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Sotelo, gracias K.

Cross & Botton


Daddy’s Boss
AR TABOO

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Daddy’s Boss
Ella fue dada al jefe... pero papi tiene que mirar.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 1
LACY

Me bajo del autobús, contenta de que sea la última vez que tenga
que utilizarlo. Soy la única estudiante de último curso de mi instituto
que viaja en autobús porque mi padre no me deja conducir ni que me
lleve una amiga. No es que tenga amigas a las que pueda pedírselo. Es
difícil estar con un grupo de amigas cuando no puedes quedar ni
enviarte mensajes de texto.
Mis padres son muy estrictos y no lo entiendo. Tengo dieciocho
años, y estaba segura de que cuando cumpliera años la semana
pasada las cosas cambiarían para mejor. Pero no. Rogué y supliqué
que al menos me dieran un teléfono, pero me dijeron que no. Si quería
uno tendría que comprármelo yo. Puede que sea adulta, pero sigo
viviendo bajo el techo de mi padre, lo que significa que él manda en
nuestra casa y en mi vida.
Lo odio.
Estaría más que feliz de conseguir un trabajo si eso me sacara
de esta casa. Cuando le dije que lo conseguiría, me dijo que lo
pensaría. Ahora empiezo a sentirme atrapada sin salida. ¿Puede
alguien huir a mi edad? No tengo adónde ir y odio la desesperanza que
me invade.
Con cómo me siento, me pregunto cómo lo hace mi madre. A ella
también la tiene bien atada. Se ha convertido en un robot, pero
supongo que siempre ha sido así. Intento buscar en mi mente
recuerdos de mi infancia mientras me dirijo hacia la casa.
Cuando veo un todoterreno negro estacionado en la acera, me
pregunto si habrá alguien de visita. Estoy segura de que mi padre sabe
que está aquí porque siempre es muy paranoico. Tiene cámaras por
todo el exterior de la casa. Demonios, no me sorprendería que
estuvieran adentro también.

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No sé muy bien a qué se dedica mi padre en el trabajo, pero se
pasa el día en su oficina y a menudo sale después de cenar, cosa que
agradezco. La mayoría de las noches lo oigo llegar borracho a casa,
pero nunca entenderé por qué a mamá le da tan igual. No creo que me
gustara que mi esposo saliera la mayoría de las noches y volviera a
casa borracho sin tener ni idea de dónde o con quién ha estado.
Lo peor es cuando escucho que los dos se pelean después de que
él llega a casa, y no me refiero a pelear. Por suerte, nunca dura más
de un minuto o dos, y normalmente puedo ignorarlo.
Me detengo al llegar al todoterreno y echo un vistazo al interior.
Todas las ventanillas están oscurecidas, así que no sé si hay alguien
adentro, pero veo que está en marcha. En ese momento baja la
ventanilla trasera y aparece el hombre más guapo que he visto en mi
vida.
—Lacy. — Sonríe.
— ¿Sabes cómo me llamo?— chillo sorprendida.
— ¿Qué haces, chica? Entra en casa. — Me doy la vuelta y veo a
mi padre en el porche. —Deja en paz a Corano.
—Es señor Corano para ti, John. — dice el hombre, y me quedo
un poco sorprendida. Nunca había visto ni oído a nadie corregir a mi
padre. Eso solo hace que este tal Corano esté más caliente de lo que
ya está.
La mandíbula de mi padre se tensa como siempre que está
molesto. —Lo siento, señor. Lacy, entra en casa. — vuelve a ordenar.
Esta vez no me muevo porque siento los pies atascados.
—Ve. — me anima Corano, y empiezo a alejarme de él. Preferiría
quedarme mirando al guapo, pero está claro que quiere que me vaya.
Subo a toda prisa las escaleras del porche y mi padre me sisea:
—A tu cuarto y no salgas hasta que mande a tu madre a recogerte
para cenar.
— ¿Qué vamos a cenar?— pregunto, pero me entretengo.
Miro por encima del hombro y veo que Corano ha salido del
todoterreno y se acerca a nosotros por la acera. Me di cuenta de que
era un hombre grande cuando estaba dentro del coche, pero es mucho

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más grande de lo que pensaba. No creo haber visto a nadie de su
complexión.
No es grande como mi padre, al que le cuelga la barriga por
encima de los pantalones y los botones de las camisas siempre le
aprietan. Mi padre tampoco es alto. Este Corano se acerca fácilmente
a los dos metros, y aunque es corpulento, el traje le queda perfecto.
—Entra. — me dice mi padre de nuevo, y entro corriendo en casa
y subo las escaleras hasta mi dormitorio.
Todo el tiempo me pregunto quién es Corano y si se va a quedar.
Nunca tenemos invitados a cenar. Mi papá a veces invita a gente, pero
se quedan en su oficina y, la mayoría de las veces, tengo que quedarme
en mi habitación. Empiezo a pensar que soy una vergüenza para él. El
último año ha empeorado con lo de tenerme encerrada en casa.
Me miro en el espejo de cuerpo entero que hay en la puerta del
armario y doy gracias por no tener que llevar el uniforme del colegio.
En el último año, por fin me han salido las tetas, así que el polo me
queda ceñido al pecho. ¿Me han salido las tetas o he engordado?
Mucha de mi ropa ya no me queda bien, lo que hace que la
cintura de mi falda sea más alta. Por suerte, es algo elástica, pero
antes me llegaba por encima de las rodillas y ahora me llega a medio
muslo. Mi estatura no ha cambiado, así que tiene que ser el aumento
de peso, ya que mis caderas también están más llenas.
Me giro hacia el espejo y me levanto la falda para dejar al
descubierto mis sencillas bragas blancas. Son sencillas, y me
pregunto si seré así siempre. Atrapada en este dormitorio, con mi ropa
sencilla, una vida aburrida y nada que esperar.
—Lacy. — Me bajo la falda al oír la voz de mi madre, y un
segundo después abre la puerta de mi habitación. —Es hora de cenar.
— ¿Ahora?— Miro el reloj de la mesita de noche y veo que no es
la hora de cenar. No es que me queje.
Últimamente mis padres están muy pendientes de lo que como.
Probablemente esa sea la respuesta a mi pregunta. Debo de haber
engordado un poco desde que me han reducido todas las comidas y
he tenido que picar algo a escondidas. Por suerte, puedo conseguir
cualquier cosa del comedor o de la máquina expendedora con mi

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tarjeta de estudiante. Nunca mencionan cuánto gasto y no parece
haber un límite. Pero ahora que se acaban las clases, tendré que
racionar.
—Sí, baja ahora.
— ¿Puedo cambiarme?— todavía llevo el uniforme.
—Tu padre dice que tienes que venir ahora mismo.
—De acuerdo. — Me abre la puerta y salgo.
Cuando llego al último escalón, veo que la puerta del despacho
de mi padre está abierta, pero no hay nadie adentro. Recorro el pasillo
y me detengo en el comedor, donde están sentados mi padre y el señor
Corano.
—Lacy. — La voz de mi padre es tensa. —Quiero presentarte al
señor Corano. — El señor Corano se levanta y me ofrece la mano.
—Puedes llamarme Corano por ahora.
¿Por ahora? Le tomo la mano, esperando estrechársela, pero
acaba enganchándome por la muñeca y tirando de mí hacia él. Gruñe
cuando mi cuerpo choca con el suyo. Siento un calor intenso. Aunque
disfruto de la sensación del enorme cuerpo de Corano contra el mío,
intento retroceder, sabiendo que estoy a punto de meterme en un buen
problema.
—No te escaparás de mí ahora. — me dice mientras se inclina
para susurrarme al oído: —He estado esperando esto. Hace un año
que te vi por primera vez.
Me clava los dientes en el cuello y suelto un pequeño grito
ahogado. El dolor se dispara entre mis muslos y el calor se apodera de
mi estómago. Mis dedos se clavan en la parte delantera de su camisa
mientras mi cuerpo experimenta un cúmulo de sensaciones y
emociones.
— ¿Padre?— No tengo ni idea de lo que está pasando ahora, pero
es Corano quien responde.
—Ahora soy tu papi. — Corano levanta la cabeza y sus ojos
oscuros se encuentran con los míos. La intensidad y el hambre que
veo en ellos hacen que se me corte la respiración.

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— ¿Bebidas? — pregunta mi madre al entrar en el comedor,
ajena a lo que está pasando. Deja sobre la mesa la Coca-Cola y el
whisky normales de mi padre.
—Tomará leche con la cena. — le informa Corano a mi madre, y
ella asiente y sale de la habitación sin decir una palabra sobre Corano
abrazándome contra su cuerpo.
Algo duro me oprime el estómago.
—No entiendo qué está pasando. — susurro.
—Lo que pasa, pequeña, es que tu padre se ha metido en un
problema y ahora no puede pagar sus deudas. — Miro a mi padre, que
nos mira fijamente. Los dedos ásperos de Corano se deslizan por
detrás de mí muslo y se meten bajo mi falda. Espero que mi padre diga
algo, pero no lo hace. En lugar de eso, observa la mano de Corano y
luego se relame los labios.
— ¿Cuánto te debe?— Gimo mientras los dedos de Corano me
agarran las nalgas y luego se clavan en mí.
—Unos cuantos millones. — dice, y jadeo. ¿Unos cuantos
millones?
— ¿Qué tiene eso que ver conmigo? —La pregunta se me escapa
de la boca, pero creo que ya lo sé.
—Tiene todo que ver contigo, pequeña. Eres la única garantía
que tiene.
— ¿Yo?
—Eres virgen, ¿verdad? — Mi cara se acalora, pero asiento. —Te
has portado muy bien el último año, pero lo confirmaré por mí mismo.
Antes de que pueda preguntarle cómo lo va a hacer, me levanta
de los pies y me coloca sobre la mesa del comedor. Me tumba y veo
con los ojos muy abiertos cómo me levanta la falda y me baja las
bragas por las piernas. Jadeo cuando me separa los muslos y, cuando
intento cerrarlos, me golpea la parte exterior de uno de ellos.
—Pórtate bien. No quiero tener que castigarte. — El escozor en
el lugar donde me ha golpeado me hace palpitar el sexo y dejo que mis

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muslos se abran para él. —Mira qué linda estás. —Me pasa el dedo
por la costura de mi sexo desnudo.
—Mamá dice que tengo que mantenerme depilada. Que se
supone que las chicas deben hacerlo. — Su dedo se detiene sobre el
pequeño manojo de nervios que palpita casi dolorosamente.
Siento los ojos de mi padre clavados en mí mientras suelto un
gemido. Cuando empieza a acariciarme, me siento tan bien porque sus
dedos ásperos son diferentes de los míos. He intentado jugar conmigo
misma antes, pero nunca conseguí lo que mi cuerpo anhelaba. Puede
que los dedos de Corano lo consigan, porque son tan gruesos y ásperos
como el resto de su cuerpo. Me asomo y veo que mi padre sigue
mirándonos sin decir nada.
Sus ojos miran hacia donde Corano me está tocando, y tiene la
misma mirada acalorada que Corano. Mi padre suda como si hubiera
hecho ejercicio.
Un cálido escalofrío me recorre el vientre y miro a Corano cuando
su dedo deja de moverse. Mis caderas empiezan a levantarse, pero él
las agarra para impedir que vuelva a hacerlo.
—Estate quieta y déjame comprobarlo. — Es entonces cuando
siento que me aprieta con fuerza.
— ¿Y si no soy virgen? — No sé por qué pregunto, porque lo soy.
—Entonces tu padre perderá algo más que a su hija esta noche.
La presión se hace más fuerte y siento un pequeño pellizco. Soy
virgen, y creo que ahora Corano lo ha confirmado por sí mismo. Me
cuesta no mover las caderas, pero no quiero meterme en problemas.
Soy una buena chica y siempre sigo las reglas.
—Es tu día de suerte, John. Tu hija acaba de salvarte la vida.

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Capítulo 2
CORANO

— ¿Alguna vez la has visto correrse?— Le pregunto a John, que


rápidamente niega. —Mentiroso. —Sus ojos se clavan en los míos y
señalo con la cabeza la cámara de la esquina. —Apuesto a que tienes
una en su habitación.
—Es solo por seguridad. — dice y luego coge su servilleta para
secarse un poco el sudor de la cara.
—No te preocupes, te dejaré mirar. — Va a tener un asiento en
primera fila para lo que nunca tendrá. Yo también he estado mirando
la cámara de su habitación. No solo para vigilarla a ella, sino para
asegurarme de que John no intentaba quitarme lo que sabía que iba
a ser mío. Me siento entre las piernas de Lacy. Le subo las rodillas y
deslizo su culo hasta el borde de la mesa. —Qué chica más hermosa
eres.
— ¿Qu-qué pasa ahora?— A Lacy le tiembla la voz mientras me
mira entre las piernas y luego a su padre.
—Ahora voy a dejar que tu padre mire mientras te como el coño.
— Me encojo de hombros mientras me aflojo la corbata. —Y luego que
se quede con sus celos porque ahora es mío. — Gime mientras me
inclino hacia delante y paso la lengua por sus labios rosados. —Joder,
ella sabe bien.
—Ya basta. — dice John, pero le echo un vistazo y no puede
apartar los ojos de Lacy.
—Apuesto a que estabas esperando tú turno. — Le chupo el
clítoris y su espalda se inclina sobre la mesa. — ¿Una virgen golosa?
Vaya, vaya, qué delicia.
—Sr. Corano. — dice John, pero lo ignoro mientras lamo
descuidadamente su dulce coñito.

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Cuando le meto dos dedos y grita, le chupo el clítoris para aliviar
el dolor. Ahora tiene las piernas abiertas al máximo, y está sola. Quiere
que la coma hasta correrse y lo hago encantado.
Durante un año he estado obsesionado con Lacy. No solo para
cobrarla como deuda, sino para hacerla mía para siempre. La hija de
John era el precio de su libertad, y cuando le dije que me la llevaba,
aceptó. Eso fue lo único que le impidió follársela por su cuenta. Sabía
que la quería intacta, así que mantuvo su polla fuera de ella. Vi cada
noche como su deuda subía más y más hasta que no tuvo otra opción.
Una vez, incluso le hice traerme un par de sus bragas sucias
para poder respirar su coño mientras me masturbaba. Esta chica
inocente ha sido mi juego final todo el tiempo, y ahora voy a tomarme
mi tiempo.
—Tan jodidamente apretado. — Gimo mientras uso la otra mano
para agarrarla por la cadera y sujetarla.
Mi lengua se sumerge entre los labios de su coño una y otra vez,
y Lacy respira agitadamente. Cuando le cubro el clítoris y chupo, eso
es todo lo que necesita para llegar al límite.
—Jesús. — oigo susurrar a John mientras Lacy se tensa y grita.
Se corre de una forma tan bonita que el rubor le recorre todo el
cuerpo, y siento cómo una oleada de liberación cubre mis dedos. Lo
lamo y, cuando saco los dedos, también los lamo. Está sucia y mojada,
pero sonrío mientras la siento y reclamo su boca con un beso.
Mi lengua empuja sus labios, y gime cuando saborea su
liberación en mí. La agarro por la cintura y la bajo de la mesa para
que se siente a mi lado. Está muy caliente y algunos pelos de la cara
se le pegan a la mejilla antes de que los aparte.
—Lo has hecho muy bien. — le digo mientras me inclino hacia
delante y le beso la frente. Joder, es perfecta. No puedo culpar a su
padre por su obsesión con ella. No se parece a nada en este mundo.
— ¡Aquí vamos! — anuncia su madre mientras entra en la
habitación y deja las bebidas sobre la mesa.
Veo cómo pone un vaso de leche delante de Lacy, que bebe un
trago y luego me mira por encima del vaso.

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—Gracias. — susurra, y estoy segura de que se dirige a mí y no
a su madre.
John se aclara la garganta y veo que ahora también le suda el
labio superior. Respira entrecortadamente mientras se lo limpia y mira
a su esposa. —La cena. — le ladra, y ella sonríe alegremente antes de
salir del comedor.
—Acabemos con esto. — dice antes de apartar rápidamente la
mirada de Lacy. —Puedes cenar y luego llevártela contigo.
— ¿Me estás diciendo lo que tengo que hacer? — Mi voz es fría
como el hielo, y me sorprendo cuando siento la mano de Lacy en mi
muslo.
—No, en absoluto. — se apresura a decir John. —Solo quiero
decir que esto no es necesario.
Soy el jefe de la familia del crimen organizado de esta ciudad y,
con un chasquido de dedos, veinte hombres entrarían corriendo en
esta habitación y le arrancarían la cabeza si me diera la gana. Tiene
suerte de que le permita respirar el mismo aire que mi chica.
Pongo la mano sobre la de Lacy y le doy un pequeño apretón. —
Oh, pero creo que sí. Creo que has olvidado la posición en la que estás,
y voy a recordarte que nada está fuera de mi alcance.
Tomando la mano de Lacy, la muevo entre mis piernas para que
pueda sentir lo duro que estoy. Su respiración se entrecorta y sonrío
a John mientras empiezo a desabrocharme el cinturón.
—Y así siempre recordarás quién manda.

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Capítulo 3
CORANO

—Ven aquí y ponte a horcajadas sobre mí, pequeña. — le digo a


Lacy y le toco la mejilla. Me mira mientras me saco la polla y me la
acaricio un par de veces. Sin dudarlo, se levanta, y la giro para que
mire a su padre mientras abre las piernas sobre las mías. —Eso es,
buena chica.
Mi polla está tan dura que apunta a su coño y se esfuerza por
entrar. Guío suavemente sus caderas hasta que se cierne sobre la
cabeza roma, y veo que el semen ya está saliendo y rodando por mi
polla.
—Joder, su coño adolescente va a ser tan fácil de embarazar. —
digo, y oigo a John ahogarse.
La cálida y húmeda abertura de su raja se desliza sobre mi punta
y penetro en su coño virgen. Centímetro a centímetro, ella baja y luego
sube. Miro a John mientras ella sube y baja lentamente por mi polla,
intentando tragársela toda.
—Supongo que soy demasiado grande para ella. — le digo a
John, y su puño está tan apretado que veo el blanco de sus nudillos.
—Lo aceptaré. — susurra Lacy, y le froto la espalda.
—Sé que lo harás, pequeña. Eres mi buena chica. —hace lo que
promete y se desliza aún más abajo. —Justo ahí, nena. Haz estallar
tu cereza en la polla de papi.
Lacy se desliza hasta el fondo de mi polla de un solo golpe y grita.
Mi polla se tensa en los confines de su apretado agujerito y la rodeo
con los brazos. Mis dedos se mueven entre sus labios y rodean su
clítoris para intentar aliviar el dolor, pero saber que mi polla es la
primera que ha tenido hace que empiece a gotear más semen.

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—He preparado unas cuantas cosas para que las probemos. —
dice la madre de Lacy cuando vuelve a entrar con una bandeja de
comida como si todo fuera perfectamente normal.
John aprovecha para beberse la copa de un trago y se la vuelve
a pasar. —Otra. — le ordena, y ella parpadea antes de asentir.
—Por supuesto, querido. —Nos mira a Lacy, a mí y a mi copa
casi vacía. — ¿Le traigo otra, señor Corano?
—Sí, por favor. — digo, y aunque la falda de Lacy tapa lo que
estamos haciendo, la agarro de las caderas y la balanceo un poco. No
puedo evitar follarme a su niña delante de su padre. Quiero que sepa
que ahora es mía.
—Ahora. — dice John con los dientes apretados. —Y baja a la
bodega y trae una botella. El merlot.
—Enseguida. — accede y sale enérgicamente de la habitación.
Lacy se inclina un poco sobre la mesa y se agarra al borde
mientras empiezo a estrecharla contra mí. John respira agitadamente
mientras se limpia el labio inferior para quitarse la baba.
—Inclínate un poco más, nena. Quiero llegar hasta el fondo.
—Sí, papi. — dice, y sonrío de oreja a oreja mientras me levanto
y le pongo una mano en el hombro para mantenerla sujeta a la mesa.
—Oh, eso es algo con lo que he estado soñando. — Miro a John. —
¿Lo has oído? Me ha llamado papi.
Empujo con fuerza y Lacy gime, así que lo hago otra vez. John
deja de fingir que no le afecta y se queda mirando cómo mi polla entra
y sale de su hija.
—Joder, toma la polla como una princesa. — gimo, y por el
rabillo del ojo veo la mano de John moverse bajo la mesa.
Inclinándome sobre Lacy, acerco mis labios a su oreja.
—Míralo. — digo mientras empiezo a follármela con más fuerza.
—No puede soportar que no sea él quien te haga esto.
Su coño se aprieta a mí alrededor mientras el brazo de John
empieza a sacudirse arriba y abajo en un rápido movimiento caótico.

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Está gruñendo mientras se masturba bajo la mesa, y yo sonrío
mientras sigo follándome a su hija.
— ¿Te pondría más duro si te dijera que a ella le gusta que nos
mires? — Le digo a John, pero me ignora. —Ahora mismo está
jodidamente empapada.
—Papi, me hormiguea. — dice Lacy y vuelve a empujar contra
mí.
—Claro que sí. No pasa nada si te gusta cuando estoy dentro de
ti y él está mirando. — El sonido de las bofetadas pegajosas resuena
en la habitación mientras sigo follando su pequeño y fresco agujero.
—Quizá volvamos a hacer esto cuando te traiga a casa por Navidad.
Para entonces, te enseñaré a chupar una polla, y él podrá ver lo bien
que se te da.
—Por favor. — Gime y abre más las piernas.
Alcanzo su cadera, juego con su clítoris, y está tan jodidamente
húmedo. Un par de deslizamientos de mi dedo sobre la perla, y ella
grita más fuerte que nunca. Toco fondo dentro de ella y dejo que mi
propia liberación tome el control. Es entonces cuando mi polla se
hincha y bombeo una gran cantidad de semen dentro de ella.
—Lacy. — gime John, y su mano se ralentiza.
Mientras su coño palpita alrededor de mi polla, le susurro al
oído: —Mira eso, nena. Has hecho que se corra encima.
John coge una servilleta de la mesa y empieza a limpiarse como
si nada hubiera pasado. Empujo una última vez, amando la sensación
de estar enterrado dentro de ella. Me duele cuando tengo que salir,
pero sé que no será por mucho tiempo. Esta noche voy a penetrarla
una y otra vez. Tanto que mi semen correrá por sus piernas y no
olvidará que es mía.
Tomo asiento, vuelvo a poner a Lacy en mi regazo y ella se
acurruca contra mí. — ¿Tienes idea de lo loco que estoy por ti? — le
digo, y ella me mira con sus grandes ojos marrones. —He hecho todo
lo posible por cuidarte desde la distancia. Hasta hoy. Ahora no habrá
nada ni nadie que se interponga en mi camino.

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— ¿Vas a salvarme? —Hay tanta esperanza en sus ojos, y asiento
mientras froto mi pulgar sobre su mejilla.
—Para siempre.
—No he encontrado merlot. — dice la madre de Lacy al volver al
comedor. Echa un vistazo rápido a su alrededor y luego toma asiento.
— ¿Va todo bien?
Miro a Lacy y le cojo la barbilla con las manos antes de
inclinarme y besarla. —Perfecto. — digo contra sus labios, y asiente.

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Epílogo
LACY

—No. — resoplo, sin ganas de salir de la cama todavía. He


pasado de no querer nada más que salir de casa a no querer salir
nunca de la nueva. Sobre todo de la cama. No es que mi nuevo papi
necesite una cama para hacer todas las cosas deliciosas que quiera
con mi cuerpo. Es suyo porque ahora le pertenezco.
Además, mi nueva casa, o más bien mansión, tiene todo lo que
pueda necesitar. Se acabó la vida aburrida porque ahora está llena de
color. Mi armario está a reventar y podría jugar a disfrazarme durante
días. Las reglas también son diferentes aquí, y me encantan todas.
—Si no estuvieras embarazada y no fuera Navidad, te daría unos
azotes. — Corano me quita la manta de encima y mira mi cuerpo
desnudo. Las primeras semanas que viví con él, me tenía una mano
atada a la cama mientras dormía. Le preocupaba que intentara
abandonarlo, pero aunque lo hiciera, hay guardias en la puerta
principal.
Cuando se enteró de que estaba embarazada y nos casamos, se
relajó un poco. Su posesividad era diferente de la de mi padre porque
Corano me adora. Puede que incluso esté obsesionado. Cuando
trabaja en su despacho, quiere que entre para leer o ver la tele en mi
tableta. No sé cómo consigue hacer algo porque siempre acabo
desparramada sobre su escritorio. Papi juega conmigo en cualquier
sitio y no le importa quién esté en la habitación.
Pueden mirar, pero no se atreven a tocar. Uno de sus hombres
acabó con la mano rota cuando intentó alcanzarme y agarrarme el
pecho. No lo he vuelto a ver desde aquel día.
Papi se humedece los labios al verme y pasa las manos por mi
pequeño bulto de bebé. Descubrimos hace dos días que será un niño,
y no me sorprende lo rápido que apareció el pequeño bulto. Corano no
es un hombre pequeño, y estoy segura de que su hijo será tan grande
como él.

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—Tu cuerpo está hecho para dar a luz a mis hijos. — Corano me
agarra del tobillo y me tira de la cama hasta que mis piernas cuelgan
por un lado. Se arrodilla y me abre las piernas para dejar sitio a su
ancho cuerpo. —Me encanta verte criada por mí. Quiero probarte por
la mañana, luego tenemos que irnos.
Mi respuesta se convierte en un gemido cuando papi se lleva el
clítoris a la boca. Sus grandes y ásperas manos me agarran los pechos
y gruñe contra mi sexo mientras su lengua va y viene por mi clítoris.
Cuando me da un tirón de los pezones, me corro.
— ¡Papi!— Grito su nombre mientras el orgasmo me recorre y mi
cuerpo se deshace en la cama. Eso no va a ayudarme a levantarme.
Abro los ojos cuando papi empieza a besarme. —No vuelvas a
dormirte.
—Lo siento, papi. — Me lamo el labio inferior. — ¿Me das más?—
Su polla me aprieta, pero ya está vestido.
—Tendrás más luego. — Se inclina, se mete el pezón en la boca
y gime. Desde que descubrimos que estaba embarazada, no ha dejado
de chupármelos. Tanto que una pequeña cantidad de leche ya ha
empezado a salir de ellos. —Yo también tomaré más luego. — Me
suelta el pecho y me besa en la punta de la nariz. Me paso la mano
por el vientre y me encanta ver el bulto tanto como a él. Es nuestro
bebé y una parte de nosotros dos juntos.
Papi me saca de la cama y me lleva al baño, donde me ayuda a
prepararme como todas las mañanas. A veces puede resultar
abrumador, porque no estoy acostumbrada a que alguien se preocupe
tanto por mí. Corano es el jefe, pero me cuida de verdad en todos los
sentidos. Si cree que estoy en apuros, hará lo que haga falta para
solucionarlo.
Una cosa que me molestó fue cuando otra mujer lo vio desnudo.
No me importa que lo haga conmigo delante de sus hombres, pero soy
demasiado posesiva para dejar que las mujeres lo vean. No quiero que
ninguna mujer vea a mi papi desnudo. De hecho, la primera semana
que estuve aquí me dio un ataque y una de las amas de llaves lo miró
demasiado.

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Perdí la cabeza y tiré varios platos por la cocina. Me dio unos
azotes por ello, pero al igual que el hombre que intentó tocarme,
tampoco volví a verla. Papi prometió desde el momento en que me vio
que solo me quería a mí, y papi no se conforma con menos de lo que
quiere. Nunca tocó a esa criada ni a nadie más desde mí. Esperó y
conspiró contra mi padre para hacerle caer en una trampa y que no
tuviera más remedio que entregarme.
—Me encanta la corbata. — Es la roja brillante que le había
comprado en uno de nuestros viajes de compras.
—Me va a encantar usarla contigo más tarde.
— ¿Por qué no ahora?— resoplo. La polla de papi sigue dura, y
tengo tantas ganas de ocuparme de ella que me duele el cuerpo.
—Tenemos planes. Tus padres nos reciben. — me recuerda
mientras sube la cremallera de la espalda de mi vestido baby doll. Es
rojo y tiene tul dorado por debajo, lo que hace que se abombe en la
parte inferior. Apenas me cubre las nalgas. Papi me ayuda a ponerme
unos calcetines blancos y rojos hasta las rodillas antes de rematarme
con un lazo verde en el pelo. —Mi pequeña elfo. — Me da otro beso en
la nariz que me hace soltar una risita.
— ¿Has hablado con mi padre?— le pregunto durante el trayecto.
No he visto a mis padres desde que Corano me separó de ellos, y no
los había echado de menos ni una sola vez.
—Un poco.
— ¿Saben que vamos?
—Sí. — Percibo irritación en el tono de Corano.
— ¿Qué pasa? ¿He...?
—No has hecho nada malo, pequeña. Eres perfecta. Solo me
gusta recordarle a John lo que ya no es suyo y que me perteneces. —
Aprieto los muslos y mi clítoris empieza a palpitar.
Odio a mi padre. Corano está convencido de que tiene algún tipo
de obsesión conmigo. Por eso me tiene tan atada. No creo que a mi
nuevo papi le importe el hecho de que una vez tuve otro padre, pero
no era lo mismo. Corano cree que mi padre se habría pasado de la
raya y me habría tenido para él. Corano dice que las acompañantes

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que mi padre conseguía cuando salía a jugar a menudo se parecían a
mí, y que las llamaba por mi nombre.
Llegamos a la casa y papi me ayuda a salir del coche. Mi antiguo
hogar ya no es tan ominoso, y no siento nada al verlo.
—Sr. Corano. — John nos saluda en la puerta y me doy cuenta
de que parece diez años mayor. Corano solo le hace un gesto con la
cabeza. —Lacy. — Mi padre intenta abrazarme, pero Corano le rodea
el cuello con la mano y lo pega a la pared antes de que pueda acercarse
a mí.
—No tocamos. Si vuelves a intentarlo, te parto el cuello.
—Lo siento. — se atraganta mi padre, y Corano lo suelta. John
jadea y habla sin dejar de toser. —Ven al salón. Mi esposa sigue
cocinando.
Corano me pone la mano en la espalda y me guía hacia el salón,
donde hay un árbol de Navidad y la chimenea está encendida. El árbol
está triste, con pocos adornos. Corano compró uno gigante para el
salón y su despacho. Tardé todo el día en decorarlos, pero fue
maravilloso. Debajo de ambos ya está cargado de regalos. Cada día he
encontrado la manera de que papi me deje abrir uno. Ha sido un juego
divertido al que hemos jugado.
— ¿Cómo van las cosas? — pregunta mi padre, tomando asiento
en uno de los sillones de cuero.
Corano hace lo mismo y me da una palmada en el regazo para
que me siente en él, y así lo hago. Luego separa mis muslos, lo que
hace que mi vestido se suba y deje mi sexo desnudo a la vista de mi
padre.
—Las cosas no podrían ir mejor. — Corano desliza su mano entre
mis piernas y empieza a jugar conmigo. Suelto un pequeño gemido
cuando su otra mano llega a la parte superior de mi vestido. —La he
criado. — Da un tirón para que asome uno de mis pechos y empieza a
manosearlo. —Ya le está saliendo un poco de crema. No sé qué es más
dulce, si su coño o su leche.
Mi padre se lame los labios mientras nos mira.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


— ¿Está, ah, embarazada?— Mi padre tartamudea mientras su
mano acaricia su erección a través de los pantalones.
— ¿Cómo podría no estarlo? ¿Crees que no follo el apretado coño
adolescente de tu hija tan a menudo cómo puedo? — Papi desliza un
dedo dentro de mí y empieza a meterlo y sacarlo. —No importa lo duro
o lo a menudo que la folle, sigue apretada y siempre suplicando polla.
Corano me aprieta el clítoris con la palma de la mano mientras
mete y saca el dedo. Ya no oigo lo que dice porque estoy absorta en mi
propio placer.
—Córrete para tu papi. — me dice al oído. —Córrete para mí. —
Grito mientras mi cuerpo le obedece y saca el dedo para chuparlo. —
Ahora estoy duro.
—Lo siento, papi. — le digo mientras me bajo de su regazo. —Por
favor, déjame cuidarte. — le suplico, yendo por su cinturón.
—Siempre tan ávida de él. — Sonríe mientras me acaricia la
mejilla. —Vamos, entonces, muéstrame lo bien que puedes hacerlo.
—Oh, joder. — Oigo gemir a John cuando saco la polla de papi y
me la meto en la boca. Papi me agarra del pelo mientras muevo la
cabeza arriba y abajo por su dura longitud. Oigo a mi padre gruñir y,
por el rabillo del ojo, veo cómo se acaricia mientras nos mira. Me
desea, pero nunca podrá tenerme. Fue un mal padre.
En cambio, me quedo agachada para que pueda ver lo mojada
que estoy entre las piernas mientras se la chupo a mi verdadero papi.
Ahueco las mejillas mientras me meto a Corano en la garganta todo lo
que puedo.
—Qué buena chica. Eres tan buena para mí. — Corano me
acaricia el pelo. —Me voy a correr en tu boca y quiero que me chupes.
— dice un segundo antes de explotar en mi boca.
Después de beberme hasta la última gota, me retiro y le doy unos
cuantos lametones más en la cabeza, asegurándome de no haberme
perdido nada de su corrida. Todo me pertenece.
Papi vuelve a subirme a su regazo y me acaricia con el hocico. —
Te amo, papi. — le digo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Yo también te amo. —Me besa dulcemente y se toma su
tiempo. —Creo que deberíamos irnos. Las Navidades deberíamos
pasarlas en casa.
— ¿Ya se van?— John intenta protestar mientras vuelve a
meterse la pequeña polla en los pantalones, y me doy cuenta de que
tiene semen por toda la parte delantera.
—No hay nadie que te limpie. — Sonrío mientras me levanto.
Corano me arregla el vestido mientras lo miro. —Quizá si hubieras
sido mejor papi, yo habría...
—Lo habría matado. — gruñe Corano, y me muerdo el interior
de la mejilla para no sonreír.
No habría importado qué clase de padre fuera John porque
nunca lo habría querido. Sé que mis palabras serían una patada para
John y estimularían el lado posesivo de Corano, mi verdadero papi.
Pagaré por ello los próximos días, pero disfrutaré cada segundo.
Amo a mi papi, y por fin entiendo lo que es recibir amor a cambio.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross & Botton

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