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Ortega Anacleto Zitlali

2EM20
Desarrollo del Capitalismo II

REPÚBLICA POPULAR CHINA

Destaca un fenómeno socio-político que quizá sea único en la historia mundial


contemporánea: que el líder principal del partido político que revolucionó a China y la
encaminó hacia el socialismo en la segunda mitad del siglo XX. Mao Zedong, inconforme
con la velocidad en la que se avanzaba hacia el socialismo y a la utopía del comunismo, y
profundamente desconfiado de la pureza ideológica de los cuadros comunistas instalados en
el poder, armó una compleja conspiración desde dentro del sistema para limpiar de
“revisionistas” y “seguidores del camino capitalista” a su propio Partido y a la creatura que
este había engendrado, bajo su propia dirección: la “nueva China.” Esa conspiración
desembocaría en un movimiento de envergadura inusitada al que se le llamó “gran
revolución cultural proletaria, la cual duró, según la historia oficial, de 1966 a 1976. Al
finalizar 1958, el socialismo en China había avanzado más rápidamente de cómo había
ocurrido 36 años antes en la Unión Soviética.

Mao comenzaba a diferir con la visión de Jrushchov sobre la convivencia pacífica con el
capitalismo y sobre la posibilidad de que partidos comunistas ascendieran al poder por
medios electorales.

En una serie de pláticas que Mao dio entre marzo y junio de 1958, expuso su idea de que
China no podía depender de la ayuda externa soviética para su programa de desarrollo, el
cual debería abrazar la idea de la autosuficiencia en la construcción del socialismo. Otro
acontecimiento que afectó las relaciones sino-soviéticas fue la crisis del Medio Oriente, que
comenzó con un golpe militar de corte pro occidental en Irak, y concluyó con el
desembarco de marinos estadounidenses en Beirut y con la ocupación temporal de Jordania
por tropas británicas. En julio de 1959, Jruschov anunció de manera pública la suspensión
del Programa de Cooperación Nuclear con China, y por tanto de la prometida entrega de un
prototipo de bomba-A a los chinos.
A partir de ese año y hasta 1961, China continental vivió en medio de un torbellino de
actividades humanas, único en la historia mundial de la segunda mitad del siglo XX.
Cientos de millones de personas fueron movilizadas para construir –con herramientas
elementales– obras de infraestructura rural e industrial en prácticamente todo el país, a la
vez que se intensificaba febrilmente el trabajo cotidiano a fin de cumplir con metas de, por
ejemplo, producción de granos y de hierro y acero que parecían fantasiosas. El resultado de
ese esfuerzo agropecuario e industrial fue un desastre económico y la aparición de una
pavorosa hambruna durante el periodo 1959-1961, a la que contribuyeron también ciclos de
desastres naturales (sequias o inundaciones) en varias regiones de China.

En enero de 1962, el Comité Central del Partido convocó a la que ha sido quizá la
conferencia ampliada más grande de su historia, con la participación de siete mil cuadros
comunistas pertenecientes a comités partidistas de cinco niveles de la jerarquía nacional. La
conferencia de 7 000 cuadros se llevó a cabo en Beijing durante 46 días, y su misión fue
“unificar el pensamiento” acerca de la crisis económica de los “tres años amargos”. Es
decir, aclarar las En 1962 lanzó tentativamente una nueva campaña denominada
“movimiento de educación socialista”, cuyo objetivo inicial era combatir la corrupción y el
abuso del poder en el campo causas que la provocaron y las responsabilidades del Partido
comunista y de sus dirigentes.

En 1965 Lin Biao introdujo el que luego sería el famoso librito rojo con aforismos de Mao
y con el cual se reeducó a los militares en una concepción guerrillera en la que lo
importante no era la modernización del sector castrense sino su total inmersión en un
maoísmo que parecía obsoleto. A lo anterior se sumó la intensificación del culto a la
personalidad de Mao y de un nuevo tipo de modelos o héroes comunistas, como el
personificado por Lei Feng, un joven y modesto soldado que siempre estaba al servicio de
sus compañeros y de la gente común, quien murió antes de cumplir los 22 años en un
accidente de trabajo, pero del que se ha hecho una leyenda oficial para destacar a un
comunista puro.

Según dos estudiosos de la revolución cultural, este movimiento popular puede dividirse en
dos grandes etapas: la de la insurrección política, empujada por rebeldes que tomaron el
nombre genérico de guardias rojos, que se valieron de periódicos murales de “grandes
caracteres” y de su participación en varios mítines de masas para divulgar su rebeldía, la
cual se prolongó de 1966 a 1968, y una segunda etapa que se caracterizó por un
movimiento demográfico que significó el reasentamiento de millones de estudiantes y de
otros jóvenes de áreas urbanas al campo, la cual se prolongó hasta mediados y finales de los
años setenta.

De manera formal, la revolución cultural continuó después de la recuperación por parte de


la República Popular del asiento de China en la ONU, pero ya sin que se permitieran
desordenes populares internos, con los guardias rojos y otros rebeldes desmovilizados y
ubicados en las regiones rurales y con una organización político-administrativa basada en
los “gobiernos revolucionarios provisionales”. La normalización de la vida política y social
se dio con un Mao envejecido y de salud endeble, pero que no soltaba los hilos del poder,
aunque estuviera ausente de los asuntos cotidianos del Partido y del gobierno, y raramente
apareciera en público. Debajo de esa normalización proseguía la lucha entre facciones del
poder, ya no para depurar el sistema de elementos revisionistas, sino para ganarse la
sucesión de Mao.

A lo largo de 1972 se desmantelaron los símbolos más conspicuos del excesivo culto a la
personalidad de Mao.

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