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por tal motivo que, dentro del entorno latinoamericano, diferentes instituciones
financieras de tipo pública o privada hace ya años anteriores han iniciado un proceso de
que se encuentra vigente hasta el presente año (2017-2021) en donde tiene como
finalidad ampliar del 53% al 95% el número de familias con viviendas propias de
que aseguran su habitabilidad, sin embargo, el sistema social del país posee una
“económicos” al que solamente pueden alcanzar familias de clase media con ingresos
aceptables, quedando así excluidos grupos de familias que realmente requieren mayor
ayuda.
Por otro lado, según (Beltrán, 2013) haciendo referencia a las viviendas de interés
social, afirma:
El Ecuador es, lamentablemente, un reflejo de esta realidad, de acuerdo con los datos
obtenidos por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC, 2011) en el último censo
que el déficit cualitativo de vivienda se sitúa en un 33,12%. Lo que significa que un total del
52% de la población tiene algún tipo de problema respecto del lugar en el que habita. Ante
estas cifras, que no son nuevas, sino que desgraciadamente se vienen arrastrando desde hace
muchos años, diferentes iniciativas han surgido para tratar de subsanar este problema social
de falta de vivienda.
Es evidente como este déficit de viviendas no ha podido ser reducido a través de los
años a pesar de el gran número de programas de desarrollo urbano que han existido, de
esta forma se evidencia que estos proyectos no garantizan que parte de la población de
A partir del análisis realizado, para concluir, dado todas las cifras y datos
establecidos a través del tiempo con el desarrollo de este déficit de viviendas, se estima