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¡Y cuánto se divertían!

Sofía lo anotó esa noche en el diario. En la página del 17 de mayo de 2157 escribió: ¡Hoy Lucas
encontró unas cartas de verdad!

Eran unas cartas muy viejas. El abuelo de Sofía contó una vez que, cuando el era pequeño, su
abuelo le había contado que hubo una época en que las interacciones siempre se hacían por
papel.

Uno elegía las hojas, que podían ser de distintos colores y texturas, y era divertidisimo ver que las
palabras se quedaban quietas en vez de desplazarse por la pantalla. Y, cuando leías el mensaje de
la carta anterior, contenía las mismas palabras que cuando la leías por primera vez.

-Ay che- dijo Lucas-, qué desperdicio. Supongo que cuando lees las cartas las tiras. Nuestra
pantalla de televisión habrá mostrado muchas de nuestras interacciones con otros usuarios y sirve
para muchas más. Yo nunca la tiraría.

-Lo mismo digo -contestó Sofía. Tenía 19 años y no había tenido tantas interacciones como Lucas.
Él tenía veinte-. ¿En donde las encontraste?

-En mi casa -Lucas señaló sin mirar, porque estaba ocupado leyendo un mensaje virtual-. En el
garaje.

-¿De qué trata?

-De las relaciones amorosas.

-¿De las relaciones amorosas? ¿Qué se puede escribir sobre las relaciones amorosas? Odio las
relaciones amorosas.

Sofía siempre había odiado la idea de las relaciones amorosas, pero ahora más que nunca. El
generador de parejas automático la había emparejado con personas incompatibles una tras otra y
los resultados eran cada vez peores. La madre de Sofía había sacudido tristemente la cabeza y
había llamado al inspector del pueblo.

Era un hombrecillo delgado y de rostro rubicundo, que llevaba una caja de herramientas con
destornilladores y cables. Le sonrió a Sofía y le dio una manzana; luego desmanteló al generador
de relaciones amorosas. Sofía esperaba que no supiera ensamblarlo de nuevo, pero sí sabía y, al
cabo de una hora, allí estaba de nuevo, mediano, gris y feo, con una gran pantalla en donde se
mostraban las posibilidades y aparecían las elecciones automáticas. Eso no era tan malo. Lo que
más odiaba Sofía era la barra de opciones por la que debía seleccionar las respuestas. Siempre
tenía que elegir solo una palabra para expresar lo que pensaba o sentía, y el generador automático
calculaba el resultado en un santiamén.

El inspector sonrió al terminar y acarició la cabeza de Sofía.

-No es culpa de la muchacha señora López -le dijo a la madre-. Creo que el sector de preferencias
del generador estaba demasiado dañado. A veces ocurre. Lo he sintonizado en un nivel adecuado
para los diecinueve años de edad. Pero el patrón general de respuestas es muy satisfactorio -y
acarició de nuevo la cabeza de Sofía.
Sofia estaba desilusionada. Había abrigado la esperanza de que se llevaran al generador. Una vez,
se llevaron al generador de Lucas durante todo un mes porque el sector de sentimientos se había
borrado por completo.

Así que le dijo a Lucas:

¿Quién querría escribir sobre las relaciones amorosas?

Lucas la miró con aire de superioridad.

-Porque no son relaciones amorosas como las nuestras, tontuela. Son relaciones amorosas como
las de hace cientos de años -y añadió altivo, pronunciado la palabra muy lentamente-: siglos.

Sofía se sintió dolida.

-Bueno, yo no sé qué relaciones amorosas tenían hace tanto tiempo -leyó la carta por encima del
hombro de Tommy y añadió-: De cualquier modo, tenían expresión.

-Claro que tenían expresión, pero no era una expresión normal. Era verdadera.

-¿Verdadera? ¿Cómo puede ser una expresión verdadera?

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