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capital del imperio azteca se llamaba Tenochtitlán y cada día se sacrificaban guerreros
corazón era arrancado del cuerpo aún agonizante de aquellos elegidos y con ello se
garantizaba el orden cósmico. Dicha escena horrorizó a los soldados españoles que
conocieron la ciudad en 1519. Soldados que en los años siguientes protagonizarían una
guerra tan abismalmente desigual que acabó por desembocar en trescientos años de
ocupación y la desaparición casi absoluta de los pueblos autóctonos del territorio hoy
callejones sin salida después, México vuelve a encontrarse en guerra. Una guerra que no
lanzas; pero que es igual o más sangrienta que aquella, y que también, amenaza (si no es
que ya lo ha hecho) por modificar por completo el paisaje cultural mexicano. Ésta
última es una de las ideas principales del ensayo publicado por Carlos Ramírez, y sobre
A lo largo de su libro, Ramírez ofrece una serie de ejemplos a partir de los cuales trata
México desde finales del siglo XX, y sobre todo durante las primeras décadas del XXI.
Ramírez encuentra entre otras cosas, que el fenómeno del narcotráfico y su expansión, a
un ritmo inusitado, trasciende la cuestión económica que durante mucho tiempo fue la
crítico que conlleva a que el narcotráfico sea una alternativa natural, tanto por el
consumo como para quienes se enrolan en las filas de los cárteles; y estos, al ser un
negocio tan redituable, son intocables. Por un lado, es verdad, sobre todo la última
pan de cada día para el ciudadano mexicano. Pero la riqueza del ensayo de Carlos
fenómeno que ha marcado el ritmo y el compás de la vida en gran parte del país (y en
otros de América Latina) durante los últimos años: desde la complejísima relación con
(y papel que juega) Estados Unidos, pasando por la herencia revolucionaria y su fracaso
institucional, así como por la forma en que se ha limitado la libertad de expresión por un
libro aborda distintos ángulos y busca darle forma a un monstruo amorfo que habita en
cada hogar mexicano y cuyo eco resuena en cada esquina manchada de sangre y cada
pared con orificios de bala sin arreglar. Pero el elemento cultural es quizás el que más
llama la atención a Ramírez, y debo confesar, a mi también. Hay un dato, más de morbo
que histórico, que vale la pena mencionar. El ensayo, que hace el ‘corte de caja’ en
30mil muertos (homicidios relacionados con el narcotráfico). Hoy día, once años
después de esta publicación, la cifra se calcula ya en 300mil, diez veces más víctimas
desaparecido; que los narcocorridos han sido vetados y que nadie se atrevería a filmar
violencia que este provoca. Nada más alejado de la realidad. Desde la publicación de
del puente peatonal más cercano, ese que tomamos para cruzar la avenida que nos lleva
pirámide del Sol le abrían el tórax a un guerrero tlaxcalteca para ofrecerlo a la deidad en
turno. Pongo un par de ejemplos para darle pragmatismo a la idea abstracta. Los
narcocorridos, esas composiciones musicales violentas desde el primer acorde, sólo han
crecido en popularidad. Los hay de todos colores, desde los ‘corridos alterados’ de
Gerardo Ortiz y el llamado ‘Movimiento Alterado’, cuyas letras hablan de las “proezas”
revolucionarios, como los de Tercer Elemento, que busca hacer apología de los
primeros capos y narrar sus hazañas (Caro Quintero, El Señor de los Cielos, etc). Hoy
día, no puedes salir a la calle en ninguna ciudad del norte de México y no escuchar en
cuerno. Por otro lado, tenemos al gigante del mundo del streaming, Netflix, cuyo éxito
colombianos durante los 80 y 90 lo llevó a realizar una versión mexicana, que tiene una
personajes de los capos son mostrados como lo que realmente son, y los personajes de la
DEA aparecen como “los buenos”; en la versión mexicana los capos originales
(Gallardo Félix, Caro Quintero y Amado Carrillo) aparecen como hombres
carismáticos, con quien uno puede relacionarse, que tiene miedos, aspiraciones y errores
muy humanos; con quienes incluso por momentos es posible empatizar. La pregunta
obligada es ¿por qué? ¿Por qué uno de los periodos más violentos de la historia de
México se ha utilizado como base para toda una nueva rama de la cultura nacional?
¿Por qué esta ‘cultura’ es tan popular y redituable? ¿Cuál es la explicación histórica, si
Como breve conclusión, creo que el éxito de la narcocultura tiene que ver con lo que
mexicana y que en buena medida está relacionada con la corrupción y los altos niveles
de pobreza, ofrece también un canal por donde algunos pueden observar otra versión de
sus vidas. Durante los minutos que suena la tuba y el acordeón, y algún norteño con
botas y sombrero canta “fue entrenado pa’ matar, levantar, torturar, con estilo y con
la televisión estén anunciando que encontraron una nueva fosa común utilizada por el
había cuando los escalones del Templo Mayor de Tenochtitlán se pintaban de rojo en
una cascada interminable, que continúa corriendo hoy, quinientos años después.