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LA NACIÓN MONTAÑESA EN LA NUEVA ESPAÑA:

RETRATOS DE LA SOCIEDAD COLONIAL

JULIO J. POLO SÁNCHEZ.


Universidad de Cantabria

En el México borbónico los montañeses conformaron uno de los grupos sociales más
influyentes, como demuestra el hecho de que varios individuos de esta procedencia alcan-
zasen la cúspide de la Administración virreinal, del Tribunal del Consulado, del ejército
o de la nueva aristocracia colonial.1 La mayor parte de ellos se declara procedente de un
territorio al que, genéricamente, se denomina Montañas de Burgos, lo que ha llevado a
algunos a confundir a los montañeses como originarios de la actual provincia de Burgos,
pues ignoran la dependencia religiosa y económica que gran parte de la antigua provincia
de Santander —hoy comunidad autónoma de Cantabria— tuvo hasta la segunda mitad
del siglo XVIII respecto del arzobispado y consulado burgalés. Sin embargo, la declaración
de los lugares de nacimiento de estos individuos no deja lugar a dudas.2
El sentimiento de pertenencia de estos a un «partido» o «nación» distinto al de otros
peninsulares (especialmente el de los vizcaínos), se apoyaba a menudo en el argumento
histórico de haber sido los montañeses el origen de toda la nobleza española. Tal afir-
mación quedó reflejada en escritos y documentos públicos, como los relacionados con
la erección de la Cofradía del Santo Cristo de Burgos en el convento de San Francisco
de México en 1775, donde fray Juan Agustín Morfi pronunció un discurso en el que se
resaltaba, entre otras muchas aseveraciones elogiosas, esta circunstancia:

Que los Montañeses dieron principio a toda la Nobleza de Castilla: no solo por haver
sido ellos los que empezaron a distinguirse por los titulos de Infanzones, Hijosdalgo, Cava-
lleros, Nobles, Escuderos, y Ricos homes, que califican la limpieza de los linages; sino porque
dilatandose en toda la Peninsula, y avecindandose en diferentes ciudades de ella, á proporcion
que las iban conquistando de los Moros, fundaron otras muchas casas, y multiplicaron las

1
Sobre la importancia de los montañeses en el México borbónico y su rivalidad con los vizcaínos, véase: D. A.
BRADING: Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), México, F. C. E., 1971; J. E. KICZA: Empre-
sarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de México durante los Borbones, México, F. C. E., 1983.
2
Sobre este asunto, véase el apéndice de nuestro artículo titulado «Montañeses en la Nueva España durante
el siglo XVIII: su promoción artística religiosa», en Altamira, LVI, 2000, pp. 209-280.
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familias ilustres, que con su esfuerzo se hicieron más recomendables cada día, hasta igualar
el explendor de su origen: y por último apenas se hallará en nuestras chronicas alguna acción
gloriosa, en cuya egecución o a lo menos no huviensen tenido parte los Hijos, y originarios
de Nuestras Montañas.3

Entre la exposición de motivos que un año antes realizaban los promotores de tal
fundación se señalaba que deseaban constituir una congregación «a nombre de Nuestra
Nación Montañesa nacionales y originarios… a nuestro arbitrio, cantidad y manejo
sin agena intervención, más que la de los individuos de la nación».4
Durante el siglo XVIII encontramos en Nueva España a numerosos individuos de pro-
cedencia montañesa, entre los que se cuentan tres virreyes (Francisco Cagigal de la Vega,
Juan Francisco de Güemes y Horcasitas —I conde de Revillagigedo— y Juan Vicente de
Güemes Pacheco de Padilla —II conde de Revillagigedo—), varios intendentes y goberna-
dores (como Juan Antonio Riaño y Bárcena), algunos obispos (como Pedro Sánchez de
Tagle o fray Antonio de San Miguel), numerosos títulos nobiliarios (como los condes de
San Pedro del Álamo, de La Contramina, de la Cortina, de Heras Soto, de Rábago, de
Revillagigedo, de Sierra Gorda, de Torre Cossío, de San Mateo del Valparaíso…, o los
marqueses de Altamira, Rivas Cacho, Villapuente de la Peña…), caballeros de órdenes
militares, hidalgos blasonados, burgueses enriquecidos con el comercio o la minería y
grandes hacendados.5 De muchos de ellos conservamos memoria de sus realizaciones, a
la vez que conocemos su semblante gracias a que hicieron retratarse.
En la cúspide social se encuentran los virreyes. Durante la segunda mitad del siglo
XVIII tres de ellos tuvieron procedencia montañesa. El primero fue don Francisco Cagi-
gal de la Vega, del que se conservan sendos retratos correspondientes a las dos princi-
pales series de virreyes novohispanos, la que perteneció al Ayuntamiento de la Ciudad
de México (hoy custodiada en el Salón de Cabildos del Distrito Federal) y la del Palacio
Nacional (correspondiente a la denominada Sala del Real Acuerdo del palacio de los
virreyes, actualmente depositada en el Museo Nacional de Historia del Castillo de
Chapultepec). El primero de ellos se atribuye a Miguel Cabrera,6 mientras que el se-
gundo se considera obra de Juan Patricio Morlote Ruiz,7 quien debió de realzarlo en

3
Los complejos trámites para la erección de la Cofradía se iniciaron a comienzos de 1774 y culminaron en
enero de 1775 con el permiso del virrey, que sería confirmado por la cédula real de 15 de enero de 1776. El texto
del sermón al que nos referimos fue pronunciado por el padre agustino fray Juan Agustín Morfi el 3 de mayo de
1775, día de la erección de la Cofradía, y fue publicado bajo el título de La nobleza, y piedad de los montañeses.
Demostrada por el Smo. Cristo de Burgos. Sermón, que en su primera fiesta, celebrada en el Convento grande de
N. S. P. S. Francisco de México el día 3 de mayo de 1775 predicó el P. Fr. Juan Agustín Morfi, México: Joseph
Jáuregui, 1775, Biblioteca Nacional de México. Sign: R, 1775, M4MOR.
4
AHSS, Fondo Cofradías. Secc. Santísimo Cristo de Burgos. Libro 17, fols. 1-2.
5
J. CANALES RUIZ: Cien cántabros en México, Santander: Asamblea Regional de Cantabria, 1990, pp. 55-197.
6
J. ROMERO FLORES: Iconografía colonial, México: Museo Colonial, 1940, p. 24; C. ANDRADE: La pinacoteca
virreinal, México: SEP, 1974, pp. 100-101.
7
A Juan Patricio Morlote Ruiz (1715-1772) se le considera el alumno más destacado de José de Ibarra, y uno
de los mejores retratistas del siglo XVIII. Junto con otros artistas, instituyó en 1753 la primera academia de pintura
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Don Francisco Cagigal de la Vega. Atrib. Juan Patricio


Morlote Ruiz, 1760. Proc. Palacio Nacional. Museo
Nacional de Historia. I.N.A.H. Castillo de Chapultepec.

1760,8 durante el corto lapso temporal que este personaje ocupó interinamente el cargo
de virrey (del 28 de abril al 5 de octubre), sucediendo al marqués de las Amarillas, don
Agustín de Ahumada y Villalón.
Natural de la localidad de Hoz de Anero, donde fue bautizado el 6 de febrero de
1691, don Francisco fue hijo del abogado de los Reales Consejos don Juan Cagigal

de México. Realizó tres de los retratos de virreyes hoy conservados en el Museo Nacional de Historia (el de Agustín
de Ahumada y Villalón, el de Francisco Cagigal de la Vega y el de Carlos Francisco de Croíx). También retrató a
otros miembros de la élite novohispana, como al fundador del Colegio de las Vizcaínas, don Manuel Aldaco, o a la
segunda condesa de Regla. I. RODRÍGUEZ MOYA: La mirada del virrey. Iconografía del poder en la Nueva España,
Castellón: Universidad Jaime I, 2003, p. 210.
8
Óleo/lienzo, 93 x 74. Procede del Palacio Nacional, Museo Nacional de Historia. INAH, Castillo de Chapul-
tepec, México D. F. Incluye la siguiente leyenda: «El Excelentísimo Sr. D. Francisco Cagigal de la Vega, caballero
de la Orden de Santiago, Gobernador de Cuba y de La Habana, Teniente General de los ejércitos de Su Majestad.
Virrey, Gobernador y Capitán General de esta Nueva España y Presidente de su Real Audiencia. Gobernó de 23 de
abril de 1760 hasta 5 de octubre del mismo».
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Salinas y de su mujer, doña María Ana de la Vega Acebedo. Como militar alcanzó el
grado de teniente general, y llegó a detentar los cargos de consejero de Su Majestad en
el Real y Supremo Consejo de Guerra, superintendente de la Santa Cruzada, caballero
de Santiago y juez conservador de la Real Compañía. En 1738 fue nombrado gober-
nador de Santiago de Cuba y el 9 de junio de 1747 tomó posesión del cargo de capitán
general de Cuba. Falleció en 1777, y fue enterrado en su capilla de la Purísima de la
iglesia de Santa María de Toraya de Hoz de Anero.9
El segundo virrey de procedencia cántabra fue don Juan Francisco de Güemes y
Horcasitas, I conde de Revillagigedo,10 que gobernó Nueva España del 9 de julio al 9
de noviembre de 1755. También de él se conservan en la ciudad de México sendos
retratos. El primero de ellos, que formó parte de la serie del Palacio Nacional, es obra
del gran pintor mexicano Miguel Cabrera. El virrey aparece retratado de tres cuartos,
sobre un fondo neutro, en postura de medio perfil, con la mano derecha introducida
en la botonadura de la chupa, mientras la izquierda porta el bastón de mando, soste-
niendo un tricornio bajo el brazo. Flanquean al retratado su escudo de armas y el ca-
racterístico cortinaje que tan a menudo enmarca los retratos de esta época, y se com-
pleta todo ello con una cartela en la que se incluye la inscripción conmemorativa.11 El
pintor ha sabido captar perfectamente la personalidad del efigiado, cuyo gesto adusto
contrasta con la riqueza de su atuendo (delicada casaca de seda azul y roja, fina chupa
de bordados orientalizantes, blanca camisa con puños de volantes, tricornio y peluca
rizada). El otro retrato de este mismo personaje, el correspondiente a la serie custodiada
en el Distrito Federal, muestra al virrey en una edad más joven, sobre un fondo de
cortinajes y una vista marina.12

9
J. J. POLO SÁNCHEZ (ed.): Catálogo del patrimonio cultural de Cantabria. II. Juntas de Ribamontán, Siete
Villas y Voto. Villas de Escalante y Santoña, Santander: Gobierno de Cantabria, 2001, pp. 86-87.
10
Hijo del alférez Francisco Güemes Gordón, oriundo de Ramales, nuestro virrey nació en Reinosa, donde su
padre estaba destinado. Fue bautizado el 17 de mayo de 1681. Como militar profesional recorrió todo el escalafón,
desde cadete, capitán, sargento mayor, teniente coronel, coronel, inspector de infantería y brigadier, y participó en
diversas batallas en Nápoles, Ceuta, Gibraltar y Orán. Contrajo matrimonio a los 52 años, el 26 de diciembre de
1733, en la parroquia de San Sebastián de Antequera (Málaga) con Antonia Padilla y Aguayo de Villamediana, que
había nacido en Granada en 1708. El 18 de marzo de 1734 tomó posesión del cargo de capitán general de la isla
de Cuba y gobernador de La Habana. En 1746 Felipe V le nombró virrey de la Nueva España, tomó posesión del
cargo el 9 de julio de ese año, el mismo día en que fallecía el monarca. Ha pasado a la historia por su empeño en
fortificar la costa del Golfo de México, a la vez que por encargar a su compatriota José de Escandón la conquista y
colonización del Nuevo Santander (hoy Tamaulipas). También pacificó Sinaloa y el sur de Sonora. Abandonó el
cargo el 9 de noviembre de 1755, tras 9 años de mandato. Después de regresar a la Península fue nombrado presi-
dente del Consejo de Guerra. J. CANALES RUIZ: Cien cántabros…, o. cit. pp. 112-117.
11
J. ROMERO FLORES: Iconografía…, o. cit., p.104; B. MEYER y M. E. CIANCAS (1996): «Los autores que retrata-
ron a los virreyes novohispanos», en El otro yo del rey: virreyes de la Nueva España, 1535-1821, catálogo de la
exposición, Museo Nacional de Historia, INAH, 1996, pp. 18 y 85; I. RODRÍGUEZ MOYA: La mirada del virrey. Icono-
grafía del poder en la Nueva España, Castellón: Universidad Jaime I, 2003, p. 208. Óleo/lienzo, 95 x 74 cm. Procede
del Palacio Nacional, Museo Nacional de Historia, INAH, Castillo de Chapultepec. México D. F. Incluye la siguiente
leyenda: «El Excelentísimo Señor Don Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Teniente General de los Reales
Ejércitos. Gobernador que fue de la ciudad de La Habana. 41.º Virrey de esta Nueva España». Imagen p. 193.
12
I. RODRÍGUEZ MOYA: La mirada del virrey…, o. cit. p. 119.
LA NACIÓN MONTAÑESA EN LA NUEVA ESPAÑA: RETRATOS DE LA SOCIEDAD COLONIAL [205]

Don Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla (II conde


de Revillagigedo). Atrib. Felipe Fabrés, c 1789-1794.
Proc. Palacio Nacional. Museo Nacional de Historia.
I.N.A.H. Castillo de Chapultepec.

El hijo del anterior, Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla (II conde de
Revillagigedo)13, también ejerció el cargo de virrey de Nueva España entre el 16 de
octubre de 1789 y el 12 de mayo de 1794. Ha sido considerado por muchos como el
más destacado virrey del siglo XVIII y el mejor alcalde de la ciudad de México, con una

13
El segundo Conde de Revillagigedo, 52.º virrey de Nueva España, gobernó del 16 de octubre de 1789 al 12
de mayo de 1794. Según sus biógrafos fue uno de los más destacados gobernantes del México colonial. Nacido en
La Habana, desarrolló su carrera militar en las tropas de la Casa Real, alcanzó el grado de teniente coronel del
Regimiento de Guardias Españolas, distinguiéndose durante el sito de Gibraltar. Durante su gobierno dictó nume-
rosas disposiciones, que contribuyeron al desarrollo urbanístico de la ciudad de México, le auxilió en sus propues-
tas de reforma el arquitecto Ignacio de Castera. Durante su mandato se llevó a cabo la famosa expedición Malaes-
pina a las costas de California. A pesar de sus dotes gobernantes, sufrió acusaciones que en 1795 llevaron al rey a
emprender contra él juicio de residencia, del que saldría indemne. Falleció el 12 de mayo de 1799, antes de que
terminara el proceso anteriormente aludido. Sus exequias se celebraron con gran pompa en el convento de San
Francisco de México. El Rey, para recompensar sus servicios y honrar su memoria concedió a sus descendientes el
título de Grandes de España. Véase J. ROMERO FLORES: Iconografía…, o. cit., pp. 104-105; J. GÓMEZ: Diario curioso
y cuaderno de cosas memorables en México durante el gobierno de Revillagigedo, 1789-1794. Introducción y notas
de Ignacio GONZÁLEZ POLO, México, UNAM, 1986; y J. CANALES RUIZ: Cien cántabros…, o. cit. pp. 112-117.
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consideración paralela a la que en la metrópoli se concedió al rey Carlos III. Se conser-


van varios retratos suyos, tanto en México como en España. De las dos series que ve-
nimos analizando, la correspondiente al Palacio Nacional (hoy en el Museo Nacional
de Historia), incluye un retrato de don Juan Vicente atribuido por Toussaint al pintor
de origen italiano Felipe Fabrés.14 En él, sobre un fondo completamente neutro, si-
guiendo ya modelos neoclásicos, el virrey viste traje militar, con casaca negra y puños
rojos, y la banda azul correspondiente a la Real Orden de Carlos III, luciendo en su
pecho sendas cruces de las órdenes militares a las que perteneció, Calatrava y Carlos
III. A pesar de esbozar una ligera sonrisa, su semblante resulta un tanto hierático y el
tocado parece artificioso, en clara correspondencia con su finalidad representativa.
Algo más natural es el retrato de este virrey que formó parte de la serie del ayunta-
miento (hoy en el Departamento del Distrito Federal). El autor anónimo de este retrato
repite la pose, indumentaria y rasgos físicos del retrato atribuido a Felipe Fabrés. Ade-
más de volver a presentar en la zona inferior la consabida cartela con los principales
datos identificativos del personaje, añade a la altura del hombro su escudo de armas y
delante de él una mesa en la que se presentan diversos diseños alusivos a sus logros:
una farola —que recuerda el establecimiento del alumbrado público en la ciudad de
México bajo su mandato—, un carro —en referencia a los puestos móviles que confor-
maban los mercados que estableció en diversas plazas de la ciudad— y la traza de un
edificio civil, en torno a un patio, cuya reforma pudo ordenar —muy posiblemente el
Palacio de los Virreyes.15
Mayor captación psicológica y naturalidad muestra otro retrato suyo conservado en
México, de autor anónimo, que conocemos a través de una reproducción presentada en
un estudio de Guillermo Tovar de Teresa.16 En él se repite la presencia de la banda de la
Real Orden de Carlos III, aunque en este caso luce en su pecho la cruz de Santiago.
Atípico en el panorama novohispano resulta el retrato alegórico del II conde de
Revillagigedo, de autor anónimo, propiedad del Banco Nacional de México. Allí apa-
rece el virrey con atuendo y actitud semejantes a los que exhibe el retrato conservado
en el Museo Nacional de Historia, aunque se le representa de cuerpo entero. La nove-
dad reside en la ambientación simbólica de la escena, que se desarrolla en un paraje

14
Óleo/lienzo; 92 x 69, Leyenda: «El Excelentísimo Señor Don Juan Vicente de Güemes Pacheco y Padilla,
Horcaditas y Aguayo, conde de Revillagigedo, Barón y señor Territorial de las villas y baronías de Benillova y Ri-
varroja. Caballero Gran Cruz de la Real y distinguida Orden Española de Carlos III, Comendador de Peña de
Martos en la orden de Calatrava, gentil hombre de Cámara de su Majestad con ejercicio. Teniente General de sus
Reales Ejércitos. Virrey, Gobernador y Capitán General de esta Nueva España, Presidente de su Real Audiencia,
Superintendente General, Subdelegado de la Real Hacienda, Minas, Azogues y Ramo del Tabaco; Juez Conservador
de este. Presidente de su Real Junta y Subdelegado General de Correos en el mismo Reino. Juró los referidos empleos
el 17 de octubre de 1789». J. ROMERO FLORES: Iconografía…, o. cit. pp. 104-105; E. MEYER y M. E. CUANCAS: «Los
autores…», o. cit., pp. 24 y 85; I. RODRÍGUEZ MOYA: La mirada del virrey…, o. cit., p. 219.
15
I. RODRÍGUEZ MOYA: o. cit., pp. 119-120.
16
G. TOVAR DE TERESA: «La ciudad imaginada», en Centro histórico de la ciudad de México. Artes de México,
Nueva época, n.º 1, 3.ª ed. 1993, p. 39.
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Izquierda: Don Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla (II conde de Revillagigedo). Anónimo, s. XVIII.
Departamento del Distrito Federal. México. D.F. Derecha: Don Juan Vicente de Güemes Pacheco de
Padilla (II conde de Revillagigedo). Anónimo. México D.F. Abajo: Virrey don Juan Vicente de Güemes
Pacheco de Padilla II Conde de Revillagigedo con tres virtudes, s. XVIII, anónimo. Banco Nacional de
México. México D.F.
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costero, delante de un acantilado frente al que ha fondeado un navío de la armada


española, del que parece haber partido una barca que ha conducido al virrey a tierra.
En la playa se representa a un indígena ofreciendo sacrificio a sus dioses, posible ale-
goría de los nuevos territorios que ha de colonizar y gobernar el segundo conde de
Revillagigedo. Acompañan al virrey tres figuras femeninas, alusivas a las virtudes que
deben adornar a todo buen gobernante (la Justicia, la Sabiduría y la Prudencia). A sus
pies, en primer plano, se representan diversos objetos y útiles de creación artística (una
paleta de pintor, un busto, un compás y diversos diseños) que aluden al papel que ha
de representar el virrey como protector de las artes. Todo ello hace suponer a I. Rodrí-
guez Moya que este retrato pudo adornar el arco de triunfo erigido en ocasión de su
toma de posesión.17
Diversos miembros de la nobleza titulada novohispana del siglo XVIII fueron origi-
narios de Cantabria. Entre los titulados como condes se encuentran, por orden crono-
lógico de su concesión, los de San Mateo del Valparaíso (1727), San Pedro del Álamo
(1734), Revillagigedo (1749), Sierra Gorda (1749), Torre Cossío (1773), Rábago
(1774), Cortina (1783), Contramina (1793), Heras Soto (1811) y Samaniego del Cas-
tillo (1821). Entre los marqueses se cuentan los de Villapuente de la Peña (1704), Al-
tamira (1734) y Rivas Cacho (1764). También está íntimamente relacionado con Can-
tabria el Condado de la Valenciana, pues su primer poseedor, don Antonio de Obregón
y Alcocer, era nieto de un natural de Llerena de Carriedo, Agustín de Obregón. Además
diversos montañeses, y especialmente montañesas, contrajeron lazos familiares con
otros miembros de la nobleza como los marqueses de Uluapa, Jaral de Berrio y Valle
de Colima, o los condes de Calderón y Valle de Orizaba.
De varios de estos nobles se conservan retratos en México. Además de los ya citados
de los condes de Revillagigedo y muy relacionados con ellos se encuentra el primer
conde de la Sierra Gorda, don José de Escandón y Helguera, militar profesional, paci-
ficador del Seno Mexicano y fundador del Nuevo Santander.18 Tenemos conocimiento

17
I. RODRÍGUEZ MOYA: La mirada…, o. cit. pp. 98-100. Pudo inspirarse en este retrato otro, propiedad del
Ayuntamiento de Reinosa, obra de hacia 1920 que llevó a cabo el pintor campurriano Casto de Mora y Obregón
con destino al salón de sesiones del citado ayuntamiento. El virrey aparece representado allí en actitud semejante,
aunque en posición invertida —tal vez por utilizar un grabado—, en un interior palaciego en cuya pared de fondo
cuelga un cuadro, de temática alegórica o mitológica, con tres personajes femeninos desnudos. No obstante, en la
cartela que figura bajo la representación alegórica el pintor equivoca la identidad del personaje con la de su proge-
nitor, el primer conde de Revillagigedo.
18
Nació en Soto la Marina el 19 de marzo de 1700, hijo de Juan de Escandón Rumoroso y Francisca de la
Helguera de la Llata. Emigró a la Nueva España a los 15 años y sirvió en la Compañía de Caballeros Montados de
Mérida. En 1721 fue destinado a la Compañía de Milicias Urbanas de Querétaro. Allí contrajo matrimonio en 1724
con María Antonia Ocio y Ocampo, con la que tuvo dos hijos, José, que murió joven, y, María, que profesó en el
convento de Santa Clara de Jesús en Querétaro. Tras el fallecimiento de su primera mujer, contrajo nuevas nupcias
en 1737 con María Josefa Juana de Llera y Bayas, hija del regidor de Querétaro Santiago de Llera Rubalcaba, na-
tural de Entrambasaguas. De este matrimonio nacieron sus hijos Manuel (II conde de Sierra Gorda y gobernador
del Nuevo Santander), Mariano Timoteo (III conde de Sierra Gorda y canónigo en Valladolid de Michoacán), Igna-
cio, Vicente, Francisco Antonio, María Josefa (IV condesa de Sierra Gorda, casada con el coronel Juan Antonio del
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Don José de Escandón y Helguera (Conde de Sierra Gorda).


Andrés de Islas. Museo Regional de Querétaro.

de la existencia de, al menos, tres retratos de este personaje en México. El más célebre
de ellos es el que realizó Andrés de Islas hacia 1770 y que actualmente se encuentra en
el Museo Regional de Querétaro, aunque fue encargado por las monjas del convento
de Capuchinas de aquella ciudad en atención a su contribución fundacional. Se trata
de un gran lienzo (105 x 198 cm), que atípicamente representa al personaje yacente,
vestido con uniforme de capitán general y cubierto con la capa de la Orden de Santia-
go.19 Un segundo retrato debido al mismo pintor estuvo en la capilla de Guadalupe del

Castillo Llata, natural de Soto la Marina) y Josefa María (V condesa de Sierra Gorda). El virrey marqués de Cas-
afuerte le nombró sargento mayor el 22 de agosto de 1728. José de Escandón entró por primera vez en la Sierra
Gorda en 1735, fundó el poblado de San Cristóbal. En febrero de 1741 recibió el nombramiento de teniente de
capitán general de la Sierra Gorda y Fronteras. Allí estableció otros tres poblados, llamados Herrera, Peñamellera
y Vizarrón. En 1744 fundó con fray Junípero Serra las misiones de Jalpan, Tilaco, Concá, Tancoyol y Landa. En
1746 el I conde de Revillagidedo le nombró su lugarteniente en el Seno Mexicano y en la Sierra Gorda, recibió en
1748 el título de jefe para la conquista del Seno Mexicano. El 23 de octubre de 1749 recibió el título de conde de
Sierra Gorda. A él se debieron las fundaciones de la colonia llamada del Nuevo Santander (Llera, Padrilla, Cinco
Señores, Santander, Burgos, Camargo, Reinosa, Soto la Marina, Agüayo, Revilla, Escandón, Santo Domingo de
Hoyos, Santillana, Mier, Laredo, el Real de Borbón, Palmillas y Jaumabe). Falleció el 10 de septiembre de 1770, se
le enterró, como hemos señalado, en el convento de Capuchinas de Querétaro. Véase, J. CANALES RUIZ: D. José
Escandón, la Sierra Gorda y el Nuevo Santander, Santander, 1985.
19
Incluye la siguiente inscripción: «V(erdader)o R(etrat)o del Sr. Coronel Dn. Josef de Escandón, Cavallero
profeso en el Orden de Santiago Conde/ de Sierra Gorga, Theniente de Capitan General en ella, sus Missiones,
presidios y Fronteras por […] / N. Sr. Conquistador, Pacificador y Poblador de la Costa del Seno Mexicano y Lugar
Theniente […] / del Excmo. Sr. Virrey. Falleció el día diez de septiembre de 1770 de edad de setenta años seis meses
y seis días. // Andreas de Islas».
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Seminario de Querétaro.20 Un tercero, de autor anónimo, propiedad de don Manuel


González Galván (México), pudo verse en la exposición homenaje a don Manuel Tous-
saint celebrada en 1990 en México. Se trata de un pequeño retrato de tipo doméstico,
sobre marco oval, que pudo ser encargo familiar póstumo.21
También se conservan sendos retratos póstumos de la que fuera segunda mujer del
conde de la Sierra Gorda, doña María Josefa de Llera y Bayas, hija del regidor de Que-
rétaro don Santiago de Llera Rubalcaba, montañés de Entrambasaguas. El primero de
estos retratos, asimismo propiedad de don Manuel González Galván, hace pareja con
el de su marido y, al igual que aquel, representa al personaje de medio cuerpo, dentro
de un marco ovalado.22 Este pequeño retrato (44 x 35 cm) copia otro del mismo per-
sonaje, de cuerpo entero, obra anónima, cercana al estilo de Andrés de Islas, de la co-
lección de don Antonio Escandón Maciá, de buena calidad, en la que la condesa con-
sorte es representada siguiendo un modelo representativo estereotipado en un interior
con fondo acortinado, blasón condal en el ángulo superior derecho y cartela identifi-
cativa a los pies, vistiendo un traje de ricos bordados de seda con los complementos y
joyas que caracterizan muchos de los retratos femeninos de la élite colonial (collar y
pulseras de perlas, pendientes y anillos de piedras preciosas engastadas en oro, aba-
nico…), sin que falte la pareja de relojes colgados de la cintura que constituyen un
detalle «a la moda».23
Muy cercano al retrato de esta señora son los de otra montañesa con título de no-
bleza, doña Ana María de la Campa y Cos Ceballos (II condesa de San Mateo de Val-
paraíso), esposa de otro noble titulado, don Miguel de Berrio y Zaldívar (I marqués de
Jaral de Berrio). Uno de ellos está fechado en 1776 y lleva la firma del pintor Andrés

20
M. T.: «Un documento acerca de Andrés Islas», AIIE, 8, vol. 2, 1944, pp. 77-78. Fue reproducido en el tomo
XIV de las publicaciones del Archivo General de la Nación.
21
Obras maestras del arte colonial. Exposición homenaje a Manuel Toussaint (1890-1990), México, I. I. E.,
1990, cat. 52, pp. 130-131. Óleo sobre tela pegado en tabla, 45 x 32. Con la leyenda: «El Sr. Coronel Don José de
Escandón y Helguera, Caballero profeso en el Gran Orden de Santiago, Vizconde de Casa de Escandón, Conde de
Sierra Gorda, Teniente de Capitán General en ella sus Misiones, Presidios y Fronteras por el Rey N. S. Pacificador,
Conquistador y Poblador de la costa del seno mexicano, y Lugar Teniente en esta del Excmo. Sr. Virrey. Falleció el
10 de Sepbre. De 1770 de edad de 70 años, seis meses y seis días».
22
Anónimo. Oleo/lienzo, 44 x 35. Leyenda: «Verdadero Retrato de la Señora Condesa de Sierragorda Doña
María Josefa de Llera Bayas descendiente por línea recta de las Novilísimas Casas de los Condes de Porcelo, Cid
Campeador, Siete Ynfantes de Lara y Marqueses de Villalcazar. Falleció de edad de cuarenta y cuatro años. Está
sepultada en la iglesia del nuevo Santander». Véase Obras maestras del arte colonial…, o. cit. cat. 52, pp. 132-133.
De su matrimonio con José Escandón nacerían sus hijos Manuel (II conde de Sierra Gorda y gobernador del Nuevo
Santander), Mariano Timoteo (III conde de Sierra Gorda y canónigo en Valladolid de Michoacán), Ignacio, Vicente,
Francisco Antonio, María Josefa (IV condesa de Sierra Gorda, casada con el coronel Juan Antonio del Castillo Llata,
natural de Soto la Marina) y Josefa María (V condesa de Sierra Gorda).
23
Óleo/lienzo, 196 x 119. Incluye la leyenda: «Verdadero Retrato de la Señora Condesa de Sierragorda Doña
María Josefa de Llera Bayas, descendiente por línea recta de las Novilísimas Casas de los Condes de Porsel, Cid
Campeador, Siete Ynfantes de Lara y Marqueses de Villacásar. Falleció de edad de 44 años, está sepultada en la
Yglesia de el Nuevo Santander». Véase, El retrato novohispano, número monográfico de la revista Artes de México,
n.º 25, julio-agosto, 1994, p. 42.
LA NACIÓN MONTAÑESA EN LA NUEVA ESPAÑA: RETRATOS DE LA SOCIEDAD COLONIAL [211]

Doña María Josefa de Llera y Bayas, condesa de Sierra


Gorda. Círculo de Andrés de Islas. Col. Particular.

de Islas,24 quien también realizó un retrato paralelo de su marido. Existe una segunda
versión de este retrato, pero de cuerpo entero, delante de una mesa rococó y con el
escudo familiar en el lado contrario que fue publicado por Gonzalo Obregón.25

24
Óleo/lienzo, 107 x 82. Como propiedad de doña Margarita Raygosa y Moncada de Robles, marquesa de
Jaral de Berrio, la publica A. CARRILLO Y GARIEL: El traje en la Nueva España, México, INAH, 1959, lám. 61; véase
también C. SÁNCHEZ NAVARRO Y PEÓN: Memorias de un viejo palacio (la Casa del Banco Nacional de México), México:
Cía. Impresora y litográfica nacional, 1950, p. 153. Actualmente, bajo la propiedad de Rodrigo Rivero-Lake, An-
tigüedades, México, D. F., viene formando parte de la exposición titulada Retratos: 2000 años de retratos latinoa-
mericanos, comisariada por Fatima Bercht, Miguel Bretos, Carolyn Kinder Carr y Marion Oettinger, y organizada
conjuntamente por el Museo de Arte de San Antonio, la Galería Nacional de Retratos de la Institución Smithsonian,
de Washington, D. C. y el Museo del Barrio de Nueva York, diciembre 2004-abril 2006.
25
G. OBREGÓN: «Algunas consideraciones sobre el retrato en el arte mexicano», Artes de México, 132, p. 92.
lám. 8.
[212] ARTE Y MECENAZGO INDIANO. DEL CANTÁBRICO AL CARIBE

Otra importante familia de origen montañés que alcanzó título nobiliario fue la de
los Sánchez de Tagle, a quienes en esta misma obra se refiere nuestro compañero Javier
Gómez. De los miembros de este linaje, asentado en Santillana del Mar, que alcanzaron
el Marquesado de Altamira, conservamos varios retratos, aunque no del I marqués don
Luis Sánchez de Tagle. La segunda marquesa fue su hija, Luisa Sánchez de Tagle, que
contrajo matrimonio con su primo don Pedro Sánchez de Tagle.26 En el Museo Nacional
de Historia se conserva un retrato de este personaje, que allí se cita como procedente del
convento de San Francisco de México, aunque más bien pudiera proceder del de San
Sebastián de la misma ciudad, de Carmelitas Descalzos, donde recibió sepultura, pues en
la cartela se señala que fue «[…] bienhechor de este Convento. Yace en este sepulcro». Se
atribuye al pintor Francisco Martínez, que lo debió de realizar hacia 1724-30.27 El retrato
es prácticamente idéntico a otro conservado en la casona familiar en Santillana del Mar,
con la única diferencia de que aquel debió de realizarse estando vivo el personaje, pues
en la cartela no se cita su fallecimiento, sino los cargos que ocupó.
Sobrino del anterior fue Pedro Anselmo Sánchez de Tagle,28 el célebre obispo de
Michoacán, de quien se conserva un retrato de autor anónimo en el Museo del Carmen,
en San Ángel (México, D. F.)29 La empresa de mayor proyección que acometió fue la

26
Nació en Santillana del Mar en 1667 del matrimonio entre Andrés Sanchez de Tagle y María Pérez Bustamante.
Llegó a la ciudad de México en 1687, residiendo inicialmente en casa de su tío Luis (I marqués de Altamira), con cuya
hija Luisa contrajo matrimonio en 1691. A la muerte de su tío y suegro, en 1710, pasó a administrar las riquezas que
legó a su mujer. Tuvo dos hijas, la mayor, Manuela, contrajo matrimonio con su pariente Pedro Pérez de Tagle; la
menor, María Antonia, se casó con Juan Manuel Argüelles y Miranda. Además del título de marqués de Altamira,
consorte, ostentó otros cargos, honores y hábitos, como los de sargento mayor, mariscal de campo, caballero de la
Orden de Calatrava, gentilhombre de Su Majestad, gobernador del Estado del Marquesado del Valle de Oaxaca, prior
del Consulado (1700-1703) y regidor perpetuo de la ciudad de Puebla, ciudad en la que falleció, en 1724; fue enterrado
en el convento de San Sebastián, de los Carmelitas Descalzos de México. Su esposa, doña Luisa Sánchez de Tagle, fa-
lleció cuatro años después, el 28 de agosto de 1728. J. CANALES RUIZ: o. cit. pp. 168-171
27
Óleo/lienzo, 211 x 126. Con la leyenda: «El Mariscal de Campo, General de los Reales Ejércitos don Pedro
Sánchez de Tagle, Caballero del Orden de Calatrava, Gentil Hombre de boca de su Majestad, Marqués de Altamira,
Regidor de esta ciudad y Gobernador de justicia mayor. Administrador general del estado y marquesado del Valle.
Fue natural de la muy noble Villa de Santillana, cabeza de su Asturias en las montañas y Arzobispado de Burgos.
Falleció año de 1724 de 61 años y meses; fue singular devoto de Nuestra Religión y especial bienhechor de este
Convento. Yace en este sepulcro y pide lo encomienden a Dios». J. ROMERO FLORES: Iconografía…, o. cit., p. 188.
28
Nació en Santilla del Mar en 1690, pasó a estudiar a la la Universidad de Salamanca, desde el colegio mayor
de San Bartolomé. Tras sus estudios se traslada a Nueva España, siguiendo la senda emprendida primero por su tío,
Francisco de Valdivieso (I conde de San Pedro del Álamo) y por sus hermanos, Andrés y Francisco Manuel. Allí
alcanzaría los más altos puestos: inquisidor del Santo Oficio (1728), obispo de Durango (del 23 de junio de 1747
al 16 de octubre de 1757) y de Valladolid de Michoacán (del 16 de octubre de 1757 al 26 de mayo de 1772), en
cuyo ejercicio fallecería.
29
Óleo/lienzo, 125 x 186. Inscripción: «Retrato del Illmo. Sr. Dr. Dn. Pedro Anselmo Sánchez de Tagle, Oriundo
de la Villa de Santillana, en las Montañas de Burgos, de la nobilísima casa de los Señores Marqueses de Altamira,
colegial mayor en el de San Bartolomé de Salamanca, Su Rector dos veces, diputado de aquella Universidad, por su
colegio, Fiscal e Inquisidor Mayor de México por tiempo de 22 años, Dignísimo Obispo de la Santa Yglesia de
Durango y actual de la de Valladolid, de Mechoacan. Ynsigne fundador deste Real Pontificio Collegio, cuya mag-
nífica fábrica se concluyó en el de 1770». P. ÁNGELES y N. FERNÁNDEZ: Catálogo de pintura del Museo del Carmen,
México: Casa de Bolsa Probursa, 1987, p. 133.
LA NACIÓN MONTAÑESA EN LA NUEVA ESPAÑA: RETRATOS DE LA SOCIEDAD COLONIAL [213]

Don Francisco Antonio Sánchez de Tagle. Miguel Cabrera, 1761.


Museo Nacional de Historia. I.N.A.H. Castillo de Chapultepec.

erección del Seminario Mayor de Valladolid de Michoacán (hoy Palacio de Gobierno


de Morelia); comenzado en 1760, se inauguró diez años después, el 29 de septiembre
de 1770, y se convirtió en un centro religioso e intelectual de primer orden, en el que
se difundieron las ideas liberales e independentistas entre muchos futuros insurgentes.
Otro miembro de la familia Sánchez de Tagle fue don Francisco Antonio Sánchez de
Tagle, a quien no debemos confundir con Francisco Manuel Sánchez de Tagle y Valdivieso,
hermano del obispo de Michoacán y caballero de Alcántara.30 Este Francisco Antonio

30
Sobre Francisco Manuel Sánchez de Tagle, véase M. ESCAGEDO SALMÓN: Solares montañeses. Viejos linajes
de la provincia de Santander (antes Montañas de Burgos), vol. VIII, Santander: Ed. Librería Moderna, p. 130; J.
[214] ARTE Y MECENAZGO INDIANO. DEL CANTÁBRICO AL CARIBE

Sánchez de Tagle, caballero de Santiago, fue gran benefactor del convento de San Fran-
cisco de México, del que llegó a ser síndico general y hermano mayor de la Tercera Orden,
para la que en 1748 construyó el Hospital Real de Terceros, fundación benéfica a la que
contribuyeron con sus limosnas otros cántabros como Alejandro Antonio Gómez de
Barreda o Fernando González de Collantes, diputado de la Cofradía del Santo Cristo de
Burgos.31 El retrato, conservado en el Museo Nacional de Historia, está firmado y fechado
por Miguel Cabrera en 1761, para muchos historiadores el pintor más destacado del
segundo tercio del siglo XVIII en Nueva España, y uno de los más importantes de toda la
época virreinal.32 En una cartela de marco arriñonado, situada en el suelo, se incluye una
inscripción que no deja duda sobre la personalidad del efigiado, pues en ella se indica,
además de su pertenencia a la orden militar de Santiago (cuya medalla lleva prendida en
la casaca), su carácter de benefactor franciscano y sus cargos de regidor perpetuo de la
ciudad de México, coronel del Regimiento de Infantería, cónsul y prior del Consulado.33
Creemos que este magnífico retrato pudo servir de ejemplo e inspiración a los que años
después encargaron los fundadores de la cofradía del Santísimo Cristo de Burgos.
La serie de los miembros de dicha cofradía a la que acabamos de hacer alusión no
solo es el principal conjunto de retratos de montañeses afincados en la Nueva España,
sino la más destaca de cuantas se conservan de cualquier agrupación de personajes
civiles novohispanos. Se custodió en la sala capitular de la Cofradía del Santísimo Cristo
de Burgos en su capilla del convento de San Francisco de la ciudad de México.34 El

CANALES RUIZ: o. cit. pp. 173-175; y J. GÓMEZ MARTÍNEZ: Regina Coeli. Santillana (1592-1835), arte y patronazgo
en la primera fundación dominicana de Cantabria, Santander: Fundación Marcelino Botín, 1993.
31
J. MURIEL DE LA TORRE: Hospitales de la Nueva España, vol. II, México: UNAM, Instituto de Historia, 1956-60,
pp. 156-158.
32
R. RUIZ GOMAR: «La pintura del periodo virreinal en México y Guatemala», en R. GUTIÉRREZ (coord.): Pin-
tura, escultura y artes útiles en Iberoamérica, 1500-1825, Madrid: Cátedra, 1995, pp. 133-134. Véase también M.
TOUSSAINT: Pintura colonial en México, México: UNAM, 1990, pp. 160-167.
33
Óleo/lienzo, 203 x 137. Leyenda: «Don Francisco Antonio Sánchez de Tagle, Caballero profeso del Orden de
Santiago, Regidor perpetuo de esta Nobilísima ciudad, Coronel del Regimiento de Infantería Española de su Comercio;
Cónsul y Prior que fue de su Real Tribunal del Consulado. Síndico General de la Religión de N.S.P.S. Francisco y
Ministro Hermano Mayor de su Venerable Tercer Orden; insigne bienhechor de la Fábrica de este Real Hospital; y
móvil principal para que se emprendiese a beneficio de sus hermanos enfermos en 25 de febrero de 1748. Michael
Cabrera, fecit año de 1761». J. ROMERO FLORES: Iconografía…, o. cit., p. 183. Gracias a una información de hidalguía
fechada en 1716 sabemos que era hijo de Juan Sánchez de Tagle y de Mariana González de Llanos, eran sus hermanos
Francisco Sánchez de Tagle, religioso en Lima, y Pedro, residente en Ica, Perú, y figura como su sobrino Manuel Sánchez
de Tagle, vecino de Santillana, quien solicita la certificación de hidalguía de su tío. En este momento se le cita como
alférez mayor del comercio y milicias de México (AHRC, Secc. Pedraja, Leg. 1., unidad 7). Su suegro fue Juan Ignacio
de la Vega Sotomayor. Al comienzo de su actividad comercial se le cita como «administrador del banco de plata de los
Tagle», figura en 1722 como cónsul del Consulado de México (G. DEL VALLE: «Luchas electorales en el Consulado de
México por los beneficios de la renta de alcabalas», en La historia económica hoy, entre la economía y la historia,
Memorias del Segundo Congreso de Historia Económica, México, 2004). En 1742 se le cita como antiguo prior del
Consulado (O. CRUZ BARNEY: «Para una historia de la jurisdicción mercantil en México: el decreto de organización de
las juntas de fomento y tribunales Mercantiles de 1841», Anuario Mexicano de Historia del Derecho, vol. XV).
34
Véase el estudio que en esta misma obra realiza nuestro colega el doctor Tomás PÉREZ VEJO, así como nues-
tro artículo «Montañeses en la Nueva España durante el siglo XVIII: su promoción artística religiosa», Altamira, LVI,
2000, pp. 219-223.
LA NACIÓN MONTAÑESA EN LA NUEVA ESPAÑA: RETRATOS DE LA SOCIEDAD COLONIAL [215]

conjunto se halla disperso por diversos museos mexicanos. Siete retratos están deposi-
tados en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec (Fernando Gon-
zález de Collantes, José Mariano de la Cotera y Rivascacho, Manuel José de Busta-
mante, Servando Gómez de la Cortina, Manuel Antonio de Quevedo, Gabriel Gutiérrez
de Terán y Domingo de Rábago), dos en el Museo Nacional del Virreinato de Tepot-
zotlán (Miguel González Calderón y Román Antonio de Udías), otros dos en el Museo
de Antropología e Historia del Estado de México (José de Ceballos y Domingo de
Rábago) y, finalmente, otros dos se conservan en el Museo Histórico del Fuerte de San
Carlos en Acapulco (Manuel González de Cossío y José González Calderón).
La autoría de todos ellos suele atribuirse al pintor José Joaquín Esquivel.35 Los diez
primeros fueron realizados en 1781, tres de ellos incluyen la firma del citado pintor (los
de José de Ceballos, José Mariano de la Cotera Rivas Cacho y Servando Gómez de la
Cortina); de la autoría de los otros siete se tiene constancia documental (los de José
González Calderón, Fernando González de Collantes, el conde de la Torre de Cossío,
Manuel José de Bustamante, Manuel Antonio de Quevedo, Miguel González Calderón
y Román Antonio de Udías). En 1785 se pintaron los otros tres (los de Gabriel Gutié-
rrez de Terán, Domingo y Francisco Antonio de Rábago), que por su semejanza con
los anteriores también han sido atribuidos a Esquivel.36 Siguen el modelo ya establecido
en los diez anteriores, aunque se aprecia cierta simplificación en los elementos simbó-
licos y una mayor austeridad en las vestimentas y mobiliario, se sustituye en el retrato
de Francisco Antonio de Rábago la mesa por una cajonería. Además, en estos tres úl-
timos varía la tipología del escudo, pues si antes prevalecían las líneas rectas, ahora lo
hacen los perfiles curvilíneos. (Véanse pp. 195-201).
Las medidas de todos ellos son semejantes (hacia 190 x 118 cm) y tienen en común
numerosos rasgos estilísticos e iconográficos, pues siguen la moda establecida en los
retratos novohispanos del siglo XVIII.37 Se trata de retratos de cuerpo entero, en los que
los personajes aparecen efigiados en un interior de fondo acortinado, en ligero escorzo,
mirando al espectador, junto a una mesa rococó en la que se sitúa una escribanía o en
la que descansan las capas de los de los hábitos caballerescos a las que pertenecían
algunos de ellos. Van ataviados según la moda de la época, luciendo la mayoría unifor-
mes correspondientes a los regimientos del comercio de la Real Armada, por lo que

35
José Joaquín Esquivel fue un pintor cuya actividad se centró en la capital mexicana en las dos últimas déca-
das del siglo XVIII. Realizó obras religiosas, como la serie de la vida de San Pedro Nolasco del claustro del convento
de la Merced, que le valieron el sobrenombre de «Fa Presto» por Couto, aunque destacó más como retratista. Véase
M. TOUSSAINT: Pintura colonial en México, México: UNAM, 1900, p. 173; J. ROMERO FLORES: Iconografía colonial…,
o. cit.; J. M. CORRALES: «Retrato familiar mexicano: sangres diferentes. Una nueva piel», en Lazos de sangre. Retrato
mexicano de familia. Siglos XVIII y XIX, México, 2000; J. B. COUTO: Diálogo sobre la historia de la pintura en México,
Buenos Aires, 1947. p. 107; M. MARTÍNEZ DEL RÍO: «El retrato novohispano en los siglos XVII y XVIII», en El retrato
civil en la Nueva España, México, 1991; R. RUIZ GOMAR: «La pintura de retrato en la Nueva España», en El retrato
novohispano del siglo XVIII, catálogo de la exposición, Puebla, 1999.
36
N. SALAZAR: La Capilla del Santo Cristo de Burgos, México: INAH, 1990, pp. 26-141.
37
El retrato civil novohispano en la Nueva España, México: Museo de San Carlos, 1991.
[216] ARTE Y MECENAZGO INDIANO. DEL CANTÁBRICO AL CARIBE

suelen portar espada. Varios sujetan en la mano un documento, posiblemente las cons-
tituciones fundacionales de la congregación. Cada individuo se identifica doblemente,
por su escudo de armas, situado en la zona superior, y por la inscripción que ocupa
toda la zona inferior del cuadro, en la que se incluye el nombre, oficio, títulos nobilia-
rios, hábitos caballerescos, cargos militares, etcétera, se reseña siempre su condición de
miembro de la mesa de la congregación, como rector, mayordomo o diputado.
Como ya hemos señalado, aunque la tipología de estos retratos resulta habitual en
los miembros de la élite colonial, creemos que en los detalles Esquivel siguió el modelo
del retrato que realizará Miguel Cabrera en 1761 para Francisco Antonio Sánchez de
Tagle, al que antes nos hemos referido. A un modelo cercano corresponde un segundo
retrato de uno de los más destacados miembros de la congregación del Santo Cristo de
Burgos, don Juan Manuel González de Cossío, conde de la Torre de Cossío y vizconde
de San José de Buenavista. Natural del concejo de San Tirso (Tudanca), en el valle de
Rionansa, donde había nacido en 1723, emigró joven a Nueva España, se dedicó al co-
mercio, donde hizo fortuna, con cuyos caudales auxilió al ejército español en la guerra
con Inglaterra, lo que le valió los nombramientos de coronel del Regimiento de Infantería
de Milicias de la ciudad de San José de Toluca y maestre de campo de las milicias de
Metepec. En 1764 se le nombró alcalde mayor de la ciudad de México, tres años después
ingresó en la Orden de Calatrava, alcanzó el título de conde de Torre-Cossío el 21 de
diciembre de 1773. Poco después, entre 1776 y 1777, ocupó el cargo de cónsul en el Real
Tribunal del Consulado de la ciudad de México. No solo destacó entre los montañeses
por ser uno de los individuos que más fondos aportó para la erección de la Cofradía del
Santo Cristo de Burgos (10 000 pesos), sino que su generosidad se orientó también a la
promoción de otras órdenes religiosas, como las Capuchinas de Guadalupe, a quienes
donó 5000 pesos para la construcción de su capilla. El retrato del conde al que nos veni-
mos refiriendo, conservado en el Museo Nacional de Historia (Castillo de Chapultepec),
está fechado en 1777 y su autor fue el pintor Juan N. Figueroa.38 Como corresponde a
sus méritos, el conde viste uniforme militar junto a la capa de la orden de Calatrava. El
retrato se produce en el interior de una estancia de vivienda urbana, muy posiblemente
su casa en la ciudad de México, aún hoy conservada (C/ Uruguay, 90), construida en 1781
por el primer conde, edificio declarado monumento desde 1931.39
Otros caballeros montañeses se hicieron retratar en Nueva España durante los úl-
timos años del siglo XVIII, como don Agustín de Iglesias Cotillo Solar y Rivas, del que
el Museo Nacional de Historia conserva un retrato de formato e iconografía cercanos
a los dos anteriormente citados (Antonio Sánchez de Tagle y Juan Manuel González de
Cossío). Según la inscripción que le acompaña se trata de otro rico comerciante, origi-

38
J. ROMERO FLORES: o. cit., p.100; J. CANALES RUIZ: o. cit., pp. 109-111.
39
Catálogo monumental. Monumentos históricos inmuebles: Centro Histórico de la Ciudad de México. 3 vols.
México: INAH-Secretaría de Educación, Cultura y Bienestar Social, 1988, p. 1397; M. ROMERO DE TERREROS: Resi-
dencias coloniales de la ciudad de México, monografías mexicanas de arte, n.º 2, México: Oficina Impresora de la
Secretaría de Hacienda, 1918, p. VIII.
LA NACIÓN MONTAÑESA EN LA NUEVA ESPAÑA: RETRATOS DE LA SOCIEDAD COLONIAL [217]

nario de Santander «su patria», que llegó a ocupar los cargos de alcalde ordinario,
cónsul y prior del Real Tribunal del Consulado. Como otros comerciantes formó parte
del Regimiento de Infantería Española del comercio de la corte de México, y llegó a
alcanzar el empleo de coronel. Asimismo, era caballero de la Orden de Santiago, pro-
fesando después en la venerable Orden del Carmen de la ciudad de México, donde
reposaron sus restos desde 1772.40
Magnífico resulta también el retrato de don Fernando de Mier y Terán, que, fechado
en 1773, se conserva el Museo Nacional de Historia. Desconocemos la ocupación de este
personaje, de linaje montañés (su padre fue natural de Ruente, en el valle de Cabuérniga).
En opinión de Carrillo y Gariel, viste de modo «informal», con casaca y chaleco de tela
de primavera China, no lleva peluca ni pelo empolvado, como era común en los retratos
de carácter representativo, tal vez por ello tampoco incluye su escudo de armas.41 También
se conserva entre los fondos del Museo Nacional un retrato de su hija, doña Francisca
Javiera Tomasa de Mier Terán y Mijares, realizado hacia 1778, a los 16 años de edad, en
fecha previa a su profesión en el convento de Santa María de Gracia de Guadalajara,
localidad cercana a su lugar de nacimiento (Colotlán, estado de Jalisco).42
No podríamos finalizar este repaso por el retrato novohispano de personajes pro-
cedentes de Cantabria sin hacer una última alusión a una tipología poco desarrollada
en el arte colonial, la escultura funeraria. Los montañeses de la Nueva España tuvieron
uno de sus lugares preferentes de enterramiento la iglesia de Santo Domingo de México;
otros lo hicieron en los conventos de San Francisco, San Sebastián o San Diego. De las
13 esculturas funerarias que Manuel Toussaint localiza en Nueva España, todas ellas
orantes,43 corresponde a un montañés la de don Diego Suárez de Peredo, patrono del

40
Retrato anónimo, c. 1781-1785, Óleo/lienzo; 191 x 125. Leyenda: «Don Agustín Iglesias Cotillo Solar y
Rivas, natural de las montañas de Burgos, caballero del Orden de Santiago, Alcalde Ordinario y Procurador Gene-
ral de la Ciudad de Santander, su Patria. Alcalde Ordinario, Cónsul y Prior del Real Tribunal del Consulado y
Coronel del Regimiento de Infantería Española del comercio de esta Corte de México, después de haber servido los
empleos de Teniente, Capitán, Comandante y Teniente Coronel del mismo Cuerpo: Murió el día 23 de junio de
1772 a los 76 años 9 meses y 10 días. Fue Profeso del venerable tercer Orden del Carmen y está sepultado en este
sepulcro». J. ROMERO FLORES: Iconografía…, o. cit. pp. 109-110.
41
Óleo/lienzo 188 x 121. Leyenda: «Retrato de Don Fernando de Mier Therán y Mijares, hijo legítimo de don
Antonio de Mier y Therán, natural de los reinos de Castilla, Montañas de Santander en el lugar de Ruente, Valle de
Cabuerniga, y de Doña Margarita Mijares Solórzano, natural del Pueblo de San Luis de Coltlán, en donde nació el
11 de henero de 1735, actualmente vezino de la Villa de Jerez de la frontera. Año de 1773». A. CARRILLO Y GARIEL:
El traje en la Nueva España, México: INAH, 1959, lám. 98; véase también J. ROMERO FLORES: Iconografía…, o. cit.,
p. 140. Puede tratarse del retrato inventariado en Tepotzotlan con el n.º 39 como obra de Ignacio Berbeno.
42
Óleo/lienzo; 193 x 123; Leyenda: «Retrato de Doña Francisca Xaviera Thomasa, natural de la villa de Xeres,
hija lexitima de D. Fernando Mier y Terán, natural de Colotlan, hoy ordenado de diacono, y de María Salvadora
Rodríguez Saenz, natural de dicha villa. Fueron sus abuelos Don Antonio de Mier y Terán natural de Ruente en los
reynos de Castilla y Doña Margarita Mixares Solórzano, natural de Colotlan y maternos Don Domingo Rodríguez
Sáenz y Doña Clemenzia García de la Cadena, la que entro para religiosa de velo y choro en este conbento de Santa
María de Gracia el día 27 de Abril de 1778 a los 16 años 7 meses tres días de edad». J. ROMERO FLORES: Iconogra-
fía…, o. cit., p. 140. Véase también A. CARRILLO Y GARIEL: El traje…, o. cit., lám. 64.
43
M. TOUSSAINT: «La escultura funeraria en la Nueva España», AIIE, 11, 1944, p. 54, lám. 12.
[218] ARTE Y MECENAZGO INDIANO. DEL CANTÁBRICO AL CARIBE

convento de San Diego de Tacubaya, que hoy se guarda en el museo de Churubusco.


Vestido según la moda de época de Carlos II, con jubón ceñido a la cintura y mostrando
en uno de sus bolsillos muestra una llave, símbolo de su patronato.
En San Miguel de Allende (Guanajuato), en una capilla dedicada a la Virgen de
Loreto en la iglesia del Oratorio de San Felipe Neri, se incluyen, en sendos nichos, las
esculturas funerarias del patrón de la capilla, don Manuel Tomás de La Canal, conde
de la Canal, y de su mujer, doña María de Hervás y Flores, quienes la mandaron cons-
truir antes de 1749, año del fallecimiento del caballero. Posiblemente, la fecha de 1734
que se puede ver sobre el bulto funerario se corresponda con la construcción de la
iglesia y camarín.44
También conocemos un busto escultórico, conservado en colección particular, de
un caballero al que Gonzalo Obregón ha identificado como correspondiente a Francisco
Gutiérrez de Terán, que sigue la tradición escultórica de Buenaventura Medina Picazo.
Su rostro es particularmente vivo, gracias al uso de ojos de cristal. Porta el manto de
la Orden de la Purísima Concepción, fundada por Carlos III. Sus rasgos físicos son tan
semejantes a los de don Gabriel Gutiérrez de Terán, uno de los miembros de la Cofra-
día del Santísimo Cristo de Burgos al que antes nos referimos, que tal vez se trate del
mismo personaje.45
Todos estos retratos de montañeses, y algunos otros más que se conservan en museos
y colecciones privadas mexicanas (a los que no hemos aludido en aras a respetar la
extensión marcada para nuestro análisis), conforman el reflejo de una sociedad colonial
que deseaba emular las costumbres cortesanas de la metrópoli, cuyas expresiones ex-
ternas de poder, nobleza, riqueza, virtud, lujo o representatividad (excepción hecha de
la monarquía) llegan en muchas ocasiones a superar. La posibilidad de ascenso econó-
mico de los peninsulares en Nueva España también se manifestó en diversos textos de
la época que, como el que se sigue, reflejan los hábitos sociales de los peninsulares, en
general, y de los montañeses en particular:

[…] en llegando a la América, o con lo que les produce el empleo a que vienen destinados,
o con las facultades que adquieren, por los enlaces que contraen, o por lo que adelantan en
el comercio, o con otro semejante arbitrio, se ven cuanto antes en el estado de mantenerse
con el esplendor de la opulencia. Si tienen hijos, ya nacen estos, se crían y educan con todo
el mismo esplendor, gozan de la delicadeza de las viandas, del ornato del vestido, de la pompa
y aparatos de los criados y domésticos, de la suntuosidad de los edificios, de lo exquisito de
sus muebles, de lo rico de sus vajillas y de todo lo demás que sobre las reglas de la necesidad
introdujo en el mundo la ostentación […]46

44
M. TOUSSAINT: «La escultura funeraria en la Nueva España», AIIE, 11, 1944, pp. 54-55, lám. 13.
45
G. OBREGÓN: «Algunas consideraciones sobre el retrato en el arte mexicano», Artes de México, 132, p. 82.
46
Memorial custodiado en la biblioteca del INAH, 1775.
MIEMBROS DE LA COFRADÍA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE BURGOS

Imagen 1. José Joaquín Esquivel, Retrato de


Miguel González Calderón y Estrada (1781). Museo
Nacional del Virreinato, INAH, Tepozotlán (México).
[194] ARTE Y MECENAZGO INDIANO. DEL CANTÁBRICO AL CARIBE

Izquierda: Imagen 2. José Joaquín Esquivel, Retrato de Fernando González


de Collantes (1781). Museo Nacional de Historia, INAH, México D. F. (México).
Derecha: Imagen 3. José Joaquín Esquivel, Retrato de José de Cevallos (1781).
Museo Regional de Antropología e Historia, INAH, Toluca (México).
MIEMBROS DE LA COFRADÍA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE BURGOS [195]

Izquierda: Imagen núm. 4. José Joaquín Esquivel, Retrato de José Mariano de la Cotera
y Rivas, marqués de Rivascacho (1781). Museo Nacional de Historia, INAH, México
D. F. (México). Derecha: Imagen núm. 5. José Joaquín Esquivel, Retrato de Manuel José
de Bustamante (1781). Museo Nacional de Historia, INAH, México D. F. (México).
[196] ARTE Y MECENAZGO INDIANO. DEL CANTÁBRICO AL CARIBE

Izquierda: Imagen núm. 6. José Joaquín Esquivel, Retrato de Servando Gómez de la


Cortina, conde de la Cortina (1781). Museo Nacional de Historia, INAH, México D. F.
(México). Derecha: Imagen núm. 7. José Joaquín Esquivel, Retrato de Manuel Antonio
de Quevedo (1781). Museo Nacional de Historia, INAH, México D. F. (México).
MIEMBROS DE LA COFRADÍA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE BURGOS [197]

Izquierda: Imagen núm. 8. José Joaquín Esquivel, Retrato de Román Antonio de Udías (1781).
Museo Nacional del Virreinato, INAH, Tepozotlán (México). Derecha: Imagen núm. 9. Retrato de
Gabriel Gutiérrez de Terán (1785). Museo Nacional Historia, INAH, México D. F. (México).
[198] ARTE Y MECENAZGO INDIANO. DEL CANTÁBRICO AL CARIBE

Izquierda: Imagen núm. 10. Retrato de Domingo de Rábago, conde de Rábago (1785). Museo
Regional de Antropología e Historia, INAH, Toluca (México). Derecha: Imagen núm. 11. Retrato
de Francisco Antonio de Rábago (1785). Museo Nacional Historia, INAH, México D. F. (México).
MIEMBROS DE LA COFRADÍA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE BURGOS [199]

Izquierda: Imagen núm. 12. Retrato de Manuel González de Cossío, conde de la Torre de
Cossio (1785). Fuerte de San Diego, INAH, Acapulco (México). Derecha: Imagen núm. 13.
Retrato de José González Calderón (1795). Fuerte de San Diego, INAH, Acapulco (México).
Arte y mecenazgo indiano:
del Cantábrico al Caribe

Luis Sazatornil Ruiz (ed.)

EDICIONES TREA, S. L
BIBLIOTECONOMíA Y ADMINISTRACIÓN CULTURAL – 162

© Luis Sazatornil Ruiz y los autores, 2007

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ISBN: 978-84-9704-290-1

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