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En pleno siglo xxi una epidemia se ha extendido entre la sociedad. Se trata de una obsesión
moderna por la perfección del cuerpo, es la nueva “epidemia del culto al cuerpo”. Esta plaga
de la búsqueda de la perfección tiene distintas formas de manifestarse. Hay trastornos de tipo
alimentario como la anorexia y la bulimia nerviosas, que vienen de la mano de la denominada
“cultura de la delgadez”.
Pero esta obsesión por el cuerpo no es exclusiva de las mujeres: también afecta a los hombres.
Hoy en día, muchos hombres aspiran a tener un cuerpo musculoso, esbelto, a tener biceps
voluminosos o abdominales marcados, lo cual en algunos casos se torna obsesivo y lleva a
muchos de estos a recurrir a métodos poco saludables como son los esteroides anabólicos. El
consumo de estas sustancias, destinadas a hacer crecer la musculatura, sobre todo en dosis
altas y sin un adecuado control médico, puede conllevar importantes consecuencias para la
salud. Los principales efectos adversos del uso de esteroides anabólicos incluyen tumores
hepáticos, ictericia, retención de líquidos e hipertensión arterial.
Por otro lado, si hablamos del culto al cuerpo, no podemos dejar de mencionar el papel que
cumplen las cirugías estéticas. Los procedimientos estéticos que antiguamente solo eran para
ciertos grupos sociales (de alto poder económico o pertenecientes al medio artístico) han
pasado a formar parte de los deseos de millones de personas que ahora pueden formar parte
de esta elite.
El “mercado de las apariencias” mueve cientos de miles de millones al año. Los medios
venden una imagen del éxito en la que la juventud y la figura esbelta equivalen a mejores
resultados en el terreno laboral y sentimental. Una figura que también lleva aparejada un tono
de piel. Así, el tono bronceado, junto a la figura esbelta, se han convertido en un patrón
ineludible, se tenga la edad que se tenga, y que afecta más a las mujeres.
La farmacéutica Arantxa Cortázar asegura que la eterna juventud se ha impuesto en la estética
como modelo imperante. La belleza de los años jóvenes, la figura firme, la fuerza vital intacta
son los valores estéticos de nuestra sociedad. Pero esta corriente tiene un beneficiario: el
mercado de la estética y la cosmética. Una industria enorme de la que nadie se atreve a dar
cifras globales, pero de la que se estima que puede generar muchos miles de millones de
euros.