto inmenso.

Localizar el desencadenamiento sirve cuando se trata de ese tipo de psicosis, compensado por un
CBM. Llega un momento en que el make–believe, el "hacer creer", cae, se rompe. El mundo del
sujeto se deshace en ruinas, el desencadenamiento se vuelve entonces manifiesto. Luego, el sujeto
puede reorganizarse, sea tan bien como antes, sea con un déficit –del orden de un "no
suficientemente bueno"– que desconecta progresivamente al sujeto de la realidad social. Schreber
tenía claramente eso. Tenía una identificación compensatoria, y luego de ser ascendido su mundo se
dispersó. Después logró ser un buen paciente, según los informes médicos. Pudo continuar sus
conversaciones con su mujer y escribir su libro. Se volvió escritor. Luego del desencadenamiento
logró restablecerse en una suerte de actividad compensatoria.

La psicosis ordinaria prende con alfileres la existencia de "un desorden en la juntura más íntima del
sentimiento de vida del sujeto". Eso quiere decir que podemos conectar todos los pequeños detalles
que aparecen distantes los unos de los otros con un desorden central. Se trata por lo tanto de
ordenar el caso. En los casos que se dice borderline, eso no parece ser ni una psicosis ni una
neurosis. Nosotros no creemos en eso. La categoría de psicosis ordinaria tiene su origen en la
práctica, en dificultades prácticas. Si no reconocen una neurosis, si no ven signos evidentes de
psicosis, busquen los pequeños índices. Esta es una clínica de los pequeños índices de forclusión.
Por ejemplo, en la breve lista de pequeños índices que les he dado, vemos que una identificación
social al trabajo es normal. Pero puede haber ahí una intensidad de la identificación con el trabajo
que indica otra dirección. Es una clínica de la tonalidad. Ese es su uso. Pero debe ser reducible a una
forma clásica de psicosis o a una forma original de psicosis.

Un participante de Israel: –Esta concepción nos conduce hacia el concepto de sujeto como defensa.
Todas las estructuras son de defensa. Pero, ¿defensa de qué? ¿Cuál es el estatuto de eso de lo que
nos defendemos?

Jacques–Alain Miller: –No mencioné la palabra "defensa" más que una sola vez. ¡Usted es el que
eligió hacer un Nombre del Padre de esta exposición! La idea general es que nos defendemos de lo
real, de lo que no podemos volver sensato o que volvemos locamente sensato. Solamente en
nuestros sueños pasa que lo que no tiene sentido resurge. Es verdad, los sueños tienen sentido, pero
las pesadillas que nos despiertan, nos despiertan generalmente sobre un elemento de no–sentido.
Es ahí que tocamos quizá de más cerca la verdad. Es claro que los delirios están construidos
alrededor de ese real que no tiene sentido, y fuera de sentido aparece y produce agujeros en el
discurso del paciente. Incluso en la presentación de enfermos, en una hora de tiempo, pueden ver
esas flechas que Lacan dibujó en el esquema I traspasar el discurso del paciente. El discurso del
paciente está tejido alrededor de lo real. Pueden incluso llamarlo una defensa.

Vyacheslav Ysapkin: –Personalmente, partiendo de mi experiencia clínica, encontré que el


concepto de psicosis ordinaria era una idea brillante, muy inventiva, pero quisiera justamente
informarle de la existencia de algunos antecedentes poco agradables al respecto. Esto atañe al lugar
común del que los psiquiatras habían abusado seriamente en la Unión Soviética. Hay un segundo
plano teórico al respecto. Estaba la teoría de Andrei Snezhnevsky de base, que comportaba la idea
de psicosis con progresión lenta. Esta idea tuvo dos consecuencias sociales. Por un lado, durante
esos años soviéticos, los psiquiatras buscaban índices menores. Preguntaban: "¿Cuál es su autor
preferido?", si la respuesta era: "Bien, me gusta mucho Kafka", no había para el psiquiatra más
dudas posibles sobre el diagnóstico. Así, los disidentes eran considerados como psicóticos por
razones evidentes. Como segunda consecuencia, aun hoy, –es específico de la Escuela de Psiquiatría
de Moscú, una clínica psiquiátrica en la que trabajé durante años– ellos tratan a los pacientes
neuróticos como psicóticos, dándoles grandes dosis de neurolépticos, aunque sean neuróticos,
porque el diagnóstico preferido de la Escuela de Snezhnevsky, la Escuela de Psiquiatría de Moscú,
era la esquizofrenia con aspecto de neurosis o una psicopatía con aspecto de esquizofrenia.

Jacques–Alain Miller: –Bien. Durante años, yo estuve en contra de la idea de una psicosis no
desencadenada, porque me asustaba el abuso de la noción de psicosis durmiente. Pero los hechos
clínicos están ahí. Cuando tienen una psicosis que se desencadena, el período que precede es un
período de psicosis no desencadenada. Yo estaba entonces a favor de la localización de la psicosis
durmiente que podía desencadenarse. Esto era clínicamente necesario. Pero el paso siguiente es el
de comprender que ciertas psicosis no van hacia un desencadenamiento: psicosis con un desorden
en la juntura más íntima que evolucionan sin ruido, sin explosión, pero con un agujero, una
desviación o una desconexión que se perpetúa.

En lo que concierne a la psiquiatría soviética que hacía su diagnóstico sobre la lectura de Kafka, de
hecho, lo que se reveló en 1992 si recuerdo bien, ¡era que la Unión Soviética era en sí un delirio! En
efecto, ¡eso desapareció completamente! Era una realidad delirante. ¡Fue el sueño de Lenin durante
setenta años!

Tomas Svolos: –En la clínica freudiana, con el apego de Freud al Padre y al Complejo de Edipo, la
neurosis y las psicosis extraordinarias estaban en el centro de la clínica, por lo tanto, no se podía
hacer otra cosa que errar. Me parece que con la clínica de la psicosis ordinaria tenemos una
verdadera concepción lacaniana de la psicosis que la extraemos del trabajo de Lacan, lo que produjo
claridad sobre la psicosis. Las antiguas fórmulas que habíamos adoptado –esquizofrenia, manía,
parafrenia– podemos observarlas en el presente como una suerte de variantes de la psicosis o como
un tipo de psicosis, pero la psicosis ordinaria elucidó algo más básico sobre la psicosis. Digo esto a
partir del trabajo clínico. ¿Si elegimos una categoría como la esquizofrenia, debemos entender los
momentos entre los episodios como signos de una esquizofrenia durmiente, silenciosa o latente, o
debemos tomarlo como una psicosis ordinaria? En otras palabras, según mi criterio, pienso que
puede haber una noción restrictiva y específica de la psicosis ordinaria a la que Marie Hélène
Brousse[9] hizo alusión –la psicosis ordinaria banal, muy estable y bien delimitada–; pero la noción
de psicosis ordinaria abre a una teoría más general sobre la psicosis, a partir de la cual podemos
articular la estructura específica de la esquizofrenia o de la paranoia. La utilidad del concepto se
sitúa en la manera por la cual se amplía nuestra capacidad para conceptualizar la psicosis y hace
reflexionar en las vías de estabilización de una manera que no existía en la literatura anteriormente.
Leyendo la literatura de los años sesenta o de los años setenta sobre la psicosis; parece que fuera
una literatura muy diferente de la literatura de los últimos diez años. Pienso que el proyecto de
investigación desembocó en una noción más general de las psicosis.

Jacques–Alain Miller: –Estoy de acuerdo. En lo que concierne a Freud, él no era, evidentemente,


psiquiatra. Estudió a Schreber a través de sus obras. Pero hubo un caso de psicosis ordinaria, el
Hombre de los lobos. Era psicótico y era una psicosis ordinaria porque estaba lleno de rasgos de la
neurosis. El Hombre de los lobos ayudó a Freud a esclarecer la neurosis. Cuando leen a Freud,
pueden dudar de su psicosis, pero cuando los siguen en Ruth Mack Brunswick, es difícil dudar. Hace
mucho tiempo comenté con mis colegas el caso del Hombre de los lobos durante un año. Algunos
decían que era un neurótico, otros decían que era psicótico, y mi placer consistía en dejar eso en
suspenso porque estimulaba así un gran interés en muchos comentarios interesantes de mis colegas.
Pero de todos modos, el punto de capitón de esta cuestión no está en el libro de Freud, sino en el
libro de Ruth Mack Brunswick[10].

Penny Georgiou: –Mi pregunta se relaciona con la eventualidad de poder esclarecer o no algo
alrededor del desencadenamiento. Hubo una discusión este lunes a propósito de esas psicosis sobre
las cuales uno se preguntaba si estaban desencadenadas o no. Había una pregunta alrededor de la
diferencia entre los episodios de descompensación, que son la irrupción del fenómeno, y el
desencadenamiento estructural de la psicosis.

Jacques–Alain Miller: –Creo que respondí a la pregunta diciendo que desde el momento que
ustedes van por primera vez de una situación de CBM hacia una abertura tal del agujero, y eso
continúa sin cesar, tienen ahí un desencadenamiento. Hay "descompensaciones múltiples" cuando
se tiene un pattern repetitivo que es compensado sin cesar. Por lo tanto, ahí no hablamos de
desencadenamiento. Decimos "desencadenó" cuando eso se produce una vez. Por otra parte,
tenemos lo que podemos llamar en términos desarrollistas una "psicosis evolutiva". Tienen psicosis
con una ruptura y tienen psicosis con una decadencia cuando es un proceso continuo, una psicosis
evolutiva.

Manya Steinkoler: –Usted evocó la sexualidad para no hablar de ella. Habló del Otro corporal y del
Otro social. ¿Cuál es la sexualidad de una psicosis no desencadenada?
Jacques–Alain Miller: –Eso no es típico. No tienen vida sexual típica. Ustedes podrían hacer una
lista de ciertas experiencias extrañas en la vida sexual. Hemos publicado un libro sobre diversos
casos clínicos bajo el título El amor en la psicosis[11], en el que tienen diferentes percepciones sobre
la manera de vivir la sexualidad. A veces en los hombres hay un empuje a la mujer a través del acto
sexual. A veces tienen lo contrario, una sexualidad que permite reapropiarse de su cuerpo. A veces el
cuerpo se fragmenta. No tienen por lo tanto nada específico. Busquen simplemente el desorden en
la juntura más íntima del acto sexual y generalmente lo encontrarán.

Un participante: –Tengo una pregunta sobre el desencadenamiento como encuentro con Un–Padre
y la generalización de este encuentro en la psicosis ordinaria como siendo cualquier cosa que viene a
irrumpir el CMB.

Jacques–Alain Miller: –Cuando hablamos de CMB, se trata de una compensación de la forclusión


del Nombre del Padre. Entonces, supuestamente, para desencadenar esta psicosis tienen que tener
un elemento que venga a un tercer lugar bajo la modalidad de Un–Padre. Si suponemos que hay
forclusión del Nombre del Padre, no tienen que tener necesariamente Un–Padre, pero sí algo que
venga a ese lugar tercero en relación al sujeto.
Traducción: Damasia Amadeo de Freda
Bibliografía
 Brousse, M.–H.: Quarto 94–95.
 Gault, J. L., Quarto 94–95.
 Guéguen, P.–G., Quarto, 94–95.
 Lacan, J., "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis" (1957–1958), en Escritos
2, Siglo XXI editores, Bs. As., 1989.
 Lacan, J., Escrits, W.W. Norton & Company, 2007.
 Mack Brunswick, R., Suplemente del "Extrait de l'histoire d'une néurose infantile" Freud (1928). L'homme
aux loups par ses psychanalistes et par lui–méme, textos reunidos y presentados por M. Gardiner, NRF,
Gallimard, Connaissances de l'inconscient, París, 1981.
 Miller J.–A. y otros., bajo la dirección de J.–A. Miller, El amor en la psicosis, Paidós, Bs. As., 2006.
 Richards, J., Quarto 94–95.

Notas
1. Conferencia pronunciada al seminario anglófono "Psicosis ordinaria" realizado en París en julio de 2008 y
publicada en la revista Quarto 94–95, en enero de 2009 en Bruselas (ECF) y en Freudiana N. 58 en abril
de 2010, cuya traducción realizaron Sandra Arís y Catherine Galaman. Agradecemos a la responsable
de Freudiana, Gabriela Galarraga, y a las traducciones de la ELP, su colaboración para esta publicación. La
traducción que aquí publicamos corresponde a Damasia Amadeo de Freda, tal como fue publicada en la
edición impresa de El Caldero de la Escuela, Nueva Serie, Número 14, Buenos Aires, Año 2010. Nuestro
especial agradecimiento a Jacques–Alain Miller por su amable autorización para que también sea publicado
en esta edición digital de Revista Consecuencias.
2. Lacan, J., "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis" (1957–1958), en Escritos
2, Siglo XXI editores, Bs. As. 1989, p. 513–564.
3. Ibíd., p. 540.
4. Ibíd.
5. Lacan, J., Escrits, W.W. Norton & Company, 2007, p. 466.
6. Guéguen, P.–G., Quarto, 94–95; p. 29–33.
7. Gault, J. L., Quarto 94–95; p. 66–71.
8. Richards, J., Quarto 94–95; p. 104–107.
9. Brousse, M.–H.: Quarto 94–95; p. 10–15.
10. Mack Brunswick, R., Suplemente del "Extrait de l'histoire d'une néurose infantile" Freud (1928). L'homme
aux loups par ses psychanalistes et par lui–méme, textos reunidos y presentados por M. Gardiner, NRF,
Gallimard, Connaissances de l'inconscient, París, 1981, p. 268–313.
11. Miller J.–A. y otros., bajo la dirección de J.–A. Miller, El amor en la psicosis, Paidós, Bs. As., 2006.

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