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ANALES
DE ARQUEOLOGÍA
C OR D OB E S A
número 17 (2006)
VOL. I
Área de Arqueología
ANALES
DE ARQUEOLOGÍA
C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Área de Arqueología
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
Universidad de Córdoba
ANALES
DE ARQUEOLOGÍA
CORDOBESA, 2006
COMITÉ DE REDACCIÓN
DIRECTOR
SECRETARIOS
José Antonio GARRIGUET MATA
Alberto LEÓN MUÑOZ
VOCALES
Lorenzo ABAD CASAL
Carmen ARANEGUI GASCÓ
Manuel BENDALA GALÁN
Juan M. CAMPOS CARRASCO
J. Luis JIMÉNEZ SALVADOR
Pilar LEÓN ALONSO
Jesús LIZ GUIRAL
José María LUZÓN NOGUÉ
Carlos MÁRQUEZ MORENO
Manuel A. MARTÍN BUENO
Juan Fco. MURILLO REDONDO
Mercedes ROCA ROUMENS
Pedro RODRÍGUEZ OLIVA
Armin U. STYLOW
Ángel VENTURA VILLANUEVA
CORRESPONDENCIA E INTERCAMBIOS
Área de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras
Plaza de Cardenal Salazar, 3. 14003 CÓRDOBA
Tel.: 957 218 804 - Fax: 957 218 366
E-mail: aa1vagid@uco.es
www.arqueocordoba.com
D. L. CO: 665/1991
I.S.S.N.: 1130-9741
Confección e impresión:
Imprenta San Pablo, S. L. - Córdoba
www.imprentasanpablo.com
ÍNDICE GENERAL
VOL. I / NECROLÓGICAS
VOL. I / ARTÍCULOS
PÁGS. 21 / 24 PREÁMBULO.
Desiderio Vaquerizo Gil
PÁGS. 115 / 144 HIS ORDO DECREVIT: HONORES FÚNEBRES EN LAS CIUDADES
DE LA BÉTICA.
Enrique Melchor Gil
PÁGS. 325 / 352 EL POBLAMIENTO DEL AGER CORDUBENSIS Y LAS NECRÓPOLIS RURALES.
M.ª del Carmen Rodríguez Sánchez
VOL. II / ARTÍCULOS
Conocí a Xavier Dupré en 1992, nocer con más detalle las cla-
en Roma, donde se había insta- ves de su felicidad en Italia. En
lado algún tiempo después de 2003 me invitó a presentar en
arrojar las armas tras el bombar- la Escuela las Actas del coloquio
deo y posterior hundimiento del internacional que celebramos
TED’A, que tan importante papel en Córdoba en 2001 sobre Es-
desempeñó en la nueva forma de pacio y usos funerarios en el Oc-
entender la arqueología urbana cidente romano, contribuyendo
en ciudades históricas y en la in- de forma decisiva y determinan-
troducción en España de tantas te a darlo a conocer en Europa,
novedades metodológicas. Imagino que en y poco después aceptó dirigir con José Mª
Tarragona deben estar todavía hoy lamentan- Gurt y conmigo la Tesis Doctoral de Isabel
do haber cometido la torpeza de dejarlo mar- Sánchez Ramos sobre la cristianización
char. Pero probablemente las cosas tenían de las áreas funerarias en el Occidente del
que ocurrir así: el TED’A acabó siendo cante- Imperio, que ha podido ver casi terminada.
ra de excelentes arqueólogos, conocidos por Antes, había contado con todo el equipo de
todos, solventes, reputados, y Xavier necesita- Córdoba para participar en su proyecto de
ba horizontes más amplios para desarrollar la tres monografías sobre las capitales provin-
enorme capacidad de trabajo que atesoraba, ciales hispanas que vería la luz en 2004; una
su gran creatividad, su sólida formación, su obra publicada por l´Erma di Bretschneider,
enorme generosidad y su honestidad, como que pone claramente en evidencia su buen
persona y como científico. Por entonces, la hacer, la credibilidad de que gozaba en Ita-
Escuela Española de Arqueología compartía lia, y su nivel de compromiso con su patria
todavía la sede de San Pietro in Montorio, y de origen.
Xavier ejercía ya como faro y punto de refe-
Ha sido, pues, un largo camino el com-
rencia de los arqueólogos españoles que re-
partido, presidido siempre por su calidad
calábamos por la Urbs. Persona simpática y
humana, por su inaudita capacidad de entre-
servicial donde las hubiera, me ayudó incluso
ga, por su sentido impagable de la amistad
a buscar piso, y se convirtió enseguida en un
y de la responsabilidad científica. Responsa-
amigo entrañable con el que seguiría en con-
bilidad materializada en una relación casi
tacto hasta el último momento. No olvidaré
interminable de artículos y de monografías
jamás aquel día de mayo en que consiguió
que dan idea de su enorme potencialidad, de
que me cedieran los jardines de la Academia
su claridad de juicio, de su espíritu crítico,
para celebrar mi cumpleaños. Fue una fiesta
de lo inagotable de sus ideas, de su sentido
de las de verdad que, entre otras cosas, sirvió
del compromiso, de su madurez y lo avan-
para consolidar nuestra amistad.
zado de muchos de sus planteamientos, de
En 1995 pasé otra larga temporada en su gran altura como arqueólogo. Por eso, no
Roma, que me permitió renovar lazos y co- considero necesario entrar en una glosa de-
tallada de su obra, que probablemente harán e impagable preocupación por cumplir con
otros más autorizados que yo. lo comprometido, nos ha dado a todos una
lección inigualable de ética, de pundonor,
Xavier estaba ya enfermo cuando con-
de dignidad, de hombría. Su pérdida tan in-
tacté con él para invitarlo a participar en el
justa y dolorosa, a una edad por lo demás tan
Homenaje que, con el tema director de El
temprana, nos deja huérfanos y convulsiona-
concepto de lo provincial en el mundo anti-
dos. Sólo me consuela pensar que ha tenido
guo, queríamos rendir en la Universidad de
tiempo para atar todos los cabos, y que lo ha
Córdoba a Pilar León Alonso, a la que ad-
hecho con un ejercicio de autodominio y de
miraba y quería. Lejos de arredrarse ante
serenidad al que únicamente están llamados
la gravedad de su dolencia, sacó la raza de
los grandes.
arqueólogo que derrochaba y me contestó
afirmativamente el mismo día en que recibió No he podido darle un abrazo de despe-
mi correo. Creo recordar que fue el primero; dida, como me hubiera gustado, pero quiero
como tantas otras veces, no dudó. dejar constancia pública de mi profunda ad-
miración por él: como persona y como cien-
Desgraciadamente, en la mañana del 20
tífico, de mi amistad inquebrantable, de mi
de abril de 2006, cuando ya corregíamos las
dolor, de mi cariño. Ojalá su espíritu, como
segundas pruebas del libro, me llegó la temi-
sus cenizas, encuentren acomodo y reposo
da noticia: Xavier Dupré acababa de morir;
definitivo en la hermosa Tusculum, que tan-
desenlace esperado, pero no por ello menos
to amó. Xavier quiso morir en Italia, porque
triste e impactante. Sólo unos días antes
allí encontró la felicidad que en otros luga-
habíamos hablado por teléfono, y él mismo
res le fue negada, y la tierra italiana lo acoge
se ponía en contacto con la imprenta des-
en su seno, haciéndolo suyo para siempre.
de Roma para darles algunas instrucciones
La Arqueología española pierde con él una
sobre la maquetación de su artículo. Con
de sus mentes más lúcidas, activas y gene-
motivo de su magnífica y novedosa partici-
rosas de los últimos tiempos. Por lo que a
pación en el libro -probablemente ha sido lo
mí se refiere, mientras tenga vida llevaré su
último que ha escrito, y me consta que le
recuerdo en el rincón más entrañable de mi
hacía especial ilusión, que le ha ayudado a
corazón. Justo el destinado a las personas
mantenerse vivo-, yo he sido testigo directo,
más importantes que han pasado por ella.
a lo largo de estos dos últimos años, de su
No podría reservarle otro.
arrojo, de su extraordinario concepto del de-
ber, de sus ansias nunca agotadas de seguir Gracias, Xavier, por habernos regalado
adelante. En su lucha con la enfermedad, el privilegio de conocerte.
salpicada de periodos de relativa normali-
Descansa en paz.
dad en el trabajo y, siempre, de una honda
CARMEN GASSET LORING. IN MEMORIAM
Desiderio Vaquerizo Gil
Director
de un marco común. Así surgieron términos rales surgieron otras, ceñidas a campos con-
como “Arqueología de los asentamientos”, cretos de estudio, como la “Arqueología de
“Arqueología del Culto”, “Arqueología de la los animales”, “Arqueología de las plantas”,
Guerra” y otros, entre los que podemos in- “Arqueología de la basura”, “Arqueología
cluir a la “Arqueología de la Muerte”. Estas de las armas”, y toda una serie de especia-
denominaciones hicieron fortuna, de forma lizaciones que hicieron más complejo, pero
que hoy día aparecen como capítulos en los también más fiable, el trabajo arqueológico,
manuales y libros de Arqueología, y lo que es renovación metodológica que sigue plena-
más importante, como entradas en diccio- mente vigente en la actualidad. Vamos a
narios y enciclopedias de divulgación. comenzar analizando este punto y señalan-
do los últimos avances en el estudio de la
La “Arqueología de la Muerte” sería en-
arqueología funeraria, en la estela de lo que
tonces, según esta acepción inicial, aquella
supusieron esas renovaciones en el trabajo
parte de la disciplina arqueológica encar-
de campo y en el estudio de los materiales
gada de tratar e interpretar los restos vin-
recuperados.
culados al mundo funerario. La Nueva Ar-
queología consiguió –qué duda cabe– una
verdadera renovación de los estudios sobre
tumbas y necrópolis, pero también fue uno II. NOVEDADES
de los campos en los que se advirtieron con METODOLÓGICAS
más rapidez las limitaciones de este enfoque
teórico. Como probablemente nos han repe- Cuatro coordenadas básicas configuraron
tido más de una vez, la Nueva Arqueología el marco identificativo de la Nueva Arqueo-
trabajaba desde una perspectiva básicamen- logía en relación con el estudio de los ce-
te darwinista, en la que, siguiendo a Leslie menterios y el ritual funerario. En primer
White, la Cultura era un medio extrasomáti- lugar, el interés por la referencia espacial,
co de adaptación al medio. Si esto era así, lo tanto de los objetos como de las estructuras
crucial en el estudio de una sociedad seria funerarias y, desarrollando progresivamente
conocer cuáles habían sido sus estrategias el zoom de alejamiento, de las necrópolis
adaptativas y entender el cambio cultural respecto a sus poblaciones y su territorio.
como una fórmula de reajustar su situación Aquí hablamos de la “Arqueología Espacial”,
respecto a su entorno. En consecuencia, los dentro de sus niveles Micro, Medio y Macro,
aspectos más valorados en el estudio de una un lenguaje típicamente procesual.
sociedad serían los temas relacionados, por
La segunda coordenada fue la mejora de
un lado, con la supervivencia –es decir, los
los sistemas de clasificación y el tratamiento
aspectos económicos y su vinculación con el
estadístico de los datos, que buscaba anular
medio ambiente–, y por otro, con la estruc-
el efecto engañoso que supone elevar a nivel
tura organizativa de la sociedad, que es la
de generalización lo que en realidad no son
que permitiría una adaptación exitosa.
más que comportamientos individualizados
La “Nueva Arqueología” supuso, como y escasamente representativos. La “Arqueo-
es sabido, una mejora notable en el trata- logía Analítica” de Clarke (1983) abrió un
miento del registro arqueológico. Además campo que hasta hoy no ha dejado de avan-
de aquellas “Arqueologías” temáticas gene- zar.
En tercer lugar, la Nueva Arqueología pero que pocas veces fueron desarrollados,
desarrolló la interpretación social de los era establecer hasta qué punto las tumbas
restos funerarios, estableciendo una com- eran un fiel reflejo de la sociedad o si de-
pleja secuencia de criterios para jerarquizar formaban o enmascaraban algunos de sus
a los individuos en función de sus estructu- rasgos constitutivos. Se establecía la jerar-
ras funerarias y de sus ajuares, asociando quía social por las tumbas, pero, ¿había los
estos datos a la información sobre su sexo mismos indicios de jerarquía en el mundo
y edad. de los vivos?
La cuarta coordenada fue la incorpora- Actualmente los estudios que se reali-
ción de unos sistemas analíticos mucho más zan sobre las necrópolis abordan a menudo
perfeccionados, estimulando la colabora- una comparativa con los estudios de los da-
ción interdisciplinar y el estudio tecnológico tos recopilados en los poblados. Un ejemplo
y económico de los restos encontrados. En lo tenemos en un reciente trabajo de Ruiz
coherencia con los intereses económicos y Zapatero (2004), donde se comparan los
medio-ambientales, prioritarios en esta ten- ajuares domésticos y funerarios del Bronce
dencia, las piezas eran valoradas en todo su Final y Primera Edad del Hierro, no sólo en
proceso de elaboración y no sólo en su clasi- su aspecto formal, sino en el lugar que ocu-
ficación tecno-morfológica, como era habi- pan en cada uno de sus respectivos contex-
tual hasta entonces. Encontramos a partir tos (Figura 1).
de este momento estudios sobre la cons-
La perspectiva recíproca desde las ne-
trucción de las tumbas, sobre la cantidad de
crópolis y los asentamientos es, por tanto,
metal incluido en los ajuares, sobre la pro-
un enfoque necesario en la investigación,
cedencia de los objetos de piedra, o sobre
máxime cuando es posible que alguno de
el costo que pudo suponer el sacrificio de
los dos sectores, especialmente el funera-
los animales y sus patrones de descuartiza-
rio, no ofrezca el reflejo esperado de sus
miento y consumo. A ello se añadían análisis
correspondientes poblados. Es habitual que
paleobotánicos y cronologías absolutas que
los restos de los cementerios proporcionen
complementaban las series estratigráficas
registros de población inferiores a las esti-
básicas.
maciones que se realizan a través del estudio
Algunos de los aspectos señalados se de las viviendas. En ocasiones esta ausencia
han convertido en puntos de referencia de es notoria, como se ha señalado en el caso
los estudios funerarios, especialmente los de la Cultura Ibérica, e incluso pueden dar-
estudios espaciales a diferentes niveles, y la se casos de inexistencia casi generalizada,
interpretación social de los restos. Es ge- como ocurre en algunas áreas del Bronce
neralmente sabido que la situación de las Final peninsular. Cuestiones de ideología y
necrópolis respecto a los poblados puede de nivel social y económico pueden marcar
leerse de muchas maneras, que van de lo estas tendencias, factores que han actuado
funcional a lo simbólico. –Necrópolis roma- hasta la actualidad en este sentido. Hoy día
nas junto a las vías de entrada; depósitos se nos presentan otras alternativas todavía
funerarios en medios acuáticos, etc.– Uno más “engañosas” para la Arqueología, como
de los aspectos que siempre se indicó des- la creciente moda de convertir las cenizas
de los presupuestos nuevo-arqueológicos, procedentes de las incineraciones de los di-
FIGURA 1.- Comparación de espacios y materiales entre casas y tumbas del Bronce Final (según Ruiz
Zapatero, 2004)
funtos en diamantes que permanecen y en- de los difuntos, así como distintos aspectos
grosan la herencia familiar3. del ritual de cremación, con lo que se abrie-
ron nuevas posibilidades en la investigación
Asimismo puede comprobarse que al-
de las culturas que someten a sus difuntos a
gunos de los aspectos tratados en los años
la acción del fuego.
70 y 80 se van abordando desde nuevas pers-
pectivas. El estudio de las construcciones En el caso de la Península Ibérica, la
funerarias, de sus características arquitec- colaboración entre arqueólogos y antropó-
tónicas y del esfuerzo que costaba levantar- logos se puede considerar como tardía. A
las iba dirigido expresamente a una lectura pesar de todo, y dada la importancia de este
de la jerarquización social. Actualmente, la ritual funerario a partir del Bronce Final,
“Arqueología de la Arquitectura” desborda a comienzos de la década de 1980 surgen
ampliamente esos parámetros, al conside- las primeras colaboraciones, plasmadas en
rar el edificio funerario como generador de análisis puntuales de enterramientos de
un espacio interior que es diseñado no sólo cremación singulares (Campillo, 1982:101-
en relación a la importancia de los persona- 2). Rápidamente seguirán otros conjuntos,
jes enterrados, sino también en función de como los de Ibiza (Gómez Bellard 1985),
ideas y normas que rigen el comportamiento conjuntos funerarios ibéricos como los del
funerario, y que en buena medida constitu- Cigarralejo (Santonja 1985), Pozo Moro (Re-
verte 1985), aunque quizás ninguno tendrá
yen una materialización del mundo del más
tanta repercusión como el estudio realizado
allá (Sánchez, 1998; 2004).
sobre los restos humanos incluidos en el tro-
Podríamos encontrar muchos otros ca- no de la Dama de Baza (Reverte, 1986), por
sos de los resultados que van obteniéndose la aparente contradicción entre su condi-
en la actualidad a partir de la reorganización ción femenina y la presencia de armamento
de los estudios funerarios planteada por la en el ajuar.
Nueva Arqueología, pero me centraré sobre
Desde luego, la incineración de los
todo en uno de los campos en el que creo
restos humanos puede llegar a provocar
que se ha avanzado más respecto a las dé- grandes limitaciones en el estudio antro-
cadas de 1970 y 1980, y que es el de la Pa- pológico, siendo imposible a veces conocer
leoantropología, en la que hay que destacar incluso el sexo y la edad, y dando margen a
cuatro líneas que enriquecen notablemente
los estudios arqueológicos: la Paleodieta, los
estudios de ADN, la Paleopatología, y el aná-
3
| Se pueden encontrar numerosas referencias
en internet sobre este tema, cuyos servicios comercia-
lisis antropológico de las incineraciones4. les por el momento se ofrecen únicamente desde Sui-
za.
Empecemos por el final. Hasta la década 4
| Empleamos indistintamente los términos inci-
de 1960 se suponía que los restos quemados neración y cremación, aunque con propiedad no debe-
quedaban tan deteriorados por la acción del ríamos usar más que este último, ya que el esqueleto
fuego que no merecía la pena su estudio y no queda en ningún caso reducido sólo a cenizas tras
de hecho, en muchas ocasiones no se con- los rituales practicados en la Antigüedad. Ciertamente,
tampoco en la actualidad los procesos de “incinera-
servaban. Afortunadamente, los trabajos de ción” son estrictamente tales, puesto que sigue perma-
Wells (1960) en Inglaterra demostraron la neciendo una fracción ósea que no llega a destruirse
posibilidad de determinar la edad y el sexo por completo.
la aplicación de criterios diferenciales entre que recogían los huesos quemados para in-
especialistas, como ocurrió en el caso de la troducirlos en sus correspondientes urnas,
necrópolis de Los Castellones de Céal. En actuaban según pautas muy comprensibles,
esta ocasión, la muestra de los restos hu- seleccionando aquellos restos de mayor en-
manos cremados fue sometida a dos análisis vergadura o con una forma más llamativa,
independientes, obteniéndose resultados mientras que los pequeños restos de diáfisis
parcialmente diferentes. Mientras que en un se abandonaban entre los carbones (Chapa y
caso se aventuraba más en cuanto a la ads- Pereira, 1992) (Figura 2).
cripción de sexo, en otro se prefería una pos- Por otro lado, un estudio detallado de
tura más prudente, engrosando el apartado los dos conjuntos depositados en una misma
de “indeterminados” (Chapa et al. 1998, pp. tumba, y en este caso volvemos de nuevo a
203-204) la cámara ibérica de Hornos antes citada, ha
Eso sí, un análisis detallado permite permitido apreciar que, aunque la intención
conocer aspectos importantes del proceso fue separar los restos de las dos personas
ritual. En primer lugar podemos aludir a la en urnas distintas, alguno de los huesos de
temperatura que alcanzó la pira funeraria. una de ellas acabó en la urna contraria. Esto
Como señalan Trancho y Robledo (e.p.)5 en pudo saberse al comprobar que uno de los
su estudio sobre los restos quemados ente- huesos de una urna encajaba perfectamente
rrados en la cámara ibérica de época antigua con su otra mitad, recuperada en el segun-
del Cerrillo de la Compañía (Hornos, Jaén), do recipiente funerario. En este caso lo que
se ha comprobado experimentalmente que podemos suponer es que la cremación fue
a partir de 200ºC la acción del fuego em- simultánea, en piras contiguas con posibili-
pieza a provocar un cambio en la coloración dades de mezcla, o consecutiva en un mismo
de los huesos, que progresivamente va oscu- lugar Trancho y Robledo, e.p.).
reciéndose. A partir de 600ºC pasan a gris, En cuanto a la Paleopatología, no es
y sobrepasando los 650ºC torna a “blanco necesario señalar que es un campo que ha
de incineración”. Ciertamente, aunque la avanzado considerablemente en los últimos
temperatura de la pira funeraria sea más o años, al que se vinculan amplios grupos de
menos alta, la repercusión del calor en los especialistas que, poniendo su trabajo en
huesos puede no ser uniforme. Especialmen- común, permiten ofrecer constantemente
te los huesos largos pueden tener variacio- novedades6. Uno de los aspectos que más
nes notables en su coloración, tanto en su preocupa a los especialistas, por la dificul-
extensión como en su sección desde la parte tad que entraña su estudio, es el de la de-
exterior a la zona interna.
En segundo lugar, y si contamos con 5
| Agradecemos tanto a los autores como a los
la posibilidad de comparar los restos intro- editores de la monografía el habernos permitido con-
ducidos en las urnas o las tumbas y los que sultar el texto antes de su publicación.
se asocian a las piras funerarias, es posible 6
| El último Congreso Nacional de Paleopato-
también conocer las pautas de selección y logía, celebrado en Cáceres (2005), insistió en la ne-
cesidad de relacionar estrechamente los intereses ar-
recogida de los restos. En el caso de Caste- queológicos y paleopatológicos, disciplinas que hasta el
llones de Céal se observó que, una vez fina- momento han colaborado de forma más paralela que
lizado el proceso de cremación, las personas interrelacionada.
FIGURA 2.- Tipos de huesos encontrados en las tumbas y las piras de la necrópolis ibérica de Los
Castellones de Céal (Según Chapa et al. 1998).
sona), el esmalte de los dientes lo absorbe todas estas nuevas posibilidades que se nos
sólo en los primeros años de vida del indi- brindan tienen también sus contrapartidas
viduo, y después cesa su interacción con la si queremos que los datos obtenidos sean
alimentación, permaneciendo por tanto es- fiables, y esto en general se refleja en una
table. Esta etapa de formación se inicia ya mayor complejidad y en un encarecimiento
en el feto y termina con la erupción de los sustancial del trabajo arqueológico.
dientes definitivos, en torno a los 12 años.
Pongamos primero el ejemplo del es-
Así pues, una persona que tenga diferente
troncio. Para saber si el que reflejan los hue-
composición entre el estroncio de los hue-
sos y el esmalte de los dientes corresponde
sos y de los dientes, es previsible que haya
a componentes locales, será preciso realizar
vivido sus últimos años en una zona distinta
de donde nació (Price et al., 2000; 2002). un estudio de la Geología de la zona, y de-
terminar por tanto el patrón esperable para
Este método ha sido aplicado a yaci- un individuo que viviera en ella e ingiriera
mientos de la Cultura del Vaso Campanifor- los alimentos propios de su época. Sin este
me en Europa Central, analizando muestras modelo de contraste los datos obtenidos no
de cementerios de Austria, República Che- pueden tener una referencia válida.
ca y Hungría. Aunque con diferencias, se
evidenció una fuerte incidencia de los mo- Volviendo igualmente al caso de los
vimientos de población (Price et al., 2004). estudios generales de la dieta, no hay que
Asimismo podemos encontrar aplicaciones pasar por alto que los huesos, al ser ente-
al mundo romano tardío. Los análisis apli- rrados, entran en contacto con la tierra y
cados a los restos óseos de dos cementerios el agua, que también están cargados de ele-
ingleses fueron discrepantes (Budd et al. mentos químicos, y que pueden contaminar
2003). Mientras que en uno (Magotsfield, los restos humanos. Es preciso que antes
mitad s. III d.C) se pudo comprobar que la del proceso de estudio se realice tanto una
población era local, en otro de Eagle Hotel cuidadosa limpieza, tanto mecánica como
Site (Winchester), un siglo más tardío, se química. El primer sistema consiste en su-
pudo observar que los 4 individuos analiza- primir una pequeña capa externa del resto
dos no eran nativos, proponiendo los auto- analizado, de forma que elimine la parte del
res del estudio, por las características de los suelo mineral adherida al hueso, así como la
minerales detectados, que fueran norteafri- contaminación más superficial.
canos o del sur del mediterráneo. La conclu- Pero esta contaminación puede ser más
sión para esta época es que sería interesante profunda, y para detectarla se suelen em-
plantear proyectos extensivos que pudieran plear otras técnicas, como la de la limpie-
reconocer fenómenos sociales como la colo- za química, centrada especialmente en la
nización o el esclavismo. eliminación del carbonato cálcico. Sin em-
No cabe duda que todas estas noveda- bargo, tiene también sus inconvenientes y a
des abren vías importantes a la investiga- menudo se revela insuficiente. El protocolo
ción, especialmente en campos donde los más empleado y que resulta más fiable es
datos arqueológicos pueden ser valorados de realizar la analítica no sólo sobre los huesos
muy distintas maneras. Ahora bien, los ar- humanos, sino también sobre la tierra que
queólogos debemos ser conscientes de que les rodea y sobre los restos de fauna que les
acompañan. En el caso de que existan pa- Esto requiere un gran esfuerzo, y a veces
trones diferentes entre humanos y anima- no sólo eso, sino, como se ha dicho antes,
les, y que los primeros se acerquen más a aumentar significativamente los precios del
los componentes geológicos de su estrato, trabajo arqueológico. Pongamos el ejemplo
es previsible que exista una contaminación del Carbono 14, un método discutido, pero
significativa de los restos analizados. cuyo uso es a la vez indiscutible en Arqueo-
En definitiva, la incorporación de estas logía. En los últimos años se ha desarrolla-
nuevas técnicas supone una reorganización do la técnica AMS, que además de precisar
del trabajo arqueológico, de forma que se muestras muy pequeñas, permite limitar la
cumplan rigurosamente los protocolos cien- desviación estándar obtenida y fijar por lo
tíficos, y de esta manera, los resultados pue- tanto tramos menos amplios para las fechas
dan ser válidos. Y esto no sólo para esta es- proporcionadas. Su empleo es muy recomen-
pecialidad recientemente incorporada de los dable en la mayor parte de los contextos,
análisis químicos aplicados a las paleodietas, pero ello requiere una partida específica de
sino para todos los métodos que llevamos presupuesto de la que no siempre disponen
utilizando desde hace más tiempo, como los los equipos arqueológicos.
análisis de polen o el buen uso de las fechas
de Carbono14. En muchos de los casos, los
arqueólogos no estamos familiarizados con
los estándares mínimos que requieren esos III. RENOVACIONES TEÓRICAS
métodos, y depositamos una confianza ciega
Pero dejémonos de tanta materialidad y vol-
en los especialistas sin conocer ni valorar,
vamos al mundo de las ideas y de la interpre-
no ya sus resultados, sino las necesidades
tación arqueológica. Finalizada ya la etapa
imprescindibles para que la información ob-
dominada por la Nueva Arqueología, hemos
tenida sea fiable. En todos los libros y ma-
entrado en el mundo Post-procesual, que
nuales se indica que la Arqueología es una
abarca muy distintas tendencias, y que ha
actividad multidisciplinar, y que es precisa
una colaboración entre especialistas que abierto el camino a diversos enfoques globa-
vaya más allá de la simple yuxtaposición de les o sectoriales, que han recibido múltiples
datos y apéndices en las memorias arqueoló- denominaciones (Arqueología Crítica, Ar-
gicas. Pero hay algo más, y es que la excava- queología Radical, Arqueología de la Identi-
ción e interpretación de los yacimientos es dad o incluso la más conocida y transicional
responsabilidad de los arqueólogos, y puesto Arqueología del Paisaje). Estas propuestas
que estas tareas requieren una planificación parten de una reflexión autoconsciente del
de las estrategias de trabajo, es imprescin- bagaje ideológico del propio investigador,
dible que se tomen las medidas adecuadas que condiciona los planteamientos y mé-
para que los procedimientos científicos se todos del trabajo arqueológico. En cuanto
desarrollen con todas las garantías, y en este a la investigación sobre el pasado, buscan
caso, o tenemos una información suficien- igualmente trascender los datos puramente
te y previa a la excavación, o difícilmente materiales para penetrar en la esfera de la
vamos a poder llevar a cabo un trabajo de ideología, el simbolismo o las relaciones so-
calidad. ciales, aspectos todos ellos apenas tratados
por la Nueva Arqueología, lastrada por sus el conocimiento de una sociedad de la mano
propios planteamientos teóricos. de los individuos que la conformaron, y en
cierta medida esta es una dimensión diferen-
Teniendo en cuenta estas prioridades,
te a la del estudio de los asentamientos y de
resulta evidente que uno de los principales
los territorios, en los que debemos “situar”
campos de desarrollo de estas nuevas ten-
a nuestros protagonistas en espacios que
dencias es precisamente el estudio de las
hace mucho tiempo dejaron vacíos. Veamos
necrópolis, puesto que su propia existencia
algunos ejemplos –una pequeña selección
se encuentra estrechamente ligada con las
que es apenas un apunte– de la aplicación
creencias de una sociedad. Los restos encon-
de los enfoques postprocesuales en relación
trados en los cementerios suelen adaptarse
con los restos funerarios.
a normativas sociales, pero también dejan
campo a conductas grupales, familiares e Empezaré con unos aspectos casi in-
individuales, y nos enfrentan, en definitiva, aprensibles, pero que se hacen evidente en
a personas reales, a personas que tuvieron ciertos soportes como es el de la iconografía,
una historia y unas vivencias concretas. Con un campo que plantea, a mi interesado juicio,
el estudio de las necrópolis penetramos en un interés especial. Se trata de la concepción
del tiempo y el espacio que se reflejan en los indican que los personajes representados son
monumentos funerarios, y que revelan mu- los del universo humano más que divino, y por
cho sobre la concepción que la sociedad tuvo tanto el tiempo en el que se enmarca es el de
sobre este ámbito, y sobre cuál fue su posi- los espectadores más que el de la divinidad.
ción respecto a las imágenes y escenas repre- La asociación de las imágenes a un tiempo y
sentadas. En un estudio anterior he analizado a un espacio determinados parece vincularse,
estos aspectos sobre ciertos monumentos fu- por tanto a la propia configuración social y a
nerarios ibéricos (Chapa, 2003a), y sólo voy su cambiante ideología.
a indicar aquí unos breves apuntes para que
Seguiré con la Arqueología de Género,
se aprecien las posibilidades de esta línea de
una de las líneas más desarrolladas en los
investigación (Figura 3).
últimos años, y de la que la Arqueología Fe-
En el Monumento de Pozo Moro, fecha- minista es una parte sustancial. Si tomamos
do en principio hacia el año 500 a.C., lo que como referencia los datos funerarios, conven-
se nos representa es el mundo infernal, en el dremos en que la mayor parte de los ajuares
que el héroe parece desenvolver sus acciones. que consideramos indicativos apuntan al
Su poder, su astucia y su habilidad se proyec- sexo masculino. A los hombres asociamos la
tan al más allá, no es un espacio accesible al mayor parte de las herramientas de trabajo
común de los mortales. Él pertenece a otra especializado, así como por supuesto todo
dimensión, a la que los demás no pueden ac- tipo de armamento, mientras que las mujeres
ceder; se sitúa fuera del alcance de sus seme- se reconocerían por elementos ligados a las
jantes, y la escala de tiempo tampoco se ajus- tareas tradicionalmente femeninas, como el
ta, seguramente, al transcurrir de los días y hilado o el tejido, y por diferentes tipos de
las horas del calendario, sino que se proyecta adornos y abalorios. Sin embargo, mientras a
a momentos iniciales, genésicos, de su pro- menudo se ha indicado que el tejido ha sido
pia sociedad. Muy pocos individuos acceden a patrimonio masculino en muchas sociedades,
una sepultura en estos momentos, en los que en las que también varía el concepto de deco-
se reconoce una fuerte jerarquización social, ración corporal, el resultado es que los ajua-
con una posible realeza que utiliza estos sím- res característicamente femeninos apenas
bolos de manera exclusiva. pueden definirse, mientras que los masculi-
nos abarcan prácticamente la totalidad de las
Algo más tarde, en el conjunto de Porcu-
variables recuperadas. Como consecuencia
na –primera mitad del s. V a.C.– se intercalan
sucede que las mujeres son a menudo invisi-
la esfera mítica y la humana, revelando que la
bles a través del registro arqueológico.
población está empezando a formar parte de
este universo simbólico, en el momento de Nuestros propios parámetros y la falta de
nacimiento de las primeras estructuras clara- referentes en las culturas analizadas provo-
mente urbanas. Poco después se produce un can a menudo el desconcierto –cuando no el
rechazo a esta iconografía, y en la transición error– en la lectura de determinados elemen-
al s. IV a.C. las necrópolis ibéricas se amplían tos de cultura material. El caso de la Cultura
para acoger a la mayor parte de la población. Ibérica es bastante representativo. La asocia-
Se advierte ahora que el protagonismo pasa a ción –ciertamente excepcional– de armas a
la dimensión humana más que a la de ultra- tumbas que se han clasificado como femeni-
tumba. Monumentos como el cipo de Jumilla nas en función de los análisis antropológicos
suelen ser considerados como un grupo poco estructura su propia organización social. La
definido desde el punto de vista del género, identidad de grupo se manifiesta en todos
y en muchos casos los varones se crían bajo los ámbitos, tanto en la esfera política como
la esfera femenina hasta que adquieren edad en la económica, pero en ningún espacio se
suficiente para integrarse en el mundo mas- expresa con más claridad que en el del ri-
culino. El trabajo sobre el universo infantil tual, y especialmente el funerario (Shennan,
tanto en los poblados como en las necrópolis 1994; Thomas, 1996).
está adquiriendo una gran importancia en los Todos aquellos grupos que conciban y
últimos años, puesto que la forma en la que acepten la existencia de una vida después de
se trata a los niños es muy indicativa de la la muerte, y son la inmensa mayoría, deben
configuración, ideología y normativa de una arbitrar una serie de fórmulas para que sus
sociedad (Kamp, 2001). El estudio a fondo de difuntos puedan atravesar adecuadamente
este tema, sin embargo, se ve limitado a me- este umbral. Las alternativas serán muy di-
nudo porque los huesos infantiles son muy di- versas, desde la cremación a la inhumación,
fíciles o incluso imposibles de sexar, aunque desde la exposición de los cadáveres a las
se encuentren en muy buen estado de con- sepulturas primarias y a los enterramientos
servación, lo que deja en principio al ajuar secundarios, desde la deposición en las aguas
que se integra en sus tumbas la posibilidad al enterramiento en tierra firme. A su vez,
de asignar los restos a uno u otro sexo, repro- diferentes agrupaciones o identidades dentro
duciéndose los problemas que ya se han indi- de una sociedad pueden provocar la existen-
cado respecto a las mujeres. Puedo asegurar cia de uno o varios cementerios, a la práctica
por experiencia (Chapa, 2003b) que el traba- de ritos distintos y a una enorme variabilidad
jo sobre la infancia es una línea apasionante, en las sepulturas, que va desde la práctica
que está siendo desarrollada ampliamente en ausencia de estructuras a la construcción de
el momento actual, pero que se encuentra complejas edificaciones funerarias.
aún en un estado suficientemente incipiente
como para merecer una consideración entre Y esta identidad no cabe sólo buscarla
los futuros investigadores como línea de tra- en el campo de lo social, sino que es posible
bajo para elaboración de tesis doctorales o detectar también variaciones a nivel indi-
trabajos de investigación. vidual. Un ejemplo lo tenemos a través del
vestido y del adorno personal, si es que el
Otra línea de gran interés es la que cadáver va acompañado de estos elementos.
pretende apreciar símbolos personales y de Además de las pautas socialmente sanciona-
grupo a través de los restos funerarios. La das sobre la vestimenta, existe habitualmen-
Arqueología de la Identidad busca recono- te campo para disponer de ciertos elemen-
cer aquellos parámetros que son expresados tos de forma particularizada, lo que indica
por un grupo como elemento cohesionador el deseo de individualización por parte de la
desde el punto de vista interno, así como persona. Otro ejemplo, más frecuente de lo
diferenciador respecto al resto (Bourdieu, que parece en las Culturas antiguas, es el
1991). Esto implica conocer la forma en la de los tatuajes, que nos muestran un mundo
que cada grupo se sitúa, concibe y articula lleno de símbolos e imágenes profundamen-
su relación con el mundo y las sociedades te asumido e indisolublemente unido a los
que le rodean, así como la manera en la que individuos. Desde el “hombre de los hielos”,
cuya cronología hay que remontar a los ini- es el de abrir nuestras mentes a una amplia
cios del Calcolítico, a los riquísimos diseños diversidad de ejemplos y posibilidades, re-
tatuados que muestran los cadáveres de los sulta especialmente ilustrativo mirar direc-
kurganes escitas de la Edad del Hierro en el tamente a nuestro alrededor.
sur de Siberia, como es el caso de Pazyryk Tradicionalmente, uno de los hechos
–c. 500 a.C.– (Figura 5) son muchos los más difíciles de entender y explicar en el
grupos que han empleado esta práctica de mundo funerario de la Prehistoria era el uso
expresión personal y colectiva, algo que se que al final del Natufiense y en el Neolítico
pierde para siempre en los casos en los que Precerámico del Próximo Oriente (en torno
se practicó la cremación. (Rudenko, 1970; a 11.000-9000 BP) se hacía de las calaveras
Demetz, 1998) humanas. Aparecían en ciertas estructuras,
La Etnoarqueología es aquí un gran apo- solitarias o agrupadas, y se cubrían con ba-
yo para los especialistas, ya que podemos rro, introduciéndose conchas en sus ojos
encontrar múltiples ejemplos que amplían para devolverles su apariencia vital. Los es-
nuestra capacidad de juicio, y a la vez rela- queletos, desprovistos de sus cráneos, yacían
tivizan ciertas aseveraciones que tomamos a enterrados bajo los suelos de las casas (Byrd
veces por ciertas cuando no deben ser con- y Monahan, 1995; Bar Yosef, 1998).
sideradas más que como una propuesta más En la actualidad se puede comprobar
entre muchas otras. Es habitual que recu- cómo en lugares como Bolivia las calaveras,
rramos a grupos humanos similares a los de pertenecientes o no a auténticos antepasa-
nuestro objeto de estudio para que podamos dos, son arregladas, vestidas y “alimentadas”
establecer comparaciones razonables. Sin por la gente, que las aloja en sus domicilios
embargo, si el objetivo que nos planteamos y las festeja en los cementerios en días espe-
Act) para fijar los protocolos de protección y a los que en ocasiones se da más peso polí-
devolución de los restos reclamados por las tico. Además, se evidencian numerosas con-
comunidades locales (Ousley et al., 2005). tradicciones entre los principios arqueológi-
El gobierno británico, por su parte, creó cos generalmente asumidos y los que entran
en 2001 el “Working Group on Human Re- en juego en estas situaciones de conflicto.
mains” para revisar el estatus legal de los Por ejemplo, se ha criticado frecuentemen-
restos humanos conservados en los museos te que los tratos mantenidos entre algunas
públicos, y para considerar y revisar devo- poblaciones indígenas, las autoridades polí-
luciones de restos de personas etiquetadas ticas o los museos, se centran en la recu-
como “No-UK” a sus descendientes. peración y traslado de los restos humanos,
pero los ajuares que los acompañaban nunca
Todo este proceso lleva a situaciones en
suelen aparecer en las conversaciones ni en
las que se pone de manifiesto que la Arqueo-
las reflexiones de las legislaciones o códigos
logía se implica en niveles que van mucho
de los países occidentales.
más allá de la mera investigación, puesto
que ésta misma queda amenazada o incluso Uno de los casos más llamativos de los
anulada por la aplicación de otros criterios últimos años es el del llamado “Kennewick
FIGURA 6.- Hombre de Kennewick. Las restituciones faciales dan lugar a asociaciones étnicas diversas
Man”, encontrado el 28 de julio 1996 en los más llamativa de este acuerdo e produjo
márgenes del río Columbia (EEUU) (Figura en el Museo de Manchester, donde un jefe
6). Sus restos, de unos 9.000 años de antigüe- aborigen realizó diversos ceremoniales en el
dad, fueron excavados y transportados al Mu- acto de entrega de cuatro cráneos, a los que
seo Burke de la Universidad de Washington, se unió una disculpa por parte del Museo.
aunque en realidad son propiedad del Cuerpo No todas las instituciones han reaccionado
de Ingenieros del Ejército de los Estados Uni- de la misma manera, y en la actualidad exis-
dos, al que pertenece el lugar del hallazgo. ten numerosas reivindicaciones sin resolver
Diversas comunidades indígenas norteame- en este sentido. Los casos se producen en
ricanas han reconocido este esqueleto como muy diversos países y provocan situaciones
su antepasado, reclamándolo para recibir se- y resultados muy diversos, pero los casos se
pultura de acuerdo a sus tradiciones, lo que multiplican año tras año.
en principio se aceptó, pero ante las numero-
Podemos pensar que en España somos
sas peticiones de ciudadanos y asociaciones
ajenos a estos complicados procesos, pero
de que se realizara un estudio exhaustivo, el
lo cierto es que los precedentes con los que
proceso se detuvo. Además, un buen número
contamos no son nada halagüeños. El pri-
de arqueólogos intervino en el mismo sentido
mero es el caso del “Negro” de Bañolas, un
alegando que el NAPGRA no podía ser apli-
bosquimano que fue desenterrado en 1830 y
cado en este caso. Finalmente, la Asamblea
llevado a Paris después de ser disecado. En
Popular Asatru, de raíces europeas e ideolo-
1916, ya en la colección de Françesc Dardes,
gía precristiana, consideró que la estructura
pasó al Museo de Bañolas, donde se exhibió
corporal del “Hombre de Kennewick” podría
en una vitrina. La polémica se inició en 1992,
corresponder a uno de los pioneros vikingos
cuando un médico –Alfonso Arcelín– indicó
que visitaron América mucho antes que Co-
que el cadáver debía repatriarse, proponien-
lón, por lo que solicitaron nuevos informes
do Bostwana como lugar de destino. Aquí se
periciales. La polémica y los procesos judicia-
inició una gran discusión a favor y en contra
les han sido largos y de muy amplia difusión,
de la iniciativa, que se internacionalizó con
y a los diez años de su hallazgo los restos han
intervención final de UNESCO a favor de su
sido estudiados exhaustivamente, y siguen
repatriación, la cual se produjo en el año
conservados en el Museo, aunque el acto final
2000, con gran seguimiento mediático.
no se ha dictado todavía (Thomas, 2000)7.
Más problemática es la experiencia del
Los gobiernos británico y australiano
cementerio judío de Valencia, una excava-
firmaron el 5 de julio de 2000 un acuerdo
ción urbana que trabajó en una zona de la
apoyando la repatriación de los restos huma-
nos, en el cual se reconoce “la especial co- antigua judería en la que se localizó una ne-
nexión que los grupos indígenas tienen con crópolis del s. XIV. Las noticias aparecidas en
los restos ancestrales, especialmente cuan- la Prensa sobre el hallazgo movilizaron a la
do existen descendientes vivos”. Por ello se Federación de Comunidades Israelitas de Es-
promueven las repatriaciones de los “restos
humanos indígenas siempre que sea posible 7
| Una información detallada sobre el caso es ac-
[y apropiado] tanto desde las colecciones cesible en el “Centro de Interpretación Virtual del Hom-
públicas como privadas”. La escenificación bre de Kennewick” (http://www.kennewick-man.com/)
paña, que reclamaron los restos y exigieron no hace sino seguir marcando diferencias,
que no se realizara estudio ni extracción de aunque en una dimensión “post-colonial”.
material alguno, y que bajo su exclusivo con- Pero los reconocimientos de identidades ét-
trol fueran trasladados a un cementerio judío nicas para ciertos grupos no tiene una línea
actual. A pesar de que esto contravenía explí- de separación clara respecto a otro tipo de
citamente la Legislación Española en mate- indentidades, como las religiosas, que están
ria de Patrimonio Histórico y Arqueológico, hoy reforzándose de forma evidente, y que
tanto el Ayuntamiento de Valencia como la penetran en el interior de las sociedades que
Consejería de Cultura decidieron asumir las pretenden hacer legislaciones racionalistas
reclamaciones de la comunidad judía, y pese y de aplicación obligada. En un tiempo en el
a las protestas de la comunidad arqueológica, que el mundo, no voy a decir de la religión,
y el informe contrario del Síndic de Greuges sino de las creencias en sentido más amplio,
o Defensor del Pueblo valenciano (que se pro- se sitúa a menudo por encima o directamen-
dujo dos años después), se consumó el tras- te enfrentado a la ciencia, el estudio de los
lado sin que los restos humanos hubieran po- cementerios tendrá cada vez más problemas
dido proporcionar un mínimo de información para ser objeto de investigaciones bien do-
arqueológica (Jiménez y Mata, 2001). cumentadas.
Sería bueno, cómo no, desarrollar un Mientras tanto, las necrópolis antiguas
proceso reflexivo, no ya sólo sobre personas y modernas que permanecen al margen de
pertenecientes a culturas muy diferentes, estas polémicas se convierten en lugares
sino para estipular si las diferencias reli- de gran potencial en la difusión del cono-
giosas en una misma sociedad pueden ser cimiento sobre las sociedades del pasado.
atendidas por encima de lo que dictan las Numerosos centros de investigación se han
leyes de un Estado aconfesional. Las repa- desarrollado en base a monumentos y con-
triaciones y el tratamiento diferenciado juntos funerarios, y ofrecen la posibilidad
de unos restos, considerados “indígenas” de diseñar estrategias de puesta en valor y
por la relación genealógica con ellos de un de conservación adecuada de los vestigios
grupo social determinado, frente a los de arqueológicos. Conservación, investigación
la sociedad occidental, que se atiene a sus y difusión son, una vez más, los objetivos de
propias normativas y se aleja de lo “indíge- la que se ha dado en llamar la “Arqueología
na” distinguiendo entre pasado y presente, de la Muerte”.
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conocimiento del fenómeno histórico obje- Al analizar los trabajos sobre arqueolo-
to de estudio, siendo nuestro caso el mun- gía de la muerte desarrollados en la ciudad
do funerario en el yacimiento arqueológico nos encontramos que el uso sistemas de
Córdoba. Para conseguir una perspectiva almacenamiento informáticos ha sido habi-
global, es común la incorporación de espe- tual. Expondremos a continuación tres con-
cialistas en epigrafía, fuentes literarias, an- juntos de datos que nos han servido de base
tropología, entre otros. El montante de la para nuestro trabajo. Estas aplicaciones son:
información suele ser voluminoso y se hace el sistema documental del proyecto Funus,
necesario metodologías y herramientas para la base de datos sobre cementerios islámi-
unificar toda esta documentación que a la cos y por último el Sistema de Información
vez sirvan de lenguaje común y aglutinador. Arqueológico al-Mulk utilizado por la Ofici-
Desde nuestro punto de vista la Informática, na de Arqueología de la Gerencia Municipal
y dentro de ella las Bases de Datos, puede de Urbanismo.
constituirse como una de estas herramien-
tas “bisagra”.
1.1.1. SISTEMA DOCUMENTAL DEL PROYECTO
El manejo de información arqueológica FUNUS
en bases de datos estructuradas ha supues-
Dentro de los objetivos del proyecto de inves-
to, dentro de nuestro proyecto de investiga-
tigación “Espacios y Usos funerarios de Cor-
ción, un aumento en la capacidad de aná-
duba” menciona “el acercamiento con afán
lisis, permitiéndonos, de igual forma, un
sistematizador e interpretativo a la ingente
control sobre la calidad de la información al
información acumulada” como uno de los
poder establecer normas en la introducción principales aspectos a conseguir (VAQUERI-
de los datos. ZO 2002: 143). Este interés quedó reflejado
Para la consecución de este objetivo se en el diseño de un sistema documental de la
hace necesario, en las primeras etapas de información proveniente de la consulta de
diseño, el establecimiento de una serie de expedientes relacionados con excavaciones
criterios de normalización de los datos a al- de necrópolis romanas y el vaciado de la in-
macenar. Dentro de las labores de normali- formación disponible en los libros de regis-
zación incluimos la definición de tipos, su tro del Museo Arqueológico y Etnológico de
extensión, selección de conjuntos de valores Córdoba.
admisibles para datos con umbrales de res- Esta base de datos se estructuró en tres
puestas establecidas, formatos para campos niveles plasmados en sus correspondientes
numéricos y de fecha, valores predetermina- tablas: elemento funerario como hallazgo
dos, relaciones de integridad, etc. más sencillo, conjunto funerario o tumba
Este proceso es de relevancia dentro del compuesto por varios elementos y por últi-
esbozo de cualquier base de datos y gracias mo el yacimiento2. Las tres categorías fue-
a él veremos potenciada la compresión, el
manejo y el intercambio de la información. 2
| Como dato cuantitativo comentar que, hasta
Otro beneficio redundará en la calidad y el la última fecha de actualización, se recopilaron un total
rendimiento tanto del sistema en sí como de de 2950 registro de Elementos y de 1260 Conjuntos
los datos arqueológicos. Funerarios
1.1.2. BASE DE DATOS SOBRE CEMENTERIOS El sistema de registro contaba con tres
ISLÁMICOS QURTUBA. fichas principales: Necrópolis, Tumbas y Lá-
pidas (Lám. 2). Los registros de la Ficha de
En el trabajo desarrollado por Mª Teresa Ca- Necrópolis procedían de la consulta de ex-
sal (2003) se lleva a cabo un estudio de las pedientes de excavaciones disponibles en la
características fundamentales que definen Consejería de Cultura de la Junta de Anda-
el mundo funerario musulmán y su ritual, lucía mediante la solicitud de los permisos
en el que se incluye un detenido análisis pertinentes. Junto a los datos administrati-
tipológico y topográfico de los cementerios vos de la intervención (Fecha, Localización,
andalusíes cordobeses. Como herramienta Director, Código, Nº de Expediente), la ficha
de almacenaje y consulta, la autora desa-
rrolló una completa base de datos donde se 3
| Agradecemos desde estas letras el acceso que
recoge, la información de las excavaciones D.ª M.ª Teresa Casal nos ha brindado al conjunto de da-
arqueológicas analizadas en este estudio3. tos.
incluye datos pertenecientes a la localización rica, han sido varios los proyectos enfocados
de la necrópolis a estudio (Área, Maqbara), a la integración de nuevas tecnologías en
sumatorios de los enterramientos e indivi- la investigación, gestión y difusión del yaci-
duos, tipología, orientación de tumbas y de miento cordobés.
los restos óseos humanos, cotas medias y da-
Entre estos trabajos destaca el desarro-
tos antropológicos (edad, sexo) y cronología.
llo del Sistema de Información Arqueológi-
En la Ficha de Tumbas, este análisis se ca al-Mulk4. Esta aplicación, vista en primer
desarrolla al incluir un volumen de campos lugar como herramienta administrativa,
orientados a la descripción de cada uno de gestiona todos los expedientes relacionados
los enterramientos. Junto a las referencias con los trámites de concesión de licencia
relacionadas con la excavación (Interven- de obra municipal que atañen al patrimo-
ción, Sector, Corte), la ficha contiene igual- nio arqueológico. Junto a este papel, y esta
mente apartados que completan los datos vez orientado a la investigación, el sistema
antropológicos (posición del cuerpo, brazos, recoge el catálogo de todos lo bienes de
piernas, orientación, conservación del es- carácter arqueológico con una precisa ubi-
queleto, edad y sexo). Para la descripción de cación planimétrica5 que con la “Carta de
la tumba en sí, se incluye información vin- Erosión de la Historia” conforman la Carta
culada a la fosa funeraria (tipo, tratamiento de Riesgo Municipal (MURILLO et alli, 1998-
interior, cotas, orientación, dimensiones) y 1999: 58). En este documento se articula las
la cubierta (tipo, cotas). El estudio se com- líneas que rigen la política arqueológica en
pleta con registros que indican la existencia la ciudad durante le período de vigencia del
de ajuar ritual. Por último existen campos Plan General de Ordenación Urbana.
para la datación y cronología, referencia a
figuras y un de observaciones. Junto a la información relacionada con el
estado de los trámites administrativos, al-Mulk
cuenta con una serie de campos relacionados
1.1.3. SISTEMA DE INFORMACIÓN con la secuencia estratigráfica, donde se vuel-
ARQUEOLÓGICA AL-MULK. can de forma semestral el vaciado de los infor-
Desde la puesta en marcha del convenio de mes de actividades arqueológicas realizadas en
colaboración entre la Gerencia Municipal de la ciudad. Las posibilidades de consulta desde
Urbanismo y la Universidad de Córdoba, des- el punto de vista de investigación se centran
tinado a la investigación de la ciudad histó- en filtros sobre la cronología registrada y su
funcionalidad. Para este propósito se ha dota-
do al sistema de un listado basado en el Tesau-
4
| El Sistema de Información Al-Mulk, es una ro de Patrimonio Histórico Andaluz (GARCÍA,
aplicación desarrolla para la Oficina de Arqueología de
la Gerencia Municipal de Urbanismo de Córdoba. Esta
1998) adaptado a las casuísticas del yaci-
aplicación informática esta programada en PowerBuil- miento cordobés. El resultado de la búsqueda
der, mientras que el apartado SIG es un desarrollo ba- queda plasmado tanto en informes como en
sado en Geomedia Objects de la empresa Intergraph. planos sincrónicos-diacrónicos, que reflejan el
5
| La información está vinculada espacialmente nivel de conocimiento existente sobre la tota-
con la referencia catastral del inmueble, con una capa
de ejes de calles identificados con el código de vía públi-
lidad de la ciudad gracias a las capacidades de
ca, o el parcelario generado con ejecución del planea- representación del módulo cartográfico con
miento urbanístico en desarrollo. que se ha dotado a la aplicación.
decantamos por el dado por Burrough y Mc- yecto de estas características. Esta cuestión
Donnell (1998) que definen los SIG como se está viendo transformada por la aparición
“Un conjunto de herramientas para reunir, de opciones diseñadas en código abierto y
introducir, almacenar, recuperar, transfor- licencia gratuita. Frente al software comer-
mar y cartografiar datos espaciales sobre cial, contamos con entidades, organismos y
el mundo real para un conjunto particular empresas que están desarrollando Sistemas
de objetivos”. Añadimos a la definición una de Información Geográfica normalmente
ampliación del concepto conjunto de herra- basadas en Java bajo licencia GNU/GLP y
mientas, incluyendo en éste: Equipos, Soft- sujetos a estándares.
ware, Información Geográfica y Personal.
La filosofía de este tipo de desarrollos
También tenemos considerar que el uso de
está basada en la libertad de ejecución de
esta herramienta debe estar amparado por
un programa con cualquier propósito, per-
un cuerpo de ideas o marco teórico (geode-
mitiendo el estudio de su funcionamiento y
sia, topografía, geografía, semiología gráfi-
la posibilidad de modificarlo para adaptar-
ca, arqueología, etc.).
lo a distintas necesidades. De igual manera
Para una mejor compresión de la apli- este software supera la restricción relacio-
cación en Arqueología de este conjunto de nada con número de licencias, al permitir
técnicas desarrollaremos las cuestiones de su múltiple distribución en cualquier tipo
Software y de Información Geográfica. Am- de entorno (Linux, Windows). Esta filosofía
bos aspectos nos pueden dar una perspecti- ya estaba presente en algunas aplicaciones
va sobre el estado actual en esta materia. (GRASS, por ejemplo) pero carecía de un
entorno amigable de uso y en algunos ca-
sos se hacía necesario unos conocimientos
1.2.1. SOFTWARE avanzados para su uso. En la actualidad, es-
tos proyectos tienden la incorporación de
Se contempla el precio elevado de los paque-
tes de software SIG como uno de las princi- un interfaz más manejable, y un aprendizaje
pales trabas a la hora de plantear un pro- escalado que se ajusta a los conocimientos
del usuario final8.
8
| Este campo está tan avanzado que ha apareci-
do incluso sistemas operativos en Linux orientados al 1.2.2. INFORMACIÓN GEOGRÁFICA
trabajo arqueológico, en los que se incluye junto a los
SIG, aplicaciones CAD, Base de Datos, GPS, fotograme- Otra variable a analizar es la relacionada con
tría, estadística, etc. (BEZZI et alli, 2006). la información georreferenciada a gestionar
9
| En este sentido juega un papel relevante el por el sistema. La proliferación de cartogra-
desarrollo tanto a escala nacional, autonómica y local
de las Infraestructuras de Datos Espaciales. Desde un
fía en formato digital en estos últimos años
punto de vista tecnológico, una Infraestructura de Dato ha favorecido el uso de estas tecnologías de
Espaciales se configuran como una red descentralizada análisis. Cada vez son más las entidades ad-
de servidores, que incluye datos y atributos geográfi- ministrativas encargadas de la elaboración
cos; metadatos; métodos de búsqueda, visualización y de productos cartográficos que incorporan
valoración de los datos (catálogos y cartografía en red)
y algún mecanismo para proporcionar acceso a los da-
en sus catálogos series digitales9. De forma
tos espaciales. Pero puede ser útil considerar una defi- simultanea, disponemos de herramientas
nición más de tipo organizativo, que vendrían a decir cada vez más precisas para la producción
2. ANÁLISIS DE LOS
CEMENTERIOS ISLÁMICOS DE
LÁMINA 3. Identificación de construcciones
contemporáneas en el MDE. MADINAT AL-QURTUBA12.
Los trabajos informáticos realizados para
digitales, nos ha surgido al poner en re- este estudio han sido orientados hacia la in-
lación la red viaria y la distribución de ce- corporación de herramientas de análisis des-
menterios musulmanes. Con la intención de de el punto de vista intra-cementerial. Con-
reconstruir el espacio geográfico histórico tamos con buenos ejemplos, al menos desde
en época islámica, hemos recurrido a la uti- el punto de vista cuantitativo, de excavacio-
lización de elementos históricos del paisaje nes de amplios sectores de necrópolis con
que pueden haberse mantenido más o me- un número de tumbas considerable, que per-
nos estables en la actualidad. Un ejemplo mite un estudio del modelo de crecimiento
de esto lo constituye el trazado de cañadas, (extensión-superposición), áreas funciona-
veredas y caminos de la que disponemos su les, vías funerarias, distribución por sexo /
representación espacial. Una vez incluida edad, etcétera. A pesar de contar con una
esta capa en nuestro sistema y al intentar muestra amplia, son escasas las intervencio-
relacionarlo con la distribución de espacios nes que cuentan con un estudio antropoló-
de necrópolis en un sector determinado de gico necesario que permita un análisis con
la ciudad (Campo de la Verdad), el mapa ob- más detalle de la necrópolis. Superando esta
carencia, nos parece interesante comentar y
12
| Los resultados históricos de este apartado y
sistematizar los trabajos realizados en esta
el que le sigue han sido plasmado en varios artículos investigación, ya que podemos hacer hinca-
incluidos en esta publicación. pié en la cuestión de la adquisición y ade-
LÁMINA 4. Dentro del círculo se encuentra el trazado de la vereda que se desvía hacia el Norte hecho
que produce que la localización funeraria nº 4 se aleje respecto a la media. Este mismo trazado queda
ubicado más al sur en un mapa parcelario de principios del siglo XX
excavación, en papel, o en archivos tipo CAD área), las diferentes categorías de datos y la
en coordenadas absolutas o en relativas. codificación de los elementos digitalizados
que permitan la vinculación con la informa-
El paso de cartografía arqueológica en
formato papel a digital se ha realizado me- ción tabular.
diante un escáner. Los formatos de papel En el caso que nos ocupa, la representa-
disponible, normalmente superior a un A3, ción de elementos funerarios se circunscribe
han requerido del manejo de un escáner de principalmente a la fosa de enterramiento,
gran formato, consiguiendo así evitar traba- revestimiento de paredes y suelo, cubierta,
jos posteriores de edición de imágenes, prin- elementos de señalización, restos óseos del
cipalmente de unión de archivos y evitando cadáver, estructura contenedora, objetos del
los consecuentes problemas. Este tipo de ritual funerario y ajuar.
escáner dispone de configuraciones prede-
terminadas para planos en CAD, fotografía, Para la elección del objeto gráfico de
etc., consiguiendo unos resultados óptimos representación nos hemos basados en va-
y unas imágenes de resolución adecuada. rios criterios. El primero de ellos ha sido la
Respecto a la resolución, debemos conside- búsqueda de la simplicidad en la plasmación
rar el tipo de elementos representados (nor- gráfica. Nuestro interés no está tanto en
malmente para trabajos arqueológicos es la precisión y el detalle en el dibujo de los
necesario un nivel de detalle muy elevado, elementos arqueológicos excavados, ya que
contando con dibujos “piedra a piedra”) y la para ello contamos con las propias planime-
escala de dibujo (escalas entre 1:10 y 1:20). trías originales, sino en las posibilidades de
Esto son cuestiones a considerar a la hora esta representación desde el punto de vista
de la elección de la resolución, teniendo pre- de análisis con SIG. Con este criterio hemos
sente que a más resolución por píxel mayor descartado las cubiertas y la representación
peso en bytes del fichero. de los restos óseos del cadáver por varios
motivos. En el caso de que existan cubier-
La digitalización es el proceso de con-
vertir a formato digital los elementos (polí- tas13, no forman parte de las planimetrías
gonos, líneas, puntos) que aparecen impre- finales de los proyectos, ya que incluso en
sos o dibujados en un mapa o una fotografía estratigrafías superpuestas se hace compleja
aérea. Para evitar revisiones y trabajos pos- su representación. Por otra parte el dibujo
teriores, se hace necesario un trabajo previo de los restos óseos del difunto es la elección
de análisis de la información a digitalizar más frecuente en la información de trabajo.
que concluya en la redacción de un protoco- A pesar de ello, y de la información funeraria
lo a seguir. En este documento queda esta- que este ofrece, el dibujo del esqueleto es
blecido el modelo de datos a utilizar, el tipo sumamente complejo, tanto desde el punto
de representación gráfica (en el caso de in- de vista de la digitalización como del núme-
formación vectorial: punto, línea, polígono o ro de polígonos que contempla. En ambos
casos los atributos asociados al tipo de di-
13
| La carencia de este tipo de estructuras puede bujo quedan reflejados después en la base de
deberse a varias cuestiones relacionadas con el tipo de datos.
ritual de enterramiento, destrucción por procesos post-
deposionales, utilización de materiales no perecederos Teniendo en cuenta estas premisas,
(tierra, madera, etc.) o incluso saqueo. nos hemos decantado por la representación
LÁMINA 6: Una vez incorporada la información al sistema podemos realizar planos por clasificaciones
como este organizado por tipo de cubiertas (a partir de planimetría facilitada por C. Camacho).
posición a las puertas úrbicas hemos aplicado análisis desde el punto de vista del obje-
una función del test del vecino más próximo. to (tumba-ajuar, monumento) hacia la
Este tipo de función se engloba en el apartado relación con el entorno histórico.
de análisis de vecindad donde se evalúan las – Incorporación de nuevas variables geo-
características del área que envuelve una lo- gráficas (topografía, hidrografía) al
calización determinada. Se trata de funciones estudio de localización de espacios ce-
de búsqueda que analizan la distribución de menteriales.
un fenómeno en un emplazamiento específi-
co. Con esta técnica obtenemos agrupaciones – Relación del mundo funerario con otros
que permiten definir las áreas cementeriales, aspectos históricos con plasmación es-
que a posteriori han sido matizadas en el sen- pacial, como las reorganizaciones del es-
tido de un ajuste en función de las vías que pacio urbano según las etapas (deductio
conducen a las distintas puertas. augustea, cristianismo, expansión califal,
fundaciones pías, red de parroquias)
– Estudio desde un punto de vista dia-
crónico de los espacios funerarios y
4. CONCLUSIONES relación con otros usos (urbanísticos,
industriales)
La inserción de herramientas avanzadas des-
– Sectorización de espacio funerario por
de el punto de vista tecnológico en proyectos
cuestiones sociales (origen étnico, con-
de investigación de esta envergadura, puede
dición social) relacionada.
terminar, si previamente hemos hecho un es-
tudio de las capacidades y necesidades que – Desde el punto de vista del estudio de
requiere este manejo, en una ampliación de necrópolis, podemos plasmar aspectos
las perspectivas de acercamiento en el estu- referidos con su crecimiento y fases
dio de un determinado fenómeno histórico. (dispersión, sustitución) o a la distri-
bución interna atendiendo a las des-
En el caso del estudio del mundo fune- cripciones de las tipologías de tumbas
rario que aquí nos ocupa las perspectivas
(tamaño, orientación, posición, estruc-
incorporados son las siguientes:
turas asociadas, ajuar) o a cuestiones
– Ampliación del marco del estudio a es- antropológicas (edad, sexo, enfermeda-
cala urbana y periurbana, superando los des, etnias)
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FIG. 2: Ajuar de la tumba 142 de la necrópolis de Galera (Granada), según Cabré y Motos (1920)
(Tomado de J. Pereira et al. 2004, fig. 82).
1989: 100, 107; J. L. Escacena, M. Belén los siglos II – I a. C. (se han documentado in-
1994: 247-248; F. Chaves, 2002), Setefilla cluso materiales del s. I d. C), con cremacio-
(Sevilla, Lora del Río, Sevilla, M. E. Aubet, nes en urnas de tradición ibérica en su fase
1978; J. L. Escanea, M. Belén, 1994: 255), más tardía (F. Molina et al., 1982; F. Molina,
Cerro de las Balas (Écija, Sevilla, s. III – I a. C. Huertas, 1985; M. E. Aubet, 1986: 619).
C., E. Núñez, J. Muñoz, 1990), La Cabezuela Asimismo, en Villaricos (Almería), hipogeos
de Fuente Tójar, Cerro de la Cruz (Córdoba, con acceso mediante corredor en rampa,
siglo IV y el siglo II a. C.), Santaella (Córdo- utilizados entre mediados del siglo VI a. C.
ba, D. Vaquerizo, 1994: 280; D. Vaquerizo, y época romana, comparten el espacio fune-
1999: 215 – 222; D. Vaquerizo et al., 1994: rario con fosas de inhumación (ss. VI – IV
23 – 40), y Mesas de Asta (Cádiz, R. Gonzá- a. C.) e incineraciones depositadas en urnas
lez Rodríguez et al. 1995: 75). Pero también de tradición ibérica que se enterraban en un
se ha podido constatar la existencia de ente- hoyo (s. IV a. C. – I d. C.) (M. Astruc, 1951;
rramientos en urnas de tradición ibérica de M. J. Almagro Gorbea, 1984). Otro ejemplo
esta época en yacimientos fenicio-púnicos. interesante es el de la recientemente des-
Por ejemplo, en la necrópolis de Playa de cubierta necrópolis de los Campos Elíseos
los Corrales (Cádiz), junto a inhumaciones (Gibralfaro, Málaga) en uso durante época
simples en fosa se exhumaron un grupo de ‘tardo-púnica’ en la ciudad de Malaca. Du-
incineraciones más tardías que no debieron rante las excavaciones se pudieron recupe-
ser anteriores al siglo III a. C. (M. E. Aubet, rar tanto inhumaciones en decúbito lateral
1986: 615). En Puente de Noy (Granada), la como incineraciones que se pueden fechar
necrópolis ‘fenicia’ se mantiene en uso des- por sus ajuares entre los siglos II-I a. C. (J.
de la segunda mitad del siglo VII a. C. hasta A. Martín, A. Pérez-Malumbres, 1999).
De manera mayoritaria se mantiene en
5
| Se han hallado enterramientos de este tipo, las necrópolis de época republicana el ritual
aunque de forma muy excepcional, en necrópolis ibéri- de incineración, depositándose en general
cas de época anterior a las que aquí se tratan, como por las cenizas recogidas de la pira en una urna
ejemplo, en Los Patos y El Estacar de Robarinas de Cas-
que se sella con un plato, si bien también
tulo (J. M. Blázquez, 1975: 82, 94; J. M. Blázquez, 1985:
123, 129; J. M. Blázquez, J. Remesal, 1979: 363). Las se han documentado ejemplos de busta e
inhumaciones que pueden situarse en momentos poste- incluso inhumaciones5. Sabemos que, efec-
riores a finales del s. III a. C. se han querido asociar en tivamente, se produce una evolución en la
el caso de Valentia con gentes llegadas de la Campania composición de los ajuares, y que la cerá-
(E. García Prósper; P. Guérin, 2002), mientras que en
el sur suelen adscribirse a población de origen púnico
mica ática de época antigua no siempre fue
que recibió sepultura en lugares como Carmona, Cádiz sustituida por la campaniense republicana,
o Villaricos. aunque existan claros elementos de conti-
6
| En la sustitución de la cerámica ática por nuidad ritual en la función de los objetos
otras importaciones deben tenerse en cuenta los cam- que acompañan al difunto (independiente-
bios que se produjeron con el paso del tiempo en la
distribución comercial de distintas clases de productos
mente de su procedencia)6, como veremos
que hicieron llegar a los ajuares “cerámicas áticas pri- de forma más detenida al estudiar el ejem-
mero, el barniz negro después, el material relacionado plo de las necrópolis de Castulo.
con el círculo comercial púnico luego y ya finalmente
el itálico a partir del s. II y sobre todo el I a. C”, como El descenso en la monumentalidad de
señala A. Fuentes (1992: 599). las tumbas fechadas entre los siglos III y I
7
| Algunas características separan este “grupo
reciente” de leones de su precedente inmediato, el
“grupo antiguo” definido por T. Chapa. Por ejemplo, la
cabeza ladeada, los indicios de representación del pelo
o la musculatura, o la introducción bajo las patas de-
lanteras de una víctima animal -generalmente un herbí-
voro- o humana (T. Chapa, 1985: 140-141). Esta misma
autora ha señalado el desarrollo paralelo de este tipo de
‘leones con víctima’ desde época helenística en el mun-
do etrusco y la posibilidad de que se difundiera a través
de los asentamientos de las tropas romanas por todos
los nuevos territorios ocupados en época republicana
y altoimperial, en la que no se perdió la costumbre de
decorar los monumentos funerarios con esta clase de
esculturas (T. Chapa, 1985: 143). Los ejemplos de es-
culturas de leones de época republicana documentados
en el sur de la Península deberían por lo tanto inscri-
birse en el marco de la corriente helenística común al
mundo mediterráneo donde surge el tipo iconográfico,
la influencia de tipos anteriores presentes en el mismo
territorio introducidos en la época de la colonización
fenicia y el contacto con determinadas poblaciones de
la Península Itálica (T. Chapa, 1985: 148). El grupo de
leones conocido de este tipo, que terminan enlazando
con esculturas fechadas ya entre los siglos II – I a. C.
y la primera mita del s. I d. C., es hoy bastante nume-
roso: ha sido recopilado en un catálogo por I. Pérez
FIG. 3A y 3b: Esculturas de leones encastradas
López (1999) y analizado en un conjunto de artículos
en “La Puente Quebradada” de Castulo (Linares,
recientemente (J. Beltrán, 2000; J. Beltrán, 2002: 238;
Jaén) (Según L. Baena y J. Beltrán, 2004, láms. L. Baena, J. Beltrán 2002: 85-87; J. Beltrán 2005; C.
17.1 y 17.2). Aranegui 2004).
al mismo nivel que durante el s. V a. C. Aun- posteriores, romanos) (M. Belén; J. L. Esca-
que no desaparecen del todo, es cierto, sin cena, 1992b: 78-83; M. Belén; J. L. Escacena,
embargo, que el porcentaje de tumbas con 1992a; J. L. Escacena, M. Belén, 1994; J. L.
armas comienza a descender a mediados del Escacena, M. Belén, 1998: 34; J. L. Escace-
s. II a. C. en algunas necrópolis, hasta llegar na, 2000: 218-224). Para J. L. Escacena, tras
a cifras insignificantes antes del cambio de el ‘paréntesis orientalizante’, los turdetanos
era (F. Quesada, 1989: 115-116; F. Quesa- recuperarían su ‘identidad perdida’, sus ri-
da, 1995: 166; F. Quesada, 1997: 651-652; tos funerarios ancestrales, que les llevarían
F. Quesada, 1998: 131). Es especialmente a enterrar a sus muertos de una manera que
significativo el ejemplo de las armas recupe- desconocemos. En la actualidad está fuera
radas en una tumba de El Cerro de las Balas de discusión que, como ya avanzara en su día
(Astigi, Écija, Sevilla), una necrópolis que A. García y Bellido (1952: 42), las urnas de
presenta enterramientos fechados entre el tradición ibérica se mantienen en uso hasta
s. III a. C. y el s. I d. C., no sólo porque el ha- época altoimperial, y es muy probable que
llazgo de este tipo de objetos de la segunda determinados ejemplos aducidos por J. L.
Edad del Hierro no es frecuente en las pro- Escacena y M. Belén (1994) para demostrar
vincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, sino por- la datación tardía de las urnas funerarias de
que además es un ejemplo de una necrópolis este tipo halladas en distintos yacimientos
que arranca en momentos inmediatamente del occidente andaluz deban situarse en
anteriores a la conquista en la zona que tra- fechas recientes. Aunque en el catálogo de
dicionalmente se asimila a la Turdetania (E. enterramientos en urna de tradición ibérica
Núñez, F. Quesada, 2000). Lo cual nos lle- que ellos mismos recopilaron a mediados de
va al controvertido asunto de la escasez de los años noventa se reconoce que algunas
necrópolis en esta zona, que complica, aun piezas admiten una datación amplia entre
más si cabe, el análisis de las necrópolis de el s. V y el s. I a. C., siempre se opta, sin
los tres siglos previos al cambio de era. embargo, por la fecha más temprana, lo que
situaría a estos enterramientos, en los tres
A finales de los ochenta y principios de
últimos siglos previos al cambio de era.
los noventa J. L. Escacena (1987b, 1989,
1992: 332-334) propuso que la aparente es- En contra de esta hipótesis se han posi-
casez de necrópolis en el occidente de Anda- cionado otros autores que consideran preci-
lucía entre los siglos XI y III a. C. se debía a samente que el rito incinerador caracterís-
la fidelidad de los indígenas de estas zonas a tico de la cultura ibérica meridional debe
un ritual funerario, de origen indoeuropeo, considerarse una más de las novedades que
vinculado al Bronce Atlántico, que no deja- se introducen durante el Bronce Final tarté-
ría huella arqueológica. Según este autor y sico (M. Bendala, 1992a: 29), reforzada en
M. Belén, no es posible encontrar ejemplos su etapa orientalizante por el influjo de la
de enterramientos turdetanos a finales de la tradición incineradora mayoritaria entre los
Edad del Bronce y los que se documentan fenicios peninsulares (M. Bendala, 1992b,
desde época orientalizante hasta la llegada M. Bendala, 1995: 281; M. Almagro-Gorbea,
de los romanos deben atribuirse a gentes 1992: 38). Los hallazgos de los últimos años
de otras filiaciones étnicas (púnicos, baste- en distintos yacimientos –no sólo andaluces–
tanos, turdetanos aculturados, o, en épocas vienen a sustentar esta teoría: cremaciones
De hecho, uno de los problemas funda- tos fines), la aparición de necesidades antes
mentales al que nos enfrentamos a la hora inexistentes como la identificación nominal
de intentar analizar la ‘romanización’ de las de las sepulturas a través de los epígrafes de
necrópolis ibéricas a partir de la conquista, las lápidas funerarias o el empleo de monu-
al pretender individualizar los sepulcros de mentos que presentan tipologías similares a
los colonos itálicos que se entierran en te- los que podemos encontrar en Italia. Y, sin
rritorio ibérico, es precisamente la similitud embargo, incluso en este momento en el que
que presenta el registro arqueológico fune- parece producirse cierta convergencia hacia
rario de muchas necrópolis mediterráneas lo que podría interpretarse como un modelo
de esta época. En concreto, los lugares de romano, el registro arqueológico nos mues-
enterramiento del mundo romano y el ibéri- tra la complejidad del fenómeno denomina-
co presentan en general, como ha señalado do ‘romanización’.
A. Fuentes, “idéntica tradición incineradora,
ritual de enterramiento muy similar, ajuares
fundados en la urna cineraria, unos depósi-
2. EL EJEMPLO DE LAS
tos votivos seguramente de comida, la gran
importancia de los ungüentos en el juego NECRÓPOLIS DE CASTULO
ritual y en la ceremonia de enterramiento,
Un buen ejemplo de ello lo proporcionan las
la existencia de una espiritualidad de ultra-
necrópolis de Castulo, donde es posible es-
tumba con divinidades infernales, etc.”, a lo
tudiar el proceso de cambio y continuidad
que se podría añadir la “existencia en ambos
derivado de la ‘romanización’ a lo largo de
ámbitos culturales de variantes excepciona-
varias centurias. El yacimiento presenta la
les del enterramiento como los infantiles en ventaja de permitirnos comparar, no sólo
los poblados (subgrundaria)...” (A. Fuentes, distintas necrópolis prerromanas coetá-
1992: 600). neas, sino también diferentes cementerios
El momento en el que es posible per- de época altoimperial que ofrecen la posi-
cibir una transformación más intensa de la bilidad de contrastar el empleo de una serie
cultura material prerromana parece produ- de elementos que pudieron ser considerados
cirse en la Bética, no tanto a la llegada de “tradicionales” en la época y confrontarlos
las tropas itálicas o en los siglos subsiguien- con los objetos y rituales que realmente se
tes de asentamiento y ocupación del terri- empleaban en el asentamiento antes de la
torio, sino precisamente a finales del s. I a. conquista romana del sur de la Península.
C. o incluso en el s. I d. C., en un contexto Con el paso de los siglos distintas necró-
en el que el cambio se aprecia también en polis se fueron disponiendo en los alrededo-
otros aspectos como el urbanismo, la numis- res del asentamiento de Castulo (Fig. 6). Al
mática o la epigrafía (S. J. Keay, 1992, A. oeste, se situó el área sepulcral de Los Patos
U. Stylow, 1998: 109). En torno al cambio y El Estacar de Robarinas; al sur, El Molino
de era, se empieza a observar, por primera de Caldona y al este, Los Baños de la Muela,
vez, una articulación del espacio funerario Casablanca, El Estacar de Luciano, El Cerri-
característicamente romana (en torno a las llo de los Gordos y tres túmulos en la zona
vías que abandonaban la ciudad y en recin- de Los Higuerones. Entre las necrópolis más
tos que parcelan el terreno dedicado a es- antiguas, según las cronologías proporciona-
memoria de aquél como lugar sacro”. Según Las diferencias que permitieron a J. Mª
esta autora, “en las necrópolis de Baños de Blázquez y F. Molina establecer un conjunto
la Muela y los Patos, también de Castulo, se de tipos se observan en la manera en la que
documenta, asimismo, este fenómeno” (M. P. se resguardó la urna dentro del hoyo donde
García-Gelabert, 1990a: 266 y nota 56). quedó introducida: mediante un ánfora a la
que se había cortado previamente la zona
En este mismo momento (época altoim-
del cuello y la base, bajo vasijas o fragmen-
perial), estuvieron también en uso otras ne-
tos de ánfora, en el centro de un círculo de
crópolis, que en este caso se situaron en una
piedras, sobre una tégula o sin ningún tipo
ubicación diferente a las de época más anti-
de protección especial14 (J. Mª Blázquez, F.
gua y, sin embargo, determinados aspectos
Molina, 1975: 240).
descritos en las necrópolis ibéricas de Cas-
tulo se repiten en las áreas sepulcrales de la
12
Puerta Norte y el Cerrillo de los Gordos. De | J. M. Blázquez y A. Canto consideraron que
una necrópolis o necrópolis de finales del la datación de estos muros debía retrasarse a época
tardía, pero mientras que para el primero esta fecha
s. I a. C. o época altoimperial de ubicación permitía establecer la contemporaneidad de los recin-
desconocida procedería un importante con- tos con la necrópolis, para la segunda investigadora los
junto de relieves funerarios embutidos en el muros fueron construidos en un momento posterior al
aparejo de La Puente Quebrada que contras- abandono del cementerio, que habría de situarse en los
tan con la ausencia de este tipo de monu- primeros decenios del Imperio, “pues hay al menos una
urna tapada por aquellos” (A. Canto, 1979: 10), aunque
mentos en el resto de necrópolis romanas no se especifica cuál ni por qué muro exactamente. Se-
del asentamiento. gún J. M. Blázquez y F. Molina (1975: 238), este recinto
“pertenece a una etapa intermedia de la necrópolis,
dada su profundidad y el que se den enterramientos por
encima y debajo de él”.
LA NECRÓPOLIS DE LA PUERTA 13
| Este tipo de recintos, en los que se utilizaban
NORTE (CASTULO, JAÉN) técnicas constructivas como las descritas en el caso
castulonense, debieron ser más frecuentes en las necró-
Este conjunto funerario estaba situado a polis hispanorromanas altoimperiales de lo que se creía
hasta ahora (D. Vaquerizo 2002). Contamos además,
la izquierda de la calzada romana que unía como evidencia directa de la existencia de esta clase de
Castulo con Toledo, que según J. M. Bláz- acotados en Castulo, con dos inscripciones procedentes
quez coincidió en un tramo con la vía Córdo- de la Necrópolis del Cerrillo de los Gordos donde se
ba-Sagunto. A esta zona de enterramiento se señalaba la extensión de terreno acotada para realizar
enterramientos: “In f(ronte) p(edes) XXXV / In a(gro)
accedía tras recorrer unos 125 metros desde
p(edes) XXXV” e “In fronte l(ocus) pedes XX in a/gro
la salida principal del recinto amurallado de p(edes) XXVIII” (R. Contreras, A. D’Ors, 1977: 16).
la ciudad ibero-romana: la puerta norte (J. 14
| A: vasos funerarios protegidos por “una espe-
Mª Blázquez, F. Molina, 1975: 237). cie de cilindros ovoides de arcilla”, posiblemente án-
foras a las que se les ha cortado las zonas del cuello y
Los enterramientos aparecieron rodea- fondo, B: vasos colocados “sobre una tégula, que los aís-
dos por un conjunto de muros de escasa la de la tierra haciendo de suelo, recubiertos por unas
altura (unos 40 cm.) fabricados con dos o vasijas de gran tamaño de tondo plano, asemejándose a
tres hiladas de guijarros e interpretación grandes maceteros”, C: similar al anterior pero con una
vasija grande globular como cubierta, D: urna y vaso
controvertida12, que muy probablemente de ofrenda rodeados de un círculo de piedras, E: vasos
puedan ser interpretados como acotados funerarios resguardados por fragmentos de ánfora, F:
funerarios13. urnas colocadas directamente en la tierra, sin ningún
Los enterramientos de la Puerta Norte ración con lo que se puede observar en las
consistían de manera mayoritaria en incine- necrópolis prerromanas del asentamiento, o
raciones depositadas en una urna cineraria incluso, aunque de manera menos acusada,
cerrada con un cuenco troncocónico en po- en necrópolis contemporáneas, como la del
sición invertida. Las ofrendas más comunes Cerrillo de los Gordos.
eran una vasija más o menos globular y un
vasito de perfil en “s”15. De manera más ex-
LA NECRÓPOLIS DE EL CERRILLO
cepcional, se incluía un ungüentario cerámi-
DE LOS GORDOS (CASTULO, JAÉN)
co en el interior de la urna cineraria, o una
lucerna, y, en contadísimas ocasiones, algún La necrópolis del Cerrillo de los Gordos, si-
objeto de metal como clavos, una anilla de tuada a 800 metros al nordeste de la muralla
hierro o una plaquita de bronce. y un kilómetro al este de la necrópolis de la
Uno de los elementos más destacables, Puerta Norte, presenta un fenómeno pareci-
que permite hermanar las necrópolis roma- do a esta última, si bien los investigadores
nas de Castulo con yacimientos como Car- que realizaron la excavación destacaron la
mo o Baelo Claudia, es la ausencia en los riqueza de sus materiales en comparación
ajuares de la cerámica de importación más con la otra necrópolis romana de la ciudad.
común en los primeros decenios del Impe- Las excavaciones se iniciaron en el verano
rio: la terra sigillata (M. Bendala, 1991b: de 1971 en el lugar donde, según diversas
184-186; M. Bendala, 1999). Tampoco están noticias, había sido hallada, a finales de los
presentes elementos tan característicos en años cuarenta, una cámara sepulcral que
otras necrópolis altoimperiales como los un- había proporcionado unos doscientos vasos
güentarios de vidrio, de los que únicamente enteros entre los que la mayoría presenta-
se recogió un ejemplar en la Puerta Norte ba decoración pintada de tradición ibérica
(T. II), y aparecen solamente de manera tes- (Fig. 7). A la cámara construida en sillares
timonial las lucernas y algún clavo. de arenisca local se accedía a través de una
escalera con seis peldaños, siendo el segun-
En cualquier caso, cabe destacar la ho- do de ellos un fuste de columna reutilizado
mogeneidad de los ajuares que acompaña- para esta función. Entre los dos sillares que
ban a los sepulcros de la Puerta Norte, la hacían de dintel en la puerta de acceso al in-
aparición casi constante de algunos objetos terior se realizó un agujero rectangular, pro-
con determinada función ritual, en compa- bablemente con el fin de realizar libaciones
a través de él. Esta superficie estuvo cubier-
ta con una pequeña bóveda de hormigón,
material de protección, G: tipología dudosa, H: inhu- que debió derrumbarse ya en época antigua.
maciones (J. Mª Blázquez, 1975: 240).
15
| Es sin duda interesante que las tumbas de la
(A. Mª Canto, J. J. Urruela, 1979: 321). En
Puerta Norte presenten un modelo ritual similar al ya el ángulo noroeste de esta cámara, “entre la
documentado en Bolonia o algunos sepulcros de Carmo- escalera y el sillar largo” se encontró una
na, en el que se incluye la urna cineraria, una vasija de máscara de terracota de carácter funerario
ofrenda de una tipología muy específica (aunque caracte- de corte helenístico (un Apolo o Dionisos,
rística de cada yacimiento) que podía contener un vasito
para beber en su interior (A. Jiménez Díez, 2005: 223).
según sus excavadores) que podría fecharse
16
| Dimensiones: 138 mm. de altura, 119 mm. de en el primer tercio del siglo I d. C. o posi-
anchura máxima, 64 mm. de grosor máximo. blemente en momentos algo anteriores16.
FIG. 7: Tumba de cámara de la necrópolis de El Cerrillo de los Gordos de Castulo (Linares, Jaén)
(tomado de A. Canto, J. J. Urruela, 1979, plano 11).
No fue posible recoger ningún otro objeto de ladrillo idéntico a los que cerraban los la-
relacionado con las tumbas o los ajuares que terales de cada uno de los nichos, que pudie-
debieron estar depositados en su día en la ron albergar dos inhumaciones. A. Canto y J.
cámara funeraria (A. Mª Canto, J. J. Urruela, J. Urruela no mencionan el hallazgo de restos
1979: 322). humanos, pero sí señalan de manera explíci-
De acuerdo con la memoria de excava- ta la ausencia de ajuar y que la fosa apareció
ción, compartiendo en parte la bóveda de la sellada por tres estelas (dos de ellas con ins-
cámara subterránea –lo que implicaría que cripción y remate semicircular, mientras que
ambas construcciones fueron coetáneas– se la tercera era rectangular) colocadas horizon-
encontró otro enterramiento denominado talmente y boca abajo. En la zona de unión
Tumba I. Se trata en este caso de dos fosas entre las dos estelas inscritas que servían de
separadas longitudinalmente por un tabique losa de cubierta a la fosa, se había abierto
un orificio cuadrado, con gran probabilidad troncocónico y acompañada por uno o dos
destinado a la profusio. Las lápidas contenían vasitos. Sólo de manera más excepcional se
los siguientes textos: “L(ucii) ANNI / CAPE- añade un ungüentario de vidrio (T. IV). J. J.
LLAE / SEGOBRIGENS(is)”, “IN F(ronte) Urruela y A. Mª Canto fechan esta necrópo-
P(edes) XXXV / IN A(gro) P(edes) XXXV” e lis en el siglo I d. C., aunque no descartan
“IN FRONTE / L(ocus) PEDES XX IN A/GRO la posibilidad de que estuviese ya en uso en
P(edes) XXVIII” (CILA 6, nº 110, 170 y 171; momentos algo anteriores17.
R. Contreras, A. D’Ors, 1977: 16 y láms. 4-
6; A. Mª Canto, J. J. Urruela, 1979: 324). C.
González y J. Mangas (1991: 164, 212 - 213)
han propuesto fechar la primera inscripción ANÁLISIS DE LOS AJUARES
en época julio-claudia, mientras que las dos
Distintos elementos de las necrópolis al-
segundas deberían situarse en la segunda mi-
toimperiales de Castulo revelan un patrón
tad del s. I d. C.
de ruptura y continuidad. Los enterramien-
El resto de las sepulturas de la necrópo- tos se inscriben ya en un espacio funerario
lis (tumbas II a VII) siguen el rito de incine- estructurado según una lógica romana: en
ración. Algunas de estas tumbas (T. II, T. III, necrópolis situadas junto a las vías, en la
T. VI) ofrecieron un ajuar de similar compo- zona más próxima a las murallas de la ciudad,
sición a otros encontrados en la necrópolis donde parte del terreno había sido parcelado
de la Puerta Norte, integrados por una urna en recintos funerarios. Los tipos de tumbas
de tradición ibérica tapada con un cuenco presentes en estos yacimientos muestran, sin
embargo, muchas similitudes con los que se
17
pueden hallar en períodos anteriores. En el
| Las inscripciones reutilizadas en la cubierta
de la cámara funeraria de la necrópolis plantean sin
caso de las fosas simples únicamente se han
embargo un problema cronológico, puesto que dos de sustituido los círculos de piedra menuda que
ellas han sido fechadas en la segunda mitad del s. I d. C. tradicionalmente protegían las urnas cinera-
por C. González Román y J. Mangas (1991: 212 - 213). rias por cuerpos de ánfora o tegulae, mientras
Por lo tanto, o bien debemos desestimar la apreciación que la tumba de cámara de El Cerrillo de los
de que tanto la tumba hipogéica como el sepulcro con
espacio para realizar dos inhumaciones (T.I) se encon-
Gordos se asemeja a determinadas construc-
traban cubiertas por la misma “bovedilla” (A. Canto, J. ciones de las necrópolis de Villaricos, Puente
J. Urruela, 1979: 322) y que por ello podrían ser consi- de Noy o Carmona.
deradas contemporáneas a grandes rasgos, o bien debe-
mos situar la cámara funeraria en la segunda mitad del Respecto al ajuar, las urnas cinerarias de
s. I d. C. atendiendo a la fecha post quem aportada por tradición ibérica (tanto por la forma como
las lápidas funerarias. Lo mas lógico parece situar las por la decoración) son uno de los nexos de
dos inhumaciones en momentos posteriores a la cons-
unión más claros entre las necrópolis de
trucción de la tumba de cámara, teniendo en cuenta el
empleo de materiales reutilizados como ladrillos o las época romana y prerromana de la ciudad, si
lápidas inscritas en la construcción de la doble fosa (M. bien, evidentemente, hay que hablar de una
Bendala, 1991a: 85; M. Bendala, 1995: 285). El expolio evolución de las tipologías cerámicas desde
al que había sido sometido el monumento funerario no los prototipos del s. IV a. C. hasta sus deriva-
facilita, evidentemente, la búsqueda de una respuesta,
ya que el único material que apareció directamente
dos en el s. I d. C. Aunque es difícil aventurar
asociado a la cámara durante la excavación es la másca- hipótesis en este sentido, se podría pensar
ra de terracota descrita unas líneas más arriba. que nos encontramos ante cerámicas que
Cerrillo de los Gordos recipientes de cerámi- personales’ con los que posiblemente se in-
ca importada: ni campanienses, ni sigillatas, cineraba el cadáver, como anillos, hebillas
sustituyeron a las cerámicas griegas, ni fue- de cinturón, posibles amuletos (campani-
ron consideradas apropiadas para acompañar llas) y fíbulas. Tampoco se recogieron restos
al difunto a pesar de que estas cerámicas sí se de armas en las necrópolis de El Cerrillo de
conocían y se utilizaban en el asentamiento, los Gordos y La Puerta Norte, destacando su
como demuestran los hallazgos de la Villa del presencia sobre todo en Casablanca y El Es-
Olivar (J. M. Blázquez, J. Molina, 1979). tacar de Robarinas.
En necrópolis prerromanas de Castulo En general, puede decirse que tras la de-
como Los Patos o Baños de la Muela se reco- nominada “fase de transición” entre el mun-
gieron también fragmentos de ánforas que do prerromano y romano cambian los objetos
aparecieron mezclados con otros objetos del que se seleccionan de la pira y se modifica el
ajuar, como posibles tejuelos, fabricados a grupo de materiales que se amortizan junto
veces con un simple trozo de cerámica recor- a la tumba, independientemente de su paso
tado en forma circular, así como tapaderas o no por el fuego. Otro elemento interesan-
de forma cónica para estos recipientes. En te, que merecería la pena investigar con más
estos casos las ánforas parecen haber sido detalle, es la constatación de que en la ma-
incluidas en las tumbas como parte de la va- yoría de los sepulcros de época prerromana
jilla empleada en los rituales del banquete de Castulo las cerámicas del ajuar aparecie-
fúnebre, lo que permite establecer una di- ron mucho más fragmentadas que en el caso
ferencia con los recipientes hallados en las de los enterramientos fechados en torno al
necrópolis romanas de Castulo empleadas cambio de era, donde se recogieron vasos
de manera muy distinta: no como parte del prácticamente intactos que respondían a
ajuar, sino como un elemento más de la es- un esquema ritual bastante repetitivo. Se
tructura de la tumba. Las ánforas protegen debería intentar aclarar si en época impe-
la urna o bien fragmentadas o bien –una vez rial existe alguna relación entre la aparente
eliminada la boca y la base– sustituyendo a fragmentación del ajuar de algunas tumbas
los círculos de piedra que a veces rodean a y enterramientos tipo bustum que suelen
los contenedores cinerarios. incluir objetos arrojados a la pira. Si esto
fuera así, quizá se podría argumentar que,
Los ungüentarios de vidrio, uno de los
por alguna razón, en una época más antigua
objetos más característicos de los ajuares de
se amortizan intencionadamente en la tum-
época altoimperial, están prácticamente au-
ba los vasos fragmentados que habían sido
sentes en las necrópolis romanas de Castu-
empleados durante los rituales funerarios,
lo, como también lo están en las necrópolis
mientras que en época romana, el ajuar ce-
precedentes, donde sólo puede señalarse el
rámico se deposita intacto junto a la urna
hallazgo de algunos aryballoi de pasta vítrea
funeraria en el momento del sepelio. Como
en Los Baños de la Muela, Los Patos o El
hemos visto, E. Cuadrado realizó una obser-
Estacar de Robarinas (M. P. García Gelabert,
vación similar al estudiar la necrópolis ibéri-
J. M. Blázquez, 1988: 233).
ca del Cigarralejo, constatando la existencia
En las necrópolis romanas de Castulo de un ritual que él denominó “destructivo”
diminuye también la presencia de ‘objetos hasta principios del s. III a. C., momento en
el que se generaliza un rito “conservador”, nada vajilla importada (sigillata) como parte
que consistía en colocar alrededor de la urna del ajuar de la tumba21. La sigillata estuvo
cineraria vajilla no fracturada incluyendo ce- presente en el asentamiento y las estelas
rámica campaniense, ungüentarios fusifor- con epígrafe ‘eran conocidas’ en el momen-
mes, cerámica de paredes finas o común de to de la construcción de la tumba de cámara
cocina (E. Cuadrado, 1987: 28-29). del Cerrillo de los Gordos, como demuestra
la reutilización de tres de ellas como meros
sillares para cubrir una inhumación doble
asociada al conjunto, así que, en este caso,
3. CONCLUSIÓN es difícil emplear un argumento ex silentio
para justificar la escasez de unas y otros en
En Castulo encontramos un magnífico ejem- el registro de las necrópolis altoimperiales
plo del carácter polisémico del concepto de excavadas en Castulo.
‘romanización’. Las necrópolis de época al-
toimperial del asentamiento pueden consi- La contraposición de distintas maneras
de conmemorar a los ancestros en el sepul-
derarse, en cierta manera, una prolongación
cro es una manifestación de la existencia de
en el hilo temporal de los cementerios de
una serie de grupos que comparten ‘la mis-
época prerromana, como demuestra la con-
ma memoria’ dentro de cada ciudad, de dis-
tinuidad en los ritos de enterramiento, en la
tintas narraciones sobre el pasado, que pa-
tipología de las tumbas y en algunas caracte-
rece ser menos lineal, estar menos ordenado
rísticas de los ajuares. A pesar de ello, estos
y de forma menos clara de lo que habíamos
elementos han sido reelaborados siguiendo
supuesto. Los restos arqueológicos de actos
un patrón presente en los cementerios de
rituales como la conmemoración de los di-
otros asentamientos del s. I d. C., lo que
funtos a través del monumentum que es la
confiere cierta unidad al conjunto de ne-
tumba, son fragmentos de memoria, retazos
crópolis de esta época, dentro de su falta de de cultura material dotada de significado en
‘ortodoxia’ respecto a lo que podríamos es- el pasado. Todo ello está muy relacionado
perar encontrar en una necrópolis ‘romana’, con la forma en la que se produce el recuer-
supuestamente sembrada de monumentos y do en las sociedades, un proceso en el que
donde no se escatimaría en el uso, durante lo que se ‘rescata’ para el presente a través
los banquetes funerarios y como ofrenda en de la memoria es tan importante como lo
el ajuar, de determinadas cerámicas de im- que se mantiene en el olvido, especialmente
portación. Sin embargo, aunque no se halló
ningún tipo de señalador funerario externo20
20
en las necrópolis del Cerrillo de los Gordos | En el caso del Cerrillo de los Gordos, las lápi-
das funerarias reutilizadas en el monumento funerario
o la Puerta Norte, sabemos, gracias a las
no conservaban su función original. Desconocemos, sin
piedras talladas reutilizadas en La Puente embargo, si existió algún tipo de elemento constructi-
Quebrada del Guadalimar, que éstos debie- vo superpuesto a la cámara funeraria hallada en dicha
ron existir en otros lugares de enterramien- necrópolis, aunque no se ha encontrado ningún indicio
to asociados a la ciudad. En mi opinión, se que permita fundamentar ninguna sospecha en este
sentido.
puede interpretar la decisión consciente de 21
| No hay que olvidar que la escasez de cerámica
no utilizar ciertas clases de semata de una importada depositada en los ajuares es un fenómeno
manera similar a la no inclusión de determi- que se inicia ya en época ibérica tardía.
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I -15
100.32
100.35
I -5
100.60
45
I -14
99.53
100.40
I -2
100.50 100.12 40 99.61
I -16 133
100.41
54 101.03
100.16 I -4
57
I -3
101.05 100.57 88
I -6
I -13
I -1 320 276
100.46
I -28
317 I -27
319
100.64 318 316
100.75 62
100.55
135 89 100.68
I -19 315
34 100.85 100.74
100.71
101.05
34 I -8
100.74 101.07
36 61
100.73
I -7 100.68
100.67 34 64
34
33
34
100.81 100.38 193
I -22
100.29
134
76
34
I -9
100.45
34 100.47 99.65 100.58
100.53
100.42
100.33 I -11
209
209 99.52
99.52 I -17
100.35 I -12
79 83
99.77
99.78
80
100.82
I -23
99.76
99.78 192
I -18
99.49 I -21
99.56
99.84 100.11
99.60
I -10
segunda mitad del año 2004 y el siguiente rizada por el rito de cremación. Prueba de
Control Arqueológico del vaciado del solar ello son las dos urnas cinerarias de piedra
en el año 2006. halladas en el interior del recinto funerario
MF 4.
Los trabajos desarrollados en 2004 han
deparado la localización de veintiocho ente- De finales del siglo I d.C. son dos inhu-
rramientos realizados siguiendo el rito de maciones de tradición ibérica, la inhumación
inhumación aunque presentando cierta di- 27 y la inhumación 28 Se trata de dos indi-
versidad en el tratamiento de su deposición viduos infantiles (de menos de 1 año) ente-
(Lámina 1). rrados dentro de sendas vasijas de tradición
ibérica con ónfalo en la base, sin decoración
a bandas y con tapadera. La inhumación I-28
FASE CEMENTERIAL estaba situada invertida presentando rotura
en la base. También podrían ser adscritas a
Los restos humanos más antiguos que apa- este momento las dos urnas cerámicas apa-
recen en esta zona de necrópolis correspon- recidas sobre el escalón exterior del citado
den a una cremación en bustum (UU.EE. recinto MF 4. Las características de esta
guer (1997) y M.D. Baena Alcántara (1989). I-26) siendo la inhumación I-18 la que ma-
Somos conscientes de la imposibilidad de yor complejidad presenta al constar de una
concretar las dataciones por medio de estos losa de calcarenita bien escuadrada en la
criterios y por tanto de la necesidad de fijar cabecera y estar cerrada a los pies por una
marcos cronológicos amplios. serie de mampuestos del mismo material.
Dentro de los enterramientos con cubierta
Al siglo II o primera mitad del III d.C per-
hemos de señalar el caso de la inhumación
tenecen las inhumaciones 5, 13, 23 y 25. El
infantil I-16 que presentaba como ajuar una
criterio utilizado para la adscripción cronoló-
pequeña olla con señales evidentes de haber
gica ha sido el predominio de la orientación
estado expuesta al fuego (cúpulas térmicas)
Norte-Sur en época Altoimperial. No obstan-
y un amuleto (bullae) entre los pies. Más
te, la inhumación I-25 mantiene una orienta-
dificultad encontramos a la hora de asignar
ción diferente al resto (Este-Oeste) pero ha
cronológicamente las fosas simples sin cu-
podido ser datada con cierta exactitud gra-
bierta atendiendo sólo a su orientación y el
cias a la presencia en su ajuar funerario de
hecho de seguir el rito de inhumación. Es-
una lucerna tipo Dressel-28 (Lámina: 3), esto
tas dificultades se acrecientan en el caso de
unido a su diferencial orientación nos hace
la inhumación I-24 ya que está cortada por
encuadrarla al final del período descrito.
una cimentación del edificio demolido y por
A finales del siglo III o al siglo IV d.C. la fosa de la inhuamción I-20. Similar caso
pertenecen dieciocho inhumaciones (1, 2, 3, presenta la inhumación I-21 que está corta-
4, 7, 8, 9, 10, 12, 14, 15, 16, 17, 18, 21, 22, da también por la misma cimentación. En
24 y 26). Si bien hemos atendido para esta esta última apareció como único elemento
clasificación al tipo de enterramiento en fosa de ajuar un punzón cuyo enmangue estaba
simple, con o sin cubierta, con orientaciones realizado con asta de ciervo.
Este–Oeste, dentro de este nutrido grupo hay
Adscritos al siglo IV o V d.C. encontra-
que hacer alguna diferenciación atendiendo
mos los enterramientos más tardíos aten-
a las tipologías particulares de cada inhuma-
diendo a la complejidad de sus sepulturas.
ción. La inhumación I-12 deparó el hallazgo
La inhumación I- 6 presenta la fosa revestida
de seis clavos (cuatro a su alrededor y dos in-
con mampuestos utilizando como cubierta
crustados en su pecho) lo que es indicio de
dos lajas de piedra sin tallar. En esta sepul-
que el cadáver fue inhumado dentro de una
tura se apoya una riostra de la fábrica de hie-
sandapila o alguno tipo de estructura lígnea
lo que fue construida posteriormente en el
que por su propia naturaleza no se ha conser-
solar, por lo que posiblemente la tumba fue
vado. Este tipo de enterramientos es señala-
descubierta y saqueada durante los trabajos
do por Isabel Sánchez como “más temprano”
dedicados a la zanja de cimentación de este
(SÁNCHEZ, 2001,103) por lo que dentro del
edificio. La inhumación I-11 presenta una
margen temporal adoptado deberíamos de
cubierta compuesta por tres tégulas dispues-
asignarle una cronología del siglo III d.C.
tas longitudinalmente sobre las que se apoya
Los enterramientos en fosa simple con directamente el ajuar, una jarra y un vaso de
cubierta de tégulas pueden encuadrarse cerámica de tipología muy tardía. Además,
hacia el siglo IV d.C. atendiendo a la ma- se halló junto al cadáver una moneda que
yor complejidad de sus estructuras (I-18 e debido a su mal estado de conservación es
completamente ilegible. La inhumación I-19 veres que había imperado durante los siglos
tiene como característica definitoria para anteriores.
su adscripción cronológica la fosa del tipo
Así, la zona a finales del siglo I d.C e ini-
antropomorfa, lo que la coloca en el marco
cios del II d.C. vuelve a recuperar su carácter
cronológico del siglo V d.C. Esto está corro-
funerario para afianzarse como necrópolis en
borado por haber sido excavada directamen-
la fase final del Altoimperio y durante todo
te sobre la vía de la necrópolis, para ello des- el Tardoimperio, tal y como se ha constata-
pejaron la zona aledaña de los sedimentos do en otros solares de la zona. Los distintos
que se habían acumulado tras el abandono enterramientos documentados en la presente
por desuso de dicha vía (UE- 134) que que- intervención son fiel reflejo de los cambios en
daron relegados a la parte sur. Para terminar las mentalidades producidos en la sociedad
contamos con el caso de la inhumación I- 20 de estas fases. El antiguo rito de cremación
la cual sólo tiene como criterio para su ads- se sustituye por el de inhumación con sus
cripción cronológica en este período el sola- diversas tipologías. A juzgar por estas, pode-
parse, cortando a la inhumación I-24. mos considerar este sector funerario como
Contamos, además, con dos conjuntos dedicado a las clases menos pudientes de la
de ajuares aunque no están relacionados con sociedad autóctona. Esto quedaría refrenda-
ninguna de las inhumaciones documenta- do por la escasez de ajuares y por la calidad y
das. En cuanto al ajuar UE- 64 hemos de de- complejidad de estos y de las estructuras que
cir que está compuesto por un cuenco y un acompañan a las inhumaciones.
plato de imitación a terra sigillata africana
C, concretamente a la forma Lamboglia 40
/ Hayes 50 datado en un momento avanzado
del siglo III d.C. Con respecto al conjunto
de la UE- 80 hay que señalar que repite el
esquema de la inhumación 11, una jarra y,
en este caso, dos vasos. Este tipo de ajuar lo
encontramos en la necrópolis del Castillón
de Antequera (Málaga) encuadrado en mo-
mentos avanzados del siglo IV d.C. y relacio- LÁMINA 4: Gráfica de distribución por edades en
nado con los ritos funerarios de los primeros la necrópolis.
momentos del cristianismo.
Tras una primera ocupación del solar
como zona de necrópolis de carácter mo-
numental en época tardorepublicana, vin-
culada sin duda a la existencia de una vía
del tipo glarea strata de la clasificación de
Ulpiano e identificada como la Vía Augusta
Vetus (GODOY, 1991), se detecta una nueva
fase de necrópolis caracterizada por el uso
del rito de inhumación, desapareciendo por LÁMINA 5: Gráfica porcentual de los tipos de
completo la costumbre de cremar los cadá- tumbas presentes en la necrópolis.
A través del análisis de las diferentes in- sobreestructura que señale el enterramien-
humaciones podemos esbozar el mapa cro- to, seguidas de lejos por las que cuentan con
nológico de funcionamiento de este sector cubierta de tegulae. Punto aparte merecen
de la necrópolis. Vemos así como es en el las que cuentan con cubiertas cerámicas,
tránsito del siglo tercero al cuarto cuando reaprovechadas o no, que sirven con exclusi-
parece haberse extendido su utilización para vidad a los enterramientos infantiles. Todos
mantenerse en un índice menor hasta su estos datos parecen estar hablándonos de la
desaparición a lo largo del siglo V d.C. escasez de medios de los individuos enterra-
dos durante esta fase.
Por edades, es de señalar el alto por-
centaje de adultos, casi el 80 %, frente a la Tras este momento, y con el repliegue
relativa escasez de inhumaciones infantiles poblacional que se produce durante los si-
(Lámina 4). En cuanto a la complejidad del glos V, VI y VII d.C., parece que la zona deja
conjunto de sepulturas documentadas, (Lá- de utilizarse como necrópolis y no volverá
mina 5) hemos de decir que abundan las de- a ocuparse prácticamente hasta época mo-
posiciones en fosa simple, sin ningún tipo de derna.
TUMBA 27
A TUMBA 28 B
C D
INHUMACIONES INFANTILES
EN URNAS DE TRADICIÓN
INDÍGENA
bien, del otro, como simples inhumaciones No obstante, en época romana, son es-
infantiles. En estos casos los enterramientos casas las referencias sobre enterramientos
se localizaron en hoyos13 o bien en el interior infantiles en el interior de espacios domésti-
de habitaciones domésticas situados bajo las cos, Beltrán señala unos enterramientos en
cimentaciones de los muros o en rincones Segóbriga (BELTRÁN; 1976-78, 315) data-
de las estancias14, y corresponden con indi- dos en época augustea como el umbral más
viduos de muy corta edad, recién nacidos o temprano para estas prácticas, aunque al-
fetos a término. Este último caso de tumbas gunos autores relacionan estos rituales con
realizadas bajo el suelo de las viviendas, se ceremonias fundacionales en época romana
considera el precedente más antiguo en la de lugares de carácter militar o espacios
Península Ibérica (BELTRÁN, 1976-78, 310) domésticos sagrados. En este sentido, en
con un arco cronológico que abarca desde el el yacimiento romano de Dianium (Denia,
Alicante) se localizan ocho sepulturas en el
s. VII hasta el siglo I a. C15.
En el ritual de la inhumación aplicado
con exclusividad sobre individuos infantiles en Archena, en el Acebuchal y bajo las habitaciones de
se documenta, sólo en contadas ocasiones viviendas en Alcudia, Elche.
13
| Necrópolis del Tolmo de Minateda (Hellín, Al-
la presencia de ajuares, y siempre reducidos bacete), Libia de los Berones (Rioja), La Romana (Pue-
como pulseras, pequeños adornos, cuenqui- bla de Híjar), Coimbra de Barranco Ancho, Jumilla, La
tos cerámicos, cereales y ovicápridos o paja- Serreta de Alcoy y Puig de la Nau de Benicarló (Caste-
rillos16. Al mismo tiempo, se observa que no llón).
14
| Asociados a viviendas se localizan en el yaci-
es sistemática ni la orientación ni la posi- miento de La Romana, Cortes de Navarra, La Hoya, en
ción de los cuerpos. el valle del ebro en Turó de Can Olivé, y Penya del Moro
en el área Catalana, en Valecina La Escudilla, Cabañi-
Por otro lado, los romanos, clasificaban les, Zucina en Castellón, así como diversas sepulturas
la muerte infantil según las ideologías de en Camp del Turia, Castellet de Bernabé (Liria, Valen-
los antiguos griegos17 y romanos non nutri- cia), La Seña y Puntal de Llops.
15
ti (menos de un día). Según una tradición | Cortes de Navarra y La Hoya (BARRIAL,
1989,10) y Turó de Can Olivé respectivamente (BEL-
atestiguada por Plinio el Viejo, (Historia Na- TRÁN, 1976-1978, 312).
tural, VII, cap. 15), estos presentaban un ce- 16
| En Cabañiles se han localizado restos de ce-
remonial funerario determinado, ya que se reales, huesos de cerdo, ovejas, cabra y alguna cuen-
creía que su alma, al no haber disfrutado de ta vítrea y restos de bronce. En el poblado ibérico de
Penya del Moro de Sant Yust Desvern (Barcelona) Se
la felicidad de la vida terrena se volvía malig- han localizado cuatro enterramientos de inhumaciones
na. Así Plinio al hablar de los enterramien- infantiles bajo el suelo de viviendas junto con ofrendas
tos infantiles proporciona un importante de ovicápridos (BARBERÁ, et alii, 1989,163). En la es-
dato como es la edad, “la costumbre requie- cudilla, La Romana y Castellet de Bernebé se documen-
tan junto al cadáver restos de cereal.
re que no se incinere a un ser humano que 17
| En la sociedad griega no se reconoce al hijo
ha fallecido antes de haber tenido dientes” hasta los diez días de nacimiento. Hasta ese momento el
hecho que suele ocurrir hacia los seis meses recién nacido carecía de nombre, el cual ratifica su iden-
(Historia Natural, VII, cap. 16). Así mismo, tidad y admisión dentro del núcleo familiar. Sin embargo
podía ser rechazado por voluntad paterna. Esta falta de
Juvenal nos dice: “...al ver la tierra cubrir a identidad se manifiesta en tumbas italianas desde época
un niño demasiado joven para la pira.” (Ju- orientalizante hasta época clásica por la escasez o ausen-
venal, Sátiras, XV, 139-140). cia de ajuar (GUERÍN, MARTÍNEZ, 1987, 248).
interior del denominado “Edificio Horreum” motivaciones diferentes del rito. La tumba
siendo siete infantiles junto a deposiciones B se dispuso en el interior de la fosa en po-
de restos de animales, que se pone en re- sición invertida (Lámina 10). Esta práctica
lación con una serie de ritos de carácter se constata en el enterramiento de la Avda.
fundacional (GISBERT, SENTI, 1989, 96). de las Ollerías (PENCO, et alii, 1993, 47) y
La mayor parte de ellas se localizan en fosa en una de las inhumaciones de la necrópo-
simple y otras tres en ánforas para los in- lis del Avellano (PENCO, 1998, 66) siendo
maduros o neonatos realizados en el mismo igualmente esta ultima, una inhumación
momento de la construcción de los muros infantil en urna de tradición indígena sin
del edificio Horreum, por lo que se inter- decoración. Esta particularidad puede res-
preta como enterramientos fundacionales, ponder a una simbología del ritual que por
es decir, inhumaciones de carácter ritual el momento nos es imposible esclarecer.
(GUISBERT, SENTI, 1989,120). También la tumba nº 67, de la necrópolis
Un ritual distinto presentan las inhuma- romana de la Avda. Corregidor, pertenece a
ciones infantiles documentadas en necrópo- la inhumación de un niño en urna globular
lis romanas como Baelo Claudia (PARIS, et de tradición indígena decorada con líneas
alii, 1926, 87 ss) o Carmo donde se docu- de color rojo vinoso (GUTIERREZ, VARGAS,
mentan algunas inhumaciones de niños lle- 2004, 190).
vadas a cabo en grandes recipientes cerámi- Por otro lado, los elementos de ajuar de
cos en forma de lebrillo o en pequeñas fosas este tipo de sepultura documentados en Cór-
(BENDALA, 1991, 82).
doba son escasos18. Así la tumba D solo iría
En las necrópolis cordobesas hallamos acompañada por una lucerna19, elemento
los ejemplares mas cercanos a los casos imprescindible en los ajuares romanos, pues
analizados. Contamos con inhumaciones en un primer momento los sepelios se reali-
infantiles en urnas de tradición indígena en zaban durante la noche (VIRGILIO, Aen. VI,
la necrópolis septentrional del Avellano 12 224) además simbolizan la luz y son signos
(GARCIA, 2002, 285), donde se localizaron de supervivencia. La presencia de elemen-
tres enterramientos de inhumación infan- tos de ajuar nos puede aportar información
til en urnas de tradición indígena que pre- sobre la categoría social del difunto y nos
sentan similitudes tanto en el contenedor permite componer los rituales empleados
cerámico sin decoración, como en el ritual en el enterramiento. Por tanto, esta carestía
empleado; además uno de estos enterra- podría indicarnos que el individuo, al morir
mientos presenta la particularidad de estar prematuramente, no era considerado miem-
la urna boca abajo, lo que puede indicar bro de la sociedad de pleno derecho con lo
cual no podría recibir un ceremonia similar
18
| No así en las sepulturas de tradición ibérica al resto la sociedad, al mismo tiempo que
donde se ha practicado el ritual de la cremación, las podría mostrar la baja condición social del
cuales se caracterizan por ir acompañadas de materia- allí enterrado. Sin embargo, la lucerna do-
les romanos tales como: tazas de paredes finas, ungüen- cumentada nos informa sobre un cambio en
tarios cerámicos, lucernas, juegos de vajillas de mesa
de imitación tipo peñaflor, fechados en las primeras
las costumbres funerarias y la incorporación
décadas del siglo I d.C. (GARCÍA, 2002-2003, 262,ss.) de un ceremonial adscrito a las ideologías
19
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a miembros de la Casa Imperial (Augusto, se tanto a vivos como a personas fallecidas,
Druso el Joven) y a destacados miembros aunque sólo estudiaremos aquellos que se
del ordo senatorius, generalmente amigos concedieron formando parte de un conjunto
o colaboradores de los emperadores1. Igual- de honras relacionadas con el funus y cuyo
mente, otros honores fúnebres, como los fin era que sirviesen de homenaje post mor-
decretados a Lucio y Cayo Césares en Pisa tem para los honrados.
(Decreta Pisana) o a Germánico en Roma Recordemos que la función principal de
(Tabula Hebana y Tabula Siarensis), fueron todo homenaje estatuario fue inmortalizar
concedidos tras la muerte de los honrados2. al honrado, perpetuando su recuerdo en la
Pese a lo señalado, la epigrafía muestra que, memoria colectiva de la comunidad cívica
en determinadas ocasiones, estos hono- responsable de tomar tal iniciativa (LAHU-
res pudieron darse en vida, como podemos SEN, 1983, 134-135). La escultura y el ti-
apreciar en dos inscripciones de Pompeii y
de Marsi Antinum en las que el ordo con-
cede el locus sepulturae a personas vivas3. 1
| Sobre los funerales públicos concedidos en
Incluso, la indicación en varios epígrafes de Roma, su origen, evolución y organización vid. J. ARCE
que el homenajeado se encontraba muerto (1988a, 17-57); G. WESCH-KLEIN (1993, 6-25); J. EN-
al recibir honras fúnebres (huic defuncto; GELS (1998, 175-187); S. BENOIST (2005, 103-146).
2
| Sobre estos decretos y senado-consultos vid.
huic post mortem4) podría confirmar que
A. R. MAROTTA (1980); F. J. LOMAS (1978, 323-354);
estos honores también pudieron recibirse J. GONZÁLEZ (1984, 55-83).
en vida. No obstante, contamos con muchas 3
| M(arco) Veio Marcello/ vivo locus monumenti/
más inscripciones en las que se indica direc- d(ecreto) d(ecurionum), (G. SPANO, NSc, 1910, 403);
tamente la muerte previa del homenajeado C(aius) Blaesius (mulieris) l(ibertus) Philomu/s[us]
sevir Augustalis/ loc[u]s ex d(ecreto) d(ecurionum)
(inmatura et acerba morte interceptae, CIL honoris/ causa [p]ublice datus/ v(ivus) s(ibi) f(ecit),
X, 1784 de Puteoli; quod verba facta sunt (CIL IX, 3835). M. ANTICO GALLINA (1997, 206) se-
de honoranda morte, CIL IX, 47 y AE, 1910, ñala que son muy escasos los testimonios conocidos de
203 de Brundisium), o de forma indirecta, concesión del locus sepulturae a personas vivas.
4
| CIL II2/7, 185 de Calpurniana?; CIL II2/14,
al ser algún familiar el que acepta los ho-
24, 26 y 27 de Valentia; InscrIt 10, 1, 676 de Nesactium;
nores y remite su coste al tesoro público de CIL III, 1711 de Acruvium y 13820 de Doclea.
la ciudad5, confirmándonos que los honores 5
| Los epígrafes de este tipo son muy numerosos
fúnebres acostumbraron a darse tras el falle- en Occidente. Sólo para la Bética podemos citar: CIL
II2/7, 185, 290, 799 y 800; CIL II2/5, 656; CIL II, 1065,
cimiento de los honrados.
1130, 1184, 1186, 1263, 1286, 1342 y 5409; CILA II,
Bajo el concepto general de honores 239, 967, 1079 y 1220.
6
| Numerosas estatuas fueron decretadas tras
fúnebres se engloban diversas concesiones
la muerte de los honrados (FEJFER, 2002, 248-249),
honoríficas decretadas por los ordines decu- aunque si no fueron acompañadas de algún otro honor
rionum y relacionadas, en su mayoría, con el relacionado con el sepelio (gastos del funeral, laudatio,
funus; es decir, con el conjunto de ritos fu- lugar de sepultura, libras de incienso o exsequiae) no
nerarios que culminaban con el sepelio por han sido incluidas en este trabajo, pues deben ser inter-
pretadas no como honores fúnebres, sino como home-
cremación o inhumación de los restos del najes póstumos. Como ejemplos de la Bética podemos
difunto. Algunos de estos honores, como la señalar: CIL II, 1350, 1359, 1936; CIL II2/5, 60, 784,
erección de estatuas6, la concesión del locus 797, 800, 847, 848; CIL II2/7, 271; CILA II, 1055, etc.
ción de Puteoli y otra de Pompeii se indica sunt”. La frase muestra que dichos honores
claramente que los duunviros se encargaron fueron otorgados gracias al populus y los in-
de asignar el espacio público necesario para colae, quienes probablemente debieron so-
la erección de sendas estatuas, cumpliendo licitar al senado de Salpensa su concesión.
de esta forma las disposiciones aprobadas Una situación similar debió darse en Ilipa
por sus respectivos ordines decurionum, que y el municipium Lunense (Alcalá la Real?),
eran los únicos con capacidad para otorgar donde los munícipes promovieron la conce-
la concesión de suelo perteneciente a una sión de honores a dos destacados conciuda-
res publica (TANFANI, 19702, 60 y 101-102; danos, pero en los epígrafes se indica clara-
CAMODECA, 2003, 177-178): ... placere mente que éstos fueron otorgados mediante
huic ordini auctorit(atem) in eam rem ante decreto decurional: ... populus laudationem
hanc diem factam confirmari permittiq(ue) publicam impensa funeris locum sepulturae
Annio Adiecto lib(erto) eius statuam pone- d(ecreto) d(ecurionum), (CIL II, 1089 de
re Annio Modesto loco adsignato a IIviris Ilipa); ... lunenses ex decreto de/curio ob
nostris..., (CIL X, 1782); ... Clodius Flaccus merita P(ublio) Iunio..., (CIL II2/5, 21812).
IIvir I(ure) D(icundo) bis Quinq(uennalis) Frente a los casos comentados, contamos
honoris Kaus(a) dedit locum ex dec(reto) con otro testimonio donde el populus no
dec(urionum), (CIL X, 960). aparece pidiendo al ordo la concesión de
Pese a lo comentado hasta el momento, honores para determinados conciudadanos,
la redacción de varias inscripciones parece sino otorgándolos: ... huic Mellarienses lo-
indicar que en ocasiones la iniciativa de cum sepulturae funeris impensam statuam
conceder honores fúnebres no partió del laudationem decrevere..., (CIL II2/7, 800
consejo decurional, sino del populus, aun- de Mellaria). La inscripción mencionada
que debemos suponer que en tales casos encuentra paralelos en otras procedentes
la propuesta fue rápidamente asumida por de diversas ciudades del Occidente roma-
los decuriones. Así, en una inscripción de no13, que nos muestran al populus como
Salpensa encontramos al senado local con- una institución con cierta autonomía para
cediendo diversos honores fúnebres a un jo- conceder honores, aunque posteriormen-
ven fallecido con dieciocho años (huic ordo te se necesitase de un decreto decurional
municipi Flavi Salpensani... decrevit, CIL que ratificase las decisiones tomadas por la
II, 1286) y a continuación se indica “eidem- asamblea (JACQUES, 1984, 409-421; ZE-
que omnes honores a populo et incolis habiti LAZOWSKI, 1997, 187; MELCHOR, PÉREZ
ZURITA, 2003, 198-202). Ante la presión
popular, los senados debieron mostrarse
12
| En la misma inscripción (CIL II2/5, 218) apa- inclinados a ratificar la mayoría de los ho-
rece otro colectivo ciudadano honrando al mismo ma-
gistrado mediante decreto de los decuriones: ...dumien-
menajes promovidos por el colectivo ciuda-
ses ex decreto decu/rionum P(ublio) Iunio IIvir(o)... dano, o a sumarse a la iniciativa mediante
13
| ...populus ponendam decrevit... (CIL IX, 804 la concesión de nuevos honores; así, en la
de Luceria); ...populo decrevisset... (CIL VIII, 11034 mencionadas inscripciones de Salpensa,
de Gigthis). Otro testimonio similar lo encontramos en Ilipa y del municipium Lunense vemos que
Acinippo, donde la plebs decretó a M. Iunio Terentiano,
magistrado, sacerdote y patrono de la ciudad, una es-
los senados aparecen otorgando decretos
tatua: ...plebs Acinipponens(is) patrono ob merita sta- decurionales y sancionando unos honores
tuam d(e) s(ua) p(ecunia) decre[vit]... (CIL II, 1347). fúnebres que, de alguna forma, debieron
tio y el cortejo fúnebre16 formaron parte de se indica que un pontífice y flamen de la co-
todo funeral público junto con el pago de los lonia aere collato funeratus est (AE, 1955,
gastos del entierro17. 242 = HAEp, 174).
Comencemos estudiando estos tres ti- Las inscripciones de la Bética general-
pos de honores que, como hemos señalado, mente indican la concesión del pago de los
nunca aparecen recogidos en los epígrafes gastos del funeral (impensa funeris), sin es-
junto al funus publicum, pero que sí fueron pecificar cuánto dinero se empleó. Sólo en
frecuentemente otorgados por las ciudades un epígrafe se señala la cantidad de nume-
de la Bética. rario que el municipio aportó para financiar
Pago de los gastos del funeral (impen- el sepelio. Se trata de la inscripción HEp
sa funeris). Fue éste el honor funerario más 4, 1994, 808 (= CIL II, 1189) de Hispalis,
otorgado en la Bética (cuarenta y cuatro ve- donde se señala que la curia entregó mil de-
ces). Su origen se encuentra en los funera ex narios para pagar el funeral y la sepultura
aere conlato pagados por el pueblo de Roma de P. Valerius Gallus18: ... huic publice locum
en honor de destacados personajes de la vida sepulturae funeris impensa nummum m(illia)
pública, como los ya mencionados P. Valerius d(enariorum) d(ona) decreto decurionum.
Publicola (Plut. Publ. 23, 2; Liv. Ab Urbe, II, No se puede aceptar que las expresiones
16, 7) y Agrippa Menenius Lanatus (Liv. Ab impensa funeris y funus publicum tuvieran
Urbe, II, 33, 11), aunque, finalmente, éstos el mismo valor o significado, como defendió
pasaron a ser financiados con dinero proce- A. De Vincenti (19622, 351) para las inscrip-
dente de las arcas públicas del Estado. En ciones hispanas, pues el pago con dinero del
Hispania sólo conocemos un caso en que el erario municipal de los gastos del sepelio
funus fue pagado por suscripción popular. sólo fue una parte de los elementos que ca-
La inscripción procede de Pax Iulia y en ella racterizaron a todo funeral público (vid. in-
fra). A. De Vicenti planteó esta posibilidad al
16
| El cadáver de Sila fue escoltado por sacerdotes constatar que en Hispania no se encontraba
y sacerdotisas, el senado en pleno y los magistrados. ninguna mención expresa a funera publica,
Fue expuesto sobre los rostra donde se pronunció la mientras que eran frecuentes los epígrafes
laudatio. Finalmente, los senadores más robustos lleva- en los que aparecía impensa funeris acom-
ron el féretro al Campo de Marte (App. BC. I, 105-106).
pañada de otras concesiones relacionadas
El lecho fúnebre de César fue llevado al foro por magis-
trados en ejercicio y exmagistrados. Antonio, el cónsul, con el funus (laudatio, locus sepulturae). Tal
dio lectura a un decreto del senado en el que se otor- argumentación parece quedar sin validez al
gaban al difunto todos los honores divinos y humanos, constatar que en Italia y en provincias en-
pronunciando a continuación un breve discurso (Suet. contramos a personas honradas con el funus
DJ. 84).
17
| Los funerales pagados por suscripción popular
publicum junto a otras que recibieron el
fueron el precedente de los funera publica de fines de pago de los gastos del funeral, mostrándo-
la República y del Principado (WESCH-KLEIN, 1993, 7- nos que ambas expresiones debieron impli-
9). car diferentes concesiones honoríficas. Así,
18
| Las sumas entregadas para pagar los funerales en la Regio I tenemos atestiguadas las expre-
públicos en las ciudades de Italia son similares a las de
Hispalis, y oscilan entre los dos mil (CIL X, 1019, 1024
siones funus publicum (CIL X, 1208, 1784,
de Pompei) y los cinco mil sestercios (CIL X, 680, 688 4761, 5586, etc.) y locus sepulturae datus
de Surrentum). Cfr. G. WESCH-KLEIN (1993, 66). et in funere HS (sestertium) (dua milia num-
mum)... (AE, 1913, 70 y 71; CIL X, 1019; mujeres (CIL II2/7, 197 y 800; CIL II, 1089
1024, etc.). y 5409; HEp 4, 1994, 262), entre las que
podemos destacar a las flamínicas Cornelia
Organización de una laudatio funebris.
Lepidina y Procula.
Durante la realización del funeral, cuando
éste pasaba por el foro, un familiar del di- Todos los honrados con la laudatio, jó-
funto o un magistrado subía a la tribuna y venes, mujeres y varones adultos, pertene-
realizaba en presencia del populus, que pre- cieron a importantes gentes decurionales, o
viamente había sido convocado en asamblea incluso de rango superior, siendo honrados
(contio), una laudatio pública, destacando no sólo por sus méritos, sino también por
las virtudes del difunto, sus merita, así como su prestigiosa ascendencia familiar. Recor-
los logros alcanzados por antepasados ilus- demos que una parte del elogio fúnebre es-
tres del homenajeado19. La laudatio consti- taba dedicada a exaltar los logros y éxitos de
tuía el culmen de todo funus publicum, pues los antepasados (Polibio, VI, 53; KIERDORF,
permitía a las principales gentes afirmar su 1980, 64-67); por tanto, difícilmente podía
nobilitas ante el pueblo y en los lugares cen- otorgarse tal honor a personas que no tuvie-
trales de la urbs, donde de ordinario se desa- sen ascendientes ilustres20. Por lo señalado,
rrollaba la vida cívica (FLOWER, 1996, 128; la concesión de la laudatio podría servirnos
BADEL, 2005, 126-127). para identificar a algunas de las familias más
sobresalientes de las ciudades de la Bética,
Entre las personas que recibieron este las que formaban un grupo selecto dentro de
honor en la Bética encontramos un grupo los ordines decurionales y acumulaban car-
mayoritario conformado por ciudadanos gos y honores durante varias generaciones.
que habían logrado desempeñar el cargo de
duunviro (CIL II2/7, 98, 180, 185, 197, 305), Exsequiae publicae. Este término pue-
a los que podríamos sumar el flamen pro- de ser empleado para hacer referencia al
vincial C. Sempronius Speratus (CIL II2/7, conjunto de ceremonias del funus –las com-
799). Es lógico que las curias concediesen prendidas entre la muerte de la persona y
un elogio fúnebre a las personas que habían la deposición de sus restos en la tumba– o,
desarrollado plenamente sus carreras públi- en su sentido estricto, para definir el acto
cas, logrando alcanzar la máxima magistra- de acompañar al cadáver hasta el lugar de
tura ciudadana o el principal sacerdocio de sepultura, formando parte del cortejo fúne-
culto imperial en la provincia. Entre los ho- bre21 (elatio mortui). En caso de que se em-
menajeados podemos destacar a L. Porcius
Stilo que murió a los sesenta y cinco años, 19
| La importancia de la laudatio no radicaba tan-
cuando había logrado ser designado como to en el elogio del difunto, como en el hecho de que era
duunviro, pero antes de tomar posesión del una ocasión especial para enaltecer a toda su familia.
cargo (CIL II2/7, 98). El municipio de Obul- Sobre la laudatio vid. W. KIERDORF (1980); J. F. RO-
co quiso premiar su larga carrera pública DRÍGUEZ NEILA (1987-88, 407-435); J. ARCE (2000).
20
| Como señaló S. DARDAINE (1992, 145-146),
con varios honores entre los que se encon-
difícilmente se podría hacer un elogio fúnebre de una
traba la erección de una estatua ecuestre. persona con ancestros oscuros o poco dignos.
Igualmente, encontramos que este honor 21
| Según el Thesaurus Lingua Latinae, Leipzig,
fue concedido a jóvenes fallecidos prematu- 1900 y ss, p. 1846, y el Lexicon Totius Latinitatis (FOR-
ramente (CIL II, 1186 y 1286) y a algunas CELLINI, 1965, 380), ésta es la acepción más correcta
please el término para describir el conjunto las ciudades de Hispania y Mauritania, con-
de ceremonias que conformaban el funus sistente en otorgar por separado los tres ele-
publicum, no tendría sentido encontrarlo mentos que lo conformaban, es decir, el cor-
junto con la concesión del pago de los gastos tejo fúnebre, la alabanza pública en el foro
del funeral o junto con el discurso fúnebre, y el pago con fondos públicos de los gastos
pues, como hemos comentado, ambas dis- del funeral. Por motivos que desconocemos,
tinciones quedaban incluidas formando par- tanto en Hispania como en Mauritania (ILM
te del todo. No obstante, en varias inscrip- II, 13, 66 y 430) las ciudades adoptaron la
ciones hispanas los decretos decurionales práctica institucional de conceder estas
conceden conjuntamente laudatio, impensa tres distinciones honoríficas de forma in-
funeris y exsequiae públicae (CIL II2/7, 180; dependiente, y muy pocas personas fueron
CIL II2/5, 930; CIL II, 3251 y 3252), confir- las que disfrutaron de todas ellas de forma
mándonos que no podemos identificar este conjunta. Frente al caso hispano-mauritano,
último honor con el funus publicum. en el resto de las provincias e Italia se impu-
Por lo comentado, las exsequiae publicae so el hábito de otorgar el funus publicum,
pudieron consistir en decretar que el populus, termino que, como ya hemos señalado, nun-
los miembros del senado local, los sacerdotes ca aparece en la documentación epigráfica
y magistrados formasen parte del cortejo fú- acompañado de las exsequiae, laudationes y
nebre (pompa funebris), asistiendo a todo el los impensa funeris, pues se entendería que
ceremonial del funus. Serían el equivalente estos tres elementos honoríficos quedaban
a un honor atestiguado en diversos decretos incluidos en toda concesión de un funeral
procedentes del mundo griego, consistente público.
en la participación de todo el cuerpo cívico
Si nuestra hipótesis fuese correcta,
en el cortejo fúnebre. Los habitantes de la
permitiría solucionar otro problema, el de
ciudad, ordenados según su estatus, escolta-
la ausencia de la laudatio funebris de la epi-
ban el cadáver del honrado y se relevaban en
grafía honorífica de casi todas las provincias
la ceremonia de traslado del difunto hasta la
del Imperio. Como señalaron diversos auto-
tumba (BIELMAN, FREI-STOLBA, 1998, 12-
res (BARBIERI, 1942, 472; J. ARCE, 2000,
14; STRUBBE, 1999, 493; CORMACK, 2004,
111). Un honor parecido se recoge en un epí- 112-113), la concesión de la laudatio como
grafe de Perusia, donde se indica que un no- un honor fúnebre sólo aparece recogida en
table fue llevado hasta la pira por miembros inscripciones procedentes de Hispania y de
del ordo equester: ... equites romani eum ad la Mauritania Tingitana, provincia ésta muy
rogum [ut deferrent..., (CIL XI, 1946). vinculada a la Península Ibérica. No tiene
sentido plantear que, mientras en todas las
Retomando el tema de la no aparición provincias se adoptaron las costumbres fu-
en la epigrafía bética e hispana de la con- nerarias romanas, el elogio fúnebre sólo se
cesión del funus públicum, pensamos que difundió por la Península Ibérica y el Norte
pudo deberse a una costumbre, exclusiva de de África. Igualmente, es difícil aceptar que
por azar en el descubrimiento epigráfico la
de exsequiae. No obstante, E. CUQ (1896, 1398 y 1408)
laudatio no haya quedado reflejada en las
y G. WESCH-KLEIN (1993, 184 y 187) identifican ex- inscripciones de alguna otra provincia ro-
sequiae con funus. mana. Para nosotros, la única explicación
posible sería aceptar que en la concesión zado suficiente prestigio e influencia dentro
del funus publicum estuvo incluido el elogio del orden decurional.
fúnebre, pues, como podemos deducir de la
Erección de una o varias estatuas en
práctica honorífica atestiguada en Roma, no
honor del difunto. Como ya hemos señalado,
hubo funeral público sin laudatio funebris,
fue este honor uno de los más ambicionados
sin elogium en los rostra22 (ARCE, 1988b,
por los notables locales, ya que les permitía
47). De esta forma se explicaría fácilmente perpetuar su memoria dentro de la comuni-
su no presencia en las inscripciones hono- dad cívica. Incluso conocemos ejemplos de
ríficas de Italia y del resto de las provincias personas que para obtener una estatua pú-
Occidentales, en las que se empleó prefe- blica establecieron legados testamentarios
rentemente el término funus publicum que, en los que se especificaban determinadas
como hemos señalado, englobaría la conce- donaciones a la comunidad y los honores
sión del elogio fúnebre23. Por el contrario, concretos que esperaban recibir25. De las
en provincias como las hispanas, donde se treinta y cuatro estatuas que pudieron ser
concedieron de forma separada los diversos concedidas como honores fúnebres26, sólo
elementos de los que componían el funeral
público, la laudatio aparece frecuentemente 22
| Como ya indicamos anteriormente, Tác. Ann.
entre las distinciones fúnebres recogidas en III, 5, 2, comenta que en el entierro de Germánico se
los epígrafes24. echó de menos la laudatio, poniendo de manifiesto que
era un elemento característico de todo funeral público.
Junto a los ya analizados, los municipios Un listado de laudationes atestiguadas por las fuentes
y colonias podían conceder otros honores fú- puede consultarse en J. ARCE (2000, 78).
23
nebres: | Según L. TANFANI (1970, 175-176), a fines del
siglo XIX F. VOLLMER (1891) ya planteó que la lau-
Concesión de un espacio público para datio estaría comprendida dentro del funus publicum,
erigir una estatua. Este honor no suele indi- aunque el investigador italiano no comparte tal pro-
carse en las inscripciones, pues siempre que puesta.
24
| Como se puede ver en la tabla final del trabajo,
el ordo decreta la erección de una estatua veinte inscripciones de la Bética mencionan la conce-
la acción lleva implícita la concesión de un sión de este honor a veinticuatro personas.
espacio público para colocarla. No obstante, 25
| Baebia Crinita ofreció en su testamento un
lo encontramos en un epígrafe de Corduba, templo por un valor de doscientos mil sestercios, or-
denó realizar un banquete público y dispuso que se le
donde se otorga al edil Q. Caec[ilius] ...
levantase una estatua (CIL II, 964, de Turobriga). L.
locum statuae, funeris im[pen]sam... (CIL Lucretius Severus ordenó en su testamento que se le
II2/7, 303). Desconocemos los motivos que levantase una estatua y que al dedicarla se diese una
tuvo el ordo para no conceder a este magis- sportula (CIL II, 1055, de Axati). Ambos epígrafes son
trado una estatua costeada con dinero pú- donaciones ex testamento en las que se ofrecen realizar
actos de evergetismo bajo unas condiciones particu-
blico, pues en Colonia Patricia existen otros lares, consistentes en la erección de una estatua a los
homenajeados que no desempeñaron ningún donantes.
cargo público y que recibieron dicho honor, 26
| Vid. tabla final de honores. En los casos de
entre ellos el hijo de un liberto imperial que CIL II2/5, 629, CILA II, 988, CIL II, 1090 y 1263, po-
debió ser honrado por los méritos del pa- demos deducir que se les decretó estatuas a los hon-
rados, pues las inscripciones aparecen parcialmente
dre, un tabularius provinciae Baeticae (CIL mutiladas y están grabadas sobre pedestales. No obs-
II2/7, 290). Puede que Q. Caecilius fuese un tante, debemos tener precaución, pues contamos con
homo novus cuya familia no hubiese alcan- algún epígrafe sin mutilar, como CIL II2/5, 798, per-
cuatro fueron ecuestres (CIL II2/7, 98 y 799 unos de los grupos sociales que recibieron
dos estatuas; CIL II2/5, 1336), lo que nos homenajes estatuarios ecuestres en las ciu-
indica que estas últimas se reservaron para dades de Italia y provincias, junto con los ca-
honrar a personajes muy importantes que balleros, senadores y miembros de la familia
formarían parte de la élite existente dentro imperial (BERGEMANN, 1990, 14).
de los ordines decurionales (BERGEMANN,
Sobre el lugar de colocación de las esta-
1990, 40). Los individuos así honrados ocu-
tuas, debemos suponer que fueron erigidas
paron las más altas magistraturas y sacer-
en espacios públicos de las ciudades, don-
docios, y debieron pertenecer al reducido
de las imágenes de los ilustres ciudadanos
grupo de familias que realmente controlaba
pudieran ser contempladas y recordadas
la vida pública municipal en sus respectivas
por todos. En Italia encontramos algunos
comunidades. Las estatuas ecuestres béticas
epígrafes de concesión de honores fúnebres
fueron dedicadas a un duunviro de Obulco, a
un flamen de la provincia Bética, originario en los que se indica el lugar de emplaza-
de Mellaria, y a un personaje del que no se miento de las estatuas decretadas por los
nos ha conservado dato alguno. Los dos pri- ordines decurionum. Normalmente, se con-
meros también recibieron el honor de una cedieron a los honrados espacios públicos
laudatio, privilegio que confirma su perte- en las áreas forenses, que pueden aparecer
nencia a ilustres gentes decurionales. Ningu- designadas de diferentes formas: foro (CIL
no de ellos alcanzó el equus publicus, pero XIV, 353 de Ostia y 3015 de Praeneste; AE,
este hecho no debe extrañarnos, pues los 1989, 341m de Catina); frequentissimo loco
miembros de las élites municipales fueron publice (AE, 1910, 203 de Brundisium); cele-
berrimo loco (CIL X, 1468 de Herculaneum).
En las inscripciones béticas no encontramos
teneciente a un pedestal, en el que el ordo de Singilia
Barba aparece decretando sólo gastos de funeral y menciones al lugar de emplazamiento de
lugar de sepultura. Por tanto, podemos deducir que la las estatuas, aunque podemos adscribir con
estatua fue erigida por sus padres, pero no concedida claridad a espacios públicos las decretadas
como honor. a Aelia Procula en Munigua (CILA II, 1079,
27
| De igual forma, los textos grabados en las ins-
pedestal; GIMENO, 2003, 184) y a Q. Cor-
cripciones funerarias con forma de placa o lápida, en
los que se mencionan estatuas junto a otros honores nelius en Iliberri (CIL II2/5, 629, placa de
concedidos a personas difuntas (laudatio, gastos del pedestal o biga), pues sus inscripciones se
funeral, etc.), suelen interpretarse como copias de los encontraron en los foros de estas ciudades.
extractos de decretos decurionales que, a la par, fueron Otros dos pedestales aparecieron en zona
reproducidos en pedestales de estatuas honoríficas eri-
gidas en foros o calles de las ciudades (STYLOW, 1988,
de necrópolis (CIL II2/7, 306 de Corduba
137-138, y 148; CHRISTOL, 2002, 130). Estas placas y CIL II, 1130 de Italica) y cuatro en fundi
se han encontrado en necrópolis urbanas y en zonas rurales pertenecientes a los territorios de
rurales en las que estarían enterrados los honrados: Calpurniana (CIL II2/7, 180), Iliberri (CIL
CIL II2/7, 98 (necrópolis de Obulco), CIL II2/7, 197 II2/5, 656), Salpensa (CILA II, 967 + HEp
(fundus en territorio de Onuba), CIL II2/7, 307 (ne-
crópolis de Corduba); CIL II2/7, 730 (fundus en terri-
7, 1997, 904) y Asido (IRPCa, 31a).
torio de Carbula), CIL II2/5, 305 (fundus en territorio Los dos pedestales emplazados en es-
de Cisimbrium), CIL II2/5, 930 (fundus en territorio de
Ventippo), CIL II2/5, 1297 (fundus en territorio de Segi-
pacios funerarios pudieron ser copias o du-
da Augurina), CIL II2/5, 1336 (fundus en territorio de plicados de otros de carácter público27, ya
Oducia). que el honor quedaría muy limitado si se
tumba (...ordo Lacil[bulen(sium) dec]revit... s(itus) e(st) (CIL IX, 40), las referencias a
locum sepulturae monumentum..., CIL II, que podían enterrarse los familiares del hon-
5409 de Lacilbula). Probablemente, otra rado (CIL IX, 1461, 2815) o las medidas del
inscripción de Asido (CIL II, 1313) haga re- locus concedido (CIL X, 997, 1268, 1274,
ferencia a la construcción de la tumba. Se 7377, 7399; CIL IX, 2815), nos permiten
trata de un ara dedicada al duunviro de Ga- constatar que la inscripción debía encon-
des M. Antonius Syriacus por decreto de los trarse en una necrópolis y, por tanto, el ho-
decuriones y aparecida en Asido. El ara pudo nor otorgado por decreto de los decuriones
ser funeraria y encontrarse emplazada en la pudo ser el lugar de sepultura. En la Bética
tumba de Syriacus, indicando de esa forma e Hispania los epígrafes suelen especificar
que el monumento funerario fue financiado la concesión del locus sepulturae, aunque en
por el ordo asidonense o gaditano. determinados casos debemos sobreentender
El locus sepulturae concedido a una tal distinción honoraria. Así, en una placa
persona podía ser utilizado también como aparecida junto a un sepulcro en Alcalá la
lugar de enterramiento por otros familia- Real (municipium Lunense?) se señala que
res del honrado. En la Bética no contamos los lunenses ex decreto decurionum... d(ono)
con testimonios que especifiquen la exten- d(ederunt) indicando, probablemente, que
sión de este derecho a otros miembros de la al honrado se le concedió el lugar de sepul-
misma familia, pero dicho privilegio aparece tura (CIL II2/5, 218).
expresado de forma clara en algunas inscrip- Recientemente, G. Asdrubali (2005,
ciones italianas: ...loc(us) dat(us) d(ecreto) 65 y 74) ha interpretado que tres inscrip-
d(ecurionum) sibi et suis..., (CIL IX, 2815); ciones béticas (CIL II, 1277, 1350 y 5490),
...locus sepulturae ipsi posterisq(ue) eius..., grabadas sobre pedestales y con los nomina
(CIL XI, 5029). de los honrados en dativo, están haciendo
Como muestran diferentes inscripcio- referencia a la concesión de lugares de se-
nes de Italia encontradas en zonas de necró- pultura por parte de los ordines decurionum
polis, la formula l(ocus) d(atus) d(ecreto) de Siarum, Acinipo y Murgi. El epígrafe CIL
d(ecurionum), acompañada o no del térmi- II, 5490, dedicado a Porcia Maura, mater
no publice, puede hacer referencia no sólo piissima, contiene la fórmula q(ui) l(ocum)
a la concesión de un espacio público para a(cceperunt) a r(e) [p(ublica)] y apareció a
erigir una estatua, sino también a la entrega doscientos metros del lugar de enterramien-
de un locus sepulturae (CIL X, 994 y 995 de to de una mujer; la inscripción CIL II, 1350
Pompeii; CIL IX, 3835 de Marsi Antinum), indica que Fabia Maura mando erigir una es-
aunque no se mencione al monumento fune- tatua ex testamento, que el ordo decretó un
rario en el titulus (ANTICO GALLINA, 1997, locus y que el heredero se encargó de hacer
205-209). Cuando desconocemos el lugar el mon(umentum); el tercer pedestal (CIL II,
concreto de aparición de estos epígrafes, 1277 = CILA II, 948 y 949), encontrado por
la indicación de la edad del honrado (AE, duplicado en el territorio de Siarum, informa
1984, 307), el empleo de calificativos reser- de la concesión de un espacio público (ac-
vados a las personas fallecidas (CIL IX, 345, cepto loco), y el dedicante alude a Maecilia
5810), la invocación a los dioses Manes (CIL Herenniana como uxori carissimae. La men-
IX, 5810; CIL XI, 3722), la fórmula h(ic) ción de los honrados en dativo y la aparición
en las inscripciones del verbo pono, que es tres ciudades al mismo tiempo y, probable-
el que suele utilizarse para definir la acción mente, fue enterrado en Baesucci, donde el
de erigir una estatua, en vez del facio, que ordo le concedió exsequiae (RODRÍGUEZ
es el que suele aparecer en las inscripciones NEILA, 1991, 88; MELCHOR, 1997, 233).
que hacen referencia la construcción de un Cuando encontramos la concesión del locus
sepulcro, nos llevan a pensar que el honor sepulturae grabada sobre lápidas funerarias
concedido a estos tres personajes pudo ser que aparecieron en zonas rurales (CIL II2/7,
el locus statuae, aunque en sus tumbas pu- 197, 730 y 845; CIL II2/5, 305, 930 y 1297),
dieran levantarse copias de los pedestales debemos suponer que tal distinción hono-
erigidos en espacios urbanos, al igual que rífica no fue utilizada, o que los honrados
debió ocurrir con el pedestal honorífico CIL dispusieron de cenotafios en las ciudades30.
II, 1130, encontrado en una necrópolis de En las inscripciones funerarias que podemos
Italica formando parte de un monumento adscribir claramente a tumbas cenotáficas,
funerario (CANTO, 1985, n.º 31, 185-190). no hemos encontrado las características
Esta interpretación permitiría explicar que fórmulas “hic situs est” o “hic sepultus est”,
la estatua, y no el sepulcro, de Porcia Maura seguramente porque el cuerpo del difunto
fuese dedicada con juegos circenses; o que no se encontraba dentro del monumento
el locus mencionado en los dos epígrafes de- funerario31. Como tales fórmulas aparecen
dicados a Maecilia Herenniana fuese conce- en las seis inscripciones funerarias que esta-
dido en un espacio urbano de la ciudad y no mos comentando, creemos que los honrados
fueron enterrados en sus fundi, donde con-
en una zona alejada del núcleo de población
tarían con familiares o libertos encargados
de Siarum, donde el ordo no dispondría de
lugares públicos de enterramiento29.
29
| Como muestra la epigrafía de Italia y espe-
Otra cuestión a plantear es la del lugar cialmente la de Pompeya, las ciudades dispusieron de
de enterramiento utilizado por quienes reci- lugares de sepultura, reservados para conceder como
bieron el locus sepulturae, dado que algunas honor, en la zona del pomerium próxima a las puertas
de la ciudad (ANTICO GALLINA,1997, 223).
inscripciones con la mención de este honor 30
| Estos monumentos debieron ser bastante fre-
han aparecido en zonas rurales muy alejadas cuentes en el mundo romano, y a ellos aluden tanto el
de las necrópolis urbanas, donde las ciuda- Digesto (I, 8, 6, 5 y XI, 7, 6, 1) como el capítulo LXXIII
des dispondrían de lugares de sepultura pú- de la Lex Ursonensis.
31
| Conocemos una serie de epígrafes funerarios
blicos para asignar a los honrados. Creemos que se han encontrado muy alejados de los lugares
que la concesión de un locus sepulturae en donde murieron y fueron enterradas las personas con-
una determinada ciudad no tuvo por qué im- memoradas en las inscripciones. Este hecho podemos
plicar que el honrado tuviese que ser ente- atestiguarlo gracias a que en los textos epigráficos se
indica claramente el lugar donde se produjo la muerte:
rrado en ella. De hecho, contamos con algún
“in Phrygia decessit” (CIL II, 4616 de Iluro); “defuncto
testimonio de la vecina Hispania Citerior en Ilici” (CIL II, 3181 de Valeria). En estos casos nos en-
el que determinado personaje recibió este contramos ante inscripciones pertenecientes a cenota-
honor de varias ciudades a la vez. Es el caso fios que fueron construidos en las ciudades de origen
de C. Sempronius Celer, honrado con el lo- de los difuntos, y en ellas nunca aparecen las fórmulas
“aquí yace” o “aquí está sepultado”, como puede apre-
cus sepulturae en Baesucci, Tugia y Vivatia ciarse en CIL II, 3181 y 4616; CIL III, 3628 y 5031; CIL
(CIL II, 3251 y 3252 de Baesucci). Eviden- V, 1031; CIL XI, 6011; CIL XII, 2298; AE 1899, 223; AE
temente, Celer no pudo recibir sepultura en 1908, 16; AE 1936, 163.
concedida habitualmente. Puesto que esta locales permitían que los signos externos de
sustancia aromática tenía un alto precio34, la dignidad concedida pudieran ser emplea-
hacer grabar en las inscripciones la cantidad dos durante el funeral y que, posteriormen-
de libras otorgadas por la ciudad podía con- te, pudiesen figurar en el monumento fune-
tribuir a marcar la importancia de los hono- rario. Hemos de tener en cuenta que el di-
res fúnebres concedidos al difunto. funto era expuesto y llevado a la tumba con
la vestimenta e insignias correspondientes
Concesión del clipeus. Mandar hacer
al cargo más alto que había desempeñado
un escudo de metal con el busto del honra-
en vida (Polibio, VI, 53; Liv. Ab Urbe, XXXIV,
do grabado o pintado en su superficie (ima-
7, 3), de tal forma que en el funeral se re-
go clipeata) es un honor que proviene de la
flejase, lo más concretamente posible, su
tradición helenística. Los clípeos serían lle-
posición político-social (MOMMSEN, 1892,
vados en los cortejos fúnebres y, posterior-
81-82; ENGELS, 1998, 179-180). Por tanto,
mente, pudieron ser entregados a la familia, la concesión de los ornamenta significaba
instalados en las tumbas o colocados en las reconocer una dignidad decurional, edilicia
curias u otros edificios públicos de las ciuda- o duunviral al fallecido y a su familia.
des (WESCH-KLEIN, 1993, 68), como ocu-
rrió en Roma con los clipei de Germánico y En la Bética contamos con cuatro epí-
de su padre Druso, que fueron emplazados grafes en los que se indica que determinadas
en la biblioteca latina del templo de Apolo personas recibieron, entre otros honores fu-
en el Palatino, donde el senado solía reunir- nerarios, los ornamentos decurionales (CIL
se en época julio-claudia (CORBIER, 1994, II, 1186, 1286; CILA II, 988) o duunvirales
47-62). En la Bética este honor aparece (CIL II2/5, 1030). Entre los honrados apare-
atestiguado muy pocas veces, concretamen- cen dos jóvenes que murieron con dieciocho
te, en dos epígrafes de Ilipa (CIL II, 1263) años (CIL II2/5, 1030; CIL II, 1286) y otros
y Salpensa (CIL II, 1286). El escudo con el dos varones de los que desconocemos su
retrato de la persona honrada en Ilipa debió edad, aunque suponemos que, igualmente,
ser de plata, como parece deducirse de una pudieron verse afectados por una muerte a
nueva lectura de la inscripción CIL II, 1263: edad temprana (CIL II, 1186; CILA II, 988).
...clupeum a[rge]n/[teu]m decre[vi]t..., (GI- Mediante los ornamenta y otros honores fu-
MENO, STYLOW, 1998, n.º 11, 109-115). nerarios, los senados querrían compensar
parcialmente a las familias de la pérdida
Concesión de los ornamenta decurio- sufrida, concediéndoles a sus hijos difuntos
nalia, aedilicia o duumviralia. La función las insignias y privilegios que habrían podido
de estos honores varia mucho si son otorga- alcanzar si no se hubiesen visto sorprendi-
dos dentro de un contexto funerario, pues dos por una muerte temprana (DARDAINE,
en tal caso su fin principal era honrar a los 1992, 144).
hijos de destacadas familias municipales que
habían muerto prematuramente, concedién- En las cuatro inscripciones comentadas
doles las insignias externas y privilegios de y en otras, en las que también se decretan
un ordo o magistratura a la que por edad
no habían podido optar, ya que antes de los 34
| Según Plinio (NH, XII, 65) el precio de una
veinticinco años no se podía iniciar la carre- libra de incienso oscilaba entre seis y tres denarios, de-
ra de los honores. Al otorgarlos, los senados pendiendo de su calidad.
honores a personas jóvenes fallecidas (CIL una estatua marcarse una primera diferen-
II2/7, 290, 306, 307) que no habrían tenido ciación entre los homenajeados, pues no to-
tiempo de acumular méritos ante sus con- dos recibieron dicho honor. La concesión de
ciudadanos, nos encontramos ante decretos la laudatio, de exsequiae, o de una estatua
honoríficos destinados a honrar a familias ecuestre, para los ciudadanos que habían de-
de las aristocracias locales, que habían per- sarrollado una larga vida pública, así como
dido de forma prematura a alguno de sus de los ornamenta, para los jóvenes muertos
miembros, o a compensar parcialmente a prematuramente, parecen estar señalando
gentes que se encontraban en proceso de la pertenencia de los honrados a un grupo
promoción social, y que habrían depositado selecto de familias que se situarían en el vér-
en sus hijos difuntos la esperanza de acceder tice de la pirámide social municipal, confor-
al ordo decurionum. C. Furnius Fortunatus, mando una nobilitas dentro de las mismas
muerto a los dieciocho años con el rango de élites municipales35.
decurión (CIL II2/7, 306), es un claro expo-
nente del primer tipo de honrado, como lo Las diferencias de estatus existieron
prueba su acceso al ordo mucho tiempo an- entre los honrados y esto se comprueba fá-
tes de cumplir la edad legal; T. Flavius Anto- cilmente al comparar los honores fúnebres
ninus, hijo de un importante liberto imperial concedidos a diferentes personas por una
y receptor de honores funerarios concedidos misma ciudad. Por desgracia, al no conocer
por el ordo de Colonia Patricia (CIL II2/7, las circunstancias concretas en las que se
290), se nos muestra como representante de generaron estos decretos honoríficos, no po-
una familia influyente y con recursos econó- demos precisar por qué motivo un duunviro
micos, que habría puesto en él sus legítimas patriciense se hizo merecedor de una lau-
aspiraciones de promoción social. datio (CIL II2/5, 305) y otro no (CIL II2/7,
730), o por qué causa el hijo de un liberto
Como comentamos anteriormente, to- imperial recibió los mismos honores que un
dos los honores funerarios analizados no duunviro de la colonia (impensam funeris,
fueron concedidos de forma conjunta. Ge- locum sepulturae, statuam, CIL II2/7, 290 y
neralmente, solían otorgarse tres o cuatro, 730), mientras que a un edil sólo se le otor-
cantidad que ya marcaba la especial im- gó el locus statuae y los gastos del funeral
portancia del homenajeado y de su familia. (CIL II2/7, 303). Diferencias similares a las
Desde un punto de vista cualitativo, es difí- atestiguadas en la epigrafía de Corduba pue-
cil señalar qué honores funerarios fueron los den encontrarse entre los honores fúnebres
más elevados, los que permitían distinguir a decretados a diferentes personas por los
los ciudadanos más ilustres dentro de cada ordines de Ilipa, Hispalis y Lacilbula (vid.
comunidad cívica. Puede que la erección de tabla final).
La existencia de testimonios en los que
35
| Sobre la existencia de grupos de familias selec- encontramos a dos o más ciudades hon-
tas dentro de las elites locales, que se perpetuaban en rando a una misma persona también debe
el poder durante varias generaciones, que obtenían los ser tenida en cuenta como elemento que
mayores honores y que podían realizar grandes dona-
ciones gracias a poseer importantes patrimonios vid.,
marca la importancia de determinado indi-
Y. BURNAND (1990, 555-566); J. F. RODRÍGUEZ NEI- viduo o familia. Es el caso de Lucia Avircia
LA Y E. MELCHOR (2001, 158-163). Aciliana, honrada con los gastos del funeral
y estatuas por los ordines de Italica, Hispa- des de la Bética, y muchos de ellos debieron
lis, Asido, Siarum y Callet (CILA II, 1220), ser miembros de sus ordines decurionum38
que estaba emparentada con la importante o, al menos, pertenecer a familias con repre-
familia senatorial de los Messii Rustici (CA- sentación en los senados locales. Junto a los
BALLOS, 1990, 223). El duunviro P. Iunius notables municipales encontramos a cuatro
Avitus fue honrado por el ordo del munici- homenajeados que fueron miembros del
pio Polconense, así como por decreto decu- ordo equester o estuvieron relacionados fa-
rional de los dumienses y de los lunenses miliarmente con gentes del ordo senatorius:
(CIL II2/5, 218); por tanto, tres municipios Q. Cornelius (CIL II²/5, 629); Dasumia Tur-
diferentes concedieron honores fúnebres a pilla (CIL II, 1089); M. Helvius Agrippa (CIL
este magistrado36. Igualmente, el caballero II, 1184); y Lucia Avircia Aciliana (CILA II,
iliberritano Q. Cornelius, que pudo estar 1220). Del conjunto de honrados restante,
emparentado con la familia senatorial de una vez eliminados los dos hijos de libertos,
los Cornelii, originaria de esta misma ciu- nos quedan quince sin identificar o adscri-
dad, recibió honores de los ciudadanos de bir a algún grupo social; no obstante, como
Hierapolis (en Siria o Frigia) y del ordo de señaló S. Dardaine (1992, 144), la mayoría
su ciudad (CIL II2/5, 629). Por último, en debieron formar parte de los grupos dirigen-
una cuarta inscripción, dos senados loca- tes de las ciudades. De hecho, las familias
les aparecen honrando a una persona cuyo de varios de ellos remitieron al tesoro mu-
nombre y rango desconocemos (CIL II2/5, nicipal el coste de los honores decretados
(CIL II²/7, 80; CIL II²/5, 656; CILA II, 239),
256 de Iliturgicola). Es muy significativo
mostrando que contaban con una economía
que dos de las cuatro personas que fueron
saneada39.
honradas por más de una ciudad poseyesen
un rango superior al decurional, mostrán- 36
| Según comentario de A. U. Stylow en CIL
donos que tendrían influencias y contactos II2/5, 218, los honores decretados pudieron consistir
en diferentes ciudades del Imperio. En el en la erección de estatuas y en la concesión del locus
caso de Avircia Aciliana, las cinco comuni- sepulturae.
37
| Diez de los honrados en la Bética, de los que
dades que la honraron buscarían reforzar desconocemos su cursus honorum, pueden ser adscri-
los lazos con una de las familias que forma- tos a importantes familias, probablemente decuriona-
ba parte de las élites rectoras del Imperio. les, gracias a que fueron honrados con una laudatio:
CIL II²/7, 845 (dos personas); CIL II²/5, 930; CILA II,
Una serie de datos, como el desempeño 918 y 988; CIL II, 1065, 1735, 1342 y 5409; IRPCa,
de magistraturas y sacerdocios, las relacio- 532. Como ya comentamos, las laudationes debieron
nes familiares de los honrados, la concesión ser concedidas, generalmente, a personas que contasen
con antepasados ilustres, dado que una parte importan-
de laudationes37 o la indicación en la filia-
te del discurso fúnebre se dedicaba a la exaltación de la
ción de los praenomina de abuelos y bis- familia del fallecido.
abuelos, nos permiten plantear que más de 38
| Once o doce (según se interprete el cargo que
dos tercios de los que recibieron honores fú- aparece en CILA II, 967) indican haber sido magistra-
nebres pudieron pertenecer a uno de los tres dos o decuriones, por lo que claramente fueron miem-
bros de pleno derecho de los senados de sus ciudades
ordines privilegiados de la sociedad romana (vid. tabla final).
(40 de 57); especialmente al decurional. 39
| El poseer recursos económicos no es un ele-
Treinta y seis honrados pueden ser adscritos mento de juicio suficiente para asignar a las familias
a las élites municipales de diferentes ciuda- de los honrados un estatus jurídico-social privilegiado
Doce de los honrados fueron mujeres y puesta ha sido considerada muy arriesgada
sólo dos indican el desempeño de un sacerdo- en CILA II, 389 y obviada por A. Caballos
cio municipal, concretamente el flaminado (1994, 111 y 122).
(CIL II²/7, 197; HEp 4, 1994, 262). Algunas
Pese a lo señalado, no debemos descar-
de ellas pudieron ser honradas por su ascen-
tar que otras mujeres fuesen honradas por
dencia familiar (BIELMAN, FREI-STOLBA,
haber realizado actos evergéticos o por desa-
1998, 29-30): Acilia Lepidina y Cornelia Le-
rrollar una activa vida social en sus comuni-
pidina pertenecieron a una importante fami-
dades (ASDRUBALI PENTITI, 2005, 59-60),
lia en la que encontramos a dos duunviros
pues, generalmente, no se indica en las ins-
de Sacili Martiale (CIL II²/7, 197); Sempro-
cripciones los méritos por los que tales per-
nia Varilla descendía de una gens en la que
sonas se hicieron merecedoras de recibir ho-
encontramos a un flamen provinciae Bae-
nores fúnebres (RODRÍGUEZ NEILA, 1991,
ticae (CIL II²/7, 799 y 800); Aelia Procula
debió ser descendiente de Aelius Fronto, que 86). De hecho, la mencionada Aelia Procula
donó un aedes con una estatua de un caba- fue honrada ob <merita> por el ordo de
llo consagrada a Dis Pater y dedicó en nom- Munigua, término que suele emplearse para
bre del municipio una estatua a Vespasiano alabar la generosidad o la conducta evergéti-
divinizado40 (CILA II, 1079, 1056 y 1064). ca del homenajeado (FORBIS, 1996, 16-17).
Finalmente, Lucia Avircia Aciliana (CILA Si analizáramos otros tipos de epígrafes, que
II, 1220) estuvo emparentada con la familia no aluden a la concesión de honores fúne-
senatorial de los Mesii Rustici (CABALLOS, bres, podríamos comprobar que las mujeres
1994, 128). En esta relación podríamos in- no sólo fueron honradas en Occidente por
cluir a la italicense Aelia Licinia Valeriana su posición familiar, sino también por el des-
(CIL II, 1130) que pudo tener algún tipo de empeño de sacerdocios y por la realización
vinculo familiar con el emperador Adriano de donaciones (MIRÓN, 1996, 206-215; NA-
(CANTO, 1985, 185-190), aunque la pro- VARRO, 2001, 196-198).
Entre los honrados nos encontramos a
dos hijos de libertos (CIL II²/7, 290 y CIL
(DONDIN-PAYRE, 2004, 366-367), pero si unimos a II²/5, 798), lo que no debe extrañarnos,
este dato el hecho de que nos encontramos ante gentes dado que los descendientes de libertos po-
receptoras de honores públicos municipales, las posi-
seedores de cierto patrimonio contaron
bilidades de que los honrados sean notables locales se
acrecienta mucho. con expectativas de ingresar en los senados
40
| Otro M. Aelius fue honrado por los munícipes locales, en especial la segunda generación
con una estatua pública (CILA II, 1071); y dos miem- (DEMOUGIN, 1994, 369 y 375). Es muy
bros de la familia de G. Licinius Victor Annianus, el significativo no encontrar a ningún liberto
marido de Procula, dedicaron estatuas a Tito y a Domi-
ciano en nombre del ordo de Munigua (CILA II, 1065 y
recibiendo honores fúnebres en la Bética,
1066). pues en determinadas circunstancias los en-
41
| Recordemos el caso de L. Licinius Secundus, contramos como receptores de homenajes
liberto del senador L. Licinius Sura, al que le dedicaron estatuarios en diversas ciudades hispanas41.
veintidós pedestales en el foro de Barcino (FABRE, MA- Su no aparición entre los honrados podría
YER, RODÀ, 1997, 164). En la Bética podemos desta-
car las dos estatuas erigidas al seviro Augustal L. Iunius
indicar que el estigma servil les apartó de
Nothus por los cives y el ordo de Singilia Barba (CIL los honores fúnebres, que debieron quedar
II²/5, 790 y 791). limitados a las élites decurionales y, en todo
caso, a determinadas familias que aspiraban n. 42) fueron pagados con dinero procedente
a ingresar en este ordo. del erario municipal. Tal idea quedaría afir-
mada al constatar que en estos epígrafes no
En diecinueve ocasiones la concesión
aparece mención alguna a familiares de los
de honores fúnebres no supuso gasto alguno
honrados que hubieran podido asumir el cos-
para las arcas municipales, pues fueron pa-
te de los homenajes. Nosotros creemos que
gados por familiares de los honrados, que en
no necesariamente tuvo que ser así, dado que
todos los casos eran miembros de la familia
una cosa era autorizar a gastar y otra que se
nuclear (vid. tabla final). En primer lugar,
realizase el pago. Igualmente, debemos des-
en cuanto a volumen de testimonios, apa-
tacar otros datos interesantes: mientras que
recen los padres (nueve casos), seguidos de
en las bases de estatuas o placas de pedes-
los esposos (cuatro), hijos (tres) y hermanos
tales que contienen honores fúnebres es fre-
(uno). En otras dos inscripciones encontra-
cuente que se indique la financiación privada
mos a los familiares pagando la erección de de éstos, mediante el nombre del dedicante
las estatuas (CIL II²/5, 798 –padres- y CIL y el empleo de fórmulas del tipo honore usus
II²/7, 180 –tío materno y hermano-) y a los (acepto) impensam remisit43, no suele ocurrir
ordines decurionum decretando otros ho- lo mismo en las placas funerarias que estamos
nores, como los gastos de funeral y el lugar analizando, en las que ni siquiera es normal
de sepultura, que debieron ser costeados encontrar los nombres de los familiares que
con fondos públicos municipales. Son muy se encargaron de erigir el monumento fune-
pocos los casos en los que podemos afirmar rario44. Resulta sorprendente constatar que,
con cierto grado de certeza que los hono- frente a trece pedestales que sí lo hacen (vid.
res fueron financiados por el tesoro público n. 43), sólo contemos con una placa funeraria
de la ciudad: aquellos en los que se indica en la que se indique que los honores fueron
el dinero gastado (HEp 4, 1994, 808), así pagados por otros miembros de la familia de
como una serie de placas, altares, columnas los honrados45 (CIL II, 1286).
y pedestales dedicados directamente por de-
creto de los decuriones (CIL II²/5, 218; CIL 42
| La fórmula funeraria hic situs est sit tibi terra
II, 1089, 1098, 1313 y 1735). levis puede aparecer antes de la mención del decreto
decurional (CIL II²/7, 98, 306, 307; CIL II²/5, 254,
Contamos con veintidós placas y dos 305, 930, 1006, 1030) o al final de los epígrafes (CIL
pedestales, todos ellos funerarios, con la si- II²/7, 197, 303, 730, 845; CIL II²/5, 1297). Los res-
guiente estructura interna: nombre del hon- tantes epígrafes con esta estructura son: CIL II, 1056,
rado, cursus honorum, edad, alusión a que los 1090 y 3370; CIL II²/5, 256, 708 y 1336; CIL II²/7, 103;
restos del difunto descansan en la sepultura, CILA II, 918 y 988; IRPCa 31a y 478.
43
| Es el caso de CIL II²/7, 80, 185, 290, 799 y
referencia al decreto decurional y honores 800; CIL II²/5, 629 y 656; CIL II, 1065, 1263 y 5409;
concedidos42. Al aparecer en ellos una clara CILA II, 239, 967 y 1079.
mención a la decisión tomada por el senado 44
| Este última constatación llama mucho la aten-
local (huic ordo decrevit) se ha pensado que ción, dado que es conocido que los actos de conmemo-
ración funeraria fueron fundamentalmente realizados
los ordines no sólo decretaron los honores,
por miembros de la familia nuclear (SALLER, SHAW,
sino que también autorizaron a que éstos fue- 1984, 134-136; EDMONDSON, 2000, 307-310).
sen financiados con fondos públicos. Por tan- 45
| En tres casos que aluden a una financiación
to, se debería admitir que los honores señala- privada de los honores decretados desconocemos el
dos en estas veinticuatro inscripciones (vid. tipo de soporte empleado (CIL II, 1184, 1186 y 1342),
Una conclusión parece imponerse: los estatuarios, que comienzan a aparecer con
familiares de los honrados buscaron quedar claridad en la Bética e Hispania desde fina-
inmortalizados como evergetas en los pedes- les de época augustea (CIL II2/7, 311; CIL
tales honoríficos antes que en los epitafios II2/5, 1296) e inicios de época julio-claudia
funerarios. Por tanto, parte de los honores (CIL II2/14, 352 y 353). Su eclosión parece
decretados por los ordines decurionum, que producirse durante el siglo II, momento en
fueron grabados sobre placas funerarias, pu- el que se fechan veinticinco de los epígra-
dieron ser financiados por familiares de los fes estudiados. Con posterioridad, siguieron
honrados, pero este dato no acostumbró a otorgándose durante los primeros decenios
indicarse en ese tipo de soporte, sino en los de la tercera centuria, dado que otras nueve
pedestales que se erigieron en los centros inscripciones se fechan entre finales del si-
cívicos de las ciudades. Este hecho, clara- glo II y los primeros decenios del III.
mente constatado en la epigrafía Bética,
podría modificar la visión tradicional sobre Como ya hemos señalado, en los epígrafes
la financiación de los honores fúnebres y ha- en los que se recogen concesiones de honores
cerla más acorde con lo que sabemos sobre fúnebres, normalmente, no se especifican los
los homenajes estatuarios, que mayoritaria- motivos por los que éstos fueron decretados.
mente fueron pagados con aportaciones pri- De los cincuenta y tres epígrafes estudiados
vadas de capital. Así, de las cuarenta y siete en este trabajo, sólo en cuatro aparece un
estatuas erigidas en ciudades de la Bética a lacónico ob merita para señalar el motivo de
magistrados y decuriones, veintiuna fueron los homenajes (CIL II²/7, 103; CIL II²/5, 218;
pagadas por los honrados o sus familiares, CIL II, 1065; CILA II, 1079). Este término,
diecisiete por colectivos ciudadanos (mu- que suele aludir a la generosidad financiera
nicipes o coloni et incolae, populus) y sólo de los honrados (FORBIS, 1996, 16-17), nos
nueve por el tesoro público46. Pese a todo lo permite poner en relación las conductas ever-
señalado, al no contar con pruebas conclu- géticas con los honores, puesto que muchos
yentes que permitan probar una mayoritaria actos munificentes estuvieron motivados por
financiación privada de los honores funera- los deseos de honor, prestigio y reconoci-
rios, debemos ser prudentes y conformarnos miento social existente entre los miembros
con señalar que la idea de que éstos fueron de las élites municipales. Los municipios,
pagados fundamentalmente con fondos pú- conscientes de tales deseos, utilizaron la con-
blicos es, al menos, cuestionable. cesión de honores como un instrumento que
La concesión de honores fúnebres no permitió recompensar a quienes invertían
la tenemos atestiguada por la epigrafía de parte de sus fortunas en realizar donaciones,
la Bética hasta el último tercio del siglo I y que sirvió de estímulo a quienes aspiraban
d. C., lo que contrasta con los homenajes a promocionar política y socialmente dentro
de sus comunidades. Los servicios prestados
a la comunidad cívica, mediante el desempe-
aunque pudieron ser pedestales honoríficos, pues los ño de magistraturas y sacerdocios, también
nombres de los honrados aparecen en dativo. debieron ser tenidos en cuenta por los se-
46
| Cfr. E. MELCHOR, A. D. PÉREZ ZURITA (2003,
194-196 y 229-233). Al realizar esta cuantificación no
nados locales al decretar honores fúnebres.
hemos incluido las estatuas decretadas en placas junto De hecho, entre los honrados encontramos a
a otros honores fúnebres. quince personas que detentaron este tipo de
cargos (vid. tabla final). Finalmente, la per- pales mediante complejos ceremoniales
tenencia a determinadas gentes decurionales que contribuían a afirmar su prestigio y el
debió ser el factor fundamental que explica la de sus familias. En una sociedad donde no
concesión de la mayoría de los honores. Los existió una nobleza de sangre, los funera-
testimonios de jóvenes que recibieron ho- les públicos permitieron mostrar al pueblo
menajes póstumos sin haber tenido tiempo los servicios prestados a la comunidad por
de acumular mérito alguno (CIL II²/7, 306 determinadas gentes, así como su preemi-
y 307; CIL II²/5, 1030; CIL II, 1286; IRPCa, nencia; contribuyendo a fijar en la memoria
31a) parecen corroborar esta idea. colectiva el recuerdo de destacados ciudada-
Los honores fúnebres fueron un instru- nos y legitimando a sus descendientes para
mento empleado para exaltar a los miem- que los sucediesen en las tareas de gobierno
bros más destacados de las élites munici- y administración de sus ciudades.
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E-mail: milopez@uma.es
RESUMEN
ABSTRACT
INTRODUCCIÓN
145
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL LÓPEZ GARCÍA
truida para preservar la ciudad del ataque bancos de la Plaza Mayor, y las excavaciones
cesariano, tras una semana de asedio Vrso posteriores han demostrado la existencia de
debió entregarse, quedando finalmente bajo inhumaciones, cuyos restos que se guardan
el dominio de César. Un año después se fun- para su estudio en los fondos del Museo de
daba la Colonia Genetiva Iulia Vrbanorum Osuna.
Vrso. A partir de este momento se lleva a
Por tanto, el rito funerario documenta-
cabo una nueva planificación del territorio,
do puede alcanzar la época tardorromana,
desplazándose el núcleo urbano a laderas
si bien este ámbito funerario pudo estar en
más llanas, concretamente a la zona delimi-
uso en fecha anterior. Lo cierto es que los
tada por el Camino de la Farfana y la Vereda
arqueólogos franceses a principios del siglo
Real de Granada, donde debió levantarse el
XX encuentran la necrópolis totalmente
foro, aproximadamente donde se muestran
abandonada y creemos que durante su es-
visibles hoy en día, los vestigios del teatro
romano (CORZO, 1979, 121; PACHÓN et tancia en Osuna adquirieron algunas de las
alii, 1999, LXXXVII). piezas procedentes de este lugar, que erró-
neamente se han relacionado con el entorno
o la fábrica de la muralla.
“En la segunda cueva, a más de que su 436-437, pl. XII, C) deduciéndose en los es-
construcción es de fábrica más costosa que tudios que se generan a partir de entonces,
las hasta aquí descubiertas, hubo la particu- que procedía de la muralla republicana, por
laridad de hallarse a su entrada una estatua lo que la cronología propuesta siempre ha
de algo menos de medio cuerpo, de muy bas- sido anterior a la segunda mitad del siglo I
ta hechura (...) según parece, es la figura de a. C., sin tener en cuenta que ninguna de
Baco con un brazo pegado al pecho, soste- las piezas mencionadas aparecen en un con-
niendo en su mano derecha un cáliz o vaso y texto claro y que el mayor volumen de los
en la siniestra, apoyando su cabeza, en figura relieves no fue reutilizado en la fábrica de la
de recostado, bien que a este brazo le falta el fortificación, sino que fueron hallados en los
codo; y su nariz algo corroída, pero es todo límites del “Garrotal de Postigo” o próximos
monstruoso en su configuración. También a la necrópolis romana, cuando no se deben
se advierten en la cabeza como señales que a otras actividades que se realizaron en los
circundan su rugosa frente y denotan haber campos de la antigua Vrso.
tenido algún ornato en ella” (ANÓNIMO, nº
43). Sobre este aspecto es interesante desta-
car la última misiva que con fecha del 24 de
A partir de las exhaustivas descripciones febrero de 1785, se envía al entonces alcalde
que nos aporta el erudito sevillano, debemos de Osuna, en relación al destino de definiti-
emparentar el hallazgo referido en el dia-
vo de las piezas registradas en la excavación
rio de Arcadio Martín con el relieve que se
del siglo XVIII (FIGUEROA, leg. 3215, leg.
conserva en París, cuya fotografía aparece
7):
por primera vez publicada en los resultados
de las excavaciones de Engel y Paris (1906, “S. M. quiere que se coloquen y guarden
en las casas del Ayuntamiento de esa villa, a
7
| “Es de presumir que esta estatua y los objetos
mi disposición con un inventario, que sirva
más valiosos que en las excavaciones se encontraron, de resguardo a dicho D. José a quien deberá
serían remitidos a la corte, y se conservarán en el Museo encargase una copia firmada, quedándose el
Arqueológico” (Rodríguez 1889, 134, nota c). Si bien Ayuntamiento con otra”.
Rodríguez Marín nos transmite esta suposición acerca
del fin último de estos materiales que él desconocía, Desgraciadamente este manuscrito se
las consultas llevadas a cabo en el Archivo del Museo interrumpe entonces, habiéndose perdido
Arqueológico Nacional de Madrid y en el del Museo Na-
–si se llegó a redactar– el resto que inclui-
cional de Ciencias Naturales, antiguo Real Gabinete de
Historia Natural, donde deberían haber ingresado las ría el inventario de los materiales, a lo que
piezas, y en concreto este relieve, ya que en durante la tampoco se hace referencia en las Actas Ca-
Ilustración se perfila como un museo ecléctico –arqueo- pitulares ni en los archivos de esa fecha del
lógico, botánico y etnográfico–, no han dando muestras
Ayuntamiento de Osuna7. No sería de extra-
de ningún informe ni inventario de traslado o ingreso.
De su traspaso a Madrid –o a cualquier otro centro– no ñar que estas piezas no se llegasen a trasla-
se tiene constancia en el Archivo Municipal de Osuna, dar a la capital española, permaneciendo en
por lo que es de suponer que los objetos más “relevan- este municipio sevillano hasta que –en este
tes” pasaron a manos de particulares, de donde pudo caso concreto– pudo ser adquirida por A.
haberla comprado –sin indicación expresa– A. Engel en
su política de adquirir las más importantes colecciones
Engel, quien la llevaría a París junto a otros
privadas para los fondos del Museo del Louvre, como ya relieves aparecidos en las excavaciones de
hiciera con la de Fernando Gómez Guisando. la muralla, lo que ha llevado a erradas con-
ESTUDIO Y PARALELOS
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ARQUITECTURA FUNERARIA EN LA
BÉTICA: EL EJEMPLO DE LAS CAPITALES ANALES
CONVENTUALES DE ARQUEOLOGÍA
Ana B. Ruiz Osuna C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Universidad de Córdoba
RESUMEN
ABSTRACT
Starting off of the last contributions for the process of funeral mo-
numentalización in Colonia Patricia, which have shown the archaeo-
logical wealth of his cementeries, we now undertake a ampler study,
from the space and historical point of view, that it has like protagonists
to the rest of conventuales capitals of Baetica. Therefore, we will pay
attention to the discovery of funeral enclosures, as well as to the rest
of monumenta, with its corresponding architectonic and sculptoric
decoration, without forgetting to us the valuable information coming
from the burial epigraphy. Next, we will overlap the different findings
in maps from dispersion with which to undertake a first approach to
the chronological and space evolution of these cementeries, glimpsing
an authentic funeral topography in which is possible to emphasize the
detection of several viae sepulchrales and spaces of use differential. The
obtained conclusions will be the departure point to be able to establish
comparisons to the use and to conform futures works of investigation.
157
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––ANA B. RUIZ OSUNA
Valentia o la propia Colonia Patricia (RUIZ terrenos ubicados extramuros de las ciuda-
OSUNA, 2005). des antiguas (TEBA, 1990, 317-322; RECIO,
1993, 391-395; MARTÍN, MARTÍNEZ, 1995,
Al igual que ocurre en el resto la Penín-
685-694; ROMERO PÉREZ, 1997, 485-497;
sula, no contamos con obras de conjunto so-
1993-1994, 195-222; GUERRERO, JUÁREZ,
bre el tema, destacando como pioneros los
1990, 323-326; ROMERO, ESCUDERO,
trabajos de M. Bendala (1976) sobre la ne-
1990, 397-402; CARNETE et alii, 1991, 575-
crópolis de Carmona, o los de P. Paris (1926) 580; MORENA, 1993, 127-130).
y C. Mergelina (1927) acerca de las necrópo-
lis de Baelo Claudia, caracterizados por su De igual forma, debemos señalar la labor
profundidad –difícil de superar durante dé- investigadora de L. Baena del Alcázar (1982a;
cadas–, que suponían la publicación de las 1982b; 1983a; 1983b; 1984a; 1984b; 1993;
primeras necrópolis hispanas excavadas en 1994) y J. Beltrán Fortes (1984-1985; 1988;
extensión. Estas primeras aportaciones se 2000), directores del proyecto de investiga-
han visto complementadas mediante nuevas ción: “Arquitectura funeraria del Alto Gua-
actuaciones arqueológicas, que han permiti- dalquivir”, entre cuyos resultados más so-
do renovar el paisaje hasta entonces dibuja- bresalientes se encuentra la monografía Un
do (BELÉN, 1982, 269-285; 1983, 209-226; ensayo de síntesis del proceso de monumen-
BELÉN, CONLIN, ANGLADA, 2001, 141- talización en el Alto Guadalquivir. El ejemplo
163; BELÉN et alii, 1986, 53-61; BENDALA, de la Colonia Salaria (1996b), en la que el
1982, 193-203; 1990, 109-114; 1991, 77-90; estudio de piezas descontextualizadas, bajo
una perspectiva histórico-arqueológica ade-
FERNÁNDEZ CHICARRO, 1978, 139-161;
cuada, da las claves para establecer un tipo
BOURGEOIS, DEL AMO, 1970, 439-456;
de monumento funerario propio de la zona
REMESAL, 1979; SILLIÈRES, 1997) e ilus-
jiennense.
trarnos sobre casos inéditos como el de Mu-
nigua (Villanueva del Rey y Minas, Sevilla) Por último, es preciso destacar el Pro-
(BLECH, HAUSCHILD, HERTEL,1993; VE- yecto FUNUS en sus dos ediciones3 que, bajo
GAS, 1988; SHATTNER, 1998, 70-75; 2003) la dirección del Prof. Dr. Desiderio Vaqueri-
o Carissa Aurelia (Bornos/Espera, Cádiz) zo, ha permitido sentar las bases de un estu-
(PERDIGONES, BALIÑA, ALONSO, 1987, dio en profundidad sobre el mundo funerario
81-89; PERDIGONES, MOLINA, ROJO, cordubense, que por primera vez se aborda,
1987, 67-74; LAVADO et alii, 1990, 117-125; no de manera sectorial y dispersa, sino bajo
LAVADO, PERDIGONES, 1990, 113-119; la dinámica de un yacimiento único como
PERDIGONES, JIMÉNEZ, AGUILERA, 1991, es la ciudad de Córdoba, recopilando todos
71-77; PERDIGONES, JIMÉNEZ, AGUILE- los datos disponibles al efecto (materiales
RA, 1993, 58-64; LOZANO, 1998, 95-104), arqueológicos, informes de excavaciones,
fruto en algunos casos de campañas siste- trabajos de eruditos...) con los cuales con-
máticas de excavación. Pero lo cierto es que
gran parte de los datos con los que conta-
3
mos en la actualidad son el resultado de las | Proyectos financiados por el Plan Nacional de
Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tec-
numerosas intervenciones arqueológicas de nológica del Ministerio español de Ciencia y Tecnolo-
urgencia llevadas a cabo en las últimas déca- gía, con apoyo de FEDER (Ref. 1FD97-0295 / Ref. BHA
das, fruto de las expansiones urbanísticas en 2003-08677).
figurar una visión de conjunto, tanto sin- principalmente, las “de fundación específi-
crónica como diacrónica, de todas las áreas camente romana o que alcanzan muy pronto
funerarias de época romana4. un pleno grado de romanización” (VAQUE-
RIZO, 2001b, 155).
Las necrópolis de Colonia Patricia des-
2. LA MONUMENTALIZACIÓN tacaron por su enorme extensión (VAQUE-
DE LOS ESPACIOS RIZO, 2001c, 122 ss.), cuyos límites, a falta
FUNERARIOS EN COLONIA de estudios más precisos, pueden estable-
cerse como mínimo en torno a un kilómetro
PATRICIA CORDUBA (SS. I A.C.
del recinto amurallado. Pero, al contrario de
- II D.C.). lo sugerido en otras ocasiones (MÁRQUEZ,
2002, 236), la lejanía del núcleo poblacional
De cuerdo con los datos que han proporcio-
no implica una disminución en la calidad y
nado las últimas investigaciones (VAQUE-
dimensiones de las manifestaciones funera-
RIZO, 2001b, 131-160; 2002b, 141-200;
rias5. Además, la profusión de los restos pone
2002c, 168-206; RUIZ OSUNA, 2005a, 79-
de manifiesto el alto grado de riqueza que
104; 2005b), y en espera de que próximos
alcanzaron las áreas funerarias cordubenses,
hallazgos completen el panorama actual,
cuya dispersión en el plano de la ciudad no
puede afirmarse que el mundo funerario en
manifiesta ningún tipo de concentración es-
la capital de la Bética, desde sus orígenes
pacial, distribuyéndose de forma igualitaria
hasta la Antigüedad Tardía, siguió los pa-
por las Necrópolis Septentrional, Occidental
rámetros establecidos para otras grandes
y Oriental (Fig. 1). Estos hallazgos se sitúan,
ciudades del Imperio romano occidental,
principalmente, junto a las principales puer-
tas y vías de comunicación, de tal forma que
4
| Entre las aportaciones más destacadas del los comitentes se aseguraban la accesibi-
Proyecto vid. SÁNCHEZ MADRID, 2002; MARTÍN URDI- lidad y continua visita de su monumento,
ROZ, 2002; GARCÍA MATAMALA, 2002-2003, 251-278; además de la exposición de su alto estatus
GARCÍA MATAMALA et alii, 2005, 105-142; VAQUERI-
social y económico (RUIZ OSUNA, 2005b).
ZO, 2002-2003, 279-310; MOLINA, SÁNCHEZ, 2002-
2003, 311-354; SÁNCHEZ RAMOS, 2003; SALINAS, Los monumentos de época tardorrepu-
2003; CASAL, 2003; VARGAS, GUTIÉRREZ, 2004, 309-
blicana, los más tempranos hasta la fecha
328; CASAL, CASTRO, VARGAS, 2004, 329-339; SALI-
NAS, SALINAS, 2005, 143-160. localizados en la ciudad, ponen de mani-
5
| Éste es el caso del conjunto funerario excavado fiesto que los sectores inmediatos al recinto
en las cercanías de la Plaza de Ibn-Zaydun (MURILLO et amurallado fueron los más rápida e inten-
alii, 2004), el cual reviste gran monumentalidad, a pe- samente ocupados (RUIZ OSUNA, 2005b).
sar de su temprana cronología y de su distancia con res-
pecto al recinto amurallado –en torno a 1 km– (RUIZ
A continuación, aparecen flanqueando las
OSUNA, 2005b). principales vías de comunicación, las cua-
6
| Por otra parte, la localización de restos ale- les en época julio-claudia se transforman en
jados del núcleo urbano, sobre todo a partir del siglo auténticas Gräberstrassen que, combinadas
II d.C., pone de manifiesto la existencia de áreas fu- con otras de carácter secundario, conforma-
nerarias de carácter privado en terrenos relacionados
con actividades de explotación agropecuaria (Venta de
rían una verdadera topografía funeraria6. En
Pedroches y Choza del Cojo) o mineras (Tablero Bajo) esta complicada trama observamos la exis-
(RUIZ OSUNA, 2005b). tencia de espacios destinados expresamente
FIG. 1 Plano de dispersión de los restos de arquitectura funeraria localizados en Colonia Patricia
Corduba. Elaboración propia.
FIG. 2 1. Recintos funerarios 2. Monumentos en forma de altar 3. Edícolas con cuerpo superior
en forma de naiskos 4. Túmulos 5. Columbarios 6. Cámaras funerarias con remate monumental y
recinto 7. Cámaras funerarias con remate monumental y aparecen recinto 8. Cámaras funerarias
con remate indeterminado y recinto 9. Aras sobre aparentes estructuras escalonadas 10. Cupae
monolíticas 11. Posibles monumentos turriformes, de base rectangular o cuadrada, con o sin
decoración figurada 12. Monumenta rostrata 13. Edícolas con cuerpo superior cerrado. A partir de
VAQUERIZO, 2001b y 2002, y RUIZ OSUNA, 2005b.
tores más monumentales de la ciudad, tal modelos itálicos no implica una completa
vez de titularidad pública, al localizarse en desaparición del substrato local, cuyas hue-
este lugar el 33% de las concesiones honorí- llas, que no pueden ser valoradas en su justa
ficas de carácter funerario dedicadas por la medida ante el desconocimiento de la ne-
Colonia (RUIZ OSUNA, 2005b) crópolis y prácticas funerarias de la Corduba
En cuanto a las tipologías arquitectóni- prerromana, permanecen en el uso de urnas
cas definidas para la antigua Corduba (Fig. de tradición indígena, el mantenimiento de
2), hemos de señalar la temprana implan- determinados tipos, caso de la dama oferen-
tación de modelos plenamente romanos, te del “Camino Viejo de Almódovar” (VA-
en cuya introducción debió jugar un papel QUERIZO, 2001b, 155), o en la existencia
fundamental el contingente itálico asentado de talleres que manifiestan cierto apego a
en la ciudad, el cual seguiría fiel a sus tradi- las formas de trabajar y característica de la
ciones de origen. Unos modelos que serían escultura ibérica (RUIZ OSUNA, 2005b).
aceptados rápidamente por las oligarquías
indígenas que, a través de los mismos, de- El proceso de monumentalización en
mostraban su adhesión al nuevo régimen, las áreas funerarias cordubenses, tal como
así como su situación de privilegio con res- indicábamos anteriormente, comienza en el
pecto a sus conciudadanos (RUIZ OSUNA, siglo I a.C., y se extiende hasta los inicios
2005b). Sin embargo, la profusión de los del siglo III d.C., momento en el que toda-
FIG. 3 Topografía funeraria de Hispalis (ORDÓÑEZ, ORDÓÑEZ, 2003, 151, Fig. 1), Gades (LÓPEZ,
RUIZ, 1995, Fig. 8) y Astigi (SÁEZ et alii, 2005?).
3.1.1. HISPALIS
3. EL RESTO DE CAPITALES
CONVENTUALES DE LA BAETICA La ubicación de Sevilla, junto al río Guadal-
quivir, limitó desde antiguo la expansión en
La riqueza arqueológica puesta de mani- su extremo más occidental, lo que impidió
fiesto en las necrópolis de Colonia Patricia en gran medida la conformación del tan co-
puede ser perfectamente trasladada al resto nocido cinturón funerario de otras ciudades
de la Bética, no en vano los límites de esta romanas. Al mismo tiempo, el característico
antigua provincia romana encierran una in- paisaje del sector extramuros septentrional
tensa concentración de restos funerarios de a base de terrazas fácilmente inundables
por las continuas crecidas de las corrientes toimperial, con más de 20 enterramien-
fluviales, influyó negativamente en la ocupa- tos de cremación, amortizada posterior-
ción continua y verdadera urbanización del mente por una posible villa y reactivada
mismo, que no se produjo hasta el siglo XII de nuevo con funcionalidad funeraria
d.C. (ORDÓÑEZ, GARCÍA-DILS, 2004, 163). en el siglo IV d.C. (CARRASCO et alii,
2004, 125-148).
Todo ello explicaría el rápido y conside-
rable desarrollo en esta zona de las activi- – Via Hispalis-Corduba: su inicio se viene
dades residuales, primeras en hacer acto de estableciendo en los restos de un mo-
aparición. Entre ellas podemos mencionar numento funerario localizado en la C/
villae productivas, industrias y, sobre todo, Matahacas y se completa con las inscrip-
áreas funerarias, que nos ilustran acerca ciones funerarias que van marcando su
de la polifuncionalidad que caracterizaba a recorrido desde la C/ Enladrillada hasta
este suburbium (FERNÁNDEZ, 1994; AMO- el Colegio de la Trinidad (ORDÓÑEZ
RES, 2001; ORDÓÑEZ, GARCÍA-DILS, 2004, AGULLA, 2002, 29), enlazando final-
163), ocupado desde el siglo I d.C. (RODRÍ- mente con la Carretera de Carmona.
GUEZ, RODRÍGUEZ, 2003, 173; ORDÓÑEZ, El diferente trazado con respecto a la
GARCÍA-DILS, 2004, nota 62). Aquí se ubicó dirección marcada por la via Augusta
la Necrópolis Septentrional, la mejor docu- a su llegada a la ciudad, representada
mentada hasta la fecha7, organizada en torno en la C/ Sol, la definen como un posible
a varias vías funerarias principales (Gräbers- iter ad sepulchrum, paralelo a ésta. En
trassen), algunas de la cuales permanecen las proximidades de este sector transcu-
fosilizadas en el callejero actual (Fig. 3a): rría el arroyo Tagarete, cuya actividad
ha quedado registrada en las sucesivas
– Via Hispalis-Emeritam: su trazado co- inundaciones documentadas en el so-
mienza en la Puerta de Santa Catalina lar de las calles Gallos, 23 - Butrón, 25
(ORDÓÑEZ AGULLA, 2002, 29), ubica- (RODRÍGUEZ, RODRÍGUEZ, 2003, 149-
da en el lienzo de muralla septentrio- 182), el cual permaneció completamen-
nal, de donde parten las actuales calles te abandonado durante el período com-
Bustos Tavera y San Luis, prolongación
del Cardo Máximo de la ciudad romana 7
| El resto de necrópolis resultan, a día de hoy,
(CARRASCO et alii, 2004, 145), para en- poco conocidas. Así ocurre con la Necrópolis Oriental,
lazar a continuación con la Vía de la Pla- objeto de una intensa ocupación en época islámica, de
ta en dirección Emerita. Este sector fue la que se conservan algunas noticias acerca de estruc-
uno de los primeros en ser ocupados, en turas y epígrafes funerarios altoimperiales procedentes
de la Casa-Palacio de Mañara, Iglesia de San Bartolomé,
torno al siglo I d.C., ya que su elevada Convento de S. María de los Reyes y en torno de las ca-
situación topográfica lo protegía de las lles Imperial, Santiago y Leoncillos (ORDÓÑEZ, 2002,
arroyadas mencionadas anteriormente 29). Según S. Ordóñez (2002, 29), esta área funeraria
(CARRASCO et alii, 2004, 144). El ca- parece distribuirse a ambos lados del arroyo Tagarete,
a juzgar por el hallazgo de restos en S. Bernardo y S.
rácter funerario de la vía viene refrenda-
Benito.
do por la cantidad de estructuras sepul- 8
| San Luis 95 – Malpartida 10-12; San Luis 29;
crales localizadas tanto en sus márgenes San Luis 67; Virgen del Carmen Doloroso; PERI C-3 San
como en los alrededores8, destacando Luis; Inhiesta esquina Lira; Infantes 10, Valderrama
los restos de una extensa necrópolis al- (ORDÓÑEZ, GARCÍA-DILS, 2004, nota 68).
prendido entre los siglos IV y V d.C. De Avda. de Roma, donde se documentó parte
nuevo, la mayoría de referencias nos re- de un enterramiento infantil (RODRÍGUEZ,
miten a enterramientos de carácter sen- RODRÍGUEZ, 2003, 156).
cillo, destacando únicamente el proceso
de monumentalización que se produce
3.1.2. ASTIGI
en las proximidades del exconvento de
la Trinidad, asociado a la construcción De suma trascendencia es en la capital del
de varios mausoleos familiares de época Conventus Astigitanus el acercamiento a las
tardoantigua (CARRASCO, DORESTE, fuentes locales de carácter histórico, pues
2005, 213-244). fueron el padre Martín de Roa (1629) y F.
La concentración de hallazgos funera- Collantes de Terán (HERNÁNDEZ, SANCHO,
rios en la zona Norte tiene su equivalente en COLLANTES DE TERÁN, 1951, 75-77) quie-
el sector meridional de la ciudad, cerca de la nes llevaron a cabo la primera distribución
Fábrica de Tabacos, donde sabemos por refe- de necrópolis en la ciudad, estableciendo un
rencias antiguas de la aparición de abundan- total de cuatro, que de modo convencional
tes sepulcros e inscripciones en el momento fueron denominadas según los puntos cardi-
de su construcción (HERNÁNDEZ, SANCHO, nales (Fig. 3c).
COLLANTES DE TERÁN, 1951). Otras noti- De los datos aportados por estos erudi-
cias nos ilustran sobre distintos hallazgos tos se desprende que la necrópolis configu-
en San Telmo y el Prado de San Sebastián rada a partir de la Puerta Norte o de Palma,
“que combinaban enterramientos hipogeos siguiendo la calzada que se dirigía a Emerita
de notable porte –como en Roma, erigidos (HERNÁNDEZ, SANCHO, COLLANTES DE
para ser vistos desde el Río– con otros más TERÁN, 1951, 75), y la ubicada en la salida
humildes, y que se mantienen en uso desde
hacia Colonia Patricia fueron las más ocu-
comienzos del Imperio hasta época árabe”
padas. La llanura ubicada extramuros, en
(ORDÓÑEZ AGULLA, 2002, 29). Toda una
el sector septentrional, era conocida desde
serie de referencias que se completan con
antiguo como el Osario (ROA, 1629, 99 y
los datos proporcionados por excavaciones
298) y así lo atestiguan los restos hallados
más recientes, como la practicada en la
en su entorno, entre los cuales cabe desta-
car un sarcófago de plomo (HERNÁNDEZ,
9
| CIL II²/5 1182; CIL II²/5 1185; CIL II²/5
SANCHO, COLLANTES DE TERÁN, 1951,
1173; CIL II²/5 1214; CIL II²/5 1219; CIL II²/5 1245;
CIL II²/5 1250. Lamentablemente, la mayoría no pre- fig. 112) y varias inscripciones funerarias9
sentan adscripción tipológica y se encuentran hoy día (SÁEZ et alii, 2004). De igual relevancia son
desparecidas. Solo la CIL II²/5 1214 sabemos corres- las noticias orales (NÚÑEZ, MUÑOZ, 1997,
ponde a una placa de pequeño formato. En cuanto a las 11; SÁEZ et alii, 2004), que nos informan so-
cronologías, parecen indicarnos fechas tardías, a partir
del siglo II d.C. bre el descubrimiento de gran cantidad de
10
| CIL II²/5 1201; CIL II²/5 1118; CIL II²/5 tumbas, de variada tipología, acompañadas
1203; CIL II²/5 1243; CIL II²/5 1291; CIL II²/51235; de ajuares, durante las obras para las insta-
CIL II²/5 1234; CIL II²/5 1208; CIL II²/5 1256; CIL laciones fabriles ubicadas a ambos lados de
II²/5 1193; CIL II²/5 1233; CIL II²/5 1229; CIL II²/5
1204; CIL II²/5 1205; CIL II²/5 1206. Se trata, en su
la carretera a Córdoba, lugar del que pro-
mayor parte, de estelas de gran tamaño elaboradas en ceden también un considerable número de
piedra local en las que suele aparecer la indicación de epitafios10.
FIG. 4 Inscripciones funerarias de la Bética. a) ORDÓÑEZ AGULLA, 2005, 249-251 b) CIL II/5 1189
c) CIL II/5 1232 d) ORDÓÑEZ AGULLA, 2005, 249-251.
CIL II²/7 699b Caserío de San Pablo L(ocus) P(edum) 20 x 20 (= 400 pies)
CIL II²/7 465 C/ José M.ª Herrero L(ocus) P(edum) 12 x 12 (= 144 pies)
In F(ronte) P(edes)
------ Desconocida 15 x 15 (=225 pies)
In A(gro) P(edes)
perio, lleva a cabo la primera catalogación toda seguridad, a recintos funerarios ubica-
y sistematización sobre el tema en Colonia dos en los principales sectores de necrópo-
Patricia. lis, poniendo de manifiesto que se trata de
una de las prácticas más extendidas desde
La existencia en la antigua Córdoba
época tardorrepublicana, aunque con un de-
romana de acotados funerarios era ya co-
sarrollo máximo durante el período altoim-
nocida gracias a los testimonios epigráficos
con indicación de la peditura, que nos ilus- perial (RUIZ OSUNA, 2005). Consisten, en
tran acerca de recintos con unas superficies general, en estructuras a cielo abierto con
variables entre los 12 x 12 y 20 x 20 pies cimentación de cantos rodados o mampos-
(144 y 400 pies cuadrados, respectivamen- tería y alzado de adobe, tapial o sillería (VA-
te) (Tabla 1). Las medidas resultan algo in- QUERIZO, 2002, 171).
feriores con respecto al resto de Hispania, En el resto de capitales conventuales re-
pero similares a las localizadas en Roma, lo sulta extremadamente difícil la localización
que ha sido interpretado como el resultado de estructuras de este tipo, siendo pocos
de una posible parcelación en lotes de los los casos en los que se han documentado
terrenos funerarios muy necesaria en una de manera fidedigna recintos funerarios,
ciudad capital de Conventus y Provincia, propiamente dichos. Así por ejemplo, su
con evidentes problemas de superpoblación ausencia resulta casi total en Cádiz, donde
que se traducirían en la falta de suelo para entre las más de 700 inscripciones funera-
enterramientos13 (VAQUERIZO, 2001a, 177; rias conservadas, se desconoce cualquier
2002, 168). Las últimas intervenciones ar- referencia a las típicas fórmulas alusivas a
queológicas llevadas a cabo en la ciudad la delimitación del locus sepulchri. Tan sólo
han permitido documentar gran cantidad tenemos noticias relativas a los restos de un
de restos materiales pertenecientes, con muro en ángulo, construido en opus incer-
tum, descubierto en la C/ General Ricardos,
13
| A este modelo nos remiten los hallazgos de ca- 5 y 7 (PERDIGONES, GORDILLO, BLANCO,
rácter arquitectónico descubiertos por Enrique Rome-
ro de Torres en el “Camino Viejo de Almodóvar” (RUIZ
1987, 55-61). En su interior albergaba dos
OSUNA, 2005a, 79-104), así como otros excavados re- cistas de inhumación, pertenecientes a sen-
cientemente en la ciudad, caso del solar intervenido en dos enterramientos infantiles, lo que podría
Avda. de las Ollerías bajo la dirección de Agustín López, corroborar la existencia de espacios de uso
a quien agradecemos la información oral transmitida. diferencial en las necrópolis gaditanas, de-
14
| En Córdoba contamos con un caso similar limitado en este caso mediante un muro de
documentado en la C/ El Avellano, 12-13, que puso al
descubierto un área funeraria, probablemente delimi-
obra14.
tada por un muro en opus quadratum con cimentación Recientes hallazgos permiten plantear
de mampuesto (PENCO, 1998, 64; 2000, 84), inter-
pretada como un sector de necrópolis perteneciente a
que esta función acotadora pudo ser asumi-
una asociación familiar o collegium. Así se deduce de la da por alineaciones de ánforas localizadas
adopción de ritos de enterramientos bastante unifor- en la playa, que habrían actuado como au-
mes, entre los que destacan las inhumaciones de niños ténticos marcadores del espacio funerario
en urnas de cerámica o ánforas, (VAQUERIZO, 2001a, (GENER, PAJUELO, 2002, 45). En espera de
192, nota 113) y el hallazgo de inscripciones funerarias
pertenecientes, en todos los casos, a personajes de baja
que próximas publicaciones den a conocer
condición social y origen griego (PENCO, 1998, 70; los resultados de las últimas intervenciones
VENTURA, 1998, 72-77). urbanas, la única referencia hallada nos re-
CIL II²/5 1174 Iglesia de San Francisco In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1189 Écija In fronte pedes / In agro pedes 25 x 20 (500 pies)
CIL II²/5 1190 Iglesia de San Francisco In fronte pedes / In agro 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1197 Écija In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1201 C/ de la Paloma In fronte pedes / In agro pedes ? x 13
CIL II²/5 1204/ 1205/1206 Cerro del Burro In fronte pedes / In agro pedes 15 x 15 (225 pies)
CIL II²/5 1207 Écija In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1208 Necrópolis Oriental In fronte pedes / In agro pedes 15 x 12 (180 pies)
CIL II²/5 1224 Afueras de Écija Locus in fronte pedum / In agro pedum 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1228 Afueras de Écija In fronte pedes / In agro pedes 15 x 13 (195 pies)
CIL II²/5 1232 Iglesia de la Santa Cruz In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1234/1235 Écija In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)
CIL II²/5 1238 Écija In fronte pedes / In agro pedes 12 x 20 (240 pies)
CIL II²/5 1242 Afueras de Écija In fronte pedes / In agro pedes 10 x ?
CIL II²/5 1253 C/ de la Cintería In fronte pedes / In agro pedes 13 x 10 (130 pies)
CIL II²/5 1254 Iglesia de San Francisco In fronte pedes / In agro pedes 12 x 20 (240 pies)
CIL II²/5 1256 Necrópolis Oriental 10
CIL II²/5 1285 Cortijo Benavides In fronte pedum / In agro pedum 17 x 16 (272 pies)
CIL II²/5 1286 Cortijo Benavides In fronte pedum / In agro pedum 16 x 16 (256 pies)
CIL II²/5 1291 Écija In fronte pedes / In agro pedes 12 x 10 (120 pies)
El caso astigitano18 es, sin lugar a du- ángulos que conformaban el locus sepulchri.
das, el más destacado de los aquí analizados, Así se deduce de las tres inscripciones con
ya que, aunque al igual que el resto aún no semejante texto alusivas a un recinto de XV
ha proporcionado recintos con característi- pies de lado perteneciente a Cornelia Paulla
cas similares a los cordubenses, su práctica (CIL II²/5 1204, CIL II²/5 1205, CIL II²/5
se conoce gracias al nutrido conjunto de ins- 1206), procedentes del Cerro del Burro, a
cripciones funerarias con referencia a la pe- unos 2 km al Este de Écija. Otro caso pare-
ditura. Se trata, en su mayor parte, de estelas cido es el del recinto destinado a Faustus,
de gran tamaño19 realizadas en piedra local liberto de Lucius Nonius (CIL II²/5 1234,
(caliza o calcarenita), con la parte superior CIL II²/5 1235), con unas dimensiones de
redondeada y el marco epigráfico rehundi- XII pies in fronte y X in agro, que al igual que
do en forma de hornacina. Si bien ninguna el anterior fue localizado en la Necrópolis
ha sido hallada in situ, debieron colocarse Oriental. En este caso, sólo se han conser-
a modo de hito en cada uno de los cuatro vado dos estelas, lo que podría indicarnos
su ubicación en la fachada del recinto, lugar
18
más lógico para su lectura, normalmente
| Una reciente revisión de los recintos astigita-
nos en VAQUERIZO, 2002b, 169 ss.; VAQUERIZO, GA- abierto a la vía principal.
RRIGUET, VARGAS, 2005, 48 ss. La existencia de recintos de obra podría
19
| Con alturas cercanas a los 170 cm (CIL II²/5
1238), anchuras superiores a los 73 cm (CIL II²/5
quedar confirmada gracias a la inscripción
1206) y grosores que van desde los 19 cm (CIL II²/5 CIL II²/5 1189 (Fig. 4b), pues su formato,
1228) a los 34 cm (CIL II²/5 1291). un gran bloque paralelepípedo (60 x 46 x 30
cm), lo pone en relación con una construc- (CIL II²/5 1285, CIL II²/5 1286), de la tribu
ción de gran tamaño, tal como confirman las Papiria, enterrados en sendos recintos con
medidas a las que hace referencia (las más superficies muy superiores a los vistos con
impresionantes hasta la fecha documenta- anterioridad (272 y 256 pies, respectiva-
das en Astigi). Esto explicaría las caracte- mente). Su hallazgo en el Cortijo Benavi-
rísticas tectónicas del epitafio, acordes con des, a unos 3.5 km de Écija, nos revela la
una obra de magnas dimensiones necesaria existencia de un terreno funerario de pro-
para salvaguardar los 500 pies que confor- bable carácter privado, asociado tal vez con
maban el locus sepulturae. Sin embargo, el alguna villa vinculada a esta familia. De esta
recuerdo de las estelas se mantiene latente forma, quedarían exentos del cumplimiento
en el surco labrado en la cara principal del de las normas municipales en cuanto a la
bloque, que imita su perfil y sirve a la vez de limitación de espacio funerario, costeándo-
marco a la dedicatoria funeraria. se construcciones más acordes con su alto
status social y económico. Así, resulta de es-
La fórmula más repetida entre las ins- pecial interés el hecho de que gran parte de
cripciones astigitanas es la ya conocida in las inscripciones funerarias de gran forma-
fronte pedes / in agro pedes (Tabla II), que to, sobre todo los bloques paralelepípedos
hace referencia a medidas englobadas entre alusivos a personajes de alto rango social20,
los 120 pies, las más habituales, y los 500 hayan aparecido dispersas por los terrenos
pies, antes referidos. De nuevo, nos encon- del antiguo ager astigitanus. Tal ocurre con
tramos con medidas reducidas y standar, la CIL II²/5 1284 que, hallada en el Cortijo
propias de ciudades con una gran población de Fuente de los Santos (a unos 20 km de
y poco terreno para satisfacer las necesida- la localidad), se refiere a un centurión de la
des funerarias, lo que obligaría a las entida- tribu Papiria, que fue enterrado junto con
des públicas a la planificación previa de los otros parientes, poniendo de manifiesto la
espacios sepulcrales (VAQUERIZO, 2002b, existencia de grandes complejos familiares,
169-171). Esto es perfectamente observable como ya habíamos señalado para los herma-
en las Necrópolis Oriental y Occidental, con- nos Virrii. Parece que la erección de tumbas
formadas en torno a la via Augusta a su paso a las afueras de la ciudad fue la tendencia
por la ciudad, de donde proceden la mayoría a seguir por algunas de las familias más
de los ejemplos catalogados. Esta importan- importantes de la Écija romana, las cuales
te vía de comunicación habría ejercido de elegirían terrenos privados asociados a villae
foco de atracción para el mundo funerario –base de su riqueza– para erigir estas mag-
y su consabido carácter de autorrepresenta- nas construcciones21.
ción, de ahí la necesaria parcelación en lo-
tes, con medidas que abarcan desde los 120
20
hasta los 225 pies, en dirección Corduba; y | Normalmente miembros de familias importan-
desde los 120 hasta los 144 pies, en la salida tes tales como la Virria (CIL II²/5 1285, CIL II²/5 1286),
Lucia (CIL II²/5 1225), Mancina (CIL II²/5 1231), Titu-
hacia Urso e Hispalis. cia (CIL II²/5 1288) y Petronia (CIL II²/5 1291), o per-
No ocurre igual con otros casos prove- sonajes pertenecientes a las tribus Galeria y Papiria (CIL
II²/5 1225, CIL II²/5 1231, CIL II²/5 1284).
nientes de terrenos alejados del casco his- 21
| Algunos de los hallazgos más interesantes
tórico, como los concernientes a los herma- en lo que a arquitectura funeraria se refiere proceden
nos L. Virrius Fides y L. Virrius Senecionus igualmente de los alrededores de la ciudad. Este es
su presencia tal vez pueda intuirse en aque- 1166); P. Numenius Martialis, sevir (CIL II²/5
llas inscripciones honoríficas que no eran 1164); y Caecilia Trophime, junto a su ma-
sufragadas por los órganos públicos, sino rido Caecilio Silón, posibles libertos enrique-
por familiares o privados (STYLOW, 2002, cidos (CIL II²/5 1165). La cuestión es que
359). Este es el caso de una base de mármol si donaron 100 libras de plata para costear
procedente de Astigi y dedicada a M. Iulius unas estatuas que serían expuestas en el foro
Hermesianus, diffusor oleario (CIL II²/5 de la ciudad, qué no habrían dispuesto para
1180), por su hijo y su nieto, los cuales la sus propias sepulturas. Podríamos inferir, así,
colocaron, según reza la inscripción, en el que los astigitanos prefirieron conservar es-
lugar que había designado para tal ocasión tas ostentosas acciones para la vida pública,
el Ordo de la ciudad. Se trata de una inscrip- optando en la intimidad por manifestaciones
ción honorífica post mortem, pero ¿colocada mucho más sobrias y discretas, lo que expli-
en un lugar público de la ciudad o en la tum- caría los pocos vestigios de monumentaliza-
ba del protagonista? El hecho de presentar ción funeraria localizados en la ciudad. Pero
molduras prominentes en todos sus lados ex- creo más acertado, en línea con lo defendi-
cepto el trasero indica su disposición delan- do anteriormente, proponer la ubicación de
te de una pared o su colocación al interior sus tumbas en terrenos de propiedad privada
de algún edificio, y no en el espacio abierto ubicados a las afueras de la ciudad. El miedo
de una plaza. Además, ya hemos destacado al olvido les habría impulsado a emprender
el locus sepulturae entre los principales ho- dedicaciones públicas en el foro de la ciudad,
nores funerarios concedidos por parte de las a la vista de todos sus conciudadanos, como
entidades públicas, lo que sumado al carác- medida para salvaguardar su recuerdo y el de
ter familiar del homenaje podría corroborar su familia.
su ubicación en el terreno privado de índole
Desde siempre, la investigación arqueo-
funeraria destinado al difunto.
lógica ha venido prestando suma atención
En esta misma ciudad se conserva un al hallazgo y análisis de las inscripciones
interesante conjunto de inscripciones con funerarias de grandes dimensiones –bloques
características formales semejantes, proce- paralelepípedos y placas de gran formato–,
dentes probablemente del mismo taller, en indicativas en cualquier caso de su ubica-
las que personajes de cierta relevancia social ción originaria en construcciones de obra.
costean la elaboración de diversas estatuas Aunque la mayoría presentan letras de gran
sagradas (BELTRÁN, VENTURA, 1992-1993, altura, lo que nos ilustra sobre su coloca-
373-389). Su localización en la iglesia de San ción elevada, resulta imposible determinar
Francisco, reutilizadas en sus muros, confir- su lugar exacto de colocación, que podía
maría su procedencia del foro de la ciudad, ser el muro exterior de un sepulcro, la puer-
localizado en las inmediaciones (SÁEZ et alii, ta de entrada o alguna estructura interior
2004, 36-49). Se trata en todos los casos de (STYLOW, 1995, 224). La mayoría de estos
disposiciones testamentarias en las que no se soportes están elaborados con piedras loca-
produjo la deducción de la vigésima parte a les (calcarenita y arenisca), característica
los herederos, lo cual incide en el alto status propia de los monumenta de la Baetica. El
económico de los personajes, a saber: Aponia mármol se documenta en pocas ocasiones,
Montana, sacerdotisa de Augusto (CIL II²/5 destacando un fragmento recientemente
cumplir con las consabidas reglas de accesi- en los materiales depositados en el Museo
bilidad, visibilidad y memoria, tal como se Histórico Arqueológico de Écija, las únicas
comprueba en el caso de Colonia Patricia o noticias que conocemos acerca de vestigios
en la CIL II²/5 1178, descubierta en a la sa- monumentales de carácter funerario en la
lida de Astigi en dirección a Urso. ciudad nos remiten a una cimentación descu-
Cronológicamente, los bloques parale- bierta en la C/ San Juan Bosco (RODRÍGUEZ,
lepípedos se definen como las manifestacio- NÚÑEZ, 1987, 401-402, Fig. 6). Ésta presen-
nes epigráficas más antiguas de la Bética, taba una planta cuadrangular, tendente a la
presentes desde época tardorrepublicana27, rectangular, de 3.40 x 4.30 m, con el eje ma-
cuya máxima difusión, junto a las placas de yor orientado en dirección E-O. La estructura
gran formato, se produce en época augustea se componía de 5 tongadas de opus incertum,
y sobre todo en el siglo I d.C. Pero algunos que al no presentar mechinales debió reali-
ejemplos (CIL II²/5 1255; CIL II²/7 389) zarse practicando un pozo con las medidas
perduran hasta fechas tardías, lo que confir- indicadas, colmatándose posteriormente con
maría el mantenimiento de estructuras fu- sucesivos rellenos. En la cara superior no se
nerarias monumentales hasta principios del apreciaron improntas de ningún tipo de apa-
siglo III d.C., dato de especial importancia si rejo, así que la construcción superior (sillares
tenemos en cuenta que a partir de este mo- o ladrillos) debió disponerse a hueso sobre la
mento se produce de forma generalizada en cimentación (RODRÍGUEZ, NÚÑEZ, 1987,
todo el Imperio el retraimiento de la riqueza 402). Las características de la construcción
funeraria hacia el interior de las sepulturas. y su cercanías al lienzo occidental del recinto
Se trata, pues, de un fenómeno bien co- amurallado, cerca del arroyo del Matadero,
nocido y extendido en toda la Bética, adscri- sobre el cual discurría la via Augusta a su
to principalmente a las clases sociales más salida de la ciudad, han permitido plantear
elevadas, aunque con una importante dife- su interpretación como los restos de un posi-
rencia representada por el número de ejem- ble monumento turriforme28 (RODRÍGUEZ,
plares conservados en Colonia Patricia, muy NÚÑEZ, 1987, 402).
superior al resto (Gráfico 1).
3.3.3. COLUMBARIA
3.3.2. MONUMENTOS TURRIFORMES
El columbario representa una de las formas
En espera de que análisis más exhaustivos de enterramiento típicas de Roma, propia
sobre decoración arquitectónica profundicen de las masas populares metropolitanas, que
de esta forma podían disponer de un sepul-
27
| Así se manifiesta en los epígrafes de Abullius cro a bajo precio (HESBERG, 1994, 95). Se
Numerius Chriestus (CIL II²/7 396) y su liberta (CIL trata en general de estructuras soterradas,
II²/7 397), y en el perteneciente a una esclava de la aunque con una parte de la construcción
familia Murria (RUIZ OSUNA, 2005b), todos ellos loca- emergente en superficie, en cuyo interior
lizados en la antigua Colonia Patricia.
28
se disponían un número variado de nichos
| Otra posibilidad es la que sugiere su interpre-
tación como los restos de un posible arco honorífico,
(loculi), dispuestos en filas, para acoger las
ubicado a la salida de la ciudad (RODRÍGUEZ, NÚÑEZ, urnas de los difuntos. Por tanto, fue una
1987, 402). modalidad constructiva relacionada con el
món Jiménez33 (PERDIGONES et alii, 1987, se ha conservado parte del estuco que los
51), Avda. de Andalucía34 (PERDIGONES, recubría, tanto al exterior como al interior
TROYA, MUÑOZ, 1987, 73) o los aparecidos (incluido el pavimento), y que les confe-
durante las obras de alcantarillado llevadas ría un acabado más cuidado. El acceso a
a cabo entre la C/ Ferrocarril y la C/ Bru- los mismos se hacía mediante una puerta
nete, muy próxima a las Puertas de Tierra35 abierta indistintamente en uno de los la-
(Fig. 5c) (PERDIGONES, MUÑOZ, 1990, terales36, la cual quedaba completamente
93). Pero, sin lugar a dudas, el conjunto más sellada al exterior, tal como se documentó
sobresaliente es el de la C/ General Ricar- en uno de los columbarios de la C/ Gene-
dos (PERDIGONES, GORDILLO, BLANCO, ral Ricardos (PERDIGONES, GORDILLO,
1987, 55-58), que puso al descubierto un BLANCO, 1987, 55-58). En algunos casos,
número total de cinco de estas construccio- esta entrada contaba además con una serie
nes, concentradas principalmente en la mi- de escalones que daban paso a un corredor
tad occidental del solar (Fig. 5a). de acceso, a través del cual se llegaba a la
A pesar del mal estado de conservación cámara funeraria propiamente dicha (PER-
en el que nos han llegado los columbarios DIGONES, GORDILLO, BLANCO, 1987,
gaditanos, presentan características se- 55-58). En las paredes interiores de ésta
mejantes que los señalan como una de las es donde se ubicaban los loculi o nichos, de
prácticas más difundidas entre sus pobla- unos 35 x 45 cm (PERDIGONES, GORDI-
dores. Se trata de edificaciones de planta LLO, BLANCO, 1987, 55-58), destinados a
cuadrangular o rectangular, con medidas albergar las cenizas de los difuntos, y que
que van de los 4 a los 13,47 m². Presen- igualmente presentaban un revestimiento
tan muros construidos a base de piedra y de estuco. Se han llegado a contabilizar un
sillarejo unidos con argamasa, en los que máximo de 15 loculi para una misma cons-
trucción (QUINTERO, 1927), pero debido
a que la mayoría de los columbarios fueron
Ingenua, además de numeroso material cerámico tanto completamente saqueados desde antiguo
romano como moderno (PERDIGONES et alii, 1987, son pocos los datos de los que disponemos
42). a la hora de conocer los enterramientos
33
| Nos referimos a los restos de un columbario,
muy cercano al conjunto conservado en la C/ General
que se disponían en su interior; a saber:
Ricardos (PERDIGONES et alii, 1987, 51). materiales romanos revueltos con otros de
34
| Columbario de planta cuadrada (2 x 2 m), muy cronología moderna, urnas de cerámica y
destruido, con tres nichos en el frente y otros tres en el plomo, ungüentarios y monedas (PERDI-
lateral derecho. En su interior aparecieron esparcidos GONES et alii, 1987, 42), así como ins-
por el suelo fragmentos de urnas de plomo, de ungüen-
tarios de vidrio, agitadores, espátulas de hueso y una cripciones en placas de pequeño tamaño
urna de cerámica completa (PERDIGONES, TROYA, para ser encastradas en los nichos. Una vez
MUÑOZ, 1987, 73). completado el aforo previamente estable-
35
| Se trata de las tumbas 18, 22 y 23 cido, los enterramientos se llevaron a cabo
(PERDIGONES, MUÑOZ, 1990, 93).
buscando cualquier espacio libre dentro
36
| En ocasiones, la desviación de la puerta con del recinto. Así, se han documentado cistas
el eje central de la construcción nos ilustra acerca de
la búsqueda de intimidad para los difuntos enterrados
embutidas en las paredes o dispuestas bajo
en su interior (PERDIGONES, GORDILLO, BLANCO, el suelo de la construcción (PERDIGONES,
1987, 55-58). GORDILLO, BLANCO, 1987, 55-58). Por
último, el mal estado de conservación, im- filiación. Un grupo interesante nos remite
pide conocer con seguridad el tipo de cu- a las inscripciones halladas en el llamado
brición con el que contaron. Parece que los “columbario de la familia Argentilia” (QUIN-
restos de piedras caídas al interior (PER- TERO, 1927), en cuyo interior apareció una
DIGONES, GORDILLO, BLANCO, 1987, inscripción dedicada a una difunta de esta
55-58), así como el arranque de lo que se familia, de ahí su nombre. Sin embargo, el
ha interpretado como una bóveda de cañón resto de los enterrados no pertenece a la
en uno de los columbarios de la C/ Brunete misma gens37.
(PERDIGONES, MUÑOZ, 1990, 93), invitan
a pensar en una techumbre sólida.
3.3.4. ENTERRAMIENTOS BAJO BÓVEDA38
Parece evidente el carácter asociativo
de este tipo de construcciones, las cuales Las cupae, de probable origen africano para
debieron permanecer en uso durante varias el caso hispano, han sido definidas como la
generaciones, siendo los nichos ocupados a monumentalización arquitectónica de los
medida que morían sus miembros. Este he- humildes túmulos de tierra (BACCHIELLI,
cho se demuestra en uno de los columbarios 1986, 307; ORDÓÑEZ, ORDÓÑEZ, 2003,
de la C/ General Ricardos, en el que 6 de los 171; VAQUERIZO, 2006, 317-364). Entre
loculi descubiertos en su interior aparecie- sus características principales destaca el
ron completamente vacíos y sellados (PER- perfil rectangular y remate semicircular,
DIGONES, GORDILLO, BLANCO, 1987, 55- cuya función era coronar y señalizar el en-
58), señal inequívoca de que nunca fueron terramiento –de cremación o de inhuma-
utilizados. Esto nos pone sobre la pista para ción– situado bajo la estructura o al interior
detectar posibles asociaciones funerarias o de la misma. Según las últimas investigacio-
sepulcros de índole familiar, que sólo la epi- nes (VAQUERIZO, 2006, 332; ORDÓÑEZ,
grafía podrá corroborar. Sin embargo, son ORDÓÑEZ, 2003, 166), debemos distinguir
pocos los datos disponibles, ya que muchas entre las que están labradas en un único blo-
de las placas de pequeño tamaño no han que de piedra maciza, cupae solidae, y las
conservado ni siquiera el nombre del difun- construidas de fábrica, cupae structiles, mu-
to. En caso de hacerlo remiten a personajes cho más abundantes que las anteriores. En
de baja condición social, sin ningún tipo de relación con éstas últimas existe otro tipo
de enterramientos realizados bajo bóvedas
37
| Lo mismo ocurre con el conocido “columbario de ladrillo o mampostería, que para algunos
de P. Vitelius” (QUINTERO, 1927, 9). investigadores no tendrían relación con el
38
| Última revisión del tema en VAQUERIZO, tipo aquí analizado (LÓPEZ VILAR, 1999-
2006, 317-364. 2000, 83 ss., Lám. 15), pero lo cierto es que
39
| Los primeros ejemplos documentados proce- “el exterior estucado y pintado, además de
den de la Cañada Honda (El Gandul, cerca de Carmona) la presencia de conductos libatorios, no di-
(PARIS et alii, 1926, 69-71, Fig. 48) y de la propia Carmo
(BELÉN et alii, 1986, 56-57, Fig. 4). Otros conocidos
fiere en realidad mucho de las anteriores”
son los procedentes de Carissa Aurelia (PERDIGONES, (VAQUERIZO, 2006, 349).
BALIÑA, ALONSO, 1987, 82-83, Fig. 1, Tipo 1.2.b) y
Munigua (SCHATTNER, 2003, 101 ss., Láms 53-59).
Precisamente, este último tipo es el
Para una revisión de los mismos vid. VAQUERIZO, más extendido en tierras andaluzas39, con
2006, 317-364. una amplia cronología que arranca del siglo
3.3.5. ALTARES
Al contrario que las portátiles, las aras mo-
nolíticas de gran tamaño, dispuestas direc-
tamente sobre el suelo o sobre plataformas
escalonadas, deben ser consideradas como
monumentos funerarios por sí mismas
(RUIZ OSUNA, 2006). Este es, sin duda, el
tipo funerario por excelencia de la capital
sevillana, documentándose un total de 19,
todas elaborados en mármol blanco –excep-
to una en piedra caliza amarillenta–, que se
FIG. 7 Ara funeraria hallada in situ en la encuadran cronológicamente entre finales
necrópolis de la C/ Virgen del Carmen Doloroso
del siglo I d.C. y mediados del siglo III d.C.
(Sevilla), según Carrasco et alii, 2004, Fig. 10.
Aunque la mayoría pertenecen a incerti, su
uso se extiende también entre ingenui y liber-
I d.C. y perdura hasta el V d.C. (VAQUERI- ti, siendo uno de los medios más utilizados
ZO, 2006, 342-344). Entre los hallazgos más como dádiva por parte de familiares y liber-
recientes se encuentran los de la Puerta de tos, así como por las propias instituciones
Osario (ORDÓÑEZ, ORDÓÑEZ, 2003, 149- públicas, caso de P. Valerius Gallus (CILA
182), en Sevilla (Fig. 6a), y el de la necró- II.1, nº 36), benefactor de honores funera-
polis de “La Algodonera” (AGUILAR CAMA- rios por parte del Ordo. Lamentablemente,
CHO, 2001, 891-898), en la antigua Astigi la mayoría de los casos se presentan com-
(Fig. 6b). En los alrededores de esta última pletamente descontextualizados, desta-
localidad también ha sido localizado otro de cando algunos ejemplos procedentes de
estos enterramientos, en el que destaca el la Necrópolis Septentrional próximos a la
uso de un sarcófago de plomo para contener Carretera de Carmona (ORDÓÑEZ, 2005,
los restos de la inhumación (Fig. 6c) (MAR- 245-274), lo que confirma su identificación
TÍN, FERNÁNDEZ, 2001, 903-907). como vía funeraria de primer orden.
Asociada a la necrópolis de
cremación presente en la C/
Virgen del Carmen (CARRASCO
et alii, 2004, 125-148), próxima a
la C/ San Luis, uno de los secto-
res de necrópolis mejor conocidos
para la ciudad, ha sido documen-
tado un altar funerario, cuyo in-
terés reside en ser el único hasta
la fecha localizado in situ (Fig. 7).
En el momento de su excavación
se encontraba “apoyado sobre
una infraestructura de planta se-
micircular realizada con fragmentos de ladri- FIG. 8 Fragmento marmóreo decorado con tema
llos dispuestos verticalmente y fragmentos de vegetal y geomorfo, según HUARTE, TABALES,
sillarejos” (CARRASCO et alii, 2004, 146). No 2001, LÁM. II.
posee la típica decoración de pátera y jarra
en los laterales, ni está coronada con los con-
sabidos pulvini y focus. En cambio, presenta lacionado con Iunia D. f. Rustica, sacerdos
en el centro del campo epigráfico una gran perpetua et prima in municipio Cartimitano
laurea coronada con una roseta y dos ínfulas (SERRANO, ATENCIA, 1981, 13-14, nº 6), re-
colgantes40. Encima de este motivo deco- conocida como uno de los personajes de más
rativo se encuentra la inscripción funeraria alta calificación económica de la Bética. De
alusiva a los Dii Manes de D. Iunius Rusticus, ser cierto este vínculo corroboraría la eleva-
que, según las últimas teorías de S. Ordóñez da posición social del anterior, quien habría
y S. García-Dils (2004, 159), pudo estar re- contado con un monumento funerario más
acorde con su status que el representado por
40
| Este motivo decorativo tiene especial difusión
una simple ara funeraria, la cual además no
en la Bética, sobre todo en la campiña sevillana y el apareció asociada a ningún enterramiento.
bajo Guadalquivir. S. Ordóñez y S. García-Dils (2004, Nos encontraríamos, pues, ante un posible
156) presentan como un paralelo claro el altar del jo- cenotaphium, que ubicaría la verdadera tum-
ven hispalense de familia senatorial D. Cutio Balbino M. ba del protagonista en otro lugar, o incluso
Cornelio Potito L. Attio Iuniano Romulo, IIII vir viarum
curandarum (CIL II 1172; CILA II.1 15).
en otra ciudad41.
41
| Un caso semejante es el de G. Docquirius Fla-
ccus (CIL II²/7 280), de rango ecuestre, que ejerció el
cargo de Patrono de la Provincia Hispania Citerior. Per- 3.3.6. INDETERMINADOS
sonaje de gran relevancia social, que debió contar con
un enterramiento más espectacular que una simple ara Los estudios sobre decoración arquitectóni-
de 63.5 x 20/28 cm, realizada en piedra local y de ta- ca y escultórica constituyen una pieza clave
lla bastante tosca. Lo más lógico es que el ara formara para una aproximación completa al proceso
parte de su ajuar, probablemente una ofrenda, dedicada
de monumentalización funeraria, pues en
por Annaeus Vernaculus, un cliente suyo, y el liberto Iu-
lius Phosphorus, función que corrobora la ausencia de muchos casos estos elementos constituyen
la edad y la fórmula H(ic) S(itus) E(st), indicadora de la los únicos vestigios de monumenta desapa-
presencia del enterramiento bajo el hito señalizador. recidos en la actualidad. El análisis morfo-
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E-mail: aa1gamaj@uco.es
RESUMEN
ABSTRACT
1
| Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación “Espacio y usos funerarios en la ciudad histórica.
El ejemplo cordobés (siglos II a.C.-XV d.C.)”, financiado por el Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo
e Innovación Tecnológica 2000-2003 del Ministerio español de Ciencia y Tecnología, con apoyo de la Unión Europea
a través de sus fondos FEDER (Ref. BHA 2003-08677). Del mismo modo, se inscribe en el Convenio de Colaboración
que el Grupo de Investigación del P.A.I. HUM 236, integrado por todos los miembros del Área de Arqueología de la
Universidad de Córdoba, mantiene con la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento local para el estudio
de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único.
195
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ A. GARRIGUET MATA
so modo, entre los momentos finales de la estelas y urnas); otras novedosas como los
República y las primeras décadas del siglo II sarcófagos figurados– vinieron a ocupar el
d.C. (HESBERG, 1992: 202 ss.); disponién- paulatino “vacío” que las imágenes exentas
dose al principio en las fachadas de las tum- de cuerpo entero fueron dejando a partir de
bas, para pasar despues, de forma general, al época adrianea (BELTRÁN, 1999; EDMOND-
interior de éstas. Formas distintas de repre- SON-NOGALES-TRILLMICH, 2001; ZANKER,
sentación y autorrepresentación escultórica 2002); si bien la verdadera desaparición de
–algunas empleadas también con frecuencia las estatuas funerarias (y también práctica-
durante el periodo mencionado (como los mente de las honoríficas, si exceptuamos las
bustos y, sobre todo, los relieves con perso- imperiales) se produjo ya en el siglo III d.C.
najes alineados, o los que adornaron altares, (RODÀ, 1996: 131-132).
con calcei cerrados, scrinium y plinto) de un Argentarii –que controló la importante So-
personaje masculino ataviado con túnica y cietas Sisaponensis–, cuya tumba debió de
amplia toga18 (Lám. 3), adscribiéndose ésta, situarse en esta zona (VENTURA, 1996; CIL
según I. López (1997: 99; 1998: 118-119), al II²/7, 415a). Relacionar dicha lápida con la
tipo Ba de H. R. Goette: Toga mit U-förmigen estatua togada anteriormente descrita está
Umbo (GOETTE, 1990: 29 ss.). El trabajo lejos de ser posible –el calzado del persona-
correcto pero discreto del mármol evidencia je togado, tal vez calceus patricius (LÓPEZ,
la intervención de un taller local, mientras 1998: 126), indicaría que éste pertenecía a
que la sencillez y claridad de la composición los estratos sociales más elevados, y no al
o la escasa profundidad de los pliegues son grupo de los libertos–; pero no debemos de-
indicios de una cronología tardoaugustea o jar de subrayar, al menos, la cercanía topo-
tiberiana temprana (LÓPEZ, 1997: 97-100; gráfica y temporal de ambos testimonios.
1998: 25-26, nº 1).
De dimensiones considerablemente
Aunque se trata de una imagen de gran menores que la anterior –de hecho su ta-
formato y completamente exenta, su aspec- maño parece corresponder a una figura me-
to sumamente plano recuerda bastante más
a los togados representados en relieves fune-
rarios coetáneos de Roma, magníficamente
estudiados por V. Kockel (1993), que a una
estatua de verdadero bulto redondo. Este
dato, que sugiere su colocación en un ceñi-
do marco arquitectónico (y no en un espacio
abierto visible desde diferentes ángulos), y
su hallazgo extramuros son los principales
argumentos a favor de su consideración
como efigie funeraria, pues los sencillos en-
terramientos de inhumación descubiertos
en sus cercanías se fechan en un momento
muy posterior (SÁNCHEZ RAMOS, 2003: 36-
38).
En cambio, una datación prácticamente
similar (augustea) es la que presenta una
interesante placa de piedra de mina con
inscripción funeraria descubierta también, y
por las mismas fechas, en el Tablero Bajo. El
epígrafe menciona a tres individuos mascu-
linos, libertos, miembros de la familia de los
18
| Aun así, la estatua (depositada en el Museo LÁMINA 4: Estatua togada ¿femenina? hallada
Arqueológico y Etnológico de Córdoba, nº de registro
en Ronda de los Tejares-Avda. del Gran Capitán
31.549) mide algo más de 1,5 m de altura, lo que signi-
fica que su tamaño era mayor que el natural.
(Foto: autor).
En dicho caso, nos hallaríamos más bien Finalmente, el tipo y el gesto reproduci-
ante la imagen de una niña o adolescente (lo dos, la forma excesivamente estrecha (casi
cual estaría perfectamente de acuerdo con de bloque rectangular) de la estatua y el lu-
su reducido tamaño) de origen ingenuo, sol- gar donde se produjo su hallazgo, próximo
tera y vestida con la toga praetexta, como ha a un área de necrópolis (vid. supra nota 8),
puesto de relieve recientemente C. Marcks conducen a plantear su hipotética pertenen-
(2005: 21). Quizás un buen paralelo en este cia a un monumento funerario.
sentido, incluso para la posición demasiado La última de las estatuas togadas ana-
centrada del sinus, podría encontrarse en lizadas, esculpida en mármol de tonalidad
una figura femenina infantil del Ara Pacis grisácea y de tamaño algo mayor que el
de Roma (GOETTE, 1990: 80, lám. 70.3, N
2b). Aunque, claro está, salvando la notable
19
distancia existente entre una y otra en ma- | La pieza, a la que sólo falta la cabeza (que
fue encajada en su día en un hueco labrado entre los
teria de ejecución. hombros), ni siquiera llega al metro de altura (mide
Sea como fuere, la sobria vestimen- en concreto 93 cm), incluyendo el plinto en el que se
sostiene.
ta elegida y la actitud serena y formal del 20
| Actualmente se conserva en el Museo Arqueo-
personaje evocan la todavía no muy lejana lógico cordobés (nº de registro C/CD/141), aunque
tradición republicana, lo cual favorece una durante años formó parte de una colección particular.
De mármol blanco, en cuya superficie aún arroja la pieza cordobesa, pues ésta, debido
se aprecian restos de estucado y pintura de a su concepción sumamente plana, al tra-
color ocre, viste larga túnica y amplia palla tamiento lineal, espacioso y diáfano de los
recogida por encima y alrededor del brazo paños, o a la propia capa de estuco pinta-
derecho. La cabeza, hoy desaparecida, fue do, ha sido fechada en el periodo augusteo
trabajada aparte (como la mano derecha) y (LÓPEZ, 1996; 1998: 68, 174-175). Por su
encajada en su correspondiente hueco entre parte, la forma rectangular, excesivamente
los hombros. Los pliegues del manto situa- alargada y estrecha, de la figura28, su esca-
dos a ambos lados del citado orificio indican sísima profundidad (casi similar a la de un
que la mujer fue representada capite velato relieve) y el aspecto inacabado de su parte
(Lám. 6). posterior inducen a pensar en su instalación
La disposición de la palla en la zona en un marco arquitectónico “accesible” sólo
central del torso, configurando una doble desde el frente (un nicho de escasa anchura
curva, ha permitido a I. López (1996; 1998: o un reducido intercolumnio).
67-68, nº 36; 133-134) incluir fácilmente Combinando dicha evidencia con la fre-
esta estatua en el grupo de réplicas hispanas cuente aparición de las representaciones
del tipo denominado Eumachia-Fundilia26; del tipo Eumachia-Fundilia en monumentos
de origen helenístico, pero profusamente sepulcrales nada tiene de extraño que se le
reproducido tanto en relieve como en bulto haya supuesto a esta estatua una más que
redondo –en imágenes procedentes, sobre probable funcionalidad funeraria (LÓPEZ,
todo, de contextos funerarios27– entre fina- 1996: 44; 1998: 185); interpretación que
les del s. I a.C. y los primeros años de la cen- compartimos29, aun cuando ello implique,
turia siguiente (BIEBER, 1977: 200; KLEI- necesariamente, aceptar que la efigie fue
NER, 1977: 162 ss.; KOCKEL, 1993: 26-27; trasladada en un momento dado desde la
BAENA DEL ALCÁZAR, 2000: 3-4, 10, láms. edificación donde se expusiera originalmen-
2-3). Dicha cronología coincide con la que te –en alguna de las necrópolis patricienses,
¿la occidental por ser ésta la más cercana?–
26
hasta el lugar en el que se halló; lo cual, la-
| Contando a la de Córdoba, hasta el momento
se conocen nueve representaciones de este tipo en las mentablemente, no deja de ser una simple
antiguas provincias hispanas, seis de ellas béticas (vid. hipótesis.
BAENA DEL ALCÁZAR, 2000: 10, grupo B).
27
| La actitud serena, recogida y a veces grave de La segunda estatua femenina, vestida
este tipo de imágenes favoreció enormemente su uti- de nuevo con túnica y palla –aunque en esta
lización en monumentos funerarios de comienzos de ocasión ambas prendas aparecen notoria-
época imperial, por transmitir el concepto de virtus de mente ceñidas casi por completo al cuerpo
la casta matrona romana.
28
| La evidente desproporción existente entre las
(Lám. 7)–, se conserva desde principios del
mitades superior e inferior del cuerpo (las piernas de siglo XX en la colección arqueológica de la
la mujer son considerablemente largas en comparación familia Romero de Torres, en Córdoba (vid.
con su torso), además de ciertos detalles de tosquedad ROMERO DE TORRES, 1950: 103-104;
en su labra, han llevado a I. López a considerarla obra GARCÍA DE LA TORRE, 1991: 14-16). Es de
salida de un taller local (LÓPEZ, 1998: 134).
29
| En detrimento de la opción que la vincula a al-
mármol blanco y le faltan la cabeza, trabaja-
gún espacio público de Colonia Patricia, sostenida por da en una pieza distinta al resto del cuerpo,
Mª D. Baena (2000: 228). el brazo izquierdo y la mitad inferior de las
3. LA ESTATUA FEMENINA DE LA 39
| Para los detalles sobre el hallazgo de la escul-
C/ MUÑICES tura, así como para la cronología y la restitución del
monumento funerario al que se asocia (probablemente
La intervención arqueológica desarrollada del tipo edícula) remitimos al trabajo de J. L. Liébana
por José L. Liébana entre los años 2004 y y A. Ruiz recogido en este mismo número de Anales de
Arqueología Cordobesa.
2006 en el solar nº 33 de la calle Muñices, 40
| Sus medidas son: 0,76 m de altura, entre 0,39
que constituye la esquina noroccidental m (hombros) y 0,54 m (manos-caderas) de anchura y
de la Plaza de la Magdalena (Fig. 1), ha po- 0,31 m de grosor. De lo que cabe atribuirle un tamaño
sibilitado el hallazgo de la, hasta la fecha, aproximadamente natural.
do con túnica y palla, dos prendas típicas y los prototipos en los que se inspiró su autor
características de las matronas romanas. De (sobre la cual volveremos más abajo), dista
la primera sólo resulta visible una pequeña bastante de ser satisfactoria desde un punto
parte del escote, de muy escasa curvatura, de vista artístico.
justo por debajo del cuello; ya que el manto,
Estos últimos comentarios nos introdu-
fino y dispuesto de manera sencilla encima cen de lleno en el tema de la ejecución y la
de la túnica, envuelve y ciñe casi por com- calidad de la estatua. A este respecto cabe
pleto a la figura. Incluso la hoy desaparecida señalar, en primer término, que el escultor
cabeza quedó cubierta por aquél, como evi- se ha interesado evidentemente más por los
dencian los restos de pliegues conservados efectos plásticos que por los pictóricos, mos-
sobre los hombros y en el arranque de la trando un claro deseo general (en ocasiones
espalda. Sólo la mano derecha, pegada a la no demasiado logrado) de recalcar los volú-
cadera, consigue liberarse del férreo envol- menes de la anatomía femenina a través de
torio de la palla. la adherencia de los paños en detrimento de
La mujer aparece en pose frontal y ac- los juegos de claroscuro. Ello se pone bien
titud estática y tranquila, con ambos brazos de manifiesto en la parte delantera de la pie-
caídos en paralelo y unidos al cuerpo, hasta za, donde la mayoría de los pliegues concén-
el punto de no distinguirse prácticamente tricos y en forma de V del manto han sido
de éste. La leve torsión del cuello hacia el labrados de manera superficial, quedando
lado derecho es en realidad el único atisbo muy espaciados entre sí, lo que otorga un
de movimiento que transmite la escultura, aspecto diáfano a los paños. Únicamente en
si bien el plegado del manto refleja cierta la zona del pecho, entre los senos y justo
tirantez. Contemplada de frente (evidente- debajo del escote de la túnica, se han traba-
mente su punto de vista principal, Lám. 8,1) jado aquellos con mayor profundidad y gro-
se aprecia un acusado contraste entre la es- sor, aunque sin crear diferencias lumínicas
trechez de los hombros y la gran anchura del demasiado intensas. Por detrás (Lám. 8,4)
vientre y las caderas. Aunque más marcada la figura apenas si ha sido desbastada con
resulta aún esta desproporción en las vistas el puntero. Sólo se han representado aquí, y
de la figura correspondientes a sus perfiles ello de forma tosca y muy somera, un listel
(Lám. 8,2-3): así, a un abdomen prominente rectangular –alusión al extremo sobrante de
y abultado en exceso se oponen unos senos la palla que cae por el lado izquierdo de la
muy pequeños, casi imperceptibles. Que espalda– y el esbozo de dos pliegues justo
este peculiar y descompensado esquema detrás del cuello.
corporal femenino –propio de mujeres ma- Llama la atención, por otro lado, la pre-
duras de probada fertilidad– se halla presen- sencia en casi toda la superficie de la escul-
te en numerosas creaciones escultóricas del tura de huellas del cincel dentado o gradina,
periodo helenístico y en no pocas represen- lo cual indica que aquella no fue alisada ni
taciones de época romana derivadas de ellas pulida, a excepción sólo de la mano derecha,
(vid. LINFERT, 1976) es circunstancia inte- desnuda por sobresalir de los paños, cuya la-
resante que no debe pasarse por alto; pero la bra (que podemos calificar de correcta) des-
reproducción del mismo en el ejemplar cor- taca claramente por este motivo en relación
dobés, al margen de remitir a la cuestión de a la de las restantes partes de la figura. No
se observan tampoco restos de policromía ni obtenida en este caso a partir de las relacio-
de la imprimación que servía para ocultar las nes estratigráficas.
imperfecciones de la ejecución y borrar a la
Por lo que hace referencia al modelo o
vez las trazas de las herramientas, actuando
tipo iconográfico reproducido en aa estatua
también, habitualmente, como capa de pre-
cordobesa, debemos señalar que entre el am-
paración sobre la que se aplicaba la pintura
plísimo repertorio de representaciones feme-
(NOGUERA-ANTOLINOS, 2002: 113-119).
ninas vestidas de época republicana e impe-
No obstante, y en razón de la apariencia
rial temprana derivadas de prototipos clási-
inacabada de su ejecución, suponemos que
cos o helenísticos (con las que, ciertamente,
la estatua romana de la calle Muñices debió
comparte en general actitud recogida, esque-
de recibir algún tipo de mortero o estucado
ma cerrado o ceñidura del vestido) hasta la
de cara a su exposición, habida cuenta asi-
fecha no hemos encontrado para la misma
mismo del material “blando” y escasamente
ostentoso en el que se realizó. ningún paralelo exacto en bulto redondo.
Ello se debe, fundamentalmente, a la “extra-
Precisamente, la utilización de piedra ña” posición que adoptan los brazos, ambos
caliza y los detalles de una elaboración en caídos junto al cuerpo en toda su longitud, y
general descuidada y tosca permiten inferir a la completa cubrición de los mismos por el
en esta obra la intervención de un discreto manto, cuando lo habitual es que, al menos,
artista local41, quien habría desarrollado su uno de ellos se libere parcialmente de la palla
labor en un momento previo a la utilización y se doble hacia el torso o bien hacia delante,
generalizada en Hispania del mármol como agarrando o recogiendo algunos paños (vid.
material escultórico (LEÓN, 1990: 367 ss.; LINFERT, 1976; KOCKEL, 1993). Esas dos
RODÀ, 1996: 109-112). Todo ello nos con- circunstancias quedan reflejadas, lógicamen-
duce, pues, hacia la segunda mitad del siglo te, tanto en la disposición del vestido como
I a.C., lo cual concuerda prácticamente a la en su plegado, haciendo que lo uno y lo otro
perfección con la tipología arquitectónica y se caractericen por su extremada y absoluta
la cronología del Monumento Funerario 1, sencillez. Este hecho constituye un nuevo
factor de diferenciación respecto a la gran
41
| Un detalle que pone de manifiesto las limita- mayoría de figuras femeninas de época tardo-
ciones técnicas del escultor podemos observarlo en el rrepublicana o imperial temprana, en las que
arranque del muslo izquierdo, donde varios pliegues del no resulta raro apreciar pequeñas zonas de
manto se dirigen, estirados y en forma de abanico, ha- la anatomía donde las prendas, debido a las
cia la mano izquierda, como si ésta estuviera agarrando
la palla y tirando de ella, un gesto frecuente en las re-
poses y los gestos de las retratadas, forman
presentaciones femeninas vestidas presente ya en crea- motivos de cierta complejidad.
ciones helenísticas (NISTA, 1984: 477). Sin embargo, la
mano citada está completamente cerrada (ni siquiera
Como consecuencia de todo ello, y te-
se han representado en ella los dedos) y envuelta en los niendo en cuenta que la escultura de Córdo-
ropajes, por lo que en realidad no puede asir nada. Es ba llevó antaño la cabeza velada, las estatuas
obvio, por consiguiente, que su autor quiere reproducir que muestran mayor parentesco iconográfi-
un detalle de elegancia que conoce bien; pero es inca- co con ella son, a nuestro juicio, dos figuras
paz de hacerlo con corrección.
42
| Tanto es así que L. Baena del Alcázar (2000:
“orantes” realizadas en mármol blanco y
8) no llega a decantarse por un modelo concreto a la también de muy difícil adscripción tipológi-
hora de mencionar paralelos para estas dos peculiares ca42, procedentes de Medina Sidonia (Cádiz)
por el contrario, el brazo izquierdo, libera- dio cuerpo, junto con un matrimonio, en
do parcialmente del vestido, se dobla en un un relieve del Museo Nazionale Romano,
ángulo más o menos pronunciado, dirigién- antaño conservado en Villa Mattei (Lám.
dose hacia delante o bien desviándose lige- 10) (KLEINER, 1977: 230, nº 60; KOCKEL,
ramente hacia el torso para asir los paños. 1993: 176-177, LI); figura que podemos
El manto, tras cubrir la espalda, forma en considerar actualmente el mejor parale-
la mayoría de los casos un haz de pliegues lo para la estatua cordobesa. En efecto,
que atraviesa en diagonal el torso, pasando la mujer del citado relieve no sólo lleva el
entre los senos, desde el hombro derecho manto de manera casi idéntica a aquella,
hasta un poco por encima de la cadera iz-
cubriéndole también la cabeza, sino que
quierda43, para recogerse después en el
además presenta la misma pose estática.
brazo de este lado. En otras ocasiones, sin
Como evidencian los pliegues del vestido o
embargo, como se observa en la estatua de
la posición de los hombros, aparece igual-
la llamada “Sulpicia Platorina”, de Roma
(LINFERT, 1976: 58 ss.; TAGLIETTI, 1985), mente con ambos brazos caídos y pegados
o en el relieve, también romano, de “Atis- al cuerpo. La pieza romana ha sido fechada
tia” (KLEINER, 1977: 11 ss., 202 s., nº 12; en los últimos años del siglo I a.C., por lo
KOCKEL, 1993: 88 ss., A 8), los pliegues de que se encuentra bastante próxima a la es-
la palla forman una amplia curvatura sobre tatua de Córdoba desde el punto de vista
el pecho y caen luego, desde el hombro iz- cronológico.
quierdo, por la espalda; de un modo muy En definitiva, esta última es una crea-
similar, por tanto, a como sucede en la es- ción escultórica singular dentro del pano-
tatua de la calle Muñices.
rama hispano derivada, en última instan-
Con estas dos últimas imágenes –la cia, de prototipos helenísticos, pero cuyos
primera de época neroniana tardía o flavia referentes iconográficos más directos y
temprana (TAGLIETTI, 1985) y la segunda, cercanos parecen encontrarse en relieves
muy anterior, de hacia mediados del siglo funerarios de la Urbs o su entorno, datados
I a.C. (KOCKEL, 1993: 91)– ha sido rela- grosso modo (como ella) en las últimas dé-
cionado tipológicamente un controvertido cadas del siglo I a.C. Es, por consiguiente,
personaje femenino representado de me- una de las estatuas romanas más antiguas
de Córdoba que ha llegado hasta nuestros
días, así como un buen ejemplo de que, bajo
43
| Recordemos, por ejemplo, la figura derecha circunstancias afortunadas, los testimonios
del relieve de las Alliae (NISTA, 1984; KOCKEL, 1993: escultóricos del pasado “perduran” a veces,
222, O 29); o las tres estatuas hispanas del tipo Allia- hablándonos (si les interrogamos) de quie-
Berlin –una de Tarragona, otra conservada en Toledo y
nes los encargaron, hicieron, contemplaron
la tercera descubierta en Jaén– analizadas por L. Baena
del Alcázar (2000: 4 y 11; BAENA-BELTRÁN, 2002: 77- y abandonaron; a diferencia de lo que acon-
78, nº 13). Como una variante de las mismas, dotada tece con las siempre efímeras y “volátiles”
de mucha más gracia y movilidad (posiblemente porque palabras a las que alude el conocido dicho
procede de un ámbito honorífico y no funerario), podría
latino que, levemente adulterado por noso-
considerarse una de las estatuas recuperadas en la calle
Ángel de Saavedra de Córdoba (LÓPEZ, 1998: 68-70; tros, hemos utilizado como título para este
GARRIGUET, 1999: 99-100), de cronología augustea. trabajo.
la ciudad: a saber, la via Augusta, verdadero Desde el punto de vista cronológico, salvo
cordón umbilical con Roma, a través del cual el pedestal de estatua de C. Furnio Fortunato
se podía sentir constantemente la pertenen- (datado en la segunda mitad del siglo II d.C.)
cia a las regiones más avanzadas del Medite- y el togado flavio descubierto en la iglesia de
rráneo; y los caminos que conducían hacia el San Lorenzo, el resto de los testimonios se fe-
Norte, hacia Augusta Emerita y, sobre todo, cha entre las últimas décadas del siglo I a.C.
a las ricas explotaciones mineras de Sierra (esto es, en lo últimos momentos de la Repú-
Morena, de las cuales algunas familias cor- blica o en los primeros instantes del principa-
dobesas de entre finales del siglo I a.C. y la do de Augusto) y los años centrales del siglo I
primera mitad de la centuria siguiente obtu- d.C. (la etapa claudio-neroniana); con una es-
vieron los recursos necesarios para ascender pecial concentración en los años inmediata-
socialmente. mente anteriores y posteriores al cambio de
Por otro lado, llama la atención el hecho Era. Estos datos muestran un panorama muy
de que mientras algunas esculturas, como la similar al de otras ciudades hispanas, como
posible estatua femenina togada hallada en- Augusta Emerita (NOGALES, 1997), Barcino
tre Ronda de los Tejares y la Avda. del Gran (RODÀ, 2002) o Carmo (LEÓN, 2001a); en
Capitán, debieron de erigirse (integradas en las cuales, y gracias a la adhesión entusiasta
sus correspondientes monumentos) a muy de sus elites al fenómeno de la autorrepre-
escasos metros de la muralla urbana, otros sentación a través de la plástica (que suscitó,
en cambio, caso por ejemplo de la estatua por ejemplo, una amplia y creciente demanda
femenina de calle Muñices o del togado re- de estatuas honoríficas), surgió y se desarro-
cuperado en el Tablero Bajo, se expusieron a lló rápidamente, en el citado marco cronoló-
una distancia considerable de aquella, a pe- gico, una importante producción escultórica
sar de su temprana cronología (en el caso de según parámetros netamente itálicos y roma-
la primera, dada su datación augustea tem- nos, buena parte de la cual fue destinada al
prana, hay que señalar que por entonces ni ámbito funerario.
siquiera se habría completado aún el avance
El marcado descenso de la estatuaria fu-
de la ciudad en dirección al río)45. Por con-
neraria observado en Córdoba a partir de la
siguiente, si esta desigual distribución de la
estatuaria funeraria no parece que fuera cau- segunda mitad del siglo I d.C. encuentra, asi-
sada por la necesidad de disponer o reservar mismo, paralelos en otros lugares de Hispa-
más espacio para la ampliación del hábitat, nia y, en general, en Roma y el Mediterráneo
es muy probable entonces que hubiese teni- occidental, como ya apuntamos al principio
do que ver con cuestiones como la diferente de este trabajo. Este hecho, que no resul-
dedicación productiva y la propiedad de los ta por tanto nada extraño, debe atribuirse
terrenos que bordeaban a la capital bética; principalmente a un cambio paulatino en
tema de investigación histórico-arqueoló- las modas y preferencias respecto al formato
gica sobre el territorio cordubense de gran de las representaciones de difuntos; cambio
interés que merece ser abordado con mayor que a partir aproximadamente de mediados
profundidad en el futuro. del siglo II d.C. habrá que vincular también
con la progresiva generalización entre la so-
45
| Vid. a este respecto J. F. Murillo (2003: 39- ciedad romana del ritual de la inhumación,
40). lo que se traducirá en la incorporación de
Colonia Patricia a través de la via Augusta, diados del siglo I d.C., y quizás también el
cumpliendo la principal función para la que descuido o la insolvencia de los herederos de
un día fueron erigidos: la perduración de la aquellos que los mandaron construir46, supu-
memoria de sus moradores. Pero el traslado sieron la amortización definitiva de dichos
de aquélla unos metros más al Norte a me- enterramientos.
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46
| El hallazgo de la escultura femenina sobre Arqueológica de Córdoba, Córdoba, 80-83.
el podio del Monumento Funerario 1 sugiere que el
recuerdo de la difunta a la que aquella representó ca- GARRIGUET, J. A. (1999): “Reflexiones en torno
recía de sentido, ya fuese por la desidia de sus des- al denominado ‘Foro de altos de Santa Ana’ y a los
cendientes, por haber perdido los mismos el antaño comienzos del culto dinástico en Colonia Patricia
elevado estatus socioeconómico de la familia o por Corduba”, AAC 10, 87-113.
la extinción de ésta. Pues de lo contrario la estatua
podría haber sido llevada a cualquier otra posesión fa- GARRIGUET, J. A. (2001): La imagen del poder
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MANIFESTACIONES FUNERARIAS DE
ÉPOCA ALTOIMPERIAL EN COLONIA ANALES
PATRICIA1 DE ARQUEOLOGÍA
Lucía Esther MORENO ROMERO C OR D OB E S A
Universidad de Córdoba
número 17 (2006)
E-mail: estmoreno19@hotmail.com
VOL. I / PÁGS. 225 - 258
RESUMEN
ABSTRACT
1
| Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación
“Espacio y usos funerarios en la ciudad histórica. El ejemplo cordobés (siglos II
a.C.-XV d.C)”, financiado por el Plan Nacional de Investigación Científica, Desa-
rrollo e Innovación Tecnológica 2000-2003 del Ministerio español de Ciencia y
Tecnología, con apoyo de FEDER (Ref. BHA 2003-08677).
También se inscribe en el Convenio de Colaboración que el Grupo de In-
vestigación HUM 236 del Plan Andaluz de Investigación, integrado por todos los
miembros del Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba, mantiene con
la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba para el estu-
dio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único.
225
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LUCÍA ESTHER MORENO ROMERO
nuestros días, de ahí que se haga necesaria reforma en el cementerio de Nuestra Seño-
una revisión historiográfica, así como una ra de la Salud (VAQUERIZO, 2001a: 28) y
puesta al día sobre el estado actual de la in- en 1931 dirigió la excavación de un monu-
vestigación, en lo que a sus espacio funera- mento funerario descubierto en el actual
rios se refiere. barrio de Ciudad Jardín, concretamente en
la confluencia de las calles Antonio Maura e
Remontándonos al siglo XVI, destaca la
Infanta Dña. María, que sería trasladado a
figura de Ambrosio de Morales, cuyas obras4
la Puerta de Sevilla, donde hoy se conserva
sirvieron como punto de partida para los tra-
descontextualizado.
bajos de futuros y prestigiosos eruditos loca-
les. Larga es la lista de nombres5; entre ellos Por su parte, Santos Gener no sólo dife-
despuntan algunos tan significativos como renció las necrópolis cordobesas basándose
Pedro Díaz de Ribas, con su obra De las anti- en diferentes hallazgos8 documentados ex-
güedades y excelencias de Córdoba6 (1627),
Francisco Ruano y su Historia General de 4
| De gran importancia, por su carácter arqueo-
Córdoba (1760), y Paseos por Córdoba. O lógico, es la titulada Las Antigüedades de las ciudades
sean apuntes para su historia, de Ramírez de España que van nombradas en la Coronica, en la
que el cronista realiza una descripción de la Córdoba
de Arellano (1873). A pesar del espíritu anti-
romana y un detallado análisis de los epígrafes hasta
cuarista y afán de coleccionismo de estos au- entonces conocidos (SÁNCHEZ MADRID, 2002: 214-
tores, sus obras no sólo se caracterizan por 215).
su valor historiográfico, sino porque en un 5
| Padre Martín de Roa, Antiguo Principado de
intento de configurar una historia completa Córdoba en la España Ulterior o Andaluz, 1636; Andrés
de Morales y Padilla, Historia de Córdoba, 1662; Barto-
de la ciudad, aportan datos arqueológicos
lomé Sánchez de Feria, Palestra Sagrada o Memorial de
relevantes para la investigación actual, que los Santos de Córdoba, 1772; Luis Maraver y Alfaro, His-
en numerosas ocasiones han desaparecido. toria de Córdoba desde los más remotos tiempos hasta
nuestros días, 1863.
La llegada del siglo XX trajo consigo dos 6
| Recoge la descripción y dibujo de urna cinera-
importantes figuras –Enrique Romero de ria de mármol, actualmente desaparecida, cuyo parale-
Torres y Samuel de los Santos Gener– que lo más directo se encuentra en el Cabinet des Médailles
serán claves en la arqueología cordobesa de Paris. La pieza cordobesa está fechada en época ju-
lio-claudia y procede de un taller romano. En su deco-
y, muy especialmente, en lo que al ámbito ración se emplearon motivos relacionados con Apolo.
funerario se refiere. Significativas son sus (BELTRÁN, 1987 :161-178; VAQUERIZO, 2001a: 223).
publicaciones7 (de consulta obligada para 7
| Romero de Torres, E. (1941): Corona de estu-
todo investigador), al igual que los trabajos dios que la Sociedad de Ant., Etn. y Preh. dedica a sus
de salvaguarda y conservación del patrimo- mártires, I, CSIC, Madrid.
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Gener en el Museo Arqueológico de Córdo- 1950), Comisaría Gral. De Excavaciones Arqueológicas,
ba, del que fue director entre los años 1925 Madrid.
y 1959. Pero si realmente destacan ambos 8
| Santos Gener hace referencia al hallazgo de
eruditos es porque con sus trabajos de cam- varios sarcófagos de piedra en la Puerta de Osario (Ne-
po sacaron a la luz un importante sector de crópolis Septentrional) o de sarcófagos de plomo junto
a la Puerta del Hierro (actual C/ Diario de Córdoba).
la necrópolis Occidental de Corduba. Rome- Enterramientos de idéntica tipología a éstos últimos
ro de Torres exhumó varias tumbas de época fueron localizados en el Campo de la Verdad (SANTOS
tardoantigua o visigoda, con motivo de una GENER, 1955: 9).
tigio como área funeraria queda confirmado sible existencia de áreas funerarias de uso
por el hallazgo en el entorno de la Avda. del diferencial. La más significativa es la necró-
Gran Capitán, esquina con Ronda de los Te- polis Occidental, concretamente el entorno
jares de dos inscripciones, donde la Colonia del “Camino Viejo de Almodóvar”, donde se
Patricia rinde honores fúnebres a Titus Fla- han localizado un conjunto de 16 lápidas
vius Antoninus (CIL II²/7 290) y a Quintus gladiatorias27, cuya presencia a raíz del ha-
Caecilius (CIL II²/7 303). llazgo del anfiteatro en esta área funeraria
Durante los siglos III y IV d. C. el espa- cobra aún más sentido. Algo similar se apre-
cio septentrional perpetúa sus usos funera- cia en la necrópolis Septentrional, especial-
rios, surgiendo nuevos centros de enterra- mente en el recinto funerario exhumado en
miento paleocristianos como los localizados C/ El Avellano 12-13, posiblemente utiliza-
en el palacio de Cercadilla, el Convento de la do por esclavos y libertos de origen griego,
Merced, la C/ Dña. Berenguela o Vial Norte tal y como lo demuestran los testimonios
(SÁNCHEZ, 2003). epigráficos, el origen de los difuntos y la
cierta lejanía de esta zona de enterramien-
*** to con las principales vías de comunicación
Al igual que ocurre en otras zonas del (VAQUERIZO, 2002a: 163).
Imperio, en Colonia Patricia se intuye la po- El sector cementerial de C/ Beatriz En-
ríquez posee la particularidad de acoger un
27
| Estas inscripciones gladiatorias no sólo tienen espacio dedicado exclusivamente a enterra-
en común el haber aparecido en la misma necrópolis, mientos de individuos inmaduros o neonatos
sino que responden a un mismo modelo compositivo
inhumados al interior de ánforas28 (LÓPEZ
(nombre del gladiador, categoría, ludus gladiatorius, nº
de victorias, edad, origo, dedicante y fórmulas de cie- PALOMO, 2004: 54-55). Su elevado número
rre) y poseen un soporte similar (estela con cabecera (un tercio sobre el total de tumbas exhuma-
semicircular de caliza o mármol de Cabra). Su elevado das) y su deposición realizada en un breve
número y la mencionada uniformidad morfológica de espacio de tiempo, principalmente el siglo
caracteres podrían deberse a un collegium funeraticium
gladiatorio encargado de las necesidades funerarias de
I d. C., resulta claro indicativo de una gran
sus miembros. El análisis de las lápidas arroja datos tan mortalidad infantil normal en estos momen-
interesantes como la existencia de un ludus gladiatorius tos históricos, aunque tal vez pudo deberse
en Colonia Patricia. Conclusión a la que se ha llegado a una posible epidemia (LÓPEZ PALOMO,
gracias a dos inscripciones: la dedicada a un essedarius 2004: 55) o prácticas rituales (VAQUERIZO,
por sus compañeros –familia universa- (CIL II²/7, 362),
y aquella en la que se menciona a un doctor retiariorum
2001a: 152).
(CIL II²/7, 360), dejándonos intuir la posible existencia El espacio extramuros no siempre fue
en la ciudad de un instructor de esta modalidad de lu-
cha (SÁNCHEZ MADRID, 2001:189-191).
utilizado como lugar de enterramiento,
28
| El uso de la humatio en los infantes fue una sino que debido al esplendor que experi-
práctica muy común en época altoimperial romana. mentó Colonia Patricia durante el siglo I d.
Sirvan de ejemplo las inhumaciones localizadas en C/ C., la ciudad se expande y ocupa la zona más
El Avellano 12-13 (tumbas V, VII, VIII y IX) (PENCO,
próxima al lienzo murario, dando lugar a la
1998a), las realizadas en Baelo Claudia (VAQUERIZO,
2001a: 152), o las de posible carácter ritual practicadas creación de importantes vici. Existen datos
en Chipiona (ALCÁZAR et alii, 1994). arqueológicos que documentan la construc-
29
| Gracias a los hallazgos epigráficos conocemos ción de estos nuevos barrios periurbanos en
en la actualidad el nombre de al menos dos vici cor- las áreas cementeriales de Corduba29, tal es
el caso de La Corredera y C/ Maese Luis, al en torno a los que se distribuyen las necró-
Este, o Avda. de la Victoria, al Oeste. Para polis (SÁNCHEZ, 2003: 24). Testimonios ar-
la zona Norte destacamos las excavaciones queológicos de estos nuevos elementos los
practicadas en C/ Reyes Católicos, que sa- tenemos en la basílica con baptisterio docu-
caron a la luz un importante sector del vi- mentada en el Palacio de la Merced, actual
cus norte, constituido por calles porticadas sede de la Diputación Provincial de Córdo-
y enlosadas a las que abrían domus con pa- ba30 (HIDALGO; VENTURA, 2001: 250-251)
vimentos musivos y pinturas murales (BAE- y el palatium de Maximiano Hercúleo, recon-
NA ALCÁNTARA, 1990), o la villa de C/ El vertido al culto cristiano (HIDALGO, 2001:
Algarrobo, con un horizonte cronológico 248-249).
que abarca desde finales del siglo III-princi-
pios del siglo IV d. C. hasta su abandono a
principios del siglo V d. C. (PENCO, 2005:
30; SALINAS VILLEGAS, 2005: 51). Otros USOS Y TIPOS DE
vestigios de esta área suburbana se han do- ENTERRAMIENTOS
cumentado en el Palacio de la Merced, Fray
Luis de Granada y el solar nº 6 de Ronda de Desde el punto de vista del ritual funerario
los Tejares (IBÁÑEZ, 1987). Su cercanía al la fase altoimperial atestigua la presencia de
recinto murario y la carencia de suelo ur- ambos ritos, aunque con un mayor predomi-
banizable al interior de la ciudad, origina- nio de la cremación31. Ésta llega incluso a
ron que los antiguos enterramientos fueran
amortizados por estas construcciones ex dobeses: forensis e Hispanus, (CIL II²/7, 272 y273), e
novo hasta un momento indeterminado del incluso la posible existencia de un pagus Augustus (CIL
siglo III d. C. II²/7, 231) (VAQUERIZO, GARRIGUET, VARGAS, 2005:
34).
La crisis que experimenta el núcleo ur- 30
| Consiste en una construcción hidráulica de
bano en los últimos momentos del Imperio, opus caementicium, revestida por opus signinum, y po-
see una planta dividida en dos espacios independientes.
provoca el despoblamiento de estos barrios Uno de ellos, tiene forma rectangular alargada (4,35
periféricos, comenzando así una segunda x 3,25 y 1, 55 m de altura) y posee dos escaleras late-
fase de ocupación funeraria (VAQUERIZO, rales en los lados menores que dan acceso al espacio
2001a: 125). Será a partir de la implanta- interior. Mientras que el otro, adosado a la zona cen-
ción del Cristianismo en el siglo III d. C., y a tral de cuerpo principal, presenta un planta en forma
de arco peraltado. Marcos Pous identificó el conjunto
lo largo de la siguiente centuria, cuando se como un posible baptisterio, basándose en las técnicas
impone la inhumación como forma exclusiva constructivas y en la presencia de las dos escaleras en-
de enterramiento. frentadas en el cuerpo principal –característica de este
tipo de edificios-. Sin embargo, la presencia del espacio
La cristianización de la ciudad no sólo circular no responde a ningún modelo conocido de bap-
se materializa en cambios del ritual, sino tisterio, aunque cabe la posibilidad de que se trate de
que produce importantes transformacio- una obra romana, tal vez de carácter termal, y que fue
adaptada al uso de baptisterio (HIDALGO; VENTURA,
nes en la topografía funeraria. Si antes las
2001: 250-251).
áreas sepulcrales se organizan en torno a las 31
| Cremación e inhumación coexistieron en Roma
vías de comunicación, en este momento los desde sus inicios; el uso de uno u otra práctica obede-
aglutinadores del espacio funerario son basí- ce a cuestiones religiosas, económicas, de tradición
licas, martyria y memoriae, centros de culto familiar o modas. Será a finales de época republicana
y comienzos del Imperio cuando la cremación alcance la tumba de los Pompeyos en Torreparedo-
un mayor auge, para ir despareciendo hacia finales del nes (Córdoba) (RODRÍGUEZ OLIVA, 2002:
siglo II d. C. en favor de la inhumación (VAQUERIZO, 259-311).
2001a: 74). En Corduba se da el mismo esquema: uso
simultáneo de ambos ritos, aún en momentos de predo- En Colonia Patricia destacan el grupo
minio de la crematio. de urnas que en 1866 entregó la Comisión
d. C. en C/ Beatriz Enríquez, Esq. con Avda. los 40 días de vida, mientras que los fetos fa-
del Brillante (LÓPEZ PALOMO, 2004: 56- llecidos a término, los non nutriti (menos de
57). un día) y aquellos considerados como innup-
Otras zonas de Hispania documentan la ti (GONZÁLEZ VILLAESCUSA, 2001: 79),
convivencia de ambos ritos en época altoim- eran enterrados en las casas, normalmente
perial, como el área suburbana de Robert en el alero del tejado del patio (sub grundo)
d´Aguiló en Tarraco (GURT, MACÍAS, 2002: (VAQUERIZO, 2001a: 48), creando de este
90), o la necrópolis Norte de Emerita Augus- modo espacios ad hoc separados de los ce-
ta (SILVA, 2004: 273). menterios para adultos en los que no tenían
cabida al no ser considerados auténticos in-
Las tipologías de enterramientos utili- dividuos sociales (VAQUERIZO, 2001a: 48).
zadas son muy variadas y van desde la simple La muerte infantil en el mundo romano se
fosa excavada en la tierra, el ataúd de ma- rige por patrones diferentes: los funerales
dera, la cista de ladrillos, de piedra o mam- se realizaban de noche, con la mayor rapi-
puesto, etc., pudiendo estar o no cubiertas dez posible y sin llevar a cabo ningún tipo
por tegulae, losas de piedra dispuestas en de libaciones u ofrendas funerarias, tal vez
horizontal o a doble vertiente. (Fig. 6). por un deseo de discreción (GONZÁLEZ VI-
La humatio fue la práctica preferida por LLAESCUSA, 2001: 79). El “miedo” a con-
la sociedad romana a la hora de dar sepultu- fundir las cenizas del neonato con las de la
ra a individuos que aún no habían alcanzado pira (GARCÍA, GUERÍN, 2002: 213), unido a
la madurez. El funus acerbum o inmaturum que tradicionalmente se consideraba inapro-
se aplicaba a los niños que habían superado piada la cremación en infantes que aún no
tenían dientes (Hist. Nat., VII, 16), provocó rramientos infantiles32. Así queda atestigua-
la proliferación de la humatio para niños de do en las 24 tumbas documentadas en la C/
corta edad. Beatriz Enríquez (LÓPEZ PALOMO, 2004:
El ánfora, interpretada como el vientre 54-55). Pero no fue el único: existen recien-
materno que acoge el cadáver del neonato, tes novedades que amplían el panorama ti-
es el contenedor más frecuente para ente- pológico, tal como demuestra el importante
conjunto funerario descubierto durante los
trabajos de remodelación de Avda. Gran Vía
32
| Las ánforas utilizadas como contenedores ci- Parque (Fig. 7).
nerarios pertenecen en la mayoría de los casos a pro-
ducciones béticas de las formas Dressel 7-11 y Haltern Siguiendo el desarrollo de las mismas
70, que en origen sirvieron para actividades comercia- se localizaron varias estructuras y mate-
les relacionadas con el transporte de vino, aceite o sala-
zones (AMARÉ, 2003: 643). Sin embargo, existen zonas
riales de indudable carácter funerario, que
del Imperio en las que llegaron a fabricarse con fines consistían en un ustrinum del que se pudo
exclusivamente funerarios, como en la necrópolis de recuperar abundante material cerámico,
El-Mahrine (CAMPUS, 1991: 927 ss.). El carácter fune- un enterramiento infantil en cista de mam-
rario de las ánforas no se reduce a servir como simples
puestos y un recinto funerario que albergaba
contenedores cinerarios, ya que sus cuellos actuaron
en muchos casos como tubo de libaciones, e incluso A. otra inhumación igualmente infantil, pero
Campus deja entrever cuestiones tan interesantes como en este caso en sarcófago de plomo. Des-
la posible relación que existiría entre el contenido que taca este último por el excelente estado de
en principio albergaría el ánfora, con su posterior uso conservación del ajuar, compuesto por tres
funerario (1991: 927 ss.).
33
| Desde aquí, queremos expresar nuestro agra- ungüentarios de vidrio (Isings 6/26 y 28a),
decimiento a Antonio Peña Jurado por la información cuatro de cerámica (Oberaden 29) y un her-
facilitada para el estudio de esta pieza. ma de mármol33 que representa a Dionysos
34
| El análisis interpretativo de los hallazgos fune- (PEÑA, 2002: 36-37), y sitúan la sepultura
rarios localizados en Avda. Gran Vía Parque no sólo da
a conocer el funcionamiento de este pequeño sector de
a mediados del siglo I d. C. (GARCÍA et alii,
la necrópolis Occidental, sino que se completa con dos 2005: 105-142)34.
interesantes apéndices dedicados a la conservación del
sarcófago y de los materiales exhumados, así como de
La monumentalización de ámbito fune-
un estudio antropológico de las inhumaciones infanti- rario en Colonia Patricia se caracteriza por
les (GARCÍA et alii, 2005: 126-137). la íntima relación que mantiene con mode-
los itálicos, y por la fragmentación y descon- localizadas en las cercanías de las principales
textualización de numerosos hallazgos que vías de acceso a la ciudad así como la pareja
limitan el repertorio de formas arquitectó- de monumentos circulares localizados junto
nicas funerarias. Existen importantes estu- a la Puerta de Gallegos y fechados a inicios
dios dedicados a los monumenta de Córdoba del siglo I d. C. Realizados en opus quadra-
(VAQUERIZO, 2001b; 2002b, 2006; HES- tum y sobre un podio escalonado flanqueaban
BERG, 1993; MÁRQUEZ, 1998; 2002; RUIZ el camino hacia Hispalis. En ellos se entiende
OSUNA, 2005b), que son decisivos a la hora a la perfección el deseo de la sociedad roma-
de establecer las principales tipologías fune- na por expresar a través de un determinado
rarias empleadas en época altoimperial. tipo arquitectónico, en este caso el utilizado
por Augusto en su Mausoleo, símbolo de su
En momentos iniciales (finales del siglo I
poder y victoria, el status social alcanzado en
a. C.- principios del siglo I d. C.) destacan las
vida (VAQUERIZO, 2001a: 93-94).
cámaras subterráneas realizadas en opus qua-
dratum calizo con su correspondiente recin- El paisaje funerario patriciense se com-
to, documentadas en el Palacio de la Merced, pleta con numerosos fragmentos arquitectó-
C/ La Bodega y Puerta de Sevilla y todas ellas nicos o escultóricos que atestiguan la pre-
FIG. 8: 1. Recintos funerarios 2. Monumentos en forma de altar 3. Edícolas con cuerpo superior en forma de
naiskos 4. Túmulos 5. Columbarios 6. Cámaras funerarias con remate monumental y recinto 7. Cámaras
funerarias con remate monumental y aparecen recinto 8. Cámaras funerarias con remate indeterminado y
recinto 9. Aras sobre aparentes estructuras escalonadas 10. Cupae monolíticas 11. Posibles monumentos
turriformes, de base rectangular o cuadrada, con o sin decoración figurada 12. Monumenta rostrata 13.
Edícolas con cuerpo superior cerrado (a partir de VAQUERIZO, 2001b y 2002a, y RUIZ OSUNA, 2005a)
sencia de monumentos rostrata, cupae, edí- en muchos casos, son de distintas épocas, lo
colas o altares funerarios (Fig. 8), junto con que confirma un uso prolongado. Fue muy
recintos de planta más o menos cuadrangu- frecuente la adquisición de estos espacios
lar y cimientos de cantos rodados con alza- funerarios en sociedad, es decir, por parte
dos de adobes o sillares35. En su interior se de collegia funeraticia, asociaciones privadas
disponen los distintos enterramientos que, de carácter popular que solían agrupar a los
estratos sociales más bajos (esclavos y liber-
35
| Estas construcciones a cielo abierto surgen en
tos) y a personas de la misma profesión. Su
el siglo II a. C. ante la necesidad de señalar el locus sepul- función era la de proporcionar a sus miem-
chri. En un primer momento son recintos señalados por bros exequias adecuadas y sepulturas decen-
cipos de madera o piedra unidos entre sí que posterior- tes, incluso si morían lejos de su ciudad, a
mente irán evolucionando arquitectónicamente. Así, en cambio del pago de cuotas periódicas, fun-
época imperial quedan configurados por cimentaciones
de cantos rodados y alzados de muros de poca altura,
cionando como nuestros actuales seguros
realizados en adobe, mampuestos o sillares, en cuyo in- (VAQUERIZO, 2002b: 201).
terior se disponían las sepulturas. La fachada solía dar a
las vías y no poseía puerta de acceso. Pero fue a lo largo
Estos acotados funerarios documenta-
del siglo I y según avanzaba el siglo II d. C., cuando se dos en Córdoba se fechan principalmente
manifestó en la sociedad romana un mayor deseo de pri- a mediados del siglo I d. C., perdurando
vacidad e intimidad en lo que a prácticas funerarias se algunos hasta mediados del siglo II d. C.
refiere, marcando entonces la esfera de lo privado frente (VAQUERIZO, 2002a: 171). Entre ellos des-
a la pública, de ahí que los muros de estos acotados su-
frieran un mayor desarrollo, llegando a convertirse en
tacan por su antigüedad –primera mitad del
verdaderas tumbas monumentales (VAQUERIZO, 2002b: siglo I a. C.– (MURILLO et alii, 2002: 253)
170). Si al exterior resaltaba el aspecto modesto de las los amortizados bajo los monumentos de
mismas, fue al interior donde se concentró la decoración Puerta de Gallegos36.
-abundantes mosaicos, pinturas y estucos en relieve-,
ya que no estaba dirigida al público en general, sino a
un reducido grupo. Numerosos ejemplos se han docu-
mentado en las necrópolis de Isola Sacra (CALZA, 1940;
FLORIANI SQUARCIAPINO, 1958; BALDASARRE, 1978, AJUARES: TIPOLOGÍA,
487-504; 1984, 141-149; 1987, 125-138; BALDASARRE EVOLUCIÓN Y SIMBOLOGÍA
et alii, 1985, 261-302; ANGELUCCI et alii, 1990), Pom-
peya (KOCKEL, 1983; 1987, 183-198; D´AMBROSIO, Consideramos como ajuar todos aquellos
DE CARO, 1987, 199-228), Aquileia (REUSSER, 1987,
239-250; BERTACHI, 1997, 149-173), o Sarsina (ORTA-
elementos que, depositados junto al cadá-
LLI, 1979, 231-246; 1987, 155-182). ver, al interior o al exterior de la tumba (va-
36
| Consisten en espacios rectangulares fabrica- jilla cerámica, lucernas, figurillas de terra-
dos con zócalos de guijarros y alzado de adobe. El mo- cota, monedas, ungüentarios, etc.) poseen
numento situado al norte de la vía Corduba-Hispalis se función profiláctica y simbólica, y por lo
levanta sobre un acotado de planta rectangular, cuyas
dimensiones no se han podido determinar y que en su
tanto forman parte de la misma. Su signifi-
centro albergaba un ustrinum y un enterramiento en cado real se desconoce, pero parece que el
urna (VAQUERIZO, 2001a: 180). Parece ser que este fin último sería acompañar al difunto en su
doble dispositivo tiene referencias arqueológicas en nueva “vida” y facilitarle la participación en
otras necrópolis del Imperio, como en la necrópolis de los diferentes ritos y ceremonias celebrados
la via Laurentina en Roma, en la que aparece un ente-
rramiento del mismo tipo fechado entre finales del pe-
en su memoria (VAQUERIZO, 2001a: 158).
riodo tardorrepublicano y comienzos de época imperial Entre estas celebraciones, que consistían en
(FLORIANI SQUARCIAPINO, 1958: 101 ss.). ofrendas, libaciones y banquetes funerarios,
Es muy difícil llegar a conocer el uso XXXVII, XXXVIII o XLII) y elementos de vi-
que realmente tendrían los diversos elemen- drio, documentándose tipos muy difundidos
tos cerámicos en el ritual funerario. En los como Isings 6, 8, 28 (VARGAS, VAQUERIZO,
ajuares cordobeses destaca la asociación de 2001: 160).
una copa, una copita y un plato en Terra Si-
En Mérida se han constatado asociacio-
gillata Hispánica Precoz, que en ocasiones
nes parecidas, como jarra-plato o jarra-cuen-
se amplía conformando una vajilla de seis o co, junto con material vítreo, que, por su-
nueve piezas (Fig. 9). Este modelo, definido puesto, estarían relacionados con aspectos
por S. Vargas como ajuar-tipo (2002: 297), rituales (BEJARANO, 2000: 320).
se ha documentado en todas las necrópolis
altoimperiales de Corduba; sirvan de ejem- A lo largo del siglo I d. C., producciones
plo Avda. del Corregidor (VARGAS, GUTIÉ- como la T. S. Gálica o Africana sustituyen
RREZ, 2004), “La Constancia” (VARGAS, a las de tipo Peñaflor, y se aprecia un enor-
2002: 297-310), “Santa Rosa” (MORENO me desarrollo de las lucernas, las cuales se
ROMERO, 2005) o C/ Beatriz Enríquez (LÓ- transforman en un elemento puntero de los
PEZ PALOMO, 2004). Su momento de ma- ajuares cordobeses.
yor esplendor se da en época julioclaudia, Tal y como se inició en época de Clau-
y junto a él suelen aparecen otras produc- dio, y de forma paralela a todo este proce-
ciones como la cerámica de Paredes Finas, so, se siguen utilizando como contenedores
especialmente las formas béticas (Mayet funerarios las urnas de vidrio en sus corres-
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LA NECRÓPOLIS ROMANA DE
LA AVENIDA DEL CORREGIDOR ANALES
DE CÓRDOBA1 DE ARQUEOLOGÍA
C OR D OB E S A
Sonia Vargas Cantos / svargas@arqueocordoba.com
número 17 (2006)
M.ª Isabel Gutiérrez Deza / migutierrez@arqueocordoba.com
Convenio UCO-GMU VOL. I / PÁGS. 259 - 278
RESUMEN
ABSTRACT
1
| Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de
investigación “Espacio y usos funerarios en la ciudad histórica.
El ejemplo cordobés (siglos II a.C.-XV d.C)”, financiado por el
Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innova-
ción Tecnológica 2000-2003 del Ministerio español de Ciencia y
Tecnología, con apoyo de FEDER (Ref. BHA 2003-08677).
También se inscribe en el Convenio de Colaboración que
el Grupo de Investigación HUM 236 del Plan Andaluz de Inves-
tigación, integrado por todos los miembros del Área de Arqueo-
logía de la Universidad de Córdoba, mantiene con la Gerencia
Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba para el
estudio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimien-
to único.
259
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– SONIA VARGAS CANTOS / M.ª ISABEL GUTIÉRREZ DEZA
3
Inmediatamente después, el espacio se
| Próximamente se publicará una monografía
sobre la necrópolis donde podrá adentrarse en cues-
habilita como necrópolis. Aunque en algu-
tiones como el ritual, estudio detenido de los ajua- nas zonas se aprovecharon las gravas geo-
res,... lógicas como suelo, parece que se intentó
4
| Una primera aproximación sobre la Necrópolis regularizar el terreno mediante una super-
de Avda. del Corregidor (Tramo 1), se publicó en el nº
ficie homogénea de calcarenita triturada,
15 de Anales de Arqueología Cordobesa.
5
| Una vez excavado cada tramo se procedió a la conservada muy irregularmente a causa de
instalación del colector por cuestiones de seguridad. las numerosas fosas y remociones del terre-
6
| Localizada en el tramo 1 del trazado del Colec- no. Fue en este momento cuando se cons-
tor. truyeron tres recintos funerarios, la mayor
7
| El ungüentario de vidrio se relaciona con la
forma Isings 6.
parte pavimentados toscamente al interior
8
| Localizada en el tramo 2 del trazado del Colec- mediante niveles de albero o picadura de
tor. sillar.
Esta organización del entorno se com- asociado a esta construcción, realizada me-
pleta con una serie de bloques de piedra9 de diante muros de mampostería y esquinas re-
forma más o menos regular que, hincados forzadas con sillares.10 De una gran fosa circu-
verticalmente en el suelo, servían, a modo
de hitos, para señalizar las tumbas o para 9
| Estos hitos de señalización están realizados en
delimitar los espacios funerarios. su mayoría con biocalcarenita, aunque contamos con un
par de ejemplos realizados en caliza nodulosa violácea.
El Recinto 1 se construye sobre la Tumba La parte visible del indicador tiene forma rectangular,
15. Durante su construcción se cuidó de no aunque no se observa un tratamiento esmerado en su
afectar al enterramiento preexistente, que terminación. La parte no visible muestra una superficie
más irregular y suele ser más estrecha que la superior,
quedó sellado con un pavimento de sillar tri- con el fin de facilitar su hundimiento en la tierra.
turado o residuos de retalla. Conviene decir 10
| La presencia de sigillata hispánica precoz, un-
que no se encontró ningún enterramiento güentarios fusiformes, cerámica de tradición ibérica y
cerámica común asociada a los pavimentos, permiten Al norte del Recinto funerario 2 se cons-
fechar en época augustea esta intervención. De igual truyó un muro de mampostería con mortero
modo, del relleno de la zanja de cimentación del recinto de cal, y cimentado en una preparación de
se han recuperado muestras de paredes finas decoradas arcilla. Este muro se hallaba embutido en el
con hojas de piña menores y sigillata itálica, materiales
perfil y se le entregaba una capa de suelo
que inciden de nuevo en la cronología augustea.
11
| Este ustrinum estuvo en funcionamiento hasta de albero o retalla de sillar. Esta estructura
época Tiberiana. se ha interpretado como un posible recinto,
12
| Se conservaban dos hiladas de alzado y la ci- que quedó inutilizado intencionadamente al
mentación de cantos rodados, reforzada en el ángulo cubrirse con una capa de arcillas.
noroeste con un sillarejo. Los sillares muestran orifi-
cios para la aplicación de palancas que ayudasen a des- Al Este de dicho muro se disponen dos
plazar las piezas de la hilada superior en el sobrelecho estructuras cuadrangulares de cantos roda-
de la inferior, así como líneas de posición para ajustar
dos que, a modo de túmulos, servían de se-
los bloques pétreos por la cara exterior.
13
| La cabeza apareció sin conexión anatómica al ñalización a dos tumbas de inhumación con
cuerpo y una moneda como ajuar. cubierta a doble vertiente (tumbas 33 y 34),
14
| La construcción de un muro de cronología entre las que se situó una tercera tumba (20)
bajomedieval afectó gravemente a la necrópolis en los de inhumación infantil en fosa simple13.
tramos 2 y 3a.
15
| Se podría interpretar como pago del óbolo Al Norte de las anteriores14 se excavó
a Caronte, práctica habitual desde época augustea una tumba de cremación (40), sellada por
(ETIENNE, 1996, 166).
16
una capa de sillar triturado, cuyo ajuar es-
| Estas cáscaras de huevo debieron formar parte
del ritual, las ofrendas al difunto o el banquete funera- taba formado por una moneda15 y una anfo-
rio. Aunque este tipo de ofrenda o alimento no ha sido reta con restos de cáscara de huevos en su
documentado con anterioridad en Córdoba, contamos interior16.
con algunos ejemplos de ofrendas que fueron incinera-
das en la pira junto al difunto, como nueces (VAQUERI- En el Tramo 3 se localizaron 5 tumbas
ZO, 2001b, 154-157). de inhumación (60, 61, 62, 63 y 64) corres-
ÉPOCA JULIO-CLAUDIA
FASE TIBERIANA
veles: paredes finas (Mayet XXXIII y XXXIV), Al Norte del Recinto funerario 4 se loca-
sigillata itálica (Conspectus 12, 33), sigillata liza la Tumba 5. Consiste en una cremación,
hispánica precoz, lucernas derivadas de la con fosa revestida con mampostería en el
Dressel 9 y un ejemplar de marmorata que lado meridional22 y parcialmente destruida
podría corresponder a la forma Ritterling 9;
en el Tramo 2 se documentaron fragmentos
de paredes finas de cáscara de huevo, un-
güentarios, ánforas, terra sigillata gálica,
y algunas muestras de sigillata itálica con
decoración a ruedecilla, y en el Tramo 3b
ánforas de salazón Dressel 7-11, sigillata de
imitación tipo Peñaflor, paredes finas y un-
güentarios tipo Oberanden 29, imitaciónes
de Barniz Rojo Pompeyano, sigillata itálica,
gálica e hispánica (Forma 27).
FASE NERONIANA
ÉPOCA FLAVIA
26
| La margo está decorada con ovas y presenta en
la superficie interna y externa un engobe gris oscuro.
El motivo decorativo es una Victoria de perfil sobre or-
bis, vestida con túnica larga. Tiene las alas hacia arriba.
En la mano derecha lleva una corona de laurel y con la
izquierda sostiene una palma (vid. RODRÍGUEZ MAR-
TÍNEZ 2002, 74 ss).
27
| Principalmente se produce a finales del siglo I
d. C. y siglo II d. C. (ISINGS, 1957, 98).
28
| El estudio de las monedas halladas en los dife-
rentes enterramientos de la necrópolis será publicado
en la monografía que está en proceso de elaboración.
29
| Excavada en el Tramo 3.
30
| Distinguimos paredes finas tipo Mayet XXXVIII
y lucernas cuya margo se decora con ovas, que pueden
corresponder a la forma Dressel 11.
31
| No pudo excavarse completa ya que se aden-
traba en el perfil. LÁM. VII Vista cenital y detalle de la tumba 60.
32
| De este uso reiterado se ha recuperado un un-
güentario Isings 82 de finales del siglo I d. C. y siglo II
d. C. (ISINGS, 1957, 98)
33
| Estos elementos de hierro serían los únicos
restos conservados de las parihuelas, lechos fúnebres
o ataúdes incinerados junto al cadáver. En algunas oca-
siones, se le ha atribuido un valor profiláctico y apotro-
paico, como en las tumbas infantiles de la necrópolis de
Baelo Claudia (Cádiz) (VAQUERIZO, 2001a, 169).
34
| Presenta una cronología que se desarrolla des-
de los años 80 hasta el 160 d. C. (HAYES, 1972, 35).
LÁM. VIII. Vista de la cubierta, interior y ajuar 35
| Se desarrolla desde finales del siglo I d. C. has-
de la tumba 10 ta principios del siglo II d. C. (HAYES, 1972, 44).
ción en fosa simple con cubierta plana de izquierdo flexionado sobre la pelvis y el dere-
tegulae. cho perpendicular al cuerpo. En la mano ex-
tendida llevaba una moneda con la que debía
pagar el óbolo a Caronte. A los pies se dispu-
so, a modo de ajuar, una lucerna Dressel 28.
PRIMER TERCIO DEL SIGLO III D. C. Todo ello se cubrió con tierra, en la que se do-
En este momento asistimos a la generaliza- cumentaron algunos fragmentos de cerámica
ción del rito de la inhumación en detrimen- africana de cocina. El enterramiento quedó
to de la cremación. La escasa presencia de sellado por un promontorio de tierra que no
ajuares y la abundancia de material cerámi- sólo cubriría la tumba, sino también parte de
un sillar hincado que sirvió de señalización
co muy fragmentado y rodado, dificultan la
de la Tumba 60. Por último, se realizó una
datación de las estructuras documentadas.
estructura cuadrangular de esquisto de gran-
Las fosas cortan los niveles de colmata- des dimensiones a modo de señalización.
ción anteriores, como es el caso de la Tumba
En el Tramo 5 se produce, de forma si-
2 –una inhumación infantil en fosa simple y
milar al resto de tramos, la colmatación de
cubierta de tegulae alla capuccina– y la Tum-
la necrópolis, excavándose únicamente una
ba 7 –de fosa simple y que no ha conservado
inhumación en fosa simple (Tumba 72).
la cubierta–. Por otra parte, en la Tumba 8
tan sólo pudo excavarse el cráneo, pues el
resto del enterramiento se adentraba en el
perfil. CONCLUSIONES
En el Tramo 2 asistimos a la colmata-
ción de la zona. Hacia finales del siglo II d. La necrópolis de la Avenida del Corregidor
C. se realiza la Tumba 26, una inhumación se extiende en el sector suroccidental, a
extramuros de la ciudad romana. Una ca-
infantil en fosa simple y cubierta de tegulae
racterística significativa de este conjunto
a doble vertiente. La infraestructura se re-
arqueológico es la presencia de inhumacio-
cubrió con un túmulo de tierra. Esta tumba
nes con una cronología muy temprana, s.
se vio afectada por la realización de la Tum-
I d. C., ya que hasta el momento, en las
ba 24 que, del mismo modo, quedó cubierta
áreas funerarias documentadas en Colonia
por otro túmulo de tierra.46
Patricia se observaba un predominio abso-
En el tramo 3b encontramos la Tumba luto del rito de la cremación en estos mo-
59, una inhumación cuya fosa corta a la cre- mentos altoimperiales (VAQUERIZO, 2002,
mación anterior (Tumba 58). Pero quizá lo 193). Se documenta la convivencia del rito
más destacado sea que esta tumba fue rea- de la cremación y la inhumación hasta el
lizada sobre la tumba 61, por lo que el indi- s. III d. C., cuando este último adquiere el
viduo fue depositado sobre la cubierta de te- máximo protagonismo (SÁNCHEZ, 2003,
gulae del enterramiento anterior. Este hecho 125-128).
puede responder a las sucesivas reformas de
la necrópolis o a la posible adscripción fami- 46
| En esta tumba se ha recuperado un ejemplar
liar del espacio. El individuo de la Tumba 59 en cerámica africana de cocina Hayes 197/ Ostia III.
fue depositado decúbito supino con el brazo 267 y un clavo.
Una de las características más valora- A lo largo del siglo II continúa la necró-
bles de este sector de necrópolis es su ampli- polis con la misma actividad funeraria, pero
tud cronológica, ya que el uso funerario de en el primer tercio del siglo III comienza a
esta área se produjo, de manera ininterrum- abandonarse la zona, reduciéndose a unos po-
pida, desde el s. I d. C. hasta el s. III d. C. Su cos ejemplos de inhumaciones. No sabemos
disposición junto al arroyo conocido como hasta que punto influyó el triunfo del cristia-
“Arroyo del moro”, en su desembocadura en nismo49 en el final de la necrópolis, lo cierto
el río Betis, favoreció que el terreno sufriera es que desaparece por completo el uso fune-
continuas arroyadas e inundaciones, lo que rario, quedando la zona abandonada y ocupa-
nos ha permitido identificar con claridad da con fines industriales en época islámica.
las distintas fases de enterramientos. Esta Debemos entender que en el transcurso del
secuencia cronológica se ha podido aquila- siglo III hay un cambio en la elección y prefe-
tar con precisición a través de los distintos recia del espacio funerario donde desarrollar
ajuares conservados. las nuevas prácticas y rituales cristianos.
Hacia el cambio de Era se formaliza el La evolución de la necrópolis condiciona
uso funerario del espacio con la construc- en determinados momentos la superposición
ción de tres de los cuatro posibles recintos de tumbas. Si bien algunos enterramientos
funerarios detectados y una regularización afectan a los anteriores, en otros casos se
del terreno con albero o restos de retalla de
realiza la nueva tumba respetando la pre-
sillar.47 En época julioclaudia se practican
existente. Este fenómeno de renovación del
nuevas cremaciones e inhumaciones, rea-
paisaje funerario es, en buena medida, con-
lizándose en época neroniana el cuarto re-
secuencia de las arroyadas, que de manera
cinto funerario. En época flavia se ocupa un
periódica inundan esta zona de la ciudad.
nuevo espacio con fines funerarios, próximo
a la actual Puerta de Sevilla, posiblemente Las dificultades planteadas por la pro-
relacionado con la existencia de alguna vía fundidad y estrechez de la zanja nos han
de acceso a la ciudad.48 impedido obtener una visión global del área
funeraria, sus límites y organización. No
obstante, se han podido constatar pruebas
47
| Estos suelos podrían ser, igualmente, fruto de feacientes que evidencian un origen de la
los trabajos de construcción de los recintos funerarios necrópolis no espontáneo, sino fruto de un
y la instalación de los hitos de situación y demarcación plan preconcebido. Se construyen recintos
de “parcelas”. funerarios, se acondicionan suelos, que fue-
48
| Las áreas funerarias más antiguas de Cordu-
ba se disponían en las inmediaciones de las puertas, ron reparados en diversos momentos, y se
en torno a las principales vías que rodeaban la ciudad colocan grandes bloques de piedra, hincados
por sus lados occidental, septentrional y oriental (VA- en la tierra, a modo de señalización y delimi-
QUERIZO, 2002, 151). En el ángulo suroriental de la tación del espacio.50
muralla imperial pudo situarse una puerta de acceso
a la ciudad que diera entrada a un ramal de la vía de Aunque no todas las tumbas presentaban
Corduba-Hispalis (VAQUERIZO, 2002, 144, fig. 1). ajuar, los conjuntos documentados, así como
49
| Con el edicto de Milán en el año 313.
50
| Algunos de ellos no pueden vincularse con nin-
su comparación con otras necrópolis de la
gún enterramiento, por lo que deben responder a una ciudad, como La Constancia (VAQUERIZO,
delimitación espacial de las parcelas funerarias. GARRIGUET y VARGAS, 2005), la actual
Adulto Masculino
Adulto femenino
Cubierta plana
Fosa Revestida
Incineración
Inhumación
Fosa Simple
Cremación
Libaciones
Túmulo
Infantil
Tumba
Osario
Joven
1 X X X Urna X
2 X X X X
3 X X X
4 2X X X X
5 X X
6 X X X
7 X X
8 X X
9 X X X
10 X X X X X X
11 X X
12 X X X
13 X X X X X
14 X X X
15 X X X X
16 X X
17 X X
18 X X
19 X X X X X X
20 X X X X
21 X X
22 X X X X
23 X X X X X
24 X X X
25 X X
26 X X X X X
27 X X X X X X
28 X X X
29 X X X
30 X X
31 X X X X
32 X X X X
33 X X X
34 X X X X
35 X X
Adulto Masculino
Adulto femenino
Cubierta plana
Fosa Revestida
Incineración
Inhumación
Fosa Simple
Cremación
Libaciones
Túmulo
Infantil
Tumba
Osario
Joven
36 2X X Urna X X
37 X X
38 X X
39 X X
40 X? X X
41 X X
42 X X
43 X X X
44 X X X X
45 X X X X X
46 X X X
47 X X
48 X X
49 X X X
50 X X X
51 X X
52 X X X X
53 X X X X
54 X X X X X
55 X X
56 X X X
57 X X X X
58 X X X X X
59 X X X
60 X X
61 X X X X
62 X X X
63 X X X X X X
64 X X X X X
65 X X X X
66 X X X
67 X X X X
68 X X X X
69 X X X X
70 X X
Adulto Masculino
Adulto femenino
Cubierta plana
Fosa Revestida
Incineración
Inhumación
Fosa Simple
Cremación
Libaciones
Túmulo
Infantil
Tumba
Osario
Joven
71 X X Urna X X X
72 X X
73 X X X X
74 X X X X X X
75 X X X
sede de Emacsa (CÁNOVAS, SÁNCHEZ, VAR- será objeto de un análisis más pormenoriza-
GAS, 2006), la denominada Parcela Banesto do en futuros trabajos.
y en la necrópolis occidental de Camino Viejo
De todo ello se infiere que estamos ante
de Almodóvar (GARCIA MATAMALA, 2002,
una zona funeraria de gran interés, donde
290 ss) donde se observa una generalización
se constata la convivencia de cremación e
del “ajuar tipo” (vid. VARGAS y VAQUERIZO,
inhumación desde época augustea. Unido a
2001, 160-161;VARGAS, 2001, 162-163),
ello, la gran vigencia de este espacio como
nos permiten afirmar que en la necrópolis de
lugar dedicado al descanso de los muertos
Avda. del Corregidor no se constata la reite-
nos permite comprender la evolución en las
ración del modelo. Los materiales recogidos
prácticas funerarias romanas en Corduba.
en los conjuntos funerarios de esta necrópo-
Otros aspectos de interés, como la organi-
lis occidental son: ungüentarios de vidrio,
zación espacial de la necrópolis y la variedad
platos de sigillata, lucernas, cerámica común
formal de los monumentos y recintos que
y monedas; siendo el ajuar más frecuente el
en ella se dispusieron deberán ser analiza-
formado por lucerna y moneda.
dos a través de otro tipo de intervenciones
Igualmente se han podido documentar en extensión. Por el momento, tan sólo he-
indicios de posibles banquetes y otras prác- mos comenzado a conocer esta interesante
ticas funerarias, como son las ofrendas en la necrópolis suroccidental, aunque a pesar de
pira del difunto, o las libaciones que se rea- ello, ya hemos podido comprobar su interés,
lizaban con posterioridad al enterramiento. por englobar en sí misma buena parte de la
Todo este diverso conjunto de elementos historia romana de la ciudad.
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lógica de Urgencia en la Avenida del Corregidor Imperio, Córdoba.
RESUMEN
SUMMARY
1
| Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación
“Espacio y usos funerarios en la ciudad histórica. El ejemplo cordobés (siglos II
a. C.-XV d. C.)”, financiado por el Plan Nacional de Investigación Científica, De-
sarrollo e Innovación Tecnológica 2000-2003 del Ministerio español de Ciencia y
Tecnología, con apoyo de FEDER (Ref. BHA 2003-08677).
También se inscribe en el Convenio de Colaboración que el Grupo de In-
vestigación HUM-236 del Plan Andaluz de Investigación, integrado por todos los
miembros del Seminario de Arqueología de la Universidad de Córdoba, mantiene
con la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba para el
estudio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único. Web:
www.arqueocordoba.com.
279
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ÁLVARO CÁNOVAS / SEBASTIÁN SÁNCHEZ / SONIA VARGAS
2. LOS ENTERRAMIENTOS
terior. Nuevamente, constatamos un estrato rámico habría que añadir una moneda de
de ceniza, carbones, restos óseos humanos bronce en un estado de conservación mag-
muy calcinados, ungüentarios y nueces car- nífico (Lám. 5).
bonizadas. Sobre éste, documentamos una
Apreciamos cómo la terra sigillata his-
serie de objetos sin signos de rubefacción.
pánica precoz, vuelve a ser un elemento rei-
Sobre el estrato de colmatación, se dispon-
terativo en el ajuar de esta cremación. Esta
dría la cubierta de la estructura, una hilera
circunstancia no es nada extraña si conside-
de tegulae rematadas por imbrices (Lám. 6).
ramos el escaso período de tiempo transcu-
rrido entre este enterramiento y el que le
precede, probablemente una década.
Nuevamente, aparece lo que hemos de-
nominado como “Ajuar tipo” (VARGAS y VA-
QUERIZO, 2001, 160-161; VARGAS, 2001,
162-163), es decir un conjunto de piezas
que se repite en otras necrópolis cordobesas
con exacta composición. Este “ajuar tipo”
aparece tanto en la necrópolis del Camino
Viejo de Almodóvar como en la necrópolis
de la Constancia donde algunas de las tum-
bas recogen la vajilla completa mientras que
en otros casos tan sólo queda la evidencia de
alguno de ellas.
LÁMINA 4: Parte del ajuar de la 2ª incineración.
Completando el conjunto, señalamos
la lucerna Dressel 3 y la orza, ambas piezas
Ésta apoya directamente sobre la hilada in- siguen el mismo tipo formal que sus parale-
ferior de sillares, que al no estar en línea con los precedentes en la cremación anterior. La
los superiores crea un pequeño retranqueo. lucerna de disco presenta como decoración
Esta cubierta sella las dos primeras crema- principal una Victoria con las alas desplega-
ciones (Lám. 4). das. Pese al deterioro y fractura que sufre
El ajuar está compuesto por una urna de la decoración de la pieza, interpretamos que
cerámica con ranura en el borde, tres platos el brazo derecho extendido debía portar una
en terra sigillata hispánica precoz (Martínez corona, mientras que el izquierdo una hoja
IIb/ Celti 13 y dos Martínez IIc/Celti 13), y de palma. La figura, seguramente, se apoya-
seis copas en terra sigillata hispánica precoz ría sobre el Orbis, de forma similar a otros
(cinco Martínez Ic./ Celti 14 y dos Martínez paralelos procedentes de Mérida (RODRÍ-
Ie10), una orcita en cerámica común, una GUEZ MARTÍN 2002, 74 y ss.) o Tossal de
lucerna de venera Dressel 3 y otra lucerna Manises, en Alicante (OLCINA, REGINARD y
de disco, que quizás pueda adscribirse a la SÁNCHEZ 1991, 29).
forma Dressel 11 (Fig. 4). A este ajuar ce- Entre la cerámica común, distinguimos
una urna con ranura en el borde para en-
10
| Una de ellas sin la decoración de ruedecilla. cajar tapadera. Un ejemplar similar lo en-
pieza monetal, apuntan de nuevo a una cro- lelo similar, en Mérida, donde se fecha entre
nología neroniana. mediados del siglo I y mediados del II d.C.
(RODRÍGUEZ MARTÍN 2002, 120 y 314, nº
Las incineraciones tercera, cuarta y
199) (Fig. 5).
quinta sufren una fuerte alteración con la
pérdida de parte de su contenido, esto hace La urna se caracteriza por presentar
que el estudio de su ajuar sea parcial en borde exvasado y acanalado al exterior, sien-
contra de lo que sucede en las dos primeras do bastante frecuente en el repertorio cerá-
cremaciones. mico de la vida cotidiana, como ha puesto
de manifiesto diversas excavaciones urbanas
tanto en nuestra ciudad como fuera de ella,
caso de Mérida o Tarraco. Por su parte la
2.3. TERCERA INCINERACIÓN: tapadera sigue lo tipología formal de las de
La tercera cremación está compuesta por tradición indígena, pese a que no presenta
un estrato de ceniza y el correspondiente de la característica decoración en color rojo
colmatación, ambos con fuerte buzamiento vinoso.
al centro. La cremación se realizaría sobre Un elemento curioso es la presencia de
la cubierta de la tumba anterior. De su ajuar una piedra pómez de forma tronco piramidal
sólo conservamos un plato, una jarra, una y base circular, de pequeñas dimensiones,
piedra pómez de forma troncopiramidal y con un orificio en la parte superior. Desco-
una lucerna decorada con antorchas y guir- nocemos la funcionalidad de este objeto y
nalda (Lám. 7). no acertamos a comprender su carácter sim-
bólico dentro de la tumba.
La lucerna corresponde al tipo Dressel
11 y presenta un motivo decorativo poco fre- Pese a la escasa información cronológi-
cuente: dos antorchas unidas por una guir- ca que aporta, en este caso el ajuar funera-
nalda. Tan sólo hemos encontrado un para- rio, creemos que la tumba se realizó poco
un vaho capaz de matar a todo el que se producción que nos introduce posiblemente
hallara cerca. Hércules, conteniendo la res- en época flavia. El resto de ajuar lo compo-
piración, consiguió matarla aplastando sus ne un buen número de piezas en cerámica
cabezas con una maza (GRIMAL 1994, 243). común. En la necrópolis de La Constancia,
En este ejemplar, el monstruo está represen- la cerámica común adquiere preeminencia a
tado con nueve cabezas. Hércules porta en partir de finales del siglo I o inicios del siglo
el brazo derecho la maza, mientras que a la II d.C. (VARGAS, 2002, 304).
izquierda lleva la piel del León de Nemea,
En el caso de la orcita, comprobamos
hermano de la Hydra, al que Hércules mató
cómo este tipo cerámico se convierte en
en el primer trabajo. Un paralelo afín se en-
un clásico en la composición de los ajuares,
cuentra en el Museo Nacional de Arte Roma-
puesto que aparece en tres de las cinco cre-
no de Mérida (RODRÍGUEZ MARTÍN 2002,
maciones efectuadas en esta tumba, y en un
88 y 309 nº 118) (Fig. 6).
gran número de enterramientos en las ne-
En el segundo ejemplo, se distingue un crópolis cordubenses como en La Constan-
músico tocando el doble aulos, instrumento cia (VAQUERIZO, GARRIGUET y VARGAS,
musical parecido a la flauta y muy popular 2005) o en la Avda. del Corregidor (VARGAS
en la Antigüedad Clásica. No hemos hallado y GUTIÉRREZ, 2003).
paralelo alguno para este ejemplar.
El jarro, de tipología arcaizante sigue el
Entre la cerámica fina de mesa distin- modelo formal de los lékitos griegos. Presenta
guimos un plato en terra sigillata hispánica, los hombros marcados como los hallados en el
3. LA INSCRIPCIÓN FUNERARIA12
2.5. QUINTA INCINERACIÓN: Durante las labores de Supervisión Arqueo-
lógica, se produjo el hallazgo fortuito de
Finalmente, de la última cremación tan sólo
este epígrafe funerario, así como del sillar
hemos podido recuperar varios fragmentos
en el que con toda seguridad iría encastrada
de objetos cerámicos, en concreto una urna,
dicha inscripción. Si bien, las condiciones
una botella, un cuenco y una tapadera. No
en las que fue hallado el epitafio impidieron
podemos determinar si son de la colmata-
concretar a priori si se trataba de su ubica-
ción o del ajuar de la tumba debido a altera-
ción original o, en cambio, se encontraba
ciones postdeposicionales (Fig. 7).
reutilizada en esta estructura funeraria.
Con respecto a la urna apreciamos
Se trata de un bloque paralepípedo, ela-
cómo existe un cierto gusto indígena con la
borado en caliza micrítica gris y con veteado
presencia de base en umbo, pero sin la ca-
violáceo. Mide 36 cm. de altura, 62,5 cm.
racterística decoración de bandas.
Otros elementos que completan el ajuar 12
| Agradecemos al Dr. A. U. Stylow las apreciacio-
son el borde de una botella, un cuenco y una nes e información aportada respecto a este epígrafe.
la expresión homo bonus. En cuanto al no- ausencia total de restos óseos humanos. La
men Cornelia se documenta con frecuencia presencia de estos frutos conlleva la interpre-
en Hispania (ABASCAL, 1994, s.v.: más de tación de que nos hallemos ante dos incinera-
150 ejemplos, de los que 19 se hallaron en ciones infantiles, ya que las nueces constitu-
Córdoba), asociado en un alto porcentaje a yen uno de los símbolos propios de la infancia
libertas de onomástica griega. En cambio, el en época romana y aparecen generalmente
cognomen Nymphe si resulta menos habitual, asociadas a difuntos de corta edad. Como
con tan sólo 8 casos para Hispania y uno sólo muestra, basta observar el rito o ceremonia
documentado en Córdoba (ABASCAL, 1994, de abandono de la edad infantil, durante la
s.v.). Dicho cognomen presenta una raíz grie- cuál los niños lanzaban nueces a aquéllos que
ga14, pudiendo encontrarnos con una de esas todavía no habían alcanzado la edad requeri-
oriundas greco-orientales de las clases menos da para formar parte de la sociedad.
favorecidas de la masa social (servi o liberti) Por otro lado, los ajuares depositados
y que habrían sido vendidos como esclavos en tras la cremación, presentan similitudes:
los circuitos comerciales de Hispania (RO- un número de piezas similar que forman
DRÍGUEZ NEILA, 1981, 369). un “conjunto tipo” definido en páginas pre-
cedentes. La similitud en la elección de los
objetos depositados también destaca, presen-
CONCLUSIONES tado ambas un juego de dos lucernas, una de
ellas de venera y otra con decoración figura-
Sin lugar a dudas, el mayor interés del con-
junto estudiado lo representa su condición 14
| El uso de antropónimos de origen griego se
de contexto funerario cerrado, donde pode- convierte casi en una constante en la epigrafía funera-
mos relacionar aspectos tan dispares, pero ria cordubense, tal y como puso de relieve la especialis-
a su vez interrelacionados, como el rito de ta Arminda Lozano (LOZANO, 1998), quien recoge la
enterramiento empleado, los elementos de profusión en la capital de la Bética de individuos con
ajuar asociados a estas incineraciones, las onomástica griega (45 libertos, 31 incerti y 27 referen-
ciados sólo por sus cognomina). En este sentido, hemos
peculiaridades edilicias o la función original de destacar el conjunto funerario de libertos y esclavos
del epígrafe funerario que lo acompañaba. de época altoimperial excavado en la c/ El Avellano 12,
situado a escasos 300 m. del solar (PENCO, 1998). En
A tenor de los resultados de la interven- dicha intervención, se pudo recuperar un conjunto de
ción, concluimos la existencia de, al menos, 13 epígrafes funerarios en los niveles de abandono de
dos momentos de uso bien diferenciados de la necrópolis, entre los que contamos al menos con
esta tumba. Tras la construcción de la estruc- cuatro individuos de antropónimo griego y origen servil
tura funeraria se efectuarían las dos primeras (VENTURA, 1998, 72 y ss.). Por tanto, resulta llamativo
y pendiente de un estudio en profundidad, la relativa
incineraciones, que poseen diversos elemen- concentración de epígrafes funerarios con individuos
tos comunes presentes en ambos casos. En de antropónimo greco-oriental en la Necrópolis Septen-
primer lugar, estas dos deposiciones funera- trional de Colonia Patricia, lo cual creemos que puede
rias se localizan dentro de la primera caja de responder bien a un cierto sentimiento o identidad
sillares y aparecen selladas por una cubierta colectiva de estos elementos foráneos de la sociedad
patriciense, bien a un fenómeno relacionado con mo-
de tegulae que se apoya sobre ésta. Con res- das sociales que en determinadas fechas extendieron
pecto al ritual, presentan nueces carboniza- el empleo de nombres con esta filiación greco-oriental
das entre las cenizas y se da en las dos una (VAQUERIZO, 2002, 163 -nota 41).
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en la calle El Avellano, n.º 12 de Córdoba. Una nocimiento de la topografía y los usos funerarios
nueva aportación a la Colonia Patricia Corduba” den la Colonia Patricia de los siglos iniciales del
Antiqvitas 9, 61-77. Imperio, Córdoba.
RESUMEN
En el presente trabajo se dan a conocer parte de los resultados obte-
nidos en el transcurso de la Actividad Arqueológica Preventiva realizada en
la plaza de la Magdalena, esquina con la calle Muñices, durante la segunda
mitad del año 2004 y del consiguiente Control Arqueológico para el va-
ciado del solar llevado a cabo en los primeros meses de 2006. El solar de
referencia está localizado en el sector oriental de la ciudad, extramuros de
la Corduba romana, una zona intensamente ocupada desde la antigüedad
hasta nuestros días. En esta ocasión nos centramos en la fase funeraria
monumental, definida por la localización de una serie de edificios funera- *| Este trabajo se en-
rios datados en época tardorrepublicana. El hallazgo de varios fragmentos marca en el Proyecto de Inves-
tigación “Espacio y usos fune-
de decoración pseudoarquitectónica y escultórica asociado a uno de ellos,
rarios en la ciudad histórica.
precisamente el mejor conservado, ha permitido reconstruir la fisonomía El ejemplo cordobés (siglos II
de este monumento, posiblemente de tipo edícola, alineado, al igual que a.C.-XV d.C.)”, financiado por
el resto, con respecto a la via Augusta vetus a su entrada a la ciudad. el Plan Nacional de Investiga-
ción Científica, Desarrollo e
Innovación Tecnológica 2000-
2003 del Ministerio español
ABSTRACT de Ciencia y Tecnología, con
In the present work they occur to know part the results obtained in apoyo de la Unión Europea a
través de sus fondos FEDER
the course of the Preventive Archaeological Activity made in the seat of
(Ref. BHA 2003-08677). Del
the Magdalena, corner with the Muñices street, during second half of year
mismo modo, se inscribe en el
2004 and the consequent Archaeological Control for the drained one of Convenio de Colaboración que
the carried out lot in the first months of 2006. The reference lot is loca- el Grupo de Investigación del
ted in the Eastern sector of the city, extrawalls of the Roman Corduba, P.A.I. HUM 236, integrado por
a zone intensely occupied from the antiquity to the present time. In this todos los miembros del Área
occasion we were centered in the monumental funeral phase, defined by de Arqueología de la Univer-
the location of a series of dated funeral buildings at tardorrepublicana sidad de Córdoba, mantiene
con la Gerencia Municipal de
time. The finding of several fragments of associated pseudoarchitectonic
Urbanismo del Ayuntamiento
and sculptoric decoration to one of them, indeed the best one conserved, local para el estudio de Cór-
has allowed to reconstruct the appearance of this monument, possibly of doba, ciudad histórica, enten-
aedicula type, aligned, like the rest, with respect to via Augusta vetus to dida como yacimiento único
its entrance to the city. (www.arqueocordoba.com).
297
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– JOSÉ LUIS LIÉBANA / ANA RUIZ
1. ANTECEDENTES
se había realizado por medio de una zanja piedra caliza no presentando ninguna traza
perimetral, encontrándose en el centro los de marmorización, proceso documentado a
limos originales. partir de época augustea. Todos estos datos
El recinto funerario estaba definido en nos remiten la edificación del MF1 y, al par-
el lateral Oeste por dos cipos de los que uno, ticipar de las mismas circunstancias, del res-
el que daba frente a la calzada, fue descu- to de los monumentos funerarios aparecidos
bierto durante el control arqueológico del a una fecha no posterior a los primeros años
vaciado del solar, bajo el acerado de la actual del mandato de Augusto, cesando su fun-
calle, pudiéndose observar exclusivamente ción representativa con la modificación del
la cara posterior del elemento, quedando trazado de la Vía Augusta motivada por la
conservado in situ, ambos señaladores esta- transformación urbanística anteriormente
ban unidos por un empedrado de unos 45 aludida.
cm. de ancho
La datación de esta estructura monu- MF-2 (FIG. 3)
mental se ha realizado en función de su po-
sición estratigráfica y atendiendo a la deco- El segundo de estos monumenta está situado
ración arquitectónica que apareció sobre él a 3.17 m. al Este del primero y presenta la
y en sus inmediaciones. Sobre todo el solar, misma orientación aunque sus dimensiones
cubriendo todos los monumenta aparecidos, son sensiblemente menores, 5.42 x 2.27 m.
se asienta la Unidad Estratigráfica 27, un Su estado es bastante peor que el del ante-
gran paquete con una potencia máxima de rior, ya que se conserva sólo su cimentación,
1,78 m. que referencia una escombrera de habiendo sido saqueado desde antiguo, al
época posterior a los gobiernos de Claudio y menos desde los primeros momentos de la
Nerón, ya documentada por F. Godoy sobre deposición de la escombrera UE- 27, siendo
la calzada, y que creemos se corresponde con afectado posteriormente por una cimenta-
la constatada en el antiguo huerto de San ción de época moderna y por un pozo de ci-
Pablo-Palacio de Orive, denominada como mentación de la fábrica de hielo. Los restos
“Vertedero” A, y relacionada con la gran de la cimentación del monumento alcanzan
transformación urbanística provocada por menos profundidad que la del MF1 presen-
la construcción del complejo Templo-Circo tando una altura que ronda los 60 cm. Por
posiblemente dedicado al culto imperial. En proximidad, técnica edilicia y posición estra-
estas circunstancias, bajo este estrato, algu- tigráfica lo datamos en un momento similar
nas sobre el podium del MF 1, se hallaron al de su vecino.
piezas correspondientes a pilastras de orden
corintio, así como fragmentos de plaquea-
do que representan una balaustrada ciega y MF-3 (FIG. 4)
un fragmento de guirnalda. Es de señalar el
hallazgo sobre el podio de una escultura en La estructura a que nos referimos en tercer
bulto redondo que representa a una dama lugar sólo se pudo documentar durante la
romana realizada igualmente en piedra ca- excavación del solar en un reducido espacio
liza de grano fino. Tales piezas arquitectó- constreñido por dos de las cimentaciones del
nicas están realizadas exclusivamente en edificio demolido, que alcanzan al menos la
cota de obra, y el margen de seguridad esta- ros días de febrero del 2006 procediendo a la
blecido para la calle Muñices. retirada de las cimentaciones modernas con
medios mecánicos.
Lo observado en tan reducido espacio
consistía en dos grandes sillares, de tamaño Tras excavar a mano la porción que que-
similar a los del MF1, sobre los que se apoya- daba por ver, lo observado configura un pa-
ban otros dos configurando un gran escalón. ralelepípedo de 2,50 metros en su eje Norte-
La datación, en época anterior a Augusto, Sur y 2,10 metros en el Este-Oeste, con una
de esta estructura se ha realizado con base altura de 1,87 metros. La construcción está
en su posición estratigráfica y al módulo de realizada en opus quadratum disponiéndose
los sillares. Su interpretación quedaba por los sillares en hiladas alternadas a soga y ti-
establecer durante el seguimiento de los tra- zón a la manera romana. Las dimensiones de
bajos de vaciado del solar. El comienzo de estos sillares son, con pequeñas diferencias,
estos trabajos se produjo durante los prime- 1,22 m. de largo, 0,75 de ancho y 0,48 m. de
alto. En uno de ellos, en el situado más al que no nos ha quedado ninguna muestra. No
Sur de los de la hilada superior, se aprecia obstante, debido a su localización podemos
una marca de cantero en forma de F inver- conjeturar un uso funerario. Pero quizás po-
tida, de la que aún no hemos encontrado damos ir un poco más allá si atendemos a las
paralelos en Córdoba (GUTIÉRREZ, 2004). huellas que presentan sus elementos.
Lo que hemos podido documentar res- Lo que queda de la hilada superior
ponde a la cimentación soterrada de una presenta un ligero desplazamiento hacia el
estructura emergente con un desarrollo en Oeste, volando sobre las hiladas inferiores
altura que desconocemos ya que no hemos unos 18 centímetros. Si suponemos que los
hallado restos de ella. La estructura conser- sillares que faltan en el lado Este miden lo
vada se encuentra gravemente mutilada por mismo que los existentes y, además, que es-
la construcción de una cimentación en su tarían colocados a soga con estos, volarían
cara Norte durante finales de época moder- por el otro lado una distancia similar, con-
na (S. XVIII). Está realizada con piedras de figurando, así, una plataforma cuadrada de
dispar formato y composición, trabadas con unos 2,50 m. de lado (unos 8 pies romanos).
tierra. Presenta un trazado paralelo a la ca- Esto nos dejaría con la idea de que esta últi-
lle Muñices y una anchura de 1,35 metros. ma hilada conservada constituiría la base o
Durante la excavación de la zanja de esta podium del monumento. Esta idea se puede
cimentación se cortó, al menos, uno de los ver reforzada por las huellas presentes en
sillares de la segunda hilada contada desde la parte superior de esta hilada, líneas de
arriba. replanteo que pudieran indicar que lo que
hubiera sobre este podium no tendría más
Estas afecciones no son las únicas que de 1,60 m. de lado. Esto podría eliminar la
han deteriorado la estructura. Aparte de ha- posibilidad de un monumento tipo torre, de-
ber sufrido durante el siglo I d.n.e. el saqueo jando la puerta abierta a su interpretación
de la sobrestructura que sostenía, de arriba como basamento de un betilo o columna
abajo observamos cómo faltan sillares de la conmemorativa.
propia cimentación. Concretamente, en la
hilada superior faltan cinco que completa- La Comisión Provincial de Patrimonio
rían la plataforma y en la esquina Nororien- Histórico de Córdoba decidió la conserva-
tal han desaparecido todos hasta su base. ción in loco de esta estructura (MF 3), así
En esta esquina hemos podido documentar como, de la identificada bajo la nomenclatu-
parte de la zanja de robo, pudiendo datar su ra MF 4, proponiéndose su reubicación en el
patio interior del edificio en construcción.
relleno en un momento sincrónico al de la
Para ello se procedió al desmonte de sus ele-
construcción de las cimentaciones de época
mentos. Con posterioridad a dicho desmonte
moderna que la constreñían. Así mismo, he-
se pudo observar como, bajo la cimentación
mos observado como dos de los sillares han
perimetral de la antigua fábrica de hielo, se
sufrido diversas mutilaciones durante los
conservaban sendos sillares pertenecientes
trabajos de saqueo.
a la estructura MF 3, lo que indica que el de-
Como ya hemos dicho más arriba, se sarrollo Norte-Sur es sensiblemente mayor
trata de una cimentación bastante potente de lo que dedujimos en un primer momento,
que sustentaría una sobrestructura de la sin poder determinar con exactitud la mag-
MF-4 (FIG. 5)
tar un nuevo conjunto funerario de sorpren- 1994, Fig. 73), la cual cuenta con una pro-
dente monumentalidad, a pesar del mal es- funda cimentación bajo la parte trasera y, en
tado de conservación en el que han llegado especial, bajo la fachada principal, donde el
la mayoría de las estructuras, casi en todos peso de la decoración, a base de elementos
los casos restos de la cimentación de varios arquitectónicos y escultóricos, era mayor.
monumenta abiertos a la antigua via Augus-
Un sistema parecido es el empleado en
ta, a su llegada a la ciudad desde Castulo.
la base de caementicium de un monumen-
to funerario descubierto en Córdoba, en las
proximidades de la Plaza de Ibn-Zaydun (MU-
DESCRIPCIÓN. RILLO et alii, 2004). Su planta, más o me-
nos rectangular (5 x 6 m) (MURILLO et alii,
CIMENTACIÓN Y ALZADO (FIG. 1).
2004, 10) está especialmente reforzada en
Gracias a un pozo medieval que rompía par- la parte delantera –precisamente, la alinea-
te de la estructura, se pudo comprobar que da con la calzada detectada durante la inter-
la cimentación en opus incertum del MF-1 vención arqueológica e identificada con un
no era totalmente maciza1, sino que se com- posible ramal de la via Corduba-Hispalis– y
ponía de una zanja perimetral rellena de en el perímetro, lugares que debían soportar
mampuesto y cubierta, posteriormente, con una mayor carga estructural. El espacio cen-
una capa horizontal de este mismo material, tral quedaba, así, liberado de cualquier tipo
de tal forma que el núcleo lo componían de presión arquitectónica, de ahí la oquedad
los limos originales de la zona (LIÉBANA, rectangular presente en la mitad trasera de
2004). Con esta técnica se intentó aplicar la plataforma, la cual debe ser entendida
una potente cimentación (hasta 90 cm de –una vez desechada la posible función de
profundidad) en aquellos puntos donde la cámara funeraria– como una simplificación
edificación ejerciera mayor carga estructu- del trabajo (RUIZ OSUNA, 2005b).
ral, en este caso las paredes perimetrales,
ahorrando así esfuerzo y materiales. Así se El monumento de la C/ Muñices cuen-
comprueba también en una edícola ubicada ta, como se ha señalado anteriormente (vid.
en la Porta Nocera (Pompeya) (HESBERG, supra), con un podio elaborado a base de
un compacto rudus delimitado por grandes
1
sillares de calcarenita que presentan el án-
| Las cimentaciones macizas de opus incertum
o caementicium abundan en las necrópolis italianas, gulo superior redondeado. A pesar de que
constituyendo los únicos vestigios de monumentos en un principio parte del monumento que-
turriformes o altares monumentales ya desaparecidos daba embutido en el perfil Norte del solar,
(HESBERG, 1992). En Córdoba fue localizada una de se propusieron unas medidas próximas a
semejantes características en las cercanías de la Torre
de la Malmuerta (CARMONA, MORENO, BERMÚDEZ,
los 6.5 m de largo por 5 m de ancho (RUIZ
1997, 28 y 33-34), la cual ha sido puesta en relación OSUNA, 2005b), deducidas a partir del es-
con un pulvinus de grandes dimensiones (GONZÁLEZ, quema compositivo que seguían los sillares
1992) y, por tanto, interpretada como base de un posi- en planta. Unas proporciones que coinciden
ble altar monumental (VAQUERIZO, 2001b, 145, nota con los parámetros establecidos para otros
34).
2
| “Alla fine del I secolo a.C. la pianta rettango-
monumentos italianos y peninsulares, en los
lare stretta appare raramente; prevale piuttosto quella que se aprecia un desarrollo longitudinal
quadrata o longitudinale (...)” (HESBERG, 1994, 146). de la fachada2, propio de los monumentos
DECORACIÓN
ficados como ábacos y volutas, que nos ilus- cubriendo totalmente la figura. En Hispa-
tran acerca de capiteles corintios exentos. nia su difusión es poco conocida y sólo se
Sus dimensiones los ponen en relación con localizan algunos subtipos (BAENA, 2000,
modelos de unos 0.54 cm de altura, medidas 8) procedentes de Segobriga (ALMAGRO,
que no concuerdan con los fustes de pilas- 1978, 64, lám. XII, 2; BAENA, 2000, 8, Lám.
tras anteriormente referidos, lo que confir- XII, 1) y Asido (LINFERT, 1976, 60, nota
ma la existencia de un segundo orden (RUIZ 185, b, lám. 96). En ellos se observa cómo
OSUNA, 2005b). el manto arropa a la figura hasta las rodillas,
dejando ver una mínima parte de la túnica
plisada que llega hasta el suelo cubriendo
ESCULTURA FEMENINA (FIG. 8) gran parte de los pies. Los brazos aparecen
Conservada desde el cuello hasta la cadera, flexionados creando mayor movimiento y
presenta una altura total de 75 cm. La silue- pliegues en el ropaje, algo de lo que care-
ta estrecha y compacta se aviene a las carac- ce el ejemplar patriciense, más acorde con
terísticas habituales de las representaciones la representación frontal de algunas este-
funerarias que, en este caso, se acentúan las italianas (KOCKEL, 1993, TAFEL 127a,
mucho más debido al manto que cubre por 134a). El material utilizado y la forma de
completo el tronco, los dos brazos –rectos trabajar nuestra pieza indican una temprana
y pegados al cuerpo– y la mano izquierda. cronología, así como su procedencia de un
El arranque del manto junto al cuello indica taller local poco familiarizado con los nue-
que la cabeza, al parecer labrada en el mis- vos modelos importados de la Urbs, lo que
mo bloque, iría velada4. El ropaje, aunque se refleja en la falta de maestría a la hora
grueso y pesado, se ajusta al contorno de la de trabajar los dobleces, acartonados y sin
figura, marcando especialmente el pecho y movimiento, y los detalles anatómicos ocul-
el vientre, símbolos de fertilidad que nos re- tos bajo el manto, en especial, los hombros
miten a la matrona romana por excelencia y mano izquierda (RUIZ OSUNA, 2005b).
(RUIZ OSUNA, 2005b). Estas representacio- Sin embargo, se aprecia cierto cuidado a la
nes femeninas solían ocupar lugares prefe- hora de transmitir el movimiento provoca-
rentes junto a estatuas de varones vestidos do por la diferente posición de las piernas,
con la toga, conformando así un fenómeno que se traduce en una ligera elevación de
ornamental, eminentemente cívico (BAENA, la cadera izquierda (RUIZ OSUNA, 2005b).
1996, 38). Las características descritas la Por último, destacar que el escultor ha tra-
equiparan al tipo Trenthan (LINFERT, 1976, bajado con gradina la superficie del manto,
57, nota 65), en el que la palla se dispone de dando un aspecto rugoso que se diferencia
forma sencilla, sin apenas provocar pliegues, de la piel, la cual debió presentar un aspecto
pulido en las partes descubiertas, tal como
4
puede apreciarse en la mano derecha.
| En ocasiones, las cabezas eran labradas en un
bloque aparte y colocadas posteriormente en la escul- El uso de la caliza, así como el alto gra-
tura, tal como se plantea para un ejemplar de togado do de abstracción y pobreza de recursos a la
masculino procedente de Baetulo, en el que se observa
el agujero realizado en el cuello para la inserción de
hora de representar los diversos elementos,
la cabeza, posiblemente, en mármol (GUITART, 1976, la relacionan con varios ejemplares de la zona
160). jiennense fechados en época augustea o julio-
claudia, entre los que destacan, como posi- tivo de pilastras en el segundo cuerpo, no
bles paralelos para la perdida en nuestro caso, podemos olvidar que las guirnaldas, asocia-
varias cabezas veladas, labradas en arenisca y das o no a pilastras, son casi exclusivas de la
procedentes de Castulo (BAENA, BELTRÁN, ornamentación del piso inferior5 (BELTRÁN,
2002, Cat. nº 25 y 26, LÁM. XV, 1 y 2). BAENA, 1996, 104). Así pues, nuestro caso
habría contado, probablemente, con un pri-
mer plano animado en su perímetro con pi-
OTROS MATERIALES
lastras acanaladas, entre las cuales se enca-
– Cornisa: se compone de sofito recto, lis- jarían las placas que representan la balaus-
tel y dentículos, siguiendo un esquema trada y de las que penderían las guirnaldas
que se conoce desde época republicana pétreas (RUIZ OSUNA, 2005b). Teniendo en
(MÁRQUEZ, 1998, 155). cuenta las dimensiones del basamento y de
– Pequeña moldura: compuesta simple- la única hilada conservada relativa al alza-
mente de un cimacio recto y un filete, do, hemos supuesto una fachada tetrástila,
su cronología y funcionalidad no pue- acorde con el número par que suele apare-
de ser establecida de forma clara pues, cer en este tipo de construcciones. Por su
como destaca C. Márquez (1998, 158), parte, los lienzos laterales, de longitud infe-
estos elementos de reducido tamaño rior, debieron contar con un número de tres
podían adornar una múltiple variedad (Fig. 10).
de monumentos, coronando cornisas y
La decoración pseudoarquitectónica re-
zócalos o flanqueando vanos abiertos y
sulta del todo convencional en las construc-
nichos en los muros.
ciones funerarias de época romana, en gene-
– Fragmento escultórico indeterminado: ral, y en Hispania, en particular; aunque la
de pequeñas dimensiones, no permite mayoría de los casos nos remiten a pilastras
establecer una interpretación clara. Per- lisas acompañadas de capiteles toscanos. En
teneciente a una figura vestida, podría este sentido, destacan los dibujos de Labor-
corresponder, por la forma de los plie-
de acerca del hoy desaparecido monumen-
gues, a la zona del hombro. Conserva las
to de El Daimuz (ABAD, BENDALA, 1985,
huellas de lo que podría haber sido un
Fig. 3 y 4), donde se aprecia la existencia
aplique metálico o, tal vez, una reutili-
de pilastras acanaladas de orden corintio; y
zación posterior.
la concentración de bloques de caliza en la
zona del Alto Guadalquivir, especialmente
TIPOLOGÍA en los cercanos núcleos de Castulo e Iliturgi,
donde se documenta la presencia de guir-
Si bien es cierto que algunos monumentos
naldas de hojas, flores y frutas que cuelgan,
funerarios cuentan con un sistema decora-
generalmente, desde la parte alta de los
fustes, combinadas en la mayoría de los ca-
5
| Así se pone de manifiesto en monumentos tan sos con la presencia de diversos elementos:
conocidos como la tumba de las Guirnaldas (KOCKEL, erotes, instrumentos musicales, motivos de
1983; HESBERG, 1994, 151, Fig. 72), el mausoleo de
los Iulii en Saint-Rémy (HESBERG, 1994, 151, Fig. 75)
carácter báquico o de origen metroacos y,
o el de Poblicius en Köln (PRETCH, 1975; HESBERG, sobre todo, máscaras teatrales (BELTRÁN,
1994, 165, Fig. 85). BAENA, 1996b; BAENA, BELTRÁN, 2002).
Sobre el piso inferior, se ubicaría el se- pania se produjo directamente desde la pe-
gundo cuerpo de mayores dimensiones –en nínsula itálica, siguiendo la tradición tardo-
torno a 4.82 m (c. 16 pies)–, que debió con- rrepublicana (BAENA, BELTRÁN, 2002), que
tar con una columnata corintia, correspon- tenía por costumbre colocar las imágenes de
diente al otro orden localizado entre el ma- los difuntos delante de los monumentos o en
terial estudiado. Además, no parece habitual estructuras arquitectónicas especialmente
el uso del estilo corintio en el cuerpo inferior diseñadas para ser vistas desde el exterior.
de los monumentos a edícola documentados Los primeros impactos sobre la plástica ibe-
en Hispania, asociados más bien a pilastras rorromana se aprecian ya en los comienzos
lisas de orden toscano, relacionadas con el del siglo I a.C., pero no será hasta época
friso dórico típico de estas construcciones tardorrepublicana cuando se produzca la
(BELTRÁN, BAENA, 1996). verdadera recepción de los modelos itálicos.
Éste segundo cuerpo actuaría de marco En ámbito funerario los modelos a seguir
escenográfico para la estatua de la difunta, fueron los palliati, las Pudicitias y Grandes
acompañada probablemente de otras imáge- Herculanenses (LEÓN, 1990, 368), aunque
nes pertenecientes a miembros de la familia. con el apego a la tradición local en el uso
La introducción del retrato funerario en His- de la piedra caliza y arenisca, tal como se
observa en varias esculturas procedentes de
8
un monumento funerario en Baetulo (GUI-
| Sólo en los ejemplos procedentes de la necró-
TART, 1976, 160 ss., LÁM. XLII, 1 y 2, LÁM.
polis de Carmona (Sevilla) (BENDALA, 1976) y los mo-
numentos funerarios de Baetulo (Badalona) (GUITART, XLIII, 1). Poco a poco el mármol sustituiría
1976, 160 ss.) y Abla (Almería) (MARTÍNEZ GARCÍA, a los materiales locales, apreciándose me-
1990, 7 ss.) podemos establecer relaciones directas en- joras técnicas y artísticas relacionadas con
tre las tumbas y su decoración escultórica. la presencia de expertos escultores llegados
9
| Se trata de esculturas elaboradas en mármol,
en ocasiones muy fragmentadas. Algunas conservan las
desde la Urbs (LEÓN, 1990, 370). Un ejem-
huellas que indican que la cabeza estaba labrada en plo del estilo depurado y elegante que se va
otro bloque, hoy perdido. Las representaciones mascu- configurando es la escultura carmonense de
linas visten la toga y en el caso de la procedente de la Servilia (BENDALA, 1976).
C/ Sánchez de Feria (LÓPEZ LÓPEZ, 1998, 62 ss., nº
34, lám. XXXII, A-C) luce, además, los calcei de rango Lamentablemente, la mayoría de es-
ecuestre que nos remiten a un personaje de elevado tatuas documentadas en Hispania nos re-
prestigio. Por su parte, la única figura femenina del gru-
po aparece ataviada con una túnica plisada que cubre,
miten a figuras acéfalas, completamente
casi por completo, los pies y un manto que envuelve descontextualizadas, lo que impide su iden-
el cuerpo. Las partes posteriores de las figuras apenas tificación e interpretación funeraria8. Así
están trabajadas lo que nos indica que su punto de vista sucede con el conjunto de figuras proceden-
era frontal, quedando adosadas a alguna estructura, tal
tes de sectores extramuros de Colonia Patri-
vez una edícola, o incluso sujetas como demuestra el
perno metálico que aún conserva la recuperada en el cia9 (LÓPEZ, 1997, 95-116; LÓPEZ LÓPEZ,
entorno de San Lorenzo (LÓPEZ LÓPEZ, 1997, 103ss., 1998, 67 ss., nº 36, lám. XXXIV, A-D; 62 ss.,
lám. VI-IX; 1998, 60 ss., nº 32, lám. XXX, A-D). Los plie- nº 34, lám. XXXII, A-C; 97 ss., lám. I; 1998,
gues planos y pesados distribuidos de forma sencilla, 25, nº1, lám. I, A-B; 60 ss., nº 32, lám. XXX,
así como la reproducción de tipos como el de bracchio
cohibito con sinus (GOETTE, 1990, 27-28) o Eumachia-
A-D; 29, nº 4, lám. V, A-D). La importancia
Fundilia, recuerdan a las estelas funerarias tardorrepu- de la pieza hallada en la C/ Muñices reside
blicanas (LÓPEZ LÓPEZ, 1998; KOCKEL, 1993). en el hecho de ser la única que, por el mo-
IMBRICACIÓN URBANÍSTICA
itálica en torno al siglo III a.C. (TORELLI, 1998, 101, 141 y 197, Lám. 27,3; VICENT,
1968, 32 ss.). Pero no será hasta el siglo I 1972-1974, 114ss; MÁRQUEZ, 1996, 212;
a.C. cuando se produzca el verdadero pro- 2002, 226, Lám. 28; TRILLMICH, 1999,
ceso de expansión fuera de Italia, en el que 172; VAQUERIZO, 2001b, 153 ss., Fig. 15)
la burguesía mercantil y las aristocracias lo- y la escultura femenina (LÓPEZ LÓPEZ,
cales jugarían un papel determinante como 1997, 95-117; 1998) que, aunque hallada
clientela de este tipo de construcciones intramuros, responde al prototipo funerario
(BELTRÁN, 1990, 186). por excelencia de figura estrecha y plana,
con actitud recogida, envuelta en un amplio
Es a partir de época augustea cuando
manto. Los escasos hallazgos de naturaleza
comienza una intensa actividad edilicia en
arquitectónica y ornamental adscritos a este
la ahora capital de Conventus y Provincia,
período se completan con los de carácter
que llevará a definirla como una “ciudad
epigráfico, protagonizados en gran medida
en obras” (LEÓN, 1999, 44), sentando las por bloques paralelepípedos, que ponen de
bases de los grandes programas oficiales y manifiesto la existencia de construcciones
de embellecimiento urbano en un intento de gran formato, hoy desaparecidas12 (RUIZ
de emular a la Urbs (MÁRQUEZ, 1998, 203 OSUNA, 2005b).
ss.). Una transformación urbana en la que,
además del poder imperial, participaron de La distribución espacial mantiene, gros-
forma muy activa las elites locales (VENTU- so modo, las características de la etapa tar-
RA, 1999, 57-72), las cuales, inmersas en la dorrepublicana, con una especial concentra-
práctica conocida como evergertismo (MEL- ción de hallazgos en las necrópolis septen-
CHOR, 1995), sufragaron parte de los gastos trional y occidental (RUIZ OSUNA, 2005b).
de carácter público, consiguiendo el recono- Se documenta la continuidad en el uso de
cimiento fundamental para el desarrollo de determinadas áreas funerarias, caso de Cer-
su cursus honorum. Una rivalidad que no cadilla, aunque el ejemplo más conspicuo lo
sólo tuvo lugar en los espacios públicos de representan los recintos funerarios ubicados
la ciudad, sino también en ámbito privado, frente a la Puerta de Gallegos (MURILLO,
doméstico y funerario, en los que el derro- CARRILLO, 1999, 369 ss.; VAQUERIZO,
che de grandiosidad y diversidad aplicados 2001a, 181), que, a pesar de ciertas refor-
en los modelos, sumado a la introducción de mas constructivas y planimétricas, respetan
la luxuria privata (MÁRQUEZ, 1998, 203), la misma orientación y traza de los anterio-
se tradujo en la erección de impresionantes res, lo que pone de manifiesto su carácter
construcciones arquitectónicas, especial- posiblemente familiar.
mente en ámbito sepulcral, en las que se Los hallazgos continúan buscando la
pone de manifiesto la competitividad de sus cercanía al recinto amurallado, aunque aho-
comitentes. ra se observa un ligero alejamiento. Este he-
Los restos funerarios fechados en esta cho puede deberse a que los sectores más
época son escasos, pero de gran importancia próximos a la ciudad se encontrarían ya
(RUIZ OSUNA, 2005b). Entre ellos podemos ocupados, lo que cabe interpretarse como
destacar los primeros elementos elabora-
dos en mármol, como el friso con guirnal- 12
| Nos referimos a la CIL II²/7 434, CIL II²/7
da conservado en el MAECO (MÁRQUEZ, 287, CIL II²/7 483 y CIL II²/7 287a.
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Depositado en la Delegación Provincial de Cultu-
ra de la Junta de Andalucía. Córdoba. VAQUERIZO, D. (Coord.) (2001c): Funus Cordu-
RESUMEN
ABSTRACT
1
| Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación “Espacios y
usos funerarios en la ciudad histórica. El ejemplo cordobés (siglos II a. C.-XV
d.C.)”, financiado por el Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo
e Innovación Tecnológica 2002-2003 del Ministerio español de Ciencia y Tec-
nología, con apoyo de la Unión Europea a través de sus fondos FEDER (Ref.
BHA 2003-08677). Del mismo modo, se inscribe en el Convenio de Colabora-
ción que el Grupo de Investigación del P.A.I. HUM-236, integrado por todos los
miembros del Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba, mantiene con
la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento local para el estudio de
Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único (www.arqueocor-
doba.com).
325
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN RODRÍGUEZ SÁNCHEZ
LIZ, 1988; CORTIJO, 1993b; DUPRÉ, 1994; epigráfica en el entorno rural (RODRÍGUEZ
STYLOW-HESBERG, 2004), restos de redes NEILA, 1994a, 425-460; VENTURA, 1994,
catastrales o centuriaciones (AA.VV., 1974; 308; STYLOW et alii, 1995, 158), así como
GÓMEZ PANTOJA, 1979; GORGES, 1982, determinados elementos geográficos del
1983; AA.VV., 1984; ARIÑO, 1986, 1990; paisaje, fundamentalmente ríos y montes.
CORTIJO, 1988, 1990; ARIÑO et alii, 2004), Por tanto, teniendo en cuenta dichos
la red viaria y la distribución de los miliarios elementos y las hipótesis formuladas por
(SILLIÈRES, 1976b; 1990), la dispersión epi- diversos investigadores4, el territorio de
gráfica por el territorio (CORTIJO, 1993b;
IGLESIAS, 1993, 1996) y hasta la propia
2
| En este sentido, la única descripción que po-
geomorfología del paisaje. Sin embargo, su
seemos al respecto procede del geógrafo griego Estra-
escasa aparición y las transformaciones que bón (III, 2, 1), según el cual dicho territorio dominaba
éste ha sufrido a lo largo de los siglos deter- un gran trecho del Baetis y era muy amplio.
minan la falta de huellas que nos permitan 3
| Uno de los criterios más fiables para intentar
reconocer su aspecto original. definir el ager cordubensis se fundamenta en la exis-
tencia de otras ciudades colindantes que poseen un
Esto es, precisamente, lo que sucede en estatuto jurídico y, por lo tanto, un territorio propio.
el caso de Corduba, donde la información Sin embargo, estas comunidades alcanzan el estatuto
colonial y municipal en distintos momentos cronológi-
que las fuentes literarias clásicas nos pro- cos, por lo que el territorio de Corduba ha podido sufrir
porcionan sobre el ager cordubensis es muy variaciones a lo largo del tiempo.
vaga e imprecisa2. Este hecho nos obliga a 4
| La delimitación del territorio adscrito a la
recurrir al estudio conjunto de otros testi- Córdoba romana ha suscitado el interés de numerosos
investigadores, que han tratado de establecer unos lí-
monios obtenidos de diversas ciencias como
mites razonables para el mismo, si bien los sucesivos
la Arqueología, la Epigrafía o la Geografía. descubrimientos epigráficos y arqueológicos de la pro-
Con el fin de realizar una propuesta plani- vincia han determinado la continua revisión del ager
métrica del territorio de Colonia Patricia, cordubensis. La primera propuesta de delimitación
hemos tenido en cuenta numerosos factores se remonta al año 1983, cuando R. Knapp realiza un
estudio integral de la ciudad romana en el que tam-
basados en las distancias medias entre la bién aporta algunas notas sobre el terreno adscrito a
colonia y otras comunidades circundantes3, su jurisdicción (KNAPP, 1983, 36-39). Unos años más
sus unidades intraterritoriales como los tarde, J. F. Rodríguez Neila retoma este tema en una
pagi, vici y mansiones (KNAPP, 1983, 37-39; publicación donde realiza un recorrido por la historia
de Córdoba, desde la Prehistoria hasta el período visi-
CURCHIN, 1985, 338-339; STYLOW, 1988, godo. Sin embargo, apenas aporta nuevos datos sobre
116; RODRÍGUEZ NEILA, 1992, 192; COR- el territorium de Corduba ya que sigue íntegramente
TIJO, 1993b, 242-243; MELCHOR, 2004, la propuesta formulada por R. Knapp (RODRÍGUEZ
107-108), un posible arco territorial que po- NEILA, 1988, 311-312). La primera modificación de
los confines planteados por dicho autor es realizada por
dría señalar su frontera septentrional (NIER-
Mª L. Cortijo en 1993, cuyo planteamiento respeta las
HAUS, 1964, 201; ARCE, 1987, 79; AA.VV., distancias medias entre la colonia y las ciudades cir-
1992, 583), restos de centuriación (LÓPEZ cundantes y tiene en cuenta diversas unidades geográ-
ONTIVEROS, 1974, 36-39; VENTURA, 1991; ficas, que pudieron marcar los confines de su territorio
BERMÚDEZ, 1993, 265-266; CORZO, 1996, (CORTIJO, 1993b, 216-218). Esta delimitación va a
sufrir algunas modificaciones posteriores, sobre todo a
63-76), la distribución de miliarios con un raíz de los comentarios y planos publicados en la nueva
posible valor fronterizo (SILLIÈRES, 1990, edición del Corpus Inscriptionum Latinarum. Editio al-
791-792; MELCHOR, 1995), la distribución tera. Vol. II/Pars VII: Conventus Cordubensis (STYLOW
Colonia Patricia presentaría unos lími- podría marcar sus confines orientales (MEL-
tes orientales que discurrirían por los ríos CHOR, 1995, 88; 2004, 106). La frontera se-
Guadalbarbo y Guadalmellato hasta el Gua- guiría por el cauce del Guadatín y, dejando
dalquivir (KNAPP, 1983, 37-38; CORTIJO, al E. el municipio flavio de Torre Albolafia5,
1993b, 218). Justo en este punto, se situaría continuaría por el S. siguiendo una línea
Ad Decumum, mansio de la vía Augusta cuya de cerros en torno a la cota de los 300 m.
localización a diez millas al E. de la colonia hasta Ad Aras, mansio de la via Augusta lo-
calizada en las proximidades de La Carlota
que alude a unos altares, quizá fronterizos
et alii, 1995). Finalmente, la hipótesis más reciente so- (KNAPP, 1983, 36; CORTIJO, 1993b, 218;
bre este tema ha sido formulada por E. Melchor en un MELCHOR, 1995, 95; 2004, 107).
trabajo que sintetiza y actualiza todas las propuestas
anteriores (MELCHOR, 2004, 106-107). Desde Ad Aras, la frontera occidental
5
| Yacimiento en el que se documentan numero- coincidiría con una unidad geográfica muy
sos vestigios de época altoimperial así como los restos
pedregosa, el glacis villafranquiense, que
emergentes de una torre medieval, en cuyo dintel se
observa la siguiente inscripción: “...Crasso IIvir / d d hace incultivable el terreno en amplios sec-
/ huic post mortem / laudatio inpensa / funeris statva tores (GARCÍA ROMERO, 2002, 61) y que
/ decreta sunt. / fili eius honore / usi sunt inpensam / quizá pueda identificarse con los loca extra
remiserunt” (SERRANO-MORENA, 1984, 136). La pre- clusa y los loca relicta, unos tipos de tierras
sencia de un epígrafe donde Crasso, personaje que ha
desempeñado el duunvirato, recibe a su muerte honores
estériles que los agrimensores situaban en
póstumos por el ordo local (laudatio, statua), induce a los confines del territorio (CASTILLO PAS-
pensar a A. U. Stylow en la más que probable existencia CUAL, 1996, 132). Al N. del Guadalquivir,
de este municipio (STYLOW et alii, 1995, 165 y pla- los límites seguirían los cursos del arroyo
nos).
6
Guadarromán, el río Guadiato y su afluente
| Aunque se ha planteado la posibilidad de que
este fragmento formara parte de un sarcófago (BEL- el Guadiatillo (MELCHOR, 2004, 107) para
TRÁN, 1999, 62), el paralelismo de la escena con los enlazar con la Sierra de los Santos, cerca de
relieves del arco de Constantino, su proximidad a la vía Espiel.
que comunicaba la zona NE. del conventus cordubensis
y su relación con el río Guadalbarbo, parecen confirmar Como elementos territoriales que pudie-
el carácter fronterizo de este monumento, hoy perdi- ron tener un valor fronterizo destacamos un
do. relieve procedente del Cerro de la Chimorra
7
| La aparición de este epígrafe, fechado a me-
(NIERHAUS, 1964, 185-212), posiblemente
diados del siglo I d. C., además de implicar la existencia
de un recinto sagrado sobre el que posteriormente se asociado a un arco territorial6; el Germo,
dispuso el templo de culto cristiano, pudo haber po- donde se localiza una basílica y necrópo-
tenciado el valor fronterizo de esta zona, utilizándose lis visigoda y donde apareció un ara votiva
como elemento delimitador (CORTIJO, 1993b, 218). romana (CIL II2/7, 702)7, la mencionada
8
| El topónimo hace referencia a la inscripción
CIL II2/7, 701, hoy destruida, que fue tallada directa-
mansio de Ad Aras; la Piedra Escrita, que
mente en la roca de la ladera occidental del Cerro de alude a una inscripción tallada en la roca de
Piedras Pardas, en la margen izquierda del Guadiato, y un cerro cercano al Guadiato8 (STYLOW et
que, por su lugar de ubicación en una zona tan abrupta, alii, 1995, 158) y, por último, el miliario de
quizá se tratase de un terminus finalis. Villanueva del Rey (MELLADO-PURO, 1987,
9
| Dicho carácter territorial ha sido puesto de
manifiesto por P. Sillières, al observar que sólo en las
345-348) cuya situación, a una distancia
vías más importantes aparecen estos indicadores, espe- media entre Corduba y Mellaria, pudo tener
cialmente colocados a la entrada de las ciudades, en un carácter fronterizo9.
prueba la existencia de una zona residencial que confirman el alto grado de antropiza-
en dichos núcleos. Asimismo, se produce un ción de dicho sector y la posible fosilización
paulatino descenso de los centros mineros, de su división catastral11.
abandonados ya a principios del siglo III d.
Tradicionalmente, se había pensado que
C., aunque se mantienen activos hasta el
la organización del territorio de Corduba
siglo IV el 25% de ellos, sobre todo los con-
mediante el sistema de la centuriatio debió
centrados en la estribación meridional de la
realizarse en dos etapas, una a mediados del
sierra, a lo largo del limes de Valdepuentes.
siglo II a. C. –coincidiendo con la fundación
Al examinar la evolución de los asenta- de la ciudad– y otra durante la deductio efec-
mientos rurales, llama la atención la escasez tuada por Augusto, en torno a los años 15-12
de yacimientos durante el período republi- a. C.12 (RODRÍGUEZ NEILA, 1988, 305-310,
cano frente a la gran proliferación de los 1992, 191; CORZO, 1996, 74). No obstan-
núcleos agrícolas que se inicia en época de te, la realidad arqueológica nos demuestra
Augusto, de modo que este hecho nos podría que la nueva estructuración se ejecuta en el
estar indicando la aplicación de un sistema segundo momento. La intervención de Au-
de reparto de tierras a finales del siglo I a. gusto supuso la concesión del estatuto co-
C., que alcanzaría su mayor desarrollo a lo lonial a la ciudad y la consiguiente deductio
largo de los siglos I y II d. C. Precisamente, de veteranos, de modo que esta promoción
el sector occidental del ager cordubensis, jurídica exigió una reorganización territo-
comprendido en una amplia franja entre las rial con el establecimiento de los límites ex-
estribaciones meridionales de la sierra cor- ternos, así como de una división ortogonal y
dobesa y el río Guadalquivir, presenta ma- estructurada del suelo. Estos acontecimien-
yores indicios de una posible centuriación. tos históricos tienen su reflejo en el registro
Esta hipótesis, formulada con anterioridad a arqueológico del núcleo urbano, que sufrió
nuestro análisis (LÓPEZ ONTIVEROS, 1974, un proceso de monumentalización genera-
39; VENTURA, 1991, BERMÚDEZ, 1993, lizado así como una ampliación del recinto
265-266), se basa en una sucesión de asen- amurallado hacia el río, destinado probable-
tamientos altoimperiales, dispuestos entre mente a acoger el incremento poblacional
sí a una distancia media de 1.300-1.400 m., (VENTURA, 1996b, 142).
Asimismo, durante esta fase se produce
11
| En la zona más septentrional y siguiendo el el establecimiento definitivo de la red viaria
trazado del Aqua Augusta se sitúan de oeste a este los (MELCHOR, 1995, 74), que se convierte
yacimientos de Las Pitas, Córdoba la Vieja, Mezquita de junto con el Baetis en el principal eje articu-
al-Zahra, San Jerónimo, Matadero ICCOSA, San José lador del territorio y en la base de la centu-
y San Rafael de la Albaida. Más al sur, en un área flan-
queado por la vía Corbuba-Hispalis y la línea del Baetis,
riación. Finalmente, también contamos con
se disponen los asentamientos de Encinarejo II, Los dos menciones epigráficas que aluden direc-
Molinos, Majaneque, La Barquera, Quintos, El Castillo, tamente a la nueva organización de los terre-
Fontanar de Cuestablanquilla, El Alcaide y Cañito de nos coloniales. La primera (CIL II2/7, 699a)
María Ruiz. establece una servitus viae en el Camino del
12
| El asentamiento de veteranos fue conmemora-
do en una serie monetal de dupondios acuñados en la
Pretorio, de modo que es posible relacionar
colonia, que muestran un águila y estandartes legiona- este hito de la segunda mitad del siglo I a.
rios en el reverso (CHAVES, 1977, 96). C. con la elevación del estatuto de la ciudad
ocupación de las ciudades por mantener solían situarse los enterramientos (in fronte
inalterable la categoría jurídica del suelo pedes) y al terreno que se extendía hacia el
y la delimitación catastral, ya que desde el interior de las fincas (in agro pedes) (RO-
momento en que un lugar es utilizado con DRIGUEZ NEILA, 1983, 180-184).
fines funerarios, éste se transforma en locus
Por último, no debemos olvidar que la
religiosus, considerándose sagrado e inviola-
localización de los enterramientos rurales
ble (VAQUERIZO, 2001, 51). No obstante,
en los límites de los fundi y próximos a las
cualquier propietario de un fundo podía de-
vías de comunicación acentúa un doble sig-
dicar una parte de él para su propia sepul-
nificado. Por un lado, el sentido práctico al
tura o la de un tercero, de modo que con el
permitir y facilitar el acceso de los vivos a
fin de garantizar para siempre ese carácter
las tumbas de sus familiares y amigos (MEL-
religioso –pese a toda venta o alienación del
CHOR, 1995, 45), y por otro, el carácter
terreno–, en numerosas ocasiones se recu-
simbólico que emana del espacio funerario
rría a su señalización, indicando las medidas
como lugar de ostentación social y como
del locus sepulturae. Sin ir más lejos, varias
elemento de autorrepresentación (VAQUE-
inscripciones de nuestra provincia indican
RIZO, 2001, 90, 94).
las dimensiones de áreas funerarias rurales
(CIL II2/5, 324, 403, 430, 530, 617; CIL En nuestro ámbito de estudio, el ager
II2/7, 155; 198, etc.), que suelen estar dadas cordubensis, observamos que, al margen de
con referencia a la vía o camino junto al que las necrópolis de la colonia –situadas fue-
LÁMINA 3: Planta de la excavación de E. Romero de Torres, con la situación del monumento funerario
(ROMERO DE TORRES, 1929, 5-13 y plano)
ra del perímetro amurallado de la ciudad–, una forma casi rectangular, con una esquina
existen diversas manifestaciones funerarias más ancha en el ángulo sudeste, de 2,30 x
en un contexto estrictamente rural, desde 2,18 m. y 1,34 m. de altura máxima. Presen-
las más monumentales hasta las más modes- taba como ajuar diez ungüentarios de vidrio
tas, cuyo análisis ofrecemos a continuación. completos, vasijas de paredes finas y lucer-
nas. El segundo consiste en una estancia de
1. La Mocha. Entre los monumentos fu- tendencia circular, de 1,94 x 2,46 m. y 0,86
nerarios más significativos destaca el locali- metros de altura máxima, a la que se accede
zado en el entorno minero de Cerro Muriano, a través de un arco de medio punto ligera-
en el paraje conocido como La Mocha (Lám. mente apuntado, conformado por dovelas
2). Se trata de dos hipogeos excavados direc- dispuestas a hueso cuyos riñones laterales
tamente en la roca para alojar a unos ente- se encajaban en la pared rocosa del terreno.
rramientos de cremación, que corresponde- Con un ajuar similar al anterior, también
rían a dos personajes de alto rango social a constaba de ungüentarios de vidrio, paredes
juzgar por la calidad y cantidad de los obje- finas con decoración de barbotina, lucernas
tos hallados. El primero de ellos consiste en y una moneda tipo Obulco. Los materiales
una cámara de orientación NO-SE que tiene asociados a dichos enterramientos permiten
allí existente, se encuentra un pequeño edifi- figurados a bisel; y la tercera –de 0,37 x 0,20
cio religioso-funerario relacionado con el ya- x 0,29 m.–, en forma rectangular, sin tapa y
cimiento (Lám. 4), una construcción de for- pies prismáticos anchos y achaflanados. Fue-
ma rectangular, de 8 x 7 m., que conserva los ron entregadas al Museo Arqueológico y Et-
lados N. y S. con un alzado de unos 1,60 m. nográfico Provincial de Córdoba (MAEPCO)
El ancho de los muros es de 1,50 m. con dos por la Comisión Provincial de Monumentos,
pequeños ábsides en los lados mayores. La ingresando en dicha entidad con los núme-
técnica edilicia empleada es un opus vitatum ros de registro 375, 376 y 377 respectiva-
mixtum con verdugadas de ladrillos separadas mente.
unos 0,20 m. En algunos de ellos aparece la 6. Encinarejo II. Asentamiento de pri-
inscripción VIVAS IN DEO (CIL II2/7, 727a), mer orden, excavado parcialmente por S.
lo que lleva a fecharse esta obra en el siglo de los Santos Gener en 1950 y que puso al
IV d. C. (VENTURA-BERMÚDEZ, 1990, yaci- descubierto la pars urbana de una villa18.
miento nº 8; BERMÚDEZ, 1993, 266; VEN- Los trabajos arqueológicos se centraron en
TURA, 1993a, 87-89; STYLOW et alii, 1995, la zona afectada por la construcción de unas
164; GARCÍA ROMERO, 2002, 151). viviendas, en pleno casco urbano, documen-
4. Choza del Cojo. Asentamiento de pri- tándose numerosos muros de sillares sobre
mer orden, donde se excavaron los restos de cimientos de cantos rodados, pavimentos de
un muro romano de 13,15 m. de longitud y opus spicatum, signinum y un mosaico de
una orientación NE-SO, que presentaba dos
tipos de aparejo, uno poligonal compuesto
18
por cuatro hiladas de sillares de caliza micrí- | Parece que el yacimiento contó con una zona
productiva además de la residencial posiblemente loca-
tica gris –desbastados pero no tallados y uni-
lizada al N. del área excavada, donde apareció un moli-
dos entre sí por medio de cuñas de piedra–, no aceitero y numerosos fragmentos de ánforas, dolia,
y otro de opus cuadratum, realizado con atanores y tinajas. El carácter agrario de esta explota-
sillares de arenisca perfectamente trabaja- ción se pone de manifiesto al detectarse varias estruc-
dos. En los alrededores se documentaron turas hidráulicas en los alrededores, cuya finalidad se-
ría la de abastecer de agua a las zonas de cultivo. Por un
numerosos fragmentos de cerámicas roma-
lado, contamos con los datos de Sánchez de Feria que
nas comunes, terra sigillata itálica, hispáni- menciona la existencia de acueductos, así como por la
ca, paredes finas, dolia, tegulae, una basa de documentación por parte de S. de los Santos Gener de
columna, dos piedras de molino de mano así un pozo de noria de planta elíptica, aparejo de tegulae
como un fragmento de urna cineraria (MEL- y laterculi y revestimiento de signinum en la Fuente de
la Teja, a unos 100 m. al O. de la excavación. Este últi-
CHOR, 1987, 117-120, 1990, 205-208; HER- mo también localizó un fuerte dique de mampuesto y
NANDO, 1989, 271-275; BERMÚDEZ, 1993, hormigón en la desembocadura del Guadarromán, por
265; CAMACHO, 1999). donde quizá saldrían los productos cultivados para ser
comercializados. La extensión y riqueza material del ya-
5. Trassierra I. En una zona indetermi- cimiento se sigue observando posteriormente durante
nada de la carretera de Trassierra se locali- varias prospecciones superficiales, como la realizada
zaron tres urnas cinerarias de caliza, la pri- por M. Ponsich que detectó al O. del pueblo una amplia
mera –de 0,30 x 0,23 x 0,26 m.–, con forma zona con numerosos fragmentos cerámicos y construc-
tivos romanos, y más recientemente por D. Palomino al
cúbica, sin tapa y pies altos tallados en la O. y al SE. del casco urbano, donde siguen apareciendo
misma piedra; la segunda –de 0,35 x 0,22 restos pertenecientes a la parte residencial del edifi-
m.–, con forma rectangular, tapadera y pies cio.
de mediano tamaño, truncada por un lado s(it) t(ibi) t(erra) l(evis)”. A. U. Stylow fe-
y con un molde rehundido por una de sus cha el epígrafe entre los siglos I y II d. C.
caras, presentando forma de cabeza humana (STYLOW et alii, 1995, 162).
a tamaño natural. Sería lo que resta de una
losa mayor que, según los lugareños, forma-
ba parte de un sarcófago que contenía res-
tos de un esqueleto humano (cráneo, huesos
de las piernas, etc.). Algo más al O., en un
cerro lindante con el hallazgo anterior, se
detectó además otro sarcófago de caliza de
1,82 x 0,72 m. carente de decoración. (MU-
ÑIZ, 1976, 343-348; PONSICH, 1979, 207,
yacimientos n° 129 y 130; BONSOR, 1989;
MURILLO, 1991; CHIC, 2001, 12).
10. Trassierra II. Estela funeraria que
procede del entorno de Trassierra, sin que
sepamos el lugar exacto de su aparición. Se
conserva en el MAEPCO (nº inventario 30)
y se trata de un relieve funerario labrado
en mármol blanco que, o bien ha perdido la
inscripción o, aún más probablemente, nos
ha llegado inacabado. Representa a la di-
funta sobre el lectus cubicularis, portando
en su mano izquierda un recipiente que alu-
de al banquete funerario en el que supues-
tamente está participando. A. García y Be-
llido supone que es una obra local de época LÁMINA 5: Estela funeraria localizada en el
flavia; sin embargo, el peinado y los rasgos yacimiento El Blanquillo (CIL II2/7, 721).
del retrato funerario –sólo ligeramente es-
bozado– se corresponden más bien con los
en boga durante los reinados de Claudio y 20
| El complejo de cisternas se alinea al SE. en 200
Nerón, interpretado de manera provincial, m., separadas 10-20 m., con eje mayor E-O, conservando
sólo la base. Desde la más alejada a la carretera de Los
por lo que se fecha en el tercer cuarto del Morales se dispone la primera, con 14,90 m. de longi-
siglo I d. C. (GARCÍA Y BELLIDO, 1949, tud total y 5,90 m. de anchura total, otra de 6,40 m. de
nº 319, 313-314, Lám. 252; VAQUERIZO, longitud total, 5,20 m. de anchura conservada, 0,70 m.
1996, 206). de altura conservada, 0,40 m. de grosor de muro, una
tercera de 4,85 m. de longitud total, 4,75 m. de anchura
11. Alcolea. En los alrededores de Al- total y 0,34 m. de grosor de muro. A 1 m. de distancia
colea, en una finca propiedad de D. Antonio de la cisterna anterior, se observa un retazo de solado de
Guerra Rodríguez, apareció una estela fune- otra y, por último, una quinta con 6,50 m. de longitud
total, 5,10 m. de anchura total, 1,15 m. de altura conser-
raria (CIL II2/7, 718), hoy perdida, del que vada, 0,65 m. de grosor de muro de opus caementicium,
sólo conocemos el siguiente texto: “Manlius como todas, en el que se entremezclan trozos de tegulae
Myrum(!) / pius in suis / h(ic) s(itus) e(st) y algunos fragmentos de terra sigillata.
Al margen de las tumbas anteriores, guido del nombre del difunto, la edad del
también hemos recopilado tres estelas fune- fallecimiento y las fórmulas estereotipadas e
rarias, dos de las cuáles –halladas en Alcolea impersonales de “piadoso/a entre los suyos,
(CIL II2/7, 718) y en el yacimiento El Blan- aquí yace, séate la tierra ligera” (pius/a in
quillo (CIL II2/7, 721) respectivamente–, suis, hic situs/a est, sit tibi terra levis, casi
presentan cabecera semicircular y epitafio. siempre abreviado: P.I.S.H.S.E.S.T.T.L.).
La tercera, localizada en el entorno de la
Por último, aunque no tenemos absoluta
Carretera de Trassierra, es el único ejemplo
certeza de la existencia de necrópolis en deter-
conservado de un relieve funerario en nues-
minados casos, debemos tener en cuenta las
tro ámbito de estudio, que representa a la
difunta sobre el lectus cubicularis. referencias bibliográficas que aluden a ello,
como en el asentamiento de Chancillarejo,
Otro tipo de soporte utilizado es el ara donde se localiza una pequeña área de necró-
o altar funerario, habiéndose documentado polis expoliada junto al yacimiento, y en Ca-
dos ejemplos de similares características en salillas Bajas, donde destaca la posible existen-
el asentamiento de S. Cristóbal-Los Morales cia de una necrópolis según noticias orales.
(CIL II2/7, 709) y en el Cortijo del Álamo
(CIL II2/7, 723). A pesar de que el segundo Otro de los aspectos que debemos ana-
se encuentra fragmentado, ambos presen- lizar es la posible datación de los enterra-
tan coronamiento con pulvinos y un cuerpo mientos, aunque nos encontramos con se-
central inscrito que repite la misma fórmu- rias dificultades por diversos motivos. Por
la inicial –D.M.S.–, haciendo referencia a la un lado, existe un porcentaje muy bajo de
consagración a los Dioses Manes. tumbas excavadas con metodología arqueo-
lógica, reduciéndose tan solo a La Mocha,
Un poco más numerosos son los ejem- Molino de los Ciegos, Alfayatas y Encinare-
plos de inscripciones funerarias localizadas jo II. Si además tenemos en cuenta las fe-
en varios asentamientos rurales, recopi- chas de las correspondientes campañas de
lándose cinco ejemplares. El primero (CIL excavación podemos observar que, salvo La
II2/7, 720), encontrado durante las obras Mocha, los restantes yacimientos fueron ex-
del Guadalmellato, alude al locus sepultu- cavados hace varias décadas, con todo lo que
rae del difunto y su epitafio debió emplear ello supone en cuanto a la evolución y el per-
litterae aureae, a juzgar por los restos que feccionamiento de los sistemas de registro
se han conservado de los orificios emplea- arqueológico. Por otro lado, se advierte una
dos para su anclaje. Otro de ellos, proceden-
alta descontextualización de los enterra-
te del yacimiento de Villarrealejo (CIL II2/7,
mientos respecto a su ubicación original; en
724), presenta un epígrafe más antiguo que
este sentido, sabemos que el 33,3% proba-
los siguientes, en el que consta el nombre
blemente estuvo asociado a diversos asenta-
completo del difunto y la fórmula estereoti-
mientos rurales, pero en muchas ocasiones
pada “aquí yace” [hic sit(us) es(t)]. Los tres
han aparecido in loco, lo que dificulta su in-
restantes, documentados en los yacimientos
terpretación conjunta con el yacimiento.
de Valenzoneja (CIL II2/7, 719), Majaneque
(CIL II2/7, 727) y Cerro del Aljibe, repiten Uno de los posibles criterios de datación
un esquema similar; comienzan con la con- se podría basar en el tipo de ritual funerario
sagración a los Dioses Manes (D.M.S.), se- empleado, ya que tradicionalmente se ha
pensado que la cremación se impuso casi de mo, resulta bastante significativo observar que
forma absoluta en los siglos altoimperiales doce de éstos últimos tienen una cronología
mientras que la inhumación comenzó a ge- altoimperial, concentrándose entre los siglos
neralizarse desde finales del siglo II d. C., I-II d. C.; frente a ellos, sólo dos enterramien-
coincidiendo con la fase bajoimperial y por tos han podido adscribirse con fiabilidad a la
la clara influencia del Cristianismo (VAQUE- etapa bajoimperial, datándose en el siglo IV d.
RIZO, 2001, 74 ss.). Sin embargo, esta supo- C. Si tenemos en cuenta la hipótesis que suge-
sición ha generado todo tipo de discusiones rimos con anterioridad en relación con el mo-
entre los investigadores, y más aún a raíz de mento de organización territorial de Colonia
los últimos descubrimientos arqueológicos Patricia, a inicios del siglo I d. C., parece que
en nuestra propia ciudad, que demuestran la la información obtenida de los enterramientos
convivencia de los dos rituales desde el siglo confirma esta sospecha. De hecho, la autén-
I d. C. (VARGAS-GUTIÉRREZ, 2004, 326). tica expansión del poblamiento rural podría
producirse durante las dinastías julioclaudia y
Al margen de los enterramientos que flavia hasta finales del siglo II d. C., que como
han podido ser fechados gracias a su ajuar vemos coincide con la presencia mayoritaria
funerario o a su análisis estilístico, sólo las de las tumbas estudiadas.
inscripciones funerarias han aportado una
datación más exacta, a través del estudio Por otro lado, hemos analizado la rela-
epigráfico y de las fórmulas utilizadas. Gros- ción entre los enterramientos y los hábitats
so modo, podemos observar una evolución rurales, advirtiendo que un 66,7% está direc-
de los formularios a lo largo del tiempo, des- tamente relacionado con ellos, otro 19% se
de unos inicios –época augustea– con gran localiza a escasa distancia y sólo un 14,3% no
variedad de fórmulas, hasta una standari- tiene vinculación con ningún asentamiento.
zación del repertorio a comienzos del siglo Un aspecto destacable es la gran densidad de
II d. C. Los epígrafes más antiguos constan tumbas en determinados yacimientos, sobre
del nombre completo del difunto en nomi- todo en los de tipo agropecuario –donde se
nativo, seguido de la edad del fallecimiento aglutina el 85,7% de éstas– frente al 14,3%,
[an(norum)] y de la fórmula “aquí yace” que se documenta en asentamientos mineros
[h(ic) s(itus/a) e(st)]. Sin embargo, desde y extractivos. Además, detectamos un eleva-
finales del siglo I d. C. y a lo largo de la si- do número de elementos funerarios en los
guiente centuria, se impone otro modelo, enclaves agrícolas más importantes, los de
encabezado por la consagración a los Dio- Primer Orden, como Choza del Cojo, Encina-
ses Manes [D(iis) M(anibus) S(acrum)], el rejo II, Alfayatas, Don Fernando, Valenzoneja,
nombre del difunto en nominativo o geniti- Majaneque, Cerro del Aljibe, Chancillarejo
vo, la edad de la defunción y varias fórmulas y Casalillas Bajas. Este dato confirmaría la
repetitivas como “piadoso/a entre los suyos, presencia de zonas de enterramientos en las
aquí yace, séate la tierra ligera” [p(ius/a) propiedades más ricas del territorio, como
i(n) s(uis), h(ic) s(itus/a) e(st), s(it) t(ibi) apuntan algunos investigadores21.
t(erra) l(veis)] (VENTURA, 2001, 176-177).
21
| G. Galeano señala que es frecuente que en las
Aún así, de los veintiún ejemplos que he- villae hubiera una zona destinada a los enterramientos,
mos presentado, catorce han podido ser fecha- si no colectivos si, al menos, de los dueños de la finca,
dos, lo que supone un 66,7% del total. Asimis- levantando en ocasiones grandes mausoleos. Igualmen-
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ANALES
DE ARQUEOLOGÍA
C OR D OB E S A
número 17 (2006)
VOL. II
Área de Arqueología
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ANALES DE ARQUEOLOGÍA CORDOBESA 17 (2006)
VOL. II / PÁGS. 13 - 34
RESUMEN
ABSTRACT
1
| El presente trabajo se enmarca dentro de las actividades del Proyecto
de Investigación “Análisis de la implantación y evolución del Fenómeno Urbano
en el suroeste peninsular: Arqueología Urbana en la Ciudad de Huelva”, pertene-
ciente al Plan Nacional de I+D del Ministerio de Educación y Cultura (Ref, HUM
2004-01790), dirigido por el Dr. D. Juan M. Campos Carrasco.
13
––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Juan M. Campos Carrasco
Más tardío aún es el hallazgo producido ron varios elementos como una fuente ro-
de manera fortuita en la periferia del casco mana de sección cuadrada, una basa de una
urbano de la ciudad, en una zona conocida columna dórica y una tumba de incineración
como “La Orden”. Éste consistía en una ne- de un individuo infantil de unos 12 años al
crópolis tardorromana, de la que se excava- que acompañaban algunos “instrumentos
ron cuarenta enterramientos caracterizados de cirujano” a modo de ajuar, fechada en-
todos por el rito único de inhumación y la tre los siglos II-III d.C. Hasta el momento
orientación constante del cadáver con la ca- no conocemos publicación alguna sobre los
beza hacia el oeste. Aquí se documentaron resultados, habiendo de remitirse al Informe
cuatro variedades constructivas en las sepul- Preliminar de la Intervención realizado ese
turas: 1. Caja rectangular de ladrillos a soga mismo año para el análisis de este hallazgo
con cubierta de tégulas horizontales y sobre (Osuna, 1998, Inédito).
ellas tégulas a doble vertiente; 2. Tipo como
el primero pero sin la cubierta de tégulas a
doble vertiente; 3. Fosa excavada en la tierra
y cubierta de tégulas a doble vertiente. En
2. LAS NECRÓPOLIS DE
los extremos se colocaron dos tégulas verti- ONUBA: LAS EVIDENCIAS
cales de cierre; 4. Enterramientos infantiles ARQUEOLÓGICAS DESDE 2000
en ánforas. En todos los enterramientos se
hace patente la ausencia de ajuar funerario, Desde fines del año 1999 (momento de la
salvo en un caso, el de la Tumba 21, donde incoación del expediente de Declaración de
se halló un pequeño jarro de tosca factura la ZHA) y, sobre todo a partir del año 2000,
denominado de Tipo “visigodo”. Dicha cir- la situación de la investigación arqueológi-
cunstancia unida a la aparición de algunas ca en la capital onubense muestra un giro
monedas de época de Valentiniano y Cons- al entrar en vigor las cautelas derivadas de
tantino dispersas fuera de las tumbas asig- la norma jurídica de la zonificación arqueo-
naban una cronología de uso del lugar desde lógica, que producen como consecuencia
principios del siglo IV hasta buena parte del inmediata un aumento en el número de las
siglo V d.C. (Amo y de la Hera, 1976). intervenciones arqueológicas, además de
ampliar la nómina de investigadores que in-
Habrá que esperar más de veinte años
tervendrán en la documentación del proceso
tras la publicación de M. del Amo para en-
histórico-arqueológico de la ciudad. A partir
contrar nuevamente indicios sobre el mun-
de este momento, y hasta la actualidad, te-
do funerario de época romana en la ciudad.
nemos que destacar dos hallazgos funerarios
En este caso durante una actuación del Mu-
que, como trataremos en un apartado pos-
seo Provincial de Huelva, bajo la dirección
terior, han permitido además de ampliar los
de su entonces director, M. Osuna, se pro-
propios límites de la ciudad romana, la ubi-
cedió a la excavación de un solar situado en
cación de dos de las necrópolis del núcleo
una zona de frecuente aparición de registros
onobensis.
romanos de carácter industrial –piletas de
salazón– desde mediados de los años seten- En primer lugar hay que reseñar los res-
ta, la Calle Palos (Amo y de la Hera, 1976). tos funerarios documentados en el solar de
Aquí y durante el año 1998 se documenta- C/ San Andrés-Plaza Ivonne Cazenave, uno
ter infantil sobre cuyo rito no podemos pro- Siguiendo el recorrido por el mundo fu-
nunciarnos fehacientemente al no haberse nerario onubense nos trasladamos hacia el
documentado resto alguno del cadáver aun- sector norte de la ciudad, donde se localizan
que todo parece indicar que fue incinerado las intervenciones de C/Onésimo Redondo y
al igual que los adultos (Castilla, de Haro, Plaza Ivonne Cazenave.
y López, 2004, 590). Además de los ajuares La información más completa sobre la
que acompañaban a la mayor parte de los existencia de una necrópolis romana “in
enterramientos (ungüentarios de vidrio, ja- situ” en la capital onubense procedía, has-
rritas, ollas y cuencos de cerámica común ta las últimas intervenciones del Área de
y clavos o tachuelas de hierro o bronce; tan Arqueología de la UHU, de la excavación
sólo se documenta un caso de inclusión de practicada por M. del Amo en la C/ Onésimo
una moneda) hay que destacar la presencia Redondo, actual C/ Dr. Plácido Bañuelos, a
en dos de las tumbas (nº 1 y 5), de sendos escasos metros de esta última intervención
fragmentos de ánfora situados en la parte realizada en la Plaza Ivonne Cazenave en el
superior de la estructura de tégulas y que solar perteneciente al edificio del antiguo
debieron haber funcionado posiblemente Colegio Francés.
como tubo de libaciones (Castilla, de Haro,
Dadas las condiciones de aquella pri-
y López, 2004), constituyéndose éste como
mera excavación no fue posible un estudio
el único ejemplo documentado y publicado
detenido de la estratificación, pero básica-
hasta el momento de este tipo de prácticas
mente se documentaron tres fases de ocu-
en el núcleo onobensis.
pación: una contemporánea, una islámica, y
La importancia de estos hallazgos es do- finalmente una romana correspondiente a la
ble por dos cuestiones: la primera, de raíz necrópolis. Esta secuencia ocupacional co-
topográfica, ya que se sitúan en una zona incide –a grandes rasgos– con la documen-
que tradicionalmente se consideraba exenta tada durante el año 2000, aunque en esta
de ocupación durante el período romano; sin última se han detectado hasta nueve fases
embargo, estos enterramientos confirman de uso (Gómez et alii, 2003) en virtud de la
la delimitación de la ciudad romana que la aplicación de los modernos sistemas de re-
Universidad de Huelva ya planteó a través de gistro y técnicas de excavación basadas en la
su Carta de Riesgo en el año 2000 (Campos Matriz Harris.
y Gómez, 2000); y la segunda, derivada de Los datos publicados por M. del Amo
aquélla, es de un carácter más histórico y (1976) recogen ocho tumbas, una de ellas
arqueológico, desde el momento en que esta infantil, con un único rito de inhumación
nueva necrópolis demuestra que ni la Onu- acompañado de ajuar y variada tipología
ba romana fue tan pequeña, ni tan mediocre constructiva, pero idéntica orientación del
como se mantenía tradicionalmente, ya que cadáver siempre con la cabeza mirando ha-
en caso contrario no habría necesitado de cia Oriente. La variedad constructiva resulta
lugares de enterramiento tan variados (La del empleo de tégulas como cubierta y como
Esperanza, Ivonne Cazenave-Onésimo Re- base en diferentes combinaciones –cubierta
dondo, Vázquez López, Palos) y alejados en- a doble vertiente sobre caja de muretes de
tre sí (Vidal Teruel, 2001). ladrillos y suelo de tégulas horizontales;
LÁMINA VII: Necrópolis norte. Ivonne Cazenave. Monedas (Tumbas9, 10, 11 y 12) y vaso de vidrio
(Tumba 12).
igual a la anterior pero con el suelo de la Huelva–, fechables entre mediados del siglo
caja también de ladrillos; y cubierta plana IV y mediados del siglo V d.C. (Campos, Pé-
sobre fosa excavada en la tierra. En cuanto rez y Vidal, 1999). Esta evidencia, unida a la
al enterramiento infantil en ánfora, el pa- revisión de algunos materiales identificados
ralelo más inmediato lo encontraremos en en un primer momento como cerámicas co-
el cercano asentamiento de El Eucaliptal munes, y consideradas posteriormente como
(Punta Umbría), donde existe un nivel de ánforas Keay XXIII, (Vidal Teruel, 2001),
inhumaciones infantiles en ánforas que usan apoya nuestra hipótesis sobre la actividad
básicamente los tipos Keay XXIII/Almagro del enclave de Onuba en época bajoimperial
51, y Keay XXII/Almagro 50 –caso de la de en consonancia con la situación general que
LÁMINA VIII: Necrópolis norte. Ivonne Cazenave. Pieza de pasta vítrea con decoración zoomorfa
(Tumba 1) y Acus crinalis (Tumba 12).
que en las incineraciones se hallan ajuares alternan tanto inhumaciones como incine-
integrados por objetos de adorno personal raciones. Así por ejemplo, en Córdoba, en el
(caso de las agujas de hueso, metal y pasta solar de la C/Avellano, 12 se han documen-
vítrea (Lám. VIII) o los elementos metálicos tado inhumaciones infantiles de siglo I d.C.,
que podrían haber formado parte de alguna incineraciones en busta del siglo II d.C., e
vestimenta –un cinturón?–) En todo caso, inhumaciones bajo cubierta de tégulas a do-
estas cronologías son anteriores a las de ble vertiente de mediados del siglo II-III d.C.
las tumbas excavadas en el solar contiguo (Penco Valenzuela, 1998).
durante los años setenta por el director del
Finalmente, hemos de hacer algunos co-
Museo Provincial M. del Amo, comentadas
mentarios sobre los ajuares relacionados con
con anterioridad.
las necrópolis romanas de la capital onuben-
Aunque parece demostrado que los ri- se. Un hecho que sorprendía con respecto a
tuales funerarios de la incineración y la in- los ajuares de las tumbas de Ivonne Cazenave
humación coexistieron en Roma desde sus y que ya fue destacado con anterioridad (Vi-
inicios y teniendo en cuenta la dificultad dal Teruel, 2001) era la ausencia de vasos de
para establecer con exactitud el predominio Terra Sigillata en favor de otros de vidrio o
de uno u otro rito, tradicionalmente se creía de cerámica común a partir de la conside-
que el rito de la incineración precedía tem- ración realizada por M. Bendala Galán para
poralmente en Hispania al de la inhumación la necrópolis neopúnica de Carmona y la de
como hecho generalizado, empleándose en Cañada Honda en Alcalá de Guadaira. Según
los tiempos tardorrepublicanos y altoimpe- éste resultaba inconcebible que entre todos
riales (Bendala Galán, 1995). No obstan- los elementos de ajuar relacionados con los
te, lo cierto es que no parece existir una banquetes funerarios dedicados al difunto
regulación fija a la hora de que los grupos aparecieran vasos de vidrio o cerámicos, y
elijan la incineración o la inhumación para sin embargo, nunca aparecieran vasos de
sus enterramientos (Martín Urdíroz, 2000). Sigillata en un momento en que éstas eran
Según ésta última, los enterramientos de un producto cotidiano. La argumentación es-
inhumación se simultanean con los de inci- grimida para explicar dicha ausencia estaría
neración hasta al menos el siglo II a.C. de- relacionada con el sentido ritual del banque-
pendiendo básicamente de las costumbres te funerario, que como toda liturgia, espe-
familiares. A partir de esa fecha predomi- cificaría el tipo de recipiente más adecuado
nará la cremación en todo el Mediterráneo para utilizar en la ceremonia. En este senti-
Occidental y será a partir del siglo II d.C. do, según M. Bendala, la Terra Sigillata pudo
cuando aquélla perderá terreno a favor de la ser deliberadamente excluida por la sociedad
inhumación –no en vano es a partir de ahora carmonense de fuerte tradición púnica para
cuando empieza a constatarse la presencia seguir conservando sus costumbres locales,
de sarcófagos de plomo en la Bética– (Vidal eliminando de este modo uno de los elemen-
Teruel, 2001), pero sin que esta costumbre tos de máxima aculturación romana (Benda-
se convierta en norma fija en todos los luga- la Galán, 1991). Con estas consideraciones,
res del imperio, de modo que otros lugares la ausencia de Terra Sigillata se relacionaría
de la Bética muestran situaciones análogas directamente con una fuerte tradición pú-
a la de esta necrópolis onubense, donde se nica arraigada aun a pesar de las nuevas in-
fluencias romanas; esta explicación podría Estas consideraciones que hace algún
ser aplicable al caso de Onuba, donde debió tiempo eran ya advertidas para el caso de
existir una fuerte ocupación púnica en co- Ivonne Cazenave, pueden extenderse, con el
nexión con la situación general observada en avance de los hallazgos producidos, al resto
otros núcleos de la Tierra Llana como Niebla de las necrópolis onubenses, pudiendo es-
o Tejada la Nueva, que empieza a ser cono- tablecerse a partir de aquí la existencia de
cida y valorada (Vidal Teruel, 2001; Campos un ajuar para las necrópolis onubenses en
y Gómez, 2003). La corroboración de este el que, al menos en los casos documentados
hecho en las necrópolis altoimperiales onu- con rigor y que se refieren a cronologías al-
benses sería otra evidencia más que sumar a toimperiales (siglos I-II), no se contempla la
los restos materiales de filiación púnica que inclusión de Terra Sigillata en cualquiera de
se documentan no sólo en las estratigrafías sus variantes –hispánicas precoces, gálicas,
del Cabezo de San Pedro, sino las que M. del hispánicas, o africanas– (Lám IX). De este
Amo hallaba en los sondeos practicados bajo modo, los ajuares de las necrópolis onuben-
las piletas de salazón de la factoría de la C/ ses pueden ser de dos tipos: uno, de carácter
Millán Astray, para reivindicar la intensa pu- ritual, y dos de carácter personal –Láms VII,
nización del suroeste peninsular y concreta- VIII–. Los primeros suelen ceñirse a objetos
mente del puerto atlántico de Onuba (Vidal en hueso o pasta vítrea (generalmente acus
Teruel, 2001; e.p). crinalis: dos ejemplos en C/ Vázquez López
–tumbas 3 y 11; uno en Ivonne Cazenave escasez de monedas en los ajuares podría
–tumba 12), o incluso en metal que con relacionarse, al igual que ha sido comenta-
toda probabilidad debieron formar parte de do con respecto a la Terra Sigillata, con una
la vestimenta del difunto en el momento del exclusión consciente de dicho elemento en
funus. Entre éstos tan sólo hay que desta- íntima conexión con otro tipo de creencias
car un ajuar más específico relacionado con propias de un sustrato indígena, de raíz pú-
instrumentos de cirujano (C/Palos 15-17), nica, en las que las monedas nunca acompa-
cuya relación con el individuo infantil al que ñan al cadáver en su tránsito a “otra vida”; o
acompañaban no alcanzamos a interpretar bien podría estar relacionada simplemente
en su totalidad. Con respecto a los segun- con una cuestión cultural o incluso de dis-
dos, los ajuares de carácter ritual suelen ponibilidad económica dado el carácter bá-
estar integrados en su mayoría por objetos sicamente humilde que presenta la mayoría
cerámicos o vítreos combinados de diferen- de todos estos enterramientos. Un último
tes maneras, pero donde se hace habitual tipo de objetos metálicos que cabe consi-
la presencia de jarros y cuencos comunes, derar como parte de ajuares rituales está
imitaciones comunes de Paredes Finas, lu- representado por los clavos o remaches de
cernas y en menor medida urnas/ollas tam- hierro o bronce y que debieron formar parte
bién comunes. Con todo, son los objetos de del lectus funebris en el que se exponía el
vidrio (vasos abiertos –Lám VIII– o ungüen- cadáver y/o se trasladaba al fallecido –fere-
tarios) los más numerosos y habituales en trum– durante la pompa funebris (Vaqueri-
casi todas las tumbas y especialmente en los zo, 2001, 62). En este caso se documentan
enterramientos por cremación (por ejemplo ejemplos en C/Vázquez López (tumbas 3,
en C/Vázquez López donde aparece en nue- 6, 13, 18, 19, 20), Cabezo de La Esperanza
ve de los doce ajuares documentados; o Ca- (uno en el ustrinum), y C/Onésimo Redon-
bezo de la Esperanza donde se recuperaron do (uno en tumba 5). Finalmente tan sólo
ungüentarios y fragmentos vítreos diversos faltaría reseñar los dos únicos ejemplos do-
tanto en las cremaciones bajo tégulas como cumentados hasta el momento en Onuba de
en el ustrinum). Dentro de estos ajuares de conductos de libaciones relacionados con la
carácter ritual también hemos de destacar participación del difunto en los banquetes
la escasa representatividad de las monedas o ceremonias conmemorativas en su honor
como acompañamiento del cadáver. De to- (Vaquerizo, 2001, 157) y que se localizaron
dos los enterramientos analizados hasta el en las cremaciones en busta bajo cubierta
momento, tan sólo hemos detectado una de tégulas nº 1 y 5 de la necrópolis sur. Es-
minoritaria presencia de monedas (una frus- tos elementos, ciertamente relacionados al
ta en C/Vázquez López –tumba 21–; una de parecer siempre con la incineración, son
época de Tiberio en Cabezo de La Esperan- bastante habituales en Mérida donde pare-
za; cuatro en Ivonne Cazenave –tres frustas cen relacionarse con individuos de origen
en tumbas 9, 11 y 12 y un as de Antonino o filiación oriental. Su presencia en el caso
Pío en tumba 10–) en un total de 56 ente- onubense ¿quizá podría estar conectada de
rramientos analizados (22 en C/Vázquez nuevo con esa impronta púnica y a su vez
López, 5 en Cabezo de La Esperanza, 1 en con la tradición turdetana heredera a su vez
C/ Palos, 8 en C/Onésimo Redondo y 20 en del horizonte tartésico orientalizante?. Por
Ivonne Cazenave). Cabría preguntarse si tal ahora, resulta prematuro pronunciarse so-
bre tal hipótesis, pero no obstante, sería in- introducción de un nuevo cableado de tele-
teresante tomarla en consideración de cara comunicaciones, del cual, por otra parte, no
a futuros hallazgos. existe constancia documental, nos hace pen-
sar que realmente estos restos, interpreta-
Hasta aquí los datos con los que se cuen-
dos en principio como pertenecientes a una
ta actualmente para valorar las prácticas fu-
villa rustica, se correspondan en realidad
nerarias de la ciudad romana de Onuba a lo
con una instalación industrial dedicada a la
largo de la época imperial. No obstante, no
pesca y elaboración de salazones (cetaria),
podemos dejar de comentar algunos otros re-
habida cuenta además de su localización,
gistros funerarios hallados durante la década
muy cercana a la línea de la ría del Odiel,
de los años setenta del pasado siglo, en zonas
y de algunos elementos, como hornos y nu-
cercanas y que revisiones actualizadas nos lle-
merosos fragmentos de opus signinum, que
van a matizar en su carácter y significación.
bien podrían estar conectados con el área
En las inmediaciones de Huelva capital industrial de estas instalaciones –piletas de
se localizaron a mediados de los años seten- salazón, fabricación de ánforas, etc– (Cam-
ta los restos de una necrópolis en el lugar pos, Pérez y Vidal, 2004 a y b).
conocido como “La Orden”, tratándose de
En las cercanías también del casco
un conjunto bastante tardío a juzgar por el
urbano de Huelva se localiza una posible
empleo único del rito de inhumación en los
necrópolis conocida como Nuestra Señora
41 enterramientos excavados y por las tipo-
del Rocío, pero cuya constatación se ciñe
logías constructivas documentadas: caja de
tan sólo a datos aislados. En este caso sólo
ladrillos colocados “a soga” y cubiertas pri-
pudo documentarse una única tumba que
mero con tégulas horizontales y sobre éstas
debió formar parte de un conjunto más am-
otro piso de tégulas a doble vertiente; caja
plio que no pudo ser estudiado (Amo y de la
de ladrillos “a soga” con cubierta de tégulas
Hera, 1976). El hallazgo se produjo en una
a doble vertiente; fosa excavada en la tierra
finca situada en las cercanías del cemen-
y cubierta con tégulas a doble vertiente; y
terio de la capital onubense. Esta tumba
finalmente enterramientos infantiles en án-
consistía en una fosa excavada en la tierra
foras. La orientación de los enterramientos
cubierta con cinco losas rectangulares de
es constante: Este-Oeste así como la ausen-
piedra y otra colocada verticalmente en la
cia de ajuar (a excepción de un jarrito de
cabecera. En su interior se conservaban los
factura bastante tosca procedente de la se-
restos inhumados de tres individuos super-
pultura nº 21). Este conjunto debe fecharse
puestos –práctica habitual durante la baja
a partir de principios del siglo IV d.C., según
romanidad: Carmona Berenguer, 1996,
los datos anteriores y la presencia de ciertas
187– y con la cabeza orientada hacia el
monedas (de época del emperador Valenti-
Oeste. Además de los restos óseos se recu-
niano), sin que pueda precisarse su límite
peraron dos jarritos de similares caracterís-
superior (Amo y de la Hera, 1976).
ticas al descrito en la necrópolis anterior
Con respecto a esta necrópolis, el descu- (uno dentro de la tumba y otro entre las
brimiento en 2001 de numerosos ejemplares tierras removidas –zona de La Soledad– an-
de ánforas en esta zona a raíz de los trabajos tes de la excavación). Cronológicamente el
de seguimiento arqueológico derivados de la rito de enterramiento así como los jarros
encontrados nos sitúan, a falta de mayores lar parcialmente documentado en la fase 5ª.
indicadores, como mínimo a partir de co- Igualmente comienza a ocuparse el extremo
mienzos del siglo V d.C. sur de la ciudad merced a la ubicación de
otra necrópolis de incineración de los siglos
Como conclusión y desde el punto de
I-II d.C. que también parece mantenerse
vista de la estratigrafía vertical y horizontal
en algunos sectores hasta el siglo III, como
del yacimiento Huelva, la fase más tempra-
se desprende de la documentación de otra
na de las prácticas funerarias romanas en la
tumba de incineración en C/Palos 15/17 da-
capital onubense, está representada a través
tada entre los siglos II-III y que destaca por
de la necrópolis de Cabezo de La Esperan-
su ajuar de tipo quirúrgico.
za donde a comienzos de los años sesenta
se producían hallazgos de enterramientos Algo más tardío es el sector de la ne-
secundarios en urnas de tradición iberopú- crópolis norte excavado en la C/Onésimo
nica. Igualmente se hallaron dos tumbas de Redondo, cuyo rito único de inhumación y
incineración bajo tégulas a doble vertiente, elementos de ajuar nos sitúan ya a caballo
de donde se recuperó un ajuar formado por entre los siglos III y IV d.C. Entre fines del
ungüentarios de vidrio y una moneda de siglo IV y, especialmente, en el siglo V d.C.
época de Tiberio. se sitúan las necrópolis de La Orden y de la
finca de Nuestra Señora del Rocío y de la
A partir de la primera mitad del siglo I d.
Soledad, ya en la periferia del casco urbano
C. parece que también empiezan a funcionar
(Amo y de la Hera, 1976) en las que predo-
otras necrópolis relacionadas con el núcleo
minan los denominados tradicionalmente
onubense. Concretamente en el sector nor-
“jarros visigodos” (Izquierdo Benito, 1977),
te empieza a utilizarse el espacio con fines
cuya cronología tardorromana se apoya en
funerarios tal y como se desprende de los re-
las monedas halladas en los ajuares.
gistros documentados en Ivonne Cazènave,
donde a una primera fase caracterizada por Hasta aquí lo que podemos ofrecer en el
inhumaciones en tumbas cubiertas median- estado actual de los conocimientos. A pesar
te tégulas dispuestas en posición horizontal de que aún nos encontramos en un momen-
con acompañamiento de ajuar cerámico to muy incipiente de la investigación, pare-
común de carácter ritual y monumentos cía oportuno realizar esta primera aproxi-
piramidales,le sucede a partir del siglo II d.C. mación al mundo funerario romano de la
otra fase caracterizada por cremaciones en ciudad de Onuba, en la que a pesar de las
busta sin estructura superior o bajo tumba limitaciones derivadas de la parcialidad de
de tégulas a doble vertiente, acompañadas los registros y de la falta de profundización
de elementos de ajuar tanto rituales –lucer- en el estudio de los más recientes descubri-
nas, cerámicas comunes–, como personales mientos –que además permanecen inédi-
–agujas de hueso pasta vítrea y metal, bro- tos–, podemos establecer como conclusión
ches de cinturón de metal, monedas–, y que provisional que siguiendo la norma romana
puede llevarse hasta el siglo III d.C. según la de ubicación de estas ciudades para el des-
cronología que aportan las lucernas recupe- canso eterno, en Onuba las necrópolis docu-
radas (VII Deneuve, /Dressel 17,19,20/Vin- mentadas (Sur Este, Norte) y la que se su-
donissa VIII). Durante este mismo período pone que también debe existir a pesar de no
parece situarse también el mausoleo circu- haberse hallado corroboración arqueológica
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RESUMEN
ABSTRACT
35
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– Nuria de la O Vidal Teruel / Javier Bermejo Meléndez
LÁM. I. Dispersión de las necrópolis en la provincia onubense y algunos ejemplos citados en el texto.
depositadas en tumbas excavadas en la roca cían a un horno cinerario en cuyo fondo aún
de aproximadamente medio metro de lado. quedaban intactos fragmentos de huesos
Una versión más elaborada de este esquema afectados por oxidaciones de cobre debidas
mostraba un pequeño loculus excavado en el al empleo de escorias para lograr la combus-
suelo para depositar los huesos procedentes tión y quemar los cadáveres. Dado el reduci-
de la incineración. Un aspecto llamativo lo do tamaño de dicho horno su funcionalidad
constituyó sin duda el hecho de que muchas debió ser específicamente la cremación de
de estas tumbas estaban indicadas por medio individuos infantiles, lo que lleva a pensar
de cupae (Lám. I). La cronología de estos en- en una alta mortalidad infantil, relacionable
terramientos se sitúa en los siglos I y II d.C. con las condiciones de vida y de salubridad
Mención aparte merecen dos estructuras en un hábitat relacionado directamente con
funerarias con forma de torre de mayor en- actividades mineras.
tidad. De la primera (Tumba I) aún se conser-
Según Pérez Macías (1986) esta necró-
vaban siete bloques de gossan que formaban
polis formaría parte de un cementerio más
parte del suelo de la misma. Su base (4’1 x
amplio, datable en época flavia-adrianéa,
3’5 mts) parece estar formada con los restos
que se extendería desde “La Dehesa” hasta
de tumbas más antiguas. Jones supone que
Nerva. Fue utilizada por una población de
algún tipo de urna o cista funeraria debió in-
proletarios mineros, como se deduce de la
corporarse en la parte más alta de la estruc-
pobreza de los ajuares y de su situación, cer-
tura, constatándose así un tipo constructivo
cana al poblado minero de Corta del Lago.
cuyos paralelos cercanos se encuentran en el
norte de África. La segunda (Tumba III) era Otra necrópolis, con su correspondien-
comparable en estructura y dimensiones (3’6 te poblado minero, pero a su vez relacionado
x 3’4’ mts) a la anterior, pero apareció total- sin duda con el distrito minero de Urium, es
mente desmontada. la de “Filón Sur-Minas” en Tharsis. Los tra-
bajos arqueológicos documentaron restos
Años después, se inician los trabajos
de necrópolis en varios sondeos (Pérez, Gó-
arqueológicos en la necrópolis del Stock de
mez, Álvarez, Flores, Román, Beck, 1992).
Gossan (Pérez, 1987 b) que proporcionaron
De esta forma se descubrió una tumba rec-
los datos siguientes: En la Cuadrícula S.G.-
tangular excavada en la pizarra con cubierta
1/85 se documentaron siete tumbas que
plana de tégulas fechada en el siglo III d.C.
presentaban como característica común el
en función de su ajuar, una urna cineraria
estar excavadas en la roca virgen (pizarra)
partida por la mitad y una pátera de Terra
y conservar en su interior, esquirlas de hue-
Sigillata Africana (Hayes 49). De igual forma
sos, restos de carbón y algunos fragmentos
se encontró otra tumba rectangular cons-
de vidrio y de cerámicas, productos del rito
truida con un encofrado de lajas de pizarra
de cremación. Sólo una de ellas tenía como
trabadas con pequeños bloques de gossan,
rasgo distintivo el haber sido construida en
cuyo ajuar nos remitía al s. I d.C.
época prerromana (tumba de pozo) y reapro-
vechada posteriormente en época romana. La disparidad cronológica entre ambas
Asociada a esta se documentaron dos hornos tumbas puso de manifiesto varios momen-
crematorios superpuestos.En la Cuadrícula tos de ocupación del sitio: una primera de
S.G.-2/85 los restos encontrados pertene- época augústea; una segunda de la segunda
mitad del siglo I d. C. y una tercera del siglo funeraria –tumba, ajuar, etc– exhumada por
II d.C. La tumba del sondeo 1 que se sitúa ya alguna circunstancia fortuita; y finalmente,
en el siglo III d.C. no revelaría más que una existen referencias orales y materiales proce-
actividad residual del poblado una vez aban- dentes de actividades de expolio, y también
donada la explotación minera de la zona en como consecuencia de trabajos agrícolas.
el siglo II d.C. Con este panorama vamos a diferenciar en
Por otro lado en el término municipal primer lugar aquéllos datos procedentes de
de Nerva, en la zona denominada “La Ma- excavaciones arqueológicas, aportando los
rismilla”, se documentaron restos de una resultados obtenidos en cada una de éstas,
necrópolis de incineración, con un total de y posteriormente enumeraremos el resto
cinco tumbas y restos de algunas más arra- de datos disponibles y que responden a las
sadas, con una serie de estructuras asocia- otras circunstancias de los hallazgos.
das a prácticas funerarias. La zona dividida Comenzamos este recorrido en las in-
en varios sectores ofreció varias fases de uso mediaciones de Huelva capital donde a me-
simultáneas. Con respecto a su tipología se diados de los años setenta se localizaron los
trata de estructuras de pizarra con un pe- restos de una necrópolis en el lugar conoci-
queño edículo circular excavado en el subs- do como “La Orden”. Esta necrópolis es bas-
trato para depositar las cenizas. Al exterior tante tardía a juzgar por el empleo único del
presentan una cubrición con mortero de cal rito de inhumación en los 41 enterramientos
trabado, donde se establecen unos pequeños excavados y por las tipologías constructivas
foci, con un indudable sentido ritual. Por el documentadas: caja de ladrillos colocados
ajuar, consistente en Paredes Finas, ungüen- “a soga” y cubiertas primero con tégulas ho-
tarios y en algún caso monedas y objetos de rizontales y sobre éstas otro piso de tégulas
metal, se pueden fechar estas tumbas desde a doble vertiente; caja de ladrillos “a soga”
el siglo I a.C y hasta la primera mitad del s. con cubierta de tégulas a doble vertiente;
I d.C. (De la Bandera, Domínguez, Camacho fosa excavada en la tierra y cubierta con
y León 2004). tégulas a doble vertiente; y finalmente en-
terramientos infantiles en ánforas. La orien-
tación de los enterramientos es constante:
este-oeste así como la ausencia de ajuar (a
II. NECRÓPOLIS DE CARÁCTER
excepción de un jarrito de factura bastan-
RURAL te tosca procedente de la sepultura nº 21).
Este conjunto debe fecharse en época tar-
Por su parte, los datos disponibles hasta el
día, a partir de principios del siglo IV d.C.,
momento sobre necrópolis asociados a vi-
según los datos anteriores y la presencia de
llae rusticae, o a otras agrupaciones habi-
ciertas monedas (de época del emperador
tacionales de tipo rural –vici, fundi, pagi–,
Valentiniano), sin que pueda precisarse su
obedecen a un variado origen; sólo en un
límite superior (Amo y de la Hera, 1976).
mínimo porcentaje responden a excavacio-
nes arqueológicas controladas; existe otro El descubrimiento de numerosos ejem-
porcentaje integrado por datos recabados plares de ánforas en esta zona a raíz de los
a través de prospecciones superficiales y el trabajos de seguimiento arqueológico de-
reconocimiento visual de alguna estructura rivados de la introducción de un nuevo ca-
ante su inminente destrucción por las labo- aún permanecía intacta y logró localizar una
res agrícolas. Se excavaron únicamente dos quinta tumba y restos de una zona de hábi-
sepulturas. Morfológicamente responden a tat conectada con esta necrópolis. Todas las
un mismo patrón, fosa rectangular en arci- tumbas presentaban las mismas caracterís-
lla apisonada, con las paredes revestidas con ticas: estructura rectangular excavada en la
hiladas de ladrillo; en ellas se documentó el roca; recubrimiento de las paredes con losas
cierre en la cabecera y los pies con tégulas a modo de caja y cubierta con dos losas; em-
en posición vertical. Se trata de enterra- pleo de la inhumación como rito funerario
mientos de inhumación, en posición decúbi- único; orientación: predominantemente
to supino, y con orientación oeste-este. Con este-oeste con inclinación hacia el sureste,
respecto a la presencia de ajuar destaca un salvo en el caso de la tumba 5 que no presen-
pequeño ungüentario, y un jarro de la forma ta dicha inclinación y la tumba 4 que se in-
16 de izquierdo Benito, lo que nos remite clina hacia el noreste; Ajuares: consistentes
a momentos tardíos. Cronológicamente este en pequeños jarritos comunes situados a la
tipo de jarros rituales se sitúa entre los si- cabecera y los pies de los cadáveres apareci-
glos V y VI d.C. dos tanto en la tumba 4 como los recupera-
La presencia de jarros formando parte dos de las excavaciones anteriores; además
de “ajuares rituales” en época tardía es un en la tumba 4 se recuperó una moneda de
hecho que se documenta en toda la Betica. bronce de época del emperador Graciano
Entre los ejemplos mejor estudiados destaca (375-383). Del análisis de los escasos restos
la necrópolis de la villa del Ruedo (Almedi- cerámicos (sobre todo por paralelismo con
nilla, Córdoba), donde se documentaron 40 los documentados en las necrópolis bajoim-
ejemplares. El tipo concreto de la tumba 2 periales de Huelva, “La Orden” y “Nuestra
de El Lomo, –Izquierdo Benito 16–, definido Señora del Rocío”) y numismáticos (mone-
por Carmona Berenguer (1991) como Tipo da del emperador Graciano) se estima que
I de El Ruedo, coincide igualmente con la estas tumbas formarían parte de una ne-
tipología realizada por Cerrillo Martín de crópolis de época tardía (siglos IV- V d.C.),
Cáceres (1980) para los depositados en el asentada sobre una fase de hábitat de época
Museo de Mérida. altoimperial conectada íntimamente con la
actividad minero-metalúrgica de Riotinto.
Dejando la Tierra Llana y avanzando ha- Una vez abandonado este lugar de hábitat,
cia el norte, encontramos la necrópolis de
se produciría su reutilización como lugar de
Valle de Sevilla –“Cerro de la Cebada”–, en
enterramiento una vez trasladada la pobla-
término municipal de El Campillo. El descu-
ción a otro lugar no muy lejano (Fuentes y
brimiento de esta necrópolis se debió a la ac-
Gómez, 1989, 123-124).
ción de clandestinos y expoliadores, hasta el
punto de que tres de las tumbas de la misma Ya en la zona norte de la provincia llega-
fueron ya excavadas por éstos en su deseo de mos hasta Corteconcepción, donde se locali-
encontrar joyas o monedas. Posteriormente za la necrópolis conocida como “La Puente”,
un equipo arqueológico (Fuentes y Gómez, amenazada constantemente por acciones de
1989), además de recuperar el material pro- expolio. Su excavación se practicó sobre un
cedente de esas excavaciones clandestinas, área total de 26 m2 (Romero, Rivera, Mar-
consiguió excavar una cuarta sepultura que tín, Ruiz y Pecero, 1999) constatándose la
Hervás, 1995) en este lugar, un cerro relacionado, así como reactivar, con base en
destinado a uso forestal, se aprecian estratigrafías perfectamente secuenciadas,
restos de una necrópolis romana donde la investigación sobre el mundo funerario de
aparece abundante material cerámico y época romana, que salvo algunas excepcio-
tégulas cubiertas con engalba blanca, nes, casos de las necrópolis de Huelva capi-
Terra Sigillata, clavos, opus caemen- tal o las del distrito minero de Riotinto o
ticium y sillarejos. Actualmente está Aroche, únicamente se basaba en hallazgos
prácticamente destruida por activida- aislados para el conjunto del territorio onu-
des de expolio. bense. A continuación detallamos los aspec-
– “El Alcornocal” (Bonares): J. Mª Luzón tos más destacados de estas investigaciones
(1975) daba noticias sobre la existencia para establecer las bases sobre las que elabo-
de vestigios de población antigua en va- raremos una visión de conjunto cronológica
rios lugares de los alrededores. Así, en y espacial de esta importante manifestación
la finca “El Alcornocal” aparecieron res- de la romanidad del extremo occidental de
tos de necrópolis romana. Según la ac- la Baetica.
tualización del catálogo de yacimientos De todas estas cetariae ha sido la de
arqueológicos de la provincia de Huelva “El Eucaliptal” (Punta Umbría) la que han
del año 1995 (Mercado Hervás, 1995) proporcionado los registros más completos
actualmente no se aprecian restos algu- (Campos, Pérez y Vidal, 1999 a), entre los
nos sobre el lugar. que se distinguen tres tipos de estructuras
– “La Alquería” (Villarrasa): Es también funerarias: En primer lugar un nivel de In-
J.M.ª Luzón (1975) quien comenta que humaciones en tumbas de ladrillos que co-
en la finca “La Alquería” se encontraron rresponden al último episodio de uso de la
tumbas romanas. La actualización del necrópolis –Fase III– (Lám. II). Los quince
catálogo de yacimientos de la provincia ejemplos documentados se caracterizan por
de Huelva de 1993 (Díaz García, 1993) el empleo de la inhumación, con el cadáver
describe el lugar como necrópolis roma- posicionado en decúbito supino. Igualmente
na y probablemente también de cistas. todos repiten la misma orientación, (suroes-
Igualmente de esta necrópolis procede te-noreste) así como la ausencia de ajuar en
una escultura de tamaño menor al natu- el interior de las tumbas.
ral depositada en el Museo de Huelva.
En segundo lugar y situados por debajo
de estas inhumaciones existía un nivel de
enterramientos infantiles de inhumación
III. NECRÓPOLIS ASOCIADAS A en ánforas –Fase II– (Lám. III). Tipológica-
CETARIAE mente, la mayoría corresponde a las formas
XXIII, XVI-XXII y XXV de Keay (Keay, 1984).
En cuanto al último grupo de necrópolis, Las veintiséis ánforas encontradas presenta-
las relacionadas con cetariae, sin duda han ban un buen estado de conservación, salvo
sido las intervenciones arqueológicas prac- dos de ellas que se encontraban muy frag-
ticadas en estos establecimientos costeros mentadas a causa de las raíces que había
las que han permitido valorar en su justa en su interior. En todos los casos las ánfo-
medida el componente económico con éstos ras estaban rotas bien por la parte inferior
Esta cronología tardía coincide en esen- ceros de los lados norte y sur de la puerta,
cia con la que asignaban Schulten y Bonsor ceniceros de los muros suroeste y noroeste,
a los enterramientos hallados en su excava- exterior muro suroeste y muro exterior pe-
ción, consistentes en tumbas, dispuestas en riférico) como en el interior, donde excavó
caja de ladrillos, a los que se relacionaba con las cuatro tumbas, muy expoliadas y el pa-
prácticas cristianas (Bonsor, 1928: 12-15). vimento de opus signinum. Este panteón es
una construcción de planta cuadrada, cuyos
Los tipos de sepulturas quedarían sim- muros están realizados con piedras irregu-
plificadas en dos modelos bien diferencia- lares, y ladrillos unidos con mortero de cal.
dos: uno, mediante fosas cavadas en la tie- Se coronaba mediante cubierta de tégulas
rra, con deposición del cadáver en el ataúd a doble vertiente, de la que existen restos
directamente sobre el sedimento, y otro, fragmentados por toda la superficie circun-
mediante tumbas construidas con hiladas de dante (Amo y de la Hera, 2003).
piedras, una de ellas con cubierta horizontal
de tégulas. Se sigue el mismo rito funerario, Según J. M. C. Toynbee (1971/1996,
pues todas las inhumaciones se encuentran 132) es a partir del siglo II d.C. cuando em-
con la cabeza hacia el oeste, y en posición de pieza a observarse en Roma la presencia de
decúbito supino. La ausencia de ajuar sería un nuevo tipo de construcción funeraria que
otro de los elementos característicos de los adquiere la forma de una casa rectangular
o cuadrada, normalmente con un cámara
enterramientos de época tardía. Estas seme-
subterránea, y originalmente con dos pisos
janzas nos hacen concluir con la localización
de la necrópolis de los últimos pobladores
romanos, ubicada en dos sectores diferentes 3
| Por su parte el análisis antropológico identi-
del yacimiento3. ficó entre los cadáveres estudiados cuatro individuos
de sexo masculino y uno de sexo femenino, todos ellos
En cuanto a la cetaria de Punta de Mo- con una corta esperanza de vida, consecuencia de una
ral, la existencia de un panteón familiar de deficiente alimentación y de las duras condiciones de
época Bajo-imperial (Lám. I), indica la im- los trabajos relacionados con la pesca. Las patologías
portancia que debió alcanzar este enclave que presentan son similares en todos los casos estu-
diados, detectándose varias enfermedades entre las
gracias a una actividad económica florecien-
que cabe mencionarse las dentales relacionadas con las
te basada en la explotación de los recursos deficiencias nutricionales, consecuencia directa de una
marinos. Actualmente todo el yacimiento, dieta basada principalmente en el consumo cárnico y
situado a un kilómetro aproximadamente de la ausencia de cereales y verduras. Los problemas pa-
la población de Punta del Moral, dentro del tológicos de mayor relevancia se detectan en los restos
óseos, las lesiones articulares afectan a los individuos
término municipal de Ayamonte, en la mar- masculinos, localizándose en las extremidades, cervica-
gen izquierda de la carretera Ayamonte-Pun- les y zona lumbar, enfermedades debidas no a la edad
ta del Moral, aparece sepultado por grandes sino posiblemente a grandes esfuerzos físicos y brus-
formaciones dunares acumuladas sobre los cos movimientos derivados de la actividad pesquera.
Las características y patologías de los pobladores de
restos de las construcciones romanas. Punta Umbría en época romana (Campos, Vidal, Pérez
La excavación del panteón, que se ha- y Guerrero, 1996) son análogas a las de El Cerro del
Trigo, confirmando la actividad económica de la socie-
llaba bajo una duna de arena la llevó a cabo dad orientada hacia el mar, los trabajos de arrastre de
Mariano del Amo. Se realizaron diversos cor- redes, y la recolección de moluscos, dando explicación
tes tanto en el exterior del panteón (ceni- a las lesiones óseas detectadas.
donde se articulan habitaciones para el cul- inhumación como rito mayoritario: los sar-
to funerario. Éste podría haber sido el caso cófagos. Sin embargo, la nómina disponible
del panteón de Punta del Moral, donde los de este tipo de sepultura es francamente
restos de un pavimento de opus signinum y reducida en comparación con otro tipo de
la notable diferencia de cota existente entre enterramientos ya vistos, como las tumbas
la entrada a la construcción y la localización de tégulas o las cajas de ladrillos.
de los enterramientos podría estar indican-
En el catálogo de sarcófagos romanos
do la existencia de una doble compartimen-
decorados con tema pagano de la provincia
tación en sentido vertical, quedando la zona
Baetica (Beltrán Fortés, 1999) se incluye un
inferior destinada a contener las inhumacio-
nes, y la superior, que hubo de estar revesti- fragmento de tapadera de sarcófago de már-
da por lajas de mármol de las que quedaban mol, cuya procedencia parece ser Niebla,
fragmentos derrumbado sobre las tumbas, aun cuando este extremo no está suficien-
con posible función de culto funerario o de temente asegurado debido a las vicisitudes
reunión para los familiares de los difuntos sufridas por la pieza. Sin embargo otros au-
allí enterrados, posiblemente vinculados por tores se han hecho eco de la existencia de
relaciones de parentesco. este fragmento, manteniendo siempre esta
hipótesis sobre su origen (Fernández-Chica-
Prospecciones llevadas a cabo en el lu- rro, 1953 a y b; Sichtermann, 1954; Kam-
gar (Gómez, Castiñeira, Campos, Borja y pen, 1981; Amedick, 1991; Beltrán Fortés,
García, 1993) mostraron una gran variedad 1993, en Beltrán Fortés, 1999, 214).
de materiales arqueológicos en posición su-
perficial, fragmentos de Terra Sigillata Sud- La decoración de este fragmento pre-
gálica (Dragendorf 27), Africana (Hayes, 14, senta una escena completa y otra conserva-
50, 58, 61 B ) y Lucente (Lamboglia 1/3); da parcialmente. Ambas representan varios
abundantes contenedores (ánforas Keay XXV, personajes –masculinos y femeninos– reali-
III, XVI, XIX, XXXIII; Beltrán, II), Comunes zando tareas relacionadas con el campo: la
Africanas (Ostia I, 264 B), cerámica común siega de mieses y la confección de guirnal-
(ollas, morteros y jarros) y fragmentos de das de flores. Según Beltrán Fortés (1999,
vidrio. Se detectaron también ladrillos, tegu- 214-217), la simbología funeraria de ambas
lae, ponderes, placas de revestimiento y si- actividades estaría relacionada con el carác-
llares. Estas últimas investigaciones parecen ter estacional de las mismas, en el que las
confirmar la cronología bajoimperial de este representaciones estacionales se señalan
panteón ya que el conjunto cerámico parece mediante ocupaciones agrícolas típicas de
fecharse entre los siglos IV y V d.C (Campos, cada una de las estaciones: la elaboración de
Pérez y Vidal, 1999 b). adornos florales en la primavera en relación
con la fiesta de las rosalia del mes de mayo,
Para completar, por el momento, el
y la siega del campo en verano.
panorama de prácticas funerarias durante
la época romana en el territorio onubense Mención aparte merece un tipo de
cabe referir la utilización de un tipo de se- producción más humilde y generalizada
pultura que se hace corriente en la Bética consistente en sarcófagos de plomo lisos o
sobre todo a partir del siglo III d.C. en es- decorados. Actualmente el Museo Provincial
trecha conexión con el afianzamiento de la de Huelva expone en una de sus salas un
ejemplar procedente de las proximidades de Las evidencias más antiguas sobre ritos
Ituci (Tejada la Nueva) y fechado en el siglo funerarios de época romana en el territorio
III d.C. Fue depositado por un particular en onubense los encontramos en aquellas zo-
el Museo a comienzo de los años ochenta nas donde se documenta una presencia más
y según noticias orales de algunos vecinos temprana de los nuevos pobladores: esto es,
de la aldea de Tejada la Nueva a la conser- el área minera de Riotinto/Tharsis, el área
vadora del mismo Dª J. Bedia García4, este de los Picos de Aroche articulada en torno
sarcófago apareció en el interior de un pan- a los núcleos urbanos de Turobriga y Arucci,
teón construido con sillares y coronado con y finalmente el puerto atlántico de Onuba,
techumbre de tégulas –de las que también con lo cual, los datos sobre mundo funerario
se entregó un ejemplar–, localizado entre corroboran la secuenciación en la implanta-
la actual ermita dedicada a Santa Ana y el ción del modo de poblamiento romano en la
camino que conduce hacia Aznalcóllar. Este provincia (Vidal Teruel, 2001). En este senti-
enterramiento podría estar asociado, dada do se documenta un primer momento en el
su localización, con la villa rustica, situada siglo I a.C., representado por la necrópolis
hacia el noroeste de la ciudad de Ituci y do- de “La Marismilla”, para pasar a continua-
cumentada en el año 1987 (Bedia García, ción a otras necrópolis, “La Belleza”, asocia-
1990), que proporcionó además un mosaico da a Turobriga que muestra una cronología
polícromo de opus tessellatum datable en el altoimperial, “La Esperanza” en Huelva, de
siglo III d.C (Olivar y Riego, 1990). la misma cronología, y las áreas mineras del
Andévalo –Urium–, estableciéndose una ti-
También noticias orales transmiten in-
pología funeraria básica de enterramiento
formación sobre la existencia de más ejem-
apoyada en el rito de la incineración con
plares procedentes de otros importantes ya-
cubiertas de tégulas a doble vertiente o bien
cimientos, como por ejemplo “El Torrejón/
en urnas de tradición iberopúnica.
Fuente Seca” (Arucci?), donde se conoce la
aparición de sarcófagos de plomo en sendas A partir de mediados del siglo II d.C.
tumbas localizadas en las inmediaciones del el panorama funerario romano empieza a
sepulcro Turriforme, y cuyo paradero se des- diversificarse y a constatarse en otros lu-
conoce desde hace años (Pérez Macías, 1987 gares síntomas del cambio que supondrá
a, 61). el afianzamiento del rito de la inhumación,
que progresivamente sustituirá a la crema-
ción como práctica funeraria mayoritaria, a
pesar de que en el caso concreto de Onuba
CONSIDERACIONES FINALES se asiste a la coexistencia, e incluso antici-
pación de la inhumación durante el s. I d.C.,
Tras el análisis de los restos funerarios do- como parece evidenciarse de los registros
cumentados resulta oportuno realizar un documentados en el sector de la necrópolis
primer balance sobre la cuestión para esta-
blecer la secuencia funeraria del territorio
4
onubense en íntima conexión con el proceso | Desde aquí agradecemos a Dª. Juana Bedia
García, del Museo Provincial de Huelva su amabilidad
de romanización de este ámbito occidental y las facilidades ofrecidas para la realización de este
de la Bética, y en función de los datos dispo- trabajo en lo relacionado con la consulta de materiales
nibles hasta el momento. arqueológicos y bibliografía.
norte excavado en Ivonne Cazenave (Gómez perfil lo cual impidió una documentación
et alii, 2003). A partir ya del s. II d.C. y to- más exhaustiva (Lám. I). Del mismo modo
mando como hilo conductor la estratigrafía en la última intervención realizada en el
de “El Eucaliptal” (Punta Umbría, Huelva), yacimiento se documentó un nuevo enterra-
esbozaremos a modo de estratigrafía vertical miento en forma de cupa (López, Castilla,
y horizontal, la evolución de las costumbres y Haro, 2002) mediante el cual es posible
funerarias en el territorio onubense. establecer esta fase de uso de la necrópolis
Existen tres momentos identificables en durante el s. II d.C., merced a otros parale-
esta necrópolis y que pueden rastrearse en los bien conocidos en otras zonas de Huelva,
otros lugares del territorio onubense. como Riotinto (Jones, 1980), y en otros lu-
gares de la Bética, como Baelo, y la Lusita-
Por un lado, unos primeros momentos nia, como Pax Iulia y Emerita, y que parecen
de convivencia de los ritos de incineración responder a un origen africano como parece
e inhumación en tumbas de tegulae a doble desprenderse de los tipos documentados en
vertiente, con vasos de cerámica común la necrópolis de Tipasa en Argelia (Bendala
utilizados como urna funeraria y tapadera, Galán, 1995: 283-284).
ungüentarios de vidrio y clavos de hierro.
Del estudio de esta fase de enterramientos Una segunda fase de enterramientos uti-
se deduce una gran diversidad social e ideo- liza este sector del espacio funerario como
lógica. Los ajuares funerarios varían de unos necrópolis infantil. Los enterramientos se
enterramientos a otros, llegando en un caso realizan mediante el rito de inhumación en
a contener elementos áureos (Lám. VI) y ánforas. Aunque no fue norma corriente, en
en el polo opuesto carecer de todo tipo de algunos casos se acompañó el cadáver con
ajuar. ajuar, presentando en varios ejemplos cuen-
tas de pasta vítrea.
Ejemplos de estas incineraciones bajo
tégulas los encontramos también en la pri- Las necrópolis infantiles de inhumación
mera fase de la necrópolis de “Cerro del Tri- en ánforas se tienen bien documentadas a
go” (Almonte) a través de una incineración partir de finales del siglo III d.C. y, sobre
bajo tégulas a doble vertiente situada en las todo, en el siglo IV y V d.C. Los paralelos
cotas inferiores del “Corral de las Ánforas”, más cercanos se encuentran en la ciudad
bajo el nivel del agua. Asociada a esta tumba de Huelva, donde M. del Amo excavó un
se localiza un pequeño ajuar representado enterramiento infantil de fines del siglo III
por una moneda de Marco Aurelio (140- d.C– o siglos IV-V según la tipología anfórica,
180). en la necrópolis de la c/Onésimo Redondo
(Amo y de la Hera, 1976). En la misma ciu-
De cualquier manera, antes de esta pri-
dad de Huelva perduraron los enterramien-
mera fase de enterramiento en la necrópolis
tos infantiles en ánfora en el siglo IV d.C.,
de “El Eucaliptal” que venimos comentando
como sucede en la necrópolis de “La Orden”
pudo existir otro momento conformado por
(Id, 1976).
enterramientos bajo cupae, un ejemplo de lo
cual pudo identificarse durante la interven- En el ámbito provincial han aparecido
ción de 1994, de manera fortuita al quedar en el Cerro del Trigo (Bonsor, 1928) y en
parcialmente visible por el derrumbe de un Andalucía se conocen en la provincia de
Cádiz, con ejemplos excavados en Chipiona blicanos en función de una motivación bási-
(Alarcón Castellano, 1993; Alcázar, Suárez camente económica; en Turobriga–, donde
y Alarcón, 1994) y en Arcos de la Frontera además de incineraciones en busta ligadas
(Martí Solano, 1993), igualmente este tipo a la propia ciudad, existe el conjunto epi-
de enterramientos esta representado en gráfico más abundante en toda la provincia
Córdoba (Penco Valenzuela, 1998). Los pa- que nos delata la plena adopción ya a fines
ralelos clásicos de este tipo de enterramien- de la república del culto al “más allá” y el
tos se encuentran en la necrópolis de Tarra- respeto a los difuntos en esta zona de la
gona (Serra Vilaró, 1930 y 1935), Ampurias Baeturia Celtica, clave para conseguir tanto
–necrópolis de Estruch, Martí y Ballesta Ru- la pacificación de las poblaciones indígenas
bert– (Almagro Basch, 1955) y Santa María de raigambre céltica, como su alejamiento
del Mar en Barcelona (Ribas, 1967). de los focos de resistencia lusitana siempre
dispuestos a desafiar militarmente el “nuevo
La tercera fase de la necrópolis de “El
régimen”; y en Onuba, principal puerto de
Eucaliptal” está conformada por tumbas
embarque de la producción minerometalúr-
rectangulares de ladrillo con cadáveres in-
gica y pesquera con destino a Roma –además
humados sin ajuar. Esta circunstancia, uni-
de Colonia– lo cual implica su rápida roma-
da a la orientación constante de la cabeza
nización, incluso desde época republicana y
de los individuos hacia el poniente, permite
sobre todo en época augústea, en la que no
pensar en la adopción del rito cristiano, que
obstante hay que destacar el hecho de que
según la cronología general del yacimiento
inhumación e incineración no sólo coexisten
no podría situarse antes de mediados del si-
durante el siglo I-II d.C., sino que parece ha-
glo V d.C. Además, las posteriores excavacio-
ber sido anterior la primera de ellas.
nes en “El Terrón/La Bella” (Lepe) y “Cerro
del Trigo” (Almonte) han permitido seguir Lógicamente, la ocupación durante el
confirmando y ampliando estas cronologías período romano no se circunscribió a estos
merced a la documentación de estructuras lugares únicamente, está claro que el resto
funerarias que se sitúan ya a finales del siglo del territorio onubense estaba poblado en
V d.C. y llegan hasta el siglo VI e incluso VII mayor o menor medida y hubo de organizar
d.C. (Gómez Rodríguez, 2001). sus prácticas funerarias de modo análogo al
que hemos visto, pero por el momento ca-
Hasta el momento, las evidencias ar-
recemos de más datos para apoyar tal afir-
queológicas de prácticas funerarias romanas
mación.
más antiguas confirman las últimas hipóte-
sis sobre el proceso de ocupación del terri- Pero no deja de ser menos cierto que
torio de forma escalonada, de modo que se conforme se va produciendo un cambio en
encuentran precisamente en aquéllos luga- las costumbres funerarias a partir de fines
res que se ocupan más tempranamente con del siglo II y sobre todo durante el siglo III
un marcado carácter selectivo (Vidal Teruel, d.C., empiezan a documentarse evidencias
2001 y 2002): necrópolis del siglo I d.C. con de la inhumación por todas aquellas zonas
un predominio del rito de la incineración en que empiezan a tomar mayor importancia
urna o simplemente en bustum, o con su- en el esquema de poblamiento en función
perestructura de Cupa en Riotinto/Urium, de determinadas causas –básicamente eco-
–primera zona ocupada desde tiempos repu- nómicas–. Es a partir de este momento
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RESUMEN
Se presentan los primeros resultados de una actuación arqueoló-
gica realizada en la muralla oriental de Baelo Claudia, comprendida
entre la denominada Puerta de Carteia y la torre 4. Se han realizado seis
sondeos estratigráficos, cinco extramuros y uno al interior de la cinta
muraria, en los cuales se ha documentado una necrópolis tardorromana
(ss. V-VII d.C.) en la parte superior de la secuencia estratigráfica. Se ex-
ponen los resultados preliminares del estudio arqueológico, paleoantro-
pológico y paleopatológico, y del ritual funerario, de los individuos halla-
dos en las ocho tumbas excavadas. El total de individuos exhumados fue
de once (siete adultos y cuatro infantiles), hallándose unos interesantes
rituales de reutilización de las tumbas, un recién nacido en una posición
“anómala” y falanges de animales depositadas, quizás como amuletos,
así como una caracola como ajuar de un posible almadrabero. Tanto en
hombres como en mujeres se advierten marcadores paleoocupacionales
que muestran que realizaban una actividad laboral intensa.
ABSTRAC
The first results of an archaeological excavation carried out in the Baelo
Claudia city wall are shown. The area is the one between the so called “Puerta
de Carteia” ant the 4th tower . Six stratigraphic soundings have been develo-
ped, five of them outside the wall and only one inside. A late roman cemen-
tery has been discovered in the upper part of the sequence, dating back to
the V-VII c. AD. An archaeological, paleoanthropologic, paleopathologic study
of the skeletals, and the funeral ritual has been carried out. Eight tombs have
been digged up, three double and four single, containing seven adults and
four children. Two tombs show an interesting disposition of skeletal remains,
some of them reusing the graves, and a newly born with an anomalous posi-
tion. Also, animals phalanges could have been placed in the children tombs
as amulets, as well as a marine shell probably as a symbol of a fisherman. All
of adults present skeletal stress work and nutritional indicators.
61
–––––––––––––––––––––––––––––––––––– A. ARÉVALO / D. BERNAL / A. MUÑOZ / I. GARCÍA / M. MACÍAS
FIGURA 1.- Vista aérea de Baelo Claudia, con la localización de la nueva Sede Institucional y la zona
de actuación arqueológica.
Dejamos para otros foros las novedades cierto que diversos datos publicados con
aportadas por esta excavación referidas a la antelación al desarrollo de la actuación ar-
problemática de la cinta muraria oriental, queológica que aquí presentamos permiten
tanto su técnica edilicia como su cronología, algunas valoraciones de interés.
al igual que la problemática derivada de su
En primer lugar, el hecho de que la ne-
rápida colmatación en época altoimperial.
crópolis tardorromana de Baelo Claudia se
desarrolló tanto dentro del perímetro urba-
no altoimperial como fuera de sus murallas,
EL MUNDO FUNERARIO siguiendo ésta la tónica habitual de los re-
cintos funerarios a partir de la tardorroma-
BAELONENSE EN LA
nidad con la conocida invasión funeraria de
ANTIGÜEDAD TARDÍA los recintos urbanos. Así permiten plantear-
lo, de una parte, los hallazgos de tumbas en
La fase de época tardorromana en la ciudad
diversos puntos del interior de la ciudad,
de Baelo es, sin lugar a dudas, el momento
como ejemplifica magistralmente la lápida
peor conocido de la vida de este asentamien-
cristiana de Sabina, datada a principios del
to bético del “Círculo del Estrecho”. Las
s. VI d.C. (Bonneville et alii, 1988, 107-108,
investigaciones de la segunda mitad del s.
nº 134), y localizada en las inmediaciones
XX han primado el conocimiento de la fase
del teatro, ya amortizado en dichas fechas;
monumental de la ciudad altoimperial y de
un hallazgo que nos pone sobre la pista de la
su arquitectura pública, habiendo quedado
importancia de la comunidad cristiana en la
relegados otros periodos históricos para fu-
ciudad, como también parece apuntar indi-
turas investigaciones (una excelente sínte-
rectamente la inscripción religiosa sobre el
sis en Sillières, 1995, 61-63 y 200-202). Y
fondo interior de una fuente de ARSW D pro-
el mundo funerario no ha sido ajeno a esta
cedente de las excavaciones efectuadas en
dinámica de la investigación, por lo que son
las termas, datada en el s. V d.C. (Bonneville
mínimas las referencias indirectas –especial-
et alii, 1988, 108-109, nº 135). Y por otro, la
mente en el entorno del acueducto de Punta
extensión y gran importancia de la necrópo-
Paloma y en las actuaciones en el teatro y las
lis oriental de la ciudad, como se desprende
termas– e inexistentes las investigaciones
de las actuaciones desarrolladas por el equi-
monográficas al respecto.
po de P. París en los años veinte del siglo pa-
No obstante, y conscientes de la con- sado (París et alii, 1926). Únicamente aten-
tinuidad del devenir histórico en la ciudad diendo al ingente aparato gráfico aportado
hasta los ss. VI y VII d.C., como se desprende por este último investigador se advierte una
de las importaciones de sigillatas africanas amplitud notable de la fase tardorromana
detectadas en diversos puntos de la ciudad de la necrópolis oriental (figura 4), ya que
(Bourgeois y Mayet, 1991), el paralelo de- fueron excavadas decenas de inhumaciones,
sarrollo de su necrópolis es una cuestión ló- en receptáculos funerarios que ofrecían una
gica y de necesaria existencia. Esta parcela amplitud tipológica notable, pues se dieron
está necesitada de una investigación mono- a conocer enterramientos bajo ánforas, en
gráfica al respecto, a la que evidentemente cistas cubiertas por tegulae o por cupae rea-
no aspiramos en estas páginas, si bien es lizadas en hormigón hidráulico, siendo muy
C
FIGURA 4.- Tumbas tardorromanas bajo ánfora (A), del tipo mensa (B), en sarcófago monolítico (C) o
antropomorfa (D) según la documentación de las excavaciones de inicios del s. XX (París et alii, 1926).
habituales las mensae, las cuales alternan tear una continuidad de la necrópolis entre
con sarcófagos monolíticos en ostionera los ss. III-IV d.C., gracias a la presencia de
o incluso con alguna tumba antropomorfa tumbas bajo ánforas o con el uso de tegulae
excavada en la cimentación de un mausoleo reutilizadas, y una manifiesta continuidad
altoimperial (París et alii, 1926, passim). De durante los ss. V y VI d.C., fechas a las cuales
todo ello –unidos a los hallazgos monetales deberían corresponder mayoritariamente las
bajoimperiales que estos investigadores ci- mensae y los sarcófagos en biocalcarenita.
tan en algunas de las tumbas- se puede plan- La continuidad en el s. VII o incluso poste-
de sepulturas cerca de la puerta y la muralla que sí parece claro es que además en estos
de acceso a la ciudad en época altoimperial, momentos las tumbas también se localizan
mientras que en la Antigüedad Tardía sí se intramuros, como se desprende de la T-8 del
documentan las mismas en dicha zona: ¿se Sondeo 6, confirmando la tendencia conoci-
trata de un crecimiento de la necrópolis da por los hallazgos ya citados de sepulturas
sureste hacia la ciudad o bien de una “ocu- en el área del teatro y de las termas. Al mis-
pación funeraria” de los espacios vacantes mo tiempo, constituye el primer indicio de
entre el cementerio primigenio y la urbe a que dicha invasión funeraria afecta a multi-
partir del s. III d.C.? No es posible responder tud de sectores interiores de la ciudad, en-
por el momento a tal cuestión sin un estudio tre ellos también al área interior inmediata
exhaustivo de la zona, que habrá que acome- a la Puerta de Carteia.
ter en el futuro, si bien es evidente el cambio El tercer elemento topográfico digno
en la topografía funeraria del asentamiento de mención es la detección de un pequeño
en este sector en la época en cuestión. Lo pasillo de deambulación en dirección N-S
entre la muralla y las tumbas. Sin embargo, tramos ante un pequeño camino paralelo a
conviene destacar que esta zona de paso no la muralla, con una anchura entre 1,20 m y
se constata intramuros, ya que en el Sondeo 0,50 m, que permitiría un tránsito lineal en-
6 se documentó una tumba (T-8) apoyada tre las tumbas, y además parece ser el único
contra el lienzo murario. Efectivamente, existente, según se desprende de la caótica
como se advierte en la figura 6, ninguna de disposición de las unidades funerarias en el
las sepulturas tardorromanas extramuros Sondeo 2. Ello facilitaría las ceremonias fu-
se adosa a la muralla, tratándose también nerarias y las ofrendas en honor de los difun-
aparentemente de un hecho generalizado, tos, ya que muchas de estas tumbas, del tipo
al documentarse en los cuatro sondeos (1, mensa, conllevaban la ejecución de banque-
2, 3 y 4). Esta cuestión no parece por ello tes funerarios sobre la propia estructura de
casual, por lo que posiblemente nos encon- la tumba, como nos transmiten las fuentes
literarias al hablar de los refrigeria. Otro ele- de sepulturas que siguiendo la tumulatio ad
mento singular es el hecho de que en nin- sanctos se habrían dispuesto en torno a la
guno de los sondeos excavados ni tampoco tumba de un personaje importante de la co-
en la planimetría realizada de las tumbas munidad? Constituye ésta una interesante
del Sondeo 2 se hayan detectado ni superpo- hipótesis de trabajo a verificar en el futuro,
siciones ni adosamientos entre las tumbas, cuando se proceda a la excavación de la zona
fenómenos por otro lado muy frecuentes en cuestión. No olvidemos que aún no se ha
en ámbitos urbanos como en la conocida documentado en Bolonia la existencia de
basílica tardorromana de Septem (Fernán- una basílica litúrgica tardorromana, edificio
dez Sotelo, 2000). Ello justificaría la gran que posiblemente será documentado en el
extensión del área funeraria, anteriormente futuro si atendemos a la importancia de la
comentada, por lo que nos encontraríamos comunidad tardoantigua en el asentamiento
ante cementerios con un crecimiento anular y a la inequívoca importancia del cristianis-
o, en cualquier caso, en horizontal, propues- mo en la ciudad, como denotan tanto la ya
ta que habrá que precisar en el futuro. citada lápida de Sabina, honesta femina o la
inscripción cristiana sobre el fondo interior
Otra de las constataciones topográficas
de una fuente de ARSW D.
de interés ha sido la existencia de una apa-
rente inusual concentración de tumbas en De la tipología de las tumbas conta-
torno a una estructura en el Sondeo 2 (remi- mos así mismo con otros datos de interés.
timos a la figura 3). En origen se localizaba Se trata en primer lugar de sepulturas del
en el entorno una torre, como se desprende tipo mensa, caracterizadas por la existen-
de la existencia de un vano de conexión de cia de una cista realizada con mamposte-
dicha estructura con el interior de la ciudad ría de grandes dimensiones, tratándose en
y por su equidistancia respecto a las demás ocasiones de materiales arquitectónicos
estructuras turriformes de la muralla (espe- reutilizados, procedentes de edificaciones
cialmente en el tramo entre las torres 1 y urbanas. Sobre ella se procedió a la erección
5, separadas entre sí unos 25 m lineales), de una cubierta en opus signinum, que so-
aspecto éste fosilizado en la constatación de breelevaba la inhumación, generando una
unidades constructivas de aparejo altoim- plataforma exterior horizontal, sobre la cual
perial bajo las actualmente visibles. Efecti- se realizaban los ágapes funerarios. Es por
vamente, la estructura actual presenta un ello que este tipo de tumbas suelen estar
paramento exterior a base de bloques de sobreelevadas sobre la cota del suelo, como
biocalcarenita trabados con barro, técnica queda claramente reflejado en la moldura de
constructiva propia de la fase bajoimpe- cuarto de bocel que rodea perimetralmente
rial/tardorromana de este asentamiento del esta estructura por su parte inferior, al exte-
Círculo del Estrecho. Por otro lado, se han rior. De ellas, la inhumación T-1 del Sondeo
constatado sepulturas en su interior, lo que 3 es el ejemplo más significativo, como se
unido como decimos a la excepcional densi- advierte en la figura 7. En segundo térmi-
dad funeraria en su entorno nos ha llevado no contamos con diversas tumbas cubier-
a plantear la posibilidad de que nos encon- tas con lajas, realizadas con similar técnica
tremos bien ante un martyrium o ante un constructiva que las anteriores, si bien las
edificio de culto tardorromano. ¿Se trataría mismas carecen de superestructura alguna.
FIGURA 7.- Detalles de la planta y del alzado de la mensa (T-1) del Sondeo 3.
simbolismo del oficio del personaje enterra- ciudad, que como decimos cuenta con una
do en la tumba, que podría tratarse de un je- evidente diacronía–, es posible pensar en
rarca de almadraba, ya que este instrumen- unas fechas a partir de mediados del s. IV
to es el tradicionalmente utilizado por los d.C. en adelante. Los dos datos objetivos ob-
capitanes de las pesquerías que emplean a tenidos por el momento son los siguientes.
numerosos pescadores para guiar las embar- De una parte, la documentación de una fuen-
caciones y organizar las maniobras de izado te de ARSW D de la forma Hayes 61 A en uno
de las artes de pesca. Conocemos ejempla- de los niveles de amortización de la tumba
res de similares características, incluso con T-2 del Sondeo 3 (U.E. 302), lo que aporta
apliques metálicos para facilitar/amplificar una datación ante quem para la erección de
el sonido que producían, como testimonian la misma a partir del segundo cuarto del s.
algunos ejemplares del s. I d.C. de Pompeya IV d.C., si tenemos en cuenta el periodo de
(AA.VV., 2005, 159). Esta austeridad es la funcionamiento de esta forma establecido
entre el 325 y el 450 según el Atlante (AA.
habitual de las necrópolis tardorromanas,
VV., 1981, 83-84) o bien desde principios
por lo que no debe resultarnos anómala.
del s. V, según las dataciones más recientes
De la cronología de las tumbas excava- (Bonifay, 2004, 170-171). Y, por otro, unas
das –que no del cementerio oriental de la fechas posteriores al 580/600 para la data-
ción de la tumba T-8 del Sondeo 6, ya que la tres fueron dobles, siendo pues el número
misma se construyó sobre la U.E. 603, en la total de individuos desenterrados de once,
cual se recuperó una Hayes 105 en ARSW D cuatro de ellos infantiles.
cuya producción se sitúa a partir de dichas La metodología empleada en este traba-
fechas (AA.VV., 1981, 96). Es decir tumbas jo es la propia de la arqueología funeraria,
anteriores al s. V y posteriores a finales del la antropología física y la paleopatología,
s. VI, lo que da una idea del dilatado periodo
siguiendo fundamentalmente lo recomenda-
de funcionamiento de la necrópolis. Actual-
do por Campillo (1977, 1983, 1987, 1991),
mente se encuentra en fase de ejecución un
Campillo y Subirá (2004), Magali (1986),
conjunto de dataciones radiocarbónicas de
Reverte (1981), Thillaud (1992) y Turbon
algunas de las tumbas, cuyos resultados per-
et alii (1991), pudiéndose resumir en los si-
mitirán precisar en el futuro estos primeros
guientes apartados:
datos cronológicos.
1. Excavación de los restos óseos huma-
Por último, en relación a los paralelos
nos, realizando consolidación in situ
más cercanos en el ámbito del “Círculo del
con paraloid al 10%, siendo reforzados
Estrecho”, contamos, básicamente con la
con vendas los huesos que lo necesita-
necrópolis de Carteia, activa a partir del
ron. Recogida de datos en la ficha de ex-
475-525/530 y en funcionamiento hasta el
cavación in situ y dibujo de la posición
s. VIII d.C. en función de las últimas revi-
de los restos óseos.
siones (Bernal, 2006), con la cual comparte
especialmente la tipología de las tumbas en 2. Limpieza, consolidación y reconstruc-
cista con materiales arquitectónicos reapro- ción de los restos óseos in vitro.
vechados. Y, por otra parte, la ya citada ne-
3. Descripción de las características ar-
crópolis de la basílica tardorromana de Ceu-
queológicas funerarias: tipo de enterra-
ta, que constituye hoy por hoy el referente
mejor conservado de las mensae realizadas miento, posición, orientación, etc.
en hormigón hidráulico, que en el caso de 4. Fotografiado de todos los huesos de cada
este yacimiento tingitano se unen generan- individuo y recogida en fichas esqueléti-
do agrupaciones posiblemente familiares o cas de los restos óseos conservados, en
de otra naturaleza en el interior del edificio fichas antropométricas las medidas os-
litúrgico. teométricas de todos los huesos suscep-
tibles de ser medidos, en odontogramas
la conservación y estado del aparato es-
AVANCE DEL ESTUDIO tomatognático, así como la descripción
de las características no métricas de los
ANTROPOLÓGICO Y
restos óseos.
PALEOPATOLÓGICO
5. Estudio paleodemográfico. Se siguieron
MATERIAL Y MÉTODO las propuestas del Comité de la Asocia-
ción Internacional de Paleopatología
El número de enterramientos excavados en para la Base de Datos de Restos Óseos
los sondeos realizados fue de ocho, todos (1994): Haas (1994), Isidro y Malgo-
ellos inhumaciones, de los cuales al menos sa (2003), Milner (1992), Brothwell
(1987), Miles (1963), Perinzonius y Plot que indica con total seguridad que fueron
(1981). amortajados. Como excepciones encontra-
mos las del individuo infantil de la tumba
La determinación de la edad en los indi-
2, que fue colocado probablemente entre los
viduos infantiles se ha realizado en base
fémures de individuo femenino enterrado en
a dos métodos:
primera instancia (¿o en la misma secuencia
a) La medición de la longitud diafisaria de tiempo?),- y de la que no ha podido ser
de los huesos largos (Olivier, 1960). determinada su posición, al estar los restos
b) Grado de mineralización y erupción óseos desarticulados y dispersos-; los de la
dentaria (Ubelaker, 1989). tumba 8, que se halla en decúbito lateral iz-
quierdo, mirando al norte; y los de la tumba
6.- Análisis paleopatológico, de marcadores
5 (edad de 0-3 meses) que se encuentran en
paleoocupacionales y paleonutriciona-
posición fetal N-S mirando al W, y cuya tum-
les. Para los mismos se ha realizado:
ba tiene una mayor dimensión que la que
– Inspección visual macroscópica y des- ocupa el cadáver (“enterramiento anómalo
cripción de las lesiones halladas. o extravagante”).
– Diagnóstico por la imagen a través En cuanto a la reutilización de las tum-
de la realización de Radiografías Di- bas, no ha quedado constancia de que los en-
gitales. Se han realizado sistemática- terramientos infantiles fuesen reutilizados,
mente a las tibias (para comprobar la y de las cinco tumbas adultas tres fueron
existencia o no de Líneas de Harris1). reutilizadas, cada una de ellas con patrones
7.- Estudio paleoestomatológico. Se ha se- diferentes. Así, la mensa o tumba 1 (figura
guido a Ash (1986), Brothwell (1987), 8), muestra una cuidadosa colocación de
Chimenos (1990), Goodman y Rose los restos del individuo enterrado en primer
(1990), Hillson (1979), Marseiller lugar: cráneo en esquina; huesos largos de
(1969), Moya et alii (1994) y Perinzo- miembros inferiores agrupados los de cada
nius y Plot (1981), recogiendo los datos lado y colocados junto a los brazos del indivi-
de la inspección visual macroscópica en duo enterrado con posterioridad; pelvis bajo
un odontograma. miembros inferiores del individuo enterrado
en segundo lugar; y agrupamiento del resto
de los huesos al lado derecho de la pierna
PRIMEROS RESULTADOS derecha del individuo enterrado posterior-
mente. Llama la atención la ausencia de
1.- ARQUEOLOGÍA FUNERARIA. ambos húmeros y escápulas. Los individuos
enterrados son de distinto sexo.
Las tres tumbas excavadas en el sondeo 1
son infantiles y las de los sondeos 3, 4 y 6 La tumba 2, o bien se ha reutilizado con
adultas. El patrón de orientación de todas un individuo infantil, probablemente colo-
ellas es W-E. La posición de todos los cadá- cado entre los fémures del individuo 1 (¿su
veres es (a excepción del individuo T-1-1,
removido para la reutilización de la tumba) 1
| Las radiografías han sido realizadas amable-
en dirección W-E, en decúbito supino con mente en el Servicio de Diagnóstico por Imagen del
brazos extendidos y pegados al cuerpo, lo Hospital General de San Carlos (San Fernando, Cádiz).
madre?), o bien no hubo reutilización, sino son de sexo indeterminado y uno femeni-
que fueron enterrados al mismo tiempo. no. En cuanto a la edad: uno tiene de 0-3
meses, otros dos años y un tercero entre
Las tumbas 3 y 8 no han sido reutiliza-
4-5 años. En las tumbas de los sondeos 3,
das (o si lo fueron las limpiaron tan cuida-
4 y 6 hay un predominio del sexo masculi-
dosamente que no dejaron ningún resto del
no y, exceptuando el individuo infantil (3-4
individuo anterior). Ambos individuos son
años), todos son adultos, y dos de ellos casi
varones de más de 50 años. ¿No se compar-
seniles. No se ha hallado ningún adolescen-
tían las tumbas de los ancianos?.
te. El individuo de la tumba 4-1 posee una
La tumba 4 muestra pocos restos (pel- estatura superior al resto de los cadáveres.
vis y miembros inferiores) del individuo en- Ello unido a otras características y varian-
terrado en primer lugar. Se hizo en decúbito tes anatómicas (seis observadas) nos indica
supino y orientación W-E, colocándose al que se trata de un individuo con rasgos ra-
segundo individuo justo encima. El indivi- ciales distintos al resto.
duo enterrado en segundo lugar es un varón
En cuanto a las variantes anatómicas se
joven probablemente de raza negroide, y el
han observado las siguientes: huesos wor-
enterrado en primer lugar muestra carac-
mianos (T-2-1; T-4-1 y T-8), simetría de los
terísticas óseas compatibles con el mismo
agujeros transversales cervicales (T-2-1 y T-
sexo y robustez (¿familiar masculino?).
4-1), agujero transversal vertebral bipartito
De las tres infantiles (T-5, T-6 y T-7), dos (T-4-1), conducto supraorbitario (T-4-1 y T-
de ellas ofrecieron huesos de animales que 8), canal infraorbitario (T-3), costillas cervi-
no corresponden al relleno: dos falanges (si- cales (T-2-1), aplanamiento clavicular en ex-
tuadas en la pelvis) y un ilion de animal in- tremo acromial (T-4-1) o patella emarginata
maduro (localizado bajo la cabeza del húme- -escotadura superoexterna de rótulas- (T-2-
ro izquierdo). Una tercera ofreció una pars 1). El individuo T-4-1 muestra seis variantes
basilaris humana de dudoso origen (¿único anatómicas y el T-2-1 cuatro.
resto de un enterramiento anterior?, ¿ubi-
cación casual por el relleno?, ¿intencionali-
dad?). Quizás podría interpretarse la presen- 3.- MARCADORES PALEOOCUPACIONALES.
cia de estos huesos como amuletos.
Todos los cadáveres exhiben marcadores
ocupacionales tanto en miembros como en
2.- PALEOANTROPOLOGÍA. columna. Los que presentan mayores marca-
dores en miembros superiores son el indivi-
El índice y estado de conservación es en duo masculino T-1-1 (5/8) y el femenino T-2-
general bastante aceptable, excepto para 1 (9/15). En este último, los marcadores son
aquellos individuos que fueron removidos distintos para el miembro superior derecho
para reutilizar la tumba, sobre todo el in- que para el izquierdo, lo cual indica que rea-
dividuo 2 de la tumba 4, cuyo índice de lizaba movimientos repetidos pero diferen-
conservación es del 10% del esqueleto. En tes en ambos brazos (en el derecho predomi-
cuanto al sexo y edad se han obtenido los naba la flexión-extensión y en el izquierdo la
siguientes resultados: en las tres tumbas pronosupinación con flexión-extensión de la
del sondeo 1 (infantiles), dos individuos mano). Los individuos con mayor número de
6.- PALEOESTOMATOLOGÍA.
sial y distal). En cuanto al desgaste, sólo se tigaciones. De las ocho tumbas excavadas,
ha observado el de tipo oclusal. En cuatro de tres fueron reutilizadas, pero todas ellas de
los cinco individuos observables, se ha en- distinta forma. El resto fueron simples, tres
contrado un cálculo dental o sarro, y en tres de ellas infantiles y dos de adultos maduros-
de cuatro periodontitis. En tres individuos seniles. Una de las tumbas infantiles corres-
de los cuatro se advierte patología infeccio- ponde a un recién nacido que fue colocado
sa con destrucción ósea (absceso y cavidad en una posición “anómala” o “extravagan-
quística). De las cuatro ATM (articulación te”, probablemente relacionada con algún
temporomandibular) observables, dos pre- estigma físico o de enfermedad. Además en
sentan anomalías, una de carácter inflama- las tumbas infantiles se depositaron falanges
torio/infeccioso degenerativo (artritis) y de animales, quizás como amuletos.
otra de origen desconocido (osteocondritis
De los once individuos, tres son mujeres,
disecante). Con los datos anteriormente ex-
cinco varones y tres indeterminados. En cuan-
puestos se deduce que la higiene bucal era
bastante deficiente. to a las edades, uno tiene 0-3 meses, otro 2
años, dos 3-5 años, cuatro son adultos ma-
En los cuatro individuos infantiles en los duros y dos adultos maduros-seniles. Uno de
que se conservan piezas dentarias, se observa los adultos presenta características raciales
una alteración del color normal del diente, diferentes al resto, entre ellas un cráneo de
apareciendo desde el amarillento al amarro- morfología negroide, esqueleto postcraneal
nado. Las anomalías del color dental suelen más robusto, estatura significativamente ma-
deberse a una deficiencia en la formación yor y numerosas variantes anatómicas.
del esmalte (amelogénesis imperfecta) y/o
de la dentina (dentinogénesis imperfecta), Los marcadores paleoocupacionales son
siendo la primera la que con más frecuencia manifiestos tanto en hombres como en mu-
muestra el color amarronado. Se reconocen jeres, de lo que puede inferirse que la activi-
diferentes orígenes para la primera, como dad laboral requería gran esfuerzo a ambos
las patologías congénitas, metabólicas o de sexos. En cuanto a los marcadores paleonu-
otras enfermedades sistémicas (infecciones, tricionales es relevante que los cuatro indi-
anemias, etc). Dada la edad de fallecimien- viduos infantiles padecieron amelogénesis
to de los individuos infantiles, sería factible imperfecta, la cual puede tener diversas
que la causa de muerte estuviese en relación causas: malnutrición, enfermedades infec-
con la misma causa que originó la amelogé- ciosas, metabólicas, etc. En la mitad de los
nesis imperfecta. individuos adultos también se documentan
marcadores de stress nutricional. Referente
a las patologías, las más frecuentes son las
VALORACIÓN GENERAL DEL artropatías degenerativas, afectando la loca-
ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO Y lización de la columna dorsal y lumbar a to-
PALEOPATOLÓGICO dos los individuos adultos. El porcentaje de
caries y pérdidas dentarias ante mortem es
Aunque el número de tumbas e individuos ex- muy elevado, así como otras patologías bu-
cavados no es representativo de la población cales infecciosas. Estas afecciones apuntan
tardorromana de Baelo, se han obtenido da- hacia una dieta rica en hidratos de carbono
tos muy interesantes para posteriores inves- y una escasa higiene dental.
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LA CRISTIANIZACIÓN DE LA
TOPOGRAFÍA FUNERARIA EN LAS ANALES
CIUDADES OCCIDENTALES: CORDUBA DE ARQUEOLOGÍA
EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA1 C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Isabel Sánchez Ramos
universidad de córdoba VOL. II / PÁGS. 85 - 102
E-mail: isabelsanchez255@hotmail.com
RESUMEN
RIASSUNTO
1
| Este trabajo se extrae de nuestra Tesis Doctoral, La cristianización de
la topografía funeraria en las provincias Occidentales del Imperio: exemplum
cordubense, que han dirigido los Dres. D. Desiderio Vaquerizo (Universidad
de Córdoba), D. Josep M. Gurt (Universidad de Barcelona), y D. Xavier Duprè
(CSIC-Roma). Asimismo, se inscribe en el marco del Proyecto “Espacio y usos
funerarios en la ciudad histórica. El ejemplo cordobés (siglos II a.C.-XV d.C.)”, fi-
nanciado por el Ministerio de Educación y Ciencia (DIGYCIT), en su plan de I+D,
con apoyo de los Fondos Feder (Ref: BHA2003-08677), siendo el Dr. Desiderio
Vaquerizo el investigador principal del mismo.
85
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL SÁNCHEZ RAMOS
por Osio en la primitiva Iglesia cristiana y visión más global del proceso de cristianiza-
sus esfuerzos por la consolidación del Cris- ción de la ciudad, y para ello nos centrare-
tianismo, son hechos bien conocidos a tra- mos en sus áreas funerarias.
vés de otras actas conciliares (como las de
Sárdica), y por algunos escritores coetáneos
al obispo, como Eusebio de Cesarea y el ya LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA EN
citado Atanasio. Más noticias relacionadas LAS CIUDADES OCCIDENTALES
con el incipiente Cristianismo cordubense
las encontramos en el himno que Prudencio El proceso de cristianización de las necró-
dedicó, a principios del siglo V, a los márti- polis y las transformaciones en la topografía
res locales de época tardorromana: Acisclo, suburbana, deben entenderse dentro de un
Zoilo y los denominados Tres Coronas13 (de marco más amplio de la evolución del con-
nombre Fausto, Genaro y Marcial). cepto y del espacio físico de los centros ur-
Hasta aquí hemos realizado una breví- banos15. La Antigüedad tardía es un período
sima alusión a la documentación textual, de clara reorganización urbana, en el cual
pero desde el punto de vista arqueológico, y predomina un tipo de ciudad denominada
prácticamente en todos los centros urbanos, policéntrica, que se articula en función de
los testimonios más antiguos del proceso de
cristianización se limitan a los hallazgos fu- 13
| Prud., Peris., IV, 19-20, ed. G.P. Goold, Lon-
nerarios. Mientras que en Roma ya existen dres, 1979, 156.
auténticos cementerios cristianos desde 14
| Es el caso del Cuaderno que había de servir
principios del siglo III d.C., en otras ciu- para el rezo de los Santos Mártires de Córdoba, obra
realizada conjuntamente con Pablo de Céspedes, ter-
dades, son los ricos sarcófagos de temática
minada en la década de 1580, y que enlaza con otro de
cristiana importados de la Urbs, los indicios los temas que apasionaron a Ambrosio de Morales: los
más importantes que revelan la presencia de martirologios (SÁNCHEZ, 2002b, 86). En el siglo XVIII,
una oligarquía local cristiana. sobresalen otras obras preocupadas por el origen y el
desarrollo del Cristianismo. Así lo ponen de manifies-
De nuevo en Córdoba, las manifestacio- to H. Flórez en su tomo X de España Sagrada (1753),
nes del Cristianismo son escasísimas y casi dedicada a la Iglesia de Córdoba desde sus origines; y
anecdóticas, una circunstancia que no ha B. Sánchez de Feria en su Palestra Sagrada o Memorial
de los Santos de Córdoba (1771), donde recuerda todos
favorecido al desarrollo de una “arqueología
los mártires venerados en Córdoba, al mismo tiempo
cristiana” en sentido estricto. Sin embargo, que recoge noticias sobre los primeros templos cristia-
el interés por los orígenes de la Iglesia y nos. A ellos sumar J. Gómez Bravo, con su Catálogo de
del Cristianismo se vislumbra desde el siglo los Obispos de Córdoba, y breve noticia histórica de su
XVI en figuras como Ambrosio de Morales y Iglesia Catedral, y obispado (1778).
15
| Nos remitimos a los numerosos trabajos
otros eruditos de su época14. Pensamos que que tratan aquellos procesos urbanos coetáneos a la
los elementos documentados en Córdoba expansión del Cristianismo: BARRAL I ALTET, 1982,
hasta ahora, a pesar de ser parciales, son su- 105-132; 1992, 51-57; TESTINI, 1986, 31-48; ARCE,
ficientes para afirmar que la antigua Colonia 1993a, 177-184; 2000c, 31-62; 2002, 41-58; BRENK,
Patricia cristianiza igualmente su topografía 1994, 129-135; CANTINO, 1995b, 201-239; CANTINO;
GURT; GUYON, 1996, 17-41; GUTIÉRREZ, 1996, 56 ss;
urbana y funeraria. Basándonos fundamen- GARCÍA MORENO, 1999, 7-23; MARCONE, 2000, 53-
talmente en los testimonios arqueológicos 65; MATEOS; ALBA, 2000, 143 ss; GURT, 2000-2001,
disponibles, ofreceremos en esta sede una 447 ss., etc...
importantes núcleos de atracción intramu- dos e utilizados exclusivamente por esta co-
rarios y extraurbanos. La nueva ciudad se munidad. Entre otros, conocemos los casos
rige por unos presupuestos distintos a los de de Carthago en el Norte de África, y sobre
la civitas clásica: desaparecen los modelos de todo Roma, que desde estos momentos
reticulares; se abandonan y reutilizan es- disponen de áreas cristianas exclusivas ges-
pacios y edificios públicos, y nace un nuevo tionadas directamente por la Iglesia. En
tipo de habitación. este marco, el nacimiento y evolución de los
Desde finales del siglo III d.C., los nú- cementerios hipogeos que hoy conocemos
cleos de enterramiento tardorromanos como catacumbas, responde a la búsqueda
surgen en zonas funerarias altoimperiales de una solución topográfica y práctica, capaz
extramuros, que se organizaban en función de solventar la falta de espacio. Y las caracte-
de las vías de acceso a la ciudad. Los prime- rísticas del subsuelo de Roma permitirán la
ros cristianos se entierran en las necrópolis evolución de los espacios subterráneos, que
paganas, pues con independencia de la reli- serán perfectamente diseñados y pensados
gión, la población continua usando las áreas para afrontar continuas ampliaciones17.
funerarias preestablecidas del suburbio.
Ya en el siglo IV d.C., y siempre ligada al
Desde el punto de vista arqueológico, esta
Cristianismo, asistimos a la monumentaliza-
situación dificulta en la investigación actual
la distinción entre las sepulturas paganas y ción de los suburbia. Una manifestación que
cristianas16, porque las tipologías de las tum- adquiere igualmente unas connotaciones y
bas son idénticas y no existen matices que unos parámetros cronológicos distintos en
permitan su definición. Únicamente pueden cada ciudad (Figs. 1 y 2). Las intervenciones
ser reconocidas por señalizaciones específi- en el suburbium dependerán del evergetis-
cas en la cubierta, o por algún elemento de mo imperial y episcopal. No todos los cen-
simbología claramente cristiana. tros urbanos tienen el privilegio de contar
con el apoyo imperial (como Mediolanum y
Además de la continuidad de las áreas Ravenna, las dos últimas capitales del Impe-
funerarias paganas, ya comentada, desde la
rio), y es Roma la ciudad, más favorecida por
primera mitad del siglo III se constatan los
la política edilicia emprendida por la familia
primeros cementerios cristianos, concebi-
imperial18.
16
La primera gran actuación en el subur-
| “Sono note le difficoltà che si presentano a chi
voglia definire la cronologia dei primi monumenti fune-
bium romano será obra de Constantino en la
rari paleocristiani. Quelli subdiali quasi sempre si inse- primera mitad del siglo IV. Se trata de una
riscono o succedono ad areae pagane; la popolazione intervención a gran escala, determinada por
di una città che deviene cristiana continua a seppellire unas características muy específicas que no
i difunti nell’area usata anteriormente. La tipologia delle
tombe all’inizio non presenta differenze ed è difficile sta-
constamos en otras ciudades. Constantino
bilire quando si può parlare di un cimitero cristiano nel monumentalizará los lugares sagrados ubi-
senso generalmente accettato, cioè di area propia della cados fuera de las murallas con la edifica-
comunità cristiana” (FASOLA; TESTINI, 1978, 105). ción de imponentes basílicas (p.e. San Pedro
17
| FIOCCHI NICOLAI, 2001, 20.
18
| FIOCCHI NICOLAI, 1999b, 59.
en el Vaticano y San Pablo en Via Ostiense),
19
| FASOLA, 1989, 2148; BOVINI; PIERPAOLI, al mismo tiempo, que sentará las bases para
1990, 12; SPIESER, 1999, 32. el desarrollo del culto martirial19.
FIG. 1. Reconstrucción del ábside de la Basílica de San Pedro Vaticano. Roma (Fiocchi Nicolai, 2001,
128, Fig. 86).
FIG. 2. Basílica hipogea de los Santos Nereo y Achileio. Catacumba de Domitilla. Roma (Fiocchi
Nicolai, Bisconti, Mazzoleni, 1998, 72, Fig. 63).
20
| KINNEY, 1987, 50.
21
| FÉVRIER, 1986b, 84.
FIG. 3. Basílica Apostolurum. Mediolanum
22
| BENOIT, 1935, 13; FÉVRIER, 1986b, 83. (Bonetti,1997, 71, Figs. 27 y 28).
mente relacionar con el culto martirial. Por importados desde Roma por una acomodada
ejemplo, en Tarraco, la necrópolis paleo- clase social cristianizada (Fig. 5). No es ex-
cristiana del Francolí23; en Carthago Nova traña la presencia de una potente oligarquía
la Necrópolis de San Antón24; en Valentia la local en la ciudad y el empleo de ricos con-
necrópolis de la Roqueta; y en Emerita Au- tenedores, si pensamos que la capitalidad de
gusta, la necrópolis de Santa Eulalia25. Baetica permanece en Córdoba26. Hasta la
23
| DEL AMO, 1979, 146.
LAS ÁREAS FUNERARIAS 24
| BERROCAL; LAIZ, 1995, 181.
DE CORDUBA EN ÉPOCAS 25
26
| MATEOS, 1993, 128; 1999, 71.
| A Córdoba pertenece el grupo más numeroso
TARDORROMANA Y de los denominados sarcófagos paganos de Baetica, que
TARDOANTIGUA. se importan de los tallares romanos (BELTRÁN, 2001,
104). El segundo grupo de sarcófagos constatados co-
rresponde a las piezas de temática cristiana. Se recupe-
En Corduba, la dificultad para identificar
ran también descontextualizados en Madinat al-Zahra,
áreas funerarias cristianas se ve especial- y en otras zonas de la ciudad. Todos se enmarcan dentro
mente agravada por unos débiles indicios del grupo constantiniano (312-330), que define M. So-
arqueológicos y una notable carencia do- tomayor (SOTOMAYOR, 1975, 77 ss).
FIG. 6. Recinto funerario del Parque Infantil de Tráfico. Córdoba (Foto: G. Pizarro. GMU)
utilizado como enterramiento por algunos y del banquete, manifiesta una presencia
miembros de la comunidad cristiana local30. cristiana en este espacio en función de otros
paralelos de igual cronología32 (Fig. 7).
La topografía del Área Oriental también
experimentará importantes transformacio-
nes en época tardorromana. La Via Augus- 30
| Ver el artículo de E. Castro, G. Pizarro e I.
ta se abandona como el principal elemento Sánchez sobre la excavación del Parque Infantil de Trá-
fico en este mismo volumen.
rector de las necrópolis, y a partir del siglo 31
| MOLINA; SÁNCHEZ, 2003, 355.
III d.C. aparecen nuevos sectores funerarios 32
| Las necrópolis norteafricanas constituyen el
que amortizarán gran parte de las estructu- principal referente para el análisis de este tipo de es-
ras domésticas del vicus oriental. Uno de tructuras, pues son las que proporcionan los ejemplos
los ejemplos más significativos se constata más numerosos y mejor estudiados desde el punto de
vista científico. Sobresalen las mensae cristianas de las
en la actual calle Lucano, donde se instala
necrópolis de Alexandre y de Santa Salsa de Tipasa,
una necrópolis del siglo IV d.C. sobre los ni- fechadas entre mediados del siglo IV y mediados del
veles de colmatación de una domus. Como siglo V d.C. En las necrópolis de la antigua Theveste,
sucede en todos los espacios tardorromanos se recuperan igualmente otras mensae semicirculares
del Área Oriental, ignoramos la adscripción con lauda sepulcral de los siglos IV-V (KADRA, 1989,
265 ss). Dependientes de los modelos africanos son
religiosa de los individuos que utilizan esta
las estructuras de las necrópolis cristianas más impor-
necrópolis31. Únicamente la recuperación tantes de la Península Ibérica, que atestiguan el ritual
de una mensa funeraria en forma de sigma y la celebración del banquete funerario. Por ejemplo,
relacionada con la celebración de los pasti el cementerio de Caldeira (Tróia, Portugal), donde se
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DE CÓRDOBA. LA OCUPACIÓN DE ARQUEOLOGÍA
TARDOANTIGUA DEL SUBURBIUM C OR D OB E S A
OCCIDENTAL DE COLONIA PATRICIA- número 17 (2006)
RESUMEN
1
| Este trabajo se inscri-
RIASSUNTO
be en el Convenio de Colabora-
ción que el Grupo de Investiga-
In questo articolo ci occuperemo dei resti archeologici rinvenuti ción HUM-236 del Plan Anda-
nel “Parque Infantil de Tráfico”, che sono di una particolare rilevan- luz de Investigación, integrado
za per approfondire nello studio del suburbium occidentale della città. por todos los miembros del
L’occupazione tardoantica corrisponde ad una costruzione e alla sua Área de Arqueología de La Uni-
necrópolis delle qualle abbiamo identificato due fasi diverse. Il periodo versidad de Córdoba, mantiene
con la Gerencia Municipal de
islamico suppone un nuovo uso dello spazio con la presenza di un quar-
Urbanismo del Ayuntamiento
tiere almohade, mentre che in questo settore non ci sono documentati de Córdoba para el estudio de
costruzioni nel corso del periodo emirale e califale. Poi, nell’epoca bas- Córdoba, ciudad histórica, en-
somedievale, moderna e contemporanea si fanno dei pozzi e apparono tendida como yacimiento úni-
alcuni immondiziai che sussisteranno fino alla costruzione del parco co. Web: www.arqueocordoba.
infantile nella seconda metà del XX secolo. es.
103
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ELENA CASTRO / GUADALUPE PIZARRO / ISABEL SÁNCHEZ
PERIODO TARDOANTIGUO:
(Lám. 2)
LÁM. 3: Detalle del mosaico sobre el que apoyan las estructuras tardoantiguas.
Tras el arrasamiento y colmatación del pa- LÁM. 7: Detalle de la tumba 2, cuya cubierta
vimento de la fase anterior, este espacio si- apoya directamente en uno de los muros del
recinto.
gue desempeñando una función funeraria,
al mismo tiempo que se produce la reforma
del extremo noroccidental del primer edi- 5
| Tipo Orfila 9 (Tabla 1 nº 1).
de caza (como los ejemplos de Barcino), Por último, las tumbas 7, 8 y 9 parecen
escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, y formar un grupo independiente al exterior
también mitológicas. Parece que el taller es- del edificio paleocristiano. Todas las sepul-
tuvo operando en Roma entre el 360 y 380, turas cuentan con una cubierta de tegulae
ya que la mayor parte de ejemplares recu- plana, pero la orientación de los individuos
perados proceden de esta ciudad y de otras inhumados varía respecto a aquellos dispues-
ciudades de Italia. A ellos se sumarían las tos al interior del edificio y a los individuos
piezas de la Península Ibérica y de Baviera infantiles citados. En el caso de las tumbas
(PAULOCCI, 2002: 29). 8 y 9 la orientación es este-oeste, estando
la cabeza dispuesta hacia el este. La tumba
El fragmento que aquí presentamos co-
nº 7, a los pies de las anteriores, se coloca
rresponde posiblemente a la escena conoci-
de sur a norte, con la cabeza hacia el norte
da como Treditio legis. Según este esquema,
(Lám. 9).
Cristo se dispone en el centro y a ambos la-
dos los príncipes de los apóstoles, San Pedro Los estratos de colmatación de las es-
y San Pablo. Esta iconografía se introduce tructuras permiten fechar el abandono del
por primera vez en los conocidos “vidrios conjunto funerario en la primera mitad del
con figuras de oro” a finales del s. III - prin- siglo V d.C. En Corduba es muy característi-
cipios del s. IV d.C., momento en que se ca la asociación de tres producciones duran-
sustituyen los motivos típicamente romanos te la primera mitad del siglo V: T.S.H.T.M.,
por otros que representan escenas evangéli- cerámica tosca tardía y cerámica común. Y
cas e imágenes de temática específicamente efectivamente, en estos niveles de abandono
cristiana, tales como la orante en pie con documentamos un vaso de la forma Orfila 2
los brazos abiertos y las palmas elevadas en con la característica decoración de ruedeci-
gesto de plegaria (ZANCHI, 1969: 4). Esta lla al interior del borde (ORFILA, 1993, Fig.
última escena se identifica en los ejempla- 2.3); T.S.A. “D” (RSW); un plato Hayes 61 A;
res del Museo Vaticano, Ostia y Valencia6, a T.S.H.T.M., y cerámica tosca, que remiten al
los que ahora tendríamos que añadir el de segundo cuarto del siglo V (VARGAS et alii,
Córdoba. En todos ellos, el crismón está e.p.).
flanqueando por la figura del Pantocrator, y
por una estrella de ocho puntas, en el caso
cordubense. LA INTERPRETACIÓN DEL
EDIFICIO
A esta misma fase se adscriben igual-
mente cinco tumbas practicadas en el área Con base en todos los elementos hasta ahora
abierta que se localiza al exterior y al nor- analizados (ubicación extramuros, recintos,
te del recinto. Dos de estos enterramientos vidrio inciso, ritual funerario, etc.), podría-
corresponden a individuos infantiles que se mos estar ante uno de los conjuntos fune-
orientan de oeste a este: una de las inhu- rarios cristianos que se conformarían en
maciones está cubierta por una tegula que las áreas suburbanas de Corduba en época
apoya directamente sobre uno de los muros
del edificio paleocristiano; mientras que la 6
| El ejemplar aparecido en esta ciudad se inter-
otra presenta una cubierta plana realizada preta como un elemento de ajuar, pues al parecer se
con tegulae. localiza en una tumba infantil (ESCRIVÁ, 1990: 348).
tardorromana. A ellos, se suma una placa de contrario, el espacio que se le adosa al oeste
celosía recuperada en uno de los vertederos puede definirse claramente como un recinto
tardoantiguos, que es característica de la funerario a cielo abierto que acoge en su in-
ornamentación de los edificios religiosos de terior un número reducido de sepulturas en
esta época7. Con relación al primer edificio, dos fases sucesivas de necrópolis.
y dado el contexto topográfico en el que se
Con posterioridad a la colmatación, al
inserta, no descartamos que cumpliera una
final de la Tardoantigüedad y en el período
función igualmente funeraria (¿y cultual?),
emiral y califal, este sector permanecerá
que no llegamos a concretar con exactitud,
sin urbanizar convirtiéndose en una zona
aunque la técnica edilicia de sus muros, for-
de vertidos hasta época Almohade. Además,
mados por hiladas de mampuesto reforzadas
en uno de estos vertederos, se recupera un
con grandes sillares reutilizados del edificio
fragmento de ladrillo decorado con varios
altoimperial, parecen indicar la existencia
trazos que parecen delinear la letra b, que
de una construcción cubierta de cierta en-
creemos estaría relacionado con el edificio
vergadura8. La parcialidad de la documenta-
tardorromano de posible adscripción religio-
ción arqueológica y el rápido abandono de
sa9 (Lám. 10).
este espacio nos impiden plantear hoy por
hoy la presencia de algún centro cultual ex-
tramuros. Por el momento, sólo conocemos 7
| La cronología que proporcionan estos restos
para Corduba el caso de Cercadilla y ya para coincide con aquella ofrecida por el material cerámico
una etapa más avanzada de la Antigüedad recuperado en los niveles donde se excavan las sepultu-
tardía, es decir, en los siglos VI-VII. Por el ras, es decir, entre finales del siglo IV y principios del
siglo V d.C.
8
| Una edilicia que encontramos en otras cons-
trucciones de la propia Córdoba. En 1997 se documen-
ta en la Plaza Maimónides un edificio posiblemente
público de cronología algo más avanzada, que presenta
muros de mampuesto con dos metros de altura y unos
60 cm de ancho. En algunos puntos se refuerzan con si-
llarejos reaprovechados de estructuras anteriores (MO-
RENO; GONZÁLEZ, 1997: 166-167). Otros paramentos
similares, que emplean un aparejo mixto de mampos-
tería trabado con sillares verticales “encadenados”, a
intervalos irregulares, se comprueban en un edificio
tardoantiguo excavado en la antigua Facultad de Veteri-
naria (LEÓN, 2006: 428).
9
| Las losas y ladrillos decorados son elementos
empleados normalmente como placas adosadas a los
muros, o como baldosas en pavimentos. Se caracteri-
zan por su decoración, pues es frecuente la represen-
tación de crismones y cruces, que confirman su ads-
cripción a edificios religiosos (SÁNCHEZ, 2006b, 337).
En Córdoba son muy numerosos, y prácticamente ya
han sido estudiados por otros investigadores (MARCOS
POUS, 1981, 49 ss; GONZÁLEZ; MORENO, 1997, 124).
Ejemplares parecidos se comprueban por toda Baeti-
ca (CASTELO, 1996, 467 ss), y en el Norte de África
LÁM. 10: Fragmento de ladrillo paleocristiano. (SCHLUNK; HAUSCHILD, 1978; 58, Abb. 36).
recinto funerario con enterramiento en sar- 2001, 167). En todos los casos, las sepultu-
cófago de plomo de los siglos III-IV, que pudo ras se caracterizan por el empleo de cistas
ser rescatado en una intervención de emer- de losas de caliza y material reaprovechado,
gencia en la actual Avda. del Aeropuerto 10 una tipología muy difundida en este período,
(IBÁÑEZ, 1987, 127; MARTÍN, 2002). y que además, encontramos distribuida por
Igualmente, a partir del siglo IV, debe-
mos considerar otro fenómeno que condicio- la via Corduba-Hispalis y sus dos ramales. Este cambio
nará y modificará la topografía del suburbio: en la organización del área funeraria estaría motivado
por la falta de espacio en la zona más Septentrional; o
el Cristianismo. El conjunto recuperado en el
quizá responde a una separación intencionada y moti-
actual Parque Infantil de Tráfico, construido vada por la existencia de nuevos elementos que articu-
sobre una domus altoimperial11, constituye larían el paisaje funerario (SÁNCHEZ, 2006, 399).
por ahora el único sector funerario del Área 11
| En otras ocasiones, algunas estancias de las
Occidental que podemos relacionar con la antiguas domus, aún en servicio en el s. IV, transfor-
marán el uso doméstico original por una exclusiva fun-
cristianización del paisaje extramuros en
ción destinada al culto cristiano (BONNET Y BELTRÁN,
época tardorromana (SÁNCHEZ, 2006a, 2003: 74).
373). Una adscripción que viene determina- 12
| En este sentido, las numerosas inscripciones
da fundamentalmente por la recuperación de funerarias de los siglos VI-VII son un indicio muy sig-
un fragmento de vidrio decorado con temas nificativo de una población totalmente cristianizada.
Nunca aparecen in situ, y se han recuperado fundamen-
cristianos, que a su vez implicaría la celebra- talmente en el suburbio Occidental: Avda. Teniente
ción del refregirium o del banquete funerario General Barroso, “Cortijo de Chinales” y Vistalegre
celebrado en honor a seres desaparecidos. (SÁNCHEZ, 2006b, 318).
13
Pero pensamos que su adscripción también | Detrás del garaje de la S.A.T.A., en el denomi-
nado “Cortijo de Chinales”, localizado entre las calles
está condicionada por la propia adhesión del
Damasco, Antonio Maura, Miguel Benzo y Avda. del
recinto funerario a cielo abierto a un edificio Aeropuerto, se inicia en 1950 la construcción de unas
mucho más importante, seguramente religio- viviendas en los terrenos del Sr. Prieto del Rosal. Con-
so, aunque en el estado actual de la investi- cretamente entre las actuales calles Damasco, Maestro
gación no podemos definir con exactitud su Priego López, Previsión y Colina y Buron, Santos Gener
señala la existencia de una posible edificación visigoda,
tipologia (memoria, oratorio, basílica, etc.).
basilical o monástica, que equívocamente relacionó con
Durante la Tardoantigüedad, ya podemos la iglesia de San Acisclo (SANTOS GENER, 1955, 33).
En el transcurso de los trabajos se exhumaron varios
hablar de una completa cristianización de la
muros de opus quadratum que pertenecen a una impor-
topografía de la ciudad, porque el Cristia- tante construcción, de función y cronología incierta, que
nismo se había convertido en un fenómeno presenta una orientación Norte-Sur y unas dimensiones
urbano totalmente consolidado12. Para esos aproximadas de 75 m. de longitud por 50 m de ancho.
momentos, prácticamente todos los sectores Además, se comprueban estructuras hispanomusulma-
nas como pozos, sumideros y pavimentos de hormigón,
funerarios del Área Occidental se trasladan a que dificultan la visión y reconstitución del edificio. Al
la zona más meridional del suburbio (“Cor- Este de todas estas estructuras, se recupera una gran
tijo de Chinales”13, Avda. del Aeropuerto y cantidad de material decorativo y constructivo, que en
Cementerio de la Salud). Como excepción, muchos casos podemos asociar a edificios cristianos (ig-
aparece una pequeña necrópolis del siglo VI noramos su procedencia), de época tardoantigua y quizá
también mozárabe (SÁNCHEZ, 2006b, 400). Por último,
junto a la vía Corduba-Hispalis y al antiguo los hallazgos se completan con la constatación de dos
anfiteatro, amortizando una fundición pre- tumbas en cista de caliza que fechamos en los siglos VI y
via (Avda. Medina Azahara 43) (APARICIO, VII (SÁNCHEZ, 2006b, 253).
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RESUMEN
El objeto de este trabajo es dar a conocer la necrópolis tar-
doantigua localizada en el sector Noroeste de Hispalis, fuera del
recinto murarío. Destaca la variedad de monumentos funerarios,
así como la tipología de tumbas de menor entidad.
ABSTRACT
With this paper we intend to present the Later Roman necro-
polis found outside of the walled area of Hispalis, in the Northea-
tern sector of the city. Several funeral monuments, plus a wide
variety of smaller tomb structures charaterize this necropolis.
1. INTRODUCCIÓN
1
| Agradecemos al prof. Dr. D. Desiderio Vaquerizo Gil, las sugerencias que nos ha hecho durante la elabora-
ción del manuscrito. Al prof. Dr. D. Rafael Hidalgo Prieto por sus ideas y correcciones tras la lectura del texto. Este
trabajo ha sido realizado gracias a la ayuda y colaboración de los arqueólogos: Inmaculada Carrasco Gómez, David
Doreste Franco, Elisabet Conlin Hayes, Juan José Cabrera Barrigüete, Alejandro Jiménez Hernández y Rosario Ro-
dríguez Cordones, y a los antropólogos Juan Manuel Guijo y Raquel Lacalle.
2
| Plano elaborado por ARQ’uatro a partir del mapa de pendientes del casco urbano de Sevilla publicado en
soporte informático por la Junta de Andalucía (Modelo Digital del Terreno de Andalucía: Relieve y Orografía). Sobre-
impresionado se señala la delimitación de la Hispalis republicana e imperial publicada por CAMPOS (1987), a lo que
se le añade la ubicación de la necrópolis de Carretera de Carmona. Topográficamente es señalable la ubicación del
área cementerial en un cruce de caminos y con una directa relación visual con la ciudad. También debemos reseñar
que la hipótesis propuesta por Juan Campos necesitaría pequeños ajustes para adecuarla a la topografía manifestada
en el MDT. Las posibilidades de análisis arqueológico del modelo digital abre una interesante vía de investigación
para la restitución de la ciudad antigua.
119
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– M.ª DEL CARMEN BARRAGÁN VALENCIA
Desde el punto de vista histórico, este sia del convento de Trinitarios Calzados de
área, vinculada desde antiguo a la vía que la Santísima Trinidad (Fig. 2), han revela-
desde Hispalis partía hacia Corduba, fue uti- do que la necrópolis presenta una secuen-
lizada como necrópolis desde el siglo I d. C. cia estratigráfica compleja, de la cual en
manteniéndose este uso, aunque de manera este trabajo únicamente nos detendremos
discontinua, hasta el siglo XVII. en estudiar la fase correspondiente a la
Las diferentes campañas de excava- necrópolis tardoantigua, aún inmersa en
ción llevadas a cabo en los solares ubica- trabajos de excavación y documentación
dos en la Calle Carretera de Carmona nº (Fig. 3).
63 y 104, extramuros de la ciudad histórica,
Antes de comenzar, nos gustaría acla-
frente a la Puerta del Sol y junto a la Igle-
rar que los resultados expuestos en este
artículo son parciales, ya que la gran ma-
3
| Intervención arqueológica dirigida por Inma- yoría de la información está siendo anali-
culada Carrasco Gómez. Un avance de la estratigrafía zada para el desarrollo de un trabajo de
de la parcela se puede consultar en CARRASCO DO-
RESTE, 2005.
conjunto sobre el mundo funerario de la
4
| Intervención dirigida por la arqueóloga Rosa- Hispalis tardoantigua que actualmente lle-
rio Rodríguez Cordones. Inédita. vamos a cabo.
2. CONTEXTO HISTÓRICO
bárbaras, produciéndose durante el segundo este periodo basándose en los restos arqueo-
cuarto del siglo VI la ocupación definitiva por lógicos anteriormente mencionados. Siendo
parte de los visigodos. Este periodo se va a estos datos posteriormente sistematizados
caracterizar por las constantes revueltas, que por Juan Manuel Campos (CAMPOS, 1993),
se hacen más frecuentes a medida que nos y puestos al día más recientemente por Fer-
acercamos al siglo VIII. nando Amores en la Plaza de la Encarnación,
Durante este periodo debieron existir donde recientemente se ha documentado la
distintas basílicas de culto cristiano en la trama urbana de época romana y las trans-
ciudad. En la actualidad gracias a distintos formaciones que ésta sufre en la tardoanti-
hallazgos arqueológicos; como la lápida del güedad5 (Fig. 4).
obispo Honoratus (FERNÁNDEZ, 1630), lo- Pero a pesar de todo poseemos escasa
calizada en los Reales Alcázares, así como información de la ciudad en este periodo,
también un baptisterio excavado por por exceptuando las necrópolis, y más concre-
M. Bendala (BENDALA y NEGUERUELA, tamente las situadas en el sector septen-
1980), pensamos que una de estas basílica trional, debido al gran número de hallazgos
se encontraría situada en el entorno de la localizados y a la complejidad de sus en-
actual catedral. terramientos. Así se documentan enterra-
El propio Bendala apunta que dicho mientos en la calle San Luís (RODRÍGUEZ
baptisterio podría pertenecer a la basílica et alli, 2001) Virgen del Carmen Doloroso
de San Vicente, que según relatos de Idacio (CARRASCO et alli., 2004), Antiguo Bazar
(Chronic. 89, IIII, a. 428) y San Isidoro (Hist. España (RODRÍGUEZ et alli. 1999), Cole-
Goth.76) existía ya comienzos del siglo V y gio de la Trinidad, calle Matahacas (TABA-
que estos autores localizaban en el entorno LES, 2001), etc.
de la actual catedral.
Gracias a las excavaciones realizadas,
García Rodríguez (GARCÍA, 1966) ba- conocemos que entre el siglo I y VIII este
sándose en fuentes musulmanas afirma que sector estuvo ocupado por una necrópolis
la basílica de Santa Justa y Santa Rufina (RI- que se extendía desde el Prado de Santa
CALDONE, 1896) se hallaba a las afueras de Justa hasta la puerta de Córdoba, y que pos-
Sevilla, localizandola bajo el actual convento teriormente se amplió hasta la fuente del
de los Trinitarios, monasterio lindero con las Arzobispo, uso éste que ha perdurado en la
parcelas objeto del presente estudio. toponimia6.
Otros autores como Collantes de Te- Este uso como zona cementerial ha sido
rán (COLLANTES, 1977) o Blanco Freijeiro ratificado en las intervenciones arqueoló-
(BLANCO, 1982) nos hablan de la ciudad en gicas llevadas a cabo más recientemente,
habiéndose documentado enterramientos
5
| Un avance en BELTRÁN, GONZÁLEZ, ORDO- en las excavaciones realizadas para la cons-
ÑEZ, 2005 trucción del Metro en el Prado de San Sebas-
6
| Actualmente, el sector más cercano a la ronda tián7 y en la Calle San Fernando8, así como
histórica se denomina Puerta Osario.
7
| Intervención dirigida por la arqueóloga Laura
en la Carretera de Carmona (CARRASCO et
Mercado. alli., 2005) y Ronda de Capuchinos (HUNT,
8
| Intervención dirigida por Mark Hunt. 2005).
FIG. 9. Enterramiento con cubierta a dos aguas. FIG. 11. Enterramiento en cista de ladrillos.
4. ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO
A. ORIENTACIÓN DE LOS
ENTERRAMIENTOS
Carretera de Carmona nº 10. Otras tumbas nuevo individuo el espacio dejado por éste;
presentan una orientación Noroeste-Sures- mientras que, cuando el primero aún no ha
te, con presencia únicamente en Carretera perdido dicha conexión, el nuevo difunto se
de Carmona 10. coloca directamente sobre aquél.
En los enterramientos múltiples ante-
riormente mencionados es frecuente encon-
B. RITUAL FUNERARIO trar la asociación entre individuos adultos
La inhumación es el único rito funerario (mayoritariamente femeninos) y un indivi-
utilizado en todos los enterramientos estu- duo infantil, que puede corresponder a agru-
diados. paciones realizadas en un corto periodo de
tiempo, según una asociación muy común
La posición del inhumado en las tumbas tanto en enterramientos tardorromanos
estudiadas es siempre la de decúbito supi- como visigodos (SÁNCHEZ, 2003, 89 ss.).
no, es decir, el cuerpo del difunto se dispone En nuestro caso hemos documentado múl-
boca arriba, con la cabeza y el cuerpo rectos. tiples modalidades: enterramientos colecti-
En función de la disposición de los brazos vos, con dos individuos infantiles y dos adul-
podemos establecer numerosas variantes; tos; tres individuos adultos (dos femeninos y
así, tenemos individuos con: uno masculino) y, por último, dos individuos
– Uno o dos brazos cruzados o no sobre de edad infantil y uno adulto de sexo feme-
la pelvis/ el pubis o vientre (un solo nino (Fig. 14).
caso).
– Individuos es posiciones secundarias (5
C. AJUAR FUNERARIO
tumbas).
– Individuos con las extremidades supe- Entendemos por ajuar funerario todos
riores dispuestas a lo largo del cuerpo. aquellos objetos, que se depositan junto
al cadáver, y junto con este constituyen el
En ninguno de los casos se ha documen- contenido de la tumba, pudiendo ser estos
tado restos de una posible mortaja, pero es elementos de adorno personal (como pen-
muy probable que se utilizara en muchos dientes, pulseras, collares, sortijas, etc.), o
casos como ritual, ya que los huesos apenas deposito ritual.
han sufrido desplazamientos.
Aunque estos elementos son muy co-
Podemos clasificar las inhumaciones en: munes en época romana, no es frecuente
simples, si se constata un solo inhumado, encontrarlos en las tumbas del periodo que
dobles o múltiples, si son dos o más, y osa- estamos estudiando, por ser considerada
rios, si se detecta una acumulación de restos
costumbre pagana, llegando incluso la igle-
óseos sin conexión anatómica.
sia a prohibir la inclusión de ajuar en los en-
Con respecto a las inhumaciones dobles terramientos, prohibición que no siempre se
o colectivas, se procede a la reutilización de respeta, encontrándonos elementos de ajuar
la estructura precedente, siendo el primer personal en tumbas paleocristianas de Tarra-
individuo relegado a los pies cuando ha per- gona, Girona, Murcia, Huelva, etc. (VAQUE-
dido su conexión anatómica, ocupando el RIZO, 2002, 158 ss.). En nuestro caso, sólo
FIG. 14. Deposiciones funerarias. Tumba múltiple FIG. 15. Depósito ritual. Jarrita.
entre los 18 y los 30 años, lo que nos indica clavículas y zona lumbar (que en individuos
que una edad media de muerte para la mujer masculino se localizan en las extremidades
hispalense de época tardoantigua bastante inferiores, mientras que en los femeninos se
precoz, explicable por causa de la fecundi- localizan en las superiores) acontecimientos
dad, ya que muchas mujeres morían durante que suele estar relacionados con esfuerzos
el parto. De los 30 años en adelante predo- físicos realizados en vida (Fig. 16). Así como
minan los individuos masculinos. De acuer- las relacionadas con la dentadura, documen-
do con ello, los adultos femeninos presentan tándose casos de caries, infecciones buca-
una edad media de 31,03 años, mientras que les, inflamaciones de las encías, depósitos
la media masculina se eleva a 37,31 años de de cálculos, etc., patologías que mantienen
edad. Con respecto a la talla, podemos ha- una estrecha relación con el sistema de sub-
blar de una talla femenina que se aproxima sistencia de este periodo, el cual tiene como
a los 154 cm. de media, mientras que la talla base el consumo de carbohidratos (cerea-
media de los hombres oscila entre los 163.5 les), sustancia que contiene una gran can-
y 165 cm. tidad de almidón, que genera el desarrollo
del sarro.
Como ya hemos dicho anteriormente el
único ritual funerario detectado es la inhu- A parte de todas estas enfermedades,
mación, documentándose tres tipos de inhu- en los individuos de sexo femenino también
maciones: individuales, dobles y colectivas, se detectan enfermedades relacionadas con
siendo la primera de ellas la dominante. el parto, aunque los daños estudiados están
dentro de la normalidad.
Todos los individuos se documentan en
posición decúbito supino, con las extremi- Como vemos la mayoría de las enfer-
dades superiores muy ceñidas al tórax, lo medades que afectan a los individuos del
cual implica el posible uso de sudarios, no periodo estudiado están relacionadas con
pudiendose aplicar esta teoría a todos los la realización de grandes esfuerzos físicos,
enterramientos debido a las alteraciones
que han sufrido las deposiciones. En muchos
casos la descomposición de los cuerpos se
ha producido en espacios no colmatados, lo
cual impide que los huesos sufran desplaza-
mientos durante este proceso.
Con respecto a los enterramientos múl-
tiples predominan las asociaciones entre
adultos masculinos y femeninos y las rela-
ciones de ambos sexos con subadultos.
Las enfermedades más comunes en la
población objeto de estudio son: las enfer-
medades infecciosas, las cuales afectan al
más del 45% de los individuos estudiados,
presentado estos individuos trastornos ané- FIG. 16. Imagen de una clavícula con lesiones.
micos y episodios críticos, las fracturas en E-132 (GUIJO et al. 2005)
así como otras vinculadas con su dieta ali- zación de la lauda funeraria de Cyprianus,
menticia. Esto nos lleva a pensar que los aporta una cronología post-quem a media-
individuos enterrados en las tumbas de fosa dos del siglo VI.
simple no pertenecieran a la elite social, po-
siblemente inhumada en los grandes monu-
mentos funerarios.
ALGUNAS CONSIDERACIONES
SOBRE EL PAISAJE FUNERARIO
E. LA EPIGRAFÍA
Cuatro son los elementos que caracterizan
Los restos epigráficos documentados en las el paisaje funerario de la necrópolis tardoan-
excavaciones han sido escasos y se documen- tigua de la Carretera de Carmona, generan-
tan en contextos reutilizados. En la mayoría do múltiples variables:
de los casos estos vestigios están bastante
1. La perduración de un área cementerial
fragmentados proporcionándonos una infor-
consolidada desde época altoimperial9.
mación muy parcial. En total, se documen-
tan ocho fragmentos de tituli fechados, por 2. Su localización extramuros de la cerca
la tipología de la letra empleada, en época romana, vinculada a una vía de comuni-
tardoantigua y visigoda. cación plenamente configurada ya en la
Antigüedad.
La inscripción más significativa de esta
fase es una placa o lauda funeraria comple- 3. La aplicación de una norma de carácter
ta, reutilizada como cubierta de un enterra- jurídico, la prohibición de sepultar a
miento, de nombre Cyprianus, lector de la los difuntos dentro del pomerium, nor-
iglesia hispalense que murió con 40 años el mativa que se mantiene vigente aproxi-
21 de enero de 544 (ORDOÑEZ, 2005). madamente hasta el siglo VI (Remesal,
2002).
4. La monumentalización de la necrópo-
F. CRONOLOGÍA lis durante la Tardoantigüedad, con la
construcción de grandes monumentos
La cronología a la que se adscribe la necró-
funerarios, en una etapa de la ciudad de
polis viene aportada tanto por la secuencia
gran complejidad política y social.
estratigráfica como por el análisis formal
de las estructuras funerarias y tipología de El paisaje funerario de la necrópolis se
los enterramientos, así como por los datos caracteriza en primer lugar por su ubicación
proporcionados por los escasos ajuares fune- extramuros, sobre una pequeña elevación
rarios y la epigrafía. Más precisiones crono- amesetada en contacto visual con la ciudad,
lógicas tiene por ejemplo el enterramiento al borde de una vía principal, la que unía His-
E-135, fechado en el siglo VI gracias a la ja- palis con Corduba. La construcción de nue-
rrita que apareció al lado del difunto, como vas vías sacras –paralelas y perpendiculares a
parte de su ajuar. La tumba E-166 se fecha
en el siglo V, ya que para este enterramiento 9
| Los primeros enterramientos documentados
infantil se utilizaron dos ánforas tardías. Así en el sector se sitúan cronológicamente en el siglo I
como el enterramiento 133, por la reutili- d.C.
0 10 20 30 m
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RESUMEN
El conjunto arqueológico de Munigua (provincia de Sevilla) se sitúa
en las estribaciones de Sierra Morena, a unos 10 km al norte del valle
del Guadalquivir. La ciudad tuvo su época de esplendor desde finales del
siglo I hasta principios del siglo III, aunque se ha constatado también la
ocupación del lugar en época tardorromana y en momentos posteriores.
Las excavaciones realizadas por el Instituto Arqueológico Alemán de
Madrid desde 1956 han ido descubriendo, junto a los edificios monu-
mentales de carácter público y viviendas, diversos sectores de las ne-
crópolis que rodeaban la ciudad. A pesar de que los estudios realizados
hasta la fecha son sólo parciales, los hallazgos permiten hacernos una
idea del ritual funerario desarrollado en una pequeña ciudad romana
del interior de la Bética. El texto describe las prácticas funerarias y los
ritos de enterramiento a partir del siglo III hasta el siglo VII, a la vez que
analiza los fenómenos concretos desde la perspectiva de la arqueología
funeraria en el sur de España.
ABSTRACT
Die Ruinenstätte Munigua (Prov. Sevilla) liegt in den Ausläufern
der Sierra Morena, ca. 10 km nördlich des Guadalquivirtales. Ihre Blü-
tezeit erlebte die Stadt vom späten 1. bis ins frühe 3. Jh. Doch lassen
sich auch noch spät- und nachrömische Siedlungsphasen nachweisen.
Bei den seit 1956 vom Deutschen Archäologischen Institut, Abteilung
Madrid, durchgeführten Ausgrabungen wurden neben den öffentlichen
Monumentalbauten und der Wohnbebauung auch immer wieder einzel-
ne Sektoren der die Stadt umgebenden Nekropolen freigelegt. Trotz der
bislang nur ausschnitthaften Untersuchungen bietet sich die Möglich-
keit, Einblick in das Totenritual einer römischen Kleinstadt im Hinter-
land der Baetica zu gewinnen. Der Vortrag gibt einen Überblick über
die Grab-, Bestattungs- und Beigabensitte vom Aufkommen der Körper-
grabsitte im 2. Jh. bis ins 7. Jh. und beurteilt die einzelnen Phänomene
vor dem Hintergrund der südspanischen Gräberarchäologie.
137
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– CHRISTOPH EGER
de cuatro campañas desde 1982 hasta 1989, enterramientos de casi todas las fases de
aparecieron otros cinco enterramientos9. poblamiento romanas y postromanas. Así,
En 1982 y en 1999-2000 se reanudaron las las tumbas no sólo contribuyen a un mayor
excavaciones junto al mausoleo. A parte de conocimiento de la historia del poblamiento
una tumba con bustum y un suntuoso ajuar y de la sociedad de Munigua, sino que tam-
funerario aparecían varias inhumaciones10. bién nos aportan una muestra representati-
En las campañas de 2002-2003 se descubrió va de las costumbres funerarias, a lo largo
que también hay partes de la necrópolis más de varios siglos, de la gente de una pequeña
al sureste. Durante estas campañas, los cor- ciudad situada en el interior de la Provincia
tes de excavación permitieron esclarecer el Bética.
recorrido de la muralla y descubrir la entra-
da del lecho del arroyo en la ciudad (cortes
458-459). Además de varias tumbas de in-
3. TIPOS DE TUMBA
cineración, se halló también una tumba de
inhumación tardorromana. Hasta la fecha se sabe de la existencia en
Recientemente han aparecido algunas Munigua de unas 80 inhumaciones, de las
inhumaciones junto al sector norte de la cuales sólo una parte ha sido excavada por
muralla (corte 461), en la zona que ocupa completo. Una gran parte de las tumbas aquí
una casa abandonada en el siglo III11. De este investigadas presenta una fosa revestida de
lugar proceden también dos enterramientos ladrillos. Se trata casi siempre de un revesti-
islámicos estudiados en 2004 y 2005. miento en forma de muro que comienza a la
altura del fondo de la fosa o algo por encima
La distribución de los distintos sectores de éste. Raddatz describe el modo de cons-
demuestra que Munigua contaba con exten- trucción como muro de ladrillos colocados
sas necrópolis en toda la zona este de la ciu- en seco (RADDATZ 1973, 13). Esto es cierto
dad. Además, en 1977 se excavaron varias zo- en el sentido de que no se utilizó mortero de
nas no muy extensas a lo largo de la muralla cal para unir los ladrillos. Por el contrario,
sur en las cuales sólo se descubrieron ente-
rramientos de incineración de los siglos I y II 9
| Sobre los enterramientos tardoantiguos de las
(VEGAS 1988). Probablemente la necrópolis casas 1 y 6 cfr. HAUSCHILD 1984, 171 s. y 176; VEGAS
de la ciudad estaba dispuesta en forma semi- 1984, 182 ss; Meyer en: MEYER/BASAS/ TEICHNER
circular, de norte a sur, como un cinturón 2001, 99; Basas en: ibídem, 180 ss.
10
alrededor. Pero amplias zonas del sureste y el | Th. G. SCHATTNER, Archäologischer Anzei-
ger 1999, 624; Th. G. SCHATTNER, Archäologischer
noreste aún no han sido exploradas suficien- Anzeiger 2000, 611.
temente. Sí cabe, en cambio, señalar que la 11
| Hasta el momento, las tumbas de las campa-
mayor parte de las tumbas de finales del si- ñas de 1999 a 2005 no se han estudiadas detalladamen-
glo II, o posteriores, situadas en la explanada te con respecto al material encontrado en las tumbas y
en las capas cercanas.
este de la ciudad estaban emplazadas dentro 12
| Sin embargo, en este contexto no podemos de-
de la por aquel entonces recién construida tenernos en esta problemática. Cfr. SCHATTNER 2003,
muralla, es decir, intra muros12. 60. Así y todo, el hallazgo es de poca trascendencia para
la Antigüedad tardía, dado que, según parece, la mura-
A pesar de la limitación a áreas de lla de la ciudad se va desmoronando ya desde finales del
excavación relativamente pequeñas se halló siglo III hasta quedar finalmente eliminada.
13
| Por ejemplo tumba 1 en el corte 461e: pared FIG. 2: Munigua, necrópolis del este, sector
longitudinal sur hecha con planchas de piedra de mam- 1957-58. Plano (según Raddatz 1973).
postería de grandes dimensiones.
14
| Sobre la problemática de las fosas sencillas,
cfr. RADDATZ 1973, 12: incluso en los casos de desapa- Las tumbas 1 y 2 de la necrópolis del
rición de la totalidad del esqueleto deberían haberse este son un ejemplo especialmente ilustra-
marcado en el suelo las posibles fosas.
15
| Por la presencia de clavos de hierro supone-
tivo del sistema de construcción: tan sólo el
mos que hubo un ataúd de madera en las siguientes borde superior de la sencilla fosa en la que
tumbas: tumba 7/casa 1, tumba 1/corte 458. se encontraba el cadáver está cubierta por
FIG. 3: Munigua, necrópolis del este, sector 1957-58, tumba 2 (según Raddatz 1973).
una hilada de ladrillos (fig. 3). Los ladrillos en las tumbas 4 y 20 del mismo sector y en
están ligeramente inclinados hacia el inte- la tumba 1 del corte 461a, la construcción
rior y sobresalen también algo. Sobre este de la bóveda podía reducirse a dos hiladas de
bastidor de ladrillos había cinco tegulae, una ladrillos sobresalientes o incluso a una sola.
detrás de otra, con el pliegue hacia arriba. En estos tres casos se ha suprimido además
Estas tegulae sellaban la verdadera cámara la capa final de mampostería y cascotes de
funeraria. Encima se habían colocado, como ladrillos (RADDATZ 1973, 49 fig. 8).
si de una bóveda falsa se tratara, de cuatro a
cinco ladrillos superpuestos que sobresalían En lo que atañe a las tumbas con bóve-
ligeramente hacia adelante, de tal forma da falsa, Raddatz citó unos pocos ejemplos
que los ladrillos de la hilada superior prác- paralelos hallados exclusivamente en el sur
ticamente llegaban a tocarse. Una hilada de de la Península Ibérica. Esta tendencia de di-
ladrillos tapaba la rendija que quedaba. A fusión se ve confirmada por otros ejemplos
continuación se cubría la bóveda con tierra hallados recientemente –entre otros los de
y se ponía encima una capa de mampostería los cementerios de Pedrera, en la provincia
y cascotes de ladrillos del tamaño de la fosa de Sevilla (FERNÁNDEZ GÓMEZ/OLIVA
(cfr. RADDATZ 1973, 47 ss.). Como ocurre ALONSO/PUYA GARCÍA DE LEANIZ 1984,
En vez de una bóveda falsa, en tres tumbas (tumba 6, al este de la casa 1) y 430/447
de la necrópolis del este se erigió un podium (tumba B). Este último es una variante que
rectangular compacto sobre la fosa de la incluye elementos de construcción de bóve-
tumba. Raddatz dice de la tumba 14, rela- da falsa (fig. 8). También la cubierta de la
tivamente pequeña –probablemente se tra- tumba 14 del corte 148 estaba construida
te de un enterramiento infantil, aunque en de forma similar (GAMER, 1972, 60 s.). La
todo caso no se han hallado restos óseos–, idea de que tanto en este corte como en el
que la fosa, recubierta de ladrillos por todos 145, con el que se solapa, quizá haya otros
los lados en su parte superior, había sido enterramientos pertenecientes al grupo de
sellada por dos hiladas de ladrillos yuxta- tumbas con podium de ladrillos de varias hi-
puestas, en vez de hacerlo con las habituales ladas no pasa de ser una mera suposición.
tegulae. Sobre esta estructura se habían api- En aquel entonces se renunció a excavar y
lado otras tres capas de ladrillos y cascajo abrir la mayor parte de las tumbas en estos
(RADDATZ 1973, 63). Se pudo establecer sondeos.
un tipo de tumba similar en el corte 447 Por desgracia, ninguna de las tumbas
(tumba C), si bien la cubierta y el podium con podium de ladrillos de Munigua se puede
se desplomaron en el interior de la fosa (fig. clasificar con mayor precisión cronológica
7). Otro ejemplo de este tipo de contrucción sobre la base de los ajuares funerarios data-
se encontraron en tumbas de los cortes 147 dos de forma inequívoca. Según el tiempo de
FIG. 11: Munigua, corte 145, tumba 2. En lugar de una techumbre de ladrillos o
tegulae, muchas tumbas del periodo tardo-
antiguo eran cubiertas con grandes piedras
en su estado natural o con mampuestos.
Hasta ahora, en Munigua estas tumbas tan
sólo han aparecido en la zona de la casa 1
y 6 (fig. 12-14) y en el terreno que se ex-
tiende junto a ella por el lado este (corte
147; fig. 16). En el corte 147 pertenecen a
este grupo tanto la tumba 5 ubicada al este
de la herradura como también la tumba 2
que se encuentra en el trazado del muro sur
de la herradura. Esta última tumba presen-
ta una cubierta consistente en dos grandes
planchas de piedra planas cuyos extremos
y cuya juntura de separación fueron cantea-
dos con piedras más pequeñas y ladrillos.
Entre las tumbas con cubierta de cantos es-
para las necrópolis de iglesias del sur de uso continuado como mausoleo desde el si-
España (FLÖRCHINGER 1998) y también a glo II hasta el siglo IV/V.
un estudio cronológico de la necrópolis de
El único gran monumento funerario
El Ruedo, cerca de Almedinilla (CARMONA
tardoantiguo es una construcción junto a la
BERENGUER 1998; EGER 2005). Según
casa 1, en el corte 147 (fig. 16-17). Entre
estos estudios, los ajuares consistentes en
1969 y 1971 se descubrieron restos de un
jarras y botellas no comienzan hasta finales
muro en forma de herradura, ya en un esta-
del siglo V. En especial las botellas altas y
do bastante deteriorado, colindante con la
delgadas, como las de las tumbas 2 y 3 de la
pared exterior de la casa 1. Se trata de un
casa 6, no aparecen hasta el siglo VII (tipos
de Flörchinger 2A y 2B, cfr. FLÖRCHINGER
1998, 9).
A pesar de que en esporádicas ocasiones
han aparecido tumbas con cubierta de can-
tos anteriores en el tiempo –según Del Amo,
en la necrópolis paleocristiana de Tarragona
hay tumbas incluso de mediados del siglo
IV–, este tipo de sepultura no parece ser de
gran importancia, en cuanto a su número, en
las necrópolis tardorromanas de la Provincia
Bética. Por el contrario, en las necrópolis de
los siglos V al VII/VIII la gran mayoría de
las cubiertas están fabricadas con piedras de
gran tamaño. Tal como se ha expuesto con
anterioridad, este hallazgo se da también en
la necrópolis de Pedrera.
21
| NUSSBAUM 1961, 29. Cfr., por ejemplo, las
FIG. 18: Tipasa, Argelia, necrópolis de S. Salsa,
mensae separadas en Xanten-St.Victor o en la catedral
de Bonn, Alemania: SCHMIDT 2000, 260. 271. con una tumba de mensa.
de conmemoración (memoriae) de los már- ción, no está claro en absoluto cómo es-
tires (sobre todo SCHMIDT 2000, 222-228; taba dispuesto el interior de la herradura.
BARRAL I ALTET 1979, 50). Desde la pers- ¿Sobresalían las tumbas del suelo o ambos
pectiva de la arqueología, bajo el término enterramientos estaban cubiertos por una
“tumbas con mensa” se engloba desde hace techumbre de mampuestos y ladrillos, a
tiempo determinados tipos de tumba de la imitación del solado opus signinum habitual
Antigüedad tardía que disponían de instala- en la tumbas con mensa? De otro lado, tam-
ciones destinadas a las honras fúnebres. Su poco está claro que el resalte del muro con
forma puede variar22. Basándose en las nu- restos de cerámica pueda ser interpretado
merosas tumbas con mensa de la necrópolis como restos de banquetes funerarios. Tras
paleocristiana de Tipasa, en Argelia, W. Sch- el primer estudio, la cerámica no sobrepasa
midt resaltó las siguientes características el siglo II24, mientras que la construcción de
de las mensae, ya sea como muro levantado la herradura difícilmente pudiera haberse
sobre la tumba o directamente labrada en la producido antes del siglo IV. El abandono,
roca: en el centro de la tumba hay cavidades hacia mediados o en la segunda mitad del
para poner comida y bebida y alrededor de la siglo III, de la casa 1 marcaría un terminus
mensa, asientos para los comensales (SCH- post quem. Por último, resulta sorprendente
MIDT 2000, 315 s ). En el presente contexto, el gran grosor de la construcción en forma
dos tipos de tumbas con mensa de Tipasa de herradura, que en una tumba con mensa
merecen especial atención. Por una parte, la sólo serviría de bancal. En estos momentos
no podemos profundizar más en la proble-
tumba con mensa en forma de sigma. En es-
mática, pero me gustaría proponer una
tas construcciones funerarias se levantó un
interpretación alternativa como pequeño
muro semicircular sobre la tumba, cuya cavi-
monumento funerario semicírculo, en lugar
dad quizá albergara un mosaico (fig. 18). En
de tumba con mensa25. El límite superior
la Península Ibérica, las tumbas con mensa
de su aprovechamiento lo marca el enterra-
en forma de sigma están representadas en
miento sobre el segmento de muro situado
varias necrópolis urbanas de la costa occi-
al sur (tumba 2/147). Para la construcción
dental y del sur, por ejemplo, en las necrópo-
del revestimiento de ladrillo de la tumba se
lis tardorromanas de Cartagena y Tarragona. utilizaron partes del muro interior. Gracias
Pero también aparecen en Tróia, Portugal23.
Por otra parte están las construcciones más
22
alargardas en forma de “U” con un bancal | BARRAL I ALTET 1979, 56-58; DEL AMO 1979,
143-147. Sobre la crítica relativa al término tumba con
lateral en cuya parte central se colocaba uno
mensa, entendido en sentido amplio, cfr. GONZÁLEZ
o varios sarcófagos. Probablemente sean es- VILLAESCUSA 2001, 114 s.
tas sepulturas las que inspiraron a Hauschild 23
| Tarragona: DEL AMO 1979, 143-147; Carta-
en su interpretación de la construcción en gena: SANMARTÍN/PALOL 1972; BERROCAL CAPA-
forma de herradura de Munigua. RRÓS/LAIZ/ REVERTE 1995. Tróia: ALMEIDA/CAVA-
LEIRO 1978.
Sin embargo, en Munigua la construc- 24
| De este análisis se ocupó C. Basas, Ávila, por lo
ción del anexo en forma de herradura y su que le estoy profundamente agradecido.
25
| Según mi opinión es menos probable una re-
contexto plantean problemas de diversa ín- construcción como ábside de un edificio cultual, cuyos
dole en varios puntos, que comentaré breve- restos en el interior de la casa 1 hubieran desaparecido
mente. Debido al mal estado de conserva- totalmente.
a los dos pendientes encontrados junto a la de tumbas datan de los siglos III y IV. Asi-
cabeza del cadáver podemos concretar su mismo cabría descartar el argumento de la
datación en la época visigoda (cfr. ZEISS influencia cristiana, dado que hasta ahora
1934, 56 ss.). faltan indicios sobre una cristianización,
sobre todo temprana, de Munigua. Raddatz
resaltó ya que, en Munigua, las incineracio-
4. RITOS DE ENTERRAMIENTO nes del tipo bustum del siglo I/II presentan
una orientación noroeste-sureste (fig. 2)
4.1. ORIENTACIÓN DE LA TUMBA Y (RADDATZ 1973, 23). Los enterramientos
COLOCACIÓN DEL CADÁVER tempranos con orientación noroeste-sures-
te u oeste-este tampoco son una excepción
Resulta llamativa la orientación relativa- en otros lugares de España. De ahí que en el
mente unitaria de las tumbas en Munigua. ámbito de la investigación española se haya
Todas las superficies tienen una orienta- establecido, en diversas ocasiones, una re-
ción, con ciertas oscilaciones, de noroeste- lación causal entre las ideas paganas y una
sureste a oeste-este. El muerto se colocaba temprana orientación oeste-este (cfr. SÁN-
en posición decúbito supino, casi siempre CHEZ RAMOS 2003, 66; ROMÁN PUNZÓN
con los brazos extendidos, con la cabeza 2004, 93). Aún se requiere un estudio más
vuelta hacia el noroeste/oeste26. No se han pormenorizado para responder a la pregun-
hallado tumbas con orientación norte-sur. ta de por qué en algunas necrópolis existen
Este hecho es, sin duda, sorprendente si marcadas fases de construcción de tumbas
tenemos en cuenta que hasta el siglo IV o con orientación norte-sur y en otras no. Pre-
principios del siglo V la orientación norte- sumiblemente, los usos regionales o locales
sur de las tumbas no era, en absoluto, algo podrían tener cierta relevancia, como se
inusual27. No podemos, sin embargo, men- desprende del ejemplo de Munigua, donde
cionar factores cronológicos que hubieran a lo largo de los siglos se sigue una orien-
podido incidir en este tipo de ausencia en tación unitaria de las tumbas y donde ni el
Munigua. Como indican los estudios so- cambio del enterramiento de incineración
bre la tipología de las tumbas, una serie
al de inhumación, en el transcurso del siglo
II, ni una supuesta cristianización durante
26
| Una de las pocas excepciones es la tumba 22 el siglo IV/V dieron lugar a modificaciones
del corte 148, con orientación noreste-suroeste: GA- manifiestas.
MER 1972, 63. La tumba estaba en el perfil y no se
continuó con su excavación, por lo que desconocemos Tan sólo en dos tumbas variaba la posi-
la posición del muerto. ción de la cabeza de los muertos. En la tum-
27
| Cfr., por ejemplo, el marcado horizonte de
ba 2 de la necrópolis del este se había colo-
ocupación de las tumbas con orientación norte-sur en
un sector de la necrópolis norte de Córdoba: SÁNCHEZ cado un ladrillo plano debajo del cráneo; en
RAMOS 2003, 66 ss y 109 fig. 29 (plano) la tumba 3 de la casa 1, el cráneo descansa-
28
| Cfr. FERNÁNDEZ GÓMEZ/DE LA SIERRA ba sobre un ladrillo inclinado que sobresalía
FERNÁNDEZ/LASSO DE LA VEGA 1987, 361 fig. 10; del suelo. Los apoyos para la cabeza están
ibidem, 337. Apoyos inclinados rellenos con tierra tam-
bién en Pedrera, tumba 20; cfr. FERNÁNDEZ GÓMEZ/
documentados también en los cementerios
OLIVA ALONSO/PUYA GARCÍA DE LEANIZ 1984, 308 de Gerena y Pedrera28. Román Punzón men-
fig. 20. ciona varios hallazgos en la provincia de
Granada (ROMÁN PUNZÓN 2004, 103 s.). do. Posiblemente se pueda deducir la exis-
Tampoco están desconocidos fuera de la Pe- tencia de otro enterramiento múltiple en las
nínsula. V. Bierbrauer ha subrayado, que los tumbas 1 y 5 de la casa 6, gracias al hallazgo
apoyos de la cabeza, aunque escasos, cons- de dos jarras en cada una. Así, serían un mí-
tituyen una peculiaridad suprarregional del nimo de cinco tumbas del sector de las casas
ritual funerario romano durante los siglos IV 1 y 6 que presentan enterramientos múlti-
a VII (BIERBRAUER 1988, 23 nota 8). ples. No se descarta un número aún mayor,
aunque el dato es algo incierto debido al mal
estado de conser vación de los esqueletos. Se
4.2. ENTERRAMIENTOS puede afirmar, aunque con precaución, que
INDIVIDUALES Y MÚLTIPLES los enterramientos múltiples se dan con más
frecuencia entre las tumbas de los siglos V al
El estudio del número de individuos enter- VII del sector de las casas 1 y 6 que en la ne-
rados en Munigua no está exento de limita- crópolis del este, utilizada durante los siglos
ciones. Con frecuencia quedaban muy pocos III y IV. De esta forma, Munigua encajaría en
restos de los esqueletos o estos habían des- el amplio cuadro que Román Punzón elabo-
aparecido por completo (RADDATZ 1973, ró para establecer la relación entre los en-
12; VEGAS 1984, 183). Raddatz mantenía terramientos sencillos y los enterramientos
que, en la necrópolis del este, absolutamen- múltiples de las necrópolis tardorromanas y
te todos los enterramientos, salvo uno, eran postromanas de la provincia de Granada. Se-
individuales. La tumba 24 de este sector era gún este autor, el número de enterramien-
la única excepción. En el suelo albergaba tos múltiples aumenta notablemente en el
los restos de tres individuos, entre ellos un periodo visigodo, mientras que en el periodo
niño. No había ningún esqueleto que no es- romano cerca del 98 por ciento de las tum-
tuviera en estado de esqueletización comple- bas todavía eran ocupadas una sola vez29.
ta, a pesar de que la falsa bóveda dispuesta
sobre la tumba estaba intacta. En este con-
texto sigue siendo un misterio los huesos
depositados sobre las tegulae que sellaban 5. AJUARES FUNERARIOS
la fosa (RADDATZ 1973, 16). Posiblemente
se abriera la tumba con el fin de prepararla A pesar del reducido número de tumbas con
para otro enterramiento que nunca se llevó ofrendas se ha comprobado que, entre el pe-
a cabo. Parece ser que, finalmente, la tumba riodo tardorromano y el visigodo, en Muni-
volvió a ser sellada con esmero. gua se produjo un cambio en lo que respec-
ta a los ajuares funerarios. En el sector de
Enterramientos múltiples en los que los la necrópolis tardorromana del este, de 16
huesos de un enterramiento anterior han tumbas de inhumación sólo las tumbas 1 y 2
sido recogidos y depositados en la cabecera –datadas en mediados del siglo IV gracias a
o a los pies se han documentado en la tumba las monedas halladas en su interior– conte-
5/ corte 147 y en las tumbas 1 y 7 de la casa
1. Resulta llamativo el hecho de que en la 29
| ROMÁN PUNZÓN 2004, 104 s. con tablas 14-
tumba 7 los huesos del enterramiento más 15. En cuanto a la alta proporción de la ocupación múl-
antiguo fueran depositados directamente tiple de las tumbas en el periodo visigodo cfr. también
sobre el cráneo del último individuo enterra- FLÖRCHINGER 1998, 65.
6. RESUMEN
Con escasamente 80 inhumaciones distri-
buidas por diversos sectores, en Munigua
se han estudiado hasta ahora tan sólo pe-
queñas zonas de la necrópolis urbana, entre
ellas la llamada necrópolis del este (el sec-
tor investigado por Raddatz en 1957/58),
que probablemente fue utilizada desde los
siglos II/III hasta los mediados del siglo IV,
así como la necrópolis del entorno de las ca-
FIG. 20: Almedinilla-El Ruedo, tumba 29 (según sas 1 y 6, que contiene tumbas sobre todo de
CARMONA BERENGUER 1998). los siglos VI al VII.
FIG. 21: Comparación porcentual de los ajuares funerarios entre la necrópolis de El Ruedo, las
necrópolis de iglesias y Munigua (según EGER 2005, modificado. Munigua: tumbas 1-5a/b de la casa
6, tumbas 1-14 de la casa 1, tumbas 2, 3, 5 y 8 del corte 147).
El uso del ladrillo ha determinado la cons- VI marca un cambio muy claro en las cos-
trucción de las tumbas a lo largo de los siglos. tumbres funerarias no sólo en la Bética, sino
Los diversos tipos de cubierta permiten, no también en toda la Península Ibérica.
obstante, hacer una subdivisión más detalla-
Tal como pone de manifiesto la compara-
das de las sepulturas. Durante el siglo III/IV
ción con hallazgos suprarregionales y regio-
en Munigua predominan la tumbas con cu-
nales, las tumbas de Munigua representan un
bierta de ladrillos en varias hiladas, podios
pequeño exponente de los tipos de sepultura
macizos de ladrillo y bóvedas falsas. Hasta la
fecha sólo se han hallado algunas tumbas ais- de la época romana y visigótica (cfr. RIPOLL
ladas con cubierta sencilla de ladrillos o tegu- 1996). Prescindiendo del carácter limitado
lae, entre ellas tumbas con cubierta en forma de la excavación, en Munigua se aprecia una
de tejado, características de otros lugares. preferencia local por determinados tipos de
Aunque en principio hay que contar con un tumba. Las tumbas de bóveda falsa, cuya
desarrollo cronológicamente paralelo, las re- presencia queda limitada al sur de la Penín-
flexiones sobre la cronología de la ocupación sula, demuestra que también se originaron
de la necrópolis de Pedrera permiten presu- focos regionales en cuanto a preferencias.
poner que las tumbas con tegulae adquirieron Ya en el período tardorromano, gran
una mayor difusión a nivel regional a lo lar- parte de las tumbas de Munigua carecen de
go del siglo IV, reemplazando a las tumbas ajuar. En los siglos VI y VII, algunas tumbas
con cubierta de ladrillos en varias hiladas contienen jarras a modo de ofrendas, mien-
en cuanto sepultura dominante. En el caso tras que los ornamentos y las joyas siguen
concreto de Munigua, esta conclusión podría siendo muy escasos. La costumbre de los
indicar que aún están por descubrir tumbas ajuares funerarios es similar a la de los ce-
con cubierta de tegulae en los sectores más al menterios de la iglesias, pero, al igual que
lado de la zona de viviendas. éstos, presenta notables diferencias respec-
La construcción del único monumento to a determinadas necrópolis rurales, donde,
funerario de la antigüedad tardía, contiguo junto a las vasijas, los ornamentos desempe-
a la pared oriental de la casa 1, data pro- ñan un papel más importante.
bablemente del siglo IV/V. Se ha rechazado Investigaciones futuras permitirán des-
la interpretación de una tumba con mensa
arrollar el panorama aquí esbozado de los
en forma de sigma o bancal, favoreciéndose
ritos funerarios tardorromanos en Munigua.
en su lugar la de un pequeño mausoleo.
Personalmente desearía que se excavara la
En el siglo VI/VII se construyeron fo- zona de necrópolis que se extiende delante
sas de ladrillos con cubierta de cantos en de la zona de viviendas, donde cabe esperar
el sector de las casas 1 y 6. La sustitución una importante fase de ocupación del siglo
de las techumbres de ladrillos, de una o de IV/V, cuyo conocimiento ayudará a compren-
varias hiladas, o, en su caso, de tegulae por der mejor la transición del ritual funerario
la cubierta de cantos a lo largo del siglo V/ tardorromano al visigodo.
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CEMENTERIOS TARDOANTIGUOS
DE VALENCIA: ARQUEOLOGÍA Y ANALES
ANTROPOLOGÍA DE ARQUEOLOGÍA
(A la memoria de Pere de Palol) C OR D OB E S A
número 17 (2006)
LLORENÇ ALAPONT MARTIN
ALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA VOL. II / PÁGS. 161 - 194
SIAM. Ajuntament de Valencia
E-mail: siam@valencia.es
RESUMEN
SUMMARY
161
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– LLORENÇ ALAPONT / ALBERT VICENT
la y normalmente sin ningún ajuar, por tan- ya encontramos su primera mención, que
to, difíciles de fechar, ya que esta tipología hace referencia a un obispado ya importante
funeraria se registra en Valentia desde el s. y consolidado, que acogió un Concilio de la
I al VI. Las escasas sepulturas con ajuares, provincia Carthaginensis. Por consiguiente,
que podrían ser las más antiguas, dan fechas la categoría episcopal debió ser alcanzada
del s. II y III (SORIANO 1989), por lo que se con bastante antelación. A pesar de la falta
supone una amplia duración, hasta el s. V o total de datos sobre la organización inicial
VI, para este extenso cementerio. episcopal del País Valenciano (LLOBREGAT,
1975 y 1977), la comparación con lo que
A inicios del s. V, en varios lugares de sabemos de los orígenes de otras sedes, ya
la ciudad se ha constatado un momento abundantes a principios del s. IV en la Bé-
destructivo general, acompañado de alguna tica, como reflejan las actas del Concilio de
ocultación monetaria (MAROT y RIBERA, Elvira, o de las más cercanas Baleares, de
2005). En la zona del foro se ha manifestado las que se conocen obispos en Menorca a
en el incendio y derrumbe total del edificio inicios del s. V y de las otras islas en pleno
administrativo cristianizado, que quedó cu- s. V (AMENGUAL, 1988), hace pensar que,
bierto por una potente capa de escombros. por estas mismas fechas, en una zona litoral
El vecino macellum también quedó amorti- tan romanizada y urbanizada como la valen-
zado en este mismo periodo. La continua ciana, ya debían configurarse los primeros
inestabilidad que sufrió Hispania entre el obispados, al menos en las ciudades más
409 y el 472, con la llegada, primero, de importantes, Valentia e Ilici. La aun escasa
suevos, vándalos y alanos, y, finalmente, la realidad arqueológica de estos iniciales pa-
conquista de los visigodos de Eurico en 472, sos del cristianismo habla de la aparición de
explica la reiterada evidencia arqueológica sus primeros rasgos topográficos, como muy
de carácter destructivo. tarde, a partir de fines del s. IV, tanto en ple-
Esta rotunda fase destructiva rompería no centro de la ciudad como en los espacios
la lenta evolución urbana que desde una tí- funerarios periféricos.
pica urbs romana estaba sólo empezando a
configurar los inicios de la ciudad cristiana.
Este final convulsivo de la Valentia romana III. EL PERIODO VISIGODO:
supuso una fuerte ruptura, mucho más in-
TUMBAS PRIVILEGIADAS Y
tensa que la se produjo entre el Alto y la del
Bajo Imperio, ya que el colapso de la ciudad OTRAS NO TANTO (FIG. 2)
antigua, más cristianizada en el fondo que
La segunda mitad del s. V es una etapa espe-
en la forma, iba a facilitar la creación de un
cialmente desconocida, pero también es un
nuevo y bien distinto núcleo urbano, espe-
periodo difícil de ajustar cronológicamente.
cialmente en la zona meridional del foro,
Debido a esto, se presenta un serio proble-
donde, en el s. VI, surgió un gran grupo epis-
ma a la hora de precisar la cronología de
copal, prueba fehaciente de la consolidación
algunos elementos importantes del grupo
y triunfo de la topografía cristiana.
episcopal. Hasta hace muy poco, habíamos
Nada se sabe seguro del obispado de supuesto que las primeras construcciones y
Valencia con anterioridad al s. VI, cuando el primer cementerio que surgieron alrede-
A) LA PRIMERA NECRÓPOLIS
URBANA (S. V-VI)
FIGURA 4. Tumbas de tradición romana sobre el edificio público que albergaría el martirio (s. V-VI) (foto S.I.A.M.)
(KEAY, 1984), fechas que concuerdan con Tal vez fuera más razonable acogerse
la ubicación estratigráfica, habida cuenta la estrictamente a lo que nos dice la eviden-
normal perduración de estos contenedores cia arqueológica, que estaría más a favor de
en sus usos secundarios, como cuando apa- una fecha de la segunda mitad del s. V, tal
recen en los cementerios. El uso de ánforas como hemos visto que sugieren las ánforas.
en tumbas infantiles es algo habitual. En Va- Con este planteamiento, habría que pensar
lentia ya se conocen para la época imperial y que poco después de la gran destrucción de
bajo-imperial en la necrópolis de la Boatella, la primera mitad del s. V, los fieles, más o
donde aparecen ánforas de los s. I a.C. al IV menos espontáneamente, atraídos por un
dC. (FERNANDEZ, 1984). Para el periodo espacio ya muy sacralizado, originarían este
tardo-antiguo, hasta el s. VI o inicios del s. cementerio ad sanctos. Al mismo tiempo,
VII, por lo menos, se conocen de un extremo justo sobre la supuesta cárcel, se excavó un
a otro del litoral mediterráneo hispano, des- modesto pozo, cuya agua debió ser algo más
de Emporion (NOLLA y SAGRERA, 1995) y que agua para los que lo frecuentaban. Las
Tarraco (REMOLA, 2000) a Barbate (BER- tumbas se extendían alrededor de lo que se-
NABÉ, 1988). ría la celda del mártir pero nunca se super-
ponían a ella.
Todas las tumbas de esta fase inicial se
agrupan alrededor de la habitación que he- Hasta ahora también habíamos supues-
mos interpretado como un lugar martirial, to que la necrópolis seguiría en el tiempo
que, en la practica, funciona claramente al gran conjunto episcopal, aunque ahora
como un auténtico polo de atracción de los se expone alguna matización importante,
enterramientos, carácter que no sólo per- como sería considerar que el cementerio
durará sino que se acentuará aun más en fue, en un principio, anterior y, luego, coetá-
la segunda fase de la necrópolis (RIBERA y neo, a la gran catedral y sus anexos, situados
ROSSELLÓ, 2005), perpetuándose hasta la a pocos metros hacia el sur. Además, recien-
islamización de la topografía, que comenzó temente, en 2004-2005, se ha comprobado,
a fines del s. VIII. Algunas de las grandes que en la misma zona donde se alzaron los
cistas colectivas del periodo posterior, data- edificios del s. VI, hubo, con anterioridad,
das a partir de fines del s. VI y que serían una construcción más modesta, como suele
más propias del s. VII, rompían algunas de ocurrir en estos casos, aunque la poca exten-
esta primera etapa, lo que nos daría su li- sión excavada no permite más precisiones.
mite cronológico final. En anteriores estu- Hay que considerar que la ubicación en este
dios (CALVO, 2000. RIBERA y ROSSELLÓ, lugar de la catedral debió estar mediatizada
2000. RIBERA y SORIANO, 1996) habíamos por la existencia de este espacio que había
preconizado la existencia de ese vacío ocu- quedado sacralizado por haber corrido allí
pacional entre la destrucción del s. V y la la sangre del mártir: ubi sanguinem fundit
erección del conjunto monumental de la (CASTILLO, 1999).
primera mitad del s. VI, más que nada por la La primera necrópolis intramuros de Va-
normal ausencia por esa época de cemente- lencia consistió principalmente en tumbas
rios intramuros, aunque se había sugerido la de tradición romana, individuales, cubiertas
posibilidad que a fines del s. V ya se podrían de tegulae a doble vertiente e infantiles en el
haber iniciado los enterramientos. interior de ánforas. Sin embargo, aparecie-
de la vida, las pequeñas variaciones estarían duos estarían en el tipo mediterráneo grá-
motivadas con la diferente época del año en cil, con un cráneo dolicocráneo, esqueleto
la cual se enterró al difunto. grácil y estatura media-baja.
En líneas generales existe una mayor El análisis morfológico de los esqueletos
presencia de individuos femeninos. La espe- nos ha permitido apreciar una circunstan-
ranza de vida estaba en torno a los 45 años cia, mencionada anteriormente, como es el
de edad para ambos sexos, aunque destaca agrupamiento familiar de las tumbas indivi-
la presencia de varios individuos entre los 50 duales. Se ha comprobado que los miembros
y 60 años, lo que indicaría que la población de tres tumbas de tegulae contiguas mostra-
de este primer cementerio pertenecería a ban rasgos genéticos idénticos. Los sepul-
una clase privilegiada, con unas buenas con- cros 63, 64 y 65 contenían tres mujeres, una
diciones de vida. de ellas de una edad comprendida entre 50
y 60 años, la segunda de entre 20 y 25 años
La estatura media está alrededor de y la tercera de entre 18 y 22 años. Las tres
1,66 m para los hombres y 1,58 m para las presentaban metopismo completo al cráneo
mujeres. Por su tipología física, los indivi- (FIG. 8), conservando sin obliterar la sutu-
FIGURA 8. Cráneo de uno de los dos individuos de tumbas de tegulae adyacentes con metopismo. (foto S.I.A.M.)
se con alguna de las frecuentes epidemias Además de ese incipiente nuevo edificio
de esta época, como la tristemente famosa del s. V, situado al sur, esta necrópolis, cuya
“gran peste de Justiniano”, la primera ola de fecha temprana se explica, con bastante faci-
la cual comenzó el año 541, y durante tres lidad, por la presencia de este espacio singu-
años asoló el imperio bizantino y el resto del lar1, no sería un elemento aislado en medio
Mediterráneo (CALVO, 2000, 195). de una ciudad arrasada, aunque en un prin-
A primera vista, en Valencia parecería cipio tal vez si lo fuera. En la zona oriental y
prematura la entrada de enterramientos en sudeste del antiguo foro, la destrucción del
el núcleo urbano, aunque tampoco sería el s. V acabó con el edificio publico administra-
más antiguo conocido, caso de las sepultu- tivo, cuyo espacio y, tal vez, el de la basílica
ras urbanas de Setif, de la segunda mitad romana, se convirtió en un cementerio. El
del s. IV (FASOLA y FIOCCHI, 1989, 1167. macellum también fue destruido pero sobre
PERGOLA, 1998, 59), pero sí uno de los pri- él se levantaron los muros de otro edificio,
meros que rompería con la antigua norma y cuyas piedras, por su forma y proximidad,
costumbre romana de prohibir los cemente- parece que fueron sacadas del vecino ninfeo,
rios al interior de las ciudades. tras un expolio sistemático2 realizado a fines
Recientes excavaciones en l’Almoina, en del s. V (PASCUAL et alii, 1997). Esta nueva
2005, han localizado otro probable cemen- parcelación del espacio del antiguo mercado
terio de este primer momento al este de la aun mantenía la orientación ortogonal ro-
Vía Augusta, sobre lo que era la mitad sur del mana pero no respetaba las líneas de facha-
gran ninfeo romano. Sólo se ha localizado una da anteriores, ya que invadió lo que fue la
tumba, junto a la piscina columnada también acera peatonal del cardo maximus, inician-
descubierta en ese mismo año, lo que plantea do el típico proceso de invasión de las vías
nuevas perspectivas de investigación que aho- publicas tan propio de la antigüedad tardía
ra sería prematuro desarrollar. (WARD-PERKINS, 1996).
Este nuevo edificio, que tal vez funcio-
1
naría con la curia, sirvió como límite septen-
| La existencia de la cárcel donde estuvo ence-
trional de la primera necrópolis, aunque en
rrado y fue torturado San Vicente es tan fuerte hoy en
día en Valencia, que en la ciudad actual existe no uno su interior se encontró una tumba individual
sino dos lugares en los que la tradición ha situado este de tradición romana. Dado su irregular esta-
edificio (SORIANO y SORIANO, 2000) do de conservación general, aunque algunos
2
| El saqueo organizado de los antiguos edificios tramos de sus muros demostraban solidez y
romanos constituyó una practica más que habitual de
la edilicia tardoantigua y, más aun, en una zona como
excelente factura, no se ha podido precisar
Valencia, donde la piedra natural esta bastante lejos su funcionalidad, aunque debe tratarse de
debido a su situación en medio de una llanura aluvial. un edificio público integrado en el grupo
En época romana imperial, la mayor parte de la piedra episcopal.
utilizada en los edificios públicos venía de canteras ale-
jadas más de 25 km. Otros edificios romanos perduraron,
3
| En los primeros siglos del periodo tardoan- con alguna reparación y reforma. Sería el
tiguo fue bastante normal que los antiguos y sólidos caso de la curia y su anexo, el horreum y el
edificios cívicos y paganos, cuando no servían de can-
tera, se adaptaran o transformaran a las necesidades
ninfeo3, aunque es difícil precisar la nueva
del culto cristiano. Los ejemplos son muy abundantes función que asumirían. En un primer mo-
(FERLENGA, 1990. VAES, 1989 y 1990). mento, pues, se podría suponer una modesta
B) LA CATEDRAL Y SUS
CEMENTERIOS
que, obviamente, no puede ser otro más que el sarcófago. Éste, tradicionalmente, se ha
la cabecera del mausoleo. Allí debieron es- llegado a identificar con el que ahora se
tar, bien a la vista de todo el mundo, porque conserva en el Museo de Bellas Artes de Va-
la misma razón de ser de este edificio era lencia, recuperado en el siglo XIX del cuar-
destacar a un personaje excepcional, por lo tel que acogía la unidad que, precisamente,
que su presencia material debería hacerse desmanteló parte de la iglesia de la Roqueta
totalmente efectiva, tanto a los visitantes y durante las guerras carlistas, lo que permite
peregrinos, que circulaban por el interior, una mínima, pero hipotética, posibilidad de
que verían la tumba al final de un pasillo ja- relación con la tumba del mártir (LLOBRE-
lonado por sarcófagos, como para los que es- GAT, 1977, 56).
taban al exterior, que también podrían con- Los materiales cerámicos encontrados
templarlo a través de las ventanas situadas a en los niveles de construcción llevan al s. VI
los tres lados de la cruz, auténticas feneste- el momento de erección de este mausoleo,
llae confessionis, desde donde se podría orar fecha confirmada por el análisis del C14 del
con la vista puesta en los sepulcros del már- esqueleto de la tumba central, que dio la mi-
tir y el obispo, que aunque de menor “santi- tad del s. VI como el momento de su muerte.
dad”, por lo que sabemos (LINAGE, 1972), Era un individuo masculino, de 50 años, con
también debió ser objeto de veneración. En signos artrósicos que indicaban un signifi-
otras zonas funerarias coetáneas, los sarcó- cativo sobrepeso, y por tanto una buena ali-
fagos de personajes relevantes estaban a la mentación. Correspondía a una inhumación
vista de la gente (PICARD, 1989, 534), si- secundaria, es decir, que los restos del difun-
guiendo la ceremonia de la elevatio, por la to fueron trasladados desde otro sepulcro. Si
que se exponían públicamente las reliquias este individuo falleció a mediados del s. VI,
de los santos (CASTILLO, 1999, 91). por su edad también coincidiría bien con los
En el centro de la cabecera del mau- rasgos del obispo Justiniano (ROSSELLÓ y
soleo se ha señalado una perforación que, SORIANO, 1998). Este edificio funerario se-
en su momento, se asoció con el hueco del ría erigido por estas mismas fechas, tal vez
pie de un altar. Así, en el montaje exposi- un poco después de la muerte del obispo,
tivo actual, se ha instalado allí un altar de que primero pudo estar provisionalmente
un solo pie, que, sin embargo, procede de sepultado en otro lugar mientras concluía
las excavaciones de l’Almoina y es una mesa la construcción del mausoleo. En todo caso,
auxiliar que iría adosada a una pared (ES- este anexo funerario siempre sería posterior
CRIVÀ et alii, 1990). En la cabecera no había a la catedral, a la que se adosaría, al igual
ninguna evidencia de otra tumba, pero con que el baptisterio.
la desafección del culto cristiano, a partir de Esta relación tan estrecha entre un obis-
la segunda mitad del s. VIII, el mausoleo se po y un mártir, es muy corriente en muchos
convirtió en un “hamman”, un baño árabe, otras lugares a lo largo de los primeros si-
que arrasaría con todos los elementos que glos del cristianismo, cuando determinados
habían estado colocados sobre el pavimento. episcopos se apropiaron del espontáneo cul-
Además, la mencionada perforación también to a los mártires, para canalizarlo mediante
se podría deber a un elemento de sujeción grandes edificios en beneficio de la organi-
de la plataforma, sobre la que se colocaría zación eclesiástica oficial (REYNAUD et alii,
1989, 1499), por no mencionar los nume- TO, 2003) donde se encuentra la más alta
rosos casos de la “inventio” de reliquias o concentración de estos mausoleos crucifor-
cuerpos de mártires por parte de obispos de mes adosados a basílicas: Santa Mª Formosa
sedes importantes que no contaban con nin- en Pola (UJCIC, 1995), San Félix y Fortuna-
gún mártir que glorificara su ciudad. Entre to en Vicenza, San Opilión y San Prodocimo
otros, esto sucedió en Milán a fines del s. en Padova o San Lorenzo y San Simpliciano
IV, cuando San Ambrosio (PRICOCO, 2003) en Milán (TESTINI, 1980).
enterró los cuerpos de los mártires “descu- El largo episcopado de Justiniano y, por
biertos”, Gervasio y Protasio, en la basílica ende, la construcción de los principales edifi-
Martyrum, para después instalar también cios del grupo episcopal de Valencia, coinci-
allí su tumba (FASOLA y FIOCCHI NICOLAI, dió con el llamado periodo ostrogodo, larga
1989, 1159). En Valencia, por el contrario, etapa de casi medio siglo, entre 507 y 549,
la existencia desde un principio de uno de que siguió a la derrota visigoda frente a los
los mártires más reconocidos facilitó este francos en Vouillé, que les obligó a evacuar
proceso. En Hispania se pueden referenciar las Galias y a instalarse en Hispania. Durante
otras numerosas asociaciones entre obispos esos años, el control del reino visigodo estu-
y mártires: Nonito y San Félix de Gerunda, vo en manos de los godos de Italia, época de
Asturio y los niños mártires, Justo y Pastor, consolidación y estabilidad, en la que tuvo
de Complutum, Masona y Santa Eulalia de lugar una notable actividad constructiva
Emerita (GORDILLO, 2003). (GARCIA IGLESIAS, 1975). Los referentes
En la época tardoantigua, los edificios arquitectónicos que encontramos en el nor-
cruciformes, normalmente con finalidad fu- te de Italia para los edificios de Valencia tal
neraria, se encuentran de un extremo a otro vez procederían, pues, de contactos e influ-
del Mediterráneo: desde Portugal (MACIEL, jos propiciados durante este momento.
1998) a Crimea. En esta alejada región del No es difícil encontrar otros casos de
mar Negro son especialmente frecuentes asociación de un sepulcro martirial alrede-
y en un caso la tumba importante estaba dor del que se organiza el cementerio epis-
en un sarcófago sobre la superficie (PÜLZ, copal. Así sucedió en Emerita, que acogió
1998, 36)). Es muy posible que el más anti- el martirio de Santa Eulalia, coetáneo y tan
guo sea el mausoleo de Gala Placidia, en Ra- autentico como el de San Vicente, aunque
venna, construido por esta emperatriz en la en esta ocasión los obispos no trasladaron
primera mitad del s. V, pero no para ella sino el cuerpo de la santa a la ciudad, sino que
para San Lorenzo y después se le asociaron fueron ellos a enterrarse junto al mausoleo,
los santos Nazario y Celsio. En su interior, pronto convertido en basílica funeraria, don-
por lo menos desde el s. XIV, tres sarcófagos de, desde un principio reposaron los restos
ocupan otras tantas alas de la cruz. Aunque de la santa. Además, a su alrededor se fue
ahora es un edificio exento, en origen for- formando un suburbium del que se conoce la
maba parte de la iglesia de la “Santa Croce”, existencia de un xenodochium y dos monas-
a la que estaba unido por un largo corredor terios (MATEOS, 1999). También en Salona
(BOVINI, 1950), como también estaría en los obispos se enterraron extramuros, junto
Valencia. Además de Crimea, es en el área los cuerpos de mártires locales (MARIN,
del Adriático y del norte de Italia (CUSCI- 1989). En ambos casos, estas necrópolis
FIGURA 11. Reconstrucción infográfica de la segunda necrópolis (fase visigoda) (foto S.I.A.M.)
católico y latino Celsinus, prueba fehacien- de la catedral, desde fines del s. VI o de los
te de que ya existía un considerable núcleo inicios del s. VII, en la zona del antiguo ce-
de gente foránea, que se diferenciaban de la menterio tuvieron lugar una serie de cambios
población autóctona por sus rasgos étnicos y relacionados con la transformación de la po-
las tradiciones funerarias. Ambos grupos se blación que residía y moría en el entorno del
agrupaban en torno a sus respectivos obispos. obispo. Urbanística y arquitectónicamente,
Dos obispos también significarían dos grupos la novedad más destacable es el ábside de
episcopales, al menos durante 30-40 años. En herradura que se construyó sobre el supues-
otros lugares, donde dos comunidades cris- to lugar martirial, atributo que le damos,
tianas distintas convivieron, caso de católicos entre varias cosas, por la existencia de esta
y donatistas en África y católicos y arrianos estructura constructiva, bien conservada en
en Italia, se sabe que tenían lugares de culto planta pero apenas en alzado. Sus cimientos
diferentes. En algunos yacimientos de estas destacan por su escasa profundidad, 30 cm,
zonas, donde se da una presencia excesiva de y su tosca técnica constructiva, al igual que
iglesias, se ha propuesto que esta abundancia la de las paredes, que contrasta con la cui-
respondería a las diversas confesiones exis- dadosa técnica usada en los monumentos
tentes (GLASER, 1997. PÜLZ, 1998, 39). de la fase anterior. La escasa anchura de los
A lo largo del s. VII, los principales edifi- muros, unos 60 cm, queda lejos del metro
cios del grupo episcopal continuarían man- que alcanzan los del baptisterio. Sellaba el
teniendo su preponderancia, pero al norte pozo rellenado con materiales de fines del s.
VI o inicios del VII, que permite fijar bien la terramiento triple murieron de una misma
fecha de su construcción. infección y, seguramente, al mismo tiempo
(ALAPONT, 2005). Por el contrario, las tum-
En una amplia zona al este del pequeño
bas agrupadas más al norte contenían los
ábside, se extendía un tosco pavimento de
restos de entre 2 y 9 cuerpos.
mortero de cal y gravas, que estaba perfo-
rado por las tumbas de la nueva necrópolis Una de las características que más lla-
(FIG. 11), que ahora no solo ocupaba el ma la atención de esta necrópolis es, pre-
mismo espacio que la anterior, de tradición cisamente, el elevado y, al tiempo, anómalo
romana, sino que continuaba hacia el norte, número de esqueletos de cada uno de estos
sobrepasando los límites del área excavada, sepulcros (FIG. 12), verdaderos mausoleos
al haberse encontrado en 1928 un sepulcro familiares, siendo excepción los individua-
en la calle de l’Almodí. Es muy clara la pos- les, tan solo uno, pero también son minori-
terioridad de este nuevo cementerio sobre tarios los que albergan 2 o 3.
el anterior, porqué algunas de estas sepultu-
ras rompían a otras de la fase inicial. Pero la
diferencia entre ambas fases es mucho más
que estratigráfica. Si la más antigua era de
indudable tradición romana, ahora el cambio
es casi total, porque se pasó de enterramien-
tos individuales a colectivos, de ausencia a
presencia de ajuares, de simples fosas con
cubierta de tegula y ánforas a grandes cistas
construidas con sillares y losas y cubiertas
con una capa de opus signinum. Lo que no
cambió fue el deseo de ser sepultado en esta
misma zona. Aunque los sepulcros de este
tipo aparecen desde el extremo norte al sur
del solar de l’Almoina, su dispersión no es
precisamente uniforme porqué, con diferen-
cia, la mayor concentración de tumbas se da
en el área que rodea el ábside por el este
y sudeste. En este espacio, relativamente
reducido, no sólo se agrupan más sepulcros
sino que es en éstos donde se registra la ra-
tio más elevada de esqueletos por sepultura.
Los dos que estaban más próximos al ábside,
a sólo 1 metro, la 30 y la 31, contenían los
FIGURA 12. Tumba colectiva de la segunda
restos de 19 y 31 personas, respectivamente.
necrópolis (fase visigoda) (foto S.I.A.M.)
Otros de este sector presentaban unas cifras
semejantes4. Solamente 2, el 57, con un in-
dividuo, y el 59, con 3, dieron cantidades 4
| 30 esqueletos la nº 19, 13 la 20, 11 la 21, 9 la
sensiblemente inferiores, aunque los del en- 24, 21 la 32, 5 la 35, 21 la 44 i 13 la 58.
una mujer de una edad comprendida entre una estatura mucho más elevada, circuns-
los 25 y 30 años y un infante de 9 años. To- tancia que se aprecia sobre todo en los es-
dos ellos fueron enterrados al mismo tiem- queletos femeninos que evidencian una ta-
po ya que los esqueletos se depositaron uno maño corporal, en ocasiones, propio de un
sobre otro. Además, este hecho se confirma individuo masculino. Los hombres miden en
al observarse que la descomposición de los torno a 1,77 m. y las mujeres alrededor de
cadáveres ha provocado que los huesos cai- 1,62. Los cráneos son en su mayoría meso-
gan adaptándose a la posición de los cuer- céfalos o braquicéfalos y se aprecian eviden-
pos situados directamente bajo. Esta tumba tes diferencias morfológicas entre ambas
presentaba como a depósito funerario un poblaciones.
ungüentario de vidrio colocado en el ángulo
La peculiaridad de esta necrópolis hace
noroeste del sepulcro. Estos enterramientos
colectivos debemos relacionarlos con epi- de ella un caso único dentro del mundo
sodios epidémicos e infecciosos que se ex- funerario, aunque el panorama de los ce-
tendían entre los individuos más próximos menterios episcopales tardo-antiguos de
y que por tanto resultaban fatales para la Hispania no es precisamente muy rico. En
unidad familiar. Probablemente, el carácter este reducido grupo solo podríamos incluir
infeccioso y funesto de la muerte simultá- al de Barcino, de fines del s. VI e inicios del
nea de varios miembros de la misma unidad VII, que mantiene las tradiciones romanas
familiar provocaría que la sepultura dejara (BONNET y BELTRAN, 2001) o el reciente-
de utilizarse por alojar los cuerpos de otros mente excavado en los alrededores de la ba-
miembros del grupo. sílica, posible catedral, del Tolmo de Minate-
da, la antigua sede de Eio, donde bastantes
El análisis antropológico de los esque- tumbas individuales, en cajas de piedra se
letos de la segunda fase indica que serían disponen fuera del ábside (GÚTIERREZ et
integrantes de una clase social elevada, ya alii, 2005). Si la gran basílica de Segobriga
que muestran una alta esperanza de vida. La fuese la catedral, el gran cementerio que la
mayoría llegan a los 45 años y varios superan rodea (ALMAGRO, 1975) seria otra necró-
los 60. Su estatura también es notable, la polis episcopal del s. VII, que, a diferencia
mayoría de los hombres superan 1,70 m., y de las de Barcino y el Tolmo, sería, morfo-
la mayoría de las mujeres 1,60 m. Los indi- lógicamente, mucho más semejante a la de
cadores sobre dieta y salud muestran tam- Valencia, tanto por la tipología como por las
bién que gozaban de una buena nutrición dimensiones de los sepulcros y los ajuares,
desde la infancia, ya que existe por ejemplo aunque se diferencian por su predominante
una ausencia de hipoplasia dental. carácter individual, bien lejos de las tumbas
Sin embargo, el hecho más significativo colectivas valencianas. Pero esta ausencia de
es la constatación de una cierta distancia sepulcros con una densidad tan grande de
biológica entre los individuos enterrados en esqueletos es algo casi general a toda el área
la primera fase y los sepultados en la segun- mediterránea coetánea. El caso más pareci-
da, como ya apuntó Calvo (2000, 202), he- do es uno bien alejado, el cementerio del s.
cho que nos estaría indicando la presencia VII de la ciudad griega de Corinto, donde va-
de nuevas gentes procedentes del norte de rios individuos también son enterrados jun-
Europa. Resultan más robustos y muestran tos en el interior de grandes cistas, aunque
FIGURA 15. Visión frontal de una tumba colectiva (nº 20). Archivo SIAM.
• s. VII-VIII: inhumaciones colectivas, tedral. Una inscripción (CIL II2/14, 91. IHC
con ajuar fundacional y de adorno 184) perdida desde el s. XVIII, de la tumba
personal, tipología germánica de un obispo del s. V o VI, estaba en la parte
norte del grupo episcopal, por lo que podría
relacionarse más con estas que con las de
D) LA ZONA NORTE: UN la catedral. Al contrario que en la parte sur,
CEMENTERIO ANULADO no hay apenas datos para fechar bien estas
tumbas, aunque los pocos indicios, esen-
En el s. VII la parte norte de la zona epis- cialmente de índole estratigráfico, llevan
copal experimentó no pocos cambios urba- más al s. VI que al VII. Podría pertenecer,
nísticos, aunque su lamentable estado im- pues, a un cementerio distinto, coetáneo
pide que la conozcamos en detalle. En esta al de tradición romana de la parte sur, pero
área se han localizado 5 tumbas de una fase que alojaría ya a los primeros cambios en la
precedente a estos cambios, que presentan morfología funeraria. Además, en esta mis-
poca homogeneidad entre ellas. Este grupo ma zona se alzaron dos construcciones del
septentrional estaría separado del otro por s. VII, o del VIII, que no encajarían en una
el decumanus maximus, que, como el res- área funeraria, como un hipotético y dete-
to del viario, siempre esta libre de enterra- riorado edificio poligonal (ALBIACH et alii,
mientos. Esta línea tan clara de separación 2000), dentro del que quedarían englobadas
indicaría que serían dos necrópolis distintas, dos de las sepulturas. La otra es más clara,
como la que está al este del ábside de la ca- una noria alzada con grandes sillares en su
mitad sur y en mampostería en la norte, que plena área urbana, donde también aparecie-
es absidada. La erección de estos elementos ron 3 inhumaciones individuales (RIBERA y
debió clausurar el área funeraria y convertir SORIANO, 1987 y 1996). Curiosamente, se
esta parte en un espacio productivo, que en- encuentran muy cerca de uno de los lugares
lazaría con los campos de silos identificados que la tradición considera relacionado con
un poco más al norte, cerca del río (ROS- la figura de San Vicente: la Cárcel de la calle
SELLÓ, 2000b). Muy próxima a esta zona del Mar (SORIANO y SORIANO, 2000).
debería estar la puerta de la muralla, que
Ya fuera del recinto urbano, hacia el oes-
marcaría el límite septentrional del grupo
te, se encuentra el cementerio de la plaza
episcopal y de la ciudad.
del Marqués de Busianos, formado alrededor
A lo largo del s. VII, en el grupo epis- de un edificio pagano, un templo o mauso-
copal se definieron dos áreas funcionales leo (ARNAU et alii, 2005). Algunas de las
distintas, la meridional, desde siempre des- tumbas individuales de la Roqueta, también
tinada a zona de culto y cementerios, y la podrían ser de los s. VI-VII.
septentrional, que después de varias trans-
Otro hecho funerario es la esporádica
formaciones terminó convertida en una
presencia de cadáveres aislados, que se han
zona productiva, fenómeno que también
recuperado en por lo menos 8 lugares, de
podría haber ocurrido en la primera mitad
un extremo a otro de la ciudad, tanto den-
del s. VIII. Estos cambios podrían haberse
tro como fuera del recinto. Suelen apare-
producido a partir de la conversión de los
cer lejos de cementerios conocidos y sobre
visigodos al catolicismo, en el 589 (GODOY
grandes fosas, colocados sin ningún cuida-
y VILELLA, 1991), tras la fusión en uno sólo
do ni orientación que delate la más mínima
de los dos centros episcopales que durante
intención sepulcral, sino que, al contrario,
algún tiempo debieron coexistir.
parecen estar lanzados en los vertederos. In-
cluso, en una ocasión, en la calle Cabillers,
apareció un esqueleto tirado de cabeza en
E) LOS OTROS CEMENTERIOS DE LA una pequeña fosa. Siempre se fechan en un
CIUDAD momento avanzado de la etapa visigoda, en-
En comparación con el grupo episcopal, tre fines del s. VI o ya en el VII. Esqueletos
muy poco es lo que sabemos del resto de la aislados, incluso lanzados en pozos, también
ciudad, incluso de algunos de sus elementos se han detectado en la Mérida de este perio-
básicos. Donde mejor se han puesto de ma- do (ALBA, 1998).
nifiesto las construcciones de época visigo-
da ha sido en la arena del circo, donde no se
han producido hallazgos funerarios. IV. EPÍLOGO: EL FINAL DE LOS
Además de las necrópolis de la zona PRIMEROS CRISTIANOS
episcopal, poco más conocemos de las áreas
funerarias de la ciudad. Una gran tumba El repentino colapso del Reino visigodo no
de losas con un enterramiento colectivo, supuso una rápida ruptura de la sociedad ya
muy semejante a las grandes sepulturas de que la inevitable islamización fue un proceso
l’Almoina, apareció en la calle del Mar, en tan continuo como lento, que en lugares tan
momento en que surgió un barrio artesanal integrado en las fortificaciones del Alcázar
(MARTÍ y PASCUAL, 2000) sobre la memoria mientras el mausoleo cruciforme se trans-
martirial y la antigua curia, que fueron arra- formó en unos baños (ROSSELLÓ y SORIA-
sadas, mientras que de la fase constructiva NO, 1998) y la catedral se convertiría en la
visigoda aun se utilizaron, hasta el s. XI, las mezquita. La topografía islámica se impuso
estructuras de abastecimiento hidráulico: el con toda rotundidad en el s. XI, cancelándo-
pozo y la noria. El baptisterio fue muy re- se en estos momentos lo que poco que pu-
mozado en su interior y en el s. XI y XIII fue diera subsistir de la ciudad cristiana.
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RESUMEN
ABSTRACT
1. INTRODUCCIÓN
195
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––– MARÍA JOSÉ MADRID BALANZA / JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ
Matías, es algo más ambigua en el extremo Dicha área, aún dentro de un compor-
contrario, donde, si bien tenemos constan- tamiento bastante homogéneo, en función
cia de que cubrían al menos hasta la calle de ciertos aspectos constructivos, alguno
Gisbert, como dan cuenta las noticias que ritual, y muy especialmente, del análisis del
refieren el hallazgo de cinco tumbas duran- ajuar, que muestra diferencias no sólo en su
te los trabajos de desmonte del cerro de abundancia, sino incluso en la representati-
la Concepción para la apertura de esta vía vidad de las categorías que lo componen, la
(ORTIZ, 1999, p. 43-47); no sabemos hasta diversidad de elementos dentro de éstas, o
que punto podrían continuar más al Oes- incluso la diferente morfología para algunos
te de ésta, ya que las excavaciones hasta el de ellos, se ha dividido en dos sectores, uno
momento documentan en esa zona única- occidental que se origina más temprana-
mente dos enterramientos infantiles que, mente, y otro oriental más tardío (MADRID
dispuestos sobre el nivel de abandono de y VIZCAÍNO, 2006). De esta forma, como
una vivienda (DÍEZ ET ALII, 2004), no ne- expondremos a continuación, pensamos
cesariamente habrían de formar parte del que la necrópolis se originaría o al menos
conjunto cementerial. tendría una etapa importante de uso, en un
momento indeterminado del siglo V d.C.,
Más netos se presentan los límites me- representado en el sector occidental, para
ridional y septentrional de la necrópolis, seguir activa durante la fase de ocupación
pues ésta se circunscribe a la ladera Norte bizantina de la ciudad, alcanzando los pri-
de ambos cerros, sin alcanzar la zona baja meros decenios del siglo VII d.C, como pue-
a su alrededor, correspondiente a la actual de verse en el sector oriental. No hay que
calle Duque. A este respecto, resulta signifi- olvidar tampoco, que junto a este desarrollo
cativo que las inhumaciones no rebasen este espacial y sus implicaciones temporales, la
último límite septentrional, que fosiliza el estratigrafía indica también un amplio mo-
que había sido decumano principal para el mento de uso para cada uno de estos sec-
acceso a la urbe romana, en tanto ello supo- tores, de tal forma que es una constante la
ne que, independientemente de su estado de reutilización de enterramientos, con una su-
conservación, quizá precario, habida cuen- perposición de inhumaciones que en algún
ta de la reutilización de unas cuantas losas caso extremo puede llegar a los seis indivi-
de calzada en algún enterramiento y de su duos; y en menor medida, la superposición
parcial amortización en el sector occidental de sepulturas, ambas también acordes con
(BERROCAL ET ALII, 2002, p. 224; y 2005, el período de actividad que defendemos para
p. 389), al menos su trazado seguía vigente la necrópolis.
en nuestra etapa.
Por lo demás, la secuencia que propo-
Así las cosas, manteniendo la cautela de nemos, la consideración de que el sector oc-
la extensión por el margen occidental, que, cidental se origine más tempranamente, se
en cualquier caso, dado el registro aislado explica por la misma situación poblacional
de las mencionadas inhumaciones, habría de de Carthago Spartaria, en tanto parece ser
ser menos compacto, con una menor densi- una constante que los enterramientos más
dad de enterramientos, la necrópolis ocupa cercanos a la ciudad, que en nuestro caso,
un área que ronda los 1600 m2. como hemos comentado, desde un momen-
FIGURA 2: Sepulturas realizadas con mampostería, lajas de arenisca y en fosa, sobre las
ruinas de una habitación de época altoimperial, reutilizando incluso algunos de sus muros
en la construcción de las mismas (Foto: Eva Celdrán).
otros se encuentran completamente ausen- o bien presentan éste tanto para la cubierta
tes, o presentan variaciones sustanciales. como para la estructura (1), a semejanza de
Así, mientras que es característico de la los enterramientos tipo C de la necrópolis
necrópolis de San Antón la presencia de mo- de San Antón, o bien únicamente para la pri-
numentos funerarios con o, sobre todo, sin mera, cubriendo ya una estructura de mam-
proyección vertical, éstos no se han regis- postería (1), como allí ocurría con los ente-
trado en el nuevo conjunto funerario, como rramientos tipo B, o una fosa simple (1).
también ocurre con los enterramientos en
ánfora. Por otro lado, en el recurso a las lo- Dicho material latericio, que en la ciu-
sas, también en la nueva necrópolis la an- dad también aparece representado con las
desita no se encuentra representada, frente mismas variantes en la necrópolis del pobla-
a la hegemonía de las lajas de arenisca, y en do de Escombreras (CUADRADO, 1953, p.
menor medida, de las de caliza, en tanto que 134-156; y MURCIA, 2000, p. 381), carac-
el material latericio, tan propio del conjunto teriza de forma especial a toda una serie de
ya conocido, aquí cuenta con un registro ais- necrópolis del entorno cartagenero, sea el
lado, limitado igualmente al sector occiden- caso de las de La Molineta o la Era, en Maza-
tal. En concreto, hacen uso de tal material rrón, y la del Molino, en Águilas, conjuntos
únicamente 4 enterramientos (2,28%), que que, arrancando del siglo IV d.C, centran su
de nuevo con representación pareja en los un reclamo, como ocurre con la ya citada
sectores occidental y oriental. que reaprovecha un capitel y fragmentos de
fuste, cabe destacar la presencia en el sec-
Estos tipos aglutinan a más de la mitad
tor oriental de una laja de caliza con un ca-
de los enterramientos documentados, segui-
rácter grabado, caso especialmente notable
dos de lejos por los restantes individualiza-
por cuanto en este conjunto, salvando este
dos. Así, sólo agrupa a un número significa-
ejemplo, está ausente el hábito epigráfico en
tivo de tumbas (15), concentradas además
soporte pétreo. En concreto, en dicha laja
sobre todo en el sector oriental (10), el tipo
encontramos grabada a bisel una letra M en
con cubierta también realizada con lajas de
capital, cuyos astiles intermedios cruzan a
arenisca, mas con la variante de que su es-
desigual altura, en tanto los laterales resul-
tructura se limita a la simple fosa excavada
tan divergentes. Su grafía es idéntica a la que
en el terreno.
encontramos en inscripciones de época visi-
Tampoco son numerosos los enterra- goda plena, como los graffiti de la Cueva de
mientos con cubierta constituida únicamen- la Camareta (VELÁZQUEZ, 1993, p. 272), lo
te por lajas de caliza (10), que cubren sobre que se convierte en otro de los indicios que
todo estructuras realizadas en mampostería sustentan la datación propuesta.
(6), y en menor medida también en lajas de
Por otro lado, la otra solución para la
caliza o caliza acompañada de arenisca (2),
señalización del enterramiento se encuen-
y fosa (1).
tra en el sector oriental, donde en la tumba
En este sentido, de la misma forma que nº 6 de C/ Marango se documentó un fuste
encontramos soluciones mixtas para la eje- de columna en caliza azul, que, al igual que
cución de la estructura, también las halla- ocurre en la segunda fase de necrópolis valen-
mos para la cubierta, de tal forma que 8 en- ciana de l’Almoina, se interpreta como cipo
terramientos presentan ésta constituida por señalizador (ALBIACH ET ALII, 2000, p. 79;
lajas de caliza y arenisca, cubriendo estruc- y BERROCAL ET ALII, 2002, p. 227). A este
turas de lajas (1), mampostería (5) o fosas respecto, lo cierto es que la presencia de cipo
simples excavadas en el terreno (2). para la señalización del enterramiento, pa-
rece caracterizar los conjuntos de data más
La disposición de tales lajas es además
avanzada, y así, en el caso de Baleares, donde
uno de los recursos para la señalización de
se puede destacar su presencia en Fornells y
los enterramientos, de tal forma que, en
Son Bou, se registra entre las tumbas más
ocasiones, la que marca la zona de los pies
tardías, fechables a partir del siglo VII d.C.
de la tumba se coloca de forma oblicua, so-
(NAVARRO, 1988, p. 32). La costumbre se
bresaliendo unos centímetros respecto a las
documenta también fuera del ámbito hispa-
demás. Con todo, no es la única solución
no, y a veces, llegando a versiones más elabo-
adoptada, sino que también se pueden seña-
radas, con altares, como los que se constatan
lar al menos otras cuatro más. Así, junto a
en la región norteafricana de Sétif, si bien
aquellos casos en los que la inserción dentro
en este caso para fechas ligeramente previas
de las habitaciones de las antiguas domus
(BENSEDDIK, 1995, p. 179-186).
ya proporcionaba una singularización; o
aquellos otros en los que la propia configu- Por lo demás, lo cierto es que, junto a
ración especial de la tumba constituía en sí este cipo, o la presencia de los enterramien-
muestra que nos encontramos ante inhuma- despreciable de tumbas vacías (16), corres-
ciones vestidas. Dichas inhumaciones, por lo pondería a enterramientos de adultos.
demás, se disponen siempre en posición de-
Más significativo que esta circunstan-
cúbito supino, si bien no faltan tres ejemplos cia, es el fenómeno de la reutilización de las
infantiles en posiciones de decúbito lateral sepulturas, que en algún caso puede llegar
izquierdo y derecho, motivadas en cualquier incluso hasta los seis individuos. Para ello,
caso, por su entierro junto al cadáver de su el modo de operar es diverso, pues, si bien
posible progenitora, a quien flanquean en lo más corriente es la deposición vertical,
distintas partes del cuerpo (BERROCAL ET mediante el amontonamiento de cuerpos
ALII, 2002, p. 225), como ocurre también unos sobre otros, no faltan otras soluciones,
en otros sitios, como la necrópolis rural de como la deposición lateral, desplazando los
Finca Villegas, en Cádiz, datada entre los si-
glos VII y VIII (BERNAL y LORENZO, 2000,
p. 108-110.). Su registro muestra igual-
mente, la relativa frecuencia de la práctica
de la reutilización de las sepulturas, de tal
forma que, si bien en nuestro conjunto en-
contramos 70 sepulturas simples, un núme-
ro bastante cercano, 52, alberga más de un
individuo. Ello hace que, a pesar de que 24
tumbas se encuentren vacías, se haya podido
recuperar un número de cuerpos (185), su-
perior al de sepulturas excavadas (151).
No queremos pasar por alto esas sepul-
turas vacías, en tanto resulta significativo su
alto número. A este respecto, si bien se pue-
den manejar distintas hipótesis para expli-
car su presencia, como el hecho de que no
llegaran a utilizarse o que se abandonaran
pasado un tiempo, trasladándose los restos
a otra tumba; el hecho de que en algunas
ocasiones se haya recuperado el ajuar en su
posición correcta, sin que apenas quedaran
algunas esquirlas de hueso, hace pensar que
en la mayoría de los casos hemos de suponer
la pérdida de la osamenta en función de las
características del suelo en el que se asienta
la necrópolis. Se trata de un factor, que afec- FIGURA 7: Inhumación múltiple, donde se
taría de forma especial a los enterramientos observa la deposición vertical de dos individuos
infantiles, si bien, a partir de la observación y un paquete óseo correspondiente a otro
de las dimensiones de las sepulturas, se pue- anterior, en la zona de los pies de la sepultura
de determinar que también un número no (Foto: Eva Celdrán).
FIGURA 8: Objetos de adorno personal. Collar que portaba un niño, realizado con cuentas de ámbar,
resina, pasta vítrea y una lágrima de cristal de roca (Foto: Martínez Blaya).
de paralelos (ZEISS, 1934, taf.23.5), a pesar leres con cabeza en forma de cono invertido
de haberse documentado en el dedo de una con cabujón cristalino (RAMALLO, 1986, p.
inhumación, creemos que ha de tratarse de 143-144). En este sentido, en nuestro con-
un pendiente y no de un anillo. junto, y de forma significativa sólo en el sec-
tor occidental, se documenta únicamente
De hecho, estos últimos aparecen por
una aguja, no perteneciente al mencionado
ahora únicamente en el sector occidental,
tipo.
y en muy escaso número, limitándose a dos
ejemplares pertenecientes a la misma inhu- Por otro lado, como hemos dicho, acom-
mación. Dichos anillos se encuentran reali- pañan a los elementos de adorno personal,
zados en bronce, y presentan una morfología aquellos otros ligados a la indumentaria,
muy sencilla, caracterizada por el ensancha- que en este caso, se encuentran represen-
miento central a modo de chatón, que en tados muy especialmente por hebillas y bro-
un caso, queda ocupado por una inscripción ches de cinturón, en ambos sectores. Así, en
enmarcada por cruces que hemos transcrito el occidental se han documentado dos de es-
como VIVAS, y que, a tenor de los paralelos, tas hebillas, una de ellas dotada de hebijón
todos de fecha avanzada, consideramos de con base escutiforme, característica de los
tipo cristiano. niveles II (480/490-c.525 d.C.) y muy espe-
cialmente III (c.525-560/580 d.C.), en los
También aparecen únicamente en el que se han dividido los elementos metálicos
sector occidental, los brazaletes y pulseras, de indumentaria y adorno personal tardíos
y de la misma forma en escaso número. En (RIPOLL, 1998, p. 47-56). El hecho de que
este caso, también se caracterizan por su esta pieza se registrara en un enterramiento
simplicidad, presentando sección recta o que amortizaba otro anterior, es un límite
circular, y estando privados de decoración ante quem que nos lleva a situar, como ya he-
o remate alguno característico, a semejanza mos mencionado, la génesis de este sector
de ejemplares como los documentados en la cementerial en un momento indeterminado
necrópolis de Segóbriga (ABASCAL ET ALII, del siglo V d.C.
2004, fig.7.1-2). De todas formas, si existen
diferencias en cuanto al cierre, ya que mien- También gran importancia para la data-
tras que en ocasiones el aro no completa ción de la necrópolis, ha tenido el broche de
toda la circunferencia, al igual que en los cinturón documentado en el sector oriental.
ejemplares de la necrópolis citada, en otros En este caso, se trata de un broche de tipo
rígido, con hebilla y placa realizados en una
casos, lo sobrepasa, quedando plegado, tal y
misma pieza, que resulta similar al tipo Sira-
como ocurre también en otras piezas como
cusa, uno de los broches de cinturón bizan-
las procedentes de la necrópolis granadina
tinos propios del nivel V (600/40- 710/20
de Brácana (ZEISS, 1934, taf.23.23)
d.C.) de la toreútica peninsular (RIPOLL,
Resulta significativo, por lo demás, que 1998, p. 178-192), que ya aparecía docu-
a pesar de que los materiales que vamos mentado en la misma ciudad en el barrio de
mencionando resulten propios de las necró- época bizantina instalado sobre el teatro,
polis de tradición romana de este período, en un contexto datado a finales del siglo VI
se encuentre ausente otro de los ítems ma- d.C. (VIZCAÍNO, 2003-2004, p. 80-85). En
teriales propios de éstas, como son los alfi- nuestro caso, la aparición de esta pieza, que
FIGURA 11: Elementos de indumentaria. Apliques de un posible faldellín, que portaba un varón adulto
(Dibujo: Soledad Pérez-Cuadrado).
pendiente, que fueron localizadas dispuestas las debidas reservas, la morfología de las
en sendas hileras de tres piezas cada una, so- piezas, su posición anatómica, o el hecho de
bre la pelvis de un varón. Realizadas las de las que la naturaleza de los ajuares presentes
filas izquierda y derecha, en bronce y hierro, en esta necrópolis, como mencionamos, se
en tanto que las del centro, sólo en bronce, limite prácticamente a objetos de adorno e
presentan forma circular irregular, con una indumentaria, o de tipo simbólico, nos lleva a
anchura que ronda los 5 cm y un grosor que pensar que podría tratarse de los apliques de
no supera los 0,2 cm. A este respecto, con un faldellín que, además, dada la anchura del
espacio comprendido entre las láminas, suje- que aquí aparecía depositado a la altura del
tas por vástago central, podría prender algún vientre del difunto, los nuevos ejemplares se
tipo de piel gruesa como el cuero. sitúan en la zona de la cabeza.
Por cuanto se refiere al ajuar simbólico, Para las tres ampullae del sector orien-
ya señalamos su presencia escasa, que, con tal es posible establecer paralelos, que nos
seis ejemplares, supone una representativi- ayudan a despejar dudas respecto a la deter-
dad modesta (16,7%) dentro del conjunto minación cronológica y adscripción cultural
de las tumbas dotadas de ajuar. Por otra de nuestro conjunto cementerial. Así, hay
parte, también citamos su especial concen- que destacar sobre todo la similitud respec-
tración en el sector oriental más tardío, de to al grupo de jarras documentadas en la
tal forma que, en el occidental únicamente basílica norteafricana de Thamugadi, recu-
se registra con un solo ejemplar. Es signi- peradas en un depósito habilitado entre dos
ficativo que en 5 ocasiones este ajuar se sarcófagos enterrados delante del ábside de
asocie a tumbas infantiles, y en 1 de ellas la iglesia, y acompañadas de algunas ánforas
a un individuo joven, mientras que, por el para las que se señalan paralelos en Cartago
contrario, no se ha documentado en ningu- datados en el siglo VII (LASSUS, 1981, p.
na tumba de adulto. 159-162, fig.128).
Dentro de esta categoría de ajuares con- La cercanía de los ejemplares cartage-
sideramos piezas cerámicas y vítreas, ambas neros a los de la citada basílica, nos lleva a
limitadas respectivamente, a jarras y ungüen- confirmar varias cosas, como su procedencia
tarios10. Por cuanto se refiere a las primeras, africana, ya deducible de la observación de
han sido 4 los ejemplares recuperados, 3 en las pastas, así como a afianzar la cronología
el sector oriental y tan sólo 1 en el occiden- que defendemos para nuestra necrópolis,
tal. Éstos entre sí, a pesar de compartir una pues en el caso del yacimiento argelino, nos
misma producción africana, guardan dife- encontramos ante un depósito pertenecien-
rencias, en tanto mientras que los primeros te a un edificio construido en el momento de
pueden considerarse dentro de una misma incorporación de la ciudad norteafricana a
familia tipológica, tratándose de jarras lisas los milites bizantinos. Así las cosas, la crono-
de cuerpo ahusado, con una altura que se si- logía de las mismas se acota en los siglos VI-
túa aproximadamente entre los 15 y los 18 VII d.C, y muestra también su empleo en un
cm; en el segundo caso se trata de una jarra ambiente cultural bizantino, con una misma
diferente, de cuerpo globular y largo cuello, finalidad, la funeraria. No en vano, no faltan
con marcado torneado, y tamaño inferior, de otros paralelos en la misma dirección, de tal
13 cm. A este respecto, este último recipien- forma que para una de las jarras cartagene-
te del sector occidental se relaciona más por ras también es posible señalar una evidente
sus características, con la jarra recuperada similitud respecto a otras halladas igualmen-
en la necrópolis de El Corralón, en las proxi- te en ámbitos de soberanía bizantina, sea
midades de Cartagena, también de cuerpo el caso de las que se documentan también
globular con marcado torneado y una altura como ajuares en las necrópolis sicilianas de
que alcanza los 11,5 cm (RAMALLO, 1986, p. Patti o Filaga, fechadas entre la segunda mi-
146 y 148). En cualquier caso, diversa es la
colocación del recipiente, en tanto, mientras 10
| MADRID y VIZCAÍNO, e. p. (2).
tad del siglo VI y el siglo VII d.C. (PUGLISI dentes donde encontramos distintas formas,
y SARDELLA, 1998, p. 778, fig.2, y fig.3.7 y sea el caso así por ceñirnos a nuestro entor-
3.9). Por lo demás, estos nuevos hallazgos no, de la necrópolis de la Molineta, que en
muestran que la costumbre de depositar ja- su primera fase, datada entre mediados del
rras cerámicas en las tumbas, ya documenta- siglo IV y principios del siglo V d.C. registra
da en numerosos yacimientos peninsulares, lucernas (INIESTA y MARTÍNEZ, 2000, p.
al igual que ocurre en muchos otros lugares 217-218), como también sucede en la necró-
del Mediterráneo, caracteriza también a las polis del Molino, en Águilas (HERNÁNDEZ,
necrópolis del territorio bizantino hispano, 2005, p. 193-203).
tal y como ponen de manifiesto igualmente,
hallazgos como los de Ibiza (RAMON, 1986 En el caso de esta nueva necrópolis car-
y 2005, p. 489). En este sentido, si tenemos tagenera, dentro de esta categoría de ajuar
en cuenta la evidencia cartagenera y la de simbólico, junto a las jarras cerámicas tam-
esta isla baleárica, parece también posible bién se documentan ungüentarios de vidrio,
diferenciar el uso en esta zona bizantina his- por ahora limitados de forma exclusiva al
pana, respecto al resto de la Península, pues, sector oriental. Por cuanto se refiere a éstos,
mientras que en ésta, encontramos una am- presentan en cambio las características del
plia variedad de recipientes de producción vidrio tardío, como su coloración, en los dos
local (IZQUIERDO, 1977a, p. 569-617 y casos verde, o igualmente, su descuidada
1977b, p. 837-865), en la primera, por el manufactura, patente sobre todo en uno de
contrario, dado su adscripción cultural y su ellos, que presenta una ligera desviación del
abocamiento al también bizantino norte de cuello en su extremo superior. Precisamen-
África, en virtud de una estrechas relaciones te, es este último, el cuello de largo desarro-
comerciales y culturales, las jarras parecen llo, el atributo más característico, que lleva
ser, de forma característica, producidas en a encuadrarlo en el tipo de ungüentario de
esta última zona. candelero, en este caso con boca ligeramen-
Junto a la adscripción cultural, otro de te exvasada, borde engrosado y fondo ápodo,
los problemas que suscita este tipo de reci- sólo ligeramente rehundido, como es propio
pientes, es su función, existiendo diversas del tipo I.A.1 de la tipología de los vidrios de
propuestas que van desde la consideración época visigoda (GAMO, 1995, p. 308, fig.5).
de que sirvieran para contener ungüen- El otro ejemplar en cambio, de cuerpo glo-
tos (MÉNDEZ y RASCÓN, 1989, p. 175), a bular con fondo umbilicado y cuello de me-
que fueran recipientes utilizados dentro de nor desarrollo, se acerca más al tipo I.C.2 de
un rito de inauguración de la tumba (ALA- dicha tipología.
PONT, 2005, p. 248), o que, en virtud de De nuevo, nos encontramos ante una
su analogía con los jarros metálicos que se práctica extendida por todo el marco his-
consideran asociados al bautismo, pudieran pano, que, ahora, dado también el registro
jugar un papel similar (CARMONA, 1998, p. de similares ungüentarios en otras necró-
44 y 180). polis como la ibicenca de Ses Figueretes
Comoquiera que sea, por cuanto se re- (RAMÓN, 1986, p. 10, lám.VII.4.), podemos
fiere a la cerámica, únicamente se documen- considerar también característica de la zona
tan jarras, a diferencia de conjuntos prece- bizantina hispana.
Al igual que las jarras cerámicas, tam- ti (FALCETTI y MURIALDO, 2001, p. 583-
bién pudieron contener ungüentos, siendo 584, tav.89.12).
significativa en este sentido la cita del Liber
Ya por último, en dos enterramientos
Ordinum, que recoge la costumbre de ente-
se documentaron sendos opérculos de mo-
rrar a los obispos con los Evangelios y una
lusco, característicos de la Astraea rugosa
ampulla entre las manos, destinada a los
(LINDNER, 1977), que aún hoy día se utili-
Santos Óleos (GAMO, 1995, p. 395).
zan a modo de amuletos para prevenir cier-
Por otro lado, no queremos acabar esta tas dolencias. Con todo, el hecho de que no
descripción de los ajuares sin hacer referen- se presenten trabajados, que sus lados no
cia a otros materiales de registro aislado. muestren huella de acabado alguno de cara
A este respecto, salvando algunos objetos a facilitar su engarce, o tampoco cualquier
cuyo estado de conservación impide pro- orificio destinado a la suspensión como se-
nunciarse u otros que se encuentran todavía ría propio de su utilización como colgante,
en estudio, hemos de mencionar tres pie- hace pensar en su depósito accidental, o qui-
zas que con claridad no pueden adscribirse zá, guardando relación con los restos faunís-
a las dos tipos de ajuar individualizados, y ticos propios del banquete funerario, como
cuya presencia de hecho, no sabemos si ha veremos a continuación.
de tenerse como intencional o meramente
accidental. Curiosamente, los ejemplares se
documentan sólo en el sector occidental,
de génesis más temprana. Así, por un lado, 6. ASPECTOS RITUALES
se trata de una moneda de bronce indeter-
Junto a la orientación de los enterramien-
minada, de pequeño tamaño, que apareció
tos, el modo de actuar en su reutilización,
en el interior de un enterramiento infantil
o la presencia de los ajuares, también hay
múltiple, lo más probable que ya sin guardar
otros aspectos que informan acerca de los
ninguna relación con la tradición pagana de
rituales seguidos en este espacio funerario.
depositar el óbolo para Caronte.
Entre ellos, quizá el más significativo sea el
Por otra parte, también en un enterra- del mencionado banquete funerario, cuya
miento infantil se documentó una taba, a existencia se ha deducido a partir de cier-
semejanza de cuanto ocurre en otros ente- tos indicios. Así, en la parcela septentrional
rramientos del período, del tipo del ibicen- del sector occidental, correspondiente a la
co de Sa Blanca Dona (RAMÓN, 1986, p. calle Marango nº2, en el interior de los seis
13). Aunque no sabemos con exactitud si enterramientos documentados se pudieron
éste fue el caso, lo cierto es que frecuen- localizar abundantes restos de espinas, esca-
temente se registran este tipo de piezas, mas, vértebras de pez, púas de erizo, cásca-
tomadas de los huesos centrales del tarso ras de huevo, semillas de vid, briznas de paja
de la oveja o huesos animales mayores, en o huesos de animales de pequeño tamaño,
enterramientos sobre todo infantiles, dado acompañados de un alto porcentaje de ceni-
su carácter de juguete, que se mantiene zas y carbones (BERROCAL ET ALII, 2002,
aún en época avanzada, como da cuenta p. 230). Ello también ha hecho que los res-
también su registro en yacimientos como tos de la estructura habitacional localizados
el castro bizantino de San Antonino di Per- en esta parcela (BERROCAL ET ALII, 2002,
tos, como muestra que haya cuatro casos de respecto a conjuntos del entorno datados
superposiciones de sepulturas frente a los entre mediados del siglo IV d.C., y primer
dos del sector oriental, o igualmente, que cuarto del siglo VI d.C., pero sobre todo en
la reutilización de las tumbas se de de for- el siglo V d.C., caso de los de la Mezquita, la
ma más masiva, pues mientras que en aquel Era o la Molineta, en Mazarrón, y del Molino,
último predominan los casos de aprovecha- en Águilas11, nos lleva a defender nuestra pro-
miento por dos o tres individuos, aquí abun- puesta de datación tardía, de tal forma que la
dan los casos de cuatro, cinco y hasta seis nueva necrópolis cartagenera sólo coincidiría
inhumaciones por tumba. con éstas en un breve momento de su exis-
tencia, correspondiente a su inicio, y así, al
Por otra parte, si ya los aspectos cons-
sector occidental. En este sentido, también,
tructivos o el análisis del ajuar permiten man-
la similitud entre dichos conjuntos y el otro
tener esa cronología, el estudio del depósito
con el que cuenta la ciudad, el de San Antón,
cerámico contribuye a asentarla. De esta for- muestra que todos comparten una cronolo-
ma, en espera de un estudio más amplio, nos gía común, a su vez diversa a la del nuevo ce-
movemos con los datos procedentes de una menterio, con lo que, no creemos que, como
muestra reducida, que, en cualquier caso, se ha defendido, las diferencias entre los dos
se puede considerar ilustrativa del conjunto últimas necrópolis cartageneras se deban
(BERROCAL ET ALII, 2005, p. 388). Dicha tanto a la utilización por parte de gentes de
muestra indica que el potente estrato de procedencia cultural y creencias diversas, li-
amortización de las estructuras altoimperia- gadas al mundo norteafricano en el primer
les subyacentes, dada la presencia de impor- caso, y a la tradición hispanorromana en el
taciones africanas, tanto de las producciones segundo, siendo coetáneas en todo momento
de tipo A (Hayes 14,16,23 A/B, 27), como (BERROCAL ET ALII, 2005, p. 389), como sí
de las cerámicas de cocina (Hayes 196, 197, sobre todo, independientemente de lo cierto
181, 182), se data entre mediados del siglo II de la primera circunstancia, a una cronología
y principios o mediados del siglo III d.C.; en distinta, que las lleva a coincidir sólo durante
tanto que el momento inicial de la necrópo- un momento de su existencia.
lis, por la presencia en este mismo contexto
de una veintena de fragmentos de la produc- De hecho, el mismo depósito cerámi-
ción de africana C (Hayes 45,46 y 50) y de co confirma nuestra propuesta de datación
restos de contenedores africanos (Keay III A) para el nuevo conjunto, pues, hemos de te-
y lusitanos (Almagro 50, Keay XXIII), habría ner en cuenta que también sobre la cota de
de situarse, en función de esta evidencia ce- las tumbas o entremezcladas con ellas, se
rámica, a partir de finales del siglo III d.C., y han documentado algunos restos de ánforas
sobre todo en las dos centurias siguientes. africanas (Keay XXVIG, LXXII A) y orientales
(Keay LIV D, LXV), así como fragmentos de
En nuestra opinión, como ya hemos co- la cerámica de cocina de producción local
mentado, habría que apostar por el momento (formas Cartagena 1.2 y 2.2), que muestran
final al que apunta dicho depósito, ya el si- la perduración hasta el siglo VII d.C. (BE-
glo V d.C., para situar la génesis del espacio RROCAL ET ALII, 2005, p. 388).
cementerial. No en vano, las diferencias que
desde el punto de vista constructivo o desde
el análisis de los ajuares, se pueden señalar 11
| Vid. notas 4 y 5.
Por otra parte, no obstante, la defensa terio que a ella creemos asociado, surgiría
de esta cronología para nuestro conjunto, su en el entorno portuario, donde de hecho, se
génesis en el siglo V d.C., y su perduración han podido hallar también otras inhumacio-
durante las dos siguientes centurias, implica nes tardías (RAMALLO y VIZCAÍNO, e.p. ; y
de hecho, aceptar la presencia de al menos VIZCAÍNO, e.p. ).
otro núcleo cementerial para este momen-
Independientemente de esto, también
to. Hemos de tener en cuenta a este respec-
el nuevo conjunto cementerial situado en la
to, que, mientras que en esta necrópolis, al
parte oriental de la ciudad que hemos anali-
igual que en la de San Antón, está ausente
zado, tendría algún locus cultual que sirvie-
prácticamente el hábito epigráfico12, en la
ra de aglutinante y polo de atracción. No en
ciudad se han documentado cuatro inscrip-
vano, ya referimos su cercanía al anfiteatro
ciones funerarias datadas en época bizanti-
romano, y la posibilidad de que éste suscita-
na, una de ellas en latín, y las restantes en
griego (ABASCAL y RAMALLO, 1997, nº210 ra la evocación de algún episodio martirial,
y 212-214). El hecho de que la primera de procediendo a su conversión en lugar de cul-
ellas se documentara en el barrio de época to, si bien la evidencia arqueológica es nula,
bizantina, en tanto que dos de las otras tres, en tanto la misma ocupación cementerial se
en otros puntos del interior habitado muy revela escasa en su entorno, ciñéndose sobre
cercanos a éste, hace pensar en la existencia todo a la ladera media y baja del cerro de la
de un espacio de enterramientos intramuros Concepción.
situado en el entorno, muy posiblemente ad En espera de su documentación, otras
sanctos, que encajaría tanto con el carácter evidencias para situar dicho espacio cultual,
cristiano de los epígrafes, como con su mis- en virtud de la fuerza centrípeta que ejer-
mo número reducido, propio de una élite de cería, son tanto la densidad de los enterra-
hábitos diversos al resto de la población, que mientos, que en el entorno de éste podemos
puede tener acceso a un cementerio de ex- presumir mayor, como el mismo carácter
tensión espacial limitada, como suelen ser privilegiado de los mismos, posibilitando
éstos. Dicho cementerio surgiría alrededor la elección de las zonas más requeridas. No
de un lugar de culto, posiblemente la mis- obstante, ni lo uno y lo otro ofrece por ahora
ma basílica episcopal con la que contó la datos inequívocos, en tanto mientras que la
ciudad, aún hoy día no descubierta. A este citada densidad, como dijimos, es sólo sig-
respecto, si bien seguimos moviéndonos en nificativa en la zona occidental, y en este
el campo de lo hipotético, el conocimiento caso puede explicarse simplemente por su
que tenemos de la situación urbana en esta carácter inicial, y su cercanía a la puerta
etapa, unida al mismo lugar de aparición de úrbica; tampoco hay diferencias de enver-
los mencionados epígrafes, lleva a pensar gadura entre los enterramientos como para
que dicha basílica y por extensión el cemen- señalar distintos niveles adquisitivos, más
que la presencia de ajuares, todos, por lo
demás, caracterizados por su sencillez, y no
12
| Así, como ya se citó, en el nuevo conjunto sólo concentrados en una única zona, sino distri-
se cuenta con una laja con una letra M grabada a buril,
en tanto que en la necrópolis de San Antón, con una
buidos homogéneamente por toda la necró-
lauda musiva, hoy prácticamente desaparecida (RAMA- polis. Únicamente, por cuanto se refiere a
LLO, 1985, p.58-60). esto último, se puede señalar una especial
concentración de los ajuares de tipo simbó- destino de la mitad oriental de la urbe, pero
lico, los que guardan mayor conexión con también aportando información significati-
el ritual, en una zona concreta del sector va sobre el perímetro amurallado, y la fecha
oriental, entre las calles Alto y Don Matías, en la que pudo construirse una nueva cerca,
y especialmente en el entorno de una de las abandonada ya la antigua de época púnica.
antiguas domus altoimperiales, la denomi- De la misma forma, se convierte en un tes-
nada de Salvius (MADRID ET ALII, 2005, p. timonio privilegiado para conocer la zona
117-152.) bizantina hispana, y en concreto, el mundo
Comoquiera que sea, la nueva necró- funerario en ésta, mostrando, a través de su
polis descubierta en el sector oriental de la secuencia, que implica mantener el uso de
ciudad de Cartagena, ha aportado una in- un mismo espacio cementerial ya gestado
formación esencial para el conocimiento de en el siglo V d.C., la continuidad que tam-
ésta durante los siglos V-VII d.C., y no ya sólo bién puede documentarse en otros lugares
en lo referente a los usos cementeriales y la situados igualmente bajo la soberanía de
cultura material, sino también respecto a la los milites Romani, como es el caso de Ibiza
misma fisonomía urbana, revelando el nuevo (RAMÓN, 2005, p. 487-500).
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mani”, Recópolis. Un paseo por la ciudad visigo- neo tardo-antico e medievale. Scavi e ricerche, 8,
da, Catálogo de la Exposición. Oristano, pp. 211-214.
RESUMEN
La utilización de técnicas forenses a la hora de estudiar restos hu-
manos parciales o en mal estado de conservación son muy importantes
cuando queremos determinar la edad, sexo y raza, así como el paren-
tesco entre dos o más individuos. De estas técnicas, algunas de las más
sencillas pero de resultados bastante fiables son aquellas relacionadas
con el estudio dental de los restos encontrados. El hallazgo de ano-
malías dentarias puede facilitar información acerca de enfermedades
padecidas por el individuo (tanto infectocontagiosas como congénitas)
y de posibles relaciones familiares entre varios individuos.
El presente estudio describe varios casos de agenesias dentales
(ausencia dental debida a la falta de formación de algún diente) en-
contradas en una población de los siglos V-VII d.C., recuperados en la
necrópolis oriental de Carthago Spartaria, en la zona del actual Barrio
Universitario. (Cartagena, Murcia)
Palabras Clave: Hipodoncia, agenesias dentarias
1
| Odontólogo. Profesor
ABSTRACT Colaborador de Odontología
Legal y Forense. Universidad
The use of forensic techniques when studying partial or badly-con- de Murcia.
served human remains is very important when we want to determine 2
| Odontólogo. Profesor
age, sex, and race, as well as parental relation between two or more asociado de Odontología Le-
individuals. Of these techniques, some of the simplest but most reliable gal y Forense. Universidad de
are those related to the dental studies of the retrieved remains. Finding Murcia.
3
dental anomalies may give useful information about diseases suffered | Catedrático de Medi-
by the individual (congenital or infecto-contagious) and possible family cina Legal y Forense. Universi-
relation between several individuals. dad de Murcia.
4
| Odontólogo. Profesor
This study describes several cases of dental agenesia (absence of
asociado de Materiales Odon-
teeth caused by lack of formation of these teeth) found in populatio- tológicos. Universidad de Mur-
ns living during the fifth to seventh centuries (a.D.), retrieved in the cia.
oriental necropolis of Carthago Spartaria, in the neighborhood of the 5
| DUE. Responsable de
present University (Cartagena, Murcia). toma de muestras y cataloga-
Key words: Hypodontia, dental agenesis ción.
225
–––––––––––––––––––––––––––––––––––– MORENO, A. / MUÑOZ, E. / LUNA A. / PÉREZ, J.C. / GAMBOA, C.
ras de un total de 200. Dicho estudio se está Se realizaron radiografías digitales uti-
llevando a cabo por el autor de este artículo lizando un captador digital radiográfico
bajo la dirección de los profesores doctores marca Trophy RVG® y se pudo confirmar la
D. Aurelio Luna Maldonado, Catedrático de ausencia de premolares y de gérmenes for-
Medicina Legal y Forense, y D. Jose Emilio mativos de los mismos.
Muñoz Barrio, profesor asociado de Odonto-
Ambos individuos se localizaron en la
logía Legal y Forense.
parcela 2 de la Unidad de Actuación nº 1 del
Durante la toma de registros y de mues- Barrio Universitario, sobre las ruinas de la
tras de dichos restos, llamó la atención el denominada “Casa de Salvius”, concreta-
hecho de encontrar dos individuos entre los mente en las sepulturas 12000-22 y 12000-
primeros casos estudiados, que presentaban 4, que a continuación comentaremos. El
ausencia de premolares inferiores estando estado general de los restos dificulta mucho
presentes en boca piezas dentarias definiti- la determinación de sexo y edad de los mis-
vas. mos.
FIGURA 1: Planta del sector de la necrópolis localizada sobre la antigua “Domus de Salvius”, con
indicación de las sepulturas que estamos estudiando.
FIG. 6: Radiografías digitales de los lados izquierdo y derecho de la inhumación CA4-12173. Las
flechas negras indican el lugar donde deberían estar los premolares.
FIG. 10: Radiografía digital lado izquierdo de la inhumación CA4-12057 (individuo 1). En negro se
muestra la ausencia de germen. En gris, el hueco dejado por el germen dental en formación.
FIG. 11: Radiografía digital lado derecho de la inhumación CA4-12057 (individuo 1). En negro se
muestra la ausencia de germen. En gris, el hueco dejado por el germen dental en formación.
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RESUMEN
SUMMARY
INTRODUCCIÓN
Hace ya diez años redactamos un extenso trabajo sobre el Al-
cázar andalusí de Córdoba (MONTEJO & GARRIGUET, 1998)2,
publicado en las actas del I Congreso Internacional de Fortifica-
ciones en al-Andalus celebrado en Algeciras, fruto de la investi-
gación desarrollada con motivo de la restauración del Alcázar de
los Reyes Cristianos (MONTEJO & GARRIGUET, 1997 y GARRI-
GUET & MONTEJO, 1998)3. En éste exponíamos de forma por-
1
| Queremos aprovechar la publicación de este trabajo para rendir un sentido recuerdo y un modes-
to homenaje al querido profesor Christian Ewert, a su persona y a su memoria.
2
| Sobre el Alcázar andalusí véanse también MONTEJO, GARRIGUET & ZAMORANO 1998 y 1999.
3
| Véase también MONTEJO y GARRIGUET, 1994, sobre el hallazgo de un tramo de la muralla me-
ridional de la ciudad.
237
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ALBERTO J. MONTEJO CÓRDOBA
FIG. 1. Hipótesis de restitución del alcázar andalusí: recinto amurallado, puertas, ejes viarios y
sectores principales (MONTEJO & GARRIGUET, 1998, 326, Plano 2).
menorizada la exégesis de los textos árabes, cho panteón en la zona mas occidental del
las fuentes modernas y contemporáneas, Seminario de San Pelagio –actual Escuela
así como buena parte de las evidencias ar- de Magisterio de la Iglesia–, o al menos eso
queológicas relacionadas directamente con creemos.
el Alcázar cordobés. Todo ello dio lugar al Por aquel entonces la propuesta de lo-
enunciado de unas hipótesis sobre el traza- calización de la Rauda se basaba en las tres
do de su recinto, la localización de algunas premisas siguientes:
de sus puertas y la ubicación de determi- 1.ª El interesante pasaje citado por Al-Ma-
nadas dependencias, siendo una de ellas la qqari, tomado de Ibn Hayyan, sobre la
Rauda, el panteón de la dinastía omeya (Fig. visita que Ordoño IV efectuó a Córdoba
1); que es el tema que ahora nos ocupa de en 351 (962) con el fin de solicitar de
forma monográfica, ya que nuevos datos vie- al-Hakam II la ayuda necesaria para re-
nen a confirmar lo acertado de la propuesta cuperar su trono. Al marchar hacia Ma-
que hicimos en su momento, al ubicar di- dinat al-Zahra, el sequito de Ordoño IV
pasó delante del Alcázar (pero por fue- Para comprender la trascendencia de
ra de él), y cuando se hallaban entre la estos cementerios de las familias reinantes,
puerta de la Azuda y la de los Jardines el por ser éstos un importante y palpable vin-
monarca «preguntó por el enterramiento culo con el pasado y la tradición, y por lo
de al-Nasir li-din Allah [Abd al-Rahman tanto fuente de legitimidad, debemos co-
III]. Le indicaron el sitio al que en el in- mentar dos hechos alejados en el tiempo
terior el Alcázar, en la Rawda, estaba su y en el espacio, pero unidos por un mismo
tumba, y entonces Ordoño se quitó el go- significado: uno es el acontecido por el cali-
rro, se inclinó ante el lugar de la tumba, fa fatimí al-Muizz cuando en 972, tras con-
oró, tras de los cual volvió a ponerse el quistar Egipto, se traslada desde Ifriqiya a
gorro en la cabeza» (TORRES BALBÁS, El Cairo, portando con él «los tesoros de la
1957, 592; GARCÍA GÓMEZ, 1965, 324 dinastía y los ataúdes de sus antepasados»
y nota 7). (MANZANO, 1992, 136), y el otro es el pade-
2.ª La extensión del Alcázar por el sur hasta cido por Boabdil, último rey de Granada, que
la muralla meridional de la ciudad, fren- al partir para el exilio lo hace acompañado
de los restos de sus antepasados (TORRES
te al arrecife y el Guadalquivir.
BALBAS, 1985, or. 1926, 13 ).
3.ª La localización de la Puerta de la Azuda
(Bad al Sudda) y la Puerta de los Jar-
dines (Bab al Yinnan) en dicho tramo
meridional, y la relación evidente de la EN BUSCA DE LAS TUMBAS DE
Rauda (literalmente jardín) con esta úl- LOS CALIFAS
tima puerta.
Nuestra aproximación al problema de la lo-
calización de la Rauda no había sido el pri-
LA RAUDA: EL PANTEÓN DE UNA mer intento de situar esta dependencia del
DINASTÍA Alcázar, ya en el año 1962 se efectuó una
excavación en los entonces jardines del Pala-
De forma muy sintética, debemos señalar cio Episcopal, colindantes con la Plaza de los
que la rauda (rawda), el panteón dinástico, Santos Mártires por el oeste, y hoy pertene-
es uno de los contados casos en que se per- cientes a la Biblioteca Pública Provincial. De
mite la inhumación dentro del recinto de la dicha intervención nos dejó una información
medina4. En la Rauda del Alcázar descansa- valiosísima R. Castejón (1961-62 y 1963);
ron todos los emires y califas de la dinastía ésta consistió en la apertura, en un «cuadro»
omeya de al-Andalus, así como otras perso- de los mencionados jardines, de una pequeña
nas pertenecientes a la familia directa del cata de unos 4 x 4 m, en el que se exhumaron
soberano, como parece ser el caso de Subh, dos pilares de sección rectangular realizados
la madre de Hisam II (PINILLA, 1997, 197 con sillares dispuestos a soga y tizón. Estos
y nota 111). Pero este no es el único ejem-
plo de necrópolis reales que se conoce en 4
| Sobre los cementerios andalusíes véase el clá-
al-Andalus, también existen ejemplos en Se- sico y no superado trabajo de Torres Balbás (1957a) y
villa, Valencia y Granada (TORRES BALBÁS, para los cordobeses en particular los trabajos de Pinilla
1957a, 133). (1997) y Casal (2003)
FIG. 2. Planta y alzado de los vestigios aparecidos en los antiguos jardines del Palacio Episcopal, hoy
pertenecientes a la Biblioteca Pública Provincial (CASTEJÓN, 1961-62, 251).
pilares conservaban una altura de 1,3 y 0,88 diodía está la galería interior, toda ella
m respectivamente (Fig. 2). Su zócalo estaba pintada de rojo el suelo de hormigón cal-
revestido y pintado en rojo, observándose una cáreo. Se descubrió esta galería en una
franja de mismo color por encima. Los pilares anchura a partir de pilastras de 2’90, y
tenían unas dimensiones de 1 x 1,24 m de todo su borde opuesto aparecía roto a
lado, y 1,14 x 1,38 m en la parte inferior, más partir de una línea paralela a la de pilas-
tras, señalando acaso la línea de muro
ancha por disponer de un «enchapado» de la-
interior... El espacio entre pilastras tiene
drillo de 0,58 m altura; el espacio existente
hacia norte una faja de mármol blanco
entre los pilares era de 3,66 m (CASTEJÓN, de unos 45 ctms., que indica el escalón
1961-62: 247-248; IDEM, 1963: 231). El pa- hacia el hueco del patio (CASTEJÓN,
vimento sobre el que ambos se alzaban se en- 1961-62: 248).
contraba a una profundidad de 2,50 m y fue
descrito de la siguiente forma: A juicio de Castejón (1961-62: 248-
249) la galería hallada estaría cubierta «por
El piso original es de hormigón homogé- fuertes entablamentos» debido a la ausencia
neo de cal, pintado al rojo y hacia me- de dovelas correspondientes a arcos y a la
abundante presencia de grandes clavos de andalusí, pero el paso del tiempo y, sobre
unos 40 cm de longitud. En vista de estos todo, el desarrollo de la investigación –tanto
interesantes vestigios se decidió buscar la arqueológica como filológica–, han permiti-
línea de pilares al exterior de los jardines do cuestionar distintos aspectos del mismo,
del Palacio Episcopal, en el Campo Santo sin que esto signifique menosprecio alguno
de los Mártires, obteniéndose resultados hacia el mencionado trabajo y su autor, sino
negativos en este sentido al encontrarse «a todo lo contrario, ya que éste plantó las ba-
nivel análogo al de las pilastras, una irre- ses de la investigación posterior.
gular construcción, ovalada, como pozo de Retomando el tema que nos ocupa, de-
noria, horno de cal o cosa parecida, incla- bemos señalar que el error de partida pare-
sificable desde cualquier punto de vista, que ce estar en el límite meridional del Alcázar
ha vuelto a ser soterrada, porque entraba propuesto por Castejón en su trabajo antes
bajo la tapia de cerrramiento del jardín señalado (CASTEJÓN, 1929, Plano) (Fig.
episcopal y podía ser causa de ruina» (CAS- 3). Pero es en sus palabras donde hemos
TEJÓN, 1961-62: 249; IDEM, 1963: 231). apreciado un notable cúmulo de impreci-
Sea como fuere, el objetivo original de esta siones que debemos matizar; así, Castejón
intervención, el hallazgo de las tumbas de escribe:
emires y califas, no quedó ni mucho menos
El muro meridional [la negrita es nues-
cumplido, pues no se halló ningún resto de
tra], principal fachada del Alcázar, des-
sepulturas. Tanto es así que el propio Cas-
apareció del todo en las obras del obispo
tejón, a tenor de los resultados fallidos y
Mardones [1606-1624], el año de 1622,
pensando en futuras investigaciones, pro-
que tomó parte de la explanada delan-
puso dirigir la búsqueda de la necrópolis
tera del Seminario de San Pelagio, para
real «más a mediodía, en línea paralela a la
hacer el gran patio y crujía meridional
presunta fachada sur del Alcázar, a cuyo lu-
que hoy ofrece el Palacio Obispal. En
gar se refieren las más precisas citas de los
las excavaciones hechas por la Socie-
cronistas islámicos» (CASTEJÓN, 1961-62:
dad Cordobesa de Arqueología en el año
251; IDEM, 1963: 233). 1922 en dicho patio, se aprecio un fuer-
Creemos conveniente detenernos ahora te muro de construcción califal, con la
en analizar los motivos por los que aquella misma línea que la fachada posterior de
intervención no logro obtener los resulta- la Mezquita [alquibla], lo que nos hace
dos que se esperaban en un principio, para pensar suponer que es el muro meridio-
ello debemos revisar lo escrito por el propio nal del Alcázar. En cuanto al muro de
Rafael Castejón para entender los errores poniente [la negrita es nuestra] acaso
de partida que motivaron tan infructuosa estuviera separado de la muralla gene-
búsqueda. Así, en el año 1929 vio la luz el ral de la Almedina por una calle a ma-
prolífico artículo de este eminente erudito nera de Adarve, de la cual se ha visto
cordobés titulado “Córdoba Califal” en el el empedrado en algunas excavaciones.
Boletín de la Real Academia de Córdoba; di- (CASTEJÓN, 1929, 279).
cho trabajo ha sido hasta hace pocos años Las puntualizaciones sobre las asevera-
indispensable a la hora de acometer cual- ciones vertidas por Castejón en el párrafo an-
quier tipo de investigación sobre la Córdoba terior son relativas a los siguientes aspectos:
LÁM. 1. Palacio Episcopal, tramo de la fachada meridional y detalle del escudo situado sobre la puerta
perteneciente al obispo Agustín de Ayestarán y Landa (1796-1805) (foto del autor).
1º. Al parecer, las obras acometidas por el jía y por el adosamiento que se puede
obispo Diego Mardones no afectaron observar entre la crujía meridional y la
al muro propuesto por Castejón como oriental (Láms. 1 y 2)7. Por otra parte,
límite sur del Alcázar5, ya que la «cru- la crujía oriental, obra del obispo Mar-
jía meridional que hoy ofrece el Palacio dones –en la actual calle Torrijos–, con-
Obispal» es obra muy posterior –parte tinuaba mediante un arco hasta intectar
de la fachada que se abre a la actual ca- con el Seminario de San Pelagio; dicho
lle Amador de los Ríos6–, en concreto arco se encontraba en pie hasta 1863
del obispo Agustín de Ayestarán y Landa –conocido como Arco de Guía– (Lám.
(1796-1805), como se puede constatar 3), en que fue derribado tras un terri-
por el escudo de citado obispo situado ble incendio (MARTÍN, 1990, 207-209, y
sobre la puerta principal de dicha cru- Fig. 39). En este sentido, debemos indi-
car que delante del Seminario es posible
que se abriera una amplia explanada sin
5
| La obras del obispo Mardones si afectaron, y construir, como así lo refleja el propio
de forma muy drástica, a un importante tramo del lien-
zo oriental del alcázar, haciéndolo desaparecer, al igual
Castejón y otros autores (RÁMIREZ DE
que el sabat construido por al-Hakam II, que fue com- ARELLANO, 1981, 583)
pletamente demolido hacia 1622, véase CASTEJÓN,
1927-28, 37.
2º. En cuanto al muro descubierto en 1922
6
| Anteriormente conocida como calle Arco de en el patio del Palacio Episcopal, y que
Guía. según el propio Castejón tenía «la mis-
7
| Sobre la identificación de este escudo véase ma línea que la fachada posterior de
MOLINERO MERCHÁN, 2005, 511; y en lo relativo a las la Mezquita [alquibla], lo que nos hace
motivaciones que indujeron a la construcción de esta
crujía, destinada en principio a Biblioteca, y que forma
pensar suponer que es el muro meri-
parte de la fachada meridional del Palacio Episcopal dional del Alcázar», tenemos que hacer
véase RAMÍREZ DE ARELLANO, 1981, 582-583 y 590. notar que la información reflejada en la
El muro árabe, de sillares calizos a soga norte, entonces ¿cómo puede estar a la
y tizón, se presentó casi paralelo a dicha vez en línea con el muro de alquibla de
fachada. Parecía tener la misma línea la mezquita? La simple comprobación
que el muro posterior de la Mezquita. en un plano o en una foto aérea nos re-
flejan que ambos muros no son parale-
Todo el interés del hallazgo estuvo en de-
los, sino todo lo contrario (Lám. 4), a
ducir que dicha fachada del Palacio (la
lo que hay que sumar que el presunto
fachada interior que forma el lado norte
muro alineado con la alquibla hubiera
del indicado patio), no está sobre la lí-
aparecido en la crujía sur del patio, muy
nea del muro árabe, sino algunos metros
alejado de los vestigios hallados y fuera
más interior. (CASTEJÓN, 1928, 10).
de la zanja abierta en 1922.
De la lectura del texto anterior extrae- 3º. Ya para concluir, señalaremos que el ca-
mos la siguiente información: la loca- mino empedrado existente entre el «muro
lización de la zanja, que con dirección de poniente» del Alcázar y la muralla de
NO-SE aproximadamente, recorría la la ciudad, según Castejón, no parece co-
zona central del patio casi desde la rresponder a un espacio de separación
crujía septentrional a la meridional; la entre ambos lienzos, sino que más bien
aparición de un muro de sillares a soga sería una calle interior, adarve o pomerio
a tizón «casi paralelo a dicha fachada» (MORA-FIGUEROA, 1994, 156), del pro-
(la fachada de la crujía norte) y a esca- pio Alcázar. Así, se puede comprobar su
sos metros de ésta. Por lo tanto, se nos existencia en el interior del Alcázar junto
plantea la siguiente paradoja: si el muro al lienzo norte, en los dos tramos exca-
era casi paralelo a la fachada de la crujía vados por Félix Hernández en la década
FIG. 4. Detalle del plano levantado por Félix Hernández (Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba, inédito).
FIG. 5. Localización de la ampliación del Seminario de San Pelagio, detalle del plano de 1851.
Los terrenos solicitados, una vez le- [3,34 ó 4,17 m] se encontraron muros muy
vantado el croquis del solar y las líneas de robustos que atravesaban la zanja, forma-
fachadas, fueron cedidos gratuitamente al dos de sillares de piedra franca y losas de
Seminario por la Corporación el 21 de no- mármol blanco de una media vara cuadra-
viembre de 185113. No obstante, y por cau- da, una moneda romana del Bajo Imperio...
sas que se desconocen, los trabajos no co- Es indudable que todas estas ruinas son del
menzaron hasta 1857, realizándose la actua- Alcázar de los Califas” (MARTÍN LÓPEZ,
lización del croquis anterior con un nuevo 1990: 207, nota 137).
plano (Fig. 6); y, como no podía ser de otra
Hasta aquí llegaba la información que
manera, enseguida empezaron a surgir ves-
teníamos hace diez años sobre el descubri-
tigios arqueológicos que por su manifiesta
miento realizado en la parte más occidental
importancia fueron reseñados en la prensa
del Seminario; pero pasado un tiempo des-
local de la época, así el Diario de Córdoba
de la publicación del trabajo de Algeciras, y
de 18 de marzo de 1858 recoge la noticia del
hallazgo en estos términos: 13
| Como anécdota señalaremos que pocos años
“En octubre de 1857 haciendo los ci- después, en 1864, la Corporación tuvo que indemnizar
mientos para el muro que incluye un pedazo al Seminario con 25.411,11 reales por tomar 164,83
m² de éste tras el incendio del Arco de Guía del año
de terreno del Campo Santo concedido por la anterior (vid supra); pues el Municipio aprovechó este
ciudad al colegio Seminario Conciliar de San suceso para alinear y ensanchar la actual calle Amador
Pelagio, a una profundidad de 4 ó 5 varas de los Ríos.
FIG. 6. Planos del solar cedido para la ampliación del Seminario (MARTÍN, 1990, 206, Figs. 37 y 38).
continuando con la investigación del Alcá- su existencia–, éstos fueron donados por el
zar –que nunca ha cesado–, nos encontra- entonces obispo, D. Juan Alfonso de Albur-
mos con una publicación que recogía cier- querque (1857-1874), el 18 de abril de 1868
tos materiales procedentes del Seminario al recién creado Museo Arqueológico Nacio-
de San Pelagio –y de los que ignorábamos nal, por mediación de D. José Amador de los
Ríos y Serrano14, director de dicho museo y
14
| Curiosamente a este ilustre personaje, José muy vinculado con la ciudad de Córdoba y al
Amador de los Ríos y Serrano (Baena,1818-Sevilla, Seminario, donde estudio de joven. La publi-
1878) (http://www2.uah.es/imagines_cilii/Epigrafis- cación a la que nos referimos es el libro de
tas/textos/Riosamador.htm), está dedicada la calle que Ramón Revilla Vielva titulado Patio árabe del
actualmente separa el Palacio Episcopal del Seminario
de San Pelagio, y tal vez sea su interés por la poesía la
Museo Arqueológico Nacional. Catálogo des-
razón por cual es más conocido como “Amador de los criptivo, publicado en Madrid en 193215. Las
Ríos”. piezas donadas por el obispo Alburquerque
15
| Existe un pequeño error de forma en el libro al Museo Arqueológico Nacional (MAN) son
de Revilla, que no anula para nada su contenido, ya que
confunde la denominación del Seminario de San Pela-
los números: 3, 4, 5, 6, 7, 8, 126, 127, 129,
gio por “San Pelayo”, lo cuál creemos debe ser más bien 130, 134, 163, y 232 del Catálogo de Revilla,
una un error de imprenta. un importante conjunto de piezas que por
LÁM. 6. Atauriques vegetales procedentes del Seminario de San Pelagio y donados al MAN en 1868 (Foto: MAN).
LÁM. 7. Atauriques geométricos procedentes del Seminario de San Pelagio y donados al MAN en 1868
(foto: MAN).
11. Un fragmento de inscripción cúfica tales (Lám. 6)20; dos fragmentos de atauri-
de mármol blanco. que con decoración geométrica, que incluso
12. Una pieza de mármol del mismo co- conservan el color rojo del fondo utilizado
lor, cuadrilonga y con molduras lisa. para resaltar dicha decoración (Lám. 7)21, y
13. Un fragmento de barro cocido, de un florón en bulto redondo (Lám. 8)22. Otro
planta circular, rodeado de inscrip- conjunto destacado lo constituyen los ele-
ción cúfica. mentos arquitectónicos decorativos, forma-
do por seis ejemplares de basas (Lám. 9)23 y
14. Dos fragmentos de ataurique de
dos capiteles (Lám. 10)24, el estado de con-
mármol blanco.
servación de todos ellos es muy desigual.
15. Seis ídem de piedra franca.
16. Tres ídem, de ornato de relieve de la 19
| No es nuestra intención hacer el catálogo y el
misma clase de piedra. estudio pormenorizado de este importante conjunto,
17. Un fragmento de mosaico. que dejamos para mejor ocasión, ahora nos contenta-
mos simplemente con rescatar del olvido este impor-
18. Un vaso de barro, jarro o alcuza. tante hallazgo. Remitimos al trabajo de Revilla de 1932
Las piezas que se conservan en el MAN para comprobar las dimensiones de las piezas.
20
| MAN, Nº de Inventario: 50372, 50373, 50374,
procedentes del Seminario de San Pelagio 50401, 50403, 50405 y 50406
constituyen un numeroso y homogéneo gru- 21
| MAN, Nº de Inventario: 50408-50409 y 50410.
po de elementos arquitectónicos decorati- 22
| Pensamos que esta pieza, la nº 50400, un flo-
vos de clara cronología andalusí, y a prime- rón en bulto redondo, debería ir empotrada en la pared
ra vista podemos atrevernos a señalar que o en el techo del edificio al que perteneció, acompaña-
da del resto de elementos decorativos.
califal19. La donación está compuesta por 23
| MAN, Nº de Inventario: 50394, 50395, 50399,
siete fragmentos de relieves arquitectónicos 50404, 50407 y 51377.
decorativos, o atauriques, con motivos vege- 24
| MAN, Nº de Inventario: 50411 y 50739.
LÁM. 9. Basas procedentes del Seminario de San Pelagio y donados al MAN en 1868 (foto: MAN).
LÁM. 10. Capiteles procedentes del Seminario de San Pelagio y donados al MAN en 1868 (foto: MAN).
de decoración vegetal (Lám. 12)30. Los ci- rregido la lectura tradicional del epígrafe al
macios de los arcos presentan una inscrip- leer el nombre de Tarif, y datar la pieza entre
ción árabe que ha sido muy controvertida 954 y 965, en nuestra opinión de forma muy
hasta hace poco. Recientemente esta mag-
nifica pieza ha sido estudiada en profundi- 30
| MAN, Nº de Inventario: 50369. Nº de expedien-
dad por el profesor J.A. Souto, quién ha co- te: 1868/22.
LÁM. 11. Inscripción funeraria procedente del Seminario de San Pelagio y donada al MAN en 1868
(foto: MAN).
fortuna que corrieron a la hora de ser publi- cemos en Madinat al-Zahra–, y que viene a
cados hicieron el resto. confirmar la hipótesis que expusimos en su
día sobre la extensión del Alcázar de Córdo-
En definitiva, no existen elementos de
ba por Mediodía y, por añadidura, lo acer-
juicio que permitan seguir afirmando con
tado de la propuesta de localización de la
total seguridad que el relieve donado por
Rauda; aunque seguimos manteniendo que
Victoriano Ribera proceda del Alcázar.
es necesario proseguir la investigación de
este complejo palatino, pues siguen siendo
más numerosas las interrogantes que las
CONCLUYENDO
respuestas.
La evaluación del conjunto de piezas apa- Así, ahora nos planteamos que efectiva-
recido en la ampliación del Seminario nos mente la Dar al-Rawda, obra de Abd al-Rah-
muestra claramente un ambiente edificato- man III, fuera una remodelación del antiguo
rio de carácter áulico, como no podía ser cementerio dinástico y que lo encontrado en
de otra manera –en línea con lo que cono- el Seminario fueran sus vestigios.
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tableros parietales”, en A. Vallejo Triano (coord.): besa 5, 245-282.
RESUMEN
Tras el significativo aumento de la información generada en
relación con el mundo funerario de época islámica en Córdoba en
los últimos años, planteamos para este trabajo un doble objetivo:
realizar una actualización de dichos datos y empezar a plantear
nuevas cuestiones o líneas de investigación referidas, por un lado,
a la configuración de las áreas cementeriales en relación con la
topografía urbana, y por otro, a las propias características inter-
nas de estos espacios.
RESUMÉ
Grâce à l’abondante information générée à l’égard du monde
funeraire de l’époque islamique corduenne au cours des derniè-
res années quel’on a établi un doble but pour ce travail: réaliser
une actualisation de ces données et commencer à poser des nou-
velles lignes de recherché. Les nouvelles lignes feront allusion
d’une part à la configuration des aires occupées par les cimitières
et leurs rapports avec la topographie urbaine, et d´une autre part
aux propres caractéristiques de ces espaces.
1
| Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación “Espacio y usos funerarios en la ciudad histórica. El
ejemplo cordobés (siglos II a.C-XV d.C.)”, financiado por el Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Inno-
vación Tecnológica 200-2003 del Ministerio español de Ciencia y Tecnología, con apoyo de la Unión Europea a través de
los fondos FEDER (Ref. BHA 2003-08677). Del mismo modo, se inscribe en el Convenio de Colaboración que el Área de
Arqueología de la Universidad de Córdoba, mantiene con la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento local
para el estudio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único (www.arqueocordoba.com).
257
–––– Mª TERESA CASAL / ALBERTO LEÓN / ROSA LÓPEZ / ANA VALDIVIESO / PATRICIO J. SORIANO
FIG. 1. Plano con la distribución de las maqabir islámicas de Córdoba, con la indicación de los puntos
mencionados en el texto. 1. Plaza de Colón n.º 8; 2. Zona Arqueológica de Cercadilla; 3. Centro
Comercial Carrefour; 4. MA-1 Tablero Bajo; 5. Parcela A Manzana 6 del PP P-1; 6. Avda. de la Victoria;
7. Manzana 17 del PP MA-1; 8. Manzana 16 del PP MA-1; 9. Manzana G del PP MA-1; 10. Pza. Sta.
Teresa y Avda. Campo de la Verdad; 11. Avda. Aeropuerto; 12. Pza. San Lorenzo n.º 3; 13. Yacimiento
E Ronda de Poniente; 14. Yacimiento C Ronda de Poniente; 15. C/ Pintor Torrado n.º 25; 16. SG-
SS1. Parque de Miraflores Sondeo 26; 17. Yacimiento D Ronda de Poniente; 18. C/ Alfonso XII; 19.
C/Obispo Rojas Sandoval; 20. Pza. Ibn Zaydun; 21. Periodista Quesada Chacón (Parc. 4 y 5); 22.
Periodista Quesada Chacón (Parc. 5 y 7); 23. Viales del PP O-7; 24. Naves Municipales del Parque
Cruz Conde; 25. Bar Currito; 26. Parc. 7B de la UA SS-2; 27. Avda. Libia n.º 33; 28. Avda. Ollerías;
29. Puerta de Sevilla; 30. PAM MA 1-2; 31. Ronda de los Mártires n.º 7; 32. C/ Terrones 4 y 5; 33.
Puerta de Almodóvar; 34. Piscina de Poniente; 35. C/ Vázquez Aroca
de la zona que constituyó el alcázar califal, Oeste y la actual ciudad de Córdoba ha ra-
pero carentes de refrendo arqueológico en tificado nuevamente la existencia de cemen-
lo que atañe a la localización de posibles en- terios musulmanes, caso del P.P. O – 7 (n.º
terramientos in situ. Todo ello se ve afectado 23), actualmente en estudio. Al sur de la ac-
por la propia evolución urbanística de la ciu- tual Avenida del Aeropuerto, en parte de los
dad, cuya población asentada en estas dos terrenos ocupados por la denominada Fin-
zonas ya desde la etapa medieval islámica ca del Fontanar, se conocían ya las noticias
continuará hasta nuestros días, realizándose trasmitidas por Santos Gener respecto a la
menores reformas urbanísticas y, por tanto, localización de un cementerio árabe en 1949
escasas intervenciones arqueológicas que se (SANTOS GENER, 1955: 41), definido por
ciñen a los solares definidos por el parce- “numerosos enterramientos superpuestos,
lario heredado. En contrapartida, las áreas en fosas separadas, cada una de las cuales
Septentrional, Occidental y Meridional han tenía varios cuerpos, separadas entre sí por
sufrido un desarrollo urbanístico durante el capas de tejas árabes”. Estos datos han sido
último cuarto del siglo XX, que nos propor- ratificados por la excavación realizada por la
ciona abundante información arqueológica Gerencia Municipal de Urbanismo en la cual
actualizada. se pudieron excavar hasta 212 tumbas (MU-
RILLO et alii 2004). Debemos señalar que
El área Occidental constituye hasta la en la mayoría de los ejemplos aquí expuestos
fecha la zona donde se ha documentado un no se pudieron definir los límites espaciales
mayor porcentaje de áreas funerarias vincu- de las necrópolis, por lo cual su extensión
ladas a la construcción de nuevos arrabales, sería aún mayor.
inmersas en el desarrollo urbanístico que se
produjo en la ciudad en el s. X d.C. atraídos El área Septentrional constituye la se-
por la edificación de Madı–nat al-Zahra–’. La gunda gran zona de cementerios islámicos.
construcción de la denominada Ronda Oes- En ella destacan grandes solares de nueva
te6 (CAMACHO, 2000, 2002, 2004) ha pro- edificación, y se caracteriza por ser otra de
porcionado la documentación de dos gran- las zonas de expansión actual de la ciudad.
des cementerios musulmanes. El primero Ya teníamos conocimiento de los localizados
(n.º 17) localizado más al sur y denominado en el solar del Centro Comercial Carrefour
yacimiento D en que se documentaron un (n.º 3) (MORENA, 1994; CASAL, 2003) o
total de hasta 4000 fosas, y el segundo (n.º los situados al exterior de la Ba–b al Yahu–d
14) denominado yacimiento C con 1158 e identificados como parte de la maqbara
tumbas. Ambas almacabras, que ocupaban de Umm Salama (n.º 1) (BOTELLA, 1995;
grandes extensiones de terreno, se vincu- CASAL, 2003). A ellos se han sumado los 49
lan con la edificación de nuevos arrabales, enterramientos documentados en la Calle
almunias y mezquitas desarrollados en esta Pintor Torrado (n.º 15) (BOTELLA et alii,
zona a partir de época emiral con continui- 2005) identificados por sus excavadores
dad en la etapa califal (MURILLO, CASAL, como un “posible sector reducido de dicha
CASTRO, 2004).
6
| Agradecemos a la arqueóloga Cristina Ca-
La consecución de nuevos planes parcia- macho el acceso a la información de la intervención
les que se extienden en el espacio definido arqueológica realizada en el Polígono Industrial de la
entre los terrenos ocupados por la Ronda Torrecilla.
maqbara” (BOTELLA et alii, 2005, 47) y 19–, y UASS2 Parcela 7 B –n.º 26–), ratifi-
vinculados con parte de un arrabal tardoislá- can la utilización de este espacio con un
mico documentado igualmente en la inter- uso funerario, pudiendo identificarlo como
vención arqueológica. En la zona noroeste la maqbara al-rabad. Concretamente, en
de la ciudad, en la denominada Glorieta de la intervención arqueológica realizada en
Ibn Zaydun (n.º 20) se hallaron 64 sepultu- el solar sito en la calle Acera del Arrecife
ras islámicas (MURILLO et alii, 2002a), muy n.º 3 (n.º 25) (MORALES, 2004) se pudo
cercanas a las tumbas localizadas en las Par- ratificar la superposición en este sector del
celas 5 y 7 de la Unidad de Ejecución P-4 cementerio con parte del que fue el arrabal
Bis del PGOU (n.º 21 y 22) (CEPILLO, 2003; de Šaqunda, documentado en extensión en
LARREA, 2003). Igualmente cabe destacar los terrenos del lóbulo de Miraflores (CA-
las recientes intervenciones arqueológicas SAL et alii, 2004). Finalmente cabe señalar
realizadas en la zona de Ollerías, localiza- varias intervenciones realizadas en la Calle
das al noreste de la ciudad donde se han Acera del Río, en las cuales se localizaron
excavado diversos enterramientos islámicos de nuevo enterramientos musulmanes vin-
posiblemente vinculados con el crecimiento culados al recorrido del camino que partía
de la ciudad hacia este área tras la construc- de la Puerta del Puente hacia Granada, po-
ción de la muralla de la Axerquía y vincula- siblemente pertenecientes también a un
dos a grandes zonas de producción alfarera sector más alejado de esta necrópolis.
de cronología almohade. Destaca igualmente en este sector
La orilla izquierda del río, identificada meridional el cementerio localizado con
como el área Meridional, presenta un pri- motivo de las obras de la Ronda Oeste, en
mer crecimiento urbanístico durante las el denominado Polígono Industrial de la
décadas de los cincuenta y sesenta del siglo Torrecilla (n.º 13) (Yacimiento E, Ronda
XX con la construcción de la Barriada de Oeste) en el año 2000 con un total de 439
la Sagrada Familia, a la que corresponden enterramientos, y caracterizado por su ubi-
las noticias recogidas por Santos Gener so- cación en la topografía de la ciudad, pues
bre la localización de numerosas sepulturas constituye el localizado más al sur y alejado
musulmanas y cuyo reflejo queda patente de la ciudad.
en la colección de epígrafes funerarios que, Los datos que conocemos referentes a
pertenecientes a esta zona, se encuentran la Axerquía son muy escasos. A los ya conoci-
hoy depositados en el Museo Arqueológico dos ejemplos localizados en la Plaza de San
de Córdoba. Las posteriores obras que se Lorenzo n.º 3 (n.º 12) (BOTELLA, 1999; CA-
han realizado en este sector iniciadas en SAL, 2003) podemos añadir la excavación en
1995 con la remodelación de la Plaza de el n.º 43 y 45 de la calle Alfonso XII (ASEN-
Santa Teresa y la Avenida del Campo de la SI, 2002) de un cementerio con 78 tumbas
Verdad (n.º 10), junto a las ejecutadas con de cronología califal y almohade. Cercanas a
motivo de la construcción del Parque de ésta e igualmente intramuros se excavaron
Miraflores 2001 y el futuro Centro de Con- dos nuevos solares en la calle Barrionuevo
gresos de Córdoba (n.º 16), así como las con diversos enterramientos de cronología
realizadas en diversos solares localizados califal. Estos nuevos datos nos indican la
en las inmediaciones (Edificio Séneca –n.º existencia de enterramientos en la zona de
8
terminados casos una superposición de es-
| Mientras en las últimas investigaciones reali-
zadas en Mérida se afirma: pacios funerarios de diversos periodos histó-
“Cuando se extiende el área funeraria islámica ricos, caso de los enterramientos del Paseo
hasta este terreno no quedaban estructuras romanas de la Victoria (mausoleos o monumentos
emergentes como prueba la superposición y corte de
funerarios romanos de la Victoria (MURI-
las fosas a las cimentaciones. Ningún vestigio permitía
identificar la zona como de antiguos enterramientos pa- LLO et alii, 2002b), los de la Plaza de Colón
ganos pues las tumbas romanas que no habían sido ex- (zona de necrópolis y monumento funerario
poliadas de antiguo se hallaban a más profundidad que Palacio de la Merced), la Avda. del Campo de
las islámicas. Es natural que hubiese reparos en reutili-
la Verdad (Arco Viario Sur) o Miraflores (en-
zar las áreas funerarias de los “politeistas” (cristianos
o paganos) aunque no siempre se percatasen de ello, terramientos romanos y reutilización de una
como en el caso que nos ocupa y en los solares cerca- lápida en el umbral de una de las estancias
nos. Hasta el presente se ha localizado más de una vein- pertenecientes al arrabal de Šaqunda), Glo-
tena de puntos en la ciudad con sepulturas islámicas y rieta de Ibn Zaydun (zona de necrópolis ro-
tan solo en tres de ellos se da tal coincidencia: aquí, en
el vecino solar de la intervención 8033 y en Resti, donde mana con posibles monumentos funerarios
las tumbas romanas son escasas y se encuentran a una (MURILLO et alii, 2002b). Este fenómeno
cota mucho más profunda. En estos casos testimoniales no es exclusivo de nuestra ciudad observán-
hay que hablar de superposición estratigráfica, fruto de dose en otras áreas de al-Andalus8.
la casualidad” (ALBA, 2005a: 336-337).
“No existe ninguna tumba pagana o cristiana en Sobre las posibles denominaciones de
el solar, requisito preferentemente seguido para crear
las maqa–bir conocidas a través de los textos
las maqabir, por prejuicios relativos a la impureza del
solar, si bien no siempre consiguen evitar los espacios literarios y los cementerios excavados en
funerarios precedentes, tal y como se puede constatar la ciudad, hemos procurado no abordar re-
en intervenciones vecinas n.º 7017 y 8033. No obstante, construcciones toponímicas sin contar con
hay que tener en cuenta que aquellas tumbas romanas
referencias explícitas y claramente identi-
se encuentran a una profundidad superior a la excava-
da por los sepultureros musulmanes, por lo que pocas ficables. Así pues, a las ya identificadas en
veces se percatarían de ello” (ALBA, 2005b: 371). publicaciones previas (CASAL, 2003), tales
Sin embargo son conocidos diversos ejemplos re- como:
partidos por la geografía de al-Andalus donde se repro-
duce el fenómeno de localizar sepulturas islámicas en − las sepulturas halladas en la Plaza de
lugares donde anteriormente habían sido enterrados Colón n.º 8 pertenecientes a la maqbara
romanos o visigodos, caso de la necrópolis de la llamada
Umm Salama;
Puerta de Toledo en Zaragoza, Segóbriga (cerca de Saeli-
ces, Cuenca), Mértola, Marroquíes Bajos (Jaén), etc… E. − las localizados en la Avenida de la Vic-
Manzano presenta varias teorías para explicar este fenó- toria identificada como la maqbara Ba–b
meno, pero lo que sí pone de relieve es que en estos casos
‘A—mir;
cada vez más frecuentes, los cambios introducidos por
los nuevos pobladores no serían tan traumáticos como − los enterramientos pertenecientes a la
parecen, y en muchas ocasiones la población continuará I.A.U. de Avda. del Campo de la Verdad
enterrándose en los antiguos cementerios hasta que la
(Arco Viario Sur) identificados como
“islamización se hubo perfeccionado”, abandonando di-
chos cementerios (MANZANO, 2006: 268-275). parte de la maqbara al-Rabad≥.
Igualmente ocurre en la necrópolis norte del Tol- − la necrópolis excavada en la Avenida
mo de Minateda, en el espacio en el que se enterraban
los cristianos en época visigoda, donde se han hallado
del Aeropuerto identificada hipotética-
más de una docena de enterramientos de rito musul- mente como la maqbara Mut’a (ACIÉN,
mán (ABAD et alli, 2004: 157). VALLEJO, 1998: 116 y nota 56) o la ma-
qbara Bala–t≥ Mugı–t≥ (PINILLA, 1997: 206; creemos aventurado realizar adscripciones
CASAL, 2003: 158); cronológicas concretas (etapa emiral, ca-
− los enterramientos localizados en el lifal, almohade…) de cada área funeraria,
Centro Comercial Carrefour (n.º 3) o fundamentalmente por los motivos anterior-
la zona del Tablero Bajo (n.º 7, 8 y 9), mente expuestos referentes a ausencia de
identificados como la posible maqba- ajuares, simplicidad en las sepulturas etc...
ra al-Rus≥a–fa (PINILLA, 1997; CASAL, Mientras que en otras zonas de al-Andalus,
2003); cuyas ciudades presentan unos periodos de
vida más concretos asociados en ocasiones
− la almacabra localizada en el Polígono a unas etapas u otras (emirales o califales),
Industrial de la Torrecilla (n.º 13) ha resulta ser un acicate para concretar data-
querido identificarse como con una le- ciones cronológicas de los cementerios. En
prosería vinculada a la muny–at ´Aya–b, Qurt≥uba es aventurado en ocasiones precisar
que contaba con un gran jardín cuyos connotaciones cronológicas, exceptuando
productos estaban asignados al mante- por ejemplo aquéllas vinculadas a las áreas
nimiento de la misma9; de expansión de la ciudad en época califal
podemos añadir: (zona Occidental), o el posterior crecimien-
− la recientemente excavada en la calle to almohade de la ciudad extramuros de las
Pintor Torrado identificada por sus au- murallas de la Axerquía (barrios orientales o
tores como parte de la maqbara Umm zona de Ollerías).
Salama (BOTELLA et alii, 2005); A esta problemática debemos sumar el
− las nuevas intervenciones arqueológicas hecho de que muchos de estos cementerios
realizadas en el área del Parque de Mi- cuentan con un arco cronológico de vida
raflores (CASAL et alii, 2004), edificio muy extenso, abarcando prácticamente todo
Séneca (COSTA, 2003), Acera del Arre- el periodo medieval islámico, pues su funda-
cife n.º 3 (MORALES, 2005) y Acera del ción, recogida en numerosas ocasiones por
Río s/n, como parte de la maqbara al- los textos literarios, se produce en la etapa
rabad≥; emiral, caso de la maqbara al-rabad≥ o Umm
− las excavaciones realizadas en la Avda. Salama, enterrándose en ellas hasta la etapa
de Libia s/n (ROMERO, 2005), encla- almohade.
vada en la denominada zona oriental,
9
podríamos relacionarlas con la maqba- | Como la propia autora explica (CAMACHO,
2004: 239), no contamos con base documental hasta
ra ibn ‘Abba–s, localizada al exterior de la fecha para poder realizar esta afirmación, ya que no
la denominada Ba–b ibn ‘Abba–s poste- disponemos de análisis antropológicos que puedan co-
riormente conocida en época cristiana rroborar dicha teoría.
como la Puerta de Plasencia10. 10
| Respecto a la identificación de las maqabir de
Ibn ‘Abba–s y la de al-Bury–, no existe un consenso en la
Todos estos análisis sobre la topografía investigación. Por un lado, Casal (2003: 50-51) plantea
de la ciudad, así como de las característi- la posibilidad de que se trate del mismo cementerio,
cas que definen a estos espacios funerarios por tanto situado extramuros; mientras que Pinilla
(1997: 199-201) las distingue, situando la primera al
presentan un problema cronológico que exterior de la puerta homónima de la muralla oriental e
poco a poco se va solventando. No obstan- incluyendo, por el contrario, a la segunda en el interior
te, en el estado actual de conocimientos de la Ajerquía.
FIG. 3. Vista aérea de la distribución de las áreas funerarias en la zona de poniente de la ciudad y su
alternancia con espacios ocupados por almunias y arrabales. En primer término, la excavación del edificio
singular en la zona del Fontanar; al fondo, el yacimiento D de la Ronda de Poniente (“Casas del Naranjal”).
viendo cómo su configuración es paralela a áreas funerarias de una población cada vez
la del desarrollo urbanístico de los propios más creciente, pues “el cementerio islámico
arrabales extramuros y que ambos (arraba- es un ámbito público cuyo cuidado corres-
les y cementerios) responden a un mismo ponde a las autoridades estatales” (GARCÍA
diseño planificado de antemano. SANJUAN, 2002: 211).
El crecimiento urbano de la Córdoba Pero esta reserva no se realizaba en es-
Omeya implicó la absorción de los antiguos pacios libres dentro de un amplio recinto
espacios extramuros14 de una ocupación más amurallado, sino que cada cementerio es-
o menos dispersa (cfr. MURILLO, CASAL, taba en las inmediaciones de los arrabales
CASTRO, 2004). Este crecimiento es en correspondientes. El hecho de que tanto los
gran medida consecuencia de un programa
urbanístico auspiciado por el Estado andalu-
14
sí, como reflejo y resultado del nuevo orden | En el caso concreto de los espacios funerarios
se ha venido considerando de manera genérica que
político (ACIÉN, VALLEJO, 1998). En este
“con la expansión experimentada por la capital en el
proceso debían planificarse no sólo los es- siglo X gran parte de los cementerios fueron quedando
pacios habitados, sino que al mismo tiempo paulatinamente incorporados dentro de otros elementos
debían preverse los espacios destinados a las urbanos de la ciudad” (PINILLA, 1997: 213).
arrabales como las propias maqa–bir se dis- limitada al sur por el muro de fachada de la
pongan en torno a los caminos propiciaría, manzana de un arrabal15. Al norte de estas
en parte, esta correlación espacial. casas el espacio disponible –“al que se acce-
En algunos casos constatados en Cór- día a través de un vano de tres metros de lar-
doba, la secuencia de ocupación muestra go, que abriría mediante un gran portón de
cómo estos cementerios surgen a partir de madera hacia el arrabal”– estuvo destinado
la existencia de una almunia (Fontanar y inicialmente a zona de cultivo –como denota
Ronda de Poniente –Yacimiento D o Naranjal la red de canalizaciones documentada–; sin
de Almagro–) o de un arrabal próximo (Ron- embargo, “dicha huerta se cedería, probable-
da de Poniente, –yacimiento C– y PP O-7, mente, como fundación pía, por alguno de los
Parcela A Manzana 6 PP 1), en un espacio habitantes de este arrabal para la creación
previamente reservado para ello. Además, de la necrópolis” (CAMACHO, 2004: 229,
muchos de estos cementerios eran donados nota 12). Al norte, este cementerio quedaba
como fundaciones pías por parte de perso- delimitado por un edificio singular, del tipo
najes notables y, más concretamente, del identificado como posible almunia, y por un
entorno de emires y califas (cfr. MURILLO, camino, al norte del cual se disponía un nue-
CASAL, CASTRO, 2004), con lo que se con- vo espacio funerario (Figura 3).
vierten en bienes inalienables a salvo de la El resultado es que estas maqa–bir no se
posibles transformaciones y especulaciones encontraban aisladas y segregadas del res-
urbanísticas. to del espacio urbano, sino que quedaban
El mejor ejemplo de esta íntima rela- plenamente integradas y vinculadas a las es-
ción lo encontramos en las excavaciones de tructuras urbanas que se desarrollaron en la
la Ronda de Poniente –yacimiento C–, en el expansión extramuros de la capital omeya.
que la extensa almacabra se encontraba de-
22)–, poniendo en evidencia la íntima rela- dina, en la que se han documentado hasta
ción existente entre el agua y los usos fune- nueve niveles de enterramientos practicados
rarios de la sociedad andalusí19. en los paquetes de limos muy homogéneos
aportados por el Guadalquivir (CASAL et
La explicación más generalizada que se
alii, 2004: 267-268)20.
ha venido dando a esta vinculación es emi-
nentemente práctica, ya que los aportes Sin embargo, en otros puntos de la ciu-
fluviales favorecían el recrecimiento de los dad, el menor caudal de los arroyos –con es-
niveles sedimentarios, que conllevaba una casa capacidad sedimentaria– y las propias
elevación de los niveles de suelo, permitien- obras islámicas para su encauzamiento y ca-
do, en última instancia, la sucesiva reutiliza- nalización no parecen responder al motivo
ción del mismo espacio para disponer ente- enunciado, pues en sus inmediaciones no se
rramientos. da la mencionada superposición de niveles
de enterramientos.
Así se ha interpretado el emplazamien-
to del cementerio de Yabal Faruh (Málaga) Este es el caso del cementerio locali-
junto al antiguo curso del arroyo del Calva- zado en la calle Pintor Torrado, donde se
rio, cuyos aportes de finas gravas favorecía la documentó el paleocauce de un arroyo que
superposición de niveles de enterramientos separaba la zona funeraria del área de vi-
(SANTAMARÍA et alii, 1995: 342). Más con- viendas (BOTELLA et alii, 2005). A su vez, el
cementerio extendido a levante del curso de
tundente aún es la consideración que en este
agua quedaba separado de aquél mediante
mismo sentido se ha hecho de la secuencia
el muro de cierre occidental del cementerio,
estratigráfica del cementerio de San Nicolás
un camino y, finalmente, el muro de con-
de Murcia, en el que: “La superposición de
tención del cauce fluvial (Ibid.: 22-23). La
enterramientos documentada aquí era facili-
construcción de estas estructuras impedía
tada por los continuos aportes de tierra que
la inundación y consiguiente deposición de
el río [Segura] proporcionaba. La elevación
paquetes sedimentarios que sobreelevasen
progresiva del suelo del cementerio permitía el nivel del terreno21.
que los túmulos más antiguos quedaran sote-
rrados, siendo posible entonces hacer sobre
de la Boatella–, se situaba cerca de las acequias que
ellos nuevos enterramientos” (NAVARRO, abastecían varios molinos (PASCUAL, SERRANO, 1996:
1985: 9). Otro ejemplo en el que se ha dado 233).
19
una interpretación similar de la ubicación | El uso industrial de dichas áreas –previo o pos-
del espacio funerario junto a una rambla terior al funcionamiento de los cementerios– estaría,
por tanto, en íntima relación con la disponibilidad de
es el cementerio de Puerta de Purchena recursos hídricos tan necesarios para este tipo de acti-
(Almería), en el que los continuos aportes vidades productivas.
sedimentarios, favorecían una constante 20
| El número de niveles y la densidad de los en-
reutilización del lugar para la deposición de terramientos disminuye progresivamente conforme se
aleja del río y se extiende a lo largo del camino de salida
enterramientos (ALCARAZ, 1988: 19). de la ciudad. Así lo muestran los resultados de la inter-
Una excelente muestra de ello en los vención arqueológica en el Arco Viario Sur (ALARCON,
MURILLO, 1995).
cementerios islámicos de Córdoba la encon- 21
| A esto cabría añadir, aunque de manera más
tramos en la maqbara al-rabad≥, emplazada anecdótica, algunas referencias en las que la proximi-
en la orilla izquierda del río, opuesta a la me- dad a cursos de agua implican inconvenientes y quejas
Cabría plantearse, por tanto, otras po- durante el cual el difunto era sometido a un
sibles explicaciones, ya sea la simple coin- duro castigo que implicaba unas condicio-
cidencia o que tal relación responda a otro nes de calor y sequedad insoportables (Ibid.:
tipo de razones, vinculadas con el más in- 172). Para aliviar estos tormentos, y pese a la
tangible mundo de la escatología22. En otros reprobación que de estas costumbres hacían
trabajos al respecto ya se ha mencionado algunos juristas –muestra, por otra parte, de
cómo “el mundo funerario y el agua siempre lo generalizado de las mismas– los familiares
han permanecido estrechamente ligados” rociaban las tumbas con agua.
(ROBLES et alii, 1993: 98)23.
Igualmente era habitual, siguiendo las
De estas costumbres –tomadas de po- indicaciones del profeta, que se plantase
blaciones islámicas marroquíes contemporá- vegetación junto a las tumbas, acondicio-
neas– recogemos aquélla relacionada con el nando los espacios funerarios como zonas
riego de las tumbas en ocasiones señaladas, ajardinadas (rawdas)24. Todos estos elemen-
como el día de la Achoura, cuando “se inun- tos estaban destinados, en última instancia,
daban las tumbas con el agua acarreada por a refrescar al difunto, a paliar el calor y la
los aguadores” (Ibid.). extrema sequedad a la que éste estaba so-
En este sentido, creemos muy atinada la metido durante las pruebas y castigos que
explicación aportada por M. Fierro a esta bús- siguiendo el ritual se desarrollaban en la
queda de la proximidad al agua, relacionada tumba (FIERRO, 2001: 182).
con los rituales y acontecimientos que tienen En definitiva, no podemos desestimar,
lugar tras la muerte del individuo (FIERRO, que, al menos en algunos casos, la ubicación
2001: 171-172). En el viaje que realiza el de los espacios funerarios en las proximida-
finado hasta alcanzar el Paraíso debía afron- des de ríos, arroyos y acuíferos pudiese res-
tar el juicio de los ángeles en la propia fosa, ponder a estas creencias ancestrales.
Por lo que respecta al caso concreto de
por la inundación de las antiguas sepulturas (FIERRO, los cementerios de Córdoba, creemos que
2001: 172, nota 135).
22
la distribución de algunas de las principales
| Hemos de reconocer la dificultad para apre-
hender y detectar arqueológicamente este tipo de áreas funerarias de la ciudad junto al cauce
creencias, que suelen tener una considerable variabili- de ríos y arroyos permite mantener con visos
dad regional y que, en ocasiones, hunden sus raíces en de veracidad la hipótesis con la que venimos
tradiciones locales preislámicas, a las que se enfrentan trabajando.
ciertos teólogos con su expresa prohibición, pese a lo
cual perduraron en la sociedad andalusí. Entre los casos más representativos
23
| En este trabajo se recogen varios ejemplos podemos mencionar los cementerios situa-
en distintas regiones del mundo islámico -medieval y
contemporáneo- en los que el agua aparece como un
dos en las orillas del propio Guadalquivir,
elemento omnipresente, tanto a la hora de elegir el em- cuyos aportes, además de recrecer el terre-
plazamiento de las tumbas como en el desarrollo de los no y favorecer su reutilización, aliviarían
rituales fúnebres (ROBLES FERNÁNDEZ et alii, 1993: la sequedad de las tumbas: la maqbara
97-98). al-rabad, en el actual barrio de Miraflores
24
| Lamentablemente, la ausencia de análisis pa-
linológicos en contextos funerarios impide profundizar
(CASAL et alii, 2004) y el cementerio de
en la reconstrucción del paisaje original de estos ce- La Torrecilla (CAMACHO, 2004). Otros
menterios. ejemplos muy ilustrativos son los cemente-
mitía la celebración de las exequias fúnebres la citada maqbara y mezquita de Mut’a (Mu-
en las mezquitas e incluso parece que “se qtabis II-1: 93), junto a la cual Ibn Baskuwal
trataba de una práctica corriente” (FIERRO, sitúa la mezquita de Abu Liwa o la masy'ı–d
2001: 164). Existen referencias tardías, ya al-Zaytuna, y algo más distanciada la masy'ı–d
de época almorávide, en las que se menciona Masrur (CASAL, 2003: 57); “la mezquita que
como algo habitual el hecho de “realizar la se alzaba junto al cementerio de Bala–t≥ Mugı–t≥,
oración por el difunto en la mezquita” y que sobre las casas colindantes”, que pudo eri-
tal costumbre no estaba prohibida en al-An- girse en tiempos de ‘Abd al-Rah≥ma–n II (PINI-
dalus. LLA, 1997: 206); la mezquita de Ibn Mu’min
cerca del cementerio de Rus≥a–fa (CASAL,
No obstante, la mención de enterramien-
2003: 59) y maqbara Fura–nik, según Ibn
tos en el interior de mezquitas parece excep- Hazm, en torno a una mezquita con la mis-
cional, pues tal circunstancia se produciría ma denominación en las cercanías de al-Ru-
tan sólo en casos muy concretos (CASAL, safa (PINILLA, 1997: 204); masy'ı–d maqba-
2003: 65). De hecho, no aparecen en nin- rat Qurays±, citada por Ibn Hazm (GARCÍA
guna ocasión mencionadas como mezquitas GÓMEZ, 1971: 133); maqbara Mu’ammara
funerarias, del tipo a las documentadas ex- cercana a una masy'ı–d rihlat al-Sita’wa –l sayf
cepcionalmente en Málaga28. No en vano, en (CASAL, 2003: 64) o la mezquita Ibn Uqab,
la escuela malikí se califica “como reprobable situada “en la parte meridional de la rawda
que se hicieran enterramientos dentro de las de la familia de Baqi b. Majlad, en el cemente-
mezquitas” (FIERRO, 2001: 163-164). rio de Ibn ‘Abba–s” (ZANON, 1989: 98)31.
La vinculación toponímica entre la Como hemos indicado anteriormente, en
existencia de una mezquita y el cementerio algunos casos es evidente la fundación coeva
homónimo es una constante en las fuentes de ambos elementos, o más probablemente la
andalusíes referidas al caso de Córdoba. erección inicial de una mezquita, seguida de
En el interior de la Medina –por tanto, la ocupación del cementerio anejo.
ejemplo excepcional–, en época de al-Hakam En Córdoba, los resultados de las recien-
I se hace referencia a la Maqbara Ta–lu–t, que tes intervenciones arqueológicas acometidas
“se encontraba situado junto a una mezqui-
ta, fundada también por él”, (CASAL, 2003:
49). Ya de época almohade se menciona in- 28
| Hemos de aclarar que no nos estamos refirien-
tramuros la masy'ı–d de Sa’id el-Jayr, próxi- do a las mezquitas propiamente funerarias, fenómeno
tardío y excepcional en al-Andalus que parece genera-
ma a la cual se encontraba la tumba del sufí lizarse a partir de época almorávide, como demuestran
Abu l-Qasim Jalaf b. Yahya b. Jattab al-Zahid los ejemplos documentados en el cementerio de Yabal
(FIERRO, 2001: 165)29. Faruh de Málaga (FERNÁNDEZ ROMÍNGUEZ, 1995).
29
| Citando a Zanón (1989: 101), que recoge a su
Fuera de las murallas de Córdoba se vez la referencia de Ibn al-Abbar.
recoge un amplio elenco de mezquitas de 30
| En el cementerio de Umm Salama de esta
barrio asociadas a su correspondiente ma- ciudad estaba la mezquita de al-diyafa (FIERRO, 2001:
qbara: “la mezquita de la maqbara al-Bury–” 165).
31
| Podríamos señalar también la fundación coetá-
mencionada por Ibn Sahl (PINILLA, 1997: nea del cementerio y la musalla anexa en el área de
202); la maqbarat masyid Umm Salama ci- Saqunda, a iniciativa del gobernador Al-Samh en el 720
tada por Ibn Baskuwal (CASAL, 2003: 54)30; (MURILLO, CASAL, CASTRO, 2004: 261).
es poder establecer la cronología absoluta maqbara Umm Salama (CASAL, 2003: 72).
de las diversas fases de enterramientos. Esto Podemos observar cómo, mientras en la Plaza
supone que, en la mayoría de los casos, ape- de Colón, junto a la Ba–b al-Yahu–d, se docu-
nas podamos apuntar el origen y el proceso mentan al menos seis niveles de enterramien-
de crecimiento de las zonas estudiadas. No tos adscritos al siglo X-XI, en la calle Pintor
obstante, a partir de las áreas excavadas es Torrado, el cementerio fechado ya en el siglo
posible analizar cuáles son los factores que XI-XII, y localizado a unos 800 metros del
favorecen una mayor densidad de enterra- punto anterior, presenta una densidad mu-
mientos en determinadas zonas. cho menor. Creemos, por tanto, que podría
tratarse de un mismo cementerio cuya mayor
Sabemos que los puntos de mayor con-
concentración se localizaría en un primer mo-
centración de inhumaciones, ya desde época
mento junto a la puerta y que se extendería
romana, fueron las principales vías acceso a
posteriormente hacia el norte, alcanzando en
la ciudad; circunstancia que se observa cla- época tardoislámica la zona de la actual calle
ramente en las distintas excavaciones desa- Pintor Torrado (BOTELLA et alli, 2005).
rrolladas en el entorno de Miraflores, donde
se situaría la maqbara al-Rabad≥ (CASAL et Ambos ejemplos son claros exponentes
alii, 2004). Este cementerio se extendería de cómo los accesos principales a los cemen-
al menos desde las inmediaciones del actual terios constituyen un foco de concentración
Puente Romano hasta la C/ Acera del Río, si a partir de los cuales éstos se expanden con-
bien se observa una clara diferencia en cuan- forme la maqbara se va saturando, fruto de
to al número de inhumaciones entre el de- la necesidad de espacio, tal y como se ha
nominado Sondeo 26 de la primera campaña identificado en otros yacimientos35.
de Miraflores, ubicado junto a la salida del Existen, por tanto, algunas preferencias
puente y donde se documentaron hasta nue- dentro de la topografía urbana a la hora de
ve niveles de enterramiento (CASAL et alii, situar un cementerio. Otro buen ejemplo de
2004) (Figura 5), y los sondeos más alejados ello parecen ser las zonas elevadas frente a
del Arco Viario Sur (ALARCÓN, MURILLO, las laderas o llanuras. Este hecho se evidencia
1995) y de la calle Acera del Río, donde ape- en la intervención realizada en las Naves Mu-
nas se han constatado superposiciones de nicipales del Parque Cruz Conde, a poniente
tumbas. En cualquier caso, y teniendo en de la medina (MURILLO et alii, 2004), don-
cuenta los dos puntos más alejados en los de se exhumaron estructuras pertenecien-
que se han localizado restos de este cemen- tes a una almunia y a uno de los arrabales
terio –Sondeo 26 de Miraflores, al norte, y occidentales asociados a un área funeraria.
Parcela 7B de la U.A. SS-2, al sur– la maqba- Al parecer, los enterramientos se concentra-
ra se extendía al menos un kilómetro desde rían, en una primera fase, en el punto más
la cabecera del Puente y a lo largo de la Ve- elevado, al noreste de las mencionadas cons-
reda de Granada.
Otro ejemplo muy claro lo constituyen
35
los enterramientos hallados tanto en la Plaza | Este es el caso de la necrópolis excavada en la
Calle Polo de Medina en Murcia, donde el reducido es-
de Colón (BOTELLA, 1995) como en la ca- pacio disponible impide su lógica expansión, por lo que
lle Pintor Torrado (BOTELLA et alli, 2005), el área cementerial se ve obligada a crecer en altura
ambos identificados como perteneciente a la (POZO, 1992: 414).
FIG. 6. Plano del Yacimiento E, Ronda de Poniente (Polígono Industrial “La Torrecilla”). A partir de
planimetría facilitada por D.ª Cristina Camacho.
trucciones, para posteriormente ir exten- querido relacionar este mismo modelo evo-
diéndose hacia el sur, hasta alcanzar una de lutivo con la necesidad de proteger el área
las calles documentadas en el yacimiento. de enterramientos de posibles inundaciones
Un ejemplo similar lo encontramos en la ne- cuando, como en el caso de Mérida, ésta se
crópolis de Roteros de Valencia, donde se ha encuentra próxima a cursos de agua (ALBA,
podido identificar el proceso de crecimiento 2005a: 337).
del cementerio desde la zona más alta, en el
siglo XI, hacia las laderas circundantes, du-
rante el XII y el XIII (PASCUAL, SERRANO, ORGANIZACIÓN INTERNA:
1996: 244). Otros autores, sin embargo, han
Las amplias áreas excavadas en los últimos
años al Oeste de la ciudad –Intervenciones
36
| Debemos distinguir entre intervenciones rea- en la Ronda de Poniente– han sacado a la
lizadas en pequeños solares, en los que prevalece una
luz extensas zonas cementeriales que, ade-
lectura diacrónica de los espacios funerarios, y aqué-
llas en las que la superficie excavada permite un mejor más de completar la topografía urbana de
análisis espacial, con la identificación de vías, muros Qurt≥uba, permiten introducir nuevas cues-
delimitadores, agrupaciones y espacios libres, etc… tiones sobre su organización espacial36.
Ya hemos mencionado cómo, general- Por otro lado, parece que la irregulari-
mente, los cementerios se ubicaban en es- dad es una característica común en la dis-
pacios reservados para ello en las zonas de tribución interna de las maqa–bir estudiadas.
expansión de la ciudad y en directa relación Este aspecto se observa de nuevo en inter-
con los arrabales; esta planificación previa venciones como las del Yacimiento E de la
implicaría la existencia de ciertos elemen- Ronda de Poniente (CAMACHO, 2004) o el
tos delimitadores de las áreas funerarias, Yacimiento D (CAMACHO, 2002), donde es
de las que contamos con varios ejemplos frecuente encontrar concentraciones y va-
en Córdoba. En algunos casos, son los pro- cíos que, a simple vista, parecen aleatorios37.
pios cursos de agua los que establecen los No obstante, la imposibilidad de identificar
límites de estos espacios, como se aprecia una ordenación regular en los cementerios
en el cementerio localizado en la glorie- analizados no significa que ésta no exista,
ta de Ibn Zaydun; en otros, se construyen ya que en ejemplos como el de Roteros en
estructuras ex profeso como las documen- Valencia se puede apreciar que los enterra-
tadas en los Yacimientos E y D de la Ron- mientos más antiguos se disponen en filas
da de Poniente (CAMACHO, 2004 y 2002, con una separación de medio metro, aunque
respectivamente); y, finalmente, contamos la progresiva saturación del espacio hiciera
con algún ejemplo en el que se combinan necesaria en fases posteriores la reutilización
ambos elementos, como en la excavación y superposición de fosas (PASCUAL, SERRA-
de la calle Pintor Torrado (BOTELLA et alii: NO, 1996: 234 y 244). Un esquema similar
2005). En el yacimiento D de la Ronda, el se propone a partir de los resultados obte-
acceso sur a la maqbara coincide con el lí- nidos en las excavaciones de Mérida (ALBA,
mite septentrional del arrabal, en torno al 2005a y 2005b), donde el área cementerial
cual se genera una considerable concentra- documentada al SE del recinto amurallado
ción de enterramientos, como veremos más parece organizarse en algunos puntos me-
adelante. En el Yacimiento E se constató la diante filas de enterramientos con una sepa-
presencia de un muro que, en sentido NE- ración entre ellos suficiente para el tránsito
SO, delimitaba el cementerio por su lado de personas, aunque esta ordenación sería
oriental, más allá del cual no se halló nin- fruto de la improvisación y no de una pla-
guna sepultura (Figura 6). Otro ejemplo nificación previa (ALBA, 2005a: 340). El
similar lo encontramos junto a una de las sistema, además, generaría un proceso de
puertas septentrionales de la medina, en crecimiento en cuñas a partir de cada una
la intervención de la Plaza de Colón, don- de estas hileras de tumbas, de manera que
de se excavó un muro que recorría todo el
solar en sentido E-O y cuya interpretación 37
| El principal problema a la hora de evaluar esta
resulta controvertida: su localización, muy distribución del espacio cementerial radica en intentar
próxima al lienzo norte de la muralla, po- identificar elementos aglutinadores en torno a los cua-
dría indicar una función de contención del les se producen concentraciones de tumbas, que pudie-
agua del foso existente en este punto, pero ran reflejar vínculos de parentesco entre individuos, la
a la vez sería utilizado como límite sur de influencia de la baraka de determinados personajes o
incluso, como plantean algunos autores, una forma de
la maqbara, al que además se adosa uno de marcar diferencias sociales, expresadas en la existencia
los recintos funerarios documentados (CA- de zonas concretas reservadas a ciertas jerarquías (cfr.
SAL, 2003: 81). MARTÍNEZ et alii, 1995: 103-104).
FIG. 7. Plano del yacimiento D de la Ronda de Poniente (“Casas del Naranjal”) con indicación de los
caminos interiores (a partir de CAMACHO, 2002).
las zonas más alejadas presentan una distri- en el Yacimiento E de la Ronda de Poniente
bución irregular (ALBA, 2005b: 370). aparecen tres de estos enterramientos, carac-
terizados por presentar fosas enmarcadas con
Sabemos también que la doctrina ma-
lajas de piedra, distantes entre sí unos cuatro
likí permitía la inhumación conjunta de los
metros y que se concentran en el extremo su-
padres con sus hijos, especificando incluso
roeste del área excavada (CAMACHO, 2004:
el lugar que cada uno debía ocupar en la
233). Este tipo de estructuras también fue
tumba (FIERRO, 2001: 179). Un ejemplo
documentado en la excavación realizada en la
material de ello lo encontramos de nuevo
Plaza de Colón, circunstancia que se observa
en Valencia, en la necrópolis de Roteros,
igualmente en el cementerio del actual Cen-
donde se localizaron hasta cuatro tumbas de
tro Comercial Carrefour “La Sierra”, donde
mujeres adultas asociadas a niños e incluso
se hallaron al menos dos recintos funerarios
una cuádruple con dos individuos adultos y
con enterramientos individuales que incluso
dos infantiles (PASCUAL, SERRANO, 1996: compartían uno de sus muros (MORENA,
236). Esta circunstancia, sin embargo, no 1994: 155-171). De nuevo lo encontramos
ha podido documentarse de forma clara en en la excavación de las Naves Municipales del
las diferentes excavaciones analizadas en Parque Cruz Conde, en la que aparecen varias
Córdoba, a pesar de que en algunas de ellas, de estas estructuras en un sector concreto
como en el Yacimiento E de la Ronda de Po- del cementerio. Podría decirse, por tanto, que
niente, se ha propuesto la existencia de in- la agrupación de enterramientos con cierto
humaciones múltiples, algunas de las cuales carácter monumental38 es una constante en
podrían corresponder a este modelo de en- las necrópolis cordobesas, aunque esta carac-
terramientos familiares (CAMACHO, 2004: terística también parece observarse en otros
235). Sin embargo, en muchos casos resulta lugares de al-Andalus como el cementerio de
complicado individualizar el contorno de las San Nicolás (Murcia), donde se documenta-
fosas debido a las propias características del ron hasta cuatro tumbas próximas entre sí
terreno, por lo que, hasta el momento, no constituidas por túmulos de piedra escalona-
contamos con ejemplos fiables que ilustren dos (NAVARRO, 1985: 7-37).
dicha circunstancia.
Algo que sí parece más evidente es la
El análisis arqueológico, por tanto, en preferencia, ya apuntada, por ubicar las in-
muy pocas ocasiones permite definir una po- humaciones en las zonas más próximas a las
sible intencionalidad en la distribución de los puertas de la ciudad y a los accesos de los
enterramientos. No obstante, pueden apre- propios cementerios, en los que se observan
ciarse algunas características comunes en las enormes concentraciones, como en el Yaci-
distintas áreas cementeriales documentadas
que permiten abrir nuevas líneas de investi-
gación para entender mejor estas cuestiones. 38
| Este tipo de estructuras –documentados en
Resulta llamativo, por ejemplo, que en las in- una proporción bastante reducida en relación al nú-
tervenciones donde se han exhumado tumbas mero total de enterramientos– han sido relacionadas
asociadas a recintos funerarios o con estruc- con mausoleos, panteones familiares o qubab (CASAL,
2003: 81). En concreto, las referencias textuales hacen
turas de calcarenita, éstas nunca aparecen alusión al enterramiento de Abu l-Qasim b. Galib en un
aisladas, sino en grupos de dos o más inhu- panteón familiar situado en el cementerio de Um Sala-
maciones muy próximas entre sí. De nuevo ma (ZANÓN, 1989: 86).
miento D de la Ronda de Poniente, donde se menterio los que hacen variar la disposición
localizó una entrada a la maqbara con algu- de las tumbas, y en este sentido, uno de los
nas superposiciones de tumbas (CAMACHO, ejemplos más claros lo ofrecen nuevamente
2002) (Figura 7). Estos lugares eran con- las excavaciones de la Ronda Oeste. En el
siderados zonas privilegiadas dentro de las denominado Yacimiento D de dicha Ronda
áreas de enterramientos, hecho que no debe se aprecia cómo las fosas se adaptan en ge-
ponerse necesariamente en relación con neral a la orientación en sentido E-O de los
una cuestión de reconocimiento personal muros de fachada del arrabal que limitan el
del difunto, puesto que resulta excepcional cementerio por el sur, a la vez que algunas
la existencia de elementos distintivos, tales de ellas se giran considerablemente para dis-
como lápidas o inscripciones funerarias. ponerse a lo largo de los caminos interiores
de la maqbara. Algo más al sur de este lugar,
Por otro lado, sabemos que existen peque-
en el Yacimiento E (CAMACHO, 2004), las
ños senderos dentro de los cementerios, aun-
inhumaciones aparecen orientadas del mis-
que no siempre es posible su identificación,
mo modo que el muro que parece cerrar este
ya que suelen ser estrechos y no cuentan con
área cementerial por el SE, coincidiendo en
ningún tipo de señalización o pavimentación;
este caso con la orientación ritual. Incluso en
no obstante, en zonas tan extensas como el
los lugares donde han podido documentarse
Yacimiento D de la Ronda de Poniente (CA-
distintas fases de enterramientos, especial-
MACHO, 2002) pueden ser reconocidos por
mente en las excavaciones de Miraflores y en
la misma disposición de las tumbas que de-
la Avda. del Aeropuerto, se aprecia una cier-
limitan dos caminos hacia el NE y NO, atra-
ta continuidad en la disposición de las fosas,
vesando todo el área de enterramientos. Un
que apenas varían a lo largo del tiempo. Tan
caso similar, aunque no tan claro, podría dar-
sólo enterramientos concretos difieren nota-
se en el Yacimiento E de la Ronda de Poniente
blemente su orientación, pero su excepciona-
(CAMACHO, 2004), en el que también cabría
lidad impide sacar conclusiones al respecto.
identificar una estrecha vía interna que reco- Es cierto que dentro de esta regularidad exis-
rre el sector excavado de norte a sur. ten pequeñas diferencias en la orientación,
que se han venido relacionando con las varia-
ORIENTACIONES ciones propias de las estaciones del año (LÓ-
PEZ SEGUÍ et alii, 2005: 148). A partir de las
Otro de los aspectos que más llama la aten- excavaciones desarrolladas en Mérida en los
ción al estudiar las áreas funerarias cordobe- últimos años, en las que se han documenta-
sas es la orientación de las tumbas. Frente do varios sectores de una misma necrópolis,
a la orientación canónica del cuerpo en sen- algunos autores se han basado precisamente
tido NE-SO, es frecuente encontrar variacio- en estas variaciones para datar las inhuma-
nes considerables entre las diferentes áreas ciones, a falta de materiales fiables. En este
de enterramiento, que pueden oscilar entre sentido, y tomando como referencia la ubica-
orientaciones cardinales N-S y E-O. En mu- ción de las mezquitas, que no se orientan al
chas ocasiones son los distintos elementos SE hasta el siglo X, afirman que las tumbas
urbanos como caminos y arrabales los que orientadas E-O –siempre que no se deba a ra-
pueden condicionar dicha orientación, pero zones urbanísticas– podrían datarse en época
en otros casos son aspectos del propio ce- emiral (ALBA, 2005a: 338-339).
2005), en la Avda. de la Victoria (CARRILLO, mente escatológicos, como otros más pro-
MURILLO, RUIZ, 1999) y en la Plaza de Co- saicos, tales como los programas políticos
lón (BOTELLA, 1995). Una función similar estatales o los modelos de implantación so-
podrían tener los clavos hallados en el inte- cial. Para ello no podemos plantear el análisis
rior de la fosa, quizá relacionados con made- de las áreas funerarias y sus enterramientos
ras que evitarían un cambio de postura del como elementos aislados, sino que éstos de-
cuerpo, aunque otros autores plantean que ben ser asumidos como una parte más de la
correspondan simplemente a las uniones de trama urbanística, reflejo de aspectos claves
los ataúdes, ya de época tardía. de la sociedad islámica. Así, la propia existen-
Por otro lado, tan sólo conocemos un cia o la ausencia de estos espacios funerarios
ejemplo en el que se documentan restos de vinculados a la medina pueden indicar la ver-
moluscos junto a la cubierta y cenizas en el dadera categoría urbana del enclave. En este
interior de la fosa, ambos constatados en el sentido, resulta más que significativo el silen-
Yacimiento E de la Ronda de Poniente (CA- cio que hasta el momento muestran las fuen-
MACHO, 2004). Finalmente existen otros tes islámicas y la propia evidencia arqueológi-
objetos cuya funcionalidad e identificación ca en relación con las áreas de enterramiento
desconocemos como los objetos metálicos vinculadas a Madı–nat al-Zahra–’ (cfr. ACIÉN,
aparecidos en el mismo yacimiento o el hue- 1987: 24). El traslado de los propios califas
so trabajado hallado en el Arco Viario Sur39, para ser inhumados en la rawda del alcázar
pudiéndose tratar incluso de una intrusión cordobés y la extensión y densidad de ente-
en la tumba (ALARCÓN, MURILLO, 1995). rramientos de las áreas funerarias vinculadas
a los arrabales de poniente parecen ser un in-
dicio más del peso religioso y simbólico que
CONSIDERACIONES FINALES sigue manteniendo la antigua medina frente
a la nueva fundación califal (cfr. ACIÉN, VA-
Córdoba, como capital del estado omeya, y, LLEJO, 1998: 134).
por tanto, más que probable modelo de apli- En cualquier caso, una investigación
cación de la doctrina malikí, parece presentar de este tipo se muestra fragmentaria e in-
ciertas pautas de actuación en lo referente al completa, especialmente por las peculiari-
mundo funerario andalusí, al menos durante dades del registro funerario islámico, más
los siglos de control de dicha dinastía. aún sin contar con los necesarios análisis
Es evidente que no es posible extraer hoy antropológicos y los estudios de la epigrafía
en día conclusiones definitivas e irrefutables funeraria. En este sentido, desde el punto
en este sentido, pero sí nos cabe plantear de vista metodológico resulta fundamental
nuevas vías de interpretación en las que se la aplicación del máximo rigor en el regis-
tengan en cuenta tanto los aspectos pura- tro arqueológico, dada la escasez y debili-
dad de los argumentos cronológicos apli-
cables a los enterramientos islámicos. Esta
39
| También desconocemos la funcionalidad de exigencia es especialmente evidente en el
otra pieza similar hallada en la calle Rojo de Lorca-Mur-
cia, donde se documentado una plaquita de hueso deco-
caso de Córdoba, tanto por la escala del fe-
rada con bandas perpendiculares y círculos concéntri- nómeno urbano, como por las particulares
cos que formas franjas horizontales con dos orificios. circunstancias de la investigación arqueo-
lógica en los últimos años. La vinculación en los casos en los que la extensión de la
con la trama viaria, la distribución en torno superficie excavada así lo permite, ha sido
a áreas residenciales –en zonas reservadas posible determinar la existencia de muros
al efecto–, su proximidad a cursos fluviales, delimitadores, caminos internos y zonas de
mezquitas y baños, etc., parecen rasgos especial concentración de enterramientos.
habituales de los espacios funerarios de la
En definitiva, si bien hasta el momen-
Córdoba andalusí.
to el balance de la investigación sobre el
Por otro lado, la variada casuística a la mundo funerario islámico en Córdoba pa-
que responden las pautas de formación y rece bastante alentador, la diversidad de
crecimiento de los cementerios cordobeses frentes aún abiertos aconseja asumir con
generan un heterogéneo panorama en lo re- carácter provisional las propuestas aquí
lativo a su disposición interna. No obstante, planteadas40.
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ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO
DE LA POBLACIÓN ISLÁMICA CALIFAL ANALES
DE EL FONTANAR DE ARQUEOLOGÍA
Raquel Lacalle Rodríguez C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Juan Manuel Guijo Mauri
VOL. II / PÁGS. 291 - 316
RESUMEN
SUMMARY
INTRODUCCIÓN
291
––––––––––––––––––––––––––––––––––––– RAQUEL LACALLE RODRÍGUEZ / JUAN MANUEL GUIJO MAURI
1
| Recurrimos a la comparación con grupos me-
dievales de Andalucía occidental, mozárabes cordobe-
ses y otras referencias peninsulares como vías de tener
una perspectiva histórica de la dinámica de poblacio-
nes.
2
| Los importantes daños del tejido esponjoso
LÁMINA 2. Comienzo de la erupción del tercer
afectan a los diagnósticos basados en la unión epifisia-
ria. molar en un sujeto preadulto en torno a 17 años
C. CARACTERÍSTICAS DEMOGRÁFICAS
La mortalidad neonatal es menor en la
La población objeto de estudio (Gráfico 1) se población islámica de El Fontanar, con el
caracteriza por un dominio del sector adulto periodo comprendido entre finales del pri-
femenino y por la presencia de un sector de mer año de vida y los 3 años como el mo-
población subadulta que creemos está por mento más crítico, seguido del sector entre
debajo de lo que sería la realidad. 3 y 6.
dad con la menor esperanza de vida femenina apreciarse una notable diferencia de la espe-
y la mayor frecuencia de muerte de este sec- ranza de vida entre las dos poblaciones, que
tor de población en edades adultas más tem- llegan a unos 10 años en cada límite temporal
pranas. La probabilidad de muerte es máxima considerado. Así, un individuo perteneciente
en la población de El Fontanar hacia los 40 al grupo islámico objeto de nuestra investiga-
años, veinte años por debajo de la población ción posee una esperanza de vida al nacer de
mozárabe de Cercadilla (Gráfico 3). 18,64 años frente a un mozárabe que tiene
repetitivos (VILADOT y GONZÁLEZ 1999, este yacimiento son de tipo central, tam-
3664) (VILADOT y ROCHERA 1999, 3568), bién conocidas como nódulos de Schmorl
ocasionando su muerte en un área restringi- (FARRERAS 1979, 1004) (CAMPILLO 1988,
da. El daño se manifiesta como un área per- 121). A la luz de las evidencias susceptibles
fectamente delimitada en la superficie arti- de análisis podemos hablar de una escasa
cular (hueso subcondral), que se acompaña incidencia de este tipo de traumas, aunque
también en el sujeto vivo de daño localiza- con una mayor incidencia en el sexo feme-
do en el cartílago (ORTNER y PUTSCHAR nino.
1985, 242) (AUFDERHEIDE y RODRÍGUEZ
1998, 81). Ese fragmento de cartílago, junto
con la porción de hueso subcondral, puede D. LESIONES INFECCIOSAS
desprenderse de su ubicación y quedar en-
tre la cavidad intra-articular (PARDO 1999, Existe una mayor afectación del sexo femeni-
no entre la población adulta, diferencia que
3179), conociéndose como ratón articular
se nos antoja insignificante (Gráfico 8). Las
(VILADOT y ROCHERA 1999, 3567) (VILA-
alteraciones tafonómicas del material óseo,
DOT y ROCHERA 1999, 3569). La localiza-
con una incidencia especialmente negativa
ción de estas lesiones en esta población se
en el exterior del hueso, nos hacen conside-
da en el miembro superior en la población
rar que la población en la que se han detec-
femenina y en la extremidad inferior en am-
tado alteraciones infecciosas no constituye
bos sexos, con dominio femenino. Es nece-
un testimonio de lo que sería la verdadera
sario destacar esta diferencia entre los pro-
realidad. Los daños producidos en la mate-
cesos traumáticos que afectan al esqueleto rial osteológico por los factores ambientales
apendicular inferior por sexos: dominio de introducen modificaciones en las caracte-
las fracturas en los individuos masculinos y rísticas de los tejidos, en la representación
mayor presencia de traumas articulares del anatómica y demográfica, reduciendo las
tipo osteocondritis en los adultos femeni- posibilidades diagnósticas. En las lesiones
nos, indicándonos quizás un componente infecciosas identificadas no se incluyen los
funcional diferencial. episodios agudos, sin tiempo de cronifica-
En el esqueleto vertebral los trauma- ción en la evidencia osteológica. Este tipo
tismos repetitivos o agudos pueden desem- de lesiones se presentan como procesos
bocar en la ruptura del disco, que sirve de relacionados con una condición inflamato-
separación entre dos cuerpos vertebrales. A ria o infección del soporte óseo en su zona
causa de ello tiene lugar la salida del mate- externa, con la presencia de unos patrones
rial gelatinoso que contiene y su extrusión anatómicos y tipos de daños insuficientes
hacia una de las caras del cuerpo socava su para conectarlos con una enfermedad con-
superficie formando una depresión (CAMPI- creta (ROBERTS Y MANCHESTER 1997,
LLO 1988, 121) (LOMBAS 1979, 468-469). 126), razón por la cual cabe definirlas como
La herniación del disco en el centro del inespecíficas.
cuerpo sólo motiva la pérdida de altura de la Se imponen de manera exclusiva los pro-
articulación y el aumento de las posibilida- cesos productivos de hueso originados en la
des de desarrollar con posterioridad lesiones inflamación del periostio o membrana que
artrósicas. Las herniaciones vertebrales de recubre el hueso en estado fresco y de ahí
su identificación como periostitis. Ese teji- procesos anémicos (KELLEY 1989, 194), lle-
do posee un papel esencial en la nutrición, vando a interpretar esos procesos anémicos
crecimiento y remodelación del hueso. Ante como un resultado adaptativo a procesos in-
una agresión el periostio se ve estimulado y fecciosos más que como resultado de caren-
responde con la producción de tejido sobre la cias alimentarias (STUART-MACADAM 1991,
superficie cortical externa del hueso, en áreas 38). Los traumas, hemorragias o úlceras
extensas o localizadas, pudiendo adoptar di- crónicas en la piel pueden ser otros factores
versas morfologías: estriada, laminar, espicu- causales (ORTNER y PUTSCHAR 1985, 132)
lada o de apariencia porótica (AUFDERHEI- (AUFDERHEIDE y RODRÍGUEZ 1998, 179).
DE y RODRÍGUEZ 1998, 179) (TRANCHO et Sabemos por la población mozárabe de
al 1996, 225) (SUZUKI 1991, 130-131). Cercadilla, también de época califal, que la
Sus causas pueden residir en lesiones lepra y la tuberculosis en su versión del mal
traumáticas, deficiencias nutricionales, tras- de Pott se encuentran presentes en el marco
tornos hemodinámicos e infecciones concre- urbano de la Córdoba califal. Pensamos que
tas (TRANCHO et al 1996, 225-226), pudien- la inespecificidad de las lesiones de El Fon-
do arrancar la infección de un hueso concre- tanar puede venir definida por los condicio-
to de la extensión de la infección desde teji- nantes tafonómicos.
dos adyacentes o por daños propios. Autores
como Scrimshaw resaltan la influencia de los
trastornos nutricionales que favorecen una
mayor susceptibilidad del individuo a la in-
fección (KELLEY 1989, 189). Otros autores
como Mensforth, al estudiar la presencia si-
multánea de trastornos anémicos y periostitis
en series individuales de subadultos, señalan
la importancia que pudieran tener durante la
infancia episodios infecciosos como los tras- LÁMINA 5. Periostitis leve en una tibia adulta
tornos gastrointestinales en la generación de femenina (tumba 59)
La compleja interacción de esos procesos ción mandibular existe una mayor afección
nos llevan a un origen multifactorial como del grupo mozárabe.
la hipótesis más probable, independiente-
Al expresar gráficamente la correlación
mente de la confrontación de la incidencia
entre edades más frecuentes de impactación
poblacional con otros marcadores paleopa-
y número de casos individuales en los que se
tológicos. En todo caso, la hipoplasia del
detectan esas edades de impacto, tenemos
esmalte es la consecuencia del proceso críti-
unos picos más altos entre los 3 y los 5 años
co y la interrupción momentánea del ritmo
como años más críticos, con una máxima en
de deposición del esmalte (AUFDERHEIDE
el cuarto.
y RODRÍGUEZ 1998, 405). Los individuos
subadultos son pues el reflejo más apto del
impacto de esos episodios críticos, conse-
cuencias de malnutrición o enfermedad (PÉ-
REZ-PÉREZ 1996, 117).
La población femenina es la más afec-
tada por los episodios críticos reflejados en
la hipoplasia del esmalte, lo cual nos lleva
a las características demográficas de este
grupo, que revelan una edad de muerte más
temprana.
Si abordamos la distribución por piezas
de la hipoplasia (Gráfico 10) detectamos
una mayor incidencia en las series romana
y mozárabe, siendo más notable la repercu- LÁMINA 7. Bandas hipoplásicas en la dentición
sión en la serie romana. Sólo en la localiza- mandibular en un adulto femenino (tumba 77)
Los abscesos aparecen como algo casi irre- La calcificación de la placa bacteriana, pre-
levante en la serie estudiada, afectando a un sente en la zona cervical o en las raíces de
0,72 % de las piezas maxilares y a un 0,35 los dientes, da lugar a depósitos (cálculo o
% de todas las piezas, observándose una di- tártaro) (CAWSON 1983, 108) que actúan
recta relación con la caries. Una caries o como agentes irritantes de las encías al pro-
un trauma en el diente pueden ser los fac- vocar la inflamación de los tejidos blandos
tores causales, pudiendo llegarse a la infec- (gingivitis) que rodean al diente (LUKACS
ción de los tejidos y el hueso subyacentes, 1989, 267). El cálculo o sarro constituye,
dando lugar en éste a una cavidad rellena pues, un desencadenante de la enfermedad
de pus cuya diseminación por el hueso al- periodontal (ver punto siguiente), proceso
veolar puede conducir a la perforación de la que suele seguir a la gingivitis. En la serie
pared ósea y al drenaje en la superficie de la islámica que estudiamos el cálculo tiene una
mucosa (ALEXANDERSEN 1967, 576-577) presencia similar en la población adulta de
(CAWSON 1983, 77) (BROTHWELL 1987, ambos sexos, si bien la relación con los ca-
221) (GIUNTA 1991, 76-77) (NADAL 1987, sos de enfermedad periodontal o piorrea es
324-325). En todo caso, pueden dar lugar a más directa en el sexo femenino.
importantes edemas y procesos inflamato-
Frente a la serie mozárabe coetánea de
rios de los tejidos blandos de cara y cuello
Cercadilla, las piezas afectadas por cálculo
(GIUNTA 1991, 78).
7. DESGASTE DENTARIO
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EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN
EL CEMENTERIO DE LA ALJAMA JUDÍA ANALES
DE SEVILLA (1992-2006) DE ARQUEOLOGÍA
Isabel Santana Falcón C OR D OB E S A
número 17 (2006)
Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, sevilla
317
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––– ISABEL SANTANA FALCÓN
ción de las tierras del sur. Así se comprueba caballeros; y el resto de la población judía,
en el Repartimiento de Sevilla (GONZÁLEZ, recompensados con heredades.
J., 1951) donde, atendiendo a su estatus,
Desde su llegada a Sevilla, y en función
recibieron donadíos mayores, donadíos
de esa protección real a la que antes aludía,
menores o, la mayor parte de la comunidad
la comunidad se instaló en un barrio propio,
–artesanos, comerciantes, labradores, etc.–,
amurallado, inmediato al Alcázar y contiguo
heredamientos (MONTES ROMERO-CAMA-
a las collaciones de San Nicolás y Santa Ma-
CHO, I., 2000, 2003, 2004).2
ría (Lámina I), con las que debió comuni-
En estos momentos los judíos se encon- carse a través de sendas puertas interiores,
traban, en general, en condiciones de igual- aunque hasta ahora no se han documentado
dad con el resto de la población civil, tal y restos de las mismas. Se accedía a la jude-
como establecía el Libro de Fuero Juzgo, ría desde el exterior a través de la Puerta de
adaptación castellana del Liber Iudiciorum Minjoar, también llamada por los castella-
mandada redactar por Fernando III en 1241, nos Puerta de las Perlas, cuyo emplazamien-
y el posterior Fuero Real (1255) de Alfonso to se ha mantenido hasta la actualidad bajo
X (1252-1284). Pero además, gozaban de la la denominación de Puerta de la Carne. La
protección de la corona, la cual reconocían judería contó también, según las noticias
y agradecían mediante el pago del impuesto históricas, con tres sinagogas, ubicadas en
denominado cabeza de pecho de los judíos, antiguas mezquitas, de las que hasta aho-
además de soportar las cargas fiscales –diez- ra sólo hemos documentado una, la actual
mo y los treinta dineros– con que debían iglesia de Santa María la Blanca (Lámina
satisfacer a la Iglesia. También sabemos II). Según las fuentes, se construyeron hasta
que algunas familias, quizás con mayores veintitrés sinagogas, algunas incluso fuera
posibilidades económicas, vivieron fuera de de los límites del barrio, por lo que es lógico
la judería y por ello pagaban a la iglesia el pensar que en muchos casos se trataría más
impuesto denominado cuarta, además de bien de pequeños oratorios.3
los ya citados.
Sin embargo existieron, también desde
Todo esto viene en apoyo de la idea de el principio, determinadas restricciones a
que existió una clara estratificación social la comunidad judía. Por ejemplo, siguiendo
en la comunidad judía sevillana, donde con- los preceptos del Concilio de Letrán que el
vivían los denominados en las fuentes como Rey Sabio recogió en Las Partidas, se prohi-
judíos del rey –almojarifes, alfaquíes, rabi- bió a los judíos ejercer oficios públicos, así
nos, etc.–, receptores en el repartimiento de como los matrimonios mixtos y se les obligó
los donadíos mayores; los que obtuvieron do- a llevar señales distintivas de su condición,
nadíos menores, equiparados a la nobleza de pero ninguna de estas medidas se aplicó de
manera efectiva en la Sevilla de Alfonso X.
No sucedió así en lo que se refería a la regu-
2
| El encuadre y síntesis histórica de este trabajo lación de los préstamos, cuyo interés quedó
está basado en buena medida en las publicaciones cita- establecido por mandato real en un 33’3%
das.
3
| Para una panorámica general del urbanismo
para todo el Reino de Castilla, y a la exigen-
de la judería sevillana véase OLIVA ALONSO, D. Coord., cia de respeto a las manifestaciones religio-
1993, págs. 134-135 y 170-186. sas cristianas.
LÁMINA I. Ámbitos urbanos de la ciudad de Sevilla durante la Baja Edad Media. Tomado de Ladero
Quesada, M. A., 1980.
Durante los reinados de Sancho IV truir una sinagoga en Sevilla. Aún así, la ciu-
(1284-1295) y de Fernando IV (1295-1312) dad ya empezaba a adoptar ciertas medidas
se mantuvieron las relaciones de normalidad restrictivas con la comunidad, como el esta-
entre ambas comunidades, a pesar de que blecimiento de nuevos impuestos a cambio
las cortes de Castilla empezaran a tomar, ya de la protección que el Concejo sevillano les
durante el siglo XIII, medidas de claro carác- prestaba en los altercados que tenían lugar
ter antijudío. La aljama sevillana se consoli- con los cristianos.
daba y crecía, jugando esta comunidad un
De esta manera empiezan a dibujarse
importante papel en la reactivación econó-
claramente dos tendencias en cuanto a la
mica de la ciudad.
relaciones entre ambas comunidades: el fi-
A partir de 1325 Alfonso XI (1312- lojudaísmo de la realeza frente al antisemi-
1350) retoma una línea de actuación más tismo del resto de la sociedad. El reinado de
afín a los judíos que la desarrollada durante Pedro I (1350-1369) representa el paradig-
la regencia de su abuela María de Molina, in- ma de esta situación, con algunos persona-
tercediendo incluso ante el papa Clemente jes judíos ejerciendo un control económico
VI para que don Yuçaf de Écija pudiese cons- casi absoluto sobre la Corona, como Samuel
LÁMINA II. El recinto amurallado de la judería de Sevilla en la Baja Edad Media. Se señalan las
excavaciones de 1992 y 1996-1997.
ha-Leví cuyo éxito personal provocó la dela- primeras conversiones masivas. En el caso
ción de sus propios hermanos de fe que lo de Sevilla éstas fueron alentadas por las so-
acusaron ante el rey de fraude en el manejo flamas incendiarias del citado Ferrán Martí-
de las rentas reales. nez, auténtico perseguidor del judaísmo y
verdadero artífice del Pogrom de 1391 que
El antisemitismo popular, que se había
significó la destrucción de la aljama sevi-
iniciado a finales del siglo anterior, sigue
llana. Como resultado de los altercados de
creciendo por toda la Península afianzándose
1391 la judería dejó de existir como tal, asi-
incluso durante la guerra civil que enfrentó
milándose a las collaciones más cercanas,
a Pedro I con Enrique de Trastámara (Enri-
y sus inmuebles fueron repartidos entre la
que II), quien se vio fuertemente presionado
iglesia, que se quedó con los solares de las
por la Iglesia y el pueblo ya que incluso algu-
sinagogas, y los nobles sevillanos.
nos judeoconversos castellanos protagoni-
zaron una terrible campaña de propaganda No será hasta que Enrique III inicie de
antijudía. A pesar de todo, no parece que hecho su reinado, en 1395, cuando la Coro-
esta situación se manifestara claramente en na trate de remediar la ahora difícil situa-
la aljama sevillana aunque algunas de las fa- ción de los judíos sevillanos. El rey incluso
milias más poderosas e influyentes empeza- visitó Sevilla e impuso una multa a la ciudad
ban a mostrar claros indicios de dificultades por su responsabilidad en los sucesos acae-
económicas. cidos, multa que se encargaron de cobrar
dos ilustres conversos: D. Alfonso Sánchez
Fue durante el reinado de Juan I de Cas-
de Sevilla y D. Nicolás Martínez de Medina, a
tilla (1379-1390) cuando la iglesia –con el
la sazón contadores reales.
papa Benedicto XIII a la cabeza– y la legis-
lación eclesiástica castellana –a partir del Pero la mayor parte de la comunidad ha-
Concilio de Palencia (1388)– afrontan una bía muerto en el asalto a la aljama, o había
postura decididamente beligerante contra huido hacia Portugal o Granada, o se estaba
las comunidades judías. Pero fueron final- convirtiendo al cristianismo. Y aunque el
mente dos hechos inesperados, la muerte número de conversos aumentó notablemen-
del arzobispo de Sevilla D. Pedro Gómez te tras el pogromo de 1391, no parece que
Barroso en 1390, quien nunca había apo- su situación sufriera grandes variaciones:
yado la conducta abiertamente antisemita siguieron viviendo en la antigua judería y
del arcediano de Écija D. Ferrán Martínez, manteniendo su situación económica y so-
y la muerte del rey unos meses más tarde cial.
dejando como heredero a su hijo de once
El reinado de Juan II (1418-1454) sig-
años (Enrique III) y la consecuente crisis
nificó una nueva política de tolerancia con
política que ello generó, los dos hechos
la comunidad hebrea, debida sobre todo a
que contribuyeron decisivamente al asalto
la decadencia que venía experimentando
y destrucción de la aljama sevillana e, inme-
esta comunidad desde finales del siglo an-
diatamente después, a las de otras ciudades
terior. Así, en 1432 diversos representantes
castellanas.
de las comunidades judías castellanas re-
Por estos años ya habían empezado a unidos en Valladolid formularon los Takka-
producirse en todo el reino de Castilla las noth de Valladolid, constituyéndose como
los fundamentos por los que las aljamas se revitalización imparable, despertando los
regirían a partir de ese momento. recelos del resto de ciudadanos y hacién-
dose sospechosos de ser, muchos de ellos,
En Sevilla, sin embargo, seguían produ-
judaizantes. Ello, unido a su relajación en
ciéndose altercados entre ambas comunida-
des, así que el rey intentó hacer cumplir los el cumplimiento de las leyes y a los ánimos
preceptos dictados por su padre y él mismo encendidos de los cristianos a causa de la
al respecto del uso de vestimentas distinti- epidemia de peste que asoló a la ciudad en
vas y al apartamiento de judíos y moros en 1481, provocó una primera orden de ex-
zonas específicas de la ciudad. Los judíos so- pulsión de los judíos de los arzobispados
licitaron permanecer en los alrededores de de Córdoba y Sevilla, dictada por la Inqui-
la Puerta de la Carne, donde también tenían sición, a la que vendría a unirse la orden
su cementerio, pero los vecinos de la anti- de expulsión definitiva de todos los judíos
gua judería se negaron, proponiendo que se castellanos dada por los Reyes Católicos en
trasladaran al Barrio Nuevo, junto al Alcázar, 1492 y la orden posterior de conversión for-
o al Postigo del Jabón, junto a la Puerta de zosa al cristianismo, bajo pena de muerte,
Carmona (Lámina I). de 1499.
A partir de la segunda mitad del si- Pues bien, en este contexto se desarro-
glo XV, durante los reinados de Enrique IV lló la vida, y aconteció la muerte, de los ju-
(1454-1474) y los Reyes Católicos (1474- díos sevillanos entre mediados del siglo XIII
1492), la relación de los reyes con las comu- y principios del siglo XVI. Y lo cierto es que
nidades judías pasó por distintas situacio- las excavaciones realizadas en los terrenos
nes. Enrique IV los protegió hasta que tuvo que usaron como cementerios ratifican las
que enfrentarse a una auténtica guerra civil vicisitudes que sufrió la aljama hebrea a lo
contra la Liga Nobiliaria que, finalmente, le largo de los dos siglos y medio que existió
obligó a promulgar la Sentencia Arbitral de como tal en esta ciudad. Así, como resulta-
Medina del Campo (1465) en la que, entre do de las ocho intervenciones arqueológicas
otras medidas contra la comunidad judía, se practicadas hemos podido constatar que
creaba en Castilla el Tribunal de la Santa In- existieron al menos dos áreas de enterra-
quisición. La comunidad judía sevillana, no miento:
obstante, seguía gozando de bastante impu-
nidad respecto a todas estas normas, princi- • La inmediata a la Puerta de la Carne,
palmente por la debilidad del gobierno local donde se realizaron excavaciones ar-
para hacerlas cumplir. queológicas en 1992, 1996-1997 y 2000
(Tabla 1 y Lámina III).
Esta situación llegó a su fin durante el
reinado de Isabel y Fernando quienes, en • La que se ubica en el barrio de San Ber-
1476, ordenaron un nuevo apartamiento nardo, sobrepasado el antiguo cauce
de la aljama al Corral de Jerez y el Alcázar del arroyo Tagarete y más allá de lo que
Viejo, aunque mantenido a la comunidad había sido el arrabal musulmán de Be-
bajo su protección. Pero mientras los judíos naliofar. Allí se han llevado a cabo cinco
sevillanos vivían en la decadencia, el gru- excavaciones arqueológicas entre 1999
po de conversos mostraba un vigor y una y 2003 (Tabla 1 y Lámina III).
LÁMINA III. Localización de las ocho intervenciones arqueológicas donde se han recuperado
enterramientos de la comunidad judía.
Estas excavaciones han venido a ratifi- servaba restos de muros y pavimentos y una
car las noticias históricas que sitúan el ce- zanja rellena de material diverso, incluyendo
menterio judío en las inmediaciones de la cerámicas de cocina y de mesa musulmanas
Puerta de la Carne al menos hasta finales que han permitido fechar el conjunto en
del siglo XV (COLLANTES DE TERÁN, A., los siglos XII-XIII. Así, la idea de que este
1984; MÉNDEZ BEJARANO, M., reed. 1993) sector extramuros de la ciudad se dedicó
como ha quedado demostrado en las excava- al cultivo de huertos al menos desde época
ciones de la Diputación de Sevilla, del Paseo altomedieval parece confirmarse a partir de
de Catalina de Ribera y de la Avenida de Me- las diferentes intervenciones arqueológicas
néndez Pelayo, 5 y 7 (SANTANA FALCÓN, I., llevadas a cabo en el barrio.
coord., 1995; ROMO SALAS, A., et al 2001;
SARDÁ PIÑERO, D., et al., 2003). En los tres Respecto a la ordenación del recinto fu-
casos se comprueba que tras el abandono de nerario ha quedado establecido en todos los
las viviendas de época islámica identificadas casos que las tumbas se dispusieron alinea-
como pertenecientes al arrabal de Benalio- das en calles que, dejando pasillos interme-
far se instala el cementerio hebreo. dios, se desarrollaban en sentido norte-sur.
En la calle Marqués de Estella números 1-3
En los cinco solares excavados en San y 5 (CASTRO FERNÁNDEZ, J. L. y SARDÁ
Bernardo, en cambio, el cementerio se su- PIÑERO, D., en prensa4; QUIRÓS ESTEBAN,
perpone a diversas capas de origen natural C. A. y RODRIGO CÁMARA, J. M., 2002) se
–depósitos de formación lenta típicos de las
documentaron tanto restos de pavimentos
terrazas fluviales– directamente relaciona-
como los trabajos de preparación del terre-
das con las crecidas del Tagarete. En ellas
no antes de instalar las tumbas, seccionando
a veces se encuentran elementos antrópi-
la terraza fluvial y creando un firme nivelado
cos, como restos cerámicos y constructivos,
sobre el que se asentaba el pavimento.
que se han datado en el siglo XIII. Sólo el
inmueble número 6 de Marqués de Estella En el Paseo de Catalina de Ribera se pu-
(CARRASCO GÓMEZ, I. et al., 2001) con- dieron distinguir distintos suelos para dos
momentos de uso del cementerio: durante
4
| Agradezco sinceramente a los autores del tra-
el siglo XIV se elaboraron pavimentos de
bajo las facilidades para consultar los resultados del argamasa; en el siglo XV los pavimentos de
mismo. argamasa, ahora enlucidos en rojo, conviven
con pavimentos a base de gravilla y tierra tal. La tumba se cierra por la cabecera
alberiza. con ladrillos, o ladrillos y cascotes, que
a veces también se enlucen con cal.
En la excavación de la calle Tentudía,
7 y 9 (VERA CRUZ, E. et al., 2004), cuyas Los lucillos se agrupan en conjuntos
tumbas se han fechado en el siglo XV según de dos, tres o cuatro tumbas, que se unen
los materiales cerámicos recuperados del mediante un murete también de ladrillos, a
propio relleno de las fosas, un muro de ta- veces enlucido en blanco, por las cabeceras,
pial a base de tierra y mortero de cal de una aunque igualmente puede encontrarse sobre
anchura de 0’50 m y que conservaba una tumbas individuales.
altura cercana a un metro recorría todo el
solar en dirección norte-sur y se asociaba a El hecho de que la intervención arqueo-
un suelo de tierra apisonada y compacta pre- lógica en el recinto de la Diputación de Sevi-
sente en todas las zonas libres de enterra- lla demostrara la existencia de conjuntos en
miento. Dicho muro se interpreta como el los que alguna tumba nunca llegó a usarse y
cierre de este sector del cementerio, y ésta la constatación de que algunos conjuntos de
parece una hipótesis admisible si tenemos tumbas compartían paredes laterales, nos
en cuenta que no se detectó otro momento llevó a pensar que estos enterramientos se
de ocupación histórica del solar –más allá de construyeron simultánea y anticipadamen-
su transformación en zona de huertas– has- te. Y así se comprobó más tarde en el Paseo
ta la construcción en sus inmediaciones de de Catalina de Ribera de Ribera.
la Real Fundición de Artillería, a finales del Mientras que en la Diputación de Sevi-
siglo XVIII. lla solamente pudimos establecer relaciones
Los enterramientos hasta ahora reco- de anteroposterioridad en función de las
nocidos son de dos tipos, que quedaron es- relaciones físicas entre unas tumbas y otras
tablecidos en la excavación del solar de la (SANTANA FALCÓN, I., coord., 1995, págs.
Diputación y se han documentado en todas 86-93), la excavación del Paseo de Catalina
las intervenciones posteriores: de Ribera sí permitió establecer cuatro fases
para ese sector del cementerio, las cuales
1. Fosas excavadas en la tierra y cubiertas ocupan un arco cronológico que va desde la
con la misma tierra extraída. mitad del siglo XIII hasta el siglo XVI.
2. Los denominados “lucillos”. Se trata Los tipos de tumbas usados son los an-
de una fosa generalmente trapezoidal, tes descritos pero los enterramientos pudie-
con la cabecera más ancha que los pies,
ron individualizarse en función de criterios
revestida con varias hiladas de ladrillos
estratigráficos y constructivos del modo si-
dispuestos a soga y cubierta por una
guiente:
bóveda de medio cañón realizada por
aproximación de hiladas de ladrillos uni- • Fase I, entre 1250 y fines del siglo
dos con arcilla muy compacta en la que XIII: enterramientos muy cuidados pre-
se introducen a veces cascotes. En oca- dominando los lucillos agrupados en
siones, en tumbas cuya cubierta se ha- conjuntos de dos o cuatro tumbas que
bía hundido, las bóvedas se reparan con comparten muretes intermedios y están
ladrillos o piedras colocados en horizon- unidas al exterior por un murete de ca-
LÁMINA IV. Diputación de Sevilla. Agrupación de lucillos en la que se aprecia el murete de cabecera que
une las tumbas 131, 130 y 136, la reparación realizada en la tumba 131 y cómo las tumbas 139 y 140
se adosan al conjunto citado. Además, las tumbas 136, 137 y 138 han sido parcialmente destrozadas
por la instalación de enterramientos posteriores.
LÁMINA V. Diputación de Sevilla. Agrupación de lucillos donde se aprecia que los enterramientos 55 y
132 invaden las tumbas 56, que nunca llegó a usarse, y 125.
de otros dos individuos que creemos argollas Hasta aquí los datos aportados hasta
para el cierre de las cajas. La excavación de ahora por la Arqueología al conocimiento de
2003 en la calle Tentudía recuperó también la comunidad bajomedieval hebrea sevillana,
fragmentos de madera en el interior de una como decía al principio un conocimiento bas-
de las tumbas. tante exhaustivo que sin duda se verá enri-
quecido por intervenciones arqueológicas ul-
Por lo demás, en ningún caso podemos
teriores, como la que se iniciará en breve en
hablar de la existencia de ajuares funera-
un solar trasero al de la Diputación de Sevilla
rios, a pesar de lo dicho en algunos docu-
del que esperamos interesantes resultados.
mentos y luego recogido en la bibliogra-
fía (MÉNDEZ BEJARANO, M., reed. 1993, En este momento parece que va siendo
págs. 53, 134 y 166). No se han encontrado necesario, una vez conocido y ampliamente
otras piezas o elementos más allá de aque- documentado el funcionamiento y las carac-
llos que pueden considerarse de uso perso- terísticas de los dos ámbitos de enterramien-
nal, como pendientes, pulseras, cuentas de to de los judíos sevillanos, que planteemos
collares, etc., destacando el hallazgo en la propuestas de conservación y puesta en valor
excavación de la Diputación de Sevilla de para alguno de estos enclaves arqueológicos
un pequeño guijarro plano con una inscrip- –aunque ello signifique restringir la excava-
ción que no ha sido aún transcrita (SAN- ción y, por supuesto, el uso a que se destinen
TANA FALCÓN, I., coord. 1995, págs. 101, los suelos afectados– con la finalidad de la re-
fig. 25) cuperar el paisaje funerario original.
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