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Supraconexión digital versus infraconexión espiritual

Ayarra, María

Tecnología

¿Qué pensarías si al acudir a una manifestación el Gobierno te


enviara un tweet diciendo: “Querido usuario, ha sido usted registrado
como participante de una manifestación ilegal masiva”? Esto ocurrió
en 2014 en Ucrania.

O que recibieras una multa de tráfico porque la aplicación que usas


como GPS ha vendido al Gobierno los datos de la velocidad a la que
circulas. Esto sucedió en Holanda y la compañía era TomTom.

O que te detuvieran en un aeropuerto de Estados Unidos, te llevaran


a una sala para interrogarte, pasaras la noche en una celda y te
deportaran por escribir en Twitter antes de partir en tono jocoso:
“¿Quién tiene tiempo libre para destruir América?”.

Ésta son algunas de las consecuencias de la vigilancia masiva e


indiscriminada a la que estamos siendo sometidos los ciudadanos por
parte de los gigantes tecnológicos, por empresas de toda índole, por
los Gobiernos, y por lo que es peor, por nosotros mismos. Analicemos
uno a uno.

1) En lo concerniente a la vigilancia masiva perpetrada por los


gigantes tecnológicos, podemos analizar el papel de Facebook. Según
informes del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados
Unidos, Facebook ha sustituido a todos los programas de recolección
de información que previamente utilizaba la CIA. Recopila información
de más de 2.240 millones de usuarios para luego usarlos con fines
publicitarios sin informar de forma explícita.

Por este motivo, en el año 2007 la Agencia Española de Protección de


Datos le impuso la mayor multa de la historia del órgano regulador:
1,2 millones de euros. Verificó que la red social propiedad de Mark
Zuckerberg recopila datos sobre ideología, sexo, creencias religiosas
o gustos personales para su posterior uso con fines publicitarios sin
informar al usuario de manera clara y exhaustiva.

Asimismo la Comisión Europea ha impuesto una multa a Facebook de


110 millones de euros por mentir en lo referente a la compra de
WhatsApp en el año 2014. Cuando se anunció la compra por la
cantidad de 13.800 millones de euros, se le requirieron a Facebook
diferentes datos en aras de comprobar si se produciría una
vinculación de los datos de las diferentes plataformas. Zuckerberg
declaró que en ese momento no tenían medios para realizar dicha
unión, pero el órgano europeo ha concluido la investigación
dictaminando que no dijo la verdad. Una vez consumada la compra,
cambiaron la política de privacidad e incluyeron la vinculación de los
datos.

Pero el mayor escándalo de privacidad al que ha tenido que hacer


frente Facebook hasta la fecha ha sido el caso de Cambridge
Analytica en el año 2018. Esta consultora británica era una compañía
de análisis y recolección de datos, sin previa autorización, de 50
millones de usuarios de Facebook con el fin de crear perfiles
psicológicos y elaborar campañas personalizadas para influir en la
decisión de los votantes. Esto ocurrió durante la campaña electoral de
Donald Trump y la votación del Brexit.

Zuckerberg se sentó por primera vez frente al Congreso de los


Estados Unidos para rendir cuentas sobre este asunto. Habría que
reseñar que Facebook es la compañía que más ha contribuido en
donaciones a las campañas de la mayoría de los senadores que le
interpelaron, lo cual deja mucha duda sobre la objetividad de tal
comparecencia.

Según ha informado recientemente el periódico The New York Times,


Fiscales Federales de Estados Unidos están investigando a Facebook
por firmar acuerdos con más de 150 compañías para que éstas
accedan a datos confidenciales de sus usuarios, como mensajes
privados e información de contacto, sin su consentimiento. Entre
estas corporaciones hay nombres como Netflix, Spotify, Amazon,
Apple, Microsoft o Airbnb.

También está siendo investigado porque ha propuesto a entidades


bancarias de Estados Unidos un “trueque”: estos le entregan
información relacionada con las transacciones de sus clientes, y
Facebook a su vez permite a las entidades acceder a los mensajes
privados de sus usuarios.

En 2017 el rotativo The Australian publicó un documento en el que


constaba que Facebook había analizado datos de más de seis millones
de adolescentes australianos y neozelandeses, para determinar su
estado de ánimo y facilitar a los anunciantes información sobre los
momentos en los que se sentían más vulnerables. El fin era ofrecerles
lo que necesitaban según sus publicaciones y su estado de ánimo.

Pero no es Facebook la única compañía que opera con estas prácticas


abusivas. La Comisión Europea ha impuesto a Google en los últimos
tres años multas que ascienden a un total de 8.000 millones de
euros, por abusar de su posición de dominio en el mercado de la
publicidad. Asimismo la Comisión Nacional de Informática y de las
Libertades de Francia (el homólogo de la Agencia Española de
Protección de Datos) le ha impuesto recientemente una sanción de 50
millones de euros por falta de consentimiento en la personalización
de la publicidad que ofrece a los internautas.
Pero el nacimiento de esta publicidad personalizada se vincula con el
nacimiento de Google. Esta corporación nació en 1996, y en un
principio tenía como finalidad seleccionar las páginas webs que tenían
mayor interés y visitas en la red. Dado el elevado número de webs
que ya existían, sus fundadores Larry Page y Sergey Brin, dos
estudiantes de filosofía de la Universidad de Stanford, crearon un
algoritmo para que hiciera el trabajo de forma automática.
Necesitaban cubrir el coste de almacenaje, así que pensaron en la
publicidad dirigida según lo que los internautas estaban buscando.

Este tipo de publicidad es mucho más interesante para los


anunciantes puesto que se publicitan ante clientes potencialmente
interesados. Pero esta segmentación también la desarrolla Google
mediante su servicio de correo electrónico Gmail. Cuando enviamos
un e-mail, el texto se escanea automáticamente y se envían las
palabras claves que revelan de qué estamos hablando, así podrán
asociarlo con anuncios personalizados. Además cada vez que clicas
un anuncio de Google, la compañía anunciante le paga por el tráfico
de su sitio.

¿Cómo podrían si no costearse los inmensos centros de datos que


Google tiene repartidos por el mundo en los que alojan todos los
correos de Gmail, los vídeos de YouTube y su omnipresente motor de
búsqueda? ¿Y las modernas oficinas que tiene Facebook en California,
Tokio, Buenos Aires, México y São Paolo con sus más de 30.000
empleados? La respuesta es sencilla: mediante tu información
personal, la cual se va a usar posteriormente para enviarte publicidad
hecha a medida.

Estas compañías tecnológicas legitiman sus prácticas en la aceptación


por parte de los usuarios de sus intrincadas condiciones de uso, para
cuya lectura necesitaríamos 1 mes por año, es decir,
aproximadamente 180 horas cada año.

2. Pero más allá de la consabida vigilancia de los gigantes


tecnológicos, infinidad de empresas están ávidas de tener información
y, por ende, control sobre nosotros.

En Inglaterra desapareció una joven en 2002 y los padres albergaron


la esperanza de encontrarla con vida puesto que tras la desaparición,
los mensajes de voz de su teléfono móvil estaban siendo escuchados
y borrados. Desgraciadamente estos movimientos en su terminal no
habían sido obra de la joven que ya había fallecido, sino de la
corporación del magnate de la comunicación Rupert Murdoch quienes
para recopilar toda la información posible habían intervenido su
teléfono y escuchado sus mensajes.

En nuestro país fue muy sonado el caso de la app oficial de la Liga


Española de Fútbol. Al descargarla el usuario aceptaba que usara el
micrófono de su smartphone para comprobar si los bares donde
acudía a ver el fútbol disponían o no de la correspondiente licencia
para emitir los partidos.

Otro caso curioso es el de McDonalds que acaba de comprar una


desconocida empresa tecnológica israelí llamada Dynamic Yield
(según medios norteamericanos por 300 millones de dólares) que
según su web se encarga de "unificar los datos de clientes para
potenciar el ecosistema de marketing" y "desencadenar capas de
comportamiento". Con un lenguaje eufemísitco quiere decir algo así
como hacer un seguimiento de cuándo te sientes triste o hambriento
para enviarte publicidad de una hamburguesa en el momento exacto.

3. En cuanto a la participación y complicidad de los Gobiernos, es


paradigmático el caso de China. El Gobierno Chino está creando un
sistema de clasificación social mediante un entramado de 20 millones
de cámaras de videovigilancia y una sofisticada Inteligencia Artificial
de reconocimiento facial. La pretensión del Gobierno es la de
controlar a la población en función de su comportamiento más o
menos “cívico”. Si eres ciudadano chino y no puedes comprar un
billete de avión es porque has conducido a una velocidad mayor de la
permitida, porque te has negado a cumplir el servicio militar o porque
has comprado demasiados videojuegos. Si tu puntuación no es
suficientemente alta se te puede prohibir la entrada en determinados
hoteles, cursar estudios superiores o ser contratado por alguna
empresa. Incluso si te rodeas de gente con baja puntuación, puede
influir en tu propia nota.

Esta IA analizará individualmente a cada individuo en función de su


información personal, sus interacciones en las redes sociales, los
lugares que frecuenta, sus compras, sus gustos, sus hábitos, sus
amigos. ¿Te parece intrusivo? Pues no dista mucho de lo que nos
pasa al resto de los ciudadanos, sólo que se hace de una forma más
“sutil”.

Si tienes un teléfono móvil, un ordenador, una Smart TV, un Smart


Watch, un perfil en Facebook, Twitter, Whatsapp, Instagram,
Amazon, Netflix, una cuenta de correo electrónico, si usas un
asistente virtual como Alexa o Cortana, una tarjeta de crédito, si
conduces un coche por carreteras controladas por radares y le echas
gasolina en establecimientos dispuestos con cámaras de
videovigilancia o si paseas por una de tantas calles dotadas de
cámaras de seguridad, ya estás siendo escrupulosamente
monitorizado.

¿Y qué papel tienen los partidos políticos como garantes de nuestra


Constitución en cuyo artículo 18.4 se recoge el derecho fundamental
a la protección de datos? Pues los partidos políticos han refrendado
recientemente por unanimidad la nueva Ley Orgánica de Protección
de Datos y Garantía de Derechos Digitales, de adaptación al
Reglamento Europeo de Protección de Datos. Esta norma incluye en
su disposición final tercera un artículo de modificación de la Ley
Electoral por el que autoriza a los partidos a recopilar nuestros datos,
de páginas web y otras fuentes de acceso público, para realizar
perfiles psicológicos y enviarnos propaganda electoral personalizada
sin consentimiento. Es el llamado spam electoral. Podrán hacerlo por
Whatsapp, e-mail, o mensajes directos a través de las redes sociales.
Si nuestros datos revelan que estamos enfermos los partidos nos
mandarán mensajes a favor de una mejor sanidad, mensajes
religiosos si somos creyentes, mensajes pro-vida si estamos en
contra del aborto o animalistas si somos antitaurinos, y siempre con
un tipo de lenguaje acorde a nuestro perfil psicológico.
Recientemente el Defensor del Pueblo ha presentado un recurso de
inconstitucionalidad contra el meritado artículo que ha sido admitido a
trámite.

Además todas las formaciones políticas de nuestro país se han


reunido hace escasos meses con directivos internacionales de
Facebook, previa firma por supuesto de un acuerdo de
confidencialidad. El motivo de la cita ha sido frenar las ´fake news´
de cara a las elecciones generales del 28 de abril. La prensa se ha
hecho eco de que los partidos han coincidido en que la red social
fundada por Zuckerberg (al que algunas voces postulan como futuro
presidente de EE.UU.) no parece tener un plan prefijado para resolver
este problema. Quizá el motivo es que realmente no le interesa pues
a mayor polémica por estas noticias, más comentarios, visitas y
mayores ingresos por publicidad.

4. Pero no olvidemos que nosotros también somos partícipes y


colaboradores necesarios de todo este entramado; entre nosotros e
incluso con nosotros mismos.

Reino Unido que es uno de los países más vigilados del mundo (se
estima que hay una cámara por cada 14 personas), lo cual impide el
visionado de todo el material recogido. El portal Internet Eyes ofrece
la posibilidad de que los ciudadanos se espíen entre sí. Los
propietarios de esas cámaras (policía, empresas y particulares)
pueden emitir las imágenes en directo a todo el mundo y cualquier
persona que se registre podrá visionarlas desde sus dispositivos. Se
presenta como un “juego” y si el usuario percibe algo sospechoso,
presionará un botón que alerta a la policía y el internauta acumulará
puntos que podrá canjear por 1.000 euros.

Pero más allá del advenimiento de la sociedad distópica


increíblemente vaticinada por Aldous Huxley y George Orwell en la
década de los 30 y 40 respectivamente, es innegable que somos
nosotros mismos los que voluntariamente nos exponemos a esta
indiscriminada vigilancia mediante la publicación de contenido, sin
medir las consecuencias de la “huella digital” indeleble que estamos
imprimiendo. En Suecia miles de personas se están insertando
voluntariamente pequeños microchips bajo la piel, con el fin de evitar
llevar documentación física como carnets de identidad, billetes de
metro o tarjetas de acceso al trabajo.

Llegados a este punto, si no podemos confiar en las empresas que


nos surten de los servicios tecnológicos, ni en el resto de
corporaciones, ni en nuestros Gobiernos, ni entre nosotros y ni casi
en nosotros mismos, ¿a qué podemos aferrarnos en esta sociedad
voraz y egóica? A nuestro Ser.

Debemos hacernos conscientes de lo que ya está ocurriendo, estar de


alguna forma informados, responsabilizarnos de qué aplicaciones
usamos, o al menos del uso que le damos, qué contenido publicamos,
qué imágenes compartimos de nosotros y de nuestros menores. Pero
sobre todo hemos de ser conscientes de qué estamos buscando en el
mundo online, de qué adolecemos en el mundo offline, y darnos
cuenta de que esa supraconexión tiene su origen en una desconexión
con nuestro Ser y un vacío interior que tratamos infructuosamente de
cubrir. Darnos cuenta de si buscamos amor, aprobación externa, huir
de la soledad, no pensar, no mirarnos, no escucharnos… Las redes
sociales son el escenario perfecto para crear un personaje ficticio,
para compartir pensamientos, sentimientos, para exhibirnos, en
definitiva, para vivir en el Ego.

Hasta ahora los medios de comunicación manipulaban en masa y era


menos efectivo puesto que no podían controlar a cada ciudadano,
pero con el auge de las nuevas tecnologías cada ciudadano puede ser
manipulado individualmente y a cada segundo, monitorizando
sentimientos conscientes e incluso inconscientes. La inteligencia
artificial puede reconocer con un alto grado de precisión tu estado
emocional por los gestos de tu cara, la velocidad a la que escribes un
mensaje, las veces que miras el teléfono, las páginas que visitas o la
música que escuchas, para luego añadirlo a tu perfil psicológico.

Por todo esto y por lo que adviene dado nuestro papel de víctimas y
de verdugos a la vez, debemos estar más en presencia que nunca,
más conscientes, en nuestra mente elevada, en nuestro centro. Y
ante el conocimiento de esta sociedad vigilada no hemos de caer en
el miedo, que es de lo que se nutre la sociedad distópica, sino en la
conciencia y en la consciencia. Incluso que se escriban artículos así es
lo que nutre a las élites, para que sepamos de forma velada que
vivimos vigilados, ese mismo miedo es el que dosifican para ejercer
la manipulación.

Desconectar para conectar: el vacío que se busca llenar conectando


con el mundo online, sólo será sosegado en esencia conectando con
nuestro mundo interior.
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Autora: María Ayarra García de Zúñiga (Abogada especialista en


Protección de Datos y Derecho al Olvido Digital)

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