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Título: Mitología del Reseteo

Autor: Lomas Cendón (Ibn Asad)

Fecha de publicación: 30 de noviembre de 2022

Lugar: Cabuérniga – Cantabria

CONTENIDO:

1.- El neologismo “reseteo” para el Novus Ordo

2.- Otros grandes resets: entre el Mito y la Historia

3.- Cinco mitemas repetitivos de los grandes resets

4.- The Great Reset del siglo XXI: la peculiaridad transhumanista

5.- La fusión biológica-digital: del silicio al carbono

6.- ¿Quién diantres está detrás de todo esto?

7.- Y aquí estamos tú y yo


Según Joseph Campbell, el mito es un instrumento fundamental para interpretar la realidad y comprender
los oscuros y aterradores abismos de la existencia humana. Siendo así, ¿tendrá alguna función la Mitología
para el hombre de 2022 más allá del estudio de la Historia y el Arte? No, definitivamente, si este hombre
posmoderno se cree sin rechistar lo que le cuentan (hoy lo llaman relato). De nada sirve hoy en día la
Mitología si las calamidades pueden explicarse con teorías económicas, los desastres naturales con estudios
meteorológicos, y los expertos virólogos de la OMS nos informan de las pestes actuales y las que vendrán.
Ocurre que ninguno de estos relatos (cuentos, diría yo) satisface a un alma humana que no puede hacer
oídos sordos a su experiencia milenaria. Sus instintos mitológicos de supervivencia y conocimiento le
advierten que le están engañando, y le enfrentan con una versión oficial con aspecto de historieta para
acallar una inocencia demasiado curiosa. ¿Cómo vienen los niños al mundo? Los trae la cigüeña de París.
Esto no es un mito, sino una mentira; no es la explicación de una verdad profunda, sino una chorrada que
pronuncia aquel que no tiene respuesta convincente.

En esa acepción de mito como ficticia milonga evasiva (y no como explicación trascendente del abismo
humano) se encuadran las versiones oficiales de nuestros eventos contemporáneos. Decir que Osama Bin
Laden demolió tres edificios de Nueva York con sólo dos aviones e incendió el Pentágono con un avión que
nadie jamás consiguió ver ni filmar, no suena muy diferente de asegurar que Moisés consiguió separar las
aguas del Mar Rojo hincando su báculo en la orilla. Aseverar que el origen de la covid-19 está en una sopa
de murciélago que se tomó un chino, es como decir que el ratoncito Pérez se llevó el diente de leche de la
almohada, y lo cambió por un pirulí de caramelo. En ese sentido, la proteína spike o la variante ómicron, son
tan míticas e inverificables como un unicornio o un gnomo. La cosa empeora cuando se da categoría científica
a tales paparruchas, al mismo tiempo que se descarta la Mitología como vía de conocimiento válida de la
realidad, más propia de espíritus inferiores, primitivos, atrasados. ¡Somos modernos ciudadanos
informados, y no supersticiosos que creen en cualquier cosa! En otras palabras: Agencia EFE o Reuters son a
la Mitología, lo que McDonald’s o Burger King son a la Gastronomía.

Por eso este ensayo necesita ser escrito, y mucho más hoy en día leído: vivimos abismales tiempos obscuros
y aterradores (como decía Campbell), en los que, para más inri, no tenemos acceso gnoseológico al mito.
Hagamos el esfuerzo entonces de identificar el logos velado por esa información falsa (alguien habló de fake
news) sin más fundamento que la mentira (alguien lo nombró posverdad). A todo aquel que emprenda esa
tarea de afirmación de la propia capacidad individual de conocimiento y de credibilidad de su sentido común,
se le pondrá el sambenito de negacionista. ¿Qué es un negacionista? Pues alguien ejerciendo el ingrato papel
de lo que antaño fue el hereje, el contrarrevolucionario, la bruja, el cristiano, el burgués, el pagano, el
elemento subversivo, el judío, la prostituta, el pacifista, el cátaro, el jipi, el esquirol… todos, en definitiva,
individuos que suponen una amenaza contra el bien común representado por un Ordo que les pone en su
lugar con hogueras, campos de concentración, encarcelamientos, multas, ejecuciones, escarmientos,
ostracismos, persecuciones, duros castigos…

Actualicemos este viejo temario a los tiempos posmodernos: el reseteo transhumanista anunciado por la
Agenda 2030 resulta ser tan solo una forma más del antiquísimo mito del colapso planificado de la
humanidad. ¿Y por qué lo llaman así? ¿Cómo pueden ser tan cursis? ¿Qué es eso de reset?
1.- El neologismo “reseteo” para el Novus Ordo

En 2009 publiqué la primera edición de La Danza Final de Kali, y si el lector no


la leyó en su día, puede hacerse de un ejemplar a través de esta valiente
editorial que la ha vuelto a publicar. En estos doce años, sin duda muchas
cosas han cambiado, pero el mensaje de esa controvertida obrita sigue
vigente. Basta con entender la reformulación que el proyecto ha tomado. En
2009 era el Club Bilderberg; en 2022 es el Foro de Davos (a pesar de que su
membresía es, en esencia, la misma). En 2009 el rostro de las relaciones
públicas de toda esta gentuza era David Rockefeller; en 2022 es George Soros
(a pesar de que no conseguirías distinguir quién es quién en una foto de estos
dos sujetos). En 2009 era la pandemia de la gripe A(H1N1) y sus vacunas; en
2022 era la pandemia de la covid y sus vacunas. Han podido cambiar algunos
términos (enmascarados con eufemismos), algunos nombres propios (muy
pocos), algunas caras conocidas (más que nada porque algunos la palmaron en este tiempo), pero el
proyecto de sometimiento y esclavización de la humanidad sigue su curso, imparable, inexorable, como un
tiro. Desde la terminología masónica se llamaba Novus Ordo Seclorum; desde la política, New World Order,
Nuevo Orden Mundial. En 2020 tuvieron que cambiar el nombre por The Great Reset.

Cuando escribí La Danza Final de Kali en 2009, la palabra reset era una palabra usada exclusivamente en
informática, y se entiende que, al reformular un proyecto político con vistas a la transhumanización de la
especie a través de la tecnología computacional, se utilice un término de la jerga informática. Explicado de
otra manera: en 2009 solo podías hacer reset con un computador. Si alguien mataba a un hombre, y ante el
juez alegaba que le había hecho un reset, el asesino sería condenado por homicidio de todos modos. Pero si
quieres acabar con la humanidad entera para convertirla en poco menos que cachivaches informáticos, la
palabra “reset” resulta más adecuada que la palabra “genocidio”. La primera suena a apretar un botón para
que una máquina funcione mejor; la segunda suena a crimen contra la humanidad. Es una cuestión de
marketing: ¡Imagínense qué mal se habría vendido el libro The Great Reset de Klaus Schwab si lo hubiera
llamado El Gran Genocidio!

Pero es que, además, el anglicismo reset no solo deshumaniza al individuo a resetear (otrora, exterminar),
sino que lo ilusiona con una proyección de futuro, de volver a empezar, un borrón y cuenta nueva sin explicar
qué sufrimiento acarrea tal borrón. Te cuentan maravillas de volver a empezar, ocultándote que vas a acabar
como siempre. La perniciosa traducción de reset en los medios periodísticos de habla hispana como
“reinicio” ilustra esta ignominia. Re-set no es reiniciar (eso sería re-start), sino re-configurar (setting es la
configuración de una máquina). Y tratado como tal máquina, se presenta un proceso de reconfiguración del
ser humano a diez años vista (Agenda 2030), sin su debida información, sin su consentimiento, y llevado a
cabo con métodos coercitivos. La Agenda 2030 es el envoltorio multicolor y perfumado de la hedionda
Agenda Transhumanista que detallé hace más de doce años en el capítulo 12 de La Danza Final de Kali o,
más recientemente, este año 2022, durante la 33ª edición de los Encuentros Eleusinos en Ávila.

Acabar con la presente humanidad para dar inicio a otra nueva. ¿O tal vez dar inicio a una nueva humanidad
para terminar con esta que somos de una vez por todas? Tras añoss de estudio, a mí no me cabe duda de
que se trata de lo segundo. No obstante, como fuese, esta materia puede ser estudiada como yo lo he hecho,
no gracias a la Historia que apenas puede arañar su superficie, sino a través de la denostada Mitología. Quizás
no lo llamaron así… pero tenemos datos para asegurar que han realizado este gran reset muchas otras veces
en el pasado. Muchas más de las que con los libros de Historia en la mano nos conviene creer.
2.- Otros grandes resets: entre el Mito y la Historia

El mito que encierra este neologismo (reset) es el del cierre


de la presente humanidad e inauguración de la siguiente, o
lo que en la tradición indoaria es el fin de ciclo del
manvantara. Este mito resulta unánime en todas las
expresiones tradicionales, y solo varía en sus formas más
contingentes, sin que por ello varíe el pentatónico
denominador común que extraeremos en el próximo
apartado. Por ahora, veremos esas variaciones de expresión
en base al elemento predominante (mahabhuta):

Resets diluvianos o a través del agua: Desde nuestro paradigma cultural y espiritual, el primer reset que nos
viene a la memoria es el diluviano, el de la gran inundación narrada en el séptimo capítulo del Génesis. El
mito del diluvio bíblico se yuxtapone al sumerio del Poema de Gilgamesh, se extiende en la interesantísima
lectura etíope del Libro de Enoch, y culmina con la undécima sura del Corán. Sin embargo, fuera del contexto
judeocristiano, nos encontramos también un great reset acuático en India, en el ciclo de Matsya-avatara (le
dediqué un capítulo entero en El Hijo del León); en China tenemos el mito de la inundación Gǔn yǔ zhìshuǐ
que dio pie al paradigma civilizatorio agrícola; y en Grecia, en el ciclo aqueo, tenemos el mito de Deucalión,
titán híbrido que salvó a unos pocos hombres del furor genocida de Zeus, como semillas de un renovado
género humano. También tenemos resets diluvianos en los mayas mesoamericanos, los korubos amazónicos,
los igorrotes filipinos, los maoríes neozelandeses, los aborígenes australianos… un poco en cada rincón del
mundo conocido existe la memoria mítica de un reseteo de la humanidad pasado por agua.

Resets telúricos o a través de la tierra: Mistificados con los diluvianos, también nos encontramos con
reseteos representados por deslizamientos de tierra, montañas que se derrumban, inmensas inundaciones
de barro que sepultan toda forma de civilización. Este último tema mítico del fin de ciclo sellado con lama es
muy recurrente en la gran corriente chámanica americana-siberiana: desde los inuits canadienses hasta los
tártaros, pasando por samoyedos, nenezos, beringios… todas estas etnias guardan registro de un reseteo de
barro en sus correspondientes formas tradicionales. En el gran ciclo judeocristiano, tenemos a la tierra como
arma genocida al servicio de Yahvé en la profecía de Zacarías (14,5), de Samuel (22,8), en Isaías (29,6), en
Números (16,31-32), pasando por el cristiano apocalipsis (16,18), y cristalizando en la profecía musulmana
de la sura 99, llamada Az-Zalzalah (El Temblor), la cual se abre así: Cuando la tierra sea sacudida por su
propio temblor. Y cuando la tierra expulse lo que pesa en su seno. Y diga el hombre: ¿Qué tiene? Ese día
contará lo que sabe. Ya puede ser en forma de seísmo, riada de barro, colapso de una montaña más o menos
mítica, pero quien hace el reseteo (bien una horda de diosecillos o bien el gran Dios monoteísta) lo hace
siempre de manera planificada, justificada, anunciada (incluso profetizada), y en forma de castigo hacia unos
hombres que, hagan lo que hagan y se porten como se porten, al final siempre parecen merecer la desgracia
que les toca. Esto nos lleva a una modalidad de reseteo que nos empezó a sonar a partir de 2020.

Resets pandémicos o través del aire: Un reseteo que no requiere hacer llover a mares ni mover placas
tectónicas, muy económico, práctico y eficaz para los intereses de quien lo ejecuta, es enviar una epidemia
a los hombres. Enfermedades que se propagan de manera invisible por el aire, contaminando los
manantiales (Éxodo 7,21), diezmando al ganado (Éxodo, 9), causando muerte en los varones (Éxodo 11),
desvitalizan al pueblo y lo llevan a la locura y a su final exterminio. En Europa, las harpías defecan en los
cultivos y provocan dolencias que causan la impotencia de los hombres y, a la postre, el colapso de la especie
humana. En los Andes, las entidades guardianas de la hoja de coca, maldicen a los pueblos invasores
violadores de la planta, con la esclavitud y la enfermedad. En la Civilización Azteca, el dios Tezcatlipoca exigía
regulares sacrificios humanos para aplacar su ira pandémica. En el candomblé brasileño, el orixá Omolu (u
Obaluaiê) lleva la enfermedad a quienes lo merecen. Porque no importa de qué dios, demonio, titán, deva,
orixá o asura estemos hablando, pues la plaga epidémica siempre resulta ser la venganza predilecta de los
seres sobrenaturales contra los hombres. Los dioses llevan una peste a Tebas, como represalia por el
episodio incestuoso de Edipo. Atenea le envía (hoy dirían “contagia”) una peste a Lócrida por el estupro a
Casandra. Artemisa enferma y mata a todo su pueblo por un ataque de celos por Melanipo. Y Zeus lleva una
enfermedad parecida a la covid para barrer Atenas y vengar la muerte de Androgeo. Así se las gastan los
dioses: llevan la epidemia como castigo, venganza, o burda demostración de fuerza. Todas estas pandemias
mitológicas, y muy en especial aquellas que ejercen de fin de ciclo, siempre guardan relación con los
tejemanejes políticos de dioses y demonios que, dicho sea de paso, son tan corruptos y turbios como los
mundanos de los hombres. En lo que a Mitología se refiere, la peste es la antesala de la guerra; sin excepción.
Generalmente la peste aparece primero y la guerra viene después. En algunas otras ocasiones, aparecen de
forma simultánea. Pero ambas siempre van de la mano en los grandes eventos de reseteo, porque ambas
tragedias (peste y guerra), son los mejores instrumentos de aniquilación de la humanidad en manos de su
depredador sobrenatural. Tal y como en Troya, primero viene la peste y acto seguido, la guerra. Como en
Mahabharata, primero se lanza una plaga y, más tarde, la gran batalla. Como en tiempos del mítico Menelao,
primero la enfermedad diezma la población, y después el fuego arrasa Esparta. ¿Qué fuego de guerra es ese?

Resets bélicos o a través del fuego: Disponemos de innumerables datos mitológicos sobre grandes
explosiones que resetean la humanidad, tanto por registros escritos en textos sagrados (Torá, Biblia,
Vedas…), como conservados en la tradición oral indígena. Algunos se encuadran en el contexto profético
futurible (por ejemplo, el apocalíptico “algo como una montaña ardiendo en fuego”, de Ap. 8,8), y otras en
la memoria épica insertada con calzador en la cronología histórica (por ejemplo, Kurukshetra en la
Mahabharata de la India). Porque estas grandes explosiones (con apariencia nuclear o no) siempre están
contextualizadas en una fabulosa guerra entre dos facciones sobrenaturales que se baten para desgracia del
género humano. Poco importa que sea la guerra entre los aesir y los vanir en el ciclo nórdico, o los devas
contra los asuras en el ciclo indostaní, o los dioses contra los titanes del ciclo griego, el ser humano siempre
ejerce de ofrenda en la pira sacrificial de la guerra de fin de ciclo. Porque a diferencia de lo que se piensa
desde cualquier paradigma religioso, ninguna de las dos facciones, celestiales o inframundanas, nos son
benéficas. La humanidad siempre acaba barrida durante estas guerras entre dos infames bandos
hermanados que usan a los hombres sin ningún respeto ni consideración, como peones de ajedrez. Y, aun
así, ¿Por qué seguimos creyendo que hay fuerzas sobrenaturales aliadas de lo humano?, ¿Por qué nuestra
mente sigue funcionando en el maniqueísmo de identificar a consumados asesinos de masas como seres de
luz?, ¿Por qué en cada mitología identificamos a uno de esos bandos como el de “los buenos”? Pues porque,
sencillamente, estos no son otros que los vencedores de tal batalla. No es que sean “los buenos”, sino que
son los que se han impuesto en el genocidio y te lo cuentan con glorioso y épico lenguaje. El paradigma de
la guerra, a diferencia de lo que se cree en estados pueriles de pensamiento, no consiste en una lucha del
bien contra el mal en la que el primero se impone al segundo. ¡No! Simple y llanamente, la supremacía se
hace “buena” tras derrotar a la fuerza sometida. En otras palabras, que no pueden ser más claras: los buenos
no son otros que los malvados de toda la vida que, como casi siempre, acaban venciendo.

Esta máxima no sólo resulta aplicable a la Mitología, sino también a la Historia. Y esta reflexión nos lleva a la
última tipología de reseteo, que integra las cuatro anteriores a modo de quinta esencia, crucial para
entender el actual momento histórico y espiritual de la humanidad.
Resets de la memoria o través del éter: Un adagio repetido en esta Mitología, sin importar el elemento
destructor del que se sirva (diluvio, barro, volcán, aire contaminado…), es que nadie después recuerda lo
sucedido. Esto ocurre en parte porque apenas un reducido grupo elegido sobrevive a tal reseteo, y serán
ellos los que narren lo que ocurrió a su modo. Pero, aunque esto es cierto, también se debe al uso que las
fuerzas contra la humanidad hacen del trauma para sumergir a esta en el olvido. El gran reseteo es, ante
todo, un reseteo de la memoria de lo que el ser humano fue. Es un ritual de sacrificio, no tanto de la vida de
los hombres y mujeres, sino de la consciencia de su poder como ser divino.

Por eso la Mitología (y tampoco la Historia) consiguen explicar las causas primeras de los grandes reseteos.
El nuevo orden mundial se asume como voluntad de un ser o seres superiores a lo humano. No hay margen
para cuestionar ni sus fines, ni (sobre todo) sus medios. Tras la mutilación de la memoria causada por el
trauma del gran reseteo, ningún ser humano tendrá valor para exigir explicaciones más convincentes que la
Ira de Dios o el Cambio Climático. En otras palabras: la aberrante monstruosidad de inmolar a toda una
humanidad por el capricho genocida de unos pocos, solo se puede soportar y sobrevivir, olvidándolo. Y si se
recuerda algo, se velará con lecturas religiosas y esotéricas patochadas.

Por suerte para nosotros, esas patochadas siguen un patrón repetido que se puede estudiar y, por lo tanto,
se puede prever con más o menos atino. Estamos a finales de 2022 y resulta urgente realizar esta
comparativa: los grandes reseteos que ya fueron en el pasado, con el gran reseteo que será, que va a ser,
que ya está siendo. Y como parece que nadie quiere hacer este trabajo… lo tendré que hacer yo.

3.- Cinco mitemas repetitivos de los grandes resets

Con fundamento en el trabajo del ya citado Joseph Campbell, vamos a extraer


los cinco mitemas repetidos en todos los eventos mitológicos de fin de ciclo, y
los vamos a comparar con el contemporáneo ambiente previo al Gran Reseteo
anunciado por la Agenda 2030. Cerciorémonos de que estos cinco puntos
tienen como objetivo común la manipulación comportamental del ser humano
para su sometimiento como criatura/esclavo en detrimento de su innata
condición creativa y soberana. Observaremos que el lenguaje religioso y la
imaginería mitológica de la antigüedad se mimetizan con la autoridad científica
y la crónica periodística de los tiempos actuales. En esencia, se trata de un
mismo y único método de genocidio y control psicológico de la humanidad
remanente. Si lo repiten tantas veces y con semejante precisión, con certeza se
debe a que este método funciona:

Mitema 1: La culpa es del ser humano

Todo evento mitológico de reseteo tiene como causa oficial una falta
por parte del ser humano. Puede ser de tipo moral (por ejemplo, la
promiscuidad en la ciudad de Sodoma), social (por ejemplo, la confusión
de las castas en India antes de la gran batalla narrada en la Bhagavad
Gita), o meramente existencial (en el sexto capítulo del Genésis, Yahvé
decide arrasar con el diluvio simplemente porque la humanidad se había
multiplicado sobre la Tierra; Gen 6,1-7). Ya sólo por el hecho de nacer,
el ser humano es merecedor de fenecer ahogado en el diluvio, sepultado por montañas, o abrasado por
fuego y azufre… Desde el paradigma creacionista, el leitmotiv del dios que se arrepiente de haber creado al
hombre, para destrozarlo con furia y crueldad después de haberlo creado, resulta una constante demasiado
presente en todas las culturas como para despreciarla. La paradoja es que esta frustración ante su criatura
la paga esta última con su culpa. Si algún dios o dioses crean al ser humano y el experimento les sale mal…
¿no tendrá alguna responsabilidad el creador o los creadores? ¿No será un fallo de aquel que dotó al hombre
de discernimiento e instintos? Pues según el punto de vista de los perfeccionistas reseteadores, no. La culpa
siempre la tiene el ser humano, por los motivos más peregrinos: porque fornica demasiado, porque se
mezcla con los “hijos de los dioses” (Gen, 6), porque les roban el fuego, porque adquieren demasiado
conocimiento… o porque contamina y emite demasiado CO2 a la atmósfera.

El mito del pecado merecedor de castigo diluviano se calca en los tiempos actuales con el mito del
calentamiento global, como instrumento para culpabilizar al ser humano de su aniquilación. El pecado
original veterotestamentario es actualizado en el siglo XXI con la antropogénesis del cambio climático. El
hombre, sólo por el hecho de existir y respirar, es el culpable del deterioro del planeta y de todas las
desgracias que sufra. Para limpiar esa mancha contaminante, a la criatura humana solo le queda el bautismo
en el credo ambientalista. Sumido en el autodesprecio de verse como una criatura inmunda (desde el punto
de vista religioso, un pecador; desde el punto de vista ecologista, una especie de virus a erradicar), a este
tipo de hombre postrero sólo le resta doblegarse ante el catecismo del cambio climático: pagar todos los
impuestos que le pidan, entregar todas sus propiedades, dejar de viajar, dejar de comer carne, acatar los
protocolos sanitarios de sustentabilidad, y dejarse inyectar toda la nanotecnología grafénica necesaria para
abrazar la renovación transhumanista.

Mitema 2: La planificación del reseteo (y su anuncio)

A pesar de la apariencia de los diferentes reseteos como desastres


naturales (inundaciones, terremotos, volcanes…), todos y cada uno de
ellos están planificados al detalle. Ejemplos: las plagas bíblicas están
secuenciadas en una serie de diez; la Atlántida mentada en el Timeo
platónico estaba destinada a ser sumergida por las aguas; En India,
toda la épica del Ramayana (así como la troyana en Grecia) fue
predicha o profetizada por pitonisas y oráculos; en Sumeria, la tablilla
de Nippur empieza con una invocación a la deidad femenina Nintu que dice “Yo quiero la destrucción de mi
raza” … Ningún reseteo es por acaso; ninguno de estos genocidios fue a voleo. Hay un plan y se ejecuta según
lo anunciado, tal y como el Foro de Davos anunció The Great Reset en 2020 con la guía de la Agenda 2030
como hoja de ruta. Y así como se profetizaron cada una de las plagas bíblicas, las grandes agencias de noticias
(EFE, Reuters…) nos machacan con anuncios de variantes de virus (delta, ómicron…), asteroides que pasarán
cerca de la Tierra, devastadoras tormentas solares, apagones, ciberataques globales, crisis energéticas, o
inevitables guerras termonucleares que siempre estarán por llegar. El pretexto puede ser religioso o
científico, pero el fraudulento principio de autoridad resulta ser siempre el mismo. ¿Te has preguntado por
qué saben lo que va a ocurrir? Respuesta apurada por la navaja de Ockham: saben lo que va a ocurrir porque
son ellos los que lo van a ejecutar. No por una bola de cristal, no por los dotes adivinatorios de la Fundación
Bill & Melinda Gates, no porque Elon Musk sea muy listo… Lo anuncian justo antes de llevarlo a cabo, como
se evidenció con el Evento 201 en 2019, unos meses antes de la operación covid-19. ¿Y por qué lo anuncian?
Mitema 3: La selección de un elegido o elegidos que sobreviven al reseteo

¿Que por qué lo anuncian? Porque el plan de reseteo consiste en


salvar a una minoría en base a pruebas de sometimiento, obediencia
y servilismo. El reseteador siempre elige a un individuo o un grupo de
fieles (hoy se diría “seguidores”) que decide salvar sobre todos los
desobedientes pecadores que van a fenecer (hoy se diría “haters” o
negacionistas). En el ciclo hebreo es conocida la figura de Noé; en
Sumeria fue Zuisudra; en Acad fue Atrahasis; en India fue Satyavrata;
en Grecia fue el hijo de Prometeo; los muiscas hablan de Bochica; los incas de Manco Cápac; en el Titicaca
se salvó el grupo de elegidos de los huros… En todos los resets hay un grupito de privilegiados que se salvan
acatando las directrices que impone la fuerza reseteadora: puede ser construir un arca (como Noé), huir a
una isla (como Hiva en Isla de Pascua o Hawaiki en Polinesia); refugiarse en un bosque (como El Yunque en
Puerto Rico), subirse a una montaña mítica (como Meru en la India) … Lo que hay que hacer para sobrevivir
al reseteo es siempre obedecer ciegamente a los que lo ejecutan; por ejemplo: si se amenaza con una
pandemia del coronavirus que corregirá una irresponsable superpoblación mundial, hay que quedarse en
casa, ponerse mascarilla, y vacunarse las veces que te manden. El grupo de elegidos no se selecciona por su
inteligencia, valor o conocimiento, sino por su grado de obediencia; y no sentirá ninguna compasión por los
infieles, rebeldes, insolidarios, irresponsables, negacionistas que serán masacrados. Se trata de la élite que
establece una alianza de colaboración con la fuerza que planifica el reseteo: esta les deja sobrevivir, y la
pusilánime y cobarde minoría superviviente conformará la nueva servidumbre del nuevo proyecto
civilizador.

Mitema 4: La intervención de un ser o seres sobrenaturales

Esta alianza entre el dios aniquilador y su élite (en verdad, un hatajo


de siervos obedientes y genuflexos que le hacen la pelota), se sella
con la manifestación de un ser o seres sobrenaturales sui generis con
poderes más o menos maravillosos. En los indostaníes fue un pez con
atributos divinos (Matsya), en Sumeria fue un monstruoso ser
llamado Oannes, en China una sirena llamada Nüwa, entre los
mapuches fue una serpiente mágica conocida bajo el nombre de Tren-
tren-vilu… En otros ciclos, misteriosos personajes semidivinos bajan de los cielos, como los anunnakis
acadios, los ases nórdicos, o los rudras védicos. Esta convivencia entre los obedientes supervivientes
humanos y estos seres sobrenaturales abre una nueva era, un nuevo ciclo humano, un año cero de una
civilización con el que el sistema de sometimiento y esclavitud del hombre se va perfeccionando.

Tan ridículos como nos parecen hoy en día un grotesco monstruo marino (apkallu en Mesopotamia), un
caballito blanco que vuela por los cielos (Kalki en los puranas hindúes), o un dragón rechoncho que flota en
el aire (Tianlong en China), resultan ser las figuras mitológicas que ejercerán este papel en este Great Reset
del siglo XXI: los aliens. Se trata del Blue Beam Project: la escenificación del falso contacto extraterrestre, la
interpretación oficial del fenómeno OVNI, y la manipulación cosmológica y antropogénica derivada de todo
ello, implicará el cambio de paradigma necesario para una nueva humanidad transhumanista y evolucionista,
sometida bajo el yugo de la Inteligencia Artificial.
Mitema 5: La actualización del culto religioso de la humanidad

Los reseteos de la humanidad suponen siempre un cambio en la


relación con lo que el desgraciado ser humano identifica como
divinidad. Ejemplos: tras la explosión (aparentemente nuclear) en la
civilización de Mohenjo Daro, se fundó la gran religión rgvédica
basada en el sacrificio; tras la gran inundación de Gun-Yu en China,
se adquirió la civilización agrícola con sus cultos correspondientes;
tras el diluvio bíblico, a través de la descendencia de Noé (por la vía
de Sem), se inaugura la gran corriente abrahámica que desemboca
en el judaísmo, cristianismo e Islam. Estos eventos también resetean la ritualística política y el principio de
autoridad oficial. Una nueva formulación de Dios (o dioses) emerge tras cualquier great reset: pueden ser
los devas sedientos de sangre del degüello de las reses en el RgVeda; pueden ser los tezcatlipocas mexicas
que exigen más y más sacrificios humanos; o puede ser el Yahvé veterotestamentario que pide a Abraham
que inmole a su hijo. Resulta fácil extraer el común denominador de estos tres ejemplos (la sangre), para
poder entender la síntesis religiosa que se dará con este próximo Great Reset del siglo XXI. Se trata de la
revolución transhumanista, una novedosa manera que expiar nuestros pecados (ellos lo llamarán trascender
nuestra naturaleza humana a través de la tecnología), sacrificando el alma de nuestros hijos (con inyecciones
microtecnológicas con coartada en campañas de vacunación) para estabularnos finalmente en una granja
digital (Big Data, AI, Metaverso…). Esa será la nueva religión.

4.- The Great Reset del siglo XXI: la peculiaridad transhumanista

Con todo lo expuesto en el apartado anterior se intuye que reseteos


ha habido muchos a lo largo de la gran manifestación humana, y se
verifica que todos han seguido un patrón mitológico de ejecución.
Por muy repugnante que nos resulte, tenemos que admitir que el
obvio objetivo de los reseteos es segar vidas. Se pueden poner
pretextos religiosos como la ira de Dios, o científicos como la
superpoblación demográfica, pero de una u otra forma, lo que las
fuerzas reseteadoras buscan es aniquilar a un buen número de seres humanos. Si le despojas de todos los
adornos escatológicos (textos sagrados) o cientificistas (estudios realizados por expertos de tal o cual
universidad), los reseteos no son más que burdos y criminales genocidios.

Sin embargo, para nuestra desgracia, no sólo se trata de eso. ¡No se conforman sólo con el asesinato en
masa! En estos procesos siempre hay una evidente intención deliberada de hacer sufrir, de hacer escarnio,
de que el ser humano lo pase mal con directrices que optimizan el tormento. Se desarrollan métodos de
tortura cada vez más sofisticados, crueles castigos para los infieles negacionistas, e indignas y humillantes
pruebas de fe para la maltrecha élite elegida a sobrevivir. En primer lugar, la principal tortura es anunciar el
reseteo (bien a través de una profecía, bien a través del World Economic Forum); se aterroriza a la población
con un terrible peligro que acecha, un fin que se acerca, un virus que hay que erradicar, un meteorito que
nos arrasará, un calentamiento de la tierra que derretirá los polos…

Por otra parte, la tortura también consiste en dar una ilusión al torturado de que está en su mano frenar el
proceso. Sólo rindiendo pleitesía a un dios, o abandonando la idolatría, o vacunándote con cuatro dosis, o
dejando de fornicar, o no comiendo más carne, o no emitiendo más CO2, o arrepintiéndose de los pecados,
u obedeciendo las directrices sanitarias y medioambientales, o acatando las políticas de la ONU… se promete
zafarse del sufrimiento anunciado con el gran reseteo. El ser humano entra en una espiral de neurosis de
masas, idónea para la manipulación psicológica y su control comportamental. Sólo en ese contexto de
sometimiento del ánima humana a través de la tortura y el sufrimiento prolongado, se puede entender la
peculiaridad de este reseteo del siglo XXI, llamado eufemísticamente, Transhumanism, transhumanismo.

El transhumanismo aboga por la superación de la naturaleza humana a través de la tecnología.


Filosóficamente no es más que el evolucionismo darwiniano acelerado en la especie humana por medio de
la técnica aplicada; e institucionalmente no es más que la eugenesia de principios del siglo XX actualizada al
nuevo paradigma tecnológico del Internet, Big Data e Inteligencia Artificial. En su definición y epistemología,
se busca trascender la indeseable condición humana a través de la fusión entre el ser humano y redes
computacionales. Ahí reside la peculiar y novedosa tortura de este Great Reset vivido en gerundio: por un
lado, se engaña al ser humano con un deseable aumento de sus capacidades a través de la tecnología (incluso
se le promete una fraudulenta inmortalidad), mientras que por el otro se le merma física, intelectual y
espiritualmente, con vistas a una estabulación digital que inaugurará una forma de esclavitud inaudita.

Y en cuanto el ciudadano de 2022 sufre abominablemente en su día a día, con sus jornadas embrutecedoras
de teletrabajo, sus bestiales condiciones de vida, sumido en la ignorancia, expoliado a través de impuestos
abusivos, machacado con crisis económicas y energéticas, controlado con códigos QR, chips RFID,
cachivaches bluetooth… con un aumento exponencial de enfermedades cardiovasculares, trombosis y
cánceres, con una deplorable salud mental empeorada con agresivos medicamentos antidepresivos,
mareado con mensajes de whatsapp y tuits, hechizado por las redes sociales, distraído con plataformas de
entretenimiento como Netflix, en una familia desvencijada por las teorías sexuales y de género, dentro de
un estado corrupto y criminal que lo tiene subyugado y engañado con la complicidad cínica y miserable de
los medios de información… mientras todo esto ocurre, empero, se implementa dentro de su organismo, la
tecnología necesaria para que se manifieste esa fusión entre la biología humana y la informática.

5.- La fusión biológica-digital: del silicio al carbono

Los promotores del transhumanismo se refieren a este mismo


proceso con otro eufemismo: la cuarta revolución industrial. El
fundador del Foro de Davos, Klaus Schwab, diferenció esta revolución
industrial de las tres anteriores asegurando que esta será “como un
tsunami que cambiará profundamente al ser humano”. Y tiene
sentido postularlo así: en las revoluciones tecnológicas anteriores, la
infraestructura necesaria para llevar a cabo la revolución se instalaba
en el entorno del ser humano. Por ejemplo, la máquina de vapor, una
cadena de producción o el ferrocarril eran realidades externas y
ajenas al cuerpo del hombre. Por el contrario, esta definitiva tercera
revolución industrial (la transhumanista) se desarrolla dentro del ser humano, al pretender integrar la
tecnología informática en el sistema nervioso. Y ahí radica el mayor desafío para sus ejecutores. Para instalar
una línea de ferrocarril durante la revolución industrial, bastaba con apropiarse de los terrenos en los que
se quería construir esa infraestructura. Sin embargo, en esta cuarta revolución, la infraestructura se instala
dentro de un organismo vivo y soberano que no permite ser propiedad de nadie. ¿Cómo llevarla a cabo
entonces? A través de la mentira. Sólo engañando al ser humano y ejecutando este plan a sus espaldas, se
podrá implementar una tecnología perniciosa para la salud física y mental de quien la lleva encima. Esta
operación se desarrolla con éxito desde 2020 a través de las cortinas de humo de la covid-19 y su
consecuente campaña de vacunación.

La materia prima para llevar a cabo esta traicionera transmutación del ser humano, resulta ser el grafeno,
un alótropo del carbono con propiedades de conductividad idóneas para la nano y microtecnología
aplicables en neurociencia. A través de la sinergia de diferentes aplicaciones informáticas como BCI (Brain
Computer Interface), IoT (Internet of Things), Big Data, VR (Virtual Reality), 5G, AI (Artificial intelligence) … se
busca una integración de la informática en la biología humana, con vistas al control físico, biomédico,
económico, demográfico, comportamental, e incluso mental, de cada uno de los individuos que conformen
la nueva humanidad. Humanidad que, según su propia definición, ya no será tal, sino una transhumanidad
al servicio de unas entidades que se intentarán desenmascarar en el siguiente apartado.

6.- ¿Quién diantres está detrás de todo esto?

Con este breve ensayo, el lector ha podido constatar la continuidad en formas y método, entre los grandes
eventos de fin de ciclo narrados en la Mitología, y este Great Reset profetizado a través de la infame Agenda
2030. Lo que en la antigüedad eran pestes, diluvios y épicas batallas, en el siglo XXI se presentan como
pandemias, geoingeniería, y una Guerra de Ucrania bajo constante amenaza de escalar a Tercera Guerra
Mundial. Sin embargo, no resulta tan evidente el paralelismo cuando queremos inferir la autoría material
de esta tragedia. Y digo bien lo de tragedia: del ditirambo a Eurípides, los que dictan la sentencia inexorable
de una humanidad condenada a sufrir y fenecer, resultan ser los dioses. ¿Y qué dioses son esos? Los mismos,
pero con distintos nombres y diferentes ropajes, que aparecen en Sumeria esclavizando a la humanidad, en
Egipto reinando con cetro divino, en Cartago inmolando bebés, en China disfrazados de extraños dragones,
en India exigiendo sangre y semen como oblación, en Roma conspirando en la política mundana, en México
recibiendo el corazón extirpado como ofenda, en Perú sacrificando niños en masa, en Europa invocando
ridículas matanzas religiosas, étnicas e ideológicas… ¿Quiénes son esos tipos, que tanto les gusta nuestra
sangre? ¿Qué juego estúpido es este, y qué papel desempeña nuestro dolor y sufrimiento en él? ¿Qué rollito
raro se traen estos bicharracos, y dónde se han metido, que ya no se les ve?

Para aquellos que aún siguen creyendo que este repetitivo sainete tiene un origen humano, Séneca os
pregunta: ¿quién se beneficia de él? Cui prodest scelus, is fecit; Aquel que se beneficia del crimen es quien
lo ha cometido, y ningún ser humano se beneficia de una monstruosidad así. Los hombres y mujeres
involucrados en esta operación de fin de ciclo (importantes políticos, empresarios, tecnólogos, científicos,
médicos, periodistas, altos militares…) no son más que capataces lo suficientemente cobardes y demasiado
estúpidos como para no darse cuenta de que a la postre serán descartados como piezas ya inútiles que han
cumplido su función. Todo el entramado humano visible en esta operación (instituciones globalistas,
entidades internacionales, autoridades científicas, corporaciones tecnológicas…) sólo resulta ser la cadena
de transmisión entre la fuerza resetadora identificada en este texto y la masa a transhumanizar como
sufrientes vasallos digitales. En palabras más claras: los hombres y mujeres que colaboran en su propia
aniquilación y estabulación lo hacen, o bien engañados, o bien bajo coacción, o bien seducidos por el
reconocimiento social, el estatus, el poder, el dinero, o la falsa seguridad que da saberse élite. Todavía más
claro: los artífices del reseteo no son seres humanos. Pues dejémonos de gaitas y digamos de una vez por
todas quiénes son:
Postulo como tesis de este ensayo la existencia de seres por encima del humano en la cadena trófica, que
no se encuadran en los eslabones definidos por la Biología moderna. Serían depredadores heterótrofos, en
el sentido de que se nutren de la especie humana, pero con la peculiaridad de que se alimentan de lo anímico
del hombre, y no de su carne. Serían también parásitos, en el sentido de que dependen de nosotros como
huéspedes, pero en nuestra relación, nos desarrollamos en líneas evolutivas paralelas que garantizan que
no nos encontremos cara a cara. El beneficio que obtienen de nosotros depende de que no sepamos de su
existencia, así como el enfermo de solitaria se siente abatido sin saber que tiene una tenia de diez metros
alojada en sus tripas. Lo raro e incomprensible de nuestro caso es que no tenemos al parásito dentro, como
tampoco lo tenemos fuera. Sin embargo, el parásito está actuando hasta el extremo de, periódicamente,
reconfigurar nuestra vida (recordemos la traducción de reset). Estos seres, superiores a nosotros en el
sentido de que se encuentran en un nivel más alto en la cadena alimentaria, son lo que en diferentes
expresiones tradicionales se han identificado como demonios, arcontes, djinns, devas, asuras, titanes… hay
miles de nombres como hubo y hay miles de lenguas, pero en la nuestra (el español), podemos referirnos a
ellos de forma genérica como dioses.

“¿Y dónde están esos dioses, listillo?”, preguntará el mejor y más escéptico de mis lectores. Existe un mito
presente en todas las expresiones tradicionales que detalla un ocultamiento de los dioses. De manera
primigenia, hay una relación entre estos seres y nuestra manifestación en el mundo: algunas tradiciones les
presentan como nuestros “creadores” (como en el Génesis bíblico, el Popol Vuh guatemalteco, o las tablillas
sumerias); en otras culturas son identificados como nuestros “padres” (siendo los humanos, sus “hijos”);
otras civilizaciones hablan de estos seres como nuestros “dueños y señores” (como en la India indígena
drávida, que se muestra a un Señor del Ganado -Pashupati- sobre una humanidad tratada como rebaño de
reses). En todos los casos, después del nacimiento de la humanidad dependiente de estos extravagantes
seres polimórficos, se da un periodo de coexistencia y relativa convivencia, en la que los dioses gobiernan a
los hombres. Tenemos dioses reyes en Sumeria, en Egipto, en China, en India y en todas las civilizaciones
que presumen de ser las más antiguas de las que se tiene registro. Después, casi al unísono en todos los
rincones del mundo, se oye una ruptura de este reinado explícito y presencial, y estos seres empiezan a
designar a sus delegados de gobierno. Es el tiempo de los linajes de sangre, de los emperadores elegidos a
dedo, de los reyes coronados “por la Gracia de Dios”. Los dioses ya no estaban entre nosotros, ya se habían
ocultado, pero, al menos, habían dejado a sus testaferros en la nobleza y las castas sacerdotales. Y tras siglos
o milenios (¿quién sabe?) de sanguinarios imperios, se llega a los tiempos modernos, en los cuales, a pesar
de que estos seres parecen haber desaparecido, a pesar de que los hombres parecen soberanos, a pesar de
que nadie va a considerar hoy en día que existan unos dioses por encima de nosotros, nuestro destino parece
estar unido a la misma voluntad que dejaron escrita en su nombre: horribles guerras indeseables para
cualquier humano; supina ignorancia sobre nuestro origen, naturaleza y condición; indigno sometimiento a
un poder que nos pisa la cabeza una y otra vez; régimen de esclavitud en el que se trafica con nosotros como
bestias de carga; manipulación violenta de nuestra forma de vida; amnesia de masas provocada por tortura
y trauma; caprichosa insistencia en hacer de nuestra vida un infierno; enfermizas exigencias de sacrificio y
sangre.

El Gran Reseteo de la Agenda 2030 resulta ser un moderno plagio de la antigua maldición de los dioses hacia
los hombres, antes de que aquellos se ocultaran. Por eso, aseguro que sus artífices son los mismos; y por
eso conocemos bien sus planes: porque esta historieta (esta tragicomedia, esta ópera bufa, este cuento
chino), tú y yo, ya la habíamos escuchado antes.
7.- Y aquí estamos tú y yo

Me dirijo a ti, que estás leyendo este texto:

Si has llegado hasta aquí en la lectura, me consta que eres de esos espíritus que sólo busca la verdad. Si has
llegado hasta 2022 con esta inquietud nuestra que te lleva a leerme y a mí a escribirte, es porque sigue
latiendo un corazón humano entre tu pecho y espalda. Haber accedido a este rarito documento, llegar al
séptimo apartado de este pelmazo de ensayo, interesarse por esta indigesta temática… todo esto, en
definitiva, hacen de filtro para libar la más pura esencia humana. Te respeto porque te conozco, más allá de
como lector: sé que no te vas a conformar con respuestas fáciles, que no estás aquí para escuchar tonterías,
que no vas a admitir más mentiras. Eres consciente de que leyendo este texto no vas a ganar criptomonedas,
ni vas a ligar con chicas guapas, ni vas a recibir más likes en las redes sociales. Y yo soy plenamente consciente
de que estás leyéndome porque buscas la verdad que te libere. Te sabes prisionero de una cárcel de
mentiras, y sabes también como yo que, a estas alturas, sólo la verdad te hará libre.

Porque te conozco y te respeto, debo ser sincero con brutalidad: yo no estoy en posesión de esa verdad. Yo
la busco como tú; o mejor, contigo, a tu lado, codo con codo. Yo tampoco me conformo con una existencia
sometida a una autoridad fraudulenta erigida por farsantes: profesores estúpidos, pérfidos políticos,
intelectuales descerebrados, jueces injustos, diabólicos abogados, religiosos tocapililas, periodistas
embusteros, científicos interesados, escritores petulantes… Sabes como yo que llevan milenios acomodando
la más criminal falsedad a un mundo hipócrita que les privilegia como próceres. Pero con nosotros eso ya no
va a funcionar: su dinero no nos compra; su fama no nos seduce; su discurso no nos convence; su amenaza
no nos vence; su poder ya no nos puede.

A ti y a mí sólo conseguirían arrodillarnos si el plan expuesto en este texto llegara a completarse; sólo
conseguirán robarnos lo humano, deshumanizándonos; sólo lo lograrán cuando, en vez de seres humanos,
seamos su engendro transhumanista. Por eso resulta crucial el contenido de este ensayo, no como mera
información inoperante, no como inútil cultura literaria, no como producto de una industria del
entretenimiento, sino como conocimiento asimilado para la autodefensa y la supervivencia. En esta
situación, ser conscientes del peligro no neutraliza el peligro, pero nos pone en camino hacia nuestra
protección. De la misma manera que dos cervatillos que advierten que los lobos están empezando a
rodearles, nosotros tenemos alguna oportunidad de escape frente a alguien que prefiere reírse o ningunear
lo que en este texto se ha tratado.

¿Cómo librarnos de esta? ¿Acaso podemos librarnos de esta? ¿Lograremos dar continuidad a lo humano?
Confieso no saber dar respuesta a ninguna de estas preguntas; no, al menos, con palabras; no, sin duda, por
mí mismo. Necesito dejar de escribir y dar una respuesta de acción. Necesito al otro (te necesito a ti), para
triunfar, vencer, vivir, trabajar, cooperar, y construir un lugar habitable mientras el resto se destruye.

© 30 de noviembre de 2022,

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