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RNowstas esos En el contexto lingaistico hispanico si siendo necesario comenzar con una precis el uso de una lengua por sus hablantes es un hecho que corresponde a la esfera del «ser, a la comprobacién de que la lengua se habla de una manera o de varias. La norma en una len- gua, por cl contrario, corresponde a la esfera del deber ser, a la manera en que se juzga el uso es «correcto» 0 «incorrecto», «propio» o simpropio», «castizor, spurom, 0 «barbaro» 0 ssolecista». De ahi que ¢! significado equivoco de la palabra norma en la lingdfstica hispanica, segiin el cual toda manera habitual o comin de hablar es una «norma» ~a partir de las con- cepciones de Coseriu' debe quedar excluido de la comprension de este articulo (y ojala se excluyera de Ia terminologia lingiistica hispa- nica). El habla comiin o habitual de una comu- nidad lingiistica es un uso. Ese equivoco de la palabra norma ha provo- cado mucha confusidn en la consideracién de la normatividad en la lengua espafiola, que es uno de los temas centrales de la idea de la len- gua que se forman los pueblos hispanohablan- tes y que preocupa tanto a maestros de lengua, traductores, editores y medios de comunica- cidn, Las cuestiones de qué lengua ensefiar: el " Anaic ycrtqué ya ena concepeiin dela norma en Econ captede norman ingitee, Mexico, 1976. 18 NORMAS LINGUISTICAS: PLURALIDAD Y JERARQUIA Luis FERNANDO LARA EL Colegio le Mexico madrileiio o alguna variedad nacional hispano- americana, qué vocabulario utilizar en una ta duccidn, como lograr la comprensin en todas, las comunidades hispanicas de) mundo, son cuestiones que se oscurecen de tal manera por mevclar precisamente el uso con Ja normativi- dad, que originan una permanente queja y dan pie a respuestas ideoldgicas que dafian nuestra concepcién de la lengua espaiiola y las posibles soluciones a los problemas planteados. Este articulo tiene por objetivo tratar de aclarar csos problemas, que son reales, y qué pueden comprenderse de una manera mas adecuada a la realidad del espaiol contempo- raneo. - ‘Aunque no haya hasta ahora una definicién precisa de la clase de sisterna que ¢s una len- gua?, es necesario distinguir la manifestacion del sistema de su manifestacién normada. La fonologia de una lengua, por ejemplo, no tie ne cufio normativo, sino que es un fenémeno 7 Niel estructuralsmo ni el generative han logrado def rir qué clave de sstemas son ls Tengusas. Fl primero intent har ‘etlo de manera eviauea y a base de una concepcion permucativa,cuyo Gnico renultade fue el estalecimier Felaciones entre paradigm y sntagmna como tipo de estructura: segundo mediante I analogia con los lenguajes generativo: Dropuestos por la matemdtica, Las iterrogaciones que nos s+ fuen planteando las Ienguas demuestran que ambos exfvereos fo ha sido suficientes para reconocer especificamente qué elt Se de satemas son los que orgasizan ls lenguas. ipl Acad 11/908. ic Eepafot actuals smatural>*, La realizacién fonética de la fono- logia, en cambio, puede conllevar una norma- tividad, siempre que pueda servir a adjudicar valor a la pertenencia de un hablante aun dia- ecto geogréfico o social. Por ejemplo, la pro- nunciacién adclantada, palatalizada, de ta consonante velar fricativa sorda /x/ en el es- pafiol chileno es un uso, que caracteriza ese dialecto pero que no esta normado; en cam- , las diferencias de patrones entonaciona- les entre dos clases sociales chilenas estan so: cialmente normadas, pues sirven a la identificacién social de los hablantes chilenos, por la cual se valora a cada individuo. Las lla- madas «consonantes heridas» del espafiol yu- cateco (con evidente influencia del adstrato maya), por el contrario, s6lo identifican 2 los yucatecos frente a los demas hispanohablan- tes, pero no obedecen x normas, Precisamente Ia falta de claridad sobre estas distinciones es Ja que parece estar en la base del concepto cor seriano € hispanico de »norma» que he criti cado. En el ambito de la gramitica, la conjuga cin regular de Ios verbos, e incluso la irregue lar no son siempre fendmenos normativos, sino manifestaciones de la lengua histérica. Por ejemplo, cuando padres y maestros corri- gen a sus hijos 0 a sus alumnos, lo hacen unas veces para introducir formas anémalas de la lengua historia, como cuando explican «no se dice venv, sino vengos; pero otras para climinar usos normativamente incorrectos: «No se dice haciga, no se dice cabo, no se dice rompidos. La correccién de la simplificacién de la subordi- nacién circunstancial «Fue entonces gue me di cuentas, 0 «Es asi quese debe hacer» por «Fue entonces cuando me di cuentas y «Es asi comose debe hacer» es un claro fendmeno normative del espaiiol contemporaneo, procedente de la gramatica de la lengua literaria. Aunque estas distinciones parecen demasi do sutites, corresponden tanto a la realidad de lay que tener cuidaddo cow este eatifieatiog: In satura ‘lads de una lengua no es la 6c un =buen salvaje ajene ‘completo ala vida Social y ata accion de los demas sre ss ‘comportamienios La lingiiiea aglonnericaa lend ani ser “ambas ditiensiones del to de una eng en prticular isd ‘4 descarar por complet el papel de lt norm en los 0 ei ese as lenguas. De exaceguera prostene fa imperil para tpeosamiento chomsiyane de planar diferentes eran te la lengus en los hablantes y de dstinguir a ntervencin de nor mas en sus propos icon de gramtanenb dad. 4 Jos usos del espaiiol contempordneo como a sus diferentes realidades normativas NORMAS Y VALORES Las normas son siempre los instrumentos con los que se da realidad concreta a valores sociales. Y son valores sociales todas aquellas ideas, todas las aspiraciones, todos los compor~ tamientos que una sociedad juzga buenos o convenientes para su conservacién, para su manera de vivir 0 para convivir consigo misina © con otras sociedades. Si se considera Ia historia de la lengua espa- fiola me parece que puede notarse la existen cia de dos valores fundamentales a lo largo de cerca de mil aiios: el de la unidad de la lengua, orientado al entendimiento mutuo de todas las sociedades hispanohablantes y el de su raiz po- jnilar. El primero puede haber nacido de la ne- cesidad practica de Fernando III el Santo, con- tinuada por Alfonso X el Sabio, entre los siglos Xill y XIV, de unificar ef discurso legal e histéri co de las regiones conquistadas por Cast los arabes, para facilitar sus reinados. El segun- do, probablemente, del contacto que siempre hubo entre los sefiores castellanos y sus pue blos, que no dio lugar a un feudalismo como os de Francia o Alemania, ni a una separacién tajante entre las dos clases. Quiz a eso se deba Ja ventaja que hoy tenemos los hispanohablan- tes, de poder leer €] Mester de Clerecia, el poe- ma del Cid 0 et Libro de buen amor sin requerir cursos universitarios para poderlo hacer (aun que si un buen diccionario histérico), a dife- rencia de lo que sucede con las muy diferentes etapas de las historias del francés, del inglés 0 del aleman: y quia también se deba a eso que €l Quijote, obra simbélica de Ja literatura espa fiola, tenga por tema y sentido la vida de un hi- dalgo pobre, y culto, en un pueblo manchego analfabeta y sabio. Sea por los motivos que sea, los valores de la unidad de la lengua y de la lengua popular se manifiestan en todas las culuuras hispanicas contemporaneas. Una por una se reconocen a sf mismas y entre ellas en su diversidad popular, pero una por una buscan conservar una capaci- dad de mutuo entendimiento que tasciende no digamos las fronteras, que son artificiales, sino sus propios sentidos de identidad (pense Norma lngisticas: plurelided y jerarquiA mos en México, que quiz es la cultura en don. de este sentido se ha destrrollado mas er mente) Junto con esas dos valores, se puede encer las comunidades hispanohablan: at Mésico, sin duida, su origen ideoldy la culture mesoamericana precortesiana da lugar al valor de lo amerindio, aunque sole mente se manifiesic en tn esico ¥ una toponi: mia queridos y persistentemente defendidos! rar otros © Varonts pnoLociy Los valores pueden interpretare con ideo: jas. es deceit, puede tejerse con ellos explica: les de la realidad, orientadas a ke conserwicidn de situaciones que resultan con. Jes para un grupo social. El valor de la unidadl de ka lengua, por las circunstancias his Loricas de su nacimiento, quedé articulade al predominio politico de Castilla y al imperio desde tan temprano, que ya Nebrija pudo for- mularlo en el famoso prélogo a su Gradtica de ta lengua eastellana en 1492. Pero ademas de ar ticularse con el predominio politica de Cast Us, lo hizo con la corte, y con las ciudades se- des de Ta corte. Hay que notar cémo Juan de Valdés, en su Didlogu de da lengua, de 1833, 80 distancia de Nebrija por ser éte andaluz y no castellano. Como electo del esfuerzo espanol por valorar el castellano como su lengua na cional (fendmeno paralelo a los correspon: dientes en Malia y en Francia), la Academia de la lengua, con el espaldarazo real, se convittis en Ia institucidn garante de la unidad de la len- gua castellana desde 1713. E| habla popular, por su lado, ya era objeto precio desde las primeras obras literarias castellanas, Desde el Arcipreste de Hita, pasan- do por Fernando de Rojas hasta Cervantes, él habla popular castellana destaca entre los inte- reses de escritores y lectores; el mismo Juan de Valdés acude a ella para zanjar discusiones so- bre la correccién de la lengua, cuando no tie- ne a su disposicién obras que le sirvan de auto- ridad. La Academia no se niega a ella en su primer diccionario, el que Hamamos de Autori- Al respect, ff mi Lu euestign dé la norma en el Diecs ‘nario del Expaol de Meascos, en Dimensiones dre lenvogafia. A ‘propio el Dironaro del Espatl de Masco, México, El CaleRis fe Ménico, 1990. ddes probablemente desele 1780, muy al reves de lo que hicieron los diccionarios de la Acade- mia cle la Gruusea y la Academia Francesa. El ha bla popular past a convertirse en parte de una Jdcologia no vanto en la Peni America, precisamente como reaccion a fa in- terpres ion Metropolitana de La unidael de la Jenpua y para poder valorar la diversidad lis El valor de la unidad ce la lengua tiene dos ex racieristicas ms: por un kado, es un walor freon, esdecir, claboraclo como parte del esfuerzo expa iil por elevar st lengua al rango de! latin elisico,, tal como lo imaginaba el llamado shwmanismo ulgar» de los siglos SV y SM; por el otro, es un ae Tor gue se reconoce en la evrrtuns no en la oral dad. La unidad de la lengua se manifesta, por lo tanto, en la lengua literaria escrita El valor del habla popular, en cambio, se de- finié como findamento de La legitimidad de ta lengua literaria, pero siempre a partir de los autores (escritores) cuyo uso literario se apre- ciara, no sobre la base de un reconocimiento, fiel de las caracteristicas del habla popular (ana idea impensable en los siglos anteriores al XX y, todavia hoy, mediada por el arte. Por ejemplo: Juan Rulfo no reproduce los sos ja liscienses del espaiol, sino que los elabora es téticamente) Como valor de Ja lengua literaria, la unidad de la lengua se fandamenté en sus awtoridades, ¢s decir, en las obras que, a juicio del pablico literati espanol y de la Real Academia lustran y enriquecen Ia lengua espafola. El destiza- miento de la autoridad asi entendida (la aucto- riras latina) a los autores, y de alli a fa autori- dad de Ia Academia ¢s un resultado ideoligico bastante comprensible, si se considera lo que sucede cuando se encarga la conservacién de Jos valores idiomaticos a un cuerpo de eruditos* Sélo con esa base pudo la Academia proceder, primero, a fijar las reglas ortograficas; después, las gramaticales; y siempre, la medida de acep- tacién de los vocablos en su diccionario. La fi- Jaci6n de reglas y la aceptacién de vocablos son ya efectos normativos det valor de la unidad de la lengua, Cuando la Academia formula las normas ortograficas y gramaticales, establece normas prescriptivas. Clr. mi Teoria del diconario monaling, eapltalo primero para un explicacion exteusa de este proceso. Pero el valor de la unidad de la lengua tam- bién procede de un consenso social, definido por la necesidad de entenderse los miembros de la comunidad lingiistica, que no necesaria- mente ha de interpretarse desde una ideologia como la que dio lugar a la Academia de la len- gua, Las normas que concretan este valor, que se producen en el seno de la sociedad, son de mis dificil reconocimiento, pero de mayor po- der, Estas son normas no prescriptivas, muchas veces implicitas en el comportamiento de las sociedades, Que existen estas normas lo prue- ba la casi total intcligibilidad de la literatura hispanica, tanto antigua como contempora nea, que Tara vez se acoge del todo a las pres cripciones académicas; la relativa inteligibili- dad de la prensa escrita en América y Espa la calidad de buena parte de las uaducciones de otras lenguas al espafol. Cuando eso no s cede (como hay casos) es porque a) se consicie- ran normativamente hechos del sistema del uso, que por naturaleza no son normativos; b) se aplican normas prescriptivas de alcance li- mitado, porque se juzga, por ejemplo, que silo Ia normatividad académica es aplicable, 0 ¢) porque los periodistas, los maestros de lengua © los traductores conocen deficientemente la lengua espafiola. Un ejemplo de errénea con- sideracién normativa de hechos de sistema es la idea que algunas veces se oye en Espafia, de que los hispanoamericanos, seseantes, debiéra- mos csforzarnos por aprender la distincion en- tre /8/ y /s/, a Ja que alguna vez don Ramon Menéndez Pidal Hamé wetimolégica». La inc xistencia en el espaiiol americano del fonema interdental fricativo sordo upuesto a /s/ es una de las principales caracteristicas unitarias del espaiiol en América, y la que lo liga con el andaluz occidental; no se trata de una oposi- cidn setimolégican frente a un seseo que no lo sca, sino que es una de las dos soluciones evo- tutivas del espaitol histérico. Es, por ello, un hecho del diasistema del espaol americano, manifiesto en diferentes usos, no una cuestion normativa, Normar la ensefianza del espanol a exuranjeros, 0 pretender «reeducare a los his panoamericanos sin reconocer la existencia de 50s dos grandes dialectos del espaiiol es tratar de convertir hechos en normas’. " Hlubo épocas, Ho lei smericanen efeci en fa fonclogia pe tales, como el des 0 gue €8 Narn pues hip smente $e Walaa te ecu wt habantes ee as temas prasnat Peniaslar ee conjagacion vera, que Espafol actual Como ejemplos de la aplicacién de normas prescriptivas de alcance limitado se puede dar dos casos de origenes diferentes. El primero es el del uso del pronombre masculino de tercera persona de objeto directo, que tiene dos uses diferentes en la Peninsula y én Hispanoaméri- ca: en la Peninsula predomina «Le visité ayers, «Mucho gusto en conocerle, en tanto que en Hispanoamérica y parte de Espaita (Andalucia particularmente) se ha dicho histéricamente: «Lo visité ayers, «Mucho gusto en conocerlo». Olvidemos la raigambre etimolégica del uso hispanoamericano (que sin embargo es un ar- gumento importante de su valoraciGn): se wata de dos uses. A pesar de tratarse de usos, la Aca demia recomienda normativamente el etimo- logico ¢ hispanoamericano, segiin asienta Seco en su Diccionario de dudas y dificultades de la ten- gua espariola (ed. 1998). El Libro de estilo de Et Pais (ed. 1990) dice: «La utilizacién de lepor lo en funcién de complemento directo masculino no ¢s incorrecta, ya que se trata de la férmula mas extendida en la mitad norte de Espaia: Es decir, la Academia y El Pats slo reconocen los dos usos normativamente, y por eso se ven obligados a aducir, la primera, un recuento de usos de escritores peninsulares; el segundo, una sospecha previa de incorreccién. El funda- mento de la sospecha de incorreccién es la cer cania etimolégica del uso hispanoamericano y andaluz (0 «espaol atlintico», como pre- fieren decirlo algunos fil6logos). Puesto que la etimologia ha sido tradicionalmente un instru mento para imponer normas prescriptivas, la Academia se ve forzada a recomendar el uso. andaluz-hispanoamericano sobre la realidad del uso actual peninsular; en cambio, para Mae nuel Seco 0 para El Pais serdn el uso literario castellano o se] uso mas extendicio en a mitad norte de Espaita» los argumentos de‘la correc- cién de este particular «leismo- peninsular. Pero no es el uso como tal, medido en cantidad de escritores o de ocurrencias en los textos, el que define la correccién peninsular: para poder Jo sostencr normativamente haba que buse si hay una norma implicita cn ese uso, mani- fiesta en la enseianza escolar, o en la corree- UWene el pranombre woutory La ermine an sens persona dt pra tual de actores hispansones pareciendo, derrotados precisuiente par los uw correspon dientes a 10s sistemas hingivicos hispanoamerteanin, wea ru ni puede veneer a4 hecho stein, sn sucesin co la Tales teste cidn de estilo en esas regiones peninsulares. decir, sera porque las comunidades hispanohie Dlantes castellanas hayan Hegado a valorar st uso, no porque todo uso se voela aulonnatica: mente norma. Imponer normativamente el uso hispanoamericano a la mitad norte de Es patia con una coartada etimoligica, 0 el ust de esa mitad norte al resto de la lengua espaiola 8 lo que resulta aberrante: es aberrante la in- wroduccién de este «leismo» peninsular en las cadenas mexicanas de television, por ejemplo. Tal idea solamente puede provenir de ka persis: tencia de una idea de Ia correccién exclusiva ¥ estrecha. Cualqutier hispanoamericano acepta este sleismo» peninsular en los hablantes pe ninsulares, sin censtirarlo, pero se opone a st mposicién normativa en contra de su propio so. Puede servir como segundo caso de 1a apli cacion de normas prescriptivas de aleance lin tado el de la equis de Méxica: Ia evolucién histé- rica de las sibilantes castellanas, entre las que todavia cuando se conqnisté América habia un fonema 73/, escrito con equis (México, Quixo. te), dio lugar a la aparicin del fonema velar fricative sordo /x/ escrito con jota. La Acade mia, por esa razén lingiistica, norma la escri tura del nombre de Mico con jota y apenas en ediciones recientes de su diccionario acepta la escritura de México v mexicano con equis, aun- que de manera secundaria (remite a las entra- das con jota). Para los mexicanos, en cambio, la reposicién de la letra equis en el nombre del pais responde al valor ideolégico del indigenis- mo. En efecto, la equis de su nombre transcri- be su pronunciacion originaria en nahuall /méico/. La norma explicita mexicana, en ‘este caso, se contrapone con la académica?. En este pequeiio conflicto entre la sociedad mexi- cana y la imposicién académica, predomina para los mexicanos la propia norma, y nos leva a exigirla a los demés hispanobablantes. Una norma explicita mexicana, de caracter ideolé- gico, se enfrenta con una norma lingiistica- mente justificada pero estrechamente acadé- mica. * Estan explicta ests norma menicana dela reposiciin de la

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