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La “voz del niño” en el proceso de familia: interdisciplina, derechos y campo jurídico.

Autoras: Susana Castro1 y Graciela Nicolini2

En este trabajo partimos de la premisa de inscribir la “voz del niño” en la compleja trama de
problemas ligados a las categorías de niñez y familias desde un punto de vista histórico-social,
focalizando a su vez en la particularidad que éstas asumen en el desarrollo de los procesos
judiciales donde se ponen en relación conceptos tales como “los derechos” y “el interés
superior” de la infancia. Los análisis de los últimos años en torno a estas cuestiones, dan
cuenta de las tensiones y contradicciones que se plantean en la puesta en práctica de esa
autonomía individual que subyace al principio rector del “derecho a ser oído” y las “voces” y
responsabilidades de los adultos; “voces” que debaten y, sobre todo, aplican el “interés
superior del niño/a”. Cuando el principio debe plasmarse en situaciones específicas, hay una
tendencia a privilegiar un punto de vista en detrimento de otros. Desde esta perspectiva, los
debates sobre el “interés superior del niño/a” invocan necesariamente la pregunta acerca de
quién y cómo se define ese interés3.
Al momento de situar la reflexión en torno a la “voz del niño” en el marco de un “proceso de
familia” habrá que problematizar la complejidad de aquellas cuestiones que se dirimen en los
juzgados destinados a abordar asuntos que tienen como centro a las familias, sabiendo que
éstas a su vez implican una determinada visión de la infancia en todos y cada uno de los
actores involucrados.
Apuntamos entonces a poner en contexto –histórico, social, institucional– estas categorías,
situándolas en su carácter de construcciones sociales y en las tensiones de las múltiples
relaciones de los actores que convoca y sus prácticas. En torno a ello se abordarán cuestiones
atinentes a la interdisciplina y algunos aportes específicos desde el trabajo social.

La “voz del niño”: categorías de las que es tributaria


Empezar a pensar acerca de a qué aludimos con “la voz del niño” exige inscribirla como
tributaria de la noción de infancia, entendiendo a ésta como una categoría social que, desde el

1
Susana Castro es Licenciada en Trabajo Social y Magister en Ciencias de la Familia. Ejerce en un Tribunal de
Familia del Departamento Judicial Quilmes. Es docente de la práctica pre-profesional (Carrera de Trabajo
Social, UBA). Es autora y co-autora de artículos en temas de familia y justicia.
2
Graciela Nicolini es Licenciada en Trabajo Social y Magíster en Ciencias de la Familia. Ejerce en un Juzgado
Nacional en lo Civil con incumbencia en temas de Familia. Se desempeñó como docente de la práctica pre-
profesional (Carrera de Trabajo Social, UBA). Ha participado en investigaciones. Es autora y co-autora de libros
y artículos en temas de familia y justicia.
3
FONSECA, C.; MARRE, D.; UZIEL, A. y VIANNA, A. “El principio del 'interés superior' de la niñez tras dos
décadas de prácticas: perspectivas comparativas.” Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias
Sociales. [En línea]. Barcelona, 15 de marzo de 2012, vol. XVI, nº 395.
punto de vista histórico, es de reciente construcción y que, además, integra un campo
transdisciplinar que vincula diversos saberes y campos de estudio.
Asimismo los estudios de la infancia, ligados a la vida privada, guardan estrecha relación con
los estudios de familia4. De ellos brevemente destacamos que, remitiendo a una institución
que permaneció ligada a la moral religiosa y al mundo doméstico, cobran vigor en el marco de
una revisión de la dicotomía público-privado desde la cual la familia pasó a ser objeto de
estudios tanto en lo que remite a su construcción como categoría social como en lo atinente a
las prácticas hacia ella dirigidas, pudiéndose mencionar en esta línea la paradigmática obra de
Donzelot, “La policía de la familia”, entre muchas otras. Sintéticamente, los estudios de
familia coinciden hoy en entenderla como “una institución resultado de una práctica social y
también de ideas dominantes que, respecto de ella, reinan en cada momento histórico”5.
Ahondando el análisis de la noción de infancia es imperioso reconocer “la variabilidad de
experiencias de vida de aquellos que son englobados en esta categoría”6; por ende, no
podemos hablar de “un proceso unívoco, sino dinámico y conflictivo (…) un fenómeno
eminentemente político en tanto tiene que ver con la distribución de poder”7. En el mismo
sentido, Carli afirma que las relaciones entre adultos y niños son siempre relaciones
contingentes y asimétricas, condiciones éstas que aparecen naturalizadas desde distintas
posiciones, opacando entre otras cuestiones que “los niños se constituyen en sujetos en la
trama de los discursos que se configuran en un período determinado”8.
Diversas investigaciones9 han comenzado a problematizar lo que analizan como un proceso
de universalización de la infancia emergente del nuevo paradigma en torno a ella. Desde esta
perspectiva, la consolidación y naturalización de un concepto “universal de infancia”,
construye una realidad social a partir del reconocimiento colectivo, opacando que la infancia
es una categoría social, y en tanto tal, es en cada período socio-histórico “el resultado de una

4
CARLI, Sandra. Niñez, pedagogía y política. Transformaciones de los discursos acerca de la infancia en la
historia de la educación argentina entre 1880 y 1955. Miño y Dávila, Buenos Aires, 2002, p.18-19
5
DAICH, Deborah. “De las normas jurídicas a las relaciones sociales. Historia de un conflicto familiar”. En
Intersecciones en Antropología, N° 7. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la
Provincia de Buenos Aires, 2006, p. 326. Señalamos además que esta visión que parece indiscutida desde el
punto de vista teórico, es interpelada aún hoy en numerosas prácticas y discursos relativos a “la familia” en los
que aparecen apelaciones a la naturaleza y fuertes atravesamientos morales o “moralidades” (VIANNA, Adriana.
“Derechos, moralidades y desigualdades. Consideraciones acerca de procesos de guarda de niños”. En Villalta,
C., comp., Infancia, justicia y derechos humanos. Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2010).
6
VILLALTA, Carla. “Introducción”. En Villalta, C. comp., Infancia, justicia y derechos humanos. Universidad
Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2010, p. 9.
7
COLANGELO, Adelaida. “La mirada antropológica sobre la infancia. Reflexiones y perspectivas de abordaje”.
Serie Encuentros y Seminarios, 2005, p. 4. Disponible en www.me.gov.ar/curriform/publica/
oei_20031128/ponencia_colangelo.pdf
8
CARLI, Sandra. Niñez, pedagogía…, cit, p.24.
9
La antropología posee un importante desarrollo en el tema. Entre muchos otros investigadores/autores
mencionamos a Patrice Schuch, Claudia Fonseca, Jessaca Leinaweaver, Julieta Grinberg y Carla Villalta.
disputa de sentido por imponer una visión particular como la legítima y universal”10. Por otra
parte, los investigadores señalan que en un contexto signado por una discursividad de
derechos en la que se enfatiza la igualdad, modernidad y democratización de las nuevas
normativas, es necesario reafirmar que ser niño “no es apenas estar situado en una
determinada franja etárea, [sino] vivir en un mundo con determinadas condiciones políticas,
sociales, culturales”11 y económicas.
En el mismo sentido, Colángelo propone articular las diversidades culturales con la
“dimensión de la desigualdad social fundada en la existencia de las clases sociales”12. La
autora también suma otra dimensión de análisis que, surgida de los estudios de género en las
ciencias sociales, torna visibles los diferentes avatares que asigna a la infancia la condición de
ser una niña13. Contemplar las tres dimensiones –variabilidad cultural, desigualdad social y
género– en sus múltiples relaciones, resulta central para pensar la categoría de infancia por
fuera de concepciones esencialistas y comprender, parafraseando a la autora, con que niño/as
y adolescentes concretos estamos trabajando. Entendemos que es necesario reflexionar
entonces respecto a cómo se despliegan y dirimen hoy esas históricas desigualdades, en los
procedimientos, territorios y dispositivos concretos, en el marco de una normativa que
proclama la “igualdad y universalidad de derechos” al momento de escuchar a un niño o niña.
En este punto queremos detenernos en las prácticas devenidas del paradigma desde el que se
piensa a la infancia, las cuales se inscriben en lo que, desde Foucault, podemos nombrar como
modos de gobierno14. Éstos, asociados a determinadas economías de poder, no se suceden
unos a otros en una secuencia evolutiva que deja sin efecto los anteriores al ritmo de los
cambios paradigmáticos y normativos. Por el contrario, junto a nuevos discursos y prácticas
operan rupturas pero también persistencias y continuidades. Esta perspectiva teórica es
relevante para pensar en los efectos prácticos de este cambio operado en materia de infancia –
en el que se apunta a un pasaje de “menor objeto de tutela” a un “niño sujeto de derechos”–
dado que, como decíamos en párrafos precedentes, éstos se expresan en un campo atravesado
por asimetrías y desigualdades que no podrían quedar abolidas con una mera declaración de
principios.
El “interés superior del niño”, faro que guía los procedimientos en materia de infancia y
familias y la aplicación de los textos legales a las situaciones concretas, opera en un campo

10
COLANGELO, Adelaida. “La mirada antropológica…, cit., p. 4.
11
FONSECA, Claudia y SCHUCH, Patrice. “Introdução”, en: Políticas de proteção à infância. Um olhar
antropológico, UFRGS-Editora, 2009, p. 15
12
COLANGELO, Adelaida. “La mirada antropológica…, cit., p.3.
13
COLANGELO, Adelaida. “La mirada antropológica…, cit., p. 4.
14
FOUCAULT, Michel. La “Gubernamentalidad”. En Estética, ética y hermenéutica”. Paidós, Barcelona, 1994.
permeable en tanto espacio de confrontación entre diferentes cuerpos impulsados por intereses
específicos divergentes15, tal como intentaremos argumentar más adelante.
Es en este complejo proceso desplegado en un contexto social, territorial y normativo, en el
cual se construyen los lentes –y argumentos– desde los cuales se escucha e interpreta la “voz
del niño”; lentes y argumentos que no pueden universalizarse, pues no son abstracciones
aplicables por igual a todos los niños o niñas.
Problematizada la presunción de una “infancia universal”, desde aquí cabe preguntarse,
¿cómo y a través de qué significaciones se dota de sentido aquello que el niño o niña “dice”?
En este punto nos parece importante detenernos en algunas reflexiones respecto al discurso de
derechos emergente de tratados internacionales en los cuales tiene su anclaje el cambio de
paradigma en torno a la concepción de la niñez y las modificaciones legislativas concretas en
esta materia.

El discurso de derechos, marco de inserción de “la voz del niño”


En los últimos treinta años, en el contexto nacional, se produjeron intensos debates en ámbitos
académicos y legislativos, giros discursivos, luchas de colectivos sociales y cambios
normativos que reubicaron a la niñez en el marco de los “derechos” universalmente
consagrados por declaraciones y acuerdos internacionales. También se han producido
importantes cambios en los procedimientos de intervención del Estado en torno a la
denominada, en el nuevo contexto paradigmático, “vulneración de derechos” de niños, niñas y
adolescentes. Esto, trasuntando la idea de “niño como sujeto de derechos”, introdujo desde el
texto de las declaraciones y leyes, la necesidad de “oír al niño” propiciando progresivamente
la efectiva inclusión de su voz en los procesos que lo involucran.
Haciendo historia, luego de una primera etapa de reformas jurídicas que a principios del
siglo XX cristalizó en la figura de la tutela estatal, hacia la década del 90 comienza una
segunda etapa16 a partir del giro producido en las tendencias internacionales en materia de
derechos humanos que, imbricados “con los embates incipientes contra el Estado de Bienestar

15
BOURDIEU, Pierre. “Elementos para una sociología del campo jurídico.” En Bourdieu, P. y Teubner, G. La
fuerza del derecho. Siglo del Hombre Editores. Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes: Ediciones
Uniandes, Santafe de Bogotá, 2000, p. 176.
16
Para el análisis de estos procesos demarcando dos grandes “etapas” remitimos a García Méndez (Ser niño en
America Latina: de las necesidades a los derechos. Galerna, Buenos Aires, 1991). Daroqui y Guemureman
ubican esas etapas en el contexto de los procesos histórico- sociales nacionales e internacionales de las primeras
décadas del siglo signados por los “cambios sociales económicos y políticos producidos en los países centrales y
en los periféricos como consecuencia de la expansión del capitalismo.” (DAROQUI, A. y GUEMUREMAN, S.
La niñez ajusticiada. Editores Del Puerto, Buenos Aires, 2001, p. 19).
y su correlato ideológico de contradicción entre derechos civiles y derechos sociales”17,
precipitan cambios legislativos enmarcados en la Convención sobre los Derechos del Niño (en
lo sucesivo CDN).
Dicha Convención fue promulgada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en
1989 y sus principios fueron progresivamente incorporados a la legislación sobre niños, niñas
y adolescentes de los países signatarios, conformando un paraguas desde el cual se produjo
una construcción teórico-normativa de la niñez en casi todos los países del mundo, incluso
trascendiendo la dicotomía occidente-oriente.
En el marco nacional, con rango constitucional desde el año 1994, la CDN plasmó sus
contenidos en una legislación recién a principios del presente siglo (Ley 26.061 de protección
integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes, del año 2005) 18.
Al presente la condición jurídica de la infancia y adolescencia queda conformada por la
Constitución, los tratados internacionales de derechos humanos que aquella jerarquiza, las
opiniones consultivas y sentencias emanadas de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos y las normas infraconstitucionales. Esto configura un paradigma que, desde
disposiciones pero también desde silencios, se entiende como fundamento de todo estudio en
materia de infancia y adolescencia19.
Este paradigma, sugiriendo una niñez homogénea, desde sus declaraciones postula “la
existencia de valores universales por encima de cualquier tradición religiosa o cultural”. Sin
embargo, distintos estudios coinciden en señalar que “el análisis de las prácticas de su
producción e implementación revela su carácter eminentemente occidental”20. Por ello debe
ser problematizado evitando una aplicación abstracta y descontextualizada de principios y
normas que, partiendo de un énfasis en una idea de “igualdad” entre los hombres, suponga a

17
LLOBET, Valeria. “Las políticas sociales para la infancia, la psicología y el problema del reconocimiento”.
Investigaciones en Psicología. Revista del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Psicología. Buenos
Aires, 2009, p. 1.
18
En el período que culminó con el dictado de la Ley nacional 26.061, se venía legislando en consonancia con el
mismo paradigma, pudiendo citarse normas locales como las leyes 114 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
13.298 de la Provincia de Buenos Aires, 2.302 de la Provincia del Neuquén, 6.354 de la Provincia de Mendoza,
3.097 de la Provincia de Río Negro, 7.039 de la Provincia de Salta, 7.338 de la Provincia de San Juan, entre
otras.
19
HERRERA, Marisa. “Ensayo para pensar una relación compleja: sobre el régimen jurídico de la capacidad
civil y representación legal de niños, niñas y adolescentes desde el principio de autonomía progresiva en el
derecho argentino”. En Justicia y derechos del niño, N° 11. UNICEF, Santiago de Chile, 2009, p. 108.
20
SCHUCH, Patrice. “Do ‘menor’ à ‘infância universal’: a formação de um domínio de intervenção”. En:
Práticas de justiça. Antropologia dos modos de governo da infância e juventude no contexto pós-ECA, UFRGS-
Editora, Porto Alegre, 2009, p. 118. Sobre este tema ver también LEINAWEAVER, Jessaca. “Adopción
internacional: la globalización del parentesco”. En: Los niños ayacuchanos. Una antropología de la adopción y
la construcción familiar en el Perú. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2009, p. 94.
la infancia como universal e “independiente de las múltiples variaciones culturales”21
desdibujando la diversidad y atravesamientos que suponen las distintas “infancias”.
En esta línea diversos autores, incluso desde la disciplina jurídica22 coinciden en señalar un
contexto de persistente desigualdad en el que se proclama la universalización de los derechos
pero no se universalizan las condiciones de acceso a éstos. La pregunta que subyace es:
“¿Cómo implementar la idea de “infancia universal” sin transformar las prácticas sociales, sin
acabar con los mecanismos que generan la desigualdad?” 23; 24.
Señaladas las tensiones y contradicciones entre el estatuto normativo devenido de la
Convención de los Derechos del Niño y sus posibilidades de implementación en un contexto
social y económicamente desigual, cabe a su vez hacer notar que la misma, al permitir
“evaluar y criticar la legislación interna” y, a la par, exigir “la activación de nuevos
mecanismos para asegurar los derechos que ella contempla” se torna en “un poderoso
instrumento para reformar las políticas públicas y jurídicas destinadas a mejorar la situación
de la infancia y la adolescencia en América Latina”25.
Así, con sus luces y sombras, el nuevo paradigma en relación a la infancia y sus derechos se
plasma en prácticas, una de cuyas expresiones pueden encontrarse en los “procesos de
familia”.
En ellos la práctica de “oír a los niños” se enmarca en las distintas menciones de la normativa
vigente (tanto supraconstitucional como infraconstitucional) en relación al derecho de niños,
niñas y adolescentes a “ser oídos y atendidos cualquiera sea la forma en que se manifiesten”
(Ley 26.061, art. 2°) y a que sus opiniones sean tenidas en cuenta (Ley 26.061, artículos 3°,
24, 27). También en lo que se entiende una tendencia, es significativo que en el Proyecto de
Reforma de Código Civil y Comercial de la Nación, junto al principio de oficiosidad de los
“procesos de familia” propuesto en el artículo 709, se explicite el derecho a ser oídos y a que

21
VIANNA, Adriana. “Limites da Menoridade: tutela, família e autoridade em julgamento”, Tesis de
Doctorado, Universidade Federal Do Rio de Janeiro, Museu Nacional, Programa de Pós-Graduação em
Antropologia Social, Rio de Janeiro, 2002, p.72.
22
BELOFF, Mary. “Tomarse en serio la infancia, a sus derechos y al derecho. Sobre la Ley de Protección
Integral de los Derechos de las Niñas, los Niños y los Adolescentes, ley 26.061”. En Revista Derecho de
Familia, Nº 33. Abeledo Perrot, 2006. HERRERA, Marisa. “Ensayo para pensar…”, cit.
23
FONSECA, Claudia y SCHUCH, Patrice. “Introdução…, cit., p. 15.
24
El tema excede los objetivos de este trabajo pero creemos necesario puntualizar que adherimos a la perspectiva
de Robert Castel, quien plantea que “la característica más específica de la coyuntura actual no es que las
desigualdades se agravan aunque efectivamente lo hacen (sino) que se asiste a una transformación del propio
régimen de las protecciones que hace que los “individuos por defecto” sean remitidos hacia formas inferiores de
protección.” (CASTEL, Robert. El ascenso de las incertidumbres. Trabajo, protecciones, estatuto del individuo.
Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010, p. 28). Sobre el punto ver también MERKLEN, Denis,
“Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática” (Argentina 1983 – 2003). Gorla, Buenos Aires,
2010 y PAUTASSI, Laura y GAMALLO, Gustavo (Directores). ¿Más derechos, menos marginaciones?
Políticas sociales y bienestar en la Argentina. Biblos, Buenos Aires, 2012.
25
CILLERO BRUÑOL, Miguel. “Los derechos del niño: de la proclamación a la protección efectiva”. En
Revista Justicia y Derechos del Niño. Número 3, Buenos Aires, diciembre 200, p. 49-51.
su opinión sea tenida en cuenta en todos los procesos que afecten directamente a niños, niñas
y adolescentes, “con grado de madurez suficiente para formarse un juicio propio” (art. 707).
Ahora bien, el dispositivo judicial donde se despliegan los “procesos de familia”, además de
las concepciones subyacentes respecto de éstas, aloja las construcciones colectivas en torno a
la noción de infancia, con su compleja y dinámica relación con los derechos humanos. Dicho
dispositivo a la par opera como campo de disputas en el que se incluye “personal
especializado” que, desde su mediatización, transforma conflictos de intereses irreconciliables
aportando “soluciones socialmente reconocidas como imparciales” en el marco de “reglas
formales y lógicamente coherentes de una doctrina percibida como independiente de los
antagonismos inmediatos”26. En ese trabajo de trascender antagonismos en un proceso
regulado y reglado, la escucha al niño, niña o adolescente aparece en su doble faz de ejercicio
de un derecho y también de recurso argumentativo para entender y/o resolver el conflicto. La
mediación de distintos actores que posibiliten la deconstrucción de procesos discursivos que
universalizan, naturalizan y/o moralizan podrá evitar que la tan mentada “voz del niño” se
incluya en los procesos de familia como una aplicación mecánica y vaciada de sentido o,
incluso, un recurso que pueda resultar iatrogénico, para inscribirla como lo que es, un derecho
de los niños, niñas y adolescentes.
Consideramos que para entender cabalmente estos procesos desde una perspectiva situacional,
es necesario profundizar respecto a la singularidad del campo institucional en el cual se
despliegan.

El escenario institucional
El análisis respecto a las particularidades de la dimensión institucional es clave para entender
el contexto en el cual se inscribe la práctica profesional y en particular la intervención que, en
el marco de “procesos de familia”, remite a “escuchar”, en toda la amplitud del término, a los
niños, niñas y adolescentes. Desde su consolidación como una forma de burocracia en los
orígenes de la constitución del Estado, la “institución judicial” ha construido una larga
trayectoria como agente organizador y ejecutor de prácticas y discursos de intervención en
torno a ese ámbito “privado” denominado “familia”, que tienen su anclaje en el orden
histórico, social y económico dominante en una época. En este sentido, adherimos a una
perspectiva que nos permita pensar estos procesos en términos de tensiones27, es decir,

26
BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 184.
27
Las décadas del 80 y 90 del siglo XX, han sido ricas en producciones de disciplinas diversas en ciencias
sociales que dando cuenta de la tensión constitutiva entre “las normas y las prácticas”, consolidando el camino
de ruptura de la dicotomía público-privado y sosteniendo la idea de una frontera móvil entre ambos y su carácter
de construcción social, comprensible solo en el escenario político-económico y social en el cual se constituye.
Entre muchos otros ver Jelin (“Familia y unidad doméstica: mundo público y vida privada”. Publicación de la
“integrando una relación compleja que no incluye solo acciones unilaterales de una esfera
sobre otra sino una trama de relaciones de poder en la que familia y agencia judicial aparecen
imbricadas de manera central en los procesos de reproducción social”28.
En una reflexión desde trabajo social Graciela Pereyra se pregunta “qué significa el concepto
oír a una niña, niño o adolescente en el marco de un cuerpo de principios que deben traducirse
en acciones protectoras” y puntualiza la necesidad de “poder integrar y comprender lo así
oído en el interior del juego de relaciones que conforman la dinámica organización de una
particular familia y su medio”29. Retomamos estas preocupaciones relevantes y nos
proponemos pensar las implicancias que introduce en este sentido, la variable institucional en
tanto tal. Como argumentaremos, esas “voces” y esas dinámicas adquieren una dimensión
singular en el contexto de operaciones y procedimientos “judiciales”.
Para pensar la institución recurrimos a aportes de Pierre Bourdieu quien ha desarrollado el
concepto de campo30 jurídico, destacando sus características específicas que, a través de una
larga historia, lo han conformado estable, con fronteras precisas y un grado relevante de
autonomía que se expresa “en la capacidad socialmente reconocida de interpretar (de manera
más o menos libre o autorizada) un corpus de textos que consagran la visión legítima (…) del
mundo social”31.
En la perspectiva del autor la estabilidad del campo aparece “fundada a priori en la equidad de
sus principios, la coherencia de sus formulaciones y el rigor de sus aplicaciones”, mientras
que las “fronteras” delimitan, hacia adentro, un “dominio técnico (…) a menudo antinómico
32
de las simples recomendaciones del sentido común” y hacia afuera, imponen la

Colección Estudios CEDES, Buenos Aires, 1989), Wainerman, comp. (Vivir en familia. Losada – Unicef,
Buenos Aires, 1996), Grassi (“Nuevo discurso familiarista y viejas prácticas de discriminación en la redefinición
de los contenidos de la legitimidad del orden social”. En Tarducci (comp.). La producción oculta. Mujer y
antropología. III Congreso Argentino de Antropología Social. Contrapunto, Buenos Aires, 1990), Devoto y
Madero, Directores (Historia de la vida privada en la Argentina. La argentina plural: 1870-1930. Taurus,
Buenos Aires, 1999).
28
CASTRO, Susana. “Trabajo Social en un dispositivo judicial del “Fuero de Familia” de la Provincia de
Buenos Aires. Reflexiones en torno a la intervención en disputas judiciales por la tenencia de niños/as rotuladas
“Reitegro de hijo””. En Robles (Coordinador). Trabajo Social en el Campo Jurídico. Espacio Editorial, Buenos
Aires, 2013, p. 81.
29
PEREYRA, Graciela. “Oír a los niños. Reflexiones desde la práctica del trabajo social”. En Derecho de
Familia. Revista Interdisciplinaria de Doctrina y Jurisprudencia. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2006, 87-88.
30
El concepto de campo es central en la obra de Bourdieu: “Un campo es (…) un espacio de conflictos y
competición, en analogía con un campo de batalla en el que los contendientes rivalizan por establecer un
monopolio sobre el tipo específico de capital eficiente en él” (Borudieu y Wacquant, Respuestas para una
antropología reflexiva. Grijalbo, México, 1995, p. 24). Esas luchas se dan para transformar o conservar ese
campo de fuerzas. En cada uno de los “ordenes de la vida” (económico, político, religioso, estético), cada campo
prescribe sus valores y posee sus propios principios regulatorios. Siendo un espacio socialmente estructurado,
allí los agentes luchan en función de la posición que ocupan en dicho espacio.
31
BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 166.
32
BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 181.
descalificación, exclusión, de los no especialistas, los profanos33. Por último, la autonomía
alude a la capacidad del campo para consagrar como “reglas oficiales y, por definición
sociales y `universales´, los principios prácticos del estilo de vida simbólicamente dominante”
a través de la norma jurídica que se aplica universalmente “más allá de las diferencias de
condiciones y de estilos de vida”34. Según el autor, las tres particularidades constituyen
claves para consolidar efectos de imparcialidad y objetividad y otorgar legitimidad y eficacia
a su discurso y al orden social que por este mecanismo se impone.
Pero más allá de estas cuestiones que nos llevan a revisar la constitución misma del derecho
como “discurso” y como “aparato”35, lo referido a las fronteras adquiere singular relevancia si
pensamos en las prácticas cotidianas de los dispositivos judiciales particularmente cuando un
niño va a ser “escuchado” por un juez o un funcionario judicial. Confluyen en esa escena dos
cuestiones que están en íntima relación: por un lado la utilización de recursos discursivos en
apariencia impersonales y claramente “misteriosos”36 para cualquier usuario pero muy
especialmente para un niño, niña o adolescente, pronunciados en un contexto plagado de
rituales y símbolos de autoridad y jerarquía que, a decir de Legendre37, provocan en los
destinatarios un “efecto-ficción, como si las instituciones hablaran”. Por otro lado, esas voces,
no constituyen una masa homogénea desde el punto de vista social, económico, cultural y
estas desigualdades también intervienen en la disputa por el capital simbólico que, en
términos de Bourdieu opera, en el campo.
En síntesis: los atravesamientos institucionales inciden e intervienen activamente las voces de
los niños, niñas y adolescentes, desiguales en su conjunto por su posición cultural, de clase y
de género y también en relación con el campo jurídico respecto al cual se constituyen en
“otros administrados”38 en un campo que “funciona como un espacio neutral, que opera una
verdadera neutralización” del conflicto de intereses que está en juego39.

33
Bourdieu utiliza la categoría “profanos” para aludir literalmente a quienes no poseen los “conocimientos”
propios de un campo determinado, lo que les impide “jugar” o dicho de otro modo, lo que los coloca fuera del
campo dominado por los “expertos”. Esta condición de ajenidad respecto del campo no es accidental sino
constitutiva de una relación de poder (“Elementos para…, cit., p. 181-182).
34
BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 210.
35
CHEJTER, Silvia. La voz tutelada. Violación y Voyeurismo. Biblioteca de CECYM, Buenos Aires, 1990, p. 7.
36
SARRABAYROUSE OLIVEIRA, María José. La justicia penal y los universos coexistentes. Reglas
universales y relaciones personales. En Tiscornia S.(Compiladora). Burocracias y violencia. Instituto de
Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía y Letras. UBA, Buenos Aires, 2004.
37
Citado por KOZICKI, Enrique. “Discurso jurídico y discurso psicoanalítico. El derecho como texto sin
sujeto”. En El discurso jurídico. Perspectiva psicoanalítica y otros abordajes epistemológicos. Hachette, Buenos
Aires, 1982, p. 29.
38
MARTINEZ, María Josefina. “Viaje a los territorios de las burocracias judiciales. Cosmovisiones jerárquicas
y apropiación de los espacios tribunalicios”. En Derechos humanos, tribunales y policía en Argentina y Brasil.
Antropofagia/Facultad de Filosofía y Letras, Colección de Antropología Social, Buenos Aires, 2005, p.167.
39
BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 183.
Sin embargo y volviendo a Bourdieu, la autonomía del campo, contiene restricciones que
vienen dadas por las formas de organización de las instancias judiciales y sus poderes. Si bien
los funcionarios judiciales pueden enfrentarse por la interpretación de los textos, sus disputas
se incluyen dentro de un cuerpo integrado de instancias jerarquizadas con la capacidad de
resolver los conflictos entre los intérpretes y las interpretaciones. Así la Justicia se conforma
como una institución que “organiza las decisiones y las interpretaciones que se autorizan”40.
Esto hace que “las divergencias entre los ´intérpretes autorizados´ estén necesariamente
limitadas”41 y, focalizando en el tema en análisis, al momento de “interpretar” la tan mentada
“voz del niño” estará claramente determinado quien dirimirá diferencias (incluso la instancia
superior en caso de nuevos desacuerdos).
En la inevitable necesidad de “interpretar” aquello que la “voz del niño” busca trasmitir,
enunciar, particularmente en los procedimientos escritos –utilizados en la mayoría de los
dispositivos judiciales en los que se tramitan “procesos de familia”–, el lenguaje jurídico –
lenguaje sabio42– apela a recursos tales como el uso de la tercera persona del singular en
pasado o presente (ha declarado, manifiesta, refiere, entre otros) para plasmar la “voz del
niño”, generando “efectos de imparcialidad y objetividad”43. Estos recursos, característicos de
los procesos de “formalización de las prácticas” propios de la lógica del campo jurídico,
tienen además y fundamentalmente en el tema que nos ocupa, el efecto de intervenir y
redefinir esas voces “depurando”44 cualquier ambigüedad e incluso todo rastro de emotividad.
En el mismo sentido opera la utilización de algunas categorías difusas entre las que se destaca
“el interés superior del niño”, a las que se apela al momento de valorar la “voz” de los
niños/as y adolescentes en el marco del “proceso de familia”. La interpretación que se haga,
siguiendo a Bourdieu, será producto de “una lucha simbólica entre profesionales dotados de
competencias técnicas y sociales desiguales”45 y tendrá una eficacia simbólica a la que
coadyuva el ritual en el que se inscriba la manifestación de aquella “voz”.46

40
BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 162-163.
41
BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 162.
42
El lenguaje sabio (médico, jurídico) consiste en un uso particular del lenguaje ordinario que permite nombrar
con una palabra cosas totalmente distintas que en aquel lenguaje ordinario. La separación entre los dos
significantes genera malos entendidos, máxime cuando para el lenguaje ordinario pueden aparecer como falsos
sinónimos (BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 182/183).
43
BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 174.
44
Aquí se aplica el término usado por Chejter en su análisis enmarcado en el fuero penal cuando afirma que la
voz de los testigos es escuchada a través de una voz ajena conformando un texto que “´depura´ de excedentes:
emotivos, personales” (CHEJTER, Silvia. La voz tutelada…, cit., p. 60).
45
BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 180.
46
El concepto de ritual es utilizado aquí para aludir a aquellos actos o acciones regulares y formalizados que en
el devenir cotidiano del dispositivo judicial exceden y complementan el registro escrito y se constituyen en un
conjunto de signos materiales y simbólicos que actúan como sostén de relaciones jerárquicas y estatutarias
(SARRABAYROUSE OLIVEIRA, María José. “La justicia penal…, cit. p. 217). En el caso concreto que
analizamos y siguiendo a Bourdieu (“Elementos para…, cit., p. 181) el ritual se halla “destinado a exaltar la
autoridad del acto de interpretación”.
Especificidad de los “procesos de familia”
Circunscribiéndonos a lo que podemos considerar el “subcampo” de la justicia de familia
señalamos que allí llegan o son llevadas las familias en momentos de transición o crisis, en
virtud de situaciones de riesgo o vulnerabilidad o simplemente para ejercer un derecho que no
está siendo reconocido o que se relaciona a un cambio de estado47. Si alguna persona o
institución ajena al campo jurídico considera que una situación de la vida cotidiana no puede
resolverse dentro de ésta, puede decidir recurrir a plantearla en el espacio judicial haciendo
uso de los distintos recursos que el proceso ofrece, uno de los cuales es que el niño, niña o
adolescente involucrado en el problema “sea oído”.
La voz del/a niño/a, formalmente habilitada por el marco legal vigente a integrarse en los
procesos que les atañen, es permeable y se ve afectada por el recorrido y expectativas que
adultos y agentes institucionales diversos, construyen en la instancia previa a la
judicialización; a su vez ésta es percibida con capacidad de ordenar y como último eslabón en
una secuencia de intentos por allanar conflictos de índole familiar (tenencia, aportes
económicos a los hijos, vinculaciones con éstos, entre otros) o por recuperar “el ejercicio y
goce de los derechos vulnerados y la reparación de sus consecuencias” (“medidas
excepcionales”, art. 39, Ley 26061). El recorrido previo de todos los actores y los sentidos
que atribuyen a la situación que se plantea, contribuyen a formatear el problema, lo cual
incide a su vez en las narrativas que esos niño/as expresen en el marco del proceso. Con esto
queremos señalar que la “voz del niño” está cargada de historicidad, no puede ser aislada en la
inmediatez de un “contacto” en un despacho judicial y debe ser escuchada en la multiplicidad
de relaciones en la cual se construye.
Dichas relaciones, en la intervención propia del ámbito judicial, se dirimen en un recorrido
signado por pasos procesales que se encuentran formalmente estipulados en la normativa. A
estos se suman rutinas burocráticas que son generalmente producto de usos y costumbres y
que, no obstante no ser explícitas, también inciden en el itinerario de esos hechos que pasarán
a convertirse en hechos judiciales. Así se conforma el proceso judicial en el cual puede cobrar
relevancia el procedimiento de “oír al niño” que, en tanto una rutina burocrática más que se ha
cumplido –independientemente de si se ha profundizado en su compleja interpretación y
articulación con el conflicto que motiva la intervención judicial– aporta validez y neutralidad
a lo que llegue a decidirse en el proceso.

47
NICOLINI, Graciela Judicialización de la vida familiar. Lectura desde el Trabajo social. Espacio Editorial,
Buenos Aires, 2011, p. 21-22.
La lógica interna del campo jurídico, que limita en cada momento el universo de las posibles
soluciones propiamente jurídicas48, habilita un proceso en el cual, se reciben relatos de hechos
e historias de vida y con “estereotipos” y presunciones se generan “ficciones organizativas”49
que tienen efectos materiales concretos sobre las personas50. Éstas llegan a ser tan verosímiles
que posibilitan la emisión de un juicio basándose en ellas sin cuestionarlas. Es en este sentido
que consideramos necesario problematizar y poner en "contexto” y en “situación”51 categorías
como el “interés superior del niño” o “la voz del niño”.
Enmarcado en este riesgo de que los procedimientos ocupen el primer plano del proceso por
sobre el objetivo del mismo es también necesario puntualizar que dicho proceso, queda fijado
por escrito en un expediente judicial el cual se constituye en un registro “oficial” de variados
procesos de negociación entre lo hablado y lo silenciado que ofrece la posibilidad de “volver
sobre lo que se ha dicho”52. Estos registros pueden ser recuperados en otras etapas o
momentos de la vida de las personas a las que atraviesan53. Desde la línea de análisis que
venimos planteando, la voz del niño, cristalizada en un tipo de escritura como el que
describimos en párrafos precedentes, no reflejará la dinámica y complejidad del sujeto que la
pronuncia. Nuestra experiencia nos señala que la incorporación de profesionales de
disciplinas “no jurídicas” en el dispositivo judicial contribuye a dinamizar y diversificar los
relatos escritos porque propone un tipo de registro que, además de la especificidad disciplinar,
introduce una singularidad en las formas que opera tendiendo a recuperar los sentidos que los
actores/usuarios del sistema atribuyen a la situación.
En esta línea, señalamos por último otra característica del escenario institucional en el que se
dirimen los “procesos de familia”. Si bien en la “administración de justicia” el saber central es
el derecho, considerado potencialmente discurso de verdad54, desde su configuración misma,

48
BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 159.
49
Sofía Tiscornia plantea que las “ficciones organizativas” son "formas de organizar la realidad, haciéndola
inteligible a nuestro entendimiento al darle significado. Una ficción organizativa no se mide por su grado de
veracidad –de la que por supuesto presume– sino por las consecuencias que pensar de esa mantera tiene para la
acción.” (TISCORNIA, Sofia. Antropología política y criminología. Revista Publicar en Antropología y
Ciencias Sociales. 1, 1992, p. 59).
50
DAICH, Deborah. “Los procedimientos judiciales en los casos de violencia familiar”. En Tiscornia (Comp).
Burocracias y violencia. Estudios de antropología jurídica. Instituto de Ciencias Antropológicas. Facultad de
Filosofía y Letras. UBA, Buenos Aires, 2004, p. 331-332.
51
Aludimos a dos categorías claves para el trabajo social: comprender los hechos sociales “situados” o
“contextuados” históricamente, nos permite por un lado “una cosmovisión orgánica y dinámica de los problemas
sociales y las determinaciones de éstos (…) y por otro lado, nos brinda una delimitación de los espacios
estratégicos para la acción” (ESCALADA, FERNANDEZ SOTO, FUENTES. “Acción, estructura y sentido en
la investigación diagnóstica”. En Escalada y otros: El diagnóstico social. Proceso de conocimiento e
Intervención Profesional. Espacio Editorial, Buenos Aires, 2001, p. 77).
52
BOURDIEU, Pierre. Cosas dichas. Gedisa, Barcelona, 1996, p. 87.
53
VIANNA, Adriana. “Quem deve guardar as crianças? Dimensões tutelares da gestão contemporânea da
infancia”. En: de Souza Lima, Antonio Carlos (org.) Gestar e gerir. Estudos para uma antropologia da
administração pública no Brasil, Relume-Dumará, Río de Janeiro, 2002, p. 275.
54
FOUCAULT, Michel. La verdad y las formas jurídicas. Gedisa Editorial, Barcelona, 2003, p. 15-17.
esta disciplina ha estado apuntalada por otros saberes y campos disciplinares55,
fundamentalmente la medicina, la psiquiatría y la psicología (saberes psi) y las ciencias
sociales (donde se incluye trabajo social). Estos saberes son requeridos centralmente por
quienes aplican las normas a los casos particulares –los prácticos en términos de Bourdieu56–
y, diferenciándose de los especialistas del derecho, vienen a complementarlos sumándose a la
construcción jurídica al brindar –al igual que la doctrina de los teóricos– sostén a los
prácticos57.
Esta conjunción de saberes si bien se verifica en toda la institución judicial, adquiere una
especial relevancia en el fuero de familia pues, como señala Débora Daich, en este ámbito “El
derecho cambia la forma en que ejercita su poder, se torna cada vez más similar a las ciencias
humanas, se hace de sus categorías y extiende su poder hasta incluirlas”58.
Los aludidos saberes se expresan por medio de agentes, quienes van tejiendo una red de
relaciones que no están dadas de una vez y para siempre y se juegan en un espacio
institucional al cual entendemos como campo intersectorial e interdisciplinar; un campo
donde los procesos judiciales son “pequeños frentes de batalla”, (…) “donde se enfrentan los
diferentes intereses sociales, ya sea a nivel individual o colectivo”59. Todos esos actores –intra
e interinstitucionales– en sus múltiples relaciones también convergen y configuran esta
categoría que denominamos “la voz del niño”.

"Escuchar" la voz del niño: la interdisciplina como construcción


Entendemos que la interdisciplina constituye una herramienta clave para la intervención en el
tema que nos ocupa; pero también y a partir de nuestra experiencia, es necesario repensar
algunas cuestiones para evitar la banalización de esta categoría y/o el uso de la misma como
una mera apelación a un “deber ser” sin correlato con prácticas concretas y sobre todo
efectivas al momento de abordar/construir el problema de “la voz del niño”.
Siguiendo a Edgar Morin, la necesidad de un pensamiento –y una intervención, podemos
agregar– inter-pluri disciplinar surge de la existencia de problemas que, trascendiendo a una

55
FOUCAULT, Michel. Los anormales. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000, p. 24-25.
56
El autor distingue entre teóricos y prácticos al describir el antagonismo estructural que se verifica en el campo
jurídico. Los teóricos construyen la doctrina y los prácticos la aplican e interpretan a través de una valoración de
los casos particulares (BOURDIEU, Pierre. “Elementos para…, cit., p. 169).
57
NICOLINI, Graciela. “Los saberes disciplinares en el atravesamiento judicial de las familias”. En Robles
(Coord.). Trabajo Social en el Campo Jurídico. Espacio Editorial, Buenos Aires, 2013, p. 23.
58
DAICH, Deborah. “Los procedimientos judiciales…, cit., p. 329.
59
TRAZEGNIES, Fernando de. Ciriaco de Urtrecho: litigante por amor. Reflexiones sobre la polivalencia
táctica del razonamiento jurídico. Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, Lima, 1981, p. 81-
82.
disciplina, la enlazan con otra60. Es una necesidad que también viene dada desde las
instituciones pues éstas, como señalan Mitjavila y Mathes, “se apoyan fuertemente en saberes
especializados o profesionales para orientar la toma de decisiones sobre un universo
considerablemente amplio de asuntos que se encuentran bajo su jurisdicción”61. Esto se ve
claramente en el espacio judicial de familia, fuero que incorporó profesionales de las ciencias
humanas e incluso se apropió de sus categorías en el lenguaje y en los fundamentos para la
comprensión y abordaje de las problemáticas que ante él se plantean. Hacia finales del siglo
pasado, en la década del 90, la incorporación de una o más disciplinas extra jurídicas como
parte integrante del personal de los Juzgados de Familia62, ha marcado diferencias
sustanciales63 en cuanto a la aspiración a la integralidad en el abordaje de los procesos que se
dirimen en este campo, superando en este sentido la modalidad de abordaje a través del
requerimiento de aportes a peritos pertenecientes a oficinas periciales externas o “listas”
extrajudiciales de profesionales.
Ahora bien, como señala Stolkiner, “la simple yuxtaposición de disciplinas o su encuentro
casual no es interdisciplina”, sino que involucra un proceso a ser construido en torno a un
objeto o problema de abordaje común en un marco institucional determinado64. Este proceso
no implica el borramiento de las fronteras disciplinares sino que lo que se busca es “evitar el
aislamiento de las disciplinas”, la “hiperespecialización” y sobre todo el “riesgo de
cosificación del objeto estudiado (…) [olvidando] que éste ha sido construido”65.
Esta apertura a reconocer lo inacabado de una disciplina y la necesidad de la confluencia de
varias para entender las expresiones que asumen distintos objetos de estudio, deberá tenerse
en cuenta, en sus vínculos y solidaridades –y también en sus tensiones– al momento de
abordar la comprensión de la “voz del niño” en tanto expresión no unívoca ni trasparente.

60
MORIN, Edgar La cabeza bien puesta. Repensar la reforma. Reformar el pensamiento. Nueva Visión, Buenos
Aires, 1999, p. 115-121.
61
MITJAVILA, M. y GOMES MATHES, P. “El Trabajo Social Forense y los procesos de arbitraje de la vida
social”. En Ponce de León, Krmpotic (coordinadores) Trabajo Social Forense. Balance y perspectivas. Volumen
I. Espacio Editorial, Buenos Aires, 2012, p. 77.
62
Baste para ejemplificar la referencia a dos distritos representativos: en la Provincia de Buenos Aires, los
Tribunales de Familia se inauguraron en el año 1997 incluyendo “equipos técnicos” conformados por
trabajadores sociales, psicólogos y médicos especializados en psiquiatría; en la jurisdicción de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires se asignó a un grupo de Juzgados Civiles la competencia específica en asuntos de
familia y capacidad de las personas en el año 1988, integrando en el plantel de esos juzgados inicialmente un
trabajador social y, posteriormente, dos.
63
Es una discusión vigente entre profesionales de disciplinas “no jurídicas” que trabajan en el ámbito judicial, si
la inclusión dentro de los dispositivos optimiza o por el contrario obstaculiza su tarea específica. Entendemos
que esto se vincula a las particularidades que asume la relación laboral en una institución jerárquica como el
“poder judicial”. No eludimos esta discusión pero consideramos que nos excede en este trabajo. Nuestra posición
en este artículo parte de considerar la cuestión de los intercambios interdisciplinares en términos (idealmente)
analíticos.
64
STOLKINER, Alicia. “La Interdisciplina: entre la epistemología y las prácticas”. En Campo Psi-Revista de
Información especializada Año 3, N° 10, Rosario, Abril de 1999.
65
MORIN, Edgar La cabeza bien puesta. Repensar la reforma. Reformar el pensamiento. Nueva Visión, Buenos
Aires, 1999, p. 115
Para que la aludida confluencia de saberes llegue a conformar una modalidad
“interdisciplinar”, se requiere pensar en términos de una construcción conjunta del problema
lo cual supone a su vez intentar acordar “un marco de representaciones común entre
disciplinas y una cuidadosa delimitación de los distintos niveles de análisis del mismo y su
interacción”66. Esta búsqueda de “concepciones organizadoras comunes”67 permitirá, en el
tema que nos ocupa, la clarificación de categorías difusas como el “interés superior del niño”,
tan caro al momento de escuchar al niño o niña y, sobre todo, aplicar lo escuchado a una toma
de posición, decisión.
Otro aspecto a tener en cuenta es que, como bien advierte Stolkiner, “un saber disciplinario es
una forma de poder y, por ende, las cuestiones de poder aparecerán necesariamente”68, incluso
potenciadas, dado que, en el espacio institucional “judicial”, esto se ve reforzado por el hecho
de que la voz del profesional es categorizada e invocada como la de un experto69. Por ello se
señala que adherir como profesional a un trabajo de índole interdisciplinar “implica
numerosas renuncias, la primera es la renuncia a considerar que el saber de la propia
disciplina es suficiente para dar cuenta del problema”70.
Por último, un aspecto que suma complejidad a la intervención al momento de pensar/actuar
interdisciplinariamente –si por tal enfoque entendemos la conjunción de visiones y acuerdos
precedentemente aludidos– es que la confluencia junto al derecho de diversas disciplinas
como trabajo social y las pertenecientes a los saberes” psi” no se agota en dicho territorio sino
que lecturas y acciones de estas disciplinas se producen también desde instituciones que
articulan con los juzgados. En relación con el tema en análisis, estos agentes institucionales
externos, también valorizan y apelan a “oír al niño” pudiendo incluso generar la reiteración de
esa escucha que si no es adecuadamente implementada puede vaciarla de sentido o desalentar
al niño en cuanto a la “potencia” de su voz en relación a su bienestar.
Asumida la incompletud de la propia disciplina –en el caso de las autoras, la de trabajo
social– y que la misma se juega no sólo en el terreno institucional sino que debe pensársela en
la relación con otras instituciones o abordajes profesionales, sintetizaremos seguidamente
aportes que, desde trabajo social, aparecen como sustanciales para la intervención en relación
a “oír” a un niño o niña en un marco interdisciplinar como es el que parece proponer la
conformación de los juzgados que abordan “procesos de familia”.

66
STOLKINER, Alicia. “La Interdisciplina…, cit.
67
MORIN, Edgar La cabeza…, cit.
68
STOLKINER, Alicia. “La Interdisciplina…, cit.
69
KRMPOTIC, Claudia. “El Trabajo Social Forense como campo de actuación en la intersección entre bien
social y bien jurídico”. En Ponce de León, A. – Krmpotic, C. (coord.). Trabajo social forense. Balance y
perspectivas. Espacio Editorial, Buenos Aires, 2012, p. 62. NICOLINI, Graciela Judicialización de…, cit., p. 27-
28.
70
STOLKINER, Alicia. “La Interdisciplina…, cit.
Aportes desde trabajo social
La disciplina del trabajo social, con fuerte inscripción desde sus inicios en el dispositivo
judicial71, tiene la potencialidad y posibilidad de continuar aportando en el abordaje de nuevos
problemas o de problemas y situaciones que, no siendo novedosos, adquieren un
reconocimiento diferente y son receptados de igual modo en las normativas y en las
instituciones, generando cambios en la modalidad de gestión, tal como ocurre en torno a la
infancia y su protagonismo en los “procesos de familia”.
Por otra parte se han producido cambios en el posicionamiento de la profesión en su relación
con la institución. Aquí es interesante el aporte de Claudia Krmpotic al señalar un giro o
corrimiento desde una tarea pericial ligada en exclusividad a un enfoque tecnocrático y de
neutralidad valorativa (aspectos del encuadre institucional que sólo apuntan a su
autoreproducción o que incluso pueden tender a amplificar las asimetrías) para virar al
desarrollo de “técnicas de conocimiento que procuran reducir las asimetrías en el encuentro
intersubjetivo”72. Es en este marco que entendemos la inclusión de trabajadores sociales en la
práctica de escuchar al niño o niña y las significaciones y usos que de ella se hace en el
“proceso de familia”.
Dicha inclusión se realiza conforme marcos conceptuales y siguiendo un proceso
metodológico propio que, como característica distintiva, conlleva una intencionalidad
interventiva que, desde una relación con los sujetos afectados por necesidades o problemas
sociales que incluya su participación activa, logre la superación de la situación problema y
garantice el goce de los derechos humanos, sociales y culturales73. Como bien sintetiza
Osvaldo Marcón “El Trabajo Social, por definición, busca construir soluciones que incluyan
la voluntad del sujeto”74.
Del proceso metodológico y por su relevancia en relación al tema en análisis y a las
particularidades del campo jurídico, destacamos el tramo investigativo y el referido a la
formulación de un diagnóstico social, ello sin desconocer la faz de intervención con los
sujetos que atraviesa todo el proceso. Producto de la investigación y el análisis de sus

71
El ámbito jurídico ha sido uno de los campos donde trabajo social, desde su inicio como profesión, ha
participado activamente no sólo integrando el plantel de los juzgados de diversos fueros, sino también
coadyuvando a través de impulso o apoyo a nuevas legislaciones que, en distintas épocas, han representado
saltos cualitativos en el abordaje de problemáticas sociales, familiares y de niñez.
72
KRMPOTIC, Claudia. “El Trabajo Social Forense..., cit., p. 60-61.
73
TRAVI, Bibiana. “El diagnóstico y el proceso de intervención en Trabajo social: hacia un enfoque
comprehensivo”. En Ponce de León, A. – Krmpotic, C. (coord.). Trabajo social forense. Balance y perspectivas.
Espacio Editorial, Buenos Aires, 2012, p. 173.
74
MARCON, Osvaldo. “La entrevista en el escenario forense, ¿sitiada por lo jurídico? El diálogo con jóvenes en
situación de conflicto penal.” En Ponce de León, A. – Krmpotic, C. (coord.). Trabajo social forense. Balance y
perspectivas. Espacio Editorial, Buenos Aires, 2012, p. 226.
resultados, los trabajadores sociales aportan “afirmaciones válidas en sentido científico” las
cuales son “interpretaciones a partir de la lectura de una realidad basada en evidencias de
distinto tipo”75.
En el proceso de construcción de estos aportes resulta relevante reconocer las particulares
implicancias de la actuación profesional en un campo como el jurídico y, más precisamente,
en “procesos de familia”. Si consideramos al derecho como un recurso para la satisfacción de
necesidades76 o para el acceso a mejores condiciones de vida, el trabajador social podrá
contribuir, desde sus conocimientos, valores y competencias metodológicas, al abordaje de
aspectos sociales y legales que afectan a los sujetos y, en particular a los niños, niñas y
adolescentes que son atravesados por aquellos procesos.
Recordamos también que, al momento de construir un problema de intervención y formular
un diagnóstico, es central el posicionamiento de los sujetos involucrados, que entendemos en
consonancia con la noción de “perspectiva del actor”: “ese universo de referencia compartido
–no siempre verbalizable– que subyace y articula el conjunto de prácticas, nociones y sentidos
organizados por la interpretación y actividad de los sujeto sociales”77; perspectiva cuya
inclusión, reconociendo la diversidad, tiende a evitar etnocentrismos y posibilitar la
comprensión del sujeto y lo que él dice en términos de su cultura y situación.
Lo referido al posicionamiento del sujeto, pensándolo puntualmente en torno a la práctica de
“escuchar la voz del niño”, exige enmarcarlo en una técnica que, usada por distintas
profesiones, es uno de los instrumentos privilegiados del trabajo social: la entrevista. Ésta,
siguiendo a Travi, implica “ver entre” al menos dos sujetos quienes, si bien en posiciones
diferentes, “tienen plena participación en su desarrollo”, conformando una herramienta que es
un “medio privilegiado para conocer y a la vez producir el cambio al que apuntan los
objetivos profesionales”78.
La entrevista es entonces una instancia mediadora y dialógica, mediatizada por el contexto en
el cual se desarrolla79 que habilita la comprensión de una situación intersubjetiva y, por lo
tanto, es una herramienta que requiere entrenamiento y capacitación específicas. En este

75
KRMPOTIC, Claudia. “El Trabajo Social Forense..., cit, p. 62. Las evidencias que menciona la autora son:
“los relatos obtenidos, (…) dimensiones materiales y corpóreas, de aspectos, comportamientos, signos y
síntomas, que obtenemos de primera mano (investigación propia) o a través de otros interlocutores como
producciones escritas y cuyos resultados referenciamos, recursos obtenidos siguiendo una metodología que
garantiza su validez”.
76
KRMPOTIC, Claudia. “El Trabajo Social Forense..., cit, p. 66.
77
GUBER, Rosana. El salvaje metropolitano. Reconstrucción del conocimiento social en el trabajo de campo.
Paidós, Buenos Aires, 2004, p. 74.
78
TRAVI, Bibiana. La dimensión técnico-instrumental en Trabajo Social. Reflexiones y propuestas acerca de la
entrevista, la observación, el registro y el informe social. Espacio Editorial, Buenos Aires, 2006, p. 67-68.
79
MALLARDI, Manuel. “La Entrevista en Trabajo Social, Aproximaciones a un objeto polilógico”. En Oliva,
A. y Mallardi M. (comp.). Aportes tácticos operativos a los procesos de intervención en Trabajo Social. Consejo
Editor UNCPBA, 2011.
sentido, coincidiendo con Rosana Guber, es necesario refutar una vez más la premisa
positivista respecto a que “para saber algo basta con preguntar” pues ello ignora que “las
preguntas y las respuestas no son dos bloques separados sino partes de una misma reflexión y
una misma lógica, que es la de quien interroga”, persona que no sólo selecciona la temática
sino también los criterios para el análisis de los datos que recoge y el destino del mismo80.
Por otra parte, enmarcado en el reconocimiento de dos aspectos de la comunicación humana:
verbal y analógica81, recordamos que en el campo que se genera en la entrevista con el
entrevistado “lo que no puede darse como conocimiento explícito se nos ofrece o emerge a
través de su comportamiento no verbal; y este último puede informar sobre su historia y sobre
su presente en grados muy variables de coincidencia o contradicción con lo que verbal y
conscientemente expresa.”82. En el mismo sentido y volviendo a Guber, las verbalizaciones
son “una fuente siempre latente de distorsión y subjetividad que introducen los actores, la
cortina de humo de la verdad”; por ello su recomendación en torno a la relevancia, por sobre
saber si lo verbalizado es cierto o no –preocupación claramente “jurídica”–, de “averiguar qué
significa y cuáles son las implicancias posibles de lo que se dice (e inferir lo que se calla)” y,
en todo caso, preguntarse por qué brinda una información que no sustenta83. También habrá
que atender a las contradicciones en los relatos vertidos en distintas situaciones y momentos
por el niño, niña o adolescente84 y, por último, atender a aquello que no se dice: los silencios.
En este punto cobra relevancia la técnica de observación que integra, junto a la entrevista, la
secuencia procedimental propia de la dimensión metodológica en trabajo social y en otras
disciplinas de las ciencias sociales y del campo psicológico.
Como aspectos a tener en cuenta en relación a ambas técnicas señalamos que el conocimiento
obtenido a través de ellas está siempre “en diálogo” con la teoría85 –social en nuestro caso– y
que, tal como plantea Guber, esos “paradigmas teóricos guardan una correspondencia con lo
real que no es directa, sino que requiere de sucesivas mediaciones en las que se manifiesta el
mundo de los actores”86.

80
GUBER, Rosana. El salvaje metropolitano…, cit., p. 206-207; 217.
81
Los estudios de la comunicación humana distinguen entre la comunicación verbal o digital y la analógica;
dado que toda comunicación tiene un aspecto de contenido y uno de relación, ambos modos de comunicación
coexisten y se complementan en cada mensaje. El aspecto relativo al contenido se trasmite predominantemente
en forma digital y el aspecto relativo a la relación es de naturaleza predominantemente analógica
(WATZLAWICZ, BEAVIN, JACKSON. Teoría de la comunicación humana. Edit. Tiempo Contemporáneo,
Buenos Aires, 1973).
82
BLEGER, José. Temas de psicología. (Entrevista y grupos). Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1982, p.
17.
83
GUBER, Rosana. El salvaje metropolitano…, cit., p. 242-243.
84
Baste mencionar como ejemplo el mecanismo de retractación en situaciones de abuso sexual infantil (INTEVI,
Irene. Abuso sexual infantil en las mejores familias. Granica, Buenos Aires, 1998, p. 154).
85
GUBER, Rosana. El salvaje metropolitano…, cit., p. 176.
86
GUBER, Rosana. El salvaje metropolitano…, cit., p. 71.
Por último, destacamos con Osvaldo Marcón la confluencia en la entrevista de múltiples
elementos que llevan a la confrontación de las fortalezas y debilidades de los diversos relatos
que en ella se articulan, entre los que se encuentra el jurídico, con su especificidad en ese
campo87. En este sentido, y conforme la síntesis aportada, cobra relevancia distinguir la
técnica de entrevista, con las narrativas y los registros a que da lugar (informes, en general),
de las declaraciones88, modalidad característica del campo jurídico en la que, a través de la
voz allí plasmada y despojada de sus sutilezas, subyace un criterio acabado de “verdad”.
Nuestras incumbencias como disciplina que forma parte de las llamadas “ciencias sociales”,
interviniendo particularmente en situaciones subjetivas y/o familiares como las que se dirimen
en los procesos judiciales a los que hemos aludido, nos ubican frente a la necesidad de
comprender el universo social, cultural y relacional de los sujetos con los que intervenimos, a
través de las mediaciones teóricas y metodológicas que hemos intentado sintetizar en este
punto. Es desde el reconocimiento de esta singularidad que nuestra disciplina puede resultar
valiosa en el campo jurídico, participando en la construcción de articulaciones que tengan por
objetivo “escuchar a los niño/as” en toda la complejidad que este principio, devenido en
práctica, requiere.

Voces adultas, voces expertas: mediaciones entre los niños/as y la institución judicial.
Desde este trabajo buscamos compartir y poner en discusión el soporte teórico que da sustento
a nuestras prácticas profesionales en el interior de la institución judicial, puntualmente en
torno al ejercicio del derecho del niño a ser oído. Ello no es mera especulación teórica, sino la
puesta en diálogo entre la teoría y el correlato empírico en el que se entrelazan observaciones,
acciones y nuestra propia implicación como profesionales éticamente responsables de algunos
aspectos y de ciertos tramos del proceso judicial en el que se dirimen cuestiones relevantes
para la trayectoria vital de los sujetos involucrados, en este caso, de los niños, niñas y
adolescentes.
Hemos de resaltar que las relaciones entre adultos y niños son siempre contingentes y
asimétricas y que, más allá de las diferencias que impone la “edad”, la condición de “ser
niño” se inscribe en situaciones diferenciales por cultura, clase social y género. Partiendo de
estas premisas que consideramos claves cuando, en un proceso judicial, los adultos
focalizamos en los niños, les pedimos que nos hablen, que nos den su opinión, nos
preguntamos ¿Cómo y a través de que prácticas determinados adultos signados como
“expertos” o como personas con capacidad de tomar decisiones, incluso por sobre otros

87
MARCON, Osvaldo. “La entrevista en…, cit., p. 214.
88
MARCON, Osvaldo. “La entrevista en…, cit., p. 216.
adultos significativos para los niños/as, entienden/escuchan lo que ellos quieren transmitir?
¿Cómo estos adultos, inscriptos en un dispositivo de autoridad que supone normas universales
y capacidad de arribar a decisiones imparciales, conciben/interpretan el interés superior de ese
niño o niña?
En la reflexión en torno a estos interrogantes es necesario además considerar que las prácticas
de esos adultos –expertos o con capacidad de decisión, como ya se dijo– se encuadran en una
institución fuertemente atravesada no sólo por construcciones sociales en torno a la infancia
sino también por moralidades vigentes en torno a lo que implica ser niño/a y a lo que “la
familia” debe ser o hacer; atravesamientos éstos que, en gran medida invisibilizados,
impregnaran a esos adultos.
Tomando situaciones de la práctica cotidiana podemos preguntarnos acerca de la recurrencia
de algunas decisiones que se sostienen en el interés superior del niño como por ejemplo la de
indicar al adulto responsable como propuesta superadora de la situación, que debe llevar al
niño a “hacer tratamiento”. Si esta indicación no se cumple ¿se tomarán en cuenta los niveles
de accesibilidad del grupo, considerando no solo su pertenencia social, económica y barrial
sino las particularidades del contexto institucional en salud mental en la actualidad, con
demoras en la asignación de turnos y en muchos casos posiciones expulsivas?¿La institución
judicial problematizará sus propias prácticas incluyéndose como parte activa del proceso y
tendrá apertura a modificar decisiones arraigadas en el devenir institucional? ¿O estos
determinantes serán depurados, borrados por el dispositivo judicial, para consolidar hipótesis
que, como diagnósticos estereotipados, se imponen a los sujetos en cuestión?
La incorporación de disciplinas extra jurídicas en los dispositivos judiciales, introduce en
ellos nuevos discursos y nuevas formas de abordaje, y muy especialmente una forma diferente
de comprensión de la realidad cotidiana de los “usuarios” desde la cual escuchar y registrar
sus relatos. En el caso de los trabajadores sociales –cuyo aporte más relevante está vinculado
a comprender como se enlazan esas narrativas con la pertenencia social, relacional,
económica y cultural de los sujetos desde un punto de vista histórico que contenga su
perspectiva– la tarea cotidiana puede muchas veces colocarlos en una suerte de “tránsito”
entre el contexto y la institución de pertenencia y es desde esta singularidad que aportamos a
la construcción de la “voz del niño”.
En el pasaje hacia el “adentro” de la institución judicial, el niño es impactado por la
particularidad de este espacio y sus rituales que se le imponen, a partir de la fuerte pregnancia
de la historia y motivaciones de los adultos responsables de su custodia, en el encuentro con
otros adultos, los que pertenecen a la institución, entre los que a su vez hemos distinguido en
este trabajo diferencias en cuanto a saberes y jerarquías que hacen al poder de decisión sobre
sus vidas.
En este marco, desde nuestra disciplina, nos proponemos escuchar desde el contexto,
situacionalmente, y aportar al conocimiento y comprensión de esas voces en su complejidad,
por fuera de toda pretensión inmediatista y esencialista porque, tal como intentamos
argumentar, no es suficiente –ni posible– capturar la “voz del niño” en su literalidad entre las
paredes de un despacho atiborrado de símbolos de autoridad, sino que es necesario ubicarla en
el contexto de un problema a ser construido en equipo, entre todos los responsables de
intervenir en la situación, incluso los adultos a cargo de los niños/as.
Y si de responsabilidades se trata, habrá que reflexionar también respecto a la recurrencia a
delegar en el niño/a decisiones difíciles frente a situaciones que vienen dadas en términos de
“ilusión de alternativas” pues cualquiera de las opciones implicarán pérdidas o escisiones para
él o cuando ninguna alternativa aparece significativamente superadora de las otras. ¿Alcanza
escuchar a un niño cuando se lo supone víctima de negligencia o maltrato en su hogar?
¿Puede el niño/a comprender/conocer acabadamente las opciones con que cuenta? Frente a
ellas seguramente se juegan lealtades con los adultos cuidadores, aún a pesar de sus falencias.
Pero también se juega el desconocimiento cabal de otras opciones de cuidado y sus
implicancias; opciones que, además, nunca contemplan ajustadamente sus derechos por
imposibilidad del dispositivo o por deficiencias en el diseño, provisión y sostén desde las
políticas públicas. Además, sabiendo que en las complejas situaciones que atraviesan a los
niños/as en un “proceso de familia” no habrá alternativas “ideales”, su optimización
dependerá sustancialmente de cómo se la implemente, de cómo se acompañe al niño/a y a los
adultos responsables de su cuidado.
Hablar de acompañamiento introduce pensar en el después de la “escucha”: el niño/a o
adolescente que fue llevado a un juzgado y fue entrevistado por un profesional que tiene
acceso a aquellos con capacidad para tomar decisiones que los afecten, tiene que poder
recoger que hubo alguna modificación consistente con lo que planteó y, si no la hubo, debe
recibir alguna explicación que dé cuenta del rumbo que imprimen a su situación las decisiones
–por acción o inacción– de la autoridad judicial. Así al “escuchar al niño” sumamos el “hablar
al niño/a”, es decir, darle respuestas, explicaciones que se integren al circuito dialógico que la
técnica de entrevista posibilita.
Hemos planteado también la cuestión de la historicidad de las situaciones problemáticas que
se dirimen en el espacio judicial la cual cobra relevancia tanto en lo que refiere a la extensión
temporal de los “procesos de familia” como a la diversidad de materias en las cuales una
misma problemática puede diversificarse. Habrá que cuidar entonces que la “escucha” al
niño/a, en tanto rutina cumplida en algún momento de dicho proceso, no quede cristalizada
perdiendo de vista que la vida cotidiana del niño/a va cambiando y, así como se modifican sus
necesidades (su “interés superior”), también seguramente se ha ido modificando su
posicionamiento, su “voz”.
Dada la complejidad que las precedentes páginas han intentado poner en evidencia,
entendemos que ser parte del conjunto de “voces” adultas y “expertas”, capaces de introducir
con una cualidad y calidad diferente las “voces” de los niños/as y adolescentes, exige un
abordaje integral, superador de miradas parciales, que a la vez aporte en cuanto a la definición
en el diagnóstico y las estrategias de abordaje y posible resolución. Pero también, ante la
persistencia de algunas aspiraciones de sesgo positivista de “fijar” rótulos y soluciones, es
necesario recordar que siempre estamos hablando de intervenciones provisorias en tanto la
trayectoria de las relaciones sociales y de los problemas subjetivos es variable y en eso reside
su complejidad y también su potencial.
En esta línea hemos planteado también la apuesta a una intervención interdisciplinaria que
supere “la simple yuxtaposición de disciplinas o su encuentro casual” y esto incluye los
intercambios entre saberes jurídicos y extrajurídicos a partir del reconocimiento de las
particularidades del espacio institucional en el que estos se despliegan, reconociéndolo como
un campo de tensiones y asimetrías entre agentes y saberes. Entendemos que en la cuestión
concreta de “la voz del niño” el esfuerzo conjunto por construir espacios de diálogo que
permitan consensuar marcos de referencia comunes en la comprensión del problema y las
posibles intervenciones en defensa de los derechos de ese sujeto/niño singular, debe en
principio superar la aliviadora apelación a lo “textual” que el niño “dijo” y la exclusión de lo
que “calla”.
Pensar en términos de complejidad, desde el contexto, incluye también incorporar en la
escucha y comprensión, las desigualdades sociales, económicas, culturales y de género, que
operan en el sistema y que las loables declaraciones de principios y las normativas
respetuosas de los derechos humanos, no tienen el poder de modificar por su sola
enunciación. Hace casi dos décadas que la CDN tiene rango constitucional en nuestro país y,
aún así, en nuestro trabajo cotidiano podemos observar que no solo persisten las
desigualdades que dividen a los niño/as y familias en ricos y pobres, sino que estas
“realidades” construyen conflictos y problemas disímiles que a su vez se reflejan en gestiones
burocráticas diferenciales. En este sentido, pese a los avances que introdujo la nueva
normativa, nuestras observaciones nos llevan a interrogarnos acerca de la persistencia de
prácticas de “gestión” de la pobreza a través del poder público y, puntualmente, en el
dispositivo judicial dirigido a la niñez.
Resaltamos por último que, en un “proceso de familia”, escuchar a un niño/a en pos de
contemplar su “interés superior” exige hacerlo atendiendo la complejidad que imprime la
situación en sus aspectos sociales, económicos, históricos y de género, el encuadre propio del
campo jurídico en que se inscribe y un abordaje que, reconociendo asimetrías y tensiones,
integre, en la lectura y en la intervención, las disciplinas que, en tanto “voces adultas”,
“expertas” y/o con autoridad, confluyen en la institución judicial.

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