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15348687, 2021, 178, Descargado de https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/cad.20443 por Readcube (Labtiva Inc.), Wiley Online Library el [01/03/2023]. Consulte los Términos y condiciones (https://onlinelibrary.wiley.com/terms-and-conditions) en Wiley Online Library para conocer las reglas de uso; Los artículos de OA se rigen por la Licencia Creative Commons aplicable
DOI: 10.1002/cad.20443

COMENTARIO

El problema de la simetría de género en la violencia física en el


noviazgo adolescente: un comentario y sugerencias para una
agenda de investigación

manuel eisner1,2

1Instituto de Criminología, Universidad de


Cambridge, Cambridge, Reino Unido Abstracto
2Centro Jacobs para el Desarrollo Productivo de La violencia en el noviazgo es una manifestación
la Juventud, Universidad de Zúrich, Zúrich, Suiza grave de las conductas nocivas durante la
adolescencia. Durante las últimas décadas,
numerosas investigaciones han arrojado luz sobre
Correspondencia
Manuel Eisner, Instituto de Criminología, Universidad
los patrones, las causas y las consecuencias de la
de Cambridge, Cambridge, Reino Unido. Correo violencia en el noviazgo. Uno de los hallazgos más
electrónico:mpe23@cam.ac.uk notables que surgen de los instrumentos de
encuesta ampliamente utilizados es que las
adolescentes reportan perpetrar violencia física en
el noviazgo con mayor o igual frecuencia que los
adolescentes varones. De manera similar, los
jóvenes varones parecen informar con la misma
frecuencia que han sido víctimas de violencia física
en el noviazgo cuando eran adolescentes. Este
comentario revisa los problemas que surgen del
debate sobre la simetría de género en la violencia en
el noviazgo y propone direcciones para futuras
investigaciones. Sugiere que la investigación futura
debe considerar tres cuestiones interrelacionadas
para avanzar en el campo, a saber: mejorar la
comprensión de las diferencias en el daño,

1 INTRODUCCIÓN

Las últimas dos décadas han visto el rápido crecimiento de la investigación sobre la epidemiología, las causas y las
consecuencias de la violencia en el noviazgo adolescente: el comportamiento coercitivo y físicamente, verbal o
sexualmente dañino que experimentan los jóvenes de 10 a 19 años dentro de una relación romántica.

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© 2021 Los autores.Nuevas direcciones para el desarrollo de niños y adolescentespublicado por Wiley Periodicals LLC.

Desarrollo Infantil y Adolescente.2021;2021:157–168. wileyonlinelibrary.com/journal/cad 157


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relación (para revisiones recientes ver Dardis et al.,2015; Taquette & Monteiro,2019). Uno de los
hallazgos más polémicos que surgen de esta investigación es el patrón de género en la victimización
y perpetración de violencia en el noviazgo, especialmente con respecto a la violencia física.
En una de las primeras revisiones de la investigación sobre violencia en el noviazgo, Lewis y Fremouw (2001,
pág.. 107) ya concluyó que las mujeres adolescentes parecían iniciar la violencia física con más frecuencia que los
hombres, mientras que ambos géneros informan tasas similares de violencia sostenida. Investigaciones
posteriores llegaron a conclusiones similares. El metanálisis reciente de 101 estudios encontró que las
adolescentes son significativamente más propensas que los hombres a denunciar la perpetración de violencia
física en el noviazgo (25 % frente a 13 %) y que las tasas de victimización son similares para ambos sexos (21 %)
(Wincentak et al. ,2017). Para la violencia sexual en el noviazgo, por el contrario, las niñas informaron tasas
significativamente más bajas de perpetración que los niños (3% frente a 10%) y tasas más altas de victimización
(14% frente a 8%).
Los hallazgos de Wincentak et al. (2017) estuvieron muy influenciados por muestras de los Estados Unidos y
Canadá, donde se ha llevado a cabo la mayoría de las investigaciones sobre violencia en el noviazgo. Este número
especial añade conocimientos importantes sobre los resultados obtenidos en muestras europeas. Comprende
cinco nuevos estudios primarios y una revisión sistemática de 25 estudios que informaron estimaciones de
prevalencia en Europa. Los resultados encontrados en estos estudios corroboran los patrones de las diferencias de
género encontrados previamente: Entre las parejas románticas heterosexuales, la violencia sexual es mucho más
probable que sea perpetrada por hombres, independientemente del informante (Oyarzún et al.,2021;
Tomaszewska y Schuster,2021). Por el contrario, las estimaciones de prevalencia basadas en la perpetración de
violencia física autoinformada tienden a mostrar tasas más altas para las mujeres que para los hombres
adolescentes (Baier et al.,2021; Bertok et al.,2021; Tomaszewska y Schuster,2021; Toplu-Demirtaş y Aracı-İyiaydın,
2021). Se encontró que las tasas de victimización física autoinformadas eran bastante similares para los géneros
molestos.
El hecho de que las encuestas a menudo arrojen el resultado de que la prevalencia de violencia
física en el noviazgo perpetrada por mujeres es similarmente alta o incluso más alta que la tasa de
los hombres ha sido llamado 'provocador' (Lewis & Fremouw,2001), 'desconcertante' (Shorey et al.,
2008) y 'preocupante' (Dobash y Dobash,2004). Refleja hallazgos similares sobre la violencia física de
pareja (IPV) entre adultos en relaciones heterosexuales (Archer,2000; Chan,2011; Desmarais et al.,
2012).
Sin embargo, desde que surgieron estos hallazgos, ha habido controversia sobre cómo
deben interpretarse y si son un artefacto de sesgos metodológicos, de definición y
conceptuales. En el campo de la violencia de pareja íntima, esta controversia llegó a ser
conocida como el debate de 'simetría de género' versus 'asimetría de género' a principios de la
década de 1990 (Dobash & Dobash,2004; Dobash et al.,1992; johnson,2006; Kimmel,2002;
Langhinrichsen-Rohling,2010; Strauss,2008, 2011).
Sobre la base de este debate, propongo que la investigación sobre la simetría de género en la violencia
en el noviazgo adolescente debe considerar tres cuestiones sustantivas y metodológicas interrelacionadas
para avanzar en el campo más allá de la comparación de las tasas de prevalencia. Estos temas se relacionan
con (a) avanzar en la comprensión de las diferencias de género en amenazas y daños, y los mecanismos
responsables de ellos; (b) aclarar hasta qué punto las dinámicas situacionales diádicas asociadas con la
violencia en el noviazgo tienen género, y (c) mejorar el conocimiento sobre las diferencias de género en la
etiología del desarrollo de la perpetración de violencia en el noviazgo adolescente.

1.1 El debate sobre la simetría de género

Hay dos perspectivas principales contrastantes en el rompecabezas de la simetría de género. El


marco teórico de la violencia de género asume que la violencia en las parejas íntimas o
románticas es en gran medida asimétrica, en su mayoría perpetrada por hombres contra
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mujeres, y motivado principalmente por el poder y control patriarcal (Dobash et al.,1992; Russo y Pirlott,
2006). Dentro de este marco, la adolescencia es vista como una etapa de desarrollo formativo, donde los
niños adquieren actitudes de rol de género patriarcales que enfatizan el poder masculino. Esto incluye
guiones culturales de que los hombres deben ser duros, emocionalmente desconectados y tener derecho al
sexo en las relaciones románticas, todo lo cual justifica la violencia unilateral dentro de las relaciones de
noviazgo (Reyes et al.,2016). Por lo tanto, la aparente simetría en la violencia física se interpreta
principalmente como resultado de la redacción problemática de los ítems con poca validez de contenido,
una falta de atención a las experiencias con consecuencias graves y una tendencia a ocultar las diferencias
en la motivación, como la resistencia violenta femenina al terrorismo íntimo masculino ( hamby,2015;
johnson,2011). Por lo tanto, los defensores del marco basado en el género sostienen que la inclusión de
incidentes de agresión mutua y violencia femenina bajo el paraguas de la violencia de la pareja íntima como
un problema de salud pública no está respaldado por la evidencia (Reed et al.,2010).

Los defensores de la hipótesis de la simetría de género, por el contrario, afirman que las parejas
íntimas masculinas y femeninas, incluidas las parejas adolescentes, perpetran actos de agresión física
en proporciones aproximadamente iguales (Straus,2011). La posible razón es que ambos miembros
de una relación romántica pueden experimentar conflictos de interés asociados con la infidelidad, la
inversión desigual en el tiempo y los recursos emocionales, y el reconocimiento mutuo que puede
escalar a la agresión física (Archer,2000). Además, esta perspectiva sostiene que gran parte de la
violencia física ejercida por la pareja es recíproca. Es impulsado por motivos similares y disparadores
situacionales que igualmente resultan en emociones negativas y comportamiento agresivo
bidireccional entre hombres y mujeres jóvenes. Finalmente, la hipótesis de la simetría de género
tiende a implicar que la etiología del desarrollo asociada con perpetrar violencia física es
mayormente similar para adolescentes y adultos jóvenes, hombres y mujeres (Lantagne & Furman,
2020; Winstok,2007).

1.2 Diferencias en el daño

Probablemente la cuestión metodológica más controvertida en el debate sobre la simetría de género


se refiere a la cuestión de qué se mide en los cuestionarios de violencia en el noviazgo ampliamente
utilizados, y si estos instrumentos proporcionan estimaciones imparciales de las verdaderas
diferencias de género en la violencia física en el noviazgo. La investigación que muestra la simetría de
género comúnmente se basa en instrumentos como la Escala Revisada de Tácticas de Conflicto
(CTS-2, ver Straus et al.,1996) o el Conflict in Adolescent Dating Relationships Inventory (CADRI, véase
Wolfe et al.,2001). Estos instrumentos presentan una serie de ítems diseñados para capturar
diferentes tipos de agresiones físicas como empujar, golpear, dar puñetazos, morder, amenazar a
alguien con daño físico, etc., con un formato de respuesta de Escala Likert. Luego se genera una
medida dicotómica que captura si un joven ha perpetrado o experimentado alguna de las conductas
dentro de un horizonte de tiempo dado (Exner-Cortens et al.,2016; Smith et al.,2015; Tomaszewska y
Schuster,2021).
Los académicos han planteado dudas sobre si estos instrumentos son informativos con respecto a la
captura de las diferencias de género en la 'violencia' real en el sentido del uso intencional de la fuerza física
o el poder que resulta o tiene una alta probabilidad de resultar en lesiones, muerte o daños psicológicos.
daño (Krug et al.,2002). Las preocupaciones específicas se relacionan con la posible inclusión de
comportamientos lúdicos, una dependencia excesiva de actos de agresión no dañinos más bien menores, la
falta de información sobre los contextos de los actos individuales y el desprecio por las diferencias de
género en el miedo, las lesiones y el daño psicológico causado por los estímulos aparentemente idénticos
presentados a los encuestados (Chan,2011; Fernández-González et al,2013; hamby, 2015; Hamby y Turner,
2013; Vagui et al.,2015). Estas preocupaciones plantean problemas conceptuales que siguen sin resolverse.
En particular, es imposible determinar si la simetría de género
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en el noviazgo existe violencia si, como suele ser el caso, conceptos como conflicto, agresión,
violencia y abuso siguen usándose indistintamente.
La medida en que la redacción de las preguntas afecta las diferencias de género se puso claramente de relieve
en la Encuesta Nacional de Comportamientos de Riesgo de los Jóvenes de EE. UU. de 2013 (Vagi et al.,2015).
Después de una extensa consulta a expertos, la pregunta sobre la victimización por violencia física en el noviazgo
se redactó de la siguiente manera: 'Durante los últimos 12 meses, ¿cuántas veces alguien con quien estabas
saliendo o saliendo te lastimó físicamente a propósito?' Contrariamente a los patrones sugeridos por las encuestas
basadas en CTS, las respuestas a esta pregunta mostraron una tasa de prevalencia de victimización del 13 % para
las mujeres en comparación con el 7,6 % para los hombres. Los desarrolladores argumentan que es más probable
que la redacción capture las verdaderas diferencias de género en experiencias que implican daño físico real que
otros instrumentos, que están demasiado influenciados por la agresión de bajo nivel. En una línea similar, Hamby (
2016) mostró que el aumento de la validez del contenido mediante el uso de enunciados de ítems que excluyen los
comportamientos lúdicos y que se centran en la violencia coercitiva (p. ej., golpear, amenazar con lastimar) dio
como resultado tasas de prevalencia con una victimización sustancialmente mayor para las mujeres que para los
hombres.
En la Encuesta Nacional de Exposición de los Niños a la Violencia de EE. UU. (Hamby & Turner,
2013). En ese estudio, las preguntas de seguimiento preguntaron si el adolescente había sido
lastimado físicamente en el incidente y cuánto miedo sintió en el momento de la victimización.
Teniendo en cuenta estas preguntas de seguimiento sobre la gravedad del evento, se invirtió la
proporción de género. Los hombres eran levemente más propensos a reportar victimización en
general, pero las mujeres tenían el doble de probabilidades de reportar incidentes que
resultaron en lesiones o implicaron fuerza inductora de miedo (Hamby & Turner,2013).

En Europa, la evidencia emergente sugiere de manera similar grandes diferencias entre mujeres y
hombres con respecto al impacto físico y emocional de la violencia física. Por ejemplo, en una gran muestra
de adolescentes del Reino Unido de 13 a 18 años, Barter et al. (2009) encontraron poca diferencia de género
en la prevalencia de victimización violenta menos grave. Sin embargo, casi tres veces más niñas que niños
informaron haber experimentado fuerza física severa, como puñetazos, estrangulamientos o golpes con un
objeto (Barter et al.,2009: 45). Además, el 76% de las mujeres, pero solo el 14% de los adolescentes varones
del Reino Unido, se sintieron asustados, enojados, humillados o molestos después de la victimización. El
hallazgo de que las mujeres jóvenes reportaron un impacto emocional negativo mucho mayor que los
hombres se repitió posteriormente en una encuesta comparativa en cinco países europeos (Barter et al.,
2017). En España, Fernández-González et al. (2014) mostró que las mujeres de 18 a 20 años tenían cuatro
veces más probabilidades de sufrir lesiones debido a la agresión física en las citas (ver también Oyarzún et
al.,2021). Estos hallazgos son consistentes con la evidencia limitada de los datos hospitalarios, que
muestran que las adolescentes son mucho más propensas a visitar los departamentos de emergencia por
lesiones debido a la violencia de la pareja íntima (Epstein-Ngo et al.,2013; ranney y mello,2011).

La evidencia muestra que elementos aparentemente idénticos de las listas de verificación de comportamiento
ampliamente utilizadas capturan diferentes experiencias de jóvenes masculinos y femeninos. ¿Pero por qué?
Posiblemente, la violencia en el noviazgo por parte de los hombres induce más miedo porque los hombres
también cometen con mayor frecuencia delitos graves fuera de la pareja, lo que significa que su comportamiento
conlleva una mayor amenaza de consecuencias graves (Zych et al.,2021). Además, es probable que la agresión
física adquiera un significado más dañino si forma parte de un síndrome de comportamientos relacionados en una
relación, como la violencia sexual, el acecho, las amenazas y la intimidación, todos los cuales son perpetrados más
comúnmente por adolescentes varones (Hamby,2016; Smith-Darden et al.,2016). Finalmente, se debe considerar la
capacidad de infligir lesiones graves debido a las diferencias de género en altura, peso y fuerza física (ver también
Dobash & Dobash,2004; Hamby y Koss,2003).
Mesa1ilustra el asunto. Muestra medias específicas de género de la circunferencia del bíceps,
la altura y el peso a los 17 años entre los participantes del Estudio de Zurich sobre Social
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TABLA 1 Circunferencia del bíceps, talla y peso de niños y niñas de 17 años, estudio z-proso
Circunferencia del bíceps (mm) Altura (cm) Peso (kg)
machos 315,9 (33,8) 178,5 (7,1) 72,0 (12,1)
Hembras 278,4 (32,6) 165,1 (6,3) 59,2 (10,3)
valor F 388,9, p < 0,001 1257,0, p < 0,001 417,1, p < 0,001

Tamaño del efecto d = .64 d = 1,95 d = .65


Nota:norte=623–653 hombres, 596–643 mujeres.

Development from Childhood to Adulthood (z-proso) y los tamaños del efecto d de Cohen asociados (Eisner
& Ribeaud,2007). Estos tamaños del efecto pueden traducirse en la probabilidad de que un hombre sea más
alto, más pesado y físicamente más fuerte que una mujer de la misma edad (Magnusson,2021). Los
resultados muestran que el 90 % de los adolescentes varones son más altos y el 70 % pesan más y son más
fuertes que una mujer promedio de la misma edad (Archer & Thanzami,2007). Estas diferencias se acentúan
aún más por una diferencia de edad promedio en las relaciones de noviazgo, siendo los hombres a menudo
algo mayores (Volpe et al.,2013).
En general, una mejor comprensión de las tasas de prevalencia de la violencia física que se encuentran
en muchos estudios europeos sobre violencia en el noviazgo requiere que establezcamos más firmemente
las diferencias de género en la cantidad de daño, amenaza, lesión y miedo capturados por los elementos
incluidos en las escalas estándar de citas físicas. violencia (Hamby & Koss,2003). Es posible que esto deba
incluir una reconsideración de las formas en que se utiliza la noción de "violencia" en la investigación actual
sobre violencia en el noviazgo. La estrategia implícita en muchos estudios actuales es que cada incidente de
comportamiento antagónico y conflictivo en las relaciones románticas se entiende como una "violencia"
física, verbal o sexual. Es dudoso que esta sea una estrategia de investigación significativa. Tanto Dobash
como Dobash (2004) y arquero (2000) argumentaron, desde ambos lados del debate sobre la simetría de
género, que es esencial una mayor claridad sobre constructos como el conflicto, la violencia, la agresión y el
abuso para avanzar en el debate sobre la simetría de género.
Es importante desarrollar y utilizar medidas más válidas (Hamby,2015, 2016). Estos incluyen, por
ejemplo, información basada en incidentes sobre lesiones, daños mentales, amenazas y peligros asociados
con la violencia física en el noviazgo (Hamby,2015, 2016). Además, los estudios basados en muestras más
grandes y en riesgo son importantes para medir de manera confiable la violencia de alta gravedad, lo que
incluye, por ejemplo, lesiones físicas que requieren intervención médica y el uso o la amenaza de uso de
armas. Esto puede ayudar a cerrar la brecha entre la simetría de género que se encuentra en los
inventarios de comportamiento y las marcadas diferencias de género que se encuentran en los registros
policiales o los datos hospitalarios. Se deben hacer más esfuerzos para vincular los datos de encuestas de
autoinforme con datos administrativos sobre lesiones que requieren intervención médica o trauma
psicológico que requiere apoyo psicológico especializado. Además, puede ser útil desarrollar un índice de
daño de la violencia en el noviazgo, ampliamente inspirado en iniciativas similares para el crimen en
general, que proporcione una imagen más precisa del riesgo de sufrir lesiones graves y miedo (Sherman et
al.,2016). Finalmente, puede ser útil comprender mejor los factores que influyen en la variación en la
medida en que los actos de violencia en el noviazgo desencadenan el miedo y el terror, y la medida en que
estos factores están relacionados con el género.

1.3 bidireccionalidad

Un segundo aspecto central del debate sobre la simetría de género gira en torno a la bidireccionalidad de la
violencia en el noviazgo. La creciente evidencia empírica muestra que la victimización y la perpetración
tienen una alta tendencia a coexistir dentro de la misma relación (Bates,2016; parque y kim,
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2019). En un metanálisis reciente de estudios estadounidenses, la asociación media entre la perpetración


de violencia en el noviazgo y la victimización fuer= .66 (Spencer et al.,2021).
Algunos estudios en Europa han informado hallazgos sobre el grado de superposición entre la
victimización y la perpetración en el noviazgo. Viejo y otros (2016), por ejemplo, encontró que la mayoría de
los jóvenes afectados en España y el Reino Unido estaban recíprocamente involucrados (es decir, como
perpetradores y víctimas). Se encontraron resultados similares basados en muestras grandes en las partes
de habla francesa y alemana de Suiza, con una correlación bivariada entre la victimización y la perpetración
de actos delictivos.r= .69 (Ribeaud,2015). Estos hallazgos son consistentes con la literatura criminológica
más amplia sobre la superposición de perpetrador-víctima, y con los patrones bidireccionales encontrados
para la violencia de pareja íntima en parejas adultas (Berg & Mulford, 2020; Langhinrichsen-Rohling et al.,
2012).
El significado de estas regularidades sigue siendo discutido. Los investigadores que adoptan una
perspectiva de violencia de género han argumentado que la noción de violencia bidireccional en el
noviazgo suele ser engañosa (Reed et al.,2010). Más bien, la perpetración de violencia femenina es
principalmente defensiva contra los ataques masculinos, mientras que la violencia masculina es
depredadora y está motivada por abusos de poder de género, incluidos el dominio y la amenaza. En este
sentido, Johnson et al (2011) han argumentado que el terrorismo íntimo, es decir, la violencia de pareja que
incluye un fuerte elemento de control unilateral y coerción, es perpetrado casi exclusivamente por hombres
(Stark,2006). Como resultado, la investigación que destaca la agresión femenina corre el riesgo de 'culpar a
la víctima' y reproducir estereotipos patriarcales (Dutton & Corvo,2007).
Por el contrario, los investigadores que adoptan una perspectiva de simetría de género tienden a enfatizar la
importancia de la dinámica de las relaciones. Estos investigadores señalan que una proporción sustancial de la
agresión verbal y física en las citas se entiende mejor como una manifestación de desregulación diádica, en la que
ambos miembros de la pareja contribuyen a la ruptura de los patrones de interacción cooperativa y los conflictos
se intensifican hasta convertirse en comportamientos agresivos que pueden implicar diversos niveles de violencia
física. (Capaldi et al.,2018; Langhinrichsen-Rohling,2010).
Se podría lograr un mayor progreso mediante más investigación sobre violencia en el noviazgo que esté
más fuertemente informada por modelos generales de relaciones dinámicas. Un ejemplo destacado es el
modelo de interdependencia actor-pareja, un poderoso modelo para examinar la dinámica bidireccional en
las relaciones de dos personas (Cook & Kenny,2005; kenny,2018). Implica un modelo conceptual y métodos
estadísticos para situaciones en las que las emociones, las cogniciones, la salud mental o el
comportamiento de un actor afectan la emoción, la cognición, los estados mentales o las conductas de una
pareja. Para examinar tal dinámica, se necesita información de ambos socios en una relación diádica.

Además, los modelos dinámicos podrían ayudar a desentrañar diferentes componentes de la noción de
bidireccionalidad (Holmes et al.,2019). En particular, la bidireccionalidad puede referirse a la agresión
mutua dentro del mismo incidente, patrones recíprocos de agresión tardía en respuesta a una victimización
previa, o patrones en cascada en los que, por ejemplo, el conflicto verbal bidireccional puede desencadenar
cascadas de conductas desadaptativas, posiblemente en ambos lados, que eventualmente convertirse en
abuso físico y sexual. Además, el trabajo sobre la intimidación sugiere que los adolescentes cambian sus
roles de perpetrador y víctima con el tiempo (Zych et al.,2020). En la investigación sobre la violencia en el
noviazgo adolescente, sería igualmente importante comprender mejor las transiciones entre períodos de
conflicto bidireccional y "terrorismo" coercitivo unidireccional.
Desafortunadamente, muy pocos estudios sobre la violencia en el noviazgo han recopilado datos longitudinales
de ambos miembros de la pareja, aunque dichos estudios tienen el potencial de avanzar significativamente en
nuestra comprensión de la paradoja del equilibrio de género. Por ejemplo, un estudio sobre la agresión física en
las citas entre una muestra de 137 parejas adultas jóvenes heterosexuales examinó los efectos del actor y la pareja
(Lantagne & Furman,2020). Los resultados mostraron que las características de un actor tenían efectos sobre la
agresión tanto del actor como de la pareja, y que la agresión era más alta cuando ambos miembros de la pareja
puntuaban alto en características como los celos o un estilo de relación ansioso.
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Del mismo modo, Paradis (2017) utilizaron el modelo de interdependencia actor-pareja para
demostrar que la conducta de comunicación negativa del actor se asociaba con un aumento de la
violencia en el noviazgo de la pareja, y que este proceso operaba en ambas direcciones, es decir, de
hombre a mujer y de mujer a pareja masculina. Ambos estudios encontraron evidencia limitada para
la dinámica asimétrica, pero se necesita más evidencia específicamente en adolescentes.
También es importante comprender mejor si los motivos de la violencia física en el noviazgo son
específicos de género. En una revisión sistemática, Langhinrichsen-Rohling et al. (2012) revisó la evidencia
de motivos de violencia para hombres y mujeres adultos perpetradores de IPV. Encontraron pocos motivos
específicos de género. Sin embargo, advierten que persisten muchos desafíos metodológicos y prácticos en
el campo. Además, pocos estudios han examinado específicamente las motivaciones entre los
adolescentes. Una excepción es un estudio de estudiantes universitarios realizado por Elmquist et al. (2016)
sobre los motivos de la violencia física en el noviazgo. Encontró que los motivos relacionados con las
dificultades de comunicación y la autodefensa eran los más comunes, y que había pocas diferencias de
género en los motivos en general. Sin embargo, algunos hallazgos aislados también sugieren algunas
diferencias de género. Por ejemplo, Follingstad et al. (1991) encontró que las adolescentes eran más
propensas que los hombres a iniciar la agresión física en represalia por el daño emocional.

La falta de datos más detallados limita nuestra capacidad para comprender cómo los procesos a lo largo de
horas, días o semanas influyen en la ocurrencia de episodios de violencia en el noviazgo. Estos datos son
necesarios para comprender mejor cómo las cogniciones, las emociones negativas que motivan, las actividades
rutinarias y los eventos adversos de la vida afectan el cambio y la estabilidad en los episodios coercitivos y
agresivos entre los compañeros de citas (Krauss et al.,2020). Las evaluaciones momentáneas ecológicas pueden
ayudar a abordar esta limitación (Shiffman et al.,2008). Estos son estudios en los que a los participantes se les pide
repetidamente en intervalos cortos de tiempo que informen sobre actividades, estados emocionales y
comportamientos. Se ha demostrado que dicha investigación arroja nueva luz sobre la dinámica a corto plazo del
comportamiento agresivo en muestras de adolescentes y adultos jóvenes (Murray et al.,2020). Por ejemplo, Shorey
et al. (2014) demostraron en la evaluación diaria de estudiantes universitarias durante un máximo de 90 días que
el consumo de alcohol se asoció con una mayor probabilidad de perpetrar agresión física en las citas cuando el
afecto de ira también era alto (ver también Moore et al.,2011). Ortíz et al. (2015) encontró que la mala regulación
de las emociones predice la perpetración de violencia en el noviazgo entre las mujeres.

Los estudios sobre dinámicas momentáneas a corto plazo que vinculan la perpetración de violencia en el
noviazgo y la victimización son todavía escasos. Dichos estudios serían especialmente útiles para arrojar más luz,
por ejemplo, sobre si los motivos de poder y control tienen más probabilidades de desencadenar conflictos y
episodios violentos perpetrados por hombres, o si las mujeres tienen más probabilidades de iniciar la violencia
física en situaciones de amenaza.

1.4 Diferencias de género en los mecanismos de desarrollo

Un tercer aspecto del problema de la simetría de género se relaciona con las dinámicas de desarrollo que predicen
la violencia física en el noviazgo adolescente. La pregunta central aquí es si la participación de mujeres y hombres
en la violencia de pareja es predicha por factores de riesgo cualitativamente diferentes o similares. Los
investigadores que adoptan una perspectiva de violencia de género tienden a suponer que la agresión masculina y
femenina en las relaciones "probablemente tiene diferentes etiologías" (Reed et al., 2010: 350). Para los hombres,
los predictores del desarrollo pueden incluir la socialización en patrones de comportamiento patriarcales, el
estatus social y económico privilegiado de los hombres y las normas de género que apoyan el dominio y control
masculino (Decker et al.,2013; Red et al.,2010). Para las mujeres, es más probable que se espere un
comportamiento agresivo como una respuesta a la violencia masculina y que esté potencialmente relacionado con
un ciclo de violencia arraigado en una historia de adversidad y abuso infantil.
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(Heise et al.,2002). Por otro lado, los investigadores que adoptan una perspectiva de simetría de género
argumentan que las etiologías de desarrollo de la perpetración de violencia duradera en el noviazgo son en
su mayoría similares para hombres y mujeres. Una pregunta relacionada es si los mecanismos de
desarrollo asociados con la violencia en el noviazgo también predicen problemas de conducta
externalizados agresivos y no agresivos fuera de una relación de noviazgo.
La investigación sobre los factores de riesgo de desarrollo para el comportamiento violento de los adolescentes
ha crecido sustancialmente en las últimas dos décadas. La evidencia basada en estudios longitudinales
prospectivos sugiere que muchos factores de riesgo de la niñez y la adolescencia temprana predicen por igual la
delincuencia y la violencia masculina y femenina en general (Moffitt et al.,2001). Este hallazgo también parece ser
válido para la violencia en el noviazgo. Por ejemplo, Vagi et al. (2013) resumió los hallazgos de 20 estudios
realizados en los Estados Unidos y Canadá que utilizaron datos prospectivos para predecir la perpetración de
violencia en el noviazgo. Los autores encontraron que muchos de los principales factores de riesgo del desarrollo,
como los problemas de salud mental, las tendencias antisociales generalizadas que incluyen el acoso, la
delincuencia y el uso de sustancias, tener compañeros delincuentes y un entorno familiar aversivo con exposición
a la violencia de los padres, tienden a ser igualmente relevantes para hombres y mujeres. adolescentes (ver
también Spencer et al.,2021). Sin embargo, pocos estudios han examinado específicamente hasta qué punto la
socialización infantil en los roles de género masculino y femenino afecta de manera diferencial la agresión en las
relaciones de noviazgo.
La evidencia emergente también sugiere algunos mecanismos específicos de género para algunos factores
prospectivos. Por ejemplo, varios estudios encuentran que los síntomas depresivos predicen con mayor fuerza la
perpetración de violencia en el noviazgo en mujeres jóvenes que en hombres jóvenes (Foshee et al.,2010;
McCloskey y Lichter,2003; Spencer et al.,2021). Sin embargo, los hallazgos son en parte contradictorios. Un gran
estudio longitudinal encontró que la depresión era más predictiva para la perpetración de violencia en el noviazgo
en hombres que en mujeres (Walters & Espelage,2018), mientras que otros encontraron que los síntomas
depresivos no eran predictivos ni para hombres ni para mujeres (Foshee et al.,2001; Grest et al.,2018).

En Europa, la mayoría de las investigaciones sobre violencia en el noviazgo se basan en investigaciones


transversales en lugar de longitudinales. Esto limita seriamente la medida en que se pueden sacar conclusiones
sobre si los factores de riesgo del desarrollo y los mecanismos asociados con la perpetración de violencia en el
noviazgo son similares o diferentes para hombres y mujeres. En un estudio longitudinal de 646 adolescentes en
Suiza, Schuster et al. (2021, en este volumen) encontró que la neutralización moral de la violencia (es decir, el
proceso cognitivo que justifica los comportamientos agresivos) a los 15 años predice igualmente la perpetración
de violencia física en el noviazgo por parte de adolescentes hombres y mujeres a los 17 años. En contraste, la
aprobación de normas que justifican la violencia contra mujeres solo predecía la violencia en el noviazgo por parte
de los hombres, mientras que las mujeres que apoyaban las justificaciones de la violencia contra la mujer tenían
menos probabilidades de perpetrar violencia en el noviazgo, posiblemente porque internalizaban un modelo
patriarcal de subordinación femenina.
Toplu-Demirtaş y Aracı-İyiaydın (2021, en este volumen) encuentran alguna evidencia de mecanismos
específicos de género. En ese estudio, estudiantes universitarios masculinos y femeninos informaron
niveles similares de perpetración de violencia en el noviazgo adolescente. Sin embargo, el vínculo entre
presenciar violencia de madre a padre y de padre a madre, actitudes positivas hacia la violencia de pareja y
la propia perpetración de violencia en el noviazgo solo se mantuvo para los hombres pero no para las
mujeres. Esto posiblemente podría sugerir que los hombres modelan su comportamiento más en sus
experiencias con sus padres.

2 CONCLUSIONES

En una revisión de la evidencia que apoya la perspectiva de la simetría de género, Straus (2008) argumentó
que 'la prevención y el tratamiento de la PV (es decir, la violencia de pareja) podrían volverse más
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eficaz si los programas reconocen que la mayor parte de la PV es bidireccional y actúa sobre la alta tasa de
perpetración por parte de las mujeres y el hecho de que el dominio de la pareja femenina está tan fuertemente
relacionado con la PV como el dominio de la pareja masculina.' (pág. 252). Por el contrario, Reed et al. (2010)
argumentó que, a menos que la violencia en el noviazgo se enmarque como basada en el género y arraigada en
las desigualdades y normas basadas en el género, 'sin duda, fracasaremos en los intentos de desarrollar
programas, políticas y campañas educativas para abordar este problema de salud pública altamente prevalente y
debilitante. amenaza.' (pág. 351).
Ambos argumentos no pueden ser igualmente ciertos. Sin embargo, los investigadores reconocen cada vez más
que la violencia en el noviazgo probablemente implica procesos que operan de manera bidireccional y son
similares en ambos géneros, así como procesos vinculados a las diferencias de poder relacionadas con el género.
En este comentario, he argumentado, en gran parte sobre la base de contribuciones anteriores al debate, que
puede ser útil avanzar en el conocimiento a lo largo de tres dimensiones analíticas de la cuestión de la simetría de
género: el tema de las diferencias en los daños y los mecanismos que los causan; la cuestión de la dinámica de las
relaciones y los procesos bidireccionales y unidireccionales de corto plazo vinculados al conflicto y al control; y el
problema de las posibles diferencias de género en las raíces del desarrollo de la violencia en el noviazgo
adolescente.

AGRADECIMIENTOS
Deseo agradecer a Noemí Beltrán, Laura Campo y Klea Ramaj por sus valiosos comentarios sobre los borradores
anteriores de este artículo.

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Cómo citar este artículo:Eisner M. (2021). El problema de la simetría de género en la violencia física
en el noviazgo adolescente: un comentario y sugerencias para una agenda de investigación.Nuevas
direcciones para el desarrollo de niños y adolescentes,2021,157–168. https://doi.org/10.1002/
cad.20443

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