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Palabras clave: Demografía, Posverdad, Bio- Key words: Demography, Post-truth, Biopoli-
política, Migraciones. tics, Migrations.
Andreu Domingo
las. Repetidas acríticamente por los medios de comunicación, explotadas sin escrúpulos por opi-
nadores profesionales y falsos profetas. Paradójicamente los profesionales de la demografía
quedan excluidos de esa narrativa, dependiendo de su adhesión, demasiadas veces, el poder
recibir encargos del mercado privado o subvenciones de la administración pública. Veamos có-
mo opera esta esperpéntica distorsión del análisis del comportamiento demográfico de indivi-
duos y poblaciones.
El éxito del término “posverdad” fue fulgurante, multiplicado por Donald Trump y su gobierno,
y asociado a la aparición de nuevos conceptos. Por ejemplo, después de que la asesora de
Trump, Kellyanne Conway, aludiera a “los hechos alternativos” para justificar las falsedades so-
bre el número de asistentes a la toma de posesión del presidente electo respecto a la del ante-
rior, Barak Obama (Berga, 2017). Eso por no hablar del constante uso de la acusación boome-
rang de “fake news” que el propio Trump lanza a los medios de comunicación que no le son gra-
tos. Sin embargo, el término ni era nuevo ni exclusivo de los Estados Unidos. Parece ser que su
primera enunciación fue obra del periodista Steve Tesich en los noventa del siglo pasado, para
referirse al caso Watergate –que recordemos, provocó la dimisión del presidente Nixon en 1974
por el espionaje del partido demócrata– (D’Ancona, 2017). Incluso antes, sin que se utilizara el
nombre, la filósofa Hanna Arendt había aludido al peligro de la “expulsión de la verdad” del terre-
no político, denunciando el Watergate, y tratando de explicar la derrota de Vietnam, cuando se
prefirió ahondar en el error apoyado por la microsimulación a partir de la entonces incipiente teo-
ría de los juegos, pese a contar con los datos y el consejo de los militares que se movían sobre
el terreno (Arendt, 2017).
¿Si podemos remontarnos tan o más lejos, no será que nos estamos refiriendo simplemente
al uso de la mentira en política y que ésta puede efectivamente encontrarse en el principio de to-
da acción política? ¿Resultará que la locución “posverdad”, no es más que una moda pasajera
que se refiere al uso del engaño en política tal y como lo describiera Maquiavelo? ¿No formará
parte ella misma de esa política del despiste que parece generalizarse? Nuestra respuesta es
que no, que se trata de algo mucho más grave, ya que efectivamente remite a los dispositivos
que corresponden a la expulsión de la verdad como fundamento del ejercicio de la política sobre
la que nos advertía la filósofa, y que auguró George Orwell, en su 1984, cuando señaló la mani-
pulación del lenguaje –Novolingua–, la del propio pensamiento –Doble pensar–, o la reescritura
de la Historia, como mecanismos del totalitarismo. ¿Qué ha cambiado desde entonces?
La conjunción entre el auge del márquetin aplicado a la gestión política, las nuevas tecnologí-
as –incluida el Big Data–, la revolución y concentración de la propiedad de los medios de comu-
nicación, y la consolidación del neoliberalismo (Harsin, 2015), lo ha cambiado todo. Ese ensam-
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blaje es el que está permitiendo transformar lo que Michel Foucault, llamó “El régimen de la ver-
dad”, según el cual cada sociedad se ve inmersa en un discurso que instituye lo que funciona
como verdadero, distinguiendo los enunciados que se consideran falsos de los verdaderos, y
disponiendo de los mecanismos sancionadores, de las técnicas y procedimientos para producir
lo verdadero, y el estatuto de los encargados de decidir qué es lo uno y qué lo otro (Foucault,
2001a).
Pero la Posverdad, va más allá del relativismo cultural, según el cual cada sociedad instituye
para sí un sentido y una validez, casi siempre incuestionable e incuestionada, como asimismo
señalara Cornelius Castoriadis (2018). Se trata del intento de suprimir la verdad por parte de
unas élites que, siguiendo al también filósofo Michel Onfray (2018), han abrazado al nihilismo,
después de aceptar la muerte de Dios, convencidas de que ésta carece de importancia. En esa
convicción radica el divorcio entre sus pretendidos valores morales (neoconservadores) y sus
prácticas.
Más grave aún manifiesta la crisis de la “Parrêsia”, entendida en el mundo griego como la
obligación de decir la verdad en la asamblea, como el compromiso del sujeto con la verdad en
democracia, constituyendo el ejercicio de la libertad a través del cual el individuo se construía
como sujeto político (Foucault, 2018). Crisis, que como nos recuerda Mauricio Lazarato (2014),
atenta a su vez contra la constitución que garantiza la igualdad de todos (Politeia), y el derecho
estatutario de cualquiera a hablar (Isêgoria), de modo que al final la propia democracia se ve
comprometida. Y eso vale tanto para los regímenes populistas claramente autoritarios que he-
mos visto surgir después de imponer las políticas de austeridad como garantía del proyecto neo-
liberal –especialmente después de la crisis económica de 2008–, como para las autodenomina-
das “democracias liberales” dirigidas por las élites neoliberales. No es de extrañar que las reedi-
ciones del clásico de Orwell, se agotaran en Estados Unidos durante los primeros meses
después del triunfo de Trump. El deterioro de la verdad nos empuja hacia la posdemocracia
(Crouch, 2004).
la imagen de una sociedad inmóvil, entre otras muchas), el abuso de la sacrosanta llamada “tasa
de reemplazo” sosteniendo la falsa creencia de que por debajo del umbral de 2,1 hijos por mujer
toda población en ausencia de migraciones, está irremediablemente destinada a la desaparición,
o a la desnacionalización en presencia de flujos inmigratorios.
No somos dados a creer en teorías conspirativas. El recurrir a tópicos o estereotipos en ma-
teria de población, o incluso la difusión de falsedades, a veces se produce por simple ignorancia;
otras, de forma bienintencionada se cree que legitima o da argumentos para buenas
causas –por ejemplo, cuando en aras de combatir la xenofobia se asegura que los migrantes
nos pagarán las pensiones–. El resultado, desafortunadamente, es el mismo que cuando se di-
funden intencionadamente mentiras descaradas, en su afán de manipular los comportamientos
del electorado o de la sociedad convertida en audiencia: reducir los hechos y fenómenos demo-
gráficos a simples opiniones, y a la demografía como disciplina a un storytelling (Salmon, 2008),
que acaba siendo utilizado para movilizar las emociones, primordialmente el miedo, con el fin de
orientar nuestros pensamientos y acciones. De este modo, lo que es conceptualizado como
“Riesgo global” en materia demográfica muda pronto en “catástrofe naturalizada”, debido a su in-
evitabilidad, presentando las principales tendencias demográficas del siglo –migraciones, enve-
jecimiento o crecimiento de la población urbana–, como “Germen de distopías” (WEF, 2012).
Es así como el citado envejecimiento de la población, se transmuta en “invierno demográfi-
co”, y se utiliza para promover la privatización de los planes de pensiones, extrapolando la se-
nescencia biológica con las características de las sociedades con poblaciones envejecidas (Pé-
rez Díaz, 2018). Aún cuando en nuestro país haya quedado más que demostrado que el compo-
nente demográfico no es la única ni primera causa de la reducción de recursos y la amenaza de
quiebra del sistema (Miret y Zueras, 2018), más bien parece que el argumento demográfico es
utilizado para justificar su saqueo. A demografía revuelta, ganancia de neoconservadores y de
capital financiero.
Si nos trasladamos al terreno de las migraciones, el paisaje se torna igualmente lúgubre, re-
cuperando los fantasmas eugenésicos de principios de siglo XX, que tras ser unánimemente
aceptados como “verdades científicas”, precipitaron a Europa al racismo y el exterminio burocra-
tizado que significó el holocausto promovido por el régimen nazi. La proyección en el futuro de
las poblaciones segregadas e inmutables categorizadas según su origen etnocultural, avala el
desasosiego que provoca la substitución étnica, incluso entre renombrados demógrafos –Cole-
man (2006)–, pero alcanza su paroxismo en la propaganda de extrema derecha viral en las re-
des –promotora del Brexit e inspiradora del ideario nacionalista de los gobiernos europeos euro-
escépticos–. Según esas teorías de la conspiración, demógrafos e institutos de estadística se
conjuran para ocultar el desplazamiento de la población europea por los inmigrantes –significati-
vamente por aquellos de credo musulmán–, de manera que la proyección de la superior fecundi-
dad de esos grupos en claro contraste con la baja de los autóctonos, minoriza (en el futuro) a la
Andreu Domingo
El demógrafo insomne
Andreu Domingo
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