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TEMA 26.

DELINCUENCIA Y DIFERENCIAS PSICOLÓGICAS EN FUNCIÓN DE LA EDAD


A continuación, se procede a la exposición del TEMA 26 de la parte específica para psicólogos
en su apartado A), relativa a la relación existente entre la delincuencia y las diferencias
psicológicas en función de la edad, un tema que se puede enmarcar junto con algunos otros
temas en un bloque donde se expone la conducta delictiva y su vinculación con la inteligencia
y las diferencias psicológicas en función del sexo, edad y las Vs. sociales y culturales. No
obstante, antes de introducirnos en mayor medida en la materia que nos ocupa es preciso
destacar el papel de la investigación criminológica en este ámbito, la cual trata de hallar las
diferencias entre delincuentes y no delincuentes en Vs. como la inteligencia, sexo, edad o clase
social, valiéndose para ello de la Psicología Diferencial, la cual alude a las Vs. demográficas.
En este sentido y para estudiar dichas variables, se entiende la conducta delictiva como un
“proceso” que primero aparece en libertad y luego puede continuar siendo estudiado una vez el
sujeto es recluido en prisión. Estos aspectos tienen en común una serie de premisas como:
1. La individualidad de cada ser humano.
2. La existencia de una paradoja criminológica teniendo en cuenta la individualidad.
3. Las características individuales asociadas a la conducta delictiva.
4. El conocimiento de la influencia de estos factores sobre la conducta delictiva.
A su vez, si hablamos de factores individuales relacionados con la delincuencia, es importante
mencionar 2 de ellos que se consideran relativamente significativos, como son la edad y el sexo,
encabezando los factores diferenciadores entre los individuos que delinquen. En este caso nos
centraremos en la variable edad, destacando en primer lugar el inicio de las carreras delictivas
de muchos delincuentes, las cuales según diferentes estudios se sitúan en edades muy
tempranas, aunque muchos otras las abandonan con el paso del tiempo. Además, se establece
que los sujetos más jóvenes delinquen más que los sujetos de mayor edad, situando la edad
media de comisión del delito entre los 18 y 22 años, mientras que la edad media de
encarcelamiento se halla entre los 18 o 20 años y los 30 años.
Si nos centramos en los perfiles personales y los tipos delictivos en función de la edad, se
destaca cómo la investigación ha asociado una serie de patrones de conducta antisocial al
proceso evolutivo de la edad. Entre el primer año de vida y los 5 años aparecen las primeras
conductas socialmente desaprobadas y es a partir del inicio de la escolarización y hasta los 12
años cuando estas conductas comienzan a desaparecer. Por su parte, entre los 13 y los 18
años aparece un aumento de la cantidad y variedad de conductas sociales, donde aparecen
fenómenos como la rebeldía, que en algunos casos puede adquirir características violentas. En
este sentido, el número de individuos que participan en actividades delictivas juveniles va siendo
menor, pero aquellos que las llevan a cabo aumentan progresivamente su gravedad,
aumentando a su vez el número de detenciones. Es aquí donde se inician las llamadas carreras
delictivas. No obstante, de los 20 a los 30 se produce un cese de las actividades delictivas de
muchos jóvenes y es a partir de los 30 cuando se opera en muchos sujetos una estabilización
personal que los aleja de la delincuencia.
A pesar de ello, en los últimos años se aprecia una disminución de los delitos cometidos por las
franjas más jóvenes y un aumento de los adultos, debido al descenso en la natalidad, a la
estabilización del consumo de drogas a edades tempranas, al envejecimiento de los
delincuentes habituales y al inicio tardío en los delitos de tráfico de drogas.
En cuanto al perfil del delincuente juvenil español, según Santiago Leganés y Esther Ortolá, se
pueden destacar características tales como:

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 Suelen ser impulsivos.
 Presentan falta de formación académica o fracaso escolar, que implica una falsa
interpretación de la realidad y reacciones antisociales.
 Presentan carencias de afecto y reciben poco apoyo familiar.
 Suele existir consumo de drogas en el entorno.
 En la familia suele haber antecedentes penales y de toxicomanía o alcohol,
 Pasan la mayor parte de su tiempo libre fuera de la familia, sin supervisión de los padres.
Por su parte, si tomamos como referencia las teorías de Psicología Evolutiva, se pueden
establecer varios tipos delictivos según la edad, como:
a. Menores (hasta los 16 años). Donde hasta los 12 años las estadísticas no son abundantes,
destacando la no escolarización y la formación de pandillas unisexuales. Destacando
además las edades entre los 12 a 16 años como una etapa crítica de la adolescencia donde
la presión, la ansiedad, el inconformismo y la búsqueda de identidad son normales.
b. Jóvenes (hasta 21 años). La banda va perdiendo importancia y la gana la pareja. En esta
etapa la morfología del delito es similar a etapa anterior, pero algunos suelen abandonar
tales prácticas al iniciar la edad adulta.
c. Los adultos-jóvenes (de 21 a 30 años). Período donde se produce la integración en la vida
profesional y socialmente aceptada o la profesionalización delictiva. La presencia de la droga
hace que muchos sigan en un mundo de marginalidad y deterioro del funcionamiento social.
d. En la vida adulta (más de 30 años), donde Gibbons ha señalado varios tipos de delincuentes
según los tipos de delitos que cometan, como: ladrón profesional, falsificador, agresor
sexual, malversador de fondos, entre otros.
En este sentido, es importante destacar la “curva de edad del delito” a la cual se le ha prestado
una particular atención desde el marco de la Criminología del desarrollo y donde se muestra la
constatación de que la conducta delictiva sigue un patrón ascendente-descendente en función
de la edad. Esta curva además presenta una serie de características como que:
1. Representa una asociación universal entre edad y conducta delictiva, que define las
magnitudes de prevalencia o participación delictiva en función de las diversas edades,
situando la mayor cota de delincuencia se sitúa los 17-19 años.
2. Disminuye a partir de la edad de 20 años.
3. En contraste con la delincuencia contra la propiedad, la delincuencia violenta aumenta más
tardíamente.
4. En edades paralelas a las de mayor prevalencia de comisión de delitos violentos también se
produce el mayor riesgo de victimización violenta, especialmente de varones.
5. Suelen mostrar curvas de incidencia delictiva más ascendentes los varones pertenecientes
a minorías, o que viven en barrios desfavorecidos.
6. Generalmente las curvas de edad son grupales y suelen integrar datos transversales.
7. La curva de edad del delito correspondiente a las chicas suele tener una menor prevalencia
y hacer referencia a delitos menos graves; sin embargo suele ascender a edad más
temprana que la de los varones, así como también desciende antes que la de los varones.
En cuanto a la persistencia y desistimiento de la conducta delictiva, existe una fuerte tendencia
a la persistencia o continuidad delictiva, que es mayor si se analizan datos de autoinforme, ya
que éstos suelen recoger también infracciones de menor entidad que los datos oficiales. En este
sentido, presentan mayor continuidad delictiva los jóvenes que se han iniciado antes en el delito,
particularmente cuando se trata de inicios tempranos, asociando la mayor persistencia a previas
conductas violentas desde la infancia.
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Y, en relación con el desistimiento delictivo, destaca el Modelo del Triple Riesgo Delictivo de
Santiago Redondo, el cual sugiere una simetría entre continuidad y desistimiento del delito,
estableciendo que mientras que la aglomeración de riesgos delictivos en un individuo podría
activar los procesos de inicio y permanencia en la actividad criminal, la dilución de dichos riesgos
contribuiría a desactivarlos.
Por su parte, según Serin y Lloyd el proceso de desistencia del delito requiere que se produzcan
en los sujetos tanto cambios externos como internos, implicando ello experiencias,
pensamientos y evoluciones virales. Por lo tanto, solo habría una simetría parcial entre las
etapas de inicio/mantenimiento y desistimiento del delito, considerando además como breve
síntesis, que el desistimiento del delito no es un mero reflejo de la ausencia de riesgo del delito.
En este sentido, los procesos fundamentales a los que habría que atender para comprender
tanto la continuidad como el desistimiento delictivo se deben centrar tanto en la infancia como
en la adolescencia o la adultez temprana, estableciendo que estos procesos pueden ser:
- Procesos de influencia desde el mismo origen de un individuo y de modo constante a lo largo
de su vida, donde destacan: las diferencias individuales tempranas, la maduración cerebral
y los factores conductuales de riesgo.
- Mecanismos de influencia crítica a partir de la infancia media: cambios cognitivos y factores
sociales de riesgo y de protección.
- Factores de mayor relevancia desde el final de la infancia: los contextos y situaciones, la
influencia del vecindario y la presencia de una posible enfermedad mental o de abuso de
sustancias.
- Procesos de impacto a partir de la adolescencia, cuando comienza a ser viable la
intervención formal de la justicia, donde destaca el tipo de respuesta que se den a los sujetos
infractores por parte de las instituciones de justicia.
- Elementos de mayor influencia desde la adolescencia y durante la vida adulta: circunstancias
vitales del sujeto.
En cuanto al inicio en el delito, Rosenfeld et al. (2012) han sintetizado que diversos delitos serían
preferentemente de inicio adolescente, variando ligeramente por edades, como: la participación
en pandillas delictivas, el consumo de marihuana y otras sustancias, el tráfico de drogas, los
delitos de posesión de armas y los delitos de consumo de drogas duras. En este sentido, los
delitos de tráfico de drogas y la posesión de armas tendrían comúnmente mayor persistencia,
probablemente debido a que se acaban convirtiendo en un modo de ganarse la vida. Por su
parte, los delitos de homicidio se cometen más tardíamente, y suelen ser hechos individuales,
donde destacan los delitos de abusos sexuales a menores, los cuales tienen un inicio más tardía
y acostumbran a presentar una mayor persistencia.
Finalmente, ligados a la edad aparecen otros factores que determinan que el proceso evolutivo
se desarrolle hacia un camino u otro, donde destaca el factor “familia” y donde los investigadores
han centrado su estudio en: 1) las estrategias familiares de crianza y educación, 2) el afecto
familiar, 3) las estrategias de control paterno o 3) la interacción entre afecto familiar y estrategias
de control paterno.
Pasamos al siguiente epígrafe del tema dedicado a la carrera delictiva, la cual define la
secuencia longitudinal de los delitos cometidos por un individuo a lo largo del tiempo, lo que
requiere analizar la evolución de su actividad criminal a través de distintas etapas o estadios.
Se trata de un método de evaluación de la actividad criminal individual, desde individuos que
solo cometen una infracción a "delincuentes de carrera".

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En relación con este aspecto se pueden distinguir 3 momentos o etapas fundamentales: inicio
del comportamiento infractor, incremento y mantenimiento de las actividades delictivas y
finalización de los comportamientos criminales. Y en este sentido, es importante distinguir entre:
a. La prevalencia, o participación, como la proporción de miembros de una población que son
delincuentes activos en un tiempo dado, una medida social y global del delito.
b. La incidencia, o frecuencia, como la tasa anual de delitos cometidos por delincuentes activos
a lo largo de un determinado periodo temporal.
c. La persistencia, que define quiénes son delincuentes frecuentes o crónicos.
d. La estabilidad delictiva, como la permanencia del comportamiento infractor, es decir, los
años a lo largo de los cuales un individuo comete delitos.
A pesar de la acogida mayoritaria que tiene el concepto de carrera delictiva en la criminología
actual, su aceptación no es unánime. En este sentido, para Hirschi y Gottfredson, los cuales
rechazaron su utilidad, los investigadores de carreras delictivas estudiarían a los delincuentes
a través de los delitos que van cometiendo, sin tomar en cuenta la "tendencia criminógena". Así,
desde la idea de carrera delictiva, se consideraría que un sujeto es "más delincuente" si comete
más delitos, suponiendo que su capacidad criminógena disminuye a medida que sus delitos son
menos frecuentes o graves. Pero, para estos autores son los "delitos" los que decrecerían con
la edad, mientras que la criminalidad permanecería estable. A pesar de las consideraciones
críticas, el concepto de carrera delictiva cuenta con una aceptación mayoritaria en la
criminología actual, habiendo mostrado gran capacidad heurística para la investigación
criminológica, y una amplia utilidad teórica y aplicada, en dirección a la explicación del
comportamiento delictivo y de su prevención y tratamiento.
A continuación, pasamos al epígrafe relativo a la delincuencia juvenil, donde en primer lugar
se establece que un delincuente juvenil es aquella persona que tiene una edad inferior a la que
la ley de un país determina como de “responsabilidad penal”. De acuerdo con ello, no está sujeto
a los Tribunales de Justicia que aplican las sanciones o penas privativas para quienes infringen
las leyes penales. En España la ley marca la mayoría de edad penal en 18 años y para menores
se crean los Juzgados de Menores, los cuales no imponen penas sino “medidas” de reforma.
La distinción se fundamente en el fin que persigue, determinando que:
- Mediante la pena, la sociedad impone un castigo como reparación del daño cometido, ya
que se considera que el adulto posee la capacidad para haber evitado la comisión del delito.
- Mediante la medida de reforma, la sociedad presupone que el menor de edad no posee
todavía esa capacidad, sino que obra por influjo del ambiente que le rodea, ante lo cual no
está todavía en condiciones de oponerse. Por eso se le imponen medidas dirigidas a
compensar esas circunstancias adversas.
Lo anteriormente expuesto responde a una perspectiva restringida donde se considera
delincuencia juvenil solamente al menor de edad penal que comete un hecho tipificado en las
leyes para adultos como delito. En este sentido, sería más razonable establecer “grados de
responsabilidad penal, tal y como determina la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora
de la responsabilidad penal de los menores, estableciendo que:
A. Cuando el autor sea menor de 14 años: son inimputables, penalmente irresponsables y
están exentos de toda responsabilidad por los delitos que pudieran llegar a cometer. Los
delitos que comenten estos menores se toman como un “coste social” y lo único que puede
hacerse es aplicar medidas de protección de menores que intenten corregir un desarrollo
socioeducativo deficiente. En estos casos, por poner un ejemplo, se les pondría bajo la tutela
del estado en una casa de acogida.
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B. Cuando el autor tenga de 14 a 18 (menos de 18): Es el único tramo en el que puede actuar
la Ley Penal del Menor aplicando todo tipo de medidas socioeducativas. La edad a tener en
cuenta es la que el menor tiene en el momento exacto de cometer el delito. Si rebasa los 18
durante la condena, el juez podrá ordenar el cumplimiento del resto de la pena en una prisión
para adultos, pero si sobrepasa los 21 años, el cambio a esta prisión es obligatorio. En este
caso, se diferencian dos tramos con diferente pena: entre los 14-15 y los 16-17 años.
C. Cuando el autor tenga de 18 a 21 (menos de 21): En un principio, la Ley Penal del Menor
daba la posibilidad de ser aplicada a los mayores de 18 y menores de 21 años que
cometieran por primera vez un delito que no fuera grave. Esta posibilidad se dejó en
suspenso hasta que desapareció con la Ley orgánica 8/2006. Marcar el límite en los 18 años
es bastante coherente con el ordenamiento jurídico ya que en nuestra sociedad a todos los
efectos se considera a la persona mayor de edad al haber cumplido los 18 y se convierte en
plenamente responsable de sus conductas delictivas.
Finalmente, el último epígrafe del tema relativo a las teorías y tendencias actuales establece
que en líneas generales, la delincuencia juvenil suele estar vinculada a hurtos, robos o robos
de coches, mientras que conforme se avanza en la edad los delitos se incrementan en gravedad.
Respecto a las tendencias actuales en el establecimiento y estudio de estas diferencias
individuales se puede señalar que:
− Ha dejado de ponerse el énfasis en la variable edad puesto que ésta no aparece aislada
sino que lleva consigo la carga experiencial ocurrida en cada lapso de tiempo.
− Se prefiere hacer hincapié en la carrera delictiva, que ya denota transcurso del tiempo, de
tal forma que una larga carrera delictiva implica su comienzo temprano en la delincuencia.
− La delincuencia juvenil es objeto de controversia en todos los Estados, pero no hay un mismo
parangón en cuanto a la edad penal.
− La edad no puede considerarse una variable causal de la delincuencia, sino que se debe
atender a las experiencias personales y ambientales.
− Los factores demográficos no son causas directas de la conducta, sino que actúan sobre
ella de forma indirecta.
− Se ha encontrado que el tipo de delito cometido y la edad a la que se cometió guardan
relación con la reincidencia. Esa relación se circunscribe a la importancia de la delincuencia
juvenil como proceso y como problema para la sociedad y la comunidad penitenciaria.
Por su parte, en cuanto a las teorías actuales sobre la importancia de la edad en la delincuencia
se pueden destacar:
1. Aquellas teorías que enfatizan la importancia del desarrollo cognitivo en la edad escolar.
2. Aquellas centradas en la importancia del funcionamiento familiar como motor de los actos
sujetos a normas o de los actos desviados.
3. Las que conceden importancia al “fracaso escolar” como factor explicativo del inicio de la
delincuencia.
4. Y aquellas que, siguiendo la línea de Bandura, señalan que la autoeficacia es la variable
determinante. Estableciendo que ahora se actualizan con la importancia dada a los términos
de autoconcepto y autoestima como mediadores del respeto a la ley penal.
En cuanto a la taxonomía sobre participación delictiva, Terry Moffit diferenciaba 2 categorías de
delincuentes, a los que atribuía diferentes patrones de comportamiento infractor y distinta
etiología delictiva: delincuentes persistentes y jóvenes cuyas conductas infractoras se limitan a
la adolescencia. Después esta clasificación se amplió, distinguiendo entre:

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1. Delincuentes persistentes.
2. Jóvenes que cometen delitos exclusivamente en la adolescencia.
3. Jóvenes que no cometen delitos.
4. Delincuentes con problemas mentales.
En relación con este aspecto es importante hacer mención a la Teoría Integradora del Potencial
Antisocial Cognitivo (ICAP), la cual trata de explicar cómo se produce la delincuencia juvenil
mediante un proceso de interacción entre el individuo y el ambiente que se divide en 4 etapas:
1º. Etapa donde surge la motivación. Explica cómo los deseos producen los actos delictivos.
2º. Etapa de satisfacción de los deseos. Se busca el método para conseguir esos deseos.
3º. Etapa de interiorización de creencias y actitudes. El joven interioriza el significado de infligir
las normas.
4º. Etapa del proceso de decisión. Donde toma valor el análisis de coste-beneficio de la
conducta interiorizada y el análisis de la probabilidad del resultado.
El incremento del potencial antisocial de un individuo y el inicio de la conducta delictiva van a
depender de la mayor influencia que adquieren los amigos a partir de la adolescencia. Por su
parte, la persistencia delictiva va a depender de la estabilización del potencial antisocial del
sujeto, como resultado de un proceso de aprendizaje y finalmente se establece que, el
desistimiento o abandono se haría más probable en la medida en que el joven mejorara sus
habilidades para la satisfacción de sus objetivos y deseos por medios legales, aumentando sus
vínculos afectivos con parejas no antisociales.
En este sentido, los estudios de desistimiento han planteado si la edad adulta puede ser un
factor explicativo del desistimiento o si es sólo un correlato del desistimiento que se explica por
otros factores. Los trabajos que abordan esta cuestión llegan a la conclusión que la mayor edad
es un factor que diferencia a los desistentes respecto de los reincidentes. Y en referencia a este
aspecto, es importante destacar a Shover, el cual se centró en entender como influye el factor
del ciclo de vida en el desistimiento, estableciendo 4 etapas del ciclo de vida, como son:
 La 1ª etapa, el final de la adolescencia y principio de la juventud (entorno a los 20 años).
Donde la delincuencia está influenciada por motivos expresivos y se tiene poca consciencia
de las repercusiones del delito. Una vez estas personas llegan a la juventud, comienzan a
tener más consciencia de los costes de la actividad delictiva y cesan de delinquir.
 La 2ª etapa, la juventud (20-30 años), pueden ser relevantes los puntos de inflexión
destacados por la teoría del control, como las relaciones de pareja. No obstante, cuanto más
joven es persona más difícil será que estas relaciones operen como puntos de inflexión.
 La 3ª etapa, el momento intermedio de la vida adulta (sobre los 40 años), donde existen 2
clases de razones: contingencias interpersonales y contingencias subjetivas. Estas últimas
consisten en una revisión de la vida y de sus logros. En esta introspección pueden aparecer
diferentes elementos que fomenten el cambio.
 Finalmente, la 4ª etapa, el paso a la vejez (entorno a los 60 años), la persona advierte que
es demasiado mayor para seguir delinquiendo. Shover considera que este caso será más
posible entre los delincuentes de más éxito y su cese será involuntario.
Con esto damos por finalizada la exposición del TEMA 26 de la parte específica de psicología
apartado A), relativa a la relación existente entre la edad y la delincuencia destacando el papel
de la investigación criminológica, la cual presta especial atención a la importancia de explicar la
conducta delictiva mediante el estudio del conjunto de factores característicos de los individuos
que los hacen diferentes a unos de otros.

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