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En este marco, Augusto Pinochet y la Junta Militar llevaron a cabo “la implantac ió n
de políticas, ideologías y prácticas continuadas de violencia estatal que se arraigaron en
diferentes organismos institucionales por medio de la doctrina de Seguridad Nacional”
(Zamora, 2006), transformando así, la violencia política en un rasgo distintivo del accionar
militar y del sector civil que lo respaldaba (Monsálvez, 2012). Esto, sumado a la
despolitización del resto de la sociedad y su exclusión de cualquier forma de participació n
ciudadana, decantó en un vuelco rotundo y vertiginoso en las formas de hacer política
(Iturriaga & Quijada, 2014), donde comienzan a aparecer y reaparecer, desde la
clandestinidad, diferentes organizaciones sociales y políticas.
La visión que se tenía sobre la mujer Rodriguista, por parte del Estado y sus agentes
represivos, durante la dictadura, era que ésta rompía totalmente con el estereotipo de mujer
dueña de casa, esposa y madre de familia, aquella familia patriarcal que domina el orden
social. Por lo que debía ser doblemente reprimida y desvinculada de este tipo de acciones
para mantener el orden natural (establecido por ellos, militares y la derecha conservadora),
para que la mujer volviera a su posición social, natural de género. (Avendaño, 2015)
Pese a ello, algunas fuentes señalan que “varias fueron las mujeres que se atrevieron
a tener una participación activa como combatientes armadas” (Jorquera, 2020), organizadas
y agrupadas, sobre todo, bajo el alero de organizaciones como el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) y el mencionado Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR).
De igual manera, las investigaciones señalan que si bien el llamado que hacía el MIR
para que nuevas mujeres militantes se unieran a la organización era una invitación a “sumarse
al proyecto revolucionario en pie de igualdad respecto de los varones militantes ”
(Vidaurrázaga, 2020), en la realidad de la militancia no se apreciaba más que una “ilus ió n
momentánea” (Vidaurrázaga, 2020) de igualdad entre miristas varones y mujeres; “Si bien
la militancia en el MIR posibilitó las transgresiones al modelo dominante, a la vez reprodujo
en su interior las características de ese medio. Muy pocas mujeres llegaron a ser integra ntes
del Comité Central, la instancia de máxima jerarquía” (Zalaquett, 2009).
El papel de la mujer dentro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, a pesar de que en número
fue una cantidad minoritaria respecto al hombre, fue activo, intrépido y múltiple, dado que
esta se desplegó en diferentes aspectos y áreas dentro de la organización. (Jorquera, 2020)
Estas fuentes, además, señalan que el ingreso de las mujeres a las filas de la
organización siguió el conducto regular, es decir, “se realizaba a través de un vínculo del
Partido Comunista o de las Juventudes Comunistas que se ponía en contacto con algunos de
sus militantes” (Vidaurrazaga & Robles, 2021) sin involucrar mayores diferencias respecto
del modo de obtener la militancia de los varones del Frente. En este sentido, “sin
proponérselo como una meta expresa de género, las mujeres del Frente lograron quebrar
paradigmas masculinos y deshacer nudos machistas al interior del movimiento ” (Zalaquett,
2009). En definitiva:
[El Frente] no surge como un movimiento mixto formado por hombres y mujeres. Nace como
un pequeño ejército “profesional” donde los nexos no están diferenciados por el sexo sino
por factores militares. En sus primeros años de vida, el Frente tuvo militantes femeninas, pero
los hombres detentaban la superioridad numérica y la jerarquía; esa constante se mantuvo
hasta el final con algunas pocas excepciones. (Zalaquett, 2011)
De mujer a militante:
Motivaciones que guiaron a las mujeres a formar parte de la lucha armada
En cuanto a las motivaciones que llevaron a diferentes mujeres a formar parte de estos
grupos, existen relatos y teorías que evidencian diferentes visiones. Zalaquett, por ejemplo,
señala que: “La militancia en pareja fue un fenómeno característico del movimiento (el MIR).
Carmen Castillo y Miguel Enríquez encarnaron el símbolo del amor romántico entre
combatientes” (2009). Mientras que Vidaurrázaga, en un estudio realizado con tres ex
mujeres miristas, revela que todas ellas “ingresaron al MIR por caminos propios, en
contradicción con el prejuicio de que las mujeres llegan a la vida política a través de la pareja”
(Vidaurrázaga, 2005).
Por otra parte, existen ciertas investigaciones que señalan que, para formar parte del
frente de lucha, no hacía falta más que compromiso y coraje, en definitiva, saber afrontar los
riesgos del propio momento histórico. “El ingreso no estuvo supeditado a ningún requisito
específico, el contexto y la época fueron determinantes y sólo era cuestión de ímpetu,
voluntad y deseos de sumarse a las filas del FPMR” (Iturriaga & Quijada, 2014). En esa
misma línea, Samantha Avendaño (2015) agrega:
El tema de la diferencia de género dentro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, no fue
característico, no fue cuestionado por sus integrantes durante el periodo estudiado, puesto
que, lo que importaba durante los tiempos de lucha era tener claro su objetivo, combatir y
derrocar de una vez la dictadura y la implantación del sistema capitalista.
Así, las fuentes consultadas dan cuenta como el mismo contexto histórico, entre otras
cosas, fue generando en las mujeres -históricamente configuradas como sujeto de violenc ia
(Zamora, 2006)- convicciones y motivaciones políticas que, pese a significar un riesgo para
la integridad física y mental, la libertad y la vida, tenían como único fin tomar las armas y
derrotar al régimen dictatorial.
En este sentido, “las miristas, que iniciaron sus militancias asumiendo la estrategia de
lucha armada, se refieren a la muerte como una cuestión cotidiana o en algo que no pensaban
a pesar de tener conciencia de que era una posibilidad” (Vidaurrazaga & Robles, 2021). Por
su parte, para las militantes rodriguistas, “aunque el objetivo de la lucha armada era derrocar
a la dictadura, la convicción respecto de morir por una causa más trascendente que la propia
vida, es descrita en estos testimonios de manera similar a la de las miristas” (Vidaurraza ga
& Robles, 2021).
Había que derrotar al tirano, teníamos la convicción de que había que derrotar a la Dictadura.
Había que hacerlo; partimos haciendo un análisis de lo que había ocurrido aquí en Chile y
llegamos a la conclusión de que a la fuerza militar había que oponerle otra fuerza militar.
(Huerta, 2012, como se cita en Iturriaga & Quijada, 2014)
El paso a la acción:
Labores militantes de las mujeres frentistas y miristas
Samantha Avendaño (2015), destaca el hecho de que pese a la imagen femenina que
pretendía imponer la dictadura, la mujer jugó un rol doblemente importante, utiliza ndo,
muchas veces, dicha imagen en favor de la lucha, en acciones preparatorias para operaciones
de gran envergadura. “Varias de estas mujeres Rodriguistas reconocen que se arreglaban o
se vestían más como ‘señoritas’ cuando debían cumplir alguna misión distractora, cuando se
les ordenaba comprar artículos y vehículos para el Frente” (Avendaño, 2015).
Arinda llegó en 1980 y continuó con el trabajo de tareas especiales, que ya se realizaba antes
del golpe… Cristina ingresó en 1980, y trajo la misión de reforzar el trabajo guerrillero que
el MIR tenía en la cordillera… Soledad volvió en 1981 para reconstruir el trabajo político
que el MIR tenía en el Sur. (Vidaurrázaga, 2005)
Vidaurrázaga (2020), por su parte, subraya la valentía y dedicación que las mujeres
del MIR tuvieron, no solo para hacerle frente a la dictadura, sino también para ingresar en
espacios que históricamente les habían sido negados, debiendo sobreponerse,
constantemente, a “los mandatos bajo los que habían sido criadas”.
Así, debieron ofrendar el cuerpo del deseo, tan propio de lo femenino y de las mujeres,
hegemónicamente hablando; para demostrar que estaban dispuestas a dejar sus
individualidades y espacios privados con el fin de ingresar al cuerpo de lo político, lugar de
lo colectivo y lo público. (Vidaurrázaga, 2020).
De esta manera, suele destacarse la idea de que, pese a todos estos riesgos y trabas
impuestos por la dictadura y las lógicas patriarcales, miristas y rodriguistas femeninas se
empecinaron por estar y por hacer frente al tirano. En esa línea, Palomera & Rosas (2018)
señalan: “Sin duda, la actuación de las militantes fue significativa y relevante, así como el
estigma al que estuvieron sujetas. Combatientes, militantes, ayudistas y colaboradoras del
MIR y el FPMR fueron siempre actoras presentes”.
Si bien las dificultades que significaba ser mujer y revolucionaria (Zamora, 2006)
obligó a este grupo de mujeres insurgentes a mantenerse bajo el anonimato en cuidado de sus
propias vidas y las de sus seres queridos (Vidaurrazaga & Robles, 2021), una vasta cantidad
de estudios historiográficos han destacado a una serie de mujeres, por su trascendencia y
relevancia en ciertos momentos álgidos de la lucha armada, como fue la mencionada
Operación Retorno desarrollada por el MIR y la Operación Siglo XX a cargo del FPMR.
Esta última se constituye como la operación más ambiciosa de las organizacio nes
políticas antidictatoriales y tuvo como objetivo acabar con la vida del dictador Augusto
Pinochet, “asaltando con armamento pesado la comitiva de vehículos que lo escoltaba
durante sus viajes habituales de fin de semana a su residencia de descanso en el Cajón del
Maipo” (Zalaquett, 2011). En ella, ciertos trabajos investigativos han dado cuenta de la
participación, material e intelectual, de dos mujeres rodriguistas.
…La Operación Siglo XX puede servirnos como un puente que une la concepción existente
en torno al rol de la mujer dentro del FPMR y la participación que tuvieron las mismas en el
plan en sí, dado que hasta ahora este tópico se ha visto reducido a sólo dos mujeres que fueron
integrantes y protagonistas de los hechos, “Tamara” y “Fabiola” -de nombre real Adriana
Mendoza-. La primera es conocida como comandante y fundadora de la organización, la cual
incluso llegó a integrar la más alta jerarquía del FPMR, la Dirección Nacional de Logística,
y la segunda es conocida como la única mujer fusilera en el atentado de Pinochet. (Jorquera,
2020)
La imagen de Cecilia Magni -la comandanta Tamara- no solo ha sido destacada por
ser “quien participó en la planificación y ejecución logística del ataque” (Zalaquett, 2009),
sino también por su gran valoración dentro de la orgánica, su jerarquía política en la misma ,
su valentía, su temple, su destreza militar y su trayectoria en el marco de la lucha armada.
La ‘comandante Tamara’ llegó a ser la mujer que obtuvo el más alto rango militar dentro del
FPMR, por lo que su persona también fue repudiada y altamente buscada por los agentes
represivos del terrorismo de Estado. Su imagen siempre se ha presentado como el de una
mujer fuerte y valiente. Tamara estuvo a cargo de muchos de sus compañeros, estos como
subordinados de ella, en diferentes cuadros y operativos. Tamara se destacó por su
compromiso para con el Frente y por su gran capacidad como estratega y en el manejo de
armas. (Avendaño, 2015)
Por su parte, las referencias que se hacen a Fabiola, un poco menos estudiada, en las
fuentes y el relato histórico, destacan su “capacidad de combatir en igualdad de condiciones
con sus pares masculinos” (Zalaquett, 2011) y enaltecen el hecho de ser “la única mujer que
participó como fusilera en el intento de ajusticiamiento a Augusto Pinochet” (Iturriaga &
Quijada, 2014).
La figura femenina dentro del MIR, en cuanto personaje histórico, es más escasa en
la bibliografía en comparación a lo que ocurre con los nombres mencionados de mujeres que
pertenecieron al FPMR. Esto, siguiendo a Vidaurrázaga (2020), debido a las diferenc ias
jerárquicas y complejidades de género vividas al interior de la organización. Pese a ello, es
posible rescatar ciertos nombres de mujeres que han sido estudiadas por su militancia, en un
esfuerzo por reconstruir el relato silenciado de la mujer revolucionaria (Vidaurrázaga, 2005).
En esta línea, además de los casos particulares estudiados por la propia Vidaurrázaga, destaca
el nombre de Lumi Videla, reconocida como una militante que “había ganado sus espacios
militantes por sí misma, pero sobre todo por su entrega ‘completa’ a la causa sin ‘grietas ni
excusas’, en una consagración que se asimila a la entrega cristiana ” (Vidaurrázaga, 2020).
A modo de conclusiones
Con base en los argumentos recogidos a lo largo del presente estudio monográfico,
ha sido posible dar cuenta de una serie de aspectos que se encuentran inmersos en la
militancia femenina revolucionaria y que rodean el accionar -o intento de accionar- de las
mujeres en la lucha armada antidictatorial. Estos elementos no solo se constituyen en la mera
participación femenina al interior del MIR y el FPMR, sino también relucen características
y particularidades de cada una de estas organizaciones en relación a la inclusión de las
mujeres en un terreno históricamente reservado para la figura masculina y masculiniza nte,
como es el ámbito militar y guerrillero, como también permiten vislumbrar aspectos
historiográficos de la investigación y la no investigación de esta temática.
En primer lugar, cabe destacar la gran relevancia para la historia de la mujer, como
sujeto político, que tuvieron las militantes insurgentes del MIR y del FPMR, que permiten
que hoy pueda hablarse de una comandanta Tamara y una Fabiola, por ejemplo, no solo como
mujeres asesinadas víctimas de la violencia dictatorial, sino como mujeres que se levantaron
en armas contra este régimen, que ocuparon espacios que históricamente habían sido negados
para la población femenina y que, tal como ocurrió con la Revolución Mexicana y las
soldaderas, pueda decirse y probarse que no solo hubo guerrilleros varones con bigotes y
pasamontañas, sino que también existieron mujeres, iguales en valentía y capacidad militar.
Sin embargo, un factor no menos importante, es que las investigaciones que evidencian lo
mencionado han sido desarrolladas fundamentalmente por mujeres y, más aún, por mujeres
que desarrollan su línea investigativa con perspectiva de género, lo cual pone de manifiesto
una evidente carencia por parte de la historiografía tradicional respecto del estudio de la
mujer en la lucha armada chilena.
Por otra parte, es posible evidenciar cómo la agitación del contexto histórico en que
surgieron las organizaciones aludidas influyó en la acogida de la participación femenina al
interior de las mismas. El MIR, más reacio a la participación femenina o, al menos, a la
ascendencia de estas en las cúpulas dirigenciales de la organización, nació en un contexto
mucho más favorable para la izquierda, en los años previos al golpe militar, pudiendo
alcanzar su etapa de consolidación en el periodo de la Unidad Popular. Por lo que esta
“comodidad” se vio reflejada en la estructura interna de la organización, en la que no urgía
la participación en masa y el engrosamiento de las filas sin importar el género, reservando
aquellas labores de carácter militar y dirigencial a los hombres, que eran mayoría. Sin
embargo, con el avanzar del régimen dictatorial y debido a la efervescencia del contexto, se
fue abriendo la participación a mujeres en labores de corte más insurgente, como fue, por
ejemplo, la llamada Operación Retorno.
Mientras que, por su parte, el FPMR, formado en plena dictadura, se mostró siempre
abierto a la participación femenina, pero más aún, a la participación de cualquier individ uo
capacitado para las tareas que la organización y la lucha armada requiriesen, sin detenerse en
cuestiones de género. Esto queda en evidencia, como se mencionó anteriormente, con la
existencia de figuras femeninas importantes en las jerarquías propias del partido y en la
participación de estas en operaciones militares, tanto a nivel logístico como práctico.
Bibliografía
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