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HISTORIA DE ESPAÑA 2º de Bachillerato

Colegio Sagrado Corazón de Jesús – Corazonistas Cáceres


Prof.ª Dr.ª Angélica García Manso

MANIFIESTO DE RAFAEL DEL RIEGO (Cabezas de San Juan, 1 de enero de 1820)

El texto objeto de comentario reviste naturaleza política, ya que se trata del


manifiesto proclamado por el comandante Rafael del Riego en su pronunciamiento del 1
de enero de 1820 en Cabezas de San Juan (Sevilla).
El autor es el propio comandante de origen asturiano Rafael del Riego.
Comprometido con la causa liberal, tras participar en la conspiración revolucionaria que
pretendía la vuelta del régimen constitucional y tras efectuar el pronunciamiento de Las
Cabezas, recorrió Andalucía proclamando la Constitución de 1812, actitud con la que
posibilitó el inicio del consiguiente Trienio Liberal. Convertido en un mito popular, se
le nombró capitán general de Galicia y, más tarde, de Aragón, cargos ambos de los que
resultó destituido. Asimismo, fue elegido diputado y presidente de las Cortes. En 1823
combatió a las tropas enviadas por la Santa Alianza para restaurar el absolutismo en la
persona del rey (los llamados Cien Mil Hijos de San Luis). Fue capturado en la
localidad de Arquillos (Jaén) y ejecutado en Madrid el 7 de noviembre del mismo año.
El llamado Himno de Riego, creado en su honor, llegó a ser declarado en 1931 himno
oficial del Estado español durante la II República.
Tras afirmar Riego en el primer párrafo ante sus soldados que se les envía a una
guerra inútil e innecesaria, dejando desamparadas a sus familias, es en el segundo
párrafo donde empieza a tomar forma la idea principal en torno a la que gira el
manifiesto: en efecto, lo que necesitan los insurgentes americanos para apaciguarse es el
fin del absolutismo mediante el retorno a la Constitución de 1812. Así pues, la idea
principal se expresa nítidamente en el último párrafo: la urgencia de poner fin al poder
absoluto, arbitrario y tiránico ejercido por Fernando VII a través del restablecimiento de
la Constitución de Cádiz, que el rey debe jurar.
El texto se enmarca en el reinado de Fernando VII, al que muchos apodaron el
“rey felón” en referencia a su personalidad falsa y traidora; y es que si, como se indica
en el texto, este monarca debía su corona al sacrificio de los españoles que se
enfrentaron a los invasores franceses, su primer acto de gobierno fue precisamente
derogar las leyes que estos españoles habían establecido a través de sus representantes
en las Cortes de Cádiz.
Fernando VII, conocido también con el sobrenombre de “El Deseado”, llegó a
Valencia en abril de 1814. Allí, un grupo de diputados absolutistas le presentó el
“Manifiesto de los persas”. En él se rechazaba rotundamente la legislación surgida en
Cádiz y se abogaba por disolver las Cortes. En vista del apoyo de estos diputados,
Fernando VII dio un golpe de Estado y promulgó el “Decreto de Valencia” (al que
pertenece el fragmento que aquí comentamos), por el que declaró ilegal la convocatoria
de las Cortes y dio por abolida toda su labor legislativa. Comenzó entonces el Sexenio
Absolutista, período comprendido entre 1814 y 1820, que supuso la restauración del
absolutismo. Muchos liberales y los colaboradores de José I tuvieron que exiliarse ante
la persecución que se desató.
Fernando VII entró en Madrid y restableció el orden imperante antes de 1808,
con instituciones como la Inquisición, la Mesta o el Consejo de Castilla; regresó la
Compañía de Jesús; se destituyó a los alcaldes liberales; se abolió la libertad de prensa y
se persiguieron las publicaciones de tipo liberal surgidas durante la guerra. Todas estas
medidas absolutistas estaban en la línea de lo establecido tanto por el Congreso de
Viena como por la Santa Alianza en 1815. Estos seis años del reinado de Fernando VII
se caracterizaron por la imposibilidad de nobleza e iglesia de recuperar las tierras que
les habían sido enajenadas en años anteriores, por las hambrunas, la profunda crisis de
la Hacienda estatal, la decadencia industrial y una serie de intentonas golpistas,
conocidas como “pronunciamientos”, llevadas a cabo por distintos militares liberales.
En este contexto, el comandante Riego se levantó a favor de la Constitución de Cádiz en
enero de 1820, y lo hizo a través del manifiesto objeto de comentario, pronunciado en la
localidad sevillana de Las Cabezas de San Juan el primer día de ese mes. Esta situación
obligó al rey a firmar en el mes de marzo un decreto en el que prometía jurar el texto de
1812.
Se iniciaba así el Trienio Liberal, que habría de prolongarse entre 1820 y 1823, y
significó el restablecimiento del orden constitucional surgido en las Cortes de Cádiz:
quedaron suprimidos los señoríos, se decretó la libertad de contratación; se revisaron las
relaciones con la Iglesia, por lo que se abolió la Inquisición y se ordenó la expulsión de
los jesuitas. Se vivió un período de efervescencia cultural y la prensa se convirtió en un
instrumento de acción política. Pero en abril de 1823 los Cien Mil Hijos de San Luis
cruzaron la frontera para restablecer el absolutismo: el 1 de octubre de ese mismo año
Fernando VII desembarcaba en el Puerto de Santa María de nuevo como rey absoluto.
Arranca aquí la última etapa de su reinado, la Década Absolutista u Ominosa,
que se prolongó hasta 1833. El monarca ejerció una feroz represión contra cualquier
elemento sospechoso de simpatizar con los liberales. Sin embargo, se granjeó la
oposición de los realistas puros, que acusaban a Fernando VII de introducir reformas –
tímidas, en verdad– que alejaran la amenaza revolucionaria y de ceder demasiado ante
los liberales. Por ello le retiraron su apoyo y se identificaron con el hermano del
soberano, Carlos María de Isidro. La postura de estos absolutistas radicales (que fueron
los posteriormente llamados carlistas) se hizo más intransigente después del ascenso al
trono de Francia de Luis Felipe de Orleans, quien sancionó una monarquía
constitucional, y tras el nacimiento de la infanta Isabel, con lo que Carlos María Isidro
quedaba fuera de las aspiraciones al trono.
En definitiva, este conflicto entre liberales y absolutistas que caracterizó el
reinado de El Deseado habría de decantarse durante la regencia de su cuarta esposa,
María Cristina de Borbón, que se vio abocada a pactar con los liberales para hacer frente
a la oposición de quienes eran partidarios de que el trono fuera ocupado por el infante
Don Carlos.

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