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El concepto de belleza ha ido variando a lo largo de las distintas etapas de la historia.


En Grecia y Roma, tanto el hombre como la mujer debían presentar un peso y unas
proporciones saludables: los hombres debían ser musculosos en su justa medida y las mujeres,
por su parte, debían lucir grandes caderas y muslos generosos en contraposición con unos
pechos pequeños y firmes.
En la Edad Media y el Renacimiento llama la atención la androginia del modelo de belleza
masculino y los esbeltos cuerpos y largas melenas doradas de las mujeres. Si miramos los
ideales de belleza de la pintura renacentista, ellas debían adoptar una expresión tímida y
sonreír muy levemente.
Durante el siglo xx el canon estético, sobre todo femenino, ha sufrido distintas variaciones. La
década de los años veinte revolucionó la moda y el estilo de vida imperante. Las mujeres se
cortaron los cabellos por primera vez y enseñaron los tobillos. El modelo de belleza se estilizó
y se volvió mucho más atlético y andrógino.
Ya en los años cincuenta irrumpió un estilo de mujer ultra femenina de finísima cintura,
caderas amplias y pechos grandes y firmes. Los años sesenta y setenta volvieron a estilizar el
cuerpo femenino, que se hizo más fino, y pusieron de moda el bronceado.
Ya en los años noventa las modelos adelgazaron hasta tal punto que la anorexia hizo estragos
entre las adolescentes de medio mundo, mientras los hombres se hacían cada vez más
musculosos, pero menos velludos.
En la actualidad se observa una tendencia hacia la relajación del cuerpo femenino. De nuevo
modelos, actrices y cantantes lucen curvas naturales y aunque la transparente delgadez de los
años noventa sigue presente en las pasarelas, ha pasado a un segundo plano. En el ámbito
masculino la cosmética y la depilación se han hecho un hueco: muchos hombres ya no
quieren lucir vello en sus cuerpos, aunque la barba esté de moda en casi todo el mundo.

En pleno siglo xxi una epidemia se ha extendido entre la sociedad. Se trata de una obsesión
moderna por la perfección del cuerpo, es la nueva “epidemia del culto al cuerpo”. Esta plaga
de la búsqueda de la perfección tiene distintas formas de manifestarse. Hay trastornos de tipo
alimentario como la anorexia y la bulimia nerviosas, que vienen de la mano de la denominada
“cultura de la delgadez”.
Pero esta obsesión por el cuerpo no es exclusiva de las mujeres: también afecta a los hombres.
Hoy en día, muchos hombres aspiran a tener un cuerpo musculoso, esbelto, a tener biceps
voluminosos o abdominales marcados, lo cual en algunos casos se torna obsesivo y lleva a
muchos de estos a recurrir a métodos poco saludables como son los esteroides anabólicos. El
consumo de estas sustancias, destinadas a hacer crecer la musculatura, sobre todo en dosis
altas y sin un adecuado control médico, puede conllevar importantes consecuencias para la
salud. Los principales efectos adversos del uso de esteroides anabólicos incluyen tumores
hepáticos, ictericia, retención de líquidos e hipertensión arterial.
Por otro lado, si hablamos del culto al cuerpo, no podemos dejar de mencionar el papel que
cumplen las cirugías estéticas. Los procedimientos estéticos que antiguamente solo eran para
ciertos grupos sociales (de alto poder económico o pertenecientes al medio artístico) han
pasado a formar parte de los deseos de millones de personas que ahora pueden formar parte
de esta elite.
El “mercado de las apariencias” mueve cientos de miles de millones al año. Los medios
venden una imagen del éxito en la que la juventud y la figura esbelta equivalen a mejores
resultados en el terreno laboral y sentimental. Una figura que también lleva aparejada un tono
de piel. Así, el tono bronceado, junto a la figura esbelta, se han convertido en un patrón
ineludible, se tenga la edad que se tenga, y que afecta más a las mujeres.
La farmacéutica Arantxa Cortázar asegura que la eterna juventud se ha impuesto en la estética
como modelo imperante. La belleza de los años jóvenes, la figura firme, la fuerza vital intacta
son los valores estéticos de nuestra sociedad. Pero esta corriente tiene un beneficiario: el
mercado de la estética y la cosmética. Una industria enorme de la que nadie se atreve a dar
cifras globales, pero de la que se estima que puede generar muchos miles de millones de
euros.

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