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¿Qué es la personalidad?
Por personalidad se entiende el conjunto de dinámicas psíquicas que son características de una
misma persona, es decir, a su organización mental interior, que determina el modo en que dicha
persona responderá ante una situación determinada.
Este término, tomado de la psicología, es de uso corriente en el lenguaje cotidiano, pero su origen se
encuentra en el término latino «persona», que era la máscara empleada por los actores del teatro
de la antigüedad, a la hora de representar personajes reconocibles.
Así, inicialmente dicha palabra tenía que ver con los roles encarnados por los actores, y de algún
modo luego se trasladó a otras áreas de la vida, pasando a ser «personas» únicamente los
ciudadanos de pleno derecho (y no, por ejemplo, los esclavos). Eventualmente el término engendró
el adjetivo «personal» y de allí provino personalidad.
Hoy en día entendemos que la personalidad es una serie de rasgos mentales que permiten
distinguirlo de los demás, y que además son más o menos fieles a sí mismos a lo largo del tiempo.
Sin embargo, la personalidad puede cambiar, modificarse paulatinamente a partir del tiempo y de
las experiencias vividas.
Características de la personalidad
Por otro lado, los elementos de la personalidad tienen que ver no sólo a las respuestas ante
estímulos y situaciones determinadas, sino también al estilo de vida, las creencias y motivaciones, e
incluso las concepciones del mundo.
Componentes de la personalidad
Factores de la personalidad
Conforme al modelo de los Grandes Cinco (Big Five, en inglés), todas las personalidades están
determinadas por una serie de factores que se dan en distinta proporción en cada individuo. Estos
cinco factores son:
Factor O (de Openness o apertura). Se refiere al grado de apertura que un individuo presenta
respecto a las nuevas experiencias, al cambio y la variedad, e incluso la curiosidad. Los individuos
dotados de gran apertura son inquietos, imaginativos, originales y deseosos de valores no
convencionales. Su polo opuesto lo constituyen sujetos más conservadores en lo social y en la vida,
que prefieren el ámbito familiar y las experiencias más controladas.
Factor N (de Neuroticism o neuroticidad). Este último rasgo tiene que ver con la inestabilidad
emocional fruto de ansiedad, preocupación y percepciones catastróficas de las cosas, que son
consecuencia de la imposibilidad de la mente de prever y controlarlo todo. Las personas con alto
nivel de neuroticidad suelen ser ansiosas, estresadas, poco sociables, y pueden incurrir a menudo en
la depresión, la irritabilidad o la vulnerabilidad. Por el contrario, los bajos niveles de este rasgo
tienden a personalidades más estables, menos preocupadas por el control y más relajadas.
Tipos de personalidad
Existen muchas y muy diversas formas de clasificación de la personalidad, dependiendo del enfoque
psicológico o psicoanalítico y del método específico que se emplee para comprenderla. Por citar un
ejemplo, el psicoanalista Carl Gustav Jung (1875-1961) propuso una clasificación de 8 tipos de
personalidad, que son:
Pensamiento-introvertido. Aquellas personalidades que están más interesadas por las ideas que por
los hechos, es decir, por su realidad interior que por los demás. Son propensas a las reflexiones, los
pensamientos abstractos o los desafíos teóricos.
Sensación-extrovertido. Se vincula con lo real a partir de las sensaciones que le evoca, es decir,
prestando mucho interés a lo que el entorno real y los demás le hacen sentir. Es la personalidad
típica de quienes viven en busca del placer, y por lo tanto suelen buscar nuevos estímulos
constantemente.
Intuición-extrovertido. La personalidad del aventurero, de quien cambia de perspectivas una vez que
consigue el objetivo deseado, pero nunca para de moverse. Suelen ser carismáticos y entusiasman a
terceros con sus ideas, siéndole fiel a su intuición más que a sus sentimientos y sus razonamientos.
Trastornos de personalidad
No suelen tener cura o tratamiento fácil, ya que forman parte de la personalidad del sujeto, o sea,
son parte de él.
Los trastornos de personalidad pueden ser muy distintos entre sí y siempre obedecen a condiciones
sumamente particulares del paciente, pero a grandes rasgos pueden resumirse en tres grupos:0
La personalidad nos hace más semejantes a ciertas personas y menos semejantes a otras, dado que
existen elementos compartidos y no compartidos entre las diversas personalidades de las personas
que conocemos a lo largo de la vida. Se trata, como se verá, de generalizaciones estadísticas, que
sirven para tratar de clasificar la manera de ser de las personas.
Propuesta por el célebre padre del psicoanálisis, el austríaco Sigmund Freud (1856-1939), esta teoría
propone que la personalidad de los individuos se forma a lo largo de su historia de vida, mediante la
sumatoria de todos los objetos amados y perdidos.
Dichos “objetos” vendrían a ser, en primera instancia, los padres, por quienes se produce
inicialmente un vínculo de amor, que el llamado “Complejo de Edipo” nos hará superar mediante la
renuncia. Pero posteriormente serán otros quienes ocupen ese lugar de objeto amado y luego
perdido, como los amigos, parejas, colegas, etc.
Esta dinámica de amor y renuncia va formando al “yo”, una de las tres instancias básicas de la psique
para Freud (junto con el “superyó” o la ley, y el “ello” o el inconsciente), a medida que éste asimila
como propios algunos de los rasgos de cada objeto perdido. Así, de un profesor muy querido
podemos “heredar” nuestra vocación, o ciertos gustos de algún amigo, etc.
En todo caso, según Freud la personalidad vendría a ser una suerte de “colección” de objetos
perdidos, que nos confieren un recorrido afectivo único, pero con muchos puntos de encuentro con
los demás.
Elaborada por uno de los discípulos de Freud, el psiquiatra y psicoanalista suizo Carl Gustav Jung
(1875-1961), esta teoría de la personalidad de 1921 propone que ciertos arquetipos determinan la
conformación de nuestra mente, los cuales permiten la existencia de ocho perfiles posibles de la
personalidad, que son:
Sentimental-introvertido. Personalidades empáticas, que valoran su vínculo con los demás, aunque
no sean muy dadas a expresarlo de manera abierta y franca.
Obra del psicólogo estadounidense Carl Rogers (1902-1987), esta teoría propone un abordaje
fenomenológico de la personalidad, es decir, en la manera de captar la realidad y asumirla como
propia. Para ello, Rogers definió lo que es una “persona altamente funcional”, cuyas características
servirían para definir los distintos tipos de personalidad que hay.
De esta manera, Rogers propuso que las personalidades consistieran en combinaciones de siete
rasgos fundamentales:
Apertura a la experiencia. Qué tan dispuestos estamos a la exploración de las nuevas posibilidades y
a las nuevas experiencias vitales, o qué tan defensivos nos mostramos ante ello.
Estilo de vida existencial. Qué tanto le damos sentido propio a las experiencias que vivimos, creando
así un significado personal para nuestra vida, o qué tanto tendemos a esperar que la vida encaje en
parámetros prejuzgados.
Autoconfianza. Qué tanto creemos o no creemos en nosotros mismos ante las situaciones que se
nos presentan.
Libertad de elección. Qué tanto podemos asumir nuevas formas de comportamiento frente a las
tradicionales en situaciones en que no nos funcionan bien, creando así nuestras propias decisiones
sobre la marcha.
Carácter constructivo. Qué tanto podemos conservar el equilibrio vital a la hora de darle respuesta a
nuestras necesidades.
Desarrollo personal. Qué tan dispuestos estamos a asumir el cambio constante como un proceso de
crecimiento que no posee un fin.
Derivada del cognitivismo y constructivismo, esta teoría propuesta por el psicólogo estadounidense
George Kelly (1905-1967) se conoce como la Teoría de los constructos personales.
Este autor propone que cada individuo organiza su experiencia de la realidad en base a un conjunto
ordenado de constructos, mediante sistemas binarios de oposición (bonito-feo, verdadero-falso,
etc.) que sirven para evaluar las situaciones y para predecir los eventos futuros.
Pero como ello no funciona, lógicamente, nos adaptamos al medio, incorporando o eliminando
elementos fundamentales de la personalidad, que Allport llamó “rasgos”.
Por ejemplo, Cattell plantea que la personalidad consiste en la función de un conjunto de rasgos,
comprendidos como tendencias a reaccionar de una determinada manera. Dichos rasgos pueden ser
temperamentales (cómo actuar), dinámicos (por qué actuar) o aptitudinales (qué se necesita para
actuar).
De este modo, Cattell desarrolló los factores primarios de la personalidad, que son 16 en total y se
miden con el célebre test de personalidad 16PF, y serían: afectividad, inteligencia, estabilidad del yo,
dominancia, impulsividad, atrevimiento, sensibilidad, suspicacia, convencionalismo, imaginación,
astucia, rebeldía, autosuficiencia, aprehensión, autocontrol y tensión.
Hans Eysenck (1916-1997) es el psicólogo inglés autor de esta teoría centrada en lo biológico, para el
cual ideó el modelo PEN, una explicación de las motivaciones de la personalidad en base a
elementos internos del organismo. Así, Eysenck determina tres factores centrales para definir la
personalidad:
Psicoticismo. O tendencia a actuar con dureza, que dependería de la activación del Sistema de
Activación Reticular Ascendente (SARA).
En base a los niveles de estos factores, las personalidades podrán ser de una u otra manera, según
Eysenck.
Conocida como el Modelo de los cinco grandes (Big Five en inglés), esta teoría propone la existencia
de cinco factores alternativos de la personalidad, que serían rasgos “básicos” en los cuales se
fundamenta. Cada uno se compone de una dupla cuyos extremos denotan cierto rasgo básico de la
personalidad, y que son:
Responsabilidad. El grado de compromiso y autocontrol del individuo, no solo ante sus impulsos sino
en la planificación, ejecución y organización de sus tareas.
Esta teoría también se conoce como el Modelo de BIS (Behaviour Inhibition System o Sistema de
inhibición de la acción) y BAY (Behaviour Approximation System o Sistema de aproximación a la
acción).
Jeffrey Gray explica que existen dos mecanismos de activación o inhibición de la conducta humana,
anclados por un lado en la introversión y la ansiedad, y por otro en la impulsividad y extroversión.
Ambos sistemas actuarían conjuntamente para formar nuestra personalidad.