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org/2014/12/03/transformando-la-educacion-especial-en-educacion-inclusiva/

Transformando la educación especial en educación inclusiva


Daniel Comin

Hace ya mucho que se habla de educación inclusiva, de hecho más de 30 años. Pero a pesar de todo hay mucha
gente que sigue hecha un lío y que no se aclara bien con lo de la educación especial, la educación integradora y la
educación inclusiva. Hagamos un brevísimo recorrido histórico para poder comprender el porqué de esta evolución
en la visión de los modelos educativos y por tanto del cambio en la visión de la diversidad funcional (Discapacidad).

La evolución en la forma de ver y entender la educación a personas con diversidad funcional siempre ha estado
basada en las creencias predominantes de una sociedad en un momento determinado de su historia. Desde el
modelo espartano de ejecución en el monte Taigeto, al modelo usado por la iglesia católica de la baja Edad Media,
donde para evitar los infanticidios de pobres niños inocentes que presentaban algún tipo de malformación, se
condenaba a quienes matasen a esos pobres niños, aunque en el caso de que estos estuviesen “presuntamente”
poseídos, o realmente fuesen el fruto de una relación demoníaca, brujería o cualquier otras barbaridad que se le
ocurriera al cura de turno, los quemaban en la hoguera o los sometían a exorcismos, por supuesto en todos los
casos el niño fallecía pero con la bendición de nadie sabe quién. Es a partir del Renacimiento cuando los modelos
demoníacos dan paso a una visión más médica, y empiezan a aparecer manicomios, asilos y obras de corte
similar, donde el deficiente es recogido de por vida, para mayor gloria de alguna deidad. A partir del siglo XVII y
XVIII, la influencia religiosa decae en pro de una visión más médica del deficiente (o tullido, o demente, o inútil, o
cualquier de las diversas y horrendas definiciones de la época) y entra en programas asistenciales. Aunque a partir
de ese momento y hasta las postrimerías del siglo XX la visión de la institucionalización de la persona diferente se
convierte en un modelo extendido.

Sin embargo aparecen algunos momentos determinantes que inician la visión más pedagógica que la clínica en la
atención a la persona con diversidad funcional. Jean Itard en Francia, cuando en 1800 inicia el trabajo con el niño
feral, o 100 años después con Anne Sullivan. Pero básicamente el modelo de institucionalización de la persona
siguió vigente hasta finales de la década de los 50 (aunque en España esto se alargó casi 20 años más).

A partir de ese momento, y a raíz de esa efervescencia


económica y cultural de los 50, y sobre todo, de la
obligatoriedad de la educación, aparecen muchos niños
considerados en la época como “débiles mentales”,
quienes hasta la fecha sencillamente no existían a nivel
oficial, de hecho el número no paraba de crecer, de tal
forma que incluso se pensaba que se trataba de algún
tipo de epidemia. La cantidad de niños con diversidad
funcional no dejaban de aumentar en las cifras oficiales
(antes habían los mismos, pero escondidos), y para
afrontar esa situación se transforman esos hospitales,
asilos, orfanatos y entidades de corte similar, en centros
de educación especial, aunque desde una visión medico
rehabilitadora, más que pedagógica. Incluso, muchos de Es el momento de modernizar la escuela
estos centros de educación especial se especializan en
un tipo concreto de discapacidad. A tal grado de
sofisticación pensaban haber llegado. Sin embargo, ese modelo se basaba principalmente en la deficiencia del
individuo. Y todo giraba en torno a esa deficiencia. De hecho existían programas adaptados a los Down, los
psicóticos, los autistas, los retrasados o los deficientes mentales, …, nunca se ponía a la persona por delante .
Eran sencillamente diagnósticos que definían una o varias deficiencias que se intentaban “resolver”. Pero siempre
desde la exclusión. Nunca se mezclaba a los deficientes con los normales, como si fuese algo contagioso.

Poco a poco ese modelo excesivamente clínico y rehabilitador de la persona va desapareciendo del modelo de
educación especial, tornándose cada vez más importante el modelo pedagógico, pero sin olvidar ciertos aspectos
medico-rehabilitadores. Sin embargo, hoy en día, los centros de educación especial, siguen teniendo al alumno
excluido de la mayoría de actividades sociales, no por un deseo malvado de los responsables, sino por la propia
dinámica de centro. Se sigue trabajando los aspectos individuales, aunque cada vez priman más los aspectos
sociales, estando estos restringidos al entorno social en el que vive y habita la persona, es decir, que en la mayoría
del tiempo son otras personas con discapacidad.

A partir de los años 70 y 80 se empieza a implantar la idea


social de que el alumno con discapacidad tiene derecho a ir al
centro educativo ordinario o regular. Ya se sabe que el modelo
de institucionalización de la persona con discapacidad y de
educación segregadora, conduce a una vida aparte de la
sociedad. Y ese proceso reivindicativo, llevado a cabo por
familias y también por profesionales de la educación especial,
empieza a llevar a alumnos con diversidad funcional a las aulas
de los colegios ordinario o regulares, pero con matices. Y
aparece el modelo integrador de la educación. Que es
básicamente el llevar parte de los recursos del centro de
educación especial al centro ordinario. Se crean aulas de
integración, de forma que el alumno con diversidad funcional
pueda compartir más momentos con el resto de alumnos.

Hay que tener en cuenta que en la gran mayoría de casos el centro de educación especial fracasa, ya que en muy
pocos casos el alumno, al pasar a la vida adulta, consigue muchas de las metas básicas para un desenvolvimiento
social en solitario. Es decir, que son dependientes de por vida. Tanto es así que su inclusión social en la vida adulta
puede resultar muy compleja, ya que nunca tuvieron el aprendizaje social necesario. Quizá se pueda decir que tal
afirmación contiene un fuerte sesgo, ya que las personas que acudían a esos centros tenían grados severos de
discapacidad. Y será cierto lo del grado, pero hoy estamos viendo como cada vez más niños y jóvenes de los
considerados con grados severos, adquieren un gran número de competencias, gracias a un conjunto de
actuaciones, que todo sea dicho, antes no existían.

El modelo de integración adquiere fuerza y cada vez se abren más y más aulas de educación especial en centros
ordinarios. Pero realmente seguimos con el mismo modelo de la educación especial, algo edulcorado, pero
manteniendo dos grupos, el de los niños normales y el de los niños discapacitados. Recursos diferentes, visiones
diferentes, proyectos diferentes, en suma, niños diferentes. De hecho, es común que el niño que asiste a aulas
integradoras comparta tiempo con sus pares del aula regular, pero cuando realmente hay que dar determinado
aspecto del currículo se le regresa al aula específica con el maestro especializado en niños diferentes. En muchos
casos el niño ni es incluido ni integrado, acaba sencillamente incrustado.

Y al final, el edificio es el mismo, la puerta de entrada y salida también, pero ahí se acaba lo común. Y vemos como
siguen faltando cosas. Ya con el Informe Warnock -1978, Reino Unido- aparece la propuesta de las Necesidades
Educativas Especiales (NEE), que pretenden extender el concepto de atención específica a todos los alumnos que
en un momento determinado tengan una necesidad de apoyo. Este aspecto también impacta directamente en el
modelo de aulas de integración educativa, de hecho, mucha gente piensa que las NEE son solo para niños con
discapacidad y no realmente un apoyo para cualquier niño que las requiera.

Esta categorización de alumnos por el sistema educativo deja bien claro que el propio sistema educativo es
segregador y excluyente en el espíritu, en la forma y en la aplicación. Y esto nos ha llevado a la existencia de
planes inadecuados basados en la discapacidad y el déficit, en apoyos inadecuados a las necesidades reales del
alumno, a una mala distribución de los medios y recursos económicos, y por tanto a una traslación del fallo de la
educación especial a la educación integradora. Y a su vez aparece una de las reclamaciones sostenidas por los
propios profesionales de la educación. Y es que la formación a docentes es de baja calidad, incluso que la
exigencia académica al docente es de las más bajas de todas. Y además vemos como la propia formación al
profesorado es excluyente, es decir, preparo profesores para un determinado tipo de alumnos, de forma que ya se
pretende implantar el modelo clasista en el docente. Afortunadamente la gran mayoría de docentes no caen en esa
trampa, aunque deben mejorar su formación de forma individual y a su propio coste. Que es terrible, pero menos
mal que la gran mayoría de los docentes se toman muy en serio su profesión.

Hoy los docentes, tanto los de educación especial como los de educación ordinaria, tienen cada vez más claro que
una escuela mejor es posible. Y que el proceso de transformación hacia un modelo inclusivo es un factor base para
el propio desarrollo social. Donde no es el alumno el que se adapta a las exigencias escolares, sino donde la
escuela es un lugar de encuentro y de aprendizaje.

Educación inclusiva no significa que la validación de currículo académico sea más laxa, sino que éste cambia de
la dimensión memorística y mercantilista actual, hacia un modelo social, holístico y reflexivo del conocimiento,
donde uno de los parámetros básicos del programa educativo comparte una de las bases de la humanidad, la
convivencia, pero no establecida en clanes, castas o clases sociales, sino en un modelo horizontal. De esta forma
no asociamos la dificultad de un alumno a una discapacidad, sino a un error en el diseño del modelo educativo.
Convertimos la dificultad en una nueva oportunidad. La diversidad en riqueza social y no en un motivo de exclusión.
Pero además, conseguimos que los alumnos SIN discapacidad puedan ejercer su derecho a conocer la diversidad
social, en la que finalmente viven. Según afirma Echeita “la inclusión no es la etiqueta moderna para la educación
especial, ni un sinónimo de integración tal y como ésta ha venido desarrollándose en los últimos años”.

Escuela Integradora vs Escuela Inclusiva


Diferencias entre integración e inclusión según Arnaiz (2003) y Moriña (2002)

ESCUELA INTEGRADORA ESCUELA INCLUSIVA

Centrada en el diagnóstico Centrada en la resolución de problemas de colaboración.

Dirigida a la : Educación especial Dirigida a la : Educación en general (todos los alumnos)


(alumnos con n.e.e)

Basada en principios de igualdad y Basada en principios de equidad, cooperación y solidaridad (valoración


competición de las diferencias como oportunidad de enriquecimiento de la sociedad)

La inserción es parcial y condicionada La inserción es total e incondicional

Exige transformaciones superficiales. Exige rupturas en los sistemas (transformaciones profundas)

Se centra en el alumno (se ubica al Se centra en el aula (apoyo en el aula ordinaria).


alumno en programas específicos)

Tiende a disfrazar las limitaciones No disfraza las limitaciones, porque ellas son reales.
para aumentar la posibilidad de
inserción.

Obviamente este proceso transformador debe realizarse con sumo cuidado y atención. Lo del pensado y hecho,
aquí mejor no lo aplicamos. El hecho real es que la desaparición de los centros de educación especial va a
suceder. Lo importante es que no sea una desaparición de tipo mágico, sino llevada a cabo tras un proceso de
transformación y adecuación. Y esto implica muchos cambios de estructuración y metodología, pero sobre todo
de forma de pensar y entender la educación. Debemos asumir que la educación inclusiva no es solo el hecho de
que los alumnos con diversidad funcional compartan aula con el resto de alumnos, es algo que va más allá; mucho
más allá.

“…las escuelas deben acoger a todos los niños, independientemente de sus condiciones físicas, intelectuales,
sociales, emocionales lingüísticas u otras. Deben acoger a niños discapacitados y niños bien dotados a niños que
viven en la calle y que trabajan niños de poblaciones remotas o nómadas, niños de minorías lingüísticas étnicas o
culturales y niños de otros grupos o zonas desfavorecidos o marginados.” Declaración de Salamanca – 1994

Habrá que entender que la dicotomía existente en la actualidad entre


docente especialista y docente generalista deberá cambiar. Quizá la
respuesta no deba ser unificar o diferenciar, quizá con acercar a
ambos será suficiente, de forma que evitemos esa especie de visión
de un tipo de docente para un tipo de alumno. Ese proceso de
revisión de los roles de los profesores implica también un modelo de
formación continuada, esa vieja petición que los docentes no paran
de reclamar.

“En términos radicales, si debe desaparecer la educación especial, al


menos el léxico, y se debe hablar sólo de educación de calidad para
todos los alumnos, no tiene sentido hablar de especialistas en
educación especial. En sentido mitigado, el dilema es si la educación
especial debe centrarse en la clasificación de los sujetos y en las
categorías del déficit (incluso en el eufemismo «necesidades
educativas», derivadas de deficiencias) o en las necesidades
educativas del alumno, sin hacer referencia a la causa de la
necesidad.” Dilemas sobre los profesores en educación especial .
Francisco Salvador Mata – José Luis Gallego (1999)

A su vez, este cambio de concepto educativo es visto por el docente como un cambio de funciones del propio
maestro, pasando de ser una especie de operador y supervisor de currículo predefinido, que según Cristina
Alemany (Abril 2009) sería algo así como “un técnico ejecutor de las directrices prefijadas ”, y de ese modelo
encasillado y rígido, el docente se convierte en un arquitecto y un creativo educativo, un reto por supuesto, pero
ese modelo de innovación educativa es lo que crea la verdadera esencia de la escuela. Aunque obviamente el
proceso de cambio y transformación requiere de muchos más cambios.

No obstante, hay algunos aspectos que considero relevantes y que entiendo desaparecerán del panorama. Por
ejemplo: Los alumnos discapacitados ya no podrán ir gratis en la visita anual al zoo, porque ya no darán pena.
Ninguna familia volverá a ser declarada como problemática por no doblegarse a un dictamen educativo segregador,
y ya no volverán a decir que esa familia es problemática porque no quiere aceptar el diagnóstico de su hijo. No se
usarán diagnósticos como predictores de futuro. No se volverá a considerar a los niños como robots programables
y sujetos a error, tanto de procesamiento como de fabricación. Ningún docente podrá decir que nadie le formó para
atender a alumnos diferentes. La administración educativa no podrá poner trabas al ingreso a una escuela de un
niño con diversidad funcional, ya que todas las escuelas serán válidas para todos los alumnos. Los alumnos no
aprueban o suspenden, adquieren conocimientos. La escuela prepara al alumno para la vida, no para desempeñar
un empleo de forma obediente. Se acabará categorizar alumnos, como si de simple mercancía se tratase.

Al final esto es muy simple. Este proceso se va a dar, y es la petición mayoritaria, tanto desde los profesionales de
la educación como desde las familias. Por supuesto hay gente cuyo proceso evolutivo intelectual se quedó
fosilizado hace mucho tiempo y entiende que esto es malo, o que es un peligro. Bueno, desde cierto punto de vista
es malo y es un peligro, pero solo para los intereses económicos que se mueven alrededor de la educación
especial y para quienes obviamente de una forma u otra se aprovechan de esta mercantilización exagerada de la
educación o para aquellas personas (son pocas pero las hay) que ven en su hijo un problema que debe ser
atendido de forma específica. Y para esta gente una sociedad inclusiva es mala y es peligrosa. Pero para todos los
demás es bueno. Para los alumnos en su totalidad, para los profesionales de la educación, para la sociedad, y
también para las arcas del Estado, ya que el modelo de educación inclusiva es más viable económicamente que
los cócteles educativos que tenemos en la actualidad, que además de caros son malos.

Y ciertamente se podrá someter a un millón de críticas esta exposición, que si no se ajusta a la realidad (a la de
alguien en concreto), que si el sistema en realidad no es tan malo, que si el modelo de integración es buenísimo, o
que si hay que defender al educación especial por algún tipo de motivo anacrónico y rancio. E incluso se podrá
afirmar que esto es un discurso radical. Aunque a mi modo de ver lo radical es cuando una madre y un padre se
quedan helados al ver como su hijo es rechazado de un colegio regular por ser diferente, o cuando se le cambia el
dictamen educativo y se le expulsa con deshonor del colegio para mandarlo a un centro específico, donde afirman
“estará mejor atendido” ¿qué pasa, que donde está no quieren atenderlo como merece? Radical es cuando un
alumno llega a los 16 años y apenas sabe escribir su nombre y todo lo arreglan diciendo que tiene discapacidad
intelectual y que es todo lo que puede rendir el chico. Radical es cuando unos padres acaban en la desesperación
absoluta porque saben que su hijo está siendo discriminado por su discapacidad. Radical es cuando un muchacho
acaba atado a la cama de un hospital porque el sistema educativo fracasó.

Creo que un mundo mejor es posible, y una de las formas de trabajar para ese mundo mejor es tener una escuela
mejor. La escuela es lo que modela la sociedad del futuro, es nuestra responsabilidad decidir qué futuro queremos.
La educación y la inclusión también son una cuestión de derechos humanos.

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