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EL GLOBO

Verde: Leonardo (Benjamin)


Rojo: Gonzalo(papá)
Morado: Joaquino(payaso)
Azul: Camila(narrador)
Negro: Sopa (mamá)
Todo estaba dispuesto para ser la mejor fiesta que haya celebrado Benjamín en sus diez años de vida
Interpretando:
Al payaso solamente le faltaba ajustarse las agujetas de los enormes zapatos y la nariz roja para salir al
escenario. A solas en la habitación, le sonreía al espejo. – Joaquin comienza a interpretar
Cada niño que llegaba le daba un abrazo al cumpleañero, dejando un regalo en la mesa principal.
Él sonreía al ver tantos envoltorios de colores diversos, como un botín obtenido sin esfuerzo. Tenía ganas
de abrirlos ya, pero sabía que era su deber esperar. – leo comienza a sonreir
Solo faltaba el pastel. A su papá se le había olvidado recogerlo. - Gonzalo comienza a parecer
angustiado: Oh no, me olvide el pastel, voy a recogerlo, en un momento ya regreso.
A las cinco y media su mamá decidió empezar con el espectáculo.
El payaso apareció en el patio y fue recibido con aplausos y gritos de los invitados. – joaquin comienza a
interpretar y nuestros compañeros aplauden
El bullicio de la fiesta creció cuando colgaron las piñatas. Los niños se agacharon alrededor de ellas en un
festivo ritual de sacrificio. Papá no jaló la cuerda de la piñata, lo tuvo que hacer el tío Chuy.
Cuando la piñata se rompió, muchos se inclinaron al suelo, desesperados por obtener algún dulce. Se
entregaron las bolsas con dulces. Comieron tacos al vapor. Algunos pidieron pastel, pero se tuvieron que
conformar con gelatina. Su mamá se preocupó porque el pastel no llegó a tiempo. -interpreta sopi. Y no
llegaría nunca. Ni papá.

Los invitados se marcharon sin un trozo de pastel. El payaso, se fue también, diciendo adiós con falsa
alegría. -interpreta Joaquín. Los últimos niños se marcharon en compañía de sus mamás.

Para Benjamín fue el peor cumpleaños de su vida. Lo supo después de abrir casi todos los regalos que
estaban cubriendo la mesa del comedor. Solamente faltaba abrir la caja que le había regalado su papá,
acompañada de un globo rojo.

Luego su madre regresó con los ojos enrojecidos por el llanto; ese abrazo desesperado con el que lo
estrechó -interpreta sopi y Leo; las lágrimas que mojaron su rostro y que no le pertenecían, le indicaron
que había ocurrido algo muy malo. Había muerto en un accidente vial.

Pero Benjamín no derramó una sola lágrima ni durante el velorio ni cuando tuvo que arrojarle un puño de
tierra al ataúd. Se fueron. La casa quedó sola. Solamente se escuchaban los sollozos de su mamá -
interpreta sopi.

Se tiró en la cama y puso la cara sobre la almohada -interpreta Leo. Al rato, el cansancio le cerró los
ojos. La almohada permaneció seca. Ni una gota la humedeció. Durante varias semanas fue difícil
arrancarlo de la cama. La tristeza imponía un profundo silencio en toda la casa.
Una mañana, Benjamín miró el regalo de su papá. No quiso abrirlo. Le daba coraje que su papá se hubiera
marchado sin su consentimiento. Pero sí desató el listón que tenía sujeto de un extremo, haciendo que el
globo de helio quedara suelto. No se elevó hacia el techo, quedó suspendido, flotando, con un hilo
colgante.

No mostró asombro -leo se asombra- tampoco cuando notó que el globo lo seguía. Era tanta su tristeza
que el hecho de que el globo se mantuviera a su lado tenía poca importancia. El globo lo seguía como un
perro fiel. Su mamá se dio cuenta, pero no tuvo ánimo para decir nada. -interpreta sopi.

En la escuela llamó la atención de sus compañeros, pero era tal su aspecto triste y la dureza de su mirada.
El globo rojo lo acompañó sin importar el lugar al que asistiera. Y en cada sitio Benjamín no dejaba de
pensar en su papá.

Las personas a su alrededor, miraban ya sin asombro el globo rojo detrás de Benjamín, quien en ocasiones
dejaba escapar una sonrisa, aunque solía caminar casi siempre cabizbajo. Todo el día pensaba en su papá.

Durante muchos meses el pequeño globo fue su sombra. Por las noches, permanecía vigilando su sueño.
Una noche, después de tratar de que Benjamín cenara algo, su mamá se acercó a él, le tomó cariñosamente
de la barbilla, miró sus ojos y dijo:

Tu papá se fue, pero no te quiso abandonar. Tu papá te amaba- habla sopi, las lágrimas mojaron
sus mejillas.

La mirada de Benjamín, por un momento, dejó de ser tan dura -interpreta leo- El globo se movió un
poco.

Esa noche, Benjamín no podía dormir. A través de la penumbra miró el regalo cerrado que le había dado
su papá. Se levantó. Fue hasta la mesa y tomó la caja -interpreta leo.

Puso la caja en el alféizar y la abrió. Una espléndida sonrisa se dibujó en su cara. Una lágrima descendió
por su mejilla izquierda. Benjamín apretó el hilo que pendía del globo y luego lo soltó - interpreta leo.

El globo se alejó de él, primero salió por la ventana, se fue elevando entre los árboles y luego ascendió
como un pájaro que buscaba las nubes. Lo miró empequeñecerse lentamente. Ya apenas alcanzaba a
distinguirlo. Sus ojos lo miraban. Una lágrima bajó por la mejilla derecha dejando su huella. Y después
otra más, y otra, hasta que el llanto liberador mojó todo su rostro. El globo, cuya forma le pareció ahora
semejante a un corazón, buscó la profundidad del cielo nocturno hasta convertirse en un punto y ser
devorado finalmente por la lejanía.

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