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muerte a sí mismos olvidando que la fuente de sus angustias 97a convencernos de 15> que la sensibilidad del espíritu no reside
es ese temor, que es él el que atropella el honor, él el que en ningún lugar determinado sino que es una suerte de dis-
rompe los lazos de la amistad y, en resumen, arranca de posición vital del cuerpo — ‘armonía’ la llaman los grie-
cuajo el respeto. Porque a menudo los hombres han llegado ioo gos— que haría que vivamos con sensibilidad, en tanto que
a traicionar a la patria y a los padres queridos por pretender la mente no está en ninguna parte16; tal como cuando a la
eludir los parajes del Aqueronte. buena salud a veces se la llama ‘del cuerpo’ aunque ella no
Pues, tal como los niños en la oscuridad cerrada tiem- sea parte alguna del hombre sano, así la sensibilidad del es-
blan y de todo tienen miedo, así a plena luz nosotros en oca- píritu no la colocan en ningún lugar determinado, y en ello a
siones tememos por cosas que en modo alguno son más te- mí me parece que en gran manera se extravían y desbarran.
mibles que las que en la oscuridad los niños sienten con 105 A menudo, en efecto, disponemos de un cuerpo que como
espanto e imaginan a punto de suceder. Porque ese miedo y enfermo se nos aparece, mientras que en la otra parte ocul-
esas tinieblas del espíritu es menester que los despejen no ta 17 estamos alegres; y lo contrario pasa cuando del otro la-
los rayos del sol ni los dardos luminosos del día sino las fi- do es a veces al revés, si el entristecido por la parte del alma
guraciones de la naturaleza y su fundamentaciónl3. se alegra con el cuerpo todo, no de otra manera que cuando
no a un enfermo acaso le duele el pie y su cabeza no sufre nin-
Primeramente afirmo que el espí- gún dolor entretanto. Y además, cuando entregamos los
da mente es ritu H, al que a menudo llamamos ‘men- miembros al sueño blando y el pesado cuerpo queda tendido
t í a parte del cuerpo, t , ¿ o n d e reside la guía y el gobier- sin sensibilidad, hay algo sin embargo en nosotros que en
no una estructura ’ ° J ®
o armonía no del vivir, es una parte del hombre esos momentos de muchos modos se agita y en sí recibe las
en no menor grado que manos y pies lis emociones de alegría y las angustias vanas del corazón.
y ojos están ahí como partes del ser vivo completo. {Hay en
esta cuestión sin embargo quienes pretenden al contrario
digo ‘alma’ para mostrar que es mortal, entiendas que también digo ‘espíritu’,
en cuanto que una sola cosa y bien trabada son los dos» (III421-423). Vid. A.
muerte se ha hecho la vida angustiosa?» (Epístolas morales a Lucilio XXTV M . L a t h i e r e , «Lucréce traducteur d’Epicure. Animus, anima dans les livres 3
23). et 4 du De rerum natura», Phoenix 26 (1972), 213-133.
13 III87-93 = H 55-61 = VI 35-41; m 91-93 = 1 146-148. 15 Se recoge en las traducción el verso con el que A. G a r c í a C a l v o su-
14 Todo el razonamiento lucrecíano se basa en los términos, muy clara- ple una laguna ya señalada por los primeros editores.
mente diferenciados en la lengua latina, anintus y anima, que asumen la misión 16 L a doctrina del alma como armonía la expone por vez primera Si-
imposible de traducir los términos epicúreos nous y psyche (que al propio Epi- mmias de Tebas, un seguidor de Pitágoras, en un pasaje del Fedón (85e-
curo no gustaban, prefiriendo establecer dentro de la psyché una parte irra- 86d) platónico. Sin embargo Lucrecio parece apuntar más bien a concep-
cional, tó álogon méros, y otra racional, tó logikón meros). Para Lucrecio, ciones parecidas de Dicearco y Aristóxeno, filósofos que de un pitagorismo
animus es agente de intelección (mente), deliberación y decisión (voluntad); juvenil pasaron a la escuela de Aristóteles (según se ve en S e x t o E m p í r i c o ,
anima es algo así como el aliento vital común a los seres vivos. De todos mo- Contra los profesores VII 349, y Cíe., Tuse., 110,19). Véase A. E r n o u t -L .
dos hay una tendencia a confundirlos, de la que el propio poeta es consciente: R o b í n , com. ad loe.
«Haz tú que los dos nombres en uno solo se junten y que, cuando por ejemplo 17 El espíritu.
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Ahora, para que puedas reconocer que también el alma tad del pec ho 19; pues ahí brincan el terror y el miedo, cer-
está en los miembros y que no mantiene amarrado al cueipo ca de ese lugar nos halagan los gozos: ahí por tanto la
mediante la armonía, ocurre de entrada que, si se arranca una mente y el espíritu se hallan. La otra parte del alma, re -
parte grande del cuerpo, la vida sin embargo perdura en partida por el cuerpo entero, obedece y se mueve a una se-
nuestros miembros, y ella también al revés, si unos pocos ña o ademán de la mente. Ella sola por su cuenta sabe, ella
cuerpos de calor escapan y se ha emitido fuera por la boca por su cuenta goza, aun cuando ninguna cosa impresione
el aire, deja al punto las venas y abandona los huesos; de ni al alma ni al cuerpo. Y así como, cuando la cabeza o el
modo que por ahí puedes comprender que no todos los ojo entre ataques de dolor tenemos dañados, no sufrimos
cuerpos desempeñan igual función ni por igual sustentan en todo el cuerpo, igualmente el espíritu a veces sufre da-
nuestra integridad, sino que más bien son las semillas de ño en sí mismo o se llena de alegría, aun cuando la otra
viento y caliente vapor las que se ocupan de que la vida parte del alma a través de miembros y carnes no se ve alte-
- perdure en los miembros. Hay por tanto un vapor y un rada por ninguna conmoción. Pero cuando la mente sufre
viento vital en el propio cuerpo que abandonan nuestros la impresión de un miedo muy fuerte, vemos que el alma
miembros al morir. entera siente a través de los miembros, que sudores enton-
En consecuencia, toda vez que hallamos que la naturale- ces {y> palidez se producen en todo el cuerpo, que la len-
za del espíritu y del alma es por así decirlo una parte del in- gua se traba y la voz se pierde, los ojos se nublan, retum-
dividuo, el nombre de armonía, traído a los músicos desde ban los oídos, se desploman los miembros20, que vemos en
el soto, devuélveselo al Helicón18 o a cualquier otro sitio de fin muchas veces desmayarse los hombres por terrores del
donde ellos lo trajeran para aplicárselo a esa cosa que por espíritu, de manera que cualquiera de ahí sin dificultad
entonces necesitaba un nombre apropiado; comoquiera que podría comprender que el alma está trabada con el espíri-
ello sea, que se lo queden: tú entérate de lo que me queda tu, pues cuando la golpea (la violencia) del espíritu, al
por decir. punto atropella y hiere al cuerpo.

Afirmo ahora que espíritu y alma


Unión se mantienen trabados uno y otra, y
de espíritu y alma entre jos ¿ os hacen una sola natura-
leza, pero que es como lo principal y 19 La idea de que la inteligencia se aloja en el pecho más bien que en la
cabeza es usual en Homero y sus sucesores, porque, generalmente, entre los
señorea sobre el cuerpo entero esa guía que llamamos ‘es-
antiguos «el corazón tiene más defensores que el cerebro» (H. A. J. M i j n r o ,
píritu’ y ‘mente’; ella además está puesta y enclavada en mi- cit. por E, J. K e n n e y , Lucretius..., com. ad loe.).
20 La fraseología recuerda aquí muy de cerca a C a t u t .o (LI) y su mo-
delo S a f o (fr. 3 1 ); A n n k t t e L, G i e s e c k e (Atoms, Ataraxy, and Allusion:
Cross-generic Imitation o f the De Rerum Natura in early Augustan Poetry,
Hildesheim, Olms, 2 0 0 0 , pág. 3 0 ) está convencida de que ambos poetas se
18 El monte de las Musas (véase 1118). conocieron en el círculo de Memio.
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Esta misma explicación muestra bien, lo que es móvil en grado tan superlativo debe estar he-
que la naturaleza del espíritu y el alma cho de semillas más que redondeadas y más que menudas,
Su naturaleza para que al recibir un pequeño impulso puedan moverse. Se
corporal
es corporal. Pues cuando los vemos
empujar los miembros, arrancar del mueve, en efecto, el agua y con un impulso pequeño corre
sueño el cuerpo, alterar el rostro, go- porque, claro es, está compuesta de formas rodantes y lige-
bernar y manejar al individuo entero, nada de lo cual sabe- ras; en cambio la naturaleza de la miel es más consistente y
mos que podría hacerse sin tocarlo, y que no hay tocar sin su líquido más perezoso y más lento su manejo (pues entre
cuerpo, ¿no hay que admitir que espíritu y alma están he- sí se traba más todo el conjunto de su materia), debido sin
chos de naturaleza corporal? De otra parte, adviertes que en duda a que no consta de cuerpos ni tan lisos ni tan tenues y
nosotros el espíritu se desenvuelve a la par que el cuerpo y redondos; tienes, en efecto, que una brisa somera y leve puede
junto con él siente: si no choca con la vida la erizada fuerza forzar que entero se desparrame un buen montón de adormi-
del dardo, metiéndose dentro entre huesos y tendones des- dera22; en cambio el cierzo sopla contra una pila de piedras
garrados, se sigue con todo una languidez y un dulce caer a y en ella nada puede. Y es que los cuerpos cuanto más pe-
tierra y en tierra un ardor que al desmayado21 le nace y a queños y lisos son, de mayor movilidad disfrutan; y, al con-
ratos algo así como un deseo indeciso de levantarse. Luego trario cualesquiera que resulten ser de mucho mayor peso y
la naturaleza del espíritu es forzoso que sea corporal, ya que más rugosos, son por ahí ellos más estables.
padece con dardos y heridas corporales. Ahora, pues, ya que hemos hallado que la naturaleza del
espíritu es extremadamente móvil, es forzoso que esté for-
A ti de cómo es la masa de ese es- mada de cuerpos sin duda pequeños, lisos y redondos. El
píritu y de dónde se forma voy a se- conocimiento de tal cosa, buen amigo, te resultará prove-
Sutileza choso en muchos puntos y se mostrará oportuno.
de sus átomos
guir dándote razón con mis palabras.
Para empezar, digo que es bien Otra cosa también llega a explicar la naturaleza del espí-
tenue y que está hecho y formado de ritu, de qué trama tan fina está hecho y en qué sitio tan pe-
cuerpos más que menudos. Basta que luego prestes atención queño se encierra si acaso se apelotona, y es que en cuanto
para que puedas muy bien comprender que ello es así. Nada se apodera del hombre el sueño tranquilo de la muerte y se
parece producirse de una manera tan rápida como lo que la retira la sustancia del espíritu y el alma, nada allí puedes
mente por su cuenta decide e inicia; luego el espíritu se descubrir que ni en la apariencia ni en la masa del entero
agita mucho más rápidamente que cualquiera de las otras cuerpo haya sufrido menoscabo: la muerte preserva todo
cosas que ante nuestros ojos y alcance presenta su ser; ahora salvo la sensibilidad de la vida y el vaho caliente. Luego es

21 Sigo la conjetura de A. G a r c í a C a l v o (amentei) frente a lo transmi- 22 Son los granos negros y menudos de esta planta que se empleaba para
tido por los manuscritos (mentes) y la enmienda más aceptada de los edito- provocar sueño. Las simientes de amapola representaron a los átomos escu-
res (mentís). rridizos en II453.
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forzoso que el alma entera conste de semillas bien pequeñas


en su trabazón a través de venas, entrañas, tendones, en la
medida en que, cuando toda se retira ya del cuerpo entero,
el contorno exterior de los miembros no obstante se preser-
va intacto sin que falte ni pizca de peso; algo así sucede 220
cuando se disipa la esencia de un vino o cuando el olor de
dulce perfume escapa al aire o cuando se pierde el sabor de
un cuerpo cualquiera; en nada sin embargo aparece a los
ojos achicada la cosa como tal por ello ni nada de su masa
se ha apartado, debido sin duda a que semillas numerosas y 225
menudas producen los sabores y el olor en el cuerpo entero
de las cosas.
Conque, digo y repito, la naturaleza del espíritu y el al-
ma hay que comprender que está formada de semillas más
que menudas, ya que al retirarse no se lleva nada del peso. 230

Y pese a todo no debemos pensar


que tal naturaleza sea simple23, pues
dases
de sus átomos de los moribundos escapa r una suerte
de brisa fina mezclada con vapor, y el
vapor desde luego arrastra aire consi-
go, ni hay tampoco calor que no lleve mezclado también ai-
re: como su naturaleza es rala a buen seguro, es menester
que muchos primordios de aire se muevan allí dentro. Re- 235
sulta así que la naturaleza del espíritu es ahora triple, sin que
todas ellas juntas se basten para producir sensibilidad, toda
vez que no encaja en cabeza humana que ninguna de ellas
pueda producirle mociones sensitivas a uno (o) esas cosas a
las que en la mente damos vueltas. Una cuarta naturaleza24 240

23 Como 110 lo es ninguna, según se estableció en I I 581-699.


24 La doctrina de los cuatro elementos anímicos está recogida en Epi-
curo, Carta a Heródoto 63.

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