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Mario Estévez
The National Institute of Neurology and Neurosurgery, Havana, Cuba
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All content following this page was uploaded by Mario Estévez on 20 June 2015.
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Doctor en Medicina, Especialista de Fisiología de Segundo Grado, Investigador Titular, Profesor
Consultante, Doctor en Ciencias Médicas, Académico Titular AIA, Instituto de Endocrinología y
Enfermedades Metabólicas MINSAP.
Existen tres vías principales a través de las cuales el sistema nervioso acondiciona
al organismo para responder a las situaciones o factores del medio ambiente que
influyen sobre el mismo. La primera vía es de carácter netamente neural, mediada
por el sistema nervioso autónomo y permite disponer un comportamiento
específico del organismo en pocos segundos. Estas respuestas, sin embargo, son
de corta duración y cuando debe prolongarse su acción, una segunda vía está
disponible por la estimulación simpato-adrenal, la cual produce una descarga
principalmente de adrenalina al torrente circulatorio y posibilita mantener un tipo
de respuesta que puede calificarse de duración intermedia. Cuando la duración de
la respuesta requiere una duración más prolongada (días, meses, años), el
sistema nervioso emplea una tercera vía, que a través de la influencia hipotálamo-
hipofisaria moviliza un gran número de hormonas, entre ellas las de la corteza
suprarrenal, del tiroides, del páncreas, de las paratiroides, etc.
Una importancia especial se le ha dado a los estudios en el eje hipotálamo-
hipófiso-córtico-suprarrenal, y como expone en su monografía M. Alvarez
González (1989), esta vía de acción del sistema nervioso en respuesta al estrés
es muy amplia y abarca una gran complejidad de la respuesta endocrinológica.
Las estructuras del sistema nervioso que participan en la regulación visceral, como
puede suponerse, son sumamente variadas. De forma general, prácticamente las
principales estructuras suprasegmentarias están relacionadas con estas
respuestas.
Figura 1. Esquemas de la morfología del hemisferio cerebral derecho. A_ cara lateral (externa); B_
cara lateral mostrando la ínsula; C_ cara medial o interna; D_ cara inferior.
Control visceral suprasegmentario
Corteza cerebral
En la corteza cerebral se integran al más alto nivel las respuestas del organismo,
incluyendo las correspondientes a la actividad nerviosa superior. En ella se hacen
conscientes para el individuo múltiples situaciones estresantes cuando alcanzan el
nivel necesario para ser percibidas. Para nadie es desconocida la influencia de las
preocupaciones, sentimientos, emociones, recuerdos, etc., en la respuesta del
organismo.
La estimulación eléctrica o química de zonas muy diversas de la corteza de los
hemisferios cerebrales, causa alteraciones neurovegetativas, hemodinámicas,
ventilatorias, metabólicas, dilatación pupilar, incremento de la sudoración, etc.
(Hoff E.C. et al., 1963). Por más de 100 años han sido acumuladas evidencias de
que la corteza cerebral del hombre está vinculada en el control de las funciones
del sistema nervioso autónomo. Oppenheimer SM et al. (1990) han descrito en las
ratas que estimulaciones del lóbulo de la ínsula en su porción más anterior tiene
un efecto cardiovascular simpático, predominantemente en cuanto a la frecuencia
cardiaca. Las estimulaciones de áreas posteriores, tienen acción parasimpática.
(Fig. 1).
Después de haberse producido lesiones de la corteza cerebral, se han observado
variaciones de la frecuencia de la micción y trastornos en la regulación de la
temperatura. Ha sido reportada hipertensión o hipotensión arterial, luego de
ablaciones de la corteza prefrontal (Koizumi K. et al., 1974). Hay trabajos que de-
muestran el papel de la corteza en la regulación de la distribución del flujo
sanguíneo en distintas regiones del cuerpo, en el control de la secreción salivar,
gástrica, pancreática, biliar y entérica (Kadekaro M. et al. 1972-1975; Misher A. et
al., 1966; Timo Iaria C., 1983; Achari N.K. et al., 1978).
En condiciones basales y en estado de completa salud, de forma automática e
inconsciente, se regulan prácticamente todas las funciones básicas del organismo.
Cuando se lesionan determinadas estructuras del sistema nervioso que participan
en el control de funciones vegetativas, son evidenciadas por un lado la importancia
de las mismas para el organismo, y por otro lado las posibilidades de estructuras
superiores del sistema nervioso para hacerse cargo de esas funciones en muchos
casos.
Sin un adecuado funcionamiento de las estructuras vegetativas nerviosas del
tronco encefálico, es imposible al individuo olvidarse de la necesidad por ejemplo,
de ventilar los pulmones. Existe una antigua leyenda germana que cuenta que
cuando la ninfa Ondina supo que su esposo era un adúltero, ésta lo castigó
suprimiéndole el automatismo respiratorio. El desgraciado debía, incluso durante
el sueño, estar consciente de la necesidad de mantener la función ventilatoria
pulmonar. En Medicina se ha denominado como síndrome de la maldición de
Ondina, al cuadro clínico que se presenta en algunos pacientes, en quienes
durante el sueño se produce una severa afectación del proceso respiratorio, que
obliga al sujeto a despertarse para poder regular en estado de vigilia esta
situación.
Sistema límbico
Cerebelo
El cerebelo está vinculado en cierto grado con el control del sistema nervioso
autonómico (Fig. 4). La estimulación de los lóbulos anterior y posterior produce
cambios de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca. También se ha
observado constricción y dilatación pupilar y alteraciones de la motilidad intestinal
(Dow R. et al., 1958). La estimulación química del lóbulo posterior por aplicaciones
locales de glutamato, aumenta tanto las descargas simpáticas como las
parasimpáticas (Douglas W.W., 1968). Las lesiones o ablaciones del cerebelo
cambian marcadamente los reflejos vesicales, incrementándose la frecuencia de la
micción.
En la denominada enfermedad del movimiento se ha demostrado que la ablación
del cerebelo, elimina radicalmente sus síntomas. Ello constituye otra evidencia de
su participación en respuestas a estresores específicos, como los que provocan la
enfermedad del movimiento o cinetosis (Estévez M., 1989).
Núcleos basales
P.J. Morgane (1961) describió que lesiones de la parte interna del globus pallidus
son capaces de producir en ratas una afagia con muerte en los pocos días,
independientemente de que el ani mal sea sometido a una dieta balanceada
forzosa, lo que parece indicar que alguna importante función metabólica esté
alterada por la lesión. En el gato, Kadekaro M. et al. (1975) demostraron que el
globus pallidus participa en el proceso de regulación digestiva y en especial en la
secreción gástrica. Estos hechos parecen servir de fundamento a la observación
clínica de las alteraciones vegetativas en pacientes con la enfermedad de
Parkinson (Mitchel D. et al., 1976).
Hipotálamo
Tronco encefálico
A nivel del tronco encefálico (Fig. 6) y principalmente en la región bulbar han sido
localizados diferentes centros reflejos que regulan importantísimas funciones
vegetativas como la respiración y el control de la presión arterial.
Además, se han encontrado zonas que participan en el control reflejo del nivel de
glicemia, en la excitación de la médula suprarrenal, en la secreción salival, en el
desencadenamiento del reflejo del vómito, del reflejo deglutorio y en el de la
micción (Koizumi K. et al., 1974; Hell N.S. et al., 1986; Timo-Iaría C., 1990;
Nicoelis M.A.L. et al., 1989; Franchini K.G. et al., 1992; 1993; Krieger E.M., 1964).
En las porciones más rostrales del tronco encefálico (mesencéfalo) han sido
observadas funciones de control de la vejiga (inhibición o facilitación de la
micción), cambios en la resistencia de la piel vinculados a la sudoración,
variaciones de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca (Koizumi K et al.
1974).
Médula espinal
En casos con secciones de la médula espinal, se han podido observar respuestas
reflejas vegetativas. Después que ha pasado el período del shock espinal,
aparecen primeramente respuestas reflejas somáticas y sólo más tarde las
vegetativas. El denominado reflejo masivo, consistente en retirada brusca de las
piernas, sudoración profusa y vaciamiento vesical y rectal, requiere varios meses
para que aparezca en el hombre.
Las respuestas vegetativas durante el período del shock espinal en el hombre,
que puede durar hasta 2 meses, están más suprimidas que las somáticas. La piel
está seca, con ausencia de sudoración, pero la temperatura superficial se
mantiene y se observa un color rosado debido a la vasodilatación (Koizumi K. et
al., 1974). Este hecho lo comentaremos más adelante. El tono vascular
permanece muy bajo durante el shock espinal y se recupera lentamente al igual
que las otras respuestas vegetativas. Todo esto constituye una evidencia de la
existencia de un control segmentario de la actividad vegetativa en la médula
espinal.
El sistema nervioso posee una parte vinculada con las reacciones somáticas
frente al mundo exterior y cuya acción es predominantemente extrafectiva,
denominada ecotropa o de la vida de relación. Hay otra parte del sistema nervioso
íntimamente relacionada con la vida orgánica, de acción intrafectiva y que ha sido
denominada idiotropa, o de la vida orgánica.
Tanto las porciones somática, como la visceral, están unidas estrechamente y
obviamente no pueden existir de forma independiente. Por ello, el término de
sistema nervioso autónomo, introducido por J.N. Langley (1921), a pesar de
haberse empleado extensamente, es rechazado por muchos autores. Esta parte
del sistema nervioso ha sido también llamada involuntaria o vegetativa.
El sistema nervioso autónomo inerva los órganos viscerales, los músculos lisos, el
corazón y las glándulas del organismo. La acción del sistema nervioso autónomo
ha sido mejor evidenciada en condiciones de estrés emocional, dolor y lesión
corporal (Koizumi K. et al., 1974).
W.B. Cannon (1929) estudió intensamente en el primer cuarto del presente siglo,
las relaciones entre el sistema nervioso autónomo y la porción medular de la
glándula suprarrenal. Poco después Cannon et al. (1931) y H.H. Dale (1934)
demostraron la mediación química entre el sistema nervioso autónomo y los
órganos periféricos inervados por éste. Fue J.N. Langley quien introdujo el término
de receptores para referirse al sitio de acción del sistema nervioso autónomo
sobre los órganos inervados por el mismo.
Como hace notar A.C. Guyton (1990), las respuestas mediadas por esta parte del
sistema nervioso son capaces de modificar con rapidez e intensidad las funciones
viscerales. En 3-4 segundos la frecuencia cardiaca puede incrementarse al doble,
la tensión arterial puede duplicarse en 10-15 segundos; en plazo de breves
segundos puede vaciarse la vejiga.
Hay así múltiples ejemplos que demuestran que el sistema nervioso, al actuar a
través de fibras vegetativas, es capaz de ejercer una rápida reacción de la
mayoría de las funciones internas del organismo, regulando la respuesta general
visceral. Estos tipos de cambios rápidos son los que son objeto de evaluación
mediante el llamado polígrafo detector de mentiras (Agee Ph., 1975; Carlson S.C.
et al., 1977; Bamford J., 1982; ; Gibbons J.A., 1983; Lykken D.T., 1975, 1983).
El sistema nervioso autónomo, atendiendo a razones morfológicas y bioquímicas,
ha sido dividido en sistema simpático y sistema parasimpático. Existe un consenso
general de que el sistema simpático está organizado para reacciones
generalizadas y se plantea que se caracteriza por gastar la energía acumulada en
el organismo, mientras que el parasimpático produce generalmente acciones más
localizadas y su principal papel es el de protección y conservación de las reservas
orgánicas.
Desde el punto de vista anatómico los núcleos motores del sistema parasimpático
se encuentran ubicados en el tronco encefálico y en las astas laterales de la
médula sacra a partir del segundo segmento. El sistema simpático tiene sus
núcleos motores en las astas laterales, entre los segmentos T-1 y L-2 de la
médula espinal (Fig. 7).
En ambos sistemas se puede definir, a diferencia de la inervación somática, una
cadena formada por dos neuronas motoras. La primera de estas neuronas,
llamada preganglionar, está siempre ubicada en el interior del tronco encefálico o
de la médula espinal, mientras que la segunda neurona se ubica en acúmulos
ganglionares que pueden estar en la cadena ganglionar paravertebral o en
pequeños ganglios en las propias paredes de los órganos viscerales efectores.
Las fibras preganglionares parasimpáticas son generalmente mucho más largas
que las simpáticas, mientras que las fibras posganglionares parasimpáticas
resultan muy cortas en comparación con las simpáticas.
Las fibras preganglionares simpáticas salen de la médula con las fibras de la raíz
anterior conformando el nervio raquídeo. Mediante los ramos comunicantes
blancos estas fibras llegan a la cadena ganglionar simpática, donde pueden hacer
sinapsis con neuronas posganglionares, pasar a otros ganglios más rostrales o
caudales y terminar en sinapsis con neuronas posganglionares a ese nivel (Fig. 8).
Muchas fibras posganglionares vuelven a penetrar en los nervios espinales a
través de los ramos comunicantes grises, distribuyéndose por todo el cuerpo junto
con las fibras somáticas. Cerca de un 8% de las cifras de un nervio esquelético
son de este tipo.
Figura 8. Diagrama de arcos neurales que corresponden al sistema simpático. Con trazo grueso
las fibras aferentes viscerales. Contrazo fino o punteado las fibras preganglionares y
posganglionares simpáticas.
En el sistema simpático las fibras procedentes del segmento medular T-1 inervan
la cabeza, las de T-2 al cuello, las de T-3, T-4, T-5 y T-6 hacia el tórax, las de T-7,
T-8, T-9, T-10 y T-11 al abdomen y las de T-12, L-1 y L-2 a las extremidades
inferiores. De esta manera existe una distribución segmentaria, paralela a la
somática, por parte del sistema simpático.
Una particularidad especial revisten las terminaciones nerviosas simpáticas en la
médula suprarrenal. Las fibras preganglionares simpáticas, sin hacer sinapsis ter-
minan en las células especiales de la médula suprarrenal que secretan adrenalina
y noradrenalina al torrente sanguíneo. Estas células constituyen verdaderas
neuronas posganglionares. La inervación simpática de los órganos está relaciona-
da con la posición que estos órganos tenían al inicio del desarrollo embrionario. El
corazón recibe mucha inervación simpática de la cadena ganglionar cervical, por
haberse originado en esta zona. Los órganos abdominales la reciben de los
segmentos torácicos inferiores.
Las fibras parasimpáticas craneales abandonan el sistema nervioso central
siguiendo el trayecto de los nervios craneales III, VII, IX y X. El 75 % de las fibras
parasimpáticas para los órganos torácicos y abdominales pasan por los nervios
vagos, de aquí su importancia. Las fibras parasimpáticas sacras inervan la
totalidad de los órganos pelvianos.
Entre las fibras parasimpáticas preganglionares se pueden incluir, como señala F.
Orts Llorca (1960), las que se originan en los núcleos supraópticos y núcleos del
hipotálamo anterior y que formando el haz supraóptico-hipofisario, van a inervar
las células secretoras de la neurohipófisis. Estas células son así equivalentes a
neuronas posganglionares parasimpáticas, del mismo modo que las células de la
médula suprarrenal se consideran equivalentes a neuronas posganglionares
simpáticas.
Las terminaciones nerviosas simpáticas y parasimpáticas secretan una de las dos
sustancias neurotransmisoras: noradrenalina o acetilcolina. Las primeras se
llaman adrenérgicas y las segundas colinérgicas (Fig. 1.8). Tanto las fibras
preganglionares simpáticas, como las parasimpáticas son colinérgicas. Las
neuronas posganglionares del sistema parasimpático son también colinérgicas. La
mayor parte de las fibras posganglionares simpáticas son adrenérgicas, aunque
las fibras simpáticas que inervan las glándulas sudoríparas y algunos vasos
sanguíneos son colinérgicas.
Según F. Orts Llorca (1960), el nervio facial (VII par craneal) conduce fibras
parasimpáticas destinadas a las glándulas sudoríparas de la cara. A.C. Guyton
(1990) afirma que: “... las glándulas sudoríparas son estimuladas fundamen-
talmente por núcleos situados en el hipotálamo que suelen considerarse centros
parasimpáticos. Por tanto, el sudor podría considerarse función parasimpática.
Estos últimos dos testimonios reflejan el hecho de que aún no se han logrado
conclusiones anátomo-funcionales en cuestiones al parecer tan sencillas, ya que
la inmensa mayoría de los autores simplemente se contentan con calificar las
fibras vegetativas que inervan a las glándulas sudoríparas, como simpáticas
colinérgicas, constatando la paradoja sin darle mayor significación.
Figura 1.9 Diagrama explicativo de la acción de ambas secciones del SNA sobre los efectores
autonómicos.
Inervación Cardiaca
Plexo cardiaco
Está constituido por fibras nerviosas posganglionares simpáticas procedentes de
los ganglios cervicales y torácicos, por fibras preganglionares parasimpáticos, por
fibras eferentes posganglionares parasimpáticos, por fibras aferentes viscerales y
por fibras y somas neuronales que tienen neuromediadores no colinérgicos y no
adrenérgicos.
Algunos autores acostumbraban diferenciar dos grandes divisiones del plexo: uno
denominado superficial que cubriría la convexidad aórtica y la bifurcación de la
arteria pulmonar, donde se ubica el ganglio de Wrisberg mencionado
anteriormente y una porción denominada profunda que recibe sus fibras de modo
predominante del vago izquierdo.
Esta porción del plexo cardiaco se ubicaría entre la aorta y las venas pulmonares y
se subdividiría a su vez en dos porciones por detrás del arco aórtico. A la porción
derecha de esta subdivisión del plexo profundo cardiaco llegarían fibras
procedentes de los nervios cardiacos superior, medio e inferior y torácicos del lado
derecho, así como todos los ramos cardiacos del vago.
La mitad izquierda de esta porción del plexo cardiaco profundo recibiría fibras
igualmente de los nervios cardiacos medio, inferior y torácico izquierdos y los
ramos inferiores del vago izquierdo. Se ha considerado siempre que la zona del
nódulo aurícula-sinusal es inervada de modo preferente por fibras procedentes del
vago derecho, en tanto otras zonas del sistema de conducción propio
especializado cardiaco reciben fibras del vago izquierdo.
Autores prestigiosos de la Escuela Ruso-Soviética (Sinelnikov R.D. 1986)
individualizaban morfológicamente al plexo cardiaco en más porciones: dos
porciones anteriores del plexo, dos porciones posteriores, un plexo para la región
de la cara anterior de las aurículas y otra específica para la cara posterior de la
aurícula izquierda.
Autorritmicidad cardiaca
Una característica fisiológica importante de las fibras miocárdicas está dada por su
rítmica autónoma. En 1628, William Harvey demostró, que en las fibras
miocárdicas de las aurículas la frecuencia espontánea de contracción era mayor
que en las de los ventrículos (Harvey W., 1628; Singer C., 1928).
Sin embargo, no fue hasta finales del siglo XlX, que fue localizada la región
primaria cardiaca con un más alto grado de autoritmicidad, en la aurícula derecha
(Gaskell W.H., 1900; Meek W.J. y Eyster J.A.E., 1914, 1916).
En 1906, Keith y Flack descubrieron el nódulo sinoauricular morfológicamente y
los experimentos electrofisiológicos de T. Lewis demostraron, que correspondía a
esta estructura la mayor frecuencia de descarga, con respecto al resto de las
áreas del corazón, constituyéndose de esta manera en el sitio de origen del ritmo
cardiaco (Lewis T.,1925).
Las células del nodo sinoauricular, muestran un elevado nivel de autoexcitación.
Ha sido demostrado que dichas células poseen los potenciales de membrana de
reposo más bajos y las que exhiben una velocidad de despolarización más rápida.
Sin embargo, no todas las fibras del nódulo sinoaricular poseen iguales
propiedades.
Según V.B. Mountcastle (1974) las células más periféricas del nódulo poseen un
potencial de membrana algo más negativo, constituyéndose en “marcapasos” de
reserva. Otros autores (Baevsky R.M., 1968, 1970; Delgado Correa W., 1984),
señalan que las células del nódulo con esas particularidades están ubicadas en
las regiones más superiores del mismo.
De acuerdo con lo anterior, en el propio nódulo sinoauricular podría regularse el
ritmo cardiaco mediante tres posibles mecanismos:
• Por una alteración de la actividad de las fibras “marcapaso”.
• Por una variación del sitio del nódulo donde se genera la actividad
“marcapaso”.
• Por la combinación de los dos anteriores.
En general se acepta, que las propiedades antes descritas de las células del
nódulo sinoauricular son debidas a que las mismas presentan una conductancia
de reposo diastólico relativamente elevada a los iones de sodio y una lenta
declinación en la conductancia a los iones de potasio durante el diástole.
La conductancia selectiva a los iones en la membrana celular es dependiente de
reacciones metabólicas intracelulares. Sin embargo, no por ello puede
considerarse que solo a este nivel intracelular en el nódulo corresponda el único
papel en la regulación del ritmo cardiaco.