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Mujeres en la Lucha Armada contra la Dictadura de Augusto Pinochet:

Miristas y Rodriguistas femeninas (1973-1990)

Estudiante: Daniella Paulette Reyes Guardia


Asignatura: Historia de Chile y América Latina, Siglo XX.
Profesores: Alexis Meza S. y Jorge Muñoz S.

Osorno, Diciembre 2022.


Introducción

El Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, no solo puso fin al gobierno y la


vida del presidente Salvador Allende Gossens, sino también, llegó a interrumpir un
ascendente proceso de democratización de la sociedad chilena, que venía robusteciéndose
con el andar del siglo XX (Zamora, 2006), instaurando, de manera abrupta, una dictadura
cívico-militar que controló el Estado chileno en su totalidad durante 17 años.

En este marco, Augusto Pinochet y la Junta Militar llevaron a cabo “la implantac ió n
de políticas, ideologías y prácticas continuadas de violencia estatal que se arraigaron en
diferentes organismos institucionales por medio de la doctrina de Seguridad Nacional”
(Zamora, 2006), transformando así, la violencia política en un rasgo distintivo del accionar
militar y del sector civil que lo respaldaba (Monsálvez, 2012). Esto, sumado a la
despolitización del resto de la sociedad y su exclusión de cualquier forma de participació n
ciudadana, decantó en un vuelco rotundo y vertiginoso en las formas de hacer política
(Iturriaga & Quijada, 2014), donde comienzan a aparecer y reaparecer, desde la
clandestinidad, diferentes organizaciones sociales y políticas.

Entre dichas organizaciones se encuentran aquellas de carácter revolucionario e


insurgente, que veían en la lucha armada una forma de hacer resistencia al régimen
dictatorial, siendo los casos más emblemáticos el Movimiento de Izquierda Revolucionar ia,
fundado a mediados de los 60 y en funcionamiento desde la clandestinidad (Goicovic, 2000);
y, en segundo lugar, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que nace en 1983 “bajo el alero
del Partido Comunista” (Jorquera, 2020); Ambas organizaciones sociopolíticas en las cual
participaron no solo hombres, sino que también, un importante contingente de mujeres.

En concordancia con lo anterior, el presente estudio monográfico pretende ahondar


en aquellas mujeres militantes, revolucionarias y guerrilleras que comandaron y formaron
parte de la lucha armada contra la dictadura. Pues, si bien existe una larga data de trabajos
historiográficos que abordan dichas organizaciones, comúnmente, se habla de estas desde
una concepción generalizadora, en la cual se propende a “la socialización de un sujeto
militante homogéneo en un escenario eminentemente masculinizado donde las voces y
experiencias del sujeto femenino militante son excluidas” (Iturriaga & Quijada, 2014). Por
lo que surge la necesidad de abordar, netamente, la importancia y el papel jugado por las
militantes revolucionarias en el marco descrito, su trascendencia, sus motivaciones y su
aporte a la lucha armada antidictatorial.

Para efectos de lo anterior, se pretenderá dar respuesta a las siguientes interrogantes :


¿Cómo fue considerada y valorizada la militancia femenina? ¿Qué motivó a las militantes a
formar parte de la lucha armada? y ¿Qué mujeres destacaron y trascendieron en la lucha
armada contra la dictadura?

La mujer en el MIR y el FPMR:


Consideraciones sobre la militancia femenina revolucionaria

Los trabajos historiográficos que se han empeñado en estudiar cuestiones de género


durante la dictadura de Augusto Pinochet, señalan que, desde sus inicios, la dictadura militar
impuso una imagen de la mujer arraigada en el hogar, la maternidad y el matrimonio, limitada
a la realización de tareas domésticas y a funciones reproductivas. Asimismo, según Zamora,
dan cuenta de cómo los militares y las fuerzas hegemónicas civiles “se referían a las mujeres
como ‘el pilar de la reconstrucción nacional’, exaltando las funciones y roles que le eran
propios en el sistema social” (2006) y entregaban a la población femenina, por medio de
instituciones como el CEMA Chile, “las herramientas para que cumpliesen de la mejor forma
con su rol como madre y dueña de casa” (Avendaño, 2015), lo que provocó que la mujer se
convirtiera, en términos generales, en un sujeto totalmente despolitizado (Zamora, 2006).

En consideración de lo anterior, las investigaciones contemporáneas han hecho un


esfuerzo por reconstruir las dificultades y las diferentes visiones que giraron en torno a la
presencia femenina en las organizaciones antidictatoriales de carácter insurgente y
revolucionario, poniendo atención en los diferentes aspectos que rodearon la militancia de la
mujer como, el ámbito político de las mismas organizaciones, las políticas represivas del
Estado y la perspectiva de género.
A este respecto, Paloma y Rosas (2018) señalan que toda participación femenina en
la vida política durante la dictadura significó un doble riesgo y una doble relevancia en el
acto, pues no solo se era disidente político y un ente insurgente de los que el régimen
dictatorial pretendía eliminar, sino que, además, y en concordancia con lo que plantea
Zamora (2006), las militantes se constituían en un potencial ejemplo de insubordinación y
ruptura de la imagen femenina impuesta.

Esto instigó a que se construyeran distintas visiones negativas en torno a la mujer


militante. Por un lado, según Jorquera (2020), la sociedad generó imágenes peyorativas
alrededor de estas mujeres, refiriéndose a ellas con calificativos tales como “locas, sueltas,
entre otros”, que se ligaban directamente al hecho de que quebrantaron con los patrones de
la época. Por otro lado:

La visión que se tenía sobre la mujer Rodriguista, por parte del Estado y sus agentes
represivos, durante la dictadura, era que ésta rompía totalmente con el estereotipo de mujer
dueña de casa, esposa y madre de familia, aquella familia patriarcal que domina el orden
social. Por lo que debía ser doblemente reprimida y desvinculada de este tipo de acciones
para mantener el orden natural (establecido por ellos, militares y la derecha conservadora),
para que la mujer volviera a su posición social, natural de género. (Avendaño, 2015)

Pese a ello, algunas fuentes señalan que “varias fueron las mujeres que se atrevieron
a tener una participación activa como combatientes armadas” (Jorquera, 2020), organizadas
y agrupadas, sobre todo, bajo el alero de organizaciones como el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) y el mencionado Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR).

El MIR, fundado como “una clara y contundente respuesta a la izquierda tradiciona l”


(Pérez, 2003), es, sin duda, una de las organizaciones sociales y políticas más significativas
que surgieron durante la segunda mitad del siglo XX y de las más estudiadas. Sin embargo,
no hay aún consenso sobre la valorización que se le dio la mujer mirista al interior de la
orgánica.
Unos dicen que, desde los años previos al golpe, la organización se rigió bajo una
estructura con rasgos evidentemente patriarcales, propios de la sociedad de la época, y con
muy escaza influencia femenina dentro de la organización, criticando, además, el hecho de
que “habiendo sido un partido vanguardista, no haya incorporado a su discurso de lucha de
clases una reivindicación explícita de los derechos de la mujer como segmento explotado y
oprimido por el sistema patriarcal” (Zalaquett, 2009).

Mientras que otros presentan testimonios diametralmente distintos, como el de la ex


militante del MIR, Lucía Sepúlveda -citada por Cherie Zalaquett (2009)-, quien señala que
“para muchas excombatientes, el MIR no tuvo prácticas sistemáticas que pusieran en tensión
la militancia respecto de la condición de mujer” y, por el contrario, “recuerdan que el partido
trataba de promover a labores de dirección a las mujeres que se destacaban” (Zalaquett,
2009).

De igual manera, las investigaciones señalan que si bien el llamado que hacía el MIR
para que nuevas mujeres militantes se unieran a la organización era una invitación a “sumarse
al proyecto revolucionario en pie de igualdad respecto de los varones militantes ”
(Vidaurrázaga, 2020), en la realidad de la militancia no se apreciaba más que una “ilus ió n
momentánea” (Vidaurrázaga, 2020) de igualdad entre miristas varones y mujeres; “Si bien
la militancia en el MIR posibilitó las transgresiones al modelo dominante, a la vez reprodujo
en su interior las características de ese medio. Muy pocas mujeres llegaron a ser integra ntes
del Comité Central, la instancia de máxima jerarquía” (Zalaquett, 2009).

Por el contrario, la militancia de mujeres en el FPMR, es considerada por ciertos


estudios historiográficos “de manera igualitaria al hombre” (Jorquera, 2020), teniendo una
presencia mucho más consolidada, diversificada y masificada respecto de sus símiles del
MIR:

El papel de la mujer dentro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, a pesar de que en número
fue una cantidad minoritaria respecto al hombre, fue activo, intrépido y múltiple, dado que
esta se desplegó en diferentes aspectos y áreas dentro de la organización. (Jorquera, 2020)
Estas fuentes, además, señalan que el ingreso de las mujeres a las filas de la
organización siguió el conducto regular, es decir, “se realizaba a través de un vínculo del
Partido Comunista o de las Juventudes Comunistas que se ponía en contacto con algunos de
sus militantes” (Vidaurrazaga & Robles, 2021) sin involucrar mayores diferencias respecto
del modo de obtener la militancia de los varones del Frente. En este sentido, “sin
proponérselo como una meta expresa de género, las mujeres del Frente lograron quebrar
paradigmas masculinos y deshacer nudos machistas al interior del movimiento ” (Zalaquett,
2009). En definitiva:

[El Frente] no surge como un movimiento mixto formado por hombres y mujeres. Nace como
un pequeño ejército “profesional” donde los nexos no están diferenciados por el sexo sino
por factores militares. En sus primeros años de vida, el Frente tuvo militantes femeninas, pero
los hombres detentaban la superioridad numérica y la jerarquía; esa constante se mantuvo
hasta el final con algunas pocas excepciones. (Zalaquett, 2011)

De mujer a militante:
Motivaciones que guiaron a las mujeres a formar parte de la lucha armada

En cuanto a las motivaciones que llevaron a diferentes mujeres a formar parte de estos
grupos, existen relatos y teorías que evidencian diferentes visiones. Zalaquett, por ejemplo,
señala que: “La militancia en pareja fue un fenómeno característico del movimiento (el MIR).
Carmen Castillo y Miguel Enríquez encarnaron el símbolo del amor romántico entre
combatientes” (2009). Mientras que Vidaurrázaga, en un estudio realizado con tres ex
mujeres miristas, revela que todas ellas “ingresaron al MIR por caminos propios, en
contradicción con el prejuicio de que las mujeres llegan a la vida política a través de la pareja”
(Vidaurrázaga, 2005).

El caso del MIR es especialmente particular en este aspecto, debido a su fundació n


en los años previos al golpe de Estado, a diferencia del FPMR fundado en plena dictadura.
Este hecho permite analizar un componente especial que poseen las militantes miristas; el
cambio o perduración de las ideas revolucionarias una vez instaurada la dictadura. Los casos
estudiados por Vidaurrázaga, evidencian que “aunque muchos compañeros de partido se
alejaron del MIR tras el golpe de Estado, fundamentalmente por temor, Arinda, Cristina y
Soledad prosiguieron su trabajo político en dictadura, si bien éste cambió radicalme nte ”
(2005), este cambio se produjo en las labores militantes realizadas durante el gobierno de la
Unidad Popular, las cuales fueron adaptadas y reemplazadas por “pequeñas iniciativas de
resistencia” motivadas, principalmente, por “la necesidad de reconstruir las fuerzas del MIR”
(Vidaurrázaga, 2005).

Por otra parte, existen ciertas investigaciones que señalan que, para formar parte del
frente de lucha, no hacía falta más que compromiso y coraje, en definitiva, saber afrontar los
riesgos del propio momento histórico. “El ingreso no estuvo supeditado a ningún requisito
específico, el contexto y la época fueron determinantes y sólo era cuestión de ímpetu,
voluntad y deseos de sumarse a las filas del FPMR” (Iturriaga & Quijada, 2014). En esa
misma línea, Samantha Avendaño (2015) agrega:

El tema de la diferencia de género dentro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, no fue
característico, no fue cuestionado por sus integrantes durante el periodo estudiado, puesto
que, lo que importaba durante los tiempos de lucha era tener claro su objetivo, combatir y
derrocar de una vez la dictadura y la implantación del sistema capitalista.

Así, las fuentes consultadas dan cuenta como el mismo contexto histórico, entre otras
cosas, fue generando en las mujeres -históricamente configuradas como sujeto de violenc ia
(Zamora, 2006)- convicciones y motivaciones políticas que, pese a significar un riesgo para
la integridad física y mental, la libertad y la vida, tenían como único fin tomar las armas y
derrotar al régimen dictatorial.

En este sentido, “las miristas, que iniciaron sus militancias asumiendo la estrategia de
lucha armada, se refieren a la muerte como una cuestión cotidiana o en algo que no pensaban
a pesar de tener conciencia de que era una posibilidad” (Vidaurrazaga & Robles, 2021). Por
su parte, para las militantes rodriguistas, “aunque el objetivo de la lucha armada era derrocar
a la dictadura, la convicción respecto de morir por una causa más trascendente que la propia
vida, es descrita en estos testimonios de manera similar a la de las miristas” (Vidaurraza ga
& Robles, 2021).
Había que derrotar al tirano, teníamos la convicción de que había que derrotar a la Dictadura.
Había que hacerlo; partimos haciendo un análisis de lo que había ocurrido aquí en Chile y
llegamos a la conclusión de que a la fuerza militar había que oponerle otra fuerza militar.
(Huerta, 2012, como se cita en Iturriaga & Quijada, 2014)

El paso a la acción:
Labores militantes de las mujeres frentistas y miristas

Samantha Avendaño (2015), destaca el hecho de que pese a la imagen femenina que
pretendía imponer la dictadura, la mujer jugó un rol doblemente importante, utiliza ndo,
muchas veces, dicha imagen en favor de la lucha, en acciones preparatorias para operaciones
de gran envergadura. “Varias de estas mujeres Rodriguistas reconocen que se arreglaban o
se vestían más como ‘señoritas’ cuando debían cumplir alguna misión distractora, cuando se
les ordenaba comprar artículos y vehículos para el Frente” (Avendaño, 2015).

No obstante, algunas investigaciones señalan que la participación femenina no se


limitó a este tipo de acciones. Por ejemplo, durante la Operación Retorno implementada por
el MIR desde 1978, cuyo objetivo era “parte de un plan para fortalecer el partido e impulsar
la guerra popular y prolongada que derrocara a la dictadura” (Palomera & Rosas, 2018), las
fuentes sugieren que existió un gran número mujeres que desde el exilio y en la
clandestinidad fueron pieza fundamental para que esta operación tuviese éxito y para
reactivar la lucha en territorio chileno, preparándose militar y políticamente en Europa y en
las escuelas de guerrilla de la Revolución Cubana, a la par de sus compañeros varones de
Chile, El Salvador y Nicaragua (Vidaurrázaga, 2005).

Arinda llegó en 1980 y continuó con el trabajo de tareas especiales, que ya se realizaba antes
del golpe… Cristina ingresó en 1980, y trajo la misión de reforzar el trabajo guerrillero que
el MIR tenía en la cordillera… Soledad volvió en 1981 para reconstruir el trabajo político
que el MIR tenía en el Sur. (Vidaurrázaga, 2005)

El estudio hermenéutico de Adriana Palomera y Pedro Rosas (2018), también da


cuenta de la participación femenina en acciones insurgentes de alto impacto mediático y de
gran envergadura. En ese marco, destacan hechos como “ataques y emboscadas con resultado
de muerte, colocación de bombas, asaltos, participación en atentado presidencial, sabotajes,
quemas de buses, recuperación de alimentos, secuestros, ataques a comisarías” (Palomera &
Rosas, 2018).

Vidaurrázaga (2020), por su parte, subraya la valentía y dedicación que las mujeres
del MIR tuvieron, no solo para hacerle frente a la dictadura, sino también para ingresar en
espacios que históricamente les habían sido negados, debiendo sobreponerse,
constantemente, a “los mandatos bajo los que habían sido criadas”.

Así, debieron ofrendar el cuerpo del deseo, tan propio de lo femenino y de las mujeres,
hegemónicamente hablando; para demostrar que estaban dispuestas a dejar sus
individualidades y espacios privados con el fin de ingresar al cuerpo de lo político, lugar de
lo colectivo y lo público. (Vidaurrázaga, 2020).

De esta manera, suele destacarse la idea de que, pese a todos estos riesgos y trabas
impuestos por la dictadura y las lógicas patriarcales, miristas y rodriguistas femeninas se
empecinaron por estar y por hacer frente al tirano. En esa línea, Palomera & Rosas (2018)
señalan: “Sin duda, la actuación de las militantes fue significativa y relevante, así como el
estigma al que estuvieron sujetas. Combatientes, militantes, ayudistas y colaboradoras del
MIR y el FPMR fueron siempre actoras presentes”.

Del anonimato al reconocimiento:


Mujeres destacadas por su aporte a lucha

Si bien las dificultades que significaba ser mujer y revolucionaria (Zamora, 2006)
obligó a este grupo de mujeres insurgentes a mantenerse bajo el anonimato en cuidado de sus
propias vidas y las de sus seres queridos (Vidaurrazaga & Robles, 2021), una vasta cantidad
de estudios historiográficos han destacado a una serie de mujeres, por su trascendencia y
relevancia en ciertos momentos álgidos de la lucha armada, como fue la mencionada
Operación Retorno desarrollada por el MIR y la Operación Siglo XX a cargo del FPMR.
Esta última se constituye como la operación más ambiciosa de las organizacio nes
políticas antidictatoriales y tuvo como objetivo acabar con la vida del dictador Augusto
Pinochet, “asaltando con armamento pesado la comitiva de vehículos que lo escoltaba
durante sus viajes habituales de fin de semana a su residencia de descanso en el Cajón del
Maipo” (Zalaquett, 2011). En ella, ciertos trabajos investigativos han dado cuenta de la
participación, material e intelectual, de dos mujeres rodriguistas.

…La Operación Siglo XX puede servirnos como un puente que une la concepción existente
en torno al rol de la mujer dentro del FPMR y la participación que tuvieron las mismas en el
plan en sí, dado que hasta ahora este tópico se ha visto reducido a sólo dos mujeres que fueron
integrantes y protagonistas de los hechos, “Tamara” y “Fabiola” -de nombre real Adriana
Mendoza-. La primera es conocida como comandante y fundadora de la organización, la cual
incluso llegó a integrar la más alta jerarquía del FPMR, la Dirección Nacional de Logística,
y la segunda es conocida como la única mujer fusilera en el atentado de Pinochet. (Jorquera,
2020)

La imagen de Cecilia Magni -la comandanta Tamara- no solo ha sido destacada por
ser “quien participó en la planificación y ejecución logística del ataque” (Zalaquett, 2009),
sino también por su gran valoración dentro de la orgánica, su jerarquía política en la misma ,
su valentía, su temple, su destreza militar y su trayectoria en el marco de la lucha armada.

La ‘comandante Tamara’ llegó a ser la mujer que obtuvo el más alto rango militar dentro del
FPMR, por lo que su persona también fue repudiada y altamente buscada por los agentes
represivos del terrorismo de Estado. Su imagen siempre se ha presentado como el de una
mujer fuerte y valiente. Tamara estuvo a cargo de muchos de sus compañeros, estos como
subordinados de ella, en diferentes cuadros y operativos. Tamara se destacó por su
compromiso para con el Frente y por su gran capacidad como estratega y en el manejo de
armas. (Avendaño, 2015)

Por su parte, las referencias que se hacen a Fabiola, un poco menos estudiada, en las
fuentes y el relato histórico, destacan su “capacidad de combatir en igualdad de condiciones
con sus pares masculinos” (Zalaquett, 2011) y enaltecen el hecho de ser “la única mujer que
participó como fusilera en el intento de ajusticiamiento a Augusto Pinochet” (Iturriaga &
Quijada, 2014).

La figura femenina dentro del MIR, en cuanto personaje histórico, es más escasa en
la bibliografía en comparación a lo que ocurre con los nombres mencionados de mujeres que
pertenecieron al FPMR. Esto, siguiendo a Vidaurrázaga (2020), debido a las diferenc ias
jerárquicas y complejidades de género vividas al interior de la organización. Pese a ello, es
posible rescatar ciertos nombres de mujeres que han sido estudiadas por su militancia, en un
esfuerzo por reconstruir el relato silenciado de la mujer revolucionaria (Vidaurrázaga, 2005).
En esta línea, además de los casos particulares estudiados por la propia Vidaurrázaga, destaca
el nombre de Lumi Videla, reconocida como una militante que “había ganado sus espacios
militantes por sí misma, pero sobre todo por su entrega ‘completa’ a la causa sin ‘grietas ni
excusas’, en una consagración que se asimila a la entrega cristiana ” (Vidaurrázaga, 2020).

Lumi, torturada y asesinada en 1974 (Vidaurrázaga, 2020), también es mencionada


por Zalaquett, precisamente, por presentar antes del golpe un documento en el que expuso
que las mujeres estaban “escasamente representadas en la dirección del MIR” (2009), siendo
ella misma de las pocas mujeres “que tuvieron mayor autoridad -llegando a ocupar puestos
en el regional Santiago-“ (Vidaurrázaga, 2020).

A modo de conclusiones

Con base en los argumentos recogidos a lo largo del presente estudio monográfico,
ha sido posible dar cuenta de una serie de aspectos que se encuentran inmersos en la
militancia femenina revolucionaria y que rodean el accionar -o intento de accionar- de las
mujeres en la lucha armada antidictatorial. Estos elementos no solo se constituyen en la mera
participación femenina al interior del MIR y el FPMR, sino también relucen características
y particularidades de cada una de estas organizaciones en relación a la inclusión de las
mujeres en un terreno históricamente reservado para la figura masculina y masculiniza nte,
como es el ámbito militar y guerrillero, como también permiten vislumbrar aspectos
historiográficos de la investigación y la no investigación de esta temática.
En primer lugar, cabe destacar la gran relevancia para la historia de la mujer, como
sujeto político, que tuvieron las militantes insurgentes del MIR y del FPMR, que permiten
que hoy pueda hablarse de una comandanta Tamara y una Fabiola, por ejemplo, no solo como
mujeres asesinadas víctimas de la violencia dictatorial, sino como mujeres que se levantaron
en armas contra este régimen, que ocuparon espacios que históricamente habían sido negados
para la población femenina y que, tal como ocurrió con la Revolución Mexicana y las
soldaderas, pueda decirse y probarse que no solo hubo guerrilleros varones con bigotes y
pasamontañas, sino que también existieron mujeres, iguales en valentía y capacidad militar.
Sin embargo, un factor no menos importante, es que las investigaciones que evidencian lo
mencionado han sido desarrolladas fundamentalmente por mujeres y, más aún, por mujeres
que desarrollan su línea investigativa con perspectiva de género, lo cual pone de manifiesto
una evidente carencia por parte de la historiografía tradicional respecto del estudio de la
mujer en la lucha armada chilena.

Por otra parte, es posible evidenciar cómo la agitación del contexto histórico en que
surgieron las organizaciones aludidas influyó en la acogida de la participación femenina al
interior de las mismas. El MIR, más reacio a la participación femenina o, al menos, a la
ascendencia de estas en las cúpulas dirigenciales de la organización, nació en un contexto
mucho más favorable para la izquierda, en los años previos al golpe militar, pudiendo
alcanzar su etapa de consolidación en el periodo de la Unidad Popular. Por lo que esta
“comodidad” se vio reflejada en la estructura interna de la organización, en la que no urgía
la participación en masa y el engrosamiento de las filas sin importar el género, reservando
aquellas labores de carácter militar y dirigencial a los hombres, que eran mayoría. Sin
embargo, con el avanzar del régimen dictatorial y debido a la efervescencia del contexto, se
fue abriendo la participación a mujeres en labores de corte más insurgente, como fue, por
ejemplo, la llamada Operación Retorno.

Mientras que, por su parte, el FPMR, formado en plena dictadura, se mostró siempre
abierto a la participación femenina, pero más aún, a la participación de cualquier individ uo
capacitado para las tareas que la organización y la lucha armada requiriesen, sin detenerse en
cuestiones de género. Esto queda en evidencia, como se mencionó anteriormente, con la
existencia de figuras femeninas importantes en las jerarquías propias del partido y en la
participación de estas en operaciones militares, tanto a nivel logístico como práctico.

Si bien, el volumen y la participación femenina en el FPMR y el MIR parece poder


explicarse a partir del contexto histórico en que se conformaron y consolidaron dichas
organizaciones, las causas que determinaron ello son mucho más profundas, múltiples y
complejas, y requieren de sus propias investigaciones. Sin embargo, las evidencias aquí
presentadas pretenden actuar como un primer acercamiento a lo que significó para las
mujeres, las organizaciones revolucionarias y la dictadura, la militancia revolucionar ia
femenina en el periodo más violento de nuestra historia reciente.

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