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VOLUMEN: XII NÚMERO: 32-33
Villanueva, Lidón
Górriz, Ana B.
Cuervo, Keren
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como víctima a todo aquella persona que sufre injustamente, ya sea por factores
Un sector de la población que resulta ser una víctima con excesiva frecuencia, es
el menor de edad. Además, esta situación de víctima infantil posee una larga
tradición histórica, no en vano, deMause (1974) comienza su trabajo sobre la
infancia con la siguiente frase: “la historia de la infancia es una pesadilla de la que
hemos empezado a despertar hace muy poco” (p. 15). El autor pasa a enumerar
una larga y documentada lista de atrocidades cometidas hacia los niños en
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fajados por las ventanas, abusos sexuales desde el nacimiento), etc. Podría
pensarse que estas tropelías cometidas hacia los niños se producían por el escaso
2002).
el caso del menor, ya que frente al adulto, presenta más probabilidad de ser
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Así, el maltrato infantil sería “toda acción, omisión o trato negligente, no accidental,
que prive al niño de sus derechos y su bienestar, que amenacen y/o interfieran su
ordenado desarrollo físico, psíquico y/o social, cuyos autores pueden ser personas,
perjudicial y dañina para el menor. Además, esta definición incluye, dentro del
fronteras entre ellos en ocasiones son muy borrosas, por ejemplo, el maltrato
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hecho, Palacios et al. (1998), muestran cuáles son las combinaciones más
Jiménez y Oliva, 1995) han ofrecido los siguientes datos: en primer lugar, la
estereotipo que asimila maltrato infantil casi exclusivamente con malos tratos
físicos.
Pero, ¿a qué se debe esta alta frecuencia de la victimización infantil?, ¿cuáles son
los rasgos diferenciales del menor frente al adulto, que lo hacen especialmente
vulnerable a las victimizaciones? Alguno de estos rasgos podrían ser por ejemplo,
los demás (no en vano el ámbito familiar puede ser tanto agente protector del
por último, la alta tolerancia social hacia la victimización infantil (“es asunto de la
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Limiñana, 2005).
En primer lugar, debemos comenzar por el hecho de que el menor asume el papel
de víctima con más frecuencia que el adulto. Esto es especialmente cierto en el
caso de los adolescentes, sobre los que se conocen muchos más datos. Por
ejemplo, los índices de asalto, violación y robo contra jóvenes de 12-19 años son
de dos a tres veces mayores que los que padece toda la población adulta.
principal motivo para el secuestro por adultos no familiares, o bien el abuso sexual
intrafamiliar puede propiciar la aparición de abuso extrafamiliar (Finkelhor y
los menores multivictimizados, los cuales presentan peores efectos en todos sus
contextos de desarrollo, así como una mayor atribución de culpa (Finkelhor,
Ormrod y Turner, 2007).
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respecto al tipo de victimizaciones que puede sufrir con mayor probabilidad. Así,
desde la perspectiva de la “Victimología Evolutiva”, Finkelhor y Dziuba-Leatherman
(1994) plantean que la naturaleza, la cantidad y el impacto de la victimización
probable que sufra acoso escolar físico y agresiones de sus hermanos, mientras
que el adolescente, dadas sus características, padecerá robos y agresiones por
parte de extraños (Finkelhor, Ormrod y Turner, 2009).
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maltrato infantil (Cantón y Cortés, 1998), así como los escasos efectos específicos
investigados de los distintos tipos de maltrato (Margolin y Gordis, 2000). Para ello,
seguimos la clasificación propuesta por Cantón y Cortés (1998), que agrupa estas
consecuencias en cinco bloques: trastornos del vínculo afectivo entre la figura de
apego y el hijo, problemas de conducta, retrasos en el desarrollo cognitivo y en el
Los niños que han sido y son maltratados por sus cuidadores próximos durante el
período de consolidación del vínculo afectivo, no logran la seguridad ambiental y
(Cantón y Cortés, 1998). Este tipo de apego inseguro se caracteriza por los
siguientes rasgos: escasa exploración del entorno, intensa o nula reacción de
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madre de una forma desorganizada, sin una estrategia clara para tratar con la
figura de apego. Según algunos autores (Main y Hesse, 1990), este apego
desorganizado parece producirse por la activación simultánea de dos sistemas
B. Problemas de conducta.
Según diferentes estudios (Cantón y Cortés, 1998; Patró y Limiñana, 2005), estos
son algunos de los problemas de conducta que presentan los niños maltratados o
expuestos a violencia doméstica: adoptan patrones de conducta similares a los de
sus padres, es decir, de agresión instrumental, destinada a obtener algo, poseen
obstante, en esta área cabe destacar algún efecto diferencial en función del tipo de
maltrato. Así, parecen ser los niños que han sido maltratados físicamente, aquellos
que tienden a presentar este tipo de problemas de conducta, en especial,
agresivas y hostiles hacia los demás, mientras que por ejemplo, los niños que han
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2000).
y Cortés, 1998). Si atendemos al tipo de maltrato, los niños que han sufrido
negligencia, explotación laboral o corrupción, tienden a presentar un bajo
rendimiento académico (quizás por la falta de estimulación), mientras que los niños
que han sido maltratados físicamente, es más probable que sea la indisciplina o la
disruptividad escolar los problemas más destacables (Margolin y Gordis, 2000;
2004).
D. Déficits en la comunicación
afirmación de que las mayores dificultades en el lenguaje las presentan los niños
en situación de abandono y maltrato emocional (frente al resto de tipos de
maltrato), (Moreno, 2005). No obstante, según señala Cerezo (1995), estas
(ya que sus padres tampoco les han ofrecido un buen modelo). Además, exhiben
una baja capacidad para expresar y reconocer emociones básicas, como la
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detectándola mucho antes que los niños controles (Pollak y Sinha, 2002). Para
Margolin y Gordis (2000), estas dificultades para la empatía, el reconocimiento
emocional y una tendencia hacia las emociones negativas, marcan especialmente
Todos estos efectos en las áreas comentadas, pueden modularse todavía más en
función de una serie de variables recogidas por Muela (2008), que parecen ser
La edad del menor o estadio del desarrollo en que se encuentre
La duración/frecuencia/cronicidad del maltrato
La severidad del mismo
El tipo/s de maltrato
La relación existente entre agresor y menor
Las separaciones de las figuras de apego
Las interacciones entre las dimensiones anteriores
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Postraumático.
A este respecto, Terr (1991) propuso cuatro síntomas típicos infantiles surgidos
tras experiencias de victimización, sin tener en cuenta la edad del menor, ni la
evolución del trauma:
Recuerdos percibidos repetidamente o fuertemente visualizados: De todas las
Conductas repetitivas: Se trata de manifestaciones frecuentes del acontecimiento
conscientes de que sus conductas y respuestas físicas repiten alguna parte del set
Miedos relacionados con el contenido del trauma: Esta característica podría ser
niños, sino fuera por su nivel de especificidad y su duración. Es decir, los miedos
relacionados con el trauma no son miedos globales (como el miedo a los perros),
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sino específicos (miedo a los perros Doberman, si este fue el causante de alguna
Cambios en las actitudes sobre las personas, y aspectos de la vida y el futuro:
existe una sensación de futuro gravemente limitada en el menor (lo cual contrasta
con las ideas de futuro ilimitado que presentan normalmente los jóvenes).
Amorós, Palacios, Fuentes, León y Mesas (2003) todavía añaden un quinto cuadro
característica freudiana clásica del trauma: los sueños traumáticos. Aunque son
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puede ser todavía más acusado. Es por ello que Terr (1991), una de las principales
segundo caso (tipo 2), existe un estresor crónico, mantenido, que activa síntomas
predominantemente de evitación y anestesia emocional. En este último tipo, la
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Por su parte, en el trauma tipo II, las características diferenciales revisten mayor
hipnosis, identificación con el agresor, agresión contra sí mismo, etc. Véanse dos
ejemplos a continuación, de sintomatología trauma tipo II, en dos víctimas de
niña soldado en Uganda, China Keitetsi, y narra una automutilación, con la cual
parece pretender (inconscientemente) anestesiar el dolor emocional que sufre a
triste y no tenía el menor deseo de regresar. Paseando los ojos por el terreno
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y con el machete le hice un corte por la mitad. Cuando abrí los ojos vi una
gustaría destacar que no todos los sujetos maltratados van a presentar huellas
la investigación, los distintos autores (ver Palacios et al. 1998) parecen ponerse de
acuerdo en que únicamente un 30-40 % de los menores maltratados es probable
que reproduzcan los mismos patrones violentos de conducta que utilizaron con
ellos mismos.
(2004) recoge los tres principales factores que parecen encontrarse asociados a
esta capacidad de regeneración, y por lo tanto, a la no exposición a un trastorno
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Otras propuestas desde la psicología positiva (Vera, Carbelo y Vecina, 2006), van
más allá del concepto de ausencia de trastorno, y resiliencia, llegando hasta la
BIBLIOGRAFÍA
(Comps.), Manual de psicología forense (p. 85-118). Madrid: Siglo XXI de España.
Amorós, P.; Palacios, J.; Fuentes, N.; León, E. y Mesas, A. (2003). Familias
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99.
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Palacios, J. (1995). Los datos del maltrato infantil en España: una visión de
Palacios, J.; Jiménez, J.; Oliva, A. y Saldaña, D. (1998). Malos tratos a los niños en
infants and small children. En R. E. Helfer y C. H. Kempe (Eds.), The battered child
Vera, B., Carbelo, B. y Vecina, M. L. (2006). La experiencia traumática desde la
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Jaume I.
[Indice]
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