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Alternativas y nuevos

paradigmas en el abordaje de la
relación sociedad-naturaleza
Aldo Daniel Jiménez Ortega

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Ciencias de Información Geoespacial, A.C.
En los apartados anteriores se expuso un panorama general de la situación actual
de la crisis ambiental global, a partir de límites planetarios. Hasta este momento, se
ha mostrado que las actividades antropogénicas han incidido sustancialmente en el
ambiente, lo cual ha derivado en que los límites donde la vida puede desarrollarse
de manera segura sean transgredidos en mayor o menor medida. No obstante,
resulta importante preguntarnos ¿Todos los seres humanos somos igualmente
responsables de estas alteraciones? ¿Quiénes han contaminado y extraído la
mayor cantidad de recursos, (el agua, por ejemplo)? ¿Qué enfoques o perspectivas
alternativas nos ayudan a visibilizar estos problemas? A continuación se buscará
dar respuesta de manera breve a estas interrogantes.

Víctor Manuel Toledo (2013) inicia de forma magistral el abordaje del paradigma
biocultural con la siguiente reflexión “el planeta tiene fiebre y los diagnósticos no son
nada halagueños: el aumento de la temperatura es síntoma de que se han roto los
delicados equilibrios del sistema global (…) no son procesos naturales, sino
generados por los seres humanos. Sin embargo, no debe afirmarse que todos los
seres humanos seamos culpables”. En efecto, no todos los seres humanos somos
igualmente responsables de la crisis ambiental. No es posible comparar los efectos
negativos en el ambiente por parte de la población más pobre, o incluso de la clase
media, respecto al efecto que generan las grandes empresas petroleras, mineras o
alimentarias. Si bien es cierto que la sociedad debe establecer medidas de cambio
en el contexto actual de crisis ambiental, las cuales van desde un adecuado manejo
de residuos hasta cambios en los hábitos de consumo, estas medidas son
insuficientes si no se acompañan por la responsabilidad de los grandes consorcios
extractivos y contaminantes, así como de aquellos que legislan a su favor.

En cifras, las principales fuentes de emisión de gases de efecto invernadero (GEI)


a nivel mundial provienen en un 72% del sector energético, 11% de la agricultura,
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6% de procesos industriales y 6% de cambio de uso de suelo (WRI, 2017). De
acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (2019), los principales países
emisores de GEI a nivel mundial son China (24.3%), Estados Unidos (13.4%), Unión
Europea (9.1%), India (6.3%), Rusia (4.9%) y Japón (2.7%). De acuerdo con CDP
(2017), 100 compañías, privadas y estatales, son las responsables del 71% de las
emisiones de GEI a nivel global.

Figura 1. Emisiones de gases de efecto invernadero antropogénicas por sector


Fuente: C2ES, Climate analysis indicators tool (WRI, 2017)

Figura 2. Países responsables de dos terceras partes de las emisiones de gases de efecto invernadero
Fuente: C2ES, International Energy Agency (2019), Environmental Protection Agency (2012)

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En cuanto al uso de agua, el 70% de la extracción del vital líquido se destina a la
agricultura, el 20% al sector energético e industrial y menos del 10% de uso
doméstico (UNESCO, 2020). En el caso de la agricultura, es claro que no estamos
hablando de la pequeña agricultura de autoconsumo, que dependen en mayor
medida de las lluvias para producir, sino de la agricultura intensiva orientada al
mercado, la cual usa sistemas de riego y representa la mayor fuente de extracción
de agua. Estas cifras cobran mayor relevancia si consideramos que 2.2 mil millones
de personas no tienen acceso a agua potable y 4.5 mil millones (55% de la población
mundial), carecen de servicios de saneamiento gestionados de forma segura
(UNESCO, 2020).

Figura 3. Extracción de agua por sector


Fuente: UNESCO, 2020

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En este contexto, es posible considerar que la crisis actual es una crisis civilizatoria,
pues no se circunscribe meramente a la dimensión ambiental, sino que es sistémica
y engloba un conjunto de crisis (económica, migratoria, alimentaria, energética) en
donde la expresión del desorden es el cambio climático (Acebey, 2015). El abordaje
de las relaciones entre la sociedad y la naturaleza requiere de enfoques y marcos
integrales que permitan visibilizar las diversas problemáticas socioambientales,
incluyendo la perspectiva política. En ese sentido, en apartados posteriores se
describirán algunos de los principales marcos para estudiar a los sistemas socio-
ecológicos, no obstante, se han impulsado enfoques alternativos y perspectivas
socioecoéticas que permiten visibilizar estas relaciones. A continuación se expondrá
brevemente tres de ellas: ecosocialismo, el ecologismo de los pobres y la
perspectiva de los bienes comunes.

Ecosocialismo

El ecosocialismo es un enfoque que se orienta a una transformación social y


económica revolucionaria e integra argumentos del movimiento ecologista con la
crítica de la economía política de Marx (Lowy, 2015). De acuerdo con Lowy (2015)
y O´Connor (1997) el ecosocialismo busca “una nueva sociedad basada en la
racionalidad ecológica, el control democrático, la equidad social y la predominancia
del valor de uso sobre el valor de cambio (…) requiere de propiedad colectiva (e.g.
cooperativas, propiedad comunal) de los medios de producción planeación
democrática y una nueva estructura tecnológica de las fuerzas productivas”.
Asimismo, se plantean tres aspectos para la teoría y práctica ecosocialista: la ética,
centrada en los actores y no en los comportamientos individuales; el altermundismo,
que involucra la protesta contra el orden existente y sus instituciones, medidas de
realización inmediata y reivindicar la utopía de mundos bajo valores comunes

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cosmopolíticos y; lucha contra la publicidad, para cambiar hábitos consumistas
impulsados por medios de comunicación (Zuluaga e Imbett, 2019; Lowy, 2014).

El ecologismo de los pobres

El ecologismo de los pobres surge como una respuesta al ecologismo ecocentrista


de los países desarrollados basado en la belleza paisajística de la “naturaleza pura”
por su valor estético y biológico (Folchi, 2019; Guha, 1994). El ecologismo de los
pobres, propuesta por Guha y Martínez Alier (2014), tiene un enfoque
antropocentrista que se centra en la defensa del medio ambiente, no por los valores
estéticos, sino para obtener y mantener el sustento de las poblaciones locales. En
otras palabras, el ecologismo de los pobres radica en la defensa del territorio y la
aplicación de prácticas orientadas a proteger su propio hábitat para mantener el
bienestar, salud y calidad de vida de las personas que en éstos habitan (Folchi,
2019). Es precisamente la defensa del territorio lo que enmarca la tesis del
ecologismo de los pobres: los conflictos ambientales. Los conflictos ambientales no
son otra cosa sino disputas por los territorios entre quienes buscan la acumulación
de capital y la extracción de recursos a través de las diversas formas de despojo y
los pueblos locales que buscan mantener sus medios y modos de vida. De acuerdo
con Folchi (2019) “los múltiples conflictos locales son una expresión de un conflicto
mucho mayor: el conflicto entre la economía capitalista y el medio ambiente”.

La perspectiva de los bienes comunes

Este enfoque fue desarrollado por Elinor Ostrom con la finalidad de mostrar que los
usuarios de los bienes comunes pueden establecer acuerdos de cooperación a
partir de reglas, esquemas de sanción y monitoreo con resultados de manejo casi
óptimos (Merino Pérez, 2014; Ostrom, 2010). La perspectiva de los bienes es una
respuesta al planteamiento de Garret Hardin (1968), quien estableció en su
publicación “La tragedia de los comunes”, la destrucción de bienes comunes
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(pastos) por parte de pastores. Éstos, en su afán maximizador de ganancias,
introducían un mayor número de ovejas al prado, lo cual resultaba en la inevitable
destrucción del mismo (Merino Pérez, 2014). Ante los riesgos que representaba la
aceptación reduccionista y generalización del planteamiento de Hardin, en la
evidencia empírica de los estudios realizados por Ostrom se reconoce la
importancia de los actores locales en los procesos de conservación o deterioro de
los bienes comunes (Merino Pérez, 2014). De acuerdo con Merino Pérez (2014),
Ostrom encaminó parte de su trabajo a superar paradigmas y demostrar que: 1) la
propiedad colectiva no condiciona la destrucción de los bienes comunes, sino que
crea un sentido patrimonial y perspectiva de largo plazo; 2) la elección racional y
maximizadora del beneficio individual que impide la cooperación no es aplicable,
pues la cooperación y coordinación entre individuos y acciones hacia objetivos
comunes (acción colectiva) es una posibilidad real y potencial, misma que requiere
de compromiso, construcción de visiones comunes, acuerdos, reglas y confianza
construida y; 3) el crecimiento de la población y la pobreza no guardan relaciones
lineales con el deterioro de la naturaleza, pues las presiones humanas son
mediadas por las instituciones en juego, además de que, como se ha descrito
anteriormente, no son los pobres los principales responsables de la alteración y
contaminación del ambiente.

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Literatura citada

Acebey, F. (2013) Reseña, en Ornelas, Raúl (coord.)(2013), Crisis


civilizatoria y superación del capitalismo, Instituto de Investigaciones Económicas-
UNAM.

CDP (2017) The carbon majors report. CDP-Climate Accountability Institute.

C2ES (sf) International Emissions. Consultado el 10 de marzo de 2021 en


https://www.c2es.org/content/international-emissions/

Environmental Protection Agency (2012). Global Non-CO2 GHG Emissions:


1990-2030. Reporte recuperado el 13 de marzo de 2021 en:
https://www.epa.gov/global-mitigation-non-co2-greenhouse-gases/global-non-co2-
ghg-emissions-1990-2030

Folchi, M. (2019). Ecologismo de los pobres: conflictos ambientales y justicia


ambiental. Universidad de Chile.

Guha, R (1994) El ecologismo de los pobres. Ecología Política 8:137–151.

Hardin, Garret (1968). The tragedy of the commons. Science 162: 1243-1248.

International Energy Agency (2019) CO2 emissions from fuel combustión


highlights. IEA.

Lowy, M. (2015) Ecosocialism. A radical alternative to capistalist catastrophe.


Haymarket Books, Chicago.

Martínez-Alier, J (2014). The environmentalism of the poor. Geoforum 54:


239–241.

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Mérino Pérez, L. (2014) Perspectivas sobre la gobernanza de los bienesy la
ciudadanía en la obra de Elinor Ostrom. Revista Mexicana de Sociología 76: 77-
104.

O´Connor, J. (1997). Natural causes. Essays in ecological marxism. Guilford


Press.

Ostrom, E. (2010). Beyond market and states. Policentric gover¬nance of


complex economic systems The American Economic Review 100, 3: 641-672.

Toledo, V. M. (2013) El paradigma biocultural: crisis ecológica, modernidad y


culturas tradicionales. Sociedad y Ambiente, 1, 1: 50-60.

UNESCO (2020). World Water Development Report 2020 – Water and


Climate Change. Recuperado el 15 de marzo de 2021 en
https://en.unesco.org/themes/water-security/wwap/wwdr/2020#download.

WRI (2017). Climate analysis indicators tool. Página web http://cait.wri.org/

Zuluaga Cometa, H.A., Imbett Vargas, E.S. (2019) Ecología política: el


marxismo y su radical ecosocialista. Artículo de reflexión, V11 1:140-147

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