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CRIMEN Y EDAD
En los últimos tiempos, hemos vivido crisis estructurales que han estado
signadas por la fragmentación y exclusión social, agudización y ampliación de la
pobreza, la disolución social, así como nuevas normativas de socialización y
además altos niveles de conflictividad y violencia. Hoy día, estamos frente a una
sociedad cada vez más heterogénea, con mecanismos de poder muy diversos y
donde las distancias sociales entre los incluidos y los no incluidos ya no son de
grado sino que emergen como categorías diferentes; es lo que se denomina una
sociedad dual. En donde el hombre común, se torna desarraigado en su propia
tierra y queda librado a su propia suerte en una sociedad donde la primacía es la
ley de supervivencia del más apto, y a su vez el Estado en cuanto a sus funciones
de protección y de seguridad social, hace que el ciudadano quede expuesto a
toda suerte de enajenaciones, a ser victimizado por la violencia urbana, o por
diversas formas de deterioro y de malestar.
Es así, como lo señala Puebla María: Estos tipos de fenómenos, impactan
con especial énfasis en los sectores más desprotegidos, entre ellos a los pobres,
los niños y adolescentes, y mucho más si estos son captados por el sistema penal
que agudiza la exclusión y el deterioro social. Expresa esta autora, que los niños
en esta situación son los más vulnerables para ser escogidos y cometer crímenes
donde son utilizados para ejecutar modalidades tales como el sicariato,
secuestros entre otros delitos. Esto se debe a que han sido individuos propensos a
ser dañados quedando estos fuera tanto de servicios esenciales tales como la
educación, salud, fuera de su núcleo familia y fuera de su comunidad. Es allí,
donde comienzan a ser socializados en un escenario callejero, donde deambulan
y comienzan por cometer delitos de hurtos esto como estrategias de sobrevivencia
por nombrar uno de los delitos más sencillos.
Por otra parte, este tipo de delitos es muy usual que lo cometan jóvenes de
edades comprendidas entre los 16 dieciséis años en adelante, es superior a los
individuos de mayor edad. Estos, utilizan ya más violencia para constreñir a su
víctima y donde oponga resistencia pierde la mayoría de veces su vida. En este
tipo de delitos, se debe instrumentar políticas de prevención ya que según
estudios realizados delinquen más jóvenes que adultos y a su vez lo cometen más
varones que hembras; además, la conducta delictiva se relaciona también con la
carencia de ciertas habilidades de pensamiento y con ciertos estilos de
funcionamiento personal o rasgos de personalidad. Estas diferencias, en tasas de
delincuencia entre jóvenes y adultos y entre hombres y mujeres han existido
siempre en cualquier tipo de sociedad humana con pocas variaciones.
Investigaciones realizadas por este autor, nos indica que se han asociado
una serie de patrones de conducta antisocial al proceso evolutivo de la edad y nos
dice que entre 1 y 5 años aparecen en los niños las primeras conductas
socialmente desaprobadas, que tiene que ver con incidentes en casa, rabietas,
agresión a los hermanos o algún pequeño robo en el hogar. A partir del inicio de la
escolarización y hasta los 12 doce años disminuyen las conductas desaprobadas
por los adultos. Es allí, cuando nos damos cuenta que los niños van adquiriendo
patrones de conducta y comienzan a obedecer las instrucciones de los adultos. De
los 13 trece a los 18 dieciocho se opera, en general un aumento de la cantidad
variedad de las conductas antisociales. Aparecen fenómenos como la rebeldía,
que es propia de todos los jóvenes, pero que en algunos casos puede adquirir
ciertas características violentas, a partir de la pre adolescencia y a medida que los
jóvenes se acercan a los 18 dieciocho.
(Cita número 2)
(Cita número 1)