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Leyendo, escribiendo
Julien Gracq
Trad. Cecilia Yepes
Ed. y Talleres de Escritura Fuentetaja, Madrid 2005
No son pocos quienes consideran a Julien Gracq como una de las más
luminosas referencias literarias de la segunda mitad del siglo XX en el ámbito
francófono; en realidad, nos encontramos ante el que puede que sea el mejor
escritor vivo en lengua francesa. En España, por el contrario, con parte de su
obra por traducir, nos vemos privados de un escritor de primer orden que es
seguido en su país por una verdadera pléyade de entusiastas, entre quienes se
encuentran, asimismo, muchos que esconden en su militancia el estupor de una
inconfesable incomprensión, a la que el propio autor ha aportado un
comportamiento hierático. Gracq, que en realidad se llama Louis Poirier, nació
en Sanit-Florent-le-Veil en 1910. Alumno brillante obtiene el título de profesor
en geografía y el diploma en Ciencias Políticas. En 1936, ante el panorama
político europeo y como otros surrealistas se afilia al Partido Comunista, interés
que terminó en 1939 tras la firma del pacto germano-soviético. En 1949 se
enfrentó con el mundillo crítico y gran parte de la intelectualidad con su breve
invectiva La littérature à l’estomac, y dos años más tarde consiguió el
prestigioso Premio Goncourt, que se negó a recoger, aprovechando de paso
para arremeter contra la parafernalia promocional que envuelve la vida del
escritor. Y en esa línea se ha mantenido desde entonces, en más de treinta años
sólo seis entrevistas -las publicadas por el siempre presente editor José Corti
bajo el título de Entretiens- extendiendo así un único nexo desde su
imperturbable silencio a través de sus textos, en los que mezcla su obsesión por
el paisaje y el tiempo, por cómo la geografía provoca estados de ánimo, algo
que emparenta su obra con la de Faulkner, Fournier, Buzzatti o Gérard de
Nerval. En sus ficciones nos muestra una geografía detalladamente realista que
es a la vez el espacio en el que tienen cabida la ficción y el mito; se percibe la
misma complacencia en la evocación de este espacio que en la de las figuras
deslizantes que, como sombras, transitan por la frontera indecisa entre lo real y
lo fantástico. Esa indecisión es la marca de un modo de flotar entre lo onírico
sin que el lector llegue a estar seguro de cuál es la consistencia del mundo
presentado.
Carlos Vela
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Cuentos sanfermineros
Patxi Irurzun
Ilustraciones de Javier Etayo "Tasio"
Altaffaylla, Pamplona 2005
El cuento fue muy bien acogido por los lectores del periódico y sobre todo el
autor se divirtió mucho con este ejercicio de humor negro y descubrió que los
sanfermines eran todo un filón para un escritor pamplonés. A partir de aquel
año Patxi Irurzun estableció como una particular tradición escribir cada año un
cuento sanferminero, y llegó a considerar el mismo, el cuento sanferminero —
al menos para un escritor pamplonés— como una especie de subgénero, a la
manera de los cuentos de navidad, de terror, etc.
En primer lugar para muchos pamploneses los sanfermines son una especie de
rito de iniciación a la vida: en ellos se duerme –o no se duerme- por primera
vez fuera de casa, se tienen las primeras relaciones con el alcohol, el sexo… Es
decir, los sanfermines proporcionan todos los temas clásicos de la literatura
universal: el amor, la amistad, incluso la muerte (en el caso del encierro).
En segundo lugar, los sanfermines son unas fiestas cuyo escenario principal es
la calle y eso lo convierte en unas fiestas eminentes democráticas, en las que se
producen encuentros entre personas de diferentes clases sociales, ideologías,
razas, religiones…
Con todo ello, los cuentos sanfermineros son una colección de relatos
protagonizados por todo tipo de personajes que pueblan Pamplona durante esos
días, recorriendo todos los estratos sociales. En el prólogo del libro se dice que
hay tantos sanfermines como personas que los disfrutan o los sufren y así estos
Cuentos sanfermineros están protagonizados por barrenderos y mozopeñas, por
reventas y guiris, por concejales y piesnegros, etc. Hay, por ejemplo, un
piesnegros que confraterniza con una estrella de Hollywood, un peteuve que
por primera vez tiene que vivir unos sanfermines lejos de Salou, un portero de
Osasuna que se enamora de una alcaldesa, adolescentes que narran sus
primeros encuentros amorosos, la visión de un niño sobre los sanfermines de
1978, algún cuento antitaurino, la historia de una guiri que viene a morir
bebiendo a Pamplona...
Por lo demás, es importante señalar que estos cuentos están narrados desde
dentro de la fiesta, a ras de calle, con el punto de vista de un pamplonés y por
una persona que conoce y a la que le gustan los sanfermines, y que los ha
vivido desde diferentes ángulos (disfrutándolos, trabajando como barrendero,
etc). La ficción literaria sobre los sanfermines es escasa, hasta el punto de que
la única referencia parece ser Fiesta, de Hemingway, que es una gran novela
pero en la cual los sanfermines no son en realidad el argumento de la obra, ni
ésta transcurren su totalidad en Pamplona. Cuentos sanfermineros intenta ser
una nueva aproximación literaria a las fiestas.
Los Cuentos sanfermineros, por último, están dirigidos a todo tipo de lectores,
pamploneses y foráneos. Para los pamploneses servirán para ponerse las pilas
de cara a las inminentes fiestas o para reconocer en ellos situaciones y
personajes. Y para los foráneos puede convertirse en una especie de guía
alternativa que les ayude a conocer algunos entresijos de las fiestas. Para todos,
en definitiva, garantizarán muchas risas y buen humor.
Los cuentos han sido ilustrados (portada y seis dibujos interiores), por el
navarro Javier Etayo "Tasio", humorista gráfico, entre otros de Gara y autor de
la tira cómica del programa de televisión de Tele 5 "Pecado original".
María Rojo
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La reinterpretación del caos
El vano ayer
Isaac Rosa
Premio Internacional de Novela "Rómulo Gallegos"
Monte Ávila Editores, Caracas, 2005
Ahora no puedo recordar a qué autor le leí en cierta ocasión que mientras los
hechos en la realidad se presentan de forma desordenada, caótica, en literatura
se sucedían siempre de manera ordenada, clara (o casi clara), de lo contrario, no
sería literatura.
Tal vez por este motivo se acostumbra a decir que la literatura nos ayuda a
entender la realidad. O al menos a mirarla en un contexto menos anárquico.
Sin embargo, la novela El vano ayer, del joven escritor español Isaac Rosa,
ganadora de la XIV edición del prestigioso Premio Internacional de Novela
"Rómulo Gallegos", intenta tomar distancia del axioma enunciado en el primer
párrafo, pero no para negarlo, sino para, partiendo de una óptica que pudiera
considerarse en un principio opuesta, terminar por reafirmarlo, por ratificarlo.
Como aquel procedimiento que a menudo solía utilizar los matemáticos de la
antigüedad, que buscaba negar las premisas de un teorema para poder
demostrarlas. Rosa nos lo hace saber ya casi al final de su propuesta: "Quizás,
más probable, estamos ante una confesión de invalidez, el recurso
deconstructivo de quien no sabe, no puede o no quiere construir, y que al final,
en la última página, comprueba entre lamentos que no hay otro modo, que
siempre se acaba construyendo algo. Y que la voluntad de alejamiento nos
conduce siempre al punto del que huíamos: acabamos transitando por los
mismos caminos que decíamos rechazar, aunque pretendamos hacerlo por la
cuneta o caminando de espaldas —lo que no deja de ser un preciosismo
decorativo y acaso una disipación de herramientas de otro modo aprovechables
—. Concluyamos, sin remedio, el juego".
Entonces las respuestas a los enigmas expuestos por Rosa en su obra, al fin y al
cabo, terminarán siendo encontradas por cada lector en particular, al sumergirse
en el torrente de la manipulación y echar mano a su propia concepción de mirar
el mundo, allí donde se sienta más cómo, más a gusto.
Víctor Vegas
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Quien guste del libro divertido y fácil de leer encontrará lo que buscaba en
Mujeres difíciles, hombres benditos, del escritor peruano Fernando Ampuero.
Este requerimiento infravalorado por los críticos literarios con problemas de
estreñimiento es precisamente lo que convierte a Fernando Ampuero en un
escritor de éxito. Porque quién haya dicho que la literatura peruana necesita
más literatura sesuda y comprometida se equivocó rotundamente. Se
equivocaron aún más aquellos que recientemente, haciéndose pasar por literatos
indigenistas en una mediática polémica, pretendieron vender su obra, al
parecer, de más calidad y más necesaria que la que sí se vende, o se piratea. Lo
que en realidad puede estar pidiendo a gritos la literatura nacional es
simplemente más literatura y más géneros y más variedad, y menos infumables
novelones de ochocientas páginas que a lo mejor nos narran la debacle de la
democracia y el fin de la historia pero que son mortalmente aburridos. No
cualquiera es Vargas Llosa. Tampoco digo que Ampuero sea el paradigma de
lo que haya que hacer para sanear en algo el ajusticiado panorama literario.
Pero sabe lo que hace. Supongo que la tarea de resucitar al paciente está en los
jóvenes y en su capacidad para arriesgar más y presentarse como singularidades
y buenas alternativas. De hecho, hay un agujero negrísimo en cuanto a géneros
literarios se refiere. Sabemos muy poco de literatura de viajes, diarios, literatura
infantil, ciencia ficción, terror, o novela fantástica.