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LOS EDUCADORES COMO HERORES SIN CAPA EN TIEMPO DE PANDEMIA.

Reflexiones a partir de las enseñanzas del Papa Francisco.


Partimos de la propia experiencia para dialogar sobre nuestra vocación y misión de educadores mientras
atravesamos y nos atraviesa este tiempo tan especial: el de la pandemia del COVID-19 a más de 150 días de
cuarentena o como le queramos llamar. Como lo decía el filósofo español Ortega y Gasset: “El hombre es él
y sus circunstancias”. Estamos atravesados por lo que nos sucede, no somos islas y nuestra tarea educativa
muchas veces esta condicionada o totalmente tocada por lo que pasa. La pandemia es el mejor ejemplo.

Nos podemos preguntar ¿Cómo nos agarro la pandemia? ¿en que situación personal, vocacional e
institucional? ¿Qué desafío nos puso delante? ¿Qué cambio repentinamente en nosotros? ¿Qué planes
frustro? ¿Qué hicimos? ¿cómo lo hicimos? ¿con que actitudes? ¿estuvimos o estamos a la altura de las
circunstancias? ¿Qué certezas derrumbo y cuáles confirmo?...... tantas y tantas preguntas…. Y la fundamental
de todas ¿y Dios? ¿Dónde está? ¿Qué paso con mi relación con él? ¿Qué significa para mi proceso de fe este
acontecimiento histórico que estamos transitando? …

Les cuento mi propia experiencia. Que está a su vez dividida en dos. Marcada por mi lugar de residencia y mi
situación vital. En Italia como cura estudiante transitando el final de la licenciatura en Teología Fundamental.
En Argentina como cura recién llegado y con muchas de ganas del trabajo en pastoral en terreno que
todavía no puede ser y deber esperar. Las dos experiencias profundamente desafiadas por el encierro, el
aislamiento y esta bendita o maldita “nueva normalidad”. En marzo cuando en Italia se declaro el cierre total
de las escuelas y el aislamiento obligatorio a mi me agarro transitando mi ultimo semestre de estudio de los
3 años de experiencia europea, con muchos proyectos y a la vez con el desafío de terminar la tesis de grado,
las últimas materias y el examen final y con algunos lugares que quería conocer antes de volverme y que
había dejado para el último. Bueno todo eso se cayo de golpe. De improviso. Y me agarró fuera de Roma
donde vivía, un poco más al norte, no en el foco de la tormenta, pero si mas cerca, en una parroquia donde
había ido a hacer un reemplazo un fin de semana. Ahí me agarro. Ahí estuve solo dos meses encerrado en la
casa parroquial. Solo y sin conocer casi a nadie. Bueno la cosa fue fuerte. Con la tesis y el examen final en mis
espaldas y la obligación de hacerla y terminarla porque en junio se acababa la beca que permitía mi vida en
Italia. Fue la pandemia vivida como alumno y estudiante. Con todo el tiempo para estudiar pero muchas
veces abrumado y sin energías (como a tantos de los alumnos de ustedes), los recursos un poco limitados,
sin biblioteca, con el cursado por zoom (no sabía que existía) y la comunicación con el director de tesis por
mail. Que importante que fue la constancia, predisposición, comprensión de la situación de los profesores y
de la universidad que se tuvieron que reinventar. Esa es la palabra, todos nos tuvimos que reinventar. Fue
duro pero lo pudimos lograr. No todos. Muchos de mis compañeros por diversos motivos no pudieron
recibirse en junio. Luego de los dos meses vino la reapertura de todo, aprendiendo nuevos protocolos y
nuevas maneras. Y recibirme en un tiempo especial con exámenes virtuales y todo nuevo. Y el viaje
repatriado a Argentina y la llegada a Monte Buey en el inicio del peor momento de esta zona en cuanto a la
cantidad de casos y volver a vivir un duro encierro y varias cuarentenas y aislamientos primero por llegar de
Europa, después por contactos con casos estrechos o estrechos de estrechos. Y empezar a trabajar
pastoralmente ya no como alumno sino como docente de modo virtual…. Espero no olvidarme de mi
experiencia como alumno y poder ponerme en el lugar del otro. Cada uno tendrá la suya. Solo compartía la
mía para que podamos hacernos consciente de la propia.

Cuantas incertidumbres, miedos, cansancios, broncas, desilusiones pero también cuantas nuevas actitudes,
cuanta creatividad, a vino nuevo odres nuevo nos enseña el Evangelio. Y ojalá que todo esto signifique una
nueva y rica experiencia de Jesús, de crecer en la fe, de sentirnos Iglesia, enviados a ser testigos en el mundo
de la educación de la Buena Noticia de la Pascua que siempre es Vida que vence la muerte y esperanza de
que no hay piedras tan pesadas que puedan impedir la vida, que la tumba esta vacía y que el Crucificado esta
Resucitado y vive en medio nuestro.
Para no ser sólo autorreferenciales; quiero compartir con ustedes algunas Palabras del Papa Francisco en
este contexto de Pandemia. Palabras y gestos de un pastor que estuvo muy activo y al que le preocupa mucho
sobre todo la post-pandemia. Todos los días la TV Vaticana trasmitió en vivo la Misa matinal de Santa Marta
con sus sencillas pero profundas homilías que fueron para muchos un alimento de realismo pero de
esperanza.

Pero sobre todo el gran gesto del papa el viernes 27 de marzo cuando impartió de modo extraordinario la
bendición “Urbi et orbi” que en latín significa «a la ciudad (Roma) y al mundo», era la fórmula habitual con
la que empezaban las proclamas del Imperio Romano. Es la bendición más solemne que imparte el Papa, y
sólo él, dirigida a la ciudad de Roma y al mundo entero Digo extraordinaria porque de modo ordinario se
imparte desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, llamado por eso Balcón de las bendiciones. El
Papa suele revestirse con ornamentos solemnes y va precedido de cruz procesional y acompañado de
cardenales, diáconos y ceremonieros. Se imparte, además de cada Domingo de Pascua y el día de Navidad,
el día de la elección del Papa; es decir, al final del cónclave, en el momento en que se presenta ante Roma y
el mundo como nuevo sucesor de San Pedro. En este caso hubo muchas cosas extraordinarias que deben ser
leídas desde el lenguaje de los símbolos que tienen un gran potencial comunicador y decidor de muchas
cosas. Primero aquí lo que marca la bendición no es la densidad de una fecha sino de un momento, una
pandemia, un mundo autosuficiente casi derrotado por un invisible virus y la necesidad de volvernos a Dios
y gritar y clamar. Después el modo y los detalles. La enorme plaza San Pedro vacía, el Papa absolutamente
sólo, sin cardenales, sim cohorte principesca, no desde el balcón central de la Basílica sino desde la plaza
misma del el Pueblo, no revestido de bellos ornamentos sino con su túnica blanca y su paso cansado. En un
día de mucho frío y lluvia. Al frente de dos imágenes religiosas importantes en la fe del pueblo romano, la
Cruz de San Marcelo, crucifijo milagroso que libro a la ciudad de la peste de 1522 y la imagen de la Virgen
María “salud del Pueblo Romano”. El Papa solo, quizá mucho mas cercano al sucesor del Pedro Pescador que
al de un príncipe mundano poderoso e imbatible, una plaza vacía, pero a la vez llena del sufrimiento de todos,
un cielo oscuro y el ruido ensordecedor de las sirenas romanas que ese día se hacían sentir mas de lo habitual.
Y ahí todos nosotros, delante del Cristo Crucificado que no le hizo asco al sufrimiento al dolor, sino que se
hizo el mismo dolor y sufrimiento, absolutamente solidario. Y su madre, nuestra madre, al pie de la Cruz,
como hace 2000 años, también ahora sufriendo con sus hijos e hijas. El lenguaje de los signos y de los
símbolos. Y en medio de ese lenguaje, las palabras del Papa que brotan de la escucha de La Palabra, del
Evangelio que nos ayuda a comprender lo que nos pasa que nos da luz y nos orienta.

¿Qué texto bíblico proclamo y eligió Francisco para ese momento de oración? El texto de Mc 4, 35-41
conocido como “la tempestad calmada”: “Al atardecer de ese mismo día, les dijo: «Crucemos a la otra
orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la
suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te
importa que nos ahoguemos?». Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El
viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen
fe?». Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el
mar le obedecen».

¿Qué dijo el Papa? Primero es interesante detenerse en la elección intencional del pasaje bíblico. La
pandemia como tempestad, la barca como símbolo del mundo, de todo el mundo y de la Iglesia, una barca
que se empieza a hundir y Jesús que está, pero dormido. Está, pero al inicio no hace nada, parece no
importarle. Y en medio de la desesperación el grito de los discípulos miedosos y desesperados. Y Jesús lleno
de serenidad, dueño absoluto de la situación y provocador de preguntas que tocan el hueso y nos invitan a
crecer.

Ahora si algunas de las pinceladas mas sugerentes de la preciosa y rica homilía del papa que les invito a leer
o releer de primera mano. Vale la pena. Estas palabras creo que son muy importantes porque nos ayudan a
tener una lectura de esta situación equilibrada y esperanzadora a la vez. Es necesaria una sana lectura e
interpretación de lo que nos pasa, porque en esta pandemia no solo sufrimos por lo que pasa sino por como
se lee lo que sucede y que cosas se dicen y comunican.

Primero la pandemia como una situación que nos sorprendió, que no esperábamos, que irrumpió en nuestra
vida, en nuestra normalidad. Que nos puso en jaque. La pandemia como una tormenta inesperada y furiosa.
No se trata de una lectura romántica ni ingenua de la realidad, sino con toda la densidad del drama. Se trata
de un acontecimiento duro, doloroso, difícil y traumático. Inesperado y furioso. Créanme que por lo menos
en Italia fue así. De un momento a otro y con mucha furia, mucho dolor, mucha muerte.

Luego la famosa expresión del Papa que luego se tomo para confirmar o para repensar: “Nos dimos cuenta
que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y
necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca,
estamos todos.”. Algunos dicen que es verdad que estamos en la misma barca pero como en el emblemático
Titanic, algunos viajan en primera y otros son el descarte. Que estamos en la misma barca es verdad, pero
que no todos de la misma manera, también. La pandemia evidencia las terribles e inhumanas diferencias
entre nosotros y eso también creo, impacto en nuestras escuelas y en nuestros alumnos y también porque
no entre nosotros educadores. Pero si es verdad que nos puso a todos frente a nuestra fragilidad,
vulnerabilidad y desorientación y donde somos todos necesarios. Nadie se salva solo. No nos sirven los genios
individuales sino el todo, el colectivo, la comunidad educativa en nuestro caso.

En otro momento el Papa se detiene en la angustia y la desesperación de los discípulos. Dice Francisco que
“Ellos (los discípulos) no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38). No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de
ellos, que no les prestaba atención.” También la pandemia pone en crisis nuestra fe. La pone en evidencia.
La deja a la intemperie. Siempre las tormentas ponen en evidencia la fe. Siempre las tormentas hacen salir
de nosotros la imagen de Dios que tenemos. Es que quizá pensamos en Dios como en un mago genial que
con su barita soluciona todo tipo de problema o peor aún como un Dios que necesita del sufrimiento de sus
hijos para aplacar su ira y cada tanto les manda algún mal para que se corrijan y sean mas buenos y sumisos.
Los discípulos pensaron que no eran importantes para Jesús, que no se interesaba de ellos. Pero para Jesús
cada uno de nosotros es importante, nada de los que nos pasa le es indiferente. Absolutamente nada.

Esta tempestad dice el Papa pone en evidencia algunas cosas, desenmascara otras. Lo primero que hace es
sacarle la careta a nuestra autosuficiencia y arrogancia y nos descubre nuestra debilidad. Nos saca la careta
de nuestras falsas y superfluas seguridades, nos pone en jaque nuestro proyectos, rutinas y prioridades. Lo
ha venido a trastocar todo. Y quizá nos hacía falta, que lástima que fue de esta manera. Pero pensemos en
clave docente y de nuestras comunidades educativas. Cuantos proyectos y rutinas construidos desde
paradigmas de autosuficiencia, rivalidades, deseos de protagonismos, luchas y divisiones y no desde criterios
profundamente evangélicos. Todo se ha caído o derrumbado. Se cae el estereotipo de nuestros egos y
apariencias. Es necesario recomenzar. Ojalá que absolutamente consientes de las propias debilidades
personales e institucionales y fortalecidos por una fuerte conciencia colectiva y del nosotros.

Dice el Papa con bellas y densas palabras dirigiéndose primero a Dios y luego a nosotros: “Señor, esta tarde
tu Palabra nos interpela se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos
avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado
absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos
despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro
planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos
en un mundo enfermo.” Como me impacta esa última frase donde dice que “hemos pensado mantenernos
siempre sanos en un mundo enfermo”. La pandemia nos enrostro nuestras enfermedades vinculares, sociales
e institucionales. Creo que esto lo debemos capitalizar como colegios e instituciones educativas. No puede
pasarnos sin más. Nos debemos preguntar como estaba nuestra salud institucional y relacional. Debemos
salir mejor de todo esto, y eso no es automático. Como también dirá el Papa que la pandemia es tiempo de
elecciones, de buenas y mejores decisiones. Para ser mejores, mas humanos y más hermanos, mejores
personas, creyentes y educadores.

Que esta cuarentena nos sirva a cada uno y los colegios a repensar nuestros rumbos, la dirección existencial
de la vida, las prioridades, las cosas importantes, las grandes certezas.

En este contexto el Papa nos invita a redescubrir la acción silenciosa pero eficaz del Espíritu Santo que actúa
en tantos héroes sin capa, héroes silenciosos entre los cuales se encuentran ustedes queridos docentes, que
heroica y creativamente han sostenido como han podido el proceso educativo de nuestros niños y jóvenes.
Dice el Papa: “Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han
reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y
generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están
tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de
diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo
hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de
reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad,
voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo.
Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos. Cuánta gente cada día
demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad.
Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y
cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la
oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso
son nuestras armas vencedoras.”

Aquí me surge un sencillo GRACIAS por todo lo que han hecho e hicieron. Me sale un gracias desde mi primer
experiencia como alumno en esta pandemia. Agradezco porque gracias a la presencia y acompañamiento de
mis profesores pude terminar la tesis a tiempo y recibirme. Como alumno les agradezco. Creatividad y
generosidad al servicio de los alumnos, de los niños y jovenes que siempre deben estar al centro de nuestros
esfuerzos y preocupaciones. Ustedes son signos de esperanza en medio de esta situación.

Y por último el Papa nos invitaba esa tarde a abrazar la Cruz, que significa abrazar con realismo, pero con
esperanza las contrariedades propias de este tiempo, a dejar los sentimientos y actitudes de omnipotencia y
darle lugar a la creatividad que brota de las dificultades y eso que llamamos resiliencia ante el dolor, significa
descubrir nuevas formas de hospitalidad y fraternidad, de solidaridad y esperanza y poder traducir todo esto
en clave educativa. Educar en esto y para esto. Educar para la hospitalidad, la fraternidad, la solidaridad y la
esperanza. Educra con y para la creatividad que se reinventa y sueña un mundo mejor, donde nos hagamos
cargo del grito de los pobres, los jóvenes y lde a desbastada casa común que es nuestra tierra.

Para finalizar mi intervención quiero compartir algunas otras palabras que el Papa dijo en otras
circunstancias siempre en este contexto de Covid 19 y que nos pueden seguir ayudando a repensar y
repensarnos: En tiempo de un virus altamente contagioso debemos pensar en otro contagios de otro virus
mucho mas letal y mortal: el del Egoísmo y de la indiferencia Es necesario contagiarnos de fraternidad,
encuentro y esperanza. La pandemia no es el tiempo de la indiferencia porque el mundo entero esta
sufriendo y debemos encontrarnos mucho más. No es el tiempo del egoísmo ni de los genios individuales
sino de la solidaridad, la comprensión, el trabajo mancomunado, el poner en común los recursos para todos.
No es el tiempo de la división, las rivalidades y las peleas sino de la reconciliación y el tiempo de tejer redes
y alianzas superadoras. Es un tiempo para animarnos a una nueva imaginación de los posible con el realismo
que nos otorga el Evangelio.
Ahora si termino diciendo que educar es en sí mismo un acto de esperanza, no solo porque se educa para
construir un futuro apostando a él, sino porque el hecho mismo de educar esta atravesado por la esperanza.”
Y ustedes son protagonistas de esta esperanza, lo celebramos con alegría en este día y lo pedimos como don
y gracia.

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