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Diplomado en juego, arte,

literatura y exploración del


entorno en la primera infancia

Módulo 1.
Experiencia, saber
pedagógico y
educación inicial
Unidad 1. Autobiografía docente

Diplomado en juego, arte, literatura y exploración del entorno en la primera


infancia realizado por Fundalectura en el marco Fondo ICETEX - ICBF
Contrato Interadministrativo No. 2019-011 ICETEX / 1787 de 2019 ICBF."
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Unidad 1. Autobiografía lectora

Logros esperados
Al final de esta unidad esperamos que, como participantes del diplomado:

Identifiquemos los factores sociales y culturales que permean nuestra


historia de vida, así como la de los niños y las niñas.
Relacionemos nuestro relato autobiográfico con nuestras prácticas
como agentes educativos de la primera infancia.
Expliquemos con claridad cuáles son las relaciones entre experiencia,
lenguaje, oralidad y las actividades rectoras en la primera infancia.

En este primer módulo abordaremos la primera infancia, a través de un recorrido


por los siguientes momentos:

1. Recorrer nuestra experiencia de vida especialmente en la infancia a


través de la exploración de la autobiografía.
2. Plantear cómo las miradas sobre la primera infancia en Colombia se han
transformado e influido en lo que es hoy la política de atención integral a
la primera infancia.

Para iniciar este curso queremos que la experiencia personal sea el punto de
partida. Por esta razón, la primera unidad aborda la autobiografía como una
estrategia de autorreflexión importante para hablar de nuestra identidad como
seres humanos y agentes educativos de las niñas y niños en la primera infancia.
De esta forma, navegaremos entre dos escenarios: el primero es la exploración de
algunas ideas en torno a la autobiografía; y el segundo es el de relatos o escenas
o experiencias significativas de vida de algunos personajes de la historia con el
propósito de ahondar en algunos conceptos de la unidad y apropiarnos de estos.
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¿Por qué hablar de autobiografías?

Antes de dar respuesta a los temas que propone esta unidad, tomémonos un
primer momento para sensibilizarnos al contenido de esta unidad:
Empecemos:
Recordemos algún regalo que nos hayan dado y nos hicieron profundamente
felices. Ahora, tratemos de recordar cuál era nuestro juego favorito. ¿Con quién
lo jugábamos?
¿Cuál es nuestro aroma preferido? Quizá es el olor de un juguete nuevo, una
fruta fresca, algún espacio de la casa o quizás el aroma de un ser querido....
Cerremos los ojos y tratemos de recordar ese aroma con los recuerdos que lo
acompañen.
Gracias. Ya podemos abrir los ojos. No es necesario compartir los recuerdos
que vinieron a nosotros, son solo para cada uno. Atesóremelos en un lugar
seguro de nuestra memoria.

Con esos recuerdos en mente empezaremos preguntándonos por el sentido


de las autobiografías. Como docentes, agentes educativas y educativos y
personas, estamos definidos por nuestras vivencias: por la forma particular en
la que hemos andado a través del tiempo y el espacio, por las personas que
hemos conocido en el camino, por los momentos que nos ha tocado vivir, por
los lugares que hemos transitado, entre otros aspectos que han ido
construyendo nuestras vidas. Como podremos ver, conocernos nos permite
identificar el origen y el porqué de nuestras prácticas cotidianas, sean
pedagógicas, de lectura o de cualquier otro orden.

Con esos recuerdos en mente empezaremos preguntándonos por el sentido


de las autobiografías. Como docentes, agentes educativas y educativos y
personas, estamos definidos por nuestras vivencias: por la forma particular en
la que hemos andado a través del tiempo y el espacio, por las personas que
hemos conocido en el camino, por los momentos que nos ha tocado vivir, por
los lugares que hemos transitado, entre otros aspectos que han ido
construyendo nuestras vidas. Como podremos ver, conocernos nos permite
identificar el origen y el porqué de nuestras prácticas cotidianas, sean
pedagógicas, de lectura o de cualquier otro orden.
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Las múltiples transformaciones de la vida cotidiana han hecho que olvidemos que
nosotros mismos somos el centro de nuestras vidas. Para ello es importante
retornar a esa esencia, reconociendo cómo se ha forjado nuestra historia de vida y
dándonos cuenta de que estamos hechos de historias y que estas pueden y
deben ser contadas. Como sostiene el teórico literario Roland Barthes, el relato es
una estructura universal:
"…presente en todos los tiempos, en todos los lugares, en todas las
sociedades; el relato comienza con la historia misma de la humanidad; no
hay ni ha habido jamás en parte alguna un pueblo sin relatos; todas las
clases, todos los grupos humanos, tienen sus relatos y muy a menudo
estos relatos son saboreados en común por hombres de cultura diversa e
incluso opuesta: el relato se burla de la buena y la mala literatura:
internacional, transhistórico, transcultural, el relato está allí como la
vida…" (Barthes, 2012)

En este sentido, el relato nos pertenece a todos y, en consecuencia, todos


tenemos derecho a expresarnos a través de él. De este modo, la autobiografía
puede ser el testimonio de nuestro andar, a través del cual nos apropiamos de
tiempos, espacios y objetos, tal como la lectura, la escucha, el juego y el arte son
formas de apropiarse del entorno, de incorporarlo y transformarlo en experiencia
(Arfuch, 2013), en una vivencia que nos transmuta (Larrosa, 2003). Así, nuestro
recorrido por la vida también es un viaje, un deambular en el que nos encontramos
con textos, personas, lugares, expresiones artísticas, entre otras vivencias y
dimensiones que se van convirtiendo en parte de nuestra historia de vida y,
definitivamente, de nosotras y nosotros.
Tal como decía el escritor José Ovejero, contar nuestra autobiografía se trata de
una posibilidad que, si bien, en ocasiones, nos puede alejar del mundo, también
nos permite reconocernos como parte de él, como seres hechos de historias:

Escena 1: El escritor José Ovejero sobre la literatura

Una forma de estar en el mundo o de escapar de él, un desahogo de lo que


no se puede contar, una manera de comprender la muerte o recuperar la
infancia, de plasmar nítidamente los pensamientos, hacer valer la identidad,
expresar un desvalimiento o un desengaño; puede ser subversiva e insurrecta
o traer hasta nosotros el pasado y generar memoria. Todo esto es y para todo
esto sirve la literatura en la voz de sus protagonistas.
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Reconocer las etapas de nuestro viaje y nuestras trayectorias particulares como


como personas, docentes o agentes educativas y educativos, nos ayudará a
entendernos a nosotros mismos. Además, ese proceso fortalecerá nuestro rol
como garantes, acompañantes y facilitadores para que las niñas y niños, que
empiezan sus propios caminos se conviertan en exploradores de este mundo en
el que los recibimos.
Se trata, entonces, de que entendamos que el encuentro entre los niños, las
niñas y sus agentes educativos es un diálogo constante entre historias de vida.
Para entablarlo, es necesario recordar que nadie es un tablero en blanco, ya que
a todos nos ha cobijado una lengua materna, unos arrullos, unas historias, unos
cantos, entre otros muchos elementos, que forman parte de nuestro capital
simbólico. Reconocer esto en nosotros mismos es un paso esencial para
identificarlo en las niñas y niños. Para ello, vamos a relacionar la autobiografía y
nuestra dimensión de vida como agentes educativas y educativos, a través de la
autobiografía docente.

¿Qué es una autobiografía docente?


Se trata de una narración de nuestra vida y su relación con las memorias de lo
que configura nuestra identidad docente, en la que la experiencia individual se
convierte en el criterio de validez. Si bien la autobiografía docente es una
construcción imaginativa en la que nos volvemos personajes, es también un
espacio de autorreflexión en el que la vivencia genera una unidad de sentido.
Así, al construir estos relatos nos ponemos en dos posiciones: por un lado, en la
de autores, seres que miramos nuestra propia vida como si fuera la de otra
persona; por el otro, como investigadores de nuestra existencia, buscando en
ella los hitos que nos fueron conformando como lo que somos.

Gabriel García Márquez expresó que “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno
recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Esta cita nos hace reflexionar acerca
de cómo pensar en un texto autobiográfico se trata de recrearlas experiencias que
fueron significativas. ¿Y será que la vida de un docente con sus matices incide en
su práctica pedagógica? Ese es uno de los retos que plantea esta unidad, tejer un
vínculo desde ese relato de nuestras vidas y del cual solo recordamos algunas
cosas, tal vez añadimos otras y entendemos el sentido de los acontecimientos a
través de esa mirada al pasado; conjugamos a la memoria y ella modifica una
realidad en la que ahora nos desempeñamos como Agentes Educativos.
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Escena 2:
¿Se imaginan recordar la infancia desde los colores? ¿Qué colores se
relacionan con nuestros recuerdos? El escritor argentino Jorge Luis Borges
quedó ciego a sus 55 años por una enfermedad congénita y en una
emotiva reflexión encontramos una reconstrucción de su pasado desde su
ceguera. Con este ejemplo , podemos comprender que cuando
construimos nuestra autobiografía, lo que somos hoy determina lo que
recordamos del pasado.

https://www.youtube.com/watch?v=ELK2rV6huOI

Pero en la autobiografía no solo estamos nosotros, no solo está el


conocimiento particular de cada uno, sino también de los que nos rodean y
de los otros. Estas diversas voces que nos llegan a través de canciones,
arrullos, historias que nos cuentan, encuentros e influencias, en general,
hacen de nuestra vida el escenario de encuentro de muchas vidas. De esta
manera, la autobiografía es también el testimonio de los diálogos que nos
transforman y se convierten en experiencias. La autobiografía es la
oportunidad de ser lectores de nosotros mismos, es la posibilidad de iniciar
una conversación con un autor que somos también nosotros mismos,
seguramente no siendo las mismas y los mismos del pasado, pero
conectados a través de esas páginas, de la memoria y el tiempo, todo lo cual
define gran parte de nuestros presentes.

Estas mismas características hacen que cada autobiografía sea única. Los
críticos literarios, por ejemplo, han tratado infructuosamente de caracterizar su
forma, pero esto es imposible, ya que implicaría entender la estructura de la
vida misma y sus muchas formas de ser. Es claro entonces, que existen muchas
formas de autobiografía, que no solo se limitan a lo escrito, pues desde las artes
plásticas y audiovisuales también hay gran diversidad de ejercicios
autobiográficos; incluso, en la escritura son muchas las formas de abordarla:
diarios, cartas e incluso en géneros literarios como el cuento, la novela y la
poesía se filtran muchos detalles de la vida de los autores. A la larga ninguna
creación se escapa del peso de la vida.
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¿Cómo construir una autobiografía docente?


Entendiendo lo anterior, podríamos decir que es imposible ofrecer una fórmula
única para la creación de una autobiografía. Por lo tanto, los siguientes elementos
para la construcción de una autobiografía son más sugerencias e ideas que
pueden detonar la narración, pero que podemos usar como mejor nos convenga
en la construcción de nuestras autobiografías. Por esta razón, lo que haremos en
este momento es una pequeña reflexión acerca de los elementos que
consideramos importantes en la elaboración de la autobiografía, seguidos de
algunas preguntas que nos inspirarán en nuestro proceso creativo.

En principio, como en cualquier relato, en la autobiografía se conjugan el espacio


y el tiempo. El espacio representado en aquellos lugares que tienen una carga
afectiva para nosotros; y el tiempo mediante la memoria que teje y reconstruye
los hechos, y las voces que se vieron involucrados en nuestras vidas. Así,
viajaremos a través de estos elementos, en un tránsito desde nuestra intimidad
hasta el afuera, desde los objetos que nos dicen cosas hasta los otros que nos
encontramos en el camino; todo esto articulado por la memoria como esa
posibilidad de traer al presente lo sucedido.

La casa
La casa natal, de acuerdo con Gastón Bachelard (2020), es nuestro rincón del
mundo, el primer universo al que tenemos acceso. Antes de ser arrojados al
mundo somos depositados en la cuna de la casa. Es el espacio en el que
nuestros recuerdos encuentran refugio, donde sucedió nuestra infancia e,
idealmente, es el sitio en donde nos sentimos protegidos y nos permitimos soñar
en paz.

A la hora de elaborar nuestra autobiografía, recordar nuestra casa implica


participar de ese calor originario en el que la imaginación y la memoria se
encuentran para llevarnos a ese país de la infancia en el que sucedió gran parte
de lo que somos. Pensemos entonces en cómo las historias, las canciones y
arrullos se fueron tejiendo en nuestra infancia. Por ejemplo, indaguemos por la
historia de nuestros nombres. ¿Por qué eligieron estos nombres para nosotros?
De la misma manera, recordemos esas primeras historias. ¿Cuál fue la primera
historia que nos contaron? ¿Cuáles eran mis arrullos? ¿Quién me leyó por primera
vez? ¿Quiénes me contaban historias? ¿Quién me cantaba? ¿Cuáles eran mis
juegos favoritos?
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Maurice Sendak, escritor de libros infantiles, nos cuenta una de estas escenas en
las que su padre le leía, al tiempo que nos plantea una reflexión sobre la
importancia de esta experiencia en su desarrollo afectivo:

Escena 3: Cuando mi padre me leía, Maurice Sendak

Cuando mi padre me leía, yo me recostaba sobre él y me volvía parte de su


pecho o de sus brazos. Y yo creo que los niños abrazados o sentados en las
piernas —deliciosamente acariciados— siempre asociarán la lectura con los
cuerpos de sus padres, con el olor de sus padres. Y eso siempre te hará
lector. Porque ese perfume, esa conexión sensorial dura toda la vida.
Al fin y al cabo, somos animales. Si observamos a los cachorros vemos que
necesitan ser lamidos para sobrevivir. Pues bien, nosotros también
necesitamos “ser lamidos” para sobrevivir. Y la lectura se convierte de alguna
manera, en un “lamido”. Cuando no sólo oyes un cuento entrañable, sino que
además estas apretado por la persona más importante para ti en el mundo, la
conexión que se establece no puede disolverse.
Por ejemplo, ahora estoy leyendo Shakespeare de corrido y, cuando me
alarmo y me asusto y me detengo y vuelvo a comenzar, como lector hay una
especie de conexión visceral con mi padre que me hace continuar.
Si hay un buen consejo que yo pueda dar, seria ese: si estás buscando una
manera de acercarte a tus hijos, no hay nada mejor que sentarlos en las
piernas y leer.

Estos y otros elementos nos dieron la bienvenida al mundo y a la cultura, a


veces con la canción que nuestras madres tarareaban una y otra vez para
que nos durmiéramos, en otras ocasiones los chismes que se contaban entre
los adultos, las historias fantásticas que inventaba uno de nuestros hermanos
para engañarnos, los cuentos para antes de dormir, la música de nuestras
regiones, los paisajes o las películas que vimos en familia. Todas estas cosas
fueron conformando nuestros hábitats narrativos y nuestro pensamiento, tal
como lo veremos en próximas unidades.
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El afuera

Cuando adquirimos la capacidad de deambular, el afuera se va dibujando en


nuestra experiencia. Empezamos a andar y en esa misma medida nos vamos
apropiando de los lugares por los que transitamos. Los lugares se multiplican en
nuestros recorridos y empieza a tejerse una trama social y afectiva que nos hace
reconocer que unos espacios son más significativos que otros. El primer tránsito de
la casa hacia otros espacios de cuidado, tal vez, para muchos de nosotros se trató
de la escuela. Para nuestras niñas y niños seguramente nuestras unidades de
atención son el primer acercamiento al otro, a la vida en comunidad, a los libros,
pero también a nuevas canciones, historias y expresiones.

En este sentido, cabe preguntarnos, cómo hemos vivido este tipo de experiencias
en escenarios diferentes a nuestro hogar. ¿Era diferente ese otro espacio a
nuestras casas? ¿se sentía diferente, qué lo caracterizaba? ¿Con quiénes nos
encontrábamos allí? ¿Cómo nos movíamos por el espacio? ¿Qué sentía cuando
dejaba ese espacio y regresaba a casa? Poco a poco vamos configurando un
universo de circulación de experiencias que enriquecen nuestro hábitat, pero
también nos ofrecen nuevas formas de narración que se integran en la forma
cómo contamos.

Escena 4:

Las experiencias en la escuela y con los maestros son muy importantes para
nuestra formación como personas y lectores. Un testimonio de la huella que
dejan los docentes en la vida de una persona es la canción “El profe
Castañeda”, del compositor colombiano Rafael Escalona.

Cuando ronca el viento frío de la nevada


Que en horas de estudio llega al Loperena,
Ese frío conmueve toda el alma,
Igual que la ausencia del profe Castañeda.

https://www.youtube.com/watch?v=c4pBBcmKeHE
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Al crecer nos movernos dos escenarios: el hogar que representa un espacio


conocido y el afuera que implica un acceso a un mundo cultural complejo, para
el cual se requiere unas habilidades que permiten nuestra inmersión en él: leer,
escribir, jugar, dibujar, expresar y escuchar son algunas de las capacidades
necesarias para la supervivencia.

En esa movilidad continua empezamos a tejer, por ejemplo, nuevas formas de


aproximación al lenguaje, con las exigencias de la vida escolar y laboral. No
siempre estas experiencias son positivas, en ocasiones nos alejamos del
disfrute de los diversos lenguajes debido a una situación específica, pero es
importante reconocer todos los tipos de vivencias. La relación con la cultura no
siempre es idílica y reconocerlo es esencial para comprender nuestra historia
de vida y la de otros.

Los otros

El texto autobiográfico no solo habla de nosotros mismos, también habla de


aquellos, los otros, los que han estado en el transcurso de la vida. En este
sentido, escribir o elaborar una autobiografía implica dar cuenta de un tejido
que armamos en relación con el otro. Cada persona aporta un hilo y nosotros,
de acuerdo con el vivir de la experiencia, elaboramos un diseño único, que le da
sentido a nuestro relato. Por esto, una autobiografía es siempre intertextual, en
la medida que en ella se reflejan las palabras y las acciones de otros.

Escena 5:
En nuestra quinta escena el escritor argentino Julio Cortázar nos cuenta cómo la
vida se desarrolla en una tensión constante entre la soledad y el encuentro con
el otro:

https://www.youtube.com/watch?
v=5ng4zKNwUCk
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Estas palabras y acciones no solo se dan por interacción directa con las personas,
sino que en muchas ocasiones son mediadas por libros, historias, música, arte,
juego y lecturas. Un libro que nos impactó en un momento determinado de
nuestra vida, seguramente se tejerá profundamente en el relato de nuestra
biografía. Dependiendo de las vivencias propias de cada uno de nosotros,
podremos, por ejemplo, recordar a un docente que nos motivó y nos hizo amar la
danza o la música; de nuestros padres; de esa música que negábamos que nos
llegaría a gustar y que terminamos tarareando; o de la voz de nuestros abuelos
que incluso confundimos con la sensación de calidez de nuestros hogares hogar
y el sabor de sus historias.

En este punto caben preguntas como ¿Quién influyó en nuestros gustos


musicales? ¿Quién nos contagió su amor por la lectura? ¿Quiénes nos
contaban historias? Todas estas personas están asociadas a lugares y
momentos de nuestras vidas.

Pero también cabe otra reflexión importante en este punto. Se trata del hecho de
que quienes decidimos ser docentes o agentes educativas y educativos
tenemos un encuentro muy significativo con otros: nuestras y nuestros
estudiantes. Definitivamente, esto nos hace tener una comprensión de los seres
humanos muy diferente de otras personas con otros roles en la sociedad. Este
será un insumo indispensable para la construcción de nuestra autobiografía
docente. Para ello, podríamos centrarnos en preguntas como estas: ¿Por qué
decidí dedicarme a esta labor? ¿Cómo han impactado mis estudiantes en la
construcción de mi vida? ¿Cómo creo que los he impactado a ellos?

Los objetos

Tanto en nuestra casa, como en los recorridos que hacemos por la ciudad y el
campo, vamos acumulando objetos que nos recuerdan momentos, lugares y
personas específicas. Pensemos, por ejemplo, en los juguetes que nos
acompañaron en nuestra infancia, la manta con la que nos acunaron, el libro que
nos leían antes de dormir. Todos estos objetos son algo más que cosas, se
convierten en signos que evocan esos hitos que podemos considerar
trascendentes en nuestra biografía.
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Escena 6:
Víctor Vegas, escritor venezolano, por ejemplo, hace una valiosa reflexión sobre
las aceras de calles y avenidas en una ciudad, elemento que a veces bastante
intrascendente, pero que es importante, en niveles insospechados, dentro de
nuestra relación con el espacio

Nobleza de las aceras de Víctor Vegas


"Quizá nadie se haya detenido a pensar en el filantrópico servicio que prestan
las aceras. Esas criaturas grises y duras que viven eternamente tendidas tienen
una gigantesca capacidad para el sacrificio. Tanto es así que nunca hemos
escuchado sus quejas o insultos a pesar de que vivimos —tal vez con
demasiada frecuencia— pisoteándolas y derramando cuanta porquería existe
sobre su plana consistencia."

De una u otra manera, incluso objetos ignorados, como las aceras tienen
historias que contar. Preguntémonos qué cosas en nuestra casa podrían contar
una historia sobre nosotros, cómo las palabras y la memoria pueden habitar
también en los objetos y hacerlos hablar de alguna manera, como si se dotaran
de vida. ¿Cuál es el objeto de infancia que aún guardamos porque nos trae
recuerdos? ¿Cuáles eran nuestros juguetes favoritos? Estas y otras preguntas
nos hacen pensar en el poder evocador de los objetos como elementos
portadores de historias. ¿Y si proponemos un taller con las familias de las
niñas y niños que acompañamos en donde entre todos construyamos un
entrañable museo de objetos de la memoria?

La memoria

“La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados”


Jean Paul (escritor y humorista alemán).

Definitivamente todos los elementos que pueden dibujarse en una


autobiografía están mediados por uno esencial: la memoria. En el texto
biográfico la memoria histórica (aquella de los grandes acontecimientos); la
biográfica (aquella personal que nos involucra íntimamente) y la colectiva
(aquella que compartimos con miembros de la comunidad) se articulan en el
devenir cotidiano y hacen que seamos conscientes del tiempo, ya que traen al
presente lo ausente.
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A manera de cierre

La autobiografía es una oportunidad de reconocernos como creadores de una


historia digna de contar. A su vez, pretende ser un ejercicio de autorreflexión
que nos permita reconstruir nuestra memoria dándole un significado de
acuerdo con lo que somos. Como agentes educativas y educativos de niñas y
niños de primera infancia, la autobiografía docente puede ser una herramienta
importante para identificar nuestro rol como acompañantes del desarrollo y
cómo nos desempeñamos en este.

Así, nos propondremos construir a lo largo de este módulo, nuestras


autobiografías docentes. Como ya hemos mencionado antes, no hay una
forma particular de hacerla, ni un formato determinado, podemos hacer desde
un cuento breve hasta un relato; la podemos escribir o grabar mediante
audios, incluso, podemos plantearla como un ejercicio poético, el límite es
nuestra creatividad.
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Referencias
Arfuch, L. (2010). El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad
contemporánea. Fondo de Cultura Económica.

Arfuch, L. (2013). Memoria y autobiografía. Exploraciones en los límites.


Fondo de Cultura Económica.

Bachelard, G. (2020). Poética del espacio (3a ed.). (E. d. Champourcin,


trad.) Fondo de Cultura Económica.

Barthes, R. (2012). Introducción al análisis estructural de los relatos. En


Análisis estructural del relato (B. Dorriots, trad.), (pp. 7-38). Ediciones
Coyoacán.

Larrosa, J. (2003). La experiencia de la lectura. Estudios sobre literatura y


formación. Fondo de Cultura Económica.

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