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Vaquerizo, d., Garriguet, J. A., León, A. (Eds.

Espacio y Usos Funerarios


en la ciudad histórica

ANALES
DE ARQUEOLOGÍA
C OR D OB E S A
número 17 (2006)

VOL. I

Área de Arqueología
ANALES
DE ARQUEOLOGÍA
C OR D OB E S A
número 17 (2006)

Espacio y Usos Funerarios


en la ciudad histórica
vol. I

Área de Arqueología
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
Universidad de Córdoba
ANALES
DE ARQUEOLOGÍA
CORDOBESA, 2006

Revista de periodicidad anual, publicada por el Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba,


con el patrocinio de la Delegación de Cultura de la Excma. Diputación Provincial de Córdoba

COMITÉ DE REDACCIÓN
DIRECTOR

Desiderio VAQUERIZO GIL

SECRETARIOS
José Antonio GARRIGUET MATA
Alberto LEÓN MUÑOZ

VOCALES
Lorenzo ABAD CASAL
Carmen ARANEGUI GASCÓ
Manuel BENDALA GALÁN
Juan M. CAMPOS CARRASCO
J. Luis JIMÉNEZ SALVADOR
Pilar LEÓN ALONSO
Jesús LIZ GUIRAL
José María LUZÓN NOGUÉ
Carlos MÁRQUEZ MORENO
Manuel A. MARTÍN BUENO
Juan Fco. MURILLO REDONDO
Mercedes ROCA ROUMENS
Pedro RODRÍGUEZ OLIVA
Armin U. STYLOW
Ángel VENTURA VILLANUEVA

CORRESPONDENCIA E INTERCAMBIOS
Área de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras
Plaza de Cardenal Salazar, 3. 14003 CÓRDOBA
Tel.: 957 218 804 - Fax: 957 218 366
E-mail: aa1vagid@uco.es
www.arqueocordoba.com

D. L. CO: 665/1991
I.S.S.N.: 1130-9741
Confección e impresión:
Imprenta San Pablo, S. L. - Córdoba
www.imprentasanpablo.com
ÍNDICE GENERAL

VOL. I / NECROLÓGICAS

PÁGS. 13 / 14 XAVIER DUPRÉ. IN MEMORIAM.


Desiderio Vaquerizo Gil

PÁGS. 15 / 18 CARMEN GASSET LORING. IN MEMORIAM.


Desiderio Vaquerizo Gil

VOL. I / ARTÍCULOS

PÁGS. 21 / 24 PREÁMBULO.
Desiderio Vaquerizo Gil

PÁGS. 25 / 46 ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE: ASPECTOS METODOLÓGICOS.


Teresa Chapa Brunet

PÁGS. 47 / 66 PROPUESTAS METODOLÓGICAS EN INFORMÁTICA PARA LA


INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA FUNERARIA.
Patricio J. Soriano Castro

PÁGS. 67 / 98 CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO


PRERROMANO AL ROMANO EN EL SUR PENINSULAR.
Alicia Jiménez Díez

PÁGS. 99 / 114 INHUMACIONES INFANTILES DE TRADICIÓN INDÍGENA EN UN


SECTOR DE LA NECRÓPOLIS ORIENTAL DE CORDUBA.
Begoña García Matamala / José Luis Liébana Mármol

PÁGS. 115 / 144 HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES
DE LA BÉTICA.
Enrique Melchor Gil

PÁGS. 145 / 156 RITOS Y SOCIEDAD A TRAVÉS DEL CONJUNTO ICONOGRÁFICO


FUNERARIO DE “LAS CUEVAS” (Osuna, Sevilla).
Isabel López García
PÁGS. 157 / 194 ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS
CAPITALES CONVENTUALES.
Ana B. Ruiz Osuna

PÁGS. 195 / 224 VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT.


APROXIMACIÓN A LA PROBLEMÁTICA DE LAS ESTATUAS
FUNERARIAS ROMANAS DE CORDUBA-COLONIA PATRICIA.
José A. Garriguet Mata
PÁGS. 225 / 258 MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN
COLONIA PATRICIA.
Lucía Esther Moreno Romero

PÁGS. 259 / 278 LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA AVENIDA DEL CORREGIDOR DE


CÓRDOBA.
Sonia Vargas Cantos / M.ª Isabel Gutiérrez Deza

PÁGS. 279 / 296 LA TUMBA DE CAIUS POMPONIUS STATIUS EN LA NECRÓPOLIS


SEPTENTRIONAL DE COLONIA PATRICIA.
Alvaro Cánovas Ubera / Sebastián Sánchez Madrid / Sonia Vargas Cantos

PÁGS. 297 / 324 LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA:


UN SECTOR DE LA NECRÓPOLIS ORIENTAL DE CORDUBA.
José Luis Liébana / Ana Ruiz

PÁGS. 325 / 352 EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES.
M.ª del Carmen Rodríguez Sánchez

VOL. II / ARTÍCULOS

PÁGS. 13 / 34 LAS NECRÓPOLIS DE ONUBA.


Nuria de la O Vidal Teruel / Juan M. Campos Carrasco

PÁGS. 35 / 60 MORS ET FUNUS. EL MUNDO FUNERARIO ROMANO Y SUS


MANIFESTACIONES EN EL TERRITORIO ONUBENSE.
Nuria de la O Vidal Teruel / Javier Bermejo Meléndez

PÁGS. 61 / 84 EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA.


NOVEDADES DE LAS INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS DEL
2005 EN LA MURALLA ORIENTAL.
A. Arévalo / D. Bernal / A. Muñoz / I. García / M. Macías

PÁGS. 85 / 102 LA CRISTIANIZACIÓN DE LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA EN LAS


CIUDADES OCCIDENTALES: CORDUBA EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA.
Isabel Sánchez Ramos
PÁGS. 103 / 118 EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DEL PARQUE INFANTIL DE
TRÁFICO DE CÓRDOBA. LA OCUPACIÓN TARDOANTIGUA DEL
SUBURBIO OCCIDENTAL DE COLONIA PATRICIA-CORDUBA.
Elena Castro del Río / Guadalupe Pizarro Berengena / Isabel Sánchez Ramos

PÁGS. 119 / 136 PRIMEROS DATOS SOBRE LAS NECRÓPOLIS TARDOANTIGUAS DE


CARRETERA DE CARMONA. HISPALIS.
M.ª del Carmen Barragán Valencia

PÁGS. 137 / 160 TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA. TIPOS DE


TUMBA, RITOS DE ENTERRAMIENTO Y AJUARES FUNERARIOS EN UNA
PEQUEÑA CIUDAD DEL SUR DE ESPAÑA EN LOS SIGLOS III/IV A VII.
Christoph Eger

PÁGS. 161 / 194 CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGIA Y


ANTROPOLOGIA.
Llorenç Alapont Martin / Albert Vicent Ribera i Lacomba

PÁGS. 195 / 224 LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE


CARTAGENA.
María José Madrid Balanza / Jaime Vizcaíno Sánchez

PÁGS. 225 / 236 HIPODONCIA: UTILIDAD DE HALLAZGOS DENTALES EN


LA DETERMINACIÓN DE PATOLOGÍAS Y PARENTESCO EN
POBLACIONES ANTIGUAS. ESTUDIO DE DOS CASOS EN LA
NECRÓPOLIS ORIENTAL DE CARTHAGO SPARTARIA.
A. Moreno Pelluz / E. Muñoz Barrio / A. Luna Maldonado
J. C. Pérez Calvo / C. Gamboa Gil de Sola

PÁGS. 237 / 256 LA RAUDA DEL ALCÁZAR DE CÓRDOBA.


Alberto J. Montejo Córdoba

PÁGS. 257 / 290 ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA.


M.ª Teresa Casal / Alberto León / Rosa López / Ana Valdivieso
Patricio J. Soriano

PÁGS. 291 / 316 ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LA POBLACIÓN ISLÁMICA


CALIFAL DE EL FONTANAR.
Raquel Lacalle Rodríguez / Juan Manuel Guijo Mauri
PÁGS. 317 / 330 EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL CEMENTERIO DE LA
ALJAMA JUDÍA DE SEVILLA (1992-2006).
Isabel Santana Falcón

PÁGS. 331 / 360 RECENSIONES BIBLIOGRÁFICAS.


XAVIER DUPRÉ. IN MEMORIAM
Desiderio Vaquerizo Gil
Director

Conocí a Xavier Dupré en 1992, nocer con más detalle las cla-
en Roma, donde se había insta- ves de su felicidad en Italia. En
lado algún tiempo después de 2003 me invitó a presentar en
arrojar las armas tras el bombar- la Escuela las Actas del coloquio
deo y posterior hundimiento del internacional que celebramos
TED’A, que tan importante papel en Córdoba en 2001 sobre Es-
desempeñó en la nueva forma de pacio y usos funerarios en el Oc-
entender la arqueología urbana cidente romano, contribuyendo
en ciudades históricas y en la in- de forma decisiva y determinan-
troducción en España de tantas te a darlo a conocer en Europa,
novedades metodológicas. Imagino que en y poco después aceptó dirigir con José Mª
Tarragona deben estar todavía hoy lamentan- Gurt y conmigo la Tesis Doctoral de Isabel
do haber cometido la torpeza de dejarlo mar- Sánchez Ramos sobre la cristianización
char. Pero probablemente las cosas tenían de las áreas funerarias en el Occidente del
que ocurrir así: el TED’A acabó siendo cante- Imperio, que ha podido ver casi terminada.
ra de excelentes arqueólogos, conocidos por Antes, había contado con todo el equipo de
todos, solventes, reputados, y Xavier necesita- Córdoba para participar en su proyecto de
ba horizontes más amplios para desarrollar la tres monografías sobre las capitales provin-
enorme capacidad de trabajo que atesoraba, ciales hispanas que vería la luz en 2004; una
su gran creatividad, su sólida formación, su obra publicada por l´Erma di Bretschneider,
enorme generosidad y su honestidad, como que pone claramente en evidencia su buen
persona y como científico. Por entonces, la hacer, la credibilidad de que gozaba en Ita-
Escuela Española de Arqueología compartía lia, y su nivel de compromiso con su patria
todavía la sede de San Pietro in Montorio, y de origen.
Xavier ejercía ya como faro y punto de refe-
Ha sido, pues, un largo camino el com-
rencia de los arqueólogos españoles que re-
partido, presidido siempre por su calidad
calábamos por la Urbs. Persona simpática y
humana, por su inaudita capacidad de entre-
servicial donde las hubiera, me ayudó incluso
ga, por su sentido impagable de la amistad
a buscar piso, y se convirtió enseguida en un
y de la responsabilidad científica. Responsa-
amigo entrañable con el que seguiría en con-
bilidad materializada en una relación casi
tacto hasta el último momento. No olvidaré
interminable de artículos y de monografías
jamás aquel día de mayo en que consiguió
que dan idea de su enorme potencialidad, de
que me cedieran los jardines de la Academia
su claridad de juicio, de su espíritu crítico,
para celebrar mi cumpleaños. Fue una fiesta
de lo inagotable de sus ideas, de su sentido
de las de verdad que, entre otras cosas, sirvió
del compromiso, de su madurez y lo avan-
para consolidar nuestra amistad.
zado de muchos de sus planteamientos, de
En 1995 pasé otra larga temporada en su gran altura como arqueólogo. Por eso, no
Roma, que me permitió renovar lazos y co- considero necesario entrar en una glosa de-
tallada de su obra, que probablemente harán e impagable preocupación por cumplir con
otros más autorizados que yo. lo comprometido, nos ha dado a todos una
lección inigualable de ética, de pundonor,
Xavier estaba ya enfermo cuando con-
de dignidad, de hombría. Su pérdida tan in-
tacté con él para invitarlo a participar en el
justa y dolorosa, a una edad por lo demás tan
Homenaje que, con el tema director de El
temprana, nos deja huérfanos y convulsiona-
concepto de lo provincial en el mundo anti-
dos. Sólo me consuela pensar que ha tenido
guo, queríamos rendir en la Universidad de
tiempo para atar todos los cabos, y que lo ha
Córdoba a Pilar León Alonso, a la que ad-
hecho con un ejercicio de autodominio y de
miraba y quería. Lejos de arredrarse ante
serenidad al que únicamente están llamados
la gravedad de su dolencia, sacó la raza de
los grandes.
arqueólogo que derrochaba y me contestó
afirmativamente el mismo día en que recibió No he podido darle un abrazo de despe-
mi correo. Creo recordar que fue el primero; dida, como me hubiera gustado, pero quiero
como tantas otras veces, no dudó. dejar constancia pública de mi profunda ad-
miración por él: como persona y como cien-
Desgraciadamente, en la mañana del 20
tífico, de mi amistad inquebrantable, de mi
de abril de 2006, cuando ya corregíamos las
dolor, de mi cariño. Ojalá su espíritu, como
segundas pruebas del libro, me llegó la temi-
sus cenizas, encuentren acomodo y reposo
da noticia: Xavier Dupré acababa de morir;
definitivo en la hermosa Tusculum, que tan-
desenlace esperado, pero no por ello menos
to amó. Xavier quiso morir en Italia, porque
triste e impactante. Sólo unos días antes
allí encontró la felicidad que en otros luga-
habíamos hablado por teléfono, y él mismo
res le fue negada, y la tierra italiana lo acoge
se ponía en contacto con la imprenta des-
en su seno, haciéndolo suyo para siempre.
de Roma para darles algunas instrucciones
La Arqueología española pierde con él una
sobre la maquetación de su artículo. Con
de sus mentes más lúcidas, activas y gene-
motivo de su magnífica y novedosa partici-
rosas de los últimos tiempos. Por lo que a
pación en el libro -probablemente ha sido lo
mí se refiere, mientras tenga vida llevaré su
último que ha escrito, y me consta que le
recuerdo en el rincón más entrañable de mi
hacía especial ilusión, que le ha ayudado a
corazón. Justo el destinado a las personas
mantenerse vivo-, yo he sido testigo directo,
más importantes que han pasado por ella.
a lo largo de estos dos últimos años, de su
No podría reservarle otro.
arrojo, de su extraordinario concepto del de-
ber, de sus ansias nunca agotadas de seguir Gracias, Xavier, por habernos regalado
adelante. En su lucha con la enfermedad, el privilegio de conocerte.
salpicada de periodos de relativa normali-
Descansa en paz.
dad en el trabajo y, siempre, de una honda
CARMEN GASSET LORING. IN MEMORIAM
Desiderio Vaquerizo Gil
Director

El pasado 17 de agosto de 2006 sumido en el pozo negro de la


se nos moría, agotada, después desesperanza. Noble y abnega-
de lo que eufemísticamente se da hasta la extenuación, en un
ha dado en llamar “una larga ejercicio de superación y creci-
enfermedad”, Carmen Gasset miento personales ante la terri-
Loring, una mujer buena, en el ble adversidad que se le venía
sentido más amplio de ambas encima que emociona, admira
palabras, que a su altura intelec- y estremece. ¡Bravo, Carmen!
tual y sus inquietudes sociales, Sólo siento que no ganaras la
humanísticas y científicas, unió batalla; aunque en el fondo sí
una calidad humana sin parangón. Carmen que lo hiciste: moriste como viviste, rodea-
fue bella por fuera y también por dentro, da por los tuyos, querida por todos, admira-
haciendo suya la máxima de Marco Aurelio, da por cuantos te conocimos.
el emperador filósofo, en sus Meditaciones,
Es habitual que tras la desaparición de
que ella misma eligió para destacarla en la
una persona se canten sus alabanzas, en un
web de la Fundación que presidió: No vivas
ejercicio de laudatio que no hace sino re-
como si tuvieses mil años por delante. El des-
producir prácticas ya antiguas, plenamente
tino está a un paso, hazte bueno mientras la
vigentes en la cultura romana, que Carmen
vida y la fuerza son todavía tuyas.
tanto amó. Después de su fallecimiento han
Por mi parte, me congratulo de haber sido muchas las voces que lo han hecho, por
contado con su amistad y su ejemplo, que lo que yo no quiero pecar de redundante en
no olvidaré. Carmen era bien consciente exceso. Mi homenaje es más personal que
de la gravedad de su enfermedad, cuyos institucional, dado el respeto y el cariño
síntomas, evidentes, la iban mermando de que le profesaba, que nos profesábamos.
manera progresiva. Quizá lo más duro de Con todo, es importante también dejar
aceptar fue la pérdida de la vista. Aun así, la constancia de algunos de sus méritos (de
última vez que hablamos se mostraba casi todos, haría la relación interminable), para
ilusionada porque iba a empezar a aprender que quien se acerque a estas líneas sepa de
braille, lo que le permitiría no abandonar la importante labor que esta mujer desem-
la que siempre fue una de sus grandes pa- peñó en la promoción de la arqueología clá-
siones: la lectura; porque podía concebir la sica en España, particularmente en lo que
vida sin sus ojos (lo que ya es duro de por se refiere a la arqueología emeritense. Con-
sí), pero no sin volver a experimentar el pla- tribuyeron a ello, sin duda, sus fuertes lazos
cer íntimo de enfrentarse a solas con tanta con Extremadura, herencia privilegiada de
sabiduría encerrada en los libros. Entera, sus antepasados familiares, entre los que se
siempre entera. Humilde y digna, acep- contó el conde de Campomanes, preocu-
tando con resignación, pero también con pado ya por estos temas desde tiempos de
coraje, lo que a cualquier otro le hubiera Carlos III.
Carmen, licenciada en Filosofía y Le- una incansable labor de promoción de sus
tras, fue una mujer inquieta, que admiraba fondos y de sus tareas que ha contribuido a
la Antigüedad Clásica, y que atesoraba una convertir Mérida en una de las capitales in-
formación cultural envidiable, cimentada, discutibles de la arqueología en España. Sin
como ya antes adelantaba, en su amor sin olvidar, en ningún momento, las relaciones
límites a la lectura, a los autores clásicos, con la vecina Portugal: Carmen persiguió
a la Edad de Oro. Desde esta firme posición desde primera hora el encuentro cultural
intelectual, y aprovechando sus magníficas con los que en tiempos romanos formaron
relaciones sociales, que alcanzaban hasta parte de la misma unidad político-adminis-
la Casa Real española, Carmen dio luz en trativa (prouincia Lusitania), y con ellos
1996 a la Fundación de Estudios Roma- apoyó numerosas iniciativas, como el Atlas
nos (http://www.fuer.org/), de la que se de la Lusitania romana, o diversas exposi-
ha mantenido al frente hasta el mismo día ciones (la más reciente, Imágenes y mensa-
de su muerte, contando en la presidencia jes. Esculturas romanas del Museo de Evora,
de honor del Patronato con Su Majestad la sobre el legado clásico en esta importante
Reina Dña. Sofía. Desde la Fundación, Car- ciudad portuguesa).
men consiguió potenciar la investigación
Carmen fue incansable. Lograba entu-
(centrada, fundamentalmente, en Emerita
siasmar a toda persona que le diera la opor-
Augusta), logrando el mecenazgo, hasta en-
tunidad de escucharla; pero, además, era
tonces impensable, de gentes de la empresa
una mujer de enorme altura moral, sólidos
y de la cultura, comprometidos en una divul-
fundamentos cristianos, y lealtades a prue-
gación de calidad del legado de la cultura
ba de bomba. Yo tuve ocasión de conocerla
clásica en España que se ha hecho notar des-
cuando en 1992 organizamos en Córdoba un
de múltiples puntos de vista. Cursos y ciclos
simposio internacional sobre las relaciones
de conferencias, seminarios y coloquios,
entre el sur de Italia y la Península Ibérica,
exposiciones y muestras, conciertos, pre-
en homenaje al profesor Emanuele Greco.
mios, iluminación de monumentos, apoyo a
Ella, que por entonces no contaba aún con
la artesanía, colaboración con docentes de
el amparo de la Fundación, acudió en calidad
los primeros ciclos formativos, organización
de interesada, y la simpatía entre ambos fue
de viajes, becas y ayudas a la investigación
instantánea. Desde entonces, y a pesar de
publicaciones, convenios, etc., conforman
que no nos veíamos todo lo que nos hubiera
un rosario casi interminable de actividades
gustado, procuramos mantener la amistad
que dan idea de la pasión que Carmen im-
y el contacto, hasta pocos días antes de su
primió a todo lo que hizo, que marcaba su
muerte. Alguna vez acudí a Mérida a dictar
propia personalidad, contagiando a cuantos
conferencias para la Asociación de Amigos
la conocían.
del Museo y allí tuve la ocasión de disfrutar
Pero su compromiso con Mérida y su de su presencia y de su saber hacer; sin em-
arqueología no paró ahí. Carmen trabajó bargo, de mi relación con Carmen guardo
siempre en colaboración con el Consorcio un recuerdo muy especial y muy reciente,
Monumental de la ciudad y con el Museo que permanecerá para siempre en el fondo
Nacional de Arte Romano, cuya Asociación de mi corazón, inalterado e inalterable. A
de Amigos también presidió, desarrollando finales de junio de 2005 (sólo unas semanas
después de organizar un acto similar en Mé- todo el mundo y conseguirás insuflarles tu
rida, en colaboración como siempre con el ánimo, tu espíritu de superación, tus ansias
Museo Nacional de Arte Romano), tras re- de aprender. Aquí abajo, mientras estemos
mover influencias y contactos personales, quienes te conocimos, te echaremos de me-
me ofreció la posibilidad de presentar en nos. Y, después, quedará siempre el testimo-
Madrid, en el marco de la Fundación Orte- nio de tu obra.
ga y Gasset, mi primera novela (histórica),
Aunque sólo sea metafóricamente, deja
que ella había leído y que me ponderaba sin
que te dedique uno de esos tituli sepulchra-
cesar, probablemente más guiada por el ca-
li romanos que tanto admirabas y que con
riño que por la objetividad. Aquella tarde, la
mucha frecuencia (en eso también estabas
sala de la Fundación estaba a reventar, y en
de acuerdo conmigo) supieron reflejar el do-
la mesa me acompañaron D. Antonio Garri-
lor y la ausencia con grandeza, contención y
gues Walker y la propia Carmen, que hizo un
contundencia desacostumbradas.
elogio de mi persona y de mi obra tan gene-
rosos como ella misma. Siempre recordaré «Sparge mero cineres bene olentis et in-
cómo relampagueaba el verde hermosísimo guine nardi, hospes, et adde rosis balsama pu-
de sus ojos, animados en todo momento por niceis. Perpetuum mihi ver agit inlacrimabilis
la curiosidad, el ansia de aprender, la pasión urna et commutavi saecula, non obii» (Sueto-
de vivir. nio, Epit. XXXI).
Gracias, Carmen. Contigo se nos va Descansa en paz, Carmen. Que la tie-
otro pedacito de nuestras vidas (empiezan rra te sea ligera, y encuentres más allá de la
a ser demasiados). Allá donde estés, no Laguna Estigia almas afines que te hagan la
me cabe duda de que pondrás a trabajar a eternidad más llevadera.
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– TERESA CHAPA BRUNET

I. INTRODUCCIÓN1 la recuperación de los datos arqueológicos.


La segunda parte intentará exponer, mejor
La metodología que rige la práctica arqueo- o peor, las nuevas tendencias teóricas des-
lógica relacionada con los restos funerarios de las que se aborda hoy la comprensión y
es una especialidad que a fines de los años el análisis de estos restos, y que se separan
60 del siglo XX fue bautizada como “Arqueo- ampliamente de la panorámica introducida
logía de la Muerte”. Lo que entonces fue una en su momento por aquella corriente teó-
verdadera revolución en el tratamiento de rica, marcando nuevas perspectivas desde
los restos fúnebres ha seguido siendo objeto las que abordar el estudio de sepulturas y
de nuevas investigaciones y sobre todo, de necrópolis. En tercer lugar, señalaré los nue-
nuevos planteamientos que renuevan sínte- vos campos de especialización que ha pro-
sis anteriores (Ruiz Zapatero y Chapa, 1990; porcionado la Arqueología de la Muerte, así
Chapa, 1991; 2000). La intensidad y veloci- como los problemas que empieza a entrañar
dad de los estudios arqueológicos mueve a la excavación de los restos funerarios.
seguir reflexionando sobre la teoría y prác-
Para centrar un tema es preciso fijar
tica de esta materia, lo que evita cualquier
riesgo de estancamiento. Esta es la grande- convenientemente los términos que se em-
za y el atractivo de la investigación, que nos plean para su denominación. La reunión
obliga a generar y a mantenernos atentos a que ha motivado este volumen se centra en
las novedades y a ser lo suficientemente ági- la “Arqueología de la Muerte”, y es preciso
les para asimilarlas y potenciarlas con nue- hacer notar que el contenido de este con-
vas reflexiones y experiencias2. cepto, como acabo de señalar, ha cambiado
notablemente en los últimos años. Hagamos
Este trabajo tendrá tres partes. En la un poco de historia.
primera se revisarán algunos de los nuevos
sistemas de estudio de los restos funerarios La aparición del término debe ligarse,
que hoy se consideran imprescindibles y como también se ha dicho, al desarrollo de la
que han venido a unirse recientemente a las Nueva Arqueología, que concibió el compor-
técnicas más tradicionales. Relacionaré las tamiento de las sociedades humanas como
nuevas tecnologías con los avances que in- un gran sistema cultural en el que operaban
trodujo en su momento la Nueva Arqueolo- diversos subsistemas como el económico,
gía o Arqueología Procesual, tendencia que el político o el ideológico. Dentro de ellos,
insistió especialmente en la rigurosidad de nuevos subapartados permitían comparti-
mentar las actividades del grupo y analizar-
las separadamente, como si fueran “venta-
1
| Agradezco al Dr. Desiderio Vaquerizo y a todo nas” hacia la vida del pasado, pertenecientes
su equipo la posibilidad de participar en el curso “Espa-
cios y usos funerarios en la ciudad histórica” celebrado
todas ellas a un edificio común. Pero tenien-
en la Universidad de Córdoba (Marzo, 2006), donde se do en cuenta que cada ventana daba a una
revisaron extensamente aspectos generales y concretos habitación diferente –unas a las actividades
sobre el comportamiento funerario en la Antigüedad. productivas, otras a las comerciales, otras a
2
| Este artículo forzosamente es una reflexión so- los transportes, otras al comportamiento fu-
mera sobre un asunto de gran calado. Remito a la mo-
nografía más reciente sobre este tema (Parker Pearson,
nerario, etc.– su estudio debía generar tam-
2005) para una revisión más detallada de la Arqueolo- bién una metodología distinta, o mejor di-
gía funeraria. cho, una metodología especializada dentro

26 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE: ASPECTOS METODOLÓGICOS ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

de un marco común. Así surgieron términos rales surgieron otras, ceñidas a campos con-
como “Arqueología de los asentamientos”, cretos de estudio, como la “Arqueología de
“Arqueología del Culto”, “Arqueología de la los animales”, “Arqueología de las plantas”,
Guerra” y otros, entre los que podemos in- “Arqueología de la basura”, “Arqueología
cluir a la “Arqueología de la Muerte”. Estas de las armas”, y toda una serie de especia-
denominaciones hicieron fortuna, de forma lizaciones que hicieron más complejo, pero
que hoy día aparecen como capítulos en los también más fiable, el trabajo arqueológico,
manuales y libros de Arqueología, y lo que es renovación metodológica que sigue plena-
más importante, como entradas en diccio- mente vigente en la actualidad. Vamos a
narios y enciclopedias de divulgación. comenzar analizando este punto y señalan-
do los últimos avances en el estudio de la
La “Arqueología de la Muerte” sería en-
arqueología funeraria, en la estela de lo que
tonces, según esta acepción inicial, aquella
supusieron esas renovaciones en el trabajo
parte de la disciplina arqueológica encar-
de campo y en el estudio de los materiales
gada de tratar e interpretar los restos vin-
recuperados.
culados al mundo funerario. La Nueva Ar-
queología consiguió –qué duda cabe– una
verdadera renovación de los estudios sobre
tumbas y necrópolis, pero también fue uno II. NOVEDADES
de los campos en los que se advirtieron con METODOLÓGICAS
más rapidez las limitaciones de este enfoque
teórico. Como probablemente nos han repe- Cuatro coordenadas básicas configuraron
tido más de una vez, la Nueva Arqueología el marco identificativo de la Nueva Arqueo-
trabajaba desde una perspectiva básicamen- logía en relación con el estudio de los ce-
te darwinista, en la que, siguiendo a Leslie menterios y el ritual funerario. En primer
White, la Cultura era un medio extrasomáti- lugar, el interés por la referencia espacial,
co de adaptación al medio. Si esto era así, lo tanto de los objetos como de las estructuras
crucial en el estudio de una sociedad seria funerarias y, desarrollando progresivamente
conocer cuáles habían sido sus estrategias el zoom de alejamiento, de las necrópolis
adaptativas y entender el cambio cultural respecto a sus poblaciones y su territorio.
como una fórmula de reajustar su situación Aquí hablamos de la “Arqueología Espacial”,
respecto a su entorno. En consecuencia, los dentro de sus niveles Micro, Medio y Macro,
aspectos más valorados en el estudio de una un lenguaje típicamente procesual.
sociedad serían los temas relacionados, por
La segunda coordenada fue la mejora de
un lado, con la supervivencia –es decir, los
los sistemas de clasificación y el tratamiento
aspectos económicos y su vinculación con el
estadístico de los datos, que buscaba anular
medio ambiente–, y por otro, con la estruc-
el efecto engañoso que supone elevar a nivel
tura organizativa de la sociedad, que es la
de generalización lo que en realidad no son
que permitiría una adaptación exitosa.
más que comportamientos individualizados
La “Nueva Arqueología” supuso, como y escasamente representativos. La “Arqueo-
es sabido, una mejora notable en el trata- logía Analítica” de Clarke (1983) abrió un
miento del registro arqueológico. Además campo que hasta hoy no ha dejado de avan-
de aquellas “Arqueologías” temáticas gene- zar.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 27


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– TERESA CHAPA BRUNET

En tercer lugar, la Nueva Arqueología pero que pocas veces fueron desarrollados,
desarrolló la interpretación social de los era establecer hasta qué punto las tumbas
restos funerarios, estableciendo una com- eran un fiel reflejo de la sociedad o si de-
pleja secuencia de criterios para jerarquizar formaban o enmascaraban algunos de sus
a los individuos en función de sus estructu- rasgos constitutivos. Se establecía la jerar-
ras funerarias y de sus ajuares, asociando quía social por las tumbas, pero, ¿había los
estos datos a la información sobre su sexo mismos indicios de jerarquía en el mundo
y edad. de los vivos?
La cuarta coordenada fue la incorpora- Actualmente los estudios que se reali-
ción de unos sistemas analíticos mucho más zan sobre las necrópolis abordan a menudo
perfeccionados, estimulando la colabora- una comparativa con los estudios de los da-
ción interdisciplinar y el estudio tecnológico tos recopilados en los poblados. Un ejemplo
y económico de los restos encontrados. En lo tenemos en un reciente trabajo de Ruiz
coherencia con los intereses económicos y Zapatero (2004), donde se comparan los
medio-ambientales, prioritarios en esta ten- ajuares domésticos y funerarios del Bronce
dencia, las piezas eran valoradas en todo su Final y Primera Edad del Hierro, no sólo en
proceso de elaboración y no sólo en su clasi- su aspecto formal, sino en el lugar que ocu-
ficación tecno-morfológica, como era habi- pan en cada uno de sus respectivos contex-
tual hasta entonces. Encontramos a partir tos (Figura 1).
de este momento estudios sobre la cons-
La perspectiva recíproca desde las ne-
trucción de las tumbas, sobre la cantidad de
crópolis y los asentamientos es, por tanto,
metal incluido en los ajuares, sobre la pro-
un enfoque necesario en la investigación,
cedencia de los objetos de piedra, o sobre
máxime cuando es posible que alguno de
el costo que pudo suponer el sacrificio de
los dos sectores, especialmente el funera-
los animales y sus patrones de descuartiza-
rio, no ofrezca el reflejo esperado de sus
miento y consumo. A ello se añadían análisis
correspondientes poblados. Es habitual que
paleobotánicos y cronologías absolutas que
los restos de los cementerios proporcionen
complementaban las series estratigráficas
registros de población inferiores a las esti-
básicas.
maciones que se realizan a través del estudio
Algunos de los aspectos señalados se de las viviendas. En ocasiones esta ausencia
han convertido en puntos de referencia de es notoria, como se ha señalado en el caso
los estudios funerarios, especialmente los de la Cultura Ibérica, e incluso pueden dar-
estudios espaciales a diferentes niveles, y la se casos de inexistencia casi generalizada,
interpretación social de los restos. Es ge- como ocurre en algunas áreas del Bronce
neralmente sabido que la situación de las Final peninsular. Cuestiones de ideología y
necrópolis respecto a los poblados puede de nivel social y económico pueden marcar
leerse de muchas maneras, que van de lo estas tendencias, factores que han actuado
funcional a lo simbólico. –Necrópolis roma- hasta la actualidad en este sentido. Hoy día
nas junto a las vías de entrada; depósitos se nos presentan otras alternativas todavía
funerarios en medios acuáticos, etc.– Uno más “engañosas” para la Arqueología, como
de los aspectos que siempre se indicó des- la creciente moda de convertir las cenizas
de los presupuestos nuevo-arqueológicos, procedentes de las incineraciones de los di-

28 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE: ASPECTOS METODOLÓGICOS ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIGURA 1.- Comparación de espacios y materiales entre casas y tumbas del Bronce Final (según Ruiz
Zapatero, 2004)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 29


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– TERESA CHAPA BRUNET

funtos en diamantes que permanecen y en- de los difuntos, así como distintos aspectos
grosan la herencia familiar3. del ritual de cremación, con lo que se abrie-
ron nuevas posibilidades en la investigación
Asimismo puede comprobarse que al-
de las culturas que someten a sus difuntos a
gunos de los aspectos tratados en los años
la acción del fuego.
70 y 80 se van abordando desde nuevas pers-
pectivas. El estudio de las construcciones En el caso de la Península Ibérica, la
funerarias, de sus características arquitec- colaboración entre arqueólogos y antropó-
tónicas y del esfuerzo que costaba levantar- logos se puede considerar como tardía. A
las iba dirigido expresamente a una lectura pesar de todo, y dada la importancia de este
de la jerarquización social. Actualmente, la ritual funerario a partir del Bronce Final,
“Arqueología de la Arquitectura” desborda a comienzos de la década de 1980 surgen
ampliamente esos parámetros, al conside- las primeras colaboraciones, plasmadas en
rar el edificio funerario como generador de análisis puntuales de enterramientos de
un espacio interior que es diseñado no sólo cremación singulares (Campillo, 1982:101-
en relación a la importancia de los persona- 2). Rápidamente seguirán otros conjuntos,
jes enterrados, sino también en función de como los de Ibiza (Gómez Bellard 1985),
ideas y normas que rigen el comportamiento conjuntos funerarios ibéricos como los del
funerario, y que en buena medida constitu- Cigarralejo (Santonja 1985), Pozo Moro (Re-
verte 1985), aunque quizás ninguno tendrá
yen una materialización del mundo del más
tanta repercusión como el estudio realizado
allá (Sánchez, 1998; 2004).
sobre los restos humanos incluidos en el tro-
Podríamos encontrar muchos otros ca- no de la Dama de Baza (Reverte, 1986), por
sos de los resultados que van obteniéndose la aparente contradicción entre su condi-
en la actualidad a partir de la reorganización ción femenina y la presencia de armamento
de los estudios funerarios planteada por la en el ajuar.
Nueva Arqueología, pero me centraré sobre
Desde luego, la incineración de los
todo en uno de los campos en el que creo
restos humanos puede llegar a provocar
que se ha avanzado más respecto a las dé- grandes limitaciones en el estudio antro-
cadas de 1970 y 1980, y que es el de la Pa- pológico, siendo imposible a veces conocer
leoantropología, en la que hay que destacar incluso el sexo y la edad, y dando margen a
cuatro líneas que enriquecen notablemente
los estudios arqueológicos: la Paleodieta, los
estudios de ADN, la Paleopatología, y el aná-
3
| Se pueden encontrar numerosas referencias
en internet sobre este tema, cuyos servicios comercia-
lisis antropológico de las incineraciones4. les por el momento se ofrecen únicamente desde Sui-
za.
Empecemos por el final. Hasta la década 4
| Empleamos indistintamente los términos inci-
de 1960 se suponía que los restos quemados neración y cremación, aunque con propiedad no debe-
quedaban tan deteriorados por la acción del ríamos usar más que este último, ya que el esqueleto
fuego que no merecía la pena su estudio y no queda en ningún caso reducido sólo a cenizas tras
de hecho, en muchas ocasiones no se con- los rituales practicados en la Antigüedad. Ciertamente,
tampoco en la actualidad los procesos de “incinera-
servaban. Afortunadamente, los trabajos de ción” son estrictamente tales, puesto que sigue perma-
Wells (1960) en Inglaterra demostraron la neciendo una fracción ósea que no llega a destruirse
posibilidad de determinar la edad y el sexo por completo.

30 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE: ASPECTOS METODOLÓGICOS ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

la aplicación de criterios diferenciales entre que recogían los huesos quemados para in-
especialistas, como ocurrió en el caso de la troducirlos en sus correspondientes urnas,
necrópolis de Los Castellones de Céal. En actuaban según pautas muy comprensibles,
esta ocasión, la muestra de los restos hu- seleccionando aquellos restos de mayor en-
manos cremados fue sometida a dos análisis vergadura o con una forma más llamativa,
independientes, obteniéndose resultados mientras que los pequeños restos de diáfisis
parcialmente diferentes. Mientras que en un se abandonaban entre los carbones (Chapa y
caso se aventuraba más en cuanto a la ads- Pereira, 1992) (Figura 2).
cripción de sexo, en otro se prefería una pos- Por otro lado, un estudio detallado de
tura más prudente, engrosando el apartado los dos conjuntos depositados en una misma
de “indeterminados” (Chapa et al. 1998, pp. tumba, y en este caso volvemos de nuevo a
203-204) la cámara ibérica de Hornos antes citada, ha
Eso sí, un análisis detallado permite permitido apreciar que, aunque la intención
conocer aspectos importantes del proceso fue separar los restos de las dos personas
ritual. En primer lugar podemos aludir a la en urnas distintas, alguno de los huesos de
temperatura que alcanzó la pira funeraria. una de ellas acabó en la urna contraria. Esto
Como señalan Trancho y Robledo (e.p.)5 en pudo saberse al comprobar que uno de los
su estudio sobre los restos quemados ente- huesos de una urna encajaba perfectamente
rrados en la cámara ibérica de época antigua con su otra mitad, recuperada en el segun-
del Cerrillo de la Compañía (Hornos, Jaén), do recipiente funerario. En este caso lo que
se ha comprobado experimentalmente que podemos suponer es que la cremación fue
a partir de 200ºC la acción del fuego em- simultánea, en piras contiguas con posibili-
pieza a provocar un cambio en la coloración dades de mezcla, o consecutiva en un mismo
de los huesos, que progresivamente va oscu- lugar Trancho y Robledo, e.p.).
reciéndose. A partir de 600ºC pasan a gris, En cuanto a la Paleopatología, no es
y sobrepasando los 650ºC torna a “blanco necesario señalar que es un campo que ha
de incineración”. Ciertamente, aunque la avanzado considerablemente en los últimos
temperatura de la pira funeraria sea más o años, al que se vinculan amplios grupos de
menos alta, la repercusión del calor en los especialistas que, poniendo su trabajo en
huesos puede no ser uniforme. Especialmen- común, permiten ofrecer constantemente
te los huesos largos pueden tener variacio- novedades6. Uno de los aspectos que más
nes notables en su coloración, tanto en su preocupa a los especialistas, por la dificul-
extensión como en su sección desde la parte tad que entraña su estudio, es el de la de-
exterior a la zona interna.
En segundo lugar, y si contamos con 5
| Agradecemos tanto a los autores como a los
la posibilidad de comparar los restos intro- editores de la monografía el habernos permitido con-
ducidos en las urnas o las tumbas y los que sultar el texto antes de su publicación.
se asocian a las piras funerarias, es posible 6
| El último Congreso Nacional de Paleopato-
también conocer las pautas de selección y logía, celebrado en Cáceres (2005), insistió en la ne-
cesidad de relacionar estrechamente los intereses ar-
recogida de los restos. En el caso de Caste- queológicos y paleopatológicos, disciplinas que hasta el
llones de Céal se observó que, una vez fina- momento han colaborado de forma más paralela que
lizado el proceso de cremación, las personas interrelacionada.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 31


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– TERESA CHAPA BRUNET

FIGURA 2.- Tipos de huesos encontrados en las tumbas y las piras de la necrópolis ibérica de Los
Castellones de Céal (Según Chapa et al. 1998).

tección de plagas o pandemias a partir de introducidas desordenadamente en una fosa


enfermedades que apenas dejan huella en la colectiva de unos 3 m. de largo –se contabi-
estructura ósea. La detección se produciría lizaron 11 hombres, 7 mujeres y 16 niños,
entre muestras amplias de enterramientos todos ellos con un fuerte golpe en la cabe-
si éstos reflejan un modelo parecido al de la za que les causó la muerte–, se unen los de
población viva, y no el perfil correspondiente Schletz y Asparn–, con unos 60 individuos
a una curva esperada de muerte (alto núme- (Wild et al., 2004).
ro de tumbas infantiles, pocos adolescentes
A partir de entonces se conocen bastan-
y aumento gradual de los adultos de más
tes otros casos. Uno de los primeros estu-
edad) (Gowland y Chamberlain, 2005).
dios en la Península Ibérica es el de San Juan
Igualmente, los indicios de violencia ante Portam Latinam, donde se recuperaron
van acumulando cada vez más información. más de 100 individuos en un enterramiento
Los primeros enterramientos colectivos que colectivo que incluía al menos nueve heridas
muestran personas violentamente muertas por flecha en un conjunto fechado a finales
se fechan al menos en el 6000 BP, en pleno del IV milenio a.C. Lo más llamativo es que
inicio de la colonización neolítica de Europa los impactos, por regla general, se habían
Central. Al muy conocido caso de Tahleim, producido por detrás. Afectaban exclusiva-
en el Rin Medio, con más de 30 personas mente a los varones, no constatándose su

32 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE: ASPECTOS METODOLÓGICOS ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

presencia entre niños o mujeres, lo que des- Basándonos de nuevo en el trabajo de


carta un origen bélico para esta gran tum- Trancho y Robledo (e.p.), puede decirse
ba. Además, alguno de los individuos curó que fue hacia mediados del s. XX cuando el
de sus heridas y pudo seguir viviendo más o desarrollo nuclear provocó la necesidad de
menos tiempo después del impacto de la fle- valorar la incorporación del estroncio en la
cha (Vegas et al., 1999). En todo caso, todos biosfera, puesto que las explosiones aumen-
estos fenómenos, constatados desde fechas taban considerablemente su proporción en
muy antiguas, han dado lugar a la prolifera- la estratosfera. A partir de ahí comenzaron
ción de una bibliografía especializada sobre a desarrollarse los sistemas para medir la
la violencia y la guerra en el pasado (Gracia proporción de estroncio en los seres vivos,
Alonso, 2003; Guilaine y Zammit, 2002). incluidos los animales y los seres humanos,
que lo adquirían a través de la cadena ali-
Otro de los campos relacionados con mentaria. Otros diversos elementos han ve-
los restos humanos que se han desarrollado nido a unirse al estroncio en estos estudios,
con más fuerza en los últimos años es el del lo que ha llegado a conformar un patrón de
análisis del ADN, que ha revolucionado en comportamiento alimentario que se corres-
gran medida nuestros conocimientos sobre ponde con la cantidad y las proporciones que
el origen de la humanidad moderna y sobre cada elemento químico deja en el sustrato
el poblamiento de los distintos continentes, óseo. Así, el cobre y el zinc se consideran in-
pero que también se aplica con fines más dicativos de una dieta carnívora, el estroncio
limitados entre poblaciones de carácter lo- se asocia a una dieta vegetariana y también
cal, sustituyendo antiguos métodos de in- a los alimentos de origen marino, mientras
terés genealógico, como la paleoserología. que bario, magnesio o vanadio se relacionan
Sus posibilidades reales son actualizadas de con productos de origen vegetal.
forma constante en la bibliografía, dada la
rapidez con que el método va perfeccionán- Una aplicación muy interesante de los
dose y agilizando sus resultados (Scholz et análisis químicos basada en el comporta-
al. 2000; Hagelberg, 2005). miento del Estroncio es la que relaciona
este componente con posibles migraciones,
Finalmente, me referiré a los estudios un aspecto difícil de valorar desde el punto
de Paleodieta. La Palinología y la identifica- de vista puramente arqueológico. El sistema
ción de los macrorrestos vegetales y de la se fundamenta en el hecho de que el estron-
fauna han sido tradicionalmente el siste- cio asimilado por el esqueleto a través de
ma más habitual para establecer, tanto los la dieta representa componentes que están
patrones medioambientales como los de la presentes en la geología local. Las plantas
alimentación de las sociedades del pasado. aportan minerales extraídos del suelo y del
En la actualidad, son los propios restos hu- agua, que son representativos de los compo-
manos los que se han convertido en la clave nentes geológicos del entorno. La clave está
para establecer las pautas alimentarias de en que, mientras que los huesos renuevan
una población y de su variabilidad individual el estroncio absorbido a través de la dieta
o social, a través del estudio de los elemen- (se calcula que el estroncio presente en los
tos traza, de los isótopos estables o del pa- huesos representa aproximadamente los 10
trón de estriación dentario. últimos años de la alimentación de una per-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 33


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– TERESA CHAPA BRUNET

sona), el esmalte de los dientes lo absorbe todas estas nuevas posibilidades que se nos
sólo en los primeros años de vida del indi- brindan tienen también sus contrapartidas
viduo, y después cesa su interacción con la si queremos que los datos obtenidos sean
alimentación, permaneciendo por tanto es- fiables, y esto en general se refleja en una
table. Esta etapa de formación se inicia ya mayor complejidad y en un encarecimiento
en el feto y termina con la erupción de los sustancial del trabajo arqueológico.
dientes definitivos, en torno a los 12 años.
Pongamos primero el ejemplo del es-
Así pues, una persona que tenga diferente
troncio. Para saber si el que reflejan los hue-
composición entre el estroncio de los hue-
sos y el esmalte de los dientes corresponde
sos y de los dientes, es previsible que haya
a componentes locales, será preciso realizar
vivido sus últimos años en una zona distinta
de donde nació (Price et al., 2000; 2002). un estudio de la Geología de la zona, y de-
terminar por tanto el patrón esperable para
Este método ha sido aplicado a yaci- un individuo que viviera en ella e ingiriera
mientos de la Cultura del Vaso Campanifor- los alimentos propios de su época. Sin este
me en Europa Central, analizando muestras modelo de contraste los datos obtenidos no
de cementerios de Austria, República Che- pueden tener una referencia válida.
ca y Hungría. Aunque con diferencias, se
evidenció una fuerte incidencia de los mo- Volviendo igualmente al caso de los
vimientos de población (Price et al., 2004). estudios generales de la dieta, no hay que
Asimismo podemos encontrar aplicaciones pasar por alto que los huesos, al ser ente-
al mundo romano tardío. Los análisis apli- rrados, entran en contacto con la tierra y
cados a los restos óseos de dos cementerios el agua, que también están cargados de ele-
ingleses fueron discrepantes (Budd et al. mentos químicos, y que pueden contaminar
2003). Mientras que en uno (Magotsfield, los restos humanos. Es preciso que antes
mitad s. III d.C) se pudo comprobar que la del proceso de estudio se realice tanto una
población era local, en otro de Eagle Hotel cuidadosa limpieza, tanto mecánica como
Site (Winchester), un siglo más tardío, se química. El primer sistema consiste en su-
pudo observar que los 4 individuos analiza- primir una pequeña capa externa del resto
dos no eran nativos, proponiendo los auto- analizado, de forma que elimine la parte del
res del estudio, por las características de los suelo mineral adherida al hueso, así como la
minerales detectados, que fueran norteafri- contaminación más superficial.
canos o del sur del mediterráneo. La conclu- Pero esta contaminación puede ser más
sión para esta época es que sería interesante profunda, y para detectarla se suelen em-
plantear proyectos extensivos que pudieran plear otras técnicas, como la de la limpie-
reconocer fenómenos sociales como la colo- za química, centrada especialmente en la
nización o el esclavismo. eliminación del carbonato cálcico. Sin em-
No cabe duda que todas estas noveda- bargo, tiene también sus inconvenientes y a
des abren vías importantes a la investiga- menudo se revela insuficiente. El protocolo
ción, especialmente en campos donde los más empleado y que resulta más fiable es
datos arqueológicos pueden ser valorados de realizar la analítica no sólo sobre los huesos
muy distintas maneras. Ahora bien, los ar- humanos, sino también sobre la tierra que
queólogos debemos ser conscientes de que les rodea y sobre los restos de fauna que les

34 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE: ASPECTOS METODOLÓGICOS ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

acompañan. En el caso de que existan pa- Esto requiere un gran esfuerzo, y a veces
trones diferentes entre humanos y anima- no sólo eso, sino, como se ha dicho antes,
les, y que los primeros se acerquen más a aumentar significativamente los precios del
los componentes geológicos de su estrato, trabajo arqueológico. Pongamos el ejemplo
es previsible que exista una contaminación del Carbono 14, un método discutido, pero
significativa de los restos analizados. cuyo uso es a la vez indiscutible en Arqueo-
En definitiva, la incorporación de estas logía. En los últimos años se ha desarrolla-
nuevas técnicas supone una reorganización do la técnica AMS, que además de precisar
del trabajo arqueológico, de forma que se muestras muy pequeñas, permite limitar la
cumplan rigurosamente los protocolos cien- desviación estándar obtenida y fijar por lo
tíficos, y de esta manera, los resultados pue- tanto tramos menos amplios para las fechas
dan ser válidos. Y esto no sólo para esta es- proporcionadas. Su empleo es muy recomen-
pecialidad recientemente incorporada de los dable en la mayor parte de los contextos,
análisis químicos aplicados a las paleodietas, pero ello requiere una partida específica de
sino para todos los métodos que llevamos presupuesto de la que no siempre disponen
utilizando desde hace más tiempo, como los los equipos arqueológicos.
análisis de polen o el buen uso de las fechas
de Carbono14. En muchos de los casos, los
arqueólogos no estamos familiarizados con
los estándares mínimos que requieren esos III. RENOVACIONES TEÓRICAS
métodos, y depositamos una confianza ciega
Pero dejémonos de tanta materialidad y vol-
en los especialistas sin conocer ni valorar,
vamos al mundo de las ideas y de la interpre-
no ya sus resultados, sino las necesidades
tación arqueológica. Finalizada ya la etapa
imprescindibles para que la información ob-
dominada por la Nueva Arqueología, hemos
tenida sea fiable. En todos los libros y ma-
entrado en el mundo Post-procesual, que
nuales se indica que la Arqueología es una
abarca muy distintas tendencias, y que ha
actividad multidisciplinar, y que es precisa
una colaboración entre especialistas que abierto el camino a diversos enfoques globa-
vaya más allá de la simple yuxtaposición de les o sectoriales, que han recibido múltiples
datos y apéndices en las memorias arqueoló- denominaciones (Arqueología Crítica, Ar-
gicas. Pero hay algo más, y es que la excava- queología Radical, Arqueología de la Identi-
ción e interpretación de los yacimientos es dad o incluso la más conocida y transicional
responsabilidad de los arqueólogos, y puesto Arqueología del Paisaje). Estas propuestas
que estas tareas requieren una planificación parten de una reflexión autoconsciente del
de las estrategias de trabajo, es imprescin- bagaje ideológico del propio investigador,
dible que se tomen las medidas adecuadas que condiciona los planteamientos y mé-
para que los procedimientos científicos se todos del trabajo arqueológico. En cuanto
desarrollen con todas las garantías, y en este a la investigación sobre el pasado, buscan
caso, o tenemos una información suficien- igualmente trascender los datos puramente
te y previa a la excavación, o difícilmente materiales para penetrar en la esfera de la
vamos a poder llevar a cabo un trabajo de ideología, el simbolismo o las relaciones so-
calidad. ciales, aspectos todos ellos apenas tratados

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 35


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– TERESA CHAPA BRUNET

por la Nueva Arqueología, lastrada por sus el conocimiento de una sociedad de la mano
propios planteamientos teóricos. de los individuos que la conformaron, y en
cierta medida esta es una dimensión diferen-
Teniendo en cuenta estas prioridades,
te a la del estudio de los asentamientos y de
resulta evidente que uno de los principales
los territorios, en los que debemos “situar”
campos de desarrollo de estas nuevas ten-
a nuestros protagonistas en espacios que
dencias es precisamente el estudio de las
hace mucho tiempo dejaron vacíos. Veamos
necrópolis, puesto que su propia existencia
algunos ejemplos –una pequeña selección
se encuentra estrechamente ligada con las
que es apenas un apunte– de la aplicación
creencias de una sociedad. Los restos encon-
de los enfoques postprocesuales en relación
trados en los cementerios suelen adaptarse
con los restos funerarios.
a normativas sociales, pero también dejan
campo a conductas grupales, familiares e Empezaré con unos aspectos casi in-
individuales, y nos enfrentan, en definitiva, aprensibles, pero que se hacen evidente en
a personas reales, a personas que tuvieron ciertos soportes como es el de la iconografía,
una historia y unas vivencias concretas. Con un campo que plantea, a mi interesado juicio,
el estudio de las necrópolis penetramos en un interés especial. Se trata de la concepción

FIGURA 3.- Transformación iconográfica a través del


tiempo. 1. Escena infernal de Pozo Moro; 2-3. Lucha contra
grifo y lucha de guerreros de Porcuna; 4. Cipo de Jumilla

36 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE: ASPECTOS METODOLÓGICOS ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

del tiempo y el espacio que se reflejan en los indican que los personajes representados son
monumentos funerarios, y que revelan mu- los del universo humano más que divino, y por
cho sobre la concepción que la sociedad tuvo tanto el tiempo en el que se enmarca es el de
sobre este ámbito, y sobre cuál fue su posi- los espectadores más que el de la divinidad.
ción respecto a las imágenes y escenas repre- La asociación de las imágenes a un tiempo y
sentadas. En un estudio anterior he analizado a un espacio determinados parece vincularse,
estos aspectos sobre ciertos monumentos fu- por tanto a la propia configuración social y a
nerarios ibéricos (Chapa, 2003a), y sólo voy su cambiante ideología.
a indicar aquí unos breves apuntes para que
Seguiré con la Arqueología de Género,
se aprecien las posibilidades de esta línea de
una de las líneas más desarrolladas en los
investigación (Figura 3).
últimos años, y de la que la Arqueología Fe-
En el Monumento de Pozo Moro, fecha- minista es una parte sustancial. Si tomamos
do en principio hacia el año 500 a.C., lo que como referencia los datos funerarios, conven-
se nos representa es el mundo infernal, en el dremos en que la mayor parte de los ajuares
que el héroe parece desenvolver sus acciones. que consideramos indicativos apuntan al
Su poder, su astucia y su habilidad se proyec- sexo masculino. A los hombres asociamos la
tan al más allá, no es un espacio accesible al mayor parte de las herramientas de trabajo
común de los mortales. Él pertenece a otra especializado, así como por supuesto todo
dimensión, a la que los demás no pueden ac- tipo de armamento, mientras que las mujeres
ceder; se sitúa fuera del alcance de sus seme- se reconocerían por elementos ligados a las
jantes, y la escala de tiempo tampoco se ajus- tareas tradicionalmente femeninas, como el
ta, seguramente, al transcurrir de los días y hilado o el tejido, y por diferentes tipos de
las horas del calendario, sino que se proyecta adornos y abalorios. Sin embargo, mientras a
a momentos iniciales, genésicos, de su pro- menudo se ha indicado que el tejido ha sido
pia sociedad. Muy pocos individuos acceden a patrimonio masculino en muchas sociedades,
una sepultura en estos momentos, en los que en las que también varía el concepto de deco-
se reconoce una fuerte jerarquización social, ración corporal, el resultado es que los ajua-
con una posible realeza que utiliza estos sím- res característicamente femeninos apenas
bolos de manera exclusiva. pueden definirse, mientras que los masculi-
nos abarcan prácticamente la totalidad de las
Algo más tarde, en el conjunto de Porcu-
variables recuperadas. Como consecuencia
na –primera mitad del s. V a.C.– se intercalan
sucede que las mujeres son a menudo invisi-
la esfera mítica y la humana, revelando que la
bles a través del registro arqueológico.
población está empezando a formar parte de
este universo simbólico, en el momento de Nuestros propios parámetros y la falta de
nacimiento de las primeras estructuras clara- referentes en las culturas analizadas provo-
mente urbanas. Poco después se produce un can a menudo el desconcierto –cuando no el
rechazo a esta iconografía, y en la transición error– en la lectura de determinados elemen-
al s. IV a.C. las necrópolis ibéricas se amplían tos de cultura material. El caso de la Cultura
para acoger a la mayor parte de la población. Ibérica es bastante representativo. La asocia-
Se advierte ahora que el protagonismo pasa a ción –ciertamente excepcional– de armas a
la dimensión humana más que a la de ultra- tumbas que se han clasificado como femeni-
tumba. Monumentos como el cipo de Jumilla nas en función de los análisis antropológicos

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 37


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– TERESA CHAPA BRUNET

ha resultado inexplicable, siendo el caso más


representativo el de la Dama de Baza (Rever-
te, 1986). Tampoco nuestra valoración de los
adornos personales coincidía hace años con
los usos propios del mundo ibérico, donde
vemos gracias a la iconografía y a las tumbas
que han proporcionado una identificación se-
gura de los restos óseos, que los pendientes
huecos de oro eran básicamente un adorno
masculino y no femenino. Desde nuestras
apreciaciones actuales, ¿quién iba a pensar
que los hombres de la Edad del Bronce se de-
jaban crecer extraordinariamente el pelo y lo
peinaban con gruesas y larguísimas trenzas, FIGURA 4.- Cambio en la consideración del
como se ha podido apreciar en el Castellón género femenino en la lectura de la información
Alto de Galera? (Coperías, 2003). arqueológica. La mujer vikinga desplaza
al hombre, a pesar de que éste lleva los
Parece razonable entonces, una vez es- atributos guerreros que tanto se han valorado
tablecidas las premisas teóricas, que se debe habitualmente en la bibliografía. A ella se
dejar hablar a la evidencia arqueológica por asocian importantes tareas, como el control de
sí misma, y no ejercer sobre ella más aprioris- la producción (producto, balanza y llaves de la
mos que los involuntarios, de forma que los despensa). Dibujo de Geir Helgen en Stalsberg
datos inesperados encajen con más facilidad (2001).
en nuestros estudios. Sin embargo, es cierto
que dadas nuestras dificultades previas en en- amplia Arqueología de Género, y junto a ellos
contrar a las mujeres, resulta inevitable que han surgido también, aunque en número mu-
los proyectos de investigación refuercen los cho menor, los enfoques que pueden denomi-
mecanismos de detección de los espacios y narse como “masculinistas”, por oposición a
de la cultura material ligada a la mujer. Esta los enfoques “androcéntricos” tradicionales
línea debe encuadrarse en la tendencia ideo- (Knapp, 1998). Se trata aquí de configurar la
lógica y política más general de feminismo o imagen y el carácter de lo masculino en una
incluso de discriminación positiva, y es rela- sociedad, dejando espacio para combinarlo
tivamente habitual observar que tanto en los con la visión feminista, e incluso con el re-
proyectos, como sobre todo en los congresos conocimiento, mucho menos frecuente, del
y las publicaciones internacionales se refuer- “tercer género”, puesto que en la actualidad
cen las investigaciones sobre estos temas. Se empiezan a desarrollarse estudios sobre la
trata, en definitiva, de desvelar las relaciones homosexualidad en el pasado y sobre las fór-
de igualdad o desigualdad entre lo femenino mulas para detectarla arqueológicamente.
y lo masculino en las sociedades del pasado,
Dentro de estas líneas hay que hacer
y bajo qué fórmulas se articulaban (Arnold y
mención igualmente a otro segmento de la
Wicker, 2001). (Figura 4).
sociedad que no encaja bien en los dominios
Como se ha señalado anteriormente, los anteriores, y que es el de la población infan-
enfoques feministas se integran en la más til. Los niños, antes de llegar a la pubertad,

38 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE: ASPECTOS METODOLÓGICOS ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

suelen ser considerados como un grupo poco estructura su propia organización social. La
definido desde el punto de vista del género, identidad de grupo se manifiesta en todos
y en muchos casos los varones se crían bajo los ámbitos, tanto en la esfera política como
la esfera femenina hasta que adquieren edad en la económica, pero en ningún espacio se
suficiente para integrarse en el mundo mas- expresa con más claridad que en el del ri-
culino. El trabajo sobre el universo infantil tual, y especialmente el funerario (Shennan,
tanto en los poblados como en las necrópolis 1994; Thomas, 1996).
está adquiriendo una gran importancia en los Todos aquellos grupos que conciban y
últimos años, puesto que la forma en la que acepten la existencia de una vida después de
se trata a los niños es muy indicativa de la la muerte, y son la inmensa mayoría, deben
configuración, ideología y normativa de una arbitrar una serie de fórmulas para que sus
sociedad (Kamp, 2001). El estudio a fondo de difuntos puedan atravesar adecuadamente
este tema, sin embargo, se ve limitado a me- este umbral. Las alternativas serán muy di-
nudo porque los huesos infantiles son muy di- versas, desde la cremación a la inhumación,
fíciles o incluso imposibles de sexar, aunque desde la exposición de los cadáveres a las
se encuentren en muy buen estado de con- sepulturas primarias y a los enterramientos
servación, lo que deja en principio al ajuar secundarios, desde la deposición en las aguas
que se integra en sus tumbas la posibilidad al enterramiento en tierra firme. A su vez,
de asignar los restos a uno u otro sexo, repro- diferentes agrupaciones o identidades dentro
duciéndose los problemas que ya se han indi- de una sociedad pueden provocar la existen-
cado respecto a las mujeres. Puedo asegurar cia de uno o varios cementerios, a la práctica
por experiencia (Chapa, 2003b) que el traba- de ritos distintos y a una enorme variabilidad
jo sobre la infancia es una línea apasionante, en las sepulturas, que va desde la práctica
que está siendo desarrollada ampliamente en ausencia de estructuras a la construcción de
el momento actual, pero que se encuentra complejas edificaciones funerarias.
aún en un estado suficientemente incipiente
como para merecer una consideración entre Y esta identidad no cabe sólo buscarla
los futuros investigadores como línea de tra- en el campo de lo social, sino que es posible
bajo para elaboración de tesis doctorales o detectar también variaciones a nivel indi-
trabajos de investigación. vidual. Un ejemplo lo tenemos a través del
vestido y del adorno personal, si es que el
Otra línea de gran interés es la que cadáver va acompañado de estos elementos.
pretende apreciar símbolos personales y de Además de las pautas socialmente sanciona-
grupo a través de los restos funerarios. La das sobre la vestimenta, existe habitualmen-
Arqueología de la Identidad busca recono- te campo para disponer de ciertos elemen-
cer aquellos parámetros que son expresados tos de forma particularizada, lo que indica
por un grupo como elemento cohesionador el deseo de individualización por parte de la
desde el punto de vista interno, así como persona. Otro ejemplo, más frecuente de lo
diferenciador respecto al resto (Bourdieu, que parece en las Culturas antiguas, es el
1991). Esto implica conocer la forma en la de los tatuajes, que nos muestran un mundo
que cada grupo se sitúa, concibe y articula lleno de símbolos e imágenes profundamen-
su relación con el mundo y las sociedades te asumido e indisolublemente unido a los
que le rodean, así como la manera en la que individuos. Desde el “hombre de los hielos”,

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 39


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– TERESA CHAPA BRUNET

FIGURA 5.- Tatuajes


del varón enterrado en
el túmulo 2 de Pazyryk
(tomado de Parker
Pearson, 2005, 3.10).

cuya cronología hay que remontar a los ini- es el de abrir nuestras mentes a una amplia
cios del Calcolítico, a los riquísimos diseños diversidad de ejemplos y posibilidades, re-
tatuados que muestran los cadáveres de los sulta especialmente ilustrativo mirar direc-
kurganes escitas de la Edad del Hierro en el tamente a nuestro alrededor.
sur de Siberia, como es el caso de Pazyryk Tradicionalmente, uno de los hechos
–c. 500 a.C.– (Figura 5) son muchos los más difíciles de entender y explicar en el
grupos que han empleado esta práctica de mundo funerario de la Prehistoria era el uso
expresión personal y colectiva, algo que se que al final del Natufiense y en el Neolítico
pierde para siempre en los casos en los que Precerámico del Próximo Oriente (en torno
se practicó la cremación. (Rudenko, 1970; a 11.000-9000 BP) se hacía de las calaveras
Demetz, 1998) humanas. Aparecían en ciertas estructuras,
La Etnoarqueología es aquí un gran apo- solitarias o agrupadas, y se cubrían con ba-
yo para los especialistas, ya que podemos rro, introduciéndose conchas en sus ojos
encontrar múltiples ejemplos que amplían para devolverles su apariencia vital. Los es-
nuestra capacidad de juicio, y a la vez rela- queletos, desprovistos de sus cráneos, yacían
tivizan ciertas aseveraciones que tomamos a enterrados bajo los suelos de las casas (Byrd
veces por ciertas cuando no deben ser con- y Monahan, 1995; Bar Yosef, 1998).
sideradas más que como una propuesta más En la actualidad se puede comprobar
entre muchas otras. Es habitual que recu- cómo en lugares como Bolivia las calaveras,
rramos a grupos humanos similares a los de pertenecientes o no a auténticos antepasa-
nuestro objeto de estudio para que podamos dos, son arregladas, vestidas y “alimentadas”
establecer comparaciones razonables. Sin por la gente, que las aloja en sus domicilios
embargo, si el objetivo que nos planteamos y las festeja en los cementerios en días espe-

40 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE: ASPECTOS METODOLÓGICOS ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

cialmente fijados. Vida y muerte se entrela- IV. TRABAJANDO CON


zan de una forma mucho más fluida que la
NECRÓPOLIS: PROBLEMAS Y
existente en el mundo occidental, en el que
POSIBILIDADES
existe una separación formal y racional en-
tre ambos ámbitos, proyectada igualmente Todo lo anteriormente señalado marca las
hacia la investigación. pautas que debe seguir cualquier arqueólo-
Otros llamativos casos nos muestran go especializado en contextos funerarios, y
que quedan marcadas por una renovación
cómo también la sociedad actual da res-
teórica y metodológica constante. El cuida-
puesta en el campo de lo funerario a ciertas
doso trabajo que se ha desarrollado en este
tendencias que tienen gran peso en el mun-
campo se ha “exportado” hacia otros ámbi-
do de los vivos, como es el caso del fútbol.
tos, como el policial, abriéndose temáticas
Recientemente hemos asistido igualmente comunes bajo el apelativo de “arqueología
a través de la prensa a un ejemplo de expre- forense” (Hunter et al., 1996). Por otra par-
sión de la identidad sobre parámetros dife- te, el desarrollo de las infraestructuras o la
rentes a los de la edad, el género o la per- urbanística, que afecta a todo tipo de patri-
tenencia a grupos por causa del nacimiento monio arqueológico, tiene un especial punto
o la emigración, en un caso claro de reor- de atención cuando afecta a necrópolis, ya
ganización social de carácter horizontal que la recuperación de restos con estas ca-
con una manifestación funeraria directa. El racterísticas se considera como prioritaria y
club bonaerense del Boca Juniors ha inau- relativamente fácil de justificar de cara a los
gurado un cementerio para sus seguidores, ambientes no especializados.
en el que se cuidarán todos los aspectos Sin embargo, la sociedad actual está
externos e internos relacionados con los empezando a transformar la percepción y
distintivos del club, puesto que incluso los valoración del registro funerario, replan-
féretros llevarán el escudo en el exterior. teando su propia relación con este tipo de
Hombres, mujeres y niños serán enterrados restos. Por un lado, la fuerza progresiva que
aquí, procedentes de muy diversas partes adquieren grupos que reclaman para sí una
de Argentina, puesto que se calcula que identidad étnica y/o religiosa, están cues-
una mayoría de la población del país forma tionando el método científico racionalista
parte de la hinchada de este club. No voy a “occidental” con parámetros del mundo de
pensar en agrupaciones deportivas, –quizás las creencias, la identidad y la política (Fer-
debiéramos–, pero, ¿existieron en el pasado nández Martínez, 2006: 163-207).
que estudiamos otros cauces para la orde- Países con un fuerte pasado colonial, ya
nación de los cementerios que no estuvie- sea en territorios propios o ajenos, como Es-
ran basados necesariamente en las unida- tados Unidos, Inglaterra o Australia, han te-
des familiares?. Es evidente que hubo gru- nido que afrontar requerimientos de las po-
pos de armas, gremios, sociedades secretas blaciones “indígenas” sobre restos humanos
y religiosas, etc., que pudieron alterar o al conservados en museos, o incluso inmersos
menos convivir con otras fórmulas más con- en proceso de excavación. En EEUU se for-
vencionales y reconocidas de disposición de malizó una ley cuyo acrónimo es NAPGRA
los difuntos. (Native Graves Protection and Repatriation

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 41


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– TERESA CHAPA BRUNET

Act) para fijar los protocolos de protección y a los que en ocasiones se da más peso polí-
devolución de los restos reclamados por las tico. Además, se evidencian numerosas con-
comunidades locales (Ousley et al., 2005). tradicciones entre los principios arqueológi-
El gobierno británico, por su parte, creó cos generalmente asumidos y los que entran
en 2001 el “Working Group on Human Re- en juego en estas situaciones de conflicto.
mains” para revisar el estatus legal de los Por ejemplo, se ha criticado frecuentemen-
restos humanos conservados en los museos te que los tratos mantenidos entre algunas
públicos, y para considerar y revisar devo- poblaciones indígenas, las autoridades polí-
luciones de restos de personas etiquetadas ticas o los museos, se centran en la recu-
como “No-UK” a sus descendientes. peración y traslado de los restos humanos,
pero los ajuares que los acompañaban nunca
Todo este proceso lleva a situaciones en
suelen aparecer en las conversaciones ni en
las que se pone de manifiesto que la Arqueo-
las reflexiones de las legislaciones o códigos
logía se implica en niveles que van mucho
de los países occidentales.
más allá de la mera investigación, puesto
que ésta misma queda amenazada o incluso Uno de los casos más llamativos de los
anulada por la aplicación de otros criterios últimos años es el del llamado “Kennewick

FIGURA 6.- Hombre de Kennewick. Las restituciones faciales dan lugar a asociaciones étnicas diversas

42 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE: ASPECTOS METODOLÓGICOS ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

Man”, encontrado el 28 de julio 1996 en los más llamativa de este acuerdo e produjo
márgenes del río Columbia (EEUU) (Figura en el Museo de Manchester, donde un jefe
6). Sus restos, de unos 9.000 años de antigüe- aborigen realizó diversos ceremoniales en el
dad, fueron excavados y transportados al Mu- acto de entrega de cuatro cráneos, a los que
seo Burke de la Universidad de Washington, se unió una disculpa por parte del Museo.
aunque en realidad son propiedad del Cuerpo No todas las instituciones han reaccionado
de Ingenieros del Ejército de los Estados Uni- de la misma manera, y en la actualidad exis-
dos, al que pertenece el lugar del hallazgo. ten numerosas reivindicaciones sin resolver
Diversas comunidades indígenas norteame- en este sentido. Los casos se producen en
ricanas han reconocido este esqueleto como muy diversos países y provocan situaciones
su antepasado, reclamándolo para recibir se- y resultados muy diversos, pero los casos se
pultura de acuerdo a sus tradiciones, lo que multiplican año tras año.
en principio se aceptó, pero ante las numero-
Podemos pensar que en España somos
sas peticiones de ciudadanos y asociaciones
ajenos a estos complicados procesos, pero
de que se realizara un estudio exhaustivo, el
lo cierto es que los precedentes con los que
proceso se detuvo. Además, un buen número
contamos no son nada halagüeños. El pri-
de arqueólogos intervino en el mismo sentido
mero es el caso del “Negro” de Bañolas, un
alegando que el NAPGRA no podía ser apli-
bosquimano que fue desenterrado en 1830 y
cado en este caso. Finalmente, la Asamblea
llevado a Paris después de ser disecado. En
Popular Asatru, de raíces europeas e ideolo-
1916, ya en la colección de Françesc Dardes,
gía precristiana, consideró que la estructura
pasó al Museo de Bañolas, donde se exhibió
corporal del “Hombre de Kennewick” podría
en una vitrina. La polémica se inició en 1992,
corresponder a uno de los pioneros vikingos
cuando un médico –Alfonso Arcelín– indicó
que visitaron América mucho antes que Co-
que el cadáver debía repatriarse, proponien-
lón, por lo que solicitaron nuevos informes
do Bostwana como lugar de destino. Aquí se
periciales. La polémica y los procesos judicia-
inició una gran discusión a favor y en contra
les han sido largos y de muy amplia difusión,
de la iniciativa, que se internacionalizó con
y a los diez años de su hallazgo los restos han
intervención final de UNESCO a favor de su
sido estudiados exhaustivamente, y siguen
repatriación, la cual se produjo en el año
conservados en el Museo, aunque el acto final
2000, con gran seguimiento mediático.
no se ha dictado todavía (Thomas, 2000)7.
Más problemática es la experiencia del
Los gobiernos británico y australiano
cementerio judío de Valencia, una excava-
firmaron el 5 de julio de 2000 un acuerdo
ción urbana que trabajó en una zona de la
apoyando la repatriación de los restos huma-
nos, en el cual se reconoce “la especial co- antigua judería en la que se localizó una ne-
nexión que los grupos indígenas tienen con crópolis del s. XIV. Las noticias aparecidas en
los restos ancestrales, especialmente cuan- la Prensa sobre el hallazgo movilizaron a la
do existen descendientes vivos”. Por ello se Federación de Comunidades Israelitas de Es-
promueven las repatriaciones de los “restos
humanos indígenas siempre que sea posible 7
| Una información detallada sobre el caso es ac-
[y apropiado] tanto desde las colecciones cesible en el “Centro de Interpretación Virtual del Hom-
públicas como privadas”. La escenificación bre de Kennewick” (http://www.kennewick-man.com/)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 43


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– TERESA CHAPA BRUNET

paña, que reclamaron los restos y exigieron no hace sino seguir marcando diferencias,
que no se realizara estudio ni extracción de aunque en una dimensión “post-colonial”.
material alguno, y que bajo su exclusivo con- Pero los reconocimientos de identidades ét-
trol fueran trasladados a un cementerio judío nicas para ciertos grupos no tiene una línea
actual. A pesar de que esto contravenía explí- de separación clara respecto a otro tipo de
citamente la Legislación Española en mate- indentidades, como las religiosas, que están
ria de Patrimonio Histórico y Arqueológico, hoy reforzándose de forma evidente, y que
tanto el Ayuntamiento de Valencia como la penetran en el interior de las sociedades que
Consejería de Cultura decidieron asumir las pretenden hacer legislaciones racionalistas
reclamaciones de la comunidad judía, y pese y de aplicación obligada. En un tiempo en el
a las protestas de la comunidad arqueológica, que el mundo, no voy a decir de la religión,
y el informe contrario del Síndic de Greuges sino de las creencias en sentido más amplio,
o Defensor del Pueblo valenciano (que se pro- se sitúa a menudo por encima o directamen-
dujo dos años después), se consumó el tras- te enfrentado a la ciencia, el estudio de los
lado sin que los restos humanos hubieran po- cementerios tendrá cada vez más problemas
dido proporcionar un mínimo de información para ser objeto de investigaciones bien do-
arqueológica (Jiménez y Mata, 2001). cumentadas.
Sería bueno, cómo no, desarrollar un Mientras tanto, las necrópolis antiguas
proceso reflexivo, no ya sólo sobre personas y modernas que permanecen al margen de
pertenecientes a culturas muy diferentes, estas polémicas se convierten en lugares
sino para estipular si las diferencias reli- de gran potencial en la difusión del cono-
giosas en una misma sociedad pueden ser cimiento sobre las sociedades del pasado.
atendidas por encima de lo que dictan las Numerosos centros de investigación se han
leyes de un Estado aconfesional. Las repa- desarrollado en base a monumentos y con-
triaciones y el tratamiento diferenciado juntos funerarios, y ofrecen la posibilidad
de unos restos, considerados “indígenas” de diseñar estrategias de puesta en valor y
por la relación genealógica con ellos de un de conservación adecuada de los vestigios
grupo social determinado, frente a los de arqueológicos. Conservación, investigación
la sociedad occidental, que se atiene a sus y difusión son, una vez más, los objetivos de
propias normativas y se aleja de lo “indíge- la que se ha dado en llamar la “Arqueología
na” distinguiendo entre pasado y presente, de la Muerte”.

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46 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– PATRICIO J. SORIANO CASTRO

INTRODUCCIÓN los objetivos previstos. Este situación provo-


ca una infravaloración y abandono de estas
En la actualidad podemos decir que la uti- vías de examen.
lización de herramientas informáticas está
El presente artículo pretende llamar la
presente en todos los ámbitos metodológi-
atención sobre las posibilidades que estas
cos y etapas cognitivas de cualquier proyec-
tecnologías (Bases de Datos y Sistemas de
to arqueológico. Desde las fases de adquisi-
Información Geográfica) ofrecen al investi-
ción del conocimiento previo (consulta de gador actual dentro del campo de la Arqueo-
bibliografía), pasando por la plasmación de logía y, más concretamente, a su aplicación
objetivos, adquisición de datos en campo al estudio del Espacio y Usos Funerarios en
(excavación, prospección, etc.), manipu- la Córdoba histórica, entendida como yaci-
lación y estructuración de documentación miento único. Partiendo de un marco teórico
(bases de datos, hojas de cálculo), análisis y conceptual ya existente para esta área de
y procesamiento (tratamiento de imágenes, conocimiento histórico en Córdoba, incor-
dibujo de planimetrías, estadística, análisis poraremos, tras una fase de análisis, estas
espacial) hasta la publicación y difusión de nuevas tecnologías, aportando nuevas posi-
resultados (publicaciones en papel, páginas bilidades o vías de desarrollo. Nuestro traba-
web, reconstrucciones), son numerosas las jo se centrará en las siguientes cuestiones:
ocasiones en las que ha podido utilizarse al-
guna aplicación informática. – Propuestas metodológicas en informá-
tica para la investigación arqueológica
Si profundizamos un poco más en esta funeraria.
cuestión, encontramos varios posiciona-
– Análisis de los cementerios islámicos de
mientos respecto a la relación Informática-
Madinat al-Qurtuba.
Arqueología. En primer lugar, existen inves-
tigadores que centran sus objetivos en las – Topografía funeraria de la Córdoba ro-
posibilidades que estas tecnologías pueden mana e islámica.
aportar en nuestra disciplina. La siguiente
postura que podemos considerar de opues-
ta, es la que rechaza de pleno su manejo
1. PROPUESTAS METODOLÓGICAS
en el desarrollo de la investigación arqueo-
lógica. Desde nuestro punto de vista, esta EN INFORMÁTICA PARA
última actitud está basada en los postulados LA INVESTIGACIÓN
más tradicionales de la arqueología actual, ARQUEOLÓGICA FUNERARIA:
caracterizados por el total rechazo de estas BASES DE DATOS Y SISTEMAS
líneas de trabajo por su talante innovador. DE INFORMACIÓN
Por último, son muchos los proyectos en los GEOGRÁFICA
que la Informática es incorporada en el tra-
bajo de investigación, pero que al no contar
1.1. BASES DE DATOS
con una etapa previa de valoración y análisis
de las capacidades y necesidades de estas En líneas generales, uno de los objetivos
herramientas, pueden dar lugar a usos inco- principales de cualquier proyecto de investi-
rrectos de las mismas, no consiguiendo así gación arqueológica, es conseguir un mejor

48 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PROPUESTAS METODOLÓGICAS EN INFORMÁTICA PARA LA INVESTIGACIÓN... ––––––––––––––––––

conocimiento del fenómeno histórico obje- Al analizar los trabajos sobre arqueolo-
to de estudio, siendo nuestro caso el mun- gía de la muerte desarrollados en la ciudad
do funerario en el yacimiento arqueológico nos encontramos que el uso sistemas de
Córdoba. Para conseguir una perspectiva almacenamiento informáticos ha sido habi-
global, es común la incorporación de espe- tual. Expondremos a continuación tres con-
cialistas en epigrafía, fuentes literarias, an- juntos de datos que nos han servido de base
tropología, entre otros. El montante de la para nuestro trabajo. Estas aplicaciones son:
información suele ser voluminoso y se hace el sistema documental del proyecto Funus,
necesario metodologías y herramientas para la base de datos sobre cementerios islámi-
unificar toda esta documentación que a la cos y por último el Sistema de Información
vez sirvan de lenguaje común y aglutinador. Arqueológico al-Mulk utilizado por la Ofici-
Desde nuestro punto de vista la Informática, na de Arqueología de la Gerencia Municipal
y dentro de ella las Bases de Datos, puede de Urbanismo.
constituirse como una de estas herramien-
tas “bisagra”.
1.1.1. SISTEMA DOCUMENTAL DEL PROYECTO
El manejo de información arqueológica FUNUS
en bases de datos estructuradas ha supues-
Dentro de los objetivos del proyecto de inves-
to, dentro de nuestro proyecto de investiga-
tigación “Espacios y Usos funerarios de Cor-
ción, un aumento en la capacidad de aná-
duba” menciona “el acercamiento con afán
lisis, permitiéndonos, de igual forma, un
sistematizador e interpretativo a la ingente
control sobre la calidad de la información al
información acumulada” como uno de los
poder establecer normas en la introducción principales aspectos a conseguir (VAQUERI-
de los datos. ZO 2002: 143). Este interés quedó reflejado
Para la consecución de este objetivo se en el diseño de un sistema documental de la
hace necesario, en las primeras etapas de información proveniente de la consulta de
diseño, el establecimiento de una serie de expedientes relacionados con excavaciones
criterios de normalización de los datos a al- de necrópolis romanas y el vaciado de la in-
macenar. Dentro de las labores de normali- formación disponible en los libros de regis-
zación incluimos la definición de tipos, su tro del Museo Arqueológico y Etnológico de
extensión, selección de conjuntos de valores Córdoba.
admisibles para datos con umbrales de res- Esta base de datos se estructuró en tres
puestas establecidas, formatos para campos niveles plasmados en sus correspondientes
numéricos y de fecha, valores predetermina- tablas: elemento funerario como hallazgo
dos, relaciones de integridad, etc. más sencillo, conjunto funerario o tumba
Este proceso es de relevancia dentro del compuesto por varios elementos y por últi-
esbozo de cualquier base de datos y gracias mo el yacimiento2. Las tres categorías fue-
a él veremos potenciada la compresión, el
manejo y el intercambio de la información. 2
| Como dato cuantitativo comentar que, hasta
Otro beneficio redundará en la calidad y el la última fecha de actualización, se recopilaron un total
rendimiento tanto del sistema en sí como de de 2950 registro de Elementos y de 1260 Conjuntos
los datos arqueológicos. Funerarios

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 49


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– PATRICIO J. SORIANO CASTRO

LÁMINA 1. Sistema documental del proyecto Funus. Ficha de Conjuntos Funerarios

ron correctamente codificadas para facilitar documentación gráfica y fotográfica de cada


el establecimiento de las relaciones de in- conjunto (SÁNCHEZ y GARCÍA-FERRER,
tegridad referencial. Parte de este esfuerzo 2002: 202-203).
quedo plasmado la definición de las claves
En una segunda fase, y con el fin de
descriptiva de elementos funerarios inmue-
plasmar de forma geográfica el conocimien-
bles asociados al ritual funerario, claramen-
to sobre el la arqueología funeraria romana
te ordenados por grupos y tipologías (Lám.
de la ciudad, tuvieron lugar los trabajos de
1).
georreferenciación de yacimientos y con-
Junto al trabajo de diseño, destaca el juntos asociados. Este hecho permitió la
trabajo de síntesis realizado por los miem- representación sobre parcelario actual de
bros del grupo de investigación que consi- diferentes temáticos sobre el registro de in-
guieron adaptar una información puramen- formación desde perspectivas diacrónicas y
te textual proveniente de los libros de regis- sincrónicas, delimitaciones de áreas funera-
tro para su posterior explotación en bases rias, estudios de recintos funerarios, epigra-
de datos. A esta información se incorporó la fía, centros de culto, etc.

50 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PROPUESTAS METODOLÓGICAS EN INFORMÁTICA PARA LA INVESTIGACIÓN... ––––––––––––––––––

LÁMINA 2. Ficha de Tumbas de la base de datos de necrópolis islámicas

1.1.2. BASE DE DATOS SOBRE CEMENTERIOS El sistema de registro contaba con tres
ISLÁMICOS QURTUBA. fichas principales: Necrópolis, Tumbas y Lá-
pidas (Lám. 2). Los registros de la Ficha de
En el trabajo desarrollado por Mª Teresa Ca- Necrópolis procedían de la consulta de ex-
sal (2003) se lleva a cabo un estudio de las pedientes de excavaciones disponibles en la
características fundamentales que definen Consejería de Cultura de la Junta de Anda-
el mundo funerario musulmán y su ritual, lucía mediante la solicitud de los permisos
en el que se incluye un detenido análisis pertinentes. Junto a los datos administrati-
tipológico y topográfico de los cementerios vos de la intervención (Fecha, Localización,
andalusíes cordobeses. Como herramienta Director, Código, Nº de Expediente), la ficha
de almacenaje y consulta, la autora desa-
rrolló una completa base de datos donde se 3
| Agradecemos desde estas letras el acceso que
recoge, la información de las excavaciones D.ª M.ª Teresa Casal nos ha brindado al conjunto de da-
arqueológicas analizadas en este estudio3. tos.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 51


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– PATRICIO J. SORIANO CASTRO

incluye datos pertenecientes a la localización rica, han sido varios los proyectos enfocados
de la necrópolis a estudio (Área, Maqbara), a la integración de nuevas tecnologías en
sumatorios de los enterramientos e indivi- la investigación, gestión y difusión del yaci-
duos, tipología, orientación de tumbas y de miento cordobés.
los restos óseos humanos, cotas medias y da-
Entre estos trabajos destaca el desarro-
tos antropológicos (edad, sexo) y cronología.
llo del Sistema de Información Arqueológi-
En la Ficha de Tumbas, este análisis se ca al-Mulk4. Esta aplicación, vista en primer
desarrolla al incluir un volumen de campos lugar como herramienta administrativa,
orientados a la descripción de cada uno de gestiona todos los expedientes relacionados
los enterramientos. Junto a las referencias con los trámites de concesión de licencia
relacionadas con la excavación (Interven- de obra municipal que atañen al patrimo-
ción, Sector, Corte), la ficha contiene igual- nio arqueológico. Junto a este papel, y esta
mente apartados que completan los datos vez orientado a la investigación, el sistema
antropológicos (posición del cuerpo, brazos, recoge el catálogo de todos lo bienes de
piernas, orientación, conservación del es- carácter arqueológico con una precisa ubi-
queleto, edad y sexo). Para la descripción de cación planimétrica5 que con la “Carta de
la tumba en sí, se incluye información vin- Erosión de la Historia” conforman la Carta
culada a la fosa funeraria (tipo, tratamiento de Riesgo Municipal (MURILLO et alli, 1998-
interior, cotas, orientación, dimensiones) y 1999: 58). En este documento se articula las
la cubierta (tipo, cotas). El estudio se com- líneas que rigen la política arqueológica en
pleta con registros que indican la existencia la ciudad durante le período de vigencia del
de ajuar ritual. Por último existen campos Plan General de Ordenación Urbana.
para la datación y cronología, referencia a
figuras y un de observaciones. Junto a la información relacionada con el
estado de los trámites administrativos, al-Mulk
cuenta con una serie de campos relacionados
1.1.3. SISTEMA DE INFORMACIÓN con la secuencia estratigráfica, donde se vuel-
ARQUEOLÓGICA AL-MULK. can de forma semestral el vaciado de los infor-
Desde la puesta en marcha del convenio de mes de actividades arqueológicas realizadas en
colaboración entre la Gerencia Municipal de la ciudad. Las posibilidades de consulta desde
Urbanismo y la Universidad de Córdoba, des- el punto de vista de investigación se centran
tinado a la investigación de la ciudad histó- en filtros sobre la cronología registrada y su
funcionalidad. Para este propósito se ha dota-
do al sistema de un listado basado en el Tesau-
4
| El Sistema de Información Al-Mulk, es una ro de Patrimonio Histórico Andaluz (GARCÍA,
aplicación desarrolla para la Oficina de Arqueología de
la Gerencia Municipal de Urbanismo de Córdoba. Esta
1998) adaptado a las casuísticas del yaci-
aplicación informática esta programada en PowerBuil- miento cordobés. El resultado de la búsqueda
der, mientras que el apartado SIG es un desarrollo ba- queda plasmado tanto en informes como en
sado en Geomedia Objects de la empresa Intergraph. planos sincrónicos-diacrónicos, que reflejan el
5
| La información está vinculada espacialmente nivel de conocimiento existente sobre la tota-
con la referencia catastral del inmueble, con una capa
de ejes de calles identificados con el código de vía públi-
lidad de la ciudad gracias a las capacidades de
ca, o el parcelario generado con ejecución del planea- representación del módulo cartográfico con
miento urbanístico en desarrollo. que se ha dotado a la aplicación.

52 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PROPUESTAS METODOLÓGICAS EN INFORMÁTICA PARA LA INVESTIGACIÓN... ––––––––––––––––––

1.2. SISTEMAS DE INFORMACIÓN ras epistemológicas en las últimas décadas,


GEOGRÁFICA (SIG) tales como la Landscape Archaeology o la
New Archaeology de la década de los ochen-
Desde un punto de vista teórico, podemos ta con los trabajos de I. Hodder y D. Orton
decir, que el espacio juega un papel impor- (1990). En este momento destaca también
tante en sistemas naturales y sociales del D. L. Clarke (1977) y sus investigaciones
mundo real. La propia organización del ám- sobre las causas de la distribución espacial
bito funerario en los diferentes momentos de yacimientos, el análisis de la relación ex-
de estudio tiene su reflejo en la fuentes, plotación-transformación entre asentamien-
como ocurre para época romana con la lex tos y medio o el desarrollo de los conceptos
duodecim tabularum, en concreto en la Ta- micro, meso y macroespacial7. Ya en los no-
bla X referentes al derecho sacro. venta, la crítica al carácter determinista y
En el estudio de este componente espa- reduccionista de los trabajos anteriores y la
cial en de sociedades históricas, el uso de los participación de aspectos de índole social y
Sistemas de Información Geográfica ha su- cultural tendrá su reflejo en la Arqueología
puesto un importante avance. No queremos del Paisaje.
decir con esto que, con anterioridad al ma- Junto a estas líneas de investigación, a
nejo de los SIG, no se tuviera en cuenta esta partir de los años noventa aparecerá, al me-
variable, sino que es ahora cuando contamos nos en la Península Ibérica, desarrollos SIG
con los medios idóneos para su máxima ex- orientados a la tutela patrimonial. La aplica-
plotación. En el caso del mundo funerario ción en el ámbito de gestión del patrimonio
la disponibilidad de funciones demográficas, se basa en la explotación de las capacidades
dispersión espacial o las relaciones de vecin- de esta tecnología: disminución del tiempo
dad, puede llevar consigo una ampliación de y esfuerzo en la captura de datos, posibili-
las posibilidades de investigación (más allá dades de consultas espaciales complejas,
del análisis de la tumba) o al menos aportar integración de fuentes de datos diversas o
nuevos puntos de vista complementarios. las herramientas de composición y diseño de
El reflejo actual en la incorporación de mapas (FERNÁNDEZ y GARCIA, 2003).
estos sistemas informáticos en proyectos de Un reflejo de la complejidad de este tipo
investigación en Arqueología lo encontra- de herramientas, se puede apreciar a la hora
mos en las publicaciones de jornadas, cursos de exponer una definición de las mismas. A
y congresos especializados, tanto en ámbito la hora de elegir un enunciado concreto nos
nacional (BAENA, at alli, 1997,GRAU, 2006,
MARTÍN y LUCENA, 2004, SANDE et alli,
2002), como internacional6. Otro testimo- 6
| A escala internacional juega un papel im-
nio ilustrativo lo encontramos en Internet. portante los congresos de la organización “Computer
Applications and Quantitative Methods in Archaeology”
Una simple consulta en cualquier buscado
que desde 1973 celebran de forma anual reuniones de
de los términos Arqueología y SIG, nos pone trabajo donde quedan expuestas las últimas tendencias
de manifiesto el uso extendido de estas tec- en este campo (http://www.caaconference.org/)
nologías. 7
| En el caso de la Península Ibérica estas corrien-
tes teóricas tuvieron su reflejo en las publicaciones de
La utilización de estos métodos va pa- los Coloquios Internacionales sobre “Arqueología Espa-
reja al desarrollo de un conjunto de postu- cial” organizados en Teruel.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 53


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– PATRICIO J. SORIANO CASTRO

decantamos por el dado por Burrough y Mc- yecto de estas características. Esta cuestión
Donnell (1998) que definen los SIG como se está viendo transformada por la aparición
“Un conjunto de herramientas para reunir, de opciones diseñadas en código abierto y
introducir, almacenar, recuperar, transfor- licencia gratuita. Frente al software comer-
mar y cartografiar datos espaciales sobre cial, contamos con entidades, organismos y
el mundo real para un conjunto particular empresas que están desarrollando Sistemas
de objetivos”. Añadimos a la definición una de Información Geográfica normalmente
ampliación del concepto conjunto de herra- basadas en Java bajo licencia GNU/GLP y
mientas, incluyendo en éste: Equipos, Soft- sujetos a estándares.
ware, Información Geográfica y Personal.
La filosofía de este tipo de desarrollos
También tenemos considerar que el uso de
está basada en la libertad de ejecución de
esta herramienta debe estar amparado por
un programa con cualquier propósito, per-
un cuerpo de ideas o marco teórico (geode-
mitiendo el estudio de su funcionamiento y
sia, topografía, geografía, semiología gráfi-
la posibilidad de modificarlo para adaptar-
ca, arqueología, etc.).
lo a distintas necesidades. De igual manera
Para una mejor compresión de la apli- este software supera la restricción relacio-
cación en Arqueología de este conjunto de nada con número de licencias, al permitir
técnicas desarrollaremos las cuestiones de su múltiple distribución en cualquier tipo
Software y de Información Geográfica. Am- de entorno (Linux, Windows). Esta filosofía
bos aspectos nos pueden dar una perspecti- ya estaba presente en algunas aplicaciones
va sobre el estado actual en esta materia. (GRASS, por ejemplo) pero carecía de un
entorno amigable de uso y en algunos ca-
sos se hacía necesario unos conocimientos
1.2.1. SOFTWARE avanzados para su uso. En la actualidad, es-
tos proyectos tienden la incorporación de
Se contempla el precio elevado de los paque-
tes de software SIG como uno de las princi- un interfaz más manejable, y un aprendizaje
pales trabas a la hora de plantear un pro- escalado que se ajusta a los conocimientos
del usuario final8.

8
| Este campo está tan avanzado que ha apareci-
do incluso sistemas operativos en Linux orientados al 1.2.2. INFORMACIÓN GEOGRÁFICA
trabajo arqueológico, en los que se incluye junto a los
SIG, aplicaciones CAD, Base de Datos, GPS, fotograme- Otra variable a analizar es la relacionada con
tría, estadística, etc. (BEZZI et alli, 2006). la información georreferenciada a gestionar
9
| En este sentido juega un papel relevante el por el sistema. La proliferación de cartogra-
desarrollo tanto a escala nacional, autonómica y local
de las Infraestructuras de Datos Espaciales. Desde un
fía en formato digital en estos últimos años
punto de vista tecnológico, una Infraestructura de Dato ha favorecido el uso de estas tecnologías de
Espaciales se configuran como una red descentralizada análisis. Cada vez son más las entidades ad-
de servidores, que incluye datos y atributos geográfi- ministrativas encargadas de la elaboración
cos; metadatos; métodos de búsqueda, visualización y de productos cartográficos que incorporan
valoración de los datos (catálogos y cartografía en red)
y algún mecanismo para proporcionar acceso a los da-
en sus catálogos series digitales9. De forma
tos espaciales. Pero puede ser útil considerar una defi- simultanea, disponemos de herramientas
nición más de tipo organizativo, que vendrían a decir cada vez más precisas para la producción

54 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PROPUESTAS METODOLÓGICAS EN INFORMÁTICA PARA LA INVESTIGACIÓN... ––––––––––––––––––

de cartografía que se ajuste a nuestro ám- sociales. En Arqueología, su aplicación ha


bito y escala de trabajo como puede ser el estado orientada a dos cuestiones: estudios
manejo de los Sistemas de Posicionamiento sobre cuencas visuales, cálculo de superfi-
Globales o GPS. (SORIANO, 2002. GARCÍA cies de costo y rutas óptimas (WHEATLEY y
y WHEATLEY, 2003). GILLINGS, 2002:151-157).
Esta disponibilidad conlleva, sin embar- En este momento podemos adquirir
go, otros aspectos a tener en consideración MDEs con una resolución aceptable, como
cuando decidimos seleccionar un determi- el generado por la Junta de Andalucía11.
nado conjunto de cartografías que sirvan Superado el problema de la generación de
como base a nuestro proyecto de índole ar- esta base cartográfica de análisis, la proble-
queológico. Junto a la documentación pura- mática se encuentra en su “actualidad”. Así,
mente histórica, estudiada en su dimensión al trabajar con resoluciones altas quedan
espacial y normalmente procedente de exca- reflejados en el modelo de elevación una se-
vaciones y prospecciones, suele incorporarse rie de infraestructuras contemporáneas (ca-
en los análisis SIG otro conjunto de capas rreteras, ferrocarriles, puentes, desmontes),
cartográficas que proceden de estas series cualquier tipo de análisis que realizamos por
actuales. Tenemos que tener presente, que ejemplo del camino más accesible entre dos
nuestro estudio está centrado en sociedades yacimiento puede darnos errores si nos mo-
mentos cercanos a zonas muy modificadas
pasadas, por lo que al añadir capas sobre
antrópicamente (Lám. 3).
edafología, usos del suelo, vías de comuni-
cación, red hidrográfica, elevación y pen- El siguiente ejemplo, referente a la es-
dientes, podemos estar cayendo en anacro- cala de producción de bases cartográficas
nismos en la reconstrucción de este paisaje
antiguo10.
que el término IDE se utiliza para denotar el conjunto
Como ejemplo de las cautelas a tomar básico de tecnologías, políticas y acuerdos institucio-
referentes al uso de productos cartográficos, nales destinados a facilitar la disponibilidad y el acceso
expondremos dos ejemplos relacionados, el a la información espacial (CAPDEVILA I SUBIRANA, J.
2004).
primero, con la representación de estructu- 10
| La disponibilidad de cartografía obtenida me-
ras modernas en los Modelos Digitales de diante satélite y las técnicas de modelización matemá-
Elevación, y el segundo con los errores de tica del paisaje se está traduciendo en un avance en
análisis derivados de la escala de represen- este apartado. Los trabajos realizados en este aspecto,
tación. inciden en el análisis de la variación espacial de deter-
minados factores geográficos y las distribuciones de
Dentro de la información geoespacial asentamientos en épocas pasadas. Un ejemplo de es-
tos trabajo lo encontramos en la utilización de series
disponible, los Modelos Digitales de Eleva-
multiespectrales Landsat TM para la evaluación de los
ción o MDE se definen como “una estruc- factores estables a largo plazo (suelo, humedad, orien-
tura numérica de datos que representa la tación de vertientes) que determinan las variaciones en
distribución espacial de la altitud de la su- la productividad agrícola independientemente de las
perficie del terreno” (FELICÍSIMO 1994, condiciones tecnológicas (CHAPA et alli, 1998: 105-
120).
12). Su uso está extendiendo en estudios 11
| Modelo Digital del Terreno de Andalucía. Con-
de carácter medioambiental aunque tam- sejería de Obras Públicas y Transportes. Instituto de
bién contamos con ejemplos en las ciencias Cartografía de Andalucía. 2005.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 55


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– PATRICIO J. SORIANO CASTRO

tenido nos da unos resultados discordantes.


De las cuatro localizaciones funerarias, una
de ellas se aleja sobremanera sobre la media
resultante. Esta cuestión, que podría modifi-
car la hipótesis sobre ubicación de espacios
funerarios en relación con las vías principa-
les de acceso a la ciudad, se produce por una
discordancia respecto a la escala de estudio
(Lám. 4). Apoyándonos en otra serie de pla-
nos más antiguos, podemos comprobar que,
debido a que la escala de producción del tra-
zado viario es pequeña, se produce una sim-
plificación en la representación de los ejes lo
que produce grandes desplazamientos en los
tramos, hecho que nos desvirtúa el análisis
arqueológico.

2. ANÁLISIS DE LOS
CEMENTERIOS ISLÁMICOS DE
LÁMINA 3. Identificación de construcciones
contemporáneas en el MDE. MADINAT AL-QURTUBA12.
Los trabajos informáticos realizados para
digitales, nos ha surgido al poner en re- este estudio han sido orientados hacia la in-
lación la red viaria y la distribución de ce- corporación de herramientas de análisis des-
menterios musulmanes. Con la intención de de el punto de vista intra-cementerial. Con-
reconstruir el espacio geográfico histórico tamos con buenos ejemplos, al menos desde
en época islámica, hemos recurrido a la uti- el punto de vista cuantitativo, de excavacio-
lización de elementos históricos del paisaje nes de amplios sectores de necrópolis con
que pueden haberse mantenido más o me- un número de tumbas considerable, que per-
nos estables en la actualidad. Un ejemplo mite un estudio del modelo de crecimiento
de esto lo constituye el trazado de cañadas, (extensión-superposición), áreas funciona-
veredas y caminos de la que disponemos su les, vías funerarias, distribución por sexo /
representación espacial. Una vez incluida edad, etcétera. A pesar de contar con una
esta capa en nuestro sistema y al intentar muestra amplia, son escasas las intervencio-
relacionarlo con la distribución de espacios nes que cuentan con un estudio antropoló-
de necrópolis en un sector determinado de gico necesario que permita un análisis con
la ciudad (Campo de la Verdad), el mapa ob- más detalle de la necrópolis. Superando esta
carencia, nos parece interesante comentar y
12
| Los resultados históricos de este apartado y
sistematizar los trabajos realizados en esta
el que le sigue han sido plasmado en varios artículos investigación, ya que podemos hacer hinca-
incluidos en esta publicación. pié en la cuestión de la adquisición y ade-

56 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PROPUESTAS METODOLÓGICAS EN INFORMÁTICA PARA LA INVESTIGACIÓN... ––––––––––––––––––

LÁMINA 4. Dentro del círculo se encuentra el trazado de la vereda que se desvía hacia el Norte hecho
que produce que la localización funeraria nº 4 se aleje respecto a la media. Este mismo trazado queda
ubicado más al sur en un mapa parcelario de principios del siglo XX

cuación de las producciones cartográficas pendiendo del estado de la documentación


arqueológicas (funerarias) para su ulterior gráfica el trabajo ha requerido uno, varios o
explotación con un Sistema de Información todos los procesos definidos. La información
Geográfico. disponible sobre cementerios de época islá-
Con relación a la adquisición y prepara- mica proviene principalmente de diversas in-
ción de la información planimétrica hemos tervenciones arqueológicas realizadas en la
definido los siguientes procesos: escaneado, ciudad. El tipo de información recuperada
digitalización, georreferenciación y vincu- suele presentarse normalmente en planos a
lación con información alfanumérica. De- escala pequeña, según las dimensiones de la

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 57


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– PATRICIO J. SORIANO CASTRO

excavación, en papel, o en archivos tipo CAD área), las diferentes categorías de datos y la
en coordenadas absolutas o en relativas. codificación de los elementos digitalizados
que permitan la vinculación con la informa-
El paso de cartografía arqueológica en
formato papel a digital se ha realizado me- ción tabular.
diante un escáner. Los formatos de papel En el caso que nos ocupa, la representa-
disponible, normalmente superior a un A3, ción de elementos funerarios se circunscribe
han requerido del manejo de un escáner de principalmente a la fosa de enterramiento,
gran formato, consiguiendo así evitar traba- revestimiento de paredes y suelo, cubierta,
jos posteriores de edición de imágenes, prin- elementos de señalización, restos óseos del
cipalmente de unión de archivos y evitando cadáver, estructura contenedora, objetos del
los consecuentes problemas. Este tipo de ritual funerario y ajuar.
escáner dispone de configuraciones prede-
terminadas para planos en CAD, fotografía, Para la elección del objeto gráfico de
etc., consiguiendo unos resultados óptimos representación nos hemos basados en va-
y unas imágenes de resolución adecuada. rios criterios. El primero de ellos ha sido la
Respecto a la resolución, debemos conside- búsqueda de la simplicidad en la plasmación
rar el tipo de elementos representados (nor- gráfica. Nuestro interés no está tanto en
malmente para trabajos arqueológicos es la precisión y el detalle en el dibujo de los
necesario un nivel de detalle muy elevado, elementos arqueológicos excavados, ya que
contando con dibujos “piedra a piedra”) y la para ello contamos con las propias planime-
escala de dibujo (escalas entre 1:10 y 1:20). trías originales, sino en las posibilidades de
Esto son cuestiones a considerar a la hora esta representación desde el punto de vista
de la elección de la resolución, teniendo pre- de análisis con SIG. Con este criterio hemos
sente que a más resolución por píxel mayor descartado las cubiertas y la representación
peso en bytes del fichero. de los restos óseos del cadáver por varios
motivos. En el caso de que existan cubier-
La digitalización es el proceso de con-
vertir a formato digital los elementos (polí- tas13, no forman parte de las planimetrías
gonos, líneas, puntos) que aparecen impre- finales de los proyectos, ya que incluso en
sos o dibujados en un mapa o una fotografía estratigrafías superpuestas se hace compleja
aérea. Para evitar revisiones y trabajos pos- su representación. Por otra parte el dibujo
teriores, se hace necesario un trabajo previo de los restos óseos del difunto es la elección
de análisis de la información a digitalizar más frecuente en la información de trabajo.
que concluya en la redacción de un protoco- A pesar de ello, y de la información funeraria
lo a seguir. En este documento queda esta- que este ofrece, el dibujo del esqueleto es
blecido el modelo de datos a utilizar, el tipo sumamente complejo, tanto desde el punto
de representación gráfica (en el caso de in- de vista de la digitalización como del núme-
formación vectorial: punto, línea, polígono o ro de polígonos que contempla. En ambos
casos los atributos asociados al tipo de di-
13
| La carencia de este tipo de estructuras puede bujo quedan reflejados después en la base de
deberse a varias cuestiones relacionadas con el tipo de datos.
ritual de enterramiento, destrucción por procesos post-
deposionales, utilización de materiales no perecederos Teniendo en cuenta estas premisas,
(tierra, madera, etc.) o incluso saqueo. nos hemos decantado por la representación

58 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PROPUESTAS METODOLÓGICAS EN INFORMÁTICA PARA LA INVESTIGACIÓN... ––––––––––––––––––

LÁMINA 5. Tipos de representación de la tumba en planimetrías arqueológicas. La última figura de la


derecha es la elegida para representar la tumba.

simplificada de la fosa de enterramiento – Capa_Estructuras. Otras estructuras


mediante una figura elipsoidal (Lám. 5). de índole no funerario pero que puedan
Aunque la fosa es un elemento arqueológi- servir de ayuda en la interpretación de
co que no siempre plasma en cartografía, la secuencia funeraria.
su carencia puede ser suplida con el dibujo – Elementos auxiliares, como límites del
de la misma basándonos longitud máxima y solar o área intervenida, la localización
mínima del dibujo base (ya sea la cubierta, de cortes, etc.
el cadáver o la fosa original). La elección se
sustenta también en la capacidad trasmi- El siguiente paso, la georreferenciación,
sión de algunos datos de carácter espacial supone el posicionamiento espacial de los
mediante esta figura como pueden ser: la elementos funerarios en coordenadas ab-
situación absoluta respecto a otras tumbas solutas. Nos encontramos en este apartado
la orientación, las dimensiones aproximadas con un grave problema, ya que son numero-
y la identificación de algunas relaciones es- sos los conjuntos de planos sin referencias
tratigráficas de anterioridad-posterioridad. espaciales. Esta cuestión quedaría subsana-
Por último, y basándonos en futuros análisis da con la incorporación de las coordenadas
espacial basados en modelos matriciales, la UTM de los cortes o de algunos elementos
conversión de las planimetrías resultantes del parcelario. Otro elemento que nos puede
es rápida e idónea para estos fines. servir de ayuda es el dibujo del Norte y de la
escala gráfica que permita realizar las opera-
A tenor de estas consideraciones la digi- ciones de escalado y girado de la cartografía.
talización de los planos se ha organizado en Frente a la variedad de casuísticas, las solu-
cuatro capas: ciones tomadas han tenido que adaptarse a
– Capa_Tumba. Formada por las elipses y cada problema.
un texto de identificación. Una vez preparada la información carto-
– Capa_Estructuras_Funeraria. Alinea- gráfica y adaptada para su explotación en un
ciones, caminos funerarios, recintos, Sistema de Información Geográfica, el paso
etc. siguiente es la asociación de información

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 59


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– PATRICIO J. SORIANO CASTRO

LÁMINA 6: Una vez incorporada la información al sistema podemos realizar planos por clasificaciones
como este organizado por tipo de cubiertas (a partir de planimetría facilitada por C. Camacho).

no espacial de carácter funerario. Para esta también ha sido incluida en la base de


labor hemos diseñado unas tablas normali- datos (Intervención, Sector, Tumba).
zadas que mediante un identificador único – Tipo_Tumba: Es un campo dependiente
permiten su anexión a los datos gráficos. de otra tabla para limitar las opciones
Las tablas contienen tantos registros como a las tipologías más frecuentes en este
tumbas excavadas y recogen la siguiente in- período histórico: Sin Cubierta, Cu-
formación: bierta de Teja, Otros. En otro campo,
– ID_Tumba. Este campo de tipo numé- denominado Subtipo, se ha desarrollado
rico es único para todo el conjunto de la opción Otros, según las variaciones
la información. A pesar de que cada encontradas sobre las opciones de tipo
arqueólogo ha utilizado un código de principal.
identificación, la unión de todas las ta- – Nº_Individuos: Se incluye la s opciones
blas por excavación puede llevarnos a Indeterminado, Ninguno, Individual,
errores en la vinculación al encontrar- Múltiple, Osario.
nos con valores repetidos (por ejemplo – Posición: Este campo recoge la informa-
podemos tener varios Cortes 1, y varias ción que gráficamente podría incluir el
tumbas 1). Aun así, esta información dibujo del cadáver. (Decúbito Lateral

60 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PROPUESTAS METODOLÓGICAS EN INFORMÁTICA PARA LA INVESTIGACIÓN... ––––––––––––––––––

LÁMINA 7: Modificaciones de “al-Mulk”. Apartado relacionado con el estudio funerario.

Derecho, Decúbito Supino, Variantes, 3. TOPOGRAFÍA FUNERARIA


No detectado). DE LA CÓRDOBA ROMANA E
– Orientación.
ISLÁMICA
– Adorno Personal.
– Ajuar Ritual.
Cambiando de escala de trabajo y de arco
– Otros. Como puede ser el registro de
cronológico, el siguiente caso que expondre-
clavos, madera, etc.
mos se centra en el estudio de las transfor-
En las etapas iniciales de análisis espacial maciones diacrónicas (desde el asentamien-
hemos utilizado herramientas de clasificación to prerromano hasta Qurtuba tardoislámica)
por uno / varios criterios (campos) que nos operadas en la interrelación entre las áreas
ha permitido un acercamiento a la distribu- de deposición funeraria de la ciudad de Cór-
ción de cada área de enterramiento estudia- doba y los sectores productivos, residencia-
da (Lám. 6). Si podemos disponer de datos les y de representación política y social. El
antropológicos las posibilidades de análisis método empleado ha partido de la explota-
aumentan al poder hacer agrupaciones espa- ción de la información vertida al Sistema de
ciales atendiendo a criterios relacionados con Información Arqueológica al-Mulk, analiza-
el sexo, edad u otros aspectos sociales. do con anterioridad.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 61


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– PATRICIO J. SORIANO CASTRO

Una vez realizada las consecuentes Nº ENTERRAMIENTOS


consultas al sistema al-Mulk mediante los
Se recuperan los recuentos del número de
campos secuencia cronológica y funcionali-
enterramientos excavados. Hemos tenido en
dad14, hemos completado el número de re-
cuenta que este dato es muy general ya que,
gistros obtenidos con un apartado orienta-
en otros trabajos de análisis más profundos
do a ampliar la información, con el objetivo
de poder realizar estudios más profundos sobre excavaciones de necrópolis islámicas,
desde el punto de vista de la arqueología se ha apreciado que la relación total de ente-
funeraria. rramientos documentados no significa una
excavación completa de los mismos. Así pue-
Los criterios de esta modificación han de suceder que la necrópolis no esté excava-
estado basados en la consecución de los si- da en su totalidad hasta agotar el registro
guientes objetivos: arqueológico, que la detección de entidades
– Vinculación con la información espacial funerarias esté sujeta a las características
del terreno (coloración, acidez) o bien que
– Adecuación de los datos para un estudio
haya parte sin excavar (tumbas en perfiles
de enfoque diacrónico.
que han sido identificadas pero no totalmen-
– Ampliación y especialización de las cla- te documentadas).
ves descriptivas en relación con las fun-
cionalidades funerarias
– Existencia de campos de recuento para RITUAL DE ENTERRAMIENTO
su explotación estadística
Se incluye los dos tipos de ritos funerarios
Estos cambios han quedado reflejados principales: Incineración e inhumación, ad-
en los siguientes apartados (Lám. 7). juntándose, de igual modo, la opción “inde-
terminado”. Puede parecernos carente de
lógica esta última posibilidad, pero su inser-
SECUENCIA FUNERARIA ción está relacionada con las indicaciones
Se ha completado la información relacio- anteriores sobre las posibilidades y calidad
nada con al secuencia histórica general de del registro arqueológico.
la intervención arqueológica, precisando la
existencia de datos funerarios para los pe-
ríodos estudiados (Romano Indeterminado, OBJETOS FUNERARIOS
Republicano, Imperial, Tardo Antiguo, Islá- Por último se ha realizado una selección
mico Indeterminado, Emiral, Califal, Tardo de ítems arqueológicos relacionados con
Islámico, Bajo Medieval Cristiano). la excavación del espacio funerario que po-
díamos englobar en el apartado de ajuar y
elementos rituales. En este apartado hemos
14
| La consulta SQL generada para este filtro ha
consistido en la selección de todos aquellos registros
intentado hacer una relación general de los
que contengan una Funcionalidad General (Construc- mismos que pueda ceñirse a cualquier etapa
ciones Funerarias) o Específica (Cementerio, Tumba, histórica.
Cripta, Monumento Funerario, Sarcófago, etc.) y que
su secuencia histórica sea desde época romana hasta Junto a la información de tipo textual,
bajomedieval. el filtrado nos ha devuelto una capa puntual

62 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PROPUESTAS METODOLÓGICAS EN INFORMÁTICA PARA LA INVESTIGACIÓN... ––––––––––––––––––

LÁMINA 8: Clasificación por períodos

con la localización espacial de los elemen- estadística. La representación arqueológica


tos funerarios seleccionados. Esta capa lleva de este análisis la encontramos en la genera-
anexa una tabla con el código de identifica- ción de mapas de información según los pe-
ción de cada situación que hemos vinculado ríodos históricos, o en planos de continuidad
con la base de datos funeraria. Esta vincu- / discontinuidad de funcionalidad funeraria
lación nos permite comenzar a utilizar el en de distintas áreas de la ciudad (Lám. 8).
Sistema de Información Geográfica desde el
El siguiente conjunto de investigacio-
punto de vista del estudio de evolución de la
nes intenta poner en relación la ubicación
topografía funeraria.
de los datos obtenidos en las primeras con-
Las primeras funciones espaciales ma- sultas con algunos hitos arqueológicos a los
nejadas han sido las destinadas al análisis de que están estrechamente ligados. Para esta
las concentraciones espaciales por períodos. fase de consulta se han añadido tres capas:
Siguiendo la clasificación de Comas y Ruiz recinto amurallado por etapas históricas,
(1993) estas funciones son denominadas de viario y ubicación de las puertas de acceso a
Recuperación Filtrada. En este tipo de com- la ciudad. Otros niveles de información, en
prenden filtros de búsquedas, consultas a la proceso de producción, que nos pueden ser-
base de datos, ordenamiento de la informa- vir para ampliar este estudio son los relacio-
ción según diferentes criterios, mediciones y nados con el paleo-paisaje. En este apartado

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 63


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– PATRICIO J. SORIANO CASTRO

LÁMINA 9: Análisis tipo buffer

incluimos la red hidrográfica15 o la topogra- línea de muralla16. El SIG ha incorporado esta


fía del terreno. distancia a cada registro, hecho que nos per-
Para analizar la relación entre elementos mite realizar una representación estadística
funerarios y recinto amurallado, hemos uti- de este factor para su análisis. En cuanto a la
lizado un análisis de tipo buffer o área de in- distancia de los espacios funerarios al pome-
fluencia. Teniendo en cuenta la distancia con rium, en el 30% de los casos ésta es inferior
referencia la pomerium del elementos funera- a los 400 m. El 90% de las localizaciones se
rio mas alejado, hemos creado una capa de de sitúa a menos de 1000 m. de este referente, y
polígonos concéntricos cada 200 metros a la sólo el 10% restante lo supera, sin sobrepasar
en ningún caso conocido los 1.600 m., esto
es una milla aproximadamente (Lám. 9).
15
| Son varios los ejemplos de cementerios islámi-
cos cercanos a cursos de agua, ríos, acuíferos subterrá- Una operación parecida ha consistido en
neos etc... Esta cuestión puede estar relacionada con
asociación de cada elemento al camino más
aspectos rituales vinculados con la renovación. (CASAL
2003, 22). cercano. Por las fuentes conocemos que la
16
| Sobre este cuestión debemos considerar que red viaria, desempeña un importante papel
la aplicación, al menos a este nivel, realizada el análisis vertebrador del territorio y que los cemente-
desde un punto de vista de espacio lineal. Así por ejem-
rios, al menos en época romana, se disponen
plo no se tiene en cuenta cuestiones como la pendiente
o accidentes geográficos que imposibilitan el acceso en su inmediata proximidad, creando autén-
como puede ser el propio río Guadalquivir. En este ticas viae sepulcrae.
aspecto es cuando juega un papel relevante el manejo
de Modelos Digitales de Elevación para poder realizar Para la delimitación de sectores funerarios
análisis matriciales de análisis de costo. a partir de la proximidad de los espacios de de-

64 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PROPUESTAS METODOLÓGICAS EN INFORMÁTICA PARA LA INVESTIGACIÓN... ––––––––––––––––––

posición a las puertas úrbicas hemos aplicado análisis desde el punto de vista del obje-
una función del test del vecino más próximo. to (tumba-ajuar, monumento) hacia la
Este tipo de función se engloba en el apartado relación con el entorno histórico.
de análisis de vecindad donde se evalúan las – Incorporación de nuevas variables geo-
características del área que envuelve una lo- gráficas (topografía, hidrografía) al
calización determinada. Se trata de funciones estudio de localización de espacios ce-
de búsqueda que analizan la distribución de menteriales.
un fenómeno en un emplazamiento específi-
co. Con esta técnica obtenemos agrupaciones – Relación del mundo funerario con otros
que permiten definir las áreas cementeriales, aspectos históricos con plasmación es-
que a posteriori han sido matizadas en el sen- pacial, como las reorganizaciones del es-
tido de un ajuste en función de las vías que pacio urbano según las etapas (deductio
conducen a las distintas puertas. augustea, cristianismo, expansión califal,
fundaciones pías, red de parroquias)
– Estudio desde un punto de vista dia-
crónico de los espacios funerarios y
4. CONCLUSIONES relación con otros usos (urbanísticos,
industriales)
La inserción de herramientas avanzadas des-
– Sectorización de espacio funerario por
de el punto de vista tecnológico en proyectos
cuestiones sociales (origen étnico, con-
de investigación de esta envergadura, puede
dición social) relacionada.
terminar, si previamente hemos hecho un es-
tudio de las capacidades y necesidades que – Desde el punto de vista del estudio de
requiere este manejo, en una ampliación de necrópolis, podemos plasmar aspectos
las perspectivas de acercamiento en el estu- referidos con su crecimiento y fases
dio de un determinado fenómeno histórico. (dispersión, sustitución) o a la distri-
bución interna atendiendo a las des-
En el caso del estudio del mundo fune- cripciones de las tipologías de tumbas
rario que aquí nos ocupa las perspectivas
(tamaño, orientación, posición, estruc-
incorporados son las siguientes:
turas asociadas, ajuar) o a cuestiones
– Ampliación del marco del estudio a es- antropológicas (edad, sexo, enfermeda-
cala urbana y periurbana, superando los des, etnias)

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66 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALICIA JIMÉNEZ DÍEZ

INTRODUCCIÓN En este trabajo propongo revisar al-


gunas de estas cuestiones y las causas que
Las dificultades a las que nos enfrentamos al han contribuido a dificultar el estudio de
estudiar la evolución que se produjo en los las necrópolis de este período –tradicional-
espacios funerarios del sur peninsular como mente considerado de transición– entre la
consecuencia de la conquista romana son conquista del sur de Hispania y la creación
múltiples y están estrechamente relaciona- del Imperio romano, para analizar, en último
das con las preguntas más importantes que lugar, algunos aspectos de un caso concreto
se plantean al analizar el complejo problema que puede emplearse como ejemplo: las ne-
de la ‘romanización’. En primer lugar, no crópolis de Castulo.
es sencillo distinguir los enterramientos de
itálicos asentados en la Ulterior de los de la
población local durante una etapa histórica
1. EL PROBLEMA DE LAS
como la época republicana, todavía mal co-
nocida en el sur peninsular desde un punto NECRÓPOLIS DE ÉPOCA
de vista arqueológico. El recurso a elemen- REPUBLICANA
tos de carácter arcaizante –que son más
bien una reformulación de objetos y rituales La tendencia de arqueólogos e historiadores
antiguos que una copia exacta de ellos– en a presentar en sus estudios a las sociedades
las necrópolis hasta época altoimperial con- del mundo antiguo como si fuesen seres vi-
trasta, además, con otras fórmulas de expre- vos con fases de nacimiento (antigua o de
sión de la identidad colectiva e individual en formación), desarrollo (cénit o etapa clási-
el interior de la ciudad, especialmente en ca) y declive (período tardío o final) ha con-
torno al cambio de era. Las necrópolis son, tribuido a generar una imagen de los siglos
sin duda, un escenario privilegiado para el III-I a. C. como una época de decadencia,
análisis de los procesos de interacción que considerada como una especie de ‘epílogo’
se produjeron como consecuencia de la colo- de su objeto de estudio por parte de los pro-
nización romana y un ejemplo de la superpo- tohistoriadores y un período de formación,
sición o convivencia de discursos sobre qué aún no plenamente romano, por parte de los
significaba ser ‘romano’ dentro de un mismo arqueólogos dedicados al mundo clásico. A
asentamiento. Son interrogantes, por tanto, pesar de la abundante información propor-
que no se limitan a nuestra interpretación cionada por las fuentes antiguas sobre la
de contextos funerarios, sino que están rela- etapa de conquista de Hispania, el problema
cionadas con un debate mucho más amplio se complicaba por el escaso número de yaci-
sobre el significado de la cultura material mientos con estratigrafías que pudiesen ser
empleada en las primeras regiones conquis- asignadas a este período, llegándose a suge-
tadas dependiendo del contexto y su utiliza- rir en algunos casos, la posibilidad de que
ción consciente por parte de distintos acto- los poblados ibéricos fuesen abandonados de
res inmersos en un proceso de colonización forma masiva como consecuencia de la colo-
para expresar diferentes clases de identidad nización romana, lo que explicaría la escasez
social. de necrópolis fechadas en este momento.

68 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

La escasa “visibilidad” de las necrópolis teamiento de las dataciones de algunos yaci-


de la ‘baja época’ de la cultura ibérica puede mientos, rebajando la cronología de ciertas
deberse a distintos factores. Quizá uno de producciones de campaniense A hasta 50
los principales –dejando a un lado las dificul- años, en un período crítico para la interpre-
tades para etiquetar las necrópolis de los si- tación de la ‘romanización’ del mundo fune-
glos III-I a. C. como “romanas”, “ibéricas” o rario ibérico como es el inicio del s. II a. C.
“púnicas”, y la división de los estudiosos en Todo ello ha provocado una alteración de la
dos grupos bien diferenciados de clasicistas cronología y el contexto cultural en el que se
y protohistoriadores– es la escasez de ‘fósi- situaban determinados cementerios, como
les guía’ que permitan diferenciar de mane- ha señalado F. Quesada en relación con la
ra clara los cementerios de este período. En necrópolis ibérica de El Cabecico del Teso-
general, las dataciones más precisas de las ro (Murcia) (F. Quesada, 1989: 49-50). Aún
tumbas ibéricas de las fases más antiguas hoy en día, el momento de la desaparición
han sido consecuencia, casi siempre, de la de ciertas clases de campaniense en la Pe-
inclusión en el ajuar de objetos importados, nínsula Ibérica, la definición exacta de cada
como por ejemplo cerámica ática. En el caso uno de sus grupos y la adscripción de algu-
de las tumbas tardorrepublicanas, cuando nas piezas a ciertos talleres (especialmente
falta la cerámica campaniense y únicamente en el caso de la campaniense B) es objeto
se cuenta con la urna cineraria y otras piezas de debate, como se pone de manifiesto en la
de ‘tradición ibérica’, como un plato-tapade- publicación de las actas de la mesa redonda
celebrada recientemente en Ampurias para
ra, la adscripción temporal se hace a veces
tratar de aclarar algunas de estas cuestiones
prácticamente imposible si no existen datos
(X. Aquiliué, et al. coords. 2000)1.
complementarios ofrecidos por las relacio-
nes estratigráficas dentro del yacimiento. A todo ello hay que añadir que los ha-
llazgos de campaniense en el sur de la Pe-
Cuando aparece representada entre los
nínsula Ibérica son de por sí escasos y que
objetos del ajuar funerario, la cerámica cam-
hasta hace no mucho tiempo se creía que el
paniense plantea, además, otras cuestiones.
uso de esta cerámica había quedado restrin-
En primer lugar, la datación en época exce-
gido a zonas costeras en algunas regiones
sivamente antigua de algunos ejemplares en andaluzas. Aunque hoy sabemos que estos
publicaciones de la primera mitad del siglo ejemplares penetraron por el valle del Gua-
XX, previas a los primeros estudios de N. dalquivir hasta llegar a asentamientos como
Lamboglia (1952) sobre esta clase de ma- Corduba o Hispalis, las diferencias entre las
teriales, provocó que determinadas necrópo- cerámicas de las zonas cercanas al mar y del
lis fueran consideradas menos recientes de
lo que realmente eran, incluyendo a veces
dentro de un mismo conjunto tumbas con 1
| Tras la reunión de Ampurias parece haberse
cerámicas de barniz negro ático del s. IV a. impuesto la reformulación propuesta por L. Predoni en
C. y campaniense del s. II a. C. Pero no es sus trabajos sobre la cerámica de Cales. Ello ha supues-
hasta los años ochenta del siglo XX, sobre to, fundamentalmente, un cambio de nomenclatura,
puesto que a grandes rasgos la cronología que se venía
todo a partir de la divulgación de los traba- empleando desde la publicación en los años ochenta
jos sobre este tipo de cerámica de P. Morel de las investigaciones de P. Morel se mantiene (F. Sala,
(1980, 1981), cuando se produce un replan- 2003: 292-293).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 69


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALICIA JIMÉNEZ DÍEZ

interior siguen siendo importantes (J. J. Los ungüentarios helenísticos son un


Ventura, 1996: 51-52; A. M. Adroher, A. Ló- elemento de producción local, en la mayoría
pez Marcos, 2000: 149). La cerámica cam- de los casos, que es relativamente abundante
paniense no sólo es poco abundante en los y puede ser datado con bastante precisión.
asentamientos andaluces, sino que tiene una Gracias a ellos se ha podido fechar un gran
presencia marginal en los ajuares funerarios número de tumbas que de otra forma se ha-
de las necrópolis. Estas importaciones apa- brían asignado quizás a otro período, pero es
recen acompañando a los restos de los difun- evidente que nos encontramos de nuevo con
tos sobre todo en ciudades muy concretas el problema de que ni mucho menos es un
de la Península, como Ampurias, Córdoba o objeto omnipresente en los enterramientos
Valencia. Sin embargo, no todas las áreas de de los tres siglos previos al cambio de era y
enterramiento donde se ha recuperado cam- que, además, por alguna razón que se nos
paniense se asocian a lugares que recibieron escapa, también en algunos asentamientos
asentamientos de colonos romanos. Un caso se prescinde de estos contenedores, al igual
paradigmático de necrópolis ibérica, fecha- que en épocas posteriores al cambio de era
da sin ningún género de dudas en época no en todos los cementerios es posible ha-
tardía gracias precisamente a la presencia llar ungüentarios vítreos, como se puede ver
de cerámica importada, es el Cabecico del de manera especialmente nítida en la necró-
Tesoro (Verdolay, Murcia), donde casi un polis de la Puerta Norte de Castulo, donde
70% de las tumbas se fechan entre los siglos sólo una tumba de las más de cien que se
III y II a. C., aunque la necrópolis alcanza
excavaron en el yacimiento había sido acom-
su apogeo, precisamente, en el s. II a. C. El
pañada por uno de estos objetos. Las ánforas
análisis de la relación de objetos incluidos
o fragmentos de ellas podrían contribuir a
en los ajuares ha revelado que un 81% de
las dataciones, pero son aun más escasas.
tumbas que contaban con algún objeto de
La presencia de vasos de paredes finas, que
ofrenda no incluían barniz negro; en un 15%
comienzan a alcanzar la Península durante
se había incluido una pieza de barniz negro;
la segunda mitad del s. II a. C., no empieza
un 4% tenían 2 ó 3 y sólo en una tumba se
a ser significativa, desgraciadamente, hasta
habían depositado seis piezas de esta cerá-
mica importada. Las cifras de tumbas que finales del s. I a. C.
contenían en su ajuar vajilla de barniz negro Así pues, en muchos de los sepulcros
de otros yacimientos de la región, como El más modestos sólo contamos con una urna
Cigarralejo, son más elevadas (J. L. Sánchez cineraria y algún recipiente de cerámica
Meseguer, F. Quesada, 1992: 363). ‘ibérica’ que cumplía la función de ofrenda
como indicio del momento en el que tuvo lu-
2
gar el ritual funerario. Desde los años seten-
| Por ejemplo, J. Pereira (1988) y (1989), J. L.
Escacena (1987a). Sobre los problemas que plantea en ta se han publicado numerosas tipologías de
la actualidad la seriación de la cerámica ibérica ver A. cerámica ibérica2, pero en el caso específico
Ruiz y M. Molinos, con la bibliografía más relevante has- de los contenedores cinerarios a veces nos
ta principios de los noventa (1993: 23-52). Para la cerá- enfrentamos a tipos con un marco de per-
mica ibérica pintada tardía del NE, el Levante y el SE,
se puede consultar la síntesis de M. J. Conde (1998)
duración tan amplio que resultan inservibles
o distintas contribuciones recogidas en R. Olmos, P. como herramientas de datación, o al menos
Rouillard (2004). no permiten distinguir en casos concretos

70 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

de manera nítida recipientes pertenecien- señalado que el abandono de algunos asen-


tes al ibérico pleno y al ibérico final. En las tamientos ibéricos y sus necrópolis duran-
necrópolis de Castulo, por ejemplo, algunas te época republicana y el lapso de tiempo
de las cerámicas presentes en las necrópo- requerido para el completo desarrollo de
lis altoimperiales perpetúan formas que co- nuevos poblados quedaría reflejado en la
mienzan a ser empleadas en la región en los disminución de los enterramientos de esta
siglos IV-III a. C. fase. Mientras, las ciudades que continuaron
siendo habitadas en ese momento de reorde-
Hay que señalar además que, de manera
nación territorial –puesto que no puede ha-
minoritaria, algunas tumbas han podido ser
blarse, ni mucho menos de un fenómeno de
fechadas en momentos excesivamente anti-
abandono generalizado–, seguirían crecien-
guos debido al atesoramiento de determina-
do a costa del terreno donde se ubicaban las
dos objetos durante generaciones3. Sólo la
áreas de enterramiento de época ibérica (L.
asociación de piezas de cerámica griega con Abad, 2003: 78). Sería interesante estudiar
campaniense fabricada en el s. II a. C. ha hasta qué punto el fenómeno de “cambio
permitido, puntualmente, situar en un con- de domicilio” (contributio o sinecismo) por
texto cronológico adecuado algunas tumbas adición de gentes del núcleo indígena a un
del Cabecico del Tesoro o Coimbra del Ba- nuevo asentamiento romano constatado
rranco Ancho, a pesar de diferencias de has- en distintos núcleos en el s. I a. C., como
ta doscientos años en la fecha de fabricación Corduba, Arucci o Turobriga, por poner sólo
de distintas piezas de un mismo ajuar (J. L. algún ejemplo, pudo afectar a la reubica-
Meseguer, F. Quesada, 1992: 363-364; J. M. ción de las necrópolis, aunque en general es
García Cano, 1999). Queda la duda, sin em- común que las dos ciudades (la nueva y la
bargo, de si en otras tumbas donde el único antigua) convivan durante cierto tiempo (M.
objeto importado con el que contamos para Bendala, 1990: 32; M. Bendala, 2003: 28; J.
proponer una datación es una pieza de ce- A. Pérez Macías et al. 1997).
rámica ática, no se puede haber producido
alguna confusión. Este fenómeno, constata- En 1981 E. Cuadrado publicó un primer
do también en algún estrato del s. II a. C. catálogo de necrópolis de la ‘baja época de la
en contextos de poblado (J. M. García Cano, cultura ibérica’, situadas tanto en el Levante
1999: 176), no es en absoluto exclusivo del como en el Sur de la Península, que demos-
mundo ibérico, y, por ejemplo, en época al- traba la inexistencia de un hiatus entre las
toimperial a veces se encuentra junto a la necrópolis de los siglos s. IV-III a. C. y las ne-
urna cineraria una moneda de época repu- crópolis fechadas en torno al cambio de era.
blicana con la efigie de Jano. En su estudio, destacaba como característi-
cas fundamentales de estos yacimientos la
No se puede descartar que todos estos aparición de cerámica campaniense, ungüen-
factores, que tienen que ver únicamente con tarios fusiformes y cerámica romana de pare-
la arqueología y la manera en la que esta dis- des finas, la inclusión de monedas en algunas
ciplina se aproxima al registro material, ha-
yan sido subrayados por nuevos patrones de 3
| J. M. García Cano (1999) ha cuantificado el
ocupación del territorio relacionados, sobre número de tumbas que pueden estar afectadas por esta
todo, con el proceso histórico que se desen- problemática en las necrópolis ibéricas de Murcia en un
cadena tras la conquista romana. L. Abad ha 0.13%.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 71


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALICIA JIMÉNEZ DÍEZ

tumbas, el descenso en el número de armas


presentes en los ajuares así como la fidelidad
al rito incinerador. En el caso concreto de
la necrópolis del Cigarralejo (E. Cuadrado,
1981: 63), señala, además, la desaparición de
los empedrados tumulares de mayor tamaño
y la tendencia a no fragmentar los objetos del
ajuar antes de introducirlos en la tumba.
A. Fuentes es el autor de un artículo que
vio la luz diez años después y en el que reali-
zaron aportaciones importantes sobre el pro-
blema de las necrópolis del tardío iberismo.
Hay que subrayar que los rasgos fundamen-
tales de los lugares de enterramiento que se
describen en este trabajo (desaparición de es-
tructuras tumulares, pilares estela y escultu-
ras funerarias, descenso del número de armas
FIG. 1: Relieve de Torreparedones (Córdoba)
y de los vasos de gran tamaño), están basados
(Tomado de M. Bendala, 1993: 255).
en los datos aportados por necrópolis del su-
reste y en concreto por dos yacimientos: El
Cigarralejo y El Cabecico del Tesoro. y la existencia de enterramientos de carácter
Dos estudios publicados por D. Vaqueri- monumental (quizá de carácter turriforme)
zo (1994: 277-282; 1999: 206-232) reciente- a los que pertenecerían los relieves proce-
mente se detienen, por el contrario, en las dentes de Torreparedones (Fig. 1), Estepa u
manifestaciones funerarias de este período Osuna, “en un proceso que aparentemente se
localizadas en la actual provincia de Córdo- opone al empobrecimiento arquitectónico de
ba, donde, precisamente, aumenta el número los enterramientos que se documenta en las
de necrópolis fechadas a partir del s. III a. áreas ibéricas clásicas y que, a mi juicio, debe
C., lo que muy probablemente deba ponerse ser entendido de nuevo en relación con las
en relación con el comienzo de la ocupación conquistas bárquida y romana, potenciado-
romana (D. Vaquerizo, 1999: 231). En esta ras de las élites locales en las que apoyarse
zona se constata, como en el SE, la continui- cuyo reflejo funerario podrían ser estos monu-
dad del tipo de contenedores funerarios de mentos” (D. Vaquerizo, 1999: 210).
tradición indígena (que alcanzan incluso el Entre finales de los años noventa y prin-
s. I d. C.), aunque se producen cambios en la cipios del siglo que acaba de comenzar vieron
composición de los ajuares, que reciben aho- la luz otros trabajos donde se presta especial
ra distintas cerámicas de importación. Este atención a las necrópolis de época republica-
autor describe el descenso del número de ar- na del SE y el Levante peninsular, donde ha
mas depositadas en los ajuares y de los hallaz- sido posible confirmar o matizar algunas de
gos de escultura funeraria, si bien constata la las ideas avanzadas en los primeros escritos
aparición de nuevos tipos iconográficos de es- dedicados a este problema (R. Sanz Gamo,
cultura zoomorfa (como el lobo o el carnero) 1997; L. Roldán, 1998; L. Abad, 2003).

72 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

FIG. 2: Ajuar de la tumba 142 de la necrópolis de Galera (Granada), según Cabré y Motos (1920)
(Tomado de J. Pereira et al. 2004, fig. 82).

Desde luego, en el caso del sur de la (Jaén, principios s. IV – primera mitad s. I a.


Península parece poder descartarse, en el C., L. M. Gutiérrez, 2002; L. M. Gutiérrez
estado actual de nuestros conocimientos, Soler, I. Izquierdo, 2001), Toya (Jaén, siglos
la existencia de un vacío temporal entre las V – II a. C., J. Cabré, 1925; C. Mergelina,
últimas necrópolis locales y las primeras 1944), Cerro del Obispo (Alcaudete, Jaén,
necrópolis de época imperial. Sin pretender M. A. Jiménez Higueras; 2005), Baza (Gra-
ser exhaustivos y teniendo muy en cuenta nada, F. Presedo, 1982; E. Cuadrado, 1981:
que aún está por hacer un estudio de carác- 56; J. L. Escacena, 2000: 223), Mirador de
ter global sobre las piezas de muchos yaci- Rolando (Granada, A. Arribas, 1967; M. Mu-
mientos excavados en época antigua, deben ñoz, J. A. Pachón, 1991), Galera (Granada,
citarse, al menos, los materiales del período siglos V a. C. – I d. C., J. Pereira et al. 2004;
republicano hallados en necrópolis como E. Cuadrado, 1981: 56) (Fig. 2), Osuna
Castellones de Ceal (Jaén, s. IV – II a. C., T. (Sevilla, siglos VII – I a. C., J. M. Campos,
Chapa, J. Pereira, 1992; T. Chapa et al., 1993;
T. Chapa et al. 1998: 177 – 179), La Guardia
4
| Desgraciadamente la monografía de J. Valien-
(Jaén, siglo IV – I d. C., A. Blanco, 1959; A.
te, “Estacar de Luciano. Campañas de 1975 y 1977”,
Blanco, 1960: 31), Castulo (Jaén, Estacar de incluida en el volumen titulado Castulo VI que se halla-
Luciano, s. V a. C. – II d. C., M. P. García-Ge- ba en prensa en 1991, nunca llegó a ser publicada (M. P.
labert, J. M. Blázquez, 1992: 4594), Giribaile García-Gelabert, J. Mª Blázquez, 1992: 459, nota 19).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 73


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALICIA JIMÉNEZ DÍEZ

1989: 100, 107; J. L. Escacena, M. Belén los siglos II – I a. C. (se han documentado in-
1994: 247-248; F. Chaves, 2002), Setefilla cluso materiales del s. I d. C), con cremacio-
(Sevilla, Lora del Río, Sevilla, M. E. Aubet, nes en urnas de tradición ibérica en su fase
1978; J. L. Escanea, M. Belén, 1994: 255), más tardía (F. Molina et al., 1982; F. Molina,
Cerro de las Balas (Écija, Sevilla, s. III – I a. C. Huertas, 1985; M. E. Aubet, 1986: 619).
C., E. Núñez, J. Muñoz, 1990), La Cabezuela Asimismo, en Villaricos (Almería), hipogeos
de Fuente Tójar, Cerro de la Cruz (Córdoba, con acceso mediante corredor en rampa,
siglo IV y el siglo II a. C.), Santaella (Córdo- utilizados entre mediados del siglo VI a. C.
ba, D. Vaquerizo, 1994: 280; D. Vaquerizo, y época romana, comparten el espacio fune-
1999: 215 – 222; D. Vaquerizo et al., 1994: rario con fosas de inhumación (ss. VI – IV
23 – 40), y Mesas de Asta (Cádiz, R. Gonzá- a. C.) e incineraciones depositadas en urnas
lez Rodríguez et al. 1995: 75). Pero también de tradición ibérica que se enterraban en un
se ha podido constatar la existencia de ente- hoyo (s. IV a. C. – I d. C.) (M. Astruc, 1951;
rramientos en urnas de tradición ibérica de M. J. Almagro Gorbea, 1984). Otro ejemplo
esta época en yacimientos fenicio-púnicos. interesante es el de la recientemente des-
Por ejemplo, en la necrópolis de Playa de cubierta necrópolis de los Campos Elíseos
los Corrales (Cádiz), junto a inhumaciones (Gibralfaro, Málaga) en uso durante época
simples en fosa se exhumaron un grupo de ‘tardo-púnica’ en la ciudad de Malaca. Du-
incineraciones más tardías que no debieron rante las excavaciones se pudieron recupe-
ser anteriores al siglo III a. C. (M. E. Aubet, rar tanto inhumaciones en decúbito lateral
1986: 615). En Puente de Noy (Granada), la como incineraciones que se pueden fechar
necrópolis ‘fenicia’ se mantiene en uso des- por sus ajuares entre los siglos II-I a. C. (J.
de la segunda mitad del siglo VII a. C. hasta A. Martín, A. Pérez-Malumbres, 1999).
De manera mayoritaria se mantiene en
5
| Se han hallado enterramientos de este tipo, las necrópolis de época republicana el ritual
aunque de forma muy excepcional, en necrópolis ibéri- de incineración, depositándose en general
cas de época anterior a las que aquí se tratan, como por las cenizas recogidas de la pira en una urna
ejemplo, en Los Patos y El Estacar de Robarinas de Cas-
que se sella con un plato, si bien también
tulo (J. M. Blázquez, 1975: 82, 94; J. M. Blázquez, 1985:
123, 129; J. M. Blázquez, J. Remesal, 1979: 363). Las se han documentado ejemplos de busta e
inhumaciones que pueden situarse en momentos poste- incluso inhumaciones5. Sabemos que, efec-
riores a finales del s. III a. C. se han querido asociar en tivamente, se produce una evolución en la
el caso de Valentia con gentes llegadas de la Campania composición de los ajuares, y que la cerá-
(E. García Prósper; P. Guérin, 2002), mientras que en
el sur suelen adscribirse a población de origen púnico
mica ática de época antigua no siempre fue
que recibió sepultura en lugares como Carmona, Cádiz sustituida por la campaniense republicana,
o Villaricos. aunque existan claros elementos de conti-
6
| En la sustitución de la cerámica ática por nuidad ritual en la función de los objetos
otras importaciones deben tenerse en cuenta los cam- que acompañan al difunto (independiente-
bios que se produjeron con el paso del tiempo en la
distribución comercial de distintas clases de productos
mente de su procedencia)6, como veremos
que hicieron llegar a los ajuares “cerámicas áticas pri- de forma más detenida al estudiar el ejem-
mero, el barniz negro después, el material relacionado plo de las necrópolis de Castulo.
con el círculo comercial púnico luego y ya finalmente
el itálico a partir del s. II y sobre todo el I a. C”, como El descenso en la monumentalidad de
señala A. Fuentes (1992: 599). las tumbas fechadas entre los siglos III y I

74 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

a. C. es difícil cuantificar por el momento. La brusca disminución del número de


Se conocen ejemplos de basamentos mo- armas que en un primer momento pareció
numentales de piedra, tumbas de cámara y poder apreciarse a partir de la llegada de las
esculturas de animales que pueden encua- tropas romanas a la Península (E. Cuadrado,
drarse en esta etapa. De hecho, algunas de 1981: 52) ha sido matizada por investigacio-
las piezas monumentales más conocidas de nes desarrolladas durante los últimos años.
las necrópolis ibéricas deben situarse en En algunas necrópolis del sureste (El Cabe-
una fase tardía, como los relieves de Osuna, cico del Tesoro o El Cigarralejo), Cataluña
o ciertas esculturas de animales de bulto re- (Can Miralles, Las Corts, Cabrera del Mar),
dondo, entre las que destacan un conjunto la Meseta (Uxama, Las Ruedas) y la Baja
de leones de estilo helenístico (Fig. 3)7, que Andalucía (El Hinojal, Cerro de las Balas),
aparecen junto a tipos iconográficos que se las armas siguieron siendo empleadas como
documentan por primera vez en algunas re- objetos de ajuar en las sepulturas durante el
giones, como el lobo o el carnero (D. Vaque- s. II a. C. e incluso en algunos yacimientos
rizo, 1994: 281). la proporción de enterramientos con armas
se mantiene durante los siglos III y II a. C.

7
| Algunas características separan este “grupo
reciente” de leones de su precedente inmediato, el
“grupo antiguo” definido por T. Chapa. Por ejemplo, la
cabeza ladeada, los indicios de representación del pelo
o la musculatura, o la introducción bajo las patas de-
lanteras de una víctima animal -generalmente un herbí-
voro- o humana (T. Chapa, 1985: 140-141). Esta misma
autora ha señalado el desarrollo paralelo de este tipo de
‘leones con víctima’ desde época helenística en el mun-
do etrusco y la posibilidad de que se difundiera a través
de los asentamientos de las tropas romanas por todos
los nuevos territorios ocupados en época republicana
y altoimperial, en la que no se perdió la costumbre de
decorar los monumentos funerarios con esta clase de
esculturas (T. Chapa, 1985: 143). Los ejemplos de es-
culturas de leones de época republicana documentados
en el sur de la Península deberían por lo tanto inscri-
birse en el marco de la corriente helenística común al
mundo mediterráneo donde surge el tipo iconográfico,
la influencia de tipos anteriores presentes en el mismo
territorio introducidos en la época de la colonización
fenicia y el contacto con determinadas poblaciones de
la Península Itálica (T. Chapa, 1985: 148). El grupo de
leones conocido de este tipo, que terminan enlazando
con esculturas fechadas ya entre los siglos II – I a. C.
y la primera mita del s. I d. C., es hoy bastante nume-
roso: ha sido recopilado en un catálogo por I. Pérez
FIG. 3A y 3b: Esculturas de leones encastradas
López (1999) y analizado en un conjunto de artículos
en “La Puente Quebradada” de Castulo (Linares,
recientemente (J. Beltrán, 2000; J. Beltrán, 2002: 238;
Jaén) (Según L. Baena y J. Beltrán, 2004, láms. L. Baena, J. Beltrán 2002: 85-87; J. Beltrán 2005; C.
17.1 y 17.2). Aranegui 2004).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 75


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALICIA JIMÉNEZ DÍEZ

al mismo nivel que durante el s. V a. C. Aun- posteriores, romanos) (M. Belén; J. L. Esca-
que no desaparecen del todo, es cierto, sin cena, 1992b: 78-83; M. Belén; J. L. Escacena,
embargo, que el porcentaje de tumbas con 1992a; J. L. Escacena, M. Belén, 1994; J. L.
armas comienza a descender a mediados del Escacena, M. Belén, 1998: 34; J. L. Escace-
s. II a. C. en algunas necrópolis, hasta llegar na, 2000: 218-224). Para J. L. Escacena, tras
a cifras insignificantes antes del cambio de el ‘paréntesis orientalizante’, los turdetanos
era (F. Quesada, 1989: 115-116; F. Quesa- recuperarían su ‘identidad perdida’, sus ri-
da, 1995: 166; F. Quesada, 1997: 651-652; tos funerarios ancestrales, que les llevarían
F. Quesada, 1998: 131). Es especialmente a enterrar a sus muertos de una manera que
significativo el ejemplo de las armas recupe- desconocemos. En la actualidad está fuera
radas en una tumba de El Cerro de las Balas de discusión que, como ya avanzara en su día
(Astigi, Écija, Sevilla), una necrópolis que A. García y Bellido (1952: 42), las urnas de
presenta enterramientos fechados entre el tradición ibérica se mantienen en uso hasta
s. III a. C. y el s. I d. C., no sólo porque el ha- época altoimperial, y es muy probable que
llazgo de este tipo de objetos de la segunda determinados ejemplos aducidos por J. L.
Edad del Hierro no es frecuente en las pro- Escacena y M. Belén (1994) para demostrar
vincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, sino por- la datación tardía de las urnas funerarias de
que además es un ejemplo de una necrópolis este tipo halladas en distintos yacimientos
que arranca en momentos inmediatamente del occidente andaluz deban situarse en
anteriores a la conquista en la zona que tra- fechas recientes. Aunque en el catálogo de
dicionalmente se asimila a la Turdetania (E. enterramientos en urna de tradición ibérica
Núñez, F. Quesada, 2000). Lo cual nos lle- que ellos mismos recopilaron a mediados de
va al controvertido asunto de la escasez de los años noventa se reconoce que algunas
necrópolis en esta zona, que complica, aun piezas admiten una datación amplia entre
más si cabe, el análisis de las necrópolis de el s. V y el s. I a. C., siempre se opta, sin
los tres siglos previos al cambio de era. embargo, por la fecha más temprana, lo que
situaría a estos enterramientos, en los tres
A finales de los ochenta y principios de
últimos siglos previos al cambio de era.
los noventa J. L. Escacena (1987b, 1989,
1992: 332-334) propuso que la aparente es- En contra de esta hipótesis se han posi-
casez de necrópolis en el occidente de Anda- cionado otros autores que consideran preci-
lucía entre los siglos XI y III a. C. se debía a samente que el rito incinerador caracterís-
la fidelidad de los indígenas de estas zonas a tico de la cultura ibérica meridional debe
un ritual funerario, de origen indoeuropeo, considerarse una más de las novedades que
vinculado al Bronce Atlántico, que no deja- se introducen durante el Bronce Final tarté-
ría huella arqueológica. Según este autor y sico (M. Bendala, 1992a: 29), reforzada en
M. Belén, no es posible encontrar ejemplos su etapa orientalizante por el influjo de la
de enterramientos turdetanos a finales de la tradición incineradora mayoritaria entre los
Edad del Bronce y los que se documentan fenicios peninsulares (M. Bendala, 1992b,
desde época orientalizante hasta la llegada M. Bendala, 1995: 281; M. Almagro-Gorbea,
de los romanos deben atribuirse a gentes 1992: 38). Los hallazgos de los últimos años
de otras filiaciones étnicas (púnicos, baste- en distintos yacimientos –no sólo andaluces–
tanos, turdetanos aculturados, o, en épocas vienen a sustentar esta teoría: cremaciones

76 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

de etapa precolonial de la necrópolis de las J. M. Campos considera que es posible


Cumbres (Cádiz), incineraciones en urnas defender la continuidad entre los enterra-
a mano de Cerro Alcalá (Torres, Jaén), ne- mientos de época orientalizante y los de los
crópolis de cremación del Cerro de Les Mo- siglos V-II a. C. en Osuna, en el sector exca-
reres (Alicante), necrópolis de incineración vado en 1903 por P. Paris y A. Engels, a partir
de El Llano de Ceperos (Ramonete, Lorca), del estudio de los materiales conservados en
Parazuelos (Murcia), Almizaraque (Alme- el Museo Arqueológico de la localidad, pro-
ría), Cabezo Colorado (Almería), Caldero cedentes en su mayoría del continuo expolio
de Mojácar (Murcia), Barranco Hondo (Mur- de la zona de la necrópolis y los fragmentos
cia), necrópolis de El Acebuchal (Sevilla) y que ha sido posible recoger en superficie
necrópolis de la Cruz del Negro (Sevilla), en de urnas funerarias ibéricas (J. M. Campos,
Setefilla (Lora del Río, Sevilla) (M. Bendala, 1989: 100, 107).
1992a: 29 - 32). Las necrópolis tartésicas de
Asimismo, el equipo de C. Fernández
época orientalizante serían receptoras de
Chicarro pudo constatar en distintas exca-
esta ritualidad funeraria (aunque también
vaciones realizadas en Carmona desde 1970
se documenten inhumaciones), apreciándo-
varios tipos de tumbas (C. Fernández-Chica-
se, al mismo tiempo, el enriquecimiento de
rro, 1978; Mª Belén, 1982: 270). El principal
sus ajuares (M. Bendala, 1992a: 33, D. Ruiz
interés de las cuatro urnas de incineración
Mata, 1993; M. Torres Ortiz, 1999: 40-41,
descubiertas a mediados de los setenta es la
59-96).
de ser las primeras de esta clase que se pu-
Aún no estamos en condiciones de cono- blicaban como procedentes de este sector.
cer las causas del escaso número de necrópo- No obstante, el Museo de Carmona conserva
lis que conocemos en la baja Andalucía que vasos similares, aunque se desconoce su pro-
puedan ser fechadas entre los siglos V-III a. cedencia exacta, y la propia Mª Belén señala
C. Sin embargo, no creo que sea posible sos- en su trabajo de 1982 que en las excavacio-
layar en nuestros análisis o presentar como nes realizadas por ella misma y la Dra. Fer-
la excepción que confirma la regla ciertas nández-Chicarro en el mismo lugar en 1979,
noticias sobre la posible existencia de espa- se encontraron varias tumbas de cremación
cios funerarios, más o menos importantes, en urna depositadas en un hoyo (Mª Belén,
situados en las provincias de Córdoba, Sevi- 1982: 271). En conjunto, los paralelos pro-
lla, Huelva y Cádiz. Las necrópolis ‘turdeta- puestos de necrópolis como La Guardia,
nas’ de la ciudad de Córdoba, por ejemplo, Castellones de Ceal, Los Patos, Almedinilla,
continúan siendo prácticamente desconoci- Fuente Tójar, y el Raso de Santa Ana, así
das, aunque hace poco tiempo ha sido publi- como la comparación con piezas similares
cado un avance del estudio de un conjunto procedentes del corte estratigráfico abierto
de materiales procedentes de excavaciones por J. M. Carriazo y K. Raddatz en la propia
ilegales, que demuestra la existencia, según Carmona donde se pudo documentar una
J. F. Murillo y J. L. Jiménez Salvador, de una zona del hábitat de la ciudad, proporcionan
necrópolis de incineración activa entre los una datación entre finales del siglo V y el si-
siglos VII a. C. y II a. C. asociada al núcleo glo III a. C. para las urnas de estas cuatro se-
de la Colina de los Quemados (J. F. Murillo, pulturas (nº 11 a 14), que presentaban perfil
J. L. Jiménez Salvador, 2002: 186). bitroncocónico, cuello alto, boca ancha con

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 77


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALICIA JIMÉNEZ DÍEZ

reborde exterior y decoración a bandas de


color rojo vinoso (Fig. 4) (Mª Belén, 1982:
275; J. L. Escacena, Mª Belén, 1994: 253).
Parece pues probable que al sureste del an-
fiteatro, en la parte baja de la ladera sobre
la que se sitúa el área de enterramiento con
tumbas hipogeas de época altoimperial, se
ubicase una necrópolis ibérica que pudo se-
guir en uso durante época romana. Si bien
Escacena y Belén (1994: 253) mantienen la
datación de las cuatro urnas publicadas por
uno de ellos en 1982 entre los siglos V-III a.
C., recientemente, en el marco de la expo-
sición de su hipótesis sobre la inexistencia
de tumbas ‘turdetanas’ de la segunda edad
del Hierro, han propuesto rebajar la crono-
logía de una de ellas (nº 14) por el motivo
iconográfico (una mosca) que aparecía en el
entalle de un anillo de su ajuar. Según estos
autores, las representaciones de este insec-
to (que C. Fernández Chicarro interpretó en
su día como una abeja), son excepcionales
antes de época romana (J. L. Escacena, Mª
Belén, 1994: 235).
También los restos encontrados durante
una prospección sistemática del yacimiento
de la Atalayuela (Huelva), donde se recogie-

FIG. 4: Tumbas de incineración de la necrópolis


8
| En mi opinión otros yacimientos citados por de Carmona (Sevilla) (Según M. Belén, 1982).
estos autores como ejemplos de necrópolis turdetanas
(O. Guerrero, F. Gómez Toscano, 1999: 103), deben
considerarse, de momento, sólo indicios que podrán
ron de forma abrumadoramente mayoritaria
confirmarse o descartarse en el futuro. Éste es el caso
de la necrópolis de El Bollo IV, donde sólo se han recu- fragmentos de urnas y cuencos, ha permiti-
perado, durante una prospección, tres urnas con restos do deducir la existencia de una necrópolis
de ceniza donde destaca la forma XII de Escacena (F. fechada entre final del s. VI y el s. III a. C. en
J. Velasco et al., 1990a: 154; F. J. Velasco et al., 1990b: este asentamiento (O. Guerrero, F. Gómez,
132); la necrópolis de El Cerro de las Balas, donde se
1999)8, cuya cronología sólo podrá aquila-
han documentado materiales fechados fundamental-
mente en fechas “tardías” entre los siglos III – I a. C. tarse definitivamente mediante una excava-
(E. Núñez, J. Muñoz, 1990); o la necrópolis de Grana- ción arqueológica.
dos (El Rubio) o Bencarrón (Mairena del Alcor), de las
que poco más sabemos que vagas alusiones a su exis-
Sin embargo, en Mesas de Asta (Cádiz),
tencia (J. M. Vargas et al., 1990; Amores, 1982: 63; M. a través de un sistema de prospección mi-
Pellicer y V. Hurtado, 1987). croespacial de las estructuras funerarias ob-

78 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

servables en superficie9, ha sido posible de- arqueológicas’ son resúmenes descriptivos


limitar un conjunto de necrópolis situadas de patrones de variación espacial de mate-
al Oeste del núcleo principal de hábitat en riales arqueológicos, y, consiguientemente,
las que se han identificado un total de 2260 pueden resultar engañosas a la hora de de-
posibles estructuras funerarias, fechadas en- finir grupos étnicos (J. Shennan, 1989: 11).
tre los inicios del II milenio y época romana No es posible emplear criterios ‘objetivos’
(Fig. 5). La gran mayoría (570) corresponde (como la raza, la lengua o la cultura) para
a simples fosas en las que se habían depo- definir la etnicidad, porque ésta depende, en
sitado cremaciones datadas en la primera última instancia, de sentimientos subjetivos
mitad del I milenio, mientras que otras 200 de pertenencia a un grupo, que además pue-
deberían situarse, según los responsables de den variar con el paso del tiempo, y espe-
la intervención, entre momentos avanzados cialmente, a través del contacto con otros
del s. VI y finales del S. III a. C. (R. González grupos del mismo tipo (J. M. Hall, 1997; J.
Rodríguez, et al. 1995: 75; R. González Ro- M. Hall, 2002; S. Jones, 1997; A. Jiménez
dríguez et al. 1994). Díez, 2002; A. Jiménez Díez 2005: 65-87).
Y, si bien es cierto que la cultura material se
En cualquier caso, y a la espera de que emplea para simbolizar diferentes aspectos
futuras excavaciones en algunos de los ya- de la identidad social, la identidad étnica no
cimientos citados puedan ampliar nuestros puede defenderse como la causa exclusiva
conocimientos sobre este asunto, puede ar- de los patrones de dispersión de distintos
gumentarse que quizá el punto más débil de tipos de piezas (M. E. Downs, 1998: 43; M.
la hipótesis de J. L. Escacena y M. Belén es Díez Andreu, 2004). De todo ello se puede
que su interpretación se sustenta en la posi- concluir que es imposible demostrar en la
bilidad de asociar determinados elementos actualidad –careciendo, como carecemos de
del registro arqueológico con grupos étni- fuentes escritas de las propias comunidades
cos de la antigüedad. Parece prácticamente de la segunda edad del Hierro– si las urnas
imposible demostrar a través del registro cinerarias depositadas en un simple hoyo
arqueológico si las tumbas halladas hasta excavado en el suelo eran consideradas un
la fecha corresponden al enterramiento no elemento característico de pertenencia a la
de ‘turdetanos’, sino de ‘orientales’ o ‘tur- etnia que los textos clásicos (no los propios
detanos orientalizados’ en época antigua, nativos) denominan ‘turdetana’.
o de ‘romanos’ o ‘turdetanos romanizados’
durante el período republicano10. El pro-
blema de la etnicidad es muy complejo y
9
no puede ser abordado en estas páginas de | La zona fue arada con reja profunda por pri-
mera vez tras cambiar de titularidad, lo que puso al
forma detallada, pero si debe señalarse que
descubierto los restos de las estructuras funerarias más
la asociación entre cultura arqueológica y superficiales de las necrópolis, permitiendo identificar
etnia, que tiene sus orígenes en los traba- las distintas áreas de enterramiento.
jos publicados por G. Kosinna a principios 10
| En este mismo sentido se ha expresado D.
del s. XX para identificar a grupos como los Vaquerizo, quien duda de que los casos conocidos de
cremaciones en urna en la Andalucía occidental deban
alemanes a través del patrón de distribución atribuirse únicamente grupos de población púnicos o
de distintos tipos de materiales, se encuen- romanos (D. Vaquerizo, 1994: 279; D. Vaquerizo, 2001:
tra actualmente en revisión. Las ‘culturas 143).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 79


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALICIA JIMÉNEZ DÍEZ

FIG. 5: Distribución de las estructuras funerarias documentadas mediante prospección en las


necrópolis de Mesas de Asta (Cádiz) (Tomado de R. González Rodríguez et al. 1995, fig. 3).

80 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

De hecho, uno de los problemas funda- tos fines), la aparición de necesidades antes
mentales al que nos enfrentamos a la hora inexistentes como la identificación nominal
de intentar analizar la ‘romanización’ de las de las sepulturas a través de los epígrafes de
necrópolis ibéricas a partir de la conquista, las lápidas funerarias o el empleo de monu-
al pretender individualizar los sepulcros de mentos que presentan tipologías similares a
los colonos itálicos que se entierran en te- los que podemos encontrar en Italia. Y, sin
rritorio ibérico, es precisamente la similitud embargo, incluso en este momento en el que
que presenta el registro arqueológico fune- parece producirse cierta convergencia hacia
rario de muchas necrópolis mediterráneas lo que podría interpretarse como un modelo
de esta época. En concreto, los lugares de romano, el registro arqueológico nos mues-
enterramiento del mundo romano y el ibéri- tra la complejidad del fenómeno denomina-
co presentan en general, como ha señalado do ‘romanización’.
A. Fuentes, “idéntica tradición incineradora,
ritual de enterramiento muy similar, ajuares
fundados en la urna cineraria, unos depósi-
2. EL EJEMPLO DE LAS
tos votivos seguramente de comida, la gran
importancia de los ungüentos en el juego NECRÓPOLIS DE CASTULO
ritual y en la ceremonia de enterramiento,
Un buen ejemplo de ello lo proporcionan las
la existencia de una espiritualidad de ultra-
necrópolis de Castulo, donde es posible es-
tumba con divinidades infernales, etc.”, a lo
tudiar el proceso de cambio y continuidad
que se podría añadir la “existencia en ambos
derivado de la ‘romanización’ a lo largo de
ámbitos culturales de variantes excepciona-
varias centurias. El yacimiento presenta la
les del enterramiento como los infantiles en ventaja de permitirnos comparar, no sólo
los poblados (subgrundaria)...” (A. Fuentes, distintas necrópolis prerromanas coetá-
1992: 600). neas, sino también diferentes cementerios
El momento en el que es posible per- de época altoimperial que ofrecen la posi-
cibir una transformación más intensa de la bilidad de contrastar el empleo de una serie
cultura material prerromana parece produ- de elementos que pudieron ser considerados
cirse en la Bética, no tanto a la llegada de “tradicionales” en la época y confrontarlos
las tropas itálicas o en los siglos subsiguien- con los objetos y rituales que realmente se
tes de asentamiento y ocupación del terri- empleaban en el asentamiento antes de la
torio, sino precisamente a finales del s. I a. conquista romana del sur de la Península.
C. o incluso en el s. I d. C., en un contexto Con el paso de los siglos distintas necró-
en el que el cambio se aprecia también en polis se fueron disponiendo en los alrededo-
otros aspectos como el urbanismo, la numis- res del asentamiento de Castulo (Fig. 6). Al
mática o la epigrafía (S. J. Keay, 1992, A. oeste, se situó el área sepulcral de Los Patos
U. Stylow, 1998: 109). En torno al cambio y El Estacar de Robarinas; al sur, El Molino
de era, se empieza a observar, por primera de Caldona y al este, Los Baños de la Muela,
vez, una articulación del espacio funerario Casablanca, El Estacar de Luciano, El Cerri-
característicamente romana (en torno a las llo de los Gordos y tres túmulos en la zona
vías que abandonaban la ciudad y en recin- de Los Higuerones. Entre las necrópolis más
tos que parcelan el terreno dedicado a es- antiguas, según las cronologías proporciona-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 81


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALICIA JIMÉNEZ DÍEZ

das por los responsables de las excavaciones,


se encuentran las de los Patos (ss. IX-VIII a
IV a. C.), Molino de Caldona (finales del s. V
a. C.-principios del s. IV a. C.), Baños de la
Muela (ss. V-IV a. C.) y Casa Blanca (ss. V-IV
a. C.). En los Patos se encontraron los res-
tos de una construcción cuadrangular, tres
inhumaciones y nueve urnas ibéricas que
contenían los restos de los difuntos y habían
sido protegidas con losas de piedra o piedras
formando un círculo alrededor. Junto a la
urna se pudo apreciar en ocasiones restos
de la pira funeraria y fragmentos calcinados
del ajuar (J. Mª Blázquez, 1975: 41-121; A.
Arribas, F. Molina, 1968-1969: 180).
Existen, al menos, dos necrópolis en
Castulo de época ibérica que continúan has-
ta momentos que enlazan con el mundo ro-
mano. La necrópolis del Estacar de Luciano
tiene sus orígenes en el s. V a. C., pero se
mantiene en uso hasta el s. III a. C., super-
poniéndose a continuación una necrópolis
romana-republicana que perdura hasta el
s. II d. C. De la misma manera, necrópolis
en las que se han estudiado y publicado
FIG. 6: Ubicación de las necrópolis de Castulo los restos conservados del período ibérico
(Linares, Jaén) (Según, J. M. Blázquez, 1985, (fases ss. VII-IV a. C.), como El Estacar de
fig. 1).
Robarinas, tuvieron una fase tardía en épo-
ca romana, que se conoce debido al expolio
11
| Debemos tener en cuenta, sin embargo, que de un conjunto de “tumbas importantes de
parte de los sillares del monumento turriforme apare-
cieron reutilizados en tumbas posteriores de época ibé-
este período, de piedra...” y sarcófagos (Mª
rica. Recientemente se ha publicado un avance de los P. García-Gelabert, 1990a: 265; Mª P. Gar-
resultados obtenidos tras el estudio de los ajuares de cía-Gelabert, J. Mª Blázquez, 1992: 459).
las tumbas conservadas en el MAN, así como de los dia- Este fenómeno, como destaca M. P. García
rios de excavación y las planimetrías realizadas durante
Gelabert, no es exclusivo del yacimiento de
las campañas de 1971, 1973, 1978 y 2000, que forman
parte de la Tesis Doctoral de L. Alcalá-Zamora. Se han Castulo. Ejemplos tan paradigmáticos como
podido establecer seis fases, que van desde el s. V a. C. Pozo Moro demuestran la continuidad de los
hasta el s. V d. C. Aunque la mayoría de las tumbas se enterramientos en el lugar donde se erigió
concentran en el período 1 (500-250 a. C.), también se una tumba singular desde época ibérica has-
ha constatado la existencia de algunos enterramientos
fechados entre el 250 a. C. y el 75 a. C., muy afectados
ta el s. I d. C. (M. Almagro-Gorbea, 1983;
por las labores agrícolas realizadas en la zona (L. Alca- L. Alcalá-Zamora, 2002; L. Alcalá-Zamora,
lá-Zamora, 2002: 200-201). 2003)11, evidenciando “la perduración de la

82 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

memoria de aquél como lugar sacro”. Según Las diferencias que permitieron a J. Mª
esta autora, “en las necrópolis de Baños de Blázquez y F. Molina establecer un conjunto
la Muela y los Patos, también de Castulo, se de tipos se observan en la manera en la que
documenta, asimismo, este fenómeno” (M. P. se resguardó la urna dentro del hoyo donde
García-Gelabert, 1990a: 266 y nota 56). quedó introducida: mediante un ánfora a la
que se había cortado previamente la zona
En este mismo momento (época altoim-
del cuello y la base, bajo vasijas o fragmen-
perial), estuvieron también en uso otras ne-
tos de ánfora, en el centro de un círculo de
crópolis, que en este caso se situaron en una
piedras, sobre una tégula o sin ningún tipo
ubicación diferente a las de época más anti-
de protección especial14 (J. Mª Blázquez, F.
gua y, sin embargo, determinados aspectos
Molina, 1975: 240).
descritos en las necrópolis ibéricas de Cas-
tulo se repiten en las áreas sepulcrales de la
12
Puerta Norte y el Cerrillo de los Gordos. De | J. M. Blázquez y A. Canto consideraron que
una necrópolis o necrópolis de finales del la datación de estos muros debía retrasarse a época
tardía, pero mientras que para el primero esta fecha
s. I a. C. o época altoimperial de ubicación permitía establecer la contemporaneidad de los recin-
desconocida procedería un importante con- tos con la necrópolis, para la segunda investigadora los
junto de relieves funerarios embutidos en el muros fueron construidos en un momento posterior al
aparejo de La Puente Quebrada que contras- abandono del cementerio, que habría de situarse en los
tan con la ausencia de este tipo de monu- primeros decenios del Imperio, “pues hay al menos una
urna tapada por aquellos” (A. Canto, 1979: 10), aunque
mentos en el resto de necrópolis romanas no se especifica cuál ni por qué muro exactamente. Se-
del asentamiento. gún J. M. Blázquez y F. Molina (1975: 238), este recinto
“pertenece a una etapa intermedia de la necrópolis,
dada su profundidad y el que se den enterramientos por
encima y debajo de él”.
LA NECRÓPOLIS DE LA PUERTA 13
| Este tipo de recintos, en los que se utilizaban
NORTE (CASTULO, JAÉN) técnicas constructivas como las descritas en el caso
castulonense, debieron ser más frecuentes en las necró-
Este conjunto funerario estaba situado a polis hispanorromanas altoimperiales de lo que se creía
hasta ahora (D. Vaquerizo 2002). Contamos además,
la izquierda de la calzada romana que unía como evidencia directa de la existencia de esta clase de
Castulo con Toledo, que según J. M. Bláz- acotados en Castulo, con dos inscripciones procedentes
quez coincidió en un tramo con la vía Córdo- de la Necrópolis del Cerrillo de los Gordos donde se
ba-Sagunto. A esta zona de enterramiento se señalaba la extensión de terreno acotada para realizar
enterramientos: “In f(ronte) p(edes) XXXV / In a(gro)
accedía tras recorrer unos 125 metros desde
p(edes) XXXV” e “In fronte l(ocus) pedes XX in a/gro
la salida principal del recinto amurallado de p(edes) XXVIII” (R. Contreras, A. D’Ors, 1977: 16).
la ciudad ibero-romana: la puerta norte (J. 14
| A: vasos funerarios protegidos por “una espe-
Mª Blázquez, F. Molina, 1975: 237). cie de cilindros ovoides de arcilla”, posiblemente án-
foras a las que se les ha cortado las zonas del cuello y
Los enterramientos aparecieron rodea- fondo, B: vasos colocados “sobre una tégula, que los aís-
dos por un conjunto de muros de escasa la de la tierra haciendo de suelo, recubiertos por unas
altura (unos 40 cm.) fabricados con dos o vasijas de gran tamaño de tondo plano, asemejándose a
tres hiladas de guijarros e interpretación grandes maceteros”, C: similar al anterior pero con una
vasija grande globular como cubierta, D: urna y vaso
controvertida12, que muy probablemente de ofrenda rodeados de un círculo de piedras, E: vasos
puedan ser interpretados como acotados funerarios resguardados por fragmentos de ánfora, F:
funerarios13. urnas colocadas directamente en la tierra, sin ningún

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 83


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALICIA JIMÉNEZ DÍEZ

Los enterramientos de la Puerta Norte ración con lo que se puede observar en las
consistían de manera mayoritaria en incine- necrópolis prerromanas del asentamiento, o
raciones depositadas en una urna cineraria incluso, aunque de manera menos acusada,
cerrada con un cuenco troncocónico en po- en necrópolis contemporáneas, como la del
sición invertida. Las ofrendas más comunes Cerrillo de los Gordos.
eran una vasija más o menos globular y un
vasito de perfil en “s”15. De manera más ex-
LA NECRÓPOLIS DE EL CERRILLO
cepcional, se incluía un ungüentario cerámi-
DE LOS GORDOS (CASTULO, JAÉN)
co en el interior de la urna cineraria, o una
lucerna, y, en contadísimas ocasiones, algún La necrópolis del Cerrillo de los Gordos, si-
objeto de metal como clavos, una anilla de tuada a 800 metros al nordeste de la muralla
hierro o una plaquita de bronce. y un kilómetro al este de la necrópolis de la
Uno de los elementos más destacables, Puerta Norte, presenta un fenómeno pareci-
que permite hermanar las necrópolis roma- do a esta última, si bien los investigadores
nas de Castulo con yacimientos como Car- que realizaron la excavación destacaron la
mo o Baelo Claudia, es la ausencia en los riqueza de sus materiales en comparación
ajuares de la cerámica de importación más con la otra necrópolis romana de la ciudad.
común en los primeros decenios del Impe- Las excavaciones se iniciaron en el verano
rio: la terra sigillata (M. Bendala, 1991b: de 1971 en el lugar donde, según diversas
184-186; M. Bendala, 1999). Tampoco están noticias, había sido hallada, a finales de los
presentes elementos tan característicos en años cuarenta, una cámara sepulcral que
otras necrópolis altoimperiales como los un- había proporcionado unos doscientos vasos
güentarios de vidrio, de los que únicamente enteros entre los que la mayoría presenta-
se recogió un ejemplar en la Puerta Norte ba decoración pintada de tradición ibérica
(T. II), y aparecen solamente de manera tes- (Fig. 7). A la cámara construida en sillares
timonial las lucernas y algún clavo. de arenisca local se accedía a través de una
escalera con seis peldaños, siendo el segun-
En cualquier caso, cabe destacar la ho- do de ellos un fuste de columna reutilizado
mogeneidad de los ajuares que acompaña- para esta función. Entre los dos sillares que
ban a los sepulcros de la Puerta Norte, la hacían de dintel en la puerta de acceso al in-
aparición casi constante de algunos objetos terior se realizó un agujero rectangular, pro-
con determinada función ritual, en compa- bablemente con el fin de realizar libaciones
a través de él. Esta superficie estuvo cubier-
ta con una pequeña bóveda de hormigón,
material de protección, G: tipología dudosa, H: inhu- que debió derrumbarse ya en época antigua.
maciones (J. Mª Blázquez, 1975: 240).
15
| Es sin duda interesante que las tumbas de la
(A. Mª Canto, J. J. Urruela, 1979: 321). En
Puerta Norte presenten un modelo ritual similar al ya el ángulo noroeste de esta cámara, “entre la
documentado en Bolonia o algunos sepulcros de Carmo- escalera y el sillar largo” se encontró una
na, en el que se incluye la urna cineraria, una vasija de máscara de terracota de carácter funerario
ofrenda de una tipología muy específica (aunque caracte- de corte helenístico (un Apolo o Dionisos,
rística de cada yacimiento) que podía contener un vasito
para beber en su interior (A. Jiménez Díez, 2005: 223).
según sus excavadores) que podría fecharse
16
| Dimensiones: 138 mm. de altura, 119 mm. de en el primer tercio del siglo I d. C. o posi-
anchura máxima, 64 mm. de grosor máximo. blemente en momentos algo anteriores16.

84 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

FIG. 7: Tumba de cámara de la necrópolis de El Cerrillo de los Gordos de Castulo (Linares, Jaén)
(tomado de A. Canto, J. J. Urruela, 1979, plano 11).

No fue posible recoger ningún otro objeto de ladrillo idéntico a los que cerraban los la-
relacionado con las tumbas o los ajuares que terales de cada uno de los nichos, que pudie-
debieron estar depositados en su día en la ron albergar dos inhumaciones. A. Canto y J.
cámara funeraria (A. Mª Canto, J. J. Urruela, J. Urruela no mencionan el hallazgo de restos
1979: 322). humanos, pero sí señalan de manera explíci-
De acuerdo con la memoria de excava- ta la ausencia de ajuar y que la fosa apareció
ción, compartiendo en parte la bóveda de la sellada por tres estelas (dos de ellas con ins-
cámara subterránea –lo que implicaría que cripción y remate semicircular, mientras que
ambas construcciones fueron coetáneas– se la tercera era rectangular) colocadas horizon-
encontró otro enterramiento denominado talmente y boca abajo. En la zona de unión
Tumba I. Se trata en este caso de dos fosas entre las dos estelas inscritas que servían de
separadas longitudinalmente por un tabique losa de cubierta a la fosa, se había abierto

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 85


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALICIA JIMÉNEZ DÍEZ

un orificio cuadrado, con gran probabilidad troncocónico y acompañada por uno o dos
destinado a la profusio. Las lápidas contenían vasitos. Sólo de manera más excepcional se
los siguientes textos: “L(ucii) ANNI / CAPE- añade un ungüentario de vidrio (T. IV). J. J.
LLAE / SEGOBRIGENS(is)”, “IN F(ronte) Urruela y A. Mª Canto fechan esta necrópo-
P(edes) XXXV / IN A(gro) P(edes) XXXV” e lis en el siglo I d. C., aunque no descartan
“IN FRONTE / L(ocus) PEDES XX IN A/GRO la posibilidad de que estuviese ya en uso en
P(edes) XXVIII” (CILA 6, nº 110, 170 y 171; momentos algo anteriores17.
R. Contreras, A. D’Ors, 1977: 16 y láms. 4-
6; A. Mª Canto, J. J. Urruela, 1979: 324). C.
González y J. Mangas (1991: 164, 212 - 213)
han propuesto fechar la primera inscripción ANÁLISIS DE LOS AJUARES
en época julio-claudia, mientras que las dos
Distintos elementos de las necrópolis al-
segundas deberían situarse en la segunda mi-
toimperiales de Castulo revelan un patrón
tad del s. I d. C.
de ruptura y continuidad. Los enterramien-
El resto de las sepulturas de la necrópo- tos se inscriben ya en un espacio funerario
lis (tumbas II a VII) siguen el rito de incine- estructurado según una lógica romana: en
ración. Algunas de estas tumbas (T. II, T. III, necrópolis situadas junto a las vías, en la
T. VI) ofrecieron un ajuar de similar compo- zona más próxima a las murallas de la ciudad,
sición a otros encontrados en la necrópolis donde parte del terreno había sido parcelado
de la Puerta Norte, integrados por una urna en recintos funerarios. Los tipos de tumbas
de tradición ibérica tapada con un cuenco presentes en estos yacimientos muestran, sin
embargo, muchas similitudes con los que se
17
pueden hallar en períodos anteriores. En el
| Las inscripciones reutilizadas en la cubierta
de la cámara funeraria de la necrópolis plantean sin
caso de las fosas simples únicamente se han
embargo un problema cronológico, puesto que dos de sustituido los círculos de piedra menuda que
ellas han sido fechadas en la segunda mitad del s. I d. C. tradicionalmente protegían las urnas cinera-
por C. González Román y J. Mangas (1991: 212 - 213). rias por cuerpos de ánfora o tegulae, mientras
Por lo tanto, o bien debemos desestimar la apreciación que la tumba de cámara de El Cerrillo de los
de que tanto la tumba hipogéica como el sepulcro con
espacio para realizar dos inhumaciones (T.I) se encon-
Gordos se asemeja a determinadas construc-
traban cubiertas por la misma “bovedilla” (A. Canto, J. ciones de las necrópolis de Villaricos, Puente
J. Urruela, 1979: 322) y que por ello podrían ser consi- de Noy o Carmona.
deradas contemporáneas a grandes rasgos, o bien debe-
mos situar la cámara funeraria en la segunda mitad del Respecto al ajuar, las urnas cinerarias de
s. I d. C. atendiendo a la fecha post quem aportada por tradición ibérica (tanto por la forma como
las lápidas funerarias. Lo mas lógico parece situar las por la decoración) son uno de los nexos de
dos inhumaciones en momentos posteriores a la cons-
unión más claros entre las necrópolis de
trucción de la tumba de cámara, teniendo en cuenta el
empleo de materiales reutilizados como ladrillos o las época romana y prerromana de la ciudad, si
lápidas inscritas en la construcción de la doble fosa (M. bien, evidentemente, hay que hablar de una
Bendala, 1991a: 85; M. Bendala, 1995: 285). El expolio evolución de las tipologías cerámicas desde
al que había sido sometido el monumento funerario no los prototipos del s. IV a. C. hasta sus deriva-
facilita, evidentemente, la búsqueda de una respuesta,
ya que el único material que apareció directamente
dos en el s. I d. C. Aunque es difícil aventurar
asociado a la cámara durante la excavación es la másca- hipótesis en este sentido, se podría pensar
ra de terracota descrita unas líneas más arriba. que nos encontramos ante cerámicas que

86 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

pudieron ser consideradas ‘tradicionales’ y vasitos a la barbotina que, según M. Beltrán


por oposición a la nueva vajilla de importa- Lloris et al. (1999: 154 - 159), fueron emplea-
ción que llegaba, en un primer momento, dos también, sobre todo, para el consumo de
asociada sobre todo a los nuevos colonos vino. También se puede argumentar, como
establecidos en la Península. Aun así, debe ya hizo A. Canto en su estudio de materiales
tenerse en cuenta que, frente a la unidad de la Puerta Norte, que los cuencos-tapadera
en este sentido que presentan los enterra- que suelen sellar tanto la urna como la vasi-
mientos de necrópolis como la de la Puerta ja de ofrenda tienen sus orígenes en formas
Norte, donde casi un 90% de los tumbas co- ibéricas, y –lo que es más importante– que
rresponden a cremaciones en urna de tradi- además cumplían la misma función ritual.
ción ibérica, ni mucho menos todas las se- Desaparecen en cambio en las necrópolis
pulturas de las necrópolis prerromanas de la de época romana de Castulo las formas más
ciudad utilizaron este tipo de contenedores abiertas –los abundantes platos de cerámica
cinerarios. En el Estacar de Robarinas hay gris o barniz rojo tan frecuentes en el Estacar
un conjunto de enterramientos (Tipo VI) de Robarinas o los Baños de la Muela–, lo que
que consistían en simples fosas excavadas quizá esté indicando la importancia de los ri-
en el terreno, en los que, además, los hue- tuales asociados con la bebida y las libaciones
sos recibían un tratamiento ritual distinto a en el momento inmediatamente anterior a la
aquéllos introducidos en urnas. Según M. P. clausura de la tumba en época romana, frente
García Gelabert (1990b: 352), en Robarinas a la selección de platos que habrían sido uti-
lizados en las comidas rituales previas y que
los enterramientos en fosas contenían hue-
se introducían junto a los restos del difunto
sos menudos mezclados con carbón, ceniza,
en las necrópolis de época ibérica del yaci-
huesos de animales, fragmentos de cerámica
miento19. También dejan de incluirse en los
y otros restos del ajuar, mientras que en el
ajuares de las tumbas de la Puerta Norte y el
interior de las urnas se conservaban huesos
largos, limpios de ceniza y carbón. En los Ba-
ños de la Muela los busta suponen el segun- 18
| A este tipo corresponden once de los dieci-
do tipo más abundante de enterramientos, nueve enterramientos excavados en la necrópolis (T. I,
II, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII, XVIII, J. M. Bláz-
con casi un 40% del total de la necrópolis.
quez, 1975: 40-121)
En los Patos, por el contrario, parecen pre- 19
| No se puede descartar, sin embargo, que la va-
dominar las incineraciones en urna18. sija que acompaña a la urna cineraria en tantas ocasio-
nes en las necrópolis romanas del mediodía peninsular
Junto al recipiente cinerario se deposi- contuviese algún tipo de ofrenda alimenticia, aunque
taron a lo largo del tiempo vasos de distin- desde luego en esta época deja de considerarse apro-
tas clases: en un primer momento las cílicas piada la inclusión en la tumba de la vajilla empleada en
los banquetes comunales que tenían lugar a lo largo del
griegas de figuras rojas o cuencos de cerámi-
funeral. Una excepción a esta regla podría encontrarse
ca gris, y más adelante las copas de barniz en determinados busta de época altoimperial en los que
negro estampilladas. Estos recipientes des- se conservan restos de los platos (en este caso ya de
tinados a la bebida conviven con los vasitos cerámica sigillata) empleados en este tipo de ágapes o
de perfil en “s” de barniz rojo que serán más en ajuares que incluyen series constantes de un mismo
tipo de recipiente (por ejemplo tres platos, tres vasos y
tarde sustituidos por vasitos de perfil en “s” tres vasitos de menor tamaño) como los hallados en la
–a veces con decoración a bandas–, que da- necrópolis cordobesa de La Constancia (D. Vaquerizo et
rán paso, a su vez, a vasitos de paredes finas al. 2005; S. Vargas, 2002).

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Cerrillo de los Gordos recipientes de cerámi- personales’ con los que posiblemente se in-
ca importada: ni campanienses, ni sigillatas, cineraba el cadáver, como anillos, hebillas
sustituyeron a las cerámicas griegas, ni fue- de cinturón, posibles amuletos (campani-
ron consideradas apropiadas para acompañar llas) y fíbulas. Tampoco se recogieron restos
al difunto a pesar de que estas cerámicas sí se de armas en las necrópolis de El Cerrillo de
conocían y se utilizaban en el asentamiento, los Gordos y La Puerta Norte, destacando su
como demuestran los hallazgos de la Villa del presencia sobre todo en Casablanca y El Es-
Olivar (J. M. Blázquez, J. Molina, 1979). tacar de Robarinas.
En necrópolis prerromanas de Castulo En general, puede decirse que tras la de-
como Los Patos o Baños de la Muela se reco- nominada “fase de transición” entre el mun-
gieron también fragmentos de ánforas que do prerromano y romano cambian los objetos
aparecieron mezclados con otros objetos del que se seleccionan de la pira y se modifica el
ajuar, como posibles tejuelos, fabricados a grupo de materiales que se amortizan junto
veces con un simple trozo de cerámica recor- a la tumba, independientemente de su paso
tado en forma circular, así como tapaderas o no por el fuego. Otro elemento interesan-
de forma cónica para estos recipientes. En te, que merecería la pena investigar con más
estos casos las ánforas parecen haber sido detalle, es la constatación de que en la ma-
incluidas en las tumbas como parte de la va- yoría de los sepulcros de época prerromana
jilla empleada en los rituales del banquete de Castulo las cerámicas del ajuar aparecie-
fúnebre, lo que permite establecer una di- ron mucho más fragmentadas que en el caso
ferencia con los recipientes hallados en las de los enterramientos fechados en torno al
necrópolis romanas de Castulo empleadas cambio de era, donde se recogieron vasos
de manera muy distinta: no como parte del prácticamente intactos que respondían a
ajuar, sino como un elemento más de la es- un esquema ritual bastante repetitivo. Se
tructura de la tumba. Las ánforas protegen debería intentar aclarar si en época impe-
la urna o bien fragmentadas o bien –una vez rial existe alguna relación entre la aparente
eliminada la boca y la base– sustituyendo a fragmentación del ajuar de algunas tumbas
los círculos de piedra que a veces rodean a y enterramientos tipo bustum que suelen
los contenedores cinerarios. incluir objetos arrojados a la pira. Si esto
fuera así, quizá se podría argumentar que,
Los ungüentarios de vidrio, uno de los
por alguna razón, en una época más antigua
objetos más característicos de los ajuares de
se amortizan intencionadamente en la tum-
época altoimperial, están prácticamente au-
ba los vasos fragmentados que habían sido
sentes en las necrópolis romanas de Castu-
empleados durante los rituales funerarios,
lo, como también lo están en las necrópolis
mientras que en época romana, el ajuar ce-
precedentes, donde sólo puede señalarse el
rámico se deposita intacto junto a la urna
hallazgo de algunos aryballoi de pasta vítrea
funeraria en el momento del sepelio. Como
en Los Baños de la Muela, Los Patos o El
hemos visto, E. Cuadrado realizó una obser-
Estacar de Robarinas (M. P. García Gelabert,
vación similar al estudiar la necrópolis ibéri-
J. M. Blázquez, 1988: 233).
ca del Cigarralejo, constatando la existencia
En las necrópolis romanas de Castulo de un ritual que él denominó “destructivo”
diminuye también la presencia de ‘objetos hasta principios del s. III a. C., momento en

88 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

el que se generaliza un rito “conservador”, nada vajilla importada (sigillata) como parte
que consistía en colocar alrededor de la urna del ajuar de la tumba21. La sigillata estuvo
cineraria vajilla no fracturada incluyendo ce- presente en el asentamiento y las estelas
rámica campaniense, ungüentarios fusifor- con epígrafe ‘eran conocidas’ en el momen-
mes, cerámica de paredes finas o común de to de la construcción de la tumba de cámara
cocina (E. Cuadrado, 1987: 28-29). del Cerrillo de los Gordos, como demuestra
la reutilización de tres de ellas como meros
sillares para cubrir una inhumación doble
asociada al conjunto, así que, en este caso,
3. CONCLUSIÓN es difícil emplear un argumento ex silentio
para justificar la escasez de unas y otros en
En Castulo encontramos un magnífico ejem- el registro de las necrópolis altoimperiales
plo del carácter polisémico del concepto de excavadas en Castulo.
‘romanización’. Las necrópolis de época al-
toimperial del asentamiento pueden consi- La contraposición de distintas maneras
de conmemorar a los ancestros en el sepul-
derarse, en cierta manera, una prolongación
cro es una manifestación de la existencia de
en el hilo temporal de los cementerios de
una serie de grupos que comparten ‘la mis-
época prerromana, como demuestra la con-
ma memoria’ dentro de cada ciudad, de dis-
tinuidad en los ritos de enterramiento, en la
tintas narraciones sobre el pasado, que pa-
tipología de las tumbas y en algunas caracte-
rece ser menos lineal, estar menos ordenado
rísticas de los ajuares. A pesar de ello, estos
y de forma menos clara de lo que habíamos
elementos han sido reelaborados siguiendo
supuesto. Los restos arqueológicos de actos
un patrón presente en los cementerios de
rituales como la conmemoración de los di-
otros asentamientos del s. I d. C., lo que
funtos a través del monumentum que es la
confiere cierta unidad al conjunto de ne-
tumba, son fragmentos de memoria, retazos
crópolis de esta época, dentro de su falta de de cultura material dotada de significado en
‘ortodoxia’ respecto a lo que podríamos es- el pasado. Todo ello está muy relacionado
perar encontrar en una necrópolis ‘romana’, con la forma en la que se produce el recuer-
supuestamente sembrada de monumentos y do en las sociedades, un proceso en el que
donde no se escatimaría en el uso, durante lo que se ‘rescata’ para el presente a través
los banquetes funerarios y como ofrenda en de la memoria es tan importante como lo
el ajuar, de determinadas cerámicas de im- que se mantiene en el olvido, especialmente
portación. Sin embargo, aunque no se halló
ningún tipo de señalador funerario externo20
20
en las necrópolis del Cerrillo de los Gordos | En el caso del Cerrillo de los Gordos, las lápi-
das funerarias reutilizadas en el monumento funerario
o la Puerta Norte, sabemos, gracias a las
no conservaban su función original. Desconocemos, sin
piedras talladas reutilizadas en La Puente embargo, si existió algún tipo de elemento constructi-
Quebrada del Guadalimar, que éstos debie- vo superpuesto a la cámara funeraria hallada en dicha
ron existir en otros lugares de enterramien- necrópolis, aunque no se ha encontrado ningún indicio
to asociados a la ciudad. En mi opinión, se que permita fundamentar ninguna sospecha en este
sentido.
puede interpretar la decisión consciente de 21
| No hay que olvidar que la escasez de cerámica
no utilizar ciertas clases de semata de una importada depositada en los ajuares es un fenómeno
manera similar a la no inclusión de determi- que se inicia ya en época ibérica tardía.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 89


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en el contexto de la colonización posterior a dividual, como de distintas coyunturas socia-


una guerra de conquista. les y económicas, de los objetos disponibles
o de la superposición de diversas identidades
Una vez descartada la desaparición de las
sociales en cada persona y de la manera de
necrópolis ibéricas durante los últimos siglos
explicitarlas a través de la cultura material
de la República y la brusca crisis que habría
supuesto un rápido descenso en el empleo dentro de cada núcleo urbano. No hay una
de elementos característicos del mundo fu- cerámica estrictamente “ibérica”, “romana”
nerario ibérico durante los siglos previos al o “púnica”, sino una manera regional –a ve-
nacimiento de las monumentales necrópolis ces propia de una sola ciudad– de combinar
romanas en los primeros años del Imperio, los objetos disponibles en cada momento
nuestros problemas sobre el estudio de este de acuerdo con unas necesidades rituales
período distan de estar resueltos, aunque qui- y simbólicas específicas, en las que suelen
zá hayamos encontrado un punto de partida confluir tanto tradiciones anteriores, como
más sólido para seguir avanzando en nuestra la capacidad de reelaboración de dichas tra-
investigación. La enorme variabilidad cons- diciones para indicar estatus/identidad. En
tatada en las distintas necrópolis de Castulo dicha comunicación el receptor es tanto
(tanto de época prerromana como republica- o más importante que la necesidad de ex-
na y altoimperial) es una llamada de atención presión del emisor: quién es la audiencia, a
sobre la necesidad de analizar los resultados quién se pretende dirigir el mensaje, el con-
obtenidos dentro del contexto de los distin- texto, al fin y al cabo, es el que determina
tos cementerios de cada ciudad y en el marco el significado de los símbolos empleados. De
de la relación entre los lugares de habitación ahí que el mismo ajuar –urna de cerámica
y los espacios dedicados al enterramiento. pintada de tradición ibérica tapada con un
Aún está por hacer un análisis detallado de cuenco, no acompañada por recipientes de
los materiales de las necrópolis de la Ulterior, sigillata– pudiese tener connotaciones dis-
basado en nuestros conocimientos actuales tintas en Córdoba, Castulo o Villaricos, por
sobre la cerámica de época republicana, que contraste con el resto de las tumbas presen-
permita establecer comparaciones con los tes en la necrópolis, lo que quizá contribuya
objetos que podemos encontrar en los asen- en parte a explicar las características tan
tamientos. Un estudio de las asociaciones de particulares que se generan a escala de la
piezas características de los ajuares domés- ciudad o incluso en distintos sectores de las
ticos y funerarios de cada época podría ayu- necrópolis de un mismo asentamiento.
darnos, además, a comprender la evolución La cultura material de las necrópolis se
del ritual y contribuir aquilatar de forma más emplea de una forma programática o discur-
precisa una cronología que se superponga a siva no sólo en el caso de las edificaciones
la dilatada datación que proporcionan algu- funerarias de mayor monumentalidad. En
nas formas cerámicas enraizadas en la tradi- las tumbas más sencillas se seleccionan de-
ción alfarera indígena.
terminados rituales o materiales con fines
De cualquier forma, sólo puede hablarse retóricos que permiten simbolizar distintos
de ‘tendencias’ y no de normas rígidas en aspectos de la identidad individual, familiar
este aspecto. La composición de los ajuares y colectiva. Incluso en época imperial se re-
dependió tanto de decisiones de carácter in- curre a elementos de carácter ‘arcaizante’

90 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CONTEXTOS FUNERARIOS EN LA TRANSICIÓN DEL MUNDO PRERROMANO... ––––––––––––––––––––

que entroncan con el período prerromano. fía, monumentalización) se introducen en el


Pero lo más interesante es que esa re-crea- sur de Hispania en torno al cambio de era,
ción del pasado ‘ibérico’ de los primeros de- coincidiendo con la revolución en el plano
cenios del Imperio nunca es una copia fiel cultural que supuso el principado de Augus-
de tiempos pasados, sino una re-elaboración to y cuyo reflejo trasciende, desde luego, el
característica del sur de Hispania o, en oca- ámbito funerario. El período formativo que
siones, de una sola ciudad. se observa en diferentes elementos cultu-
rales en torno al cambio de era (epigrafía,
Desde luego es posible constatar una arquitectura, organización cívica, cerámica,
evolución ritual tras la conquista romana, cultos) que coincide en el tiempo en dife-
pero, irónicamente, al contrario de lo que rentes regiones del Imperio, tendría más que
habría de esperarse de acuerdo con la teoría ver, por tanto, con el nacimiento de la cul-
más tradicional de la ‘romanización’, no se tura imperial o con una “revolución cultural
produjo un cambio unidireccional que su- romana”, como la han definido A. Wallance
pusiese la mimesis o la imitación por parte Hadrill y G. Woolf, que con la ‘romanización’
de los individuos que se entierran en necró- en sí misma (G. Woolf, 1998: 7), aunque no
polis ibéricas del ‘modelo romano’, sino que debe olvidarse que la creación de una iden-
aparentemente a penas se han conservado tidad Imperial fue, en parte, el resultado de
‘trazas’ claras de la cultura romana en los los procesos desencadenados tras doscientos
primeros doscientos años de la conquista. años de expansión territorial. Pero incluso en
Los cambios provocados como consecuencia ese momento –como en los anteriores– no se
del asentamiento de los primeros colonos produce una transferencia cultural unidirec-
parecen traducirse, más bien, en una refor- cional o un fenómeno de aculturación, sino
mulación de la cultura local, lo que evidente- que se genera una sociedad de carácter hí-
mente supone un cambio respecto a la etapa brido, que nos permite superar la visión de
precedente. Algunos de los elementos más carácter esencialista de las culturas, inter-
característicos de las necrópolis de Roma pretadas como entes abstractos y puros que
(ubicación a lo largo de las vías de salida de son capaces de intercambiar distintos rasgos
las ciudades, parcelación del espacio, epigra- cuando entran en contacto.

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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 97


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– BEGOÑA GARCÍA MATAMALA / JOSÉ LUIS LIÉBANA MÁRMOL

INTRODUCCIÓN 30, 31 y 59) datada en el siglo I d.C., segu-


ramente antes del abandono completo del
En las siguientes páginas mostraremos los sector monumental de carácter funerario y
elementos que caracterizan lo que hemos de su amortización por una escombrera de
denominado como Fase Cementerial de un carácter urbano (UE- 27). La urna se encon-
sector de la necrópolis oriental de Corduba traba situada en el extremo occidental de un
aparecido en el transcurso de la Actividad estrato de ceniza que fue interpretado como
Arqueológica Preventiva realizada en la pla- bustum. Así pues, se correspondería con la
za de la Magdalena de Córdoba durante la fase monumental de la necrópolis caracte-

I -15
100.32

100.35

I -5
100.60
45
I -14
99.53
100.40
I -2
100.50 100.12 40 99.61
I -16 133
100.41
54 101.03
100.16 I -4
57
I -3
101.05 100.57 88
I -6
I -13
I -1 320 276
100.46
I -28
317 I -27
319
100.64 318 316
100.75 62
100.55
135 89 100.68
I -19 315
34 100.85 100.74
100.71
101.05
34 I -8
100.74 101.07
36 61
100.73
I -7 100.68
100.67 34 64
34
33
34
100.81 100.38 193
I -22
100.29
134
76

34
I -9
100.45
34 100.47 99.65 100.58
100.53
100.42
100.33 I -11
209
209 99.52
99.52 I -17
100.35 I -12
79 83
99.77
99.78

80
100.82

I -23
99.76
99.78 192
I -18
99.49 I -21
99.56
99.84 100.11

195 100.07 210 99.98


I -24 100.06
I -20
188
I -26
99.90
99.68 I -25
194
99.94

99.60
I -10

LÁMINA 1: Plano de la fase cementerial. 0 10 metros

segunda mitad del año 2004 y el siguiente rizada por el rito de cremación. Prueba de
Control Arqueológico del vaciado del solar ello son las dos urnas cinerarias de piedra
en el año 2006. halladas en el interior del recinto funerario
MF 4.
Los trabajos desarrollados en 2004 han
deparado la localización de veintiocho ente- De finales del siglo I d.C. son dos inhu-
rramientos realizados siguiendo el rito de maciones de tradición ibérica, la inhumación
inhumación aunque presentando cierta di- 27 y la inhumación 28 Se trata de dos indi-
versidad en el tratamiento de su deposición viduos infantiles (de menos de 1 año) ente-
(Lámina 1). rrados dentro de sendas vasijas de tradición
ibérica con ónfalo en la base, sin decoración
a bandas y con tapadera. La inhumación I-28
FASE CEMENTERIAL estaba situada invertida presentando rotura
en la base. También podrían ser adscritas a
Los restos humanos más antiguos que apa- este momento las dos urnas cerámicas apa-
recen en esta zona de necrópolis correspon- recidas sobre el escalón exterior del citado
den a una cremación en bustum (UU.EE. recinto MF 4. Las características de esta

100 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


INHUMACIONES INFANTILES DE TRADICIÓN INDÍGENA EN UN SECTOR... ––––––––––––––––––––––

serie de inhumaciones infantiles serán trata- El cambio hacia el rito de inhumación


das con mayor detenimiento más adelante. que se produce desde el siglo II d.C. está
bien testimoniado en este sector funerario.
En el siglo II d.C. se construye una vía
Bajo este rito se han documentado 26 en-
de tierra muy compactada que parece dar
terramientos, de los cuales, en muy pocos
acceso a una nueva fase de la necrópolis ca-
casos, se ha podido distinguir el desarrollo
racterizada por la mutación en el tratamien-
vertical completo de las fosas, seguramen-
to y deposición de los cadáveres.
te, por haber sido colmatadas con el mismo
sedimento que se extrajo en el proceso de
cavado. Esto hace que los perfiles de dichas
fosas aparezcan bajo sedimentos proceden-
tes de la UE- 27, lo que podría tergiversar
una correcta interpretación y/o datación
de las inhumaciones. Esto unido a la gran
escasez de ajuares diagnosticables (Lámina
2) nos ha llevado a utilizar para su perita-
je cronológico criterios como las tipologías
de enterramientos o la orientación de los
LÁMINA 2: Gráfica de la presencia de ajuares en restos, siguiendo para ello los trabajos de I.
la fase cementerial. Sánchez Ramos (2001), S. Carmona Beren-

LÁMINA 3: Elementos de ajuar de la inhumación 25.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 101


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– BEGOÑA GARCÍA MATAMALA / JOSÉ LUIS LIÉBANA MÁRMOL

guer (1997) y M.D. Baena Alcántara (1989). I-26) siendo la inhumación I-18 la que ma-
Somos conscientes de la imposibilidad de yor complejidad presenta al constar de una
concretar las dataciones por medio de estos losa de calcarenita bien escuadrada en la
criterios y por tanto de la necesidad de fijar cabecera y estar cerrada a los pies por una
marcos cronológicos amplios. serie de mampuestos del mismo material.
Dentro de los enterramientos con cubierta
Al siglo II o primera mitad del III d.C per-
hemos de señalar el caso de la inhumación
tenecen las inhumaciones 5, 13, 23 y 25. El
infantil I-16 que presentaba como ajuar una
criterio utilizado para la adscripción cronoló-
pequeña olla con señales evidentes de haber
gica ha sido el predominio de la orientación
estado expuesta al fuego (cúpulas térmicas)
Norte-Sur en época Altoimperial. No obstan-
y un amuleto (bullae) entre los pies. Más
te, la inhumación I-25 mantiene una orienta-
dificultad encontramos a la hora de asignar
ción diferente al resto (Este-Oeste) pero ha
cronológicamente las fosas simples sin cu-
podido ser datada con cierta exactitud gra-
bierta atendiendo sólo a su orientación y el
cias a la presencia en su ajuar funerario de
hecho de seguir el rito de inhumación. Es-
una lucerna tipo Dressel-28 (Lámina: 3), esto
tas dificultades se acrecientan en el caso de
unido a su diferencial orientación nos hace
la inhumación I-24 ya que está cortada por
encuadrarla al final del período descrito.
una cimentación del edificio demolido y por
A finales del siglo III o al siglo IV d.C. la fosa de la inhuamción I-20. Similar caso
pertenecen dieciocho inhumaciones (1, 2, 3, presenta la inhumación I-21 que está corta-
4, 7, 8, 9, 10, 12, 14, 15, 16, 17, 18, 21, 22, da también por la misma cimentación. En
24 y 26). Si bien hemos atendido para esta esta última apareció como único elemento
clasificación al tipo de enterramiento en fosa de ajuar un punzón cuyo enmangue estaba
simple, con o sin cubierta, con orientaciones realizado con asta de ciervo.
Este–Oeste, dentro de este nutrido grupo hay
Adscritos al siglo IV o V d.C. encontra-
que hacer alguna diferenciación atendiendo
mos los enterramientos más tardíos aten-
a las tipologías particulares de cada inhuma-
diendo a la complejidad de sus sepulturas.
ción. La inhumación I-12 deparó el hallazgo
La inhumación I- 6 presenta la fosa revestida
de seis clavos (cuatro a su alrededor y dos in-
con mampuestos utilizando como cubierta
crustados en su pecho) lo que es indicio de
dos lajas de piedra sin tallar. En esta sepul-
que el cadáver fue inhumado dentro de una
tura se apoya una riostra de la fábrica de hie-
sandapila o alguno tipo de estructura lígnea
lo que fue construida posteriormente en el
que por su propia naturaleza no se ha conser-
solar, por lo que posiblemente la tumba fue
vado. Este tipo de enterramientos es señala-
descubierta y saqueada durante los trabajos
do por Isabel Sánchez como “más temprano”
dedicados a la zanja de cimentación de este
(SÁNCHEZ, 2001,103) por lo que dentro del
edificio. La inhumación I-11 presenta una
margen temporal adoptado deberíamos de
cubierta compuesta por tres tégulas dispues-
asignarle una cronología del siglo III d.C.
tas longitudinalmente sobre las que se apoya
Los enterramientos en fosa simple con directamente el ajuar, una jarra y un vaso de
cubierta de tégulas pueden encuadrarse cerámica de tipología muy tardía. Además,
hacia el siglo IV d.C. atendiendo a la ma- se halló junto al cadáver una moneda que
yor complejidad de sus estructuras (I-18 e debido a su mal estado de conservación es

102 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


INHUMACIONES INFANTILES DE TRADICIÓN INDÍGENA EN UN SECTOR... ––––––––––––––––––––––

completamente ilegible. La inhumación I-19 veres que había imperado durante los siglos
tiene como característica definitoria para anteriores.
su adscripción cronológica la fosa del tipo
Así, la zona a finales del siglo I d.C e ini-
antropomorfa, lo que la coloca en el marco
cios del II d.C. vuelve a recuperar su carácter
cronológico del siglo V d.C. Esto está corro-
funerario para afianzarse como necrópolis en
borado por haber sido excavada directamen-
la fase final del Altoimperio y durante todo
te sobre la vía de la necrópolis, para ello des- el Tardoimperio, tal y como se ha constata-
pejaron la zona aledaña de los sedimentos do en otros solares de la zona. Los distintos
que se habían acumulado tras el abandono enterramientos documentados en la presente
por desuso de dicha vía (UE- 134) que que- intervención son fiel reflejo de los cambios en
daron relegados a la parte sur. Para terminar las mentalidades producidos en la sociedad
contamos con el caso de la inhumación I- 20 de estas fases. El antiguo rito de cremación
la cual sólo tiene como criterio para su ads- se sustituye por el de inhumación con sus
cripción cronológica en este período el sola- diversas tipologías. A juzgar por estas, pode-
parse, cortando a la inhumación I-24. mos considerar este sector funerario como
Contamos, además, con dos conjuntos dedicado a las clases menos pudientes de la
de ajuares aunque no están relacionados con sociedad autóctona. Esto quedaría refrenda-
ninguna de las inhumaciones documenta- do por la escasez de ajuares y por la calidad y
das. En cuanto al ajuar UE- 64 hemos de de- complejidad de estos y de las estructuras que
cir que está compuesto por un cuenco y un acompañan a las inhumaciones.
plato de imitación a terra sigillata africana
C, concretamente a la forma Lamboglia 40
/ Hayes 50 datado en un momento avanzado
del siglo III d.C. Con respecto al conjunto
de la UE- 80 hay que señalar que repite el
esquema de la inhumación 11, una jarra y,
en este caso, dos vasos. Este tipo de ajuar lo
encontramos en la necrópolis del Castillón
de Antequera (Málaga) encuadrado en mo-
mentos avanzados del siglo IV d.C. y relacio- LÁMINA 4: Gráfica de distribución por edades en
nado con los ritos funerarios de los primeros la necrópolis.
momentos del cristianismo.
Tras una primera ocupación del solar
como zona de necrópolis de carácter mo-
numental en época tardorepublicana, vin-
culada sin duda a la existencia de una vía
del tipo glarea strata de la clasificación de
Ulpiano e identificada como la Vía Augusta
Vetus (GODOY, 1991), se detecta una nueva
fase de necrópolis caracterizada por el uso
del rito de inhumación, desapareciendo por LÁMINA 5: Gráfica porcentual de los tipos de
completo la costumbre de cremar los cadá- tumbas presentes en la necrópolis.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 103


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– BEGOÑA GARCÍA MATAMALA / JOSÉ LUIS LIÉBANA MÁRMOL

A través del análisis de las diferentes in- sobreestructura que señale el enterramien-
humaciones podemos esbozar el mapa cro- to, seguidas de lejos por las que cuentan con
nológico de funcionamiento de este sector cubierta de tegulae. Punto aparte merecen
de la necrópolis. Vemos así como es en el las que cuentan con cubiertas cerámicas,
tránsito del siglo tercero al cuarto cuando reaprovechadas o no, que sirven con exclusi-
parece haberse extendido su utilización para vidad a los enterramientos infantiles. Todos
mantenerse en un índice menor hasta su estos datos parecen estar hablándonos de la
desaparición a lo largo del siglo V d.C. escasez de medios de los individuos enterra-
dos durante esta fase.
Por edades, es de señalar el alto por-
centaje de adultos, casi el 80 %, frente a la Tras este momento, y con el repliegue
relativa escasez de inhumaciones infantiles poblacional que se produce durante los si-
(Lámina 4). En cuanto a la complejidad del glos V, VI y VII d.C., parece que la zona deja
conjunto de sepulturas documentadas, (Lá- de utilizarse como necrópolis y no volverá
mina 5) hemos de decir que abundan las de- a ocuparse prácticamente hasta época mo-
posiciones en fosa simple, sin ningún tipo de derna.

TUMBA 27
A TUMBA 28 B

C D

LÁMINA 6: Urnas de tradición indígena de inhumaciones infantiles.

104 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


INHUMACIONES INFANTILES DE TRADICIÓN INDÍGENA EN UN SECTOR... ––––––––––––––––––––––

INHUMACIONES INFANTILES
EN URNAS DE TRADICIÓN
INDÍGENA

Los restos funerarios más antiguos apare-


cidos dentro de la fase cementerial de esta
necrópolis corresponden a cuatro enterra-
mientos de inhumación en urnas de tradi-
ción indígena que presentan una serie de
características comunes que pasamos a des-
cribirles a continuación:

TUMBA A (INHUMACIÓN Nº 27)


(LÁMINA 6, A):
– Localización: situada en una fosa simple
excavada en un estrato natural entre los
monumento funerarios denominados
MF1 y MF2.
– Continente: Urna de cuerpo globular LAMINA 7: Urna cerámica de la Tumba A
dotada de dos asas verticales situadas en (Tumba 27)
el centro del galbo y cuello recto ligera-
mente exvasado. El labio es de sección
triangular con una ligera acanaladura
para encajar una tapadera. La base no
se conserva. La pasta es de color beige
procedente de una cocción oxidante. La
superficie del recipiente muestra una
ligera capa homogénea de engobe blan-
quecino (Lámina 7).
– Contenido: R.O.H. de un individuo in-
fantil de menos de un año de edad (Lá-
mina 8).
– Ajuar: Cuenta con una tapadera tronco-
cónica con pivote central, ancho y pla-
no.

TUMBA B (TUMBA 28) (LÁMINA 6, B):


– Localización: Inhumación infantil en LÁMINA 8: R.O.H. infantiles de la tumba A
urna depositada en una fosa simple, con (Tumba 27).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 105


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la peculiaridad de estar el recipiente en una cocción oxidante. La superficie del


posición invertida. recipiente muestra una ligera capa ho-
- Continente: Urna de cuerpo globular mogénea de engobe blanquecino y una
con tendencia piriforme y cuello recto decoración a bandas de color rojo vinoso
dotada de dos asas verticales situadas dispuestas una en el interior del labio y
en el centro del galbo. El labio es de en el cuello, cuatro en parte superior del
sección triangular con una ligera aca- galbo y otra en la inferior (Lámina 9).
naladura para encajar una tapadera. – Contenido: R.O.H. de un individuo in-
La base cuenta con ónfalo central. La fantil de menos de un año de edad.
pasta es de color beige procedente de – Ajuar: Estaba acompañado por una ta-
una cocción oxidante y la superficie del padera troncocónica con pivote central,
recipiente presenta una ligera capa ho- ancho y plano.
mogénea de engobe blanquecino.
- Contenido: R.O.H. de un individuo in-
fantil de menos de un año de edad. TUMBA D (LÁMINA 6, D):
- Ajuar: Cuenta con una pequeña tapade- – Localización: Recuperada durante las
ra troncocónica con pivote central. labores de Control arqueológico pos-
terior a la intervención, por lo que su
TUMBA C (LÁMINA 6, C): documentación queda algo sesgada de-
bido a las propias limitaciones de esta
– Localización: Recuperada durante las
actuación. Detectada en una fosa sim-
labores de Control arqueológico pos-
ple sobre un estrato natural.
terior a la intervención, por lo que su
documentación queda algo sesgada de- – Continente: Urna de cuerpo globular
bido a las propias limitaciones de esta con ónfalo central dotada de dos asas
actuación. Detectada en una fosa sim- verticales situadas en la parte superior
ple sobre un estrato natural que cubría del galbo, cuello recto ligeramente de-
la esquina oriental del MF 4. sarrollado y labio de sección triangular.
La pasta es de color beige procedente
– Continente: Urna de cuerpo globular do-
de una cocción oxidante y la superficie
tada de dos asas verticales situadas en la
del recipiente presenta una ligera capa
zona inferior del galbo y base con ónfalo
homogénea de engobe blanquecino.
central. Cuenta con un labio de sección
triangular y cuello exvasado ligeramente – Contenido: R.O.H. de un individuo in-
desarrollado de forma acampanada. La fantil de menos de un año de edad.
pasta es de color beige procedente de – Ajuar: Iba acompañada, como elemento
de ajuar, por una lucerna de venera deri-
3
vada de la Dressel 33.
| Este tipo de lucerna se documenta en otras ne-
crópolis de Colonia Patricia como es el caso de la necró-
polis de la Constancia, con una cronología que pervive ***
desde época Julioclaudia hasta época Flavia. También
estarán presentes en la necrópolis de Belo (Cádiz), en
El tratamiento de la infancia es crucial
la necrópolis de la Puerta Norte de Cástulo (Jaén) y en para la organización de un grupo humano, y
Carmona (Sevilla) (VARGAS, 2002,301,ss). el contexto que analizamos refleja situacio-

106 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


INHUMACIONES INFANTILES DE TRADICIÓN INDÍGENA EN UN SECTOR... ––––––––––––––––––––––

ya se utilizaban como contenedores funera-


rios en el mundo ibérico4 . No obstante en
Córdoba documentamos algunos ejemplos
de este tipo de contenedor de tradición in-
dígena con y sin decoración en necrópolis
romanas (Tipo V, en GARCÍA, 2002, 285).
Provenientes del Camino Viejo de Almodó-
var se hallaron cuatro ejemplares cuya deco-
ración se basa en finas líneas horizontales de
color vinoso, así como un quinto ejemplar
que procede del yacimiento de Cercadilla y
otro con decoración a bandas en la Avda del
Corregidor, que ejercen como paralelos más
cercanos de la urna cerámica de la Tumba C.
No obstante sin decoración se documentan
una urna procedente del yacimiento de la
LÁMINA 9: Urna cerámica de la Tumba C.
Constancia (RUIZ, 2000, 134), tres del Ave-
llano 12 (PENCO, 1998, 66) y otro ejemplar
nes distintivas que encuentran su explica- en el Camino Viejo de Almodóvar, siendo es-
ción en la existencia de actividades rituales tas semejantes a la de las tumbas A, B y D.
complejas, de las que desgraciadamente no
contamos con referencias literarias. No obs- Sin embargo, esta forma resulta bastan-
tante, nos permiten desarrollar algunos as- te común en contextos domésticos y fune-
pectos del mundo funerario infantil. Por un rarios en época romana5, principalmente en
lado distinguir las particularidades del ritual
derivadas de los enterramientos infantiles de 4
| Recipientes similares datados entre los s. III y
época ibérica así como las diferencias exis- II a.C. se han hallado en el Cerro de la Cruz (Almedini-
lla) (VAQUERIZO,1999,217; VAQUERIZO, QUESADA,
tentes entre las sepulturas de los individuos
MURILLO, 1992, 66-67, fig.12), hacia mediados del
adultos. Por otra parte, analizar los aspectos s. III a.C. en la necrópolis de Galera (PEREIRA, 1989,
comunes a los rituales funerarios romanos y 157) y en el yacimiento de Camorra de las Cabezuelas,
por último, ver si este característico conjun- Santaella Córdoba, adscritas a la segunda mitad del s.
to de tumbas perteneció a un grupo social III a.C. (LOPEZ, 1999, 427, fig. 298).
5
| En la necrópolis romana de Baria (Almería) se
diferenciado dentro de la sociedad romana y
encuentran seis urnas funerarias de estas mismas ca-
el puesto que ocupa un recién nacido dentro racterísticas fechadas en época augustea (ALMAGRO,
de la comunidad. 1984,201, fig. 74,75,88,90,91,92). Del mismo modo,
en el yacimiento de Peñarrubia (Málaga) se localizó
En cuanto a los contenedores funera- otro ejemplar fechado entre los últimos años del s. I
rios, apreciamos una serie de particularida- y primeros del s. II d.C. (SERRANO, LUQUE, SOLA,
des comunes que estarán presentes en otros 1989-90,144, fig. 2; SERRANO 2000,93, fig.26)y el
ejemplos hallados en la ciudad. Estos reci- enterramiento nº 9 de la necrópolis ampuritana de Ba-
pientes funerarios de gran tamaño, con un llesta, fechada hacia el año 50 d.C (ALMAGRO, 1955,
52). Por otro lado perteneciente a ámbito doméstico se
diámetro que oscila entre los 13 y 18 cm con localizan varias piezas con una funcionalidad de alma-
borde exvasado, galbo ovoide y ónfalo mar- cenaje junto a la zona Norte de las murallas de Cástu-
cado, al igual que amplias asas geminadas, lo datadas en el s. I d.C. (BLÁZQUEZ, 1975, 272, fig.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 107


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una época de transición como es principios


138,139,140). También se han localizado piezas simila-
res en la Villa de los Castillones (Málaga) (SERRANO, del s. I d.C. En definitiva, este modelo de re-
2000,109,fig. 12). cipiente responde a una continuidad de las
6
| En el mundo griego la inhumación se realizaba tradiciones alfareras locales que muestran
en el interior de la vivienda y servía para preservar la diversos signos de romanización.
unidad familiar, además de la creencia de que los niños
fallecidos tempranamente, dispuestos en contacto con El ritual más común para este tipo de
la tierra, retornan al seno de la madre y pueden rena- contenedores funerarios ha sido la crema-
cer. (GRACIA, et alii, 1989,148-149). ción, no obstante, cada vez son más nume-
7
| La tipología de los enterramientos fenicios-pú-
rosos los enterramientos que cuentan con
nicos en el mediterráneo occidental muestra que los ni-
ños eran inhumados en ánforas, cista o fosas excavadas un contenedor de tradición indígena como
directamente sobre el terreno, teniendo como caracte- recipiente para albergar una inhumación in-
rística común la ausencia de ajuar y la señalización de fantil, principalmente de aquellos que han
la tumba con una estela. fenecido antes de alcanzar la edad necesa-
8
| Debemos tener en cuenta la gran influencia ria que les otorgara el derecho de ser inci-
de las tradiciones neolíticas orientales donde se inter-
pretaba la casa como albergue del difunto, pero en el
nerados y posteriormente sepultados en la
caso ibérico esta tradición se centra solo en el recién necrópolis colectiva, pues se desecha la idea
nacido. de que hubiera sustitución de una práctica
9
| Como por ejemplo Puig de la Misericordia de por otra. Ya era costumbre en los pueblos
Vinarós, Puig de la Nao de Benicarló (Castellón) y Sant del mediterráneo ofrecer un ritual de ente-
Joseph de Vall de Uixó, en la Serreta de Alcoy (Alican-
rramiento diferenciado a los recién nacidos,
te) y en el Castillejo de la romana en Puebla de Hijar
(Teruel).Escudilla y Cabañiles de Zucaina, en el Caste- documentado tanto en el mundo griego6,
llet de Bernabé de Liria (Valencia), en la seña de Villar púnico7, ibérico y romano (GUERÍN, MARTÍ-
del Arzobispo, en los Villares de Caudete de las Fuentes NEZ, 1987-88,88).
(Valencia) y en la Alcudia de Elche (OLIVER; GOMEZ,
1990; GUERÍN et alii, 1990, 64). Las inhumaciones infantiles en urnas
10
| Sin embargo, no existe un conocimiento deta- se localizan en época ibérica8 en gran par-
llado sobre la valoración que los individuos infantiles te- te del área peninsular9 y tendrán una gran
nían en la sociedad ibérica, pero sabemos que ejercían perduración. Pese a la alta mortalidad in-
un importante papel dentro de la comunidad ya que for-
fantil que existía en aquellos momentos,
maban parte de la jerarquía social del grupo familiar. La
edad con la que los niños obtiene un reconocimiento el fallecimiento de un niño era tratado de
social no se puede definir con exactitud pero parece co- una manera singular con unos rituales espe-
rresponder con aquellos que aún no han alcanzado uno cíficos10. Un detallado estudio realizado en
o dos años de edad (CHAPA, 2001-2002, 160-161). la necrópolis ibérica del Cigarralejo (Mula,
11
| Una tipología de las inhumaciones infantiles Murcia) revela que los niños muy pequeños,
ibéricas que podemos encontrar en la Península los re-
coge M. BELTRÁN (1976-78). Establece una diferencia-
con una edad que no supera el año de edad
ción entre los enterramientos en necrópolis, sacrificios eran inhumados, a diferencia de aquellos
rituales y en espacios domésticos. otros que ya contaban con una edad com-
12
| Sabemos de la existencia de sacrificios por los prendida entre los 7 y 10 años a los cuales
relieves del monumento de Pozo Moro (Albacete) y en se les practicaba el ritual de la incineración
Cádiz donde el sacrifico de niños tiene un origen feni-
(CHAPA, 2001-2002, 165). Asimismo, este
cio-púnico y del thophet, que perdurará hasta el siglo
I d.C. según conocemos por las disposiciones legales tipo de enterramientos han sido objeto de
dadas por el emperador Tiberio contra estos ritos (OLI- distintas interpretaciones11 al considerarlas,
VER, GÓMEZ, 1990,59-61). También se documentan de un lado, como auténticos sacrificios12, o

108 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


INHUMACIONES INFANTILES DE TRADICIÓN INDÍGENA EN UN SECTOR... ––––––––––––––––––––––

bien, del otro, como simples inhumaciones No obstante, en época romana, son es-
infantiles. En estos casos los enterramientos casas las referencias sobre enterramientos
se localizaron en hoyos13 o bien en el interior infantiles en el interior de espacios domésti-
de habitaciones domésticas situados bajo las cos, Beltrán señala unos enterramientos en
cimentaciones de los muros o en rincones Segóbriga (BELTRÁN; 1976-78, 315) data-
de las estancias14, y corresponden con indi- dos en época augustea como el umbral más
viduos de muy corta edad, recién nacidos o temprano para estas prácticas, aunque al-
fetos a término. Este último caso de tumbas gunos autores relacionan estos rituales con
realizadas bajo el suelo de las viviendas, se ceremonias fundacionales en época romana
considera el precedente más antiguo en la de lugares de carácter militar o espacios
Península Ibérica (BELTRÁN, 1976-78, 310) domésticos sagrados. En este sentido, en
con un arco cronológico que abarca desde el el yacimiento romano de Dianium (Denia,
Alicante) se localizan ocho sepulturas en el
s. VII hasta el siglo I a. C15.
En el ritual de la inhumación aplicado
con exclusividad sobre individuos infantiles en Archena, en el Acebuchal y bajo las habitaciones de
se documenta, sólo en contadas ocasiones viviendas en Alcudia, Elche.
13
| Necrópolis del Tolmo de Minateda (Hellín, Al-
la presencia de ajuares, y siempre reducidos bacete), Libia de los Berones (Rioja), La Romana (Pue-
como pulseras, pequeños adornos, cuenqui- bla de Híjar), Coimbra de Barranco Ancho, Jumilla, La
tos cerámicos, cereales y ovicápridos o paja- Serreta de Alcoy y Puig de la Nau de Benicarló (Caste-
rillos16. Al mismo tiempo, se observa que no llón).
14
| Asociados a viviendas se localizan en el yaci-
es sistemática ni la orientación ni la posi- miento de La Romana, Cortes de Navarra, La Hoya, en
ción de los cuerpos. el valle del ebro en Turó de Can Olivé, y Penya del Moro
en el área Catalana, en Valecina La Escudilla, Cabañi-
Por otro lado, los romanos, clasificaban les, Zucina en Castellón, así como diversas sepulturas
la muerte infantil según las ideologías de en Camp del Turia, Castellet de Bernabé (Liria, Valen-
los antiguos griegos17 y romanos non nutri- cia), La Seña y Puntal de Llops.
15
ti (menos de un día). Según una tradición | Cortes de Navarra y La Hoya (BARRIAL,
1989,10) y Turó de Can Olivé respectivamente (BEL-
atestiguada por Plinio el Viejo, (Historia Na- TRÁN, 1976-1978, 312).
tural, VII, cap. 15), estos presentaban un ce- 16
| En Cabañiles se han localizado restos de ce-
remonial funerario determinado, ya que se reales, huesos de cerdo, ovejas, cabra y alguna cuen-
creía que su alma, al no haber disfrutado de ta vítrea y restos de bronce. En el poblado ibérico de
Penya del Moro de Sant Yust Desvern (Barcelona) Se
la felicidad de la vida terrena se volvía malig- han localizado cuatro enterramientos de inhumaciones
na. Así Plinio al hablar de los enterramien- infantiles bajo el suelo de viviendas junto con ofrendas
tos infantiles proporciona un importante de ovicápridos (BARBERÁ, et alii, 1989,163). En la es-
dato como es la edad, “la costumbre requie- cudilla, La Romana y Castellet de Bernebé se documen-
tan junto al cadáver restos de cereal.
re que no se incinere a un ser humano que 17
| En la sociedad griega no se reconoce al hijo
ha fallecido antes de haber tenido dientes” hasta los diez días de nacimiento. Hasta ese momento el
hecho que suele ocurrir hacia los seis meses recién nacido carecía de nombre, el cual ratifica su iden-
(Historia Natural, VII, cap. 16). Así mismo, tidad y admisión dentro del núcleo familiar. Sin embargo
podía ser rechazado por voluntad paterna. Esta falta de
Juvenal nos dice: “...al ver la tierra cubrir a identidad se manifiesta en tumbas italianas desde época
un niño demasiado joven para la pira.” (Ju- orientalizante hasta época clásica por la escasez o ausen-
venal, Sátiras, XV, 139-140). cia de ajuar (GUERÍN, MARTÍNEZ, 1987, 248).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 109


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– BEGOÑA GARCÍA MATAMALA / JOSÉ LUIS LIÉBANA MÁRMOL

interior del denominado “Edificio Horreum” motivaciones diferentes del rito. La tumba
siendo siete infantiles junto a deposiciones B se dispuso en el interior de la fosa en po-
de restos de animales, que se pone en re- sición invertida (Lámina 10). Esta práctica
lación con una serie de ritos de carácter se constata en el enterramiento de la Avda.
fundacional (GISBERT, SENTI, 1989, 96). de las Ollerías (PENCO, et alii, 1993, 47) y
La mayor parte de ellas se localizan en fosa en una de las inhumaciones de la necrópo-
simple y otras tres en ánforas para los in- lis del Avellano (PENCO, 1998, 66) siendo
maduros o neonatos realizados en el mismo igualmente esta ultima, una inhumación
momento de la construcción de los muros infantil en urna de tradición indígena sin
del edificio Horreum, por lo que se inter- decoración. Esta particularidad puede res-
preta como enterramientos fundacionales, ponder a una simbología del ritual que por
es decir, inhumaciones de carácter ritual el momento nos es imposible esclarecer.
(GUISBERT, SENTI, 1989,120). También la tumba nº 67, de la necrópolis
Un ritual distinto presentan las inhuma- romana de la Avda. Corregidor, pertenece a
ciones infantiles documentadas en necrópo- la inhumación de un niño en urna globular
lis romanas como Baelo Claudia (PARIS, et de tradición indígena decorada con líneas
alii, 1926, 87 ss) o Carmo donde se docu- de color rojo vinoso (GUTIERREZ, VARGAS,
mentan algunas inhumaciones de niños lle- 2004, 190).
vadas a cabo en grandes recipientes cerámi- Por otro lado, los elementos de ajuar de
cos en forma de lebrillo o en pequeñas fosas este tipo de sepultura documentados en Cór-
(BENDALA, 1991, 82).
doba son escasos18. Así la tumba D solo iría
En las necrópolis cordobesas hallamos acompañada por una lucerna19, elemento
los ejemplares mas cercanos a los casos imprescindible en los ajuares romanos, pues
analizados. Contamos con inhumaciones en un primer momento los sepelios se reali-
infantiles en urnas de tradición indígena en zaban durante la noche (VIRGILIO, Aen. VI,
la necrópolis septentrional del Avellano 12 224) además simbolizan la luz y son signos
(GARCIA, 2002, 285), donde se localizaron de supervivencia. La presencia de elemen-
tres enterramientos de inhumación infan- tos de ajuar nos puede aportar información
til en urnas de tradición indígena que pre- sobre la categoría social del difunto y nos
sentan similitudes tanto en el contenedor permite componer los rituales empleados
cerámico sin decoración, como en el ritual en el enterramiento. Por tanto, esta carestía
empleado; además uno de estos enterra- podría indicarnos que el individuo, al morir
mientos presenta la particularidad de estar prematuramente, no era considerado miem-
la urna boca abajo, lo que puede indicar bro de la sociedad de pleno derecho con lo
cual no podría recibir un ceremonia similar
18
| No así en las sepulturas de tradición ibérica al resto la sociedad, al mismo tiempo que
donde se ha practicado el ritual de la cremación, las podría mostrar la baja condición social del
cuales se caracterizan por ir acompañadas de materia- allí enterrado. Sin embargo, la lucerna do-
les romanos tales como: tazas de paredes finas, ungüen- cumentada nos informa sobre un cambio en
tarios cerámicos, lucernas, juegos de vajillas de mesa
de imitación tipo peñaflor, fechados en las primeras
las costumbres funerarias y la incorporación
décadas del siglo I d.C. (GARCÍA, 2002-2003, 262,ss.) de un ceremonial adscrito a las ideologías
19
| Vid supra. romanas.

110 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


INHUMACIONES INFANTILES DE TRADICIÓN INDÍGENA EN UN SECTOR... ––––––––––––––––––––––

época imperial (VAQUERIZO,2001,90). No


obstante, este hecho no resulta del todo ex-
traño pues contamos con algunos ejemplos
de enterramientos de tradición indígena
ubicados junto recintos y muros de mayor
envergadura en las necrópolis de Colonia
Patricia21 (GARCÍA,2002-2003,261). Así los
individuos enterrados en urnas de tradición
indígena recibían dentro del área cemente-
rial un papel secundario ya que se ajustaban
entre las sepulturas de los individuos adul-
tos, posiblemente en un intento de otorgar-
les una cierta representatividad dentro de la
estructura familiar y social. Quizás el hecho
de depositar estos enterramientos infantiles
a los pies de los monumentos funerarios,
LÁMINA 10: Tumba B (Tumba 28) durante el puede derivar de la costumbre romana de
proceso de excavación.
enterrar a los niños bajo un sitio protegido
por el alero de un tejado (sub grandarium)
Otro elemento común a estas inhuma- (GUERIN, MARTINEZ, 1987-88,252), por lo
ciones son las tapaderas. Este elemento está que podría simbolizar una acción protectora
presente en posición invertida en la Tumba para este enterramiento derivado igualmen-
B, al igual que la urna localizada con motivo te de las costumbre foráneas.
de la reforma de la Red Arterial Ferroviaria
de Córdoba (RAF-TAV), y la inhumación in- De este modo lo que sí queda claro es la
fantil en urna de tradición ibérica en la Ne- inexistencia de una necrópolis o área cemen-
crópolis del Avellano, adscritas todas ellas terial destinada exclusivamente a este tipo
al tipo 17 de Vegas (VEGAS, 1973, 53 fig. de enterramientos, pues no se manifiesta
18.5), con una cronología fechada en torno un ritual normalizado en cuanto a la disposi-
al tercer cuarto del s. I d.C20. ción topográfica de los enterramientos, por
lo que aquellas personas que empleaban este
Seguidamente, la ubicación de los ente- tipo de ritual se encontraban perfectamente
rramientos en la necrópolis parece relevante integradas en la estructura social romana22.
al menos para el caso de la tumba A, pues
se encontraba en un espacio comprendido
20
| Este tipo de tapadera troncocónica con pivote
entre el monumento funerario 1 y 2 (fase
central también son comunes en las necrópolis ampuri-
monumental), esta situación parece definir tanas romanas (ALMAGRO, 1955).
una demarcación respecto al resto de los 21
| Por ejemplo la tumba hallada en la Avd. de las
miembros de una comunidad. La situación Ollerías, la aparecida en las inmediaciones del antiguo
de esta tumba entre dos estructuras de ma- Viaducto del Pretorio, la localizada en la calle Adarve
y un enterramiento de la Constancia (GARCÍA, 2002;
yor envergadura hace plantear la hipótesis
2003, 261).
de que se tratara de un miembro de una 22
| En este sentido, las inhumaciones infantiles
categoría social inferior (liberto o esclavo), de la necrópolis de Avellano 12 pertenecerían, según
costumbre constatada desde comienzos de el director de esta intervención arqueológica, a miem-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 111


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– BEGOÑA GARCÍA MATAMALA / JOSÉ LUIS LIÉBANA MÁRMOL

CONCLUSIÓN tos como una transformación de los ritos y


creencias derivados de los influjos colonia-
Este análisis nos ha permitido efectuar algu- les, explicándose así sus paralelismos con
nas consideraciones sobre los enterramien- otras culturas.
tos de tradición indígena en Córdoba, obser- En definitiva, observamos que, al igual
vando una homogeneización y unas pautas que ocurre en otras necrópolis caracteri-
comunes en el ritual de estas singulares in- zadas por la presencia de costumbres fune-
humaciones infantiles. rarias locales24, se producen cremaciones
Observamos como se ha aplicado unos tanto de adultos como de inmaduros, a la
rituales de enterramientos diferenciados a vez que encontramos inhumaciones infan-
los recién nacidos. Estos rituales derivan de tiles en este tipo de sepulturas. Esta convi-
la importancia que se otorgaba a la morta- vencia en la misma necrópolis con una gran
lidad infantil, ya desde la protohistoria. En diversidad de enterramientos, contenedores
época Ibérica se observa una demarcación y otros ritos, impide que podamos hablar
a la hora compartir los individuos infantiles de un área cementerial destinada exclusi-
en las mismas áreas funerias que los adultos, vamente para individuos infantiles, como
lo que ha planteado la existencia de ritos de tampoco podemos precisar el puesto que
admisión en la sociedad, hecho que también ocupan los recién nacidos dentro de la co-
se constata en el mundo romano. Por tanto, munidad a partir de esta tipología de ente-
podríamos considerar estos enterramien- rramientos. De esta manera al abordar una
caracterización tipológica y funcional de las
tumbas cordobesas se han manifestado una
bros de las clases más bajas de la sociedad a raíz de serie de variantes en cuanto a la deposición,
la epigrafía funeraria aparecida en esta necrópolis. constitución de los ajuares y ubicación que
Con ello, esta área cementerial pertenecía a las clases
más bajas de la sociedad: servi y liberti o ciudadanos
demuestra una serie de costumbres comu-
libres(PENCO,1998,70). No obstante, Vaquerizo plan- nes al menos a nivel local.
tea la hipótesis de un área cementerial destinada a los
niños basada en el uso de antropónimos griegos em-
En estas circunstancias, los elementos
pleados en la mayoría de los tituli sepulcrales recupe- de ajuar que se han conservado junto a las
rados además de la utilización de la lengua griega en urnas funerarias muestran con claridad el
algunos de ellos, así como las singularidades en el rito uso de prácticas romanas, lo que denota un
detectadas en algunas de las sepulturas (VAQUERIZO, predominio de los ritos y creencias de esta
2004, 198).
23
| Destacamos la necrópolis occidental de Car-
cultura, a la vez que se observa una impor-
mona donde las costumbres tradicionales se observan tante transformación respecto al mundo fu-
en momentos tardorrepublicanos e imperiales (BENDA- nerario ibérico.
LA, 1995, 281), las sepulturas descubiertas en la puerta
de Sedía de Carmona, datadas en siglo II d.C. (BELEN,
et alli, 1986, 57) y en las tumbas halladas junto a la
puerta Norte de Cástulo, fechadas hacia el cambio de
Era y primera mitad del siglo I d.C. (CANTO, 1979, 86).
BIBLIOGRAFÍA
Las mismas características y cronología presenta otra
necrópolis castulonense, Cerrillo de los Gordos (CAN- ABASCAL PALAZÓN, J. M. (1990). “La muerte
TO Y URRUELA, 1979, 346). En todas ellas las sepultu- en Roma: fuentes legislación y evidencias arqueo-
ras de cremación conviven con otros enterramientos de lógicas” Cursos de Verano Fons Mellaria´90, pp.
inhumación. 205-245.

112 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


INHUMACIONES INFANTILES DE TRADICIÓN INDÍGENA EN UN SECTOR... ––––––––––––––––––––––

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114 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

da y mejorada por las nuevas generaciones fueron inmortalizados en diferentes monu-


mediante el servicio a la res publica, ya fue- mentos honoríficos públicos, pasando a la
se asumiendo magistraturas y sacerdocios, posteridad como modelos ciudadanos, y sus
o desarrollando otras actividades que re- descendientes se beneficiaron política y so-
percutiesen en beneficio de la comunidad, cialmente del prestigio familiar acumulado,
como la realización de actos de evergetismo. utilizándolo a la hora de iniciar sus carreras
La participación activa en la vida pública de políticas. De esta forma los homenajes, es-
Roma o de cualquiera de los municipios y pecialmente los estatuarios, contribuyeron
colonias del Imperio reportaba gloria y a afirmar un “régimen de los notables” en
honor a las élites, cuyos miembros podían el que las familias con mayor prestigio den-
ver recompensada su dedicación mediante tro de cada comunidad ciudadana lograron
decretos honoríficos emanados del mismo controlar el poder político durante varias
senado de Roma o de cualquiera de los or- generaciones, ocupando magistraturas, sa-
dines decurionum existentes en Italia y en cerdocios y las vacantes generadas en los
las provincias. senados locales.
Descendiendo al ámbito municipal, po- Entre los diferentes tipos de honores
demos señalar que la filotimia, o deseo de concedidos por los municipios y colonias
obtener gloria y honores, fue uno de los prin- de la Bética nos proponemos estudiar los
cipales estímulos que impulsó a los notables fúnebres, aquellos que fueron decretados
locales a participar en la vida política de sus por los ordines decurionales para rendir ho-
comunidades y a realizar actos de evergetis- menaje póstumo a miembros destacados de
mo. En sí, el desempeño de una magistratu- sus comunidades cívicas y a otras personas
ra o sacerdocio era un honos que acrecenta- foráneas que tenían algún tipo de relación
ba la dignitas de toda aquella persona que privilegiada con las ciudades promotoras de
detentaba uno de estos cargos; no obstante, las honras.
las élites municipales también buscaron ob-
En el mundo greco-helenístico fue fre-
tener decretos honoríficos y homenajes esta-
cuente conceder honores funerarios, me-
tuarios en los que se reconocieran de forma
diante un decreto oficial, a personas vivas.
pública y permanente sus méritos. De esta
Éstos, generalmente, consistían en un fu-
forma las aristocracias locales acrecentaban
neral público que tendría lugar cuando se
su existimatio (estima, reputación) ante sus
produjese la defunción del honrado. No obs-
conciudadanos, pero también la de los de-
tante, esta costumbre desapareció en el si-
más miembros de su familia, y en especial la
glo I d. C., cuando se impuso como norma el
de sus descendientes.
conceder homenajes fúnebres tras la muer-
Los municipios y colonias, conscientes te de los honrados (STRUBBE, 1999, 493;
de la existencia de tales deseos de honor y BIELMAN, FREI-STOLBA, 1998, 9-14). En
gloria entre las élites, generaron, a imitación Roma estos honores solían concederse post
de Roma, un sistema de honores destinado a mortem, como podemos constatar en el caso
recompensar a los conciudadanos más des- de los funerales públicos concedidos a lega-
tacados, que a su vez sirvió para configurar dos y reyes extranjeros muertos en la Urbs
una “memoria cívica colectiva”. Miembros (Scyphax, Perseo), a importantes políticos
de las principales gentes de cada comunidad de época Republicana (P. Valerius Publico-

116 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

la, Agrippa Menenius Lanatus, Sila, César), statuae, o los ornamenta, pudieron otorgar-
a miembros de la Casa Imperial (Augusto, se tanto a vivos como a personas fallecidas,
Druso el Joven) y a destacados miembros aunque sólo estudiaremos aquellos que se
del ordo senatorius, generalmente amigos concedieron formando parte de un conjunto
o colaboradores de los emperadores1. Igual- de honras relacionadas con el funus y cuyo
mente, otros honores fúnebres, como los fin era que sirviesen de homenaje post mor-
decretados a Lucio y Cayo Césares en Pisa tem para los honrados.
(Decreta Pisana) o a Germánico en Roma Recordemos que la función principal de
(Tabula Hebana y Tabula Siarensis), fueron todo homenaje estatuario fue inmortalizar
concedidos tras la muerte de los honrados2. al honrado, perpetuando su recuerdo en la
Pese a lo señalado, la epigrafía muestra que, memoria colectiva de la comunidad cívica
en determinadas ocasiones, estos hono- responsable de tomar tal iniciativa (LAHU-
res pudieron darse en vida, como podemos SEN, 1983, 134-135). La escultura y el ti-
apreciar en dos inscripciones de Pompeii y
de Marsi Antinum en las que el ordo con-
cede el locus sepulturae a personas vivas3. 1
| Sobre los funerales públicos concedidos en
Incluso, la indicación en varios epígrafes de Roma, su origen, evolución y organización vid. J. ARCE
que el homenajeado se encontraba muerto (1988a, 17-57); G. WESCH-KLEIN (1993, 6-25); J. EN-
al recibir honras fúnebres (huic defuncto; GELS (1998, 175-187); S. BENOIST (2005, 103-146).
2
| Sobre estos decretos y senado-consultos vid.
huic post mortem4) podría confirmar que
A. R. MAROTTA (1980); F. J. LOMAS (1978, 323-354);
estos honores también pudieron recibirse J. GONZÁLEZ (1984, 55-83).
en vida. No obstante, contamos con muchas 3
| M(arco) Veio Marcello/ vivo locus monumenti/
más inscripciones en las que se indica direc- d(ecreto) d(ecurionum), (G. SPANO, NSc, 1910, 403);
tamente la muerte previa del homenajeado C(aius) Blaesius (mulieris) l(ibertus) Philomu/s[us]
sevir Augustalis/ loc[u]s ex d(ecreto) d(ecurionum)
(inmatura et acerba morte interceptae, CIL honoris/ causa [p]ublice datus/ v(ivus) s(ibi) f(ecit),
X, 1784 de Puteoli; quod verba facta sunt (CIL IX, 3835). M. ANTICO GALLINA (1997, 206) se-
de honoranda morte, CIL IX, 47 y AE, 1910, ñala que son muy escasos los testimonios conocidos de
203 de Brundisium), o de forma indirecta, concesión del locus sepulturae a personas vivas.
4
| CIL II2/7, 185 de Calpurniana?; CIL II2/14,
al ser algún familiar el que acepta los ho-
24, 26 y 27 de Valentia; InscrIt 10, 1, 676 de Nesactium;
nores y remite su coste al tesoro público de CIL III, 1711 de Acruvium y 13820 de Doclea.
la ciudad5, confirmándonos que los honores 5
| Los epígrafes de este tipo son muy numerosos
fúnebres acostumbraron a darse tras el falle- en Occidente. Sólo para la Bética podemos citar: CIL
II2/7, 185, 290, 799 y 800; CIL II2/5, 656; CIL II, 1065,
cimiento de los honrados.
1130, 1184, 1186, 1263, 1286, 1342 y 5409; CILA II,
Bajo el concepto general de honores 239, 967, 1079 y 1220.
6
| Numerosas estatuas fueron decretadas tras
fúnebres se engloban diversas concesiones
la muerte de los honrados (FEJFER, 2002, 248-249),
honoríficas decretadas por los ordines decu- aunque si no fueron acompañadas de algún otro honor
rionum y relacionadas, en su mayoría, con el relacionado con el sepelio (gastos del funeral, laudatio,
funus; es decir, con el conjunto de ritos fu- lugar de sepultura, libras de incienso o exsequiae) no
nerarios que culminaban con el sepelio por han sido incluidas en este trabajo, pues deben ser inter-
pretadas no como honores fúnebres, sino como home-
cremación o inhumación de los restos del najes póstumos. Como ejemplos de la Bética podemos
difunto. Algunos de estos honores, como la señalar: CIL II, 1350, 1359, 1936; CIL II2/5, 60, 784,
erección de estatuas6, la concesión del locus 797, 800, 847, 848; CIL II2/7, 271; CILA II, 1055, etc.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 117


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

tulus garantizaban que en la posteridad se desaparecer el recuerdo de la participación


conociese el aspecto y los hechos del hon- de aquél en esta legación” (Phil. 9, 10).
rado7; por tanto, esta concesión honorífica
En la Bética contamos con cincuenta y
se revelaba como una de las mejores que se
tres inscripciones que hacen referencia a la
podían dar para homenajear a una persona
concesión de honores funerarios a cincuen-
difunta. Así lo entendía Cicerón, como se
ta y siete personas (vid. tabla final), siendo
muestra en su intervención ante el senado
su número muy superior a los conocidos en
de Roma para solicitar la concesión de una
las provincias de Hispania Citerior (nueve)
estatua, funeral público y lugar de sepultura
y Lusitania (cuatro). En la mayoría de es-
pagado por el Estado en honor del senatorial
tos epígrafes, son los senados locales los que
S. Sulpicio Rufo, muerto en el desempeño
aparecen tomando la iniciativa para rendir
de una legación ante Marco Antonio: “De-
homenajes póstumos a destacados conciu-
volved, así pues, senadores, la vida a aquel a
quien se la arrebatasteis. Pues, en efecto, la dadanos. Las características fórmulas decre-
vida de los muertos perdura en la memoria to decurionum o huic ordo... decrevit, que
de los vivos. Haced que aquel al que, sin sa- acompañan a las distinciones honoríficas
berlo, enviasteis a la muerte obtenga gracias concedidas, así lo prueban.
a vosotros la inmortalidad. En el caso de que Gracias a la información proporcionada
otorguéis mediante un decreto vuestro una por Cicerón en el caso de las honras pedidas
estatua a Sulpicio junto a las columnas ros- para S. Sulpicio Rufo en Roma (Phil. 9, 1-
tradas, nunca el olvido de la posteridad hará 17), a algunos capítulos de la Lex Irnitana
y a la documentación epigráfica, podemos
plantear el proceso seguido para conceder
7
| Como se señala en CIL V, 532 de Tergeste: honores fúnebres en cualquier ciudad del
...statuam ei auratam equestrem primo quoque tempore
Imperio. Tras el fallecimiento de una persona
in celeberrima fori [n]ostri par[te] poni et i[n] basi eius
hanc nostram c[on]sensionem adque hoc decretum ins- destacada de la comunidad cívica, un miem-
cribi, uti ad posteros nostros tam volt[us] amplissimi bro del senado local presentaría la petición
viri quam facta per[m]aneant... oficial para concederle honores8. El consejo
8
| Así se establece en el capítulo 39 de la Lex de los decuriones se reuniría para debatir el
Irnitana: [R(ubrica). De rebus ad decuriones conscrip-
tosve referendis]. Manejamos la edición de A. D´ORS y
tema y el magistrado convocante (duunviro,
J. D´ORS (1988). cuatorviro) expondría la propuesta formal a
9
| En un decreto de la colonia de Pisa, destinado tratar9 (relatio). A continuación, se daría la
a honrar al difunto Cayo César (CIL XI, 1421), se indi- palabra al curial proponente quien, tras ex-
ca que los honores fueron aprobados por los decuriones poner los motivos de su petición, así como
provisionalmente, debido a la ausencia de duunviros,
acordándose que los nuevos magistrados electos con-
los merita de la persona difunta y de su fa-
vocasen oficialmente a la curia, realizasen la relatio del milia (los servicios prestados a la comuni-
tema y sometiesen a votación el decreto honorífico. El dad), solicitaría la concesión de determina-
epígrafe nos muestra la necesidad de efectuar la convo- dos honores. Tras su intervención tendrían
catoria oficial y la relatio para que la decisión de la curia,
derecho a dar su opinión otros decuriones,
previamente aprobada, tuviera validez legal (SHERK,
1970, 64-65; RODRÍGUEZ NEILA, 2005, 32-33). quienes podrían manifestar su adhesión u
10
| Eisque qui ut de ea re referetur postulaverint,
oposición a la propuesta realizada, así como
prius quam sententias interrogare incipiat, dicendi, item establecer propuestas alternativas en las dis-
si quis contradicere volet dicendi ei, de ea re potestatem tinciones honoríficas a otorgar10.

118 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

La concesión de los honores fúnebres no tercer día después de su muerte; aunque en


fue un proceso mecánico. Como se aprecia en casos excepcionales la duración del velatorio
el procedimiento seguido para concederlos a podía ser de hasta una semana (ENGELS,
Sulpicio Rufo (Cic. Phil. 9, 3-17), se debatiría 1998, 177).
qué distinciones eran las apropiadas en fun- Los cuestores tendrían que ocuparse de
ción de la importancia del honrado y de los la adjudicación de las obras para levantar
servicios prestados a la res publica, se harían estatuas pagadas con fondos públicos (Cic.
diferentes propuestas y se intentaría llegar a Phil. 9, 16) y de la liquidación de los gastos
una posición de consenso. En el caso de Rufo, ocasionados por los honores decretados (Lex
el cónsul G. Pansa pidió que se le concedie- Irn. 20); mientras que los ediles se encarga-
ran honores (¿una estatua ecuestre dorada?); ron de supervisar el recorrido urbano de los
P. Servilio rechazó la propuesta de erigirle cortejos fúnebres y el lujo de los funerales,
una estatua por considerar que Rufo no había al igual que lo hacían en Roma a fines de la
muerto de forma violenta en el curso de su República (Cic. Phil. 9, 17; WESCH-KLEIN,
legación, y defendió conceder el sepulcro pa- 1993, 84; ENGELS, 1998, 172). Los duun-
gado por el Estado; finalmente, Cicerón, tras viros supervisarían que todos los honores se
demostrar que Rufo había muerto sirviendo a otorgasen según lo decretado, interviniendo
la República, propuso levantarle una estatua en cuestiones concretas como, la supervisión
pedestre de bronce junto a los rostra del foro, de los trabajos realizados (probatio operis) o
concederle un funeral público y asignarle un la concesión de los espacios públicos nece-
lugar de sepultura gratuito para que fuese en- sarios para construir la tumba y para erigir
terrado el honrado y sus descendientes. Esta estatuas honoríficas. Según la Lex Irnitana
última propuesta fue la aprobada por el Se- (cap. 76), estos magistrados debían supervi-
nado (WESCH-KLEIN, 1993, 83-84; TANNER, sar anualmente los terrenos pertenecientes a
2000, 26-27). Fuera de Roma, la diferencia los municipios y colonias, evitando que éstos
de distinciones concedidas a homenajeados fueran usurpados por cualquier particular o
de una misma ciudad (Corduba, Ilipa, His- comunidad vecina. Por tanto, podemos su-
palis, Lacilbula) pone de manifiesto que los poner que ellos deberían controlar cualquier
honores fúnebres no fueron similares para cesión, temporal o definitiva, de suelo pú-
todos, y que cada caso debió ser debatido y blico, aunque sólo fuese para establecer un
analizado en la curia local correspondiente. locus statuae o sepulturae11. En una inscrip-
Finalmente, se procedería a efectuar una vo-
tación, y la propuesta apoyada por la mayo-
ría de los decuriones quedaría plasmada en facito; utique h(ac) l(ege) oportebit sententias interroga-
to... (Lex Irn. 39). Para defender la propuesta inicial y
el correspondiente decreto decurional ho- aportar testimonios el senado local pudo invitar a per-
norífico (Lex Irn. 41), dándose orden a los sonas ajenas al ordo (SHERK, 1970, 67 y n.º 53). Así, en
magistrados locales para que cumpliesen la CIL XI, 5694, de Tuficum, aparece un centurión primi-
voluntad del senado (WESCH-KLEIN, 1993, pilo defendiendo ante la curia una petición de erección
de estatua para el centurión Ferox.
89). Todo este proceso, que implicaba la con-
11
vocatoria de los decuriones, su reunión y la | En Roma, el senado ordenó al cónsul G. Pansa
que asignase al consular S. Sulpicio Rufo un lugar de se-
toma de decisiones, tendría que desarrollarse pultura pagado por el Estado, en el campo Esquilino o
con cierta celeridad, dado que los funerales en cualquier otro lugar que le pareciese oportuno (Cic.,
de personas distinguidas se solían realizar el Phil. 9, 16-17).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 119


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

ción de Puteoli y otra de Pompeii se indica sunt”. La frase muestra que dichos honores
claramente que los duunviros se encargaron fueron otorgados gracias al populus y los in-
de asignar el espacio público necesario para colae, quienes probablemente debieron so-
la erección de sendas estatuas, cumpliendo licitar al senado de Salpensa su concesión.
de esta forma las disposiciones aprobadas Una situación similar debió darse en Ilipa
por sus respectivos ordines decurionum, que y el municipium Lunense (Alcalá la Real?),
eran los únicos con capacidad para otorgar donde los munícipes promovieron la conce-
la concesión de suelo perteneciente a una sión de honores a dos destacados conciuda-
res publica (TANFANI, 19702, 60 y 101-102; danos, pero en los epígrafes se indica clara-
CAMODECA, 2003, 177-178): ... placere mente que éstos fueron otorgados mediante
huic ordini auctorit(atem) in eam rem ante decreto decurional: ... populus laudationem
hanc diem factam confirmari permittiq(ue) publicam impensa funeris locum sepulturae
Annio Adiecto lib(erto) eius statuam pone- d(ecreto) d(ecurionum), (CIL II, 1089 de
re Annio Modesto loco adsignato a IIviris Ilipa); ... lunenses ex decreto de/curio ob
nostris..., (CIL X, 1782); ... Clodius Flaccus merita P(ublio) Iunio..., (CIL II2/5, 21812).
IIvir I(ure) D(icundo) bis Quinq(uennalis) Frente a los casos comentados, contamos
honoris Kaus(a) dedit locum ex dec(reto) con otro testimonio donde el populus no
dec(urionum), (CIL X, 960). aparece pidiendo al ordo la concesión de
Pese a lo comentado hasta el momento, honores para determinados conciudadanos,
la redacción de varias inscripciones parece sino otorgándolos: ... huic Mellarienses lo-
indicar que en ocasiones la iniciativa de cum sepulturae funeris impensam statuam
conceder honores fúnebres no partió del laudationem decrevere..., (CIL II2/7, 800
consejo decurional, sino del populus, aun- de Mellaria). La inscripción mencionada
que debemos suponer que en tales casos encuentra paralelos en otras procedentes
la propuesta fue rápidamente asumida por de diversas ciudades del Occidente roma-
los decuriones. Así, en una inscripción de no13, que nos muestran al populus como
Salpensa encontramos al senado local con- una institución con cierta autonomía para
cediendo diversos honores fúnebres a un jo- conceder honores, aunque posteriormen-
ven fallecido con dieciocho años (huic ordo te se necesitase de un decreto decurional
municipi Flavi Salpensani... decrevit, CIL que ratificase las decisiones tomadas por la
II, 1286) y a continuación se indica “eidem- asamblea (JACQUES, 1984, 409-421; ZE-
que omnes honores a populo et incolis habiti LAZOWSKI, 1997, 187; MELCHOR, PÉREZ
ZURITA, 2003, 198-202). Ante la presión
popular, los senados debieron mostrarse
12
| En la misma inscripción (CIL II2/5, 218) apa- inclinados a ratificar la mayoría de los ho-
rece otro colectivo ciudadano honrando al mismo ma-
gistrado mediante decreto de los decuriones: ...dumien-
menajes promovidos por el colectivo ciuda-
ses ex decreto decu/rionum P(ublio) Iunio IIvir(o)... dano, o a sumarse a la iniciativa mediante
13
| ...populus ponendam decrevit... (CIL IX, 804 la concesión de nuevos honores; así, en la
de Luceria); ...populo decrevisset... (CIL VIII, 11034 mencionadas inscripciones de Salpensa,
de Gigthis). Otro testimonio similar lo encontramos en Ilipa y del municipium Lunense vemos que
Acinippo, donde la plebs decretó a M. Iunio Terentiano,
magistrado, sacerdote y patrono de la ciudad, una es-
los senados aparecen otorgando decretos
tatua: ...plebs Acinipponens(is) patrono ob merita sta- decurionales y sancionando unos honores
tuam d(e) s(ua) p(ecunia) decre[vit]... (CIL II, 1347). fúnebres que, de alguna forma, debieron

120 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

ser promovidos por el populus, posiblemen- en el foro; y gracias a la participación de se-


te, mediante postulationes que tendrían lu- nadores y magistrados en la ceremonia, se
gar durante la celebración de espectáculos mostraba la nobilitas de determinadas fami-
públicos o asambleas (contiones). Frecuen- lias, así como su importancia en la historia
temente, debió imperar el consenso entre de Roma, lo que permitía justificar su posi-
decuriones y populus, como nos muestran ción de liderazgo político-social (FLOWER,
diferentes inscripciones en las que vemos 1996, 128-133; BADEL, 2005, 35-36).
a ambos grupos rindiendo homenaje, de En Italia y provincias, la concesión de
forma conjunta, a determinados persona- un funeral público fue uno de los más altos
jes. Es el caso que se nos presenta en un honores otorgados por las comunidades cí-
epígrafe de Baelo, donde aparece el ordo vicas, pero ni en la Bética ni en Hispania
decretando laudatio, gastos del funeral, lo tenemos atestiguado epigráficamente.
lugar de sepultura y estatua, mientras que Fuera de la Península Ibérica aparece decre-
el populus se unió al homenaje pagando la tado por diferentes comunidades y acompa-
estatua mediante colecta pública14: ...ordo ñado de otra serie de honores adicionales
Baelonen(sium) [lauda]tionem impen[sam (estatuas, lugar de sepultura, concesión de
fu]neris [locum sepult]ur[ae statuam de- incienso, o clípeos), aunque nunca de las
crevit] popu[lus aere conlato statuam po- exsequiae publicae, de los impensa funeris
suit], (HEp 4, 1994, 262). y de las laudationes; probablemente, porque
Los municipios y colonias llegaron a éstos fueron los tres elementos fundamen-
conceder hasta quince diferentes tipos de tales que caracterizaron a todo funus publi-
distinciones honoríficas post mortem15 que cum, haciendo innecesaria su reiteración
pueden aparecer agrupadas y ordenadas de en las inscripciones. Las críticas de Tácito
muy diferentes formas en las inscripciones. sobre los funerales de Germánico (“¿Dónde
Generalmente, se otorgaron entre tres y están..., los cantos compuestos en recuerdo
cuatro honores, aunque a determinadas de su valor, los elogios...?”, Ann. III, 5, 2),
personas se les concedieron cinco o seis así como las descripciones de los funerales
(DARDAINE, 1992, 141-145). Pasemos a de Sila o de César, muestran que la lauda-
analizar las diferentes distinciones honorí-
ficas que se concedieron en la Bética, co- 14
| Pese a lo defendido por S. LEFEBVRE (1991,
menzando por una que, curiosamente, no 133-136), consideramos que la flamínica Procula fue la
aparece mencionada en ninguna inscrip- receptora del homenaje de Baelo y no una intermedia-
ria, cuyos méritos habrían servido a otro destinatario
ción de la provincia mediante su denomina- de los honores que aparecería mencionado en la parte
ción más frecuente: mutilada del epígrafe.
15
| Algunos de estos honores no los tenemos ates-
Funus publicum. En Roma todo funeral tiguados en Hispania: funus públicum (CIL X, 1208,
público era un medio de autorrepresenta- 4761, 5583; CIL XIV, 321, 323, 413, 4642, etc.); colo-
ción pública empleado por los grupos di- cación de la sella de magistrado en el teatro, espectá-
rigentes para manifestar ante el pueblo la culos públicos en honor del difunto y procesión anual
preeminencia alcanzada por determinadas (AE, 1947, 53). Sobre los honores fúnebres decretados
por ciudades de provincias vid. J. F. RODRÍGUEZ NEI-
gentes. Mediante el desfile de las imagines LA (1991, 86-91); S. DARDAINE (1992, 139-151); G.
de los antepasados en el cortejo fúnebre; WESCH-KLEIN (1993, 62-70); Mª. H. GALLEGO (1994,
con la realización de una alabanza pública 267-275).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 121


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

tio y el cortejo fúnebre16 formaron parte de se indica que un pontífice y flamen de la co-
todo funeral público junto con el pago de los lonia aere collato funeratus est (AE, 1955,
gastos del entierro17. 242 = HAEp, 174).
Comencemos estudiando estos tres ti- Las inscripciones de la Bética general-
pos de honores que, como hemos señalado, mente indican la concesión del pago de los
nunca aparecen recogidos en los epígrafes gastos del funeral (impensa funeris), sin es-
junto al funus publicum, pero que sí fueron pecificar cuánto dinero se empleó. Sólo en
frecuentemente otorgados por las ciudades un epígrafe se señala la cantidad de nume-
de la Bética. rario que el municipio aportó para financiar
Pago de los gastos del funeral (impen- el sepelio. Se trata de la inscripción HEp
sa funeris). Fue éste el honor funerario más 4, 1994, 808 (= CIL II, 1189) de Hispalis,
otorgado en la Bética (cuarenta y cuatro ve- donde se señala que la curia entregó mil de-
ces). Su origen se encuentra en los funera ex narios para pagar el funeral y la sepultura
aere conlato pagados por el pueblo de Roma de P. Valerius Gallus18: ... huic publice locum
en honor de destacados personajes de la vida sepulturae funeris impensa nummum m(illia)
pública, como los ya mencionados P. Valerius d(enariorum) d(ona) decreto decurionum.
Publicola (Plut. Publ. 23, 2; Liv. Ab Urbe, II, No se puede aceptar que las expresiones
16, 7) y Agrippa Menenius Lanatus (Liv. Ab impensa funeris y funus publicum tuvieran
Urbe, II, 33, 11), aunque, finalmente, éstos el mismo valor o significado, como defendió
pasaron a ser financiados con dinero proce- A. De Vincenti (19622, 351) para las inscrip-
dente de las arcas públicas del Estado. En ciones hispanas, pues el pago con dinero del
Hispania sólo conocemos un caso en que el erario municipal de los gastos del sepelio
funus fue pagado por suscripción popular. sólo fue una parte de los elementos que ca-
La inscripción procede de Pax Iulia y en ella racterizaron a todo funeral público (vid. in-
fra). A. De Vicenti planteó esta posibilidad al
16
| El cadáver de Sila fue escoltado por sacerdotes constatar que en Hispania no se encontraba
y sacerdotisas, el senado en pleno y los magistrados. ninguna mención expresa a funera publica,
Fue expuesto sobre los rostra donde se pronunció la mientras que eran frecuentes los epígrafes
laudatio. Finalmente, los senadores más robustos lleva- en los que aparecía impensa funeris acom-
ron el féretro al Campo de Marte (App. BC. I, 105-106).
pañada de otras concesiones relacionadas
El lecho fúnebre de César fue llevado al foro por magis-
trados en ejercicio y exmagistrados. Antonio, el cónsul, con el funus (laudatio, locus sepulturae). Tal
dio lectura a un decreto del senado en el que se otor- argumentación parece quedar sin validez al
gaban al difunto todos los honores divinos y humanos, constatar que en Italia y en provincias en-
pronunciando a continuación un breve discurso (Suet. contramos a personas honradas con el funus
DJ. 84).
17
| Los funerales pagados por suscripción popular
publicum junto a otras que recibieron el
fueron el precedente de los funera publica de fines de pago de los gastos del funeral, mostrándo-
la República y del Principado (WESCH-KLEIN, 1993, 7- nos que ambas expresiones debieron impli-
9). car diferentes concesiones honoríficas. Así,
18
| Las sumas entregadas para pagar los funerales en la Regio I tenemos atestiguadas las expre-
públicos en las ciudades de Italia son similares a las de
Hispalis, y oscilan entre los dos mil (CIL X, 1019, 1024
siones funus publicum (CIL X, 1208, 1784,
de Pompei) y los cinco mil sestercios (CIL X, 680, 688 4761, 5586, etc.) y locus sepulturae datus
de Surrentum). Cfr. G. WESCH-KLEIN (1993, 66). et in funere HS (sestertium) (dua milia num-

122 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

mum)... (AE, 1913, 70 y 71; CIL X, 1019; mujeres (CIL II2/7, 197 y 800; CIL II, 1089
1024, etc.). y 5409; HEp 4, 1994, 262), entre las que
podemos destacar a las flamínicas Cornelia
Organización de una laudatio funebris.
Lepidina y Procula.
Durante la realización del funeral, cuando
éste pasaba por el foro, un familiar del di- Todos los honrados con la laudatio, jó-
funto o un magistrado subía a la tribuna y venes, mujeres y varones adultos, pertene-
realizaba en presencia del populus, que pre- cieron a importantes gentes decurionales, o
viamente había sido convocado en asamblea incluso de rango superior, siendo honrados
(contio), una laudatio pública, destacando no sólo por sus méritos, sino también por
las virtudes del difunto, sus merita, así como su prestigiosa ascendencia familiar. Recor-
los logros alcanzados por antepasados ilus- demos que una parte del elogio fúnebre es-
tres del homenajeado19. La laudatio consti- taba dedicada a exaltar los logros y éxitos de
tuía el culmen de todo funus publicum, pues los antepasados (Polibio, VI, 53; KIERDORF,
permitía a las principales gentes afirmar su 1980, 64-67); por tanto, difícilmente podía
nobilitas ante el pueblo y en los lugares cen- otorgarse tal honor a personas que no tuvie-
trales de la urbs, donde de ordinario se desa- sen ascendientes ilustres20. Por lo señalado,
rrollaba la vida cívica (FLOWER, 1996, 128; la concesión de la laudatio podría servirnos
BADEL, 2005, 126-127). para identificar a algunas de las familias más
sobresalientes de las ciudades de la Bética,
Entre las personas que recibieron este las que formaban un grupo selecto dentro de
honor en la Bética encontramos un grupo los ordines decurionales y acumulaban car-
mayoritario conformado por ciudadanos gos y honores durante varias generaciones.
que habían logrado desempeñar el cargo de
duunviro (CIL II2/7, 98, 180, 185, 197, 305), Exsequiae publicae. Este término pue-
a los que podríamos sumar el flamen pro- de ser empleado para hacer referencia al
vincial C. Sempronius Speratus (CIL II2/7, conjunto de ceremonias del funus –las com-
799). Es lógico que las curias concediesen prendidas entre la muerte de la persona y
un elogio fúnebre a las personas que habían la deposición de sus restos en la tumba– o,
desarrollado plenamente sus carreras públi- en su sentido estricto, para definir el acto
cas, logrando alcanzar la máxima magistra- de acompañar al cadáver hasta el lugar de
tura ciudadana o el principal sacerdocio de sepultura, formando parte del cortejo fúne-
culto imperial en la provincia. Entre los ho- bre21 (elatio mortui). En caso de que se em-
menajeados podemos destacar a L. Porcius
Stilo que murió a los sesenta y cinco años, 19
| La importancia de la laudatio no radicaba tan-
cuando había logrado ser designado como to en el elogio del difunto, como en el hecho de que era
duunviro, pero antes de tomar posesión del una ocasión especial para enaltecer a toda su familia.
cargo (CIL II2/7, 98). El municipio de Obul- Sobre la laudatio vid. W. KIERDORF (1980); J. F. RO-
co quiso premiar su larga carrera pública DRÍGUEZ NEILA (1987-88, 407-435); J. ARCE (2000).
20
| Como señaló S. DARDAINE (1992, 145-146),
con varios honores entre los que se encon-
difícilmente se podría hacer un elogio fúnebre de una
traba la erección de una estatua ecuestre. persona con ancestros oscuros o poco dignos.
Igualmente, encontramos que este honor 21
| Según el Thesaurus Lingua Latinae, Leipzig,
fue concedido a jóvenes fallecidos prematu- 1900 y ss, p. 1846, y el Lexicon Totius Latinitatis (FOR-
ramente (CIL II, 1186 y 1286) y a algunas CELLINI, 1965, 380), ésta es la acepción más correcta

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 123


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

please el término para describir el conjunto las ciudades de Hispania y Mauritania, con-
de ceremonias que conformaban el funus sistente en otorgar por separado los tres ele-
publicum, no tendría sentido encontrarlo mentos que lo conformaban, es decir, el cor-
junto con la concesión del pago de los gastos tejo fúnebre, la alabanza pública en el foro
del funeral o junto con el discurso fúnebre, y el pago con fondos públicos de los gastos
pues, como hemos comentado, ambas dis- del funeral. Por motivos que desconocemos,
tinciones quedaban incluidas formando par- tanto en Hispania como en Mauritania (ILM
te del todo. No obstante, en varias inscrip- II, 13, 66 y 430) las ciudades adoptaron la
ciones hispanas los decretos decurionales práctica institucional de conceder estas
conceden conjuntamente laudatio, impensa tres distinciones honoríficas de forma in-
funeris y exsequiae públicae (CIL II2/7, 180; dependiente, y muy pocas personas fueron
CIL II2/5, 930; CIL II, 3251 y 3252), confir- las que disfrutaron de todas ellas de forma
mándonos que no podemos identificar este conjunta. Frente al caso hispano-mauritano,
último honor con el funus publicum. en el resto de las provincias e Italia se impu-
Por lo comentado, las exsequiae publicae so el hábito de otorgar el funus publicum,
pudieron consistir en decretar que el populus, termino que, como ya hemos señalado, nun-
los miembros del senado local, los sacerdotes ca aparece en la documentación epigráfica
y magistrados formasen parte del cortejo fú- acompañado de las exsequiae, laudationes y
nebre (pompa funebris), asistiendo a todo el los impensa funeris, pues se entendería que
ceremonial del funus. Serían el equivalente estos tres elementos honoríficos quedaban
a un honor atestiguado en diversos decretos incluidos en toda concesión de un funeral
procedentes del mundo griego, consistente público.
en la participación de todo el cuerpo cívico
Si nuestra hipótesis fuese correcta,
en el cortejo fúnebre. Los habitantes de la
permitiría solucionar otro problema, el de
ciudad, ordenados según su estatus, escolta-
la ausencia de la laudatio funebris de la epi-
ban el cadáver del honrado y se relevaban en
grafía honorífica de casi todas las provincias
la ceremonia de traslado del difunto hasta la
del Imperio. Como señalaron diversos auto-
tumba (BIELMAN, FREI-STOLBA, 1998, 12-
res (BARBIERI, 1942, 472; J. ARCE, 2000,
14; STRUBBE, 1999, 493; CORMACK, 2004,
111). Un honor parecido se recoge en un epí- 112-113), la concesión de la laudatio como
grafe de Perusia, donde se indica que un no- un honor fúnebre sólo aparece recogida en
table fue llevado hasta la pira por miembros inscripciones procedentes de Hispania y de
del ordo equester: ... equites romani eum ad la Mauritania Tingitana, provincia ésta muy
rogum [ut deferrent..., (CIL XI, 1946). vinculada a la Península Ibérica. No tiene
sentido plantear que, mientras en todas las
Retomando el tema de la no aparición provincias se adoptaron las costumbres fu-
en la epigrafía bética e hispana de la con- nerarias romanas, el elogio fúnebre sólo se
cesión del funus públicum, pensamos que difundió por la Península Ibérica y el Norte
pudo deberse a una costumbre, exclusiva de de África. Igualmente, es difícil aceptar que
por azar en el descubrimiento epigráfico la
de exsequiae. No obstante, E. CUQ (1896, 1398 y 1408)
laudatio no haya quedado reflejada en las
y G. WESCH-KLEIN (1993, 184 y 187) identifican ex- inscripciones de alguna otra provincia ro-
sequiae con funus. mana. Para nosotros, la única explicación

124 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

posible sería aceptar que en la concesión zado suficiente prestigio e influencia dentro
del funus publicum estuvo incluido el elogio del orden decurional.
fúnebre, pues, como podemos deducir de la
Erección de una o varias estatuas en
práctica honorífica atestiguada en Roma, no
honor del difunto. Como ya hemos señalado,
hubo funeral público sin laudatio funebris,
fue este honor uno de los más ambicionados
sin elogium en los rostra22 (ARCE, 1988b,
por los notables locales, ya que les permitía
47). De esta forma se explicaría fácilmente perpetuar su memoria dentro de la comuni-
su no presencia en las inscripciones hono- dad cívica. Incluso conocemos ejemplos de
ríficas de Italia y del resto de las provincias personas que para obtener una estatua pú-
Occidentales, en las que se empleó prefe- blica establecieron legados testamentarios
rentemente el término funus publicum que, en los que se especificaban determinadas
como hemos señalado, englobaría la conce- donaciones a la comunidad y los honores
sión del elogio fúnebre23. Por el contrario, concretos que esperaban recibir25. De las
en provincias como las hispanas, donde se treinta y cuatro estatuas que pudieron ser
concedieron de forma separada los diversos concedidas como honores fúnebres26, sólo
elementos de los que componían el funeral
público, la laudatio aparece frecuentemente 22
| Como ya indicamos anteriormente, Tác. Ann.
entre las distinciones fúnebres recogidas en III, 5, 2, comenta que en el entierro de Germánico se
los epígrafes24. echó de menos la laudatio, poniendo de manifiesto que
era un elemento característico de todo funeral público.
Junto a los ya analizados, los municipios Un listado de laudationes atestiguadas por las fuentes
y colonias podían conceder otros honores fú- puede consultarse en J. ARCE (2000, 78).
23
nebres: | Según L. TANFANI (1970, 175-176), a fines del
siglo XIX F. VOLLMER (1891) ya planteó que la lau-
Concesión de un espacio público para datio estaría comprendida dentro del funus publicum,
erigir una estatua. Este honor no suele indi- aunque el investigador italiano no comparte tal pro-
carse en las inscripciones, pues siempre que puesta.
24
| Como se puede ver en la tabla final del trabajo,
el ordo decreta la erección de una estatua veinte inscripciones de la Bética mencionan la conce-
la acción lleva implícita la concesión de un sión de este honor a veinticuatro personas.
espacio público para colocarla. No obstante, 25
| Baebia Crinita ofreció en su testamento un
lo encontramos en un epígrafe de Corduba, templo por un valor de doscientos mil sestercios, or-
denó realizar un banquete público y dispuso que se le
donde se otorga al edil Q. Caec[ilius] ...
levantase una estatua (CIL II, 964, de Turobriga). L.
locum statuae, funeris im[pen]sam... (CIL Lucretius Severus ordenó en su testamento que se le
II2/7, 303). Desconocemos los motivos que levantase una estatua y que al dedicarla se diese una
tuvo el ordo para no conceder a este magis- sportula (CIL II, 1055, de Axati). Ambos epígrafes son
trado una estatua costeada con dinero pú- donaciones ex testamento en las que se ofrecen realizar
actos de evergetismo bajo unas condiciones particu-
blico, pues en Colonia Patricia existen otros lares, consistentes en la erección de una estatua a los
homenajeados que no desempeñaron ningún donantes.
cargo público y que recibieron dicho honor, 26
| Vid. tabla final de honores. En los casos de
entre ellos el hijo de un liberto imperial que CIL II2/5, 629, CILA II, 988, CIL II, 1090 y 1263, po-
debió ser honrado por los méritos del pa- demos deducir que se les decretó estatuas a los hon-
rados, pues las inscripciones aparecen parcialmente
dre, un tabularius provinciae Baeticae (CIL mutiladas y están grabadas sobre pedestales. No obs-
II2/7, 290). Puede que Q. Caecilius fuese un tante, debemos tener precaución, pues contamos con
homo novus cuya familia no hubiese alcan- algún epígrafe sin mutilar, como CIL II2/5, 798, per-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 125


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

cuatro fueron ecuestres (CIL II2/7, 98 y 799 unos de los grupos sociales que recibieron
dos estatuas; CIL II2/5, 1336), lo que nos homenajes estatuarios ecuestres en las ciu-
indica que estas últimas se reservaron para dades de Italia y provincias, junto con los ca-
honrar a personajes muy importantes que balleros, senadores y miembros de la familia
formarían parte de la élite existente dentro imperial (BERGEMANN, 1990, 14).
de los ordines decurionales (BERGEMANN,
Sobre el lugar de colocación de las esta-
1990, 40). Los individuos así honrados ocu-
tuas, debemos suponer que fueron erigidas
paron las más altas magistraturas y sacer-
en espacios públicos de las ciudades, don-
docios, y debieron pertenecer al reducido
de las imágenes de los ilustres ciudadanos
grupo de familias que realmente controlaba
pudieran ser contempladas y recordadas
la vida pública municipal en sus respectivas
por todos. En Italia encontramos algunos
comunidades. Las estatuas ecuestres béticas
epígrafes de concesión de honores fúnebres
fueron dedicadas a un duunviro de Obulco, a
un flamen de la provincia Bética, originario en los que se indica el lugar de emplaza-
de Mellaria, y a un personaje del que no se miento de las estatuas decretadas por los
nos ha conservado dato alguno. Los dos pri- ordines decurionum. Normalmente, se con-
meros también recibieron el honor de una cedieron a los honrados espacios públicos
laudatio, privilegio que confirma su perte- en las áreas forenses, que pueden aparecer
nencia a ilustres gentes decurionales. Ningu- designadas de diferentes formas: foro (CIL
no de ellos alcanzó el equus publicus, pero XIV, 353 de Ostia y 3015 de Praeneste; AE,
este hecho no debe extrañarnos, pues los 1989, 341m de Catina); frequentissimo loco
miembros de las élites municipales fueron publice (AE, 1910, 203 de Brundisium); cele-
berrimo loco (CIL X, 1468 de Herculaneum).
En las inscripciones béticas no encontramos
teneciente a un pedestal, en el que el ordo de Singilia
Barba aparece decretando sólo gastos de funeral y menciones al lugar de emplazamiento de
lugar de sepultura. Por tanto, podemos deducir que la las estatuas, aunque podemos adscribir con
estatua fue erigida por sus padres, pero no concedida claridad a espacios públicos las decretadas
como honor. a Aelia Procula en Munigua (CILA II, 1079,
27
| De igual forma, los textos grabados en las ins-
pedestal; GIMENO, 2003, 184) y a Q. Cor-
cripciones funerarias con forma de placa o lápida, en
los que se mencionan estatuas junto a otros honores nelius en Iliberri (CIL II2/5, 629, placa de
concedidos a personas difuntas (laudatio, gastos del pedestal o biga), pues sus inscripciones se
funeral, etc.), suelen interpretarse como copias de los encontraron en los foros de estas ciudades.
extractos de decretos decurionales que, a la par, fueron Otros dos pedestales aparecieron en zona
reproducidos en pedestales de estatuas honoríficas eri-
gidas en foros o calles de las ciudades (STYLOW, 1988,
de necrópolis (CIL II2/7, 306 de Corduba
137-138, y 148; CHRISTOL, 2002, 130). Estas placas y CIL II, 1130 de Italica) y cuatro en fundi
se han encontrado en necrópolis urbanas y en zonas rurales pertenecientes a los territorios de
rurales en las que estarían enterrados los honrados: Calpurniana (CIL II2/7, 180), Iliberri (CIL
CIL II2/7, 98 (necrópolis de Obulco), CIL II2/7, 197 II2/5, 656), Salpensa (CILA II, 967 + HEp
(fundus en territorio de Onuba), CIL II2/7, 307 (ne-
crópolis de Corduba); CIL II2/7, 730 (fundus en terri-
7, 1997, 904) y Asido (IRPCa, 31a).
torio de Carbula), CIL II2/5, 305 (fundus en territorio Los dos pedestales emplazados en es-
de Cisimbrium), CIL II2/5, 930 (fundus en territorio de
Ventippo), CIL II2/5, 1297 (fundus en territorio de Segi-
pacios funerarios pudieron ser copias o du-
da Augurina), CIL II2/5, 1336 (fundus en territorio de plicados de otros de carácter público27, ya
Oducia). que el honor quedaría muy limitado si se

126 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

tratase simplemente de la erección de una 904). Ya fuesen funerarios o estrictamente


estatua en una tumba, dado que en las áreas honoríficos, los pedestales, al igual que los
de enterramiento los dueños de sepulturas sepulcros monumentales levantados por las
tuvieron libertad para erigir en ellas grupos élites en sus dominios rurales (CANCELA,
escultóricos sin necesitar permiso alguno MARTÍN BUENO, 1993, 399-409), permitie-
de los ordines decurionales, como han pues- ron exaltar y recordar a los homenajeados,
to de relieve diversos investigadores que sirviendo para manifestar en el mundo ru-
han estudiado las necrópolis como espacio ral el estatus y la influencia alcanzados por
de autorrepresentación de familias que no determinadas familias en el ámbito urbano
podían disponer para este fin de espacios (MELCHOR, 2006, 236-239).
públicos (DYSON, 1992, 148-151; CÉBEI- Las referencias a la concesión de esta-
LLAC-GERVASONI, 2003, 548-558). Lo mis- tuas suelen encontrarse, frecuentemente,
mo podemos plantear para los pedestales en placas funerarias aparecidas en necrópo-
honoríficos aparecidos en fundi. Es bien co- lis o fundi rústicos, en las que se grabaron
nocida la galería de antepasados encontrada los honores decretados por los ordines de-
en la villa de los Volusii Saturnini en Lucus curionales utilizando fórmulas epigráficas
Feroniae. Allí aparecieron tres inscripciones similares a las empleadas en los pedestales
honoríficas dedicadas a Q. Volusius Saturni- de estatuas honorarias (vid. nota 27). Esta
nus, cónsul suffectus del 3 d. C., y a otros práctica de utilizar las inscripciones de las
dos descendientes suyos que accedieron al tumbas para marcar el estatus del difunto
consulado en el 56 y el 92 respectivamente. y transmitir a la posteridad los honores que
Uno de estos epígrafes reproducía el decre- recibió fue bastante frecuente. Como ejem-
to del senado con los honores que le habían plo podemos citar el de Palante, poderoso li-
sido decretados a Saturnino en Roma, tras berto del emperador Claudio, que mandó re-
su muerte en el año 56, entre los que se producir en el titulus de su tumba parte del
incluía el funus publicum y nueve estatuas senado-consulto en el que se le concedían
que fueron colocadas por diversos espacios los ornamenta praetoria y quince millones
públicos de la Urbs (ECK, 1996, 125-145; de sestercios (Plin. Ep. 7, 29).
STEWART, 2003, 85-86 y 259-260). Por tan-
to, la inscripción dedicada a Q. Volusius Sa- Concesión del Locus sepulturae. Tras
turninus en Lucus Feroniae sería una copia el pago de los gastos del funeral, fue el honor
de las levantadas en Roma, y probaría que más concedido por los municipios y colonias
determinados pedestales encontrados en de la Bética (cuarenta y dos veces) y en oca-
ambientes rurales y dedicados por ciudades siones pudo ser completado con la entrega
pudieron ser duplicados de otros erigidos en de piedras para construir el monumento fune-
los núcleos urbanos. Este sería el caso de los rario (lapides at extruendam, CIL II2/7, 307
pedestales hispanos decretados por ciudades de Corduba; lapides ad monimentum, CIL
y aparecidos en fundi. Uno debió ser funera- II2/5, 1030 de Urso) o con la financiación,
rio (IRPCa, 31a), pues aparece la edad del a costa de las arcas municipales, de toda la
honrado y va en nominativo; los otros tres
pudieron emplazarse en las residencias rús- 28
| No debemos descartar que estos pedestales en
ticas de los honrados28 (CIL II2/7, 180; CIL dativo pudieran encontrarse ornamentando las tumbas
II2/5, 656 y CILA II, 967 + HEp 7, 1997, anejas a estas villae. Cfr. W. ECK (1999, 81-85).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 127


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

tumba (...ordo Lacil[bulen(sium) dec]revit... s(itus) e(st) (CIL IX, 40), las referencias a
locum sepulturae monumentum..., CIL II, que podían enterrarse los familiares del hon-
5409 de Lacilbula). Probablemente, otra rado (CIL IX, 1461, 2815) o las medidas del
inscripción de Asido (CIL II, 1313) haga re- locus concedido (CIL X, 997, 1268, 1274,
ferencia a la construcción de la tumba. Se 7377, 7399; CIL IX, 2815), nos permiten
trata de un ara dedicada al duunviro de Ga- constatar que la inscripción debía encon-
des M. Antonius Syriacus por decreto de los trarse en una necrópolis y, por tanto, el ho-
decuriones y aparecida en Asido. El ara pudo nor otorgado por decreto de los decuriones
ser funeraria y encontrarse emplazada en la pudo ser el lugar de sepultura. En la Bética
tumba de Syriacus, indicando de esa forma e Hispania los epígrafes suelen especificar
que el monumento funerario fue financiado la concesión del locus sepulturae, aunque en
por el ordo asidonense o gaditano. determinados casos debemos sobreentender
El locus sepulturae concedido a una tal distinción honoraria. Así, en una placa
persona podía ser utilizado también como aparecida junto a un sepulcro en Alcalá la
lugar de enterramiento por otros familia- Real (municipium Lunense?) se señala que
res del honrado. En la Bética no contamos los lunenses ex decreto decurionum... d(ono)
con testimonios que especifiquen la exten- d(ederunt) indicando, probablemente, que
sión de este derecho a otros miembros de la al honrado se le concedió el lugar de sepul-
misma familia, pero dicho privilegio aparece tura (CIL II2/5, 218).
expresado de forma clara en algunas inscrip- Recientemente, G. Asdrubali (2005,
ciones italianas: ...loc(us) dat(us) d(ecreto) 65 y 74) ha interpretado que tres inscrip-
d(ecurionum) sibi et suis..., (CIL IX, 2815); ciones béticas (CIL II, 1277, 1350 y 5490),
...locus sepulturae ipsi posterisq(ue) eius..., grabadas sobre pedestales y con los nomina
(CIL XI, 5029). de los honrados en dativo, están haciendo
Como muestran diferentes inscripcio- referencia a la concesión de lugares de se-
nes de Italia encontradas en zonas de necró- pultura por parte de los ordines decurionum
polis, la formula l(ocus) d(atus) d(ecreto) de Siarum, Acinipo y Murgi. El epígrafe CIL
d(ecurionum), acompañada o no del térmi- II, 5490, dedicado a Porcia Maura, mater
no publice, puede hacer referencia no sólo piissima, contiene la fórmula q(ui) l(ocum)
a la concesión de un espacio público para a(cceperunt) a r(e) [p(ublica)] y apareció a
erigir una estatua, sino también a la entrega doscientos metros del lugar de enterramien-
de un locus sepulturae (CIL X, 994 y 995 de to de una mujer; la inscripción CIL II, 1350
Pompeii; CIL IX, 3835 de Marsi Antinum), indica que Fabia Maura mando erigir una es-
aunque no se mencione al monumento fune- tatua ex testamento, que el ordo decretó un
rario en el titulus (ANTICO GALLINA, 1997, locus y que el heredero se encargó de hacer
205-209). Cuando desconocemos el lugar el mon(umentum); el tercer pedestal (CIL II,
concreto de aparición de estos epígrafes, 1277 = CILA II, 948 y 949), encontrado por
la indicación de la edad del honrado (AE, duplicado en el territorio de Siarum, informa
1984, 307), el empleo de calificativos reser- de la concesión de un espacio público (ac-
vados a las personas fallecidas (CIL IX, 345, cepto loco), y el dedicante alude a Maecilia
5810), la invocación a los dioses Manes (CIL Herenniana como uxori carissimae. La men-
IX, 5810; CIL XI, 3722), la fórmula h(ic) ción de los honrados en dativo y la aparición

128 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

en las inscripciones del verbo pono, que es tres ciudades al mismo tiempo y, probable-
el que suele utilizarse para definir la acción mente, fue enterrado en Baesucci, donde el
de erigir una estatua, en vez del facio, que ordo le concedió exsequiae (RODRÍGUEZ
es el que suele aparecer en las inscripciones NEILA, 1991, 88; MELCHOR, 1997, 233).
que hacen referencia la construcción de un Cuando encontramos la concesión del locus
sepulcro, nos llevan a pensar que el honor sepulturae grabada sobre lápidas funerarias
concedido a estos tres personajes pudo ser que aparecieron en zonas rurales (CIL II2/7,
el locus statuae, aunque en sus tumbas pu- 197, 730 y 845; CIL II2/5, 305, 930 y 1297),
dieran levantarse copias de los pedestales debemos suponer que tal distinción hono-
erigidos en espacios urbanos, al igual que rífica no fue utilizada, o que los honrados
debió ocurrir con el pedestal honorífico CIL dispusieron de cenotafios en las ciudades30.
II, 1130, encontrado en una necrópolis de En las inscripciones funerarias que podemos
Italica formando parte de un monumento adscribir claramente a tumbas cenotáficas,
funerario (CANTO, 1985, n.º 31, 185-190). no hemos encontrado las características
Esta interpretación permitiría explicar que fórmulas “hic situs est” o “hic sepultus est”,
la estatua, y no el sepulcro, de Porcia Maura seguramente porque el cuerpo del difunto
fuese dedicada con juegos circenses; o que no se encontraba dentro del monumento
el locus mencionado en los dos epígrafes de- funerario31. Como tales fórmulas aparecen
dicados a Maecilia Herenniana fuese conce- en las seis inscripciones funerarias que esta-
dido en un espacio urbano de la ciudad y no mos comentando, creemos que los honrados
fueron enterrados en sus fundi, donde con-
en una zona alejada del núcleo de población
tarían con familiares o libertos encargados
de Siarum, donde el ordo no dispondría de
lugares públicos de enterramiento29.
29
| Como muestra la epigrafía de Italia y espe-
Otra cuestión a plantear es la del lugar cialmente la de Pompeya, las ciudades dispusieron de
de enterramiento utilizado por quienes reci- lugares de sepultura, reservados para conceder como
bieron el locus sepulturae, dado que algunas honor, en la zona del pomerium próxima a las puertas
de la ciudad (ANTICO GALLINA,1997, 223).
inscripciones con la mención de este honor 30
| Estos monumentos debieron ser bastante fre-
han aparecido en zonas rurales muy alejadas cuentes en el mundo romano, y a ellos aluden tanto el
de las necrópolis urbanas, donde las ciuda- Digesto (I, 8, 6, 5 y XI, 7, 6, 1) como el capítulo LXXIII
des dispondrían de lugares de sepultura pú- de la Lex Ursonensis.
31
| Conocemos una serie de epígrafes funerarios
blicos para asignar a los honrados. Creemos que se han encontrado muy alejados de los lugares
que la concesión de un locus sepulturae en donde murieron y fueron enterradas las personas con-
una determinada ciudad no tuvo por qué im- memoradas en las inscripciones. Este hecho podemos
plicar que el honrado tuviese que ser ente- atestiguarlo gracias a que en los textos epigráficos se
indica claramente el lugar donde se produjo la muerte:
rrado en ella. De hecho, contamos con algún
“in Phrygia decessit” (CIL II, 4616 de Iluro); “defuncto
testimonio de la vecina Hispania Citerior en Ilici” (CIL II, 3181 de Valeria). En estos casos nos en-
el que determinado personaje recibió este contramos ante inscripciones pertenecientes a cenota-
honor de varias ciudades a la vez. Es el caso fios que fueron construidos en las ciudades de origen
de C. Sempronius Celer, honrado con el lo- de los difuntos, y en ellas nunca aparecen las fórmulas
“aquí yace” o “aquí está sepultado”, como puede apre-
cus sepulturae en Baesucci, Tugia y Vivatia ciarse en CIL II, 3181 y 4616; CIL III, 3628 y 5031; CIL
(CIL II, 3251 y 3252 de Baesucci). Eviden- V, 1031; CIL XI, 6011; CIL XII, 2298; AE 1899, 223; AE
temente, Celer no pudo recibir sepultura en 1908, 16; AE 1936, 163.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 129


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

de mantener la tumba y el culto debido a los funeral de Germánico se realizó en Antioquía


difuntos (MELCHOR, 2006, 235-236). (Tac. Ann. II, 73) y posteriormente sus ceni-
zas se trasladaron a Roma para recibir sepul-
Los seis propietarios enterrados en sus
tura en el mausoleo de Augusto32.
predios rústicos recibieron, junto con el lo-
cus sepulturae, el pago de los gastos de fune- Concesión del incienso para el fu-
ral; cuatro de ellos fueron también homena- neral. El incienso era utilizado como sus-
jeados con laudationes (CIL II2/7, 197 y 845; tancia aromática durante la incineración
CIL II2/5, 305 y 930), y uno con exsequiae del cadáver, aunque también se empleaba
públicae (CIL II2/5, 930). Pensamos que sus durante el desarrollo de los funerales. En
honras fúnebres debieron celebrarse en las Iliturgicola el ordo decretó veinticinco li-
ciudades que las habían decretado, donde bras de incienso para un funeral (CIL II2/5,
tendrían lugar los elogios públicos ante los 256); en Asido donó cien libras del mismo
ciudadanos convocados en el foro, y se de- producto para el sepelio de un joven de
sarrollarían funerales que pudieron concluir dieciocho años (IRPCa, 31ª = AE, 1982,
ante tumbas cenotáficas. La posible ausencia 554). Tenemos otras dos inscripciones en
del cadáver del honrado (funus imaginarium) las que se indica la concesión de incienso
no supondría ningún problema, pues tene- para el funus, pero al estar mutiladas des-
mos atestiguada la celebración en diferentes conocemos el total de libras que fueron en-
lugares de ceremonias fúnebres en honor de tregadas por los municipios (CILA II, 988
una misma persona. Así, el mencionado C. de Torres de Alocaz, ¿Ugia?; y CIL II2/7, 80
Sempronius Celer fue honrado con laudatio de Urgavo). Las cantidades de incienso son
e impensa funeris por tres municipios (CIL similares a las que aparecen señaladas en
II, 3251 y 3252) y a Lucia Avircia Aciliana, la epigrafía procedente de Italia (WESCH-
perteneciente a una importante familia se- KLEIN, 1993, 67-68), y muy inferiores a las
natorial de Siarum y residente en Callet, los empleadas en los grandes funerales públi-
ordines de Italica, Hispalis, Asido, Siarum cos desarrollados en Roma, como el de Sila,
y Callet le decretaron impensa funeris y es- en el que se consumieron doscientos diez
tatuas (CILA II, 1220). Pese a lo señalado, canastos de incienso, además del utilizado
no debemos descartar que los funerales se en modelar una imagen del dictador y de un
desarrollasen en una ciudad determinada y lictor (Plut. Sylla, XXXVIII, 2).
que, posteriormente, las cenizas del difunto
fuesen trasladadas al predio rústico escogido La escasez de referencias epigráficas
para establecer su tumba. Esta práctica pudo alusivas a la concesión del incienso puede
ser relativamente frecuente, como parece deberse a que este gasto estuviese implícito
probarlo su regulación jurídica (Dig., 47, 12, en los impensa funeris, dado que la quema
3, 4). A modo de ejemplo, recordemos que el de sustancias aromáticas en los funerales
fue una costumbre generalizada en la An-
tigüedad (WESCH-KLEIN, 1993, 68). Por
32
| Otros testimonios literarios y epigráficos so-
tanto, este honor sólo se indicaría epigráfi-
bre el tema han sido recogidos por L. CRACCO-RUGGI-
NI (1995, 118-125). camente, cuando los honrados no recibieron
33
| El honrado en este epígrafe recibió de un sena-
el pago de los gastos del funeral (CIL II2/5,
do local el incienso para el funeral y de otro los impensa 25633; IRPCa, 31ª), o cuando la cantidad
funeris. de incienso entregada fuese superior a la

130 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

concedida habitualmente. Puesto que esta locales permitían que los signos externos de
sustancia aromática tenía un alto precio34, la dignidad concedida pudieran ser emplea-
hacer grabar en las inscripciones la cantidad dos durante el funeral y que, posteriormen-
de libras otorgadas por la ciudad podía con- te, pudiesen figurar en el monumento fune-
tribuir a marcar la importancia de los hono- rario. Hemos de tener en cuenta que el di-
res fúnebres concedidos al difunto. funto era expuesto y llevado a la tumba con
la vestimenta e insignias correspondientes
Concesión del clipeus. Mandar hacer
al cargo más alto que había desempeñado
un escudo de metal con el busto del honra-
en vida (Polibio, VI, 53; Liv. Ab Urbe, XXXIV,
do grabado o pintado en su superficie (ima-
7, 3), de tal forma que en el funeral se re-
go clipeata) es un honor que proviene de la
flejase, lo más concretamente posible, su
tradición helenística. Los clípeos serían lle-
posición político-social (MOMMSEN, 1892,
vados en los cortejos fúnebres y, posterior-
81-82; ENGELS, 1998, 179-180). Por tanto,
mente, pudieron ser entregados a la familia, la concesión de los ornamenta significaba
instalados en las tumbas o colocados en las reconocer una dignidad decurional, edilicia
curias u otros edificios públicos de las ciuda- o duunviral al fallecido y a su familia.
des (WESCH-KLEIN, 1993, 68), como ocu-
rrió en Roma con los clipei de Germánico y En la Bética contamos con cuatro epí-
de su padre Druso, que fueron emplazados grafes en los que se indica que determinadas
en la biblioteca latina del templo de Apolo personas recibieron, entre otros honores fu-
en el Palatino, donde el senado solía reunir- nerarios, los ornamentos decurionales (CIL
se en época julio-claudia (CORBIER, 1994, II, 1186, 1286; CILA II, 988) o duunvirales
47-62). En la Bética este honor aparece (CIL II2/5, 1030). Entre los honrados apare-
atestiguado muy pocas veces, concretamen- cen dos jóvenes que murieron con dieciocho
te, en dos epígrafes de Ilipa (CIL II, 1263) años (CIL II2/5, 1030; CIL II, 1286) y otros
y Salpensa (CIL II, 1286). El escudo con el dos varones de los que desconocemos su
retrato de la persona honrada en Ilipa debió edad, aunque suponemos que, igualmente,
ser de plata, como parece deducirse de una pudieron verse afectados por una muerte a
nueva lectura de la inscripción CIL II, 1263: edad temprana (CIL II, 1186; CILA II, 988).
...clupeum a[rge]n/[teu]m decre[vi]t..., (GI- Mediante los ornamenta y otros honores fu-
MENO, STYLOW, 1998, n.º 11, 109-115). nerarios, los senados querrían compensar
parcialmente a las familias de la pérdida
Concesión de los ornamenta decurio- sufrida, concediéndoles a sus hijos difuntos
nalia, aedilicia o duumviralia. La función las insignias y privilegios que habrían podido
de estos honores varia mucho si son otorga- alcanzar si no se hubiesen visto sorprendi-
dos dentro de un contexto funerario, pues dos por una muerte temprana (DARDAINE,
en tal caso su fin principal era honrar a los 1992, 144).
hijos de destacadas familias municipales que
habían muerto prematuramente, concedién- En las cuatro inscripciones comentadas
doles las insignias externas y privilegios de y en otras, en las que también se decretan
un ordo o magistratura a la que por edad
no habían podido optar, ya que antes de los 34
| Según Plinio (NH, XII, 65) el precio de una
veinticinco años no se podía iniciar la carre- libra de incienso oscilaba entre seis y tres denarios, de-
ra de los honores. Al otorgarlos, los senados pendiendo de su calidad.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 131


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

honores a personas jóvenes fallecidas (CIL una estatua marcarse una primera diferen-
II2/7, 290, 306, 307) que no habrían tenido ciación entre los homenajeados, pues no to-
tiempo de acumular méritos ante sus con- dos recibieron dicho honor. La concesión de
ciudadanos, nos encontramos ante decretos la laudatio, de exsequiae, o de una estatua
honoríficos destinados a honrar a familias ecuestre, para los ciudadanos que habían de-
de las aristocracias locales, que habían per- sarrollado una larga vida pública, así como
dido de forma prematura a alguno de sus de los ornamenta, para los jóvenes muertos
miembros, o a compensar parcialmente a prematuramente, parecen estar señalando
gentes que se encontraban en proceso de la pertenencia de los honrados a un grupo
promoción social, y que habrían depositado selecto de familias que se situarían en el vér-
en sus hijos difuntos la esperanza de acceder tice de la pirámide social municipal, confor-
al ordo decurionum. C. Furnius Fortunatus, mando una nobilitas dentro de las mismas
muerto a los dieciocho años con el rango de élites municipales35.
decurión (CIL II2/7, 306), es un claro expo-
nente del primer tipo de honrado, como lo Las diferencias de estatus existieron
prueba su acceso al ordo mucho tiempo an- entre los honrados y esto se comprueba fá-
tes de cumplir la edad legal; T. Flavius Anto- cilmente al comparar los honores fúnebres
ninus, hijo de un importante liberto imperial concedidos a diferentes personas por una
y receptor de honores funerarios concedidos misma ciudad. Por desgracia, al no conocer
por el ordo de Colonia Patricia (CIL II2/7, las circunstancias concretas en las que se
290), se nos muestra como representante de generaron estos decretos honoríficos, no po-
una familia influyente y con recursos econó- demos precisar por qué motivo un duunviro
micos, que habría puesto en él sus legítimas patriciense se hizo merecedor de una lau-
aspiraciones de promoción social. datio (CIL II2/5, 305) y otro no (CIL II2/7,
730), o por qué causa el hijo de un liberto
Como comentamos anteriormente, to- imperial recibió los mismos honores que un
dos los honores funerarios analizados no duunviro de la colonia (impensam funeris,
fueron concedidos de forma conjunta. Ge- locum sepulturae, statuam, CIL II2/7, 290 y
neralmente, solían otorgarse tres o cuatro, 730), mientras que a un edil sólo se le otor-
cantidad que ya marcaba la especial im- gó el locus statuae y los gastos del funeral
portancia del homenajeado y de su familia. (CIL II2/7, 303). Diferencias similares a las
Desde un punto de vista cualitativo, es difí- atestiguadas en la epigrafía de Corduba pue-
cil señalar qué honores funerarios fueron los den encontrarse entre los honores fúnebres
más elevados, los que permitían distinguir a decretados a diferentes personas por los
los ciudadanos más ilustres dentro de cada ordines de Ilipa, Hispalis y Lacilbula (vid.
comunidad cívica. Puede que la erección de tabla final).
La existencia de testimonios en los que
35
| Sobre la existencia de grupos de familias selec- encontramos a dos o más ciudades hon-
tas dentro de las elites locales, que se perpetuaban en rando a una misma persona también debe
el poder durante varias generaciones, que obtenían los ser tenida en cuenta como elemento que
mayores honores y que podían realizar grandes dona-
ciones gracias a poseer importantes patrimonios vid.,
marca la importancia de determinado indi-
Y. BURNAND (1990, 555-566); J. F. RODRÍGUEZ NEI- viduo o familia. Es el caso de Lucia Avircia
LA Y E. MELCHOR (2001, 158-163). Aciliana, honrada con los gastos del funeral

132 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

y estatuas por los ordines de Italica, Hispa- des de la Bética, y muchos de ellos debieron
lis, Asido, Siarum y Callet (CILA II, 1220), ser miembros de sus ordines decurionum38
que estaba emparentada con la importante o, al menos, pertenecer a familias con repre-
familia senatorial de los Messii Rustici (CA- sentación en los senados locales. Junto a los
BALLOS, 1990, 223). El duunviro P. Iunius notables municipales encontramos a cuatro
Avitus fue honrado por el ordo del munici- homenajeados que fueron miembros del
pio Polconense, así como por decreto decu- ordo equester o estuvieron relacionados fa-
rional de los dumienses y de los lunenses miliarmente con gentes del ordo senatorius:
(CIL II2/5, 218); por tanto, tres municipios Q. Cornelius (CIL II²/5, 629); Dasumia Tur-
diferentes concedieron honores fúnebres a pilla (CIL II, 1089); M. Helvius Agrippa (CIL
este magistrado36. Igualmente, el caballero II, 1184); y Lucia Avircia Aciliana (CILA II,
iliberritano Q. Cornelius, que pudo estar 1220). Del conjunto de honrados restante,
emparentado con la familia senatorial de una vez eliminados los dos hijos de libertos,
los Cornelii, originaria de esta misma ciu- nos quedan quince sin identificar o adscri-
dad, recibió honores de los ciudadanos de bir a algún grupo social; no obstante, como
Hierapolis (en Siria o Frigia) y del ordo de señaló S. Dardaine (1992, 144), la mayoría
su ciudad (CIL II2/5, 629). Por último, en debieron formar parte de los grupos dirigen-
una cuarta inscripción, dos senados loca- tes de las ciudades. De hecho, las familias
les aparecen honrando a una persona cuyo de varios de ellos remitieron al tesoro mu-
nombre y rango desconocemos (CIL II2/5, nicipal el coste de los honores decretados
(CIL II²/7, 80; CIL II²/5, 656; CILA II, 239),
256 de Iliturgicola). Es muy significativo
mostrando que contaban con una economía
que dos de las cuatro personas que fueron
saneada39.
honradas por más de una ciudad poseyesen
un rango superior al decurional, mostrán- 36
| Según comentario de A. U. Stylow en CIL
donos que tendrían influencias y contactos II2/5, 218, los honores decretados pudieron consistir
en diferentes ciudades del Imperio. En el en la erección de estatuas y en la concesión del locus
caso de Avircia Aciliana, las cinco comuni- sepulturae.
37
| Diez de los honrados en la Bética, de los que
dades que la honraron buscarían reforzar desconocemos su cursus honorum, pueden ser adscri-
los lazos con una de las familias que forma- tos a importantes familias, probablemente decuriona-
ba parte de las élites rectoras del Imperio. les, gracias a que fueron honrados con una laudatio:
CIL II²/7, 845 (dos personas); CIL II²/5, 930; CILA II,
Una serie de datos, como el desempeño 918 y 988; CIL II, 1065, 1735, 1342 y 5409; IRPCa,
de magistraturas y sacerdocios, las relacio- 532. Como ya comentamos, las laudationes debieron
nes familiares de los honrados, la concesión ser concedidas, generalmente, a personas que contasen
con antepasados ilustres, dado que una parte importan-
de laudationes37 o la indicación en la filia-
te del discurso fúnebre se dedicaba a la exaltación de la
ción de los praenomina de abuelos y bis- familia del fallecido.
abuelos, nos permiten plantear que más de 38
| Once o doce (según se interprete el cargo que
dos tercios de los que recibieron honores fú- aparece en CILA II, 967) indican haber sido magistra-
nebres pudieron pertenecer a uno de los tres dos o decuriones, por lo que claramente fueron miem-
bros de pleno derecho de los senados de sus ciudades
ordines privilegiados de la sociedad romana (vid. tabla final).
(40 de 57); especialmente al decurional. 39
| El poseer recursos económicos no es un ele-
Treinta y seis honrados pueden ser adscritos mento de juicio suficiente para asignar a las familias
a las élites municipales de diferentes ciuda- de los honrados un estatus jurídico-social privilegiado

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 133


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

Doce de los honrados fueron mujeres y puesta ha sido considerada muy arriesgada
sólo dos indican el desempeño de un sacerdo- en CILA II, 389 y obviada por A. Caballos
cio municipal, concretamente el flaminado (1994, 111 y 122).
(CIL II²/7, 197; HEp 4, 1994, 262). Algunas
Pese a lo señalado, no debemos descar-
de ellas pudieron ser honradas por su ascen-
tar que otras mujeres fuesen honradas por
dencia familiar (BIELMAN, FREI-STOLBA,
haber realizado actos evergéticos o por desa-
1998, 29-30): Acilia Lepidina y Cornelia Le-
rrollar una activa vida social en sus comuni-
pidina pertenecieron a una importante fami-
dades (ASDRUBALI PENTITI, 2005, 59-60),
lia en la que encontramos a dos duunviros
pues, generalmente, no se indica en las ins-
de Sacili Martiale (CIL II²/7, 197); Sempro-
cripciones los méritos por los que tales per-
nia Varilla descendía de una gens en la que
sonas se hicieron merecedoras de recibir ho-
encontramos a un flamen provinciae Bae-
nores fúnebres (RODRÍGUEZ NEILA, 1991,
ticae (CIL II²/7, 799 y 800); Aelia Procula
debió ser descendiente de Aelius Fronto, que 86). De hecho, la mencionada Aelia Procula
donó un aedes con una estatua de un caba- fue honrada ob <merita> por el ordo de
llo consagrada a Dis Pater y dedicó en nom- Munigua, término que suele emplearse para
bre del municipio una estatua a Vespasiano alabar la generosidad o la conducta evergéti-
divinizado40 (CILA II, 1079, 1056 y 1064). ca del homenajeado (FORBIS, 1996, 16-17).
Finalmente, Lucia Avircia Aciliana (CILA Si analizáramos otros tipos de epígrafes, que
II, 1220) estuvo emparentada con la familia no aluden a la concesión de honores fúne-
senatorial de los Mesii Rustici (CABALLOS, bres, podríamos comprobar que las mujeres
1994, 128). En esta relación podríamos in- no sólo fueron honradas en Occidente por
cluir a la italicense Aelia Licinia Valeriana su posición familiar, sino también por el des-
(CIL II, 1130) que pudo tener algún tipo de empeño de sacerdocios y por la realización
vinculo familiar con el emperador Adriano de donaciones (MIRÓN, 1996, 206-215; NA-
(CANTO, 1985, 185-190), aunque la pro- VARRO, 2001, 196-198).
Entre los honrados nos encontramos a
dos hijos de libertos (CIL II²/7, 290 y CIL
(DONDIN-PAYRE, 2004, 366-367), pero si unimos a II²/5, 798), lo que no debe extrañarnos,
este dato el hecho de que nos encontramos ante gentes dado que los descendientes de libertos po-
receptoras de honores públicos municipales, las posi-
seedores de cierto patrimonio contaron
bilidades de que los honrados sean notables locales se
acrecienta mucho. con expectativas de ingresar en los senados
40
| Otro M. Aelius fue honrado por los munícipes locales, en especial la segunda generación
con una estatua pública (CILA II, 1071); y dos miem- (DEMOUGIN, 1994, 369 y 375). Es muy
bros de la familia de G. Licinius Victor Annianus, el significativo no encontrar a ningún liberto
marido de Procula, dedicaron estatuas a Tito y a Domi-
ciano en nombre del ordo de Munigua (CILA II, 1065 y
recibiendo honores fúnebres en la Bética,
1066). pues en determinadas circunstancias los en-
41
| Recordemos el caso de L. Licinius Secundus, contramos como receptores de homenajes
liberto del senador L. Licinius Sura, al que le dedicaron estatuarios en diversas ciudades hispanas41.
veintidós pedestales en el foro de Barcino (FABRE, MA- Su no aparición entre los honrados podría
YER, RODÀ, 1997, 164). En la Bética podemos desta-
car las dos estatuas erigidas al seviro Augustal L. Iunius
indicar que el estigma servil les apartó de
Nothus por los cives y el ordo de Singilia Barba (CIL los honores fúnebres, que debieron quedar
II²/5, 790 y 791). limitados a las élites decurionales y, en todo

134 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

caso, a determinadas familias que aspiraban n. 42) fueron pagados con dinero procedente
a ingresar en este ordo. del erario municipal. Tal idea quedaría afir-
mada al constatar que en estos epígrafes no
En diecinueve ocasiones la concesión
aparece mención alguna a familiares de los
de honores fúnebres no supuso gasto alguno
honrados que hubieran podido asumir el cos-
para las arcas municipales, pues fueron pa-
te de los homenajes. Nosotros creemos que
gados por familiares de los honrados, que en
no necesariamente tuvo que ser así, dado que
todos los casos eran miembros de la familia
una cosa era autorizar a gastar y otra que se
nuclear (vid. tabla final). En primer lugar,
realizase el pago. Igualmente, debemos des-
en cuanto a volumen de testimonios, apa-
tacar otros datos interesantes: mientras que
recen los padres (nueve casos), seguidos de
en las bases de estatuas o placas de pedes-
los esposos (cuatro), hijos (tres) y hermanos
tales que contienen honores fúnebres es fre-
(uno). En otras dos inscripciones encontra-
cuente que se indique la financiación privada
mos a los familiares pagando la erección de de éstos, mediante el nombre del dedicante
las estatuas (CIL II²/5, 798 –padres- y CIL y el empleo de fórmulas del tipo honore usus
II²/7, 180 –tío materno y hermano-) y a los (acepto) impensam remisit43, no suele ocurrir
ordines decurionum decretando otros ho- lo mismo en las placas funerarias que estamos
nores, como los gastos de funeral y el lugar analizando, en las que ni siquiera es normal
de sepultura, que debieron ser costeados encontrar los nombres de los familiares que
con fondos públicos municipales. Son muy se encargaron de erigir el monumento fune-
pocos los casos en los que podemos afirmar rario44. Resulta sorprendente constatar que,
con cierto grado de certeza que los hono- frente a trece pedestales que sí lo hacen (vid.
res fueron financiados por el tesoro público n. 43), sólo contemos con una placa funeraria
de la ciudad: aquellos en los que se indica en la que se indique que los honores fueron
el dinero gastado (HEp 4, 1994, 808), así pagados por otros miembros de la familia de
como una serie de placas, altares, columnas los honrados45 (CIL II, 1286).
y pedestales dedicados directamente por de-
creto de los decuriones (CIL II²/5, 218; CIL 42
| La fórmula funeraria hic situs est sit tibi terra
II, 1089, 1098, 1313 y 1735). levis puede aparecer antes de la mención del decreto
decurional (CIL II²/7, 98, 306, 307; CIL II²/5, 254,
Contamos con veintidós placas y dos 305, 930, 1006, 1030) o al final de los epígrafes (CIL
pedestales, todos ellos funerarios, con la si- II²/7, 197, 303, 730, 845; CIL II²/5, 1297). Los res-
guiente estructura interna: nombre del hon- tantes epígrafes con esta estructura son: CIL II, 1056,
rado, cursus honorum, edad, alusión a que los 1090 y 3370; CIL II²/5, 256, 708 y 1336; CIL II²/7, 103;
restos del difunto descansan en la sepultura, CILA II, 918 y 988; IRPCa 31a y 478.
43
| Es el caso de CIL II²/7, 80, 185, 290, 799 y
referencia al decreto decurional y honores 800; CIL II²/5, 629 y 656; CIL II, 1065, 1263 y 5409;
concedidos42. Al aparecer en ellos una clara CILA II, 239, 967 y 1079.
mención a la decisión tomada por el senado 44
| Este última constatación llama mucho la aten-
local (huic ordo decrevit) se ha pensado que ción, dado que es conocido que los actos de conmemo-
ración funeraria fueron fundamentalmente realizados
los ordines no sólo decretaron los honores,
por miembros de la familia nuclear (SALLER, SHAW,
sino que también autorizaron a que éstos fue- 1984, 134-136; EDMONDSON, 2000, 307-310).
sen financiados con fondos públicos. Por tan- 45
| En tres casos que aluden a una financiación
to, se debería admitir que los honores señala- privada de los honores decretados desconocemos el
dos en estas veinticuatro inscripciones (vid. tipo de soporte empleado (CIL II, 1184, 1186 y 1342),

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 135


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

Una conclusión parece imponerse: los estatuarios, que comienzan a aparecer con
familiares de los honrados buscaron quedar claridad en la Bética e Hispania desde fina-
inmortalizados como evergetas en los pedes- les de época augustea (CIL II2/7, 311; CIL
tales honoríficos antes que en los epitafios II2/5, 1296) e inicios de época julio-claudia
funerarios. Por tanto, parte de los honores (CIL II2/14, 352 y 353). Su eclosión parece
decretados por los ordines decurionum, que producirse durante el siglo II, momento en
fueron grabados sobre placas funerarias, pu- el que se fechan veinticinco de los epígra-
dieron ser financiados por familiares de los fes estudiados. Con posterioridad, siguieron
honrados, pero este dato no acostumbró a otorgándose durante los primeros decenios
indicarse en ese tipo de soporte, sino en los de la tercera centuria, dado que otras nueve
pedestales que se erigieron en los centros inscripciones se fechan entre finales del si-
cívicos de las ciudades. Este hecho, clara- glo II y los primeros decenios del III.
mente constatado en la epigrafía Bética,
podría modificar la visión tradicional sobre Como ya hemos señalado, en los epígrafes
la financiación de los honores fúnebres y ha- en los que se recogen concesiones de honores
cerla más acorde con lo que sabemos sobre fúnebres, normalmente, no se especifican los
los homenajes estatuarios, que mayoritaria- motivos por los que éstos fueron decretados.
mente fueron pagados con aportaciones pri- De los cincuenta y tres epígrafes estudiados
vadas de capital. Así, de las cuarenta y siete en este trabajo, sólo en cuatro aparece un
estatuas erigidas en ciudades de la Bética a lacónico ob merita para señalar el motivo de
magistrados y decuriones, veintiuna fueron los homenajes (CIL II²/7, 103; CIL II²/5, 218;
pagadas por los honrados o sus familiares, CIL II, 1065; CILA II, 1079). Este término,
diecisiete por colectivos ciudadanos (mu- que suele aludir a la generosidad financiera
nicipes o coloni et incolae, populus) y sólo de los honrados (FORBIS, 1996, 16-17), nos
nueve por el tesoro público46. Pese a todo lo permite poner en relación las conductas ever-
señalado, al no contar con pruebas conclu- géticas con los honores, puesto que muchos
yentes que permitan probar una mayoritaria actos munificentes estuvieron motivados por
financiación privada de los honores funera- los deseos de honor, prestigio y reconoci-
rios, debemos ser prudentes y conformarnos miento social existente entre los miembros
con señalar que la idea de que éstos fueron de las élites municipales. Los municipios,
pagados fundamentalmente con fondos pú- conscientes de tales deseos, utilizaron la con-
blicos es, al menos, cuestionable. cesión de honores como un instrumento que
La concesión de honores fúnebres no permitió recompensar a quienes invertían
la tenemos atestiguada por la epigrafía de parte de sus fortunas en realizar donaciones,
la Bética hasta el último tercio del siglo I y que sirvió de estímulo a quienes aspiraban
d. C., lo que contrasta con los homenajes a promocionar política y socialmente dentro
de sus comunidades. Los servicios prestados
a la comunidad cívica, mediante el desempe-
aunque pudieron ser pedestales honoríficos, pues los ño de magistraturas y sacerdocios, también
nombres de los honrados aparecen en dativo. debieron ser tenidos en cuenta por los se-
46
| Cfr. E. MELCHOR, A. D. PÉREZ ZURITA (2003,
194-196 y 229-233). Al realizar esta cuantificación no
nados locales al decretar honores fúnebres.
hemos incluido las estatuas decretadas en placas junto De hecho, entre los honrados encontramos a
a otros honores fúnebres. quince personas que detentaron este tipo de

136 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

cargos (vid. tabla final). Finalmente, la per- pales mediante complejos ceremoniales
tenencia a determinadas gentes decurionales que contribuían a afirmar su prestigio y el
debió ser el factor fundamental que explica la de sus familias. En una sociedad donde no
concesión de la mayoría de los honores. Los existió una nobleza de sangre, los funera-
testimonios de jóvenes que recibieron ho- les públicos permitieron mostrar al pueblo
menajes póstumos sin haber tenido tiempo los servicios prestados a la comunidad por
de acumular mérito alguno (CIL II²/7, 306 determinadas gentes, así como su preemi-
y 307; CIL II²/5, 1030; CIL II, 1286; IRPCa, nencia; contribuyendo a fijar en la memoria
31a) parecen corroborar esta idea. colectiva el recuerdo de destacados ciudada-
Los honores fúnebres fueron un instru- nos y legitimando a sus descendientes para
mento empleado para exaltar a los miem- que los sucediesen en las tareas de gobierno
bros más destacados de las élites munici- y administración de sus ciudades.

HONORES FÚNEBRES EN LA BÉTICA


REF. Y LUGAR CURSUS O PROMOT.
Nº HONRADO DATA HONOR FINANCIA MOTIVO
SOPORTE APARIC. FAMILIA HONORES
CIL II²/7, 80 Impensam
1 [---] Urgavo S. II --- [---] líbras de incienso ¿Ordo de Urgavo? ¿?
(pedestal) remisit
CIL II²/7, 98 Lugar de sepultura, gastos
L. Porcius L. f. Gal. 1ª mitad ¿Tesoro
2 (placa Obulco Duunviro designado del funeral, laudatio y Ordo de Obulco ¿?
Stilo S. II público?
funeraria?) estatua ecuestre
CIL II²/7,
M. Calpurnius M. f. 103 1ª mitad huic ordo ob merit[a...¿? ¿Tesoro
3 Obulco --- Ordo de ¿Obulco? ob merita
M. n. Gal. Mo[---] (placa S. II decrevit] público?
funeraria)
CIL II²/7, ¿Fundus en Laudatio, exsequias Tesoro
C. Pomponius Quir. Fin S. I Ordo de
4 180 territorio de Duunviro publicas, gastos del funeral, público y ¿?
Marullus - S. II ¿Calpurniana?
(pedestal) Calpurniana? lugar de sepultura y estatua familiares
CIL II²/7, Fin S. I Decreto Impensam
Laudatio, gastos del funeral
5 [- - -] Crassus 185 ¿Calpurniana? – inicios Duunviro Decurionum de remiserunt ¿?
y estatua
(pedestal) II ¿Calpurniana? (hijos)
L. Acilius L. f. Gal.
Dos duunviros
Barba; L. Acilius L.
CIL II²/7, Fundus en (Barba por quinta Gastos del funeral, laudatio, Decreto
f. Gal. Terentianus; ¿Tesoro
6 197 (placa territorio de S. II vez) y una flamínica lugar de sepultura y estatuas Decurionum de ¿?
Acilia L. f. Lepidina; público?
funeraria) Onuba (Cornelia Lepidina) (x 4 honrados) Sacili Martiale
y Cornelia Q. f.
de Sacili
Lepidina
CIL II²/7, Hijo de liberto
T. Flavius T. F. Cl. Inicios Gastos del funeral, lugar de Ordo de Colonia Parentes muerte
7 290 Corduba imperial encargado
Antoninus S. II sepultura y estatua Patricia posuerunt prematura
(pedestal) del archivo provincial
CIL II²/7,
Q. Caec[ilius- f.] 303 Mediados Lugar para estatua y gastos Ordo de Colonia ¿Tesoro
8 Corduba Edil ¿?
Serg. S[- - -] (placa S. II del funeral Patricia público?
funeraria)
CIL II²/7,
Lugar de sepultura, gastos Ordo de Colonia
C. Furnius C. f. Pap. 306 2ª mitad Decurión de Astigi ¿Tesoro muerte
9 Corduba del funeral y estatua (¿en Augusta Firma
Fortunatus (pedestal S. II muerto a los 18 años público? prematura
Astigi?: CIL II²/5, 1183) (Astigi)
funerario)
CIL II²/7, Joven fallecido a los Ordo de Colonia
2ª mitad Lugar de sepultura, piedras ¿Tesoro muerte
10 [---] M. f. Ser. Heres 307 (placa Corduba 12 años que recibe Genetiva Iulia
S. II para construir la tumba [--- público? prematura
funeraria) honores (Urso)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 137


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

REF. Y LUGAR CURSUS O PROMOT.


Nº HONRADO DATA HONOR FINANCIA MOTIVO
SOPORTE APARIC. FAMILIA HONORES
Fundus en
CIL II²/7,
territorio Lugar de sepultura, gastos
[- - -] Q. f. Serg. 730 Duunviro de Colonia Ordo de Colonia ¿Tesoro
11 de Carbula S. II del funeral y estatua (en ¿?
Asiaticus (placa Patricia Patricia público?
o en pagus Corduba)
funeraria)
Carbulensis
CIL II²/7,
799 Lugar de sepultura, gastos Impensam
C. Sempronius Flamen de la
12 (placa Mellaria 98-100 del funeral, laudatio y dos Ordo de Mellaria remisit ¿?
Speratus Provincia Bética
pedestal estatuas ecuestres (esposa)
ecuestre)
Mediados
CIL II²/7, Gens Sempronia Lugar de sepultura, gastos Impensam
o 2ª
13 Sempronia Varilla 800 Mellaria de Mellaria (vid. del funeral, estatua y Mellarienses remisit ¿?
mitad
(pedestal) n.º 12) laudatio (hija)
S. II
C. Papirius P. f. CIL II²/7,
Fundus en Lugar de sepultura, gastos
Quir. Nigrinus y C. 845 1ª mitad ¿Tesoro
14 territorio de --- del funeral y laudatio (x 2 Ordo de Baedro ¿?
Papirius P. f. Quir. (placa S. II público?
Baedro honrados)
Niger funeraria)
CIL II, 3370
(perdido,
Calpurnia L. f. ¿Tesoro
15 pudo ser ¿Aurgi? S. II --- Gastos del funeral [--- Ordo de ¿Aurgi? ¿?
Scantilla público?
placa
funeraria)
CIL II²/5, Ordo Polconensis;
218 Municipium Duunviro Polconense Dumienses ex D. Tesoro
16 P. Iunius Avitus S. II ¿locus sepulturae y estatuas? ob merita
(placa Lunense? y Dumiense D.; Lunenses ex público
funeraria) D. D.
CIL II²/5, Finales
254 S. II Huic ordo mu[nicipii Ordo de ¿Tesoro
17 M. Iun[nius ---] Iliturgicola --- ¿?
(placa - inicios --- decrevit] ¿Iliturgicola? público?
funeraria) III
Un ordo decreta lugar de
CIL II²/5, S. II Recibe honores sepultura y 25 libras de
Ordo de [---] y de ¿Tesoro
18 [---] 256 Iliturgicola - inicios fúnebres de dos incienso; el de Iliturgicola ¿?
Iliturgicola público?
(perdido) III ordines lugar de sepultura y gastos
del funeral
CIL II²/5,
Fundus en Lugar de sepultura, gastos
L. Postumius L. f. 305 Mediados Duunviro y pontífice Ordo de Colonia ¿Tesoro
19 territorio de del funeral, laudatio y ¿?
Gal. Superstes (placa S. II de Colonia Patricia Patricia público?
Cisimbrium estatua (en Corduba)
funeraria)
Honrado por Su hijo u
CIL II²/5, Caballero, prefecto
Final ciudadanos de otro familiar
629 de cohorte. Gastos del funeral, lugar de
20 Q. Cornelius [---] Iliberri S. I - 1ª Hierapolis (Siria asume el ¿?
(placa de Conexión con gens sepultura y [estatua?]
mitad II o Frigia) y por el coste de los
pedestal) Cornelia senatorial
ordo de Iliberri honores
CIL II²/5, Finales
Fundus en Impensam
P. Manlius P. f. 656 S. II Lugar de sepultura, gastos
21 territorio de --- Ordo de Iliberri remisit ¿?
Manlianus (pedestal - inicios del funeral y estatua
Iliberri (padre)
cilíndrico) III
CIL II²/5,
Fundus en
708 2ª mitad ¿Tesoro
22 L. Octavius[---] territorio de --- Gastos del funeral [--- Ordo de [---] ¿?
(placa S. II público?
Ilurco o Baxo
funeraria)
CIL II²/5, Tesoro
Mediados Gastos del funeral y lugar de
23 Cornelia Blandina 798 Singilia Barba Hija de libertos Ordo de Singilia público y ¿?
S. II sepultura
(pedestal) padres

138 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

REF. Y LUGAR CURSUS O PROMOT.


Nº HONRADO DATA HONOR FINANCIA MOTIVO
SOPORTE APARIC. FAMILIA HONORES
CIL II²/5, Laudatio, lugar de
Fundus en
M. Caecilius L. f. 930 Mediados sepultura, gastos del ¿Tesoro
24 territorio de --- Ordo de Oningi ¿?
Quir. Severus (placa S. II funeral, exsequias publicas público?
Ventippo
funeraria) y estatua
CIL II²/5, Los 2ª mitad
L. Gavius Q. f.
1006 Argamasones, S. II Lugar de sepultura y gastos ¿Tesoro
25 Priscus Quir. --- Ordo de Ventippo ¿?
(placa oppidum – inicios del funeral público?
Ventipponensis
funeraria) ignotum III
CIL II²/5, Ornamentos duunvirales,
Joven fallecido a los
C. Aemilius C. f. 1030 2ª mitad gastos del funeral, lugar ¿Tesoro
26 Urso 18 años que recibe Ordo de Urso ¿?
Serg. Faustinus (placa S. II de sepultura y piedras para público?
honores
funeraria) construir la tumba
CIL II²/5, Fundus en 2ª mitad
1297 territorio S. II Estatua, lugar de sepultura y Ordo de Segida ¿Tesoro
27 [---] Maxumus --- ¿?
(placa de Segida – inicios gastos del funeral Augurina público?
funeraria) Augurina III
CIL II²/5,
Fundus en Final S.
1336 ¿Tesoro
28 [---] territorio de II - 1ª --- [---statuam e]questrem [--- Ordo de ¿Oducia? ¿?
(placa público?
Oducia mitad III
funeraria)
CIL II, 1056
(perdido,
Ordo de ¿Oducia ¿Tesoro
29 Cornelia Rustica pudo ser Axati --- Originaria de Oducia huic ordo [--- decrevit] ¿?
o Axati? público?
placa
funeraria)
¿Posibles relaciones
Impensam
Q. Traius Q. Trai Finales S. familiares, no
CIL II, 1065 Laudatio, gastos del funeral, remiserunt
30 Areiani f. Quir. Arva I - inicios cercanas, con los Ordo de Arva ob merita
(pedestal) lugar de sepultura y estatua (madre y
Areianus III Ulpios Trajanos de
hermano)
Italica?
Lugar de sepultura, gastos Impensam
L. Thacius L. f. Quir. CILA II, 239 2ª mitad
31 Canania --- del funeral y estatua Ordo de Canania remiserunt ¿?
Lupus (pedestal) S. II
pedestre (padres)
Populus
Dasumia L. f. CIL II, 1089 Posible pertenencia a Laudatio publica, gastos del por Decreto Tesoro
32 Ilipa ¿Trajanea? ¿?
Turpilla (columna) familia senatorial funeral y lugar de sepultura Decurionum de público
Ilipa
CIL II, 1098 Final En filiación se hace Decreto
Gelius Gelii f. Gelii Gastos del funeral y lugar de Tesoro
33 (placa Ilipa S. I - 1ª referencia al abuelo Decurionum de ¿?
nep. [---] pron. sepultura público
funeraria) mitad II y bisabuelo Ilipa
Otro miembro de
la gens Fabia paga
Q. Fabius Q. f. Q. n. CIL II, 1090 ---] gastos del funeral ¿Tesoro
34 Ilipa ¿? honores decretados ¿Ordo de Ilipa? ¿?
Gal. Ruf[inus] (pedestal) [estatua? --- público?
a familiar en Ilipa
(CIL II, 1263)
Asumió los gastos Lugar de sepultura, gastos
CIL II, 1263 Impensam
35 [---] Ilipa ¿? un miembro de gens del funeral, escudo de plata Ordo de Ilipa ¿?
(pedestal) remisit
Fabia (vid. n.º 34) (y estatua?)
El padre y
CIL II, 1130 Finales
Aelia Q. f. Licinia Enterrada en gran Gastos del funeral, lugar de esposo de
36 (pedestal Italica S. I – 1er Ordo de Italica ¿?
Valeriana mausoleo familiar sepultura y estatua sua pecunia
funerario) tercio II
posuerunt
M. Helvius M. f. Impensam
CIL II, 1184 1ª mitad Relaciones familiares Gastos del funeral, estatua y
37 M. n. Ser. Agrippa Hispalis Ordo de Hispalis remisit ¿?
(¿pedestal?) S. II con gens senatorial lugar de sepultura
f(ilius) (padre)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 139


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ENRIQUE MELCHOR GIL

REF. Y LUGAR CURSUS O PROMOT.


Nº HONRADO DATA HONOR FINANCIA MOTIVO
SOPORTE APARIC. FAMILIA HONORES
¿Joven fallecido Lugar de sepultura, gastos Impensam
Q. Iunius Quirinae CIL II, 1186 ¿ muerte
38 Hispalis ¿? prematuramente que del funeral, laudatio y Ordo de Hispalis remisit
Venustus (perdido) prematura?
recibe honores? ornamentos decurionales (padre)
HEp 4, 1994,
Finales Decreto
P. Valerius P. F. 808 Lugar de sepultura y gastos Tesoro
39 Hispalis S. II - 1ª --- Decurionum de ¿?
Gallus (ara del funeral por mil denarios público
mitad III Hispalis
funeraria)
CILA II, 918 El Gandul, Fin S. I
¿Tesoro
40 [---] (fragmento municipium – inicios --- ---] laudatio [--- Ordo de ¿? ¿?
público?
de placa) ignotum II
Laudatio, lugar de
L. Marcius L. f. L. CIL II, 1286 Joven fallecido a los Impensam
sepultura, gastos del funeral, Ordo de Salpensa, muerte
41 n. L. pron. C. abn. (placa Salpensa S. I 18 años que recibe remisit
escudo, estatua pedestre y populus et incolae prematura
Quir. Saturninus funeraria) honores (padre)
ornamentos decurionales
Impensam
CILA II, 967
Fundus en Ordo de [---] remisit
y HEp 7, Duunviro o seviro de Lugar de sepultura, estatua
42 [---] territorio de S. II ¿Lugurgentum, epulo dato ¿?
1997, 904 Lucurgentum [---
Salpensa Salpensa? dedicavit
(pedestal)
(hijo/a)
Ella y su esposo
pertenecen a dos
CILA II, Impensam
importantes gentes Gastos del funeral, lugar de ob
43 Aelia L. f. Procula 1079 Munigua Severiana Ordo de Munigua remisit
decurionales (CILA sepultura y estatua <merita>
(pedestal) (esposo)
II, 1056, 1064, 1065,
1066 y 1071)
CILA II, Ordines de Italica, Impensam
Lucia Avircia 1er tercio Relaciones familiares
44 1220 Callet Gastos del funeral y estatuas Hispalis, Asido, remisit ¿?
Aciliana S. II con gens senatorial
(pedestal) Siarum y Callet (hijo)
Laudatio, lugar de
Torres de ¿Joven fallecido sepultura, gastos del funeral,
CILA II, 988 Mediados ¿Tesoro ¿ muerte
45 [---] Gal. Rufinus Alocaz prematuramente que ornamentos decurionales, Ordo de ¿Ugia?
(pedestal) S. II público? prematura?
(¿Ugia?) recibe honores? ... libras de incienso
[estatua? ---
IRPCa, 31a Fundus en Joven fallecido a los
C. Clodius C. f. Gal. Finales Lugar de sepultura, cien ¿Tesoro muerte
46 (pedestal territorio de 18 años que recibe Ordo de Asido
Blattianus del S. I libras de incienso y estatua público? prematura
funerario) Asido honores
CIL II, 1313 Decreto
M. Antonius M. f. 1ª mitad ¿monumento funerario Tesoro
47 (ara Asido Duunviro en Gades Decurionum de ¿?
Gal. Syriacus S. II con ara? público
funeraria) Gades o Asido
CIL II, 1735
(perdido, Decreto
Gastos del funeral, lugar de Tesoro
48 [---] pudo ser Gades ¿? --- Decurionum de ¿?
sepultura, laudatio y estatua público
placa Gades
funeraria)
IRPCa, 478
49 [---] Gades ¿? --- [impensam?] funeris --- ¿---? ¿?
(perdido)
¿Tesoro
Finales
HEp 4, 1994, público? y
S. II Laudatio, gastos del funeral, Ordo de Baelo y
50 [---] f. Procu[la 262 (placa Baelo Flamínica populus que ¿?
- inicios lugar de sepultura y estatua populus
funeraria) pagó estatua
III
aere conlato
Laudatio, lugar de Impensam
L. S[emp]ronius CIL II, 1342
51 Lacilbula ¿? --- sepultura, gastos del funeral Ordo de Lacilbula remisit ¿?
Quir. [---]ano (perdido)
y estatua (esposa)

140 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ––––––––––––––––––––

REF. Y LUGAR CURSUS O PROMOT.


Nº HONRADO DATA HONOR FINANCIA MOTIVO
SOPORTE APARIC. FAMILIA HONORES
Laudatio, gastos del
Impensam
Memmia [.] f. Aelia CIL II, 5409 funeral, lugar de sepultura,
52 Lacilbula ¿? --- Ordo de Lacilbula remisit ¿?
Bassina (¿pedestal?) monumento (funerario) y
(madre)
estatua
¿Tesoro
IRPCa, 532 público o
53 [---] Ocurri S. III --- ---] laudatio y estatua Ordo de Ocurri ¿?
(placa) familiar de
la honrada?

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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 141


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144 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

RITOS Y SOCIEDAD A TRAVÉS


DEL CONJUNTO ICONOGRÁFICO ANALES
FUNERARIO DE “LAS CUEVAS” DE ARQUEOLOGÍA
C OR D OB E S A
(OSUNA, SEVILLA)
número 17 (2006)
Isabel López García
Universidad de Málaga VOL. I / PÁGS. 145 - 156

E-mail: milopez@uma.es

RESUMEN

En este trabajo se hace un repaso a los hallazgos escultóri-


cos aparecidos con anterioridad a la llegada de A. Engel y P. Paris
a Osuna, prestando especial atención a las excavaciones del siglo
XVIII en la necrópolis de Las Cuevas. Se pretende no sólo ampliar
el conocimiento que se tiene de esta necrópolis, sino también
justificar que muchos de los relieves funerarios conocidos no fue-
ron reutilizados en la construcción de muralla republicana.

ABSTRACT

This work ist a review to the sculptures appeared with ante-


riority to the arrival of A. Engel and P. Paris to Osuna, rendering
special attention to the excavations of the XVIII century in the
necropolis of the Caves. It is not only tried to extend the knowled-
ge that has of this necropolis, but also to justify that many of the
known funeral reliefs were not reused in the construction of the
republican wall.

INTRODUCCIÓN

Históricamente ha sido el municipio de Osuna no sólo un impor-


tante enclave geográfico en el área del Guadalquivir, sino una
pieza fundamental en el desarrollo de la contienda civil entre
cesarianos y pompeyanos, siendo conocida la antigua Vrso por
su devota lealtad al bando de los hijos de Pompeyo.
Alcanzada la victoria en Munda, en abril del año 45 a.C.,
Fabio Máximo se dirige a Vrso y a pesar de la fortificación cons-

145
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL LÓPEZ GARCÍA

truida para preservar la ciudad del ataque bancos de la Plaza Mayor, y las excavaciones
cesariano, tras una semana de asedio Vrso posteriores han demostrado la existencia de
debió entregarse, quedando finalmente bajo inhumaciones, cuyos restos que se guardan
el dominio de César. Un año después se fun- para su estudio en los fondos del Museo de
daba la Colonia Genetiva Iulia Vrbanorum Osuna.
Vrso. A partir de este momento se lleva a
Por tanto, el rito funerario documenta-
cabo una nueva planificación del territorio,
do puede alcanzar la época tardorromana,
desplazándose el núcleo urbano a laderas
si bien este ámbito funerario pudo estar en
más llanas, concretamente a la zona delimi-
uso en fecha anterior. Lo cierto es que los
tada por el Camino de la Farfana y la Vereda
arqueólogos franceses a principios del siglo
Real de Granada, donde debió levantarse el
XX encuentran la necrópolis totalmente
foro, aproximadamente donde se muestran
abandonada y creemos que durante su es-
visibles hoy en día, los vestigios del teatro
romano (CORZO, 1979, 121; PACHÓN et tancia en Osuna adquirieron algunas de las
alii, 1999, LXXXVII). piezas procedentes de este lugar, que erró-
neamente se han relacionado con el entorno
o la fábrica de la muralla.

LA NECRÓPOLIS DE LAS CUEVAS

Es necesario comenzar, situando la ne- LA “MISIÓN ARQUEOLÓGICA


crópolis de sepulcros excavados en la roca FRANCESA”
conocida como “Las Cuevas”. Este espacio
funerario se extiende a ambos lados de la Ve- Por ello es necesario hacer una referencia al
reda Real de Granada, coincidiendo con el panorama arqueológico que vive Osuna en
trazado de la antigua vía romana y según la los albores del siglo XX. Finalizadas las exca-
tradición cercana a la puerta este de la an- vaciones en el país valenciano, Arthur Engel
tigua ciudad (LEÓN – RODRÍGUEZ, 1993, y Pierre Paris, preparan las campañas de los
23). Asimismo en fechas recientes se ha años 1903 y 1904 en Andalucía, concreta-
reconocido la existencia de espacios de uso mente en esta localidad seguida de Almedi-
funerarios junto a los antiguos accesos sur y nilla, siempre con el respaldo económico de
oeste (CAMPOS, 1989, 110, fig. 4). los principales organismos franceses.
El tipo de enterramiento descrito por De este modo la “Misión Arqueológica
los historiadores antiguos, consiste en reba- Francesa” en la antigua Vrso, se convertía en
jes en la masa rocosa acondicionados para realidad. Con anterioridad a la llegada de los
la deposición de las inhumaciones, cuando a franceses y hasta el cambio de siglo, son co-
partir de mediados del siglo II d. C. y sobre nocidas las actuaciones que llevadas a cabo
todo a lo largo del III d. C. se produce un en la zona del teatro romano, a la vez que la
cambio en la práctica funeraria de las pro- Sociedad Arqueológica de Excavaciones de
vincias del Imperio. Igualmente se tienen Osuna trabajaba en los terrenos propiedad
noticias del hallazgo de sarcófagos de plomo de José Postigo –anexos a los que comprara
(RODRÍGUEZ OLIVA, 1999, XXXV-XXXVI), después Engel– donde se registraba un im-
que fueron fundidos para la creación de los portante tramo de la muralla pompeyana.

146 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


RITOS Y SOCIEDAD A TRAVÉS DEL CONJUNTO ICONOGRÁFICO FUNERARIO... –––––––––––––––––––

Los contactos de Engel con los habitan- 1


| “Pero he aquí que al comenzar el actual siglo,
tes de la localidad y el conocimiento de algu- un vecino de Osuna, D. Fernando Gómez Guisando,
nos hallazgos acaecidos de especial relevan- hallándose sin ocupación, tuvo la idea de dedicar al-
cia, como las Tablas de Bronce, provocan en gunos ratos del tiempo que le sobraba a trabajar en los
la época una “fiebre arqueológica” que lleva terrenos en que con tanta razón se cree que tuvo asiento
la primitiva población (...) y tuvo la suerte de encon-
a sembrar el campo de actuaciones clandes-
trar, no solamente restos de importantes edificaciones,
tinas con el único afán de lucro. sino piedras labradas con relieves, representado estos
guerreros de remotas épocas en distintas actitudes y
En esa línea, en 1901 Fernando Gómez
animales –uno de ellos un borrego– grandes balas de
Guisando, excavó por cuenta propia1 en la piedra y algunos objetos (...) y encontró al cabo del
zona del depósito de agua “La Pileta”, próxi- tiempo un comprador, a saber: M. Arthur Engel, quien
ma a la Vereda Real de Granada y en el solar adquirió dichas piedras en 1.000 francos y además se
de José Postigo y reunió como resultado de asoció con el inventor para seguir los trabajos” (El Pa-
leto 29/03/1903, nº 36).
estas actividades algunos relieves y escultu- 2
| El resultado de estros trabajos verían la luz un
ras, que en el verano de 1902 Engel adquirió siglo después, ya que el erudito Francisco Rodríguez
previo pago de 1357,50 pesetas a la vez que Marín transcribiría el diario de campo en su obra Apun-
se unía a él y a Postigo en una sociedad ar- tes y Documentos para la Historia de Osuna, 1889.
3
queológica con claros fines económicos. | Sobre ello tenemos las noticias del semanal El
Paleto del 24 de mayo de 1903, nº 42, artículos perio-
dísticos publicados en El Centinela de Osuna por Fran-
cisco Rodríguez Marín, y la transcripción del diario de
excavaciones de este mismo autor del que se extraen
LA EXCAVACIÓN DE 1784-1785 estas líneas (Rodríguez 1889, 135, nota i): “D. José
EN “LAS CUEVAS” de Figueroa Silva Lasso de la Vega, alcalde ordinario
del estado de hijosdalgo de esta villa, se dirigió en 17
de Marzo de 1784 al Conde de Floridablanca, Primer
Es notorio, para comprender la hipótesis Secretario de Estado de Carlos III, manifestándole ha-
de la existencia previa a la llegada de los berse descubierto, con motivo de copiosas lluvias, una
franceses, de restos escultóricos exhumados bóveda subterránea y en ella trece sepulcros que conte-
en lugares distintos a los tradicionalmente nían algunos esqueletos, y que para emprender mayores
investigaciones se le había asociado D. Manuel y D. Mi-
aceptados, repasar brevemente el curso de
guel Tamayo, D. Nicolás Nonet y Obando, D. Fernando
las excavaciones que desde la primavera de Valdivia y Layna y D. Luis Arcadio Parejo, hallándose
1784 y hasta los primeros meses de 1785 se otras cuevas y en ellas más sepulcros y esqueletos, ‘una
realizaron en la necrópolis de “Las Cuevas” media cabeza de becerro, de piedra blanca, en disposi-
de la Vereda Real de Granada. Capitaneadas ción de introducir su lengua por una nariz, una moneda
en que se leía la palabra REPARATIO y otras que, sin
por Arcadio Martín2 y tuteladas por el enton- duda, acredita ser del municipio de esta villa’. En su vir-
ces alcalde de la villa, José de Figueroa Silva, tud y para continuar las excavaciones, pedía al minis-
contaban con el apoyo y aprobación del Con- tro que mandase librar el caudal de propios la cantidad
de de Floridablanca3 (ANÓNIMO, nº 36; FI- que fuera de su agrado. En 26 de mayo del mismo año
GEROA, 1785, leg. 3215, nº 240-6 rto-vto.). D. Mariano Esteban Aranguren hacían presenta al Sr.
D. Pedro López de Lerena (...) que entre las antigüeda-
De aquellas actividades se puede extraer des que habían producido las excavaciones, había visto
la existencia de tres conjuntos hipogeos se- quince o veinte medallas en una de las cuales se leía VR-
SONE, la cabeza de becerro antes referida, dos pomos
pulcrales y una serie de fragmentos escultó- de vidrio, muchos pedazos de mármoles de diferentes
ricos en el mayor de los casos desaparecidos, colores, y entre ellos uno de pórfido oscuro con motas
y en otros intentamos hallar su correspon- blancas muy pequeñas, y una cabeza de piedra blanca,

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 147


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL LÓPEZ GARCÍA

dencia en aquellos conocidos que se guar- El epíteto de “laureada” lleva a suponer


dan en distintos museos4. que estemos ante la descripción de una
1. La primera pieza que se recoge en el cabeza similar a las otras con coronas
diario de excavaciones que transcribe radiales conocidas o incluso ante la pro-
Rodríguez Marín, era una cabeza mascu- pia reseña de una de ellas y que podría
lina de la que desconocemos sus dimen- haber sido comprada por A. Engel en su
siones y el material en que fue realizada. política de continuas adquisiciones a fin
Sólo tenemos la breve descripción de su de nutrir los fondos del Museo del Lou-
descubridor que habla de una “cabeza vre5.
de César laureada” (FIGUEROA, 1784,
2. En marzo de 1784 se extrae a la luz una
leg. 3215, nº 240-3 rto.) encontrada du-
cabeza de toro, en el momento que se
rante los primeros días de diciembre de
descubre el primer sepulcro de la ne-
1784, en un pozo rupestre próximo al lu-
gar donde se halló un mosaico de tema crópolis de Las Cuevas, en uno de los
báquico en la Vereda Real de Granada. pasillos subterráneos que tras cruzar la
entrada llevaba a las cámaras principa-
les.
ornada con corona de ramos y flores y barba larga y
En la carta que el entonces Alcalde de
crespa, amén de una lápida encontrada en tiempo más
remoto, que fue colocada en el convento de San Francis- Osuna, remite al Conde de Floridablan-
co” (CIL II2/5, nº 1062). ca el 17 de marzo de 1784, se da cuenta
4
| La Dr. Chapa resume muy bien el entorno de de la aparición de “una media cabeza
la necrópolis y los hallazgos allí acaecidos: “Se popula-
de becerro, de piedra blanca, en dispo-
rizaron las cuevas o sepulcros excavados en la roca a
base del cerro, que daban nombre al antiguo camino que sición de introducir su lengua por una
discurría junto a ellas. En la entrada de algunas debían nariz” (RODRÍGUEZ, 1889, nota i). Ma-
de situarse también representaciones escultóricas, entre terial y actitud que llevo a Pierre Paris a
las que merecen citarse algunas figuras de leones y ca-
bezas masculinas con tocados de rayos. Paris y Engel
pensar que se trataba de una escultura
encontraron algunas de esas piezas en el relleno de la ibérica, pero al igual que en otros casos
muralla, lo cual implica que se realizaron antes del 45 a. desconocemos el paradero de este frag-
C. Sin embargo, es probable que después de los enfrenta- mento.
mientos militares siguiera empleándose ese tipo de imá-
genes (...). Las escasas referencias de aquellos trabajos 3. Una tercera pieza es una supuesta cabe-
(excavaciones del siglo XVIII) nos indican que también
za de Baco descubierta fuera de contex-
aparecían en su interior fragmentos de esculturas que
representaban animales o figuras humanas, como una to en el entorno de la necrópolis roma-
supuesta cabeza de Baco o un brazo que sujetaba una na de Las Cuevas, según la relación que
granada. Su cronología debe de ser tardía, a partir del redacta el 26 de mayo de 1784 Mariano
siglo I o II d. C., con lo que se evidencia una continuidad
Esteban. Siguiendo textualmente al au-
que seguramente siguió hasta muy avanzada la época
romana” (Chapa 1998, 228- 229). tor era “una cabeza de piedra blanca,
5
| En la actualidad las piezas que se conservaban ornada con corona de ramos y flores
en la Sala de Antigüedades Mediterráneas del Museo del y barba larga y crespa” (RODRÍGUEZ,
Louvre, se guardan en el Museo de Antigüedades Na-
1889, 135, nota i). Por la descripción y
cionales de Saint-Germain-en-Laye (París). Puede con-
sultarse: CHAPA BRUNET, T. (1997) “Osuna (Séville). el probable contexto funerario, se po-
Sculptures”, Antiquités de l’Espagne, París, pp. 29-57. dría argumentar que estamos ante la re-

148 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


RITOS Y SOCIEDAD A TRAVÉS DEL CONJUNTO ICONOGRÁFICO FUNERARIO... –––––––––––––––––––

presentación de un personaje báquico, piedra basta. En la otra se encontró una es-


si bien desconocemos más datos. tatua de piedra, lo que hace de cintura arri-
ba, la mano derecha la tiene en el pecho con
4. El seis de octubre de 1784 en el trans-
una figura como de un vaso con su pie; la
curso de las excavaciones, se exhumó en
izquierda la tenía puesta en la cabeza por de-
el interior del tercer sepulcro de la ne-
trás de la oreja” (RODRÍGUEZ, 1889, 18).
crópolis de Las Cuevas, parte de la garra
de un animal y el fragmento de un bra-
zo de una pieza mayor que sostenía un
fruto interpretado como granada según
su descubridor, fruto común en un con-
texto funerario romano como símbolo
de resurrección (FIGUEROA, 1784,
leg. 3215, nº 240-241vto; RODRÍGUEZ,
1889, 119; LOZA-SEDEÑO, 1989, 180).
Representaciones de granadas son cono-
cidas en el repertorio iconográfico me-
diterráneo, sus semillas son símbolo de
la eternidad y la fecundidad. Es tal vez
por este atributo, por lo que Rodríguez
Marín se pregunta si pudiera tratarse
de parte de una escultura de Juno6, sin
aportar ningún dato más. Bajo los roma-
nos Juno es la encarnación de la luna,
la personificación de la matrona que en-
cierra el principio de la fecundidad. Hoy
se desconoce la localización de estos
fragmentos.
5. Días antes el 28 de septiembre, se ha-
llaba en el segundo de los sepulcros, un LÁM. 1
relieve de difícil interpretación –que
por ese motivo presentamos en últi- Rodríguez Marín, bajo el seudónimo del
mo lugar– considerado como perdido, Anónimo de Osuna, publicaba en el semanal
si bien por la descripción proponemos El Paleto un resumen de la correspondencia
que bien pudiera tratarse de una de las que a lo largo de los trabajos arqueológicos
piezas que se guardan en el Museo de mantuvieron el entonces Alcalde de Osuna,
Saint-Germain-en-Laye (Lám. 1) (CHA- José Figueroa y el Conde de Floridablanca,
PA, 1997, 41, nº 13). de vital interés para vislumbrar nuevos deta-
“En este día se descubrieron dos cue- lles acerca de este relieve:
vas en los olivares que están encima de las
Cuevas (...) En una puerta se encontraron 6
| “¿De una estatua de Juno...?” (Rodríguez Ma-
algunas piedras de alabastro y dos bolas de rín 1889, 134, nota f).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 149


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL LÓPEZ GARCÍA

“En la segunda cueva, a más de que su 436-437, pl. XII, C) deduciéndose en los es-
construcción es de fábrica más costosa que tudios que se generan a partir de entonces,
las hasta aquí descubiertas, hubo la particu- que procedía de la muralla republicana, por
laridad de hallarse a su entrada una estatua lo que la cronología propuesta siempre ha
de algo menos de medio cuerpo, de muy bas- sido anterior a la segunda mitad del siglo I
ta hechura (...) según parece, es la figura de a. C., sin tener en cuenta que ninguna de
Baco con un brazo pegado al pecho, soste- las piezas mencionadas aparecen en un con-
niendo en su mano derecha un cáliz o vaso y texto claro y que el mayor volumen de los
en la siniestra, apoyando su cabeza, en figura relieves no fue reutilizado en la fábrica de la
de recostado, bien que a este brazo le falta el fortificación, sino que fueron hallados en los
codo; y su nariz algo corroída, pero es todo límites del “Garrotal de Postigo” o próximos
monstruoso en su configuración. También a la necrópolis romana, cuando no se deben
se advierten en la cabeza como señales que a otras actividades que se realizaron en los
circundan su rugosa frente y denotan haber campos de la antigua Vrso.
tenido algún ornato en ella” (ANÓNIMO, nº
43). Sobre este aspecto es interesante desta-
car la última misiva que con fecha del 24 de
A partir de las exhaustivas descripciones febrero de 1785, se envía al entonces alcalde
que nos aporta el erudito sevillano, debemos de Osuna, en relación al destino de definiti-
emparentar el hallazgo referido en el dia-
vo de las piezas registradas en la excavación
rio de Arcadio Martín con el relieve que se
del siglo XVIII (FIGUEROA, leg. 3215, leg.
conserva en París, cuya fotografía aparece
7):
por primera vez publicada en los resultados
de las excavaciones de Engel y Paris (1906, “S. M. quiere que se coloquen y guarden
en las casas del Ayuntamiento de esa villa, a
7
| “Es de presumir que esta estatua y los objetos
mi disposición con un inventario, que sirva
más valiosos que en las excavaciones se encontraron, de resguardo a dicho D. José a quien deberá
serían remitidos a la corte, y se conservarán en el Museo encargase una copia firmada, quedándose el
Arqueológico” (Rodríguez 1889, 134, nota c). Si bien Ayuntamiento con otra”.
Rodríguez Marín nos transmite esta suposición acerca
del fin último de estos materiales que él desconocía, Desgraciadamente este manuscrito se
las consultas llevadas a cabo en el Archivo del Museo interrumpe entonces, habiéndose perdido
Arqueológico Nacional de Madrid y en el del Museo Na-
–si se llegó a redactar– el resto que inclui-
cional de Ciencias Naturales, antiguo Real Gabinete de
Historia Natural, donde deberían haber ingresado las ría el inventario de los materiales, a lo que
piezas, y en concreto este relieve, ya que en durante la tampoco se hace referencia en las Actas Ca-
Ilustración se perfila como un museo ecléctico –arqueo- pitulares ni en los archivos de esa fecha del
lógico, botánico y etnográfico–, no han dando muestras
Ayuntamiento de Osuna7. No sería de extra-
de ningún informe ni inventario de traslado o ingreso.
De su traspaso a Madrid –o a cualquier otro centro– no ñar que estas piezas no se llegasen a trasla-
se tiene constancia en el Archivo Municipal de Osuna, dar a la capital española, permaneciendo en
por lo que es de suponer que los objetos más “relevan- este municipio sevillano hasta que –en este
tes” pasaron a manos de particulares, de donde pudo caso concreto– pudo ser adquirida por A.
haberla comprado –sin indicación expresa– A. Engel en
su política de adquirir las más importantes colecciones
Engel, quien la llevaría a París junto a otros
privadas para los fondos del Museo del Louvre, como ya relieves aparecidos en las excavaciones de
hiciera con la de Fernando Gómez Guisando. la muralla, lo que ha llevado a erradas con-

150 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


RITOS Y SOCIEDAD A TRAVÉS DEL CONJUNTO ICONOGRÁFICO FUNERARIO... –––––––––––––––––––

clusiones que partían de este marco como


referente arqueológico.
Otros paralelos cercanos son el busto en
altorrelieve que se encuentra en los fondos
del MAN8, dos testimonios que permanecen
en el depósito del Museo de Antigüedades
Nacionales de Saint-Germain-en-Laye9 y uno
de la colección Peregrín Pardo de Málaga10
hallado este último (Lám. 2) junto a otros
relieves hacia 1979 en el entorno de Las
Cuevas al final de una escalinata que des-
pués se sepultó.

ESTUDIO Y PARALELOS

Desde entonces varios investigadores que se


han acercado al estudio de algunas de estas LÁM. 2
complejas imágenes. Las hipótesis sobre su
identidad y función no han sido aseverativas.
Por tanto, proponemos a continuación las lo del renacer cíclico de la Naturaleza cada
conclusiones a las que hemos llegado, des- primavera, además es el vino el que purifica
pués del estudio del contexto arqueológico y las almas y el banquete ritual un reflejo del
de los rasgos externos de las imágenes. bienestar eterno11 (CUMONT, 1966, 419-
421).
Al estudiar la actitud pensativa o melan-
cólica con el brazo izquierdo apoyado sobre 8
| GARCÍA Y BELLIDO, A., 1943, p. 137, lám.
la sien y los atributos con los que se repre- XXXVII abajo, nº 21
senta, como son un vaso de libaciones que 9
| CHAPA BRUNET, T. (1997) “Osuna (Séville).
sostiene con la mano derecha y la corona Sculptures”, Antiquités de l’Espagne, París, p. 42, nº
14.
radial o de hojas de pámpanos que adorna 10
| ATENCIA PÁEZ, R. - BELTRÁN FORTES, J.
su cabeza –y únicamente como hipótesis (1989) “Nuevos fragmentos escultóricos tardorrepu-
de trabajo– no hay que obviar la posibilidad blicanos de Vrso”, Estudios sobre Urso Colonia Iulia
de que estemos ante una representación de Genetiva, Sevilla, pp. 159-160, lám. IV, 1.
11
| Attis, hunde sus raíces en Anatolia donde los
Dionysos en sincretismo con Attis, cuando a
ritos primitivos se celebraban en las cimas de las mon-
finales del siglo II y a lo largo del III d. C. se tañas, donde crecían los pinos eternos, distintivos del
convierte en un dios complejo, híbrido que dios al igual que el almendro. A su vez se le reconoce
se identifica a veces con Baco, Osiris, Mi- ser esposo de Cibeles-Magna Mater, sinónimo de la fer-
tra... de los que toma muchos de sus rasgos tilidad y procreación de toda la Naturaleza, señora de
los animales salvajes, especialmente de los leones, que
y funciones. Es el Liber Pater, que garantiza siempre conducen su carro. De Tracia los frigios adop-
la inmortalidad y la resurrección de la vida taron estos cultos que fueron introducidos en Roma en
de sus fieles. Se le asocia la vid como símbo- el 205 a. C. en el marco de los calamidades sufridas

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 151


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL LÓPEZ GARCÍA

De un modo genérico, la introducción


durante la guerra contra Aníbal y tras la consulta de
los libros sibilinos, celebrándose hasta los inicios del del culto a Attis en la provincias, junto a
Imperio de un modo marginal y restrictivo. Será bajo Cibeles o Magna Mater, debe centrarse en
el mandato de Claudio cuando se autorice y regule el época imperial12. La preferencia por Attis no
culto a la pareja minorasiática. sería fortuita y el reflejo claro de su venera-
Durante los días 15 y 27 de marzo se celebraban
ción lo aportan las inscripciones, por lo que
los festejos que consagraban la muerte y resurrección
de Attis, coincidiendo con el equinoccio de la prima-
Osuna se contaría entre los centros de culto,
vera. El día 22 de marzo una comitiva presidida por los al que siguiendo al autor se podría añadir
cannoforos y seguida por los dendroforos, transporta- Carmona13 y Córdoba, por sus representa-
ban al Palatino un pino talado y envuelto en vendas ciones en piedra y terracota, de este modo
como si del cuerpo de Attis difunto y amortajado se “es probable que sólo estuviera implantado
tratase. El siguiente día era el de las lamentaciones,
como dios mistérico, con culto organizado
que continuaba con la jornada del 24 con la consa-
gración de libaciones de sangre a los dioses Manes. en Carmona, Osuna y Córdoba” (ALVAR,
Flautistas acompañaban los ritos en un ambiente des- 1993, 234).
garrador y sangriento, donde los devotos se flagelaban
y mutilaban, garantizándose con este derramamiento
Es en centros urbanos organizados bajo
de sangre, la regeneración y fecundidad de la Tierra colonias o municipios donde se testimonia
y por ende la resurrección de Attis que acaecía en la la práctica de los cultos mistéricos, por una
noche del 24 al día 25. Con él renacía la Naturale- clase social elevada y libertos de probable
za y la vida (Cumont 1949, 261; Id. 1987, 49-57). Es origen oriental (ALVAR, 1993, 235-236).
interesante tener en cuenta el siguiente comentario
alusivo a su carácter funerario: “Del mismo modo que
Un documento excepcional hallado en la
Atis moría y resucitaba anualmente, también sus fieles Baetica, es el epígrafe sobre ara de mármol
debían renacer a una nueva vida tras su deceso. Se blanco dedicado por un devoto a Attis14. Fue
cantaba en uno de sus himnos sagrados: ‘confiad, oh encontrado en el “Cortijo de San Lucas” a
mistes, porque se ha salvado el dios, y también para unos cinco kilómetros al este del núcleo de
vosotros la salvación vendrá de vuestros sufrimien-
Osuna, en un pozo propiedad de los vecinos
tos’” (Cumont 1987, 57).
12
| Las relaciones de Claudio con las religiones y
Oriol (Osuna), de cuya propiedad pasó al
la cultura griega y oriental lleva a aceptar que bajo la di- Museo Arqueológico Municipal de Osuna,
nastía Julio-Claudia se introduzca oficialmente el culto donde se encuentra hoy en día.
a Cibeles y a Attis; sobre ello hay diversidad de criterios,
algunos autores lo centran en la época de los Antoninos Fragmentado en dos partes hoy restitui-
(92-192), léase ÉTIENNE, R. (1958) Le culte impérial das, se lee la dedicación del árbol sagrado
dans la Péninsule Ibérique d’Auguste a Dioclétien, Paris, –que se ha interpretado como el pino por
pp. 458ss. su filiación a Attis– por Quinto Avidio Agus-
13
| Para el caso concreto de Carmona “muchas
tino, gentilicio de raigambre siria. Según el
otras tumbas de esta necrópolis estaban destinadas a
diversas agrupaciones de creyentes en determinados estudio del autor pudiera tratarse de un acto
ritos o a sociedades diversas” (Corzo 1989, 286). En de devoción de un liberto a Attis a finales
relación a ello, en Carmo “los devotos de Attis celebra- del siglo II - inicios de III d. C., en función
ban también el Natalis Invicti, pero es el nacimiento también del tipo de grafía (VERMASEREN,
de Attis-Sol en el solsticio de invierno” (Bendala 1981, 1986, 61, pl. XLVI).
288).
14
| Léase la lectura propuesta por Julián González La inscripción es la que sigue:
en CIL II2/5, 5, 1112 y CILA, Sevilla, nº 613. El árbol,
se asocia al culto a Attis y a la Magna Mater (CIL II2/5, ARBORI
5. 1026). SANCTAE

152 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


RITOS Y SOCIEDAD A TRAVÉS DEL CONJUNTO ICONOGRÁFICO FUNERARIO... –––––––––––––––––––

Q(uintus) . AVIDIVS Asimismo no sería de extrañar que la


AVGVSTINVS piezas halladas en el 1784 no hubiesen sido
EX . VISV . POSVIT trasladadas a Madrid y con interrogantes
aún abiertas, creemos que algunas de estas
Finalmente en 1985 se llevó a cabo una piezas fueron compradas por los arqueólogos
actuación de urgencia en esta necrópolis. franceses en el transcurso de su estancia en
Como resultado se documentaron cuatro Osuna y que al incluirlas en la publicación
fosas de inhumación excavadas en la roca, de 1906, se habría hecho de algunas una
con cubierta de losas mayoritariamente de lectura errónea. Con los datos aportados y a
piedra caliza. No se encontraron vestigios modo de hipótesis susceptible de revisiones
de ajuar pero el tipo parece responder a futuras, se podría dilucidar un ambiente cul-
un ambiente romano tardío (SIERRA 1987, tural y cronológico diferente para algunas
291-292). En ese mismo año durante los me- de las piezas tradicionalmente atribuidas a
ses de septiembre a noviembre se realizaron la obra de la muralla republicana16.
en ese mismo lugar tareas de excavación y En conclusión, hay que tener en cuenta
limpieza cuyos resultados permanecen aún la hipótesis de que el relieve desarrollado
inéditos, si bien por las noticias facilitadas en este trabajo (Lám. 1) y que se conocía
se halló un importante volumen de restos sólo por referencias literarias, sea el mis-
óseos, que responden a inhumaciones; con- mo que el que se encuentra en el Museo
cretamente en una de las fosas de la cueva de Antigüedades Nacionales de Saint-Ger-
nº 5, se documentó una lápida marmórea main-en-Laye. Si se confirma esta teoría se
con la inscripción CERERI15, hoy conserva- debería vincular a la necrópolis romana de
da en el Museo Arqueológico Municipal de “Las Cuevas”, donde la imagen representa-
Osuna, cerámica común e incluso un bro- da pudiera ser la de Dionysos o incluso la
che de cinturón visigodo (PACHÓN-PASTOR de Dionysos-Attis, de cualquier modo vincu-
1993, 420). Pero sólo un exhaustivo estudio
de estos materiales, confirmará el período 15
| Ha sido estudiada por J. González en la nueva
en uso de esta necrópolis romana y su posi- edición del CIL II2/5, Conuentus Astigitanus, nº 1024,
ble reutilización en fecha posterior. donde se le atribuye como fecha aproximada el siglo II
d. C.
16
| Uno de los errores reproducidos ha sido la
mal llamada acrotera de Osuna, cuya procedencia hay
que situarla en El Salobral. Léase LÓPEZ GARCÍA, I.
CONCLUSIÓN (2000) “Acerca de la antefija de Osuna”. Baetica, 22.
Málaga, pp. 301-311. Igualmente hoy sabemos que la
Todo ello podría refrendar la hipótesis de pieza conocida como “personaje sedentem in tribuna-
que algunos relieves no proceden de la fábri- lem” se halló con clara anterioridad a la llegada de los
franceses, pues fue donada en 1896 por E. Sánchez y
ca de la muralla, sino en parte de las depen- F. de la Cotera al Museo Arqueológico Provincial de
dencias localizadas a intramuros y en parte Sevilla, como consta en su ficha de ingreso. Asimismo
de colecciones privadas y otras actuaciones la estela con “palmera, cierva y cervatillo” ingresó en
este museo formando parte de la colección municipal,
llevadas a cabo en terrenos más o menos
que se nutría de la de Francisco Mateos Gago y en su
próximos, como la necrópolis romana de la registro –al igual que el cipo con palmera y caballo– se
Vereda Real de Granada. anota que procede de Marchena.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 153


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL LÓPEZ GARCÍA

lado al mundo ultraterreno como garante je funerario de finales del siglo II o inicios
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154 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 155


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA
BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES ANALES
CONVENTUALES DE ARQUEOLOGÍA
Ana B. Ruiz Osuna C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Universidad de Córdoba

E-mail: anaruos@hotmail.com VOL. I / PÁGS. 157 - 194

RESUMEN

Partiendo de las últimas aportaciones al proceso de monumentali-


zación funeraria en Colonia Patricia, las cuales han puesto de manifiesto
la riqueza arqueológica de sus necrópolis, acometemos ahora un estu-
dio más amplio, desde el punto de vista espacial e histórico, que tiene
como protagonistas al resto de capitales conventuales de Baetica. Así
pues, prestaremos atención al descubrimiento de recintos funerarios, así
como a los restos de monumenta, con su correspondiente decoración
arquitectónica y escultórica, sin olvidarnos de la valiosa información pro-
cedente de la epigrafía sepulcral. A continuación, imbricaremos los dis-
tintos hallazgos en mapas de dispersión con los que acometer un primer
acercamiento a la evolución cronológica y espacial de estas necrópolis,
vislumbrando una auténtica topografía funeraria en la que cabe destacar
la detección de varias viae sepulchrales y espacios de uso diferencial. Las
conclusiones obtenidas serán el punto de partida para poder establecer
comparaciones al uso y conformar futuros trabajos de investigación.

ABSTRACT

Starting off of the last contributions for the process of funeral mo-
numentalización in Colonia Patricia, which have shown the archaeo-
logical wealth of his cementeries, we now undertake a ampler study,
from the space and historical point of view, that it has like protagonists
to the rest of conventuales capitals of Baetica. Therefore, we will pay
attention to the discovery of funeral enclosures, as well as to the rest
of monumenta, with its corresponding architectonic and sculptoric
decoration, without forgetting to us the valuable information coming
from the burial epigraphy. Next, we will overlap the different findings
in maps from dispersion with which to undertake a first approach to
the chronological and space evolution of these cementeries, glimpsing
an authentic funeral topography in which is possible to emphasize the
detection of several viae sepulchrales and spaces of use differential. The
obtained conclusions will be the departure point to be able to establish
comparisons to the use and to conform futures works of investigation.

157
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA

INTRODUCCIÓN (RUIZ OSUNA, 2005b), cuyos resultados su-


ponen el punto de partida para un estudio
Este trabajo se ha realizado en el marco del mucho más amplio de Baetica.
proyecto de investigación “Espacio y usos
funerarios en la ciudad histórica. El ejemplo
cordobés (siglos II a.C. - XV d.C.)”, finan-
ciado por el Plan Nacional de Investigación 1. ANTECEDENTES
Científica, Desarrollo e Innovación Tecno- HISTORIOGRÁFICOS
lógica 2000-2003 del Ministerio español de
Ciencia y Tecnología, con apoyo de FEDER Son numerosos los restos adscritos a cons-
(Ref. BHA 2003-08677)1. Los resultados del trucciones funerarias que se extienden por
mismo fueron expuestos por primera vez en el territorio de Baetica, la mayoría cono-
las VI Jornadas de Arqueología Cordobesa. cidos desde antiguo, tales como el colum-
Espacio y usos funerarios en la ciudad his- bario de la Albina (JIMÉNEZ, MOLINA,
tórica, dirigidas por el Prof. Dr. Desiderio 1987; MOLINA FAJARDO, 2000, 190 ss.,
Vaquerizo Gil, a quien agradezco la oportu- Fig. 3) o la Torre del Monje, en Almuñécar
nidad dada para formar parte activa de este (Granada) (CORZO, 1989, 277, Fig. 219;
grupo de investigación, en el que se han MOLINA FAJARDO, 2000, 187 ss., Figs.
venido desarrollando las labores propias de 1 y 2), la ermita de San Sebastián en Abla
una beca de FPD e I de la Junta de Andalucía (Almería) (MARTÍNEZ, 1990, 7-17; CORZO,
(BOJA núm. 68, de 9 de abril de 2002), de la 1989, 276-277, Fig. 218), el mausoleo de El
cual soy beneficiaria2. Daimuz (El Ejido, Almería) (GARCÍA, CARA,
La elección del tema vino determinada 1990, 29-36), la torre del Cincho (El Arahal,
por la de mi propia Tesis Doctoral, “Arqui- Sevilla) (CORZO, 1989, 275-276; JIMÉNEZ,
tectura funeraria en la Bética: conventus 1975, 871-872, LÁM. IV) o los mausoleos
cordubensis y astigitanus”, en proceso de romanos de Torreparedones (Castro del
elaboración, que cuenta como referencia Río/Baena, Córdoba) (BELTRÁN FORTES,
más próxima con el reciente análisis acerca 2000, 113-136), entre otros. Sin embargo,
del proceso de monumentalización que ex- la ausencia de datos con los que contamos
perimentaron las áreas funerarias en Colo- en la actualidad condujo a presentarlos
nia Patricia Corduba en época altoimperial como productos meramente provinciales
y de carácter rural, puesto que la mayoría
de ejemplos aparecían aislados y en ámbitos
1
| También se inscribe en el Convenio de Cola- no urbanos (HESBERG, 1993). Hoy en día,
boración que el Grupo de Investigación HUM-236 del gracias a las aportaciones derivadas de las
Plan Andaluz de Investigación, integrado por todos los
miembros del Seminario de Arqueología de la Universi-
más recientes intervenciones arqueológicas
dad de Córdoba, mantiene con la Gerencia Municipal realizadas en muchas ciudades históricas sa-
de Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba para el bemos que éstas dispusieron de importantes
estudio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como necrópolis repartidas en el espacio inmedia-
yacimiento único.
2
| Igualmente, quisiera agradecer a Agustín
tamente extramuros –configurándose, en
López y Paco Blanco la transferencia de algunas de las algunas ocasiones, como verdaderos cintu-
novedades a las que hago referencia en este artículo. rones– caso de Tarraco, Emerita Augusta,

158 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

Valentia o la propia Colonia Patricia (RUIZ terrenos ubicados extramuros de las ciuda-
OSUNA, 2005). des antiguas (TEBA, 1990, 317-322; RECIO,
1993, 391-395; MARTÍN, MARTÍNEZ, 1995,
Al igual que ocurre en el resto la Penín-
685-694; ROMERO PÉREZ, 1997, 485-497;
sula, no contamos con obras de conjunto so-
1993-1994, 195-222; GUERRERO, JUÁREZ,
bre el tema, destacando como pioneros los
1990, 323-326; ROMERO, ESCUDERO,
trabajos de M. Bendala (1976) sobre la ne-
1990, 397-402; CARNETE et alii, 1991, 575-
crópolis de Carmona, o los de P. Paris (1926) 580; MORENA, 1993, 127-130).
y C. Mergelina (1927) acerca de las necrópo-
lis de Baelo Claudia, caracterizados por su De igual forma, debemos señalar la labor
profundidad –difícil de superar durante dé- investigadora de L. Baena del Alcázar (1982a;
cadas–, que suponían la publicación de las 1982b; 1983a; 1983b; 1984a; 1984b; 1993;
primeras necrópolis hispanas excavadas en 1994) y J. Beltrán Fortes (1984-1985; 1988;
extensión. Estas primeras aportaciones se 2000), directores del proyecto de investiga-
han visto complementadas mediante nuevas ción: “Arquitectura funeraria del Alto Gua-
actuaciones arqueológicas, que han permiti- dalquivir”, entre cuyos resultados más so-
do renovar el paisaje hasta entonces dibuja- bresalientes se encuentra la monografía Un
do (BELÉN, 1982, 269-285; 1983, 209-226; ensayo de síntesis del proceso de monumen-
BELÉN, CONLIN, ANGLADA, 2001, 141- talización en el Alto Guadalquivir. El ejemplo
163; BELÉN et alii, 1986, 53-61; BENDALA, de la Colonia Salaria (1996b), en la que el
1982, 193-203; 1990, 109-114; 1991, 77-90; estudio de piezas descontextualizadas, bajo
una perspectiva histórico-arqueológica ade-
FERNÁNDEZ CHICARRO, 1978, 139-161;
cuada, da las claves para establecer un tipo
BOURGEOIS, DEL AMO, 1970, 439-456;
de monumento funerario propio de la zona
REMESAL, 1979; SILLIÈRES, 1997) e ilus-
jiennense.
trarnos sobre casos inéditos como el de Mu-
nigua (Villanueva del Rey y Minas, Sevilla) Por último, es preciso destacar el Pro-
(BLECH, HAUSCHILD, HERTEL,1993; VE- yecto FUNUS en sus dos ediciones3 que, bajo
GAS, 1988; SHATTNER, 1998, 70-75; 2003) la dirección del Prof. Dr. Desiderio Vaqueri-
o Carissa Aurelia (Bornos/Espera, Cádiz) zo, ha permitido sentar las bases de un estu-
(PERDIGONES, BALIÑA, ALONSO, 1987, dio en profundidad sobre el mundo funerario
81-89; PERDIGONES, MOLINA, ROJO, cordubense, que por primera vez se aborda,
1987, 67-74; LAVADO et alii, 1990, 117-125; no de manera sectorial y dispersa, sino bajo
LAVADO, PERDIGONES, 1990, 113-119; la dinámica de un yacimiento único como
PERDIGONES, JIMÉNEZ, AGUILERA, 1991, es la ciudad de Córdoba, recopilando todos
71-77; PERDIGONES, JIMÉNEZ, AGUILE- los datos disponibles al efecto (materiales
RA, 1993, 58-64; LOZANO, 1998, 95-104), arqueológicos, informes de excavaciones,
fruto en algunos casos de campañas siste- trabajos de eruditos...) con los cuales con-
máticas de excavación. Pero lo cierto es que
gran parte de los datos con los que conta-
3
mos en la actualidad son el resultado de las | Proyectos financiados por el Plan Nacional de
Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tec-
numerosas intervenciones arqueológicas de nológica del Ministerio español de Ciencia y Tecnolo-
urgencia llevadas a cabo en las últimas déca- gía, con apoyo de FEDER (Ref. 1FD97-0295 / Ref. BHA
das, fruto de las expansiones urbanísticas en 2003-08677).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 159


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA

figurar una visión de conjunto, tanto sin- principalmente, las “de fundación específi-
crónica como diacrónica, de todas las áreas camente romana o que alcanzan muy pronto
funerarias de época romana4. un pleno grado de romanización” (VAQUE-
RIZO, 2001b, 155).
Las necrópolis de Colonia Patricia des-
2. LA MONUMENTALIZACIÓN tacaron por su enorme extensión (VAQUE-
DE LOS ESPACIOS RIZO, 2001c, 122 ss.), cuyos límites, a falta
FUNERARIOS EN COLONIA de estudios más precisos, pueden estable-
cerse como mínimo en torno a un kilómetro
PATRICIA CORDUBA (SS. I A.C.
del recinto amurallado. Pero, al contrario de
- II D.C.). lo sugerido en otras ocasiones (MÁRQUEZ,
2002, 236), la lejanía del núcleo poblacional
De cuerdo con los datos que han proporcio-
no implica una disminución en la calidad y
nado las últimas investigaciones (VAQUE-
dimensiones de las manifestaciones funera-
RIZO, 2001b, 131-160; 2002b, 141-200;
rias5. Además, la profusión de los restos pone
2002c, 168-206; RUIZ OSUNA, 2005a, 79-
de manifiesto el alto grado de riqueza que
104; 2005b), y en espera de que próximos
alcanzaron las áreas funerarias cordubenses,
hallazgos completen el panorama actual,
cuya dispersión en el plano de la ciudad no
puede afirmarse que el mundo funerario en
manifiesta ningún tipo de concentración es-
la capital de la Bética, desde sus orígenes
pacial, distribuyéndose de forma igualitaria
hasta la Antigüedad Tardía, siguió los pa-
por las Necrópolis Septentrional, Occidental
rámetros establecidos para otras grandes
y Oriental (Fig. 1). Estos hallazgos se sitúan,
ciudades del Imperio romano occidental,
principalmente, junto a las principales puer-
tas y vías de comunicación, de tal forma que
4
| Entre las aportaciones más destacadas del los comitentes se aseguraban la accesibi-
Proyecto vid. SÁNCHEZ MADRID, 2002; MARTÍN URDI- lidad y continua visita de su monumento,
ROZ, 2002; GARCÍA MATAMALA, 2002-2003, 251-278; además de la exposición de su alto estatus
GARCÍA MATAMALA et alii, 2005, 105-142; VAQUERI-
social y económico (RUIZ OSUNA, 2005b).
ZO, 2002-2003, 279-310; MOLINA, SÁNCHEZ, 2002-
2003, 311-354; SÁNCHEZ RAMOS, 2003; SALINAS, Los monumentos de época tardorrepu-
2003; CASAL, 2003; VARGAS, GUTIÉRREZ, 2004, 309-
blicana, los más tempranos hasta la fecha
328; CASAL, CASTRO, VARGAS, 2004, 329-339; SALI-
NAS, SALINAS, 2005, 143-160. localizados en la ciudad, ponen de mani-
5
| Éste es el caso del conjunto funerario excavado fiesto que los sectores inmediatos al recinto
en las cercanías de la Plaza de Ibn-Zaydun (MURILLO et amurallado fueron los más rápida e inten-
alii, 2004), el cual reviste gran monumentalidad, a pe- samente ocupados (RUIZ OSUNA, 2005b).
sar de su temprana cronología y de su distancia con res-
pecto al recinto amurallado –en torno a 1 km– (RUIZ
A continuación, aparecen flanqueando las
OSUNA, 2005b). principales vías de comunicación, las cua-
6
| Por otra parte, la localización de restos ale- les en época julio-claudia se transforman en
jados del núcleo urbano, sobre todo a partir del siglo auténticas Gräberstrassen que, combinadas
II d.C., pone de manifiesto la existencia de áreas fu- con otras de carácter secundario, conforma-
nerarias de carácter privado en terrenos relacionados
con actividades de explotación agropecuaria (Venta de
rían una verdadera topografía funeraria6. En
Pedroches y Choza del Cojo) o mineras (Tablero Bajo) esta complicada trama observamos la exis-
(RUIZ OSUNA, 2005b). tencia de espacios destinados expresamente

160 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

FIG. 1 Plano de dispersión de los restos de arquitectura funeraria localizados en Colonia Patricia
Corduba. Elaboración propia.

a la autorrepresentación de sus moradores, el lienzo de muralla septentrional, de donde


tal como parece demostrar el sector ubica- proceden restos de naturaleza arquitectóni-
do en la confluencia de las actuales Avenida ca, escultórica y epigráfica de suma impor-
del Gran Capitán y Ronda de los Tejares, en tancia, que lo convierten en uno de los sec-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 161


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA

FIG. 2 1. Recintos funerarios 2. Monumentos en forma de altar 3. Edícolas con cuerpo superior
en forma de naiskos 4. Túmulos 5. Columbarios 6. Cámaras funerarias con remate monumental y
recinto 7. Cámaras funerarias con remate monumental y aparecen recinto 8. Cámaras funerarias
con remate indeterminado y recinto 9. Aras sobre aparentes estructuras escalonadas 10. Cupae
monolíticas 11. Posibles monumentos turriformes, de base rectangular o cuadrada, con o sin
decoración figurada 12. Monumenta rostrata 13. Edícolas con cuerpo superior cerrado. A partir de
VAQUERIZO, 2001b y 2002, y RUIZ OSUNA, 2005b.

tores más monumentales de la ciudad, tal modelos itálicos no implica una completa
vez de titularidad pública, al localizarse en desaparición del substrato local, cuyas hue-
este lugar el 33% de las concesiones honorí- llas, que no pueden ser valoradas en su justa
ficas de carácter funerario dedicadas por la medida ante el desconocimiento de la ne-
Colonia (RUIZ OSUNA, 2005b) crópolis y prácticas funerarias de la Corduba
En cuanto a las tipologías arquitectóni- prerromana, permanecen en el uso de urnas
cas definidas para la antigua Corduba (Fig. de tradición indígena, el mantenimiento de
2), hemos de señalar la temprana implan- determinados tipos, caso de la dama oferen-
tación de modelos plenamente romanos, te del “Camino Viejo de Almódovar” (VA-
en cuya introducción debió jugar un papel QUERIZO, 2001b, 155), o en la existencia
fundamental el contingente itálico asentado de talleres que manifiestan cierto apego a
en la ciudad, el cual seguiría fiel a sus tradi- las formas de trabajar y característica de la
ciones de origen. Unos modelos que serían escultura ibérica (RUIZ OSUNA, 2005b).
aceptados rápidamente por las oligarquías
indígenas que, a través de los mismos, de- El proceso de monumentalización en
mostraban su adhesión al nuevo régimen, las áreas funerarias cordubenses, tal como
así como su situación de privilegio con res- indicábamos anteriormente, comienza en el
pecto a sus conciudadanos (RUIZ OSUNA, siglo I a.C., y se extiende hasta los inicios
2005b). Sin embargo, la profusión de los del siglo III d.C., momento en el que toda-

162 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

FIG. 3 Topografía funeraria de Hispalis (ORDÓÑEZ, ORDÓÑEZ, 2003, 151, Fig. 1), Gades (LÓPEZ,
RUIZ, 1995, Fig. 8) y Astigi (SÁEZ et alii, 2005?).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 163


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA

vía se documentan algunas inscripciones fu- naturaleza monumental, sólo comparable


nerarias configuradas para ser encastradas con la existente en el extremo nororiental
en construcciones de gran formato (RUIZ de la provincia Tarraconensis (CANCELA,
OSUNA, 2005b). Pero la mayoría de restos 1993; ROSSETTI, 1999, 238, Fig. 1). Pero
se adscriben a los siglos altoimperiales, rela- los límites de un trabajo de estas caracte-
cionados con enterramientos de cremación, rísticas nos impide abordar un marco tan
presentando su máximo esplendor en época amplio; de ahí que me centre ahora, a modo
julio-claudia (VAQUERIZO, 2001b, 131). Si- de botón de muestra, en el estudio de las
gue, pues, un proceso similar al observado áreas funerarias presentes en el resto de ca-
en los espacios públicos de la ciudad, lo que pitales conventuales, a fin de obtener nuevas
pone de manifiesto una fuerte relación entre conclusiones con las que establecer compa-
los ámbitos urbano y funerario de la ciudad. raciones al uso.
La disminución de elementos relaciona-
dos con el proceso de monumentalización fu-
neraria a partir de mediados del siglo II d.C. 3.1. TOPOGRAFÍA FUNERARIA
no es sino fruto de los cambios sociales y cul-
turales que imponen, al mismo tiempo que En los últimos años las cuestiones relativas
se difunde el rito de inhumación, un carácter al mundo funerario de época romana han
más íntimo y familiar para los enterramien- cobrado mayor interés en estos núcleos ur-
tos, cuya riqueza se interioriza (HESBERG, banos, debido principalmente a la prolifera-
1993, 29 ss.), manifestándose, por ejemplo, ción de excavaciones arqueológicas en la pe-
en la importación de sarcófagos de mármol riferia de sus respectivos cascos históricos,
(VAQUERIZO, MARTÍN, 2001, 230-231) o, a las cuales han sacado a la luz restos hasta
partir de la implantación del Cristianismo, en ahora desconocidos (vid. supra). Así, la re-
la localización ad sanctos (SÁNCHEZ, 2001, ciente elaboración de Cartas Arqueológicas
246-247; HIDALGO, 2001, 247-248). No se de Riesgo, caso de Écija (SÁEZ et alii, 2004),
puede hablar, por tanto, de una desaparición o la conformación de grandes equipos de
en sentido estricto de la monumentalización carácter interdisciplinar han sentado las
y representación social en ámbito funerario bases de futuros proyectos de investigación
a partir de época bajoimperial, sino de una de especial relevancia en lo que a topografía
transformación en sus formas de expresión. funeraria se refiere.

3.1.1. HISPALIS
3. EL RESTO DE CAPITALES
CONVENTUALES DE LA BAETICA La ubicación de Sevilla, junto al río Guadal-
quivir, limitó desde antiguo la expansión en
La riqueza arqueológica puesta de mani- su extremo más occidental, lo que impidió
fiesto en las necrópolis de Colonia Patricia en gran medida la conformación del tan co-
puede ser perfectamente trasladada al resto nocido cinturón funerario de otras ciudades
de la Bética, no en vano los límites de esta romanas. Al mismo tiempo, el característico
antigua provincia romana encierran una in- paisaje del sector extramuros septentrional
tensa concentración de restos funerarios de a base de terrazas fácilmente inundables

164 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

por las continuas crecidas de las corrientes toimperial, con más de 20 enterramien-
fluviales, influyó negativamente en la ocupa- tos de cremación, amortizada posterior-
ción continua y verdadera urbanización del mente por una posible villa y reactivada
mismo, que no se produjo hasta el siglo XII de nuevo con funcionalidad funeraria
d.C. (ORDÓÑEZ, GARCÍA-DILS, 2004, 163). en el siglo IV d.C. (CARRASCO et alii,
2004, 125-148).
Todo ello explicaría el rápido y conside-
rable desarrollo en esta zona de las activi- – Via Hispalis-Corduba: su inicio se viene
dades residuales, primeras en hacer acto de estableciendo en los restos de un mo-
aparición. Entre ellas podemos mencionar numento funerario localizado en la C/
villae productivas, industrias y, sobre todo, Matahacas y se completa con las inscrip-
áreas funerarias, que nos ilustran acerca ciones funerarias que van marcando su
de la polifuncionalidad que caracterizaba a recorrido desde la C/ Enladrillada hasta
este suburbium (FERNÁNDEZ, 1994; AMO- el Colegio de la Trinidad (ORDÓÑEZ
RES, 2001; ORDÓÑEZ, GARCÍA-DILS, 2004, AGULLA, 2002, 29), enlazando final-
163), ocupado desde el siglo I d.C. (RODRÍ- mente con la Carretera de Carmona.
GUEZ, RODRÍGUEZ, 2003, 173; ORDÓÑEZ, El diferente trazado con respecto a la
GARCÍA-DILS, 2004, nota 62). Aquí se ubicó dirección marcada por la via Augusta
la Necrópolis Septentrional, la mejor docu- a su llegada a la ciudad, representada
mentada hasta la fecha7, organizada en torno en la C/ Sol, la definen como un posible
a varias vías funerarias principales (Gräbers- iter ad sepulchrum, paralelo a ésta. En
trassen), algunas de la cuales permanecen las proximidades de este sector transcu-
fosilizadas en el callejero actual (Fig. 3a): rría el arroyo Tagarete, cuya actividad
ha quedado registrada en las sucesivas
– Via Hispalis-Emeritam: su trazado co- inundaciones documentadas en el so-
mienza en la Puerta de Santa Catalina lar de las calles Gallos, 23 - Butrón, 25
(ORDÓÑEZ AGULLA, 2002, 29), ubica- (RODRÍGUEZ, RODRÍGUEZ, 2003, 149-
da en el lienzo de muralla septentrio- 182), el cual permaneció completamen-
nal, de donde parten las actuales calles te abandonado durante el período com-
Bustos Tavera y San Luis, prolongación
del Cardo Máximo de la ciudad romana 7
| El resto de necrópolis resultan, a día de hoy,
(CARRASCO et alii, 2004, 145), para en- poco conocidas. Así ocurre con la Necrópolis Oriental,
lazar a continuación con la Vía de la Pla- objeto de una intensa ocupación en época islámica, de
ta en dirección Emerita. Este sector fue la que se conservan algunas noticias acerca de estruc-
uno de los primeros en ser ocupados, en turas y epígrafes funerarios altoimperiales procedentes
de la Casa-Palacio de Mañara, Iglesia de San Bartolomé,
torno al siglo I d.C., ya que su elevada Convento de S. María de los Reyes y en torno de las ca-
situación topográfica lo protegía de las lles Imperial, Santiago y Leoncillos (ORDÓÑEZ, 2002,
arroyadas mencionadas anteriormente 29). Según S. Ordóñez (2002, 29), esta área funeraria
(CARRASCO et alii, 2004, 144). El ca- parece distribuirse a ambos lados del arroyo Tagarete,
a juzgar por el hallazgo de restos en S. Bernardo y S.
rácter funerario de la vía viene refrenda-
Benito.
do por la cantidad de estructuras sepul- 8
| San Luis 95 – Malpartida 10-12; San Luis 29;
crales localizadas tanto en sus márgenes San Luis 67; Virgen del Carmen Doloroso; PERI C-3 San
como en los alrededores8, destacando Luis; Inhiesta esquina Lira; Infantes 10, Valderrama
los restos de una extensa necrópolis al- (ORDÓÑEZ, GARCÍA-DILS, 2004, nota 68).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 165


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA

prendido entre los siglos IV y V d.C. De Avda. de Roma, donde se documentó parte
nuevo, la mayoría de referencias nos re- de un enterramiento infantil (RODRÍGUEZ,
miten a enterramientos de carácter sen- RODRÍGUEZ, 2003, 156).
cillo, destacando únicamente el proceso
de monumentalización que se produce
3.1.2. ASTIGI
en las proximidades del exconvento de
la Trinidad, asociado a la construcción De suma trascendencia es en la capital del
de varios mausoleos familiares de época Conventus Astigitanus el acercamiento a las
tardoantigua (CARRASCO, DORESTE, fuentes locales de carácter histórico, pues
2005, 213-244). fueron el padre Martín de Roa (1629) y F.
La concentración de hallazgos funera- Collantes de Terán (HERNÁNDEZ, SANCHO,
rios en la zona Norte tiene su equivalente en COLLANTES DE TERÁN, 1951, 75-77) quie-
el sector meridional de la ciudad, cerca de la nes llevaron a cabo la primera distribución
Fábrica de Tabacos, donde sabemos por refe- de necrópolis en la ciudad, estableciendo un
rencias antiguas de la aparición de abundan- total de cuatro, que de modo convencional
tes sepulcros e inscripciones en el momento fueron denominadas según los puntos cardi-
de su construcción (HERNÁNDEZ, SANCHO, nales (Fig. 3c).
COLLANTES DE TERÁN, 1951). Otras noti- De los datos aportados por estos erudi-
cias nos ilustran sobre distintos hallazgos tos se desprende que la necrópolis configu-
en San Telmo y el Prado de San Sebastián rada a partir de la Puerta Norte o de Palma,
“que combinaban enterramientos hipogeos siguiendo la calzada que se dirigía a Emerita
de notable porte –como en Roma, erigidos (HERNÁNDEZ, SANCHO, COLLANTES DE
para ser vistos desde el Río– con otros más TERÁN, 1951, 75), y la ubicada en la salida
humildes, y que se mantienen en uso desde
hacia Colonia Patricia fueron las más ocu-
comienzos del Imperio hasta época árabe”
padas. La llanura ubicada extramuros, en
(ORDÓÑEZ AGULLA, 2002, 29). Toda una
el sector septentrional, era conocida desde
serie de referencias que se completan con
antiguo como el Osario (ROA, 1629, 99 y
los datos proporcionados por excavaciones
298) y así lo atestiguan los restos hallados
más recientes, como la practicada en la
en su entorno, entre los cuales cabe desta-
car un sarcófago de plomo (HERNÁNDEZ,
9
| CIL II²/5 1182; CIL II²/5 1185; CIL II²/5
SANCHO, COLLANTES DE TERÁN, 1951,
1173; CIL II²/5 1214; CIL II²/5 1219; CIL II²/5 1245;
CIL II²/5 1250. Lamentablemente, la mayoría no pre- fig. 112) y varias inscripciones funerarias9
sentan adscripción tipológica y se encuentran hoy día (SÁEZ et alii, 2004). De igual relevancia son
desparecidas. Solo la CIL II²/5 1214 sabemos corres- las noticias orales (NÚÑEZ, MUÑOZ, 1997,
ponde a una placa de pequeño formato. En cuanto a las 11; SÁEZ et alii, 2004), que nos informan so-
cronologías, parecen indicarnos fechas tardías, a partir
del siglo II d.C. bre el descubrimiento de gran cantidad de
10
| CIL II²/5 1201; CIL II²/5 1118; CIL II²/5 tumbas, de variada tipología, acompañadas
1203; CIL II²/5 1243; CIL II²/5 1291; CIL II²/51235; de ajuares, durante las obras para las insta-
CIL II²/5 1234; CIL II²/5 1208; CIL II²/5 1256; CIL laciones fabriles ubicadas a ambos lados de
II²/5 1193; CIL II²/5 1233; CIL II²/5 1229; CIL II²/5
1204; CIL II²/5 1205; CIL II²/5 1206. Se trata, en su
la carretera a Córdoba, lugar del que pro-
mayor parte, de estelas de gran tamaño elaboradas en ceden también un considerable número de
piedra local en las que suele aparecer la indicación de epitafios10.

166 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

De nuevo, las intervenciones arqueo- el hallazgo de un ara de mármol (CIL II²/5


lógicas de los últimos años vienen a com- 1213) que permite dilatar el uso funerario
pletar el paisaje esbozado, renovando los hasta principios del siglo III d.C.
datos conocidos en la actualidad. Así, la
Necrópolis Occidental, que hasta ahora
había pasado desapercibida para la investi- 3.1.3. GADES
gación, se presenta como una de las más
La superficie excavada en los terrenos fune-
interesantes: organizada en torno a la vía
rarios adscritos a la antigua Augustana Urbs
que se dirigía hacia Carmo e Hispalis, esto
Iulia Gaditana es superior al del resto; sin
es, la via Augusta a su salida de la ciudad,
embargo esta situación no se corresponde
contaba con la presencia del anfiteatro en
con el conocimiento de los mismos, sien-
sus proximidades (SÁEZ et alii, 2004). De
do sus necrópolis de las menos conocidas
este sector proceden diversos hallazgos de
de Hispania a nivel científico. Destacan los
carácter aislado, tales como el de la Plaza
trabajos de Pelayo Quintero Atauri (1916;
de Colón (RODRÍGUEZ, 1988, 101-123;
1918; 1926; 1928), que se convierten, pese
VILLANUEVA, MENDOZA, 1991; NÚÑEZ,
a carecer del rigor científico deseado, en la
MUÑOZ, 1997), Arroyo Matadero (NÚÑEZ,
única referencia de las intervenciones lle-
1986) y “La Algodonera” (AGUILAR
vadas a cabo por él mismo durante la pri-
CAMACHO, 2004, 891-898), cuyos restos
mera mitad del siglo XX; los del Museo de
se extienden hasta la C/ Bellidos (TINOCO,
Cádiz en la década de los ochenta, que la-
2004, 470-486), poniendo al descubierto
mentablemente permanecen inéditos; y las
un gran sector de necrópolis en el que han
últimas intervenciones arqueológicas de ur-
sido desenterrados un centenar de ente- gencia que, aunque dadas a conocer a través
rramientos, tanto de cremación como de de los Anuarios Arqueológicos de Andalucía
inhumación, entre los que cabe destacar (PERDIGONES, 1987, 40-52; PERDIGO-
un interesante número de enterramientos NES, MUÑOZ, 1990a, 59-70; 1990b, 86-90;
infantiles en ánforas. Sin embargo, la ma- 1990c; PERDIGONES, TROYA, MUÑOZ,
yoría de lo casos conciernen a sepulcros 1987, 71-73; PERDIGONES, MUÑOZ, MAR-
sencillos, sobre todo, cistas de ladrillo cu- COS, 1987, 38-40; PERDIGONES, MUÑOZ,
biertas con tegulae a doble vertiente o fosas TROYA, 1987, 41-44; PERDIGONES et alii,
simples excavadas en la tierra, cuya única 1987, 50-60; SÁEZ GÓMEZ, 1993; 11-16),
diferencia entre sí es la presencia o no de adolecen de la profundidad descriptiva e in-
ajuar funerario, ciertamente rico en deter- terpretativa propias de este tipo de publica-
minadas ocasiones (AGUILAR CAMACHO, ciones11.
2004, 891-898). También abundan en la
zona los hallazgos epigráficos, a pesar de la peditura del recinto al que pertenecían. Su interés
que un gran número de ellos se encuen- radica en la temprana cronología, siglo I d.C., que nos
tran reutilizados en la Iglesia de la Santa presenta este sector como uno de los primeros de la
ciudad en ser ocupado con una finalidad funeraria.
Cruz (CIL II²/5 1227, CIL II²/5 1232), lo
11
que impide afirmar una procedencia segura | Un intento sintetizador, ya sobrepasado por
el tiempo y los nuevos hallazgos, es el trabajo sobre la
de este sector de la ciudad. El repertorio topografía y ritual en la necrópolis de Cádiz elabora-
ofrece una cronología centrada principal- do por R. Corzo (1992, 263-392), en el que se pone
mente en época altoimperial, destacando de manifiesto que durante época Imperial, el ritual

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 167


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA

FIG. 4 Inscripciones funerarias de la Bética. a) ORDÓÑEZ AGULLA, 2005, 249-251 b) CIL II/5 1189
c) CIL II/5 1232 d) ORDÓÑEZ AGULLA, 2005, 249-251.

Las características geográficas de Gades cuyas cimentaciones se han supuesto levan-


obligaron a la disposición de una única ne- tadas sobre antiguos monumentos funera-
crópolis que se ordenaba a lo largo de la via rios romanos (CORZO, 2001, 172). El tra-
Augusta a su llegada a la ciudad, actuando zado principal se completaría con otros de
así como una auténtica Grabstrasse en su carácter secundario, como el que se intuye
recorrido final (Fig. 3b). Restos de esta vía en las calles Marqués de Coprani y Chincho-
han sido localizados en la Playa de Campo rro (LÓPEZ, 1999, 31) o los detectados en
Soto y en Torre Gorda, donde en el siglo XVI C/ General Ricardos, 5 y 7 (PERDIGONES,
se erigían las torres vigía de la Almadraba, GORDILLO, BLANCO, 1987, 55-61). En
este último caso la intervención arqueológi-
ca puso al descubierto un elevado número
de inhumación de tradición púnica es sustituido por
la incineración, con gran cantidad de variantes, entre
de tumbas (tanto de cremación como de in-
las que destacan las fosas excavadas en tierra, con o humación), ordenadas en torno a dos vías fu-
sin revestimiento lateral de opus signinum, y las urnas nerarias de carácter secundario. La primera,
depositadas en hoyos, con cubierta de piedra ostionera con dirección N-S, seguiría la línea marcada
o un túmulo de piedras. A partir del siglo I d.C. la in- por 4 de los 5 columbarios descubiertos en
humación vuelve a extenderse como principal rito de
enterramiento, apareciendo las típicas tumbas a base
el solar, los cuales abren sus fachadas a la
de sillares de piedra ostionera, ladrillos o cubiertas a cercana via Augusta. Además de estos mo-
dos aguas. numentos, recintos de obra y un conjunto

168 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

CIL II²/7 699b Caserío de San Pablo L(ocus) P(edum) 20 x 20 (= 400 pies)

L(atum) in fr(onte) p(edes)


CIL II²/7 517 San Benito 15 x 15 (= 225 pies)
L(ongum) in ag(ro) p(edes)

CIL II²/7 465 C/ José M.ª Herrero L(ocus) P(edum) 12 x 12 (= 144 pies)

CIL II²/7 486 Camino Viejo de Almodóvar L(ocus) P(edum) 12 pies

CIL II²/7 547 El Brillante quoquo versus/p(edes) 12 pies

In F(ronte) P(edes)
------ Desconocida 15 x 15 (=225 pies)
In A(gro) P(edes)

Heredad de los Padres de la In F(ronte) P(edes)


------ 12 x ?
Compañía de Jesús In A(gro) P(edes)

TABLA 1. Indicaciones superficiales de loci sepulturarum documentados hasta la fecha en Córdoba.


Elaborado a partir de VAQUERIZO, 2001a, 176, Tabla II, en RUIZ OSUNA, 2005b.

de cistas y enterramientos de inhumación 1987, 50-60), fabriles –tal como atestigua la


que siguen esta misma alineación así lo co- existencia de piletas de salazón (PERDIGO-
rroboran (Fig. 5b) (PERDIGONES, GORDI- NES, MUÑOZ, 1990c, 71-79; BLANCO JIMÉ-
LLO, BLANCO, 1987, 58). La segunda, con NEZ, 1991, 78-81)– y residenciales (SÁENZ
dirección NO-SE, continuaría la dirección GÓMEZ, 1993, 11-16). De este modo, la
establecida por el quinto columbario, para necrópolis romana de Cádiz sería mucho
dirigirse en sentido diagonal hacia Puntales, más extensa que la fenicio-púnica, ubicada
seguramente a través del sector delimitado también en estos terrenos (GARCÍA, MAR-
por la C/ Tolosa Latour (PERDIGONES, MU- TÍNEZ, MORGADO, 1995, 49).
ÑOZ, 1990c, 71-79) y la C/ Brunete (PERDI-
GONES, MUÑOZ, 1990b, 91-94), en cuyas
cercanías fueron excavados unos 80 enterra- 3.2. RECINTOS FUNERARIOS
mientos, la mayoría de inhumación adscri-
La práctica de señalar el locus sepulchri me-
tos a época tardía, y varios columbarios.
diante simples cipos de madera o recintos
La necrópolis romana ocuparía, por tan- de obra, fruto, entre otras causas, de proble-
to, una franja alargada de terreno de unos mas legales y de enajenación de terrenos fu-
dos kilómetros de longitud (GENER, PAJUE- nerarios, ha sido recientemente revisada por
LO, 2002, 45), distancia existente entre las D. Vaquerizo (2001a, 168-205), quien, ade-
Puertas de Tierra y el estadio Ramón de Ca- más de hacer un recorrido por el significado
rranza, con una especial concentración de y evolución de este tipo de manifestaciones
hallazgos advertida hasta los alrededores de tan extendidas en la zona occidental del Im-
la Avenida de Portugal (GARCÍA, MARTÍNEZ,
MORGADO, 1995, 49). La función funera- 12
| En el solar de Varela aparecieron huellas de
ria compartió terreno con otras actividades cultivos, que posteriormente fueron ocupados por en-
como las agrícolas12 (PERDIGONES et alii, terramientos (GENER, PAJUELO, 2002, 45).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 169


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA

perio, lleva a cabo la primera catalogación toda seguridad, a recintos funerarios ubica-
y sistematización sobre el tema en Colonia dos en los principales sectores de necrópo-
Patricia. lis, poniendo de manifiesto que se trata de
una de las prácticas más extendidas desde
La existencia en la antigua Córdoba
época tardorrepublicana, aunque con un de-
romana de acotados funerarios era ya co-
sarrollo máximo durante el período altoim-
nocida gracias a los testimonios epigráficos
con indicación de la peditura, que nos ilus- perial (RUIZ OSUNA, 2005). Consisten, en
tran acerca de recintos con unas superficies general, en estructuras a cielo abierto con
variables entre los 12 x 12 y 20 x 20 pies cimentación de cantos rodados o mampos-
(144 y 400 pies cuadrados, respectivamen- tería y alzado de adobe, tapial o sillería (VA-
te) (Tabla 1). Las medidas resultan algo in- QUERIZO, 2002, 171).
feriores con respecto al resto de Hispania, En el resto de capitales conventuales re-
pero similares a las localizadas en Roma, lo sulta extremadamente difícil la localización
que ha sido interpretado como el resultado de estructuras de este tipo, siendo pocos
de una posible parcelación en lotes de los los casos en los que se han documentado
terrenos funerarios muy necesaria en una de manera fidedigna recintos funerarios,
ciudad capital de Conventus y Provincia, propiamente dichos. Así por ejemplo, su
con evidentes problemas de superpoblación ausencia resulta casi total en Cádiz, donde
que se traducirían en la falta de suelo para entre las más de 700 inscripciones funera-
enterramientos13 (VAQUERIZO, 2001a, 177; rias conservadas, se desconoce cualquier
2002, 168). Las últimas intervenciones ar- referencia a las típicas fórmulas alusivas a
queológicas llevadas a cabo en la ciudad la delimitación del locus sepulchri. Tan sólo
han permitido documentar gran cantidad tenemos noticias relativas a los restos de un
de restos materiales pertenecientes, con muro en ángulo, construido en opus incer-
tum, descubierto en la C/ General Ricardos,
13
| A este modelo nos remiten los hallazgos de ca- 5 y 7 (PERDIGONES, GORDILLO, BLANCO,
rácter arquitectónico descubiertos por Enrique Rome-
ro de Torres en el “Camino Viejo de Almodóvar” (RUIZ
1987, 55-61). En su interior albergaba dos
OSUNA, 2005a, 79-104), así como otros excavados re- cistas de inhumación, pertenecientes a sen-
cientemente en la ciudad, caso del solar intervenido en dos enterramientos infantiles, lo que podría
Avda. de las Ollerías bajo la dirección de Agustín López, corroborar la existencia de espacios de uso
a quien agradecemos la información oral transmitida. diferencial en las necrópolis gaditanas, de-
14
| En Córdoba contamos con un caso similar limitado en este caso mediante un muro de
documentado en la C/ El Avellano, 12-13, que puso al
descubierto un área funeraria, probablemente delimi-
obra14.
tada por un muro en opus quadratum con cimentación Recientes hallazgos permiten plantear
de mampuesto (PENCO, 1998, 64; 2000, 84), inter-
pretada como un sector de necrópolis perteneciente a
que esta función acotadora pudo ser asumi-
una asociación familiar o collegium. Así se deduce de la da por alineaciones de ánforas localizadas
adopción de ritos de enterramientos bastante unifor- en la playa, que habrían actuado como au-
mes, entre los que destacan las inhumaciones de niños ténticos marcadores del espacio funerario
en urnas de cerámica o ánforas, (VAQUERIZO, 2001a, (GENER, PAJUELO, 2002, 45). En espera de
192, nota 113) y el hallazgo de inscripciones funerarias
pertenecientes, en todos los casos, a personajes de baja
que próximas publicaciones den a conocer
condición social y origen griego (PENCO, 1998, 70; los resultados de las últimas intervenciones
VENTURA, 1998, 72-77). urbanas, la única referencia hallada nos re-

170 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

mite a un descubrimiento en la C/ Acacias explicarse por el uso de elementos de natu-


(PERDIGONES et alii, 1987, 42-43), concre- raleza deleznable, por ejemplo, de tipo ve-
tamente, un grupo de ánforas ordenadas en getal, difíciles de detectar17. En esta línea
dirección Norte que, distribuidas en dos filas se dirigen las hipótesis planteadas para la
superpuestas, formaban un pequeño escalón necrópolis excavada en el solar de las ca-
de 6 y 9 piezas, respectivamente. Todas las lles Gallos, 23 – Butrón, 25 (RODRÍGUEZ,
que componían la parte superior aparecie- RODRÍGUEZ, 2003, 149-182), muy cerca-
ron seccionadas intencionadamente a la al- no a la conocida Puerta del Osario, en la
tura del arranque del cuerpo, lo que podría que fueron descubiertos un total de cuatro
asociarlas con algún depósito ritual; sin em- enterramientos de época altoimperial, la
bargo, sus excavadores las identificaron con mayoría elaborados mediante obra lateri-
una obra destinada a la contención de una cia. Entre las tumbas denominadas B y D,
duna o a la nivelación de una superficie on- y paralelo a las mismas, fue detectado un
dulada15 (PERDIGONES et alii, 1987, 43). nivel de sedimento, compuesto de tierra os-
cura y cenicienta, con un desarrollo longi-
La escasa referencia a recintos funera- tudinal en planta. Características que han
rios vuelve a repetirse en el caso hispalense, permitido su identificación con los restos
donde eran completamente desconocidos de una sucesión de arbustos o arbolillos,
hasta el reciente descubrimiento de una que habrían servido de separación entre
inscripción procedente de la Carretera de ambos enterramientos (RODRÍGUEZ, RO-
Carmona16 (Fig. 4a) (ORDÓÑEZ AGULLA, DRÍGUEZ, 2003, 178).
2005, 249-251). Se trata del fragmento de
una placa de gran formato elaborada en ca- 15
| En este sentido, cabe destacar un reciente ha-
liza micrítica, con unas dimensiones aproxi- llazgo en la capital cordobesa en el que un grupo de
madas de 20.5 x 9.5 x 7 cm, similar, por ánforas superpuestas, seccionadas por su eje central y
tanto, a las descubiertas en Córdoba (RUIZ completamente vacías, parecían conformar los límites
OSUNA, 2005b). La pieza ha llegado en bas- de un recinto funerario, en cuyo interior han sido exca-
vadas diversas cremaciones. Agradecemos la informa-
tante mal estado de conservación, de forma ción a Agustín López.
que únicamente permite vislumbrar parte 16
| Tenemos constancia de otra inscripción reco-
del cognomen de la difunta –Helena– y de la gida en una colección sevillana (CILA II.1, 108, Fig.
fórmula in fronte pedes / in agro pedes, no 44), pero de procedencia desconocida, por lo que no
pudiéndose precisar sus medidas. El hecho podemos asegurar su origen hispalense. Se trata de una
placa de gran formato y grosor, que hace referencia a
de ser una placa de cierto grosor indicaría un recinto de 120 pies cuadrados. La paleografía permi-
su colocación en una fábrica de obra, proba- te datarla en el siglo I d.C.
blemente ubicada en un sector de prestigio 17
| Así, debemos tener en cuenta las teorías que
de la Necrópolis Septentrional, próximo a la sugieren la existencia de cepotaphia, es decir, complejos
via Augusta en su salida hacia Colonia Patri- funerarios conformados por huertos y jardines rodeados
cia. Se confirmaría, así, el uso de esta prác- de muros y estructuras para el culto, con base en los
restos de estructuras constructivas, ornamentales e hi-
tica funeraria en la capital sevillana desde al dráulicas usualmente interpretadas como villae subur-
menos el siglo I d.C., momento en el que se banae (ORDÓÑEZ, 2002, 29). Esto explicaría, según S.
fecha la inscripción. Ordóñez (2002, 29), la ausencia de restos arqueológi-
cos de carácter funerario de muchas intervenciones en
Tal vez, la exigua documentación de la ciudad, así como la presencia de maceria y restos de
acotados funerarios en esta ciudad pueda infraestructuras hidráulicas.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 171


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA

CIL II²/5 1174 Iglesia de San Francisco In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1189 Écija In fronte pedes / In agro pedes 25 x 20 (500 pies)
CIL II²/5 1190 Iglesia de San Francisco In fronte pedes / In agro 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1197 Écija In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1201 C/ de la Paloma In fronte pedes / In agro pedes ? x 13
CIL II²/5 1204/ 1205/1206 Cerro del Burro In fronte pedes / In agro pedes 15 x 15 (225 pies)
CIL II²/5 1207 Écija In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1208 Necrópolis Oriental In fronte pedes / In agro pedes 15 x 12 (180 pies)
CIL II²/5 1224 Afueras de Écija Locus in fronte pedum / In agro pedum 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1228 Afueras de Écija In fronte pedes / In agro pedes 15 x 13 (195 pies)
CIL II²/5 1232 Iglesia de la Santa Cruz In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1234/1235 Écija In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1238 Écija In fronte pedes / In agro pedes 12 x 20 (240 pies)
CIL II²/5 1242 Afueras de Écija In fronte pedes / In agro pedes 10 x ?
CIL II²/5 1253 C/ de la Cintería In fronte pedes / In agro pedes 13 x 10 (130 pies)
CIL II²/5 1254 Iglesia de San Francisco In fronte pedes / In agro pedes 12 x 20 (240 pies)
CIL II²/5 1256 Necrópolis Oriental 10
CIL II²/5 1285 Cortijo Benavides In fronte pedum / In agro pedum 17 x 16 (272 pies)
CIL II²/5 1286 Cortijo Benavides In fronte pedum / In agro pedum 16 x 16 (256 pies)
CIL II²/5 1291 Écija In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)

TABLA 2. Indicaciones superficiales de loci sepulturarum documentados hasta la fecha en Écija.


Elaboración propia.

El caso astigitano18 es, sin lugar a du- ángulos que conformaban el locus sepulchri.
das, el más destacado de los aquí analizados, Así se deduce de las tres inscripciones con
ya que, aunque al igual que el resto aún no semejante texto alusivas a un recinto de XV
ha proporcionado recintos con característi- pies de lado perteneciente a Cornelia Paulla
cas similares a los cordubenses, su práctica (CIL II²/5 1204, CIL II²/5 1205, CIL II²/5
se conoce gracias al nutrido conjunto de ins- 1206), procedentes del Cerro del Burro, a
cripciones funerarias con referencia a la pe- unos 2 km al Este de Écija. Otro caso pare-
ditura. Se trata, en su mayor parte, de estelas cido es el del recinto destinado a Faustus,
de gran tamaño19 realizadas en piedra local liberto de Lucius Nonius (CIL II²/5 1234,
(caliza o calcarenita), con la parte superior CIL II²/5 1235), con unas dimensiones de
redondeada y el marco epigráfico rehundi- XII pies in fronte y X in agro, que al igual que
do en forma de hornacina. Si bien ninguna el anterior fue localizado en la Necrópolis
ha sido hallada in situ, debieron colocarse Oriental. En este caso, sólo se han conser-
a modo de hito en cada uno de los cuatro vado dos estelas, lo que podría indicarnos
su ubicación en la fachada del recinto, lugar
18
más lógico para su lectura, normalmente
| Una reciente revisión de los recintos astigita-
nos en VAQUERIZO, 2002b, 169 ss.; VAQUERIZO, GA- abierto a la vía principal.
RRIGUET, VARGAS, 2005, 48 ss. La existencia de recintos de obra podría
19
| Con alturas cercanas a los 170 cm (CIL II²/5
1238), anchuras superiores a los 73 cm (CIL II²/5
quedar confirmada gracias a la inscripción
1206) y grosores que van desde los 19 cm (CIL II²/5 CIL II²/5 1189 (Fig. 4b), pues su formato,
1228) a los 34 cm (CIL II²/5 1291). un gran bloque paralelepípedo (60 x 46 x 30

172 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

cm), lo pone en relación con una construc- (CIL II²/5 1285, CIL II²/5 1286), de la tribu
ción de gran tamaño, tal como confirman las Papiria, enterrados en sendos recintos con
medidas a las que hace referencia (las más superficies muy superiores a los vistos con
impresionantes hasta la fecha documenta- anterioridad (272 y 256 pies, respectiva-
das en Astigi). Esto explicaría las caracte- mente). Su hallazgo en el Cortijo Benavi-
rísticas tectónicas del epitafio, acordes con des, a unos 3.5 km de Écija, nos revela la
una obra de magnas dimensiones necesaria existencia de un terreno funerario de pro-
para salvaguardar los 500 pies que confor- bable carácter privado, asociado tal vez con
maban el locus sepulturae. Sin embargo, el alguna villa vinculada a esta familia. De esta
recuerdo de las estelas se mantiene latente forma, quedarían exentos del cumplimiento
en el surco labrado en la cara principal del de las normas municipales en cuanto a la
bloque, que imita su perfil y sirve a la vez de limitación de espacio funerario, costeándo-
marco a la dedicatoria funeraria. se construcciones más acordes con su alto
status social y económico. Así, resulta de es-
La fórmula más repetida entre las ins- pecial interés el hecho de que gran parte de
cripciones astigitanas es la ya conocida in las inscripciones funerarias de gran forma-
fronte pedes / in agro pedes (Tabla II), que to, sobre todo los bloques paralelepípedos
hace referencia a medidas englobadas entre alusivos a personajes de alto rango social20,
los 120 pies, las más habituales, y los 500 hayan aparecido dispersas por los terrenos
pies, antes referidos. De nuevo, nos encon- del antiguo ager astigitanus. Tal ocurre con
tramos con medidas reducidas y standar, la CIL II²/5 1284 que, hallada en el Cortijo
propias de ciudades con una gran población de Fuente de los Santos (a unos 20 km de
y poco terreno para satisfacer las necesida- la localidad), se refiere a un centurión de la
des funerarias, lo que obligaría a las entida- tribu Papiria, que fue enterrado junto con
des públicas a la planificación previa de los otros parientes, poniendo de manifiesto la
espacios sepulcrales (VAQUERIZO, 2002b, existencia de grandes complejos familiares,
169-171). Esto es perfectamente observable como ya habíamos señalado para los herma-
en las Necrópolis Oriental y Occidental, con- nos Virrii. Parece que la erección de tumbas
formadas en torno a la via Augusta a su paso a las afueras de la ciudad fue la tendencia
por la ciudad, de donde proceden la mayoría a seguir por algunas de las familias más
de los ejemplos catalogados. Esta importan- importantes de la Écija romana, las cuales
te vía de comunicación habría ejercido de elegirían terrenos privados asociados a villae
foco de atracción para el mundo funerario –base de su riqueza– para erigir estas mag-
y su consabido carácter de autorrepresenta- nas construcciones21.
ción, de ahí la necesaria parcelación en lo-
tes, con medidas que abarcan desde los 120
20
hasta los 225 pies, en dirección Corduba; y | Normalmente miembros de familias importan-
desde los 120 hasta los 144 pies, en la salida tes tales como la Virria (CIL II²/5 1285, CIL II²/5 1286),
Lucia (CIL II²/5 1225), Mancina (CIL II²/5 1231), Titu-
hacia Urso e Hispalis. cia (CIL II²/5 1288) y Petronia (CIL II²/5 1291), o per-
No ocurre igual con otros casos prove- sonajes pertenecientes a las tribus Galeria y Papiria (CIL
II²/5 1225, CIL II²/5 1231, CIL II²/5 1284).
nientes de terrenos alejados del casco his- 21
| Algunos de los hallazgos más interesantes
tórico, como los concernientes a los herma- en lo que a arquitectura funeraria se refiere proceden
nos L. Virrius Fides y L. Virrius Senecionus igualmente de los alrededores de la ciudad. Este es

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 173


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA

3.3. MONUMENTA ventuales de la Bética (vid. supra), resulta


especialmente significativa la ausencia prác-
El reciente estudio acerca del proceso de ticamente total de restos de carácter monu-
monumentalización experimentado por mental. Entre las principales causas de este
las áreas funerarias en Colonia Patricia ha fenómeno hemos de tener en cuenta la alea-
permitido el establecimiento de una prime- toriedad de los hallazgos, que siempre nos
ra tipología, no dogmática, de los modelos conduce a una visión sesgada de la realidad
arquitectónicos detectados en la antigua pasada; así como las consecuencias del de-
urbe (RUIZ OSUNA, 2005b). En la mayoría venir histórico de los distintos asentamien-
de los casos se trata de construcciones en tos, que implica continuos crecimientos y
opus quadratum y recubiertas, a partir de retraimientos de sus cascos históricos. Así,
época julio-claudia, con revestimientos mar- por ejemplo, la ampliación de los recintos
móreos (MÁRQUEZ, 2002, 236). Se observa amurallados, tanto en época imperial como
una fuerte dependencia de modelos itálicos, durante el período medieval, habría absorbi-
entre que los que destacan los edificios de do gran parte de los restos funerarios más
planta circular (túmulos o tholoi), las cáma- cercanos a la ciudad, precisamente los más
ras de carácter subterráneo o semisubterrá- monumentales. A esto debemos añadir el
neo, con escasos paralelos en el resto de His- proceso de saqueo y aprovechamiento de
pania, así como los monumentos en forma materiales, que convirtieron a estas edifi-
de altar y de tipo edícola. A los que habría caciones en auténticas canteras, tal como
que sumar otros, imposibles de precisar, que demuestra el hallazgo de inscripciones fune-
únicamente han conservado las plataformas rarias en el teatro romano de Cádiz (LÓPEZ,
de opus caementicium de sus cimentaciones. RUIZ, 1995, 104, nº 272) o su reutilización,
De gran importancia resulta el hallazgo de junto a sillares decorados con molduras es-
una cupa monolítica, uno de los pocos casos tucadas, en cistas de inhumación de épo-
documentados en Baetica. Toda una serie de ca bajoimperial (PERDIGONES, MUÑOZ,
vestigios que nos permiten trazar unas tipo-
MARCOS, 1990, 40; SÁENZ GÓMEZ, 1993,
logías arquitectónicas básicas, con rasgos
13). Por último, es preciso aludir a otras
estilísticos y cronológicos, hasta hace poco
cuestiones de índole natural, como la subi-
desconocidas para la ciudad, cuyo valor se
da del nivel freático en la capital sevillana
incrementa al comprobar que en la mayoría
(ORDÓÑEZ, ORDÓÑEZ, 2003, 155), que
de los casos reproducen los propios modelos
ha influido negativamente en la conserva-
de las necrópolis más monumentales del Im-
ción de los restos funerarios romanos y ha
perio (RUIZ OSUNA, 2005b; VAQUERIZO,
impedido, en muchas ocasiones, agotar las
2001b, 131-160; 2002, 143-200).
estratigrafías.
Tras un primer acercamiento a la topo-
grafía funeraria del resto de capitales con-
3.3.1. EVIDENCIAS EPIGRÁFICAS
el caso de la estela funeraria descubierta en el Cerro La presencia de monumentos funerarios en
de las Balas (DURÁN, PADILLA, 1990, Fig. 15.5) y el la Bética queda comprobada epigráficamen-
fragmento de friso dórico, asociado a un monumento
de tipo edícola, procedente de la cercana localidad de
te gracias al uso del término monumentum
El Guijo (BELTRÁN FORTES, ORDÓÑEZ, 2004, 233- o de fórmulas testamentarias como hoc mo-
255). numentum heredem sequetur / hoc monu-

174 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

mentum heredem non sequetur, destinadas a Lamentablemente, desconocemos cualquier


garantizar la continuidad de la tumba y su referencia con respecto al formato y proce-
integridad. Resulta de gran interés compro- dencia de estas inscripciones, aunque es de
bar que los casos documentados en Colonia suponer su ubicación en terrenos próximos
Patricia (CIL II²/7 288, CIL II²/7 532, CIL al recinto amurallado o a las principales vías
II²/7 552, CIL II²/7 402, CIL II²/7 307) apa- de comunicación. Así se comprueba en el
recen de forma exclusiva en placas de gran único ejemplo documentado en la necrópolis
formato, corroborando su pertenencia a gaditana, procedente del en torno de la igle-
grandes sepulcros de obra, fechados gene- sia de San José, próximo a la via Augusta y a
ralmente en el siglo I d.C. A estas mismas 1 km de distancia con respecto a las Puertas
características responde el único caso co- de Tierra, que pone en evidencia la existen-
nocido para la capital hispalense (CILA II.1, cia de conjuntos monumentales en sectores
132, Fig. 58), de procedencia desconocida, bien alejados del núcleo poblacional23.
en el que se hace referencia a dos perso- En cambio, la mayoría de las concesio-
najes, uno de ellos perteneciente a la tribu nes funerarias de carácter público presentes
Galeria, enterrados en momentos distintos en Colonia Patricia aparecen recogidas en
–entre principios del Imperio y mediados del bases para estatuas (CIL II²/7 290, CIL II²/7
siglo I d.C.–, lo que nos ilustra acerca del 302 y CIL II²/7 306), algo lógico si tenemos
mantenimiento de este tipo de estructuras, en cuenta que éste era el medio propio para
de probable carácter familiar o pertenecien- la representación de las elites, tanto en el
tes a cualquier otro tipo de asociación fu- ambiente público como en el doméstico
neraria22. (STYLOW, 2002, 358). Pero lo cierto es que
son pocos los restos escultóricos adscritos
De otro lado, los honores de carácter
con seguridad al mundo funerario, siendo
póstumo, otorgados por el Ordo de la ciu-
en epigrafía todavía inferiores, por lo que
dad a determinados personajes beneméri-
tos, consistían, grosso modo, en sufragar
parte de los gastos funerarios, siendo los 22
| Placa de mármol gris, de (29.5) x (32) x 5
más habituales el locus sepulturae, los fune- cm, enmarcada por una moldura en forma de estrecha
ris impensa, la laudatio y la statua. Así lo gola.
23
demuestran las inscripciones funerarias en | De aquí procede una inscripción funeraria
referida a un sevir, de la tribu Galeria (GONZÁLEZ,
las que se hacían grabar tales distinciones 1982), además de otras en las que se hace alusión a
para su exposición y reconocimiento públi- libertos de una misma familia (GONZÁLEZ, 1982; LÓ-
co, convirtiéndose en un valioso medio de PEZ, RUIZ, 1995), enterrados en momentos distintos,
autorrepresentación social. Este es el caso lo que nos ilustra sobre la existencia de tumbas colec-
tivas. Destaca también la excavación de la cercana C/
de Q. Iunius Venustus (CILA II.1, nº 34), de
Escalzo, en la que se pusieron al descubierto cuatro
la tribu Quirina, a quien el Ordo Romulensis sepulturas de incineración, una de ellas con un ajuar
otorgó no solo el lugar de la sepultura, los compuesto por una veintena de piezas de cristal de roca
gastos funerarios y la laudatio pública, sino y ámbar datado en época julio-claudia (PÉREZ, 1999,
también el título póstumo de Decurión; o el 30, nota 105), así como la inscripción monumental de
Secundilla Mnester, de época augustea y procedente de
de P. Valerius Gallus (CILA II.1, nº 36), que la Avda. Ana de Viya (LÓPEZ, 1999, 30, nota 101), que
recibió 500 sestercios para un espectáculo nos ilustran acerca de un temprano desarrollo funera-
de gladiadores, entre otras concesiones. rio monumental en este sector alejado de la ciudad.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 175


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su presencia tal vez pueda intuirse en aque- 1166); P. Numenius Martialis, sevir (CIL II²/5
llas inscripciones honoríficas que no eran 1164); y Caecilia Trophime, junto a su ma-
sufragadas por los órganos públicos, sino rido Caecilio Silón, posibles libertos enrique-
por familiares o privados (STYLOW, 2002, cidos (CIL II²/5 1165). La cuestión es que
359). Este es el caso de una base de mármol si donaron 100 libras de plata para costear
procedente de Astigi y dedicada a M. Iulius unas estatuas que serían expuestas en el foro
Hermesianus, diffusor oleario (CIL II²/5 de la ciudad, qué no habrían dispuesto para
1180), por su hijo y su nieto, los cuales la sus propias sepulturas. Podríamos inferir, así,
colocaron, según reza la inscripción, en el que los astigitanos prefirieron conservar es-
lugar que había designado para tal ocasión tas ostentosas acciones para la vida pública,
el Ordo de la ciudad. Se trata de una inscrip- optando en la intimidad por manifestaciones
ción honorífica post mortem, pero ¿colocada mucho más sobrias y discretas, lo que expli-
en un lugar público de la ciudad o en la tum- caría los pocos vestigios de monumentaliza-
ba del protagonista? El hecho de presentar ción funeraria localizados en la ciudad. Pero
molduras prominentes en todos sus lados ex- creo más acertado, en línea con lo defendi-
cepto el trasero indica su disposición delan- do anteriormente, proponer la ubicación de
te de una pared o su colocación al interior sus tumbas en terrenos de propiedad privada
de algún edificio, y no en el espacio abierto ubicados a las afueras de la ciudad. El miedo
de una plaza. Además, ya hemos destacado al olvido les habría impulsado a emprender
el locus sepulturae entre los principales ho- dedicaciones públicas en el foro de la ciudad,
nores funerarios concedidos por parte de las a la vista de todos sus conciudadanos, como
entidades públicas, lo que sumado al carác- medida para salvaguardar su recuerdo y el de
ter familiar del homenaje podría corroborar su familia.
su ubicación en el terreno privado de índole
Desde siempre, la investigación arqueo-
funeraria destinado al difunto.
lógica ha venido prestando suma atención
En esta misma ciudad se conserva un al hallazgo y análisis de las inscripciones
interesante conjunto de inscripciones con funerarias de grandes dimensiones –bloques
características formales semejantes, proce- paralelepípedos y placas de gran formato–,
dentes probablemente del mismo taller, en indicativas en cualquier caso de su ubica-
las que personajes de cierta relevancia social ción originaria en construcciones de obra.
costean la elaboración de diversas estatuas Aunque la mayoría presentan letras de gran
sagradas (BELTRÁN, VENTURA, 1992-1993, altura, lo que nos ilustra sobre su coloca-
373-389). Su localización en la iglesia de San ción elevada, resulta imposible determinar
Francisco, reutilizadas en sus muros, confir- su lugar exacto de colocación, que podía
maría su procedencia del foro de la ciudad, ser el muro exterior de un sepulcro, la puer-
localizado en las inmediaciones (SÁEZ et alii, ta de entrada o alguna estructura interior
2004, 36-49). Se trata en todos los casos de (STYLOW, 1995, 224). La mayoría de estos
disposiciones testamentarias en las que no se soportes están elaborados con piedras loca-
produjo la deducción de la vigésima parte a les (calcarenita y arenisca), característica
los herederos, lo cual incide en el alto status propia de los monumenta de la Baetica. El
económico de los personajes, a saber: Aponia mármol se documenta en pocas ocasiones,
Montana, sacerdotisa de Augusto (CIL II²/5 destacando un fragmento recientemente

176 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

descubierto en la Carretera de Carmona


(Sevilla) (Fig. 4d) (ORDÓÑEZ AGULLA,
2005, 249-251), el cual presenta en su cara
frontal parte de una cyma reversa y el arran-
que de una guirnalda que decoraría la mitad
inferior del bloque. El hecho de presentar la
parte trasera completamente desbastada, así
como la presencia de una huella de anclaje
en el lateral derecho, corroboran su perte-
nencia a una construcción de obra, fechada
en época julio-claudia o segunda mitad del
siglo I d.C. Un momento ciertamente tem-
prano si tenemos en cuenta que la mayoría
de bloques paralelepípedos elaborados en
mármol proliferan a partir del siglo II d.C.,
cuando el comercio de este lujoso material
estaba mucho más extendido24.
Largas listas de nombres pueblan la ma-
yoría de casos pertenecientes a estas tipolo-
gías, en ocasiones alusivas a miembros de una GRÁFICO 1. Presencia de bloques
misma familia, lo que implica la existencia de paralelepípedos y placas de gran formato
grandes terrenos y construcciones colectivas en las capitales conventuales de la Baetica.
en las que albergar a tanto difunto. Así se de- Elaboración propia.
muestra en la inscripción astigitana referida
a tres probables libertos de la gens Manilia Aunque gran parte de los ejemplos do-
(CIL II²/5 1232) (Fig. 4c), cuyos nombres cumentados han aparecido completamen-
aparecen inscritos en el tercio superior de la te descontextualizados, es de suponer una
placa y que formarían parte de algún colle- procedencia próxima a las principales vías
gium o asociación funeraria, con un terreno de comunicación, lugar más apropiado para
de 120 pies para enterrar a sus miembros.
Igualmente, podemos destacar el hallazgo 24
| Sin duda, en el caso sevillano influyó su cerca-
en las proximidades de la Fábrica de Tabacos nía con respecto a las minas de Almadén de la Plata.
25
(Sevilla) de una placa de mármol negro en la | Tal vez, procedente de alguno de los sepulcros
o hipogeos de los que nos ilustra Collantes de Terán en
que figuran tres libertos de la familia Firmia25
su Catálogo (1951).
(CILA II.1, nº 67, Fig. 28). Con base en esto, 26
| Así sucede con Córdoba, donde se sugiere que
sería lógico pensar que las inscripciones fu- los Annaei pudieron escoger como área sepulcral el
nerarias de los libertos de una misma familia barrio de El Brillante (CIL II²/7 406), en la Necrópo-
podrían indicarnos la ubicación de la tumba lis Septentrional, y muy cercanos a ellos los Fannii, en
de su patrono, método por el cual podríamos la Huerta de Machaco, actual barrio de San José (CIL
II²/7 458). Por su parte, las familias Calpurnia (CIL
detectar el lugar de enterramiento, aún des- II²/7 432) y Maria (CIL II²/7 441) se situarían en la
conocido, de las más importantes familias de Necrópolis Oriental, cercanas a la llegada en este punto
la Bética, aún no localizadas26. de la ciudad de la via Augusta (RUIZ OSUNA, 2005b).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 177


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cumplir con las consabidas reglas de accesi- en los materiales depositados en el Museo
bilidad, visibilidad y memoria, tal como se Histórico Arqueológico de Écija, las únicas
comprueba en el caso de Colonia Patricia o noticias que conocemos acerca de vestigios
en la CIL II²/5 1178, descubierta en a la sa- monumentales de carácter funerario en la
lida de Astigi en dirección a Urso. ciudad nos remiten a una cimentación descu-
Cronológicamente, los bloques parale- bierta en la C/ San Juan Bosco (RODRÍGUEZ,
lepípedos se definen como las manifestacio- NÚÑEZ, 1987, 401-402, Fig. 6). Ésta presen-
nes epigráficas más antiguas de la Bética, taba una planta cuadrangular, tendente a la
presentes desde época tardorrepublicana27, rectangular, de 3.40 x 4.30 m, con el eje ma-
cuya máxima difusión, junto a las placas de yor orientado en dirección E-O. La estructura
gran formato, se produce en época augustea se componía de 5 tongadas de opus incertum,
y sobre todo en el siglo I d.C. Pero algunos que al no presentar mechinales debió reali-
ejemplos (CIL II²/5 1255; CIL II²/7 389) zarse practicando un pozo con las medidas
perduran hasta fechas tardías, lo que confir- indicadas, colmatándose posteriormente con
maría el mantenimiento de estructuras fu- sucesivos rellenos. En la cara superior no se
nerarias monumentales hasta principios del apreciaron improntas de ningún tipo de apa-
siglo III d.C., dato de especial importancia si rejo, así que la construcción superior (sillares
tenemos en cuenta que a partir de este mo- o ladrillos) debió disponerse a hueso sobre la
mento se produce de forma generalizada en cimentación (RODRÍGUEZ, NÚÑEZ, 1987,
todo el Imperio el retraimiento de la riqueza 402). Las características de la construcción
funeraria hacia el interior de las sepulturas. y su cercanías al lienzo occidental del recinto
Se trata, pues, de un fenómeno bien co- amurallado, cerca del arroyo del Matadero,
nocido y extendido en toda la Bética, adscri- sobre el cual discurría la via Augusta a su
to principalmente a las clases sociales más salida de la ciudad, han permitido plantear
elevadas, aunque con una importante dife- su interpretación como los restos de un posi-
rencia representada por el número de ejem- ble monumento turriforme28 (RODRÍGUEZ,
plares conservados en Colonia Patricia, muy NÚÑEZ, 1987, 402).
superior al resto (Gráfico 1).
3.3.3. COLUMBARIA
3.3.2. MONUMENTOS TURRIFORMES
El columbario representa una de las formas
En espera de que análisis más exhaustivos de enterramiento típicas de Roma, propia
sobre decoración arquitectónica profundicen de las masas populares metropolitanas, que
de esta forma podían disponer de un sepul-
27
| Así se manifiesta en los epígrafes de Abullius cro a bajo precio (HESBERG, 1994, 95). Se
Numerius Chriestus (CIL II²/7 396) y su liberta (CIL trata en general de estructuras soterradas,
II²/7 397), y en el perteneciente a una esclava de la aunque con una parte de la construcción
familia Murria (RUIZ OSUNA, 2005b), todos ellos loca- emergente en superficie, en cuyo interior
lizados en la antigua Colonia Patricia.
28
se disponían un número variado de nichos
| Otra posibilidad es la que sugiere su interpre-
tación como los restos de un posible arco honorífico,
(loculi), dispuestos en filas, para acoger las
ubicado a la salida de la ciudad (RODRÍGUEZ, NÚÑEZ, urnas de los difuntos. Por tanto, fue una
1987, 402). modalidad constructiva relacionada con el

178 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

FIG. 5 a y b) Columbario y enterramientos en cista de la necrópolis gaditana localizada en la C/


General Ricardos, 5-7, a partir de PERDIGONES, GORDILLO, BLANCO, 1987, 55-58, LÁM. I y II c)
Interior del columbario de la C/ Brunete, a partir de PERDIGONES, MUÑOZ, 1987, 91, LÁM. 2.

desarrollo de la cremación. Normalmente, RO, 1927), Avda. López Pinto31, C/ Acacias32


presentan un aspecto exterior sencillo, sin (PERDIGONES et alii, 1987, 42), C/ Juan Ra-
ningún tipo de carga decorativa, hasta épo-
ca augustea, momento en el que se trans- 29
| Enterramientos colectivos de este tipo de-
forman en auténticos monumentos, como bieron proliferar en Colonia Patricia, que albergarían
los pertenecientes a los libertos de la casa el abundante número de urnas funerarias (de plomo,
imperial o de las más importantes familias piedra, terracota, cerámica o vidrio) e inscripciones de
pequeño formato conservadas en el MAECO (VAQUERI-
senatoriales (HESBERG, 1994, 98). ZO, 2001b, 132; RUIZ OSUNA, 2005b).
30
Cádiz es hasta la fecha la única capital | Columbario de 15 niños pequeños descubierto
por P. Quintero (1927), del que únicamente conocemos
conventual que ha proporcionado estruc- el hallazgo de dos inscripciones funerarias referidas a
turas de este tipo, de las que desgraciada- Pyramus y Auctus.
mente sabemos poco ante la ausencia de 31
| Referencia a un columbario descubierto du-
publicaciones29. Su localización se constata rante las excavaciones del Museo de Cádiz (inédito).
32
desde las excavaciones de P. Quintero de | Fue documentada la esquina de un recinto
que posiblemente perteneciera a un columbario. El
primera mitad del siglo XX hasta la actua- muro era de sillarejo y se encontraba roto por una fosa
lidad, destacando los descubiertos en la C/ moderna. Se recogieron dos lápidas funerarias, per-
Torre, esquina con Sacramento30 (QUINTE- tenecientes a Acurius Cilo, hijo de Sextus y a Baebia

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 179


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món Jiménez33 (PERDIGONES et alii, 1987, se ha conservado parte del estuco que los
51), Avda. de Andalucía34 (PERDIGONES, recubría, tanto al exterior como al interior
TROYA, MUÑOZ, 1987, 73) o los aparecidos (incluido el pavimento), y que les confe-
durante las obras de alcantarillado llevadas ría un acabado más cuidado. El acceso a
a cabo entre la C/ Ferrocarril y la C/ Bru- los mismos se hacía mediante una puerta
nete, muy próxima a las Puertas de Tierra35 abierta indistintamente en uno de los la-
(Fig. 5c) (PERDIGONES, MUÑOZ, 1990, terales36, la cual quedaba completamente
93). Pero, sin lugar a dudas, el conjunto más sellada al exterior, tal como se documentó
sobresaliente es el de la C/ General Ricar- en uno de los columbarios de la C/ Gene-
dos (PERDIGONES, GORDILLO, BLANCO, ral Ricardos (PERDIGONES, GORDILLO,
1987, 55-58), que puso al descubierto un BLANCO, 1987, 55-58). En algunos casos,
número total de cinco de estas construccio- esta entrada contaba además con una serie
nes, concentradas principalmente en la mi- de escalones que daban paso a un corredor
tad occidental del solar (Fig. 5a). de acceso, a través del cual se llegaba a la
A pesar del mal estado de conservación cámara funeraria propiamente dicha (PER-
en el que nos han llegado los columbarios DIGONES, GORDILLO, BLANCO, 1987,
gaditanos, presentan características se- 55-58). En las paredes interiores de ésta
mejantes que los señalan como una de las es donde se ubicaban los loculi o nichos, de
prácticas más difundidas entre sus pobla- unos 35 x 45 cm (PERDIGONES, GORDI-
dores. Se trata de edificaciones de planta LLO, BLANCO, 1987, 55-58), destinados a
cuadrangular o rectangular, con medidas albergar las cenizas de los difuntos, y que
que van de los 4 a los 13,47 m². Presen- igualmente presentaban un revestimiento
tan muros construidos a base de piedra y de estuco. Se han llegado a contabilizar un
sillarejo unidos con argamasa, en los que máximo de 15 loculi para una misma cons-
trucción (QUINTERO, 1927), pero debido
a que la mayoría de los columbarios fueron
Ingenua, además de numeroso material cerámico tanto completamente saqueados desde antiguo
romano como moderno (PERDIGONES et alii, 1987, son pocos los datos de los que disponemos
42). a la hora de conocer los enterramientos
33
| Nos referimos a los restos de un columbario,
muy cercano al conjunto conservado en la C/ General
que se disponían en su interior; a saber:
Ricardos (PERDIGONES et alii, 1987, 51). materiales romanos revueltos con otros de
34
| Columbario de planta cuadrada (2 x 2 m), muy cronología moderna, urnas de cerámica y
destruido, con tres nichos en el frente y otros tres en el plomo, ungüentarios y monedas (PERDI-
lateral derecho. En su interior aparecieron esparcidos GONES et alii, 1987, 42), así como ins-
por el suelo fragmentos de urnas de plomo, de ungüen-
tarios de vidrio, agitadores, espátulas de hueso y una cripciones en placas de pequeño tamaño
urna de cerámica completa (PERDIGONES, TROYA, para ser encastradas en los nichos. Una vez
MUÑOZ, 1987, 73). completado el aforo previamente estable-
35
| Se trata de las tumbas 18, 22 y 23 cido, los enterramientos se llevaron a cabo
(PERDIGONES, MUÑOZ, 1990, 93).
buscando cualquier espacio libre dentro
36
| En ocasiones, la desviación de la puerta con del recinto. Así, se han documentado cistas
el eje central de la construcción nos ilustra acerca de
la búsqueda de intimidad para los difuntos enterrados
embutidas en las paredes o dispuestas bajo
en su interior (PERDIGONES, GORDILLO, BLANCO, el suelo de la construcción (PERDIGONES,
1987, 55-58). GORDILLO, BLANCO, 1987, 55-58). Por

180 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

FIG. 6 Enterramientos bajo bóveda de ladrillos.


a) Necrópolis de Puerta de Osario (Sevilla), a
partir de ORDÓÑEZ, ORDÓÑEZ, 2003, Figs.
3, 8, 10 y 11 b) Necrópolis de la Algodonera
(Écija, Sevilla), a partir de AGUILAR
CAMACHO, 2003, Lám. VI c) Alrededores
de Écija (Sevilla), a partir de MARTÍN,
FERNÁNDEZ, 2003, Lám. I.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 181


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último, el mal estado de conservación, im- filiación. Un grupo interesante nos remite
pide conocer con seguridad el tipo de cu- a las inscripciones halladas en el llamado
brición con el que contaron. Parece que los “columbario de la familia Argentilia” (QUIN-
restos de piedras caídas al interior (PER- TERO, 1927), en cuyo interior apareció una
DIGONES, GORDILLO, BLANCO, 1987, inscripción dedicada a una difunta de esta
55-58), así como el arranque de lo que se familia, de ahí su nombre. Sin embargo, el
ha interpretado como una bóveda de cañón resto de los enterrados no pertenece a la
en uno de los columbarios de la C/ Brunete misma gens37.
(PERDIGONES, MUÑOZ, 1990, 93), invitan
a pensar en una techumbre sólida.
3.3.4. ENTERRAMIENTOS BAJO BÓVEDA38
Parece evidente el carácter asociativo
de este tipo de construcciones, las cuales Las cupae, de probable origen africano para
debieron permanecer en uso durante varias el caso hispano, han sido definidas como la
generaciones, siendo los nichos ocupados a monumentalización arquitectónica de los
medida que morían sus miembros. Este he- humildes túmulos de tierra (BACCHIELLI,
cho se demuestra en uno de los columbarios 1986, 307; ORDÓÑEZ, ORDÓÑEZ, 2003,
de la C/ General Ricardos, en el que 6 de los 171; VAQUERIZO, 2006, 317-364). Entre
loculi descubiertos en su interior aparecie- sus características principales destaca el
ron completamente vacíos y sellados (PER- perfil rectangular y remate semicircular,
DIGONES, GORDILLO, BLANCO, 1987, 55- cuya función era coronar y señalizar el en-
58), señal inequívoca de que nunca fueron terramiento –de cremación o de inhuma-
utilizados. Esto nos pone sobre la pista para ción– situado bajo la estructura o al interior
detectar posibles asociaciones funerarias o de la misma. Según las últimas investigacio-
sepulcros de índole familiar, que sólo la epi- nes (VAQUERIZO, 2006, 332; ORDÓÑEZ,
grafía podrá corroborar. Sin embargo, son ORDÓÑEZ, 2003, 166), debemos distinguir
pocos los datos disponibles, ya que muchas entre las que están labradas en un único blo-
de las placas de pequeño tamaño no han que de piedra maciza, cupae solidae, y las
conservado ni siquiera el nombre del difun- construidas de fábrica, cupae structiles, mu-
to. En caso de hacerlo remiten a personajes cho más abundantes que las anteriores. En
de baja condición social, sin ningún tipo de relación con éstas últimas existe otro tipo
de enterramientos realizados bajo bóvedas
37
| Lo mismo ocurre con el conocido “columbario de ladrillo o mampostería, que para algunos
de P. Vitelius” (QUINTERO, 1927, 9). investigadores no tendrían relación con el
38
| Última revisión del tema en VAQUERIZO, tipo aquí analizado (LÓPEZ VILAR, 1999-
2006, 317-364. 2000, 83 ss., Lám. 15), pero lo cierto es que
39
| Los primeros ejemplos documentados proce- “el exterior estucado y pintado, además de
den de la Cañada Honda (El Gandul, cerca de Carmona) la presencia de conductos libatorios, no di-
(PARIS et alii, 1926, 69-71, Fig. 48) y de la propia Carmo
(BELÉN et alii, 1986, 56-57, Fig. 4). Otros conocidos
fiere en realidad mucho de las anteriores”
son los procedentes de Carissa Aurelia (PERDIGONES, (VAQUERIZO, 2006, 349).
BALIÑA, ALONSO, 1987, 82-83, Fig. 1, Tipo 1.2.b) y
Munigua (SCHATTNER, 2003, 101 ss., Láms 53-59).
Precisamente, este último tipo es el
Para una revisión de los mismos vid. VAQUERIZO, más extendido en tierras andaluzas39, con
2006, 317-364. una amplia cronología que arranca del siglo

182 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

La ausencia, por el momento, de este


tipo de enterramientos en otras regiones
podría explicarse por la fragilidad de los ma-
teriales empleados en su fábrica, los cuales
las convertirían en estructuras ciertamente
deleznables al paso del tiempo. Sin embargo,
su existencia puede intuirse en el extenso vo-
lumen de inscripciones que se conservan en
placas de pequeño tamaño (STYLOW, 2002,
362-363), con una dispersión cronológica
que parte de finales del siglo I d.C. y que se
extiende, sobre todo, durante el siglo II d.C.
(RUIZ OSUNA, 2005b)

3.3.5. ALTARES
Al contrario que las portátiles, las aras mo-
nolíticas de gran tamaño, dispuestas direc-
tamente sobre el suelo o sobre plataformas
escalonadas, deben ser consideradas como
monumentos funerarios por sí mismas
(RUIZ OSUNA, 2006). Este es, sin duda, el
tipo funerario por excelencia de la capital
sevillana, documentándose un total de 19,
todas elaborados en mármol blanco –excep-
to una en piedra caliza amarillenta–, que se
FIG. 7 Ara funeraria hallada in situ en la encuadran cronológicamente entre finales
necrópolis de la C/ Virgen del Carmen Doloroso
del siglo I d.C. y mediados del siglo III d.C.
(Sevilla), según Carrasco et alii, 2004, Fig. 10.
Aunque la mayoría pertenecen a incerti, su
uso se extiende también entre ingenui y liber-
I d.C. y perdura hasta el V d.C. (VAQUERI- ti, siendo uno de los medios más utilizados
ZO, 2006, 342-344). Entre los hallazgos más como dádiva por parte de familiares y liber-
recientes se encuentran los de la Puerta de tos, así como por las propias instituciones
Osario (ORDÓÑEZ, ORDÓÑEZ, 2003, 149- públicas, caso de P. Valerius Gallus (CILA
182), en Sevilla (Fig. 6a), y el de la necró- II.1, nº 36), benefactor de honores funera-
polis de “La Algodonera” (AGUILAR CAMA- rios por parte del Ordo. Lamentablemente,
CHO, 2001, 891-898), en la antigua Astigi la mayoría de los casos se presentan com-
(Fig. 6b). En los alrededores de esta última pletamente descontextualizados, desta-
localidad también ha sido localizado otro de cando algunos ejemplos procedentes de
estos enterramientos, en el que destaca el la Necrópolis Septentrional próximos a la
uso de un sarcófago de plomo para contener Carretera de Carmona (ORDÓÑEZ, 2005,
los restos de la inhumación (Fig. 6c) (MAR- 245-274), lo que confirma su identificación
TÍN, FERNÁNDEZ, 2001, 903-907). como vía funeraria de primer orden.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 183


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA

Asociada a la necrópolis de
cremación presente en la C/
Virgen del Carmen (CARRASCO
et alii, 2004, 125-148), próxima a
la C/ San Luis, uno de los secto-
res de necrópolis mejor conocidos
para la ciudad, ha sido documen-
tado un altar funerario, cuyo in-
terés reside en ser el único hasta
la fecha localizado in situ (Fig. 7).
En el momento de su excavación
se encontraba “apoyado sobre
una infraestructura de planta se-
micircular realizada con fragmentos de ladri- FIG. 8 Fragmento marmóreo decorado con tema
llos dispuestos verticalmente y fragmentos de vegetal y geomorfo, según HUARTE, TABALES,
sillarejos” (CARRASCO et alii, 2004, 146). No 2001, LÁM. II.
posee la típica decoración de pátera y jarra
en los laterales, ni está coronada con los con-
sabidos pulvini y focus. En cambio, presenta lacionado con Iunia D. f. Rustica, sacerdos
en el centro del campo epigráfico una gran perpetua et prima in municipio Cartimitano
laurea coronada con una roseta y dos ínfulas (SERRANO, ATENCIA, 1981, 13-14, nº 6), re-
colgantes40. Encima de este motivo deco- conocida como uno de los personajes de más
rativo se encuentra la inscripción funeraria alta calificación económica de la Bética. De
alusiva a los Dii Manes de D. Iunius Rusticus, ser cierto este vínculo corroboraría la eleva-
que, según las últimas teorías de S. Ordóñez da posición social del anterior, quien habría
y S. García-Dils (2004, 159), pudo estar re- contado con un monumento funerario más
acorde con su status que el representado por
40
| Este motivo decorativo tiene especial difusión
una simple ara funeraria, la cual además no
en la Bética, sobre todo en la campiña sevillana y el apareció asociada a ningún enterramiento.
bajo Guadalquivir. S. Ordóñez y S. García-Dils (2004, Nos encontraríamos, pues, ante un posible
156) presentan como un paralelo claro el altar del jo- cenotaphium, que ubicaría la verdadera tum-
ven hispalense de familia senatorial D. Cutio Balbino M. ba del protagonista en otro lugar, o incluso
Cornelio Potito L. Attio Iuniano Romulo, IIII vir viarum
curandarum (CIL II 1172; CILA II.1 15).
en otra ciudad41.
41
| Un caso semejante es el de G. Docquirius Fla-
ccus (CIL II²/7 280), de rango ecuestre, que ejerció el
cargo de Patrono de la Provincia Hispania Citerior. Per- 3.3.6. INDETERMINADOS
sonaje de gran relevancia social, que debió contar con
un enterramiento más espectacular que una simple ara Los estudios sobre decoración arquitectóni-
de 63.5 x 20/28 cm, realizada en piedra local y de ta- ca y escultórica constituyen una pieza clave
lla bastante tosca. Lo más lógico es que el ara formara para una aproximación completa al proceso
parte de su ajuar, probablemente una ofrenda, dedicada
de monumentalización funeraria, pues en
por Annaeus Vernaculus, un cliente suyo, y el liberto Iu-
lius Phosphorus, función que corrobora la ausencia de muchos casos estos elementos constituyen
la edad y la fórmula H(ic) S(itus) E(st), indicadora de la los únicos vestigios de monumenta desapa-
presencia del enterramiento bajo el hito señalizador. recidos en la actualidad. El análisis morfo-

184 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

FIG. 9 León de Gades y reconstrucción de


un monumento “a dado” coronado por leones,
según PÉREZ LÓPEZ, 1999, Fig. 18.

lógico y estilístico de estos restos ornamen- se ignora el momento exacto de ejecución.


tales permite plantear cuestiones de orden Igual sucede con su funcionalidad, pero si
cronológico, la existencia de diversos talle- tenemos en cuenta que fue reutilizada en
res y sus respectivos estilos, así como su aso- una cimentación almohade resulta probable
ciación a tipos edilicios concretos, e incluso, una procedencia no muy alejada, quizás de
la reconstrucción de la imagen completa del la cercana necrópolis y, por tanto, asociada
edificio, gracias a la aplicación de módulos con algún monumento funerario42.
extraídos por comparación con otros ejem- Por otra parte, las representaciones es-
plos (RUIZ OSUNA, 2005b). cultóricas en forma de león abundan en todas
Son muchos los trabajos de investiga- las provincias del Imperio43, pero su descon-
ción aún pendientes en los almacenes de textualización ha repercutido en el conoci-
las principales instituciones museísticas,
que deben venir a paliar el vacío existen- 42
| En Córdoba encontramos una enorme difu-
te en lo que a arquitectura funeraria en la sión de fragmentos decorados con roleos acantiformes,
Bética se refiere. Una muestra de ello son acompañados en ocasiones de aves, que han sido rela-
cionados con pequeñas edícolas funerarias (HESBERG,
los fragmentos de mármol rosa proceden-
1996, 155-174; MÁRQUEZ, 1998, 198; RUIZ OSUNA,
tes de la C/ Matahacas (Sevilla) (HUARTE, 2005).
TABALES, 1997, 453-468; TABALES, 2001, 43
| La vinculación de estos animales con el mundo
387-424), donde también fue localizado par- funerario no resulta extraña, ya que es de sobra conoci-
te de un friso o pilastra decorado con roleos da su función como protectores de tumbas. La mayoría
vegetales, hojas de parra, racimos de uva y de los casos conocidos presentan levantados los cuartos
traseros y descansan sobre la parte delantera, inclinan-
un pico de águila en posición de picar los
do ligeramente la cabeza hacia uno de los lados, mien-
frutos (Fig. 8) (HUARTE, TABALES, 1997, tras apoyan las garras sobre la cabeza de una víctima,
Lám. II). Aunque son muchos los paralelos animal o humana (MANSUELLI, 1956, 66 ss.; CALVANI,
propuestos para su estudio, lo cierto es que 1979, 270 ss.; 1980, 7; PÉREZ LÓPEZ, 1999, 11).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 185


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA

miento exacto de la estructura sepulcral a la elementos de representación social y presti-


que se asociaban. La última revisión acerca gio (CANCELA, 1993, 239), de los que hicie-
de los leones funerarios hispanos (PÉREZ, ron uso los distintos estamentos sociales.
1999) los relaciona con los monumentos “a
Destaca la profusión de restos cataloga-
dado”, tomando como modelo el sepulcro
dos, que pone de manifiesto el alto grado de
de los Stronii en Pompeya, uno de los pocos
riqueza que alcanzaron las áreas funerarias
conservados de forma íntegra. Pero no pode-
presentes en la Bética, en especial las cor-
mos olvidarnos de otras propuestas como la
dubenses, explicable por la aleatoriedad de
del monumento a edícola de Colonia Salaria
los hallazgos y su categoría como capital de
(Úbeda, Jaén) (BELTRÁN, BAENA, 1996b),
o los monumentos turriformes de Urso Prouincia, sin duda el lugar más adecuado
(ATENCIA, BELTRÁN, 1989, 155 ss.). para la promoción política y sede de algunas
familias de renombre.
Uno de estos leones fue descubierto en
Gades, asociado a un monumento de sillares En general, se mantienen en las otras
destruido, en un nivel de enterramientos con ciudades los parámetros establecidos para
ajuares que le otorgan una cronología del si- Colonia Patricia, como la concentración de
glo II a.C. (QUINTERO, 1925, 8; PÉREZ LÓ- hallazgos en torno a las principales vías de
PEZ, 1999, Fig. 18). Sin embargo, las noticias comunicación, especialmente la via Augusta,
de su descubrimiento son muy parcas, lo que que funcionó como una auténtica Grabstrasse
condujo a I. Pérez (1999) a vincularlo con el a su paso por los distintos núcleos urbanos.
monumento funerario dedicado a Secundilla El deseo de ubicar las tumbas en sus proximi-
Mnester (LÓPEZ DE LA ORDEN, RUIZ CAS- dades provocó una falta de suelo evidente que
TELLANOS, 1995, 64, nº 139). Pero, como debió ser solventada con una posible parcela-
resaltara J. Beltrán (2002, 238) la anastilo- ción de terrenos, tal como se demuestra en
sis llevada a cabo por la autora no parece del los acotados funerarios presentes en Colonia
todo correcta (Fig. 9), ya que la reconstruc- Patricia y Astigi. A su vez, la combinación con
ción presente en el Museo de Cádiz no tiene otras vías de carácter secundario daría lugar
en cuenta que en realidad se trata de la posi- a una auténtica topografía extramuros, en
ble hija de un sevir, lo que variaría el orden la que es incluso posible distinguir espacios
de los bloques epigráficos y aumentaría las de uso diferencial, tales como el sector de
dimensiones de la construcción. San José (Cádiz) o la Carretera de Carmona
(Sevilla), que a pesar de la distancia con res-
pecto al recinto amurallado no disminuyen
4. CONCLUSIONES en monumentalidad.
Los restos de carácter arquitectónico, orna- Las necrópolis analizadas destacan por
mental y epigráfico, principales huellas del su enorme extensión (hasta 2 km con res-
proceso de monumentalización funeraria, nos pecto al recinto amurallado), conformando
revelan la existencia de espectaculares cons- auténticos cinturones en aquellos casos en
trucciones sepulcrales, que no sólo han de ser los que las características morfológicas del
entendidas como medio para conservar intac- entorno urbano así lo permitieran. De igual
to el recuerdo del difunto, consiguiendo así forma, no podemos olvidar la localización
el ansiado triunfo sobre la muerte, sino como de restos en terrenos alejados de la ciudad,

186 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES CONVENTUALES ––––

asociados a posibles villae productivas y de siglo I d.C., para a continuación popularizar-


recreo, que en el caso concreto de Astigi se durante todo el siglo II d.C.
han supuesto un elemento clave para com-
Por último, podemos afirmar que el proce-
pletar el conocimiento sobre su mundo fu-
so de monumentalización se inicia en el siglo
nerario.
I a.C. y se extiende, sorprendentemente, hasta
Si bien son pocos los tipos arquitectó- los inicios del siglo III d.C., momento en el que
nicos definidos por el momento, se percibe todavía se documentan algunas inscripciones
una fuerte implantación de modelos plena- funerarias configuradas para ser encastradas
mente romanos, aunque con características en construcciones de gran formato. Tal como
y variantes propias, fruto en algunas ocasio- se ha comprobado para otras regiones hispa-
nes de influencias procedentes de territorios nas, parece que el desarrollo de este fenóme-
cercanos, como el África septentrional, visi- no tiene una estrecha relación con el proceso
bles en los enterramientos bajo bóveda de de colonización y municipalización llevado a
ladrillos. Al mismo tiempo, la profusión de cabo por César y Augusto. Lamentablemente,
modelos itálicos no implica una completa son pocos los datos que conocemos acerca de
desaparición del substrato local, cuyas hue- las necrópolis republicanas, probablemente
llas permanecen, por ejemplo, en el uso de arrasadas por el crecimiento urbanístico de
enterramientos bajo cúmulo de piedras con época imperial y el devenir histórico de estos
cipos epigráficos presentes en las necrópolis núcleos hasta la actualidad.
gaditanas, de claras reminiscencias púnicas
Aún así, son muchas las cuestiones por
(LÓPEZ DE LA ORDEN, 2001, 45).
resolver, que deberán ser solventadas median-
La mayoría de las evidencias epigráficas te análisis que superen los planteamientos
conservadas nos ilustran acerca de miem- estrictamente descriptivos, atendiendo otros
bros de la elite local y libertos, base de las campos como: la simbología de los repertorios
construcciones funerarias más impresionan- ornamentales, el establecimiento de talleres
tes de la Bética, al igual que ocurre en el y la definición de corrientes de influencia,
resto del Imperio. Éstos utilizaron todos los máxime, si tenemos en cuenta que los restos
medios a su alcance para destacar, tanto en materiales procedentes de nuestra área de es-
ámbito público como privado, de ahí que la tudio presentan características comunes, que
piedra local pronto diera paso al mármol, posibilitan su consideración de forma global y
material de lujo que aparece a principios del su evolución cronológica conjunta.

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–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

VERBA VOLANT, STATUAE


(NONNUMQUAM) MANENT. ANALES
APROXIMACIÓN A LA PROBLEMÁTICA DE LAS DE ARQUEOLOGÍA
C OR D OB E S A
ESTATUAS FUNERARIAS ROMANAS DE
número 17 (2006)
CORDUBA - COLONIA PATRICIA1
José A. Garriguet Mata VOL. I / PÁGS. 195 - 224
Universidad de Córdoba

E-mail: aa1gamaj@uco.es

RESUMEN

El estudio de la estatuaria funeraria de Corduba-Colonia Patricia


sólo podía acometerse hasta fechas muy recientes a partir de un reduci-
do número de testimonios escultóricos y epigráficos hallados de forma
aislada y fuera de contexto. Sin embargo, esta situación ha comenzado
cambiar tras el descubrimiento en 2004, en el transcurso de una ex-
cavación arqueológica, de una estatua femenina vinculada a su corres-
pondiente monumento funerario. El examen de esta pieza y de aquellos
otros elementos nos permite realizar aquí un primer acercamiento al
fenómeno de la autorrepresentación de las elites cordubenses de época
tardorrepublicana y altoimperial a través de sus estatuas sepulcrales.

ABSTRACT

The study of the funerary statuary of Corduba-Colonia Patricia


only could be undertaken until recently from a small number of sculp-
tural and epigraphic testimonies, found isolated and without context.
Nevertheless, this situation has begun to change after the discovery in
2004, during an archaeological excavation, of a female statue linked to
her correspondent funerary monument. The analysis of this piece and
of those other elements allows us to approach towards the phenomenon
of the self-representation of the cordovans elites of Late Republic and
Early Empire across their sepulchral statues.

1
| Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación “Espacio y usos funerarios en la ciudad histórica.
El ejemplo cordobés (siglos II a.C.-XV d.C.)”, financiado por el Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo
e Innovación Tecnológica 2000-2003 del Ministerio español de Ciencia y Tecnología, con apoyo de la Unión Europea
a través de sus fondos FEDER (Ref. BHA 2003-08677). Del mismo modo, se inscribe en el Convenio de Colaboración
que el Grupo de Investigación del P.A.I. HUM 236, integrado por todos los miembros del Área de Arqueología de la
Universidad de Córdoba, mantiene con la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento local para el estudio
de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único.

195
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ A. GARRIGUET MATA

INTRODUCCIÓN donde la decoración escultórica (incluida la


estatuaria) aparece con verdadera profusión
Tradición literaria, documentación epigráfi- y en estrecha vinculación a la magna obra
ca y testimonios iconográficos (llegados has- arquitectónica (STEWART, 2003: 2-4).
ta nosotros a través de piezas numismáticas, A tenor de estas y otras muchas evi-
pinturas murales o relieves), además de los dencias resulta indudable que las estatuas
propios hallazgos estatuarios –cada día más, de los monumentos funerarios más caros y
afortunadamente, derivados de excavacio- lujosos –dispuestas frecuentemente al exte-
nes arqueológicas rigurosas que fruto de la rior de éstos para dar mayor “publicidad”
casualidad o del expolio–, dan fe del impor- a su mensaje, por lo que encontraron un
tantísimo papel desempeñado por las esta- escenario perfecto en las construcciones
tuas en la sociedad romana (vid. STEWART, del tipo edícula (HESBERG, 1992: 121 ss.;
2003); así como de su ubicuidad, abundan- ORTALLI, 1997: 319 ss.; GROS, 2002)– no
cia y adaptación a los más diversos ámbitos sólo cumplieron con la misión de mantener
espaciales y arquitectónicos, tanto públicos viva la memoria de los difuntos representa-
como privados (STEMMER, 1995). dos en ellas, aspiración principal de los mis-
Aunque tales fuentes escritas y materia- mos y sus familias (vid., por ejemplo, ARCE,
les prestan abrumadoramente mayor aten- 2000); sino que también contribuyeron a
ción a las numerosas estatuas honoríficas propagar y difundir, desde la esfera priva-
dedicadas a emperadores e individuos per- da, la mentalidad, los valores, la posición
tenecientes a los estratos superiores de la económica y la identidad social de aquéllos
sociedad (erigidas en lugares preeminentes entre su comunidad. Aspectos que los pro-
de Roma y de otras muchas ciudades del Im- pietarios de enterramientos monumentales
perio), sin embargo, también se hacen eco a se empeñaron ciertamente en transmitir a
veces del elevado valor social que los roma- conciencia y con toda claridad, contando
nos llegaron a otorgar a las representaciones para ello con el siempre inestimable apoyo
funerarias de cuerpo entero elaboradas en de la epigrafía, a sus posibles observadores
bulto redondo2. Buena muestra de ello cons- (ZACCARIA, 1997: 69 ss.). De este modo,
tituyen, por ejemplo, el conocido pasaje del quedó perfectamente plasmado en el ámbi-
Satiricon en el que el rico liberto Trimalción to funerario ese complejo (y controvertido)
expresa, con grandilocuencia y efectismo fenómeno social del mundo romano que los
no exentos de vulgaridad, su firme deseo investigadores alemanes han dado en llamar
de disponer de una estatua (sedente) en su en nuestros días Selbstdarstellung (vid. WE-
tumba3; o el no menos famoso relieve perte- BER-ZIMMERMANN, 2003).
neciente a la monumental tumba de los Ha-
Por otro lado, la documentación arqueo-
terii, construida en la Vía Labicana de Roma,
lógica pone de manifiesto que las estatuas
sepulcrales romanas conocieron en general
2
| Esa viene a ser la acepción del término latino un desarrollo limitado en el tiempo, al igual
statua (LAHUSEN, 1995: 253 ss.; STEWART, 2003: 20- que en el espacio. Así, su arco cronológico
28).
3
| Petronio, Satyricon, 71. Trimalción ordena
en Roma, Italia y las provincias occidentales
que, junto a la suya, figuren también en la tumba las (y, más exactamente, en las áreas y ciudades
imágenes de su mujer, su perrita y su favorito, Creso. más romanizadas de éstas) se extiende, gros-

196 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIGURA 1: Distribución de las estatuas funerarias de Corduba-Colonia Patricia analizadas en el texto


(a partir de Vaquerizo, 2002a).

so modo, entre los momentos finales de la estelas y urnas); otras novedosas como los
República y las primeras décadas del siglo II sarcófagos figurados– vinieron a ocupar el
d.C. (HESBERG, 1992: 202 ss.); disponién- paulatino “vacío” que las imágenes exentas
dose al principio en las fachadas de las tum- de cuerpo entero fueron dejando a partir de
bas, para pasar despues, de forma general, al época adrianea (BELTRÁN, 1999; EDMOND-
interior de éstas. Formas distintas de repre- SON-NOGALES-TRILLMICH, 2001; ZANKER,
sentación y autorrepresentación escultórica 2002); si bien la verdadera desaparición de
–algunas empleadas también con frecuencia las estatuas funerarias (y también práctica-
durante el periodo mencionado (como los mente de las honoríficas, si exceptuamos las
bustos y, sobre todo, los relieves con perso- imperiales) se produjo ya en el siglo III d.C.
najes alineados, o los que adornaron altares, (RODÀ, 1996: 131-132).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 197


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ A. GARRIGUET MATA

Teniendo en cuenta estas consideracio- nes, como veremos, de interpretación dudo-


nes generales, en el presente trabajo nos sa– sobresale, por las excepcionales circuns-
proponemos llevar a cabo una revisión del tancias de su hallazgo, la figura femenina
conjunto de elementos escultóricos roma- descubierta muy recientemente en el solar
nos procedentes de Córdoba que pueden nº 33 de la C/ Muñices (Fig. 1), justo sobre
interpretarse como estatuas funerarias, con los restos del monumento funerario en el
el fin de aproximarnos a su significación y que antaño se ubicó4. Los datos de carácter
valor en el seno de la sociedad cordubense. iconográfico, estilístico y cronológico obte-
Entre aquellos –no demasiados ciertamente nidos a partir del análisis de esta interesante
hasta la fecha, y en la mayoría de las ocasio- pieza5, unidos a la información que propor-
cionan los demás ejemplares escultóricos
4
| El estudio y la restitución hipotética del cita-
aludidos6, constituirán la base de nuestras
do monumento funerario son objetivos de otro artículo reflexiones finales acerca de la “problemáti-
recogido en este mismo número de Anales. ca” de este tipo de representaciones en Cor-
5
| Agradecemos muy sinceramente a D. José Luis duba-Colonia Patricia7. Sin olvidarnos de un
Liébana, director de la Actuación Arqueológica Preven-
par de inscripciones cordobesas estrecha-
tiva desarrollada en la C/ Muñices, las facilidades que
nos ha concedido para llevar a cabo el examen de dicha mente relacionadas con la cuestión que nos
estatua funeraria y proceder a su publicación en el mar- ocupa, a las que dedicaremos seguidamente
co de este trabajo. el primer apartado de nuestro estudio.
6
| Sobre éstos véanse, fundamentalmente, los
trabajos de I. López (1997; 1998).
7
| Considérese todo lo que aquí exponemos úni-
camente como el punto de partida para futuras investi- 1. ESTATUAS FUNERARIAS
gaciones de mayor alcance, que habrán de conjugar el
estudio de la plástica patriciense de ámbito funerario CONOCIDAS A TRAVÉS DE LA
con el de la epigrafía sepulcral y su correspondiente EPIGRAFÍA
marco arquitectónico.
8
| Ese parece haber sido el caso del pedestal de-
dicado a T. Flavio Antonino, descubierto en 1974 en la
Uno de los honores funerarios más impor-
Avda. del Gran Capitán (CIL II²/7, 290). Por otro lado tantes (casi podría decirse que el más eleva-
debe recordarse la inscripción, de contenido y formato do) que un individuo podía recibir tras su fa-
claramente funerarios, dedicada al edil de Colonia Pa- llecimiento era la concesión de una estatua
tricia Q. Cecilio S…? (CIL II²/7, 303). Grabada sobre por parte del ordo decurionum de su ciudad
una lápida de piedra caliza, actualmente fragmentada,
fue descubierta en 1982 en la esquina de la Avda. del natal, o bien de la población que lo había
Gran Capitán con la calle La Bodega; es decir, en una acogido entre su cuerpo de ciudadanos; he-
zona extramuros de la ciudad romana (aunque no de- cho que normalmente quedaba reflejado en
masiado alejada del lienzo norte de la muralla) próxima su correspondiente epígrafe conmemorativo,
a un monumento funerario de tipo hipogeico del siglo
realizado por lo general sobre pedestal (aun-
I d.C. (VAQUERIZO, 2001: 141-144; 2002a: 182-183).
Cabe pensar, por tanto, que la sepultura de este no- que también a veces en una sencilla placa),
table local debió de emplazarse cerca del solar donde mediante la fórmula huic ordo…statuam de-
fue hallada su inscripción (que se habría encastrado en crevit u otras similares. La estatua póstuma
la fachada de aquella), en un sector de la necrópolis y su basamento tendrían un marcado carác-
septentrional inmediato al recinto urbano (y, por tanto,
privilegiado), estructurado en torno a una vía. No obs-
ter honorífico, y por tanto se emplazarían en
tante, llama la atención el hecho de que el texto men- un lugar público (celeberrimo) de la ciudad
cione la concesión de un espacio público para colocar (MELCHOR, 2006b)8.

198 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

El tema de los honores fúnebres fue es-


tudiado hace unos años, para el caso con-
creto de la Bética (la provincia hispana que
reúne, con diferencia, mayor número de ins-
cripciones con alusiones directas a los mis-
mos)9 por S. Dardaine (1992), y es objeto
de profundo análisis en uno de los artículos
recogidos en este mismo número de Anales
(MELCHOR, 2006b). Por tal motivo, no va-
mos a entrar aquí en pormenores sobre esta
interesante faceta de la vida ciudadana pues-
ta en práctica en numerosas comunidades
béticas (colonias y municipios) durante los
primeros siglos de nuestra Era. Únicamente
realizaremos unos breves comentarios acer-
ca de una peculiar inscripción de este género
hallada en Córdoba. Así mismo, traeremos a
colación un segundo texto epigráfico de dis-
tinto tipo, pero de singular importancia para
nosotros (especialmente por el lugar y las
noticias de su hallazgo). Aunque de manera
diferente, una y otro atestiguan la existencia LÁMINA 1: Pedestal de estatua de C. Furnio Fortunato,
hallado en Avda. de las Ollerías (Foto: autor).
en la capital de Hispania Ulterior de estatuas
propiamente funerarias10 hoy desaparecidas,
confirmando una vez más la conveniencia de La inscripción, fechada en la segunda
cruzar los datos epigráficos con los escultó- mitad del siglo II d.C. (quizás en sus déca-
ricos (vid. CARVALHO, 1993-1994; BAENA das finales) según criterios paleográficos, se
DEL ALCÁZAR, 2000: 8 y nota 68).
la estatua del difunto, pero, curiosamente, no haga alu-
El primero de los epígrafes utilizó como sión a ésta, como si el edil patriciense no hubiese sido
soporte un pedestal de mármol grisáceo de merecedor de recibir dicho honor (MELCHOR, 2006b).
Sea como fuere, si además de disponer al menos de un
casi un metro de altura y en buen estado de lugar en la ciudad para erigir su estatua, Q. Cecilio (o
conservación (Lám. 1). Se halló en la anti- sus familiares) dispuso la instalación de otra efigie suya
gua Avda. Obispo Pérez Muñoz –hoy Avda. en su tumba es algo que entra en el terreno de lo posi-
de las Ollerías (Fig. 1, nº 1)–, cerca del Con- ble, pero que no podemos asegurar.
9
| 53 en total, frente a los 9 de la Tarraconense o
vento de San Cayetano (HEp 3, 1993, 341);
los 4 de Lusitania (MELCHOR, 2006b).
una extensa franja de terreno pródiga en ha- 10
| Esto es, erigidas realmente en las tumbas de
llazgos funerarios romanos (algunos de ellos los homenajeados.
monumentales, correspondientes a distin- 11
| La larga relación de descubrimientos se ha
tas fases) comprendida entre las necrópolis visto incrementada recientemente tras la aparición, en
un extenso solar de la Avda. de las Ollerías situado a
septentrional y oriental (vid. VAQUERIZO, levante del Convento de San Cayetano, de varios monu-
2002a; 2002b)11. Se conserva en el Museo mentos funerarios aún en fase de estudio.
Arqueológico y Etnológico de Córdoba12. 12
| Nº de inventario 28.934.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 199


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ A. GARRIGUET MATA

Por nuestra parte, queremos llamar la


atención acerca del amplio rebaje de forma
ovalada practicado en la cara superior del
pedestal, que ocupa la mayor parte de su
superficie. Como sugiere A. U. Stylow (CIL
II²/7, 306), dicho vaciado pudo servir para el
encaje de la estatua encima de la basa. De
ser así estaríamos casi con seguridad ante
una representación marmórea del difunto,
que habría necesitado de un ancho plinto
para su sostenimiento, y no de una efigie de
bronce, cuya sujeción habría quedado garan-
tizada mediante simples pernos metálicos
insertados en dos o más orificios de peque-
ñas dimensiones (ALFÖLDY, 1984: 37; HØJ-
LÁMINA 2: Placa con inscripción relativa a una TE, 2005: 45-47). La utilización segura del
familia de libertos, descubierta en la iglesia de
mármol (¿de Almadén de la Plata?) para el
San Andrés (Foto: Serrano-Atencia, 1981).
pedestal y, quizás, también para la estatua de
Fortunato en un momento tan avanzado del
abre con el nombre en nominativo (y no en
siglo II d.C. viene a incidir, asimismo, en la
dativo como cabría esperar) del joven decu-
rión astigitano C. Furnio Fortunato, de tan importancia de su familia, al igual que en la
sólo 18 años, a quien el ordo de su ciudad del sector funerario de Colonia Patricia en el
natal concedió diversos honores fúnebres, que fue enterrado, de larga tradición como
entre ellos una estatua (CIL II²/7, 306). No espacio sepulcral.
faltan tampoco en el texto, abreviadas, las El segundo testimonio epigráfico, con-
típicas fórmulas funerarias: pius in suis, hic servado en el Museo de Málaga, consiste en
situs est y sit tibi terra levis. Dos han sido los una placa de caliza grisácea ligeramente
datos proporcionados por este epígrafe que rectangular en la que solamente figuran los
han suscitado mayor interés: por un lado, la
nombres –de nuevo en nominativo, a manera
escasa edad con la que el personaje ingresó
de sencilla presentación formal– de una fa-
en el senado de Astigi; por otro, la aparición
milia de libertos (los Nerii) constituida por
del basamento funerario en una ciudad dis-
seis individuos (tres hombres y otras tantas
tinta (la capital de la provincia) a la que le
rindió homenaje. Lo primero se explicaría mujeres), la mayoría de ellos antiguos escla-
por la pertenencia del infortunado C. Furnio vos de un tal Tito y con cognomina griegos
Fortunato a una de las familias principales (Lám. 2) (SERRANO-ATENCIA, 1981: 32-33,
de Astigi en época tardoantonina; lo segun- nº 28). Por el tipo de letra puede datarse a
do por su probable fallecimiento repentino comienzos del siglo I d.C., aunque Stylow ha
en Colonia Patricia, a la que podría haberse distinguido la intervención de tres manos
trasladado para iniciar su truncada carrera distintas (CIL II²/7, 501); lo cual sin embar-
política y donde habría sido sepultado (CIL go puede considerarse normal, habida cuen-
II²/7, 306; MELCHOR, 2006a: 273-275). ta del carácter familiar de la inscripción.

200 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

En ningún momento se especifica en el fosilizada en las actuales calles San Pablo,


texto la dedicación de estatuas a estos perso- Realejo y María Auxiliadora. Nuestro siempre
najes. Sin embargo, gracias a los comentarios hipotético monumento de los Nerii habría
de F. Ruano (1761, t. I: 175-176) y del mar- quedado, por tanto, inmediatamente al sur
qués Villacevallos (GIMENO-STYLOW, 2003: de la citada vía.
172), sabemos que la lápida fue descubierta
en 1730 al pie de la torre de la iglesia de S.
Andrés –esto es, en el ámbito de la necrópo- 2. TESTIMONIOS
lis oriental de Colonia Patricia (Fig. 1, nº 2)–
ESCULTÓRICOS DE POSIBLES
cuando se procedía a construir el muro orien-
tal de dicha parroquia, en compañía de dos ESTATUAS FUNERARIAS
estatuas togadas (“consulares”), otros restos
Tras pasar revista a los dos documentos
escultóricos y numerosas columnas; elemen-
epigráficos de la Córdoba romana más cla-
tos que por desgracia fueron “consumidos”
ramente vinculados, hasta la fecha, a anti-
en la nueva obra. Resulta muy tentador po-
guas estatuas funerarias (y antes de abordar
ner en relación, aunque sea únicamente a
el análisis de la figura femenina localizada
manera de hipótesis –como recientemente
recientemente en la C/ Muñices), debemos
ha hecho D. Vaquerizo (2002a: 180-181)– la
centrarnos en un conjunto de representacio-
inscripción de los Nerii con las estatuas y co-
nes estatuarias (casi todas bien conocidas)
lumnas de las que informa Ruano (¿pudieron que, aunque carentes de contextos arqueo-
haber representado dichas imágenes a alguno lógicos fiables –muchas proceden de hallaz-
de aquéllos y las columnas a un monumento gos antiguos y fortuitos, lo cual nos obliga
sepulcral del tipo edícula?)13; e incluso con a actuar de manera cauta–, podríamos con-
la propia torre de S. Andrés (¿se habría cons- siderar propias de un ambiente funerario,
truido ésta aprovechando los cimientos de un debido a su tipología e iconografía y/o a la
monumento funerario romano de planta cua- zona de la ciudad en la que fueron halladas.
drangular perteneciente a la citada familia de
libertos?). Pero lamentablemente hoy día no El diverso grado de incertidumbre que
podemos ir más allá de las meras especula- envuelve a estas estatuas cordobesas (y a
ciones. otras piezas escultóricas que no trataremos
aquí) respecto a su posible carácter funerario
No obstante, al menos debemos tener no es problema que afecte exclusivamente a
presente que en un solar sito en la esquina de la vieja capital Bética como consecuencia de
las calles Realejo y Hermanos López Diéguez, sus peculiares avatares históricos; antes al
a muy escasa distancia de la iglesia de S. An- contrario, constituye un verdadero escollo
drés y justo enfrente de su fachada principal y (a veces prácticamente insalvable) bastante
su torre, se localizó en 1998 un recinto fune- generalizado en los antiguos territorios del
rario con muros de opus quadratum fechado Imperio romano, como se ha indicado en
hacia mediados del siglo I d.C. (VAQUERIZO, ocasiones (CARVALHO, 1993-1994: 66; NO-
2002b: 196-197; VAQUERIZO-GARRIGUET-
VARGAS, 2005: 61-62). Dicha construcción 13
| E. Serrano y R. Atencia (1981: 33), por su
se habría emplazado tan sólo unos metros al parte, asocian la inscripción “a un columbario de liber-
norte de la via Augusta de época imperial, tos”.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 201


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ A. GARRIGUET MATA

GALES, 2002: 307). De ahí la trascendencia te cordobesa) y sumamente dañada en la


y excepcionalidad de la figura que comenta- región labio-nasal, muestra a un anciano en
remos más abajo. cuyo rostro se han expresado, con toda su
Además de las estatuas propiamente di- crudeza y efectismo –y de manera bastante
chas (vid. infra), no podemos dejar de aludir lograda–, las despiadadas huellas del tiem-
en estas páginas a tres cabezas-retratos cuyo po15. Esta circunstancia, al igual que la mi-
destino pudo haber sido el de coronar efigies rada severa, casi desafiante, del personaje se
funerarias, si bien la información que posee- hallan en perfecta consonancia con su data-
mos en este sentido es sumamente parca. ción en la segunda mitad del siglo I a.C. y con
La primera, realizada en caliza amarillenta y los valores de unas clases sociales entonces
muy deteriorada14, procede de Ronda de los emergentes en Roma, Italia y los territorios
Tejares, frente a la calle Cruz Conde, es decir, más romanizados del Imperio: las “burgue-
un punto limítrofe a la muralla septentrional sías” municipales (ZANKER, 1976: 597 ss.)
de la ciudad (Fig. 1, nº 3). Representa a un y los libertos enriquecidos (ZANKER, 1975;
individuo masculino del que apenas pueden KOCKEL, 1993)16. El remate redondeado del
apreciarse hoy día los rasgos de la cara (tan cuello sugiere, además, su inserción en una
sólo el ojo derecho y parte de la boca). No estatua de cuerpo entero. Pero desafortuna-
obstante, la factura innegablemente tosca damente nada permite asegurar que ésta se
y esquemática de este retrato, así como el ubicara en la tumba de un importante dig-
propio material empleado, evidencian la in- natario de Corduba.
tervención de un artesano local y permiten
La tercera cabeza, realizada también en
datar la obra en el periodo de transición de
mármol blanco e igualmente de tamaño na-
la República al Imperio (LEÓN, 2001. 46-47,
tural, constituye el retrato de una mujer ma-
nº 2). Si formó parte de algún monumento
dura con semblante adusto y peinado austero
funerario de ese momento es algo que, la-
–de raya central y aladares laterales– muy
mentablemente, no puede afirmarse.
someramente trabajado y ceñido al cráneo
El contrapunto a esta pieza lo pone otra (MÁRQUEZ-GARRIGUET, 2002: 170-172). Se
cabeza masculina, elaborada en este caso en trata, pues, de la iconografía típica y propia
mármol blanco, que responde claramente a de las virtuosas matronas romanas de época
la tradición del retrato romano realista de imperial temprana que podemos encontrar
los últimos instantes de la República (LEÓN, en multitud de retratos funerarios romanos
1980: 173; 2001: 52-53, nº 5). De proceden- de ese momento elaborados en bulto redondo
cia desconocida (aunque muy probablemen- o, sobre todo, en relieve (vid. KOCKEL, 1993;
LEÓN, 2001: 146 ss.); si bien en este caso
14
su ejecución resulta indiscutiblemente pro-
| Desde 1965 se encuentra en el Museo Ar-
queológico y Etnológico de Córdoba (nº de inventario vincial. La colocación en tiempos modernos
24.406). de un “tacón” o base de cemento debajo del
15
| La cabeza de este viejo, de tamaño natural cuello hace difícil determinar cómo fue exac-
(mide 0,33 m de altura), fue una de las primeras piezas tamente el remate del mismo, aunque parece
depositadas en el Museo de Córdoba, como pone de ma-
nifiesto su número de inventario: 31.
que éste adoptaba la habitual forma cónica
16
| Concuerda también con la seriedad y gravedad de las cabezas preparadas para su adaptación
propias de las imágenes de difuntos. al hueco de una estatua. De cualquier modo,

202 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

quizás lo más destacable de la pieza, cuyo GUET-VARGAS 2005: 29 ss.). La parte de la


origen se ignora17, sea su carácter de obra escultura que pudo recuperarse corresponde
inacabada, a juzgar por los puntelli presentes sólo a la mitad inferior (esto es, piernas, pies
en la zona superior de la frente, encima del
cabello. Por esta razón, es muy probable que
nunca llegara a exponerse, aunque el simple
hecho de su existencia demuestra que al-
guien, tal vez el propio personaje femenino
representado o un pariente cercano, efectuó
el encargo de este retrato.
Entre todas las estatuas romanas halla-
das hasta el momento en Córdoba sólo unas
cuantas pueden ser relacionadas en la actua-
lidad con unas mínimas garantías –y no sin
dudas (salvo en el caso de la localizada en
la C/ Muñices)– con espacios funerarios. Se
trata, en concreto, de tres representaciones
togadas (dos masculinas y una muy proba-
blemente femenina), dos figuras femeninas
vestidas y una estatua de Minerva. Con ex-
cepción de esta última, las demás piezas
fueron estudiadas en profundidad hace algu-
nos años por I. López (1997; 1998), razón
por la cual apenas nos detendremos aquí
en los aspectos descriptivos. Nos interesan
más las cuestiones relativas a su cronología
y procedencia, así como aquellos detalles ti-
pológicos que hoy día permiten sugerir su
muy posible interpretación como estatuas
funerarias. LÁMINA 3: Togado recuperado en el Tablero Bajo
La más antigua de las efigies togadas (Foto: López, 1998).
aludidas apareció en 1993, durante la rea-
lización de un seguimiento arqueológico
17
en la zona del “Tablero Bajo” (Fig. 1, nº 4). | En este caso la escultura, de 0,28 m de altu-
ra, se conserva en el Museo de Bellas Artes de Córdoba
Este lugar se encuentra a bastante distancia como parte de la antigua colección Romero de Torres (nº
hacia el norte del recinto amurallado de Co- de inventario A-304). Fue dejada en herencia por Rafael
lonia Patricia, pero no demasiado lejos de al- Romero Barros a su hijo, Enrique Romero de Torres, se-
gunos sectores de su necrópolis septentrio- gún consta en el Inventario manuscrito de la citada co-
nal, como el ubicado en torno al solar de “La lección que hemos podido consultar en el Archivo Histó-
rico Provincial de Córdoba (Fondo: Archivo de la Familia
Constancia”, junto a la Avda. del Brillante, Romero de Torres. Subfondo: Enrique Romero de Torres.
fosilización de una vía romana que discurría Sección: Documentación de Función. Subsección: Colec-
en dirección a la sierra (VAQUERIZO-GARRI- ción Arqueológica Romero de Torres).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 203


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ A. GARRIGUET MATA

con calcei cerrados, scrinium y plinto) de un Argentarii –que controló la importante So-
personaje masculino ataviado con túnica y cietas Sisaponensis–, cuya tumba debió de
amplia toga18 (Lám. 3), adscribiéndose ésta, situarse en esta zona (VENTURA, 1996; CIL
según I. López (1997: 99; 1998: 118-119), al II²/7, 415a). Relacionar dicha lápida con la
tipo Ba de H. R. Goette: Toga mit U-förmigen estatua togada anteriormente descrita está
Umbo (GOETTE, 1990: 29 ss.). El trabajo lejos de ser posible –el calzado del persona-
correcto pero discreto del mármol evidencia je togado, tal vez calceus patricius (LÓPEZ,
la intervención de un taller local, mientras 1998: 126), indicaría que éste pertenecía a
que la sencillez y claridad de la composición los estratos sociales más elevados, y no al
o la escasa profundidad de los pliegues son grupo de los libertos–; pero no debemos de-
indicios de una cronología tardoaugustea o jar de subrayar, al menos, la cercanía topo-
tiberiana temprana (LÓPEZ, 1997: 97-100; gráfica y temporal de ambos testimonios.
1998: 25-26, nº 1).
De dimensiones considerablemente
Aunque se trata de una imagen de gran menores que la anterior –de hecho su ta-
formato y completamente exenta, su aspec- maño parece corresponder a una figura me-
to sumamente plano recuerda bastante más
a los togados representados en relieves fune-
rarios coetáneos de Roma, magníficamente
estudiados por V. Kockel (1993), que a una
estatua de verdadero bulto redondo. Este
dato, que sugiere su colocación en un ceñi-
do marco arquitectónico (y no en un espacio
abierto visible desde diferentes ángulos), y
su hallazgo extramuros son los principales
argumentos a favor de su consideración
como efigie funeraria, pues los sencillos en-
terramientos de inhumación descubiertos
en sus cercanías se fechan en un momento
muy posterior (SÁNCHEZ RAMOS, 2003: 36-
38).
En cambio, una datación prácticamente
similar (augustea) es la que presenta una
interesante placa de piedra de mina con
inscripción funeraria descubierta también, y
por las mismas fechas, en el Tablero Bajo. El
epígrafe menciona a tres individuos mascu-
linos, libertos, miembros de la familia de los

18
| Aun así, la estatua (depositada en el Museo LÁMINA 4: Estatua togada ¿femenina? hallada
Arqueológico y Etnológico de Córdoba, nº de registro
en Ronda de los Tejares-Avda. del Gran Capitán
31.549) mide algo más de 1,5 m de altura, lo que signi-
fica que su tamaño era mayor que el natural.
(Foto: autor).

204 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

nor que el natural19– es la estatua togada cronología de comienzos de época imperial


de mármol blanco (Lám. 4) (LÓPEZ, 1997: (LÓPEZ, 1997: 102; 1998: 30-31). La pecu-
100-102; 1998: 29-31, nº 4; 118) hallada liar estatua cordobesa participa, pues, del
en la esquina de Ronda de los Tejares con mismo espíritu que animó a una larga serie
la Avda. del Gran Capitán, muy cerca pues de representaciones (la mayoría funerarias)
del lienzo de muralla septentrional de la realizadas entre las últimas décadas del si-
ciudad romana (Fig. 1, nº 5)20. Aun cuan- glo I a.C. y época tiberiana temprana en la
do finalmente se inclinara por considerarla Urbs y su entorno (GOETTE, 1990: 24-28,
una copia con variantes de los togados del tipos Ab y Ac; KOCKEL, 1993); si bien, por
tipo Ac, o de bracchio cohibito con sinus, otro lado, las características generales de
establecido por H. R. Goette (1990: 27-28, su labra –no demasiado conseguida (como
lám. 3), I. López –siguiendo al propio Goet- demuestran, por ejemplo, la rigidez y el
te (1990: 158, N5)– llegó a plantearse la esquematismo de los pliegues)– o la “des-
posibilidad de que esta escultura cordobe- conexión anatómica entre las piernas y los
sa hubiese representado, en realidad, a un pies” (LÓPEZ, 1998: 30) indican que debió
personaje femenino, dada la presencia de de ser elaborada por un escultor local, co-
una túnica excesivamente larga debajo de nocedor ciertamente de los modelos me-
la toga (LÓPEZ, 1998: 30, nota 7). A ello tropolitanos, pero incapaz de reproducirlos
se añadiría la manera como se disponen los con claridad y sin incurrir en importantes
pliegues del vestido que cubren el hombro y errores de composición. Estas carencias
el brazo derecho (doblado sobre el pecho), técnicas tal vez pudieron disimularse en
más próxima ciertamente a la de figuras fe- parte mediante el recurso a la policromía,
meninas que a la de los togados masculinos pues en algunas zonas del mármol se apre-
con bracchio cohibito. cian aún restos de pintura.

En dicho caso, nos hallaríamos más bien Finalmente, el tipo y el gesto reproduci-
ante la imagen de una niña o adolescente (lo dos, la forma excesivamente estrecha (casi
cual estaría perfectamente de acuerdo con de bloque rectangular) de la estatua y el lu-
su reducido tamaño) de origen ingenuo, sol- gar donde se produjo su hallazgo, próximo
tera y vestida con la toga praetexta, como ha a un área de necrópolis (vid. supra nota 8),
puesto de relieve recientemente C. Marcks conducen a plantear su hipotética pertenen-
(2005: 21). Quizás un buen paralelo en este cia a un monumento funerario.
sentido, incluso para la posición demasiado La última de las estatuas togadas ana-
centrada del sinus, podría encontrarse en lizadas, esculpida en mármol de tonalidad
una figura femenina infantil del Ara Pacis grisácea y de tamaño algo mayor que el
de Roma (GOETTE, 1990: 80, lám. 70.3, N
2b). Aunque, claro está, salvando la notable
19
distancia existente entre una y otra en ma- | La pieza, a la que sólo falta la cabeza (que
fue encajada en su día en un hueco labrado entre los
teria de ejecución. hombros), ni siquiera llega al metro de altura (mide
Sea como fuere, la sobria vestimen- en concreto 93 cm), incluyendo el plinto en el que se
sostiene.
ta elegida y la actitud serena y formal del 20
| Actualmente se conserva en el Museo Arqueo-
personaje evocan la todavía no muy lejana lógico cordobés (nº de registro C/CD/141), aunque
tradición republicana, lo cual favorece una durante años formó parte de una colección particular.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 205


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ A. GARRIGUET MATA

porcionado otros hallazgos de carácter fune-


rario vinculados a la necrópolis oriental (no
en vano, no demasiado lejos de aquí, a unos
100 m hacia el Sur, discurría la vía Augusta
de época imperial poco antes de penetrar en
Colonia Patricia).
Aunque ha llegado hasta nosotros con
mutilaciones diversas (como la de la mitad
inferior de la pierna izquierda, realizada en
un bloque distinto), la pieza se conserva lo
suficientemente bien como para haber per-
mitido su correcto análisis tipológico y esti-
lístico por parte de I. López, a cuyos trabajos
remitimos (LÓPEZ, 1997: 103-105; 1998:
60-61, nº 32). Así, la forma, dimensiones y
disposición de sinus, balteus y umbo, al igual
que el trabajo del mármol (con tendencia a
la esquematización y reducción de motivos),
llevan a encuadrarla en el grupo de togados
flavios del tipo Ba (“toga imperial con umbo
en forma de U”) de H. R. Goette (1990: 40-
42), en este caso de factura innegablemente
local.
Pese al empaque y a la ampulosidad que
LÁMINA 5: Togado procedente de la iglesia de S. la amplia vestimenta otorga a la figura en su
Lorenzo (Foto: López, 1998) vista frontal, el desarrollo de la estatua en
profundidad es, por el contrario, muy limi-
natural21, corresponde nuevamente, como tado (contemplada de perfil tiene una apa-
la primera, a un individuo masculino (Lám. riencia bastante plana, sin apenas volumen),
5). Fue descubierta de manera casual bajo el como somera resulta la plasmación de la pe-
ábside de la iglesia bajomedieval de San Lo- sada toga en su parte posterior. Este hecho
renzo, situada extramuros y unos 400 m al viene a demostrar que la efigie fue concebi-
Este de la ya mencionada parroquia de San da para su contemplación tan sólo de frente,
Andrés (Fig. 1, nº 6)22. Se trata de una zona por lo que presumiblemente habría quedado
que, como veremos a continuación, ha pro- encajada en alguna estructura arquitectóni-
ca, suponemos que funeraria, de cierta mo-
21
| Aun cuando carece de cabeza, trabajada apar-
numentalidad.
te como el brazo derecho y la mano izquierda, y de la En la pequeña plaza que se abre delan-
mitad inferior de las piernas, mide 1,30 m de altura
22
| Hoy día la estatua está depositada en el Museo
te de la iglesia de San Lorenzo fue hallada
Arqueológico y Etnológico de Córdoba, con el número en marzo de 1928, cuando se llevaban a
de registro 30.316. cabo obras para la instalación del alcanta-

206 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

rillado (SANTOS GENER, 1927-1928: 21),


un espolón de proa de trirreme rematado
en su centro por una cabeza de jabalí23. Tan
curiosa pieza parece fecharse en la primera
mitad del siglo I d.C. (unos años antes, por
consiguiente, que nuestro togado) y tal vez
formara parte de una construcción funeraria
perteneciente a un personaje distinguido por
sus acciones en el mar (BLANCO, 1970: 110-
111; VAQUERIZO, 1996), aunque nada más
puede apuntarse acerca de esta cuestión.
Asimismo del barrio de San Lorenzo, si
bien en esta ocasión descubierto en circuns-
tancias y fecha desconocidas, procede un
busto infantil realizado en mármol blanco
en el que se representa a un niño sonriente
de corta edad vestido con túnica (abrocha-
da sobre el hombro derecho mediante una
fíbula circular) y portando la bulla de los
individuos nacidos libres24. Dado a conocer
hace muchos años por S. de los Santos Ge-
ner (1927: 6-7), dicho busto ha sido estudia-
do de nuevo por P. León (2001: 234-235, nº
68), quien le concede una cronología de las
primeras décadas del siglo I d.C. en atención
al tratamiento del peinado, encontrando al-
gunos de sus mejores paralelos en relieves
funerarios romanos de ese momento. A te-
nor de este dato y del lugar de procedencia
su interpretación como escultura de ámbito
funerario resulta bastante probable. LÁMINA 6: Estatua femenina vestida del
En cuanto a las dos estatuas femeninas tipo Eumachia-Fundilia localizada en la C/
vestidas a las que hicimos referencia más Gondomar (Foto: autor).
arriba, ambas fueron halladas en zonas in-
tramuros de la Córdoba romana, si bien por 23
| Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba,
su morfología y características tipológicas nº de registro: D 42/2.
podrían haberse vinculado sin problemas a 24
| Se conserva, asimismo, en el Museo Arqueoló-
enterramientos de cierta monumentalidad. gico cordobés (nº de registro: 5101).
25
La primera apareció en 1990 en la calle | En la actualidad, puede contemplarse en uno
de los patios del Museo Arqueológico y Etnológico de
Gondomar, en pleno centro de la ciudad ac- Córdoba (nº de registro: 30.870). Mide 1,52 m de altu-
tual (Fig. 1, nº 7), al acometerse obras de in- ra, siendo su achura de 0,57 m y su grosor de solamente
fraestructura en plena vía (BAENA, 1991)25. 0,20 m.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 207


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ A. GARRIGUET MATA

De mármol blanco, en cuya superficie aún arroja la pieza cordobesa, pues ésta, debido
se aprecian restos de estucado y pintura de a su concepción sumamente plana, al tra-
color ocre, viste larga túnica y amplia palla tamiento lineal, espacioso y diáfano de los
recogida por encima y alrededor del brazo paños, o a la propia capa de estuco pinta-
derecho. La cabeza, hoy desaparecida, fue do, ha sido fechada en el periodo augusteo
trabajada aparte (como la mano derecha) y (LÓPEZ, 1996; 1998: 68, 174-175). Por su
encajada en su correspondiente hueco entre parte, la forma rectangular, excesivamente
los hombros. Los pliegues del manto situa- alargada y estrecha, de la figura28, su esca-
dos a ambos lados del citado orificio indican sísima profundidad (casi similar a la de un
que la mujer fue representada capite velato relieve) y el aspecto inacabado de su parte
(Lám. 6). posterior inducen a pensar en su instalación
La disposición de la palla en la zona en un marco arquitectónico “accesible” sólo
central del torso, configurando una doble desde el frente (un nicho de escasa anchura
curva, ha permitido a I. López (1996; 1998: o un reducido intercolumnio).
67-68, nº 36; 133-134) incluir fácilmente Combinando dicha evidencia con la fre-
esta estatua en el grupo de réplicas hispanas cuente aparición de las representaciones
del tipo denominado Eumachia-Fundilia26; del tipo Eumachia-Fundilia en monumentos
de origen helenístico, pero profusamente sepulcrales nada tiene de extraño que se le
reproducido tanto en relieve como en bulto haya supuesto a esta estatua una más que
redondo –en imágenes procedentes, sobre probable funcionalidad funeraria (LÓPEZ,
todo, de contextos funerarios27– entre fina- 1996: 44; 1998: 185); interpretación que
les del s. I a.C. y los primeros años de la cen- compartimos29, aun cuando ello implique,
turia siguiente (BIEBER, 1977: 200; KLEI- necesariamente, aceptar que la efigie fue
NER, 1977: 162 ss.; KOCKEL, 1993: 26-27; trasladada en un momento dado desde la
BAENA DEL ALCÁZAR, 2000: 3-4, 10, láms. edificación donde se expusiera originalmen-
2-3). Dicha cronología coincide con la que te –en alguna de las necrópolis patricienses,
¿la occidental por ser ésta la más cercana?–
26
hasta el lugar en el que se halló; lo cual, la-
| Contando a la de Córdoba, hasta el momento
se conocen nueve representaciones de este tipo en las mentablemente, no deja de ser una simple
antiguas provincias hispanas, seis de ellas béticas (vid. hipótesis.
BAENA DEL ALCÁZAR, 2000: 10, grupo B).
27
| La actitud serena, recogida y a veces grave de La segunda estatua femenina, vestida
este tipo de imágenes favoreció enormemente su uti- de nuevo con túnica y palla –aunque en esta
lización en monumentos funerarios de comienzos de ocasión ambas prendas aparecen notoria-
época imperial, por transmitir el concepto de virtus de mente ceñidas casi por completo al cuerpo
la casta matrona romana.
28
| La evidente desproporción existente entre las
(Lám. 7)–, se conserva desde principios del
mitades superior e inferior del cuerpo (las piernas de siglo XX en la colección arqueológica de la
la mujer son considerablemente largas en comparación familia Romero de Torres, en Córdoba (vid.
con su torso), además de ciertos detalles de tosquedad ROMERO DE TORRES, 1950: 103-104;
en su labra, han llevado a I. López a considerarla obra GARCÍA DE LA TORRE, 1991: 14-16). Es de
salida de un taller local (LÓPEZ, 1998: 134).
29
| En detrimento de la opción que la vincula a al-
mármol blanco y le faltan la cabeza, trabaja-
gún espacio público de Colonia Patricia, sostenida por da en una pieza distinta al resto del cuerpo,
Mª D. Baena (2000: 228). el brazo izquierdo y la mitad inferior de las

208 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

perduración, empleándose a través de dis-


tintas variantes tanto para representaciones
honoríficas como funerarias (KRUSE, 1975:
68 ss., 419-420; BIEBER, 1977: 148-157;
BAENA DEL ALCÁZAR, 2000: 4-5). La esta-
tua que ahora nos ocupa se fecharía hacia
las primeras décadas del siglo I d.C., a juzgar
por el tratamiento de los pliegues de su ves-
tido y por la adhesión de éste a la anatomía
del personaje, marcando así sus volúmenes
(LÓPEZ, 1998: 78).
Según consta en el inventario de la colec-
ción Romero de Torres31, la pieza se halló “en
unas excavaciones practicadas en el palacio
del Conde de Torres Cabrera” (sito en la ca-
lle del mismo nombre) (Fig. 1, nº 8), junto
a otras dos esculturas, que, como aquella,
también fueron regaladas por el citado aris-
tócrata a Enrique Romero de Torres hacia
1916: nos referimos una estatua ecuestre
incompleta, realizada en piedra caliza y al pa-
recer de plena época ibérica (CHAPA, 1985:
LÁMINA 7: Estatua femenina vestida del tipo 97-98, 169, lám. XX); y a otra efigie femenina
“pequeña herculanesa”, descubierta en el palacio vestida (ROMERO DE TORRES, 1950: 107),
de Torres Cabrera (Foto: López, 1998). también de mármol blanco, acéfala y carente
de la mitad inferior de las piernas32. La dis-
piernas, especialmente la derecha. Su tama- tancia desde el inmueble mencionado hasta
ño es considerablemente menor que el natu- la muralla septentrional de la ciudad no su-
ral (siempre y cuando consideremos que se pera los 150 m, por lo que es posible (aunque
trata de la imagen de una mujer adulta, y no no puede asegurarse) que nos encontremos
de una niña o adolescente)30 y presenta un ante un caso de traslado de esculturas (desde
aspecto estrecho y alargado, si bien su ejecu- una zona extramuros hacia el interior de la
ción, incluso en la parte posterior, muestra ciudad) semejante al que hemos propuesto
detalles de calidad. para la estatua de la calle Gondomar33.

Como acertadamente señala I. López 30


| Concretamente, mide 0,84 m de altura, 0,30
(1998: 78, nº 46; 139), la figura reproduce m de anchura y 0,28 m de profundidad o fondo.
con algunas variaciones en torso y brazos el 31
| Acerca de éste y su consulta véase la nota 17.
32
tipo conocido como “pequeña herculanesa”, | Pieza que, desafortunadamente, no hemos
creado en el siglo IV a.C. pero utilizado con podido identificar con ninguna de las representaciones
femeninas actualmente depositadas en la colección de
bastante frecuencia ya en el periodo hele- la conocida familia cordobesa.
nístico (sobre todo durante el s. II a.C.). 33
| La aparición conjunta de dos estatuas feme-
En época imperial este tipo tuvo una larga ninas romanas de mármol y de una efigie ecuestre ela-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 209


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Además de las representaciones comen- aun cuando su interpretación como elemen-


tadas, debemos referirnos aquí a otro intere- to funerario únicamente pueda plantearse a
sante testimonio escultórico procedente de manera de hipótesis por falta de datos. Se
un sector extramuros de la ciudad romana, trata de una estatua acéfala de Minerva (la
cabeza se trabajó aparte, insertándose en el
hueco que la figura presenta entre sus hom-
borada en caliza y fechada, supuestamente, en el siglo
bros) realizada en mármol blanco y hallada
IV a.C. podría considerarse un indicio a favor de dicha
hipótesis; por cuanto apunta a la “acumulación” de pie- en 1867 en el número 8 de la antigua calle
zas de cronología diversa en un mismo lugar y en algún Los Molinos (GARCÍA Y BELLIDO, 1949:
momento entre la Antigüedad y la fecha de su descubri- 133), cerca de la actual Avenida de las Olle-
miento. rías (Fig. 1, nº 9). Lamentablemente, nada
34
| La estatua es de tamaño algo menor que el na-
tural (mide 1,30 m de altura, incluyendo el plinto sobre
más sabemos sobre las circunstancias de su
el que se apoya) y se conserva en el Museo Arqueológico hallazgo34.
y Etnológico de Córdoba, nº de inventario 23.
35
Sin entrar en profundidad en el tema
| Diferentes son las explicaciones ofrecidas has-
ta la fecha para la frecuente aparición en la Bética de de la relación de Minerva con el mundo
bustos de esta divinidad femenina. Así, para M. Blech, funerario, señalaremos al menos que ésta
Minerva pudo haber actuado como diosa protectora de suele establecerse en el terreno de la plás-
los olivos béticos (BLECH, 1993: 129 ss.). En cambio, tica a través, fundamentalmente, de pe-
D. Vaquerizo se inclina más por considerar a estas re-
presentaciones un símbolo apotropaico de la doncellez
queñas terracotas –bustos o figurillas de
femenina (VAQUERIZO, 2004: 82). No olvidemos, en cuerpo entero de la diosa, sedente o es-
cualquier caso, el papel de Atenea-Minerva como pro- tante– depositadas en los enterramientos
tectora de las actividades “industriales” en el mundo (vid. BLECH, 1993: 129-131; VAQUERIZO,
antiguo, pues en esta misma zona, en el entorno del an-
2004: 76-82)35; y sólo en muy raras ocasio-
tiguo camino del Pretorio (una vía que se dirigía hacia
la Sierra, discurriendo entre el Palacio de la Merced, la nes mediante efigies de mediano o gran for-
Plaza de Colón), se han documentado restos de talleres mato elaboradas en piedra. De hecho, son
metalúrgicos (GARCÍA-VARGAS, 2003: 81). ¿Pudo ha- casi excepcionales los ejemplos conocidos
ber formado parte la estatua de Minerva de la ornamen- de asimilaciones de personajes femeninos
tación escultórica de una instalación “industrial” o de
reales a esta diosa con el propósito de re-
la vivienda suburbana de un acomodado artesano?
36
| A diferencia de lo que sucede con otras di- flejar la apoteosis privada o consecratio in
vinidades del panteón clásico, como Venus o Diana formam deorum (WREDE, 1981: 99, 283;
(WREDE, 1981: 99). Este tipo de asimilaciones de par- LIMC II, 1, 1984, p. 1108)36.
ticulares a divinidades se puso especialmente de moda
en monumentos escultóricos de Roma y las provincias Sin embargo, esta estatua de Córdoba,
occidentales entre los últimos tiempos de la dinastía que parece derivar de prototipos helenísti-
julio-claudia y el siglo III d.C., alcanzando su momento cos, presenta ciertas peculiaridades icono-
culminante, en relación a las representaciones en bulto
redondo, entre finales del siglo I y comienzos del II d.C.
gráficas –resaltadas ya por A. García y Belli-
(WREDE, 1981: 73 ss. 159). do (1949: 133-134, nº 134)– que no deben
37
| Como recientemente ha sugerido D. Vaquerizo pasarse por alto37. Nos referimos a su pose
(2004: 77, nota 159). un tanto indolente o relajada, motivada por
38
| Resultan sumamente interesantes en relación la acentuada flexión de la pierna derecha;
a esto último las palabras de García y Bellido, quien
comenta que la figura lleva el manto “como si se tra-
a la plasmación de la égida como si fuese
tase de una matrona más que de la diosa de la guerra” un refinado chal de plumas; o a la peculiar
(GARCÍA Y BELLIDO, 1949: 133). disposición del manto en torno al cuerpo38,

210 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

especialmente ceñido y tirante en la zona de única estatua funeraria de Colonia Patricia


las piernas. Todo ello, unido a la realización que puede vincularse con plena certeza a su
de la cabeza en una pieza distinta, parece correspondiente enterramiento. En efecto,
realmente más propio de la imagen de una la pieza fue descubierta sobre los restos del
mortal que de una representación ideal. basamento del denominado “Monumento Fu-
Pero no podemos ir más allá de esta impre- nerario 1”, construido hacia las últimas dé-
sión. Por otro lado, hemos de destacar una cadas del siglo I a.C. junto al trazado antiguo
vez más la forma sumamente estrecha, pla- (tardorrepublicano-primoimperial) de la via
na, alargada y rectangular –casi de pilar– de Augusta y amortizado en época claudio-ne-
la efigie, como si ésta se hubiese labrado roniana –cuando la citada via fue trasladada
expresamente para ser encajada en una an- unos metros al norte con motivo de la cons-
gosta hornacina. trucción del circo de Orive (vid. MURILLO et
alii, 2003: 68 y nota 26)–, según se desprende
En cuanto a su datación, atendiendo a
fundamentalmente de las relaciones estrati-
los aún contenidos efectos pictóricos (ob-
gráficas39. Disponemos, pues, de una ubica-
tenidos por la labra profunda del mármol
ción segura y de un contexto arqueológico
en zonas muy concretas del vestido, como
fiable, bien fechado, con el que podemos con-
el balteus, el extremo inferior de la túnica o
trastar la información cronológica proporcio-
los gruesos pliegues del manto desplegados
nada por el análisis iconográfico, estilístico y
entre las piernas) y a la adherencia de los
técnico de la propia escultura.
tejidos a determinadas partes del cuerpo
(como el seno derecho o las piernas), mar- La estatua (Lám. 8, 1-4), de la que se
cando así sus volúmenes, podríamos llevár- conservan torso, vientre y brazos (habiendo
nosla hacia los comedios del siglo I d.C., perdido cabeza y piernas, elaboradas en el
esto es, a época claudio-neroniana. Entre mismo bloque que el resto del cuerpo, a juz-
sus paralelos estilísticos, y limitándonos a gar por las líneas de rotura que éste presen-
Hispania, cabe citar una estatua de Sego- ta)40, fue realizada en un bloque macizo de
briga, otra de Almuñécar y una tercera de piedra caliza blanca de tonalidad ligeramen-
Tarragona, todas ellas representaciones de te amarillenta, salpicado por una pátina de
posibles damas imperiales (GARRIGUET, color castaño-ocre (así como algunas man-
2001: 39-40, nº 55, 42-43, nº 58 y 57-58, chas oscuras) en buena parte de su superfi-
nº 80). cie; en la cual se han producido además algu-
nos desconchones recientes. Representa sin
duda alguna a un personaje femenino atavia-

3. LA ESTATUA FEMENINA DE LA 39
| Para los detalles sobre el hallazgo de la escul-
C/ MUÑICES tura, así como para la cronología y la restitución del
monumento funerario al que se asocia (probablemente
La intervención arqueológica desarrollada del tipo edícula) remitimos al trabajo de J. L. Liébana
por José L. Liébana entre los años 2004 y y A. Ruiz recogido en este mismo número de Anales de
Arqueología Cordobesa.
2006 en el solar nº 33 de la calle Muñices, 40
| Sus medidas son: 0,76 m de altura, entre 0,39
que constituye la esquina noroccidental m (hombros) y 0,54 m (manos-caderas) de anchura y
de la Plaza de la Magdalena (Fig. 1), ha po- 0,31 m de grosor. De lo que cabe atribuirle un tamaño
sibilitado el hallazgo de la, hasta la fecha, aproximadamente natural.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 211


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do con túnica y palla, dos prendas típicas y los prototipos en los que se inspiró su autor
características de las matronas romanas. De (sobre la cual volveremos más abajo), dista
la primera sólo resulta visible una pequeña bastante de ser satisfactoria desde un punto
parte del escote, de muy escasa curvatura, de vista artístico.
justo por debajo del cuello; ya que el manto,
Estos últimos comentarios nos introdu-
fino y dispuesto de manera sencilla encima cen de lleno en el tema de la ejecución y la
de la túnica, envuelve y ciñe casi por com- calidad de la estatua. A este respecto cabe
pleto a la figura. Incluso la hoy desaparecida señalar, en primer término, que el escultor
cabeza quedó cubierta por aquél, como evi- se ha interesado evidentemente más por los
dencian los restos de pliegues conservados efectos plásticos que por los pictóricos, mos-
sobre los hombros y en el arranque de la trando un claro deseo general (en ocasiones
espalda. Sólo la mano derecha, pegada a la no demasiado logrado) de recalcar los volú-
cadera, consigue liberarse del férreo envol- menes de la anatomía femenina a través de
torio de la palla. la adherencia de los paños en detrimento de
La mujer aparece en pose frontal y ac- los juegos de claroscuro. Ello se pone bien
titud estática y tranquila, con ambos brazos de manifiesto en la parte delantera de la pie-
caídos en paralelo y unidos al cuerpo, hasta za, donde la mayoría de los pliegues concén-
el punto de no distinguirse prácticamente tricos y en forma de V del manto han sido
de éste. La leve torsión del cuello hacia el labrados de manera superficial, quedando
lado derecho es en realidad el único atisbo muy espaciados entre sí, lo que otorga un
de movimiento que transmite la escultura, aspecto diáfano a los paños. Únicamente en
si bien el plegado del manto refleja cierta la zona del pecho, entre los senos y justo
tirantez. Contemplada de frente (evidente- debajo del escote de la túnica, se han traba-
mente su punto de vista principal, Lám. 8,1) jado aquellos con mayor profundidad y gro-
se aprecia un acusado contraste entre la es- sor, aunque sin crear diferencias lumínicas
trechez de los hombros y la gran anchura del demasiado intensas. Por detrás (Lám. 8,4)
vientre y las caderas. Aunque más marcada la figura apenas si ha sido desbastada con
resulta aún esta desproporción en las vistas el puntero. Sólo se han representado aquí, y
de la figura correspondientes a sus perfiles ello de forma tosca y muy somera, un listel
(Lám. 8,2-3): así, a un abdomen prominente rectangular –alusión al extremo sobrante de
y abultado en exceso se oponen unos senos la palla que cae por el lado izquierdo de la
muy pequeños, casi imperceptibles. Que espalda– y el esbozo de dos pliegues justo
este peculiar y descompensado esquema detrás del cuello.
corporal femenino –propio de mujeres ma- Llama la atención, por otro lado, la pre-
duras de probada fertilidad– se halla presen- sencia en casi toda la superficie de la escul-
te en numerosas creaciones escultóricas del tura de huellas del cincel dentado o gradina,
periodo helenístico y en no pocas represen- lo cual indica que aquella no fue alisada ni
taciones de época romana derivadas de ellas pulida, a excepción sólo de la mano derecha,
(vid. LINFERT, 1976) es circunstancia inte- desnuda por sobresalir de los paños, cuya la-
resante que no debe pasarse por alto; pero la bra (que podemos calificar de correcta) des-
reproducción del mismo en el ejemplar cor- taca claramente por este motivo en relación
dobés, al margen de remitir a la cuestión de a la de las restantes partes de la figura. No

212 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

LÁMINA 8, 1-4: Estatua femenina vestida de la C/ Muñices (Foto: José L. Liébana).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 213


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se observan tampoco restos de policromía ni obtenida en este caso a partir de las relacio-
de la imprimación que servía para ocultar las nes estratigráficas.
imperfecciones de la ejecución y borrar a la
Por lo que hace referencia al modelo o
vez las trazas de las herramientas, actuando
tipo iconográfico reproducido en aa estatua
también, habitualmente, como capa de pre-
cordobesa, debemos señalar que entre el am-
paración sobre la que se aplicaba la pintura
plísimo repertorio de representaciones feme-
(NOGUERA-ANTOLINOS, 2002: 113-119).
ninas vestidas de época republicana e impe-
No obstante, y en razón de la apariencia
rial temprana derivadas de prototipos clási-
inacabada de su ejecución, suponemos que
cos o helenísticos (con las que, ciertamente,
la estatua romana de la calle Muñices debió
comparte en general actitud recogida, esque-
de recibir algún tipo de mortero o estucado
ma cerrado o ceñidura del vestido) hasta la
de cara a su exposición, habida cuenta asi-
fecha no hemos encontrado para la misma
mismo del material “blando” y escasamente
ostentoso en el que se realizó. ningún paralelo exacto en bulto redondo.
Ello se debe, fundamentalmente, a la “extra-
Precisamente, la utilización de piedra ña” posición que adoptan los brazos, ambos
caliza y los detalles de una elaboración en caídos junto al cuerpo en toda su longitud, y
general descuidada y tosca permiten inferir a la completa cubrición de los mismos por el
en esta obra la intervención de un discreto manto, cuando lo habitual es que, al menos,
artista local41, quien habría desarrollado su uno de ellos se libere parcialmente de la palla
labor en un momento previo a la utilización y se doble hacia el torso o bien hacia delante,
generalizada en Hispania del mármol como agarrando o recogiendo algunos paños (vid.
material escultórico (LEÓN, 1990: 367 ss.; LINFERT, 1976; KOCKEL, 1993). Esas dos
RODÀ, 1996: 109-112). Todo ello nos con- circunstancias quedan reflejadas, lógicamen-
duce, pues, hacia la segunda mitad del siglo te, tanto en la disposición del vestido como
I a.C., lo cual concuerda prácticamente a la en su plegado, haciendo que lo uno y lo otro
perfección con la tipología arquitectónica y se caractericen por su extremada y absoluta
la cronología del Monumento Funerario 1, sencillez. Este hecho constituye un nuevo
factor de diferenciación respecto a la gran
41
| Un detalle que pone de manifiesto las limita- mayoría de figuras femeninas de época tardo-
ciones técnicas del escultor podemos observarlo en el rrepublicana o imperial temprana, en las que
arranque del muslo izquierdo, donde varios pliegues del no resulta raro apreciar pequeñas zonas de
manto se dirigen, estirados y en forma de abanico, ha- la anatomía donde las prendas, debido a las
cia la mano izquierda, como si ésta estuviera agarrando
la palla y tirando de ella, un gesto frecuente en las re-
poses y los gestos de las retratadas, forman
presentaciones femeninas vestidas presente ya en crea- motivos de cierta complejidad.
ciones helenísticas (NISTA, 1984: 477). Sin embargo, la
mano citada está completamente cerrada (ni siquiera
Como consecuencia de todo ello, y te-
se han representado en ella los dedos) y envuelta en los niendo en cuenta que la escultura de Córdo-
ropajes, por lo que en realidad no puede asir nada. Es ba llevó antaño la cabeza velada, las estatuas
obvio, por consiguiente, que su autor quiere reproducir que muestran mayor parentesco iconográfi-
un detalle de elegancia que conoce bien; pero es inca- co con ella son, a nuestro juicio, dos figuras
paz de hacerlo con corrección.
42
| Tanto es así que L. Baena del Alcázar (2000:
“orantes” realizadas en mármol blanco y
8) no llega a decantarse por un modelo concreto a la también de muy difícil adscripción tipológi-
hora de mencionar paralelos para estas dos peculiares ca42, procedentes de Medina Sidonia (Cádiz)

214 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

ción difiere, no obstante, de la que posee la


pieza recuperada en la calle Muñices (varias
décadas más antigua, como hemos indica-
do), la cual además fue elaborada en piedra
caliza y no evidencia la actitud “orante” de
aquéllas, al presentar caídos y adheridos al
cuerpo ambos brazos.
Por otro lado, y pese a que el grado de
afinidad con ellas es algo menor, también
debemos aludir aquí a una serie de repre-
sentaciones femeninas tanto exentas como
en relieve que, aunque con diversas varian-
tes (por ejemplo, en la ponderación), mani-
fiestan entre sí concomitancias suficientes
como para ser integradas en un único tipo,
considerablemente menos conocido y re-
producido que los de Eumachia-Fundilia o
la “pequeña herculanesa”. Nos estamos re-
firiendo al tipo Allia-Berlín, cuyos orígenes
podrían retrotraerse al siglo IV a.C. y, con
más seguridad, al periodo helenístico; si
bien fue adaptado en época romana y em-
pleado, sobre todo, entre finales del siglo I
a.C. y el siglo I d.C. en contextos funerarios
(BAENA DEL ALCÁZAR, 2000: 4; BAENA-
BELTRÁN, 2002: 78). Dentro de este esque-
ma, y como simple propuesta de ordenación
LÁMINA 9: Estatua femenina vestida de tipológica, V. Kockel ha identificado cuatro
Segobriga (Foto: DAI, Madrid). grupos, siendo el principal el que da nombre
al tipo (KOCKEL, 1993: 28, nota 236).
y Segobriga (Saelices, Cuenca) (Lám. 9), Las figuras que integran el tipo Allia-
respectivamente (BAENA DEL ALCÁZAR, Berlín aparecen siempre con el brazo de-
2000: 8; GARRIGUET, 2001: 37-38, nº 52). recho caído junto al cuerpo y totalmente
A pesar de la distancia geográfica que las se- envuelto por el manto, agarrando la mano
para, estas dos estatuas se encuentran muy correspondiente algunos pliegues de éste;
próximas entre sí desde el punto de vista ico-
nográfico (aparecen veladas, casi totalmen- esculturas hispanas, si bien recoge la interesante opi-
te envueltas en sus mantos y con las manos nión de algunos autores, entre ellos A. Linfert (1976:
dirigidas hacia adelante) y, tal vez también, 60, nota 185b), que se inclinan por vincularlas –y más
exactamente a la pieza de Medina Sidonia– con una va-
cronológico. En efecto, se trata de obras fe- riante del tipo Allia-Berlín (KOCKEL, 1993: 28 y notas
chadas muy probablemente, en función de 235-238; BAENA DEL ALCÁZAR, 2000: 4); al cual vol-
su estilo, en época julio-claudia. Dicha data- veremos a referirnos a continuación.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 215


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ A. GARRIGUET MATA

por el contrario, el brazo izquierdo, libera- dio cuerpo, junto con un matrimonio, en
do parcialmente del vestido, se dobla en un un relieve del Museo Nazionale Romano,
ángulo más o menos pronunciado, dirigién- antaño conservado en Villa Mattei (Lám.
dose hacia delante o bien desviándose lige- 10) (KLEINER, 1977: 230, nº 60; KOCKEL,
ramente hacia el torso para asir los paños. 1993: 176-177, LI); figura que podemos
El manto, tras cubrir la espalda, forma en considerar actualmente el mejor parale-
la mayoría de los casos un haz de pliegues lo para la estatua cordobesa. En efecto,
que atraviesa en diagonal el torso, pasando la mujer del citado relieve no sólo lleva el
entre los senos, desde el hombro derecho manto de manera casi idéntica a aquella,
hasta un poco por encima de la cadera iz-
cubriéndole también la cabeza, sino que
quierda43, para recogerse después en el
además presenta la misma pose estática.
brazo de este lado. En otras ocasiones, sin
Como evidencian los pliegues del vestido o
embargo, como se observa en la estatua de
la posición de los hombros, aparece igual-
la llamada “Sulpicia Platorina”, de Roma
(LINFERT, 1976: 58 ss.; TAGLIETTI, 1985), mente con ambos brazos caídos y pegados
o en el relieve, también romano, de “Atis- al cuerpo. La pieza romana ha sido fechada
tia” (KLEINER, 1977: 11 ss., 202 s., nº 12; en los últimos años del siglo I a.C., por lo
KOCKEL, 1993: 88 ss., A 8), los pliegues de que se encuentra bastante próxima a la es-
la palla forman una amplia curvatura sobre tatua de Córdoba desde el punto de vista
el pecho y caen luego, desde el hombro iz- cronológico.
quierdo, por la espalda; de un modo muy En definitiva, esta última es una crea-
similar, por tanto, a como sucede en la es- ción escultórica singular dentro del pano-
tatua de la calle Muñices.
rama hispano derivada, en última instan-
Con estas dos últimas imágenes –la cia, de prototipos helenísticos, pero cuyos
primera de época neroniana tardía o flavia referentes iconográficos más directos y
temprana (TAGLIETTI, 1985) y la segunda, cercanos parecen encontrarse en relieves
muy anterior, de hacia mediados del siglo funerarios de la Urbs o su entorno, datados
I a.C. (KOCKEL, 1993: 91)– ha sido rela- grosso modo (como ella) en las últimas dé-
cionado tipológicamente un controvertido cadas del siglo I a.C. Es, por consiguiente,
personaje femenino representado de me- una de las estatuas romanas más antiguas
de Córdoba que ha llegado hasta nuestros
días, así como un buen ejemplo de que, bajo
43
| Recordemos, por ejemplo, la figura derecha circunstancias afortunadas, los testimonios
del relieve de las Alliae (NISTA, 1984; KOCKEL, 1993: escultóricos del pasado “perduran” a veces,
222, O 29); o las tres estatuas hispanas del tipo Allia- hablándonos (si les interrogamos) de quie-
Berlin –una de Tarragona, otra conservada en Toledo y
nes los encargaron, hicieron, contemplaron
la tercera descubierta en Jaén– analizadas por L. Baena
del Alcázar (2000: 4 y 11; BAENA-BELTRÁN, 2002: 77- y abandonaron; a diferencia de lo que acon-
78, nº 13). Como una variante de las mismas, dotada tece con las siempre efímeras y “volátiles”
de mucha más gracia y movilidad (posiblemente porque palabras a las que alude el conocido dicho
procede de un ámbito honorífico y no funerario), podría
latino que, levemente adulterado por noso-
considerarse una de las estatuas recuperadas en la calle
Ángel de Saavedra de Córdoba (LÓPEZ, 1998: 68-70; tros, hemos utilizado como título para este
GARRIGUET, 1999: 99-100), de cronología augustea. trabajo.

216 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

el carácter de verdadero unicum que, desde


el mismo instante de su feliz descubrimien-
to, ha adquirido la efigie femenina de la ca-
lle Muñices.
Si atendemos en primer lugar a la dis-
tribución espacial o topográfica del material
analizado (Fig. 1), comprobaremos de en-
trada que éste se localiza en casi todos los
casos (con la única excepción de dos esta-
tuas femeninas vestidas descubiertas intra-
muros) al Norte y al Este del recinto amu-
rallado de la ciudad, y habitualmente en las
proximidades de una vía de comunicación.
Este segundo dato tiene fácil y lógica expli-
cación (las necrópolis se ubican casi siem-
pre junto a lugares de tránsito); por lo que
no aporta nada nuevo al conocimiento del
mundo funerario cordubense. Sin embargo,
combinado con la primera de las circunstan-
cias antes referidas resulta a nuestro juicio
LÁMINA 10: Relieve funerario del Museo sumamente interesante.
Nazionale Romano (detalle) (Foto: Kockel, 1993).
En efecto, aun cuando no podamos ol-
vidar que nuestra documentación es muy
4. VALORACIÓN CONJUNTA sesgada y responde en gran medida al azar
DE LA DOCUMENTACIÓN Y de los hallazgos, creemos que la preponde-
rancia mostrada en época tardorrepublicana
REFLEXIONES FINALES
y altoimperial por las áreas funerarias sep-
Las consideraciones que, llegados a este tentrional y oriental de Corduba-Colonia Pa-
punto, debemos hacer sobre las estatuas tricia en materia de decoración escultórica
funerarias de la Córdoba romana resultan (y más concretamente estatuaria)44 podría
lamentablemente demasiado parcas y han haber estado motivada, fundamentalmente,
de tomarse además, no lo ocultamos, con por el deseo de las elites locales de autorre-
la máxima cautela. Ello es consecuencia presentarse y a la vez mantener viva su me-
directa tanto del escaso número de ejem- moria lo más cerca posible de las dos rutas
plares conocidos hasta el momento, ya sea terrestres más importantes entonces para
a través de la plástica o la epigrafía, como,
sobre todo, del hallazgo aislado y fuera de 44
| Este papel continuó siendo muy importante
contexto de casi todos ellos. Confiamos, no en momentos posteriores, como ponen de manifiesto
obstante, en que nuevas investigaciones ar- las numerosas tumbas bajoimperiales o tardoantiguas
documentadas en dichas áreas en fechas recientes
queológicas incrementen cuantitativa y cua- (SÁNCHEZ RAMOS, 2003), o los sarcófagos marmóreos
litativamente nuestra información respecto paganos (BELTRÁN, 1999) y cristianos (SOTOMAYOR,
a este asunto y permitan acabar pronto con 1975).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 217


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ A. GARRIGUET MATA

la ciudad: a saber, la via Augusta, verdadero Desde el punto de vista cronológico, salvo
cordón umbilical con Roma, a través del cual el pedestal de estatua de C. Furnio Fortunato
se podía sentir constantemente la pertenen- (datado en la segunda mitad del siglo II d.C.)
cia a las regiones más avanzadas del Medite- y el togado flavio descubierto en la iglesia de
rráneo; y los caminos que conducían hacia el San Lorenzo, el resto de los testimonios se fe-
Norte, hacia Augusta Emerita y, sobre todo, cha entre las últimas décadas del siglo I a.C.
a las ricas explotaciones mineras de Sierra (esto es, en lo últimos momentos de la Repú-
Morena, de las cuales algunas familias cor- blica o en los primeros instantes del principa-
dobesas de entre finales del siglo I a.C. y la do de Augusto) y los años centrales del siglo I
primera mitad de la centuria siguiente obtu- d.C. (la etapa claudio-neroniana); con una es-
vieron los recursos necesarios para ascender pecial concentración en los años inmediata-
socialmente. mente anteriores y posteriores al cambio de
Por otro lado, llama la atención el hecho Era. Estos datos muestran un panorama muy
de que mientras algunas esculturas, como la similar al de otras ciudades hispanas, como
posible estatua femenina togada hallada en- Augusta Emerita (NOGALES, 1997), Barcino
tre Ronda de los Tejares y la Avda. del Gran (RODÀ, 2002) o Carmo (LEÓN, 2001a); en
Capitán, debieron de erigirse (integradas en las cuales, y gracias a la adhesión entusiasta
sus correspondientes monumentos) a muy de sus elites al fenómeno de la autorrepre-
escasos metros de la muralla urbana, otros sentación a través de la plástica (que suscitó,
en cambio, caso por ejemplo de la estatua por ejemplo, una amplia y creciente demanda
femenina de calle Muñices o del togado re- de estatuas honoríficas), surgió y se desarro-
cuperado en el Tablero Bajo, se expusieron a lló rápidamente, en el citado marco cronoló-
una distancia considerable de aquella, a pe- gico, una importante producción escultórica
sar de su temprana cronología (en el caso de según parámetros netamente itálicos y roma-
la primera, dada su datación augustea tem- nos, buena parte de la cual fue destinada al
prana, hay que señalar que por entonces ni ámbito funerario.
siquiera se habría completado aún el avance
El marcado descenso de la estatuaria fu-
de la ciudad en dirección al río)45. Por con-
neraria observado en Córdoba a partir de la
siguiente, si esta desigual distribución de la
estatuaria funeraria no parece que fuera cau- segunda mitad del siglo I d.C. encuentra, asi-
sada por la necesidad de disponer o reservar mismo, paralelos en otros lugares de Hispa-
más espacio para la ampliación del hábitat, nia y, en general, en Roma y el Mediterráneo
es muy probable entonces que hubiese teni- occidental, como ya apuntamos al principio
do que ver con cuestiones como la diferente de este trabajo. Este hecho, que no resul-
dedicación productiva y la propiedad de los ta por tanto nada extraño, debe atribuirse
terrenos que bordeaban a la capital bética; principalmente a un cambio paulatino en
tema de investigación histórico-arqueoló- las modas y preferencias respecto al formato
gica sobre el territorio cordubense de gran de las representaciones de difuntos; cambio
interés que merece ser abordado con mayor que a partir aproximadamente de mediados
profundidad en el futuro. del siglo II d.C. habrá que vincular también
con la progresiva generalización entre la so-
45
| Vid. a este respecto J. F. Murillo (2003: 39- ciedad romana del ritual de la inhumación,
40). lo que se traducirá en la incorporación de

218 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


VERBA VOLANT, STATUAE (NONNUMQUAM) MANENT... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

los sarcófagos figurados al universo sepul- Bajo representó a un individuo de elevado


cral (RODÀ, 1996: 130-131). rango social (tal vez senatorial), a juzgar
por sus calcei. Algo similar podría afirmarse
En cuanto a las cuestiones iconográ-
para la pequeña estatua togada descubierta
ficas y estilísticas, señalemos que excepto
entre la Avda. del Gran Capitán y Ronda de
la cabeza masculina hallada en Ronda de
Tejares, pues si se tratase realmente –como
los Tejares, de marcado acento “local”, las
se ha apuntado– de la imagen de una mu-
piezas restantes evidencian una estrecha
chacha habría que descartar su condición de
dependencia (voluntariamente buscada y
liberta. Con respecto a las piezas restantes,
aceptada) hacia los modelos y las corrien- resulta extremadamente difícil pronunciarse
tes vigentes en la Roma tardorrepublicana acerca de si correspondieron a individuos de
e imperial temprana, difundidos desde allí origen servil manumitidos o a ingenuii (aun-
con éxito a provincias como la Bética por que lo que no puede negarse, desde luego,
artistas itálicos (LEÓN, 1990: 308 ss.); si es que todos pertenecieron a sectores de la
bien, en el caso de las estatuas femeninas población privilegiados desde el punto de
vestidas (incluida la de la C/ Muñices), sus vista económico). Ni siquiera para la estatua
prototipos deben retrotraerse en última ins- femenina descubierta en la calle Muñices po-
tancia a las épocas tardoclásica o helenísti- demos ofrecer una propuesta medianamente
ca. Por los detalles de su ejecución puede fiable sobre su adscripción social, al no ha-
sostenerse que todas las esculturas salieron berse localizado inscripción alguna durante
de talleres locales, los cuales utilizaron la la excavación. No obstante, gracias a la in-
piedra caliza como primer material para formación arqueológica proporcionada por
sus creaciones, sustituyéndola muy pronto, dicha intervención podemos hacer ahora al-
en fechas próximas al cambio de Era, por el gunas reflexiones en este sentido. Así, dado
mármol blanco. que el monumento donde apareció la estatua
Finalmente, y aunque en esta parcela fue construido entre el Segundo Triunvirato
sea difícil adentrarse por las características y los primeros años del gobierno de Augusto,
de la documentación con la que trabaja- cabe suponer que sus propietarios gozaban
mos, debemos hacer alusión a los aspectos de una posición económica más que desaho-
socioeconómicos derivados de la estatuaria gada cuando la ciudad comenzaba a recu-
funeraria cordubense. En este asunto ha de perarse de los estragos ocasionados por la
comenzarse por reconocer el elevado valor guerra civil entre pompeyanos y cesarianos.
que poseen los documentos epigráficos en Por tanto, o bien habían sufrido sus nefastas
general y, en concreto, las dos inscripciones consecuencias y se habían repuesto en pocos
años de este luctuoso episodio, o bien no se
objeto de nuestra atención; pues mientras
habían visto sustancialmente afectados por
que la primera conmemora a un joven in-
el mismo (¿por alinearse con el bando gana-
dividuo del estamento decurional de Astigi
dor?, ¿por ser unos recién llegados a Cordu-
fallecido en época antonina, la segunda per-
ba?). Sea como fuere, durante aproximada-
petua la memoria de una familia de libertos,
mente tres generaciones el Monumento Fu-
presumiblemente cordobeses, del s. I d.C.
nerario 1 y las demás edificaciones sepulcra-
Refiriéndonos ya a las obras escultóricas, les aledañas habrían sido contemplados por
podemos suponer que el togado del Tablero todos aquellos que se acercaran a la nueva

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 219


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ A. GARRIGUET MATA

Colonia Patricia a través de la via Augusta, diados del siglo I d.C., y quizás también el
cumpliendo la principal función para la que descuido o la insolvencia de los herederos de
un día fueron erigidos: la perduración de la aquellos que los mandaron construir46, supu-
memoria de sus moradores. Pero el traslado sieron la amortización definitiva de dichos
de aquélla unos metros más al Norte a me- enterramientos.

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46
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el podio del Monumento Funerario 1 sugiere que el
recuerdo de la difunta a la que aquella representó ca- GARRIGUET, J. A. (1999): “Reflexiones en torno
recía de sentido, ya fuese por la desidia de sus des- al denominado ‘Foro de altos de Santa Ana’ y a los
cendientes, por haber perdido los mismos el antaño comienzos del culto dinástico en Colonia Patricia
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la extinción de ésta. Pues de lo contrario la estatua
podría haber sido llevada a cualquier otra posesión fa- GARRIGUET, J. A. (2001): La imagen del poder
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220 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 223


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE
ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA ANALES
PATRICIA1 DE ARQUEOLOGÍA
Lucía Esther MORENO ROMERO C OR D OB E S A
Universidad de Córdoba
número 17 (2006)

E-mail: estmoreno19@hotmail.com
VOL. I / PÁGS. 225 - 258

RESUMEN

En estas páginas pretendemos ofrecer al lector una amplia


visión sobre el paisaje funerario de Colonia Patricia durante los
primeros siglos del Imperio. En primer lugar, poniendo al lector
en antecedentes con un breve recorrido historiográfico del mun-
do funerario patriciense, para, a continuación, analizar aspectos
generales como la revisión espacio-temporal de sus áreas fune-
rarias, e intentando trazar un panorama evolutivo de los ritos,
tipologías de enterramientos, dispersión topográfica y ofrendas
funerarias de cronología altoimperial.

ABSTRACT

In the following pages we intend to offer the reader an up-


dated vision on the funeral landscape of Colonia Patricia during
the first centuries of the Empire. On the first place, we provide
the reader with a brief overview of the patriciense funeral world.
On the second place, we continue with an analysis in time and
space of general aspects of its funeral areas. Then we draw the
main evolution of the rites, the typologies of interments a topo-
graphic dispersion and funeral offerings, all within a High Empire
chronology.

1
| Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación
“Espacio y usos funerarios en la ciudad histórica. El ejemplo cordobés (siglos II
a.C.-XV d.C)”, financiado por el Plan Nacional de Investigación Científica, Desa-
rrollo e Innovación Tecnológica 2000-2003 del Ministerio español de Ciencia y
Tecnología, con apoyo de FEDER (Ref. BHA 2003-08677).
También se inscribe en el Convenio de Colaboración que el Grupo de In-
vestigación HUM 236 del Plan Andaluz de Investigación, integrado por todos los
miembros del Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba, mantiene con
la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba para el estu-
dio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único.

225
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

INTRODUCCIÓN generales como la revisión espacio-temporal


de sus áreas funerarias, e intentar trazar un
El volumen de información sobre el mundo panorama evolutivo de los ritos, tipologías
funerario romano que nos proporciona la de enterramientos y dispersión topográfica,
Colonia Patricia Corduba es de tal densidad ofrendas funerarias, etc. De la conjunción de
que hace unos años se hizo indispensable ambas partes esperamos que el lector llegue
una profunda revisión y sistematización de a tener una amplia visión sobre el paisaje
los hallazgos, realizada en el marco del Pro- funerario patriciense durante los primeros
yecto FUNUS, en sus dos fases: “Espacio y siglos del Imperio.
usos funerarios en Corduba” y “Espacio y Supone un riguroso intento de afrontar
usos funerarios en la ciudad histórica. El un tema complejo y atractivo, que resulta,
ejemplo cordobés (ss. II a.C. – XV d.C.)”, si cabe, más meritorio si tenemos en cuenta
bajo la dirección del Prof. Dr. Desiderio Va- la ausencia de muchos datos y las dificulta-
querizo, en el que se enmarca este artículo2. des para llevar a cabo la investigación, de-
Por primera vez, el mundo funerario cordu- bido a la descontextualización del registro
bense se entiende, no de manera sectorial y material y a la escasa información fiable de
dispersa, sino en el contexto de un yacimien- que disponemos sobre los espacios funera-
to único, como es la ciudad de Córdoba. rios cordobeses, supuestas las limitaciones
A este espíritu responde nuestro traba- metodológicas que durante años han venido
jo3, en el que haremos, en primer lugar, un afectando a las intervenciones arqueológicas
breve recorrido por la historia de la investi- en la ciudad. Sin embargo, en la actualidad
gación acerca del mundo funerario en Cór- se intuye cierta mejora de esta situación, no
doba, para, a continuación, analizar aspectos sólo fruto de una mayor conciencia social en
temas de patrimonio arqueológico, sino por
2
| Gracias al Prof. Dr. Desiderio Vaquerizo por su la promulgación de una nueva normativa,
asesoramiento y valiosas apreciaciones, así como a Dña. tanto a nivel autonómico como municipal,
Ana B. Ruiz, por los comentarios vertidos sobre mani- cuyo máximo representante es el tandem
festaciones arquitectónicas de Colonia Patricia, y a los compuesto por la Gerencia Municipal de
directores de excavación: Dña. Rocío Penco, D. J. M. Sa-
Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba
linas, D. Luis Alberto López Palomo y D. Eduardo Ruiz
Nieto, que con su buena disponibilidad han permitido y el Área de Arqueología de la Universidad,
que estudiáramos los materiales o que hiciéramos men- que desde el año 2001 vienen desarrollando
ción de yacimientos en curso de estudio o publicación. una interesante labor de investigación en
3
| Este trabajo constituye una adaptación y pues- las actividades arqueológicas de titularidad
ta al día del que bajo el mismo título, fue presentado en
las VI Jornadas Cordobesas de Arqueología Andaluza.
municipal.
Espacio y Usos funerarios en la ciudad histórica, ce-
lebradas en Córdoba durante los días 28-31 de Marzo
de 2006, y dedicadas exclusivamente al mundo fune-
rario cordobés, del que se proporcionó una evolución BALANCE HISTORIOGRÁFICO
sincrónica desde época romana hasta momentos bajo-
medievales y cristianos. Su principal objetivo fue dar a Las características de una ciudad como Cór-
conocer los resultados del citado Proyecto a la comu-
nidad arqueológica nacional e internacional, intentado
doba, prolífica en hallazgos arqueológicos,
comparar la problemática funeraria cordubense con la han originado que sea objeto de continuas
de otras ciudades de Hispania o del Imperio. investigaciones desde el Renacimiento hasta

226 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

nuestros días, de ahí que se haga necesaria reforma en el cementerio de Nuestra Seño-
una revisión historiográfica, así como una ra de la Salud (VAQUERIZO, 2001a: 28) y
puesta al día sobre el estado actual de la in- en 1931 dirigió la excavación de un monu-
vestigación, en lo que a sus espacio funera- mento funerario descubierto en el actual
rios se refiere. barrio de Ciudad Jardín, concretamente en
la confluencia de las calles Antonio Maura e
Remontándonos al siglo XVI, destaca la
Infanta Dña. María, que sería trasladado a
figura de Ambrosio de Morales, cuyas obras4
la Puerta de Sevilla, donde hoy se conserva
sirvieron como punto de partida para los tra-
descontextualizado.
bajos de futuros y prestigiosos eruditos loca-
les. Larga es la lista de nombres5; entre ellos Por su parte, Santos Gener no sólo dife-
despuntan algunos tan significativos como renció las necrópolis cordobesas basándose
Pedro Díaz de Ribas, con su obra De las anti- en diferentes hallazgos8 documentados ex-
güedades y excelencias de Córdoba6 (1627),
Francisco Ruano y su Historia General de 4
| De gran importancia, por su carácter arqueo-
Córdoba (1760), y Paseos por Córdoba. O lógico, es la titulada Las Antigüedades de las ciudades
sean apuntes para su historia, de Ramírez de España que van nombradas en la Coronica, en la
que el cronista realiza una descripción de la Córdoba
de Arellano (1873). A pesar del espíritu anti-
romana y un detallado análisis de los epígrafes hasta
cuarista y afán de coleccionismo de estos au- entonces conocidos (SÁNCHEZ MADRID, 2002: 214-
tores, sus obras no sólo se caracterizan por 215).
su valor historiográfico, sino porque en un 5
| Padre Martín de Roa, Antiguo Principado de
intento de configurar una historia completa Córdoba en la España Ulterior o Andaluz, 1636; Andrés
de Morales y Padilla, Historia de Córdoba, 1662; Barto-
de la ciudad, aportan datos arqueológicos
lomé Sánchez de Feria, Palestra Sagrada o Memorial de
relevantes para la investigación actual, que los Santos de Córdoba, 1772; Luis Maraver y Alfaro, His-
en numerosas ocasiones han desaparecido. toria de Córdoba desde los más remotos tiempos hasta
nuestros días, 1863.
La llegada del siglo XX trajo consigo dos 6
| Recoge la descripción y dibujo de urna cinera-
importantes figuras –Enrique Romero de ria de mármol, actualmente desaparecida, cuyo parale-
Torres y Samuel de los Santos Gener– que lo más directo se encuentra en el Cabinet des Médailles
serán claves en la arqueología cordobesa de Paris. La pieza cordobesa está fechada en época ju-
lio-claudia y procede de un taller romano. En su deco-
y, muy especialmente, en lo que al ámbito ración se emplearon motivos relacionados con Apolo.
funerario se refiere. Significativas son sus (BELTRÁN, 1987 :161-178; VAQUERIZO, 2001a: 223).
publicaciones7 (de consulta obligada para 7
| Romero de Torres, E. (1941): Corona de estu-
todo investigador), al igual que los trabajos dios que la Sociedad de Ant., Etn. y Preh. dedica a sus
de salvaguarda y conservación del patrimo- mártires, I, CSIC, Madrid.
Santos Gener, S. (1955): Memoria de las excava-
nio arqueológico llevados a cabo por Santos ciones del Plan Nacional, realizadas en Córdoba (1948-
Gener en el Museo Arqueológico de Córdo- 1950), Comisaría Gral. De Excavaciones Arqueológicas,
ba, del que fue director entre los años 1925 Madrid.
y 1959. Pero si realmente destacan ambos 8
| Santos Gener hace referencia al hallazgo de
eruditos es porque con sus trabajos de cam- varios sarcófagos de piedra en la Puerta de Osario (Ne-
po sacaron a la luz un importante sector de crópolis Septentrional) o de sarcófagos de plomo junto
a la Puerta del Hierro (actual C/ Diario de Córdoba).
la necrópolis Occidental de Corduba. Rome- Enterramientos de idéntica tipología a éstos últimos
ro de Torres exhumó varias tumbas de época fueron localizados en el Campo de la Verdad (SANTOS
tardoantigua o visigoda, con motivo de una GENER, 1955: 9).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 227


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

tramuros y junto a las vías de salida de la ciu- El Museo Arqueológico Provincial de


dad, sino que intervino donde ya lo hiciera Córdoba, representado en las figuras de sus
su colega Romero de Torres, es decir, en el directores10, jugó un papel fundamental en
denominado “Camino Viejo de Almodóvar”, la historia de la investigación arqueológica
descubriendo numerosos restos que consta- de la ciudad, a pesar de las limitaciones de
tan la gran riqueza funeraria de esta área. La los primeros años. La labor desempeñada
ausencia de sepulturas monumentales y la por A. Mª Vicent y A. Marcos Pous durante
abundancia de busta o ceniceros (SANTOS las décadas de los años sesenta, setenta y
GENER, 1955: 11), valió para que, desde un principios de los ochenta, se puede calificar
primer momento, la calificara como necró- de elogiable. Acometieron trabajos de vigi-
polis de la plebe (1955: 9), distinción que, si lancia, recuperación y conservación del pa-
bien ha pesado bastante en las posteriores trimonio arqueológico, y sus intervenciones
investigaciones9, gracias a las últimas revi- en la ciudad, entre 1962 y 1983, vieron la
siones historiográficas y hallazgos recientes luz de forma esquemática en la publicación
–descubrimiento en la década de los 90 de Arqueología de las ciudades modernas su-
los túmulos de la Puerta de Gallegos (MU- perpuestas a las antiguas (1985).
RILLO et alii, 2002: 247-274; VAQUERIZO,
2001b: 135)– ha quedado completamente Es en 1983 cuando A. Ibáñez, en su
desfasada. obra Córdoba hispano-romana, ofrece una
primera visión de conjunto de las necrópolis
cordobesas. El interés que en principio pudo
9
| Recordemos la idea vertida por A. Ibáñez sobre suscitar este trabajo, al dedicar un capítulo
la necrópolis Occidental, a la que considera sin impor- a las áreas funerarias de la ciudad, desapare-
tancia desde el punto de vista monumental (IBÁÑEZ,
ce debido a que el autor se limitó a una mera
1983: 375).
10
| En un primer momento estuvieron al frente recopilación parcial de los datos epigráficos
del Museo D. Luis Maraver y Alfaro, D. Luis Mª de Na- y arqueológicos conocidos hasta entonces,
vascués, D. Juan y D. Samuel de los Santos Gener. sin profundizar en su análisis.
11
| A toda esta información hay que sumarle la
proporcionada por las numerosas intervenciones ar- Hacia mediados de los años ochenta, y
queológicas de urgencia acometidas en la ciudad en favorecida por el boom urbanístico que su-
estos últimos años, que están sacando a la luz impor- fre la ciudad en estos momentos, comien-
tantes restos funerarios. Sirvan de ejemplo la necrópo-
za a desarrollarse una intensa actividad
lis documentada en la Avda. de las Ollerías 14 (BAENA,
1991; MARFIL, 1997); el monumento funerario de C/ arqueológica que añadió numerosos ha-
La Bodega (IBÁÑEZ; COSTA, 1991), el sector funerario llazgos de carácter funerario a los ya exis-
localizado bajo los terrenos de la antigua fábrica de “La tentes11. Quizá la novedad más relevante
Constancia” (RUIZ NIETO, 1996a, 1996b), los monu- sea, a partir de 1985, la publicación en el
mentos funerarios de Puerta de Gallegos (MURILLO;
CARRILLO, 1996; MURILLO et alii, 2002: 247-274),
Anuario Arqueológico de Andalucía de las
el sector funerario de C/ El Avellano 12-13 (PENCO, intervenciones arqueológicas de urgencia y
1998a), los enterramientos documentados en Avda. del sistemáticas desarrolladas a nivel regional
Corregidor (VARGAS; GUTIERREZ, 2004), el sarcófago y provincial. Sin embargo, la mayoría de és-
de plomo hallado en Gran Vía Parque (GARCÍA MATA- tas consisten en una breve síntesis de los
MALA et alii, 2005), o las recientemente tumbas do-
cumentadas en C/ El Algarrobo (SALINAS VILLEGAS,
informes de excavación, debido a la falta
2004) y en C/ Beatriz Enríquez (LÓPEZ PALOMO, de tiempo que la arqueología urbana actual
2004). impone a sus responsables. Aun así, son de

228 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

gran ayuda para conocer el resultado de los de investigación multidisciplinar materia-


trabajos. lizado en las dos fases del Proyecto Funus
dirigido por D. Vaquerizo (vid. supra). Los
Será en la década de los noventa cuan-
resultados de su primera fase fueron dados
do la investigación arqueológica en Córdo-
a conocer a dos niveles distintos: uno pura-
ba cobre nuevos bríos debido a los trabajos
mente científico, en las Actas del Congreso
relacionados con el mundo funerario que Internacional Uso y Espacios funerarios en
surgen desde la propia Universidad. Entre el Occidente Romano (VAQUERIZO (Ed.),
ellos destacan los llevados a cabo en el Área 2002c), punto de referencia de las últimas
de Historia Antigua por J. F. Rodríguez Nei- aportaciones de carácter nacional e inter-
la (1991 y 1992), C. Camacho (1997) y G. nacional en lo que a mundo funerario ro-
Galeano (1997a y 1997b), relacionados con mano se refiere; y otro, el titulado Funus
aspectos legales, epigráficos y rituales de la Cordubensium. Costumbres funerarias en
sociedad romana patriciense. la Córdoba romana (VAQUERIZO (Coord.),
Pero sin lugar a dudas, la mayor con- 2001a), destinado a un ámbito más divul-
tribución al conocimiento arqueológico gativo, convertido, de hecho, en el primer
de Córdoba se debe a la encomiable labor manual al uso en castellano sobre el mundo
desarrollada desde el Área de Arqueología funerario romano occidental. Con relación
de la UCO bajo la dirección, en principio, a la segunda fase, destaca la celebración de
de la Catedrática Pilar León y de proyectos las VI Jornadas Cordobesas de Arqueología
como “Arqueología Urbana en Córdoba” y Andaluza, monográficas sobre el tema Es-
“Forma Urbis Corduba. Aspectos logísticos pacio y usos funerarios en la ciudad histó-
rica (ss. II a.C. - XV d.C.), y base de esta
e ideológicos de una ciudad romana”, cu-
publicación.
yas conclusiones se publicaron en Colonia
Patricia Corduba: una reflexión arqueológi- En este marco se insertan varios de los
ca (LEÓN (Ed.), 1996). Trabajo de sínte- volúmenes de la serie Arqueología Cordobesa
sis que proporciona una visión global de (editada por la Universidad de Córdoba en
la ciudad, abordada en todos sus ámbitos colaboración con la Diputación Provincial),
(aspectos urbanísticos, decorativos, monu- dedicados expresamente al mundo funerario
mentales y de servicios), y sometida a un en la ciudad antigua12.
profundo proceso de reflexión y debate.
También por estas fechas vieron la luz di-
versos trabajos como el catálogo Córdoba 12
| CASAL, M.ª T. (2003): Los cementerios musul-
en tiempos de Séneca (VAQUERIZO, 1996), manes de Qurtuba, Córdoba.
así como otros dedicados a epigrafía fune- MARTÍN URDIROZ, I. (2002): Los sarcófagos de
raria (STYLOW, 1995), escultura (LÓPEZ plomo romanos de Córdoba y provincia, Córdoba.
LÓPEZ, 1998) o decoración arquitectónica SALINAS PLEGUEZUELO, M.ª E. (2003): El vidrio
romano de Córdoba, Córdoba.
(MÁRQUEZ, 1998). SÁNCHEZ RAMOS, I. (2003): Un sector tardorroma-
Nuevas perspectivas caracterizan a no de la necrópolis septentrional de Corduba. Córdoba.
VAQUERIZO, D.; GARRIGUET, J. A.; VARGAS. S.;
la arqueología cordobesa de esta última (2005): “La Constancia”, Una contribución al conoci-
década, y concretamente en lo que al ám- miento de la topografía y los usos funerarios en la Colo-
bito funerario se refiere, con el programa nia Patricia de los siglos iniciales del Imperio. Córdoba.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 229


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

FIG. 1. Plano general de Colonia Patricia

DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DE de comunicación debido al deseo de auto-


rrepresentación social y por la necesidad de
LAS ÁREAS FUNERARIAS EN un fácil acceso a las tumbas para realizar las
COLONIA PATRICIA (S. I-II D. C.) pertinentes visitas, limpiezas o ceremonias
en honor del difunto, llegando todos ellos
La Córdoba romana debió rodearse de un a conformar en época altoimperial un pai-
importante número de espacios funerarios saje periurbano a modo de cinturón o coro-
que surgen al amparo de las principales vías na funeraria (Fig. 1) (VAQUERIZO, 2001a:
123)13.
13
| Con el fin de adscribir de modo específico los
diferentes restos funerarios a cada una de las áreas LA NECRÓPOLIS OCCIDENTAL
cementeriales, se distinguió a efectos convencionales
y puramente metodológicos: la Necrópolis Occidental, Descubierta a principios del siglo XX por
la Oriental, la Meridional y la Septentrional. De este Enrique Romero de Torres, sobresale junto
modo, el espacio extramuros de la ciudad quedó dividi- con la Septentrional por ser una de las más
do en cuatro sectores, mediante la prolongación de lí- extensas, por la gran cantidad de hallazgos
neas horizontales imaginarias trazadas desde los ángu-
los extremos (noroccidental, nororiental, suroccidental
funerarios que ha proporcionado y por el
y suroriental) del perímetro amurallado altoimperial amplio periodo cronológico de los mismos,
(VAQUERIZO, 2001a: 122-123). que partiendo de época tardorrepublicana-

230 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

augustea14 se prolonga hasta momentos tes a enterramientos de época romana, do-


tardoantiguos15. Tres vías son las que actúan cumentándose una gran variedad tipológica
como ejes vertebradores del espacio sepul- de sepulturas, desde incineraciones en urnas
cral, principalmente la via Corduba-Hispalis hasta inhumaciones con cubiertas de tegulae,
(MELCHOR, 1995: 129) espina dorsal de la en sarcófagos de plomo y mármol, además de
necrópolis que ha quedado fosilizada en el importantes monumenta como los túmulos
denominado “Camino Viejo de Almodóvar”. funerarios ubicados en la porta urbica no-
Las otras dos, identificadas con las actuales roccidental (Puerta de Gallegos) o la “Gran
Avda. de Medina Azahara y Avda. del Aero- Tumba” localizada en la confluencia de la C/
puerto y dispuestas en paralelo a la anterior, Antonio Maura y C/ Infanta Doña María, que
tuvieron un desarrollo posterior (MURILLO, en la actualidad se sitúa en la Puerta de Sevi-
CARRILLO, 1999: 368-369). lla (VAQUERIZO, 2001a: 210).
Las sucesivas intervenciones llevadas a El carácter monumental de esta necrópo-
cabo desde mediados del siglo pasado con lis queda atestiguado por al menos 12 recin-
motivo de las obras de urbanización y ensan- tos así como por estructuras indeterminadas
che de la ciudad hacia occidente (ROMERO y vestigios de naturaleza funeraria, surgidas
DE TORRES, 1941; SANTOS GENER, 1955; tras la revisión del archivo de la Familia Rome-
MORENA LÓPEZ, 1994) pusieron al descu- ro de Torres (RUIZ OSUNA, 2005a: 79-104).
bierto distintos hallazgos que confirman la La disposición de los acotados (perpendicu-
existencia y expansión de dicha necrópolis: lares al “Camino Viejo de Almodóvar”) y sus
una de las más extensas de la ciudad sobre- medidas estándar hacen pensar en una previa
pasando los 5000 m² (...) cuya parte más planificación y jerarquización del espacio ce-
poblada de sepulcros bordea en toda su ex- menterial (RUIZ OSUNA, 2005a: 98-99).
tensión el primer miliario de la vía de Córdo-
ba a Híspalis... y el núcleo principal se halla 14
| Destacan los enterramientos de tradición in-
a lo largo del Camino Viejo de Almodóvar dígena localizados en el “Camino Viejo de Almodóvar”,
(SANTOS, 1955: 8-10). Fueron exhumadas concretamente los conjuntos nº 1 y nº 2, que a juzgar
por los materiales de sus ajuares (cerámica campanien-
numerosas inscripciones (IBÁÑEZ, 1983:
se, terra sigillata y vasos de paredes finas) se datan en-
375-378) junto a importantes busta, mate- tre fines del s. I a. C. y las primeras décadas del siglo I
riales funerarios y restos de estructuras per- d. C. (GARCÍA MATAMALA, 2003-04: 263-264).
tenecientes a cremaciones cuyo estado de 15
| En época bajoimperial esta zona perpetúa su
conservación era bastante deficiente, debi- función como espacio funerario. Sirvan de ejemplo la
posible existencia de basílicas o edificios martiriales
do a la escasa profundidad de las tumbas: el como los documentados en C/ Diego Serrano y Palma
nivel de la necrópolis es apenas de un metro Carpio o en Avda. del Aeropuerto nº 12 (VAQUERIZO,
y medio... abundan los busta o ceniceros... y 2001a: 133), así como el hallazgo de inscripciones fu-
en ellos se han encontrado abundantes ties- nerarias cristianas y vestigios de naturaleza arquitec-
tos campanienses, de barro rojo barnizado, tónica en las Eras de la Salud, Cortijo de Chinales y
Teniente General Barroso 12, donde se podría intuir
negro brillante y amarillos jaspeados de ce- un lugar de culto (SÁNCHEZ, 2003: 20). Destaca el ha-
rámica aretina y abundantes lápidas (SAN- llazgo de una necrópolis tardorromana en la unidad de
TOS GENER, 1955: 11). actuación del P-6, formada por enterramientos en fosa
simple con cubiertas de tegulae a doble vertiente o rea-
Dichas actuaciones arrojaron a la luz im- lizados en cistas rectangulares de calcarenita (GARCÍA
portantes restos arqueológicos pertenecien- et alii, 2005: 109).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 231


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

Durante los siglos altoimperiales esta damentalmente, en la aparición de algunos


área suburbana está en pleno uso, tal como enterramientos dispersos en el área com-
demuestra la necrópolis de cremación e in- prendida al otro lado del río Guadalquivir,
humación localizada en Avda. del Corregidor es decir, en el actual Campo de la Verdad.
(VARGAS, GUTIÉRREZ, 2004: 309-328), y La escasez de los hallazgos documentados a
el hallazgo de dos inhumaciones infantiles día de hoy nos hacen pensar en conjuntos
en Avda. Gran Vía Parque (GARCÍA et alii, funerarios formados por tumbas aisladas y
2005: 105-142). posiblemente relacionadas con propiedades
privadas suburbanas, de carácter residencial
Junto al uso funerario del área Occiden-
o agrícola (VAQUERIZO, 2001a: 128). A este
tal en la zona de Vistalegre se han documen-
hecho alude Santos Gener a mediados del
tado una serie de estructuras identificadas
siglo XX cuando comenta que hace ya mu-
con un horreum, la pars rustica de una villa,
chos años que vigilamos con asiduidad esta
en funcionamiento desde el siglo II al IV d.
necrópolis, por si las excavaciones para los
C. (LÓPEZ REY, 2001: 211).
cimientos de la nueva barriada producían
Finalmente, en época bajoimperial esta algún hallazgo de interés; más en balde, pues
zona perpetúa su función como espacio fune- el resultado negativo ha ido enfriando el en-
rario, tal como atestigua el hallazgo de una tusiasmo y apagando las esperanzas (SAN-
necrópolis tardorromana en la unidad de ac- TOS GENER, 1955: 9).
tuación del P-6, formada por enterramientos
Sin embargo, entre los pocos testimonios
con una orientación NW-SE, practicados en
arqueológicos que se conocen, destacan dos
fosa simple con cubiertas de tegulae a doble
placas de caliza procedentes de la barriada
vertiente o bien en cistas rectangulares con-
de la “Sagrada Familia”, con decoración de
formadas por lajas de calcarenita (GARCÍA
Erotes guirnaldóforos, localizadas en los años
et alii, 2005: 109). Otros vestigios se intuyen
cuarenta por Santos Gener (SANTOS GE-
en la posible existencia de basílicas o edifi-
NER, 1947: 90-91; lám. XXVIII, 1 y 2). El di-
cios martiriales como los documentados en
ferente grosor de las piezas (13 y 17 cm) y el
la C/ Diego Serrano y Palma Carpio, o en
hecho de que las dos figuras estén dispuestas
Avda. del Aeropuerto nº 12 (VAQUERIZO,
a la derecha, son motivos de peso suficientes
2001a: 133), así como el hallazgo de ins-
para que D. Vaquerizo (2002c: 193, Fig. 23-
cripciones funerarias cristianas y vestigios
24), descarte, en principio, su pertenencia
de naturaleza arquitectónica en las Eras
a un mismo relieve, aunque no a un mismo
de la Salud, Cortijo de Chinales y Teniente
edificio de carácter monumental.
General Barroso 12, considerados, según las
últimas interpretaciones, como material de La idea sostenida por los investigadores
expolio (SÁNCHEZ, 2006: 365). sobre de la existencia de un primer espa-
cio cementerial cordubense situado entre
la ciudad republicana y el río, y posterior-
mente amortizado como consecuencia de
LA NECRÓPOLIS MERIDIONAL
la ampliación augustea en esta dirección
La posible existencia de una necrópolis ubi- (VAQUERIZO, 2003: 90), se confirma, en
cada al Sur de los Altos de Santa Ana y a la parte, gracias a la recuperación durante los
salida de la Puerta del Puente se apoya, fun- trabajos relacionados con la ampliación del

232 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

Museo Arqueológico, de un fragmento de Será la via Augusta en dirección hacia


inscripción funeraria reutilizada en la cons- Castulo (MELCHOR, 1995: 79 ss.) la que ac-
trucción de la media cavea del teatro. Dedi- túe como principal aglutinador de los con-
cado a una tal Bucca, esclava de la familia juntos funerarios. En un primer momento su
Murria (RUIZ OSUNA, 2005b), sus rasgos entrada a la ciudad se realiza por una puerta
paleográficos nos sitúan en época republi- ubicada en la actual C/ Alfonso XIII (MURI-
cana, concretamente, en torno al 15 a.C. o LLO et alii, 2003: 68, nota 26), pero la alu-
5 d.C. (MONTERROSO, 2002: 137). Por lo dida reforma urbanística llevada a cabo en la
tanto, es muy probable que estemos ante el manzana de Orive a mediados del siglo I d.
único vestigio de uno de los monumentos C. (vid. supra), provoca el desplazamiento
funerarios más antiguos de Corduba, posi- de la calzada hacia el Norte (C/ San Pablo),
blemente desmontado y aprovechado en la y su entrada a la ciudad se realiza por la de-
construcción del edificio de espectáculos. nominada Puerta de Hierro o de Roma (C/
Capitulares) (MURILLO et alii, 2003: 68,
nota 26). Este enorme complejo arquitectó-
nico dedicado al culto imperial y caracteri-
LA NECRÓPOLIS ORIENTAL zado por su gran carga visual y simbolismo,
atrajo un importante número de enterra-
Se sitúa al Este del recinto amurallado roma-
mientos que a modo de recintos funerarios
no, extendiéndose al menos hasta el Cuartel
se dispusieron alineados con el eje viario.
de Lepanto.
Entre ellos destacan los acotados de la C/
Existen una serie de condicionantes que San Pablo o C/ Realejo, este último ubica-
justifican la ausencia de hallazgos funerarios do frente a la Iglesia de San Andrés, en uso
en momentos republicanos. En primer lugar, hasta finales del siglo I d.C. primera mitad
destaca el temprano uso industrial y residen- del siglo II d. C. (PENCO, 1998b: 10-11). A
cial de este espacio periurbano, tal y como ellos se les suma el importante conjunto lo-
demuestran las excavaciones realizadas en calizado en C/ Muñices, formado por varios
C/ Maese Luis, que pusieron al descubierto monumenta y sus respectivos recintos (RUIZ
una monumental calzada con su respectiva OSUNA, 2005b)16, que con una orientación
cloaca, o los espacios de carácter doméstico SE-NO se dispondrían paralelos a la calzada.
de donde procede el importante elenco de Esta característica, junto con sus similares
mosaicos actualmente ubicados en el Alcá- dimensiones (alrededor de 25 pies), hace
zar de los Reyes Cristianos (VAQUERIZO, que se constituyan como uno los ejemplos
2001a: 126). La construcción en época ju- más claros de la previa planificación del es-
lio-claudia del gran complejo formado por el pacio funerario en época tardorrepublicana-
templo de la C/ Claudio Marcelo y el circo augustea.
de Orive (MURILLO et alii, 2003, 53-88),
que constituye un excepcional ejemplo de 16
| Este monumental conjunto funerario es obje-
escenografía urbanística, y la ininterrumpi- to de un profundo estudio en estas Actas por parte del
da ocupación de esta zona desde época his- Arqueólogo director J. L. Liébana y de A. Ruiz, miem-
bro del Proyecto Funus, en el que se detallan tanto los
panomusulamana hasta nuestros días, son pormenores de su excavación como las características
los otros dos factores que han desvirtuado tipológicas, estilísticas e interpretativas de los distintos
su aspecto original como espacio funerario. monumenta.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 233


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

La monumentalidad y variedad tipológi- neraria, como lo demuestran los sarcófagos


ca de esta necrópolis debió ser considerable de plomo exhumados en la C/ Badanas, C/
a pesar de los escasos restos documentados; Diario de Córdoba y C/ Maese Luis (VAQUE-
así queda constatado por el hallazgo en el RIZO, 2001a: 126), o el posible cementerio
barrio de San Lorenzo de una proa de nave tardorromano documentado por Sotomayor
procedente de un monumento funerario17 en la Iglesia de San Pedro: restos óseos aso-
(VAQUERIZO, 2001a: 213), o la cupa reuti- ciados a una cripta, que la tradición local ha
lizada en el antemuro de las antérides de la identificado con las reliquias de los santos
plaza del templo de la C/ Claudio Marcelo18 Genaro, Fausto, Marcial y Acisclo (SOTOMA-
(VAQUERIZO, 2006: 336). YOR, 1964: 100).
Los testimonios epigráficos, concreta- Un importante foco de atracción fune-
mente la inscripción donde se conmemoran raria surge en las inmediaciones de la Puerta
varios libertos de un tal Titus, junto con va- Piscatoria, situada en el ángulo Sureste de
rios fragmentos de naturaleza arquitectóni- la ciudad, desde la que partiría un ramal de
ca y escultórica (dos estatuas togadas) han la via Augusta. Destaca la necrópolis tardo-
permitido detectar la existencia de un con- rromana de la C/ Lucano n.º 5 y 9, carac-
junto monumental en las inmediaciones de la terizada por enterramientos de variada ti-
iglesia de San Andrés, perteneciente quizás al pología –inhumaciones en fosas simples, en
tipo edícola (VAQUERIZO, 2002c: 181). cistas de caliza o ladrillo, en sarcófagos de
Las inscripciones localizadas en el entor- plomo– la mayor parte de ellos organizados
no de los Conventos de San Pablo y en el de en torno a una mensa funeraria (MOLINA,
Santa Marta nos ponen sobre la pista de la SÁNCHEZ, 2002-2003: 355-389).
ubicación en la zona de los sepulcros de dos
importantes familias patricienses: Calpurnia
(CIL II²/7 432) y Maria (CIL II²/7 441).
LA NECRÓPOLIS SEPTENTRIONAL
En momentos tardíos la necrópolis
oriental seguirá manteniendo su finalidad fu- Ocupa todo el espacio suburbano situado al
Norte de los ángulos noroccidental y noro-
riental del lienzo murario augusteo, exten-
17
diéndose sus límites hasta el Tablero Bajo, o
| Esta proa de nave, con rostrum en forma de
cabeza de jabalí, responde a un tipo bien documenta- la Asomadilla (SÁNCHEZ, 2003: 64).
do por todo el Imperio, especialmente en Porta Marina
En la actualidad los investigadores han
(Ostia) (VAQUERIZO, 2001a: 213).
18
| Responde al tipo de cupae solidae cuyo mar- reconocido al menos cuatro vías distintas:
gen cronológico abarca desde época tardorrepublicana Item a Corduba Emeritam (MELCHOR,
hasta momentos más tardíos, siendo los siglos II-III d. 1995: 115 ss.); Camino del Pretorio (MEL-
C. los de mayor uso. Documentadas por todo el impe- CHOR, 1995: 162 ss.); Alio itinere a Cordu-
rio desde el norte de África hasta Lusitania (Algarve y
Alemtejo) o Barcino, Emerita Augusta y Tarraco (VA-
ba Castulone (MELCHOR, 1995: 79 ss.); y
QUERIZO, 2006: 334, nota 56 y 57). El ejemplar cor- Avda. de las Ollerías n.º 14 (BAENA ALCÁN-
dobés, está realizado en calcarenita, y posee una tosca TARA, 1990; PENCO et alii, 1993).
inscripción dedicada a un tal Politimo, posiblemente un
esclavo de origen o filiación griega (VAQUERIZO, 2006: El origen de la necrópolis Septentrional
336-337). se remonta a época republicana, momento

234 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

en el que tienen lugar enterramientos de inmediaciones se localizó una inscripción


tradición indígena localizados en el Viaduc- relacionada con tres miembros de la familia
to y en Cercadilla19, con una cronología de Caninia (CIL II²/7, 434), de ahí que supon-
mediados del siglo I a. C.-primera mitad del gamos la ubicación de su correspondiente
siglo I d. C. (MORENO ALMENARA, 1997: sepulcro en esta zona.
18). Al parecer, el entorno de la Torre de la Pero será a partir de mediados del siglo
Malmuerta también se configura como otro I d.C. cuando la necrópolis Septentrional al-
espacio sepulcral de época tardorrepublica- cance su máximo apogeo, quedando su con-
na-augustea, a juzgar por el hallazgo de dos figuración espacial perfectamente definida
testimonios epigráficos. El primero de ellos en torno a las vías anteriormente descritas,
es una inscripción (CIL II²/7 396) locali- convertidas ya en auténticas Gräberstras-
zada en el lienzo de la muralla medieval y sen. Los hallazgos buscan la cercanía al
actualmente desaparecida, que perteneció a recinto amurallado, aunque se observa un
Numerius Abullius Chriestus (RUIZ OSUNA, ligero alejamiento, originado porque los es-
2005b). Mientras que el segundo, consiste pacios más cercanos a la ciudad estaban ya
en un ara ossuaria dedicada a Abullia Nige-
ria (CIL II²/7, 397), liberta del anterior (VA-
QUERIZO, 2002a: 192). Es muy probable 19
| La cremación de Cercadilla, localizada en
que ambas inscripciones estuvieran relacio- un nivel de arcillas geológicas, no poseía ajuar, de ahí
que su cronología se haya establecido con base en la
nadas con un importante complejo funerario
tipología de la urna y su posición estratigráfica. En las
altoimperial documentado en la C/ Adarve inmediaciones se localizaron testimonios epigráficos y
n.º 2 durante los años noventa (GONZÁLEZ, materiales cerámicos (ungüentarios, orzas, etc.) de in-
1992; CARMONA, MORENO, BERMÚDEZ, dudable adscripción funeraria (MORENO ALMENARA,
1997: 28 y 33-34), entre cuyos restos exhu- 1997: 18).
20
| Labrado en caliza local, con decoraciones late-
mados destaca un fragmento de pulvino que rales de hojas lanceoladas y una roseta en su frontal, po-
posiblemente pertenecía a una sepultura en see 75 cm de diámetro, característica que lo convierte
forma de altar monumental20. en la pieza más grande documentada hasta el momento
en Hispania (VAQUERIZO, 2002a: 187-189).
En los primeros momentos de nuestra 21
| El monumento, construido en opus quadra-
era son el Item a Corduba Emeritam y su tum, tiene una cámara rectangular (2,10 x 1,90 m x
espacio más inmediato los elegidos como 2,10 de altura), que fue estucada y pintada (decoración
indeterminada en blanco y rojo), pero al no ser bien
lugar de enterramiento y representación documentada sólo se conservan pequeños fragmentos
social por las “elites” locales enriquecidas, sobre los paramentos interiores. El ingreso se realiza
en parte gracias a las intensas actividades a través de una puerta de medio punto, que da acceso
mineras. En su entorno destacan construc- a un espacio interior con bóveda de medio cañón. Se
desconoce si tuvo algún tipo de remate y está ubicada
ciones funerarias de gran monumentalidad
dentro de un gran recinto, del que sólo se ha conserva-
como la cámara subterránea con recinto do el remate del muro (VAQUERIZO, 2002a: 182-183).
ubicada en la C/ La Bodega21, o la localizada En el interior, a la derecha de la entrada se dispone un
en el Palacio de la Merced (vid. nota 25), poyete que acogió un enterramiento de cremación con
ambas de cronología augustea y situadas en su ajuar y al fondo se ha reservado un espacio para una
inhumación que posiblemente se encuentre in situ. Su
las proximidades del lienzo murario. Otro paralelo lo encontramos en la Tumba de Postumio de
centro neurálgico que comienza a tener im- la necrópolis de Carmona, fechada en la primera mitad
portancia es la Puerta de Osario, en cuyas del siglo I d. C. (BENDALA, 1976: 82-83, lám. XXIII).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 235


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

ocupados debido al desarrollo horizontal de supervisión arqueológica constató su alzado


la necrópolis. de sillería, así como parte de su cimenta-
ción de mampostería23. Otros importantes
En torno al espacio actualmente ocupa-
do por el barrio de San José - Valdeolleros, sectores cementeriales que surgen al abrigo
Cruz de Juárez y el denominado Huerta de la de este camino “minero” son el ubicado en
Reina22, las recientes intervenciones arqueo- la C/ Beatriz Enríquez (LÓPEZ PALOMO,
lógicas han sacado a la luz importantes sec- 2004), compuesto por 68 enterramientos,
tores de carácter sepulcral como C/ El Ave- o el situado en la antigua fábrica de gaseo-
llano 12-13 (PENCO 1997a, 1997b, 1998a), sas “La Constancia” (RUIZ NIETO, 1995;
“Santa Rosa” (RUIZ NIETO 1997a, 1997b, 1996a) donde se localizan al menos 7 recin-
1997c), o Manzana Banesto (SALINAS VI- tos funerarios y numerosos enterramientos
LLEGAS, 2004). Son necrópolis con un ho- (50 cremaciones y 3 inhumaciones), estruc-
rizonte cronológico que oscila entre el siglo turados en torno a una vía de carácter secun-
I. d. C. y finales del II-principios del III d. C., dario (VAQUERIZO, GARRIGUET, VARGAS,
llegando en algunos casos a perdurar hasta 2005). El marco cronológico de estas áreas
época tardoantigua (Manzana Banesto). Des- se sitúa entre los siglos I-II d. C., y en ellos
taca el uso casi exclusivo de la cremación en destaca el uso simultáneo de cremación e
sus dos modalidades (primaria y secundaria), inhumación para época altoimperial.
así como una organización espacial en torno
Del mismo modo, en esta necrópolis
a diversos acotados funerarios.
Septentrional, concretamente en los te-
El Camino del Pretorio se configura rrenos del RAF-TAV, se hallaron tres fosas
como uno de los principales focos de atrac- circulares unidas realizadas con “adobes y
ción funeraria, tal como lo atestigua el ustri- piedras”, dentro de las cuales se exhumaron
num hallado en la nueva sede de Emacsa. La restos de cenizas y de huesos calcinados. Los
materiales cerámicos recuperados en este
22
contexto datan estos posibles ustrina en
| Existe una referencia bibliográfica de la exis-
tencia de un “columbario” en esta zona de Córdoba época altoimperial (IBÁÑEZ et alii, 1990).
(VICENT, SOTOMAYOR, 1965: 209). Aunque debemos
En relación con el trazado de la via Au-
ser cautos en tales aseveraciones y tomar la noticia con
cautela, ya que no poseemos datos suficientes para de- gusta, procedente de Castulo, destacan los
terminar que se trata realmente de un columbario en recintos exhumados en la Puerta del Colodro
sentido estricto, enterramientos colectivos de este tipo (BAENA, 1989a; 1989b; 1991c), y entre ellos
debieron ser muy comunes en toda Colonia Patricia la tumba n.º 10, con un receptáculo circular
(VAQUERIZO, 2001b: 132).
23
| Los sillares de la estructura presentaban evi- en el que se recuperaron cenizas, carbones y
dentes signos de rubefacción. En el sur de la misma se restos de huesos calcinados, por lo que fue in-
documentaron cuatro sillares de grandes dimensiones terpretado como un posible ustrinum de épo-
dispuestos en dos hiladas. En el Este se conservaba otro ca altoimperial (PENCO et alii, 1993: 46-47).
sillar correspondiente a la hilada inferior; también en
el Norte se documentó un sillar de la hilada inferior y Algo alejado del recinto amurallado,
uno de la hilada superior que se encontraba bastante concretamente en la Ronda del Marrubial
arrasado. Este alzado apoyaba sobre una cimentación
formada por mampuestos de mediano tamaño de calca-
esquina C/ Poeta Solis y C/ Vázquez Vene-
renita y caliza, así como fragmentos de opus signinum gas, pero en las inmediaciones de esta vía
(CÁNOVAS et alii, 2004: 14). se ha localizado un recinto funerario (Fig.

236 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

2) fechado a mediados del siglo I d. C. que


probablemente estuvo relacionado con los
restos de una posible villa de época altoim-
perial exhumada en el sector Este de la ex-
cavación (PENCO, 2004).
Parece ser que el hallazgo de inscrip-
ciones sepulcrales en terrenos alejados del
núcleo urbano estaría relacionado con el
carácter privado de espacios funerarios, aso-
ciados probablemente a explotaciones agro-
pecuarias o mineras. Sirvan de ejemplo los
testimonios epigráficos relacionados con di-
versas sociedades como la Sisaponensis24 o
la Aerariorum25, dedicadas a la explotación
de minerales procedentes de la sierra.
FIG. 2. Recinto funerario del Marrubial
Tal y como podemos comprobar por
evidencias arqueológicas, estas officinae co-
24
existirían no sólo con sepulturas y espacios | En la zona conocida como el Tablero Bajo fue
localizada la inscripción de varios libertos pertene-
domésticos (villae y vici), sino también con
cientes a dicha officina minera (VENTURA, 1996: 216-
centros dedicados a actividades industria- 217).
les como alfares, vertederos o fundiciones26. 25
| Debemos recordar a este respecto el monu-
Pero no todo el espacio extramuros de la zona mento funerario situado en el Palacio de la Merced que
septentrional estuvo destinado a fines sepul- próximo a la Puerta de Osario, flanqueaba la vía Item
a Corduba Emeritam. Construido en opus quadratum
crales o industriales: existen zonas en las que calizo y planta de cruz latina, estaba precedido por un
las intervenciones arqueológicas han dado recinto de 4 x 4,90 m al que se accedía por una escalera
resultados negativos. Así, destaca el solar de sillares (VAQUERIZO, 2001b: 137 ss.). De cronología
ubicado en las proximidades del Palacio de la augustea, según A. Ventura, posiblemente perteneció a
un liberto y médico llamado Marcus Aerarius Telema-
Merced (VENTURA, 1999) y las excavaciones
chus, miembro de la Societas Aerariorum, dedicada a la
desarrolladas en el entorno del Vial Norte du- explotación del cobre de Sierra Morena (CIL II²/7, 334)
rante el proceso de urbanización del mismo (VAQUERIZO, 2002: 187).
26
(BOTELLA, 2001). Otros espacios, más ha- | En la necrópolis Septentrional se han docu-
cia el Norte, albergaron infraestructuras hi- mentado instalaciones destinadas a labores de fundi-
ción-reducción de cobre, junto al edificio que actual-
dráulicas como el acueducto de Valdepuentes mente es la sede de la Excma. Diputación Provincial,
(Aqua Augusta) y el del arroyo de Pedroche fechadas hacia la primera mitad del siglo I d. C. (VEN-
(Aqua Nova Domitiana) (VENTURA, 1996). TURA, 1998: 34 ss.). Otros vestigios relacionados con
el trabajo del metal son las cisternas de decantación, lo-
El suburbium septentrional durante el calizadas en el arroyo de San Cristóbal, muy próximo al
siglo II d. C no sólo se caracteriza por el uso Hospital de los Morales (GARCÍA, VARGAS, 2003: 81).
más o menos continuado de aquellos com- Entre los talleres cerámicos documentados en Colonia
Patricia, destacan los vertederos y hornos localizados
plejos funerarios surgidos en época augus- en los terrenos del RAF, o el vertedero de la calle Avella-
tea o julio-claudia al abrigo de las principa- no (GARCÍA, VARGAS, 2003: 82), ambos situados en
les vías de comunicación, sino que su pres- terreno suburbanos.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 237


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

tigio como área funeraria queda confirmado sible existencia de áreas funerarias de uso
por el hallazgo en el entorno de la Avda. del diferencial. La más significativa es la necró-
Gran Capitán, esquina con Ronda de los Te- polis Occidental, concretamente el entorno
jares de dos inscripciones, donde la Colonia del “Camino Viejo de Almodóvar”, donde se
Patricia rinde honores fúnebres a Titus Fla- han localizado un conjunto de 16 lápidas
vius Antoninus (CIL II²/7 290) y a Quintus gladiatorias27, cuya presencia a raíz del ha-
Caecilius (CIL II²/7 303). llazgo del anfiteatro en esta área funeraria
Durante los siglos III y IV d. C. el espa- cobra aún más sentido. Algo similar se apre-
cio septentrional perpetúa sus usos funera- cia en la necrópolis Septentrional, especial-
rios, surgiendo nuevos centros de enterra- mente en el recinto funerario exhumado en
miento paleocristianos como los localizados C/ El Avellano 12-13, posiblemente utiliza-
en el palacio de Cercadilla, el Convento de la do por esclavos y libertos de origen griego,
Merced, la C/ Dña. Berenguela o Vial Norte tal y como lo demuestran los testimonios
(SÁNCHEZ, 2003). epigráficos, el origen de los difuntos y la
cierta lejanía de esta zona de enterramien-
*** to con las principales vías de comunicación
Al igual que ocurre en otras zonas del (VAQUERIZO, 2002a: 163).
Imperio, en Colonia Patricia se intuye la po- El sector cementerial de C/ Beatriz En-
ríquez posee la particularidad de acoger un
27
| Estas inscripciones gladiatorias no sólo tienen espacio dedicado exclusivamente a enterra-
en común el haber aparecido en la misma necrópolis, mientos de individuos inmaduros o neonatos
sino que responden a un mismo modelo compositivo
inhumados al interior de ánforas28 (LÓPEZ
(nombre del gladiador, categoría, ludus gladiatorius, nº
de victorias, edad, origo, dedicante y fórmulas de cie- PALOMO, 2004: 54-55). Su elevado número
rre) y poseen un soporte similar (estela con cabecera (un tercio sobre el total de tumbas exhuma-
semicircular de caliza o mármol de Cabra). Su elevado das) y su deposición realizada en un breve
número y la mencionada uniformidad morfológica de espacio de tiempo, principalmente el siglo
caracteres podrían deberse a un collegium funeraticium
gladiatorio encargado de las necesidades funerarias de
I d. C., resulta claro indicativo de una gran
sus miembros. El análisis de las lápidas arroja datos tan mortalidad infantil normal en estos momen-
interesantes como la existencia de un ludus gladiatorius tos históricos, aunque tal vez pudo deberse
en Colonia Patricia. Conclusión a la que se ha llegado a una posible epidemia (LÓPEZ PALOMO,
gracias a dos inscripciones: la dedicada a un essedarius 2004: 55) o prácticas rituales (VAQUERIZO,
por sus compañeros –familia universa- (CIL II²/7, 362),
y aquella en la que se menciona a un doctor retiariorum
2001a: 152).
(CIL II²/7, 360), dejándonos intuir la posible existencia El espacio extramuros no siempre fue
en la ciudad de un instructor de esta modalidad de lu-
cha (SÁNCHEZ MADRID, 2001:189-191).
utilizado como lugar de enterramiento,
28
| El uso de la humatio en los infantes fue una sino que debido al esplendor que experi-
práctica muy común en época altoimperial romana. mentó Colonia Patricia durante el siglo I d.
Sirvan de ejemplo las inhumaciones localizadas en C/ C., la ciudad se expande y ocupa la zona más
El Avellano 12-13 (tumbas V, VII, VIII y IX) (PENCO,
próxima al lienzo murario, dando lugar a la
1998a), las realizadas en Baelo Claudia (VAQUERIZO,
2001a: 152), o las de posible carácter ritual practicadas creación de importantes vici. Existen datos
en Chipiona (ALCÁZAR et alii, 1994). arqueológicos que documentan la construc-
29
| Gracias a los hallazgos epigráficos conocemos ción de estos nuevos barrios periurbanos en
en la actualidad el nombre de al menos dos vici cor- las áreas cementeriales de Corduba29, tal es

238 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

el caso de La Corredera y C/ Maese Luis, al en torno a los que se distribuyen las necró-
Este, o Avda. de la Victoria, al Oeste. Para polis (SÁNCHEZ, 2003: 24). Testimonios ar-
la zona Norte destacamos las excavaciones queológicos de estos nuevos elementos los
practicadas en C/ Reyes Católicos, que sa- tenemos en la basílica con baptisterio docu-
caron a la luz un importante sector del vi- mentada en el Palacio de la Merced, actual
cus norte, constituido por calles porticadas sede de la Diputación Provincial de Córdo-
y enlosadas a las que abrían domus con pa- ba30 (HIDALGO; VENTURA, 2001: 250-251)
vimentos musivos y pinturas murales (BAE- y el palatium de Maximiano Hercúleo, recon-
NA ALCÁNTARA, 1990), o la villa de C/ El vertido al culto cristiano (HIDALGO, 2001:
Algarrobo, con un horizonte cronológico 248-249).
que abarca desde finales del siglo III-princi-
pios del siglo IV d. C. hasta su abandono a
principios del siglo V d. C. (PENCO, 2005:
30; SALINAS VILLEGAS, 2005: 51). Otros USOS Y TIPOS DE
vestigios de esta área suburbana se han do- ENTERRAMIENTOS
cumentado en el Palacio de la Merced, Fray
Luis de Granada y el solar nº 6 de Ronda de Desde el punto de vista del ritual funerario
los Tejares (IBÁÑEZ, 1987). Su cercanía al la fase altoimperial atestigua la presencia de
recinto murario y la carencia de suelo ur- ambos ritos, aunque con un mayor predomi-
banizable al interior de la ciudad, origina- nio de la cremación31. Ésta llega incluso a
ron que los antiguos enterramientos fueran
amortizados por estas construcciones ex dobeses: forensis e Hispanus, (CIL II²/7, 272 y273), e
novo hasta un momento indeterminado del incluso la posible existencia de un pagus Augustus (CIL
siglo III d. C. II²/7, 231) (VAQUERIZO, GARRIGUET, VARGAS, 2005:
34).
La crisis que experimenta el núcleo ur- 30
| Consiste en una construcción hidráulica de
bano en los últimos momentos del Imperio, opus caementicium, revestida por opus signinum, y po-
see una planta dividida en dos espacios independientes.
provoca el despoblamiento de estos barrios Uno de ellos, tiene forma rectangular alargada (4,35
periféricos, comenzando así una segunda x 3,25 y 1, 55 m de altura) y posee dos escaleras late-
fase de ocupación funeraria (VAQUERIZO, rales en los lados menores que dan acceso al espacio
2001a: 125). Será a partir de la implanta- interior. Mientras que el otro, adosado a la zona cen-
ción del Cristianismo en el siglo III d. C., y a tral de cuerpo principal, presenta un planta en forma
de arco peraltado. Marcos Pous identificó el conjunto
lo largo de la siguiente centuria, cuando se como un posible baptisterio, basándose en las técnicas
impone la inhumación como forma exclusiva constructivas y en la presencia de las dos escaleras en-
de enterramiento. frentadas en el cuerpo principal –característica de este
tipo de edificios-. Sin embargo, la presencia del espacio
La cristianización de la ciudad no sólo circular no responde a ningún modelo conocido de bap-
se materializa en cambios del ritual, sino tisterio, aunque cabe la posibilidad de que se trate de
que produce importantes transformacio- una obra romana, tal vez de carácter termal, y que fue
adaptada al uso de baptisterio (HIDALGO; VENTURA,
nes en la topografía funeraria. Si antes las
2001: 250-251).
áreas sepulcrales se organizan en torno a las 31
| Cremación e inhumación coexistieron en Roma
vías de comunicación, en este momento los desde sus inicios; el uso de uno u otra práctica obede-
aglutinadores del espacio funerario son basí- ce a cuestiones religiosas, económicas, de tradición
licas, martyria y memoriae, centros de culto familiar o modas. Será a finales de época republicana

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 239


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

documentarse a finales del siglo II o comien- en el material empleado (cerámica, piedra,


zos del III d. C. en un bustum en cista de la vidrio protegido por funda de plomo o ánfo-
C/ El Avellano 12-13, (VAQUERIZO, 2001a: ras) (VAQUERIZO, 2001a: 222). Tipológica-
146) o en la Tumba 13 de “Santa Rosa” mente destacan las cajas de caliza o arenis-
(MORENO ROMERO, 2005). ca, con forma más o menos rectangular y sus
Las estructuras funerarias atestiguadas patas trabajadas en muchos casos a bisel. La
para la práctica de la crematio responden tapadera a doble vertiente en un intento de
a sus dos modalidades (primaria o secun- imitar el tejado de tegulae e imbrices de un
daria). Numerosas son las tipologías de en- edificio (RODRÍGUEZ OLIVA, 2002: 261),
terramiento (Fig. 3 y Fig. 4), así como las suele estar coronada con remates laterales
urnas que acogen los restos óseos (Fig. 5). y un frontón rectangular o curvo. Muchas de
Éstas se caracterizan por ser muy variadas ellas portan textos epigráficos, grabados o
tanto en la forma, (cilíndricas, tubulares, pintados, como los ejemplares procedentes
troncocónicas, rectangulares, etc.) como de las necrópolis de Jaén, Carmo o los de

FIG. 3. Cremaciones Primarias Altoimperiales (según Vaquerizo, 2002a:153)

y comienzos del Imperio cuando la cremación alcance la tumba de los Pompeyos en Torreparedo-
un mayor auge, para ir despareciendo hacia finales del nes (Córdoba) (RODRÍGUEZ OLIVA, 2002:
siglo II d. C. en favor de la inhumación (VAQUERIZO, 259-311).
2001a: 74). En Corduba se da el mismo esquema: uso
simultáneo de ambos ritos, aún en momentos de predo- En Colonia Patricia destacan el grupo
minio de la crematio. de urnas que en 1866 entregó la Comisión

240 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

FIG. 4. Cremaciones Secundarias Altoimperiales (según Vaquerizo, 2002a:154-155)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 241


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

Provincial de Monumentos de Córdoba para


que formaran parte al Museo Arqueológico,
donde se exponen actualmente en un co-
lumbario construido ex profeso. Atendiendo
a la forma en la que se trabajan las patas
se establecen dos grupos: en uno de ellos,
éstas se obtienen mediante dos cortes a bisel
en la base de cada una de sus cuatro caras
(RODRÍGUEZ OLIVA, 2002: 282); de este
tipo son las urnas localizadas en la Manza-
na Banesto (SALINAS VILLEGAS, 2004) y
las procedentes del Enterramiento 9 de “La
Constancia” (VAQUERIZO, GARRIGUET,
VARGAS, 2005: 107-108). Las urnas pro-
cedentes del entorno de la Torre de la Mal-
muerta-Puerta del Colodro (RODRÍGUEZ
OLIVA, 2002: 282), y las restantes de “La
Constancia” (VAQUERIZO, GARRIGUET, FIG. 5. Ejemplos de urnas cinerarias
VARGAS, 2005: 105-106 y 109) constituyen
la segunda categoría, caracterizada por un Kalles –καλληs– (CASAL et alii, 2004: 335-
corte horizontal en los ángulos de la base 337).
(RODRÍGUEZ OLIVA, 2002: 282). Contrariamente a lo que se ha dado
Entre las urnas de piedra hay que desta- por sentado largo tiempo, la práctica de la
car la documentada por Pedro Díaz de Ribas inhumación también existió en estos mo-
(vid. supra nota 6), y el ara ossuaria o altar mentos, si bien se utilizó de un modo más
funerario recuperado en el siglo XVIII junto minoritario. Sirvan de ejemplo, los Enterra-
a la Torre de la Malmuerta. Definida por la mientos nº 4, 16 y 37 documentados en “La
bibliografía alemana como “Aschenaltäre” Constancia”, todos ellos en fosas simples
cubiertos por fragmentos de ánforas, tegulae
(RODRÍGUEZ OLIVA, 2002: 281, nota 21),
horizontales, o sin cubierta, respectivamen-
consiste en dos bloques ahuecados que al
te (VAQUERIZO, GARRIGUET, VARGAS,
superponerse, crean un espacio libre en su
2005: 153-157). Únicamente el ajuar del nº
interior que sirve de urna cineraria (VAQUE-
37 compuesto por varias piezas de sigillata
RIZO, 2001a: 177). Otro ejemplar pertene- hispánica precoz, una lucerna derivada de la
ciente a este tipo fue localizado en la cimen- Dressel 3 y formas béticas de paredes finas
tación de la mezquita situada en la Estación (Mayet XXXVII y XLII), permite establecer
de Autobuses (CASAL et alii, 2004: 330). una cronología centrada en época de Clau-
Esta ara funeraria, fechada por sus rasgos dio (VAQUERIZO, GARRIGUET, VARGAS,
morfológicos y paleográficos hacia media- 2005: 154). Del mismo modo, destacan las
dos del siglo II d. C., perteneció a una mujer inhumaciones augusteas de Avda. del Corre-
libre (Cornelia) de posible origen griego, gidor (VARGAS, GUTIÉRREZ, 2005: 326,
tal como se intuye a través de su cognomen, nota 18), o las practicadas en los siglos I-II

242 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

d. C. en C/ Beatriz Enríquez, Esq. con Avda. los 40 días de vida, mientras que los fetos fa-
del Brillante (LÓPEZ PALOMO, 2004: 56- llecidos a término, los non nutriti (menos de
57). un día) y aquellos considerados como innup-
Otras zonas de Hispania documentan la ti (GONZÁLEZ VILLAESCUSA, 2001: 79),
convivencia de ambos ritos en época altoim- eran enterrados en las casas, normalmente
perial, como el área suburbana de Robert en el alero del tejado del patio (sub grundo)
d´Aguiló en Tarraco (GURT, MACÍAS, 2002: (VAQUERIZO, 2001a: 48), creando de este
90), o la necrópolis Norte de Emerita Augus- modo espacios ad hoc separados de los ce-
ta (SILVA, 2004: 273). menterios para adultos en los que no tenían
cabida al no ser considerados auténticos in-
Las tipologías de enterramientos utili- dividuos sociales (VAQUERIZO, 2001a: 48).
zadas son muy variadas y van desde la simple La muerte infantil en el mundo romano se
fosa excavada en la tierra, el ataúd de ma- rige por patrones diferentes: los funerales
dera, la cista de ladrillos, de piedra o mam- se realizaban de noche, con la mayor rapi-
puesto, etc., pudiendo estar o no cubiertas dez posible y sin llevar a cabo ningún tipo
por tegulae, losas de piedra dispuestas en de libaciones u ofrendas funerarias, tal vez
horizontal o a doble vertiente. (Fig. 6). por un deseo de discreción (GONZÁLEZ VI-
La humatio fue la práctica preferida por LLAESCUSA, 2001: 79). El “miedo” a con-
la sociedad romana a la hora de dar sepultu- fundir las cenizas del neonato con las de la
ra a individuos que aún no habían alcanzado pira (GARCÍA, GUERÍN, 2002: 213), unido a
la madurez. El funus acerbum o inmaturum que tradicionalmente se consideraba inapro-
se aplicaba a los niños que habían superado piada la cremación en infantes que aún no

FIG. 6 Inhumaciones Altoimperiales (según Vaquerizo, 2002:157)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 243


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

FIG. 7. Sarcófago de plomo y ajuar de Avda. Gran Vía Parque

tenían dientes (Hist. Nat., VII, 16), provocó rramientos infantiles32. Así queda atestigua-
la proliferación de la humatio para niños de do en las 24 tumbas documentadas en la C/
corta edad. Beatriz Enríquez (LÓPEZ PALOMO, 2004:
El ánfora, interpretada como el vientre 54-55). Pero no fue el único: existen recien-
materno que acoge el cadáver del neonato, tes novedades que amplían el panorama ti-
es el contenedor más frecuente para ente- pológico, tal como demuestra el importante
conjunto funerario descubierto durante los
trabajos de remodelación de Avda. Gran Vía
32
| Las ánforas utilizadas como contenedores ci- Parque (Fig. 7).
nerarios pertenecen en la mayoría de los casos a pro-
ducciones béticas de las formas Dressel 7-11 y Haltern Siguiendo el desarrollo de las mismas
70, que en origen sirvieron para actividades comercia- se localizaron varias estructuras y mate-
les relacionadas con el transporte de vino, aceite o sala-
zones (AMARÉ, 2003: 643). Sin embargo, existen zonas
riales de indudable carácter funerario, que
del Imperio en las que llegaron a fabricarse con fines consistían en un ustrinum del que se pudo
exclusivamente funerarios, como en la necrópolis de recuperar abundante material cerámico,
El-Mahrine (CAMPUS, 1991: 927 ss.). El carácter fune- un enterramiento infantil en cista de mam-
rario de las ánforas no se reduce a servir como simples
puestos y un recinto funerario que albergaba
contenedores cinerarios, ya que sus cuellos actuaron
en muchos casos como tubo de libaciones, e incluso A. otra inhumación igualmente infantil, pero
Campus deja entrever cuestiones tan interesantes como en este caso en sarcófago de plomo. Des-
la posible relación que existiría entre el contenido que taca este último por el excelente estado de
en principio albergaría el ánfora, con su posterior uso conservación del ajuar, compuesto por tres
funerario (1991: 927 ss.).
33
| Desde aquí, queremos expresar nuestro agra- ungüentarios de vidrio (Isings 6/26 y 28a),
decimiento a Antonio Peña Jurado por la información cuatro de cerámica (Oberaden 29) y un her-
facilitada para el estudio de esta pieza. ma de mármol33 que representa a Dionysos
34
| El análisis interpretativo de los hallazgos fune- (PEÑA, 2002: 36-37), y sitúan la sepultura
rarios localizados en Avda. Gran Vía Parque no sólo da
a conocer el funcionamiento de este pequeño sector de
a mediados del siglo I d. C. (GARCÍA et alii,
la necrópolis Occidental, sino que se completa con dos 2005: 105-142)34.
interesantes apéndices dedicados a la conservación del
sarcófago y de los materiales exhumados, así como de
La monumentalización de ámbito fune-
un estudio antropológico de las inhumaciones infanti- rario en Colonia Patricia se caracteriza por
les (GARCÍA et alii, 2005: 126-137). la íntima relación que mantiene con mode-

244 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

los itálicos, y por la fragmentación y descon- localizadas en las cercanías de las principales
textualización de numerosos hallazgos que vías de acceso a la ciudad así como la pareja
limitan el repertorio de formas arquitectó- de monumentos circulares localizados junto
nicas funerarias. Existen importantes estu- a la Puerta de Gallegos y fechados a inicios
dios dedicados a los monumenta de Córdoba del siglo I d. C. Realizados en opus quadra-
(VAQUERIZO, 2001b; 2002b, 2006; HES- tum y sobre un podio escalonado flanqueaban
BERG, 1993; MÁRQUEZ, 1998; 2002; RUIZ el camino hacia Hispalis. En ellos se entiende
OSUNA, 2005b), que son decisivos a la hora a la perfección el deseo de la sociedad roma-
de establecer las principales tipologías fune- na por expresar a través de un determinado
rarias empleadas en época altoimperial. tipo arquitectónico, en este caso el utilizado
por Augusto en su Mausoleo, símbolo de su
En momentos iniciales (finales del siglo I
poder y victoria, el status social alcanzado en
a. C.- principios del siglo I d. C.) destacan las
vida (VAQUERIZO, 2001a: 93-94).
cámaras subterráneas realizadas en opus qua-
dratum calizo con su correspondiente recin- El paisaje funerario patriciense se com-
to, documentadas en el Palacio de la Merced, pleta con numerosos fragmentos arquitectó-
C/ La Bodega y Puerta de Sevilla y todas ellas nicos o escultóricos que atestiguan la pre-

Tipologías arquitectónicas básicas presentes en Colonia Patricia

FIG. 8: 1. Recintos funerarios 2. Monumentos en forma de altar 3. Edícolas con cuerpo superior en forma de
naiskos 4. Túmulos 5. Columbarios 6. Cámaras funerarias con remate monumental y recinto 7. Cámaras
funerarias con remate monumental y aparecen recinto 8. Cámaras funerarias con remate indeterminado y
recinto 9. Aras sobre aparentes estructuras escalonadas 10. Cupae monolíticas 11. Posibles monumentos
turriformes, de base rectangular o cuadrada, con o sin decoración figurada 12. Monumenta rostrata 13.
Edícolas con cuerpo superior cerrado (a partir de VAQUERIZO, 2001b y 2002a, y RUIZ OSUNA, 2005a)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 245


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

sencia de monumentos rostrata, cupae, edí- en muchos casos, son de distintas épocas, lo
colas o altares funerarios (Fig. 8), junto con que confirma un uso prolongado. Fue muy
recintos de planta más o menos cuadrangu- frecuente la adquisición de estos espacios
lar y cimientos de cantos rodados con alza- funerarios en sociedad, es decir, por parte
dos de adobes o sillares35. En su interior se de collegia funeraticia, asociaciones privadas
disponen los distintos enterramientos que, de carácter popular que solían agrupar a los
estratos sociales más bajos (esclavos y liber-
35
| Estas construcciones a cielo abierto surgen en
tos) y a personas de la misma profesión. Su
el siglo II a. C. ante la necesidad de señalar el locus sepul- función era la de proporcionar a sus miem-
chri. En un primer momento son recintos señalados por bros exequias adecuadas y sepulturas decen-
cipos de madera o piedra unidos entre sí que posterior- tes, incluso si morían lejos de su ciudad, a
mente irán evolucionando arquitectónicamente. Así, en cambio del pago de cuotas periódicas, fun-
época imperial quedan configurados por cimentaciones
de cantos rodados y alzados de muros de poca altura,
cionando como nuestros actuales seguros
realizados en adobe, mampuestos o sillares, en cuyo in- (VAQUERIZO, 2002b: 201).
terior se disponían las sepulturas. La fachada solía dar a
las vías y no poseía puerta de acceso. Pero fue a lo largo
Estos acotados funerarios documenta-
del siglo I y según avanzaba el siglo II d. C., cuando se dos en Córdoba se fechan principalmente
manifestó en la sociedad romana un mayor deseo de pri- a mediados del siglo I d. C., perdurando
vacidad e intimidad en lo que a prácticas funerarias se algunos hasta mediados del siglo II d. C.
refiere, marcando entonces la esfera de lo privado frente (VAQUERIZO, 2002a: 171). Entre ellos des-
a la pública, de ahí que los muros de estos acotados su-
frieran un mayor desarrollo, llegando a convertirse en
tacan por su antigüedad –primera mitad del
verdaderas tumbas monumentales (VAQUERIZO, 2002b: siglo I a. C.– (MURILLO et alii, 2002: 253)
170). Si al exterior resaltaba el aspecto modesto de las los amortizados bajo los monumentos de
mismas, fue al interior donde se concentró la decoración Puerta de Gallegos36.
-abundantes mosaicos, pinturas y estucos en relieve-,
ya que no estaba dirigida al público en general, sino a
un reducido grupo. Numerosos ejemplos se han docu-
mentado en las necrópolis de Isola Sacra (CALZA, 1940;
FLORIANI SQUARCIAPINO, 1958; BALDASARRE, 1978, AJUARES: TIPOLOGÍA,
487-504; 1984, 141-149; 1987, 125-138; BALDASARRE EVOLUCIÓN Y SIMBOLOGÍA
et alii, 1985, 261-302; ANGELUCCI et alii, 1990), Pom-
peya (KOCKEL, 1983; 1987, 183-198; D´AMBROSIO, Consideramos como ajuar todos aquellos
DE CARO, 1987, 199-228), Aquileia (REUSSER, 1987,
239-250; BERTACHI, 1997, 149-173), o Sarsina (ORTA-
elementos que, depositados junto al cadá-
LLI, 1979, 231-246; 1987, 155-182). ver, al interior o al exterior de la tumba (va-
36
| Consisten en espacios rectangulares fabrica- jilla cerámica, lucernas, figurillas de terra-
dos con zócalos de guijarros y alzado de adobe. El mo- cota, monedas, ungüentarios, etc.) poseen
numento situado al norte de la vía Corduba-Hispalis se función profiláctica y simbólica, y por lo
levanta sobre un acotado de planta rectangular, cuyas
dimensiones no se han podido determinar y que en su
tanto forman parte de la misma. Su signifi-
centro albergaba un ustrinum y un enterramiento en cado real se desconoce, pero parece que el
urna (VAQUERIZO, 2001a: 180). Parece ser que este fin último sería acompañar al difunto en su
doble dispositivo tiene referencias arqueológicas en nueva “vida” y facilitarle la participación en
otras necrópolis del Imperio, como en la necrópolis de los diferentes ritos y ceremonias celebrados
la via Laurentina en Roma, en la que aparece un ente-
rramiento del mismo tipo fechado entre finales del pe-
en su memoria (VAQUERIZO, 2001a: 158).
riodo tardorrepublicano y comienzos de época imperial Entre estas celebraciones, que consistían en
(FLORIANI SQUARCIAPINO, 1958: 101 ss.). ofrendas, libaciones y banquetes funerarios,

246 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

destacan las realizadas en los momentos pos- Sekundärbeigeiben: munera no incinera-


teriores a la muerte del individuo –el silicer- dos, depositados posteriormente en la sepul-
nium junto a la tumba, repetido nueve días tura por los participantes a las exequias. La
después (cena novendialis)–, y las que se mayoría de ellos son cuencos, vasos u olpes,
practicaban de forma anual en fiestas como en muchos casos fracturados intencionada-
las Parentalia, Lemuria o Rosalía (PRIEUR, mente, fruto del silicernium realizado cuan-
1991: 35-39; VAQUERIZO, 2001a: 72-73). do la fosa aún estaba abierta39.
Dichas ceremonias poseían una impor-
tancia trascendental dentro de la concepción 37
| En la necrópolis italiana de Nave se han docu-
romana del mundo de ultratumba, debido mentado restos de pan depositados como ofrenda fune-
a que su principal función sería la de nutrir raria en 9 tumbas (PASSI, 1987: 107-113); y en Sarsina
eternamente al difunto. En Italia y en algu- se constataron conductos de libaciones y ofrendas (OR-
TALLI, 1987: 180).
nas ciudades de Hispania37 existen abundan-
Hispania no es caso aparte. Así, en Valentia (ALA-
tes evidencias arqueológicas de la práctica PONT et alii, 1998: 38-39 y 44-45) se hallaron restos
de estos rituales, al igual que en Colonia Pa- de animales, concretamente cabezas de cerdo y jabalí y
tricia. Entre los ejemplos más significativos una pierna de cordero, junto a los restos de las inhuma-
destacan los huesos de aceitunas hallados en ciones; y restos de nueces y avellanas quemadas pero
intactas en uno de los ustrina (GARCÍA, GUÉRIN, 2002:
un posible ustrinum en el sector G del RAF- 210). Ofrendas alimenticias también aparecen en Baelo
TAV 1991 (VAQUERIZO, 2001a: 156), las Claudia, pero en este caso se trata de restos de pescado
nueces documentadas en la Tumba IV de la (REMESAL, 1979: 42). En Mérida, con una fecha al-
C/ Avellano 12-13 (PENCO, 1998a: 69) y en toimperial, es común la existencia de tubos cerámicos
y restos de animales (VAQUERIZO, 2001a: 157).
la Inhumación 2 de la C/ Beatriz Enríquez 38
| Recordemos el Testamento del Lingón: Quie-
(LÓPEZ PALOMO, 2004: 56). O la gran canti- ro que toda mi atrezzatura para la caza (incluidas las
dad de caracoles exhumados –concretamente trampas y redes para pájaros) sea quemada conmigo;
377– en la Tumba 18 (Corte 3-4) de la Man- los asadores, las espadas, los cuchillos, las redes, las
trampas, los lazos, las flechas, los toldos, el espantapá-
zana Banesto (inédito), así como los huesos
jaros, las tinas, la pajaza, el saco y todo el equipamien-
de animales procedentes del ustrinum de la to ligado a esta ocupación mía, incluido mi canuto de
Ronda del Marrubial (PENCO, 2004). mimbre, y que nada de ello sea sustraido. Del mismo
modo, mis vestidos adamascados y recamados y todos
A la hora de analizar los objetos que los elementos decorativos en cuerno de arce. (VAQUE-
componen las ofrendas funerarias se pueden RIZO, 2001a: 285).
39
establecer dos categorías (GONZÁLEZ VI- | Según la costumbre romana, una vez que el
LLAESCUSA, 2001: 82): cortejo fúnebre llegaba a la tumba, el pater familia
era el encargado de realizar las oraciones y libaciones
Primärbeigeiben: ajuares quemados y, pertinentes, mientras se llevaba a cabo el sacrificio de
determinados animales, preferentemente ovicápridos,
por lo tanto, depositados durante la crema-
suidos, bóvidos e incluso équidos (PRIEUR, 1991: 36-
ción debido a la necesidad de purificación 37). En este momento comenzaba el banquete funera-
por ser objetos que han mantenido contacto rio, en el que familiares y asistentes realizaban ofrendas
directo con el finado. Entre éstos estarían al difunto, bebían vino, comían los restos del animal sa-
los de uso personal del difunto (vestidos, crificado y diversos alimentos (caracoles, huevos, pan,
lentejas, aves, etc.) (DAREMBERG, SAGLIO, POTTIER,
fíbulas, amuleta, recipientes cerámicos, ani- 1896: 1392-1397) de marcado carácter simbólico por
males domésticos, etc.)38 y aquellos utiliza- ser considerados como signos de resurrección y eterni-
dos durante la unctura o amortajamiento. dad (VAQUERIZO, 2001a: 292-297).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 247


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

FIG. 9. Ajuar-tipo: vajilla T.S.H. Precoz

Es muy difícil llegar a conocer el uso XXXVII, XXXVIII o XLII) y elementos de vi-
que realmente tendrían los diversos elemen- drio, documentándose tipos muy difundidos
tos cerámicos en el ritual funerario. En los como Isings 6, 8, 28 (VARGAS, VAQUERIZO,
ajuares cordobeses destaca la asociación de 2001: 160).
una copa, una copita y un plato en Terra Si-
En Mérida se han constatado asociacio-
gillata Hispánica Precoz, que en ocasiones
nes parecidas, como jarra-plato o jarra-cuen-
se amplía conformando una vajilla de seis o co, junto con material vítreo, que, por su-
nueve piezas (Fig. 9). Este modelo, definido puesto, estarían relacionados con aspectos
por S. Vargas como ajuar-tipo (2002: 297), rituales (BEJARANO, 2000: 320).
se ha documentado en todas las necrópolis
altoimperiales de Corduba; sirvan de ejem- A lo largo del siglo I d. C., producciones
plo Avda. del Corregidor (VARGAS, GUTIÉ- como la T. S. Gálica o Africana sustituyen
RREZ, 2004), “La Constancia” (VARGAS, a las de tipo Peñaflor, y se aprecia un enor-
2002: 297-310), “Santa Rosa” (MORENO me desarrollo de las lucernas, las cuales se
ROMERO, 2005) o C/ Beatriz Enríquez (LÓ- transforman en un elemento puntero de los
PEZ PALOMO, 2004). Su momento de ma- ajuares cordobeses.
yor esplendor se da en época julioclaudia, Tal y como se inició en época de Clau-
y junto a él suelen aparecen otras produc- dio, y de forma paralela a todo este proce-
ciones como la cerámica de Paredes Finas, so, se siguen utilizando como contenedores
especialmente las formas béticas (Mayet funerarios las urnas de vidrio en sus corres-

248 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

pondientes fundas de plomo, tal como han


puesto de manifiesto siete enterramientos
localizados en “La Constancia” (VAQUERI-
ZO, GARRIGUET, VARGAS, 2005: 94-104),
o la Tumba 1340 de la Manzana Banesto (Fig.
10) (SALINAS, SALINAS, 2005).
Sin embargo, con la llegada del siglo II
d. C. los ajuares se componen de menos pie-
zas y hacen acto de presencia las figurillas
de terracota41 y las lucernas, en las que se
aprecia una clara evolución tipológica, desde
FIG. 10. Urna de vidrio y funda de plomo de
los ejemplares derivados de la Dressel 3 muy
Manzana Banesto
comunes en Colonia Patricia, hasta los más
avanzados de canal abierto Dressel 5C, pa-
sando por la Dressel 11, que se impone con ca muy empleada en el mundo romano, cuyo
fuerza en momentos flavios en los ajuares de origen remite a la antigua tradición griega
“Santa Rosa” (MORENO ROMERO, 2005) o (PRIEUR, 1991: 34) y está directamente re-
“La Constancia” (VARGAS, 2002: 304). lacionado con aspectos simbólicos. General-
mente ha sido interpretada como el precio
La razón de que la mayoría de las lucer- que el difunto tenía que pagar al barquero
nas documentadas en las necrópolis cordo- Caronte por su viaje al más allá, y con esta fi-
besas pertenezcan a producciones locales nalidad aparece recogida por vez primera en
–formas derivadas de la Dressel 3 y de la
Dressel 9– se debe a que eran piezas de fá-
40
cil accesibilidad y gran popularidad entre la | La urna de vidrio pertenece al tipo Isings 67a,
muy frecuente en época claudia y flavia. Se caracteriza
sociedad cordobesa por su bajo coste eco-
por su forma ovoide, de borde vuelto hacia fuera y enro-
nómico. llado al interior. No posee asas, fue realizada mediante
la técnica del soplado y presenta tonalidad azulada en
Con el triunfo de la inhumación las
la que se intuyen oxidaciones e irisaciones (SALINAS,
ofrendas funerarias van perdiendo importan- SALINAS, 2005: 154-155). Ejemplares similares se
cia e irán reduciéndose, aunque no desapare- han localizado en la necrópolis del Camino Viejo de
cen del todo. Existen tumbas de inhumación Almodóvar (SALINAS 2003: 29-31) y en La Constancia
tardías con ungüentarios de vidrio, a los que (SALINAS, 2003: 31-32). Su interior contenía los res-
tos óseos de la cremación y al exterior aún se aprecian
se suman en determinadas ocasiones objetos huellas de la gasa que la envolvió para separarla de la
de adorno personal o jarritas rituales (SÁN- funda de plomo (SALINAS, SALINAS, 2005: 155).
CHEZ, 2003: 95). 41
| Entre otros hallazgos antiguos, estas terraco-
tas se han exhumado en la Tumba A de “Santa Rosa”
La presencia generalizada del ajuar en (MORENO ROMERO, 2005), en “La Constancia” (VA-
la mayoría de las tumbas, así como la cos- QUERIZO, GARRIGUET, VARGAS, 2005: 117), la C/
tumbre de introducir el óbolo a Caronte, Beatriz Enríquez, Esq. con Avda. del Brillante (LÓPEZ
atestiguan la preocupación de la sociedad PALOMO, 2004: 50, lám. XX), o en la Manzana Banesto
(SALINAS VILLEGAS, 2004), donde nuestros recientes
romana cordubense por preparar la vida ul- trabajos de investigación han documentado la figurilla
traterrena. El acto de incluir monedas en el de un hombre con saco a la espalda –tipo Rucksackträ-
interior de las sepulturas ha sido una prácti- ger– (Tumba 10. Sector 3-4) (inédito).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 249


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO

la literatura griega, concretamente en Las CONCLUSIONES


Ranas de Aristófanes (1994: 209 y 217). Sin
embargo, R. Cantilena propone varias hipó- A diferencia de la cultura occidental, donde
tesis a la hora de buscar explicaciones a su la muerte es negada continuamente, que-
significado. Entre ellas, que la moneda po- dando relegada a tanatorios y cementerios,
dría actuar como signo distintivo del status el mundo romano mostró una postura bien
del difunto42, o como pago a espíritus nefas- diferente ante ésta. La romana era una
tos, ganándose así el fallecido la indulgencia sociedad fuertemente jerarquizada, con
de éstos; o bien como amuleto, por ser de unos estamentos muy bien definidos, en el
metal43 y de forma redonda (CANTILENA, que cada uno debía jugar su rol y donde el
1995: 165-171).
status y honor personal, así como el de la
Durante la época altoimperial, la mone- familia a la que se pertenecía, jugaban un
da se relaciona con el ámbito de la supers- peso importante a la hora de presentar la
tición, pudiendo aparecer junto a otro ele- imagen pública y social. Estas cuestiones se
mento que también posee una función profi- manifiestan con gran claridad en el ámbito
láctica, el clavo (PRIEUR, 1991: 32). Así, se funerario, concretamente, en determinadas
documenta en la necrópolis romana de San zonas de importante prestigio y represen-
Montano (Lacco Ameno-Ischia), dónde se tación, caso, en Córdoba, de las necrópo-
hallaron monedas en 8 tumbas y en cuatro lis generadas al Norte, por el Camino del
de ellas, asociadas a clavos (CANTILENA, Pretorio y el iter ad Corduba Emeritam, de
1995: 172), o en Baelo Claudia, depositados fuerte simbolismo minero, así como la via
en tumbas infantiles (VAQUERIZO, 2001a: Corduba-Hispalis al Oeste, y la via Augusta,
169). En “Santa Rosa” se ha documentado la vertebradora de la necrópolis Oriental. Es-
asociación simbólica de moneda y clavos en tas áreas funerarias responden por comple-
la Tumba 544 (MORENO ROMERO, 2005). to al tipo conocido como Gräberstrassen,
es decir, espacios funerarios organizados
en torno a las principales vías de comunica-
42
| Al parecer esta costumbre del óbolo a Caronte ción y a calzadas secundarias, las cuales se
se generalizó entre las clases más populares de la so-
ciedad romana que creían en la necesidad de pagar un
constituyen como los ejes vertebradores del
peaje al más allá (JUVEN, Sat, III, 267), de ahí que esta espacio periurbano.
práctica nos pueda poner sobre la pista de un posible
funus vulgare o translacticum. Comprobamos cómo el espacio su-
43
| Tal como atestigua Plinio, el metal, concreta- burbano de Colonia Patricia, fiel reflejo de
mente el oro (Hist. Nat XXXIII, 4.25), poseía propieda- los cambios políticos, económicos y demo-
des filactéricas, aunque también metales menos nobles, gráficos de la ciudad, se caracteriza por su
como el bronce o el hierro, tenían este valor (Hist. Nat.,
gran dinamismo. Si en un primer momento
XXXIV, 15).
44
| Tenemos que ser cautos en tales afirmaciones, existen amplias zonas prácticamente des-
ya que la presencia de clavos al interior de las sepul- pobladas, que desde el siglo I a. C. hasta
turas normalmente se interpreta como los restos tan- principios del siglo I d. C. son ocupadas por
gibles de los lechos fúnebres, angarillas o féretros en enterramientos cercanos al lienzo murario,
los que el difunto fue enterrado o cremado (SÁNCHEZ,
2003: 73). Sin embargo, no podemos obviar el valor ri-
la gran presión demográfica que sufre la
tual añadido que propone J. Prieur (1986: 32), cuyo fin ciudad a mediados del siglo I d. C. provoca
sería proteger al difunto de la mala suerte. que las zonas periurbanas de uso sepulcral

250 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA PATRICIA ––––––––––––––

sean ocupadas por vici, compuestos de todo ABREVIATURAS


tipo de instalaciones y servicios (cloacas, ca-
lles pavimentadas, abastecimiento de agua, A.A.A Anuario Arqueológico de Andalucía.
etc.), a los que hay que sumar centros fabri- A.A.C Anales de Arqueología Cordobesa.
les (alfares, fundiciones, vertederos) e inclu- AEspA Archivo Español de Arqueología.
so explotaciones agrícolas. Este paisaje se
CSIC Centro Superior de Investigaciones Cien-
mantiene hasta finales del siglo II-principios
tíficas.
del III d.C., momento en el que la crisis que
sufre la colonia cordubense obliga al paula- Dial Hist Anc Dialogues d’Histoire Ancienne.
tino abandono de los suburbia, comenzando EAE Excavaciones Arqueológicas en España.
así una nueva fase de ocupación funeraria MM Madrider Mitteilungen.
regida por patrones muy diferentes a los co- NAH Noticiario Arqueológico Hispano.
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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 257


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

LA NECRÓPOLIS ROMANA DE
LA AVENIDA DEL CORREGIDOR ANALES
DE CÓRDOBA1 DE ARQUEOLOGÍA
C OR D OB E S A
Sonia Vargas Cantos / svargas@arqueocordoba.com
número 17 (2006)
M.ª Isabel Gutiérrez Deza / migutierrez@arqueocordoba.com
Convenio UCO-GMU VOL. I / PÁGS. 259 - 278

RESUMEN

La necrópolis de Avenida del Corregidor se ubica en la zona


suroccidental de la ciudad y está en uso desde época augustea
hasta el primer tercio del siglo III d. C. Se han excavado un total
de 75 tumbas de cremación e inhumación, siendo un interesan-
te ejemplo para el conocimiento de las prácticas funerarias en
nuestra ciudad.

ABSTRACT

The so-called “Avenida del Corregidor” necropolis is located


at the southwestern area of the city of Cordoba. Its chronolo-
gy last from the Augustan age to the beginnings of the 3rd. C.
A. D. We have excavated seventy five cremation and inhumation
burials, offering an interesting example of the Roman funerary
practices in Colonia Patricia.

1
| Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de
investigación “Espacio y usos funerarios en la ciudad histórica.
El ejemplo cordobés (siglos II a.C.-XV d.C)”, financiado por el
Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innova-
ción Tecnológica 2000-2003 del Ministerio español de Ciencia y
Tecnología, con apoyo de FEDER (Ref. BHA 2003-08677).
También se inscribe en el Convenio de Colaboración que
el Grupo de Investigación HUM 236 del Plan Andaluz de Inves-
tigación, integrado por todos los miembros del Área de Arqueo-
logía de la Universidad de Córdoba, mantiene con la Gerencia
Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba para el
estudio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimien-
to único.

259
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– SONIA VARGAS CANTOS / M.ª ISABEL GUTIÉRREZ DEZA

I. INTRODUCCIÓN ca. Este sector de la ciudad era fácilmente


inundable por su proximidad al río, lo que
En el presente artículo ofrecemos un avance ocasionó que múltiples arroyadas y aveni-
del estudio de la necrópolis de la Avenida del das colmatasen rápidamente y sellaran las
Corregidor, dada a conocer en las IV Jorna- tumbas.
das Cordobesas de Arqueología Andaluza, La necrópolis se inicia a principios de
donde aportábamos algunos detalles de la época augustea y se extiende grosso modo
intervención arqueológica. En esta ocasión hasta el primer tercio del siglo III d. C., el
presentamos una evolución de la necrópolis material asociado a la estratigrafía y el pro-
sin abundar en cuestones de orden tipológi- pio ajuar de las tumbas apoyan dicha crono-
co y material, puesto que todavía se encuen- logía. Durante este período convive el ritual
tra en proceso de análisis y próxima publica- de inhumación y cremación, en distintas
ción.3 No obstante, no hemos querido dejar proporciones, practicándose exclusivamen-
de proporcionar nuevos datos que enriquez-
te inhumaciones en torno a la primera mi-
can el estado actual de conocimiento de la
tad del siglo III (VARGAS y GUTIÉRREZ,
necrópolis y su contribución a la aproxima-
2004a).
ción de las manifestaciones funerarias en
nuestra ciudad.4
La Intervención Arqueológica de Ur-
gencia, motivada por la instalación de un II. ÉPOCA AUGUSTEA
colector de aguas residuales, se dividió en
cinco tramos, dada la extensión, estrechez Las dos primeras tumbas documentadas en
y profundidad de la zanja.5 En cuatro de los tramos 1 y 2, datan de los inicios de épo-
ellos se constató la necrópolis romana que ca augustea. Mientras la Tumba 156 consis-
comprendía un total de 75 tumbas y cua- te en una cremación en urna, con un ajuar
tro posibles recintos funerarios. El estado asociado formado por un ungüentario en vi-
de conservación de algunas tumbas era ex- drio,7 la Tumba 438 corresponde a una inhu-
cepcional, gracias a su situación topográfi- mación en fosa simple y cubierta de tegulae
dispuestas en horizontal.

3
Inmediatamente después, el espacio se
| Próximamente se publicará una monografía
sobre la necrópolis donde podrá adentrarse en cues-
habilita como necrópolis. Aunque en algu-
tiones como el ritual, estudio detenido de los ajua- nas zonas se aprovecharon las gravas geo-
res,... lógicas como suelo, parece que se intentó
4
| Una primera aproximación sobre la Necrópolis regularizar el terreno mediante una super-
de Avda. del Corregidor (Tramo 1), se publicó en el nº
ficie homogénea de calcarenita triturada,
15 de Anales de Arqueología Cordobesa.
5
| Una vez excavado cada tramo se procedió a la conservada muy irregularmente a causa de
instalación del colector por cuestiones de seguridad. las numerosas fosas y remociones del terre-
6
| Localizada en el tramo 1 del trazado del Colec- no. Fue en este momento cuando se cons-
tor. truyeron tres recintos funerarios, la mayor
7
| El ungüentario de vidrio se relaciona con la
forma Isings 6.
parte pavimentados toscamente al interior
8
| Localizada en el tramo 2 del trazado del Colec- mediante niveles de albero o picadura de
tor. sillar.

260 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA AVENIDA DEL CORREGIDOR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––

FIG. 1. Ubicación de la necrópolis

Esta organización del entorno se com- asociado a esta construcción, realizada me-
pleta con una serie de bloques de piedra9 de diante muros de mampostería y esquinas re-
forma más o menos regular que, hincados forzadas con sillares.10 De una gran fosa circu-
verticalmente en el suelo, servían, a modo
de hitos, para señalizar las tumbas o para 9
| Estos hitos de señalización están realizados en
delimitar los espacios funerarios. su mayoría con biocalcarenita, aunque contamos con un
par de ejemplos realizados en caliza nodulosa violácea.
El Recinto 1 se construye sobre la Tumba La parte visible del indicador tiene forma rectangular,
15. Durante su construcción se cuidó de no aunque no se observa un tratamiento esmerado en su
afectar al enterramiento preexistente, que terminación. La parte no visible muestra una superficie
más irregular y suele ser más estrecha que la superior,
quedó sellado con un pavimento de sillar tri- con el fin de facilitar su hundimiento en la tierra.
turado o residuos de retalla. Conviene decir 10
| La presencia de sigillata hispánica precoz, un-
que no se encontró ningún enterramiento güentarios fusiformes, cerámica de tradición ibérica y

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 261


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– SONIA VARGAS CANTOS / M.ª ISABEL GUTIÉRREZ DEZA

lar interpretada como un ustrinum, situada al


norte del Recinto 1, se recuperaron carbones
y abundante material cerámico entre el que
podemos reseñar 22 ungüentarios, un vasito
de paredes finas, tres platos en sigillata hispá-
nica precoz, fragmentos de cerámica de tra-
dición ibérica, sigillata itálica y ánforas11.
En el tramo 2 encontramos un nuevo re-
cinto funerario realizado con sillares de bio-
calcarenita en los que se pueden observar
la labor de los canteros-constructores12 así
como una marca de cantero (GUTIÉRREZ,
2004, 256-257). También se le aplicó un LÁM. I. Detalle de la zanja de cimentación del
suelo de picadura de sillar al interior. El es- recinto 1.
tado de arrasamiento de la tumba, de la que
únicamente se conserva el ángulo noreste, ha impedido la conservación de su enterra-
miento original.

cerámica común asociada a los pavimentos, permiten Al norte del Recinto funerario 2 se cons-
fechar en época augustea esta intervención. De igual truyó un muro de mampostería con mortero
modo, del relleno de la zanja de cimentación del recinto de cal, y cimentado en una preparación de
se han recuperado muestras de paredes finas decoradas arcilla. Este muro se hallaba embutido en el
con hojas de piña menores y sigillata itálica, materiales
perfil y se le entregaba una capa de suelo
que inciden de nuevo en la cronología augustea.
11
| Este ustrinum estuvo en funcionamiento hasta de albero o retalla de sillar. Esta estructura
época Tiberiana. se ha interpretado como un posible recinto,
12
| Se conservaban dos hiladas de alzado y la ci- que quedó inutilizado intencionadamente al
mentación de cantos rodados, reforzada en el ángulo cubrirse con una capa de arcillas.
noroeste con un sillarejo. Los sillares muestran orifi-
cios para la aplicación de palancas que ayudasen a des- Al Este de dicho muro se disponen dos
plazar las piezas de la hilada superior en el sobrelecho estructuras cuadrangulares de cantos roda-
de la inferior, así como líneas de posición para ajustar
dos que, a modo de túmulos, servían de se-
los bloques pétreos por la cara exterior.
13
| La cabeza apareció sin conexión anatómica al ñalización a dos tumbas de inhumación con
cuerpo y una moneda como ajuar. cubierta a doble vertiente (tumbas 33 y 34),
14
| La construcción de un muro de cronología entre las que se situó una tercera tumba (20)
bajomedieval afectó gravemente a la necrópolis en los de inhumación infantil en fosa simple13.
tramos 2 y 3a.
15
| Se podría interpretar como pago del óbolo Al Norte de las anteriores14 se excavó
a Caronte, práctica habitual desde época augustea una tumba de cremación (40), sellada por
(ETIENNE, 1996, 166).
16
una capa de sillar triturado, cuyo ajuar es-
| Estas cáscaras de huevo debieron formar parte
del ritual, las ofrendas al difunto o el banquete funera- taba formado por una moneda15 y una anfo-
rio. Aunque este tipo de ofrenda o alimento no ha sido reta con restos de cáscara de huevos en su
documentado con anterioridad en Córdoba, contamos interior16.
con algunos ejemplos de ofrendas que fueron incinera-
das en la pira junto al difunto, como nueces (VAQUERI- En el Tramo 3 se localizaron 5 tumbas
ZO, 2001b, 154-157). de inhumación (60, 61, 62, 63 y 64) corres-

262 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA AVENIDA DEL CORREGIDOR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––

En el Tramo 3c se excavaron las tumbas


67, 68 y 70, correspondientes a tres ritos
diferentes de enterramiento. Para la Tumba
67 se construyó una estructura rectangular
de ladrillo, en cuyo interior se dispuso una
urna con los restos óseos resultantes de la
cremación de un individuo. La Tumba 68, en
cambio, era una inhumación en fosa simple
de la que no se ha conservado ningún tipo
de cubierta ni señalización. Por último, la
Tumba 70 era un osario entre cuyos huesos
se recuperó un acus crinalis, lo que podría
indicar que el individuo enterrado fuera de
sexo femenino.

ÉPOCA JULIO-CLAUDIA

FASE TIBERIANA

Las continuas avenidas del río y la forma-


ción de arroyadas que colmatan los niveles
en uso de la necrópolis no disminuyeron la
actividad funeraria, sino que por el contra-
rio favorecieron la rápida amortización del
espacio ocasionando la frecuente aparición
LÁM. II. Vista de las tumbas 61 y 62. de tumbas superpuestas o agrupadas. Des-
de un momento muy temprano se repararon
pondientes a esta fase que, estaban señaliza- los pavimentos afectados que regularizaban
das por hitos de situación,17 al igual que la el espacio funerario.
Tumba 6518. Esta cremación en urna (locus), Sobre uno de los muros del Recinto fu-
presentaba como ajuar un ungüentario en nerario 1, que debió quedar arrasado por
alabastro que le servía de ajuar funerario. una de estas arroyadas, se dispuso la inci-
La Tumba 64 corresponde a una inhu- neración en urna de un individuo infantil
mación infantil. El niño fue enterrado con (Tumba 6).
un collar colgado al cuello, del que se han
conservado las diversas cuentas de distintos
materiales (almejas, conchas, pasta vítrea, 17
| Las Tumbas 61 y 62 se encontraban alineadas
hueso, metal).19 Tiene asociado como ajuar en dirección Este-Oeste. La primera de ellas tenía una
una orza completa en cerámica común, que cubierta de tegulae alla capuccina.
18
| Esta cremación fue excavada en el Tramo 3a.
se depositó sobre el enterramiento, quedan- 19
| Junto a los restos del collar se recogió un
do todo cubierto por el promontorio de tie- pequeño falo de pasta vítrea que no formaba parte del
rra que le sirvió como túmulo. colgante.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 263


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– SONIA VARGAS CANTOS / M.ª ISABEL GUTIÉRREZ DEZA

LÁM. III. Vista de la tumba 64 y detalle del collar

El Recinto funerario 2 fue amortizado, mación e inhumación. Las tumbas de cre-


igualmente, por otro enterramiento. Se mación 21, 38, 39 y 66 se realizaron en fosas
dispone un nuevo suelo de picadura de si- simples y sin ningún tipo de cubierta. Por
llar, que fue alterado por la disposición de otra parte, las tumbas de inhumación 31 y
una urna de vidrio protegida por su funda 32 presentaban cubierta a doble vertiente,
de plomo (Tumba 19). El ajuar estaba com- mientras que las tumbas 41 y 42 carecían de
puesto de ocho objetos, algunos ungüen- cubierta en el momento de su excavación.
tarios que han sido identificados como De
Tomasso 70 y 8, un cubilete de cerámica y
una caracola. ÉPOCA DE CLAUDIO
Al igual que en el período anterior, se
observa una coexistencia en los ritos de cre- No se han documentado enterramientos
correspondientes a esta época, en la que
una nueva serie de arroyadas dejan el área
20
| Entre el material cerámico se ha documentado colmatada por varios estratos de limos. Los
un amplio repertorio de cerámica propia de estas fechas nuevos niveles cubren los suelos de albero o
como paredes finas (Mayet XXXIII y XXXIV, sigillata itá-
lica Conspectus 12, 33, sigillata hispánica precoz, lucer-
retalla de sillar anteriores20. En el Tramo 1
nas derivadas de la Dressel 9 y un ejemplar de marmora- se pudo recoger un amplio repertorio de ce-
ta que podría corresponder a la forma Ritterling 9. rámica propia de estas fechas en dichos ni-

264 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA AVENIDA DEL CORREGIDOR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––

veles: paredes finas (Mayet XXXIII y XXXIV), Al Norte del Recinto funerario 4 se loca-
sigillata itálica (Conspectus 12, 33), sigillata liza la Tumba 5. Consiste en una cremación,
hispánica precoz, lucernas derivadas de la con fosa revestida con mampostería en el
Dressel 9 y un ejemplar de marmorata que lado meridional22 y parcialmente destruida
podría corresponder a la forma Ritterling 9;
en el Tramo 2 se documentaron fragmentos
de paredes finas de cáscara de huevo, un-
güentarios, ánforas, terra sigillata gálica,
y algunas muestras de sigillata itálica con
decoración a ruedecilla, y en el Tramo 3b
ánforas de salazón Dressel 7-11, sigillata de
imitación tipo Peñaflor, paredes finas y un-
güentarios tipo Oberanden 29, imitaciónes
de Barniz Rojo Pompeyano, sigillata itálica,
gálica e hispánica (Forma 27).

FASE NERONIANA

Durante el principado de Nerón asistimos


a una tercera fase de la necrópolis con en-
terramientos tanto de inhumación (tumbas
13 y 14) como de incineración (tumbas 10,
12 y 5). Esta actividad de la necrópolis obli-
ga de nuevo a acondicionar el área al efecto;
motivo por el que reaprovechan en el Tramo
2 las gravas geológicas como suelo.
A mediados del siglo I d. C. se constru-
ye el Recinto funerario 4,21 con una orien-
LÁM. IV. Vista del Recinto funerario 2 y detalle de
tación Este-Oeste. La estructura de sillares
la funda de plomo de protección de la urna y parte
con módulo de 1 x 0’40 x 0’60 m (VARGAS del ajuar.
y GUTIÉRREZ, 2004b, 312) presentaba una
planta rectangular, si bien no lo conserva-
21
mos completo por adentrarse en el perfil | Interpretado inicialmente como una tumba,
hemos preferido finalmente considerarlo Recinto fune-
Oeste. En el centro del costado oriental se
rario por sus dimensiones. No se ha podido comprobar
dispuso un sillar cuadranguar que sobresale el límite del mismo, puesto que el lado meridional esta-
de la estructura a modo de cabecera. Justo ba embutido en el perfil. Un dato de interés es el hecho
delante de este sillar localizamos una urna de que se reutilizara con posterioridad como ustrinum
de cremación calzada con cantos de río y (vid. infra).
22
| Del relleno se ha podido obtener algunos frag-
junto a ella, el ajuar, del que sólo se han re- mentos de sigillata hispánica precoz, así como vidrio
cuperado algunos fragmentos de vidrio co- deformado por la acción del fuego. Por su parte, del
rrespondientes a un posible ungüentario. relleno de tierra también pudieron recuperarse algunos

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 265


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– SONIA VARGAS CANTOS / M.ª ISABEL GUTIÉRREZ DEZA

Aparte de la inhumación 35 y las crema-


ciones en urna (loculi) 28 y 29 habría que
destacar la Tumba 6023. Esta cremación en
fosa simple (bustum), señalizada por un hito
de piedra, muestra un fragmento de ánfora
en la superestructura que pudo servir para
las libaciones.24

ÉPOCA FLAVIA

En este momento continúa la actividad de


la necrópolis con la habilitación de nuevas
tumbas de incineración e inhumación, a la
LÁM. V. Vista general del recinto 4 y de la tumba 12. par que se practican en un sector alejado de
las áreas acondicionadas al efecto –Tramo
por la realización de la Tumba 1, correspon- 5–, lo que podría indicar el funcionamiento
diente ya al s. II d. C. (vid. infra). de una nueva área de necrópolis próxima a
lo que sería la actual Puerta de Sevilla. Esta
La intensa actividad de la necrópolis en
ocupación funeraria, alejada del sector prin-
época julioclaudia propició la superposición
cipal, podría explicarse con la existencia de
de algunos enterramientos, así como el apro-
una posible vía que condujera a algún tipo
vechamiento de las estructuras existentes.
de acceso próximo a la referida Puerta de
Para la Tumba 36, se realizó una fosa simple
Sevilla o que discurriera paralela al curso
junto a uno de los laterales del recinto fune-
del arroyo conocido como “Arroyo del moro”
rario 2, cubriéndose con tegulae dispuestas
que desembocaba al Betis en este punto de
horizontalmente. De la tumba se extrajeron
la ciudad.
dos individuos depositados uno encima del
otro. El superior no tenía ajuar y le faltaba la En el Tramo 1 se localiza la Tumba 13,
extremidad superior derecha, mientras que una de las pocas inhumaciones con fosa
el inferior presentaba a sus pies un ajuar revestida por una capa de mortero de cal.
compuesto por un plato de sigillata hispáni- Estaba cubierta por tegulae dispuestas de
ca de Tricio Dragendorff 15/ 17 con sigillum: forma horizontal. El indivuo, de sexo feme-
OF.D.RVT, un vasito de paredes finas Mayet nino, fue enterrado con el pelo recogido,
XXXVIII y una lucerna de venera. pues en la parte posterior de la cabeza se
hallaron dos agujas de hueso trabajado. Tan
solo un ungüentario de vidrio conformaba
fragmentos de vidrio que podrían adscribirse al tipo
su ajuar.
Isings 28.
23
| El ajuar está formado únicamente por una mo- A finales de época flavia o bien a comien-
neda. zos del siglo II d. C. encontramos dos tum-
24
| La presencia de cuellos de ánfora para las liba-
ciones ha sido documentada ampliamente en Colonia
bas de cremación realizadas en fosa simple
Patricia (VAQUERIZO, 2001b, 157). con cubierta de tegulae alla capuccina. La
25
| Correspondiente al Tramo 1. Tumba 10,25 conservaba una lucerna Dressel

266 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA AVENIDA DEL CORREGIDOR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––

LÁM. VI. Vista cenital de la tumba 36 y detalle del ajuar.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 267


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– SONIA VARGAS CANTOS / M.ª ISABEL GUTIÉRREZ DEZA

1126, un ungüentario de vidrio Isings 8227 y


una moneda28. En la Tumba 5329 se recuperó
una moneda así como cerámica (sigillata his-
pánica) junto a algunas muestras residuales
de paredes finas.
En el Tramo 5, sobre un primer nivel de li-
mos con material propio de época neroniana-
flavia,30 se realizaron diversas fosas para otras
tumbas de inhumación y cremación. Entre
las primeras destaca la Tumba 7331, con es-
tructura revestida por sillares de calcarenita
y cubierta por una laja del mismo material. El
ajuar estaba compuesto por un plato de terra
sigillata hispánica Forma 15/17 que cubría la
cabeza del difunto. La Tumba de cremación
74 se realizó en el espacio que quedaba entre
la anterior tumba y su hito de situación. En
el interior de la fosa, cubierta de tegulae en
posición horizontal, se dispuso una urna y su
ajuar, compuesto por un ungüentario Isings
28 b y un anillo metálico.

PRIMERA MITAD DEL II D. C.


Tras un corto período de tiempo, caracte-
rizado por continuas arroyadas y colmata-

26
| La margo está decorada con ovas y presenta en
la superficie interna y externa un engobe gris oscuro.
El motivo decorativo es una Victoria de perfil sobre or-
bis, vestida con túnica larga. Tiene las alas hacia arriba.
En la mano derecha lleva una corona de laurel y con la
izquierda sostiene una palma (vid. RODRÍGUEZ MAR-
TÍNEZ 2002, 74 ss).
27
| Principalmente se produce a finales del siglo I
d. C. y siglo II d. C. (ISINGS, 1957, 98).
28
| El estudio de las monedas halladas en los dife-
rentes enterramientos de la necrópolis será publicado
en la monografía que está en proceso de elaboración.
29
| Excavada en el Tramo 3.
30
| Distinguimos paredes finas tipo Mayet XXXVIII
y lucernas cuya margo se decora con ovas, que pueden
corresponder a la forma Dressel 11.
31
| No pudo excavarse completa ya que se aden-
traba en el perfil. LÁM. VII Vista cenital y detalle de la tumba 60.

268 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA AVENIDA DEL CORREGIDOR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––

ciones, la necrópolis continúa en uso. El


Recinto funerario 1, tras quedar sellada la
tumba 12 por una de estas avenidas, es re-
aprovechado como ustrinum, efectuándose
sucesivas cremaciones en su interior,32 como
demuestran no sólo los reiterados niveles de
ceniza, sino el elevado número de clavos de
hierro que se documentaron en su interior33.
En el primero de los dos paquetes de cenizas
más potentes se halló un ejemplar de sigi-
llata hispánica (Forma 15/17), africana de
cocina, paredes finas (Mayet XLII), lucernas
y vidrio. Nos llamó la atención la presencia
de 48 clavos que, podrían corresponder a los
lechos funerarios. El segundo nivel de ceni-
zas tiene asociado sigillata hispánica (For-
ma 27), sigillata africana A (Hayes 9 A34 y
una tapadera Hayes 20),35 lucernas, ánforas,
paredes finas (Mayet XLII) y la significativa
cantidad de 80 clavos.
Otra tumba de gran interés es la nº 4,
que presenta una fosa revestida en dos de
sus lados por fragmentos de ladrillos y tegu-
lae. En su interior se realizaron dos crema-
ciones infantiles aparentemente de forma
sucesiva. En la primera cremación se dispu-
so como ajuar una moneda, colmatándose
con tierra y repitiéndose el proceso de co-
locar una nueva estructura de fragmentos
de ladrillo y tegulae. Por último, la tumba es

32
| De este uso reiterado se ha recuperado un un-
güentario Isings 82 de finales del siglo I d. C. y siglo II
d. C. (ISINGS, 1957, 98)
33
| Estos elementos de hierro serían los únicos
restos conservados de las parihuelas, lechos fúnebres
o ataúdes incinerados junto al cadáver. En algunas oca-
siones, se le ha atribuido un valor profiláctico y apotro-
paico, como en las tumbas infantiles de la necrópolis de
Baelo Claudia (Cádiz) (VAQUERIZO, 2001a, 169).
34
| Presenta una cronología que se desarrolla des-
de los años 80 hasta el 160 d. C. (HAYES, 1972, 35).
LÁM. VIII. Vista de la cubierta, interior y ajuar 35
| Se desarrolla desde finales del siglo I d. C. has-
de la tumba 10 ta principios del siglo II d. C. (HAYES, 1972, 44).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 269


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– SONIA VARGAS CANTOS / M.ª ISABEL GUTIÉRREZ DEZA

sellada con un sillar rectangular al que se le En el Tramo 2, tras una colmatación


practicó un orificio que permitiese el ritual general del terreno,37 se realizan las tumbas
de las libaciones.36 1838, 27, 30 y 37. Las tres primeras son cre-
maciones en fosa simple (busta) –en el caso
Por último en el tramo 1 se practica una
la Tumba 27 tenía una cubierta de tegulae
inhumación (Tumba 3) en fosa simple. Úni-
dispuestas, presumiblemente, a dos aguas39
camente se ha conservado las extremidades
selladas por un túmulo– y la última es una
inferiores y parte de la cubierta tegulae que
inhumación en fosa simple en la que el in-
parecen estar dispuestas horizontalmente.
dividuo se depósito decúbito prono, siendo
el único caso detectado en la necrópolis con
36
| Del relleno de la primera incineración destaca esta posición del cadáver.40
la presencia de un galbo de cerámica africana de cocina
(Hayes 23), sigillata gálica, una lucerna de canal abier- En el Tramo 3a asistimos a un momento
to Dressel 5 C. La segunda cremación ofrece fragmen- de importante actividad en el uso de la ne-
tos de ungüentarios de vidrio, cerámica tipo Peñaflor crópolis, documentándose un gran número
(fuente Martínez III), una lucerna Dressel 27 y la base
de otra, derivada de la Dressel 3.
de tumbas de incineración y cremación. En-
37
| Asociado a estos niveles se ha recuperado un tre las tumbas 45, 4641 y 51, consistentes en
interesante conjunto cerámico compuesto por paredes cremaciones en fosa simple (busta), destaca
finas Mayet XLII, sigillata de imitación tipo Peñaflor, lu- la primera de ellas por presentar un ajuar for-
cernas Dressel 11, cerámica africana de cocina y restos mado por una moneda y una lucerna Dressel
de un ungüentario de vidrio adscribible al tipo Isings
28. También se halló una terracota que corresponde al
11 con decoración de ovas. La cremación 44,
tipo de Rücksackträger (viajero con bolsa a la espalda en cambio, presenta una fosa revestida en
y tirso en mano), fechable en el siglo II d. C. (vid. VA- dos de sus lados por ladrillos y tegulae que
QUERIZO, 2004, 241). sirven de contenedor para los restos de un
38
| En las inmediaciones de la Tumba 18 se ha- individuo infantil. Ésta se cubrió con tegulae
llarón una pulsera y una posible bulla de bronce, que
debieron formar parte del adorno personal del difunto y
a dos aguas y un túmulo de tierra como se-
que quedaron desplazadas por alguna arroyada. ñalización. El ajuar estaba formado por una
39
| Del relleno interior se ha recuperado un ejem- lucerna, una moneda y un acus crinalis.42
plar de cerámica africana Hayes 23 A y sigillata hispáni-
ca Forma 27 En lo que atañe a las inhumaciones se
40
| En el interior se documentaron fragmentos de constatan las tumbas 47, 48, 49, 50 y 5243,
sigillata hispánica correspondientes a la forma 15/17 y realizadas todas ellas en fosa simple. La últi-
otras muestras en cerámica común. ma de ellas, aunque no pudo excavarse com-
41
| En la tumba 46 se ha recuperado un fragmen-
to de acus crinalis junto a los restos óseos humanos
pleta por hallarse parcialmente embutida en
quemados. el perfil, sobre ella se dispuso una cubierta
42
| La lucerna corresponde al tipo Dressel 11 cuya de tegulae a dos aguas. Sobre ella se dispuso
cronología es bastante amplia; desde finales del siglo I un promontorio de mampuestos y tierra a
a. C. hasta época de Adriano (BAILEY, 1978, 244). Pre- modo de túmulo, mientras que un sillar ser-
senta el motivo decorativo de un individuo barbado de
edad avanzada, vestido con toga y sentado en una silla.
vía de indicador del espacio funerario44.
43
| Las tumbas 49 y 50 no fueron excavas por en-
contrarse totalmente embutidas en el perfil de la fosa
del colector. SEGUNDA MITAD DEL SIGLO II D. C.
44
| Estos bloques de piedra hincados en la tierra
no sólo servían para marcar una determinada tumba, En este momento se produce la colmatación
sino para delimitar un espacio o parcela. de la necrópolis: por nuevas arroyadas. Ello

270 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA AVENIDA DEL CORREGIDOR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––

motiva el cese de las prácticas funerarias du-


rante un período de tiempo muy corto.
A este momento pertenece una de las
tumbas más interesantes de la necrópolis,
la Tumba 1. Este enterramiento en bustum,
cuya fosa se encuentra revestida por mam-
puestos y coronado en su extremo Este por
un fragmento de ara funeraria, albergaba la
cremación de un individuo infantil. Su ajuar
estaba formado por ocho terracotas femeni-
nas. Su datación nos remitiría a la segun-
da mitad del siglo II d. C.(vid. VARGAS y
GUTIÉRREZ, 2004b, 317-323).
Algo posterior es la tumba 11, una cre- LÁM. IX. Vista de la tumba 1 y su ajuar.
mación (bustum) en fosa simple, en cuyo
fondo se colocaron cuatro cantos de río y el
ajuar, del que se conservan algunos fragmen- realización casi de forma coetánea.45 La
tos de vidrio. Por último, la fosa de la Tumba tumba 56 presentaba como ajuar un plato
9 está revestida por una estructura rectan- en terra sigillata hispánica Forma 15/17, un
gular de ladrillos estucados al exterior, sin vaso de esta misma producción, una lucerna
que detectásemos ajuar alguno. de canal abierto (Dressel 5 C) y una aguja
de hueso trabajado, mientras que la tumba
Otras tumbas de cremación, aunque si- 58 albergaba una orza, un acus crinalis y
tuadas en el Tramo 2, son la 17, 22 y 25. La una lucerna de venera. La única inhumación
segunda presentaba la particularidad de te- hallada en este tramo es la Tumba 57, reali-
ner una boca de un jarro, revestido de mor- zada en fosa simple con cubierta de tegulae
tero de cal, que se reaprovechó como dispo- colocadas en posición horizontal.
sitivo para la realización de libaciones.
En el Tramo 3c únicamente se ha exca-
La Tumba 23 era una inhumación con vado la Tumba 69, que tiene como singulari-
fosa revestida por sillares cuadrangulares. En dad el revestimiento de estuco en la zona de
el interior se colocaron los restos oseos de un la cabecera. Junto a este enterramiento se
inmaduro, cubriéndose con fragmentos de un constató una especie de túmulo con restos
dolium sobre el que se depositó el ajuar, for- de enlucido y mampuestos, que probable-
mado por un plato-tapadera y dos orzas. mente sirviera para señalizar la tumba.
En el Tramo 3b documentamos nuevas En el Tramo 5, la Tumba 75 presenta
cremaciones e inhumaciones (tumbas 54, una señalización conformada por un túmulo
55, 56, 57 y 58), entre las que destacan las de cantos y piedras que cubría una inhuma-
tumbas 54 y 55, que comparten la misma
señalización: un pequeño túmulo de tierra 45
| La tumba 54 consiste en una cremación con
con mampuestos de pizarra esquistosa que cubierta de tegulae a doble vertiente; mientras que la
las cubre, y de lo que se podría derivar su 55 no presenta cubierta alguna.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 271


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– SONIA VARGAS CANTOS / M.ª ISABEL GUTIÉRREZ DEZA

LÁM. X. Vista de la tumba X.

272 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA AVENIDA DEL CORREGIDOR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––

ción en fosa simple con cubierta plana de izquierdo flexionado sobre la pelvis y el dere-
tegulae. cho perpendicular al cuerpo. En la mano ex-
tendida llevaba una moneda con la que debía
pagar el óbolo a Caronte. A los pies se dispu-
so, a modo de ajuar, una lucerna Dressel 28.
PRIMER TERCIO DEL SIGLO III D. C. Todo ello se cubrió con tierra, en la que se do-
En este momento asistimos a la generaliza- cumentaron algunos fragmentos de cerámica
ción del rito de la inhumación en detrimen- africana de cocina. El enterramiento quedó
to de la cremación. La escasa presencia de sellado por un promontorio de tierra que no
ajuares y la abundancia de material cerámi- sólo cubriría la tumba, sino también parte de
un sillar hincado que sirvió de señalización
co muy fragmentado y rodado, dificultan la
de la Tumba 60. Por último, se realizó una
datación de las estructuras documentadas.
estructura cuadrangular de esquisto de gran-
Las fosas cortan los niveles de colmata- des dimensiones a modo de señalización.
ción anteriores, como es el caso de la Tumba
En el Tramo 5 se produce, de forma si-
2 –una inhumación infantil en fosa simple y
milar al resto de tramos, la colmatación de
cubierta de tegulae alla capuccina– y la Tum-
la necrópolis, excavándose únicamente una
ba 7 –de fosa simple y que no ha conservado
inhumación en fosa simple (Tumba 72).
la cubierta–. Por otra parte, en la Tumba 8
tan sólo pudo excavarse el cráneo, pues el
resto del enterramiento se adentraba en el
perfil. CONCLUSIONES
En el Tramo 2 asistimos a la colmata-
ción de la zona. Hacia finales del siglo II d. La necrópolis de la Avenida del Corregidor
C. se realiza la Tumba 26, una inhumación se extiende en el sector suroccidental, a
extramuros de la ciudad romana. Una ca-
infantil en fosa simple y cubierta de tegulae
racterística significativa de este conjunto
a doble vertiente. La infraestructura se re-
arqueológico es la presencia de inhumacio-
cubrió con un túmulo de tierra. Esta tumba
nes con una cronología muy temprana, s.
se vio afectada por la realización de la Tum-
I d. C., ya que hasta el momento, en las
ba 24 que, del mismo modo, quedó cubierta
áreas funerarias documentadas en Colonia
por otro túmulo de tierra.46
Patricia se observaba un predominio abso-
En el tramo 3b encontramos la Tumba luto del rito de la cremación en estos mo-
59, una inhumación cuya fosa corta a la cre- mentos altoimperiales (VAQUERIZO, 2002,
mación anterior (Tumba 58). Pero quizá lo 193). Se documenta la convivencia del rito
más destacado sea que esta tumba fue rea- de la cremación y la inhumación hasta el
lizada sobre la tumba 61, por lo que el indi- s. III d. C., cuando este último adquiere el
viduo fue depositado sobre la cubierta de te- máximo protagonismo (SÁNCHEZ, 2003,
gulae del enterramiento anterior. Este hecho 125-128).
puede responder a las sucesivas reformas de
la necrópolis o a la posible adscripción fami- 46
| En esta tumba se ha recuperado un ejemplar
liar del espacio. El individuo de la Tumba 59 en cerámica africana de cocina Hayes 197/ Ostia III.
fue depositado decúbito supino con el brazo 267 y un clavo.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 273


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– SONIA VARGAS CANTOS / M.ª ISABEL GUTIÉRREZ DEZA

Una de las características más valora- A lo largo del siglo II continúa la necró-
bles de este sector de necrópolis es su ampli- polis con la misma actividad funeraria, pero
tud cronológica, ya que el uso funerario de en el primer tercio del siglo III comienza a
esta área se produjo, de manera ininterrum- abandonarse la zona, reduciéndose a unos po-
pida, desde el s. I d. C. hasta el s. III d. C. Su cos ejemplos de inhumaciones. No sabemos
disposición junto al arroyo conocido como hasta que punto influyó el triunfo del cristia-
“Arroyo del moro”, en su desembocadura en nismo49 en el final de la necrópolis, lo cierto
el río Betis, favoreció que el terreno sufriera es que desaparece por completo el uso fune-
continuas arroyadas e inundaciones, lo que rario, quedando la zona abandonada y ocupa-
nos ha permitido identificar con claridad da con fines industriales en época islámica.
las distintas fases de enterramientos. Esta Debemos entender que en el transcurso del
secuencia cronológica se ha podido aquila- siglo III hay un cambio en la elección y prefe-
tar con precisición a través de los distintos recia del espacio funerario donde desarrollar
ajuares conservados. las nuevas prácticas y rituales cristianos.
Hacia el cambio de Era se formaliza el La evolución de la necrópolis condiciona
uso funerario del espacio con la construc- en determinados momentos la superposición
ción de tres de los cuatro posibles recintos de tumbas. Si bien algunos enterramientos
funerarios detectados y una regularización afectan a los anteriores, en otros casos se
del terreno con albero o restos de retalla de
realiza la nueva tumba respetando la pre-
sillar.47 En época julioclaudia se practican
existente. Este fenómeno de renovación del
nuevas cremaciones e inhumaciones, rea-
paisaje funerario es, en buena medida, con-
lizándose en época neroniana el cuarto re-
secuencia de las arroyadas, que de manera
cinto funerario. En época flavia se ocupa un
periódica inundan esta zona de la ciudad.
nuevo espacio con fines funerarios, próximo
a la actual Puerta de Sevilla, posiblemente Las dificultades planteadas por la pro-
relacionado con la existencia de alguna vía fundidad y estrechez de la zanja nos han
de acceso a la ciudad.48 impedido obtener una visión global del área
funeraria, sus límites y organización. No
obstante, se han podido constatar pruebas
47
| Estos suelos podrían ser, igualmente, fruto de feacientes que evidencian un origen de la
los trabajos de construcción de los recintos funerarios necrópolis no espontáneo, sino fruto de un
y la instalación de los hitos de situación y demarcación plan preconcebido. Se construyen recintos
de “parcelas”. funerarios, se acondicionan suelos, que fue-
48
| Las áreas funerarias más antiguas de Cordu-
ba se disponían en las inmediaciones de las puertas, ron reparados en diversos momentos, y se
en torno a las principales vías que rodeaban la ciudad colocan grandes bloques de piedra, hincados
por sus lados occidental, septentrional y oriental (VA- en la tierra, a modo de señalización y delimi-
QUERIZO, 2002, 151). En el ángulo suroriental de la tación del espacio.50
muralla imperial pudo situarse una puerta de acceso
a la ciudad que diera entrada a un ramal de la vía de Aunque no todas las tumbas presentaban
Corduba-Hispalis (VAQUERIZO, 2002, 144, fig. 1). ajuar, los conjuntos documentados, así como
49
| Con el edicto de Milán en el año 313.
50
| Algunos de ellos no pueden vincularse con nin-
su comparación con otras necrópolis de la
gún enterramiento, por lo que deben responder a una ciudad, como La Constancia (VAQUERIZO,
delimitación espacial de las parcelas funerarias. GARRIGUET y VARGAS, 2005), la actual

274 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA AVENIDA DEL CORREGIDOR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––

Ajuar objetos cerámicos

Ajuar objetos de vidrio

Otros objetos de ajuar

Cubierta frag, tegulae


Cubierta a dos aguas
Material de reciclaje
Recinto Funerario

Adulto Masculino

Adulto femenino
Cubierta plana
Fosa Revestida
Incineración

Inhumación

Fosa Simple
Cremación

Libaciones

Túmulo

Infantil
Tumba

Osario

Joven
1 X X X Urna X
2 X X X X
3 X X X
4 2X X X X
5 X X
6 X X X
7 X X
8 X X
9 X X X
10 X X X X X X
11 X X
12 X X X
13 X X X X X
14 X X X
15 X X X X
16 X X
17 X X
18 X X
19 X X X X X X
20 X X X X
21 X X
22 X X X X
23 X X X X X
24 X X X
25 X X
26 X X X X X
27 X X X X X X
28 X X X
29 X X X
30 X X
31 X X X X
32 X X X X
33 X X X
34 X X X X
35 X X

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 275


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– SONIA VARGAS CANTOS / M.ª ISABEL GUTIÉRREZ DEZA

Ajuar objetos cerámicos

Ajuar objetos de vidrio

Otros objetos de ajuar

Cubierta frag, tegulae


Cubierta a dos aguas
Material de reciclaje
Recinto Funerario

Adulto Masculino

Adulto femenino
Cubierta plana
Fosa Revestida
Incineración

Inhumación

Fosa Simple
Cremación

Libaciones

Túmulo

Infantil
Tumba

Osario

Joven
36 2X X Urna X X
37 X X
38 X X
39 X X
40 X? X X
41 X X
42 X X
43 X X X
44 X X X X
45 X X X X X
46 X X X
47 X X
48 X X
49 X X X
50 X X X
51 X X
52 X X X X
53 X X X X
54 X X X X X
55 X X
56 X X X
57 X X X X
58 X X X X X
59 X X X
60 X X
61 X X X X
62 X X X
63 X X X X X X
64 X X X X X
65 X X X X
66 X X X
67 X X X X
68 X X X X
69 X X X X
70 X X

276 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS ROMANA DE LA AVENIDA DEL CORREGIDOR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––

Ajuar objetos cerámicos

Ajuar objetos de vidrio

Otros objetos de ajuar

Cubierta frag, tegulae


Cubierta a dos aguas
Material de reciclaje
Recinto Funerario

Adulto Masculino

Adulto femenino
Cubierta plana
Fosa Revestida
Incineración

Inhumación

Fosa Simple
Cremación

Libaciones

Túmulo

Infantil
Tumba

Osario

Joven
71 X X Urna X X X
72 X X
73 X X X X
74 X X X X X X
75 X X X

sede de Emacsa (CÁNOVAS, SÁNCHEZ, VAR- será objeto de un análisis más pormenoriza-
GAS, 2006), la denominada Parcela Banesto do en futuros trabajos.
y en la necrópolis occidental de Camino Viejo
De todo ello se infiere que estamos ante
de Almodóvar (GARCIA MATAMALA, 2002,
una zona funeraria de gran interés, donde
290 ss) donde se observa una generalización
se constata la convivencia de cremación e
del “ajuar tipo” (vid. VARGAS y VAQUERIZO,
inhumación desde época augustea. Unido a
2001, 160-161;VARGAS, 2001, 162-163),
ello, la gran vigencia de este espacio como
nos permiten afirmar que en la necrópolis de
lugar dedicado al descanso de los muertos
Avda. del Corregidor no se constata la reite-
nos permite comprender la evolución en las
ración del modelo. Los materiales recogidos
prácticas funerarias romanas en Corduba.
en los conjuntos funerarios de esta necrópo-
Otros aspectos de interés, como la organi-
lis occidental son: ungüentarios de vidrio,
zación espacial de la necrópolis y la variedad
platos de sigillata, lucernas, cerámica común
formal de los monumentos y recintos que
y monedas; siendo el ajuar más frecuente el
en ella se dispusieron deberán ser analiza-
formado por lucerna y moneda.
dos a través de otro tipo de intervenciones
Igualmente se han podido documentar en extensión. Por el momento, tan sólo he-
indicios de posibles banquetes y otras prác- mos comenzado a conocer esta interesante
ticas funerarias, como son las ofrendas en la necrópolis suroccidental, aunque a pesar de
pira del difunto, o las libaciones que se rea- ello, ya hemos podido comprobar su interés,
lizaban con posterioridad al enterramiento. por englobar en sí misma buena parte de la
Todo este diverso conjunto de elementos historia romana de la ciudad.

BIBLIOGRAFÍA

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278 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

LA TUMBA DE CAIUS POMPONIUS


STATIUS EN LA NECRÓPOLIS ANALES
SEPTENTRIONAL DE COLONIA DE ARQUEOLOGÍA
PATRICIA1 C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Alvaro Cánovas Ubera / alvarocanovas@hotmail.com
Sebastián Sánchez Madrid / ssanchez@arqueocordoba.com VOL. I / PÁGS. 279 - 296
Sonia Vargas CantoS / svargas@arqueocordoba.com
Convenio UCO-GMU

RESUMEN

Con motivo de la construcción de la nueva sede de EMACSA,


efectuamos una Intervención Arqueológica de Urgencia. En este
artículo, estudiamos un hallazgo de la excavación, en concre-
to una estructura funeraria de época romana altoimperial: una
tumba con cinco cremaciones sucesivas y sus correspondientes
ajuares.

SUMMARY

For the reason to build the new central office of EMACSA,


we effect an archeological urgency excavation. In This paper we
study one discover of the excavation, to be exact a funerary struc-
ture of the roman imperial age: a tomb with five consecutives
cremations and his corresponding funeral objects.

1
| Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación
“Espacio y usos funerarios en la ciudad histórica. El ejemplo cordobés (siglos II
a. C.-XV d. C.)”, financiado por el Plan Nacional de Investigación Científica, De-
sarrollo e Innovación Tecnológica 2000-2003 del Ministerio español de Ciencia y
Tecnología, con apoyo de FEDER (Ref. BHA 2003-08677).
También se inscribe en el Convenio de Colaboración que el Grupo de In-
vestigación HUM-236 del Plan Andaluz de Investigación, integrado por todos los
miembros del Seminario de Arqueología de la Universidad de Córdoba, mantiene
con la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba para el
estudio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único. Web:
www.arqueocordoba.com.

279
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ÁLVARO CÁNOVAS / SEBASTIÁN SÁNCHEZ / SONIA VARGAS

FIGURA 1: Plano de localización de la tumba con respecto al pomerium de la ciudad y a la vía


septentrional.

INTRODUCCIÓN El yacimiento arqueológico se ubica ex-


tramuros de la ciudad romana, al noroeste
Entre finales del año 2003 y comienzos del de la misma y viene definida por una con-
2004, se lleva a cabo una Actividad Arqueo- junto de elementos geográficos e históricos
lógica Preventiva en la que hoy es ya la nue- tales como las estribaciones de Sierra More-
va sede de la empresa municipal de aguas na, una serie de arroyos que corren en sen-
EMACSA, ubicada en la Avda. del Pretorio de tido norte-sur así como la red de caminos
la ciudad de Córdoba2 (Fig. 1). históricos definida desde época romana.
Su posición ha hecho de esta zona un im-
portante nudo de comunicaciones entre la
2
| La intervención arqueológica fue dirigida por Sierra como fuente de riqueza y el río como
A. Cánovas con el apoyo de S. Sánchez e I. Sánchez. salida de los productos que la ciudad genera-

280 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA TUMBA DE CAIUS POMPONIUS STATIUS EN LA NECRÓPOLIS SEPTENTRIONAL... –––––––––––––––

ba. Esto hace que se haya caracterizado por


albergar diversos tipos de ocupación (fune-
rario, doméstico, agrícola e industrial) de
manera sucesiva o incluso simultánea.
Esta secuencia histórica arranca, en
el solar donde se documenta la tumba que
presentamos, en época altoimperial con la
instalación de una figlina3. A mediados del
siglo I d.C. se combina la actividad alfarera
con la realización de enterramientos de in-
cineración4. A finales del siglo II y en el siglo
III d.C. los vertederos de cerámicas proce-
dentes de alfares constatan la continuidad
de la actividad industrial. La construcción
LÁMINA 1: Vista cenital de la tumba, finalizada
de varias casas5 de época califal significará la excavación de las deposiciones.
la reurbanización de esta zona que tendrá
en época tardoislámica su última fase edili-
cia. Tras la conquista cristiana de la ciudad, remos a continuación, dos fases diferentes
estos terrenos se insertan en la denominada en el uso de la estructura. El espacio inte-
“Huerta de la Reina” que se mantendrá sin rior de la estructura tiene unas dimensiones
urbanizar hasta el siglo XIX. de 2,5 x 1,4 m para la 2ª hilada y 2,15 x 1 m
para la 1ª. Todos los sillares presentan sig-
nos de rubefacción al interior6.
1. LA TUMBA Durante el desmonte de la estructura, al
retirar el sillar central de la segunda hilada
La estructura fue excavada en dos momen-
tos diferentes. En una primera fase, durante 3
| De esta estructura industrial se han podido do-
la realización de la A.A.P., se excavó prác- cumentar un muro de contención de arcillas, una pileta
ticamente dos terceras partes quedando el y dos hornos, uno de planta cuadrada y otro de planta
resto embutida en el perfil oriental del corte circular y pilar central.
4
por lo que hubo que esperar a la Supervisión | Tan sólo hemos encontrado una tumba aunque
los hallazgos arqueológicos en los solares adyacentes
Arqueológica de las obras para completar su
dejan clara la adscripción de ésta a la necrópolis sep-
excavación (Lám. 1). tentrional de la ciudad en la que este solar ocupa una
posición central.
La tumba, con una orientación Este- 5
| La expansión urbanística de época califal que-
Oeste, presenta sus cuatro muros en opus da evidenciada con la constatación de una calle y restos
quadratum. Conservamos dos hiladas de si- de cuatro casas que abren sus puertas a ésta.
llares en el lado oriental y una hilada en el 6
| Según las características de esta estructura
occidental. La hilada inferior con una poten- de cremación primaria, no podemos relacionarla con
ninguna de las tipologías documentadas en nuestra ciu-
cia de 0,55 m presenta un retranqueo con dad, las cuales han sido estudiadas y presentadas por D.
respecto a la superior de 0,80 m. en lo que Vaquerizo en el Congreso Espacios y Usos funerarios en
puede evidenciar, junto a otros datos que ve- el Occidente Romano, (VAQUERIZO, 2002, 153).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 281


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ÁLVARO CÁNOVAS / SEBASTIÁN SÁNCHEZ / SONIA VARGAS

Los muros apoyan sobre una cimenta-


ción compuesta por mampuestos de tamaño
medio de calcarenita y caliza así como frag-
mentos de opus signinum. Sobre esta cimen-
tación se localiza una fina capa de picadura
de sillar sobre la que se va a disponer la pri-
mera de las cinco cremaciones documenta-
das. Las cinco incineraciones, busta, fueron
realizadas en el interior de la estructura y
posteriormente se procede a la deposición
de las cenizas. Este proceso sigue una serie
de etapas (Fig. 2):
En primer lugar, tras la deposición del
LÁMINA 2: Perfil interno de la tumba tras la 1ª
cadáver, el ajuar funerario (ungüentarios,
fase de excavación de la tumba. cerámicas, objetos personales, alimen-
tos, etc.) y el combustible, se procede a
la cremación. Este acto deja como conse-
cuencia un estrato compuesto por ceniza,
carbones, objetos deformados por el fuego
y huesos calcinados en diferentes grados,
dependiendo de la potencia y duración del
fuego.
En segundo lugar, habida cuenta de la
ausencia casi total de fragmentos óseos, en-
tendemos que éstos fueron retirados para
ser trasladados al interior de la urna. En este
momento, se produce una deposición de ma-
teriales diversos que acompañan los restos
FIGURA 2: Perfil interior de la tumba con las
del cadáver como ofrenda a la divinidad co-
diferentes incineraciones.
rrespondiente, los cuales no presentan sig-
nos de rubefacción.
del muro Norte, se documenta una inscrip-
ción funeraria analizada más adelante. Este El tercer paso sería la colmatación por
sillar presenta un rebaje de 0,08 m. realiza- un estrato de tierra, y por último la cubri-
do, presumiblemente, para encastrar dicho ción con tegulae e imbrices dispuestos en
epitafio (Lám. 2). horizontal a modo de tejado. Esta última
forma sólo fue constatada para la primera
fase de utilización de la tumba (1ª y 2º in-
7
cineraciones) pues desconocemos la cubri-
| Este hecho queda constatado por la reutiliza-
ción de sillares con signos de rubefacción de dimensio-
ción de la estructura en su última fase. En
nes similares a los de la tumba en las cimentaciones de época medieval es posible que todavía parte
alguna de las casas andalusíes. de la estructura estuviese visible.7

282 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA TUMBA DE CAIUS POMPONIUS STATIUS EN LA NECRÓPOLIS SEPTENTRIONAL... –––––––––––––––

2. LOS ENTERRAMIENTOS

2.1. PRIMERA INCINERACIÓN (LÁM. 3):

La primera de las cremaciones, realizada


directamente sobre el suelo original de la
tumba, presenta un estrato compuesto por
ceniza, carbones, nueces carbonizadas, res-
tos óseos humanos muy calcinados y otros
(muy pocos) a medio calcinar, ungüentarios
calcinados, una anillo de pasta vítrea y un
cubilete de cerámica. Sobre este estrato, se
depositan una serie de objetos, que si bien
tienen restos de ceniza, no muestran sig-
nos de rubefacción por lo que entendemos LÁMINA 3: Parte de ajuar de la 1ª incineración.
que debieron ser depositados una vez que
el fuego terminó, quizás en el momento del El ajuar está compuesto por dos lucer-
traslado de las cenizas. Por último, todo es nas (Dressel 11 y Dressel 3), dos platos en te-
cubierto por un estrato de material diverso rra sigillata hispánica precoz (Martínez IIc/
procedente de escombro (cerámica, vidrio, Celti 13), dos copas en terra sigillata hispá-
material constructivo, teselas blancas y ne- nica precoz (Martínez Ic./ Celti 14), un vaso
gras, etc.). de paredes finas Mayet XXXVII, una urna y

FIGURA 3: Ajuar de la 1ª incineración.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 283


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ÁLVARO CÁNOVAS / SEBASTIÁN SÁNCHEZ / SONIA VARGAS

una orcita en cerámica común, un lebrillo acompañaría al difunto, formando parte de


en tradición indígena, un posible tintero, un tipo de ceremonial relacionado con el
dos ungüentarios en vidrio Isings 28 b y un banquete y las profusiones, de las que no
acus crinalis (Fig. 3). sólo participarían los asistentes al funeral,
Dentro del ajuar hallamos varios ele- sino también el propio difunto con su par-
mentos reiterativos en los ajuares funera- ticular vajilla (VAQUERIZO, GARRIGUET y
rios cordubenses. Ejemplo de ello son las VARGAS, 2005, 187).
lucernas y la cerámica de imitación de te- En el caso que nos ocupa, el ajuar con-
rra sigillata itálica, es decir la terra sigillata tiene un solo vaso de paredes finas que co-
hispanica precoz con dos platos Martínez rresponde al tipo Mayet XXXVII y se caracte-
IIc/ Celti8 13 y dos copitas Martínez Ic/ riza por el borde en bastoncillo, bajo el que
Celti 14. se desarrolla una franja lisa delimitada por
Sabemos que la terra sigillata hispáni- una incisión. Normalmente, bajo esta inci-
ca precoz o tradicionalmente denominada sión suele desarrollarse la decoración a la
“Barniz Rojo Julio-Claudio” se desarrolla barbotina, pero en este caso carece de ella.
desde época augustea hasta finales del siglo Se trata de uno de los tipos más antiguos
II, aunque comienza a decaer con Vespasia- que debió ocupar el período de Claudio-Ne-
no (MARTÍNEZ, 1989, 63). De sumo inte- rón (LÓPEZ MULLOR, 1989, 174). No obs-
rés es el hecho de que, en nuestra ciudad, tante algunas variantes decoradas alcanzan
se encuentra en la mayor parte de ajuares sin ningún problema la época flavia (vid.
funerarios de época julioclaudia. Descono- LÓPEZ MULLOR, 1989, 174 y ss.)
cemos el significado simbólico asociado a
Uno de los elementos más interesantes
estos conjuntos, pero sin lugar a dudas, éste
dentro de este ajuar, es un lebrillo de tradi-
debió existir, dada la preferencia de esta
ción ibérica decorado con círculos concén-
producción en los conjuntos funerarios cor-
tricos. Esta decoración tan arcaizante no se-
dobeses.
ría propia de la primera mitad del siglo I d.
En la necrópolis de la Constancia, halla- C.9 Se trataría de un fenómeno aislado, don-
mos un modelo de ajuar muy similar al aquí de se incorpora al ajuar, una pieza cerámica
analizado. Tiene lugar a lo largo de toda la con un valor sentimental. No obstante tam-
etapa julio-claudia, formando juegos de pla- poco podemos descartar la idea de que se
to y copa, o bien dos copas, una de ellas de fabricara en un momento coetáneo al óbito.
tamaño inferior (VARGAS, 2001, 162; 2002, De ser así se realizaría por encargo expreso
297-298). Podría tratarse de la vajilla que del difunto o sus familiares, constituyendo
un hecho puntual.
8
| La denominación de Celti se acuñó en el estu- En lo que atañe a las lucernas, se han
dio de la necrópolis de La Constancia (VARGAS 2002; constatado los dos tipos más frecuentes
VAQUERIZO, GARRIGUET y VARGAS, 2005) siguiendo en la ciudad: la derivada de la Dressel 3 y
los últimos trabajos al respecto de F. Amores y S. Keay
(1999) y de S. Keay, y A. Romo (2001).
la Dressel 11. En el primer caso, se conoce
9
| No hemos documentado en las necrópolis pa-
también como lucernas “tipo Andujar”, por
tricienses ningún ejemplar como el que aparece en la 1ª ser éste el primer lugar donde se definieron
incineración de esta tumba. tipológicamente (SOTOMAYOR et alii 1981,

284 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA TUMBA DE CAIUS POMPONIUS STATIUS EN LA NECRÓPOLIS SEPTENTRIONAL... –––––––––––––––

309 y ss.). Inicialmente, la cronología se lebrillos, dolia, tapaderas y materiales de


ajustó a época julioclaudia, perviviendo has- construcción. En la necrópolis cercana,
ta época flavia (AMARÉ, 1988, 57), pero los aparecieron estos mismos platos-tapadera
datos que aporta el solar cordobés nos lleva formando parte del ajuar o bien tapando los
a fecharla al primer tercio del siglo II d. C. contenedores cinerarios (SERRANO, 2000,
De los cuatro subtipos establecidos en los ta- 58).
lleres de Andujar, creemos que estamos ante
Finalmente contamos con dos ejemplos
el tipo D-3. En Mérida, este tipo de lucernas
de ungüentarios en vidrio, uno de ellos de-
son también fabricadas con una, dos o tres
formado por la acción de las llamas, y que
molduras (RODRÍGUEZ MARTIN, 2002, 24), corresponde al tipo Isings 28 b que presenta
siendo también habitual su fabricación en una producción muy dilatada en el tiempo
nuestra ciudad como ya han aportado diver- (ss. I-IV d.C.); no obstante la mayoría de
sos autores (AMARÉ 1988-1989; BERNAL, los ungüentarios se detectan desde el prin-
1993; BERNAL y GARCÍA, 1995). Presenta cipado de Claudio hasta época antonina
una sencilla decoración de venera. (ISINGS, 1957, 43).
El otro ejemplar de lucerna, pertenece Por último, destaca una aguja en hueso.
a la forma Dressel 11. La decoración repre- Éste acus crinalis sigue uno de los modelos
sentada en su disco es una esfinge que apoya más sencillos con cabecera de tipo baston-
la pata delantera derecha en una rueda. Este cillo sin decoración. Algunos paralelos, de
ser mitológico con cuerpo de león alado, ca- este tipo de aguja, los hallamos en la necró-
beza de mujer y cola de serpiente aparece polis del Corregidor, donde aparecen asocia-
representada en ámbito funerario desde do a inhumaciones y cremaciones (VARGAS
época griega por su carácter apotropaico y y GUTIÉRREZ, 2004).
psicopompo. La pieza estaría recubierta ori-
ginariamente de un engobe rojizo que en la Datamos este primer conjunto en época
actualidad está prácticamente perdido. de Claudio. Destaca la diversidad del mate-
rial que va desde la presencia de lucernas,
Entre la cerámica común, distinguimos terra sigillata hispánica precoz, paredes fi-
un borde de urna que sigue las pautas forma- nas, cerámica de tradición ibérica, común,
les de la cerámica de tradición ibérica, pese vidrio y hueso trabajado. Pese a la ausencia
a que no presenta la característica banda de de cerámica fina de mesa que nos permitie-
engobe rojo vinoso. Tipológicamente, podría ra aquilatar la cronología, creemos que la
adscribirse al tipo IV de B. García, pese a presencia de lucernas Dressel 3 y 11, terra
que únicamente conservamos el borde, fe- sigillata hispánica precoz y un ungüentario
chada desde época augustea hasta mediados Isings 28 b permiten fechar el conjunto en
de la centuria (GARCÍA, 2002, 286). este momento.
Los platos-tapadera son también ele-
mentos muy recurrentes. Un caso similar lo
hallamos en el alfar de Torrox-Costa (Mála- 2.2. SEGUNDA INCINERACIÓN:
ga) donde se han recuperado ejemplares afi-
nes, asociados a otros materiales como ollas, La segunda cremación se realiza sobre el es-
cazuelas, platos, cuencos, jarros, embudos, trato de colmatación del enterramiento an-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 285


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ÁLVARO CÁNOVAS / SEBASTIÁN SÁNCHEZ / SONIA VARGAS

terior. Nuevamente, constatamos un estrato rámico habría que añadir una moneda de
de ceniza, carbones, restos óseos humanos bronce en un estado de conservación mag-
muy calcinados, ungüentarios y nueces car- nífico (Lám. 5).
bonizadas. Sobre éste, documentamos una
Apreciamos cómo la terra sigillata his-
serie de objetos sin signos de rubefacción.
pánica precoz, vuelve a ser un elemento rei-
Sobre el estrato de colmatación, se dispon-
terativo en el ajuar de esta cremación. Esta
dría la cubierta de la estructura, una hilera
circunstancia no es nada extraña si conside-
de tegulae rematadas por imbrices (Lám. 6).
ramos el escaso período de tiempo transcu-
rrido entre este enterramiento y el que le
precede, probablemente una década.
Nuevamente, aparece lo que hemos de-
nominado como “Ajuar tipo” (VARGAS y VA-
QUERIZO, 2001, 160-161; VARGAS, 2001,
162-163), es decir un conjunto de piezas
que se repite en otras necrópolis cordobesas
con exacta composición. Este “ajuar tipo”
aparece tanto en la necrópolis del Camino
Viejo de Almodóvar como en la necrópolis
de la Constancia donde algunas de las tum-
bas recogen la vajilla completa mientras que
en otros casos tan sólo queda la evidencia de
alguno de ellas.
LÁMINA 4: Parte del ajuar de la 2ª incineración.
Completando el conjunto, señalamos
la lucerna Dressel 3 y la orza, ambas piezas
Ésta apoya directamente sobre la hilada in- siguen el mismo tipo formal que sus parale-
ferior de sillares, que al no estar en línea con los precedentes en la cremación anterior. La
los superiores crea un pequeño retranqueo. lucerna de disco presenta como decoración
Esta cubierta sella las dos primeras crema- principal una Victoria con las alas desplega-
ciones (Lám. 4). das. Pese al deterioro y fractura que sufre
El ajuar está compuesto por una urna de la decoración de la pieza, interpretamos que
cerámica con ranura en el borde, tres platos el brazo derecho extendido debía portar una
en terra sigillata hispánica precoz (Martínez corona, mientras que el izquierdo una hoja
IIb/ Celti 13 y dos Martínez IIc/Celti 13), y de palma. La figura, seguramente, se apoya-
seis copas en terra sigillata hispánica precoz ría sobre el Orbis, de forma similar a otros
(cinco Martínez Ic./ Celti 14 y dos Martínez paralelos procedentes de Mérida (RODRÍ-
Ie10), una orcita en cerámica común, una GUEZ MARTÍN 2002, 74 y ss.) o Tossal de
lucerna de venera Dressel 3 y otra lucerna Manises, en Alicante (OLCINA, REGINARD y
de disco, que quizás pueda adscribirse a la SÁNCHEZ 1991, 29).
forma Dressel 11 (Fig. 4). A este ajuar ce- Entre la cerámica común, distinguimos
una urna con ranura en el borde para en-
10
| Una de ellas sin la decoración de ruedecilla. cajar tapadera. Un ejemplar similar lo en-

286 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA TUMBA DE CAIUS POMPONIUS STATIUS EN LA NECRÓPOLIS SEPTENTRIONAL... –––––––––––––––

FIGURA 4: Ajuar de la 2ª incineración.

contramos en la provincia de Málaga, en la


Huerta del Rincón (SERRANO, 1995, 243,
Fig. 12, Cat. 100).
Junto con este ajuar cerámico, se depo-
sitó una moneda. Se trata de un sestercio
de bronce (RIC 273) donde se puede apre-
ciar en el anverso la cabeza laureada de Ne-
rón que mira a la derecha. La leyenda dice:
NERO CLAVD(IVS) CAESAR AVG(VSTVS)
GER(MANICVS) P(ONTIFEX) M(AXIMVS)
TR(IBVNICIA) P(OTESTATE) IMP(ERATOR)
P(ATER) P(ATRIAE). En el reverso, se ha re- LÁMINA 5: Anverso y reverso de la moneda de
Nerón. 2ª incineración.
presentado a la diosa Roma sentada, miran-
do a la izquierda, portando una Victoria en
su mano derecha y sosteniendo el parazo- 11
| En julio del 64 d.C. gran parte de la ciudad de
nium, en su izquierda11. En la leyenda se pue- Roma fue destruida por el fuego. El revés de esta mo-
neda celebra el renacimiento de la urbs tras el incen-
de leer ROMA y la abreviatura S(ENATVS)
dio. Aparece la personificación de la ciudad de Roma,
C(ONSVLTO). La moneda tiene una fecha que era adorada como diosa, usando una túnica corta,
de acuñación del 65 d.C. (Lám. 5) con su pecho derecho descubierto de la manera de una
amazona y dotada de atuendo militar. Porta igualmente
Tanto el material cerámico con la pre- en su mano izquierda un parazonium o espada corta y
sencia de terra sigillata hispánica precoz, en la derecha una Victoria, como un símbolo del triunfo
las dos lucernas, la urna y la orcita como la de la ciudad.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 287


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ÁLVARO CÁNOVAS / SEBASTIÁN SÁNCHEZ / SONIA VARGAS

LÁMINA 6: Cubierta de la tumba tras la 2ª incineración. LÁMINA 7: Ajuar de la 3ª incineración.

pieza monetal, apuntan de nuevo a una cro- lelo similar, en Mérida, donde se fecha entre
nología neroniana. mediados del siglo I y mediados del II d.C.
(RODRÍGUEZ MARTÍN 2002, 120 y 314, nº
Las incineraciones tercera, cuarta y
199) (Fig. 5).
quinta sufren una fuerte alteración con la
pérdida de parte de su contenido, esto hace La urna se caracteriza por presentar
que el estudio de su ajuar sea parcial en borde exvasado y acanalado al exterior, sien-
contra de lo que sucede en las dos primeras do bastante frecuente en el repertorio cerá-
cremaciones. mico de la vida cotidiana, como ha puesto
de manifiesto diversas excavaciones urbanas
tanto en nuestra ciudad como fuera de ella,
caso de Mérida o Tarraco. Por su parte la
2.3. TERCERA INCINERACIÓN: tapadera sigue lo tipología formal de las de
La tercera cremación está compuesta por tradición indígena, pese a que no presenta
un estrato de ceniza y el correspondiente de la característica decoración en color rojo
colmatación, ambos con fuerte buzamiento vinoso.
al centro. La cremación se realizaría sobre Un elemento curioso es la presencia de
la cubierta de la tumba anterior. De su ajuar una piedra pómez de forma tronco piramidal
sólo conservamos un plato, una jarra, una y base circular, de pequeñas dimensiones,
piedra pómez de forma troncopiramidal y con un orificio en la parte superior. Desco-
una lucerna decorada con antorchas y guir- nocemos la funcionalidad de este objeto y
nalda (Lám. 7). no acertamos a comprender su carácter sim-
bólico dentro de la tumba.
La lucerna corresponde al tipo Dressel
11 y presenta un motivo decorativo poco fre- Pese a la escasa información cronológi-
cuente: dos antorchas unidas por una guir- ca que aporta, en este caso el ajuar funera-
nalda. Tan sólo hemos encontrado un para- rio, creemos que la tumba se realizó poco

288 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA TUMBA DE CAIUS POMPONIUS STATIUS EN LA NECRÓPOLIS SEPTENTRIONAL... –––––––––––––––

FIGURA 5: Ajuar de la 3ª incineración.

tiempo después de la segunda cremación,


hacia finales de época neroniana. En este
sentido no hay ningún elemento importante
para adelantar la cronología, por el contra-
rio, conviene reseñar el empleo todavía de
platos-tapadera de tradición indígena y la
ausencia de ansa en la lucerna, elemento
que se generaliza a partir de época flavia
(AMARÉ, 1988, 42).

2.4. CUARTA INCINERACIÓN:


En el cuarto de los enterramientos, sobre la
capa de cenizas se han documentado, en la
zona Este de la estructura, dos lucernas de
LÁMINA 8: Ajuar de la 4ª incineración.
disco, posiblemente Dressel 11, un plato en
terra sigillata hispánica, una orcita, un pla-
to-tapadera, una urna, un jarro y una can-
En el primer caso, se trata de Hércules y
timplora (Lám. 8).
la Hydra de Lerna, tema donde se hace refe-
Las lucernas conservan únicamente par- rencia al segundo de los doce trabajos que le
te del disco, decorado con restos de engobe fueron encomendados al héroe por Euristeo.
rojizo y grisáceo, y pertenecen probablemen- La Hydra de Lerna, hija de Tifón y Equidma,
te al tipo Dressel 11. La decoración está basa- era una serpiente multicéfala. Sus cabezas
da en motivos mitológicos y vida cotidiana. se reproducían al ser cortadas, y exhalaban

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 289


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ÁLVARO CÁNOVAS / SEBASTIÁN SÁNCHEZ / SONIA VARGAS

FIGURA 6: Ajuar de la 4ª incineración.

un vaho capaz de matar a todo el que se producción que nos introduce posiblemente
hallara cerca. Hércules, conteniendo la res- en época flavia. El resto de ajuar lo compo-
piración, consiguió matarla aplastando sus ne un buen número de piezas en cerámica
cabezas con una maza (GRIMAL 1994, 243). común. En la necrópolis de La Constancia,
En este ejemplar, el monstruo está represen- la cerámica común adquiere preeminencia a
tado con nueve cabezas. Hércules porta en partir de finales del siglo I o inicios del siglo
el brazo derecho la maza, mientras que a la II d.C. (VARGAS, 2002, 304).
izquierda lleva la piel del León de Nemea,
En el caso de la orcita, comprobamos
hermano de la Hydra, al que Hércules mató
cómo este tipo cerámico se convierte en
en el primer trabajo. Un paralelo afín se en-
un clásico en la composición de los ajuares,
cuentra en el Museo Nacional de Arte Roma-
puesto que aparece en tres de las cinco cre-
no de Mérida (RODRÍGUEZ MARTÍN 2002,
maciones efectuadas en esta tumba, y en un
88 y 309 nº 118) (Fig. 6).
gran número de enterramientos en las ne-
En el segundo ejemplo, se distingue un crópolis cordubenses como en La Constan-
músico tocando el doble aulos, instrumento cia (VAQUERIZO, GARRIGUET y VARGAS,
musical parecido a la flauta y muy popular 2005) o en la Avda. del Corregidor (VARGAS
en la Antigüedad Clásica. No hemos hallado y GUTIÉRREZ, 2003).
paralelo alguno para este ejemplar.
El jarro, de tipología arcaizante sigue el
Entre la cerámica fina de mesa distin- modelo formal de los lékitos griegos. Presenta
guimos un plato en terra sigillata hispánica, los hombros marcados como los hallados en el

290 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA TUMBA DE CAIUS POMPONIUS STATIUS EN LA NECRÓPOLIS SEPTENTRIONAL... –––––––––––––––

yacimiento malagueño de la Huerta del Rin-


cón (SERRANO, 2000, 61). La urna presenta
características morfológicas propiamente ro-
manas con el borde acanalado al exterior.
El último de los objetos documentados
es una cantimplora, elemento poco frecuente
en los ajuares funerarios. En la necrópolis de
La Constancia hallamos un ejemplar de can-
timplora en el enterramiento 18.4 junto con
tres copas en terra sigillata hispánica precoz,
dos platos-tapadera de cerámica de tradición
FIGURA 7: Ajuar de la 5ª incineración.
indígena y cuatro ungüentarios de vidrio
(Isings 8, De Tommaso 70 y dos bases) fecha-
do todo ello en época neroniana (VAQUERI- tapadera. Estas piezas cerámicas ofrecen
ZO, GARRIGUET y VARGAS, 2005, 93-94). una cronología amplia. No obstante la pre-
Cronológicamente, nos encontramos a sencia de una urna que sigue los parámetros
caballo entre época neroniana y flavia, pues- de las de tradición ibérica y la cerámica co-
to que se mantiene el mismo tipo de ajuar mún, nos llevan a proponer una datación en
con la presencia de lucernas de disco, y se torno a finales del siglo I e inicios del II d. C.
introduce la cerámica común de forma más Pese a ello, conviene señalar que carecemos
abundante, junto con nuevas producciones de elementos cronológicos fiables debido a
cerámicas, caso de la terra sigillata hispá- la ausencia de cerámica fina de mesa que
nica, que triunfan en los mercados durante permita aquilatar mejor la cronología.
estas fechas.

3. LA INSCRIPCIÓN FUNERARIA12
2.5. QUINTA INCINERACIÓN: Durante las labores de Supervisión Arqueo-
lógica, se produjo el hallazgo fortuito de
Finalmente, de la última cremación tan sólo
este epígrafe funerario, así como del sillar
hemos podido recuperar varios fragmentos
en el que con toda seguridad iría encastrada
de objetos cerámicos, en concreto una urna,
dicha inscripción. Si bien, las condiciones
una botella, un cuenco y una tapadera. No
en las que fue hallado el epitafio impidieron
podemos determinar si son de la colmata-
concretar a priori si se trataba de su ubica-
ción o del ajuar de la tumba debido a altera-
ción original o, en cambio, se encontraba
ciones postdeposicionales (Fig. 7).
reutilizada en esta estructura funeraria.
Con respecto a la urna apreciamos
Se trata de un bloque paralepípedo, ela-
cómo existe un cierto gusto indígena con la
borado en caliza micrítica gris y con veteado
presencia de base en umbo, pero sin la ca-
violáceo. Mide 36 cm. de altura, 62,5 cm.
racterística decoración de bandas.
Otros elementos que completan el ajuar 12
| Agradecemos al Dr. A. U. Stylow las apreciacio-
son el borde de una botella, un cuenco y una nes e información aportada respecto a este epígrafe.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 291


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ÁLVARO CÁNOVAS / SEBASTIÁN SÁNCHEZ / SONIA VARGAS

El texto dice (Lám. 9):


1 Cornelia · Q(uinti) · L(iberta) · Nymphe ·
h(ic) · s(ita) · e(st) · s(it) · t(ibi) · t(erra)
· l(evis)
C(aius) · Pomponius · Statius · homo ·
suavis
h(ic) · s(itus) · e(st) · s(it) · t(ibi) · t(erra)
· l(evis)
et · [---]
Por los rasgos paleográficos y las pecu-
liaridades del formulario, como la ausencia
de la indicación de la edad del difunto, po-
dría fecharse en la segunda mitad, o a fina-
les, del siglo I d.C.
Nos encontramos ante una inscripción
LÁMINA 9: Epígrafe funerario de la tumba.
funeraria con varios nombres, apreciándose
dos manos distintas: por un lado, la primera
de anchura y un espesor de 3,5-4 cm. Pre- inscripción –perfectamente centrada res-
senta la cara anterior pulida y la posterior pecto al campo epigráfico– que alude a dos
y los laterales toscamente desbastados, al ir personajes seguramente de condición libre
encastrado este soporte epigráfico en una (Caius Pomponius Statius (l. 2) y un segun-
construcción de sillería. El bloque se ve afec- do nombre (l. 4), hoy desaparecido y que
tado por una severa fractura que afecta al podría pertenecer a su esposa. Poco tiempo
extremo derecho de la inscripción, así como después, se grabaría el nombre de un tercer
diversas concreciones calcáreas que no difi- individuo, en este caso una liberta llamada
cultan la lectura del texto. Del mismo modo, Cornelia Nymphe.
las líneas de escritura 3 y 4 sufren un alto
grado de deterioro hasta el punto de haber Atendiendo a cuestiones onomásticas,
perdido casi por completo los biseles de las hemos de poner de relevancia la presencia en
letras grabadas. El tipo de letra es elegante el tria nomina del primer individuo del nomen
capital de rasgos librarios, con ductus más Pomponius, gentilicio habitual en Hispania
regular y refinado sombreado en l. 1, mien- (ABASCAL, 1994, s.v.: más de 40 compare-
tras que en las líneas restantes va perdiendo cencias) y más concretamente en la capital
profundidad el texto inscrito. Las letras pre- de la Bética, donde contamos con 7 indivi-
sentan una altura oscilante entre 3,7 y 5,8 duos de esta misma gens (ABASCAL, 1994,
cm. y las interpunciones son triangulares, s.v.)13. Por su parte, el cognomen Statius es
algo toscas y con el vértice hacia abajo. No mucho más infrecuente, con escasos ejem-
se aprecian restos de líneas-guía grabadas. plos en territorio hispano. Resulta interesan-
te también la expresión homo suavis (dulce,
13
| Sobre la gens Pomponia en Hispania, vid. grato, agradable), para la que no contamos
SYME, 1984. con paralelos, siendo más usual el empleo de

292 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA TUMBA DE CAIUS POMPONIUS STATIUS EN LA NECRÓPOLIS SEPTENTRIONAL... –––––––––––––––

la expresión homo bonus. En cuanto al no- ausencia total de restos óseos humanos. La
men Cornelia se documenta con frecuencia presencia de estos frutos conlleva la interpre-
en Hispania (ABASCAL, 1994, s.v.: más de tación de que nos hallemos ante dos incinera-
150 ejemplos, de los que 19 se hallaron en ciones infantiles, ya que las nueces constitu-
Córdoba), asociado en un alto porcentaje a yen uno de los símbolos propios de la infancia
libertas de onomástica griega. En cambio, el en época romana y aparecen generalmente
cognomen Nymphe si resulta menos habitual, asociadas a difuntos de corta edad. Como
con tan sólo 8 casos para Hispania y uno sólo muestra, basta observar el rito o ceremonia
documentado en Córdoba (ABASCAL, 1994, de abandono de la edad infantil, durante la
s.v.). Dicho cognomen presenta una raíz grie- cuál los niños lanzaban nueces a aquéllos que
ga14, pudiendo encontrarnos con una de esas todavía no habían alcanzado la edad requeri-
oriundas greco-orientales de las clases menos da para formar parte de la sociedad.
favorecidas de la masa social (servi o liberti) Por otro lado, los ajuares depositados
y que habrían sido vendidos como esclavos en tras la cremación, presentan similitudes:
los circuitos comerciales de Hispania (RO- un número de piezas similar que forman
DRÍGUEZ NEILA, 1981, 369). un “conjunto tipo” definido en páginas pre-
cedentes. La similitud en la elección de los
objetos depositados también destaca, presen-
CONCLUSIONES tado ambas un juego de dos lucernas, una de
ellas de venera y otra con decoración figura-
Sin lugar a dudas, el mayor interés del con-
junto estudiado lo representa su condición 14
| El uso de antropónimos de origen griego se
de contexto funerario cerrado, donde pode- convierte casi en una constante en la epigrafía funera-
mos relacionar aspectos tan dispares, pero ria cordubense, tal y como puso de relieve la especialis-
a su vez interrelacionados, como el rito de ta Arminda Lozano (LOZANO, 1998), quien recoge la
enterramiento empleado, los elementos de profusión en la capital de la Bética de individuos con
ajuar asociados a estas incineraciones, las onomástica griega (45 libertos, 31 incerti y 27 referen-
ciados sólo por sus cognomina). En este sentido, hemos
peculiaridades edilicias o la función original de destacar el conjunto funerario de libertos y esclavos
del epígrafe funerario que lo acompañaba. de época altoimperial excavado en la c/ El Avellano 12,
situado a escasos 300 m. del solar (PENCO, 1998). En
A tenor de los resultados de la interven- dicha intervención, se pudo recuperar un conjunto de
ción, concluimos la existencia de, al menos, 13 epígrafes funerarios en los niveles de abandono de
dos momentos de uso bien diferenciados de la necrópolis, entre los que contamos al menos con
esta tumba. Tras la construcción de la estruc- cuatro individuos de antropónimo griego y origen servil
tura funeraria se efectuarían las dos primeras (VENTURA, 1998, 72 y ss.). Por tanto, resulta llamativo
y pendiente de un estudio en profundidad, la relativa
incineraciones, que poseen diversos elemen- concentración de epígrafes funerarios con individuos
tos comunes presentes en ambos casos. En de antropónimo greco-oriental en la Necrópolis Septen-
primer lugar, estas dos deposiciones funera- trional de Colonia Patricia, lo cual creemos que puede
rias se localizan dentro de la primera caja de responder bien a un cierto sentimiento o identidad
sillares y aparecen selladas por una cubierta colectiva de estos elementos foráneos de la sociedad
patriciense, bien a un fenómeno relacionado con mo-
de tegulae que se apoya sobre ésta. Con res- das sociales que en determinadas fechas extendieron
pecto al ritual, presentan nueces carboniza- el empleo de nombres con esta filiación greco-oriental
das entre las cenizas y se da en las dos una (VAQUERIZO, 2002, 163 -nota 41).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 293


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ÁLVARO CÁNOVAS / SEBASTIÁN SÁNCHEZ / SONIA VARGAS

da, evidenciándose un cierto carácter conser- da del análisis epigráfico de la inscripción


vador en alguno de estos ejemplares cerámi- funerario: segunda mitad- finales del siglo
cos por la presencia de motivos de tradición I d.C.
indígena. En cuanto a la cronología de sendas
incineraciones y, a la luz primordialmente del Por último, cabe destacar el hecho de
estudio de estos ajuares asociados, coinciden que la inscripción habría sido colocada en el
en su adscripción a la mitad del siglo I d.C. momento de ampliación o reforma de la caja
de la estructura funeraria, lo que nos lleva a
Con posterioridad, en un momento no relacionar directamente los tres individuos
muy distante al sellado de la estructura, la que constaban en origen en el epígrafe y las
tumba sufre una reforma o remodelación, en
tres últimas incineraciones. De este modo,
la que se amplía su caja interna por medio
planteamos la hipótesis de que la tercera
de la construcción de, al menos, una hilada
y cuarta incineración contendrían los res-
más de sillares. Este segundo momento de
uso de la estructura funeraria englobaría tos incinerados de C. Pomponius Statius y
las tres siguientes incineraciones, al tiempo el individuo que figuraba en la línea 4 del
que se coloca la inscripción funeraria en la epitafio (et […]) –seguramente, su esposa–,
cara Norte de la misma. mientras que la quinta incineración, practi-
cada poco tiempo después, se corresponde
En este sentido, diversas evidencias nos con la liberta Cornelia Nymphe.
llevan a pensar que la inscripción funeraria re-
cuperada se hallaba originalmente encastra- En nuestra opinión, la arriesgada pero
da en la estructura de sillería levantada para no menos sopesada identificación o corre-
albergar estos enterramientos, desechando lación de los individuos incinerados con los
pues la hipótesis de que se tratase de una que recoge el epitafio documentado resulta
pieza reutilizada. En primer lugar, existe una una de las aportaciones más importantes del
coincidencia en dimensiones y forma entre presente trabajo, ya que desgraciadamente
uno de los sillares constitutivos de la misma y este tipo de asociaciones entre enterramien-
el propio epígrafe, con lo que nos planteamos tos y epígrafes funerarios resulta harto difí-
que estuviese encastrado en el mismo. cil, si no imposible, en la mayoría de las oca-
Igualmente, existe una concordancia siones debido fundamentalmente al pésimo
total entre la cronología altoimperial pro- estado de conservación o a la descontextua-
puesta para las piezas de ajuar que acompa- lización de estos interesantes vestigios del
ñan las incineraciones y la datación deriva- mundo funerario cordubense.

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296 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

LOS MONUMENTOS FUNERARIOS


DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA: ANALES
UN SECTOR DE LA NECRÓPOLIS DE ARQUEOLOGÍA
ORIENTAL DE CORDUBA* C OR D OB E S A
número 17 (2006)
José Luis Liébana
Arqueólogo
VOL. I / PÁGS. 297 - 324
Ana Ruiz
Universidad de Córdoba

E-mail: josepreh@yahoo.es / anaruos@hotmail.com

RESUMEN
En el presente trabajo se dan a conocer parte de los resultados obte-
nidos en el transcurso de la Actividad Arqueológica Preventiva realizada en
la plaza de la Magdalena, esquina con la calle Muñices, durante la segunda
mitad del año 2004 y del consiguiente Control Arqueológico para el va-
ciado del solar llevado a cabo en los primeros meses de 2006. El solar de
referencia está localizado en el sector oriental de la ciudad, extramuros de
la Corduba romana, una zona intensamente ocupada desde la antigüedad
hasta nuestros días. En esta ocasión nos centramos en la fase funeraria
monumental, definida por la localización de una serie de edificios funera- *| Este trabajo se en-
rios datados en época tardorrepublicana. El hallazgo de varios fragmentos marca en el Proyecto de Inves-
tigación “Espacio y usos fune-
de decoración pseudoarquitectónica y escultórica asociado a uno de ellos,
rarios en la ciudad histórica.
precisamente el mejor conservado, ha permitido reconstruir la fisonomía El ejemplo cordobés (siglos II
de este monumento, posiblemente de tipo edícola, alineado, al igual que a.C.-XV d.C.)”, financiado por
el resto, con respecto a la via Augusta vetus a su entrada a la ciudad. el Plan Nacional de Investiga-
ción Científica, Desarrollo e
Innovación Tecnológica 2000-
2003 del Ministerio español
ABSTRACT de Ciencia y Tecnología, con
In the present work they occur to know part the results obtained in apoyo de la Unión Europea a
través de sus fondos FEDER
the course of the Preventive Archaeological Activity made in the seat of
(Ref. BHA 2003-08677). Del
the Magdalena, corner with the Muñices street, during second half of year
mismo modo, se inscribe en el
2004 and the consequent Archaeological Control for the drained one of Convenio de Colaboración que
the carried out lot in the first months of 2006. The reference lot is loca- el Grupo de Investigación del
ted in the Eastern sector of the city, extrawalls of the Roman Corduba, P.A.I. HUM 236, integrado por
a zone intensely occupied from the antiquity to the present time. In this todos los miembros del Área
occasion we were centered in the monumental funeral phase, defined by de Arqueología de la Univer-
the location of a series of dated funeral buildings at tardorrepublicana sidad de Córdoba, mantiene
con la Gerencia Municipal de
time. The finding of several fragments of associated pseudoarchitectonic
Urbanismo del Ayuntamiento
and sculptoric decoration to one of them, indeed the best one conserved, local para el estudio de Cór-
has allowed to reconstruct the appearance of this monument, possibly of doba, ciudad histórica, enten-
aedicula type, aligned, like the rest, with respect to via Augusta vetus to dida como yacimiento único
its entrance to the city. (www.arqueocordoba.com).

297
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ

INTRODUCCIÓN óseos animales y material constructivo no


reutilizable (estucos y revestimientos) que
En el presente trabajo damos a conocer parte fue interpretado con acierto como una es-
de los resultados obtenidos en el transcurso combrera de tipo urbano. El conjunto de la
de la Actividad Arqueológica Preventiva rea- escombrera fue datado en la segunda mitad
lizada en la plaza de la Magdalena, esquina del siglo I d.n.e. (GODOY, 1991)
con la calle Muñices, durante la segunda mi- A este descubrimiento hay que añadir
tad del año 2004, y en el consiguiente Con- la documentación de la misma casuística en
trol Arqueológico del vaciado del solar lleva- las campañas de excavación de 1992 (MU-
do a cabo en los primeros meses de 2006. RILLO et alii, 1995; CARRILLO, MURILLO,
El solar de referencia está localizado en 1996) y 1997 (MURILLO et alii, 2000) en la
el sector oriental de la ciudad, extramuros casa-palacio de Orive donde se pudo obser-
de la Corduba romana y, posteriormente, in- var la amortización de la Vía Augusta Vetus
tramuros de la Axerquía islámica. En época “bajo un potente nivel de rellenos, idéntico
moderna formó parte del huerto de la casa- al denominado “Vertedero” A de la campa-
palacio de los Muñices, con la que linda al ña de 1992” (MURILLO et alii, 2001). Esta
Oeste. Estuvo ocupado, desde mediados del casuística, como veremos, tendrá su reper-
siglo XX y hasta el momento de su demo- cusión en los resultados de nuestra interven-
lición, por una fábrica de hielo, convertida ción.
en sus últimos años en almacén frigorífico. Aunque en la anterior excavación de la
Esta funcionalidad conllevó la realización calle Muñices no se constató ningún tipo de
de importantes obras para la evacuación de enterramiento, la cercanía de nuestro solar
aguas, pozos y conducciones, que, como ve- a la calzada documentada por D. Francisco
remos, afectaron a los restos presentes en Godoy ofrecía la posibilidad de hallar res-
su subsuelo. tos de la denominada necrópolis oriental de
Corduba, por lo que se puso especial énfasis
en la detección de esta posible relación.

1. ANTECEDENTES

Ante la evidencia de que en el solar de la 2. RESULTADOS


calle Muñices, nº 33, existieran restos ar-
queológicos, la Delegación Provincial de la Como preveíamos, a lo largo de la vía, do-
Consejería de Cultura planteó la necesidad cumentada por D. Francisco Godoy, que dis-
de realizar una Intervención Arqueológica curre paralela a la actual calle Muñices, se
de Urgencia en 1989. Tal intervención fue ha podido localizar una zona de necrópolis
encargada al investigador D. Francisco Go- en la que constatamos dos fases de uso bien
doy Delgado, quien pudo documentar una diferenciadas: la primera, que denominamos
vía empedrada que respondía al tipo de Vía como fase monumental (Fig. 1), se indivi-
glarea strata de la clasificación de Ulpia- dualiza por el tipo de rito funerario, crema-
no. Sobre ésta se disponía un gran estrato ción, y por contar con varias edificaciones
con abundante material cerámico, restos de uso funerario que se datan estilística y

298 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA... –––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 1. Planimetría de la fase monumental

estratigráficamente en un abanico cronoló- MF-1 (FIG. 2)


gico que va desde finales del siglo I a.n.e.
hasta la primera mitad del siglo I d.n.e. El El primero de ellos es el que apareció más al
segundo periodo de uso de esta necrópolis, Oeste durante la excavación del año 2004,
fase cementerial, se caracteriza por el cam- además, es el mejor conservado. Aunque par-
bio en el rito de deposición de los cadáveres, te de su recinto se encuentra bajo la actual
inhumación, y se mueve en un marco cro- calle Muñices, las dimensiones de este mo-
nológico que abarca desde el siglo II d.n.e. numento, veintiún pies y medio de fachada
hasta época tardoantigua (S. V d.n.e.). por dieciséis pies de fondo (6.45 m. x 4.80
m.), lo configuran como una edificación de
gran entidad.
MONUMENTOS FUNERARIOS
La superficie del monumento se veía
En el presente trabajo analizamos los ele- afectada por una serie de cimentaciones
mentos que caracterizan la fase monumen- pertenecientes al edificio demolido por lo
tal, atendiendo a la interpretación de los que hubo que librarlo de ellas con medios
distintos edificios documentados bajo la no- mecánicos. Tras estos trabajos se pudo ver
menclatura de Monumentos Funerarios, en el monumento con claridad. Se trata de una
adelante MF. construcción cuadrangular realizada a base

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 299


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ

FIG. 2. Vista general, planta y alzado del MF-1

de grandes sillares de biocalcarenita, cuyas ducido por un pozo de evacuación de aguas


dimensiones rondan los 138 x 62 x 47 cms. perteneciente a la fábrica de hielo derribada
Consta de un gran podium realizado en opus recientemente; asimismo se horadó parte de
quadratum y rudum al interior. Se conserva, su cimentación para la construcción de las
asimismo, una primera hilada de sillares que grandes conducciones de evacuación, reali-
delimitan un espacio en la zona Este. En el zadas éstas mediante un trabajo de mina.
centro del podio se configura un segundo es-
El basamento que sustenta el edificio
pacio, o pasillo, delimitado por dos filas de
está resuelto con la colocación de mam-
sillares de una especie de pudinga que se in-
puestos de biocalcarenita, con una profun-
sertan en el mismo podio, pudiendo suponer
didad de 90 centímetros, y se inserta en el
dos espacios a cada lado de dicho pasillo.
estrato de limos. Una de las intrusiones en
Hemos de presumir que la porción visi- el monumento, causada por un pozo de ci-
ble del MF1 corresponde con la parte trase- mentación del edificio demolido, afectaba a
ra, presentando su desarrollo frontal a la vía, parte del podio y su cimentación por lo que
o calzada, citada más arriba. Esta zona trase- fue aprovechada para observar su sección
ra es la que más ha sufrido con la construc- interna en la que se pudo comprobar que
ción del edificio demolido y sus estructuras. la cimentación del MF1 no cubría por com-
Presenta un gran corte hacia el centro pro- pleto el espacio del monumento sino que

300 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA... –––––––––––––––––––––––––––––

se había realizado por medio de una zanja piedra caliza no presentando ninguna traza
perimetral, encontrándose en el centro los de marmorización, proceso documentado a
limos originales. partir de época augustea. Todos estos datos
El recinto funerario estaba definido en nos remiten la edificación del MF1 y, al par-
el lateral Oeste por dos cipos de los que uno, ticipar de las mismas circunstancias, del res-
el que daba frente a la calzada, fue descu- to de los monumentos funerarios aparecidos
bierto durante el control arqueológico del a una fecha no posterior a los primeros años
vaciado del solar, bajo el acerado de la actual del mandato de Augusto, cesando su fun-
calle, pudiéndose observar exclusivamente ción representativa con la modificación del
la cara posterior del elemento, quedando trazado de la Vía Augusta motivada por la
conservado in situ, ambos señaladores esta- transformación urbanística anteriormente
ban unidos por un empedrado de unos 45 aludida.
cm. de ancho
La datación de esta estructura monu- MF-2 (FIG. 3)
mental se ha realizado en función de su po-
sición estratigráfica y atendiendo a la deco- El segundo de estos monumenta está situado
ración arquitectónica que apareció sobre él a 3.17 m. al Este del primero y presenta la
y en sus inmediaciones. Sobre todo el solar, misma orientación aunque sus dimensiones
cubriendo todos los monumenta aparecidos, son sensiblemente menores, 5.42 x 2.27 m.
se asienta la Unidad Estratigráfica 27, un Su estado es bastante peor que el del ante-
gran paquete con una potencia máxima de rior, ya que se conserva sólo su cimentación,
1,78 m. que referencia una escombrera de habiendo sido saqueado desde antiguo, al
época posterior a los gobiernos de Claudio y menos desde los primeros momentos de la
Nerón, ya documentada por F. Godoy sobre deposición de la escombrera UE- 27, siendo
la calzada, y que creemos se corresponde con afectado posteriormente por una cimenta-
la constatada en el antiguo huerto de San ción de época moderna y por un pozo de ci-
Pablo-Palacio de Orive, denominada como mentación de la fábrica de hielo. Los restos
“Vertedero” A, y relacionada con la gran de la cimentación del monumento alcanzan
transformación urbanística provocada por menos profundidad que la del MF1 presen-
la construcción del complejo Templo-Circo tando una altura que ronda los 60 cm. Por
posiblemente dedicado al culto imperial. En proximidad, técnica edilicia y posición estra-
estas circunstancias, bajo este estrato, algu- tigráfica lo datamos en un momento similar
nas sobre el podium del MF 1, se hallaron al de su vecino.
piezas correspondientes a pilastras de orden
corintio, así como fragmentos de plaquea-
do que representan una balaustrada ciega y MF-3 (FIG. 4)
un fragmento de guirnalda. Es de señalar el
hallazgo sobre el podio de una escultura en La estructura a que nos referimos en tercer
bulto redondo que representa a una dama lugar sólo se pudo documentar durante la
romana realizada igualmente en piedra ca- excavación del solar en un reducido espacio
liza de grano fino. Tales piezas arquitectó- constreñido por dos de las cimentaciones del
nicas están realizadas exclusivamente en edificio demolido, que alcanzan al menos la

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 301


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ

FIG. 3. Vista general y planta del MF-2

FIG. 4. Planta y alzado del MF-3

cota de obra, y el margen de seguridad esta- ros días de febrero del 2006 procediendo a la
blecido para la calle Muñices. retirada de las cimentaciones modernas con
medios mecánicos.
Lo observado en tan reducido espacio
consistía en dos grandes sillares, de tamaño Tras excavar a mano la porción que que-
similar a los del MF1, sobre los que se apoya- daba por ver, lo observado configura un pa-
ban otros dos configurando un gran escalón. ralelepípedo de 2,50 metros en su eje Norte-
La datación, en época anterior a Augusto, Sur y 2,10 metros en el Este-Oeste, con una
de esta estructura se ha realizado con base altura de 1,87 metros. La construcción está
en su posición estratigráfica y al módulo de realizada en opus quadratum disponiéndose
los sillares. Su interpretación quedaba por los sillares en hiladas alternadas a soga y ti-
establecer durante el seguimiento de los tra- zón a la manera romana. Las dimensiones de
bajos de vaciado del solar. El comienzo de estos sillares son, con pequeñas diferencias,
estos trabajos se produjo durante los prime- 1,22 m. de largo, 0,75 de ancho y 0,48 m. de

302 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA... –––––––––––––––––––––––––––––

alto. En uno de ellos, en el situado más al que no nos ha quedado ninguna muestra. No
Sur de los de la hilada superior, se aprecia obstante, debido a su localización podemos
una marca de cantero en forma de F inver- conjeturar un uso funerario. Pero quizás po-
tida, de la que aún no hemos encontrado damos ir un poco más allá si atendemos a las
paralelos en Córdoba (GUTIÉRREZ, 2004). huellas que presentan sus elementos.
Lo que hemos podido documentar res- Lo que queda de la hilada superior
ponde a la cimentación soterrada de una presenta un ligero desplazamiento hacia el
estructura emergente con un desarrollo en Oeste, volando sobre las hiladas inferiores
altura que desconocemos ya que no hemos unos 18 centímetros. Si suponemos que los
hallado restos de ella. La estructura conser- sillares que faltan en el lado Este miden lo
vada se encuentra gravemente mutilada por mismo que los existentes y, además, que es-
la construcción de una cimentación en su tarían colocados a soga con estos, volarían
cara Norte durante finales de época moder- por el otro lado una distancia similar, con-
na (S. XVIII). Está realizada con piedras de figurando, así, una plataforma cuadrada de
dispar formato y composición, trabadas con unos 2,50 m. de lado (unos 8 pies romanos).
tierra. Presenta un trazado paralelo a la ca- Esto nos dejaría con la idea de que esta últi-
lle Muñices y una anchura de 1,35 metros. ma hilada conservada constituiría la base o
Durante la excavación de la zanja de esta podium del monumento. Esta idea se puede
cimentación se cortó, al menos, uno de los ver reforzada por las huellas presentes en
sillares de la segunda hilada contada desde la parte superior de esta hilada, líneas de
arriba. replanteo que pudieran indicar que lo que
hubiera sobre este podium no tendría más
Estas afecciones no son las únicas que de 1,60 m. de lado. Esto podría eliminar la
han deteriorado la estructura. Aparte de ha- posibilidad de un monumento tipo torre, de-
ber sufrido durante el siglo I d.n.e. el saqueo jando la puerta abierta a su interpretación
de la sobrestructura que sostenía, de arriba como basamento de un betilo o columna
abajo observamos cómo faltan sillares de la conmemorativa.
propia cimentación. Concretamente, en la
hilada superior faltan cinco que completa- La Comisión Provincial de Patrimonio
rían la plataforma y en la esquina Nororien- Histórico de Córdoba decidió la conserva-
tal han desaparecido todos hasta su base. ción in loco de esta estructura (MF 3), así
En esta esquina hemos podido documentar como, de la identificada bajo la nomenclatu-
parte de la zanja de robo, pudiendo datar su ra MF 4, proponiéndose su reubicación en el
patio interior del edificio en construcción.
relleno en un momento sincrónico al de la
Para ello se procedió al desmonte de sus ele-
construcción de las cimentaciones de época
mentos. Con posterioridad a dicho desmonte
moderna que la constreñían. Así mismo, he-
se pudo observar como, bajo la cimentación
mos observado como dos de los sillares han
perimetral de la antigua fábrica de hielo, se
sufrido diversas mutilaciones durante los
conservaban sendos sillares pertenecientes
trabajos de saqueo.
a la estructura MF 3, lo que indica que el de-
Como ya hemos dicho más arriba, se sarrollo Norte-Sur es sensiblemente mayor
trata de una cimentación bastante potente de lo que dedujimos en un primer momento,
que sustentaría una sobrestructura de la sin poder determinar con exactitud la mag-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 303


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ

nitud de éste, aunque podría rondar los 3,75


metros.

MF-4 (FIG. 5)

En el transcurso de los trabajos de vaciado


del solar hemos podido documentar varias
estructuras correspondientes a esta misma
fase monumental de la necrópolis que no
habían sido atisbadas durante la excavación
del mismo por encontrarse en los márgenes
de seguridad establecidos para la calle Muñi-
ces. Entre ellos destaca el que hemos deno-
minado como MF 4.
Se trata de una estructura cuadrangu-
lar de la que sólo se ha podido observar su
desarrollo Sur completo. Se sitúa al lado del
monumento funerario MF 1 (Fig. 2), sepa-
rada de este 1,85 m. Está construida con
grandes sillares de calcarenita distribuidos
en dos hiladas bien diferenciadas, tanto en
su desarrollo como en el módulo utilizado,
asentadas sobre una cimentación de mam-
FIG. 5. Vista general y planta del MF-4
puestos trabados con tierra arcillosa y con
un desarrollo vertical de unos 0,45 m. Así,
la hilada superior cuenta con una longitud
en su cara Sur de 3,85 m. estando el módulo vamos hasta sobrepasar la altura de la hilada
de sus componentes entre los 1,05 x 0,40 x inferior y procedimos a sondear el subsuelo
0,55 m. y los 1,23 x 0,40 x 0,55 m. La hila- hasta alcanzar la altura de la cimentación
da inferior, que se prolonga a cada lado de sin encontrar más resistencia que la de los
la superior, tiene un desarrollo de 4,42 m. limos sobre los que se asienta. Con posterio-
presentando sus sillares unas medidas que ridad a la retirada de la cimentación perime-
oscilan entre los 1,35 x 0,70 x 0,45 m. y los tral de la fábrica de hielo se pudo observar
1,50 x 0,75 x 0,45 m. Estas diferencias de en el perfil resultante, una nueva hilada de
sillares conservada bajo la actual calle Muñi-
medidas entre las hiladas superior e inferior
ces, lo que eleva dicha estructura a 1,57 m.
tendrán su importancia a la hora de inter-
(unos cinco pies y medio)
pretar la posible funcionalidad de la estruc-
tura. Otra particularidad a tener en cuenta Completan la instalación dos cipos se-
es la ausencia en su interior de un suelo ñalizadores de la parcela o locus sepultu-
construido como tal. A fin de constatar este rae. El situado al Oeste parece haber sido
punto, con la dificultad que conllevaba la mutilado a la altura de la hilada inferior. El
estrechez al interior de la estructura, exca- situado al Este presenta rastros de haber es-

304 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA... –––––––––––––––––––––––––––––

tado en origen recubierto por un enlucido o


enfoscado sin trazas de pintura alguna. En
este mismo lado, al exterior de la construc-
ción, se localiza un suelo constituido por un
rudum que no hemos podido documentar en
el lado opuesto. La estructura descrita se ve
cortada, en las tres hiladas conservadas, por
la cimentación perimetral del edificio demo-
lido. La principal diferencia entre las hiladas
documentadas está en su anchura y altura,
siendo las superiores más altas y estrechas
que la inferior. Esta particularidad está en
función del servicio sustentador que la hila-
da inferior ofrece a las superiores, estando, FIG. 6. Ustrinum localizado durante el control
estas últimas, colocadas a modo de vallado o arqueológico de 2006
cercado. Por otra parte, la ausencia de algún
tipo de pavimento al interior de la estructu- ras alcanzadas y contaba con un estrato de
ra abunda en la idea de que se trate de un re- cenizas-carbones con una potencia de unos
cinto funerario cercado, sin más desarrollo 16 cm. Sobre este estrato se asentaba la ya
vertical que el observado durante el control conocida U.E. 27 por lo que la datamos en
arqueológico. la misma fase monumental de la necrópolis.
Similar situación presenta el ustrinum ado-
Todo esto configuraría, como ya hemos
sado al Suroeste del anteriormente descrito.
esbozado, un recinto funerario cercado que
Es de señalar la limpieza que presentaba su
albergaría los enterramientos de una misma
superficie, con señales de rubefacción pero
familia, de los que se han podido recuperar
con escasos rastros de cenizas o carbones.
dos urnas cinerarias realizadas en piedra ca-
Sin embargo, las altas temperaturas alcanza-
liza. das durante su uso han producido en el cipo
correspondiente unas fracturas bastante in-
dicativas. En este caso, y debido al desmonte
OTROS ENTERRAMIENTOS mecánico con el que se localizó, no se pudo
documentar el desarrollo completo de esta
USTRINA (FIG. 6) estructura de incineración.

Los otros restos observados durante el va-


ciado de la zona Noroccidental del solar
corresponden a sendos ustrina señalizados 3. UNA HIPÓTESIS DE
con dos cipos adosados. Del situado más al RECONSTRUCCIÓN: EL MF-1.
Este hemos podido documentar el desarro-
llo de la pira excavada unos 20 cm. y unas Tal como se ha puesto de manifiesto, la ex-
dimensiones de 2,36 x 1,30 m. el interior cavación arqueológica en este solar de la C/
presentaba evidentes muestras de la rube- Muñices, ubicado en terrenos de la antigua
facción ocasionada por las altas temperatu- Necrópolis Oriental, ha permitido documen-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 305


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ

tar un nuevo conjunto funerario de sorpren- 1994, Fig. 73), la cual cuenta con una pro-
dente monumentalidad, a pesar del mal es- funda cimentación bajo la parte trasera y, en
tado de conservación en el que han llegado especial, bajo la fachada principal, donde el
la mayoría de las estructuras, casi en todos peso de la decoración, a base de elementos
los casos restos de la cimentación de varios arquitectónicos y escultóricos, era mayor.
monumenta abiertos a la antigua via Augus-
Un sistema parecido es el empleado en
ta, a su llegada a la ciudad desde Castulo.
la base de caementicium de un monumen-
to funerario descubierto en Córdoba, en las
proximidades de la Plaza de Ibn-Zaydun (MU-
DESCRIPCIÓN. RILLO et alii, 2004). Su planta, más o me-
nos rectangular (5 x 6 m) (MURILLO et alii,
CIMENTACIÓN Y ALZADO (FIG. 1).
2004, 10) está especialmente reforzada en
Gracias a un pozo medieval que rompía par- la parte delantera –precisamente, la alinea-
te de la estructura, se pudo comprobar que da con la calzada detectada durante la inter-
la cimentación en opus incertum del MF-1 vención arqueológica e identificada con un
no era totalmente maciza1, sino que se com- posible ramal de la via Corduba-Hispalis– y
ponía de una zanja perimetral rellena de en el perímetro, lugares que debían soportar
mampuesto y cubierta, posteriormente, con una mayor carga estructural. El espacio cen-
una capa horizontal de este mismo material, tral quedaba, así, liberado de cualquier tipo
de tal forma que el núcleo lo componían de presión arquitectónica, de ahí la oquedad
los limos originales de la zona (LIÉBANA, rectangular presente en la mitad trasera de
2004). Con esta técnica se intentó aplicar la plataforma, la cual debe ser entendida
una potente cimentación (hasta 90 cm de –una vez desechada la posible función de
profundidad) en aquellos puntos donde la cámara funeraria– como una simplificación
edificación ejerciera mayor carga estructu- del trabajo (RUIZ OSUNA, 2005b).
ral, en este caso las paredes perimetrales,
ahorrando así esfuerzo y materiales. Así se El monumento de la C/ Muñices cuen-
comprueba también en una edícola ubicada ta, como se ha señalado anteriormente (vid.
en la Porta Nocera (Pompeya) (HESBERG, supra), con un podio elaborado a base de
un compacto rudus delimitado por grandes
1
sillares de calcarenita que presentan el án-
| Las cimentaciones macizas de opus incertum
o caementicium abundan en las necrópolis italianas, gulo superior redondeado. A pesar de que
constituyendo los únicos vestigios de monumentos en un principio parte del monumento que-
turriformes o altares monumentales ya desaparecidos daba embutido en el perfil Norte del solar,
(HESBERG, 1992). En Córdoba fue localizada una de se propusieron unas medidas próximas a
semejantes características en las cercanías de la Torre
de la Malmuerta (CARMONA, MORENO, BERMÚDEZ,
los 6.5 m de largo por 5 m de ancho (RUIZ
1997, 28 y 33-34), la cual ha sido puesta en relación OSUNA, 2005b), deducidas a partir del es-
con un pulvinus de grandes dimensiones (GONZÁLEZ, quema compositivo que seguían los sillares
1992) y, por tanto, interpretada como base de un posi- en planta. Unas proporciones que coinciden
ble altar monumental (VAQUERIZO, 2001b, 145, nota con los parámetros establecidos para otros
34).
2
| “Alla fine del I secolo a.C. la pianta rettango-
monumentos italianos y peninsulares, en los
lare stretta appare raramente; prevale piuttosto quella que se aprecia un desarrollo longitudinal
quadrata o longitudinale (...)” (HESBERG, 1994, 146). de la fachada2, propio de los monumentos

306 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA... –––––––––––––––––––––––––––––

de finales del siglo I a.C. Las labores de se-


guimiento y desmonte de los últimos meses
(LIÉBANA, 2006) han permitido confirmar
estas dimensiones, pues ha sido localizado el
frontal correspondiente al podium.

DECORACIÓN

Durante el proceso de excavación del mo-


numento aparecieron diversos elementos
pertenecientes a su decoración, todos ela-
borados en una caliza muy blanca y dura,
procedente, tal vez, de la zona de Porcuna
(Jaén). Los estudios sobre ornamentación
arquitectónica constituyen una pieza clave
para la aproximación completa al proceso
de monumentalización funeraria; sin em-
bargo, uno de los principales problemas es
la descontextualización de la mayoría de los
restos arqueológicos. De ahí la importancia
de este caso, pues constituye uno de los po-
cos en el que el repertorio decorativo puede
ser asociado de forma directa con su monu-
mento funerario, obteniendo conclusiones
acerca de cuestiones de orden cronológico,
definición de talleres y sus respectivos esti-
los, asociación con tipos edilicios concretos,
e incluso, la reconstrucción de la imagen
completa del edificio, gracias a la aplicación
de módulos extraídos por comparación con
otros ejemplos.

PILASTRA DE ESQUINA (FIG. 7a)

Durante el proceso de excavación fueron re-


cogidos varios fragmentos de caliza, algunos
de los cuales conformaban una pilastra de
esquina conservada hasta los 90 cm de altu-
ra. El frente presenta 7 listeles planos que
enmarcan 5 canales completamente lisos.
En cambio, el lateral derecho, mucho más FIG. 7. Elementos decorativos adscritos al MF-1.
estrecho, muestra un solo canal de medidas Pilastra de esquina, guirnalda y celosía.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 307


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ

superiores a los anteriores; al contrario que do la esquina de un arco funerario. Al igual


el izquierdo que aparece completamente que en nuestro caso, las basas son de tipo áti-
liso. Esto nos indica que la pilastra estaba co, con dos toros de diámetro desigual sepa-
concebida para ser colocada en el extremo rados por una escocia y sin plinto. Se aprecia
derecho de la edificación, según un punto también la talla de la base e imoscapo en un
de vista frontal. Al mismo tiempo, los restos solo bloque (ARANEGUI, 1995, 197-210); sin
de estuco permiten plantear que en su día embargo, presenta diferencias en cuanto a la
estuvo completamente recubierta de este presencia de contraestrías en el tercio infe-
enlucido, el cual le proporcionaría un aspec- rior del fuste y en el número de listeles planos
to mucho más acabado. (6 x 5 y 4 x 4, respectivamente). En el caso
La basa ática sobre la que se asienta del fuste relacionado con el monumento in-
el fuste, labrada en el mismo bloque que el terpretado como edícola se comprueba, ade-
imoescapo, destaca por la ausencia de plinto más, la presencia del capitel pseudotoscano,
y la configuración de dos toros –el superior tallado en el mismo bloque que el sumoscapo
más estrecho– separados por un filete, flan- (ARANEGUI, 1995, 202 ss.).
queado por dos estrechos listeles; caracte-
rísticas que nos conducen a momentos tar-
dorrepublicanos o de principios del período BALAUSTRADA (FIG. 7b)
augusteo (MÁRQUEZ, 1998, 116), al igual
Varios fragmentos nos indican la existen-
que una basa de semejantes características
cia de una balaustrada ciega con esquema
procedente del yacimiento de Cercadilla3
romboidal. Este tipo de estructuras eran
(MÁRQUEZ, 1998, 116, 118, nº 418, Fig.
habituales en los ambientes domésticos de
1.4, Lám. 2.3). Teniendo en cuenta las pro-
época romana, actuando bien como celosías
porciones, que suponen para el ancho del
de puertas y ventanas, o bien como vallados
fuste 1/5 de la altura del mismo (WILSON,
de jardines (BELTRÁN, BAENA, 1996, 160).
2000, 419), esta pilastra debió alcanzar los
Pero su naturaleza lignea ha impedido, en
2.43 m (c. 8 pies), sin el capitel.
gran medida, su conservación. Las excava-
Pilastras de este tipo han aparecido aso- ciones de Herculano (MAIURI, 1958, 41) y
ciadas a dos monumentos funerarios descu- las pinturas pompeyanas (SICHTERMANN,
biertos durante una intervención arqueológi- 1974, 41 ss.; MICHEL, 1978, 373 ss.) son
ca en Edeta (Lliria) (ARANEGUI, 1995, 197- las únicas que han permitido recrear la es-
210), cuya relevancia estriba en el hecho de tructura de estas balaustradas, que normal-
que una de ellas apareció in situ, conforman- mente aparecen rodeando jardines en los
que abundaban los árboles frutales, separa-
3
das, en ocasiones, por pilastras a intervalos
| Elaborada en caliza, de unos 60 cm de diáme-
tro, se caracteriza por la ausencia de plinto y la dispo- regulares. Su trasunto al mundo funerario
sición de dos toros con el mismo desarrollo –siendo el viene de la mano de los cepotaphia, fenóme-
superior algo más estrecho que el inferior–, separados no que se desarrolla a partir del siglo I a.C.,
por un filete flanqueado por dos estrechos listeles. A los cuales se benefician de las facilidades de
partir del toro superior se desarrolla el caveto, labrado
en la misma pieza, que presenta un orificio destinado
accesibilidad al núcleo y de la cercanía al
al anclaje de la pieza correspondiente al fuste (MÁR- mercado urbano, contribuyendo al desarro-
QUEZ, 1998, 116, 118, nº 418, Fig. 1.4, Lám. 2.3). llo de la economía productiva (frutas, agua,

308 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA... –––––––––––––––––––––––––––––

vegetales y productos de huerta, madera) ss.), Sofuentes (FATAS, MARTÍN-BUENO,


(PURCELL, 1987, 25-41; ORDÓÑEZ, GAR- 1977, 232-271), el de Lucio Valerio Nepote
CÍA-DILS, 2004, 167-168). La abstracción en Numancia (GUTIÉRREZ BEHEMERID,
de este jardín funerario dio paso a las ver- 1993, 155-169) y en el altar de La Calerilla
siones arquitectónicas de carácter decorati- de Hortunas (Requena, Valencia) (MARTÍ-
vo; así se aprecia en algunos monumentos NEZ VALLE, 1995, 295-281), entre otros;
funerarios localizados en Italia, en los que aunque la mayor concentración del tipo se
las celosías caladas constituyen un elemento produce en Baetica, concretamente en los
más de la fachada, para, posteriormente, la- bloques tallados con pilastras del Alto Gua-
brarse en los mismos bloques con los que se dalquivir, asociados a monumentos en forma
ejecutaba la construcción, caso de un monu- de edícola o altar (BELTRÁN, BAENA, 1996;
mento de Porta Ercolano (KOCKEL, 1983, BAENA, BELTRÁN, 2002), cuyo ejemplo
TAFEL 64). más paradigmático es la reconstrucción del
monumento de los Stlacii en Colonia Salaria
(Úbeda, Jaén) (BELTRÁN, BAENA, 1996).
GUIRNALDA (FIG. 7c) En Córdoba se conservan varios ejemplos,
realizados en mármol y fechados en época
Los motivos vegetales configuran otro de julio-claudia, en los que se representa parte
los temas de repertorio más habituales de la de una guirnalda de laurel con frutos (MÁR-
iconografía funeraria romana. El éxito tiene QUEZ, 1998, 17 y 143, Lám. 28,1; HES-
que ver con su relación con el ciclo de la vida BERG, 1998, fig. 20-b; 2002, 228, Lám. 11;
y la continua regeneración, base de la tan MÁRQUEZ, 1998, 27 y 143, Lám. 23,3).
ansiada inmortalidad. En concreto, la guir-
nalda experimenta su máxima expansión a Durante las labores de seguimiento del
partir de finales del siglo I a.C., momento MF 1 de la C/ Muñices fue descubierto un
en el que Augusto la integra en el progra- fragmento correspondiente al extremo iz-
ma de la Aetas Aurea, presente en toda la quierdo de una guirnalda elaborada en cali-
arquitectura civil y religiosa de la época za. Lamentablemente, el desgaste de la pie-
(ZANKER, 2005, ss.), y la convierte en uno za impide una descripción exhaustiva; aun
así es posible apreciar el perfil de algunas
de los elementos protagonistas del Ara Pa-
hojas y frutos, sin que se hayan conservado
cis. Pero su uso era ya conocido, como pone
restos de la ínfula. La talla se realizó prác-
de manifiesto la famosa Tumba de las Guir-
ticamente en bulto redondo, con la parte
naldas (KOCKEL, 1983; HESBERG, 1994,
posterior aplanada y sin trabajar para su ad-
151, Fig. 72), fechada en época de Sila. Una
hesión a la estructura. La curva que marca
práctica habitual era decorar los sepulcros
el arranque de la pieza nos permite estimar
con flores rodeando sus fachadas, a las cua-
unas dimensiones aproximadas de 1.45 m de
les quedaban fijadas por medio de ganchos
largo (RUIZ OSUNA, 2005b).
metálicos, cuyas huellas aún se conservan
en el monumento de Fabara (GUTIÉRREZ
BEHEMERID, 1993, 243). Fue un motivo CAPITELES
muy extendido en tierras hispanas, detec-
tado en los monumentos funerarios de Sá- La existencia de los mismos queda compro-
daba (GUTIÉRREZ BEHEMERID, 1993, 245 bada gracias al hallazgo de los restos identi-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 309


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ

ficados como ábacos y volutas, que nos ilus- cubriendo totalmente la figura. En Hispa-
tran acerca de capiteles corintios exentos. nia su difusión es poco conocida y sólo se
Sus dimensiones los ponen en relación con localizan algunos subtipos (BAENA, 2000,
modelos de unos 0.54 cm de altura, medidas 8) procedentes de Segobriga (ALMAGRO,
que no concuerdan con los fustes de pilas- 1978, 64, lám. XII, 2; BAENA, 2000, 8, Lám.
tras anteriormente referidos, lo que confir- XII, 1) y Asido (LINFERT, 1976, 60, nota
ma la existencia de un segundo orden (RUIZ 185, b, lám. 96). En ellos se observa cómo
OSUNA, 2005b). el manto arropa a la figura hasta las rodillas,
dejando ver una mínima parte de la túnica
plisada que llega hasta el suelo cubriendo
ESCULTURA FEMENINA (FIG. 8) gran parte de los pies. Los brazos aparecen
Conservada desde el cuello hasta la cadera, flexionados creando mayor movimiento y
presenta una altura total de 75 cm. La silue- pliegues en el ropaje, algo de lo que care-
ta estrecha y compacta se aviene a las carac- ce el ejemplar patriciense, más acorde con
terísticas habituales de las representaciones la representación frontal de algunas este-
funerarias que, en este caso, se acentúan las italianas (KOCKEL, 1993, TAFEL 127a,
mucho más debido al manto que cubre por 134a). El material utilizado y la forma de
completo el tronco, los dos brazos –rectos trabajar nuestra pieza indican una temprana
y pegados al cuerpo– y la mano izquierda. cronología, así como su procedencia de un
El arranque del manto junto al cuello indica taller local poco familiarizado con los nue-
que la cabeza, al parecer labrada en el mis- vos modelos importados de la Urbs, lo que
mo bloque, iría velada4. El ropaje, aunque se refleja en la falta de maestría a la hora
grueso y pesado, se ajusta al contorno de la de trabajar los dobleces, acartonados y sin
figura, marcando especialmente el pecho y movimiento, y los detalles anatómicos ocul-
el vientre, símbolos de fertilidad que nos re- tos bajo el manto, en especial, los hombros
miten a la matrona romana por excelencia y mano izquierda (RUIZ OSUNA, 2005b).
(RUIZ OSUNA, 2005b). Estas representacio- Sin embargo, se aprecia cierto cuidado a la
nes femeninas solían ocupar lugares prefe- hora de transmitir el movimiento provoca-
rentes junto a estatuas de varones vestidos do por la diferente posición de las piernas,
con la toga, conformando así un fenómeno que se traduce en una ligera elevación de
ornamental, eminentemente cívico (BAENA, la cadera izquierda (RUIZ OSUNA, 2005b).
1996, 38). Las características descritas la Por último, destacar que el escultor ha tra-
equiparan al tipo Trenthan (LINFERT, 1976, bajado con gradina la superficie del manto,
57, nota 65), en el que la palla se dispone de dando un aspecto rugoso que se diferencia
forma sencilla, sin apenas provocar pliegues, de la piel, la cual debió presentar un aspecto
pulido en las partes descubiertas, tal como
4
puede apreciarse en la mano derecha.
| En ocasiones, las cabezas eran labradas en un
bloque aparte y colocadas posteriormente en la escul- El uso de la caliza, así como el alto gra-
tura, tal como se plantea para un ejemplar de togado do de abstracción y pobreza de recursos a la
masculino procedente de Baetulo, en el que se observa
el agujero realizado en el cuello para la inserción de
hora de representar los diversos elementos,
la cabeza, posiblemente, en mármol (GUITART, 1976, la relacionan con varios ejemplares de la zona
160). jiennense fechados en época augustea o julio-

310 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA... –––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 8. Escultura femenina

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 311


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ

claudia, entre los que destacan, como posi- tivo de pilastras en el segundo cuerpo, no
bles paralelos para la perdida en nuestro caso, podemos olvidar que las guirnaldas, asocia-
varias cabezas veladas, labradas en arenisca y das o no a pilastras, son casi exclusivas de la
procedentes de Castulo (BAENA, BELTRÁN, ornamentación del piso inferior5 (BELTRÁN,
2002, Cat. nº 25 y 26, LÁM. XV, 1 y 2). BAENA, 1996, 104). Así pues, nuestro caso
habría contado, probablemente, con un pri-
mer plano animado en su perímetro con pi-
OTROS MATERIALES
lastras acanaladas, entre las cuales se enca-
– Cornisa: se compone de sofito recto, lis- jarían las placas que representan la balaus-
tel y dentículos, siguiendo un esquema trada y de las que penderían las guirnaldas
que se conoce desde época republicana pétreas (RUIZ OSUNA, 2005b). Teniendo en
(MÁRQUEZ, 1998, 155). cuenta las dimensiones del basamento y de
– Pequeña moldura: compuesta simple- la única hilada conservada relativa al alza-
mente de un cimacio recto y un filete, do, hemos supuesto una fachada tetrástila,
su cronología y funcionalidad no pue- acorde con el número par que suele apare-
de ser establecida de forma clara pues, cer en este tipo de construcciones. Por su
como destaca C. Márquez (1998, 158), parte, los lienzos laterales, de longitud infe-
estos elementos de reducido tamaño rior, debieron contar con un número de tres
podían adornar una múltiple variedad (Fig. 10).
de monumentos, coronando cornisas y
La decoración pseudoarquitectónica re-
zócalos o flanqueando vanos abiertos y
sulta del todo convencional en las construc-
nichos en los muros.
ciones funerarias de época romana, en gene-
– Fragmento escultórico indeterminado: ral, y en Hispania, en particular; aunque la
de pequeñas dimensiones, no permite mayoría de los casos nos remiten a pilastras
establecer una interpretación clara. Per- lisas acompañadas de capiteles toscanos. En
teneciente a una figura vestida, podría este sentido, destacan los dibujos de Labor-
corresponder, por la forma de los plie-
de acerca del hoy desaparecido monumen-
gues, a la zona del hombro. Conserva las
to de El Daimuz (ABAD, BENDALA, 1985,
huellas de lo que podría haber sido un
Fig. 3 y 4), donde se aprecia la existencia
aplique metálico o, tal vez, una reutili-
de pilastras acanaladas de orden corintio; y
zación posterior.
la concentración de bloques de caliza en la
zona del Alto Guadalquivir, especialmente
TIPOLOGÍA en los cercanos núcleos de Castulo e Iliturgi,
donde se documenta la presencia de guir-
Si bien es cierto que algunos monumentos
naldas de hojas, flores y frutas que cuelgan,
funerarios cuentan con un sistema decora-
generalmente, desde la parte alta de los
fustes, combinadas en la mayoría de los ca-
5
| Así se pone de manifiesto en monumentos tan sos con la presencia de diversos elementos:
conocidos como la tumba de las Guirnaldas (KOCKEL, erotes, instrumentos musicales, motivos de
1983; HESBERG, 1994, 151, Fig. 72), el mausoleo de
los Iulii en Saint-Rémy (HESBERG, 1994, 151, Fig. 75)
carácter báquico o de origen metroacos y,
o el de Poblicius en Köln (PRETCH, 1975; HESBERG, sobre todo, máscaras teatrales (BELTRÁN,
1994, 165, Fig. 85). BAENA, 1996b; BAENA, BELTRÁN, 2002).

312 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA... –––––––––––––––––––––––––––––

Este mismo diseño es el protagonista de dos La particularidad de nuestro caso es


placas de caliza halladas en Córdoba (MÁR- que todo el repertorio ornamental ha sido
QUEZ, 1998, 198, lám. 60 1-2), conforman- elaborado en placas independientes, adosa-
do “un recinto” en el que fueron reutilizadas das posteriormente al monumento a través
(SANTOS GENER, 1947, 90-91; lám. XXVIII, de apliques metálicos, cuyos restos se han
1 y 2). Como indica D. Vaquerizo (2001b, conservado en algunos de los sillares del po-
149, Fig. 12), el distinto grosor de las piezas dium (RUIZ OSUNA, 2005b). Esta técnica
(13 y 17 cm) descarta, en principio, su per- resulta poco habitual, ya que en la mayo-
tenencia a un mismo relieve, aunque no a un ría de los casos documentados los motivos
mismo edificio6. Según la propuesta de re- suelen tallarse en los mismos sillares que
construcción elaborada por el mismo autor, conforman el monumento. Así se aprecia en
nos encontraríamos ante un monumento de los ejemplos ya referidos de Sofuentes, Alto
planta cuadrangular o rectangular, realizado Gualdalquivir, Tolmo de Minateda y Edeta
en opus quadratum, con un posible cuerpo (vid. supra) o en el monumento de Villajo-
superior imposible de definir, al igual que su yosa (ABAD, BENDALA, 1985, 157).
cronología, estimada en torno a época flavia Este primer cuerpo debió estar destina-
(MÁRQUEZ, 1998, 198, lám. 1-2). do a enterramiento, ya que en el transcur-
Por lo que respecta a las celosías o va- so de la excavación no ha sido descubierta
llados, suelen formar parte integrante de los ninguna dependencia subterránea que cum-
esquemas pseudoarquitectónicos descritos; pla con esta función. Teniendo en cuenta la
disposición de los sillares que conforman
aunque existen casos en los que aparecen de
el podium y la primera hilada del alzado,
manera independiente en los cuerpos supe-
la cámara funeraria pudo estar dividida en
riores de algunas construcciones funerarias
tres espacios longitudinales, a saber: dos es-
(ORTALLI, 1987, TAFEL 23.b). En Hispania
tancias de planta rectangular (4 x 1.37 m),
las encontramos como un elemento más de
separadas por un estrecho pasillo al que se
los bloques de caliza procedentes del Alto
accedería por una puerta trasera7.
Guadalquivir (BELTRÁN, BAENA, 1996;
BAENA, BELTRÁN, 2002), en los que ocu-
pan el tercio inferior del lienzo, como de-
muestra su asociación con los contracanales 6
| Según el mismo autor (2001b, 149, nota 43),
de los fustes de pilastras. Ubicación que se las diferencias de labra y estilo entre ambas placas po-
confirma también en un bloque con basa drían plantear su pertenencia a dos momumentos dis-
y arranque de pilastra hallado en el Tolmo tintos.
7
de Minateda (Albacete) (ABAD, ABASCAL, | Esta misma distribución puede observarse en
la planta del monumento de Edeta (Llíria) interpretado
SANZ, 2002, 271-282). Por último, mencio-
como un fornix. En este caso los extremos laterales han
nar el relieve perteneciente al conocido mo- sido identificados con los pies derechos que soportarían
numento de Sofuentes (Zaragoza), en el que la bóveda del arco (ARANEGUI, 1995, 198), lo que po-
la balaustrada vuelve a aparecer en el plano dría plantear una interpretación similar para el monu-
inferior de la composición, acompañada de mento de la C/ Muñices. Sin embargo, la poca dureza
de la piedra escogida en este caso es para nosotros ar-
una gran guirnalda, dos máscaras funerarias gumento suficiente para desechar tal hipótesis, puesto
y elementos de la panoplia guerrera (FATÁS, que no habría podido resistir el envite procedente de
MARTÍN-BUENO, 1977, 204 ss.). las presiones tectónicas.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 313


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ

Sobre el piso inferior, se ubicaría el se- pania se produjo directamente desde la pe-
gundo cuerpo de mayores dimensiones –en nínsula itálica, siguiendo la tradición tardo-
torno a 4.82 m (c. 16 pies)–, que debió con- rrepublicana (BAENA, BELTRÁN, 2002), que
tar con una columnata corintia, correspon- tenía por costumbre colocar las imágenes de
diente al otro orden localizado entre el ma- los difuntos delante de los monumentos o en
terial estudiado. Además, no parece habitual estructuras arquitectónicas especialmente
el uso del estilo corintio en el cuerpo inferior diseñadas para ser vistas desde el exterior.
de los monumentos a edícola documentados Los primeros impactos sobre la plástica ibe-
en Hispania, asociados más bien a pilastras rorromana se aprecian ya en los comienzos
lisas de orden toscano, relacionadas con el del siglo I a.C., pero no será hasta época
friso dórico típico de estas construcciones tardorrepublicana cuando se produzca la
(BELTRÁN, BAENA, 1996). verdadera recepción de los modelos itálicos.
Éste segundo cuerpo actuaría de marco En ámbito funerario los modelos a seguir
escenográfico para la estatua de la difunta, fueron los palliati, las Pudicitias y Grandes
acompañada probablemente de otras imáge- Herculanenses (LEÓN, 1990, 368), aunque
nes pertenecientes a miembros de la familia. con el apego a la tradición local en el uso
La introducción del retrato funerario en His- de la piedra caliza y arenisca, tal como se
observa en varias esculturas procedentes de
8
un monumento funerario en Baetulo (GUI-
| Sólo en los ejemplos procedentes de la necró-
TART, 1976, 160 ss., LÁM. XLII, 1 y 2, LÁM.
polis de Carmona (Sevilla) (BENDALA, 1976) y los mo-
numentos funerarios de Baetulo (Badalona) (GUITART, XLIII, 1). Poco a poco el mármol sustituiría
1976, 160 ss.) y Abla (Almería) (MARTÍNEZ GARCÍA, a los materiales locales, apreciándose me-
1990, 7 ss.) podemos establecer relaciones directas en- joras técnicas y artísticas relacionadas con
tre las tumbas y su decoración escultórica. la presencia de expertos escultores llegados
9
| Se trata de esculturas elaboradas en mármol,
en ocasiones muy fragmentadas. Algunas conservan las
desde la Urbs (LEÓN, 1990, 370). Un ejem-
huellas que indican que la cabeza estaba labrada en plo del estilo depurado y elegante que se va
otro bloque, hoy perdido. Las representaciones mascu- configurando es la escultura carmonense de
linas visten la toga y en el caso de la procedente de la Servilia (BENDALA, 1976).
C/ Sánchez de Feria (LÓPEZ LÓPEZ, 1998, 62 ss., nº
34, lám. XXXII, A-C) luce, además, los calcei de rango Lamentablemente, la mayoría de es-
ecuestre que nos remiten a un personaje de elevado tatuas documentadas en Hispania nos re-
prestigio. Por su parte, la única figura femenina del gru-
po aparece ataviada con una túnica plisada que cubre,
miten a figuras acéfalas, completamente
casi por completo, los pies y un manto que envuelve descontextualizadas, lo que impide su iden-
el cuerpo. Las partes posteriores de las figuras apenas tificación e interpretación funeraria8. Así
están trabajadas lo que nos indica que su punto de vista sucede con el conjunto de figuras proceden-
era frontal, quedando adosadas a alguna estructura, tal
tes de sectores extramuros de Colonia Patri-
vez una edícola, o incluso sujetas como demuestra el
perno metálico que aún conserva la recuperada en el cia9 (LÓPEZ, 1997, 95-116; LÓPEZ LÓPEZ,
entorno de San Lorenzo (LÓPEZ LÓPEZ, 1997, 103ss., 1998, 67 ss., nº 36, lám. XXXIV, A-D; 62 ss.,
lám. VI-IX; 1998, 60 ss., nº 32, lám. XXX, A-D). Los plie- nº 34, lám. XXXII, A-C; 97 ss., lám. I; 1998,
gues planos y pesados distribuidos de forma sencilla, 25, nº1, lám. I, A-B; 60 ss., nº 32, lám. XXX,
así como la reproducción de tipos como el de bracchio
cohibito con sinus (GOETTE, 1990, 27-28) o Eumachia-
A-D; 29, nº 4, lám. V, A-D). La importancia
Fundilia, recuerdan a las estelas funerarias tardorrepu- de la pieza hallada en la C/ Muñices reside
blicanas (LÓPEZ LÓPEZ, 1998; KOCKEL, 1993). en el hecho de ser la única que, por el mo-

314 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA... –––––––––––––––––––––––––––––

aplicado –recinto bajo y sin ningún tipo de


adorno– responde con exactitud al modelo
bien conocido en Roma y otras ciudades de
Italia para momentos tardorrepublicanos,
cuyo fin último era realzar la contemplación
del monumento central11 (VAQUERIZO,
2001a, 170).

IMBRICACIÓN URBANÍSTICA

Desde la fundación de la ciudad por parte de


FIG. 9. Parte del recinto funerario que rodeaba Claudio Marcelo (en torno al segundo cuar-
el MF-1
to del siglo II a.C.) (LEÓN, 1999, 39) hasta
finales del siglo I a.C., ya inmersos en el pe-
mento, puede ser asociada de forma directa ríodo augusteo, apenas contamos con datos
con su monumento funerario. La asociación suficientes con los que configurar el paisaje
con algún tipo de edificación queda compro- funerario del momento (vid. VAQUERIZO,
bada por el escaso trabajo, casi un esbozo, 2005, 192-198). Es más, existen muchas di-
de la parte trasera de la figura, lo que nos ficultades a la hora de definir la necrópolis
indica su relación con una estructura. republicana de Corduba, completamente
En cuanto al remate de la construcción desconocida en la actualidad. Pero un re-
sólo podemos suponerlo piramidal –Torre de ciente estudio acerca del proceso de mo-
los Escipiones (GAMER, 1981, 71-94), Mo- numentalización en las áreas funerarias de
numento de Lucio Valerio Nepote (GUTIÉ- la Córdoba romana (RUIZ OSUNA, 2005b)
RREZ BEHEMERID, 1993, 155-169), Colo- ha permitido conocer las pocas manifesta-
nia Salaria (BELTRÁN, BAENA, 1996b)– o ciones adscritas a estos primeros tiempos,
a doble vertiente –Edeta (ARANEGUI, 1995, pertenecientes en su mayoría al período tar-
197-210)–, siguiendo los modelos más habi- dorrepublicano.
tuales para este tipo de edificios. Los vestigios más importantes aluden a
Tanto las características de la cimenta- dos inscripciones funerarias, configuradas
ción como el repertorio ornamental analiza- como bloques para encastrar, que nos con-
do nos remiten, casi con toda seguridad, a firman la existencia de estructuras funera-
un monumento de tipo edícola compuesto, rias de gran formato para estos momentos
como mínimo, de dos cuerpos sobre podio. iniciales. La más antigua, en la que se con-
Éste se completaba, finalmente, con la pre-
sencia de un empedrado, paralelo a su lien- 10
| Lamentablemente, uno de los cipos de facha-
zo septentrional, que culminaba en un cipo da, los que cuentan con más probabilidades de conte-
anepigráfico (Fig. 9) (LIÉBANA, 2004; RUIZ ner la inscripción funeraria, ha quedado embutido en el
perfil.
OSUNA, 2005b). Este empedrado actuaría a 11
| Posteriormente, estas fachadas irán adquirie-
modo de recinto funerario que, al carecer de ron rasgos arquitectónicos que acabarán por relegar a
alzado, refuerza la idea de locus disponiendo los propios monumento a un segundo plano (VAQUERI-
grandes cipos en sus esquinas10. El esquema ZO, 2001a, 170).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 315


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ

memora a un/a esclavo/a perteneciente a


una mujer de la gens Murria, ha sido recien-
temente hallada al Sur del antiguo recinto
republicano, en línea con la supuesta vía que
partía de una puerta ubicada en este sector
del lienzo amurallado y relacionada con los
restos de un posible monumento funera-
rio integrado en la cimentación del teatro
(RUIZ OSUNA, 2005b). Se confirmaría, así,
la existencia de la necrópolis republicana en
el sector meridional de la ciudad (VAQUE-
RIZO, 2001c, 123). La otra inscripción (CIL
II²/7 396), desaparecida en la actualidad,
fue descubierta reutilizada en la muralla
medieval cercana a la Torre de la Malmuer-
ta. Pertenece a Numerius Abullius Chriestus,
personaje del que las fuentes no han dejado
constancia, pero que debió contar con una
de las construcciones más impresionantes
de la ciudad, tal vez un monumento en for-
ma de altar (VAQUERIZO, 2005, 198).
Además de estas lápidas destaca la pre-
sencia de recintos funerarios de obra en
las cercanías de la Puerta de Osario (IBÁ-
ÑEZ, 1987; 1990, 179) y frente a la Puer-
ta de Gallegos, flanqueando la salida de la
via Corduba-Hispalis (VAQUERIZO, 2001a,
180 ss.; MURILLO, CARRILLO, 1999, 369;
MURILLO et alii, 2002, 253), así como dos
fustes jónicos y una basa ática, elaborados
en caliza, procedentes de la zona del Alcázar
de los Reyes Cristianos (MÁRQUEZ, 1998,
106-107, 119 y 202) y Cercadilla, respecti-
vamente (HIDALGO et alii, 1995, 214; MÁR-
QUEZ, 1998, 70, 116 y 118, Fig. 1,4, Lám.
2,3; 2002, 226, Lám. 4), ilustrativos de la
existencia de monumentos en forma de edí-
cola.
Se observa, pues, una fuerte dependen-
cia de modelos plenamente romanos, here-
deros del monumento “a dado”, cuyo origen FIG. 10. Reconstrucción de la fachada y perfil
se establece en el centro de la península del MF-1

316 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA... –––––––––––––––––––––––––––––

itálica en torno al siglo III a.C. (TORELLI, 1998, 101, 141 y 197, Lám. 27,3; VICENT,
1968, 32 ss.). Pero no será hasta el siglo I 1972-1974, 114ss; MÁRQUEZ, 1996, 212;
a.C. cuando se produzca el verdadero pro- 2002, 226, Lám. 28; TRILLMICH, 1999,
ceso de expansión fuera de Italia, en el que 172; VAQUERIZO, 2001b, 153 ss., Fig. 15)
la burguesía mercantil y las aristocracias lo- y la escultura femenina (LÓPEZ LÓPEZ,
cales jugarían un papel determinante como 1997, 95-117; 1998) que, aunque hallada
clientela de este tipo de construcciones intramuros, responde al prototipo funerario
(BELTRÁN, 1990, 186). por excelencia de figura estrecha y plana,
con actitud recogida, envuelta en un amplio
Es a partir de época augustea cuando
manto. Los escasos hallazgos de naturaleza
comienza una intensa actividad edilicia en
arquitectónica y ornamental adscritos a este
la ahora capital de Conventus y Provincia,
período se completan con los de carácter
que llevará a definirla como una “ciudad
epigráfico, protagonizados en gran medida
en obras” (LEÓN, 1999, 44), sentando las por bloques paralelepípedos, que ponen de
bases de los grandes programas oficiales y manifiesto la existencia de construcciones
de embellecimiento urbano en un intento de gran formato, hoy desaparecidas12 (RUIZ
de emular a la Urbs (MÁRQUEZ, 1998, 203 OSUNA, 2005b).
ss.). Una transformación urbana en la que,
además del poder imperial, participaron de La distribución espacial mantiene, gros-
forma muy activa las elites locales (VENTU- so modo, las características de la etapa tar-
RA, 1999, 57-72), las cuales, inmersas en la dorrepublicana, con una especial concentra-
práctica conocida como evergertismo (MEL- ción de hallazgos en las necrópolis septen-
CHOR, 1995), sufragaron parte de los gastos trional y occidental (RUIZ OSUNA, 2005b).
de carácter público, consiguiendo el recono- Se documenta la continuidad en el uso de
cimiento fundamental para el desarrollo de determinadas áreas funerarias, caso de Cer-
su cursus honorum. Una rivalidad que no cadilla, aunque el ejemplo más conspicuo lo
sólo tuvo lugar en los espacios públicos de representan los recintos funerarios ubicados
la ciudad, sino también en ámbito privado, frente a la Puerta de Gallegos (MURILLO,
doméstico y funerario, en los que el derro- CARRILLO, 1999, 369 ss.; VAQUERIZO,
che de grandiosidad y diversidad aplicados 2001a, 181), que, a pesar de ciertas refor-
en los modelos, sumado a la introducción de mas constructivas y planimétricas, respetan
la luxuria privata (MÁRQUEZ, 1998, 203), la misma orientación y traza de los anterio-
se tradujo en la erección de impresionantes res, lo que pone de manifiesto su carácter
construcciones arquitectónicas, especial- posiblemente familiar.
mente en ámbito sepulcral, en las que se Los hallazgos continúan buscando la
pone de manifiesto la competitividad de sus cercanía al recinto amurallado, aunque aho-
comitentes. ra se observa un ligero alejamiento. Este he-
Los restos funerarios fechados en esta cho puede deberse a que los sectores más
época son escasos, pero de gran importancia próximos a la ciudad se encontrarían ya
(RUIZ OSUNA, 2005b). Entre ellos podemos ocupados, lo que cabe interpretarse como
destacar los primeros elementos elabora-
dos en mármol, como el friso con guirnal- 12
| Nos referimos a la CIL II²/7 434, CIL II²/7
da conservado en el MAECO (MÁRQUEZ, 287, CIL II²/7 483 y CIL II²/7 287a.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 317


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ

un crecimiento horizontal de las necrópolis, al trazado de la via Augusta nova14, pervi-


siguiendo las principales vías de comunica- viendo algunas décadas más hasta su com-
ción, base de las futuras viae sepulchrales pleta amortización bajo estratos de revuelto
de Colonia Patricia, cuyo máximo desarro- fechados en época neroniana (LIÉBANA,
llo tiene lugar durante el siglo I d.C. (RUIZ 2004), un fenómeno que también se apre-
OSUNA, 2005b). cia en otras intervenciones realizadas en
En el caso de la necrópolis oriental, sec- la zona, concretamente en el denominado
tor en el que se ubica el conjunto que aquí “Vertedero A” localizado en el Palacio de
estudiamos, destaca el carácter funerario de Orive (MURILLO et alii, 1995).
la via Augusta vetus a su paso, determinado La zona volvería a retomar su carácter
por los hallazgos localizados en la C/ Mu- funerario tras el abandono del circo durante
ñices y las estructuras identificadas como el último cuarto del siglo II d.C. (LIÉBANA,
recintos funerarios excavadas en los jardi- 2004), como demuestra el hallazgo de inhu-
nes del Palacio de Orive (MURILLO et alii, maciones adscritas a esta segunda fase, así
2003, 64 ss.), que flanquearían la calzada como un camino de tierra que facilitaba el
en su tramo final. Esto pone de manifiesto paso por esta área funeraria.
la existencia de un importante sector sepul-
cral desde época temprana; pero la reforma
urbanística acaecida a partir de mediados
del siglo I d.C., con motivo de las obras del 4. CONCLUSIONES
complejo de Claudio Marcelo y el circo a él
asociado, que trasladaron 30 m al Norte la Contaríamos, así, con un sector de necrópo-
via Augusta, condujeron a la amortización lis fechado, por contextos estratigráficos y
de gran parte de las tumbas allí asentadas13 criterios estilísticos, en un momento no muy
(MURILLO et alii, 2003, 53-88). Así pues, alejado de los primeros años del mandato de
el conjunto funerario de la C/ Muñices ha- Augusto, por lo tanto, uno de los conjuntos
bría quedado fuera del buscado contexto de funerarios más antiguos de los conocidos para
representación, localizado ahora en torno Colonia Patricia. Su temprana cronología no
repercute en la monumentalidad del mismo
ni en la conformación de la via Augusta vetus
13
| Vestigios de algunas de estas construcciones
como una auténtica Grabstrasse, flanquea-
funerarias pueden observarse en el fragmento de más-
cara de esclavo encontrada en la zona (PEÑA, 2002, da por diversos monumentos funerarios. En
239-240) y en las estelas, arae y cupa (VAQUERIZO, general, los tipos arquitectónicos responden
2006, 336) reutilizadas en el antemuro que refuerza la a planteamientos plenamente romanos, en
función de las antérides del templo de la C/ Claudio cuya introducción debió jugar un papel fun-
Marcelo.
14
| La modificación urbanística generó un nuevo
damental el contingente itálico asentado
sector funerario de gran prestigio e impacto visual, po- en la ciudad, el cual seguiría fiel a sus tradi-
siblemente utilizado por las elites locales para exposi- ciones de origen. Unos modelos que fueron
ción de sus monumentos funerarios, cuyos restos han aceptados rápidamente por las oligarquías in-
sido localizado en C/ San Pablo (RUIZ NIETO, 1999; dígenas que a través de los mismos demostra-
VAQUERIZO, 2001a, 194 ss.), C/ Realejo (PENCO,
1998a, 9 y 18; 1998b; VAQUERIZO, 2001a, 196 ss.),
ron su adhesión al nuevo régimen, así como
iglesia de San Andrés (VAQUERIZO, 2002, 181) y barrio su situación de privilegio con respecto a sus
de San Lorenzo (RUIZ OSUNA, 2005b). conciudadanos (RUIZ OSUNA, 2005b).

318 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LOS MONUMENTOS FUNERARIOS DE LA PLAZA DE LA MAGDALENA... –––––––––––––––––––––––––––––

En este ambiente debemos entender configuración de los pliegues, poniendo


la erección de los monumentos localizados de manifiesto la presencia en la ciudad de
durante la A.A.P. en la C/ Muñices, entre talleres actualizados, aunque poco cualifi-
los que destaca el MF-1, el único que junto cados, como denotan la desconexión ana-
al MF-4, identificado como un recinto, ha tómica, las imprecisiones en la vestimenta,
permitido una propuesta de reconstrucción el relieve aplanado de los pliegues, la mar-
completa hasta el momento de su fisonomía cada pobreza en la ejecución y la ausencia
original. La cimentación y restos de deco- de refinamiento en los detalles, lo que nos
ración nos remiten a una construcción en ilustra, además, sobre una clientela poco
forma de edícola, de dos pisos sobre podio, exigente (LEÓN, 1990, 370).
con una altura superior a los 35 pies. Sin
lugar a dudas, las dimensiones y caracterís- Esta idea contrasta, sin embargo, con el
ticas de la misma, así como su ubicación, material y labra excepcional de otras piezas
junto a una de las principales vías de la ciu- de semejante cronología, como el friso de
dad, nos remiten a un personaje de cierta mármol con decoración de guirnalda con-
posición social, que se confirma a través del servado en el Museo Arqueológico y Etno-
uso de la statua funeraria, elemento propio lógico de Córdoba (MÁRQUEZ, 1998, 101,
de los emperadores y de la aristocracia, en 141 y 197, Lám. 27,3; VICENT, 1972-1974,
general, debido a su elevado coste y signi- 114ss; MÁRQUEZ, 1996, 212; 2002, 226,
ficativo carácter honorífico (BAENA, 1996, Lám. 28; TRILLMICH, 1999, 172; VAQUERI-
32 ss.). Posteriormente alcanzaría a otros ZO, 2001b, 153 ss., Fig. 15), interpretado
grupos sociales, caso de los libertos, que la como fruto de un artista venido desde Italia
utilizaron para manifestar su recién ganado (TRILLMICH, 1999, 192), o bien un produc-
estatus (EDMONSON, NOGALES, TRILLMI- to de importación (MÁRQUEZ, 2002, 237).
CH, 2001, 93). Con los datos expuestos podemos afir-
Sin embargo, la profusión de modelos mar que el proceso de monumentalización
itálicos no implica una completa desapa- funeraria, con base en el empleo de la pie-
rición del substrato local (RUIZ OSUNA, dra local, primero, y del mármol, después,
2005b), cuyas huellas, que no pueden ser comenzó en momentos tempranos, al igual
valoradas en su justa medida ante el des- que hemos indicado en el caso de la arqui-
conocimiento de la necrópolis y prácticas tectura urbana. De gran importancia deben
funerarias de la Corduba prerromana, per- ser considerados los influjos foráneos que,
manecen en el uso de urnas de tradición in- en buena medida, introdujeron los propios
dígena, el mantenimiento de determinados itálicos asentados en la ciudad, los cuales
tipos, caso de la dama oferente del “Camino permanecieron fieles a sus tradiciones y cos-
Viejo de Almódovar”, o en la existencia de tumbres, creando un ambiente idéntico al
talleres que manifiestan cierto apego a las de sus respectivos lugares de origen (MÁR-
formas de trabajar y característica de la es- QUEZ, 1998, 201) y convirtiendo a Colonia
cultura ibérica (VAQUERIZO, 2001b, 155). Patricia en un auténtico foco de difusión de
Este es el caso del torso femenino conserva- corrientes estilísticas, como corresponde a
do, en el que se observan rasgos que sigue su condición de capital, que se deja sentir
los modelos oficiales para la vestimenta y en su ámbito más cercano.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 319


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EL POBLAMIENTO DEL AGER


CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS ANALES
RURALES1 DE ARQUEOLOGÍA
C OR D OB E S A
Mª DEL CARMEN RODRÍGUEZ SÁNCHEZ
número 17 (2006)
CONVENIO UCO-GMU

E-mail: mcrodriguez@arqueocordoba.com VOL. I / PÁGS. 325 - 352

RESUMEN

El presente artículo analiza, desde el punto de vista arqueo-


lógico, la configuración física del territorio de Colonia Patricia
Corduba y la evolución diacrónica de su poblamiento, prestando
especial atención a las manifestaciones funerarias documentadas
fuera del contexto urbano, así como su vinculación con los asen-
tamientos rurales y su integración en el ager cordubensis.

ABSTRACT

The present article analyses, from archeological point of


view, the physical configuration of Colonia Patricia Corduba te-
rritory and the diachronical evolution of its townships, giving
special attention to the funeral manifestations documented out-
side of urban context, so that its linking with the rural shanties
town and the integration in the ager cordubensis.

1
| Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación “Espacios y
usos funerarios en la ciudad histórica. El ejemplo cordobés (siglos II a. C.-XV
d.C.)”, financiado por el Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo
e Innovación Tecnológica 2002-2003 del Ministerio español de Ciencia y Tec-
nología, con apoyo de la Unión Europea a través de sus fondos FEDER (Ref.
BHA 2003-08677). Del mismo modo, se inscribe en el Convenio de Colabora-
ción que el Grupo de Investigación del P.A.I. HUM-236, integrado por todos los
miembros del Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba, mantiene con
la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento local para el estudio de
Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único (www.arqueocor-
doba.com).

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INTRODUCCIÓN cial en las últimas décadas gracias al cre-


ciente interés por comprender el funciona-
Uno de los objetivos que llevó consigo el pro- miento de los territorios romanos, de forma
ceso de romanización consistió en la funda- que ambos espacios, ciudades y campos, van
ción -dentro de los territorios conquistados- a configurar un mundo de interrelaciones
de ciudades ex novo y otras sobre hábitats que deben ser estudiadas en su conjunto.
preexistentes, convirtiéndose en auténticos
núcleos urbanos interconectados entre sí
mediante un sistema de comunicaciones EL AGER CORDUBENSIS.
perfectamente establecido. Sin embargo,
DEFINICIÓN Y LÍMITES.
no podemos aceptar la idea de que dichas
ciudades se encontraban aisladas en el terri-
En el caso de Colonia Patricia Corduba,
torio sino que cada una de ellas contó, ade-
la investigación arqueológica cordobesa
más del núcleo urbano, con un poblamiento ha experimentado en la última década un
rural estructurado dentro de unos límites crecimiento espectacular, con multitud de
administrativos claramente marcados. estudios centrados en numerosos aspectos
El Corpus Agrimensorum Romanorum urbanísticos de la ciudad romana. Sin em-
(CAR), obra que recopila los principales tra- bargo, los datos relativos a la organización
tados de agrimensura, ha definido unánime- territorial y al poblamiento rural contrastan
mente al territorium o ager como la superfi- con este panorama ante la ausencia de un
cie de tierra adscrita a una ciudad, definida estudio sistemático hasta el momento, de
por sus fronteras y sobre la que ésta ejerce ahí que veamos la necesidad de analizar lo
la jurisdicción a través de sus representan- que sucede más allá del perímetro amuralla-
tes (CASTILLO PASCUAL, 1996, 35). Por lo do de la ciudad, no sólo en relación con los
tanto, en el sistema de ordenación territo- asentamientos rústicos sino también con la
rial de época romana se distinguen dos uni- organización de sus necrópolis.
dades básicas, el espacio urbano y el rural; Existen numerosas fuentes de informa-
sin embargo, las fuentes literarias antiguas ción que nos permiten, si no reconstruir, al
ya concedían mayor atención a la ciudad menos aproximarnos, a la configuración de
–considerada como símbolo del progreso y los territorios romanos, desde tratados de
núcleo centralizador de la administración agrimensura (LÓPEZ PAZ, 1994; CASTILLO
municipal– frente a su entorno circundante, PASCUAL, 1996, 1998), leyes coloniales y
como si ésta existiese de forma independien- municipales (D´ORS, 1986, 1988; GONZÁ-
te (RODRIGUEZ NEILA, 1994b, 201). Dicha LEZ, 1990; RODRÍGUEZ DE BERLANGA,
tendencia ha continuado hasta nuestros días 1995, 2000; MANGAS, 2001), representa-
por parte de la investigación arqueológica, ciones de planos catastrales (PIGANIOL,
que se ha centrado casi exclusivamente en 1962; SÁEZ, 1990; SÁEZ-PÉREZ, 1993;
conocer y explicar los fenómenos culturales CAVALIERI-MANASSE, 2000, 2002; MAYER-
que se desarrollaron en las ciudades anti- OLESTI, 2001), marcas de confín o termini
guas, relegando a un segundo plano los que (LÓPEZ PAZ, 1994; CASTILLO PASCUAL,
afectaron al ámbito rural. Por fortuna, este 1996), arcos honoríficos con una función te-
panorama está sufriendo un cambio sustan- rritorial (FABRÉ et alii, 1984; ARCE, 1987;

326 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES ––––––––––––––––––––––––

LIZ, 1988; CORTIJO, 1993b; DUPRÉ, 1994; epigráfica en el entorno rural (RODRÍGUEZ
STYLOW-HESBERG, 2004), restos de redes NEILA, 1994a, 425-460; VENTURA, 1994,
catastrales o centuriaciones (AA.VV., 1974; 308; STYLOW et alii, 1995, 158), así como
GÓMEZ PANTOJA, 1979; GORGES, 1982, determinados elementos geográficos del
1983; AA.VV., 1984; ARIÑO, 1986, 1990; paisaje, fundamentalmente ríos y montes.
CORTIJO, 1988, 1990; ARIÑO et alii, 2004), Por tanto, teniendo en cuenta dichos
la red viaria y la distribución de los miliarios elementos y las hipótesis formuladas por
(SILLIÈRES, 1976b; 1990), la dispersión epi- diversos investigadores4, el territorio de
gráfica por el territorio (CORTIJO, 1993b;
IGLESIAS, 1993, 1996) y hasta la propia
2
| En este sentido, la única descripción que po-
geomorfología del paisaje. Sin embargo, su
seemos al respecto procede del geógrafo griego Estra-
escasa aparición y las transformaciones que bón (III, 2, 1), según el cual dicho territorio dominaba
éste ha sufrido a lo largo de los siglos deter- un gran trecho del Baetis y era muy amplio.
minan la falta de huellas que nos permitan 3
| Uno de los criterios más fiables para intentar
reconocer su aspecto original. definir el ager cordubensis se fundamenta en la exis-
tencia de otras ciudades colindantes que poseen un
Esto es, precisamente, lo que sucede en estatuto jurídico y, por lo tanto, un territorio propio.
el caso de Corduba, donde la información Sin embargo, estas comunidades alcanzan el estatuto
colonial y municipal en distintos momentos cronológi-
que las fuentes literarias clásicas nos pro- cos, por lo que el territorio de Corduba ha podido sufrir
porcionan sobre el ager cordubensis es muy variaciones a lo largo del tiempo.
vaga e imprecisa2. Este hecho nos obliga a 4
| La delimitación del territorio adscrito a la
recurrir al estudio conjunto de otros testi- Córdoba romana ha suscitado el interés de numerosos
investigadores, que han tratado de establecer unos lí-
monios obtenidos de diversas ciencias como
mites razonables para el mismo, si bien los sucesivos
la Arqueología, la Epigrafía o la Geografía. descubrimientos epigráficos y arqueológicos de la pro-
Con el fin de realizar una propuesta plani- vincia han determinado la continua revisión del ager
métrica del territorio de Colonia Patricia, cordubensis. La primera propuesta de delimitación
hemos tenido en cuenta numerosos factores se remonta al año 1983, cuando R. Knapp realiza un
estudio integral de la ciudad romana en el que tam-
basados en las distancias medias entre la bién aporta algunas notas sobre el terreno adscrito a
colonia y otras comunidades circundantes3, su jurisdicción (KNAPP, 1983, 36-39). Unos años más
sus unidades intraterritoriales como los tarde, J. F. Rodríguez Neila retoma este tema en una
pagi, vici y mansiones (KNAPP, 1983, 37-39; publicación donde realiza un recorrido por la historia
de Córdoba, desde la Prehistoria hasta el período visi-
CURCHIN, 1985, 338-339; STYLOW, 1988, godo. Sin embargo, apenas aporta nuevos datos sobre
116; RODRÍGUEZ NEILA, 1992, 192; COR- el territorium de Corduba ya que sigue íntegramente
TIJO, 1993b, 242-243; MELCHOR, 2004, la propuesta formulada por R. Knapp (RODRÍGUEZ
107-108), un posible arco territorial que po- NEILA, 1988, 311-312). La primera modificación de
los confines planteados por dicho autor es realizada por
dría señalar su frontera septentrional (NIER-
Mª L. Cortijo en 1993, cuyo planteamiento respeta las
HAUS, 1964, 201; ARCE, 1987, 79; AA.VV., distancias medias entre la colonia y las ciudades cir-
1992, 583), restos de centuriación (LÓPEZ cundantes y tiene en cuenta diversas unidades geográ-
ONTIVEROS, 1974, 36-39; VENTURA, 1991; ficas, que pudieron marcar los confines de su territorio
BERMÚDEZ, 1993, 265-266; CORZO, 1996, (CORTIJO, 1993b, 216-218). Esta delimitación va a
sufrir algunas modificaciones posteriores, sobre todo a
63-76), la distribución de miliarios con un raíz de los comentarios y planos publicados en la nueva
posible valor fronterizo (SILLIÈRES, 1990, edición del Corpus Inscriptionum Latinarum. Editio al-
791-792; MELCHOR, 1995), la distribución tera. Vol. II/Pars VII: Conventus Cordubensis (STYLOW

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 327


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Colonia Patricia presentaría unos lími- podría marcar sus confines orientales (MEL-
tes orientales que discurrirían por los ríos CHOR, 1995, 88; 2004, 106). La frontera se-
Guadalbarbo y Guadalmellato hasta el Gua- guiría por el cauce del Guadatín y, dejando
dalquivir (KNAPP, 1983, 37-38; CORTIJO, al E. el municipio flavio de Torre Albolafia5,
1993b, 218). Justo en este punto, se situaría continuaría por el S. siguiendo una línea
Ad Decumum, mansio de la vía Augusta cuya de cerros en torno a la cota de los 300 m.
localización a diez millas al E. de la colonia hasta Ad Aras, mansio de la via Augusta lo-
calizada en las proximidades de La Carlota
que alude a unos altares, quizá fronterizos
et alii, 1995). Finalmente, la hipótesis más reciente so- (KNAPP, 1983, 36; CORTIJO, 1993b, 218;
bre este tema ha sido formulada por E. Melchor en un MELCHOR, 1995, 95; 2004, 107).
trabajo que sintetiza y actualiza todas las propuestas
anteriores (MELCHOR, 2004, 106-107). Desde Ad Aras, la frontera occidental
5
| Yacimiento en el que se documentan numero- coincidiría con una unidad geográfica muy
sos vestigios de época altoimperial así como los restos
pedregosa, el glacis villafranquiense, que
emergentes de una torre medieval, en cuyo dintel se
observa la siguiente inscripción: “...Crasso IIvir / d d hace incultivable el terreno en amplios sec-
/ huic post mortem / laudatio inpensa / funeris statva tores (GARCÍA ROMERO, 2002, 61) y que
/ decreta sunt. / fili eius honore / usi sunt inpensam / quizá pueda identificarse con los loca extra
remiserunt” (SERRANO-MORENA, 1984, 136). La pre- clusa y los loca relicta, unos tipos de tierras
sencia de un epígrafe donde Crasso, personaje que ha
desempeñado el duunvirato, recibe a su muerte honores
estériles que los agrimensores situaban en
póstumos por el ordo local (laudatio, statua), induce a los confines del territorio (CASTILLO PAS-
pensar a A. U. Stylow en la más que probable existencia CUAL, 1996, 132). Al N. del Guadalquivir,
de este municipio (STYLOW et alii, 1995, 165 y pla- los límites seguirían los cursos del arroyo
nos).
6
Guadarromán, el río Guadiato y su afluente
| Aunque se ha planteado la posibilidad de que
este fragmento formara parte de un sarcófago (BEL- el Guadiatillo (MELCHOR, 2004, 107) para
TRÁN, 1999, 62), el paralelismo de la escena con los enlazar con la Sierra de los Santos, cerca de
relieves del arco de Constantino, su proximidad a la vía Espiel.
que comunicaba la zona NE. del conventus cordubensis
y su relación con el río Guadalbarbo, parecen confirmar Como elementos territoriales que pudie-
el carácter fronterizo de este monumento, hoy perdi- ron tener un valor fronterizo destacamos un
do. relieve procedente del Cerro de la Chimorra
7
| La aparición de este epígrafe, fechado a me-
(NIERHAUS, 1964, 185-212), posiblemente
diados del siglo I d. C., además de implicar la existencia
de un recinto sagrado sobre el que posteriormente se asociado a un arco territorial6; el Germo,
dispuso el templo de culto cristiano, pudo haber po- donde se localiza una basílica y necrópo-
tenciado el valor fronterizo de esta zona, utilizándose lis visigoda y donde apareció un ara votiva
como elemento delimitador (CORTIJO, 1993b, 218). romana (CIL II2/7, 702)7, la mencionada
8
| El topónimo hace referencia a la inscripción
CIL II2/7, 701, hoy destruida, que fue tallada directa-
mansio de Ad Aras; la Piedra Escrita, que
mente en la roca de la ladera occidental del Cerro de alude a una inscripción tallada en la roca de
Piedras Pardas, en la margen izquierda del Guadiato, y un cerro cercano al Guadiato8 (STYLOW et
que, por su lugar de ubicación en una zona tan abrupta, alii, 1995, 158) y, por último, el miliario de
quizá se tratase de un terminus finalis. Villanueva del Rey (MELLADO-PURO, 1987,
9
| Dicho carácter territorial ha sido puesto de
manifiesto por P. Sillières, al observar que sólo en las
345-348) cuya situación, a una distancia
vías más importantes aparecen estos indicadores, espe- media entre Corduba y Mellaria, pudo tener
cialmente colocados a la entrada de las ciudades, en un carácter fronterizo9.

328 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES ––––––––––––––––––––––––

EL POBLAMIENTO DEL AGER dentro de los cuales podemos distinguir los


siguientes tipos:
CORDUBENSIS
2.1. Asentamientos de Primer Orden.
Dentro de este territorio han sido docu- Presentan un amplio elenco de materiales,
mentados más de un centenar de hábitats especialmente cerámicos, restos de cons-
rurales, cuya sistematización se ha basado trucción y sobre todo elementos (placas de
en el análisis funcional a partir de sus restos mármol, restos de mosaico, estuco pintado,
materiales. De este modo, se ha tenido en etc.) que nos indican que, en un momento
cuenta el tipo de actividad económica desa- dado, existió un parte residencial dedicada
rrollada en cada uno de ellos así como el es- a la vivienda, bien del dueño de la hacienda,
pacio geográfico en el que se ubican, puesto bien de su encargado. No empleamos el tér-
que éste va a marcar de manera significativa mino villa por las dificultades que entraña
el tipo de explotación del medio físico que su definición y uso, así como por el peligro
se realiza en cada asentamiento. que supone utilizar un término tan general
en un proceso tan amplio en el tiempo y en
Partiendo de estas consideraciones, he- el espacio (CARRILLO, 1991, 228).
mos diferenciado cuatro grandes bloques
jerarquizados de yacimientos que corres- 2.2. Asentamientos de Segundo Orden.
ponden a: Se caracterizan por su dedicación eminen-
temente agrícola y que pueden o no poseer,
1. Poblados. Se identifican con núcleos si se excavasen, una zona residencial10. Sus
de población que se diferencian de la ciudad características serían muy similares a los
no solo en los aspectos jurídico-políticos, asentamientos de Primer Orden, aunque
administrativos y religiosos sino también faltarían aquellos elementos que nos per-
en los datos arqueológicos (extensión de la mitirían suponer la existencia de una zona
zona de dispersión de materiales, área del residencial (CARRILLO, 1991, 230).
perímetro amurallado, emisión de moneda,
restos escultóricos y epigráficos, etc.). Su 2.3. Asentamientos de Tercer Orden. Por
importancia deriva de sus funciones econó- un lado, se incluirían aquellos asentamien-
micas, ya que ejercían el mismo poder de tos que, dada la escasez de datos –reducidos
atracción sobre los asentamientos rurales y generalmente a la presencia de ladrillos y te-
suplantarían a la ciudad en funciones prima- jas o cerámica común–, no es posible incluir
rias como la redistribución del excedente o en ninguna de las categorías anteriores e
el intercambio de productos especializados. incluso plantean dudas sobre su adscripción
Este fenómeno se produciría en las zonas cultural. Pero algunos de ellos podrían co-
más alejadas de los núcleos urbanos, obe- rresponder a una categoría estrictamente de
deciendo así al principio de minimización asentamientos rurales, caracterizada por su
del esfuerzo (CARRILLO-HIDALGO, 1990,
37-68; CARRILLO, 1991, 225-252; VAQUE- encrucijadas de caminos o en los confines del territorio
RIZO et alii, 1991, 143). (SILLIÈRES, 1990, 791-792), como podría ser el caso
del miliario de Villanueva del Rey.
2. Asentamientos agropecuarios. Co- 10
| Es decir, si se comprobase la existencia de una
rresponden a aquéllos en los que se desa- pars urbana, el asentamiento pasaría a formar parte de
rrollan actividades agrícolas y/o ganaderas, la tipología 2.1.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 329


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absoluta dependencia con respecto a otros un centro de transformación del mineral al


núcleos y por la pobreza de su cultura mate- lado de los filones explotados (FERNÁNDEZ
rial (CARRILLO, 1991, 230). OCHOA et alii, 2002, 74).
2.4. Construcciones de almacenamiento 3.2. Centros metalúrgicos (fundicio-
agropecuario. Esta tipología engloba a las zo- nes). Enclaves donde se documentan estruc-
nas destinadas al almacenamiento de los pro- turas –especialmente hornos de tostación– y
ductos agrícolas que no forman parte de la escoriales que demuestran una intensa de-
unidad constructiva del asentamiento rural, dicación a la metalurgia. Evidentemente,
es decir, nos referimos fundamentalmente a estas fundiciones han debido de tener un
los campos de silos ubicados dentro del área hábitat asociado a ellas en alguna zona más
de influencia de un determinado yacimiento, o menos próxima a los talleres y normalmen-
ya sea de Primer, Segundo o Tercer Orden. te se disponen cerca de cursos fluviales o en
Suponemos que dichos asentamientos deben áreas boscosas, ante la necesidad de agua y
constar de espacios destinados al almacena- madera en el proceso de transformación del
miento de los productos generados en su en- mineral (FERNÁNDEZ OCHOA et alii, 2002,
torno pero, ante la imposibilidad de detectar 75).
áreas funcionales únicamente con los datos
extraídos de una prospección superficial, he- 3.3. Poblados mineros. Lugar de habita-
mos optado por adjudicar una categoría espe- ción de los trabajadores de una mina con esa
cífica a este tipo de construcciones aisladas. estricta función y sin estar vinculados a tra-
bajos metalúrgicos (FERNÁNDEZ OCHOA et
2.5. Alfares. Centros de producción ce- alii, 2002, 74).
rámica que pueden encontrarse de forma
aislada o formando parte de un asentamien- 3.4. Explotaciones a cielo abierto (cor-
to de distinta entidad. Se caracterizan por tas y canteras). Dentro de esta tipología se
una gran concentración de materiales cerá- distinguen rafas, con las que se denomina
micos, que en el contexto que analizamos a zanjas largas y estrechas; cortas (más am-
son fundamentalmente ánforas oleícolas, plias que las anteriores); embudos, que con-
algunos de los cuales suelen presentar de- sisten en fosas circulares y poco profundas
fectos de cocción. Aunque no es habitual en y, por último, frentes en ladera, que se efec-
un análisis superficial del terreno, se pueden túan en una ladera hacia delante (GARCÍA
detectar los restos emergentes de los hornos ROMERO, 2002, 251 ss.).
que nos indiquen claramente la funcionali- 3.5. Explotaciones subterráneas. En
dad de estos espacios. este tipo de explotación se distinguen dos
3. Asentamientos mineros y extractivos. variantes: galerías –que tienen un desarrollo
Basan su actividad económica en el proceso horizontal con una forma rectangular, trape-
de trabajo del mineral, desde la extracción zoidal u oval– y pozos, de desarrollo vertical y
en los filones hasta su fundición en los cen- gran variedad tipológica –sección cuadrada,
tros metalúrgicos, entre los que se disponen gemelos, virados, helicoidales, etc.– (GAR-
los siguientes tipos: CÍA ROMERO, 2002, 256 ss.).
3.1. Complejos minero-metalúrgicos. 4. Necrópolis. Yacimientos en los que
Asentamientos que agrupan un poblado y sólo conservamos vestigios de su ocupación

330 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES ––––––––––––––––––––––––

como lugares de enterramiento en un ám-


bito estrictamente rural (CARRILLO, 1991,
230), si bien, como veremos más adelante,
pueden formar parte de un asentamiento
rústico de distinta entidad, bien agropecua-
rio, bien minero-metalúrgico.
Dentro del ager cordubensis, los asenta-
mientos rurales sufren un proceso de eclo-
sión, desarrollo y abandono a lo largo de las
tres grandes etapas de época romana: la Re-
pública, el Alto Imperio y el Bajo Imperio, LÁMINA 1. Evolución diacrónica del poblamiento
rural del ager cordubensis.
aportando interesantes resultados en cuan-
to a su tipología, distribución y evolución en
el territorio (Lám. 1). pues, durante los siglos I-II d. C. se registran
ochenta y dos asentamientos de diversas
En primer lugar, se observa que duran-
tipologías, sesenta de los cuales surgen en
te la fase republicana el número de asenta-
este momento y veintidós tienen una ocu-
mientos se limita a un 6,4% del total, docu-
pación previa durante el Bronce Final y/o el
mentándose un solo poblado –situado en el
Período Turdetano. Esto supone que, tras un
extremo oriental del fines de Corduba–, cua-
hiatus poblacional en la fase republicana, los
tro asentamientos agropecuarios distribui- antiguos núcleos protohistóricos vuelven a
dos por la Campiña y destacando sobre todo ser habitados esta vez por los ciudadanos de
la presencia de los yacimientos mineros más la colonia.
importantes de Sierra Morena, fundamen-
talmente el complejo minero-metalúrgico Durante el Bajo Imperio asistimos a un
de Cerro Muriano. progresivo abandono de los núcleos anterio-
res, sobre todo los relacionados con las ac-
Este porcentaje sufre un espectacular tividades metalúrgicas, mientras se mantie-
crecimiento a partir del siglo I d. C., mo- nen las principales explotaciones agrícolas
mento en el que surgen el 65,6% de los yaci- republicanas y altoimperiales, que suponen
mientos, si bien será a partir de las dinastías el 28% en esta última fase. De este modo,
julioclaudia y flavia cuando se produce la tras la gran colonización agrícola que se
mayor expansión de los núcleos rurales. Por inicia en el siglo I d. C., muchos de los nú-
lo tanto, y a diferencia de la fase anterior, cleos rurales desaparecen durante la etapa
en la etapa altoimperial asistimos a la au- bajoimperial, concentrándose el hábitat en
téntica expansión del poblamiento rural de determinados asentamientos, sobre todo en
Colonia Patricia. En líneas generales, vamos los de tipo agropecuario. La opinión de que
a presenciar un espectacular aumento de los en la época tardía se produce la aparición de
asentamientos agropecuarios –que suponen las grandes villae junto a una concentración
el 90% en esta fase–, y la incorporación de de la propiedad parece tener sentido en este
nuevos núcleos mineros a los ya existentes, análisis, ya que de la totalidad de los asenta-
si bien la mayoría de éstos últimos serán mientos que perduran hasta el Bajo Imperio,
abandonados a finales del siglo II d. C. Así el 46% presenta un elenco de materiales que

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 331


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prueba la existencia de una zona residencial que confirman el alto grado de antropiza-
en dichos núcleos. Asimismo, se produce un ción de dicho sector y la posible fosilización
paulatino descenso de los centros mineros, de su división catastral11.
abandonados ya a principios del siglo III d.
Tradicionalmente, se había pensado que
C., aunque se mantienen activos hasta el
la organización del territorio de Corduba
siglo IV el 25% de ellos, sobre todo los con-
mediante el sistema de la centuriatio debió
centrados en la estribación meridional de la
realizarse en dos etapas, una a mediados del
sierra, a lo largo del limes de Valdepuentes.
siglo II a. C. –coincidiendo con la fundación
Al examinar la evolución de los asenta- de la ciudad– y otra durante la deductio efec-
mientos rurales, llama la atención la escasez tuada por Augusto, en torno a los años 15-12
de yacimientos durante el período republi- a. C.12 (RODRÍGUEZ NEILA, 1988, 305-310,
cano frente a la gran proliferación de los 1992, 191; CORZO, 1996, 74). No obstan-
núcleos agrícolas que se inicia en época de te, la realidad arqueológica nos demuestra
Augusto, de modo que este hecho nos podría que la nueva estructuración se ejecuta en el
estar indicando la aplicación de un sistema segundo momento. La intervención de Au-
de reparto de tierras a finales del siglo I a. gusto supuso la concesión del estatuto co-
C., que alcanzaría su mayor desarrollo a lo lonial a la ciudad y la consiguiente deductio
largo de los siglos I y II d. C. Precisamente, de veteranos, de modo que esta promoción
el sector occidental del ager cordubensis, jurídica exigió una reorganización territo-
comprendido en una amplia franja entre las rial con el establecimiento de los límites ex-
estribaciones meridionales de la sierra cor- ternos, así como de una división ortogonal y
dobesa y el río Guadalquivir, presenta ma- estructurada del suelo. Estos acontecimien-
yores indicios de una posible centuriación. tos históricos tienen su reflejo en el registro
Esta hipótesis, formulada con anterioridad a arqueológico del núcleo urbano, que sufrió
nuestro análisis (LÓPEZ ONTIVEROS, 1974, un proceso de monumentalización genera-
39; VENTURA, 1991, BERMÚDEZ, 1993, lizado así como una ampliación del recinto
265-266), se basa en una sucesión de asen- amurallado hacia el río, destinado probable-
tamientos altoimperiales, dispuestos entre mente a acoger el incremento poblacional
sí a una distancia media de 1.300-1.400 m., (VENTURA, 1996b, 142).
Asimismo, durante esta fase se produce
11
| En la zona más septentrional y siguiendo el el establecimiento definitivo de la red viaria
trazado del Aqua Augusta se sitúan de oeste a este los (MELCHOR, 1995, 74), que se convierte
yacimientos de Las Pitas, Córdoba la Vieja, Mezquita de junto con el Baetis en el principal eje articu-
al-Zahra, San Jerónimo, Matadero ICCOSA, San José lador del territorio y en la base de la centu-
y San Rafael de la Albaida. Más al sur, en un área flan-
queado por la vía Corbuba-Hispalis y la línea del Baetis,
riación. Finalmente, también contamos con
se disponen los asentamientos de Encinarejo II, Los dos menciones epigráficas que aluden direc-
Molinos, Majaneque, La Barquera, Quintos, El Castillo, tamente a la nueva organización de los terre-
Fontanar de Cuestablanquilla, El Alcaide y Cañito de nos coloniales. La primera (CIL II2/7, 699a)
María Ruiz. establece una servitus viae en el Camino del
12
| El asentamiento de veteranos fue conmemora-
do en una serie monetal de dupondios acuñados en la
Pretorio, de modo que es posible relacionar
colonia, que muestran un águila y estandartes legiona- este hito de la segunda mitad del siglo I a.
rios en el reverso (CHAVES, 1977, 96). C. con la elevación del estatuto de la ciudad

332 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES ––––––––––––––––––––––––

y la concesión de tierras (VENTURA, 1993b, cuentran en los confines, pero no siempre


56). La segunda inscripción (CIL II2/7, 349) actúan como elementos de demarcación15.
se fecha en el siglo I d. C. y hace referencia al Dentro de este compendio de agrimensu-
arrendamiento, por parte del ordo local, de ra, encontramos además un breve libro que
unos terrenos públicos para colocar colme- recoge una supuesta ley de Tiberio, De Se-
nas (RODRÍGUEZ NEILA, 1994a, 425-460), pulchris, donde se alude a la colocación de
demostrando así la existencia de agri vecti- los enterramientos en las vías públicas y en
gales, una categoría de tierras normalmente los confines de las propiedades (LÓPEZ PAZ,
asociada a las colonias y municipios (LÓPEZ 1994, XXIV). Siguiendo esta idea, R. Mª
PAZ, 1994, 229). Fernández analiza dos epígrafes funerarios
hispanos (CIL II, 5919, 3282) en los que se
indica la proximidad de las tumbas a la vías,
lo que la induce a pensar en el papel que
LAS NECRÓPOLIS RURALES pueden jugar las sepulturas como termini
para señalar las distintas parcelas o partes
Al igual que la organización territorial de del territorio (FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ,
una ciudad romana determina la distribu- 1993, 655-666).
ción espacial de los hábitats rurales, los lu-
gares de enterramiento también se encuen- En todo caso, el interés por regular
tran perfectamente regulados mediante los espacios funerarios, ya sean suburba-
diversas disposiciones legales. Por un lado, nos o rurales, demuestra la continua pre-
existen algunas leyes –como la Ley de las XII
Tablas–, que ya desde el siglo V a. C. prohí- 13
| Los capítulos LXXIII y LXXIV del estatuto de
ben las prácticas funerarias en el interior de Urso nos informan sobre la prohibición de realizar en-
las ciudades (VAQUERIZO, 2001, 48); poste- terramientos (ya sea de cremación o de inhumación) o
riormente, la legislación municipal hispana abrir nuevos hornos crematorios a menos de 500 pasos
de época flavia también recogerá otras ins- de la ciudad, estableciendo sanciones y obligando al
trucciones para impedir el desarrollo de es- infractor a demoler la tumba y a realizar las correspon-
dientes purificaciones (RODRÍGUEZ DE BERLANGA,
tas actividades en determinados lugares13. 1995).
14
Del mismo modo, el espacio rural es | Dolabella (Ex Libr.Dollab. 303, 12-17 La): “Re-
conoces los confines de sepulturas o cinerarios que lle-
objeto de dichas normas, encontrando in- van los caminos entre las posesiones de la siguiente for-
formación al respecto en los propios encar- ma: junto a la sepultura encuentras o un boj o cenizas o
gados de realizar la delimitación y organi- marmitas o tinajas rotas o al menos enteras. Para que
zación del territorio. En este sentido, los sepas si se trata de una sepultura final tratas de saber
gromatici destacan el valor que en ocasiones (si hay) 5 pies desde ella (hasta la posesión) o hundes
la tierra con el arado. Y si encontraras estas marcas, la
pueden tener los monumentos funerarios sepultura es final” (LOPEZ PAZ, 1994, 144).
como marcas de confín entre propiedades, 15
| Sículo Flaco (De Cond.Agr. 139, 23; 140, 1-
de lo que se deduce que éstos solían situarse 4 La): “También habrá que examinar esto: puesto que
en los límites de los fundi. Por ejemplo, Do- normalmente, se suelen hacer sepulcros en los confines
labella nos indica la forma de reconocer el extremos y (se suelen colocar) cipos funerarios que, al-
gunas veces, no se tome erróneamente el cipo funerario
carácter delimitador de una sepultura14, si por un mojón, ya que en los lugares pedregosos y esté-
bien otros agrimensores, como Sículo Flaco, riles, los sepulcros también se hacen en el medio de las
advierten que a menudo las tumbas se en- posesiones” (LÓPEZ PAZ, 1994, 144).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 333


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

LÁMINA 2: Hipogeos de La Mocha (PENCO-MORENO, 2000, 261-262).

ocupación de las ciudades por mantener solían situarse los enterramientos (in fronte
inalterable la categoría jurídica del suelo pedes) y al terreno que se extendía hacia el
y la delimitación catastral, ya que desde el interior de las fincas (in agro pedes) (RO-
momento en que un lugar es utilizado con DRIGUEZ NEILA, 1983, 180-184).
fines funerarios, éste se transforma en locus
Por último, no debemos olvidar que la
religiosus, considerándose sagrado e inviola-
localización de los enterramientos rurales
ble (VAQUERIZO, 2001, 51). No obstante,
en los límites de los fundi y próximos a las
cualquier propietario de un fundo podía de-
vías de comunicación acentúa un doble sig-
dicar una parte de él para su propia sepul-
nificado. Por un lado, el sentido práctico al
tura o la de un tercero, de modo que con el
permitir y facilitar el acceso de los vivos a
fin de garantizar para siempre ese carácter
las tumbas de sus familiares y amigos (MEL-
religioso –pese a toda venta o alienación del
CHOR, 1995, 45), y por otro, el carácter
terreno–, en numerosas ocasiones se recu-
simbólico que emana del espacio funerario
rría a su señalización, indicando las medidas
como lugar de ostentación social y como
del locus sepulturae. Sin ir más lejos, varias
elemento de autorrepresentación (VAQUE-
inscripciones de nuestra provincia indican
RIZO, 2001, 90, 94).
las dimensiones de áreas funerarias rurales
(CIL II2/5, 324, 403, 430, 530, 617; CIL En nuestro ámbito de estudio, el ager
II2/7, 155; 198, etc.), que suelen estar dadas cordubensis, observamos que, al margen de
con referencia a la vía o camino junto al que las necrópolis de la colonia –situadas fue-

334 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES ––––––––––––––––––––––––

LÁMINA 3: Planta de la excavación de E. Romero de Torres, con la situación del monumento funerario
(ROMERO DE TORRES, 1929, 5-13 y plano)

ra del perímetro amurallado de la ciudad–, una forma casi rectangular, con una esquina
existen diversas manifestaciones funerarias más ancha en el ángulo sudeste, de 2,30 x
en un contexto estrictamente rural, desde 2,18 m. y 1,34 m. de altura máxima. Presen-
las más monumentales hasta las más modes- taba como ajuar diez ungüentarios de vidrio
tas, cuyo análisis ofrecemos a continuación. completos, vasijas de paredes finas y lucer-
nas. El segundo consiste en una estancia de
1. La Mocha. Entre los monumentos fu- tendencia circular, de 1,94 x 2,46 m. y 0,86
nerarios más significativos destaca el locali- metros de altura máxima, a la que se accede
zado en el entorno minero de Cerro Muriano, a través de un arco de medio punto ligera-
en el paraje conocido como La Mocha (Lám. mente apuntado, conformado por dovelas
2). Se trata de dos hipogeos excavados direc- dispuestas a hueso cuyos riñones laterales
tamente en la roca para alojar a unos ente- se encajaban en la pared rocosa del terreno.
rramientos de cremación, que corresponde- Con un ajuar similar al anterior, también
rían a dos personajes de alto rango social a constaba de ungüentarios de vidrio, paredes
juzgar por la calidad y cantidad de los obje- finas con decoración de barbotina, lucernas
tos hallados. El primero de ellos consiste en y una moneda tipo Obulco. Los materiales
una cámara de orientación NO-SE que tiene asociados a dichos enterramientos permiten

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 335


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

LÁMINA 4: Edificio religioso-funerario del centro metalúrgico de S. Jerónimo.

fecharlos en la fase tardorrepublicana-au- se documentó una potente cimentación de


gustea (PENCO-MORENO, 2000, 257-273; sillares de planta rectangular –de 3 x 2,50
MORENO-PENCO, 2001, 247-251). m.– orientada según los puntos cardinales
con una leve desviación NE-SO cuya tipología,
2. Molino de los Ciegos. Otro de los mo-
difícil de precisar, podría corresponder a un
numentos documentados en contexto rural
monumento templiforme o de tipo edícola.
se sitúa en el Molino de los Ciegos, a unos 2
Aparecieron además numerosos elementos
Km. de la ciudad y en las cercanías del puente
de decoración arquitectónica y fragmentos
romano sobre el arroyo Pedroche (Lám. 3).
de esculturas, posiblemente relacionadas con
Estos restos, excavados por E. Romero de
la representación del difunto. El monumento
Torres en 1928, fueron interpretados como
pudo contar con un recinto que delimitara
parte de una villa o templo romano si bien
el locus religiosus, como se puede observar
el hallazgo de varias arae e inscripciones fu-
en los planos de E. Romero de Torres, en los
nerarias (CIL II2/7, 489, 503, 565) podrían
que varios muros paralelos parecen cerrar el
plantear su interpretación como monumento
conjunto (A.A.V.V., 1927-28; ROMERO DE
funerario. Durante el proceso de excavación
TORRES, 1929, 5-13; STYLOW et alii, 1995).
Este monumento se tiende a fechar en época
16
| Vaya por delante nuestro agradecimiento a julio-claudia por criterios estilísticos16.
Dña. Ana Ruiz Osuna, la cual nos ha proporcionado 3. San Jerónimo. El tercer recinto de
información inédita sobre este monumento, no sólo
en cuanto a su tipología sino también a su adscripción
especial interés se localiza en el centro me-
cronológica. talúrgico de San Jerónimo, a unos 1.300 m.
17
| El primer depósito mide 7,50 x 5,70 m., con al sudeste de Madinat al-Zahra. Dicho asen-
dos contrafuertes en el lado S. y cuatro en el O., se- tamiento consta de un lavadero y fundición
parados 1,60 m. y de 0,50 m. de ancho, mientras que de mineral, con tres depósitos hidráulicos de
el segundo presenta las mismas dimensiones y aparejo
que la anterior, con cuatro contrafuertes en el lado O.
opus caementicium y recubiertos al interior
Del último, sólo se conserva el muro E. muy dañado, de con signinum17. Al pie del cerro y en su lado
una altura de 0,80 m. O., junto a la pista de aterrizaje de avionetas

336 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES ––––––––––––––––––––––––

allí existente, se encuentra un pequeño edifi- figurados a bisel; y la tercera –de 0,37 x 0,20
cio religioso-funerario relacionado con el ya- x 0,29 m.–, en forma rectangular, sin tapa y
cimiento (Lám. 4), una construcción de for- pies prismáticos anchos y achaflanados. Fue-
ma rectangular, de 8 x 7 m., que conserva los ron entregadas al Museo Arqueológico y Et-
lados N. y S. con un alzado de unos 1,60 m. nográfico Provincial de Córdoba (MAEPCO)
El ancho de los muros es de 1,50 m. con dos por la Comisión Provincial de Monumentos,
pequeños ábsides en los lados mayores. La ingresando en dicha entidad con los núme-
técnica edilicia empleada es un opus vitatum ros de registro 375, 376 y 377 respectiva-
mixtum con verdugadas de ladrillos separadas mente.
unos 0,20 m. En algunos de ellos aparece la 6. Encinarejo II. Asentamiento de pri-
inscripción VIVAS IN DEO (CIL II2/7, 727a), mer orden, excavado parcialmente por S.
lo que lleva a fecharse esta obra en el siglo de los Santos Gener en 1950 y que puso al
IV d. C. (VENTURA-BERMÚDEZ, 1990, yaci- descubierto la pars urbana de una villa18.
miento nº 8; BERMÚDEZ, 1993, 266; VEN- Los trabajos arqueológicos se centraron en
TURA, 1993a, 87-89; STYLOW et alii, 1995, la zona afectada por la construcción de unas
164; GARCÍA ROMERO, 2002, 151). viviendas, en pleno casco urbano, documen-
4. Choza del Cojo. Asentamiento de pri- tándose numerosos muros de sillares sobre
mer orden, donde se excavaron los restos de cimientos de cantos rodados, pavimentos de
un muro romano de 13,15 m. de longitud y opus spicatum, signinum y un mosaico de
una orientación NE-SO, que presentaba dos
tipos de aparejo, uno poligonal compuesto
18
por cuatro hiladas de sillares de caliza micrí- | Parece que el yacimiento contó con una zona
productiva además de la residencial posiblemente loca-
tica gris –desbastados pero no tallados y uni-
lizada al N. del área excavada, donde apareció un moli-
dos entre sí por medio de cuñas de piedra–, no aceitero y numerosos fragmentos de ánforas, dolia,
y otro de opus cuadratum, realizado con atanores y tinajas. El carácter agrario de esta explota-
sillares de arenisca perfectamente trabaja- ción se pone de manifiesto al detectarse varias estruc-
dos. En los alrededores se documentaron turas hidráulicas en los alrededores, cuya finalidad se-
ría la de abastecer de agua a las zonas de cultivo. Por un
numerosos fragmentos de cerámicas roma-
lado, contamos con los datos de Sánchez de Feria que
nas comunes, terra sigillata itálica, hispáni- menciona la existencia de acueductos, así como por la
ca, paredes finas, dolia, tegulae, una basa de documentación por parte de S. de los Santos Gener de
columna, dos piedras de molino de mano así un pozo de noria de planta elíptica, aparejo de tegulae
como un fragmento de urna cineraria (MEL- y laterculi y revestimiento de signinum en la Fuente de
la Teja, a unos 100 m. al O. de la excavación. Este últi-
CHOR, 1987, 117-120, 1990, 205-208; HER- mo también localizó un fuerte dique de mampuesto y
NANDO, 1989, 271-275; BERMÚDEZ, 1993, hormigón en la desembocadura del Guadarromán, por
265; CAMACHO, 1999). donde quizá saldrían los productos cultivados para ser
comercializados. La extensión y riqueza material del ya-
5. Trassierra I. En una zona indetermi- cimiento se sigue observando posteriormente durante
nada de la carretera de Trassierra se locali- varias prospecciones superficiales, como la realizada
zaron tres urnas cinerarias de caliza, la pri- por M. Ponsich que detectó al O. del pueblo una amplia
mera –de 0,30 x 0,23 x 0,26 m.–, con forma zona con numerosos fragmentos cerámicos y construc-
tivos romanos, y más recientemente por D. Palomino al
cúbica, sin tapa y pies altos tallados en la O. y al SE. del casco urbano, donde siguen apareciendo
misma piedra; la segunda –de 0,35 x 0,22 restos pertenecientes a la parte residencial del edifi-
m.–, con forma rectangular, tapadera y pies cio.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 337


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

tema geométrico, elementos arquitectónicos del gaseoducto Sevilla-Madrid se realizaron


(capiteles, fustes), revestimientos parietales varios sondeos en los que sólo se documentó
de colores lisos y con motivos vegetales, nu- la cimentación de un muro y una sepultura
merosos fragmentos de cerámicas romanas de inhumación19. Ésta consiste en una fosa
comunes, terra sigillata itálica, gálica, hispá- excavada en un estrato de gravas, contenien-
nica, barniz rojo julioclaudio, paredes finas y do los restos, en decúbito supino, de una
africana D. El espacio más significativo apa- persona adulta de aproximadamente 1,80
reció a 1,30 m. de profundidad en la vivien- m de altura. La fosa se hallaba cubierta por
da 52, donde se halló un muro semicircular losas de caliza, algunas de ellas desplazadas
de 2,55 m. de diámetro y 1,30 m. de altura, por efecto de las labores agrícolas. Dicha
enlucido con estuco de color blanco, rojo, sepultura presenta signos claros de reutili-
amarillo y azul. Por otra parte, en la vivienda zación, encontrándose los restos de la pri-
62 se documentó una tumba de inhumación mera inhumación recogidos sin conexión
en fosa simple, con cubierta plana de losas anatómica en uno de los extremos de la fosa
de caliza. En el interior aún quedaban los (RUIZ, 1992, 61-62, 1994; GALEANO, 1997,
restos de un individuo y su correspondien- 105; CAMACHO, 1999).
te ajuar, formado por varios fragmentos de
terra sigillata itálica, un braserillo de caliza 8. Don Fernando. Asentamiento de pri-
de 0,12 x 0, 12 x 0,09 m. y a sus pies, una mer orden, en el que M. Ponsich documen-
orza que contenía medio candil medieval de tó en superficie numerosos fragmentos de
hierro (A.A.V.V., 1954, 295-307; SANTOS cerámicas romanas comunes, terra sigillata
GENER, 1955, 48-50; PONSICH, 1979, 206, hispánica, africana C, mármoles de revesti-
yacimiento n° 121; LACORT, 1989; HIDAL- miento, tegulae, laterculi y la base de un de-
GO, 1990; HERNANDO, 1991; PALOMINO, pósito hidráulico. Durante la excavación de
2000, 54). un pozo cerca del yacimiento, en el punto de
encuentro con el cortijo vecino de Florenti-
7. Alfayatas. Asentamiento de primer no Ruiz Estera, se detectaron varias tumbas
orden, en el que abundan en superficie ce- de inhumación con cubiertas de tegulae, que
rámicas pintadas a bandas de época ibérica, se han fechado en el siglo IV d. C. (PONSI-
así como otras romanas y medievales islámi- CH, 1979, 206, yacimiento n° 124; GALEA-
cas. Durante las obras derivadas del trazado NO, 1997, 105).
9. Reina del Guadalquivir. El único
19
| La ausencia casi total de estructuras pareció ejemplo de sarcófago documentado en el en-
indicar que el núcleo central del asentamiento romano torno rural procede del Cortijo de la Reina
se encontraba desplazado unos metros a la izquierda de del Guadalquivir, importante alfar situado
la zanja del gaseoducto donde, además de una mayor
abundancia de elementos cerámicos y constructivos
en la orilla izquierda del río y en el que se
(tegulae, ímbrices, laterculi) aparecieron en superficie localizaron fragmentos de un pavimento en
restos de mosaico. Los materiales recogidos durante la opus spicatum, numerosas cerámicas co-
intervención consistieron principalmente en cerámicas munes, terra sigillata hispánica, un asa de
romanas comunes, terra sigillata, restos de ánforas, vi- ánfora con la marca AV.FER, abundantes
drio, elementos constructivos y tres piezas numismáti-
cas (un semis de bronce acuñado en Porcuna -120-20 a.
fragmentos de tegulae así como dos hornos
C.- y dos monedas de época bajoimperial casi ilegibles de ladrillo. Al N. de la finca moderna, se do-
por su mal estado de conservación -268-282 d. C.). cumentaron los restos de una laja pétrea

338 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES ––––––––––––––––––––––––

de mediano tamaño, truncada por un lado s(it) t(ibi) t(erra) l(evis)”. A. U. Stylow fe-
y con un molde rehundido por una de sus cha el epígrafe entre los siglos I y II d. C.
caras, presentando forma de cabeza humana (STYLOW et alii, 1995, 162).
a tamaño natural. Sería lo que resta de una
losa mayor que, según los lugareños, forma-
ba parte de un sarcófago que contenía res-
tos de un esqueleto humano (cráneo, huesos
de las piernas, etc.). Algo más al O., en un
cerro lindante con el hallazgo anterior, se
detectó además otro sarcófago de caliza de
1,82 x 0,72 m. carente de decoración. (MU-
ÑIZ, 1976, 343-348; PONSICH, 1979, 207,
yacimientos n° 129 y 130; BONSOR, 1989;
MURILLO, 1991; CHIC, 2001, 12).
10. Trassierra II. Estela funeraria que
procede del entorno de Trassierra, sin que
sepamos el lugar exacto de su aparición. Se
conserva en el MAEPCO (nº inventario 30)
y se trata de un relieve funerario labrado
en mármol blanco que, o bien ha perdido la
inscripción o, aún más probablemente, nos
ha llegado inacabado. Representa a la di-
funta sobre el lectus cubicularis, portando
en su mano izquierda un recipiente que alu-
de al banquete funerario en el que supues-
tamente está participando. A. García y Be-
llido supone que es una obra local de época LÁMINA 5: Estela funeraria localizada en el
flavia; sin embargo, el peinado y los rasgos yacimiento El Blanquillo (CIL II2/7, 721).
del retrato funerario –sólo ligeramente es-
bozado– se corresponden más bien con los
en boga durante los reinados de Claudio y 20
| El complejo de cisternas se alinea al SE. en 200
Nerón, interpretado de manera provincial, m., separadas 10-20 m., con eje mayor E-O, conservando
sólo la base. Desde la más alejada a la carretera de Los
por lo que se fecha en el tercer cuarto del Morales se dispone la primera, con 14,90 m. de longi-
siglo I d. C. (GARCÍA Y BELLIDO, 1949, tud total y 5,90 m. de anchura total, otra de 6,40 m. de
nº 319, 313-314, Lám. 252; VAQUERIZO, longitud total, 5,20 m. de anchura conservada, 0,70 m.
1996, 206). de altura conservada, 0,40 m. de grosor de muro, una
tercera de 4,85 m. de longitud total, 4,75 m. de anchura
11. Alcolea. En los alrededores de Al- total y 0,34 m. de grosor de muro. A 1 m. de distancia
colea, en una finca propiedad de D. Antonio de la cisterna anterior, se observa un retazo de solado de
Guerra Rodríguez, apareció una estela fune- otra y, por último, una quinta con 6,50 m. de longitud
total, 5,10 m. de anchura total, 1,15 m. de altura conser-
raria (CIL II2/7, 718), hoy perdida, del que vada, 0,65 m. de grosor de muro de opus caementicium,
sólo conocemos el siguiente texto: “Manlius como todas, en el que se entremezclan trozos de tegulae
Myrum(!) / pius in suis / h(ic) s(itus) e(st) y algunos fragmentos de terra sigillata.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 339


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

12. El Blanquillo. Asentamiento de


segundo orden, en el que se observan en
superficie numerosos fragmentos de cerámi-
cas romanas comunes, algunos fragmentos
de cerámica de barniz negro, terra sigillata,
tegulae y laterculi. En el entorno de este ya-
cimiento, a unos 400 m. al O. de la vía férrea
que conduce hacia Málaga, se localizó una
estela de caliza micrítica gris (CIL II2/7,
721), fechada en el siglo II d. C. Posee una
forma rectangular, con unas dimensiones
de 0,82 x 0,49 x 0,27 m., y cabecera semi-
circular realizada mediante el desbastado
de la misma piedra (Lám. 5). Cuenta con
la siguiente inscripción: “D(is) M(anibus)
s(acrum) / Manlia / Victorina / annor(um)
XXX / p(ia) i(n) s(uis) / h(ic) s(ita) e(st)
s(it) t(ibi) t(erra) l(veis)” (STYLOW et alii,
1995, 163).
13. San Cristóbal-Los Morales. Centro
LÁMINA 6: Ara funeraria prodecente del centro meta-
metalúrgico formado por un gran complejo
lúrgico de S. Cristóbal-Los Morales (CIL II2/7, 709).
de lavadero de mineral, probablemente del
yacimiento del arroyo San Cristóbal –que se
encuentra 1,5 Km. al N.–, y en el que se con-
serva cinco depósitos hidráulicos20 y otros
vestigios, destacando varias alineaciones de
muros de sillares y algunos tramos de cana-
lizaciones. Además, cerca del yacimiento y
en la misma finca de Los Morales, apareció
un ara marmórea (CIL II2/7, 709) de 0,59
x 0,32 m., con zócalo poco desarrollado,
cuerpo central inscrito y coronamiento que
presenta un frontón triangular y pulvinos la-
terales (Lám. 6). La inscripción, fechada en
el siglo II d. C., reproduce el siguiente texto:
“D(is) M(anibus) s(acrum) / Iulia / Alethia
/ mater felix / ann(orum) LXXX p(ia) i(n)
s(uis) h(ic) s(ita) e(st) / s(it) t(ibi) t(erra)
l(evis)” (STYLOW et alii, 1995, 160; (GAR-
CÍA ROMERO, 2002, 161-162, yacimiento LÁMINA 7: Ara funeraria hallada en el Cortijo
n° 44). del Álamo (CIL II2/7, 723).

340 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES ––––––––––––––––––––––––

14. El Álamo. Localizada en el Cortijo


del Álamo, una vez pasado el río Guadajoz.
Se trata de un ara funeraria (CIL II2/7, 723)
de 0,43 x 0,34 m., que sólo conserva el cuer-
po central y el coronamiento, con pulvinos
laterales y frontón central (Lám. 7). Al igual
que la anterior, también data del siglo II y
presenta la siguiente inscripción: “D(is)
M(anibus) s(acrum) / Syntrophillus / musi-
carius / L(uci) Semproni C[---] / ann(orum)
[---] /” (STYLOW et alii, 1995, 163).
15. Guadalmellato. Epígrafe localizado
LÁMINA 8: Epígrafe recuperado en las obras del
en las obras de construcción del pantano del
pantano Guadalmellato (CIL II2/7, 720).
Guadalmellato. Se trata de un paralelepípe-
do de caliza micrítica gris (CIL II2/7, 720)
de 0,60 x 0,88 x 24,5 m., cuya inscripción,
fechada a inicios del siglo I d. C., conserva
las huellas de letras de bronce (Lám. 8). Se
encuentra fragmentado tanto en la zona de-
recha como en la inferior, por lo que el texto
nos ha llegado incompleto: “Q(uintus) Vale-
rius [---] / D(---) locum S[---]” (STYLOW et
alii, 1995, 163).
16. Villarrealejo. Asentamiento de se-
LÁMINA 9: Inscripción funeraria del yacimiento gundo orden, en el que E. Romero de Torres
de Villarrealejo (CIL II2/7, 724). descubrió en 1909 una inscripción funeraria
del siglo I d. C. (CIL II2/7, 724), con unas
dimensiones de 0,41 x 0,23 m. y el siguiente
texto: “Q(vintus) Accivs / Q(vinti) F(ilius)
Mascv[lvs] / hic sit(vs) es[t. S(it) t(ibi)
t(erra) l(veis)]” (Lám. 9). La zona donde
apareció el epígrafe parecía formar parte
de una necrópolis en la que aparecieron
monedas, ánforas, lucernas y otras lápidas,
aunque también se documentaron los restos
emergentes de otras construcciones roma-
nas. Por último, en 1734 se descubrió en el
mismo cortijo un miliario de la via Augusta,
CIL II, 4705 (ROMERO DE TORRES, 1909,
487-496; TORRE, 1922, 1-10; MELCHOR,
LÁMINA 10: Inscripción funeraria procedente del 1995, 92; STYLOW et alii, 1995, 163; GA-
asentamiento rural de Valenzoneja (CIL II2/7, 719). LEANO, 1997, 105).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 341


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

17. Valenzoneja. Asentamiento de pri- cerámicas ibéricas pintadas a bandas y sobre


mer orden, en el que se conservan los restos todo de época romana. Los restos construc-
emergentes de varias estructuras de sillares tivos romanos (tegulae, laterculi, bloques de
de arenisca así como fragmentos de mosai- caliza) se detectan fundamentalmente en la
cos. En los años 60 fueron extraídos y de- cima del cerro, mientras que los fragmentos
positados en el MAEPCO cinco pavimentos cerámicos, muy abundantes, se extienden
musivos, uno de tema báquico, de 2,60 x por las laderas N. y O., destacando la presen-
2,60 m.; otro del tema de la loba y los ge- cia de cerámicas de barniz negro y terra si-
melos, de 6,14 x 4,52 m.; uno geométrico, gillata gálica, hispánica y africana D. Aunque
de 3,07 x 2,29; otro del tema del laberyn- actualmente estos son los únicos indicios
thos, de 0,73 x 0,73 m.; y un fragmento de materiales, M. Ponsich detectó la base de un
rosácea de 1 m. Estos mosaicos se fechan depósito hidráulico, losas de un pavimento,
entre la segunda mitad del siglo II d. C. y restos de mosaicos, una basa de columna y
el siglo III. Del mismo yacimiento, también una inscripción funeraria de arenisca, con
se ha recuperado una inscripción funeraria unas dimensiones medias de 0,50 x 0,43 m.
(CIL II2/7, 719), de finales del siglo II, con el y el siguiente texto: “Clara. an(nnorum) /
siguiente texto (Lám. 10): “D(is) M(anibus) XXXX. (h)ic s(itus) II / pia i(n) s(uis). S(it)
S(acrum) / Trophime / annor(um) XX / t(ibi) t(erra) l(veis)” (PONSICH, 1979, 211,
p(ia) i(n) [s(uis)] h(ic) s(ita) e(st) s(it) yacimiento n° 148).
t(ibi) t(erra) l(evis)” (GARCÍA Y BELLIDO,
20. Casalillas Bajas. Asentamiento de
1965, 7-19; BLÁZQUEZ, 1983; CARRILLO,
primer orden, ocupado desde inicios del si-
1990, 81-107; GODOY, 1990, 134-138; CA-
glo I d. C. hasta el siglo V d. C., en el que
RRILLO, 1992, 313; STYLOW et alii, 1995,
se observan en superficie numerosos frag-
163; CAMACHO, 1999).
mentos de cerámicas romanas comunes,
18. Majaneque. Asentamiento de pri- terra sigillata gálica, hispánica, africana C
mer orden, en el que se observan en superfi- y D, tardía meridional, ímbrices, tegulae,
cie numerosos fragmentos de terra sigillata fragmentos de mármol y bloques de opus
hispánica, africana C, tegulae, dos molae caementicium. Debemos destacar la posible
olearias de grandes dimensiones, fustes de existencia de una necrópolis según noticias
columnas y numerosos sillares de calcareni- orales (MORENA et alii, 1990, 91, yacimien-
ta reutilizados en un muro del cortijo. Ade- to n° 221).
más, en los terrenos del mismo apareció una
21. Chacillarejo. Asentamiento de pri-
inscripción funeraria (CIL II2/7, 727) con el
mer orden, fechado en época julioclaudia,
siguiente texto: “D(is) M(anibus) S(acrum)
en el que se observan en superficie algunos
/ Primige / nius annor / um XXXXXV / pius
fragmentos cerámicos del Bronce Final y so-
in su / is s(it) t(ibi) t(erra) l(evis)”, fechada
bre todo de época romana, como cerámicas
entre finales del siglo II d. C. e inicios del
comunes, terra sigillata, tegulae, laterculi
III d. C. (MELCHOR, 1995, 130; STYLOW et
(algunos de ellos estampillados), teselas de
alii, 1995, 164).
mosaico y una moneda de Claudio. Según
19. Cerro del Aljibe. Asentamiento de las referencias bibliográficas, se documenta
primer orden, en el que se observan en su- una pequeña área de necrópolis expoliada
perficie algunos materiales del Bronce Final, junto a un depósito hidráulico, construido

342 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES ––––––––––––––––––––––––

en opus caementicium. Asimismo, en este manifiesto la importancia social y económica


lugar apareció hace años una inscripción via- de sus dueños. La interpretación del tercer
ria (CIL II2/7, 715), depositada actualmente monumento resulta más compleja, ya que
en el Cortijo del Chancillarejo, que mencio- hasta el momento no se ha documentado nin-
na la reparación de un puente romano sobre gún indicio que pruebe su uso como lugar de
el Guadalquivir y en las cercanías de Alco- enterramiento; no obstante, las inscripciones
lea, en el que iría empotrada (RODRÍGUEZ que presentan algunos de sus ladrillos (CIL
NEILA, 1983, 153-194; HERNANDO, 1989, II2/7, 727a) inducen a pensar en ese carácter
271-275; GODOY, 1990, 134-138; HERNAN- religioso-funerario (BERMÚDEZ, 1993, 266;
DO 1991, 127-141; MURILLO, 1991; CAMA- VENTURA, 1993a, 87-89).
CHO, 1999; MELCHOR, 1995, 99; GALEA-
NO, 1997, 105). Además de estos monumentos, abundan
otras tumbas más sencillas en las que se ob-
serva la incidencia de los dos rituales predo-
minantes en el mundo funerario romano, la
CONCLUSIONES cremación y la inhumación.
Una vez analizados los diversos tipos de en- Los únicos vestigios que confirman su
terramientos documentados en el ámbito relación con el primero de los rituales corres-
rural de Colonia Patricia, podemos extraer ponden a cuatro urnas cinerarias, si bien to-
una serie de conclusiones preliminares so- das ellas han aparecido descontextualizadas.
bre su tipología y cronología, así como su Las tres primeras fueron recuperadas en la
integración en el poblamiento cordubense. carretera de Trassierra, sin que sepamos el
En primer lugar, debemos destacar su lugar exacto de su descubrimiento. El cuarto
gran variedad tipológica, habiéndose cons- ejemplar se descubrió durante la excavación
tatado la presencia de tres monumentos realizada en un yacimiento rural, Choza del
funerarios, cuatro cremaciones en urnas ci- Cojo, aunque se halló fragmentado y mezcla-
nerarias, cinco enterramientos de inhuma- do con otros materiales arqueológicos.
ción, tres estelas, dos aras funerarias, cinco En cuanto al ritual de la inhumación,
inscripciones y dos referencias bibliográficas los enterramientos documentados se dispo-
que parecen confirmar la existencia de ne- nen en fosas simples excavadas en el terre-
crópolis asociadas a asentamientos rurales no, variando únicamente el tipo de cubierta.
de cronología romana. Por un lado, encontramos dos tumbas con
Las tumbas más lujosas corresponden cubiertas planas de losas de caliza en los
a tres monumentos funerarios, esto es, los yacimientos de Alfayatas y Encinarejo II y,
hipogeos de La Mocha, el monumento tem- por otro, varias inhumaciones con cubier-
pliforme o tipo edícola del Molino de los tas de tegulae en el asentamiento de Don
Ciegos y el edificio de S. Jerónimo. Los dos Fernando. Un caso excepcional es el de los
primeros, además de presentar restos arqui- dos sarcófagos –actualmente desapareci-
tectónicos de especial relevancia, también dos– procedentes del Cortijo de la Reina del
cuentan con un elenco de materiales cerámi- Guadalquivir, uno carente de decoración y
cos, escultóricos y numismáticos que revelan otro fragmentado, con decoración figurada
la riqueza del espacio funerario, poniendo de que representa una cabeza humana.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 343


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

Al margen de las tumbas anteriores, guido del nombre del difunto, la edad del
también hemos recopilado tres estelas fune- fallecimiento y las fórmulas estereotipadas e
rarias, dos de las cuáles –halladas en Alcolea impersonales de “piadoso/a entre los suyos,
(CIL II2/7, 718) y en el yacimiento El Blan- aquí yace, séate la tierra ligera” (pius/a in
quillo (CIL II2/7, 721) respectivamente–, suis, hic situs/a est, sit tibi terra levis, casi
presentan cabecera semicircular y epitafio. siempre abreviado: P.I.S.H.S.E.S.T.T.L.).
La tercera, localizada en el entorno de la
Por último, aunque no tenemos absoluta
Carretera de Trassierra, es el único ejemplo
certeza de la existencia de necrópolis en deter-
conservado de un relieve funerario en nues-
minados casos, debemos tener en cuenta las
tro ámbito de estudio, que representa a la
difunta sobre el lectus cubicularis. referencias bibliográficas que aluden a ello,
como en el asentamiento de Chancillarejo,
Otro tipo de soporte utilizado es el ara donde se localiza una pequeña área de necró-
o altar funerario, habiéndose documentado polis expoliada junto al yacimiento, y en Ca-
dos ejemplos de similares características en salillas Bajas, donde destaca la posible existen-
el asentamiento de S. Cristóbal-Los Morales cia de una necrópolis según noticias orales.
(CIL II2/7, 709) y en el Cortijo del Álamo
(CIL II2/7, 723). A pesar de que el segundo Otro de los aspectos que debemos ana-
se encuentra fragmentado, ambos presen- lizar es la posible datación de los enterra-
tan coronamiento con pulvinos y un cuerpo mientos, aunque nos encontramos con se-
central inscrito que repite la misma fórmu- rias dificultades por diversos motivos. Por
la inicial –D.M.S.–, haciendo referencia a la un lado, existe un porcentaje muy bajo de
consagración a los Dioses Manes. tumbas excavadas con metodología arqueo-
lógica, reduciéndose tan solo a La Mocha,
Un poco más numerosos son los ejem- Molino de los Ciegos, Alfayatas y Encinare-
plos de inscripciones funerarias localizadas jo II. Si además tenemos en cuenta las fe-
en varios asentamientos rurales, recopi- chas de las correspondientes campañas de
lándose cinco ejemplares. El primero (CIL excavación podemos observar que, salvo La
II2/7, 720), encontrado durante las obras Mocha, los restantes yacimientos fueron ex-
del Guadalmellato, alude al locus sepultu- cavados hace varias décadas, con todo lo que
rae del difunto y su epitafio debió emplear ello supone en cuanto a la evolución y el per-
litterae aureae, a juzgar por los restos que feccionamiento de los sistemas de registro
se han conservado de los orificios emplea- arqueológico. Por otro lado, se advierte una
dos para su anclaje. Otro de ellos, proceden-
alta descontextualización de los enterra-
te del yacimiento de Villarrealejo (CIL II2/7,
mientos respecto a su ubicación original; en
724), presenta un epígrafe más antiguo que
este sentido, sabemos que el 33,3% proba-
los siguientes, en el que consta el nombre
blemente estuvo asociado a diversos asenta-
completo del difunto y la fórmula estereoti-
mientos rurales, pero en muchas ocasiones
pada “aquí yace” [hic sit(us) es(t)]. Los tres
han aparecido in loco, lo que dificulta su in-
restantes, documentados en los yacimientos
terpretación conjunta con el yacimiento.
de Valenzoneja (CIL II2/7, 719), Majaneque
(CIL II2/7, 727) y Cerro del Aljibe, repiten Uno de los posibles criterios de datación
un esquema similar; comienzan con la con- se podría basar en el tipo de ritual funerario
sagración a los Dioses Manes (D.M.S.), se- empleado, ya que tradicionalmente se ha

344 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES ––––––––––––––––––––––––

pensado que la cremación se impuso casi de mo, resulta bastante significativo observar que
forma absoluta en los siglos altoimperiales doce de éstos últimos tienen una cronología
mientras que la inhumación comenzó a ge- altoimperial, concentrándose entre los siglos
neralizarse desde finales del siglo II d. C., I-II d. C.; frente a ellos, sólo dos enterramien-
coincidiendo con la fase bajoimperial y por tos han podido adscribirse con fiabilidad a la
la clara influencia del Cristianismo (VAQUE- etapa bajoimperial, datándose en el siglo IV d.
RIZO, 2001, 74 ss.). Sin embargo, esta supo- C. Si tenemos en cuenta la hipótesis que suge-
sición ha generado todo tipo de discusiones rimos con anterioridad en relación con el mo-
entre los investigadores, y más aún a raíz de mento de organización territorial de Colonia
los últimos descubrimientos arqueológicos Patricia, a inicios del siglo I d. C., parece que
en nuestra propia ciudad, que demuestran la la información obtenida de los enterramientos
convivencia de los dos rituales desde el siglo confirma esta sospecha. De hecho, la autén-
I d. C. (VARGAS-GUTIÉRREZ, 2004, 326). tica expansión del poblamiento rural podría
producirse durante las dinastías julioclaudia y
Al margen de los enterramientos que flavia hasta finales del siglo II d. C., que como
han podido ser fechados gracias a su ajuar vemos coincide con la presencia mayoritaria
funerario o a su análisis estilístico, sólo las de las tumbas estudiadas.
inscripciones funerarias han aportado una
datación más exacta, a través del estudio Por otro lado, hemos analizado la rela-
epigráfico y de las fórmulas utilizadas. Gros- ción entre los enterramientos y los hábitats
so modo, podemos observar una evolución rurales, advirtiendo que un 66,7% está direc-
de los formularios a lo largo del tiempo, des- tamente relacionado con ellos, otro 19% se
de unos inicios –época augustea– con gran localiza a escasa distancia y sólo un 14,3% no
variedad de fórmulas, hasta una standari- tiene vinculación con ningún asentamiento.
zación del repertorio a comienzos del siglo Un aspecto destacable es la gran densidad de
II d. C. Los epígrafes más antiguos constan tumbas en determinados yacimientos, sobre
del nombre completo del difunto en nomi- todo en los de tipo agropecuario –donde se
nativo, seguido de la edad del fallecimiento aglutina el 85,7% de éstas– frente al 14,3%,
[an(norum)] y de la fórmula “aquí yace” que se documenta en asentamientos mineros
[h(ic) s(itus/a) e(st)]. Sin embargo, desde y extractivos. Además, detectamos un eleva-
finales del siglo I d. C. y a lo largo de la si- do número de elementos funerarios en los
guiente centuria, se impone otro modelo, enclaves agrícolas más importantes, los de
encabezado por la consagración a los Dio- Primer Orden, como Choza del Cojo, Encina-
ses Manes [D(iis) M(anibus) S(acrum)], el rejo II, Alfayatas, Don Fernando, Valenzoneja,
nombre del difunto en nominativo o geniti- Majaneque, Cerro del Aljibe, Chancillarejo
vo, la edad de la defunción y varias fórmulas y Casalillas Bajas. Este dato confirmaría la
repetitivas como “piadoso/a entre los suyos, presencia de zonas de enterramientos en las
aquí yace, séate la tierra ligera” [p(ius/a) propiedades más ricas del territorio, como
i(n) s(uis), h(ic) s(itus/a) e(st), s(it) t(ibi) apuntan algunos investigadores21.
t(erra) l(veis)] (VENTURA, 2001, 176-177).
21
| G. Galeano señala que es frecuente que en las
Aún así, de los veintiún ejemplos que he- villae hubiera una zona destinada a los enterramientos,
mos presentado, catorce han podido ser fecha- si no colectivos si, al menos, de los dueños de la finca,
dos, lo que supone un 66,7% del total. Asimis- levantando en ocasiones grandes mausoleos. Igualmen-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 345


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

Finalmente, no podemos olvidar la es- do menos densidad de enterramientos es el


trecha relación entre las tumbas y las vías Camino del Pretorio, en el que sólo se docu-
de comunicación, en tanto que su proximi- menta la inscripción funeraria de S. Cristó-
dad a los caminos facilita el acceso al espa- bal-Los Morales. Por último, desconocemos la
cio funerario así como potencia su prestigio, relación existente entre los asentamientos de
ya que el monumento manifiesta la riqueza la Reina del Guadalquivir, Don Fernando y los
y categoría de la persona o familia allí en- caminos más importantes dada su lejanía, si
terradas (FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, 1993, bien la presencia de enterramientos en dicho
656-657). entorno plantea la posible existencia de otras
vías secundarias que comunicaran las propie-
En nuestro ámbito de estudio, obser-
dades particulares.
vamos una clara concentración de los ente-
rramientos rurales (el 42,9% del total) a lo Si recopilamos todos los aspectos que he-
largo de la via Augusta, que aglutina los yaci- mos analizado hasta el momento vemos, por
mientos de Valenzoneja, Villarrealejo, Cerro tanto, cómo los elementos funerarios disper-
del Aljibe, Choza del Cojo, Guadalmellato, El sos en el territorio responden a una serie de
Álamo, El Blanquillo, Alcolea y Chancillarejo. patrones. Por un lado, los enterramientos se
Le sigue, con un 14,3%, el limes del acue- encuentran asociados a diversos hábitats ru-
ducto de Valdepuentes, camino de carácter rales –con un predominio casi absoluto de los
minero en el que se disponen el monumento asentamientos agrícolas más importantes– y
de S. Jerónimo, las urnas de Trassierra I y la se sitúan en las cercanías de las principales
estela funeraria de Trassierra II, cuyo descu- vías de comunicación; por otro, su mayor
brimiento en dicho sector está posiblemen- auge se produce durante los siglos I y II d. C.
te relacionado con los centros metalúrgicos Estos datos nos inducen a pensar que, desde
situados en el trazado de la vía. Al mismo el siglo I d. C., las prácticas funerarias están
nivel cuantitativo, con un 9,5% cada una, se perfectamente reguladas tanto en la ciudad
encuentran las vías Corduba-Emerita, con los como en el campo, y que constituyen un ele-
monumentos funerarios de La Mocha y Mo- mento más de juicio para demostrar que la
lino de los Ciegos; Corduba-Hispalis, donde ordenación territorial de Corduba se produce
se sitúan Encinarejo II y Majaneque; y Cordu- con la concesión del estatuto colonial en el
ba-Iliberri, a la que tienen acceso –aunque a reinado de Augusto, momento a partir del
cierta distancia– los yacimientos de Alfayatas cual empieza a desarrollarse el poblamiento
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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. I 351


Vaquerizo, d., Garriguet, J. A., León, A. (Eds.)

Espacio y Usos Funerarios


en la ciudad histórica

ANALES
DE ARQUEOLOGÍA
C OR D OB E S A
número 17 (2006)

VOL. II

Área de Arqueología
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

LAS NECRÓPOLIS DE ONUBA


Nuria de la O Vidal Teruel / nvidal@uhu.es ANALES
Juan M. Campos Carrasco / campos@uhu.es DE ARQUEOLOGÍA
Universidad de Huelva C OR D OB E S A
número 17 (2006)

VOL. II / PÁGS. 13 - 34
RESUMEN

En el presente trabajo se ofrece un primer acercamiento


conjunto y actualizado sobre el mundo funerario de la ciudad
de Onuba Aestuaria, identificada con la actual capital onubense.
Se hace una puesta al día sobre las investigaciones realizadas en
este campo y se muestra la primera síntesis sobre la situación de
las diferentes necrópolis de la ciudad a partir de la revisión de los
datos proporcionados por las intervenciones arqueológicas reali-
zadas desde mediados de los años sesenta de la pasada centuria,
junto con la incorporación de las últimas novedades derivadas de
la intensa actividad arqueológica que se realiza actualmente en
la Zona Arqueológica de Huelva1.

PALABRAS CLAVE: Onuba (Huelva); Mundo Funerario Ro-


mano; Arqueología Romana.

ABSTRACT

In this work a first global and updated approach on the fu-


nerary world of the roman city of Onuba Aestuaria –Huelva– is
offered. We present the first synthesis about the situation of diffe-
rent cemeterys in the city from the revision of the data provided
by the archaeological interventions carried out mid the Sixties
of the last century, between to the incorporation of the last new
features related to modern research developed in the Archaeolo-
gical Zone of Huelva.

KEY WORDS: Onuba (Huelva, Spain); Roman Funerary


World; Roman Archaeology.

1
| El presente trabajo se enmarca dentro de las actividades del Proyecto
de Investigación “Análisis de la implantación y evolución del Fenómeno Urbano
en el suroeste peninsular: Arqueología Urbana en la Ciudad de Huelva”, pertene-
ciente al Plan Nacional de I+D del Ministerio de Educación y Cultura (Ref, HUM
2004-01790), dirigido por el Dr. D. Juan M. Campos Carrasco.

13
––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Juan M. Campos Carrasco

INTRODUCCIÓN algunos años en íntima conexión con dos


hechos fundamentales que han tenido una
La actual capital onubense constituye uno de importancia vital para la investigación y el
los yacimientos arqueológicos más valorados mantenimiento del patrimonio arqueológico
de la Península Ibérica merced a su larga onubense: en primer lugar la Declaración de
historia que se hace patente a través de una la Zona Arqueológica de Huelva (ZAH), con
secuencia ocupacional sin solución de con- las consiguientes implicaciones en el campo
tinuidad desde la Protohistoria hasta la ac- de la investigación, protección, conservación
tualidad. Pero no deja de ser cierto que esta y difusión del patrimonio arqueológico de la
valoración no ha tenido igual repercusión capital onubense que de ella se derivan; y en
para todos los períodos manifestados en esta segundo lugar, y como consecuencia de lo
secuencia, de manera que la innegable im- anterior, la incorporación de la Universidad
portancia atribuida al período protohistórico de Huelva (en adelante UHU) y de otros pro-
tartésico y colonial fenicio ha dejado en fran- fesionales libres a las investigaciones del “ya-
ca desventaja a otros momentos de la evolu- cimiento Huelva”.
ción de la ciudad, que como consecuencia se Es dentro de esta tendencia de apertu-
han visto relegados a un segundo plano tanto ra donde hay que valorar el avance produ-
en el contexto de la investigación histórica- cido en la investigación arqueológica de
arqueológica como del propio interés general este yacimiento, uno de cuyos principales
de la población onubense. Afortunadamente beneficiados ha sido el período romano de
esta situación está cambiando desde hace la ciudad, carente hasta el momento de una
interpretación conjunta de los distintos as-
2
| En este sentido son de destacar las aportacio- pectos que lo integran, no sólo ya en lo que
nes de Campos Carrasco (2003), Campos y Vidal (2003) respecta a la capital de Huelva sino de todo
y Vidal Teruel (2001; 2002; e.p.) donde se contienen las el conjunto onubense en general2.
últimas síntesis sobre el tema.
3
| “Huelva: En época romana fue una población Hasta los trabajos realizados por la
costera de escasa importancia”: Luzón Nogué, 1975, UHU la visión tradicional sobre Onuba era
311; “De los restos arqueológicos hasta ahora poco producto de una serie de datos inconexos,
conocidos parece deducirse que Onuba fue una pobla-
recuperados desde mediados de los sesenta
ción pobre y de escaso índice demográfico”: Amo y de
la Hera, 1976, 118; “Luego veremos que no hay otras hasta fines de los noventa, y debidos básica-
razones para pensar que la ciudad [refiriéndose a la mente a la actividad desarrollada por M. del
antigua Onuba] haya tenido especial relieve en época Amo, Director del Museo Provincial, durante
romana”: Blanco y Rothenberg, 1981, 15; “Estas mone- la década de los setenta, y del Servicio de
das […]parecen ejemplificar un núcleo eminentemente Arqueología de la Diputación, durante las
agrícola y de no mucha relevancia, al menos por la es-
casez de los datos arqueológicos que conocemos […]
dos décadas siguientes, y cuyo interés funda-
En definitiva, Onuba parece tuvo, en general, un esca- mental, especialmente en este último caso,
so protagonismo, y sólo en la segunda mitad del siglo I se centraba en el período tartésico de la ciu-
fue capaz de desarrollar una producción de salazones dad. Como consecuencia y resumen de esta
de relativa importancia”: Fernández, Rufete y García, etapa de la investigación se había fraguado
1992, 316; “Sin embargo, la escasez de tumbas [..] así
una hipótesis, mantenida durante muchos
como la pobreza de los ajuares, no son sino elementos
que confirman el escaso relieve de este núcleo urbano años, que se destacaba por la escasísima va-
[Onuba], sobre todo en relación con épocas anterio- loración de la Huelva romana frente a otros
res..” Fernández, García y Rufete, 1997, 80. momentos de su historia.3

14 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LAS NECRÓPOLIS DE ONUBA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

y completos desde el punto de vista estrati-


gráfico y la puesta en marcha de Proyectos
Sistemáticos por parte de la UHU, como la
propia Delimitación de la Zona Arqueológi-
ca, la elaboración de la Carta del Riesgo de
Huelva (Campos y Gómez, 2000; Gómez y
Campos, 2001) o la ejecución de proyectos
del Plan Nacional de I+D del Ministerio de
Educación y Ciencia.
Gracias a todo ello y como primer fruto
de esta recuperación del horizonte romano
de la ciudad se ha podido realizar la primera
interpretación sobre la estructura urbana de
Onuba (Campos Carrasco, 2003) – Lám. I– y
derivado de lo anterior una primera valora-
ción conjunta de los datos funerarios en ín-
tima conexión con la configuración urbana
de la ciudad.
Pero para llegar a esta primera valora-
ción global sobre el tema, inédita hasta la
presente publicación, es preciso hacer un
breve balance y analizar los registros arqueo-
lógicos referidos al mundo funerario roma-
no de la capital onubense y dividirlos en dos
grandes bloques: por un lado las evidencias
arqueológicas obtenidas desde 1996 a 2000
y por otro, las producidas con posterioridad
a esta última fecha.

LÁMINA I: Articulación interna de la ciudad 1. LAS NECRÓPOLIS DE


romana de Onuba (Campos Carrasco, 2003) ONUBA: LAS EVIDENCIAS
ARQUEOLÓGICAS DESDE 1966
Actualmente esta situación ha cambiado A 2000
diametralmente y la consiguiente revaloriza-
ción de la Huelva romana es ya una realidad Las intervenciones arqueológicas realizadas
gracias, a dos hechos fundamentales apun- durante la década de los ’60, ’70, ’80 y ’90
tados unas líneas atrás: la andadura de la del pasado siglo están marcadas por la alea-
Zona Arqueológica de Huelva, una de cuyas toriedad y la parcialidad derivada de dos he-
más destacadas implicaciones es la existen- chos fundamentales: uno, ser consecuencia
cia de registros arqueológicos controlados casi siempre del desarrollo de la actividad

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 15


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Juan M. Campos Carrasco

urbanística de la capital de Huelva y dos, tipos de enterramiento para la Necrópolis


estar condicionadas por un interés exacer- de La Esperanza, en la que se incluyen ya
bado hacia la búsqueda de indicadores re- los primeros hallazgos de mediados de los
lacionados con la ocupación protohistórica sesenta: en primer lugar, incineraciones en
de la ciudad, y en especial por el horizon- urnas de tradición iberopúnica del siglo I
te de contacto indígena-fenicio, que tantos d.C.; en segundo lugar, tumbas de incine-
ríos de tinta ha hecho verter a numerosos ración bajo seis tégulas a doble vertiente
investigadores. Durante este período pues, (una de las cuales portaba en su ajuar una
hay que analizar primeramente los trabajos moneda de bronce con la efigie de Tiberio
realizados en las zonas más altas de la ciu- además de ungüentarios de vidrio); y final-
dad, los denominados “cabezos”4, concreta- mente un ustrinum, todo lo cual nos sitúa
mente en el Cabezo de la Esperanza, y con ante una necrópolis de incineración de los
posterioridad los que se localizan en las zo- siglos I-II d.C. (Amo y de la Hera, 1976).
nas más bajas.
Es también M. del Amo, quien durante
En el cabezo de la Esperanza las pri- los primeros años de la década de los seten-
meras noticias del hallazgo de restos fune- ta documenta otros hallazgos funerarios
rarios romanos son transmitidas por J. P. romanos, pero de época más tardía que los
Garrido y E. Orta (Garrido y Orta, 1966). anteriormente comentados y situados espa-
No obstante en aquel momento, las urnas cialmente en otras áreas de la capital, las
cinerarias halladas y aparentemente aisla- zonas bajas de la ciudad, y la periferia del
das son identificadas como ibéricas. Años
casco urbano respectivamente. En cuanto al
después, M. del Amo readscribirá cronoló-
primer caso, el de la C/Onésimo Redondo
gicamente dichas urnas (Amo y de la Hera,
(actualmente C/Dr. Plácido Bañuelos), se
1976, 78) en función de otros hallazgos
trata de una necrópolis más tardía que la de
producidos en las inmediaciones de aqué-
La Esperanza, caracterizada por el empleo
llos (sin especificar concretamente cuan-
único de la inhumación como rito de ente-
do) y de los cuales hará un análisis a través
rramiento. En la misma se registraron siete
de la información proporcionada por quie-
enterramientos de adultos (más uno de un
nes procedieron a la recogida del material
tras el hallazgo fortuito de las tumbas. En recién nacido), caracterizados por una gran
función de dichas informaciones y del aná- variedad constructiva en las tumbas emplea-
lisis de los ajuares depositados en el Museo das: 1. Cajas rectangulares de ladrillos y cu-
Provincial establece la existencia de tres biertas con tégulas horizontales; 2. Tégulas
a doble vertiente; 3. Fosa excavada en la tie-
rra cubierta con tres tégulas horizontales; 4.
4
| Los “cabezos” son formaciones sedimentarias
Enterramiento infantil en ánfora. Algunos
originadas en el Mioceno y cubiertas posteriormente
por depósitos aluviales del Pleistoceno (Campos y Gó- elementos de los ajuares –vasos de vidrio en
mez, 2001, 69), caracterizadas por constituirse en ele- las tumbas 3 y 7, lucerna del Tipo VIII de
vaciones medias que proporcionan la típica topografía Loeschcke/III de Ponsich en la tumba 3– así
acantilada que caracteriza a la capital onubense, y que como la tipología del propio ánfora emplea-
paisajísticamente se traduce en la sucesión de zonas
elevadas y otras bajas encajadas entre aquéllas que han
do para el enterramiento infantil (Almagro
servido de base a la ocupación del espacio desde la pro- 50) llevaban a la datación bajoimperial (si-
tohistoria hasta la actualidad. glos III-IV d. C.) para el conjunto.

16 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LAS NECRÓPOLIS DE ONUBA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

Más tardío aún es el hallazgo producido ron varios elementos como una fuente ro-
de manera fortuita en la periferia del casco mana de sección cuadrada, una basa de una
urbano de la ciudad, en una zona conocida columna dórica y una tumba de incineración
como “La Orden”. Éste consistía en una ne- de un individuo infantil de unos 12 años al
crópolis tardorromana, de la que se excava- que acompañaban algunos “instrumentos
ron cuarenta enterramientos caracterizados de cirujano” a modo de ajuar, fechada en-
todos por el rito único de inhumación y la tre los siglos II-III d.C. Hasta el momento
orientación constante del cadáver con la ca- no conocemos publicación alguna sobre los
beza hacia el oeste. Aquí se documentaron resultados, habiendo de remitirse al Informe
cuatro variedades constructivas en las sepul- Preliminar de la Intervención realizado ese
turas: 1. Caja rectangular de ladrillos a soga mismo año para el análisis de este hallazgo
con cubierta de tégulas horizontales y sobre (Osuna, 1998, Inédito).
ellas tégulas a doble vertiente; 2. Tipo como
el primero pero sin la cubierta de tégulas a
doble vertiente; 3. Fosa excavada en la tierra
y cubierta de tégulas a doble vertiente. En
2. LAS NECRÓPOLIS DE
los extremos se colocaron dos tégulas verti- ONUBA: LAS EVIDENCIAS
cales de cierre; 4. Enterramientos infantiles ARQUEOLÓGICAS DESDE 2000
en ánforas. En todos los enterramientos se
hace patente la ausencia de ajuar funerario, Desde fines del año 1999 (momento de la
salvo en un caso, el de la Tumba 21, donde incoación del expediente de Declaración de
se halló un pequeño jarro de tosca factura la ZHA) y, sobre todo a partir del año 2000,
denominado de Tipo “visigodo”. Dicha cir- la situación de la investigación arqueológi-
cunstancia unida a la aparición de algunas ca en la capital onubense muestra un giro
monedas de época de Valentiniano y Cons- al entrar en vigor las cautelas derivadas de
tantino dispersas fuera de las tumbas asig- la norma jurídica de la zonificación arqueo-
naban una cronología de uso del lugar desde lógica, que producen como consecuencia
principios del siglo IV hasta buena parte del inmediata un aumento en el número de las
siglo V d.C. (Amo y de la Hera, 1976). intervenciones arqueológicas, además de
ampliar la nómina de investigadores que in-
Habrá que esperar más de veinte años
tervendrán en la documentación del proceso
tras la publicación de M. del Amo para en-
histórico-arqueológico de la ciudad. A partir
contrar nuevamente indicios sobre el mun-
de este momento, y hasta la actualidad, te-
do funerario de época romana en la ciudad.
nemos que destacar dos hallazgos funerarios
En este caso durante una actuación del Mu-
que, como trataremos en un apartado pos-
seo Provincial de Huelva, bajo la dirección
terior, han permitido además de ampliar los
de su entonces director, M. Osuna, se pro-
propios límites de la ciudad romana, la ubi-
cedió a la excavación de un solar situado en
cación de dos de las necrópolis del núcleo
una zona de frecuente aparición de registros
onobensis.
romanos de carácter industrial –piletas de
salazón– desde mediados de los años seten- En primer lugar hay que reseñar los res-
ta, la Calle Palos (Amo y de la Hera, 1976). tos funerarios documentados en el solar de
Aquí y durante el año 1998 se documenta- C/ San Andrés-Plaza Ivonne Cazenave, uno

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 17


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Juan M. Campos Carrasco

de los lugares más emblemáticos de la histo-


ria reciente de la capital onubense. En este
caso la intervención arqueológica fue reali-
zada por el Área de Arqueología de la UHU
durante el año 2000 (Fases 1ª, 2ª y 3ª) do-
cumentándose una secuencia ocupacional
desde época romana hasta el período moder-
no-contemporáneo, pasando por el período
islámico almohade. La ocupación romana
del sitio se hace patente, además de por un
ramal del acueducto que surtía de agua a la
ciudad, a través de la documentación de una
necrópolis (Gómez et alii 2003), donde se
registra el doble rito de la inhumación y la
incineración.
En cuanto a las inhumaciones se docu-
mentaron dos tumbas de adultos (nº 18 y
19) con el cadáver en posición de decúbito
supino bajo cubierta de tres tégulas horizon- LÁMINA II: Necrópolis norte. Ivonne Cazenave.
tales, completadas en el caso de la nº 18 con Tumba 19.
dos ímbrices en cabecera y pies. Al cadáver
de la nº 19 le acompañaban dos elementos
de cerámica común –un cuenco y una ollita–
como ajuar (Lám II). También se documen-
tó otra inhumación, pero ésta de carácter in-
fantil (nº 5) bajo cubierta de dos tégulas en
posición horizontal carente por completo de
ajuar. Junto a estos enterramientos se loca-
lizó una construcción piramidal de grandes
sillares de calcarenita escalonados (nº 44)
interpretada como un altar o monumento
funerario asociado a los enterramientos de
inhumación (Lám III).
En cuanto al rito de la incineración nos
hallamos ante dieciséis cremaciones prima-
rias de diferente carácter en su resultado
final: así se documentaron nueve busta en
fosa simple sin ningún tipo de estructura
funeraria adicional ni cubierta (nº 2, 3, 4,
7, 10, 13, 14, 17, y 20); también se halló
un bustum bajo una cubierta irregular de LÁMINA III: Necrópolis norte. Ivonne Cazenave.
bloques de calcarenita (nº 16) y finalmente Monumento piramidal nº 44.

18 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LAS NECRÓPOLIS DE ONUBA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

se exhumaron seis busta en fosa simple con


cubierta de tégulas, tanto en disposición ho-
rizontal (nº 6, 15) como a doble vertiente
(nº 1, 9, 11 y 12). El registro de época roma-
na en este solar se completa con estructuras
murarias, unas de época republicana (nº 63),
y otras de época imperial, bien conectadas
con la fase de inhumaciones (nº 111 –Lám
IV–, y 240) o bien otras que parecen delimi-
tar edificios o recintos datables a partir del
siglo II d.C. (nº 23) y especialmente en mo-
mentos más tardíos –nº 182/190– (Gómez,
et alii, 2003, 660; 664).
Con posterioridad al año 2000 los tra-
bajos en este solar (Fases 4ª, 5ª y 6ª) fue-
ron retomados por otro equipo que localizó
más enterramientos de incineración e inhu-
mación, así como parte de un monumento
funerario circular que no obstante apareció
destruido en casi dos tercios de su estruc-
tura, y que de cara a la puesta en valor de
los restos arqueológicos una vez finalizada
la construcción del nuevo inmueble proyec-
tado en el solar, fue desmontado y ya ha sido
recolocado en otro lugar una vez finalizada
dicha actuación de puesta en valor, recién
inaugurada y que constituye la primera
experiencia de este tipo realizada hasta el
momento en la capital onubense –Lam V–.
El hecho de que la última fase de la actua- LÁMINA IV: Necrópolis norte. Ivonne Cazenave.
ción (6ª) terminara recientemente y que Muro nº 111.
los resultados de todos estos trabajos aún
permanecen en fase de estudio y sin publi-
Haro, y López, 2004), en la que se documen-
car (Haro, Castilla y López, 2004, Inédito;
taron veintidós enterramientos de época
Haro, López y Castilla, 2005, Inédito) nos ha
altoimperial, correspondientes 21 a adultos
llevado a centrarnos por el momento en los
y sólo uno de ellos a un individuo infantil.
datos de las tres primeras campañas para la
En cuanto a los adultos nos hallamos ante
valoración conjunta que sobre el tema reali-
cremaciones primarias con diferentes tipos
zaremos en un apartado posterior.
de sepultura: catorce busta bajo cubierta de
En segundo lugar, para este período, dos y cuatro tégulas a doble vertiente; sie-
hay que señalar la intervención realizada te busta sin estructura de cubrición; y un
en la C/ Vázquez López 25/27 (Castilla, de bustum bajo cubierta de ladrillos. Respecto

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 19


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Juan M. Campos Carrasco

la inhumación (Castilla, de Haro, y López,


2004, 590).
Con los datos disponibles hasta el mo-
mento y que acabamos de mostrar, y a partir
de la propuesta de articulación urbanística
realizada por J. M. Campos (2003) han podi-
do ubicarse las necrópolis relacionadas con
la ciudad de Onuba, tres de ellas constata-
das ya arqueológicamente, y la última esta-
blecida en función del análisis topográfico y
de la localización de restos arqueológicos de
diferente índole y que básicamente se loca-
lizan en directa relación con los cuatro ejes
principales de la ciudad: (Lám VI).
– La Necrópolis ESTE: apoyada por los
hallazgos de Cabezo de la Esperanza, C/
Palos y Convento de S. Francisco.
– L a Necrópolis SUR: de valoración re-
ciente gracias a la documentación de
los restos de C/ Vázquez López.
– La Necrópolis NORTE: establecida en
LÁMINA V: Necrópolis norte. Ivonne Cazenave. función de los registros de C/ Onésimo
Arriba: Integración de algunos elementos Redondo (hoy C/ Dr. Plácido Bañuelos)
romanos en la Plaza Arqueológica. Monumento y de los de Plaza Ivonne Cazenave.
piramidal (nº 44), Acueducto y Muro (nº 111);
Debajo: Reubicación de los restos del Mausoleo – La Necrópolis OESTE: cuya ubicación
Circular se estima en función de análisis topo-
gráficos y de articulación urbanística
del núcleo onobensis, pero que por el
al enterramiento infantil, el hecho de que momento carece de una contrastación
la excavación fue notablemente dificultosa arqueológica fechaciente al no haberse
debido a la presencia constante del nivel documentado por el momento restos fu-
freático, y de que no apareció resto alguno nerarios concretos.
del individuo enterrado una vez analizado
el contenido del ánfora que formaba parte
del mismo, hace difícil su valoración, pero 3. CONSIDERACIONES FINALES
no obstante, hay que suponer que también
fue incinerado tal y como se desprende de Una vez analizados cada uno de los registros
las informaciones que proporciona la publi- funerarios de que se dispone hasta el momen-
cación sobre el hallazgo, donde se afirma to, y para realizar una primera valoración
que el único rito practicado en el conjunto global sobre el tema, podemos comenzar el
excavado fue la incineración, en ningún caso recorrido por las necrópolis de la ciudad de

20 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LAS NECRÓPOLIS DE ONUBA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

ma que esta necrópolis hubo de extenderse


además de por el mencionado cabezo, por la
zona baja inmediatamente adyacente, de ma-
nera que un enterramiento documentado en
la intervención de la C/ Palos 15-17 (Osuna
Ruiz, 1998) podría asociarse también a esta
necrópolis. Éste consistía en una sepultu-
ra de incineración bajo cubierta de tégulas
con disposición horizontal que contenía los
restos de un cadáver infantil al que acompa-
ñaban instrumentos de cirugía en la cabece-
ra, fechable entre los siglos II-III d.C. En la
misma intervención aparecieron restos de un
enterramiento similar en el perfil Norte, lo
cual impidió su excavación completa. Estos
dos enterramientos, aparentemente aislados,
podrían relacionarse también con algunas
noticias que proporcionaba Baldomero de
LÁMINA VI: Situación de las necrópolis de Lorenzo y Leal en 1883 sobre la aparición de
Onuba. sepulcros romanos a espaldas del Convento
de San Francisco (Gómez y Campos, 2001)5.
Estos hallazgos junto con los dos anterior-
Onuba a través de la localizada en el sector mente documentados en la C/ Palos y los del
Este, sobre todo por el hecho de que fue en Cabezo de La Esperanza definirían por tanto
esta zona donde por primera vez quedaron esta zona de necrópolis por el este de la ciu-
constatados en publicaciones registros fune- dad.
rarios de época romana. Así, independiente- También en época altoimperial se sitúan
mente de varios hallazgos aislados de ente- los registros funerarios localizados en la C/
rramientos secundarios en urnas cubiertas Vázquez López, donde se localiza la necró-
con tapaderas de tradición iberopúnica en polis sur de la ciudad, desconocida por com-
el Cabezo de La Esperanza (Garrido y Orta, pleto hasta el año 2001. En este caso nos
1966; Amo y de la Hera, 1976, 87), se halla- hallamos ante una necrópolis de incinera-
ron durante los años setenta otros enterra- ción, junto con un enterramiento de carác-
mientos consistentes en incineraciones bajo
tumbas de tégulas acompañadas de ajuar 5
| “.. Muchos son los sepulcros romanos que se
–ungüentarios de vidrio y una moneda de Ti- han encontrado y en diversos sitios, siendo digno de
berio– además de una bolsada de cenizas a especial mención, por estar mejor conservado que los
modo de ustrinum, mediante los cuales pudo otros, el descubierto en la propiedad de D. Justo Garri-
concluirse que todos estos elementos debían do, dignísimo director de la Escuela Normal de Maes-
relacionarse con una necrópolis de incinera- tros de esta ciudad … Dos desmontes hechos a espaldas
del convento de San Francisco le descubrieron, encon-
ción datable en los siglos I-II d.C. (Amo y de trándose en perfecto estado de conservación, cedidos
la Hera, 1976). Conectando estos datos con por la atención de dicho sr al autor de esta historia..”
otros obtenidos con posterioridad se esti- (Lorenzo y Leal, 1883, en Gómez y Campos, 2001).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 21


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Juan M. Campos Carrasco

ter infantil sobre cuyo rito no podemos pro- Siguiendo el recorrido por el mundo fu-
nunciarnos fehacientemente al no haberse nerario onubense nos trasladamos hacia el
documentado resto alguno del cadáver aun- sector norte de la ciudad, donde se localizan
que todo parece indicar que fue incinerado las intervenciones de C/Onésimo Redondo y
al igual que los adultos (Castilla, de Haro, Plaza Ivonne Cazenave.
y López, 2004, 590). Además de los ajuares La información más completa sobre la
que acompañaban a la mayor parte de los existencia de una necrópolis romana “in
enterramientos (ungüentarios de vidrio, ja- situ” en la capital onubense procedía, has-
rritas, ollas y cuencos de cerámica común ta las últimas intervenciones del Área de
y clavos o tachuelas de hierro o bronce; tan Arqueología de la UHU, de la excavación
sólo se documenta un caso de inclusión de practicada por M. del Amo en la C/ Onésimo
una moneda) hay que destacar la presencia Redondo, actual C/ Dr. Plácido Bañuelos, a
en dos de las tumbas (nº 1 y 5), de sendos escasos metros de esta última intervención
fragmentos de ánfora situados en la parte realizada en la Plaza Ivonne Cazenave en el
superior de la estructura de tégulas y que solar perteneciente al edificio del antiguo
debieron haber funcionado posiblemente Colegio Francés.
como tubo de libaciones (Castilla, de Haro,
Dadas las condiciones de aquella pri-
y López, 2004), constituyéndose éste como
mera excavación no fue posible un estudio
el único ejemplo documentado y publicado
detenido de la estratificación, pero básica-
hasta el momento de este tipo de prácticas
mente se documentaron tres fases de ocu-
en el núcleo onobensis.
pación: una contemporánea, una islámica, y
La importancia de estos hallazgos es do- finalmente una romana correspondiente a la
ble por dos cuestiones: la primera, de raíz necrópolis. Esta secuencia ocupacional co-
topográfica, ya que se sitúan en una zona incide –a grandes rasgos– con la documen-
que tradicionalmente se consideraba exenta tada durante el año 2000, aunque en esta
de ocupación durante el período romano; sin última se han detectado hasta nueve fases
embargo, estos enterramientos confirman de uso (Gómez et alii, 2003) en virtud de la
la delimitación de la ciudad romana que la aplicación de los modernos sistemas de re-
Universidad de Huelva ya planteó a través de gistro y técnicas de excavación basadas en la
su Carta de Riesgo en el año 2000 (Campos Matriz Harris.
y Gómez, 2000); y la segunda, derivada de Los datos publicados por M. del Amo
aquélla, es de un carácter más histórico y (1976) recogen ocho tumbas, una de ellas
arqueológico, desde el momento en que esta infantil, con un único rito de inhumación
nueva necrópolis demuestra que ni la Onu- acompañado de ajuar y variada tipología
ba romana fue tan pequeña, ni tan mediocre constructiva, pero idéntica orientación del
como se mantenía tradicionalmente, ya que cadáver siempre con la cabeza mirando ha-
en caso contrario no habría necesitado de cia Oriente. La variedad constructiva resulta
lugares de enterramiento tan variados (La del empleo de tégulas como cubierta y como
Esperanza, Ivonne Cazenave-Onésimo Re- base en diferentes combinaciones –cubierta
dondo, Vázquez López, Palos) y alejados en- a doble vertiente sobre caja de muretes de
tre sí (Vidal Teruel, 2001). ladrillos y suelo de tégulas horizontales;

22 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LAS NECRÓPOLIS DE ONUBA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

LÁMINA VII: Necrópolis norte. Ivonne Cazenave. Monedas (Tumbas9, 10, 11 y 12) y vaso de vidrio
(Tumba 12).

igual a la anterior pero con el suelo de la Huelva–, fechables entre mediados del siglo
caja también de ladrillos; y cubierta plana IV y mediados del siglo V d.C. (Campos, Pé-
sobre fosa excavada en la tierra. En cuanto rez y Vidal, 1999). Esta evidencia, unida a la
al enterramiento infantil en ánfora, el pa- revisión de algunos materiales identificados
ralelo más inmediato lo encontraremos en en un primer momento como cerámicas co-
el cercano asentamiento de El Eucaliptal munes, y consideradas posteriormente como
(Punta Umbría), donde existe un nivel de ánforas Keay XXIII, (Vidal Teruel, 2001),
inhumaciones infantiles en ánforas que usan apoya nuestra hipótesis sobre la actividad
básicamente los tipos Keay XXIII/Almagro del enclave de Onuba en época bajoimperial
51, y Keay XXII/Almagro 50 –caso de la de en consonancia con la situación general que

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 23


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Juan M. Campos Carrasco

presenta el resto de asentamientos costeros ajuares de adorno personal. También como


dedicados a la pesca y transformación de los elementos personales hay que destacar la
recursos marinos, que constituyó en el caso presencia de varios acus crinalis en hueso
de aquélla uno de sus principales pilares junto con una aguja de pasta vítrea con de-
económicos. coración zoomorfa (Lám VIII).
Veinticinco años después, la interven- Junto a los enterramientos se exhumó
ción realizada en la Plaza Ivonne Cazenave, una construcción de forma cuadrada consis-
(Gómez et alii, 2003) en el solar del antiguo tente en un monumento de carácter funera-
Colegio Francés, colindante por el sur con rio formado por tres cuerpos escalonados de
la misma calle Onésimo Redondo –Dr. Plá- sillares sobre cimentación de piedra (Lám
cido Bañuelos– donde M. del Amo excavaba III). Tanto la disposición como la factura y
la necrópolis que acabamos de comentar, ha su localización en el área de necrópolis nos
proporcionado numerosos restos que com- lleva a pensar en la existencia de este ele-
pletan el panorama del mundo funerario mento como hito o monumento encargado
onubense Los hallazgos consisten en ente- de señalar la presencia de esta “ciudad de
rramientos en distintas variantes: en primer los muertos” a la vez que pudo funcionar
lugar, inhumaciones, tanto infantiles cubier- paralelamente como posible señalizador de
tas con tégulas a doble vertiente (1), como sectores en la misma6. Junto a su posible
de adultos bajo cubierta de tégulas dispues- funcionalidad como hito de señalización
tas horizontalmente (2) y en segundo lugar no puede descartarse que también pueda
cremaciones primarias mediante busta com-
tratarse de un altar para la realización de
pletadas con alguna estructura adicional (7)
ofrendas, íntimamente relacionados con el
o carente de ella (8).
ritual funerario. En este sentido no podemos
Casi todos los enterramientos presen- dejar de pasar por alto una información que
taban ajuares con diferente grado de con- proporcionaba M. del Amo en su publicación
servación; entre estos elementos destacan del año 1976, cuando al tratar sobre la ne-
tanto junto a las incineraciones como a las crópolis de la C/Onésimo Redondo comen-
inhumaciones: lucernas (Tipos A1 de Luzón; taba la aparición fortuita y sin posibilidades
Tipo VII B de Deneuve/Dressel –Lamboglia de documentación completa debido a un de-
17, 19, 20/Vindonissa VIII; Tipo IV C de rrumbe ocurrido durante el proceso de ex-
Deneuve /Dressel 9C/Luzón 12-16), vasitos cavación, de una construcción, que en aquel
comunes que parecen imitar tipos de Pare- momento relacionaba con una posible zona
des Finas (posiblemente pertenecientes a de hábitat conectada con la necrópolis y que
la forma Mayet XL o XLII), ungüentarios y literalmente se definía como “construcción
vasos de vidrio, algunas monedas y elemen- formada por dos hiladas de bloques de pie-
tos metálicos que debieron formar parte de dra toscamente tallada, colocados sobre una
pequeña cimentación de piedras pizarrosas
6
| Dos ejemplos similares de estas construccio- irregularmente talladas” (Amo y de la Hera,
nes pero ya de época bajoimperial y realizadas en la- 1976, 97). Un análisis detenido de la foto-
drillos se documentan en la necrópolis de la cetaria de
El Eucaliptal (Punta Umbría), donde parecen situarse
grafía del hallazgo y de sus dimensiones (Id,
para señalar la presencia de un sector de necrópolis in- Lám 17) no puede por menos que llevarnos
fantil (Campos, Pérez y Vidal, 1999). a la consideración de que podría tratarse de

24 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LAS NECRÓPOLIS DE ONUBA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

LÁMINA VIII: Necrópolis norte. Ivonne Cazenave. Pieza de pasta vítrea con decoración zoomorfa
(Tumba 1) y Acus crinalis (Tumba 12).

una estructura similar a la documentada en los materiales asociados esta construcción


Ivonne Cazenave (Vidal Teruel, 2001), de habría de situarse cronológicamente entre
manera que nos hallaríamos ante posibles la segunda mitad del siglo II y el primer ter-
hitos de señalización de sectores o incluso cio del siglo III d.C. Respecto a la cámara
de elementos relacionados con el propio ri- funeraria, la destrucción ocasionada duran-
tual de la muerte (por ejemplo un altar). te los años setenta y la ocurrida durante el
Finalmente, dentro de las construccio- proceso de construcción del nuevo inmue-
nes funerarias de esta necrópolis hemos de ble hicieron del todo imposible documentar
detenernos muy someramente en una cons- indicio alguno de la misma (Haro, Castilla
trucción exhumada parcialmente durante la y López, 2004). Los sillares recuperados de
5ª fase de la intervención y que se identifica la estructura también fueron desmontados y
con un Mausoleo Circular del que apenas se recolocados en una cripta acristalada bajo la
ha podido documentar la tercera parte de su plaza arqueológica en la que se han integra-
estructura al haber sido parcialmente des- do otros elementos romanos documentados
truido durante los años setenta durante la en las campañas anteriores (Lám V).
construcción de un edificio colindante con A partir del análisis estratigráfico y de
este solar. En la parte recuperada se distin- los ajuares, se ha observado que el sector
gue un cuerpo principal conformado por hi- de necrópolis excavado en Ivonne Cazenave
ladas superpuestas de sillares de calcarenita, durante las tres primeras campañas presen-
dispuestos a soga y tizón, alineadas de forma ta dos fases superpuestas: en la primera de
poligonal. Este cuerpo apoya sobre una fosa ellas, el ritual corresponde a inhumaciones
de cimentación circular reforzada con un
cubiertas con tégulas, mientras que la se-
anillo formado por lajas de pizarra y elemen-
gunda fase el ritual siempre es de cremación
tos reutilizados, tales como dos urnas fune-
primaria en busta, que se cubre bien con té-
rarias de calcarenita, un fragmento de fuste
gulas o carece de estructura adicional.
de columna estriada, ladrillos, y cerámica
común en abundancia –ánforas, urceus, la- Desde un punto de vista estratigráfico,
goenae, nasiternae, etc–. Según el análisis de las inhumaciones son anteriores a las inci-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 25


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Juan M. Campos Carrasco

neraciones. Paralelamente la fase de inhu- utilización de esta necrópolis a partir de la


mación parece ser coetánea con la construc- primera mitad del siglo I d.C., durante la
ción de un gran Muro de más de 40 metros cual se asiste al empleo de la inhumación
de longitud (nº 111) y con la elevación del acompañada de ajuares rituales de cerámica
monumento piramidal de sillares (nº 44) común y a la edificación de construcciones
durante la primera mitad del siglo I d.C. piramidales de sillares sobre cimentación de
La fecha de la fase de incineración en busta pizarras que podrían estar en conexión con
algo más tardía, debe ubicarse a partir del la señalización de este área de la necrópolis;
siglo II d.C. de acuerdo con la cronología un segundo momento quedaría definido por
que proporciona una moneda de Antonio Pío el empleo de cremaciones primarias en bus-
localizada en la Tumba 10 (Lám VII) y las ta, de carácter simple o bajo estructuras de
lucernas Dressel 17-19-20/ Deneuve VII B, tégulas, acompañadas de ajuares rituales y
pudiendo mantenerse hasta el siglo III d.C. de adorno personal, que se superponen a las
La existencia de inhumaciones previas anteriores casi un metro por encima y que
a las incineraciones con no ser la tónica ha- según los elementos cerámicos y monetales
bitual tampoco resulta un hecho totalmente podría fecharse a mediados del siglo II d.C.,
aislado para el conjunto de la Baetica. Así en época antonina (respecto a esta segunda
por ejemplo idéntica circunstancia se docu- fase, encontramos paralelos cercanos –en la
mentó en las intervenciones sobre la necró- necrópolis oeste de Baelo Claudia, donde en
polis de Baelo Claudia durante las campa- el año 1907 se documentaron treinta sepul-
ñas de 1917-1921. En la necrópolis oriental turas idénticas a las de Ivonne Cazeave, in-
por ejemplo, la inhumación se practicaba cineraciones bajo tégulas a dos aguas acom-
en el siglo I d.C. en estrecha conexión con pañadas de ajuares tanto cerámicos como
la impronta cultural púnica, como pone de monetales, constituidos éstos por monedas
manifiesto el hallazgo de una tumba de in- de Antonino Pío y Faustina y que se fechan
humación bajo tégulas debajo de sepulturas a mediados del siglo II d.C. –Sillières, 1997,
de incineración, que se acompañaba por una 189–).
moneda de Claudio (Paris, Bonsor, Laumo- En cualquier caso, el resto de los ele-
nier, Ricard y de Mergelina, 1926, 16). mentos localizados como ajuar en las tumbas
Paralelamente, el análisis de las cotas confirma una cronología amplia del siglo II
de todos los elementos parece confirmar de la Era, aunque se observan diferencias en
que el altar funerario podría asociarse con los ajuares de cada una de las fases, ya que
los enterramientos de inhumación, ya que la mientras en las incineraciones, junto a ele-
profundidad de la zanja de cimentación de mentos cerámicos y vítreos se encuentran
esta construcción de sillares y las cotas que elementos de uso personal tanto en hueso
presentan las inhumaciones se encuentran como en metal, en el caso de las inhuma-
en los mismos valores (aprox. -2’70 mts des- ciones, exceptuando la infantil del Enterra-
de el Punto 0 general de la excavación). Así, miento nº 5 que no poseía elemento alguno,
con la debida reserva derivada del escaso estos ajuares únicamente se cifran en vasos
volumen excavado con respecto a la ampli- de cerámica común y lucernas. De modo que
tud total de este solar (3.500 m2) podemos en las inhumaciones sólo encontramos ajua-
afirmar que existe un primer momento de res denominados “de tipo ritual”, mientras

26 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LAS NECRÓPOLIS DE ONUBA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

que en las incineraciones se hallan ajuares alternan tanto inhumaciones como incine-
integrados por objetos de adorno personal raciones. Así por ejemplo, en Córdoba, en el
(caso de las agujas de hueso, metal y pasta solar de la C/Avellano, 12 se han documen-
vítrea (Lám. VIII) o los elementos metálicos tado inhumaciones infantiles de siglo I d.C.,
que podrían haber formado parte de alguna incineraciones en busta del siglo II d.C., e
vestimenta –un cinturón?–) En todo caso, inhumaciones bajo cubierta de tégulas a do-
estas cronologías son anteriores a las de ble vertiente de mediados del siglo II-III d.C.
las tumbas excavadas en el solar contiguo (Penco Valenzuela, 1998).
durante los años setenta por el director del
Finalmente, hemos de hacer algunos co-
Museo Provincial M. del Amo, comentadas
mentarios sobre los ajuares relacionados con
con anterioridad.
las necrópolis romanas de la capital onuben-
Aunque parece demostrado que los ri- se. Un hecho que sorprendía con respecto a
tuales funerarios de la incineración y la in- los ajuares de las tumbas de Ivonne Cazenave
humación coexistieron en Roma desde sus y que ya fue destacado con anterioridad (Vi-
inicios y teniendo en cuenta la dificultad dal Teruel, 2001) era la ausencia de vasos de
para establecer con exactitud el predominio Terra Sigillata en favor de otros de vidrio o
de uno u otro rito, tradicionalmente se creía de cerámica común a partir de la conside-
que el rito de la incineración precedía tem- ración realizada por M. Bendala Galán para
poralmente en Hispania al de la inhumación la necrópolis neopúnica de Carmona y la de
como hecho generalizado, empleándose en Cañada Honda en Alcalá de Guadaira. Según
los tiempos tardorrepublicanos y altoimpe- éste resultaba inconcebible que entre todos
riales (Bendala Galán, 1995). No obstan- los elementos de ajuar relacionados con los
te, lo cierto es que no parece existir una banquetes funerarios dedicados al difunto
regulación fija a la hora de que los grupos aparecieran vasos de vidrio o cerámicos, y
elijan la incineración o la inhumación para sin embargo, nunca aparecieran vasos de
sus enterramientos (Martín Urdíroz, 2000). Sigillata en un momento en que éstas eran
Según ésta última, los enterramientos de un producto cotidiano. La argumentación es-
inhumación se simultanean con los de inci- grimida para explicar dicha ausencia estaría
neración hasta al menos el siglo II a.C. de- relacionada con el sentido ritual del banque-
pendiendo básicamente de las costumbres te funerario, que como toda liturgia, espe-
familiares. A partir de esa fecha predomi- cificaría el tipo de recipiente más adecuado
nará la cremación en todo el Mediterráneo para utilizar en la ceremonia. En este senti-
Occidental y será a partir del siglo II d.C. do, según M. Bendala, la Terra Sigillata pudo
cuando aquélla perderá terreno a favor de la ser deliberadamente excluida por la sociedad
inhumación –no en vano es a partir de ahora carmonense de fuerte tradición púnica para
cuando empieza a constatarse la presencia seguir conservando sus costumbres locales,
de sarcófagos de plomo en la Bética– (Vidal eliminando de este modo uno de los elemen-
Teruel, 2001), pero sin que esta costumbre tos de máxima aculturación romana (Benda-
se convierta en norma fija en todos los luga- la Galán, 1991). Con estas consideraciones,
res del imperio, de modo que otros lugares la ausencia de Terra Sigillata se relacionaría
de la Bética muestran situaciones análogas directamente con una fuerte tradición pú-
a la de esta necrópolis onubense, donde se nica arraigada aun a pesar de las nuevas in-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 27


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Juan M. Campos Carrasco

LÁMINA IX: Ajuares de las necrópolis onubenses. Cuadro-Resumen.

fluencias romanas; esta explicación podría Estas consideraciones que hace algún
ser aplicable al caso de Onuba, donde debió tiempo eran ya advertidas para el caso de
existir una fuerte ocupación púnica en co- Ivonne Cazenave, pueden extenderse, con el
nexión con la situación general observada en avance de los hallazgos producidos, al resto
otros núcleos de la Tierra Llana como Niebla de las necrópolis onubenses, pudiendo es-
o Tejada la Nueva, que empieza a ser cono- tablecerse a partir de aquí la existencia de
cida y valorada (Vidal Teruel, 2001; Campos un ajuar para las necrópolis onubenses en
y Gómez, 2003). La corroboración de este el que, al menos en los casos documentados
hecho en las necrópolis altoimperiales onu- con rigor y que se refieren a cronologías al-
benses sería otra evidencia más que sumar a toimperiales (siglos I-II), no se contempla la
los restos materiales de filiación púnica que inclusión de Terra Sigillata en cualquiera de
se documentan no sólo en las estratigrafías sus variantes –hispánicas precoces, gálicas,
del Cabezo de San Pedro, sino las que M. del hispánicas, o africanas– (Lám IX). De este
Amo hallaba en los sondeos practicados bajo modo, los ajuares de las necrópolis onuben-
las piletas de salazón de la factoría de la C/ ses pueden ser de dos tipos: uno, de carácter
Millán Astray, para reivindicar la intensa pu- ritual, y dos de carácter personal –Láms VII,
nización del suroeste peninsular y concreta- VIII–. Los primeros suelen ceñirse a objetos
mente del puerto atlántico de Onuba (Vidal en hueso o pasta vítrea (generalmente acus
Teruel, 2001; e.p). crinalis: dos ejemplos en C/ Vázquez López

28 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LAS NECRÓPOLIS DE ONUBA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

–tumbas 3 y 11; uno en Ivonne Cazenave escasez de monedas en los ajuares podría
–tumba 12), o incluso en metal que con relacionarse, al igual que ha sido comenta-
toda probabilidad debieron formar parte de do con respecto a la Terra Sigillata, con una
la vestimenta del difunto en el momento del exclusión consciente de dicho elemento en
funus. Entre éstos tan sólo hay que desta- íntima conexión con otro tipo de creencias
car un ajuar más específico relacionado con propias de un sustrato indígena, de raíz pú-
instrumentos de cirujano (C/Palos 15-17), nica, en las que las monedas nunca acompa-
cuya relación con el individuo infantil al que ñan al cadáver en su tránsito a “otra vida”; o
acompañaban no alcanzamos a interpretar bien podría estar relacionada simplemente
en su totalidad. Con respecto a los segun- con una cuestión cultural o incluso de dis-
dos, los ajuares de carácter ritual suelen ponibilidad económica dado el carácter bá-
estar integrados en su mayoría por objetos sicamente humilde que presenta la mayoría
cerámicos o vítreos combinados de diferen- de todos estos enterramientos. Un último
tes maneras, pero donde se hace habitual tipo de objetos metálicos que cabe consi-
la presencia de jarros y cuencos comunes, derar como parte de ajuares rituales está
imitaciones comunes de Paredes Finas, lu- representado por los clavos o remaches de
cernas y en menor medida urnas/ollas tam- hierro o bronce y que debieron formar parte
bién comunes. Con todo, son los objetos de del lectus funebris en el que se exponía el
vidrio (vasos abiertos –Lám VIII– o ungüen- cadáver y/o se trasladaba al fallecido –fere-
tarios) los más numerosos y habituales en trum– durante la pompa funebris (Vaqueri-
casi todas las tumbas y especialmente en los zo, 2001, 62). En este caso se documentan
enterramientos por cremación (por ejemplo ejemplos en C/Vázquez López (tumbas 3,
en C/Vázquez López donde aparece en nue- 6, 13, 18, 19, 20), Cabezo de La Esperanza
ve de los doce ajuares documentados; o Ca- (uno en el ustrinum), y C/Onésimo Redon-
bezo de la Esperanza donde se recuperaron do (uno en tumba 5). Finalmente tan sólo
ungüentarios y fragmentos vítreos diversos faltaría reseñar los dos únicos ejemplos do-
tanto en las cremaciones bajo tégulas como cumentados hasta el momento en Onuba de
en el ustrinum). Dentro de estos ajuares de conductos de libaciones relacionados con la
carácter ritual también hemos de destacar participación del difunto en los banquetes
la escasa representatividad de las monedas o ceremonias conmemorativas en su honor
como acompañamiento del cadáver. De to- (Vaquerizo, 2001, 157) y que se localizaron
dos los enterramientos analizados hasta el en las cremaciones en busta bajo cubierta
momento, tan sólo hemos detectado una de tégulas nº 1 y 5 de la necrópolis sur. Es-
minoritaria presencia de monedas (una frus- tos elementos, ciertamente relacionados al
ta en C/Vázquez López –tumba 21–; una de parecer siempre con la incineración, son
época de Tiberio en Cabezo de La Esperan- bastante habituales en Mérida donde pare-
za; cuatro en Ivonne Cazenave –tres frustas cen relacionarse con individuos de origen
en tumbas 9, 11 y 12 y un as de Antonino o filiación oriental. Su presencia en el caso
Pío en tumba 10–) en un total de 56 ente- onubense ¿quizá podría estar conectada de
rramientos analizados (22 en C/Vázquez nuevo con esa impronta púnica y a su vez
López, 5 en Cabezo de La Esperanza, 1 en con la tradición turdetana heredera a su vez
C/ Palos, 8 en C/Onésimo Redondo y 20 en del horizonte tartésico orientalizante?. Por
Ivonne Cazenave). Cabría preguntarse si tal ahora, resulta prematuro pronunciarse so-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 29


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bre tal hipótesis, pero no obstante, sería in- introducción de un nuevo cableado de tele-
teresante tomarla en consideración de cara comunicaciones, del cual, por otra parte, no
a futuros hallazgos. existe constancia documental, nos hace pen-
sar que realmente estos restos, interpreta-
Hasta aquí los datos con los que se cuen-
dos en principio como pertenecientes a una
ta actualmente para valorar las prácticas fu-
villa rustica, se correspondan en realidad
nerarias de la ciudad romana de Onuba a lo
con una instalación industrial dedicada a la
largo de la época imperial. No obstante, no
pesca y elaboración de salazones (cetaria),
podemos dejar de comentar algunos otros re-
habida cuenta además de su localización,
gistros funerarios hallados durante la década
muy cercana a la línea de la ría del Odiel,
de los años setenta del pasado siglo, en zonas
y de algunos elementos, como hornos y nu-
cercanas y que revisiones actualizadas nos lle-
merosos fragmentos de opus signinum, que
van a matizar en su carácter y significación.
bien podrían estar conectados con el área
En las inmediaciones de Huelva capital industrial de estas instalaciones –piletas de
se localizaron a mediados de los años seten- salazón, fabricación de ánforas, etc– (Cam-
ta los restos de una necrópolis en el lugar pos, Pérez y Vidal, 2004 a y b).
conocido como “La Orden”, tratándose de
En las cercanías también del casco
un conjunto bastante tardío a juzgar por el
urbano de Huelva se localiza una posible
empleo único del rito de inhumación en los
necrópolis conocida como Nuestra Señora
41 enterramientos excavados y por las tipo-
del Rocío, pero cuya constatación se ciñe
logías constructivas documentadas: caja de
tan sólo a datos aislados. En este caso sólo
ladrillos colocados “a soga” y cubiertas pri-
pudo documentarse una única tumba que
mero con tégulas horizontales y sobre éstas
debió formar parte de un conjunto más am-
otro piso de tégulas a doble vertiente; caja
plio que no pudo ser estudiado (Amo y de la
de ladrillos “a soga” con cubierta de tégulas
Hera, 1976). El hallazgo se produjo en una
a doble vertiente; fosa excavada en la tierra
finca situada en las cercanías del cemen-
y cubierta con tégulas a doble vertiente; y
terio de la capital onubense. Esta tumba
finalmente enterramientos infantiles en án-
consistía en una fosa excavada en la tierra
foras. La orientación de los enterramientos
cubierta con cinco losas rectangulares de
es constante: Este-Oeste así como la ausen-
piedra y otra colocada verticalmente en la
cia de ajuar (a excepción de un jarrito de
cabecera. En su interior se conservaban los
factura bastante tosca procedente de la se-
restos inhumados de tres individuos super-
pultura nº 21). Este conjunto debe fecharse
puestos –práctica habitual durante la baja
a partir de principios del siglo IV d.C., según
romanidad: Carmona Berenguer, 1996,
los datos anteriores y la presencia de ciertas
187– y con la cabeza orientada hacia el
monedas (de época del emperador Valenti-
Oeste. Además de los restos óseos se recu-
niano), sin que pueda precisarse su límite
peraron dos jarritos de similares caracterís-
superior (Amo y de la Hera, 1976).
ticas al descrito en la necrópolis anterior
Con respecto a esta necrópolis, el descu- (uno dentro de la tumba y otro entre las
brimiento en 2001 de numerosos ejemplares tierras removidas –zona de La Soledad– an-
de ánforas en esta zona a raíz de los trabajos tes de la excavación). Cronológicamente el
de seguimiento arqueológico derivados de la rito de enterramiento así como los jarros

30 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LAS NECRÓPOLIS DE ONUBA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

encontrados nos sitúan, a falta de mayores lar parcialmente documentado en la fase 5ª.
indicadores, como mínimo a partir de co- Igualmente comienza a ocuparse el extremo
mienzos del siglo V d.C. sur de la ciudad merced a la ubicación de
otra necrópolis de incineración de los siglos
Como conclusión y desde el punto de
I-II d.C. que también parece mantenerse
vista de la estratigrafía vertical y horizontal
en algunos sectores hasta el siglo III, como
del yacimiento Huelva, la fase más tempra-
se desprende de la documentación de otra
na de las prácticas funerarias romanas en la
tumba de incineración en C/Palos 15/17 da-
capital onubense, está representada a través
tada entre los siglos II-III y que destaca por
de la necrópolis de Cabezo de La Esperan-
su ajuar de tipo quirúrgico.
za donde a comienzos de los años sesenta
se producían hallazgos de enterramientos Algo más tardío es el sector de la ne-
secundarios en urnas de tradición iberopú- crópolis norte excavado en la C/Onésimo
nica. Igualmente se hallaron dos tumbas de Redondo, cuyo rito único de inhumación y
incineración bajo tégulas a doble vertiente, elementos de ajuar nos sitúan ya a caballo
de donde se recuperó un ajuar formado por entre los siglos III y IV d.C. Entre fines del
ungüentarios de vidrio y una moneda de siglo IV y, especialmente, en el siglo V d.C.
época de Tiberio. se sitúan las necrópolis de La Orden y de la
finca de Nuestra Señora del Rocío y de la
A partir de la primera mitad del siglo I d.
Soledad, ya en la periferia del casco urbano
C. parece que también empiezan a funcionar
(Amo y de la Hera, 1976) en las que predo-
otras necrópolis relacionadas con el núcleo
minan los denominados tradicionalmente
onubense. Concretamente en el sector nor-
“jarros visigodos” (Izquierdo Benito, 1977),
te empieza a utilizarse el espacio con fines
cuya cronología tardorromana se apoya en
funerarios tal y como se desprende de los re-
las monedas halladas en los ajuares.
gistros documentados en Ivonne Cazènave,
donde a una primera fase caracterizada por Hasta aquí lo que podemos ofrecer en el
inhumaciones en tumbas cubiertas median- estado actual de los conocimientos. A pesar
te tégulas dispuestas en posición horizontal de que aún nos encontramos en un momen-
con acompañamiento de ajuar cerámico to muy incipiente de la investigación, pare-
común de carácter ritual y monumentos cía oportuno realizar esta primera aproxi-
piramidales,le sucede a partir del siglo II d.C. mación al mundo funerario romano de la
otra fase caracterizada por cremaciones en ciudad de Onuba, en la que a pesar de las
busta sin estructura superior o bajo tumba limitaciones derivadas de la parcialidad de
de tégulas a doble vertiente, acompañadas los registros y de la falta de profundización
de elementos de ajuar tanto rituales –lucer- en el estudio de los más recientes descubri-
nas, cerámicas comunes–, como personales mientos –que además permanecen inédi-
–agujas de hueso pasta vítrea y metal, bro- tos–, podemos establecer como conclusión
ches de cinturón de metal, monedas–, y que provisional que siguiendo la norma romana
puede llevarse hasta el siglo III d.C. según la de ubicación de estas ciudades para el des-
cronología que aportan las lucernas recupe- canso eterno, en Onuba las necrópolis docu-
radas (VII Deneuve, /Dressel 17,19,20/Vin- mentadas (Sur Este, Norte) y la que se su-
donissa VIII). Durante este mismo período pone que también debe existir a pesar de no
parece situarse también el mausoleo circu- haberse hallado corroboración arqueológica

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 31


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Juan M. Campos Carrasco

(Oeste), se situaban formando un cordón en del sustrato poblacional prerromano de raíz


torno a los límites de la ciudad y plenamente púnica.
relacionadas con su articulación urbanísti-
Con todo, los datos que acabamos de ver
ca, que en última instancia además también sobre el mundo de ultratumba permiten ya
parece adaptarse a los cuatro ejes cardinales asegurar la significación de la romanización
siguiendo con ello el canon clásico de orga- en la conformación del proceso histórico de
nización de los núcleos urbanos. Con todo la capital onubense. Con ser importantes los
queremos destacar que las aportaciones que aspectos militares, políticos, jurídicos o eco-
pueden realizarse por el momento se cifran nómicos, el mundo de las creencias es el que
principalmente en dos cuestiones: una de ín- delata con mayor claridad la inclusión de un
dole topográfica, ya que la valoración de los grupo humano en una “cultura” distinta o
hallazgos funerarios no hace sino corrobo- por el contrario el rechazo a las nuevas claves
rar la hipótesis sobre los límites de la ciudad de vida y la reivindicación de sus tradiciones,
romana (Campos y Gómez, 2000; Gómez y y así hemos tenido ocasión de comprobarlo
Campos, 2001) además de la referida a la con respecto a las necrópolis de Onuba cuan-
articulación urbanística (Campos Carrasco, do destacamos la ausencia de Terra Sigillata
2003); y otra de carácter propiamente fu- en los ajuares como un posible símbolo cons-
nerario, al permitir el conocimiento de los ciente que reivindica la potencial pervivencia
usos relacionados con esta práctica y que de tradiciones de raigambre púnica en la litur-
se refieren tanto al empleo de los distintos gia relacionada con el mundo funerario, tal y
ritos como de diferentes sepulturas y ajua- como se pone de manifiesto en otros lugares
res, destacándose incluso las posibles pecu- donde esa tradición púnica está perfectamen-
liaridades del núcleo onubense –caso de la te reconocida como la necrópolis occidental
exclusión de la terra sigillata o la escasa re- de Carmo o la de Cañada Honda –Alcalá de
presentatividad de las monedas– en función Guadaira– (Bendala Galán, 1991).

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–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

MORS ET FUNUS. EL MUNDO


FUNERARIO ROMANO Y SUS ANALES
MANIFESTACIONES EN EL DE ARQUEOLOGÍA
TERRITORIO ONUBENSE C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Nuria de la O Vidal Teruel / nvidal@uhu.es
Javier Bermejo Meléndez / centurion_viii@hotmail.es VOL. II / PÁGS. 35 - 60
Universidad de Huelva

RESUMEN

En este artículo se analizan los espacios, usos, y costumbres


funerarias romanas en el ámbito de la provincia onubense. En
este sentido, este trabajo supone un primer acercamiento y estu-
dio de manera global de las necrópolis y lugares en los que se lo-
caliza algún tipo de enterramiento. Para un mejor análisis se han
agrupado en necrópolis vinculadas a ámbitos urbanos, rurales, y
finalmente aquellas relacionadas con los asentamientos costeros
pertenecientes a las factorías pesqueras (Cetariae).

PALABRAS CLAVE: Territorio Onubense; Necrópolis; Ritos


funerarios

ABSTRACT

In this paper we analyse the roman funerary spaces, uses,


and costumes in the country of Huelva (Spain). In this sense,
this work is a first and global study about roman cemetery and
places where there are some types of tomb. For a best analysis,
we have divided the funerary researchs in three groups: first, ur-
ban cementery, second rural cemetery and finally something else
related with fish factories (Cetariae).

KEY WORDS: County of Huelva (Spain); Roman cemetery;


roman death, burial and tomb.

35
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Javier Bermejo Meléndez

INTRODUCCIÓN funerarias, abarcando una banda cronológi-


ca que extiende desde el siglo I a.C. a los
En todas las culturas la muerte supone una siglos V-VI d.C.
situación traumática que se proyecta en la Un primer análisis de las necrópolis onu-
existencia en una serie de ritos de transición benses nos lleva de antemano a establecer
en el que el mundo de los vivos mantiene una tres grupos en función de su localización:
determinada postura ante la misma. En este por un lado, aquellas necrópolis asociadas a
sentido el mundo romano mantendrá una núcleos urbanos –donde lógicamente se in-
actitud de dignidad, temor y respeto, pero cluyen las de Onuba1, Ilipla, Urium, Arucci y
también de cercanía y aceptación ante el he- Turobriga–; por otro, aquéllas relacionadas
cho mismo de la muerte y el ritual asociado con unidades de hábitat rural; y finalmente
a ésta, mediante la cual se intenta mantener aquellas otras correspondientes a cetariae
la memoria del difunto, respetando su sepul- (Lám. I).
tura y estableciendo una relación constante
con ella. Además a lo largo de las épocas y
dependiendo del grupo de individuos se en-
tenderá la muerte según unas determinadas I) NECRÓPOLIS URBANAS
concepciones que estarán en relación con la
corrientes filosóficas, culturales o religiosas ILIPLA (NIEBLA, HUELVA)
imperantes del momento. En este sentido,
a través de autores como Cicerón, Livio o Los testimonios sobre la existencia de ne-
Virgilio observamos concepciones filosófi- crópolis en la ciudad de Niebla son tan re-
cas, y diferentes posturas ante la muerte, la ducidos y carentes de una contrastación ar-
concepción del alma o el más allá de lo más queológica válida, que tan sólo apuntaremos
diversas (Vaquerizo, 2001, 44-47). las informaciones que transmitía O. Davies
(1934) sobre la excavación de tumbas en
De esta forma en la Bética, de forma
el sector de la puerta del Buey. Junto a ello
general, y en su zona más occidental, en
noticias orales nos han comentado la apa-
particular, se constata la utilización de los
rición de tumbas en la zona del Arrabal, al
mismos espacios, usos, y costumbres funera-
otro lado de la actual carretera N-431, y en
rias, comunes a una gran parte del Imperio,
el actual paseo adyacente al sector de mura-
a los que habría que sumar los particula-
llas que asoma a la mencionada carretera,
rismos que se mantienen como propios de
entre la Puerta de Sevilla y la Puerta de la
cada región y que se fusionan con la tradi-
Iglesia de San Martín, pero no son más que
ción latina. En este sentido el análisis de las
datos sin ninguna contrastación arqueo-
necrópolis del territorio onubense muestra
lógica ni documental de ningún tipo, que
una gran dispersión geográfica, y un variado
de todas formas pueden valorarse en tanto
muestrario en cuanto a usos y costumbres
que nos situarían la zona de necrópolis de
la ciudad, fuera del recinto o pomerium del
1
núcleo urbano. De cualquier modo estas
| Las necrópolis de Onuba no serán tratadas de
manera detenida en el presente trabajo, al ser objeto de
informaciones concuerdan con las noticias
un estudio monográfico dentro de este mismo volumen, que el párroco ilustrado C. Jurado Carrillo
a cargo de J.M Campos Carrasco y N.O. Vidal. nos transmitía en 1936 sobre la aparición de

36 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MORS ET FUNUS. EL MUNDO FUNERARIO Y SUS MANIFESTACIONES... ––––––––––––––––––––

LÁM. I. Dispersión de las necrópolis en la provincia onubense y algunos ejemplos citados en el texto.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 37


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Javier Bermejo Meléndez

varias necrópolis junto a dos de los accesos Cronológicamente se observa la existen-


a la ciudad de Niebla, la Puerta del Buey y la cia de dos grupos dentro de esta necrópolis:
Puerta de Sevilla. el primero correspondiente al siglo I d.C.
(40-50 d.C.); el segundo se fecha en el siglo
II y parece que no se extiende más allá de los
TUROBRIGA (SAN MAMÉS, AROCHE, primeros decenios del siglo III d.C.
HUELVA).
Descendiendo a la zona del Andévalo
Respecto a la necrópolis de “La Belleza”, nos detenemos ahora en las inmediaciones
ésta se localiza a unos 800 mts en dirección de Urium (Riotinto). En este ámbito se co-
sureste de la ermita de San Mamés, elevada nocen exhaustivamente tres grandes necró-
sobre la ciudad de Turobriga. Durante la in- polis: dos de ellas relacionadas con el hábi-
tervención arqueológica realizada con fines tat minero de Riotinto (Stock de Gossan y
preventivos se localizaron diecisiete tumbas La Dehesa), y la tercera conectada con el
de incineración que pueden dividirse en dos poblado de Tharsis (Filón Sur).
grupos: sepulturas y depósitos de incinera-
J. M.ª Luzón Nogué (1975) ya se hacía
ción o ustrina (Bedia y Román, 1988; Cuen-
eco de la existencia de uno de los núcleos de
ca y Paz, 1997).
población del amplio distrito minero, Filón
Los depósitos cinerarios responden to- Norte, bordeado por una gran necrópolis de
dos a una planta oblonga de dimensiones no centenares de tumbas que fueron excavadas
mayores a 1’20 x 0’70 mts y son producto por la compañía inglesa Rio Tinto Company.
de un leve rehundimiento en la roca virgen, De los ajuares rescatados, integrados en su
pavimentado posteriormente con pequeños mayor parte por lucernas (Luzón Nogué,
cantos irregulares, sobre los que se deposita 1967), ungüentarios, monedas, cerámicas fi-
una capa de carbones de cenizas de no más nas (Mayet, 1970) y demás objetos menudos
de 20 cms. Además aparecen algunos frag- depositados en un pequeño Museo creado
mentos de cerámicas que presentan rasgos por la citada compañía, se infiere que ésta
de haber estado en contacto con el fuego. era una necrópolis destinada al descanso de
Las sepulturas, por otra parte, también pre- mineros y gente humilde. Otras cuatro ne-
sentan rasgos similares: formas oblongas, crópolis asociadas a sendos establecimien-
dimensiones medias de 1’40 x 0’80 mts., ni- tos mineros se documentan en Nerva, Pla-
vel de cenizas de aproximadamente 35 cms., nes, Bella Vista y San Dionisio (Jones, 1980,
y ajuares integrados por tres o cuatro vasos 156).
cerámicos, ampollas de vidrios y numerosos
clavos. Sólo una de las sepulturas se aparta- Pero sin duda el hallazgo más especta-
ba de esta constante al consistir en una pe- cular, tanto por la cantidad como por la ca-
queña cista (70 x 50 x 58 cms) formada por lidad y variedad constructiva, lo constituye
cuatro tejas planas, cubierta por una laja de la necrópolis de “La Dehesa”, localizada al
pizarra sobre la que se dispuso una estructu- norte de los núcleos de hábitat mencionados.
ra semicircular abierta en su extremo Nores- En esta necrópolis fueron identificadas 290
te, compuesta por cantos y pequeñas lajas tumbas, excavándose casi un centenar (Jo-
sin ningún tipo de mortero. El ajuar apare- nes, 1980). La mayoría de éstas respondían a
ció en muy mal estado de conservación. un mismo patrón constructivo: cremaciones

38 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MORS ET FUNUS. EL MUNDO FUNERARIO Y SUS MANIFESTACIONES... ––––––––––––––––––––

depositadas en tumbas excavadas en la roca cían a un horno cinerario en cuyo fondo aún
de aproximadamente medio metro de lado. quedaban intactos fragmentos de huesos
Una versión más elaborada de este esquema afectados por oxidaciones de cobre debidas
mostraba un pequeño loculus excavado en el al empleo de escorias para lograr la combus-
suelo para depositar los huesos procedentes tión y quemar los cadáveres. Dado el reduci-
de la incineración. Un aspecto llamativo lo do tamaño de dicho horno su funcionalidad
constituyó sin duda el hecho de que muchas debió ser específicamente la cremación de
de estas tumbas estaban indicadas por medio individuos infantiles, lo que lleva a pensar
de cupae (Lám. I). La cronología de estos en- en una alta mortalidad infantil, relacionable
terramientos se sitúa en los siglos I y II d.C. con las condiciones de vida y de salubridad
Mención aparte merecen dos estructuras en un hábitat relacionado directamente con
funerarias con forma de torre de mayor en- actividades mineras.
tidad. De la primera (Tumba I) aún se conser-
Según Pérez Macías (1986) esta necró-
vaban siete bloques de gossan que formaban
polis formaría parte de un cementerio más
parte del suelo de la misma. Su base (4’1 x
amplio, datable en época flavia-adrianéa,
3’5 mts) parece estar formada con los restos
que se extendería desde “La Dehesa” hasta
de tumbas más antiguas. Jones supone que
Nerva. Fue utilizada por una población de
algún tipo de urna o cista funeraria debió in-
proletarios mineros, como se deduce de la
corporarse en la parte más alta de la estruc-
pobreza de los ajuares y de su situación, cer-
tura, constatándose así un tipo constructivo
cana al poblado minero de Corta del Lago.
cuyos paralelos cercanos se encuentran en el
norte de África. La segunda (Tumba III) era Otra necrópolis, con su correspondien-
comparable en estructura y dimensiones (3’6 te poblado minero, pero a su vez relacionado
x 3’4’ mts) a la anterior, pero apareció total- sin duda con el distrito minero de Urium, es
mente desmontada. la de “Filón Sur-Minas” en Tharsis. Los tra-
bajos arqueológicos documentaron restos
Años después, se inician los trabajos
de necrópolis en varios sondeos (Pérez, Gó-
arqueológicos en la necrópolis del Stock de
mez, Álvarez, Flores, Román, Beck, 1992).
Gossan (Pérez, 1987 b) que proporcionaron
De esta forma se descubrió una tumba rec-
los datos siguientes: En la Cuadrícula S.G.-
tangular excavada en la pizarra con cubierta
1/85 se documentaron siete tumbas que
plana de tégulas fechada en el siglo III d.C.
presentaban como característica común el
en función de su ajuar, una urna cineraria
estar excavadas en la roca virgen (pizarra)
partida por la mitad y una pátera de Terra
y conservar en su interior, esquirlas de hue-
Sigillata Africana (Hayes 49). De igual forma
sos, restos de carbón y algunos fragmentos
se encontró otra tumba rectangular cons-
de vidrio y de cerámicas, productos del rito
truida con un encofrado de lajas de pizarra
de cremación. Sólo una de ellas tenía como
trabadas con pequeños bloques de gossan,
rasgo distintivo el haber sido construida en
cuyo ajuar nos remitía al s. I d.C.
época prerromana (tumba de pozo) y reapro-
vechada posteriormente en época romana. La disparidad cronológica entre ambas
Asociada a esta se documentaron dos hornos tumbas puso de manifiesto varios momen-
crematorios superpuestos.En la Cuadrícula tos de ocupación del sitio: una primera de
S.G.-2/85 los restos encontrados pertene- época augústea; una segunda de la segunda

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 39


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mitad del siglo I d. C. y una tercera del siglo funeraria –tumba, ajuar, etc– exhumada por
II d.C. La tumba del sondeo 1 que se sitúa ya alguna circunstancia fortuita; y finalmente,
en el siglo III d.C. no revelaría más que una existen referencias orales y materiales proce-
actividad residual del poblado una vez aban- dentes de actividades de expolio, y también
donada la explotación minera de la zona en como consecuencia de trabajos agrícolas.
el siglo II d.C. Con este panorama vamos a diferenciar en
Por otro lado en el término municipal primer lugar aquéllos datos procedentes de
de Nerva, en la zona denominada “La Ma- excavaciones arqueológicas, aportando los
rismilla”, se documentaron restos de una resultados obtenidos en cada una de éstas,
necrópolis de incineración, con un total de y posteriormente enumeraremos el resto
cinco tumbas y restos de algunas más arra- de datos disponibles y que responden a las
sadas, con una serie de estructuras asocia- otras circunstancias de los hallazgos.
das a prácticas funerarias. La zona dividida Comenzamos este recorrido en las in-
en varios sectores ofreció varias fases de uso mediaciones de Huelva capital donde a me-
simultáneas. Con respecto a su tipología se diados de los años setenta se localizaron los
trata de estructuras de pizarra con un pe- restos de una necrópolis en el lugar conoci-
queño edículo circular excavado en el subs- do como “La Orden”. Esta necrópolis es bas-
trato para depositar las cenizas. Al exterior tante tardía a juzgar por el empleo único del
presentan una cubrición con mortero de cal rito de inhumación en los 41 enterramientos
trabado, donde se establecen unos pequeños excavados y por las tipologías constructivas
foci, con un indudable sentido ritual. Por el documentadas: caja de ladrillos colocados
ajuar, consistente en Paredes Finas, ungüen- “a soga” y cubiertas primero con tégulas ho-
tarios y en algún caso monedas y objetos de rizontales y sobre éstas otro piso de tégulas
metal, se pueden fechar estas tumbas desde a doble vertiente; caja de ladrillos “a soga”
el siglo I a.C y hasta la primera mitad del s. con cubierta de tégulas a doble vertiente;
I d.C. (De la Bandera, Domínguez, Camacho fosa excavada en la tierra y cubierta con
y León 2004). tégulas a doble vertiente; y finalmente en-
terramientos infantiles en ánforas. La orien-
tación de los enterramientos es constante:
este-oeste así como la ausencia de ajuar (a
II. NECRÓPOLIS DE CARÁCTER
excepción de un jarrito de factura bastan-
RURAL te tosca procedente de la sepultura nº 21).
Este conjunto debe fecharse en época tar-
Por su parte, los datos disponibles hasta el
día, a partir de principios del siglo IV d.C.,
momento sobre necrópolis asociados a vi-
según los datos anteriores y la presencia de
llae rusticae, o a otras agrupaciones habi-
ciertas monedas (de época del emperador
tacionales de tipo rural –vici, fundi, pagi–,
Valentiniano), sin que pueda precisarse su
obedecen a un variado origen; sólo en un
límite superior (Amo y de la Hera, 1976).
mínimo porcentaje responden a excavacio-
nes arqueológicas controladas; existe otro El descubrimiento de numerosos ejem-
porcentaje integrado por datos recabados plares de ánforas en esta zona a raíz de los
a través de prospecciones superficiales y el trabajos de seguimiento arqueológico de-
reconocimiento visual de alguna estructura rivados de la introducción de un nuevo ca-

40 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MORS ET FUNUS. EL MUNDO FUNERARIO Y SUS MANIFESTACIONES... ––––––––––––––––––––

bleado de telecomunicaciones, del cual por En las inmediaciones de la ciudad de


otra parte no existe constancia documental Niebla se sitúan los restos de “Cantarra-
algunas, nos hace pensar que realmente es- nas”. Esta necrópolis parece estar asociada
tos restos, interpretados en principio como a la villa del mismo nombre, situada a unos
pertenecientes a una villa rustica, se corres- 1500 metros al suroeste del casco urbano
pondan en realidad con una instalación in- de Niebla. Este yacimiento ya se conocía a
dustrial dedicada a la pesca y elaboración de comienzos de este siglo y de ello dan cuenta
salazones (cetaria), habida cuenta además las noticias que el cura C. Jurado Carrillo
de su localización, muy cercana a la línea (1934 y 1935) proporcionaba sobre el des-
de la ría del Odiel, y de algunos elementos, cubrimiento de una necrópolis en la zona
como hornos y numerosos fragmentos de conocida como “Estación de Sevilla”. La
opus signinum, que bien podrían estar co- descripción de las tumbas y de los ajuares
nectados con el área industrial de estas ins- que hacía Carrillo no deja lugar a dudas so-
talaciones piletas de salazón, fabricación de bre su filiación romana2.
ánforas, etc. (Campos, Pérez y Vidal, 2004). Esta villa fue excavada en 1979 por M.
En las cercanías también del casco ur- del Amo, de donde recuperó además del tor-
bano de Huelva se localiza otra necrópolis so correspondiente a una estatua togada,
conocida como “Nuestra Señora del Rocío”, otros materiales que quedaron depositados
conocida a partir de datos aislados. En este en el Museo de Huelva, permaneciendo in-
caso sólo pudo documentarse una única tum- éditos hasta los estudios llevados a cabo por
M.A. López Domínguez (1998 y 1999), que
ba que debió formar parte de un conjunto
estiman que el período de máximo apogeo
más amplio que no pudo ser estudiado (Amo
de esta villa correspondió a los siglos IV-V,
y de la Hera, 1976). El hallazgo se produjo
d.C., perdurando posteriormente en el siglo
en una finca situada en las cercanías del ce-
VI e incluso VII d.C.
menterio de la capital onubense. Esta tumba
consistía en una fosa excavada en la tierra cu- En el cercano núcleo de Bollullos par
bierta con cinco losas rectangulares de pie- del Condado también tenemos ejemplos fu-
dra y otra colocada verticalmente en la cabe- nerarios a través de la necrópolis conocida
cera. En su interior se conservaban los restos como “El Lomo”. Ésta se localiza a 3 kiló-
inhumados de tres individuos superpuestos metros al noroeste del casco urbano en un
–práctica habitual durante la baja romanidad paraje conocido por el mismo nombre. La
(Carmona Berenguer, 1996, 187)– y con la intervención en la misma estuvo motivada
cabeza orientada hacia el oeste. Además de
los restos óseos se recuperaron dos jarritos
2
| “….fosas circulares de grandes ladrillos de
de similares características al descrito en la
28 centrímetros de longitud por 21 de latitud y 5 de
necrópolis anterior (uno dentro de la tumba grueso formado por un grueso muro, cubiertas en la
y otro entre las tierras removidas –zona de parte superior por grandes sillares….” (Jurado Carrillo,
“La Soledad”– antes de la excavación). Cro- 1934, 85);” “…a la salida de la Puerta de Sevilla, donde
nológicamente el rito de enterramiento así se han encontrado numerosos cadáveres de romanos
en sus sepulturas de grandes losas, con brazaletes, ani-
como los jarros encontrados nos sitúan, a llos, con preciosos camafeos, monedas en la parte de
falta de mayores indicadores, como mínimo a la boca, lacrimatorios de diversas formas y ungüenta-
partir de comienzos del siglo V d.C. rios….” (Jurado Carrilo, 1935, 52).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 41


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Javier Bermejo Meléndez

ante su inminente destrucción por las labo- aún permanecía intacta y logró localizar una
res agrícolas. Se excavaron únicamente dos quinta tumba y restos de una zona de hábi-
sepulturas. Morfológicamente responden a tat conectada con esta necrópolis. Todas las
un mismo patrón, fosa rectangular en arci- tumbas presentaban las mismas caracterís-
lla apisonada, con las paredes revestidas con ticas: estructura rectangular excavada en la
hiladas de ladrillo; en ellas se documentó el roca; recubrimiento de las paredes con losas
cierre en la cabecera y los pies con tégulas a modo de caja y cubierta con dos losas; em-
en posición vertical. Se trata de enterra- pleo de la inhumación como rito funerario
mientos de inhumación, en posición decúbi- único; orientación: predominantemente
to supino, y con orientación oeste-este. Con este-oeste con inclinación hacia el sureste,
respecto a la presencia de ajuar destaca un salvo en el caso de la tumba 5 que no presen-
pequeño ungüentario, y un jarro de la forma ta dicha inclinación y la tumba 4 que se in-
16 de izquierdo Benito, lo que nos remite clina hacia el noreste; Ajuares: consistentes
a momentos tardíos. Cronológicamente este en pequeños jarritos comunes situados a la
tipo de jarros rituales se sitúa entre los si- cabecera y los pies de los cadáveres apareci-
glos V y VI d.C. dos tanto en la tumba 4 como los recupera-
La presencia de jarros formando parte dos de las excavaciones anteriores; además
de “ajuares rituales” en época tardía es un en la tumba 4 se recuperó una moneda de
hecho que se documenta en toda la Betica. bronce de época del emperador Graciano
Entre los ejemplos mejor estudiados destaca (375-383). Del análisis de los escasos restos
la necrópolis de la villa del Ruedo (Almedi- cerámicos (sobre todo por paralelismo con
nilla, Córdoba), donde se documentaron 40 los documentados en las necrópolis bajoim-
ejemplares. El tipo concreto de la tumba 2 periales de Huelva, “La Orden” y “Nuestra
de El Lomo, –Izquierdo Benito 16–, definido Señora del Rocío”) y numismáticos (mone-
por Carmona Berenguer (1991) como Tipo da del emperador Graciano) se estima que
I de El Ruedo, coincide igualmente con la estas tumbas formarían parte de una ne-
tipología realizada por Cerrillo Martín de crópolis de época tardía (siglos IV- V d.C.),
Cáceres (1980) para los depositados en el asentada sobre una fase de hábitat de época
Museo de Mérida. altoimperial conectada íntimamente con la
actividad minero-metalúrgica de Riotinto.
Dejando la Tierra Llana y avanzando ha- Una vez abandonado este lugar de hábitat,
cia el norte, encontramos la necrópolis de
se produciría su reutilización como lugar de
Valle de Sevilla –“Cerro de la Cebada”–, en
enterramiento una vez trasladada la pobla-
término municipal de El Campillo. El descu-
ción a otro lugar no muy lejano (Fuentes y
brimiento de esta necrópolis se debió a la ac-
Gómez, 1989, 123-124).
ción de clandestinos y expoliadores, hasta el
punto de que tres de las tumbas de la misma Ya en la zona norte de la provincia llega-
fueron ya excavadas por éstos en su deseo de mos hasta Corteconcepción, donde se locali-
encontrar joyas o monedas. Posteriormente za la necrópolis conocida como “La Puente”,
un equipo arqueológico (Fuentes y Gómez, amenazada constantemente por acciones de
1989), además de recuperar el material pro- expolio. Su excavación se practicó sobre un
cedente de esas excavaciones clandestinas, área total de 26 m2 (Romero, Rivera, Mar-
consiguió excavar una cuarta sepultura que tín, Ruiz y Pecero, 1999) constatándose la

42 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MORS ET FUNUS. EL MUNDO FUNERARIO Y SUS MANIFESTACIONES... ––––––––––––––––––––

existencia de cinco estructuras funerarias, en cistas de inhumación, recubiertas de cua-


en las que se practicó un doble rito de in- tro lajas al interior y contenían un pequeño
cineración e inhumación. Todas están exca- jarro junto a la cabecera. El acceso de M. del
vadas en el substrato pizarroso, se orientan Amo a uno de los jarros recuperados permi-
en sentido sureste-noroeste, presentan una tió concluir que se trataba del tipo de jarros
tendencia formal rectangular, y en todas, denominados “tardorromanos” y que fechan
salvo la nº 2, se utilizaron lajas de pizarra la necrópolis a fines del siglo IV o principios
para su delimitación. Igualmente, esta tum- del siglo V d.C.
ba nº 2 es la única que presenta rito de in-
Además de las anteriores intervencio-
cineración frente a las restantes que son de
nes, trabajos de prospección arqueológica
inhumación. Igualmente su interior no pre-
y de documentación planimétrica (caso de
sentaba huellas de haber estado en contacto
Santa Eulalia) nos transmiten informacio-
con el fuego de la incineración, por lo que
nes relativas al mundo funerario en los tér-
parece que se trata de un enterramiento
minos siguientes.
secundario por cremación. A partir de esta
diferenciación tipológica y ritual, el equipo En la actual ermita de “Santa Eulalia”,
arqueológico considera la existencia de dos situada a unos tres kilómetros al nordeste de
cronologías distintas para el ejemplar nº 2 la aldea de El Patrás, en término municipal
(segunda mitad del siglo I y principios del si- de Almonaster, quedan evidencias de una to-
glo II d.C.) y el resto de las tumbas (segunda rre funeraria de época romana que sirve de
mitad del siglo III y comienzos del IV d.C). asiento a la construcción cristiana (Bendala,
Collantes, Falcón y Jiménez, 1991; Jiménez
En el cercano municipio de Corterran-
Martín, 1975). La torre, cuyos restos se apre-
gel, encontramos un ejemplo de hallazgo
cian con facilidad en el ábside de la ermita
aislado –“La Canaleja”–, que en un principio
(Lám. I) es una construcción monumental
fue datado en época protohistórica al tratar-
realizada con sillares de granito. Apoya so-
se de un enterramiento en cista. Posterior-
bre un podium realizado con dos hiladas de
mente su excavación permitió saber que se
sillares colocados a soga y tizón. Esta cons-
trataba de un tumba de incineración romana
trucción podría datarse a partir de mediados
de principios del siglo II d.C., a juzgar por el
del siglo I d.C., a juzgar por la cronología
ajuar encontrado –una lucerna similar a las
general que presenta este tipo de monumen-
encontradas en Riotinto, un vaso de paredes
tos turriformes en el resto de la Península
finas decorado a la barbotina y un cubilete
Ibérica, especialmente en el litoral medi-
troncocónico– dispuesto sobre una espe-
terráneo –Daimuz, Villajoyosa, Cartagena,
sa capa de ceniza, donde aún eran visibles
Tarragona– (Abad Casal, 1992). Ejemplos
algunos fragmentos de hueso y de madera
cercanos de este tipo de torres funerarias
de encina carbonizada. (Amo y de la Hera,
podrían ser las que en torno a la ciudad de
1975, 177).
Baelo Claudia se alineaban a lo largo de la
Ejemplo de excavaciones clandestinas playa. Actualmente están todos destruidos,
de manos de particulares es la que se realizó pero algunos basamentos de estos mauso-
en el “Cortijo de Juan Diego” (Higuera de la leos en forma de torre han sido excavados
Sierra). Según las informaciones del propie- comprobándose sus dimensiones (entre 2 y
tario, las estructuras de la tumbas consistían 3 mts de largo) y su factura, consistente en

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 43


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opus caementicium forrado por paramentos destinado a un enterramiento colectivo, po-


de grandes sillares de calcarenita. Según P. siblemente familiar, y cronológicamente se
Sillières, en 1917 aún era posible ver uno de sitúa en época de Claudio/Tiberio, según
estas torres llamada Hornillo de Santa Cata- Remesal Rodríguez, (1979, 17), o en época
lina, de planta cuadrada y coronada por una de Trajano (Paris, Bonsor, Laumonier, Mer-
pirámide que alcanzaba unos 6 mts de alto gelina, 1926).
(1997, 195-196).
También en Almonaster se sitúa la ne-
En la cercana Fuente Seca (Arucci?), en crópolis de “Santo Ángel”, cuyo conoci-
el término de Aroche, se documentan los res- miento por parte de los vecinos de la peda-
tos de un sepulcro turriforme (Lám. I) que ya nía de Cueva de la Mora, provocó su saqueo
fueron reconocidos por J.Mª. Luzón (1975), completo quedando únicamente un vestigio
pero interpretados como parte de unas ins- de la misma: una jarrita de cerámica pro-
talaciones hidráulicas (caput aquae). La piedad de una vecina de la aldea de Monte
posterior intervención de A. Jiménez Martín Blanco, de la que no se conoce su proceden-
(1975) sobre estos restos descubrió que en cia exacta. Trabajos de prospección realiza-
realidad el edificio aún visible era una cons- dos posteriormente (Pérez y Gómez, 1992)
trucción funeraria fechable en el siglo II d.C. han logrado, no obstante, concluir algunas
Se trataba de un sepulcro turriforme de 3’5 características de lo que debió ser la necró-
mts de lado, con sus caras orientadas a los polis. En superficie se observaban aún nue-
puntos cardinales, aparejo de opus incertum ve huecos donde estuvieron emplazadas las
y opus latericium en las esquinas, pilares, en tumbas. En algunas fue posible observar que
el arco de medio punto de una pequeña hor- se trataba de cistas con las paredes encofra-
nacina, y en rafas para regularizar la obra das de lajas de pizarra, de 1’70-1’90 m de
de mampuestos. La estructura subterránea longitud y orientación constante este-oeste.
estaba formada por una fosa para el bustum En opinión de los investigadores (1992, 190)
y dos loculi para las ofrendas. Los materiales se situaría en la segunda mitad del siglo IV
correspondientes a dicha intervención aún d.C. y estaría relacionada con un pagus de
permanecen sin publicar. dedicación básicamente ganadera.
En lugares cercanos como por ejemplo, En la cercana Aracena se localiza otra
en la necrópolis sureste de Baelo Claudia se necrópolis conocida como “Los Villares”. En
documentan monumentos de características este caso se trata de una necrópolis de cistas
similares, aunque conservados casi única- (Romero Bomba, 1995), que parece corres-
mente a nivel de cimentación. En concreto ponderse con el área de enterramiento de
el denominado Monumento A (Remesal Ro- un poblado minero previamente conocido
dríguez, 1979, 16) consistía en un recinto como Los Villares I (Campos, Teba, Casti-
cuadrado (3’25 x 3 mts), realizado con apa- ñeira y Bedia, 1990). Todas las cistas –cator-
rejo irregular de piedra calcárea unido con ce en total– estaban expoliadas de antiguo,
cal. El interior separado por un muro y cu- presentaban orientación constante este-oes-
bierto por suelo de opus signinum albergaba te y únicamente se conservaban las lajas de
cofres y ajuares en su parte sur, y en la parte pizarra de algunas de las estructuras. Con
norte, se depositaron las cenizas correspon- tal escasez de datos, sólo se ha apuntado la
dientes a la incineración. Este mausoleo fue posible existencia de un doble rito incine-

44 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


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ración-inhumación, según el tamaño de las una tumba completamente excavada de


cistas, y una posible cronología de mediados antiguo, según el cual nos hallaríamos
del siglo I d.C. y primera mitad del siglo II ya en época tardía (siglos IV-V d.C.)
d.C. (Romero Bomba, 1995, 282). – “Monteblanco” (Encinasola): Consiste
A continuación se refieren todos aque- en un enterramiento, localizado en el
llos hallazgos localizados en la zona norte cortijo del mismo nombre, cuya estruc-
de la provincia, concretamente en los Picos tura se compone de una caja de ladrillos
de Aroche, a través de los trabajos de pros- cubierta por tégulas a doble vertiente.
pección superficial realizada por J.M. Luzón – “El Baldío” (Encinasola). Se localiza al
Nogué (1975) y J.A. Pérez Macías (1987,a): oeste de Encinasola, junto al arroyo del
Balandrón. El único dato lo proporcio-
– “Las Cefiñas”: se trata de una necrópo-
na la excavación de una tumba situa-
lis de la que ya da noticias M. del Amo
da a unos veinte metros al oeste de la
(1975). Material: vaso de Terra Sigillata zona de hábitat y que no proporcionó
africana (Hayes, 59. Cronología. 320- materiales. Existen otros materiales re-
380 d.C.) cogidos por el dueño de la finca, varias
– “Llano de Burgos”. Se localiza entre la monedas de mediados del siglo IV d.C. y
Sierra de Pelos Negros y el río Múrtiga. una placa de pizarra grabada con signos
Todos los materiales que ofrecen una numerales que se fecha en torno a los
cronología del siglo IV d.C. se encuen- siglos VI-VII d.C.
tran depositados en una colección parti- Finalmente, prospecciones superficiales
cular –Lucerna (Cartago, XI A –Deneau- realizadas en la Tierra Llana han propor-
ve, 1974–); Vaso de cerámica común cionado las siguientes localizaciones.
que imita la forma Hayes, 57; Jarrita de
– “Fuentidueña” (La Palma del Condado):
asas geminadas; fragmentos de ungüen-
Este lugar fue visitado durante la Cam-
tario sin forma precisa–.
paña de prospecciones del año 1990 del
– “Cerro del Fraile/Barranquito” (Enci- “Proyecto Tierra Llana” (Campos, Teba,
nasola): Se localiza junto al cortijo Ba- Castiñeira, Bedia, 1990). Aquí se locali-
rranquito en Encinasola. El dueño de la zaron tumbas excavadas en el suelo con
finca excavó una tumba que no propor- paredes de pizarra, junto a otras que
cionó materiales al haber sido expoliada se habían excavado en el afloramiento
de antiguo. rocoso. Se observaban tégulas y restos
– “Los Benitos”: Su localización no está humanos en superficie, pero en su con-
precisada. La única prueba consiste en junto aparecía completamente expolia-
un jarro “tardorromano”, procedente de da. También en la Palma del Condado,
una tumba excavada antiguamente, de- P. Silliéres, (1981) nos ofrecía algunas
positado en el Museo de Huelva. noticias sobre sepulturas excavadas en
– “La Lobita I”: Se trata de un conjunto la roca de un cerro en la orilla izquierda
formado de hábitat y necrópolis. Ésta del río Corumbel.
última ha sido identificada por un frag- – “Arroyo de Flores” (Moguer). Según la
mento de Terra Sigillata Africana estam- actualización del Catálogo de yacimien-
pillada (Hayes, 1972), procedente de tos de la provincia de Huelva (Mercado

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 45


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Javier Bermejo Meléndez

Hervás, 1995) en este lugar, un cerro relacionado, así como reactivar, con base en
destinado a uso forestal, se aprecian estratigrafías perfectamente secuenciadas,
restos de una necrópolis romana donde la investigación sobre el mundo funerario de
aparece abundante material cerámico y época romana, que salvo algunas excepcio-
tégulas cubiertas con engalba blanca, nes, casos de las necrópolis de Huelva capi-
Terra Sigillata, clavos, opus caemen- tal o las del distrito minero de Riotinto o
ticium y sillarejos. Actualmente está Aroche, únicamente se basaba en hallazgos
prácticamente destruida por activida- aislados para el conjunto del territorio onu-
des de expolio. bense. A continuación detallamos los aspec-
– “El Alcornocal” (Bonares): J. Mª Luzón tos más destacados de estas investigaciones
(1975) daba noticias sobre la existencia para establecer las bases sobre las que elabo-
de vestigios de población antigua en va- raremos una visión de conjunto cronológica
rios lugares de los alrededores. Así, en y espacial de esta importante manifestación
la finca “El Alcornocal” aparecieron res- de la romanidad del extremo occidental de
tos de necrópolis romana. Según la ac- la Baetica.
tualización del catálogo de yacimientos De todas estas cetariae ha sido la de
arqueológicos de la provincia de Huelva “El Eucaliptal” (Punta Umbría) la que han
del año 1995 (Mercado Hervás, 1995) proporcionado los registros más completos
actualmente no se aprecian restos algu- (Campos, Pérez y Vidal, 1999 a), entre los
nos sobre el lugar. que se distinguen tres tipos de estructuras
– “La Alquería” (Villarrasa): Es también funerarias: En primer lugar un nivel de In-
J.M.ª Luzón (1975) quien comenta que humaciones en tumbas de ladrillos que co-
en la finca “La Alquería” se encontraron rresponden al último episodio de uso de la
tumbas romanas. La actualización del necrópolis –Fase III– (Lám. II). Los quince
catálogo de yacimientos de la provincia ejemplos documentados se caracterizan por
de Huelva de 1993 (Díaz García, 1993) el empleo de la inhumación, con el cadáver
describe el lugar como necrópolis roma- posicionado en decúbito supino. Igualmente
na y probablemente también de cistas. todos repiten la misma orientación, (suroes-
Igualmente de esta necrópolis procede te-noreste) así como la ausencia de ajuar en
una escultura de tamaño menor al natu- el interior de las tumbas.
ral depositada en el Museo de Huelva.
En segundo lugar y situados por debajo
de estas inhumaciones existía un nivel de
enterramientos infantiles de inhumación
III. NECRÓPOLIS ASOCIADAS A en ánforas –Fase II– (Lám. III). Tipológica-
CETARIAE mente, la mayoría corresponde a las formas
XXIII, XVI-XXII y XXV de Keay (Keay, 1984).
En cuanto al último grupo de necrópolis, Las veintiséis ánforas encontradas presenta-
las relacionadas con cetariae, sin duda han ban un buen estado de conservación, salvo
sido las intervenciones arqueológicas prac- dos de ellas que se encontraban muy frag-
ticadas en estos establecimientos costeros mentadas a causa de las raíces que había
las que han permitido valorar en su justa en su interior. En todos los casos las ánfo-
medida el componente económico con éstos ras estaban rotas bien por la parte inferior

46 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MORS ET FUNUS. EL MUNDO FUNERARIO Y SUS MANIFESTACIONES... ––––––––––––––––––––

LÁM. IV. “El Eucaliptal” (Punta Umbría). Fase II.


Inhumación infantil en ánfora. Detalle. (López,
Castilla, Haro, 2005).

(pico), bien por la superior (boca), siendo


estas roturas de carácter intencionado con
el fin de introducir los restos de los cadáve-
res y taponadas con un ladrillo colocado ver-
ticalmente o con un fragmento de tégula. La
práctica totalidad de las ánforas presentaba
una orientación suroeste-noreste, idéntica
a las tumbas del nivel superior. Posteriores
LÁM. II. “El Eucaliptal” (Punta Umbría). Fase
III. Inhumaciones. intervenciones en la zona del eucaliptal
(López, Castilla, Haro, 2005) han aportado
nuevos testimonios sobre enterramientos en
ánforas, correspondientes, sin duda, al mis-
mo nivel –Fase II– (Lám. IV).
Finalmente bajo el nivel de ánforas exis-
tía un nivel de enterramientos en tumbas de
tégulas a dos aguas (Lám. V) que supone la
primera fase de uso de la necrópolis (Fase I),
y que alternan tanto la inhumación como la
incineración. Entre las diez tumbas de tégu-
las halladas se encuentran diferentes tipo en
función de sendas variantes constructivas:
Cubierta con dos tégulas a doble vertiente
(1 ejemplar); Cubierta mediante cuatro té-
LÁM. III. “El Eucaliptal” (Punta Umbría). Fase gulas a doble vertiente (4 ejemplares); Cu-
II. Inhumaciones infantiles en ánforas. bierta con Seis tégulas a doble vertiente e

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 47


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Javier Bermejo Meléndez

Ímbrice coronando la unión de aquéllas (1


ejemplar): Cubierta con Seis tégulas a doble
vertiente más dos verticales a los pies y la ca-
beza (3 ejemplares); y un ejemplar que que-
dó situado en el perfil del corte; Tumbas con
el suelo de tégulas (1 ejemplar) o pizarra (2
ejemplares); Tumbas sin suelo construido (7
ejemplares). Respecto a la orientación po-
demos encontrar tres tipos diferentes: no-
roeste-sureste; norte-sur; y suroeste-noreste
(siendo ésta última la mayoritaria con 7 de
los diez ejemplares de la fase).
Ha sido en este nivel donde únicamen-
te se han encontrado evidencias de ajuares,
tanto rituales como personales. Los primeros
consistían en la mayor parte de las tumbas en
cerámica: platos, jarros y lucernas. El vidrio
también está presente en cuatro de las tum-
bas, a través de copas y ungüentarios. Todo
ello aparece acompañado en los casos de inci-
neración por una gran cantidad de clavos de
hierro. Respecto a los personales merece es-
LÁM. V. El Eucaliptal” (Punta Umbría). Fase I. pecial mención el único ajuar de joyas encon-
Incineración bajo Tumba de Tégulas. Nº 64. trado en una de las tumbas de inhumación.
Consiste en un conjunto compuesto por una
gargantilla de oro, dos pendientes con engar-
ces de piedras, dos anillos de oro, un anillo de
plata y cuentas de collar o de pulsera (Lám.
VI). Todo ello estaba perfectamente conser-
vado sobre el cadáver de una mujer joven (en
torno a quince años), cuyo análisis antropoló-
gico reveló huellas de parto.
Además de los enterramientos en tum-
bas de ladrillos, en ánforas y en tumbas de
tégulas, en esta necrópolis se documentaron
también variantes que combinan de alguna
forma las dos últimas o que presentan for-
mas diferentes, galbos de ánforas cubiertos
por una o dos tégulas (3 ejemplares); In-
cineraciones en recipientes dispuestos di-
LÁM VI. “El Eucaliptal” (Punta Umbría). Fase I. rectamente sobre la arena (4 ejemplares);
Ajuar funerario. Tumba 66. Restos óseos sepultados sobre el terreno sin

48 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MORS ET FUNUS. EL MUNDO FUNERARIO Y SUS MANIFESTACIONES... ––––––––––––––––––––

ningún tipo de estructura (2 ejemplares); y


finalmente un único ejemplo de ajuar aisla-
do compuesto por un conjunto cerámico in-
tegrado por un plato, una lucerna y un jarro
con posible simbología de Cenotafio.
Las estructuras funerarias se completan
con dos monumentos piramidales escalona-
das de ladrillos (Lám. VII). La primera era
una pirámide escalonada formada por tres
cuerpos con 28 hiladas de ladrillos trabados
con argamasa. Las dimensiones eran: 1,17
m. de altura; 2,42 y 2,19 m. (lados norte y
sur) y 1,29 y 1,39 m. (lados este y oeste).
Al ser desmontada pudo comprobarse que
estaba maciza en su interior, desechando
con ello la hipótesis de una posible tumba
monumental. Toda la estructura descansa-
ba sobre una cimentación de laterculi dis-
puestos oblicuamente. La orientación de
este monumento era norte-sur. Del mismo
tipo, pero de dimensiones más reducidas era
la segunda. Estaba formada por 10 hiladas
de ladrillos, divididos en dos cuerpos. Sus
dimensiones eran 0,90 x 0,90 m. El cuerpo
superior estaba macizo, siendo por el con-
trario hueco el cuerpo inferior.
Para finalizar, señalar la existencia de
un muro de factura romana, realizado con
mampuestos trabados con argamasa y con
restos de una lechada de cal en la parte
superior. La orientación del mismo era su- LÁM. VII. “El Eucaliptal” (Punta Umbría).
Monumentos piramidales.
reste-noroeste y sus dimensiones: 6x 0,75x
0,80 m. Esta construcción parece estar en
conexión con el nivel de enterramientos in- enterramientos infantiles dos grupos bien
fantiles en ánforas, pudiendo interpretarse diferenciados, los fetos y neonatos (entre 0
como una posible delimitación de un sec- y 6 meses de vida extrauterina), y los infan-
tor de la necrópolis destinado únicamente tiles (entre 6 y 13 meses de vida extrauteri-
al enterramiento de fetos, neonatos y niños na), que pudieran concordar con estos cipos
de corta edad, como se deduce del análisis como señales de visualización del sector in-
antropológico de los restos analizados en fantil de la necrópolis, que, por otra parte,
este sector. En este sentido hay que señalar podría estar individualizada a nivel espacial
que según este estudio existen dentro de los por un muro de cierre.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 49


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Javier Bermejo Meléndez

Rodríguez, 2001), ha sido posible identificar


diversas áreas de enterramiento y varios tipos
de sepultura en este asentamiento. Aquellas
primeras intervenciones contabilizaron un
total de dieciséis tumbas (Bonsor, 1928; aun-
que según informaciones posteriores de A.
Schulten –1945– fueron veinte), localizadas
en diferentes puntos del yacimiento. Por su
parte la intervención arqueológica realizada
durante 1999 documentó un total de siete
enterramientos, distribuidos entre dos son-
deos estratigráficos (nº 6 y 8) y con diferen-
tes características. En el corte 6 aparecieron
cuatro de ellos, tres situados a una cota in-
LÁM. VIII. “Cerro del trigo” (Almonte).
Inhumaciones. Corte 6. ferior respecto a un enterramiento doble lo-
calizado muy por encima de aquéllos. En el
corte 8 se documentaron otras tres inhuma-
Por su parte, en la Cetaria de “El Te-
ciones (Lám. VIII): dos de ellas depositadas
rrón/La Bella” (Lepe) se documentaron
directamente sobre la tierra sin ningún otro
tres enterramientos cuyo único rito es la
tipo de indicación, y una tercera depositada
inhumación. Respecto al tipo constructivo
en una tumba construida con hiladas de pie-
encontramos dos tumbas de tégulas a do-
dra y cubierta con tégulas.
ble vertiente, una de ellas con pavimento de
tégulas y una tumba de planta rectangular Respecto a la cronología de los ente-
construida con ladrillos y mortero de cal. rramientos, dado que carecen de cualquier
Tanto las características constructivas, como tipo de ajuar cerámico, indicador que revela
la deposición del cadáver –decúbito supino de antemano su carácter tardío, ha sido la
con la cabeza orientada hacia poniente–, así estratigrafía de los sondeos la que ha per-
como la ausencia de ajuares sitúan estos en- mitido asignar una cronología a los mismos.
terramientos en momentos tardíos (Siglos V- De cualquier forma, en función del elenco
VI d.C.), aunque deben existir otros sectores cerámico y los paralelos hallados en la costa
de necrópolis más antiguos en conexión con onubense (“El Eucaliptal” y “El Terrón”) se
el registro arqueológico que se documenta ha fechado este área de necrópolis en época
en otras áreas del yacimiento. tardía, a partir del siglo V d.C., a caballo ya
Finalmente la última necrópolis asociada entre la baja romanidad y el mundo visigodo
a una cetaria es la de Cerro del Trigo, situada (Gómez Rodríguez, 2001). Por su parte los
en pleno Parque Nacional de Doñana (Almon- enterramientos del corte 8 son sensiblemen-
te). A partir de la intervención realizada por te posteriores, como mínimo de inicios del
A. Schulten y G. Bonsor a principios de los siglo VI d.C., lo cual está indicando el trasla-
años veinte (Bonsor, 1928) y de las investiga- do de la necrópolis hacia esta área, que an-
ciones llevadas a cabo por el Área de Arqueo- teriormente había tenido una funcionalidad
logía de la Universidad de Huelva (Campos, doméstica, a partir del momento de transi-
Góméz, Vidal, Pérez y Gómez, 2002; Gómez ción hacia el horizonte hispanovisigodo.

50 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MORS ET FUNUS. EL MUNDO FUNERARIO Y SUS MANIFESTACIONES... ––––––––––––––––––––

Esta cronología tardía coincide en esen- ceros de los lados norte y sur de la puerta,
cia con la que asignaban Schulten y Bonsor ceniceros de los muros suroeste y noroeste,
a los enterramientos hallados en su excava- exterior muro suroeste y muro exterior pe-
ción, consistentes en tumbas, dispuestas en riférico) como en el interior, donde excavó
caja de ladrillos, a los que se relacionaba con las cuatro tumbas, muy expoliadas y el pa-
prácticas cristianas (Bonsor, 1928: 12-15). vimento de opus signinum. Este panteón es
una construcción de planta cuadrada, cuyos
Los tipos de sepulturas quedarían sim- muros están realizados con piedras irregu-
plificadas en dos modelos bien diferencia- lares, y ladrillos unidos con mortero de cal.
dos: uno, mediante fosas cavadas en la tie- Se coronaba mediante cubierta de tégulas
rra, con deposición del cadáver en el ataúd a doble vertiente, de la que existen restos
directamente sobre el sedimento, y otro, fragmentados por toda la superficie circun-
mediante tumbas construidas con hiladas de dante (Amo y de la Hera, 2003).
piedras, una de ellas con cubierta horizontal
de tégulas. Se sigue el mismo rito funerario, Según J. M. C. Toynbee (1971/1996,
pues todas las inhumaciones se encuentran 132) es a partir del siglo II d.C. cuando em-
con la cabeza hacia el oeste, y en posición de pieza a observarse en Roma la presencia de
decúbito supino. La ausencia de ajuar sería un nuevo tipo de construcción funeraria que
otro de los elementos característicos de los adquiere la forma de una casa rectangular
o cuadrada, normalmente con un cámara
enterramientos de época tardía. Estas seme-
subterránea, y originalmente con dos pisos
janzas nos hacen concluir con la localización
de la necrópolis de los últimos pobladores
romanos, ubicada en dos sectores diferentes 3
| Por su parte el análisis antropológico identi-
del yacimiento3. ficó entre los cadáveres estudiados cuatro individuos
de sexo masculino y uno de sexo femenino, todos ellos
En cuanto a la cetaria de Punta de Mo- con una corta esperanza de vida, consecuencia de una
ral, la existencia de un panteón familiar de deficiente alimentación y de las duras condiciones de
época Bajo-imperial (Lám. I), indica la im- los trabajos relacionados con la pesca. Las patologías
portancia que debió alcanzar este enclave que presentan son similares en todos los casos estu-
diados, detectándose varias enfermedades entre las
gracias a una actividad económica florecien-
que cabe mencionarse las dentales relacionadas con las
te basada en la explotación de los recursos deficiencias nutricionales, consecuencia directa de una
marinos. Actualmente todo el yacimiento, dieta basada principalmente en el consumo cárnico y
situado a un kilómetro aproximadamente de la ausencia de cereales y verduras. Los problemas pa-
la población de Punta del Moral, dentro del tológicos de mayor relevancia se detectan en los restos
óseos, las lesiones articulares afectan a los individuos
término municipal de Ayamonte, en la mar- masculinos, localizándose en las extremidades, cervica-
gen izquierda de la carretera Ayamonte-Pun- les y zona lumbar, enfermedades debidas no a la edad
ta del Moral, aparece sepultado por grandes sino posiblemente a grandes esfuerzos físicos y brus-
formaciones dunares acumuladas sobre los cos movimientos derivados de la actividad pesquera.
Las características y patologías de los pobladores de
restos de las construcciones romanas. Punta Umbría en época romana (Campos, Vidal, Pérez
La excavación del panteón, que se ha- y Guerrero, 1996) son análogas a las de El Cerro del
Trigo, confirmando la actividad económica de la socie-
llaba bajo una duna de arena la llevó a cabo dad orientada hacia el mar, los trabajos de arrastre de
Mariano del Amo. Se realizaron diversos cor- redes, y la recolección de moluscos, dando explicación
tes tanto en el exterior del panteón (ceni- a las lesiones óseas detectadas.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 51


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Javier Bermejo Meléndez

donde se articulan habitaciones para el cul- inhumación como rito mayoritario: los sar-
to funerario. Éste podría haber sido el caso cófagos. Sin embargo, la nómina disponible
del panteón de Punta del Moral, donde los de este tipo de sepultura es francamente
restos de un pavimento de opus signinum y reducida en comparación con otro tipo de
la notable diferencia de cota existente entre enterramientos ya vistos, como las tumbas
la entrada a la construcción y la localización de tégulas o las cajas de ladrillos.
de los enterramientos podría estar indican-
En el catálogo de sarcófagos romanos
do la existencia de una doble compartimen-
decorados con tema pagano de la provincia
tación en sentido vertical, quedando la zona
Baetica (Beltrán Fortés, 1999) se incluye un
inferior destinada a contener las inhumacio-
nes, y la superior, que hubo de estar revesti- fragmento de tapadera de sarcófago de már-
da por lajas de mármol de las que quedaban mol, cuya procedencia parece ser Niebla,
fragmentos derrumbado sobre las tumbas, aun cuando este extremo no está suficien-
con posible función de culto funerario o de temente asegurado debido a las vicisitudes
reunión para los familiares de los difuntos sufridas por la pieza. Sin embargo otros au-
allí enterrados, posiblemente vinculados por tores se han hecho eco de la existencia de
relaciones de parentesco. este fragmento, manteniendo siempre esta
hipótesis sobre su origen (Fernández-Chica-
Prospecciones llevadas a cabo en el lu- rro, 1953 a y b; Sichtermann, 1954; Kam-
gar (Gómez, Castiñeira, Campos, Borja y pen, 1981; Amedick, 1991; Beltrán Fortés,
García, 1993) mostraron una gran variedad 1993, en Beltrán Fortés, 1999, 214).
de materiales arqueológicos en posición su-
perficial, fragmentos de Terra Sigillata Sud- La decoración de este fragmento pre-
gálica (Dragendorf 27), Africana (Hayes, 14, senta una escena completa y otra conserva-
50, 58, 61 B ) y Lucente (Lamboglia 1/3); da parcialmente. Ambas representan varios
abundantes contenedores (ánforas Keay XXV, personajes –masculinos y femeninos– reali-
III, XVI, XIX, XXXIII; Beltrán, II), Comunes zando tareas relacionadas con el campo: la
Africanas (Ostia I, 264 B), cerámica común siega de mieses y la confección de guirnal-
(ollas, morteros y jarros) y fragmentos de das de flores. Según Beltrán Fortés (1999,
vidrio. Se detectaron también ladrillos, tegu- 214-217), la simbología funeraria de ambas
lae, ponderes, placas de revestimiento y si- actividades estaría relacionada con el carác-
llares. Estas últimas investigaciones parecen ter estacional de las mismas, en el que las
confirmar la cronología bajoimperial de este representaciones estacionales se señalan
panteón ya que el conjunto cerámico parece mediante ocupaciones agrícolas típicas de
fecharse entre los siglos IV y V d.C (Campos, cada una de las estaciones: la elaboración de
Pérez y Vidal, 1999 b). adornos florales en la primavera en relación
con la fiesta de las rosalia del mes de mayo,
Para completar, por el momento, el
y la siega del campo en verano.
panorama de prácticas funerarias durante
la época romana en el territorio onubense Mención aparte merece un tipo de
cabe referir la utilización de un tipo de se- producción más humilde y generalizada
pultura que se hace corriente en la Bética consistente en sarcófagos de plomo lisos o
sobre todo a partir del siglo III d.C. en es- decorados. Actualmente el Museo Provincial
trecha conexión con el afianzamiento de la de Huelva expone en una de sus salas un

52 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MORS ET FUNUS. EL MUNDO FUNERARIO Y SUS MANIFESTACIONES... ––––––––––––––––––––

ejemplar procedente de las proximidades de Las evidencias más antiguas sobre ritos
Ituci (Tejada la Nueva) y fechado en el siglo funerarios de época romana en el territorio
III d.C. Fue depositado por un particular en onubense los encontramos en aquellas zo-
el Museo a comienzo de los años ochenta nas donde se documenta una presencia más
y según noticias orales de algunos vecinos temprana de los nuevos pobladores: esto es,
de la aldea de Tejada la Nueva a la conser- el área minera de Riotinto/Tharsis, el área
vadora del mismo Dª J. Bedia García4, este de los Picos de Aroche articulada en torno
sarcófago apareció en el interior de un pan- a los núcleos urbanos de Turobriga y Arucci,
teón construido con sillares y coronado con y finalmente el puerto atlántico de Onuba,
techumbre de tégulas –de las que también con lo cual, los datos sobre mundo funerario
se entregó un ejemplar–, localizado entre corroboran la secuenciación en la implanta-
la actual ermita dedicada a Santa Ana y el ción del modo de poblamiento romano en la
camino que conduce hacia Aznalcóllar. Este provincia (Vidal Teruel, 2001). En este senti-
enterramiento podría estar asociado, dada do se documenta un primer momento en el
su localización, con la villa rustica, situada siglo I a.C., representado por la necrópolis
hacia el noroeste de la ciudad de Ituci y do- de “La Marismilla”, para pasar a continua-
cumentada en el año 1987 (Bedia García, ción a otras necrópolis, “La Belleza”, asocia-
1990), que proporcionó además un mosaico da a Turobriga que muestra una cronología
polícromo de opus tessellatum datable en el altoimperial, “La Esperanza” en Huelva, de
siglo III d.C (Olivar y Riego, 1990). la misma cronología, y las áreas mineras del
Andévalo –Urium–, estableciéndose una ti-
También noticias orales transmiten in-
pología funeraria básica de enterramiento
formación sobre la existencia de más ejem-
apoyada en el rito de la incineración con
plares procedentes de otros importantes ya-
cubiertas de tégulas a doble vertiente o bien
cimientos, como por ejemplo “El Torrejón/
en urnas de tradición iberopúnica.
Fuente Seca” (Arucci?), donde se conoce la
aparición de sarcófagos de plomo en sendas A partir de mediados del siglo II d.C.
tumbas localizadas en las inmediaciones del el panorama funerario romano empieza a
sepulcro Turriforme, y cuyo paradero se des- diversificarse y a constatarse en otros lu-
conoce desde hace años (Pérez Macías, 1987 gares síntomas del cambio que supondrá
a, 61). el afianzamiento del rito de la inhumación,
que progresivamente sustituirá a la crema-
ción como práctica funeraria mayoritaria, a
pesar de que en el caso concreto de Onuba
CONSIDERACIONES FINALES se asiste a la coexistencia, e incluso antici-
pación de la inhumación durante el s. I d.C.,
Tras el análisis de los restos funerarios do- como parece evidenciarse de los registros
cumentados resulta oportuno realizar un documentados en el sector de la necrópolis
primer balance sobre la cuestión para esta-
blecer la secuencia funeraria del territorio
4
onubense en íntima conexión con el proceso | Desde aquí agradecemos a Dª. Juana Bedia
García, del Museo Provincial de Huelva su amabilidad
de romanización de este ámbito occidental y las facilidades ofrecidas para la realización de este
de la Bética, y en función de los datos dispo- trabajo en lo relacionado con la consulta de materiales
nibles hasta el momento. arqueológicos y bibliografía.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 53


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Javier Bermejo Meléndez

norte excavado en Ivonne Cazenave (Gómez perfil lo cual impidió una documentación
et alii, 2003). A partir ya del s. II d.C. y to- más exhaustiva (Lám. I). Del mismo modo
mando como hilo conductor la estratigrafía en la última intervención realizada en el
de “El Eucaliptal” (Punta Umbría, Huelva), yacimiento se documentó un nuevo enterra-
esbozaremos a modo de estratigrafía vertical miento en forma de cupa (López, Castilla,
y horizontal, la evolución de las costumbres y Haro, 2002) mediante el cual es posible
funerarias en el territorio onubense. establecer esta fase de uso de la necrópolis
Existen tres momentos identificables en durante el s. II d.C., merced a otros parale-
esta necrópolis y que pueden rastrearse en los bien conocidos en otras zonas de Huelva,
otros lugares del territorio onubense. como Riotinto (Jones, 1980), y en otros lu-
gares de la Bética, como Baelo, y la Lusita-
Por un lado, unos primeros momentos nia, como Pax Iulia y Emerita, y que parecen
de convivencia de los ritos de incineración responder a un origen africano como parece
e inhumación en tumbas de tegulae a doble desprenderse de los tipos documentados en
vertiente, con vasos de cerámica común la necrópolis de Tipasa en Argelia (Bendala
utilizados como urna funeraria y tapadera, Galán, 1995: 283-284).
ungüentarios de vidrio y clavos de hierro.
Del estudio de esta fase de enterramientos Una segunda fase de enterramientos uti-
se deduce una gran diversidad social e ideo- liza este sector del espacio funerario como
lógica. Los ajuares funerarios varían de unos necrópolis infantil. Los enterramientos se
enterramientos a otros, llegando en un caso realizan mediante el rito de inhumación en
a contener elementos áureos (Lám. VI) y ánforas. Aunque no fue norma corriente, en
en el polo opuesto carecer de todo tipo de algunos casos se acompañó el cadáver con
ajuar. ajuar, presentando en varios ejemplos cuen-
tas de pasta vítrea.
Ejemplos de estas incineraciones bajo
tégulas los encontramos también en la pri- Las necrópolis infantiles de inhumación
mera fase de la necrópolis de “Cerro del Tri- en ánforas se tienen bien documentadas a
go” (Almonte) a través de una incineración partir de finales del siglo III d.C. y, sobre
bajo tégulas a doble vertiente situada en las todo, en el siglo IV y V d.C. Los paralelos
cotas inferiores del “Corral de las Ánforas”, más cercanos se encuentran en la ciudad
bajo el nivel del agua. Asociada a esta tumba de Huelva, donde M. del Amo excavó un
se localiza un pequeño ajuar representado enterramiento infantil de fines del siglo III
por una moneda de Marco Aurelio (140- d.C– o siglos IV-V según la tipología anfórica,
180). en la necrópolis de la c/Onésimo Redondo
(Amo y de la Hera, 1976). En la misma ciu-
De cualquier manera, antes de esta pri-
dad de Huelva perduraron los enterramien-
mera fase de enterramiento en la necrópolis
tos infantiles en ánfora en el siglo IV d.C.,
de “El Eucaliptal” que venimos comentando
como sucede en la necrópolis de “La Orden”
pudo existir otro momento conformado por
(Id, 1976).
enterramientos bajo cupae, un ejemplo de lo
cual pudo identificarse durante la interven- En el ámbito provincial han aparecido
ción de 1994, de manera fortuita al quedar en el Cerro del Trigo (Bonsor, 1928) y en
parcialmente visible por el derrumbe de un Andalucía se conocen en la provincia de

54 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


MORS ET FUNUS. EL MUNDO FUNERARIO Y SUS MANIFESTACIONES... ––––––––––––––––––––

Cádiz, con ejemplos excavados en Chipiona blicanos en función de una motivación bási-
(Alarcón Castellano, 1993; Alcázar, Suárez camente económica; en Turobriga–, donde
y Alarcón, 1994) y en Arcos de la Frontera además de incineraciones en busta ligadas
(Martí Solano, 1993), igualmente este tipo a la propia ciudad, existe el conjunto epi-
de enterramientos esta representado en gráfico más abundante en toda la provincia
Córdoba (Penco Valenzuela, 1998). Los pa- que nos delata la plena adopción ya a fines
ralelos clásicos de este tipo de enterramien- de la república del culto al “más allá” y el
tos se encuentran en la necrópolis de Tarra- respeto a los difuntos en esta zona de la
gona (Serra Vilaró, 1930 y 1935), Ampurias Baeturia Celtica, clave para conseguir tanto
–necrópolis de Estruch, Martí y Ballesta Ru- la pacificación de las poblaciones indígenas
bert– (Almagro Basch, 1955) y Santa María de raigambre céltica, como su alejamiento
del Mar en Barcelona (Ribas, 1967). de los focos de resistencia lusitana siempre
dispuestos a desafiar militarmente el “nuevo
La tercera fase de la necrópolis de “El
régimen”; y en Onuba, principal puerto de
Eucaliptal” está conformada por tumbas
embarque de la producción minerometalúr-
rectangulares de ladrillo con cadáveres in-
gica y pesquera con destino a Roma –además
humados sin ajuar. Esta circunstancia, uni-
de Colonia– lo cual implica su rápida roma-
da a la orientación constante de la cabeza
nización, incluso desde época republicana y
de los individuos hacia el poniente, permite
sobre todo en época augústea, en la que no
pensar en la adopción del rito cristiano, que
obstante hay que destacar el hecho de que
según la cronología general del yacimiento
inhumación e incineración no sólo coexisten
no podría situarse antes de mediados del si-
durante el siglo I-II d.C., sino que parece ha-
glo V d.C. Además, las posteriores excavacio-
ber sido anterior la primera de ellas.
nes en “El Terrón/La Bella” (Lepe) y “Cerro
del Trigo” (Almonte) han permitido seguir Lógicamente, la ocupación durante el
confirmando y ampliando estas cronologías período romano no se circunscribió a estos
merced a la documentación de estructuras lugares únicamente, está claro que el resto
funerarias que se sitúan ya a finales del siglo del territorio onubense estaba poblado en
V d.C. y llegan hasta el siglo VI e incluso VII mayor o menor medida y hubo de organizar
d.C. (Gómez Rodríguez, 2001). sus prácticas funerarias de modo análogo al
que hemos visto, pero por el momento ca-
Hasta el momento, las evidencias ar-
recemos de más datos para apoyar tal afir-
queológicas de prácticas funerarias romanas
mación.
más antiguas confirman las últimas hipóte-
sis sobre el proceso de ocupación del terri- Pero no deja de ser menos cierto que
torio de forma escalonada, de modo que se conforme se va produciendo un cambio en
encuentran precisamente en aquéllos luga- las costumbres funerarias a partir de fines
res que se ocupan más tempranamente con del siglo II y sobre todo durante el siglo III
un marcado carácter selectivo (Vidal Teruel, d.C., empiezan a documentarse evidencias
2001 y 2002): necrópolis del siglo I d.C. con de la inhumación por todas aquellas zonas
un predominio del rito de la incineración en que empiezan a tomar mayor importancia
urna o simplemente en bustum, o con su- en el esquema de poblamiento en función
perestructura de Cupa en Riotinto/Urium, de determinadas causas –básicamente eco-
–primera zona ocupada desde tiempos repu- nómicas–. Es a partir de este momento

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 55


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Javier Bermejo Meléndez

cuando decae la actividad minerometalúrgi- sulares, caso de Dacia o Britannia. De este


ca en el distrito minero de Urium/Corta del modo, será a partir del siglo III y sobre todo
Lago/Riotinto/Tharsis produciéndose un durante el siglo IV d.C. cuando se fechan las
descenso en la ocupación de la zona, poten- necrópolis tardías y siempre asociadas a al-
ciándose por el contrario otros focos, ahora guna villa, caso de la necrópolis de “Nuestra
en la costa y la Tierra Llana, que tomarán el Señora del Rocío” Huelva), “Cerro de la Ce-
relevo y serán los encargados de mantener la bada” (El Campillo) o “El Lomo” (Bollullos
tradición hispanorromana hasta enlazar casi par del Condado).
sin solución de continuidad con el mundo
También ciertos focos del Andévalo –El
visigodo.
Campillo– y la Sierra, sobre todo en torno
Es ahora cuando las necrópolis asociadas a Aroche, Encinasola o Aracena han propor-
a los establecimientos costeros de pesca y cionado evidencias tardías que nos hablan
producción de salazones –cetariae– ponen de de la existencia de una población dispersa
manifiesto su pujanza y la adopción del rito de adscrita a núcleos de población rural –vi-
la inhumación como exponente máximo de la llae, pagi, fundi– que aún mantendrán ritos
baja romanidad; así desde la misma Onuba, hispanorromanos a través de inhumaciones
que según algunos autores sigue mantenien- en cistas de pizarra acompañadas de ajua-
do activo su complejo salazonero más tiempo res rituales de marcada pobreza integrados
del que se creía en función de la visión de los por cerámicas comunes, algunas a mano,
restos anfóricos (Vidal Teruel, 2001), hasta denominadas comúnmente como “jarritos
Punta del Moral, cuyo panteón fechado en el visigodos”.
siglo IV-V d.C. se sitúa en el extremo occiden-
Éste es por el momento el estado de la
tal de la costa onubense, las necrópolis del
cuestión referido al mundo funerario onu-
resto de las cetariae, nos hablan del afianza-
bense de época romana, que como puede
miento de la inhumación desde mediados del
verse, empieza a mostrar una larga implan-
siglo III d.C. hasta bien avanzado el siglo VI
tación desde época tardorepublicana hasta
d.C. , alcanzando incluso hasta los inicios del
los momentos de la tardoantigüedad, y a
siglo VII d.C. (“El Eucaliptal”, “EL Terrón/La
través del cual puede valorarse el ritmo en
Bella”, “Cerro del Trigo”).
la adopción de las costumbres romanas en
Junto a esta concentración en las ceta- los tres ámbitos principales que caracteri-
riae, el otro foco de poblamiento intensivo zan el territorio onubense, La Tierra Llana,
a partir del siglo III d.C. se centra en las vi- El Andévalo y la Sierra. Esperamos que con
llae de la Tierra Llana, en consonancia con el avance de las investigaciones este pano-
el despegue de una producción agrícola que rama, aún incipiente, se vaya clarificando y
junto con la derivada de la pesca, paliará afianzando próximamente hasta el punto de
en cierto modo la “crisis de la producción que el territorio onubense forme parte, ya
minerometalúrgica” debida entre otros mo- sin reservas, de las valoraciones sobre la ro-
tivos al hallazgo de otros filones extrapenin- manización de la provincia Betica.

56 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


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–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO


EN BAELO CLAUDIA.NOVEDADES DE LAS ANALES
INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS DEL DE ARQUEOLOGÍA
2005 EN LA MURALLA ORIENTAL. C OR D OB E S A
número 17 (2006)
A. Arévalo. Universidad de Cádiz / alicia.arevalo@uca.es
D. Bernal. Universidad de Cádiz / dario.bernal@uca.es)
VOL. II / PÁGS. 61 - 84
A. Muñoz. Junta de Andalucía
I. García. Junta de Andalucía
M. Macías. Paleopatóloga

RESUMEN
Se presentan los primeros resultados de una actuación arqueoló-
gica realizada en la muralla oriental de Baelo Claudia, comprendida
entre la denominada Puerta de Carteia y la torre 4. Se han realizado seis
sondeos estratigráficos, cinco extramuros y uno al interior de la cinta
muraria, en los cuales se ha documentado una necrópolis tardorromana
(ss. V-VII d.C.) en la parte superior de la secuencia estratigráfica. Se ex-
ponen los resultados preliminares del estudio arqueológico, paleoantro-
pológico y paleopatológico, y del ritual funerario, de los individuos halla-
dos en las ocho tumbas excavadas. El total de individuos exhumados fue
de once (siete adultos y cuatro infantiles), hallándose unos interesantes
rituales de reutilización de las tumbas, un recién nacido en una posición
“anómala” y falanges de animales depositadas, quizás como amuletos,
así como una caracola como ajuar de un posible almadrabero. Tanto en
hombres como en mujeres se advierten marcadores paleoocupacionales
que muestran que realizaban una actividad laboral intensa.

ABSTRAC
The first results of an archaeological excavation carried out in the Baelo
Claudia city wall are shown. The area is the one between the so called “Puerta
de Carteia” ant the 4th tower . Six stratigraphic soundings have been develo-
ped, five of them outside the wall and only one inside. A late roman cemen-
tery has been discovered in the upper part of the sequence, dating back to
the V-VII c. AD. An archaeological, paleoanthropologic, paleopathologic study
of the skeletals, and the funeral ritual has been carried out. Eight tombs have
been digged up, three double and four single, containing seven adults and
four children. Two tombs show an interesting disposition of skeletal remains,
some of them reusing the graves, and a newly born with an anomalous posi-
tion. Also, animals phalanges could have been placed in the children tombs
as amulets, as well as a marine shell probably as a symbol of a fisherman. All
of adults present skeletal stress work and nutritional indicators.

61
–––––––––––––––––––––––––––––––––––– A. ARÉVALO / D. BERNAL / A. MUÑOZ / I. GARCÍA / M. MACÍAS

INTRODUCCIÓN rio de visitas sobre el trazado ortogonal de


la ciudad, que ha ayudado a comprender su
Por el Decreto 129/1989 de 6 de junio, se planificación urbanística. Igualmente, den-
creó el “Conjunto Arqueológico de Baelo tro de este proyecto se ejecutaron otras ac-
Claudia” como unidad administrativa de la tuaciones, muy positivas aunque no visibles,
Delegación Provincial de Cultura de la Junta ya que se refieren a las obras de drenaje de
de Andalucía, integrado por la Zona Arqueo- las aguas pluviales que actúan directamente
lógica de la ciudad hispanorromana de Baelo a favor de la conservación del yacimiento y
Claudia y su entorno, declarado Monumento que no hacen sino responder a una de las
Histórico Nacional por la Real Orden de 19 recomendaciones principales de un estudio
de enero de 1925. Esta circunstancia supuso realizado con anterioridad por el Consejo
la culminación de un amplio proceso de me- Superior de Investigaciones Científicas, en-
didas legales y administrativas de protección caminado a determinar las alteraciones de
establecidas desde esos primeros decenios los materiales pétreos, estucos y hormigo-
del siglo pasado, en aras de una eficaz tutela nes de la ciudad.
de este bien integrante del Patrimonio His- El proyecto, en síntesis, intervino en los
tórico Español. siguientes apartados:
La instauración de esta unidad adminis- – Trabajos previos de demoliciones de
trativa implicó la adscripción de una rela- construcciones contemporáneas.
ción de puestos de trabajo permanentes con
– Construcción de viales peatonales y sen-
el objetivo de atender la doble finalidad de
das para vistas panorámicas.
investigar y conservar los vestigios de este
legado de época romana, y posibilitar la – Limpieza de las canalizaciones roma-
puesta al servicio de la colectividad de estos nas.
bienes. De la misma manera, se dotó al Con- – Establecimiento de una red adicional
junto de un órgano consultivo de carácter completa de drenajes.
técnico donde están presentes especialistas – Instalaciones de agua para riego.
de las distintas disciplinas necesarias para
– Aparcamiento para visitantes con áreas
su conocimiento.
ajardinadas y cerramiento perimetral.
En este marco administrativo y de ges- – Plantación extramuros de masas arbola-
tión se enmarcan una serie de programas y das autóctonas.
actuaciones puntuales desarrolladas desde
su creación, entre las que se puede destacar – Plantación intramuros de especies ta-
un proyecto de mejoras medioambientales pizantes ajardinadas en las manzanas
diseñado específicamente para el Conjunto resultantes tras la construcción de los
Arqueológico para un periodo de ejecución viales.
de dos años. Su materialización entre 1999 Las previsiones establecidas en el men-
y el año 2000 deparó un resultado espec- cionado Decreto de Constitución del Con-
tacular y transformador tanto del paisaje, junto Arqueológico permiten ejercer una
con reforestaciones y plantaciones diversas, tutela efectiva sobre el yacimiento, es decir
como de la propia ciudad romana, con la un control sobre las actividades científico-
creación de caminos de grava en el itinera- técnicas que sean autorizadas o encargadas

62 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA... –––––––––––––––––––––––––––––––––

FIGURA 1.- Vista aérea de Baelo Claudia, con la localización de la nueva Sede Institucional y la zona
de actuación arqueológica.

por la propia Consejería de Cultura, de tal procederá a la apertura de la nueva Sede


forma que cualquier intervención encami- Institucional, obra del arquitecto Guillermo
nada al análisis y mejor conocimiento de Vázquez Consuegra. Esta obra implicará un
la realidad física del yacimiento sea no sólo antes y un después en la manera de gestio-
compatible, sino que redunde en su mejor nar el Conjunto, con cambios sustanciales
conservación. tanto en el itinerario de visitantes como en
la interpretación del yacimiento, que conta-
Si esta intervención constituyó un no- rá entre otras dependencias con un amplio
table avance y cambio sustancial en la ma- museo y otros espacios expositivos y de com-
nera de musealizar esta ciudad hispanorro- prensión.
mana, en la actualidad nos encontramos
en otra fase de desarrollo de las facetas de Su ubicación extramuros de la ciudad,
investigación, protección-conservación y en el sector noreste, obliga a replantear
difusión, que se integran en líneas genera- el acceso de los visitantes a Baelo, lo que
les de la tutela del bien, de manera que con conlleva además, una nueva visión e inter-
metodología didáctica y con los medios téc- pretación de la propia imagen de la ciudad,
nicos de comunicación más adecuados, los al mismo tiempo que una incorporación de
conocimientos científicos desarrollados en nuevos espacios arqueológicos sobre los que
no se había actuado con anterioridad.
Baelo Claudia alcancen a toda la sociedad.
Nos referimos al hecho singular y trascen- De esta manera y como labor prioritaria
dente de que en breve plazo de tiempo se era necesario llevar a cabo una actuación de

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 63


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tratamiento del sector de inicio de la visita, la coordinación científica con la dirección


desde la nueva sede hasta la puerta sureste del Conjunto Arqueológico de las activida-
de la ciudad, conocida como Puerta de Car- des de investigación que se desarrollen en
teia, ya que este espacio constituye el primer el mismo, se planteó, en coordinación plena
tramo del itinerario, una vez que el visitante con la Dirección del Conjunto Arqueológico,
abandona el edificio de recepción. Su traza- la realización de una serie de sondeos ar-
do a extramuros, paralelo al lienzo oriental queológicos a lo largo de la muralla oriental,
de la muralla, en una zona donde tan sólo concretamente desde la denominada Puerta
con anterioridad se habían realizado trata- de Carteia, excavada en 1999 por el propio
mientos muy superficiales de consolidación, Conjunto Arqueológico (Alarcón, e.p.), has-
con independencia de la recolocación de los ta la denominada puerta este del decuma-
bloques de piedra desplazados de la mencio- nus del teatro, excavada superficialmente en
nada puerta sureste, excavada por Pierre Pa- el año 2000, también por el propio Conjunto
ris a principios de la centuria anterior, obli- Arqueológico.
gaba a desarrollar un autentico programa de Estas actuaciones permitirán ofrecer
actuaciones coordinadas de investigación, al visitante una nueva visión de la ciudad,
consolidación-conservación y adecuación al encontrarse, una vez se sale de la nueva
para la visita (figura 1). sede, con una imponente línea amurallada
con cinco torres con alzados oscilantes en-
tre 2 y 3 metros, así como dos de las puertas
de la ciudad: la de Carteia y la del decuma-
ACTUACIONES
nus del teatro.
ARQUEOLÓGICAS EN LA
MURALLA ORIENTAL Estas intervenciones que tendrán su
continuación en un futuro próximo se han
Como acabamos de comentar, la construc- planteado con unos objetivos específicos:
ción de la citada sede institucional en la – Ofrecer una imagen pública de la mura-
zona extramuros situada al noreste de la lla oriental más acorde con las directri-
ciudad ha conllevado la necesidad de reali- ces de la Consejería de Cultura en una
zar una serie de actuaciones arqueológicas zona que entrará en el circuito de visitas
en el sector colindante con el trazado de la de la ciudad, con la adecuación de las
muralla oriental que delimita el espacio ur- estructuras arqueológicas, en la misma
bano en este flanco. línea que se está haciendo en otras zo-
Al ser todo este frente oriental de la ciu- nas del Conjunto Arqueológico.
dad de Baelo Claudia la futura zona de acce- – Obtener datos arqueológicos que per-
so al yacimiento arqueológico, se han estado mitan proyectar con mayor claridad y
acometiendo durante el año 2005 una serie precisión el resto de las actividades a
de actuaciones arqueológicas encaminadas realizar en esta línea de muralla.
a la recuperación de la visibilidad de la mu- – Determinar las estructuras existentes
ralla. De este modo, y tras la elaboración de para realizar un ajardinamiento de poco
un Protocolo de Colaboración entre la Junta impacto en esta zona de paso de visitan-
de Andalucía y la Universidad de Cádiz para tes.

64 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA... –––––––––––––––––––––––––––––––––

– Establecer el grado de conservación de


la muralla en esta zona oriental para fu-
turas actuaciones integrales.
– Proceder a una valoración histórico-ar-
queológica de este sector extramuros de
la ciudad, que será la primera imagen
que tenga el visitante tras su paso por la
nueva sede institucional.
Al comienzo de la intervención, en la
primavera del 2005, se llevaron a cabo una
serie de labores arqueológicas previas con-
sistentes en la prospección de la zona y de
su entorno, la diagnosis detallada de las evi-
dencias muebles y de las posibles estructu- FIGURA 2.- Vista aérea de la zona de actuación
ras que estuvieran en superficie, así como desde el norte, con la localización de los sondeos
estratigráficos.
todo el proceso de limpieza superficial y
de documentación fotográfica antes de su
intervención, con el objetivo de obtener el dimensiones del sondeo se fijaron en 14
mayor número posible de datos sobre esta por 10 m; sin embargo, tras la retirada
área extramuros de la ciudad, sin proceder de la capa superficial (U.E. 100) se docu-
aún a la excavación propiamente dicha. mentaron una gran cantidad de estruc-
turas funerarias que llevaron a plantear
Inicialmente la Consejería de Cultura
la reducción del área a excavar, ya que el
de la Junta de Andalucía planteó la viabili-
objetivo de la intervención era establecer
dad de desarrollar una excavación en exten-
el alzado conservado de la muralla orien-
sión de toda el área mencionada, si bien se
tal, por lo que la dimensiones finales fue-
optó definitivamente por acometer única-
ron de 28,56 m2 (6,8 por 4,2 m).
mente una serie de sondeos estratigráficos
teniendo en cuenta los recursos disponibles Tras la retirada de esta capa superficial
y, por otro lado, la plena consecución de los se documentó un nivel de matriz arcillo-
objetivos previstos a través de una actuación sa de coloración negra, de fina granu-
mucho más limitada en el tiempo y en el es- lometría y alto grado de compactación
pacio. (U.E. 101) que cubría cuatro tumbas,
de las cuales se excavaron tres (T-5, T-6
Así, la zona objeto de actuación arqueo-
y T-7), ya que la cuarta se encontraba
lógica coincidía con el espacio extramuros
embutida en el perfil sur. Una vez ex-
situado entre los límites de la Puerta de
cavadas las tumbas se documentaron
Carteia y la denominada torre n.º 4. En este
cuatro niveles (UU.EE. 102, 103, 104 y
área de excavación se realizaron 5 cortes (fi-
105) formados por vertidos antrópicos
gura 2).
de época altoimperial que colmataban
– Sondeo 1, situado a 13 m al norte de la el lienzo murario, procediendo en últi-
Puerta de Carteia y a 5 m al sur de la mo lugar a la excavación de la trinchera
denominada Torre 1. Inicialmente las de construcción de la muralla.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 65


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FIGURA 3.- Planimetría del Sondeo 2 tras la limpieza superficial.

– Sondeo 2, situado a 18 m al norte de la sitúan al exterior de dicha estructura.


Puerta de Carteia y a 23 m de la Torre Todas ellas presentan la misma orienta-
2. Con unas dimensiones de 140 m2 (14 ción, este-oeste, y responde a tres tipos
por 10 m), que englobaba la totalidad bien diferenciados: tres mensae, veinti-
de la denominada Torre 1. seis tumbas de lajas y un sarcófago (fi-
gura 3).
La limpieza superficial de esta área
(U.E. 200) permitió localizar un eleva- – Sondeo 3, ubicado a 13 m al norte de la
do número de estructuras funerarias Torre 1 y a 8,90 m al sur de la Torre 2,
alrededor de la denominada Torre 1. siendo las dimensiones del mismo 7,79
Todas ellas han sido convenientemente m2 (4,10 por 1,90 m).
documentadas y dibujadas en planta, Tras la retirada de la capa superficial
no habiendo sido excavadas por el mo- (U.E. 301) se hallaron dos tumbas (T-
mento. En total se han identificado 30 1 y T-2), la primera de tipo mensa y la
tumbas, siete de ellas en el interior de segunda de lajas. Una vez excavadas se
la estructura que en origen fue la Torre documentaron diversos niveles forma-
1 y que, como luego expondremos, en dos, de nuevo, por vertidos antrópicos
época tardorromana se convirtió en un altoimperiales que colmatan la muralla
ambiente funerario y en un posible edi- y se desarrollan desde la zapata de ci-
ficio de culto. El resto de las tumbas se mentación de la misma (U.E. 307).

66 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA... –––––––––––––––––––––––––––––––––

– Sondeo 4, situado a 12,4 m al norte de la co de los sondeos practicados –sondeos 1, 2,


Torre 2 y a 10,6 m al sur de la Torre 3. Las 3, 4 y 6- diversas estructuras funerarias, para
dimensiones del sondeo fueron 13,65 m2 cuya excavación se contó con la colabora-
(3,9 por 3,5 m). De nuevo, tras la docu- ción de una paleopatóloga (Dra. M. Macías)
mentación de una capa superficial (U.E. que participó tanto en la intervención ar-
400) se localizaron dos tumbas (T-3 y T- queológica, como en el posterior análisis de
4) de tipo mensa que fueron excavadas. los restos óseos, por lo que el estudio de esta
Una vez retiradas se hallaron una serie de necrópolis ha sido abordado por un equipo
estratos de cronología altoimperial (UU. interdisciplinar. Cuestión que por desgracia
EE. 403, 404, 405 y 406) correspondien- no suele ser habitual en el ámbito gaditano
tes, una vez más, a vertidos antrópicos y que es necesario plantear como indispen-
que colmataban la muralla hasta cubrir sable en cualquier estudio vinculado con la
la zapa de cimentación (U.E. 406). arqueología funeraria.
– Sondeo 5, localizado a 6,8 m al norte Como se ha podido comprobar a lo largo
de la Torre 3 y a 14,5 m al sur de la To- de esta sucinta relación, la prioridad ha sido
rre 4, con unas dimensiones de 13,02 proceder a excavar únicamente aquellas uni-
m2 (4,2 por 3,1 m). En esta ocasión no dades funerarias que dificultaban la inter-
se ha documentado estructura funeraria vención arqueológica (sólo el 20% del total
alguna, habiéndose excavado un nivel de de las aparecidas), habiéndose dejado en re-
derrumbe de la muralla (U.E. 501) y dos serva las localizadas en los perfiles, como se
estratos (U.E. 502 y 503) originados por advierte en la siguiente tabla.
vertidos antrópicos, así como un nivel
correspondiente a la zapata de cimenta- S.1 S.2 S.3 S.4 S.5 S.6
ción (U.E. 504). Excavadas T-5, - T-1, T-3, - T-8
T-6, T-2 T-4
Por otra parte, en el espacio intramuros,
T-7
situado a 13 m al norte de la Puerta de Car-
No excavadas 1 30 1 1 - 1
teia y la denominada Torre 1, se llevo a cabo
un último sondeo, el número 6, con unas di- A continuación, vamos a exponer de
mensiones de 12 m2 (3 por 4 m). Las prime- forma preliminar las principales conclu-
ras unidades estratigráficas (UU.EE. 600 y siones obtenidas sobre el mundo funerario
601) documentadas eran totalmente estéri- tardoantiguo, dando prioridad al estudio an-
les, al igual que en los sondeos extramuros, tropológico y paleopatológico de los restos
y tras ellas se excavó un nivel (U.E. 602) que óseos humanos recuperados y a las líneas de
cubría la única tumba de lajas constatada (T- investigación detectadas en esta necrópolis
8). Una vez excavada la misma y retirados baelonense. Recordamos que estos hallaz-
los sillares que la componían, se documen- gos permitirán en un futuro próximo, cuan-
taron niveles de colmatación de cronología do se habilite el nuevo circuito de visita del
altoimperial que cubrían la zapata de cimen-
Conjunto Arqueológico, acercar al visitante
tación de la muralla.
al mundo funerario tardoantiguo de Baelo,
Por último, recordar que durante el pro- aspecto totalmente desconocido en la actua-
ceso de excavación se han localizado en cin- lidad.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 67


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Dejamos para otros foros las novedades cierto que diversos datos publicados con
aportadas por esta excavación referidas a la antelación al desarrollo de la actuación ar-
problemática de la cinta muraria oriental, queológica que aquí presentamos permiten
tanto su técnica edilicia como su cronología, algunas valoraciones de interés.
al igual que la problemática derivada de su
En primer lugar, el hecho de que la ne-
rápida colmatación en época altoimperial.
crópolis tardorromana de Baelo Claudia se
desarrolló tanto dentro del perímetro urba-
no altoimperial como fuera de sus murallas,
EL MUNDO FUNERARIO siguiendo ésta la tónica habitual de los re-
cintos funerarios a partir de la tardorroma-
BAELONENSE EN LA
nidad con la conocida invasión funeraria de
ANTIGÜEDAD TARDÍA los recintos urbanos. Así permiten plantear-
lo, de una parte, los hallazgos de tumbas en
La fase de época tardorromana en la ciudad
diversos puntos del interior de la ciudad,
de Baelo es, sin lugar a dudas, el momento
como ejemplifica magistralmente la lápida
peor conocido de la vida de este asentamien-
cristiana de Sabina, datada a principios del
to bético del “Círculo del Estrecho”. Las
s. VI d.C. (Bonneville et alii, 1988, 107-108,
investigaciones de la segunda mitad del s.
nº 134), y localizada en las inmediaciones
XX han primado el conocimiento de la fase
del teatro, ya amortizado en dichas fechas;
monumental de la ciudad altoimperial y de
un hallazgo que nos pone sobre la pista de la
su arquitectura pública, habiendo quedado
importancia de la comunidad cristiana en la
relegados otros periodos históricos para fu-
ciudad, como también parece apuntar indi-
turas investigaciones (una excelente sínte-
rectamente la inscripción religiosa sobre el
sis en Sillières, 1995, 61-63 y 200-202). Y
fondo interior de una fuente de ARSW D pro-
el mundo funerario no ha sido ajeno a esta
cedente de las excavaciones efectuadas en
dinámica de la investigación, por lo que son
las termas, datada en el s. V d.C. (Bonneville
mínimas las referencias indirectas –especial-
et alii, 1988, 108-109, nº 135). Y por otro, la
mente en el entorno del acueducto de Punta
extensión y gran importancia de la necrópo-
Paloma y en las actuaciones en el teatro y las
lis oriental de la ciudad, como se desprende
termas– e inexistentes las investigaciones
de las actuaciones desarrolladas por el equi-
monográficas al respecto.
po de P. París en los años veinte del siglo pa-
No obstante, y conscientes de la con- sado (París et alii, 1926). Únicamente aten-
tinuidad del devenir histórico en la ciudad diendo al ingente aparato gráfico aportado
hasta los ss. VI y VII d.C., como se desprende por este último investigador se advierte una
de las importaciones de sigillatas africanas amplitud notable de la fase tardorromana
detectadas en diversos puntos de la ciudad de la necrópolis oriental (figura 4), ya que
(Bourgeois y Mayet, 1991), el paralelo de- fueron excavadas decenas de inhumaciones,
sarrollo de su necrópolis es una cuestión ló- en receptáculos funerarios que ofrecían una
gica y de necesaria existencia. Esta parcela amplitud tipológica notable, pues se dieron
está necesitada de una investigación mono- a conocer enterramientos bajo ánforas, en
gráfica al respecto, a la que evidentemente cistas cubiertas por tegulae o por cupae rea-
no aspiramos en estas páginas, si bien es lizadas en hormigón hidráulico, siendo muy

68 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA... –––––––––––––––––––––––––––––––––

C
FIGURA 4.- Tumbas tardorromanas bajo ánfora (A), del tipo mensa (B), en sarcófago monolítico (C) o
antropomorfa (D) según la documentación de las excavaciones de inicios del s. XX (París et alii, 1926).

habituales las mensae, las cuales alternan tear una continuidad de la necrópolis entre
con sarcófagos monolíticos en ostionera los ss. III-IV d.C., gracias a la presencia de
o incluso con alguna tumba antropomorfa tumbas bajo ánforas o con el uso de tegulae
excavada en la cimentación de un mausoleo reutilizadas, y una manifiesta continuidad
altoimperial (París et alii, 1926, passim). De durante los ss. V y VI d.C., fechas a las cuales
todo ello –unidos a los hallazgos monetales deberían corresponder mayoritariamente las
bajoimperiales que estos investigadores ci- mensae y los sarcófagos en biocalcarenita.
tan en algunas de las tumbas- se puede plan- La continuidad en el s. VII o incluso poste-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 69


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rior es muy probable, si tenemos en cuenta elevada, localizada actualmente a escasos


las citadas tumbas antropomorfas, cuya cro- metros al suroeste de las instalaciones de la
nología se inicia en época visigoda y para las nueva Sede Institucional, en la cual se docu-
cuales contamos con multitud de paralelos mentan en superficie multitud de sarcófagos
en el entorno del Campo de Gibraltar (Ber- monolíticos. Y, por último, mencionar al me-
nal y Lorenzo, 2000). nos las tumbas tardorromanas localizadas a
unos 30-40 m al este de la Puerta de Carteia,
que incluyen tanto sarcófagos como la citada
tumba antropomorfa, por lo que al menos en
NUEVOS DATOS DE LA dirección E-O contamos con 70 m lineales
NECRÓPOLIS TARDORROMANA al norte y 30/40 al sur. Como sabemos las
ORIENTAL DE LA CIUDAD tumbas continúan más hacia el este, como
permite afirmar la denominada necrópolis
La zona objeto de actuación, como se ha sureste de Baelo publicada en los años se-
comentado en los párrafos precedentes, se tenta (Remesal, 1977), si bien en ella no se
localiza junto al paramento oriental de la refiere dato alguno posterior al s. II d.C., por
muralla baelonense, sector en el cual se han lo que no podemos confirmar el uso funera-
exhumado todas las sepulturas de las cuales rio en dicha zona más allá de estas fechas.
se presentan aquí los primeros datos arqueo- Todo ello permite hablar de una extensión
lógicos, procedentes de las estimaciones pre- de la necrópolis oriental, teniendo en cuenta
liminares del informe de la A.A.P., utilizando los valores más altos de los comentados, en
como ejemplo sintomático las estructuras torno a unos 9100 m2, lo que da una prime-
excavadas en el Sondeo 3, especialmente la ra estimación de la importancia espacial de
tumba denominada T-1. este cementerio tardorromano, denotando
el carácter estable de la comunidad cívica
En primer lugar, es posible realizar una
baelonense en estas fechas entre el s. III y el
primera estimación topográfica de la exten-
VII/VIII d.C.
sión del cementerio oriental de la ciudad.
De una parte, los hallazgos de tumbas en Un segundo elemento de interés detec-
dirección norte-sur se sitúan en torno a un tado durante la excavación del año 2005 han
eje de 130 m lineales, teniendo en cuenta sido los diversos detalles de tipo topográfi-
las unidades funerarias excavadas desde el co. En primer término, la constatación ge-
entorno de la Puerta de Carteia al sur (in- neralizada en todos los sondeos extramuros
cluyendo nuestros sondeos 1 y 6) hasta la que han deparado sepulturas (Sondeos 1, 2,
torre 6, pues justo frente a ella, a unos 70 3 y 4) de una ausencia de tumbas de época
m hacia el este, se advierte un promontorio altoimperial y, por el contrario de una facies
con inhumaciones similares a las tumbas T-2 tardorromana de la necrópolis en todos ellos
y T-8 de los sondeos 3 y 6 respectivamente. (figura 5). Esta apreciación parece significa-
No obstante, en la intervención realizada, da tiva en tanto en cuanto en todos ellos sí hay
la impresión de que al norte del Sondeo 4, niveles/estructuras de los ss. I y II d.C., por
al menos en la zona intervenida, no se loca- lo que no estamos tratando con argumen-
lizan más sepulturas. Hacia el noreste tam- tos ex silentio. La conclusión es evidente: la
bién contamos con los datos de una zona existencia de un espacio totalmente vacante

70 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA... –––––––––––––––––––––––––––––––––

FIGURA 5.- Perfil E-O del Sondeo 3, en el cual se advierte la presencia de


sepulturas tardorromanas en la parte superior de la estratigrafía, y una
manifiesta ausencia de tumbas altoimperiales.

de sepulturas cerca de la puerta y la muralla que sí parece claro es que además en estos
de acceso a la ciudad en época altoimperial, momentos las tumbas también se localizan
mientras que en la Antigüedad Tardía sí se intramuros, como se desprende de la T-8 del
documentan las mismas en dicha zona: ¿se Sondeo 6, confirmando la tendencia conoci-
trata de un crecimiento de la necrópolis da por los hallazgos ya citados de sepulturas
sureste hacia la ciudad o bien de una “ocu- en el área del teatro y de las termas. Al mis-
pación funeraria” de los espacios vacantes mo tiempo, constituye el primer indicio de
entre el cementerio primigenio y la urbe a que dicha invasión funeraria afecta a multi-
partir del s. III d.C.? No es posible responder tud de sectores interiores de la ciudad, en-
por el momento a tal cuestión sin un estudio tre ellos también al área interior inmediata
exhaustivo de la zona, que habrá que acome- a la Puerta de Carteia.
ter en el futuro, si bien es evidente el cambio El tercer elemento topográfico digno
en la topografía funeraria del asentamiento de mención es la detección de un pequeño
en este sector en la época en cuestión. Lo pasillo de deambulación en dirección N-S

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 71


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FIGURA 6.- Planimetría del Sondeo 3, en la que se aprecia el pasillo existente


entre la muralla y las tumbas.

entre la muralla y las tumbas. Sin embargo, tramos ante un pequeño camino paralelo a
conviene destacar que esta zona de paso no la muralla, con una anchura entre 1,20 m y
se constata intramuros, ya que en el Sondeo 0,50 m, que permitiría un tránsito lineal en-
6 se documentó una tumba (T-8) apoyada tre las tumbas, y además parece ser el único
contra el lienzo murario. Efectivamente, existente, según se desprende de la caótica
como se advierte en la figura 6, ninguna de disposición de las unidades funerarias en el
las sepulturas tardorromanas extramuros Sondeo 2. Ello facilitaría las ceremonias fu-
se adosa a la muralla, tratándose también nerarias y las ofrendas en honor de los difun-
aparentemente de un hecho generalizado, tos, ya que muchas de estas tumbas, del tipo
al documentarse en los cuatro sondeos (1, mensa, conllevaban la ejecución de banque-
2, 3 y 4). Esta cuestión no parece por ello tes funerarios sobre la propia estructura de
casual, por lo que posiblemente nos encon- la tumba, como nos transmiten las fuentes

72 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA... –––––––––––––––––––––––––––––––––

literarias al hablar de los refrigeria. Otro ele- de sepulturas que siguiendo la tumulatio ad
mento singular es el hecho de que en nin- sanctos se habrían dispuesto en torno a la
guno de los sondeos excavados ni tampoco tumba de un personaje importante de la co-
en la planimetría realizada de las tumbas munidad? Constituye ésta una interesante
del Sondeo 2 se hayan detectado ni superpo- hipótesis de trabajo a verificar en el futuro,
siciones ni adosamientos entre las tumbas, cuando se proceda a la excavación de la zona
fenómenos por otro lado muy frecuentes en cuestión. No olvidemos que aún no se ha
en ámbitos urbanos como en la conocida documentado en Bolonia la existencia de
basílica tardorromana de Septem (Fernán- una basílica litúrgica tardorromana, edificio
dez Sotelo, 2000). Ello justificaría la gran que posiblemente será documentado en el
extensión del área funeraria, anteriormente futuro si atendemos a la importancia de la
comentada, por lo que nos encontraríamos comunidad tardoantigua en el asentamiento
ante cementerios con un crecimiento anular y a la inequívoca importancia del cristianis-
o, en cualquier caso, en horizontal, propues- mo en la ciudad, como denotan tanto la ya
ta que habrá que precisar en el futuro. citada lápida de Sabina, honesta femina o la
inscripción cristiana sobre el fondo interior
Otra de las constataciones topográficas
de una fuente de ARSW D.
de interés ha sido la existencia de una apa-
rente inusual concentración de tumbas en De la tipología de las tumbas conta-
torno a una estructura en el Sondeo 2 (remi- mos así mismo con otros datos de interés.
timos a la figura 3). En origen se localizaba Se trata en primer lugar de sepulturas del
en el entorno una torre, como se desprende tipo mensa, caracterizadas por la existen-
de la existencia de un vano de conexión de cia de una cista realizada con mamposte-
dicha estructura con el interior de la ciudad ría de grandes dimensiones, tratándose en
y por su equidistancia respecto a las demás ocasiones de materiales arquitectónicos
estructuras turriformes de la muralla (espe- reutilizados, procedentes de edificaciones
cialmente en el tramo entre las torres 1 y urbanas. Sobre ella se procedió a la erección
5, separadas entre sí unos 25 m lineales), de una cubierta en opus signinum, que so-
aspecto éste fosilizado en la constatación de breelevaba la inhumación, generando una
unidades constructivas de aparejo altoim- plataforma exterior horizontal, sobre la cual
perial bajo las actualmente visibles. Efecti- se realizaban los ágapes funerarios. Es por
vamente, la estructura actual presenta un ello que este tipo de tumbas suelen estar
paramento exterior a base de bloques de sobreelevadas sobre la cota del suelo, como
biocalcarenita trabados con barro, técnica queda claramente reflejado en la moldura de
constructiva propia de la fase bajoimpe- cuarto de bocel que rodea perimetralmente
rial/tardorromana de este asentamiento del esta estructura por su parte inferior, al exte-
Círculo del Estrecho. Por otro lado, se han rior. De ellas, la inhumación T-1 del Sondeo
constatado sepulturas en su interior, lo que 3 es el ejemplo más significativo, como se
unido como decimos a la excepcional densi- advierte en la figura 7. En segundo térmi-
dad funeraria en su entorno nos ha llevado no contamos con diversas tumbas cubier-
a plantear la posibilidad de que nos encon- tas con lajas, realizadas con similar técnica
tremos bien ante un martyrium o ante un constructiva que las anteriores, si bien las
edificio de culto tardorromano. ¿Se trataría mismas carecen de superestructura alguna.

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FIGURA 7.- Detalles de la planta y del alzado de la mensa (T-1) del Sondeo 3.

No obstante, en muchos casos la ausencia unos momentos de plena imposición del


de mensae se debe posiblemente a cuestio- cristianismo en las provincias occidentales
nes de conservación, habiéndose conservado del Imperio. Otro elemento es la habitual
restos puntuales de hormigón hidráulico no reutilización de las tumbas, ya que en tres
conexionados entre sí. Por otra parte, se han casos se han constatado inhumaciones do-
excavado tres tumbas infantiles localizadas bles, como se detalla en el último apartado
todas ellas en el Sondeo 1 (T-5, T-6 y T-7). de este trabajo: en ocasiones respetando
Éstas se caracterizan por presentar dimen- escrupulosamente los restos esqueléticos
siones muy inferiores al resto de los ente- del individuo inhumado con antelación y en
rramientos, al tiempo que su ejecución es otras procediendo a la remoción descuidada
menos cuidada. Asimismo, conviene resaltar de los mismos, lo que provoca la pérdida de
que el número de estructuras funerarias in- un elevado porcentaje de los restos óseos de
fantiles es muy elevado en relación a las do- las inhumaciones primarias. Se trata ésta de
cumentadas en superficie en el sondeo 2, si una práctica muy habitual en la Antigüedad
bien en este último tan sólo se han llevado a Tardía, no alejándose la Bética de esta diná-
cabo labores de limpieza y documentación. mica mediterránea (Carmona, 1997).
Este hecho quizás pueda deberse a que en
Respecto a los ajuares, no han aparecido
la zona más cercana a la Puerta de Carteia
ni elementos de la vestimenta personal (me-
(entorno del sondeo 1) se encontraba un
tálicos o de otra naturaleza) ni ofrendas ali-
sector habilitado o al menos destinado en
menticias, a excepción de la documentación
exclusividad para neonatos y, de ahí, la dife-
de una caracola de notables dimensiones en
rente densidad de tumbas con respecto a lo
la tumba 1 del Sondeo 3, que fue encontra-
constatado en el sondeo 2.
da entre la cabeza y el hombro del difunto
En relación al rito, todas ellas se ajus- (figura 8). Este hallazgo malacológico posi-
tan a inhumaciones, como es lo propio de blemente deba ser puesto en relación con el

74 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA... –––––––––––––––––––––––––––––––––

FIGURA 8.- Planimetrías e ilustración de la mensa (T-1) del Sondeo 3.

simbolismo del oficio del personaje enterra- ciudad, que como decimos cuenta con una
do en la tumba, que podría tratarse de un je- evidente diacronía–, es posible pensar en
rarca de almadraba, ya que este instrumen- unas fechas a partir de mediados del s. IV
to es el tradicionalmente utilizado por los d.C. en adelante. Los dos datos objetivos ob-
capitanes de las pesquerías que emplean a tenidos por el momento son los siguientes.
numerosos pescadores para guiar las embar- De una parte, la documentación de una fuen-
caciones y organizar las maniobras de izado te de ARSW D de la forma Hayes 61 A en uno
de las artes de pesca. Conocemos ejempla- de los niveles de amortización de la tumba
res de similares características, incluso con T-2 del Sondeo 3 (U.E. 302), lo que aporta
apliques metálicos para facilitar/amplificar una datación ante quem para la erección de
el sonido que producían, como testimonian la misma a partir del segundo cuarto del s.
algunos ejemplares del s. I d.C. de Pompeya IV d.C., si tenemos en cuenta el periodo de
(AA.VV., 2005, 159). Esta austeridad es la funcionamiento de esta forma establecido
entre el 325 y el 450 según el Atlante (AA.
habitual de las necrópolis tardorromanas,
VV., 1981, 83-84) o bien desde principios
por lo que no debe resultarnos anómala.
del s. V, según las dataciones más recientes
De la cronología de las tumbas excava- (Bonifay, 2004, 170-171). Y, por otro, unas
das –que no del cementerio oriental de la fechas posteriores al 580/600 para la data-

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ción de la tumba T-8 del Sondeo 6, ya que la tres fueron dobles, siendo pues el número
misma se construyó sobre la U.E. 603, en la total de individuos desenterrados de once,
cual se recuperó una Hayes 105 en ARSW D cuatro de ellos infantiles.
cuya producción se sitúa a partir de dichas La metodología empleada en este traba-
fechas (AA.VV., 1981, 96). Es decir tumbas jo es la propia de la arqueología funeraria,
anteriores al s. V y posteriores a finales del la antropología física y la paleopatología,
s. VI, lo que da una idea del dilatado periodo
siguiendo fundamentalmente lo recomenda-
de funcionamiento de la necrópolis. Actual-
do por Campillo (1977, 1983, 1987, 1991),
mente se encuentra en fase de ejecución un
Campillo y Subirá (2004), Magali (1986),
conjunto de dataciones radiocarbónicas de
Reverte (1981), Thillaud (1992) y Turbon
algunas de las tumbas, cuyos resultados per-
et alii (1991), pudiéndose resumir en los si-
mitirán precisar en el futuro estos primeros
guientes apartados:
datos cronológicos.
1. Excavación de los restos óseos huma-
Por último, en relación a los paralelos
nos, realizando consolidación in situ
más cercanos en el ámbito del “Círculo del
con paraloid al 10%, siendo reforzados
Estrecho”, contamos, básicamente con la
con vendas los huesos que lo necesita-
necrópolis de Carteia, activa a partir del
ron. Recogida de datos en la ficha de ex-
475-525/530 y en funcionamiento hasta el
cavación in situ y dibujo de la posición
s. VIII d.C. en función de las últimas revi-
de los restos óseos.
siones (Bernal, 2006), con la cual comparte
especialmente la tipología de las tumbas en 2. Limpieza, consolidación y reconstruc-
cista con materiales arquitectónicos reapro- ción de los restos óseos in vitro.
vechados. Y, por otra parte, la ya citada ne-
3. Descripción de las características ar-
crópolis de la basílica tardorromana de Ceu-
queológicas funerarias: tipo de enterra-
ta, que constituye hoy por hoy el referente
mejor conservado de las mensae realizadas miento, posición, orientación, etc.
en hormigón hidráulico, que en el caso de 4. Fotografiado de todos los huesos de cada
este yacimiento tingitano se unen generan- individuo y recogida en fichas esqueléti-
do agrupaciones posiblemente familiares o cas de los restos óseos conservados, en
de otra naturaleza en el interior del edificio fichas antropométricas las medidas os-
litúrgico. teométricas de todos los huesos suscep-
tibles de ser medidos, en odontogramas
la conservación y estado del aparato es-
AVANCE DEL ESTUDIO tomatognático, así como la descripción
de las características no métricas de los
ANTROPOLÓGICO Y
restos óseos.
PALEOPATOLÓGICO
5. Estudio paleodemográfico. Se siguieron
MATERIAL Y MÉTODO las propuestas del Comité de la Asocia-
ción Internacional de Paleopatología
El número de enterramientos excavados en para la Base de Datos de Restos Óseos
los sondeos realizados fue de ocho, todos (1994): Haas (1994), Isidro y Malgo-
ellos inhumaciones, de los cuales al menos sa (2003), Milner (1992), Brothwell

76 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA... –––––––––––––––––––––––––––––––––

(1987), Miles (1963), Perinzonius y Plot que indica con total seguridad que fueron
(1981). amortajados. Como excepciones encontra-
mos las del individuo infantil de la tumba
La determinación de la edad en los indi-
2, que fue colocado probablemente entre los
viduos infantiles se ha realizado en base
fémures de individuo femenino enterrado en
a dos métodos:
primera instancia (¿o en la misma secuencia
a) La medición de la longitud diafisaria de tiempo?),- y de la que no ha podido ser
de los huesos largos (Olivier, 1960). determinada su posición, al estar los restos
b) Grado de mineralización y erupción óseos desarticulados y dispersos-; los de la
dentaria (Ubelaker, 1989). tumba 8, que se halla en decúbito lateral iz-
quierdo, mirando al norte; y los de la tumba
6.- Análisis paleopatológico, de marcadores
5 (edad de 0-3 meses) que se encuentran en
paleoocupacionales y paleonutriciona-
posición fetal N-S mirando al W, y cuya tum-
les. Para los mismos se ha realizado:
ba tiene una mayor dimensión que la que
– Inspección visual macroscópica y des- ocupa el cadáver (“enterramiento anómalo
cripción de las lesiones halladas. o extravagante”).
– Diagnóstico por la imagen a través En cuanto a la reutilización de las tum-
de la realización de Radiografías Di- bas, no ha quedado constancia de que los en-
gitales. Se han realizado sistemática- terramientos infantiles fuesen reutilizados,
mente a las tibias (para comprobar la y de las cinco tumbas adultas tres fueron
existencia o no de Líneas de Harris1). reutilizadas, cada una de ellas con patrones
7.- Estudio paleoestomatológico. Se ha se- diferentes. Así, la mensa o tumba 1 (figura
guido a Ash (1986), Brothwell (1987), 8), muestra una cuidadosa colocación de
Chimenos (1990), Goodman y Rose los restos del individuo enterrado en primer
(1990), Hillson (1979), Marseiller lugar: cráneo en esquina; huesos largos de
(1969), Moya et alii (1994) y Perinzo- miembros inferiores agrupados los de cada
nius y Plot (1981), recogiendo los datos lado y colocados junto a los brazos del indivi-
de la inspección visual macroscópica en duo enterrado con posterioridad; pelvis bajo
un odontograma. miembros inferiores del individuo enterrado
en segundo lugar; y agrupamiento del resto
de los huesos al lado derecho de la pierna
PRIMEROS RESULTADOS derecha del individuo enterrado posterior-
mente. Llama la atención la ausencia de
1.- ARQUEOLOGÍA FUNERARIA. ambos húmeros y escápulas. Los individuos
enterrados son de distinto sexo.
Las tres tumbas excavadas en el sondeo 1
son infantiles y las de los sondeos 3, 4 y 6 La tumba 2, o bien se ha reutilizado con
adultas. El patrón de orientación de todas un individuo infantil, probablemente colo-
ellas es W-E. La posición de todos los cadá- cado entre los fémures del individuo 1 (¿su
veres es (a excepción del individuo T-1-1,
removido para la reutilización de la tumba) 1
| Las radiografías han sido realizadas amable-
en dirección W-E, en decúbito supino con mente en el Servicio de Diagnóstico por Imagen del
brazos extendidos y pegados al cuerpo, lo Hospital General de San Carlos (San Fernando, Cádiz).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 77


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madre?), o bien no hubo reutilización, sino son de sexo indeterminado y uno femeni-
que fueron enterrados al mismo tiempo. no. En cuanto a la edad: uno tiene de 0-3
meses, otros dos años y un tercero entre
Las tumbas 3 y 8 no han sido reutiliza-
4-5 años. En las tumbas de los sondeos 3,
das (o si lo fueron las limpiaron tan cuida-
4 y 6 hay un predominio del sexo masculi-
dosamente que no dejaron ningún resto del
no y, exceptuando el individuo infantil (3-4
individuo anterior). Ambos individuos son
años), todos son adultos, y dos de ellos casi
varones de más de 50 años. ¿No se compar-
seniles. No se ha hallado ningún adolescen-
tían las tumbas de los ancianos?.
te. El individuo de la tumba 4-1 posee una
La tumba 4 muestra pocos restos (pel- estatura superior al resto de los cadáveres.
vis y miembros inferiores) del individuo en- Ello unido a otras características y varian-
terrado en primer lugar. Se hizo en decúbito tes anatómicas (seis observadas) nos indica
supino y orientación W-E, colocándose al que se trata de un individuo con rasgos ra-
segundo individuo justo encima. El indivi- ciales distintos al resto.
duo enterrado en segundo lugar es un varón
En cuanto a las variantes anatómicas se
joven probablemente de raza negroide, y el
han observado las siguientes: huesos wor-
enterrado en primer lugar muestra carac-
mianos (T-2-1; T-4-1 y T-8), simetría de los
terísticas óseas compatibles con el mismo
agujeros transversales cervicales (T-2-1 y T-
sexo y robustez (¿familiar masculino?).
4-1), agujero transversal vertebral bipartito
De las tres infantiles (T-5, T-6 y T-7), dos (T-4-1), conducto supraorbitario (T-4-1 y T-
de ellas ofrecieron huesos de animales que 8), canal infraorbitario (T-3), costillas cervi-
no corresponden al relleno: dos falanges (si- cales (T-2-1), aplanamiento clavicular en ex-
tuadas en la pelvis) y un ilion de animal in- tremo acromial (T-4-1) o patella emarginata
maduro (localizado bajo la cabeza del húme- -escotadura superoexterna de rótulas- (T-2-
ro izquierdo). Una tercera ofreció una pars 1). El individuo T-4-1 muestra seis variantes
basilaris humana de dudoso origen (¿único anatómicas y el T-2-1 cuatro.
resto de un enterramiento anterior?, ¿ubi-
cación casual por el relleno?, ¿intencionali-
dad?). Quizás podría interpretarse la presen- 3.- MARCADORES PALEOOCUPACIONALES.
cia de estos huesos como amuletos.
Todos los cadáveres exhiben marcadores
ocupacionales tanto en miembros como en
2.- PALEOANTROPOLOGÍA. columna. Los que presentan mayores marca-
dores en miembros superiores son el indivi-
El índice y estado de conservación es en duo masculino T-1-1 (5/8) y el femenino T-2-
general bastante aceptable, excepto para 1 (9/15). En este último, los marcadores son
aquellos individuos que fueron removidos distintos para el miembro superior derecho
para reutilizar la tumba, sobre todo el in- que para el izquierdo, lo cual indica que rea-
dividuo 2 de la tumba 4, cuyo índice de lizaba movimientos repetidos pero diferen-
conservación es del 10% del esqueleto. En tes en ambos brazos (en el derecho predomi-
cuanto al sexo y edad se han obtenido los naba la flexión-extensión y en el izquierdo la
siguientes resultados: en las tres tumbas pronosupinación con flexión-extensión de la
del sondeo 1 (infantiles), dos individuos mano). Los individuos con mayor número de

78 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA... –––––––––––––––––––––––––––––––––

marcadores ocupacionales en los miembros 4.- MARCADORES PALEONUTRICIONALES.


inferiores son: el femenino T-2-1 (11/22) y
los masculinos T-8 (7/15), T-3 (7/16) y T-1-1 Estos marcadores indican que durante la
(8/24). En cuanto a los marcadores más re- infancia se padecieron episodios de malnu-
presentados se encuentran los entensofitos trición y/o patológicos importantes (funda-
mentalmente infecciosos y/o anémicos).
en rótula, que los presentan tres de los seis
individuos, y los entensofitos de calcáneo, En los infantiles la mayoría de los mar-
presentes en cinco de los seis individuos; el cadores no han sido observables, a excepción
único individuo que no la presenta es el T- del individuo de la Tumba 7, que ha dado po-
4-1. En la columna vertebral también todos sitivo para las Líneas de Harris.
los individuos muestran marcadores ocupa- En los adultos de los sondeos 3, 4 y 6,
cionales, siendo los que más muestran los son pocos los marcadores valorables. No obs-
siguientes: T-8 –masculino- (10/12), T-1-1 - tante, se observa que los cuatro individuos
4/6- (masculino), T-2-1 (5/13) –femenino- y en los que se puede analizar la hipoplasia del
T-4-1 (6/12) –masculino-. Se deduce pues, esmalte, todos la presentan, dos alrededor
que los individuos T-8 (varón), T-1-1 (varón) de los 3 años y dos alrededor de los 7 años.
y T-2-1 (mujer) son los que más marcadores De los tres individuos en los cuales se pue-
paleocupacionales poseen (21/31 -67%-), de observar la existencia o no de Líneas de
(17/38 –44%-) y (25/61 -40%-) respectiva- Harris, dos de ellos dan positivo. Aunque son
mente, seguidos por T-3 (11/27 – 40%-), T- pocos individuos para estimar el estado de
4-1 (12/65 -18%-) y T-1-2 (4/37 -10%-). Aun- la población, se puede observar que del total
que estas proporciones son orientativas, se de los once individuos estudiados, en siete
puede destacar que el individuo T-1-2 (mu- de ellos se puede valorar al menos un marca-
jer) muestra con diferencia menos marcado- dor, y en cinco los resultados son positivos.
res paleoocupacionales (aunque el individuo De los quince marcadores observables (en
T-4-1- ofrece un 18%, prácticamente todos todos los individuos) ocho son positivos.
se hallan en la columna vertebral y clavícu-
las, de lo que se deduce una forzada activi-
dad física desde muy pequeño), es decir, que 5.- PALEOPATOLOGÍA.
probablemente realizó trabajos menos duros La paleopatología que se ha observado en
que el resto y llama la atención, el cuidado tan pocos individuos, es abundante y variada.
con que dispusieron sus restos esqueléticos Se puede clasificar en los siguientes grupos:
para acomodar al otro individuo en la misma
tumba. A) Artropatías degenerativas: artrosis cer-
vical (T-1-1, T-3 y T-8), artrosis dorsal (T-
No se observa pues, diferencia de sexo 1-1, T-1-2, T-3 y T-8), artrosis lumbar (T-
en cuanto a la realización de duros traba- 1-1, T-2-1, T-3, T-4-1 y T-8), hundimiento
jos, con la excepción de la citada T-1-2. Se del cuerpo vertebral lumbar (T-4-1 y T-
advierten sobre todo actividades físicas que 8), artrosis sacroiliacas (T-1-2 y T-2-1),
sobrecargan la columna vertebral, así como artrosis costovertebral (T-1-1, T-2-1 y
la flexión-extensión de brazos y piernas, con T-8), nódulos de Schmorl (T-2-1 y T-8),
prensión de las manos. artrosis del hombro (T-2-1 y T-8), rizar-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 79


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trosis (T-3 y T-8), artropatía de Heber-


den (T-1-1) y gonartrosis (T-2-1 y T-3).
B) Artropatías inespecíficas: DISH -hipe-
rostosis esquelética idiopática difusa-
(T-3).
C) Traumatismos: miositis osificante (T-3).
D) Dismorfismos: asimetría occipitoverte-
brosacra (T-2-1), asimetría de los aguje-
ros vertebrales cervicales (T-2-1 y T-4-1),
sacralización de la quinta vértebra lum-
A
bar (T-4-1), y megaapófisis sacra o Sín-
drome de Barlotti (T-1-2) (figura 9 A).
E) Vascular: necrosis ósea avascular del
cóndilo mandibular (T-3) (figura 9 B), y
quiste óseo aneurismático en astrágalo
(T-1-1) (figura 9 C).
F) Enfermedades óseas esclerosas: osteítis
deformante o Enfermedad de Paget (T-
3).
G) Otras: enostoma (T-8).

B La patología que más afecta a todos los


individuos adultos es la afección de la co-
lumna lumbar y dorsal, lo que indicaría re-
petidos y forzados movimientos de la misma
de flexión-extensión, así como soporte de
cargas.

6.- PALEOESTOMATOLOGÍA.

Aunque el número de piezas dentarias es


escaso y poco representativo, lo que limita
la exactitud de los resultados, sí se puede
C inferir que la afectación por caries y pérdida
ante mortem de piezas dentarias se produ-
FIGURA 9. Ejemplos de paleopatologías cía en una significativa mayor proporción en
detectadas en los inhumados. A.- Megaapófisis las piezas maxilares superiores que en las
transversa del sacro. B.- Defecto óseo del cóndilo mandibulares. El porcentaje total de piezas
mandibular. C.- Cavidad quística en cabeza del careadas es del 22%. El tipo de caries más
astrágalo. frecuente es el interproximal (cervical me-

80 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA... –––––––––––––––––––––––––––––––––

sial y distal). En cuanto al desgaste, sólo se tigaciones. De las ocho tumbas excavadas,
ha observado el de tipo oclusal. En cuatro de tres fueron reutilizadas, pero todas ellas de
los cinco individuos observables, se ha en- distinta forma. El resto fueron simples, tres
contrado un cálculo dental o sarro, y en tres de ellas infantiles y dos de adultos maduros-
de cuatro periodontitis. En tres individuos seniles. Una de las tumbas infantiles corres-
de los cuatro se advierte patología infeccio- ponde a un recién nacido que fue colocado
sa con destrucción ósea (absceso y cavidad en una posición “anómala” o “extravagan-
quística). De las cuatro ATM (articulación te”, probablemente relacionada con algún
temporomandibular) observables, dos pre- estigma físico o de enfermedad. Además en
sentan anomalías, una de carácter inflama- las tumbas infantiles se depositaron falanges
torio/infeccioso degenerativo (artritis) y de animales, quizás como amuletos.
otra de origen desconocido (osteocondritis
De los once individuos, tres son mujeres,
disecante). Con los datos anteriormente ex-
cinco varones y tres indeterminados. En cuan-
puestos se deduce que la higiene bucal era
bastante deficiente. to a las edades, uno tiene 0-3 meses, otro 2
años, dos 3-5 años, cuatro son adultos ma-
En los cuatro individuos infantiles en los duros y dos adultos maduros-seniles. Uno de
que se conservan piezas dentarias, se observa los adultos presenta características raciales
una alteración del color normal del diente, diferentes al resto, entre ellas un cráneo de
apareciendo desde el amarillento al amarro- morfología negroide, esqueleto postcraneal
nado. Las anomalías del color dental suelen más robusto, estatura significativamente ma-
deberse a una deficiencia en la formación yor y numerosas variantes anatómicas.
del esmalte (amelogénesis imperfecta) y/o
de la dentina (dentinogénesis imperfecta), Los marcadores paleoocupacionales son
siendo la primera la que con más frecuencia manifiestos tanto en hombres como en mu-
muestra el color amarronado. Se reconocen jeres, de lo que puede inferirse que la activi-
diferentes orígenes para la primera, como dad laboral requería gran esfuerzo a ambos
las patologías congénitas, metabólicas o de sexos. En cuanto a los marcadores paleonu-
otras enfermedades sistémicas (infecciones, tricionales es relevante que los cuatro indi-
anemias, etc). Dada la edad de fallecimien- viduos infantiles padecieron amelogénesis
to de los individuos infantiles, sería factible imperfecta, la cual puede tener diversas
que la causa de muerte estuviese en relación causas: malnutrición, enfermedades infec-
con la misma causa que originó la amelogé- ciosas, metabólicas, etc. En la mitad de los
nesis imperfecta. individuos adultos también se documentan
marcadores de stress nutricional. Referente
a las patologías, las más frecuentes son las
VALORACIÓN GENERAL DEL artropatías degenerativas, afectando la loca-
ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO Y lización de la columna dorsal y lumbar a to-
PALEOPATOLÓGICO dos los individuos adultos. El porcentaje de
caries y pérdidas dentarias ante mortem es
Aunque el número de tumbas e individuos ex- muy elevado, así como otras patologías bu-
cavados no es representativo de la población cales infecciosas. Estas afecciones apuntan
tardorromana de Baelo, se han obtenido da- hacia una dieta rica en hidratos de carbono
tos muy interesantes para posteriores inves- y una escasa higiene dental.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 81


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82 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL MUNDO FUNERARIO TARDORROMANO EN BAELO CLAUDIA... –––––––––––––––––––––––––––––––––

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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 83


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

LA CRISTIANIZACIÓN DE LA
TOPOGRAFÍA FUNERARIA EN LAS ANALES
CIUDADES OCCIDENTALES: CORDUBA DE ARQUEOLOGÍA
EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA1 C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Isabel Sánchez Ramos
universidad de córdoba VOL. II / PÁGS. 85 - 102
E-mail: isabelsanchez255@hotmail.com

RESUMEN

En este artículo analizaremos los datos arqueológicos que


disponemos para definir las áreas funerarias de Corduba durante
la Antigüedad tardía, un proceso en el que será determinante la
cristianización de las necrópolis. Veremos también como Cordu-
ba participa de las mismas transformaciones generales que modi-
fican el paisaje de los suburbia de las ciudades más importantes
del occidente romano.

RIASSUNTO

In questo articolo vedremo come i dati archeologici odierni


ci permettono analizzare l’evoluzione delle areae cimiteriali di
Corduba nella Tarda Antichità, un processo nel qualle l’espansione
del Cristianesimo e la cristinizzazione delle necropoli saranno as-
sai significative. Vedremo anche che Corduba condivide le stesse
trasformazioni che modificarono l’immagine dei suburbia nelle
città più importanti dell’occidente romano.

1
| Este trabajo se extrae de nuestra Tesis Doctoral, La cristianización de
la topografía funeraria en las provincias Occidentales del Imperio: exemplum
cordubense, que han dirigido los Dres. D. Desiderio Vaquerizo (Universidad
de Córdoba), D. Josep M. Gurt (Universidad de Barcelona), y D. Xavier Duprè
(CSIC-Roma). Asimismo, se inscribe en el marco del Proyecto “Espacio y usos
funerarios en la ciudad histórica. El ejemplo cordobés (siglos II a.C.-XV d.C.)”, fi-
nanciado por el Ministerio de Educación y Ciencia (DIGYCIT), en su plan de I+D,
con apoyo de los Fondos Feder (Ref: BHA2003-08677), siendo el Dr. Desiderio
Vaquerizo el investigador principal del mismo.

85
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL SÁNCHEZ RAMOS

INTRODUCCIÓN numerosas fuentes escritas que permiten


el estudio de la topografía cementerial de
El Cristianismo desempeñará un papel funda- otras capitales cristianas del Occidente ro-
mental en la nueva concepción y ordenación mano, como Mediolanum3, Ravenna4, Car-
del paisaje suburbano a partir del siglo IV thago5, etc. En Hispania, el documento más
d.C. Como veremos en estas páginas, las nue- antiguo que alude a la existencia de cristia-
vas modificaciones derivarán principalmente nos, es el tratado Contra los herejes de San
de la potenciación del culto martirial y del Ireneo, escrito a finales del siglo II d.C.6 Se
evergetismo imperial y privado. En este sen- trata de una mención muy genérica, pero
tido, queremos destacar que la actuación del que enumera las zonas más romanizadas de
emperador Constantino en el espacio extra- la Península Ibérica, entre las que debemos
muros de Roma constituirá una intervención incluir a Baetica. Igualmente genéricas son
en el suburbio de la Urbs sin precedentes. las noticias de Tertuliano, a principios del si-
glo III, que refiriéndose al Cristianismo, co-
Junto a la rica documentación textual
menta que éste abarcaba “todas las fronteras
disponible para el caso de Roma2, existen
de las Hispanias”7. A mediados del siglo III,
la carta sinodal 67 firmada por Cipriano de
2
| Cronógrafo romano del 354, de Furio Dionisio Carthago8, es otro documento que confirma,
Filocalo (ed. H. Stern, París, 1953); Martyrologium Hie- para Hispania, la existencia de comunidades
ronymianum (primera mitad del siglo V) (ed. G.B. de
cristianas totalmente organizadas, con diá-
Rossi y L. Duchesne, Bruselas, 1894); etc.
3
| De mysteriis o De poenitentia, de San Ambro- conos, presbíteros y obispos9. Un aconteci-
sio de Milán (a. 339-397). miento hispano muy importante es también
4
| Liber Pontificalis Ecclesia Ravennatis, de An- el martirio del obispo Fructuoso de Tarraco
drea Agnello (siglo IX) (ed. A. Testi-Rasponi, Bolonia, –y sus diáconos–, bajo el gobierno de Decio
1924).
5
| Por ejemplo: sermones de San Agustín, obispo
(a. 259), y que conocemos a través de unas
de Hippona en 396; rúbricas; concilios; cartas de los detalladas actas martiriales10.
obispos, como Cipriano; autores cristianos, como Víc-
tor de Vita, Procopio, etc. En lo que respecta a Corduba, no dis-
6
| Iren., Adv. Haer., I, 3, ed. W.W. Harvey, Cam- ponemos de una literatura cristiana tan
bridge, 1857, 93. completa ni variada, pues las alusiones son
7
| Tert., Adv. Iud., VII, 4-5, ed. Kroymann, Vindo- escasas, y en muchos casos se trata de textos
bonae, 1942: CorpChr 2, 1339-96.
8
| Cipriano, Epist., 67, ed. J. Campos, Madrid,
bastantes tardíos que se alejan del período
1964, 631-40. en estudio11. Hablamos, por ejemplo, de los
9
| NIETO CUMPLIDO, 2003a, 12. escritores mozárabes del siglo IX, como San
10
| “Passio Sanctorum Fructuosi episcopi [...]”, Eulogio y Álvaro de Córdoba. Desconocemos
ed. A. Fábrega, Madrid-Barcelona, 1953-5, 40.
11
el momento inicial de llegada del Cristianis-
| Álvaro de Córdoba, Sancti Eulogii, ed. J.P. Mig-
ne, París, 1881, 705-724; San Eulogio, Liber Apologeti- mo a la ciudad, y si éste estaba ya vigente
cus martyrum, ed. J.P. Migne, París, 1881, 851-870; San antes de finalizar el siglo III d.C. Las prime-
Eulogio, Memor. Sanctorum, ed. J.P. Migne, París, 1881, ras referencias se remontan a los primeros
731-842; Walfrido Estrabón, Omnia. Opera. Pars I, ed. años del siglo IV d.C.: son en concreto las
J.P. Migne, París, 1852, 962-963; Le calendrier de Cor-
doue de l’année 961, ed. R. Dozy, Leiden, 1873, etc.
actas del Concilio de Elvira al que asistió
12
| Atanasio, Historia Arianarum, ed. J.P. Migne, Osio de Córdoba, consagrado obispo en 290-
París, 1844, 1328-1332. 5, según Atanasio12. El papel desempeñado

86 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA CRISTIANIZACIÓN DE LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

por Osio en la primitiva Iglesia cristiana y visión más global del proceso de cristianiza-
sus esfuerzos por la consolidación del Cris- ción de la ciudad, y para ello nos centrare-
tianismo, son hechos bien conocidos a tra- mos en sus áreas funerarias.
vés de otras actas conciliares (como las de
Sárdica), y por algunos escritores coetáneos
al obispo, como Eusebio de Cesarea y el ya LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA EN
citado Atanasio. Más noticias relacionadas LAS CIUDADES OCCIDENTALES
con el incipiente Cristianismo cordubense
las encontramos en el himno que Prudencio El proceso de cristianización de las necró-
dedicó, a principios del siglo V, a los márti- polis y las transformaciones en la topografía
res locales de época tardorromana: Acisclo, suburbana, deben entenderse dentro de un
Zoilo y los denominados Tres Coronas13 (de marco más amplio de la evolución del con-
nombre Fausto, Genaro y Marcial). cepto y del espacio físico de los centros ur-
Hasta aquí hemos realizado una breví- banos15. La Antigüedad tardía es un período
sima alusión a la documentación textual, de clara reorganización urbana, en el cual
pero desde el punto de vista arqueológico, y predomina un tipo de ciudad denominada
prácticamente en todos los centros urbanos, policéntrica, que se articula en función de
los testimonios más antiguos del proceso de
cristianización se limitan a los hallazgos fu- 13
| Prud., Peris., IV, 19-20, ed. G.P. Goold, Lon-
nerarios. Mientras que en Roma ya existen dres, 1979, 156.
auténticos cementerios cristianos desde 14
| Es el caso del Cuaderno que había de servir
principios del siglo III d.C., en otras ciu- para el rezo de los Santos Mártires de Córdoba, obra
realizada conjuntamente con Pablo de Céspedes, ter-
dades, son los ricos sarcófagos de temática
minada en la década de 1580, y que enlaza con otro de
cristiana importados de la Urbs, los indicios los temas que apasionaron a Ambrosio de Morales: los
más importantes que revelan la presencia de martirologios (SÁNCHEZ, 2002b, 86). En el siglo XVIII,
una oligarquía local cristiana. sobresalen otras obras preocupadas por el origen y el
desarrollo del Cristianismo. Así lo ponen de manifies-
De nuevo en Córdoba, las manifestacio- to H. Flórez en su tomo X de España Sagrada (1753),
nes del Cristianismo son escasísimas y casi dedicada a la Iglesia de Córdoba desde sus origines; y
anecdóticas, una circunstancia que no ha B. Sánchez de Feria en su Palestra Sagrada o Memorial
de los Santos de Córdoba (1771), donde recuerda todos
favorecido al desarrollo de una “arqueología
los mártires venerados en Córdoba, al mismo tiempo
cristiana” en sentido estricto. Sin embargo, que recoge noticias sobre los primeros templos cristia-
el interés por los orígenes de la Iglesia y nos. A ellos sumar J. Gómez Bravo, con su Catálogo de
del Cristianismo se vislumbra desde el siglo los Obispos de Córdoba, y breve noticia histórica de su
XVI en figuras como Ambrosio de Morales y Iglesia Catedral, y obispado (1778).
15
| Nos remitimos a los numerosos trabajos
otros eruditos de su época14. Pensamos que que tratan aquellos procesos urbanos coetáneos a la
los elementos documentados en Córdoba expansión del Cristianismo: BARRAL I ALTET, 1982,
hasta ahora, a pesar de ser parciales, son su- 105-132; 1992, 51-57; TESTINI, 1986, 31-48; ARCE,
ficientes para afirmar que la antigua Colonia 1993a, 177-184; 2000c, 31-62; 2002, 41-58; BRENK,
Patricia cristianiza igualmente su topografía 1994, 129-135; CANTINO, 1995b, 201-239; CANTINO;
GURT; GUYON, 1996, 17-41; GUTIÉRREZ, 1996, 56 ss;
urbana y funeraria. Basándonos fundamen- GARCÍA MORENO, 1999, 7-23; MARCONE, 2000, 53-
talmente en los testimonios arqueológicos 65; MATEOS; ALBA, 2000, 143 ss; GURT, 2000-2001,
disponibles, ofreceremos en esta sede una 447 ss., etc...

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 87


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL SÁNCHEZ RAMOS

importantes núcleos de atracción intramu- dos e utilizados exclusivamente por esta co-
rarios y extraurbanos. La nueva ciudad se munidad. Entre otros, conocemos los casos
rige por unos presupuestos distintos a los de de Carthago en el Norte de África, y sobre
la civitas clásica: desaparecen los modelos de todo Roma, que desde estos momentos
reticulares; se abandonan y reutilizan es- disponen de áreas cristianas exclusivas ges-
pacios y edificios públicos, y nace un nuevo tionadas directamente por la Iglesia. En
tipo de habitación. este marco, el nacimiento y evolución de los
Desde finales del siglo III d.C., los nú- cementerios hipogeos que hoy conocemos
cleos de enterramiento tardorromanos como catacumbas, responde a la búsqueda
surgen en zonas funerarias altoimperiales de una solución topográfica y práctica, capaz
extramuros, que se organizaban en función de solventar la falta de espacio. Y las caracte-
de las vías de acceso a la ciudad. Los prime- rísticas del subsuelo de Roma permitirán la
ros cristianos se entierran en las necrópolis evolución de los espacios subterráneos, que
paganas, pues con independencia de la reli- serán perfectamente diseñados y pensados
gión, la población continua usando las áreas para afrontar continuas ampliaciones17.
funerarias preestablecidas del suburbio.
Ya en el siglo IV d.C., y siempre ligada al
Desde el punto de vista arqueológico, esta
Cristianismo, asistimos a la monumentaliza-
situación dificulta en la investigación actual
la distinción entre las sepulturas paganas y ción de los suburbia. Una manifestación que
cristianas16, porque las tipologías de las tum- adquiere igualmente unas connotaciones y
bas son idénticas y no existen matices que unos parámetros cronológicos distintos en
permitan su definición. Únicamente pueden cada ciudad (Figs. 1 y 2). Las intervenciones
ser reconocidas por señalizaciones específi- en el suburbium dependerán del evergetis-
cas en la cubierta, o por algún elemento de mo imperial y episcopal. No todos los cen-
simbología claramente cristiana. tros urbanos tienen el privilegio de contar
con el apoyo imperial (como Mediolanum y
Además de la continuidad de las áreas Ravenna, las dos últimas capitales del Impe-
funerarias paganas, ya comentada, desde la
rio), y es Roma la ciudad, más favorecida por
primera mitad del siglo III se constatan los
la política edilicia emprendida por la familia
primeros cementerios cristianos, concebi-
imperial18.

16
La primera gran actuación en el subur-
| “Sono note le difficoltà che si presentano a chi
voglia definire la cronologia dei primi monumenti fune-
bium romano será obra de Constantino en la
rari paleocristiani. Quelli subdiali quasi sempre si inse- primera mitad del siglo IV. Se trata de una
riscono o succedono ad areae pagane; la popolazione intervención a gran escala, determinada por
di una città che deviene cristiana continua a seppellire unas características muy específicas que no
i difunti nell’area usata anteriormente. La tipologia delle
tombe all’inizio non presenta differenze ed è difficile sta-
constamos en otras ciudades. Constantino
bilire quando si può parlare di un cimitero cristiano nel monumentalizará los lugares sagrados ubi-
senso generalmente accettato, cioè di area propia della cados fuera de las murallas con la edifica-
comunità cristiana” (FASOLA; TESTINI, 1978, 105). ción de imponentes basílicas (p.e. San Pedro
17
| FIOCCHI NICOLAI, 2001, 20.
18
| FIOCCHI NICOLAI, 1999b, 59.
en el Vaticano y San Pablo en Via Ostiense),
19
| FASOLA, 1989, 2148; BOVINI; PIERPAOLI, al mismo tiempo, que sentará las bases para
1990, 12; SPIESER, 1999, 32. el desarrollo del culto martirial19.

88 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA CRISTIANIZACIÓN DE LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 1. Reconstrucción del ábside de la Basílica de San Pedro Vaticano. Roma (Fiocchi Nicolai, 2001,
128, Fig. 86).

FIG. 2. Basílica hipogea de los Santos Nereo y Achileio. Catacumba de Domitilla. Roma (Fiocchi
Nicolai, Bisconti, Mazzoleni, 1998, 72, Fig. 63).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 89


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL SÁNCHEZ RAMOS

En el resto de las ciudades, la interven-


ción en el suburbio estará condicionada por
multitud de particularidades, y obedecerá
al nivel de implicación de sus obispos y del
culto martirial. En Italia, podemos destacar
la política edilicia emprendida por el obispo
San Ambrosio de Milán, que construye una
serie de basílicas destinadas a enterramien-
to y que consagra con reliquias de mártires20.
Topográficamente, estos edificios se insta-
lan junto a los caminos más importantes
que parten de Mediolanum, y en necrópolis
que ya contaban con cementerios cristianos.
Es el caso de la Basílica Ambrosiana en el
cementerio Ad Martyres, Apostolorum, San
Eustorgio, etc. (Fig. 3).
Para Gallia citamos, por ejemplo, las ne-
crópolis cristianas de Arelatum, que desde el
siglo IV se conforman en torno al lugar del
martirio y de sepultura de Saint-Genèst, en
el suburbio de Trinquitaille21 y en la necró-
polis de Alyscamps22, respectivamente (Fig.
4). Ambos sectores se monumentalizan en
el siglo V con la construcción de basílicas, y
son muy significativos la riqueza de los sar-
cófagos y los numerosos recintos funerarios
documentados.
También en el Norte de África, en Car-
thago, encontramos la dualidad de espacios
cultuales que veneran a un mismo mártir.
Hablamos de la mensa Cypriani en Ager
Sexti, una memoria erigida en el lugar del
martirio de Cipriano; y del areae Macrobi
Candidati, la necrópolis donde se entierra
al obispo.
En Hispania, comprobamos la existen-
cia de cementerios cristianos de época tar-
dorromana cuyo desarrollo podemos igual-

20
| KINNEY, 1987, 50.
21
| FÉVRIER, 1986b, 84.
FIG. 3. Basílica Apostolurum. Mediolanum
22
| BENOIT, 1935, 13; FÉVRIER, 1986b, 83. (Bonetti,1997, 71, Figs. 27 y 28).

90 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA CRISTIANIZACIÓN DE LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

cumental. Para hablar de la situación de


Córdoba, hemos preferido seguir una orde-
nación cronológica, analizando primero la
información relativa a época tardorromana,
para finalizar con la Tardoantigüedad. Y den-
tro de este discurso cronológico, optamos
por un criterio topográfico que definimos en
función de las áreas funerarias del suburbio:
Septentrional, Occidental, Oriental y Meri-
dional.
Los restos funerarios cristianos más an-
FIG. 4. Sarcófago estrigilado de la necrópolis de tiguos remontan a la primera mitad del si-
Alyscamps. Arelatum (Heijmans, 2004, 310, Fig. 174). glo IV d.C. Se trata de sarcófagos de mármol

FIG. 5. Sarcófago con tema de apóstoles. Museo de Vicente. Córdoba.

mente relacionar con el culto martirial. Por importados desde Roma por una acomodada
ejemplo, en Tarraco, la necrópolis paleo- clase social cristianizada (Fig. 5). No es ex-
cristiana del Francolí23; en Carthago Nova traña la presencia de una potente oligarquía
la Necrópolis de San Antón24; en Valentia la local en la ciudad y el empleo de ricos con-
necrópolis de la Roqueta; y en Emerita Au- tenedores, si pensamos que la capitalidad de
gusta, la necrópolis de Santa Eulalia25. Baetica permanece en Córdoba26. Hasta la

23
| DEL AMO, 1979, 146.
LAS ÁREAS FUNERARIAS 24
| BERROCAL; LAIZ, 1995, 181.
DE CORDUBA EN ÉPOCAS 25

26
| MATEOS, 1993, 128; 1999, 71.
| A Córdoba pertenece el grupo más numeroso
TARDORROMANA Y de los denominados sarcófagos paganos de Baetica, que
TARDOANTIGUA. se importan de los tallares romanos (BELTRÁN, 2001,
104). El segundo grupo de sarcófagos constatados co-
rresponde a las piezas de temática cristiana. Se recupe-
En Corduba, la dificultad para identificar
ran también descontextualizados en Madinat al-Zahra,
áreas funerarias cristianas se ve especial- y en otras zonas de la ciudad. Todos se enmarcan dentro
mente agravada por unos débiles indicios del grupo constantiniano (312-330), que define M. So-
arqueológicos y una notable carencia do- tomayor (SOTOMAYOR, 1975, 77 ss).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 91


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL SÁNCHEZ RAMOS

FIG. 6. Recinto funerario del Parque Infantil de Tráfico. Córdoba (Foto: G. Pizarro. GMU)

fecha, solamente se recupera in situ uno de de restos funerarios previos, y amortizando


estos sarcófagos. Se trata del sarcófago co- una domus suburbana altoimperial (Parque
lumnado de “Huerta de San Rafael”, datado Infantil de Tráfico). Se trata de un recinto
en la primera mitad del siglo IV. Durante su funerario de planta cuadrangular, construi-
hallazgo, aparecen también estructuras de do entre mediados del siglo IV y el siglo V,
sillería correspondientes al recinto, o monu- que se adosa a una edificación preexistente29
mento funerario, que albergaba el enterra- (Fig. 6). En su interior, se constatan cuatro
miento27. sepulturas en fosa cubiertas horizontalmen-
te por tegulae. No podemos afirmar con ro-
En las inmediaciones, se presume la
tundidad la adscripción cristiana de estas
existencia de otros “cementerios cristia-
primeras tumbas, si bien es cierto que en las
nos”, sobre los que no disponemos de más
necrópolis de otras ciudades se comprueban
información (Calles La Palmera 8 y La Hi-
recintos cristianos de uso familiar de igual
guera)28.
cronología. En la primera mitad del siglo V,
Mientras que el ya citado monumento se enmarca la segunda fase de necrópolis,
del Área Norte se instala en un lugar utiliza- que no respecta la ordenación precedente,
do tradicionalmente como necrópolis, otro y las sepulturas aparecen tanto dentro como
recinto cristiano del Área Occidental surge fuera del recinto. Esta última fase de ocupa-
adyacente a una calle, en terrenos libres ción se caracteriza por el uso cristiano del
espacio. La recuperación de un fragmento
27
| GARCÍA Y BELLIDO, 1963, 171.
de vidrio inciso decorado con una cruz y una
28
| MARCOS POUS; VICENT, 1985, 240 ss. figura definida por el gesto de expansis ma-
29
| CASTRO et alii, 2005. nibus, parece indicar que este sector sería

92 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA CRISTIANIZACIÓN DE LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 7. Mensa funeraria y necrópolis de la calle Lucano 7-9 (Foto: A. Molina).

utilizado como enterramiento por algunos y del banquete, manifiesta una presencia
miembros de la comunidad cristiana local30. cristiana en este espacio en función de otros
paralelos de igual cronología32 (Fig. 7).
La topografía del Área Oriental también
experimentará importantes transformacio-
nes en época tardorromana. La Via Augus- 30
| Ver el artículo de E. Castro, G. Pizarro e I.
ta se abandona como el principal elemento Sánchez sobre la excavación del Parque Infantil de Trá-
fico en este mismo volumen.
rector de las necrópolis, y a partir del siglo 31
| MOLINA; SÁNCHEZ, 2003, 355.
III d.C. aparecen nuevos sectores funerarios 32
| Las necrópolis norteafricanas constituyen el
que amortizarán gran parte de las estructu- principal referente para el análisis de este tipo de es-
ras domésticas del vicus oriental. Uno de tructuras, pues son las que proporcionan los ejemplos
los ejemplos más significativos se constata más numerosos y mejor estudiados desde el punto de
vista científico. Sobresalen las mensae cristianas de las
en la actual calle Lucano, donde se instala
necrópolis de Alexandre y de Santa Salsa de Tipasa,
una necrópolis del siglo IV d.C. sobre los ni- fechadas entre mediados del siglo IV y mediados del
veles de colmatación de una domus. Como siglo V d.C. En las necrópolis de la antigua Theveste,
sucede en todos los espacios tardorromanos se recuperan igualmente otras mensae semicirculares
del Área Oriental, ignoramos la adscripción con lauda sepulcral de los siglos IV-V (KADRA, 1989,
265 ss). Dependientes de los modelos africanos son
religiosa de los individuos que utilizan esta
las estructuras de las necrópolis cristianas más impor-
necrópolis31. Únicamente la recuperación tantes de la Península Ibérica, que atestiguan el ritual
de una mensa funeraria en forma de sigma y la celebración del banquete funerario. Por ejemplo,
relacionada con la celebración de los pasti el cementerio de Caldeira (Tróia, Portugal), donde se

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 93


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL SÁNCHEZ RAMOS

Durante los siglos VI-VII, observamos tianización de la población, el principal mo-


una transformación y una nueva dinámi- tivo que decretaría el definitivo abandono
ca de las necrópolis con respecto a las de de las antiguas necrópolis y el nacimiento
época tardorromana. Los cambios que con- de verdaderos cementerios cristianos junto
dicionarán el paisaje funerario de la ciudad a las basílicas suburbanas. Solamente en el
tardoantigua se gestarían en un momento Área Septentrional se documenta arqueoló-
previo, que resulta muy difícil de determi- gicamente una necrópolis cristiana asocia-
nar. Sin duda, será la progresiva y total cris- da a los edificios de culto de Cercadilla33.
El cementerio tardoantiguo estará en uso
documentan sepulturas rematadas por estructuras hasta época mozárabe y, topográficamente,
de opus signinum, con forma cuadrangular, elíptica y los enterramientos aparecen densamente
semicircular (ALMEIDA, 1982, 261; CAETANO, 2002,
318). En segundo lugar, las estructuras de la necró-
concentrados inmediatamente al exterior e
polis paleocristiana del Francolí, en Tarraco, con una interior de las estructuras reutilizadas del
cronología de mediados del siglo IV-mediados del siglo palatium34. Posiblemente el aula trichora
V d.C. (DEL AMO, 1979). Otra necrópolis hispana que Norte constituiría el núcleo principal del
también ha proporcionado numerosas estructuras en conjunto cristiano, pues así se deduce de la
mensae, es la necrópolis cristiana de San Antón en
Cartagena (BERROCAL; LAIZ, 1995, 181). Del mismo
concentración de tumbas a su alrededor y de
modo, en Emerita, se han documentado estructuras de la readaptación de sus 3 naves transversales
opus signinum en varios sectores de la ciudad: en la ne- a longitudinales35.
crópolis cristiana de la basílica de Santa Eulalia, donde
aparece un enterramiento de la primera mitad del siglo En el Área Occidental, los sectores tar-
V cubierto por un lectus triclinaris de opus signinum dorromanos se abandonan, y las necrópolis
(MATEOS, 1993; 136; 1999, 137); en la necrópolis del se trasladan a la parte más meridional del
M.N.A.R. y al exterior del mausoleo de la “Casa del An-
suburbio. A los siglos VI-VII se adscriben al-
fiteatro” (BEJARANO, 2004); en la calle Marquesa de
Pinares 27 (MÉNDEZ; OJEDA; ABAD; 2004, 440), con gunos enterramientos, aparentemente aisla-
una cronología de finales del siglo III d.C. (MÉNDEZ; dos, que se instalan al Sur del “Camino Nue-
OJEDA; ABAD, 2004, 439 ss); y en la necrópolis tar- vo de Almodóvar”; mientras que pequeños
dorromana del Molino (calle Gloria 19) (HERNÁNDEZ, grupos se localizan en el “Cementerio de la
2002, 43). En Baetica, los ejemplos constatados corres-
Salud”. En ningún caso podemos relacionar
ponden a las mensae aparecidas en Itálica (“La Vegue-
ta”), de finales del siglo IV-V, en Torrox, y recientemente estas sepulturas con el Cristianismo (sal-
en la calle Ctra. de Carmona, en Sevilla (CARRASCO; vo las tumbas del Teatro de la Axerquía36),
DORESTE, 2005, 213). aunque el Calendario del siglo X alude a una
33
| HIDALGO; MARFIL, 1992, 281. iglesia próxima situada al Oeste de la Puerta
34
| HIDALGO, 2002, 345.
35
| HIDALGO; FUERTES, 2001, 229 ss.
de Sevilla37 (Fig. 8).
36
| MORENO; GONZÁLEZ, 2005, 202. Los textos antiguos coinciden en ubi-
37
| “In ipso est christianis festum Aciscli […] in
ecclesia facientum pergamena in Corduba” (Kal. Cor-
car en el Área Oriental, las basílicas de San
dub. November, XVIII, 106). Zoilo38 y de los Tres Coronas39, respectiva-
38
| «In ipso est festum sancti Zoilii, et sepultura mente. Aunque en el primer caso, no dispo-
eius est in ecclesia vici Tiraceorum» (Kal. Cordub. Iu- nemos de información relativa al cemente-
nius, XXVII, 66). rio ni a la posible basílica; en el segundo, se
39
| “[…] festum trium martyrum interfectorum in
civitate Corduba. Et sepultura eorum est in vico turris,
han recuperado una sepultura de los siglos
<et festum eorum est in sanctis Tribus>“ (Kal. Cordub. IV-V; fragmentos de escultura de época vi-
Octuber, XIII, 96). sigoda; una inscripción del tipo “depositio

94 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA CRISTIANIZACIÓN DE LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

También en la ciudad tardoantigua se


practican enterramientos intramuros, un
tema que había constituido un problema
para la investigación actual más que para
los contemporáneos. En Córdoba, es un fe-
nómeno que se inicia a partir del siglo VI, es
decir, cuando la ciudad funciona con unos
esquemas totalmente diversos de aquéllos
establecidos para la Colonia Patricia de
época clásica. Se trata de enterramientos
aislados, que no llegan a constituir nunca
grupos, practicados en los niveles de aban-
dono de edificios y espacios públicos (Tejón
y Marín, Ramírez de las Casas Deza y Am-
brosio de Morales). En el siglo VII, la topo-
grafía urbana estaría jalonada de iglesias,
especialmente en la zona meridional donde
se inserta el grupo episcopal de San Vicen-
te41 y la basílica localizada bajo la Iglesia
medieval de Santa Catalina42. Sin embargo,
las sepulturas no aparecen vinculadas a nin-
gún edificio cristiano. Habría que ponerlas
en relación con zonas de habitación y de
producción, pues en otras ciudades (como
en Carthago43), se comprueba la conviven-
cia de distintas actividades en un mismo
espacio. Arqueológicamente, esta dinámica
sólo se confirma en el antiguo teatro roma-
no, un edificio abandonado desde finales
del siglo III d.C. y que al final de la Antigüe-
dad tardía, su expolio y los distintos niveles
FIG. 8. Enterramiento doble del Teatro de la de colmatación y aterrazamiento, manten-
Axerquía (M. Moreno y M. González, 2005, 201, drían oculto bajo el nuevo entramado ur-
Lám. VI). bano de la ciudad tardía44 (actual Plaza de
Jerónimo Páez).
reliquiarum”40, y un cementerio mozárabe.
Todo sumado induce a pensar que en épo- 40
| S(an)c(t)orum / martyr(um) / PX (Christ)i
ca tardoantigua existiría ciertamente bajo (Ies)u / Fausti Ia/nuari et / Martia/[lis] Zoyli(!) / et
la actual iglesia de San Pedro, una basílica Aciscli / [---]ARITA[---] / [---]ATS[---] / [---]N[---]» (Nº
324 de Vives= Hübner 126= CIL II²/7, 638).
suburbana adscrita hoy por hoy a estos már- 41
| MARFIL, 2000b, 130.
tires, y un cementerio cristiano que conti- 42
| MARFIL, 2000b, 134.
nuará siendo utilizado por la comunidad 43
| STEVENS, 1995b, 215.
mozárabe de Córdoba. 44
| MONTERROSO, 2002a, 147 ss.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 95


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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 101


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO
DEL PARQUE INFANTIL DE TRÁFICO ANALES
DE CÓRDOBA. LA OCUPACIÓN DE ARQUEOLOGÍA
TARDOANTIGUA DEL SUBURBIUM C OR D OB E S A
OCCIDENTAL DE COLONIA PATRICIA- número 17 (2006)

CORDUBA1 VOL. II / PÁGS. 103 - 118

Elena Castro del Río / ecastro@arqueocordoba.com


Convenio GMU-UCO

Guadalupe Pizarro Berengena / gpizarro@arqueocordoba.com


Convenio GMU-UCO

Isabel Sánchez Ramos / isabelsanchez255@hotmail.com


Universidad de Córdoba

RESUMEN

En este artículo se darán a conocer los testimonios arqueológicos


recuperados en el actual Parque Infantil de Tráfico, que son de gran
interés para profundizar en el estudio del suburbium occidental de la
ciudad en épocas romana y medieval. La ocupación tardoantigua co-
rresponde a un edificio y una necrópolis de los que se han identificado
varias fases. El periodo islámico supone un nuevo uso del terreno mar-
cado por la presencia de un arrabal de época almohade, mientras que se
documenta la inexistencia de construcciones durante el periodo emiral
y califal en este sector extramuros. Los periodos bajomedieval, moderno
y contemporáneo están propuestas por vertederos y pozos, que subsis-
tirán hasta la construcción del Parque Infantil de Tráfico en la segunda
mitad del siglo XX.

1
| Este trabajo se inscri-
RIASSUNTO
be en el Convenio de Colabora-
ción que el Grupo de Investiga-
In questo articolo ci occuperemo dei resti archeologici rinvenuti ción HUM-236 del Plan Anda-
nel “Parque Infantil de Tráfico”, che sono di una particolare rilevan- luz de Investigación, integrado
za per approfondire nello studio del suburbium occidentale della città. por todos los miembros del
L’occupazione tardoantica corrisponde ad una costruzione e alla sua Área de Arqueología de La Uni-
necrópolis delle qualle abbiamo identificato due fasi diverse. Il periodo versidad de Córdoba, mantiene
con la Gerencia Municipal de
islamico suppone un nuovo uso dello spazio con la presenza di un quar-
Urbanismo del Ayuntamiento
tiere almohade, mentre che in questo settore non ci sono documentati de Córdoba para el estudio de
costruzioni nel corso del periodo emirale e califale. Poi, nell’epoca bas- Córdoba, ciudad histórica, en-
somedievale, moderna e contemporanea si fanno dei pozzi e apparono tendida como yacimiento úni-
alcuni immondiziai che sussisteranno fino alla costruzione del parco co. Web: www.arqueocordoba.
infantile nella seconda metà del XX secolo. es.

103
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ELENA CASTRO / GUADALUPE PIZARRO / ISABEL SÁNCHEZ

INTRODUCCIÓN. UNA mientras que el último, el único excavado en


su totalidad, se situó al sur del anterior.
NUEVA DOMUS DEL VICUS
OCCIDENTAL La realización de la Actividad Arqueo-
lógica ha permitido ratificar así como com-
Los restos que aquí presentamos salieron pletar los datos ya conocidos sobre el urba-
a la luz durante la Actividad Arqueológica nismo de la zona en época romana. En este
Puntual en la manzana situada inmediata- sector extramuros de la antigua Colonia
mente al Norte del Hotel Meliá de Córdoba Patricia se configura, desde finales de épo-
ocupada en la actualidad por una guardería ca Julio-Claudia e inicios de época Flavia, el
y el Parque de Infantil de Tráfico. Es decir, vicus occidental, cuyos límites se situarían
una ubicación que se encuentra inmediata- entre el denominado Arroyo del Moro, a Oc-
mente al Oeste de la muralla romana de la cidente, y la vía Corduba-Hispalis, al Sur. El
ciudad (Lám. 1). principal motivo de su rápido crecimiento se
atribuye al auge demográfico y a la pujan-
La ejecución de dicho proyecto supo-
za económica propios de este periodo, que
nía por sus características una importante
también se refleja en el nacimiento de nue-
afección del patrimonio arqueológico. Se
vos espacios públicos: por ejemplo, en los Al-
plantearon tres cortes con una superficie
tos de Santa Ana (VENTURA, 1996: 45-55);
total de 518’50 m². El denominado corte 1
el templo de la calle Claudio Marcelo (MU-
se disponía en el ángulo nororiental del Par-
RILLO et alii, 2003); en las infraestructuras
que Infantil de Tráfico y tendría 10 x 6 m,
sin embargo éste no llegó a excavarse por hidráulicas que abastecerían estos vici sur-
los resultados obtenidos en los cortes 2 y 3. gidos extramuros (CARRILLO et alii, 1995:
El segundo se situó en la esquina opuesta; 45; VENTURA, 1996: 147), así como en el
anfiteatro recientemente descubierto (MU-
RILLO, 2003). Pero esta franja de terreno no
sólo desempeñaría funciones de residencia,
2
| Estos monumentos se excavaron en los años sino también funerarias, y en este sentido,
1993, 1996 y 1997 por la Oficina de Arqueología de
desde la hoy conocida como Puerta de Galle-
la Gerencia Municipal de Urbanismo (MURILLO et
alii, 1999: 69). Representan uno de los ejemplos más gos arrancaba la vía Corduba-Hispalis, a lo
significativos de la arquitectura monumental funera- largo de cuyo trazado se instalan numerosos
ria de Córdoba. La ocupación más antigua detectada sepulcros, algunos de ellos monumentales,
corresponde a una necrópolis tardorrepublicana que como mausoleos que flanqueaban dicho ca-
se extiende a lo largo de la vía Corduba-Hispalis, que
experimenta una monumentalización en la primera mi-
mino2.
tad del siglo I d.C. En época Flavia y, sobre todo desde Durante la excavación que ahora damos
finales de este siglo, el espacio se urbaniza con la con-
siguiente creación de un vicus que perdurará hasta el
a conocer, se documenta una importante do-
primer tercio del siglo IV. Dentro de este período pode- mus que formaría parte del citado vicus. De
mos distinguir la reconstrucción de algunas estructu- ella recuperamos prácticamente la totalidad
ras domésticas en la primera mitad del siglo III d.C. Es de su planta: se trata de una casa configura-
el caso del mosaico figurado de la casa de Thalassius. da en torno a un peristilo con columnas, en
Probablemente, a partir de este momento, el espacio
retomaría su funcionalidad funeraria, si bien en esta
cuyo interior se dispone una fuente enmar-
I.A.U. sólo es documentada una ocupación esporádica cada por un mosaico decorado con temas de
o deposición funeraria tardorromana. fauna marina. Alrededor de éste, se distribu-

104 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DEL PARQUE INFANTIL DE TRÁFICO DE CÓRDOBA... –––––––––––

porticada mucho más importante excavada


en la actual calle Antonio Maura (CASTI-
LLO, 2004).
El vicus occidental se extendería tam-
bién al Norte de la vía Corduba-Hispalis
(VARGAS, 2000: 177-201), una expansión
que en los siglos centrales del imperio su-
pondría la amortización de las necrópolis,
pero que finalmente declinaría a partir de
la segunda mitad del siglo III d.C., cuando
los barrios extramuros se abandonan y se
reutilizan principalmente con una función
funeraria (SÁNCHEZ, 2006a, 374). Una di-
námica que caracterizará la imagen del su-
burbio de Corduba, y que comprobamos en
el Parque Infantil de Tráfico4.

PERIODO TARDOANTIGUO:
(Lám. 2)

LÁM. 1: Plano de localización. PRIMERA FASE CONSTRUCTIVA

Sobre los niveles de abandono y colmatación


yen cuatro crujías en muy variado estado de de la domus altoimperial, se construirá un
arrasamiento; de ellas, la occidental ha podi- nuevo edificio entre la segunda mitad del si-
do ser identificada por las preparaciones de glo IV y principios del siglo V. En su fabrica-
sus pavimentos y las zanjas de saqueo de los ción se utiliza material expoliado de la casa
muros. Por otro lado, las estancias orientales precedente que, al quedar oculto bajo el per-
y meridionales se caracterizan por el perfec- fil del corte, sólo conocemos parcialmente.
to estado de conservación de sus pavimentos No obstante, se pueden apreciar varias refor-
y de sus muros, éstos últimos, con cerca de
un metro de altura, aparecen decorados con
pinturas de gran calidad3. Finalmente, a pe- 3
| En la actualidad los derrumbes de estas pintu-
sar de la escasa extensión excavada, la crujía ras están siendo estudiados por A. Cánovas.
4
septentrional parece conservarse bastante | Los restos arqueológicos que se adscriben a
las etapas tardorromana y tardoantigua se recuperan en
bien tal y como deja entrever el magnífico
el Corte 2. La excavación de este corte ha sido parcial,
mosaico documentado en el corte 2. ya que los resultados obtenidos en el Corte 3 y el buen
estado de conservación de las estructuras aparecidas
La domus está perfectamente inserta en
en el mismo, fueron lo suficientemente determinantes
una zona urbanizada y accesible, pues jus- para que el parking no se construyera. Por tanto, la se-
to al oeste se documenta una pequeña calle cuencia estratigráfica sólo pudo completarse en algu-
que creemos podría relacionarse con una vía nos puntos del citado corte.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 105


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ELENA CASTRO / GUADALUPE PIZARRO / ISABEL SÁNCHEZ

gran consistencia, que serán empleados en


la estructura tardorromana (Lám. 3 y 4).

LA SEGUNDA FASE CONSTRUCTIVA


Y PRIMERA DE ENTERRAMIENTOS

En la siguiente fase, el edificio experimenta


una ampliación hacia el oeste con la cons-
trucción de una nueva estancia definida por
una superficie de unos 33 m². Las estruc-
turas se construyen de nuevo con cantos
de río, mampuesto y tegulae fragmentadas
trabadas con barro. Sin embargo, los muros
que delimitan esta estancia presentan cier-
tas diferencias morfológicas y técnicas entre
ellos, que son especialmente apreciables a
nivel de alzado. En el caso del muro Norte,
las hiladas de mampuestos están separadas
entre sí por una capa de arcillas de unos 10-
15 centímetros. Además, el muro se levanta
sobre una estructura de cantos más ancha, a
modo de rebanco. En cuanto al muro orien-
tal, se cimienta sobre otra estructura más,
de similares características al alzado del
muro Norte (Lám. 5).
LÁM. 2: Plano del edificio y del recinto durante la El espacio que delimitan estos tres mu-
segunda fase de enterramientos. ros está dividido en dos zonas claramente di-
ferenciadas: la este, pavimentada y separada
mas y al menos dos momentos de ocupación. de la mitad oeste del recinto por una acu-
A la primera fase constructiva corresponden mulación de cantos, de la que apenas que-
dos estancias que subdividirían el espacio in- dan restos visibles; y la oeste, donde se con-
terno del edificio. Como técnica edilicia se centran la totalidad de los enterramientos
emplean la mampostería y sillería, es decir, ubicados al interior del edificio, los cuales,
observamos una alternancia de mampues-
pertenecen a su vez, a dos fases de ocupa-
tos, ladrillos y tegulae trabados con barro,
ción distintas.
que en los ángulos se refuerzan con sillares
saqueados de la domus. De hecho, la base Durante la primera de ellas, el recinto
firme sobre la que asientan los cimientos acoge cuatro sepulturas cubiertas por tegulae
de una de las estancias del nuevo edificio es en hilera que apoyan directamente sobre el
uno de los mosaicos polícromos de época al- borde de la fosa. Las tejas aparecen caídas y
toimperial. Unos ricos pavimentos que con- fragmentadas al interior, a pesar de que en
trastan con los suelos de tierra apisonada de algunos casos (tumbas 3 y 11), aparecen

106 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DEL PARQUE INFANTIL DE TRÁFICO DE CÓRDOBA... –––––––––––

LÁM. 3: Detalle del mosaico sobre el que apoyan las estructuras tardoantiguas.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 107


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ELENA CASTRO / GUADALUPE PIZARRO / ISABEL SÁNCHEZ

LÁM. 4: Vista general del edificio y el recinto que se le adosa.

LÁM. 5: Primera fase de enterramientos en el interior del recinto.

108 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DEL PARQUE INFANTIL DE TRÁFICO DE CÓRDOBA... –––––––––––

estructuras de mampuestos que, a modo de


cista, reforzarían la cubierta. En la fosa, los
cuerpos se depositan en decúbito supino con
los brazos extendidos a lo largo del cuerpo,
si bien los individuos de las tumbas 3 y 10
tienen la pierna izquierda ligeramente flexio-
nada sobre la derecha. Todos los individuos
mantienen una orientación este-oeste, con
la cabeza dispuesta siempre al oeste. La cro-
nología de estas sepulturas viene determina-
da por la cerámica recuperada en el estrato
donde se excavan sus fosas: se trata de un
nivel en el que ha identificado un ejemplar
de T.S.H.T.M.5 de cerámica fina de mesa, que LÁM. 6: Segunda fase de enterramientos en el
carece de decoración burilada. Formalmente interior del recinto.
se relaciona con la forma 61 de J.W. Hayes,
fechada entre el segundo cuarto del siglo IV
y mediados del siglo V d.C. (ORFILA, 1993:
140). También se recoge un ejemplar de ca-
zuela de cerámica tosca datado en la primera
mitad del siglo V d.C. La exclusiva presencia
de la T.S.H.T.M. con la forma 9, dificultaría en
principio la correcta adscripción cronológica
de la fase de ampliación de edificio tardorro-
mano, pese a que los paralelos de cerámica
común podrían indicar una cronología más
tardía. Pero con el apoyo de la secuencia es-
tratigráfica y los posteriores niveles de aban-
dono-derrumbe-colmatación, podemos fijar
una fecha de finales del siglo IV. Contempo-
ráneamente al uso del recinto funerario, se
constata la continuidad de la pequeña calle
situada al oeste, cuya pavimentación será re-
parada en sucesivas ocasiones hasta el defini-
tivo abandono del conjunto.

SEGUNDA FASE DE NECRÓPOLIS

Tras el arrasamiento y colmatación del pa- LÁM. 7: Detalle de la tumba 2, cuya cubierta
vimento de la fase anterior, este espacio si- apoya directamente en uno de los muros del
recinto.
gue desempeñando una función funeraria,
al mismo tiempo que se produce la reforma
del extremo noroccidental del primer edi- 5
| Tipo Orfila 9 (Tabla 1 nº 1).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 109


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ELENA CASTRO / GUADALUPE PIZARRO / ISABEL SÁNCHEZ

ficio (Lám. 6). A este segundo momento


de necrópolis corresponden las tumbas 1
y 2, localizadas a una cota superior de los
enterramientos previos. La cubierta de la
tumba 1 se compone de materiales reapro-
vechados; mientras que la cubierta de tegu-
lae de la tumba 2 apoya directamente sobre
el muro del recinto funerario y sobre una
estructura de mampuestos. Esta sepultu-
ra varía su orientación con respecto a las
demás, pues adopta una orientación Norte-
Sur (Lám. 7).
En la zona este del recinto, aproximada-
mente donde se encontraba el pavimento, se
excava una extensa mancha de cenizas y car-
bón. Entre las cenizas se encuentran varias
conchas de ostiones y un interesante frag-
mento de vidrio. Éste último está decorado
con una figura que presenta el brazo cubier-
to por una túnica, y también con un crismón
y una estrella. La pieza podría formar parte
del grupo identificado por F. Paolucci como
del “taller del maestro de Daniel”. Este ta-
ller se caracteriza por la producción de una
tipología muy concreta, como la copa abier-
ta Ising 116b y la copita semiesférica forma
96b, a la pertenecería el fragmento recupe-
rado por nosotros (Lám. 8).
La técnica a base de incisiones poco pro-
fundas a bisel, similar en todos los ejemplos,
es denominada relieve en negativo según la
definición de Squarciapino. Las incisiones LÁM. 8: Fragmento de vidrio decorado con
más profundas proporcionan la tridimensio- motivos cristianos.
nalidad, mientras que las más finas, realiza-
das con instrumentos de punta dura, se re-
servan para los detalles más delicados como túnicas obtenidas con profundos surcos de
trazado curvilíneo, y remarcados a lo largo
la decoración de los vestidos. Todo ello con-
de los bordes con una línea incisa continua.
fiere un original e inconfundible estilo al di-
bujo. Con frecuencia, aparecen los cuerpos El nombre del taller proviene del grupo
de frente y los rostros de perfil, aunque en de piezas decoradas con la escena bíblica de
algunas ocasiones ambos lo hacen de fren- Daniel en el foso de los leones; un repertorio
te. Los vestidos son largos mantos o cortas iconográfico que se completa con motivos

110 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DEL PARQUE INFANTIL DE TRÁFICO DE CÓRDOBA... –––––––––––

de caza (como los ejemplos de Barcino), Por último, las tumbas 7, 8 y 9 parecen
escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, y formar un grupo independiente al exterior
también mitológicas. Parece que el taller es- del edificio paleocristiano. Todas las sepul-
tuvo operando en Roma entre el 360 y 380, turas cuentan con una cubierta de tegulae
ya que la mayor parte de ejemplares recu- plana, pero la orientación de los individuos
perados proceden de esta ciudad y de otras inhumados varía respecto a aquellos dispues-
ciudades de Italia. A ellos se sumarían las tos al interior del edificio y a los individuos
piezas de la Península Ibérica y de Baviera infantiles citados. En el caso de las tumbas
(PAULOCCI, 2002: 29). 8 y 9 la orientación es este-oeste, estando
la cabeza dispuesta hacia el este. La tumba
El fragmento que aquí presentamos co-
nº 7, a los pies de las anteriores, se coloca
rresponde posiblemente a la escena conoci-
de sur a norte, con la cabeza hacia el norte
da como Treditio legis. Según este esquema,
(Lám. 9).
Cristo se dispone en el centro y a ambos la-
dos los príncipes de los apóstoles, San Pedro Los estratos de colmatación de las es-
y San Pablo. Esta iconografía se introduce tructuras permiten fechar el abandono del
por primera vez en los conocidos “vidrios conjunto funerario en la primera mitad del
con figuras de oro” a finales del s. III - prin- siglo V d.C. En Corduba es muy característi-
cipios del s. IV d.C., momento en que se ca la asociación de tres producciones duran-
sustituyen los motivos típicamente romanos te la primera mitad del siglo V: T.S.H.T.M.,
por otros que representan escenas evangéli- cerámica tosca tardía y cerámica común. Y
cas e imágenes de temática específicamente efectivamente, en estos niveles de abandono
cristiana, tales como la orante en pie con documentamos un vaso de la forma Orfila 2
los brazos abiertos y las palmas elevadas en con la característica decoración de ruedeci-
gesto de plegaria (ZANCHI, 1969: 4). Esta lla al interior del borde (ORFILA, 1993, Fig.
última escena se identifica en los ejempla- 2.3); T.S.A. “D” (RSW); un plato Hayes 61 A;
res del Museo Vaticano, Ostia y Valencia6, a T.S.H.T.M., y cerámica tosca, que remiten al
los que ahora tendríamos que añadir el de segundo cuarto del siglo V (VARGAS et alii,
Córdoba. En todos ellos, el crismón está e.p.).
flanqueando por la figura del Pantocrator, y
por una estrella de ocho puntas, en el caso
cordubense. LA INTERPRETACIÓN DEL
EDIFICIO
A esta misma fase se adscriben igual-
mente cinco tumbas practicadas en el área Con base en todos los elementos hasta ahora
abierta que se localiza al exterior y al nor- analizados (ubicación extramuros, recintos,
te del recinto. Dos de estos enterramientos vidrio inciso, ritual funerario, etc.), podría-
corresponden a individuos infantiles que se mos estar ante uno de los conjuntos fune-
orientan de oeste a este: una de las inhu- rarios cristianos que se conformarían en
maciones está cubierta por una tegula que las áreas suburbanas de Corduba en época
apoya directamente sobre uno de los muros
del edificio paleocristiano; mientras que la 6
| El ejemplar aparecido en esta ciudad se inter-
otra presenta una cubierta plana realizada preta como un elemento de ajuar, pues al parecer se
con tegulae. localiza en una tumba infantil (ESCRIVÁ, 1990: 348).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 111


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ELENA CASTRO / GUADALUPE PIZARRO / ISABEL SÁNCHEZ

LÁM. 9: Detalle de las tumbas 7, 8 y 9.

112 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DEL PARQUE INFANTIL DE TRÁFICO DE CÓRDOBA... –––––––––––

tardorromana. A ellos, se suma una placa de contrario, el espacio que se le adosa al oeste
celosía recuperada en uno de los vertederos puede definirse claramente como un recinto
tardoantiguos, que es característica de la funerario a cielo abierto que acoge en su in-
ornamentación de los edificios religiosos de terior un número reducido de sepulturas en
esta época7. Con relación al primer edificio, dos fases sucesivas de necrópolis.
y dado el contexto topográfico en el que se
Con posterioridad a la colmatación, al
inserta, no descartamos que cumpliera una
final de la Tardoantigüedad y en el período
función igualmente funeraria (¿y cultual?),
emiral y califal, este sector permanecerá
que no llegamos a concretar con exactitud,
sin urbanizar convirtiéndose en una zona
aunque la técnica edilicia de sus muros, for-
de vertidos hasta época Almohade. Además,
mados por hiladas de mampuesto reforzadas
en uno de estos vertederos, se recupera un
con grandes sillares reutilizados del edificio
fragmento de ladrillo decorado con varios
altoimperial, parecen indicar la existencia
trazos que parecen delinear la letra b, que
de una construcción cubierta de cierta en-
creemos estaría relacionado con el edificio
vergadura8. La parcialidad de la documenta-
tardorromano de posible adscripción religio-
ción arqueológica y el rápido abandono de
sa9 (Lám. 10).
este espacio nos impiden plantear hoy por
hoy la presencia de algún centro cultual ex-
tramuros. Por el momento, sólo conocemos 7
| La cronología que proporcionan estos restos
para Corduba el caso de Cercadilla y ya para coincide con aquella ofrecida por el material cerámico
una etapa más avanzada de la Antigüedad recuperado en los niveles donde se excavan las sepultu-
tardía, es decir, en los siglos VI-VII. Por el ras, es decir, entre finales del siglo IV y principios del
siglo V d.C.
8
| Una edilicia que encontramos en otras cons-
trucciones de la propia Córdoba. En 1997 se documen-
ta en la Plaza Maimónides un edificio posiblemente
público de cronología algo más avanzada, que presenta
muros de mampuesto con dos metros de altura y unos
60 cm de ancho. En algunos puntos se refuerzan con si-
llarejos reaprovechados de estructuras anteriores (MO-
RENO; GONZÁLEZ, 1997: 166-167). Otros paramentos
similares, que emplean un aparejo mixto de mampos-
tería trabado con sillares verticales “encadenados”, a
intervalos irregulares, se comprueban en un edificio
tardoantiguo excavado en la antigua Facultad de Veteri-
naria (LEÓN, 2006: 428).
9
| Las losas y ladrillos decorados son elementos
empleados normalmente como placas adosadas a los
muros, o como baldosas en pavimentos. Se caracteri-
zan por su decoración, pues es frecuente la represen-
tación de crismones y cruces, que confirman su ads-
cripción a edificios religiosos (SÁNCHEZ, 2006b, 337).
En Córdoba son muy numerosos, y prácticamente ya
han sido estudiados por otros investigadores (MARCOS
POUS, 1981, 49 ss; GONZÁLEZ; MORENO, 1997, 124).
Ejemplares parecidos se comprueban por toda Baeti-
ca (CASTELO, 1996, 467 ss), y en el Norte de África
LÁM. 10: Fragmento de ladrillo paleocristiano. (SCHLUNK; HAUSCHILD, 1978; 58, Abb. 36).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 113


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ELENA CASTRO / GUADALUPE PIZARRO / ISABEL SÁNCHEZ

CONCLUSIONES Puerta de Gallegos). Desde el punto de vista


funcional, la topografía altoimperial del su-
El conjunto del Parque Infantil de Tráfico se burbio se caracteriza por su carácter funda-
enmarca dentro de un largo proceso de trans- mentalmente residencial y de espectáculos.
formación de la ciudad y del espacio subur- Por una parte, esta zona fuera de las mura-
bano, que parece ya iniciado a principios del llas asumirá una importante urbanización,
siglo IV d.C., y que detectamos arqueológica- constatada por la construcción del anfitea-
mente a través del abandono, amortización tro romano inmediatamente adyacente a la
y reutilización de los espacios tanto públicos vía Corduba-Hispalis; y por otra, a través de
como privados (MURILLO et alii, 1997: 51; la conformación del vicus occidental. Coin-
MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004). En este cidiendo con ese momento, se construye la
sentido, la Colonia Patricia participa de una domus de peristilo y la pequeña calle excava-
dinámica urbana más general que también das en el Parque Infantil de Tráfico.
comprobamos en otras ciudades hispanas Como ya hemos comentado, desde el
(MATEOS Y ALBA, 2000: 145; RAMALLO, siglo IV d.C., comienza la transformación
2000: 369; GURT, 2000-2001: 463 ss). de los espacios urbanos a todos los niveles.
El suburbio occidental se estructura bá- La superficie habitada fuera de las murallas
sicamente en torno a la vía Corduba-Hispa- se reduce, el vicus se abandona progresiva-
lis. El trazado de esta vía está fosilizado en mente, y la población se traslada dentro de la
la actual calle Antonio Maura, que contaba ciudad. El anfiteatro, a pesar de ser el último
con dos bifurcaciones: una al Norte, actual edificio de espectáculos en activo de Colonia
Avda. de Medina Azahara; y otra al Sur, que Patricia, se abandona, sufre el expolio parcial
parte de la puerta conocida posteriormente de sus materiales y experimenta una readap-
como Puerta de Almodóvar (Camino Nuevo tación funcional del espacio para satisfacer
de Almodóvar). otras necesidades, que aún no se han podido
determinar (MORENO et alii, 2004).
Los sectores funerarios más antiguos se
ubican próximos al recinto amurallado. Pre- En época tardorromana asistimos a la
cisamente junto a la puerta nordoccidental, y descentralización de los enterramientos con
a ambos lados de la vía Corduba-Hispalis, se respecto a las necrópolis altoimperiales pre-
documentan los dos monumentos funerarios existentes. En este sentido, la vía Corduba-
circulares (segundo tercio del siglo I d.C.), Hispalis será abandonada como elemento
que flanquean de forma monumental este ca- rector de las necrópolis, y sólo de manera
mino (MURILLO et alii, 2002: 247 ss). esporádica y ocupando el espacio disponi-
ble, se instalan algunas sepulturas dispersas,
Las necrópolis comparten el espacio
con otras actividades que, en determinados que no parecen constituir grupos o sectores
sectores, llegarán a superponerse a las tum- funerarios bien definidos (por ejemplo, en
bas más antiguas (por ejemplo, en la citada “Huerta de Santa Isabel”, Glorieta Ibn Za-
ydun, “Huerta Cebollera”, etc.) (SÁNCHEZ,
2006b, 394). Lo más habitual en el Área Oc-
10
| A partir del siglo IV d.C., las necrópolis se
cidental será el traslado de los sectores fu-
trasladaron hacia el Sur y hacia el Oeste, abandonando nerarios a los espacios más meridionales del
progresivamente como principales ejes de la necrópolis suburbio10. Entre ellos, sobresale un posible

114 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DEL PARQUE INFANTIL DE TRÁFICO DE CÓRDOBA... –––––––––––

recinto funerario con enterramiento en sar- 2001, 167). En todos los casos, las sepultu-
cófago de plomo de los siglos III-IV, que pudo ras se caracterizan por el empleo de cistas
ser rescatado en una intervención de emer- de losas de caliza y material reaprovechado,
gencia en la actual Avda. del Aeropuerto 10 una tipología muy difundida en este período,
(IBÁÑEZ, 1987, 127; MARTÍN, 2002). y que además, encontramos distribuida por
Igualmente, a partir del siglo IV, debe-
mos considerar otro fenómeno que condicio- la via Corduba-Hispalis y sus dos ramales. Este cambio
nará y modificará la topografía del suburbio: en la organización del área funeraria estaría motivado
por la falta de espacio en la zona más Septentrional; o
el Cristianismo. El conjunto recuperado en el
quizá responde a una separación intencionada y moti-
actual Parque Infantil de Tráfico, construido vada por la existencia de nuevos elementos que articu-
sobre una domus altoimperial11, constituye larían el paisaje funerario (SÁNCHEZ, 2006, 399).
por ahora el único sector funerario del Área 11
| En otras ocasiones, algunas estancias de las
Occidental que podemos relacionar con la antiguas domus, aún en servicio en el s. IV, transfor-
marán el uso doméstico original por una exclusiva fun-
cristianización del paisaje extramuros en
ción destinada al culto cristiano (BONNET Y BELTRÁN,
época tardorromana (SÁNCHEZ, 2006a, 2003: 74).
373). Una adscripción que viene determina- 12
| En este sentido, las numerosas inscripciones
da fundamentalmente por la recuperación de funerarias de los siglos VI-VII son un indicio muy sig-
un fragmento de vidrio decorado con temas nificativo de una población totalmente cristianizada.
Nunca aparecen in situ, y se han recuperado fundamen-
cristianos, que a su vez implicaría la celebra- talmente en el suburbio Occidental: Avda. Teniente
ción del refregirium o del banquete funerario General Barroso, “Cortijo de Chinales” y Vistalegre
celebrado en honor a seres desaparecidos. (SÁNCHEZ, 2006b, 318).
13
Pero pensamos que su adscripción también | Detrás del garaje de la S.A.T.A., en el denomi-
nado “Cortijo de Chinales”, localizado entre las calles
está condicionada por la propia adhesión del
Damasco, Antonio Maura, Miguel Benzo y Avda. del
recinto funerario a cielo abierto a un edificio Aeropuerto, se inicia en 1950 la construcción de unas
mucho más importante, seguramente religio- viviendas en los terrenos del Sr. Prieto del Rosal. Con-
so, aunque en el estado actual de la investi- cretamente entre las actuales calles Damasco, Maestro
gación no podemos definir con exactitud su Priego López, Previsión y Colina y Buron, Santos Gener
señala la existencia de una posible edificación visigoda,
tipologia (memoria, oratorio, basílica, etc.).
basilical o monástica, que equívocamente relacionó con
Durante la Tardoantigüedad, ya podemos la iglesia de San Acisclo (SANTOS GENER, 1955, 33).
En el transcurso de los trabajos se exhumaron varios
hablar de una completa cristianización de la
muros de opus quadratum que pertenecen a una impor-
topografía de la ciudad, porque el Cristia- tante construcción, de función y cronología incierta, que
nismo se había convertido en un fenómeno presenta una orientación Norte-Sur y unas dimensiones
urbano totalmente consolidado12. Para esos aproximadas de 75 m. de longitud por 50 m de ancho.
momentos, prácticamente todos los sectores Además, se comprueban estructuras hispanomusulma-
nas como pozos, sumideros y pavimentos de hormigón,
funerarios del Área Occidental se trasladan a que dificultan la visión y reconstitución del edificio. Al
la zona más meridional del suburbio (“Cor- Este de todas estas estructuras, se recupera una gran
tijo de Chinales”13, Avda. del Aeropuerto y cantidad de material decorativo y constructivo, que en
Cementerio de la Salud). Como excepción, muchos casos podemos asociar a edificios cristianos (ig-
aparece una pequeña necrópolis del siglo VI noramos su procedencia), de época tardoantigua y quizá
también mozárabe (SÁNCHEZ, 2006b, 400). Por último,
junto a la vía Corduba-Hispalis y al antiguo los hallazgos se completan con la constatación de dos
anfiteatro, amortizando una fundición pre- tumbas en cista de caliza que fechamos en los siglos VI y
via (Avda. Medina Azahara 43) (APARICIO, VII (SÁNCHEZ, 2006b, 253).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 115


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ELENA CASTRO / GUADALUPE PIZARRO / ISABEL SÁNCHEZ

toda la ciudad. Tampoco podemos adscribir ta su definitiva urbanización tras la llegada


estos enterramientos con las prácticas cris- islámica.
tianas, a excepción de las sepulturas en cista
Tampoco disponemos de los mismos
excavadas en el Teatro de Axerquía, donde
parámetros de análisis para conocer el de-
los ajuares parecen confirmar la adhesión de
venir de este espacio extramuros en época
estos individuos a la fe cristiana (MORENO;
tardoantigua. El recinto funerario en estu-
GONZÁLEZ, 2005, 196).
dio quedará inutilizado en un momento in-
En el estado actual de la investigación, determinado de la primera mitad del siglo
resulta muy difícil conocer la topografía fu- V d.C., pues será amortizado y sustituido
neraria del suburbio occidental en el crepús- por una serie de vertederos. Ignoramos qué
culo de la Antigüedad Tardía. Dada su impor- sucede realmente con el posible edificio re-
tancia en siglos precedentes y su proximidad ligioso, puesto que no ha sido excavado. No
al núcleo habitado intramuros (instalado en contamos con la información suficiente para
la zona más próxima al río), contribuirían saber sí continuaría en uso a pesar del aban-
a mantener su funcionalidad funeraria has- dono del pequeño recinto occidental.

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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / Vol. II 117


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

PRIMEROS DATOS SOBRE LAS


NECRÓPOLIS TARDOANTIGUAS DE ANALES
CARRETERA DE CARMONA. HISPALIS DE ARQUEOLOGÍA
M.ª del Carmen Barragán Valencia 1 C OR D OB E S A
número 17 (2006)
E-mail: mari_larguero@hotmail.com

VOL. II / PÁGS. 119 - 136

RESUMEN
El objeto de este trabajo es dar a conocer la necrópolis tar-
doantigua localizada en el sector Noroeste de Hispalis, fuera del
recinto murarío. Destaca la variedad de monumentos funerarios,
así como la tipología de tumbas de menor entidad.

ABSTRACT
With this paper we intend to present the Later Roman necro-
polis found outside of the walled area of Hispalis, in the Northea-
tern sector of the city. Several funeral monuments, plus a wide
variety of smaller tomb structures charaterize this necropolis.

1. INTRODUCCIÓN

La necrópolis tardoantigua de Carretera de Carmona se ubica


dentro del casco urbano sevillano, a casi un kilómetro de la mu-
ralla de la Hispalis Imperial, sobre una suave elevación del terre-
no, topografía que ha condicionado la evolución diacrónica del
sitio (Fig. 1) 2.

1
| Agradecemos al prof. Dr. D. Desiderio Vaquerizo Gil, las sugerencias que nos ha hecho durante la elabora-
ción del manuscrito. Al prof. Dr. D. Rafael Hidalgo Prieto por sus ideas y correcciones tras la lectura del texto. Este
trabajo ha sido realizado gracias a la ayuda y colaboración de los arqueólogos: Inmaculada Carrasco Gómez, David
Doreste Franco, Elisabet Conlin Hayes, Juan José Cabrera Barrigüete, Alejandro Jiménez Hernández y Rosario Ro-
dríguez Cordones, y a los antropólogos Juan Manuel Guijo y Raquel Lacalle.
2
| Plano elaborado por ARQ’uatro a partir del mapa de pendientes del casco urbano de Sevilla publicado en
soporte informático por la Junta de Andalucía (Modelo Digital del Terreno de Andalucía: Relieve y Orografía). Sobre-
impresionado se señala la delimitación de la Hispalis republicana e imperial publicada por CAMPOS (1987), a lo que
se le añade la ubicación de la necrópolis de Carretera de Carmona. Topográficamente es señalable la ubicación del
área cementerial en un cruce de caminos y con una directa relación visual con la ciudad. También debemos reseñar
que la hipótesis propuesta por Juan Campos necesitaría pequeños ajustes para adecuarla a la topografía manifestada
en el MDT. Las posibilidades de análisis arqueológico del modelo digital abre una interesante vía de investigación
para la restitución de la ciudad antigua.

119
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN BARRAGÁN VALENCIA

FIG. 1. Situación topográfica de la necrópolis. (ARQ’UATRO, 2006)

Desde el punto de vista histórico, este sia del convento de Trinitarios Calzados de
área, vinculada desde antiguo a la vía que la Santísima Trinidad (Fig. 2), han revela-
desde Hispalis partía hacia Corduba, fue uti- do que la necrópolis presenta una secuen-
lizada como necrópolis desde el siglo I d. C. cia estratigráfica compleja, de la cual en
manteniéndose este uso, aunque de manera este trabajo únicamente nos detendremos
discontinua, hasta el siglo XVII. en estudiar la fase correspondiente a la
Las diferentes campañas de excava- necrópolis tardoantigua, aún inmersa en
ción llevadas a cabo en los solares ubica- trabajos de excavación y documentación
dos en la Calle Carretera de Carmona nº (Fig. 3).
63 y 104, extramuros de la ciudad histórica,
Antes de comenzar, nos gustaría acla-
frente a la Puerta del Sol y junto a la Igle-
rar que los resultados expuestos en este
artículo son parciales, ya que la gran ma-
3
| Intervención arqueológica dirigida por Inma- yoría de la información está siendo anali-
culada Carrasco Gómez. Un avance de la estratigrafía zada para el desarrollo de un trabajo de
de la parcela se puede consultar en CARRASCO DO-
RESTE, 2005.
conjunto sobre el mundo funerario de la
4
| Intervención dirigida por la arqueóloga Rosa- Hispalis tardoantigua que actualmente lle-
rio Rodríguez Cordones. Inédita. vamos a cabo.

120 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PRIMEROS DATOS SOBRE LAS NECRÓPOLIS TARDOANTIGUAS... –––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 2. Localización urbana de la necrópolis.

2. CONTEXTO HISTÓRICO

El yacimiento estudiado se encuentran lo-


calizado en el sector nor-noreste de la ciu-
dad, en una pequeña elevación del terreno
a aproximadamente 800 m. de la cerca ro-
mana.
Apenas tenemos datos sobre la Hispalis
tardoantigua. Las primeras noticias de este
periodo de la ciudad nos las aporta Ausonio
(Obras II XXI, 11-14), quien nos dice que la
ciudad vive un momento de esplendor, a pe-
sar de la inestabilidad que en esos momen-
tos vive el resto del imperio, como el mismo
autor nos narra.
Esta estabilidad se mantiene hasta prin-
cipios del siglo V, momento en el cual comien- FIG. 3. Vista aérea de la necrópolis
zan a llegar a Hispalis las primeras oleadas (RODRÍGUEZ, 2004)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 121


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN BARRAGÁN VALENCIA

bárbaras, produciéndose durante el segundo este periodo basándose en los restos arqueo-
cuarto del siglo VI la ocupación definitiva por lógicos anteriormente mencionados. Siendo
parte de los visigodos. Este periodo se va a estos datos posteriormente sistematizados
caracterizar por las constantes revueltas, que por Juan Manuel Campos (CAMPOS, 1993),
se hacen más frecuentes a medida que nos y puestos al día más recientemente por Fer-
acercamos al siglo VIII. nando Amores en la Plaza de la Encarnación,
Durante este periodo debieron existir donde recientemente se ha documentado la
distintas basílicas de culto cristiano en la trama urbana de época romana y las trans-
ciudad. En la actualidad gracias a distintos formaciones que ésta sufre en la tardoanti-
hallazgos arqueológicos; como la lápida del güedad5 (Fig. 4).
obispo Honoratus (FERNÁNDEZ, 1630), lo- Pero a pesar de todo poseemos escasa
calizada en los Reales Alcázares, así como información de la ciudad en este periodo,
también un baptisterio excavado por por exceptuando las necrópolis, y más concre-
M. Bendala (BENDALA y NEGUERUELA, tamente las situadas en el sector septen-
1980), pensamos que una de estas basílica trional, debido al gran número de hallazgos
se encontraría situada en el entorno de la localizados y a la complejidad de sus en-
actual catedral. terramientos. Así se documentan enterra-
El propio Bendala apunta que dicho mientos en la calle San Luís (RODRÍGUEZ
baptisterio podría pertenecer a la basílica et alli, 2001) Virgen del Carmen Doloroso
de San Vicente, que según relatos de Idacio (CARRASCO et alli., 2004), Antiguo Bazar
(Chronic. 89, IIII, a. 428) y San Isidoro (Hist. España (RODRÍGUEZ et alli. 1999), Cole-
Goth.76) existía ya comienzos del siglo V y gio de la Trinidad, calle Matahacas (TABA-
que estos autores localizaban en el entorno LES, 2001), etc.
de la actual catedral.
Gracias a las excavaciones realizadas,
García Rodríguez (GARCÍA, 1966) ba- conocemos que entre el siglo I y VIII este
sándose en fuentes musulmanas afirma que sector estuvo ocupado por una necrópolis
la basílica de Santa Justa y Santa Rufina (RI- que se extendía desde el Prado de Santa
CALDONE, 1896) se hallaba a las afueras de Justa hasta la puerta de Córdoba, y que pos-
Sevilla, localizandola bajo el actual convento teriormente se amplió hasta la fuente del
de los Trinitarios, monasterio lindero con las Arzobispo, uso éste que ha perdurado en la
parcelas objeto del presente estudio. toponimia6.
Otros autores como Collantes de Te- Este uso como zona cementerial ha sido
rán (COLLANTES, 1977) o Blanco Freijeiro ratificado en las intervenciones arqueoló-
(BLANCO, 1982) nos hablan de la ciudad en gicas llevadas a cabo más recientemente,
habiéndose documentado enterramientos
5
| Un avance en BELTRÁN, GONZÁLEZ, ORDO- en las excavaciones realizadas para la cons-
ÑEZ, 2005 trucción del Metro en el Prado de San Sebas-
6
| Actualmente, el sector más cercano a la ronda tián7 y en la Calle San Fernando8, así como
histórica se denomina Puerta Osario.
7
| Intervención dirigida por la arqueóloga Laura
en la Carretera de Carmona (CARRASCO et
Mercado. alli., 2005) y Ronda de Capuchinos (HUNT,
8
| Intervención dirigida por Mark Hunt. 2005).

122 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PRIMEROS DATOS SOBRE LAS NECRÓPOLIS TARDOANTIGUAS... –––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 4. Plano de la Hispalis Imperial y localización de la necrópolis. (CAMPOS, 1989)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 123


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN BARRAGÁN VALENCIA

3. ANÁLISIS TIPOLÓGICO mantienen restos de la cama del pavimento


de su interior, constituida por un tenue mor-
Hasta el momento hemos documentado dos tero de cal, y en otros, huellas de enlucidos
grandes grupos de enterramientos: por un o zócalos de mármol, que lo revestían inte-
lado, los monumentos funerarios, que ca- riormente. También es una característica
racterizan el paisaje de la necrópolis septen- común las dimensiones de los mismos, que
trional durante la época tardoantigua; por van desde los 16 hasta los 42 m², en los nue-
otro, los enterramientos en fosas simples, ve enterramientos monumentales colectivos
tipo mensa, enterramientos con cubierta de documentados (Fig. 6).
tegulae y/o estructuras perimetrales de la- Dentro de la tipología reseñada más
drillo y enterramientos infantiles en ánfora arriba, el único monumento destacable, tan-
(Fig. 5). to por sus dimensiones como por su planta,
es el identificado como E-148, edificio de
planta basilical no excavado en su totalidad,
A. MONUMENTOS FUNERARIOS del cual sólo hemos podido documentar la
cabecera y el acceso, ya que el resto del edi-
Es bien sabido que esta tipología de ente- ficio se conserva bajo un solar actualmente
rramiento tiene su origen antes de la difu- construido.
sión del cristianismo, siendo los de planta
rectangular o cuadrangular los modelos más Orientado con la cabecera al Oeste y ali-
difundidos que el Cristianismo va adaptando neado con la vía Hispalis-Corduba, presenta
a sus necesidades; ejemplos de esta tipolo- unas dimensiones de 17,38 m. de largo y 8,3
gía encontramos en edificios cristianos en la m. de anchura, y una capacidad de 77 m².
necrópolis del Francolí de Tarragona (AMO, La cabecera del edificio, de planta absida-
1979, 173- 219). da, fue documentada durante las labores de
excavación realizadas en el solar situado en
Varios son los tipos de enterramientos Carretera de Carmona nº 6: presenta una
monumentales documentados en las inter- potente cimentación elaborada a base de
venciones arqueológicas realizadas en la tongadas de opus caementicium de aproxi-
Carretera de Carmona, que comparten una madamente 2 m. de profundidad y en su
serie de características comunes, siendo la interior una cripta, de sección abovedada y
nota predominante el hecho de constituir con unas dimensiones de 1,84 m. de largo,
tumbas colectivas, compartimentándose por 0,72 m. de ancho y una luz de 0,90 m.
el espacio interior a través de muretes de revestida de fábrica de ladrillo. Sobre esta
ladrillo, y en algunos casos con vínculos fa- cimentación se levantan potentes muros,
miliares; todos los monumentos están cons- construidos también a base de opus caemen-
truidos a base de opus caementicium, siendo ticium, y revestido, tanto al interior como al
la mayoría de planta cuadrangular o rectan- exterior por fábrica latericia, documentada
gular. Algunos presentan la particularidad parcialmente en algunos tramos, realizada
de encontrarse sus esquinas reforzadas con con ladrillos dispuestos a soga, dando lugar
aparejo de ladrillos dispuestos a soga, mien- a unos muros de gran anchura, aproximada-
tras que otros conservan un zócalo externo mente 1,5 m., lo cual nos hace reflexionar
de opus signinum. Algunos monumentos sobre la complejidad de su superestructura y

124 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PRIMEROS DATOS SOBRE LAS NECRÓPOLIS TARDOANTIGUAS... –––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 5. Cuadro resumen. Tipología de enterramientos.

cubierta. También se utiliza el opus caemen-


ticium para la edificación de la parte trasera
del edificio –documentado en la excavación
realizada en Carretera de Carmona nº 10–,
revistiendo el fundamento de la fábrica con
ladrillos dispuestos a soga y tizón; otra cons-
trucción se asocia al edificio de planta basili-
cal en este sector, un tramo de cimiento que
corre paralelo al cerramiento, construido a
base de caementa aunque de peor calidad.
No se conserva ningún resto de la pavi-
mentación interna del edificio aunque sabe-
mos, por la existencia de restos de morte-
ro de cal dispuestas directamente sobre la
fábrica de caementa, que contó con un pa-
vimento probablemente de ladrillos, por la FIG. 6. Monumento funerario de planta
huella que nos ha quedado en la superficie rectangular.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 125


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN BARRAGÁN VALENCIA

existen paralelos con el mausoleo absidado


documentado en Mérida al poseer ambos
la misma orientación (norte-sur), misma
técnica constructiva y similar estructura ar-
quitectónica, ya que ambos poseen cabecera
absidada y cripta.
Dos son las características que eviden-
cian las diferencias entre el edificio hispa-
lense y los paralelos mencionados: por un
lado, ninguno de estos edificios posee crip-
ta, salvo el caso del mausoleo absidado de
Mérida; en segundo lugar todas las construc-
ciones –identificadas por sus excavadores
FIG. 7. Cabecera del monumento con planta como basílicas o martyria-- se encuentran
basilical. orientadas con la cabecera al Este, mientras
que el nuestro lo hace al Oeste.
del mortero, situada a más de un metro por
debajo del nivel de uso de la necrópolis.
B. ENTERRAMIENTOS EN FOSA
La estructura funeraria ha sido arrasada
por sucesivas zanjas de saqueo de época islá- Dentro de esta tipología incluimos aquellos
mica, las cuales afectan también, parcialmen- enterramientos excavados en el interior de
te, la entrada a la cripta, lo que provocó el fosas de forma aproximadamente rectangu-
desmonte y saqueo de su interior (Fig. 7). lar, de pequeñas dimensiones. Dentro de este
grupo incluimos enterramientos en mensae,
Edificios con similares características ti- con cubierta, sin cubierta, con cista de la-
pológicas y dimensiones han sido documen- drillos, sin cista de ladrillos, en fosa simple y
tados en Torre de Palma (Mofarte, Portugal), enterramientos infantiles en ánfora.
identificado como un posible martyrium
(GODOY, 1995, 294-303), o la iglesia de “El
Gatillo de arriba” (Mataplana, Cáceres) que TUMBAS DE MENSA
en su primera fase constructiva, también
posee similitudes con el nuestro (GODOY, Las mensae son una tipología de enterra-
1995. 318-324). mientos de tradición pagana, ya que se ca-
racterizan por tener una mesa donde los
También encontramos paralelos entre
familiares celebraban los banquetes funera-
nuestro edificio y el martyrium de Santa
rios con los que se conmemoraba la memo-
Eulalia, ya que posee similares dimensiones,
ria del difunto.
utilizándose las mismas técnicas constructi-
vas, lo que explica su similitud también con Las mensae localizadas en la parcela
los mausoleos de La Alberca, Pecs, Marusi- de Carretera de Carmona –un total de 17
nac, Marialba y la Cocosa (MATEOS, 1999, tumbas situadas preferentemente junto a
pp. 56-58 114-121). Así como también la antigua vía– están constituidas por una

126 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PRIMEROS DATOS SOBRE LAS NECRÓPOLIS TARDOANTIGUAS... –––––––––––––––––––––––––––––––––––

superestructura de opus signinum, que en


algunos casos conservaban placas de már-
mol para algún registro epigráfico, hoy des-
aparecidos. Paralelos de esta tipología los
encontramos en las tres capitales de pro-
vincia de la Bética, así como en el norte de
África, de donde se cree que proviene esta
tipología de enterramientos (MOLINA y
CARILLO 2006).
Bajo esta superestructura se documen-
ta una capa con fragmentos de ladrillos,
cal y tierra que colmata la cubierta, reali-
zada bien con losas de cerámica, ladrillos,
tegulae dispuestas horizontalmente o tegu-
lae dispuestas a dos aguas. La cista es una
caja de planta rectangular elaborada con
ladrillos dispuestos horizontalmente a soga,
pudiendo estar o no enlucida al interior. En
algunos casos las tumbas cuentan con un le-
cho elaborado a base de ladrillos, mortero FIG. 8. Enterramientos en mensae.
de cal, o tegulae, sobre la que descansa el
difunto (Fig. 8).
cularidad de encontrase recortadas para tra-
bar unas con otras y así sellar completamente
TUMBAS CON CUBIERTAS la tumba: tenemos cubiertas elaboradas con
tegulae dispuestas a dos aguas, cubiertas ela-
Tipo de sepultura de tradición pagana, pasa boradas con tegulae a dos aguas y cerradas
al mundo cristiano adaptándose a las nece- en los extremos cortos por otras dos dispues-
sidades particulares (SANCHEZ, 2003, 76 y tas verticalmente, y cubiertas realizada con
ss.). La variedad tipológica documentada en tegulae y selladas en el vértice superior me-
la excavación se resume en cubiertas a dos diante imbrices. Las distintas modalidades
aguas, con tegulae dispuestas horizontal- directamente apoyan sobre la cista de ladri-
mente y con ladrillos dispuestos también de llos dispuestos a soga que definen los cuatro
forma horizontal. muretes perimetrales, contando además en
En la mayoría de los casos en los que se ha algunos casos con una base de ladrillos que
documentado una cubierta «a la capuccina», sirve de lecho al difunto (Fig. 9).
ésta solía encontrarse bajo una superestruc- En otros casos la cubierta del enterra-
tura a modo de señalización realizada con un miento se resuelve mediante tegulae o losas
ripio compuesto de tierra, piedras, cantos ro- de cerámica dispuestas horizontalmente,
dados, fragmentos de ladrillos y cerámica. La cerrando la cista de ladrillo, pudiendo tener
tipología de las cubiertas «a la cappuccina» o no base, que puede estar elaborada con la-
es variada, aunque todas presentan la parti- drillos, mortero de cal, tegulae (Fig. 10).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 127


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN BARRAGÁN VALENCIA

TUMBAS EN CISTA DE LADRILLOS

Se caracterizan por no poseer cubierta, re-


solviéndose la señalización de la tumba a
base de un ripio de tierra, piedras, cantos
rodados, fragmentos de ladrillos y cerámica,
igual a las que ya describíamos para los en-
terramientos anteriores. Bajo esta superes-
tructura documentamos la cista, de planta
rectangular o trapezoidal, elaborada con
ladrillos dispuestos a soga que conforman
muretes perimetrales y pueden o no estar
enlucidos al interior, en algunos casos con
un lecho de deposición del cadáver elabora-
do a base de ladrillos, tegulae o mortero de FIG. 10. Enterramiento con cubierta horizontal.
cal (Fig. 11).
de Carmona, nº 6. Se trata de una tumba
ENTERRAMIENTOS EN ÁNFORA infantil que hace uso de dos ánforas reutili-
zadas, la primera seccionada en la base para
Documentamos un solo caso, en el interior introducir el individuo y otra de menores di-
de un monumento funerario de Carretera mensiones, seccionada longitudinalmente al

FIG. 9. Enterramiento con cubierta a dos aguas. FIG. 11. Enterramiento en cista de ladrillos.

128 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PRIMEROS DATOS SOBRE LAS NECRÓPOLIS TARDOANTIGUAS... –––––––––––––––––––––––––––––––––––

objeto de acoger las extremidades inferiores


del niño. La estructura se apoya sobre un
ripio de planta alargada, realizado con frag-
mentos de ánforas y ladrillos (Fig. 12).

ENTERRAMIENTOS EN FOSA SIMPLE

Este tipo de enterramientos se caracteriza


por no poseer ningún tipo de señalización
o estructura funeraria, depositándose el in-
dividuo directamente sobre la fosa, normal-
mente de planta rectangular (Fig. 13).

4. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO

A. ORIENTACIÓN DE LOS
ENTERRAMIENTOS

Tal como pone de manifiesto la estratigrafía


FIG. 12. Enterramiento en ánfora.
documentada, las tumbas de la fase altoim-
perial presentan una orientación Norte-Sur.
Que irá cambiando a medida que el Cris-
tianismo se va haciendo más presente: así,
desde el siglo IV la orientación predominan-
te de los enterramientos tardorromanos es
Este-Oeste, documentándose ésta en todo
Hispania. Los cristianos depositaban a sus
difuntos con la cabeza al Oeste, siguiendo la
orientación de las basílicas paleocristianas,
que miraban hacia Roma o Jerusalén (SÁN-
CHEZ, 2003, 66 ss.). Quizás estos cambios
del ritual funerario hay que buscarlos en las
similitudes existentes entre el Cristianismo
y los cultos relacionados con el nacimiento
del Sol.
Aunque la orientación predominante
suele ser Este-Oeste, encontramos algunas
variantes como son: Suroeste-Noreste, Su-
reste-Noroeste, siendo esta última la ma-
yoritaria en Carretera de Carmona nº 6,
aunque también se documentan algunas en FIG. 13. Enterramiento en fosa simple.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 129


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN BARRAGÁN VALENCIA

Carretera de Carmona nº 10. Otras tumbas nuevo individuo el espacio dejado por éste;
presentan una orientación Noroeste-Sures- mientras que, cuando el primero aún no ha
te, con presencia únicamente en Carretera perdido dicha conexión, el nuevo difunto se
de Carmona 10. coloca directamente sobre aquél.
En los enterramientos múltiples ante-
riormente mencionados es frecuente encon-
B. RITUAL FUNERARIO trar la asociación entre individuos adultos
La inhumación es el único rito funerario (mayoritariamente femeninos) y un indivi-
utilizado en todos los enterramientos estu- duo infantil, que puede corresponder a agru-
diados. paciones realizadas en un corto periodo de
tiempo, según una asociación muy común
La posición del inhumado en las tumbas tanto en enterramientos tardorromanos
estudiadas es siempre la de decúbito supi- como visigodos (SÁNCHEZ, 2003, 89 ss.).
no, es decir, el cuerpo del difunto se dispone En nuestro caso hemos documentado múl-
boca arriba, con la cabeza y el cuerpo rectos. tiples modalidades: enterramientos colecti-
En función de la disposición de los brazos vos, con dos individuos infantiles y dos adul-
podemos establecer numerosas variantes; tos; tres individuos adultos (dos femeninos y
así, tenemos individuos con: uno masculino) y, por último, dos individuos
– Uno o dos brazos cruzados o no sobre de edad infantil y uno adulto de sexo feme-
la pelvis/ el pubis o vientre (un solo nino (Fig. 14).
caso).
– Individuos es posiciones secundarias (5
C. AJUAR FUNERARIO
tumbas).
– Individuos con las extremidades supe- Entendemos por ajuar funerario todos
riores dispuestas a lo largo del cuerpo. aquellos objetos, que se depositan junto
al cadáver, y junto con este constituyen el
En ninguno de los casos se ha documen- contenido de la tumba, pudiendo ser estos
tado restos de una posible mortaja, pero es elementos de adorno personal (como pen-
muy probable que se utilizara en muchos dientes, pulseras, collares, sortijas, etc.), o
casos como ritual, ya que los huesos apenas deposito ritual.
han sufrido desplazamientos.
Aunque estos elementos son muy co-
Podemos clasificar las inhumaciones en: munes en época romana, no es frecuente
simples, si se constata un solo inhumado, encontrarlos en las tumbas del periodo que
dobles o múltiples, si son dos o más, y osa- estamos estudiando, por ser considerada
rios, si se detecta una acumulación de restos
costumbre pagana, llegando incluso la igle-
óseos sin conexión anatómica.
sia a prohibir la inclusión de ajuar en los en-
Con respecto a las inhumaciones dobles terramientos, prohibición que no siempre se
o colectivas, se procede a la reutilización de respeta, encontrándonos elementos de ajuar
la estructura precedente, siendo el primer personal en tumbas paleocristianas de Tarra-
individuo relegado a los pies cuando ha per- gona, Girona, Murcia, Huelva, etc. (VAQUE-
dido su conexión anatómica, ocupando el RIZO, 2002, 158 ss.). En nuestro caso, sólo

130 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PRIMEROS DATOS SOBRE LAS NECRÓPOLIS TARDOANTIGUAS... –––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 14. Deposiciones funerarias. Tumba múltiple FIG. 15. Depósito ritual. Jarrita.

en el interior de una tumba de Carretera de restos óseos estudiados es muy precario,


Carmona 6 hemos documentado una botella debido a dos causas fundamentales; por un
de cerámica con decoración pintada, que se lado, a la presión sufrida por el hundimien-
localizaba junto a la cabeza de un individuo, to de las cubiertas al interior de la tumba,
fechada en torno al siglo VI d. C. (Fig. 15). por otro, muchos de los enterramientos se
encuentran cortados o rotos tanto por otros
enterramientos como por zanjas de saqueo
D. ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO
de periodos posteriores, circunstancias que
(GUIJO ET ALII, 2005)
dañaron considerablemente los restos.
El análisis antropológico realizado sobre la
A pesar de todo, conocemos la edad
población tardoantigua de la intervención
media de los individuos, así como el sexo de
llevada a cabo en Carretera de Carmona nº
la mayoría de ellos. Predomina la población
6, viene referido exclusivamente a los in-
adulta, y dentro de ésta el sexo femenino,
dividuos, en su mayoría articulados, de los
siendo los sectores de los subadultos (niños
enterramientos efectuados en fosa, siendo
con edades comprendidas entre 0-12 años) y
el registro de los localizados en los monu-
preadutos (individuos con edades entre 13-
mentos funerarios completamente anecdó-
17 años) los menos representados.
tico, debido a los procesos de saqueo a los
que fueron sometidos estos mausoleos. Por La población femenina es la predomi-
otra parte, el estado de conservación de los nante, en el margen de edad comprendido

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 131


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN BARRAGÁN VALENCIA

entre los 18 y los 30 años, lo que nos indica clavículas y zona lumbar (que en individuos
que una edad media de muerte para la mujer masculino se localizan en las extremidades
hispalense de época tardoantigua bastante inferiores, mientras que en los femeninos se
precoz, explicable por causa de la fecundi- localizan en las superiores) acontecimientos
dad, ya que muchas mujeres morían durante que suele estar relacionados con esfuerzos
el parto. De los 30 años en adelante predo- físicos realizados en vida (Fig. 16). Así como
minan los individuos masculinos. De acuer- las relacionadas con la dentadura, documen-
do con ello, los adultos femeninos presentan tándose casos de caries, infecciones buca-
una edad media de 31,03 años, mientras que les, inflamaciones de las encías, depósitos
la media masculina se eleva a 37,31 años de de cálculos, etc., patologías que mantienen
edad. Con respecto a la talla, podemos ha- una estrecha relación con el sistema de sub-
blar de una talla femenina que se aproxima sistencia de este periodo, el cual tiene como
a los 154 cm. de media, mientras que la talla base el consumo de carbohidratos (cerea-
media de los hombres oscila entre los 163.5 les), sustancia que contiene una gran can-
y 165 cm. tidad de almidón, que genera el desarrollo
del sarro.
Como ya hemos dicho anteriormente el
único ritual funerario detectado es la inhu- A parte de todas estas enfermedades,
mación, documentándose tres tipos de inhu- en los individuos de sexo femenino también
maciones: individuales, dobles y colectivas, se detectan enfermedades relacionadas con
siendo la primera de ellas la dominante. el parto, aunque los daños estudiados están
dentro de la normalidad.
Todos los individuos se documentan en
posición decúbito supino, con las extremi- Como vemos la mayoría de las enfer-
dades superiores muy ceñidas al tórax, lo medades que afectan a los individuos del
cual implica el posible uso de sudarios, no periodo estudiado están relacionadas con
pudiendose aplicar esta teoría a todos los la realización de grandes esfuerzos físicos,
enterramientos debido a las alteraciones
que han sufrido las deposiciones. En muchos
casos la descomposición de los cuerpos se
ha producido en espacios no colmatados, lo
cual impide que los huesos sufran desplaza-
mientos durante este proceso.
Con respecto a los enterramientos múl-
tiples predominan las asociaciones entre
adultos masculinos y femeninos y las rela-
ciones de ambos sexos con subadultos.
Las enfermedades más comunes en la
población objeto de estudio son: las enfer-
medades infecciosas, las cuales afectan al
más del 45% de los individuos estudiados,
presentado estos individuos trastornos ané- FIG. 16. Imagen de una clavícula con lesiones.
micos y episodios críticos, las fracturas en E-132 (GUIJO et al. 2005)

132 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


PRIMEROS DATOS SOBRE LAS NECRÓPOLIS TARDOANTIGUAS... –––––––––––––––––––––––––––––––––––

así como otras vinculadas con su dieta ali- zación de la lauda funeraria de Cyprianus,
menticia. Esto nos lleva a pensar que los aporta una cronología post-quem a media-
individuos enterrados en las tumbas de fosa dos del siglo VI.
simple no pertenecieran a la elite social, po-
siblemente inhumada en los grandes monu-
mentos funerarios.
ALGUNAS CONSIDERACIONES
SOBRE EL PAISAJE FUNERARIO
E. LA EPIGRAFÍA
Cuatro son los elementos que caracterizan
Los restos epigráficos documentados en las el paisaje funerario de la necrópolis tardoan-
excavaciones han sido escasos y se documen- tigua de la Carretera de Carmona, generan-
tan en contextos reutilizados. En la mayoría do múltiples variables:
de los casos estos vestigios están bastante
1. La perduración de un área cementerial
fragmentados proporcionándonos una infor-
consolidada desde época altoimperial9.
mación muy parcial. En total, se documen-
tan ocho fragmentos de tituli fechados, por 2. Su localización extramuros de la cerca
la tipología de la letra empleada, en época romana, vinculada a una vía de comuni-
tardoantigua y visigoda. cación plenamente configurada ya en la
Antigüedad.
La inscripción más significativa de esta
fase es una placa o lauda funeraria comple- 3. La aplicación de una norma de carácter
ta, reutilizada como cubierta de un enterra- jurídico, la prohibición de sepultar a
miento, de nombre Cyprianus, lector de la los difuntos dentro del pomerium, nor-
iglesia hispalense que murió con 40 años el mativa que se mantiene vigente aproxi-
21 de enero de 544 (ORDOÑEZ, 2005). madamente hasta el siglo VI (Remesal,
2002).
4. La monumentalización de la necrópo-
F. CRONOLOGÍA lis durante la Tardoantigüedad, con la
construcción de grandes monumentos
La cronología a la que se adscribe la necró-
funerarios, en una etapa de la ciudad de
polis viene aportada tanto por la secuencia
gran complejidad política y social.
estratigráfica como por el análisis formal
de las estructuras funerarias y tipología de El paisaje funerario de la necrópolis se
los enterramientos, así como por los datos caracteriza en primer lugar por su ubicación
proporcionados por los escasos ajuares fune- extramuros, sobre una pequeña elevación
rarios y la epigrafía. Más precisiones crono- amesetada en contacto visual con la ciudad,
lógicas tiene por ejemplo el enterramiento al borde de una vía principal, la que unía His-
E-135, fechado en el siglo VI gracias a la ja- palis con Corduba. La construcción de nue-
rrita que apareció al lado del difunto, como vas vías sacras –paralelas y perpendiculares a
parte de su ajuar. La tumba E-166 se fecha
en el siglo V, ya que para este enterramiento 9
| Los primeros enterramientos documentados
infantil se utilizaron dos ánforas tardías. Así en el sector se sitúan cronológicamente en el siglo I
como el enterramiento 133, por la reutili- d.C.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 133


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN BARRAGÁN VALENCIA

aquella--, articuladas en torno al monumen- un ripio compuesto de ladrillos y tégulae


to funerario con cripta, ejes de comunica- fragmentadas y otras con simples túmulos
ción a cuyas lindes se van a construir nuevos de tierra.
monumentos funerarios, normalmente de
Mayor envergadura poseen los monu-
planta rectangular o cuadrangular, generará
mentos funerarios, la mayoría de planta cua-
un paisaje funerario completamente diferen-
drangular o rectangular cuya parte aérea se
te al de épocas anteriores.
resolvería con cubiertas simples, probable-
Las señalizaciones de las tumbas indivi- mente a dos aguas. La importancia del mau-
duales será otra característica de la necró- soleo con cripta funeraria queda reflejada no
polis tardoantigua. Localizadas principal- sólo en su situación centrada con respecto
mente en el sector más cercano a la vía His- al resto de la necrópolis, sino también por
palis-Corduba, estas señalizaciones vienen sus dimensiones y la complejidad de su plan-
definidas por las mensae funerarias, aunque ta, una nave orientada Este-Oeste, con cabe-
también se conservan algunos otros enterra- cera absidial al Oeste y pórtico de acceso al
mientos con señalizaciones realizadas con Este (Fig. 17).
Paisaje funerario
Zonas sin excavar

0 10 20 30 m

FIG. 17. Paisaje funerario.

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136 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA


EN MUNIGUA. TIPOS DE TUMBA, ANALES
RITOS DE ENTERRAMIENTO Y AJUARES DE ARQUEOLOGÍA
FUNERARIOS EN UNA PEQUEÑA C OR D OB E S A
CIUDAD DEL SUR DE ESPAÑA EN LOS número 17 (2006)

SIGLOS III/IV A VII. VOL. II / PÁGS. 137 - 160


Christoph Eger
E-mail: chr_eger@yahoo.de

RESUMEN
El conjunto arqueológico de Munigua (provincia de Sevilla) se sitúa
en las estribaciones de Sierra Morena, a unos 10 km al norte del valle
del Guadalquivir. La ciudad tuvo su época de esplendor desde finales del
siglo I hasta principios del siglo III, aunque se ha constatado también la
ocupación del lugar en época tardorromana y en momentos posteriores.
Las excavaciones realizadas por el Instituto Arqueológico Alemán de
Madrid desde 1956 han ido descubriendo, junto a los edificios monu-
mentales de carácter público y viviendas, diversos sectores de las ne-
crópolis que rodeaban la ciudad. A pesar de que los estudios realizados
hasta la fecha son sólo parciales, los hallazgos permiten hacernos una
idea del ritual funerario desarrollado en una pequeña ciudad romana
del interior de la Bética. El texto describe las prácticas funerarias y los
ritos de enterramiento a partir del siglo III hasta el siglo VII, a la vez que
analiza los fenómenos concretos desde la perspectiva de la arqueología
funeraria en el sur de España.

ABSTRACT
Die Ruinenstätte Munigua (Prov. Sevilla) liegt in den Ausläufern
der Sierra Morena, ca. 10 km nördlich des Guadalquivirtales. Ihre Blü-
tezeit erlebte die Stadt vom späten 1. bis ins frühe 3. Jh. Doch lassen
sich auch noch spät- und nachrömische Siedlungsphasen nachweisen.
Bei den seit 1956 vom Deutschen Archäologischen Institut, Abteilung
Madrid, durchgeführten Ausgrabungen wurden neben den öffentlichen
Monumentalbauten und der Wohnbebauung auch immer wieder einzel-
ne Sektoren der die Stadt umgebenden Nekropolen freigelegt. Trotz der
bislang nur ausschnitthaften Untersuchungen bietet sich die Möglich-
keit, Einblick in das Totenritual einer römischen Kleinstadt im Hinter-
land der Baetica zu gewinnen. Der Vortrag gibt einen Überblick über
die Grab-, Bestattungs- und Beigabensitte vom Aufkommen der Körper-
grabsitte im 2. Jh. bis ins 7. Jh. und beurteilt die einzelnen Phänomene
vor dem Hintergrund der südspanischen Gräberarchäologie.

137
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER

1. INTRODUCCIÓN rico. En todo caso, hacia finales del siglo I d.


C. se erigió un santuario de terrazas –único
Las ruinas de Munigua están situadas en en la parte occidental del Imperio– que, vi-
las estribaciones de Sierra Morena, en un sible a lo lejos, dominaba el asentamiento
intransitable y accidentado paraje poblado (cfr. SCHATTNER 2003, 27-39). Con respec-
de alcornoques y encinas, a unos 10 km al to a los fundamentos económicos del lugar,
norte del valle del Guadalquivir. Con 4 hec- los numerosos restos metalúrgicos hallados
táreas, la superficie de la pequeña ciudad en el perímetro de la ciudad y los yacimien-
convertida en municipium en época flavia es tos de hierro y cobre, situados en los alre-
bastante modesta (fig. 1). Probablemente, dedores, hablan por sí mismos1. La ciudad
la fundación de la ciudad guarde relación tuvo su época de esplendor desde las postri-
con una especial, aunque momentánea, im- merías del siglo I hasta principios del siglo
portancia religiosa y económica del asenta- III. En el transcurso de la segunda mitad
miento ya existente durante el periodo ibé- del siglo III todas las construcciones hasta
ahora estudiadas presentaban un horizonte
1
de destrucción achacado a un devastador ter-
| Según HAUSCHILD 1968, 367 s. En los últi-
mos años, Th. Schattner se ha ocupado con detalle del
remoto2. Si bien es cierto que la reconstruc-
estudio de los fundamentos económicos de la ciudad, ción comenzó poco después, la construcción
sobre todo del tratamiento metalúrgico y de los yaci- de viviendas, que en el este se alzan sobre
mientos de bronce de los alrededores. Cfr. provisional- un horizonte de nivelación situado por en-
mente SCHATTNER 2003, 115-125. cima de las casas anteriores, resultó visible-
2
| Cfr. SCHATTNER 2003, 218. En cualquier
caso, aún no se puede determinar la fecha con una
mente más discreta3. Al mismo tiempo se
precisión satisfactoria. Según el terminus post quem produce una profanación de los monumen-
de la moneda hallada en la casa 2, la catástrofe podría tos públicos en los que ahora se construye
haber sobrevenido a Munigua hacia finales del siglo III. establecimientos y recintos divididos en pe-
El hallazgo del cadáver de un hombre bajo los escom-
queños compartimentos habilitados como
bros indica además que debió de tratarse de un suceso
repentino (Teichner en: MEYER/BASAS/ TEICHNER viviendas (HAUSCHILD 1968, 360; TEICH-
2001, 266). En cuanto a las casas 1 y 6, sólo ha podi- NER en: MEYER/BASAS/TEICH-NER 2001,
do constatarse el final de la fase del período imperial 268 s; SCHATTNER 2003, 217 s.). Aunque
medio hacia mediados del siglo III sobre la base de la se supone que es en el siglo V cuando se
cerámica de importación. Cfr. C. Basas en MEYER/BA-
alcanza el fin de esta fase de poblamiento
SAS/ TEICHNER 2001, 2001, 153 con rectificación de
las dataciones a cargo de Vegas 1984. tardorromana, en el transcurso de dicho si-
3
| Se trata de viviendas de una sola habitación glo V el decreciente suministro de cerámica
construidas en la zona de las casas 1 y 6 sin tomar en importada que se puede datar con precisión
consideración las estructuras de las viviendas anterio- –como la sigillata norteafricana (cfr. DE LA
res. Cfr. Meyer en: MEYER/BASAS/TEICHNER 2001,
95-100.
SIERRA 1998, especialmente 288 y ss.)– y
4
| Con acuñaciones de Valentiniano II y Teodosio, el fin de una circulación monetaria regu-
la segunda mitad del siglo IV cuenta con una buena lada, ya hacia finales del siglo IV, dificultan
representación en el espectro de los hallazgos de mone- la datación más exacta de los estratos más
das. Por el contrario, de tiempos posteriores a Teodosio recientes4. Para poder hablar de una fase de
sólo hay dos pequeñas piezas de bronce de Honorio.
5
| Para la fase más reciente de la casa 2, proba-
poblamiento en el periodo visigodo faltan
blemente ya en el siglo VI, Teichner menciona una zona hasta la fecha restos de construcciones a
donde podría haber estado el hogar y restos de unos partir del siglo VI5. Gracias a unos escasos

138 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 1: Plano actual de Munigua.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 139


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER

restos de cerámica y al reciente hallazgo de como fuente de la historia de la ciudad7.


dos enterramientos según el rito islámico, En 1957/58, K. Raddatz descubrió, en el
se ha demostrado la existencia de un mo- transcurso de dos campañas, un total de 16
desto asentamiento del periodo árabe, con- tumbas de inhumación y cinco tumbas de
centrado, probablemente como en tiempos incineración del Alto Imperio en un sector
anteriores, en la colina de la ciudad y que, de la necrópolis del este (fig. 1; RADDATZ
entre otras cosas, aprovechó la enorme 1973). El objetivo de las excavaciones del
construcción del santuario de terrazas6. año 1959 fue un mausoleo, junto a la cual
había aún más de 2,70 metros de restos de
muro, situada en un lugar cercano (HAUS-
CHILD en: BLECH /HAUSCHILD/HERTEL
2. ESTADO DE LA EXPLORACIÓN 1993, 17). El estudio de la necrópolis no
DE LAS TUMBAS se reanudó hasta unos ocho años más tar-
TARDOANTIGUAS de. En la disposición de un largo corte de
búsqueda, destinado sobre todo a explorar
Ya desde el comienzo de las excavaciones la construcción de viviendas en la zona que
arqueológicas en Munigua, dirigidas por el se extiende delante del foro, se descubrió
Instituto Arqueológico Alemán, se había que la expansión de la necrópolis oriental
despertado el interés por las necrópolis hacia el oeste llega hasta más allá del lecho
de un arroyo que forma una depresión del
terreno en dirección norte-sur, a unos 50 m
pilares de madera (Teichner en: MEYER/BASAS/TEI-
CHNER 2001, 270 s).
al este del foro. En este corte (corte 145)
6
| Con respecto a la cerámica islámica de Mu- aparecieron más de 16 tumbas de inhuma-
nigua cfr. TEICHNER 1998. Allí no se mencionan los ción, aunque sólo algunas de ellas fueron
restos de cerámica islámica de la zona de la casa 6 que sometidas a una investigación más detalla-
aparecen en el registro de hallazgos de la campaña de
da (HAUSCHILD 1968, 363 ss; HAUSCHILD
1982, por ejemplo, en los cortes 290 y 311.
7
| El factor desencadenante fue la identificación, 1969, 195 con la fig. 6). Dos años más tar-
en el santuario de terrazas en 1956/57, de construc- de, G. Gamer estableció un nuevo corte de
ciones tardes imposibles de datar con precisión y que búsqueda (corte 148) que se cruzaba con el
plantearon la pregunta de cuál sería la última fase de corte 145 y que debía cubrir la expansión
poblamiento de la ciudad. Por este motivo, el descubri-
del nuevo sector de la necrópolis del este en
miento fortuito de dos tumbas de inhumación, en la
parte más al este de la ciudad, supuso una oportunidad dirección norte-sur (GAMER 1972). En esta
muy celebrada de llevar a cabo una excavación planifi- ocasión se descubrieron otras 9 tumbas de
cada en la necrópolis y de obtener, gracias al análisis de inhumación y un enterramiento de incine-
las tumbas, más información acerca de la historia de la ración del siglo I8. Con los cortes 147 y 150
ciudad a partir de los siglos III y IV.
8
| Por falta de tiempo Gamer centró solamente,
comenzaron, todavía en ese mismo año, las
aparte de en la tumba de incineración, en abrir la tumba excavaciones en la casa 1, que permitieron
situada más al sur, la 14, que, sin embargo, estaba despro- descubrir tumbas tardoantiguas en la zona
vista de ajuar (GAMER 1972, 60 s). En la enumeración que se encuentra inmediatamente delante
de las tumbas, Gamer continúa con la enumeración del de la citada casa y sobre la misma. Hasta
corte 145, lo que resulta cuando menos desconcertante,
sobre todo si tenemos en cuenta que Raddatz habla de
1982 se halló un total de 14 tumbas en la
un total de 16 tumbas en ese lugar, mientras que Gamer zona de la casa 1. En la casa colindante por
comienza la enumeración en la tumba 14. el sur (casa 6), que fue investigada a lo largo

140 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

de cuatro campañas desde 1982 hasta 1989, enterramientos de casi todas las fases de
aparecieron otros cinco enterramientos9. poblamiento romanas y postromanas. Así,
En 1982 y en 1999-2000 se reanudaron las las tumbas no sólo contribuyen a un mayor
excavaciones junto al mausoleo. A parte de conocimiento de la historia del poblamiento
una tumba con bustum y un suntuoso ajuar y de la sociedad de Munigua, sino que tam-
funerario aparecían varias inhumaciones10. bién nos aportan una muestra representati-
En las campañas de 2002-2003 se descubrió va de las costumbres funerarias, a lo largo
que también hay partes de la necrópolis más de varios siglos, de la gente de una pequeña
al sureste. Durante estas campañas, los cor- ciudad situada en el interior de la Provincia
tes de excavación permitieron esclarecer el Bética.
recorrido de la muralla y descubrir la entra-
da del lecho del arroyo en la ciudad (cortes
458-459). Además de varias tumbas de in-
3. TIPOS DE TUMBA
cineración, se halló también una tumba de
inhumación tardorromana. Hasta la fecha se sabe de la existencia en
Recientemente han aparecido algunas Munigua de unas 80 inhumaciones, de las
inhumaciones junto al sector norte de la cuales sólo una parte ha sido excavada por
muralla (corte 461), en la zona que ocupa completo. Una gran parte de las tumbas aquí
una casa abandonada en el siglo III11. De este investigadas presenta una fosa revestida de
lugar proceden también dos enterramientos ladrillos. Se trata casi siempre de un revesti-
islámicos estudiados en 2004 y 2005. miento en forma de muro que comienza a la
altura del fondo de la fosa o algo por encima
La distribución de los distintos sectores de éste. Raddatz describe el modo de cons-
demuestra que Munigua contaba con exten- trucción como muro de ladrillos colocados
sas necrópolis en toda la zona este de la ciu- en seco (RADDATZ 1973, 13). Esto es cierto
dad. Además, en 1977 se excavaron varias zo- en el sentido de que no se utilizó mortero de
nas no muy extensas a lo largo de la muralla cal para unir los ladrillos. Por el contrario,
sur en las cuales sólo se descubrieron ente-
rramientos de incineración de los siglos I y II 9
| Sobre los enterramientos tardoantiguos de las
(VEGAS 1988). Probablemente la necrópolis casas 1 y 6 cfr. HAUSCHILD 1984, 171 s. y 176; VEGAS
de la ciudad estaba dispuesta en forma semi- 1984, 182 ss; Meyer en: MEYER/BASAS/ TEICHNER
circular, de norte a sur, como un cinturón 2001, 99; Basas en: ibídem, 180 ss.
10
alrededor. Pero amplias zonas del sureste y el | Th. G. SCHATTNER, Archäologischer Anzei-
ger 1999, 624; Th. G. SCHATTNER, Archäologischer
noreste aún no han sido exploradas suficien- Anzeiger 2000, 611.
temente. Sí cabe, en cambio, señalar que la 11
| Hasta el momento, las tumbas de las campa-
mayor parte de las tumbas de finales del si- ñas de 1999 a 2005 no se han estudiadas detalladamen-
glo II, o posteriores, situadas en la explanada te con respecto al material encontrado en las tumbas y
en las capas cercanas.
este de la ciudad estaban emplazadas dentro 12
| Sin embargo, en este contexto no podemos de-
de la por aquel entonces recién construida tenernos en esta problemática. Cfr. SCHATTNER 2003,
muralla, es decir, intra muros12. 60. Así y todo, el hallazgo es de poca trascendencia para
la Antigüedad tardía, dado que, según parece, la mura-
A pesar de la limitación a áreas de lla de la ciudad se va desmoronando ya desde finales del
excavación relativamente pequeñas se halló siglo III hasta quedar finalmente eliminada.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 141


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER

en excavaciones más recientes de tumbas sucesivo a clasificar las tumbas principal-


con fosas revestidas con muro de ladrillo se mente en función de la cubierta.
ha señalado, en reiteradas ocasiones, la utili-
zación de un mortero de tierra o de barro.
Sólo en unos pocos casos la fosa está 3.1. TUMBAS CON BÓVEDA FALSA
revestida por todos los lados con ladrillos En el sector de la necrópolis del este estudi-
colocados de canto. Las fosas cuyas paredes ado por Raddatz en 1957/58 aparecieron
longitudinales se hacían con grandes can- 16 inhumaciones (fig. 2). Casi todos ellos
tos y piedras de mampostería eran la excep- destacan por la laboriosa construcción de la
ción13. Hasta ahora no se han encontrado tumba, que presenta una cubierta de ladril-
fosas simples sin revestimiento de piedra o los en varias hiladas. Podemos distinguir dos
tumbas revestidas con planchas de piedra14. tipos principales: tumbas con un podium
También faltan indicios de enterramientos rectangular compacto y tumbas cubiertas
con sarcófagos tardorromanos. Los únicos con una bóveda falsa. Este segundo tipo me-
sarcófagos conocidos en Munigua son los rece especial atención por tratarse de una
dos que proceden del mausoleo de mediados peculiaridad regional representada hasta
del periodo imperial (HERTEL en: BLECH/ ahora solamente en el sur de la Península
HAUSCHILD/HERTEL 1993, 86-91). Ibérica.
En varias tumbas, la presencia de clavos
de hierro junto a la parte superior de la ca-
beza y la parte inferior de los pies del muer-
to sugiere la utilización de ataudes de ma-
dera, sin que de ello se derive, sin embargo,
alguna relación entre la forma de la tumba y
el uso de un ataúd de madera15.
Como las variaciones en la construc-
ción de las fosas son comparativamente
pequeñas, el interés se centra más bien en
las formas de la cubierta, tan variadas como
dignas de ser destacadas. Para no alargar
innecesariamente la sinopsis sobre los tipos
de sepultura de Munigua, me limitaré en lo

13
| Por ejemplo tumba 1 en el corte 461e: pared FIG. 2: Munigua, necrópolis del este, sector
longitudinal sur hecha con planchas de piedra de mam- 1957-58. Plano (según Raddatz 1973).
postería de grandes dimensiones.
14
| Sobre la problemática de las fosas sencillas,
cfr. RADDATZ 1973, 12: incluso en los casos de desapa- Las tumbas 1 y 2 de la necrópolis del
rición de la totalidad del esqueleto deberían haberse este son un ejemplo especialmente ilustra-
marcado en el suelo las posibles fosas.
15
| Por la presencia de clavos de hierro supone-
tivo del sistema de construcción: tan sólo el
mos que hubo un ataúd de madera en las siguientes borde superior de la sencilla fosa en la que
tumbas: tumba 7/casa 1, tumba 1/corte 458. se encontraba el cadáver está cubierta por

142 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 3: Munigua, necrópolis del este, sector 1957-58, tumba 2 (según Raddatz 1973).

una hilada de ladrillos (fig. 3). Los ladrillos en las tumbas 4 y 20 del mismo sector y en
están ligeramente inclinados hacia el inte- la tumba 1 del corte 461a, la construcción
rior y sobresalen también algo. Sobre este de la bóveda podía reducirse a dos hiladas de
bastidor de ladrillos había cinco tegulae, una ladrillos sobresalientes o incluso a una sola.
detrás de otra, con el pliegue hacia arriba. En estos tres casos se ha suprimido además
Estas tegulae sellaban la verdadera cámara la capa final de mampostería y cascotes de
funeraria. Encima se habían colocado, como ladrillos (RADDATZ 1973, 49 fig. 8).
si de una bóveda falsa se tratara, de cuatro a
cinco ladrillos superpuestos que sobresalían En lo que atañe a las tumbas con bóve-
ligeramente hacia adelante, de tal forma da falsa, Raddatz citó unos pocos ejemplos
que los ladrillos de la hilada superior prác- paralelos hallados exclusivamente en el sur
ticamente llegaban a tocarse. Una hilada de de la Península Ibérica. Esta tendencia de di-
ladrillos tapaba la rendija que quedaba. A fusión se ve confirmada por otros ejemplos
continuación se cubría la bóveda con tierra hallados recientemente –entre otros los de
y se ponía encima una capa de mampostería los cementerios de Pedrera, en la provincia
y cascotes de ladrillos del tamaño de la fosa de Sevilla (FERNÁNDEZ GÓMEZ/OLIVA
(cfr. RADDATZ 1973, 47 ss.). Como ocurre ALONSO/PUYA GARCÍA DE LEANIZ 1984,

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 143


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER

354) y de Mérida (AYERBE VÉLEZ 1999, 33:


“cubierta piramidal”; BEJARANO OSORIO
1996, 346)–, mientras que no existe cons-
tancia de su existencia en el norte de España
y Portugal. La situación cronológica de este
tipo de tumba encuentra en Munigua un im-
portante punto de referencia gracias a las
monedas halladas en las tumbas 1 y 2. La
tumba 2 contenía una acuñación de Constan-
tino II que proporciona un t. p. del 337/340.
En la tumba 1 había una pequeña moneda
de bronce, ahora ilegible, del siglo IV. Las
dos tumbas podrían datar de alrededor de
mediados del siglo IV16. La delimitación del
marco cronológico de las tumbas con bóve-
da falsa de Munigua desprovistas de ajuar es
incierta. Raddatz contaba con la posibilidad
de que las tumbas de la necrópolis del este
estuvieran conectadas temporalmente con
las tumbas de incineración más recientes
del mismo sector (RADDATZ 1973, 40), lo
que supondría un lapso de tiempo compren-
dido entre mediados o la segunda mitad del FIG. 4: Pedrera-Las Huertas, tumba 23 (según
siglo II y mediados del siglo IV. La tumba Fernández Gómez/Oliva Alonso/Puya García de
con bóveda falsa del corte 461a podría da- Leaniz 1984).
tar de alrededor del año 300 o principios del
siglo IV: por lo que se ha podido averiguar nedas, en los siglos III y IV17. Más proble-
hasta ahora, las tres tumbas de este sector mática sigue siendo la datación en Pedrera,
se excavaron en el suelo tras el abandono de donde no sólo las tumbas con bóveda falsa
una casa en el siglo III, aunque antes de la sino también casi todas las restantes están
construcción de un taller en el transcurso exentas de ajuar funerario. Sin embargo, la
del siglo IV. pequeña necrópolis que comprende 54 tum-
En Mérida hay constancia de la existen- bas y que ha sido sistemáticamente investi-
cia de tumbas con bóveda falsa fechadas, gada, ofrece información suficiente como
con la ayuda de objetos de cerámica y mo- para reflexionar sobre la secuencia de los en-
terramientos. Las cinco tumbas con bóveda
16
| RADDATZ 1973, 39. Raddatz justifica la clasifi- falsa se concentran en el sur de la necrópolis
cación más exacta de la tumba 1, mediados del siglo IV, (fig. 4-5). Las sepulturas con cubierta de te-
por su gran proximidad a la tumba 2 y la similitud del gulae, tanto planas como a dos aguas, se en-
inventario.
17
cuentran más al norte y nordeste. La tumba
| AYERBE VÉLEZ 1999, 33 (tumba 25). 34
(tumba 30). Con respecto a la datación, por medio de
infantil 22, contigua a la tumba, asimismo
monedas, de tumbas con bóveda falsa del siglo IV cfr. infantil, 21, cerrada con planchas de piedra,
BEJARANO OSORIO 1996, 351. es la única sepultura con cubierta de tegulae

144 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 5: Pederera-Las Huertas. Distribución de FIG. 6: Pedrera-Las Huertas. Distribución de los


diferentes tipos de tumbas. 1 tumba con cubierta ajuares funerarios. 2 jarras; 1 hebilla del siglo
de bóveda falsa; 2 tumba con cubierta de tegulae VII.
(plana y a dos aguas); 3 tumba con cubierta de
cantos de piedra.
bre desconocida), en la que se encontró una
hebilla de fundición con placa de charnela
existente en el sector sur. Las tumbas con del siglo VII. Las tumbas occidentales, que
cubierta de piedra o, en su caso, roca están –según los datos disponibles– tenían todas
distribuidas, junto con las de tegulae, al nor- cubierta de piedra, son, por tanto, más mo-
te de las tumbas con bóveda falsa, si bien son dernas que las tumbas de bóveda falsa y tam-
más frecuentes en el noroeste18. Mi interpre- bién que las tumbas de tegulae. Sin embargo:
tación de la secuencia de los enterramientos ¿cuál es la relación entre estos dos últimos
es la siguiente: las tumbas con cubierta de tipos de sepultura? No ha sido posible obte-
piedra pertenecen sin duda a la etapa más ner indicios claros de que la ocupación de la
moderna de la necrópolis, tal como atesti- necrópolis se extendiera desde el sur hacia
gua la ofrenda de vasijas de cerámica del el nordeste, sobre todo porque la ocupación
siglo VI/VII, que han aparecido exclusiva-
mente en el sector occidental y, aquí, única- 18
| El extremo norte de la necrópolis, donde se
mente en las tumbas con cubierta de piedra encuentran las tumbas 37 a 41, escapa a cualquier eva-
y en una fosa sencilla (fig. 6). En este mismo luación, pues cuando fueron descubiertas habían sido
sector se halla también la tumba 6 (techum- ya destruidas en gran parte.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 145


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER

se produjo por grupos. A pesar de ello, yo


apoyo esta interpretación. Los puntos de
partida que se han ido obteniendo hasta la
fecha acerca de la cronología absoluta de las
tumbas de bóveda falsa, que no va más allá
del siglo IV, son contrarios a la coexistencia
total de ambos tipos de tumba. Las tumbas
de bóveda falsa no aparecen en las necrópo-
lis tardoantiguas, que se originan a lo largo
del siglo V y contienen fundamentalmente
sepulturas con cubierta de piedra, mientras
las tegulae todavía se encuentran ocasional-
mente en estas necrópolis de los siglos V a
VII. En Pedrera, la presumible secuencia de
la ocupación discurre grosso modo desde
una fase más temprana de tumbas con bó-
veda falsa hasta las tumbas de tegulae, que
fueron desplazadas, a su vez, por tumbas con
cubierta de piedra.

3.2 TUMBAS CON PODIUM DE FIG. 7: Munigua, corte 447, tumba C.


LADRILLOS

En vez de una bóveda falsa, en tres tumbas (tumba 6, al este de la casa 1) y 430/447
de la necrópolis del este se erigió un podium (tumba B). Este último es una variante que
rectangular compacto sobre la fosa de la incluye elementos de construcción de bóve-
tumba. Raddatz dice de la tumba 14, rela- da falsa (fig. 8). También la cubierta de la
tivamente pequeña –probablemente se tra- tumba 14 del corte 148 estaba construida
te de un enterramiento infantil, aunque en de forma similar (GAMER, 1972, 60 s.). La
todo caso no se han hallado restos óseos–, idea de que tanto en este corte como en el
que la fosa, recubierta de ladrillos por todos 145, con el que se solapa, quizá haya otros
los lados en su parte superior, había sido enterramientos pertenecientes al grupo de
sellada por dos hiladas de ladrillos yuxta- tumbas con podium de ladrillos de varias hi-
puestas, en vez de hacerlo con las habituales ladas no pasa de ser una mera suposición.
tegulae. Sobre esta estructura se habían api- En aquel entonces se renunció a excavar y
lado otras tres capas de ladrillos y cascajo abrir la mayor parte de las tumbas en estos
(RADDATZ 1973, 63). Se pudo establecer sondeos.
un tipo de tumba similar en el corte 447 Por desgracia, ninguna de las tumbas
(tumba C), si bien la cubierta y el podium con podium de ladrillos de Munigua se puede
se desplomaron en el interior de la fosa (fig. clasificar con mayor precisión cronológica
7). Otro ejemplo de este tipo de contrucción sobre la base de los ajuares funerarios data-
se encontraron en tumbas de los cortes 147 dos de forma inequívoca. Según el tiempo de

146 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

ocupación supuesto por Raddatz, la tumba


14 de la necrópolis del este sólo puede ser
atribuida, de forma general, a un periodo
comprendido entre un avanzado siglo II y el
siglo IV. Según el contexto de los hallazgos,
la tumba 6 del corte 147 debe ser datada en
una fecha relativamente tardía: el ensancha-
miento o traslado de la necrópolis hasta el
terreno que se extiende justo delante de la
casa 1 difícilmente puede haberse producido
antes del abandono de la casa a medidados o
en la segund mitad del siglo III.

3.3. TUMBAS CON CUBIERTA


SENCILLA DE LADRILLOS O
TEGULAE

Las tumbas con cubierta sencilla de ladrillos


o tegulae están entre los tipos de sepultura
que cuentan, al menos hasta ahora, con una
reducida representación en Munigua. En el
FIG. 8: Munigua, corte 430/447, tumba B. sector de la necrópolis del este, investigado
en 1957/58, no se encontraron tumbas de
estas características, exceptuando la tum-
ba 12, que tiene una cubierta plana de
tegulae. Sin embargo, en las excavaciones
llevadas a cabo en el mausoleo, situado un
poco más al norte, aparecieron dos tumbas
construidas simplemente con ladrillos (fig.
9). En el primer caso se trata de una tumba
pequeña de ladrillos con cubierta plana for-
mada por dos ladrillos colocados en vertical
y uno en horizontal. En el segundo caso se
trata de una tumba en la cual los cuatro
ladrillos, colocados unos contra otros en
forma de tejado a dos aguas, conformaban
al mismo tiempo las paredes de la fosa. El
reducido formato indica que ambas tumbas
son enterramientos infantiles construidas
FIG. 9: Munigua, tumbas tardoantiguas en en el periodo tardoantiguo sobre cámaras
el mausoleo de la necrópolis del este (según funerarias con enterramientos con sarcófa-
BLECH/HAUSCHILD/HERTEL 1993). go y enterramientos de incineración de los

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 147


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER

FIG. 10: Munigua, casa 6, tumba 3.

siglos I al II (Hauschild en: BLECH/HAUS- tigados pormenorizadamente hasta la fecha.


CHILD/HERTEL 1993, 17). Otro ejemplo Lamentablemente no se prosiguió con la
de una tumba con cubierta plana de ladri- excavación de ninguna de las otras tumbas.
llos es la tumba 3 de la casa 6 (fig. 10). La (cfr. GAMER 1972, 62 s.).
tumba, con una fosa con ladrillos colocados
de canto, fue sellada con dos filas paralelas En la Península Ibérica hay constancia de
de ladrillos. la existencia de cubiertas en forma de tejado
en tumbas de incineración (cfr. D. Vaquerizo
Tumbas con cubierta de tegulae –con cu- en: VAQUERIZO 2001, 221). Por este motivo
bierta plana o con cubierta en forma de teja- no sorprende que esta forma de construc-
do– se constató en el corte 145, ligeramente ción se imitara muy temprano también en
hacia el este del desmoronado muro delimi- tumbas de inhumación, mostrando una larga
tador de la casa 1 (tumbas 1 y 2/145; fig.
continuidad que alcanza el siglo V/VI19. No
11), en el corte 148 (tumbas 20-22/148) y
obstante, y a pesar de las pruebas tempranas,
en los cortes 297-298, al lado del mausoleo.
tanto la cubierta en forma de tejado como
La tumba 2/145 no contenía ningun ajuar,
la techumbre plana debieron imponerse a lo
mientras en la tumba 3/297 se encontraron
largo del siglo III, en algunos lugares incluso
dos vasos de cristal y una moneda, no inves-
más tarde, dominando durante cierto tiempo
el paisaje de los cementerios. Según muestra
19
| En relación con el sur de España, cfr., por el presunto curso de la ocupación de la ne-
ejemplo, SÁNCHEZ RAMOS 2001,91; BEJARANO OSO-
RIO 1996, 349 ss. Respecto a las observaciones más im-
crópolis de Pedrera, las tumbas con tegulae
portantes en la necrópolis paleocristiana de Tarragona, siguieron aquí a un horizonte de sepulturas
cfr. DEL AMO 1979, 136 s. con cubierta de ladrillos de varias hiladas.

148 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

En Munigua los indicios apuntan a que


la situación fue un poco más complicada.
Las tumbas con tegulae se encuentran aquí
en medio de las tumbas con bóveda falsa o
podium. Pero en el caso de las dos tumbas
del corte 145 cabría pensar en una datación
tardorromana (siglo IV/V), cómo indica
su emplazamiento próximo a la zona de vi-
viendas. Según los estudios estratigráficos,
las dos tumbas infantiles del mausoleo se
remontan probablemente a una época poste-
rior al período romano20. Con todo, no hay
que olvidar que el horizonte de las tumbas
con cubierta de tegulae, ya sea plana o en
forma de tejado, está, al menos hasta ahora,
llamativamente poco representada.

3.4 TUMBAS CON CUBIERTA DE


CANTOS DE GRAN TAMAÑO

FIG. 11: Munigua, corte 145, tumba 2. En lugar de una techumbre de ladrillos o
tegulae, muchas tumbas del periodo tardo-
antiguo eran cubiertas con grandes piedras
en su estado natural o con mampuestos.
Hasta ahora, en Munigua estas tumbas tan
sólo han aparecido en la zona de la casa 1
y 6 (fig. 12-14) y en el terreno que se ex-
tiende junto a ella por el lado este (corte
147; fig. 16). En el corte 147 pertenecen a
este grupo tanto la tumba 5 ubicada al este
de la herradura como también la tumba 2
que se encuentra en el trazado del muro sur
de la herradura. Esta última tumba presen-
ta una cubierta consistente en dos grandes
planchas de piedra planas cuyos extremos
y cuya juntura de separación fueron cantea-
dos con piedras más pequeñas y ladrillos.
Entre las tumbas con cubierta de cantos es-

FIG. 12: Munigua, entorno de las casa 1 y 6 con 20


| HAUSCHILD 1993, 17. Hauschild destaca el
las estructuras tardorromanas A-C y las tumbas hecho de que fue en los estratos inferiores donde se
tardoantiguas 1-5/casa 6 y 1-11/casa 1. encontraron monedas del siglo IV.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 149


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER

cuestión de su cubierta es una incógnita. La


tumba 3 de la casa 6 (cubierta de dos filas de
ladrillos paralelas, ver más arriba) demues-
tra que en esta zona no era la única manera
cerrar las tumbas con piedras de gran tama-
ño (cfr. fig. 10).
Conviene recordar que tanto en las
tumbas con cubierta de cantos como en las
restantes tumbas de esta zona hay ciertos
cambios apreciables en la forma de cons-
trucción de las fosas. Como antes, se tra-
ta en su mayor parte de revestimientos de
muro de ladrillos con mortero de tierra. Sin
embargo, las diferencias parecen estribar
en la creciente proporción de fragmentos
de ladrillos y piedras en el material de obra
y en el menor esmero a la hora de levantar
el muro. Además, el muro llega casi siem-
pre hasta el fondo de la tumba. A grandes
rasgos, podemos establecer un cambio en
FIG. 13: Munigua, esquina sureste de la casa 1 la forma de la fosa, que pasa de ser riguro-
con las tumbas 2-5.
samente rectangular a adquirir unas formas
trapezoidales u ovoides.
En varias tumbas con cubierta de can-
tos y tumbas colindantes de Munigua se en-
contraron, a modo de ajuar, botellas y jarras
de cerámica que permiten una datación más
exacta (fig. 15). En este caso recurrí a la
cronología elaborada por A. Flörchinger

FIG. 14: Munigua, casa 1, tumba 1.

tán además las tumbas 1, 3 y 5 de la zona


sureste de la casa 1 (fig. 13-14). De todas
formas, cuando fueron excavadas ya no esta-
ban todas las piedras de la cubierta. En las
tumbas restantes, halladas en un estado de FIG. 15: Munigua, casa 6. Ajuares (jarras) de
destrucción ya avanzado, de las casas 1 y 6 la las tumbas 1-3 (según VEGAS 1984).

150 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

para las necrópolis de iglesias del sur de uso continuado como mausoleo desde el si-
España (FLÖRCHINGER 1998) y también a glo II hasta el siglo IV/V.
un estudio cronológico de la necrópolis de
El único gran monumento funerario
El Ruedo, cerca de Almedinilla (CARMONA
tardoantiguo es una construcción junto a la
BERENGUER 1998; EGER 2005). Según
casa 1, en el corte 147 (fig. 16-17). Entre
estos estudios, los ajuares consistentes en
1969 y 1971 se descubrieron restos de un
jarras y botellas no comienzan hasta finales
muro en forma de herradura, ya en un esta-
del siglo V. En especial las botellas altas y
do bastante deteriorado, colindante con la
delgadas, como las de las tumbas 2 y 3 de la
pared exterior de la casa 1. Se trata de un
casa 6, no aparecen hasta el siglo VII (tipos
de Flörchinger 2A y 2B, cfr. FLÖRCHINGER
1998, 9).
A pesar de que en esporádicas ocasiones
han aparecido tumbas con cubierta de can-
tos anteriores en el tiempo –según Del Amo,
en la necrópolis paleocristiana de Tarragona
hay tumbas incluso de mediados del siglo
IV–, este tipo de sepultura no parece ser de
gran importancia, en cuanto a su número, en
las necrópolis tardorromanas de la Provincia
Bética. Por el contrario, en las necrópolis de
los siglos V al VII/VIII la gran mayoría de
las cubiertas están fabricadas con piedras de
gran tamaño. Tal como se ha expuesto con
anterioridad, este hallazgo se da también en
la necrópolis de Pedrera.

3.5. EL MONUMENTO FUNERARIO


CON FORMA DE HERRADURA
DE LA CASA 1

La escasez de monumentos funerarios en


FIG. 16: Munigua, corte 147, estado de 1971.
Munigua se debe probablemente a su con-
dición de pequeña ciudad rural. A mediados
del periodo imperial, una familia importante muro de mampostería de dos caras. Tanto
había hecho construir, en la esquina noreste para la cara interna como para la externa
de la muralla de la ciudad, un mausoleo que se utilizó piedra natural y mampuestos del
incluía tumbas más antiguas. Como muestra tamaño de una cabeza e incluso más gran-
el hallazgo de las dos tumbas infantiles antes des, mientras que el relleno está compuesto
mencionadas, la construcción fue utilizada de piedras pequeñas y ripio. Los costados
posteriormente para algunos enterramien- tienen un grosor de hasta 1 m y el frente
tos, sin que haya sido posible establecer un alcanza incluso 1,10 m. Como se comprobó

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 151


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER

de la pared este de la casa 1, había un resalte


de muro sobre el que se hallaron numero-
sos restos de cerámica. A Th. Hauschild esta
construcción le recordaba las tumbas con
mensa, como las que provienen sobre todo
del norte de África, pero también de España
(HAUSCHILD 1984, 172; cfr. también Meyer
en: MEYER/BASAS/TEICHNER 2001, 99,
nota 287). El nombre tiene su origen en la
mesa que se colocaba sobre la tumba o a un
lado de ella para llevar a cabo libaciones y
banquetes funerarios junto a la sepultura21.
Gracias a los escritos de los padres de la
Iglesia sabemos que esta costumbre pagana
también gozaba de gran popularidad entre
la población paleocristiana. Los banquetes
funerarios se celebraban no sólo en el ámbi-
to privado, sino también junto a los lugares

FIG. 17: Munigua, corte 147, visto del sur.

en un corte transversal, los muros no están


cimentados a gran profundidad, sino que es-
tán asentados sobre una capa firme de tierra
marrón presente también en el interior de la
construcción. Sobre esta capa había piedras
y ladrillos amontonados de forma irregular
junto con algunos restos de dos enterra-
mientos que sugieren una función de monu-
mento funerario. Otro enterramiento en la
sección sur del muro pertenece ya a la reuti-
lización posterior del monumento funerario.
El hallazgo junto a la parte estrecha de la
construcción, situada al oeste, no carece de
importancia para la interpretación de la he-
rradura: en este punto, construido delante

21
| NUSSBAUM 1961, 29. Cfr., por ejemplo, las
FIG. 18: Tipasa, Argelia, necrópolis de S. Salsa,
mensae separadas en Xanten-St.Victor o en la catedral
de Bonn, Alemania: SCHMIDT 2000, 260. 271. con una tumba de mensa.

152 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

de conmemoración (memoriae) de los már- ción, no está claro en absoluto cómo es-
tires (sobre todo SCHMIDT 2000, 222-228; taba dispuesto el interior de la herradura.
BARRAL I ALTET 1979, 50). Desde la pers- ¿Sobresalían las tumbas del suelo o ambos
pectiva de la arqueología, bajo el término enterramientos estaban cubiertos por una
“tumbas con mensa” se engloba desde hace techumbre de mampuestos y ladrillos, a
tiempo determinados tipos de tumba de la imitación del solado opus signinum habitual
Antigüedad tardía que disponían de instala- en la tumbas con mensa? De otro lado, tam-
ciones destinadas a las honras fúnebres. Su poco está claro que el resalte del muro con
forma puede variar22. Basándose en las nu- restos de cerámica pueda ser interpretado
merosas tumbas con mensa de la necrópolis como restos de banquetes funerarios. Tras
paleocristiana de Tipasa, en Argelia, W. Sch- el primer estudio, la cerámica no sobrepasa
midt resaltó las siguientes características el siglo II24, mientras que la construcción de
de las mensae, ya sea como muro levantado la herradura difícilmente pudiera haberse
sobre la tumba o directamente labrada en la producido antes del siglo IV. El abandono,
roca: en el centro de la tumba hay cavidades hacia mediados o en la segunda mitad del
para poner comida y bebida y alrededor de la siglo III, de la casa 1 marcaría un terminus
mensa, asientos para los comensales (SCH- post quem. Por último, resulta sorprendente
MIDT 2000, 315 s ). En el presente contexto, el gran grosor de la construcción en forma
dos tipos de tumbas con mensa de Tipasa de herradura, que en una tumba con mensa
merecen especial atención. Por una parte, la sólo serviría de bancal. En estos momentos
no podemos profundizar más en la proble-
tumba con mensa en forma de sigma. En es-
mática, pero me gustaría proponer una
tas construcciones funerarias se levantó un
interpretación alternativa como pequeño
muro semicircular sobre la tumba, cuya cavi-
monumento funerario semicírculo, en lugar
dad quizá albergara un mosaico (fig. 18). En
de tumba con mensa25. El límite superior
la Península Ibérica, las tumbas con mensa
de su aprovechamiento lo marca el enterra-
en forma de sigma están representadas en
miento sobre el segmento de muro situado
varias necrópolis urbanas de la costa occi-
al sur (tumba 2/147). Para la construcción
dental y del sur, por ejemplo, en las necrópo-
del revestimiento de ladrillo de la tumba se
lis tardorromanas de Cartagena y Tarragona. utilizaron partes del muro interior. Gracias
Pero también aparecen en Tróia, Portugal23.
Por otra parte están las construcciones más
22
alargardas en forma de “U” con un bancal | BARRAL I ALTET 1979, 56-58; DEL AMO 1979,
143-147. Sobre la crítica relativa al término tumba con
lateral en cuya parte central se colocaba uno
mensa, entendido en sentido amplio, cfr. GONZÁLEZ
o varios sarcófagos. Probablemente sean es- VILLAESCUSA 2001, 114 s.
tas sepulturas las que inspiraron a Hauschild 23
| Tarragona: DEL AMO 1979, 143-147; Carta-
en su interpretación de la construcción en gena: SANMARTÍN/PALOL 1972; BERROCAL CAPA-
forma de herradura de Munigua. RRÓS/LAIZ/ REVERTE 1995. Tróia: ALMEIDA/CAVA-
LEIRO 1978.
Sin embargo, en Munigua la construc- 24
| De este análisis se ocupó C. Basas, Ávila, por lo
ción del anexo en forma de herradura y su que le estoy profundamente agradecido.
25
| Según mi opinión es menos probable una re-
contexto plantean problemas de diversa ín- construcción como ábside de un edificio cultual, cuyos
dole en varios puntos, que comentaré breve- restos en el interior de la casa 1 hubieran desaparecido
mente. Debido al mal estado de conserva- totalmente.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 153


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER

a los dos pendientes encontrados junto a la de tumbas datan de los siglos III y IV. Asi-
cabeza del cadáver podemos concretar su mismo cabría descartar el argumento de la
datación en la época visigoda (cfr. ZEISS influencia cristiana, dado que hasta ahora
1934, 56 ss.). faltan indicios sobre una cristianización,
sobre todo temprana, de Munigua. Raddatz
resaltó ya que, en Munigua, las incineracio-
4. RITOS DE ENTERRAMIENTO nes del tipo bustum del siglo I/II presentan
una orientación noroeste-sureste (fig. 2)
4.1. ORIENTACIÓN DE LA TUMBA Y (RADDATZ 1973, 23). Los enterramientos
COLOCACIÓN DEL CADÁVER tempranos con orientación noroeste-sures-
te u oeste-este tampoco son una excepción
Resulta llamativa la orientación relativa- en otros lugares de España. De ahí que en el
mente unitaria de las tumbas en Munigua. ámbito de la investigación española se haya
Todas las superficies tienen una orienta- establecido, en diversas ocasiones, una re-
ción, con ciertas oscilaciones, de noroeste- lación causal entre las ideas paganas y una
sureste a oeste-este. El muerto se colocaba temprana orientación oeste-este (cfr. SÁN-
en posición decúbito supino, casi siempre CHEZ RAMOS 2003, 66; ROMÁN PUNZÓN
con los brazos extendidos, con la cabeza 2004, 93). Aún se requiere un estudio más
vuelta hacia el noroeste/oeste26. No se han pormenorizado para responder a la pregun-
hallado tumbas con orientación norte-sur. ta de por qué en algunas necrópolis existen
Este hecho es, sin duda, sorprendente si marcadas fases de construcción de tumbas
tenemos en cuenta que hasta el siglo IV o con orientación norte-sur y en otras no. Pre-
principios del siglo V la orientación norte- sumiblemente, los usos regionales o locales
sur de las tumbas no era, en absoluto, algo podrían tener cierta relevancia, como se
inusual27. No podemos, sin embargo, men- desprende del ejemplo de Munigua, donde
cionar factores cronológicos que hubieran a lo largo de los siglos se sigue una orien-
podido incidir en este tipo de ausencia en tación unitaria de las tumbas y donde ni el
Munigua. Como indican los estudios so- cambio del enterramiento de incineración
bre la tipología de las tumbas, una serie
al de inhumación, en el transcurso del siglo
II, ni una supuesta cristianización durante
26
| Una de las pocas excepciones es la tumba 22 el siglo IV/V dieron lugar a modificaciones
del corte 148, con orientación noreste-suroeste: GA- manifiestas.
MER 1972, 63. La tumba estaba en el perfil y no se
continuó con su excavación, por lo que desconocemos Tan sólo en dos tumbas variaba la posi-
la posición del muerto. ción de la cabeza de los muertos. En la tum-
27
| Cfr., por ejemplo, el marcado horizonte de
ba 2 de la necrópolis del este se había colo-
ocupación de las tumbas con orientación norte-sur en
un sector de la necrópolis norte de Córdoba: SÁNCHEZ cado un ladrillo plano debajo del cráneo; en
RAMOS 2003, 66 ss y 109 fig. 29 (plano) la tumba 3 de la casa 1, el cráneo descansa-
28
| Cfr. FERNÁNDEZ GÓMEZ/DE LA SIERRA ba sobre un ladrillo inclinado que sobresalía
FERNÁNDEZ/LASSO DE LA VEGA 1987, 361 fig. 10; del suelo. Los apoyos para la cabeza están
ibidem, 337. Apoyos inclinados rellenos con tierra tam-
bién en Pedrera, tumba 20; cfr. FERNÁNDEZ GÓMEZ/
documentados también en los cementerios
OLIVA ALONSO/PUYA GARCÍA DE LEANIZ 1984, 308 de Gerena y Pedrera28. Román Punzón men-
fig. 20. ciona varios hallazgos en la provincia de

154 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

Granada (ROMÁN PUNZÓN 2004, 103 s.). do. Posiblemente se pueda deducir la exis-
Tampoco están desconocidos fuera de la Pe- tencia de otro enterramiento múltiple en las
nínsula. V. Bierbrauer ha subrayado, que los tumbas 1 y 5 de la casa 6, gracias al hallazgo
apoyos de la cabeza, aunque escasos, cons- de dos jarras en cada una. Así, serían un mí-
tituyen una peculiaridad suprarregional del nimo de cinco tumbas del sector de las casas
ritual funerario romano durante los siglos IV 1 y 6 que presentan enterramientos múlti-
a VII (BIERBRAUER 1988, 23 nota 8). ples. No se descarta un número aún mayor,
aunque el dato es algo incierto debido al mal
estado de conser vación de los esqueletos. Se
4.2. ENTERRAMIENTOS puede afirmar, aunque con precaución, que
INDIVIDUALES Y MÚLTIPLES los enterramientos múltiples se dan con más
frecuencia entre las tumbas de los siglos V al
El estudio del número de individuos enter- VII del sector de las casas 1 y 6 que en la ne-
rados en Munigua no está exento de limita- crópolis del este, utilizada durante los siglos
ciones. Con frecuencia quedaban muy pocos III y IV. De esta forma, Munigua encajaría en
restos de los esqueletos o estos habían des- el amplio cuadro que Román Punzón elabo-
aparecido por completo (RADDATZ 1973, ró para establecer la relación entre los en-
12; VEGAS 1984, 183). Raddatz mantenía terramientos sencillos y los enterramientos
que, en la necrópolis del este, absolutamen- múltiples de las necrópolis tardorromanas y
te todos los enterramientos, salvo uno, eran postromanas de la provincia de Granada. Se-
individuales. La tumba 24 de este sector era gún este autor, el número de enterramien-
la única excepción. En el suelo albergaba tos múltiples aumenta notablemente en el
los restos de tres individuos, entre ellos un periodo visigodo, mientras que en el periodo
niño. No había ningún esqueleto que no es- romano cerca del 98 por ciento de las tum-
tuviera en estado de esqueletización comple- bas todavía eran ocupadas una sola vez29.
ta, a pesar de que la falsa bóveda dispuesta
sobre la tumba estaba intacta. En este con-
texto sigue siendo un misterio los huesos
depositados sobre las tegulae que sellaban 5. AJUARES FUNERARIOS
la fosa (RADDATZ 1973, 16). Posiblemente
se abriera la tumba con el fin de prepararla A pesar del reducido número de tumbas con
para otro enterramiento que nunca se llevó ofrendas se ha comprobado que, entre el pe-
a cabo. Parece ser que, finalmente, la tumba riodo tardorromano y el visigodo, en Muni-
volvió a ser sellada con esmero. gua se produjo un cambio en lo que respec-
ta a los ajuares funerarios. En el sector de
Enterramientos múltiples en los que los la necrópolis tardorromana del este, de 16
huesos de un enterramiento anterior han tumbas de inhumación sólo las tumbas 1 y 2
sido recogidos y depositados en la cabecera –datadas en mediados del siglo IV gracias a
o a los pies se han documentado en la tumba las monedas halladas en su interior– conte-
5/ corte 147 y en las tumbas 1 y 7 de la casa
1. Resulta llamativo el hecho de que en la 29
| ROMÁN PUNZÓN 2004, 104 s. con tablas 14-
tumba 7 los huesos del enterramiento más 15. En cuanto a la alta proporción de la ocupación múl-
antiguo fueran depositados directamente tiple de las tumbas en el periodo visigodo cfr. también
sobre el cráneo del último individuo enterra- FLÖRCHINGER 1998, 65.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 155


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER

tado con anterioridad. En la tumba 1 de la


casa 1, la jarra no se encontraba en la misma
tumba, sino sobre el borde del revestimiento
de ladrillo. No se puede descartar la posibi-
lidad de que la jarra perteneciera a un osua-
rio, cuyos huesos no se han conservado, dis-
puesto sobre la tumba 130. En este caso, la
jarra podría haber sido retirada de la tumba,
junto con los huesos, y depositada sobre la
cubierta.
Además de los recipientes, en los enterra-
FIG. 19: Munigua, necrópolis del este, sector mientos de la época visigoda de Munigua ha
1957-58, tumba 1: mobiliario (según RADDATZ aparecido un único ornamento. En el corte
1973). 147, en la tumba situada sobre el muro sur
de la herradura había, a la altura de la cabeza
nían ajuar. El inventario era similar en am- del muerto, un par de pendientes distintos.
bas tumbas: una vasija de vidrio, una mone-
Los ajuares funerarios de Munigua, que
da y un recipiente de cerámica– una fuente
siguen una tradición documentada en mu-
(de TSHT?) y una lámpara en la tumba 1 y
chos cementerios del sur de España, se limi-
una pequeña olla en la tumba 2 (fig. 19).
tan a ofrendas esporádicas en forma de jarra
El inventario de la tumba 1 del corte 458
de cerámica y un ornamento aislado31. Los
también estaba compuesto por un conjunto
cementerios de las iglesias han sido inves-
de recipientes de cerámica y vidrio, en este
tigados especialmente bien, por lo que son
caso una fuente de TSHT y un ungüentario.
recomendables como referencia. A. Flör-
En las tumbas posteriores, las de las chlinger constató que, por término medio,
casas 1 y 6, el número de enterramientos sólo una de cada cinco tumbas contienen
sin ajuar sigue siendo elevado. Sin embar- ofrendas, lo que, por supuesto, varía notable-
go, en varias ocasiones se han encontrado mente de una localidad a otra. No obstante,
jarras o botellas de cerámica situadas junto en todos estos cementerios predominan cla-
a la cabeza del muerto. De las seis tumbas ramente los objetos de cerámica, mientras
que contienen una jarra a modo de ofren- que los ornamentos y las vestimentas son
da, cuatro se encuentran en la casa 6. En muy poco frecuentes. Precisamente, los pen-
cada una de las tumbas 1 y 5, ambas en muy dientes aparecen sólo en casos muy aislados
mal estado, se han hallado dos jarras, lo que en cementerios de iglesias (FLÖRCHINGER
probablemente esté relacionado con un en- 1998, 82). La situación es diferente en al-
terramiento múltiple, como ya se ha apun- gunas necrópolis rurales. Una de ellas es la
necrópolis de El Ruedo, junto a Almedinilla,
en la provincia de Córdoba (CARMONA BE-
30
| Osuarios que contenían una jarra están cono- RENGUER 1998). La cantidad de ornamen-
cidos de Casa Herrera y Valdecebadar, cfr. ULBERT/
EGER, 2006, 243.
tos –sobre todo brazaletes y anillos, aunque
31
| Sobre los ajuares funerarios en cementerios de también hay unos broches y pendientes– es
iglesias, cfr. FLÖRCHINGER 1998, 78-85. bastante mayor que en los cementerios de

156 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

iglesias y que en la necrópolis de la pequeña


ciudad de Munigua (fig. 20-21) (cfr. EGER
2005, 433 ss.). Más problemas plantean los
ajuares funerarios en las necrópolis de las
ciudades más grandes. Según ponen de mani-
fiesto las secciones excavadas, por ejemplo,
en Cartagena, Córdoba y Mérida, la ausencia
de ajuares es casi total en los siglos IV/V a VI
(Cfr. SANMARTÍN MORO/PALOL 1972, 453;
SÁNCHEZ RAMOS 2003, 94-97).

6. RESUMEN
Con escasamente 80 inhumaciones distri-
buidas por diversos sectores, en Munigua
se han estudiado hasta ahora tan sólo pe-
queñas zonas de la necrópolis urbana, entre
ellas la llamada necrópolis del este (el sec-
tor investigado por Raddatz en 1957/58),
que probablemente fue utilizada desde los
siglos II/III hasta los mediados del siglo IV,
así como la necrópolis del entorno de las ca-
FIG. 20: Almedinilla-El Ruedo, tumba 29 (según sas 1 y 6, que contiene tumbas sobre todo de
CARMONA BERENGUER 1998). los siglos VI al VII.

FIG. 21: Comparación porcentual de los ajuares funerarios entre la necrópolis de El Ruedo, las
necrópolis de iglesias y Munigua (según EGER 2005, modificado. Munigua: tumbas 1-5a/b de la casa
6, tumbas 1-14 de la casa 1, tumbas 2, 3, 5 y 8 del corte 147).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 157


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER

El uso del ladrillo ha determinado la cons- VI marca un cambio muy claro en las cos-
trucción de las tumbas a lo largo de los siglos. tumbres funerarias no sólo en la Bética, sino
Los diversos tipos de cubierta permiten, no también en toda la Península Ibérica.
obstante, hacer una subdivisión más detalla-
Tal como pone de manifiesto la compara-
das de las sepulturas. Durante el siglo III/IV
ción con hallazgos suprarregionales y regio-
en Munigua predominan la tumbas con cu-
nales, las tumbas de Munigua representan un
bierta de ladrillos en varias hiladas, podios
pequeño exponente de los tipos de sepultura
macizos de ladrillo y bóvedas falsas. Hasta la
fecha sólo se han hallado algunas tumbas ais- de la época romana y visigótica (cfr. RIPOLL
ladas con cubierta sencilla de ladrillos o tegu- 1996). Prescindiendo del carácter limitado
lae, entre ellas tumbas con cubierta en forma de la excavación, en Munigua se aprecia una
de tejado, características de otros lugares. preferencia local por determinados tipos de
Aunque en principio hay que contar con un tumba. Las tumbas de bóveda falsa, cuya
desarrollo cronológicamente paralelo, las re- presencia queda limitada al sur de la Penín-
flexiones sobre la cronología de la ocupación sula, demuestra que también se originaron
de la necrópolis de Pedrera permiten presu- focos regionales en cuanto a preferencias.
poner que las tumbas con tegulae adquirieron Ya en el período tardorromano, gran
una mayor difusión a nivel regional a lo lar- parte de las tumbas de Munigua carecen de
go del siglo IV, reemplazando a las tumbas ajuar. En los siglos VI y VII, algunas tumbas
con cubierta de ladrillos en varias hiladas contienen jarras a modo de ofrendas, mien-
en cuanto sepultura dominante. En el caso tras que los ornamentos y las joyas siguen
concreto de Munigua, esta conclusión podría siendo muy escasos. La costumbre de los
indicar que aún están por descubrir tumbas ajuares funerarios es similar a la de los ce-
con cubierta de tegulae en los sectores más al menterios de la iglesias, pero, al igual que
lado de la zona de viviendas. éstos, presenta notables diferencias respec-
La construcción del único monumento to a determinadas necrópolis rurales, donde,
funerario de la antigüedad tardía, contiguo junto a las vasijas, los ornamentos desempe-
a la pared oriental de la casa 1, data pro- ñan un papel más importante.
bablemente del siglo IV/V. Se ha rechazado Investigaciones futuras permitirán des-
la interpretación de una tumba con mensa
arrollar el panorama aquí esbozado de los
en forma de sigma o bancal, favoreciéndose
ritos funerarios tardorromanos en Munigua.
en su lugar la de un pequeño mausoleo.
Personalmente desearía que se excavara la
En el siglo VI/VII se construyeron fo- zona de necrópolis que se extiende delante
sas de ladrillos con cubierta de cantos en de la zona de viviendas, donde cabe esperar
el sector de las casas 1 y 6. La sustitución una importante fase de ocupación del siglo
de las techumbres de ladrillos, de una o de IV/V, cuyo conocimiento ayudará a compren-
varias hiladas, o, en su caso, de tegulae por der mejor la transición del ritual funerario
la cubierta de cantos a lo largo del siglo V/ tardorromano al visigodo.

158 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


TUMBAS DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA EN MUNIGUA ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

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160 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS
DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANALES
ANTROPOLOGÍA DE ARQUEOLOGÍA
(A la memoria de Pere de Palol) C OR D OB E S A
número 17 (2006)
LLORENÇ ALAPONT MARTIN
ALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA VOL. II / PÁGS. 161 - 194
SIAM. Ajuntament de Valencia
E-mail: siam@valencia.es

RESUMEN

Los diversos cementerios del grupo episcopal de Valencia, en pleno


centro urbano, respondían, por una parte, a una jerarquización muy defi-
nida de las tumbas, y, por otra, a la atracción de dos lugares martiriales:
la tumba de San Vicente y el lugar donde fue torturado hasta la muerte.
Alrededor de ambos surgieron sendas necrópolis de distinta categoría. En
todo caso, los enterrados en esta zona pertenecían a los distintos rangos
de los estamentos superiores de la ciudad. La mayor parte de la gente se
seguiría sepultando en los cementerios situados en la periferia que, pa-
radójicamente, son menos conocidos debido a la dinámica arqueológica.
En el centro episcopal, los rasgos antropológicos entre las tumbas de los
siglos V-VI y las del s. VII, bien diferenciadas tipológica y estratigrafica-
mente, indican un cambio poblacional, al sustituirse el tipo mediterrá-
neo grácil por otro con características nórdicas.

SUMMARY

Located in the urban center, the cemeteries of the Episcopal group


of Valencia were originated in the beginning from two circumstances, on
one hand, to a hierarchic process of burials, on the other, to the attraction
of two martyrial sites : the tomb of Saint Vincent and the place where he
was tortured until his death. Two necropolis of different categories arose
around both. In any case, all people buried in this area belonged to the
diverse status of the city high class. Most of the people would continue
to be buried in the cemeteries out of the city. Paradoxically enough, they
are the less known necropolis because of archaeological dynamics. Inside
the Episcopal center, the anthropologic characteristics among the popu-
lation buried had changed. In fact, the Mediterranean type was replaced
by an other one with Northern features. Furthermore, the V-VI centuries
tombs and other ones of the VII century are clearly differentiated by their
typological and stratigraphic aspects.

161
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LLORENÇ ALAPONT / ALBERT VICENT

I. EL SUSTRATO ROMANO manera más irregular. No están claros los lí-


mites exactos de la ciudad del Imperio, pero
El entorno topográfico original en el s. II se han identificado conjuntos edilicios esen-
a.C., cuando se fundó la ciudad, sería bas- ciales para comprender la evolución urbana
tante distinto al que conocemos para los de la etapa tardo-antigua: el foro (MARÍN et
tiempos medievales. Buena prueba de ello alii, 1999. JIMENEZ y RIBERA, 2003) y el
sería la distancia al mar, a solo 4,5 km., circo (RIBERA, 1998b). También se conoce
como cuenta Plinio el Viejo (C. PLINIO, Na- relativamente bien la topografía funeraria
turalis Historia, III, 20). Otros elementos romana (RIBERA, 1996), que en los últimos
importantes serían el lago, que por enton- años ha aportado varias novedades a lo lar-
ces debía envolver casi completamente a la go de la vía occidental, algunas de ellas aun
ciudad, y el río, cuyo cauce aun no estaría inéditas. En conjunto, la dinámica funeraria
sangrado por los canales de riego y que sería de la etapa imperial sigue las premisas pro-
navegable, como nos indican las fuentes me- pias de la época, extendiéndose los cemente-
dievales y el reciente hallazgo de un puerto rios a lo largo de las vías y acomodándose a
fluvial de época romana en la parte norte de la topografía de la zona, surcada por canales
la ciudad (BURRIEL et alii, 2003). El entor- fluviales. El esquema de las necrópolis de
no de la ciudad romana y tardo-antigua re- esta fase (s. I-III d.C.) sería:
cordaría extraordinariamente al que hoy se
puede ver en zonas como la Camarga y en – s. I a.C- I d.C. Sólo registrada en la
los canales y lagunas que se extienden entre necrópolis de Cañete-Misericordia, la
Ravenna y Aquileia (RIBERA, 2002). Occidental (GARCÍA y GUERIN, 2002.
ROSSELLÓ y RUIZ, 1996). Escasas tum-
Valentia fue una de las primeras ciuda-
bas de este momento. Incineraciones.
des que Roma fundó fuera de Italia. Esta
primera ciudad se instaló en una pequeña – s. II-III. Inhumaciones normalmente
isla o península fluvial, y se encontraba den- pobres, muy pocas con ajuar, lo que di-
tro de un fluido sistema de comunicaciones, ficulta la datación a partir del s. II d.C.
tanto marítimas como terrestres, ya que la Varios cementerios:
vía Hercúlea pasaba por allí mismo o fue • Occidental: disperso a lo largo de la
desviada hacia esta nueva ciudad. El urba- vía en, por lo menos, 3 zonas, Cañete-
nismo en su fase republicana, cuando sería
Misericordia, Palomar-Quart y Busia-
colonia latina, es bastante conocido en su
nos (ARNAU et alii, 2003), aparente-
conjunto (RIBERA, 1998 y 2002b), pero de
mente separadas entre sí.
sus cementerios sólo se conoce uno (GAR-
CIA y GUERIN, 2002), de marcado carácter • Meridional/Occidental, o de la Boa-
itálico mas que romano, situado junto a la tella: gran concentración de tumbas
vía occidental, prolongación del decuma- al sudoeste (ALBIACH y SORIANO,
nus maximus, y que, para lo que suele ser 1996).
habitual, se encuentra bastante alejado del • Dudosos: este y norte (RIBERA,
núcleo urbano. 1996)
Por el contrario, la época imperial, • Periurbanos, tal vez de carácter rural:
cuando fue colonia romana, se conoce de Orriols, al norte (ALBIACH y SORIA-

162 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

NO, 1996b), Portal de Russafa, al su- II. LA ÉPOCA BAJOIMPERIAL


deste (LLORCA, 1962).
(S. IV-V): CONTINUIDAD E
Con respecto al periodo tardoantiguo, el INNOVACIÓN
panorama funerario de la ciudad, tanto pre-
sentará fenómenos de perduración, como de La primera y más conocida relación de Va-
ruptura (FIG. 1). lencia con la nueva religión cristiana se debe
al diácono Vicente, martirizado en la ciudad
el 22 de enero del 304, dentro de la gran
persecución de Diocleciano (RIBERA, 2005.
SAXER, 1989). Los testimonios sobre este
episodio martirial ya aparecen en fuentes no
muy alejadas a los hechos, como Prudencio
y san Agustín, lo que da a este episodio una
notable verosimilitud histórica, frente a tan-
tos otros que despiertan no pocas sospechas
sobre su autenticidad (CASTILLO, 1999).
A la hora de establecer los orígenes de
la primera topografía cristiana de Valencia,
hay que tener presente el martirio de un
personaje que no solo destacó dentro del
contexto hispánico, sino que, desde un prin-
cipio, su figura alcanzó gran notoriedad en
todo el orbe cristiano de esa época (SAXER,
1989b, 1990, 1995. CASTILLO, 2002, 60 y
100). La ciudad que acogió este trascenden-
te evento, como era habitual (BUENACASA,
2003. GODOY, 1998), dispondría de todo un
entramado arquitectónico y litúrgico, vin-
culado a la figura, el cuerpo y las reliquias
del mártir, puestos a disposición de los fieles
locales y de los peregrinos. De hecho, como
iremos viendo, buena parte de los hallazgos
funerarios de los últimos años se deben ex-
plicar a través de este episodio martirial.
Este planteamiento, en sí mismo, no cons-
tituye ninguna novedad, ya que había sido
sacado a colación por los investigadores
locales (LLOBREGAT, 1977) que se habían
ocupado de la cuestión. Lo que ahora ha
FIGURA 1. Cementerios de época romana y cambiado sustancialmente es la calidad y la
tardoantigua de Valentia cantidad de los hallazgos arqueológicos, que

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 163


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LLORENÇ ALAPONT / ALBERT VICENT

establecen un esquema ininterrumpido de la los principales edificios cristianos. Sería,


evolución urbana entre los siglos III y VIII. pues, uno de los llamados escenarios irrem-
Las turbulencias de fines del s. III afec- plazables vinculados a la vida y pasión de los
taron de consideración a la ciudad romana, mártires, lugares que adquirieron la condi-
pero no acabaron con la vida y la entidad ur- ción de santidad y quedaban inmersos en la
bana de Valentia. El primer cambio fue la re- memoria colectiva de la comunidad cristia-
ducción de la superficie. Frente al abandono na (GODOY 1998, 161). Hay que mencionar
de las casas del área septentrional, se obser- una gran habitación al sur de la supuesta
va el mantenimiento de edificios públicos en prisión, que en el s. IV se convirtió en un es-
el foro y sus alrededores, con fenómenos de pacio productivo dedicado a la elaboración
ruptura y continuidad con respecto a la épo- de algún producto alimenticio, de pequeña
ca romana, que manifiestan la perduración entidad (ALVAREZ et alii, 2005). No se po-
como tal del antiguo centro cívico. Por una dría descartar la vinculación funcional de
parte, los elementos de ruptura, que son los este pequeño centro productivo con el ca-
menos, se manifiestan con el abandono de la rácter sacro de las habitaciones situadas al
basílica forense, quedando este espacio cu- norte, lo que explicaría el pequeño volumen
bierto de ruinas y escombros durante toda la que alcanzaría esta instalación y que iría
etapa bajo-imperial. Otros edificios públicos destinado a alguna finalidad derivada de la
se mantuvieron sin muchos retoques, como cristianización del lugar, tal vez al envasado
la curia con su edificio anexo. En otros se de productos considerados eulogia del már-
efectuaron algunas reformas, como el nin- tir (GODOY, 2000, 101).
feo, el macellum o un supuesto horreum (RI-
BERA, 2000. RIBERA y ROSSELLÓ, 1999.). Una hallazgo clave para proponer esta
temprana conversión en un espacio cultual
Pero la principal actividad constructi- es el bol de vidrio tallado con escenas de la
va de fines del s. III se centró en un nuevo
traditio legis y de otros episodios bíblicos, fe-
edificio erigido sobre lo que debió ser la
chado entre fines del s. IV e inicios del s. V y
sede de un collegium, situado tras el ángulo
procedente de talleres de Roma o de Ostia.
sudeste del foro. Por sus características de
Es la pieza cristiana más antigua que se ha
aislamiento y, sobre todo, por los peculiares
encontrado en la ciudad. El lugar del hallaz-
y abundantes hallazgos de épocas posterio-
res, que se acumulan por encima y en sus go no puede ser más revelador, uno de los
alrededores, se ha identificado este lugar dos departamentos identificados como una
con una prisión. Más concretamente, con la posible celda de una cárcel. Se encontró en
que acogería el episodio martirial (MARIN el nivel de amortización del edificio, formado
y RIBERA, 1999), lo que permite explicar por una potente capa de escombros de casi
la sacralización de este lugar a partir, por un metro de espesor, que lo cubría en toda
lo menos, de fines del s. IV y hasta el VIII. su extensión. En la gran habitación central
La evidencia arqueológica sugiere que este se llegaron a recuperar no menos de 7 án-
lugar sería no sólo el primer punto de la to- foras enteras y otras cerámicas, además de
pografía cristiana en el interior de la ciudad monedas, que permiten datar esta destruc-
sino que, tal vez, fuera el pivote sobre el que, ción en el primer cuarto del s. V (RIBERA y
a lo largo del tiempo, se irían extendiendo ROSSELLÓ, en prensa), momento en el que

164 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

ya se habría consolidado la cristianización un gran mausoleo, o un pequeño templo pa-


de, al menos, este edificio. gano, rodeado por un amplio recinto sacro,
el temenos, bien delimitado por largos y sóli-
El mantenimiento de la entidad urbana
dos muros de opus caementicum. Un cemen-
de Valencia en el s. IV explicaría que pudiera
terio del s. II d.C., con varios enterramientos
acoger un acto judicial relacionado con la
que ha proporcionado ajuares tan peculiares
gran persecución de Diocleciano, bien se-
como caparazones de tortuga, posiblemente
cundada por su colega occidental, Maximia-
los restos de algún instrumento musical, se
no, del que dependería Hispania. El nuevo
extiende por fuera del recinto sacro, lo que
edificio administrativo configurado a fines
nos lleva a pensar en el original carácter no
del s. III y la cercana curia y el foro debieron
funerario del conjunto edilicio. Por su tipolo-
ser los espacios en que se desarrollaría, más
gía nos queda la gran duda sobre la filiación
o menos públicamente, este episodio, esce-
de este interesante edificio, que para sus ex-
nario forense que se repite en otros procesos
cavadores es un mausoleo templiforme (AR-
martiriales, como el de los santos de Calagu-
NAU et alii, 2003) y para nosotros se podría
rris, Emeterio y Celedonio (GODOY, 2000).
tratar del templo de un santuario extramu-
ros, lo que sería más acorde con su tipología
y la falta de enterramientos en el interior
A) LOS CEMENTERIOS DEL BAJO del recinto (JIMENEZ y RIBERA, 2005). En
IMPERIO época tardo-antigua, por el contrario, las se-
En las necrópolis de este momento se en- pulturas, en número de 16, se encontraban
cuentran indicios, tanto de continuidad alrededor del templete, al menos en su lado
como de ruptura con el periodo romano pa- occidental, que es la única parte excavada.
gano. Del norte de la ciudad, junto a la Vía Todas, menos una, están dentro del antiguo
recinto sacro, lo que vendría a indicar la
Augusta, pero ya a 1,5 km. del núcleo urba-
conversión del edificio al culto cristiano. Los
no, procede un mausoleo del s. IV, con varios
más fiables datos cronológicos, ante la falta
sarcófagos de plomo y algún ajuar personal
de ajuares, son dos inhumaciones en ánforas
(RIBERA y SORIANO, 1987), zona en la que
hispánicas, de las formas Keay XIX y XXIII,
se conoce la presencia de tumbas romanas
de los siglos IV y V, así como las cerámicas
desde el s. II d.C. (ALBIACH y SORIANO,
del relleno sobre el que asientan las sepultu-
1996b), por lo que aun debe tratarse de un
ras, que van de fines del s. III a mediados del
cementerio pagano, que por su distancia a
s. IV. Este cementerio, pues, se iniciaría a
Valentia, tal vez deba relacionarse más con
partir de la segunda mitad del s. IV. La mayo-
el ámbito rural que con el urbano. Reciente-
ría de las tumbas son fosas con cubierta de
mente ha aparecido otra inhumación del s.
tegula, de difícil datación, pero también hay
IV con una esplendida botella de vidrio.
una cista de losas, morfología funeraria que
Las recientes (2002) excavaciones de la en la necrópolis episcopal aparece a partir
plaza del Marqués de Busianos han permiti- de fines del s. VI, lo que podría indicar que
do localizar otra zona funeraria, la occiden- este cementerio llegaría hasta esas fechas
tal, en la que se perpetua en época tardoan- (ARNAU et alii, 2005). Posteriormente, jun-
tigua un cementerio romano del s. II d.C.. El to al templo se levantó una mezquita y sobre
elemento más interesante de este lugar es ella se edificó la actual iglesia medieval de

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 165


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Sant Nicolau, en lo que es un ejemplo de la mar la veracidad de la tradicional suposición


milenaria perpetuación de esta zona como que sitúa en esta iglesia la tumba de San Vi-
un lugar de culto. cente, alrededor de la cual iría surgiendo lo
que debió ser el primer cementerio cristiano
De carácter muy distinto sería el área
de Valentia.
funeraria localizada a 1 km. al sur de la
ciudad, junto a la Vía Augusta, en el barrio Si en el s. IV el mártir fue enterrado en
de la Roqueta, zona de la que no se conoce la Roqueta, allí tendría lugar la normal evo-
la presencia de sepulturas romanas y en la lución de los sepulcros martiriales. En un
que la tradición sitúa el lugar donde, tras su principio habría un pequeño mausoleo que
muerte, fue enterrado San Vicente. Se sabía daría lugar, tal vez a fines del s. IV, a una ba-
que al final del periodo islámico, en 1238, sílica funeraria, constituyendo desde fechas
a la llegada de Jaime I, aun había allí una tempranas un núcleo de culto martirial, con
decrepita iglesia y una pequeña comunidad la consiguiente atracción de peregrinos y de
mozárabe (GARCÍA OMS, 1984). Por órde- los fieles locales y su probable conversión en
nes del rey, la basílica fue derruida y en el un suburbium con todos los equipamientos
mismo lugar se levantó una nueva iglesia, la que le eran propios: basílica, necrópolis, al-
primera después de la expulsión de los mu- bergue, sin descartar, más bien al contrario,
sulmanes. Los escasos sondeos arqueológi- la instalación de una comunidad monacal.
cos que en 1985 se realizaron justo al norte Sería semejante a Santa Eulalia en Mérida
de esa iglesia, dentro del convento construi- (MATEOS, 1999) y al conjunto del Franco-
do con posterioridad, depararon el hallazgo lí, en la periferia de Tarragona (MACIAS,
de un cementerio cristiano. Tres de las tum- 2000). Sin embargo, la falta de continuidad
bas, que aparecieron el patio del claustro, de las excavaciones, reducidas a una sola
parecen del s. VI, pero otra, la que se en- campaña, con unos pocos sondeos disper-
contró más cerca de los muros de las iglesia sos, impide que se conozca este yacimiento,
románica, ya sería del s. IV, al tratarse de un clave para el conocimiento de los orígenes
sarcófago de plomo con cubierta de grandes del cristianismo de Valencia.
tejas planas. (RIBERA y SORIANO, 1987). Los extensos cementerios romanos de la
En su interior se encontraba un individuo zona occidental y sudoeste, surgidos en el
adulto, depositado decúbito supino, con los s. II d.C., presentan claros indicios de cris-
brazos ligeramente flexionados, paralelos al tianización, en todo caso difíciles de datar
tronco y las manos sobre la pelvis, las pier- con precisión antes del s. V. Él de la Boate-
nas aparecían extendidas y paralelas, con los lla, al sudoeste, cerca de la ciudad pero un
pies juntos. El cuerpo mostraba claro signos tanto alejado de las vías principales, tan sólo
de haber sido amortajado en el interior de ha dado una tumba que se puede catalogar
un sudario, con ataduras a la altura de los inequívocamente como cristiana, la que es-
hombros, los codos y los tobillos. El estudio taba cubierta por un mosaico sepulcral, ha-
de la morfología del cráneo realizado por F. llazgo que indicaría, además, la existencia
Puchalt (en Ribera y Soriano, 1987, 161) in- de un mausoleo o de una basílica funeraria
dica que se trataba de un individuo femeni- (RIBERA, 2000, 26). La gran mayoría de los
no, adulto, de una estatura entre 1,60 y 1,65 modestos enterramientos de este cemente-
m. Esta nueva necrópolis vendría a confir- rio eran simples fosas con cubiertas de tegu-

166 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

la y normalmente sin ningún ajuar, por tan- ya encontramos su primera mención, que
to, difíciles de fechar, ya que esta tipología hace referencia a un obispado ya importante
funeraria se registra en Valentia desde el s. y consolidado, que acogió un Concilio de la
I al VI. Las escasas sepulturas con ajuares, provincia Carthaginensis. Por consiguiente,
que podrían ser las más antiguas, dan fechas la categoría episcopal debió ser alcanzada
del s. II y III (SORIANO 1989), por lo que se con bastante antelación. A pesar de la falta
supone una amplia duración, hasta el s. V o total de datos sobre la organización inicial
VI, para este extenso cementerio. episcopal del País Valenciano (LLOBREGAT,
1975 y 1977), la comparación con lo que
A inicios del s. V, en varios lugares de sabemos de los orígenes de otras sedes, ya
la ciudad se ha constatado un momento abundantes a principios del s. IV en la Bé-
destructivo general, acompañado de alguna tica, como reflejan las actas del Concilio de
ocultación monetaria (MAROT y RIBERA, Elvira, o de las más cercanas Baleares, de
2005). En la zona del foro se ha manifestado las que se conocen obispos en Menorca a
en el incendio y derrumbe total del edificio inicios del s. V y de las otras islas en pleno
administrativo cristianizado, que quedó cu- s. V (AMENGUAL, 1988), hace pensar que,
bierto por una potente capa de escombros. por estas mismas fechas, en una zona litoral
El vecino macellum también quedó amorti- tan romanizada y urbanizada como la valen-
zado en este mismo periodo. La continua ciana, ya debían configurarse los primeros
inestabilidad que sufrió Hispania entre el obispados, al menos en las ciudades más
409 y el 472, con la llegada, primero, de importantes, Valentia e Ilici. La aun escasa
suevos, vándalos y alanos, y, finalmente, la realidad arqueológica de estos iniciales pa-
conquista de los visigodos de Eurico en 472, sos del cristianismo habla de la aparición de
explica la reiterada evidencia arqueológica sus primeros rasgos topográficos, como muy
de carácter destructivo. tarde, a partir de fines del s. IV, tanto en ple-
Esta rotunda fase destructiva rompería no centro de la ciudad como en los espacios
la lenta evolución urbana que desde una tí- funerarios periféricos.
pica urbs romana estaba sólo empezando a
configurar los inicios de la ciudad cristiana.
Este final convulsivo de la Valentia romana III. EL PERIODO VISIGODO:
supuso una fuerte ruptura, mucho más in-
TUMBAS PRIVILEGIADAS Y
tensa que la se produjo entre el Alto y la del
Bajo Imperio, ya que el colapso de la ciudad OTRAS NO TANTO (FIG. 2)
antigua, más cristianizada en el fondo que
La segunda mitad del s. V es una etapa espe-
en la forma, iba a facilitar la creación de un
cialmente desconocida, pero también es un
nuevo y bien distinto núcleo urbano, espe-
periodo difícil de ajustar cronológicamente.
cialmente en la zona meridional del foro,
Debido a esto, se presenta un serio proble-
donde, en el s. VI, surgió un gran grupo epis-
ma a la hora de precisar la cronología de
copal, prueba fehaciente de la consolidación
algunos elementos importantes del grupo
y triunfo de la topografía cristiana.
episcopal. Hasta hace muy poco, habíamos
Nada se sabe seguro del obispado de supuesto que las primeras construcciones y
Valencia con anterioridad al s. VI, cuando el primer cementerio que surgieron alrede-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 167


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LLORENÇ ALAPONT / ALBERT VICENT

algunos elementos arqueológicos podrían


ser de la segunda mitad del s. V y no del s.
VI, como anteriormente siempre se habían
colocado, aunque siempre existía la duda al
tratarse de dataciones difíciles de ajustar. Se
podría proponer, en suma, que algunos de
estos componentes, precisamente los más
modestos, formarían un momento urbano
previo a la monumentalización del segun-
do cuarto del s. VI, promovida por el obispo
Justiniano, expresión valenciana de la figura
del obispo-constructor (PICARD, 1991), con
cuyo obispado, entre 530-550, coincidirían
las fechas arqueológicas que nos dan los
muros de la catedral, del baptisterio y del
mausoleo cruciforme.

A) LA PRIMERA NECRÓPOLIS
URBANA (S. V-VI)

El elemento de más controvertida datación


es la primera fase de la necrópolis (FIG. 3)
que surgió sobre los escombros del edificio
que albergaría el martirio, que sería el pri-
mer cementerio localizado intramuros. Su
tipología funeraria, manifestada en unas
30 tumbas, es de tradición romana: fosas
cubiertas con tegulae (FIG. 4) y unas pocas,
infantiles, dentro de ánforas y no presentan
FIGURA 2. Necrópolis intramuros en los siglos
VI-VII
ajuar. Para su datación, el elemento más evi-
dente es que son inmediatamente posterio-
res a la destrucción del edificio público, ya
dor y por encima del antiguo edificio públi- que se instalan sobre sus escombros, lo que
co relacionado con el lugar del martirio, ya indica, pues, un momento posterior a me-
sería de la primera mitad del s. VI (RIBERA diados del s. V. De las cuatro ánforas usadas
y ROSSELLÓ, 2000. PASCUAL et alii, 2003. como sepulcros, dos son de las formas Keay
RIBERA, 2003). Esto significaba aceptar un XIX y la K. XXXVIB, no pudiéndose clasifi-
hiatus de un siglo, entre la destrucción de car las dos restantes, ambas cilíndricas de
inicios del s. V y las grandes construcciones origen africano, por su deficiente estado de
del grupo episcopal de la primera mitad del conservación. El ánfora africana K. XXXVIB
s. VI. Pero este lapso negativo tal vez no exis- es propia del s. V y de la primera mitad del
ta, o se debería acortar, sí consideramos que VI. La K. XIX, hispánica, es de los s. IV-V

168 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

FIGURA 3. Las excavaciones de l’Almoina en los siglos V-VI

FIGURA 4. Tumbas de tradición romana sobre el edificio público que albergaría el martirio (s. V-VI) (foto S.I.A.M.)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 169


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(KEAY, 1984), fechas que concuerdan con Tal vez fuera más razonable acogerse
la ubicación estratigráfica, habida cuenta la estrictamente a lo que nos dice la eviden-
normal perduración de estos contenedores cia arqueológica, que estaría más a favor de
en sus usos secundarios, como cuando apa- una fecha de la segunda mitad del s. V, tal
recen en los cementerios. El uso de ánforas como hemos visto que sugieren las ánforas.
en tumbas infantiles es algo habitual. En Va- Con este planteamiento, habría que pensar
lentia ya se conocen para la época imperial y que poco después de la gran destrucción de
bajo-imperial en la necrópolis de la Boatella, la primera mitad del s. V, los fieles, más o
donde aparecen ánforas de los s. I a.C. al IV menos espontáneamente, atraídos por un
dC. (FERNANDEZ, 1984). Para el periodo espacio ya muy sacralizado, originarían este
tardo-antiguo, hasta el s. VI o inicios del s. cementerio ad sanctos. Al mismo tiempo,
VII, por lo menos, se conocen de un extremo justo sobre la supuesta cárcel, se excavó un
a otro del litoral mediterráneo hispano, des- modesto pozo, cuya agua debió ser algo más
de Emporion (NOLLA y SAGRERA, 1995) y que agua para los que lo frecuentaban. Las
Tarraco (REMOLA, 2000) a Barbate (BER- tumbas se extendían alrededor de lo que se-
NABÉ, 1988). ría la celda del mártir pero nunca se super-
ponían a ella.
Todas las tumbas de esta fase inicial se
agrupan alrededor de la habitación que he- Hasta ahora también habíamos supues-
mos interpretado como un lugar martirial, to que la necrópolis seguiría en el tiempo
que, en la practica, funciona claramente al gran conjunto episcopal, aunque ahora
como un auténtico polo de atracción de los se expone alguna matización importante,
enterramientos, carácter que no sólo per- como sería considerar que el cementerio
durará sino que se acentuará aun más en fue, en un principio, anterior y, luego, coetá-
la segunda fase de la necrópolis (RIBERA y neo, a la gran catedral y sus anexos, situados
ROSSELLÓ, 2005), perpetuándose hasta la a pocos metros hacia el sur. Además, recien-
islamización de la topografía, que comenzó temente, en 2004-2005, se ha comprobado,
a fines del s. VIII. Algunas de las grandes que en la misma zona donde se alzaron los
cistas colectivas del periodo posterior, data- edificios del s. VI, hubo, con anterioridad,
das a partir de fines del s. VI y que serían una construcción más modesta, como suele
más propias del s. VII, rompían algunas de ocurrir en estos casos, aunque la poca exten-
esta primera etapa, lo que nos daría su li- sión excavada no permite más precisiones.
mite cronológico final. En anteriores estu- Hay que considerar que la ubicación en este
dios (CALVO, 2000. RIBERA y ROSSELLÓ, lugar de la catedral debió estar mediatizada
2000. RIBERA y SORIANO, 1996) habíamos por la existencia de este espacio que había
preconizado la existencia de ese vacío ocu- quedado sacralizado por haber corrido allí
pacional entre la destrucción del s. V y la la sangre del mártir: ubi sanguinem fundit
erección del conjunto monumental de la (CASTILLO, 1999).
primera mitad del s. VI, más que nada por la La primera necrópolis intramuros de Va-
normal ausencia por esa época de cemente- lencia consistió principalmente en tumbas
rios intramuros, aunque se había sugerido la de tradición romana, individuales, cubiertas
posibilidad que a fines del s. V ya se podrían de tegulae a doble vertiente e infantiles en el
haber iniciado los enterramientos. interior de ánforas. Sin embargo, aparecie-

170 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

ron también 2 tumbas colectivas con cubier-


ta de tegulae, en las que se enterrarían los
miembros de una misma familia. Su ritual
consistió en reubicar cuidadosamente en
el interior de las tumbas los huesos de los
individuos enterrados con anterioridad para
facilitar posteriores inhumaciones. Este he-
cho, junto con la agrupación familiar de las
tumbas individuales de cubierta de tegulae,
representan la transición entre el ritual fu-
nerario romano y el nuevo ideario cristiano,
que se generalizará posteriormente y que
prácticamente ha perdurado hasta nuestros
días.
La totalidad de los individuos inhuma-
dos muestran una idéntica deposición en el
interior del sepulcro (FIG. 5): el difunto se
depositaba decúbito supino, con el cráneo
ladeado a derecha o izquierda, o mirando al
frente. Las extremidades superiores exten-
didas y paralelas al tronco, con las manos
franqueando o cubriendo la pelvis, y las ex-
tremidades inferiores extendidas y paralelas, FIGURA 5. Individuo enterrado en tumba
individual de la primera necrópolis. (foto
con las rodillas y los pies juntos. La posición
S.I.A.M.)
de los esqueletos permite deducir que los
individuos se encontraban amortajados en
el interior de un sudario atado a la altura proceso de inhumación. La colocación nor-
de los hombros, los antebrazos, las rodillas malizada del finado en el sepulcro sugiere
y los tobillos, como prueba la contracción un significativo cuidado en el momento de
forzada de las clavículas, los brazos pegados enterrar el difunto. Seguramente, antes de
al cuerpo y los pies juntos (FIG. 6). que el rigor mortis impidiera la manipula-
ción de las extremidades, el cadáver era lava-
La descomposición de los cadáveres se do y dispuesto para que mostrara un aspecto
realizó en medio vacío, constatado por la digno, seguidamente el cuerpo era envuelto
desarticulación parcial de algunos compo- en un sudario y atado de forma que fuera
nentes óseos, como la mandíbula (FIG. 7), fácil su transporte y colocación en el ataúd
coxales y rótulas, tras el proceso de putre- o directamente en la tumba.
facción. Circunstancia confirmada por el ha-
Es interesante incidir en la orientación
llazgo de clavos en las tumbas que sugieren
oeste-este de los difuntos, oscilando entre
la presencia de ataúdes de madera.
los 270º y 280º respecto al Norte. La orien-
La posición del cuerpo en la tumba es tación de las tumbas tomaría como referen-
un importante elemento para reconstruir el cia la puesta del sol, como símbolo del ocaso

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 171


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FIGURA 6. Posición de manos que indican FIGURA 7. La desarticulación y desprendimiento


el amortajamiento de los cuerpos mediante de la mandíbula indican la descomposición en
ataduras. (foto S.I.A.M.) vacío de los cuerpos. (foto S.I.A.M.).

de la vida, las pequeñas variaciones estarían duos estarían en el tipo mediterráneo grá-
motivadas con la diferente época del año en cil, con un cráneo dolicocráneo, esqueleto
la cual se enterró al difunto. grácil y estatura media-baja.
En líneas generales existe una mayor El análisis morfológico de los esqueletos
presencia de individuos femeninos. La espe- nos ha permitido apreciar una circunstan-
ranza de vida estaba en torno a los 45 años cia, mencionada anteriormente, como es el
de edad para ambos sexos, aunque destaca agrupamiento familiar de las tumbas indivi-
la presencia de varios individuos entre los 50 duales. Se ha comprobado que los miembros
y 60 años, lo que indicaría que la población de tres tumbas de tegulae contiguas mostra-
de este primer cementerio pertenecería a ban rasgos genéticos idénticos. Los sepul-
una clase privilegiada, con unas buenas con- cros 63, 64 y 65 contenían tres mujeres, una
diciones de vida. de ellas de una edad comprendida entre 50
y 60 años, la segunda de entre 20 y 25 años
La estatura media está alrededor de y la tercera de entre 18 y 22 años. Las tres
1,66 m para los hombres y 1,58 m para las presentaban metopismo completo al cráneo
mujeres. Por su tipología física, los indivi- (FIG. 8), conservando sin obliterar la sutu-

172 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

FIGURA 8. Cráneo de uno de los dos individuos de tumbas de tegulae adyacentes con metopismo. (foto S.I.A.M.)

ra medio-frontal desde nasió hasta bregma. acostumbran a enterrarse en reducidas fo-


La sutura craneal medio-frontal desaparece sas, dentro de ánforas que servían de conte-
normalmente durante el primero o segundo nedor de los cuerpos de los niños, se alejan
año de vida, pero en algunos casos esta su- de las normas generales que caracterizan el
tura persiste y se puede distinguir incluso momento inicial del cementerio.
en individuos de edad avanzada. Según va-
La prematura ubicación de la necrópo-
rios autores, este tipo morfológico está de-
lis en el centro de la ciudad vendría motiva-
terminado por factores genéticos y, por lo
da por el deseo de situar los enterramientos
tanto, sería heredado por los miembros de
junto al lugar del martirio de San Vicente, y
una misma familia (BROTHWELL, 1981).
también, en segundo termino, por la agru-
Este hecho se confirma con la existencia de
pación familiar de las tumbas individuales
dos tumbas de tegulae, colectivas (sepultu-
pertenecientes a las elites sociales (CAL-
ras 3 y 4), que alojaban respectivamente 3 y
VO, 2000, 193). Esta reunión familiar de
4 individuos. Además, las dos contenían los
las tumbas es sin duda el precedente de las
restos esqueléticos de dos subadultos. En la
tumbas colectivas de la segunda fase.
primera de ellas un individuo infantil de 10
años, y en la segunda de 6 años. Evidente- Mención a parte merece la tumba co-
mente, tanto el carácter colectivo de estas lectiva 41, la cual contenía alrededor de 15
tumbas, como la presencia en las mismas de individuos, todos ellos enterrados al mismo
individuos subadultos, cuando estos últimos tiempo. Esta fosa común podría relacionar-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 173


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se con alguna de las frecuentes epidemias Además de ese incipiente nuevo edificio
de esta época, como la tristemente famosa del s. V, situado al sur, esta necrópolis, cuya
“gran peste de Justiniano”, la primera ola de fecha temprana se explica, con bastante faci-
la cual comenzó el año 541, y durante tres lidad, por la presencia de este espacio singu-
años asoló el imperio bizantino y el resto del lar1, no sería un elemento aislado en medio
Mediterráneo (CALVO, 2000, 195). de una ciudad arrasada, aunque en un prin-
A primera vista, en Valencia parecería cipio tal vez si lo fuera. En la zona oriental y
prematura la entrada de enterramientos en sudeste del antiguo foro, la destrucción del
el núcleo urbano, aunque tampoco sería el s. V acabó con el edificio publico administra-
más antiguo conocido, caso de las sepultu- tivo, cuyo espacio y, tal vez, el de la basílica
ras urbanas de Setif, de la segunda mitad romana, se convirtió en un cementerio. El
del s. IV (FASOLA y FIOCCHI, 1989, 1167. macellum también fue destruido pero sobre
PERGOLA, 1998, 59), pero sí uno de los pri- él se levantaron los muros de otro edificio,
meros que rompería con la antigua norma y cuyas piedras, por su forma y proximidad,
costumbre romana de prohibir los cemente- parece que fueron sacadas del vecino ninfeo,
rios al interior de las ciudades. tras un expolio sistemático2 realizado a fines
Recientes excavaciones en l’Almoina, en del s. V (PASCUAL et alii, 1997). Esta nueva
2005, han localizado otro probable cemen- parcelación del espacio del antiguo mercado
terio de este primer momento al este de la aun mantenía la orientación ortogonal ro-
Vía Augusta, sobre lo que era la mitad sur del mana pero no respetaba las líneas de facha-
gran ninfeo romano. Sólo se ha localizado una da anteriores, ya que invadió lo que fue la
tumba, junto a la piscina columnada también acera peatonal del cardo maximus, inician-
descubierta en ese mismo año, lo que plantea do el típico proceso de invasión de las vías
nuevas perspectivas de investigación que aho- publicas tan propio de la antigüedad tardía
ra sería prematuro desarrollar. (WARD-PERKINS, 1996).
Este nuevo edificio, que tal vez funcio-
1
naría con la curia, sirvió como límite septen-
| La existencia de la cárcel donde estuvo ence-
trional de la primera necrópolis, aunque en
rrado y fue torturado San Vicente es tan fuerte hoy en
día en Valencia, que en la ciudad actual existe no uno su interior se encontró una tumba individual
sino dos lugares en los que la tradición ha situado este de tradición romana. Dado su irregular esta-
edificio (SORIANO y SORIANO, 2000) do de conservación general, aunque algunos
2
| El saqueo organizado de los antiguos edificios tramos de sus muros demostraban solidez y
romanos constituyó una practica más que habitual de
la edilicia tardoantigua y, más aun, en una zona como
excelente factura, no se ha podido precisar
Valencia, donde la piedra natural esta bastante lejos su funcionalidad, aunque debe tratarse de
debido a su situación en medio de una llanura aluvial. un edificio público integrado en el grupo
En época romana imperial, la mayor parte de la piedra episcopal.
utilizada en los edificios públicos venía de canteras ale-
jadas más de 25 km. Otros edificios romanos perduraron,
3
| En los primeros siglos del periodo tardoan- con alguna reparación y reforma. Sería el
tiguo fue bastante normal que los antiguos y sólidos caso de la curia y su anexo, el horreum y el
edificios cívicos y paganos, cuando no servían de can-
tera, se adaptaran o transformaran a las necesidades
ninfeo3, aunque es difícil precisar la nueva
del culto cristiano. Los ejemplos son muy abundantes función que asumirían. En un primer mo-
(FERLENGA, 1990. VAES, 1989 y 1990). mento, pues, se podría suponer una modesta

174 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

recuperación de la fase destructiva del s. V,


en la que destacaría la irrupción de un ce-
menterio, el mantenimiento de algunos de
los antiguos edificios y la modesta construc-
ción de alguno nuevo.

B) LA CATEDRAL Y SUS
CEMENTERIOS

En la primera mitad del s. VI se alzó un gran


complejo religioso (FIG. 9), del que cono-
cemos mejor dos edificios anexos, adosados
en un momento inmediatamente posterior,
que el cuerpo principal: la catedral. De ésta
sólo tenemos constancia arqueológica de un
tramo del ábside y otro del muro de cierre
septentrional. Si calculamos el eje central
del ábside, se observa que el muro septen-
trional estaría de esta línea axial a la misma
distancia que la pared meridional del pasillo
perimetral que enlazaba la catedral con el
mausoleo, 18 m, por lo que la anchura del
edificio estaría en torno a los 36 m.
En un momento posterior, a mediados
del s. VI, a esta gran construcción se le aña-
dieron dos anexos monumentales a ambos
lados de su cabecera, invadiendo, y anulan-
do, el espacio que desde hacía más de 600
años ocupaba el cardo maximus. Al norte FIGURA 9. Jerarquización funeraria del grupo
se instaló un gran baptisterio (PASCUAL et episcopal en el s. VII.
alii, 2003), y, tal vez un poco después, al sur
se alzó un mausoleo cruciforme, tradicio- taló sobre el cardo maximus. Un pavimento
nalmente conocido como la Cárcel de San de opus signinum se extendía por todo el
Vicente, que no es ninguna prisión pero que edificio. En tres de los cuatro ángulos ex-
si creemos que tuvo algo que ver con el már- teriores de la cruz había una gran tumba
tir. Se conserva toda su planta en forma de monumental hecha con losas y sillares (FIG.
cruz, aunque en un estado bastante irregu- 10), aunque en el otro ángulo, el del sudoes-
lar. Mientras el ala septentrional esta casi in- te, también podría haber otra, pero estaría
tacta, incluyendo la bóveda, de la meridional arrasada. Tan solo se ha conservado intacta
solo quedaban los cimientos, y la oriental y una de estas sepulturas, la del ángulo nor-
la occidental han mantenido buena parte de deste, que contenía los restos esqueléticos
sus paredes. El eje central, el crucero, se ins- de un individuo masculino de unos 60 años,

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 175


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el importante personaje encontrado en esa


tumba privilegiada tiene muchas posibilida-
des de ser el famoso obispo Justiniano que,
al mismo tiempo, también sería el promotor
del mausoleo. Ya nos parece más discutible
que el destino principal de este gran sepul-
cro fuera el de alojar el cuerpo de un obispo,
por muy importante que este sea. La inter-
pretación que suponemos más lógica y ajus-
tada con las costumbres de la época sería
vincular la construcción de este ciertamente
importante sepulcro con la principal figura
de la Valencia tardo-antigua, San Vicente.
Sabemos que su cuerpo y reliquias impor-
tantes fueron trasladadas desde la periferia,
FIGURA 10. Tumba adosada al mausoleo la Roqueta, al centro de la ciudad (SAXER
cruciforme (fase visigoda) (foto S.I.A.M.) 1995). Además, también se conoce que
Justiniano se proclamaba un ferviente devo-
to del mártir, al que hizo heredero de sus
1,70 m. de estatura y complexión robusta, bienes (LINAGE 1972). Detrás de esta he-
con claros signos de osteoartritis en la ar- rencia podría entrar la construcción de este
ticulación de ambas rodillas, hecho que de- mausoleo. Actuando de esta manera, bajo el
nota una condición de obesidad, signo evi- paraguas del sepulcro y del culto al santo, el
dente de un elevado estatus social: prelados obispo tendría la ocasión más digna, y dis-
o dignatarios de alto rango. Estas grandes creta, de hacerse una sepultura propia sin
tumbas parecen idénticas a las colectivas de preocuparse por una denuncia de soberbia,
l’Almoina, del s. VII, fecha que podría coinci- como habría ocurrido si se hubiera cons-
dir, pero esta es individual y esta precintada truido una tumba monumental solo para él,
des del principio, al contrario que las otras, algo que se criticaba y regulaba en las Actas
que tienen como una puerta para continuar
conciliares. Al pie del mausoleo empezaba
haciendo enterramientos durante un largo
un largo corredor que lo enlazaría con la ca-
periodo (RIBERA y SORIANO, 1996).
tedral, y que, a ambo lados, aparecía subdivi-
La función de este edificio de planta do por arcosolios que acogerían sarcófagos,
cruciforme no fue otra que la funeraria, no formando una necrópolis muy privilegiada
siendo un “edifice cultique” ni una iglesia, en el interior del edificio, seguramente la
como provisionalmente se había considera- de los obispos posteriores a Justiniano, que
do en los primeros momentos (SORIANO, buscarían la proximidad con el sepulcro del
1995), cuando aun no se había excavado mártir y del obispo. Evidentemente, una de
en el interior y no se había encontrado la las mejores ubicaciones sería la de este cuer-
tumba excavada en el centro del crucero, po enterrado en el crucero, porque estaba
que dejó claro que era un mausoleo (ROS- muy próxima, prácticamente al pie, de las
SELLÓ y SORIANO, 1998). Tal como se ha reliquias martiriales, que se encontrarían en
propuesto, consideramos bien plausible que el espacio más destacado de este edificio,

176 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

que, obviamente, no puede ser otro más que el sarcófago. Éste, tradicionalmente, se ha
la cabecera del mausoleo. Allí debieron es- llegado a identificar con el que ahora se
tar, bien a la vista de todo el mundo, porque conserva en el Museo de Bellas Artes de Va-
la misma razón de ser de este edificio era lencia, recuperado en el siglo XIX del cuar-
destacar a un personaje excepcional, por lo tel que acogía la unidad que, precisamente,
que su presencia material debería hacerse desmanteló parte de la iglesia de la Roqueta
totalmente efectiva, tanto a los visitantes y durante las guerras carlistas, lo que permite
peregrinos, que circulaban por el interior, una mínima, pero hipotética, posibilidad de
que verían la tumba al final de un pasillo ja- relación con la tumba del mártir (LLOBRE-
lonado por sarcófagos, como para los que es- GAT, 1977, 56).
taban al exterior, que también podrían con- Los materiales cerámicos encontrados
templarlo a través de las ventanas situadas a en los niveles de construcción llevan al s. VI
los tres lados de la cruz, auténticas feneste- el momento de erección de este mausoleo,
llae confessionis, desde donde se podría orar fecha confirmada por el análisis del C14 del
con la vista puesta en los sepulcros del már- esqueleto de la tumba central, que dio la mi-
tir y el obispo, que aunque de menor “santi- tad del s. VI como el momento de su muerte.
dad”, por lo que sabemos (LINAGE, 1972), Era un individuo masculino, de 50 años, con
también debió ser objeto de veneración. En signos artrósicos que indicaban un signifi-
otras zonas funerarias coetáneas, los sarcó- cativo sobrepeso, y por tanto una buena ali-
fagos de personajes relevantes estaban a la mentación. Correspondía a una inhumación
vista de la gente (PICARD, 1989, 534), si- secundaria, es decir, que los restos del difun-
guiendo la ceremonia de la elevatio, por la to fueron trasladados desde otro sepulcro. Si
que se exponían públicamente las reliquias este individuo falleció a mediados del s. VI,
de los santos (CASTILLO, 1999, 91). por su edad también coincidiría bien con los
En el centro de la cabecera del mau- rasgos del obispo Justiniano (ROSSELLÓ y
soleo se ha señalado una perforación que, SORIANO, 1998). Este edificio funerario se-
en su momento, se asoció con el hueco del ría erigido por estas mismas fechas, tal vez
pie de un altar. Así, en el montaje exposi- un poco después de la muerte del obispo,
tivo actual, se ha instalado allí un altar de que primero pudo estar provisionalmente
un solo pie, que, sin embargo, procede de sepultado en otro lugar mientras concluía
las excavaciones de l’Almoina y es una mesa la construcción del mausoleo. En todo caso,
auxiliar que iría adosada a una pared (ES- este anexo funerario siempre sería posterior
CRIVÀ et alii, 1990). En la cabecera no había a la catedral, a la que se adosaría, al igual
ninguna evidencia de otra tumba, pero con que el baptisterio.
la desafección del culto cristiano, a partir de Esta relación tan estrecha entre un obis-
la segunda mitad del s. VIII, el mausoleo se po y un mártir, es muy corriente en muchos
convirtió en un “hamman”, un baño árabe, otras lugares a lo largo de los primeros si-
que arrasaría con todos los elementos que glos del cristianismo, cuando determinados
habían estado colocados sobre el pavimento. episcopos se apropiaron del espontáneo cul-
Además, la mencionada perforación también to a los mártires, para canalizarlo mediante
se podría deber a un elemento de sujeción grandes edificios en beneficio de la organi-
de la plataforma, sobre la que se colocaría zación eclesiástica oficial (REYNAUD et alii,

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 177


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LLORENÇ ALAPONT / ALBERT VICENT

1989, 1499), por no mencionar los nume- TO, 2003) donde se encuentra la más alta
rosos casos de la “inventio” de reliquias o concentración de estos mausoleos crucifor-
cuerpos de mártires por parte de obispos de mes adosados a basílicas: Santa Mª Formosa
sedes importantes que no contaban con nin- en Pola (UJCIC, 1995), San Félix y Fortuna-
gún mártir que glorificara su ciudad. Entre to en Vicenza, San Opilión y San Prodocimo
otros, esto sucedió en Milán a fines del s. en Padova o San Lorenzo y San Simpliciano
IV, cuando San Ambrosio (PRICOCO, 2003) en Milán (TESTINI, 1980).
enterró los cuerpos de los mártires “descu- El largo episcopado de Justiniano y, por
biertos”, Gervasio y Protasio, en la basílica ende, la construcción de los principales edifi-
Martyrum, para después instalar también cios del grupo episcopal de Valencia, coinci-
allí su tumba (FASOLA y FIOCCHI NICOLAI, dió con el llamado periodo ostrogodo, larga
1989, 1159). En Valencia, por el contrario, etapa de casi medio siglo, entre 507 y 549,
la existencia desde un principio de uno de que siguió a la derrota visigoda frente a los
los mártires más reconocidos facilitó este francos en Vouillé, que les obligó a evacuar
proceso. En Hispania se pueden referenciar las Galias y a instalarse en Hispania. Durante
otras numerosas asociaciones entre obispos esos años, el control del reino visigodo estu-
y mártires: Nonito y San Félix de Gerunda, vo en manos de los godos de Italia, época de
Asturio y los niños mártires, Justo y Pastor, consolidación y estabilidad, en la que tuvo
de Complutum, Masona y Santa Eulalia de lugar una notable actividad constructiva
Emerita (GORDILLO, 2003). (GARCIA IGLESIAS, 1975). Los referentes
En la época tardoantigua, los edificios arquitectónicos que encontramos en el nor-
cruciformes, normalmente con finalidad fu- te de Italia para los edificios de Valencia tal
neraria, se encuentran de un extremo a otro vez procederían, pues, de contactos e influ-
del Mediterráneo: desde Portugal (MACIEL, jos propiciados durante este momento.
1998) a Crimea. En esta alejada región del No es difícil encontrar otros casos de
mar Negro son especialmente frecuentes asociación de un sepulcro martirial alrede-
y en un caso la tumba importante estaba dor del que se organiza el cementerio epis-
en un sarcófago sobre la superficie (PÜLZ, copal. Así sucedió en Emerita, que acogió
1998, 36)). Es muy posible que el más anti- el martirio de Santa Eulalia, coetáneo y tan
guo sea el mausoleo de Gala Placidia, en Ra- autentico como el de San Vicente, aunque
venna, construido por esta emperatriz en la en esta ocasión los obispos no trasladaron
primera mitad del s. V, pero no para ella sino el cuerpo de la santa a la ciudad, sino que
para San Lorenzo y después se le asociaron fueron ellos a enterrarse junto al mausoleo,
los santos Nazario y Celsio. En su interior, pronto convertido en basílica funeraria, don-
por lo menos desde el s. XIV, tres sarcófagos de, desde un principio reposaron los restos
ocupan otras tantas alas de la cruz. Aunque de la santa. Además, a su alrededor se fue
ahora es un edificio exento, en origen for- formando un suburbium del que se conoce la
maba parte de la iglesia de la “Santa Croce”, existencia de un xenodochium y dos monas-
a la que estaba unido por un largo corredor terios (MATEOS, 1999). También en Salona
(BOVINI, 1950), como también estaría en los obispos se enterraron extramuros, junto
Valencia. Además de Crimea, es en el área los cuerpos de mártires locales (MARIN,
del Adriático y del norte de Italia (CUSCI- 1989). En ambos casos, estas necrópolis

178 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

episcopales extramuros se encontraban muy del s. V y la primera del VI para la vida de la


cerca de la ciudad, mientras que en Valencia primera fase de esta necrópolis.
la Roqueta está mucho más lejos, a 1 km.
Esta necrópolis tan privilegiada, asocia-
C) EL GRUPO EPISCOPAL EN EL S.
da a la tumba de un mártir y un obispo, no
VII: UN CAMBIO EN LOS TIPOS
seria la única ni tampoco la primera de la
PERO NO EN LOS MOTIVOS
zona episcopal. Como ya hemos visto, se ha
FUNERARIOS
localizado otra, bastante diferente y proba-
blemente más antigua, al norte de la cate- La muerte del obispo Justiniano coincidió
dral, que ocupa prácticamente la misma ex- con un largo período de inestabilidad, entre
tensión que el edificio público bajoimperial, 550 y 589, que alteró las estructuras políticas
al estar excavado sobre sus escombros, lo que habían condicionado la evolución de la
que, ante la ausencia de ajuares, es el prin- ciudad y de todo su territorio (ROSSELLÓ,
cipal indicador cronológico para las tumbas, 2005). En esos años, el reino visigodo vivió
que serían posteriores a la primera mitad usurpaciones y conflictos dinásticos que
del s. V. La tipología de estas sepulturas propiciaron la llegada de los bizantinos, ya
es de tradición romana. Si no fuera por su asentados en Ceuta y las Baleares, que apro-
ubicación estratigráfica, pasarían perfecta- vecharon la ocasión para hacerse con parte
mente por enterramientos de época roma- del litoral mediterráneo hispano al sur del
na, lo que hace pensar que algún que otro rió Jucar (VALLEJO, 1993). La por entonces
cementerio extramuros, morfológicamente autónoma Valencia se convirtió en territorio
semejante, considerado como bajoimperial, fronterizo y en la ciudad se establecería una
como el de la plaza del Marqués de Busia- guarnición visigoda, para hacer frente a la
cercana amenaza bizantina. En este contex-
nos, también podría ser de estas fechas más
to hay que entender la coetánea aparición
avanzadas (SORIANO, 1996). El otro límite
del asentamiento fortificado de “València la
cronológico de estas sepulturas lo marca el
Vella”, a 15 Km. al oeste de Valencia (ROS-
cementerio que, des de finales del s. VI o a
SELLÓ, 2000) y del que estaría situado en
inicios del VII, se superpone a este. Una mis-
Alcàsser, a 15 km al sur de Valencia, donde se
ma fecha proporciona el relleno que anula han hecho abundantes hallazgos de tremises
un pozo situado sobre la supuesta prisión de la época de Leovigildo asociados a pecu-
martirial, que funcionaria al mismo tiempo liares enterramientos en cámaras excavadas
que el primer cementerio. Su agua, como en la roca (ALAPONT y TORMO, 2005). Esta
sucedía en otros lugares sacralizados, de- primera presencia efectiva de elementos ger-
bió ser objeto de veneración (DONCEL-VO- mánicos en el País Valenciano significaría su
ÛTÉE, 1998, 131. FORTINI, 1998, 6 y 44. plena incorporación al más centralizado rei-
GODOY y GURT, 1998). Fue cegado a cau- no que, con Leovigildo, estaba surgiendo des
sa de la construcción del pequeño edificio de Toledo (ROSSELLÓ, 1998). Esta situación
con ábside de herradura que lo cubre y que se plasmó en la realidad histórica y arqueo-
también coincide con el cambio del rito fu- lógica de Valencia, como sería la existencia,
nerario (ALBIACH et alii, 2000). Se podría en 589, de dos obispos en la misma ciudad,
pensar en el periodo entre la segunda mitad el arriano, de nombre godo, Ubiligisclus, y el

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 179


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FIGURA 11. Reconstrucción infográfica de la segunda necrópolis (fase visigoda) (foto S.I.A.M.)

católico y latino Celsinus, prueba fehacien- de la catedral, desde fines del s. VI o de los
te de que ya existía un considerable núcleo inicios del s. VII, en la zona del antiguo ce-
de gente foránea, que se diferenciaban de la menterio tuvieron lugar una serie de cambios
población autóctona por sus rasgos étnicos y relacionados con la transformación de la po-
las tradiciones funerarias. Ambos grupos se blación que residía y moría en el entorno del
agrupaban en torno a sus respectivos obispos. obispo. Urbanística y arquitectónicamente,
Dos obispos también significarían dos grupos la novedad más destacable es el ábside de
episcopales, al menos durante 30-40 años. En herradura que se construyó sobre el supues-
otros lugares, donde dos comunidades cris- to lugar martirial, atributo que le damos,
tianas distintas convivieron, caso de católicos entre varias cosas, por la existencia de esta
y donatistas en África y católicos y arrianos estructura constructiva, bien conservada en
en Italia, se sabe que tenían lugares de culto planta pero apenas en alzado. Sus cimientos
diferentes. En algunos yacimientos de estas destacan por su escasa profundidad, 30 cm,
zonas, donde se da una presencia excesiva de y su tosca técnica constructiva, al igual que
iglesias, se ha propuesto que esta abundancia la de las paredes, que contrasta con la cui-
respondería a las diversas confesiones exis- dadosa técnica usada en los monumentos
tentes (GLASER, 1997. PÜLZ, 1998, 39). de la fase anterior. La escasa anchura de los
A lo largo del s. VII, los principales edifi- muros, unos 60 cm, queda lejos del metro
cios del grupo episcopal continuarían man- que alcanzan los del baptisterio. Sellaba el
teniendo su preponderancia, pero al norte pozo rellenado con materiales de fines del s.

180 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

VI o inicios del VII, que permite fijar bien la terramiento triple murieron de una misma
fecha de su construcción. infección y, seguramente, al mismo tiempo
(ALAPONT, 2005). Por el contrario, las tum-
En una amplia zona al este del pequeño
bas agrupadas más al norte contenían los
ábside, se extendía un tosco pavimento de
restos de entre 2 y 9 cuerpos.
mortero de cal y gravas, que estaba perfo-
rado por las tumbas de la nueva necrópolis Una de las características que más lla-
(FIG. 11), que ahora no solo ocupaba el ma la atención de esta necrópolis es, pre-
mismo espacio que la anterior, de tradición cisamente, el elevado y, al tiempo, anómalo
romana, sino que continuaba hacia el norte, número de esqueletos de cada uno de estos
sobrepasando los límites del área excavada, sepulcros (FIG. 12), verdaderos mausoleos
al haberse encontrado en 1928 un sepulcro familiares, siendo excepción los individua-
en la calle de l’Almodí. Es muy clara la pos- les, tan solo uno, pero también son minori-
terioridad de este nuevo cementerio sobre tarios los que albergan 2 o 3.
el anterior, porqué algunas de estas sepultu-
ras rompían a otras de la fase inicial. Pero la
diferencia entre ambas fases es mucho más
que estratigráfica. Si la más antigua era de
indudable tradición romana, ahora el cambio
es casi total, porque se pasó de enterramien-
tos individuales a colectivos, de ausencia a
presencia de ajuares, de simples fosas con
cubierta de tegula y ánforas a grandes cistas
construidas con sillares y losas y cubiertas
con una capa de opus signinum. Lo que no
cambió fue el deseo de ser sepultado en esta
misma zona. Aunque los sepulcros de este
tipo aparecen desde el extremo norte al sur
del solar de l’Almoina, su dispersión no es
precisamente uniforme porqué, con diferen-
cia, la mayor concentración de tumbas se da
en el área que rodea el ábside por el este
y sudeste. En este espacio, relativamente
reducido, no sólo se agrupan más sepulcros
sino que es en éstos donde se registra la ra-
tio más elevada de esqueletos por sepultura.
Los dos que estaban más próximos al ábside,
a sólo 1 metro, la 30 y la 31, contenían los
FIGURA 12. Tumba colectiva de la segunda
restos de 19 y 31 personas, respectivamente.
necrópolis (fase visigoda) (foto S.I.A.M.)
Otros de este sector presentaban unas cifras
semejantes4. Solamente 2, el 57, con un in-
dividuo, y el 59, con 3, dieron cantidades 4
| 30 esqueletos la nº 19, 13 la 20, 11 la 21, 9 la
sensiblemente inferiores, aunque los del en- 24, 21 la 32, 5 la 35, 21 la 44 i 13 la 58.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 181


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LLORENÇ ALAPONT / ALBERT VICENT

La situación habitual en los cemente- crismón (FIG. 13), o se incrustaban placas


rios hispánicos de esta época es, sin em- de mármol. Tan solo se han conservado bien
bargo, la contraria, con el predominio de dos de estas cubiertas, sobre un total de 28
los enterramientos individuales y alguna, tumbas. En algún caso, un fragmento de
siempre rara, tumba doble o triple, como fuste de columna situado en el extremo oc-
sucede en Segobriga, (ALMAGRO, 1975) o cidental, haría de cipo. En la necrópolis de
Mertola (MACIAS, 1993), donde la tipología Mertola, buena parte de las sepulturas, muy
funeraria es muy parecida, aunque en Valen- semejantes a estas, tenían sobre el signinum
cia las tumbas son mas grandes y cada una una inscripción de mármol con los datos del
acogía a un grupo numeroso de gente que difunto (MACIAS, 1993).
probablemente tendría lazos de parentesco
(ALAPONT, 2005), lo que implicaría que
cada sepulcro fuera un mausoleo familiar,
propuesta basada también en la tipología de
las tumbas, hechas para volver a ser abier-
tas en cualquier momento gracias a una
losa vertical que hacía las veces de puerta,
a la que se llegaba por un pequeño corre-
dor desde uno de sus lados cortos. Sus di-
mensiones habituales eran de 2 por 3 m de
superficie y 1 m de altura. Las piedras de
buen tamaño que conformaban sus paredes
y cubierta procedían de edificios romanos,
algunas de monumentos funerarios alto-im-
periales, como la tapadera de un sarcófago
o las inscripciones del mausoleo de una de
las familias más importantes de la ciudad ro-
mana. Por encima de las losas verticales de
las paredes de la cista, se situaban otras en
posición horizontal, normalmente tres, que
componían el techo, sobre el que se coloca-
ba una capa de tierra cubierta por un rudus
de cantos de río, base del opus signinum que
se encontraba a la vista indicando el lugar FIGURA 13. Crismón inciso sobre la superficie
del sepulcro. En uno de los lados laterales de signinum de una tumba del s. VII. Archivo
cortos, normalmente el del lado oriental, SIAM. N.º 1726
se colocaba una losa vertical aislada, que
no servía de sustentación a las piedras de la Los individuos se depositaban decúbito
cubierta, porqué se usaba como puerta. De supino con los brazos extendidos paralelos
estos mausoleos monumentales sólo estaba al cuerpo y las piernas extendidas y para-
a la vista la entrada al corredor de acceso y lelas, con los pies juntos. Sin embargo, la
el pavimento de signinum, en el que se gra- inhumación de cada individuo comportaba
vaban motivos cristianos, como la cruz o el la desarticulación de los restos de los suje-

182 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

tos inhumados anteriormente, depositando conservado. La base de la tumba, sobre la


los cráneos agrupados en la cabecera de la que se dispuso el cuerpo, era el pavimento
tumba y los huesos largos, agrupados en los de un antiguo edificio del siglo IV. La pie-
laterales o a los pies, todo ello para facili- dra del acceso que funcionaba con el cita-
tar la deposición del nuevo difunto. Los in- do a pavimento, se utilizó como almohada
dividuos estaban amortajados en el interior sobre la que se apoyó la cabeza del difunto,
de sudarios y sujetos mediante ataduras. Al un hombre de entre 25 y 30 años, y 1,67 m
igual que los individuos enterrados en la fase de estatura. El esqueleto estaba dispuesto
anterior, la desarticulación de algunos com- decúbito supino, orientado oeste-este, 275º
ponentes óseos indica la descomposición en con respecto al norte. El cráneo se encon-
vacío de los cuerpos. traba comprimido sobre el pecho, mirando
ligeramente a la derecha. El individuo mos-
Aunque este grupo de tumbas se carac-
traba una pésima salud bucal, con periodon-
teriza por su carácter colectivo, también
titis y sarro considerable en toda la dentadu-
existen dos individuales (tumbas 69 y 57).
ra y exhibía una grave infección bucal, con
La primera de ellas se localiza al norte de
cuatro grandes abscesos, dos en el maxilar
la necrópolis, apartada del centro primor-
y dos en la mandíbula, circunstancia que
dial del cementerio. Consistía en una fosa
probablemente le causó la muerte. Además,
excavada en el suelo de forma rectangular,
todos los dientes del maxilar superior y los
que se adaptaba a las dimensiones del cuer-
molares de la mandíbula presentaban caries,
po de un hombre de entre 16 y 17 años. El
lo que denota una significativa ausencia de
esqueleto estaba dispuesto decúbito supino,
higiene dental. Destaca la presencia de fosa
orientado oeste-este, 270º con respecto al
romboide en la clavícula derecha. Este rasgo
norte. El cráneo se encontraba comprimido
indica una actividad continua de alzamiento
sobre el pecho, ligeramente decantado a la
de un objeto pesado que implica el uso de
izquierda. La posición de las extremidades
los músculos y huesos del pectoral y brazo
y los hombros comprimidos sugieren que el
derecho (MANN y MURPHY, 1990, 81-82) y
cuerpo estadía amortajado mediando liga-
que relacionamos con la utilización de al-
duras. La segunda de las tumbas se localiza
gún tipo de armamento, probablemente una
en el núcleo principal de la necrópolis situa-
espada. Todos estos datos nos permiten de-
do entre los tres edificios más importante y
ducir que el difunto podría formar parte del
representativos de la sede episcopal, el áb-
estamento militar.
side de la memoria martirial, el baptisterio
y la catedral (RIBERA y ROSSELLÓ, 2000). Otro hecho a analizar son las tumbas
Por sus importantes dimensiones y destaca- que alojan unidades familiares. Los sepul-
da inversión constructiva deducimos que se cros 15 y 59 contenían solamente tres indi-
trataba de un enterramiento relevante. La viduos. En el primero aparecieron un indivi-
tumba consistía en una fosa excavada de duo masculino de entre 25 y 30 años, una
forma rectangular cubierta por una gruesa mujer de entre 20 y 22 años y un niño de
capa de opus signinum sobre la que apareció 10 años. El sepulcro contenía un depósito
incrustada una pequeña placa de mármol, funerario consistente en una jarra de cerá-
sin inscripción incisa, aunque se podría pen- mica pintada. La segunda de las sepulturas
sar en una inscripción pintada que no se ha alojaba un hombre de entre 30 y 35 años,

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 183


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una mujer de una edad comprendida entre una estatura mucho más elevada, circuns-
los 25 y 30 años y un infante de 9 años. To- tancia que se aprecia sobre todo en los es-
dos ellos fueron enterrados al mismo tiem- queletos femeninos que evidencian una ta-
po ya que los esqueletos se depositaron uno maño corporal, en ocasiones, propio de un
sobre otro. Además, este hecho se confirma individuo masculino. Los hombres miden en
al observarse que la descomposición de los torno a 1,77 m. y las mujeres alrededor de
cadáveres ha provocado que los huesos cai- 1,62. Los cráneos son en su mayoría meso-
gan adaptándose a la posición de los cuer- céfalos o braquicéfalos y se aprecian eviden-
pos situados directamente bajo. Esta tumba tes diferencias morfológicas entre ambas
presentaba como a depósito funerario un poblaciones.
ungüentario de vidrio colocado en el ángulo
La peculiaridad de esta necrópolis hace
noroeste del sepulcro. Estos enterramientos
colectivos debemos relacionarlos con epi- de ella un caso único dentro del mundo
sodios epidémicos e infecciosos que se ex- funerario, aunque el panorama de los ce-
tendían entre los individuos más próximos menterios episcopales tardo-antiguos de
y que por tanto resultaban fatales para la Hispania no es precisamente muy rico. En
unidad familiar. Probablemente, el carácter este reducido grupo solo podríamos incluir
infeccioso y funesto de la muerte simultá- al de Barcino, de fines del s. VI e inicios del
nea de varios miembros de la misma unidad VII, que mantiene las tradiciones romanas
familiar provocaría que la sepultura dejara (BONNET y BELTRAN, 2001) o el reciente-
de utilizarse por alojar los cuerpos de otros mente excavado en los alrededores de la ba-
miembros del grupo. sílica, posible catedral, del Tolmo de Minate-
da, la antigua sede de Eio, donde bastantes
El análisis antropológico de los esque- tumbas individuales, en cajas de piedra se
letos de la segunda fase indica que serían disponen fuera del ábside (GÚTIERREZ et
integrantes de una clase social elevada, ya alii, 2005). Si la gran basílica de Segobriga
que muestran una alta esperanza de vida. La fuese la catedral, el gran cementerio que la
mayoría llegan a los 45 años y varios superan rodea (ALMAGRO, 1975) seria otra necró-
los 60. Su estatura también es notable, la polis episcopal del s. VII, que, a diferencia
mayoría de los hombres superan 1,70 m., y de las de Barcino y el Tolmo, sería, morfo-
la mayoría de las mujeres 1,60 m. Los indi- lógicamente, mucho más semejante a la de
cadores sobre dieta y salud muestran tam- Valencia, tanto por la tipología como por las
bién que gozaban de una buena nutrición dimensiones de los sepulcros y los ajuares,
desde la infancia, ya que existe por ejemplo aunque se diferencian por su predominante
una ausencia de hipoplasia dental. carácter individual, bien lejos de las tumbas
Sin embargo, el hecho más significativo colectivas valencianas. Pero esta ausencia de
es la constatación de una cierta distancia sepulcros con una densidad tan grande de
biológica entre los individuos enterrados en esqueletos es algo casi general a toda el área
la primera fase y los sepultados en la segun- mediterránea coetánea. El caso más pareci-
da, como ya apuntó Calvo (2000, 202), he- do es uno bien alejado, el cementerio del s.
cho que nos estaría indicando la presencia VII de la ciudad griega de Corinto, donde va-
de nuevas gentes procedentes del norte de rios individuos también son enterrados jun-
Europa. Resultan más robustos y muestran tos en el interior de grandes cistas, aunque

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CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

la abundancia de armas sugiere otra casuís- pa tardoantigua estaría jerarquizado de la


tica (IVISON, 1996). siguiente manera:
Este cementerio es una clara muestra 1) Primera categoría: el sepulcro de un
de los importantes modificaciones que su- mártir en el ábside del mausoleo cruci-
frieron las costumbres funerarias, que se de- forme
ben relacionar con el notable cambio pobla-
2) Segunda categoría: el sepulcro de un
cional que ocurriría con la llegada de con- gran obispo, Justiniano, en el crucero
tingentes visigodos, que pronto adoptaron el del mausoleo
rito católico pero impusieron sus practicas
inhumatorias, acabando con la tradición ro- 3) Tercera categoría: el cementerio de los
mana vigente hasta ese momento. Además, obispos, en los arcosolios del pasillo que
mediante el estudio de los numerosos esque- comunicaba el mausoleo con la cate-
letos de esta segunda fase, ha sido posible dral
distinguir su adscripción a una etnia más ro- 4) Cuarta categoría: el cementerio de los
busta que los de la primera fase (ALAPONT, dignatarios, en los alrededores del mau-
2005. CALVO, 2000), lo que indicaría una soleo.
notable substitución poblacional entre los
ocupantes del barrio episcopal. La gran con- 5) Quinta categoría: las familias que viven
centración de tumbas y el gran numero de en el centro episcopal y se enterraban
esqueletos que estas contenían estarían en alrededor de la sangre del mártir. Perdu-
la línea no solo del mantenimiento sino de ra la fe en el lugar sacro, pero cambian
un mayor desarrollo del culto a los mártires, las formas (FIG. 14 y 15).
algo bien característico del cristianismo de • s. V-VI: inhumaciones individuales, sin
los visigodos (GODOY, 1998, 167. RIBERA ajuar, tipología romana
y ROSSELLÓ, 2005). El modesto edificio
con el ábside de herradura, erigido sobre el
supuesto lugar del martirio, seria la mejor
muestra de esta devoción, junto con la basí-
lica que se construyó sobre la arena del anfi-
teatro de Tarraco, también para conmemo-
rar el lugar del martirio de los santos Fruc-
tuoso, Eulogio y Augurio (GODOY, 1995).
En la antigüedad tardía era normal sacrali-
zar las tumbas de los mártires pero también
lo era donde habían sufrido la muerte. Entre
ambos lugares era corriente la celebración
de procesiones, como sabemos ocurría en
Tarraco con sus mártires (GODOY y GROS,
1994) o en Arelate con San Ginés (HEIJ-
MANS, 2004).
En suma, el panorama funerario de la FIGURA 14. Visión lateral de una tumba
zona episcopal de Valencia durante la eta- colectiva del s. VII. Archivo SIAM

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FIGURA 15. Visión frontal de una tumba colectiva (nº 20). Archivo SIAM.

• s. VII-VIII: inhumaciones colectivas, tedral. Una inscripción (CIL II2/14, 91. IHC
con ajuar fundacional y de adorno 184) perdida desde el s. XVIII, de la tumba
personal, tipología germánica de un obispo del s. V o VI, estaba en la parte
norte del grupo episcopal, por lo que podría
relacionarse más con estas que con las de
D) LA ZONA NORTE: UN la catedral. Al contrario que en la parte sur,
CEMENTERIO ANULADO no hay apenas datos para fechar bien estas
tumbas, aunque los pocos indicios, esen-
En el s. VII la parte norte de la zona epis- cialmente de índole estratigráfico, llevan
copal experimentó no pocos cambios urba- más al s. VI que al VII. Podría pertenecer,
nísticos, aunque su lamentable estado im- pues, a un cementerio distinto, coetáneo
pide que la conozcamos en detalle. En esta al de tradición romana de la parte sur, pero
área se han localizado 5 tumbas de una fase que alojaría ya a los primeros cambios en la
precedente a estos cambios, que presentan morfología funeraria. Además, en esta mis-
poca homogeneidad entre ellas. Este grupo ma zona se alzaron dos construcciones del
septentrional estaría separado del otro por s. VII, o del VIII, que no encajarían en una
el decumanus maximus, que, como el res- área funeraria, como un hipotético y dete-
to del viario, siempre esta libre de enterra- riorado edificio poligonal (ALBIACH et alii,
mientos. Esta línea tan clara de separación 2000), dentro del que quedarían englobadas
indicaría que serían dos necrópolis distintas, dos de las sepulturas. La otra es más clara,
como la que está al este del ábside de la ca- una noria alzada con grandes sillares en su

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mitad sur y en mampostería en la norte, que plena área urbana, donde también aparecie-
es absidada. La erección de estos elementos ron 3 inhumaciones individuales (RIBERA y
debió clausurar el área funeraria y convertir SORIANO, 1987 y 1996). Curiosamente, se
esta parte en un espacio productivo, que en- encuentran muy cerca de uno de los lugares
lazaría con los campos de silos identificados que la tradición considera relacionado con
un poco más al norte, cerca del río (ROS- la figura de San Vicente: la Cárcel de la calle
SELLÓ, 2000b). Muy próxima a esta zona del Mar (SORIANO y SORIANO, 2000).
debería estar la puerta de la muralla, que
Ya fuera del recinto urbano, hacia el oes-
marcaría el límite septentrional del grupo
te, se encuentra el cementerio de la plaza
episcopal y de la ciudad.
del Marqués de Busianos, formado alrededor
A lo largo del s. VII, en el grupo epis- de un edificio pagano, un templo o mauso-
copal se definieron dos áreas funcionales leo (ARNAU et alii, 2005). Algunas de las
distintas, la meridional, desde siempre des- tumbas individuales de la Roqueta, también
tinada a zona de culto y cementerios, y la podrían ser de los s. VI-VII.
septentrional, que después de varias trans-
Otro hecho funerario es la esporádica
formaciones terminó convertida en una
presencia de cadáveres aislados, que se han
zona productiva, fenómeno que también
recuperado en por lo menos 8 lugares, de
podría haber ocurrido en la primera mitad
un extremo a otro de la ciudad, tanto den-
del s. VIII. Estos cambios podrían haberse
tro como fuera del recinto. Suelen apare-
producido a partir de la conversión de los
cer lejos de cementerios conocidos y sobre
visigodos al catolicismo, en el 589 (GODOY
grandes fosas, colocados sin ningún cuida-
y VILELLA, 1991), tras la fusión en uno sólo
do ni orientación que delate la más mínima
de los dos centros episcopales que durante
intención sepulcral, sino que, al contrario,
algún tiempo debieron coexistir.
parecen estar lanzados en los vertederos. In-
cluso, en una ocasión, en la calle Cabillers,
apareció un esqueleto tirado de cabeza en
E) LOS OTROS CEMENTERIOS DE LA una pequeña fosa. Siempre se fechan en un
CIUDAD momento avanzado de la etapa visigoda, en-
En comparación con el grupo episcopal, tre fines del s. VI o ya en el VII. Esqueletos
muy poco es lo que sabemos del resto de la aislados, incluso lanzados en pozos, también
ciudad, incluso de algunos de sus elementos se han detectado en la Mérida de este perio-
básicos. Donde mejor se han puesto de ma- do (ALBA, 1998).
nifiesto las construcciones de época visigo-
da ha sido en la arena del circo, donde no se
han producido hallazgos funerarios. IV. EPÍLOGO: EL FINAL DE LOS
Además de las necrópolis de la zona PRIMEROS CRISTIANOS
episcopal, poco más conocemos de las áreas
funerarias de la ciudad. Una gran tumba El repentino colapso del Reino visigodo no
de losas con un enterramiento colectivo, supuso una rápida ruptura de la sociedad ya
muy semejante a las grandes sepulturas de que la inevitable islamización fue un proceso
l’Almoina, apareció en la calle del Mar, en tan continuo como lento, que en lugares tan

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emblemáticos como Córdoba solo culminará


en el s. X. En buena parte del País Valencia-
no, además, a través del pacto suscrito por
Teodomiro5, el modo de vida anterior perma-
neció bastante inalterado hasta mediados del
s. VIII, cuando la instalación de abundantes
contingentes árabes, que en parte se unie-
ron a la antigua elite hispano-goda, acabó
con esta perduración visigodo-cristiana. En
778-779 Valentia fue destruida en una guerra
civil, momento que marcaría el final de la ciu-
dad tardo-antigua y el inicio de la islámica.
Sin embargo, la arqueología ha sido muy par-
ca para estos momentos de transición, tanto
para el s. VIII como para el IX.
La escasa evidencia sugeriría cierta per-
duración del núcleo cristiano hasta media-
dos del s. VIII. Aunque no se puede descartar
que algunas de las grandes tumbas colecti-
vas también llegara a este momento, con
este periodo final se relaciona la tercera fase
de la necrópolis, que podríamos denominar
FIGURA 16. Tumba mozárabe (nº 13), instalada mozárabe, de la que nos han llegado unas
sobre las del s. VII. Archivo SIAM. pocas sepulturas (FIG. 16), siempre situadas
alrededor de los dos centros de atracción fu-
5
| Este personaje ya en su juventud formaba parte neraria: la memoria martirial y el mausoleo
de la guardia y del circulo próximo al rey Egica (687- cruciforme. Se volvió a los sepulcros indivi-
702). Posteriormente mandó una flota que derrotó una
duales dentro de fosas delimitadas por pie-
incursión naval bizantina y cuando los árabes llegaron al
sur del País Valenciano, les hizo frente con suerte adversa, dras de pequeño y mediano tamaño (RIBE-
aunque consiguió negociar un pacto por el que, a cambio RA y SORIANO, 1996). Aunque estas tumbas
de tributos, le mantuvo como el señor de 7 ciudades y de suponen la perduración innegable del carác-
un amplio territorio del sudeste de la península ibérica. ter cristiano de la zona, además del cambio
Tal vez fuera el gobernador de la provincia Carthaginense
marítima. Seis de estas ciudades se concentran en las
tipológico funerario, también se detectan
actuales provincias de Alicante, Albacete y Murcia y la otros indicios de la nueva situación, al en-
ultima, Balantala, aun no se ha identificado con certeza. contrarse entre las piedras que formaban
Nosotros creemos que muy bien podría ser Valentia, por las nuevas tumbas elementos del mobiliario
la semejanza toponímica y la no excesiva distancia con las litúrgico, como fragmentos de canceles y de
restantes, que siempre tienen en común su pertenencia
a la antigua provincia Carthaginensis. Esta asimilación
altares, lo que supondría los primeros pasos
nos permitiría relacionar con este personaje el palacio de la desafección del culto cristiano de parte
del “Plá de Nadal”, a 14 Km. de Valencia, donde se ha de esta zona.
encontrado un anagrama y un grafito que aluden a un
antropónimo muy semejante a Teodomiro (LLOBREGAT Hasta el siglo X no se aprecia nueva ac-
1973. JUAN y LERMA 2000. RIBERA 2005b). tividad constructiva en la zona de l’Almoina,

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CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA... ––––––––––––

momento en que surgió un barrio artesanal integrado en las fortificaciones del Alcázar
(MARTÍ y PASCUAL, 2000) sobre la memoria mientras el mausoleo cruciforme se trans-
martirial y la antigua curia, que fueron arra- formó en unos baños (ROSSELLÓ y SORIA-
sadas, mientras que de la fase constructiva NO, 1998) y la catedral se convertiría en la
visigoda aun se utilizaron, hasta el s. XI, las mezquita. La topografía islámica se impuso
estructuras de abastecimiento hidráulico: el con toda rotundidad en el s. XI, cancelándo-
pozo y la noria. El baptisterio fue muy re- se en estos momentos lo que poco que pu-
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–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL


SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA ANALES
DE ARQUEOLOGÍA
María José Madrid Balanza / mjmadridb@hotmail.com C OR D OB E S A
Museo Arqueológico Municipal de Cartagena número 17 (2006)

Jaime Vizcaíno Sánchez / javisa@um.com VOL. II / PÁGS. 195 - 224


Museo Arqueológico Municipal de Cartagena

RESUMEN

El objetivo de este artículo es presentar la nueva necrópolis


tardoantigua de Cartagena, localizada dentro de la antigua ciudad
romana. Se diferencian en el cementerio dos fases de utilización,
cuyas características se estudian. Así, analizamos los diferentes
tipos de tumba, los ajuares, y los aspectos rituales. También, el
análisis de la dinámica interna de esta necrópolis, nos permite
considerar otros problemas acerca del urbanismo. Creemos que
el conjunto debe datarse entre los siglos V y VII d.C.

ABSTRACT

The aim of this paper is to present the new late antique


necropolis of Cartagena, which is located inside the old Roman
town. Two phases of use are distingued in the cemetery, whose
characteristics are studied. Thus, we analyse the different types
of tomb, the funerary offerings, and the ritual aspects. Also, the
analyse of the internal dynamic of this necropolis, gives us rea-
son to considerer other problems about the urbanism. We think
that the necropolis must be dated between the fifth and seventh
centuries A.D.

1. INTRODUCCIÓN

Las excavaciones llevadas a cabo en Cartagena en los últimos


veinte años, han aportado una información esencial acerca de
la configuración de la ciudad durante el período tardoantiguo.
Así, si ya a principios de los años sesenta había sido posible do-
cumentar un primer conjunto cementerial de este período en

195
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– MARÍA JOSÉ MADRID BALANZA / JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ

el territorium de la urbs, el de El Corralón la ciudad, sobre la antigua península que


(NIETO, 1962, p.363-367), y a finales de la constituía ésta en época romana, han reve-
misma década, otra importante necrópolis lado como a partir del siglo II d.C. todo el
situada en el espacio suburbano, la de San sector oriental de la misma se fue abando-
Antón (SAN MARTÍN y PALOL, 1972, p.447- nando, concentrándose la población en la
458), los trabajos realizados en los últimos mitad occidental, en la zona que, limitada
años han permitido conocer la evolución ex- por el puerto, se sitúa entre los cerros del
perimentada por el conjunto del núcleo ur- Molinete y de la Concepción, y de forma
bano, hasta adquirir una fisonomía evidente- especial, en la ladera septentrional de este
mente mutada respecto a la que había sido último, asiento del viejo teatro romano.
fruto del proceso de monumentalización au- Precisamente, la excavación de este edi-
gusteo (RAMALLO, 2000, p. 579-611). ficio de espectáculos ilustra acerca de las
En efecto, las intervenciones arqueo- transformaciones del período, en tanto él
lógicas efectuadas en el casco antiguo de mismo ocupa un lugar esencial en ellas,

FIGURA 1: Límite hipotético de la ciudad tardorrepublicana y altoimperial en trazo discontinuo, con


indicación del espacio habitado en época tardoantigua y su necrópolis oriental.

196 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

experimentando una secuencia en la que bajos de desmonte de aquella a partir del


a una primera destrucción y parcial aban- último cuarto del siglo XIX para la apertura
dono, sigue la conversión en macellum en de la calle Gisbert, habían supuesto el des-
el siglo V d.C., y luego la privatización del cubrimiento de algunos enterramientos, no
espacio, objeto de ocupación residencial a ya sólo pertenecientes al conjunto tardío
partir del siglo VI d.C. (RAMALLO y RUIZ, (ORTIZ, 1999, p. 43-47), sino también a al-
1998, p. 29-48). gún espacio cementerial anterior, quizá de
época púnica, si atendemos a las someras
En este sentido, tras una intervención descripciones de la época, que citan la apa-
inicial (BERROCAL ET ALII, 2002, p.221- rición de 17 ánforas que contenían incine-
236), los recientes trabajos de urbanización raciones, y que, en algunos casos, “tenían
que, de cara a la construcción del denomi- escritas en tinta negra casi indeleble, letras
nado barrio universitario, se han realizado fenicias”3.
entre la ladera meridional de este mismo
En cualquier caso, por cuanto se refie-
cerro, y el vecino de Despeñaperros, han
re al uso cementerial, los trabajos recien-
permitido conocer también la necrópolis
temente realizados, de los que aquí damos
que se asocia a este núcleo habitado du-
cuenta, únicamente aportan información
rante esta etapa avanzada (BERROCAL ET
para el período tardoantiguo, sellando una
ALII, 2005, p. 385-390; y MADRID y CEL- evolución previa que, para los períodos púni-
DRÁN, 2005, p. 30-39). No en vano, el men- co y romano, había compatibilizado los usos
cionado cerro de la Concepción, además de artesanales con la finalidad residencial (MA-
constituir el núcleo central de la ocupación DRID, 2004, p. 31-70).
de la ciudad hasta época moderna, alberga
también en sus límites, enterramientos de
algunos de estos períodos históricos. Así,
junto a la maqbara musulmana que acogió 2. EL EMPLAZAMIENTO
a los pies de su ladera noroccidental (POR-
TÍ ET ALII, 1999, p. 157-168), otros indi- El conjunto surge sobre el antiguo sector
cios dejan ver un destino funerario ya en urbano que ocupaba la mencionada lade-
momentos precedentes, tanto en su entor- ra nororiental del cerro de la Concepción,
no inmediato, como demuestra el hallazgo extendiéndose hacia el Este hasta las cer-
de epígrafes funerarios de época tardorre- canías del cerro de Despeñaperros. En este
publicana y altoimperial, reempleados en la sentido, aunque la delimitación se presenta
fase islámica del teatro romano (RAMALLO clara en este último extremo, donde los en-
ET ALII, 2002, p. 266); como en él mismo, terramientos no van más allá de la calle Don
como indica una noticia del siglo XVIII, que
cita la localización de un panteón funerario 1
| Museo Arqueológico Municipal de Cartagena
en la falda meridional del cerro, con motivo 2
| Museo Arqueológico Municipal de Cartagena
de los trabajos de construcción de la mu- 3
| Así lo refiere Diego Jiménez de Cisneros en
ralla borbónica (BELTRÁN, 1952, p. 67). Mediterráneo, diario independiente, quien sitúa el ha-
llazgo el día 3 de noviembre de 1902. Agradecemos la
Los indicios son más firmes además, para comunicación de la noticia a nuestro compañero, ar-
la ladera nororiental, donde ahora se ha ex- quéologo municipal de la ciudad, D.Miguel Martín Ca-
cavado la necrópolis tardía, ya que los tra- mino

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 197


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– MARÍA JOSÉ MADRID BALANZA / JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ

Matías, es algo más ambigua en el extremo Dicha área, aún dentro de un compor-
contrario, donde, si bien tenemos constan- tamiento bastante homogéneo, en función
cia de que cubrían al menos hasta la calle de ciertos aspectos constructivos, alguno
Gisbert, como dan cuenta las noticias que ritual, y muy especialmente, del análisis del
refieren el hallazgo de cinco tumbas duran- ajuar, que muestra diferencias no sólo en su
te los trabajos de desmonte del cerro de abundancia, sino incluso en la representati-
la Concepción para la apertura de esta vía vidad de las categorías que lo componen, la
(ORTIZ, 1999, p. 43-47); no sabemos hasta diversidad de elementos dentro de éstas, o
que punto podrían continuar más al Oes- incluso la diferente morfología para algunos
te de ésta, ya que las excavaciones hasta el de ellos, se ha dividido en dos sectores, uno
momento documentan en esa zona única- occidental que se origina más temprana-
mente dos enterramientos infantiles que, mente, y otro oriental más tardío (MADRID
dispuestos sobre el nivel de abandono de y VIZCAÍNO, 2006). De esta forma, como
una vivienda (DÍEZ ET ALII, 2004), no ne- expondremos a continuación, pensamos
cesariamente habrían de formar parte del que la necrópolis se originaría o al menos
conjunto cementerial. tendría una etapa importante de uso, en un
momento indeterminado del siglo V d.C.,
Más netos se presentan los límites me- representado en el sector occidental, para
ridional y septentrional de la necrópolis, seguir activa durante la fase de ocupación
pues ésta se circunscribe a la ladera Norte bizantina de la ciudad, alcanzando los pri-
de ambos cerros, sin alcanzar la zona baja meros decenios del siglo VII d.C, como pue-
a su alrededor, correspondiente a la actual de verse en el sector oriental. No hay que
calle Duque. A este respecto, resulta signifi- olvidar tampoco, que junto a este desarrollo
cativo que las inhumaciones no rebasen este espacial y sus implicaciones temporales, la
último límite septentrional, que fosiliza el estratigrafía indica también un amplio mo-
que había sido decumano principal para el mento de uso para cada uno de estos sec-
acceso a la urbe romana, en tanto ello supo- tores, de tal forma que es una constante la
ne que, independientemente de su estado de reutilización de enterramientos, con una su-
conservación, quizá precario, habida cuen- perposición de inhumaciones que en algún
ta de la reutilización de unas cuantas losas caso extremo puede llegar a los seis indivi-
de calzada en algún enterramiento y de su duos; y en menor medida, la superposición
parcial amortización en el sector occidental de sepulturas, ambas también acordes con
(BERROCAL ET ALII, 2002, p. 224; y 2005, el período de actividad que defendemos para
p. 389), al menos su trazado seguía vigente la necrópolis.
en nuestra etapa.
Por lo demás, la secuencia que propo-
Así las cosas, manteniendo la cautela de nemos, la consideración de que el sector oc-
la extensión por el margen occidental, que, cidental se origine más tempranamente, se
en cualquier caso, dado el registro aislado explica por la misma situación poblacional
de las mencionadas inhumaciones, habría de de Carthago Spartaria, en tanto parece ser
ser menos compacto, con una menor densi- una constante que los enterramientos más
dad de enterramientos, la necrópolis ocupa cercanos a la ciudad, que en nuestro caso,
un área que ronda los 1600 m2. como hemos comentado, desde un momen-

198 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

to indeterminado del siglo II d.C se ha visto la provincia Cartaginense (RAMALLO y VIZ-


reducida a la mitad occidental de la penín- CAÍNO, e.p. ).
sula, sean los más antiguos (VAQUERIZO,
Por otra parte, si bien el emplazamiento
2001, p. 86-88).
de este conjunto funerario se explica ya de
En este sentido, también estas obser- por sí por su ubicación fuera de la puerta
vaciones nos llevan a otras consideraciones urbana, circundando el principal acceso a
sobre la fisonomía urbana durante la etapa ésta según la imagen clásica, no deja de ser
tardoantigua. A este respecto, el hecho de curioso que surja también en los alrededo-
que nos encontremos ante una necrópolis res del antiguo anfiteatro romano, visible en
hasta cierto punto masiva, que además de este momento al igual que durante gran par-
rebasar los doscientos enterramientos, ocu- te de la historia de la ciudad, y quizá, dada la
pa casi toda la parte meridional de la mitad espiritualidad del momento, ligado a algún
oriental de la península, creemos que es ar- episodio martirial como ocurre en lugares
gumento suficiente para considerar de for- como Tarraco, en donde se construye la
ma definitiva su ubicación extra moenia, ya memoria de los mártires Fructuoso, Augurio
que los enterramientos intraurbanos, liga- y Eulogio sobre la antigua arena, sirviendo
dos especialmente al fenómeno de cristiani- como polo de atracción a una necrópolis
zación del paisaje urbano, no se realizan con (TED’A, 1990 y GODOY, 1994, 181-210).
fuerza más que especialmente a partir del No en vano, precisamente el mantenimiento
siglo VI d.C, y en número no excesivamente de la estructura del edificio de espectáculos
elevado (MATEOS, 2005, p. 49-62 y GODOY, cartagenero, alimentó la piedad popular aún
2005, p. 63-72.). De esta forma, podríamos hasta época moderna, y así, tenemos cons-
descartar ya, que la vieja muralla de época tancia de la existencia de excavaciones en
púnica, hasta cuyo entorno se aproxima la primera mitad del siglo XVIII, con la fina-
nuestra necrópolis, pudiera seguir siendo lidad de localizar los restos de los mártires
utilizada durante época tardía, momento en cuya passio algunos cronicones situaban en
el que creemos habría de utilizarse un nue- la ciudad. A este respecto, mientras que la
vo cerco, que, aún no documentado, podría veracidad de tales tradiciones, que en espe-
ubicarse a partir del límite oeste de nuestra cial atañen a los santos Philemon, Dominino
necrópolis, en las proximidades de calle Gis- y Consesa, se encuentra en entredicho, no
bert, comprendiendo únicamente la mitad deja de ser significativo que en las mencio-
occidental de la península, que acoge la po- nadas rebuscas, se cite el hallazgo de “hue-
blación durante estos momentos avanzados. sos y calaveras en un albañal o desaguadero
Si tenemos en cuenta además, como aquí de dicho anfiteatro” (MONTANARO, 1977, p.
defendemos, que la génesis de este espacio 225). En cualquier caso, lo cierto es que, a
cementerial ha de situarse a partir del siglo pesar de que de nuevo alguna noticia anti-
V d.C., todo lleva a pensar que la muralla gua refiera el registro de material tardío en
que condiciona su ubicación, ya existiría en el interior del edificio, caso de una supues-
dicha centuria, construida quizá dentro del ta moneda constantiniana (MONTANARO,
renovado dinamismo que la ciudad experi- 1977, p. 229), las excavaciones hasta ahora
menta a partir de mediados del siglo IV d.C., no arrojan materiales más allá del siglo II
consolidada su promoción como capital de d.C. (PÉREZ ET ALII, 1995, p. 101).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 199


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– MARÍA JOSÉ MADRID BALANZA / JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ

3. LOS ENTERRAMIENTOS dían delimitar parcelas susceptibles de aglu-


tinar a posibles grupos unidos por relaciones
En la necrópolis se han documentado un de parentesco5, como ocurre en necrópolis
total de doscientas sepulturas, de las que visigodas como la de Estagel, donde tam-
ha sido posible excavar 151, 93 en el sector bién muros delimitan conjuntos sepulcrales
oriental, y las 58 restantes en el occiden- familiares (RIPOLL, 1989, p. 411-412); pero
tal. Éstas se encuentran orientadas hacia el también ofrecer elementos de señalización
Este, como, aún no siendo exclusivo, sí es en un conjunto carente de epigrafía; o, so-
común en esta etapa, momento en el que bre todo, proporcionar materiales para la
el Cristianismo consagra la importancia de construcción de las sepulturas. No en vano,
dicho punto cardinal, como aquel desde el la reutilización es una de las características
que, a decir de los profetas (Mateo, 24,27, y de este conjunto, abarcando una amplia
Lucas,1, 78-79), se ha de producir la segun- gama de materiales que van desde los más
da venida de Cristo (Parusía), y el estableci- fragmentarios restos de pavimentación en
miento de su reino4. signino o revestimiento parietal de estucos,
a los más consistentes elementos de decora-
En el interior de la necrópolis los ente- ción arquitectónica, como ocurre con fustes
rramientos se ordenan en hileras, formando y capiteles. Dichos materiales, por lo demás,
pasillos que permiten la circulación, y sobre desempeñan funciones diversas, en un caso
las antiguas domus, dejando más diáfanos constituyendo el lecho de alguna sepultura,
los espacios abiertos carentes de estructu- como vemos con los restos de enlucido en
ras. Las razones que explican semejante pro-
la tumba nº2 de Calle Marango (BERROCAL
ceder, estribarían en las posibilidades de re-
ET ALII, p. 226); pero sobre todo, integrando
aprovechamiento que ello permitía, en tanto
las paredes y muy especialmente, la cubierta
los muros de las antiguas habitaciones po-
de la sepultura. A este respecto, uno de los
ejemplos más singulares es el enterramiento
4
| En este sentido, junto a las referencias que en- nº22 del sector oriental, en donde no sólo
contramos en la patrística respecto a la importancia de sendos fragmentos de fuste forman parte
Oriente, condicionando también la orientación de los de la cubierta, sino que además, un capitel
edificios litúrgicos (Godoy, 2004, p.477), no faltan tex- seccionado proporciona un adecuado cierre
tos que indiquen esta orientación y aún una específica
para la cabecera y pies de la tumba, en una
posición del cuerpo, como propia de la población cris-
tiana. Podemos citar así para época islámica, el caso de solución que pudo gozar de predicamento,
Ibn Hayyan, quien, con motivo de la apertura del sepul- si tenemos en cuenta la documentación de
cro de Umar Ibn Hafsun, ordenada por Abd al-Rahman algún otro caso, como el registrado en Cor-
III, señala que su “cadáver fue descubierto enterrado duba (MORENO ET ALII, 2000, p. 417). En
indudablemente a la usanza cristiana, pues se le encon-
tró echado sobre la espalda, de cara a oriente, con los
cualquier caso, como decimos, la reutiliza-
brazos sobre el pecho, como hacen los cristianos”. Vid. ción se ciñe de forma especial a las cubier-
Ibn Hayyan, Muqtabis V (ed. Viguera y Corriente), 166. tas, y es tan sólo uno de los recursos posibles
5
| Precisamente, dicha posibilidad está siendo entre diversos modos de obrar, que dan como
estudiada a partir de análisis de ADN y otros rasgos ge- resultado una amplia variedad constructiva.
néticos, como uno de los objetivos del proyecto de tesis
doctoral que en la actualidad realiza D.Alberto Moreno
En este sentido, en este conjunto, aún den-
Pelluz. Vid. en este sentido, su aportación en esta mis- tro de una homogeneidad dominante que
ma sede. supone la mayoritaria presencia de fosas de

200 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

FIGURA 2: Sepulturas realizadas con mampostería, lajas de arenisca y en fosa, sobre las
ruinas de una habitación de época altoimperial, reutilizando incluso algunos de sus muros
en la construcción de las mismas (Foto: Eva Celdrán).

planta trapezoidal, ligeramente más anchas


en la zona de la cabecera que en los pies,
se pueden individualizar al menos 17 tipos
de sepultura, que, en función de la diferente
conformación de cubierta y estructura, per-
miten distinguir también diversos subtipos.
Cabe señalar que entre ellos, no en-
cuentran representación la mayoría de los
documentados en la otra necrópolis tardía
con la que cuenta la ciudad, la de San Antón
(BERROCAL y LAÍZ, 1995, p. 173-180), en
este caso situada a mayor distancia del nú-
cleo habitado, y datada entre los siglos IV-V
d.C., con una limitada perduración poste-
rior (LAÍZ y BERROCAL, 1995, p. 163-172).
La diferencia entre ambas necrópolis llega
a ser tal, que apenas más que dos tipos, el FIGURA 3: Sepultura 12000-22, en la que se
de simple fosa excavada en el terreno o el emplean algunos elementos arquitectónicos,
de tumba realizada en latericio, es compar- tanto en la cubierta, como en la estructura de
tido exactamente por ambas, mientras que mampostería (Foto: Eva Celdrán).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 201


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FIGURA 4: Cubierta de la sepultura de una


persona adulta, realizada con lajas de arenisca.
Obsérvese que la situada en la zona de los pies, se FIGURA 5: Tapadera de una tumba infantil,
ha colocado de forma oblícua (Foto: Eva Celdrán). realizada con tejas y ladrillos (Foto: María Fuentes).

otros se encuentran completamente ausen- o bien presentan éste tanto para la cubierta
tes, o presentan variaciones sustanciales. como para la estructura (1), a semejanza de
Así, mientras que es característico de la los enterramientos tipo C de la necrópolis
necrópolis de San Antón la presencia de mo- de San Antón, o bien únicamente para la pri-
numentos funerarios con o, sobre todo, sin mera, cubriendo ya una estructura de mam-
proyección vertical, éstos no se han regis- postería (1), como allí ocurría con los ente-
trado en el nuevo conjunto funerario, como rramientos tipo B, o una fosa simple (1).
también ocurre con los enterramientos en
ánfora. Por otro lado, en el recurso a las lo- Dicho material latericio, que en la ciu-
sas, también en la nueva necrópolis la an- dad también aparece representado con las
desita no se encuentra representada, frente mismas variantes en la necrópolis del pobla-
a la hegemonía de las lajas de arenisca, y en do de Escombreras (CUADRADO, 1953, p.
menor medida, de las de caliza, en tanto que 134-156; y MURCIA, 2000, p. 381), carac-
el material latericio, tan propio del conjunto teriza de forma especial a toda una serie de
ya conocido, aquí cuenta con un registro ais- necrópolis del entorno cartagenero, sea el
lado, limitado igualmente al sector occiden- caso de las de La Molineta o la Era, en Maza-
tal. En concreto, hacen uso de tal material rrón, y la del Molino, en Águilas, conjuntos
únicamente 4 enterramientos (2,28%), que que, arrancando del siglo IV d.C, centran su

202 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

de mampostería. Se trata de una modalidad


constructiva no documentada en el conjun-
to de San Antón, y sí por el contrario, en
otro cercano a la ciudad, el de El Corralón,
datado entre los siglos V y VI d.C. (ANTOLI-
NOS y VICENTE, 2000, p. 323-332).
Frente a estos tipos de registro aislado,
otros, ausentes igualmente en el conjun-
to de San Antón, son los que adquieren el
protagonismo en el nuevo espacio cemente-
rial. Entre ellos, el tipo más documentado
(26,28%) es el que se cubre con lajas de are-
nisca y presenta su estructura realizada en
mampostería. Éste, que con 46 casos se do-
cumenta uniformemente en los sectores oc-
cidental y oriental de la necrópolis, en con-
tadas ocasiones (5) completa su estructura
apoyándose en los muros altoimperiales, y
de forma aislada (1), mediante elementos
arquitectónicos.
Otro tipo con una representación simi-
lar (22,85%), también uniformemente repar-
FIGURA 6: Sepultura cubierta con piedras
amontonadas (Foto: María Fuentes). tida entre ambos sectores, es aquel que se
configura a modo de sarcófago con cubierta
y estructura realizadas con lajas de arenisca,
cronología en la siguiente centuria, para al-
en este último caso mayoritariamente sólo
canzar el primer cuarto del siglo VI d.C.6 De
con éstas, como ocurre en 26 sepulturas,
esta forma, creemos también que el sector
3 de ellas con enlucido interno, pero tam-
occidental de nuestra necrópolis se gene- bién en al menos otras 17, completando un
raría en estas mismas fechas, siguiendo el muro altoimperial (5), o acompañándose de
conjunto de la necrópolis activo a lo largo de mampuestos (8) o elementos arquitectóni-
las dos siguientes centurias, como prueban cos (1).
no ya sólo las diferencias constructivas, sino
también la reutilización de los enterramien- El tercer tipo que cuenta con mayor di-
tos, la amortización de algunos por otros fusión (14,28%) es el de fosa simple, excava-
nuevos, o el análisis de los ajuares, entre da directamente en el terreno y sin cubierta,
otras consideraciones.
También un registro mínimo (0,57%), 6
| El primero de los conjuntos ya ha generado
limitado igualmente al sector occidental, una bibliografía abundante que se puede consultar
en los trabajos publicados más recientemente, como
presenta el tipo de tumba con cubierta cons- INIESTA y MARTÍNEZ, 2000, p.199-224. Respecto a los
tituida mediante piedras amontonadas, que otros dos, vid. RUIZ, 1991, especialmente p.49-51; y
en este caso descansa sobre una estructura HERNÁNDEZ, 2005, p.171-210.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 203


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– MARÍA JOSÉ MADRID BALANZA / JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ

de nuevo con representación pareja en los un reclamo, como ocurre con la ya citada
sectores occidental y oriental. que reaprovecha un capitel y fragmentos de
fuste, cabe destacar la presencia en el sec-
Estos tipos aglutinan a más de la mitad
tor oriental de una laja de caliza con un ca-
de los enterramientos documentados, segui-
rácter grabado, caso especialmente notable
dos de lejos por los restantes individualiza-
por cuanto en este conjunto, salvando este
dos. Así, sólo agrupa a un número significa-
ejemplo, está ausente el hábito epigráfico en
tivo de tumbas (15), concentradas además
soporte pétreo. En concreto, en dicha laja
sobre todo en el sector oriental (10), el tipo
encontramos grabada a bisel una letra M en
con cubierta también realizada con lajas de
capital, cuyos astiles intermedios cruzan a
arenisca, mas con la variante de que su es-
desigual altura, en tanto los laterales resul-
tructura se limita a la simple fosa excavada
tan divergentes. Su grafía es idéntica a la que
en el terreno.
encontramos en inscripciones de época visi-
Tampoco son numerosos los enterra- goda plena, como los graffiti de la Cueva de
mientos con cubierta constituida únicamen- la Camareta (VELÁZQUEZ, 1993, p. 272), lo
te por lajas de caliza (10), que cubren sobre que se convierte en otro de los indicios que
todo estructuras realizadas en mampostería sustentan la datación propuesta.
(6), y en menor medida también en lajas de
Por otro lado, la otra solución para la
caliza o caliza acompañada de arenisca (2),
señalización del enterramiento se encuen-
y fosa (1).
tra en el sector oriental, donde en la tumba
En este sentido, de la misma forma que nº 6 de C/ Marango se documentó un fuste
encontramos soluciones mixtas para la eje- de columna en caliza azul, que, al igual que
cución de la estructura, también las halla- ocurre en la segunda fase de necrópolis valen-
mos para la cubierta, de tal forma que 8 en- ciana de l’Almoina, se interpreta como cipo
terramientos presentan ésta constituida por señalizador (ALBIACH ET ALII, 2000, p. 79;
lajas de caliza y arenisca, cubriendo estruc- y BERROCAL ET ALII, 2002, p. 227). A este
turas de lajas (1), mampostería (5) o fosas respecto, lo cierto es que la presencia de cipo
simples excavadas en el terreno (2). para la señalización del enterramiento, pa-
rece caracterizar los conjuntos de data más
La disposición de tales lajas es además
avanzada, y así, en el caso de Baleares, donde
uno de los recursos para la señalización de
se puede destacar su presencia en Fornells y
los enterramientos, de tal forma que, en
Son Bou, se registra entre las tumbas más
ocasiones, la que marca la zona de los pies
tardías, fechables a partir del siglo VII d.C.
de la tumba se coloca de forma oblicua, so-
(NAVARRO, 1988, p. 32). La costumbre se
bresaliendo unos centímetros respecto a las
documenta también fuera del ámbito hispa-
demás. Con todo, no es la única solución
no, y a veces, llegando a versiones más elabo-
adoptada, sino que también se pueden seña-
radas, con altares, como los que se constatan
lar al menos otras cuatro más. Así, junto a
en la región norteafricana de Sétif, si bien
aquellos casos en los que la inserción dentro
en este caso para fechas ligeramente previas
de las habitaciones de las antiguas domus
(BENSEDDIK, 1995, p. 179-186).
ya proporcionaba una singularización; o
aquellos otros en los que la propia configu- Por lo demás, lo cierto es que, junto a
ración especial de la tumba constituía en sí este cipo, o la presencia de los enterramien-

204 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

tos realizados con material latericio, para el 4. LA DEPOSICIÓN DEL


sector occidental de la necrópolis se pueden
CADÁVER
destacar otras peculiaridades constructivas,
que sustentan la diferenciación que aquí En la necrópolis se utiliza exclusivamente el
proponemos respecto al otro sector oriental rito de inhumación. En este sentido, dado
de datación más avanzada. que el número de clavos documentado es
Así, sólo en el sector occidental se re- muy limitado, y que la presencia de éstos, en
gistra la práctica de la preparación de la su- cualquier caso, puede relacionarse también
perficie de deposición del cuerpo, a modo con el empleo de parihuelas, parece ser que
de cama. Aquí, dicha preparación, registra apenas se haría uso de los ataúdes. Es signi-
tres variantes, bien la mera superficie de ficativo, de cara al estudio de la cronología
chinarro compactado, bien la deposición del conjunto, que de nuevo esta práctica
sobre enlucidos, o bien incluso, el lecho reducida se de exclusivamente en el sector
latericio, como ocurre, respectivamente, occidental de la necrópolis, y sólo en tres en-
en los enterramientos nº1, 2 y 3 de C/Ma- terramientos. A este respecto, una mirada a
rango (BERROCAL ET ALII, 2002, p. 224- los conjuntos cementeriales de la zona deja
ver también, apoyando la cronología que
227). En este sentido, dicha práctica, limi-
manejamos, que mientras que la presencia
tada en necrópolis como la de El Corralón,
de clavos es constante en los conjuntos más
donde apenas se registra más que en dos
tempranos de datación preferente entre los
enterramientos (ANTOLINOS y VICENTE,
siglos IV-V d.C., se hace minoritaria en los
2000, p. 331), caracteriza sobre todo a los
de data más avanzada, como ocurre en El
conjuntos datados preferentemente entre
Corralón o en la necrópolis tardía de Lorca
los siglos IV-V d.C., caso de los excavados
(MARTÍNEZ y PONCE, 2000, p. 204).
en el entorno, como los de la Mezquita,
la Molineta y la Era, en Mazarrón, o el del Cabe pensar así, en un empleo mayori-
Molino, en Águilas7. De nuevo, por tanto, tario de sudarios en el cementerio cartage-
viene a ser otro de los indicios para situar la nero. No en vano, precisamente con el uso
datación del sector occidental de la nueva de éste se ha relacionado el hecho de que
necrópolis, y por tanto, su misma génesis, a las inhumaciones registren las manos reco-
partir de esta fecha. gidas sobre la pelvis (CERRILLO, 1989, p.
99), como ocurre frecuentemente en este
También, por cuanto se refiere a estos
conjunto, si bien alternando esa posición,
aspectos constructivos, el hecho de que la
con los brazos extendidos y manos junto a
mayoría de los que caracterizan a los con-
las piernas, u otra serie de variaciones, que
juntos citados no se documenten en la ne- suponen que cada una de las manos siga
crópolis cartagenera, sea así el caso del re- ambas posturas, cuando no sea colocada en
curso constante al signinum, o la presencia algún caso bajo la cadera.
de rebancos a modo de almohada en las ca-
beceras de las tumbas, nos lleva a pensar en Comoquiera que sea, la documentación
lo limitado de esta fase inicial, y en el mayor de elementos de adorno e indumentaria, nos
desarrollo durante la etapa posterior, ya en
un momento avanzado del siglo V d.C. y las 7
| Acerca del primero, vid. RAMALLO, 1986,
dos siguientes centurias. p.143-145; sobre los restantes, vid. nota anterior.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 205


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– MARÍA JOSÉ MADRID BALANZA / JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ

muestra que nos encontramos ante inhuma- despreciable de tumbas vacías (16), corres-
ciones vestidas. Dichas inhumaciones, por lo pondería a enterramientos de adultos.
demás, se disponen siempre en posición de-
Más significativo que esta circunstan-
cúbito supino, si bien no faltan tres ejemplos cia, es el fenómeno de la reutilización de las
infantiles en posiciones de decúbito lateral sepulturas, que en algún caso puede llegar
izquierdo y derecho, motivadas en cualquier incluso hasta los seis individuos. Para ello,
caso, por su entierro junto al cadáver de su el modo de operar es diverso, pues, si bien
posible progenitora, a quien flanquean en lo más corriente es la deposición vertical,
distintas partes del cuerpo (BERROCAL ET mediante el amontonamiento de cuerpos
ALII, 2002, p. 225), como ocurre también unos sobre otros, no faltan otras soluciones,
en otros sitios, como la necrópolis rural de como la deposición lateral, desplazando los
Finca Villegas, en Cádiz, datada entre los si-
glos VII y VIII (BERNAL y LORENZO, 2000,
p. 108-110.). Su registro muestra igual-
mente, la relativa frecuencia de la práctica
de la reutilización de las sepulturas, de tal
forma que, si bien en nuestro conjunto en-
contramos 70 sepulturas simples, un núme-
ro bastante cercano, 52, alberga más de un
individuo. Ello hace que, a pesar de que 24
tumbas se encuentren vacías, se haya podido
recuperar un número de cuerpos (185), su-
perior al de sepulturas excavadas (151).
No queremos pasar por alto esas sepul-
turas vacías, en tanto resulta significativo su
alto número. A este respecto, si bien se pue-
den manejar distintas hipótesis para expli-
car su presencia, como el hecho de que no
llegaran a utilizarse o que se abandonaran
pasado un tiempo, trasladándose los restos
a otra tumba; el hecho de que en algunas
ocasiones se haya recuperado el ajuar en su
posición correcta, sin que apenas quedaran
algunas esquirlas de hueso, hace pensar que
en la mayoría de los casos hemos de suponer
la pérdida de la osamenta en función de las
características del suelo en el que se asienta
la necrópolis. Se trata de un factor, que afec- FIGURA 7: Inhumación múltiple, donde se
taría de forma especial a los enterramientos observa la deposición vertical de dos individuos
infantiles, si bien, a partir de la observación y un paquete óseo correspondiente a otro
de las dimensiones de las sepulturas, se pue- anterior, en la zona de los pies de la sepultura
de determinar que también un número no (Foto: Eva Celdrán).

206 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

cadáveres más antiguos hacia uno de los 5. LOS AJUARES8


lados de la tumba, o bien, hacia los pies, a
donde se puede trasladar ya toda la estruc- A pesar de que, como dijimos, se han podido
tura ósea, o únicamente el cráneo, que otras excavar 151 tumbas, tan sólo 36 presentaban
veces queda colocado junto al del difunto de ajuar, lo que supone un escaso 23,8%9. De
deposición más reciente. dichos enterramientos, 16 se encuentran en
Esta reutilización es una práctica que, el sector occidental, y los restantes 20 en el
documentada desde momentos previos en oriental, lo que, aunque en principio parece
conjuntos como el mazarronero de la Era, implicar un reparto bastante homogéneo, en
en el que incluso llegaron a recuperarse los realidad no lo es tanto, pues, mientras que
restos de veintidós individuos en una fosa el sector occidental está integrado por 58
enterramientos, el oriental lo está por 93, lo
con cubierta abovedada (RUIZ, 1991, p. 50),
que lleva a invertir el aparente predominio de
sigue plenamente vigente durante los siglos
ajuares en el segundo, dejándolo en un 21,
VI-VII d.C., y en ámbitos además, que al
5%, superado por el 27,6% del primero. En
igual que en el caso cartagenero, llegaron a
este sentido, dicha progresión decreciente
encontrarse bajo soberanía bizantina, como
también encaja con la dinámica formativa
vemos en Ibiza, donde, en necrópolis como
que defendemos para este espacio funerario,
la de Carrer d’Aragó nº33, llegan a documen-
suponiendo una fecha más temprana para
tarse enterramientos colectivos de hasta 8 y
su sector occidental, en tanto conforme va
9 individuos (RAMÓN, 1986, p. 7, lám.I, 1; avanzando el tiempo, también los ajuares se
y 2005, p. 489). En cualquier caso, por más van haciendo más escasos. Así, por cuanto se
que asentado y extendido, incluso en áreas refiere a las necrópolis visigodas, se ha seña-
episcopales como l’Almoina (ALBIACH ET lado que hasta el siglo VII d.C., de un 30 a un
ALII, 2000, p. 79), este modo de proceder 40 por 100 de individuos se enterraría con
no contó con el beneplácito de la Iglesia, ya sus adornos personales, en tanto que a partir
que el Cristianismo hereda de la legislación de esta fecha, dicho porcentaje se reducirá
romana la consideración del carácter sacro e al 10% (RIPOLL, 1989, p. 417-418). Así, con
inviolable de la tumba, a partir del cual he- ello, se va afirmando el deseo de asimilar la
mos de entender las fórmulas deprecatorias muerte del hombre a la muerte de Cristo,
que se documentan en la epigrafía tardía y haciéndose más fuertes también las conside-
altomedieval (ZUCCA, 1990), así como las raciones que ya desde los momentos iniciales
prohibiciones de concilios como el de Mâcon condenaban la ostentación de la riqueza en
(585) que declara nefas la práctica; o sínodos la muerte, remarcando lo vacuo de los bienes
como el de Auxerre, también en la segunda terrenales (GIUNTELLA, 1998, p. 65).
mitad del siglo VI d.C. No obstante, como
comprobamos, la severidad de los cánones 8
| Hemos tenido ocasión de estudiar los ajuares
conciliares es manifiestamente ignorada, de forma atenta, por lo que remitimos a una serie de
ante la extensión de una costumbre a la que trabajos previos para un análisis más detallado, vid. VIZ-
incluso son propicios algunos miembros del CAÍNO, 2005, p.120-123; MADRID y VIZCAÍNO, 2006,
p. 85-130 y MADRID y VIZCAÍNO, e. p. (1).
clero, como recoge el mismo Gregorio Mag- 9
| Uno de los ajuares, una cuenta de collar gallo-
no en sus Dialogi (III, 23) (FÉVRIER, 1987, p. nada, procede de la tumba nº4 de la parcela 20000, sin
912-913; y GIUNTELLA, 1998, p. 72 y n.56). excavar

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 207


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– MARÍA JOSÉ MADRID BALANZA / JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ

FIGURA 8: Objetos de adorno personal. Collar que portaba un niño, realizado con cuentas de ámbar,
resina, pasta vítrea y una lágrima de cristal de roca (Foto: Martínez Blaya).

En ambos sectores, lo que sí se muestra Así, dentro de los elementos de adorno,


como una constante, es la asociación prefe- abundan los collares, en algunas ocasiones
rente de ajuares a tumbas infantiles, de tal documentados a partir de un número esca-
forma que 19 se encuentran en este tipo so de cuentas. En el sector occidental más
de sepulturas, y sólo 12 en las de adultos, temprano, estas cuentas se realizan en ám-
correspondiendo las restantes a tumbas de bar, en algún caso pintado, como también
jóvenes o casos indeterminados. ocurre en la necrópolis de El Corralón (RA-
De nuevo también en ambos sectores, si MALLO, 1986, p. 147-148), resina de peor
bien en este caso con distintos valores, en- calidad, cristal de roca, vértebras de pez, y
contramos los dos tipos de ajuar que caracte- muy especialmente, pasta vítrea. Para esta
rizan este período, los elementos de adorno última encontramos una gran diversidad de
e indumentaria, y el ajuar de tipo simbólico. formas, entre las que destacan por su sin-
En este sentido, es neto el predominio del gularidad, las dobles, las de lados facetados,
primero, pues sólo encontramos 6 dentro del o igualmente las que se realizan a partir de
segundo, 5 de ellos, además, concentrados en un filamento de pasta vítrea azul enrollada,
el sector oriental, lo que sigue mostrando lo componiendo una cuenta discoidal de mayor
conveniente de la sectorización de la necró- tamaño que las restantes, a veces gallonada.
polis, con diferencias, como también vere- Este último tipo, o también otras de tamaño
mos, extensibles a otros materiales. Respecto mínimo y color verde, se encuentran ausen-
a los elementos que lo componen, podemos tes en el sector oriental más tardío, donde lo
destacar toda una serie de categorías. que dominan son las piezas de resina de mala

208 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

calidad. No en vano, en ambos sectores, de (RIPOLL, 1998, p. 47-50), teniendo su ori-


hecho, hay que destacar una predominante gen en el siglo IV d.C., pero sobre todo, una
estética ambarina, característica de los con- intensa circulación a partir de finales del
juntos avanzados (RAMALLO, 1986, p. 145). siglo V y siguiente centuria (RIPOLL, 1989,
De la misma forma, también el carácter p. 33). Por lo demás, aunque están ausentes
alargado de algunas de las cuentas de pasta los característicos pendientes que forman
vítrea del sector oriental, es igualmente in- un ocho, también hay otras variantes que in-
dicativo de esta datación tardía (ALMAGRO, cluyen cuentas de pasta vítrea o metal, como
1975, p. 120). otras muchas piezas hispanas (ZEISS, 1934,
taf.23-24), o incluso un pequeño fragmento
Por otra parte, también en un caso,
alargado realizado en este último material,
junto a las cuentas, ha sido posible docu-
con eslabones encadenados, razón por la
mentar algún colgante, como una garra de
que, habida cuenta también de la presencia
felino, para la que, no obstante, a pesar de
que es sugerente considerar tal función, no
se registra entalle o taladro alguno de cara
a facilitarla. Se trata en cualquier caso, de
una evidencia también registrada con seme-
jante uso en otras necrópolis tardías como
las de El Ruedo (CARMONA, 1998, p. 190)
o Aldaieta, donde igualmente encontramos
caninos pertenecientes a osos y cánidos
(AZKÁRATE, 1999, p. 309, 380-381 y 488).
Su misma naturaleza nos impide determinar
si se trata de un simple adorno personal, o
si, por el contrario, habría que atribuirle al-
guna significación a modo de amuleto, y en
este sentido, incluirlo dentro de los objetos
pertenecientes al ajuar simbólico, en tanto
se ha señalado la posibilidad de que adqui-
rieran el valor de talismanes con poderes
mágicos que potenciaban la conservación
de las fuerzas personales del individuo tras
la muerte (CARMONA, 1998, p. 190).
Por cuanto se refiere a los pendientes,
se han podido documentar en bronce, pla-
ta y plomo, siendo de tipo simple, y espe-
cialmente, de un extremo aguzado y el otro
rematado o bien por un cilindro de 2 o 3
molduras, o bien por un engrosamiento de
forma cúbica. Ambos tipos, son caracterís- FIGURA 9: Objetos de adorno personal.
ticos del denominado nivel II de la sistema- Pendientes y anillos procedentes de varias
tización realizada para la toreútica tardía sepulturas (Dibujo: Soledad Pérez-Cuadrado).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 209


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– MARÍA JOSÉ MADRID BALANZA / JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ

de paralelos (ZEISS, 1934, taf.23.5), a pesar leres con cabeza en forma de cono invertido
de haberse documentado en el dedo de una con cabujón cristalino (RAMALLO, 1986, p.
inhumación, creemos que ha de tratarse de 143-144). En este sentido, en nuestro con-
un pendiente y no de un anillo. junto, y de forma significativa sólo en el sec-
tor occidental, se documenta únicamente
De hecho, estos últimos aparecen por
una aguja, no perteneciente al mencionado
ahora únicamente en el sector occidental,
tipo.
y en muy escaso número, limitándose a dos
ejemplares pertenecientes a la misma inhu- Por otro lado, como hemos dicho, acom-
mación. Dichos anillos se encuentran reali- pañan a los elementos de adorno personal,
zados en bronce, y presentan una morfología aquellos otros ligados a la indumentaria,
muy sencilla, caracterizada por el ensancha- que en este caso, se encuentran represen-
miento central a modo de chatón, que en tados muy especialmente por hebillas y bro-
un caso, queda ocupado por una inscripción ches de cinturón, en ambos sectores. Así, en
enmarcada por cruces que hemos transcrito el occidental se han documentado dos de es-
como VIVAS, y que, a tenor de los paralelos, tas hebillas, una de ellas dotada de hebijón
todos de fecha avanzada, consideramos de con base escutiforme, característica de los
tipo cristiano. niveles II (480/490-c.525 d.C.) y muy espe-
cialmente III (c.525-560/580 d.C.), en los
También aparecen únicamente en el que se han dividido los elementos metálicos
sector occidental, los brazaletes y pulseras, de indumentaria y adorno personal tardíos
y de la misma forma en escaso número. En (RIPOLL, 1998, p. 47-56). El hecho de que
este caso, también se caracterizan por su esta pieza se registrara en un enterramiento
simplicidad, presentando sección recta o que amortizaba otro anterior, es un límite
circular, y estando privados de decoración ante quem que nos lleva a situar, como ya he-
o remate alguno característico, a semejanza mos mencionado, la génesis de este sector
de ejemplares como los documentados en la cementerial en un momento indeterminado
necrópolis de Segóbriga (ABASCAL ET ALII, del siglo V d.C.
2004, fig.7.1-2). De todas formas, si existen
diferencias en cuanto al cierre, ya que mien- También gran importancia para la data-
tras que en ocasiones el aro no completa ción de la necrópolis, ha tenido el broche de
toda la circunferencia, al igual que en los cinturón documentado en el sector oriental.
ejemplares de la necrópolis citada, en otros En este caso, se trata de un broche de tipo
rígido, con hebilla y placa realizados en una
casos, lo sobrepasa, quedando plegado, tal y
misma pieza, que resulta similar al tipo Sira-
como ocurre también en otras piezas como
cusa, uno de los broches de cinturón bizan-
las procedentes de la necrópolis granadina
tinos propios del nivel V (600/40- 710/20
de Brácana (ZEISS, 1934, taf.23.23)
d.C.) de la toreútica peninsular (RIPOLL,
Resulta significativo, por lo demás, que 1998, p. 178-192), que ya aparecía docu-
a pesar de que los materiales que vamos mentado en la misma ciudad en el barrio de
mencionando resulten propios de las necró- época bizantina instalado sobre el teatro,
polis de tradición romana de este período, en un contexto datado a finales del siglo VI
se encuentre ausente otro de los ítems ma- d.C. (VIZCAÍNO, 2003-2004, p. 80-85). En
teriales propios de éstas, como son los alfi- nuestro caso, la aparición de esta pieza, que

210 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

forma ultrasemicircular, y reborde externo


decorado en una de sus caras con una franja
de triángulos tangentes inscritos en doble
línea. De hecho, aparecen cuchillos en este
conjunto funerario, limitándose de forma
significativa, únicamente al sector oriental
de la necrópolis, de data más avanzada. Lo
cierto, a este respecto, es que se trata de un
objeto con frecuencia documentado en los
espacios cementeriales, en tanto, al parecer,
formaban parte de la dotación habitual de
hombres y mujeres, que lo llevaban suspen-
dido en la cintura (DE VINGO y FOSSATI,
2001, p. 541-546), razón por la que los pode-
mos considerar como otro de los elementos
ligados a la indumentaria. En este sentido,
en nuestro conjunto ha sido posible recupe-
rar al menos dos de estas piezas, realizadas
en hierro, ambas, además, con una morfolo-
gía similar, en la que la espiga de enmangue
prolonga el lado romo de la hoja, como es
propio del modelo habitual en la Península
en época tardorromana, siguiendo el tipo
Simancas, a diferencia de los ejemplares
FIGURA 10: Elementos de indumentaria. Broche germánicos, caracterizados por tener dicha
de cinturón, hebilla, contera y cuchillo (Dibujo: espiga centrada respecto al eje de simetría
Soledad Pérez-Cuadrado). de la pieza (ARDANAZ ET ALII, 1998, p. 444;
y GARCÍA y VIVÓ, 2002, p. 165). Tenemos
en virtud de algunas particularidades que lo constancia de la vigencia de este tipo de cu-
diferencian del tipo canónico Siracusa ha de chillos de tradición romana en contextos de
ser considerado una variante de éste, quizá estos momentos, como el castro bizantino
de manufactura peninsular, como se consta- de San Antonino di Perti (DE VINGO y FOSS-
ta con otros ejemplares (RIPOLL, 1998, p. ATI, 2001, tav.77.16), o el depósito de Cryp-
184, fig.34, nº102), da cuenta de la fecha ta Balbi, también de la misma adscripción
más avanzada de este sector oriental, que cultural (RICCI, 2001, p. 348-349) donde se
así habría de seguir en uso coincidiendo con registran ejemplares similares.
la presencia bizantina en la ciudad. Posiblemente también hemos de tener
Tal vez como remate de cinturón, o qui- como elemento de indumentaria, las singu-
zá, como vaina de cuchillo o puñal, en tanto lares piezas recogidas en un enterramiento
las piezas asociadas a ambas funciones suelen del sector oriental. Se trata un total de seis
guardar gran similitud, hemos de tener una láminas metálicas dobles, de forma discoidal,
contera realizada en bronce, que cuenta con ensambladas mediante vástago central inde-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 211


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FIGURA 11: Elementos de indumentaria. Apliques de un posible faldellín, que portaba un varón adulto
(Dibujo: Soledad Pérez-Cuadrado).

pendiente, que fueron localizadas dispuestas las debidas reservas, la morfología de las
en sendas hileras de tres piezas cada una, so- piezas, su posición anatómica, o el hecho de
bre la pelvis de un varón. Realizadas las de las que la naturaleza de los ajuares presentes
filas izquierda y derecha, en bronce y hierro, en esta necrópolis, como mencionamos, se
en tanto que las del centro, sólo en bronce, limite prácticamente a objetos de adorno e
presentan forma circular irregular, con una indumentaria, o de tipo simbólico, nos lleva a
anchura que ronda los 5 cm y un grosor que pensar que podría tratarse de los apliques de
no supera los 0,2 cm. A este respecto, con un faldellín que, además, dada la anchura del

212 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

espacio comprendido entre las láminas, suje- que aquí aparecía depositado a la altura del
tas por vástago central, podría prender algún vientre del difunto, los nuevos ejemplares se
tipo de piel gruesa como el cuero. sitúan en la zona de la cabeza.
Por cuanto se refiere al ajuar simbólico, Para las tres ampullae del sector orien-
ya señalamos su presencia escasa, que, con tal es posible establecer paralelos, que nos
seis ejemplares, supone una representativi- ayudan a despejar dudas respecto a la deter-
dad modesta (16,7%) dentro del conjunto minación cronológica y adscripción cultural
de las tumbas dotadas de ajuar. Por otra de nuestro conjunto cementerial. Así, hay
parte, también citamos su especial concen- que destacar sobre todo la similitud respec-
tración en el sector oriental más tardío, de to al grupo de jarras documentadas en la
tal forma que, en el occidental únicamente basílica norteafricana de Thamugadi, recu-
se registra con un solo ejemplar. Es signi- peradas en un depósito habilitado entre dos
ficativo que en 5 ocasiones este ajuar se sarcófagos enterrados delante del ábside de
asocie a tumbas infantiles, y en 1 de ellas la iglesia, y acompañadas de algunas ánforas
a un individuo joven, mientras que, por el para las que se señalan paralelos en Cartago
contrario, no se ha documentado en ningu- datados en el siglo VII (LASSUS, 1981, p.
na tumba de adulto. 159-162, fig.128).
Dentro de esta categoría de ajuares con- La cercanía de los ejemplares cartage-
sideramos piezas cerámicas y vítreas, ambas neros a los de la citada basílica, nos lleva a
limitadas respectivamente, a jarras y ungüen- confirmar varias cosas, como su procedencia
tarios10. Por cuanto se refiere a las primeras, africana, ya deducible de la observación de
han sido 4 los ejemplares recuperados, 3 en las pastas, así como a afianzar la cronología
el sector oriental y tan sólo 1 en el occiden- que defendemos para nuestra necrópolis,
tal. Éstos entre sí, a pesar de compartir una pues en el caso del yacimiento argelino, nos
misma producción africana, guardan dife- encontramos ante un depósito pertenecien-
rencias, en tanto mientras que los primeros te a un edificio construido en el momento de
pueden considerarse dentro de una misma incorporación de la ciudad norteafricana a
familia tipológica, tratándose de jarras lisas los milites bizantinos. Así las cosas, la crono-
de cuerpo ahusado, con una altura que se si- logía de las mismas se acota en los siglos VI-
túa aproximadamente entre los 15 y los 18 VII d.C, y muestra también su empleo en un
cm; en el segundo caso se trata de una jarra ambiente cultural bizantino, con una misma
diferente, de cuerpo globular y largo cuello, finalidad, la funeraria. No en vano, no faltan
con marcado torneado, y tamaño inferior, de otros paralelos en la misma dirección, de tal
13 cm. A este respecto, este último recipien- forma que para una de las jarras cartagene-
te del sector occidental se relaciona más por ras también es posible señalar una evidente
sus características, con la jarra recuperada similitud respecto a otras halladas igualmen-
en la necrópolis de El Corralón, en las proxi- te en ámbitos de soberanía bizantina, sea
midades de Cartagena, también de cuerpo el caso de las que se documentan también
globular con marcado torneado y una altura como ajuares en las necrópolis sicilianas de
que alcanza los 11,5 cm (RAMALLO, 1986, p. Patti o Filaga, fechadas entre la segunda mi-
146 y 148). En cualquier caso, diversa es la
colocación del recipiente, en tanto, mientras 10
| MADRID y VIZCAÍNO, e. p. (2).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 213


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– MARÍA JOSÉ MADRID BALANZA / JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ

tad del siglo VI y el siglo VII d.C. (PUGLISI dentes donde encontramos distintas formas,
y SARDELLA, 1998, p. 778, fig.2, y fig.3.7 y sea el caso así por ceñirnos a nuestro entor-
3.9). Por lo demás, estos nuevos hallazgos no, de la necrópolis de la Molineta, que en
muestran que la costumbre de depositar ja- su primera fase, datada entre mediados del
rras cerámicas en las tumbas, ya documenta- siglo IV y principios del siglo V d.C. registra
da en numerosos yacimientos peninsulares, lucernas (INIESTA y MARTÍNEZ, 2000, p.
al igual que ocurre en muchos otros lugares 217-218), como también sucede en la necró-
del Mediterráneo, caracteriza también a las polis del Molino, en Águilas (HERNÁNDEZ,
necrópolis del territorio bizantino hispano, 2005, p. 193-203).
tal y como ponen de manifiesto igualmente,
hallazgos como los de Ibiza (RAMON, 1986 En el caso de esta nueva necrópolis car-
y 2005, p. 489). En este sentido, si tenemos tagenera, dentro de esta categoría de ajuar
en cuenta la evidencia cartagenera y la de simbólico, junto a las jarras cerámicas tam-
esta isla baleárica, parece también posible bién se documentan ungüentarios de vidrio,
diferenciar el uso en esta zona bizantina his- por ahora limitados de forma exclusiva al
pana, respecto al resto de la Península, pues, sector oriental. Por cuanto se refiere a éstos,
mientras que en ésta, encontramos una am- presentan en cambio las características del
plia variedad de recipientes de producción vidrio tardío, como su coloración, en los dos
local (IZQUIERDO, 1977a, p. 569-617 y casos verde, o igualmente, su descuidada
1977b, p. 837-865), en la primera, por el manufactura, patente sobre todo en uno de
contrario, dado su adscripción cultural y su ellos, que presenta una ligera desviación del
abocamiento al también bizantino norte de cuello en su extremo superior. Precisamen-
África, en virtud de una estrechas relaciones te, es este último, el cuello de largo desarro-
comerciales y culturales, las jarras parecen llo, el atributo más característico, que lleva
ser, de forma característica, producidas en a encuadrarlo en el tipo de ungüentario de
esta última zona. candelero, en este caso con boca ligeramen-
Junto a la adscripción cultural, otro de te exvasada, borde engrosado y fondo ápodo,
los problemas que suscita este tipo de reci- sólo ligeramente rehundido, como es propio
pientes, es su función, existiendo diversas del tipo I.A.1 de la tipología de los vidrios de
propuestas que van desde la consideración época visigoda (GAMO, 1995, p. 308, fig.5).
de que sirvieran para contener ungüen- El otro ejemplar en cambio, de cuerpo glo-
tos (MÉNDEZ y RASCÓN, 1989, p. 175), a bular con fondo umbilicado y cuello de me-
que fueran recipientes utilizados dentro de nor desarrollo, se acerca más al tipo I.C.2 de
un rito de inauguración de la tumba (ALA- dicha tipología.
PONT, 2005, p. 248), o que, en virtud de De nuevo, nos encontramos ante una
su analogía con los jarros metálicos que se práctica extendida por todo el marco his-
consideran asociados al bautismo, pudieran pano, que, ahora, dado también el registro
jugar un papel similar (CARMONA, 1998, p. de similares ungüentarios en otras necró-
44 y 180). polis como la ibicenca de Ses Figueretes
Comoquiera que sea, por cuanto se re- (RAMÓN, 1986, p. 10, lám.VII.4.), podemos
fiere a la cerámica, únicamente se documen- considerar también característica de la zona
tan jarras, a diferencia de conjuntos prece- bizantina hispana.

214 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

Al igual que las jarras cerámicas, tam- ti (FALCETTI y MURIALDO, 2001, p. 583-
bién pudieron contener ungüentos, siendo 584, tav.89.12).
significativa en este sentido la cita del Liber
Ya por último, en dos enterramientos
Ordinum, que recoge la costumbre de ente-
se documentaron sendos opérculos de mo-
rrar a los obispos con los Evangelios y una
lusco, característicos de la Astraea rugosa
ampulla entre las manos, destinada a los
(LINDNER, 1977), que aún hoy día se utili-
Santos Óleos (GAMO, 1995, p. 395).
zan a modo de amuletos para prevenir cier-
Por otro lado, no queremos acabar esta tas dolencias. Con todo, el hecho de que no
descripción de los ajuares sin hacer referen- se presenten trabajados, que sus lados no
cia a otros materiales de registro aislado. muestren huella de acabado alguno de cara
A este respecto, salvando algunos objetos a facilitar su engarce, o tampoco cualquier
cuyo estado de conservación impide pro- orificio destinado a la suspensión como se-
nunciarse u otros que se encuentran todavía ría propio de su utilización como colgante,
en estudio, hemos de mencionar tres pie- hace pensar en su depósito accidental, o qui-
zas que con claridad no pueden adscribirse zá, guardando relación con los restos faunís-
a las dos tipos de ajuar individualizados, y ticos propios del banquete funerario, como
cuya presencia de hecho, no sabemos si ha veremos a continuación.
de tenerse como intencional o meramente
accidental. Curiosamente, los ejemplares se
documentan sólo en el sector occidental,
de génesis más temprana. Así, por un lado, 6. ASPECTOS RITUALES
se trata de una moneda de bronce indeter-
Junto a la orientación de los enterramien-
minada, de pequeño tamaño, que apareció
tos, el modo de actuar en su reutilización,
en el interior de un enterramiento infantil
o la presencia de los ajuares, también hay
múltiple, lo más probable que ya sin guardar
otros aspectos que informan acerca de los
ninguna relación con la tradición pagana de
rituales seguidos en este espacio funerario.
depositar el óbolo para Caronte.
Entre ellos, quizá el más significativo sea el
Por otra parte, también en un enterra- del mencionado banquete funerario, cuya
miento infantil se documentó una taba, a existencia se ha deducido a partir de cier-
semejanza de cuanto ocurre en otros ente- tos indicios. Así, en la parcela septentrional
rramientos del período, del tipo del ibicen- del sector occidental, correspondiente a la
co de Sa Blanca Dona (RAMÓN, 1986, p. calle Marango nº2, en el interior de los seis
13). Aunque no sabemos con exactitud si enterramientos documentados se pudieron
éste fue el caso, lo cierto es que frecuen- localizar abundantes restos de espinas, esca-
temente se registran este tipo de piezas, mas, vértebras de pez, púas de erizo, cásca-
tomadas de los huesos centrales del tarso ras de huevo, semillas de vid, briznas de paja
de la oveja o huesos animales mayores, en o huesos de animales de pequeño tamaño,
enterramientos sobre todo infantiles, dado acompañados de un alto porcentaje de ceni-
su carácter de juguete, que se mantiene zas y carbones (BERROCAL ET ALII, 2002,
aún en época avanzada, como da cuenta p. 230). Ello también ha hecho que los res-
también su registro en yacimientos como tos de la estructura habitacional localizados
el castro bizantino de San Antonino di Per- en esta parcela (BERROCAL ET ALII, 2002,

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 215


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– MARÍA JOSÉ MADRID BALANZA / JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ

p. 228), consistentes en una alineación en algunas evidencias dispersas, aún en estu-


mampostería rematada por un sillar, a la dio, relativas al banquete, como la presencia
que se asocia un pavimento en tierra batida aislada de restos alimenticios. Así, aunque
con restos de ceniza por toda su superficie, la frecuente presencia de gasterópodos en
surcada por una canalización, se interpre- los rellenos de las tumbas ha de conside-
taran como una posible área ritual de co- rarse casual como ocurre en otros muchos
cina, a semejanza de la que se documenta cementerios del período (CARMONA, 1998,
en la necrópolis del Camino de El Monastil p. 189-190), en dos ocasiones sí es posible
en Elda, datada en la segunda mitad del si- determinar una probable colocación inten-
glo VI d.C. (SEGURA y TORDERA, 2000, p. cional, en tanto aparecen depositados sobre
266, fig.2). En este sentido, no en vano, por el pecho de los difuntos un número conside-
todo el entorno de la ciudad hay indicios rable de caracoles de pequeñas dimensionas
para pensar en la extensión de esta práctica, y caracolas machacadas, a modo de ofrenda.
sea así el caso de la presencia de fosas con Ambos ejemplos se dan en el sector orien-
restos abundantes de ceniza en la necrópo- tal, si bien en este caso, el hecho de que se
lis del Corralón (ANTOLINOS y VICENTE, limiten a estas especies y sobre todo, que no
2000, fig.6). Con todo, en el nuevo conjunto haya restos de carbones y cenizas indicativos
individualizado no se registran las mensae de una preparación de los alimentos, parece
que asociadas con dicha costumbre, sí se mostrar que tal vez se trata de otra práctica
documentan en la necrópolis de San Antón ritual diferenciada de la del banquete fune-
(BERROCAL y LAÍZ, 1995, p. 176-178), en rario.
la mazarronera de la Molineta (INIESTA
y MARTÍNEZ, 2000, p. 220, lám.8) o en la
aguileña del Molino (HERNÁNDEZ, 2005, p.
193-203), todas con un período de actividad 7. CONCLUSIONES
especialmente centrado entre mediados del
siglo IV d.C y todo el siglo V d.C. Creemos que, por todo lo expuesto, es fac-
tible datar este conjunto cementerial entre
Todo ello, unido al hecho de que en nues- los siglos V y VII d.C., manteniendo además
tro conjunto las tumbas que llevan a pensar la secuencia descrita, que nos ha llevado a
en esta práctica se concentren en este área la sectorización. De acuerdo a ésta, como
tan limitada de este sector occidental, pa- hemos visto, el sector occidental se origina-
rece ser otro de los argumentos para defen- ría de forma más temprana, ya en un mo-
der su cronología más temprana respecto al mento indeterminado del siglo V d.C., y a
resto del cementerio, pues, aunque alguno
él se irían añadiendo nuevos enterramientos
de los ejemplos antes citados, o igualmente
a lo largo de las dos centurias siguientes,
que el canon LXIX del Concilio de Braga en
amortizando los anteriores y especialmente
572 prohíba llevar alimentos a las tumbas,
extendiéndose hacia el Este, a lo largo de la
hacen pensar en una perduración hasta un
vía de ingreso a la ciudad. Es precisamente
momento muy avanzado (RIPOLL, 1989, p.
dicha dinámica, el hecho de que el sector
417), la práctica estaría en retroceso.
occidental más cercano a la ciudad aparezca
En el resto del nuevo conjunto cartage- inicialmente, lo que explica que aquí se re-
nero, como decimos, contamos tan sólo con gistre una mayor densidad de enterramien-

216 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

tos, como muestra que haya cuatro casos de respecto a conjuntos del entorno datados
superposiciones de sepulturas frente a los entre mediados del siglo IV d.C., y primer
dos del sector oriental, o igualmente, que cuarto del siglo VI d.C., pero sobre todo en
la reutilización de las tumbas se de de for- el siglo V d.C., caso de los de la Mezquita, la
ma más masiva, pues mientras que en aquel Era o la Molineta, en Mazarrón, y del Molino,
último predominan los casos de aprovecha- en Águilas11, nos lleva a defender nuestra pro-
miento por dos o tres individuos, aquí abun- puesta de datación tardía, de tal forma que la
dan los casos de cuatro, cinco y hasta seis nueva necrópolis cartagenera sólo coincidiría
inhumaciones por tumba. con éstas en un breve momento de su exis-
tencia, correspondiente a su inicio, y así, al
Por otra parte, si ya los aspectos cons-
sector occidental. En este sentido, también,
tructivos o el análisis del ajuar permiten man-
la similitud entre dichos conjuntos y el otro
tener esa cronología, el estudio del depósito
con el que cuenta la ciudad, el de San Antón,
cerámico contribuye a asentarla. De esta for- muestra que todos comparten una cronolo-
ma, en espera de un estudio más amplio, nos gía común, a su vez diversa a la del nuevo ce-
movemos con los datos procedentes de una menterio, con lo que, no creemos que, como
muestra reducida, que, en cualquier caso, se ha defendido, las diferencias entre los dos
se puede considerar ilustrativa del conjunto últimas necrópolis cartageneras se deban
(BERROCAL ET ALII, 2005, p. 388). Dicha tanto a la utilización por parte de gentes de
muestra indica que el potente estrato de procedencia cultural y creencias diversas, li-
amortización de las estructuras altoimperia- gadas al mundo norteafricano en el primer
les subyacentes, dada la presencia de impor- caso, y a la tradición hispanorromana en el
taciones africanas, tanto de las producciones segundo, siendo coetáneas en todo momento
de tipo A (Hayes 14,16,23 A/B, 27), como (BERROCAL ET ALII, 2005, p. 389), como sí
de las cerámicas de cocina (Hayes 196, 197, sobre todo, independientemente de lo cierto
181, 182), se data entre mediados del siglo II de la primera circunstancia, a una cronología
y principios o mediados del siglo III d.C.; en distinta, que las lleva a coincidir sólo durante
tanto que el momento inicial de la necrópo- un momento de su existencia.
lis, por la presencia en este mismo contexto
de una veintena de fragmentos de la produc- De hecho, el mismo depósito cerámi-
ción de africana C (Hayes 45,46 y 50) y de co confirma nuestra propuesta de datación
restos de contenedores africanos (Keay III A) para el nuevo conjunto, pues, hemos de te-
y lusitanos (Almagro 50, Keay XXIII), habría ner en cuenta que también sobre la cota de
de situarse, en función de esta evidencia ce- las tumbas o entremezcladas con ellas, se
rámica, a partir de finales del siglo III d.C., y han documentado algunos restos de ánforas
sobre todo en las dos centurias siguientes. africanas (Keay XXVIG, LXXII A) y orientales
(Keay LIV D, LXV), así como fragmentos de
En nuestra opinión, como ya hemos co- la cerámica de cocina de producción local
mentado, habría que apostar por el momento (formas Cartagena 1.2 y 2.2), que muestran
final al que apunta dicho depósito, ya el si- la perduración hasta el siglo VII d.C. (BE-
glo V d.C., para situar la génesis del espacio RROCAL ET ALII, 2005, p. 388).
cementerial. No en vano, las diferencias que
desde el punto de vista constructivo o desde
el análisis de los ajuares, se pueden señalar 11
| Vid. notas 4 y 5.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 217


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– MARÍA JOSÉ MADRID BALANZA / JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ

Por otra parte, no obstante, la defensa terio que a ella creemos asociado, surgiría
de esta cronología para nuestro conjunto, su en el entorno portuario, donde de hecho, se
génesis en el siglo V d.C., y su perduración han podido hallar también otras inhumacio-
durante las dos siguientes centurias, implica nes tardías (RAMALLO y VIZCAÍNO, e.p. ; y
de hecho, aceptar la presencia de al menos VIZCAÍNO, e.p. ).
otro núcleo cementerial para este momen-
Independientemente de esto, también
to. Hemos de tener en cuenta a este respec-
el nuevo conjunto cementerial situado en la
to, que, mientras que en esta necrópolis, al
parte oriental de la ciudad que hemos anali-
igual que en la de San Antón, está ausente
zado, tendría algún locus cultual que sirvie-
prácticamente el hábito epigráfico12, en la
ra de aglutinante y polo de atracción. No en
ciudad se han documentado cuatro inscrip-
vano, ya referimos su cercanía al anfiteatro
ciones funerarias datadas en época bizanti-
romano, y la posibilidad de que éste suscita-
na, una de ellas en latín, y las restantes en
griego (ABASCAL y RAMALLO, 1997, nº210 ra la evocación de algún episodio martirial,
y 212-214). El hecho de que la primera de procediendo a su conversión en lugar de cul-
ellas se documentara en el barrio de época to, si bien la evidencia arqueológica es nula,
bizantina, en tanto que dos de las otras tres, en tanto la misma ocupación cementerial se
en otros puntos del interior habitado muy revela escasa en su entorno, ciñéndose sobre
cercanos a éste, hace pensar en la existencia todo a la ladera media y baja del cerro de la
de un espacio de enterramientos intramuros Concepción.
situado en el entorno, muy posiblemente ad En espera de su documentación, otras
sanctos, que encajaría tanto con el carácter evidencias para situar dicho espacio cultual,
cristiano de los epígrafes, como con su mis- en virtud de la fuerza centrípeta que ejer-
mo número reducido, propio de una élite de cería, son tanto la densidad de los enterra-
hábitos diversos al resto de la población, que mientos, que en el entorno de éste podemos
puede tener acceso a un cementerio de ex- presumir mayor, como el mismo carácter
tensión espacial limitada, como suelen ser privilegiado de los mismos, posibilitando
éstos. Dicho cementerio surgiría alrededor la elección de las zonas más requeridas. No
de un lugar de culto, posiblemente la mis- obstante, ni lo uno y lo otro ofrece por ahora
ma basílica episcopal con la que contó la datos inequívocos, en tanto mientras que la
ciudad, aún hoy día no descubierta. A este citada densidad, como dijimos, es sólo sig-
respecto, si bien seguimos moviéndonos en nificativa en la zona occidental, y en este
el campo de lo hipotético, el conocimiento caso puede explicarse simplemente por su
que tenemos de la situación urbana en esta carácter inicial, y su cercanía a la puerta
etapa, unida al mismo lugar de aparición de úrbica; tampoco hay diferencias de enver-
los mencionados epígrafes, lleva a pensar gadura entre los enterramientos como para
que dicha basílica y por extensión el cemen- señalar distintos niveles adquisitivos, más
que la presencia de ajuares, todos, por lo
demás, caracterizados por su sencillez, y no
12
| Así, como ya se citó, en el nuevo conjunto sólo concentrados en una única zona, sino distri-
se cuenta con una laja con una letra M grabada a buril,
en tanto que en la necrópolis de San Antón, con una
buidos homogéneamente por toda la necró-
lauda musiva, hoy prácticamente desaparecida (RAMA- polis. Únicamente, por cuanto se refiere a
LLO, 1985, p.58-60). esto último, se puede señalar una especial

218 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA NECRÓPOLIS TARDOANTIGUA DEL SECTOR ORIENTAL DE CARTAGENA –––––––––––––––––––––––

concentración de los ajuares de tipo simbó- destino de la mitad oriental de la urbe, pero
lico, los que guardan mayor conexión con también aportando información significati-
el ritual, en una zona concreta del sector va sobre el perímetro amurallado, y la fecha
oriental, entre las calles Alto y Don Matías, en la que pudo construirse una nueva cerca,
y especialmente en el entorno de una de las abandonada ya la antigua de época púnica.
antiguas domus altoimperiales, la denomi- De la misma forma, se convierte en un tes-
nada de Salvius (MADRID ET ALII, 2005, p. timonio privilegiado para conocer la zona
117-152.) bizantina hispana, y en concreto, el mundo
Comoquiera que sea, la nueva necró- funerario en ésta, mostrando, a través de su
polis descubierta en el sector oriental de la secuencia, que implica mantener el uso de
ciudad de Cartagena, ha aportado una in- un mismo espacio cementerial ya gestado
formación esencial para el conocimiento de en el siglo V d.C., la continuidad que tam-
ésta durante los siglos V-VII d.C., y no ya sólo bién puede documentarse en otros lugares
en lo referente a los usos cementeriales y la situados igualmente bajo la soberanía de
cultura material, sino también respecto a la los milites Romani, como es el caso de Ibiza
misma fisonomía urbana, revelando el nuevo (RAMÓN, 2005, p. 487-500).

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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 223


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

HIPODONCIA: UTILIDAD DE HALLAZGOS


DENTALES EN LA DETERMINACIÓN ANALES
DE PATOLOGÍAS Y PARENTESCO EN DE ARQUEOLOGÍA
POBLACIONES ANTIGUAS. ESTUDIO C OR D OB E S A
DE DOS CASOS EN LA NECRÓPOLIS número 17 (2006)

ORIENTAL DE CARTHAGO SPARTARIA. VOL. II / PÁGS. 225 - 236


Moreno, A1; Muñoz, E2; Luna, A3; Pérez, J. C.4; Gamboa, C 5
E-mail: faurgil@umu.com

RESUMEN
La utilización de técnicas forenses a la hora de estudiar restos hu-
manos parciales o en mal estado de conservación son muy importantes
cuando queremos determinar la edad, sexo y raza, así como el paren-
tesco entre dos o más individuos. De estas técnicas, algunas de las más
sencillas pero de resultados bastante fiables son aquellas relacionadas
con el estudio dental de los restos encontrados. El hallazgo de ano-
malías dentarias puede facilitar información acerca de enfermedades
padecidas por el individuo (tanto infectocontagiosas como congénitas)
y de posibles relaciones familiares entre varios individuos.
El presente estudio describe varios casos de agenesias dentales
(ausencia dental debida a la falta de formación de algún diente) en-
contradas en una población de los siglos V-VII d.C., recuperados en la
necrópolis oriental de Carthago Spartaria, en la zona del actual Barrio
Universitario. (Cartagena, Murcia)
Palabras Clave: Hipodoncia, agenesias dentarias

1
| Odontólogo. Profesor
ABSTRACT Colaborador de Odontología
Legal y Forense. Universidad
The use of forensic techniques when studying partial or badly-con- de Murcia.
served human remains is very important when we want to determine 2
| Odontólogo. Profesor
age, sex, and race, as well as parental relation between two or more asociado de Odontología Le-
individuals. Of these techniques, some of the simplest but most reliable gal y Forense. Universidad de
are those related to the dental studies of the retrieved remains. Finding Murcia.
3
dental anomalies may give useful information about diseases suffered | Catedrático de Medi-
by the individual (congenital or infecto-contagious) and possible family cina Legal y Forense. Universi-
relation between several individuals. dad de Murcia.
4
| Odontólogo. Profesor
This study describes several cases of dental agenesia (absence of
asociado de Materiales Odon-
teeth caused by lack of formation of these teeth) found in populatio- tológicos. Universidad de Mur-
ns living during the fifth to seventh centuries (a.D.), retrieved in the cia.
oriental necropolis of Carthago Spartaria, in the neighborhood of the 5
| DUE. Responsable de
present University (Cartagena, Murcia). toma de muestras y cataloga-
Key words: Hypodontia, dental agenesis ción.

225
–––––––––––––––––––––––––––––––––––– MORENO, A. / MUÑOZ, E. / LUNA A. / PÉREZ, J.C. / GAMBOA, C.

1. INTRODUCCIÓN una elevada distribución familiar en la ma-


yoría de los estudios realizados (ADEBOYE
La agenesia de uno o más dientes (hipo- ET AL 2006; ARTE ET AL 2001; GABRIS ET
doncia u oligodoncia) constituye una de AL 2001; ATASU 1994; RANTA 1985; MAR-
las anomalías más comunes en el desarrollo KOVIC 1982).
humano. La hipodoncia se define como la Dependiendo de los estudios realizados,
ausencia de uno a seis dientes permanentes, encontramos que la prevalencia de la agene-
mientras que la oligondoncia es la ausencia sia dentaria oscila entre el 2 y el 10% de la
de más de seis dientes permanentes. Los población normal (ADEBOYE ET AL 2006;
dientes más afectados son los segundos pre- LARMOUR ET AL 2005; MARKOVIC 1982;
molares inferiores, los incisivos laterales su- MAGNUSSON 1977). Estos porcentajes se
periores, los premolares superiores y los in- disparan si los relacionamos con enfermeda-
cisivos centrales inferiores. Los porcentajes des genéticas, como el síndrome de Down
varían según los estudios, pero la mayoría de y las fisuras palatinas, donde encontramos
autores coinciden en este orden (POLDER una frecuencia de aparición que oscila entre
ET AL 2004; MATTHEEUWS ET AL 2004;
el 38 y el 77% (SHAPIRA ET AL 2000; MES-
NG´ANG´A 2001; RASMUSSEN 1999; ATA-
TROVIC ET AL 1998).
SU 1994; STRITZEL ET AL 1990; RANTA
1985; MAGNUSSON 1977). En cuanto a la distribución por raza
y sexo, es una afección más frecuente en
Muchas son las causas que pueden expli-
mujeres que en hombres (POLDER ET AL
car la aparición de hipodoncias. Se ha pro-
2005; FLORES-MIR 2005; MATTHEEUWS
puesto por algunos autores (MATTHEEUWS
ET AL 2004; NICK-HUSSEIN 1989; MAG-
ET AL 2004) como una de las más plausi-
NUSSON 1977) y más en caucásicos euro-
bles la teoría filogenética de la evolución
peos y australianos (FLORES-MIR 2005; MA-
de Owen que explica la agenesia como una
TTHEEUWS ET AL 2004).
disminución fisiológica de la dentadura del
hombre moderno.
Otras causas que explican esta patolo-
gía son síndromes generales como la dis- 2. MATERIAL Y MÉTODO
plasia ectodérmica (PRAGER ET AL 2006;
GUCKES ET AL 1998), síndrome de Down Para llevar a cabo este estudio se han utiliza-
(MESTROVIC ET AL 1998), enfermedades do los restos de una población de los siglos V-
que cursan con fisuras labiales y palatinas VII d.C., localizada en el sector oriental de la
(Karsten 2004; SHAPIRA ET AL 2000) y ya mencionada necrópolis, concretamente,
ciertas enfermedades infecciosas padecidas en la ladera NO del Cerro de Despeñaperros.
durante los periodos de formación dentaria Estas inhumaciones se están estudiando con
(GROSFELDOMA 1983). Actualmente, se objeto de la realización de la tesis doctoral
acepta que los factores hereditarios son la “Estudio Paleodontológico de una Población
causa principal de la aparición de agenesias Tardoantigua de la Ciudad de Cartagena”,
dentarias (PEMBERTON ET AL 2006; PE- en el Departamento de Medicina Legal y
RES ET AL 2004; ARTE ET AL 2001; ARTE Forense de la Universidad de Murcia. Hasta
ET AL 1996), debido a que se ha encontrado el momento, se han estudiado 25 sepultu-

226 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIPODONCIA: UTILIDAD DE HALLAZGOS DENTALES EN LA DETERMINACIÓN DE... ––––––––––––––

ras de un total de 200. Dicho estudio se está Se realizaron radiografías digitales uti-
llevando a cabo por el autor de este artículo lizando un captador digital radiográfico
bajo la dirección de los profesores doctores marca Trophy RVG® y se pudo confirmar la
D. Aurelio Luna Maldonado, Catedrático de ausencia de premolares y de gérmenes for-
Medicina Legal y Forense, y D. Jose Emilio mativos de los mismos.
Muñoz Barrio, profesor asociado de Odonto-
Ambos individuos se localizaron en la
logía Legal y Forense.
parcela 2 de la Unidad de Actuación nº 1 del
Durante la toma de registros y de mues- Barrio Universitario, sobre las ruinas de la
tras de dichos restos, llamó la atención el denominada “Casa de Salvius”, concreta-
hecho de encontrar dos individuos entre los mente en las sepulturas 12000-22 y 12000-
primeros casos estudiados, que presentaban 4, que a continuación comentaremos. El
ausencia de premolares inferiores estando estado general de los restos dificulta mucho
presentes en boca piezas dentarias definiti- la determinación de sexo y edad de los mis-
vas. mos.

FIGURA 1: Planta del sector de la necrópolis localizada sobre la antigua “Domus de Salvius”, con
indicación de las sepulturas que estamos estudiando.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 227


–––––––––––––––––––––––––––––––––––– MORENO, A. / MUÑOZ, E. / LUNA A. / PÉREZ, J.C. / GAMBOA, C.

2.1. CASO 1 los que se ha señalado, tanto la zona de la


cabecera como la de los pies de la tumba.
N.º DE REGISTRO CA4-12173
En su interior, localizamos la deposición
Los restos que a continuación vamos a co- vertical de tres individuos adultos inhuma-
mentar, se encontraron en la sepultura dos en posición de cúbito supino, orientados
12000-22, localizada sobre los niveles de hacia la salida del sol y carentes de ajuar.
amortización del pórtico que envuelve el
Nuestro estudio se centra en el segundo
peristilo de la vivienda altoimperial que la
de ellos, cuya estructura ósea apareció en
bibliografía actual refiere con el nombre de
buen estado de conservación, con el brazo
“Casa de Salvius” por la leyenda que preside
izquierdo extendido junto al cuerpo y el de-
el mosaico de una de las habitaciones de la
recho, flexionado sobre la pelvis. Se conser-
misma.
van en buen estado el cráneo y la mandíbula.
Se trata de una tumba de grandes di- Se aprecia en la mandíbula la existencia de
mensiones, que reutiliza algunos elementos la dentición adulta completa, excepto los se-
arquitectónicos en su estructura. De este gundos premolares. Por la forma general del
modo, la cubierta está realizada con lajas de cráneo, su tamaño, la escasa protuberancia
piedra arenisca que alternan con un tambor de la glabela , la ausencia de ángulos en la
acanalado de columna, seccionado en dos porción posterior de la rama mandibular y el
mitades y que procede de la columnata que grado de desgaste dentario, podemos aventu-
envuelve el peristilo de la casa altoimperial. rarnos a decir que el individuo era una mujer
Esta cubierta apoya sobre una estructura de joven (25-35 años). Destaca el hecho de que
mampostería en la que se ha reutilizado un el desgaste dentario es más acentuado en la
capitel corintio del pórtico antes comenta- zona incisal, tanto superior como inferior.
do, también partido en dos fragmentos, con Este patrón de desgaste coincide con el que

FIG. 2: Cráneo de Frente y Perfil de la inhumación CA4-12173

228 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIPODONCIA: UTILIDAD DE HALLAZGOS DENTALES EN LA DETERMINACIÓN DE... ––––––––––––––

FIG. 3: Mandíbula de frente de la inhumación CA4-12173

FIG. 4: Mandíbula de perfil de la inhumación CA4-12173

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 229


–––––––––––––––––––––––––––––––––––– MORENO, A. / MUÑOZ, E. / LUNA A. / PÉREZ, J.C. / GAMBOA, C.

FIG. 5: Arco Mandibular. Obsérvense los molares temporales de la inhumación CA4-12173

FIG. 6: Radiografías digitales de los lados izquierdo y derecho de la inhumación CA4-12173. Las
flechas negras indican el lugar donde deberían estar los premolares.

230 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIPODONCIA: UTILIDAD DE HALLAZGOS DENTALES EN LA DETERMINACIÓN DE... ––––––––––––––

FIG. 7: Detalle del desgaste de incisivos superiores e inferiores de la inhumación CA4-12173.

encontramos en individuos en cuyos oficios se localizaron los restos de dos individuos de


es habitual el uso de los dientes anteriores corta edad, inhumados en posición de cúbi-
para cortar (cuerdas, hilos, cuero), tirar o to supino y orientados hacia levante.
desgarrar. En general, el estado dentario es
Nuestro trabajo se centra en el más
bueno, sin caries aunque con un problema
antiguo, que portaba como ajuar, varios ob-
periodontal leve. Este problema periodontal
jetos de adorno tales como un collar y dos
puede sugerir mala higiene, acompañada de
pendientes moldurados6.
dieta dura o fibrosa, que podría explicar la
ausencia de caries. Estos restos, en muy mal estado de con-
servación, pertenecen a un niño de unos 6
años (± 18 meses), de sexo sin confirmar,
2.2. CASO 2 del que sólo se conservan fragmentos del
cráneo, huesos en muy mal estado y la man-
N.º DE REGISTRO CA4-12057 díbula. Por la cronología eruptiva y el esta-
(INDIVIDUO 1) dío de desarrollo de sus dientes permanen-
tes debería tener, al menos, los gérmenes de
Sobre los niveles de derrumbe y colmata- los premolares medio formados. Radiográfi-
ción de la habitación nº 1 de la denominada camente encontramos que no hay gérmenes
“Casa de Salvius”, localizamos entre otras, de los segundos premolares pero sí de los
la sepultura nº 12000-4, a escasa distancia primeros premolares. El resto de la dentadu-
de la anterior. Se trata de una tumba de pe-
queñas dimensiones cubierta con dos lajas
de piedra arenisca apoyadas en una estruc- 6
| Vid. a este respecto, el estudio de los ajuares
tura subyacente a modo de sarcófago, reali- de esta necrópolis, presentado por Madrid y Vizcaíno en
zada con el mismo material. En su interior esta misma publicación.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 231


–––––––––––––––––––––––––––––––––––– MORENO, A. / MUÑOZ, E. / LUNA A. / PÉREZ, J.C. / GAMBOA, C.

FIG. 8: Detalle de la mandíbula de la inhumación CA4-12057 (individuo 1)

FIG. 9: Arco dentario inferior de la inhumación CA4-12057 (individuo 1)

232 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


HIPODONCIA: UTILIDAD DE HALLAZGOS DENTALES EN LA DETERMINACIÓN DE... ––––––––––––––

FIG. 10: Radiografía digital lado izquierdo de la inhumación CA4-12057 (individuo 1). En negro se
muestra la ausencia de germen. En gris, el hueco dejado por el germen dental en formación.

FIG. 11: Radiografía digital lado derecho de la inhumación CA4-12057 (individuo 1). En negro se
muestra la ausencia de germen. En gris, el hueco dejado por el germen dental en formación.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 233


–––––––––––––––––––––––––––––––––––– MORENO, A. / MUÑOZ, E. / LUNA A. / PÉREZ, J.C. / GAMBOA, C.

ra que se conserva (dentición temporal) no El hecho de que estas sepulturas se en-


muestra signos patológicos (caries, fractu- cuentren sobre las ruinas de la denominada
ras) ni desgastes. Debido a que se conservan “Casa de Salvius” y a muy escasa distancia
pocos dientes no podemos evaluar hábitos una de otra, resulta muy interesante a nivel
del sujeto. arqueológico, puesto que parece incidir en la
hipótesis de que los miembros de una misma
familia, decidan agrupar sus sepulturas en
zonas delimitadas por las viejas estructuras
3. CONCLUSIONES de antiguos edificios de época altoimperial,
a modo de panteón.
Si bien los datos utilizados para el presente
estudio preliminar no nos parecen suficien- Queremos hacer hincapié en la im-
tes para emitir una valoración positiva sobre portancia que tienen pruebas tan sencillas
la existencia de parentesco entre los dos como las que se han realizado para encon-
individuos estudiados, existen muchas posi- trar particularidades que nos lleven a esta-
bilidades de que sí hubiese alguna relación blecer grados de parentesco, edad y sexo de
familiar entre ellos. Sería necesario un es- individuos encontrados en diversas necrópo-
tudio más exhaustivo de los restos con téc- lis de nuestra geografía.
nicas más precisas (determinación de ADN Recomendamos completar los estudios
mitocondrial) para poder emitir un juicio arqueológicos que se practican a los restos
cierto sobre el grado de parentesco de es- humanos con estudios antropológicos y foren-
tos dos individuos. Dichas pruebas se están ses (en particular aquellos que incluyen estu-
realizando son el motivo de tesis doctoral dios dentales), puesto que estos nos ayudarán
mencionada anteriormente. a entender mejor a nuestros antepasados.

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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 235


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

LA RAUDA DEL ALCÁZAR DE


CÓRDOBA1 ANALES
Alberto J. Montejo Córdoba DE ARQUEOLOGÍA
Arqueólogo C OR D OB E S A
número 17 (2006)
E-mail: ajmontejo@supercable.es

VOL. II / PÁGS. 237 - 256

RESUMEN

La noticia de un hallazgo casual ocurrido en el siglo XIX, du-


rante las obras de ampliación del Seminario de San Pelagio, nos
ha servido para confirmar tanto la propuesta que sobre el límite
meridional del Alcázar de Córdoba realizamos anteriormente en
otros trabajos, como la ubicación aproximada de la Rauda, el pan-
teón de la dinastía Omeya de al-Andalus.

SUMMARY

The information about a fortuitous find, happened in the


XIXth century during the works to extend Saint Pelagio’s Semina-
ry, enables us to confirm our proposal about the Southern limit
of the Alcazar of Cordova (Spain) that we have written about in
other papers, and the approximate location of the Rawda, the
pantheon or burial place of the Umayyad dynasty of al-Andalus.

INTRODUCCIÓN
Hace ya diez años redactamos un extenso trabajo sobre el Al-
cázar andalusí de Córdoba (MONTEJO & GARRIGUET, 1998)2,
publicado en las actas del I Congreso Internacional de Fortifica-
ciones en al-Andalus celebrado en Algeciras, fruto de la investi-
gación desarrollada con motivo de la restauración del Alcázar de
los Reyes Cristianos (MONTEJO & GARRIGUET, 1997 y GARRI-
GUET & MONTEJO, 1998)3. En éste exponíamos de forma por-

1
| Queremos aprovechar la publicación de este trabajo para rendir un sentido recuerdo y un modes-
to homenaje al querido profesor Christian Ewert, a su persona y a su memoria.
2
| Sobre el Alcázar andalusí véanse también MONTEJO, GARRIGUET & ZAMORANO 1998 y 1999.
3
| Véase también MONTEJO y GARRIGUET, 1994, sobre el hallazgo de un tramo de la muralla me-
ridional de la ciudad.

237
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALBERTO J. MONTEJO CÓRDOBA

FIG. 1. Hipótesis de restitución del alcázar andalusí: recinto amurallado, puertas, ejes viarios y
sectores principales (MONTEJO & GARRIGUET, 1998, 326, Plano 2).

menorizada la exégesis de los textos árabes, cho panteón en la zona mas occidental del
las fuentes modernas y contemporáneas, Seminario de San Pelagio –actual Escuela
así como buena parte de las evidencias ar- de Magisterio de la Iglesia–, o al menos eso
queológicas relacionadas directamente con creemos.
el Alcázar cordobés. Todo ello dio lugar al Por aquel entonces la propuesta de lo-
enunciado de unas hipótesis sobre el traza- calización de la Rauda se basaba en las tres
do de su recinto, la localización de algunas premisas siguientes:
de sus puertas y la ubicación de determi- 1.ª El interesante pasaje citado por Al-Ma-
nadas dependencias, siendo una de ellas la qqari, tomado de Ibn Hayyan, sobre la
Rauda, el panteón de la dinastía omeya (Fig. visita que Ordoño IV efectuó a Córdoba
1); que es el tema que ahora nos ocupa de en 351 (962) con el fin de solicitar de
forma monográfica, ya que nuevos datos vie- al-Hakam II la ayuda necesaria para re-
nen a confirmar lo acertado de la propuesta cuperar su trono. Al marchar hacia Ma-
que hicimos en su momento, al ubicar di- dinat al-Zahra, el sequito de Ordoño IV

238 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA RAUDA DEL ALCÁZAR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

pasó delante del Alcázar (pero por fue- Para comprender la trascendencia de
ra de él), y cuando se hallaban entre la estos cementerios de las familias reinantes,
puerta de la Azuda y la de los Jardines el por ser éstos un importante y palpable vin-
monarca «preguntó por el enterramiento culo con el pasado y la tradición, y por lo
de al-Nasir li-din Allah [Abd al-Rahman tanto fuente de legitimidad, debemos co-
III]. Le indicaron el sitio al que en el in- mentar dos hechos alejados en el tiempo
terior el Alcázar, en la Rawda, estaba su y en el espacio, pero unidos por un mismo
tumba, y entonces Ordoño se quitó el go- significado: uno es el acontecido por el cali-
rro, se inclinó ante el lugar de la tumba, fa fatimí al-Muizz cuando en 972, tras con-
oró, tras de los cual volvió a ponerse el quistar Egipto, se traslada desde Ifriqiya a
gorro en la cabeza» (TORRES BALBÁS, El Cairo, portando con él «los tesoros de la
1957, 592; GARCÍA GÓMEZ, 1965, 324 dinastía y los ataúdes de sus antepasados»
y nota 7). (MANZANO, 1992, 136), y el otro es el pade-
2.ª La extensión del Alcázar por el sur hasta cido por Boabdil, último rey de Granada, que
la muralla meridional de la ciudad, fren- al partir para el exilio lo hace acompañado
de los restos de sus antepasados (TORRES
te al arrecife y el Guadalquivir.
BALBAS, 1985, or. 1926, 13 ).
3.ª La localización de la Puerta de la Azuda
(Bad al Sudda) y la Puerta de los Jar-
dines (Bab al Yinnan) en dicho tramo
meridional, y la relación evidente de la EN BUSCA DE LAS TUMBAS DE
Rauda (literalmente jardín) con esta úl- LOS CALIFAS
tima puerta.
Nuestra aproximación al problema de la lo-
calización de la Rauda no había sido el pri-
LA RAUDA: EL PANTEÓN DE UNA mer intento de situar esta dependencia del
DINASTÍA Alcázar, ya en el año 1962 se efectuó una
excavación en los entonces jardines del Pala-
De forma muy sintética, debemos señalar cio Episcopal, colindantes con la Plaza de los
que la rauda (rawda), el panteón dinástico, Santos Mártires por el oeste, y hoy pertene-
es uno de los contados casos en que se per- cientes a la Biblioteca Pública Provincial. De
mite la inhumación dentro del recinto de la dicha intervención nos dejó una información
medina4. En la Rauda del Alcázar descansa- valiosísima R. Castejón (1961-62 y 1963);
ron todos los emires y califas de la dinastía ésta consistió en la apertura, en un «cuadro»
omeya de al-Andalus, así como otras perso- de los mencionados jardines, de una pequeña
nas pertenecientes a la familia directa del cata de unos 4 x 4 m, en el que se exhumaron
soberano, como parece ser el caso de Subh, dos pilares de sección rectangular realizados
la madre de Hisam II (PINILLA, 1997, 197 con sillares dispuestos a soga y tizón. Estos
y nota 111). Pero este no es el único ejem-
plo de necrópolis reales que se conoce en 4
| Sobre los cementerios andalusíes véase el clá-
al-Andalus, también existen ejemplos en Se- sico y no superado trabajo de Torres Balbás (1957a) y
villa, Valencia y Granada (TORRES BALBÁS, para los cordobeses en particular los trabajos de Pinilla
1957a, 133). (1997) y Casal (2003)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 239


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALBERTO J. MONTEJO CÓRDOBA

FIG. 2. Planta y alzado de los vestigios aparecidos en los antiguos jardines del Palacio Episcopal, hoy
pertenecientes a la Biblioteca Pública Provincial (CASTEJÓN, 1961-62, 251).

pilares conservaban una altura de 1,3 y 0,88 diodía está la galería interior, toda ella
m respectivamente (Fig. 2). Su zócalo estaba pintada de rojo el suelo de hormigón cal-
revestido y pintado en rojo, observándose una cáreo. Se descubrió esta galería en una
franja de mismo color por encima. Los pilares anchura a partir de pilastras de 2’90, y
tenían unas dimensiones de 1 x 1,24 m de todo su borde opuesto aparecía roto a
lado, y 1,14 x 1,38 m en la parte inferior, más partir de una línea paralela a la de pilas-
tras, señalando acaso la línea de muro
ancha por disponer de un «enchapado» de la-
interior... El espacio entre pilastras tiene
drillo de 0,58 m altura; el espacio existente
hacia norte una faja de mármol blanco
entre los pilares era de 3,66 m (CASTEJÓN, de unos 45 ctms., que indica el escalón
1961-62: 247-248; IDEM, 1963: 231). El pa- hacia el hueco del patio (CASTEJÓN,
vimento sobre el que ambos se alzaban se en- 1961-62: 248).
contraba a una profundidad de 2,50 m y fue
descrito de la siguiente forma: A juicio de Castejón (1961-62: 248-
249) la galería hallada estaría cubierta «por
El piso original es de hormigón homogé- fuertes entablamentos» debido a la ausencia
neo de cal, pintado al rojo y hacia me- de dovelas correspondientes a arcos y a la

240 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA RAUDA DEL ALCÁZAR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

abundante presencia de grandes clavos de andalusí, pero el paso del tiempo y, sobre
unos 40 cm de longitud. En vista de estos todo, el desarrollo de la investigación –tanto
interesantes vestigios se decidió buscar la arqueológica como filológica–, han permiti-
línea de pilares al exterior de los jardines do cuestionar distintos aspectos del mismo,
del Palacio Episcopal, en el Campo Santo sin que esto signifique menosprecio alguno
de los Mártires, obteniéndose resultados hacia el mencionado trabajo y su autor, sino
negativos en este sentido al encontrarse «a todo lo contrario, ya que éste plantó las ba-
nivel análogo al de las pilastras, una irre- ses de la investigación posterior.
gular construcción, ovalada, como pozo de Retomando el tema que nos ocupa, de-
noria, horno de cal o cosa parecida, incla- bemos señalar que el error de partida pare-
sificable desde cualquier punto de vista, que ce estar en el límite meridional del Alcázar
ha vuelto a ser soterrada, porque entraba propuesto por Castejón en su trabajo antes
bajo la tapia de cerrramiento del jardín señalado (CASTEJÓN, 1929, Plano) (Fig.
episcopal y podía ser causa de ruina» (CAS- 3). Pero es en sus palabras donde hemos
TEJÓN, 1961-62: 249; IDEM, 1963: 231). apreciado un notable cúmulo de impreci-
Sea como fuere, el objetivo original de esta siones que debemos matizar; así, Castejón
intervención, el hallazgo de las tumbas de escribe:
emires y califas, no quedó ni mucho menos
El muro meridional [la negrita es nues-
cumplido, pues no se halló ningún resto de
tra], principal fachada del Alcázar, des-
sepulturas. Tanto es así que el propio Cas-
apareció del todo en las obras del obispo
tejón, a tenor de los resultados fallidos y
Mardones [1606-1624], el año de 1622,
pensando en futuras investigaciones, pro-
que tomó parte de la explanada delan-
puso dirigir la búsqueda de la necrópolis
tera del Seminario de San Pelagio, para
real «más a mediodía, en línea paralela a la
hacer el gran patio y crujía meridional
presunta fachada sur del Alcázar, a cuyo lu-
que hoy ofrece el Palacio Obispal. En
gar se refieren las más precisas citas de los
las excavaciones hechas por la Socie-
cronistas islámicos» (CASTEJÓN, 1961-62:
dad Cordobesa de Arqueología en el año
251; IDEM, 1963: 233). 1922 en dicho patio, se aprecio un fuer-
Creemos conveniente detenernos ahora te muro de construcción califal, con la
en analizar los motivos por los que aquella misma línea que la fachada posterior de
intervención no logro obtener los resulta- la Mezquita [alquibla], lo que nos hace
dos que se esperaban en un principio, para pensar suponer que es el muro meridio-
ello debemos revisar lo escrito por el propio nal del Alcázar. En cuanto al muro de
Rafael Castejón para entender los errores poniente [la negrita es nuestra] acaso
de partida que motivaron tan infructuosa estuviera separado de la muralla gene-
búsqueda. Así, en el año 1929 vio la luz el ral de la Almedina por una calle a ma-
prolífico artículo de este eminente erudito nera de Adarve, de la cual se ha visto
cordobés titulado “Córdoba Califal” en el el empedrado en algunas excavaciones.
Boletín de la Real Academia de Córdoba; di- (CASTEJÓN, 1929, 279).
cho trabajo ha sido hasta hace pocos años Las puntualizaciones sobre las asevera-
indispensable a la hora de acometer cual- ciones vertidas por Castejón en el párrafo an-
quier tipo de investigación sobre la Córdoba terior son relativas a los siguientes aspectos:

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 241


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALBERTO J. MONTEJO CÓRDOBA

LÁM. 1. Palacio Episcopal, tramo de la fachada meridional y detalle del escudo situado sobre la puerta
perteneciente al obispo Agustín de Ayestarán y Landa (1796-1805) (foto del autor).

1º. Al parecer, las obras acometidas por el jía y por el adosamiento que se puede
obispo Diego Mardones no afectaron observar entre la crujía meridional y la
al muro propuesto por Castejón como oriental (Láms. 1 y 2)7. Por otra parte,
límite sur del Alcázar5, ya que la «cru- la crujía oriental, obra del obispo Mar-
jía meridional que hoy ofrece el Palacio dones –en la actual calle Torrijos–, con-
Obispal» es obra muy posterior –parte tinuaba mediante un arco hasta intectar
de la fachada que se abre a la actual ca- con el Seminario de San Pelagio; dicho
lle Amador de los Ríos6–, en concreto arco se encontraba en pie hasta 1863
del obispo Agustín de Ayestarán y Landa –conocido como Arco de Guía– (Lám.
(1796-1805), como se puede constatar 3), en que fue derribado tras un terri-
por el escudo de citado obispo situado ble incendio (MARTÍN, 1990, 207-209, y
sobre la puerta principal de dicha cru- Fig. 39). En este sentido, debemos indi-
car que delante del Seminario es posible
que se abriera una amplia explanada sin
5
| La obras del obispo Mardones si afectaron, y construir, como así lo refleja el propio
de forma muy drástica, a un importante tramo del lien-
zo oriental del alcázar, haciéndolo desaparecer, al igual
Castejón y otros autores (RÁMIREZ DE
que el sabat construido por al-Hakam II, que fue com- ARELLANO, 1981, 583)
pletamente demolido hacia 1622, véase CASTEJÓN,
1927-28, 37.
2º. En cuanto al muro descubierto en 1922
6
| Anteriormente conocida como calle Arco de en el patio del Palacio Episcopal, y que
Guía. según el propio Castejón tenía «la mis-
7
| Sobre la identificación de este escudo véase ma línea que la fachada posterior de
MOLINERO MERCHÁN, 2005, 511; y en lo relativo a las la Mezquita [alquibla], lo que nos hace
motivaciones que indujeron a la construcción de esta
crujía, destinada en principio a Biblioteca, y que forma
pensar suponer que es el muro meri-
parte de la fachada meridional del Palacio Episcopal dional del Alcázar», tenemos que hacer
véase RAMÍREZ DE ARELLANO, 1981, 582-583 y 590. notar que la información reflejada en la

242 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA RAUDA DEL ALCÁZAR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

LÁM. 2. Palacio Episcopal, detalle del adosamiento


de la crujía meridional, del obispo Ayestarán –a
la derecha– sobre la crujía oriental, del obispo
Mardones –a la izquierda– (foto del autor).

breve noticia publicada de este hallazgo


no concuerda con lo manifestado con
anterioridad. Así, en el Boletín de la Real
Sociedad Cordobesa de Arqueología y
Excursiones, en su ejemplar del mes LÁM. 3. El Arco de Guía, situado en la fachada
de junio de 1928, se publicó la noticia oriental del Palacio Episcopal antes de su
de forma muy escueta, pero no por ello demolición en 1863.
falta de interés, y que reproducimos en
parte8: portero o sirviente lo tiro algún día de
…, nos limitamos a trabajar en el gran limpieza, y se perdió.
patio meridional del palacio, general- Cercana a la fachada norte de dicho pa-
mente llamado «de la casa de campo». tio, y a profundidad de dos o tres metros,
Se hizo una zanja exploratoria que atra- se hallaron restos de muros califales, y
saba el patio de norte a sur, próximamen- por debajo, al parecer, en dirección algo
te en la dirección de las puertas principa- diagonal, otros de fuertes sillares que pa-
les del mismo. Los resultados no fueron recían romanos.
definitivos, porque hubo de ser terminada
la exploración apresuradamente. 8
| Aunque esta noticia no aparece firmada, cree-
Se obtuvo gran cantidad de cerámica mos que su autor sería Castejón, ya que al final de la mis-
ma aparece la letra «C.», y por aquellas mismas fechas
califal, del tipo vidriado color melado dicho investigador ya colaboraba con el Boletín de la Real
con dibujos negros. De ella se hizo un Sociedad Cordobesa de Arqueología y Excursiones y era
lote que se fué almacenando, pero algún miembro de la Comisión Provincial de Monumentos.

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LÁM. 4. Localización aproximada de la zanja abierta en 1922 y alineación de muro de alquibla y de la


fachada de la crujía norte de la Palacio Episcopal (foto: Gerencia de Urbanismo de Córdoba).

LÁM. 5. Descampado de la Biblioteca Pública Provincial, al fondo la intervención de F. Hernández (foto


del autor)

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LA RAUDA DEL ALCÁZAR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

El muro árabe, de sillares calizos a soga norte, entonces ¿cómo puede estar a la
y tizón, se presentó casi paralelo a dicha vez en línea con el muro de alquibla de
fachada. Parecía tener la misma línea la mezquita? La simple comprobación
que el muro posterior de la Mezquita. en un plano o en una foto aérea nos re-
flejan que ambos muros no son parale-
Todo el interés del hallazgo estuvo en de-
los, sino todo lo contrario (Lám. 4), a
ducir que dicha fachada del Palacio (la
lo que hay que sumar que el presunto
fachada interior que forma el lado norte
muro alineado con la alquibla hubiera
del indicado patio), no está sobre la lí-
aparecido en la crujía sur del patio, muy
nea del muro árabe, sino algunos metros
alejado de los vestigios hallados y fuera
más interior. (CASTEJÓN, 1928, 10).
de la zanja abierta en 1922.
De la lectura del texto anterior extrae- 3º. Ya para concluir, señalaremos que el ca-
mos la siguiente información: la loca- mino empedrado existente entre el «muro
lización de la zanja, que con dirección de poniente» del Alcázar y la muralla de
NO-SE aproximadamente, recorría la la ciudad, según Castejón, no parece co-
zona central del patio casi desde la rresponder a un espacio de separación
crujía septentrional a la meridional; la entre ambos lienzos, sino que más bien
aparición de un muro de sillares a soga sería una calle interior, adarve o pomerio
a tizón «casi paralelo a dicha fachada» (MORA-FIGUEROA, 1994, 156), del pro-
(la fachada de la crujía norte) y a esca- pio Alcázar. Así, se puede comprobar su
sos metros de ésta. Por lo tanto, se nos existencia en el interior del Alcázar junto
plantea la siguiente paradoja: si el muro al lienzo norte, en los dos tramos exca-
era casi paralelo a la fachada de la crujía vados por Félix Hernández en la década

FIG. 3. Detalle del plano de Qurtuba (CASTEJÓN, 1929)

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FIG. 4. Detalle del plano levantado por Félix Hernández (Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba, inédito).

de los 70 del siglo XX (conservados hoy, DESCUBIERTO Y CONSOLIDACIÓN DE


aunque no en las mejores condiciones), y LOS RESTOS DEL ALCÁZAR CALIFAL
visibles en el descampado de la Bibliote- DE LA LOCALIDAD REFERIDA», con
ca Publica Provincial (Lám 5). El tramo indicación expresa de la «Calle enlosada
occidental de dicha calle está pavimenta- con piezas planas irregulares» (Fig. 4)10.
do con losas de calcarenita, mientras el Esta planimetría, junto con los croquis
oriental lo está con lajas de piedra caliza. que sirvieron para el levantamiento topo-
Aparte de los de los mencionados vesti- gráfico –y algunas fotos–, se guarda en el
gios, existe un plano donde se reflejan Archivo del Museo Arqueológico y Etno-
las principales estructuras halladas en lógico de Córdoba.
dicha excavación9, firmado por el men-
cionado arquitecto con fecha de 8 de
abril de 1972, a escala 1:200 y titulado:
«ZONA OCCIDENTAL DEL SOLAR DEL UN HALLAZGO
PALACIO EPISCOPAL DE CÓRDOBA LAMENTABLEMENTE OLVIDADO
AFECTADA POR LAS EXCAVACIONES
EN REALIZACIÓN PARA PUESTA AL En 1849 el rector del Seminario Conciliar
de San Pelagio, Pedro Cubero López de Padi-
9
| También aparecen reflejados los dos pilares ha- lla, solicitó al Ayuntamiento que le cediera
llados en la intervención realizada para buscar la tumba una pequeña extensión de terreno existente
de los califas en 1962.
10
entre el pequeño huerto del Seminario y la
| Un adarve similar, y claro paralelo, se puede vi-
sitar en la actualidad en el interior de Madinat al-Zahra, Cárcel Nacional11 –en la confluencia de las
el que corre junto al lienzo norte de la muralla. actuales calles Santa Teresa Jornet, Ama-
11
| Dicha instalación penitenciaria ocupaba por dor de los Ríos y Plaza de los Santos Már-
aquel entonces el Alcázar de los Reyes Cristianos. tires– (Fig. 5), con la finalidad de obtener
12
| Esta investigadora recoge en su estudio, de
manera exhaustiva, toda la documentación adminis-
un espacio para el «desahogo y recreo de los
trativa, planos y noticias de prensa generada por dicha alumnos» (MARTIN, 1990, 205-207, y Figs.
actuación urbanística. 37 y 3812).

246 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA RAUDA DEL ALCÁZAR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 5. Localización de la ampliación del Seminario de San Pelagio, detalle del plano de 1851.

Los terrenos solicitados, una vez le- [3,34 ó 4,17 m] se encontraron muros muy
vantado el croquis del solar y las líneas de robustos que atravesaban la zanja, forma-
fachadas, fueron cedidos gratuitamente al dos de sillares de piedra franca y losas de
Seminario por la Corporación el 21 de no- mármol blanco de una media vara cuadra-
viembre de 185113. No obstante, y por cau- da, una moneda romana del Bajo Imperio...
sas que se desconocen, los trabajos no co- Es indudable que todas estas ruinas son del
menzaron hasta 1857, realizándose la actua- Alcázar de los Califas” (MARTÍN LÓPEZ,
lización del croquis anterior con un nuevo 1990: 207, nota 137).
plano (Fig. 6); y, como no podía ser de otra
Hasta aquí llegaba la información que
manera, enseguida empezaron a surgir ves-
teníamos hace diez años sobre el descubri-
tigios arqueológicos que por su manifiesta
miento realizado en la parte más occidental
importancia fueron reseñados en la prensa
del Seminario; pero pasado un tiempo des-
local de la época, así el Diario de Córdoba
de la publicación del trabajo de Algeciras, y
de 18 de marzo de 1858 recoge la noticia del
hallazgo en estos términos: 13
| Como anécdota señalaremos que pocos años
“En octubre de 1857 haciendo los ci- después, en 1864, la Corporación tuvo que indemnizar
mientos para el muro que incluye un pedazo al Seminario con 25.411,11 reales por tomar 164,83
m² de éste tras el incendio del Arco de Guía del año
de terreno del Campo Santo concedido por la anterior (vid supra); pues el Municipio aprovechó este
ciudad al colegio Seminario Conciliar de San suceso para alinear y ensanchar la actual calle Amador
Pelagio, a una profundidad de 4 ó 5 varas de los Ríos.

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FIG. 6. Planos del solar cedido para la ampliación del Seminario (MARTÍN, 1990, 206, Figs. 37 y 38).

continuando con la investigación del Alcá- su existencia–, éstos fueron donados por el
zar –que nunca ha cesado–, nos encontra- entonces obispo, D. Juan Alfonso de Albur-
mos con una publicación que recogía cier- querque (1857-1874), el 18 de abril de 1868
tos materiales procedentes del Seminario al recién creado Museo Arqueológico Nacio-
de San Pelagio –y de los que ignorábamos nal, por mediación de D. José Amador de los
Ríos y Serrano14, director de dicho museo y
14
| Curiosamente a este ilustre personaje, José muy vinculado con la ciudad de Córdoba y al
Amador de los Ríos y Serrano (Baena,1818-Sevilla, Seminario, donde estudio de joven. La publi-
1878) (http://www2.uah.es/imagines_cilii/Epigrafis- cación a la que nos referimos es el libro de
tas/textos/Riosamador.htm), está dedicada la calle que Ramón Revilla Vielva titulado Patio árabe del
actualmente separa el Palacio Episcopal del Seminario
de San Pelagio, y tal vez sea su interés por la poesía la
Museo Arqueológico Nacional. Catálogo des-
razón por cual es más conocido como “Amador de los criptivo, publicado en Madrid en 193215. Las
Ríos”. piezas donadas por el obispo Alburquerque
15
| Existe un pequeño error de forma en el libro al Museo Arqueológico Nacional (MAN) son
de Revilla, que no anula para nada su contenido, ya que
confunde la denominación del Seminario de San Pela-
los números: 3, 4, 5, 6, 7, 8, 126, 127, 129,
gio por “San Pelayo”, lo cuál creemos debe ser más bien 130, 134, 163, y 232 del Catálogo de Revilla,
una un error de imprenta. un importante conjunto de piezas que por

248 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA RAUDA DEL ALCÁZAR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

extrañas y misteriosas circunstancias han Deseando se encuentre V. completamen-


permanecido demasiado tiempo en silen- te restablecido de sus antiguos padeci-
cio; tanto es así que ni el propio Castejón, mientos, se despide suyo siempre amigo
ni otros autores, se refieren a estas piezas y compañero (ilegible)
a pesar de tener noticias del hallazgo acon- Amador de los Ríos aconsejado por su
tecido durante la ampliación del Seminario «amigo y compañero», y sabiendo que cuen-
(CASTEJÓN, 1927-28, 40-41; ÍDEM, 1963, ta con el apoyo del Rector, se dirige al obis-
229). po con el fin de conseguir su propósito y
Antes de describir los distintos elemen- no herir susceptibilidades que impidan su
tos que componen el hallazgo del Seminario, empeño. Tanto es así que, con fecha de 1
creemos conveniente detenernos unos ins- de abril del mismo año, recibe respuesta
tantes en narrar los avatares de la donación afirmativa del Obispo en los siguientes tér-
de estas piezas16. Según los documentos que minos:
se conservan en el Archivo del MAN17, José Me había propuesto, y en ello tenía espe-
Amador de los Ríos tuvo ocasión de ver las cial placer, formar en la Biblioteca o en
mencionadas piezas el año anterior a la do- el gabinete de Física de mi Seminario de
nación, según se desprende de una carta di- San Pelagio un pequeño museo de anti-
rigida a éste por D. José Cobos y Junguito18, güedades, con los fragmentos encontra-
rector del Seminario de San Pelagio, fechada dos al abrir los cimientos de las obras
el 29 de marzo de 1868, la carta de forma de ampliación del mismo en mi pontifi-
extractada dice así: cado [la negrita es nuestra];… he dado
orden al Rector de mi Seminario, para
…nos pide los fragmentos arquitectóni-
que desde luego ponga a disposición de
cos que, extraídos de las excavaciones
V. todos los fragmentos que V. ya vió el
practicadas para dar mayor amplitud
año anterior, exceptuando dos muy pe-
a este edificio [la negrita es nuestra],
queños y no de gran mérito, que he que-
se conservan en este Seminario de mi rido se conserven como una memoria de
cargo… mis desvelos en el engrandecimiento de
…recordará lo que aquí hablamos, cuan-
do tuvo el gusto de verlas en esta ciudad 16
| Esta donación se inscribe dentro de la política
el año anterior. El prelado está muy pre-
seguida por el Director del MAN de solicitar piezas a
ocupado, no sin razón, con estos objetos numerosas personas e instituciones de todo el país con
de antigüedad, encontrados dentro del el fin de dotar de contenidos al recién creado museo.
17
área que ocupa su Seminario, y con oca- | Número de Expediente MAN: 1868/130A-V.
Queremos agradecer a la encargada del Archivo de esta
sión de las grandes amplitudes que él ha
institución su amabilidad y las facilidades prestadas
dado a este edificio,… Y como tampoco para el estudio de los documentos relacionados con
sería ningún imposible que, viendo que esta donación y otras piezas. Asimismo extendemos
V. no se ha dirigido a él, quede el jefe su- nuestro agradecimiento a las Dras. Ángela Franco e Isa-
premo de esta casa, sino a mi, que soy bel Arias, conservadoras del MAN, por las atenciones
recibidas.
un subalterno suyo, hiriese algún tanto 18
| La correspondencia del director del MAN so-
este paso sus susceptibilidad, creyendo bre este asunto no se conserva en el Archivo, aunque
rebajada su Autoridad, … esperamos encontrarlas en el Seminario.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 249


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LÁM. 6. Atauriques vegetales procedentes del Seminario de San Pelagio y donados al MAN en 1868 (Foto: MAN).

un edificio de mi especial predilección, 3. Una tabla de mármol blanco con


teniendo el gusto de prestar a la vez un adorno latino-bizantino de círculos,
servicio al Museo del Estado, y un obse- florones, perlas (ilegible).
quio al hijo ilustre de S. Pelagio, …
4. Dos basas casi completas.
Y de este modo llegaron las piezas a
5. Dos fragmentos grandes y otros dos
Madrid, donde el contenido de la donación
pequeños de basas, estos y aquellos,
fue detallado en un documento fechado en
dicha capital el 18 de abril de 1868: de mármol blanco, todo cuajados de
ornamentación de estilo del Califato.
Objetos que se entregan a D. Manuel
de Assas encargado del Departamento 6. Otros dos fragmentos de basa senci-
de antigüedades clásicas y europeas. llas con moldura lisa, de dicho estilo
y de mármol blanco.
Donaciones del Excmo. e Ilmo. Sor.
Obispo de Córdoba. 7. Otro fragmento de capitel grande de
mármol blanco y del mismo estilo.
1. Un fragmento de capitel de grandes
dimensiones, mármol blanco, y estilo 8. Dos fragmentos de capitelitos, uno
latino-bizantino. grande y otro pequeño, de mármol
blanco y estilo mauritan.
2. Un ¿bisante? de mármol blanco exor-
nado de florecillas, hojas y funículos 9. Dos canecillos de piedra franca.
de estilo latino-bizantino. 10. Un florón suelto de ídem.

250 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA RAUDA DEL ALCÁZAR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

LÁM. 7. Atauriques geométricos procedentes del Seminario de San Pelagio y donados al MAN en 1868
(foto: MAN).

11. Un fragmento de inscripción cúfica tales (Lám. 6)20; dos fragmentos de atauri-
de mármol blanco. que con decoración geométrica, que incluso
12. Una pieza de mármol del mismo co- conservan el color rojo del fondo utilizado
lor, cuadrilonga y con molduras lisa. para resaltar dicha decoración (Lám. 7)21, y
13. Un fragmento de barro cocido, de un florón en bulto redondo (Lám. 8)22. Otro
planta circular, rodeado de inscrip- conjunto destacado lo constituyen los ele-
ción cúfica. mentos arquitectónicos decorativos, forma-
do por seis ejemplares de basas (Lám. 9)23 y
14. Dos fragmentos de ataurique de
dos capiteles (Lám. 10)24, el estado de con-
mármol blanco.
servación de todos ellos es muy desigual.
15. Seis ídem de piedra franca.
16. Tres ídem, de ornato de relieve de la 19
| No es nuestra intención hacer el catálogo y el
misma clase de piedra. estudio pormenorizado de este importante conjunto,
17. Un fragmento de mosaico. que dejamos para mejor ocasión, ahora nos contenta-
mos simplemente con rescatar del olvido este impor-
18. Un vaso de barro, jarro o alcuza. tante hallazgo. Remitimos al trabajo de Revilla de 1932
Las piezas que se conservan en el MAN para comprobar las dimensiones de las piezas.
20
| MAN, Nº de Inventario: 50372, 50373, 50374,
procedentes del Seminario de San Pelagio 50401, 50403, 50405 y 50406
constituyen un numeroso y homogéneo gru- 21
| MAN, Nº de Inventario: 50408-50409 y 50410.
po de elementos arquitectónicos decorati- 22
| Pensamos que esta pieza, la nº 50400, un flo-
vos de clara cronología andalusí, y a prime- rón en bulto redondo, debería ir empotrada en la pared
ra vista podemos atrevernos a señalar que o en el techo del edificio al que perteneció, acompaña-
da del resto de elementos decorativos.
califal19. La donación está compuesta por 23
| MAN, Nº de Inventario: 50394, 50395, 50399,
siete fragmentos de relieves arquitectónicos 50404, 50407 y 51377.
decorativos, o atauriques, con motivos vege- 24
| MAN, Nº de Inventario: 50411 y 50739.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 251


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da de la Alberca o el Salón Rico (EWERT,


1995).
Pero, a pesar de la calidad y la cantidad
de elementos que componían la donación
del obispo Alburquerque, lo que más pode-
rosamente nos llamó la atención de todo
el conjunto fue un pequeño fragmento de
mármol blanco de grano fino; ya que, para
la mayor de nuestras sorpresas, se trataba
de una de una inscripción árabe de carácter
funerario, de la que sólo se conservan tres
líneas en relieve (Lám. 11)25. Según la tra-
ducción realizada por Revilla se puede leer
lo siguiente en dicho epígrafe (REVILLA,
1932, 97-98, nº 232):
LÁM. 8. Florón en bulto redondo procedente del «… sobre ella … con ella …»
Seminario de San Pelagio y donados al MAN en
1868 (foto: MAN).
Se trata de una formula funeraria ha-
bitual y está dedicada a un personaje feme-
nino26. La inscripción, realizada en cúfico
A primera vista, los paralelos más claros simple, puede fecharse en la segunda mitad
que conocemos para este conjunto de mate- del siglo X27.
riales arquitectónicos se encuentran en Ma-
dinat al-Zahra, sobre todo en la decoración
de edificios como la Casa de Ya’far, la Vivien-
¿OTRO HALLAZGO EN EL
25
SEMINARIO?
| MAN, Nº de Inventario: 50390. Las dimensio-
nes son: altura: 11 cm; anchura: 20,5 cm y grosor: 4,5
cm.
El 21 de mayo de 1868 ingresó en el Museo
26
| Queremos agradecer sinceramente a los pro- Arqueológico Nacional otra donación proce-
fesores Juan Antonio Souto y Virgilio Martínez Enamo- dente de Córdoba, esta vez realizada por Vic-
rado la atención prestada y sus valiosos comentarios toriano Rivera y Romero28. Esta donación es-
cuando les solicitamos su parecer sobre esta inscrip-
taba compuesta por al menos 15 objetos de
ción, confirmándonos ambos la acertada lectura hecha
por Ramón Revilla. diversa índole y procedencia; pero de entre
27
| Esta información se la debemos al profesor Vir- todos éstos sólo nos interesa uno de ellos, al
gilio Martínez Enamorado, al cuál reiteramos nuestro haber sido considerado su lugar de hallazgo
agradecimiento. el solar ocupado por el Alcázar, y más con-
28
| Victoriano Rivera y Romero fue catedrático del
Instituto de Córdoba, fue nombrado en 1881 Académi-
cretamente con las obras de ampliación del
co de la Historia y vocal de la Comisión Provincial de Seminario29.
Monumentos Históricos y Artísticos (PALENCIA, 1995,
99 y 123.
Nos referimos en concreto a una placa
29
| Por ejemplo: Castejón, 1927-28, 40-41 y 1963, de mármol decorada en relieve con tres ar-
229. quillos de herradura y con los vanos rellenos

252 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA RAUDA DEL ALCÁZAR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

LÁM. 9. Basas procedentes del Seminario de San Pelagio y donados al MAN en 1868 (foto: MAN).

LÁM. 10. Capiteles procedentes del Seminario de San Pelagio y donados al MAN en 1868 (foto: MAN).

de decoración vegetal (Lám. 12)30. Los ci- rregido la lectura tradicional del epígrafe al
macios de los arcos presentan una inscrip- leer el nombre de Tarif, y datar la pieza entre
ción árabe que ha sido muy controvertida 954 y 965, en nuestra opinión de forma muy
hasta hace poco. Recientemente esta mag-
nifica pieza ha sido estudiada en profundi- 30
| MAN, Nº de Inventario: 50369. Nº de expedien-
dad por el profesor J.A. Souto, quién ha co- te: 1868/22.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 253


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LÁM. 11. Inscripción funeraria procedente del Seminario de San Pelagio y donada al MAN en 1868
(foto: MAN).

En cuanto a la procedencia debemos se-


ñalar que en el borrador del acta de entrega
de la donación no aparece mención expresa
al lugar del hallazgo de este elemento, como
sí sucede con otros objetos del mismo lote,
donde sí se reflejan el lugar de procedencia.
En este sentido, podemos señalar como el
propio Ramón Revilla, en su Catálogo sólo
indica como lugar de procedencia Córdoba
de forma genérica, pues debía conocer la
documentación obrante en el Museo (REVI-
LLA, 1932, 16, n.º 9).
Pensamos que la confusión sobre el lu-
LÁM. 12. Placa de mármol procedente de
gar del hallazgo de esta pieza radica en la
Córdoba. MAN, Nº de Inventario: 50369 (foto:
MAN).
proximidad en el tiempo con que se efectuó
la donación por el obispo Alburquerque, el
18 de abril de 1868, y la donación de Victo-
acertada; por ello aconsejamos al lector éste riano Rivera, el 21 de mayo del mismo año,
interesante trabajo, donde además se recoge apenas un mes después que el primero. La
toda la literatura y problemática generada calidad de los objetos entregados al MAN la
por esta pieza (SOUTO, 2005). imaginación y, pero sobre todo, la desigual

254 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


LA RAUDA DEL ALCÁZAR DE CÓRDOBA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

fortuna que corrieron a la hora de ser publi- cemos en Madinat al-Zahra–, y que viene a
cados hicieron el resto. confirmar la hipótesis que expusimos en su
día sobre la extensión del Alcázar de Córdo-
En definitiva, no existen elementos de
ba por Mediodía y, por añadidura, lo acer-
juicio que permitan seguir afirmando con
tado de la propuesta de localización de la
total seguridad que el relieve donado por
Rauda; aunque seguimos manteniendo que
Victoriano Ribera proceda del Alcázar.
es necesario proseguir la investigación de
este complejo palatino, pues siguen siendo
más numerosas las interrogantes que las
CONCLUYENDO
respuestas.
La evaluación del conjunto de piezas apa- Así, ahora nos planteamos que efectiva-
recido en la ampliación del Seminario nos mente la Dar al-Rawda, obra de Abd al-Rah-
muestra claramente un ambiente edificato- man III, fuera una remodelación del antiguo
rio de carácter áulico, como no podía ser cementerio dinástico y que lo encontrado en
de otra manera –en línea con lo que cono- el Seminario fueran sus vestigios.

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MONTEJO, A. J.; GARRIGUET, J. A.; ZAMORANO, panomusulmanes”, Al-Andalus 22, 131-191.
A. M. (1999): “El Alcázar andalusí de Córdoba y TORRES BALBÁS, L. (1957b): “Arte hispanomu-
su entorno urbano”. Córdoba en la Historial. La
sulmán hasta la caída del califato de Córdoba”,
construcción de la urbe (Córdoba, 1997). Córdo-
en R. Menéndez Pidal (Dir.): Historia de España,
ba, pp. 163-172.
t. V, 331-788. Madrid.
MORA-FIGUEROA, L. de (1994): Glosario de ar-
TORRES BALBÁS, L. (1985, or.1926): “Paseos
quitectura defensiva medieval. Cádiz.
por la Alhambra. Una necrópolis nazarí: la Rau-
PALENCIA CEREZO, J. M. (1995): Setenta años da”, Obra Dispersa II, t. 9, 13-42, Madrid (publi-
de intervención en el Patrimonio Histórico-Artísti- cado originalmente en Archivo Español de Arte y
co cordobés (1835-1905). Córdoba. Arqueología 6).

256 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA


QURTUBA ISLÁMICA1 ANALES
DE ARQUEOLOGÍA
M.ª Teresa Casal / mtcasal@arqueocordoba.com
Convenio UCO-GMU C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Alberto León / aa2lemua@uco.es
Universidad de Córdoba
VOL. II / PÁGS. 257 - 290
Rosa López / rosalop78@hotmail.com
Arqueóloga

Ana Valdivieso / avaldivieso@arqueocordoba.com


Arqueóloga

Patricio J. Soriano / pasoriano@gmail.com


Convenio UCO-GMU

RESUMEN
Tras el significativo aumento de la información generada en
relación con el mundo funerario de época islámica en Córdoba en
los últimos años, planteamos para este trabajo un doble objetivo:
realizar una actualización de dichos datos y empezar a plantear
nuevas cuestiones o líneas de investigación referidas, por un lado,
a la configuración de las áreas cementeriales en relación con la
topografía urbana, y por otro, a las propias características inter-
nas de estos espacios.

RESUMÉ
Grâce à l’abondante information générée à l’égard du monde
funeraire de l’époque islamique corduenne au cours des derniè-
res années quel’on a établi un doble but pour ce travail: réaliser
une actualisation de ces données et commencer à poser des nou-
velles lignes de recherché. Les nouvelles lignes feront allusion
d’une part à la configuration des aires occupées par les cimitières
et leurs rapports avec la topographie urbaine, et d´une autre part
aux propres caractéristiques de ces espaces.

1
| Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación “Espacio y usos funerarios en la ciudad histórica. El
ejemplo cordobés (siglos II a.C-XV d.C.)”, financiado por el Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Inno-
vación Tecnológica 200-2003 del Ministerio español de Ciencia y Tecnología, con apoyo de la Unión Europea a través de
los fondos FEDER (Ref. BHA 2003-08677). Del mismo modo, se inscribe en el Convenio de Colaboración que el Área de
Arqueología de la Universidad de Córdoba, mantiene con la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento local
para el estudio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único (www.arqueocordoba.com).

257
–––– Mª TERESA CASAL / ALBERTO LEÓN / ROSA LÓPEZ / ANA VALDIVIESO / PATRICIO J. SORIANO

I. INTRODUCCIÓN cies excavadas en fechas recientes (parcelas


completas, amplios viales, ronda de circun-
Los resultados que presentamos a continua- valación occidental, etc.) han permitido en
ción se enmarcan en la nueva fase del pro- muchos casos contar con una información
yecto de investigación que sobre el mundo espacial excepcional en el panorama de la
funerario cordobés viene siendo dirigido en investigación sobre el mundo funerario islá-
los últimos años por el Prof. Desiderio Va- mico en al-Andalus.
querizo. La ampliación del arco cronológico Con todo, el estado de conocimientos
analizado en dicho proyecto, incorporando sobre este periodo es sensiblemente más
las etapas islámica y bajomedieval cristiana, limitado que el nivel alcanzado para el pe-
es consecuencia de la necesaria considera- riodo clásico, cuyo avance ha respondido a
ción de la ciudad histórica como un yaci- los proyectos dirigidos desde el Área de Ar-
miento único, independientemente de su queología de la UCO y que se ha convertido
cronología, de cara a la reconstrucción del en un referente a nivel nacional.
proceso histórico que constituye la evolu-
ción urbanística de Córdoba. No obstante, nuestro punto de partida
arranca de la reciente monografía publica-
Es precisamente en relación con el pe- da por uno de los miembros del equipo, Los
riodo medieval islámico con el que se ha ge- cementerios musulmanes de Qurtuba (CA-
nerado el mayor volumen de información en SAL, 2003). Dicho trabajo consiste en una
los últimos años, especialmente a partir de la exhaustiva puesta al día de la información
aplicación efectiva del nuevo P.G.O.U. (2001-
arqueológica relacionada con el mundo fu-
2003) y de su correspondiente Normativa de
nerario islámico, hasta la fecha de aplica-
Protección del Patrimonio Arqueológico. La
ción de la nueva normativa municipal. La
gran extensión de la ciudad islámica que al-
posibilidad de contar con una valiosa mono-
bergó la sede del Estado Omeya Andalusí y
grafía sobre un aspecto aparentemente tan
el propio desarrollo urbanístico contempo-
poco gratificante desde el punto de vista de
ráneo –y la actividad arqueológica que ello
la información arqueológica, ha permitido
conlleva– coinciden para la multiplicación
establecer las pautas metodológicas y tipo-
de los datos arqueológicos relacionados
lógicas del registro arqueológico, si bien la
con el mundo funerario andalusí cordobés.
incorporación de un significativo elenco de
En este mismo sentido, las amplias superfi-
nuevos datos aconseja, pese al poco tiempo
transcurrido, realizar una puesta al día de la
2
| Muchas de estas intervenciones se encuentran información.
aún en curso o en proceso de redacción de las corres-
pondientes memorias técnicas, por lo que no nos ha Por tanto, nuestro objetivo es doble:
sido posible, por el momento, incorporar dichos datos
a nuestro trabajo. Algunas de estas intervenciones, a − En primer lugar, actualizar, en la medi-
nuestro entender, son verdaderamente sugerentes y no- da de lo posible2, el ingente volumen de
vedosas por su ubicación y extensión, por lo que, a buen información generado por las últimas
seguro, matizarán o corregirán muchas de las apre- intervenciones arqueológicas en suelo
ciaciones que ahora presentamos. En cualquier caso,
queremos expresar nuestro agradecimiento a aquellos
urbano. Una parte importante de esta
colegas que han facilitado nuestra investigación y han nueva información procede de las ac-
puesto a nuestra disposición los datos aún inéditos. tuaciones ejecutadas en el marco del

258 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

Convenio GMU-UCO, en las que se ha Sin embargo, a diferencia de los logros


seguido una metodología y un sistema obtenidos en el conocimiento de ciertos
de registro homogéneo y unificado. Sin aspectos del urbanismo islámico (cfr.
embargo, el mayor porcentaje corres- CRESSIER, FIERRO, VAN STAËVEL,
ponde a intervenciones arqueológicas 2001) no existe tanta información sobre
dirigidas por colegas en el ejercicio libre las costumbres funerarias en los libros
de la profesión, en las que se han seguido de fetuas y en los tratados de hisba. Pese
criterios y procedimientos muy desigua- a todo, recientes aportaciones en este
les en la excavación y en la documen- sentido (FIERRO, 2001) abren nuevas
tación de la información arqueológica y líneas de trabajo y posibilidades de in-
estratigráfica. Por el momento, vamos a terpretación.
incluir tan sólo la referencia a su locali- Por lo que respecta a la metodología
zación y distribución sin profundizar en seguida en nuestro análisis, como ya hemos
el análisis concreto de cada una de ellas. indicado anteriormente, contamos con una
En relación con esto, pretendemos inte- base de trabajo muy desigual, pues recoge-
grar esta dispersa y diversa información mos referencias procedentes de excavacio-
en el desarrollo histórico de la ciudad, nes antiguas, sin una metodología depurada,
para lo cual consideramos fundamental y otras tomadas de intervenciones recientes
la organización y sistematización de la con un sistema de registro unificado. Dada la
información con unos mismos criterios, heterogeneidad de la información y de cara
marcados, como ya hemos indicado, por a su organización con un mismo criterio,
el trabajo de M.ª Teresa Casal (2003). procedemos a un doble nivel de análisis:
− Por otra parte, pese a las circunstancias − Macroespacial: sucinto repaso de la in-
comentadas, y gracias a las caracterís- serción de los espacios funerarios islá-
ticas de este registro (extensión, plani- micos inscritos en el marco de la topo-
metrías adecuadas y georreferenciadas, grafía urbana, su distribución espacial,
etc.), pretendemos plantear algunas su relación con otros elementos urba-
cuestiones que estos nuevos datos nos nos, posibles -aunque prudentes- iden-
sugieren, aun cuando somos conscien- tificaciones toponímicas, etc…
tes de que no vamos a tener respuesta
definitiva. Pese a ello, creemos que la − Microespacial: en la que trataremos la
formulación de hipótesis a partir de la organización interna de los espacios
parcial documentación arqueológica funerarios, su posible evolución y cre-
(y de su combinación con las recien- cimiento, con numerosas superposicio-
tes aportaciones basadas en el análisis nes, según los casos, las orientaciones
de las fuentes cronísticas y jurídicas) predominantes y sus posibles causas, las
tipologías, etc…
permitirá corregir o, al menos, matizar
afirmaciones genéricas sobre las cos- Aún no hemos hecho ninguna referencia
tumbres funerarias andalusíes. Creemos a las adscripciones cronológicas, pues, como
que esta aproximación debe abordarse es bien sabido, la ausencia de ajuares impide
desde los nuevos planteamientos basa- precisar dataciones –en términos absolutos–
dos en el análisis de las fuentes jurídicas. salvo contadas excepciones basadas, por lo

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 259


–––– Mª TERESA CASAL / ALBERTO LEÓN / ROSA LÓPEZ / ANA VALDIVIESO / PATRICIO J. SORIANO

general, en relaciones estratigráficas y, por En cuanto a la organización de los ce-


tanto, en términos relativos. La estandariza- menterios, los hemos agrupado básicamen-
ción en la tipología de las tumbas tampoco te en tres grandes bloques4:
permite contar, por el momento, con unos
− Cementerios marcados por la elevada
tipos singulares en los que sea posible una
densidad y superposición de enterra-
adscripción cronológica precisa, es decir,
susceptibles de ser utilizados como cronoti- mientos, en los que se da una continui-
pos de referencia. dad de la función funeraria. En estos
cementerios el registro se caracteriza
A las limitaciones particulares ya co- por la alteración y fragmentación de las
mentadas (parcialidad del registro, acceso tumbas, especialmente en determina-
limitado a la información, etc.), debemos das zonas donde se concentra un mayor
añadir las propias del registro funerario is- número de enterramientos en espacios
lámico, a saber: la mencionada ausencia de más o menos limitados; el mejor ejem-
ajuares que aporten cronologías, la carencia plo es la maqbara al-Rabad, en el actual
de epigrafía funeraria recuperada en excava- barrio de Miraflores en la orilla sur del
ciones (salvo muy contadas excepciones) y Guadalquivir.
la escasez de análisis antropológicos básicos
para el conocimiento de estas poblaciones3. − Áreas funerarias que ocupan una amplia
Esto no hace sino evidenciar la necesidad superficie de terreno, preferentemente
de trabajos interdisciplinares para la extrac- relacionadas con la expansión urbanísti-
ción de conclusiones históricas en este tipo ca de época omeya, vinculadas espacial-
de yacimientos. mente con los arrabales occidentales.
En estos casos, el registro se caracteriza
3
por la presencia de un elevado número
| Algunas de estas cuestiones son tratadas, en
parte, por nuestros colegas en este mismo número.
de tumbas en el que se detectan menos
4
| En las figuras que ilustran el trabajo hemos superposiciones y, por tanto, un menor
distinguido tres categorías: “cementerios”, como espa- grado de alteración. Este es el caso de
cios en los que hay sobrada constancia de su uso fune- los cementerios documentados en el
rario, con un elevado número de enterramientos, tanto
sector occidental de la ciudad islámica.
en extensión como en superposición, susceptibles, en
varios casos, de una identificación toponímica fiable; Un buen ejemplo de este tipo es el ce-
“posibles cementerios”, en los que se ha documentado menterio documentado en el polígono
un exiguo número de enterramientos, que, no obstante, industrial “La Torrecilla”, a poniente de
responden a la disposición y ritual típicamente islámi- Córdoba.
cos, pero que por diversas razones han sido eliminados
parcialmente del registro arqueológico, lo que impide − Un tercer tipo, mixto, en el que el uso
adscribirlos con seguridad a un espacio funerario plani-
prolongado como área funeraria impli-
ficado como tal; y “enterramientos aislados”, un grupo
constituido por hallazgos dispersos, muchos de ellos ca una notable superposición de nive-
casuales, localizados en contextos no estrictamente les de enterramiento y una progresiva
funerarios y que, por tanto, resultan de difícil interpre- extensión espacial, en la que se reduce
tación, ya que, como mencionan las fuentes, existían la densidad conforme se distancia de las
casos particulares que parecían salirse de la norma
habitual, como enterramientos en el interior de casas,
murallas. Este podría ser el caso de la
espacios particulares y muertes accidentales o en mo- denominada maqbara Umm Salama ex-
mentos de inestabilidad (CASAL, 2003: 65). tendida al norte de la medina.

260 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 1. Plano con la distribución de las maqabir islámicas de Córdoba, con la indicación de los puntos
mencionados en el texto. 1. Plaza de Colón n.º 8; 2. Zona Arqueológica de Cercadilla; 3. Centro
Comercial Carrefour; 4. MA-1 Tablero Bajo; 5. Parcela A Manzana 6 del PP P-1; 6. Avda. de la Victoria;
7. Manzana 17 del PP MA-1; 8. Manzana 16 del PP MA-1; 9. Manzana G del PP MA-1; 10. Pza. Sta.
Teresa y Avda. Campo de la Verdad; 11. Avda. Aeropuerto; 12. Pza. San Lorenzo n.º 3; 13. Yacimiento
E Ronda de Poniente; 14. Yacimiento C Ronda de Poniente; 15. C/ Pintor Torrado n.º 25; 16. SG-
SS1. Parque de Miraflores Sondeo 26; 17. Yacimiento D Ronda de Poniente; 18. C/ Alfonso XII; 19.
C/Obispo Rojas Sandoval; 20. Pza. Ibn Zaydun; 21. Periodista Quesada Chacón (Parc. 4 y 5); 22.
Periodista Quesada Chacón (Parc. 5 y 7); 23. Viales del PP O-7; 24. Naves Municipales del Parque
Cruz Conde; 25. Bar Currito; 26. Parc. 7B de la UA SS-2; 27. Avda. Libia n.º 33; 28. Avda. Ollerías;
29. Puerta de Sevilla; 30. PAM MA 1-2; 31. Ronda de los Mártires n.º 7; 32. C/ Terrones 4 y 5; 33.
Puerta de Almodóvar; 34. Piscina de Poniente; 35. C/ Vázquez Aroca

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 261


–––– Mª TERESA CASAL / ALBERTO LEÓN / ROSA LÓPEZ / ANA VALDIVIESO / PATRICIO J. SORIANO

LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA de Gallegos) (BERMÚDEZ, 1993: 274); la


Septentrional, definida como el área Norte
DE LA CÓRDOBA ISLÁMICA
extramuros de la Medina y la Axerquía, es-
(FIGURA 1): tableciendo su límite oriental en el camino
que salía de la Ba–b Ibn ‘Abba–s (Puerta de Pla-
En el análisis que exponemos a continuación sencia) y el límite occidental en el camino
hemos creído necesario definir diversas áreas que partía de la Ba–b ‘A—mir al-Quras±í (Puerta
o zonas que responden a criterios topográ- de Gallegos); la Meridional, determinada
ficos basados en connotaciones históricas, en todos sus puntos por el recorrido del
que permiten realizar un análisis más obje- río Guadalquivir, considerando todo el área
tivo de los datos aportados por las diversas establecida en la margen izquierda del río,
intervenciones arqueológicas. Dichas áreas cruzando el puente, en la orilla opuesta a
fueron ya definidas en los estudios previos la Medina.
(CASAL, 2003), de tal suerte que podremos
observar la evolución que se ha producido en Como ya se ha mencionado anterior-
cada una de ellas. mente, con esta revisión únicamente pre-
tendemos realizar una puesta al día de las
Así pues, encontramos en primer lugar nuevas intervenciones arqueológicas que
la Medina, cuyos límites quedan claramen- nos han proporcionado información reciente
te definidos por el recorrido de las murallas sobre la ubicación de los espacios funerarios
que los musulmanes heredaran de la Córdo- en la topografía de la Córdoba medieval-is-
ba romana y los cuales mantienen. A lo largo lámica, mencionando en muchas ocasiones
del s. XI se realiza una ampliación de las mu- únicamente el dato de su situación, esperan-
rallas hacia el Este englobando parte de los do que posteriores análisis pormenorizados
barrios orientales, y definiendo una segunda de las mismas vayan aportando aspectos
área denominada Axerquia. Junto a estas más específicos en cuanto a su cronología
dos, caracterizadas por englobar zonas ubi- y estructuración. Así pues, y atendiendo a la
cadas intramuros, encontramos: la Oriental, definición de las diversas áreas expuesta an-
en la que se engloban los Barrios Orientales teriormente, observamos un alto porcentaje
al exterior de las murallas de la Axerquía, to- de enterramientos documentados principal-
mando como límite Sur el recorrido del Río mente en las áreas Occidental, Septentrio-
Guadalquivir, y como límite Norte el camino nal y Meridional, localizando un único ejem-
que partía de la Ba–b Ibn ‘Abba–s (en época plo en el área Oriental.
cristiana la Puerta de Plasencia), antigua
Vía Augusta romana (BERMÚDEZ, 1993: La zona de la Axerquía presenta actual-
273); la Occidental, todos aquellos solares mente muchas incógnitas, pues las excavacio-
extramuros de la muralla de la Medina, con nes realizadas hasta la fecha nos ofrecen muy
el límite Sur en el recorrido que realiza el pocos datos al respecto y con unas caracterís-
Río Guadalquivir, y el límite Norte en el ca- ticas que definiremos posteriormente.
mino (camino de la Cañada Real) que partía Igualmente ocurre con la Medina, en la
de la Ba–b ‘A—mir al-Quras±í (posterior Puerta cual solo podemos mencionar la posible lo-
calización de la rawda califal5 identificada a
5
| Ver artículo de A. Montejo en este mismo nú- través del estudio de diversas piezas decora-
mero. tivas y la localización en el callejero actual

262 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

de la zona que constituyó el alcázar califal, Oeste y la actual ciudad de Córdoba ha ra-
pero carentes de refrendo arqueológico en tificado nuevamente la existencia de cemen-
lo que atañe a la localización de posibles en- terios musulmanes, caso del P.P. O – 7 (n.º
terramientos in situ. Todo ello se ve afectado 23), actualmente en estudio. Al sur de la ac-
por la propia evolución urbanística de la ciu- tual Avenida del Aeropuerto, en parte de los
dad, cuya población asentada en estas dos terrenos ocupados por la denominada Fin-
zonas ya desde la etapa medieval islámica ca del Fontanar, se conocían ya las noticias
continuará hasta nuestros días, realizándose trasmitidas por Santos Gener respecto a la
menores reformas urbanísticas y, por tanto, localización de un cementerio árabe en 1949
escasas intervenciones arqueológicas que se (SANTOS GENER, 1955: 41), definido por
ciñen a los solares definidos por el parce- “numerosos enterramientos superpuestos,
lario heredado. En contrapartida, las áreas en fosas separadas, cada una de las cuales
Septentrional, Occidental y Meridional han tenía varios cuerpos, separadas entre sí por
sufrido un desarrollo urbanístico durante el capas de tejas árabes”. Estos datos han sido
último cuarto del siglo XX, que nos propor- ratificados por la excavación realizada por la
ciona abundante información arqueológica Gerencia Municipal de Urbanismo en la cual
actualizada. se pudieron excavar hasta 212 tumbas (MU-
RILLO et alii 2004). Debemos señalar que
El área Occidental constituye hasta la en la mayoría de los ejemplos aquí expuestos
fecha la zona donde se ha documentado un no se pudieron definir los límites espaciales
mayor porcentaje de áreas funerarias vincu- de las necrópolis, por lo cual su extensión
ladas a la construcción de nuevos arrabales, sería aún mayor.
inmersas en el desarrollo urbanístico que se
produjo en la ciudad en el s. X d.C. atraídos El área Septentrional constituye la se-
por la edificación de Madı–nat al-Zahra–’. La gunda gran zona de cementerios islámicos.
construcción de la denominada Ronda Oes- En ella destacan grandes solares de nueva
te6 (CAMACHO, 2000, 2002, 2004) ha pro- edificación, y se caracteriza por ser otra de
porcionado la documentación de dos gran- las zonas de expansión actual de la ciudad.
des cementerios musulmanes. El primero Ya teníamos conocimiento de los localizados
(n.º 17) localizado más al sur y denominado en el solar del Centro Comercial Carrefour
yacimiento D en que se documentaron un (n.º 3) (MORENA, 1994; CASAL, 2003) o
total de hasta 4000 fosas, y el segundo (n.º los situados al exterior de la Ba–b al Yahu–d
14) denominado yacimiento C con 1158 e identificados como parte de la maqbara
tumbas. Ambas almacabras, que ocupaban de Umm Salama (n.º 1) (BOTELLA, 1995;
grandes extensiones de terreno, se vincu- CASAL, 2003). A ellos se han sumado los 49
lan con la edificación de nuevos arrabales, enterramientos documentados en la Calle
almunias y mezquitas desarrollados en esta Pintor Torrado (n.º 15) (BOTELLA et alii,
zona a partir de época emiral con continui- 2005) identificados por sus excavadores
dad en la etapa califal (MURILLO, CASAL, como un “posible sector reducido de dicha
CASTRO, 2004).
6
| Agradecemos a la arqueóloga Cristina Ca-
La consecución de nuevos planes parcia- macho el acceso a la información de la intervención
les que se extienden en el espacio definido arqueológica realizada en el Polígono Industrial de la
entre los terrenos ocupados por la Ronda Torrecilla.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 263


–––– Mª TERESA CASAL / ALBERTO LEÓN / ROSA LÓPEZ / ANA VALDIVIESO / PATRICIO J. SORIANO

maqbara” (BOTELLA et alii, 2005, 47) y 19–, y UASS2 Parcela 7 B –n.º 26–), ratifi-
vinculados con parte de un arrabal tardoislá- can la utilización de este espacio con un
mico documentado igualmente en la inter- uso funerario, pudiendo identificarlo como
vención arqueológica. En la zona noroeste la maqbara al-rabad. Concretamente, en
de la ciudad, en la denominada Glorieta de la intervención arqueológica realizada en
Ibn Zaydun (n.º 20) se hallaron 64 sepultu- el solar sito en la calle Acera del Arrecife
ras islámicas (MURILLO et alii, 2002a), muy n.º 3 (n.º 25) (MORALES, 2004) se pudo
cercanas a las tumbas localizadas en las Par- ratificar la superposición en este sector del
celas 5 y 7 de la Unidad de Ejecución P-4 cementerio con parte del que fue el arrabal
Bis del PGOU (n.º 21 y 22) (CEPILLO, 2003; de Šaqunda, documentado en extensión en
LARREA, 2003). Igualmente cabe destacar los terrenos del lóbulo de Miraflores (CA-
las recientes intervenciones arqueológicas SAL et alii, 2004). Finalmente cabe señalar
realizadas en la zona de Ollerías, localiza- varias intervenciones realizadas en la Calle
das al noreste de la ciudad donde se han Acera del Río, en las cuales se localizaron
excavado diversos enterramientos islámicos de nuevo enterramientos musulmanes vin-
posiblemente vinculados con el crecimiento culados al recorrido del camino que partía
de la ciudad hacia este área tras la construc- de la Puerta del Puente hacia Granada, po-
ción de la muralla de la Axerquía y vincula- siblemente pertenecientes también a un
dos a grandes zonas de producción alfarera sector más alejado de esta necrópolis.
de cronología almohade. Destaca igualmente en este sector
La orilla izquierda del río, identificada meridional el cementerio localizado con
como el área Meridional, presenta un pri- motivo de las obras de la Ronda Oeste, en
mer crecimiento urbanístico durante las el denominado Polígono Industrial de la
décadas de los cincuenta y sesenta del siglo Torrecilla (n.º 13) (Yacimiento E, Ronda
XX con la construcción de la Barriada de Oeste) en el año 2000 con un total de 439
la Sagrada Familia, a la que corresponden enterramientos, y caracterizado por su ubi-
las noticias recogidas por Santos Gener so- cación en la topografía de la ciudad, pues
bre la localización de numerosas sepulturas constituye el localizado más al sur y alejado
musulmanas y cuyo reflejo queda patente de la ciudad.
en la colección de epígrafes funerarios que, Los datos que conocemos referentes a
pertenecientes a esta zona, se encuentran la Axerquía son muy escasos. A los ya conoci-
hoy depositados en el Museo Arqueológico dos ejemplos localizados en la Plaza de San
de Córdoba. Las posteriores obras que se Lorenzo n.º 3 (n.º 12) (BOTELLA, 1999; CA-
han realizado en este sector iniciadas en SAL, 2003) podemos añadir la excavación en
1995 con la remodelación de la Plaza de el n.º 43 y 45 de la calle Alfonso XII (ASEN-
Santa Teresa y la Avenida del Campo de la SI, 2002) de un cementerio con 78 tumbas
Verdad (n.º 10), junto a las ejecutadas con de cronología califal y almohade. Cercanas a
motivo de la construcción del Parque de ésta e igualmente intramuros se excavaron
Miraflores 2001 y el futuro Centro de Con- dos nuevos solares en la calle Barrionuevo
gresos de Córdoba (n.º 16), así como las con diversos enterramientos de cronología
realizadas en diversos solares localizados califal. Estos nuevos datos nos indican la
en las inmediaciones (Edificio Séneca –n.º existencia de enterramientos en la zona de

264 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 2. Plano de cementerios asociados a caminos

la Axerquía con anterioridad a la construc-


SITUACIÓN EN LA TOPOGRAFÍA
ción de la muralla que posteriormente los
englobó. DE LA CIUDAD

Al exterior de dichas murallas se dis- Las maqa–bir de Qurt≥uba se situaban al exte-


ponían los barrios orientales, en los que rior del recinto amurallado de la madı–na7,
hasta fechas recientes no contábamos con vinculadas a las puertas de la entrada a la
ningún refrendo arqueológico de la exis- ciudad y a los caminos que comunicaban
tencia de posibles cementerios islámicos Córdoba con las grandes ciudades de este
mencionados en las fuentes. Actualmente, momento, como Sevilla, Granada, etc…
en una reciente intervención arqueológi- (Figura 2). Esta disposición ocasiona en de-
ca realizada en la Avda. de Libia s/n (n.º
27) (ROMERO, 2004) se han documentado
7
diversos enterramientos islámicos que vie- | A diferencia de lo que pueda ocurrir en otras
nen a corroborar las alusiones de los textos ciudades de al-Andalus (Cfr. NAVARRO Y JIMENEZ,
2003: 28–32), en Córdoba las numerosas necrópolis is-
escritos referentes al traslado de algunos lámicas excavadas hasta la fecha nos permiten afirmar
cementerios islámicos al exterior de las su localización al exterior del recinto amurallado de la
murallas de la Axerquía. medina.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 265


–––– Mª TERESA CASAL / ALBERTO LEÓN / ROSA LÓPEZ / ANA VALDIVIESO / PATRICIO J. SORIANO

8
terminados casos una superposición de es-
| Mientras en las últimas investigaciones reali-
zadas en Mérida se afirma: pacios funerarios de diversos periodos histó-
“Cuando se extiende el área funeraria islámica ricos, caso de los enterramientos del Paseo
hasta este terreno no quedaban estructuras romanas de la Victoria (mausoleos o monumentos
emergentes como prueba la superposición y corte de
funerarios romanos de la Victoria (MURI-
las fosas a las cimentaciones. Ningún vestigio permitía
identificar la zona como de antiguos enterramientos pa- LLO et alii, 2002b), los de la Plaza de Colón
ganos pues las tumbas romanas que no habían sido ex- (zona de necrópolis y monumento funerario
poliadas de antiguo se hallaban a más profundidad que Palacio de la Merced), la Avda. del Campo de
las islámicas. Es natural que hubiese reparos en reutili-
la Verdad (Arco Viario Sur) o Miraflores (en-
zar las áreas funerarias de los “politeistas” (cristianos
o paganos) aunque no siempre se percatasen de ello, terramientos romanos y reutilización de una
como en el caso que nos ocupa y en los solares cerca- lápida en el umbral de una de las estancias
nos. Hasta el presente se ha localizado más de una vein- pertenecientes al arrabal de Šaqunda), Glo-
tena de puntos en la ciudad con sepulturas islámicas y rieta de Ibn Zaydun (zona de necrópolis ro-
tan solo en tres de ellos se da tal coincidencia: aquí, en
el vecino solar de la intervención 8033 y en Resti, donde mana con posibles monumentos funerarios
las tumbas romanas son escasas y se encuentran a una (MURILLO et alii, 2002b). Este fenómeno
cota mucho más profunda. En estos casos testimoniales no es exclusivo de nuestra ciudad observán-
hay que hablar de superposición estratigráfica, fruto de dose en otras áreas de al-Andalus8.
la casualidad” (ALBA, 2005a: 336-337).
“No existe ninguna tumba pagana o cristiana en Sobre las posibles denominaciones de
el solar, requisito preferentemente seguido para crear
las maqa–bir conocidas a través de los textos
las maqabir, por prejuicios relativos a la impureza del
solar, si bien no siempre consiguen evitar los espacios literarios y los cementerios excavados en
funerarios precedentes, tal y como se puede constatar la ciudad, hemos procurado no abordar re-
en intervenciones vecinas n.º 7017 y 8033. No obstante, construcciones toponímicas sin contar con
hay que tener en cuenta que aquellas tumbas romanas
referencias explícitas y claramente identi-
se encuentran a una profundidad superior a la excava-
da por los sepultureros musulmanes, por lo que pocas ficables. Así pues, a las ya identificadas en
veces se percatarían de ello” (ALBA, 2005b: 371). publicaciones previas (CASAL, 2003), tales
Sin embargo son conocidos diversos ejemplos re- como:
partidos por la geografía de al-Andalus donde se repro-
duce el fenómeno de localizar sepulturas islámicas en − las sepulturas halladas en la Plaza de
lugares donde anteriormente habían sido enterrados Colón n.º 8 pertenecientes a la maqbara
romanos o visigodos, caso de la necrópolis de la llamada
Umm Salama;
Puerta de Toledo en Zaragoza, Segóbriga (cerca de Saeli-
ces, Cuenca), Mértola, Marroquíes Bajos (Jaén), etc… E. − las localizados en la Avenida de la Vic-
Manzano presenta varias teorías para explicar este fenó- toria identificada como la maqbara Ba–b
meno, pero lo que sí pone de relieve es que en estos casos
‘A—mir;
cada vez más frecuentes, los cambios introducidos por
los nuevos pobladores no serían tan traumáticos como − los enterramientos pertenecientes a la
parecen, y en muchas ocasiones la población continuará I.A.U. de Avda. del Campo de la Verdad
enterrándose en los antiguos cementerios hasta que la
(Arco Viario Sur) identificados como
“islamización se hubo perfeccionado”, abandonando di-
chos cementerios (MANZANO, 2006: 268-275). parte de la maqbara al-Rabad≥.
Igualmente ocurre en la necrópolis norte del Tol- − la necrópolis excavada en la Avenida
mo de Minateda, en el espacio en el que se enterraban
los cristianos en época visigoda, donde se han hallado
del Aeropuerto identificada hipotética-
más de una docena de enterramientos de rito musul- mente como la maqbara Mut’a (ACIÉN,
mán (ABAD et alli, 2004: 157). VALLEJO, 1998: 116 y nota 56) o la ma-

266 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

qbara Bala–t≥ Mugı–t≥ (PINILLA, 1997: 206; creemos aventurado realizar adscripciones
CASAL, 2003: 158); cronológicas concretas (etapa emiral, ca-
− los enterramientos localizados en el lifal, almohade…) de cada área funeraria,
Centro Comercial Carrefour (n.º 3) o fundamentalmente por los motivos anterior-
la zona del Tablero Bajo (n.º 7, 8 y 9), mente expuestos referentes a ausencia de
identificados como la posible maqba- ajuares, simplicidad en las sepulturas etc...
ra al-Rus≥a–fa (PINILLA, 1997; CASAL, Mientras que en otras zonas de al-Andalus,
2003); cuyas ciudades presentan unos periodos de
vida más concretos asociados en ocasiones
− la almacabra localizada en el Polígono a unas etapas u otras (emirales o califales),
Industrial de la Torrecilla (n.º 13) ha resulta ser un acicate para concretar data-
querido identificarse como con una le- ciones cronológicas de los cementerios. En
prosería vinculada a la muny–at ´Aya–b, Qurt≥uba es aventurado en ocasiones precisar
que contaba con un gran jardín cuyos connotaciones cronológicas, exceptuando
productos estaban asignados al mante- por ejemplo aquéllas vinculadas a las áreas
nimiento de la misma9; de expansión de la ciudad en época califal
podemos añadir: (zona Occidental), o el posterior crecimien-
− la recientemente excavada en la calle to almohade de la ciudad extramuros de las
Pintor Torrado identificada por sus au- murallas de la Axerquía (barrios orientales o
tores como parte de la maqbara Umm zona de Ollerías).
Salama (BOTELLA et alii, 2005); A esta problemática debemos sumar el
− las nuevas intervenciones arqueológicas hecho de que muchos de estos cementerios
realizadas en el área del Parque de Mi- cuentan con un arco cronológico de vida
raflores (CASAL et alii, 2004), edificio muy extenso, abarcando prácticamente todo
Séneca (COSTA, 2003), Acera del Arre- el periodo medieval islámico, pues su funda-
cife n.º 3 (MORALES, 2005) y Acera del ción, recogida en numerosas ocasiones por
Río s/n, como parte de la maqbara al- los textos literarios, se produce en la etapa
rabad≥; emiral, caso de la maqbara al-rabad≥ o Umm
− las excavaciones realizadas en la Avda. Salama, enterrándose en ellas hasta la etapa
de Libia s/n (ROMERO, 2005), encla- almohade.
vada en la denominada zona oriental,
9
podríamos relacionarlas con la maqba- | Como la propia autora explica (CAMACHO,
2004: 239), no contamos con base documental hasta
ra ibn ‘Abba–s, localizada al exterior de la fecha para poder realizar esta afirmación, ya que no
la denominada Ba–b ibn ‘Abba–s poste- disponemos de análisis antropológicos que puedan co-
riormente conocida en época cristiana rroborar dicha teoría.
como la Puerta de Plasencia10. 10
| Respecto a la identificación de las maqabir de
Ibn ‘Abba–s y la de al-Bury–, no existe un consenso en la
Todos estos análisis sobre la topografía investigación. Por un lado, Casal (2003: 50-51) plantea
de la ciudad, así como de las característi- la posibilidad de que se trate del mismo cementerio,
cas que definen a estos espacios funerarios por tanto situado extramuros; mientras que Pinilla
(1997: 199-201) las distingue, situando la primera al
presentan un problema cronológico que exterior de la puerta homónima de la muralla oriental e
poco a poco se va solventando. No obstan- incluyendo, por el contrario, a la segunda en el interior
te, en el estado actual de conocimientos de la Ajerquía.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 267


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CEMENTERIOS Y ÁREAS HABITADAS un espacio amurallado durante las primeras


décadas el siglo XI11 (ZANÓN, 1989: 35 y
Si bien, como hemos indicado, por regla ge- 58) integraría antiguos cementerios en uso
neral la ubicación de estos espacios funera- desde décadas precedentes12. Sin embargo,
rios solía corresponder a zonas extramuros, Ibn Sahl, a finales del siglo XI, se refiere a la
cercanas a las puertas de entrada a la ciudad almacabra al-Bury–13 aún en funcionamiento
y a los caminos que partían de ella (CASAL, en ese momento y, de confirmarse su em-
2003: 21; SOUTO, 1995: 164), la coexis- plazamiento intramuros, sería éste el único
tencia de espacios residenciales y áreas fu- ejemplo de cementerio situado en la Axer-
nerarias queda reiteradamente recogida en quía durante esta centuria (PINILLA, 1997:
las fuentes islámicas, y no sólo para época 202). En cualquier caso, el mantenimiento
omeya. en uso de estos espacios pudiera deberse a
La vinculación espacial o proximidad de circunstancias concretas, como el clima de
casas y enterramientos se ha venido inter- inestabilidad vivido tras la fitna y durante el
pretando habitualmente como consecuencia periodo de taifas, en el que Córdoba se vio
de los procesos de crecimiento demográfico amenazada por continuos intentos de con-
y urbanístico que conllevan la amortización quista. Tras esta fase no se recoge ninguna
de dichos espacios funerarios por parte de referencia a enterramientos intramuros, y
las construcciones englobadas en los nue- todos los cementerios conocidos se sitúan
vos recintos amurallados (Écija, etc.). O a fuera de las murallas (cfr. ZANON, 1989: 83-
la inversa, cuando unas casas se abandonan 90).
y son transformadas en cementerios (San
No obstante, a tenor de recientes hipó-
Nicolás, Murcia). Es decir, en un proceso de
tesis –aún no consensuadas–, relativas a los
crecimiento demográfico y de especulación
modelos de crecimiento urbanístico en las
del suelo, los espacios funerarios quedan in-
ciudades islámicas, se han recogido algunos
tegrados en terrenos edificables y, por tanto,
casos en los que se mencionan cementerios
cambia su función como ámbitos residencia-
ubicados originalmente al interior de las
les. El resultado es que estos cementerios
murallas (NAVARRO, JIMÉNEZ, 2003: 346-
quedan integrados en los nuevos recintos
350). Sin lugar a dudas, el caso de Murcia
amurallados.
es el más ilustrativo de esta contemporanei-
El sector urbano de la Axerquía, situado dad en el funcionamiento de las casas y los
al este de la primitiva medina, presenta aún enterramientos próximos (BERNABÉ, 1995,
ciertos interrogantes, ya que al tratarse de 587-588; PUJANTE, 1998: 394).
La Córdoba Omeya es un buen ejemplo
11
| Este sector urbano estaría amurallado al me-
de la convivencia de estos dos ámbitos, si
nos en su extremo más meridional, como ha sido cons- bien la fundación de cementerios intramu-
tatado en las excavaciones realizadas junto a la Puerta ros sólo se dio en los casos de la rawda de
de Baeza (BERMÚDEZ, 2005; MORENA, 2002). la familia omeya y en la maqbara Ta–lu–t (CA-
12
| Nos referimos a los enterramientos documen- SAL, 2003: 47-49). A diferencia de lo que se
tados en Plaza de San Lorenzo, Ronda de los Mártires,
C/ Alfonso XII y C/ Barrionuevo.
propone en el modelo mencionado, no se da
13
| Cementerio de discutida ubicación (ver nota una reserva de amplios espacios libres den-
10). tro de un área amurallada, sino que se está

268 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 3. Vista aérea de la distribución de las áreas funerarias en la zona de poniente de la ciudad y su
alternancia con espacios ocupados por almunias y arrabales. En primer término, la excavación del edificio
singular en la zona del Fontanar; al fondo, el yacimiento D de la Ronda de Poniente (“Casas del Naranjal”).

viendo cómo su configuración es paralela a áreas funerarias de una población cada vez
la del desarrollo urbanístico de los propios más creciente, pues “el cementerio islámico
arrabales extramuros y que ambos (arraba- es un ámbito público cuyo cuidado corres-
les y cementerios) responden a un mismo ponde a las autoridades estatales” (GARCÍA
diseño planificado de antemano. SANJUAN, 2002: 211).
El crecimiento urbano de la Córdoba Pero esta reserva no se realizaba en es-
Omeya implicó la absorción de los antiguos pacios libres dentro de un amplio recinto
espacios extramuros14 de una ocupación más amurallado, sino que cada cementerio es-
o menos dispersa (cfr. MURILLO, CASAL, taba en las inmediaciones de los arrabales
CASTRO, 2004). Este crecimiento es en correspondientes. El hecho de que tanto los
gran medida consecuencia de un programa
urbanístico auspiciado por el Estado andalu-
14
sí, como reflejo y resultado del nuevo orden | En el caso concreto de los espacios funerarios
se ha venido considerando de manera genérica que
político (ACIÉN, VALLEJO, 1998). En este
“con la expansión experimentada por la capital en el
proceso debían planificarse no sólo los es- siglo X gran parte de los cementerios fueron quedando
pacios habitados, sino que al mismo tiempo paulatinamente incorporados dentro de otros elementos
debían preverse los espacios destinados a las urbanos de la ciudad” (PINILLA, 1997: 213).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 269


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arrabales como las propias maqa–bir se dis- limitada al sur por el muro de fachada de la
pongan en torno a los caminos propiciaría, manzana de un arrabal15. Al norte de estas
en parte, esta correlación espacial. casas el espacio disponible –“al que se acce-
En algunos casos constatados en Cór- día a través de un vano de tres metros de lar-
doba, la secuencia de ocupación muestra go, que abriría mediante un gran portón de
cómo estos cementerios surgen a partir de madera hacia el arrabal”– estuvo destinado
la existencia de una almunia (Fontanar y inicialmente a zona de cultivo –como denota
Ronda de Poniente –Yacimiento D o Naranjal la red de canalizaciones documentada–; sin
de Almagro–) o de un arrabal próximo (Ron- embargo, “dicha huerta se cedería, probable-
da de Poniente, –yacimiento C– y PP O-7, mente, como fundación pía, por alguno de los
Parcela A Manzana 6 PP 1), en un espacio habitantes de este arrabal para la creación
previamente reservado para ello. Además, de la necrópolis” (CAMACHO, 2004: 229,
muchos de estos cementerios eran donados nota 12). Al norte, este cementerio quedaba
como fundaciones pías por parte de perso- delimitado por un edificio singular, del tipo
najes notables y, más concretamente, del identificado como posible almunia, y por un
entorno de emires y califas (cfr. MURILLO, camino, al norte del cual se disponía un nue-
CASAL, CASTRO, 2004), con lo que se con- vo espacio funerario (Figura 3).
vierten en bienes inalienables a salvo de la El resultado es que estas maqa–bir no se
posibles transformaciones y especulaciones encontraban aisladas y segregadas del res-
urbanísticas. to del espacio urbano, sino que quedaban
El mejor ejemplo de esta íntima rela- plenamente integradas y vinculadas a las es-
ción lo encontramos en las excavaciones de tructuras urbanas que se desarrollaron en la
la Ronda de Poniente –yacimiento C–, en el expansión extramuros de la capital omeya.
que la extensa almacabra se encontraba de-

CURSOS DE AGUA Y ÁREAS


15
| Como sucede en algún otro caso documentado FUNERARIAS
fuera de Córdoba (PUJANTE, 1998: 398 y figura 5) el
límite de algunos de estos espacios funerarios viene de- Otra de las características topográficas a re-
finido por el muro de fachada de una casa o, más bien, saltar en cuanto a la ubicación de algunos
de una manzana de casas.
16
| Este es el caso de Málaga o Almería, donde las
de los cementerios islámicos de Córdoba es
tumbas se excavaban directamente en la arena de la su distribución en zonas próximas a cursos
playa (MARTÍNEZ, MELLADO, MUÑOZ, 1995: 84; PE- de agua. Y esta costumbre no es algo exclu-
RAL, 1995: 18). sivo de nuestra ciudad, sino que resulta un
17
| En Mérida se han excavado recientemente dos rasgo habitual en muchos espacios funera-
solares pertenecientes a una misma maqbara, situados
junto a un camino de entidad que discurría en las in-
rios de otras medinas de al-Andalus, ya sea
mediaciones del río Guadianilla. Según su excavador, el en regiones costeras, en las que se situaban
primero de ellos podía verse inundado por esporádicas cercanas a la orilla del mar16, ya sea en co-
crecidas fluviales (ALBA, 2005b: 373); mientras que el marcas de interior, donde suelen disponerse
otro se extendería inicialmente por la zona “donde el en las laderas (PERAL, 1995: 18). En cual-
terreno está más alto y se encuentra fuera del alcance de
cualquier desbordamiento del río” (ALBA, 2005a: 337).
quier caso, es habitual su emplazamiento en
18
| En Valencia, uno de los principales cemente- espacios cercanos a cursos de agua –ríos17,
rios islámicos de la ciudad –la necrópolis de la puerta arroyos, manantiales18, etc... (CASAL, 2003:

270 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

22)–, poniendo en evidencia la íntima rela- dina, en la que se han documentado hasta
ción existente entre el agua y los usos fune- nueve niveles de enterramientos practicados
rarios de la sociedad andalusí19. en los paquetes de limos muy homogéneos
aportados por el Guadalquivir (CASAL et
La explicación más generalizada que se
alii, 2004: 267-268)20.
ha venido dando a esta vinculación es emi-
nentemente práctica, ya que los aportes Sin embargo, en otros puntos de la ciu-
fluviales favorecían el recrecimiento de los dad, el menor caudal de los arroyos –con es-
niveles sedimentarios, que conllevaba una casa capacidad sedimentaria– y las propias
elevación de los niveles de suelo, permitien- obras islámicas para su encauzamiento y ca-
do, en última instancia, la sucesiva reutiliza- nalización no parecen responder al motivo
ción del mismo espacio para disponer ente- enunciado, pues en sus inmediaciones no se
rramientos. da la mencionada superposición de niveles
de enterramientos.
Así se ha interpretado el emplazamien-
to del cementerio de Yabal Faruh (Málaga) Este es el caso del cementerio locali-
junto al antiguo curso del arroyo del Calva- zado en la calle Pintor Torrado, donde se
rio, cuyos aportes de finas gravas favorecía la documentó el paleocauce de un arroyo que
superposición de niveles de enterramientos separaba la zona funeraria del área de vi-
(SANTAMARÍA et alii, 1995: 342). Más con- viendas (BOTELLA et alii, 2005). A su vez, el
cementerio extendido a levante del curso de
tundente aún es la consideración que en este
agua quedaba separado de aquél mediante
mismo sentido se ha hecho de la secuencia
el muro de cierre occidental del cementerio,
estratigráfica del cementerio de San Nicolás
un camino y, finalmente, el muro de con-
de Murcia, en el que: “La superposición de
tención del cauce fluvial (Ibid.: 22-23). La
enterramientos documentada aquí era facili-
construcción de estas estructuras impedía
tada por los continuos aportes de tierra que
la inundación y consiguiente deposición de
el río [Segura] proporcionaba. La elevación
paquetes sedimentarios que sobreelevasen
progresiva del suelo del cementerio permitía el nivel del terreno21.
que los túmulos más antiguos quedaran sote-
rrados, siendo posible entonces hacer sobre
de la Boatella–, se situaba cerca de las acequias que
ellos nuevos enterramientos” (NAVARRO, abastecían varios molinos (PASCUAL, SERRANO, 1996:
1985: 9). Otro ejemplo en el que se ha dado 233).
19
una interpretación similar de la ubicación | El uso industrial de dichas áreas –previo o pos-
del espacio funerario junto a una rambla terior al funcionamiento de los cementerios– estaría,
por tanto, en íntima relación con la disponibilidad de
es el cementerio de Puerta de Purchena recursos hídricos tan necesarios para este tipo de acti-
(Almería), en el que los continuos aportes vidades productivas.
sedimentarios, favorecían una constante 20
| El número de niveles y la densidad de los en-
reutilización del lugar para la deposición de terramientos disminuye progresivamente conforme se
aleja del río y se extiende a lo largo del camino de salida
enterramientos (ALCARAZ, 1988: 19). de la ciudad. Así lo muestran los resultados de la inter-
Una excelente muestra de ello en los vención arqueológica en el Arco Viario Sur (ALARCON,
MURILLO, 1995).
cementerios islámicos de Córdoba la encon- 21
| A esto cabría añadir, aunque de manera más
tramos en la maqbara al-rabad≥, emplazada anecdótica, algunas referencias en las que la proximi-
en la orilla izquierda del río, opuesta a la me- dad a cursos de agua implican inconvenientes y quejas

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 271


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Cabría plantearse, por tanto, otras po- durante el cual el difunto era sometido a un
sibles explicaciones, ya sea la simple coin- duro castigo que implicaba unas condicio-
cidencia o que tal relación responda a otro nes de calor y sequedad insoportables (Ibid.:
tipo de razones, vinculadas con el más in- 172). Para aliviar estos tormentos, y pese a la
tangible mundo de la escatología22. En otros reprobación que de estas costumbres hacían
trabajos al respecto ya se ha mencionado algunos juristas –muestra, por otra parte, de
cómo “el mundo funerario y el agua siempre lo generalizado de las mismas– los familiares
han permanecido estrechamente ligados” rociaban las tumbas con agua.
(ROBLES et alii, 1993: 98)23.
Igualmente era habitual, siguiendo las
De estas costumbres –tomadas de po- indicaciones del profeta, que se plantase
blaciones islámicas marroquíes contemporá- vegetación junto a las tumbas, acondicio-
neas– recogemos aquélla relacionada con el nando los espacios funerarios como zonas
riego de las tumbas en ocasiones señaladas, ajardinadas (rawdas)24. Todos estos elemen-
como el día de la Achoura, cuando “se inun- tos estaban destinados, en última instancia,
daban las tumbas con el agua acarreada por a refrescar al difunto, a paliar el calor y la
los aguadores” (Ibid.). extrema sequedad a la que éste estaba so-
En este sentido, creemos muy atinada la metido durante las pruebas y castigos que
explicación aportada por M. Fierro a esta bús- siguiendo el ritual se desarrollaban en la
queda de la proximidad al agua, relacionada tumba (FIERRO, 2001: 182).
con los rituales y acontecimientos que tienen En definitiva, no podemos desestimar,
lugar tras la muerte del individuo (FIERRO, que, al menos en algunos casos, la ubicación
2001: 171-172). En el viaje que realiza el de los espacios funerarios en las proximida-
finado hasta alcanzar el Paraíso debía afron- des de ríos, arroyos y acuíferos pudiese res-
tar el juicio de los ángeles en la propia fosa, ponder a estas creencias ancestrales.
Por lo que respecta al caso concreto de
por la inundación de las antiguas sepulturas (FIERRO, los cementerios de Córdoba, creemos que
2001: 172, nota 135).
22
la distribución de algunas de las principales
| Hemos de reconocer la dificultad para apre-
hender y detectar arqueológicamente este tipo de áreas funerarias de la ciudad junto al cauce
creencias, que suelen tener una considerable variabili- de ríos y arroyos permite mantener con visos
dad regional y que, en ocasiones, hunden sus raíces en de veracidad la hipótesis con la que venimos
tradiciones locales preislámicas, a las que se enfrentan trabajando.
ciertos teólogos con su expresa prohibición, pese a lo
cual perduraron en la sociedad andalusí. Entre los casos más representativos
23
| En este trabajo se recogen varios ejemplos podemos mencionar los cementerios situa-
en distintas regiones del mundo islámico -medieval y
contemporáneo- en los que el agua aparece como un
dos en las orillas del propio Guadalquivir,
elemento omnipresente, tanto a la hora de elegir el em- cuyos aportes, además de recrecer el terre-
plazamiento de las tumbas como en el desarrollo de los no y favorecer su reutilización, aliviarían
rituales fúnebres (ROBLES FERNÁNDEZ et alii, 1993: la sequedad de las tumbas: la maqbara
97-98). al-rabad, en el actual barrio de Miraflores
24
| Lamentablemente, la ausencia de análisis pa-
linológicos en contextos funerarios impide profundizar
(CASAL et alii, 2004) y el cementerio de
en la reconstrucción del paisaje original de estos ce- La Torrecilla (CAMACHO, 2004). Otros
menterios. ejemplos muy ilustrativos son los cemente-

272 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

FIG. 4. Plano de la asociación de cementerios y mezquitas documentadas en Qurtuba.

rios documentados en la C/ Pintor Torrado et alli, 2002) estaban emplazadas junto al


(BOTELLA et alii, 2006) y en la glorieta cauce del denominado “Arroyo del Moro”,
de Ibn Zaydun (MURILLO et alii, 2002a). que discurría paralelo a las murallas de la
En ambos casos, los arroyos que discurren medina25. Por último, y aunque lo excavado
en las proximidades de los cementerios se no permite profundizar en exceso, la zona
encuentran encauzados por sendos muros
que evitan la inundación de las tumbas.
25
Finalmente, las áreas de enterramiento do- | Otro caso no identificado con certeza por la
arqueología, debió ser el cementerio de al-Kala’i, situa-
cumentadas frente a la Puerta de Gallegos
do en las inmediaciones de la Ramla, identificada con
(CARRILLO, MURILLO, RUIZ, 1999) y las la zona conocida en la actualidad como El Arenal, al
escasas tumbas excavadas al pie de la torre Sureste de Córdoba y situado junto al río (cfr. PINILLA,
albarrana de la Puerta de Sevilla (MARTÍN 1997: 208).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 273


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en la que se depositan los enterramientos del lavado y enterramiento de los cadáveres


documentados en la Plaza de San Lorenzo y la recitación de oraciones fúnebres, rela-
n.º 3 “se encuentra irrigada por numerosos cionadas con el ritual funerario.
acuíferos fluviales [recordemos la proximi- Por otra parte, en muchas ocasiones se
dad del curso del conocido como arroyo de constituía un cementerio como fundación pía
San Lorenzo] que depositan gran cantidad asociado al funcionamiento de una mezquita
de arenas donde se encuentran excavadas próxima (cfr. GARCÍA SANJUÁN, 2002: 87).
estas fosas” (CASAL, 2003: 119). El ejemplo más antiguo de estas donaciones
La suma de ejemplos expuestos permite se refiere a Córdoba, durante el emirato de
plantear una vinculación que va más allá de Al-H≥akam I, en la primeras décadas del siglo
la simple coincidencia topográfica26. IX: “Entre sus más preferidas concubinas, de
las que ha quedado memoria por su mérito,
junto con él y después, están ‘Ağab, madre
CEMENTERIOS Y MEZQUITAS de su hijo Abu Abd al-Malik Marwan, cuyo
nombre tomaron la mezquita de ‘Ağab en el
En el ritual de enterramiento islámico uno arrabal occidental de Córdoba y la almunia
de los elementos urbanos que parece defi- del mismo nombre en la margen del río, dada
nir una de las etapas principales del cortejo por ella en legado pío para los enfermos, y
fúnebre es la mezquita de barrio, en cuya Mut`a, madre de su hijo Abu Utman Said,
puerta un almuédano realizaba las últimas tocayo de su hermano Said al-Jayr, a veces
oraciones antes de ser conducido definiti- confundidos por llamarse igual, la cual da
vamente a la sepultura (CASAL, 2003: 40, nombre a tras mezquita, al occidente de
nota 31). No obstante, como veremos, exis- Córdoba también, y al cementerio contiguo,
ten discrepancias entre los juristas malikíes ambos legados suyos, junto a otros muchos
respecto a la posibilidad de hacer la oración que hizo para fines piadosos y de beneficencia,
por el difunto en la mezquita (FIERRO, pues era mujer de las más generosas” (al-
2001: 164). Además, entre el amplio abani- Muqtabis II-1, 2001: 93)27.
co de funciones que podían ser desempeña-
Así las cosas, nos interesa ver la posible
das por el personal vinculado a las mezqui-
vinculación funcional y espacial entre mez-
tas –además de las labores fundamentales de
quitas y cementerios. Si bien se expresan
culto, predicación y enseñanza– estarían las
ciertas discrepancias en cuanto a la posibili-
dad de hacer la oración por el difunto dentro
26
| A estos ejemplos habría que añadir el recien- de la mezquita –por considerar al cadáver
temente documentado en el arrabal de la carretera de como algo impuro– y pese a que existe poca
Trassierra (Cfr. RODERO PÉREZ, S. & MOLINA MAHE- documentación al respecto, es lógico pensar
DERO, J. L. (2006): “Un sector de la expansión occi- que la proximidad física de mezquitas y ce-
dental de la Córdoba Islámica: el arrabal de la carretera
menterios y la reiterada fundación coetánea
de Trassierra (I)”, Romula 5, pp. 219-294; en concreto
la página 226-227) de ambos elementos como actos píos impli-
27
| Otro ejemplo pudiera ser el de la fundación ca una cierta relación funcional.
del cementerio de Mu’ammara como donación pía de
una concubina de Abd al-Rahman II, situado junto a
Como bien ha mencionado recientemen-
la masyid rihlat al-sita wa-l-sayf (PINILLA, 1997: 211- te M. Fierro, la práctica legal de los andalu-
212). síes –a diferencia de los de Qayrawan–, ad-

274 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

mitía la celebración de las exequias fúnebres la citada maqbara y mezquita de Mut’a (Mu-
en las mezquitas e incluso parece que “se qtabis II-1: 93), junto a la cual Ibn Baskuwal
trataba de una práctica corriente” (FIERRO, sitúa la mezquita de Abu Liwa o la masy'ı–d
2001: 164). Existen referencias tardías, ya al-Zaytuna, y algo más distanciada la masy'ı–d
de época almorávide, en las que se menciona Masrur (CASAL, 2003: 57); “la mezquita que
como algo habitual el hecho de “realizar la se alzaba junto al cementerio de Bala–t≥ Mugı–t≥,
oración por el difunto en la mezquita” y que sobre las casas colindantes”, que pudo eri-
tal costumbre no estaba prohibida en al-An- girse en tiempos de ‘Abd al-Rah≥ma–n II (PINI-
dalus. LLA, 1997: 206); la mezquita de Ibn Mu’min
cerca del cementerio de Rus≥a–fa (CASAL,
No obstante, la mención de enterramien-
2003: 59) y maqbara Fura–nik, según Ibn
tos en el interior de mezquitas parece excep- Hazm, en torno a una mezquita con la mis-
cional, pues tal circunstancia se produciría ma denominación en las cercanías de al-Ru-
tan sólo en casos muy concretos (CASAL, safa (PINILLA, 1997: 204); masy'ı–d maqba-
2003: 65). De hecho, no aparecen en nin- rat Qurays±, citada por Ibn Hazm (GARCÍA
guna ocasión mencionadas como mezquitas GÓMEZ, 1971: 133); maqbara Mu’ammara
funerarias, del tipo a las documentadas ex- cercana a una masy'ı–d rihlat al-Sita’wa –l sayf
cepcionalmente en Málaga28. No en vano, en (CASAL, 2003: 64) o la mezquita Ibn Uqab,
la escuela malikí se califica “como reprobable situada “en la parte meridional de la rawda
que se hicieran enterramientos dentro de las de la familia de Baqi b. Majlad, en el cemente-
mezquitas” (FIERRO, 2001: 163-164). rio de Ibn ‘Abba–s” (ZANON, 1989: 98)31.
La vinculación toponímica entre la Como hemos indicado anteriormente, en
existencia de una mezquita y el cementerio algunos casos es evidente la fundación coeva
homónimo es una constante en las fuentes de ambos elementos, o más probablemente la
andalusíes referidas al caso de Córdoba. erección inicial de una mezquita, seguida de
En el interior de la Medina –por tanto, la ocupación del cementerio anejo.
ejemplo excepcional–, en época de al-Hakam En Córdoba, los resultados de las recien-
I se hace referencia a la Maqbara Ta–lu–t, que tes intervenciones arqueológicas acometidas
“se encontraba situado junto a una mezqui-
ta, fundada también por él”, (CASAL, 2003:
49). Ya de época almohade se menciona in- 28
| Hemos de aclarar que no nos estamos refirien-
tramuros la masy'ı–d de Sa’id el-Jayr, próxi- do a las mezquitas propiamente funerarias, fenómeno
tardío y excepcional en al-Andalus que parece genera-
ma a la cual se encontraba la tumba del sufí lizarse a partir de época almorávide, como demuestran
Abu l-Qasim Jalaf b. Yahya b. Jattab al-Zahid los ejemplos documentados en el cementerio de Yabal
(FIERRO, 2001: 165)29. Faruh de Málaga (FERNÁNDEZ ROMÍNGUEZ, 1995).
29
| Citando a Zanón (1989: 101), que recoge a su
Fuera de las murallas de Córdoba se vez la referencia de Ibn al-Abbar.
recoge un amplio elenco de mezquitas de 30
| En el cementerio de Umm Salama de esta
barrio asociadas a su correspondiente ma- ciudad estaba la mezquita de al-diyafa (FIERRO, 2001:
qbara: “la mezquita de la maqbara al-Bury–” 165).
31
| Podríamos señalar también la fundación coetá-
mencionada por Ibn Sahl (PINILLA, 1997: nea del cementerio y la musalla anexa en el área de
202); la maqbarat masyid Umm Salama ci- Saqunda, a iniciativa del gobernador Al-Samh en el 720
tada por Ibn Baskuwal (CASAL, 2003: 54)30; (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 261).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 275


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en la ciudad, en las que se han excavado am- va actualmente el alminar integrado en la


plias superficies, se han detectado algunos iglesia de Santiago de la Axerquía, situada
casos en los que es posible apreciar la proxi- al norte de aquéllos. En este otro caso, la
midad entre estos dos elementos de los que reocupación de este espacio con un hipotéti-
venimos hablando: mezquita y cementerio. co hammam ha alterado considerablemente
el registro funerario islámico previo. Al igual
Respecto a las mezquitas conservadas
que sucedía en el caso anterior, las transfor-
y conocidas en la historiografía ya clásica
maciones urbanísticas posteriores amortiza-
sobre la Qurt≥uba islámica, creemos que, al
ron el uso como espacio funerario.
menos dos de ellas contaban en sus inmedia-
ciones con una almacabra, cuya identifica- Además de éstas, una tercera mezqui-
ción no ha sido posible, con seguridad, hasta ta de barrio, en esta ocasión de época ca-
el momento. lifal, documentada en la zona de poniente
de Córdoba, en la antigua finca de Fontanar
Este sería el caso, en primer lugar, de la
(LUNA, ZAMORANO, 1999), contaba en sus
mezquita situada bajo la actual iglesia de San
proximidades con una almacabra. Los pri-
Lorenzo, identificada como perteneciente al
meros datos descontextualizados acerca de
arrabal Munyat al-Mugı–ra (OCAÑA, 1963),
la existencia de enterramientos en este sec-
a partir del epígrafe fundacional localizado
tor, identificados por Santos Gener junto a
en las inmediaciones. El emplazamiento de
la Carretera del Aeropuerto (1955: 41), se
un cementerio islámico en esta zona se ha
han visto recientemente confirmados con
documentado gracias a la excavación de Pla-
la reciente excavación de un cementerio is-
za de San Lorenzo n.º 3, esquina con Padre
lámico vinculado a una imponente almunia
Roelas y a la recuperacion de un epígrafe
emiral (MURILLO et alii, 2004).
funerario en el entorno (CASAL, 2003: 117-
120). Lamentablemente, la escasez y grado Especialmente significativos son los da-
de conservación de los individuos allí ente- tos recuperados en la zona conocida como
rrados –alterados por depósitos almohades– Naranjal de Almagro, en el trazado de la
impide extraer demasiadas conclusiones al Ronda de Poniente. Junto a una pequeña
respecto. No obstante, la vinculación de la mezquita –para la que se ha venido propo-
mezquita con el cementerio de los habitan- niendo una cronología del siglo IX– se do-
tes del mencionado arrabal resulta muy evi- cumentaron un baño, del que se excavó el
dente, como ya se ha puesto de manifiesto hipocaustum, varios patios, posiblemente
(Ibid: 120). pertenecientes a una almunia, y un arrabal
surgido a la sombra de este conjunto de edi-
Otro ejemplo digno de interés, aunque
ficios (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004:
los datos en este caso son indirectos, vincu-
267). La imposibilidad de fechar con sólidos
laría los enterramientos del posible cemen-
argumentos estas estructuras y los enterra-
terio documentado en la Ronda de los Már-
mientos próximos impide precisar su rela-
tires con el emplazamiento de una mezquita
ción temporal, si bien parece fuera de dudas
de época emiral, identificada hipotética-
su funcionamiento conjunto.
mente como la de ‘Amir Hisam (MURILLO,
FUERTES, LUNA, 1999: 133; LÓPEZ, VAL- Recordemos a este respecto las referen-
DIVIESO, 2001: 228), de la que se conser- cias, ya comentadas, relativas a la vincula-

276 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

ción urbanística y funcional entre baños, El catálogo de casos recogidos permite


cementerios y mezquitas propuesta para mantener la hipótesis inicial acerca de la
las ciudades de Murcia y Palma de Mallor- vinculación espacial y funcional de estos dos
ca (ROBLES, RAMÍREZ, NAVARRO, 1993: elementos básicos en la sociedad islámica.
97-98). Otro ejemplo en el que es posible
plantear esta vinculación funcional lo en-
contramos en la alquería de Alhama de Mur- CARACTERÍSTICAS INTERNAS
cia, donde se han documentado vestigios de
DE LOS CEMENTERIOS
una maqbara islámica probablemente vincu-
lada a unos baños y una mezquita, aunque Si bien, como comentamos al inicio, existen
no se haya constatado arqueológicamente la numerosas limitaciones a la hora de afrontar
existencia de ésta, pero cuyo emplazamien- el estudio de los espacios funerarios de época
to se mantendría en la iglesia cristiana de islámica, la abundante información propor-
San Lázaro (BAÑOS, MARTÍNEZ, 1998: 327, cionada por la arqueología en los últimos
Figura 2). años nos ha permitido observar una serie de
características comunes que pueden ayudar-
No tan claras –por la dificultad para
nos a entender qué elementos condicionan la
identificar como auténticas mezquitas las organización interna de dichos cementerios.
fragmentarias estructuras excavadas–, aun-
que muy probables, son otros dos casos do-
cumentados en Córdoba. En primer lugar, el MODELOS DE CRECIMIENTO
arrabal tardoislámico y el cementerio conti-
guo –identificado como perteneciente a la El principal inconveniente que se plantea
maqbara Umm Salama– documentados al durante la excavación de un área funeraria
Norte de la medina, en la C/ Pintor Torrado
(BOTELLA et alii, 2006), podrían ponerse 32
| En la reconstrucción de la secuencia de ocu-
en relación con una posible mezquita32 de pación documentada en el yacimiento, dentro de la
época postcalifal situada algo más al norte, fase postcalifal “destaca una estructura cuadrangular
junto al cauce el arroyo canalizado que deli- que sobre la base de su tipología constructiva, consi-
deramos como posible mezquita. Desgraciadamente, se
mitaba el área funeraria.
conserva solo la primera hilada de cimentación y no
Igualmente dudosa, aunque muy suge- ha sido hallado ningún elemento definitorio que permita
aseverar tal funcionalidad” (RUIZ, 2001: 223).
rente, resulta la interpretación planteada 33
| Consiste en una estructura de planta cuadrada
como arranque del alminar de una mezqui- conformada por un “basamento de mampostería sobre
ta, para la estructura excavada intramuros, el que descansan dos hiladas de sillería trabadas con
junto a la Puerta de Gallegos33, para la que mortero de cal, configurando una plataforma uniforme
en la que se aprecia el arranque de unas escaleras”
se ha asignado una cronología emiral (RUIZ, (RUIZ, 2002: 100)
2002: 101). De confirmarse esta propuesta 34
| Esta interpretación ya ha sido apuntada por su
habría que poner en relación esta hipotética excavador: “Si tenemos en cuenta que adjudicamos a
esta mezquita una cronología emiral ¿por qué no presu-
mezquita con la maqbara situada frente a
poner que puerta, cementerio y mezquita recibieron la
la Puerta, conocida en época islámica como misma denominación, en honor al mismo personaje?“
– .
Ba–b ‘A—mir al-Quras±ı34 (RUIZ, 2001: 101)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 277


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FIG. 5. Superposición de niveles de enterramientos documentados en el “Sondeo 26” de la campaña de


2001 en el S.G. SS- 1 (parque de Miraflores y Centro de Congresos de Córdoba) (CASAL et alii, 2004).

278 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

es poder establecer la cronología absoluta maqbara Umm Salama (CASAL, 2003: 72).
de las diversas fases de enterramientos. Esto Podemos observar cómo, mientras en la Plaza
supone que, en la mayoría de los casos, ape- de Colón, junto a la Ba–b al-Yahu–d, se docu-
nas podamos apuntar el origen y el proceso mentan al menos seis niveles de enterramien-
de crecimiento de las zonas estudiadas. No tos adscritos al siglo X-XI, en la calle Pintor
obstante, a partir de las áreas excavadas es Torrado, el cementerio fechado ya en el siglo
posible analizar cuáles son los factores que XI-XII, y localizado a unos 800 metros del
favorecen una mayor densidad de enterra- punto anterior, presenta una densidad mu-
mientos en determinadas zonas. cho menor. Creemos, por tanto, que podría
tratarse de un mismo cementerio cuya mayor
Sabemos que los puntos de mayor con-
concentración se localizaría en un primer mo-
centración de inhumaciones, ya desde época
mento junto a la puerta y que se extendería
romana, fueron las principales vías acceso a
posteriormente hacia el norte, alcanzando en
la ciudad; circunstancia que se observa cla- época tardoislámica la zona de la actual calle
ramente en las distintas excavaciones desa- Pintor Torrado (BOTELLA et alli, 2005).
rrolladas en el entorno de Miraflores, donde
se situaría la maqbara al-Rabad≥ (CASAL et Ambos ejemplos son claros exponentes
alii, 2004). Este cementerio se extendería de cómo los accesos principales a los cemen-
al menos desde las inmediaciones del actual terios constituyen un foco de concentración
Puente Romano hasta la C/ Acera del Río, si a partir de los cuales éstos se expanden con-
bien se observa una clara diferencia en cuan- forme la maqbara se va saturando, fruto de
to al número de inhumaciones entre el de- la necesidad de espacio, tal y como se ha
nominado Sondeo 26 de la primera campaña identificado en otros yacimientos35.
de Miraflores, ubicado junto a la salida del Existen, por tanto, algunas preferencias
puente y donde se documentaron hasta nue- dentro de la topografía urbana a la hora de
ve niveles de enterramiento (CASAL et alii, situar un cementerio. Otro buen ejemplo de
2004) (Figura 5), y los sondeos más alejados ello parecen ser las zonas elevadas frente a
del Arco Viario Sur (ALARCÓN, MURILLO, las laderas o llanuras. Este hecho se evidencia
1995) y de la calle Acera del Río, donde ape- en la intervención realizada en las Naves Mu-
nas se han constatado superposiciones de nicipales del Parque Cruz Conde, a poniente
tumbas. En cualquier caso, y teniendo en de la medina (MURILLO et alii, 2004), don-
cuenta los dos puntos más alejados en los de se exhumaron estructuras pertenecien-
que se han localizado restos de este cemen- tes a una almunia y a uno de los arrabales
terio –Sondeo 26 de Miraflores, al norte, y occidentales asociados a un área funeraria.
Parcela 7B de la U.A. SS-2, al sur– la maqba- Al parecer, los enterramientos se concentra-
ra se extendía al menos un kilómetro desde rían, en una primera fase, en el punto más
la cabecera del Puente y a lo largo de la Ve- elevado, al noreste de las mencionadas cons-
reda de Granada.
Otro ejemplo muy claro lo constituyen
35
los enterramientos hallados tanto en la Plaza | Este es el caso de la necrópolis excavada en la
Calle Polo de Medina en Murcia, donde el reducido es-
de Colón (BOTELLA, 1995) como en la ca- pacio disponible impide su lógica expansión, por lo que
lle Pintor Torrado (BOTELLA et alli, 2005), el área cementerial se ve obligada a crecer en altura
ambos identificados como perteneciente a la (POZO, 1992: 414).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 279


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FIG. 6. Plano del Yacimiento E, Ronda de Poniente (Polígono Industrial “La Torrecilla”). A partir de
planimetría facilitada por D.ª Cristina Camacho.

trucciones, para posteriormente ir exten- querido relacionar este mismo modelo evo-
diéndose hacia el sur, hasta alcanzar una de lutivo con la necesidad de proteger el área
las calles documentadas en el yacimiento. de enterramientos de posibles inundaciones
Un ejemplo similar lo encontramos en la ne- cuando, como en el caso de Mérida, ésta se
crópolis de Roteros de Valencia, donde se ha encuentra próxima a cursos de agua (ALBA,
podido identificar el proceso de crecimiento 2005a: 337).
del cementerio desde la zona más alta, en el
siglo XI, hacia las laderas circundantes, du-
rante el XII y el XIII (PASCUAL, SERRANO, ORGANIZACIÓN INTERNA:
1996: 244). Otros autores, sin embargo, han
Las amplias áreas excavadas en los últimos
años al Oeste de la ciudad –Intervenciones
36
| Debemos distinguir entre intervenciones rea- en la Ronda de Poniente– han sacado a la
lizadas en pequeños solares, en los que prevalece una
luz extensas zonas cementeriales que, ade-
lectura diacrónica de los espacios funerarios, y aqué-
llas en las que la superficie excavada permite un mejor más de completar la topografía urbana de
análisis espacial, con la identificación de vías, muros Qurt≥uba, permiten introducir nuevas cues-
delimitadores, agrupaciones y espacios libres, etc… tiones sobre su organización espacial36.

280 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

Ya hemos mencionado cómo, general- Por otro lado, parece que la irregulari-
mente, los cementerios se ubicaban en es- dad es una característica común en la dis-
pacios reservados para ello en las zonas de tribución interna de las maqa–bir estudiadas.
expansión de la ciudad y en directa relación Este aspecto se observa de nuevo en inter-
con los arrabales; esta planificación previa venciones como las del Yacimiento E de la
implicaría la existencia de ciertos elemen- Ronda de Poniente (CAMACHO, 2004) o el
tos delimitadores de las áreas funerarias, Yacimiento D (CAMACHO, 2002), donde es
de las que contamos con varios ejemplos frecuente encontrar concentraciones y va-
en Córdoba. En algunos casos, son los pro- cíos que, a simple vista, parecen aleatorios37.
pios cursos de agua los que establecen los No obstante, la imposibilidad de identificar
límites de estos espacios, como se aprecia una ordenación regular en los cementerios
en el cementerio localizado en la glorie- analizados no significa que ésta no exista,
ta de Ibn Zaydun; en otros, se construyen ya que en ejemplos como el de Roteros en
estructuras ex profeso como las documen- Valencia se puede apreciar que los enterra-
tadas en los Yacimientos E y D de la Ron- mientos más antiguos se disponen en filas
da de Poniente (CAMACHO, 2004 y 2002, con una separación de medio metro, aunque
respectivamente); y, finalmente, contamos la progresiva saturación del espacio hiciera
con algún ejemplo en el que se combinan necesaria en fases posteriores la reutilización
ambos elementos, como en la excavación y superposición de fosas (PASCUAL, SERRA-
de la calle Pintor Torrado (BOTELLA et alii: NO, 1996: 234 y 244). Un esquema similar
2005). En el yacimiento D de la Ronda, el se propone a partir de los resultados obte-
acceso sur a la maqbara coincide con el lí- nidos en las excavaciones de Mérida (ALBA,
mite septentrional del arrabal, en torno al 2005a y 2005b), donde el área cementerial
cual se genera una considerable concentra- documentada al SE del recinto amurallado
ción de enterramientos, como veremos más parece organizarse en algunos puntos me-
adelante. En el Yacimiento E se constató la diante filas de enterramientos con una sepa-
presencia de un muro que, en sentido NE- ración entre ellos suficiente para el tránsito
SO, delimitaba el cementerio por su lado de personas, aunque esta ordenación sería
oriental, más allá del cual no se halló nin- fruto de la improvisación y no de una pla-
guna sepultura (Figura 6). Otro ejemplo nificación previa (ALBA, 2005a: 340). El
similar lo encontramos junto a una de las sistema, además, generaría un proceso de
puertas septentrionales de la medina, en crecimiento en cuñas a partir de cada una
la intervención de la Plaza de Colón, don- de estas hileras de tumbas, de manera que
de se excavó un muro que recorría todo el
solar en sentido E-O y cuya interpretación 37
| El principal problema a la hora de evaluar esta
resulta controvertida: su localización, muy distribución del espacio cementerial radica en intentar
próxima al lienzo norte de la muralla, po- identificar elementos aglutinadores en torno a los cua-
dría indicar una función de contención del les se producen concentraciones de tumbas, que pudie-
agua del foso existente en este punto, pero ran reflejar vínculos de parentesco entre individuos, la
a la vez sería utilizado como límite sur de influencia de la baraka de determinados personajes o
incluso, como plantean algunos autores, una forma de
la maqbara, al que además se adosa uno de marcar diferencias sociales, expresadas en la existencia
los recintos funerarios documentados (CA- de zonas concretas reservadas a ciertas jerarquías (cfr.
SAL, 2003: 81). MARTÍNEZ et alii, 1995: 103-104).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 281


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FIG. 7. Plano del yacimiento D de la Ronda de Poniente (“Casas del Naranjal”) con indicación de los
caminos interiores (a partir de CAMACHO, 2002).

282 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

las zonas más alejadas presentan una distri- en el Yacimiento E de la Ronda de Poniente
bución irregular (ALBA, 2005b: 370). aparecen tres de estos enterramientos, carac-
terizados por presentar fosas enmarcadas con
Sabemos también que la doctrina ma-
lajas de piedra, distantes entre sí unos cuatro
likí permitía la inhumación conjunta de los
metros y que se concentran en el extremo su-
padres con sus hijos, especificando incluso
roeste del área excavada (CAMACHO, 2004:
el lugar que cada uno debía ocupar en la
233). Este tipo de estructuras también fue
tumba (FIERRO, 2001: 179). Un ejemplo
documentado en la excavación realizada en la
material de ello lo encontramos de nuevo
Plaza de Colón, circunstancia que se observa
en Valencia, en la necrópolis de Roteros,
igualmente en el cementerio del actual Cen-
donde se localizaron hasta cuatro tumbas de
tro Comercial Carrefour “La Sierra”, donde
mujeres adultas asociadas a niños e incluso
se hallaron al menos dos recintos funerarios
una cuádruple con dos individuos adultos y
con enterramientos individuales que incluso
dos infantiles (PASCUAL, SERRANO, 1996: compartían uno de sus muros (MORENA,
236). Esta circunstancia, sin embargo, no 1994: 155-171). De nuevo lo encontramos
ha podido documentarse de forma clara en en la excavación de las Naves Municipales del
las diferentes excavaciones analizadas en Parque Cruz Conde, en la que aparecen varias
Córdoba, a pesar de que en algunas de ellas, de estas estructuras en un sector concreto
como en el Yacimiento E de la Ronda de Po- del cementerio. Podría decirse, por tanto, que
niente, se ha propuesto la existencia de in- la agrupación de enterramientos con cierto
humaciones múltiples, algunas de las cuales carácter monumental38 es una constante en
podrían corresponder a este modelo de en- las necrópolis cordobesas, aunque esta carac-
terramientos familiares (CAMACHO, 2004: terística también parece observarse en otros
235). Sin embargo, en muchos casos resulta lugares de al-Andalus como el cementerio de
complicado individualizar el contorno de las San Nicolás (Murcia), donde se documenta-
fosas debido a las propias características del ron hasta cuatro tumbas próximas entre sí
terreno, por lo que, hasta el momento, no constituidas por túmulos de piedra escalona-
contamos con ejemplos fiables que ilustren dos (NAVARRO, 1985: 7-37).
dicha circunstancia.
Algo que sí parece más evidente es la
El análisis arqueológico, por tanto, en preferencia, ya apuntada, por ubicar las in-
muy pocas ocasiones permite definir una po- humaciones en las zonas más próximas a las
sible intencionalidad en la distribución de los puertas de la ciudad y a los accesos de los
enterramientos. No obstante, pueden apre- propios cementerios, en los que se observan
ciarse algunas características comunes en las enormes concentraciones, como en el Yaci-
distintas áreas cementeriales documentadas
que permiten abrir nuevas líneas de investi-
gación para entender mejor estas cuestiones. 38
| Este tipo de estructuras –documentados en
Resulta llamativo, por ejemplo, que en las in- una proporción bastante reducida en relación al nú-
tervenciones donde se han exhumado tumbas mero total de enterramientos– han sido relacionadas
asociadas a recintos funerarios o con estruc- con mausoleos, panteones familiares o qubab (CASAL,
2003: 81). En concreto, las referencias textuales hacen
turas de calcarenita, éstas nunca aparecen alusión al enterramiento de Abu l-Qasim b. Galib en un
aisladas, sino en grupos de dos o más inhu- panteón familiar situado en el cementerio de Um Sala-
maciones muy próximas entre sí. De nuevo ma (ZANÓN, 1989: 86).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 283


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miento D de la Ronda de Poniente, donde se menterio los que hacen variar la disposición
localizó una entrada a la maqbara con algu- de las tumbas, y en este sentido, uno de los
nas superposiciones de tumbas (CAMACHO, ejemplos más claros lo ofrecen nuevamente
2002) (Figura 7). Estos lugares eran con- las excavaciones de la Ronda Oeste. En el
siderados zonas privilegiadas dentro de las denominado Yacimiento D de dicha Ronda
áreas de enterramientos, hecho que no debe se aprecia cómo las fosas se adaptan en ge-
ponerse necesariamente en relación con neral a la orientación en sentido E-O de los
una cuestión de reconocimiento personal muros de fachada del arrabal que limitan el
del difunto, puesto que resulta excepcional cementerio por el sur, a la vez que algunas
la existencia de elementos distintivos, tales de ellas se giran considerablemente para dis-
como lápidas o inscripciones funerarias. ponerse a lo largo de los caminos interiores
de la maqbara. Algo más al sur de este lugar,
Por otro lado, sabemos que existen peque-
en el Yacimiento E (CAMACHO, 2004), las
ños senderos dentro de los cementerios, aun-
inhumaciones aparecen orientadas del mis-
que no siempre es posible su identificación,
mo modo que el muro que parece cerrar este
ya que suelen ser estrechos y no cuentan con
área cementerial por el SE, coincidiendo en
ningún tipo de señalización o pavimentación;
este caso con la orientación ritual. Incluso en
no obstante, en zonas tan extensas como el
los lugares donde han podido documentarse
Yacimiento D de la Ronda de Poniente (CA-
distintas fases de enterramientos, especial-
MACHO, 2002) pueden ser reconocidos por
mente en las excavaciones de Miraflores y en
la misma disposición de las tumbas que de-
la Avda. del Aeropuerto, se aprecia una cier-
limitan dos caminos hacia el NE y NO, atra-
ta continuidad en la disposición de las fosas,
vesando todo el área de enterramientos. Un
que apenas varían a lo largo del tiempo. Tan
caso similar, aunque no tan claro, podría dar-
sólo enterramientos concretos difieren nota-
se en el Yacimiento E de la Ronda de Poniente
blemente su orientación, pero su excepciona-
(CAMACHO, 2004), en el que también cabría
lidad impide sacar conclusiones al respecto.
identificar una estrecha vía interna que reco- Es cierto que dentro de esta regularidad exis-
rre el sector excavado de norte a sur. ten pequeñas diferencias en la orientación,
que se han venido relacionando con las varia-
ORIENTACIONES ciones propias de las estaciones del año (LÓ-
PEZ SEGUÍ et alii, 2005: 148). A partir de las
Otro de los aspectos que más llama la aten- excavaciones desarrolladas en Mérida en los
ción al estudiar las áreas funerarias cordobe- últimos años, en las que se han documenta-
sas es la orientación de las tumbas. Frente do varios sectores de una misma necrópolis,
a la orientación canónica del cuerpo en sen- algunos autores se han basado precisamente
tido NE-SO, es frecuente encontrar variacio- en estas variaciones para datar las inhuma-
nes considerables entre las diferentes áreas ciones, a falta de materiales fiables. En este
de enterramiento, que pueden oscilar entre sentido, y tomando como referencia la ubica-
orientaciones cardinales N-S y E-O. En mu- ción de las mezquitas, que no se orientan al
chas ocasiones son los distintos elementos SE hasta el siglo X, afirman que las tumbas
urbanos como caminos y arrabales los que orientadas E-O –siempre que no se deba a ra-
pueden condicionar dicha orientación, pero zones urbanísticas– podrían datarse en época
en otros casos son aspectos del propio ce- emiral (ALBA, 2005a: 338-339).

284 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

ELEMENTOS DE AJUAR manos y en los ritos de purificación de las


almas moribundas que yacían aún en su le-
Tampoco los elementos de ajuar aportan de- cho de muerte (CASAS y RUIZ DE ARBULO,
masiados datos a nuestro estudio. La prácti- 1997: 219-220). Esta tradición propia de los
ca ausencia de objetos de ajuar relacionados pueblos mediterráneos puede que pasara a
con las tumbas impide establecer una cro- adquirir en la cultura islámica significados
nología precisa de las mismas y ahondar en similares, a juzgar por la ocasional aparición
otros temas de interés dentro del estudio de de este tipo de objetos en los ajuares fune-
los cementerios islámicos. rarios.
Dichos elementos se reducen a algunos Poco frecuentes son también los huesos
objetos cerámicos, entre los que destaca, de animales de los que sólo tenemos tres
pese a su escasez, la presencia de candiles. ejemplos, dos huesos de un animal indeter-
La utilización del candil en el ajuar ritual minado, de un ave zancuda procedentes del
ha sido interpretada en dos líneas bien dife- Yacimiento E (CAMACHO, 2004), y huesos
renciadas: por un lado, como elemento que de ovicáprido hallado en la actual Plaza de
simboliza la luz que ilumina el camino hacia Colón (BOTELLA, 1995). Este tipo de ele-
Dios, y por otro, como objeto que alumbra mentos, conocido con anterioridad en otras
la oración que se lleva a cabo en los siete necrópolis cordobesas como la de la Cava en
días siguientes al enterramiento, aparecien- Priego (CARMONA, LUNA, 1996: 133), se
do en estos casos junto a la cubierta de la ponen en relación con banquetes funerarios,
sepultura. Buen ejemplo de ello son las pie- bien conocidos y documentados en la tradi-
zas halladas en algunas de las tumbas de los
ción cristiana y tardoantigua (CASAL, 2003:
Yacimientos D y E de la Ronda de Poniente
34, nota 22; FIERRO, 2001: 176-177).
(CAMACHO, 2002; CAMACHO, 2004) o del
actual Centro Comercial Carrefour (MORE- En definitiva, la presencia de estos obje-
NA, 1994) en las que se documentaron algu- tos ajenos al ritual islámico, reprobables se-
nos candiles colocados junto a la cubierta de gún los teólogos y juristas andalusíes, pero
la sepultura. de difícil erradicación, es una buena mues-
tra de la pervivencia de ciertas tradiciones
Menos habitual es el hallazgo de otras
locales preislámicas, que no llegarían a des-
piezas cerámicas como jarras, ollitas u orzas
aparecer totalmente tras la consolidación
de pequeño tamaño. Dentro de estos objetos
del proceso de islamización de la población
cabe destacar la presencia de orzas de redu-
cordobesa.
cidas dimensiones halladas en el sector occi-
dental, en los Yacimientos D y E (CAMACHO, Otro grupo lo constituyen aquellos obje-
2002; CAMACHO, 2004), en cuyo interior se tos al parecer más relacionados con la sujeción
depositaron huevos de gallinácea. En las cul- del cuerpo inhumado, que con un rito funera-
turas griega y latina la utilización del huevo rio. En este caso encontramos tejas, ladrillos
en relación con el mundo funerario adquirió o cantos bajo el cráneo, en el fémur, en el an-
muy diversos significados y usos. Los huevos tebrazo o en el esternón, en la maqbara de la
de gallináceas eran símbolos de fecundidad calle Pintor Torrado (BOTELLA et alli, 2005),
y procreación, si bien se incluían también en el Yacimiento E de la Ronda de Poniente
en los menús de los ágapes funerarios ro- (CAMACHO, 2004), en el MA-1.2 (ASENSI,

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 285


–––– Mª TERESA CASAL / ALBERTO LEÓN / ROSA LÓPEZ / ANA VALDIVIESO / PATRICIO J. SORIANO

2005), en la Avda. de la Victoria (CARRILLO, mente escatológicos, como otros más pro-
MURILLO, RUIZ, 1999) y en la Plaza de Co- saicos, tales como los programas políticos
lón (BOTELLA, 1995). Una función similar estatales o los modelos de implantación so-
podrían tener los clavos hallados en el inte- cial. Para ello no podemos plantear el análisis
rior de la fosa, quizá relacionados con made- de las áreas funerarias y sus enterramientos
ras que evitarían un cambio de postura del como elementos aislados, sino que éstos de-
cuerpo, aunque otros autores plantean que ben ser asumidos como una parte más de la
correspondan simplemente a las uniones de trama urbanística, reflejo de aspectos claves
los ataúdes, ya de época tardía. de la sociedad islámica. Así, la propia existen-
Por otro lado, tan sólo conocemos un cia o la ausencia de estos espacios funerarios
ejemplo en el que se documentan restos de vinculados a la medina pueden indicar la ver-
moluscos junto a la cubierta y cenizas en el dadera categoría urbana del enclave. En este
interior de la fosa, ambos constatados en el sentido, resulta más que significativo el silen-
Yacimiento E de la Ronda de Poniente (CA- cio que hasta el momento muestran las fuen-
MACHO, 2004). Finalmente existen otros tes islámicas y la propia evidencia arqueológi-
objetos cuya funcionalidad e identificación ca en relación con las áreas de enterramiento
desconocemos como los objetos metálicos vinculadas a Madı–nat al-Zahra–’ (cfr. ACIÉN,
aparecidos en el mismo yacimiento o el hue- 1987: 24). El traslado de los propios califas
so trabajado hallado en el Arco Viario Sur39, para ser inhumados en la rawda del alcázar
pudiéndose tratar incluso de una intrusión cordobés y la extensión y densidad de ente-
en la tumba (ALARCÓN, MURILLO, 1995). rramientos de las áreas funerarias vinculadas
a los arrabales de poniente parecen ser un in-
dicio más del peso religioso y simbólico que
CONSIDERACIONES FINALES sigue manteniendo la antigua medina frente
a la nueva fundación califal (cfr. ACIÉN, VA-
Córdoba, como capital del estado omeya, y, LLEJO, 1998: 134).
por tanto, más que probable modelo de apli- En cualquier caso, una investigación
cación de la doctrina malikí, parece presentar de este tipo se muestra fragmentaria e in-
ciertas pautas de actuación en lo referente al completa, especialmente por las peculiari-
mundo funerario andalusí, al menos durante dades del registro funerario islámico, más
los siglos de control de dicha dinastía. aún sin contar con los necesarios análisis
Es evidente que no es posible extraer hoy antropológicos y los estudios de la epigrafía
en día conclusiones definitivas e irrefutables funeraria. En este sentido, desde el punto
en este sentido, pero sí nos cabe plantear de vista metodológico resulta fundamental
nuevas vías de interpretación en las que se la aplicación del máximo rigor en el regis-
tengan en cuenta tanto los aspectos pura- tro arqueológico, dada la escasez y debili-
dad de los argumentos cronológicos apli-
cables a los enterramientos islámicos. Esta
39
| También desconocemos la funcionalidad de exigencia es especialmente evidente en el
otra pieza similar hallada en la calle Rojo de Lorca-Mur-
cia, donde se documentado una plaquita de hueso deco-
caso de Córdoba, tanto por la escala del fe-
rada con bandas perpendiculares y círculos concéntri- nómeno urbano, como por las particulares
cos que formas franjas horizontales con dos orificios. circunstancias de la investigación arqueo-

286 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ESPACIO Y USOS FUNERARIOS EN LA QURTUBA ISLÁMICA –––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

lógica en los últimos años. La vinculación en los casos en los que la extensión de la
con la trama viaria, la distribución en torno superficie excavada así lo permite, ha sido
a áreas residenciales –en zonas reservadas posible determinar la existencia de muros
al efecto–, su proximidad a cursos fluviales, delimitadores, caminos internos y zonas de
mezquitas y baños, etc., parecen rasgos especial concentración de enterramientos.
habituales de los espacios funerarios de la
En definitiva, si bien hasta el momen-
Córdoba andalusí.
to el balance de la investigación sobre el
Por otro lado, la variada casuística a la mundo funerario islámico en Córdoba pa-
que responden las pautas de formación y rece bastante alentador, la diversidad de
crecimiento de los cementerios cordobeses frentes aún abiertos aconseja asumir con
generan un heterogéneo panorama en lo re- carácter provisional las propuestas aquí
lativo a su disposición interna. No obstante, planteadas40.

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ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO
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DE EL FONTANAR DE ARQUEOLOGÍA
Raquel Lacalle Rodríguez C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Juan Manuel Guijo Mauri
VOL. II / PÁGS. 291 - 316

RESUMEN

El objetivo de este estudio es mostrar las diferentes informa-


ciones que pueden ser obtenidas potencialmente en la investiga-
ción de la dinámica de poblaciones en el siglo X en Córdoba, ba-
sada en una muestra antropológica procedente de una necrópolis
islámica. La preservación aporta múltiples factores que enmasca-
ran las muestras osteológicas, con los aspectos paleopatológicos
como los más condicionados

SUMMARY

The aims of this study are to review the types of informa-


tion which can be potentially obtained in the research of the
populational dynamic on Xth century in Cordoba, based on an
anthropological sample proceeding from an islamic cemetery.
Preservation introduces a multitude of confounding factors to
give a false appearance to the osteological samples, pointing to
the paleopathological aspects as the more conditioned.

INTRODUCCIÓN

En el estudio antropológico de la población exhumada en El Fon-


tanar es necesario tener en cuenta una serie de factores condi-
cionantes que influyen en la conservación de la evidencia esque-
lética y en los fundamentos diagnósticos. Las características de
los sedimentos que rellenan las fosas de inhumación, gran canti-
dad de cantos y cascotes de grueso calibre, dan lugar a notables
modificaciones mecánicas en el material antropológico, de modo
que los aplastamientos y fisuras afectan a la mayor parte de los
individuos exhumados, con las consecuencias que ello tiene de
cara al registro morfométrico de las evidencias antropológicas.

291
––––––––––––––––––––––––––––––––––––– RAQUEL LACALLE RODRÍGUEZ / JUAN MANUEL GUIJO MAURI

Asimismo, las alternancias de humedad en Además de los criterios morfológicos


el soporte óseo han favorecido fenómenos optamos por el recurso a criterios métricos
de contracción-dilatación y la disgregación para la identificación del sexo, basados por
de la cortical externa o desprendimientos un lado en referencias forenses de sexo co-
prismáticos de grandes zonas de hueso. La nocido y, por otro, en una valoración de los
acción de las raíces en las zonas esponjosas caracteres métricos de los sujetos de El Fon-
añade otro elementos de distorsión. tanar con evidencias pélvicas de diagnóstico
fiable. En esta serie los desarrollos muscu-
lares más notables, sobre todo de aquellos
I. ASPECTOS DEMOGRÁFICOS1 que originan calcificaciones parciales en los
puntos de inserción, se han detectado en los
A. VALIDACIÓN SEXUAL individuos masculinos.

Las mejores referencias diagnósticas co-


rresponden a la zona pélvica (Lámina 1) y B. IDENTIFICACIÓN DE LA EDAD
al cráneo (OLIVIER 1960) (PHENICE 1979)
(KROGMAN e ISÇAN 1986) (UBELAKER La erupción (Lámina 2) y la calcificación
1989) (WHITE 1991) (REVERTE 1991). dental (UBELAKER 1989) (SCHOUR y MAS-
SLER 1941) (UBELAKER 1989) (REVERTE
1991) (KROGMAN e ISÇAN 1986) aportan
los criterios más precisos en la etapa suba-
dulta2.
La métrica del esqueleto poscraneal
fundamenta también la estimación de la
edad (KÒSA 1989), Balthazard y Pineau
(REVERTE 1991) (CHAMBERLAIN 1994)
(HOFFMANN 1979) (KROGMAN e ISÇAN
1986) (UBELAKER 1989).

LÁMINA 1. Muescas en la zona preauricular


atribuibles a huellas de parto (tumba 83)

1
| Recurrimos a la comparación con grupos me-
dievales de Andalucía occidental, mozárabes cordobe-
ses y otras referencias peninsulares como vías de tener
una perspectiva histórica de la dinámica de poblacio-
nes.
2
| Los importantes daños del tejido esponjoso
LÁMINA 2. Comienzo de la erupción del tercer
afectan a los diagnósticos basados en la unión epifisia-
ria. molar en un sujeto preadulto en torno a 17 años

292 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LA POBLACIÓN ISLÁMICA CALIFAL DE EL FONTANAR –––––––––––

La evolución morfológica de la sínfisis La presencia de subadultos en la pobla-


púbica, basándonos en los esquemas de Todd, ción estudiada, un 18,84 % de los efectivos,
Brooks y Suchey, McKern y Stewart y Gilbert resulta claramente inferior a la de otras
y McKern (UBELAKER 1989) (KROGMAN e series históricas. Esto estaría más en con-
ISÇAN 1989), superficie auricular del ileon sonancia con un conocimiento parcial de
(MEINDL y LOVEJOY 1989) y la zona cos- la localización de efectivos subadultos que
tal esternal (LOTH e ISÇAN 1989) (KROG- con la propia dinámica demográfica de la
MAN e ISÇAN 1986), encarnan las mayores serie de El Fontanar. En todo caso, recurri-
precisiones diagnósticas en las evidencias mos a la serie coetánea de Cercadilla como
adultas, añadiéndose algunos sujetos en los el paralelo más cercano (Gráfico 2), con la
que es posible observar fusiones epifisiarias diferencia cultural de su adscripción mozá-
tardías en columna y pelvis. rabe.

C. CARACTERÍSTICAS DEMOGRÁFICAS
La mortalidad neonatal es menor en la
La población objeto de estudio (Gráfico 1) se población islámica de El Fontanar, con el
caracteriza por un dominio del sector adulto periodo comprendido entre finales del pri-
femenino y por la presencia de un sector de mer año de vida y los 3 años como el mo-
población subadulta que creemos está por mento más crítico, seguido del sector entre
debajo de lo que sería la realidad. 3 y 6.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 293


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– RAQUEL LACALLE RODRÍGUEZ / JUAN MANUEL GUIJO MAURI

D. ESPERANZA DE VIDA3 referencias subadultas de edad inespecífica,


lo que podría dar lugar a claras variaciones
Cuando abordamos la esperanza de vida ante un aumento de la muestra, debiendo
de la población en su totalidad hemos de tomarse estos datos como puramente orien-
dejar claro que nos basamos en las edades tativos por la cortedad de la serie disponi-
medias individuales para la atribución de ble.
cada esqueleto a un grupo concreto. Somos
conscientes de que el hecho de distribuir la Dx Dx lx Qx
población en unos límites de edad concre- 0 2 4,76 100 0,05
tos, cuando la realidad antropológica suele 1 3 7,14 95,24 0,07
definir oscilaciones importantes, supone 2 6 14,28 88,1 0,16
una cierta idealización. En todo caso, la 6 6 14,28 73,82 0,19
elaboración de una tabla de vida puede ser 12 2 4,76 59,54 0,08
útil para ilustrar diferencias puntuales entre 17 4 9,53 54,78 0,17
poblaciones. En esta tabla no se encuentran 25 9 21,43 45,25 0,47
incluidos aquellos individuos que no propor- 30 2 4,76 23,82 0,20
cionan elementos que permiten asignarles 35 5 11,90 19,06 0,62
una oscilación de edad y de ahí obtener 40 3 7,14 7,14 1
unos valores medios, con un mayor peso de 45 0 0 0 0

TABLA 1. Tabla de vida (Donde Dx = Nº de


3
| Expresamos la esperanza de vida, distribución individuos; dx = porcentaje poblacional; lx
de edades de muerte por medio de una tabla de vida = esperanza de supervivencia expresada en
(Cuadro 16) en la que Dx expresa el total de indivi- porcentaje de sobrevivientes; qx = probabilidad
duos de cada edad, dx el porcentaje de ese grupo de de muerte en cada grupo de edad)
edad en relación al total de efectivos poblacionales que
nos suministran referencias claras de edad, lx indica la
esperanza de vida de cada grupo o de otra manera la
En la población adulta la mayor caída
cantidad de población que sobrevive al grupo anterior. acontece entre los 25 y los 30 años, en este
Finalmente qx expresa la posibilidad de muerte. último caso relacionada con toda probabili-

294 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LA POBLACIÓN ISLÁMICA CALIFAL DE EL FONTANAR –––––––––––

dad con la menor esperanza de vida femenina apreciarse una notable diferencia de la espe-
y la mayor frecuencia de muerte de este sec- ranza de vida entre las dos poblaciones, que
tor de población en edades adultas más tem- llegan a unos 10 años en cada límite temporal
pranas. La probabilidad de muerte es máxima considerado. Así, un individuo perteneciente
en la población de El Fontanar hacia los 40 al grupo islámico objeto de nuestra investiga-
años, veinte años por debajo de la población ción posee una esperanza de vida al nacer de
mozárabe de Cercadilla (Gráfico 3). 18,64 años frente a un mozárabe que tiene

Al comparar la esperanza de vida en su- 28,07 años de esperanza de vida. Si el indivi-


jetos subadultos entre el nacimiento y los 15 duo llega a los 5 años entre los mozárabes de
años de edad en grupos califales islámicos (El Cercadilla su esperanza de vida rondará los
Fontanar) y mozárabes (Cercadilla) puede 35 años alcanzando a duras penas los 25 años

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 295


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en el grupo islámico de El Fontanar. La di- las tabulaciones de Manouvrier (OLIVIER


ferencia se mantiene a los 10 y a los 15 años. 1960) (REVERTE 1991). Dadas las altera-
ciones mecánicas del material óseo, las me-
La esperanza media de vida entre la po-
diciones sobre el terreno poseen una impor-
blación adulta refleja una notable divergencia
tancia decisiva.
entre ambos sexos, con una pobrísima espe-
ranza de vida entre la población femenina FÉMUR TIBIA PERONÉ HÚMERO CÚBITO RADIO
que es la que sustenta el gran declive de la N 28 20 8 13 1 8
esperanza de vida expresado en porcentaje de Media 152,18 152,68 153,81 155,06 148,5 154,5
sobrevivientes que tiene lugar entre los 25 y Desviación
+ 4,90 + 5,97 - + 5,26 - -
30 años. Frente a sus coetáneos mozárabes estándar
la población femenina de El Fontanar posee 143- 144- 147-
Oscilación 146-169 141-162 -
una esperanza media de vida en torno a 29 159,5 165 165
años, casi 11 años por debajo y casi 5 fren- TABLA 2. Distribución anatómica de la talla
te a poblaciones almohades del sudoeste. La femenina (en cm)
población adulta masculina presenta una es-
peranza de media de vida de una edad por en- Considerando como más fiable la esti-
cima de 37 años, unos 3 por debajo de la que mación obtenida de la extremidad inferior,
ofrecen los adultos masculinos mozárabes de podemos hablar de una talla media en la
Córdoba. Ambos sexos presentan esperanzas población femenina de poco menos de 153
medias de vida más semejantes a poblaciones centímetros (152,59), con la media del
almohades urbanas de Sevilla, si bien el gru- miembro superior unos 2 cm por encima de
po femenino sigue estando por debajo. esta referencia. En el sexo masculino, los va-
lores medios permiten detectar una notable
Todas las tendencias demográficas refe- semejanza entre la media de elementos del
ridas al grupo objeto de estudio deben tener miembro superior y el inferior, por lo que
en cuenta el carácter limitado de la muestra cabe considerar que la estimación de la ta-
en cuanto a los individuos que han propor- lla utilizando huesos del miembro superior
cionado evidencias anatómicas como bases se aproximaría con bastante exactitud a la
diagnósticas para la estimación de la edad estatura real, siempre que se realicen esti-
adulta. En cualquier caso, resultaría de gran maciones medias con húmero, cúbito y ra-
importancia histórica la disponibilidad de dio por individuo. Los valores medios de la
otras series que permitan iluminar la diná- extremidad inferior definen una estatura de
mica de poblaciones en el proceso histórico poco más de 166 centímetros (166,26).
de Córdoba.
FÉMUR TIBIA PERONÉ HÚMERO CÚBITO RADIO
N 12 14 4 6 4 10
Media 167,21 165,06 166,62 165,5 164,22 167,54
III. TIPOS HUMANOS
Desviación
+ 4,81 + 5,68 - - - -
estándar
A. ESTIMACIÓN DE LA TALLA 160- 156- 163,5- 156,5- 161- 160-
Oscilación
178 178 169 172 169 183
En la estimación de la talla se abordan de
manera separada los dos sexos (Tablas 2-3), TABLA 3. Distribución anatómica de la talla
con exclusión de los alofisos, basándonos en masculina (en cm)

296 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LA POBLACIÓN ISLÁMICA CALIFAL DE EL FONTANAR –––––––––––

Referencia Cronología Comunidad-periodo cultural Yacimiento Localidad


1 IX-X Islámico califal Lerena Sevilla
2 X-XI Islámico califal El Fontanar Córdoba
3 X Mozárabe califal Cercadilla Córdoba
4 XI-XIII Islámico almohade San Jorge Sevilla
5 XIV-XV Judío Cano y Cueto Sevilla
6 XIII-XV Cristiano San Jorge Sevilla
TABLA 4. Referencias de las series comparadas

La población adulta masculina del yaci- En una perspectiva de grupos femeninos


miento objeto de nuestro estudio presenta la mayor talla corresponde a la población de
la cuarta talla en esta perspectiva compa- Cercadilla seguida de los grupos cristianos
rada (Gráfico 4), con califales sevillanos, de Sevilla (Gráfico 5). Los individuos adul-
mozárabes cordobeses y judíos de Sevilla tos femeninos de El Fontanar se encuentran
por delante. Puede hablarse de una talla se- totalmente por debajo de las poblaciones no
mejante a los grupos almohades de Sevilla e islámicas y sólo por encima de las adultas
islámicos de Écija. califales de Sevilla.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 297


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– RAQUEL LACALLE RODRÍGUEZ / JUAN MANUEL GUIJO MAURI

Referencia Cronología Comunidad-periodo cultural Yacimiento Localidad


1 IX-X Islámico califal Lerena Sevilla
2 X Mozárabe califal Cercadilla Córdoba
3 X Islámico califal El Fontanar Córdoba
4 X-XII Islámico Plaza de España Écija (Sevilla)
5 XI-XIII Islámico almohade San Jorge Sevilla
6 XIV-XV Judío Cano y Cueto Sevilla
7 XIII-XV Cristiano San Jorge Sevilla
TABLA 5. Referencias de las series comparadas

B. TIPOS CRANEALES terizaciones morfométricas que han podido


abordarse. Los únicos elementos craneales
Las alteraciones mecánicas relacionadas tomados en consideración corresponden a la
con las características de las unidades se- población adulta diferenciada por sexos. Se
dimentarias tienen en las cajas craneales utilizan para las mediciones un compás de
consecuencias muy negativas. La reduc- espesor y calibres digitales de precisión 0,01
ción de las bases de la muestra en relación milímetro y como referencias topográficas
al número de individuos identificados hace los puntos craniométricos usualmente reco-
que deban tomarse con prudencia las ca- nocidos en el estudio de las tipologías antro-
racterísticas que presentamos en cuanto a pológicas (OLIVIER 1960) (BROTHWELL
reflejo real de la tipología poblacional glo- 1987) (FEREMBACH 1979) (UBELAKER
bal. Teniendo claras estas matizaciones no 1989ª) (REVERTE 1991) (WHITE 1991). La
podemos dejar de intentar la realización insuficiencia de la muestra al considerar la
de un boceto o perfil medio en base a las distribución por sexos nos lleva a dar más
evidencias susceptibles de análisis y a una importancia a los perfiles medios adultos en
lectura histórica comparada sobre las carac- la síntesis de grupo.

ADULTOS ADULTOS FEMENINOS ADULTOS MASCULINOS


Cefálico 65,02 (4) 65,02 (4) 0
Auriculobregmático 67,65 (5) 66,6 (4) 71,87 (1)
Vértico-longitudinal 75,04 (5) 74,01 (4) 79,16 (1)
Vértico-transversal 119,41 (2) 119,41 (2) 0
Frontal 81,68 (3) 82,63 (2) 79,8 (1)
Gnático 83,72 (4) 83,76 (3) 83,61 (1)
Facial total 108,75 (3) 118,93 (2) 88,38 (1)
Facial superior 65,02 (4) 69,35 (3) 52,03 (1)
Nasal 47,77 (3) 43,76 (2) 51,78 (1)
Orbitario 87,48 (3) 86,61 (2) 89,22 (1)
Goniocondileo 87,86 (1) 87,86 (1) 0
Rama mandibular 53,06 (14) 52,16 (10) 55,08 (4)
Alveolar 108,75 (3) 111,38 (2) 103,51 (1)
Palatino 63,92 (2) 64,34 (1) 63,5 (1)
Divergencia cóndilo-coronoides 76,40 (10) 77,29 (7) 74,61 (3)
TABLA 6. Índices craneales (valores medios)4

298 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


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Las características de la bóveda craneal valores métricos referentes al índice gnático


referidas a la población adulta en su conjun- en estos dos individuos, debido a su estado
to, dadas las escasas evidencias disponibles, de conservación, por lo cual no están inclui-
nos permiten hablar de cráneos muy alarga- dos en los valores medios).
dos en base al índice cefálico, que pone en
En suma, hemos de leer con un grado
relación la longitud con la anchura máxima,
importante de prudencia estos datos por lo
en mayor medida que la población mozá- limitado de la muestra. Ello no obsta para
rabe de Cercadilla. La correlación entre la que veamos la importancia de ampliar las
altura de la bóveda y la longitud del cráneo, muestras craneales en series medievales
expresada mediante el índice vértico-lon- cordobesas de cara a intentar comprender
gitudinal, nos presenta cráneos adultos de aspectos decisivos de la dinámica de pobla-
bóveda elevada. Igualmente, la lectura de las ciones como es la continuidad o disconti-
proporciones entre altura total de la bóve- nuidad, la influencia del sustrato histórico
da y anchura máxima del cráneo nos habla preislámico y la perspectiva histórica en
de bóvedas muy altas en relación a las di- relación a otros grupos de Al-Andalus y pe-
mensiones transversas máximas del cráneo ninsulares.
en los casos susceptibles de caracterización
métrica.
Las escasas evidencias del esqueleto fa-
cial corresponden a adultos de rostro muy
alargado. En las características de la zona
nasal podemos hablar de evidencias mesorri-
nas (nariz media) como característica domi-
nante. La información disponible evidencia
órbitas altas. En la zona maxilar el arco al-
veolar presenta una morfología alargada en
los adultos. La lectura comparada del índice
de rama en diversos grupos medievales reve-
la una mayor robustez (mandíbulas más an-
chas en la rama) en la población masculina
de El Fontanar y una posición intermedia de
la muestra femenina.
En dos casos se advierten influjos ne-
groides. En la tumba (C 63) el individuo pre-
senta cráneo alargado, frente huidiza, cierta
proyeccion facial, aplanamiento de los hue-
sos propios de la nariz, ausencia de borde
nasal, orificio nasal y rama mandibular an- LÁMINA 3. Cráneo masculino (tumba 66) con
dimensiones faciales medias y nariz mediana
chos. Junto a éste el individuo inhumado en
la fosa 96 (C1) evidencia prognatismo maxi-
lar y retroversión del mentón, así como un 4
| Entre paréntesis el número de individuos que
borde nasal romo (No pudieron obtenerse constituyen la base de la muestra.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 299


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– RAQUEL LACALLE RODRÍGUEZ / JUAN MANUEL GUIJO MAURI

IV. PALEOPATOLOGÍA B. LESIONES TRAUMÁTICAS

Más de cuatro quitas partes de las lesiones


A. DISTRIBUCIÓN GENERAL DE LOS
traumáticas (85,71 %) aparecen como hechos
PROCESOS PALEOPATOLÓGICOS5
aislados en diversos individuos y sólo casi un
Los procesos presentes en mayor medida se 15 % de los casos individuales presentan más
identifican con episodios críticos seguidos de un trauma o afección de más de una zona
de las infecciones, si bien la repercusión en un mismo sujeto, en todos estos casos de
real de éstas se ve ocultada por las modifica- sexo femenino. Los procesos traumáticos,
ciones tafonómicas. Con la excepción de las afectan en mayor medida a la población fe-
afecciones reumáticas la población adulta menina (Gráfico 6). La única excepción vie-
femenina constituye el grupo más afectado ne aportada por la extremidad inferior, donde
por los diversos procesos patológicos (Gráfi- existe un notable dominio masculino.
co 6), destacando la diferencia que se esta- En los traumatismos los agentes causa-
blece entre ambos sexos en los episodios crí- les pueden ser intencionales, como podría
ticos y anémicos. Esto podría relacionarse concebirse a la violencia intergrupal, o ac-
con las peores perspectivas de supervivencia cidentales, en los que el medio físico circun-
que presenta la población femenina. dante tendría un mayor peso específico. En

el caso de de la población objeto de estudio


5
| La incidencia de las diversas lesiones se expli- creemos que los escasos traumas responden
cita en todo momento sobre bases poblacionales, sin te-
ner en cuenta su distribución en base a la conservación
a factores ocupacionales o accidentales, no
anatómica por la excesiva reducción de la muestra que pudiendo atribuirse ningún caso a episodios
ello conllevaría. violentos.

300 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LA POBLACIÓN ISLÁMICA CALIFAL DE EL FONTANAR –––––––––––

A nivel de fracturas hay que destacar la tebral el origen residiría en un mecanismo


presencia exclusiva de fracturas en la extre- de compresión-flexión.
midad inferior entre la población masculina
(Lámina 4), afectando a la columna en el
único caso femenino. Una fractura conlle-
va la disrupción o discontinuidad parcial o
completa del hueso (ORTNER y PUTSCHAR
1985, 55) (UBELAKER 1989, 109) (Lámi-
na 4) y la supervivencia queda atestiguada
por fenómenos osteolíticos iniciales y por
la posterior recubrición del defecto óseo
con tejido compacto cicatricial. Puede ha-
blarse de una serie de etapas que llevan a
la reconstrucción ósea, arrancando en la
coagulación del hematoma (fase hematómi- LÁMINA 4. Fractura del cuarto metatarsiano
ca), al que sigue la formación de tejido de en el centro del fuste en un individuo adulto
granulación, formación de un callo fibroso y masculino (tumba 70)
osificación del mismo (fases de osificación,
trabeculación y de remodelación) (ORTNER En otras ocasiones las fuerzas causales
y PUTSCHAR 1985, 61-63) (MERBS 1989, no son lo suficientemente intensas o afec-
163) (AUFDERHEIDE y RODRÍGUEZ 1998, tan a una zona muy concreta para provocar
21) (GUILLÉN 1984, 4-7) (MAYS 1998, 162- fractura alguna, produciéndose daños loca-
163). En los casos por nosotros detectados lizados en la superficie articular. En las ex-
no encontramos evidencias de complicacio- tremidades encontramos lo que se conoce
nes infecciosas significativas que complica- como osteocondritis disecante, originada en
sen el proceso regenerador hacia una es- una interrupción localizada del suministro
tructura esquelética madura. Creemos que vascular del hueso en relación a una fuerza
las fracturas detectadas responden a meca- perpendicular a la superficie de la articula-
nismos de flexión. En la única evidencia ver- ción, como pueden ser microtraumatismos

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 301


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repetitivos (VILADOT y GONZÁLEZ 1999, este yacimiento son de tipo central, tam-
3664) (VILADOT y ROCHERA 1999, 3568), bién conocidas como nódulos de Schmorl
ocasionando su muerte en un área restringi- (FARRERAS 1979, 1004) (CAMPILLO 1988,
da. El daño se manifiesta como un área per- 121). A la luz de las evidencias susceptibles
fectamente delimitada en la superficie arti- de análisis podemos hablar de una escasa
cular (hueso subcondral), que se acompaña incidencia de este tipo de traumas, aunque
también en el sujeto vivo de daño localiza- con una mayor incidencia en el sexo feme-
do en el cartílago (ORTNER y PUTSCHAR nino.
1985, 242) (AUFDERHEIDE y RODRÍGUEZ
1998, 81). Ese fragmento de cartílago, junto
con la porción de hueso subcondral, puede D. LESIONES INFECCIOSAS
desprenderse de su ubicación y quedar en-
tre la cavidad intra-articular (PARDO 1999, Existe una mayor afectación del sexo femeni-
no entre la población adulta, diferencia que
3179), conociéndose como ratón articular
se nos antoja insignificante (Gráfico 8). Las
(VILADOT y ROCHERA 1999, 3567) (VILA-
alteraciones tafonómicas del material óseo,
DOT y ROCHERA 1999, 3569). La localiza-
con una incidencia especialmente negativa
ción de estas lesiones en esta población se
en el exterior del hueso, nos hacen conside-
da en el miembro superior en la población
rar que la población en la que se han detec-
femenina y en la extremidad inferior en am-
tado alteraciones infecciosas no constituye
bos sexos, con dominio femenino. Es nece-
un testimonio de lo que sería la verdadera
sario destacar esta diferencia entre los pro-
realidad. Los daños producidos en la mate-
cesos traumáticos que afectan al esqueleto rial osteológico por los factores ambientales
apendicular inferior por sexos: dominio de introducen modificaciones en las caracte-
las fracturas en los individuos masculinos y rísticas de los tejidos, en la representación
mayor presencia de traumas articulares del anatómica y demográfica, reduciendo las
tipo osteocondritis en los adultos femeni- posibilidades diagnósticas. En las lesiones
nos, indicándonos quizás un componente infecciosas identificadas no se incluyen los
funcional diferencial. episodios agudos, sin tiempo de cronifica-
En el esqueleto vertebral los trauma- ción en la evidencia osteológica. Este tipo
tismos repetitivos o agudos pueden desem- de lesiones se presentan como procesos
bocar en la ruptura del disco, que sirve de relacionados con una condición inflamato-
separación entre dos cuerpos vertebrales. A ria o infección del soporte óseo en su zona
causa de ello tiene lugar la salida del mate- externa, con la presencia de unos patrones
rial gelatinoso que contiene y su extrusión anatómicos y tipos de daños insuficientes
hacia una de las caras del cuerpo socava su para conectarlos con una enfermedad con-
superficie formando una depresión (CAMPI- creta (ROBERTS Y MANCHESTER 1997,
LLO 1988, 121) (LOMBAS 1979, 468-469). 126), razón por la cual cabe definirlas como
La herniación del disco en el centro del inespecíficas.
cuerpo sólo motiva la pérdida de altura de la Se imponen de manera exclusiva los pro-
articulación y el aumento de las posibilida- cesos productivos de hueso originados en la
des de desarrollar con posterioridad lesiones inflamación del periostio o membrana que
artrósicas. Las herniaciones vertebrales de recubre el hueso en estado fresco y de ahí

302 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LA POBLACIÓN ISLÁMICA CALIFAL DE EL FONTANAR –––––––––––

su identificación como periostitis. Ese teji- procesos anémicos (KELLEY 1989, 194), lle-
do posee un papel esencial en la nutrición, vando a interpretar esos procesos anémicos
crecimiento y remodelación del hueso. Ante como un resultado adaptativo a procesos in-
una agresión el periostio se ve estimulado y fecciosos más que como resultado de caren-
responde con la producción de tejido sobre la cias alimentarias (STUART-MACADAM 1991,
superficie cortical externa del hueso, en áreas 38). Los traumas, hemorragias o úlceras
extensas o localizadas, pudiendo adoptar di- crónicas en la piel pueden ser otros factores
versas morfologías: estriada, laminar, espicu- causales (ORTNER y PUTSCHAR 1985, 132)
lada o de apariencia porótica (AUFDERHEI- (AUFDERHEIDE y RODRÍGUEZ 1998, 179).
DE y RODRÍGUEZ 1998, 179) (TRANCHO et Sabemos por la población mozárabe de
al 1996, 225) (SUZUKI 1991, 130-131). Cercadilla, también de época califal, que la
Sus causas pueden residir en lesiones lepra y la tuberculosis en su versión del mal
traumáticas, deficiencias nutricionales, tras- de Pott se encuentran presentes en el marco
tornos hemodinámicos e infecciones concre- urbano de la Córdoba califal. Pensamos que
tas (TRANCHO et al 1996, 225-226), pudien- la inespecificidad de las lesiones de El Fon-
do arrancar la infección de un hueso concre- tanar puede venir definida por los condicio-
to de la extensión de la infección desde teji- nantes tafonómicos.
dos adyacentes o por daños propios. Autores
como Scrimshaw resaltan la influencia de los
trastornos nutricionales que favorecen una
mayor susceptibilidad del individuo a la in-
fección (KELLEY 1989, 189). Otros autores
como Mensforth, al estudiar la presencia si-
multánea de trastornos anémicos y periostitis
en series individuales de subadultos, señalan
la importancia que pudieran tener durante la
infancia episodios infecciosos como los tras- LÁMINA 5. Periostitis leve en una tibia adulta
tornos gastrointestinales en la generación de femenina (tumba 59)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 303


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E. PROCESOS REUMÁTICOS serie objeto de análisis. A nivel poblacional


global y en la población adulta domina la
La incidencia de los procesos reumáticos se afección de la columna seguida de la extre-
basa únicamente en las cifras absolutas de midad inferior. Por sexos existe una mayor
población y no en las articulaciones conser- incidencia en el grupo adulto masculino,
vadas, dados los notables daños mecánicos hecho ligado dentro de la lógica a factores
que presentan las zonas compuestas por funcionales u ocupacionales diferenciales,
tejido esponjoso. Cabe hablar de una sub- tal como revela el modelado óseo.
estimación de la incidencia real a causa de
las mencionadas alteraciones tafonómicas, COLUMNA HOMBRO MANO RODILLA PIE
encontrándose las cifras (Tabla 13) muy por Total (N=138) 7,20 0,72 2,17 1,45 2,17
debajo de lo acostumbrado en una población Adultos masculi-
15,78 2,63 0 0 5,26
arqueológica. nos (N=38)
Adultos femeni-
En el caso de la población que nos ocu- 8 0 2 4 2
nos (N=50)
pa domina en su totalidad la enfermedad Adultos alofisos
0 0 8,69 0 0
articular degenerativa o artrosis. Debemos (N=23)
entender como artrosis a las alteraciones TABLA 7. Distribución poblacional y topográfica
óseas que se desencadenan como conse- de los procesos reumáticos
cuencia de la degeneración del cartílago ar-
ticular, cuyo daño viene dado por el dominio En la columna vertebral los daños se
de los procesos degenerativos y la ausencia manifiestan en forma de proliferaciones a
de fenómenos inflamatorios. La respuesta al modo de corona periférica a la articulación,
daño del cartílago es la neoformación ósea sin que se llegue a grandes proyecciones
en el perímetro articular en un intento de (Lámina 6). La distribución de la artrosis
reequilibrio. Estas neoformaciones, conoci- en la columna evidencia un dominio del
das como osteofitos, pueden ir desde ligeras sector lumbar (Gráfico 9) (Lámina 6), el
labiaciones a grandes proyecciones que cir- más expuesto a sobrecargas junto con zona
cundan total o parcialmente la articulación. cervical (CAMPO 2003). En ningún caso se
Al alcanzarse un estadio avanzado en el de- evidencian proyecciones hacia el canal me-
terioro articular pueden llegar a formarse dular que hagan pensar en manifestaciones
quistes subcondrales, porosidad y esclero- neurológicas.
sis articular (MANNIK y GILLILAND 1983,
En el hombro los daños se revelan en la
2792), de manera que puede llegarse a la
cavidad sigmoidea de la escápula en forma
completa pérdida del cartílago y al contacto
de labiaciones marginales. El daño de esta
entre articulaciones, hecho que conduce a
zona anatómica se suele asociar a procesos
la pulimentación de las superficies que ro-
secundarios a sobrecargas repetitivas o fac-
zan entre sí o eburneación (AUFDERHEIDE
tores funcionales, interviniendo en menor
y RODRÍGUEZ 1998, 94), signo patognomó-
medida el factor edad. Las alteraciones en
nico de la enfermedad articular degenerati-
la rodilla se presentan en exclusiva en el
va (WALDRON 2001, 86).
sexo femenino, algo que entra dentro de lo
Podemos hablar de un dominio de alte- normal en la casuística de la distribución to-
raciones de magnitud leve-moderada en la pográfica por sexos en la clínica actual. Los

304 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LA POBLACIÓN ISLÁMICA CALIFAL DE EL FONTANAR –––––––––––

daños en pies y manos se presentan en labia-


ciones en las zonas proximales y distales de
las falanges proximales.
En lo que se refiere a la etiología de la
enfermedad articular degenerativa suele ha-
blarse de artrosis primaria o idiopática en
el 80% de los casos, cuando no existe una
causa evidente. Cuando es la respuesta a da-
ños mecánicos o subsiguientes a un proceso
patológico hablamos de artrosis secundaria.
En cualquier caso, en la aparición y desarro-
llo de las patologías reumáticas pueden in-
tervenir antecedentes traumáticos, la edad,
otros procesos patológicos e incluso influen- LÁMINA 6. Artrosis lumbar con claros osteofitos
cias genéticas, aunque la edad tiene un peso en proyección anterior y anterolateral en un
indudable. individuo adulto masculino (tumba 117)

diversos autores como Cook (1984), Martin


F. MARCADORES ANÉMICOS et al (1985) y Walter (1985) consideran am-
bas alteraciones como partes de un mismo
En el techo orbitario y en la bóveda craneal indicador de anemia, implicando cambios
se han identificado fenómenos porosos, co- en el espacio medular y la lámina externa.
nocidos como Cribra Orbitalia e hiperos- El proceso supone un aumento anormal del
tosis porótica (CAMPILLO 1995, 150), los grosor del diploe, tejido situado entre las
cuales representan manifestaciones anémi- lámina interna y la externa del cráneo, de
cas (CAMPILLO 1995, 148). Los estudios de modo que el tejido compacto es reemplaza-

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 305


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– RAQUEL LACALLE RODRÍGUEZ / JUAN MANUEL GUIJO MAURI

do por orificios de tamaño y número varia- 1. EPISODIOS CRÍTICOS


bles (AUFDERHEIDE y RODRÍGUEZ 1998,
348-349) (STUART-MACADAM 1991, 36) El episodio crítico conocido como hipopla-
(ROBERTS y MANCHESTER 1997, 167). sia del esmalte determina una alteración
de la calidad de este tejido, a causa de un
Los trabajos de P.L. Stuart-Macadam déficit en la formación de la matriz inicial
(1985) (1989) (1991) (1996) han eviden- cuando se está produciendo su deposición
ciado a partir de referencias clínicas una vin- (etapa ameloblástica) (LUKACS 1989, 267)
culación de estas alteraciones a ferropenias (SKINNER y GOODMAN 1992, 155) (CHAM-
o procesos carenciales de hierro. El proceso BERLAIN 1994, 37), con consecuencias es-
se origina bien por la carencia de hierro ab- tructurales macroscópicas y microscópicas
sorbible en la dieta o por la existencia de en cuanto a su percepción (BROTHWELL
procesos patológicos, entre los que podrían 1987, 223). Por tratarse de un trastorno de
encontrarse los parásitos intestinales, redu- desarrollo constituye un excelente marcador
cen la cantidad de hierro en la sangre. Kent de episodios críticos acontecidos en la etapa
(KENT 1987, 624) identifica como posible subadulta (PÉREZ-PÉREZ 1996, 112) (PO-
causa de la deficiencia de hierro a afeccio- YTON 1989, 102), claro indicador de la cali-
nes gastrointestinales que conducen a una dad de vida de un individuo durante su etapa
diarrea crónica. de crecimiento. Esas consecuencias se ma-
Se identifica una incidencia en el 2,63 nifiestan en la aparición de surcos o bandas
% de los adultos masculinos y en el 2% de que recorren transversalmente la superficie
la población adulta femenina en lo que se del diente (Lámina 7) (ZIVANOVIC 1982,
refiere a la Cribra Orbitalia y de casi un 4% 210) (LUKACS 1989, 267) (BROTHWELL
de casos de hiperostosis porótica en la po- 1987, 223) (POYTON 1989, 102). El ritmo
blación subadulta. Podemos hablar de una de deposición del esmalte desde oclusal
incidencia poblacional escasamente repre- (superficies masticatorias) hasta cervical
sentativa por los condicionantes impuestos (cuello del diente), perfectamente conocido
por los factores tafonómicos, muy por deba- en estudios radiológicos, histológicos y eco-
jo de la que presentan otros grupos. gráficos, nos facilita una secuencia cronoló-
gica de los momentos críticos (BROTHWE-
LL 1987, 225) (GOODMAN y ROSE 1996,
G. PATOLOGÍA DENTARIA 78,85) (HILLSON 2000, 252). El grosor y la
reiteración de dichas bandas o surcos (Lámi-
La incidencia poblacional de las lesiones na 13) variarán de acuerdo con la intensidad
dentarias se fundamenta en este estudio so- y cronicidad del periodo crítico.
bre el total de piezas dentarias analizadas en
El origen de esos episodios críticos am-
una muestra del yacimiento que representa
bientales reside en diversos procesos como
un pequeño porcentaje de individuos, en
puedan ser repercusiones del destete, fie-
función de los condicionantes de la excava-
bres, gastroenteritis, enfermedades infec-
ción. En la distribución de piezas por sexos
ciosas, malnutrición e incluso causas tóxicas
se opta por una lectura global, prescindien-
(SCHULTZ 1998, 298-300)(HILLSON 2000,
do de la diferenciación por géneros, dado el
252)(POYTON 1989, 102)(CHAMBERLAIN
tamaño de la muestra.
1994, 37)(GOODMAN y ROSE 1996, 81).

306 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LA POBLACIÓN ISLÁMICA CALIFAL DE EL FONTANAR –––––––––––

La compleja interacción de esos procesos ción mandibular existe una mayor afección
nos llevan a un origen multifactorial como del grupo mozárabe.
la hipótesis más probable, independiente-
Al expresar gráficamente la correlación
mente de la confrontación de la incidencia
entre edades más frecuentes de impactación
poblacional con otros marcadores paleopa-
y número de casos individuales en los que se
tológicos. En todo caso, la hipoplasia del
detectan esas edades de impacto, tenemos
esmalte es la consecuencia del proceso críti-
unos picos más altos entre los 3 y los 5 años
co y la interrupción momentánea del ritmo
como años más críticos, con una máxima en
de deposición del esmalte (AUFDERHEIDE
el cuarto.
y RODRÍGUEZ 1998, 405). Los individuos
subadultos son pues el reflejo más apto del
impacto de esos episodios críticos, conse-
cuencias de malnutrición o enfermedad (PÉ-
REZ-PÉREZ 1996, 117).
La población femenina es la más afec-
tada por los episodios críticos reflejados en
la hipoplasia del esmalte, lo cual nos lleva
a las características demográficas de este
grupo, que revelan una edad de muerte más
temprana.
Si abordamos la distribución por piezas
de la hipoplasia (Gráfico 10) detectamos
una mayor incidencia en las series romana
y mozárabe, siendo más notable la repercu- LÁMINA 7. Bandas hipoplásicas en la dentición
sión en la serie romana. Sólo en la localiza- mandibular en un adulto femenino (tumba 77)

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 307


––––––––––––––––––––––––––––––––––––– RAQUEL LACALLE RODRÍGUEZ / JUAN MANUEL GUIJO MAURI

2. CARIES grupo califal de Sevilla, las dos poblaciones


cordobesas de época califal presentan el me-
La incidencia de la caries se expresa en dos
nor porcentaje de caries por piezas (Gráfico
vertientes: porcentaje de individuos afec-
11).
tados sobre los que presentan evidencias
dentarias y porcentaje de piezas con altera- A nivel individual destaca el caso del
ciones. En ambos casos domina en la serie subadulto identificado en la tumba 50, el
femenina. El prerrequisito para la aparición cual presenta intensas destrucciones en cin-
de lesiones cariosas es la existencia de un co piezas dentarias (Lámina 8). Las grandes
entorno ambiental determinado, a partir de cavitaciones alcanzan la dentina e interesan
la presencia de ácidos procedentes de la fer- a la cavidad pulpar y darían lugar con toda
mentación de azúcares (carbohidratos), que probabilidad a un intenso cuadro de dolores
se originan por la acción de microorganis- agudos (pulpitis). En esta etapa preantibió-
mos de la flora bucal (LUKACS 1989, 265) tica semejantes lesiones cariosas pudieron
(CASELITZ 1998, 203) (WHITE 1991, 352) haber tenido consecuencias fatales, puesto
(MAYS 1998, 146,148). Frente a los carbohi- que clínicamente una caries puede dar lugar
dratos, las grasas, alimentos cárnicos y pes- a infecciones en la caja craneal como menin-
cados no son cariogénicos. gitis o trombosis (MAYS 1998, 148-149).

TOTAL MAXILAR MANDÍBULA


Caries 24 (9,05) 15 (11,36) 9 (6,76)
Caries oclusal 3 (1,13) 3 (2,27) 0
Caries 21 (7,92) 12 (9,09) 9 (6,76)
cervical
TABLA 8. Evidencias dentarias y procesos
patológicos (% de piezas)º

Considerando como referencia series


cordobesas de época romana y califal, en este LÁMINA 14. Cavitaciones por caries en dientes
caso una comunidad mozárabe, así como un de leche (individuo subadulto, tumba 50)

308 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LA POBLACIÓN ISLÁMICA CALIFAL DE EL FONTANAR –––––––––––

3. ABSCESOS 4. CÁLCULO O SARRO

Los abscesos aparecen como algo casi irre- La calcificación de la placa bacteriana, pre-
levante en la serie estudiada, afectando a un sente en la zona cervical o en las raíces de
0,72 % de las piezas maxilares y a un 0,35 los dientes, da lugar a depósitos (cálculo o
% de todas las piezas, observándose una di- tártaro) (CAWSON 1983, 108) que actúan
recta relación con la caries. Una caries o como agentes irritantes de las encías al pro-
un trauma en el diente pueden ser los fac- vocar la inflamación de los tejidos blandos
tores causales, pudiendo llegarse a la infec- (gingivitis) que rodean al diente (LUKACS
ción de los tejidos y el hueso subyacentes, 1989, 267). El cálculo o sarro constituye,
dando lugar en éste a una cavidad rellena pues, un desencadenante de la enfermedad
de pus cuya diseminación por el hueso al- periodontal (ver punto siguiente), proceso
veolar puede conducir a la perforación de la que suele seguir a la gingivitis. En la serie
pared ósea y al drenaje en la superficie de la islámica que estudiamos el cálculo tiene una
mucosa (ALEXANDERSEN 1967, 576-577) presencia similar en la población adulta de
(CAWSON 1983, 77) (BROTHWELL 1987, ambos sexos, si bien la relación con los ca-
221) (GIUNTA 1991, 76-77) (NADAL 1987, sos de enfermedad periodontal o piorrea es
324-325). En todo caso, pueden dar lugar a más directa en el sexo femenino.
importantes edemas y procesos inflamato-
Frente a la serie mozárabe coetánea de
rios de los tejidos blandos de cara y cuello
Cercadilla, las piezas afectadas por cálculo
(GIUNTA 1991, 78).

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 309


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en la población exhumada en el Fontanar pueden intervenir diversos elementos causa-


están más de 13 puntos por debajo. A no les, como el desgaste, deficiencias nutricio-
ser que hubiese tenido lugar un desprendi- nales y otras patologías, destaca sobre todo
miento póstumo de cálculo queda clara la la influencia de la placa bacteriana.
limitada presencia de estos depósitos en la
Resulta significativa la incidencia en la
población islámica de El Fontanar.
población adulta femenina, muy por encima
de las cifras que presenta la población mas-
culina, detectándose en esta población una
5. Enfermedad periodontal
correlación muy directa con la presencia de
La enfermedad periodontal es una respuesta sarro o cálculo como agente irritante. El
inflamatoria ante agentes irritantes (ZIVA- impacto de la enfermedad periodontal, con-
NOVIC 1982, 210) (ORTNER y PUTSCHAR siderando el porcentaje de piezas afectadas
1985, 442) de las encías y que desemboca (con soporte óseo visible o/y cálculo subgin-
en la recesión del hueso alveolar en el que se gival), es mucho mayor en la mandíbula.
alojan los dientes. El resultado en el esquele-
to es el progresivo descalzamiento del dien- 6. PÉRDIDAS DENTARIAS ANTES DE LA MUERTE
te (Lámina 9), el aumento de su movilidad
y la pérdida ulterior (CAWSON 1983, 89), Las pérdidas dentarias antes de la muerte se
siempre precedido todo ello por la gingivitis traducen en la oclusión del alveolo u orificio
o inflamación de los tejidos blandos. Aunque del aparato maxilar donde se encaja la pieza

310 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LA POBLACIÓN ISLÁMICA CALIFAL DE EL FONTANAR –––––––––––

dentaria (Lámina 9). Adultos masculinos y abrasiva. Asimismo, podría interpretarse


femeninos presentan una incidencia seme- como un agente de primer orden en la in-
jante de pérdidas ante mortem. La mayor cidencia de la enfermedad periodontal en el
presencia de caries en la población femenina grupo masculino. En algún caso existe ex-
podría explicar las pérdidas ante mortem de posición den conducto pulpar (Lámina 11),
este sector de la población. En la población lo que implicaría infección periapical. Aun-
masculina, la más directa relación existen- que puede hablarse de un desgaste oclusal
te entre enfermedad periodontal y desgaste o conectado con la dieta, hemos detectado
dentario apunta también a la primera como evidencias incompatibles con la normal fun-
factor causal. La mandíbula se ve más afec- ción masticatoria y posiblemente unidas a
tada que el maxilar superior (Gráfico 15). usos funcionales anómalos.

LÁMINA 9. Recesión del hueso alveolar


(enfermedad periodontal) y pérdidas dentarias
ante mortem (tumba 70)

7. DESGASTE DENTARIO

El desgaste dentario se presenta de mane- LÁMINAS 10 y 11. Desgastes en los incisivos


ra más intensa en la población masculina, centrales superiores, con afectación del
hecho quizás conectado a la mayor super- conducto pulpar en el izquierdo (derecha de la
vivencia de este grupo o/y a una dieta más imagen)(adulto femenino, tumba 72)

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ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 315


–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)

EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN
EL CEMENTERIO DE LA ALJAMA JUDÍA ANALES
DE SEVILLA (1992-2006) DE ARQUEOLOGÍA
Isabel Santana Falcón C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, sevilla

E-mail: madoarca@hotmail.com VOL. II / PÁGS. 317 - 330

En el verano 1992, mientras la Diputación de Sevilla ejecutaba


el proyecto de rehabilitación del antiguo Cuartel de Intenden-
cia, que incluía la construcción de un edificio de nueva planta
en el que fue patio del cuartel, salieron a la luz los primeros
enterramientos de la comunidad judía sevillana que han sido
documentados en el siglo XX, aunque a partir de las fuentes
históricas y de las noticias de autores diversos era conocido el
emplazamiento del cementerio de la aljama en este sector de la
ciudad (COLLANTES DE TERÁN SÁNCHEZ, A., 1984 y MÉNDEZ
BEJARANO, M., reed. 1993).
Desde ese momento hasta ahora siete excavaciones arqueo-
lógicas posteriores en otros tantos solares de la ciudad han ve-
nido a confirmar y ampliar los datos aportados por esta primera
intervención, más en cuanto a la localización y características
de la necrópolis que en lo relativo a su ritual de enterramiento.
De este modo el cementerio de la comunidad judía sevillana, con
402 tumbas excavadas, se convierte quizás en el más exhaustiva-
mente conocido de la Península Ibérica, abarcando una secuen-
cia cronológica que se sitúa entre la segunda mitad del siglo XIII 1
| Aunque pudo existir
y los inicios del siglo XVI. una comunidad judía sevilla-
na en fechas anteriores, con
Son realmente notables las dimensiones de la necrópolis ju- más probabilidad durante el
día de Sevilla, como puede apreciarse en la Lámina III. Esta dis- Califato e incluso en época
taifa (siglos IX-XI) ya que el
persión de enterramientos obedece, como explican las noticias y
rigor doctrinal de almorávides
fuentes históricas cuyos datos han sido en parte ratificados por las y almohades debió dificultar y
excavaciones arqueológicas, a los diferentes avatares que soporta casi imposibilitar la conviven-
la comunidad hebraica tras la conquista cristiana de la ciudad.1 cia entre ambas comunidades,
hasta ahora no poseemos da-
Y es que, según manifiestan las fuentes históricas, cuando tos certeros –ni documentales
Fernando III (1217-1252) entra victorioso en la ciudad (1248) ni arqueológicos– que permi-
se hace acompañar, entre otros, de un séquito de judíos tole- tan suponer la existencia de
un grupo o comunidad hebrai-
danos que ocupaban importantes cargos en su corte. Junto a ca organizada en momentos
ellos llegaron otros de menor extracción social que participaron anteriores a la conquista cris-
con los cristianos, aunque fueran una minoría, en la repobla- tiana.

317
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL SANTANA FALCÓN

ción de las tierras del sur. Así se comprueba caballeros; y el resto de la población judía,
en el Repartimiento de Sevilla (GONZÁLEZ, recompensados con heredades.
J., 1951) donde, atendiendo a su estatus,
Desde su llegada a Sevilla, y en función
recibieron donadíos mayores, donadíos
de esa protección real a la que antes aludía,
menores o, la mayor parte de la comunidad
la comunidad se instaló en un barrio propio,
–artesanos, comerciantes, labradores, etc.–,
amurallado, inmediato al Alcázar y contiguo
heredamientos (MONTES ROMERO-CAMA-
a las collaciones de San Nicolás y Santa Ma-
CHO, I., 2000, 2003, 2004).2
ría (Lámina I), con las que debió comuni-
En estos momentos los judíos se encon- carse a través de sendas puertas interiores,
traban, en general, en condiciones de igual- aunque hasta ahora no se han documentado
dad con el resto de la población civil, tal y restos de las mismas. Se accedía a la jude-
como establecía el Libro de Fuero Juzgo, ría desde el exterior a través de la Puerta de
adaptación castellana del Liber Iudiciorum Minjoar, también llamada por los castella-
mandada redactar por Fernando III en 1241, nos Puerta de las Perlas, cuyo emplazamien-
y el posterior Fuero Real (1255) de Alfonso to se ha mantenido hasta la actualidad bajo
X (1252-1284). Pero además, gozaban de la la denominación de Puerta de la Carne. La
protección de la corona, la cual reconocían judería contó también, según las noticias
y agradecían mediante el pago del impuesto históricas, con tres sinagogas, ubicadas en
denominado cabeza de pecho de los judíos, antiguas mezquitas, de las que hasta aho-
además de soportar las cargas fiscales –diez- ra sólo hemos documentado una, la actual
mo y los treinta dineros– con que debían iglesia de Santa María la Blanca (Lámina
satisfacer a la Iglesia. También sabemos II). Según las fuentes, se construyeron hasta
que algunas familias, quizás con mayores veintitrés sinagogas, algunas incluso fuera
posibilidades económicas, vivieron fuera de de los límites del barrio, por lo que es lógico
la judería y por ello pagaban a la iglesia el pensar que en muchos casos se trataría más
impuesto denominado cuarta, además de bien de pequeños oratorios.3
los ya citados.
Sin embargo existieron, también desde
Todo esto viene en apoyo de la idea de el principio, determinadas restricciones a
que existió una clara estratificación social la comunidad judía. Por ejemplo, siguiendo
en la comunidad judía sevillana, donde con- los preceptos del Concilio de Letrán que el
vivían los denominados en las fuentes como Rey Sabio recogió en Las Partidas, se prohi-
judíos del rey –almojarifes, alfaquíes, rabi- bió a los judíos ejercer oficios públicos, así
nos, etc.–, receptores en el repartimiento de como los matrimonios mixtos y se les obligó
los donadíos mayores; los que obtuvieron do- a llevar señales distintivas de su condición,
nadíos menores, equiparados a la nobleza de pero ninguna de estas medidas se aplicó de
manera efectiva en la Sevilla de Alfonso X.
No sucedió así en lo que se refería a la regu-
2
| El encuadre y síntesis histórica de este trabajo lación de los préstamos, cuyo interés quedó
está basado en buena medida en las publicaciones cita- establecido por mandato real en un 33’3%
das.
3
| Para una panorámica general del urbanismo
para todo el Reino de Castilla, y a la exigen-
de la judería sevillana véase OLIVA ALONSO, D. Coord., cia de respeto a las manifestaciones religio-
1993, págs. 134-135 y 170-186. sas cristianas.

318 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL CEMENTERIO DE LA ALJAMA JUDÍA... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

LÁMINA I. Ámbitos urbanos de la ciudad de Sevilla durante la Baja Edad Media. Tomado de Ladero
Quesada, M. A., 1980.

Durante los reinados de Sancho IV truir una sinagoga en Sevilla. Aún así, la ciu-
(1284-1295) y de Fernando IV (1295-1312) dad ya empezaba a adoptar ciertas medidas
se mantuvieron las relaciones de normalidad restrictivas con la comunidad, como el esta-
entre ambas comunidades, a pesar de que blecimiento de nuevos impuestos a cambio
las cortes de Castilla empezaran a tomar, ya de la protección que el Concejo sevillano les
durante el siglo XIII, medidas de claro carác- prestaba en los altercados que tenían lugar
ter antijudío. La aljama sevillana se consoli- con los cristianos.
daba y crecía, jugando esta comunidad un
De esta manera empiezan a dibujarse
importante papel en la reactivación econó-
claramente dos tendencias en cuanto a la
mica de la ciudad.
relaciones entre ambas comunidades: el fi-
A partir de 1325 Alfonso XI (1312- lojudaísmo de la realeza frente al antisemi-
1350) retoma una línea de actuación más tismo del resto de la sociedad. El reinado de
afín a los judíos que la desarrollada durante Pedro I (1350-1369) representa el paradig-
la regencia de su abuela María de Molina, in- ma de esta situación, con algunos persona-
tercediendo incluso ante el papa Clemente jes judíos ejerciendo un control económico
VI para que don Yuçaf de Écija pudiese cons- casi absoluto sobre la Corona, como Samuel

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 319


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL SANTANA FALCÓN

LÁMINA II. El recinto amurallado de la judería de Sevilla en la Baja Edad Media. Se señalan las
excavaciones de 1992 y 1996-1997.

320 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL CEMENTERIO DE LA ALJAMA JUDÍA... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

ha-Leví cuyo éxito personal provocó la dela- primeras conversiones masivas. En el caso
ción de sus propios hermanos de fe que lo de Sevilla éstas fueron alentadas por las so-
acusaron ante el rey de fraude en el manejo flamas incendiarias del citado Ferrán Martí-
de las rentas reales. nez, auténtico perseguidor del judaísmo y
verdadero artífice del Pogrom de 1391 que
El antisemitismo popular, que se había
significó la destrucción de la aljama sevi-
iniciado a finales del siglo anterior, sigue
llana. Como resultado de los altercados de
creciendo por toda la Península afianzándose
1391 la judería dejó de existir como tal, asi-
incluso durante la guerra civil que enfrentó
milándose a las collaciones más cercanas,
a Pedro I con Enrique de Trastámara (Enri-
y sus inmuebles fueron repartidos entre la
que II), quien se vio fuertemente presionado
iglesia, que se quedó con los solares de las
por la Iglesia y el pueblo ya que incluso algu-
sinagogas, y los nobles sevillanos.
nos judeoconversos castellanos protagoni-
zaron una terrible campaña de propaganda No será hasta que Enrique III inicie de
antijudía. A pesar de todo, no parece que hecho su reinado, en 1395, cuando la Coro-
esta situación se manifestara claramente en na trate de remediar la ahora difícil situa-
la aljama sevillana aunque algunas de las fa- ción de los judíos sevillanos. El rey incluso
milias más poderosas e influyentes empeza- visitó Sevilla e impuso una multa a la ciudad
ban a mostrar claros indicios de dificultades por su responsabilidad en los sucesos acae-
económicas. cidos, multa que se encargaron de cobrar
dos ilustres conversos: D. Alfonso Sánchez
Fue durante el reinado de Juan I de Cas-
de Sevilla y D. Nicolás Martínez de Medina, a
tilla (1379-1390) cuando la iglesia –con el
la sazón contadores reales.
papa Benedicto XIII a la cabeza– y la legis-
lación eclesiástica castellana –a partir del Pero la mayor parte de la comunidad ha-
Concilio de Palencia (1388)– afrontan una bía muerto en el asalto a la aljama, o había
postura decididamente beligerante contra huido hacia Portugal o Granada, o se estaba
las comunidades judías. Pero fueron final- convirtiendo al cristianismo. Y aunque el
mente dos hechos inesperados, la muerte número de conversos aumentó notablemen-
del arzobispo de Sevilla D. Pedro Gómez te tras el pogromo de 1391, no parece que
Barroso en 1390, quien nunca había apo- su situación sufriera grandes variaciones:
yado la conducta abiertamente antisemita siguieron viviendo en la antigua judería y
del arcediano de Écija D. Ferrán Martínez, manteniendo su situación económica y so-
y la muerte del rey unos meses más tarde cial.
dejando como heredero a su hijo de once
El reinado de Juan II (1418-1454) sig-
años (Enrique III) y la consecuente crisis
nificó una nueva política de tolerancia con
política que ello generó, los dos hechos
la comunidad hebrea, debida sobre todo a
que contribuyeron decisivamente al asalto
la decadencia que venía experimentando
y destrucción de la aljama sevillana e, inme-
esta comunidad desde finales del siglo an-
diatamente después, a las de otras ciudades
terior. Así, en 1432 diversos representantes
castellanas.
de las comunidades judías castellanas re-
Por estos años ya habían empezado a unidos en Valladolid formularon los Takka-
producirse en todo el reino de Castilla las noth de Valladolid, constituyéndose como

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 321


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL SANTANA FALCÓN

los fundamentos por los que las aljamas se revitalización imparable, despertando los
regirían a partir de ese momento. recelos del resto de ciudadanos y hacién-
dose sospechosos de ser, muchos de ellos,
En Sevilla, sin embargo, seguían produ-
judaizantes. Ello, unido a su relajación en
ciéndose altercados entre ambas comunida-
des, así que el rey intentó hacer cumplir los el cumplimiento de las leyes y a los ánimos
preceptos dictados por su padre y él mismo encendidos de los cristianos a causa de la
al respecto del uso de vestimentas distinti- epidemia de peste que asoló a la ciudad en
vas y al apartamiento de judíos y moros en 1481, provocó una primera orden de ex-
zonas específicas de la ciudad. Los judíos so- pulsión de los judíos de los arzobispados
licitaron permanecer en los alrededores de de Córdoba y Sevilla, dictada por la Inqui-
la Puerta de la Carne, donde también tenían sición, a la que vendría a unirse la orden
su cementerio, pero los vecinos de la anti- de expulsión definitiva de todos los judíos
gua judería se negaron, proponiendo que se castellanos dada por los Reyes Católicos en
trasladaran al Barrio Nuevo, junto al Alcázar, 1492 y la orden posterior de conversión for-
o al Postigo del Jabón, junto a la Puerta de zosa al cristianismo, bajo pena de muerte,
Carmona (Lámina I). de 1499.

A partir de la segunda mitad del si- Pues bien, en este contexto se desarro-
glo XV, durante los reinados de Enrique IV lló la vida, y aconteció la muerte, de los ju-
(1454-1474) y los Reyes Católicos (1474- díos sevillanos entre mediados del siglo XIII
1492), la relación de los reyes con las comu- y principios del siglo XVI. Y lo cierto es que
nidades judías pasó por distintas situacio- las excavaciones realizadas en los terrenos
nes. Enrique IV los protegió hasta que tuvo que usaron como cementerios ratifican las
que enfrentarse a una auténtica guerra civil vicisitudes que sufrió la aljama hebrea a lo
contra la Liga Nobiliaria que, finalmente, le largo de los dos siglos y medio que existió
obligó a promulgar la Sentencia Arbitral de como tal en esta ciudad. Así, como resulta-
Medina del Campo (1465) en la que, entre do de las ocho intervenciones arqueológicas
otras medidas contra la comunidad judía, se practicadas hemos podido constatar que
creaba en Castilla el Tribunal de la Santa In- existieron al menos dos áreas de enterra-
quisición. La comunidad judía sevillana, no miento:
obstante, seguía gozando de bastante impu-
nidad respecto a todas estas normas, princi- • La inmediata a la Puerta de la Carne,
palmente por la debilidad del gobierno local donde se realizaron excavaciones ar-
para hacerlas cumplir. queológicas en 1992, 1996-1997 y 2000
(Tabla 1 y Lámina III).
Esta situación llegó a su fin durante el
reinado de Isabel y Fernando quienes, en • La que se ubica en el barrio de San Ber-
1476, ordenaron un nuevo apartamiento nardo, sobrepasado el antiguo cauce
de la aljama al Corral de Jerez y el Alcázar del arroyo Tagarete y más allá de lo que
Viejo, aunque mantenido a la comunidad había sido el arrabal musulmán de Be-
bajo su protección. Pero mientras los judíos naliofar. Allí se han llevado a cabo cinco
sevillanos vivían en la decadencia, el gru- excavaciones arqueológicas entre 1999
po de conversos mostraba un vigor y una y 2003 (Tabla 1 y Lámina III).

322 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL CEMENTERIO DE LA ALJAMA JUDÍA... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

LÁMINA III. Localización de las ocho intervenciones arqueológicas donde se han recuperado
enterramientos de la comunidad judía.

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 323


––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL SANTANA FALCÓN

enterramientos Superficie identificación


Año Localización
documentados excavada (m2) en lámina III
Avda. Menéndez Pelayo
1992 146 2400 1
(Diputación de Sevilla)
1996/1997 Paseo Catalina de Ribera 192 2600 2
1997 Calle Marqués de Estella, 6 8 213 3
1999 Calle Marqués de Estella, 5 10 323 4
2000 Avenida Menéndez Pelayo, 5-7 5 70 5
2001 Calle Tentudía, 7-9 28 284 6
2001 Calle Campamento, 9 5 242 7
2003 Calle Marqués de Estella, 1-3 8 ¿…? 8

Estas excavaciones han venido a ratifi- servaba restos de muros y pavimentos y una
car las noticias históricas que sitúan el ce- zanja rellena de material diverso, incluyendo
menterio judío en las inmediaciones de la cerámicas de cocina y de mesa musulmanas
Puerta de la Carne al menos hasta finales que han permitido fechar el conjunto en
del siglo XV (COLLANTES DE TERÁN, A., los siglos XII-XIII. Así, la idea de que este
1984; MÉNDEZ BEJARANO, M., reed. 1993) sector extramuros de la ciudad se dedicó
como ha quedado demostrado en las excava- al cultivo de huertos al menos desde época
ciones de la Diputación de Sevilla, del Paseo altomedieval parece confirmarse a partir de
de Catalina de Ribera y de la Avenida de Me- las diferentes intervenciones arqueológicas
néndez Pelayo, 5 y 7 (SANTANA FALCÓN, I., llevadas a cabo en el barrio.
coord., 1995; ROMO SALAS, A., et al 2001;
SARDÁ PIÑERO, D., et al., 2003). En los tres Respecto a la ordenación del recinto fu-
casos se comprueba que tras el abandono de nerario ha quedado establecido en todos los
las viviendas de época islámica identificadas casos que las tumbas se dispusieron alinea-
como pertenecientes al arrabal de Benalio- das en calles que, dejando pasillos interme-
far se instala el cementerio hebreo. dios, se desarrollaban en sentido norte-sur.
En la calle Marqués de Estella números 1-3
En los cinco solares excavados en San y 5 (CASTRO FERNÁNDEZ, J. L. y SARDÁ
Bernardo, en cambio, el cementerio se su- PIÑERO, D., en prensa4; QUIRÓS ESTEBAN,
perpone a diversas capas de origen natural C. A. y RODRIGO CÁMARA, J. M., 2002) se
–depósitos de formación lenta típicos de las
documentaron tanto restos de pavimentos
terrazas fluviales– directamente relaciona-
como los trabajos de preparación del terre-
das con las crecidas del Tagarete. En ellas
no antes de instalar las tumbas, seccionando
a veces se encuentran elementos antrópi-
la terraza fluvial y creando un firme nivelado
cos, como restos cerámicos y constructivos,
sobre el que se asentaba el pavimento.
que se han datado en el siglo XIII. Sólo el
inmueble número 6 de Marqués de Estella En el Paseo de Catalina de Ribera se pu-
(CARRASCO GÓMEZ, I. et al., 2001) con- dieron distinguir distintos suelos para dos
momentos de uso del cementerio: durante
4
| Agradezco sinceramente a los autores del tra-
el siglo XIV se elaboraron pavimentos de
bajo las facilidades para consultar los resultados del argamasa; en el siglo XV los pavimentos de
mismo. argamasa, ahora enlucidos en rojo, conviven

324 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL CEMENTERIO DE LA ALJAMA JUDÍA... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

con pavimentos a base de gravilla y tierra tal. La tumba se cierra por la cabecera
alberiza. con ladrillos, o ladrillos y cascotes, que
a veces también se enlucen con cal.
En la excavación de la calle Tentudía,
7 y 9 (VERA CRUZ, E. et al., 2004), cuyas Los lucillos se agrupan en conjuntos
tumbas se han fechado en el siglo XV según de dos, tres o cuatro tumbas, que se unen
los materiales cerámicos recuperados del mediante un murete también de ladrillos, a
propio relleno de las fosas, un muro de ta- veces enlucido en blanco, por las cabeceras,
pial a base de tierra y mortero de cal de una aunque igualmente puede encontrarse sobre
anchura de 0’50 m y que conservaba una tumbas individuales.
altura cercana a un metro recorría todo el
solar en dirección norte-sur y se asociaba a El hecho de que la intervención arqueo-
un suelo de tierra apisonada y compacta pre- lógica en el recinto de la Diputación de Sevi-
sente en todas las zonas libres de enterra- lla demostrara la existencia de conjuntos en
miento. Dicho muro se interpreta como el los que alguna tumba nunca llegó a usarse y
cierre de este sector del cementerio, y ésta la constatación de que algunos conjuntos de
parece una hipótesis admisible si tenemos tumbas compartían paredes laterales, nos
en cuenta que no se detectó otro momento llevó a pensar que estos enterramientos se
de ocupación histórica del solar –más allá de construyeron simultánea y anticipadamen-
su transformación en zona de huertas– has- te. Y así se comprobó más tarde en el Paseo
ta la construcción en sus inmediaciones de de Catalina de Ribera de Ribera.
la Real Fundición de Artillería, a finales del Mientras que en la Diputación de Sevi-
siglo XVIII. lla solamente pudimos establecer relaciones
Los enterramientos hasta ahora reco- de anteroposterioridad en función de las
nocidos son de dos tipos, que quedaron es- relaciones físicas entre unas tumbas y otras
tablecidos en la excavación del solar de la (SANTANA FALCÓN, I., coord., 1995, págs.
Diputación y se han documentado en todas 86-93), la excavación del Paseo de Catalina
las intervenciones posteriores: de Ribera sí permitió establecer cuatro fases
para ese sector del cementerio, las cuales
1. Fosas excavadas en la tierra y cubiertas ocupan un arco cronológico que va desde la
con la misma tierra extraída. mitad del siglo XIII hasta el siglo XVI.
2. Los denominados “lucillos”. Se trata Los tipos de tumbas usados son los an-
de una fosa generalmente trapezoidal, tes descritos pero los enterramientos pudie-
con la cabecera más ancha que los pies,
ron individualizarse en función de criterios
revestida con varias hiladas de ladrillos
estratigráficos y constructivos del modo si-
dispuestos a soga y cubierta por una
guiente:
bóveda de medio cañón realizada por
aproximación de hiladas de ladrillos uni- • Fase I, entre 1250 y fines del siglo
dos con arcilla muy compacta en la que XIII: enterramientos muy cuidados pre-
se introducen a veces cascotes. En oca- dominando los lucillos agrupados en
siones, en tumbas cuya cubierta se ha- conjuntos de dos o cuatro tumbas que
bía hundido, las bóvedas se reparan con comparten muretes intermedios y están
ladrillos o piedras colocados en horizon- unidas al exterior por un murete de ca-

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LÁMINA IV. Diputación de Sevilla. Agrupación de lucillos en la que se aprecia el murete de cabecera que
une las tumbas 131, 130 y 136, la reparación realizada en la tumba 131 y cómo las tumbas 139 y 140
se adosan al conjunto citado. Además, las tumbas 136, 137 y 138 han sido parcialmente destrozadas
por la instalación de enterramientos posteriores.

LÁMINA V. Diputación de Sevilla. Agrupación de lucillos donde se aprecia que los enterramientos 55 y
132 invaden las tumbas 56, que nunca llegó a usarse, y 125.

326 ESPACIOS Y USOS FUNERARIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA


EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL CEMENTERIO DE LA ALJAMA JUDÍA... ––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

becera, dándose algún caso de tumba drangular y una serie de estructuras


individual. Nunca se cierran los pies y también cuadrangulares sellan un buen
las cabeceras se taponan con ladrillos o número de tumbas e indican un uso dis-
pequeñas piedras. tinto del solar. Ahora se emplean tanto
fosas simples como estructuras de cu-
• Fase II, siglo XIV-inicios del siglo XV:
bierta plana realizadas con material de
tumbas que se superponen parcialmen-
acarreo. La densidad de ocupación de-
te a las anteriores, cubiertas casi total-
crece drásticamente, tratándose sólo de
mente por una unidad estratigráfica de
un pequeño grupo de enterramientos.
relleno. Similares a las anteriores, aun-
que más compactas y sólidas, en todos No debemos olvidar que la comunidad
los casos se construyen conjuntamente. está enterrándose en el arrabal de San Ber-
Los suelos de argamasa indican, como nardo al menos desde el siglo XV, empleando
se había apuntado en la excavación de la el mismo ritual e idéntica tipología de ente-
Diputación, que sólo era visible la parte rramientos, y aunque el número de tumbas
superior de las cubiertas. excavadas en esa zona es considerablemente
menor del recuperado en las inmediacio-
• Fase III, tras el pogrom de 1391-se-
nes de la Puerta de Minjoar, tampoco tiene
gunda mitad del siglo XV. Predominan
comparación la superficie explorada en uno
las alineaciones paralelas de hasta seis
y otro lugar ni los condicionantes de unas
tumbas, aunque se documentó algún
y otras intervenciones en función de las di-
conjunto. Las tumbas tienen un aspecto
mensiones de la superficie a excavar.
descuidado. Los enterramientos no se
construyen con antelación, sino que se La comunidad hebraica sevillana em-
van añadiendo a las alineaciones. La alta pleaba un ritual que se mantuvo sin variacio-
densidad de enterramientos hace que nes hasta el siglo XVI, y que posiblemente si-
las tumbas se dispongan aprovechando guieron practicando los conversos judaizan-
huecos libres o sobre otras anteriores. tes. Consistía en la inhumación individual
en posición decúbito supino, con los pies y
• Fase IV, último tercio del siglo XV-fi-
los brazos extendidos y las palmas de las ma-
nes del siglo XV. Se produce una ele-
nos apoyadas en la pelvis o en los muslos con
vación de cotas debido posiblemente
algunas variantes puntuales; la cara miraba
a las inundaciones de 1481 y 1485, de
siempre al sur y las tumbas se orientaban en
las que hay testimonios escritos. Des-
sentido oeste-este. En bastantes casos se ha
aparecen los lucillos y se generalizan
comprobado, tanto por la postura forzada de
los enterramientos en fosa, algunas ex-
los esqueletos como por el hallazgo de alfi-
cavadas sobre lucillos que habían sido
leres, y sobre todo de clavos, que los cadáve-
totalmente cubiertos por los limos. Las
res habían sido amortajados e introducidos
fosas aparecen alineadas y los individuos
en ataúdes de madera. En la excavación de
se agrupan por edades, siendo los niños
1992 se recuperaron, en cuatro tumbas,
de pocos meses los únicos enterrados en
unas láminas de hierro colocadas transver-
alineaciones distintas.
salmente sobre los cadáveres que interpreta-
• Siglo XVI. Por tanto, posterior a la ex- mos como herrajes del féretro, así como dos
pulsión de los judíos. Un edificio cua- argollas de hierro a la altura de las caderas

ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006) / VOL. II 327


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de otros dos individuos que creemos argollas Hasta aquí los datos aportados hasta
para el cierre de las cajas. La excavación de ahora por la Arqueología al conocimiento de
2003 en la calle Tentudía recuperó también la comunidad bajomedieval hebrea sevillana,
fragmentos de madera en el interior de una como decía al principio un conocimiento bas-
de las tumbas. tante exhaustivo que sin duda se verá enri-
quecido por intervenciones arqueológicas ul-
Por lo demás, en ningún caso podemos
teriores, como la que se iniciará en breve en
hablar de la existencia de ajuares funera-
un solar trasero al de la Diputación de Sevilla
rios, a pesar de lo dicho en algunos docu-
del que esperamos interesantes resultados.
mentos y luego recogido en la bibliogra-
fía (MÉNDEZ BEJARANO, M., reed. 1993, En este momento parece que va siendo
págs. 53, 134 y 166). No se han encontrado necesario, una vez conocido y ampliamente
otras piezas o elementos más allá de aque- documentado el funcionamiento y las carac-
llos que pueden considerarse de uso perso- terísticas de los dos ámbitos de enterramien-
nal, como pendientes, pulseras, cuentas de to de los judíos sevillanos, que planteemos
collares, etc., destacando el hallazgo en la propuestas de conservación y puesta en valor
excavación de la Diputación de Sevilla de para alguno de estos enclaves arqueológicos
un pequeño guijarro plano con una inscrip- –aunque ello signifique restringir la excava-
ción que no ha sido aún transcrita (SAN- ción y, por supuesto, el uso a que se destinen
TANA FALCÓN, I., coord. 1995, págs. 101, los suelos afectados– con la finalidad de la re-
fig. 25) cuperar el paisaje funerario original.

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