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Causa n° 15.

708 -Sala III-


SPIRITO, Víctor Eduardo
s/ recurso de casación.

Cámara Federal de Casación Penal


REGISTRO Nº 93/13

///n la Ciudad de Buenos Aires, a los 22 días del mes de


febrero del año dos mil trece, reunidos los integrantes de la
Sala Tercera de la Cámara Federal de Casación Penal, doctores
Liliana Elena Catucci, Eduardo Rafael Riggi y Mariano H.
Borinsky, bajo la presidencia de la primera de los nombrados,
asistidos por el prosecretario de Cámara, doctor Walter Daniel
Magnone, con el objeto de dictar sentencia en la causa nº
15.708 caratulada “Spirito, Víctor Eduardo s/recurso de
casación”. Representa al Ministerio Público el señor Fiscal
General ante esta Cámara, doctor Raúl Omar Pleé y ejerce la
defensa del imputado la doctora María José Turano.
Efectuado el sorteo para que los señores Jueces emitan su voto,
resultó que debía observarse el orden siguiente: Eduardo R.
Riggi, Liliana E. Catucci y Mariano H. Borinsky.
VISTOS Y CONSIDERANDO:
El señor juez doctor Eduardo Rafael Riggi dijo:
PRIMERO:
1.- Llega la causa a conocimiento de esta Alzada a
raíz del recurso de casación interpuesto a fs. 1633/1687 vta.
por la doctora Irma Rosa Iglesias, defensora oficial de Víctor
Eduardo Spirito, contra la resolución de fs. 1559/1618, dictada
por el Tribunal Oral en lo Criminal nº 27, en la que –en lo
aquí pertinente- se dispuso “…III- Condenar a Víctor Eduardo
Spirito… como partícipe necesario del delito de homicidio
agravado por el vínculo mediando circunstancias extraordinarias
de atenuación, a la pena de dieciséis años de prisión,
accesorias legales y costas…” (arts. 12, 29 inc. 3º, 45, 48, 80
inc. 1º y último párrafo del C.P. y arts. 403, 530 y 531 del
C.P.P.N.).
2.- El Tribunal de mérito concedió el remedio
impetrado a fs. 1688/1689.
3.- El recurrente encauza sus agravios bajo los dos
supuestos del artículo 456 del Código Procesal Penal de la
Nación.

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Cuestiona “…la falta de fundamentación de las razones
invocadas por el tribunal para considerar la participación
criminal de mi asistido en el hecho investigado…” (fs. 1633
vta.).
En efecto, destaca que “…los elementos de cargo
enunciados a lo largo de la sentencia no resultan suficientes
para arribar a un pronunciamiento de condena con el grado de
certeza que exige una decisión de tal naturaleza…” (fs. 1654
vta.).
Subsidiariamente sostiene que “…la conducta
endilgada… fue equivocadamente subsumida en el tipo penal de
homicidio agravado por el vínculo mediando circunstancias
extraordinarias de atenuación… cuando debió haber sido
considerada como lesiones graves –art. 90 del C.P.-…” (fs. 1633
vta.).
En punto a ello indica que “…de adverso a lo
sostenido por el Tribunal de V.E., considero que del análisis
de las distintas constancias relacionadas con las
intervenciones médicas de que fue objeto la Sra. Solterbeck,
como de los testimonios aportados por los profesionales médicos
que prestaron declaración durante la audiencia de debate, se
advierte que no existe certeza en punto a que el accidente
cerebro vascular hemorrágico tuviese su etiología en los
traumatismos sufridos por la Sra. Solterbeck…” (fs. 1668 vta.).
Resalta que “…el nexo causal se ha visto interrumpido
por diversas conductas u omisiones de terceras personas,
puntualmente, de los médicos intervinientes, y/o bien, en razón
de las características personales de la Sra. Solterbeck
preexistentes a los golpes recibidos…” (fs. 1668 vta.).
Por otra parte señala que “…la sentencia resulta
arbitraria en lo concerniente a la individualización del monto
de pena establecido para Spirito y, por tanto, su
fundamentación resulta aparente…” (fs. 1634).
Por último plantea la inconstitucionalidad del
instituto de la reincidencia y del art. 14 del C.P. (cfr. fs.
1634).
Hace reserva del caso federal (fs. 1686/1687).

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SPIRITO, Víctor Eduardo
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4.- Durante el término de oficina previsto por los
artículos 465 primera parte y 466 del Código Procesal Penal de
la Nación, se presenta el Fiscal General ante esta Cámara,
doctor Raúl Omar Plée, quien solicita que se rechace el recurso
interpuesto por la defensa.
En la misma oportunidad procesal se presenta la Dra.
María José Turano, Defensora Oficial Ad Hoc, quien, no solo
reitera los agravios introducidos en el recurso de casación,
sino que introduce dos nuevos: el primero vinculado a que la
reedición del proceso penal en perjuicio de su defendido,
soslaya la garantía del non bis in ídem; y el segundo vinculado
a la nulidad de la sentencia, en cuanto entiende que sus
extremos probatorios no son pasibles de ser controlados en la
instancia debido a falencias del acta de debate.
5.- Habiendo superado la etapa prevista por el
artículo 468 del ritual, conforme constancia actuarial de fs.
1754, la causa quedó en condiciones de ser resuelta.
SEGUNDO:
1º.- En primer término hemos de ingresar al
tratamiento del agravio interpuesto por la defensa oficial de
Spirito relacionado con la nulidad del acta de debate por
haberse plasmado de manera fragmentada los dichos de los
testigos, planteo que corresponde, por ser relativo a la
génesis de la causa, sea analizado de manera preliminar.

En punto a ello, advertimos que el planteo fue


introducido por el defensor durante el término de oficina
previsto por los artículos 465 primera parte y 466 del
C.P.P.N., esto es, una vez transcurrida la oportunidad procesal
pertinente para su invocación.
Sin perjuicio de ello, y atendiendo al esfuerzo de la
defensa, cabe formular las siguientes consideraciones.
El Capítulo III de la Sección Segunda del Código
Procesal Penal de la Nación se dedica exclusivamente a esta
pieza procesal. El artículo 394 dispone sus formalidades, y en
cuanto aquí interesa, en el punto 4° prevé que contendrá “El
nombre y apellido de los testigos, peritos e intérpretes, con

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mención del juramento y la enunciación de los otros elementos
probatorios incorporados al debate” y en el punto 6°) “otras
menciones prescriptas por la ley o las que el presidente
ordenare hacer, o aquellas que solicitaren las partes y fueren
aceptadas”. Culmina advirtiendo que “La falta o insuficiencia
de estas enunciaciones no causa nulidad, salvo que ésta sea
expresamente establecida por la ley”.
Se ha sostenido sobre el punto que “…El acta de
debate deviene nula si no documenta lo que ha ocurrido durante
su desarrollo; sobre todo las inserciones solicitadas por las
partes. Pero ello no impone que contenga todo lo que ocurre en
la audiencia sino lo que exige la ley: las que el presidente
ordene y las que soliciten las partes; la omisión o deficiencia
al formularse por secretaría las menciones no hacen a la
nulidad del acta; tampoco si la defensa no hace uso, a lo largo
de la audiencia, del derecho acordado por este inciso…”
(D’Albora, Francisco J., Código Procesal Penal de la Nación
Anotado. Comentado. Concordado. Lexis Nexis, Buenos Aires,
Quinta Edición, 2002, p. 849, con cita del TS Neuquén).
Entonces, concluimos que el acta glosada a fs.
1509/1557 es válida habida cuenta que cumple con los requisitos
establecidos por el código de forma. Si bien es de buena
práctica que se encuentren plasmados los contenidos de los
testimonios, que permitan efectuar un contralor más amplio y
exhaustivo de la logicidad de la sentencia en la instancia
revisora, lo cierto es que el hecho de que no hayan sido
plasmados en forma total no provoca necesariamente -como se ha
descripto ut supra-, la nulidad absoluta.
Como consecuencia de lo expuesto, y teniendo
particularmente en cuenta que la defensa no ha expuesto
concretamente cuales fueron las tan dirimentes manifestaciones
que no fueron incluidas en el acta de debate, conceptuamos que
no se ha vulnerado el derecho de defensa en juicio ni se ha
visto restringida o coartada en algún punto la actividad
defensiva, por lo que esta pretensión del recurrente no podrá
prosperar.
2º.- Por otro lado, y previamente al tratamiento de

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la pretendida violación del principio de ne bis in idem,
conviene recordar las circunstancias verificadas en la anterior
intervención de esta Sala III –con diferente integración- en la
presente causa, así como también el alcance de la resolución
que en esa oportunidad se adoptara.
Recuérdese que por sentencia de fecha 23 de junio de
2010, el Tribunal Oral en lo Criminal nº 30 resolvió condenar a
Víctor Eduardo Spirito a la pena de prisión perpetua, accesoria
legales y costas, por resultar coautor penalmente responsable
del delito de homicidio agravado por el vínculo, cometido en
perjuicio de un ascendiente. Contra dicha resolución, interpuso
recurso de casación su defensa, en el que sostuvo que la
sentencia era arbitraria, por cuanto solo había realizado
afirmaciones dogmáticas.
Tal embate fue en aquel caso receptado por la mayoría
de esta Sala III –con diferente integración-, oportunidad en la
que se observó que “…la decisión presenta una falta de
fundamentación suficiente, respecto de los dos imputados, toda
vez que no se ha justificado sobre qué bases fácticas se sentó
de modo indubitado, la autoría y responsabilidad de Bustamante
y Spirito, ni las causas que motivaron el deceso de la
víctima…” (confr. a fs. 1304 vta. el voto de la doctora Ángela
Ester Ledesma, al que adhiriera el doctor W. Gustavo Mitchell).
Por ello, en definitiva y por mayoría, se resolvió
hacer lugar al recurso de casación de la defensa, anular la
sentencia dictada y remitir las actuaciones al tribunal de
origen a efectos de que con la participación de nuevos
magistrados se realice un nuevo juicio oral con ajuste a la
doctrina establecida.
3º.- Sentado ello, en relación a la invocada
violación del principio ne bis in idem, advertimos que resulta
de aplicación al caso cuanto sostuviera la doctora Liliana
Catucci en su voto, al que adherimos, al resolver la causa nº
11.816 “Italia, Luis Roberto s/recurso de casación” -reg. nº
1588 del 15 de octubre de 2010-.
En aquella oportunidad se señaló que “…Entender que

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esta Cámara está imposibilitada, en el sendero marcado por los
artículos precedentes (404 inc. 2 y 456 inc. 2º del rito), de
casar una sentencia y ordenar el reenvío en el camino de la ley
(artículo 471 del cuerpo legal antes citado) implicaría tanto
como derogar por inconstitucionalidad de oficio dichas normas,
pretensión que corre por cuenta exclusiva del defensor y no
sobre las palabras de la Corte…”.
También se señaló en dicha causa “Italia” en relación
al precedente de la Corte Suprema de Justicia, in re “Sandoval,
David Andrés s/homicidio agravado por ensañamiento -3 víctimas-
Sandoval, Javier Orlando s/encubrimiento -causa nº 21.923/02",
del 31 de agosto de 2010, que “…las normas procesales que rigen
la materia… no han sido declaradas inconstitucionales…”; que
“…admitir un criterio semejante implicaría… despojar a este
órgano jurisdiccional de una de sus principales funciones, como
es el control de la observancia de la garantía constitucional
del juicio previo que supone el acatamiento de las formalidades
esenciales establecidas por la ley para que el proceso pueda
finalizar en una sentencia válida y las de la sentencia misma,
imprescindibles para su legitimidad y para asegurar los
derechos de las partes y la rectitud del juicio…”.
También que “…el recurso de casación… es una
institución establecida con el fin de garantizar la corrección
sustancial y la legalidad formal del juicio previo exigido por
la Constitución Nacional, para asegurar el respeto a los
derechos individuales y a las garantías de igualdad ante la ley
e inviolabilidad de la defensa en juicio, amén del
mantenimiento del orden jurídico penal, y por ello se lo ha
definido, hace ya tiempo ‘como un medio de impugnación por el
cual, por motivos de derecho específicamente previstos por la
ley, una parte postula la revisión de los errores jurídicos
atribuidos a la sentencia de mérito que la perjudica,
reclamando la correcta aplicación de la ley sustantiva, o la
anulación de la sentencia y una nueva decisión con o sin
reenvío a nuevo juicio…” (cfr. De La Rúa, “La casación penal”,
págs. 22/23, 68 y ss., Depalma, Bs. As., 1994).”.

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Por ello, se concluyó en “Italia” que “…el reenvío de
la causa al tribunal que corresponda para la realización de un
nuevo juicio, de acuerdo a lo expresamente previsto por los
artículos 456 inc. 2º y 471 del Código Procesal Penal, no causa
menoscabo alguno al principio que establece la prohibición de
doble juzgamiento…”.
Cabe asimismo recordar lo que sostuviera esta Sala
III, aunque con distinta integración, al resolver la causa nº
12874 caratulada “Zelada, Cristian Luciano Ezequiel s/recurso
de casación” -reg. Nº 1965/011 del 21 de diciembre de 2011-,
Así, se recordó que la solución otorgada por el Alto
Tribunal en el precedente “Polak, Federico Gabriel s/violación
de los deberes de funcionario público s/casación”, causa nº 174
-4/95- del 15 de octubre de 1998 “…obedeció a la imposibilidad
de ‘…recurrir al argumento de la incompetencia para adoptar una
decisión que importe someter nuevamente a juicio…’ al
imputado…”; que en el caso “Olmos, José Horacio; De Guernica,
Guillermo Augusto s/estafa”, del 9 de mayo de 2006 “…a que ‘…la
sentencia de reenvío conculcó la garantía constitucional en
juego [reformatio in peius] toda vez que agravó la situación
del procesado originada en el fallo anterior de la alzada que
había anulado a instancia suya…’…”; y finalmente en “Sandoval”
tuvo en cuenta que “…la anulación del fallo ‘…basada
esencialmente en la omisión por parte del tribunal de juicio de
ordenar un nuevo peritaje a efectos de superar la disparidad de
criterios existentes entre los dos que habían sido producidos,
importa, claramente, además, una relegación del principio
constitucional del favor rei y de su corolario in dubio pro
reo…’ y… ‘…ni el acusador particular ni el público solicitaron
al tribunal de juicio la realización del nuevo peritaje…’…”
(voto del Dr. Zaffaroni).”.
Como se advierte de lo señalado, ninguno de los
precedentes del Alto Tribunal analizados ut supra se ajusta a
las circunstancias ocurridas en las presentes actuaciones, en
las que la Sala III de este cuerpo anuló aquella sentencia
condenatoria por falta de fundamentación suficiente, esto es,

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por no reunir las condiciones de un acto jurisdiccional válido,
sin haber violado ni el principio del ne bis in ídem, ni el de
la reformatio in pejus.
En ese orden, ninguna duda puede caber que la
doctrina del Alto Tribunal en la materia, sólo impide la
realización de un nuevo juicio cuando el acusado hubiera sido
beneficiado con una sentencia absolutoria dictada en un debate
cumplido en regular forma. De adverso, en casos como el que
ahora se analiza nada impide la realización de un nuevo juicio.
Las observaciones asentadas demuestran el desacierto
de las alegaciones de la defensa, las que de esta manera quedan
huérfanas de todo sustento que las avale, extremo que en
definitiva determinará el rechazo del agravio en estudio.
4º.- Entrando al análisis de las cuestiones
debatidas, estimamos oportuno recordar el hecho respecto del
cual el a quo dictó la condena recurrida, el que conforme surge
de fs. 1566 vta./1567, consistió en que “…entre el 31 de julio
y el 1º de agosto de 2008, Víctor Eduardo Spirito, junto con
Walter Bustamante Solterbeck, agredió físicamente mediante
golpes a Elsa Herminia Solterbeck, madre del nombrado
Bustamante Solterbeck, causándole la muerte, que se produjo el
1º de septiembre del mismo año en el `Centro Médico Gallego´ de
esta Capital Federal, como consecuencia de las diversas
complicaciones médicas originadas en las lesiones provocadas…”.
Para así concluir, el a quo tuvo en cuenta
sustancialmente las declaraciones de Daniel Oscar Fidalgo –ex
concubino de Sandra Bustamante-, Sandra Bustamante Solterbeck y
Claudia Emilse García –sobrina de la víctima-.
Completan el cuadro probatorio las declaraciones del
Cabo 1º, Javier Micciulo, la Dra. Eugenia Susana Teresita
Sarcona, el video aportado por la querellante, el testimonio de
Carlos José Gamellac –administrador del consorcio-, de Felipe
Ruiz –encargado del edificio-, entre otras.
La defensa se agravia al entender que no se encuentra
acreditado con el grado de certeza que requiere una sentencia
condenatoria que Víctor Eduardo Spirito haya participado en el
hecho aquí traído a estudio y, en consecuencia, sostuvo que se

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incurrió en una violación del principio lógico de razón
suficiente, del principio de inocencia y del in dubio pro reo.
Al respecto cabe señalar que el a quo, con acierto,
estimó que Spirito fue quien, junto a Walter Bustamante,
agredió intencionalmente y mediante golpes a la víctima.
En primer lugar, tuvo acreditada la intervención de
Spirito a partir de los dichos de los testigos.
Así las cosas destacó que “…Daniel Fidalgo ha sido
muy claro cuando relató que cuando llegó aproximadamente a las
19.30 al domicilio y encontró a Elsa Solterbeck golpeada y con
evidentes manchas de sangre, estaban en el lugar Walter – por
Bustamante- y el imputado Spirito. En lo que aquí interesa ha
sido contundente cuando relató que al ingresar por segunda vez
a la habitación, Elsa le dijo que le habían pegado Walter y
Spirito, pero que más le había pegado Spirito…” (fs. 1589).
Asimismo, el tribunal de mérito destacó que
“…preguntado por la Sra. Fiscal, expresó que su suegra no se
refería a Spirito por su nombre, sino como `el otro o el flaco´
pero que la escuchó las veces decir `el otro´. Repitió que su
suegra le dijo [`] me pegaron los dos, pero más me pegó el
otro[´]…” (fs. 1568). Aclaró que Elsa se refería a Spirito y a
Walter “…`quien más podría ser si sólo estábamos mi suegra en
la cama, yo y ellos dos´ refirió Fidalgo…” (fs. 1568 vta.).
En el mismo sentido ponderaron el testimonio de
Sandra Bustamante Solterbeck, a los que calificaron de
“absolutamente coincidente[s] con lo relatado por Fidalgo”, en
tanto manifestó que “…el día 31 de julio… había dejado el
teléfono descolgado para poder dormir. Ese día su madre, como
no pudo comunicarse con la declarante, llamó a la casa de
Claudia [sobrina de la víctima], donde fue atendida por Matías,
su hijo menor,… [a quien] sólo le refirió que la llamase cuando
regresara. La dicente refirió que Claudia…. Esa noche no
devolvió la llamada porque ya era muy tarde… Al día siguiente
por la mañana Claudia comenzó a llamar a Elsa una y otra vez
pero le fue imposible comunicarse porque habían dejado el
teléfono descolgado. Esto le pareció inusual porque siempre a

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esa hora estaba despierta. Es así que siguió llamando, pero
siempre daba ocupado hasta que `el que se creía el propietario
de la casa´, Spirito atendió. Éste le refirió que Elsa estaba
enferma. Le pidió que le pasara el teléfono pero no quiso…”
(fs. 1569 vta./1570).
Sandra Bustamante también destacó que el “…1º de
agosto recibió un llamado de su prima entre las 10.30 u 11.00
quien le refirió `Sandra algo pasa, ellos no me pasan con tu
mamá, algo pasa porque no me atienden el teféfono´. Por tal
motivo, la dicente al llegar a su oficina se colocó el manos
libres del celular… y comenzó a llamar a su madre. Así pasaron
cuatro horas hasta que atendieron el teléfono. Quien atendió
fue Spirito, así que la dicente cortó el teléfono sin hablar…”
(fs. 1570 vta.).
“…Preguntada respecto de cómo se dirigía a Spirito
cuando lo veía refirió que como `Eduardo´ o `el flaco´. De la
misma manera lo nombraba Claudia, su madre y Daniel…” (fs.
1573).
También valoraron las declaraciones de Claudia Emilse
García las que fueron contestes con las mencionadas
anteriormente y que ratifican no solo que Elsa involucró
expresamente a Spirito en la agresión de la cual resultara
víctima sino que también confirman que Spirito estuvo presente
la mañana del 1ro de agosto en el domicilio de la víctima.
En punto a ello el tribunal de mérito sostuvo que
resulta contundente el fragmento de su declaración del cual
surge que la mañana posterior a la agresión, “…ambos imputados
estaban en el lugar y se negaron a comunicarla telefónicamente
con la víctima. Desde mi punto de vista, esto es un indicio
importante de que ocultaban algo…” (fs. 1590/1590 vta.).
Ponderó también el segundo de los videos aportado por
la querellante al entender que “…ratifica la veracidad de los
testimonios de Fidalgo, Sandra Bustamante y Claudia García. Se
trata de una filmación tomada con un teléfono celular cuando la
víctima se encontraba en el domicilio de su hija, antes de ser
trasladada a la Clínica Virreyes y, por segunda vez, al Centro
Gallego. Resulta claro que el contenido del video incrimina

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directamente al imputado Spirito. En efecto al comenzar el
diálogo, Sandra Bustamante le pregunta a su madre: `¿entre
Walter y el otro de la calle te pegaban?´, a lo que la víctima
respondió: `no, sólo me pegaba el otro´, aunque más tarde
aclaró que `Walter no pegaba tanto´, agregando que `el flaco
ese. El flaco es el que pega´, `me agarraban de los pelos y me
tiraban en la pieza´…” (fs. 1590 vta./1591).
En punto a ello entendieron que “…si recordamos que
Daniel Fidalgo, Sandra Bustamante y Claudia García coincidieron
en que a Spirito le decían `el flaco´, resulta evidente que la
víctima, en el mencionado video, indudablemente aludía al
imputado Víctor Eduardo Spirito…” (fs. 1591).
En relación a la alegada desorientación que,
fundándose en los dichos de García y de Petterini –médica que
refirió que se encontraba desorientada en tiempo y espacio-
sostiene la defensa que presentaba Elsa al momento de que el
video fuera grabado, con acierto entendió el tribunal oral que
“…este examen fue realizado después de la grabación del video,
una vez que la víctima ya se encontraba internada. Por otro
lado, Petterini en su declaración de fs. 461, señaló que se
encontraba vigil, y que no se podía determinar la magnitud del
síndrome confusional. Adviértase que del informe realizado por
el Dr. Martín José Dip… se desprende que `cuando se la
interroga está orientada en persona y espacio´, lo que fue
evaluado unos días después de la grabación del video cuando
todo el cuadro ya estaba evolucionando negativamente…” (fs.
1591/1591 vta.).
Por otra parte señaló que “…al observar el video no
se advierte que se esté en presencia de una mujer que se
encuentre divagando o confundida, sino que se expresa en
términos claros y responde a las preguntas efectuadas con
precisión…” (fs. 1591 vta.).
En relación al pretendido encubrimiento por parte de
la Sra. Solterbeck para con su hijo, Walter, entendemos que
dicho agravio ha sido acertadamente contestado por el a quo al
sostener que “…no encontramos sustento alguno a la teoría

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intentada por la defensa de que la víctima podría haber
señalado a Spirito únicamente para desviar la atención dirigida
hacia su hijo a quien intentaría proteger. En efecto, Elsa
Solterbeck mencionó también a su hijo como uno de los
agresores, pese a que refirió que era el otro el que más
agredía…” (fs. 1591 vta.).
Además tuvieron en cuenta los dichos de los vecinos
del edificio, en especial lo sostenido por Elba Rosa Lortau
quien comentó que “…una vez Walter gritó: `vos a mi mamá no le
pegues´, agregando que la señora que vivía en el 2º `B´ también
lo escuchó pero actualmente no vive más en el edificio…” (fs.
1591 vta./1592).
Por otro lado destacaron que el imputado dio, durante
el debate, dos versiones diferentes de lo ocurrido y que
“…resulta llamativo que en su primera versión de los hechos el
imputado haya dicho que simplemente vio que la víctima estaba
durmiendo, mientras que después expresó que Elsa Solterbeck se
hallaba golpeada y que le había dicho que Walter estaba
alcoholizado y la había golpeado. Se trata de aspectos de
fundamental importancia que autorizan a desconfiar de la
versión que brindó…” (fs. 1592).
Finalmente, y haciendo especial referencia a la
Convención de Belem do Para, sostuvieron que “…se debe otorgar
suficiente valor probatorio a los testimonios prestados por los
familiares de la víctima, que se encuentra[n], además
ratificado[s] por los videos oportunamente adjuntados. Además
de ello, también se debe reconocer el valor probatorio de las
manifestaciones de la propia víctima en el video que fue
exhibido en la audiencia…” (fs. 1593).
A partir de lo expuesto, entendemos que los
sentenciantes descartaron con acierto el intento de la
asistencia letrada de desvincular a Víctor Eduardo Spirito del
suceso.
En efecto, conceptuamos que el a quo ha satisfecho
adecuadamente el mandato de motivación contenido en el artículo
398 del Código Procesal Penal de la Nación, cuya inobservancia
se conmina con nulidad, conforme lo establecen los artículos

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123 y 404 inciso 2º del mismo cuerpo legal.
En tal sentido, consideramos que los señores
magistrados dejaron claramente asentados los motivos que los
condujeron a la solución del caso, a la que se arribó
expresando a lo largo de la sentencia cuáles eran los
fundamentos de hecho y de derecho en los que cimentaron su
decisión.
Ninguna duda puede caber en cuanto a que de la
lectura de la sentencia impugnada es posible tomar un acabado
conocimiento de los hechos y fundamentos que llevaron al
tribunal a resolver del modo en que lo hizo, de forma tal que
la tacha de arbitrariedad que al respecto interpone la defensa
no pasa de ser un mero disenso con la valoración de la prueba
efectuada por el tribunal de grado.
Como se aprecia de lo expuesto, el cuadro probatorio
reunido y valorado en la sentencia en crisis resulta sólido
para avalar las conclusiones a las que arribara el a quo.
En definitiva, conceptuamos que el tribunal de
mérito, aplicando los principios de la sana crítica racional
evaluó el plexo probatorio descripto, en especial los indicios
que, examinados en su conjunto, permitieron arribar a un
pronunciamiento condenatorio.
En esta línea de argumentos, cabe recordar que lleva
dicho la Corte Suprema de Justicia de la Nación que cuando se
trata de la prueba de presunciones es presupuesto de ella que
cada uno de los indicios, considerados aisladamente, no
constituyan por sí plena prueba del hecho al que se vinculan -
en cuyo caso no cabría hablar con propiedad de este medio de
prueba- y en consecuencia es probable que individualmente
considerados sean ambivalentes. Por ello es que el legislador
exige que para que se configure esta prueba que no sean
equívocos, es decir, que todos reunidos no puedan conducir a
conclusiones diversas y que sean concordantes los unos con los
otros, como ocurre en este caso (Fallos 308:640).
Al respecto, resulta de aplicación lo señalado por la
Sala I de esta Cámara Nacional de Casación Penal en oportunidad
de expedirse en el marco de la causa nº 1721 “Unaegbu, Andrew

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I. y otra s/ recurso de casación”, Reg. 2211, del 29 de mayo de
1998 en cuanto allí se sostuvo que “…El resultado de aplicar el
método consistente en criticar los indicios y presunciones
individualmente, de modo de ir invalidándolos uno a uno y
evitando su valoración articulada y contextual dentro del plexo
probatorio, conduce, obviamente, a resultados absurdos desde el
punto de vista de la verdad material, real e histórica, cuya
reconstrucción es objeto y fin del proceso penal. Y ello, desde
que tan imperfecta metodología se encarga de desbaratar uno por
uno cada cual de esos elementos que, solitariamente, nada
prueban con certeza, pero que evaluados en un acto único y con
ajuste a las reglas de la sana crítica racional -lógica,
experiencia, sentido común, psicología, etc. -pueden llevar de
la mano a una probatura acabada, plena, exenta de toda
hesitación razonable…”.
En este mismo sentido, se ha dicho que “…el indicio
es, por así decirlo, el dedo que señala un objeto; contiene en
sí mismo un hecho diferente, si es aislado; pero que al momento
adquiera gran importancia cuando el juez ve que tiene conexión
con otro. Este a su vez, así descubierto, llama durante el
curso de la información la atención de la justicia sobre tal
individuo, que, sin tal coincidencia pasaría desapercibido, o
también en el momento de la sentencia definitiva es pesado en
la balanza de la razón y contribuye a afirmar poderosamente las
probabilidades de la acriminación. En tales momentos el juez
tiene por guía las leyes naturales manifestadas y garantizadas
por la experiencia y el buen sentido. El indicio es tanto o más
grave cuanto parece más cierta la relación necesaria entre el
hecho primitivo y el hecho consiguiente desconocido. Si la
experiencia justifica plenamente esta conexión; si no puede
admitirse ni por un sólo momento ninguna otra conclusión o
interpretación, la conciencia del juez se declara satisfecha, y
el raciocinio produce la convicción…”. (conf. Mittermaier, Karl
J. A., “Tratado de la prueba en materia criminal”, Hammurabi,
Buenos Aires, 2006, páginas 367/368).
Por lo tanto, debemos descartar la pretendida

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SPIRITO, Víctor Eduardo
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aplicación del principio in dubio pro reo. Es que de la
sentencia en crisis, no surgen dudas sobre la intervención de
Víctor Eduardo Spirito en los hechos por los cuales fuera
sometido a juicio sino todo lo contrario; los jueces
construyeron un razonamiento que les permitió arribar a un
estado de certeza sustancial, sin vulnerar principios lógicos,
lo cual califica su pronunciamiento como acto jurisdiccional
válido.
En consecuencia, consideramos que el Tribunal de
mérito no ha considerado en forma fragmentaria y aislada los
elementos de juicio disponibles, no ha incurrido en omisiones y
falencias respecto de la verificación de hechos conducentes
para la solución del litigio, ni ha prescindido de una visión
en conjunto del plexo probatorio y de la necesaria correlación
de los testimonios entre si y de ellos con otras pruebas -
indicios y presunciones-. Por lo tanto, el pronunciamiento se
encuentra exento de vicios o defectos en su fundamentación, los
que además no han resultado demostrados por el impugnante en su
recurso, y tampoco advertidos después de realizado el esfuerzo
impuesto a este Tribunal por la vigente doctrina de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación (causa n/ 1757.XL, "Casal,
Matías Eugenio y otro s/ robo simple en grado de tentativa",
del 20 de septiembre de 2005).
Por tales motivos, corresponde rechazar las críticas
que contra la fundamentación de la sentencia formula la defensa
del imputado.
Igual suerte habrá de correr el embate que dirige la
defensa contra la incorporación, como prueba documental, del
video casero aportado por Sandra Bustamante en donde se ve a la
víctima contestando algunas preguntas.
Al respecto, cabe destacar que el tribunal de mérito
brindó adecuada respuesta para rechazar el planteo que aquí
reedita la defensa, sin exponer en su recurso nuevos
fundamentos que demuestren que el agravio deducido deba recibir
favorable acogida.-
Así las cosas, señaló que “…el elemento probatorio al
que se hace referencia ya había sido incorporado al anterior

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debate que se desarrolló contra el imputado Spirito, y la
Cámara Nacional de Casación Penal declaró la nulidad de la
sentencia y no del debate, por lo que los elementos
incorporados a ese debate son válidos. Estamos ante una prueba
ofrecida por la fiscalía que fue incluida en el proveído de
prueba, en el que se hace referencia a la documentación ahora
impugnada. Este proveído de prueba tampoco fue cuestionado por
la Defensa, por lo que ya había sido incorporado al debate y
cuando… ello se dispuso no fue cuestionado…” (fs. 1521).
Y asimismo que “…no se comparte que se afecten
garantías fundamentales de Spirito… El video impugnado
constituye un documento, y se incorporó al debate como prueba
documental. No existen evidencias ciertas para suponer la
ilegitimidad de la obtención del video. No hay ninguna
indicación que permita suponer que fue obtenido ilegítimamente
como la Defensa plantea, se trata de una filmación obtenida por
un particular sobre la víctima. No se encuentra afectado el
derecho a la intimidad, ni tampoco la garantía a la
autoincriminación de Spirito… No estamos en presencia de un
testimonio, de modo que no son aplicables al caso las
disposiciones relativas a la prueba testimonial. No se puede
argumentar que se encuentran violados los derechos de
interrogar a los testigos, ni los principios de oralidad e
inmediación…” (fs. 1521 vta.).
Por tanto, y toda vez que se ha dado al imputado y a
su letrado una efectiva posibilidad de control del video aquí
cuestionado -mediante su incorporación y exhibición durante
el debate-, con el objeto de que puedan alegar lo que
considerasen apropiado a su defensa, no corresponde invalidar
lo actuado en los términos del art. 168 del código de forma,
por cuanto no se ha demostrado la violación de los derechos
constitucionales de la defensa en juicio ni del debido proceso.
5º.- En cuanto a la calificación jurídica que
ameritan los hechos tenidos por ciertos por el Tribunal de
grado, entendemos que la escogida resulta adecuada.
La defensa se agravia al entender que no se podría
asignar una relación de causalidad a los golpes propinados por

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su defendido con los traumatismos y el ACV isquémico que
llevaran al deceso de la Sra. Solterbeck.
Es decir que, sin cuestionar in totum la calificación
de homicidio agravado por el vínculo mediando circunstancias
extraordinarias de atenuación otorgada por el a quo, pretende
la aplicación de la figura de lesiones “…toda vez que su
responsabilidad [la de Spirito] debe limitarse al resultado que
se puede considerar jurídicamente causado por él…” (fs. 1675).
Frente a ello, y tal como hiciera el tribunal de
mérito, es necesario recordar que “…el fallecimiento de la
víctima se encuentra acreditado por la correspondiente partida
de defunción de fs. 253 y distintas constancias del expediente,
entre las que se destaca la epicrisis de fs. 396… Resulta
necesario reiterar que allí se consignó como motivo de ingreso
un politraumatismo con traumatismo craneoencefálico grave por
agresión de tercero…, de cinco días de evolución, que en la
tomografía que se realizó se detectó una hemorragia
subaracnoidea occipital y que evolucionó tórpidamente hacia el
coma, lo que hizo necesario la asistencia respiratoria
mecánica. En una nueva TAC se detectó un infarto isquémico de
posible etiología embolica indicándose que `se continuaron
medidas de soporte a pesar de lo cual la paciente fallece el
1/9/08…” (fs. 1595).
Asimismo, y frente a los argumentos introducidos por
la Dra. Soberano relativos a que las dos médicas que declararon
en la audiencia sostuvieron que un ACV podría tener su origen
en el pico hipertensivo y que entonces, el ACV podría haber
sido provocado por cuestiones ajenas al traumatismo, el a quo
acertadamente descartó los mismos haciendo expresa referencia a
los dichos de la Dra. Caridi quien “…pese a que sostuvo que una
hipertensión podía ser causal de ACV, sobre el caso concreto
manifestó que para ella no fue lo que sucedió con la paciente,
sino que la hipertensión fue la reacción del cuerpo para
proteger el cerebro ante el infarto isquémico. Es decir
entendió a la hipertensión como una consecuencia y no como la
causa del ACV…” (fs. 1596/1596 vta.).

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En efecto, el a quo también se expidió ante la
aparente contradicción entre las conclusiones de la Dra. Caridi
y las de la Dra. Bustos al señalar que “…pareciera que nos
encontramos ante diferentes criterios médicos sobre la causa
del ACV que generó la muerte. Sin embargo, considero que la
interpretación de la Dra. María de los Ángeles Caridi, debe
prevalecer sobre la versión aportada por la Dra. Bustos en la
audiencia. Es que, la profesional demostró mayor solvencia para
interpretar toda la información que se desprende de la historia
clínica, lo que resulta esperable tomando en cuenta que
específicamente se desempeña en el área de terapia intensiva
del hospital donde estuvo internada la víctima. Por otra parte,
también se debe señalar que estuvo a cargo de la atención
directa de la paciente, lo que otorga una especial relevancia a
sus afirmaciones…” (fs. 1596 vta.).
“…Al contrario, la médico forense se limitó a
realizar una autopsia, por lo que su campo de especialidad no
es el tratamiento de síntomas, sino el análisis de los indicios
luego de producido el deceso. Y en este sentido, fue la Dra.
Bustos quien afirmó que no podía determinar a partir de la
autopsia el origen del ACV…” (fs. 1597).
Por otro lado, cabe destacar que las conclusiones a
las que arribara el a quo efectivamente se condicen con las
manifestaciones de la hematóloga quien a fs. 36 consignó
“…posible etiología embolica…” del ACV. Es decir, que también
esta especialista coincidió en afirmar que el origen del ACV no
era hipertensivo (cfr. fs. 1597).
Sin perjuicio de ello, los sentenciantes
acertadamente señalaron que “…la Dra. Bustos ratificó las
conclusiones de sus peritajes anteriores para los que había
contado con las constancias de la historia clínica… En ellos
sostenía que los golpes recibidos fueron la causa de la muerte
de Elsa Solterbeck…” (fs. 1597).
Y que “…aun cuando pudiera interpretarse que fue la
hipertensión la que causó el ACV, lo cierto es que ambas
médicas asumieron ese cuadro como secundario de la patología
principal, que fueron los sangrados internos en la cabeza. La

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misma hipertensión en todo caso no puede ser entendida como un
fenómeno ajeno a lo vivido por la paciente en esos días: había
sido salvajemente golpeada, tenía hematoma subdural y
hemorragia subaracnoidea de extrema gravedad, se le había
suspendido la anticoagulación que tenía indicada y llevaba casi
una semana internada. A ello se suma que por los sangrados que
presentaba, tampoco podría haber sido anticoagulada luego del
ACV isquémico…” (fs. 1597/1597 vta.).
También corresponde recordar que a fs. 397/402 obra
la autopsia realizada por el Cuerpo Médico Forense en el cual
se concluye que “…la muerte de [Elsa] Herminia Solterbeck fue
producida por Traumatismo de cráneo. Hemorragia meníngea…”,
conclusión que vuelve a ratificar la postura adoptada por el a
quo.
Así las cosas, entendemos acertado el razonamiento de
los sentenciantes al concluir que “…la hipótesis de la defensa,
de que la muerte podría haberse ocasionado en una crisis
hipertensiva independiente de la agresión que determinó la
internación, no encuentra sustento ni en la declaración de
Bustos, ni en la declaración de Caridi, ni en ninguna otra
prueba obrante en la causa…” y que “…las consideraciones
expuestas permiten afirmar… que ha existido relación causal
entre la agresión física a la que fue sometida Elsa Solterbeck
y su muerte. El nexo de causalidad física resulta claro pues
conforme a la fórmula `equivalencia de las condiciones´, si
suprimimos mentalmente la acción de los imputados, resulta
evidente que la víctima no hubiera padecido las patologías que
tornaron necesaria su internación y que posteriormente
desencadenaron su muerte…” (fs. 1597 vta. y 1599 vta.),
circunstancia por las cuales entendemos que el agravio aquí
traído a estudio debe de ser rechazado.
El mismo temperamento habremos de adoptar en relación
a que la falta de adecuado control del tratamiento de la
arritmia que la víctima padecía y los aludidos supuestos de
mala praxis, podrían haber sido la causa directa –excluyendo
nuevamente las lesiones- del deceso de Elsa Solterbeck, en

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tanto los sentenciantes han dado completa y acertada respuesta
a cada uno de estos planteos efectuados por la defensa en
ocasión de formular su alegato, los cuales esa parte
empeñosamente reedita en esta instancia sin lograr rebatir los
sólidos fundamentos en los que se apoya el veredicto de
condena.
Ello por cuanto no se advierte -ni la defensa logra
demostrarlo- supuesto de arbitrariedad alguno en la elección de
la calificación jurídica, al haber tenido el Tribunal por
acreditada la relación causal entre los golpes propinados por
los imputados y el resultado final de muerte de Elsa
Solterbeck, mediante una valoración conjunta y conforme las
reglas de la sana crítica, de cada una de las pruebas
arrimadas.
Por todo lo expuesto, debemos concluir que la pieza
puesta en crisis goza de fundamentación suficiente, lo que
impide descalificarla como acto jurisdiccional válido,
encontrándose por ende a cubierto del embate casatorio.
6º.- Sentado ello y específicamente en lo
concerniente a la pretendida arbitrariedad en la mensuración de
la pena impuesta, tras el análisis respectivo corresponde
adelantar que dicha impugnación tampoco podrá tener favorable
acogida. Ello así, toda vez que la crítica que expone la
defensa responde a una disconformidad con el quantum de la pena
impuesta, y en tal sentido cabe recordar que, su graduación
sólo compete al tribunal de mérito en la medida en que importa
la ponderación de situaciones de hecho cuya apreciación le está
reservada.
Más aún, tal como ha resuelto esta Sala con
anterioridad, la fijación de la sanción se encuentra dentro de
los poderes discrecionales del tribunal de juicio, y por ello
no puede ser examinada, salvo evidente arbitrariedad, que en el
caso no se demuestra (esta Sala, in re: "Lefevre, Carlos A. s/
rec. de queja", c nº 1694, reg. nº 265/98); ni se advierte,
tras haber realizado el esfuerzo impuesto a este Tribunal por
la vigente doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación (causa nº 1757, “Casal, Matías Eugenio y otro s/robo

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simple en grado de tentativa”, del 20 de septiembre de 2005).
En el sub examen, advertimos que las expresiones
utilizadas para sustentar la cuantificación de la condena
asignada al imputado satisfacen el requisito de motivación que
exige la decisión atacada.
Ello así, toda vez que los sentenciantes al momento
de imponer la pena a la que finalmente el imputado resultara
condenado, valoraron correctamente las circunstancias
agravantes que en el supuesto en examen correspondía analizar y
ponderaron asimismo las pautas atenuantes, todo ello de
conformidad con lo establecido en los artículos 40 y 41 del
Código Penal. Por lo demás, advertimos que la pena aplicada por
el a quo en las presentes actuaciones –dieciséis años de
prisión- se encuentra dentro de la escala penal que las
disposiciones del ordenamiento citado establece para la
conducta desplegada por el imputado.
Para establecer el monto de la pena, el Tribunal tomó
en cuenta como circunstancias atenuantes “…la edad del imputado
y lo que implica en su vida la duración de la sanción privativa
de la libertad. También se debe valorar su actual estado de
salud, pues conforme surge del legajo correspondiente, es
portador de HIV y padece otras patologías médicas de
importancia como la diabetes… Es claro que el cumplimiento de
una sanción privativa de la libertad, implica un perjuicio
especial en sujetos con las enfermedades como las aludidas.
Además de ello, también se debe tener en cuenta la excesiva
duración de la prisión preventiva impuesta a Spirito y el
perjuicio que significa tener que afrontar dos juicios orales
por un mismo hecho. En este sentido… creo que la situación debe
ser tomada en cuenta al momento de determinar la pena en el
caso concreto…” (fs. 1615).
Además ponderó como agravantes “…el hecho de haber
sido cometido por dos personas y en una situación de absoluta
desprotección e indefensión de la víctima. La agresión fue
perpetrada en el ámbito reservado del domicilio y lejos del
auxilio de terceras personas. Por otra parte, tiene especial

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relevancia el conocimiento personal y la relación previa que
existía entre el imputado Spirito y la Sra. Elsa Bustamante.
Además de ello, resulta una circunstancia agravante la actitud
tomada por el imputado después de la agresión, pues lejos de
buscar auxilio o brindarle asistencia a la víctima, dio
respuestas evasivas a la Sra. Claudia García y, más tarde, se
alejó de la vivienda, dejando sola a la víctima, con las
evidentes lesiones padecidas…” (fs. 1615).
Así las cosas, apreciamos que las pautas de los
artículos 40 y 41 del Código Penal fueron correctamente
evaluadas.
En consecuencia, sólo importando las objeciones que
se invocan el disenso referenciado ut supra con el adecuado
ejercicio en el presente caso de facultades propias de los
magistrados para graduar la sanción dentro de los límites
legalmente ofrecidos para ello, conceptuamos también
improcedente e inadmisible brindar favorable acogida a la
referida pretensión articulada.
7º.- En punto a la pretendida inconstitucionalidad de
los arts. 14 y 50 del C.P., agravios que fueran introducidos en
el recurso de casación de la defensa, hemos de remitirnos, en
honor a la brevedad, a cuanto expusiéramos en el precedente in
re “Grimaldi, Oscar s/recurso de inconstitucionalidad” (reg.
262/97, rta. el 26/6/97), y sus citas, cuya lectura
respetuosamente nos permitimos sugerir (en igual sentido cfr.
causas N° 189 “Pajón, Armando s/rec. de casación”, rta. el 13
de octubre de 1994, Registro N° 136/94y N° 206 “Esponda, José
Roberto s/rec. de casación”, rta. el 23 de septiembre de 1994,
Registro N° 118 bis/94).
En efecto, cabe recordar que la Corte Suprema de
Justicia de la Nación lleva dicho que la declaración de
inconstitucionalidad de una disposición legal es un acto de
suma gravedad institucional, pues las leyes dictadas de acuerdo
con los mecanismos previstos en la Constitución Nacional gozan
de una presunción de legitimidad que opera plenamente y obliga
a ejercer dicha atribución con sobriedad y prudencia, sólo
cuando la repugnancia de la norma con la cláusula

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constitucional sea manifiesta, clara e indudable; y que cuando
conoce en la causa por la vía del artículo 14 de la ley 48, la
puesta en práctica de tan delicada facultad también requiere
que el planteo efectuado ofrezca la adecuada fundamentación que
exige el artículo 15 de esa ley y la jurisprudencia del
Tribunal (Fallos 226:688; 242:73; 300: 241, 1087, entre muchos
otros). Y que el acierto o error, el mérito o la conveniencia,
de las soluciones legislativas no son puntos sobre los que al
Poder Judicial quepa pronunciarse. Sólo casos que trascienden
ese ámbito de apreciación, para internarse en el campo de lo
irrazonable, inicuo o arbitrario, habilitan la intervención de
los jueces (Fallos 310:642; 312:1671; 320:1166, 2298).
Hemos sostenido que el artículo 14 del Código Penal,
en cuanto dispone que la libertad condicional no podrá ser
concedida a los reincidentes, no vulnera la garantía de non bis
in idem; ello así, pues no media identidad objetiva entre los
hechos que fueron materia de juzgamiento en el proceso que
culminó con la condena anterior y los tenidos en cuenta en el
nuevo. Es decir, la prohibición que establece dicha norma -que
puede tornar más riguroso el cumplimiento de la pena impuesta-
no afecta en modo alguno la autoridad de cosa juzgada de la
anterior sentencia condenatoria (Conf. causa “Grimaldi” citada
“ut supra”).
En el precedente Esponda hemos expresado que “…en el
sistema del Código -en su redacción según la ley 23.057- hay
reincidencia cuando un condenado que hubiera cumplido total o
parcialmente pena privativa de libertad cometiere un nuevo
delito punible también con esa clase de pena. Tal concepto
requiere de la preexistencia de una condena firme a pena
privativa de libertad que el condenado haya cumplido ‘total o
parcialmente’. Adopta asimismo nuestra ley vigente, el sistema
de la reincidencia real o efectiva, también llamada verdadera o
propia, la cual parte de la base de una condenación
efectivamente sufrida, que supone por parte del reo un
desprecio por el castigo padecido…”; y que “…Lo que interesa a
los fines de la reincidencia, es que el autor haya

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experimentado el encierro que importa la condena, no obstante
lo cual reincide demostrando su insensibilidad ante la amenaza
de un nuevo reproche de esa naturaleza, cuyo alcance ya
conoce…”.
Ello así, de conformidad con la doctrina de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en cuanto ha establecido que
“…el instituto de la reincidencia se sustenta en el desprecio
que manifiesta por la pena quien, pese a haberla sufrido antes,
recae en el delito, siendo suficiente a fin de acreditar el
fracaso del fin de prevención especial de la condena anterior
privativa de libertad, el antecedente objetivo de que la haya
cumplido total o parcialmente, independientemente de su
duración…” (conf. C.S.J.N. T° 311: p. 1209).
Cabe agregar a ello que el principio “non bis in
idem” consagrado en el artículo 18 de nuestra Constitución
Nacional, prohíbe la nueva aplicación de pena por el mismo
hecho, pero en forma alguna impide que el legislador tome en
cuenta la anterior condena -entendida ésta como un dato
objetivo y formal- a efectos de ajustar con mayor precisión el
tratamiento penitenciario que considere adecuado para aquellos
supuestos en los que el individuo incurriese en un nuevo delito
penal. Esto implica una decisión de política criminal exenta
del control de constitucionalidad judicial (Conf. causa
“Grimaldi” ya invocada). Asimismo el principio de igualdad
tampoco obsta a que el codificador contemple de diferente
manera situaciones que considera distintas, con tal de que la
discriminación no sea arbitraria ni importe ilegítima
persecución o indebido privilegio de personas o grupos de ellas
aunque su fundamento sea opinable (Conf. C.S.J.N., Fallos:
299:146; 300:1049 y 1087; 301:1185; 302:192 y 457; y causa M.
580. XX. “Motor Once S.A. c/ Municipalidad de la Ciudad de
Buenos Aires”, rta. 14/5/87, T° 310:943)”.
“…El distinto tratamiento dado por la ley a aquellas
personas que, en los términos del art. 50 del Código Penal,
cometen un nuevo delito, respecto de aquellas que no
exteriorizan esa persistencia delictiva, se justifica por el
desprecio hacia la pena que les ha sido impuesta. Y si, como se

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vio, existe un fundamento razonable para hacer tal distinción,
el legislador se encuentra facultado para establecer, dentro
del amplio margen que le ofrece la política criminal, las
consecuencias jurídicas que estime convenientes para cada
caso…" (conf. C.S.J.N. causa "L'Eveque, Ramón Rafael p/ robo”,
rta. 16/8/88; T° 311, p. 1451).
Ahora bien, en el caso de autos, Víctor Eduardo
Spirito registra una condena anterior en la causa nº 1718 del
Tribunal Oral en lo Criminal nº 6, donde el 28 de noviembre de
2003, se le impuso la pena de seis meses de prisión y costas,
en orden al delito de robo simple en grado de tentativa, y la
pena única de tres años y cuatro meses de prisión, accesoria
legales y costas, comprensiva de la sanción única de tres años
de prisión de ejecución condicional y costas, aplicada el 5 de
septiembre de 2003, en la causa nº 1895 del Tribunal Oral en lo
Criminal nº 2 que a su vez comprendía le pena de dos años de
prisión, de cumplimiento en suspenso, y costas, por ser coautor
penalmente responsable de los delitos de robo simple y robo
agravado por tratarse de un vehículo dejado en la vía pública
aplicada en dicha causa, y la sanción de seis meses de prisión
en suspenso y costas impuesta el 2 de abril de 2003 en la causa
nº 1456 del Tribunal Oral en lo Criminal nº 10, en orden al
delito de robo simple en concurso real con encubrimiento. Según
el cómputo practicado dicha pena vencía el 4 de junio de 2006.
Además, Spirito ha cumplido la aludida pena como condenado, a
tal punto que el 18 de mayo de 2006, el Juzgado Nacional de
Ejecución Penal nº 3 le concedió la libertad asistida.
Las particularidades relatadas ut supra, demuestran
que se encuentran reunidos los requisitos previstos por el art.
50 del C.P. y no transcurrió el plazo mínimo previsto en el
último párrafo de ese artículo, por lo que en definitiva
deviene correcta la declaración de reincidencia -y por
aplicación de las expresas disposiciones del artículo 14 del
Código Penal- que impide que se le conceda el beneficio de la
libertad condicional.
Así las cosas, solo nos resta adunar, que la
modificación al Código Penal que fuera introducida por Ley

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26.791 (cfr. B.O. del 14/12/2012) no resulta de aplicación al
caso aquí traído a estudio, en tanto no se ha demostrado que
haya mediado violencia de genero.
Por todo lo expuesto, votamos por rechazar el recurso
de casación interpuesto por la defensa contra la sentencia de
fs. 1559 –cuyos fundamentos obran a fs. 1560/1618, dictada por
el Tribunal Oral en lo Criminal nº 27 de esta Ciudad, con
costas (artículos 456, 470 y 471 a contrario sensu, 530 y 531
del Código Procesal Penal de la Nación).
Tal es nuestro voto.
La señora juez doctora Liliana E. Catucci dijo:
I.- En cuanto a los agravios introducidos por la
defensa durante el término de oficina, relacionados con la
reedición del proceso en perjuicio del enjuiciado y con la
nulidad del acta de debate por una transcripción incompleta de
los dichos de los testigos, me atengo a lo sostenido por la
Sala Tercera en las causas n° 489 “Silberstein, Eric s/recurso
de casación”, reg. n° 106/96 del 15 de abril de 1996 y 3914
“Griguol, Luciano F. y Romero Da Silva, Orlando R. s/rec. de
casación” Reg. 448/02 del 28 de febrero de 2002, de esta Sala
III, en cuanto a que “...en la sistemática de nuestro Código
Procesal Penal el Tribunal debe limitarse exclusivamente al
estudio de los motivos propuestos ab initio al interponerse el
recurso (cfr. mutatis mutandi causa n° 9 “Sokolovicz, Mario
Rubén s/rec. de casación” Reg. 13 del 29/7/93), sin perjuicio
de que, de advertirse un caso de nulidad absoluta, abierta como
está su jurisdicción, correspondería actuar de acuerdo a lo
dispuesto en el art. 168, segundo párrafo del código de rito.
“, extremo que no se verifica en autos.
Sin perjuicio de ello, en punto a la infracción a la
regla constitucional señalada ut supra resultan aplicables las
consideraciones efectuadas al emitir mi voto en las causas
11.816 “Italia, Roberto s/recurso de casación”, reg. nº 1588
del 15 de octubre de 2010 y nº 12.874 “Zelada, Cristian L.E.
s/recurso de casación”, reg. nº 1965 del 21 de diciembre de
2011.
Sobre los cuestionamientos al acta de debate, me uno

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a las consideraciones efectuadas por el colega preopinante en
el punto 1º del Considerando Segundo de su voto.
II.- En lo atingente a la falta de fundamentación y
la arbitrariedad del pronunciamiento, coincido con el Dr. Riggi
en que los argumentos de la defensa sólo muestran su
discrepancia con el resultado alcanzado sin lograr demostrar
cuáles serían los defectos de motivación del pronunciamiento o
un apartamiento de las reglas de la sana crítica racional.
Por el contrario, la sentencia cuestionada valoró las
pruebas recolectadas con ajuste a las reglas de la sana crítica
de modo tal que no deja resquicio de duda acerca del hecho
delictivo investigado y de la participación del encartado en
él.
A su vez, los embates a la calificación legal tampoco
pueden prosperar, pues la plataforma fáctica fijada en la
sentencia impide la aplicación de los tipos penales atenuados
propiciados por la asistencia técnica a tenor de los artículos
90 o 81 inc. 1º apartado b) del Código Penal.
En tal contexto, el recurso en trato en estos
aspectos no puede prosperar.
III.- Sin perjuicio de ello, no puedo dejar de
señalar mi discrepancia con el encuadre jurídico efectuado por
el Tribunal.
De la atenta lectura del pronunciamiento en ciernes,
el primer yerro que advierto es el desajuste del dolo eventual
bajo el cual se enmarcó el accionar criminal atribuido al
encausado Spirito.
En efecto, se ha tenido por probado que Spirito
vivía con Walter Alejandro Bustamante Solterbeck y su madre,
Elsa Herminia Solterbeck, y que el día 1° de agosto de 2008
agredieron intencionalmente y mediante golpes a la nombrada
causándole lesiones de tal gravedad que produjeron su deceso
por “Traumatismo de cráneo. Hemorragia meníngea”, según el
resultado de la autopsia (fs. 397/402) y la diversa prueba
documental y testimonial acopiada y evaluada en la sentencia
(cfr. puntos L a u).
La ferocidad, magnitud, reiteración de los golpes que

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impactaron en partes vitales de su cuerpo –cabeza y torax-, la
prolongación en el tiempo de los ataques sobre una persona de
las particulares condiciones personales de la víctima - de 82
años, de contextura muy pequeña, frágil, con marcapasos-; la
actitud posterior de Spirito, que atendió el teléfono y le
comunicó a la sobrina de Solterbeck, que Elsa no podía
atenderla porque estaba durmiendo, abandonando más tarde
abandonó la vivienda junto a Walter dejándola sola y sin
asistencia, tal como lo señalara el sentenciante- ponen en
evidencia un obrar intencional de dolo directo que escapa las
previsiones del eventual.
A su vez, las declaraciones contestes de los
familiares de la víctima revelan que esos ataques estuvieron
preconcebidos para eliminarla como obstáculo que ella era para
la vida perniciosa que llevaban los homicidas.
Basta con repasar los episodios violentos previos al
ataque mortal, detallados en la audiencia por Daniel Oscar
Fidalgo, Sandra Bustamante Solterbeck y Claudia Emilse García.
Según Fidalgo, “Walter le había doblado la mano o el dedo de la
mano a la víctima”; Bustamante contó que un día “…la encontró
con la mano abollada, toda negra y con una trompada en el ojo”;
lesiones que la propia damnificada contaba diciéndole :“Sandra,
me pegaban porque sí. Le pegaban porque tomaban,…porque hacían
orgías y nadie permite eso…”; García, dijo que “…Elsa le contó
que Walter la había arrastrado por toda la casa de los pelos
porque ella le había echado a los amigos”.
Los declarantes pusieron también de manifiesto los
deseos revelados de Walter de ver muerta a su madre; de las
amenazas de “matarla y degollarla”, y de las súplicas de la
damnificada pidiendo que cortaran con la fiesta y sacaran a las
personas que los asesinos llevaban constantemente a su
domicilio.
En este sentido, la propia Fiscal de juicio hizo
notar que “…la presencia y permanencia de Víctor Eduardo
Spirito en el hogar de Elsa Solterbeck y su hijo Walter
Bustamente, adquiere sentido y justificación dentro de una
compleja y conflictiva situación familiar…resultó probado por

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Causa n° 15.708 -Sala III-
SPIRITO, Víctor Eduardo
s/ recurso de casación.

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los testimonios de Claudia Emilse García y Sandra Bustamante
que Víctor Eduardo Spirito había conseguido ingresar al
domicilio de la víctima desde hacía un tiempo y permanecer allí
con la excusa de ayudar a Walter Bustamante Solterbeck en su
problemática adicción al alcohol y a las drogas…” y
expresamente concluyó en “…la existencia de un móvil que
llevara a Spirito a golpear forzosamente a la Sra. Solterbeck,
y justamente dicho móvil se encuentra en las molestias que la
sra. Significaba tanto para Spirito como para Bustamante…de la
prueba reunida surge que a la Sra. Solterbeck le molestaba la
presencia de las personas que Bustamante llevaba a su domicilio
y en particular la presencia de Spirito en el
departamento…Entendió que la golpiza que le propinaron a la
Sra. Solterbeck tendía a hacer que la misma no los molestara
en su plan de actividades…” (cfr. acta de debate, fs.
1526/1529).
Prueba contundente que se desajusta al dolo eventual
en la conducta del enjuiciado, y que por el contrario se adecua
sin esfuerzo a un dolo directo deliberado.
Aspecto en el cual el fallo no resulta una derivación
razonada del derecho vigente con aplicación a las
circunstancias comprobadas de la causa (CSJN Fallos 291:382,
292:254, entre muchos otros).
Tampoco lo es respecto de las circunstancias
extraordinarias de atenuación previstas en el artículo 80, in
fine del Código Penal que dio cabida a la disminuida medida
punitiva impuesta para un caso como éste, de dieciséis años de
prisión.
Esa forma de atenuación, resulta en el presente mal
seleccionada, pues debe relacionarse con los presupuestos
parentales del inciso 1° del artículo 80 del Código Penal,
relación de la que carece este criminal y que no es comunicable
al coautor o partícipe en los términos expresos del artículo 48
del Código Penal, sobre la base dogmática de que las atenuantes
no se comunican (cfr. De La Rúa, Código Penal Argentino, pág.
847 y ss…Bs. As., 1997).
Por lo demás en la especie, lejos de encontrarse

29
pautas extraordinarias de atenuación, se encuentran las de
agravación no atendidas en la mensuración de la pena.
Vale la pena hacer notar que hace ya tiempo, en la
causa nº 844 “Saint Pierre, Angela N. s/recurso de casación”,
reg. nº 1102 del 21 de agosto de 1996 de la Sala I de este
Cuerpo se ha conceptuado esas circunstancias extraordinarias de
atenuación, establecidas en el último párrafo del artículo 80
del código de fondo como “…todas aquellas que permiten por su
génesis, ser determinadoras de un estado de emoción violenta
excusable, estado que, al no manifestarse en su consistencia e
intensidad, lo excluyen e impiden su aplicación. Lo que falta
es la emoción violenta; lo presente son las circunstancias que
la hubieran, de producirse, justificado.”.
Asimismo, en la causa nº 6908 “Vequi Martínez, Josúe
s/recurso de casación”, reg. nº 8944, del 1 de junio de 2006,
también de la Sala I, se indicó que “… para acreditarse las
circunstancias extraordinarias de atenuación debe buscarse en
la conducta propia de la víctima el origen del delito o bien en
particularísimas situaciones de desventuras por la que
transitan las partes…”.
Innecesario resulta destacar que en este luctuoso
episodio la víctima sólo aportaba su bondad, su casa y sus
recursos, pero es de apuntar, en lo tocante a su adecuación,
que ese fallo ha dejado sentado que por ser…” una facultad
discrecional del juez el evaluar los elementos condicionantes
de la conducta del homicida, debe obrarse con suma cautela,
pues se trata de circunstancias que superan las dificultades
propias de la vida cotidiana de toda relación de parentesco, y
permiten vislumbrar una grave perturbación en el agente
provocada por elementos externos que condicionan de tal forma
su conducta que lo llevan a atentar contra la vida de un
pariente cercano. No basta su particular estado psíquico, pues
por deficiente que sea su personalidad o por alterados que se
encuentren sus valores afectivos deben comprobarse estímulos
condicionantes graves que hayan influido en su conducta con
olvido de los más elementales deberes del vínculo (cfr. Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, Sala V,

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SPIRITO, Víctor Eduardo
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causa n/ 11.023, “García Estivill, María Teresa”, del
27/3/79).”.
Interpretación que se confuta rápidamente con las
aclaraciones efectuadas por el legislador en la Exposición de
Motivos de la reforma introducida por el decreto ley 17567
(B.O. 12 de enero de 1968) –citada por el órgano
jurisdiccional-, relativas a que “Determinamos una escala penal
alternativa, igual a la del homicidio simple, para que el caso
de homicidio de parientes, cuando mediaren circunstancias
extraordinarias de atenuación (no comprendidas en la emoción
violenta), porque la práctica judicial ha puesto en evidencia
para este caso, la inconveniencia de una pena fija…”.”
La comparación de esas reglas de aplicación deja en
evidencia los defectos que exhibe el pronunciamiento en examen
y que parecen haberse motivado para prescindir de la pena de
prisión perpetua, tal cual lo había señalado la fiscalía en su
alegato.
Penalidad que era a mi juicio la justa y merecida
para el enjuiciado, prevista en el artículo 80 inc. 1º del
Código Penal, como coautor o partícipe necesario, de donde se
desprende que la pena seleccionada por el Tribunal Oral n°27
agrede el principio de proporcionalidad de la pena, que derivó
claramente en una sanción ilegal impuesta por error de derecho.
Finalmente, tampoco se puede soslayar que dada la
ostensible indefensión de la víctima, el hecho debió haberse
calificado de alevoso en los términos del artículo 80 inc. 2º
del Código Penal. Encuadre jurídico que no arriesga la
incolumnidad del veredicto pues está basado en el mismo hecho
que fue materia de indagatoria, procesamiento y requerimiento
de elevación a juicio; sólo se trata de una diversa
significación jurídica asentada sobre el mismo hecho por el que
el encartado fue acusado y defendido (cfr. C.S.J.N., Fallos
316:2713 y sus citas; y Sala I de esta Cámara in re “Galdamez,
Jaime Alberto s/recurso de casación”, causa nº 5104, reg. nº
4263, rta. el 24 de abril de 2001; “González, Cristian Ricardo
s/recurso de casación”, causa nº 6142, reg. nº 6486, rta. el 18

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de febrero de 2004, entre otras).
Pese a los defectos remarcados en la sentencia del
tribunal oral expuestos, la falencia acusatoria y el límite
traído por el recurso, me impiden avanzar en el correcto
sentido, a riesgo de vulnerar el principio constitucional de la
reformatio in pejus.
En estas condiciones, no encuentro más camino que el
terminante rechazo del agravio traído por la defensa.
III.- A tenor de lo expuesto huelgan las objeciones a
la arbitrariedad de la sentencia por la determinación de la
pena, que tampoco han de ser atendidas a la luz de lo resuelto
por la Sala I de este Cuerpo in re: “Chociananowicz, Víctor H.
s/ recurso de casación”, c. nº 73, reg. nº 99, del 15/12/93,
entre muchos otros, a cuyos términos se reenvía por razones de
brevedad, se observa que el pronunciamiento cuestionado cuenta
con la fundamentación mínima y suficiente sobre el monto de la
pena impuesta al encausado. Monto que se ajusta a la escala
penal establecida para el homicidio calificado por el
vínculo, mediando circunstancias extraordinarias de atenuación
y a las constancias de la causa.
En consecuencia, sin advertirse arbitrariedad o
absurdo notorio que descalifiquen al fallo como acto
jurisdiccional válido, el agravio no merece ser atendido.
IV.- Por último, en punto a la invalidez
constitucional de los artículos 14 y 50 del Código Penal, por
los argumentos expuestos al votar como integrante de la Sala I
de este tribunal, in re: “Lerda, Ana M. s/recurso de casación”
causa n°3798, reg. n° 4639, rta. 4/10/01; “Collia, Damián
Joaquín; Krebs, Marcelo s/recurso de casación e
inconstitucionalidad” causa n° 4594, reg. n°5680, rta.
28/02/03; “Bonfanti, Oscar Roberto s/recurso de casación” causa
n°6634, reg. n°8635, rta. 23/03/06; “Romero Villasante, Walter
Hugo s/recurso de inconstitucionalidad”, causa n°7805, reg.
n°10416, rta. 04/05/07; “Arciénaga Sosa, Alejandro Miguel
s/recurso de casación e inconstitucionalidad” causa n°7891,
reg. n°10543, rta. 05/06/07; “Fernández, Carlos s/recurso de
casación” causa n°8172, reg. n°10979, 10/09/2007, “Saavedra,

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Martín Andrés s/recurso de casación”, causa n°7081, reg.
n°9086, rta. 26/06/06; “Aponte, Diego Gustavo; Gómez Martínez,
Emilio; Delgado, Hernán Aníbal; Barraza, Carlos Daniel y
Zalazar, Pablo Luciano s/recurso de casación e
inconstitucionalidad” causa n°8627 y como juez de la Sala III
in re “Gómez, Humberto Rodolfo s/recurso de casación” causa
n°13.074, reg. 457, rta. 19/04/11, y sus citas, que el
recurrente no logró refutar ni introducir nuevos argumentos,
han tornado insustancial el agravio ensayado, por lo que
también me adhiero a su rechazo.
Con estas breves precisiones, y por los demás
argumentos expuestos por el magistrado que lleva la voz en este
Acuerdo, doy mi voto concordante con su propuesta y en
consecuencia, emito el mío en igual sentido.
El señor juez doctor Mariano Hernán Borinsky dijo:
Por compartir en lo sustancial los fundamentos
esgrimidos por el distinguido colega que lidera el acuerdo,
doctor Eduardo Rafael Riggi, adhiero a la solución que
propicia.
En lo que concierne a la declaración de reincidencia,
debo señalar que los agravios planteados por la defensa
encuentran adecuada respuesta en los numerosos precedentes en
los que sostuve la constitucionalidad del artículo 50 del
Código Penal -Cfr. C.F.C.P., en la Sala IV causas “Medina,
Alfredo Mario s/recurso de casación” (causa N° 13.955, Registro
N° 15888.4, rta. 09/11/2011), “Grisolía, Rubén Darío s/recurso
de casación” (causa N° 13.817, Registro N° 125.12.4, rta.
09/02/2012) y “Agüero, Cristian Gustavo s/recurso de casación”
(causa N° 13.635, Registro N° 1228.12.4, rta. 13/07/2012); en
la Sala III en la causa “Quinteros, Eduardo Alejo s/recurso de
casación e inconstitucionalidad” (causa N° 14.185, Registro N°
1273/12, rta. 11/09/2012) y en la Sala I en la causas
“Martínez, Eduardo J. s/recurso de casación” (causa N° 15.244,
Registro N° 19825.1. rta. 31/07/2012) y “Luna Ruiz Díaz,
Gustavo Adrián s/recurso de casación” (causa Nº 15.636, reg.
1333/12, rta. 19/09/2012), entre otras-.
Por ello y toda vez que no quedan otras cuestiones

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que tratar, voto por rechazar el recurso de casación
interpuesto por la defensa, con costas (arts. 471 a contrario
sensu, 530 y 531 del C.P.P.N.), debiéndose tener presente la
reserva del caso federal.
En mérito al resultado arribado en la votación que
antecede el Tribunal RESUELVE: RECHAZAR el recurso de casación
deducido, con costas (arts. 456, 470 y 471 (a contrario sensu)
530 y concordantes del C.P.P.N.).
Regístrese, hágase saber, y devuélvanse las presentes
actuaciones al tribunal de origen, sirviendo la presente de
atenta nota de envío.

Fdo: Dres. Eduardo R. Riggi - Liliana E. Catucci – Mariano H.


Borinsky. Ante mi: Walter Daniel Magnone. Prosecretario de
Cámara.

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